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Delmira Agustini - Explosión (Análisis)

Análisis de Explosión de Delmira Agustini

Tema y Título
El tema del poema es la explosión que el yo lírico siente cuando el amor verdadero, el sensorial,
llega a su vida. Según la Real Academia Española: explosión significa “liberación brusca de una
cantidad de energía (…) encerrada en un volumen relativamente pequeño, la cual produce un
incremento violento y rápido de la presión (…) va acompañada de estruendo y rotura violenta del
recipiente que la contiene.

Si tomamos esta definición que en realidad refiere al proceso químico, podemos vincular el sentir
de este yo lírico que se libera, y esta liberación que está movida por esa mágica fuerza, esa
energía inexplicable y enloquecedora que es el amor. Sentimiento que mueve al mundo y que
revoluciona el interior humano. Cabe aclarar que el yo lírico habla de dos tipos de amor: el que
contiene la idea, y no deja de fermentarse en un “volumen relativamente pequeño” que es la
mente humana, y el que se siente, sale, se vive, “explota”, “produce el incremente violento y
rápido de la presión”, rompe las ataduras corporales y lo obliga a zambullirse en los brazos del
otro de forma violenta y pasional. De este último, en contraposición con el primero es que quiere
hablar el yo lírico. Ha vivido imaginando el amor, ha vivido pensando qué sería, pero ahora que
lo siente, nada tiene comparación. Ahora la vida tiene sentido, ahora, no importa las
consecuencias de esta “explosión”, rápida, inesperada, descontrolada, e incontrolable.
Estructura externa
El poema está escrito en forma de soneto, es decir, dos cuartetos (cuatro estrofas) y dos tercetos
(tres estrofas) con una rima consonante (total) y en versos endecasílabos (once sílabas). La
elección de la forma no es inocente. El soneto es una de las formas más rígidas en la poesía, por
lo tanto en ella, que es un “volumen pequeño” – de acuerdo a la RAE – se concentra toda la
emoción del amor, entonces la explosión será del ser que lo enuncia, y será aún mayor.
Estructura interna
Esta estructura se refiere al contenido del poema, y no deja de estar relacionado con la forma.
Podemos pensar que en los cuartetos se plantea la situación que ha descubierto el yo lírico, cómo
ha entendido al amor hasta ahora, y cómo lo siente hoy. Y en los tercetos se plantea el presente,
resumiendo la misma situación de los cuartetos, pero ahora con toda la fuerza explosiva de sentir
en el presente el amor.
Análisis del primer cuarteto
¡Si la vida es amor, bendita sea!
Quiero más vida para amar! Hoy siento
que no valen mil años de la idea
lo que un minuto azul de sentimiento.
El poema comienza con los signos de exclamación que ya demuestran esa explosión de
sentimientos. El yo lírico ha descubierto que si el sentido de estar vivo es el amor, pues entonces
bienvenida la vida para ella y para todos los que puedan sentir el amor. Su afirmación es
absolutamente subversiva y revolucionaria para su época. La expresión “bendita sea” proviene
del lenguaje religioso, y significa alabar, engrandecer, ensalzar. Bendecir es “consagrar al culto
divino algo, mediante determinada ceremonia” (RAE). Sin embargo, en la época en que Delmira
vivía, tal afirmación resulta una herejía, era exaltar algo que se relaciona con los sentidos, lo
sensual, lo que los cristianos denominan “concupiscencia”, que sería la exaltación de las placeres
corporales. Tomando una cita bíblica que afirma la primera carta de Juan, capítulo 4, versículo
16: “Dios es amor; y el que vive en amor, vive en Dios, y Dios en él” -intertextualidad que hace el
yo lírico – podemos ver su rebeldía. Claramente el amor que propone esta carta no es el amor
erótico, sino el amor divino, también llamado “ágape”, que es amor a Dios y a los hermanos en la
fe. La rebeldía del yo lírico es traspasar esta idea al amor erótico, real, físico, y mezclarlo con lo
divino. Cambia la palabra “Dios” por “vida”, y adjunta el “bendita sea”, como si todo el discurso
religioso que le han enseñado hasta el momento contradijera lo que hoy siente, como si ese
discurso la hubiera obligado a estar pasiva, sintiendo el amor como una idea lejana e
inalcanzable físicamente, y no le hubieran explicado, ni le hubieran dado permiso para descubrir
esta otra forma de sentir.

