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SENTENCIA CONSTITUCIONAL PLURINACIONAL 0487/2014

Sucre, 25 de febrero de 2014

SALA TERCERA

Magistrado Relator: Tata Gualberto Cusi Mamani

Acción de amparo constitucional

Expediente: 04751-2013-10-AAC

Departamento: Chuquisaca

En revisión la Resolución 442/2013 de 16 de septiembre, cursante de fs. 600 a 602 vta., pronunciada dentro de
la acción de amparo constitucional interpuesta por Eustaquio García, Presidente de la Organización
Territorial de Base (OTB), Robín Ibarra Peñaranda, María Angélica Vargas, Santiago Carreño, Ariel
Ramírez y Lino Salazar, autoridades de la comunidad campesina “Puca Huasi” contra Bernardo Huarachi
Tola, Gabriela Cinthia Armijo Paz, Deysi Villagómez Velasco, Juan Ricardo Soto Butrón, Lucio Fuente
Hinojosa, Javier Peñafiel Bravo, Paty Yola Paucara Paco, Magistrados Titulares, Isabel Ortuño Ibáñez,
Mario Pacosillo Calsina y Lidia Chipana Chirinos, ex Magistrados Liquidadores; todos del Tribunal
Agroambiental.

I. ANTECEDENTES CON RELEVANCIA JURÍDICA

I.1. Contenido de la demanda

Por memorial presentado el 20 de junio de 2013, cursante de fs. 232 a 251 vta., complementado el 15 de julio
de igual año (fs. 370 a 380) los accionantes exponen los siguientes fundamentos de hecho y de derecho:

I.1.1. Hechos que motivan la acción

El 27 de junio de 2011, Rosa Mendivil Almanza, interpuso demanda contenciosa administrativa contra la
Resolución Administrativa (RA) RACS-CH 2371/2005 de 30 de diciembre, pronunciada dentro del proceso de
saneamiento realizado en el predio denominado “Puca Huasi”, ubicado en el cantón Sauces, provincia Hernando
Siles del departamento de Chuquisaca, aduciendo que su predio, ubicado en la desembocadura del predio
“Puca Huasi”, se encontraría dentro del radio urbano de la ciudad intermedia de Monteagudo.

Admitida la demanda, las autoridades de la comunidad adjuntaron prueba documental idónea, como
certificaciones emitidas por el Gobierno Autónomo Municipal de Monteagudo, que demuestran que el predio de
la comunidad no se encuentra dentro del radio urbano; sin embargo, el ex - Director Nacional del Instituto
Nacional de Reforma Agraria (INRA), en la respuesta a la demanda, omitió aplicar los preceptos constitucionales
de protección a los pueblos indígenas y se avino a la demanda, al igual que el encargado jurídico de control de
calidad del INRA.

La Sala Liquidadora Primera del Tribunal Agroambiental pronunció la Sentencia Nacional Agroambiental S1a
Liquidadora 47/2012 de 28 de diciembre, a través de la cual declaró probada la demanda, disponiendo la nulidad
del proceso de saneamiento ejecutado en la comunidad “Puca Huasi” y que el mismo se efectúe nueva
únicamente sobre la superficie en la que el INRA tiene competencia, sentando un funesto precedente para las
comunidades campesinas y pueblos indígenas y disponiendo la desaparición territorial de la comunidad
campesina a la que representan.

La Sentencia que se impugna, lesionó el debido proceso en su elementos a la fundamentación, motivación,


congruencia y pertinencia, defensa y principios de verdad material y seguridad jurídica, por cuanto los
Magistrados demandados no efectuaron su análisis a partir de las normas del bloque de constitucionalidad que
protegen a los pueblos indígenas; se basaron en la Ley 1465 de 18 de febrero de 1993, que amplía el radio
urbano de Monteagudo, sin identificar la prueba que acredita o corrobora que la desembocadura de la
comunidad “Puca Huasi” se encontraría dentro del radio urbano, omitiendo valorar y considerar la certificación
emitida por la Unidad de Gestión Técnica Territorial y de la Jefatura de la Unidad de Catastro del Gobierno
Autónomo Municipal de Monteagudo, que claramente establece que el radio urbano no se encuentra
debidamente delimitado; en definitiva pronunciaron la Sentencia sin ningún sustento, remitiéndose únicamente
al Informe Técnico del INRA en el que se adujo omisión y error en los funcionarios de Kadaster y de la antedicha
entidad estatal.

Los Magistrados demandados tampoco consideraron que la ampliación del radio urbana debe efectuarse por
una ordenanza municipal y ser homologada por una resolución suprema, lo que no sucedió en el caso, y si bien
sostuvieron que una ley tiene mayor jerarquía, no consideraron los derechos constitucionales de las
comunidades campesinas, incumpliendo ejercer adecuadamente el control de legalidad, limitando su
razonamiento a la simple existencia de la Ley 1465, actuando bajo una concepción propia del Estado legislado,
olvidando que nos encontramos en un Estado Constitucional en el que los demandados debieron resolver a
partir y conforme a la Constitución y no haciendo prevalecer una ley que no es clara ni precisa, que fue aplicada
por encima de la Constitución.

La Sentencia impugnada, también lesionó el derecho a la tutela judicial efectiva de la Comunidad, por cuanto
anularon todo el proceso de saneamiento, cuando debieron únicamente pronunciarse sobre el predio de la
demandante, lesionando además su derecho a la existencia como comunidad campesina y el derecho a la
consulta previa, porque se los obliga a asimilarlos al radio urbano sin que previamente se les haya consultado,
disponiendo la desaparición de su institución comunitaria, pero además, violando el derecho a la tierra y
territorio, sin considerar que tienen derecho, de manera colectiva a un espacio y territorio.

I.1.2. Derechos supuestamente vulnerados

La parte accionante, alega la lesión de sus derechos al debido proceso, en sus elementos a la fundamentación,
motivación, congruencia y pertinencia; a la defensa, vinculada a los principios de verdad material y seguridad
jurídica; a la tutela judicial efectiva, a existir como comunidad campesina, a la tierra y territorio, al derecho a la
consulta, citando al efecto los arts. 4, 8. 2, 13.I, 30, 108, 109, 115.II, 117.I, 119.II, 178.I, 180.I, 256, 393, 394.II,
403 y 410 de la Constitución Política del Estado (CPE) 1, 2, 8, 21 y 25 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos; 11 del Convenio 107 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT); 2.1, 3, 6.1, 6.2, 7,
13, 15, 17, 18 y 19 del Convenio 169 de la OIT; 19 y 32, de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los
Derechos de los Pueblos Indígenas.

I.1.3. Petitorio

Solicitan se conceda la tutela, disponiendo se restablezcan sus derechos constitucionales, en consecuencia: a)


Se deje sin efecto la Sentencia Nacional Agroambiental S1a 47/2012, expedida por la Sala Primera Liquidadora
del Tribunal Agroambiental, disponiendo que los Magistrados Titulares del citado Tribunal, emitan una nueva
Resolución garantizando, respetando y resguardando todos los derechos invocados; y, b) Declaren la
inconvencionalidad de la Ley 1465, ante su manifiesta incompatibilidad con el art. 21 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos y la jurisprudencia; sea con el pago de costas, daños y perjuicios,
aplicable a los ex - Magistrados Liquidadores demandados.

I.2. Audiencia y Resolución del Tribunal de garantías

Celebrada la audiencia pública el 13 de septiembre de 2013, según consta en el acta cursante de fs. 584 a
599, se produjeron los siguientes actuados:

I.2.1. Ratificación y ampliación de la acción

La parte accionante, por intermedio de su abogado, reiteró los fundamentos expresados en el memorial de
demanda, aclarando, que la Constitución Política del Estado está por encima de las leyes, y que no puede
disponerse el cercenamiento del territorio de una comunidad campesina y pueblos indígenas que tienen derecho
a ser consultados cuando afectan su forma de existencia. La Corte Interamericana de Derechos Humanos, ha
establecido la doctrina del control de convencionalidad que se está aplicando en varios países y el nuestro se
ha incorporado mediante las SSCC 0110/2010 y 1888/2011-R, cuya, interpretación es vinculante para el Estado
boliviano.

I.2.2. Informe de las autoridades demandadas

El demandado Bernardo Huarachi Tola, Presidente del Tribunal Agroambiental, mediante informe escrito
presentado a fs. 438 a 439, expresó que carece de legitimación pasiva para ser demandado, toda vez que, su
autoridad no conforma ninguna de las Salas y que sus atribuciones son meramente administrativas, conforme
a la Ley del Órgano Judicial.

Juan Ricardo Soto Butrón, Lucio Fuentes Hinojosa, Gabriela Cinthia Armijo Paz, Paty Yola Paucara Paco, Javier
Peñafiel Bravo y Deysi Villagómez Velasco, Magistrados Titulares del Tribunal Agroambiental, mediante informe
cursante de fs. 432 a 436 de obrados, señalan que la Sentencia Agroambiental S1a Liquidadora 47/2012, está
debidamente fundamentada, es congruente y responde a un razonamiento lógico, efectúa adecuada compulsa
de los antecedentes y una correcta aplicación de las normas al caso concreto, no siendo evidente la violación
de los derechos al debido proceso, y tutela judicial efectiva; que la interpretación de la legalidad ordinaria debe
ser labor de la jurisdicción común y corresponde a la justicia constitucional verificar si en esa labor interpretativa
no se ha quebrantado principios constitucionales, de legalidad, seguridad jurídica, igualdad, proporcionalidad,
jerarquía normativa y debido proceso, pretendiendo los accionantes que la justicia constitucional se convierta
en una instancia más para subsanar su negligencia, sin explicar por qué la labor interpretativa no está motivada,
no menciona qué reglas de interpretación fueron omitidas, no establece el nexo de causalidad que existe entre
la sentencia y el derecho al debido proceso; no fundamentan como se debió aplicar el derecho a la tierra, el
territorio y la consulta para que sea tratada y considerada en el ámbito constitucional, por lo que corresponde
denegar la tutela solicitada.

Los codemandados, Isabel Ortuño Ibáñez, Mario Pacosillo Calsina y Lidia Chipana Chirinos, ex - Magistrados
Liquidadores, no presentaron informe escrito ni oral en audiencia, pese a su legal notificación cursante en fs.
325, 326 y 382, respectivamente.

I.2.3. Intervención del tercero interesado

Juanito Félix Tapia García, Director Nacional a.i. del INRA, mediante informe escrito cursante de fs. 484 a 486
señaló que el proceso de saneamiento de la propiedad agraria “Puca Huasi” se encontraba ejecutoriado y que,
en consecuencia, corresponderá notificar legalmente con la Resolución RACS-CH 2371/2005 a Rosa Mendivil
Almanza, quien se apersonó por intermedio de sus representantes; dicha Resolución no podía ser susceptible
de subsanación vía Resolución Rectificatoria por tratarse de errores de fondo y vulneración de la Ley 1465, que
en su artículo único amplía el radio urbano de Monteagudo. El informe técnico legal DGS-JRV 0190/2011 de 18
de mayo, que cursa en la carpeta de saneamiento, señala expresamente que la comunidad “Puca Huasi” se
encuentra con Resolución ejecutoriada, sin haber descontado la parte de superficie que se encuentra
sobrepuesta al radio urbano de Monteagudo; asimismo del informe jurídico 189/2009 de 21 de diciembre, se
identifica dentro del proceso de saneamiento al predio “Puca Huasi”, omisión y error en el que incurrieron los
funcionarios de la Empresa Kadaster y de la Dirección Departamental de Chuquisaca, al no haber solicitado
informe al municipio correspondiente de los datos planímetros del área urbana, en el polígono 163, al momento
de efectuar las pericias de campo, resultando una sobreposición con el predio de “Puca Huasi” en un 32%, que
a la fecha gráficamente es identificable; asimismo; la certificación CAT.081/10 de 30 de julio de 2010, que
corresponde al levantamiento del lote de Rosa Mendivil Almanza, se evidencia sobreposición con el predio
“Puca Huasi”. Al respecto el Decreto Supremo (DS) 29215 de 2 de agosto de 2007, señala que los
procedimientos agrarios administrativos serán ejecutados sólo en el área rural. Por otro lado, el predio
“Embocadura de Puca Huasi” no cuenta con datos de levantamiento de pericias de campo, empero cursa
informe de evaluación técnica jurídica de 5 de abril de 2004, que sugiere la anulación del Título Ejecutorial
individual 361651, cuyo expediente se encuentra signado con el número 10437, debido al incumplimiento de la
función social en el predio, criterio legal emitido sin haber realizado la inspección in situ del predio, conforme a
la normativa agraria.

Rosa Mendivil Almanza, en calidad de tercera interesada, mediante informe escrito cursante de fs. 571 a 574
vta., ratificado en audiencia, afirmó por intermedio de su abogado que el predio objeto de la litis fue adquirido a
título oneroso de Máxima Cerezo vda. de Barja, que tenía Título Ejecutorial 361651 que fue sometido a proceso
de saneamiento sin observar que se encontraba dentro del radio urbano, en el que el INRA no tiene
competencia; que el art. 122 de la CPE, establece que son nulos los actos que usurpen funciones que no les
competen, así como de aquellos que ejercen jurisdicción que no emana de la ley, debiéndose considerar que
el art. 11 del DS 29215, dice que los procedimientos agrarios administrativos serán ejecutados solo en el área
rural.

La Sala Liquidadora del Tribunal Agroambiental, pronunció la Sentencia S1a 47/2012, sustentando su fallo en
la incompetencia del INRA para ejecutar saneamiento en propiedad declarada urbana mediante Ley 1465;
asimismo, los derechos invocados por los accionantes son impertinentes, por un lado reconocen su derecho
propietario y por otro lado acusan de violación a sus derechos a la tutela judicial efectiva, a existir libremente, a
la tierra y el territorio, a la propiedad y a la consulta; el fallo, por muy breve que sea, tiene fundamentación pues
lo importante es que responda de manera cabal a los requerimientos de las partes y que sea entendible.

El proceso de saneamiento fue ejecutoriado con vicios insubsanables de nulidad, incurriendo en irregularidades
y violaciones flagrantes al ordenamiento jurídico agrario y al procedimiento técnico jurídico de saneamiento, sin
efectuar pericias de campo para verificar el cumplimiento de la función económica social, por eso el INRA se
allana; su título de propiedad no fue observado, cancelado, anulado, ni desconocido, por los accionantes,
quienes, jamás tuvieron posesión, ni siquiera precaria sobre su predio, siempre trabajó y nunca hizo abandono
como falsamente exponen los accionantes. Asimismo, en el momento de saneamiento, se presentó y expuso
su documentación ante las autoridades del INRA, quienes le indicaron que no realizara ningún saneamiento
sobre su predio; no existen las supuestas vulneraciones a los derechos fundamentales, ni de los contenidos en
las convenciones y declaraciones internacionales que invocan los accionantes; además en el año 1993, no se
conocía la consulta; correspondiendo, denegar la tutela.

José Tórrez Cossío, Director departamental del INRA - Chuquisaca, no presentó informe escrito ni oral en
audiencia, pese a su legal notificación cursante a fs. 382.
I.2.4. Resolución

La Sala Civil y de Familia Primera del Tribunal Departamental de Justicia de Chuquisaca, constituida en Tribunal
de garantías, pronunció la Resolución 442/2013 de 16 de septiembre, cursante de fs. 600 a 602 vta., por la que
denegó la tutela solicitada, en base a los siguientes fundamentos: 1) En cuanto a la solicitud de declarar la
inconvencionalidad de la Ley 1465, el control de convencionalidad no está dado para invalidar normas de
carácter positivo, para ese efecto está el control normativo, la función de la acción de amparo constitucional es
la de tutelar y proteger derechos, no siendo una acción que tutele principios de rango constitucional o principios
procesales, por lo mismo no se puede invocar la declaratoria de inconvencionalidad; 2) El hecho controversial
debatido se origina en la Sentencia Nacional Agroambiental S1a 47/2012, pronunciada por la Sala Liquidadora
Primera del Tribunal Agroambiental; por la cual, se declaró nulo el proceso de saneamiento, debiendo
efectuarse el mismo únicamente respecto de la superficie sobre la cual tiene competencia; es decir, respecto al
área urbana; 3) Los derechos de la comunidad Puca Huasi a la tierra, territorio, su existencia y
autodeterminación, no son derechos que estén debatidos, fueron citados genéricamente sin vinculación con el
hecho concreto, siendo el elemento de relevancia el que se sustanció un proceso de saneamiento que ha sido
declarado nulo, siendo el elemento fundamental para la nulidad la competencia del INRA, no correspondiendo
invocar el territorio de comunidad campesina dentro de un área urbana; y, 4) Se encuentra la ley que demuestra
que se efectuó el proceso de saneamiento sobre terrenos urbanos, que fue impugnado en vía de control de
legalidad, que es el proceso contencioso administrativo y media confesión del Director a.i. del INRA, que
reconoce que las pericias de campo y otros elementos han sido completamente errados, el nuevo proceso de
saneamiento definirá los derechos de la comunidad y los derechos de la tercera interesada.

II. CONCLUSIONES
De la revisión y compulsa de los antecedentes que cursan en obrados, se tiene lo siguiente:

II.1. Ley 1465 de 18 de febrero de 1993, señala en su artículo único que se amplía el radio urbano de
Monteagudo, capital de la provincia Hernando Siles del departamento de Chuquisaca, al norte hasta la quebrada
del Divisadero, al sud, hasta las juntas de los ríos Zapallar y Sauces; al este, hasta la cima de la Colina de la
Misión y al oeste, hasta el cruce del Centro Dermatológico, involucrando el margen izquierdo de la ribera del rio
Bañado (fs. 563).

