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Quaderns de Psicologia | 2010, Vol.

12, No 2, 149-160 ISNN: 0211-3481

 http://www.quadernsdepsicologia.cat/article/view/772

El cuerpo fluido. Una visión desde la antropología1


The fluid body. A view from anthropology

Dolores Juliano
Universitat de Barcelona

Resumen
Clasificar a los seres humanos en dos categorías excluyentes: hombres y mujeres, y asignar
a cada una de estas categorías un conjunto de conductas también excluyentes, fijas e inmu-
tables es una construcción social y no una descripción de la realidad. Tanto en la vertiente
biológica como en la socio-conductual existen situaciones intermedias, ambigüedades y po-
sibilidades de cambio a lo largo de la existencia. La diferencia entre sexo y género ha per-
mitido cuestionar la necesidad e inmutabilidad de las conductas asignadas, pero en el trans-
fondo se ha mantenido la idea de la irreductible dicotomía biológica. En la actualidad tanto
sexo como género se leen como formando parte de continuos y sujetos a variación. La des-
aprobación social a su vez se va desplazando lentamente del rechazo a la homosexualidad
hacia el rechazo de la homofobia.
Palabras clave: Sexo; Género; Homosexualidad; Transexualidad; Homofobia.

Abstract
To classify human beings into two categories –men and women— while assigning each cate-
gory a specific set of fixed and unchangeable types of behaviour is a social construction and
not a description of reality. Intermediate situations as well as ambiguity and possibilities
for change exist in the biological sense as well as in social behaviour. The difference be-
tween sex and gender has made possible the questioning of the necessity and inmutability
of assigned behaviours even though the biological dichotomy has continued to be assumed
in the background. At present, both sex and gender are viewed as being part of a continu-
um but subject to change while social rejection of homosexuality is gradually shifting into
a rejection of homophobia.
Keywords: Sex; Gender; Homosexuality; Transexuality; Homophobia.

1 LA INVESTIGACIÓN EN QUE SE BASA ESTE ARTÍCULO PARTICIPA EN EL PROYECTO I+D+I 140/07.


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Introducción y contingencia. Así el género (es decir el con-


junto de conductas a través de las cuales se
Las normas gobiernan la inteligibilidad, permiten
que ciertos tipos de prácticas y acciones sean re- expresan las categorías sexuales) ha tomado
conocibles…. Definiendo lo que aparecerá o no en primacía sobre el sexo. Un avance importante
el dominio de lo social (Butler, 2001, p.21). en ese sentido es la reciente ley que permite
La biología no es el destino decía Simone de a las personas transexuales el cambio de
Beuvoir, pero en la actualidad se va más le- identidad sin necesidad de recurrir a la ciru-
jos, y se piensa que no sólo no rige la vida de gía. Esto puede considerarse una buena noti-
forma determinista, sino que a su vez es leída cia para las personas directamente implicadas
y construida ella misma (de Beauvoir, 1968). (salvo para los cirujanos y la industria farma-
Si imaginamos inmutable la base biológica en céutica que lucraban “normalizando” una
que nos sustentamos, esto tiene más que ver realidad ambigua).
con la estrechez de nuestros moldes interpre- Desgraciadamente los caminos hacia la acep-
tativos que con las características de la fisio- tación de la diversidad y la mutabilidad no
logía. son fáciles. La estructura social se apoya en
La pervivencia de las especies en el tiempo cierta idea de permanencia corporal y ha
implica cambios biológicos, a través de dos mantenido hasta nuestros días complejos me-
mecanismos básicos: la reproducción sexual y canismos de control y represión.
las mutaciones genéticas. Ambos procesos Las prácticas más frecuentes de control con-
presuponen diferencias entre una generación sisten en la biologización y medicalización de
y la siguiente. Pero en el caso de los seres las conductas que se apartan de la norma, y
humanos debemos agregar además los meca- en la construcción de imaginarios estigmati-
nismos de lectura e interpretación de estas zadores. El cuerpo está en el centro de estas
variaciones. Las clasificaciones estáticas ba- estrategias, sobre él se actúa cuando se en-
sadas en la biología se van desmontando a carcela o se medica, cuando se acepta o
medida que nuestra capacidad para entender cuando se rechaza ya que es el que lleva el
situaciones ambiguas se incrementa. Primero “estigma” de las conductas no deseadas. Ima-
se desmantelaron los viejos conceptos de la ginarlo estable en el tiempo, ligado por la
pertenencia inequívoca a grupos raciales y se biología a conductas previsibles y normaliza-
llegó a la conclusión que la mezcla –y no la das, tales como la correspondencia sexo-
pureza racial- era la norma en ese campo. Las género, la heterosexualidad o la permanencia
razas mismas eran construcciones culturales, de las opciones sexuales, no es una descrip-
ya que en realidad todas y todos somos mesti- ción de sus características, sino que implica
zos. una estrategia de control social. La idea de la
Luego le ha tocado el turno al sistema dual de permanencia e inmutabilidad de las conductas
sexos y a las construcciones de género ligadas sirve para rotular y “normalizar” procesos
a él. Desde la biología se reconoce este hecho fluidos dándoles apariencia de permanencia.
e incluso se propone que: “Etiquetar a alguien Nuestra rica diversidad de opciones se reduce
como varón o mujer es una decisión social” entonces a unos pocos modelos, de los cuales
(Fausto-Sterling, 2006, p.17). La ambigüedad los más rígidamente construidos son los de
propia de esta situación permite la libertad género, en una sociedad de heterosexualidad
de elegir, pero también facilita la manipula- obligatoria (Butler, 2008; Rich, 1987), y es
ción. Entre los estudios más apasionantes del precisamente a través de ellos, analizándolos
nuevo milenio están los que van reconociendo y cuestionándolos, que se está dando la bata-
las bases cromosómicas, endocrinas y psicoló- lla por la aceptación de la ambigüedad.
gicas de esta ambigüedad y señalan cómo se La construcción del cuerpo
utilizan para legitimar o desechar opciones
sexuales o conductuales. ¡Nada puede ser tan sorprendente como la vi-
da!... Excepto la escritura.
La homosexualidad primero y la transexuali- (Pamuk, 2001, p.106)
dad después se interpretaron en el siglo XIX
como fenómenos biológicos patológicos, para Las amebas representan un problema, no sólo
pasar después a conceptualizarse como op- en tanto que molestos parásitos intestinales,
ciones. Esto implica atribuirles voluntariedad sino desde un punto de vista teórico, ya que
para ellas morir y nacer son el mismo proce-