Es esta nueva forma de sentir la que la lleva a afirmar “quiero más vida para amar”, el
sentimiento nuevo es tan poderoso que haberlo descubierto también revela la angustia de la
muerte. No está pensando, como le enseñaron en su época. a desear la vida después de la muerte,
quiere la vida que acá se siente, que acá se vive, que acá se ama.

A través del encabalgamiento - cuando un verso continúa en el siguiente- el yo deja aislado y


reforzado el marco temporal: “hoy siento”, y esto es subjetivo, por lo tanto no es cuestionable, es
personal, de esta manera, qué discurso religioso puede atreverse a desmentir lo que el yo siente.

Los últimos dos versos del cuarteto oponen las dos ideas, la que le han planteado y la que ha
descubierto. Esta oposición se vuelve violenta por la fuerza que le da la antítesis:

“que no valen mil años de la idea


lo que un minuto azul de sentimiento.

“Mil años” contra “un minuto”, “la idea” contra “el sentimiento”. Haber perdido mil años
soñando con el amor no vale nada cuando uno se encuentra verdaderamente con el sentimiento.
Todo pierde sentido. Si le dieran al yo lírico mil años de vida, pero sólo le permitieran la idea del
amor, lo cambiaría, sin dudar, por un solo minuto del sentimiento real, verdadero, aunque eso
sólo fuera lo que le quedara de vida.

La palabra “azul” resulta emblemática en el texto. Recordemos que Delmira está influida por el
modernismo, y el nicaragüense Ruben Darío ha publicado su libro “Azul” que ha marcado a los
poetas de América y España. El color azul luego de esa publicación se ha convertido en símbolo
de escritura apasionada, de pasión rebelde y real, también mezclada con la melancolía, de un
mundo que los excluye por querer sentir, y expresar como bandera sus sentimientos, en un
mundo materialista y enloquecido por los nuevos inventos tecnológicos, y perdido en el principio
del consumismo.
Segundo cuarteto
Mi corazón moría triste y lento...
Hoy abre en luz como una flor febea.
¡La vida brota como un mar violento
donde la mano del amor golpea!

El segundo cuarteto comienza con la personificación del corazón, o tal vez una metonimia de él.
Lo importante es que representa lo más íntimo y más vital del ser humano, y por lo tanto donde
se encuentran, para ese yo lírico, sus sentimientos, que mueren de una tristeza lenta. Esto es lo
que ha provocado la idea, una agonía constante e inacabable, hasta este “Hoy”. Para mostrar esta
agonía, el yo lírico usa los puntos suspensivos, porque si no hubiera aparecido este “Hoy”, esta
nueva forma de sentir, de vivir, de amar, lo único que le hubiera quedado es más agonía, que en
el tiempo se prolonga, y también lo hace en el verso, dejando lo que sigue en un futuro, de
manera incierta. Pero aparece ese “Hoy”, ese presente rompe con la agonía y vuelve al yo lírico al
centro, que suge de esta nueva revelación. Otra vez aparece la antítesis entre la muerte del
corazón, y la apertura a la luz. Este nuevo sentir la invita a renacer, a volver a nacer, a volver a
una nueva vida. La comparación: “hoy abre en luz como una flor febea”, refiriéndose al corazón,
deja entrever la antítesis de la oscuridad de la muerte con la nueva luz que ahora se abre. La
imagen “flor febea” muestra la belleza con que el yo visualiza su corazón, frágil, pero hermoso,
con un nuevo perfume, con la delicadeza de sus pétalos, y también con lo efímero, pero ¿qué
importa si al menos logra abrirse y sentir lo que tanto le fue negado? La palabra “febea” refuerza
la imagen de luz. Febo es el dios de la luz en la cultura griega, y uno de los rasgos de estilo del
modernismo es utilizar palabras referidas a culturas antiguas, que también los alejaran de la
vulgaridad que los rodeaba. Así el yo usa la palabra “febea” y relaciona este renacer con algo
divino, mágico, milagroso. Su corazón vuelve a la vida porque alguna divinidad le ha permitido
ese milagro.

