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HISTORIA COLONIAL

Nombre: Joseph Gómez

Semestre: Tercero

Facultad: Ciencias Humanas

Carrera: Historia

Fecha: 2018-01-16

LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS Y SU IMPACTO EN LA EDUCACIÓN DE LA


REAL AUDIENCIA DE QUITO EN LOS PRIMEROS AÑOS

La Compañía de Jesús o Jesuitas como se los conoce comúnmente, son una de las órdenes
religiosas más grandes del catolicismo, a pesar de que únicamente cuenta con quinientos años
aproximadamente. Siendo el paradigma de su fundador, San Ignacio de Loyola, su principal
pauta a la hora del aprendizaje, antes se encontraba ligado de forma muy acérrima a la Iglesia
en Roma.

La Compañía y sus miembros han tenido misiones religiosas y han fundado instituciones
educativas desde prácticamente el año de su fundación, siendo esta una de las órdenes
religiosas con mayor labor social y educativa en la historia. Es remarcable mencionar las
misiones guaraníes o la fundación de la Universidad de San Gregorio Magno en Quito como
un ejemplo de la magnitud que estas comprendían dentro de un contexto colonial. “Entre las
instituciones culturales de la sociedad hispanoamericana, la Compañía de Jesús desempeñó
un papel a la vez central y determinante en todas las regiones del ex-Imperio y en la región
de Quito, donde los jesuitas estaban instalados desde finales del siglo XVI. Ya desde 1601
habían abierto su colegio de San Luis y veinte años más tarde, en 1622, hicieron lo mismo
con la universidad de Gregorio Magno” (Lavallé, 2013, pág. 68).

Son estos centros educativos aquellos que marcarían un antes y un después dentro del
pensamiento criollo del Siglo XVIII y XIX, siendo buenos amigos de los expedicionarios
franceses de la misión geodésica; compartiendo con sus alumnos todos los conocimientos
llegados de España y Francia, colocándose a la vanguardia en cuestiones científicas, sin
embargo, manteniendo la filosofía escolástica característica de aquel período dentro de su
metodología educativa. “La mayor parte de los grandes textos europeos de la época, en un
abanico ideológico bastante amplio, estaba a disposición de lectores, sin duda escogidos, en
las bibliotecas de la Compañía de Jesús en Quito, y además, sin un desfase cronológico
notable relativamente a Europa en cuanto a su llegada a los anaqueles” (Lavallé, 2013, pág.
72). Dicha relación fomentó el aprendizaje de los jóvenes que llegaba a estos centros con
afán de instruirse en la vanguardia científica del momento, como terminaría siendo Eugenio
Espejo. Estos no tardaron en ponerse a trabajar y establecieron relaciones privilegiadas con
los jesuitas. “La Condamine había sido alumno de la Compañía en el parisino y muy selecto
colegio Louis le Grand, y fue a vivir en el colegio de San Luis. Incluso tuvo que pedir en
algún momento la ayuda financiera de los padres.” (Lavallé, 2013, pág. 79).

Los motivos de la expulsión

“Desde la Conquista, la Corona había mantenido una política de interdependencia y


cooperación con el clero en América. Esta política dio un giro radical en el siglo XVIII,
cuando por su consentida independencia y su carácter universal, las religiones comenzaban
a ser molestas para los nuevos programas de las monarquías6. La respuesta regalista del
reformismo borbónico fue la expulsión de los jesuitas, pero también la secularización masiva
de las doctrinas y la reforma de las Órdenes para ponerlas bajo el control del Estado,
disminuir sus fuentes de ingreso, acabar con su relajada conducta, y anular su exención de
la jurisdicción ordinaria” (St. Clair Segurado, 2005, pág. 3)