II.2. Cursa personalidad jurídica de 13 de julio de 1995, emitida por el Presidente de la República Gonzalo
Sánchez de Lozada en favor de la comunidad “Puca Huasi” (fs. 225).

II.3. Por RA RACS-CH 2371/2005 de 30 de diciembre, emitida por el Director Departamental del INRA-
Chuquisaca, se dota a la comunidad “Puca Huasi” de una superficie de 571,2153 ha, clasificada como
propiedad comunaria, con actividad ganadera ubicada en el cantón de Monteagudo, sección municipal
primera, de la provincia Hernando Siles del departamento de Chuquisaca, en mérito de haber acreditado la
legalidad de su posesión, conforme a especificaciones geográficas, colindancias y demás antecedentes
técnicos, disponiendo que se proceda al otorgamiento del Título Ejecutorial colectivo, conforme a los arts. 3.III,
41.I.6 de la Ley del Servicio Nacional de Reforma Agraria (LSNRA), 136, 137, 232 y 233 de su Reglamento,
pudiendo ser impugnada únicamente ante el Tribunal Agrario Nacional en proceso contencioso administrativo,
en un plazo de treinta días a partir de su notificación (fs. 1 a 2).

II.4. De acuerdo al folio real 1.05.1.01.0001218 de 5 de marzo de 2008, se registra en el asiento 2 a Rosa
Mendivil Almanza como propietaria de 77044,40 m2 ubicados en la embocadura de “Pucahuasi” (fs. 9).

II.5. Cursa Informe Técnico Legal, DGS-JRV 0190/2011 de 18 de mayo, emitido por Félix Hernán Laura Chávez,
Técnico I de Saneamiento y Carminia Mejía Ascarrúnz Profesional II Jurídico, dirigido a Juan Carlos Soria
Carpio, Jefe Regional de Valles, refiriendo en su parte conclusiva que se ha identificado omisión y error en el
proceso de saneamiento del predio Puca Huasi, así como del predio Embocadura de “Puca Huasi”, que no fue
tomado en cuenta en el proceso de saneamiento para su exclusión o inclusión, y conforme a la competencia
del INRA, los mismos no pueden ser susceptibles de subsanación vía Resolución Rectificatoria por tratarse de
errores de fondo y vulneración de la norma correspondiendo notificar legalmente con la citada Resolución
Administrativa a Rosa Mendivil Almanza (fs. 166 a 168).

II.6. Cursa la demanda contenciosa administrativa, por la que se impugna la RA RACS-CH 2371/2005, dirigida
contra Julio Urapotina Aguararupa, Director Nacional, Jorge Jesús Barahona Rojas, Director Departamental de
Chuquisaca y Jorge Gómez Responsable Jurídico de Control de Calidad, todos del INRA, solicitando la nulidad
de la Resolución Administrativa antes citada, por haber incumplido los arts. 18 inc.4), 64 y 66 de la Ley
LSNRA, 11 y 283.II del DS 29215 y 56 de la CPE, solicitando en el fondo, declare probada la demanda y ordene
la exclusión del proceso de saneamiento del área urbana de la comunidad “Puca Huasi”, por encontrarse dentro
del radio urbano (fs. 26 a 32 vta.).

II.7. De acuerdo al certificado emitido el 13 de septiembre de 2011, la Oficina de Catastro Urbano del Gobierno
Autónomo Municipal de Monteagudo señala que “Realizando un estudio técnico al Polígono del radio urbano
de la ciudad de Monteagudo se ve que no indica específicamente cuales son los límites de un punto de
referencia hasta el otro. (…), el radio Urbano de la ciudad de Monteagudo y el área rural no están
debidamente delimitados ni definidos con límites precisos, (coordenadas, planos geo-referenciados y
cartográficos)” (fs. 105).

II.8. De acuerdo al oficio CAT. 130/11 de 9 de septiembre de 2011, la Oficina de Catastro Urbano del Gobierno
Municipal de Monteagudo señala: “Haciendo la correspondiente verificación de la documentación en la Unidad
de Catastro se le hace saber que no existe ninguna Urbanización ni Loteamiento Aprobada en la comunidad de
“PUCA HUASI” (sic) por el Municipio” (fs. 106).
II.9. El oficio CAT. 132/11 de 9 de septiembre de 2011, despachado por la Oficina de Catastro Urbano del
antedicho Gobierno Municipal, en su contenido refiere: “…no existe ninguna Urbanización ni Loteamiento
Aprobada a nombre de la señora Rosa Mendivil en la comunidad de “PUCA HUASI” por el Municipio” (sic) (fs.
108).

II.10. Julio Urapotina Aguararupa, Director Nacional del INRA, respondió a la demanda contenciosa
administrativa por memorial de 24 octubre de 2011, señalando que de acuerdo al informe técnico legal DGS-
JRV 0190/2011, existe sobreposición con el predio de “Puca Huasi”, que se encuentran dentro del radio urbano
y que la demandante no cuenta con datos de relevamiento de pericias de campo, encontrándose el proceso de
saneamiento con vicios de nulidad (fs. 162 a 163 vta.).

II.11. De acuerdo a la certificación de 12 de septiembre de 2011, emitida por el Gobierno Autónomo Municipal
de Monteagudo, a petición escrita de los dirigentes de la comunidad de “Puca Huasi”, “…no existe la Resolución
Suprema u otra norma emitida por la Presidencia de la República, sobre el trámite de homologación de la
Resolución de la Honorable Junta Municipal 08/92 de 15 de abril de 1992 (…), La ampliación de la mancha
urbana de Monteagudo fue aprobada mediante Ley 1465 de 18 de febrero de 1993” (sic) (fs. 104).

II.12. La Federación Regional Sindical Única de Trabajadores Campesinos de la provincia Luis Calvo y
Hernando Siles del departamento de Chuquisaca, certifican que la comunidad de Puca Huasi, es una
organización territorial campesina, en toda su extensión; el predio rural en la que se encuentran está fuera del
radio urbano de Monteagudo, todos los comunarios poseen una pequeña parcela con títulos ejecutoriales
individuales otorgados por el INRA, con derecho al uso y aprovechamiento sobre parcelas colectivas en la
agricultura y ganadería. (fs. 109).

II.13. Cursa Sentencia Agroambiental S1a Liquidadora 47/2012, cuya parte dispositiva falla declarando probada
la demanda contencioso administrativa interpuesta por Rosa Mendivil Almanza, en consecuencia anula la
RA RACS-CH 2371/2005 y nulo el proceso de saneamiento ejecutado en la comunidad “Puca Huasi”, debiendo
efectuarse nuevamente el mismo, únicamente sobre la superficie en la que el INRA tiene competencia. En su
fundamento señala que la Dirección General de Saneamiento del INRA Nacional, emitió informe técnico legal
DGS-JRV 0190/2011, señalando que se ha identificado dentro del proceso de saneamiento del predio de la
comunidad “Puca Huasi”, omisión y error por parte de la empresa Kadaster y funcionarios de la Dirección
Departamental de Chuquisaca; que el INRA acepta la vigencia de la Ley 1465, y la sobreposición entre la
comunidad “Puca Huasi” y el predio de la demandante que se encuentran dentro del radio urbano, y que al
haberse ejecutado el saneamiento entre los años 2001 y 2005, debió considerarse la vigencia de la citada Ley,
evidenciándose que el INRA carecía de competencia para la ejecución de saneamiento; con relación a la falta
de homologación, se tiene aprobada la ampliación mediante ley la cual cuenta con mayor jerarquía que una
Resolución Suprema; además el proceso cuenta con otra omisión que se constituye en vicio de nulidad, toda
vez que el predio no cuenta con levantamiento de pericias del campo, evidenciándose que no se ha cumplido
con la normativa (fs. 217 a 219 vta.).

III. FUNDAMENTOS JURÍDICOS DEL FALLO

La parte accionante, considera que se vulneraron los derechos de la comunidad indígena “Puca Huasi” al debido
proceso en sus elementos a la fundamentación, motivación, congruencia y pertinencia, la defensa, a la
valoración razonable de la prueba y a la motivación de las resoluciones, así como al derecho de acceso a la
justicia o tutela judicial efectiva y los derechos a existir libremente, a la tierra y territorio y la consulta previa; por
cuanto los Magistrados demandados, sobre la base de informes de los funcionarios del INRA emitieron la
Sentencia Nacional Agroambiental S1a Liquidadora 47/2012, a través de la cual, sin realizar una debida
fundamentación ni motivación y sin valorar la prueba que presentaron, se dispuso la nulidad del proceso de
saneamiento ejecutado en la comunidad “Puca Huasi”, argumentando que de acuerdo a la Ley 1465, la
sobreposición entre la comunidad “Puca Huasi” y el predio de la demandante se encuentran dentro del radio
urbano, sentando un funesto precedente para las comunidades campesinas y pueblos indígenas del país, pues
dicha determinación hará desaparecer a la comunidad indígena al obligarles pertenecer a un radio urbano, sin
antes haberles previamente consultado.

En consecuencia, corresponde en revisión, verificar si tales extremos son evidentes a fin de conceder o denegar
la tutela solicitada; para el efecto, considerando que se trata de una acción de amparo constitucional interpuesta
a nombre de la comunidad Puca Huasi, es imprescindible que esta Sala desarrolle la siguiente argumentación,
a efecto de analizar el caso concreto: i) El constitucionalismo plurinacional, comunitario y descolonizador y sus
efectos en la interpretación del derecho y de los derechos; ii) El control de convencionalidad en la interpretación
de los derechos y garantías; iii) La acción popular como vía idónea para la tutela de los derechos de las naciones
y pueblos indígena originario campesinos y la reconducción procesal de acciones; iv) Los derechos a existir
libremente, a la tierra y al territorio y a la consulta, como derechos colectivos de las naciones y pueblos indígena
originario campesinos; v) El debido proceso y sus elementos desde una dimensión colectiva; vi) El derecho de
acceso a la justicia o tutela judicial efectiva; y, vii) El análisis del caso concreto.
III.1. El constitucionalismo plurinacional comunitario y descolonizador y sus efectos en la interpretación
del derecho y los derechos

III.1.1. Las características del constitucionalismo plurinacional comunitario y descolonizador

El art. 1 de la CPE, sostiene que “Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional
Comunitario”; modelo de Estado que fue el resultado de la fuerza descolonizadora de los pueblos indígena
originarios campesinos, quienes plantearon el reto histórico de dar fin al colonialismo, como sujetos políticos
colectivos con derecho a definir su destino, gobernarse en autonomías y participar en los nuevos pactos de
Estado.

Este nuevo modelo, tiene una inspiración anticolonialista que rompe con la herencia del constitucionalismo
monocultural, que nació a espaldas de los pueblos indígenas y del constitucionalismo pluricultural que introdujo
de manera subordinada un reconocimiento parcial a los derechos de los pueblos indígenas. Nuestra
Constitución marca una ruptura respecto al constitucionalismo clásico y occidental concebido por las élites
políticas; es un constitucionalismo que expresa la voluntad de las clases populares y los pueblos indígenas,
creando una nueva institucionalidad, transversalizada por lo plurinacional, una nueva territorialidad, signada por
las autonomías, un nuevo régimen político y una nueva legalidad bajo el paradigma del pluralismo jurídico
igualitario en el marco de la Constitución Política del Estado.

Efectivamente, nuestra Constitución tiene características que la distinguen e individualizan y dan cuenta de un
constitucionalismo que no tiene precedentes, y cuyos intérpretes deben ser fieles a sus fundamentos, a los
principios y valores que consagra, con la finalidad de materializar y dar vida a las normas constitucionales,
siendo sus características más importantes, la plurinacionalidad, la descolonización, el pluralismo jurídico
igualitario, la interculturalidad, el carácter comunitario del Estado y el paradigma del vivir bien como valor y fin
del Estado.

Es bajo ese nuevo marco que, como lo entendió la SCP 0790/2012 de 20 de agosto: “(…) la comprensión de
los derechos, deberes y garantías no puede realizarse desde la óptica del constitucionalismo liberal, sino más
bien abrirse a una pluralidad de fuentes del derecho y de derechos, trascendiendo el modelo de Estado liberal
y monocultural cimentado en el ciudadano individual, entendiendo que los derechos en general, son derechos
de colectividades que se ejercen individualmente, socialmente y/o colectivamente, lo cual no supone la
negación de los derechos y garantías individuales, pues el enfoque plurinacional permite concebir a los
derechos, primero, como derechos de colectividades, luego como derechos que se ejercen
individualmente, socialmente y colectivamente en cada una de las comunidades civilizatorias, luego
como una necesidad de construir, de crear una comunidad de comunidades; es decir, un derecho de
colectividades, un derecho que necesariamente quiebre la centralidad de una cultura sobre las otras y
posibilite diálogos, espacios políticos de querella discursiva para la generación histórica y necesaria de
esta comunidad de comunidades de derechos.

El reconocimiento y adopción del pluralismo jurídico, hace posible un diálogo intercultural entre derechos, pues
ya no existe una sola fuente de Derecho y de los derechos; de donde éstos pueden ser interpretados
interculturalmente, lo cual habilita el carácter dúctil y poroso de los derechos, permitiendo un giro en la
comprensión de los mismos, generando su transformación para concebirlos como práctica de diálogo entre
culturas, entre mundos civilizatorios, en búsqueda de resignificar constantemente el contenido de los derechos
para cada caso concreto.

Por ello, la construcción de la institucionalidad plurinacional parte del desmontaje de las lógicas de colonialidad,
desmistificando la idea de que impartir justicia es solamente una ‘potestad’; sino por el contrario, asumirla
como un servicio al pueblo, concebida como facultad/obligación, pues fruto de la colonialidad antes construida,
se ha estructurado una ‘administración de justicia’ extremadamente formal, cuasi sacramental,
reproductora de prácticas judiciales desde la colonia y el periodo republicano, fundadas en la señorialidad de
esta actividad bajo la concepción de ‘potestad’ antes que de ‘servicio’, sustentado por todo un aparato
normativo, doctrinal e institucional. Corresponde al Tribunal Constitucional Plurinacional, romper esas
relaciones y prácticas que se reproducen en lo social, cultural, político e institucional, constituyéndose en un
instrumento destinado a la generación de espacios de diálogo y relacionamiento de las diferentes concepciones
jurídicas en el marco del Estado Plurinacional Comunitario, aportando al proceso de interpretación intercultural
de los derechos humanos y fundamentales, así como de las garantías constitucionales, con énfasis en los
derechos colectivos y de las naciones y pueblos indígena originario campesinos” (el resaltado es
nuestro).

Como se ha señalado, una de las características del constitucionalismo boliviano es la plurinacionalidad que
supone la construcción colectiva del Estado, donde la diversidad de pueblos se vea representada en la
estructura del Estado, y donde se garantice plenamente sus derechos para la construcción de una sociedad
justa y armoniosa, cimentada en la descolonización, sin discriminación ni explotación, con plena justicia
social, para consolidar las identidades plurinacionales, conforme establece el art. 9.1 de la CPE, como fin y
función del Estado.
Conforme a lo precedentemente señalado, la descolonización es entendida por nuestra Constitución como el
sustento, el fundamento del Estado Plurinacional; pues la construcción de éste sólo puede hacerse realidad a
partir de la modificación de las relaciones de poder, de subordinación que la colonialidad supone.

Y es que un Estado Plurinacional, que se construye a partir de la diversidad existente, sólo puede consolidarse
en la medida en los diferentes pueblos, colectividades y personas se encuentren en una relación de equilibrio y
armonía, donde esté ausente la discriminación que tiene como fundamento, precisamente, a las relaciones
coloniales de poder, cuya modificación implica, desde la visión de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos, la reconstitución de sus territorios, sus estructuras, instituciones, formas de vida, saberes, y
conocimientos; pues, sólo cuando se consiga esta reconstitución podrá existir un relacionamiento sobre la base
de la igualdad.

El sentido de la descolonización puede encontrarse en el informe presentado por la Comisión visión País de la
Asamblea Constituyente, en el que se señala que la descolonización tiene un sentido liberador, que se traduce
en la reparación y el resarcimiento de los daños ocasionados por el Estado colonial: “Reparar y resarcir a las
naciones y pueblos indígenas, originarios y campesinos, de los daños e injusticias históricas, garantizando su
participación en la construcción de la institucionalidad del nuevo Estado”; añadiendo que el: “…Estado
Plurinacional es un modelo de organización política para la descolonización de nuestras naciones y pueblos…”.

Es esta perspectiva descolonizadora la que se encuentra en la base y fundamento de nuestra Constitución


Política del Estado; que está presente desde el Preámbulo, en el que la denuncia de los pueblos indígenas se
alza con fuerza al señalar: “Dejamos en el pasado el Estado Colonial, republicano y neoliberal. Asumimos el
reto histórico de construir colectivamente el Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, que
integra y articular los propósitos de avanzar hacia una Bolivia democrática, productiva, portadora e inspiradora
de la paz, comprometida con el desarrollo integral y con la libre determinación de los pueblos”.

La descolonización como fin del Estado, se presenta en una doble perspectiva: la constitución de una sociedad
justa, armoniosa y sin discriminación, eliminando, por tanto las relaciones de subordinación que encarna la
colonialidad del poder en los diferentes ámbitos, entre ellos el jurídico, y, por otra, la consolidación de las
identidades plurinacionales a través de la reconstitución de los pueblos indígenas, con la finalidad de lograr un
verdadero equilibrio e “igualación” en dichas relaciones de poder.