Los últimos dos versos del cuarteto terminan en una imagen que reafirma la violencia de la
explosión a través de la comparación, y la metáfora. “La vida brota” podríamos encuadralo
dentro de las figuras metafóricas ya que esta parece tener un movimiento propio, una vida
dentro de ella misma que se mueve sin la intervención humana, como una planta que crece sola o
una cañería que se rompe el agua inunda todo. Así la vida, lentamente va creciendo en el yo
lírico, a pesar del yo, o sin control de ella. La comparación de esa vida con el mar violento, nos
completa la imagen de lo incontrolable. ¿Quién puede detener el mar? ¿Quién puede hacer que
deje de estar violento? ¿Qué puede el hombre frente a él, cuando se propone arrasar con todo?
Así la vida invade al yo, y lo que mueve a ese mar es la fuerza divina del amor, personificado en la
mano que golpea a ese mar. Una vez más, si Dios es quien tiene el poder de hacer tal cosa, pues
entonces su amor no va contra las creencias que le enseñaron, sino que esas enseñanzas han sido
mentirosas, o no han sido completas. No se puede para lo irrefrenable, cuando la mano es tan
poderosa como para violentar, revolucionar todo sus sentidos y sentimientos. El amor llama a su
corazón, y ya nada puede detenerlo.

¡La vida brota como un mar violento


donde la mano del amor golpea!
Los tercetos
Hoy partió hacia la noche, triste, fría...
rotas las alas, mi melancolía;
como una vieja mancha de dolor
en la sombra lejana se deslíe...
¡Mi vida toda canta, besa, ríe!
¡Mi vida toda es una boca en flor!

Los tercetos comienzan, una vez más, con el adverbio “hoy”, sin embargo hablará de su condición
pasada y de un quiebre entre ese presente y su pasado.

El primer verso muestra su condición pasada, su melancolía, su tristeza difusa, su agonía lenta
ha terminado, ha partido, ya no es parte de su presente, ha marchado a donde tiene que estar, en
la oscuridad en la que ha vivido hasta entonces: “la noche, triste, fría”. Una vez más esta noche la
representa en su pasado, por eso es “triste”, porque ese es el sentimiento que la ha ahogado hasta
este “hoy”. La frialdad también se había apoderado del yo lírico, que no tenía otra opción hasta
ahora de mantenerse aislada del calor humano, porque no le estaba permitido, ya que el amor no
era más que una idea, y no una vivencia.

Una vez más, los puntos suspensivos sugieren la partida, el verso queda suspendido, y parece
como si el yo viera partir esa tristeza, esa noche, esa frialdad a un mundo que ya no le pertenece.

rotas las alas, mi melancolía;


como una vieja mancha de dolor
en la sombra lejana se deslíe...

Lo que parte es la melancolía que parecía tener las alas rotas, es decir, el desencanto parecía no
poder desaparecer jamás de ella, lo que le hacía pensar que no existía ninguna esperanza de algo
diferente. Esta melancolía está animalizada al hablar de sus alas rotas. Esto hace más milagroso
la llegada del amor como algo real. Compara esa melancolía con “una vieja mancha de dolor”,
pensando siempre que la mancha se relaciona con la oscuridad y que se contrapone con la luz
que ahora ella siente en su corazón. Es “vieja” porque la conoce desde siempre, y porque ya no
tenía esperanza de que desapareciera. Al ser vieja, también era más difícil de quitar de su alma, y
esto se vuelve trágico si pensamos que lo que esa mancha significa es “dolor”. La melancolía,
arraigada a ella sólo podía producir un dolor lento, molesto, indefinible.

El yo lírico hace un violento encabalgamiento entre un terceto y otro, y termina su idea


sugiriendo que la sombra, la mancha vieja del dolor se desata de ella y parte a la “sombra lejana”,
su vida ahora es luz, nada tiene que hacer esa sombra en su presente.