Sin embargo, todo esto cambia a raíz de la expulsión. “Las causas por las que Carlos III
extrañó a los jesuitas de sus dominios no fueron nunca hechas explícitas, de ahí el largo e
intenso debate que siguió a la publicación del Real Decreto de expulsión el 27 de febrero de
1767. Las explicaciones dadas en ese momento fueron escasas y ambiguas. Ya en las
primeras líneas el soberano mencionaba “gravísimas causas, relativas a la obligación en
que me hallo constituido de mantener en subordinación, tranquilidad y justicia mis pueblos”.
Es decir, a los jesuitas se les consideraba causa de disturbios e inquietud. Sin duda el Borbón
se refería a los motines acontecidos en Madrid en la primavera de 1766” (St. Clair Segurado,
2005, pág. 2).
Este acontecimiento sin precedentes logra expulsar a más de cinco mil jesuitas de las tierras
españolas y sus dominios, a pesar de que no se dan razones satisfactorias como para validar
esta acción. Se descartan las razones irreligiosas, pues no estarían tan arraigadas al Estado
español, por el contrario, las razones políticas e ideológicas sí que juegan un papel
sumamente importante dentro de este contexto. “La primera es la existencia de un conflicto
entre la Iglesia y Estado. Si bien los diversos contextos nacionales jugaron un papel
importante, la expulsión debe ser situada en el marco general de la política eclesiástica
borbónica. El extrañamiento representó uno de los grandes triunfos del regalismo sobre
Roma. La Compañía era asimilada a una monolítica y ciega milicia papal en defensa de los
intereses y autoridad de la Iglesia, mientras que su carácter internacionalista chocaba con
la veta nacionalista del regalismo. La Orden se nutría de jesuitas de todo el mundo, lo que
les convertía en potenciales enemigos de la soberanía de la nación” (St. Clair Segurado,
2005, pág. 3).

Sumado a esto está la afirmación de que la existencia de cualquier organización dentro de un


Estado significaba un peligro inminente, pues esta representaba un peligro para su propia
existencia. Además del temor de la formación de reinos independientes, teniendo su punto
de apogeo las misiones jesuíticas guaraníes. Se tenía la creencia de que “está usurpada la
autoridad real, desconocida y precaria la diocesana, y atropellado el dominio que a los
indios pertenece en el manejo de sus propias haciendas” (St. Clair Segurado, 2005, pág. 4).
En Paraguay se les acusa de ser los organizadores y principales cabecillas de la resistencia
indígena contra el Tratado de Madrid de 1750 en donde se cedían reducciones a Portugal

En general, se tenía la falsa idea de persecución, en la cual se veían conspiraciones en donde


claramente no existían. De hecho, se acusa a los Jesuitas de armar complots contra Su
Majestad de forma económica, pues la administración de sus haciendas también suponía un
“peligro” para la configuración económica colonial. Se creía que los jesuitas eran dueños de
una “enorme riqueza” por la cantidad de remesas que estos poseían, lo cual también es un
detonante para que se decida su expulsión, en aras de “velar por los intereses de la Corona”
siendo así sus bienes expropiados por la misma para poder acrecentar su economía y generar
nuevas relaciones clientelares a partir de lo ejecutado por los jesuitas.
Impacto en la educación de la Real Audiencia de Quito

Como se ha mencionado antes, Quito era un foco del conocimiento gracias a los jesuitas,
gracias a que la producción académica y científica de los mismos estaba avanzada de
sobremanera. A la llegada de los mismos a Quito se empiezan a erigir seminarios, siendo el
más importante el Seminario de San Luis, que pasaría a convertirse en colegio tiempo
después, con la concesión del obispo. “Su principal atención la centraron en su propio
colegio, en el que sus mejores profesores desarrollaron sus métodos de enseñanza
tradicionales. La fama que adquirieron como especialistas en la dirección de colegios se
extendió a otras ciudades de la Audiencia” (Villalba Pérez, 2003, pág. 94).

