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Universidad

lntercultural
¿" CHIAPAS
Los inicios. La Escuela Nacional de
Antropología e Historia (I965-L969)

do. En ese trance he pensado repetidamente en lo que afirman los chinos:


"El hombre dice: el tiempo pasa. El tiempo dice: el hombre pasa,,.

Cuando el día 15 de junio de 1973llegué a Los Altos de Jalisco al frente


de un grupo de estudiantes de antropología de la Universidad Ibero-
americana, culminaba una etapa de mi vida iniciada en L965, año en que
ingresé a la Escuela Nacional de Antropología e Historia (nueu). La
noche en que a bordo de un autobús salí de Tüxtla Gutiérue2, Chiapas,
hacia la Ciudad de México, or, empecé un camino para hacerme antro-
pólogo que me llevó de la Facultad de Ingenieria dela UNAM a la rNaH, de
ésta a la Esc¡ela de Graduados de la Universidad Iberoamericana (un)
¡ finalmente, ala Universidad del Estado de Nueva York en Stony Brook
y al Programa de Doctorado del Centro de Investigaciones y Educación
Superior en Antropología Social (creses) en la Ciudad de México, or. El
recorrido de ese camino ilustra la formación de un antropólogo mexicano
en aquellos años de antropologías nacionales, de preeminencia del indi-
genismo mexicano en toda América Latina, de los movimientos estudian-
tiles y las discusiones entre marxistas y no marxistas acerca del desarrollo,
el subdesarrollo, la dependencia y el imperialismo. Es lo que he tratado
de narrar en este libro. La generación a la que pertenezco se forjó en el
contexto sociohistórico de las discusiones que reformularon a la antropo-
logía en general y que en México fueron intensas además de estar inser-
tas en los cambios que el país vivió en aquellos años. He tratado en esta
narración de enfatizar, precisamente, los contextos que formaron a una
generación de estudiantes de antropología mexicanos y las influencias
que recibieron y que modelaron sus orientaciones temáticas y teóricas.
Comencé a estudiar antropología en 1965, año en que ingresé a la Es-
cuela Nacional de Antropología e Historia (aNen), en la Ciudad de México,
Distrito Federal. Precisamente en ese año la eNen trasladó sus locales de las
calles de Moneda, en el centro de la Ciudad de México, al Museo Nacional
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de Antropología e Historia, situado en Chapultepec, entre la Calzada de l;r actual Escuela Nacional de Antropología e Historia surgió en
la Milla y el Paseo de la Reforma. Me trasladé de Tirxtla Gutiérrez al Dis- 1942, ya en pleno periodo de los gobiernos emanados de la Revolución
trito Federal en L963 al terminar la Escuela Preparatoria que cursé en el tle lt) l0 y en el contexto de contribuir al fortalecimiento del nacionali§mo
Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas, el legendario rcecn de mi ciudad mexicano y la construcción de la unidad cultural que posibilitara a la Na-
natal. Por aquellos años no existía la universidad en el estado de Chiapas clón decía- un desarrollo autónomo. Esta vez,la Escuela Nacional
y los jóvenes que terminaban el ciclo preparatorio sólo tenían opción de de
-se
Antropología surgía de la separación del Departamento de Antropo-
continuar sus estudios emigrando al Distrito Federal o a otros estados de logfa del Instituto Politécnico Nacional y su incorporación al Instituto
la República. Después de dos años en la Facultad de Ingeniería de la UNAM, Nr¡cional de Antropología e Historia, creado en 1.939. Esta és la ersau que
ingresé a la eNen. La suerte hizo que me tocara el programa de cuatro años re eledicó oficialmente a la formación profesional de arqueólogos, etnó-
con el que se obtenía la maestría en ciencias antropológicas, sin pasar por krgos, antropólogos físicos y sociales, lingüistas, historiadores y etnohis-
la licenciatura, además de recibir clases de un profesorado excepcional. toriadores. Es la sNas que recibió a mi generación en 1965. En aquellas
El plan de estudios especificaba dos semestres de introducción y seis de ¡rul¿rs nos encontramos un grupo de ochenta jóvenes, los únicos que por
especialidad. La concepción enciclopédica que de la antropología propuso l¡r mañana estudiábamos en la ENAH. El grueso de los estudiantes, unos
Frarlz Boas era la predominante en la orgaluación de los cursos con las tkrscientos cincuenta, acudía por la tarde. "I-os de la mañana" teníamos
introducciones generales por delante: introducción a la arqueología, intro- cl privilegio de ser estudiantes de tiempo completo apoyados en el auxilio
ducción a la antropología física, introducción a la etnología, introducción a l'¿rmiliar. Paulatinamente nos fuimos conociendo, estableciendo relacio-
la antropogeografía, introducción a la lingüística, introducción a la antro- nos, escogiendo a los amigos y formando grupos. Entre quienes ingresa-
pología social, introducción a la historia, introducción a la sociología. Es nros al grupo de la mañana, varios venían de cursar el "propedéutico" que
pertinente recordar que la pNas tiene su primer antecedente en la Escuela ll eNen ofreció y exigió durante dos semestres, un tiempo larguísimo para
Internacional de Arqueología y Etnología Americanas, fundada el 20 de cursos de esa naturaleza. Era el caso del inolüdable Gastón Kerriou, tan
enero de 1911, ya en los días finales de la dictadura de Porfirio Díaz.LaEs- querido amigo, muerto alfinalizar el siglo xx.
cuela Internacional fue resultado de un acuerdo entre el Presidente de la En el "grupo de la mañana" estábamos aislados de la vida escolar
Universidad de Columbia, Nicholas M. Butler y representantes de univer- tle la BN,qH. Es decir, la actividad estudiantil, con la "grilla" incluida, se
sidades de Francia, Alemania y Estados Unidos junto con los personeros hacía por las tardes. A cuentagotas comenzamos a saber más de "los de
del gobierno mexicano encabezados por el historiador Alfredo Chavero. la tarde". Una mañana tuve un encuentro que de allí en adelante fue de-
Los gobiernos de los países mencionados llegaron al acuerdo de financiar linitivo en mi üda estudiantil y académica: conocí a José Lameiras Olve-
la escuela, becar estudiantes de postgrado y rotar la dirección de la misma. ra, "Pepe", con quien trabé una gran amistad de por vida. Pepe formaba
La sede sería la Ciudad de México. Franz Boas presentó el plan de organi- parte del equipo de museógrafos que laboraban en el Museo Nacional
zación de la Escuela, que aún subsiste en sus líneas generales en la actual de Antropología e Historia a las órdenes de Mario Yéuquez, el museó-
ENAH. La Escuela Internacional fue inaugurada con una gran ceremonia grafo más importante del país. Me encontraba deambulando por los es-
celebrada en la sala de conferencias del Museo Nacional con la asistencia pacios exteriores del Museo, particularmente por el área reservada a las
de Porfirio Díazy todo su gabinete. El primer director fue Eduardo Seler exposiciones temporales, cuando di con una escalera sobre la que alguien
en 1911. FrarzBoas dirigió la Escuela enl9l2. La última gestión fue la de cstaba subido, abriendo agujeros en el techo con un taladro eléctrico.
Manuel Gamio en 1915, ya con la Primera Guerra Mundial encima. Lo Aproveché un momento en que el taladro dejó de funcionar para pregun-
importante de este periodo es el dominio del particularismo histórico de tar óquién eres?, óqué haces? Aquel personaje miró hacia abajo mientras
FranzBoas y la concepción de la arqueología como una suerte de etnología descendía las escaleras. Alto, flaco, eléctrico, Pepe Lameiras me saludó.
del pasado, que aún persiste en la visión mexicana de la antropología. No tardamos en descubrirnos como estudiantes de la BN,qn aunque en tur-
Además, por supuesto, la visión holística de la antropología concebi- nos diferentes. Pepe era de "los de la tarde". Pronto, la figura de Pepe se
da como la ciencia de la cultura.
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hizo popular entre los estudiantes de "la mañana,,, puos eran frecuentes En 1958 se inscribió en la Facultad de Arquitectura de la uNAM, on
sus visitas para hablarnos del grupo "de la tarde,,.Atraídos por donde permaneció hasta 1961. A la postre, esta experiencia resultó bá.
las invita-
ciones de Pepe Lameiras, varios estudiantes de la mañana comerzamos sica en la formación intelectual de Pepe Lameiras. Tüvo la oportunidad
a asistir a los cursos de la tarde, familiarizándonos así con el resto de combinarla con el trabajo de museógrafo en el Instituto Nacional de
de los
estudiantes de la BNer¡. Antropología e Historia (rNeH). Sucedió que gracias a su amistad con
José Lameiras olvera nació en el Distrito Federal en diciembre de Manuel Oropeza, sobrino del paleontólogo Manuel Maldonado Koer-
1938. Incapaz de estarse quieto, a pepe Lameiras es imposible recordarlo dell, conoció a Eusebio Dávalos Hurtado, Director General del Instituto
sin el cigarro, las gafas y el traje. Fue el hijo mayor de una familia en Nacional de Antropología e Historia. Este último, a sugQrencia de Mal-
la
que tuvo tres hermanos y dos hermanas. El hecho de ser el donado Koerdell, incluyó a Pepe, y a Manuel Oropeza, en el equipo de
mayor en la fa-
milia le significó a Pepe una relación estrecha con su padre, un emigrante museógrafos de la institución. Se iniciaron trabajando en el Museo de
gallego. Lo admiró y a través de é1, a Galícia y a Espana, empobreJda Ias Culturas, situado en las calles de Moneda, en pleno centro históri-
en
los años en que el siglo xx despunt aba. La tierra gill"gu, hiimeda y co de lá Ciudad de México. Allí, Pepe conoció a personajes como Iker
ver-
de, hermanada con el mar, había visto partir a su-pobñció, busca de Larrauri, Jorge Angulo y Mario Yázqtez. El grupo de intelectuales con
otros mundos en donde establecerse. La pasión que el gallego"nsiente por los que Pepe se relacionó se fue ampliando para incluir a Francisco de
su tierra al estar fuera de ella se conüerte primeró en nóstallia y la Maza, Daniel Rubín de la Borbolla, Ignacio Bernal y Jorge Enciso,
oespués
en tristeza y fardo. por eso pepe no oyó dé Gahcia de parteie ,u pádr", es decir, antropólogos, arqueólogos, historiadores, críticos literarios. Al
pero el caminar junto a él fue permanente lección dé cuánto se puede mismo tiempo, en las aulas de Arquitectura recibió lecciones de Ramón
amar a la tierra donde uno nace. Aquel mundo distante se recreata Marcos, Santos Ruiz, Francisco Centeno, Félix Candela y quien más lo
en
el rüpinamba y el campoamor, cantinas entrañables defeñas, con olor influyó, Mathías Goeritz. Por su trabajo en el INAH, acompañó a excavar a
a
aceite de oliva y pescado, lugares en los que pepe viüó la diversidad arqueólogos oomo Jorge Angulo, que trabajó en Tirla, Hidalgo, e Ignacio
cul-
escuelas primaria y secundaria en colegios Bernal, que a la sazón excavaba en Oaxaca. Su experiencia como museó-
entó las primeras formas autoritarias del grafo se enriqueció al entrar a formar parte del equipo de arquitectos
Desde esos días tuvo contactos esporádi_ encabezado por Pedro Ramírez Yánquez, que trabajaba en el diseño y
cos con los jesuitas, que años más tarde serían intensos al desempeñarse construcción del Museo Nacional de Antropología. Este fue un mundo
como profesor en la universidad Iberoamericana, de cuyo Departamento que en sus años juveniles Pepe compartió con Angélica Arenal, Victoria
de Antropología llegó a ser Director. La escuela secunáaria áespertó Novelo, las hijas de Diego Rivera, Ruth y Guadalupe, además de Zitay
su
inte-rés por el dibujo, el México prehispánico y la literatura. su gusto Federico Canessi, En el transcurso de varios meses conversó con Rufino
por
los libros aumentó en los años de ra preparaioria y más aún al escuchar Thmayo, mientras trabajaba en la clasificación de la colección arqueológi-
las espléndidas lecciones de Mauricio tvlágdaleno.'pero sobre ca del maestro oar<aqueño. Años espléndidos, al decir de Pepe, marcados
todo en la
escuela preparatoria se hizo consciente de su mexicanidad. por la pasión creadora. "La huella de la escuela de arquitectura no se me
Creció su in-
terés por el país y se afirmó su sensibilidad hacia el arte,la literatura quitará jamás" me decía, nostálgico, Pepe.
y la
historia. se fue configurando en él la idea de estudiar arquitectura, Abandonó las aulas de arquitectura en 1961 buscando nuevos hori-
mien-
tras aumentaban sus visitas a la añosa librería Robredo en zontes. Ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la propia uNarra, de
donde adquiría
novelas y libros de historia. "Ese fue mi descubrimiento de ser la que egresó en 1.965 para inscribirse en la eNen. Además del mundo
mexicano,,
mc dijo-un día que platicábamos en Guadarajata,paraagregar: ,,vivíra intelectual en el que se desenvolvía, Pepe cursó materias con Pablo Martí
rcpresión a los ferrocarrileros, a los maestros. Iba entranJo a un nez del Río en los locales ocupados por la ENAH en las calles de Moneda.
México
t¡uc jzrmás había imaginado,,. Allí conoció a Brigitte Bóehm, con quien se casó en !964- Compañeros
de vida, ambos desarrollaron excelentes trayectorias en la antropología