¡Mi vida toda canta, besa, ríe!


¡Mi vida toda es una boca en flor!

Termina el poema con dos versos marcados por los signos de exclamación que expresan la
explosión que el yo siente en el presente. A su vez utiliza un paralelismo (repetición de la misma
estructura gramatical) que reafirma su pasión. Ya no es el yo el que siente, es “mi vida toda”, con
todo lo que ella implica. Las expresiones son de felicidad intensa: “canta, besa, ríe”. En una
palabra: vive, con todos sus sentidos, con todo su ser. Utiliza verbos para mostrar que de aquella
pasividad en la que estaba inmersa, ahora hay acción vital, vida en movimiento, alegría suprema.

El último verso es una metáfora de lo que significa estar viva: “es una boca en flor”, su actitud
ahora es la de tomar la vida, gustar de ella, besarla, amarla. Y el estar “en flor” implica el nuevo
nacimiento que ahora está experimentando en el mejor momento de su vida, en el más bello, en
el que vale pena vivirla, porque está brotando y abriéndose a ella.

Millonarios
Tómame de la mano. Vámonos a la lluvia
descalzos y ligeros de ropa, sin paraguas,
con el cabello al viento y el cuerpo a la caricia
oblicua, refrescante y menuda del agua.

¡Que rían los vecinos! Puesto que somos jóvenes


y los dos nos amamos y nos gusta la lluvia,
vamos a ser felices con el gozo sencillo
de un casal de gorriones que en la vía se arrulla.

Más allá están los campos y el camino de acacias


y la quinta suntuosa de aquel pobre señor
millonario y obeso, que con todos sus oros,
no podría comprarnos ni un gramo del tesoro
inefable y supremo que nos ha dado Dios:
ser flexibles, ser jóvenes, estar llenos de amor.
Tema y título
El tema de este poema es la juventud, la libertad, la felicidad, el amor presentada en la figura de dos
jóvenes que gozan bajo la lluvia sin protección. En contraposición a esta imagen, se muestra a un anciano
que ha dedicado su vida a atesorar bienes pensando que allí estaba la verdadera riqueza. De esta forma, la
antítesis entre los jóvenes desposeídos de bienes materiales y el viejo acumulando tierras y dinero, dan
lugar al nombre del soneto: los verdaderos millonarios son los jóvenes que tienen aquello que no puede
comprarse con dinero, porque tienen además de la juventud, la libertad de ser ellos mismos, sin
preocuparse mayormente. Son capaces de disfrutar de la naturaleza, de ser felices, sin condicionamientos
sociales, y sobre todo, estar juntos, amarse. Mientras que el anciano, si bien tiene riquezas y tierras, está
solo, y está preso de lo que tanto atesora.

Estructura externa
El poema está formado por dos cuartetos y dos tercetos, alejandrinos (versos de catorce sílabas). Podría
decirse que es un soneto, pero rompre con la tradición de los mismos al no tener una rima consonante.
Juana adopta la tradición pero también se rebela a ella. En este soneto no hay si quiera rima. Sin embargo
respeta que en la estructura, sea en los tercetos donde se plantee el tema del soneto. En este caso, será en el
último terceto donde podemos apreciar la síntesis temática.

Estructura interna
En los cuartetos, el yo lírico muestra a los jóvenes felices, despreocupados. En el primer terceto se centra
en el “pobre señor” con su riquezas. Y en el último terceto cambia el concepto de ser millonario que
habitualmente manejamos. Para el yo lírico la verdadera riqueza no se compra sino que se tiene, y mucha
veces no se aprecia. Está en las vivencias, en lo inmaterial. Pasar la vida buscando posesiones materiales
esclaviza, al punto de no valorar lo importante.