Es menester inferir en que los jesuitas mantenían relaciones cordiales con los agustinos, más
no con los franciscanos ni mercedarios, y rayando la hostilidad con los dominicos. Es esta
una de las razones por las cuales se da una lucha entre las órdenes religiosas en Quito, ya que
cada cual fundaba sus colegios y universidades e impartía su doctrina y conocimientos a su
manera, sin compartir o profundizar en lo que otra universidad o colegio hubiese de enseñar.
Esto marcará una fuerte rivalidad que se verá terminada con la expulsión; ya que de este
modo, muchas de las demás órdenes se hacen con los bienes jesuitas; siendo el caso más
notable el de la Universidad de San Gregorio en 1769, sobre la cual profundizaré más
adelante.

Colegio Seminario de San Luis

Se podría considerar al Colegio Seminario de San Luis como el ancestro colonial del
moderno Colegio San Gabriel, también administrado por jesuitas. Se sabe muy bien que las
bibliotecas de estos colegios estaban atestadas de libros con conocimientos provenientes de
Europa (como he dicho anteriormente) los cuales se utilizaban en favor de la doctrina
escolástica de los mismos. Además de diversas contribuciones hacia los ámbitos científicos
locales, los colegios jesuitas se encargaban de formar a jóvenes dentro de una educación
acorde a lo que la Santa Sede requería, fomentando el carácter investigativo de los mismos y
apelando hacia sus ambiciones científicas. “En Quito, los jesuitas pusieron en práctica
conocimientos científicos y técnicas científicas en los colegios urbanos y en las misiones
amazónicas. Coleccionaban plantas medicinales para sus boticas, observaban y clasificaban
las costumbres y saberes indígenas, trazaban mapas, realizaban cálculos astronómicos y
dictaban cursos sobre astronomía y física en el colegio San Luis en Quito y en otras
ciudades” (Espinosa & Sevilla, 2013, pág. 56).

Además contaban con una producción literaria y poética que no se había visto en La Real
Audiencia de Quito hasta entonces, pues los jesuitas poseían uno de los mayores exponentes
del género de la época: Antonio de Bastidas, un padre jesuita “maestro de Evia en el
seminario de San Luis, es el principal poeta del Ramillete y el poeta mayor del XVII quiteño”
(Castelo, 2001, pág. 107). Esto nos da a entender que no solo estaban versados en temas
científicos, sino que también realizaban un fuerte estudio de las tendencias y corrientes
poético-literarias de Europa y América, siendo capaces de producir sus propios compilados
de poemas y textos de literatura barroca. También cabe mencionar que los libros semejantes
a los mencionados previamente también formaban parte de las colecciones jesuitas hasta su
expulsión.

Es por exactamente el motivo de tanto conocimiento guardado dentro de sus anaqueles, que
el falso rumor de que contenían “tesoros inimaginables” recorría las mentes tanto de oficiales
militares de Su Majestad, así como de miembros de otras órdenes, los cuales ansiaban hacerse
con dicho conocimiento. Esto también se debió a la magnitud y detalle que imprimieron a
sus templos, pues sus interiores eran motivo tanto de envidia como de alabes. Finalmente lo
conseguirían gracias al decreto de expulsión. “Las mayores iglesias de los jesuitas pasaron
a manos de obispos ansiosos convirtiéndose en sus catedrales, y la mayoría de los colegios
fueron transformados en palacios del gobernador y hospitales militares. Las que en su día
fueron impresionantes bibliotecas de los jesuitas fueron saqueadas y se les dejó deteriorarse
hasta que resultaron inservibles” (Alden, 1990, pág. 320). Si bien, la cita de Alden se refiere
al contexto de Brasil, no se aleja en absoluto de los casos en Quito, puesto que, se podría
decir, que fueron más violentos. Muchos de los oficiales militares entraban a los centros
jesuitas abandonados con la intención de saquear todos los “tesoros” que estos guardaban,
sin embargo se fueron con las manos vacías ya que no lograron encontrar nada por similar,
ya que la enseñanza de la orden les obliga a desprenderse de objetos materiales (Gallego,
1994, pág. 16).
El impacto en la educación es más que claro. Con la pérdida y saqueo de los libros mucho
del conocimiento acumulado hasta aquel entonces se pierde, y varias de las metodologías de
enseñanza jesuita quedan en el olvido; muchas otras órdenes religiosas quieren suplir esta
carencia con sus propios paradigmas educativos, no obstante no se equiparan a la calidad de
la educación jesuita. Los dominicos son un claro ejemplo; ya que acogen a una gran cantidad
de exalumnos del Seminario San Luis y prosiguen con su educación, no obstante, estos no se
logran acoplar al paradigma dominico, ya que la preparación jesuita constaba de un orden
diferente. Además de que varios tópicos no eran tratados en sus cátedras, pues eran
considerados “heréticos o inservibles”. Esto genera un decaimiento muy significativo en el
nivel educativo primario y secundario en la Real Audiencia, pues se ven obligados a
retroceder en cuestiones pedagógicas hasta poder acoplarse a lo dispuesto por la Corona y
por la Santa Sede. “En cuanto a las consecuencias de la expulsión, hay que tener en cuenta
que los colegios de la Compañía en el Nuevo Reino educaban a más de seis mil alumnos.
Hacia 1774 en Panamá, Popayán y Quito se habían echado a perder por completo los
estudios, desde el extrañamiento de los jesuitas, fundadores de los únicos colegios que allí
existían” (Villalba Pérez, 2003, pág. 63).

