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Las voces y su historia: sobre el

nacimiento de la esquizofrenia
José María Álvarez y Fernando Colina
1. ción es más acusada en la modernidad o, al
menos, cualitativamente diferente a como se
La pregunta por la historia de las psicosis es había presentado antes. En paralelo a esta
muy difícil de formular. Cualquier imprecisión hipótesis, se aportarán algunas reflexiones des-
acota el resultado y cierra el camino a otra posi- tinadas a vincular el surgimiento de la esquizo-
bilidad. Si en algún momento es cierta la tesis de frenia con la modernidad, esto es, con la apari-
que una pregunta bien formulada no precisa res- ción del discurso científico y con una particular
puesta, porque la vuelve innecesaria ante el des- relación del hombre con el lenguaje.
cubrimiento que la propia interrogación provoca, En segundo lugar, dejamos aparte todo lo
en el domino de las psicosis este suceso afecta que incumbe al tratamiento de la enfermedad, a
fundamentalmente a su historia. las distintas prácticas terapéuticas, pues poco o
Nuestra reflexión gira en torno a las voces de nada nos dicen salvo lo que concurra, como in-
los psicóticos y quiere cuestionarse sobre si este formación indirecta, acerca de la presencia de las
síntoma primario –aceptando la terminología fe- voces y su hipotética evolución histórica.
nomenológica–, probablemente el más caracte- Por último, alejamos de nuestra atención
rístico en nuestro tiempo de la esquizofrenia, ha todo cuanto corresponda a una perspectiva
estado siempre presente en el cuadro clínico de biológica de la psicosis, entendiendo que este
la locura o, si por el contrario, es de aparición re- punto de vista defiende una constancia de la
ciente en su expresión sintomática. esquizofrenia similar a la que puedan conservar
La perspectiva histórica que nos interesa a lo largo de los tiempos la tuberculosis o la
para poder desarrollar este problema se puede litiasis biliar. Enfermedades, en suma, con una
delimitar mediante simple exclusión. Primero, causa, una clínica y un desenlace siempre simi-
descartamos la historia de la propia Medicina, lares, donde las condiciones sociales o psicoló-
del conjunto de los saberes médicos, pues no gicas pueden modificar su frecuencia, su grave-
nos incumbe en este momento conocer cuales dad o el sentimiento de peligro que las
han sido los modelos teóricos que se han utili- acompaña, pero no su entidad o su esencia. La
zado para elucidar la locura. Poco nos dice naturaleza física, en este sentido, es muy poco
sobre el tema que nos convoca la evolución histórica o lo es en unos lapsos tan grandes que
conceptual que se extiende desde la primitiva escapan a nuestra reflexión.
concepción humoral hasta la aparición de la Psi- Lo que ahora reclama nuestra atención es
quiatría en los albores del siglo XIX, y, dentro conocer si existe una historia que afecte al de-
de esta última, los sucesivos avatares y disputas seo, a la subjetividad o a la mentalidad de las
entres las corrientes somáticas y psíquicas. A personas. Porque, de ser así, cabe que las heri-
nosotros, en este momento, nos mueve un das más notables del hombre, esto es, la triste-
hecho concreto: saber si los psicóticos de todos za que nos melancoliza, la autorreferencia egó-
los tiempos han oído voces, o bien si su apari- latra que nos vuelve paranoicos y la

4 Átopos
fragmentación que nos lleva a la esquizofrenia, se repiten invariables desde la Antigüedad a lo Hasta no hace mucho,
todos los pueblos
hayan conocido cambios a lo largo de la histo- largo de los escasos textos que dan cuenta de
occidentales han
ria. Y uno de esos cambios podemos localizarlo ellas. Por ese motivo, todo cuanto digamos acer- compartido la idea
en el asunto de las voces, por si acaso éstas son ca de la aparición de las voces como un síntoma de que unos entes
intermedios entre
un síntoma histórico de las psicosis y, por lo tan- reciente en la fenomenología psicótica o, al me- los dioses y los hombres
to, su aparición debe vincularse a un desgarrón nos, como una acentuación específica de la mo- convivían junto a nosotros
distinto de la persona aparecido a partir de una dernidad, no pasa de ser una mera hipótesis cu- en el mismo espacio físico
y mental.
determinada época, en concreto, la Edad yo alcance tratamos simplemente de evaluar y,
Moderna. De ser así, la cuestión que se suscita, en ningún caso, de demostrar. Toda compara-
lógicamente, será también la recíproca: plante- ción efectiva con el pasado es realmente imposi-
arse qué es lo que nos dan a entender las voces ble y sólo tolera, a lo sumo, una hipótesis prope-
sobre la naturaleza de la enfermedad y, por déutica.
consiguiente, sobre las heridas humanas más
distintivas.