Análisis de los cuatetos


Tómame de la mano. Vámonos a la lluvia
descalzos y ligeros de ropa, sin paraguas,
con el cabello al viento y el cuerpo a la caricia
oblicua, refrescante y menuda del agua.
El poema comienza con un verbo en forma imperativa: “tómame”. Es imperioso que el amante comprenda
que no hay tiempo que perder. El tiempo pasa irremediablemente, y aprovecharlo ahora es fundamental,
porque son jóvenes y pueden disfrutar del tiempo que los favorece. Si bien el tópico del “carpe diem”
(aprovecha el día) de los poetas latinos, no aparece tan explícito como en el poema “La hora” de Juana,
está subyacente en éste. La juventud incluye la necesidad de ser disfrutada.
La invitación está planteada. Tomar la mano es un gesto que invita a compartir la vida, a disfrutar con el
encuentro desde el afecto, despojados de intereses materiales, sólo para estar juntos. La cesura (pausa que
corta el verso) provoca que esa invitación sea contundente, imperiosa, como una certeza de la próspera
consecuencia de esta acción.
El resto de cuateto es una imagen que se compone en varios versos, así el primer verso se encabalga con el
segundo, y el tercero con el cuarto. El encabalgamiento es un recurso por el cual el yo lírico termina la
idea de un verso en el siguiente, sin que exista entre ellos ninguna pausa. De esta forma la descripción de
la imagen se conforma como un cuadro vital
La mano es pedida para invitar al otro a disfrutar de la naturaleza, de la lluvia, de la libertad, sabiendo que
no necesitan protección, sino estar juntos. “Vámonos a la lluvia/ descalzos y ligeros de ropa, sin
paraguas”. La lluvia es símbolo de vida, aquello que moja y refresca. A pesar de ser una imagen de
vitalidad, los hombres solemos temer a la lluvia, escondernos de ella o procurar no mojarnos, más allá de
las enfermedades que pueda acarrear eso, solemos hacerlo por no querer soportar la incomodidad de estar
mojados cuando las responsabilidades cotidianas nos apremian durante un largo día. Sin embargo estos
amantes, carentes de responsabilidades, disfrutan poder celebrar la lluvia, sin preocuparse por lo que otros
pensarán. La idea de libertad, de despojo de los condicionamientos sociales, está planteada en el deseo de
estar descalzos y con ropa ligera. El comportarse en armonía con lo natural, es para los amantes la
expresión de máxima felicidad. Nótese la sensualidad y la despreocupación de los amantes en la
descripción, no les importa que la ropa transfigure el cuerpo. Pensemos que en la época en que la poetisa
escribe el poema está transgrediendo con la imagen, ya que lo corporal estaba debidamente oculto, como
algo pecaminoso.
El movimiento es expresión de alegría y vitalidad. “El cabello al viento” reafirma la rebeldía hacia las
apariencias, rector de la sociedad. El erotismo se observa en la palabra “caricia”. El agua de la lluvia
acaricia y refresca el cuerpo de los amantes. No es una lluvia intensa, sino “menuda”, suave, no lastima,
cae de costado, como si esa lluvia fuera cómplice de la felicidad, el amor, la libertad, la rebeldía de esa
pareja.
¡Que rían los vecinos! Puesto que somos jóvenes
y los dos nos amamos y nos gusta la lluvia,
vamos a ser felices con el gozo sencillo
de un casal de gorriones que en la vía se arrulla.
En el segundo cuarteto, la presencia de los vecinos se transforma en los ojos acusadores de tal libertad.
Ellos son los rectores de la moral y su risa es contraria a la felicidad de los amantes, es la risa burlona, la
que juzga y acusa. Son quienes gozan con lo que creen es la perdición ajena. Para ellos esa risa no tiene
importancia, ni debe obstruir la libertad de quienes pueden gozar de la vida. Ellos tienen lo que los vecinos
no tienen: amor, juventud y felicidad. La juventud es una condición que tenemos o tuvimos todos, el
problema es que hacemos en ese tiempo tan esplendoroso de nuestra vida. Ellos eligen disfrutarlo juntos,
amándose, siendo felices con un “gozo sencillo”, sin artificios, ni elementos externos más que la lluvia y la
naturaleza.
La otra riqueza que tienen esta pareja es el amor, y por lo tanto estar juntos, tener a alguien con quien
compartir el camino de la vida. Esta no es una condición que puedan vivir todos como la juventud, sino
que es un don, un regalo, algo que no necesariamente todo el mundo tiene o puede. Para amar no es solo
necesario tener el corazón dispuesto, también es imprecindible encontrar a quien también lo tenga y lo
quiera compartir con el otro. El amor correspondido y presentado en esta imagen tan natural y fresca, no es
precisamente lo común.
La siguiente riqueza que tienen es la lluvia. Algo que todos conocen y todos poseen. Sin embargo no es
algo que todos aprecien y disfruten. Así estos amantes tienen la grandeza y la humildad de aprender a
gozar lo que la vida y la naturaleza les da desinteresadamente. De esta forma, al final del cuarteto, los
amantes se identificarán con “un casal de gorriones que en la vía se arrulla”, dado que un casal es una
pareja. El “gozo sencillo” habla de esa capacidad de disfrutar plenamente de la simpleza que estos vecinos,
entre otros, no pueden comprender, ni apreciar. La imagen de los gorriones que “se arrulla” en el medio de
la calle, muestra esta indiferencia al mundo y del mundo. Ellos no les importa hacer algo tan natural como
expresar su amor en el medio de la calle, sin embargo en la sociedad que viven, eso está mal visto. Esto lo
muestra la imagen de los vecinos riendo.