La Real y Pontificia Universidad de San Gregorio Magno

Ahora, previamente, la necesidad de que los egresados del dicho colegio San Luis
continuaran con sus estudios surgió más temprano que tarde, esto dio lugar a la fundación de
la Universidad de San Gregorio Magno, en la ciudad de Quito en 1651. Esta universidad de
encargaba de diversas ramas de las ciencias como filosofía o teología, además del derecho
canónico y arte. Cabe mencionar que este, junto al colegio San Luis, eran los centros de
enseñanza más importantes de América, siendo puntos de interés de varios estudiantes a lo
largo del continente, quienes venían a instruirse en dichos centros educativos. “En la
enseñanza del siglo XVII, los jesuitas habían alcanzado ya un reconocido prestigio, que se
manifestaba en la concurrencia de estudiantes a las aulas de su Colegio y Universidad en
Quito para obtener grados académicos en Artes, Filosofía y Teología. Además, el clero
secular de las parroquias y doctrinas se había formado en el Seminario de San Luis”.
(Villalba Pérez, 2003, pág. 95).
Lavallé (2013) hace hincapié en la influencia posterior que tendría la misión geodésica para
el paradigma educativo de la misma, dotándola de una nueva perspectiva científica que sería
impartida en las cátedras universitarias. “Es representativo de la evolución, sin lugar a dudas
acelerada por la presencia de la expedición francesa, que había de llevar a la universidad
quiteña de San Gregorio a aceptar, a partir de 1745, no sólo la enseñanza del cartesianismo
sino tambien la instauración de un diálogo con sus posiciones sobre la ciencia moderna”.
Este es un punto sumamente importante, debido a que las instituciones clericales
determinaban al cartesianismo y corrientes de la ilustración europea de carácter inválido y
otras veces herético, prohibiendo su enseñanza en las instituciones que las mismas
regentaban, en España y América.

“Se construyeron, junto a la sacristía, tres claustros de dos pisos: en la planta baja del
primero estaban las aulas de teología, artes, retórica y gramática, en la del segundo se
encontraban el refectorio y oficinas y en la del tercero el noviciado y enfermería; mientras
que en la planta alta de los tres claustros se ubicaban las celdas de los aproximadamente
cincuenta religiosos, que atendían a las cátedras y servicios de la iglesia” (Villalba Pérez,
2003, pág. 95).

Esta relación se mantendría tiempo después, cuando se apoya y fomenta la investigación de


mentes tan brillantes como Pedro Vicente Maldonado, el cual también se vale de los textos
y enseñanzas que quedarían aquí gracias a la visita francesa, despertando en el erudito
ecuatoriano una gran curiosidad sobre su entorno local, lo cual lo conducirá a la realización
de varios trabajos y textos científicos sobre diversas ciencias como botánica o cartografía,
siendo publicados en Europa.

