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Teología Bíblica
El adjetivo «bíblica» no debiera hacer pensar a nadie que las otras ramas de la Teología son
menos bíblicas o no tienen la Escritura como su fuente de conocimiento. Se le llama así
porque es un estudio inductivo e histórico de las varias y progresivas etapas de la acción
reveladora y salvadora de Dios, tal como la tenemos registrada en la Escritura. La Teología
Bíblica muestra el carácter progresivo del contenido doctrinal de la Biblia que es
considerado paso a paso a lo largo de la historia de la salvación por medio de la cual Dios
se revela y salva. Trata puntos particulares de doctrina tal, y a medida en que aparecen en
cada libro de la Biblia. Es analítica, en contraste con la Teología Sistemática, que busca la
síntesis.
Siendo analítica, se deduce que sea también exegética. La Teología Bíblica considera la
Revelación como un proceso resultado de la acción divina en el mundo y en la historia, no
como el producto acabado de dicha actividad cuyo estudio pertenece a la Teología
Sistemática.
La Teología Bíblica recoge los resultados dispersos de la exégesis particular con objeto de
conocer mejor cada una de las etapas de dicho proceso revelacionál y salvador que se da en
la historia, que es progresivo, inteligible y coherente constituyendo un todo bien
estructurado por medio de todas sus partes.
Y ello de tal manera que se nos ofrecen las grandes verdades de la Revelación -resultado de
la actividad reveladora y salvadora de Dios- en forma sintética y no fragmentada; recoge la
totalidad de la revelación sobre cada doctrina y principio y nos ofrece el resultado
completo; ofrece igualmente la concatenación e interdependencia de las varias verdades
reveladas y las presenta en su valor eterno y no solamente en sus contextos históricos
particulares como hace la Teología Bíblica.
Vemos, pues, una profunda inter-relación en el trabajo teológico y entre sus varias
secciones.
Una rama muy importante de la Teología Histórica es la que estudia los Símbolos o Credos
que las distintas Iglesias han ido formulando para confesar su fe delante del mundo y de las
doctrinas heterodoxas. Es realmente importante este estudio por la precisión con que han
sido definidas a veces ciertas enseñanzas bíblicas y por la comprensión que nos da de las
dificultades y los embates con que han tenido que enfrentarse las varias ramas de la Iglesia
a lo largo de los siglos. Esta dimensión confesante de la fe, por medio de las formulaciones
doctrinales, nos enseña cómo la dinámica de la ortodoxia ha tenido que expresar su fe en
medio de los tiempos y navegando contra corrientes poderosas de pensamiento.
Una de sus vertientes más importantes es la Teología Pastoral, que trata de la llamada «cura
de almas» y tiene que ver con la compleja y múltiple actividad del pastor -o los pastores-
que apacientan los rebaños del Señor.
La sección moral, o ética, no es menos importante hoy cuando las corrientes de la «nueva
moral», o la «moral de situación» tratan de destruir los fundamentos bíblicos de la conducta
cristiana. Los volúmenes X y XI de esta colección versarán sobre ETICA CRISTIANA y
PASTORAL Y HOMILETICA; allí podrá el lector y estudioso encontrar estas materias
tratadas con más extensión. Por el momento, remitimos al libro Iglesia, sociedad y ética
cristiana (José Grau, J. M. Martínez, Ediciones Evangélicas Europeas, Barcelona, 1971).
Huelga decir que sin una sólida base de Teología Bíblica y Teología Sistemática, la
reflexión ética adolecerá de superficialidad y será coto abierto a toda suerte de incursiones
exóticas. Tal es el caso de mucho del secularismo que ponen de moda algunos teólogos,
ignorando la doctrina bíblica de las realidades seculares tan rica en sugerencias y tan
generosa en avenidas que todavía no han sido suficientemente recorridas. Asimismo, la
experiencia que aporta la Teología Histórica no le viene nada mal a la Teología práctica, o
Etica, puesto que puede evitarle muchos tropiezos innecesarios. Un ejemplo elocuente de
no prestar suficiente atención a esas otras especialidades nos lo ofrece mucho del
Catolicismo progresista moderno, el cual después de fustigar al clericalismo está cayendo él
en un nuevo clericalismo cuya única diferencia con el antiguo es que ha mudado de colores.
