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PIERRE JACCARO
Profesor de la Universidad de Laus~na. -
• Antiguo Presidente de la Esc.uelu de Cienclas
sociales IJ polüicas

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Traducción: ; l
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'.\j.6 Alicii, Mnllor Sebastián i
1

PSICOSOCIOLOGIA
Lleonclada en Clrnclu !con<lmicu 1
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Heviei6n:
Ioaquín Lépez Vernzn .
Llc•nclado en Chndu Económiou [>-EL~
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SAGITARIO, S. A.
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do Ediciones IJ Dist•;bvciones
BARCELONA
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Título original,
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PsYcHc.-Soc10LoG1E cu Tnxvxn,
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SUMAR.JO

PR.ESENT ACION 11
De Milton y Locke a Smith, Hegel y Marx . 13
.. La moderna sociología del trabajo . 23
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(C) Pá11ot, Parts, 11)66 ·t·\ ~ ·:·:··: (') 1,.
.. : .,,'-,... ·'.·· ~¿ •... , .....
PRIMERA PARTE
© de la versión españole,
SAGITARIO, S. A.· 1907
NATURALEZA, RAZON D~ SER
Y DEFINICION DEL TRABAJO

CAPÍTULO PRIMERO: AMPLIAR LA NOCION DE TRA·


BAJO 27

Malentendidos con respecto a la expresión tiempo


I ntprr.•o CI\ ~:~rn1in ,.,....~ libre . 30
No confundir el empleo con el trabajo . 35

CAP{TULO 11: LAS TRES FUNC::IONES DEL TRABAJO. 43


,·, 47
Depósito Leoal: B. · 25.994 · 1967 .. ' Tres razones de ser fundamentales
¿ Un concepto caduco?
.
.
., CAPÍTULO III: ACTITUDES INDIVIDUALES CON RES-
54

PECTO AL TRABAJO . 57
I>
La psicopatología del vagabundo .. 63
Crtfj,"ta1 .~.ICITAlll() • l'itlo/, 4.1 • T,Ufono ?,1.1 4.5 rl? IIAIICET,ONA (1,1)
¿ Se es por naturaleza «activo» o «no-activo»? . 65
Conclusión sobre el trabajo y el carácter . 69
7
:
CAPÍTULO IV: ACTITUDES COLECTIVAS· CON RES- : CAPITULO X: LA ELECCION DE OFICIO 155
PECTO AL TRABAJO . 75 El hombre y su oficio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 156
Esclavos y colonizados negros . 78 Poder elegir profesión al menos 161
Activismo y quietismo .. 82 Costumbre o naturaleza según Pascal 165
Un problema económico y social z, 87
CAP1TULO XI: LA ORIENTACION ESCOLAR Y PROFE-
CAPÍTULO V: DEFINICION DEL TRABAJO .. 91 SIONAL 171
La ambivalencia del trabajo . 94 En los orígenes de la psicología diferencial 172
El trabajo, sujeción y. liberación .. 98 Un problema social .. .. .. . .. . . .. .. 175
Stendhal y Balzac . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
SEGUNDA PARTB Consejeros de profesión .. 181
CONCLUSION .. .. . .. . ... .. . .. .. .. . .. .. . . .. .. . . . . ....... 183
EL HOMBRE EN EL TRABAJO,
HOY Y MA~ANA
CAPfTULO VI: LA ACELERACION DEL PROCESO '.fEC·
NICO . 103
. .
El auge de la automación .. 106
<
·,
La automación en la Europa Occidental . 110
CAPfTULO VII: RECONVE'lSION, PERO ·PERMANEN· e.
CIA DEL TRABAJO . 115
Efectos de la automación en el empleo . .. 117
Inmensos trabajos son todavía necesarios 123
CAPfTt.:LO VIII: PARO Y HUELGAS EN LOS ESTADOS 1
.
~- 1
.
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UNIDOS : • 127

¡
¿Cómo poner remedio a las distorsiones del empleo? ÚO
La pujanza de las huelgas .. .. .. .. .. . .. . .. .. . .. . .. ... ..... .. .. 134
La conciliación e5 posible .. . . . . . .. . .. . .. . . .. . .. .. . .. . .. .. .. . . 138
J ~
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CAPÍTULO IX: ;iA FORMACION ESCOLAR Y PROFE·
.. ~IONAL .\ ~,................. 141
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¡:
:,..1 El desarrollova unido a la instrucción: ~.......... 141
La medida de las inversiones intelectuales 145
'1
La ley de Alfred Sauvy .. . .. .. .. .. .. . .. . .. . . .. . .. . . .. . . . . .. .. . 150
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r P. .RESENTACION

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···. "r Desde 1950 hemos intentado mostrar en varias ocasiones
cómo la instrucción y la cultura son los dos factores decísi-
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.. ,:,:. .. , vos y complementarios del crecimiento económico y del pro-
greso social. Si los países del Este, aún retrasados hace veinte
't ·!: años, se desarrollan a un ritmo imprevisto, ello es debido a
que han redescubierto esta verdad elemental, a menudo des-
conocida hoy en Occidente. Ciertamente, la austeridad y los
·racionamientos que dichos países soportan han contribuido
en gran manera al éxito de su industrialización. De todas
·,: :, ·.. maneras, parece ser que la acumulación de capital, tanto en
.. ,t::si
.. , 'i ~bEste como en el Oeste, ha desempeñado siempre un papel
·. ~:>secundario; En· cuanto a la innovación y a la organización,
consideradas desde hace poco tiempo como fuerzas determí-
nantes del desarrollo, no son en definitiva más que el fruto
del esfuerzo conjugado, por una parte, de la inteligencia que
aprende, imagina, prevé, enseña, y, por otra, de la mano que
,.,.~rabaja, perfecciona y construye.
, ', . .f' Uno de los primeros filósofos griegos, Anaxágoras, había
comprendido este doble aspecto del genio humano: «Nuestra
superioridad con respecto a los animales -escribía- con·
siste en que nosotros utilizamos nuestra experiencia, nues-
•. , •'' -tra memoria, nuestra inteligencia y nuestra destreza.» Al de·
, clr eso, no hacía sino seguir la tradición de la antigua Héladc.
•• El nombre de Prometeo, en el mito y la tragedia, se opone
al de Epimeteo, su hermano: el primero es por excelencia el
Prudente, el Previsor, mientras que el segundo es el Dcsma-
fiado y el Irreflexivo. Prometeo no solamente es el inventor
y el práctico, sino también el instructor: su título más alto
11
es el de didascalos téknes pases, «maestro de todas las téc- los trágicos, Esquilo y Sófocles, elogian sin reserva la acti-
nicass. Del mismo modo, en los escritos homéricos, el perso- vidad y el ingenio humanos. Sócrates enseña además que «la
naje de Ulises es mucho más que un jefe de banda sagaz y felicidad de un hombre libre es entregarse a una ocupación
«astutos. El epíteto de polumétis que se unía a su nombre, 1
útil para la cual se está preparado». En vez de eso, Platón,
responde exactamente a la definición que el psicólogo ~1 Aristóteles, Jenofonte, traicionando el pensamiento de su
Edouard Claparede daba de la inteligencia: «Aptitud para maestro, separan y oponen la actividad del espíritu y la labor
resolver problemas nuevos y para dominar situaciones nue- de las manos. El declive y posterior hundimiento de la tra-
vas.s Hombre hábil, experto en todos los ór±cios, Ulises ter· dición antigua no habrán de tardar, ocasionados en primer
mina por vencer en prestigio al ardiente Aquiles, héroe va- lugar por la extensión de la esclavitud, el descrédito del tra-
leroso pero inconsecuente, últim·o testigo de una barbarie bajo y el desprecio al empleo útil de los inventos. El prejui-
grandiosa pero pasada. Acordémonos finalmente de que He· cío platónico seguirá siendo largo tiempo tan fuerte que la
síodo, primer moralista de los Trabajos y, según René Schae- Iglesia cristiana, a pesar de estar fundada sobre una tradición
rer, «primer teólogo de la historia», hacía de la inteligencia bíblica radicalmente distinta, se someterá a él durante un
la fuente de autoridad divina: Zeus es el padre de los dioses, milenio. Finalmente, se manifestará un nuevo despegue eco-
no porque sea el más fuerte, sino porque es el más sabio y nómico y cultural a partir del siglo xr. 2ncontramos en su
el más prudente. Partiendo de esta tradición ha formulado punto de partida las mismas condiciones que habían permi-
Francis Bacon su adagio sobre el hombre: tantum enim po- tido el primer impulso de la civilización griega: escasez y
test quantum scit, «puede en la medida en que sabe», y coste de la mano de obra (devolviendo su precio al trabajo),
Goethe su divisa: Wissen ist Macht, «saber es poder». Pocas interés por el perfeccionamiento técnico (el molino de agua
1
épocas han mostrado mejor que la nuestra la certeza de di· ·t se generaliza en Francia e Inglaterra), nuevas invenciones (el
chas máximas. · cabestro de las caballerías se apoya en el hombro, y no en
Aquí vamos a volver de nuevo nuestra atención hacia el 'I' el cuello, multiplicando así la fuerza de tracción de los tiros).
trabajo. De todos los factores del crecimiento económico Pronto el Renacimiento y la Reforma, simultáneamente, elo-
-J. J. Spengler ha contado hasta diecinueve- es el más gian el trabajo y popularizan la enseñanza, mientras que la
importante. En efecto, sin la actividad laboriosa de todos, el ciencia moderna se constituye e inicia su desarrollo.
invento más rico, la técnica más refinada y la más cuidadosa ,.
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instrucción son ineficaces, estériles, verdadera letra muerta. De Milton y Locke n. Smith, Hegel y Marx
El ejemplo de 1~ antigua Grecia está todavía patente para
demostrarlo. Soij las ínvest'gaciones, los dt,scubrimientos y Los moralistas anglosajones del siglo xvn, formados en
las aplicaciones prár.ticas de algunos sabios 1os que han pro- ,-el calvinismo, han sido en nuestros días los primeros que
ducido este choque psicológico, creado este'ambíente nuevo, ,.., han insistido en la preeminencia económica del esfuerzo hu·
engendrado esta extraordinaria confianza ~ ¡as posíbilida- ., , mano, tanto manual como intelectual. En la introducción
des del hombre, de donde ha surgido toda'jauestra civiliza· que dio a su nueva versión del Areopagitica de John Milton,
cién moderna. Entonces todo el mundo trab~aba de un modo • el anglicista Olivier Lutaud demostró cómo la mayor parte
firme y duro. En el siglo vr las leyes de D(fcón y de Solón de las ideas modernas, desde 1910, han surgido de la eferves-
castigaban la ociosidad. En tiempo de Periól'es, los poetas y cencia de los movimientos no-conformistas en Gran Bretaña,

12 13
«país que tiene un siglo de adelanto, desde el punto de vista' es nueva en esa época: Descartes había hablado de la «cons-
social, con respecto a Francia». Entonces, el puritanismo, le- titución de nuestra naturaleza», pero solamente pensaba en
jos de ser la hipocresía moralizante que mucha gente imagina; la razón, ya que para él el trabajo estaba desacreditado por
era la expresión de un «descontento de las fuerzas vivas de la filosofía antigua. También respecto de esta cuestión tenfa
la nación» contra un poder real codicioso y un episcopado Francia un siglo de retraso con relación a Inglaterra: Taine
obstinado. Los pretendidos padres del capitalismo son más ya lo había dicho en 1858 de Descartes y Bossuet (3 ).
bien unos igualitarios, unos agitadores, inspirados por un En 1690, John Locke, en su capítulo sobre la propiedad,
«quij')tismo• qll~ arrastra a los más atrevidos hacia el Nuevo no justifica ésta sino en la medida en que está puesta en
Mundo. El propio Millon, en quien no se v~ muy amenudo práctica al servicio de todos. Se opone a la tradición que
sino un edificante predicador del Paraíso Perdido, es un te- hacía de la riqueza una especie de don natural no suscepti-
mible polemista al servicio de la libertad, d~ la verdad y del ble de acrecerüamíento y que no plantea! nada más que un
saber, tres palabras-clave que se repiten sin cesar en sus problema de ~irculación: «Si queremos -dice- apreciar
obras (1). ., ,., correctamente el valor de las cosas en estado de ser utiliza-
En el siglo en que Bacon utiliza, por primera vez en Euro- das -el pan, el vino y la tela- y distinguir en su precio
pa, expresiones como «dignidad de la cíencía», Y.M.ilton,.«dig•. de coste lo que se debe a la naturaleza y lo que se debe al
nidad Jel trabajo cotidiano del cuerpo y· del espírítus.. e~ trabajo, constataremos que en la mayor parte de los casos
pastor inglés Richard Baxter elabora una moral prácticadel hay que adjudicar el 99 % al trabajo (4). Al año siguiente, una
trabajo que será la causa de la grandeza del Occidente mo- ! obra póstuma de sir Willlam Petty vuelve a tratar de esta
derno, a pesar de todo lo que hayan dicho quienes no han «aritmética polítícas y define por primera vez el capital como
visto en ella sino deformaciones tardías y abusivas .. En 1660,· 1 trabajo acumulado. Al mismo tiempo, se nos explica por qué
en su austero Tratado de la renuncia, Baxter truena contra .l. el labrador gana menos que el artesano, y éste menos que el
la ociosidad y la disipación de los ricos, lo que le valdrá al f negociante: es que estos últimos utilizan en su trabajo unos
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año siguiente, bajo pretexto de rebelión, el encarcelamiento conocimientos cada vez más extensos. Esta interferencia de
y confiscación de lo poco que poseía. Respecto al. ,trabajo~·~' ~~· .-~ · la cultura y el saber en la producción de la riqueza es puesta
no dice <solamente.: comó teólogo, que -Díosrlo- ..har-querídor' ·'é,:,'l~,Z-· J
para nuestra conservación, sino que observa, como pslcólogo.j-,' .~)iJ ¡
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igualmente de relieve, hacia 1720, por Ricardo de Cantillon
, , ?~quero londinense, cuyo mérito será sobre todo el haber
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que es el. propio, marco de nuestra natpraleza 1 ..the · ~r.Aame,,o¡,J¿i{i,'¡i:,i. .. 'Puesto' de relieve la influencia de los factores demográficos
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our nature, es decir, la forma o expresión normal\ e todali;.v;·:~f~ ;
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, en el desarrollo de las naciones. A mediados de siglo, una
vida humana. Mucho antes que Karl Marx, declara qué el ·· verdadera teoría del crecimiento económico se ha constituido
l'.. • hombre es un ser activo por naturaleza, hecho para el tra- ¡il .. , •Y~, Y a la misma Francois Quesnay aporta útiles complemen-
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~ bajo, y el más noble trabajo: Man is an activlcreat'ure, fitted
for work antl the hlghest work (2). Esta antropología bíblica
¡
¡ tos: papel del consumo, que es la razón de ser y el fin de
... ' toda la producción, nocividad del lujo y de la tesaurización,

!
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,, •1 f (1) Mil ton: Areopagitico; 242 pp. Col. bilingüe de clásicos ex· , (3) Taine: Nouveaux Essais de critique et d'histoire pp 111-
\ tranjeros, Aubier, París. 1956. 112. Hachette, Parfs, 1909. ' ·
(2} Baxter: A treatise o/ Seli-Denval). London, 1660, capitulo (4) ~ke_: .Essai sur la véritable origine, l'étendue et la fin
XXY.II, pp. 146-153. j du pouvotr C'IV1l, trad. J.-L. Fyot, ·París, 1953, p. 88 .
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·;,:.irtanif~,~~'.~vérsióñl.Mt~ a Quesnay, hijo de cam-
r miar.i_étc.~~(5):lj,;;{(iti .;. ·.:;,, si .)§c~J,!ªr,t.~.,;~~"~<¡-'ltf~~ i>}{ t!'}L')f.!JJ.t . pesino, cuando este último tan sólo quiere admití: e_n la clase
1,::,¡,:Yo~vemos
a,.encontrar_.todos.:e~to(~leaj}~to*n)i(pr,igirialí., 1 productiva a los agricultores, y hace del suelo _la urnca fuente
· sínt:s1s que A~am Smith publicó en 1776 en la Riqueza -. de las. de riqueza. En la Wealth of Nations, el traba JO, valor moral,
Naciones. Nacido en Escocia en 1723, y bajo la presión de su se define como valor económico y fundamento de toda sa~a
madre, que quería que se consagrase al pastorado, el, autor. prosperidad. La frase inicial del libro proclama esta convic-
había entrado. a loe; diecisiete años, en el Balllol _College; de: ·•· ción del mundo anglosajón: The annual labour of every na-
t ?xtord, para estudiar teología. Fue· reprendído.porjhaberse .' tion. is tite [und whicn origina:ly supplies it witb all the ne-
interesado más por Jos escritos de Hume-que por¡las.,le.cci0:¡.,, ·: cessaries and conveniences of life which it annually consu-

r.
nes de sus maestros. Después de síete-años-de aplicaclón·1.-~<: «la suma anual de su trabajo constituye elifondo que
mes ... ;
renunciando definitivamente al servicio de :la· Iglesia, volvió. ·-: ·. asegura a cada nación los productos de _consumo q~e so?
a su país natal, en donde pronto se le llamó para enseñar necesarios y útiles para su existencia ..... N1 el suelo, ni el ch·
1 filosofía moral. Su asignatura de la Universidad de Glasgow ma, ni la extensión del territorio explican verdaderamente
I: comprendía cuatro partes: Teología natural, ~tica, Política -dice el autor- las diferencias del desarrollo entre las na-
1 y Teoría de la Utilidad, denominada Expediency, La obra so- ciones: la abundancia y la pobreza dependen en pri":er lugar
1 bre La naturaleza y causas de ta riqueza de tas naciones no de la aplicación y de la calidad del trabajo, es decir, de la
es más que la última parte de esta asignatura, en la que medida en que el esfuerzo humano está animado por el p~n-
profundizó durante un cuarto de siglo de profesorado, de in· samiento, la destreza y la cualificación profesional: the skill,
tercambio de puntos de vista con numerosos escritores, prín- dexterit y and judgement with which labour is generalty ap-
cipalmente con los Fisiócratas, y sobre todo de meditación plied. .
solitaria. Allí encontramos el pensamiento fundamental de Es por eso por Jo que Smith pide con insistencia una
Calvino respecto de la economía y la vida social. Su base ampliación de la enseñanza superior, así como una mejor
es la añrmacíón del valor moral del trabajo y de la actividad instrucción para todo el mundo, particularmente para el tra-
profesional, ~~>ncebida ésta como un servicio a Dios y al pró- bajador pobre: the Jabouring poor, that is tite great body _01
jimo. Esta definición excluye 'todo egoísmo. todo acapara· the people. En el momento en que la Revolución ii:1~u~tnal
miento, toda especulación, todo precio abusívo, todo lo que · '!;~ establece en Inglaterra, él ve sus peligros: la d1v1s,ón Y
implique poner al dinero en primer término, así como todo '·,-;ecanización del trabajo, fuentes nuevas de riqueza, van a da·
derroche en lujo o en placeres. t ñar, al menos en los obreros, estas tres cualidades, skill, dexte·
A este respecto Adam Smith no esta~lej()s del barón de rity and [uúgement, que hablan conlribuido hasta cn~o~~es
Turgot, de antiguo linaje escocés, como] él, y de Francoís -a la prosperidad de las «sociedades desarrolladas Y civiliza-
Quesnay, cuyo «sistema agrícola» comenta extensamente con •'•das». .
las justificadas reservas que todavía hoy se le hacen. Smith, , Presintiendo de todas maneras el carácter iransi tono de
,, la evolución industrial que se cebaba en su tiempo, Adam
Smith mantiene su tesis de que el saber y el trabajo no P~·
(5) Nicole Moes: «Y a-t-íl une théoríe de la croissance chez (Irían estar separados durante mucho tiempo. También conrru-
Franeois Quesnay?•, Revista de historia económica y social, Pa- na al Estado para que vele por la instrucción de tocios. con·
rís, XL, 3, pp. 363-376 (·1962).
17
16
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siderada como una de sus más importantes funciones: to give trabajo y del capital, dando prioridad tan pronto a la prime·
public auention to the eáucation of the people (6). - ra, pero más a menudo a la última de estas componentes del
El pensamiento de Smith reaparece. cqn su nombre y el dinamismo social. Sobre esta cuestión la tesis de Smith, afir-
de Ricardo expresamente citados, en el «Si§tema de las nece- mando la primada del trabajo humano, es la única que pa-
sidades» elaborado por Hegel en 1821, en ;:~us Principios de rece justificada, Sin duda, la fertilidad del suelo, la benevo-
la fitosofla del derecho. El autor define e}. trabajo como la lencia del clima y la extensión del territorio son bienes ines-
mediación necesaria y la única legitima en~;te las necesidades timables, pero no factores determinantes del progreso. En
de la vida y su satisfacción. Medio y no fip,
el trabajo tiene efecto, es en tierras poco favorecidas donde se han desarro-
el aspecto de una liberación del estado de;lpependencia en el llado las sociedades más activas de la historia. Por otra parte,
que vive eí'-anímaí. Bajo este aspecto es una actividad feliz el fracaso de las inversiones en la mayor parte de los países
a la que limita· solamente «la infinita resistencia de la mate- subdesarrollados nos aclara el papel, ciertamente necesario
ria a ser propiedad de la voluntad libre». De todas maneras, pero no decisivo, del capital. Lo que es esencial es la aplica·
Hegel ve dos peligros en el desarrollo industrial de su tiem- cíón en el trabajo, el deseo de instruirse, la afición al riesgo
po. Por una parte -ya lo había dicho en 1806- «el estado y el sentido de la solidaridad. Sin todo eso las mayores ven-
social se orienta hacia la complkación indefinida de las ne- tajas seguirán inexplotadas: riquezas naturales, auge demo-
cesidades, de las técnicas y de los placeres, la cual no tiene gráfico, aportación de fondos extranjeros, misiones culturales.
otro límite que la diferencia entre la necesidad natural y In Alfred Sauvy está hoy de acuerdo con Adam Smith cuando
-1 necesidad artificial. Esto lleva consigo el lujo, que es al mis- escribe que «los países superpoblados del Tercer Mundo, pa-
mo tiempo un aumento infinito de la dependencia y de la radójicamente, carecen menos de capitales que de hombres,
miseria». Por otra parte, la división del trabajo hace a éste entendiéndose, desde luego, que se trata de hombres suficien-
«cada vez más mecánico y, finalmente, es posible que el hom- temente cualificados» y, por descontado, que realicen su tra-
bre quede excluido del mismo y que la máquina lo reempla- bajo animados por el suficiente ardor (6).
ce» (i). Sabemos que el joven Marx, veinte años más tarde, Contemporáneo de Hegel, el ginebrino Sismondi corrige
recordará todas estas observaciones, pero se opondrá, en su 1, como este último una interpretación que se daba, creemos
!•
Critica de la filoso/La del Estado de. Hegel, a tos remedios pro- qtA> erróneamente, al pensamiento de Smith: no debería po-
puestos por el maestro: diferenciación de las clases sociales, ' 1 '¡:tfrse ninguna traba a la actividad de los empresarios, que

propiedad privada del suelo, autoridad rígida del Estado y de enriquecerían a la nación al enriquecerse a sí mismos. Ya en
sus funcionarios. . ·: ·· . ,
. ·, \,. ,, 1819, en sus Nuevos Principios de Economía Polftica, publí-
cados en Edimburgo, Sismondi precisa: «Profesamos, con
Durante un siglo y medio los economistas burgueses han ... ,...\ 'Atlam Smith, que el trabajo es el único origen de Ja riqueza,
disertado sobre la importancia relativa de~ la n~tti:al~~/'~eli:..
., • t'jf'.'1, ' • •: ,q ~,!H1út1't}i:flij¡¡i)'jÍ.'{,J~t
: :·t,~
·~~ ~·
, que:el ahorro es el único medio de acumularla, pero añadí-
.. mos -que el disfrutar de ella es el único fin de esta acumu-
---.a-·_ · .~· . . i ·1:-,;11nl nbi:>l .. o,i!.),mh;~k~.t~ lacíén.» (Es . una idea que Rousseau ya había formulado
(6): Adarn Smlth: An inquiry into the Nature·,and,¡.(¿ausesif· o{.'.:,, '!.t1
the Wealth of Nations, 1776, ln~roducción y Libro V,, C\\PJ!··
11'
ªrh. ,Ir, :·.,:.
•The expenses for the education c,f Youth». '· i r ,.,1,) ·
(8) A. Sauvy: «Evolution recente», Le Tiers-monde, sous-déve-
(7) Heqcl: Principios de. la filosofía del derecho. loppement et développement, París, 1961, p. XXI.
18 19
en 1761 en la Nueva Bloisa: «No se trabaja sino para gozari-Ia Esta radical divergencia no impide a Marx seguir, en S\
alternativa de sufrimiento y disfrute es -nuestra' verdadera análisis de los hechos económicos, el método de investigaciér
vocacíóns.) Ahora bien, este disfrute de los frutos del 'trabajó y la inspiración de los moralistas protestantes de lengua in
pertenece a todos, y no conviene que unos vivan ociosos•-gra~- · glesa, francesa o alemana. Tomando de Hegel los tres térmi-
cías al trabajo de otros. A quienes ponen el dinero 'en~p~~t\ ,. . nos de la frase inicial de Smith (las necesidades, el trabajo,
término,.}es recuerda que «la-,~ció~;:~~~~!P1!1'~(f~ü'~dl:'. ...... la satisfacción), define el progreso en una sociedad sana como
.. m .,.,"._~t--euga.
· diVlOU~ ...· i.'>I·e 1 'd ....... _:.. .......id~'~
, escans ó·· necesari ....és1.~U'~
~,J.l. . · rl. una espiral ascendente, arrastrada por el movimiento perpe-
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q -._1.u
.: ~tad~1!m:tel~iual~ Y·'Pal'a~CJ.béj~~~~~~fen~ll~Y tuo de estos tres· factores biológicos fundamentales. El mar-
·r ennóblezoair'l& naturaleza liumaná»~(~bi~~stlls;t~ca~-~ xista Henri Lefebvre, de quien hemos tornado Ia imagen de
. res ''etc )~(9ji. ,J::,,, · !# il~~..J.t'is~,ah!}~~...d~U,b'af; ·' la espiral, resume como sigue el proceso normal del desarro-
' ·",-Desde' en~óhces: sólo algun~s ~dependientes, por no decir llo económico: la necesidad suscita el trabajo y permite el
réprobos, han defendido la tesis central de Smlth sobre la disfrute del objeto producido o de la obra creada, pero a su
primacía del trabajo: Saint Simon y Proudhon, en Francia, vez el disfrute despierta nuevas necesidades que sólo el tra-
y sobre todo Marx, londinense por elección. De tal modo que bajo permitirá satisfacer (10). Es precisamente eso lo que
es en el socialismo del siglo xrx y en el comunismo del XX; Marx ha cense-vado de sus inspiradores: la finalidad de la
cuya hostilidad a la religión es notoria, donde: se ha. perpe-, .. economía y el criterio de la civilización es el legítimo disfru-
tuado la enseñanza bíblica sobre el valor positivo del trabajó· te de los bienes terrestres. «El principio de la sociedad civil
y la vida activa, cuando ésta se pone verdaderamente al· ser· -dice- es la capacidad de gozar» ( 11 ). No se menciona aqui
vicio de todos. Marx, educado en su infancia según la Thorah al capital, ya que este último, en el pensamiento marxista, no
y los Profetas del Antiguo Testamento, parece haber extraído es sino el fruto de una expoliación, en beneficio de las clases
lo esenciaÍ¡~de su pensamiento económico y social de las mis- dirigentes, de los disfrutes debidos a los trabajadores. Aún
mas fuentes que Lutero, Calvino, MJlton, Locke y Smitb. más, la acumulación de los capitales privados, según él, ha
1 IJ r-'
Como estos últimos, ha tomado del G_énesis el precepto del roto el movimiento natural de los tres lactorcs constitutivov
Creador: «Creced, multiplicaos y someted la naturaleza.» S•J de la vida y ha engendrado el monstruoso régimen de la alie-
concepción del trabajo «socialmente úfo» está conforme con nación. Se puede tener una opinión distinta sobre este último
la de los hombres de la Reforma. Por el contrario, se separa . ~·;punto sin tratar por ello de ignorar la lógica del esquema
de ellos en su exaltación del proletariado que sufre y que ' de Marx al definir la función mediadora del trabajo. No es
pronto triunfará, teoría nueva, aunque :tisiblemente inspirada menos cierto que el acaparamiento desmedido de bienes ma-
en el mesianismo hebreo. Mientras que los cristianos han re- teriales por una minoría es econórnicarr ente funesto y moral-
conocido en Jesús de Nazaret al Maestro y al Salvador de los ,·, mente reprensible. El capital, que Adarn Smith describía sirn-
hombres, Marx atribuye estos títulos y estos poderes a la •'
masa humillada de los trabajadores de la fábrica, dando a .
1
! ,, ( 10) H Lcícbvrc : «Psycholcgic des clavscs sociales», en Trai!c
la idea de redención un sentido puramente temporal. de Sociologie, publicado bajo la dirección de G. Gurvitch, París.
1960, t. l 1. p. 372.
(11) K. Marx: .Critique de la p~ilosophi~ de 1',!=-tat de Hegel».
(9) Sírnonde de Sismondi: Nouveaux principes. 3.• ed., Gine- ..i. CEuvrcs pili/osopltiq11es, trad. J. Moíuor, Pan,;, 193:>, t. IV. pp. 160
bra, 1951, t. I, pp, 66 y 83. y 168.
20 21

1
plemente como «el fondo constituido por el trabajo anual de La moderna. sociología. del trabajo
una nación», desempeña un papel necesario en el desarrollo
de la economía, a condición, sin embargo, de que responda, Dejando ~l moralista y al filósofo I:>. tarea, indispensable
como dijo Adam Smith, a las necesidades de todos los consu- pero peligrosa, de definir los principios de equidad sobre los
midores. cuales debe edificarse la sociedad humana y establecer la le-
Desgraciadamente, esta última reserya ha sido ignorada gitimidad de las instituciones, el sociólogo evitará mezclarse
por el gran capitalismo desde principios del siglo XIX. Más en las controversias en que se enfrenten los partidarios y los
exactamente, el liberalismo económico de la época se conven._ adversarios de los diferentes sistemas polfticos o sociales.
ció de que el enriquecimiento de unos pocos era una con· Con Francis Bacon, a quien debemos el haber establecido,
dición para la felicidad de todos. Desde entonces la virtud en 1605, la primera «carta de las ciencias humanas», deberá
del trabajo fue solamente reconocida en la medida en que ocuparse solamente «de Jo que los hombres hacen y no de lo
permitía, mediante el ahorro y la frugalidad, la formaclórt de que deberían hacer»: to write what men do and not wha!
capital. A este respecto, hay que leer las Armonías Econámi- they ought to do (13). Fue siguiendo esta regla como John
cas que Federico Bastiat, «representante del pueblo en la Graunt, compañero de Londres, instituyó la investigación de-
Asamblea legislativa», dedicó en 1850 a la juventud francesa, mográfica al publicar, en 1662, sus Natural and Political Ob-
y que tuvieron una inmensa repercusión en los medios bur- servations, made upon the Bills of Mortality. La reverencia
gueses hasta nuestro siglo. Esta obra tiene como epígrafe que ingleses y escoceses han mostrado siempre respecto de
cuatro palabras que dicen mucho de la seguridad del autor: la religión sorprende tanto más cuanto que han sido ellos los
Digitus Dei est hic, el dedo de Dios está aquí. He aquí la primeros en llevar a cabo su estudio según los métodos de
conclusión del capítulo VII: «Desde cualquier punto de vista la historia natural. Con la misma sencillez y el mismo rigor
en que nos coloquemos, en que consideremos el capital en han estudiado las costumbres, el gobierno y la vida social. Es
sus relaciones con nuestras necesidades a las que él ennoble- así como han sido elios los verdaderos iniciadores de la socio·
ce, con nuestros esfuerzos que conforta, con nuestras satis- logfa científica, mucho antes de Saint-Simon, Marx, Comte,
facciones que depura, con la naturaleza a la que él doma, con Le Play y Durkheim. Si hemos hablado de Locke, de Petty
la moral a la que cambia en hábitos, con 11\ sociabilidad que . "°)' de Adam Smíth en esta introducción, es porque se les debe,
desarrolla. con la igualdad que. provoca, con la libertad de la ' , en particular, el haber puesto los fundamentos de la sociolo-
que él vive, con la equidad que realiza mediante los más gía del trabajo al dar a esta ciencia no solamente su método,
ingeniosos procedimientos, en todo lugar, siempre, y a condi- sino también la primera definición a su objeto. También po-
ción de que se forme y obre en un orden social que no esté
desviado de sus vías naturales, reconoceremos en él lo que .. ~ -----
1'1

Charles Secrétan defiende en los mismos términos la Jegi timidad


es el sello de todas las grandes leyes providenciales: la armo- de ese «excedente que permite a unos cuantos vivir del t raba]o de
nía» ( 12). In mayoría»: Compendio elemental de filoso/la, Lausana, '1868,
.. •
p. 223 {•La ley del trebajo»),
(13) Advancement of Learning (Works, VI, p. 327), citado, con
ocasión del 400 aniversario del nacimiento de F. Bacon, por Ro-
( 12) Página 24'\ de la edición original, Bruselas, 1850. Ver tarn- bert K. Merton: «Scientific Discovcry, a Chapter In the Sociology
bién la p. 221: en que el autor exalta esas «bellas armonías de of Sciencc», Proceedlngs of tire American Philosophical Society,
la mecánica social instituida por Dios». En' Lausana, el filósofo vol. 105, 5, p. 471 (oct. ·1961).
22
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demos extrañamos de que el profesor Henri Bartoli, artesano, zará su límite en la historia económica y tecnológica en el
en la línea de Emmanuel Mounier, de una «reconstrucción momento en que el trabajo social se encuentre completamente
de la ciencia económica a partir del trabajo», no haya hecho expulsado de la fabricación, de la producción directa: se anu-
más que una alusión a Smith y ninguna a sus prececeso-; la en una economía de automación» (16).
res (14). No es ése el caso del marxista Pierre· Naville, quien · .: Esta visión del porvenir está tan mal fundamentada como
se refiere a Petty y a Smith cuando escribe .las siguíentes- · el juicio expresado por el autor sobre el pasado. Primera·
lineas al comienzo del monumental Tratado de sociologfa' det~ · i·· mente, la automación, cuyos efectos sobre el empleo exami-
trabajo, que Georges Friedmun y él mismo- editaron• co11:teh/·:S:Y.r, naremos, no parece introducir más que una brusca acelera-
concurso de una veintena de colaboradores: «El trabajo, conf,:; ·:. i\ ción del secular desarrollo del maquinismo. Lo que es nuevo
siderado como la base en que se apoya el desarrollo (y 'que. ·. y decisivo en la evolución industrial de hoy, es más bien el
motiva también la extinción) de las sociedades; es el modo- descubrimiento de fuentes de energía infinitamente más po-
social .más profun.~o de perse...erancia en .. ei.ser, .. par~.habl~'fi.·,ú~1~¡.,; derosas que aquellas de que nuestros predecesores dispu-
como -Spínoza; puesto que sin éi nose concíbejnivla, produ~f:·(2i\/ sieron. De cualquier forma, nada permite imaginar que el
ción;·Iíi la:repx:_oducción, ni sobre todoJa;ampU~cl.ónrde¡-1~~-ifjf};; hombre dejará de trabajar algún día, Sus necesidades aumen-
medíos. de.>vi vii:j., Es eso 110 que .hace, de !la,isoct9,logíá;1d~l¡t~ ·~'S.',iV tan ya más rápidamente· que sus capacidades de producción.
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bajo.una. de l~as capitales de lá.sociQlo&.a;y'>~uw,ta·.c et:tQi/::: ~Jp.:~.¡ .
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Lo que va a cambiar es la naturaleza de estas necesidades:
punto, la que Sfr impone a las otras antes de recibir de 'éstas · cuando las materiales estén cubiertas (y hará falta mucho
su aporte- (15). · ,,:. tiempo para que lo estén en el Tercer-Mundo), una demanda
Una cuestión, puesta ya de manifiesto por Hegel, se plan-; infinita de diversiones, servicios o bienes inmateriales, ani-
tea todavía hoy: el progreso técnico, ¿noj,a a· depreciar· en,, mará la vida económica. Adam Srnith, siempre en su frase
·ti,· ¡. cierto modo el valor económico y moral d~l trabajo, puesto inicial, distinguía ya estos dos órdenes de necesidades cuando
,·- en evidencia desde los primeros tiempos{de la Revoluclén hablaba de necessities and convenienccs o/ lif e.
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.t;.! industrial por Locke, Petty, Smith y sus ~ntinuadores? Re· Paralelamente, las modalidades de trabajo cambiarán cada
cientemente, el sociólogo y novelista Jean-Pierre Faye, quien vez más, y es por esto por lo que la elección ele oficio o pro·
ha cometido el error, digámoslo de pasada, de explicar el acti- J.qsión ha llegado a ser uno ele los más importantes problemas
vismo puritano por una pretendida convicción de que el tra- , · d'e los responsables de la educación. El hombre ele mañana
bajo es «el único signo temporal que garantiza la elección ' trabajará de otra manera que el obrero de hoy. El trabajo
personal y la certidumbre de la salvación», ha creído poder forzado dejará mayor espacio a la actividad libre y espon-
predecir que «la noción de valor-trabajo» (y, por consiguiente, tánea. El ingenio será más importante que el esfuerzo cor·
«la civilización industrial que la Europa occidental ha cons- • \ •'poral, sin que por eso la destreza de la mano sea menos
truido por medio de la acumulación continua del trabajo en necesaria que la vivacidad de la inteligencia. La instrucción
capital y la innovación discontinua del ernpresarío») «alean· •• escolar y profesional, que es también una forma de t raba jo.
desgraciadamente la más ignorada.v a menudo la más ingrata,