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mexicana en sus respectivos campos de interés. En la antropología mexi-
rlon, de ser agradecido. Una noche, después de un largo día de bebida¡
cana contemporánea, Brigitte Bóehm ocupa un lugar destacádo, dirigien-
y eliscusión, Pepe y yo, sobrevivientes, conversábamos en la biblioteca do
do grupos de investigación y formando nuévos antropólogos en el coiegio
Éu casa. La conversación se fue convirtiendo en discusión. Hablábamos
de Michoacán, en zamora. El matrimonio con Brigitte, ielacionó u pó"
de la revolución, de las luchas de clases y temas afines que, en aquellos
con don Federico B9g!-a su suegro, amigo de antiopólogos como Igna-
tiempos, nos apasionaban. Pepe me llevaba la delantera deshaciendo mis
cio Bernal, el inolüdable Roberto J. weitlaner, rrmgaia loinsony Baibro
&rgumentos. En un momento dado, ante la impotencia de responderle,
Dhalgreen. Este grupo compartía el interés por oaxaca, su gente, sus tex-
lo grité: ieres un pequeñoburgués! Con asombrosa agilidad, Pepe saltó
tiles, su artesanía. Fueron su suegro y este grupo de antropélogos los que
t¡obre mí y tomándome del cuello me advirtió, bromeando: "No vuelvas
resultaron definitivos para que José LameiraJemprendieia el estudio de
n decirme pequeño burgués. Porque soy un Gran Burgués". Pepe guardó
la antropología. Ingresó a la nNe¡r en el momento én que la histórica insti-
nensatez ante la radicaluación aqítica que aprisionó a tantos'estudiantes,
tución cambió su domicilio de las calles de Moneda ai recién inaugurado,
rin abandonar su orientación analítica y su sensibilidad hacia los proble-
por el Presidente Adolfg lÁpez Mateos, Museo Nacional de Antlopolo-
mas sociales.
gía e Historia, en chapultepec. El mundo de la rNeH, sus espacios
fíiicos, A instancias de mi padre busqué a Jorge Olvera, que laboraba en el
los maestros, le eran familiares a pepe por sus experiencias previas. En
Castillo de Chapultepec como investigador de la Dirección de Estudios
aquel año de 1965 coincidiríamos en ra pñe¡r. cuanáo pepe murió un mal-
Históricos del men. Olvera vivió en Chiapas largos años y con mi pa-
hadado día de noüembre de 2003, sentí la angustia de pirder a un amigo
dre y otros intelectuales como Rómulo Calzada, Luis Alaminos, Pedro
con el que compartimos años de vida estudiántil primiro y profesionáI,
Alvarado Lang, Fernando Castañón Gamboa, Eduardo Javier Albores,
después. Murió tranquilo, en una casa que rentabi enZamoia.la ciudad
José Casahonda Castillo, Faustino Miranda, Agripino Glutiérrez, Miguel
michoacana que lo atrapó para toda ra vida y en donde vivió creando
Alvarez del Toro, entre otros, participó en proyéctos culturales comu-
y enseña-ndo antropología en el colegio de Michoacán, institución que
nes en el Ateneo de Ciencias y Artes de Chiapas en Ti¡xtla Gttiérrez.
a fundar. Pepe Lameiras no sólo fue mi amigo sino que influyó en
"ry!ó Olvera fue un notable historiador del arte. Sus textos sobre Chiapas son
mi formación intelectual introduciéndome a mund-=os que ignoraba. son
imprescindibles para el interesado en la historia del arte en el estado.
inolvidables las noches en que oíamos jazzen su casa de Tlalpan, situada
Estaban iniciándose los cursos en la rNen cuando busqué y encontré a
en una calle llamada Tliunfo de la Libertad que nosotros deciamos era la
Jorge Olvera en su oficina del Castillo de Chapultepec. Me recibió sin
"calle de la utopía". Pepe disfrutaba explicando la música, haciéndonos
preámbulos. Al informarle de mi interés en la antropología y de mi cali-
ver los orígenes del jazzenraizados en lai luchas de la población negra de
dad de estudiante en la ENaH, me ofreció la Biblioteca del Castillo para
Norteamérica, en medio de los campos de algodón de la Louisiana. Toda
usarla como lugar de trabajo y llevarme los libros que necesitara. Me dio
s-u vida fue un espléndido maestro. Lo que apiendí
con é1, no lo he olvida- a leer un texto, el primero que conocí de antropología, escrito por Kuntz
do, incluyendo mi afición por el jazz.Lacasa de pepe y áe Brixi, como
él Dittmer, Etnología general. Formas y evolución de la cultura, editado en
llamata a Brigitte Bóehm, fue en toda ocasión u,,Lrugio, un hogar. Allí
Buenos Aires, Argentina, por el Fondo de Cultura Económica en 1960.
acudíamos para conversar, discutir, estudiar, comer y úeber. La casa de
Visto a la distancia, este libro presenta una visión anticuada de la antro-
Pepe y Brixi fue un centro de integración de mi geneiación. Fue el
techo pología, con ciertos visos de etnocentrismo. Dittmer desarrolla la visión
que cobijó amistades entrañables. No es decir que la casa de de que existe un enfrentamiento del mundo europeo occidental con los
Pe-n! y Brixi fue, po1 lo menos para mí, un "ragerádo
eipacio de apñndizaje y de problemas surgidos en "tierras remotas" y las costumbres y culturas de
cultivo de la camaradería. Allí aprecié la amistad como uno de toj dónes
otros pueblos. Lo he recordado recientemente mientras leo las teorías de
más valiosos del ser humano. No sólo estudié antropología en la bibliote-
Samuel Huntington acercadel célebre "choque de civilizaciones" entre el
ca de aquella casa abierta a nuestras inquietudes y urrgrJtiur, a las
alegrías cristianismo y el mundo musulmán. Es posible que Olvera no haya lefdo
y sinsabores, sino que aprendí el valoi del apoyo , rtoo y la gracia, el
el libro de Kuntz Dittmer, que no me volví a encontrar después de aquella

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lectura primaria. Ningún profesor de la nNas lo conocía o lo recomendó
transterrado que decía José Gaos, parte de esa oleada de la inteligencia
para lectura. Lo leí completo y me sirvió para darme cuenta de
cómo se de España que buscó y encontró abrigo en México al triunfar el golpe
percibía la etnología en una parte de Europa, en este caso,
Alemania. Me de Estado del general Francisco Franco. En cursos introductorios
quedé con la ideavaga de que un etnólogoie dedica al..estudio
de laüda celentes- se nos fue el año de 1965. Al siguiente, 1966, pasamos todos -ex-
primitiva". El libro de Dittmer ha desaparecido del catálogo actual a estudiar a la tarde, desapareciendo el "grupo de la mañana", introdu-
del
Fondo de Cultura Económica.
ciéndonos finalmente en la vida plena de la rNan. Los profesores eran
olvera me presentó con don wigberto JiménezMoreno, el conocido todos extraordinarios: Wigberto Jiménez Moreno, Paul Kirchhoff, Gui.
historiador mexicano, quien poco tiémpo después sería mi profesor llermo Garcés, Isidro Galván, más los ya mencionados. Pero el suceso
en
la nNanr, en el curso de.Historia An iguá de México. sucedió que
olvera central de ese año de 1966 fue el curso de Introducción a la Etnología
y Jiménez Moreno me invitaron a unirme a ellos los días domingo
en que que impartió Áhgel Palerm. Los orígenes de ese curso se remontan a un
salían al valle de México en viajes de estudio. Les interesabilocaliiar
conflicto entre la profesora que dictaba el curso y nuestro grupo. Sólo
sitios mencionados por los cronistas coloniales. Fue esa mi introducción
dos alumnas decidieron no unírsenos en la protesta por la baja calidad
a los llamados valles centrales, a las grandes haciendas,
conventos, pue- del curso. La profesora les dio una lección: las reprobó. Al discutir entre
y paisajes del centro de México. Aprendí oyendo ias interminables
!!o. nosotros las decisiones a tomar ante la situación, alguien mencionó a Án-
discusiones entre olvera y Don wigbertó quienei entre otras
muchas co- gel Palerm, recién regresado a México. Al oír el nombre, la mayoría de
sas, se disputaban la paternidad del
los estudiantes no supimos de quién se trataba, pero no faltó el que dijo,
Eusebio Kino, en Baja California. S
"es un agente de la crA", una de las acusaciones más comunes de aquellos
de Jorge Olvera que él mismo con
años. La discusión se volvió ideológica hasta que uno de nosotros pre-
el pulque y no fueron pocas las ocas
guntó si Palerm era un antropólogo solvente. Se hizo un silencio, roto por
para degustar el tlachicotón y disfrutar de la plática con los
campesinos. alguien reconociendo que, sin duda, era una de las cabezas teóricas de la
as de arquitectura y antropología, con el "pero" de ser agente del imperialismo. Con esa "sal-
, manejados esplén- vedad" en mente, se decidió formar una comisión que planteara a Palerm
aquellas tardes do- la cuestión de impartirnos un curso intensivo de teoría etnológica. For-
mé parte de dicha comisión. Acudimos al departamento que Angel tenía
er varor inestimabre de ra obra d"r
;'"'dd;3*üfii"rj?t"itxl'iijT,iii;
coloniales como Fernando Arvaradó Tezozó-o-. o
-chimalpahin frente al Parque México, una tarde, a mediados del año de 1966. Palerm
cuau_ nos recibió con la cortesía que lo caractefizaba. Se interesó de inmedia-
htlehuanitzin. Al regularizarse las clases en la ENAH tuve que dejar
esos to en el curso, en la oportunidad que se le abría de volver a su escuela
viajes que se renovarían un tiempo después con carlos Navarrete
y Rosa después de años de ausencia. Durante la conversación convenimos en
Camelo.
trabajar bajo la modalidad de un horario intensivo, tres días a la semana.
Fn aquellos años,Ia eNan seguía un plan de estudios que constaba La clase empezaria a las cuatro de la tarde para terminar a las ocho de la
de dos momentos: las introducciones genérales y los cursos
he especiali- noche. La comisión regresó a la eNRlr con la noticia de la aceptación de
dad. El rionco común consistía de una serie dó cursos de introducción
Palerm y, una afortunada tarde de aquel año de 1966, se inició el "curso
que preparaban al estudiante para seleccionar su especialidad.
cursé In- intensivo" de Introducción a la Teoría Etnológica, uno de los sucesos cla-
troducción a la Antropología Física con Johana Faulhaber, Introducción
ves en la formación intelectual de mi generación. Era la primera vez que
a la Arqueología con José Luis Lorenzo, Introducción a la
Lingüística abordábamosel examen de las teorías antropológicas a profundidad: la
con Moisés Romero, Introducción a la Antropoge ografíacon
la maestra escuela evolucionista, los difusionistas, los estructural-funcionalistas, las
Bertha Pinto Pech, discípula de Jorge vivó, quién iii.io el curso;
Intro- dimensiones sincrónica y diacrónica de la teoría etnológica y el cambio
ducción a la Prehistoria y la protohistotia con áon pedro Bosch
Gimpera, sociocultural. Fue un curso espléndido en el transcurso del cual me fui

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acercando a parerm a quien adopté como
mi tutor académico, decisión r:sel estudio de la evolución sociocultural, guió el desarrollo del curso de
de la que me felicito.
Angel Palerm dictaba su curso ar estilo de los lntroducción a la Teoría Etnológica. Era una definición que estaba acor-
grandes maestros
diterráneos: con sus notas frente a s( reíayhaúra;il;;"stantes me_ dc con el contexto del momento: el regreso del evolucionismo después
comentary ampliar el contenido de su exposición.'Su para dc años de dominio del estructural-funcionalismo. Además,las lecciones
erudición me asom_ cJc Palerm nos mostraban el acercamiento de Marx a la antropología en
braba, y aún me asombra. La .NAH de aquelos
días üvía un ambiente de
polar uaclrón ideológica, contexto momentos en que se negaba esa relación por los propios marxistas. Marx
de profesores perteneció al grupo de importantes pensadores evolucionistas del siglo
áe manual,Á.ry ¿r¿o.
¡4uvD a 14 yrsrurr
la visión divulgadores
de xrx, interesado en resolver el problema de cómo periodizar la Historia.
de da de modos A los evolucionistas, por su patte,les interesaba la distinción de las fases
eso por las que la humanidad ha pasado en la elaboración de la Cultura. Por
cstarazón, Palerm trazaba la relación entre sociedad, cultura, medio am-
e
hiente y tecnología, insistiendo en que esa orientación unía a Marx con
lu antropología. Thnto en el manrismo como en la antropología existía
L
lu preocupación por el cambio social, enseñaba Palerm. Pero no toda la
historia es reducible a la lucha de clases, además de que éstas responden
strándonos en el transcurso de su ex_
u momentos especíiicos. Palerm planteaba dotar a la antropología de la
ese autor. De hecho, decía palerm,
el capacidad teórica del manrismo y a éste de la sagacidad etnográfica de
original sino un resumen del libro de
la antropología. La antropología y el marxismo deben protagonizar un
edición de la Sociedad Etnológica
oncuentro fecundo para proponer una ciencia social capaz de dirimir los
sobra que así es. pero
caminos humanos. La tranquilidad con la que Palerm enseñaba aspectos
"r, "q.r"Ilo.
menos que una blasfemia. palerm
tan polémicos contrastaba con el clima de polarización ideológica en una
n su erudición antropológica. Otro
época que exigía definiciones. Palerm no fue indiferente a esas exigencias
y en más de una ocasión esfuvo en las marchas para protestar por la gue-
rra en Vietnam o en las reuniones estudiantiles en la propia nNeu, dedi-
cadas a cuestiones políticas. Pero aconsejó la prudencia y el no mezclar
la ideología con el trabajo científico, posición que en aquel momento no
r¡ra fácil de asimilar. Al terminar su curso, los estudiantes nos sentimos
e cocacolas paraobtener el refresco más cercanos a la disciplina que estudiábamos. Palerm repitió el curso
diendo las preguntas e inquietudes
para otros grupos hasta que después de 1968, renunció a la nNAH, en so-
a ocasión, mientras palerm estaba
lidaridad con Guillermo Bonfil, que fue reprimido por participar junto a
nos quedamos a oscuras en el aula.
los jóvenes del68. E;n1967, al año siguiente de haberse dictado el curso,
la Universidad Iberoamericana editó el libro Introducción a la Tboría Et-
nológica que, básicamente, contiene el curso que Palerm nos impartió. El
exponerla. Las sesiones rara vez ter libro está dedicado a mi generación. En lo personal, este curso despertó
solían prolongarse. Acudíamos al cu mis primeros intereses en el estudio de las relaciones entre la tecnología
sapiencia y la agadeza de palerm, s y la política. Me asomé a la perspectiva de explicar a la sociedad y su
capacidad para enseñ ar. Lapropues variedad desde aquella relación. De esta manera, me interesó particu-
larmente el planteamiento de los evolucionistas multilineales, como los