3.

2. Hasta no hace mucho, todos los pueblos occi-


dentales han compartido la idea de que unos
Las diferencias que queremos establecer se entes intermedios entre los dioses y los hombres
desarrollan en torno a dos elementos: la creencia convivían junto a nosotros en el mismo espacio
en espíritus invisibles que comparten la realidad físico y mental. Espíritus, demones (genios),
con nosotros, y la condición intrínseca de la pala- ángeles o diablos han participado de nuestra
bra cuando se confronta con el fondo de las co- experiencia como un hecho inequívoco y común
sas. Ambas contribuirían a que, llegado un mo- hasta que la mentalidad científica los fue despla-
mento en la historia de las mentalidades y la zando al campo de la ficción y la fantasía. Es elo-
dinámica del sujeto, las locuras hayan encontra- cuente, en este sentido, que Montaigne (1533-
do su manifestación más característica en las vo- 1592), elegido para la ocasión como exponente
ces delirantes y alucinatorias, esos síntomas pa- de una nueva mentalidad, exprese su apoyo
tognomónicos de las psicosis que hoy configuran decidido a las doctrinas socráticas salvo en lo
el núcleo del llamado automatismo mental. que hace referencia a su trato con los demones,
Es cierto que en los testimonios antiguos que que le parecen el producto de una creencia
se conservan no aparecen descritas las voces co- supersticiosa y superficial: «Nada digiero con tan
mo padecimientos propios de los locos. Sin em- gran trabajo en la vida de Sócrates como sus
bargo, sabemos que el interés por lo que decían éxtasis y diablerías»1. Opinión aún madrugadora
y formulaban los enajenados es relativamente si pensamos que Descartes (1596-1650), con
reciente y coincide prácticamente con la inaugu- quien identificamos un cambio revolucionario en
ración de la Psiquiatría. Se ha dicho –por Fou- nuestra racionalidad, aún está preocupado unos
cault– que hasta Pinel no hay un claro interés por años después, como se lee al final de su primera
conocer qué dice un alienado, por qué lo dice y Meditación, por la presencia de genios malignos 1 MONTAIGNE, “De la ex-
periencia”, Ensayos, T.III,
con qué intención lo expresa. Nos consta tam- que con astucia y malas artes se interponen en el Barcelona, Iberia, 1968, p.
bién que, hasta esas mismas fechas, los autores curso del pensamiento2. 276.
2 DESCARTES, Meditacio-
citan casi siempre de segunda mano las declara- Una explicación sustanciosa del papel de los nes metafísicas, Madrid, Al-
ciones sintomáticas de los enfermos, las cuales espíritus en aquellos tiempos la encontramos faguara, 1977, p. 21.