III.1.2. La interpretación del derecho a partir de los postulados de la plurinacionalidad y el pluralismo

En el ámbito de la justicia, el pluralismo supone redimensionar el sistema jurídico ius positivista, a partir de la
experiencia y prácticas de los sistemas jurídicos indígenas, pero también implica considerar las prácticas, los
principios y los valores de las naciones y pueblos indígena originario campesinos cuando se les vaya ha aplicar
el derecho occidental, así como asumir interpretaciones interculturales de los derechos y garantías cuando se
denuncie su lesión en los supuestos en los que las naciones y pueblos indígena originario campesinos ejerzan
sus sistemas de justicia, y, finalmente, efectuar ponderaciones cuando dichos derechos o garantías se
encuentren en conflicto. En síntesis, esta Sala considera que, a partir del postulado de la descolonización,
como fin y función del Estado, las autoridades administrativas, jueces y tribunales de justicia, deben asumir una
interpretación de las normas jurídicas, de los derechos y garantías, que atiendan, fundamentalmente a los
siguientes aspectos:

a) La flexibilización de los requisitos formales y la reconducción procesal de acciones Se ha señalado


que el sistema jurídico ius postivista, como herencia colonial, se ancla en formalismos que, lejos de resolver los
conflictos, permite dilatarlos indefinidamente sin obtener justicia, así, en contrapartida, la plurinacionalidad y el
pluralismo supone pensar y adoptar medidas que permitan dar soluciones integrales, con celeridad, a los
conflictos que se presentan, desterrando toda práctica dilatoria que únicamente se demora en cuestiones
formales sin tutelar de manera inmediata los derechos y garantías.

Así, esta Sala considera que, a partir del carácter plural de la justicia, se deben materializar de manera oportuna
e inmediata los derechos y garantías tanto en su dimensión individual como colectiva, más allá de los ritualismos
procesales y la exigencia de requisitos propios de un sistema jurídico colonial, que debe ser redimensionado a
partir de los postulados de nuestra Constitución Política del Estado, lo que implica que dichas exigencias
formales no pueden constituirse en un obstáculo para un real acceso a la justicia constitucional, cuando
efectivamente se constata la lesión de derechos y garantías constitucionales.

Lo señalado encuentra sustento, además, en los principios de prevalencia del derecho sustantivo respecto al
formal, justicia material, principio pro actione y el principio de no formalismo; los cuales deben ser aplicados con
mayor fuerza en la justicia constitucional y, en especial, tratándose de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos, cuya tradición jurídica no reconoce las formalidades propias del sistema occidental y, en
ese ámbito, deben flexibilizarse los requisitos para materializar su derecho de acceso a la justicia o
tutela judicial efectiva.

De lo señalado, esta Sala concluye que es posible flexibilizar los requisitos que impidan un real acceso a la
justicia constitucional, conforme lo ha hecho el Tribunal Constitucional en las SSCC 0957/2013, 1697/2013,
1784/2013, 1745/2013, 1883/2013, 1977/2013, 2007/2013, 1414/2013, entre muchas otras; en ese ámbito,
también es posible reconducir procesalmente las acciones tutelares cuando exista una evidente lesión de
derechos y garantías constitucionales, como lo ha venido haciendo este tribunal en diferentes Sentencias
Constitucionales Plurinacionales, como las SSCCPP 0645/2012, 2271/2012, 210/2013, 897/2013, entre otras;
reconducción que se constituye en un deber tratándose de naciones y pueblos indígena originario campesinos,
a partir de las características de nuestro Estado, pues, como se analizará en el siguiente punto, de conformidad
al art. 8.1) del Convenio 169 de la OIT, al aplicar la legislación nacional a los pueblos interesados deberán
tomarse debidamente en consideración sus costumbres o su derecho consuetudinario.

b) El principio de respeto a los derechos humanos y los criterios constitucionalizados para su


interpretación

Además de las características propias, que han sido descritas en el Fundamento Jurídico III.1.1 de esta
Sentencia Constitucional Plurinacional, como la plurinacionalidad, el pluralismo, la interculturalidad y la
descolonización, el modelo de Estado boliviano tiene características que lo inscriben dentro del marco de los
Estados Constitucionales actuales, en los que se apuesta por Constituciones plurales, garantizadas y
normativas, con un amplio catálogo de principios, valores, derechos y garantías fundamentales, que se
encuentran dotadas de garantías específicas de interpretación, que hacen que la parte axiológica y dogmática
de la Constitución Política del Estado tenga un peso decisivo no solo en cuanto a su aplicación directa, sino
también porque se constituyen en fundamento y límites de las diferentes funciones del poder público.

Efectivamente, los derechos fundamentales y garantías constitucionales tiene un lugar preeminente en el orden
constitucional, que se ve reflejado no sólo en el amplio catálogo de derechos fundamentales y garantías
jurisdiccionales que consagra nuestra Constitución, sino también en los fines y funciones esenciales del Estado,
siendo uno de ellos el de “Garantizar el cumplimiento de los principios, valores, derechos y deberes reconocidos
y consagrados en esta Constitución” (art. 9.4 de la CPE), así como en los criterios de interpretación de los
derechos humanos que se encuentran constitucionalizados, los cuales deben ser utilizados no sólo por el juez
constitucional, sino también por los jueces y tribunales de las diferentes jurisdicciones previstas en nuestra Ley
Fundamental, quienes, conforme lo entendió la SCP 0112/2012 de 27 de abril, se constituyen en los garantes
primarios de la Constitución y de los derechos y garantías fundamentales.

Así, deben mencionarse a los arts. 13 y 256 de la CPE, que introducen dos principios que guían la interpretación
de los derechos fundamentales: La interpretación pro homine y la interpretación conforme a los Pactos
internacionales sobre Derechos Humanos, a los que debe añadirse el principio de progresividad que se
desprende del art. 13 de la CPE y la directa justiciabilidad de los derechos prevista en el art. 109 de la CPE;
norma que establece que todo los derechos reconocidos en la Constitución son directamente aplicables y gozan
de iguales garantías para su protección, y que se constituye en una concreción del carácter normativo de la
Constitución Política del Estado, como otra de las características fundamentales del Estado Constitucional. El
principio de aplicación directa de los derechos, como sostuvo la SCP 0121/2012 de 2 de mayo, supone la
superación formalista del sistema jurídico y se constituye en un postulado para consolidar el valor normativo de
la Constitución Política del Estado:

“(…) la premisa en virtud de la cual se debe asegurar la eficacia máxima de los derechos fundamentales, exige
en términos de teoría del derecho, la superación de una concepción ius-positivista y formalista del sistema
jurídico, e implica la adopción de postulados jurídicos enmarcados en cánones constitucionales no solamente
destinados a limitar el poder, sino fundamentalmente direccionados a consagrar y consolidar la vigencia material
de los derechos fundamentales.

(…) el principio de aplicación directa y eficaz de los derechos fundamentales, constituye un postulado que
consolida el valor normativo de la Constitución, por el cual, los derechos fundamentales tienen una efectividad
plena más allá de un reconocimiento legislativo o de formalismos extremos que puedan obstaculizar su plena
vigencia, aspecto que caracteriza la ‘última generación del Constitucionalismo’, en el cual, el fenómeno de
constitucionalización del ordenamiento jurídico, se consagra y alcanza su esplendor a través del principio de
aplicación directa de los derechos fundamentales, el cual se materializa a través del nuevo rol de las autoridades
jurisdiccionales en su labor de interpretación constitucional acompañada de una coherente teoría de
argumentación jurídica”.

En ese marco, la Constitución Política del Estado introduce criterios para la interpretación de los derechos y
garantías, pero además establece principios rectores para la función judicial en el art. 178, al sostener que la
potestad de impartir justicia emana del pueblo boliviano y se sustenta en los principios de independencia,
imparcialidad, seguridad jurídica, publicidad, probidad, celeridad, gratuidad, pluralismo jurídico, interculturalidad,
equidad, servicio a la sociedad, participación ciudadana, armonía social y respeto a los derechos.

Conforme se aprecia, la función judicial ejercida por las diferentes jurisdicciones que componen el Órgano
Judicial, y también por la justicia constitucional, tiene entre sus principios, el respeto a los derechos, el cual, se
constituye en la base de la administración de justicia, y así lo reconoce la misma Ley del Órgano Judicial en el
art. 3. Este principio, guarda armonía con la preeminencia que en nuestro sistema constitucional tienen los
derechos fundamentales y garantías jurisdiccionales, los cuales si bien tienen como garantes en general a las
diferentes jurisdicciones del Órgano Judicial, encuentran en la justicia constitucional, y en particular en el
Tribunal Constitucional Plurinacional, su máximo resguardo, protección y órgano de interpretación.

Ahora bien, debe quedar claramente establecido que los derechos de las naciones y pueblos indígena
originario campesinos al mismo tiempo son derechos humanos en su dimensión colectiva y, por ende,
en el marco de la igualdad jerárquica de derechos contenida en el art. 13.III de la CPE, gozan de los
mismos principios y pautas de interpretación que han sido anotados precedentemente, los cuales deben
ser utilizados por las autoridades y jueces de las diferentes jurisdicciones a momento de aplicar el
derecho; derechos que, además, deben ser interpretados pluralmente, es decir, de acuerdo a los
criterios que emanan de la propia comunidad.

c) La interpretación plural del derecho

Esta Sala considera que toda interpretación de las normas jurídicas, cuando en un proceso judicial o
administrativo intervienen naciones y pueblos indígena originario campesinos, debe ser efectuada de manera
plural, considerando sus características, sus principios, valores, su cosmovisión, dando efectividad a lo previsto
por el art. 8.1 del Convenio 169 de la OIT, al que se ha hecho referencia anteriormente.

Efectivamente, debe considerarse que nuestro Estado plurinacional se construye a partir de la diversidad
existente, para la construcción de una sociedad justa y armoniosa, sin discriminación y explotación, siendo la
interculturalidad, la forma en que deben desarrollarse la relaciones entre las diferentes identidades nacionales,
bajo el fundamento del pluralismo igualitario.

La interculturalidad, por lo tanto, supone el relacionamiento en equilibrio, armonía, y si se quiere, “igualdad”


entre los naciones y pueblos, que sOlo podrá conseguirse en la medida en que se propicien medidas que
modifiquen las relaciones de desigualdad y discriminación; por ello se sostiene que la interculturalidad es algo
por construir, un relacionamiento que aún no existe; empero, en la medida en que aquéllas se modifiquen y se
logren relaciones de “igualdad”, se podrá alcanzar la interculturalidad en el relacionamiento entre las diferentes
identidades nacionales.

Efectivamente, la interculturalidad supone el relacionamiento entre sujetos “similares e iguales”, en términos


fácticos; pues una interculturalidad en la que se mantenga la base de subordinación y desigualdad no existe;
de ahí que el sustento y el contenido de la interculturalidad se asienta en la descolonización, y supone ir más
allá de la relación de respeto entre desiguales; pues dichas relaciones difícilmente podrán construirse si es que
materialmente no existe igualdad entre culturas.

Teniendo esta realidad, que es innegable, la interculturalidad se replantea de modo particular a la luz de la
descolonización, y tiene como presupuesto la adopción de medidas que permitan lograr la igualación de quienes
se encuentran, fácticamente, una relación de subordinación, donde la descolonización opera como un
mecanismo de nivelación del indígena e irradiación hacia lo colonial.
El carácter intercultural del Estado boliviano está reconocido en el propio art. 1 de la CPE. Por otra parte, se
reconoce como fines y funciones del Estado el fomentar el respeto mutuo, el diálogo intracultural, intercultural y
plurilingüe (art. 9.2 de la CPE). A ello se añade la declaración de Bolivia como Estado pacifista que promueva
la interculturalidad (art. 10.I) y, entre otros artículos, se reconoce a la interculturalidad como principio de
la potestad de impartir justicia (art. 178 de la CPE).

Entonces, la justicia constitucional y las diferentes jurisdicciones del órgano judicial, en el marco del pluralismo,
está obligada a interpretar el derecho a partir del propio contexto de la nación y pueblo indígena originario
correspondiente. La interpretación plural del derecho puede ser comprendida desde una perspectiva general,
vinculada a la consideración de los principios, valores, normas, procedimientos de los pueblos indígenas cuando
se encuentren como demandantes, demandados, recurrentes, recurridos, etc., ante las diferentes autoridades
administrativas o judiciales de las diferentes jurisdicciones previstas en la Constitución Política del Estado y
también ante la justicia constitucional, lo que supone, conforme se ha señalado, flexibilizar requisitos de
admisión y ritualismos procesales, tomando en cuenta sus procedimientos y normas propias, y también en el
ámbito sustantivo, considerar la forma en que dichas naciones y pueblos indígena originario campesinos,
conciben el hecho o acto que está siendo sometido a controversia, para en su caso, establecer los correctivos
necesarios en la aplicación del derecho, que es lo que sucede, por ejemplo, en el ámbito penal, donde, de
acuerdo al art. 391 del Código de Procedimiento Penal (CPP), cuando un miembro de una nación o pueblo
indígena originario campesino sea imputado por la comisión de un delito y se lo deba procesar en la jurisdicción
ordinaria, tanto los fiscales como los jueces deben estar asistidos por un perito especializado en cuestiones
indígenas y que antes de dictarse sentencia, éste debe elaborar un dictamen a los “efectos de fundamentar,
atenuar o extinguir su responsabilidad penal…” o en su caso, desde una interpretación plural extensiva y
favorable, a efecto que pueda ser juzgado en su propia comunidad, según sus normas y procedimientos propios.

Por otra parte, la interpretación plural está vinculada, de manera específica, a la interpretación de derechos y
garantías, en los supuestos en los que existan conflictos entre derechos individuales y derechos colectivos,
supuestos en los cuáles es indispensable que se analice -fundamentalmente la justicia constitucional, pero no
sólo ella- el derecho o garantía supuestamente lesionada a la luz de los principios, valores, derecho,
cosmovisión de la nación y pueblo indígena originario campesino, a efecto de evitar interpretaciones
monoculturales.

La interpretación plural de los derechos supone, entonces, que el carácter universal de los derechos humanos
previsto en el art. 13 de la CPE, deba ser contextualizado en determinado ámbito, tomando en cuenta las
particularidades de la nación y pueblo indígena originario campesino correspondiente, a efecto de no imponer
una sola visión e interpretación occidental de los derechos.

Así, bajo esos parámetros, tendrá que analizarse el acto, decisión o resolución vinculada a la nación o pueblo
indígena originario campesino, a partir de sus propios principios, valores, derecho y cosmovisión, para
posteriormente analizar su compatibilidad con los principios y valores de nuestra Constitución Política del
Estado, otorgando así una interpretación plural al derecho o garantía que se encuentra en conflicto.

Es en ese marco que, en muchos casos, los jueces estarán obligados a efectuar una la ponderación de los
derechos colectivos de las naciones y pueblos indígena originario campesinos con la los derechos
individuales que, conforme se ha dicho, a partir de lo previsto en el art. 13.III de la CPE tienen igual jerarquía;
ponderación en la que se deberá analizar si la medida adoptada, limitadora de un derecho tiene un fin
constitucionalmente legítimo, analizando si dicha medida es idónea, necesaria y proporcional, los tres principios
propios de los juicios de ponderación: idoneidad, necesariedad y proporcionalidad, principios que, empero,
deben ser interpretados pluralmente, considerando, se reitera los principios, valores, normas de las naciones y
pueblos indígena originario campesinos.

III.2. El control de convencionalidad en el marco de nuestro sistema constitucional y la interpretación


de de los derechos y garantías

Conforme se ha señalado, los derechos fundamentales y garantías constitucionales tienen un lugar preeminente
en nuestro sistema constitucional, debiendo hacerse mención, fundamentalmente, a los arts. 13 y 256 de la
CPE, que introducen dos principios que guían la interpretación de los derechos fundamentales: La interpretación
pro homine y la interpretación conforme a los Pactos Internacionales sobre Derechos Humanos. En virtud a la
primera, los jueces, tribunales y autoridades administrativas, tiene el deber de aplicar aquella norma que sea
más favorable para la protección del derecho en cuestión -ya sea que esté contenida en la Constitución Política
del Estado o en las normas del bloque de constitucionalidad- y de adoptar la interpretación que sea más
favorable y extensiva al derecho en cuestión; y en virtud a la segunda (interpretación conforme a los Pactos
Internacionales sobre Derechos Humanos), tienen el deber de ejercer el control de convencionalidad,
interpretar el derecho de acuerdo a las normas contenidas en Tratados e Instrumentos Internacionales
en materia de Derechos Humanos ratificados o a los que se hubiere adherido el Estado, siempre y cuando,
claro está, declaren derechos más favorables a los contenidos en la Norma Suprema; obligación que se
extiende, además al contraste del derecho con la interpretación que de él ha dado la Corte Interamericana de
Derechos Humanos.

En el marco de lo señalado precedentemente, es evidente que al momento de aplicar las leyes, los jueces y
tribunales tienen la obligación de analizar la compatibilidad de la disposición legal no sólo con la Constitución
Política del Estado, sino también, como lo ha entendido la jurisprudencia de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, están obligados a efectuar el control de convencionalidad, a efecto de determinar si esa
disposición legal es compatible o no con los Convenios y Pactos Internacionales sobre Derechos Humanos y
con la interpretación que de ellas hubiera realizado la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En ambos
casos, los jueces y tribunales están obligados a interpretar la disposición legal desde y conforme a las normas
de la Ley Fundamental y las normas contenidas en Pactos Internacionales sobre Derechos Humanos y, cuando
dicha interpretación no es posible, formular, de oficio, la acción de inconstitucionalidad concreta.