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nombraba Palerm, es decir, Julian Steward, Eric Wolf (amigo cercano de Algunos estudiantes eran miembros del Partido Comunista Mexicano,
Ángel), Elman Service, Sydney Mintz y Marshall Sahlins. Eran apenas las pero la mayorfa no militaba en partido alguno. La Revolución cubana,
primeras lecturas, los primeros acercamientos, las primeras rupturas con muy reciente en aquellos años, era concebida como una inspiración y un
el dogma, con la visión burocratizada de las ciencias sociales. La lección ejemplo esperanzador para América Latina, un continente a la sazón go-
que Palerm impartía abarcó varios aspectos. Primero, el estímulo de la bernado por lo que se llamaban "gorilatos", es decir, dictaduras militares.
reflexión y la actitud crítica. Segundo, la discusión de los encuentros y de La excepción era México, país en el que el rnr (Partido Revolucionario
los desencuentros entre la antropologiay el marxismo. Tercero, el plan- lnstitucional) organizaba y ganaba las elecciones cada seis años. Los años
teamiento de la concepción multilineal de la evolución sociocultural. Me sesenta fueron el escenario de una serie de sucesos que, a la postre, resul-
parecia claro, y aún me lo pafece, que la actitud crítica es una postura de taron importantes en la modelación de la historia de Latinoamérica. Sin
método, una forma de plantear y hacer antropología. Palerm se esforzó duda, el triunfo de la Revolución cubana en 1959 fue uno de esos sucesos
en enseñarnos que la crítica es la actitud analítica y no la descalificación que literalmente sacudieron a los pueblos latinoamericanos y avivaron el
a priori de las ideas de otros. La critica es una vía hacia el conocimiento. sentimiento antiimperialista. En las ciencias sociales se originó y conso-
Así, sin ocultar sus desacuerdos con el estructural-funcionalismo o con lidó una nueva escuela de análisis, la teoría de la dependencia, impulsa-
el estructuralismo, reconoció de esas corrientes teóricas lo que le pare- da sobre todo por los científicos sociales de Brasil como Theotonio Dos
ció eran aportes duraderos. Palerm concluyó el curso remarcando que el Santos, Vania Bambirria, Fernando Henrique Cardoso (quien fuera Pre-
tema propio de la antropología es la evolución sociocultural en sus múl- sidente del Brasil), Ruy Mauro Marini, Octavio Ianni. En verdad, fue ésta
tiples dimensiones. Desmitificó a Marx e invitó a su lectura con sentido una escuela analítica anticolonialista que tuvo una amplia aceptación. En
crítico, con criterio científico, insistiendo en no sustituir el análisis del México, Guillermo Bonfil se suscribió a ella dando lugar a un pensamiento
mundo real con una especie de exégesis de los textos manristas. La discu- crítico del que formarían parte Mercedes Olivera, Rodolfo Stavenhagen,
sión que presentó acerca del modo asiático de producción, abrió novedo- Arturo Warman, Enrique Valencia, Antonio PérezElías, Alfonso Muñoz,
sas perspectivas que algunos tildaron de "peligrosas y reaccionarias". Al Daniel Cazes, Margarita Nolasco, Lina Odena Güemes. En Estados Uni-
finalizar el curso, la antropología se me mostró como una ciencia crítica dos, la teoría de la dependencia tendría un teórico destacado en André
de la condición humana tal como ésta se desenvolvía en la sociedad con- Gunder Frank cuyo libro, Desanollo del subdesanollo fue editado por la
temporánea. sAENAH enL967. Pablo González Casanova se perfilaba como el sociólogo
Hacia la década de los años 1960, los estudiantes mexicanos solían más importante de esta corriente en México al publicar La democracia
organizarse en lo que llamaban "sociedades de alumnos", una herencia en Mexico (edición de la Editorial nnn), libro en el que expone la teoría
decimonónica, con un Presidente, el Tesorero, un Secretario Técnico, un del colonialismo interno. En general, dominaba un clima de rechazo a
Secretario de Prensa y varios puestos más. La ENAIr no era la excepción a los Estados Unidos y su política imperialista y dc simpatía por el cambio
esa regla. Cuando ingresé había un Presidente de la Sociedad de Alumnos, social hacia un régimen socialista, considerado el paso intermedio antes
que era Blanca Sánchez, muy respetada y estimada entre los estudiantes. del advenimiento de la sociedad de la plena igualdad. Esto último era una
La sociedad de alumnos (slENeH) era bastante activa: contaba con un especie de sueño utópico que recorría América Latina, el continente de
programa editorial que incluía la publicación de tesis y de la revista Tla- los gorilatos, la concentración de la riqueza, Ia pobreza y su resultado, el
toani, además de la organización de ciclos de conferencias, üajes, excur- subdesarrollo. La teoría de la dependencia se fue ampliando y ramifican-
siones, mesas redondas o actividades políticas. Muy pronto me incorporé do. En Perú, Fernando Fuenzalida llamó la atención hacia la comunidad
a las actividades de la seeNA,H, introduciéndome de lleno en la política como un insftürnento de dominio inventado por los españoles desde el
estudiantil. La orientación que prevalecía entre los estudiantes era la de siglo xvr. Darcy Ribeiro, evolucionista anticolonialista, tuvo una impor-
un nacionalismo de izquierda, contra imperialista, de inclinación socia- tante influencia en América Latina con su teoría del proceso civilizatorio
lista, dominado ideológicamente por el mamismo en su versión soviética. y su análisis de la frontera como una fase de la expansión capitalista. En

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bajo la autoría de alguien apellidado Nikitin, si es que existió tal autor,
porque bien podrían ser nombres inventados. La historia de la Filosofla,
de George Pulitzer era otro de los libros más leídos. En general, estos
libros contribuyeron a la elaboración de un manrismo acartonado, estáti-
co, en el que la üsión qítica del propio Mam se desterró para substituirla
por una "visión de catecismo" que muy poco contribuyó a entender los
problemas de México en particular o de América Latina en general. Más
todavía, de los pensadores clásicos de las ciencias sociales, en la BNeH
de aq}ellos años sólo se discutía a Marx y nada se sabía de Max Weber
o de Émile Durkheim. En ese contexto, el curso introductorio de Ángel
Palerm, ya comentado, fue clave para abrir la reflexión y ampliar los ho-
rizontes intelectuales de quienes éramos estudiantes.
En el "grupo de la mañana" coincidí con estudiantes que eran hijos de
refugiados republicanos españoles, como era mi propio caso. Formaban
un círculo aparte. Eran conocidos entre nosotros como "Los Góticos"
por su manera de vestir, que contrastaba con el resto de los estudiantes.
Aquel grupo especial- estaba formado por Adela Tiueta San-
-muy
tiago, Maru Villanueva, Gabriel Carrigton, Enrique Monedero y Mari
Carmen Serra Puche.Logré trabar amistad con ellos y en particular tuve
una gran estima por Enrique Monedero, cuya sensibilidad me llamó la
atención al lado de la serenidad con la que anallzaba los problemas so-
ciales. Thmbién con Maru Villanueva, que a la postre estudió antropolo-
gía física, tuve una relación muy cordial. Qulu,á mi condición de hijo de
refugiado republicano me abrió las puertas del cerrado círculo de "Los
Góticos", que llegaban y se retiraban juntos, sin hablar con nadie. En con-
traste, del "grupo propedéutico" tuve una amistad entrañable con Gastón
Kerriou y Estela Quan, en aquel entonces casada con Carlos Navarrete,
l'igura ésta que fue muy importante en la formación de quienes decidi-
mos seguir la especialidad de etnohistoria. Con el paso del tiempo, y aun
habiendo seguido diferentes especialidades, logramos formar un grupo
muy sólido de amigos entre quienes se contaban Teresa Rojas, Angeles
Romero Frizzi, Matilde Chapa Bezanilla, Lysis Fajardo Carreón, Shoko
l)<rdde, Lilia González, Bolívar Hernández, Lorenzo Ochoa, I:iz Pozas
llorcasitas, Robérto García Moll, Maria Elena Salas, Luis Barjau, Ra-
l'acl Mendoza,Margarita Ochoa, Lillian Shefler y Virginia Molina Ludy.
(hn Brigitte Bóehm, a quien conocí casada con Pepe Lameiras, hemos
tcnido una sólida y cálida amistad desde aquellos días. Brixi iba un año
ck¡lante de nosotros, pero formó parte de nuestro círculo más íntimo de

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amigos, aquellos que decidimos estudiar etnohistoria. Antes de ello, cur-
sando aún el tronco común, con Gastón Kerriou solíamos llevar a su casa
a Iris Pozas. Gastón era el orondo poseedor de un automóvil cuya marca
nunca supe. Aquel vehículo era especial. Tenía el piso agujereado y por
allí se colaba el frío de la noche. Su sistema de frenos era casual. El cupo, celebrarlo en su casa de Tlalpan, situada en la calle de Chimalcóyotl. Con
ilimitado. En ese singular automóvil nos transportamos muchas veces re-
corriendo las calles de la Ciudad de México. Gastón lo manejaba como si
fuese un ser viviente. Nunca supe cómo frenaba. Un día, en pleno Paseo
de la Reforma, el vehículo se deshizo. Sencillamente se desarmó. Gastón
tomó los papeles, quitamos las placas y nos alejamos, lamentando el fin
de nuestro medio de transporte, cuyos restos quedaron en medio de la
principal avenida defeña. En ese vehículo, en varias ocasiones, llevamos a
Iris Pozas a su casa. Invariablemente, Iris nos invitaba a pasar para cenar.
Era ocasión propicia para aprovechar la charla con el maestro Ricardo
Pozas, una de las figuras más importantes de la antropología mexicana.
El Maestro Pozas nos impartía un curso de introducción a la antropo-
logía social pero el conversar con él en su propia casa era un priülegio. que poseía. Entre los estudiantes corría la versión de que el autor de
Además, su esposa,la maestra Isabel Horcasitas, intervenía con agudeza Mesoamérica era marxista, 1o que no era notorio en sus clases. Fscuché
planteando problemas de política contemporánea. Ambos admiraban a a un Kirchoff difusionista, más cefcano a Graebner y el Padre Shmidt, a
Mao T§e Tirng (como se escribía en ese entonces) y no ocultaban su sim- quienes leía en la Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e His-
patía por la Revolución china y su animadversión por los soviéticos, "la tória, cuando su director era don Antonio Pompa y Pompa, a quien Pepe
canalla rusa", como decían. El tema que preocupaba al Maestro Pozas,
entre otros, era el situar a los pueblos indios dentro de la estructura cla-
sista de la sociedad mexicana. Por aquellos días publicó un libro que se
discutió ampliamente, titulado Los indios en las clases sociales de México
(Siglo XXI). Con Bonfil, lo discutimos en varias ocasiones. Alrededor do y molestia con Karl Wittfogel, autor de El despotismo oriental (edición
de la mesa del comedor, escuchamos con Gastón Kerriou al maestro Ri- madrileña de Revista de Occidente). Pero como etnólogo, Kirchhofffue un
cardo Pozas advertir acerca de los yerros de la política indigenista y los difusionista convencido. Con Pepe Lameiras y Eckard Bóege acudíamos a
aportes, desde su punto de vista, del pensamiento maoísta. El matrimonio casa de llamábamos
Kirchhoff para trabajar en lo que que
Pozas Horcasitas nos dio un ejemplo de trabajo constante. Era admirable no eran más que enormes cuadros elaborados sobre p lina,
su energía para leer, subrayar, fichar los libros, escribir o discutir. Los en donde anoiábumos los nombres de las deidades y icas,
vimos trabajando siempre. nvencido de la difusión
A través de Beatriz Bueno conocí a Nancy Cárdenas, una excelente y trató de probarlo du-
escritora, de cuyas conversaciones me beneficié. Recuerdo con especial pasamos en su estu{io,
agrado las comidas con Beatriz Bueno y Nancy Cárdenas en su casa de dibujando aquellos cuadros, extendidos en el piso. Nuestra recompensa
Coyoacán, en los días más luminosos de nuestravida estudiantil. A Victo- eran varios tirros de cewezay la conversación con aquel etnólogo clási-
ria Novelo, V§, la conocí en la en^en aunque no coincidimos en el mismo co que nos articulaba con la ciencia decimonónica, con los inicios de la
grupo. Vi§ ingresó a la eN*r en octubre de L967, es decir, dos años des- antropología como disciplina universitaria. Años después de aquellas tar-

28 29
des, traduje potvezprimera al castellano su artículo "El papel del clan en lnvontada para enajenar al pueblo. Dado que a Bolívar Hernándezy amí
la historia humana" que, se decía entre los estudiantes, era el avance de noB gustaba el futbol, solíamos asistir al Estadio de la Ciudad Universita-
un libro ideado para sustituir al de Engels, el famoso El origen de ln fami- rla para animar a los Pumas. Lo hacíamos a hurtadillas, para que nadie se
lia, la propiedad privada y el Estado (edición moscovita de la Editorial en cnterara de que poseíamos tan desprestigiada afición. Al ser Bolívar de
Lenguas Extranjeras). La última oportunidad que tuve de escuchar a Paul or¡gen guatemalteco y yo chiapaneco, disfrutábamos usando el voseo, lo
Kirchhofffue enL97L, en un Seminario sobre el México Prehispánico que que ciertamente nos identificaba como del rumbo sur. "Chiapas es nues-
dictó en la Escuela de Graduados de la Universidad Iberoamericana (la tro", me De la familia de Bolívar conocí a
decía, bromeando, Bolívar.
que estuvo, antes del temblor, en la Avenida de las Torres), acompañado " Bus padres y a su hermano Julio. Su padre, don Julio Hernández, vivía
de Ángel Palerm y de Pedro Carrasco. La sabiduría de Kirchhoff se volcó exilado en México, pensando en Guatemala y su paisaje. "Me gusta ir
en ese seminario, el último que dictaría, unida a la perspicaciateóticay n Chiapas", me decía Don Julio, "y pararme en la fronteta para ver los
critica de Palerm y de Carrasco. Teresa Rojas tuvo la paciencia y el buen Cluchumatanes". En no pocas ocasiones lo vi con los ojos mojados por las
tino de recuperar el contenido de ese seminario para editarlo en uno de lhgrimas cuando se acordaba de su tierra, tan ofendida, tan herida, por la
los Cuadernos de la Casa Chata con el tifirlo de Pincipios estructurales del lntr¡rminable sucesión de dictaduras militares, tan crueles todas.
México prehispánico (Cuadernos de la Casa Chata: 9L). Con Shoko Dodde hemos sido amigos a través de los años. Me gus-
Paul Kirchhoff murió en su departamento de la Ciudad de México trba visitarla en su casa porque siempre había un ambiente de paz, de
y con él desapareció el último de los grandes etnólogos difusionistas en tranquilidad, de dulzura. Se percibía la unión de los Dodde. Los padres
antropologia.Lo recuerdo hablando en un español "duro" pero perfecto, dc Shoko nacieron en el Japóny emigraron a México en donde encontra-
tanto en las aulas de la sI.rAH como en la Iberoamericana. Cuando dictó su ron la oportunidad de establecerse. Con ellos vivía la Obacha, la abuela,
seminario en esta última universidad, Kirchhoff solía hacer un intermedio que no hablaba castellano pero desparramaba cariño. Nos despedíamos
para tomar café.Laronda con él tenía lugar en el "café blanco" y solía ser tlc ella a la usanza del Japón, inclinando la cabeza y diciendo, "arigató,
provocativa, llena de anécdotas, de buen humor y de los grandes atisbos obacha". Obviamente en casa de Shoko se hablaba japonés, idioma que
de que es capaz un etnólogo excepcional. La Universidad Iberoameri- r¡lla domina. El padre de Shoko era el gerente del club japonés de México
y varias veces
*sacamos la tripa de mal año" al comer allí, espléndidamen-
cana estaba situada al fondo de la Avenida de las Torres en la Colonia
Churubusco de la Ciudad de México. Había en ella dos cafeterías: una, tc y, por supuesto, en calidad de invitados.
alfombrada, con mobiliario elegante y meseros de librea, llamada "elcafé La sNen que me tocó vivir, la de la segunda parte de la década de los
rojo", no por la orientación ideológica de sus clientes sino por el color de años 1960, conservaba el prestigio de ser uno de los recintos mundiales de
las alfombras; el otro era precisamente "el café blanco", de autoservicio, la enseñanza de la antropología. En efecto, con antecedes en aquella Es-
a piso pelón, espacio preferido por los intelectuales, maestros y estudian- cuela Internacional de Arqueología y Etnología fundada por Franz Boas,
tes, de la universidad jesuita. Con Pepe Lameiras, con Teresa Rojas, con cn la rNAH se habían graduado antropólogos de fama mundial como Mi-
Mari Jose Amerlinck, platicamos con Kirchoff en aquellos intermedios, guel Acosta Saignes (Venezolano), Carlos H. Aguilar (Costa Rica),4"tu-
que se convertían en sesiones apasionantes al momento en que Palerm y ro Monzón, Calixta Guiteras Holmes (Cuba), Evangelina Arana, Angel
Carrasco se unían a ellas. En este mismo "café blanco" solíamos reunir- Palerm, Claudio Esteva-Fabregat (Cataluña), Federico Katz (Austria),
nos con Ángel Palerm para discutir, o simplemente charlar y repasar los Román Piña Chán, Pedro Carrasco, Eusebio Dávalos Hurtado (que fue
sucesos cotidianos. Estos espacios fueron destruidos por el terrible tem- cl primer graduado de la BNes ent944. Pedro Carrasco fue el segundo, en
blor de 1979 que sólo dejó en pie la Biblioteca de la Universidad. 1945, año'd'é mi nacimiento), Alberto Ruz Lhuiller (el descubridor de la
'fumba de Pakal en Palenque), Javier Romero Molina, Florencia Müller
El deporte y su práctica eran considerados triviales por los estudian-
tes de la nNan que así seguían la orientación de los maestros en ese te- Jacobs, Johanna Faulhaber Kammann (Alemania), Ignacio Bernal y Gar-
rreno. Para algunos, el deporte era también una "actividad burguesa", cía Pimentel, Remy Bastien (Haití), Muriel N. Porter (Estados Unidos),