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so. El individuo adulto no es en este caso in- cuales se construyen biológicamente las dife-
divisible (como la palabra sugiere) si no que rencias sexuales (cromosómico, hormonal,
al llegar a la madurez adecuada simplemente genital o fenotípico) presenta posibilidades de
se separa en dos nuevos individuos. ¿Es esto estados intermedios que sumados resultan
una muerte o un nacimiento? ¿Murió la célula numéricamente significativos, alrededor del
originaria? Si no lo hizo ¿Eso significa que su 1,7% de la población total (Fausto-Sterling,
extrema simplicidad la pone a salvo de la 2006, p.73). Si a esto agregamos las varieda-
muerte? ¿Estamos ante una vida eterna o ante des en la orientación sexual, en que las per-
muertes sucesivas? ¿Nacer es renacer inmuta- sonas homosexuales o bisexuales alcanzan,
blemente idénticos? Los seres humanos, bas- según cálculos conocidos hace tiempo, el 10%
tante más complejos, conseguimos la eterni- del total de la población, se puede apreciar
dad transmitiendo a la generación siguiente que la aparente sencillez del modelo bipolar
una sola célula, y la totalidad de nuestra cul- es más una estrategia de rechazo de la ambi-
tura. Nuestra permanencia en el tiempo se güedad, que una necesidad taxonómica (Kin-
apoya en lo biológico pero lo plasma y modifi- sey, 1948, 1953). La bióloga Fausto Sterling
ca, lo que permite la creatividad a partir de saca de estos datos una consecuencia pertur-
la posibilidad de acción sobre el entorno y so- badora: propone que no es que hayamos fa-
bre nuestra propia corporalidad. bricado dos géneros (es decir dos modelos de
conducta diferenciados) porque disponemos
Para Hanna Arendt el nacimiento es el acto
sólo de dos sexos, si no que creemos que sólo
básico a partir del cual todas las posibilidades
hay dos sexos porque hemos construido sólo
están abiertas:
dos modelos de género (Fausto-Sterling, 2006,
El nuevo comienzo inherente al nacimiento se de- pp. 48-73).
ja sentir en el mundo sólo porque el recién lle-
gado posee la capacidad de empezar algo nuevo, La tendencia a interpretar los fenómenos en
es decir de actuar.... ya que la acción es la acti- términos de bipolaridad ya estaba presente
vidad política por excelencia, la natalidad y no la
mortalidad, puede ser la categoría central del
en la tradición occidental, pero se reforzó en
pensamiento político‖ (Arendt, 1993, p. 23). el siglo XIX, cuando el concepto de normali-
dad se apoyó en una racionalidad científica
Pero esta posibilidad de acción y de cambio muy proclive a desechar la ambigüedad. El
tiene que ser aceptada socialmente, lo que proceso a partir del cual se construyen los es-
implica rechazar las explicaciones de las con- tados modernos es un proceso en el que se
ductas como determinadas a priori. pasa de la legitimación de las conductas en
En nuestra sociedad el modelo que se mantie- términos de categorías religiosas a categorías
ne más rígidamente al respecto es el de la di- científicas. El poder, que antes se legitimaba
ferencia de las conductas entre hombres y por la voluntad divina, pasa a considerarse
mujeres. La creencia en la diferencia dicotó- como apoyado en un presunto acuerdo entre
mica y excluyente de los sexos está tan inser- iguales –aquello del contrato social de Rous-
tada en nuestro imaginario, que nos parece la seau-. Al cambiar la base de legitimación,
consecuencia de un determinismo biológico, cambió también el modelo de referencia para
una descripción de la naturaleza de las cosas, determinar qué es lo que está bien y qué es lo
más que una construcción cultural. que está mal, que ya no fue el modelo religio-
so, o al menos no lo fue exclusivamente. La
Esta diferencia suele asumirse como natural e base a partir del cual determinados sectores
inevitable en dos niveles, el físico donde se reivindican y ejercen el poder no es tampoco
clasifica a todas las personas como pertene- la misma. Este cambio profundo en las menta-
cientes a uno de los dos sexos, y el social lidades se inició en el siglo XVIII pero se con-
donde, mediante las construcciones de géne- cretó fundamentalmente en los siglos XIX y
ro, se asignan conductas diferentes a quienes XX, e implica lo que Michel Foucault llama el
se rotulan previamente como mujeres u hom- desarrollo del biopoder, un tipo de control
bres. Nada nos parece más evidente que esta que está desde entonces mucho más centrado
diferencia. Sin embargo, la realidad no es tan en las personas. En la etapa anterior, en el
simple, y en ella abundan los casos interme- antiguo régimen, los reyes gobernaban por la
dios o ambiguos. Estudios como los recopila- gracia divina sobre los territorios, y acceso-
dos por Anne Fausto-Sterling, muestran que riamente sobre las personas que vivían o se
cada uno de los niveles físicos a partir de los desplazaban sobre estos territorios. A partir