Átopos 5
en un artículo de Tasso (1544-1595), El mensa- viéndose tanto más cruda cuanto que la lingüis-
jero, que tiene especial significación para nos- ticidad del mundo ha entrado en crisis. Según la
otros por dos razones. Por un lado, porque está ciencia incrementaba su precisión y claridad en la
escrito ya en una época tardía, 1580, en los superficie del mundo, el romanticismo abría un
albores por lo tanto de la modernidad. Y, en abismo en el corazón del hombre y un territorio
segundo lugar, porque lo compone en el perí- sin palabras en el interior de las cosas. En la rea-
odo de locura, durante los siete años y medio lidad se ha ido entreabriendo un hueco que las
que permaneció internado en el hospital de palabras ya no aciertan a delimitar. La cosa en sí
Sant’Anna por orden del Duque de Ferrara. En kantiana, la voluntad de Schopenhauer, la oscuri-
este texto revelador, Tasso sostiene que, en el dad de Schelling, la pulsión de Freud o lo real de
orden impuesto por Dios y su ministra la natu- Lacan, dan testimonio de esa experiencia radi-
raleza, nada va de un extremo a otro sin pasar calmente moderna que conduce al hombre has-
por el medio. Así, al igual que la naturaleza ta los límites del lenguaje, allí donde la repre-
odia el vacío y reclama la ayuda del aire para sentación no alcanza a revestir el territorio
penetrar entre los cuerpos y ocupar todos los existente. Sin embargo, mientras que para el filó-
intersticios, los ángeles y demonios son nece- sofo de Königsberg la cosa en sí –ese ámbito
sarios para interponerse entre las especies infe- transfenoménico e inerte que no está sometido
riores y superiores, entre lo mortal y lo inmor- al tiempo ni al espacio ni a la causalidad– situaba
tal, entre lo humano y lo divino3. De esta los límites entre lo cognoscible y lo incognosci-
suerte, mientras Montaigne empieza a desco- ble, para Freud y Lacan ese real, ya activo y ame-
rrer un espacio racional que no precisa inter- nazante, alcanza a constituir una de las dimen-
mediarios inteligibles entre el hombre y la divi- siones propias de la experiencia humana,
nidad, o entre la persona y las cosas materiales, sellando así el fracaso de lo simbólico y abriendo
un psicótico de genio agudiza un interés reno- las puertas a un más allá del placer y del deseo.
vado por los espíritus, probablemente porque De este descubrimiento es hija la psicosis de
facilitan su delirio y, en cierto modo, templan la modernidad. La esquizofrenia, tal y como la
su ánimo al ceder el protagonismo de las voces conocemos, no puede ser anterior a este tiem-
a figuras más o menos demoníacas que aún po histórico. Las psicosis cambian a lo largo de
siguen siendo reales para el sentido común de la historia a la vez que varía cuanto entenda-
los contemporáneos. Las voces, por lo tanto, mos por subjetividad, es decir, el sentido de
son aún voces de los espíritus y no esas voces privacidad, el espacio interior o las estrategias
inefables que asaltan al esquizofrénico que hoy del deseo, que sólo en tiempos recientes han
frecuentamos. «Me susurró al espíritu aquel desplegado toda su potencia e incapacidad en
gentil espíritu que suele hablarme en mis ima- el dominio del lenguaje. Las voces de los
ginaciones»4, escribe Tasso como muestra de lo esquizofrénicos no son otra cosa que las res-
que decimos. puestas del sujeto a lo imposible, respuestas al
fin y al cabo ante la presencia de ese real que
se ha vuelto peligroso y amenazador. Surgen
4. del cortocircuito establecido entre una palabra
fundida con las cosas y la urgencia del lengua-
3 TASSO, T., Los mensajeros, Pero, al tiempo que han desaparecido los je que acude a sofocar como puede, es decir,
Valladolid, Cuatro, 2007, pp.
65-66.
espíritus amigables o amenazantes de nuestro con el delirio, la herida que se ha abierto en el
4 Op. Cit., p. 37. entorno, la realidad se ha ido descarnando, vol- mundo y en la división del hombre. Las voces,

6 Átopos
en este caso, son la lengua muda que empieza cielo. No se trata aquí de este tipo de angustia, El esquizofrénico,
en cambio, habría
a recobrar el habla, son un alfabeto naciente y sino de la que experimentan quienes han metido
penetrado en un mundo
titubeante. A un psicótico que conocemos, las el cielo en su cabeza extraviando las palabras tan oscuro que ha perdido
voces le dicen «vacío», como si le recordaran la que puedan dar cuenta del acontecimiento. No por el camino cualquier
posibilidad de gobernar
tarea de crear. A Schreber le decían algo pare- como el poeta nocturno que contempla las es- las palabras.
cido, le obligaban «por supuesto» –scilicet, trellas y siente el estímulo trémulo de lo inefable,
escribe el magistrado sajón– a pensar. Las sino como quien ha perdido hasta la posibilidad
voces son el comienzo del racionalismo mórbi- más remota del lenguaje.
do del esquizofrénico.