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expone con claridad meridiana su concepción antropológica y su idea de
una política práctica apoyada en el conocimiento antropológico. Aguirre
Beltrán ocupó varios puestos de gobierno a nivel federal: Director Ge-
neral del desaparecido Instituto Nacional Indigenista y Subsecretario de
Cultura de la Secretaría de Educación Pública. Fue Director General del
Instituto Indigenista Interamericano y Rector de la Universidad Veracru-
zana durante el sexenio de Adolfo Ruiz Cortínes. Como Rector desarrolló
uno de los programas editoriales más intensos que se recuerdan, lo que
repitió como Director del INt y como Subsecretario de Cultura al fundar
la serie Sepsetentas. Iniciando el año de L995, poco antes de su muerte, la
ciónd a identificación
Universidad Yeracntzanale organizó un homenaje. Fue la última vez que
que el alcanzósu más saludé a Don Gonzalo, como le decíamos.
teoría a. En el mundo

La experiencia escolar en la BNlrr

Los años del tronco común se pasaron pronto. Había que elegir una espe-
cialidad para continuar. Me uní al grupo de Pepe Lameiras, Teresa Rojas,
Lysis Fajardo, Matilde Chapa y varios compañeros más, para estudiar
ctnohistoria; En principio, me interesó la arqueología pero la perspectiva
dc encontranne con cierto profesor, famoso por arbitrario, hizo que me
dccidiera por etnohistoria. Fue una decisión acertada. Los maestros de
c¡ue disfruté resultaron espléndidos: Wigberto Jiménez Moreno, amplió
nuestro conocimiento del México Prehispánico a través de su erudición;
Carlos Mafiínez Marín, nos llevó por el México Colonial con fluidez y
solvencia; Rosa Camelo consolidó nuestro conocimiento de las institucio-
ncs coloniales; doña Concepción Muedra, una mujer elegante y alegre,
das en las obras completas que publicó el Fondo de cultura Económica crudita, nos enseñó a paleografiar; el maestro Ernesto de Torre, a la
sazón Director de la Biblioteca Nacional, nos transmitió su sabiduría y
cxperiencia en la investigación documental, enseñándonos a hacer fichas
bibliográficas y de hemeroteca, además de historia de México; Barbro
l)halgreen nos enseñó la importancia de la religión; Luis Gonzálezy Gon-
zllez nos dictó un curso memorable de Metodología de la Historia que
consistió en relatarnos cómo estaba escribiendo su más importante libro,
l'ucblo en vilo (edición de El Colegio de México). Aún recuerdo los con-
sc.ios de Luis Gonzálezy González de cómo escoger un tema de investiga-
ci(rn pensando siempre en la originalidad. "Lleven consigo una libretita y
irllí anotcn sus ideas que después trabajarán", nos decia, aconsejhndonos

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('urnolo, visitando conventos, iglesias y edificios coloniales en general.
('uundo leo los nuevos trabajos sobre el pasado de México, vienen a mi
nrcmoria las enseñanzas recibidas en aquellos viajes y me doy cuenta de
ct¡f¡n afortunada fue mi generación al contar con profesores que sentían
nu vocación de enseñar y la practicaban a fondo. Además, Navarrete nos
introdujo ala práctica de una arqueología que se apoya en la etnografía
y cn las tradiciones de la gente. No deshecha esa arqueología la sabiduría
popular sino que la incorpora para inquirir en el pasado, para averiguar
c(rmo eran las sociedades que dejaron los restos con los que trabaja el ar-
queólogo. Arturo Warman era nuestro profesor en un curso llamado Teo-
ría del Folklor, mientras fungía como compañero en las clases de náhuatl
que dictaba Wigberto Jiménez Moreno. Lejos estaba Arturo en aquellos
uños de su posterior interés por el campesinado como tema de estudio.
Más bien se perfilaba como uno de los más importantes etnomusicólogos
del país. Había fundado, junto con Irene Vázquez, la serie musical del
INAH, una colección de discos que ha difundido la música mexicana por
todo el mundo. En el momento en que era nuestro profesor, la actividad
del etnomusicólogo era el oficio de A¡turo Warman. Lo recuerdo graban-
do en Tlayacapan, Morelos, a la banda del maestro Antonio Santamaría,
los sones chinelos. No fue una sorpresa entonces que Arturo Warman
se haya graduado de antropólogo en la pNau presentando como tesis un
estudio sobre la Danza de Moros y Cristianos, que es actualmente un
estudio clásico de la antropología mexicana. AI egresar, Arturo decidió
seguir la orientación de Angel Palerm y dedicarse al estudio de los cam-
pesinos y la teoría asociada. Su primer libro ya con esta orientación es Zos
campesinos: hijos predilectos del ré§men (edición de la Editorial Nuestro
Tiempo), texto en el que elaboró una crítica demoledora de las políticas
de Estado hacia los campesinos mexicanos. Como profesor de Teoría del
Folklor, Warman nos hizo leer a los teóricos brasileños y a autores mexi-
canos como el clásico Vicente T Mendoza, a quien Guillermo Bonfil se
refería como "Don Vicentete".
Las lecciones de náhuatl con Wigberto Jiménez Moreno iban más
allá del puro aspecto lingüístico para convertirse en amplias discusiones
acerca de la cultura nahua. Gracias a esas lecciones de Jiménez Moreno
logré captar conversaciones con los campesinos de habla nahua del va-
lle de Chalco-Amecameca y del poblado de Tetelcingo, muy cercano a
Cuautla, en el estado de Morelos. A través de la enseñanza del náhuatl,
Jiménez Moreno discutía las características de las culturas del México

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antiguo, ampliando así no sólo el curso sino nuestra visión de la situación prcsencia cercana, familiar. Lo paradójico es que nunca he estado en el
prehispánica. Finalmente, Guillermo Bonfil nos ofreció un curso sobre Perú, país que me sigue pareciendo entrañable. Es algo extraño. Cuando
lcí a José María Arguedas, sufrí con la angustia de este gran antropólogo
y escritor, pionero en el estudio comparado de AméricaLatinay España.
Arguédas es un escritor de gran envergadura. Sus novelas exploran hasta
el más recóndito rincón del alma humana. Su tendencia suicida, expresa-
da por él mismo, es angustiante cuando uno lo lee. Su discurso por el mes-
tizaje es una de las piezas antropológicas más complejas escritas por un
antropólogo latinoamericano. Así mismo, la lectura de Carlos Mariátegui
fue muy importante en mis años de estudiante. Su libro Sicte ensayos sobre
la realidad peruana constituye una reflexión que me alentó a profundLar
en el pensamiento de Latinoamérica. Es cierta la impronta dogmática en
ese texto de Mariátegui pero allí está su penetrante inteligencia para ob-
sewar las peculiaridades de los pueblos complejos de América Latina.
La demanda estudiantil más importante por aquellos días era el fi-
nanciamiento de las prácticas de campo. A cada estudiante se le asigna-
ban $30.00 pesos diarios, para sufragar sus gastos mientras recibía ins-
trucción en el campo mismo. Así mismo, los estudiantes demandábamos
financiamiento para continuar el programa de publicaciones que incluía
el interés por el estudio de la situación colonial, haciéndome ver que no a la revista Tlatoani, el periódico La Infantería ("sale cuando puede") y la
era un simple pasaje histórico sino un momento de formación de nuevas colección de libros..4ctaAnthropoló§ca. Como parte del proyecto edito-
sociedades, además de que seguía vigente. rial de aquel año publicamos el libro de André Gunder Frank Desarrollo
En el año de 1967 fui electo presidente de la sociedad de Alumnos del subdesarrollo. Thmbién, como parte del mismo programa, publicamos
una serie en mimeógrafo en la que incluimos, por ejemplo, el curso de
Introducción a la Teoría Etnológica de Angel Palerm, antes de que lo
publicara la Universidad Iberoamericana.
Una mañana de 1967, qruizá en junio, me encontraba en la oficina
de la Sociedad de Alumnos, el cubículo Guyen Van Tioi, cuando entró
Técnico, virgilio caballero pedraza, como secretario de prensa y publi- Antonio García de León Griego con su jaruna en la mano. Estaba tan
caciones,Iris Pozas Horcasitas, "cuca", como secretaria de Intercambio molesto que la lengua se le hacía nudos. Conforme se calmó fuc capaz de
Estudiantil, entre los que recuerdo. Fomentamos las relaciones con estu- relatarme el motivo de tan grande irritación, como aquella que le sacudía
el alma. Me fui enterando que el Profesor X, había c<lntratado a un gru-
po de estudiantes para elaborar etnografías. Con un adelant<¡ del pago
convenido, varios estudiantes ellos, Toño- s¿¡lieron a diversos
-entre
rumbos del país para hacer trabajo de camp«r. El ticmpo pasó y el resto
de los viáticos y sueldo nunca llegó. Toño cstaba por su tierra veracÍuzana
y, por supuesto, "no veía claro". Un buen día decidió regresar al or pero
se encontró con los bolsillos vacíos. Sólo tenía su jarana. Ese bendito

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instrumento fue su salvación. Abordó el famoso "tren pollero" y de va- cntraran. El día señalado, la mayoría de los estudiantes nos sentamos on
gón en vagón se la pasó cantando para juntar los centavos: "pobrecita el suelo, frente a la puerta del Museo Nacional de Antropología, mien-
guacamaya/ ya no tiene que comer/ se acabaron las pitayas/ y ora sí, qué tras escuchábamos a los oradores designados. Entre estos se encontraba
comerálVuela, vuela, vuela/ Vuela, vuela ya/ Pobrecita Guacamaya/ Ora un estudiante procedente de Veneztrela, Enrique LaFontaine, cantante
sí qué comerá". La canción se ajustaba a la propia situación del intérpre- y poeta, hábil en la ejecución de la música llanera acompañado de un
te. Y así cantando en aquel legendario tren, de tan popular prosapia, pero "cuatro". Aquella tarde pronunció un discurso cuyo inicio se hizo famoso
más lento que la justicia mexicana, llegó el buen Toño al or para protes- entre los estudiantes. Con gesto solemne, levantando el brazo derecho,
tar y solicitar la intervención de la sociedad de Alumnos. Los primeros sentenció: "Vientos huracanados azotan las costas de América". Se refe-
indignados fuimos los miembros del comité Ejecutivo quienes, prestos, ría,por supuesto, al creciente sentimiento antiimperialista que se profun-
citamos a una Asamblea Extraordinaria para examinar el caso. Lo que rJizaba y se extendía en las sociedades de Latinoamérica. Durante estos
habíapasado era una afrenta para todos los estudiantes. La decisión de la mítines o en las asambleas, era frecuente escuchar a Judith Reyes cantar
Asamblea correspondió al tamaño de la ofensa: el Profesor X fue expul- versos contra la guerra, como aquellos que decían, "Din Dang, Vietnam;
sado de las aulas de la BNes. En mi calidad de Presidente del comité Eje- Din Dong, Vietcong", que eran coreados con singular entusiasmo, amén
cutivo de la s¿nNen, me tocó comunicar, no sin cierto pesar, al profesor en de arrancar los aplausos y los vivas de los estudiantes.
cuestión la unánime resolución estudiantil. Así que bajé alos sótanos del Si la guerra de Vietnam nos preocupaba, no loera menos la situación
Museo Nacional de Antropología e Historia para dirigirme al cubículo de América Latina, nuestra casa común, el continente de los gorilatos. La
del profesor de marras. Al escucharme sólo movió lacabeza. "Me atrevo Revolución cubana inspiraba las ideas del cambio. Las guerrillas en Vene-
a sugerirle, con todo respeto, que no se pare usted por la Escuela,,, le dije. zuelay en Guatemala eran vistas como los próximos movimientos triun-
Tengo entendido que así sucedió. fantes. A través de la Sociedad de Alumnos organizamos varios ciclos de
La guerra de vietnam había alcanzado en el año de 1967 un alto nivel conferencias para analizar el contexto de Latinoamérica. "Semanas de
de violencia. cada día, más soldados norteamericanos se involucraban en Solidaridad", le llamábamos. Una de las más concurridas fue la semana
ella sin que se perfilara, ni remotamente, un arreglo. El destrozo causado dedicada a Guatemala. Tirvimos el privilegio de escuchar a Luis Cardozay
por la guerra era impresionante. como sociedad de alumnos organiza- Aragón, autor de un texto cumbre de la prosa latinoamericana: Guatema-
mos muchos actos para informarnos acerca de la guerra, además de otros lu. Las líneas de su mano (edición del Fondo de Cultura Económica). Allí
que nos servían para expresar nuestro rechazo a tamaña agresión contra cstuvo Rodrigo Asturias, el hijo de Miguel Ángel lsturias, premio Nobel
un pueblo de campesinos cultivadores de arroz. Mario Ríos, un compañe- dc Literatura. Rodrigo fundó el Ejército Guerrillero de los Pobres (rcr)
ro que estudiaba antropología física, a quien apodábamos ,.El Soldado,, t¡ue actúo en Guatemala. El filósofo Luis Valcárcelcontribuyó a explicar-
porque era militar, nos explicó el tipo de armas y las estrategias de ambos nos qué pasaba en su país. Esas semanas fueron acercándonos al resto de
bandos en aquella guerra. Dado que la BNes estaba situada en un lugar América Latina y contribuyeron a forjarnos un sentido de identidad con
tan concurrido como el Museo Nacional de Antropología, decidimos de- Ios pueblos al sur del Continente. Se fue estirnulando la idea de que "todo
mostrar nuestro rechazo al martirio del pueblo vietnamita con acciones México es frontera", es decir, una nación interpuesta entre los Estados
que llamaran la atención. Adolfo "Fito" sánchez Rebolledo propuso lo Unidos y el resto de América Latina. Las Semanas de Solidaridad nos
que para nosotros constituía una nueva forma de protestar: organizar iryudaron a entender el contexto en el que el propioMéxico estaba inscri-
un seat inn. LF;n qué consiste?, preguntamos varios. Fito explicó que se Io. Al escuchar a intelectuales provenientes de pahes en apariencia tan
trataba de una forma de protesta puesta en práctica por los estudiantes tlistantes, nos dimos cuenta de que, además de laspeculiaridades de cada
norteamericanos que consistía en sentarse en el suelo frente a algún edi- ¡l¿rción latinoamericana, hay una historia cornún que nos atraviesa y nos
ficio importante. como el Museo era esa clase de edificio, decidimos or- intcgra. Fue una gran lección oír a Luis Cardozay l,ragón, una voz gran-
gantzar el seat inn en la explanada del mismo , para evitar que los turistas tlc, gcnio peculiar nacido en la entraña de un paístan desesperadamente