Efectivamente, la Corte Interamericana de Derechos Humanos estableció en el caso Almonacid Arellanos contra
Chile, que son los jueces y tribunales internos los que deben efectuar el control de convencionalidad,
conforme al siguiente razonamiento: “124. La Corte es consciente que los jueces y tribunales internos están
sujetos al imperio de la Ley y, por ello, están obligados a aplicar las disposiciones vigentes en el ordenamiento
jurídico. Pero cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional como la Convención Americana,
sus jueces, como parte del aparato del Estado, también están sometidos a ella, lo que les obliga a velar
por que los efectos de las disposiciones de la Convención no se vean mermadas por la aplicación de
leyes contrarias a su objeto y fin, y que desde un inicio carecen de efectos jurídicos. En otras palabras, el
Poder Judicial debe ejercer una especie de ‘control de convencionalidad’ entre las normas jurídicas
internas que aplican en los casos concretos y la Convención Americana sobre Derechos Humanos. En esta
tarea, el Poder Judicial debe tener en cuenta no solamente el tratado, sino también la interpretación que
del mismo ha hecho la Corte Interamericana, intérprete última de la Convención Americana” (las negrillas
son nuestras).

Este control de convencionalidad que inicialmente debía ser ejercido solo por el Órgano Judicial, fue
posteriormente ampliado a otros órganos. Así, en el caso Cabrera García y Montiel Flores contra México, la
Corte Interamericana de Derechos Humanos sostuvo que: “225. (…) las autoridades internas están sujetas al
imperio de la Ley y, por ello, están obligadas a aplicar las disposiciones vigentes en el ordenamiento jurídico
332. Pero cuando un Estado es Parte de un tratado internacional como la Convención Americana, todos
sus órganos, incluidos sus jueces, también están sometidos a aquél, lo cual les obliga a velar por que
los efectos de las disposiciones de la Convención no se vean mermados por la aplicación de normas
contrarias a su objeto y fin” (las negrillas fueron añadidas). En el mismo sentido, el caso Gelman contra
Uruguay.

Entonces, conforme a dicho entendimiento, todas las autoridades, pero sobre todo los jueces, están obligados
a analizar si las disposiciones legales que aplicarán son compatibles con los Pactos Internacionales sobre
Derechos Humanos e, inclusive, con la jurisprudencia emanada de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos.

En ese sentido, tanto el principio de constitucionalidad (art. 410 de la CPE), como el de convencionalidad
(arts. 13.IV y 256 de la CPE); exigen a las autoridades interpretar las normas desde y conforme a la
Constitución Política del Estado y a las normas del bloque de constitucionalidad, precautelando el respeto
a los derechos fundamentales y garantías constitucionales, las cuales, conforme se ha visto, tienen una posición
privilegiada en nuestro sistema constitucional.

Los jueces y tribunales, bajo esa perspectiva, en virtud a las características de imparcialidad, independencia y
competencia, como elementos de la garantía del juez natural, son quienes deben efectuar un verdadero control
de convencionalidad, garantizando el efectivo goce de los derechos y las garantías jurisdiccionales previstas en
la Constitución Política del Estado y las normas del bloque de constitucionalidad, como ya lo anotara la Corte
Interamericana en los casos antes referidos.

III.3. La acción popular como vía idónea para la tutela de los derechos de las naciones y pueblos
indígena originario campesinos y la reconducción procesal de acciones

Conforme se ha señalado en el Fundamento Jurídico III.1.2 de esta Sentencia Constitucional Plurinacional, con
fundamento en la descolonización de la justicia, es posible flexibilizar los requisitos para el acceso a la justicia
constitucional, cuando efectivamente se constata lesión a los derechos y garantías constitucionales y, en ese
ámbito también es posible reconducir procesalmente las acciones tutelares; reconducción que en el marco de
las características de nuestro Estado y en aplicación del art. 8.1 del Convenio 169 de la OIT, se constituye en
un deber en el caso de las naciones y pueblos indígena originario campesinos cuando acudan a la justicia
constitucional interponiendo una acción constitucional equivocada, a efecto de materializar el acceso a la justicia
constitucional y resguardar sus derechos colectivos.

En ese ámbito, debe señalarse que dentro de las acciones tutelares se encuentra la acción popular, prevista en
el art. 135 de la CPE, como un mecanismo de defensa de los derechos e intereses colectivos relacionados con
el patrimonio, el espacio, la seguridad y salubridad pública, el medio ambiente y otros de similar naturaleza
consagrados por la Ley Fundamental, tales como los derechos establecidos por el art. 30 de la CPE, cuyos
titulares son las naciones y pueblos indígena originario campesinos.

Efectivamente, conforme interpretó la SC 1018/2011 de 22 de junio, la acción popular protege: “además de


derechos e intereses colectivos, derechos e intereses difusos -ambos contenidos bajo el nomen iuris
‘Derechos Colectivos’- y, en ese sentido, cualquier persona perteneciente a colectividad o comunidad afectada
puede presentar esta acción que, como su nombre indica, es popular” (las negrillas son nuestras) y en ese
sentido, las Sentencias Constitucionales Plurinacionales 0176/2012, 0300/2012 y 0645/2012, entre otras,
señalaron que la tutela de los derechos de las naciones y pueblos indígena originario campesinos debía ser
efectuada a través de la acción popular.

La tutela de los derechos de las naciones y pueblos indígena originario campesinos a través de la acción popular
se justifica plenamente si se consideran las características de esta acción que tiene una amplia flexibilidad
procesal y en la que no están previstas causales de improcedencia como la subsidiariedad, y no existe un plazo
de caducidada para su interposición; presupuestos configurativos de orden procesal que fueron desarrollados
por la SCP 1158/2013 de 26 de julio, conforme a lo siguiente:

“1) La sumariedad, característica en virtud de la cual, este medio de defensa tiene un procedimiento rápido y
oportuno para la tutela de derechos colectivos y también de derechos difusos tal como se explicará más
adelante; y, 2) La flexibilización procesal, presupuesto configurador a partir del cual, se establece que este
mecanismo de defensa no tiene un plazo específico de caducidad, sino que podrá ser utilizado durante
el tiempo que subsista la vulneración o amenaza a los derechos objeto de su tutela, aspecto plasmado en
el art. 136.I de la CPE; de la misma forma, a partir del presupuesto referente a la flexibilización procesal, debe
establecerse también que a este mecanismo de defensa, no le es aplicable el principio de subsidiariedad,
razón por la cual, de la misma forma, en mérito a esta característica y por la naturaleza de los derechos objeto
de tutela por esta acción, existe una amplia flexibilización de la legitimación activa, es decir, de la aptitud
legal para activar este medio de defensa, por eso, el art. 136 de la CPE, en su segundo parágrafo establece
que esta acción podrá ser interpuesta por cualquier persona, a título individual o en representación de
una colectividad, aspecto en virtud del cual, se tiene que las reglas de la legitimación activa aplicables a la
acción popular, son diferentes a los presupuestos establecidos para las demás acciones tutelares” (el resaltado
es añadido).

Efectivamente, la flexibilización procesal es una de las características esenciales de esta acción popular que se
manifiesta, conforme a la jurisprudencia glosada, en la inexistencia de un plazo de caducidad, del principio de
subsidiariedad y la legitimación activa amplia, en la medida en que puede ser presentada por cualquier persona,
a título individual o colectivo. Además de dichas características, debe señalarse que esta acción no puede ser
rechazada por el incumplimiento de los requisitos previstos en el art. 33 del Código Procesal Constitucional
(CPCo), pues tiene una naturaleza informal en virtud, precisamente, a la naturaleza colectiva o difusa de los
derechos protegidos.

En el marco de lo anotado, y de las características de nuestro modelo de Estado, la acción popular es el


mecanismo idóneo, para la tutela de los derechos de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos, frente a actos u omisiones de las autoridades o personas individuales o colectivas que violen los
derechos colectivos previstos en el art. 30 de la CPE, en el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de las
Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, así como los otros derechos subjetivos
previstos tanto en nuestra Constitución como los Pactos Internacionales sobre Derechos Humanos,
ejercitados colectivamente por las naciones y pueblos indígena originario campesinos, en el marco de
lo previsto por el art. 1 de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas,
que establece que: ”Los indígenas tienen derecho, como pueblos o como individuos, al disfrute pleno de
todos los derechos humanos y las libertades fundamentales reconocidos por la Carta de las Naciones
Unidas, la Declaración Universal de Derechos Humanos y la normativa internacional de los derechos
humanos”; dimensión colectiva de los derechos que ya se encontraba prevista en el art. 3 del Convenio 169
de la OIT, que señala: “Los pueblos indígenas y tribales deberán gozar plenamente de los derechos humanos
y libertades fundamentales, sin obstáculos ni discriminación. Las disposiciones de este Convenio se
aplicarán sin discriminación a los hombres y mujeres de estos pueblos” (el resaltado es nuestro).

En ese sentido, al ser la acción popular el medio idóneo para la tutela de los derechos de las naciones y pueblos
indígenas originario campesinos, es esa vía la que debe ser utilizada cuando acudan a la justicia constitucional
en defensa de sus derechos fundamentales propiamente colectivos, como los previstos en el art. 30 de la CPE,
u otros derechos fundamentales ejercidos colectivamente; sin embargo, en el marco de la descolonización y la
posibilidad de reconducir procesalmente las acciones, en los casos en que las naciones y pueblos indígena
originario campesinos equivocaron la vía procesal para la defensa de dichos derechos, este Tribunal debe
reconducir la acción tutelar interpuesta a la acción popular, que como se ha visto es el medio idóneo para la
tutela de sus derechos.

III.4. El derecho a la tierra y al territorio y su vinculación con los derechos a la consulta y a existir
libremente

El art. 30.II.4 de la CPE, establece que las naciones y pueblos indígena originario campesinos tienen derecho
a la libre determinación y territorialidad, complementado por el numeral 6 del mismo artículo que hace
referencia al derecho a la titulación colectiva de tierras y territorios; finalmente en el numeral 10 del art.
30.II de la CPE, hace referencia al derecho de las naciones y pueblos indígena originario campesinos a “vivir
en un ambiente sano, con manejo y aprovechamiento adecuado de los ecosistemas”.

Como se observa la Constitución hace un reconocimiento no solamente al derecho a la tierra, sino también al
territorio, entendido como el espacio ancestral, donde se desarrolla la cultura, espiritualidad, historia y forma de
organización social y política los pueblos indígenas, donde ejercen el control sobre los recursos naturales y se
despliegan todas sus instituciones.

Pero además, la Constitución Política del Estado reconoce la especial relación de las naciones y pueblos
indígena originario campesinos con la tierra y el territorio; reconocimiento que, además ya se encontraba en el
Convenio 169 de la OIT, al señalar en el art. 13.1 que: “…los gobiernos deberán respetar la importancia especial
que para las culturas y valores espirituales de los pueblos interesados reviste su relación con las tierras o
territorios, o con ambos, según los casos, que ocupan o utilizan de alguna otra manera y en particular los
aspectos colectivos de esa relación” (las negrillas son nuestras).

En ese sentido, el mismo artículo del Convenio, en su numeral 2, de manera expresa sostiene que la utilización
del término tierras debe incluir el concepto de territorios: “lo que cubre la totalidad del hábitat de las regiones
que los pueblos interesados ocupan o utilizan de alguna otra manera” (el resaltado es añadido).

Dada la importancia de esta relación y de la ancestralidad del territorio de los pueblos indígenas, el art. 14 del
referido Convenio señala que los Estados deben reconocer: “…a los pueblos interesados el derecho de
propiedad y de posesión sobre las tierras que tradicionalmente ocupan. Además, en los casos apropiados,
deberán tomarse medidas para salvaguardar el derecho de los pueblos interesados a utilizar tierras que no
estén exclusivamente ocupadas por ellos, pero a las que hayan tenido tradicionalmente acceso para sus
actividades tradicionales y de subsistencia. A este respecto, deberá prestarse particular atención a la situación
de los pueblos nómadas y de los agricultores itinerantes”.
En ese sentido, el art. 14.2 del Convenio 169 de la OIT, establece que: “Los gobiernos deberán tomar las
medidas que sean necesarias para determinar las tierras que los pueblos interesados
ocupan tradicionalmente y garantizar la protección efectiva de sus derechos de propiedad y posesión”
y, el numeral 3, señala: “Deberán instituirse procedimientos adecuados en el marco del sistema jurídico
nacional para solucionar las reivindicaciones de tierras formuladas por los pueblos interesados” (las
negrillas son agregadas).

Ahora bien, conforme se ha visto, el término territorio, comprende a los recursos naturales existentes en él, por
ello, el art. 15 del Convenio 169 de la OIT, establece que los derechos de los pueblos interesados a los recursos
naturales existentes en sus territorios: “deberán protegerse especialmente. Estos derechos comprenden el
derecho de esos pueblos a participar en la utilización, administración y conservación de dichos recurso”.

Estas normas fueron consideradas por la Corte Interamericana en el caso de la comunidad Mayagna (Sumo)
Awas Tingni vs. Nicaragua, Sentencia de 31 de agosto de 2001, y pronunciada en virtud a que los integrantes
de la comunidad Mayagna reclamaron la titularización de sus tierras tradicionales al Estado de Nicaragua sin
obtener respuesta favorable, surgiendo el conflicto a partir que empresas transnacionales ingresaron a las
tierras de la comunidad para la explotación de recursos forestales, motivo por el cual la comunidad hizo sus
reclamos en la vía judicial sin resultados positivos.

La Corte consideró que la comunidad Awas Tingni tiene derechos colectivos a sus tierras tradicionales, recursos
y medio ambiente, y que la falta de reconocimiento, garantía, respeto e implementación efectiva de ese derecho
estaba en conflicto con las obligaciones estatales derivadas de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos. En esta Sentencia, la Corte concluyó que: “los miembros de la Comunidad Awas Tingni tienen
derecho de propiedad sobre las tierras que habitan actualmente”, y que el Estado debía garantizar el respeto
por los derechos territoriales, que incluye la emisión y el registro de títulos formales y la demarcación para fijar
y hacer conocer los límites del territorio.

Por su parte, la misma Corte, en el caso del pueblo Saramaka vs. Suriname, Excepción Preliminar, Fondo,
Reparaciones y Costas, Sentencia de 28 de noviembre de 2007, estableció que: “Los integrantes de los pueblos
indígenas y tribales tienen el derecho de ser titulares de los recursos naturales que han usado y ocupado
tradicionalmente durante siglos (… ) De allí la necesidad de proteger las tierras y los recursos que han usado
tradicionalmente: para prevenir su extinción como pueblo (…) el derecho a usar y gozar del territorio carecería
de sentido en el contexto de los miembros de los pueblos indígenas y tribales si dicho derecho no estuviera
conectado con los recursos naturales que se encuentran dentro del territorio”.

También debe mencionarse al caso Yakye Axa vs. Paraguay, en el que la Corte Interamericana de Derechos
Humanos sostuvo que los pueblos indígenas que hubieren perdido sus tierras por causas ajenas a su voluntad,
no han perdido completamente sus derechos sobre sus territorios tradicionales, manteniendo su pretensión
válida, pues: “los Estados deben tener en cuenta que los derechos territoriales indígenas abarcan un concepto
más amplio y diferente que está relacionado con el derecho colectivo a la supervivencia como pueblo
organizado, con el control de su hábitat como una condición necesaria para la reproducción de su cultura, para
su propio desarrollo y llevar a cabo sus planes de vida.(…) Al desconocerse el derecho ancestral de los
miembros de las comunidades indígenas sobre sus territorios, se podría estar afectando otros derechos básicos
como el derecho a la identidad cultural y la supervivencia misma de las comunidades indígenas y sus miembros”.

Así frente a un conflicto entre los derechos de los pueblos indígenas y la propiedad privada, la Corte se
inclina hacia el reconocimiento de prioridad del derecho de propiedad comunal indígena, sin perjuicio de
la indemnización que pueda corresponder al propietario de buena fe; aclarando sin embargo que: “Esto no
significa que siempre que estén en conflicto los intereses territoriales particulares o estatales y los
intereses territoriales de los miembros de las comunidades indígenas, prevalezcan los últimos sobre
los primeros” (las negrillas son añadidas); pues los Estado pueden verse imposibilitados, por razones
concretas y justificadas a devolver el territorio, supuesto en el cual, los pueblos indígenas tienen derecho a la
“elección y entrega de tierras alternativa, el pago de una justa indemnización o ambos”, debiendo los pueblos
participar en la elección de las tierras.

También debe hacerse mención al caso Sawhoyamaxa vs. Paraguay, en el que la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, hizo referencia al derecho a la reivindicación de los pueblos indígenas respecto a sus
territorios ancestrales, señalando que: “…la base espiritual y material de la identidad de los pueblos
indígenas se sustenta principalmente en su relación única con sus tierras tradicionales. Mientras esa relación
exista, el derecho a la reivindicación permanecerá vigente, caso contrario se extinguirá” (las negrillas son
nuestras); aclarando que “Dicha relación puede expresarse de distintas maneras, según el pueblo indígena del
que se trate y las circunstancias concretas en que se encuentre, y puede incluir el uso o presencia tradicional,
ya sea a través de lazos espirituales o ceremoniales; asentamientos o cultivos esporádicos, caza, pesca o
recolección estacional o nómada; uso de recursos naturales ligados a sus costumbres; y cualquier otro elemento
característico de sus culturas”.
Por su parte, el art. 26 de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas
de manera expresa señala que:

“1. Los pueblos indígenas tienen derecho a las tierras, territorios y recursos que tradicionalmente han
poseído, ocupado o de otra forma utilizado o adquirido.

2. Los pueblos indígenas tienen derecho a poseer, utilizar, desarrollar y controlar las tierras, territorios
y recursos que poseen en razón de la propiedad tradicional u otra forma tradicional de ocupación o utilización,
así como aquellos que hayan adquirido de otra forma.

3. Los Estados asegurarán el reconocimiento y protección jurídicos de estas tierras, territorios y


recursos. Dicho reconocimiento respetará debidamente las costumbres, las tradiciones y los sistemas
de tenencia de la tierra de los pueblos indígenas de que se trate” (el resaltado es añadido).