(14) H. Bartoli: Science économique et trnvail, 308 pp. Tra-


bajos de la Universidad de Crenoble, lX, Dalloz, París, 1957. (16) J.·P. Fayc: «Marx el la théoric du dévcloppcmcru», Re11is111
(15) Tomo 1, p .. 17, París, •1961. de historia económica y social, l. 38, 3, p. 33', París. 1960
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deberá tomar una extensión de la que los padres no' dudanen · i
absoluto hoy. Finalmente, la «educación coi1tinua», por la que. . i
se entiende el perfeccionamiento obligatotfo o voluntario del
adulto en todos los campos de cultura o de actividad, ocupará
muchas horas del creciente tiempo disponible de que gozarán
las generaciones venideras. PRIMERA PARTE
Efectivamente, la única consecuencia ineluctable de la au-
tomación es el acortamiento dé la duración del empleo índus-
trial por lo que respecta a la semana, el año, y lo que llama· NATUH,\LEZA, RAZON DE SEB
mos «vida laboral», Observemos que esta última noción cubre
ya una realidad más extensa que la vida profesional, pues
Y DEFINICION DEL TRAB1\JO
debemos incluir en ella al menos todas Iás actividades pre-
paratorias o conjuntas a la práccica del oficio. En resumen; CAPÍTULO PRIMERO
hay que esperar que el trabajo humano resulte afectado eri
las formas, por otra parte en perpetua evolución;' que ··ha Al\lPUAR LA NOCION DE TRABAJO
tomado desde la época del artesanado, pero no . se prevé
que esté o pueda ser alcanzado en su naturaleza profun· En sociología, los pseudo-problemas se multiplican en nues-
da, en las diversas funciones que desempeña en la vida ín- tros días. A menudo se originan por equivocaciones o errores
dividua! y social. Hablaremos ampliamente de las últimas respecto del sentido de las palabras. Tal es el caso de la opo-
en esta obra, pero creemos haber dicho ya lo suficiente para sición irreflexiva de los términos horas de asueto y trabajo,
demostrar que el «valor-trabajo», analizado con tanta claridad que lleva consigo el antagonismo ele los fervientes de la «ci-
en otras épocas por los autores anglosajones, seguirá sléndo vilización del trabajo» y de los anunciadores <le la «civiliza·
siempre el factor determinante, no solamente del progreso ción de las horas de asueto». El primer grupo ha reunido
económico y social, sino también del desarrollo de la civili- después de la guerra a eminentes economistas franceses, tales
zación. , ~·)orno Francois Perroux y Jean Marcha}, de quienes Henri
•,!· ' ,· BartoJi tomó algunas ideas a este respecto en 1957, en Ciencia
económica y trabaio. Poniendo de relieve a justo título «la
importancia primordial del trabajo en el mundo moderno»,
,·, el autor sorprende cuando llega a decir: «Asistimos hoy a la
··' "génesis de una civilización ele! Trabajo» ( 1 }. En 1960 el íiló·
., sofo Henri Avron discierne «los contornos de una civilizaclón
del trabajo que está naciendo» (2). Todavía en 1963, Jacqucs
H.
(1) Obra oitada, pp. 15, 215-217.
(2) H. Avrori: La philosophie du travail, l:'/.R.F., París. 1960.
,¡.; p. 96.
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Leclercq define La Revolucián del hombre del siglo XX por· duda alguna para Marx: el trabajador no tardaría en vencer.
el hecho de que nos dirigimos, según él, «hacia una sociedad ¿Qué sería nuestra civilización occidental, comparada con las
fundada en el trabajo». otras, sino una «civilización del trabajo»? Se apruebe o no, es
Podríamos suscribir estas fórmulas si estuviésemos de una realidad desde l.ace largo tiempo y en modo alguno una
acuerdo con la observación que Lucien Febvre hacía en 1941: perspectiva del porvenir.
« Un hombre de mi edad ha visto, con sus propios ojos, entre Para otros contemporáneos nuestros. nosotros nos aleja-
1880 y 1940, consumarse la gran decadencia del hombre que ríamos más bier, de la estimación al trabajo. André Philip
no trabaja, del ocioso rentista ... »en El autor·evocaba, desde observa que «los consumos prioritarios (vivienda, sanidad,
luego, las fuentes [udeo-crístlanas de la concepción positiva. educación) se sacrifican a los medios de evasión (coches, ca-
del trabajo, restaurada en el siglo XVI, 'por el Renacimiento rreteras, campos de vacaciones)». Determinando la situación,
.,·
·.• y la keforma: «Odio -decía Ronsard-« las manos que están en 1962, a propósito de unas útiles encuestas hechas recién-
ociosas». Esta vuelta a la toma <fo conciencia de la dignidad temente, Joffre Dumazedier plantea la cuestión: «¿Habrá en-
del trabajo apa~~ce en Francia, añadiremosnosotros, en los trado el mundo en la civilización del tiempo de ocio?» El
escritos de Rab~}ais: «No estoy nunca ocioso», dice Gargan- autor parece creerle, no sin temer que el tiempo ocioso llegue
túa. Los más ardientes adversarios de la Reforma han sabido a ser «el nuevo opio del pueblo» y perjudique la participación
tomar de los protestantes una. crítica de Já ociosidad que social tanto corno el desarrollo válido de la persona, al ins-
taurar una especie de «vida por comisión" en lugar de 1,
estos últimos habían redescubierto en los (éxtos de la anti·
gua Iglesia. Escuchemos al jesuita Bourdaloti~: «¿Qué es pues, «vida real» (5). Un crítico superficial ha ironizado y hablado
una vez más, el desorden. de una vida ociosq? Es -responde de «moralísmo». Más cauteloso, el profesor Alfred Sauvy, del
San Ambrosio-, tomándolo bien, una segqpda rebelión de . Colegio de Francia, ha dicho: «Lo que se llama civilización
la criatura contra Dios». Massillon, igualm'<énte, nocesa deI del tiempo ocioso corre el riesgo de ser realmente la civili-
vituperar a «esos hombres de vuestra clase.' que han llevado zación de la desocupación: ahora bien, el hombre desocupado
siempre una vida cobarde, inútil». En el siglo siguiente, el pierde su equilibrio y llega a ser a menudo una carga para
ginebrino Rousseau se encoleriza en Emilio: «Rico o pobre, la socíedad.» Por su parte, el profesor Paul Ricceur, de la
todo ciudadano ocioso es un bribón». Karl Marx, en su carta Sorbona, ha denunciado la amenaza de una •civilización de
del S de marzo de 1852 a J. Wendemeyer, hacía notar que no , .. ~)\ codicia», de la cual bien se puede pensar que seria, sin
había· sido él el primero en observar la lucha de claaesr-Sobre , . :. ~.· ' más, la ruina de la civilización. El debate no ha terminado.
todo uno· de· sus inspiradores, Gans, había· escrlto:í l'.tSe uvé ::·
0 . · \~'·. En las solemnes conferencias públicas de las Reuniones in·
hoy oponerse al· ocioso y al trabajador como antíguamente" ..:· · ¡ temacionales de Ginebra, el 3 di! septiembre de 1964, al afir-
al amo y al esclavo, al patricio y al plebeyo, al 1seftorfeudal · 1 .,, .
• •'' mar Raymond Cartier que «el gran aumento de los permisos
de pesca con caña en Francia, desde hacía diez años, era un
y al vasallo- ( 4). La -resolución de este conflicto'no contenía :, ..
,1' acontecimiento histórico más importante que la Revolución
de Octubre», Alexis Soukov, presidente de la Asociación de
(3) Je mot et l'idée», Le trava/l et les '
L. Febvre : ·«Travail,
·.=·'.{ t cchniques, P.U.F., P.irls, 1948, pp. 23-26.
.·..-.. (4) G. P. Cassirnatis: Ius pubiicum, [us prtvatum, f us social e, (5) J. Dumazedler: Vers 111,e civilisation (111 loisiri, Le Scuil,
... ~¡ Atenas, 1964, p. 29. París, 1962, pp. 36, 43, 238.
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el.número.de.pescadcres.de.caña se _el~,y~·~~R~~\.~~~ · ~. ~f~
~.t1t?duclripor:r.«Al trabajo, pero ya no a la ociosidad.»· Esta-
su .pue~lo ;µevi,\,a,~~n el.corazón iclealesi1dEf1'!i~-~!~.~lf.Y;., · 1ty[t~ · ::·
::mos:·¡101 contrario de; trabajo es la ociosidad, no el tiempo
importancia.para ef;mundo iba más lejos.\d~}~¡}l~~~~fµJ*:~~.:Jt -·~ ·y.~~,'¡~ , . · · · . ·, .! .• . '· · - 11
la práctica de ese deporte, útil y agradable»c.1~J15h'.¡J,VÍ~ffl4':U~-~~i ,¡..;;,~~~wEntifrancés, la palabra loisir proviene del verbo' latino
. ·: , ,;r,. . ,,,> n.:1 '.. 1!:'~ ... , • licere: licet quiere decir que está permitido, que es lícito. La
Malentendidos
.
con respecto a. la expresióijÍe,µp°6 9cl~~1.
• ., · .. ,,, 1, .• ;;,.1:1.!
. l
expresión «a loísirs se encuentra ya ·en la Canción de Roldán.
Littré define el tiempo libre en w1 principio como un «estado
No saldremos de estas contradicciones' si no 1definimÓS' · · :{.' en el cual está permitido hacer lo que se quieres (por Jo tan-
mejor las palabras tiempo ocioso y trabajo: Ocupémonos abo:f . . to; estudiar, trabajar tanto como jugar), y después como un
ra de la primera. En griego, tiempo ocioso ·se decía scholé» · j¡ «espacio de tiempo necesario para hacer algo tranquilamen-
este término, del que proviene «escuelas, tenía un sentido ele- ~,~·. te». Nos extrañamos de que J. Dumazedier haya juzgado como
vado y positivo. Implicaba libertad, de la que pocos hombres 1 «atrasadas» o «anacronícas» estas definiciones, aceptadas por
gozaban en aquellos días, para disponer del tiempo. Sócrates los mejores lexicógrafos modernos. ¿Por qué seguir al funes-
decía: «Nosotros, los Iilósofos. tenernos tiempo para estudiar ~ to .~_u_g~. que en 1930 hace del tiempo libre «un conjunto de
en paz, scholén agentes» (Platón, Teeteto, 154). En latín, distracciones o de ocupaciones», confundiendo, según la de-
otium es más impreciso: es el reposo o la ociosidad feliz. plorable nueva costumbre de mezclar en el lenguaje, por una
Horacio llamaba a la ciudad ele Nápoles Otiosa Neapolis, 'lo parte el tiempo libre, que no podría ser otra cosa que una
que no quiere decir necesariamente perezosa. sino solamen- situación o un tiempo de libertad, y, por otra parte, tas acti-
te que es dulce vivir en ella. En el mismo sentido,· Virgilio vidades del tiempo libre, que se multiplican y se diversifican
decía dulcis Neapolis, la ciudad de la dulzura de vivir. Más cada vez más en nuestros días? Esta ignorancia conduce al
tarde, los Estoicos pidieron que el privilegio del tiempo libre autor a toda una serie de fórmulas equívocas en sus diversos
se acompañase de seriedad y de estudio: otium cum digni- escritos, sobre todo en su contribución al Tratado de sociolo-
tate. De todos modos, el prestigio del otium bajo todas sus gla del trabajo. La única definición válida es la de Littré. En
formas -más bien pasivas que activas- era tal que los latí- ll~,.,,ida humana, hecha de obligaciones d.versas, de depen-
nos han hecho de él la negación del trabajo: es as! como 1
~etlcia respecto de la naturaleza o de la sociedad, el tiempo
han forjado el término nec-otium, que se ha convertido en libre es una situación de libertad relativa, limitada en el tiern-
negotium, y que designa toda actividad interesada y no sólo po, Y en la cual el hombre puede, a su antojo, distraerse,
el negocio, del que sabemos lo desacreditado que estuvo. o.7uparse en algo inútil o descansar. Esta libertad del hombre
En el siglo xvr, en Francia, la vida noble excluía los oficios ..., l¡ue está de permiso o de vacaciones no va más allá de la
y las artes liberales, confundidos bajo la despreciativa deslg- , elección entre la desocupación y las actividades del tiempo
nación de «negoéíos y tareas». En Bolonia, los miembros de •• libre: ceremonias, deportes, juego, estudio o trabajo. Todo
una Academia se llamaban gli Oziosi, los Ociosos. Este pre- el problema planteado por et aumento de). tiempo libre en
juicio duró mucho tiempo, a despecho de las protestas de los ' les naciones índustriallzadas se reduce a Jo que se llama la
burgueses, tales como los Priori de Perusa, q\:je hicieron deco- organización o la animación del tiempo libre, en resumen, a
rar su palacio corporutivo, hacia el año 1500, ., con un fresco la educación popular. Se sabe lo que se hace ele él en Ja Euro-
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f. pa occidental. En la U.R.S.S., según J. Dumazedíer, una en· A principios del siglo pasado, en Ginebra, Pyrame de Can-
l cuesta sociológica demostró en 1960 queel «tiempo libre está dolle, botánico y médico, habla hecho un análisis singular-

1
lejos de ser para todos un medio de desarrollo cultural.w: mente perspicaz del empleo que sus contemporáneos hadan
un 25 % del tiempo libre está consagrado a la pura y simple del tiempo. «La vida de cada individuo -decía- se compone
ociosidad» (6). Sin embargo, no es eso lo que el Komsom, de tres partes: una, consagrada a un trabajo útil a sí mismo
Pravda decía, el 27 de diciembre de 1960, de-los resultados o a la sociedad; la segunda, al reposo o al placer; la tercera,
de la citada encuesta: «El año pasado aumentó en una hora
-t . el tiempo libre semanal del ciudadano. La masa de trabaja-
a una multitud de pequeñas ocupaciones subalternas que no
tienen como resultado ni utilidad ni satisfacción. Toda la di-
.. dores consagra hasta cien horas al mes al estudio {85 horas ferencia de hombre a hombre consiste esencialmente en la
:of las obreras). k}•.a ociosidad no llena ni siquiera un 1 % del proporción, más o menos hábil, que cada uno de ellos sabe
·,

tiempo libre.{~1 resto está ocupado, corno Lenin había pre·
visto, por el ~poso y la distracción, la equcación del hombre
establecer entre estas tres partes que yo llamaré laboriosa,
agradable e indiferente. La atención se fatiga como conse-
y las relacíories familiares.» r cuencia de un trabajo demasiado prolongado: ya no se tra-
baja más, sino a1 veces aún menos, y esta costumbre enerva
Una «civilización del tiempo ocioso» fijo es más deseable todo talento. Tomemos el extremo opuesto. Hay individuos
que una «civilización del trabajo» más ~'i1anzada queIa que que quieren dedicar demasiado tiempo a la parte agradable
nosotros conocemos. Ni una ni otra son s)9-uiera posibles. Los de la vida, ¿qué sucede? Su facultad de gozar se extingue
americanos, que tienen veinte años de adelanto con respecto · por el hábito, y una buena parle del tiempo que ellos creen
a Europa en la reducción de las horas de trabajo profesional, dar al placer, cae en realidad en la parte de la indiferencia.
no creen que el desarrollo económico permita en un futuro Pierden los beneficios del trabajo y no acrecientan la masa
rebajar el horario medio a menos de treinta horas semanales. de su felicidad ... » (7).
Ya a este nivel el «trabajo negro» se generaliza, porque el El mérito de J. Dumazcdier es el haber intentado, con me·
obrero se aburre y prefiere una ganancia superior a un ex- dios modernos, hacer de algún modo el inventario de las ocu-
ceso de tiempo libre. En efecto; el hombre tiene una innata paclones de los obre.ros y modestos empleados en Francia.
necesidad de actividad que las ocupaciones llamadas de tiem- Re<,.\lerda que al lado del trabajo profesional y del que se
po libre no bastan para satisfacer: el alternar equilibrada· ~ea)iza para obtener un complemento del salario normal, es·
mente períodos de empleo y de permiso· es lo que mejor· le tando éste más extendido de lo que se cree, el hombre y l'a
conviene a su naturaleza. «Trabajarás seis días y harás toda mujer están comprometidos diariamente en un número de
tu obra, pero el séptimo día es el del descanso.i.sr la sabídu- qblígacíones que dejan poco espacio al tiempo libre: trabajos
·.....
ría de esta ley, que data de la antigua economía rural, no ha ··'ca~eros, actividades de conservación, cursos profesionales,
sido puesta en tela de juicio por la Revolución industrial. «íeberes familiares, sociales o espirituales, etc. Enumera tarn-
Esta permite solamente una feliz ampliación del tiempo libre, ,, bíén una serie de actividades semi-utilitarias, semi-recreativas,
del cual el hombre puede sacar el mejor partido.
••J.;\\'t •• ,. • :;,:. , ..

. .
' . ' , ..~. ·. . ·.~:",.rr··:,. (7) Candolle (1778·1841): Mémotr«: et souvenirs, extractos pu·

1
(6) J. Dumazedier: «Masses, culture et loisir•, Diógenes 44 blicados por B. Gagnebin en Ginebra, textos y pretextos, Mermod,
p.' 41,· París, 1963. .s, ·i•fj 1!}\I · ~;,,:·~ :,:t Lausana, '1946, p. 179.
32 ~.r· 33

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.... ·•.-t···.
que no son ni obligaciones, como las que· acabamosr de-rver; ·:,;: La pesadilla de los regímenes industriales antes de 1914 se
ni, propiamente hablando, actividades de tiempó líbré.vdebí-. .;-:, disipa cada vez más. Eso es sorprendente en los Estados
do a su carácter parcialmente interesado.: cultivo ·horticola{.·:, '·/i Unidos, en donde el empleado y el obrero, a excepción de los
crianza ganadera familiar, servicios eventuales a Iosjvecínos, · : · l parados, de quienes hablaremos más adelante, tienen una
etcétera. Lo que más interesa al autor son· las .verdaderás · vida equilibrada, pasando armoniosamente del trabajo pro-
ocupaciones del tiempo ocioso, las que se escogen libremente, -'i .;,;;í fesional a las ocupaciones caseras y a las actividades de tiern-
y no tienen un· fin lucrativo: fiestas, juegos,' deportes,!viajcs, ·-</.¡ po 'ccíosc, a partir de las cinco de cada tarde y al llegar los
actividades intelectuales, artísticas o sociales, creaciones libres :::·:: : largos fines de semana. La vuelta al trabajo el lunes por la
yrtrabajospersonales. ,«A.una pregunta ref~rente,;·~·~la$. l J ., , .. · ... .mañana, tan dura para el obrero de antaño.y señalada por
,viclade&lque-'ocasionilldá:rnáxima,satisfacéió,~~~~rT • \ ~ r\, --:·:,~·:tantasJausencias, retrasos o disputas, se lleva hoy;a cabo sin
:·; to~;otinl 25i%ndéMo~ obreros especial~d9™-
: contestadcoquejdas .actívídades dé..tiempo~~~¡
.., ~
.... "". .
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. ~- ,~/f chQ<¡ues, ya que a la mayor parte de los americanos Jea gusta
>t~,€~.>:, ~to.reemprender su job como reunirse con sus-camaradas,
last activida~~(fam.iliáres y·'.24 % qúec~Ldrabá:j~';j.Entre~m~"" . .'ir. ~-. i : ... ·.En· Europa occidental no estamos aún en esa situación, pero
obreros cualificados,' un 25 % han contestado: igualmente qu · ~· ·:<>~ llegaremos pronto. Entonces nadie pensará en oponer artiñ-
las actividades de tiempo libre, 53 % que las actividades fami• . cialmente tiempo ocioso y trabajo.
liares y 15 % que el trabajo. Es difícil conocer el significado · -e
exacto de tales respuestas» (8). ··.r'
Aunque alabando la prudencia y el cuidado que J: Duma, No confundir el empleo con el trabajo
zedier ha puesto en sus estudios, lamentamos de nuevo. la
imprecisión de los términos. En la pregunta a los obreros de Deben formularse ahora algunas consideraciones sobre el
Annecy habría sido preciso decir «trabajo profesional», ya término trabajo, que es aún más equívoco, en el espfritu de
que hay trabajo en los tres grupos de actividad. En ninguna las gentes, que la expresión tiempo ocioso. En el Traite, de
parte hace el autor esta observación, como tampoco, desde Jacques Dofny, solamente una decena de líneas atraen la aten·
luego, los otros colaboradores del Tratado de sociologia del ción sobre la «definición restrictiva» que se da corrientemen-
trabajo, para quienes el trabajo humano no existe más que te de esa realidad multiforme y de ese concepto tan rico
forzado, asalariado o, al menos, remunerado. Ahora bien, es , , ~~orno es el trabajo humano. Este último se expresa siempre
precisamente la extensión del trabajo libre y espontáneo, en ' en términos de mercado, de producción o de contabilidad
las horas cada·:vez más numerosas de tiempo libre, el elemen- nacional. Ahora bien, «la sociología del trabajo, ¿ debe dete-
to más signifitativo de la evolución de la vida moderna. En nerse en el análisis de la población activa?». Ciertamente que
cuanto al aspJcto apremiante del trabajoJ~e atenúa en todos , ,·, no, dice el autor, que ha comprendido bien que las «reduc-
los oficios y profesiones, sea por la dis~{nución del horario •. ·ciones de horarios en las empresas y las administraciones».
laboral, sea por la suavización de las condiciones materiales, ,, ' factor al cual nosotros añadiríamos la extensión de los regi-
morales y sociales en las que el rrabajador ejecuta su tarea. menes de seguridad social, obligan a tener en cuenta cada
'.~ vez más una variedad de trabajos situados «fuera del circui-
'.•,,

(8) J. Dumazedier : •Travail et loisir», Traité de sociologie du to económico-, tales como los pequeños trabajos hogareños,
travail, II, pp. 341-366. los cuidados domésticos o «la participación activa en toda
34 35

sociedad sin fin lucrativo» (9)J Ciertamente, el profesor Georr
ges Friedmann, que fue el primero que habló en Francia de ! sino además que es «específico» y que «distingue» a estas úl-
timas de «las que les son ajenas .. ( 12).
las «horas de asueto activas», en 1949, ha reconocido que el En varias ocasiones, sobre todo en 1962, en nuestra His-
técnico ocupado en un estudio Hure, fuera de su empleo, o· toria social del trabajo hemos puesto en duda la validez de
«el artista que realiza una obra lle larga duración, sin estar ese pretendido criterio y demostrado sobre qué antiguos mal-
obligado por la necesidad», tal como un Marcel Proust, me~ ~ entendidos descansa/ Desde luego, hay una cierta coacción en
recerían el calíñcatívo de «trabajadores»./Pero sentimos que el trabajo, pero este rasgo es común a todas las empresas y
el autor se ha~ creído en la necesidad de· éortsiderar,esto'i} -, actividades del hombre. Es en el fondo de nuestra naturaleza,
casos como «"*os», siendo que hoy se multíplícan aun en·· en las condiciones de la vida social y en lo que Bergson lla-
lo que respect.{ta los más modestos obre(9s, )' sobre todo maba «la resistencia de la materia al esfuerzo humano» donde
que los haya clasíñcadc bajo rúbricas imprecisas ( «acción» hay que buscar la explicación del carácter ambiguo del tra-
o «no-trabajo»), excluyéndolas dellberadaménte del campo dé bajo, a la vez sufrimiento y alegría, coacción y liberación/
·.!""'
su disciplina (10). · '~l! · ' ., \La fiesta, el juego, la guerra, que son actividades «exter-
,.
·,. Esta relegación de lo que J. Dofny llam~ «una parte SUS· nas» al trabajo, no están menos sometidas a disciplinas, obli-
tancial de los tr.abajos efectuados en la vlfa social» y de· la gaciones y convenciones. En el trabajo profesional es la situa-
que nosotros dinamos que es la parte más~álida y más alta ción de dependencia lo más repugnante. Ahora bien, no se
del trabajo humano, provienen de que Ios sociólogos,. sobre puede confundir el empleo con el trabajo; lo que es verdad
todo los franceses, permanecen demasiado atados a oscuras del uno no lo es necesariamente del otro¡ Además, no es en
~ prevenciones~ Toda la sociología de las actividades humanas 1
i
el momento en que la necesidad económica se suaviza en los
países industrializados, en que la seguridad social se genera-
está viciada por una definición negativa y una· apreciación
peyorativa del trabajo, heredadas de la filosofía greco-latina l
t
liza, en que las relaciones humanas mejoran, en que la dura·
y desprovistas de todo fundamento objetivo. Un tenaz pre- cíón del empleo disminuye, cuando hay que acentuar los as-
juicio de los intelectuales hace del tiempo libre una felicidad pectos inevitablemente coactivos del trabajo. Es una reacción
y del trabajo una desgracia: de ahí viene la oposición arbí- 1 paradójica, ya que la historia del vocabulario demuestra que
traria que se establece entre estos dos términos, no compa- ,.. los juicios sobre el trabajo han correspondido siempre en el
rables, ya que uno designa un tiempo y el otro una actlvídad.f ..,.pasado a las condiciones reales, más o menos favorables, del
De ahí viene también el estigma de la coacción que se atrí- 1 ejercicio de los oficios.
buye siempre al trabajo. En 1955, Ignace Meyerson comienza 1
una larga definición del trabajo con estas palabras: «Es una
!. / En su origen, la raíz sánscrita rabh, de la cual derivan
acción forzada ... » (Ll ). En 1958 y 1961, Georges Frledmann • • ,·, -a la vez los verbos arbeiten y laborare, tenía el sentido posi-
dijo no solamente «que el elemento de coacción, de obliga- tivo y feliz de obrar con vigor. J. Plaquevent se equivocó en
ción, de díscíplína, es inherente a las actividades de trabajo», •• ' 1933 al oponer el «pesado» Arbeit ele los nórdicos con el pre·
rendidamente «ligero» Labor de los latinos; lo que sabemos

. ~-·~, (9) Traité, .¡.¡ p. 324. .. . . ( 12) Traité de sociologie, publicado por Gurvitch, París, 11958.
·.·· 10) Traité, 1, p. 22.
(1
J, p. 508; Traité de soclologie du travall, 1961, l. pp. •14 'Y 24.
(11) Iournal de Psycliologie, París, 1955, Lll, p. 3.
36 37

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de Ias condiciones de trabajo lle los germanos y de Roma sogner (trabajar), cuyo origen es incierto y que simplemente
nos haría pensar más bien lo contrario. Laborare despierta quería decir que el hombre debe obrar con perseverancia
rara vez ecos agradables en los textos latinos.· Bossuet, en para responder a las necesidades y exigencias de la vida, no
su sermón sobre «la eminente dignidad de los pobres», hace tenía antaño ningúr, matiz peyorativo. El duque de Saint·
todavía alusión a los penosos trabajos de estos últimos cuan- Simon nos presenta él Mme. des Ursins «besognant a son
do habla de sus «obras laboriosas». El sentido peyorativo de aise» (trabajando cómodamente), {>Cro dentro del círculo de
estos términos parece haberse acentuado en los duros perío- I ocupaciones que convenía al rango de una princesa, mientras
dos de crisis económicas y de opresión social que jalonan la j que reprocha a Mme. de Montespan el «trabajar para los po-
historia de los tiempos modernos. Es a partir del siglo xv i bres en obras bajas y groseras cual camisas». Del verbo ope-
rarl el uso f rancés no ha conservado verdaderamente más
I.
cuando la vieja palabra francesa laheur ha sido reemplazada I
por travail, derivada de los vocablos latinos trabs y tripalium, · que la palabra ou~rier (obrero), a la que se ha atribuid)o un
que designan las ataduras que traban a los bueyes.· Una· se- sentido despreciativo: a·uvre y ceuvrer (obra y obrar son
gunda acepción de tripalium refuerza la idea de sufrimiento: palabras de intelectuales que se utilizan refiriéndose a su ac-
era duna dmáquHina d1e tres est~6c.as con laf que se torturaba a-los .. .
con ena os. oy,· a expresi n «une emme en•travaib;i·que.
<~,.:,,~.:·','.:
., ..
tividad. Si la obra puede ser una sinfonía o una novela, lo
más frecuente es que sea fruto del sufrimiento del artesano
significa en los dolores del parto, es la única supervivencia . o del manauvre (peón). La operación tiene un sentido téc-
de,..,Ja -antígua: acepción- del témáno.·.:La~lengt.µ1:R_ji;l¡leaatqu .... ~~ .níco.en la cirugía! el arte militar o lo que hoy se llama in·
había adoptado1;éslá•',palaora"francesa?há,sidoi~Q~se . ,~ ,.':t.,~i.ve,tigacfón operativa. Solamente la palabra operador de cine
dora:, En: .1684,"·Williamt:Perui, en· su·roraclo.,Ílpó~Fitade(' · :'.: Jui entrado en el lenguaje corriente con cierto prestigio. La-
habla ... de- lós tormentoso que 'acompañarón- e1~inadmiéntoii':dt. ~.¡:i borare, finalmente, ha tenido el mismo destino. Las palabras
esa-comunidad.. what travail have there 'beelitfo:~brlng•,th~:.: taboureur (labrador), labeur (labor), laborteux (laborioso),
forth! Recientemente aún, un editorial del New York Times, han conocido un creciente descrédito desde el declive de la
que relataoa las peripecias del viaje que una comisión sena- era agrícola. De todas formas, en nuestros tiempos de inves-
torial había hec~o al Oriente Medio, se titulaba Senator's Tra- tigación científica se tiende a revalorizarlas: la cualidad de
vails, lo que q4~ría decir a la vez las fatigasy las decepciones •. ~t;borantine (mujer empleada en investigación o trabajos de
de los senadores. Si incluso la palabra viaje, travel en inglés, ' laboratorio) es halagadora, e incluso los panaderos pretenden
proviene del francés travail, es que antiguamente los despla- cocer el pan en Iaboratorics.
zamientos de un país a otro eran muy incémodos. Un perso- Los analistas del trabajo no tienen suerte: el objeto de
naje de Moliere se quejaba de haber sufrido «los trabajos ,·•sus estudios, y aún más el término que deben utilizar para
de un viaje bastante largo». ';
•)-
·' · . ,.., designarlo, sufre una creciente impopularidad. Los sociólogos
Los franceses le han jugado una mala'1pasada al mundo ·-' del tiempo libre, a favor de los malentendidos que ya conoce·
al dar preferencia al odioso verbo tripaliore, que significa su- rnos, son mejor acogidos entre nosotros por el gran público.
frir y hacer sufrir, para designar la forma más digna del es .. Si las cosas suceden de distinta manera en los países nórdí-
fuerzo humano. ¿Por qué no han conservado las palabras cos o anglosajones es porque las gentes están más favorecí·
propias y adecuadas que una tradición milenaria relacionaba das por su nivel y clase de vida. Es, también, porque su acti-
con ese esfuerzo? El irreemplazable Littré observa que be· tud respecto al trabajo y, por consiguiente, su vocabulario
38 39
· . . ..::.::.¡ f
1

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concerniente al trabajo, han sido siempre positi~qs.· W~r.k~, . ;: t ción a menudo insoportable. Estos rasgos, pretendidamente
en alemán, y Works, en inglés, se aplican: a la yez·ir.los escrí-, ,. ~ . J específicos, no afectaban en realidad nada más que a las con-
tos del poeta y a los proyectos en , cuestión; de rmetalurgía: f diciones del trabajo, pero no a su naturaleza íntima. Esta
Sociology of Work se aplica tanto· a los: intelectuales como •••• í

debe ser observada, por lo tanto, con ojos nuevos, analizada


a los obreros].,El error de cierto racionalista francés es· no sin prejuicios y definida de nuevo por completo. No hay más
haber comprendido que el estudio, la ciencia, el arte y el pen- que un método para lograr una empresa tan delicada; el de
samiento no avanzan sin trabajo y son en· definitiva .formas la psicología y la sociología funcionales.
de trabajo. ? ! ,, · • ·: · ·

Hemos dado en otro lugar numerosa~ ilustraciones del


prejuicio greco-latino que exalta la filosofíay desacredita in·
cluso la obra del escultor porque este último, como el artesa·
no, debe tallar la piedra con sus propias tihanos. En Francia
hay que esperar al año 1688 para ver a un escritor reivindicar
la cualidad de trabajador. La Bruyere escríbe.: «A la ociosidad
del sabio no le falta sino un nombre mejor; y que meditar,
hablar, leer y estar tranquilo se llamase trabajan (13). En el

siglo siguiente d'Alembert dirá lo mismo, y otros después
que él; pero ¿se ha reconocido bien este hecho en el momen-
to actual, tanto por parte de los intelectuales como de los
trabajadores manuales? Recientemente, una buena campesina
se crefa en el deber de disculparse porque su hijo, brillante
estudiante, hubiese dejado la tierra: «Su hermano, que. es
más vigoroso, ha tomado la dirección, pero, mire usted -me
decía=-, el pequeño no era bastante fuerte para trabajar; lo
hemos dejado que estudiara.»
Ha llegado el momento de ampliar la noción tradicional
~· del trabajo, que no corresponde a las condiciones actuales
de la vida económica y social. Durante mucho tiempo se ha
considerado servil al trabajo porque era ejercido principal-
mente por esclavos o siervos: se le ha considerado envilece·
..
~'
dor porque estaba arbitrariamente limitado a oficios manua-
les en los que el pensamiento apenas participaba; se le ha ••
considerado repugnante
.
porque imponía al hombre una coac-,

(,13) Les Caracteres ou les Mceurs de ce si~cle, cap. II: «Du


mérite pcrsonncl».
40 41
.,. '·?.~;;,;,· · .. :.:-:. ·.
t,. . ~ •
·.

CAPÍTULO lI

LAS TRES FUNCIONES DEL TRABAJO

El análisis denominado funcional tiene como finalidad el


determinar la o las razones de ser de todos los comporta-
mientos, actividades o conductas de la vida individual y so-
cial: lenguaje, ritos religiosos, asociaciones diversas, reglas
jurídicas, instituciones. juego o trabajo. En biología y en psi-
cología no se puede estudiar un órgano sin tener en cuenta
el papel que desempeña en el dinamismo vital: no se com-
prenderá la estructura de un ojo !' no se le cuidará eficaz-
mente si se quiere ignorar que su función es ver. No admi-
'·· tiendo necesariamente que todo lo que existe está justificado,
:• los funcionalistas averiguarán si los regímenes sociales o las
instituciones cumplen bien con su papel o responden a su
función.
De igual modo, los arquitectos y los jefes de empresa tie-
nen cuidado d~ que no haya dobles empleos o vanos esfuerzos
, ~ la planificación de un edificio de fábrica, la organización
' -de los servicios o la distribución de las tareas. El sociólogo
del' trabajo, preocupado por una «eflcienclas semejante, debe·
definir primeramente las razones de ser biológicas, económi-
• -cas, psicológicas y sociales de la labor humana. Podrá ver
··' entonces si nuestros regímenes sociales de trabajo son, no
, solamente eficaces, sino funcionales en el sentido amplio del
•• término, es decir, adaptados a las necesidades permanentes
de la naturaleza humana. En efecto, la economía no podría
...
(,

desarrollarse durante mucho tiempo a expensas del hombre .


Hoy, al menos en los países desarrollados, la reducción de los
43
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;· ~, ,.. ,, horários de trabajo, ta extensión del tiernp<Hlbre·;y:Ia''.regÍa~f la: huida hacia las actividades del tiempo libre. Observemos
ifA -. - mentación de :i._as relaciones industriales p~rmi~itésperar1\ti:t .. primeramente que esta pretendida evolución del trabajo está
~I ~ mejor equiJibQO en la vida de CeOtCDaresi,~~~)~l~l~~e~fd~rr.-;_',~ ·. enzcontradícclón con la experieucia del siglo xx: el continuo
• res humanos. Muchos problemas subsisté~fodav.!a:"iC'este''resi~.t~ · desplazamiento del empleo hacia el sector terciario y el refi-
pecto. Para resolverl~s hay que recurrir alj;nálisis: muy ~oco ·.
avanzado, de las funciones del trabajo, No~ptros distinguimos
tres, que hemos descrito someramente en, otro lugar, pero, ·1.-;·:·
I namiento de las tareas en la agricultura y la industria pro-
porcionan a la mayor parte de los trabajadores crecientes
responsabilidades, exigiendo de ellos cualificaciones superio-
que podemos ahora definir a sat~sfaccióni~1,SJ~~ presen:r .:,~S . res. El interés por el trabajo y el desarrollo personal no han
tadas en un orden lógico a la vez que hisf9nco, !i menos en ·. _ hecho sino aumentar en los oficios y profesiones desde hace
lo que concierne a sus manifestaciones exteriores: la función cincuenta años. En cuanto a las actividades de tiempo libre,
económica, la función social y la función psicológica; dando no son verdaderamente· propicias al perfeccionamiento hu-
una respuesta a las tres necesidades vitales de -subsístír.ide mano más que en la medida en que se fundan en la realiza-
colaborar y de crear. w· ción desinteresada de una obra por modesta que sea, o en el
Han sido precisos muchos años para que la genial intuí· cumplimiento libre y espontáneo de un trabajo útil a la co-
ción de un Baxter, al hacer del trabajo «el marco de nuestra munidad. Ahora bien, todo eso fue previsto y deseado por , 1
naturaleza», encontrase ecos en las obras de filósofos y eco- Marx en términos sorprendentemente perspicaces. El quería
nomistas. Locke, no obstante, la dio a conocer en Francia: «hombres absolutamente disponibles para las variables exi-
Morelly, Rousseau, Cabet, Fourier y Proudhon profesan, cada gencias del trabajo», un tipo de individuo «de desarrollo in·
UJlP a su modo, que «el hombre, por naturaleza, es creador tegral, para quien las diversas funciones sociales sólo serían
y activos (fórmula de Fourier en su Teorfa de la unidad, 1834). formas diferentes y sucesivas de su actividad». Sabía bien
... Es con Karl Marx, de todas maneras, cuando esta teoría se que el hombre no escapará jamás a la necesidad que le obliga
desarrolló y profundizó en un sistema coherente de pensa- a «luchar contra la naturaleza para satisfacer sus necesida-
miento, al cual hemos hecho ya alusión/En 1875, Engels y des», porque estas necesidades aumentan precisamente a me· (
-+ Marx proclaman que el trabajo, cuando esté liberado de la dida que crecen los medios de produccíoi.. Lo que él quería,
servidumbre social y del funesto antagonismo entre las dos sobre todo, es que la organización social fuese equitativa para \
formas de labor humana, intelectual y manual, volverá a ser , . (QCios, y que las condiciones de trabajo fuesen «las más dig- ).
,• lo que siempre ha sido en su naturaleza íntima, mucho más nas y las más adecuadas a la naturaleza humana»jTodo eso,
que un medio de subsistencia, «la primera necesidad vital» Calvino y sus continuadores, herederos ellos también de una
de la humanidad ( 1 ). larga tradición cristiana, lo habían dicho hacía mucho tíem-
'• I
Algunos reprochan hoy a Marx el no haber previsto la evo- \ . pero esas verdades se habían oscurecido en la embriaguez
.po,
lución de la economía moderna, en donde -se dice-, como • de la expansión industrial del siglo XIX, y por eso les hizo
el trabajo profesional se realiza cada vez más por obliga· ,, ' falta a Engels y a Marx mucho valor y amplitud de miras
ción, el hombre no tiene otra posibilidad de satisfacción que para recordarlas.
(Si Marx tuvo el mérito de separar la noción de necesidad
en el análisis del trabajo, nadie mejor que Freud ha sabido,
(1) K. Marx y ·F. Engcls: Critique des programmes de Gotha
et d'Briurt, Editions Sociales, París, 1950, p. 25. en un sorprendente resumen, definir a la vez la unidad del

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trabajo y la diversidad de sus motivaciones. Sin que la pala- sobrevivir y a la civilización desenvolverse. Freud tiene razón
bra función aparezca todavía. se han distinguido- perfecta- para hacer una distinción entre el trabajo y las condiciones
mente los tres aspectos fundamentales del trabajo en el texto del trabajo. Mientras que estas últimas sean malsanas e in-
siguiente que no nos cansaremos de citar: «No hay diferencia justas, el trabajo no podrá proporcionar todo su fruto al indi-
entre la labor científica y los más comunes trabajoscon -los viduo y a la sociedad. El psicólogo no se dejará engañar, no
cuales uno pueda ganarse el pan. fü.Jrabajo asegura al horn- obstante; ~l.!rabajo, en la medida __en que desempeñe normal- r---
bre no sólo la subsistencia, sino 9.~ustifica su vida en so- mente sus funcion~s, es un bi<:_n para el .hombre ... ----. . : -cf·
-~!~~ad._ No es menos útil cuando ofrece al individuo la posi- ./

bilidad de descargarse de los impulsos constitutivos de su


libido, narcisivos, agresivos e incluso eróticos. Cierto que la Tres razones de ser f undamentales
mayoría de las personas sólo trabajan por necesidad, y no ·
inician voluntariamente este camino hacia la felicidad. Es que· /Hace mucho tiempo que los humanos han tomado con· ··\
la vida es demasiado dura para nosotros; nos proporciona ci~ncia (sin sis~ema_tizar~a. desde luego) de la función econó·j.'
demasiados sufrimientos, demasiadas decepciones, demasia- mica del trabajoz'El primer precepto de sabiduría popular, ¡,-.
das tareas imposibles de llevar a cabo. No hay más que una
solución para este difícil problema social: la libre eleccíón
. desde los Sumerios, es el que Voltaire propone al final de ·
Cándido: «Tenemos que cultivar nuestra huerta.s Esta· pre-
del oficio. En este caso el trabajo cotidiano procura una sa- f. ocupación utilitaria se eleva en el mito de Prometeo hasta
tisfacción particular, porque está sostenido no solamente por 1
una filosofía del p:ogreso humano. Al sustraer el fuego del
una inclinaciórli natural, sino también por la sublimación de Cielo, el héroe ha librado a los hombres de su dependencia
instintos prof~ndos que, sin eso, quedan inutilizados» (2)./ con respecto de la naturaleza. Esquilo Je llama el Filántropo,
¡Qué diferencia entre este análisis lúciªo de las «insatis- porque se supone que de él p1 ovienen todas las artes o, Jite·
facciones» de nuestro tiempo y las superficiales visiones de ralmente, todas las técnicas: pastü téknai tk Prometéós.\Hoy,
ciertos profetas de la pretendida civilizacidj1 del tiempo ocio· ~~~!_!)_~~!1_.~foryórnícr~clel trabajo es la ünica generalmente ,
so en que «la práctica del deporte del yate y la equitación es-
conocic!~, prueba de- ello la caníícfoc! ac-clefinicToric;-·élc1
estarían al alcance de todos», en que todos gozarían de una ~Jiªj~.. q~ ~9~mei<;ioñari~-~h:i~, Si ·l;~~guntamos ~ J;- g;~~
especie de vida de castillo artificial y detestable, a imagen ,, .~ motivo por el cual trabajamos, obtendremos siempre la
de la dolce vita de una película de éxito! :Nuestras poblacío- • misma respuesta: «pai:a S!1i:t~r _?.!E_ler~». Es verdad -dijo Jean
nes de Europa occidental, y particularmente los jóvenes/ino. Fourastié-, pero insuficiente. Habría que añadir: «para re-
están ya demasiado llenos de esta ilusión, más aúnr.deresta ducir nuestro racionamiento, ya que la naturaleza produce
exigencia? Se olvida que el Tercer Mundo tiene hambre· y, ,..., •'IJ,?OCO por sí misma». Dicho con otras palabras: «para produ-
que, aun entre nosotros, la vida es dura para muchos: -sola- clr». Con respecto a esto, el autor ele la Gran Esperanza ha
' - mente el trabajo de todos, que se puede ·por 'fortuna ínte- ·' ., ' escrito un tratado de economía política sin indicar que el
rrumpir con un necesario descanso, permitirá a los humanos trabajo tiene otras funciones (3). Esta reserva de los econo-
• 1 ,,
, ·. : · ,·,•,,,¡ x·rnM .i,:., •' mistas, demasiado frecuente desde hace mucho tiempo, <:no
l ~1 '' •; h!, .. i;, ill':111; Í" 11~ . • • ,; · •
(2) S. Freud: Civifü.atio11 a,·d its Dtscontents, Londres/ 19Sj1 .• :t,.~·,t
1 -: 1 -: ,n:, ,q. rJ,•. r t 1'J • (.{~1· .'· t;::,.~,: :
pp, 25 y 34. •.
(3) J. Fourastié: Pourquoi nous travaillons, París, 1959, p. 17.
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explica el qu~ se haya terminado por hacer del trabajo una ~ Lo que hemos llamado función social del trabajo se rela-
mercancía? -~· , ~ ; -. 111 1! ~·ir.<¡
1; .•• .,...,. •• ciona con los aspectos humanos de la economfa, tomados en
/La función económica del trabajo, Interesado y; material; su conjunto: producción, cambio y distribución de los bienes
se ejerce, de un modo 'l otro, en cuatro i~empos. El primero materiales. Si el trabajo es primeramente una lucha del hom-
es la búsqueda de la subsistencia de cJ~a;:día •. :Bl,.segundo bre contra la naturaleza, hay desde su origen una asociación
está en la base de la propiedad del suelo;tcolectiv~ o privada. . .. 1 ¡ de los hombres con vistas a su común supervivencia. Todos
El trebajo-anropíacíón responde a una e~dente necesidad de .. -; · los vocablos que designan la labor .humana tienen compues-
• _. .. 's~~~a,d: hay._,q~~ proveer para p~e~~~§~~P.~~~?lt:<.t\ ~~,· ·· ., . tos que expresan está solidaridad: colaborar, cooperar, son
. s ~ :~-~~~ .~, ec~~º~.-.,,~d~m~n_~ªi·~.'?.·- . ~j~ términos corrientes. Entre los antiguos griegos una solapa·
~·- ·r.P.~p~és Jl~n~·-~Tfte~t·.'tiempo;>~a~ •li'! t~.
._.t~.
{'\'.;>·l~bra! designaba todas l~ actividades p~~fesionales no agrí-.
.
~~¡
~t,.-jN-cüct~r{t ~~~yv~ri~~tW~~~s~~mPx:e;' .. . .·~:<.-:·colas.: .áémiourgoi, trabaja~ores al sei:vic1o_del pueblo. Eso.
, · ~ .::.,J~l~t~o~seguld~:-Esta hu~va'.motivaci ., ; ... '._J,,: ~.···.-:.~~~~~~.f,
1 .r¡ ,,_;..; . no 'quería decir que el cultivador estuviese hbre de ese de~er
siderable no· sólo al trabajo, sino a la invención, al pe~etc!o- ¡ de ayuda mutua; todo el poema de Hesíodo, Los 'Iraba¡os
namlento técnico, elemento que estará cada: vez más est~; ¡ y los Días, denuncia el egoísmo y la disipación del hermano
chamente asociado al trabajo. Aparece finalmente el cuarto I del autor, el perezoso Perses, quien no quiso comprender
tiempo, marcado por la acumulación, fuente de la ínverslén. ' que el trabajo es el único medio de hacer reinar el orden
¡ Entonces el producto del trabajo se transforma en capital, y de salvaguardar la justicia. Igualmente en Roma, por inte-