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de un proceso en el cual se van separando la desarrollo del nuevo pensamiento científico,


legitimación religiosa de la científica y se van la idea de pecado perdió el poder disuasorio
constituyendo las ciencias modernas, el go- que había tenido en la sociedad, mientras que
bierno pasa a ser básicamente un control so- los estados se preocupaban de formar a sus
bre las personas. ciudadanos y ciudadanas de acuerdo a las
nuevas necesidades. Fundamentalmente lo
Pero cuando se habla de personas no se trata
que interesaba era disciplinarlos y potenciar
de verlas tal y como están construidas bioló-
su capacidad de trabajo, además de contro-
gicamente y de manera natural, sino tal y
larlos. Pero el control comenzó a ejercerse de
como se construyen socialmente. Una planta
una manera diferente de cómo había sido
puede ser modificada por el entorno en el
ejercido en la sociedad tradicional, adqui-
cual se encuentra, pero en última instancia
riendo enorme peso la lectura médica de las
un peral será un peral y un olmo será un ol-
conductas. Así muchas de las cosas que antes
mo, un animal se conduce de acuerdo a una
eran consideradas pecados, pasaron a ser
naturaleza más o menos fija aunque tenga
consideradas patologías (Foucault,
aprendizajes: un gato actual actuará casi de
1975/1992). Este cambio en el marco de in-
la misma manera que actuaban los gatos que
terpretación implicaba un paso de lo contin-
vemos momificados en las tumbas de los fa-
gente a lo determinado: lo que se consideraba
raones, probablemente sus biografías no se-
pecado y que como tal era una conducta pun-
rían demasiado diferentes. Pero la caracterís-
tual de la cual el pecador debía arrepentirse
tica más importante de los seres humanos es
para volver al buen camino, se transformó (en
su extrema plasticidad, los seres humanos te-
la interpretación dominante) en una conducta
nemos una base orgánica sobre la cual desa-
esencializada de base biológica. Por ejemplo,
rrollamos una gran cantidad de complejas
no se consideraba ya que la persona tenía op-
conductas aprendidas en nuestra interrelación
ciones o que desarrollaba conductas homose-
con los otros seres humanos. La principal con-
xuales, sino que se creía que “era” homose-
ducta que podemos considerar realmente
xual, y esta homosexualidad se transformaba
congénita es la sociabilidad; a partir de ella,
en un dato de origen que condicionaba los
a partir de ser fundamentalmente gregarios,
otros elementos de su vida.
los seres humanos nos adecuamos a las de-
mandas de nuestra cultura, con gran esfuerzo Esta biologización de las conductas coincidió
en unos casos y con relativa facilidad en con un gran despliegue de sistemas racionali-
otros, pero siempre amoldamos nuestra reali- zadores. Desde finales del siglo XVIII se desa-
dad biológica y la interpretación que hacemos rrolló en la cultura occidental una verdadera
de ella a las expectativas sociales. Actuamos manía taxonómica, un amplio impulso de cla-
en diálogo, en discusión, a veces en oposición sificar y racionalizar. A partir de trabajos co-
con un medio, pero siempre en interrelación mo el de Linneo, todo lo que había en la na-
con él. turaleza, los animales, las plantas y los mine-
rales entraron dentro de determinados casi-
Así, los grandes cambios culturales que se
lleros. En el siglo XIX, este afán clasificatorio
dieron a finales del siglo XVIII, comienzos del
pasó también a las conductas. Ambos afanes
XIX y a lo largo del siglo XX, afectaron pro-
clasificatorios tuvieron algunos efectos bene-
fundamente no solamente a la organización
ficiosos, ya que permitían un mejor conoci-
política sino a la propia vivencia de nuestro
miento del mundo o al menos una ilusión de
cuerpo, y por consiguiente de nuestra sexua-
mejor conocimiento, pero también distorsio-
lidad, y de la función que le otorgamos. Tam-
naron la realidad creando la ilusión de que
bién afectaron a nuestras estrategias de in-
nuestras categorías taxonómicas eran elemen-
terrelación. Ciertas conductas, entre ellas
tos explicativos.
muchas relacionadas con la sexualidad que se
habían considerado transgresiones voluntarias Por lo que se refiere a los seres humanos, la
y que formaban parte de lo que se creía que primera oleada de afán clasificatorio, la que
individualmente podía asumir una persona (ya los rotulaba en términos de grupos de perte-
que entraban dentro de lo que se consideraba nencia, dio origen a la construcción de las ti-
pecado y esto suponía el ejercicio del libre pologías de las razas humanas y produjo una
albedrío) pasaron a ser leídas como caracte- enorme cantidad de intentos de clasificar a
rísticas biológicas. En el siglo XIX, con el los seres humanos de acuerdo a sus caracte-