Asimismo el Protestantismo de signo liberal (modernismo teológico) se ve arrastrado a un
nuevo constantinismo pese a haberlo condenado en el pasado de manera apasionada.[1]
Introducción
La enseñanza bíblica cristiana se encuadra dentro de la estrategia general de Dios para
salvar al hombre. Dios ha constituido a maestros (Efesios 4:11) y a otros líderes de la
iglesia de Cristo para que estén "aconsejando y enseñando con toda sabiduría a todos los
seres humanos, para presentarlos a todos perfectos en él." (Col. 1:28). La misión de la
enseñanza bíblica cristiana es esa y tiene un fin: que los seres humanos se conviertan al
Señor, en definitiva experimenten un cambio de vida.
Es urgente que las iglesias de Cristo reconozcan la grave falla que están afrontando al no
tener claridad qué es lo que se pretende con nuestra enseñanza, para qué y cómo es que
vamos a enseñar la Biblia, a los diferentes grupos de edades que hay en una comunidad
cristiana.
Si nuestros niños y adolescentes no entregan sus vidas a Cristo y si nuestros adultos son
personas sin conocimiento y sabiduría y caen ignorando las Escrituras, entonces nuestro
sistema de enseñanza esta en déficit. Si los no creyentes en Cristo que asisten a nuestras
clases no muestran ningún interés en arrepentirse de sus pecados y bautizarse (Hechos
2:38) ni tampoco muestran el más mínimo interés en profundizar en los temas bíblicos que
enseñamos, entonces no estamos haciendo nada con eso que llamamos "estudios bíblicos".
Es necesario que todos los líderes y los maestros y maestras tengan plena claridad de lo que
realmente es la Enseñanza Bíblica Cristiana, se capaciten y empiecen a buscar resultados
espirituales de su enseñanza.
Objetivo general:
Jesucristo vino para que los seres humanos "tengan vida, y la tengan en abundancia." (Juan
10:10). Se refiere a la vida eterna en Cristo Jesús. Todo nuestro acercamiento al adulto no
creyente tiene por finalidad lograr que éste sea salvo. En palabras del mismo Cristo: "El
que crea y sea bautizado será salvo" (Marcos 16:16).
Los creyentes necesitan ser edificados espiritualmente para que "arraigados y cimentados
en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y
profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro
conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios." (Ef. 3:18,19). Si fracasamos en
edificar a los hermanos y hermanas de las iglesias, la persona puede volver a antiguos
pecados y llegar a quedar en peor condición que antes de entregar su vida a Cristo. Los
líderes y maestros y maestras de las iglesias de Cristo deben entender esto muy
profundamente. Si los creyentes no son mejores cristianos que cuando se convirtieron, si
"no hay progreso", entonces lo que sucede es que no existe una verdadera enseñanza bíblica
cristiana en la iglesia. Lo que en definitiva le da solidez y la madurez necesaria para un
verdadero crecimiento.
Eso de que "niños son el futuro de la iglesia" aparte de ser una frase muy común, es
completamente cierto. Dios quiere que los niños sean criados "según la disciplina e
instrucción del Señor" (Ef. 6:4b). Uno de los requisitos para ser anciano líder (pastor) de la
iglesia es que "sus hijos deben ser creyentes" (Tito 1:6). Todas las clases y actividades que
la iglesia desarrolle con los niños deben ir directa o indirectamente relacionadas con ese fin:
prepararlos para la conversión.
Si los niños y adolescentes, no entregan sus vidas a Jesucristo a su debido tiempo, se deben
estar enseñando muchas cosas en las clases que la iglesia les imparte. Pero hay algo que no
se les está enseñando: la Palabra de Dios.
Para poder tener un encuentro personal con Dios la persona debe tener fe. La fe le llega a la
persona "como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo"
(Romanos 10:16). A nosotros nos corresponde enseñar el mensaje de Cristo no sólo para
que la persona se haga cristiana, como acabamos de ver, sino también para que se mantenga
cristiana. A los que ya son cristianos se les pide que vivan "manteniendo en alto la palabra
de vida" (Fil. 2:16). En esto, el papel de la enseñanza cristiana es claro: "Que habite en
ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con
toda sabiduría." (Col. 3:16).