- :\
colectivo o privado. Esta última evolución no es posible más resada que sea por parte de las clases dirigentes, la fábula
que en el marco de una economía organizada de tipo agrí- de los miembros y del estómago, contada a los esclavos por
cola, artesanal o industrial, que disponga de moneda y co- Menenius Agrlpa, expresa a su modo una verdad que aún
nozca la escritura, el cálculo y la contabilidad/No es realiza· está lejos de ser reconocida; a saber, que los hombres son
. _¡. ~--~ ble sino a costa de una disciplina en el disfrute, de un interés solidarios en su trabajo. .
.. _ ~ por el progreso y de una actitud positiva con respecto al tra- Freud va más lejos cuando escribe, en una fórmula. audaz, ( .1 f·)
., r bajo, que pocos pueblos han conocido hasta ahora/ Se en- que «el trabajo justifica la vida del hombre en sociedad». J '.
1 centrarán, no obstante, señales de la misma incluso en la i!.~ eso una reminiscencia de la tesis que Emilio Durkheim
1 . más remota antigüedad, en Sumer, en Egipto, en Israel, en
Grecia antes de los filósofos, en Roma antes de los .conquls-
, · hilbía sostenido en 1893 bajo el título De la división del tra-
'bajo social? Este autor tenía razón cuando insistía en el cali-
tadores. ¿No encontramos la esencia del capitalismo, estatal
1
ficativo de «social». Para él, como para una serie de filósofos
o liberal, con su elogio al trabajo y su imperativo de fruga- ingleses, tales como Locke, Hume, Smith y Spcncer, el tra-
lidad, en la siguiente máxima de los Sumerlos, en el origen .. , •\>ajo, estrechamente asociado n la religión, es el lazo que une
de la historia? • a los hombres más fuertemente. La división profesional del
«Mano y mano, una casa de hombre se construye: ,, ' trabajo «suscita grupos que, sin ella, no -xtstírfar». Es tarn-
Estómago y estómago, una casa de hombre se destruye» (4). bién «In fuente principal de la cohesión en las sociedades
superiores»: si no lleva consigo en nuestros días una mayor
solidaridad, es que «las relaciones sociales no están regula·
(4) S. N. Kramer: l/histoire co111mc11ce a Sumer, Art'haud, das»; un régimen cooperativo -dice Durkheim- bastaría para
Grenoble, 1957, :P· 175.
49
4S l~.
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. '

restablecer el equilibrio. En este punto Karl Marx se había ción sobre la importancia de las relaciones y factores huma·
mostrado mucho más severo: sin negar que el trabajo fuese. nos en el trabajo. Si su optimismo a este respecto ha podido
en sí una fuente de riqueza y de solidaridad, opinión ya sos- suscitar algunas reservas, la obra de un Elton Mayo, austra-
tenida por los antiguos, Marx juzgaba que la división· del tra- liano emigrado a los Estados Unidos, principalmente su libri-
bajo había sido un factor de ruptura de la armonía social, to de 1933 sobre The human Problems of an Industrial Civi-
por el hecho del acaparamiento de la riqueza por una mino- tizatlon, ha marcado una fecha en la hlstoría contemporánea
'i
ría. La controversia no ha terminado, ya que a Durkheim no ¡. del trabajo, lo mismo que las investigaciones de F. W. Taylor,
le faltan defensores entre los sociólogos americanos: ~- .. ~ desde 1880, sobre el mejoramiento de la productividad. La
/ No obstante, todo el mundo está hoy de acuerdo, en reco- l¡ propia concepción de la empresa y de las responsabilidades
nocer la importancia de la función social del trabajo. Es el t patronales ha cambiado: una fábrica o una administración
final de un eclipse marcado por los primeros tiempos de· la no son solamente un complejo material de producción, de
era industrial. El agricultor y e] artesano siempre han sido cambio y de distribución, sino un Jugar de encuentro, uncen·
conscientes del servicio que prestaban a la comunidad y que tro de interés y un nudo de relaciones entre trabajadores.
podían seguir el destino del producto de su trabajo. Había Estos últimos, aunque ocupados en tareas muy diversas. están
una relación directa entre ellos y sus clientes. Con la especia- ligados a la empresa para su bien, el de sus familias y el de
lización de las tareas, la mecanización y la racionalización de la más amplia comunidad humana.
los actos de producción, el trabajo ha perdido mucho de este
sentido humano. Visitando con unos estudiantes un sanatorio / La función psicológica del trabajo está tan cercana a la · .
alpino en donde se habían instalado talleres, para los enfermos función social que hasta hace poco no se la ha distinguido./
como aplicación de una ergoterapia fundada precisamente en Sin emplear todavía el calificativo preciso, Julio Veme decía
la idea de que el trabajo responde a profundas necesidades en 1865 lo que sigue a Edmondo de Amicis: «Necesito traba-.
de la naturaleza humana, distintas de la *rsecución del pro- jar. El trabajo ha llegado a ser para mí. como una función · ·
vecho material, me puse n interrogar a P,nos hombres que, vital. SI no trabajase, me parecería que no vivías. (5) En 1951 /
prisioneros por un aparato de yeso, moldeaban hilos de co- tratamos ampliamente de la «función del trabajo en la vida:
brr con una pinza. Todos me dijeron cuánto les gustaba esa ,físicait, (6) En 1955 Ignace Meyerson, en un ensayo sobre «el \
nctividnd, fnsticliosn en si: «Se gana un poco de dinero, pero, • • ri-obojo, función psicológica», hace la siguiente observación: ....\
sabe usted, lo esencial es hacer algo útil con los compañe- «Cuando es feliz y líbre en su trabajo, el hombre tiene la irn-
ros en estos largos meses de cura.» De todos modos, a la pre· presión de existir más, de ser más él mismoy(7).
gunta: «¿Para qué sirven esos hllos?» tuve la sorpresa de ., Esta impresión y esta convicción no son cosas nuevas. En
1
constatar que ninguno supo responderme. Unicamente el con- •• , los primeros tiempos Je la civilización helénica, antes de que
tramaestre supo decir que se trataba de conductores para I
los prejuicios orientales sobre el carácter nefasto de toda
relevadores telefónicos, Yo le invité a informar a sus hombres ••
de manera que. el trabajo tuviese más sentido para su espí-
(5) Amicis: Memoria, citada en el ooleun Gui/de du Livre,
ritu y mavor alcance para su imaginación, l ·:' Lausana, 1959, p. 274.
Es to~iavía 1\ los anglosajones, y no hay que extrañarsede (6) P. J.: «Nota sobre la psicología del trabajo», Revista eco-
:,ómica y social, Lausana, IX, pp. 149•163.
ello, a quienes pertenece el mérito de haber atraído la aten- (7) Iournal de Psychologie, París, LII, p. 16.
50 51
.
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•:,\·
acción hubiesen .iníluenciado el pensamiento. filosófico, nadie !izamos cada vez más nuestra existencia9(9) Entre nosotros
dudaba en Grecia de que el trabajo respondiese a una aspira· se sonríe cuando se 1een tales frases. Los comunistas de los (-
ción profunda y feliz de la naturaleza hum'ana. Homero, He· países del Este están menos estragados. He aquí lo que Leó-
síodo y los Trágicos, como hemos visto, hacen de la activk nidas Ilyitchev, secretario a la sazón del Comité Central de
dad laboriosa, tanto como del pensamiento} un honory una P. C. soviético, decís. en 1963 del valor pedagógico del trabajo:
dignidad. Estos escritores no conciben que líaya·felicidad para «Algunos padres creer. que deben trabajar mucho y renun-
el hombre fuera del cumplimiento de su destino, el cual 'es ciar a muchas cosas para que sus hijos no conozcan la pobre-
precisamente llevar a cabo, realizar, por medio del, pensa- za. Aún más, intentan preservarlos del trabajo, de las preo-
miento y del trabajo, todas las virtualidades del ser,· todas las, cupaciones y de las dificultades de la vida. ¿No están en un
posibilidades que: se. encuentran contenidas en 'abundancia error al ignorar el gran poder educativo del trabajo P»
en el mundo y en la vida."El mismo eco se-encuentra en los ... De hecho, el obrero occidental se muestra perfectamente
escritos bíblicos, que afirman además que porcmedíodetsu . -'J{ consciente de la realidad de esta función psicológica. Se afe-
trabajo el 'creyente se -asocia a ln. actividad divina:.. «Nosotros · • rra a su actividad profesional a despecho de condiciones a
somos colaboi adores con Dios», dice San Pablo l:l los Corin, . menudo desfavorables. Reflexiona sin cesar sobre los medios
tlOSi·!_~éou;gar.ésm~n.. synergoi..Esta~dCfl f¡;~~~~~d~}r~:g·
lante·por Tomás deiAquino;rquienl·,exclama~iía~.h!.1·. ,
·i,: ··, , de. mejorar la producción o la organización de su empresa.
Es por eso por lo que se colocan buzones de sugerencias en
los talleres, con recompensas apropiadas. Sobre el obrero pesa "°
.. l .. ' •·'''"('\,óli.fP:'

di~o que cooperar conDloszs, Quod omni~_divinli~:~f{!l'::·1


Dei-cooperatorem fieri?,(8):Esti, tema llegaráJfs~;domlnan~~~~~· mucho más .la dependencia que el trabajo. No ha perdido la
en la teología reformada.fEn el último ·párrafo de:;'s\i '/t1$titat ,, ·.: · :,:if esperanza de vivir su trabajo de una manera mucho más
· ción Cristiana, Calvíno dice de ln vocación divina en el oficio completa al encontrar en él no sólo una manera de ganarse
que establece «una correspondencia indispensable entre las el pan, sino una razón de ser profunda y una expansión.
partes de nuestra vida»: había visto bien el papel que el tra- Efectivamente, unas encuestas recientes han demostrado que
bajo puede desempeñar en la síntesis del yo al instaurar una la mayor parte de los jóvenes trabajadores de fábrica mani-
disciplina en la conducta, una coordinación de los pensamíen- fiestan poco interés hacia su actividad: su ganancia y la auto-
tos y las actividadesl · t: ¡:¡omfa frente a sus padres parecen ser sus únicas satisfaccio-
La Enciclopedia, en su definición del trabajo, se ha inspi.. ')1~5. Pero, ¿por qué se hacen estos estudios tan a menudo en
rado en esta tradición: «Encerramos en nosotros mismos·. un la gran industria, en donde no están hoy ocupados más del
principio activo que nos conduce a la acclón.s Hemos citado 15 % de los jóvenes? Recordemos que es a estos últimos
a Marx. Su rival, P. J. Proughgp, es todavía más explícitof'«El .;-los menos formados de su generación- a quienes corres-
trabajo es necesario no solamente para la conservación de •, • ponden las tareas más ingratas. Se razona siempre como si
'1; nuestro cuerpo, sino que es indispensable para el desarrollo , el peón y el obrero, llamado especializado, pero no formado,
~ 1 de nuestro espíritu. Todo lo que poseemos, todo lo que sabe- " fuesen la imagen misma del hombre que trabaja, hoy y maña-
. , mos, proviene del trabajo ... Por medio del. trabajo espiritua- na. Desde luego, la experiencia profesional de los jóvenes es

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J ·. .
,,5' ~! (9) Prouclhon: De la Iustice ... Parls, 1858, II, página s. 235,
(8) Citado JlQr J. Haessle: Das ArbeitsetJ¡os der Kirclie, Fri- t.
V'. bourg-en-B, ,192~¡ 251-252.
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pequeña: es a la larga cuando el oficio se impone al hombre trabajo de los modelos tomados del siglo pasado ... El traba-
y moldea su personalidad. . ,, jo, ¿se vive realmente como una necesidad, una necesidad
psicológica, incluso? Según nuestras encuestas, es la activi-
¿Un concepto caduco? dad, no el trabajo, lo que parece ser una necesidad fundamen-
~,, {
. ,1
/eo.,1,- .. "r,. tal» (II, p. 363). En otro lugar añade, al comentar las respues-
{) . Por medio de las funciones social y psicológica del trabajo, tas de los obreros de Annecy: «Antes de afirmar que el tra-
.~ cuya importancia crece en nuestros días a medida que la fun- bajo es una necesidad psicológica, es bueno preguntarse:
ción económica tiende a ocupar menos espacio en el espíritu ¿para qué categorías de trabajadoresz»
del trabajador, el hombre se desprende cada vez más de la Esta última observación está justificada: es evidente que
.. necesidad material para vivir en el orden de la libertad, del el profesor de universidad, generalmente asimilado a los fun-

(Íj
[
pensamiento e incluso de la espiritualidad. Respondiendo cionarios, y que dispone sin embargo de un margen importan-
... ' a una necesidad de supervivencia, de colaboración y de crea· te de libertad en el empleo de su tiempo, puede entregarse
\. .. ción, el trabajo nutre el cuerpo, sostiene la sociedad y des· mucho más que el obrero de fábrica al interesante trabajo
arrolla a la pe¡;~ona. ¿ Es eso una ilusión o, al menos, un con: de enseñanza y de investigación que le está confiado, hasta
ccpto caduco?fL:a mayor parte de los colaboradores del Traite tal punto que este trabajo llegue a ser una de sus principales
de Sooiologie ~!' Travail lo declaran sin rodeos. Su director, razones de ser y, debido a la costumbre, una verdadera nece-
Georges Friedrnann, se expresa así en la'-ItÜroducción: «Está sidad. Pero, ¿no se ve que este «tipo de trabajador», ayer to-
claro que es en el conjunto de las actividades de no-trabajo davía excepcional, tiende a ser corriente en un número cada
donde se encuentra de ahora en adelante para un número ere· vez mayor de oficios y profesiones? En cuanto a decir que
ciente de individuos que pertenecen a las~sociedades índus- ~s la actividad y no et trabajo lo que es una necesidad funda-
triales desarrolladas, el centro áe gravedad de su existencia mental, es enunciar una trivialidad y mantener un equívoco:
y el campo personal en donde se ejercen sq~ tendencias hacia hay muchas actividades, de naturaleza muy diferente, tales
la felicidad» (I, 23). Uno se encuentra desconcertado al haber como el juego, el deporte, las colecciones de sellos, el rito, el
leído en la página anterior que el «no-trabajo» comprende culto, la acción sindical, la política, el amor y la guerra, que
la actividad de la mujer en el hogar, los trabajos caseros de ,tienen razones de ser o funciones de desigual importancia y
su marido, las clases nocturnas del hijo mayor y también, , ·• que son "vividas» con más o menos pasión. Entre todas estas
sin duda, la aplicación de los pequeños en el colegio. Pero la actividades, el trabajo, entendido como conviene en un sen·
ambigüedad, ¿no descansa en el error de definición que limi- tido amplio que incluya todas sus formas, que van de la
ta el trabajo a la actividad profesional? coacción del asalariado a la libertad del que presta servicios
-) Más vivo y matizado a la vez, J. Dumazedier ataca el en· • , '''eventuales o del sabio, es de hecho, y seguirá siendo la única
sayo de l. Meyerson sobre «el trabajo, función psicológica» , que merezca aquel calificativo de fundamental en la vida del
y las referencias a Laborde, Proudhon y Marx. «Hay concep- '1 hombre.
ciones del trabajo que no corresponden ya a la situación ac- La encuesta de Annecy sobre los obreros lo prueba tan·
tual de la relación tiempo libre-trabajo, vivida por la mayoría' to corno los testimonios de los grandes hombres, no solamen-
de los trabajadores urbanos de todas condiciones. A nuestro te del «siglo pasarlo» sino de todas las épocas históricas, in-
entender, habría que desembarazar a las ciencias sociales del cluida la nuestra.
54 55
~
Consideraremos más adelanté algunos a~pectos de la cues-
tión después de haber citado las observacíbnes de dos escri-
tores contemporáneos, Antoinc de Saint-Exupéry y Louis
Bromfield, de los que no se podrá decir que hayan ignorado
el trabajo, pues ejercieron durante largo tiempo duros oñ-
cios antes de componer su obra. En su Mensaje a los Ameri· CAPITllLO IlI
canos, publicado en inglés en 1942 y en francés en la revista
Icaro en 1964, Saint-Exupéry decía lo que sig\,\e:,«Uno de los
aspectos 'esencíales del trabajo no es el salarió~ que procura AOTITUOF.S INDIVIDUALES CON
al hombre, sino el enriquecimiento espiritual que le propor- RESPECTO AL TRABAJO
ciona. Un cirujano, un físico, un jardinero, tiene más calidad
humana que un jugador de bridge. Una pacte del trabajo nu-
tre y la otra crea: es el don al trabajo lo ·que crea.e La ex- El análisis de las funciones vitales desempeñada día a día
perienr.ia de Bromfield le ha conducido a conclusiones semé- por la actividad laboriosa de los humanos, permite disipar el
j antes. He aquí un extracto del «testamento» de esta.persona- pseudo-problema de la valoración exagerada y de la desvalori-
lidad admirable que tuvimos ocasión de encontrar en el ·mes . 1 zación sistemática del trabajo. Hemos comentado en otro lu-
de marzo de 1949 en su explotación agrícola de Malabar, cer- gar el estéril debate sobre este tema que opuso en 1893 a Emi-
ca de Mansfield, P.O Ohio: «Desctendo de una estírpeescocesa lio Zola y Tolstoí. Hoy, \os apologistas que hacen del trabajo
terriblemente dura, de una familia que es desgraciada· si. no
trabaja\ Y eso puede parecer extraño,·péro creo' que es verdad
la razón misma de la existencia son raros, pero el prejuicio
contrario está lejos de haber desaparecido. Mucha gente cree
,.
para la mayoría de las gentes: conforme voy envejeciendo la todavía, al igual que Lacordaire, que al hombre no solamente
cosa de la que más disfruto es el trabajo.s klO) ..• ,:;· , . ·¡.,.:_~ .. • • 1 ~'
«no le gusta el trabajo», sino que lo «odía», porque le tiene
·ri ,,;¡ h . t\~iJ't! i:·J'.I ,wte? : . •·. «horror, -. ( 1) Esta desgraciada afirmación, calda del púlpito
... t¡ : .
,¡· ,·:i,. :rúk,·~,o.r,I 1~141;.i,;· -. : : de Nuestra Señora de París, podría explicarse todavía en 1844
' ,, ' ~, í'.':J:"I\X\i'I, Jl')r1:>t~ por la conmiseración del orador hacia el obrero francés de
·\ · · ! ,i. • ·., , 11!~: ·: ~;p, , ',el\tonces. Se comprende menos el encarnizamiento que Paul
1 •• •••
Lafarque, el yerno de Karl Marx, puso en 1880 en querer «do·
mar la pasión extravagante de los obreros por el trabajo», su
.~locura furibunda por producir como maniáticos» ( 2 ). ¿ Es
(10) El inglés es mucho más expresivo: «I come from awfuÍly · •. , • posible que la común devoción de los dos autores a una cier-
tough scottish stock, from a family that's miserable if ít's not , ta tradición literaria que se remonta a Cicerón y, yendo
working. tAnd it ~ay seem stran,e, but I. l1hink ít's true of most •t
people - as I gr~w older, ihe thlng I enjoy most is work». Liie,
oct., 11. ·)948, p . .í,12.2. - Ver L. Bromfield: Ple,asant Valley, New,
York, -1943, y sus:complemento Malabar Parm; New York, 1947, (1) Lacordaire: Obras, III, pp. 106 y 108.
obras muy traducidas en el extranjero, principalmente en Fran- (2) P. Lafargue : le droit a la paresse, reiutotion du droit au
cia, y .en las cuales el autor da «a per sonal tesi~ment written out travail, texto publicado en el semanario Egalité y reimpreso en
of a liíetirne». ,, Pamphlets socialistes, París, 1900, pp. 7. 19, 26 y 30.
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~ásUejos; al filósofo. Arístóteles, les. una .~~¡~idéci~r~Ú ?~(: ·., ..... :qijo .~n,J845: «La psicología de Lacordaire es una falsa y en-
nes, aparentemente contradictorias? En efectoJe'sb.ithemoi,aUf'.i:·;;~0,
... . ...., ..,,,, ·'"' ..
.,. ... v. ;·· 'gañosa psicología». No es verdad que en su naturaleza íntima
Lafargue: .. cuando, en nuestra civilizada Europa, se quiere · ' · el hombre esté espontáneamente inclinado a la ociosidad.
encontrar una huella de la nativa belleza del hombre, hay que Todo es cuestión de motivación, como se dice hoy/Ya Lockc
ir a buscarla en las naciones en donde los prejuicios econó- había notado la importancia del factor interés en la educación
micos no han desarraigado todavía el odio hacia el trabajo. de los niños: «si la mayor parte de estos últimos emplean
Sobre todo en España, que desgraciadamente degenera, pero el tiempo en cosas triviales es porque han visto que se des·
que podía vanagloriarse todavía en 1800 de poseer menos fá· preciaba su curiosidad y no se hacía ningún caso de sus pre-
bricas que prisiones y cuarteles.» · · , · l /· guntas». (5) En 1842, el pedagogo y moralista Alejandro Vinet,
"'? Cincuenta años más tarde, el escritor C.-F. Ran¡uz daba que había conseguido de la Municipalidad de Lausana el que
expresión al mismo estetismo cuando decía que Jal hom- se prolongasen per un año los estudios de la Escuela Superior
bre Je repugna ijntregarse al trabajo porque se da cuenta de femenina, dio a las jóvenes, a propósito de la palabra schoté;
que es una decatíencia para él».l«Ay», añadía el autor en un una magistral charla sobre el tiempo libre. Y antes les ha-
momento de de$.corazonamiento.
. del que él!mismo
~ borró las bía escrito a las maestras: « Es preciso que en la escuela se
huellas en la edición definitiva de sus obras.ó todas las clases respire el aire pe la libertad». Dirigiéndose a los alumnos, les
de trabajo se parecen; todos son duros e iq.,sratos, ya se tra- demuestra que.no hay contradicción entre el juego, la fiesta,
te de remover la tierra o de pintar un cuadrq, Todos innobles, el estudio y el' trabajo: «el estudio es un 'juego, comparable
todos perfectamente indignos de nosotros (los hombres). No a los de la palestra antigua ... el único trabajo que se os pide
hay nadie, creo yo, que no lo haya sentido aJ menos una vez. es la diaria contemplación de toda clase de maravillas ... agra·
Nos damos cuenta, en el fondo de nosotros mismos, de que deced a vuestros padres el que os hayan regalado todo ese
hemos nacido para la contemplacién: (practicada todavía en tiempo libre ... el más útil de los tiempos libres ... una larga
climas agradables, en los muelles de Marsella o al pie del Ve- fiesta de la inteligencia». La alocución se termina con una
subio). Y de que a causa de él hemos decaído en un modo frase admirable: «Echad al aburrimiento fuera de ese recinto
u otro» (3). Por su parte, el sociólogo Víctor Monod afirma- en donde no tiene nada que hacer; el aburrimiento va unido
ba en un libro sobre la Desvalorización del hombre, que, «el al! trabajo inconstante y desordenado; en la escuela y en to-
primitivo, al igual que el niño, usimila de buena gana el tra- '· dos partes, es la pereza la que se aburre, es la actividad la que
bajo a una desagradable penitencia] (4). 'goza. Nada pesa tanto como un deber al que se ha querido
Todos estos juicios se fundan en una observación super· hacer ligero» ( 6)
ficial y falta ele atención del carácter humano.\ Un crítico lo La psicología de hoy da la razón a Rabelaís, Montaigne,
• \ 'Locke, Rousseau y Vinet al afirmar la responsabilidad del edu-
(3) C.·F. Ramuz : « Pourquoi C5L·ce qu'on travaille?», ensayo cador 'en la formación de las actitudes con respecto al trabajo.
publicado en Hoy, Lausana, n.' '100, 29 de octubre 1931, reprodu- '
•• He aquí lo que escribe el profesor William Bovcn, psiquiatra
cido en la revista Espiritu, París, T. •10, p. 473, 1ulio 11933. Los
pasajes citados aquí ya no figuran en el texto enteramente reto-
cado de este ensayo, que apareció en las últimas páginas de Talla'
del hombre, en Lausana, en diciembre de 1933, y en París en 1935. (5) Ed. Claparedc: l/educaüon f onrtionuelle, Parls, 193 1. p. 1 i
Obras Completas, Lausuna, 1941. XVI, pp, 11'1·141. (6) A. Vinet: Pamtlte, éducation, instruction, nn. LTX. 388-390.
( 4) París, '1935, p. 21. 406 (Obms, 'l.K serie, t. I, Lausana, 1925).
58 59
,·..:
!·'

Y caracterólogo: pereza no es un rasgo de la infancia nor-


« La dad de pecado capital, dos concepciones psicológicamente
mal. No podría haber pereza en una edad en que no hay ni falsas y moralmente inadmisibles. El sentido popular se bur-
trabajo ni deber. La voluntad no ha sido moldeada. La pere- la de ellas en sus cuentos, sus epigramas y sus misericordias,
za es una mala costumbre. El perezoso ignora y quiere igno- esculturas irreverentes de los asientos reservados a los cané-
rar la alegría de servir. Es un parásito para quienes le rodean. nigos. Se han podido ver recientemente en Versalles tres tapi-
Educación sin firmeza: pronto la pereza se asienta para toda ces antiguos, provinentes de Viena, que representan a los tres
la vida. En los adultos, el desorden traiciona la persistencia vicios mayores. Al lado de una Lujuria muy inocente, una
de una costumbre pueril. Lo más frecuente es que sea el re- Pereza llamaba la atención por su ingenuidad. Sobre un asno
sultado de la pereza inculcada, de una educación complacien- de orejas colgantes, un personaje adormecido llevaba un es-
te. Ni el padre ni la madre enseñaban al niño a preparar su tandarte cuya insignia era un caracol. En el sucio, unos cuer-
juego, su acción. de mañanr.» (7). pos soñolientos se apoyaban unos sobre otros. No había en
A menudo es por el contrario un falso concepto del deber, esta imagen lo qui! los teólogos llaman la acedia, temible ten-
impuesto por unos padres demasiado severos, el que ha per- tación a la ociosidad taciturna que acecha al monje en su
petuado en adolescentes e incluso en adultos, un disgusto por convento: el buen pueblo no pensaba nada más que en un
el trabajo que es netamente patológico.lMuchas gentes están simple abandono al sueño. Ahora bien, la soñolencia no es en
hastc tal punto convencidas de que el trabajo debe ser nece- sí en modo alguno un estado de pereza; no es más que el sig-
sariamente desagradable, que dejan de lado un oficio o una no de una fatiga que puede tener diferentes causas. El monje
ocupación que les gusta para entregarse a quehaceres que les dormilón de Luis Veuiliot, que inventó tantos ingeniosos apa-
aburren, simplemente para obedecer a las arbitrarias con- ratos para despertarse, era todo lo contrario de un hipocon-
signas de lo que el doctor Charles Odier llama la moralidad dríaco; el Señor no se equivocó ni mucho menos al admitirlo
inconsciente, y que no es, a decir verdad, 'sino una pseudo- en su gloria.
mora1ida~ (8). Estos actos de autocastigo son tan frecuentes Hay que leer los capítulos «Ganarse la vida .. y «Trabajar"
que uno puede preguntarse si las reacciones de esta natura· del doctor Gustave Richard, en su Psychanaiyse de l 'homnte I
leza no son causa de doctrinas morales y tradiciones religio- normal, para comprender hasta qué punto la actitud del hom- i
sas que a menudo han hecho del trabajo, a lo largo de la his- }Jie normal respecto del trabajo y el propio ejercicio del tra- {
toria, una decadencia, una pena y una maldición.\Muy signi- , ·• bijo dependen de la afectividad inconsciente. Para el autor
ficativo a este respecto es el ejemplo del cristianismo medie- no hay duda de que el trabajo sea una «necesidad del horn-
. ...·.:. .
.•
val desnaturali~ndo, a favor de la ignorancia de los· textos bre normal». La pereza es, por descontado, efecto de una mala
y bajo la influet'cia de una extraña ascética, el sentido posi- educación o de una desgraciada experiencia afectiva: sentí·
tivo dado al tr, ajo por el Génesis. Durante mucho tiempo; ,.., •'miento infundado de inferioridad debido a una falta de cst í-

el cristiano ha rmanecido e-orno cercado jpntre la obsesión , mulos, intervención predominante de un Yo que impide riva-
del trabajo-castigo y el temor a la pereza, 4.ievadaa la dígni- 1 '' lizar con el padre, complejo oscuro con respecto al dinero,
~ ·1 etcétera. En tales casos hay una regresión hacia cierto inían-
(7) Dr. W. Bóven:•
Saveurs, Neuchátel, 1944,'.'¡
cap. IX:. «El tra- ' .... 1· tilismo; se pasa el tiempo preparando el trabajo sin llevarlo/
bajo•, 'PPi 267 y 274., · . .. 1.¡;1.:q,;t') .:.·;, · \';·.'.:,. 'i a cabo. Tal enfermera, muy trabajadora cuando podía dar y
· (8) Dr. C. Odier: Les deux Sour<=es consciente 'et -lnoonsoíente recibir, se vuelve ociosa a consecuencia de un noviazgo frus-
de la vi(? morale, Colección Stre et Penser, N~cbl\tel, :1943, p.·67. 1
·l
60 , .. 61
trado y se agota organizando inutilmente su vida. La eníer- del «derecho a la pereza- de Paul Lafargue se explicase tam-
medad es a menudo una huida debida a una actividad profe- bién de· esta manera? La rebeldía y el odio desbordan en las
sional que no interesa o para la cual no se es apto o no se' invitaciones que este autor nos dirige «a mirar al noble sal-
está preparado (9). · ,:· .. -:'!J'·,¡·; vaje que los misioneros del comercio y los comerciantes de la
Igualmente, en el Congreso internacional de Psicología de' religión no han corrompido todavía con el dogma del tra-
Bruselas,. de 1957í Daniel Lagache, de la Sorbona,. decía .a pro-:·., .... bajo».
pésítoide casonie:fn'Cilfereñcht'dolórosa ~ó- dé. ptsiY.llÍ~f, : ~.- ·' ··~;~$~~' 'b ~\¡•,:· .
.,· . ·~:fn'l:.~A,O';); tJ Iº ¡..
chos rasgos' dé éar{cter'"scfo·iactitu<les · ct>nsollda'áu~1 · • . ~ ·},111~,.:u. .' '. · La.
• •• ' , • • • ' •

psloopa,t.ologfa: del ,·agabundo .


también e~ ténniñq_~ freudíanos de incapaci°dild)~clelf irldi~füll~ t-.: •
J· . 1'.-.''.
,; ,,¡,-_~!:.,..~IJt . . ._ •"'· •
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para escapar: a -la' illfahtil influencia del; prlnc~~t~~etiplkMI ;,>: ;,-. : '( ,t :~. :;;:\1J~bs:·séntiríamos tentados a dar el mismo sentido al famo-
para someterse al principio · de realidad cow,'o ''él' "'docf6tf · "'·· -.1"· so.. «horror al trabajo» que caracterizaba al bohemio que se
Elliott Jaques, médico de una fábrica de Londres, ha estudia-
":·e
pretende artista y,'¡a un nivel inferior, al vagabundo invetera-
do y definido «las perturbaciones de la far.ulta~de trabajar»,
f;J;
do. Su desprecio hacía las convenciones de la .'vida social y la
en el Congreso internacíonal de Psicoanálisis de Copenhague,' disciplina del trabajo, ¿no está inspirado por una sorda rei-
en 1959 {11). í:; ·\,>. vindicación, una cierta agresividad respecto a la sociedad que
Hasta dónde puede conducir el tenebroso ·;~minar de la. no hubiera sabido comprenderles ni animarles? Nuestra cita
afectividad contrariada lo ha demostrado C. G. · Jung 'a pro- · de Ramuz podría ilustrar, en un adulto, esta reacción juvenil
pósito de la pereza, en su libro sohre el comportamiento de de oposición, aunque este autor haya sido mucho más que el
la energía psíquica, Die Wandlungen der Libido •. ~itando a inesperado apologista de «la contemplación practicada en los
La Rochefoucauld, que hacía de la pereza «la pasióii más ar- muelles de Marsella». Igualmente, el severo Montesquieu hu-
diente y más maligna de todas, aunque su violencia sea in- biera podido decir antes que Gide: «Familia, ¡os odiol »
sensible y los estragos que causa estén muy escondidos», el De todas maneras, esta interpretación choca con la si-
gran analista hacía notar que ciertos comportamientos de guiente objeción, formulada por el psicólogo Alejandro Vex-
inercia y de indiferencia no son nada más que una manifes- liard, profesor de la Universidad de Ankara y muy conocido
tación inconsciente, pero provocadora, que exa,_spera a lo que po~ .. ~us trabajos sobre el vagabundeo: «Los asociales no apa-
les rodea, por parte de almas heridas cuya energía está como r.e~ol\ como adversarios del orden social que se supone que
invertida ( 12). ¿Es posible que la apasionada reivindicación tratan de combatir; para ellos, las reglas de la vida social no
son más que cargas insoportables, demasiado pesadas para
sus reservas de fuerzas psicológicas. Además, los valores que
(9) Dr. G. Richard: Psvchanatyse de l'homme normal, Lausana,
1951, pp. 77-95. - Ver también: Eduquer les yeux ouverts. Psycha- .,,~~· ~xigencias sociales suponen implícitamente, les son extra·
natyse et educar ion: Lausana, 1958. ños, desconocidos» (13). El autor reconoce más bien al asocial
( 10) D. Lagache: « Vues psychanalytiques sur les émotions»,
Acros del XV Congreso lntemacioncú de Psicología, Bruselas, 1957,
,, \

p. 398.
(11) Revista francesa de Psicoanátisis, París, 196,J, t. XXV, (13) A. Vexliard: Introduction a la soclologi« du vagabondage,
pp. 711-731. Rívíere, París, ·1956; Le Clochard, étude de psychologie socia/e,
(12) Charles Baudouin: L'(E11vre de lung, Payot, París, 1963, Desclée de Brouwer, París, 1957; Asocia/iré et formes de sati sjac-
p. 167. 1io11 des besoins, Universidad de Ankara, 1964.

62 63
-:
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1 ~·
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e~ .la defi~ición que Pierre Janet había dado de la astenia O de- sólo de que ese término actúa de una manera negativa, sino
bilidad psicológica: «No trabaja, está dispuesto a realizar al· de que es científicamente impropio, ya que la raíz del pro-
guna acción .que le guste, de cuando en cuando, según la car- hJemn es precisamente la ineducación, la inadaptación o la
g~ de la acción; pero no. pone esfuerzo personal, o no pone regresión accidental de las necesidades.
sino muy poco Y de una manera mediocre... El doctor Henri
Ey, que ha escrito el prefacio de la obra principal de Vexliard
le reconoce un gran mérito por haber observado que el vaga- ¿Se es «activo» o «no-activo» por naturaleza?