Ahora bien, del mismo modo que el esquizo-
frénico es precursor e investigador de una nueva 5.
realidad, es también testimonio de un temor
desconocido. Sabemos que la angustia moderna La desaparición de los espíritus en nuestro
ha sido definida por Kierkegaard como el resul- imaginario nos confronta más directamente con
tado de una culpabilidad liberada del pecado, los abismos que bordean la pulsión, es decir, con
pero aún sometida a la posibilidad del pecado la omnipotencia de lo divino y el núcleo mudo
que consiste precisamente en la falta de con- de la realidad. Huérfanos de ángeles y diablos,
ciencia del pecado. El psicótico, en cambio, es las palabras del hombre moderno tienen que dar
quien ha llevado su inocencia aún más allá, has- cuenta por sí solas de una divinidad sin Dios y de
ta alcanzar un territorio donde a la ausencia radi- una realidad sin representación cada vez más
cal del pecado, esto es, del deseo, se une tam- descarnada, la cual apenas acertamos a formular
bién la pérdida de las instrucciones sobre el pese a que se abalanza sobre nosotros con ma-
manejo del verbo. los modos.
Muchas veces nos preguntamos sobre las ca- «Nada distingue tanto al hombre antiguo del
racterísticas de la angustia del esquizofrénico, moderno como su entrega a una experiencia
ese pavor que se sitúa por encima de sus miedos cósmica que este último apenas conoce», escri-
a la persecución, a las voces que oye o al robo be Benjamin en Dirección única5. «La temible
del pensamiento. Y la explicación que se nos aberración de los modernos –continúa Benja-
propone alude a un miedo aún más enigmático mín– consiste en considerar irrelevante y conju-
que el que surge ante lo informal e innombrable, rable esta experiencia, y dejarla en manos del
palabras que al menos delimitan el dominio de individuo para que delire y se extasíe al con-
lo impreciso y desconocido con su significado templar hermosas noches consteladas. Pero lo
indeterminado. El esquizofrénico, en cambio, ha- cierto es que se impone cada vez de nuevo, y
bría penetrado en un mundo tan oscuro que ha los pueblos y razas apenas logran escapar a
perdido por el camino cualquier posibilidad de ella, tal como lo ha demostrado, y del modo
gobernar las palabras. Esa presencia sustancial más terrible, la última guerra, que fue un inten-
de las tinieblas en las que se extravía, solo y sin to por celebrar nuevos e inauditos desposorios
el ropaje del lenguaje, constituiría el nivel deso- con las potencias cósmicas». En efecto, el psi-
lador de su angustia, la cota donde reside lo in- cótico actual carece de esa experiencia con la
nombrable. Bien distinta resulta esta experiencia que rellenar fácilmente su potencial mundo
de la que puedo forzar si una noche solitaria con- delirante. Nuestro psicótico no dispone de un
5 BENJAMIN, W., Dirección
templo con intensidad el firmamento y me cues- mundo sobrenatural compartido con otros única, Madrid, Alfaguara,
tiono el misterio de la vida y las dimensiones del seres. Está falto de una experiencia cosmológi- 1987, p. 96.

Átopos 7
ca que le posibilite tratar la inmensidad del uni- nes, los espíritus y las vivencias de los místicos
verso y no acierta a revestir ese mundo mudo y para establecer la raigambre patológica de las
temible que se ha despertado con la escisión voces, consideradas en adelante alucinaciones
del hombre moderno entre la ciencia y el del oído. Se trata, no obstante, de un período
romanticismo. Un mundo volcánico capaz de de transición en el que los pioneros de la psi-
reventar las frágiles palabras que entran en con- copatología elaboran aún sus teorías echando
tacto con él, esas mismas palabras que com- mano de los autores clásicos y de los ideales de
prometen al psicótico hasta desencadenar la la ciencia médica. Nada sorprende, en este sen-
locura y ocupar su cabeza con las nuevas voces tido, que Pinel, profesor de Medicina y director
del automatismo mental, tan inclinadas más tar- de manicomio, dejara escrito lo que sigue:
de a dar testimonio de un supuesto asesinato «Apenas se puede hablar de las pasiones como
del alma o a erigirse en el campo de batalla de enfermedades del alma, sin haber tenido antes
dos fuerzas cósmicas que comprometen a su presentes en la mente las Tusculanas de Cice-
oidor. rón y las otras obras que este hombre genial
Los fenómenos de posesión que identifican consagró a la moral en los años en que madu-
la locura, a falta de seres espirituales, tienen raba en edad y experiencia»6.