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cercenado como lo es Guatemala. Leer, de Cardoza y Aragón, Guatema- Cusión acercadel llamado "modo asiático de producción" estaba
no sólo
la. Las líneas de su mano fue conmovedor, sobre todo en el contexto de vigente sino en su punto más álgi de la
aquella Latinoamérica de mis días estudiantiles. teiría hidráulica dé Wittfogel aso ental'
Fuera de la actividad de la Sociedad de Alumnos, un grupo de estu- Et campo marxista estaba ilara-" taban
diantes solíamos juntarnos para discutir lecturas. Me parece que era los lu legitimidad del concepto "modo asiático d
días jueves, por la tarde, que funcionaba ese círculo con Pepe Lameiras, rcchazaban, alegando que Marx no había me
Tere Rojas, Antonio García de León (que iba un año delante de noso- A esta primera división, se agregaba otra: la
asiático de
tros), Brixi Bóehm, Javier Guerrero, Stela Quan,Beafiiz Bueno y qtaá "oxplicaciones" acerca de la éxistencia del misterioso "modo
otros más que no he logrado recordar. Estas discusiones complementa- producció
ban las que teníamos en la cafetería del Museo, la única que nos quedaba glés en el
"a mano". La eNarr mmo tal no contaba con una cafetería, así que la del una ampli
propio Museo se convirtió en un espacio muy frecuentado por lo menos maxistas sino entre quienes se dedi
por quienes más intensamente participábamos en la üda estudiantil de la Oriente. Wittfogel erá especialmente ácido en sus comentarios respecto
gama
escuela. Otra opción se encontraba en una esquina del estacionamiento u los partidos cómunistal o el régimen soviético. Para una amplia
del Museo que da ala Calzada de la Milla, en donde había un puesto de dc mánristas y de comunistas, Wittfogel era un traidor, colaborador con
tortas, dulces, refrescos y café. El ambiente en ese puesto era agradable, cl imperialismo en plena guerra ftia, además de confidente de los apara-
del
además de que las tortas tenían un sabor de ensueño y eran baratas. Allí tgs rápresivos del Éstado norteamericano, incluso durante la época
conversábamos alejados del bullicio de los turistas que abarrotaban el ¡rlu"uriir-o. La noche de Ia conferencia en la rNtH, el Auditorio Fray
Museo Nacional de Antropología. En aquellas cafeterías "componíamos Bernardino de sahagún se llenó de un público entre curioso y morboso,
el mundo", dando rienda suelta a nuestra indignación por las injusticias pero de cualquier forma interesado en escuchar a Wittfogel- Había una
de las que la prensa nos informaba diariamente. Éramos buenos lectores ospecial expeitativa porque se presumió la presencia de Paul Kirchhoff,
del periódico pues la televisión aún no estaba tan difundida como en la u niig.ro amigo y correligionario de Wittfogel,

actualidad. Personalmente, me atraianlos editoriales de Daniel Cosío Vi- por áif"reocias políticas. Recibí a Wittfogel y
llegas enelExcélsior de Julio Scherer, o los textos de Víctor Rico Galán, cn la puerta de la Escuela, acompañado de
publicados en la revista Siempre! dirigida por José Pagés, "El Jefe", un ciedaá de Alumnos. "Bienvenido a la Escuela Nacional de Antropología
periodista tabasqueño, muy presente en el México de aquellos años. Allí o Historia" dije- mientras nos estrechábamos las manos y Palerm
leíamos también a Pepe Alvarado y a un reaccionario respetable como lo
-le
lo traducía el saludo. Atravesamos el espacio que media entre la
puerta
fue don José García Naranjo. Fedro Guillén, mi paisano, también escri- tle la BNen y la del Auditorio al que entramos en medio de un murmullo
bía textos interesantes al lado de Luis Suárez, José Natividad Rosales y de expectaóión. Subimos al presidium, sentándome en medio de
Palerm
Alberto Domingo. que quedó a mi izquierda yhe Wittfogel, a mi derecha. Dirigí Ia mirada
Uno de los acontecimientos más señalados de aquel año de L967, liacia la sala abarrotada, creo que c)n un gesto de solemnidad,logrando
mientras fungí como Presidente de la senNas, fue la presencia en la eNAH que se apagaranlos murmulloJmientras el silencio denotaba la ansiedad
de Karl W. Wittfogel. A instancias de Ángel Palerm, amigo de Wittfogel, general p-u q,r" se iniciara la conferencia. Aún recuerdo vivamente a
conseguimos que este último nos dedicara una conferencia, aprovechan- ítog", Bartra y f,*iq.r" Semo -por aquel tiempo, dirigentes del Partido
do su estancia en el or. La expectativa que causó el anuncio de la confe- Coirunista lvté¡canó-, sentadoi en primera fila, atrayendo varias de las
rencia de Wittfogel creció conforme se acercaba la fecha. Por supuesto, miradas del público. Por momentos, no daba crédito a 1o que sucedía.
A
el interés por escuchar a tan señalado personaje rebasó las fronteras de mi lado, ,"rüdo en el presidium de aquel Auditorio tan entrañable, tenía
la Escuela. Era de esperarse que eso sucediera. En aquellos días, la dis- a Karl W. Wittfogel, aiumno directo de Max Weber, e implacable
crítico

4L
40
del marxismo que había sido su punto de vista durante sus años juveniles,
Clomo presidente de la Sociedad de Alumnos, en varias ocasiones en-
como miembro del Partido comunista Alemán. En la generalidad
de los cnbr:cé comisiones de alumnos -<uando no al Comité Ejecutivo-, er
trabajos dedicados a discutir el "modo asiático de pro-ducción,, la
o lla_ ontrr:vistas con Alfonso Caso en su despacho del Instituto Nacional In-
mada sociedad Hidráulica, se hacía referencia a los tiabajos de
wittfogel, tllgr:nista. En verdad, Caso fue, hasta su muerte, una especie de cacique
además de discutirse su biografía y su posición política. En aquel
-o-ár_
to, la ideologización de las ciencias sóciales pérmeaba la diicusión
de la antropología mexicana. Contó con el respaldo de los presidentes de
pro_ lu República, siendo el responsable de la aplicación de la política indige-
piamente académica. por todo ello, la pr"r"rriiu de wittfogel
en la nNlr¡ nista del Estado nacional mexicano, hasta que fue sustituido por Gonzalo
era un acontecimierto seña-lado y, por supuesto, una buená nota para
la Aguirre Beltrán. Alfonso Caso también manejaba los asuntos de la nN,qH
Mesa Directiva de la Sociedad de Áumnos.
y del rNnu en general. Es decir, los directores de esas instituciones no
Inicié el evento explicando por qué se inütaba a Karl wittfogel, la
¡¡c atrevían a tomar decisiones importantes sin antes consultar con Don
importancia de la discusión aceréadelas ilamadas sociedades hidráulicas
Alfonso. Se tenía a Caso como un verdadero sabio, lector de códices,
y.el momento particular por el que atravesaba el pensamiento
marxista, urqueólogo, etnólogo, antropólogo social y hasta lingüista y antropólogo
dividido ante el problema del modo asiático de producción. sin duda _
l'fsico. Caer de la gracia de Don Alfonso era la muerte, el ostracismo, la
dije- teníamos ante nosotros a una de las grandés figuras de las ciencias imposibilidad de conseguir trabajo. El descubridor de la Tirmba vu de
sociales, se estuüese o no de acuerdo s^ planteJmientos. Enseguida, Monte AIbán, Oaxaca; el autor de El pueblo del sol (edición del Fondo de
"on
cedí la palabra a Ángel palerm, que fungió pr..*tuáor de wittfo- Cultura Económica) fungía como tlatoani de los antropólogos de México.
"ó-otráducido po, Á"g"r
gel y como traductor. por fin, habló wittfogel,
No tardamos los estudiantes en descubrir semejante situación. Decidimos
simultáneamente. euienes hayan leído el nueve aé H aesiotxmo "uri hablar con él para, sin intermediarios, hacerle llegar nuestros puntos de
"ufítrlo
oriental (existe una edición española, publicáda por Revista de ociidente), vista y nuestras demandas. He de decir que Don Alfonso fin, ducho
tendrán una idea bastante cercana al contenido de la conferencia
dictada cn el oficio- nos recibió cada vez que lo solicitamos. Era -alun hombre
por wittfogel. un momento especialmente irritante para el público
llegó corpulento, ágil de mente, sagaz, consciente de su papel de'Jefe máximo"
cuando wittfogel pronunció su conocida acusación i Muo y Engeh,
áe de los antropólogos mexicanos. Es posible que guardara sentimientos en-
que habían cometido un pecado contra la ciencia por haber.Jocultado,,
la contrados con respecto a Paul Kirchhoff a quien, qrúzá,llegó a envidiar.
existencia del modo asiático de producción. se extóndió en ello afirmando
Como quiera que sea, Caso nunca toleró la disidencia ni que se pusiera
que el despotismo característico de oriente (según sus palabras)
guarda en duda su liderato. Tuvo la capacidad de gastar largas horas hablando
estrecha semejanza con el régimen socialista. lf ientras ^wittfogel-habla_
con nosotros, dándonos "atole con el dedo", aconsejándonos cómo prac-
ba, los manistas del público se removían en sus sillas y algunos
apuntaban ticar la profesión de antropólogo. Solía contarnos chistes en los que la
afanosamente palabra por palabra todo lo que el coáfer"encista
decía. AI historiadora Eulalia Guzmán era la protagonista. Un día, creyendo que lo
término de la conferencia, anuncié que se abría el espacio para el
debate. pondríamos en aprietos, le preguntamos: áSe acabarán los indios? "No",
Tbve.qyg hacer un gran esfuerzo para controrar er pandeáonium
que se contestó de inmediato, "porque se terminaría michamba", rompiendo en
armó. Aún no sé como logré ordenar las intervenciones y acallarlos
gritos carcajadas. Don Alfonso fue quien influyó para que abandonaran el país
indignados de los ofendidos. Er debate fue intenso y rudi" cedió. pero
al tres figuras importantes de la antropología: Pedr«l Carrasc«r, Pedro Ar-
final, una ovación coronó el evento. salimos airosoi. Más tarde,
mientras millas y Angel Palerm. De los tres, sólo Angcl regresó a México en 1965
cenábamos inütados por palerm, wittfogel me confió que
había quedado a instancias de la Universidad Iberoamcricana, que lo invitó a reformar
contento_con la e¡perie cia y un tanto sorprendido pór h
erudición del la enseñanza de la arrtropología. Con rcspecto a nuestras conversaciones
público. La eN¿n le dejó un "buen sabor de boca,, pá.q.r"
se discutió en con Caso, he de decir que gracias a ello la Sociedad de Alumnos obtuvo
orden y con conocimiento de lo que se hablaba.
los recursos suficientes para mantener el programa de publicaciones, los
apoyos para el trabajo de campo de los estudiantes y hasta un desvencija-