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rísticas físicas. Se multiplicaron las propues- años del desarrollo de la construcción moder-
tas. Así, el número de razas podía ir desde na de los modelos de feminidad y masculini-
cuatro (blanca, negra, amarilla y cobriza) a dad, señala que: “Nunca como en el romanti-
veinticinco o treinta. Se clasificaron a partir cismo el traje de él había sido tan diferente
del color de la piel, pero también de las me- del de ella” (Pena González, 2006, p.6). Es un
didas del cerebro: mesocéfalo, braquicéfalo, detalle significativo. Había que subrayar lo
dolicocéfalo; o de acuerdo a otras caracterís- que oponía a los sexos, y no lo que tenían en
ticas físicas como el largo de los huesos de las común. No es de extrañar que por la misma
piernas o a partir de los grupos sanguíneos. época desaparecieran de las clasificaciones
Así se pretendía poder separar a los seres hu- médicas los hermafroditas, bien documenta-
manos en unidades que fueran coherentes. dos hasta entonces, y que pasara a conside-
Esta idea en sí misma está hoy absolutamente rarse patología todo lo que no fuera la sexua-
desmontada, de hecho ni siquiera se utiliza ya lidad coital heterosexual.
científicamente la palabra raza. Hoy se sabe
Pero, como sucedió con las clasificaciones ra-
que cada persona es producto de mil mezclas
ciales, las evidencias de los indicadores cien-
y puede tener características diversas; por
tíficos de la diferencia/oposición excluyente
ejemplo puede ser braquicéfalo y de grupo
entre hombres y de mujeres, distan de ser tan
sanguíneo C y de color de piel amarillo o te-
claros como los pensamos. Todos y cada uno
ner algunos rasgos y no otros, combinados de
de los indicadores biológicos presentan impor-
todas las formas posibles.
tantes grados de ambigüedad. Partamos de un
La manía taxonómica no resultó políticamente elemento que parece irrefutable, que es el de
inocente. De la idea de que se podía clasificar la combinación cromosómica que sirve para
a las personas en razas, unida a la idea tam- determinar el sexo. Se trata de los cromoso-
bién decimonónica de que todo conjunto de mas X y Y. Si tenemos dos cromosomas X, se
rasgos podía escalonarse de lo inferior a lo nos clasifica como mujeres, la combinación
superior, se concluyó la existencia de razas XY da un hombre. Pero esto ya es un poco
inferiores y razas superiores y la necesidad de más ambiguo de lo que parece, porque el
salvaguardar la pureza racial. De ahí deriva- principio femenino X lo tenemos todos, ya
ron los grandes crímenes de nuestra época, que los seres humanos necesitamos tener por
como los de limpieza étnica y la supresión de lo menos un cromosoma X, de lo contrario no
los grupos raciales considerados inferiores. En sobreviviríamos, por lo que no resulta eviden-
la actualidad, ya no se piensa que los seres te que los dos grupos sean muy diferentes. El
humanos están catalogados, o pueden serlo, problema es más complicado porque existen
en grupos raciales con fronteras rígidamente personas XXY (síndrome de Klinefelter) o XYY,
delimitadas, Desde el punto de vista científi- o puede faltar el otro cromosoma y ser sólo X
co nadie puede sostener esas propuestas. Sin (Síndrome de Turner). También existen XXX y
embargo, algunas otras clasificaciones basa- combinaciones en mosaico en la misma perso-
das también en características físicas, siguen na. Es decir, se pueden dar distintas combi-
presentándose como si fueran evidencias, con naciones cromosómicas, aunque a algunas de
consecuencias sociales importantes. Catalogar ellas las consideremos patológicas. Pero de
a las personas como normales, anormales, pa- hecho existen y sobreviven, con lo que plan-
tológicas o desviantes, tiene enorme trascen- tean problemas clasificatorios.
dencia en términos de las posibilidades de
El problema subsiste si analizamos cualquier
desarrollo, de supervivencia y de felicidad de
otro de los indicadores, como el aspecto del
colectivos importantes, lo que hace que el
aparato genital. Tampoco aquí la división dual
juego clasificatorio deje de ser un juego, co-
abarca la totalidad de los casos, ya que exis-
mo ya pasó con el tema de las razas.
ten personas con aparato genital masculino
Como hemos visto, la simplificación de la interno o poco desarrollado y otros casos en
realidad para hacerla coincidir con los mode- que el clítoris femenino es grande, y puede
los, se dio en todos los ámbitos, pero en el prestarse a confusión. Hasta mediados del si-
caso de las construcciones de género la manía glo XX los médicos, cuando se encontraban
clasificatoria se llevó a su apogeo. José Pablo con una ambigüedad en el aspecto de los ge-
Pena González, en un interesante estudio so- nitales de los recién nacidos operaban para
bre la moda a mediados del siglo XIX, en los normalizar su apariencia, con intervenciones