como inicial poseedor a la palabra. Son las Pero el auge del alienismo no consiguió reba-
palabras, entonces, las que vienen a sorprender sar apenas la primera mitad del siglo XIX, orilla-
al esquizofrénico con un lenguaje extraño. Sin do paulatinamente por el empuje de la ciencia
embargo, esas palabras, en principio, no le psiquiátrica y la psicología experimental. Desde
dicen nada, salvo insinuar el insulto, la alusión, las primeras descripciones y teorías de Esquirol
el ruido o el eco del pensamiento. Delirar, en sobre las alucinaciones, hasta que un siglo des-
cierto sentido, es el esfuerzo de resucitar los pués las visiones de la fragmentación subjetiva
espíritus antiguos para que ocupen el espacio comenzaran a formularse con los nombres de
lingüístico que la psicosis ha destruido, es decir, «esquizofrenia» (Bleuler), «automatismo mental»
para restablecer la continuidad entre la entidad (Clérambault) o «locuras discordantes» (Chaslin),
espiritual y la lingüística, separadas desde el se suceden algunos hitos psicopatológicos cuya
momento del desencadenamiento. De este lógica puede precisarse en torno a tres procesos
modo se ratifica que, aquella presencia de seres paralelos y dependientes. En primer lugar, se
espirituales, ángeles o diablos, asentada por la advierte un desplazamiento del interés por el
tradición en el dominio de nuestra naturaleza ámbito visual hacia el verbal y el auditivo. En
psíquica, ha sido transformada por la ciencia en segundo lugar, los fenómenos alucinatorios más
un fenómeno de la locura. ruidosos, exteriores y sonoros cederán su prota-
gonismo a ese enjambre de pequeños signos
xenopáticos que nombran la atomización más
6. radical de la identidad. Por último, y como resul-
tado de los dos anteriores, la fascinación suscita-
Jubilados los espíritus intermedios de sus da entre los psicopatólogos por las relaciones
funciones saludables y puestas en entredicho la entre las alucinaciones y el lenguaje, encontrará
omnisciencia y la omnipotencia de Dios por el los más cabales fundamentos explicativos en la
6 PINEL, PH.: Traité médico- racionalismo y por el positivismo de la mentali- obra de Freud, la cual se afirma desde el princi-
philosophique sur l'aliénation
mentale, París, Brosson,
dad científica, la medicina alienista de princi- pio en la relación consustancial que une el len-
1809, p. 12. pios de XIX continuó sirviéndose de los demo- guaje y la subjetividad.

8 Átopos
Como resultado del proceso epistemológico partida de su filosofía crítica. Kant, que compar-
que acaba de apuntarse, la patología del lengua- tió parte del siglo con Pinel, se vio obligado a
je se convertirá en uno de los protagonistas prin- estudiar la locura para examinar los límites de la
cipales de la nueva concepción del sujeto, a re- razón, rectificando así la exclusión de Descartes
sultas de la cual la consideración tradicional de la que no la consideraba ni siquiera como un enga-
lengua como instrumento destinado a la comuni- ño de la razón. En su estudio del «archivisionario
cación dará paso a una perspectiva más inquie- de todos los visionarios», capaz de mantener
tante en la que nosotros somos los instrumentos relación directa con los espíritus y las almas, es
de los que se vale el leguaje para manifestarse. significativo que Kant dudara entre encontrar
La presencia de voces alucinatorias y de pensa- similitudes de la metafísica con la obra del autor
mientos impuestos, las descripciones de la es- sueco –«tan sorprendentemente semejante a mis
quizofrenia, la psicosis alucinatoria crónica, el au- quimeras filosóficas»9–, o despacharle «rápida y
tomatismo mental y las locuras discordantes ver- definitivamente a la enfermería»10. En cualquier
bales, también las últimas novelas de James Joy- caso, su concepción del lenguaje relativo a estas
ce, reflejan en todos sus relieves el sometimiento experiencias sigue siendo la tradicional: «El len-
del sujeto moderno a las leyes de la palabra. El guaje de los espíritus consiste en una comunica-
lenguaje no ha sido fundado, dirá Heidegger pa- ción inmediata de las ideas, pero siempre va uni-
ra reflejar este proceso, es él quien funda. do a la apariencia de aquel lenguaje que habla
en las restantes ocasiones y es concebido como
exterior a él»11.