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do Jeep Willis que llegamos a usar Guillermo Bonfilyyo, cuando recorri- En aquella Sección
mos la región de Chalco-Amecameca y el estado de Morelos.
¡¡rtn animador de los Congresos de Americanistas.
iic Antropología que hoy es el Instituto de Investigaciones Antropológi-
El Director de la n¡¡en en aquel año de 1967 era el antropólogo físico crrs de la^uNervr, trabajaban antropólogos tan reconocidos como Mauri-
Felipe Montemayor, famoso por sus excentricidades pero también por cio swadesh, Eduardo Noguera, José Rendón, Paul Kirchhoff, Fernando
sus contribuciones a la antropología física. Durante el día, con el sol de que recuerdo'
! torcasitas, Santiago Genovés, Evangelina Atana, entre los
la mañana, Felipe fungía como Director de la eNe¡r. Pero apenas caía la t)osde el primer día de trabajo, Guillermo Bonfil me asignó tareas: leer
noche se transformaba en el pianista de un cabaret elegante. Felipe dis- y l'ichar aios cronistas de la Colonia, según los temas que él investigaba;
frutaba de esos momentos como si fuese un niño con juguete nuevo. Fue
iccr y fichar los libros que me señalara; acompañarlo al trabajo de campo
un personaje, en verdad, sensacional. Con Isaac Teitelbaum asistíamos al y, lo más importante, ásistir con él a la cafetería de la Facultad de cien-
Consejo Técnico de la Escuela en calidad de representantes de los estu-
cius Políticas y Sociales, en la Ciudad Universitaria, todos los días a partir
diantes. Felipe Montemayor presidía ese Consejo en su papel de Director
tlc las once dé la mañana. La hora de entrada era las ocho de la mañana y
de la nNe¡r. Al mismo, asistían los representantes de los profesores que,
lu salida a las tres de la tarde, para asistir a clases a partir de las cuatro' La
en la mayoría de los casos, eran aliados nuestros. Si había algún asunto llr:gada a la cafetería de Ciencias Políticas, situada cerca de los locales en
difícil, la verdad es que los mismos profesores y el Director de la Escuela, tloáde trabajábamos, me producía una emoción particular. En esa cafe-
hacían todo lo posible para resolverlo. Incluso, hasta exámenes para in-
toría tuve laoportunidad de escuchar a quienes en aquel momento for-
gresar a la nNau, de estudiantes que llegaban fuera de fecha, nos aprobó
maban la genéración innovadora de la sociología y las ciencias políticas
Felipe Montemayor. cn México. Bonfil era amigo de todos ellos: Víctor Flores Olea, Enrique
GonzálezPedrero, Juan Brom, Pablo González casanova, Enrique Gon-
,iltlezCasanova (que sería director del clrsas) yvarios más, entre ellos, los
Las primeras experiencias profesionales llumnos que más estrechamente trabajaban con los maestros menciona-
tlos, como José María Calderón. Las horas pasaban sin que nos diéramos
En el mismo año de L967 tuve mi primera experiencia como asalariado. .u.ntu, en medio de una conversación que por lo generalversaba sobre los
Fui contratado como ayudante de investigación por Guillermo Bonfil para
¡rcontecimientos políticos del momento. El conflicto chino-soviético era
trabajar con él en el proyecto sobre patrones de asentamiento que desa- uno de los temas recuffentes junto con la preocupación por la fragmen-
rrollaba en la Sección de Antropología del Instituto de Investigaciones tr¡ción del marxismo. El maoísmo se extendía por toda América Latina
Históricas de la uuev. Mi salario era de mil pesos al mes, menos cincuenta dcsafiando a los partidos comunistas afiliados al Partido Comunista de
pesos de descuentos, lo que para un estudiante era magnífico. Además,
por trabajo de campo, recibí cincuenta pesos diarios, más que suficientes
ll Unión Soviétici. Las guerrillas ampliaban sus territorios de acción y
la discusión ideológica se intensificaba.Lalucha de clases era concebida
en el México rural de aquellos años. Conocí a Guillermo Bonfil como mi como la vía del cambio social, aunque Bonfil insistía en las particularida-
profesor en la nNaH, en un seminario sobre la cuestión colonial que se dos de las reivindicaciones étnicas. Las tesis del colonialismo interno se
prolongó en la Escuela de Graduados de la Universidad Iberoamericana. i¡l'inaban en los labios de su autor, Pablo González Casanova, sentado a
Al plantearle a Bonfil mi necesidad de trabajar, me propuso la ayudantía la mesa, discurriendo con Su café enfrente. Cuando volvíamos al cubículo
mencionada. La entonces Sección de Antropología estaba dirigida por cra la hora de salida. Juan Comas nos recibía literalmente gruñendo y
otro republicano español, el antropólogo físico Juan Comas, autor del con su peor expresión en el rostro. Le incomodaban aquellas discusiones
Manual de Antropología Física (con un apéndice Stadístico escrito por tlc café porq.ré t" parecían una "perdedera" de tiempo. En verdad, Don
Felipe Montemayor, edición del Fondo de Cultura Económica,1957), en .luan noi tenía catálogados como unos irresponsables, alérgicos al trabajo
donde estudiamos muchas generaciones de jóvenes ingresados a la ENAH. y clicharacheros en Él se la pasaba encerrado en su cubículo y
Además, Comas fue un historiador de la antropología en México y un "*tr.-o.
soto salía para dar de golpes en el nuestro, exigiendo silencio en cada

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r

ocasión en que nuestras carcajadas se esparcían por los pasillos de la Sec- mientras se celebraba la feria. Después de recorrerlo, tomando notas y
ción de Antropología. Don Juan Comas eta un buen hombre, entregado fotos, nos instalamos en una carpa para disfrutar de las botanas, las cer-
completamente a su tarea, sólo que, extraño en un catalán, nada afecto a vezas frías y los corridos. En medio de "La Tirmba de Villa", "El Corrido
las mesas de café. Fue un periodo espléndido. Tuve la oportunidad de tra- de Ignacio Bernal" o "Gabino Barreda", algo pudimos conversar. Como
bajar con uno de los antropólogos más importantes de AméricaLatina, corresponde a un estudiante que no sabe distinguir cuándo termina el
Guillermo Bonfil, y con uno de los nahuatlatos más distinguidos como trabajo, tenía acicateado a Guillermo con preguntas, referencias biblio-
lo fue Fernando Horcasitas, a quien auxilié en la preparación de su obra gráficas, cuestionamientos. En un momento, con tono de solemnidad, le
magna, Tbqtro náhuatl (edición de la u¡¡a¡r,t en cuatro volúmenes). Com- pregunté: "Maestro, ócuál es la lección de la antropología?" Me contestó
partía el cubículo con Bonfil y Horcasitas. Invariablemente el primero mientras se reía, con la cefveza en ristre: ".,{ndrés, la lección de la antro-
en llegar a las ocho de la mañana era yo. El siguiente solía ser Horcasi- pología es que la ilusión siempre retoira". Para agregar, bromeando,"yya
tas y por último Guillermo Bonfil, que hacía su entrada a las diez de la deje de joder y bébase su cerveza".
mañana. El proyecto de investigación de Bonfil se titulaba algo así como Muy pronto, Guillermo derivó del análisis de los patrones de asen-
"Patrones de asentamiento en Ia región de Chalco-Amecameca", tema tamiento al estudio de los graniceros, "los que trabajan con el tiempo".
que reunía dos conceptos que por aquel entonces despertaban el inte- En el periodo de prácticas de campo de la ¡Nes en el año de L967, va-
rés antropológico: región y patrones de asentamiento. Pero a Guillermo rios estudiantes salimos con Bonfil a la región de Chalco-Amecameca.
Bonfil le interesaban también las prácticas religiosas, las creencias, los Además, en mi caso, asistía también en mi calidad de ayudante de in-
mitos y las leyendas. Gracias a su guía, leí bastante sobre esos temas. Thm- vestigación. El grupo lo formamos Teresa Rojas, Javier Guerrero, Isaac
bién exploré a los Cronistas de Indias, tanto para buscar referencias gene- Teitelbaum, Carmen Anzures, Beatriz Bueno, Lilia González y María
rales a Chalco y Amecameca como particulares al mundo sobrenatural. Montoliu, muerta prematuramente en la flor de su juventud. En aquellas
En los periodos de vacaciones recorrimos la región que aún era lejana del prácticas nos quedamos en las cabañas de Popo Park. Me tocó compartir
Distrito Federal. La estrecha carretera serpenteaba por las estribaciones una cabaña con Javier Guerrero, con quien solía conversar a la luz de los
montañosas del Valle de México, atravesando pueblos que me encontraba leños de la chimenea, mientras tomábamos ron o tequila con botana de
en mis lecturas de los Cronistas. Circulábamos por la recién hecha auto- queso regional. Comíamos en donde caía. Muchas veces hicimos el viaje
pista a Puebla para desviarnos hacia Chalco, pasar a Tlalmanalco, cuya hasta Cuauhtla para comer. Alguna ocasión comimos en el restaurante de
Capilla Abierta es una maravilla, y llegar a Amecameca de Juárez. Todo Pacoplá, disfrutando de la cocina catalana, pues la madre del buen Paco
un acontecimiento. La visión de los volcanes me producía un sentimiento guisaba formidable la escudella, el conejo al ajo, los guisos de alubias y,
particular. Pocos kilómetros delante de Amecameca estaba el Popo Park, por supuesto, ese postre de otro mundo que es la crema catalana.
en donde nos hospedábamos, rentando cabañas al Restaurante Español, Lapráctica de campo en Chalco-Amecameca constituyó un aprendi-
propiedad de Francisco Plá, a quien Guillermo llamaba Pacoplá, esta- zaje completo. Si con Palerm aprendí a leer antropología, con Guillermo
llando de risa. iQue días! Para mí, como estudiante, aquella experiencia Ilonfil supe'lo que es el trabajo de campo. Con Guillermo recorrimos
era invaluable. Cada día creció mi admiración y afecto por Guillermo desde el mes de mayo de 1967 la región de Chalco-Amecameca palmo
Bonfil. No dejaré de reconocer su generosidad al compartir conmigo su a palmo, mientras que la práctica de campo se llevó a cabo en los meses
sapiencia antropológica, su sensibilidad ante la creatividad del pueblo, su l'ríos de octubre y noviembre. Atestigüé, mientras aprendí, cómo Bonfil
orientación hacia la gente y su compromiso con una disciplina que fue su rlcsarrollaba una formidable capacidad para conversar y acercarse a la
pasión. Su trato fue, en todo momento, el de un amigo y un colega. Dis- gcnte, y disfrutar de todo ello. Conversando descubrió a los graniceros, a
fruté mucho su compañía y aprendí con él a practicar una antropología rlon Francisco Maya, el sabio de Tepetlixpan, conductor de la Gran Ce-
cercana a la gente de carne y hueso, no a supuestos "actores". IJn día, rcmonia para invocar la lluvia en la cueva de Alcaleca, en las faldas de la
el dedicado a San Rafael, llegamos a ese pueblo del Estado de México "volcana", la "mujer dormida". En aquellos pueblos nahuas conocimos a

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fichas. La etnografía es la continuación de este ejercicio y es consecuencia
Alejo, el hombre-pájaro de Atlatlahucan, guía de rezos y diestro director
clcl trabajo de campo y fase ineludible para elaborar la teoría antropoló-
de añejas danzas de la Corporación de las Cruces, organización religiosa
gica. La plática subía de intensidad porque ambos comparábamos nues-
anclada en el tiempo inmemorial del mundo indio de México. El destino
tras notas, asombrándome ante la capacidad de Bonfil de registrar hasta
de estos hombres es trabajar con el tiempo, manejarlo a través del ritual y
trascendiendo la condición humana, la cultura en verdad, introducirse en
cl más mínimo detalle. 'óEstá usted cansado, Andrés?", solía decirme
después de una larga sesión nocturna. "No, maestto" era mi respuesta
la naturaleza.Todo para garantizar el ciclo del marz,la ancestral planta
invariable. La conversación continuaba en alguna de las cabañas a veces
sagrada de las culturas originales de México. Aquí Guillermo Bonfil fue
hasta atisbar la madrugada, en aquellos bosques fríos de cáfido recuerdo.
hilando su concepción del México Indio, de una civilización que nunca
Thrdamos en dejar de usar el "usted" en el trato entre nosotros. Ello no
estuvo en retirada, mientras caminaba aquellos pueblos, se confundía con
llegó sino hasta 1968. Mientras tuümos la relación profesional y la de
Ia gente en las peregrinaciones y los cantos o en el bullicio de los merca-
maestro-alutrlno, aun con la amistad tejida a diario, Guillermo fue un
dos, con su inseparable cámara colgando al cuello. Y también, mientras
guía intelectual, de lo que no sólo me siento satisfecho sino orgulloso.
compartía las tortillas, el chile y los frijoles alrededor de los tlacuiles en
Aprendí con él que la antropología es una de las vocaciones más comple-
las cocinas campesinas. Aquí, en estos días de Chalco-Amecameca, atis-
jas en ciencias sociales, en donde el trabajo de campo es el primer paso
bé la lección que Bonfil transmitía: se trataba de descubrir las historias
para afirmar la cultura del otro y negár la propia para después negar la
negadas, de recuperar identidades reales a través de lo que él llamó una
antropología testimonial. No se trata sólo de escribir la elaboración que
cultura del otro y afirntar la ptopia. Es una interrelación dialéctica. Su
rcsultado es la elaboracién del conocimiento antropológico, la reflexión
de Ia realidad logra un antropólogo, sino de ofrecer a la antropología
acerca de la condición humana y la variedad cultural. "Puede uno volver-
misma como vía de expresión de la alteridad cultural. No se trata de hacer
se esquizofrénico, Andrés", me decía Guillermo Bonfil.
chocar a las culturas, como quiere Samuel Huntington, sino de acercarlas
por medio del mutuo conocimiento. La relación con los graniceros se Un día de febrero de 1968, en uno de los tantos recorridos que hicimos
con Bonfil, viajando sin un rumbo establecido, seguimos por la carretera
hlzo a tal grado intensa que Bonfil olvidó su primer propósito de estudiar
que de Amecameca va hacia Cuauhtla, estado de Morelos. Al llegar a la
patrones de asentamiento. Me sumergí en esa intensidad, ávido por saber
desviación hacia Atlatlauhca, Bonfil decidió seguirla para averiguar hasta
quiénes eran aquellas gentes. Bonfil cometuó a elaborar, en medio de
aquellos pueblos, su noción de la situación colonial y su teoría del control
dónde terminaba. Era una carretera vecinal pavimentada pero esttecha.
Por ella llegamos a Atlatlauhca y Totolapan, cuyos conventos nos llama-
cultural que expuso en un ensayo clave en la historia de la antropología en
r<¡n la atención. Finalmente, alcanzamos Tlayacapan, cuyo imponente
México: "El concepto de indio en América: una categoúa de la situación
convento franciscano destaca por sobre el paisaje. Estacionamos el jeep
colonial" (enAnales deAntropología, México, uNAM, l972,vol. x). Previo
de la ruan frente al atrio de la Iglesia y nos dirigimos a conocer el edificio.
a ese ensayo, Bonfil escribió acerca de los graniceros en "Los que traba-
jan con el Tiempo. Notas etnográficas sobre los Graniceros de la Sierra En aquel momento no imaginaba los días que me pasaría en ese convento
e n particular y en Tlayacapan en general. El convento tiene un claustro
Nevada, México" (en Anales de Antropología, Méxrco, LTNAM, 1968 vol.
muy bien consen¡ado, con su jardín y los corredores en las plantas altay
v). Tuve el privilegio de discutir con Bonfil, paso a paso, estos ensayos.
Su concepción empezó a hilvanarse en el momento mismo en que cntza-
lraja, evocadores de los momentos de la evangelización. Allí conocimos
a Jesús Olmos, un joven que fungía como guarda del convento y de sus
ba las milpas en búsqueda de los campesinos nahuas para interrogarlos
sccretos. Caminando los días llegamos a entablar una buena amistad con
acerca de su mundo y acerca de cómo ven el nuestro. Por las noches, en
Josús. Al recorrer el poblado, una vez bien üsto el convento, nos llamó la
el restaurante de Pacoplá, mientras cenábamos, hacíamos un repaso del
día. Bonfil insistía: el ejercicio de reflexión debe ser continuo y ordenado,
atcnción laviveza del lugary la amabilidad de la gente. 'Aquí es en donde
clolre usted quedarse", me indicó Bonfil, Y rne quedé.
el registro de los datos como primer paso del mismo a través de la libreta
de campo, luego la redacción del diario, la clasificación del material y las