Análisis de los tercetos


En el primer terceto se contraponen los amantes a la imagen del “pobre señor”, antítesis que plantea la
nueva perspectiva de la riqueza. Este señor está “más allá”, lejos del mundo de la pareja que disfruta su
amor. Hay otra naturaleza también contrapuesta a la lluvia. Se presenta a través del plural “campos”,
“acacias”, hasta llegar a la “quinta suntuosa”. Este mundo es acumulado como riquezas materiales, con
títulos de propiedad. La palabra “suntuosa” nos reafirma la idea de una riqueza superficial, es una quinta
grande y costosa. Esta naturaleza es un elemento decorativo, no parece ser realmente gozada por el
hombre, sino acumulada por él, para obstentar su poderío. Es por eso mismo que este es un “pobre señor”,
su necesidad de demostrar un poderío lo hace precisamente pobre, porque no tiene la libertad, ni la
capacidad de disfrutar que los jóvenes poseen al dejarse acariciar por la lluvia.
Además de pobre, el yo lírico agrega dos adjetivos más a la figura del hombre: “millonario y obeso”. La
primera confirma la suntuosidad de la quinta, espacio inmenso de tierra, dedicado a la producción agrícola
que le permite la condición de millonario, de hombre de gran poderío económico. La imagen física,
“obeso” nos remite a la pasividad del individuo. La abundancia se refleja también en ese cuerpo que
parece acumular, igual que lo ha hecho poseyendo naturaleza y oros. Pero esa acumulación también lo
paraliza, lo hace estar con un cuerpo de difícil movimiento.
En contraposición están los jóvenes, ágiles, que pueden moverse, disfrutar, aunque no posean más que la
lluvia. Pero lo más importante es que ese hombre, con todos los oros que ha acumulado, no puede comprar
lo más valioso que estos tienen, ser flexibles, jóvenes y saber amar. Puede comprar compañía, pero no
puede comprar realmente ser amado. Ellos están juntos, y el hombre solo. Puede comprar, tal vez hoy, una
cirugía, pero no puede lograr la flexibilidad mental de aprender a disfrutar la sencillez de lo que la vida le
da. Puede querer parecer joven, pero nunca podrá volver al tiempo de la juventud que es tiempo pasado y
no puede detenerse.
Es por ello que el yo lírico define estas características como “tesoro/ inefable y supremo” porque viene de
una fuerza superior al hombre, de Dios. Esta es la razón por la que es un tesoro, que todos hemos poseído,
pero no todos saben aprovechar. Este pobre, tal vez, no lo hizo, persiguiendo los bienes materiales, para
llegar al momento de sentirse “millonario” de oros, pero pobre de esa riqueza “inefable”, inexplicable, y
tan difícil de reconocer en los avatares de las responsabilidades diarias.

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