Debe considerarse que las naciones y pueblos indígena originario campesinos, en la mayoría de los casos,
todavía habitan en su territorio o realizan actividades en él, aunque no tengan un asentamiento permanente en
el territorio que vivieron sus antepasados y ancestros, siendo para ellos, la tierra no un simple bien o un medio
de producción, sino parte de su vivencia, de su ser, de su existencia, concebida como una integralidad, la casa
en la cual vivieron sus antepasados, el territorio que vio el comienzo de los tiempos, viviendo en comunidad con
sus hermanos, plantas animales y otros seres a quienes se les llama “achachilas”, “Awichas”, “Waq’as”, etc.

Entonces, el hábitat de los indígenas, comprende no solo la tierra, sino también el territorio; es decir, abarca el
espacio ancestral en la que desarrolla sus específicas formas de vida, donde se desarrolla su cultura,
espiritualidad, su organización social y política, así como sus conocimientos en relación a los recursos naturales
y se despliegan todas sus instituciones.

Ese espacio geográfico, es su casa grande, donde todas las cosas pertenecen a todos y a nadie en particular,
bajo una comprensión integral, entonces su territorio, son sus ríos, cerros, montañas, cascadas, bosques,
plantas, árboles etc., cada uno en su especie, están llenos de significados profundos sobre la cosmovisión de
estos pueblos, para ellos el hábitat es el santuario, pues allí está su medicina, sus alimentos, lo que da vida, lo
que mantiene y alivia el espíritu, es el principio y el fin, es su vida misma, en conexión con el “multiverso” y aún
después de la muerte sus “ajayus” estarán allí, bajo otra forma de expresión, por ello deben ser preservados y
respetados.

El territorio de las naciones y pueblos indígenas, es fundamental para su supervivencia y continuidad, por ello
es que las diferentes normas internacionales y la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos reconocen la importancia fundamental de los derechos territoriales indígenas, y la necesidad de
garantizarlos y establecer los mecanismos necesarios para su materialización; pues, de no hacerlo, se atenta
contra la existencia misma de estos pueblos.

Los pueblos indígenas tienen prácticas y concepciones propias, donde la propiedad de la tierra es compartida
y heredada de generación en generación, con un valor de uso y no de cambio. Es la casa grande, donde cada
nación, pueblo y comunidad indígena tiene el derecho de usar, gozar, disfrutar y administrar un bien material o
inmaterial, cuya titularidad pertenece a todos y cada uno de sus miembros y que es fundamental, como se tiene
señalado, para la existencia misma del pueblo indígena.

Conforme a las normas antes referidas y a la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
es evidente que los pueblos indígenas tienen derecho a la titulación de las tierras y territorios que
tradicionalmente han ocupado; derecho que se extiende a los recursos naturales que se encuentran en los
mismos. Para la materialización de este derecho tanto el Convenio 169 de la OIT, como la Declaración de las
Naciones Unidas, establece que los Estados deben adoptar las medidas necesarias para asegurar el
reconocimiento de las tierras, territorios y recursos de los pueblos indígenas; reconocimiento que debe respetar
“debidamente las costumbres, las tradiciones y los sistemas de tenencia de las tierras de los pueblos
indígenas de que se trate”, conforme señalar el art. 26.3 de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los
Derechos de los Pueblos Indígenas, que ha sido glosada precedentemente.

Entonces, conforme a esta última norma, el reconocimiento de las tierras y territorios de las naciones y pueblos
indígenas por parte del Estado debe respetar la forma de tenencia de los mismos, así como sus costumbres y
tradiciones, sin que sea válido, por tanto, que se imponga una forma de tenencia ajena a su forma de vida, a
sus costumbres, tradiciones y, en general a la forma integral en que concibe su territorio, menos aún efectuar
divisiones en su territorio bajo la lógica occidental, como por ejemplo, la zonificación del mismo en área urbana
y rural; pues ello, no responde a la forma en que tradicionalmente han manejado su territorio que, conforme se
ha visto, no responde a la lógica de cambio, sino al lugar donde desarrollan de manera integral todas sus
actividades; lo que significa que, independientemente del carácter urbano o rural del territorio de las
naciones y pueblos indígenas -que se reitera, se constituyen en delimitaciones ajenas a la propia
cosmovisión de los pueblos indígenas- éstos deben desarrollar su cultura, historia y sus propias formas
de organización social y política, ejerciendo el control sobre los recursos naturales y desarrollando
todas sus instituciones.
Conforme a ello, los Estados deben tomar en cuentan la naturaleza de los derechos territoriales indígenas, que
tienen un concepto más amplio y diferente, relacionado con el derecho colectivo a la supervivencia como pueblo
organizado, siendo una condición el control de su hábitat para la reproducción de su cultura, desarrollo y planes
de vida. Por ello, la misma Corte se inclinó por la prevalencia de los intereses territoriales indígenas por sobre
los particulares o estatales, aclarando, empero que ello no significa que en todos los casos se de esta
prevalencia, pues pueden existir razones concretas y justificadas que impidan devolver el territorio, supuesto
en el cual, los pueblos indígenas tienen derecho a elegir y a que se les entreguen tierras alternativas, el pago
de una justa indemnización o ambos.

Conforme a la concepción integral de territorio, se desprende que este derecho se encuentra vinculado con los
derechos a la consulta previa, pues toda definición sobre el mismo necesariamente deberá ser consultada al
pueblo indígena en cuestión conforme lo establecen los arts. 6 del Convenio 169 de la OIT, 19, 32 de la
Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas y art. 30.II.15 de la CPE, el
Estado está obligado a implementar procesos de diálogo de buena fe con los pueblos indígenas antes de
adoptar medidas administrativas o legislativas concretas que puedan afectarles; más aún si se considera que
el derecho a la consulta está comprendido dentro de la definición de territorio indígena originario campesino
señalada en el art. 403 de la CPE.

Pero además, el territorio está vinculado con el derecho a la existencia libre de los pueblos indígenas y, en ese
ámbito, con el derecho a existir libremente (art. 30.II.1 de la CPE); pues, como se ha señalado abarca el espacio
donde desarrollan su cultura, espiritualidad, su organización social y política, así como sus conocimientos en
relación a los recursos naturales y se despliegan todas sus instituciones; en síntesis, es el espacio donde
ejercen la libre determinación y ejercen plenamente su identidad cultural.

En el marco de las consideraciones efectuadas precedentemente, el art. 3 de la LSNRA, bajo el nombre


de “Garantías Constitucionales”, establece en el parágrafo III, que:

“Se garantizan los derechos de los pueblos y comunidades indígenas y originarias sobre sus tierras
comunitarias de origen, tomando en cuenta sus implicaciones económicas, sociales y culturales y el uso
y aprovechamiento sostenible de los recursos naturales renovables, de conformidad con lo previsto en el artículo
171º de la Constitución Política del Estado. La denominación de tierras comunitarias de origen comprende el
concepto de territorio indígena, de conformidad a la definición establecida en la parte N del Convenio 169 de la
organización Internacional del Trabajo, ratificado mediante Ley 1257 de 11 de julio de 1991.

Los títulos de tierras comunitarias de origen otorgan en favor de los pueblos y comunidades indígenas y
originarias la propiedad colectiva sobre sus tierras, reconociéndoles el derecho a participar del uso y
aprovechamiento sostenible de los recursos naturales renovables existentes en ellas.

El uso y aprovechamiento de los recursos naturales no renovables en tierras comunitarias de origen se regirá
por lo dispuesto en la Constitución Política del Estado y en las normas especiales que los regulan.

Las tierras comunitarias de origen y las tierras comunales tituladas colectivamente no serán revertidas,
enajenadas, gravadas embargadas, ni adquiridas por prescripción. La distribución y redistribución para el uso y
aprovechamiento individual y familiar al interior de las tierras comunitarias de origen y comunales tituladas
colectivamente se regirá por las reglas de la comunidad, de acuerdo a sus normas y costumbres.

En la aplicación de las leyes agrarias y sus reglamentos, en relación a los pueblos indígenas y
originarios, deberá considerarse sus costumbres o derecho consuetudinario, siempre que no sean
incompatibles con el sistema jurídico nacional” (el resaltado es nuestro).

Por su parte, el DS 29215 de 2 de agosto de 2007, Reglamento de la Ley del Servicio Nacional de Reforma
Agraria, modificada por la Ley 3545 de Reconducción Comunitaria de la Reforma Agraria, establece en el
Capítulo II, sobre Disposiciones Comunes, aplicables a todos los procedimientos agrarios administrativos, en el
art. 6, que: “La ejecución y cumplimiento de estos procedimientos será de estricta responsabilidad de los
funcionarios públicos en sus distintas etapas y diferentes actividades, conforme la Ley Nº 1178 de 20 de julio
de 1990, de Administración y Control Gubernamentales. Tales actividades deberán realizarse de manera
compatible con la protección de la vida humana, el respeto a los derechos de los pueblos indígenas u
originarios y campesinos, la propiedad pública y privada, la promoción de la equidad de género, la
conservación del medio ambiente, los recursos naturales y la biodiversidad” (las negrillas son nuestras).

Por otra parte, el art. 11 del DS 29215, establece que los procedimientos agrarios administrativos serán
ejecutados solo en el área rural, añadiendo que los predios ubicados al interior del radio urbano de un municipio
que cuenta con una ordenanza municipal homologada, no serán objeto de aplicación de estos procedimientos,
bajo sanción de nulidad y que en los predios parcialmente comprendidos en áreas urbanas que cuenten con
ordenanzas municipales homologadas, el saneamiento únicamente se ejecutará sobre la fracción del área rural.
La misma norma, en el parágrafo IV determina que para resolver la ampliación de un radio urbano que afecte a
un pueblo indígena u originario, aparte de la coordinación con el INRA, el Concejo Municipal competente
necesariamente deberá realizar una consulta previa, oportuna y de buena fe, por medios idóneos a los pueblos
indígenas u originarios involucrados. El resultado de esa consulta deberá consignarse en la resolución sobre
la ampliación del radio urbano.

Finalmente, debe mencionarse al art. 353 del mismo Decreto Supremo, contenido en el Título IX, denominado
“Dotación y conversión de tierras comunitarias de origen y compensación”, que establece como garantía de los
derechos de los pueblos indígenas u originarios que: “El proceso de saneamiento garantiza el derecho de la
propiedad agraria sobre las Tierras Comunitarias de Origen, ejercido por los pueblos indígenas u originarios en
sus espacios históricos y ancestrales, desarrollando el derecho colectivo y comunitario a través de sus formas
tradicionales de organización, en el marco del Convenio de la Organización Internacional del Trabajo y el
Artículo 171 de la Constitución Política del Estado”.

Conforme a lo anotado, la Ley del Servicio Nacional de Reforma Agraria, ya preveía normas que garantizaban
los derechos de las ahora denominadas naciones y pueblos indígena originario campesinos en el marco de la
Constitución abrogada y el Convenio 169 de la OIT, que fue ratificado por Bolivia mediante Ley 1257 de 11 de
junio de 1991; Convenio que, conforme se ha señalado, establece el derecho a la consulta previa a los pueblos
indígenas cuando se fueran a adoptar medidas administrativas o legislativas susceptibles de afectarles
directamente, de conformidad al art. 6 del Convenio 169 de la OIT, así como los derechos a la tierra y territorio
de los pueblos indígenas.

En ese entendido, si bien ni la Ley del Servicio Nacional de Reforma Agraria aprobados por DDSS 24784 de 31
de julio de 1997 y 25763 de 5 de mayo de 2000, establecían que se debía consultar a las comunidades y pueblos
indígenas sobre las medidas legislativas o administrativas que pudieran afectarles, y, concretamente, respecto
a la ampliación del área urbana; sin embargo, el Convenio 169, ratificado el 11 de junio de 1991, conforme se
ha señalado, ya tenía establecido este derecho y la obligación por parte de los Estados de efectuarla cuando
se adoptaran medidas administrativas o legislativas susceptibles de afectarles directamente, como es el caso
de la ampliación del área urbana; derecho que, como se ha visto, actualmente está previsto en el DS 29215,
Reglamento de la Ley del Servicio Nacional de Reforma Agraria.

III.5. El debido proceso y sus elementos: la valoración razonable de la prueba y la motivación de las
resoluciones

La jurisprudencia constitucional ha entendido que el debido proceso tiene una triple dimensión: como derecho
fundamental consagrado en el art. 115.II de la CPE, que establece que: “El Estado garantiza el derecho al
debido proceso, a la defensa y a una justicia plural, pronta, oportuna, gratuita, transparente y sin dilaciones”;
como garantía jurisdiccional, de conformidad al art. 117.I de la CPE, que dispone que: “Ninguna persona puede
ser condenada sin haber sido oída y juzgada previamente un debido proceso”, y como principio procesal, de
conformidad al art. 180 de la CPE.

De acuerdo a la jurisprudencia constitucional, el debido proceso es el derecho de toda persona a un proceso


justo y equitativo en el que sus derechos se acomoden a lo establecido por disposiciones jurídicas generales
aplicables a todos aquellos que se hallen en una situación similar y comprende el conjunto de requisitos que
deben observarse en las instancias procesales a fin que las personas puedan defenderse adecuadamente ante
cualquier tipo de acto emanado del Estado que pueda afectar sus derechos (SSCC 1091/2004-R de 14 de julio
y 1034/2004-R de 5 de julio, reiteradas por la SC 0871/2010 y la SCP 0978/2012, entre muchas otras).

En igual sentido, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en la Opinión Consultiva OC-9/87 de 6 de


octubre, respecto al art. 8 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, estableció que el mismo:
“…no contiene un recurso judicial propiamente dicho, sino el conjunto de requisitos que deben observarse en
las instancias procesales para que pueda hablarse de verdaderas y propias garantías judiciales según la
Convención”; añadiendo posteriormente que el art. 8 reconoce del debido proceso legal “que abarca las
condiciones que deben cumplirse para asegurar la adecuada defensa de aquéllos cuyos derechos u
obligaciones están bajo consideración judicial ..” (párrafos 27 y 28).

Ahora bien, conforme lo entendió la jurisprudencia constitucional contenida en la SC 1057/2011-R de 1 de julio:


“De acuerdo a lo establecido por la Constitución Política del Estado y los Pactos Internacionales, se puede
establecer el siguiente contenido de la garantía del debido proceso: a) Derecho a la defensa; b) Derecho al
juez natural; c) Derecho a ser asistido por un traductor o intérprete; d) Derecho a un proceso público; e) Derecho
a la conclusión del proceso dentro de un plazo razonable; f) Derecho a recurrir; g) Derecho a la legalidad de la
prueba; h) Derecho a la igualdad procesal de las partes; i) Derecho a no declarar contra sí mismo y a no
confesarse culpable; j) Derecho a la congruencia entre acusación y condena; k) La garantía del non bis in idem;
l) Derecho a la valoración razonable de la prueba; ll) Derecho a la comunicación previa de la acusación; m)
Concesión al inculpado del tiempo y los medios para su defensa; n) Derecho a la comunicación privada con su
defensor; y, o) Derecho a que el Estado le otorgue un defensor proporcionado por el Estado cuando el imputado
no tuviere medios o no nombrare un defensor particular” (las negrillas nos corresponden).
Por otro lado, la SC 0112/2010-R de 10 de mayo, retomando los entendimientos de la 1365/2005-R de 31 de
octubre, señaló que: “…la garantía del debido proceso, comprende entre uno de sus elementos la exigencia
de la motivación de las resoluciones, lo que significa, que toda autoridad que conozca de un reclamo, solicitud
o que dicte una resolución dictaminando una situación jurídica, debe ineludiblemente exponer los motivos que
sustentan su decisión, para lo cual, también es necesario que exponga los hechos establecidos, si la
problemática lo exige, de manera que el justiciable al momento de conocer la decisión del juzgador lea
y comprenda la misma, pues la estructura de una resolución tanto en el fondo como en la forma, dejará
pleno convencimiento a las partes de que se ha actuado no sólo de acuerdo a las normas sustantivas y
procesales aplicables al caso, sino que también la decisión está regida por los principios y valores
supremos rectores que rigen al juzgador, eliminándose cualquier interés y parcialidad, dando al
administrado el pleno convencimiento de que no había otra manera de dilucidar los hechos juzgados
sino de la forma en que se decidió y al contrario, cuando aquella motivación no existe y se emite únicamente
la conclusión a la que ha arribado el juzgador, son razonables las dudas del justiciable en sentido de que los
hechos no fueron juzgados conforme a los principios y valores supremos, vale decir, no se le convence que ha
actuado con apego a la justicia y finalmente, la motivación no implicará la exposición ampulosa de
consideraciones y citas legales, sino que exige una estructura de forma y de fondo” (lo resaltado es nuestro).

Ahora bien, el derecho-garantía del debido proceso, no sólo es predicable de una persona individual, sino que,
desde su dimensión colectiva la titularidad puede recaer en determinados sujetos colectivos de derechos, como
por ejemplo las naciones y pueblos indígena originario campesinos; supuesto en el cual este derecho-garantía
adquiere relevancia porque, conforme se explicó en el Fundamento Jurídico III.1.2 de este fallo deberán tomarse
en consideración las propias normas, principios y valores de dichos pueblos a efecto de garantizar los elementos
que componen el debido proceso.

En esta línea la SCP 0645/2012 de 23 de julio, lo definió: “…el debido proceso es una garantía inherente a
cualquier ciudadano bajo jurisdicción estatal, que debe hacerse efectiva en la tramitación de procesos judiciales
o administrativos, a consecuencia de los cuales pueden verse afectados derechos fundamentales; en el caso
de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, dicha garantía resulta aún más indispensable
puesto que dada su especial condición, como resultado de sus características propias, condiciones
económicas y sociales, sus instituciones representativas y, normas y procedimientos propios; la
eventual afectación de sus derechos y garantías repercute de modo más sensible que si se diera en otros
sectores de la población. Más aún cuando dentro de un proceso administrativo o judicial no se ha
garantizado por parte del Estado el derecho a la defensa que asiste a cualquier ciudadano y peor aún, si
como emergencia de ello, se ha deducido una Resolución desfavorable y lesiva de sus derechos
fundamentales que les asisten como sujetos colectivos.