7. Sin embargo, apenas una década después de
que Esquirol publicara sus dos volúmenes sobre
Las figuras del visionario, el ventrílocuo y el las enfermedades mentales, su alumno Baillarger
xenópata ilustran con claridad los hitos arriba acierta a captar los susurros y murmullos de las
señalados. Dejando a un lado las grandes ten- voces que conviven con el alienado, describien-
dencias que conformaron el saber psicopatológi- do al alucinado mediante la metáfora del «ven-
co, resulta llamativo que Esquirol –el primer teó- trílocuo». Son los propios locos –advierte– quie-
rico de las alucinaciones– calificara de nes pronuncian las palabras con la boca cerrada,
«visionario» al alucinado: «Un hombre que tiene como hacen los ventrílocuos. De especial rele-
la convicción íntima de una sensación actual- vancia resulta también destacar que Baillarger se
mente percibida, aun cuando ningún objeto hie- guió de las experiencias de los místicos cuando
ra sus sentidos, se encuentra en un estado de distinguió las alucinaciones sensoriales y las psí-
alucinación; es un visionario»7. El énfasis puesto quicas. Al leerlos, se percató de las diferencias
en la dimensión visual se advierte también en las existentes entre las «locuciones intelectuales», 7 ESQUIROL, E., Tratado
ilustraciones clínicas que acompañan sus esbo- las que suceden en el interior del alma, y las completo de las enajenacio-
nes mentales consideradas
zos teóricos; sólo una de ellas se refiere a la alu- «voces corpóreas», esas que atruenan los oídos. bajo su aspecto médico, hi-
cinación auditiva. «No tengo necesidad de añadir –escribió– que la giénico y médico-legal, Ma-
drid, Imprenta del Colegio
También esta predominancia de la dimensión división que propongo para las alucinaciones, y a de sordomudos, 1847 [1838],
espacial con que «se hace visible el reino de las la que he sido conducido por la observación p. 67.
8 KANT, I. Los sueños de un
sombras»8, resulta dominante en el análisis que directa de los alienados, es la de los autores mís- visionario, Madrid, Alianza,
Kant, medio siglo antes, realizara de Emanuel ticos; solamente han sido cambiadas las pala- 1987, p. 43.
9 Op. cit., p. 89.
Swedenborg en Los sueños de un visionario bras. Llamo alucinaciones psíquicas a las visiones 10 Op. cit., p. 70.
(1766), sin duda su libro más curioso y punto de y a las locuciones intelectuales, y alucinaciones 11 Op. cit., p. 94.

Átopos 9
psicosensoriales a las visiones y a las locuciones 8.
corporales»12.
Los pasajes que acaban de citarse muestran Las voces psicóticas, además de inefables,
de forma ejemplar, a nuestro parecer, un despla- son probablemente mudas. En realidad, todos
zamiento de la dimensión visual a la auditiva, de experimentamos unas voces calladas que no pa-
la mirada a la voz, de las imágenes a las palabras. san de ser voces de la conciencia, voces que no
Palabras cuya presencia e intromisión cada vez acertamos a oír en ausencia de aquellos espíritus
más evidente irán configurando el nuevo rostro intermediarios que mediaban a nuestro favor.
del alienado moderno. Estas pinceladas históricas Los esquizofrénicos, por contra, son los que so-
ilustran asimismo sobre la tendencia a considerar norizan esas voces silentes, o los que simplemen-
erróneamente patológicas ciertas experiencias te oyen el silencio. Del «pensamiento que no di-
que, en otro tiempo y para muchas personas, no ce nada» hablaba Schreber, por poner un ejem-
eran otra cosa que los resortes espirituales que plo ilustre sobre este acontecimiento. Los aluci-
les servían para vivir. A este respecto conviene nados no oyen cosas inexistentes, sino que más
evocar el anacrónico análisis psicológico que Lé- bien oyen aquello que para nosotros ha en-
lut dedicó a Sócrates y su demón en 1836. Al hil- mudecido. Escuchan lo que no podemos oír. Es-
vanar su sesudo estudio con referencias clásicas cuchan a testigos desaparecidos para nosotros.