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quirúrgicas que en muchos casos implicaban geles. La polémica medieval sobre su perte-
castración y que siempre significaban riesgo y nencia sexual se apoyaba en unas representa-
sufrimiento. ciones pictóricas y escultóricas ambiguas.
Esos ¿o quizá esas? adolescentes de largas ca-
El tema de las hormonas es aún más ambiguo
belleras y rostros redondeados e imberbes,
como indicador del sexo, puesto que todos y
carentes de pechos, mostraban un ideal an-
todas producimos testosterona (considerada
drógino y desexualizado de la belleza, que se
la hormona masculina) y las hormonas feme-
correspondía bien con cierta imagen de lo sa-
ninas o estrógenos también están presentes
grado como aquello que transgrede los lími-
en todas las personas, aunque en proporcio-
tes. Dios era imaginado, en muchas religio-
nes diferentes. Curiosamente, algunos de los
nes, incluida la judeo cristiana, como un ser
estudios más interesantes de las últimas dé-
perfecto en la medida en que abarcaba en sí
cadas señalan que en ciertas ocasiones, sumi-
todas las posibilidades. Esto incluía las capa-
nistrar hormonas femeninas aumenta la po-
cidades y características de ambos sexos. La
tencia sexual masculina, y a la inversa, dar
“Shekinah” designaba las características fe-
testosterona aumenta la potencia sexual fe-
meninas de Dios. Señala “la condición andró-
menina (Fausto-Sterling, 2006, pp. 179-234).
gina, monoica de Dios, a su vez macho y
El fenotipo tampoco marca con evidencia los hembra” (Kaydeda, 1992, p. 226). Por supues-
límites, hay tantas variables individuales que to, esta imagen no es la desarrollada por el
van desde mujeres sin pechos o velludas a culto institucional dominante desde la contra-
hombres lampiños o con curvas femeninas, rreforma, coincidente con el surgimiento y
que tenemos que acordar que el modelo bipo- progresivo afianzamiento de las versiones ra-
lar es más una construcción social que una cionalistas de la ciencia.
descripción de la realidad. En 1990 Whalen
Las representaciones plásticas que habían
proponía remplazarlo por un modelo ortogo-
acogido el hermafroditismo como parte de la
nal en que masculinidad y feminidad variaban
variedad humana, se vieron complementadas
de manera independiente representable en un
a comienzos del siglo XX por elaboraciones li-
modelo de abcisas y ordenadas (Whalen y
terarias como el “Orlando” de Virginia Wolf,
Johnson, 1990).
en que el personaje protagónico atraviesa los
Es evidente que la clasificación científica siglos cambiando de sexo (Woolf, 2002). Pero
dualista, en la que se basa nuestras interpre- aún más frecuente que las representaciones
taciones de “sentido común” no abarcaba to- de cambios o indefiniciones físicas, son las
das las posibilidades. Esto ha dado lugar a la representaciones de cambios en los roles de
crítica actual de los modelos fijos y a las pro- género. Hombres que asumen conductas con-
puestas de interpretación que muestran los sideradas femeninas han sido frecuentes en la
roles de género como prácticas “performati- literatura desde la historia de Aquiles, que se
vas”. Como señala Judith Butler al respecto: vistió de mujer para no ir a la guerra, hasta el
―Lo que está en juego es menos una teoría de romance de “La doncella guerrera” en que se
la construcción que una consideración de la da la situación opuesta: una dama se hace pa-
escenografía y topografía de la construcción” sar por hombre para poder guerrear. Así una
(Butler, 2007, p.165). conducta, una actividad socialmente deter-
minada, como es la de guerrear, aparecía tan
Así la ambigüedad resurge en la realidad, en
ligada a las definiciones de la masculinidad,
las interpretaciones científicas y también en
que hacerla significaba ser hombre y recha-
los planos de las construcciones imaginarias.
zarla equivalía a adscribirse al campo de la
Conviene recordar que la religión, la literatu-
feminidad. Esta identificación no corresponde
ra y el folklore ya tenían en cuenta esta posi-
sólo a nuestra cultura. Entre los indios Gua-
bilidad, mucho antes de que la medicina, a
yaquís del Chaco paraguayo, portar el arco
mediados del siglo XX, consintiera en tratarla
era sinónimo de ser hombre y cargar el cesto
de otra manera que como patología.
implicaba ser identificado como mujer. El
El sexo de los ángeles cambio de adscripción sexual se relacionaba
con el cambio de actividad de subsistencia
La representación religiosa de la ambigüedad (Clastres, 1978, 1986). Entre los indígenas de
no considerada defecto o estigma está dada la llanura de EE UU, cultivar la huerta en vez
en la iconografía, por las imágenes de los án- de guerrear era la opción de los bardaches, y