Con relación al debido proceso y las garantías judiciales la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el
Caso Comunidad indígena Yakye Axa Vs. Paraguay estableció: ‘Los recursos efectivos que los Estados deben
ofrecer conforme al artículo 25 de la Convención Americana, deben ser sustanciados de conformidad con las
reglas del debido proceso legal (artículo 8 de la Convención), todo ello dentro de la obligación general a cargo
de los mismos Estados de garantizar el libre y pleno ejercicio de los derechos reconocidos por la Convención a
toda persona que se encuentre bajo su jurisdicción. En este sentido, la Corte ha considerado que el debido
proceso legal debe respetarse en el procedimiento administrativo y en cualquier otro procedimiento cuya
decisión pueda afectar los derechos de las personas. En lo que respecta a pueblos indígenas, es
indispensable que los Estados otorguen una protección efectiva que tome en cuenta sus
particularidades propias, sus características económicas y sociales, así como su situación de especial
vulnerabilidad, su derecho consuetudinario, valores, usos y costumbres’ (Corte Interamericana de
Derechos Humanos. Caso Comunidad indígena Yakye Axa Vs. Paraguay. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 17 de junio de 2005, No. 16, párr. 62 y 63).

La citada jurisprudencia interamericana también ha sido confirmada en el caso de la comunidad indígena


Sawhoyamaxa Vs. Paraguay, señalando: ‘la Corte recuerda que el debido proceso legal debe respetarse en
el procedimiento administrativo y en cualquier otro procedimiento cuya decisión pueda afectar los
derechos de las personas. Asimismo, conforme a la jurisprudencia del Tribunal, es indispensable que los
Estados otorguen una protección efectiva que tome en cuenta las particularidades propias de los
pueblos indígenas, sus características económicas y sociales, así como su situación de especial
vulnerabilidad, su derecho consuetudinario, valores, usos y costumbres’ (Caso Comunidad Indígena
Sawhoyamaxa Vs. Paraguay. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 29 de marzo de 2006, n, párr. 82 y
83)” (las negrillas son añadidas).

III.5.1. La valoración razonable de la prueba.

Conforme se ha señalado, tanto la motivación de las resoluciones como la valoración razonable de la prueba
se constituyen en elementos de la garantía del debido proceso, que su tutelan a través de las acciones tutelares,
fundamentalmente a través de las acciones de libertad y de amparo constitucional.
Así, con relación a la valoración razonable de la prueba, la jurisprudencia constitucional ha establecido que la
misma es una labor privativa de los jueces ordinarios, pero que es posible que la justicia constitucional analice
dicha valoración cuando exista apartamiento de los marcos legales de razonabilidad o equidad o cuando se
hubiere omitido arbitrariamente valorar la prueba. Así, debe mencionarse a la SC 0965/2006-R de 20 de
octubre, que sistematizó los supuestos en los que la justicia constitucional puede revisar la valoración de las
pruebas, cuando: “en dicha valoración: a) exista apartamiento de los marcos legales de razonabilidad y equidad
previsibles para decidir (SC 0873/2004-R y 106/2005-R, entre otras), o b) cuando se haya omitido
arbitrariamente valorar la prueba y su lógica consecuencia sea la lesión de derechos fundamentales y garantías
constitucionales (SC 129/2004-R de 28 de enero)”.

Dicho entendimiento fue reiterado, entre otras, por la SCP 0929/2012 de 22 de agosto, que precisó: “…el
Tribunal Constitucional Plurinacional, al no ser una instancia adicional o suplementaria de los procesos, sino
más bien de tutela de los derechos fundamentales; en los casos de las acciones de defensa, no tiene atribución
para la valoración de prueba sobre el fondo del asunto de donde emerge la acción tutelar, puesto que ello es
también atribución exclusiva de los jueces y tribunales ordinarios, a menos que como resultado de esa
valoración se hayan lesionado derechos y garantías constitucionales por apartamiento de los marcos
legales de razonabilidad y equidad o cuando se hubiere omitido arbitrariamente valorar una prueba” (el
resaltado es añadido).

Ahora bien, la jurisprudencia constitucional contenida en la SC 0965/2006-R, estableció que para que la justicia
constitucional cumpla con la tarea de la revisión de la valoración de la prueba, la parte procesal agraviada con
los resultados de dicha valoración debía sustentar lo siguiente:

“Por una parte, qué pruebas (señalando concretamente) fueron valoradas apartándose de los marcos legales
de razonabilidad y equidad previsibles para decidir; o, cuáles no fueron recibidas, o habiéndolo sido, no fueron
producidas o compulsadas; para ello, será preciso, que la prueba no admitida o no practicada, se haya solicitado
en la forma y momento legalmente establecidos, solicitud, que en todo caso, no faculta para exigir la admisión
de todas las pruebas que puedan proponer las partes en el proceso, sino que atribuye únicamente el derecho
a la recepción y práctica de aquellas que sean pertinentes, correspondiendo a los órganos judiciales ordinarios,
el examen sobre la legalidad y pertinencia de las pruebas solicitadas, debiendo motivar razonablemente la
denegación de las pruebas propuestas. Por supuesto, una vez admitidas y practicadas las pruebas propuestas
declaradas pertinentes, a los órganos judiciales, les compete también su valoración conforme a las reglas de la
lógica y de la sana crítica, según lo alegado y probado.

Asimismo, es imprescindible también, que el recurrente señale en qué medida, en lo conducente, dicha
valoración cuestionada de irrazonable de inequitativa o que no llegó a practicarse, no obstante haber sido
oportunamente solicitada, tiene incidencia en la Resolución final; por cuanto, no toda irregularidad u omisión
procesal en materia de prueba (referida a su admisión, a su práctica, a su valoración, etc.) causa por sí misma
indefensión material constitucionalmente relevante, correspondiendo a la parte recurrente, demostrar la
incidencia en la Resolución final a dictarse, es decir, que la Resolución final del proceso hubiera podido ser
distinta de haberse practicado la prueba omitida, o si se hubiese practicado correctamente la admitida, o si se
hubiera valorado razonablemente la compulsada; puesto que resulta insuficiente, para la viabilidad del recurso
de amparo, la mera relación de hechos; porque sólo en la medida en que el recurrente exprese adecuada y
suficientemente sus fundamentos jurídicos, la jurisdicción constitucional podrá realizar la labor de contrastación,
que amerita este tema de revisión excepcional de la labor de la valoración de la prueba realizada por la
jurisdicción ordinaria; máxime si se tiene en cuenta que el art. 97 de la LTC, ha previsto como un requisito de
contenido, el exponer con precisión y claridad los hechos que le sirvan de fundamento y precisar los derechos
o garantías que se consideren restringidos, suprimidos o amenazados, señalando en qué consiste la restricción
o supresión.

Es de advertir, que esta última exigencia de acreditación de la relevancia de la prueba denegada, o de la prueba
valorada irrazonable o inequitativamente, se proyecta en un doble plano: por un lado, el recurrente debe
demostrar la relación entre los hechos que se quisieron y no se pudieron probar y las pruebas inadmitidas o no
practicadas, o en su caso de la interpretación discrecional o arbitraria de la prueba practicada; y, por otro lado,
debe argumentar el modo en que la admisión y la práctica de la prueba objeto de la controversia, habrían podido
tener una incidencia favorable a la estimación de sus pretensiones; sólo en tal caso -comprobada que la decisión
final- pudo, tal vez, haber sido otra si la prueba se hubiera practicado o hubiese sido valorada conforme a
derecho dentro de un marco de razonabilidad, podrá apreciarse también el menoscabo efectivo del derecho
fundamental invocado de quien por este motivo solicita el amparo constitucional”.

Conforme a dicho entendimiento, corresponde que el accionante argumente sobre la vulneración de los
derechos y garantías constitucionales a partir de la defectuosa labor cumplida por los jueces y tribunales
ordinarios en la valoración de la prueba o en su omisión; sin embargo, a partir de la jurisprudencia
constitucional establecida en la SCP 0410/2013 de 27 de marzo, se concluyó que tales requisitos se
constituyen en instrumentos argumentativos, más no en causales de denegatoria de la acción de
amparo constitucional, conforme al siguiente razonamiento:
“En ese orden, si bien es cierto que la jurisdicción constitucional debe respetar el ámbito de atribuciones propias
de la jurisdicción ordinaria, es también correcto que cuando se ha quebrado el sistema constitucional, sus
dogmas y principios o los derechos fundamentales de la persona humana, es deber del Tribunal Constitucional
Plurinacional revisar la interpretación de la legalidad ordinaria efectuada por el juzgador ordinario, para
resguardar la vigencia material de la Norma Fundamental y la materialización de los derechos constitucionales.
Similar doctrina existe para la intervención de las resoluciones judiciales, cuando se denuncia indebida o
errónea valoración o apreciación de la prueba; una explicación de esta teoría se encuentra en la SCP 1916/2012
de 12 de octubre.

Ahora bien, es necesario esclarecer que estas auto restricciones de la jurisdicción constitucional, deviene del
principio de separación y distribución de funciones, que impiden la injerencia de la jurisdicción constitucional en
la función asignada a la jurisdicción ordinaria; empero, deben comprenderse conforme a la nueva arquitectura
de ésta, por ello deben ser asimiladas también bajo los principios de impulso de oficio, inquisitivo y no
formalismo, por lo que su naturaleza es la de instrumentos útiles para el análisis de la función cumplida por la
jurisdicción ordinaria, son herramientas de fundamentación de las acciones y recursos al alcance de las partes
interesadas en activar la jurisdicción constitucional y de argumentación de las resoluciones para el Tribunal
Constitucional Plurinacional; pero también, son el parámetro válido y legítimo de verificabilidad de la idoneidad,
legitimidad y calidad de las resoluciones judiciales o administrativas cuasi jurisdiccionales; más, no son
requisitos ineludibles que el accionante debe cumplir bajo sanción de rechazo o denegación de la acción tutelar,
ya que ésta una vez activada, genera en la jurisdicción constitucional el compromiso ineludible de perseguir al
evento acusado de inconstitucional, basado en la información concedida por el accionante, siendo pertinente
analizar los hechos conocidos con todas las herramientas y métodos de análisis al alcance de la Sala del
Tribunal Constitucional Plurinacional que conozca el asunto, sin que ningún instrumento o método quede al
margen por la sola razón de no haber sido mencionado, sutileza que sería una argucia de aquellas que
corrompen los sistemas judiciales obsoletos y decadentes.

Del modo explicado en el párrafo anterior, se entiende que las reglas y subreglas contenidas en la doctrina de
las auto restricciones de la jurisdicción constitucional, respecto al canon de interpretación de la legalidad
ordinaria, así como la valoración integral de la prueba, son instrumentos al servicio de la persona que crea sus
derechos vulnerados, que bien utilizados redundará en una mejor comprensión del tema por parte de la
jurisdicción constitucional y con ello mayores posibilidades de concesión de la tutela requerida, por ello su buen
uso deviene en una ventaja procesal; mientras que para el Tribunal Constitucional Plurinacional, son
herramientas de verificación de la legalidad y constitucionalidad de las resoluciones judiciales; pero en ningún
caso se pueden aplicar para rechazar o denegar la activación de la jurisdicción constitucional por el sólo hecho
de no haber sido nombradas en el memorial de amparo”.

En virtud a lo explicado no corresponde denegar la tutela en las acciones tutelares por insuficiente carga
argumentativa, y menos aún tratándose de los derechos de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos; pues en el marco de la función primordial que tiene el Tribunal Constitucional Plurinacional, cual
es precautelar el respeto y la vigencia de los derechos y garantías constitucionales, frente a la constatación de
su lesión, se debe conceder la tutela inmediata, y no condicionarla al cumplimiento de una adecuada carga
argumentativa, pues ello sólo provocaría desigualdad en el acceso a la justicia constitucional, pues ésta
dependería de la pericia del abogado -y en último caso de recursos económicos- y no de la efectiva lesión de
derechos y garantías.

III.5.2. La motivación de las resoluciones

La motivación adecuada es uno de los requisitos de validez de las resoluciones pronunciadas tanto en procesos
judiciales como administrativos; pues, a través de una adecuada exposición de las razones jurídicas y los
motivos que llevaron a la autoridad o al juzgador a asumir una determinada decisión, se dotará al justiciable de
certeza, seguridad y confianza. De acuerdo a la jurisprudencia constitucional, es necesario que se expongan:
“…los motivos que sustentan su decisión, para lo cual, también es necesario que exponga los hechos
establecidos, si la problemática lo exige, de manera que el justiciable al momento de conocer la decisión del
juzgador lea y comprenda la misma, pues la estructura de una resolución tanto en el fondo como en la forma,
dejará pleno convencimiento a las partes de que se ha actuado no sólo de acuerdo a las normas sustantivas y
procesales aplicables al caso, sino que también la decisión está regida por los principios y valores
supremos rectores que rigen al juzgador, eliminándose cualquier interés y parcialidad, dando al administrado
el pleno convencimiento de que no había otra forma de resolver los hechos juzgados sino de la forma en que
se decidió” (SC 1365/2005-R de 31 de octubre).

Conforme lo ha señalado la misma Sentencia Constitucional citada, reiterada por las SSCC 2023/2010-R de 9
de noviembre, 1054/2011-R de 1 de julio y SCP 0382/2012 de 22 de junio, la motivación no implica: “…la
exposición ampulosa de consideraciones y citas legales, sino que exige una estructura de forma y de fondo,
pudiendo ser concisa, pero clara y satisfacer todos los puntos demandados, debiéndose expresar las
convicciones determinativas que justifiquen razonablemente su decisión en cuyo caso las normas del debido
proceso se tendrán por fielmente cumplidas; al contrario, cuando la resolución aún siendo extensa no traduce
las razones o motivos por los cuales se toma una decisión, dichas normas se tendrán por vulneradas”.
El deber de motivación de las resoluciones también ha sido desarrollado por la Corte Interamericana de
Derechos Humanos que, que en el caso Chocrón Chocrón vs. Venezuela (Sentencia de 1 de julio de 2011),
reiterando la jurisprudencia establecida en los casos Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez. vs. Ecuador (Sentencia
de 21 de noviembre de 2007), Apitz Barbera y otros (“Corte Primera de lo Contencioso Administrativo”) vs.
Venezuela, Yatama vs. Nicaragua (Sentencia de 23 de junio de 2005) y Claude Reyes y otros Vs. Chile
(Sentencia de 19 de septiembre de 2006), sostuvo que: “…la Corte reitera su jurisprudencia en el sentido que
la motivación ‘es la exteriorización de la justificación razonada que permite llegar a una conclusión’. El deber de
motivar las resoluciones es una garantía vinculada con la correcta administración de justicia, que protege el
derecho de los ciudadanos a ser juzgados por las razones que el Derecho suministra, y otorga
credibilidad a las decisiones jurídicas en el marco de una sociedad democrática. Por tanto, las decisiones
que adopten los órganos internos que puedan afectar derechos humanos deben estar debidamente
fundamentadas, pues de lo contrario serían decisiones arbitrarias. En este sentido, la argumentación de un
fallo y de ciertos actos administrativos deben permitir conocer cuáles fueron los hechos, motivos y
normas en que se basó la autoridad para tomar su decisión, a fin de descartar cualquier indicio de
arbitrariedad. Asimismo, la motivación demuestra a las partes que éstas han sido oídas y, en aquellos
casos en que las decisiones son recurribles, les proporciona la posibilidad de criticar la resolución y
lograr un nuevo examen de la cuestión ante las instancias superiores. Por todo ello, el deber de
motivación es una de las ‘debidas garantías’ incluidas en el artículo 8.1 para salvaguardar el derecho a
un debido proceso” (las negrillas fueron agregadas).

Por otro lado, la SC 2227/2010-R de 19 de noviembre, citando los entendimientos de las SSCC 0871/2010-R y
1365/2005-R, señaló que: “Es imperante además precisar que toda resolución ya sea jurisdiccional o
administrativa, con la finalidad de garantizar el derecho a la motivación como elemento configurativo del debido
proceso debe contener los siguientes aspectos a saber: a) Debe determinar con claridad los hechos atribuidos
a las partes procesales, b) Debe contener una exposición clara de los aspectos fácticos pertinentes, c) Debe
describir de manera expresa los supuestos de hecho contenidos en la norma jurídica aplicable al caso concreto,
d) Debe describir de forma individualizada todos los medios de prueba aportados por las partes procesales, e)
Debe valorar de manera concreta y explícita todos y cada uno de los medios probatorios producidos,
asignándoles un valor probatorio específico a cada uno de ellos de forma motivada, f) Debe determinar el nexo
de causalidad entre las denuncias o pretensiones de las partes procesales, el supuesto de hecho inserto en la
norma aplicable, la valoración de las pruebas aportadas y la sanción o consecuencia jurídica emergente de la
determinación del nexo de causalidad antes señalado”.

Ahora bien debe señalarse que los aspectos anotados, deben necesariamente complementarse con las pautas
hermeneúticas que han sido desarrolladas en los Fundamentos Jurídicos III.1.2 y III.2 de este fallo, y en ese
sentido, una adecuada fundamentación, cuando de derechos y garantías constitucionales, se trate, deberá
explicar los motivos por los cuales se asume una determinada interpretación sobre los mismos, pero además,
tratándose de derechos de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, los jueces están obligados
a efectuar una interpretación plural del derecho y, en su caso, a efectuar una ponderación de derechos; aspectos
que deben estar plasmados en la respectiva resolución que será analizada por este Tribunal cuando la
motivación lesione los derechos de las naciones y pueblos indígena originario campesinos.