¡. bundo es rara vez un delincuente grave, un neurótico o un
. enfermo mental. Thierry, uno de los «perezosos» estudiados
por ~uestro autor. «no tiene meta en la vida, ni deseos, ni
Pierre Janet parece haber hecho de la astenia un estado
constitucional, y por lo tanto, hereditario. No es esa la opi-
necesidades; lo que el trabajo podría procurarle no le intere- nión de su continuador, el doctor Henri Ey, quien dice de la
sa; es tan poco capaz de obrar el mal como el bien». «cloche» lo que sigue: «Ese reino marginal de la sociedad
En el Congreso internacional de Psicología de Washington está poblado sencillamente de hombres desgraciados o más
.··¡ de 1963, A. Vexliard desarrolló de una manera convincente exactamente de hombres que han perdido el sentido de la
su interpretación del vagabundeo por medio de la «deficien- felicidad y de la desgracia». El eminente psiquiatra está de
cia de las necesidades». El problema de la pereza en un cíer- acuerdo con aquellos para quienes «la persona es su histo-
1 ria», más que con los que «corren el riesgo de atribuir a la
i t~ número de niños o de adultos se encuentra así reducido al
: preformación del ser, al mosaico cromosómico, la total origi-
nivel más ~damental de la insuficiencia o de la degradación
de las necesidades. Esta explícaclón no excluye, desde luego, nalidad» del destino de cada uno ( 15 ). Entre estos -constt-
l~ que nosotros hemos propuesto anteriormente y ·que con- tucionalistas» el autor cita los nombres de los psiquiatras
f1~aría la experiencia de otro observador, el irlandés Philip holandeses Heymans y Wiersma, sin mencionar los de los psi·
O Connor: el vagabundo, the tramp, tendría horror, no al tra- cólogos René Le Scnr.e y Gasten Bergcr que han aceptado sus
bajo, sino a las sujeciones del empleo (14). Sea como fuere 1un el tesis y creado la Escuela francesa de caractcrologla. Todo este
1 vagabundo aparece, según In expresión de Vexliard como grupo define el carácter como «La base de disposiciones in-
' «mutilado social» a quien se puede y se debe «asistir en la natas, recibidas por herencia, congénitas, que constituye la
1 subestructura psico-somática de un individuo». El gusto o la
tarea de su re~~aptación». En cada caso, añade este último
autor~ hay que ~escubrir la naturaleza de lo_s «problemas psi- ny<frsión por el trabajo se explicaría por la diversidad de tem-
1 cológicos que plantean los extraviados y que han sido cau-
sados, la mayor parte de las veces, por dificultades de orden
peramentos. En efecto, lu actividad sería uno de los rasgos
fundamentales del carácter, entendido éste como el basarnen-
social o económico». En Schongau, Baviera, como en Clent to innato e inmutable sobre el cual se edificaría la persona-
,. ,Ildad. El hcmbree acrivo» se entregaría sin tardanza al traba-
1 Hills, Worcesters-hire, hay establecimientos Íde reeducación de
asociales: el reglamento de Clent prohíbe ~} personal el ern-
,
1
,jo que se le propone y buscaría espontáneamente un trabajo
pleo de la palabra «perezoso .., porque está~ convencidos no 1
., o. al menos, una actividad que exigiese un esfuerzo sostenido,
si dispone de tiempo libre.
:1~ . -r
P. O'Connor: Britain i11 tire Sixties: Vagrancy, Penguin
(14)
Books S. 219, p. ·180, Londres, 1963. (15) H. Ey: La Co11scic11cc, P.U.F., París, 1963, pp. 191 y 293.
64 65

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Cuatro ejemplos históricos citados por G. Berger, parecen ocioso: la inmensa obra que ha dejado da fe de ello. El me-
justificar estos puntos de vista. De Voltaire, su-sobrina Mme. jor conocedor de Erasrno, Daniel van Damme, conservador
Denis decía: «Trabaja quince horas diarias; es una pasión más del museo de Anderlecht, ha insistido en este punto: .. Nadie
violenta que,,nunca. Se sentiría en el infierno si no pudiese puede llegar a sujetarle, está en todos los sitios y en ninguno,
trabajar.» De· Napoleón, sir Neíl Cambell, su guardián en la y trabaja en todas partes. Enseña, lee, traduce, escribe. Es-
isla de Elba} escribía: «No he visto jamás a ningún hombre, cribir es el gesto esencial de su existencia. No tiene ningún
en ninguna circunstancia, tener tanta· ~ctivfdad- personal: y descanso, tan siquícra por la noche». Tampoco es extraño que
tanta perseverancia en la actividad. P~rec~t.;.~u~,~~~F~tf~J>la· la mayor parte de sus retratos le representen ocupado: e Es
cer en el movimiento perpetuo.» Por eltcontrano, Bénjatnfn trabajando, en su pupitre, ante su escritorio, como sus amigos
Constant se declara «deso1denado y pek~iósó»,'f1Ami~f}9ñ~ y admiradores, los artistas más grandes de aquella época, Du·
. . . 6. ,-.:,¡-.. •;,:,;íll.1'.:; l,ii,! :llJ. í{UH.l
fiesa: «Actuo lo menos posible» ( 1 ) ... :i;;• :-: · 1t· :·r~; ,e- 1)w· ·"r ;

rero, Holbein, Metsys, lohan representado ... » (17).
¿ Cabe admitir sin embargo que hay seres inrtatiGhent~ ~ac: i· Hay que ponerse de acuerdo sobre el significado de las
tivos»? «imc~vos», trabajadores o per~~s·o·s.'p~f:~.~~~,~--~.:·, .. palabras: la «fecunda pereza» que Baudelaire oponía al actí-
Los mismos eJemplos .que se nos dan.nos ..~enn1t~:,4udá.iIB.ié ~~ · . $mo moralizante.de su suegro, el general Aupic, no es en
elio:'!BeJj~rifüi3.'con1tí;itha de.iaéfd\riffit~t&j§B~Yes\a~l~ . (t-·
s r~idad más que una forma superior de la actividad creadora,
di ºser._1despr~c~~'6iéJ,,¡·~s decenas de1a10'!:~~d~i-· ~4
. ~-1;1~.\i~Y,e~r.«r1'R:,iar:!~)~tim? d~' ~é
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tltl'í-9~?,Jiim ;;11 ".f',';; 1.
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. · !!,.gua! no carece de esfuerzo y de dificultad. El poeta lo re-
conoció cuando, en su nota sobre las canciones populares de
~ga, téstimónlo,..~e ~a aplicacíón ·1ab9,tosa_ d~ , 1, ~ ~~~ - ..,,,J Pierre Dupont, atacó en 1853 a las «monstruosas criaturas de
cuentran pocos casos semejantes. La actividad humana pue- ; la pereza y de la soledad» que son los René, los Oberman y
de tomar formas extremadamente diversas: no hay que de- ¡ los Werther del Romanticismo. Todo trabajo aburre, eviden- <
jarse engañar por las apariencias. ¿Estamos seguros de que I temente, cuando es excesivo y monótono; pesa duramente
Montaigne no f ue más que un «amorfo parasanguíneos y un cuando no corresponde a nuestros gustos, a nuestros intereses
«perezoso• incluso si se añade que lo fue «con talento»?· Se o a nuestras capacidades. Se ha hablado demasiado de la hol-
comete un error al tomar al pie de la letra lo que el autor: de gazanería de La Fontaine, del cual se supone que pasó la mi·
los Ensayos dice del «esptrnu cansino» y de la' «increíble !:P de la vida durmiendo y la otra mitad sin hacer nada. En
falta de memoria» que le habrian afligido. En realidad, Mon- , , fClll.lidad este seminarista, a quien hicieron entrar a los veinte
taigne desplegó una actividad poco común, simultáneamente, 'años y sin vocación en la Congregación del Oratorio, se delei-
como magistrado -su contemporáneo de Thou le consideró taba leyendo no solamente a Petronio, Boccacio y Rabelaís,
dignissimus-« y como escritor: había leído todo lo que se po- sino también a Plutarco y Platón; era un apasionado por la
d(a leer en su tiempo y lo recordaba muy bien. Igualmente, , •li!eratura, y sus Fábulas, obras maestras inimitables, son fru-
Erasmo hizo por pura paradoja, ochenta añ.os antes, un elo- to de un intenso trabajo de reflexión y de composición.
gio a la Pereza, «que se apoya en los dos codos y tiene los
brazos cruzados». El príncipe ele los humanistas no era un
•• ' muySetrabajadores
podrían multiplicar los ejemplos de escritores y sabios
que, por coquetería o por cansancio, han
hecho creer que eran perezosos. C.-F. Ramuz, del cual ya he-
( 16) G. Berger: Traité pratiq11e d'analyse áu caracttre, París,
1952, VII, pp. 101, 124 y •132. (17) D. van Damme: Anderlecht Erasmus, Bruselas, s. f., p. 22.
66 67
su
mos citado singulares frases a este respecto, lleva desapJgo constantemente: «Estoy tranquilo. Me encuentro sostenido
hasta el extremo de escribir las siguientes líneas eh su Dtaiio por señales de afecto, de deferencia, por distracciones suaves
durante el trágico verano de 1917: « Se recoge el' heno: 'se' y tranquilas, por el trabajo de escritorio, seis horas diarias.
disfruta. No hacer todas estas mañanas más que considerar Encuentro a faltar todo eso en París. Los deberes de Estado
el espacio y respirar el olor de que está compuesto .. :'·Esté y de posición, y aún más, los que yo me creo sin necesidad,
mes de junio pasará sin que yo haya hecho nada, pero vivó, me turban por su contradicción y simultaneidad. No estoy

~J ~
·:,1:·.·..
...
y eso es lo que llamo ahora trabajars.: Marcel Proust decía '-
que la pereza· le había «protegido contra la facilidad»"
t 'y''qúe
nunca enteramente en nada de Jo que hago, lo precipito todo ...
(por) necesidad de hacerlo de prisa ... (18).
la enfermedad iba a «preservarle de la pereza».' Vemos lo'imi La única cosa que le interesa al autor es su obra, que como
precisos que son los límites entre el trabajo y la Inactívídad. sabemos es monumental, y cuya riqueza y originalidad se re-
No hay que extrañarse de que tanta gente se declare incapaz conocen hoy. ¿No hay que atribuir a las circunstancias más
de definirse como «activa» o «no-activa» al responder al cues- que a la naturaleza la pretendida «pereza» de la que se acusa
tionario de Gaston Berger. · · · Maine de Biran? ¡A cuántos errores nos llevan las definiciones
Para aclarar nuestras ideas sobre este segundo tipo, el ca- demasiado estrechas del trabajo y del tiempo libre! Estando
racterélogo nos recuerda a Maine de Biran, clasificado como de vacaciones, Maine de Biran trabajaba espontáneamente
emotivo, no-activo y secundario. Cualquiera que hojee el Dia- seis horas cíarias en sus "obras de íilosoíía»: nos imagina-
rio tntimo de Biran encontrará sin duda, sobre todo en los úl- mos que entre sus «distracciones» habría que contar sus abun-
timos años, observaciones como ésta: «Estoy como un so· dantes lecturas, que no requerían menos atención y trabajo.
námbulo en el mundo de los negocios. Hay defectos del espí- Otro ejemplo: una persistente leyenda quiere hacernos creer
ritu o del coi4zón, que se refieren a la organización interior, que Charles Darwin, iniciador e.le talento, no trabajó en toda
que toda nuestra actividad no supera nunca. Estos defectos su vida más de cuatro horas al día. Es verdad que escribió
se desarrollan algunas veces a una cíertajedad y de una ma- su Origen de las especies en doce meses, pero era la culrni-
nera bastante súbita; los heredamos de Juestros
,. padres, en- nación de veinte años de una labor que uno de sus biógrafos
tran en la constitución de nuestra máquina ... » (28 de marzo más recientes ha calificado ele «casi patológica». Las únicas
de 1818). O también el 1.0 de agosto: «Te~go visitas todos los cJ.i~tracciones que se concedía consistían en «lecturas ligcras-"
días, leo y escribo sin perseverancia. Px\¡paro un trabajo y, , !ig?11 reatliug, como él mismo las llamaba: el tratado de Mal-
como los perezosos, eludo, siempre que BÚedo, toda empresa thus sobre el Principio de la poblacián, que cita en particular,
dura y continuada ... » No obstante, hay q6e situar estas notas no era ciertamente un libro ligero.
en el tiempo y el espacio. En marzo el autor está en París,
acaparado por funciones y deberes que representan vlslble- . ' ,·, Conclusión sobre el trabajo y el carácter
;I mente una carga para él. El 1. de agosto llega a su casa de
0

Grateloup, en el Périgord, en donde pasa habitualmente las •1' \ Le Sen ne y Bcrgcr no piensan seguramente negar el pesa-
1 vacaciones. Se ve que ha llegado al límite de sus fuerzas y está do trabajo que sus «inactivos» pueden haber hecho, ya que
cansado además por el viaje, pero el día 6 de agosto se le riota
que se recupera y habla de una manera completamente dis- ( 18) Diario íntimo de Ma111c de Birau, publicado por A. de
La Valette-Monbrun, Librería Plon, Parfs, 1931, t. ll ( !SI 7-1824 ).
tinta porque puede dedicarse a su obra sin ser molestado pp. 89 y 112.

68 69
.·.:-

la actividad es para ello, solamente «la disposición dei 'qüé medio, no condenado por la moral, de satisfacer apetitos de
obra fácilmente». Este criterio nos parece, ·sin embargo frágll, lucro o instintos de dominio. A este respecto el trabajo, como
impreciso y sobre todo demasiado poco seguro para justificar el amor y la guerra, no es más que una manifestación de la
una distinción fundamental entre dos tipp.s humanos. Lo qué voluntad de poder. u) sentí al conversar un día, en 1929, con
hemos dicho de Baudelaire, Biran, Constant, Montaigne oLa el viejo John D. Rockefeller que había hecho del trabajo una
Fcntaine, podría repetirse de Rousseau.; Vigny, Stendhal y verdadera religión. En otros tiempos, este hombre notable,
Kierkegaard, clasifícados como «no-activos» de una manera preciso, seco y duro para consigo mismo, hubiera dirigido flo-
muy imprudente. ¿Quién no se ha encontrado, como ellos, des- tas o ejércitos, y su siglo ha hecho de él un capitán de la in-
corazonado, abatido, en algunas circunstancias? Por ello no dustria. Los grandes aventureros de antaño no eran cierta-
han dejado de crear, con fervor y alegría, obras incompara- mente unos trabajadores, perc hubieran podido serlo; su épo-
bles. Por dos veces, en S"Js Confesiones, Rousseau se defendió ca no les dio esa posibilidad.
cor. altivez de los reproches que se le hacían: «Mi pereza era Benson Ford, a quien preguntaban por qué sus hermanos
menes la de un holgazán que la de un hombre 'índependíente y él consagraban tanto de sí mismos a sus empresas, contes-
a quien no le gusta trabajar nada más que a su horas.' Dos- tó con sencillez: «A decir vedad, lo ignoro; probablemente es
toiewsky, cuyos altibajos conocemos, decía: «Trabajo" eón consecuencia de la educación recibida de nuestro padre y
amore: y de uno de sus libros: «He puesto ,..
eri"éfmhUm'a1tfu1
' nuestra madre, para quienes el trabajo fue su norma de vída.»
carne y mi sangre.s El hombre es diverso, secreto.tcontradíc- Locke ya lo había dicho de los niños en 1693: «el trabajo no
torio. Emile Littré, el más extraordinario de los trabajadores, • es lo que les mortifica, pues les gusta estar ocupados», pero
ha dicho que aqueJlo en lo que se «había apoyado más todi· .I también es preciso que no se les «hastíe• de él con malos
su vidas, era la ternura y la pureza. Se acerca mucho aRous-' ejemplos o una educación torpe. Más que las propensiones, dl-
seau. ¿Tenía o no una «disposición» innata e inmutable para Iíciles de determinar, son las motivaciones lo que la psicolo-
el trabajo? Todo lo que sabemos de él es quetenía un interés • gía del trabajo debe estudiar/Para muchos americanos, por <
apasionado por las tareas aparentemente áridas·,:que· deSenf:. -,· ~;·¡.. ejemplo, el trabajo no es más que un juego que les apasiona

. -
peñé. Lo que diferencia a los hombres es menos· 'su herenclá .
constitucional que sus experiencias; son ··laS'• actitudes ·qub
y les sostiene más que el dinero que ganan o el poder que ob-
titmen por medio de él. En el otro extremo, los «verdugos del
hantomado, los intereses que les animan, laflnetai que 'pcl'·' '',tt"abajo• son generalmente unos agriados y descontentos cuyo
:,.
siguen(En 1850 Federico Bastiat decía en sus Armon{as Eco- activismo no es en absoluto espontáneo. La educación, la imi-
'C" nómicas que el hombre no puede trabajar si no está seguro tación y el prestigio social que rodean al hombre ocupado
de poder aplicar a sus necesidades el fruto de su trabajo. Se .-del cual la secretaria dice siempre que «tiene una reu-
dice hoy lo mismo cuando se habla de los incentives to work, •. , • ~ón- hacen de mucha gente unos trabajadores forzados
Lo mismo que por la «pereza» de Bíran, no hay que dejar· , a quienes a menudo les gustaría más escaparse al campo o
se confundir por la actividad devoradora de un Voltaire, de un •• pescar con caña/ Este hombre ocupado hace pensar en el
Napoleón o de una George Sand. Verdadera «pasión», como «gran abogado» del que Montherlant habla en sus Carnets:
decía Mme. Denis, el trabajo puede no ser más que una coar- invitado a cenar a las ocho, manda que telefoneen todas las
tada, una fuga ante ciertos deberes, una compensación oscura veces para decir que no podrá llegar hasta las nueve y por fin
de ciertas frustraciones; puede también no ser más que un se presenta a la media entre aclamaciones de los invitados.
70 71

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.· ,.-~ ·~ <;;uardémo~~s:-,~~l;iesquematismoudq,~· .· .r, ~ i-~~ó"\\.4~,jl;~ ~ que se le abren. Sea en el trabajo regular y la acción exterior,
Seguros- del que hablaba Kafka en La Metamorfosis, .y -para sea en el arte o la meditación, hay un gasto de (ucrzu vital: las
el cual .. no había· enfermos, sino· únlcamente cperezosos» circunstancias ai menos tanto como un cierto tcmperamentu
O bien de aquel profesor del Colegio de:F.rancia a.quien.Al-, natural, determinarán en cada instante el empico y la intcn-
fredo Binet quería interesar en sus estudios sobre. el- origen sidad de esta energía. S~ puede dudar de la existencia de ca-
de· las diferencias mentales que existen. entreolos- colegiales> racteres innatos que sean típicamente activos o inactivos.
•No hay rr.ás que dos clases de alumnos», contestó el maestro..
«los trabejadores-y los perezosos». A. la objeclón.de que se de-
bería analizar .cada caso de inatención o de apatíaxserepltíé
la misma parentoria respuesta: «trabajadores y perezosos; no
hay más que eso» (19). . ,., :
La distinción de C.·G. Jung entre extravertidos e-íntrover-
tidos nos parece más pertinente, en caracterología, que la
oposición activos-inactivos. Lo que distingue a los hombres es
menos la espontaneidad natural de su actividad que la orlen-
tacíón de esta activídad hacia el interior o el exterior. Añada·
mos que la noción de ambivalencia, introducida por el psi·
quiatra de Zu1ch Eugene Bleuler y desarrollada por su dis-
c(pulo Jung enjel concepto de enantíodromía, explica aún me·
jor el comportámíento caracterial, a menudo desconcertante,
del hombre: todo individuo extravertídospgencralmente afi·
donado a la actividad exterior, tiende con-frecuencía a dejar
manifestarse, de una manera inesperada, una predisposición
paradógica a la introversión que dormita ~~ él; por otra par-
te, el introvertido, normalmente Inclínadoiál pensamiento, la
creación y el análisis interior, se compromete inopinada· ~- 1
~.
mente en empresas que revelan la existencia, en lo más ínti-
mo de su ser, de tendencias activistas que suelen estar Inern-
pleadas (20). La energía psíquica, que afluye con una fuerza
bastante igual, salvo casos patológicos, en la mayor parle de ,·,
los individuos, puede dirigirse hacia una u otra de las vías >'

..
(19) A. Binet : Les idees 111odemes sur les eniants, París, 191 L,
p. 298.
(20) Carl-Gustav Jung: Ivnes psyclwlogiques, Ginebra, 1950,
passim.
72 ¡3
·:

..:-.

CAPÍTULO IV

AOl'ITUDES COLECTIVAS CON RESPECrO AL


TRABAJO
1
1

!!. Lo que acabaruos de decir de los individuos se aplica tarn- ,...


bién a las colectividndes: nada prueba que ciertas razas o cier-
tos pueblos sean por naturaleza apáticos o perezosos. Se han
justificado con demasiada frecuencia ciertas formas de colo-
nialismo con lo que el economista Leroy-Beaulieu llamaba en
1910 «la indolencia Lle las poblaciones de la zona tropical».
Era tomar el efecto por causa; jamás nadie en la historia, y
tanto en Europa como en ultramar, ha trabajado de buena
gana para conquistadores o amos extranjeros. Montesquieu lo
había dicho antes que los psicólogos de la motivación: «La
naturaleza es justa con los hombres; les recompensa sus es·
fuerzas; les hace laboriosos porque a mayores trabajos atrí-
buye mayores recompensas. Pero si un poder arbitrario su·
prime las recompensas de la naturaleza, se siente un disgusto
,-¡or el trabajo, y la inacción parece ser el único bien».
• ', Menos perspicaz que su ilustre predecesor, el naturalista
Buffon pretendió que, «si todos los hombres tienen tendencia
a la pereza, los salvajes de los países cálidos son los más pe-
. 1 rezosos de todos los hombres». Joseph de .Maistre no hizo
• •• . ~\j ~ • ·sino encarecer lo anterior en los desarrollos sobre «el espan-

..•~ •\~."• . ¡~-i..." .. ¡


.. ~ ..;!a- ~
, toso estado de los salvajes». Incluso Proudhon se dejó con·
.... .;, "' vencer: «Se sabe, escribía en 1858, la antipatía que los pueblos
•.. salvajes tienen al trabajo; este hecho, bien conocido ... » (1) .
:;,q. t~. 1'11 JJ. Ahora bien, todo eso no es sino un prejuicio.

(1) De la Iustice ... , t. 11, p. 159.


7:

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Habiendo hojeado numerosos relatos antiguos sobre los . · Basándose en relatos de etnólogos americanos, J can Stoct-
indios de las dos Américas, nos ha llamado la atención, por el .· zel ha demostrado hasta qué punto varía la noción de tra-
contrario, la insistencia con la cual los viajeros y misioneros.,~· . ,.,,:: ,. : bajo según las distintas culturas: «No, dice, el mejicano no
· hablaban de la -~~·~,pedad, de la te11~c!dad y dé}a~~~l,i~~~~·-~~~¡~~i;· · .1 • •
0• 'es perezoso, ni siquiera es indo~ente. Efectivamente, hace hoy
,,._,.,,.,,.·.~:;: .. el trabajo de Iosjndígenas (2). El fis1ócrata,.I:~~~is.-.Qµesna~' " ¡.,: :·:, ~" 1 Io: que no puede ser hecho manana, pero, ¿por qué iba a ha·
~ :·'. da 'uri reflejo. bastante exacto ,c!e.'~as ob~'. , delfsigl,Q~"XVIU' ~ .. ·':"- ff:cer..'hoy lo que puede hacer igualmente mañana? El ritmo de·
:."'-· e, cuando recuerda el rasgo siguiente en 'su ·An}1ii.s'il.rdef:Gof,let'Jt 1-. : '·: :/
:/ 1su:'vidá es menos diario que estacional. Lo que hago hoy no
:,.:;:, · no aenos-tncas'ae; PeHtJjor M. 'A:: «Nóse'lent"bfií~este··">'.-··:l..i).?;::- z : importa en absoluto; lo que importa es lo que haya hecho en
Pueblo, muy numeroso, ni holgazanes, ni pobres, ni ladrones, esta estación. Es la idea del mañana, tan mal comprendí-
nl mendigos. La Ley natural había dictado las leyes del Esta- da ... » (4). Entre los Hopí de Arizona, la noción del tiempo no
do». Esta última alusión al Código de la Naturaleza demues- iría más allá de la idea del «más pronto» y del «más tarde»,
traque este juicio, se inspiraba en un idealismo filosófico muy si se juzga según su vocabulario, dice también J. Stoetzel.
a la moda de la ~poca, pero que no por ello .reposaba menos No obstante, nosotros nos preguntamos si no es una exagera·
en los hechos. t ·. ;.:'· .·. ,.1·v,:'.'·11; ción; prueba de ello sería la importancia de los calendarios
El testimoniof{ie M. A. ha sido confirma~ por· los obser- ~ astronómicos en las civilizaciones precolombinas.
vadores de hoy que han estudiado a los des~~ndientes de los Como quiera que sea, el interés que pone en su trabajo
Incas que viven todavía en las altas mesetas de los Andes. el Indio que vive en un medio natural no ofrece lugar a du-
El Indio, dice por ejemplo H. Herbert-Ghaf4i(r. no deja nun- das. ¿Cómo podría ser de otra manera? En una reciente auto·
ca que la fatig ... aparezca en su rostro. Si t1,nsporta alegre- biografía, Tlayesva, un Hopi de Arizona, relata de la siguiente
mente pesadas cargas y si trabaja el suelo con tesón, es por- manera las recomendaciones que le habían dirigido los An-
que agradece a fa Tierra que Je lleve y le alimente: «El In· cianos de su tribu: «Trabaja sin descanso, observa los ritos,
dio se comporta como un deudor (respecto a los dioses que le vive apaciblemente y une tu corazón a los nuestros para que
han dado fuerza y vitalidad) y no como víctima de una suerte nuestros mensajes lleguen a los Hombres Nube ... El duro t ra-
de la que no sabe cómo escapar». El trabajo es un justo tri· bajo con calor y polvo a que están sometidos desde hace si·
buto que ennoblece al hombre. Por eso el Indio no le teme al . "·jlos tanto los Indios del Norte como los del Sur, han hecho
esfuerzo físico, que considera feliz. Para él, «la única cosa que ' , a unos y otros menos inestables y perezosos de lo que han
facilita realmente la vida, es el deslizamiento metódico y fruc- pretendido algunos autores. Muchos testimonios a este respec-
tuoso de ese potencial de energía que es e] patrimonio de todo to no son, para el profesor Claudc L.... vi-Strauss, más qué
cuerpo equilibrado y que tenga salud» (3). ,·, «cuentos de comadres» o «mitos sociológicos» que tienen cier-
··' lo interés para el etnógrafo como reflejos de esquemas de va-
., lorlzación. pero muy alejados de In realidad (5) .
(2) Sobre los antiguos prejuicios relativos a los «salvajes»,
ver nuestra obra le- scns de la direction et I'orientction lointatne (4) J. Stoetzcl : La Psvchologic socia/e, Flarnmario n. París,
che; l'humme, Biblioteca científica, Payot, París, 1932, pp. 127·142, 1963, pp. 102·!04.
325-335. (5) C. Lévi-Struuss : La pcnsée sn11w1Rc, Pion, Parts, 1962. p. 158.
(3) •L'lndien de l'Amérique centrale», Conoclmicnto- del M1111· E.1 mismo autor ha pref'aciado Sol l lopi, In obra de T'alnycsva,
do, París, I, 3 (1955). p. 78 (los paréntesis son nuestros). Pion, París, 1959.

76 77
f'
Esclavos o colonizn<los negros y de jóvenes congoleños estudiados en fases paralelas y aná-
logas de su desarrollo (6).
Una vez más hay que desconfiar de las apariencias. A su (.. Como había observado Marc Bloch, hay pueblos rutinarios,
vez, se ha calificado al Negro como perezoso sólo. desde el en los que la invención no aparece o no se admite, pero esos
tiempo de la esclavitud en los Estados Unidos. Se olvida que pueblos no por ello son menos laboriosos que otros. Ya nadie
la labor de los niggers de 1830 era aplastante, lo mismo que habla en los Estados Unidos de la «pereza congénita» de los
la de los cautivos del antiguo Egipto, a los cuales aluden fre- Negros desde que éstos trabajan mucho y de firme en las
cuentemente sus cantos. grandes empresas industriales: los sindicatos obreros rehusan
Escuchemos la queja del remero expresada en los «blues». ;, encuadrarlos, precisamente porque temen su competencia. La
que hablan del gran río, Old Mari River: «Los Negros sufren ' · debilidad de los Negros americanos es la insuficiencia de su
en el Mississipi, mientras juegan los Blancos; los Negros tiran educación, pero pueden adaptarse si se les da posibilidad.
de los barcos de la mañana a la noche, sin descanso hasta el Estando solo en un ascensor de Nueva York con dos ascen-
día del Juicio. Dobla las rodillas y baja la cabeza, tira de la soristas muy jóvenes de uniforme, uno Blanco y otro Negro,
cuerda hasta morir. Déjame irme lejos del patrón blanco, con· les pregunté, hace algunos años, cuál era su salario: «Me pa-
dúceme al Jordán, es el río que yo querría franquear por fin. gan cincuenta centavos- por hora, y a él el dobles, me dijo el
Tú y yo sufrimos; todo nuestro cuerpo sufre y grita, mientras negrito. «Sin embargo vuestro trabajo es el mismos, observé.
el Blanco ordena: tira de esta barca y lleva la carga. Mientras «Desde luego», respondió el otro sin acritud, «pero él es blan-
tanto, corren las aguas del viejo gran río; lo sabe todo, pero co». En la Costa de Marfil, antes de la autonomía, la situa-
no dice nada; transcurre, lle· just keeps rolling along» ción era la misma: el salario de un chófer de camión era
En una larga nota final de su libro Race Psychology, pu· cinco veces más elevado para un Blanco que para un Ne-
blicado en 1931, Thomas R. Garth, profesor de la Universidad gro (7). Seguramente el primero era mejor mecánico que el
de Denver, Colorado, ha confeccionado la lista cronológica y segundo, más apto para el arreglo de averías o las repara-
hecho un análisis de los estudios experimentales emprendidos ciones. Un especialista holandés nos dice, no obstante, que los
en el mundo a partir de 1881 sobre las pretendidas díferen- indonesios constituyen hoy excelentes equipos de mecánicos
cías mentales que separan a las razas humanas. Todos estos (.- , dJaviación. De hecho, es la racionalización, la eficiencia o la ··
trabajos llegan a la misma conclusión: la lentitud y la ínfe- ' , programación del trabajo moderno lo que repugna a los hom-
rioridad de los hombres de color se explican por las círcuns- bres de color, acostumbrados a una libertad y a un ritmo de
tancias, la influencia del medio, las condiciones de vida y de actividad completamente distintos. Nosotros no creemos que
instrucción. Las ~otencialidndes, en Ia medida.en que los tests 1.Ja
indolencia de los Negros que hacen sufrir a sus mujeres o
pueden revelarlaf 1 son iguales en promedio en los grandes "' <fue afectan indiferencia por el salario. dejando su empleo
grupos. , .··
Se dijo lo mismo en 1957 en el Congreso internacional •• '
de Psicología de Bruselas. Fueron particularmente intere- , (6) T. R. Ga'rth: Race Psychology, a study of racial mental
differences, 260 ·t,p., McGraw-Hill, New- York, 1931; A. Ombredane:
san tes las comunicaciones hechas en aquelli~ ocasión por el •E! problema de la lentitud del Negro analizado en una tarea
llorado profesor A. Ombredane, de la Universidad de Bruselas, intelectual», Informes del Congreso de Bruselas, 1957.
sobre las aptitudes comparadas de niños b~!gas de Europa (7) J. Vincent: «Rendement des travailleurs en Cóte d'Ivoire-,
1 Diario de Psicologla, 1955, pp. 198 y 207.
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7!1 79

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cuando se hartan en él, sea explicable, salvo casos partícula- parte, el P. Rcné Dumorn, autor de El Af rica negra ha e111·
r·I res, por la insuficiencia o la degradación de las necesidades, petado mal, se expresó en tos términos siguientes el l." de oc·
i como se ha dicho para los vagabundos de nuestra civilización.
En realidad, estas actitudes que sorprenden al europeo están
tubre de 1964 en un informe a la Conferencia europea de Cul-
tura, en Basilea: « En et Africa tropical la falla de ahorro y
condicionadas. por· antiguas convenciones, de .prestlgio; 'por
tradiciones que coaccionan, más que por: reacciones indivi~ ·
..¡ la insuficiencia de esfuerzos contribuyen en gran manera a
retrasar el desarrollo. Esto puede ser considerado aún, al me-
duales. La asoc~alidad es un lujo de los países desarrollados. nos en parte, como una consecuencia del neocolonialismo. El
; .. ·. ' .... ~.,¡¡ /· . .-:·;:·¡.(!Jil~> .-·:.. i.;:1J,l~; campesino africano no consentirá jamás en realizar inversio-
· ! Bn ta· nuevi Africa, algunos dirigentes: perspicaces ,,han, .-:: ·¡ nes humanas tan fatigosas como en China, en gran parte por
comprendido· qie el trabajo de todos era Ia primera 'condi- . el hecho de que tiene anee sus ojos un espectáculo que sus
ción para una verrladera pros puridad. Sékou Tour.é se lo, ha· colegas asiáticos se han evitado, la vida demasiado suntuosa
hecho saber a su pueblo: «D~ ahora en adeÍante,·ningún hom- de los privilegiados de las ciudades. Preferirá, pues, enviar a
bre, en ningún pueblo, pasará veinticuatro 1%ra1. diarias en su su hijo al colegió, no con vistas a modernizar su explotación
. · galería.» La divisa rde Guinea es 1'rabajo,•it&ticia1;Solid_aridadr.:-:. ¿;) > agrícola, sino para que a su vez tenga acceso a esa casta pri-
Ha:~btado.~g<>. cuando el -obrero ba(sab'.i~0¡,quo5).!a:.no.;,~~~JJ?li·-;,,. vilegiada de la ciudad, c\el comercio, de la política o de la fun-
·; .bajaría• parar Intereses I extranjeros.:coaccioJ;lllda,tpót.,exlranj.c~f{... ·: ~i' t -: ción pública». La misma inquietud, que no excluye la amistad,
· rostrpor 'un- salario queno fuese eqú.itativ.~i)•He:aqu1 fo~qúé'>:. ;·.t~: : aparece en La pobreza de las naciones, obra del economista
Charles-Henrí ·Favrod decía en j 958, dé los trabajadores ne-v !;t René Gendarme, que enseña en la Facultad de Nancy después
gros: «Desde mi ventana, en Dakar, se ve. un gran inmueble de haber pasado por Argel y Tananarive (9).
en construcción. El capataz blanco bosteza' desesperadamente, Me atreveré a expresar, no conociendo Africa, mi extrañe-
pero sus obreros, alegres y expansivos, hacen.juegos malaba- za ante la película franco-senegalesa Libertad, que se presentó
res con las varillas de metal, vertiendo el hormigón como si el 30 de julio de 1964 en Perusa, en un congreso universitario
construyesen un castillo de arena en la playa. Los chóferes de sobre "la presencia de Africa en el mundo de mañana»: a par-
camiones, los cargadores de muelles, los empleados de ferro- te de algunas escenas que relatan los problemas bastan te arti-
carril, hasta los aduaneros, todos tienen el aspecto de jugar f\Ci.ales planteados por la construcción de una carretera en la
a trabajar. Solamente los empleados negros de las admínís- , ·algaida, no se veía nada más que políticos negros discutiendo
traciones han aprendido, junto con las maneras de Europa, ~on la copa de champán en la mano, mujeres bailando el
el aburrimiento de la función». twlst en clubs nocturnos, con una evocación, para terminar,
El mismo autor reconoce hoy que si «el hecho colonial de los suntuosos edificios del Parlamento y del Palacio de
justificaba la resistencia pasiva y la pereza», la extensión in- • , 'Justicia (los mismos, sin duda, que Favrod habla visto cons-
dígena poco consciente del bien común, las inocentes ilusio- truir, algunos años antes, por alegres trabajadores indígenas
nes de los campesinos instalados en las mansiones de los an- •• ' en Dakar). Si yo no hubiese encontrado, en Perusa y en otros
tiguos explotadores, no dejan de causar temores (8). Por su sitios, atractivas personalidades de los nuevos estados áfrica-
nos, desesperaría de la liberación.
(8) Ch.-H. Favrod: Le poids de t'Airtque, 409 pp., 1958, y Af rica
sola, 255 pp., 1961, Le Seuil. París. (9) 539 pp., Ed. Cujas, París, 1963
80 81
.Í,
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(
· Activismo y quietismo .,.'·: 1 tráfico y no el carácter, natural o adquirido, de los árabes.
Añadamos que el nomadismo de los Recabitas, población ca·
En el curso de una conversación me llamó la atención und nanea incorporada a la hegemonía de los sedentarios hebreos,
1
frase de Edouard Base, embajador del Senegal en Roma: 1 no es sino otro ejemplo entre otros muchos, de la supervi-
«Entre nosotros, el europeo que descubre un río en el fondo vencia de antiguos tipos de vida en pequeñas comunidades.
de una garganta piensa inmediatamente en un pantano, y efec- Hemos hablado mucho de esto en nuestra Historia social del
túa cálculos en kilowatios/hora: el africano no ve en esta trabajo, a la vez que rechazábamos como extraña al pensa-
agua más que el símbolo de la pureza». Esta diferencia. ¿es +- miento bíblico la tradición -provincnte de un malentendido--
causa de las divergentes actitudes con respecto al trabajo por que ha hecho del trabajo un castigo divino.
parte de los occidentales y de los otros pueblos? Observe- Hemos demostrado también que lejanos acontecimientos
mos primeramente que estas divergencias nos las encentra- históricos explicarían mejor que un pretendido temperamento
mos también en las más importantes civilizaciones de Orien- racial o nacional, la «pasividad .. budista y el «fatalismo» mu-
te. A Confucio, cuyo activismo conocemos, Lao-Tzeu podría sulmán. No olvidemos que el cristianismo, cuya actitud posi-
haberle dicho cinco años antes de nuestra era: «Renunciad tiva respecto del trabajo ha contribuido en gran medida al
al orgullo y a la multitud de vuestros deseos; despojaos de las auge económico del Occidente, procede de una tradición he·
visiones ambiciosas que os ocupan. Eso no os serviría' de nada: brea que el Islam no ha desmentido y que es originaria del
~
Es todo lo que puedo deciros» (10). Oriente Medio. Los europeos del norte de Africa han dicho
Por otra parte, el arabizante danés DitJef Nielsen ha desa-
! durante mucho tiempo de una obra mal hecha, que era un
rrollado la tesis de que las condiciones de vida en el desierto «trabajo árabe». Se sabe hoy Jo suficiente de la relación colo-
·' pueden haber conducido al beduino a esperarlo todo del cielo: nizador-colonizado, descrita por A. Memmi bajo el nombre
1
tanto los medios de subsistencia como la esperanza de una 1 de «complejo de Nerón», para que sea útil volver sobre tales
vida futura. De ahí podría desprenderse la repugnancia por 1 juicios. La indolencia del beduino no es sino aparente: «Por
el trabajo agrícola. «El infierno del beduino es un lugar en perezosa que parezca la existencia del nómada, cuando no se
el que se debe trabajar», dice Nielsen, recordando que los hace més que entreverla, las jornadas son corras. Y cuando
Recabitas del Antiguo Testamento hacían de la agricultura un
pecado, y el aut9r del Génesis una maldición de toda clase de
". .
uno se encuentra estrechamente mezclado con ellos la impre-
, . slén desaparece completamente. Uno se da cuenta que todo
trabajo. La ex~licación es superficial, contestó el R. P. 'se lleva a cabo sin precipitación, ciertamente, y no según un
Edouard Dhorrne: «Los antiguos árabes han.sido infatigables programa establecido por anticipado, pero de todas maneras,
comerciantes que, de oasis en oasis, han creado las rutas del a medida que su necesidad se deja sentir s ] 12). Del nor-teafri-
incienso, de los perfumes, de las piedras preciosas» (11). Fue , ·~no estabilizado por la conquista extranjera, el llorado Jean
el desarrollo de la navegación marítima lo q~e hizo cesar ese .. Amrouche, escritor de origen kabila, dijo precisamente que
,, ' trabajada tanto como cualquier otro hombre si tuviese posi-
..j bilidad de hacerlo: •Sentados sobre sus talones en el sucio
(•ll,) J. Grcnier, Uesprit du Tao, Flarnmarion, París, 1957,,
p. 30.
(1:1) E. Dhorme: «La rcligion primitivo des Sérnites», Revis· (12) E. Rolancl-Michcl: «Au Rio de Oro ... Conocimien t o del
ta de historia <le las religiones, Pa1 Is. ¡ 9.¡.¡, p. 3. Mundo, 1955, 3, p. 94.
82 83
arenoso, sorben el té. El tiempo, sin hora, pasa. Mañana harán giados de la Europa occidental para comprender lo que signi-
lo mismo. No hay nada más que hacer. No quiere decir en ab- fica todo eso. Los beocios, a los cuales Demóstenes atribuía la
soluto que sean perezosos por naturaleza, ni que tengan ne- anaisthesia, es decir, la insensibilidad y la indolencia, estaban
cesidades limitadas. Hay que crear trabajo» (13). minados por las "icbres del lago Copais y de la meseta te-
Antes de subrayar la importancia de esta última fórmula (- bana.
de Amrouche, ~pbemos recordar que el medio geográfico ejer- No hay nada de «primitivo» en la inercia de ciertas razas
ce una influeDfia no solamente sobre la actividad del hom- cuyo desarrollo ha sido detenido o falseado por diversas cir-
bre, sino también sobre su mismo concepto de la vida. No cunstancias. Es así como se ha podido atribuir a abusos se-
habiendo necesitado para subsistir más que un esfuerzo mí· xuales el embotamiento de algunos pueblos orientales: los
nimo de imaginación y de labor, algunos p~eblos parecen ha- niños son precoces, vivos y despiertos, pero la mayor parte se
ber cuajado, en el transcurso de los síglo], en un modo de apagan, por decirlo je algún modo, desde la edad de la pu·
vida indolente que no han podido conocer otras razas que bertad. Un proverbio sirio pretende que «el egipcio es el más
habitan en países de clima más riguroso. Ei caso contrario es inteligente de los hombres cuando es joven, pero que es el
más frecuente,:de todas maneras. A veces eli la aridez del sue- más tonto cuando envejece» ( 14 ). El culto frenético al lingam,
lo y la subalimentación lo que constituye la causa de la apatía en el hinduismo, puede también explicar muchas cosas. Pero
de poblaciones verdaderamente debilitadas. Recordamos una lo esencial está, de todas maneras, en las condiciones de vida
conversación en que el economista André Siegfried hablaba que han conocido, no solamente los pueblos que han salido de
de la India: «He comprendido mejor, decía el autor, no sola- la colonización, sino también ciertos grupos humanos víctimas
mente la vida política y social, sino también el pensamiento de de la explotación social en naciones que no han sufrido nin·
los hindúes, después de haber conocido el hambre, por poco gún yugo extranjero. En el Irán, por ejemplo, los campesinos
que fuera, como los franceses durante la ocupación». En efec- han sido calificados a menudo de holgazanes por los ciudada-
to, la India es uno de los países superpoblados en que se su- nos. Es un error, nos ha dicho uno de sus compatriotas: "En
fren hambres periódicas, desde hace siglos, que debilitan a realidad, son laboriosos, pero resignados». Solamente de dos
una raza a la cual las duras condiciones de vida· parecen ínclí- a cinco de cada cien poseen el pedazo de tierra que cultivan;
nar al fátalismo, al desprecio de la acción y a·:1a,1nmovilidad .ws otros, diez millones, son medieros de grandes propietarios
social. •«El hombre de este país, nos dice un indianista, no sólo ',·(ue residen en la ciudad; la miseria de estos campesinos es
ha dejado de luchar por la vida, sino que le hti tornado' dis- extrema, pues generalmente sólo se quedan la quinta parte de
gusto, se ha resignado a una especie de-paslvldad letárgica las cosechas que producen (15).
que se expresa en su religión y que le desarma más cada día.» Toda la América latina, salvo algunas excepciones. es vícti-
A menudo, en otras ocasiones, es un régimen agotador de •. , 1,1 ma de ese feudalismo, que también encontramos en la Europa
vientos alternos, el frío o el calor, la arena, la sequedad, la , mediterránea. En Calabria, en Sicilia, hay burgos y regiones
humedad del aire o los incesantes ataques de los insectos lo '~ en donde la mayoría de los habitantes no han trabajaclo en su
que hacen que todo trabajo sea penoso y repulsivo. Es pre-
ciso haber vivido lejos de las tierras y de los climas privíle- (14) Robert de Traz : «L'homme de coulcur .. , en L.:. Dépayse-
ment oriental, París, 1926, p. 36.
(15) H. Farboud: l/évotution politique de l'l ran, Lausa na, 1957,
(13) J. Amrouche: Algérie, Lausana, 1956, p. 28. pp. 28,34.