(Cicerón y Plutarco, especialmente) y con otras Esto constituye la fuerza y verdad de su testimo-
provenientes de autores más cercanos en el tiem- nio, aunque para formularlo necesiten el reclamo
po, se advierte esa predisposición inexorable que de la locura. Del lenguaje es imposible salir si no
culmina convirtiendo a Sócrates en un loco y a la es bajo la condición de delirar, y es más allá del
voz divina de su demón en «[…] las alucinaciones lenguaje donde reside el silencio sepulcral que
auditivas más manifiestas y más inveteradas que sólo oye el psicótico, que es quien vuelve a oír lo
jamás haya podido observar un médico»13. que para nosotros ya permanecía silencioso por
Si se admite que la figura del visionario diera mor de la lengua que habitamos. Por ello a me-
paso a la del ventrílocuo, la progresión nos lleva- nudo solo oye unas voces que hablan entre sí, de
ría finalmente a proponer la del xenópata. Por tal lo suyo. Hablan de sucesos inefables que no lle-
entendemos la del sujeto hablado por el lengua- gan del todo al psicótico, quien a lo sumo sabe
je, cuyas ilustraciones más depuradas se hallan que hablan pero no lo que dicen.
en las páginas de Séglas y Clérambault. Al que- Al fin y al cabo, en la psicosis moderna el verbo
dar desposeído del lenguaje como instrumento, campa a sus anchas sin llegar a hacerse carne en
el sujeto se convierte en una fuente parásita que el discurso. Las voces reveladoras de la psicosis
recibe sus propias palabras como si le fueran aje- poco tienen que ver con aquellas anunciaciones
nas, pero en su perplejidad tiene la rotunda con- que embriagaban a San Agustín: «Pero cuando
vicción de que esas palabras le conciernen en lo del bajío más secreto de mi alma mi enérgica in-
12 BAILLARGER, J., Recher-
ches sur les maladies men-
más íntimo de su ser. De esta forma, a falta de trospección dragó y amontonó toda la hediondez
tales, T. 1, París, Masson, esos parapetos contra lo real que en otro tiempo de mi miseria [...] he aquí que oigo una voz de la
1890, p. 397.
13 LÉLUT, F., Le démon de
encarnaron los espíritus, el lenguaje se ha trans- casa vecina, voz de niño o de niña, no lo sé, di-
Socrate, París, Trinquart, formado en una presencia amenazadora, en una ciendo y repitiendo muchas veces con cadencia
1836, p. 122.
14 SÉGLAS, J., «Préface», en
potencia autónoma que busca al psicótico para de canto: Toma, lee; tolle, lege»15. Tampoco tie-
H. EY, Hallucinations et déli- hacerse oír, transformándolos en xenópatas que nen que ver con la voz que le habla a Sócrates
res, París, Alcan, 1934, p. II.
15 SAN AGUSTÍN, Confesio-
«[…] juegan a la alucinación como algunos niños que, además de perfectamente inteligible, nunca
nes, VIII, 12. se divierten jugando al teléfono»14. es intimidatoria: «Me habéis oído decir muchas

10 Átopos
veces que hay junto a mí algo divino y demoníaco siempre engendrador. Las voces, desde este
[...]. Está conmigo desde niño, toma forma de voz punto de vista, son fenómenos creadores, enrai-
y, cuando se manifiesta, siempre me disuade de lo zadas en esa condición inventiva que es consus-
que voy a hacer, jamás me incita»16. El psicótico tancial a la psicosis. Y son también, por la misma
del presente ya no goza de esta fortuna, de ese causa, fenómenos divinos en su mayor parte. Se
remedio revelador que calma y repara «el pavoro- muestran como revelaciones, como descubri-
so silencio de Dios» del que habla San Agustín, o mientos reveladores. En el fondo, las voces psi-
que corrige amablemente nuestra conducta, se- cóticas son mensajes del cielo. De hecho, siem-
gún el sentir de Sócrates. Al contrario. Pues, aun- pre encontramos algo metafísico y trascendente
que con el tiempo acabe encontrando cierta com- en las psicosis. Schreber localizaba muy bien la
placencia en compañía de las voces, la primera re- aparición de los fenómenos sobrenaturales en su
acción que experimenta es la queja de oírlas. Las enfermedad, y separaba en relación a ellos un
voces del esquizofrénico se han convertido en pa- antes y un después. Pero las voces de Schreber
labras alusivas, sin nadie que las soporte, sin otro ya no son voces antiguas, sino voces recientes,
que las formule. Palabras rotas, las más de las ve- científicas, discontinuas. Signos matemáticos
ces, que comienzan haciéndose sentir a través del que cuesta interpretar y mucho más enlazar para
ruido y la materia, que son el componente original constituirse en un discurso que nos acerque a los
que comporta el significante. Palabras atemáticas demás.