Otro problema es que muchos de nosotros creemos que aunque no es suficiente conseguir
que una persona conozca la palabra de Dios y la exprese en sus propias palabras, pensamos
que la solución es que además de eso, la persona muestre entusiasmo por lo que ha
aprendido. Pero eso tampoco es suficiente: el cristianismo no es tan solo un estado de
ánimo pasajero, es una manera de vivir. Hay gente que la "pasa muy bien" en su relación
con la palabra de Dios, muestra entusiasmo con la enseñanza, pero no practica la
enseñanza. Conocer y decir con sus propias palabras los principios bíblicos no es suficiente.
Tampoco es suficiente que la persona "se entusiasme" con la palabra de Dios.
Sí, es importante que la persona conozca la palabra de Dios, la exprese en sus propias
palabras y se entusiasme con ella. Pero no puede quedarse ahí. Hemos realmente enseñado
cuando la persona cambia su vida y tiene una experiencia permanente con Dios, una
relación personal con Dios.
Entonces, desde el punto de vista cristiano hemos realmente enseñado, cuando al enseñar la
Palabra de Dios la persona logra todo esto completamente:
Se entusiasma con la palabra de Dios y Logra una experiencia personal con Dios.
Lo anterior se puede dar casi simultáneamente, si Dios quiere. Eso pasa en muchos casos en
que la gente llega a rendir sus vidas a Cristo. Pero, como podemos ver en el cuadro anterior,
parece darse generalmente un proceso de enseñanza - aprendizaje. Eso es lo que vamos a
estudiar en el siguiente capítulo.
Si queremos aprender cómo es que el ser humano aprende eso es tarea de la pedagogía.
La pedagogía nos dice que el aprendizaje es un proceso. Por eso hablamos del proceso de
enseñanza - aprendizaje.
Es importante tener claro que todo empieza con este paso. La gente tiene que entrar en
contacto con la palabra de Dios. Romanos 10:14 dice: "Ahora bien, ¿cómo oirán a aquel en
quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no
hay quien les predique? ¿Y quién predicará sin ser enviado? Así está escrito «¡Qué hermoso
es recibir al mensajero que trae buenas nuevas!»". Debe haber alguien que enseñe la
palabra de Dios y otro que reciba la enseñanza.
Comprender la palabra de Dios quiere decir que sabemos lo que ella significa para nuestra
vida diaria. Cuando impartimos una enseñanza bíblica, el alumno debe comprender qué
significa esa enseñanza para su propia vida individual. Una manera en que podemos ver
que el alumno comprende la palabra de Dios es cuando él puede explicarnos con sus
propias palabras la enseñanza bíblica que se le ha dado. El alumno puede expresar esa
comprensión por medio de la comunicación de lo que se entendió, o por medio de construir
un instrumento en el que muestre su comprensión. Ese instrumento dependerá de las
capacidades del alumno: puede expresar oralmente lo que entendió de la enseñanza, o hacer
dibujo, o un cuadro sinóptico, o un ensayo, o participar en un debate, o crear un trabajo
manual, o crear y participar en un drama o representación teatral, o un socio-drama, etc.
El alumno debe tener una convicción muy fuerte de que la palabra de Dios es lo mejor para
su vida y para el mundo. Su convicción en la verdad de la palabra de Dios debe llegar hasta
el extremo de estar dispuesto a guiar su vida por la palabra de Dios. Su fe en los principios
bíblicos debe hacer que la palabra de Dios sea su norma de creencia y de conducta. Un
discípulo de Cristo está plenamente convencido de que su vida debe estar haciendo la
voluntad de Dios, tal como se muestra en la Biblia. El convencimiento incluye el hecho de
que los principios bíblicos deben ser obedecidos en todos los campos de nuestra vida y con
una actitud de alabanza y entusiasmo. Cuando se tropiece con alguna dificultad, el
verdadero discípulo no desmaya, sino con toda convicción dice como Pablo: "Sé en quien
he creído y estoy seguro" (1 de Timoteo 1:12b).