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vida. Ya el cronista Froissart había puestO'ae·telieve'.estl·li~ :~} . Un problema ooonómlco y social


cho en el siglo XIV: «Las gentes aquí SOJ) todas pájaros· 'y:ñB · ... \,:
realizan ninguna-labor», Precisemos que· no séles haofrecido -~ La insuficiencia del desarrollo económico está en definí·
ningún trabajo: la totalidad de la tierra es propiedad de prín- tíva en la base de todas estas situaciones, tan faltas de equi-
cipes y de barones que viven en Roma y no se preocupan de dad, como penosas. Encontrándome en Méjico en septiembre
explotar sus dominios. Igualmente, todavía hace algunos años, de 1961, hice una excursión en autobús con opulentas damas
60.000 napolitanos se despertaban cada mañana sin saber 'si de California que celebraban su 60 aníversario. Fuimos a Taz-,
encontrarían trabajo y pan. Gran número de escritores mal co, antigua ciudad· española de la montaña, a más de 3.000
informados, desde Mme. de Sévigné hasta C.-F. Rarnuz, han metros, antaño célebre por sus minas de plata. Estas ya no
idealizado y envidiado ese [arniente que sería señal de un tem- se explotan, pero la población ha permanecido en aquel lugar,
peramento contemplativo. En realidad, el italiano, cuando malviviendo del cultivo de un suelo árido y de los restos de
tiene empleo, es un trabajador sobrio y asiduo: lo hemos vis- un antiguo artesanado. Todavía una treintena de talleres-ríen-
to en los Estados Unidos y en Suiza. Pronto el desarrollo de da moldean admirables objetos de plata, servicios de mesa,
su país le proporcionará en él más puestos de trabajo. El pro- collares o pulseras, que se venden a los turistas americanos.
greso es menor entre los españoles, cuya pretendida aversíón Pero ya no hay más trabajo para las gentes. Y se ven todos
al trabajo encantaba a Lafargue, el yerno de Karl Marx. Es los días, desde el fin de la tarde, en las plazas, alrededor de
verdad que por entonces Ruiz Zorrilla dividía a sus compa- las fuentes, compactos grupos de hombres ociosos. Sentados
triotas en dos campos: los que lo esperan todo del milagro y en las escaleras, e incluso tendidos al sol, se agitan y discuten
los que lo esperan todo de la lotería. Se decía, al parecer, que ,. interminablemente. Mirándolos despreciativamente desde su
«el pícaro vive del imbécil, y el imbécil de su trabajo», Sin autobús, mis· contemporáneas se indignaban: Look: at these
duda, los conquistadores, cuya avidez y crueldad hizo antaño men, doing nothing. En otras palabras: «¡Montón de holgaza-
afluir el oro a· su país de origen, son responsables del estado nes!» No comprenderán jamás el drama de los países sub·
de ánimo del que esas frases son testimonio. Pero, ¿cómo son desarrollados, donde no falta la mano de obra, como entre
estos últimos?, Los españoles que trabajan hoy fuera de sus nosotros, sino el trabajo. Si se hubieran levantado más pron-
fronteras se han hecho estimar por su celo y su dignidad. Des- ~, -to por la mañana, hubieran podido ver en las mismas plazas
graciadamente, en su país son víctimas del régimen latiiundis- • ./' a los mismos, hombres, de pie, con el rostro contra la paree,
ta. Escuchemos este testimonio: «Cinco millones de campesi- y sus instrumentos de trabajo en tierra,' ante ellos. Como en
nos sin tierra. La mitad de la población o 'casi, no tiene nada. los tiempos bíblicos, esperaban que se les contratase por todo
Pero un centésimo posee la mitad de España. Algunos domi- el día, pero la mayor parte volverá a sus casas, al mediodía •
nios son como provincias ... El reparto de tierras, tan necesa- •. , ,., • sin haber encontrado el empleo y el modesto salario que ne·
rio para la economía de un país antaño rico, es la única solu- cesitan para vivir ellos y su numerosa familia.
ción para devolver al hombre el amor al mismo tiempo que '' La misma situación es la de Dalrnacia, más cerca de nos·
el honor del trabajos ( 16 ). otros, por donde pasé en julio de 1962, a la terminación de
un congreso universitario, pero viviendo solo con la población.
Para que le acojan a uno hay que ir sin coche ni equipaje. Se
(16) D. Auhicr y T. de Laru : L'Espagne, París, 1957, p. ,23. encuentra siempre, en las localidades más pequeñas. un an-

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tiguo emigrado que habla americano por haber vivido cua- tentes medios técnicos. De todas maneras, la ayuda extranjera
renta años en los Estados Unidos. Además, en los países co- será vana si no trabaja todo el mundo. Los obstáculos del
munistas los aciplescentes han aprendido inglés y algunas· ve- clima, de la tradición, del prestigio, no son invencibles. En el
ces francés en él colegio. Al compartir con.los habitantes el fondo, los hombres no piden sino trabajar: la desocupación
menú de cada día (sopa, semi-vino, semi-pescado, coles o pi· les pesa tanto como la miseria. No creernos demasiado a Hen-
mientos, pan y algunas patatas), pude apreciar su cordialidad. ri de Montherlant cuando nos dice que el trabajo es «la gran
Estando en comunidades, o más bien en cooperativas de tra- desgracia» y que se le debería tener un «odio razonado», En
bajo, ya no conocen las odiosas desigualdades de hace algún la misma obra en que se encuentran estas frases, el autor des-
tiempo (una de las islas que visité, incluid.~ el gran pueblo, cubre otro aspecto de su pensamiento según el principio de
pertenecía por entero a una sola familia). 1.a·~ida sigue siendo «la alternancia», al definir con un trazo fulgurante el vcrda-
dura: no hay más agua que la de la cisterna; el Prochek, néc- dero infierno del sahariano: «Poco menos de tres semanas
tar de las rocosas colinas, se vende mal, y los bonitos salmo- después de su llegada, Auligny nota un vado ante él. Había
netes pescados por la noche con linternas no se pueden trans- agotado todo el trabajo posible ... Exactamente, no tenía nada
portar (carreteras impracticables hacía mercados lejanos). que hacer. Pequeña frase banal y trágica» (17).
Esta costa con su millar de islas, en otros tiempos cubiertas
de negros pinares, se ha vuelto estéril a causa de los vene-
··;;..' danos, que han saqueado los bosques para hacer zampas, y de
los alemanes, que lo han incendiado todo. También, como
en Méjico, en todos los pueblos decenas de.. hombres ociosos
salen de las casas y se reúnen en las plazas para volver a de-
cir las mismas palabras. Perfectamente conscientes de que su
vida material sufre por el atraso de su desarrollo, en invierno
se dedican todos a construir carreteras en la montaña con sus
azadas, pero eso parece fútil, porque no se consigue nada
y porque allí no va nunca nadie. De natural muy alegre, es-
,., ,
¡.
tán orgullosos di! su admirable país, que tiene solamente de·
masiado sol (estuve un día a 5¡n a la sombra, al mediodía).
En resumen, que viven 'al paso de sus asnillos, esperando
un bello porvenir para sus hijos, más instruidos que ellos
mismos. . ,·,~
La estancia en tales países, con regímenes políticos tan di· ~ l

{erentes, hace comprender mejor los sacrificios que exige un ••


despegue económico. Hace falta tiempo, una voluntad ínque-,
brantable y un esfuerzo sostenido. El peligro es· que algunos
países descolonizados se imaginan que pueden evitarse esté (17) Henri de Monihcrlant : L'histoirc d'amour ele «La rose de
esfuerzo. Es indudable que se necesitan inversiones con po-: sable», Pnrís, 1954, pp. 9, IS, 39 y 126.

88 ¡¡o

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t . CAPÍTULO V
·.1:p ·¿~_r¡,t;~f¡¡\~~í:, .:.
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DEFINICION DEL TRABAJO
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En la novela de Montherlant, el lugarteniente Auligny, jefe


de un puesto de guardia en el sur de Algeria hacia los años
treinta, encontró otras ocupaciones además del trabajo: ca-
minatas bajo el cielo, conversaciones con sus hombres, obser-
vación de las costumbres indígenas, y sobre todo el amor.
Pero todo eso no le proporcionaba una razón suficiente para
vivir y es por eso por lo que el oficial no pudo resistir a la
,,
»:
«acedia sahariana». Su oficio era la guerra, que no iba a tar-
dar. Ahora bien, la guerra no es más que un accidente, una
r
. desgracia o una aberración. Ha pasado el tiempo de las castas
que se reservaban su monopolio y encontraban en ella la jus-
;~
tificación de sus privilegios. La práctica de los deportes y los
\
..,,
1
viajes, que son hoy su feliz sustituto, no podrían tampoco
. [lenar una vida, y menos aún las «actividades de tiemijO libre»,
, ',n,uy a menudo pasivas, de nuestros contemporáneoi:fEs nece-
• sario el compromiso y el servicio, tanto como la competen-
cia, la lucha contra sí mismo, contra la adversidad o contra la
naturaleza. Antoine de Saint-Exupéry, ingeniero y piloto, lo
• , •''dijo muy acertadamente: «La tierra nos enseña más que todos
los libros. Porque nos resiste. El hombre se descubre cuando
,, ' se mide con el obstáculo.» Solamente el trabajo -dl.!I campe-
sino, del obrero, del escritor, del organizador o del sabio-
lleva consigo, en su disciplina y continuidad, ese elemento de-
cisivo para la formación de una personalidad, al mismo tiem-
po que crea lazos de solidaridad entre los hombres./
91
¿ Qué es, en definitiva, el trabajo? Es difícil decirlo, de tal rancia, sin encontrar por ello ecos en tierra latina. En sus
manera está asociada esta realid .. d con las/ múltiples mani- Ensueños de 17'/7 Rousseau habla acertadamente del «cansan-
festaciones de nuestra vida. Si le preguntamos al hombre de cio del trabajodel espíritu», pero llama todavía trabajar a cul-
la calle, lo más seguro es que nos conteste :~on- un sinónimo tivar, en el sentido tradicional, limitando el trabajo al esfucr-
del lenguaje familiar: «Es el tajo, la faena\ la chapuza, va- zo ele los brazos (3). En 1850, el economista Bastiat estima qui!
mos». O dirán: «Es el oficio, la actividad pro.fesional», noción se trata de una «extensión inusitada» de la palabra trabajo,
corriente, pero demasiado Iirnitadora. A !~pregunta «¿Por ya que ese término implica nociones de habilidad o de saga-
qué interesarse en ociosos incestuosos, como los Secuestrados cidad. En tales casos, dice, habría que hablar solamente de
de Altona?10, Jean Paul Sartre contestó de la siguiente mane· servicios (4). Todavía hoy el derecho alemán no considera a
ra: «Hay cosas que es imposible mostrar en el teatro: sólo los empleados administrativos o técnicos como «trabajado·
se pueden decir. Pienso en tres de estas cosas: el genio, la ac- res».
tividad científica y el trabajo. Ciertamente, se ha sacado a es- I Por otra parte, hay que observar que el trabajo no repre-
cena a trabajadores, sabios o genios, pero los resultados siem- senta lo mismo para todo el mundo/un texto reciente de Jcan
pre han sido mediocres. Todo 1'.:> más, se conseguía colocar Guéhenno destaca este punto. Hijo de obrero, al autor le in-
una silueta romántica, nunca evocar el trabajo ... Sólo se pue- vitaban durante sus estudios a conversar con un joven perito,
de coger desde fuera, como una actividad espectacular, o mos- cuyo padre quería que aprendiese a conocer el pueblo. El ex-
trar sus repercusiones sobre un medio humano: una familia, perimento fue decepcionante: «No hablábamos la misma len-
por ejemplo» (1). gua. Las palabras más sencillas, aquellas a que está unido el
¿Por qué es tan incómodo definir el trabajo? Primera- destino de los hombres, el pan, el trabajo, el dinero, el amor,
mente, porque su forma y su contenido han cambiado cons- la amistad, la enfermedad, la muerte, no tenían el mismo sen-
tantemente y sin duda cambiarán todavía. Recordamos que el tido para los dos, no creaban la misma tensión, 110 evocaban
concepto de trabajo intelectual es relativamente reciente. En los mismos problemas. Cada uno tiene su diccionario ... » ( 15).
el antiguo Egipto un escriba era un hombre «liberado de los El pintor Millet había dicho lo mismo de los campesinos del
trabajos». Esta noción se ha perpetuado durante milenios. siglo pasado: «En algunos países de tierra poco ara ble, veis
A finales del siglo xrv, Henri de Langenstein, vice-canciller de ,),guras cavando, dando golpes de azada. De vez en cuando
la Universidad de París, observa no obstante que no sólo hay 'lkis que se endereza, corno se suele decir, y se enjuaga la fren-
que contar entre les trabajadores a los campesinos, artistas te con el revés de la mnno. ¿Ei; ese el trabajo alegre, juguetón.
y comerciantes, rustict, artii ices et mercatores, sino también en el que algunas gentes querrían hacernos crccr?»

. ,·,
a los médicos, los hombres de Estado y los predicadores, que
se ocupan en tareas más elevadas, vacantes dignioribus labo- '
ribus, al servicio de la comunidad (2). A esta idea le han dado
1
Calvino y sus continuadores, como hemos visto, gran lmpor- '' (3) J. J. Rousseau : Réveries cl'w, promeneur sotitaire, v« et
VIe Promenades.
(4) F. Bastiat : Harrnonies économiques, Bruselas, 1850, pági-
(1) Conversación con Bernard Dort, Le Ttiéátre populaire,' nas 177 y 191.
París, El Arco, marzo 1960.
(2) M. Rocha: Travall et .;alaire a cravers tu scotastlque, Pa- (5) J. Guéhenno: Chaugcr la vie, «Guilde du Livrc», Lausana.
rís, Desclée de Brouwer, 1933, p. 26. 1962, p. 217.

92
en
:~

, "·:
Amblvalenela del trabajo, sufrimiento y alegria para no ver ya en él sino la expresión de un esfuerzo sobre-
humano cuya opresión se siente en uno mismo. En China, la
En fáciles críticas del maquinismo occidental, escritores bestia de carga es el hombre». En apoyo de su testimonio, el
anteriores a 1940 han creído poder hablar de la feliz despreo- escritor inglés citaba dos máximas Je un autor chino: «Llevar
cupación de los pueblos de Extremo Oriente: «El chino, de· el fardo y el sufrimier.to de la vida hasta el agotamiento, ca-
cía une de ellos, no es en absoluto perezoso, pero no trabaja minar sin poder nunca detenerse, ¿no es un destino lastimo-
a nuestra manera; pone en su labor alegría y abandono; no se so? Trabajar sin descanso, y después dejar de repente una
le ve con el rostro crispado por el odio.s Un buen conocedor labor cuyo fruto no se ha saboreado nunca, para afrontar un
de la China de hace algunos años nos ha dicho, no obstante, destino que se ignora, ¿no es una causa justa de aflicción? ..
que si el coolie tenía siempre una canción en los labios no Esta angustia del hombre abrumado por una labor ingra-
era tanto por alborozo como por deseo supersticioso de dis- ta cuyo sentido mismo se le escapa, hace que se comprenda
traer a los demonios que, según se creía, tenían el maligno mejor el tradicional pesimismo de Oriente con respecto a la
placer de colocarse sobre las cargas de los portadores para vida, más aún que al trabajo. Este fatalismo se explica en gran
aumentar su peso. Recientemente, Bertrand de Jouvenel ha parte por las condiciones de existencia, precarias y misera-
recordado que los chinos contemporáneos de Luis XIV:tenían bles, de los pueblos orientales que, desde hace milenios, se
«un adelanto de varios siglos respecto de Europa» en ·el desa- atribulan y sufren para asegurarse la subsistencia. Bertrand
rrollo de las artes y los oficios, pero que al -decír de· los mí- de Jouvenel encuentra «desagradable tener que reconocer que
sioneros jesuitas' de La época, el resplandor de su civilización el empuje brutal de los apetitos en Occidente» desde la Revo-
estaba empañado por el sufrimiento de un tercio de la pobla- lución Industrial, en definitiva «ha servido mejor a la condi-
ción. En 1700, el Padre de Prémare hacía laisiguiente curiosa ción material d1 los hombres» que la amable civilización de
comparación: «No se puede reprochar a los.pobres de China, la China de antaño. ¿Debe decirse lo mismo de la sangrienta
como a la mayor parte de los de Europa, su bolgazanería,
,, y el revolución social de la nueva China? Como quiera que sea,
hecho de que se podrían ganar la vida si qüisieran trabajar. está claro que la diversidad e incluso la contradicción de los
El sufrimiento de esos desgraciados está pot encima de todo Juicios de todo tiempo y todo Jugar sobre el valor del trabajo
lo que pueda creerse. Un chino pasará los días removiendo la . t1;nen como causa no solamente las circunstancias históricas
tierra a fuerza de brazos, estará a menudo metido en el agua ' -o las condiciones de la práctica de los oficios, sino también
hasta las rodillas, y por la noche es feliz comiendo una peque· toda clase de factores psicológicos, morales y sociales que hoy
ña escudilla de arroz y bebiendo el agua insípida en la que nos esforzamos en analizar. ¿Cómo explicar ele otra manera
se ha cocido. Tal es su vida Je todos los días ... » (6). .el elogio al trabajador, ya citado, que contiene el clásico Sex-
Las cosas no habían cambiado en absoluto hace treinta -' to Estudio de Proudhon, modesto tipógrafo y cuya entera exis-
años si creemos a Somersct Maugham, que escribía lo síguíen- , tencia fue difícil? No obstante, el trabajo se le aparece como
•i
te en On a Chinese Screen: .. Después de una corta estancia «una voluptuosidad íntima ... que -resulta, para el hombre, del
en China, se olvida rápidamente ~l lado pintoresco del coolíe , pleno ejercicio de sus facultades: fuerza del cuerpo, destreza
de las manos, presteza del espíritu, potencia de la idea, orgu-
(6) B. de Jouvenel: Communication au Congres européen de
llo del alma por el sentimiento de la dificultad vencida ... ,
1:1 culture, Basilea, t.• de octubre dt: 1964. comunión con el género humano».
94 95
_\'

J Observemos que las dos funciones, soci.íi y psicológica, de!~ sean las anomalías que puedan descubrirse, tales como el
trabajo están claramente diferenciadas en este texto que data paro en la industria americana. Las verdaderas constantes del
de hace más de un siglo. Ahora bien, son 'p_recisamente estas desarrollo son, desde luego, las que la revista Table Ronde
dos funciones, que responden a las necesidades fundamenta· definía recientemente: continuación de la migración profesio-
les de ayuda mutua y de expresión de sí m!1mo, las que apor- nal hacia el sector terciario, aparición ele nuevas riecesida-
tan al trabajador, en una medida indudablemente desigual se- des a medida que el nivel de vida se eleva, persistencia de la
gún los oficios, esta satisfacción que no hemos temido llamar agitación social, «de la cual una renta media triple que la
«alegría del trabajo», al igual que los Henri de Man, de los nuestra, no libera a los Estados Unidos», disminución lenta
Hyacinthe Dubreuil y de tantos otros hasta Georges Gurvitch. pero cierta, de «la intensidad de las sujeciones a la rareza, el
Si hay «sufrimiento del trabajo», proviene ante tÓdo del he· racionamiento y el trabajo» (8).
cho de que la función económica se ejerce en un universo que Repitamos que lo que va a disminuir en la actividad pro·
hay que forzar, ya que su producción natural es no solamen- fesional no es tanto el trabajo como la intensidad de la suje-
te insuficiente, sino incluso inadaptada a nuestras necesida- ción al trabajo. En otras palabras, podemos esperar el crecí-
,1
des. No se puede definir el trabajo más que si se le reconoce miento de la parte de libertad y de espontaneidad. En un cur-
su carácter ambivalente. Igualmente, no se comprenderá a los so dado en 1924 para jóvenes educadores, y encontrado tardía-
trabajadores si no se cesa de hacer de todo trabajo un acto mente entre sus papeles, Alain había previsto esta evolución.
forzado, vergonzoso y repugnante.\ He aquí lo que decía del trabajo más forzado, el del colegial:
Eso no quiere decir que todo vaya sobre ruedas en la evo- «!-Jo hay placer sjno en la acción libre. Ambigüedad de la no-
lución actual de los oficios y .de las empresas. En Francia, ción de trabajo, la peor y la mejor de las cosas. Es lo que hay
Michele Aumon_t describe una «escisión dramática» en el mun- "ae libre en el trabajo lo que gusta. La sujeción en sí misma
do obrero: la suerte de un grupo relativamente restringido de no lleva nada más que a una vida triste y aburrida. Círculo
«profesionales» mejora indiscutiblemente, mientras que la del cual hay que salir. La meta es obtener un esfuerzo libre
masa de peones y de O. S. «se hunde cada vez con menos po- generoso (como dice con tanto acierto Descartes imc-
sibilidades de liberarse». Se acrecientan las diferencias, dice, ra con 1c1 n es que tal esfuerzo no sea nunca j¡:norado. Evitar
entre las dos «condiciones»: necesidades, consideración, acti-
tudes frente a la empresa, cultura, etc. Indudablemente, queda
.el prejuicio («No hará nadas). No abandonar al niño ... El
'
'c)ebe gobernarse e imponerse la tarea, incluso si los resulta·
un «fondo común» de tradiciones, temores y esperanzas en el ' dos no son buenos ... Plantear siempre la pregunta así. ¿Quie·
mundo obrero, pero la promoción social de los unos parece res ser tonto, ignorante y no tener ánimo? ¿No? Pero yo no
no efectuarse sino a expensas de los· otros (7). Estas observa- puedo hacer nada. No puedo querer por ti. En el fondo, 110
ciones, ¿se verificarían en los países más desarrollados desde , 'debo hacerlo ... » (9).
c:l punto de vista económico, tales como Suiza, Alemania, Sue- ··' . Eso en cuanto a la obligación escolar, que debe ser accp-
cia o los Estados Unidos? No lo creemos, cualesquiera que ,1 tada libremente. Lo mismo podemos decir de la obligación

(7) M. Aum;~t: «¿Existe aún una condición obrera?», Ch,;Al· (8) La Socié1é de clemain, t,;.· especial de La Table Ronde,
París, 1963. n.' 177, pp. 165·168.

::nos problema! del trabaio}, :!


11ique socia/e de!_~Fr1111ce, París, 1963, pp. 127-14p (N.0 especial: (9) Alaín: «Pédagogie»,
1957, p. 224.
Mercurio de Francia, París, junio de

97
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;:!
·.ti
1
l

social del trabajador, sea patrón, obrero, escritor, ama de casa si no se les ocupa en algo que les contenga y sujete, se lanzan
o estudiante. Por eso nos negamos a considerar la coacción desconcertados, aquí y allá, en el vago campo de las imagina-
como rasgo especifico o criterio decisivo del trabajo. La obli- \: ciones. Y no es ni locura ni sueño que no produzcan en esta
gación es un carácter común a todas las actividades humanas: agitación» ( 11 ). t'-
es una cadena a la cual estamos atados inevitablemente en Esta página ilustra una idea muy antigua a la cual Francis
todas nuestras empresas. Los antiguos juristas romanos lo Bacon dará, algunos años más tarde, su conocida fórmula:
habían dicho ya: Obtigatio est iuris vinculum quo necessitate Ars homo additus ;1aturae, el arte '(por el que hay que enten-
astringimur ... (10). El juego tiene sus reglas corno el culto, la der el trabajo del artesano tanto como la creación del artista),
moral y el derecho. El hombre de tiempo libre no tiene liber- es el hombre más la naturaleza. Encontramos en Montaigne
tad más que en la elección del momento y de la clase de acti- no solamente el eco, sino los mismos términos del texto lirni-
vidad. Ahora bien, este privilegio es accesible hoy a un número nar del Génesis: Replete terram et subiicite eam, llenad la
cada vez más elevado ele trabajadores. La movilidad, la poli- tierra y dominadla (12). Se colocan paralelamente el trabajo
V? lencia, y e¡ espíritu de iniciativa son cµalidades requeridas del hombre y la maternidad de la mujer, como en la Escritura.
en la mayor p.arte de los nuevos empleos:1EI esfuerzo libre, del El rasgo común de estas dos actividades, es la siembra nece-
que hablaba,:Alain, ocupa cada vez un mayor lugar en el tra- saria para que aparezca el buen fruto. Montaigne se revela
bajo y modifica su carácter. tradícíonal.iál mismo tiempo, se aquí como mejor exégeta del Antiguo Testamento que los teó-
atenúa la diferencia entre el tiempo-de lij's vacaciones y el del logos que ponen el acento en el sudor del hombre y el dol?r
trabajo: por ambas partes la libertad y 1)! coacción se ínterpe- de la mujer. P.ara Montaigne, como para el autor del Génesis,
netran ínextricablemeute, corno en toda~ las manifestaciones la maternidad y el trabajo son funciones vitales, naturales,
de nuestra vida. ';~ cuyo cum limiento no está exento de sufrimientos, pruebas o
1 l.' acci entes, pero que son en sí mismos dones e Dios. . .
.,
1
1
' El trabajo, sujeción y Ji~raclón
i\ Hoy, gracias a la invención y al progreso de los eonocirmen-
1 tos, la carga del trabajo y el dolor del parto se han atenuado,
; . 1
En su capítulo De la ociosidad, Montaigne.ha empleado pero no podrían desaparecer. Lo que la mujer puede dominar
i dos comparaciones inesperadas, pero muy sugestivas, para . ~-;s la sensación de dolor, pero no el •trabajo• del parto. Igual-
demostrar que nada válido puede hacerse en el mundo ·sin ' , mente, los italianos y los españoles que vi recientemente en-
disciplina, aceptando libremente el esfuerzo y el trabajo;• «Así corvados en una mina, a 700 metros de profundidad, arrancan·
como vemos tierras ociosas, si son ricas y fértiles, abundar do carbón entre el polvo apenas disipado por el chorro de
en cien mil especies de hierbas salvajes e inútiles, y para que ... vapor que les protege, sonriendo al ingeniero que me condu-
rindan hay que someterlas y emplearlas con ciertas semillas ~' · cía arrastrándose en la interminable mina: su trabajo, en tan
para nuestro sei vicio. Y asf como vemos que las mujeres pro-
ducen ellas solas montones y piezas de carne informes, pero
., duras condiciones, tenía un fin inmediato que era ganarse la
vida, pero también una meta más alta, de la cual parecían
que para hacer una generación buena y natural hay que qta- . conscientes, y -que era la participación en una empresa de
rearlas con otra semilla. Lo mismo sucede con los espíritus:

( 10) lnstitutionum Divi lustiniani ... , TII, 14.


(11) Essais de Mo11taigne, libro I. capitulo VII l.
(12) Génesis, I, 26-28.
98 99
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desarrollo humano mediante el domini¿·,'ide la naturaleza por El trabajo es la más importanle de las actividades huma·
el técnico. Si el hombre trabaja cada vez menos con sus bra- t~ nas. Respondiendo a vitales ecesic c de
zos, si es cada vez más organizador y sabio, el sentido pro- socia 1 1dad y de expresión persor,al, llena funciones mayores:
fundo de su lahor sigue siendo el mismo: es la «domestica- c~ómica, social, ps1col6g1ca. De ahí proviene su carácter
ción del universo», como dicen los marxistas, lenguaje al cual permanente, ba10 sus más diversas y continuamente cambian·
nosotros preferimos el de Sauvy, cuando habla de la «libera- tes formas: trabajo manual o intelectual, obligatorio o es_ES>n·
ción permanente del hombre con respecto de la naturaleza». táneo, interesado o gratui1ll. Se le siente a la ve1. c-omo ~ria
De ahí viene el carácter encumbrante del trabajo, cuando el y sufrimiento: satisfacción en la mcili.ga.Sn que e~_Jj_Q_~cj_ón
hombre no encuentra más que la inevitable resistencia de la ele la dependencia de la naturnle1.a. colaboración fáci «cicr-
materia al esfuerzo humano pero ya no la explotación, la frus- cic10 eliz de nuestras facultades»; sufrimiento en Ja mc~,füla
tración y la alienación del trabajador. en que choca con el cansancio natural del organismo huma-
/Es en esta liberación, más aún que en la utilidad social, no, con la resistencia de la materia o con la opresión social.
efecto secundario, donde aparece el rasgo específico, el carác- Implica no solamente una reflexión continua. un aprendizaje
ter fundamental del trabajo. Cualesquiera que sean las sírni- constante, sino también la conciencia de su meta, la obra a
litudes de la actividad animal y de la labor humana, tenemos realizar, y medios propios para llevar a cabo esta obra, Tam·
que este último nos hace «como amos y poseedores de la na· bién es siempre un esfuerzo tenaz: ele apropiación )' de uans-
turaleza», como decía Descartes después de Bacon y sus prede- formación de los bienes naturales, de producción de bienes
cesores. El animal no se ha liberado nunca de su medio; no nuevos, de invención y de perfeccionamiento técnico, de orga-
coge alimentos o no caza más que para cubrir sus necesidades nización, de creación artística y literaria. Factor dccish'.aJJcl
de supervivencia; la preparación de sus cuevas y la acumu- crecimiento económico, es fuente inogolabk clc.sofuli;.l_ridacJc:,
Iación de sus alimentos son únicamente temporales; no tiene ~ y_ enriquecimiento de la pcrsmia.....E.n....r.G.Sumcn e~ la
tampoco esa clara conciencia de la meta y de los medios de 12,rimera condición, pci o que no excluye otras. parn In cultura
ejecución que ha permitido al hombre ínventar.Jabrícar y per- ,. la civiliz~n.l
feccionar sus herramientas. Por eso el saber y el trabajo son
inseparables. Se podría aplicar al trabajo la nueva definición
que R. Frérniné propuso de la tecnología, en el Congreso euro-
peo de cultura, en Basilea: «un conjunto de actos creadores
propios para vencer las djfiéj";Üades_ que se aponen á Já ~x-
pansión del hombre¡. Esta fórmula sería de todos modos de-
masiado resti:ictiva al no dejar lugar a la creación artística,
actividad guc está sin embargo soportad~ y penetrada PO.e. el
trabajo. «No 'hay artista, decía también .;Alain, que no lo sea
por inmensos trabajos.» La definición qúe hemos de dar del
trabajo será más amplia. No hará sino resumir los primeros
puntos de nuestra exposición. '-
!.

100 IüI
------·---------r------~--~-----•

•,.

SEGUNDA PARTE

EL HOMBRE EN EL TRABAJO, _
HOY Y MAÑANA
CAPÍTULO VI

LA ACELERACION DEL PROGRESO TECNICO

La característica de nuestro tiempo es la aceleración del


progreso técnico. Antaño, pasó más ele un milenio entre el des·
cubrimento del molino de agua, en el Asia menor, poco antes
de la era cristiana, y la generalización de su empleo en F.ran·
cia, en la edad media. Más tarde, hizo falta un siglo de adap­
taciones y perfeccionamientos para que la «olla» de Papin o
la «bomba de fuego» de Newcomen se convirtiesen en la rná­
quj~ de vapor verdaderamente utilizable de James W.att;
dtrunos en 1780, en la época de la Revolución industrial. Hoy,
el lapso entre la invención y la aplicación se ha abreviado
más: veinte años entre la primera reacción en cadena cont ro­
laq~. en 1941, y el lanzamiento, a principios de 1962, del bu·
qlie tíe carga americano «N. S. Savannah», donde la energía
nuclear ha encontrado un amplio empico no militar. Después
Ran bastado diez años para que se difundiese en el mundo
entero la fabricación de los transistores. Finalmente, de año
en año, vemos perfeccionarse el mando a distancia de los
aparatos interplanetarios/Debemos esperar también que la
automación, última palabra de la técnica industrial, se irn­
ponga en nosotros más de prisa de lo que creemos.

103
¿Qué ha sido del trabajo y del trabajador en el curso de entonces sobre todo indianas de pequeños dibujos, llamadas
este desarrollo precipitado? ¿Qué va a ser de ellos? Vamos mignonett es. impr imidas en telas mixtas, hilo y algodón, que
a intentar responder a estas preguntas en la segunda parte fueron utilizadas para los muebles y colgaduras y después
de esta obra. Lo primero que llama !a atención del psicólogo ­<"" para la confección de pañuelos, primer objeto, quizá, fabrica­
Y del sociólogo es el aumento o, mejor dicho, la extensión de do y vendido en Francia en serie. Todas las mujeres querían
las neccsídades.Í Daremos un ejemplo poco conocido al recor­ tener, de modo que a fin de siglo las campesinas más pobres
dar los comienzos de una industria que puso al alcance de se adornaron con ellos. Al mismo tiempo xe reproducían en­
todos, gracias a la disminución de los precios, una serie de ar· cantadores dibujos en percales de la India, con los que se ha­
tículos que sólo los ricos podían procurarse antes. Se trata cían vestidos que se vendían de 75 a 240 libras. La demanda
de la fabricación de telas pintadas, llamadas indianas, intro­ presionaba de tal manera que la fabricación no cesó de pcr­
ducida en Francia hace dos siglos, por un hombre cuyo re­ f cccionarsc. Durante mucho tiempo el grabar las planchas de
cuerdo se ha perpetuado únicamente en París por una calle cobre que imprimían los diferentes motivos de Jouy ocupaba
y una estación de metro: Christophe­Philíppe Oberkampf. Ori­ más de un año de trabajo. Estos se inspiraban en las modas
ginario de Wurtemberg, pero provinente de Suíza.. done.le su o en los acontecimientos rle la época: las fábulas de La Fontai­
tamilia había adquirido la burguesía de Berna, este audaz em­ ne, las Cuatro partes del mundo, la Granja, la Fiesta aldeana,
presario se instaló siendo muy joven en Jouy­en­Josas, en el las Palomas, los Trabajos de la Manufactura (1782), los Morir­
curso del Bievre, a alguna distancia de Versalles, en el momen­ golfieres (1783), la Federación (1790), etc. Los acontecimientos
to en que el rey .Luís XV­, por edicto del 9 de noviembre del Noventa y tres pasaron sin que el auge de esta industria
de 1759, acababa áe autorizar la manufactura de los tejidos resultase afectada por ellos. El grabado se hizo entonces so·
de algodón. Hastajentonces, tanto la importaqjón como la fa. bre cilindros que podían rodar incesantemente al servicio de
bricación de estos tejidos estaba prohibida en provecho de las la clientela. Finalmente se construyó en 1799 un máquina nue­
antiguas industrias del lino, del cáñamo y de Jai,~edn. La moda, va a la que los obreros llamaron el bust ringue y que su scltó
no obstante, eran las indianas, y entraban en ~r'andes cantida­ tanta inquietud como admiración, En efecto. esta máquina
des, de contrabando, de Suiza y del Condado ~\'eneciano. Los ~i:a~ba en cinco o seis días dibujos que requerían antes seis
! aduaneros, furiosos al no poder requisarlas enrla frontera, las meses: además de la ganancia de tiempo, se «ahorraban» cua­
,,
·1 ;.A
arrancaban de los hombros de las mujeres. ~ pesar de ese
rigor, o quizás incluso a causa del mismo», se nos dice, el
renta y dos grabadores.
Fue en aquel tiempo, en 1798, en París, cu .. ndo nació el
gusto de la nación por las telas pintadas llegó a ser tan gene­ historiador Jules Michelet. Dos años antes de su muerte, en
ral que el gobierno cedió: «Fue una verdadera revolución para "l87Í, pudo decir que el mundo había cambiado más durante
In industria francesa» ( 1 ). ,,ésta «simple vida de hombre» que en el curso de los veinte
Ya durante el año 1761 Oberkampf fabricó 3.600 piezas, es siglos que le habían precedido. Desde entonces, la máquina
decir, aproximadamente 86.000 metros, «lo que no era ni la se encarga cada vez más de hacer los trabajos para los que se
cuarta parte de lo que su hubiera podido vender». Se hacían necesita fuerza, en la agricultura, IH construcción, In ln d us­
tria y los t ransporrcs: realiza mucho mas de prisa, mejor, y a
un precio más bajo las fastidiosas tareas de producción. Nada
(1) A. Labouchere : Oberktunp] (1738­1815), Pañs, 1865 (5.0 cd.,
1884, 244 pp.). Je parece imposible al técnico ele .ih,>r,1 en adelante.
í ncc san

104 J'l·
temente, hay inventos que dejan p ..or inútiles una herramienta consumo nacional e incluso podrían, en ultramar, hacer frente
o una red entera de comunicaciones. Incluso un Luis Armand, al reto de las empresas de Europa y Japón que les hacen la
al que se sabe capaz de todas las audacias, se inquietaba hace competencia.
una decena de años por la competencia hecha a 'ibs
Ierroca­ Sabemos, por otra parte, hasta qué punto se ha desarro­
rr¡iles por otros medios de transporte. Un proyectorque él juz­ liado la industria electrónica en los Estados Unidos. Cada se­
gaba irrazonable en 1953 fue realizado no obstanteren 1957 en mana un constructor saca de fábrica dos calculadoras que va­
Ohio. Se trataba de un transportador automático para el car· len cada una cerca de dos millones de dólares y que hacen en
bón, de 180 Km. de longitud, que iba de la región de las minas algunos minutos operaciones para las que decenas de em­
a las centrales eléctricas de Cleveland. Mezclado con agua, el pleados hubieran necesitado meses. La adquisición de una de
mineral se desliza hasta la llegada, en que se le seca en hor­ estas máquinas ha permitido a la Asociación americana de
nos. Evidentemente, es una pérdida para las compañías ferro­ antiguos combatientes reducir de 17.000 a 3.000 sus efectivos
viarias, que hacían caminar antes a través del campo lentos de agentes encargados de calcular y distribuir los subsidios
e interminables trenes de carbón: bloqueado en el paso a ni· debidos a sus miembros. Si bien la operación ha sido fructí­
vel, el automovilista se distraía contando los vagones. Como fera, ha suscitado muchas críticas. Por el contrario, el amon­
la empresa resultó rentable, se crearon otras líneas que iban tonamiento del correo postal en las oficinas centrales ha obli­
de los Alleganes a las ciudades del Atlántico. El éxito de esta gado a mecanizar no solamente el matasellado, sino también
iniciativa le valió a su promotor, George Love, el ser llamado la selección de las cartas. Una sociedad de Alejandría, en Vir­
en 196 t a la presidencia de la Chrysler, cuyos negocios no tar­ ginia, curiosamente llamada Intelligent Machines Research
dó en revivificar (2). Corporation, ha puesto en servicio un aparato capaz de leer
direcciones mecanografiadas. Este ojo clcct rúnico reconoce
El auge de la automación los números de las dieciocho principales ciudade« americanas,
saca del montón los envíos que llevan esas direcciones y los
En cuanto a la automación, es corriente en las grandes ern­ encamina hacia su destino. «La automación, ha dicho el Post­
presas de los Estados Unidos, donde está favorecida por la mast~r.­,~eneral Summerfield, es nuestra única esperanza de
concentración de la potencia económica. La industria químl­ asegór;ar el servicio postal de los Estados Unidos.» En efecto,
ca está ya completamente automatizada y la metalurgia sigue los envíos anuales han pasado de 26 mil millones en 1940, a
sus pasos. Un nuevo dispositivo controlado por cuarenta y cin­ más de 60 mil millones en la actualidad, sin que haya nada
co personas puede hacer funcionar trenes de laminado que que deje entrever una disminución. 540.000 personas son res·
ocupaban a cuatrocientos cincuenta obreros. Se trata de re­ po1dabres de este enorme correo que representa, por sí solo,
conversiones masivas de las acerías americanas: nuevos «com­ los dos tercios del tráfico postal universal.
binats», con algunos millares de hombres solamente para eícc­ 'La razón que se invoca siempre en favor ele la autornat+­
ruar el servicio de comunicación, bastarlan para atender al zación no es tanto la economía de tiempo y dinero como la
periu ria de personal cuali ticado. En la era preindustrial, cada
individuo, podía asumir las tareas simples de producción.
(2) L. Arrnand : •J:.conomie et '"'chnique des transporta mo­ Por el contrario, el persistente aumcn tn ele las necesidades
derncs­, f/01111111:~ el Mmulrs. julio ele •195.l. p. 18­1; R. Shcchun :
«Coa! Man at Chryslcrj. For11111a, Nueva York, set. .1962, p. 105. obliga a fabricar objetor. cada vez más complicados que exi­