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'il

Antes de su conversión en un dormitorio de fin de semana para los giraba sobre,los probleriras del país; lasituación del oampo, los precios de
defeños, Tlayacapan era, en L969-1970, un poblado representativo de la 'estado de
parte alta del estado de Morelos. Los campesinos que lo habitaban eran qüe no:ha
cultivadores de maíz y de frijol y, en menor medida, de cebolla y tomate. montañas
Después de una temporada en que viví en el convento pasé a rentar una
casa, propiedad de don Tlini Vidal, campesino y saxofonista, personaje
ampliamente conocido en el Tlayacapan de entonces. Era dueño de un
pequeño rancho llamado Surcada Larga, en donde sembraba maízy fri-
jol. Muchos días conviví con Don Tlini en ese rancho, conversando con
él mientras bebíamos ron con nieve de limón. Por las noches, Don Ti'i-
ni, que era mi vecino, ensayaba con su saxofón, lo que hacía imposible
conciliar el sueño hasta que se callaba. Se me hacían interminables las
horas escribiendo el Diario de Campo o elaborando las fichas, mientras
escuchaba los conciertos de Don Tiini. Dado que el poblado carecía de
agua, me veíaforzado a ir por ella a los manantiales situados en El Plan,
un agradable bosque a unos tres kilómetros de Tlayacapan. En ocasiones
coincidíamos con Don Tiini en los viajes por el agua y solíamos conversar
en El Plan, bajo los árboles, acerca de la Revolución de EmilianoZapata
y de la vida en lo que fueron las grandes haciendas de la región. Además
de aquellas lecciones de Don TLini, aprendí a ahorrar el agua, a bañarme
con lo necesario y a no desperdiciar el ütal líquido.
A unos pasos de la casa en la que vivía, sobre un promontorio frente
a la Presidencia Municipal, se erigía el restaurante de la Güera quien, por
sólo cinco pesos, servía un guisado, frijoles, tortillas, chiles y "un agsa".
El refresco embotellado tenía un costo extra. El comer cada día en este "Andresito! estos sEcüestradores'están locos. ¿Oéms que pedir di¡ero por
restaurante me familiarizó con una buena parte de la gente del poblado
o con quienes estaban de paso por diversas razones. La Güera era un
personaje indispensable. Sus guisos nos sorprendían cotidianamente. En
especial, no he olvidado el mole de olla con cerdo y berros. En ocasiones,
fui invitado a comer a la casa del Diablo Rojas, cuya esposa se sublimaba
preparando los tlacoyos. Los de flor de calabazason inolvidables. Las co-
midas en la casa del Diablo Rojas transcurrían en medio de vivaces con-
versaciones a las que solía agregarse Jesús Olmos y en muchas ocasiones
Teresa Rojas, muy estimada en aquella casa. A Ia tertulia de sobremesa
solía llegar Távo, La Vaca, que eraeljtezmunicipal, encargado de las bo-
das y otros trámites que lo hacían indispensable. A La Vaca me lo encon-
traba casi a diario por las calles de Tlayacapan, siempre con el libro de re-
gistros matrimoniales bajo elbrazo. La conversación en la casa del Diablo

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.q

laron durante un rato mientras otros miembros de la caravana merodea-


ban por el pueblo. Al cabo de un tiempo, los cineastas se retiraron. Era el Campo y hablar de nahuales, no de películas en filmación. "Es observa-
momento de hablar con Jesús Olmos y pedir información. A mi pregunta, ción participante", me defendí. "Todo el pueblo está aquí". Conforme
Jesús contestó: "Era Sam Peckinpah. Vienen a filmar una película que se m'e escuchaba se acariciaba los bigotes, pergeñando, maquinando, hasta
llama Dos mulas para la Hermana Sara". Sin darme tiempo a reponerme que al oír que Shirley Mclaine era la protagonista, decidió quedarse. De
de la sorpresa, Jesús me ofreció trabajo. "Si quieres, te contrato como ese día en adelante, hicimos todo el esfuerzo posible para conversar con
extra", me dijo muy seriamente. La paga era de L5 pesos diarios, más las la Diva. Ningún truco resultó. Veíamos a la Mclaine de lejos, sonriente,
tres comidas. A cambio, había que estar a disposición de Sam Peckinpah glamorosa, dando sorbos a sus martinis mientras descansaba. Insistimos
desde las seis de la mañana y hasta caer la noche, listo para entrar en ac- ante Peckinpah, aprovechando un descuido de sus guaruras. Nada. Un
ción. Ni siquiera lo pensé: por instinto dije que sí. Al día siguiente acudí al buen día la filmación se terminó y Tlayacapan volvió a la normalidad de
convento apenas amaneciendo. Jesús Olmos nos esperaba en el claustro su vida campesina. Bonfil decidió regresar al »rmientras continuaba mi
para entregarnos nuestro vestuario: pantalón de manta con amarres en la trabajo de campo y mi búsqueda de nahuales y brujas.
pierna, camisa de la misma tela, huarachesy sombrero de alas anchas más
un paliacate. Eramos aproximadamente un ciento los contratados, entre
hombres y mujeres a las que también se dotó de ropa. Utavez vestidos, Una conversación mágica
con Jesús al frente, nos trasladamos a una parte del poblado asignada
para servir de base a los artistas, el personal que trabajaba en la película, En alguna conversación con don Tiini Vidal éste me mencionó a El Costal.
camarógrafos y extras. Una actividad febril atravesaba Tlayacapan. Un "Ese sí es nahual", me dijo Don Tiini, al tiempo que me sugería buscarlo
ejército de albañiles y carpinteros construía estructuras complementarias muy temprano, en su casa, "porque se va a la milpa de madrugada". Así
a las del poblado. La Güera rentó su local para que sirviera como banco que un dia, a las cinco de la mañana, me dirigí a la casa que me habían
en la película. En un momento, mientras esperábamos las órdenes del di- señalado como domicilio del Costal. La cscuridad de la noche aún per-
rector de la película, una de las casas rodantes abrió sus puertas dejando manecía cuando toqué la puerta de aquella casa. Pasó un momento. La
ver en el rellano a un hombre rubio, alto, corpulento, bien proporcio- puerta se abrió y una mujer se asomó, preguntando qué quería. Respondí
nado, vestido a la usanza de los legendarios cowboys conquistadores del que iba en busca del Costal, que me urgía conversar con é1. Oí un mur-
Oeste según la versión de Hollywood, con el sombrero tejano colgado mullo como respuesta, que interpreté como un "espere usted", mientras
hacia la espalda y sendas pistolas en la cintura. E;ra Clint Eastwood, en la puerta se cerraba. Al abrirse nuevamente después de un lapso, oí la
todo su esplendor, en su mejor momento como actor de películas de va- voz del Costal: "Pa' que soy bueno". No atinaba a responder ante aquel
queros. Aún no recobraba el aliento de tamaña sorpresa cuando hizo su personaje. Su rostro más bien cetrino se acentuaba en sus rasgos gracias
aparición Shirley Mclaine, hermosa, irreal, joven, sonriente, espectacu- a un enortrne bigote negro. Sus ojos veían fijamente. Estaba vestido a la
lar, como corresponde a una diosa del cine. En un abrir y c,errar de ojos, usanza campesina de Morelos, con sombrero de alas anchas y huaraches.
a un grito de Sam Peckinpah, todo mundo ocupó sus puestos y empezóla Insistió en preguntarme para qué lo buscaba. Me oí a mí mismo contestar
filmación. Recuerdo haber participado en escenas masivas. Quizá aparez- tímidamente, "quiero preguntarle sobre los nahuales. Estoy escribiendo
co por fugaces segundos en la pantalla. Mientras esperaba el llamado de la historia de Tlayacapan". Me miró largamente antes de responder.
Peckinpah, hablaba con los trabajadores en descanso, buscando la forma Las primeras luces de la mañana resbalaban por la pared de adobe de
de acercarme a la Mclaine. Un buen día, mientras contemplaba absorto la casa. "Nunca platico en seco", me dijo, rompiendo el silencio. Por for-
la filmación, oíla voz de Guillermo Bonfil: "úQué esta usted haciendo, tuna entendí qué quería decirme. "Ahora regreso", respondí, mientras
Andrés?". Nada, le respondí, sólo filmando. Bonfil me miró incrédulo, emprendí la carrera hacia mi casa en busca de una botella de tequila que
invitándome a ofrecer üna explicación. Él venía a revisar mi Diario de guardaba para alguna ocasión especial. Entré por la botella con elcorazón
latiéndome y la sangre agolpándose en mis venas. La emoción era intensa.
52
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Regre§é, a la carrera'blandiendo la botella'mientras pensaba cómo iniciar parecía añeja. Cuando el Costal me dijo que me había contado todo lo
[a coflversación con aquel eni,gmático personaje. Al llegar nuevamente a que sabía, me di cuenta del paso del tiempo. La luz del sol penetraba
la casa del Costal;.tomé,un respiro antes de tocar, dudando de ser reci- por el techo de la cocina, chocando con los enseres, despidiendo des-
bido. La mujervolvió a¿brirrla puerta pero esta vez me invitó a pasar. tellos que se desperdigaban por la habitación, como si fuesen cristales.
Atravesamos unapequeña estancia para ingresar ala cocina, situada en El tequila llegó a su fin. Ansioso, envuelto en el halo de los tragos, hice
la parte traserarde la casa. El Costal estaba sentado con las manos puestas una propuesta al Costal: "Ya me lo has contado todo. Pero yo sé que tú
sobre una sericil,la rmesa con dos platos esperando y un cerro de tortillas. eres nahual. Te pido que al caerla noche te transformes para que yo lo
Elifogón chispeaba. Sobre é1, una olla de frijoles calentando despedía vea". El Costal clavó sus ojos en mi rostro, mientras su piel se tensaba
olores de hierbas, agradables, sugerentes del sabor, avivando la secre- descubriendo lasvenas de su cuello. "No lo haré",respondió, "porque me
ción salival en el paladar.La mujer del Costal nos sirvió generosamente. convierto en tigre y te como".
Coloqué la botella en rnedio de la mesa, notando la mirada de satisfac- El Costal fue mi amigo desde aquel día insólito. Algunos años des-
ción del Costal. "Abrela", ordenó, tratándome de tú con gran naturali- pués, siendo profesor-investigador del Departamento de Antropología
dad. Así lo hice. Aquellas botellas venían con el tapón sin esos seguros de la ueu-Iztapalapa, supe que el Costal había sido nombrado Jefe de
de plástico que hoy se acostumbran. "Beberemos a pico", dijo el Costal, la Policía Municipal de Tlayacapan. Eso me animó a visitarlo. Llegué al
invitándome a tomar el primer trago. Con el estómago vacío, apenas poblado de tan intensos recuerdos y, en efecto, mi amigo se encontraba
entrando,la mañana, empiné la botella para sentir el resbalón del tequila posesionado de la jefatura de policía. Se alegró al verme, tanto, que me
enla garga¡1¿ry el fuego instantáneo en mis entrañas. Noté que el Costal inütó a su casa en donde desempolvó el guitarrón que años atrás le rega-
aprobaba aquel'cornienzo. Con un iaaah!, estremeciéndome, le entregué lé. Cumplimos el rito del tequila y conversamos entre corrido y corrido
la.bbtella. El.Costal pegó sus labios en ella absorbiendo el tequila con cantado por el Costal. No volví a encontrarme con él después de esta
largteza, somo si fuese un trago de agua fresca. "Ahora sí", dijo, mientras ocasión. Fue uno de los personajes más interesantes que conocí en los
poníala botella en la mesa e improüsaba una cuchara con la tortilla para días estudiantiles.
corner e'l primer, bocado de frijoles. Lo imité al tiempo que le lancé la
pregunta:,aqué es un nahual? Se tomó un breve tiempo para responder.
lflos nahuales,son hombres de carne y hueso que pueden convertirse en La experiencia de campo y la comprensión del colonialismo
animales,'l ¿,Cómo lo logran? pregunté, dejando la botella sobre la mesa
después de o,tro trago que sentí distinto, menos rudo, agradable incluso. En los diálogos con Bonfil aprendí que la situación colonial es percibida a
El Costal se levantó dirigiéndose a otra parte de la casa, para volver con cabalidad por el antropólogo sólo cuando se logra establecer el sentido de
un jorongo. IVlostrándolo mientras hablaba, me explicó: "El nahual se la variedad cultural. De ahí que la cuestión de la otredad sea clave en la
envuelve en un jorongo como éste. Busca una esquina, a los cuatro üen- antropología. Bonfil lo asimiló en aquellos días, cuando interrogaba con
tos, y acurrucado invoca sus poderes para transformarse. Sólo lo logra en intensidad, con ansiedad incluso, a los graniceros de Chalco-Amecameca
las noches. Si hay lluüa, eso le favorece. Los nahuales atacan a los trasno- o cuando escuchaba el habla cuidadosa, suave, plena de buen humor, ele-
chados;r.a-quienes'se van de parranda o a los que andan en malos pasos. gante, de don Antonio Cera, a quien visitábamos en su casa de Tetelcingo,
Se meten en las huertas y asustan a los animales. Les gusta revolcar a los cn las cercanías de Cuauhtla. Disfruté tanto como aprendí observando a
borrachos". Asíhablando el Costal le daba tragos largos a la botella para llonfil. Las conversaciones que éste entablaba con sus interlocutores eran
invitarme a lo mismo una vez que él terminaba. La botella se vaciaba con prolongadas, sin cuestionarios de por medio, pero con la exigencia de no
rapidez, El tequila me producía un efecto envolvente, creando un ámbito tlesatender el desarrollo de las palabras y aplicar la imaginación para no
de euforia mientras el relato del Costal fluía como el agua de los arroyos. dejar a la deriva la interrelación.Laconsecuencia de esta manera de hacer
Bebíamos a pico, casi al unísono, sellando una amistad recién nacida que :rntropología es el rechazo a la noción de informante pasivo, tan usada