He aquí el último paso del proceso enseñanza - aprendizaje sin el cual no podemos decir
que realmente se ha enseñado. Cuando el alumno comienza a vivir de acuerdo con lo que se
le ha enseñado de la palabra de Dios, entonces podemos decir que ha aprendido la palabra
de Dios. Eso se debe hacer, con todo principio bíblico que se le presente: vivir de acuerdo a
ese principio. Eso y no la verbalización, es lo que hará cambiar al mundo. El que
verdaderamente ha aprendido la palabra de Dios, cambia su forma de vida pues ella "es
viva y poderosa y más cortante que toda espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo
del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos". (Heb. 4:12). Nadie puede ser el
mismo después de una experiencia así. Lo demás, es palabrería.
El Maestro
Es un factor clave que el maestro tenga una personalidad cristiana. Empezando porque debe
ser un creyente. Puesto que la enseñanza cristiana consiste en un encuentro personal con
Dios, quien no lo haya experimentado no puede enseñar lo que a él mismo no le ha
ocurrido. Nadie puede enseñar lo que no conoce. Así como nadie puede dar lo que no tiene.
Jesucristo tenía en alta estima a la Escritura. En sus discusiones con los líderes judíos les
decía: "Ustedes andan equivocados porque desconocen las Escrituras y el poder de Dios"
(Mateo 22:29). Y también anda muy equivocado aquel maestro que desconozca hoy en día
la enseñanza de la Biblia y tenga una actitud liviana ante ella o que base sus enseñanzas en
algo diferente a la Palabra de Dios. El problema de los enemigos de Jesús era que en
realidad no enseñaban a la gente la Palabra de Dios, sino sus propias ideas y por eso Jesús
les dijo: "En vano me adoran; sus enseñanzas no son más que reglas humanas" (Mateo
15:9).
Jesucristo amaba a la gente y eso le motivaba a enseñar. La Biblia nos dice que "al ver a las
multitudes tuvo compasión de ellas" (Mateo 9:36). Una actitud de menosprecio o de temor
hacia los alumnos es un factor que afecta el proceso de enseñanza - aprendizaje de una
manera tal que lo puede bloquear. El maestro(a) cristiano(a) debe tener en alta estima a sus
alumnos, amarlos, tomarlo en cuenta y creer que ellos pueden culminar el proceso con
éxito.
La actitud del maestro hacia la enseñanza.
El nombre más común para referirse a Jesucristo en los evangelios es el de "maestro". Jesús
creía en la enseñanza. Un maestro que no crea en la enseñanza no llega a nada con su
actividad. El maestro debe creer tanto en la enseñanza que él mismo debe ser un alumno.
Ser maestro es considerado en el Nuevo Testamento como un don de Dios (Ef. 4:11).
El Alumno
Una actitud de baja autoestima, de que "la palabra de Dios no es para mí" puede ser fatal
para el éxito del proceso de enseñanza - aprendizaje. Lo hermoso de la enseñanza cristiana
es que no importa lo que uno piense de sí mismo, la Biblia trae mensaje para el ser humano.
El maestro debe mostrar eso al alumno para que tenga un adecuado concepto de sí mismo y
le favorezca el aprendizaje.
El Contexto De Aprendizaje
El contexto de aprendizaje tiene que ver con el lugar y el ambiente donde se imparte la
enseñanza. Es importante que el ambiente sea amistoso, acogedor, agradable, abierto al
diálogo. El lugar debe ser lo más cómodo posible y el número de alumnos manejable.
El Cambio de Actitud
Para poder tener éxito en el proceso de enseñanza - aprendizaje de la palabra de Dios, es
necesario que se den una serie de cambios en las actitudes de todos los que están insertos en
el proceso. Esos cambios se dan en el momento de que alguien se hace cristiano, a través
del cambio en los conceptos y a través de experiencias. Esos cambios los puede
experimentar tanto el maestro como los alumnos.