106
.
,.
107
~~~~~[ ~­­­ ­­­­~­­­

gen una creciente habilidad. Incluso e11 la U.R.S.S., en donde terminables discusiones o se agrupaban para cantar suave­
la mano de obra no faltaba antes de la guerra, la mecaniza· mente quejas nostálgicas.
ción se ha hecho necesaria debido a la falta de obreros espe­ Se comprende también el principal mot ivo de la famosa
cializados. El economista E. L. Manévitch ha dicho: «Si nues­ ley escolar del 24 de diciembre de 1958, hoy derogada, que
tra productividad hubiera permanecido en 1937 al nivel de obligaba a la mayor parle de los estudiantes soviéticos a hacer
1928, nos hubieran hecho falta ocho millones de obreros su­ dos o tres años de prácticas, la jornada completa o no, en las
plementarios para asegurar la producción que obtuvimos in­ empresas del Estado, antes de entrar en las Escuelas Supe­
mediatamente antes de las hostilidades. Igualmente, si la pro· riores. La economía sufría entonces una grave penuria de
ductividad no hubiera mejorado aún más en la industria pe­ mano de obra cualificada. El 18 de marzo de 1961, Pravda re­
sada desde 1940, hubiéramos necesitado 3'5 millones de obre­ velaba que, solamente en Ukrania, 30.000 máquinas agrícolas
rós más para alcanzar los niveles de 1950,. (3). se encontraban inutilizadas, mientras que 8.000 tractores en·
Se comprende por qué los rusos conservaron durante tan· viados a revisión, no se usaban porque se carecía de conduc­
to tiempo a sus prisioneros de guerra, en particular a los ale­ tores y de mecánicos competentes. Se necesitaban tres millo­
manes capturados en Estalingrado. Uno de estos últimos, que nes de trabajadores nuevos, a los que se pudiese adaptar a
consiguió escapar por Mongolia y que fue en 1954 a estudiar las técnicas modernas. Ahora bien, las pérdidas ocasionadas
a Lausana, me hizo m~1 relato que explica muchas cosas. Pri­ por la guerra y el déficit de nacimientos anterior a 1945 hacían
meramente se le envió: a una fábrica con doscientos camara­ sentir sus efectos. Se quiso colocar urgentemente a toda la
das suyos: todos los (\ue habían hecho estudios s:ecundarlos juventud en las fábricas.
fueron pronto empleados como contramaestres y él mismo Al mismo tiempo, el comité central del Partido ordenaba
fue elevado al cargo de ingeniero porque había estudiado el 24 de junio de 1959 el desarrollo sistemático de la automa­
cálculo y dibujo técnico hasta el bachillerato. AJ:>carecer de ción en la industria, los transportes y la producción de ener­
distracciones, todos trabajaron ccn celo y mínuciósidad, tan­ gía. He oído a un ministro ruso hablar de las centrales hidro­
to más cuanto que se les trataba bien. Esta aplicación, muy eléctricas del Dnieper, que desarrollan una enorme potencia,
g~rmánica, les valió no obstante la hostilidad de'1os obreros y sin embargo están controladas por algunos especialistas so·
yÍde la población: se les reprochaba el hacer demasiado, míen­ lamente,"· En 1961 se encontraban en la industria soviética va­
1
tras que, desde el principio, se les había acogido con arnabí­ rios ejemplos de una automatización muy avanzada. En las
lidad. La autoridad resolvió el problema dispersándolos en un Iábricas Kalinine, en Oulianovsk, dos cadenas, reservadas cada
gran número de empresas de la región, pero por todas partes una a un tipo normalizado de pistón para motores, arrastra­
se les encargó a estos extranjeros tareas especiales o respon­ ban~­
Jtihgotes de aleación de aluminio a través de fusiones, mol­
sabilidades. En efecto, al parecer la mano de obra indígena <leos, fresados, calibraciones, estañaduras, hasta la salida, en
era extremadamente ruda y sobre todo, refractaria a la dis­ que los productos terminados eran envueltos, embalados y al­
ciplina del trabajo industrial; en el momento en que los vígi­ macenados, siempre automáticamente. Cada día se fabrica·
lantes volvían la espalda, los obreros del país se lanzaban a in· ,! ban 3.500 pistones bajo la vigilancia de diez personas, mien­
tras que poco tiempo antes habían sido necesarios ciento se­
senta obreros para la misma producción con máquinas ord i­
(3) C. Matthicu: «Une nouvelle hygiene lndustrlelle», La Ne],
i Parfs, '1955, XII, 11, p. 136. narias. En cuanto al precio de coste, se redujo a la mitad. En
~
h
1 108
otros lugares, la Iabricacló­i de breques de motoresde camio­ que esta marca proclamaba lo que sigue: «Desde el momento
nes pudo llevarse a cabo con un solo equipo de tres, hombres, en que se le coloca en la cadena, y hasta el fin de su periplo,
'
en!yez ele ciento ochenta repartidos en tres equipos'.,(4). Así se a lo largo de las trescientas noventa y ocho estaciones de tra­
explican el prestigio del spetsiulnost, del especialista, en la bajo, el bloque del motor no es tocado por la mano humana.
U.R.S.S. y la constante publicación del creciente número­de Dieciséis cerebros electrónicos efectúan en él setecientas vein­
los que han alcanzado esta cualificación: 8.800.000 en :1964, ticinco operaciones perfectamente coordinadas. Estos cere­
contando los graduados de la enseñanza superior y los diplo­ bros electrónicos no conocen 'ní vísperas de fiesta ni cansan­
mados de las escuelas técnicas medias (5). · · .... , .. cio; son insensibles tanto al frío como al calor y nada puede
distraerles de su tarea ­ni siquiera la chica bonita que pasa,
rií tampoco las preocupaciones personales.» Es verdad que el
La. automaclón en la Europa oceídental
escrúpulo hizo decir al autor de esta desagradable compara­
ción que una parte de los obreros despedidos por la nueva
En los países índustrializados de la Europa occidental, la
máquina había sido afectado a misiones de control y que
automación tiende a generalizarse. La Alemania Federal y Sui­
algunos eran reemplazados por ingenieros. Esta nota final, en
za han introducido números postales con vistas a una próxi­
letra pequeña, daba una información veraz pero incompleta:
ma automatización; la falta de personal cualificado hace nece­
la disminución real del número de puestos de trabajo, en tal
saria esta transformación. La industria alemana del Rin re­
caso, es del 90 %.
curre a los equipos más costosos por carecer de mano de
En Suiza, In industria, que está muy dispersada y trabaja
obra. Si la firma de automóviles Borgward se ha declarado en
sobre todo en pequeñas series, permanece aferrada a las for­
quiebra afectando a 18.000 obreros es porque, según se dice,
mas tradicionales de producción. Por el contrario, toda la red
creyó que podría mantenerse, con métodos de trabajo anti·
telefónica, que comprende más de un millón y medio de apa­
cuados, frente a una empresa con un elevado grado de auto­
ratos, está automatizada desde 1959. No se encuentran más
matización. En Francia e Italia la nueva técnica penetra en la
que dos o tres empicados en las grandes centrales eléctricas,
industria por las mismas razones que en otros países: es in­
excavadas muy a menudo en la roca: en el exterior, de todas
suficiente el número de obreros competentes mientras que
rnanerass'numeroso personal técnico y administrativo trabaja
un excedente de mano de obra vegeta en tierras no rentables
en oñcínas. En Pallazuit, en la carretera del Gran San Ber­
o en viñedos que no encuentran mercado. Es así como he­
mos visto a la Régie Renault enorgullecerse de poseer en Pa­ nardo, una central completamente automatizada no tiene ni
rís «el taller U 5, uno de los más automatizados del mundo». siquiera guardián. El paro o la puesta en marcha de los gru­
En 1959, los periódicos publicaron un costoso anuncio en el pos ..~•lurbinas se realiza por telecomando desde la fábrica
de Orsieres, situada a 7'5 Km. de distancia y 1.000 metros más
aba~, en el vaJle. Este sistema suprime las molestias del es­
14) G. Hartrnann : «¿Se interesa también la Unión Soviética tablecimiento de un personal a gran altura, pero pensamos
por la automación? ... Revista ccvnóniica y social, Lausana, 1961,
XIX. 4, p. 366. ,. que al generalizarse tendría repercusiones en el empleo.
t5) Se ha dioho qu,c el plan scptcnal, basado en un censo En Francia se maravillaron de que la locomotora BB 9003
defectuoso . en '1959, ha subestimado In población total, que debía pudiera tirar, en 1955, de un tren especial de 1.800 toneladas
elevarse a 2.'0 millones en 1965. es dccrr. 10 millones/ más de lo
previsto. por ruando a distancia, sin que ningún agente estuviera a bor­

110 ,.¡, 111

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1
: Mientras tanto, gracias a una feliz coyuntura, gozamos de ple·
do; esta hazaña de la técnica ferroviaria no es más que un
ejemplo, que ha permanecido a nivel experimental, de la mo­ no empleo y, algunos países de Europa occidental, de super·
dernízación operada en la S.N.C.F. (6). Las siguientes cifras empleo. Pero algunos indicios hacen pensar que con el perfec·
pondrán de manifiesto la elevación de productividad, de 1946 cionamiento técnico, ocasionado por la competencia interna·
a 1961, en esta vasta empresa nacional. Por una parte, el trá­ cional, vamos a conocer a nuestra vez, si no tomamos las ne·
fico, expresado en unidades de recorrido (viajeros­kilómc­ cesarías medidas, no solamente dificultades crecientes en Jo
tro + toneladas­kilómetro) ha pasado de 67'5 a 92'1 miles de que concierne al reclutamiento de personal cualificado, sino
millones. Por otra parte, la racionalización y la mecanización también el sorprendente paro que sufren los Estados Unidos
del trabajo han permitido reducir de 490.000 a 349.000 el nú­ desde 1957. Dejando para un capítulo ulterior la cuestión del
mero de empleados: eso significa que 140.000 agentes han empleo, vamos a intentar definir brevemente las nuevas ex i·
sido despedidos o jubilados sin ser reemplazados, en quince gencias que la automación parece imponer a los trabajadores.
años. Apresurémonos a decir que la operación ha podido efec­
. tuarse sin demasiada extorsión gracias a la expansión de la
y
economía francesa a la prudencia de ]os dirigentes.
¿Qué sucedería, no obstante, si el conjunto de la industria
se adentrase demasiado de prisa en esta vía? De hecho, en Eu­
ropa no hay que temer esta eventualidad pordel momento,
porque el desarrollo técnico y la organización del trabajo es­
tán todavía lejos del nivel alcanzado en los Es tados Unidos .
1

.. Es peor para nuestro confort material, pero mejor para la se­


~·guridad del empleo. En efecto, nosotros nos encontramos to·
1c\avfa en lo que el sociólogo Alain Touraine ha llamado la
.. fase B de la evolución del trabajo industrial, marcada por el
empleo masivo, con máquinas herramientas y obreros apenas
instruidos. Esta fase B es transitoria. Ha sucedido al anti·
guo artesanado, representado por la fose A, en la que trabajan
hombres muy formados, pero poco numerosos. Tarde o tem­
prano, a continuación de los Estados Unidos, vamos a entrar
,·,
en ta fase C, la de la automación, en que solamente se requerí­ •. '
rán los especialistas que Ford llamaba «nuevos artesanos» (7).
,,
(6) Ferrocarriles franceses. ­
tradicional: 3, unión eontradictoria e ine~:able de <los i:eglmene.;
(7) A. Touraine: L'évo/ution du travail ouvricr atu: Usines
Renault, cd. del C.N.R.S., París. 1955, 202 p. ­ Nosotros sirnpll­ de trabajo y de vida social; 4, emergencia 9cl nuevo ~1stema en
ficamos el esquema del autor, quien distingue en realidad cinco medio de los restos del antiguo; 5, automación generalizada. (Re·
etapas: 1, antiguo artesanado: 2, desmoronamiento del sistema vista Sociología del trabajo, París. 1963, 2, p. 161.)

112 113
~AP{TULO VII

RECONVERSION, PERO PERMANEN~


DEL TRABAJO

Según el profesor Barish, de la Universidad de Nueva


York, la economía, en los Estados Unidos, estaría en condi­
clones de poner en el mercado, en una sola jornada, tantos
objetos como fabrica hoy en la semana de cuarenta horas
­con tal de que mantenga, claro está, su ritmo de crecímien­
to y que encuentre salidas. Todo eso plantea numerosas y di·
ffciles preguntas. Primeramente, ¿córyo explicar este vértigo
de producción? Es, repitámoslo, qu,/ en el mundo las nece­
sldades son inmensas. Aún más, que las naciones más favorc­
cldas son insaciables. El progreso llama siempre al progreso.
En efecto, este último crea toda clase de comodidades y de
costumbres sin las que no se puede pasar. Ya la familia ame·
ricana de clase media, que se establece en los verdes alrede­
dor.d)le las ciudades, a kilómetros del centro comercial y de
laá escuelas, tiene que poder disponer al menos de dos co­
ches para el padre, la madre y los hijos. Hace diez años se
podía ver en la periferia de Nueva York, a las seis de la tarde,
a las esposas que iban a esperar a su marido a la vuelta del
ttabajo con el único auto familiar. Hoy ya no hay nadie, por·
9..ue el señor tiene su coche personal en la estación, donde lo
1 deja por la mañana en vastos espacios de parques reservados.
i~· Con el segundo coche, la señora va y viene todo el día para
hacer sus compras y sus visitas, y también para llevar y traer
­~
,: a los niños al colegio. Ahora, ya los hijos mayores piden un
tercer coche para ir a la High School, más alejada, y para

.. 115
~.·
l
1

encuentra un empleo satisfactorio. La situación es distinta entre los operadores y el mando intermedio» ( 1 ). La recten te
para los que permanecen. en su puesto; unos ascienden de ca­ experiencia indica no obstante que la proporción de estos úl­
tegoría Y otros descienden. En la clasificación de las cartas timos va a elevarse, y que a los primeros se les pedirá un ma­
por eje~plo, se tenla que recurrir hasta ahora a empleados yor grado de cualificación. Esto sucede ya en las cadenas
que. t~v1er.m extensos conocimientos geográficos, aptos para automatizadas de la industria automovilística, en las rcíinc­
de~1dir con conocimiento de causa el camino quedebería se­ rías y en las centrales hidroeléctricas. A menudo el control
~1­~ cada envío. La introducción del número postal ha sim­ de las señales es tan arduo como la conducción de una loco­
phl icado ya este trabajo. Con la clasificación mecánica, cuan­ motora; entonces no se puede permanecer en tales puestos
do se presenta cada carta la operadora no tiene más que pul­ más de algunas horas sin peligro. Siempre se necesita una
sa: el botó~ correspondiente a la cifra que ha visto. Se llega atención muy viva, capacidad para juzgar y una compren­
ast al es~ac!io del más i.rritante trabajo parcelario. Pero el ojo sión global del proceso ,;e fabricación, que supone numero­
electrónico, ya perfeccionado, va a suprimir esta codificación sos conocimientos técnicos. «En la casa Rcnault, escribe
~~ual: es la automación completa, con la que unos pocos M. Rustant, se exige del personal de entretenimiento que sea
vigilantes van a controlar un despacho cien veces más rápido polivalente: el electricista debe poseer nociones de mecánica
del correo. De ello resultará una disociación del personal en­ y el encargado del suministro puede ignorar cada vez menos lo
cargado de aparatos automatizados, Este régimen existe en­ concerniente a la elcctricidad.» En una fundición automatiza­
tre nosotros desde hace ya mucho tiempo en la industria tex­ da, dice la Unesco, el operador consagra el 50 % del tiempo a
til '. Unos reguladores sin cualificación van y vienen entre má­ la vigilancia, el 20 % a la dirección del proceso tecnológico,
quinas en las que millares de lanzaderas dan vueltas incan­ el 15 % a tareas de ejecución y el 15 % a medidas, informes
sablemente sobre sí mismas. Cuando una de estas últimas se o cálculos analíticos.
detiene, basta a menudo con un toque dado con el pulgar hu­ La pérdida de cualificación del trabajo parece no ser en de­
medecido en saliva para unir un hilo roto y volver a poner en finitiva más que un estadio ocasional y transitorio hacia la au­
marcha la lanzadera. No obstante, se producen frecuentemen­ tomatización. El efecto más evidente de ésta es el desplaza­
t~ s.ituaciones más delicadas; entonces es necesario un espe­ mieJ}~geográfico y profesional de los obreros, que lleva con·
cialista con su caja de herramientas y su habilidad de mecá­ sigo Ja suplantación progresiva, en el proceso de fabricación,
nico. de la mayoría de los trabajadores no cualificados en provecho
En Francia.r la encuesta de Pierre Navillesobre L'automa­ de una élite de responsabilidades que provienen a menudo del
tion et te travail humain, efectuada en 1957­59 en ciiversos sec­ per5iqnal de base y a los que en adelante se paga por meses.
tores ind~striales, puso de relieve que «el 80 % ~~l personal La' distribución de la mano de obra en las refinerías Shell­
que trabaja con las máquinas automáticas más rtÍ'odernas en Becre, cerca de Mansella, nos da ya una idea de las tendcn­
las ramas estudícdas está compuesto por variedacles de obre­ d\s del empleo en una empresa parcialmente ~utomatizad~:
ros especializados», y por lo tanto sin una tormacíón general. se contaron recientemente 35 peones, 69 obreros «especializa­
No obstante, el autor observa que estos obrerosrespeciallza­ dos», 362 profesionales, llamados O. P. y 91 operadores cspc­
ios eran mandados por «jefes de equipo, vigilantes, I
contro­
ladores y personal de entretenimiento. los cuales logran una
(l) Ediciones del Centro Nacional de investigación cicnt íf ice,
clara elevación de categoría que les sitúa a mitad de camino París, 1961, pp. 707 y 712. ·

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salir por la noche. Una publicidad insensata, cuyo presupuesto tornan. Resulta afectado por las transformaciones que se or i­
anual se eleva a 14 mil millones de dólares, excita todos esos ginan en su trabajo, el cual absorbe todavía la mayor parte de
deseos. Recientemente, la American Telcphone and Telegraph su. tiempo y de sus preocupaciones. Sólo en raras ocasiones
r
¡1 Company ha iniciado una vasta campaña publicitaria para per­ llega a dominar con maestría las nuevas técnicas de su oficio.
!1 suadir a las mujeres para que tengau en su casa tres teléfo­ Los organizadores y los propios jefes quedan desbordados. La
1
nos, el primero en el pasillo, el segundo en la cocina y el ter­ demanda de productos nuevos llega a ser· imperativa, mien­
cero en el dormitorio. El slogan escogido recurría a la envi­ tras que el aparato de producción está entorpecido: hay que
dia de unas y al orgullo de otras: «She's so lucky ... has 3 amortizar el antiguo utillaje, reorganizar las empresas, modi­
phonesl»] :·1, ,. ficar las rutinas del trabajo, liberarse de todo conjunto de
I Observemos que en Íturopa y en los países en vía~ de desa­ convenciones, de reglas y de leyes anticuadas. Las estructuras
rrollo, las masas ciudadanas, y también las ruralesJo sueñan económicas y sociales, que necesitan tiempo para constituir·
sino con un confort material semejante. La alimenfhción, ba­ se, se transforman también con lentitud. A la sed ele bienestar
sada todavía hace cien años en el consumo de panj' patatas, y de novedad, la invención responde más ele prisa ele lo que
se ha diversüicado y enriquecido considerableme,,ie en los haría falta: crece la distancia entre la potencia de los unos
países industrializados/ A pesar de ello, y como #nsecuen­ y la debilidad de .os otros. El progreso técnico exige inver­
cil, de la baja de precios y la elevación de la ren~} la parte siones enormes y conocimientos cada vez más numerosos: son
d~,gasto familiar que se destina a Ja alimentación, que era escasas las empresas o los pueblos que pueden disponer de
anfes del 7j %, se ha reducido al 44 % en Italia, al 30 % en ellos según les conviene. Los más ricos son incluso los que
Bélgica, al 26 % en Suiza, y al 24 % en los Estados Unidos. tienen más dificultad en procurarse los colaboradores indis­
Ya· Engel lo dijo el siglo pasado: a medida que el nivel de vida pensables. En efecto, la incapacidad de muchos hombres para
se eleva, hay un desplazamiento del consumo, que va del sec­ llevar a cabo las tareas ele la producción moderna explica el
tor de la simple subsistencia hacia el sector que podríamos hecho, sorprendente a primera vista, de que los países que
llamar de la civilización. En Suiza la parte de renta destinada han estado desde hace mucho tiempo mejor dotados en inge­
a educación, seguros, cuidados corporales, vacaciones y des­ nicrqs ·~ técnicos son precisamente los que hoy sufren más
plazamientos, ha pasado del 16'4 % al 38'3 % en los obreros, la penuria de empleados que puedan ejercer una función de
y de 18'1 % al 40'3 % en los empleados, de 1912 a··1963. Esta dirección y de obreros cualificados, lSolamentc se le ha en·
proporción media de más de la tercera parte del gasto famí­ centrado una salida a esta contradicción: construir más má­
liar consagrada a fines que sobrepasan la necesidad inmedia­ qui1.\ª''Y racionalizar más la producción. Es un círculo vicio·
ta, es indicio del cambio radical que se está operando en la soa1 cual parece ditícil escapar. /
manen, de vivir. Al igual que el progreso técnico, del que es \

consecuencia, este proceso es ineluctable, irreversible y está


••
Et'ccto!­l de In. automación en el empico
sometido a la ley de la 'aceleración. Seguramente es algo bue­
no, pero lleva consigo riesgos cuya gravedad no hay que des­ Se dice a menudo en Europa que el primer efecto de la
preciar.¡ automación en el obrero es privarle de cualificación. Eso es
/, Efectivamente, el hombre se adapta mal a este progreso cierto, desde luego, en todos los casos en que al trabajador
acelerado: sus ideas, sus costumbres, sus hábitos, se tras· se le cambia ele puesto o se 'e despide; sólo en raras ocasiones

116 117
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,.

cializados. Eso representa una proporción del 78 % de cuali­ mico de uno de los mayores bancos americanos advierte a la
ficados en el personal de taller. En los Estados Unidos, el se­ nación que « todas las empresas están amenazadas por la re·
cretario de la Comisión nacional de empleo de jóvenes ha conversión de su personal». La nueva alineación se hace hacia
dado un ejemplo límite de la transformación que se está ope­ arriba, y no hacia abajo. Bajo la influencia del progreso téc­
rando en la Industria.jSe trata de una fábrica de vidrio com­ nico, la propia naturaleza del trabajo cambia rápiclamen te.
pletamente automatizada, cuyo nombre no ha siq,"O revelado, Por una parte, la simple labor ele ejecución deja lugar a la
y que podría producir' el 90 % de las bombillas ~~e se nece­ construcción, al control y al entretenimiento de las máquinas.
sitan en todo el país, el 100 % de los tubos de rá'.dio y tele­ Por otra, se ven extenderse por todos los sitios los servicios
visión, sin contar el surtido de adornos requerido,para todos de compra, de distritiución y de venta, mientras se multipli­
los árboles de Navidad. Ahora bien, esta empresa .J ocupa en can las tareas de organización, de investigación y de ense­
t.égimen de pleno funcionamiento, al lado de sus'rnumerosos ñanza.
~pipleados técnicos y administrativos, más de c~~orce obre­ Conviene que demos algunas cifras concernientes a esta
~ps, todos ellos controladores de máquinas. :.: reagrupación profesional que es la consecuencia más visible,
f: En su comentario, 'este último autor decía: «Se puede du­ en los Estados Unidos, de la generalización del maquinismo.
<lar de que sea necesaria una educación secundaria superior El cuadro que insertamos a continuación. establecido por el
para vigilar cuadrantes y pulsar botones. Hay que saber, no Departamento <le Comercio americano, da la lista de las in·
obstante, que las empresas dudan en confiar el control de apa­ dustrias y actividades cuyo personal se ha reducido des de
ratos costosos a operadores que no les parecen seguros. Aho­ hace una veintena de años en los Estados Unidos:
ra bien, el nivel de instrucción les parace un índice de res­
ponsabilidad válido. Está claro, en todo caso, que la era de la
automación no ofrece ninguna oportunidad a los peones sub­ Sectores en los que el empleo está en baja en los
instruidos» (2). Estados Unidos ( 19·11·59)
Otro corresponsal, hablando en la misma ocasión en nom­ ==================<======;:===============,;===========
Total <le empleos Disminución
bre de la National Education Association, declara que la habi­ I,
,, 1

(en millares) <le los cm·


lidad manual por sí sola pronto no bastará ya para asegurar ­­­­­­­­­­­ ·­· __ p~cos
o meaningjul and steatiy employment, un empleo estable y 19U /959
sensato (es decir, interesante, útil y saríslactorio en todos los Agricullurn . 7.730 4.9112 2.74S
Minas . 699 289 410
sentidos). «La educación, prosigue, debe preparar a los jó­ 973 413
lr\dti's.tria textil . 1.386
venes para adaptarse a nuevas situaciones que nosotros no po­ Cuero ­ Tabacos .. 515 462 53
demos todavía imaginar: debe, pues, continuar durante toda Fqrrocarrlles . 1.285 923 362
Otros transportes . 307 228 79
la vida del adulto, porque es probable que poca gente pueda Empleos domésticos . 2.o57 J.592 4Í).)
depender durante mucho tiempo de lo que ha aprendido en Cinernarografo . 191 177 1,1
sus años de escuela y de aprendizaje.» Ya un boletín econó­ Total 14.170 9.626 .¡_5.14
1

Según E. F. Dcnlson : Tite Sourccs o/ Economic Growtt¡ in ti e


(2) «Speeial Education Survey», Tite New York Times, abril U.S.A., tabla 22, p. 207.
22, 1963. ­:­··­·;.. ­­·­· .
120 1 :! 1
El descenso indicado esta, no obstante, ampliamente com­ la inteligencia y la instrucción Jo que permiten al hombre en­
pensado por un aumento de los empleos en otros sectores. contrar trabajo.
El Comisario Ewan Clague, responsable de las estadísticas de
r rabajo en Washington, ha dado recientemente las siguientes Inmensos tubajos continúan siendo neceaarlos
cifras. De 1950 a 1960 la agricultura, las minas y la industria
americana han perdido 2'5 millones de: puestos de trabajo. ¿Hay que decir ahora que la función o el valor económi­
La construcción es la única que conserva sus efectivos. Por co del trabajo deban «anularse» en la era de la automación
el contrario, los servicios han proporcionado en el mismo pe­ v de la cibernética, estadio último de una evolución en que la
ríodo de tiempo 6 millones de nuevos puestos, de los cuales máqulna se controlará 1' si misma y podrá diversificar las
1 '5 millones correspondían a las administraciones públicas operaciones? Si se quiere hablar solamente de trabajo físic~,
v 1 '5 millones a la enseñanza. Los otros empleos fueron crea­ del esfuerzo del brazo e incluso de la simple respuesta fast i­
­dos en el comercio, la banca, los seguros, los hoteles, los res­ diosa y agotadora a señales luminosas, esta claro que toda
taurantes v centros de esparcimiento, las empresas de limpie­ esta actividad tiende a desaparecer de la producción indus­
za y servicios diversos (3). En Francia y en Italia se ha pre­ trial. A este respecto puede admitirse: el razonamiento que
visto que la proporción de empleos que no requieren forma­ desarrolla el P. Jean Weiller: lo mismo, dice, que los precios
ción particular disminuiría, entre los años 1959 y 1975, del varían «en sentido contrario a los progresos técnicos realiza­
60 al 20 % del total de puestos de trabajo ocupados. Por el dos» y que «la utilidad marginal de los bienes que se hacen
contrario, la proporción de les empleos cualificados se ele· relativamente más abundantes no hace sino decrecer», lo mis·
varía de 27 a 43 % y la de los puestos de empleados medios Y mo, «paradójicamente, el valor­trabajo se desvanece con el
superiores de 13 a 32 %. Hoy se puede dudar de que esta crecimiento de la productividad (en otras palabras, con el
reconversión se realice enteramente en tan breve plazo, pero descenso de los costes reales de produccíón)» ( 4 ). Esta última
es cierto que tarde 01 temprano se efectuará. El otro aspecto fórmula no juega ya, no obstante, si se reconoce que el tra­
del mismo fenómeno', mucho más aparente, es 'el desplaza­ bajo no f!S solamente labor de las manos o de los dedos (lo
miento del empleo, a partir del sector primario (~gricultura), que el ~st'>ciólogo Théo Pirker, <l~ Munich, llama 1~1 «digitalis­
hacia el secundario (Industria) y el terciario (servicios no ma­ mo» del trabajo moderno), sino investigaclón científica, es·
nuales). En el estadio en que nos encontramos ;tora en los fuerzo de organización y perf eccionamien Lo incesante <le la
países desarrollados, el sector secundario, desptl~s de haber técnica.
acogido en masa a los trabajadores eliminados ~gr el prima­ ~l •c¡unpo de acción del trabajo de mañana sigue siendo
rio, empieza a despedir a su mano de obra. El empleo indus­ ilimitado. Louis Armand lo ha observado por lo que respecta
trial se hace más escaso al mismo tiempo que exige más pre­ u Ja. 'fuerza atómica: «Lo que hace falta para servirse de ella
paración. Solamente queda ampliamente abierto en el porve­ es aún más dlñcil de poner a punto que lo que se ha adqui­
nir et sector terciario, en el que no es la fuerza del brazo, sino rldo ya» (5). Por otra parte, Jean Fourastié atrae la atención

(3) E. Clanuc: «Las consecuencias sociales y económicas de (4) J. Weiller: «economic politiquc el soclologíc économiquc»,
la automatiza;ión». Svnopsis, revista de l,1 Oficina belga para el Traité de soclologie, editado 1)0r Gurvitch!. París. 1958, t. I. p. 371.
crecimiento de la productividad. Bruselas. 196.'\, n," 68, p. 6. (S) Revista Realités, París, enero 196:>, p. 33.
123
122
~1obre la amplitud delos trabajos necesarios solamente para La parte de recursos naturales ya no aparece, debido a que no
mantener situaciones, incitaciones y consumos necesarios cambia apenas y tiende a ser prácticamente despreciable. En
para la humanidad, 'y que el medio natural daba gratuita­ cuanto al capital, representado por el creciente volumen de
mente ... , para llm.ita.~ los ,~.re~.i~1;1;tes incOJl'f~Di~~.t{¡.1~el~ido, utillaje y·de equipo físico, su importancia relativa disminuye
de las radiaciones, de las poluciones engendrádas por'~~inedio en­favor de la del trabajo. Queda un margen entre la aporta·
técni.co... , para ?rose.guir, finalmente, el ~~vimifp~p.ft.~rpro: ción aumentada de los tres factores (inputs¡ y el aumento to­
moción económicas (6). Parafraseando el comentáfío de,Álain tal de la producción {output): es el aumento de la produc­
~ue hemos citado más arriba, diremos «que ri.~ h;y 'creci~ tividad. Ahora bien, esta última debe ser asimilada al traba·
~iento de productividad sin inmensos trabajos'!,;'. Esta tesis jo, pues es el fruto indisociable de la aplicación y del ingenio
~tá verificada por el reciente análisis de los factores del cre­ humanos. He aquí los porcentajes establecidos por E. F. De·
cimiento económico y del desarrollo. D: una obra publicada nlson para el período 1929­1957, comparados con los que Ken­
en 1962 por E. F. Deriison, sobre Las f uentcs del crecimiento drick y Kuznets calcularon para el período 1909­1929:
económico en los Estados Unidos, vamos a recordar algunos
porcentajes que demuestran que desde 1929 en este país au­ Análisis de la tasa de crecimiento de la renta en los
menta regularmente la contribución del trabajo a la renta na­ Estados Unidos (%)
cional, en la medida en que disminuye la parte de factores : J')()f).29 1 1929-57
materiales, tierra y capital (7). Crecimiento ele la renta nacional 1. ­·­··'­­­­­­
1 100 : l 100
Fuentes ele renta en los Estados Unidos ·¡ % ) ··­­­­­­­­­­­­­­­­­­­ ­­­ ;­­1· ·­ .
=====;===­s­==:::¡===== . ······ .. T. Contribución del trabajo .
Años Trabajo Tierra Capital Aumento ele! número de horas de ·
­­­··­ ­­­­­­ ·­­­­· .. .1',
1929­33 69 6 25 M~ji~~irm~~·ió~. ·~;~~¡;·;. ·a~i. ·t~~b~: 27
1939­43 72 5 23
1949­53 75 3 22 . Mfsd~~pe·;¡~~~¡·~·. d~·¡. ·¡;;i,~i~d~~·.: : 11
2
23
4
1954­58 77 3 20 1 '
JI. Recursos naturales .. o o
Según E. P. Denison, op. cit., tabla 4, p. 30. lll. Contribución del capital 23 15
Mejor equipo de las empresas 1? 13
,Mejor alojamiento de los trabaja· ,
La evolución es todavía más asombrosa si analizamos la ··' 'dores . . . . .. . . . . . . . . . . .. . . . .. .. . . .. .. . ... . . . . ·1 2
contribución de los tres factores tradicionales no ya a la for­ IV.,
., Crecimiento de In productividad . 2? 31
rnación de la renta, sino al crecimiento anual de esta renta. Migración ele la granja a la indus­
tria . 2
Racionalizaclón y extensión de los
mercados . io ')
(6) J. Fourastié : Les 40.000 heurcs, Laffont, París, 1965, p. 218. Progreso de la ciencia y de la téc­
'
i (7) E. F. Denison: The Sources o/ Economic Growth tn tire nica . 20
e United States and the A/ternatives Be/ore Us, Committee for Eco­
nomic Development, Nueva York, 1962, 297 pp. (cuadros reprodu­
­­­­­­­ ­­­­­­­ ·­­­­·­ ...
Según E. f. Dcnison, oµ. cit., labia 32, pp. 266·268.
cidos con la amable autorización de los editores). ­­­··­
124 125
Denison y otros autores americanos han llevado el análisis
de los factores de crecimiento más lejos de lo que es nece­
sario hacerlo aquí. Por Jo que se refiere a la contribución del
trabajo, han tenido en cuenta a la vez la reducción de los ho­
rarios y la mayor eficacia del trabajo ejecutado en un tiempo
más corto. Han intentado valorar la parte de crecimiento de CAPÍTULO VIII
la productividad debida a una mejor utilización de los recur­
sos naturales, a la mejora tanto de las técnicas de dirección PARO Y HUELGAS EN LOS ESTADOS UNIDOS
como de la calidad del utillaje, etc. Lo que queremos hacer
observar es solamente el hecho de que el desarrollo, en la so­
ciedad más industrializada del mundo, es atribuible en un Durante mucho tiempo, después de la guerra, los américa­
85 % a lo que Alfred Sauvy llama «la aptitud de los hombres nos han temido la vuelta a los años de intenso paro que ha·
para forzar a la naturaleza», es decir, esencialmente a la labor bían sucedido al desastre de 1929. Recordemos que todavía
y al saber humanos. Ahora bien, esta proporción no parece en 1940 contaban con un 14 % de población activa sin trabajo.
que haya de cambiar de una manera notable en el porvenir, a Pero en 1955 el economista Peter F. Drucker les sorprendió
despecho de los progresos de la automación. Para el período al declarar en el Harper's Magazine, periódico no especializado
1960­1980, que estamos estudiando, E. F. Denison prevé sola· y muy leído entre el público culto, que los Estados Unidos
mente un débil aumento por parce de la productividad en la debían esperar una penuria más bien que una superabundan­
tasa de crecimiento (34 % ), compensado por un ligero des· cia de mano de obra: por una parte, el crecimiento dernográ­
censo por parte del trabajo bruto (51 %). Eso da c~mo resulta· fico acentuado sobre todo en las edades no activas (niños,
do el mismo total del 85 % para los factores humanos, per­ adolescentes y ancianos), y por otra parte, el incesante au­
mar.eciendo en el 15 % la parte del capital, es decir, el equipo mento de las necesidades en los consumidores, y finalmente la
material. Estos factores humanos, indudablemente, están ani­ insistencia de los sindicatos en reducir la duración de la jor­

. mados por mil ambiciones, esperanzas e intereses, pero su


puesta en marcha depende de un esfuerzo comú'n que es el
nada p.~)rabajo, pesarían cada vez más en las fuerzas de pro­
duccíón disponibles, tanto humanas como materiales. Por eso
':
trabajo, primera fuente del desarrollo. ·~i la industria americana apeló a la mano de obra negra, mal
' empleada en el Sur, y se lanzó a una vasta expansión de su
·­
't

utillaje. No se tardó en rnodificar la línea de conducta: tres


añds' más tarde, la US Steel despedía a 50.000 y la General Mo­
tors­a i0.00) agentes.
'besde entonces, el Estado debe asegurar la subsistencia
de un número anormal ele parados que oscila entre los seis
y los cinco, y después entre los cinco y los cuatro millones.
No obstante, la economía americana sigue estando viva: sin
que haya habido peligro de inflación como en Europa, la ren­
ta nacional bruta, que era de 185.000 millones de dólares en

126 127
r·­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­ . ··­­···­·

1950 y <le 464.000 mi!¡l.ones en 1959, se elevó aún a cerca di! industria automovilística, importantes contingentes de obre­
550.000 millones en Í­962 para alcanzar los 624.000 millones ros hubieran sido despedidos. Prr eba de ello es que los des­
en 1964. Indudablemente la producción industrlal.ha marcado pidos han continuado a pesar de la recuperación. En 1962 más
e~ paso hasta el nuevo impulso provocado en 196~ por el pre­ de 300.000 cbreros, de un total de 6 millones (2 % de la mano
sidente Kennedy al bajar los impuestos. No hay;[que olvidar de obra industrial}, perdieron su empleo por el único hecho de
<JUe las salidas al exterior se restringen y que eli.fuercado in· la mecanización del trabajo. En el conjunto de la economía,
~erior no puede estar siempre sociíitado. En ni{Íguna parte en 1963, los progresos de la técnica y la organización han oca­
~el mundo tienen las familias tantas facilidade~~ según una sionado, según las estimaciones de dos expertos americanos, la
~ncuesta de 1963, de la que hablaremos más adelante, el 60 % supresión de 1'4 o de 2 millones ele empleos ( 1 ). Es por eso
eran propietarias de su vivienda: (aunque con fuertes hipote­ por lo que el paro de 1958 no ha terminado: nosotros lo pre­
cas), el 91 % tenían al menos un aparato de radio, el 87 % un dijimos, en el momento culminante de esta crisis, el 30 de
aparato de televisión, el 78 % un coche y el 22 % dos coches abril de 1958, en Lausana, en un informe presentado a la asam­
(había 62 millones de automóviles para una población de 1S6 blea anual de la Cámara de oficios de Vaux (2).
millones). Aún mas, el 35 % de los jóvenes de ambos sexos; de Peter Drucker no estaba equivocado al afirmar, en 1955,
18 a 22 años de edad, tienen el privilegio de poder dedicar que el gran problema de la segunda mitad del siglo xx en los
todo el día a estudiar, antes de entrar en la vida profesional. países industrializados, sería el de la penuria de trabajadores.
¿Por qué no consigue esta economía tan próspera dar trabajo Pero la evolución de los acontecimientos ha demostrado que
a esos parados que representan todavía del 5 al 6 % de la po­ había que precisar y decir: trabajadores farmados. La expe­
blación válida y deseosa de trabajar? riencia demuestra que la mayor parte de los que han tenido
Para ello hay sin duda razones económicas y sociales. Si las que abandonar sus antiguas ocupaciones, condenados por el
clases acomodadas y medias están, a juicio nuestro de euro­ maquinismo, no consiguen, como suele decirse «reclasificar­
peos, sobresaturadas de comodidades, queda una minoría de se». Es el precio que hay que pagar por el progreso técnico.
familias, que comprenden 15 millones de personas, que no Efectivamente, este último crea nuevas posibilidades de tra­
tienen ni coche, ni televisor, ni lavadora, simplemente porque bajo a medio y largo plazo. El ejemplo clásico es el de la in·
su renta es insuficiente o porque el alquiler que pagan es abu­ vencíón 'd~l automóvil que da hoy de comer ­entre la cons­
sivo (este último caso es el de los negros y portorriqueños en truccióri y el entretenimiento de los coches y calzadas, el apro­
las grandes ciudades}. A estos «pobres», el plan Johnson inten­ visionamiento de carburantes y el alojamiento de turistas­
ta dar recursos más abundantes, lo que aseguraría, además del a un suizo de cada treinta, a un francés ele cada dieciséis, a
bienestar de los interesados, un nuevo auge de la demanda un i~glés. de cada doce y un americano de cada siete. Tarn­
global de bienes de consumo. Pero el meollo del problema blén es verdad que a corto plazo el progreso técnico y la ra­
no está ahí. La crisis de 1958 ha presentado un aspecto tecno­ •• '
lógico bastante nuevo: la principal causa era el reemplaza·
(1) US News and World Repon, Nueva York, junio 24, 1963. ­
miento demasiado rápido del hombre por la máquina. El he· Informaciones y documentos, Centro cultural americano, París,
cho de que haya habido que malvender algunos productos no n.• 184, p. 27 (!.~ de julio de 1963).
ha sido más que un factor agravante, pero secundario. Inclu­ (2) P. J.: «Récession et chórnage aux l!tats­Unis», Beruj sbe-
ratung und Beru] sbildung, órgano de la Asociación suiza para la
so si no se hubiera producldc el marasmo en las acerías y la orientación profesioual, Zurich, XLIII, JO, p. 170 (octubre de 1958).
128 129
9

,
t.!. •
cionalización que le acompaña engendran esa calamidad indi­ todos los meses que hay de 5 a 6 % de jobless, lo cual des­
vidual, familiar y social que es el paro llamado tecnológico moraliza a la nación y la desacredita en el extranjero, el go­
0 estructural, y que nosotros designaremos más bien como bierno debería insistir más en la hazaña que supone, en una
cualitativo porque alcanza sobre todo a los obreros menos comunidad tan grande, el empleo constante y ampliamente
cualificados. En las familias obreras del Middle­West ameri­ remunerado del 95 % de las personas en edad y con capacidad
cano, cuando el padre está en paro es la hija, vendedora para trabajar. Por otra parte, se preguntan. ¿hasta qué punto
o mecanógrafa, la que gana dinero para todos. De ello se de­ son acertadas las estimaciones oficiales del paro? Los criterios
riva un penoso conflicto de generaciones: los trabajadores sobre el mismo son demasiado amplios, en comparación con
de edad, insuficientemente formados y demasiado aferrados aquellos a los que están acostumbrados los europeos. Estos