Por otra parte, corresponde señalar que como parte de la motivación de las resoluciones se encuentra la
interpretación de la legalidad ordinaria; pues ésta es parte de los fundamentos utilizados por las autoridades
jurisdiccionales al momento de aplicar el derecho; interpretación que, indudablemente, también puede ser
sometida a control de constitucionalidad a través de las acciones de defensa. En ese sentido, debe
mencionarse a las SSCC 1846/2004-R, 1917/2004-R y 0085/2006-R de 25 de enero, que establecieron que la
interpretación de la legalidad ordinaria es facultad privativa de los jueces y tribunales ordinarios y que sólo
cuando dicha interpretación hubiere quebrantado los principios, valores, derechos y garantías constitucionales
es posible que sea revisada a través de la justicia constitucional. La última de las Sentencias nombradas, es
decir la SC 0085/2006-R estableció que para que la justicia constitucional ingresara al análisis de la
interpretación de la legalidad ordinaria, el accionante debía cumplir con determinados requisitos: “1. Explique
por qué la labor interpretativa impugnada resulta insuficientemente motivada, arbitraria, incongruente, absurda
o ilógica o con error evidente, identificando, en su caso, las reglas de interpretación que fueron omitidas por el
órgano judicial o administrativo, y 2. Precise los derechos o garantías constitucionales que fueron lesionados
por el intérprete, estableciendo el nexo de causalidad entre éstos y la interpretación impugnada; dado que sólo
de esta manera la problemática planteada por el recurrente, tendrá relevancia constitucional”

Sin embargo, dicho entendimiento ha sido cambiado expresamente por la SCP 410/2013 que señaló que el
incumplimiento de la carga argumentativa exigida por la jurisprudencia antes citada, bajo ninguna circunstancia
se constituye en un argumento para denegar la tutela sino instrumentos al servicio de la persona para una mejor
fundamentación de su recurso o acción, conforme se tiene explicado al analizar el punto sobre la valoración
razonable de la prueba.

Entonces, cuando se cuestione la interpretación de la legalidad ordinaria, no corresponde denegar la tutela por
insuficiente carga argumentativa, y menos tratándose de los derechos de las naciones y pueblos indígena
originario campesinos, en mérito a la función de la justicia constitucional, cual es la tutela de los derechos y
garantías constitucionales y al valor-principio-derecho a la igualdad de todos los justiciables.
Ahora bien, en el marco de la interpretación de la legalidad ordinaria, corresponde a la justicia constitucional
analizar, conforme lo ha señalado la jurisprudencia constitucional antes glosada, si en dicha interpretación se
han quebrantado los principios, valores, derechos y garantías constitucionales, debiéndose añadir a ello que
además deberá analizarse si la interpretación efectuada es compatible con los derechos humanos contenidos
en los Pactos Internacionales sobre Derechos Humanos. En síntesis, como estableció en el Fundamento
Jurídico III.2 de esta Sentencia Constitucional Plurinacional, las autoridades administrativas, pero
fundamentalmente las jurisdiccionales, están obligadas a interpretar las normas desde y conforme a la
Constitución Política del Estado y los Pactos Internacionales sobre Derechos Humanos, además de la
jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ejerciendo así el control de convencionalidad.

En ese sentido, corresponderá a la justicia constitucional, a través de las acciones tutelares, analizar si
efectivamente las autoridades judiciales han efectuado la interpretación antes anotada y, de ser evidente su
omisión y que con ella se han lesionado los derechos y garantías de los justiciables, indudablemente que
corresponderá la concesión de la tutela por no haberse, además, respetado el principio de constitucionalidad
(art. 410 de la CPE) y el de convencionalidad (arts. 13 y 256 de la CPE).

En ese marco, y conforme ha quedado sentado en el Fundamento Jurídico III.1.2 de esta Sentencia
Constitucional Plurinacional, tratándose de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, sus
derechos deben ser interpretados conforme a las pautas de interpretación constitucionalizadas y en ese marco
se debe efectuar un verdadero control de convencionalidad.

III.6. El derecho de acceso a la justicia o tutela judicial efectiva

En cuanto a la tutela judicial efectiva, la SC 1768/2011-R de 7 de noviembre, en el Fundamento Jurídico III.1.2


señaló que este derecho: “…consiste básicamente en el derecho de acceso libre a la jurisdicción, lo que
comprende el derecho de toda persona a ser parte de un proceso y poder promover en el marco de la actividad
jurisdiccional, cualquier recurso ordinario o extraordinario, que el ordenamiento prevea en cada caso con los
requisitos legalmente establecidos, que desemboque en una decisión judicial sobre la pretensiones deducidas
por el litigante, por lo tanto se puede deducir que lo anteriormente desarrollado implica en síntesis en el
derecho de todo actor o demandante a obtener una resolución o sentencia jurídicamente fundamentada
sobre el fondo de lo peticionado.

Aparte de lo anteriormente señalado, este derecho implica una exigencia de que el fallo judicial al que se
haya arribado, sea cumplido, y en consecuencia, el litigante sea repuesto en su derecho, o en su caso
compensado” (el resaltado es nuestro).

En el caso de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, el derecho de acceso a la justicia o tutela
judicial efectiva puede materializarse a través de sus propias autoridades, en el marco de la jurisdicción indígena
originaria campesina, o en la justicia constitucional por medio de las diferentes acciones constitucionales o,
finalmente, en la justicia ordinaria o agroambiental, en los supuestos en los cuales, tanto individual o
colectivamente, sean sometidos o acudan a dichas jurisdicciones, en las cuales se deberán aplicar lo previsto
por el art. 8.II del Convenio 169 de la OIT que establece que: “Al aplicar la legislación nacional a los pueblos
interesados deberán tomarse debidamente en consideración sus costumbres o su derecho consuetudinario”.

En ese entendido, es deber de las autoridades judiciales ordinarias, agroambientales y aún de la propia justicia
constitucional -conforme se ha señalado- considerar, en la aplicación del derecho, las particularidades de las
naciones y pueblos indígena originario campesinos, efectuando una interpretación plural del derecho, pues si
no se toman en cuenta los valores, principios y normas de los pueblos indígenas, se efectúa una interpretación
monocultural, contraria al pluralismo jurídico y a la construcción plural del derecho, lesionándose el derecho de
acceso a la justicia, pues éste, interpretado pluralmente, no sólo implica el acceso a las diferentes jurisdicciones,
sino que se emita una resolución respetando las diferencias culturales existentes, considerando, en la
interpretación y aplicación del derecho, las especificidades de la nación y pueblo indígena originario campesino
correspondiente.

III.7. Análisis del caso concreto

Como se tiene señalado los accionantes consideran que los demandados lesionaron los derechos de la
comunidad indígena “Puca Huasi” a la tierra y el territorio, a la consulta, a existir libremente, al debido proceso
en sus elementos a la defensa, a la motivación de las resoluciones y a la valoración adecuada de la prueba, así
como al derecho a la tutela judicial efectiva, por cuanto emitieron la Sentencia Nacional Agroambiental S1 a
Liquidadora 47/2012, a través de la cual, sin realizar una debida motivación, sin valorar la prueba, sin considerar
los derechos de las naciones y pueblos indígena originario campesinos y sin efectuar una adecuada
interpretación de la Ley 1465, dispusieron la nulidad del proceso de saneamiento ejecutado en la comunidad
Puca Huasi, argumentando que de acuerdo a dicha Ley, la sobreposición entre la comunidad “Puca Huasi” y
el predio de la demandante se encuentran dentro del radio urbano, sentando un funesto precedente para las
comunidades campesinas y pueblos indígenas del país, pues dicha determinación hará desaparecer a la
comunidad indígena al obligarles a pertenecer a un radio urbano, sin antes haberles previamente consultado.
III.7.1. La reconducción de la acción de amparo constitucional a un proceso de acción popular

Analizando el caso presentado, se evidencia que los accionantes formulan la acción de amparo constitucional
en representación de la comunidad campesina “Puca Huasi”, conformada por setenta y dos familias y más de
trescientos cincuenta personas, quienes alegan que fueron vulnerados sus derechos, entre ellos los que poseen
como pueblo indígena, amparándose tanto en la Constitución Política del Estado como en instrumentos
internacionales sobre derechos humanos.

Conforme se aprecia, los accionantes alegan lesión a sus derechos en su calidad pueblo indígena originario
campesino, sin embargo, de acuerdo a lo desarrollado en el Fundamento Jurídico III.4 de esta Sentencia
Constitucional Plurinacional la vía idónea para solicitar la tutela de dichos derechos no es el amparo
constitucional, sino la acción popular, a través de la cual se pueden resguardar los derechos colectivos de las
naciones y pueblos indígena originario campesinos contenidos tanto en la Constitución como en el Convenio
169 de la OIT y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, pero
también los derechos subjetivos que pueden ser ejercitados colectivamente por dichas colectividades, como el
derecho-garantía al debido proceso en sus elementos al derecho a la defensa, la motivación de las resoluciones
y la valoración de la prueba, así como el derecho a la tutela judicial efectiva, los cuales también se alegan como
vulnerados, siendo titulares de los mismos la comunidad Puca Huasi.

En ese marco, en mérito a la carácter colectivo o la dimensión colectiva de los derechos alegados como
vulnerados, podría sostenerse que correspondería denegar la tutela de la acción de amparo constitucional por
existir una acción de defensa específica para la defensa de tales derechos, aplicando el art. 53.5 del CPCo, que
sostiene que la acción de amparo constitucional no procederá: “Cuando los derechos o garantías vulnerados
correspondan ser tutelados por las Acciones de Libertad, de Protección de Privacidad o Popular” (el resaltado
es nuestro); sin embargo, desde una perspectiva descolonizadora, y aplicando los principios de prevalencia del
derecho sustancial respecto al formal, verdad materia, favorabilidad y no formalismo, es posible reconducir las
acciones, en los supuestos en que sea imprescindible otorgar una tutela inmediata a los derechos y garantías
invocados, ya sea porque, de postergarse la tutela, ésta sería tardía, tornándose en irreparable la lesión a los
derechos o garantías de la o el accionante, o porque se trata de personas o grupos en condiciones de
vulnerabilidad, que merecen una atención prioritaria por parte del Estado y de la justicia constitucional; más aún
tratándose de naciones y pueblos indígena originario campesinos; pues, en ese supuesto, conforme se ha
concluido en el Fundamento Jurídico III.3 de este fallo, la reconducción procesal de acciones se impone
como un deber a la justicia constitucional, en mérito a que su tradición jurídica es ajena a los formalismos y
a la existencia de ámbitos separados de protección en diferentes acciones, por lo que, desde la perspectiva del
art. 8 del Convenio 169 de la OIT y de acuerdo a los razonamientos contenidos en el Fundamento Jurídico III.1.1
de esta Sentencia Constitucional Plurinacional, por los que se desecha una interpretación formalista del derecho
que no condice con las características y particularidades de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos y que limita su derecho de acceso a la justicia constitucional, es evidente que esta Sala tiene la
obligación de reconducir la acción de amparo constitucional a una acción popular, por ser la idónea para
la tutela de los derechos colectivos de las naciones y pueblos indígena originario campesinos.

Conforme a los argumentos antes señalados, corresponde reconducir la acción e ingresar al análisis de
fondo del problema jurídico planteado; aclarándose que no sólo se analizarán los derechos colectivos que
han sido invocados por los accionantes, sino también los derechos al debido proceso y a la defensa, por cuanto,
por una parte, se encuentran estrechamente vinculados con los primeros y, por otra, los mismo tienen una
dimensión colectiva cuando son ejercidos por las naciones y pueblos indígena originario campesinos.

A ello debe añadirse que la acción popular a la que se reconduce la presente acción, se caracteriza por no
requerir de mayores formalidades, aspecto que refuerza la necesidad de reconducción y de considerar, en el
fondo, las denuncias efectuadas por los accionantes; aclarándose que con la reconducción no se lesionan los
derechos de la parte demandada ni de los terceros interesados, pues éstos han sido citados y notificados y han
participado en el presente proceso constitucional.

III.7.2. Análisis del problema jurídico planteado

De los antecedentes adjuntos se tiene que el proceso de saneamiento respecto al polígono 163 del predio “Puca
Huasi”, ubicado en Monteagudo, sección Municipal Primera-Monteagudo, provincia Hernando Siles del
departamento de Chuquisaca culminó con la RA RACS-CH 2371/2005, emitida por el INRA, que dispuso dotar
a favor de la comunidad Puca Huasi el predio denominado “Puca Huasi”, con una superficie de 571,2153 ha.
clasificada como propiedad comunaria con actividad ganadera.

Mediante memorial presenta el 3 de mayo de 2011, Rosa Mendivil Almanza solicitó al Director Nacional del
INRA la notificación expresa con la resolución final de saneamiento, argumentando que se enteró
extraoficialmente que dentro del proceso de saneamiento de la comunidad Puca Huasi se libró la resolución, y,
en mérito a ello, se la notificó el 8 de junio de 2011.

Posteriormente, el 20 de junio de 2011, Rosa Mendivil Alanza interpuso una demanda contenciosa
administrativa contra el Director Nacional, Director Departamental de Chuquisaca y Responsable Jurídico de
Control de Calidad del INRA, quienes se allanaron a la demanda reconociendo la existencia de un error y
omisión de la aplicación de la Ley 1465, que amplía el radio urbano de Monteagudo.

La Sentencia Agroambiental S1a Liquidadora 47/2012, declaró probada la demanda interpuesta por Rosa
Mendivil Almanza y anuló la Resolución RACS-CH 2371/2005, ordenando se efectúe nuevo saneamiento sobre
la superficie en la que tiene competencia el INRA, sustentándose en el informe técnico legal DGS-JRV
0190/2011 y la vigencia de la Ley 1465, con el argumento que el predio de la actora ubicado en la embocadura
de “Puca Huasi” y parte de la comunidad “Puca Huasi” se encontrarían dentro del radio urbano de Monteagudo.

Ahora bien, la comunidad accionante “Puca Huasi” impugna dicha Sentencia a través de esta acción, alegando
que los demandados lesionaron los derechos de la Comunidad al debido proceso en sus elementos a la defensa,
a la motivación de las resoluciones y a la valoración adecuada de la prueba, así como al derecho a la tutela
judicial efectiva, y a sus derechos a la tierra y el territorio, a la consulta, a existir libremente, por cuanto emitieron
la Sentencia Nacional Agroambiental S1a Liquidadora 47/2012, a través de la cual, sin realizar una debida
motivación, sin valorar la prueba, sin considerar los derechos de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos y sin efectuar una adecuada interpretación de la Ley 1465, dispusieron la nulidad del proceso de
saneamiento ejecutado en la comunidad Puca Huasi, argumentando que acuerdo a dicha Ley, la sobreposición
entre la comunidad “Puca Huasi” y el predio de la demandante se encuentran dentro del radio urbano, sentando
un funesto precedente para las comunidades campesinas y pueblos indígenas del país, pues dicha
determinación hará desaparecer a las comunidades indígenas al obligarles pertenecer a un radio urbano, sin
haberles previamente consultado.

Ahora bien, a efecto de iniciar el análisis de la Resolución ahora impugnada, respecto a la supuesta lesión del
derecho al debido proceso en sus elementos a una valoración razonable de la prueba y a la motivación de las
resoluciones, debe señalarse que, de conformidad a lo expresado en los Fundamentos Jurídicos III.5.1 y III.5.2
de la presente Sentencia Constitucional Plurinacional, le corresponde revisar a este Tribunal la valoración de la
prueba efectuada por los jueces y tribunales en los casos en los que se constate una irrazonable valoración de
la misma o cuando dicha valoración haya sido omitida, sin que sea un requisito que el accionante cumpla con
la carga argumentativa; más aún tratándose de los derechos de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos; por otra parte, también se ha señalado que las resoluciones deben estar suficientemente
motivadas, explicando los argumentos por los cuales el juez o tribunal arribó a una determinada decisión.

Asimismo, se estableció que dentro de este elemento del debido proceso, como es la motivación de las
resoluciones, cuando la Resolución verse sobre derechos y garantías fundamentales, la misma deberá explicar
los motivos por los cuales se asume una determinada interpretación respecto a ellas, explicando qué criterios
de interpretación han sido utilizados, pero además, tratándose de derechos de las naciones y pueblos indígena
originario campesinos, los jueces están obligados a efectuar una interpretación plural del derecho y, en su caso,
a efectuar una ponderación de derechos; aspectos que deben estar plasmados en la respectiva resolución,
pues sólo de esta manera se garantiza el pluralismo jurídico, la interculturalidad y se evitan interpretaciones
monoculturales del derecho.

A ello debe añadirse que los jueces y tribunales están obligados, a interpretar la legalidad ordinaria, a
confrontarla con el texto constitucional y las normas contenidas en Pactos Internacionales sobre Derechos
Humanos, con la finalidad de otorgar a la disposición jurídica, un sentido interpretativo conforme a las normas
del bloque de constitucionalidad, aclarándose que no es imprescindible que el accionante explique qué criterios
de interpretación fueron omitidos, como antes exigía la jurisprudencia, conforme ha quedado explicado en el
Fundamento Jurídico III.5.2 de esta Sentencia Constitucional Plurinacional. En ese marco, tratándose de los
derechos de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, las autoridades, jueces y tribunales están
obligados a contrastar las normas jurídicas -más aún si son preconstitucionales- con las normas de la
Constitución Política del Estado, el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los
Derechos de los Pueblos Indígenas, además de las resoluciones emitidas por la Corte Interamericana de
Derechos Humanos.