1. La persona es salva.
Eso quiere decir que todos sus pecados han sido perdonados (Hechos 2:38) y que ha
recibido una nueva naturaleza. Es como si naciera de nuevo (Juan 3:3). Es como si fuera
otra persona, una nueva creación (2 de Co. 5:17). Ahora somos "hechura de Dios, creados
en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las
pongamos en práctica" (Efesios 1:10)
Ahora la persona quiere obedecer a Dios en todo y ajustar su vida a lo que quiere Dios de
ella. Eso quiere decir que le tiene una profunda confianza a la palabra de Dios y muchos
deseos de aprender las enseñanzas de la Biblia. No tiene ningún pero ante el conocimiento
y la obediencia de principios bíblicos que le obliguen a cambiar sus patrones y modelos de
vida. Está dispuesta a acabar con todo aquello que le había mantenido separada de Dios
(Hechos 19:19; Efesios 4:25-32; 1 de Pedro 3:1-7)
3. La persona recibe un poder liberador que la ayuda a tener victoria sobre el mal.
El Espíritu Santo habita en la persona y eso le da un poder inmenso para vencer la tentación
y la persecución. El Espíritu Santo la dota con un don o dones (1 de Co. 12:7) para servir a
Cristo en la iglesia. Ese poder es un anticipo del goce y la herencia que recibirá en el cielo
(Efesios 1:14)
A través de acercarse en forma práctica a Dios, la Biblia, la iglesia y la gente con una óptica
bíblica, cambiamos las actitudes hacia ellos. La enseñanza cristiana debe enfocarse en el
cambio de actitudes hacia:
-Dios.-Uno mismo.
-La familia.
-La Iglesia.
-Los no creyentes
-Los violentos.
-Los encarcelados.
-Los enfermos.
El programa de enseñanza o currículo de una iglesia cristiana, debe abordar poco a poco y a
medida de las posibilidades de la iglesia local los temas anteriores y trabajar sobre ellos en
los procesos de enseñanza - aprendizaje.
El enseñar y recordar las palabras de Jesús es la labor del Espíritu Santo, esa función se
encuentra en el centro de la misión de la iglesia. La iglesia no es más que un instrumento en
las manos de Dios, más específicamente del Espíritu Santo.
De esa manera nosotros los cristianos al realizar este ministerio, podemos buscar y crear los
medios para preparar a la iglesia para colaborar en la misión de Dios.
Hay dos columnas sobre las cuales se levanta la educación cristiana, una de ellas es la
teología y la otra la pedagogía.
La iglesia tiene por necesidad, una función docente. La iglesia debe enseñar, tanto como
predicar, o de lo contrario no es iglesia. La responsabilidad por la enseñanza descansa sobre
la iglesia toda, aunque solo algunos de sus miembros, asumen tareas educativas específicas,
de la misma manera que la responsabilidad por el mantenimiento de la actividad de la
predicación del evangelio, así como también la observancia de los sacramentos, descansa
sobre la iglesia toda, aunque un número limitado está llamado a predicar y a administrar los
sacramentos.
La enseñanza pertenece a la esencia de la iglesia, y una iglesia que descuida esta función
docente ha perdido algo que es indispensable a su naturaleza como iglesia. Es una iglesia
defectuosa la que falla en este punto, así como es defectuosa, la iglesia en la cual el
evangelio cesa de ser predicado, o donde dejan de ser administrados los sacramentos.
La Escuela Dominical.-
Fue en 1780, en Inglaterra, Roberto Raikes comenzó su primera escuela andrajosa, para
niños analfabetos de Gloucester, al igual de lo que hiciera John Knox por esos días en
Escocia. Pero la diferencia es que los niños en Inglaterra, recibían además instrucción los
días domingos. El programa apuntaba primeramente a recibir instrucción en lectura,
escritura y aritmética, a lo cual se añade lecciones bíblicas, el propósito era capacitar a los
niños para una vida cristiana inteligente.
El movimiento iniciado por Raikes se fue expandiendo de ciudad en ciudad en forma rápida
y se dio a miles de niños una oportunidad en la vida que nunca hubieran tenido de otra
manera. Por otra parte el clero católico de la época estaba escandalizado de que hombres y
mujeres que tenían poco más que de celo evangelistico pretendieran considerarse a sí
mismos como maestros cristianos en las Escuelas Dominicales y que operaran fuera de la
órbita y la autoridad de la iglesia. En muchos lugares, como consecuencia de tales temores,
los maestros de la escuela dominical fueron sujetos a persecución y el movimiento tomó un
carácter anti clerical.