“Hay documentos del Colegio Máximo, Colegio Seminario de San Luis, Universidad de San
Gregorio, colegios de Ibarra, Guayaquil, Cuenca, Riobamba, Loja, noviciado de Latacunga,
casa de Ejercicios del Tejar, hospicios, Colegio de Panamá, Colegio de Popayán” (Piñas
Rubio, 2006, pág. 3). El Padre Piñas se ha tomado la libertad de hacer un inventario de la
biblioteca jesuita en la época colonial antes de la expulsión. Lo que ha tomado en cuenta nos
da a entender la magnitud de sus bibliotecas, siendo este resumen únicamente del Colegio
Mayor. Además que no se cuentan cartas ni correspondencia jesuita, por lo cual este
inventario podría ser ampliado muchísimo más.

Cuando son expulsados, lo primero en ocurrir es la fusión de la Universidad de San Gregorio


con la Universidad de Santo Tomás, pasando a tener un carácter público y siendo nombrada:
“La Real y Pública Universidad de Santo Tomás de Aquino de Quito”. “La Universidad
jesuita de San Gregorio se extinguió con la expulsión y sus inmuebles, rentas y biblioteca se
destinaron a dotar la Real Universidad de Santo Tomás de Quito” (Villalba Pérez, 2003,
pág. 97). Pasa a formar a los estudiantes nuevamente en las materias de las cuales ya se habló
previamente, siendo de este modo acorde a lo que se estipulaba para la educación, es decir,
seguía las pautas impuestas por las demás instituciones educativas al mando de la Corona y
con aprobación de la Santa Sede.

Conclusiones

La Compañía de Jesús en América es, sino la más importante, una de las más importantes
órdenes religiosas en cuestiones científicas y educativas. Ya que definirá hitos en la historia,
tanto de la ciencia como de la región que únicamente ella se podrá acreditar. Veremos que
inclusive su doctrina religiosa es aquella que les impulsa hacia la excelencia, a velar por el
bienestar de otros y a instruir a quienes no tienen oportunidades.

Dentro del contexto colonial, formaría parte de las órdenes que fundan los colegios de indios,
para brindar educación a los conquistados, junto a ello, como se verá en toda América, se
dedicarían a fundar colegios y universidades, las cuales se destacarían frente a todas. Sin
embargo, aquellas que más relucirían en el continente serían las de Ecuador y México. Todo
ello aunado a la visita geodésica, le confiere un carácter de excelencia académica que se ha
mantenido hasta día de hoy.

He decidido seleccionar este tema debido a que luego de esta expulsión en particular, el
paradigma Ignaciano cambia en su totalidad, enseñando aquello que incitará a pensar, a
formar un criterio con bases sólidas y sobre todo, a la búsqueda de la excelencia. Varios
elementos de su etapa colonial aún perviven a través de sus alumnos, no obstante, todos ellos
han evolucionado para poder adaptarse a un contexto cambiante, el cual obliga a los jóvenes
a adaptar nuevos conocimientos que no se obtendrían con facilidad sin una guía.

Los jesuitas en América serían un pilar para el proto-nacionalismo que se empezaría a incubar
a partir del siglo XVIII, siendo así, uno de los pilares más importantes en los avances
científicos de la región; como he mencionado antes, con Pedro Vicente Maldonado y sus
obras y más tarde, aunque aportando con textos y conocimiento que sobreviviría a la
expulsión, a Eugenio Espejo y José Mejía Lequerica.

Se podría afirmar que sin ellos, no se podría hablar de una nación como la tenemos hoy en
día. Su formación en pensamiento y descubrimientos científicos jugarán un papel importante
a la hora de la conformación de las naciones post-españolas y, en sí, en crear y fomentar su
identidad como países únicos.

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