y anidéicas, como indicaba Clérambault. Palabras, El significante que anuncian las voces esqui-
por consiguiente, desamparadas, incapaces de zofrénicas en sus formas iniciales, aún carentes
organizarse en un discurso que no sea el de la de significación, es el rumor de la pulsión y del
construcción paulatina de lo delirante. silencio melancólico de las cosas. Rumor que as-
ciende a murmullo cuando la cosa se vuelve po-
co a poco letra y reclama al otro para que le pro-
9. vea de significación. El otro incorpora el signifi-
cado para que el significante intente convertirse
Entre los antiguos la voz era todavía un espíri- ya en palabra y encarnación. En ese momento, el
tu carnal que animaba el discurso y la vida de los «devanado mudo del pensamiento», «el paso de
hombres. «En el principio existía el Verbo. Y el un pensamiento invisible», «la famosa palabra
Verbo se hizo carne», leemos en San Juan. El Es- que no dice nada», como síntomas más significa-
píritu nos visita y se encarna. Así se muestra en tivos en el diluvio metafórico con que Cléram-
nuestra religión y así lo hace igualmente en nues- bault acierta a describir el vacío del automatismo
tra cultura clásica. A este respecto, hay que re- inicial, se convierten ya en posibilidad de pseu-
cordar lo que Plutarco cuenta de Sócrates y su doalucinación, esto es, en posibilidad de voz. Y
demón: «En muchas ocasiones califica [Sócrates] el destino de estas primeras voces y, en general,
de impostores a quienes decían haberse comuni- de todas las pseudoalucinaciones, es repetirse
cado mediante visiones con algún ser divino, en eco, ese mismo que para Clérambault era el
mientras que atendía y se informaba con interés núcleo del automatismo. El eco es el testimonio
de quienes afirmaban haber oído una voz»17. Las de la palabra fracasada que no acierta a incorpo-
voces eran siempre voces de verdad y lo siguen rarse al surco continuo del lenguaje y salta a cada
siendo para el psicótico. momento como un disco rayado en el pensa- 16 PLATÓN, Apología de
Sócrates, 31 D.
Todas las voces de los psicóticos son soplos. miento. La voz esquizofrénica representa ese fra- 17 PLUTARCO, Moralia VIII,
Soplos que insuflan conocimiento. El soplo es caso, la presencia ausente del otro que ocupa la 240.

Átopos 11
escisión como un cuerpo extraño y a la vez im- casado, pero que sólo despierta la intencionali-
puesto. dad, el perjuicio y el odio.
Se entiende ahora que podamos interpretar Es cierto que, en general, no se sabe lo que
las voces como gritos que reclaman la presencia dicen las voces, pues son inefables. Son «un pu-
de alguien proferidos en la soledad. Todas las ro absurdo» acompañado de «injurias», dice
voces del esquizofrénico son filtros amorosos. Schreber. Sin embargo, sabemos lo que signifi-
Son voces de amor, de un amor incomprendido y can. Todas significan ven. Digan lo que digan, el
enigmático la mayor parte de las veces, que se psicótico las devuelve como un ven. Llaman al
vuelve también incomprensible para nosotros. otro para hacer compañía al psicótico. Raptan al
Las voces del psicótico proceden del desengaño prójimo, con su canto, en un rapto de amor vo-
amoroso. La voz delirante es un reclamo que pre- cal y especulativo sucedido en el límite de lo
tende dar sentido al otro cuando el amor ha fra- humano.

Carlo Zinelli, lámina Sin título.

12 Átopos

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