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hacia que se los tratara como a mujeres, con punto de vista de la antropología, no es su
independencia de su opción sexual. existencia misma, sino su visibilidad social.
Desde fines del siglo XVIII la estrategia de
En el folklore resulta difícil seguir el rastro
control asumida al respecto fue castigarla y
ambiguo de la ambigüedad. Sin embargo hay
patologizarla, pero también negarla e ignorar-
algunos casos de sustitución de roles y otros
la. Sólo en las últimas décadas, lo que siem-
de identidades sexuales dudosas en las can-
pre estuvo allí ha comenzado a hacerse visi-
ciones infantiles. El conocido “Arroz con le-
ble. Al respecto estamos actuando colectiva-
che” que cantan las niñas en forma dialogada
mente como la protagonista (casi autobiográ-
dice (en una de sus versiones):
fica) de Doris Lessing referente a los proble-
-Arroz con leche, me quiero casar mas de los que se prefiere no hablar:
Con una señorita de este lugar La forma de conciencia de aquella otra vida que
se desenvolvía tan cerca de mí, tan oculta de mí,
Que sepa coser, que sepa bordar, fue un proceso lento, incorporado precisamente
dentro de la categoría de comprensión que lla-
que sepa abrir la puerta para ir a jugar. mamos ―darse cuenta‖, con su connotación de
apertura gradual hacia la comprensión (Lessing,
Hasta aquí no hay duda alguna, se trata de un 2007, p.13).
interlocutor masculino que busca una compa-
ñera que responda al modelo de género más La lesbiana invisible
tradicional, asumiendo tareas de costura y En el lento proceso de abrirse paso hacia el
dándole a él un ámbito de libertad. Pero en la reconocimiento, resulta interesante el camino
estrofa siguiente la situación se complica: recorrido por la homosexualidad femenina.
-Yo soy la viudita del barrio del Rey Las interpretaciones del lesbianismo han va-
riado entre dos polos: la consideración como
Me quiero casar y no sé con quien “desviación sexual” o patología de cualquier
-Si quieres casarte y no sabes con quien transgresión de los roles de género y la ocul-
tación-negación de la existencia misma del
Elige a tu gusto que aquí tienes cien fenómeno.
-Con esta sí, con esta no, Los higienistas y los criminólogos positivistas
de fines del XIX y principios del siglo XX, ten-
Con esta señorita me caso yo.
dían a considerar desviaciones sexuales de las
En primer lugar cambia la persona que inter- mujeres –y les daban nombres tales como ter-
pela al coro, que pasa a ser explícitamente cer sexo, uranismo o inversión- a todas las
una mujer. Pero el coro continúa formado por conductas que se apartaban de los roles esta-
“señoritas” entre las que se puede escoger blecidos de esposa y madre. “Esta forma de
esposa. Parece una anticipación de la ley de estigmatización se sumaba a la tradicional
matrimonios homosexuales. Como sugiere An- que era la representación de la mujer que
gela Carter, probablemente los cuentos, y trabajaba por un salario y fuera de la casa,
otras manifestaciones del mismo tipo, como „en la calle‟, como prostituta” (Salessi, 2000,
las canciones infantiles, se han organizado p.209). Es muy posible que esta forma de in-
con fragmentos dispersos de otros relatos, terpretar el lesbianismo como una conducta
remodificados constantemente por adición negativa, relacionada con cualquier tipo de
sustitución, omisión o mezcla. Así, cada ver- infracción social, estuviera muy generalizada
sión tiene la misma validez de las anteriores y en la época, pero de una manera ambigua,
posteriores y no tiene mucho sentido plan- más relacionada con los roles de género que
tearse como era en el original, pero en la con la sexualidad, ya que como señala el
medida en que las niñas las cantaban y las mismo autor: “En la mayoría de estos textos
transmiten, hablan de unos imaginarios de pseudo-científicos, como en gran parte de la
transmisión popular de los roles de género obra de los escritores modernistas, los cuer-
menos rígidos que los inculcados en la ense- pos o las prácticas sexuales entre mujeres
ñanza oficial (Carter, 1992). eran apenas representables” (p.226). De to-
das maneras, la voluntad discriminadora y
Vemos entonces que la ambigüedad sexual ha
sancionadora implicaba reconocer la existen-
formado siempre parte de la realidad, así, lo
cia del fenómeno y esto llevaba a un riesgo
que plantea problemas interesantes desde el
social mayor. En sociedades rígidamente apo-

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yadas en normas heterosexuales, la existencia nio sagrado se construyó socialmente un anti