Por otro lado muchos acogieron con entusiasmo este movimiento de la escuela dominical,
ya que las iglesias evangélicas con sus miles de nuevos convertidos necesitaban un
desarrollo educacional para llevar adelante el trabajo que habían comenzado. De esta
manera la Escuela Dominical se reforzó en su trabajo y se aseguró fuertemente en la
tradición evangélica, su influencia se manifestó en la concepción de su propósito como
instrumento útil para la evangelización de los jóvenes y los niños.
Muy pronto la escuela dominical fue dejando su propósito original de alfabetizar a los niños
más pobres de la sociedad y se transformó en una escuela para niños de las familias de la
iglesia, especialmente cuando pasó a los Estados Unidos.
Con la separación de la iglesia del estado en EE.UU., ya las iglesias no podían esperar que
la escuela pública instruyera a los niños en la fe cristiana, y a medida que la secularización
avanzaba, los cristianos encontraron en la Escuela Dominical un instrumento válido para
llevar adelante esta obra necesaria.
En América latina la escuela dominical surge como parte del trabajo misionero,
principalmente de las iglesias Presbiterianas, Metodistas y Anglicanas, añadiéndose más
tarde las iglesias Bautistas, hermanos libres, etc.
Es que se da por sentado que solo los líderes o pastores, deben recibir educación teológica,
en el mejor de los casos, otros entienden que cualquier persona de buena voluntad puede
atender a los niños y jóvenes de la escuela dominical y contar las historias bíblicas, sin
entender que de alguna manera se está hipotecando el presente y el futuro de la educación
de nuestra gente.
Es evidente que existen grandes diferencias entre lo que se enseña bíblica y teológicamente
en los Seminarios y lo que se enseña en las Escuelas Dominicales de las iglesias. Muchas
veces se puede observar esto cuando los estudiantes de los seminarios que postulan a ser
ministros, se ven sorprendidos con las enseñanzas profundas del evangelio, la doctrina, la
historia de la iglesia, el análisis de la Biblia y la teología. Otra cosa sería, si las escuelas
dominicales los preparen bien para enfrentar el desafío de ser parte de un Seminario bíblico
teológico.
Esta misma situación vive el alumno de la escuela dominical cuando tiene que ingresar a
las instituciones universitarias, en las aulas de esas instituciones, nuestros jóvenes, que han
recibida una escasa formación bíblica, y una ingenua interpretación de las escrituras se ven
enfrentados a serios desafíos, a los cuales no sabe cómo responder, muchos de ellos
sucumben a las teorías humanistas y racionalistas sin tener como afirmar su fe, apoyado por
la Biblia.
Las historias bíblicas se usan a menudo fuera de su contexto y se arreglan de tal manera que
esconden aquellos aspectos que afectan a un conducta moral de acuerdo a las normas
tradicionales de la sociedad. Se espera que el niño desde temprana edad piense que la Biblia
es un libro de moralidad y buenas costumbres.
Entonces, para lograr este objetivo, se blanquea o se encubren los caracteres bíblicos, las
historias y narraciones son extrapoladas para evitar que el niño vea a los personajes tal y
como son, una de las más ricas expresiones del contenido de la Biblia. La escuela
dominical no quiere que las mentes de los niños perciban como esos hombres y mujeres
realmente fueron. Cualquiera que lea con detención las lecciones de la escuela dominical,
para niños y jóvenes podrá descubrir este fenómeno de encubrir, la verdad bíblica con una
nube de moralismo.
La solución es proponer un currículo para la Escuela Dominical con las historias bíblicas tal
y como la Biblia las narra y explicar a niños y jóvenes los procesos de como Dios bendice
aún en medio de las debilidades y las imperfecciones a hombres y mujeres a los largo de la
historia del pueblo de Dios. A pesar de las falencias humanas, Dios sigue confiando en
nosotros y en medio de las debilidades se muestra su fortaleza.