a la rutina de su antiguo oficio resultan sacrificados. Por otra últimos se forman desde ese momento una imagen de los Es­
parte, la industria ya no recluta nuevos obreros, lo que per­ tados Unidos que no corresponde a la realidad. Es la prepara­
judica a los jóvenes, y el sector de servicios expulsa a su vez ción y la movilidad de los trabajadores lo que, i:>n todo caso,
a gran número de pequeños comerciantes y empleados. Para­ escasea más: prueba de ello sería que en los mejores oficios
dójicamente, el 15 % de los menores de 25 años no están em­ se acumulan horas extraordinarias que se pagan hasta el do­
pleados, hecho inusitado en los anales del Departamento de ble. Por otra parte, más de tres millones de obreros, sin con·
Trabajo. Debido a ello, el Secretario de Estado encargado, tar a los clandestinos, tienen un segundo empleo regular que
William Wirtz propuso en 1964 prolongar hasta los dieciocho les ocupa doce horas semanales, además de las treinta y ocho
años el límite de la escolaridad obligatoria: «Hay que mandar del horario normal de su profesión.
a la escuela a los tres millones y medio de jóvenes ociosos que Es verdad, responderemos nosotros, que no solamente el
entorpecen el mercado de trabajo». La movilización y el es­ Tercer Mundo, sino numerosos países medianamente desarro­
fuerzo industrial de guerra han modificado poco fa situación. Hados, no ofrecen una ocupación estable, continua y remune­
,! radora más que a una pequeña parte de su población: basta
¿Cómo poner remedio n. lns dlstorslones detie:mploo? atravesar por el Sur iá frontera de Méjico para que estalle la
,:,· diferentJa. Si bien debemos alegrarnos de los mayores hori­
El malestar de los americanos ante la persistencia del paro zonte~ · que la industrialización ha dado a largo plazo al ern­
tecnológico, es significativo. Les vemos hoy muy divididos pleo en 1os países económicamente avanzados. no por eso hay
respecto a las medidas a tomar. Algunos economistas y cier­ que dejar de intentarlo todo para prevenir y curar los males,
tos grandes empresarios creen que deben acomodarse a la príncípalmente la ociosidad forzada, que engendra a corto pla­
situación que hemos descrito. Primeramente, dicen, la des­ zo ii\ aceleración del progreso técnico. Un economista cana­
gracia es buena para algo: esta reserva de mano de obra sin díense, cuyo país sufre las mismas enfermedades <le abun­
empico preserva a la economía del recalentamiento y atem­ daricia que los Estados Unidos, ha llegado incluso a proponer
pera las reivindicaciones, a menudo excesivas, de los sindica­ que el Estado se encargue definitivamente, a título de pensio­
tos. Por otra parte, afirman que se le da demasiada importan­ nistas, de un millón de trabajadores que se consideran irrecu­
cia a las estadísticas de paro al ignorar el hecho de que el nú­ perables en los nuevos empleos. Sabemos que John Kenneth
mero de personas ocupadas se ha elevado en once millones Galbraith opta por la misma solución, pero solamente en lo
desde 1948 en siete millones desde 1955: en lugar de anunciar que concierne a los trabajadores de edad y con la reserva de
130 131

que este régimen nq; podría ser más que un mal.remedio pro· ington, ante el Comité parlamentario sobre la automación.
visional. Insiste con tanta más fuerza en la nec~~idad de pre· «Acogemos a ésta, decfa Vl:11ter P. Reuther, presidente de los
parar mucho mejor a los jóvenes para las tareas de mañana. United Automobile Workers, como una fuerza mayor de cre­
Medidas pasivas, como la subvención legal ,qe los que no cimiento, que comporta la promesa de una mayor abundancia
tienen trabajo, son, en efecto, insuficientes e iriá'decuadas. Es para todos, pero a cor.dicíón de que se haga buen uso de ella.
;!odioso tener que decir que el progreso técnico, fpente evíden­ Ahora bien es necesario mirar la realidad cara a cara: desde
~ te de prosperidad, debe permitir al Estado ma:i:itener perma­ hace cinco años, ha supuesto para millones de familias una
~ nenternente a la minoría de trabajadores que ·~ mismo pro­ enorme carga de pruebas 7 de sufrimientos que podrían ha­
<;· greso técnico ha privado de su manera de ganarse el pan. berse evitado» (3 ). En 1964 George Meany, presidente de la
:; Más juiciosas han sido las iniciativas que tienden a hacer po­ AFL­CIO, la organización cumbre del movimiento obrero, no se
. síbles las jubilaciones anticiparlas en caso de pérdida del em­ mostró menos amargo cor ocasión de una entrevista televisa­
pleo. Siguiendo el ejemplo de los seguros privados, el Congre­ da en que criticaba a la Administración Johnson, Consideran­
so americano autorizó desde 1961 a los afiliados a la Seguri­ do al paro como «el problema capital en el campo socio­eco­
dad Social para que hagan valer, mediante una reducción, sus nómico», habló de «la tiranía que la automación ejerce sobre
derechos a la jubilación desde la edad de 62 años, es decir, el pueblo americano». Pensemos que los sindicatos mantie­
tres años antes de lo previsto. Más de un millón de personas nen equipos de observadores y analistas que siguen las inci­
han hecho ya uso de este derecho. En 1962 el 1ob Retraiting dencias de las «novedades tecnológicas» sobre el empleo in·
Bill financió la puesta en marcha de un plan de reeducación dustrial. Et asunto es grave para las uniones obreras que han
profesional de los parados que dio, en cambio, resultados muy perdido dos millones de miembros a causa del paro: desde
. limitados; en 1963 solamente 6!.0vO personas se habían íns­ 1956, el efectivo total no sobrepasa los 13'5 millones, pues el
crito en esos cursos! El proyecto Kennedy de reducción masi­ reclutamiento de jóvenes viene justo para colmar los vacíos.
va de impuestos, entrado en vigor en marzo de 1964, parece Los sindicatos hacen a los estadísticos oficiales reproches
haber espoleado la· producción de bienes duraderos, pero contrarios a los del patronato: el disimular notablcmen te la
corno este sector es precisamente el más autorizado, el efecto ext~ión del paro parcial. En el total de personas ocupadas,
sobre el empleo ha. sido mínimo: la esperanza del difunto dthnado por él en 65'5 millones en 1960, Georges Meany no
Presidente de reducir la tasa de paro al nivel, que él juzgaba contaba más que 50'9 millones de trabajadores con jornada
aceptable, del 4 % no se ha realizado. completa, es decir, apenas más que en 1953 (50'2) y 1957 (50'8).
As(,tl número de personas privadas de trabajar más de treinta
De todas maneras, ¿es solamente al Estado a quien corres­ y'cuf'ltro horas por semana, pero no clasificadas como para·
ponde remediar no tan sólo los males existentes, sino además dos se habría elevado en siete años de 9'3, a 12'2 millones.
adaptar la producción a las nuevas exigencias? ¿No es más 'Todo este cálculo fue rebatido en 1961 por el senador Paul
bien tarea de los dirigentes inclustriales por una parte, y de H. Douglas. para quien la última cifra debería ser diez veces
los representantes de los obreros por otra? De hecho, si unos menor, es decir, l '2 millones. Incluso si J;,. medición acertada
y otros se preocupan vivamente por estas cuestiones, no se
ponen en absoluto de acuerdo en cuanto a la solución del pro­
(3) l ssues of the Slxties, Watlsworth. San Francisco, 1961,
blema. Se les vio enfrentarse principalmente en 1960 en Wash­ p. 21.
132 Ri
.t}
133
1,
está a la mitad del camino entre estas dos evaluacícnes.vla ción eléctrica, en el que reina la mayor penuria de personal,
amplitud del paro completo y parcial parece inquietante. Com­ exigió la· semana de veinte horas sin reducción de salario. La
prendemos el por qué los sindicatos, en los Estados Unidos·, huelga fue de corta duración, ya que toda la construcción que­
tienden actualmente a frenar la automación con todas sus dó inmovilizada en Nueva York. Acordaron una semana de
fuerzas, o al menos a lograr que todo cambio tecnológico en veinticinco horas, es decir, cinco días a cinco horas a la tarifa
las empresas sea previamente negociado con las uniones obre­ normal, con una hora diaria extraordinaria a una tarifa más
ras. Si bien la intención es loable, no lo son siempre los me· elevada. Los nueve mil electricistas A (que percibían 165 dóla­
dios puestos en práctica. Nada ha sido más estúpido que la res semanales con el régimen anterior de treinta horas más
huelga llamada de los «lavabos», que bloqueó sin aviso y du­ cinco extraordinarias} hicieron un aparente sacrificio al firmar
rante diez días, en septiembre de 1961, la producción de la Ge· un contrato que les aseguraba 161 dólares, pero sabían bien
neral Motors en el mismo momento en que se apuntaba una que las cinco horas que ganaban les serían muy provechosas,
tímida recuperación de la demanda de coches nuevos. Oficial· porque en lugar de pasarlas en sus casas, las dedicarían a un
mente se trataba de mejorar las condiciones higiénicas del trabajo por el que se les pagaría el doble. En cuanto a la soli­
trabajo al extender de veinte a cuarenta minutos el tiempo daridad obrera y al interés general del país, del cual Van Ars­
concedido diariamente a :los obreros fuera de los descansos, dale ha querido hacerse campeón en este asunto, vemos bien
par ir al W. C. En realidad, bajo todo aquello no había más Jo que se ha hecho de ellos: mientras que el salario semanal
que una prueba de fuerza, ., llevada a cabo según una táctica medio de todos los empleados y obreros por cuarenta horas
nueva: con pretextos fútiles, atacar sucesivamente a.Jas ma­ de trabajo era entonces de 96 dólares, los electricistas de
yores empresas en vez de­al"· conjunto ele la industrias ',
Nueva York han podido asegurarse una renta de 200 dólares
!
' si les place trabajar de treinta a treinta y cinco horas por se­
mana. Y eso es el doble del sueldo medio no solamente de los
La pujanza. de las huelgas .,
. , ~. obreros, sino también de los profesores de Universidad en los
Vemos hasta qué punto se ha elevado el nerviosismo de Estados Unidos.
los dirigentes del sindicalismo americano. «Si seguimos pro· Había "~e esperar que los otros cuerpos de especialistas
ducisndo cada vez más con un número cada vei· menor de Nucvd York exigiesen ser tan bien tratados como los elec­
de obreros, dijo George Meany, tendremos que reducir las tricistas. Los tipógrafos, miembros de la más antigua de las
·:.
horas de trabajo sin disminuir los salarios: si eso significa la Uniones americanas se lanzaron a la gresca antes de Navidad,
semana de treinta horas o incluso menos, adoptérnosla.» Esta justa11]~P1t~ al comienzo del período de las fiestas y de los
pujanza tienta fuertemente a los pequeños sindicatos de es­ saldos que proporcionan a los periódicos sus mayores anun­
pecialistas que saben que su ausencia en una cantera o una cios p\l'blicitarios. Según la nueva estrategia, la emprendieron i.
empresa pone inruediatarnente Iin a tocia actividad. Es así con los diarios más importantes y pidieron 18 dólares de au­
como en Nueva York, Harry Van Arsdale, presidente de la mento por semana, siendo que el salario medio de unos 3.500
Unión de electricistas de la categoría A, obtuvo por sorpresa interesados era de 160 dólares. El patronato hubiera podido
de un patronato u astornado, en enero de 1962, uncontrato aceptar y hacer repercutir en el público la carga suplemen­
único en el mundo. Pretextando las amenazas del paro tecno­ taria, como lo había hecho en el transcurso de estos últimos
lógico, que sin embargo no exlstía en el campo ele la instala­ años, con ocasión de las grandes huelgas del acero o del auto­

134 IJ5
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móvil. Pero esa vez los empresarios se pusieron firmes, te· quienes no dejaron de soportar una considerable pérdida tic
.miendo que se desatasen nuevas huelgas en serie en caso de salarios. Un conflicto del mismo género, pero mucho más ge­
)dctoria de los tipógrafos. No obstante, después.de ochenta y neralizado, dificulta desde hace años la situación competitiva
~iete días la propietaria del New York. Post, periódico de gran de los ferrocarriles americanos frente al transporte por ca­
~iirada especializado en crímenes y escándalos, anunció que rretera y el aéreo. Para poder mantenerse, las compañías,
cedía, y veintisiete días más tarde, en abril de 1966, terminó que están vigiladas por los Estados, pero no subvencionadas.
la huelga. Más de veinte mil personas ajenas al conflicto ha­ han introducido numerosas innovaciones técnicas y admi­
bían perdido sus medios de ganarse el pan durante este tiem­ nistrativas, privando de empleo, al igual que en Francia, :1
po, sin contar a todos los que habían visto su renta disminuir un elevado número de agentes: 750.000 en dieciséis años, de
por el hecho de la ausencia de periódicos; comerciantes, em­ 1947 a 1963. Sin tener en cuenta el hecho de que la tercera
presarios de espectáculos, etc. Esta loca aventura, funesta parte de esos despidos eran debidos aparentemente al des­
tanto para el país como para las dos partes directamente censo del tráfico más bien que al perfeccionamiento técn i­
afectadas, no ha sido más que una semi­victoria para los sin­ co, los sindicatos ferroviarios hicieron huelga tras huelga
dicatos: obtuvieron la promesa de dos aumentos sucesivos de durante todo este período. El desorden fue mantenido por
(; dólares, con un año de intervalo, y una semana de treinta las vacilaciones de las autoridades de vigilancia quienes, a
y cinco horas de trabajo en vez de treinta y seis. A decir ver­ menudo por razones electorales, se opusieron a las medidas
dad, el motivo fundamental de este conflicto no era pecunia­ de racionalización, retardando una reorganización general que
rio: con 160 dólares semanales una famílía puede vivir muy al parecer no puede tardar. La situación es precaria también
bien en un pabellón con jardín en los alrededores de Nueva en las minas de carbón, donde el empleo ha bajado de
York. Lo que se puso en juego fue primeramente la vanidad: 419.000 unidades en 1947, a 180.000 en 1959. Gracias a que la
\In tipógrafo no quería estar en inferioridad de condiciones productividad se ha duplicado en el mismo período los mi­
con respecto a un electricista. Aún más, fue el temor a la au­ neros tienen los salarios obreros más altos de los Estados
tomación el que ocasionó esta impremeditada huelga. En Unidos, pero saben que su porvenir, lo mismo que el ele las
efecto, los tipógrafos saben que las agencias de prensa pron­ empresas, está comprometido.
to dejarán de solicitar de los periódicos la redacción de tex­ '¡odtls estas experiencias deberían conducir a menos in·
tos; les enviarán bandas perforadas que pasarán directamen­ transigencias por una y otra parte. ¿Hay que admitir que la
te a las máquinas de imprimir. convención obtenida por Walter Rcuthcr ele los dirigentes de
la Chrysler, y después de Ford y de la General Motors en oto­
Todavía en 1963 en Houston, Tejas, se advirtió a los sin· floAe'' 1964 sea, como él lo ha proclamado, «el acuerdo más
dicatos que la automación podría hacer pronto ineficaces los importante en la historia del movimiento obrero americano?»
golpes de fuerza de los descontentos. Durante un afio ente­ Potemos dudar de ello. Ciertamente, las ventajas concedidas
ro, los obreros de una'\ empresa petroquímica habían hecho al personal son extraordinarias: aumento repentino del sala­
huelga para protestavrcontra la supresión de algunos puestos rio por hora en más de medio dólar, pensión de 400 dólares
de trabajo. Por fin t~vieron que ceder porque .los ingenie­ al mes, desde la edad de sesenta años para los obreros que
ros y los empleados consiguieron hacer funcionar la fábrica tengan al menos treinta años de servidos, etc. Ahora bien,
sin interrupción por sí solos. Se apaciguó a los .huelguístas, todo eso no hará más que acelerar la automatización y los
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B6 Y 137

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­­­­­­­­­­­­ ­·­ ­ ­ ­ ­···'"'

despidos por causa tecnológica. Se llega a hacer de los sin­ so, crean nuevas ocasiones de empleo y de ganancia. Hac,e
dicatos de ciertas ramas florecientes de la industria una es­ falta agilidad y discernimiento para ejecutar la política, segu­
pecie de aristocracia próspera, pero cada vez más restringida, ramente legítima y no puesta en duda por nadie, que tiende
mientras que la inmensa mayoría de los asalariados del país, a disminuir la duración del trabajo en la medida en que se
organizados con menos fuerza en actividades menos remunera­ eleva Ja productividad.
doras, apenas podrán librarse de los hardships and sufferings Más cauto esta vez que su colega Meany, el presidente Wal·
atribuidos a esta automación y tan elocuentemente evocados ter Reuther propuso en el verano de 19ó2 que las empresas.
por W. P. Reuther en 1960. De nuevo será el consumidor el que asistidas por el gobierno y los sindicatos, asegurasen la pro­
deba pagar la factura en último término, ya que los precios moción general de las masas obreras preparándolas para las
tendrán que bajar para favorecer la exportación. Ahora son actividades terciarias. Evidentemente, a largo plazo es la úni­
los obreros metalúrgicos, les Steel Worki~rs, cuyo número ha ca solución posible al paro tecnológico en los Estados Unidos,
disminuido mucho deslíe la famosa huelga de los ciento die­ del mismo modo que el paso de la agricultura a la industria
ciséis días, en 1960, Jo/que obtienen nuevos aumentos: es un fue la solución al empobrecimiento del campo. Pero la real i­
feudalismo que emerge en el mundo americano. En 1964 un zacíón de tal proyecto tropieza en los primeros tiempos con
sindicato de pintores neoyorkinos venció por tres puntos a los obstáculos que a menudo son insuperables. La reeducación
tipógrafos al asegurarse una semana de treinta y,:,dos horas de los parados de má~ de cuarenta años ha resultado decep­
sin disminución de salario: el juego del "trabajo negros va a cionante, incluso cuando se trataba de una simple transfe­
ampliarse. rencia a una actividad próxima a la que había tenido que ser
abandonada. La instrucción escolar o profesional de la ma­
La eoncllíación es posible yor parte de los obreros de la industria americana es tan so·
mera que difícilmente permite una nueva cualificación técni­
El presidente Johnson, al igual que su predecesor Kenne­ ca y aun menos los desplazamientos en el campo de los ser­
dy, se ha opuesto abiertamente a la disminución general y vicios o de las oficinas. ¿ Se sabe que el S % de los adultos son
forzada de la duración del trabajo que George Meany pide con ,.
todavía­iletrados
. en los Estados Unidos?
insistencia desde hace años: según el jefe de la central sindi­ Sdlamente la nueva generación ­ todavía no está suficien­
cal, la semana legal de treinta y cinco horas liberaría de cin­ temente preparada­ podrá pasar al sector terciario y ser útil
co a seis millones de empleos. Ahora bien, se reconoce que las en él. Como quiera que sea, la formación profesional sigue
medidas obligatorias y sistemáticas de esta clase logran muy siendo ~l único medio válido y duradero para remediar el paro
a menudo un fin contrario al que se proponen. El paro no al­ tecnólógico. Nosotros lo hemos afirmado en muchas ocasio­
canza más que a ciertos sectores, mientras que otros sufren nes desde 1954. En el mismo año, el economista Simon Kuz­
penuria de mano de obra. Las dificultades de estos últimos net~• daba la siguiente acertada fórmula: « El capital más irn­
aumentan con ocasión de tales intervenciones, sin que los portante de un país industrialmente avanzado no ~s su equipo
primeros resulten verdaderamente aliviados. Aún más, al pa­ material; es más bien, por una parle, el conjunto de los cono·
ralizar las industrias en expansión y las etapas que animan cimientos adquiridos en experiencias seguras y, por otra par­
la vida profesional, se agrava el paro en Jugar de disminuir­ te, la capacidad de la poblacíón para utilizar eficazmente estos
lo, ya que los sectores activos. situados en cabeza del progre­ conocimientos».

138 139
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Es cierto que la indispensable promoción de los trabaja­


dores, en todas las escalas, requerirá muchos más esfuerzos
Y tiempo. En espera de que la instrucción se adopte a las nue­
vas exigencias del empleo, hay que poner remedio a los nefas­
tos efectos del paro tecnológico. En los Estados Unidos pre­
CAPÍTULO IX
valece la opinión de que la carga debe ser soportada no sola­
mente por el Estado, sino también por los sindicatos y los 1
empresarios. Las empresas deben comprender que la segu­ LA FORMACION ESCOLAR Y PROFESIONAL ./ l
ridad del empleo de su personal forma parte de sus deberes ·l
sociales. A este respecto ha dado un buen ejemplo la socíe­ ,¡ 1

dad de conservas de carne Arrnour, de Chicago, en el acuerdo Dado que la actual revolución tecnológica ocasiona en los · ÍI
que­ firmó el 10 de septiembre de 1961, con los sindicatos de la Estados Unidos la eliminación de un elevado número de obre­ 1
1
alimentación. Los 15.000 obreros de esta compañía tienen aho­ ros industriales y de empleados de oficinas (se habla menos
ra la seguridad de recibir, si hay despido por causa tecnoló­ de estos últimos porque rara vez están sindicados), algunos
gica, no solamente un preaviso de tres meses, sino también, piensan que se debería obligar a las empresas o a los poderes
desde su marcha, un salario de 65 dólares semanales llamado públicos a «pagar a la gente para que no trabajase», bajo pre·
technological adiustment pay, durante un período de veinti­ texto de que en el futuro la producción se harta ella sola. Una
séis a cincuenta y nueve semanas según la antigüedad, en d vez más, es una peligrosa ilusión. En primer lugar, las necesi­
caso de que la oficina de reempleo no encontrara un puesto dades de los consumidores se elevan de tal manera que un iró­
para los despedidos, ni en la empresa ni fuera de ella. Acuer­ nico ha podido decir: «No hay nada más difícil que los pla­
dos semejantes se han establecido recientemente en la TWA zos, para un hogar obrero americano que gana 750 dólares al
para los mecánicos de vuelo, en las acerías Kaiser y en la so­ mes». Aún más, estas necesidades familiares se extienden
ciedad American Motors. Asimismo en Europa las convenció­ cada vez más a dominios poco accesibles a la mecanización:
ne~ de la CECA y de la CEE tienen reglas de principio sobre distracci<?11cs, , iajcs, instrucción, cultura, servicios de toda
la readaptación de los trabajadores. Hay que avanzar por esta clase. , . ··.,,
vía si se quiere desembocar en un régimen de trabajo que sea I Por otra parte, hay que reconocer que el hombre se can­
equitativo para todos. ~ sa de las distracciones más de prisa que de su oficio, en el
u l
~l.
caso de que este último le proporcione una renta equitativa y
le S,li~.i.il~,un i.nterés suficien1~ se entiende. Pero la automa­
ción tiende a suprimir precisamente las tareas penosas, ingra­
tas y.,fastidiosas a las cuales tanta gente está sujeta aun hoy.
1
Es hacia .una labor más variada, más inteligente, más respon­
.¡: sable, donde nos conduce el progreso técnico. No es en abso­
luto utópico el prever que la falta de apego al trabajo, engen­
drada por la primera expansión del maquinismo, se atenuará
con la vida más rica, más completa, que se puede esperar de

140 141
­­­­­­­­­­­­·

nosotros. El tiempo libre y la libertad no tienen sentido más secundarios, técnicos y superiores, responde no solamente a
que en un juicioso equilibrio de actividad útil y de esparci­ legítimas aspiraciones sociales, sino también a fuertes impc­
miento. En la medida en que el trabajo responda a las pro­ rativos económicos» (1). Ya nadie duda hoy del buen funda­
fundas necesidades de creación, de expansión de sí mismo mento de esta afirmación. La penuria de especialistas forma·
y de comunicación con otro: en otras palabras, mientras llene dos, que era ya sensible hace diez años, a nivel de los mandos,
sus funciones vitales conservará su razón de ser, aún más, su se ha agravado por todas partes y se extiende a las escalas
irreemplazable valor Po/ª el homhre.j.,s preciso, en lo suce­ subalternas del trabajo, donde se tiende a necesitar un grado
sivo, asegurar una aY\ida a los «sin..trabajo», afectados ma­ de cualificación más alto. En todos los países industrializa·
terial y moralmente por su inhumana situacíón.l'ál mismo dos, las metas y los métodos de enseñanza, en sus tres gra­
tiempo importa adaptar en el más breve plazo la 'vida social dos, son objeto de importantes estudios y revisiones. El des­
y particularmente el régimen educativo a las nuevas exigen­ plazamiento acelerado: del empleo hacia el terciario superior
cias del desarrollo económico. El esfuerzo debe ci'Írigirse ur­ no permite dejar a los futuros trabajadores sin una fuerte
genternente a la preparación y la orientación de lps jóvenes, preparación general, desde el estadio de la enseñanza pri­
. •;,
Vamos a examinar sucesivamente estos dos puntos'en los dos maria.

ú\Jimos capítulos de esta obra. Estas consideraciones, válidas para los países adelantados,
Jo son también para los países subdesarrollados, a condición
El desarrollo va unido a la inRtrucci6n de· que se adapte la educación a las necesidades regionales.
La insuficiencia de instrucción, primeramente escolar, pero
En los Estados Unidos se calculó que había en 1962, 'en sobre 'todo profesional, entre los negros de Africa, es indu­
proporción, diez veces más parados entre los trabajadores que dablemente la causa principal, no solamente de su atraso,
habían asistido solamente algunos años a la escuela elemen­ sino también de su actual impotencia para organizarse. Como
tal, que entre los College graduates, que habían estudiado has­ hemos visto, derrochan sumas enormes en empresas estériles
ta la edad de veintidós años. Ya que los términos de esta com­ o· en equipos cuyo empleo no conoce nadie. Lo que falta es el
paración son extremos, recordemos al menos que la tasa de saber, ~!)nterés por el perfeccionamiento técnico. Un profe­
paro entre estos últimos (1'4 %) se elevaba a 4'8 % por lo que sor franeés, que conoce bien Africa, me decía que durante
respecta a los graduados de la High School, que tienen cuatro mucho' tiempo los jefes del país prohibieron a sus hijos que
años menos de escolaridad, y a 7'5 % en los jóvenes que ha· fuesen a las escuelas misionales o coloniales por temor o des­
bían entrado en la vida activa a la salida de la escuela prima­ precio de la instrucción. Ahora estos dirigentes iletrados son
ria. Los negros, alcanzados por el paro dos veces más que los sup1Wft~dos por jóvenes de familias modestas que habían
blancos, están en su mayor parte menos instruidos. Por otra aprendido a leer, a escribir y a contar. Desgraciadamente,
parte, veremos más adelante, en una especie de contra­prueba añadla mi informador, la mayor parte de estos últimos dejan
de estas primeras observaciones que la renta de las familias
en los Estados Unidos sé eleva en correlación perfecta con el
(!) P. J.: «L'enseignement secondairc et supéricur au service
número de años di! escolaridad del cabeza de familia. d'un plus grand nombre», Revista económica y social. Lausana,
Estas observaciones confirman la siguiente tesis, que nos­ 1954, pp. 241­265.­Ver también: Politica de empleo y de educa-
GÍl511 (·1957) y Sociologla de In educacián ( 1962), Blhliotnca cconó­
otros sosteníamos en 1954: 11Ln gcncrnlización de los estudios mica, Payot, Parfs,
142 143
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el campo para trabajar en los puestos bien remunerados y Todos estos errores humanos y estas circunstancias ad·
muy a menudo inútiles de las administraciones urbanas. Mu­ versas no invalidan la advertencia de la O.e.o.E. proclamando
chos de ellos, no consiguiendo colocarse porque no pertene­ que en el Tercer Mundo «la educación debe desarrollarse con
cen al clan racial o al partido dominante, viven dé expedien­ mayor rapidez que se haya hecho hasta ahora en cualquier
tes antes que dedicarse a la agricultura o al artesanado, que otro lugar. Efectivamente, sólo la difusión de la instrucción
juzgan indignos de su cualificación. hará comprender a esa juventud le necesidad de la ayuda
Por su parte, los profesores americanos Harbison y Myers, mutua, la disciplina y el trabajo. En los países en vías de
cuya obra principal comentaremos más adelante, han demos­ desarrollo se necesita una formación mejor. más realista, más
trado en un reciente simposium que en la mayor parte de los práctica, más científica. Es evidente que las subvenciones pro­
países subdesarrollados los errores pedogégicos y, de manera cedentes del exterior son vanas si no se utilizan racionalmen­
general, the wrong kind of education, la mala clase de educa­ te. Si la U.R.S.S. ha llegado en cuarenta años al nivel que hoy
ción, crean literalmente el paro al formar numerosos ínem­ conoce es porque ha definido y practicado una política cohe­
pleables, Estos últimos, que no son solamente licenciados en rente y sostenida de generalización de los estudios desde el
derecho, en humanidades o en arte, sino que poseen diplomas Gosplan de 1924. Ya antes, desde comienzos de siglo, los Es­
secundarios o primarios sin tener práctica alguna «rehusan tados Unidos habían puesto en práctica por otros rr­edios una
ocupar empleos vacantes que juzgan inferiores, o se revelan política semejante, generosa y realista a la vez, de expansión
incapaces de llevar a cabo las tareas indispensables (en los de la ensefi.anza. Desde hace sesenta años, aunque con altiba­
campos de la técnica o de la organízacién)s (2). Todavía son jos, la han proseguido incansablemente, sin coacción, alcan­
más inquietantes las observaciones presentadas en el Con­ zando resultados hasta ahora inigualados tanto en lo que con·
greso europeo <le cultura de Basilea en septiembre de 1964, cierne a la tasa de la escolarización como a la de crecimiento
por el profesor E. de Vries, quien ha ejercido su profesión económico. Es eso Jo que ha permitido a los americanos. des·
durante muchos años en Indonesia: según él, un gran núme­ pués de la guerra, ayudar tan ampliamente a Europa occiden­
ro­ de los hombres del; Víetcong, de los rebeldes congolefios tal y después a los países subdesarrollados. Contrariamente
y rde los revolucionarios de Zauzíbar, son jóvenes de 15 a 18 a lo sucedido con la ayuda al Tercer Mundo, el Plan Marshall
años, antiguos alumnosíde las escuelas de los pueblos, que no ha sido un"éxito extraordinario porque los beneficiarios fran­
han aprendido ningún dficio, que desprecian la tien\:h. y a quie­ ceses, alemanes, italianos o ingleses eran pueblos laboriosos,
nes nadie ha podido dar empleos útiles. El auge demográfico ahorrativos, emprendedores y sobre todo cualificados en todos
alarma a los expertos: en varios países de Asia ~jde Africa los niveles de la vida profesional.
la.mitad de la población tiene ya menos de quince ·~fios según .... \
,·,
lo~ estudios realizados. Y sin embargo E. de Vri~ dice que La medida. de las lnverslones intelectuales
I
«HÍly pocas esperanzas de crear suficientes empleos en estas
'(C ·'
••
regiones». El perfeccionamiento técnico ha sido tan rápido, sobre
todo en los Estados Unidos. que la formación de los adultos
que ya trabajan y la preparación de los jovenes no han podi­
(2) F. Harbison y C. A. Mycrs: « F.<.lut:ntio:i and Employment do seguir, desde hace algunos años, el mismo ritmo de pro·
In thc Ncwly Devcloplng Bconomics», Comnarativc Eáucation Re·
view, Columbia University, New York, junio 1964, p. 7. grcsión. Lo5 resultados han sido deficiencias de adaptación

144 145


­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­,­­­­­­­­­­­­­­··­­­­­­·­­­­­­­­­­­­­­­

y paro. De esta manera, la falta de instrucción escolar y pro­ estudio clásico titulado « Education and relative wage rates»
fesional, que representa un obstáculo para el despegue de los y publicado en 1932 en la Revista internacional del trabajo en
países subdesarrollados, afecta igualmente, pero en un esta­ Ginebra. En los Estados Unidos un instituto privado de estu­
dio más elevado, a Iospaíses más avanzados, frenando el cre­ dios científicos, The National Industrial Conjerence Board, ha
cimiento de la economía. Es la confirmación, en él plano de estudiado .recíentemente con minuciosidad la relación de la.
las sociedades globales, pueblos o naciones, de w.ia antigua .

escolarización con la ;renta familiar. A continuación repro­
convicción de los padres de familia, según la cua\!~o hay in­ ducimos algunas cifras del citado estudio:
versión más segura que la educación de sus hijos. bejos de ser 1
$ lujo o simplemente lo que los economistas ~~ llamado 1 Escolarización y renta en los Estados Unidos en 1963 (4}
un gasto de consumo privado, la instrucción es un4Jverdadera
inversión de la que se aprovechan 110 solamente los indíví­ 1 íRenta medial
Bscolarización del cabeza Número
familias
del
% : familiar %
duos, sino también las colectividades. En otras palabras, la 1 de familia
! en mi.lones 1¡ ___ 'en dólares
enseñanza aparece hoy como un factor decisivo de bienestar
1
material y de progreso social, tanto como de cultura y civili­ Escuela elemental 1

zación. parcial (0.7 años) 7'1 15'0 ; 3.460 9


Vemos el camino recorrido entre la afirmación de la ur­ Escuela elemental
gencia del desarrollo y la generalización de los estudios, para
responder a las crecientes necesidades de la economía, y la
comteta (8 años)
High chool
parcial (1­3 años)
.........
.........
t!'4
8'8
1 17'7
.
18'5 '
1 5.300
5.930
15
17
H1gh Scflo:>l
atrevida tesis que descubre ahora en los progresos de la Ins­
trucción uno de los secretos, antaño tan buscados, de «la rí­
completa (4 años)
College parcial (1­3
.........
años).
13'4
4'5
28'2;
9'4 ·
6.850
7.740
30
11 ..
j
queza de las naciones». Toda la teoría general del crecimiento College completo (4 años). S'3 •11'2 1 9.700 18
económico se ha vuelto a poner en cuestión hoy. Se han em­ Total de familias 47'4
­
100'01 6.250
­­
100
i
1

prendido recientemente numerosos estudios para verificar la


hipótesis de una relación de causa a efecto entre «la Inversión
'
. ..f'~
intelectual» que representa el auge de la enseñanza y, por otra Cápitalizando estas rentas medias se ha creído poder in­
parte, la elevación del nivel de vida. Nos saldríamos demasia­ dicar la suma a que equivaldrf a, en un plano económico, no
do de nuestro tema si nos detuviésemos en esta cuestión; que solamente un antiguo alumno de escuela primaria o media,
ya hemos estudiado en otro lugar (3). sino también el conjunto de la nación americana. Es tranquí­
Observemos, no obstante, que hasta aquí hemos utilizado Hzatlbr pensar que dicho total tendría más valor que la masa
al menos tres aproximaciones a este problema. Primeramente de ~pitales físicos del pafs.
hemos intentado calcular el rendimiento de la instrucción re­ Por otra parte, se determinó en la tasa de crecimiento de
cibida en la enseñanza primaria, media y superior. Es eso lo • 1 la renta nacional la parte que correspondía al trabajo y al ca­
que hizo el economista neozelandés Afü,n G. B. Fisher en un 1
1 (4) J. Rogcr O'Mehara: Company sponsored Scholarship and
(3) P. J.: Investir en hommes, Centro clP. estudios Europeos, Students Loan Plans, Collection Studies in Personnel, N.' 192, The
Lausana, 1965, 71 p. Conference Board Record. New York, oct. 1964, p. 42.
146 147
l
pital: queda, como hemos visto más arriba, un «residuo» atrí­ Nos extrañamos al ver a Noruega colocada entre los sern ¡.
buible a diversós factores inmateriales de los cuales el más· avanzados: ¿se debe a que es el país de Europa que tiene una
importante sería precisamente la educación escolar y profe· mayor proporción de jóvenes cursando estudios en el extran­
sional. Finalmente, un tercer método conduce a averíguar.ien' · jero y que, por consiguiente, no están incluidos en las estadís­
.. ­:·. diversos países, si .hay une correspondencia fuerteentreel­ ticas nacionales? Todavía más; nos sorprendemos al encon­
índice de prosperidad que representa el crecímíentovde la ­trar a los tres países escandinavos, colocados siempre muy
renta nacional y, por otra parte, el desarrollo educativo .. En altos en las publicaciones de la O.C.D.E., por debajo del nivel
su obra Education Manpower and Economic Growth, publí­ de la República Argentina. En cuanto al índice atribuido a los
cada en 1964, los profesores Frédérick Harbíson y Charles A. Estados Unidos, de tres a cuatro veces más elevado que el que
Myers han realizado el mayor intento para establecer esta se reconoce a la Unión Soviética o a Suecia, proviene simple­
última correlación. Con ayuda de un indicador original han mente del hecho de que los autores americanos se atienen
agrupado setenta y cinco naciones en cuatro categorías: sub· siempre a una tasa global de escolarización que les favorece
desarrolladas, parcialmente desarrolladas, semi­avanzadas y exageradamente, antes que reconocer que la mayor parte de
avanzadas (5). sus Freshmen y Sophomores (1'2 millones) son, a pesar de su
El nivel de desarrollo económico se mide según dos cri­ edad (18­19 años), de un nivel no superior, sino secundario.
terios: el producto nacional bruto per capita, expresado en De todas maneras, en los Estados Unidos hay educadores que
dólares, y la proporción de agricultores en la población acti­ osan decir hoy que las comparaciones establecidas por las
va {es el sector primario el que sirve de término de compa­ grandes organizaciones internacionales entre los distintos pa ¡.
ración, mientras que 19.., más frecuente ha sido escoger el ter­ ses en lo que respecta al desarrollo de la instrucción, «care­
cíarío, aparentemente más significativo). En cuantoal desarro­ cen a menudo de rigor o de precisión .. , debido a que «no se
llo educativo, se le juzga según la tasa global de ,'~scolariza­ presta ninguna atención a las diferencias de calidad .. (6). Aún
ción en los dos grupos de edades 15­19 y 20­24, con cierta pon­ más, una gran revista de pedagogía comparada editada en
deración en favor del segundo. Los autores no ocultan la in­ Nueva York, acaba de acoger un ensayo de su autor latino·
suficiencia relativa de estos criterios, pero les c9.~1ceden no americano, Héctor Correa, el cual se esfuerza precisamente
obstante más valor que a otros índices más difíciles de esta­ en défjn1'r criterios que permitan medir la calidad de la edu­
blecer: gastos anuales en educación, proporción 4~
personal cación para que se la tenga en cuenta en las cc nparaclones
docente, ingenieros, sabios o médicos por 10.000 habitantes. De internacionales. Es evidente que la empresa encierra algunos
e~te «índice compuesto del desarrollo de los recursos huma­ riesgos, pero abre camino hacia una mejor comprensión mu­
nos» resultan unas estimaciones que van {I): de 0'3 en Nige­ tua.tntre comparadores de la educación, en el Antiguo y el
ria a 7'5 en Sudán; (11): de 10'7 en Guatemala a 31'2 en lrak; Nuevo Mundo (7).
(III): de 33'0 en Méjico a 73'8 en Noruega y (IV): de 77'1 en ••
Dinamarca a 92'9 en la .U.R.S.S., a 107'8 en Francia, 123'6 en
Bélgica y ... 261'3 en los Estados Unidos (p. 33). (6) B. Holmes y S. B. Robinsohn: Relevan¡ Data i11 Compara·
tive Education, New York, 1963, p. 14.
(7) H. Corren: «Quality of Educar ion and Socio­Econom ic
Development», Co111parative Education Revie111, Ncw York, IQ6,t
(5) Ediciones McGraw­Hill, New York, 1964, 229 pp. pp. l 1·16.

148 149
Ln ley de Alfred Sauvy contrario, tales excepciones confirman la regla; no tardaremos
' en damos cuenta de ello.
A pesar de las enojosas divergencias que puedan encon­ Mucha gente, digámoslo de pasada, teme que el aumento
trarse en el caso de ciertos países, hallaremos un elevado gra­ de los efectivos universitarios engendre una penuria de diri­
do de correlación en gran número de encuestas recientes, en­ gentes medios y una plétora de intelectuales. El riesgo es real
tre el desarrollo educativo, la generalización del empleo y la si no se mantiene un ritmo, si no se modifica la orientación
elévacíón del nivel de vida. Con toda seguridad esta última tradicional de los estudios, si la economía no se presta a la
mejora es, en gran medida, la causa del progreso de la ins­ necesaria reconversión. Demasiados empresarios que no dís­
1
.¡ trucción, pero también es su consecuencia. Los expertos de frutaron de una escolarización avanzada cuando eran jóvenes
y las circunstancias eran distintas, y que no por ello han de­
h la 0.C.D.E. se arriesgan a decir que «las inversiones en capi­
tales reales son menos productivas si no están apoyadas por jado de hacer brillantes carreras, vacilan hoy en contratar
1 inversiones correspondientes en la enseñanza». Nuestra con­ técnicos diplomados y graduados universitarios. El relevo de
clusión, más categórica, será la que Alfred Sauvy ha formu­ los puestos de responsabilidad en las empresas, las adminis­
lado con tanto acierto en la imagen siguiente: lo mismo que traciones y los servicios debe hacerse, no obstante, según cri­
11cl huevo prefigura al animal», el estado presente de la pobla­ terios nuevos. En la enseñanza en Francia, por ejemplo, se re­
ción escolar de un país prefigura no solamente a la población querirá un título de licenciado en pedagogía para el nivel pri­