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(pronunciado "Geofrá" por Bonfil) era un hombre alto, delgad«r, vivaz y
por los antropólogos, para substituirla por la de interlocutor. Porque de
de una yoz graye, bien modulada. Fumaba en extremo. Era una persona
i6. qr" se trata es-de órear conocimiento desde sus fuentes mismas,
así
de Bonfil, de presencia agradable. Vivía en su país, la República de El Salvador, a
recónocidas. euizá sea ésta una de las mayores contribuciones
la que había retornado después de estudiar en México. Pedro Geoffroi
desarrollada durante aquella experiencia de Chalco-Amecameca.
se graduó de abogado en la uNervr antes de ingresar a la nN.ts. Fue profe-
Bonfil continuó la discusión-del hecho colonial en sus seminarios dic-
en sor en la Facultad de Humanidades de la Universidad de El Salvador y
tados en la Escuela de Graduados de la Universidad Iberoamericana
Los conde- profesor de tiempo completo en la Universidad Centroamericana "José
los años de 1970 y 197I. Con él leí y discutí aFtanz Fanon,
Simeón Cañas", la famosa uca de los jesuitas. Pedro Geoffroi y Guiller-
;rd.t de la Tierra (edición del Fondo de cultura Económica, 1961); Piel mo Bonfil pertenecían a la misma generación de estudiantes de antropo-
colonizado
blanca, máscaras negras de Albert Memmi (1967); Retrato del
Memmi. Pero sobre todo, leí a logía y era evidente que se querían bien. Más que antropólogo o abogado,
y retraio del col.onizidor del mismo Albert
'G"org" fuentes de ins- Geoffroi Rivas fue un escritor. Como estudiante, participó en el equipo
Balandier a quien Bonfil consideraba una de sus
que publicó la revista Tlatoani, editada por la sAENAH, en cuyas páginas se
piracián intelectual más importantes. Aprendí con Guillermo Bonfil
que
recogen algunos textos suyos. Guillermo Bonfil llamó a Enrique Valencia,
más allá de una técnica de investigación, el trabajo de campo es una
ex-
Arturo Warman y Alfonso Muñoz para que se unieran al recorrido prepa-
periencia intensa, que le lleeai a ser extenuante. Por ejemplo, en los
rado para Geoffroi Rivas. Así que todo el grupo visitamos Amecameca,
iianguis, Bonfil gasiab con vende-
Atlatlahucan, Tlayacapan, Yecapixtla, Tetela del Volcán, Totolapan,
oorJs y'*-pruáo."r, Productos'
transporte. unto con la Tetelcingo, y tantos pueblos más, sin faltar Tepetlixpan. En este último
to, pr""io., l'a calidad, el
a la levantada de los poblado, tan caracterizado por sus huertas, visitamos la casa de un vie-
del'mercado, del que se retiriba simultáneamente
jo conocido, de un amigo, Don Faustino y su hermana Carmen, ambos
puestos. Igual lo hacía en las fiestas. Para é1, se i
grandes danzantes concheros. En aquella cocina, de nostálgicos recuer-
iativos y tódo lo que sucede antes de la explosión
dos, comimos tamales, frijoles de la olla, chiles y tortillas. Geoffroi Rivas
borracheras, comelitonas, los bailes callejeros o
disfrutó aquel üaje durante el cual aprendí algo más al escuchar las con-
Comunal. Bonfil se introducía de tal manera a todo ritual, ya fuese la ve-
versaciones, sobre todo, los recuerdos de la vida estudiantil de aquellos
lación de los concheros o las bodas y quince años, o las peregrinaciones,
célebres personajes. Geoffroi Rivas conversaba al estilo centroamericano
que lograba hacerse pasar por uno más de los participantes. Por eso la
gente É buscaba o le confiaba sus tesoros, como en el caso del anciano
fin, salvadoreño- usando el vos, que me es tan familiar. Habló de
-al
la literatura de su tierra, de las dificultades del desa¡rollo, de los desati-
i{iguet Salomón, que en su humilde casa de Amecameca, mientras nos
rros y desmanes oligárquicos en su país, que también es la cuna de otro
nañaba suvida de trovador del general Emiliano Zapata, puso en sus ma-
oscritor señero de América Latina: Roque Dalton. En muchas ocasiones,
nos el libro que registra los corridos preferidos del Caudillo del Sury
que
Pedro Geoffroi nos provocó la risa al contarnos del Diccionario de Voces
el propio Oon fUiguel interpretó. O en aquella otra ocasión€n que dimos
por Salvadoreñas que estaba preparando. No volví a encontrarme con perso-
con ta viuda de Génovevo áe [a O, ya anciana, pero plena de orgullo
la como escu- naje tan singular. Un tiempo después, me enteré de que había muerto de
haber peleado al lado de Emilianozapata. Bonfil escuchó
cnfisema pulmonar.
cha un cuento prodigioso un niño. Guillermo Bonfil fue un antropólogo
inteligente y sensible, comprometido con la gente a En aquellos valles y campos de Amecameca, bajo un cielo siempre
con sentido
"oirú.r, limpio y profundamente antl, me interesé por entender la concepción
través de su quehacer.
en tlol mundo sobrenatural de los campesinos. De las palabras de aquellos
Se iniciaba el año de 1969. Estábamos en pleno trabajo de campo
la visi- cultivadores se desprendía un mundo poblado con personajes misteriosos
la región de chalco-Amecameca cuando Guillermo Bonfil recibió
c historias asombrosas. Me sobrecogia oír relatos que después leía en las
ta dJsu amigo Pedro Geoffroi Rivas. Elvisitante fue acogido con notoria
alegría y por Guillermo, quien me lo presentó. Pedro Geoffroi ¡r:iginas escritas por Fray Bernardino de Sahagún. úCómo atravesaron
"ulid",
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el tiempo esos relatos?, me preguntaba. Doña Julia Soriano, la Sabia de unidos, los "piqué" en mi vieja máquina de escribir portátil, una Olivetti
Amecameca, fue mi gran relatora. Pasé varias horas oyéndola, muchas (que fue a dar a manos de Sergio Colmenero, quien me la compró en un
veces acompañado de Teresa Rojas, ya desde entonces interesada en la momento de apremio, cuando me trasladé a Nueva York para continuar
agricultura y en las artesanías. Teresa y yo nos hicimos compadres de Ro- el postgrado). Antes de morir en el Hospital Civil de Guadalajara, Sergio
berto, uno de los yernos de Doña Julia, de oficio sastre, con quien hici- Colmenero me recordó ese detalle que escuché con los ojos mojados,
mos una sólida amistad al igual que con su viuda. Doña Julia gustaba de viendo cómo se apagaba su üda.
platicar historias de brujas y de nahuales, en su cocina, alaluz del tlecuil Una vez picados los esténciles el siguiente problema era en dónde
(fogón), mientras cocinaba en medio de las noches frías de Amecame- imprimir. Usando las redes de amistad, logré conseguir un mimeógrafo
ca. Preparaba frijoles y tamales de factura soberbia. Solíamos comerlos en el Museo Nacional de Antropología e Historia. La condición que se
acompañados del chileatole caliente que producía fuego en la boca. "Los me puso fue que yo mismo debía imprimir y hacerlo de una vez por todas.
nahuales son los mismos hombres", sentenciaba Doña Julia, sólo que con No habría otra oportunidad. Una tarde de lluvia en el noviembre defeño,
el poder de transformarse en animales. Suelen aparecer en las noches mi hermano Miguel me acompañó hasta el Museo para auxiliarme con
para asustar a los parranderos. Se introducen a las huertas, destrozan los la impresión. El cielo del Distrito Federal lucía gris, encapotado, cuando
cultivos y asustan a los animales. Las brujas son mujeres de carne y hue- atravesamos el majestuoso Bosque de Chapultepec, cargando el rimero
so, decía Doña Julia. En las noches se quitan sus piernas que colocan en de hojas multicolores, pesadas a más no poder. Caminamos en silencio
forma de crtz sobre las brasas del tlecuil, para conservarlas calientes. Se para ahorrar energías. La lluvia arreció justo en el momento en que tras-
ponen pies de guajolote y "emprenden el volido". Son temibles porque pasamos las puertas del Museo. AIIí nos esperaba el cómplice para guiar-
atacan a los niños chupándoles la sangre. Al amanecer, con la luz del día nos hasta el lugar en donde estaba el mimeógrafo. "Allí está", nos dijo el
aún tenue, regresan por sus piernas y se las ponen sin que nadie sospeche cómplice, "hagan el menor ruido posible y a las nueve deben retirarse".
de ellas. Se combate a las brujas con mostaza, con espejos o poniéndose Afortunadamente mi hermano y yo aprendimos a usar el mimeógrafo du-
la ropa al revés. Doña Julia me advertía de los peligros nocturnos, de rante el movimiento estudiantil de 1968, por lo que no tuvimos dificultad
la amenaza que representaba el mundo sobrenatural una vez que se ha alguna en echarlo andar. Nos dimos a la tarea de imprimir lo más rápido
perdido la inocencia. La fascinación con estos relatos me llevó a escribir posible. El mimeógrafo en cuestión era manual. Mi hermano y yo nos
mi tesis de maestría sobre el nahualismo y su expresión en la región de turnábamos para dar vuelta a la manivela. Hoja por hoja, azules, amari-
Chalco-Amecameca, que presenté el día L0 de diciembre de L969, ante llas, blancas, cafés, rojas, rosadas, grises, verdes, salían impresas del mi-
un Auditorio Sahagún repleto, pues fui el primer estudiante de mi gene- meógrafo. Mientras uno de nosotros le daba vuelta a la manivela, el otro
ración que alcanzaba a graduarse. Los sinodales fueron Otto Shumann, ordenaba las hojas, para al final, obtener los diez ejemplares que se me
Eduardo Matos Moctezuma, Barbro Dhalgreen, Andrés Medina y Gui- cxigían. Los minutos no pasaban,caiarr. El ruido del mimeógrafo era des-
llermo Bonfil, mi director de tesis. Fui aprobado por unanimidad. Si de osperante. Sentimientos cruzados de angustia y ansiedad nos sacudían.
algo me reprendió el jurado, fue de la forma en que presenté mi texto. Tiabajamos en completo silencio, sólo mirándonos cada vez que habÍrt
En efecto, al no disponer del dinero que me pedía la imprenta para im- c¡ue quitar un esténcil del rodillo y sustituirlo por el siguiente. La angustitt
primir la tesis con todas las de la ley, la solución que se me ocurrió fue sc intensificó cuando notamos que la tinta se estaba agotando. Seguinl»,
recorrer las oficinas en donde trabajaban chiapanecos y pedirles cuantas Minutos antes de las nueve de la noche estaban listos los diez ejemplrtrct.
hojas de papel tuüesen la oportunidad de darme. Llegó un momento en l-impiamos el lugar, arrojamos las hojas sobrantes en un cubo de basul'¡t.
que la montaña de papel era considerable, sólo que con una característi- nos dividimos cinco y cinco los impresos y salimos. La lluvia estabit ¡tot'
ca: había hojas de todos colores. El siguiente problema era la impresión. caor. Su rumor se esparcía por el Paseo de la Reforma en medio tlc lrt
Decidí usar un mimeógrafo. Seguí el mismo procedimiento que con las noche. Ul diluvio nos atrapó atravesando la calle, buscando la paraclrr rlel
hojas: recorrí un sinfín de oficinas para juntar los esténciles. Una vez re- cirnri(ln. Rápido, nos quitamos las camisas para proteger los imprcsot,

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El movimiento estudiantil de 1968
Una profunda angustia se apoderó de nosotros ante la amenaza de que
el agua destruyera todo nuestro esfuerzo. Resistimos, temblando de frío,
debajo de los árboles moüdos por el üento, hasta que un camión se de-
tuvo y pudimos abordarlo. Al llegar al pequeño departamento en donde
vivíamos, en la calle de U¡nnal esquina con Avenida Universidad, revisa-
mos uno a uno los ejemplares impresos para comprobar, aliviados, que
estaban a salvo. Los empapados fuimos mi hermano yyo. Mientras escu-
chaba la reprimenda del jurado por mi "faltade seriedad", pensé en todo
lo que había tenido que hacer para imprimir mi tesis,lo que me capacitó Los prolegómenos
para aguantar el mal tiempo. La ovación que recibí de mis compañeros al
finalizar el examen hizo que todo valiera la pena. En 1968 se cumplían 48 años del estallido de la Revolución mexicana que
terminó con el antiguo régimen de Porfirio Díaz.El Presidente del país,
Gustavo Diaz Ordaz, encabezaba un gobierno autoritario en extremo,
intolerante y desconfiado del sector universitario en particular y de los
intelectuales en general. Se vivían los días del llamado desarrollo estabili-
zador que le había dado un alto prestigio a México y a los gobiernos ema-
nados de la Revolución mexicana. Uno de los signos de esa estabilidad
era el valor del dólar en 1-2.50 pesos, mantenido hasta que el presidente
Luis Echeverría no pudo evitar que se duplicara. Díaz Ordaz era conti-
nuador del lado más negativo del gobierno de su antecesor, Adolfo lÁpez
Mateos, en cuyo periodo sexenal se desató la represión contra movimien-
tos de reivindicación social como el de los maestros o el de los médicos.
Fue el mismo IÁpez Mateos quien ordenó la represión contra los ferro-
carrileros. La culminación de este ciclo represivo fue el asesinato del líder
campesino del estado de Morelos, Rubén Jararnillo, junto con toda su
familia. lÁpez Mateos había declarado "soy de izquierda dentro de la
Constitución", pero en la práctica estableció una política más identificada
con regímenes dederecha. Adolfo [Ápez Mateos terminó su periodo en
1964, no sin anteé inaugurar el Museo Nacional de Antropología e His-
toria, que fungió como la obra emblemática de su sexenio. Gustavo Díaz
Ordaz, quien fue el secretario de Gobernación con el presidente Adolfo
l,(tpez Mateos, fue el idóneo continuador de un régimen autoritario. Me
pr¡rece que por aquellos años el Estado nacional mexicano reaccionaba
con la represión ante la demanda de una apertura política que los cam-
hios sociales exigíany que, paulatinamente, convertían al sistema político
en obsoleto. Era un México en el que jugaba un importante papel la clase
mcdia, estudiada por el sociólogo Gabriel Careaga. No hubo reflexión

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