1.- Primero, es la proclamación del Evangelio en una situación íntima de persona a persona
- no se trata de predicar-, en los relatos del evangelio encontramos a Jesús en una variedad
de formas hablando de la Palabra de Dios a sus discípulos. No era para ellos posible
escuchar, tan solo una vez el llamado al arrepentimiento del Reino de Dios. Jesús estaba
permanentemente hablando de las implicaciones del Reino, del arrepentimiento y de la vida
nueva, a sus discípulos de diferentes formas para que el tema quede asumido en su plenitud.
Es entonces como primer propósito de toda educación cristiana guiar a las personas a una
comprensión y compromiso con el Reino de Dios, tal y cómo Jesús lo hizo presente a sus
discípulos. La educación cristiana en la iglesia debe confrontar a todas las personas de toda
edad, con el evangelio del Reino de Dios.
2.- En segundo lugar, la necesidad de que los alumnos sean mejor instruidos en la verdad
del evangelio, de tal modo que dejen atrás la inadecuada comprensión de Dios, la
comprensión acerca de ellos mismos y acerca de todas las cosas en su propio mundo.
Jesús enfrentó a personas adultas, que tenían una cosmovisión e interpretación del Antiguo
testamento muy diferente al mensaje del evangelio. Ellos esperaban a un Mesías libertador,
que a través de algunas demostraciones de poder sobrenatural, inauguraría un reino
universal, venciendo a los enemigos y Jerusalén se convertiría en el centro del gobierno
mundial, donde acudirían desde todos los rincones de la tierra a adorar al Mesías.
Ni en los días de Jesús ni ahora las personas se dirigen allí donde se hacen preguntas
profundas acerca de la existencia. A veces los discípulos nos parecen fuera de lugar en
muchas de sus apreciaciones, pero son el resultado de su época, su falta de comprensión en
cosas que nos parecen tan obvias. Pero aún en nuestro tiempo es común encontrar muchos
adultos que no tienen una idea clara del sentido de sus vidas, ni el propósito de haber sido
creados por Dios con una meta especial en este mundo.
La educación cristiana debe brindar ese aporte, en el desarrollo de la una mentalidad abierta
al conocimiento de las verdades de Dios, especialmente la verdad revelada en las Sagradas
Escrituras.
3.- En tercer lugar, se involucran los dos aspectos. Los discípulos fueron preparados en
mente y corazón para ejercer la misma clase de ministerio que Jesús. A esto se le llama el
discipulado. Hay un proceso en el que los creyentes se hacen discípulos y los discípulos
llegan a ser apóstoles (enviados).
Ellos fueron educados y disciplinados para que a través de ellos el movimiento del Reino
de Dios se adentre en la vida del mundo, este movimiento que comienza con Jesús, se debe
prolongar a través de los discípulos y continuar en una línea sinfín. El Señor dijo "Mayores
obras que éstas haréis vosotros" En esa promesa estamos incluidos nosotros, la iglesia, de la
cual somos miembros. Muchas veces hacemos una distancia entre estos pensamientos y
nuestra membresía, con el argumento de que se trataba de hombres y mujeres
excepcionales, y nosotros somos personas comunes. Pero, nuevamente la contextualización
del mensaje nos dice, que los discípulos son también personas comunes, y a través de ellos
se esparce el evangelio.
Jesús plantea una estrategia para la salvación del mundo. El llama a doce hombres a formar
una comunidad pequeña e íntima en torno a él , no se trata de formar una nueva religión o
una nueva ética, sino para darse a si mismo, la vida que estaba en él es entregada a todos, se
despoja de la vida que tenía en intimidad con Dios.
Por esa razón primero llamó a doce, luego a setenta, pero su voluntad no es que la línea de
progreso termine allí, como muchas veces se piensa, el discipulado tiene ese efecto
multiplicador. El principio del discipulado es que uno bien preparado debe preparar a otros
seis, de setenta el circulo debía ensanchar y crecer a cuatrocientos veinte y de cuatrocientos
veinte a dos mil quinientos veinte.
Todo esto ¿Qué tiene que ver con la educación cristiana? Mucho, En su efecto de
preparación, de manera consiente. La iglesia local debe preparar a sus miembros, los
creyentes deben crecer y llegar a ser buenos discípulos y estos finalmente llegan a asumir
un ministerio para la propagación del evangelio del Reino a toda creatura.