de relaciones lésbicas reconocidas implicaba, modelo disidente: era el de las mujeres sin
en si misma, un cuestionamiento que se pro- hombre que en vez de casarse con dios lo ha-
curaba evitar. cían con el diablo, es decir, las brujas. En
ambos casos en el imaginario se mantenían
La clasificación habitual en “buenas” y “ma-
las normas heterosexuales –ya llevaran éstas a
las” mujeres sólo encuadraba las prácticas
los altares o a la hoguera- lo que habla de una
heterosexuales. Las “buenas” eran las que
verdadera incapacidad del modelo para ima-
asumían los roles de esposa y madres fieles,
ginar mujeres que estuvieran fuera del con-
las “malas” las que eran promiscuas o cobra-
trol masculino.
ban por el sexo que debían dar gratis.
Así el lesbianismo ha sido poco visible porque
Cuantas menos excusas sociales haya para la
era poco imaginable. Es interesante constatar
sexualidad -si no se puede encuadrarla dentro
que la dificultad de leer socialmente el fenó-
de la institución matrimonial o al menos legi-
meno no se daba en el caso de la homosexua-
timarla con el amor- más evidente resulta que
lidad masculina. En ese caso bastaba con de-
lo que se busca es el placer, y más se ejerce
gradar al infractor a la condición de mujer o
el control social mediante la estigmatización.
con sancionarlo legalmente, ya que la homo-
Son elocuentes al respecto los discursos sobre
sexualidad masculina no implicaba un cues-
la condición abyecta y degradada de las pros-
tionamiento igual del modelo sexo-género3.
titutas, en la medida en que ellas ofrecen un
Una interpretación socialmente aceptada de
sexo sin coartadas, legitimaciones ni atenuan-
la sexualidad consiste en transformar el sexo,
tes. Así se comprende la dificultad con que
de un ámbito de placer y comunicación, en
tropiezan todos los intentos de normalizar la
una máquina de agresión. El falo se convierte
mirada social sobre el trabajo sexual. Está
metafóricamente en una espada y la sexuali-
construido como ámbito de estigmatización,
dad masculina se ve legitimada, no como
para salvaguardar el sistema de roles tradi-
fuente de goce, sino como una forma de im-
cional y el prestigio masculino, y como dice el
poner la propia fuerza, como una manifesta-
filólogo francés Quignard: “Sería impío volver
ción guerrera del poder masculino. De esta
decentes esas palabras nacidas para ser in-
manera se ha legitimado la homosexualidad
dignas” (Quignard, 2005, p.177)2.
masculina “activa” mientras que se rechazaba
Pero, si a las prostitutas se las sancionaba con en mayor grado la “pasiva” que acercaría más
la máxima estigmatización social ¿qué lugar al hombre al modelo devaluado de la femini-
quedaba para las lesbianas, que transgredían dad. La conceptualización de estas dos cate-
más porque escapaban en mayor medida a las gorías, habla de la extensión de los modelos
pautas heterosexuales y al control masculino? de género tradicionales a situaciones en las
que no tiene aplicabilidad.
Tradicionalmente había lugares socialmente
previstos para las que no tenían sexo con los Pero con las mujeres lesbianas eran difíciles
hombres: un lugar desprestigiado, que incluía aún estas estrategias clasificatorias. A ellas
desdén y conmiseración, para las solteronas no se las podía “degradar” tratándolas como
(vistas como aspirantes sin éxito a la posición si fueran hombres. Constituían un mal ejem-
de esposas) y un lugar aceptado socialmente plo y creaban situaciones que no se podían re-
para las monjas, castas por opción religiosa. A solver en el marco de la sociedad tradicional.
éstas últimas, la asexualidad no las libraba de Así, ignorarlas constituía la solución más efi-
ser esposas y heterosexuales en términos cla- caz para neutralizarlas.
sificatorios, sólo que se consideraba que eran
A falta de reconocimiento de una sexualidad
esposas de Dios fieles y con voto de obedien-
específica, eran la esterilidad y las conductas
cia.
sociales, con casi prescindencia de las opcio-
A lo largo de la historia, en el mundo cris-
tiano, en relación/oposición a este matrimo-
3 De todas maneras siempre ha resultado más fácil acep-
tar la promiscuidad que la homosexualidad. Beatriz Pre-
ciado analiza sagazmente que el éxito de la Revista Play
2 He dedicado varios trabajos a analizar la forma como se Boy en el contexto puritano de la guerra fría, se debía a
articula socialmente esta discriminación y las consecuen- que se apoyaba en los dos pilares de la sociedad norte-
cias políticas de esta construcción (Juliano, 2002a, americana, la heterosexualidad y el consumismo (Precia-
2002b, 2003, 2004a, 2004b, 2007, 2008a, 2008b). do, 2010)

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El cuerpo fluido. Una visión desde la antropología 157