Establecidos los parámetros para el análisis de la Sentencia Agroambiental S1a Liquidadora 47/2012, se
evidencia que la misma declaró probada la demanda contencioso administrativa interpuesta por Rosa Mendivil
Almanza, en consecuencia, nula la Resolución RACS-CH 2371/2005 y nulo el proceso de saneamiento
ejecutado en la comunidad “Puca Huasi”, debiendo efectuarse nuevamente el mismo, únicamente sobre la
superficie en la que el INRA tiene competencia, con los siguientes fundamentos:

1) Que la Ley 1465, amplió el radio urbano de Monteagudo, capital de la provincia Hernando Siles del
departamento de Chuquisaca en los siguientes límites: Al Norte, hasta la quebrada del Divisadero, al Sud,
hasta los juntes de los ríos Zapallar y Sauces, al Este, hasta la cima de la colina de la Misión y al Oeste, hasta
el cruce del Centro Dermatológico, involucrando el margen izquierdo de la ribera del río “Bañado”.

2) Que la Dirección General de Saneamiento de INRA Nacional, a través de su Unidad de Saneamiento Valles
emitió el informe técnico legal DGS-JRV 0190/2011, en el que estableció que se identificaron dentro del proceso
de saneamiento del predio “Puca Huasi” omisión y error por parte de la empresa Kadaster y funcionarios de la
Dirección Departamental de Chuquisaca, señalando que: “De acuerdo al oficio: OF.CAT.326/09 de 09 de
diciembre de 2009… el Gobierno Municipal de Monteagudo viene ejecutando el proyecto de implementación
Sistema Catastro Urbano-Tributario, del cual se tendrá como producto la Delimitación del Polígono Cerrado
Georeferenciado del Radio Urbano, para su posterior homologación según las vías correspondientes…” y
que “…los datos de COLINDANCIA CONSIGNADOS EN EL MISMO OFICIO son IGUALES A LOS DATOS DE
LA LEY Nº 1465 DE 18 DE FEBRERO DE 1993 VIGENTE, que a la fecha gráficamente son identificados en la
zona de sobreposición” (sic).

3) “…el Instituto Nacional de Reforma Agraria acepta la vigencia de la Ley 1465 de 18 de febrero de 1993,
además de aceptar la sobreposición entre la Comunidad “Puca Huasi” y el predio de la demandante se
encuentra dentro del radio urbano en atención a los límites descritos por la Ley de referencia” (sic).

4) Que al haberse ejecutado el proceso de saneamiento entre los años 2001 y 2005, debió considerarse la
vigencia de la Ley 1465, a efecto de lo dispuesto por el art. 390 del DS 25763, vigente a momento de la ejecución
de saneamiento que dispone que el INRA podrá ejecutar y resolver procesos de saneamiento cuando los predios
se encuentren fuera del radio urbano de un municipio aprobado por ordenanza municipal y homologada
conforme previene el art. 8 de la Ley 1669 de 31 de octubre de 1995; evidenciándose que el INRA carecía de
competencia para la ejecución del saneamiento del predio que se encontraba dentro del radio urbano del
municipio de Monteagudo.

5) Con relación a la falta de homologación descrita por el art. 8 de la Ley 1669 se tiene que la ampliación del
radio urbano se halla aprobada a través de una ley, que cuenta con mayor jerarquía que una Resolución
suprema;

6) Aún ante la inexistencia de la Ley 1465 de ampliación del radio urbano, el proceso cuenta con otra omisión
que se constituye en un vicio de nulidad, toda vez que el predio de la demandante no cuenta con datos de
levantamiento de pericias de campo como se desprende del informe técnico legal DGS-JRV 0190/2011, emitido
por la Unidad de Saneamiento de Valles de la Dirección General de Saneamiento del INRA, en el que se acepta
que no se realizó la inspección in situ en el predio de la demandante, conforme disponía el DS 25763, vigente
en su oportunidad y como dispone el DS 29215, vigente a la fecha.

De acuerdo a los fundamentos de la Sentencia Agroambiental citada, se percibe claramente que la misma no
cumple con los parámetros que han sido resumidos precedentemente. Así, la Sentencia parte de la Ley 1465,
que en su artículo único amplía el radio urbano de Monteagudo en los siguientes límites: Al Norte, hasta la
quebrada del Divisadero, al Sud, hasta los juntes de los ríos Zapallar y Sauces, al Este, hasta la cima de la
colina de la Misión y al Oeste, hasta el cruce del Centro Dermatológico, involucrando el margen izquierdo de la
ribera del río “Bañado”.

La Ley 1465, únicamente establece los límites de Monteagudo; empero, no establece, en concreto, si el territorio
de la comunidad “Puca Huasi” se encuentra comprendido en la zona urbana; análisis que debió haber sido
efectuado por los Magistrados ahora demandados, valorando la prueba presentada tanto por la parte
demandante como por la comunidad “Puca Huasi” y, en su caso solicitar los informes pertinentes al Gobierno
Autónomo Municipal de Monteagudo.

Sin embargo, los Magistrados demandados no obraron de esa manera, remitiéndose únicamente a las
aseveraciones de los funcionarios del INRA, sin efectuar la labor de ponderación de todos los elementos
probatorios, que es propia de la labor jurisdiccional. Así, es evidente que omitieron valorar los informes y
certificado emitidos por la Oficina de Catastro Urbano del Gobierno Municipal, entre ellos, el de 13 de
septiembre de 2011, por el que se certificó que: “… el radio urbano de la ciudad de Monteagudo y el área rural
no están debidamente delimitados ni definidos con límites precisos, coordenadas, planos geo-referenciados y
cartográficos” (sic), circunscribiéndose a citar la Ley 1465, el oficio OF.CAT.326/09, y a señalar que el INRA
acepta la vigencia de la citada Ley, así como la sobreposición entre la comunidad “Puca Huasi” y el predio de
la demandante que se encuentra dentro del radio urbano en atención a los límites descritos en la indicada Ley.

De ello se concluye que los Magistrados demandados omitieron valorar la prueba presentada por la
comunidad “Puca Huasi”, definiendo el problema planteado en el proceso contencioso administrativo
sin que existan las pruebas suficientes sobre el carácter rural o urbano del predio de la demandante,
afectando con su determinación, además a todo el proceso de saneamiento, por cuanto anularon la
Resolución RACS-CH 2371/2005, y declararon nulo todo el proceso de saneamiento ejecutado en la
comunidad “Puca Huasi”; decisión que, por una parte, excede lo solicitado por la demandante quien si
bien pidió que sea declarada nula la RA RACS-CH 2371/2005; empero ún icamente solicitó que se
ordenara la exclusión del proceso de saneamiento del área urbana de la comunidad Puca Huasi, así
como también el ex predio Embocadura de Puca Huasi, y por otra, al anular todo el proceso de
saneamiento, no toma en cuenta los derechos colectivos de la comunidad “Puca Huasi”, careciendo,
conforme se explicará, de una adecuada motivación.

En ese sentido, e ingresando al análisis de la motivación de la Resolución ahora impugnada, se ha señalado


que la misma debe contener los suficientes argumentos que expliquen la decisión a la que arribaron las
autoridades jurisdiccionales, y en el caso analizado se constata que evidentemente la Sentencia Agroambiental
que decidió anular todo el proceso de saneamiento, no cumple con dicha motivación; pues, al margen de
no haberse efectuado la valoración de la prueba presentada por la comunidad “Puca Huasi”, no se ha efectuado
una interpretación de sus derechos, que le son aplicables como nación y pueblo indígena originario campesino,
en los términos del art. 30 de la CPE, el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de las Naciones Unidas sobre
los Derechos de los Pueblos Indígenas.

La Resolución que se analiza, en ningún momento consideró los derechos de la comunidad “Puca Huasi” a la
tierra y al territorio, a existir libremente y a la consulta previa, limitándose a dar por válidas las afirmaciones de
los funcionarios del INRA, que sostienen que la comunidad Puca Huasi se encuentra en el área urbana; cuando
debieron considerar los derechos antes enunciados en la aplicación del art. 390 del DS 25763, -norma vigente
a momento de la ejecución del saneamiento- que si bien señala que el INRA puede ejecutar y resolver los
procesos de saneamiento cuando los predios se encuentren fuera del radio urbano; empero dicha norma debió
ser interpretada a la luz del Convenio 169 de la OIT, de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los
Derechos de los Pueblos Indígenas y la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en
el marco del control de convencionalidad, explicado en el Fundamento Jurídico III.3 de la presente Sentencia
Constitucional Plurinacional; más aún si se considera, por una parte, que el Convenio 169 de la OIT estaba
vigente cuando se aplicaron las disposiciones legales internas y que la Ley del Servicio Nacional de Reforma
Agraria, expresamente preveía normas que garantizaban los derechos de las comunidades y pueblos indígenas.

En ese entendido, si bien el saneamiento debe ser realizado en el área urbana, de conformidad al art. 390 del
Decreto Supremo antes referido; empero, debió considerarse que la anulación del proceso de saneamiento
ordenada por los Magistrados demandados, que además dispusieron que se efectúe un nuevo saneamiento
sobre la superficie que el INRA tiene competencia, implicaba, en el marco de lo señalado en el Fundamento
Jurídico III.4 del presente fallo, vulnerar el derecho a la tierra y el territorio de la comunidad Puca Huasi, por
cuanto, su reconocimiento por parte del Estado debe respetar la forma de tenencia de los mismos, así como
sus costumbres y tradiciones, sin que sea válido, por tanto, que se imponga una forma de tenencia ajena a su
forma de vida, a sus costumbres, tradiciones y, en general a la forma integral en que conciben su territorio,
menos aún efectuar divisiones en su territorio bajo la lógica occidental, como por ejemplo, la zonificación del
mismo en área urbana y rural; pues ello, no responde a la forma en que tradicionalmente han manejado su
territorio que, conforme se ha visto, conciben a éste como el lugar donde desarrollan de manera integral todas
sus actividades; concluyéndose que, independientemente del carácter urbano o rural del territorio de las
naciones y pueblos indígenas -que se reitera, se constituyen en delimitaciones ajenas a la propia cosmovisión
de los pueblos indígenas- en él desarrollan su cultura, historia y sus propias formas de organización social y
política, ejerciendo el control sobre los recursos naturales y desarrollando todas sus instituciones.
Adicionalmente a lo anotado, debieron considerar que, por una parte, la Ley 1465, como se tiene señalado, no
establece de manera expresa que la comunidad “Puca Huasi” se encuentra dentro del área urbana y que, por
otra parte, el Gobierno Autónomo Municipal de Monteagudo no efectuó la consulta respectiva a la comunidad,
en el marco de lo previsto por el Convenio 169 de la OIT, para asumir la determinación de incluirla dentro de la
ampliación del área urbana; pues al ser una medida que afecta directamente a la Comunidad debe ser
consultada previamente, permitiéndoles decidir libremente en el marco de su derecho a la libre determinación.

Bajo las consideraciones efectuadas, es evidente que los funcionarios del INRA en sus informes y los
Magistrados del Tribunal Agroambiental demandados no efectuaron interpretación alguna de los derechos de
la comunidad “Puca Huasi” aplicando las pautas de interpretación contenidas en los arts. 13 y 256 de la CPE;
es decir, los principios de favorabilidad y la interpretación conforme a los pactos internacionales sobre derechos
humanos; tampoco efectuó una interpretación plural del derecho, analizando los principios, los valores, las
normas y la cosmovisión de la comunidad Puca Huasi, limitándose a aplicar las disposiciones legales de manera
monocultural, incumpliendo lo previsto por el art. 8 del Convenio 169 de la OIT; cuando debieron analizar la
importancia del territorio para la comunidad “Puca Huasi”, la forma en que ellos administran su territorio, la
importancia para el desarrollo de sus instituciones, de su vida en comunidad, etc; para luego concluir en que la
anulación de todo el proceso de saneamiento, resultaba una medida que afectaba con una intensidad grave los
derechos de la comunidad “Puca Huasi” y, por ende, descartar dicha decisión.

Por otra parte, la Sentencia impugnada omite efectuar una ponderación de derechos; pues, existiendo un
conflicto entre el derecho a la propiedad de la demandante del proceso contencioso administrativo y los
derechos de los pueblos indígenas, que de acuerdo al art. 13.III de la CPE, tienen igual jerarquía, debió ponderar
el peso de cada uno de ellos desde una interpretación plural, analizando si la anulación de todo el proceso de
saneamiento era constitucionalmente legítima, si dicha medida era idónea, necesaria y proporcional o si al
contrario, no era la adecuada para la protección del derecho a la propiedad de la demandante o existían otras
medidas menos gravosas para su protección que no implicaran una afectación tan grave a los derechos al
territorio, a la consulta y a existir libremente de la comunidad “Puca Huasi”. Así, debieron considerar la exclusión
del proceso de saneamiento únicamente del predio perteneciente a Rosa Mendivil Almaza, como una medida
menos grave para la protección de su derecho individual, tomando para el efecto las pautas de interpretación
del derecho al territorio que se encuentran en las Resoluciones emitidas por la Corte Interamericana de
Derechos Humanos que han sido glosadas en el Fundamento Jurídico III.4 de esta Sentencia Constitucional
Plurinacional, como el caso de la Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni vs. Nicaragua, el Caso Yakye Axa
vs. Paraguay, el Caso Sawhoyamaxa vs. Paraguay, entre muchos otros.
Por los argumentos ampliamente expuestos, se evidencia que efectivamente las autoridades demandadas
lesionaron la garantía del debido proceso en sus elementos a la valoración razonable de la prueba y la
motivación de las resoluciones, pero también el derecho de acceso a la justicia o tutela judicial efectiva, por
cuanto para la materialización de este derecho, conforme se ha explicado en el Fundamento Jurídico III.6 de
este fallo, tratándose de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, se deben tomar en cuenta sus
principios, valores, normas y cosmovisión, de conformidad a lo previsto por el art. 8.2 del Convenio 169 de la
OIT.

En ese entendido, correspondía que los Magistrados demandados, como se tiene señalado, interpretaran
pluralmente el derecho, y al no hacerlo, actuaron en el ámbito del monismo jurídico, interpretando
monoculturalmente las disposiciones legales, desconociendo el pluralismo jurídico de tipo igualitario diseñado
en nuestra Constitución Política del Estado y la construcción plural del derecho, lesionándose el derecho de
acceso a la justicia, pues éste, interpretado pluralmente, implica como se ha señalado, que se emita una
resolución respetando las diferencias culturales existentes, considerando las especificidades de la nación y
pueblo indígena originario campesino al que pertenecen los miembros que se encuentran sometidos a proceso;
lo que -como se tiene ampliamente demostrado- no aconteció en el caso analizado, lesionándose,
adicionalmente, el derecho a la defensa; pues, al no considerarse las particularidades de la comunidad “Puca
Huasi”, no obstante que así lo mandan las normas del bloque de constitucionalidad, no ejercieron plenamente
ese derecho y menos en igualdad procesal.

A consecuencia de la lesión a los derechos antes anotados, con la anulación del proceso de saneamiento y la
interpretación meramente “legalista” de las normas jurídicas, sin analizarlas desde y conforme a la Constitución
Política del Estado y las normas del bloque de constitucionalidad, también se han lesionado los derechos a la
tierra y al territorio de la comunidad Puca Huasi, así como su derecho a existir libremente y del derecho a la
consulta previa, de conformidad a todos los fundamentos expuestos precedentemente.

En mérito a los antecedentes expuestos, y asumiendo plenamente las funciones previstas en el art. 196 de la
CPE, cuales son velar por la supremacía de la Constitución, ejercer el control de constitucionalidad y precautelar
el respeto y la vigencia de los derechos y garantías constitucionales, aplicando lo dispuesto por el art. 115 de
la CPE, que textualmente establece que: “I. Toda persona será protegida oportuna y efectivamente por los
jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos. II. El Estado garantiza el derecho al
debido proceso, a la defensa y a una justicia plural, pronta, oportuna, gratuita, transparente y sin dilaciones”
(las negrillas son nuestras); corresponde otorgar la tutela solicitada por la comunidad “Puca Huasi”.

Por lo expresado precedentemente, la situación planteada se encuentra dentro de las previsiones y alcances
de la acción popular, por lo que el Tribunal de garantías al haber denegado la tutela, no efectúo una adecuada
compulsa de los antecedentes procesales y dio una incorrecta aplicación a esta acción tutelar.

POR TANTO

El Tribunal Constitucional Plurinacional en su Sala Tercera, en virtud a la autoridad que le confiere la


Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia, y el art. 127 de la Ley del Tribunal Constitucional
Plurinacional, en revisión, resuelve:

1º REVOCAR la Resolución 442/2013 de 16 de septiembre, cursante de fs. 600 a 602 vta., pronunciada por la
Sala Civil y de Familia Primera del Tribunal Departamental de Justicia de Chuquisaca; y en consecuencia,
CONCEDER la tutela solicitada, reconducida por este Tribunal como acción popular, conforme a los
fundamentos expuestos en la presente Sentencia Constitucional Plurinacional.

2º Disponer que el Tribunal Agroambiental emita una nueva resolución, de conformidad a los fundamentos
contenidos en el presente fallo.

3º Exhortar al Tribunal Agroambiental y a las autoridades del INRA a considerar los parámetros de
interpretación de las normas jurídicas contenidas en la presente Sentencia Constitucional Plurinacional, allí
donde se comprometan los derechos e intereses colectivos de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos, tomando en cuenta su especial condición de vulnerabilidad.

4º Ordena a Secretaría General del Tribunal Constitucional Plurinacional, la difusión del presente fallo en todas
las Salas de este órgano de control de constitucionalidad, así como a los jueces y tribunales de garantías.

Regístrese, notifíquese y publíquese en la Gaceta Constitucional Plurinacional.

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