nes sexuales, las que determinaban el diag- mienzan a hacerse visibles los bisexuales,
nóstico de lesbianismo. Pero adherido a las además de los transgénero (Berkins, 2003;
conductas estaba el aspecto físico, que se Cabral, 2003; Juliano, 2008c).
consideraba un indicador claro de las condi-
En su intento de pasar de la transgresión –
ciones psíquicas (y no sólo para Lombroso).
individual y realizada en el ámbito de las
Durante el franquismo, este tipo de interpre-
prácticas, sin apoyarse en discursos legitima-
tación aún era explícito, mezclando las carac-
dores- al cuestionamiento, fundamentado
terísticas físicas con las conductas, y los deli-
teóricamente, con potencialidad de aglutinar
tos con los pecados. El tema del lesbianismo
voluntades y de transformar las normas, los
no era visibilizado en este caso como una op-
colectivos ignorados están haciendo esfuerzos
ción sexual, sino como un determinismo bio-
para aumentar su visibilidad. Los homosexua-
lógico que hacía que algunas mujeres tuvieran
les masculinos primero y luego las lesbianas,
aspecto y conductas masculinas, las más rele-
los y las transexuales, y los bisexuales o ase-
vantes de las cuales se relacionaban con la
xuados están recorriendo el camino hacia la
agresividad y la voluntad de mando. Para las
visibilidad como un paso previo a la acepta-
que no tenían estas características físicas, las
ción social. Este reconocimiento no tiene que
prácticas homosexuales no se consideraban
implicar nuevas fronteras o la asignación de
una posibilidad4. La desvalorización/negación
permanencia en los nuevos casilleros, aunque
de las prácticas lésbicas se constituye así en
éstos sean ahora más numerosos que en el pa-
un aspecto significativo de la vigencia domi-
sado, sino la aceptación de la fluidez de la
nante del modelo vigente de hetero-
conducta humana y del derecho de cada per-
sexualidad reproductiva.
sona a caminar, andando o desandando, su
Transgresión y cuestionamiento propio camino.
Las lesbianas no han sido el único colectivo Esta tarea es difícil, porque ajenos a las con-
cuya existencia misma se haya cuestionado. creciones reales de las conductas, los mode-
La transexualidad sufre aún una situación pa- los duales y excluyentes de género tienen una
recida. La posibilidad de intervenciones qui- persistencia temporal prolongada. Cumplen
rúrgicas “normalizadoras” de realidades am- una función de mitos, es decir de metáforas
biguas que se concreta a mediados del siglo justificativas, pero su condición nebulosa no
XX por primera vez en la historia, hizo a este les quita eficacia normativa. Ya se ha señala-
colectivo visible, pero en el proceso mismo de do que: “On s‟attache à un mythe quand il
negación de su especificidad. El éxito de la remplit une fonction” (Guillebaud, 1998,
cirugía de re asignación sexual ha consistido p.176) y la función de los mitos sobre la natu-
en un esfuerzo por encuadrar dentro de los ralidad y permanencia de los roles de género
moldes de género tradicionales identidades es mantener sin cuestionamientos la estructu-
mucho más complejas. Afortunadamente, ca- ra social. Así, con más frecuencia se critican
da vez más, las y los transexuales están escri- los actos, que los modelos en los que los actos
biendo sus propias historias y develando la se inspiran. Sin embargo modificar sólo las
fluidez de sus opciones. Textos como el de prácticas es transgresión, mientras que modi-
Norma Mejías o Beatriz Espejo y estudios co- ficar los modelos a partir de su cuestiona-
mo el de Josefina Fernández son la punta de miento, abre la puerta para el cambio social.
un iceberg de los nuevos análisis (Abbate, La legislación actual que equipara derechos
1998; Aler Gay, 1994; Ayllón, 2004; Despen- entre las diferentes personas sea cual fuere
tes, 2007; Espejo, 2009; Fernández, 2004; Ga- su opción sexual, cuyo mejor ejemplo es la de
raizabal, 2004; Maffía, 2003; Mejía, 2006; la aceptación del matrimonio homosexual,
Nieto Piñeroba, 2008; Planelles, 2008; Shaw y cumple, además de su funcionalidad explíci-
Ardener, 2005; Wayar, 2007). También co- ta, con una tarea pedagógica, es un mensaje
social que señala que se ha terminado la épo-
ca de la represión para estos colectivos. Poco
4 durante la transición, las organizaciones de mujeres
constataban que la influencia de cuarenta años de fran- a poco, se va haciendo evidente que es la
quismo, unida a la consideración de que el lesbianismo homofobia y no la homosexualidad lo que
era una enfermedad, generaban en las lesbianas diferen- constituye un problema para la convivencia
tes problemas psicológicos y las hacía pasar por trata- (Bayly, 1997; Borrillo, 2001; Guash, 2008; Vi-
mientos que las atiborraban de medicamentos (Arnal,
2009, p.317). ñuales, 2002).

Quaderns de Psicologia | 2010, Vol. 12, No 2, 149-160


158 Dolores Juliano

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Quaderns de Psicologia | 2010, Vol. 12, No 2, 149-160


160 Dolores Juliano

DOLORES JULIANO
Dolores Juliano estudió Antropología en Argentina y se doctoró en la Universidad de Barcelona donde
ha sido profesora titular hasta su jubilación. Trabaja desde hace muchos años en temas de género,
inmigración y discriminación.

Forma parte de diversos equipos de investigación y ha dictado cursos en varias universidades españolas
y de América Latina. Ha recibido el premio “Creu de Sant Jordi” en 2010 por su trayectoria académica
y científica.

Entre sus publicaciones más recientes están: Las que saben... subculturas de mujeres. (1998) Las pros-
titución: El espejo oscuro (2002) Excluidas y marginales. Una aproximación antropológica (2004) Mari-
ta y las mujeres en la calle. (2004) Les altres dones. La construcció de la exclusió social (2006). Ac-
tualmente está preparando un libro sobre mujeres y delito.

DIRECCIÓN DE CONTACTO
mdjuliano@hotmail.com

FORMATO DE CITACIÓN
Juliano, Dolores (2010). El cuerpo fluido. Una visión desde la antropología. Quaderns de Psicologia, 12
(2), 149-160. Extraído el [día] de [mes] del [año], de
http://www.quadernsdepsicologia.cat/article/view/772

HISTORIA EDITORIAL
Recibido: 15/06/2010

Aceptado: 17/09/2010

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