activa, sino también el nivel del desarrollo económico del por­ mario, en tanto que no será posible cualificarse, sin título de
venir (8). Si la concordancia no es siempre clara, es porque profesor auxiliar para el nivel medio y el doctorado para la
el crecimiento de la renta depende también de otros factores. Universidad. Es el régimen que preveía, ya en 1945, el proyec­
Además, se trata de un proceso a largo plazo: de quince a to Langevin­Wallon: la cantidad de jóvenes que estudian ac­
veinte años, decía Allan Fisher en 1932. Los islandeses, cuyo tualmente y el auge económico del país deberían permitir 1
país está desprovisto ele recursos naturales, invierten sobre pronto su realización.
r.
todo «en hombres»: la mayor parte de los jóvenes hablan una Se puede no estar <le acuerdo por lo que respecta a las con·
lengua extranjera y están formados en las profesiones cuali­ secuen.d~ inmediatas de la automación. pero sigue siendo f¡
ficadas. La misma adaptación se. lleva a cabo, pero en un gra­ evidente que el progreso técnico impondrá normas de cualifi­
do menos marcado, en las regiones áridas y pobres del Medio­ cación más severas a toda la población activa. Sin embargo,
día de Francia. La tasa de escolarización a nivel secundario una reciente encuesta hecha en Francia ha puesto de relieve la
es más elevada allí que en los departamentos prósperos del insuñciencía de la preparación escolar y profesional, a pesar
Norte: los padres animan a sus hijos a continuar los estudios del ehorrne esfuerzo realizado desde la guerra. En una mues­
con el fin de que puedan encontrar en las ciudades una ma­ tra de mil reclutas del contingente 1963/1 del Ejército del
nera de ganarse el pan que sus pueblos no pueden ya asegu­ Aire! casi todos de veinte años de edad, 293 no poseían certiñ­
rarles. En estos dos ejemplos, no hay correlación entre el des­ cado alguno de enseñanza o de oficio, 262 tenían solamente
arrollo educativo, el empico y el actual nivel de vida. ¿Es eso el certificado de enseñanza primaria, 291 habían obtenido el .ij
un fallo de lo que aquí llamaremos la ley de Sauvy? Por el certificado de aptitud profesional y 154 tenían títulos más ele·
vados (diplomas diversos, bachillerato). Otra muestra que
(8) Revista Population, Parfs, 1959, p. 101, y 19&1, ,· p. 463. comprendía numerosos beneficiarios de prórrogas de más
150 Jf 151
edad, dio no obstante, mejores resultados en los cuatro gro· Si la inmigración extranjera ha permitido esta promocion
pos: ningún certificado, 178; C.E.P., 148; C.A.P., 254; títulos profesional, ésta ha sido posibilitada no sólo por la generali­
más elevados, 420 (9). En Suiza, donde los nacionales frecuen­ zación de los aprendizajes (que aparece en la tabla II) sino
tan menos las universidades que en Francia, la formación es­ también por la asistencia a cursos de perfeccionamiento y so­
colar y profesional es, por el contrario, más general a nivel bre todo por la elevación de los niveles de escolaridad: la
medio. La comparación puede efectuarse por los exámenes proporción de jóvenes suizos que han proseguido sus estu­
a que se someten anualmente y desde hace mucho tiempo to­ dios hasta el grado medio se elevó de 49 a 59 %.
dos los reclutas de veinte años de edad. En 1963 realizaron Se ha dicho que este auge, quizá demasiado rápido, ha ido
dichas pruebas 31.600 jóvenes que representaban casi la tota­ acompañado de un descenso de la calidad en la formación de
lidad de su grupo de edad.· Los dos cuadros· que siguen' "dan .los aprendices, de los colegiales y de los estudiantes; pero no
el tanto por mil, en 1943 y 1963 de los niveles de escolaridad . es esa la opinión de los expertos en los exámenes de reclu­
y de las orientaciones profesionales: '· ··­­ · tamiento. Lo que habría que deplorar, nos parece a nosotros,
:.,'? es el estancamiento del número de jóvenes que han asistido
Escolaridad y profesión de los jóvenes reclutas en Suiza a escuelas profesionales (llevando consigo una bajó en las
proporciones del cuadro T) y el aumento demasiado débil del
l. Escuelas a que asistieron (9&,) 1943 1963 número y la promoción de bachilleres, futuros dirigentes in­
­­ ­­
Escuela primaria solamente (8­9 años obligatorios). 510 413
termedios de la nación. El primer hecho se explica por los
altos salarios pagados en la industria a los que no han hecho
Escuela secundaria de 1~ grado . 292 401
Escuelas profesionales, técnicas, etc. .. . 1'12 70 nada más que un aprendizaje: muchos jóvenes vacilan en em­
Escuela secundaria de 2.' grado (Instituto y Univer­ prender el difícil y costoso camino de las escuelas profesio­
sidad) : . ,6 116 nales, que desemboca en una remuneración apenas más ele­
f;:
.:·,
II. Profesiones (9&,) .¡
.,¡ vada. Actualmente se han introducido correctivos en esta si­
tuación, de modo que el número de alumnos de las escuelas
Peones y obreros sin aprendizaje . 250 105
Agricultores formados o no
Artesanos, obreros cualificados
. .}'86
. ,369
80
562
técnkas';·)>or ejemplo, se ha duplicado en el curso de estos
último9 años. En cuanto al insuficiente desarrollo de la ense­ ...
:,
Coñ,erciantes, empleados y funcionarios formados. f09 138 ñanza superior en Suiza, se debe a diversas causas que he­
Estudiantes, maestros y bachilleres que desempeñan
un trabajo . 86 115 mos analizado en otro lugar. Hoy se Je pone remedio, pero
es un poco tarde. Si el número de estudiantes suizos en las
uni~tsidades aumenta desde los años ~esen ta, se debe sobre
Lo que más sorprende en este cuadro es el desplazamien­ todo,, al aumento que la natalidad experimentó veinte años
to del empleo hacia las categorías superiores: en veinte años atrás. Se puede prever desde ahora que la proporción de maes­
la proporción de puestos ­de trabajo de media o alta cualifica­ tros y bachilleres ( 115 por mil, en 1963) no se elevará sino e.le
,..,
ción ocupados por jóvenes suizos se ha elevado de 57 a 82 %. una manera moderada en los próximos años.
Serán necesarias profundas reformas en los rcg.rnencs edu­ •I
cativos, el establecimiento de programas y los métodos de en­
(9) Encuestas estadísticas sobre el reclutamiento del ejército,
32 y 23 pp. Oficina universitaria de estadística, París, 1964. señanza. Ante todo, no se realizará ningún progreso sin una

152 153
ampliación de las bases sociales de reclutamiento secundario,
técnico y superior. Importantes reservas de comp~fencia per­
manecen inutilizadas en muchos países desarrollados, Alfrecl
Marshall lo dijo en 1890: «Buena parte de los talentos natura­
les de la nación nacen en la clase obrera y son desperdiciados
con demasiada frecuencia en las actuales circunstancias». Es CAPÍTULO X
notable que los economistas se hayan dado cuenta de este
hecho antes que los educadores. Volviendo a considerar sus LA ELECCION DE OFICIO
cálculos, se podría demostrar que existe una correlación en­
tre la renta nacional y lo que nosotros hemos llamado la tasa
social de escolarización en los niveles superiores. Pero ya he­ ­~Hasta ahora hemos hablado del trabajo entendido en un
mos insistido suficientemente, dentro del marco de esta obra, sentido muy amplio, sin referirnos a la actividad particu­
en la necesidad del desarrollo de la formación escolar y pro­ lar de cada individuo. Pero el trabajo no tiene para los hu­
fesional. Todavía tenemos que subrayar la importancia en el manos este carácter impersonal y abstracto. Estos sólo co­
porvenir de orientación de los jóvenes en la elección de oficio. nocen el trabajo bajo la forma concreta del oficio (métier).
También en esta cuestión puede establecerse una fructuosa Derivada del latín minísterium, la palabra métier significa pri­
colaboración entre los economistas, los psicólogos y los edu­ meramente servicio, con la restricción de que se trata siern­
cadores. pre de una tarea útil, importante, que presupone capacidad
natural y ciertos conocimientos. En el siglo x el «mcnestier»
era por excelencia el servicio de Dios o el servicio del rey: de
esta acepción nos han venido los términos corrientes de minis­
terio y de ministro, aplicables al culto divino o a la administra­
ción del Estado. De todas maneras, si los propios reyes han
habl~d6)1urante mucho tiempo de su oficio, en sentido de un
servlcío cualificado, prestado a Dios o a su pueblo, esta noción
se ha generalizado muy pronto a toda función pública o acti­
~dad profesional que exigiese una formación particular.
,!(, Ho, convendría establecer toda una psicología y una so­
clorógía · del oficio. A este respecto no existe más que un cier­
to u"tümero de monografías dispares, publicadas en su mayor
parte en los Estados Unidos. En el prefacio a su Sociology o/
Work, el americano Theodore Caplow explica por qué, que­
riendo hablar del trabajo, se ha visto llevado a ocuparse del
oficio: la división del trabajo, dice es un tema «sorprenden­
temente descuidado» y es lamentable que los análisis de Adam ·I
.! HI Smith y de Emite Durkheim no hayan sido continuados en '
154 :": 1
155
i
·1.1
l?,1.
­~­­­­­­­­­­­­­­­··­···­­­ ­­­­­­ ..

nuestros días O). ¿Puede deberse a que nuestros sociólogos nidamente: su número actual l­u sido evaluado en 15.000 por
estén demasiado convencidos, por influencia de uno de sus Jean Fourastié y en 40.000 por un americano. La Nomencla­
maestros, de que «el oficio ha muerto»? Hace poco, en un con­ tura oficial del Instituto nacional de estadística de Francia re­
greso de orientadores profesionales se anunciaba «el ffo de conoce más de 10.000; en Suiza, el número de profesiones ca­
]os oficios». En realidad, los interesados habían querido decir talogadas ha pasado de 7 .500 a 11.500 entre 1950 y 1960. A pe·
solamente que un grado de especialización de los jóvenes de­ sar de eso, la influencia del oficio en los hombres no ha dis­
masiado elevado era contrario a la previsible evolución del minuido. La profesión determina siempre el medio social, la·
trabajo: una formación polivalente en el interior de cierto elección de cónyuge, la vida familiar, el lugar ele residencia, los
campo de actividad respondería mejor a las exigencias de mo­ il).;ereses y las distracciones. (l .
vilidad, iniciativa y adaptabilidad del trabajo del día de ma­ ~ Ya en 1855 Le Play había observado la «distinción» de los
ñana. Todo eso es verdad, pero no signifíca que el oficio esté carpinteros. Más recientemente, el novelista La Varcncle decía
cercano a desaparecer. En efecto, después de un largo perío­ también: «Los oficios de la madera forman hombres amables
do en que numerosas profesiones se han degradado e incluso y valerosos. La profesión es ennoblecedora. La entibación le
disuelto, asistimos a una, especie de reestructuración dilatada añade peligro, aristocratiza al hombre por el riesgo que exige,
del oficio, el cual vuelveja ocupar el lugar que· el proceso mul­ por la autoridad que confiere. Finalmente, el oficio es uno de
timilenario de la divisió~ profesional del trabajo le ~abía pre­ los más íntegros que hay. Con él no es posible ninguna tram­
parado entre las ocupacfones humanas. En la época d'e los cos­ pa: todo el conjunto está al descubierto, visible y patente».
monautas y de los «obreros del espacio», son los pedhes­y no Esta dignidad se les reconoce hoy a los técnicos en general,
los hombres cualificados los que serán sacrificado{; ,t ·. · ·: ''. particularmente al personal de aviación, a los marinos y a los
empleados de ferrocarril. «El ferroviario, dice Jean Balensi,
;.. '.,, no cesa jamás de maravillarse, para sí, de ese contraste entre
i[ El hombre y su oficio , ,¡ su humildad nativa y el peso de sus responsabilidades» (2).
Le, que se llama «el espíritu ferroviario» ha marcado, en di fe·
Q ¡Antaño los oficios no eran numerosos: en Europa occíden­ <.­ rentes escalas los escritos ~e Pierre Harnp, Raoul Dautry y f
tal al final de la edad media, nueve de cada diez hombres Louis ArlYland. R t(Q_} {l'•{,; ·1 · 1 • ,,. • í,,
Son 'muy raros los obreros áe nudstro tiempo qu/.hah po­
1
eran campesinos, leñadores, pastores o pescadores. Se llama­
ban Longchamp, Bouvier, Berger, Hunter o Fisher. Los arte­ dido analizar sus condiciones de vida y dar una expresión li­

i
sanos y comerciantes eran tan raros que su actividad les sin­ teraria a las mismas. Sus testimonios tienen más interés que
gularizaba en seguida: los Chapuis eran carpinteros, los Fa­ los e\,(\ los intelectuales, desde luego bien intencionados, que
vre obreros que trabajaban metales, los Cosandey sastres, los han asumido voluntariamente, durante un tiempo, tareas obre­ ,.
Renevier prestamistas de dinero, los Ecoifey y los Courvoi­ ras . .fbr este motivo los escritos del antiguo mecánico de f;i. .
l.

siers curtidores o zapateros. Los patronímicos permanecieron brica Hyaclnthe Dubrcuil han encontrado gran eco en todo el
cuando los hombres cambiaron de ocupación. Con el tiempo mundo. Publicó principalmente, en 1953. interesantes notas
los oficios han perdido su fijeza y se han subdividido indefi­

r:~,
(2) J. Balensi : «Triagevillc­sur­Scinc» (Villcncuvc·Saint·Gco:·­
·(I) Universiry of Minucsota Prcss, Minneapolis, 1957, 330 pp. ges), Hommes et mondes, París, 1953, p. 3,99.
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sobre los oficios, que desarrolló en 1963 en Promoción. A cada t"" ganarse la vida y algunas veces incluso a ganársela bien, pero
profesión, dice, le corresponde no solamente un modo de vida casi nadie ha aprendido a vivirla. Los hombres todavía no
particular, sino también un conjunto de rasgos de carácter saben nada más que trabajar. Eso habría que cambiarlo» (5).
que se encuentran en todos los tiempos y lugares en que di· Tales llamadas no se han quedado sin respuesta. Antoine
cha profesión se ejerce. Conocemos la «respetabilidad» de los. de Saint­Exupéry, que compartió la existencia de sus me­
tipógrafos. La alegría del vinicultor y del pintor de brocha cánicos y de sus compañeros de equipo, se· preocupó cons­
gorda contrasta con la gravedad del campesino y del minero. tantemente de conciliar el oficio y la vida. El mismo estaba
El ambiente de una reunión de railroaders es el mismo en como embrujado por su peligrosa profesión. Se ha subraya­
Francia y en los Estados Unidos. Las tradiciones de taller so~ do a justo título «la gran medida en que el oficio de piloto
a menudo tan fuertes que, en un mismo oficio, pueden obser­ contribuyó a hacer de Saint­Exupéry el hombre que fue: aca­
varse sorprendente diferencias: el mecánico de Belleville y de bó de formarlo, le ayudó a conocerse» (6). Lo mismo se ha
Ménilmontant es otro hombre. en ciertos aspectos, que su podido decir de Guéhenno, «hombre cabal».
c~mpadre de las costas de Boulogne o de Puteaux (3). . Si el oficio hace al hombre, también le deforma: Sgana­
f, Habría que hacer todo un estudio sobre el lugar que el k"' relle, en la comedia Amor médico, no necesita escuchar mu­
oficio ocupa en la vida del hombre y sobre la influencia que cho rato al señor Josse para saber que es orfebre. 'Nadie es­
ejer5e diariamente en nuestras ideas y en nuestros sentímíen­ capa a la deformación profesional, y no menos el r rtista o el
tos.~Ya en 1754, el académico Charles Duelos en sus Conside­ escritor que el relojero, ya que «hacer un libro es un oficio,
raciones sobre las costumbres, citadas por Littré, observaba lo mismo que hacer un reloj», como observaba La Bruyere en
que «no hay profesión que no exija un hombre por entero». su capítulo «De las obras del espíritu». La huella del oficio
Por su parte. Diderot alababa al «hombre que pertenece por es tan fuerte que marca al hombre hasta lo más profundo de
entero a su oficio»; incluso sin genio, decía, «una tenaz aplí­ su ser. Un alienista decía a J.­Ed. Chable que «en su estable·
cación le eleva por encima de la mediocridad». Por acertado cimiento la mayor parte de los hombres internados continua­
que haya sido, en ciertos aspectos. este moralismo del si­ ban alimentando preocupaciones profesionales. mientras que
glo xv111 cometía el error de hacer de la actividad profesional las mu¡et~ estaban atormentadas por cuestiones sentimen­
un fin en sí misma. Atexandre Vinet lo dijo el 28 de noviem­ tales o extravagancias ajenas al trabajo. Un ingeniero cons­
bre de 1830 en uno de sus Discursos: «Podéis ocupar el tiem­ truía puentes gigantescos, un oficial se creía Napoleón, un
po. dedicar una obra a cada una de vuestras horas; pero ocu­ pintor cubría las paredes de su celda de dibujos informes, un
par el tiempo, ¿e1, ocupar la vida?» (4). Podemos creer que empleado de banca no sabía salir de un cálculo astronómico,
Jean Guéhenno no desaprobaría esta máxima, él que escribía un pOtítico pronunciaba interminables discursos. A través de
el 9 de abril de 1963 las siguientes líneas: «En el estado actual su lo,~11ra, el oficio deformado, aparecía. Se distinguía su res­
de nuestro sistema de enseñanza. los hombres aprenden a plandor como a través de una niebla. Había marcado a la per­
sona de una manera tan profunda que la enfermedad no con­
(3) H. Dubrcuil: Le travail et la civilisation, Pion. Parls, 1953, ¡
segura borrar su recuerdo».
pp. 191­228. . ¡.
(4) •A. Viuct : «El cristiano en la vida activa», Dlscours sur (5) «Ganarse la vida· y vívirla», crónica del Fígaro.
quelques suiets reíigieux (1831) (CEuvres. Lausana, 1910, III, 1, (ó) H. Hofer: «L'humanisme de Saint­Exupéry», Etudes de
p. 215). ,· lettres, Lausana, julio 1946, p. •JO().

158, 159
El pintor alemán Kaulbach había observado ya este hecho relatos de Jean Guéhenno sobre la huelga de los zapateros
en 1826, en el sorprendente dibujo titulado La Gavia, en el que de Fougeres (9).
representó con una perfección inigualable los principales ti­ Los estragos de un trabajo abusivo por todos los conccp­
pos de enfermos mentales. Se ven, uno al lado de otro, un sol­ tos no deben hacer olvidar la regla que Goethc, en la cumbre
dado que lleva un sable de madc ra, un político privado del de su carrera, enunciaba en los Años de via]e de Wilhelm
poder, un comerciante arruinado, un predicador· enajenado Meister: •La práctica de un oficio constituye el terreno más
mostrando una cruz, un crítico literario con expresión furí­ favorable para el desarrollo del individuo». Es también debi­
hunda, as( como otros personajes, todos agrupados, con excep­ do a que el apego al oficio ts el elemento más resistente a la
ción de algunos solitarios, uno de los cuales, moralista o filó­ degradación moral o a la degeneración, la reeducación por
sofo, había emprendido una sabia diser tación, sentado en una medio del trabajo, universalmente practicada hoy, es eficaz
piedra con unos libros abiertos sobre las rodillas. Mientras tanto por lo que respecta al enfermo mental como al delin­
que los hombres están acosados por su profesión, las muje­ cuente. Pestalozzi, a quien Goethe profesaba gran estima, ha­
res son presa de extraviados sentimientos o de pasiones tu· bía formulado ya esta observación: «Es para mí un hecho ex­
multuosas (7). ·!· perimentado que niños que han ~crdi,do la salud, (ª~ fuerzas
.
La patología del trabajo ha interesado siempt~
,. a los psi· y el ánimo en una vida de holgazanería ":J de mendicidad, una
quiatras. Antes de ultimar; en 1921, su famoso testde las man· vez sometidos a un trabajo regular al cual no estaban acos­
chas de tinta el Dr. Hermann Rorschach, de Zurich, había he­ tumbrados en absoluto, vuelven a encontrar en seguida la ale­
cho toda una serie de estudios sobre la Schwarmérei, eferves­ gría, la vivacidad, el buen aspecto y se desarrol~an de un~
cencia sectaria extendida sobre todo entre las familias de te· manera sorprendente debido únicamente al cambio de su si­
jedores de la Suiza alemana. En 1894, Pierre Janet, en su tuación».
Estado mental de los histéricos, hablaba de una joven obrera
cuyo pie derecho estaba constantemente sacudido por un irre­
sistible movimiento de pedal, mientras que la mano semi· Poder elegir prof eslón ni menos
cerrada giraba alrededor de la muñeca. Afectada de sonam­ ,,~ '
Otro' p!tquiatra y el más ilustre de nuestro siglo, Sigmund
bulismo, murmuraba incesantemente ­hay que trabajar, hay
que trabajar», preocupación justificada por la miseria de su
Freud ha ido más lejos al insistir en la gran importancia de
la elecciónde oficio: 11La actividad profesional. escribía, apor­
familia. Ahora bien, su actividad en una fábrica de ojos de mu·
ta una particular satisfacción cuando ha sido libremente es­
ñecas consistía precisamente en mover un pedal con el pie y
cogida\lBs una cuestión en la que Adler y Jung han aprobado
una rueda con la mano (8). Este trágico esbozo de lo que era
el trabajo a finales del siglo pasado está de acuerdo con los
íempre al iniciador d~l psicoanál.isis. Por su parte, l.os gran­
es dfúmadorcs de la vida económica proclaman unánirnernen­
e con Louis Arrnand que «el trabajo se convierte en una car­
·' a cuando la elección de estudios y carrera ha estado fun~a­
(7) Este dibujo está reproducido en el Manual de psiquiatrla da, como sucede a menudo, en el azar; entonces no se abriga
de los Ores. Morgenthaler y 0.­L. Forel, editado por H. Hubcr,
Berna, 1940, p. 126.
(8) Dr. H. Floumoy: «Les maladies psychosornatlques», Mé­
dicine et Hygiéne, Ginebra, 1 de mayo de 1949. (9) «Une grcvc en 1906», Clrn11ger la l'ie, pp, 147­160.
160 161
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más que una idea: librarse de él» (10). ~ ese el p¡:obh;ma gas y privilegios de generación en generación. Los cambios de J ,cl,,;_­z,.
~1cial del trabajo. «El ejercicio regular de un oñcío.idecía condi~ión eran raros y sólo se producían en circunstancias /t1.,~P"<l.. _
C.·G. Jung, asegura.al.hombre la mejor clase de vida,,No•óbs· especiales desacostumbradas. Por eso los Antiguos los hacían rnc.v::,
f. tante, el trabajo sólo­es saludable cuando es um acto.Iíbre.»: depender gustosamente de una decisión de los dioses o del •
Para el autor esta liberación debe llevarse a cabo primeramen­. destinQt'Para ellos, la fatalidad era dueña. absoluta de los hu­
te respecto de las coacciones psicológicas, infantiles e incons­ manos; nada de su existencia les pertenecía verdaderamente,
cientes. Por otra parte, puede realizarse, incluso en los oficios ni siquiera la elección de oficio, El examen del vocabulario
más modestos, por la aceptación de una condición humana demuestra que los antiguos griegos representaban el destino

' sional que toma la forma de una v~ci4n­ / O t=


forzosamente limitada, por la adhesión a una actividad profe·

(t También es verdad que la coacción, no solamente en la


bajo la imagen de una cadena o de una cuerda atada alrede­
dor del hombre por las potencias superiores. Intentaban cono­
cer la voluntad de los dioses por medio de prácticas adivina­
11 profesión sino también en la elección de profesión, subsiste torias (echar suertes, astrología, interpretación de sueños, et­
1 todavía para muchos de nuestros contemporáneos a pesar del cétera) cada vez que se trataba de elegir un jefe o de designar
creciente interés y de la inusitada variedad de las ocupacío­ al que tenía que ejecutar una misión particular. Y se mostra­
1 nes que nos propone la vida moderna. Que al menos el adoles­ ron muy irritados cuando Sócrates les dijo al proponer el
cente capaz pueda escoger el oficio que Je convenga, tal es el principio de una selección racional de las competencias: «Qué
1 deseo actual de todos/Comprendemos entonces que el prín­ tontería que un haba decida la elección de un magistrado,
cipal reproche de los americanos a ciertos dirigentes sindica· cuando no se echa a suertes a quien se confiará el gobierno
listas sea el que limiten el acceso a profesiones interesantes de un navío.»
y bien remuneradas a algunos privilegiados, hijos o parlen­ Sin duda porque era padre y escribía a su hijo, joven in­
tes de los antiguos miembros; la reprobación pública obligó, disciplinado de diecinueve años, el abogado y tribuno Marco
por ejemplo, a Harry Van Arsdale, dirigente de los electricis­
.
Tulio Cicerón dio pruebas de mucha clarividencia cuando ha·
tas de Nueva York, a garantizar la admisión de mil aprendí· bló de ,.,la elección de profesión en su tratado De 0/f iciis sobre
ces en el pequeño grupo de especialistas a los que había con­ los deberes del hombre. El autor traspone al plano de la psi·
ducido a la victoria. colegía todo el problema del destino: es en la naturaleza de
~ Tales monopolios, que antaño desacreditaron a las corpo­ los humanos más que en las decisiones de la fatalidad en don·
raciones, son todavía hoy la mayor tentación de todas las aso· de encuentran las razones profundas del comportamiento de
ciaciones profesionales: médicos, profesores, notarios, conta­ los _¡nd!viduos y, en cierto modo, la explicación de su des·
bles, técnicos, pintores de brocha gorda, etc. Estas medidas 'tino. He aquí Jo esencial de las observaciones de Cicerón:
restrictivas son una injustificada supervivencia de una época J)espués de haber insistido en la diversidad de los carac­
en que la práctica de las artes y oficios, como el ejercicio de teres humanos, el autor da como primer precepto a su hijo el
las funciones públicas, 'estaba reservado a un pequeño núme­ «atenerse a lo que es suyo», es decir, desterrando las malas
ro de familias que se transmitían secretos profesionales, car· inclinaciones, «seguir a su propia naturaleza». Lo mismo que
los actores que saben lo que se hacen escogen no los pape­
les más bonitos sino los que mejor les van, así el hombre pru­
( 10) L. Armand y M. Drancourt: Plaidoyer pour l'avenir, Pa· dente debe tener en cuenta sus aptitudes y sus posibilidades.
rls, Calrnann­Lévy, 1961, p. 167.
162 163
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«Si sucede que las circunstancias nos han lanzado a ocupacío­ más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos:
nes extrañas a nuestro genio propio, hay que redoblar los cuí­ «Cada uno debería contentarse con pintar de buena gana
dados, la atención\~ la diligencia para salir de ellas con el aquello hacia Jo que se siente inclinado por su instinto na­
menor deshonor.» 'Cicerón atribuye a la libre voluntad del tural, y no acometer por espíritu de emulación algo que no
hombre un gran poder cuando escribe que si «los rnándatos, le ha dado la naturaleza; eso le evitaría vanos esfuerzos y, a
los honores, las riquezas, el crédito y sus contrarios están so· menudo, la vergüenza.» Por el contrario, ·dice Vasari, nada
metidos al imperio del azar, de todos modos nosotros somos es más feliz que la expansión de un talento natural como el
los únicos que tenemos que decidir el papel que . queremos de Giotto. Sabemos en qué solemnes términos cuenta el au­
desempeñar en el mundo». Es así, prosigue, como· «unos se tor la historia de este último:
dedican a la filosofía, otros al derecho civil y otros· a la elo­ ..Q «El arte de la pintura empezó a revivir en Etruria, en una
cuencias. En tal elección, «algunos son arrastrados.por el jui­ aldea próxima a la ciudad de Florencia que se llamaba Ves·
cio de la multitud; y los hay, no obstante, que, y~sea por pignano. Allí nació un niño de maravilloso talento, que sabía
suerte, ya por efecto de la disciplina de sus padres, ya por dibujar una oveja según la naturaleza. Un día pasó por el ca­
la excelencia de su naturaleza, han tomado la carrera que les mino el pintor Cimabué, que iba a Bolonia. Vio al niño sen­
conviene» ( 11 ) . .1 · · tado en tierra, dibujando una oveja sobre una piedra. Y se
Estas líneas fueron escritas en el año 44 antes de nuestra llenó de extrañeza a causa de aquel niño de tan tierna edad
era: han pasado dos milenios sin que se haya avanzado mu­ porque ya lo hacía tan bien. Al ver que tenía arte por natu­
cho en el análisis de estos hechos de psicología individual y raleza, preguntó al niño cómo se llamaba ... •
social. Durante toda la Edad Media, y aun después, la idea En este relato, probablemente legendario, todo el acento
griega del destino, la filosofía estoica de la naturaleza y la recae sobre el carácter casi milagroso del talento ele dibujan­
doctrina cristiana de la Providencia se han superpuesto y, a te que habla recibido Giotto. Un corncntndor anónimo de
menudo, confundido. En 1515 Tomás Moro se inspiró en gran Dante, que escribió a finales clcl siglo xv, había contado la
medida en los autores antiguos cuando redactó su Utopía, historia con más sencillez, insistiendo más en la vocación
en donde recomienda que «cada uno aprenda el oficio hacia del niño, es decir, en su interés precoz por el arte y su de­
el que le lleva su inclinación natural» (12). Varias de las ex­ seo de',af)render; según él, Giotto fue colocado por su padre
presiones de las que Calvino se sirve para hablar de las voca­ con un comerciante de lanas, y al pasar todos los días ante
•ciones terrestres, sobre todo en la última página de la Insti­ el taller de Cimabué, acabaron por admitirle en él (13).~ •
tución cristiana, están literalmente tornadas del De Officiis 101

de Cicerón. Encontramos igualmente los propios términos del • , • Costumbre o naturaleza según Pascal
retórico latino en los consejos que Giorgio Vasari dirige a
los artistas en 1550, en su célebre obra sobre las Vidas de tos ,.J.1 cosa más importante de toda la vicia es la elección .¡,
de oñcío.» Es Pascal quien hace esto observación, e insiste
en ella en tres ocasiones en sus Pensamientos. Sólo nos ex·
( 11) M. T. Cicero11is ad Murcum [ilium de of /iciis líber pr»
mus, caps. XXX­XXXJa.
/~André Pcrate : «La pintura italiana en el siglo xtv : Giot·
·'
( 12) Sir Thomas Morus: Utopia {1516), Libro II: Of Sciencss,
Crafts and Ocoupations, Col. "English Reprints», Londres, 11906, fo», en la Hlstoire de t'art, editada por André Michel, t. II, part. II,
p. 83. p. 777, París, 1906.
164 165
trañarnos de que no haya hecho más que repetir, a este res­ esta corta edad y tan oscura, que es difícil establecer un jui­
pecto, su desengañada máxima: «el azar dispone» (14). He cio sólido sobre ella. Las crías de los osos, de los perros,
aquí su comentario: «La costumbre hace a los albañiles, a muestran su inclinación natural; pero los hombres, que en
los soldados, a los plomeros. Es un excelente plomero, dicen; seguida se lanzan a usos, opiniones, leyes, cambian o se dis­
;, hablando de los soldados: están bien locos, dicen. Y los frazan, y se enmascaran fácilmente» ( 15).
otros, por el contrario: sólo es grande la guerra, el resto La Bruyere, que era de modesta condición, conoce mejor
de los hombres son unos bribones. Se escoge a fuerza de la vida de los trabajadores del campo y de la ciudad. Sabe·
oír en la infancia alebar estos oficios y despreciar todos los mos ya Jo que ha dicho de los primeros. En cuanto a los
demás. Tan grande es la fuerza de la costumbre que, de aque­ ciudadanos, observa que «algunos han realizado en su juveri­
llos a los que la naturaleza no ha hecho más que hombres, · tud el aprendizaje de cierto oficio para ejercer otro, y muy
se hacen todas las condiciones de hombres; porque hay paí­ distinto, el resto qe su vida». Sus conclusiones son aproxima·
ses que son todos de albaniles, otros todos de soldados, et· damente las de Montaigne y Pascal, pero su acento es más
cétera, Indudablemente la naturaleza no es tan uniforme. amargo: «Si no lo viésemos con nuestros propios ojos, ¿po­
Por lo tanto, es la costumbre la que hace eso, puesto que drtamos imaginamos jamás la extraña desproporción que la
ella fuerza a la r.aturaleza ... » (Art. III, 4). mayor o menor cantidad de monedas establece entre los
En otro lugar Pascal habla de nuevo de la costumbre: hombres? Esta mayor o menor cantidad determina la espada,
«Es ella la que hace tantos cristianos, es ella la que hace a la toga o la Iglesia: no hay casi ninguna otra vocación» (16 ).
los turcos, los paganos, los oficios, los soldados, etc.» (X, 8). Observemos ante todo que en estas frases se trata de algo
Y también: «Todos piensan en la manera de librarse de su más que de la simple elección de oficio: es toda la cuestión
condición; pero la elección de la condición y de la patria nos social lo que se plantea. Todavía no se habla de la justicia
la proporciona la suerte... Es lo que determina a cada uno en el sentido en que nosotros le damos hoy a esa palabra.
en cada condición, de cerrajero, soldado, etc. [Cuántas na­ En 1588 Montaigne dice muy acertadamente que «los prime­
turalezas en la del hombre!, [cuántas vocaciones! Y por qué l'OS puestos suelen ser acaparados por los hombres menos
azar cada uno suele tomar Jo que ha oído estimar. Tacón capafeS~ que las grandezas de fortuna no se encuentran en
airoso ... Tacón de zapato. ¡Oh!, ¡qué bien hecho está!; ¡eso absoluto mezcladas con la suñclencia» '(es decir, con el mé­
es un obrero hábil!; ¡qué valiente es ese soldado! Ese es el rito o el valor de las gentes). Por ello, no deja de defender
origen de nuestras inclinaciones y ele la elección de las con­ el orden establecido: «Estas consideraciones (sobre las va­
diciones ... » (XXV, 80­80 ter). ria<;.\Otl':_S de la costumbre) no disuaden, sin embargo, a un
Pascal ha tomado de Montaigne su relativismo 'social y sus
desenvueltas afirmaciones sobre el azar que decidiría el ofi­
~5) Les Bssais de Montaigne, publicados según la edición
io. la patria o la religión. Hay que releer los capítulos que de 1588. Nueva Biblioteca clásica Jouaust, París, s. f., t. II, p. 26;
ratan de este tema, De la costumbre y De la institución de III, p. 182.
~ os niños: «La muestra de sus inclinaciones es tan tier na en ( 16) Les caracteres ou les m,n11rs de ce siecte, cap. VT: « Oc
los bienes de fortuna». ­ Ver también el cap. IT «Del mérito
personal», las frases que dedica a Egésippe: «¿Qué hacer de Egé­
sippe, que pide un empico? ¿Le introduciremos en las finanzas
(14) Pensécs de Pascal. edición E. Havct, París, 1918, t. I, o en las tropas? Eso es indiferente, y tiene que ser el interés el
pp, 36 y 156; II, p. 166. único que decida ... "
166 167
hombre de entendimiento de seguir el estilo común. El horn­ nos conduce al otro extremo: «Hombres por naturaleza plo­
bre prudente debe, en su interior, apartar a su alma del apre­ meros, y de todas vocaciones» ( 19).
suramiento y mantenerla en libertad y con poder de juzgar Nos parece probable que este último correctivo se lo haya
libremente las cosas; pero, exterlormente, debe seguir por sugerido al autor de los Pensamientos la lectura de una fa.
completo las maneras y las formas recibidas. A la sociedad mosa obra de aquella época, de la que Montaigne, cincuenta
pública no le interesan nuestros pensamientos» (17). En 1687 añ.os antes, parece también haber sacado provecho en el pri­
La Bruyere se muestra más sensible a las desigualdades de mer texto suyo que hemos citado. Nos referimos al tratado
la suerte de los humanos, pero también está obligado a apa­ que el médico español Juan Huarte habla publicado en 1575
rentar que se resigna. ¿, con el título Examen de ingenios para las ciencias. Esta obra
No obstante, al insistir de una manera apremiante en el tuvo una extraordinaria repercusión duran te dos siglos: re­
papel desempeñado por la imitación, la costumbre, la educa­ editada setenta veces, fue traducida a la mayor parte de las
d~ la suerte o el azar en las de..::isiones más importantes lenguas europeas, sobre todo al francés, desde 1580. Habla­
que toman los humanos. Montai ne, Pascal La Bruyhe remos de ello en el próximo capítulo, ya que él abre la his­
tuvieron e mérito de atraer la atención sobre los aspectos, toria moderna de la orientación profesional.
no solamente sociales sino socioló icos de la elección de ofi­
cio. Ellos sostuvieron también Ja interpretación psico s,ca
~ulada por Ja tradición estoica, ilustrada por Cicerón.
Iñ"mediatamente después de haber hablado de las «inclina­
ciones naturales•, manifiestas en el animal pero oscurecidas
en el hombre por las costumbres o las leyes, Montaigne ob­
serva que es «difícil forzar las propensiones naturales: de
donde sucede que, a falta de haber escogido bien el camino,
se trabaja a menudo para nada y se emplea mucho tiempo ¡,,.
(en vano) en preparar a los niños para cosas a las que no /'
pueden tomar gusto4(18). En cuanto a Pascal, que llega in­
cluso a pretender que «la costumbre es nuestra naturaleza»,
reconoce después, al final del primer pensamiento suyo que
...
hemos citado, que, si la costumbre «fuerza a la naturaleza,
a veces la naturaleza la vence y retiene al hombre en su ins­
.. '
\
tinto a pesar de toda costumbre buena o mala». El, que ha ••
dicho que es la costumbre o el azar quien «hace a los alba­
ñiles, los soldados, los plomeros», deja escapar esta frase que

(17) Les Essais, libro l, caps, XXIII y XXIV (t. I, pp. 167 y
183).
(18) Essais, I, XXVI (t. II, p. 26). (19) Pensécs, XXV, 91 y Ill, 4 (t. 11, p iss v 1, p. 36).

168 i69
CAP{TCJ.O XI

LA ORIENTACION ESCOLAR Y PROFESIONAL o/"

En su Examen de ingenios, publicado en 1575, Juan Huar­


te se refiere constantemente a Platón, Aristóteles y Cicerón,
al mismo tiempo que a los médicos Hipócrates y Galeno.
En medio de extrañas teorías sobre el calor y la hume­
dad, sobre «las diligencias que hay que emplear para engen­
drar niños y no niñas», enuncia tesis muy pertinentes sobre
la diversidad de los «espíritus» humanos, sobre la manera
de reconocerlos y sobre las directrices que hay que facilitar
a los niños llamados a escoger el estudio de una ciencia o el
aprendizaje de un oficio.
Su primera tesis está desarrollada en su prefacio al rey
Felipe II de Espafia: «Señor, a fin de que las obras de los
artesanos tengan la perfección propia y conveniente al uso
y provecho de la República, me parece necesario establecer
una lé,Y:l' que el carpintero no haga el oficio del campesino,
el tejedor el del arquitecto, el abogado el del médico ni el
médico el del abogado; sino que cada uno ejerza y haga
profesión solamente del arte y ciencia que ha aprendido y
par~ t:i6e
ha nacido, dejando aparte todas las otras ...... (1).
Efectivamente, el autor estima que el hombre no está nunca
., '
(1) Juan Huarte (Juan de Dios Huartc de San Juan): Examen
de ingenios para la; sciencias: / donde se muestra/ la differencia
de habilidades que ay en los hombres, y el género / de letras que
a cada uno responde / en particular.
Obra compuesta por el doctor Huarte, natural de S. Juan del
pie del Puerto. Valencia. Pedro de Huele, 1580.

171
dotado más que de un solo talento verdadero, ya que este se trasladó a París para consagrarse enteramente a la edu­
don depende de su propia constitución y no es sino la expre­ cación de su hijo, un médico de París, Jourdain Guibe let,
sión de su temperamento. publicó un Examen del Examen de los Espíritus, que apor­
Ahora bien, prosigue Huarte, el niño no está en condicio­ taba un complemento útil a la teoría de Huartc. Mientras
nes de juzgar eficazmente por sí mismo sus talentos y dones que este último sólo tenía en cuenta las aptitudes como cri­
naturales: «A fin de que nadie se equivoque al escoger la terio de elección de una profesión, Guibclet ponía de relieve
profesión más propia y mejor para él, se debería confiar y la importancia que convenía atribuir a lo que él llamaba «la
delegar en hombres prudentes y sabios para descubrir en afección», es decir, la inclinación natural, la predisposición
tierna edad el espíritu de cada niño y forzarle a estudiar o el gusto por un cierto género de actividad. Si el médico
la ciencia que le conviene, sin que la elija él mísmo.s Aquí francés cometió el error de oponer la predisposición a la
.t..,. aparece la segunda tesis importante de Huarte: a cada don, aptitud, su distinción de los dos hechos estaba justificada.
a cada temperamento, corresponde una actividad particular a Sabemos hasta qué punto sen fugaces y cambiantes los ínte­
la cual hay que dedicarse, so pena de «romperse la crisma» reses del adolescente. Rousseau ya lo había dicho: «Este oye
inútilmente y «trabajar en balde ... un tambor y se cree general; aquél ve construir y quiere
El autor se da cuenta de la novedad de sus ideas: «Nadie ser arquitecto. A cada uno Je tienta el oficio que ve hacer,
ha dicho nunca claramente que es la naturaleza la que hace cuando cree que los demás lo estlrnan.» Por lo que respecta
al hombre apto para una ciencia y no para otra; nadie ha a las aptitudes, Rousseau comparte los puntos de vista de
dicho nunca cuántas diferencias de espíritu se encuentran Platón y de los estoicos: en la vida, toda elección, dice, no
en el género humano, qué artes y ciencias convienen par­ será juiciosa y fecunda más que •Si es la ptopia naturaleza
f.
ticulannente a cada uno, ni por medio de qué signos puede la que la indica» (2). ¿Conoció el ciudadano de Ginebra el
!,·· reconocerse lo que, en cada caso, importa más. Habiendo Examen de Huarte? Podemos suponerlo, porque toda Europa
planteado perfectamente los problemas «con estas cuatro hablaba aún de él. En 1752 Lessing consagraba su disertación
cosas», Huarte aporta útiles datos para su solución. Es así sobre maestría en las artes a la obra del médico español y
como clasifica los «espíritus» en tres grupos según el pre­ la traducía al alemán. Veinticinco años más tarde, Lava ter
dominio de una u otra de las tres facultades principales que se r~fería a ella explícitamente en la obra en la que desarro­
enumera: la memoria, la imaginación y el entendimiento. llaba ./los principios de su «Fisiognomonías. No obstante, en
Después hace una lista de las artes y ciencias que exigen Inglaterra, el crítico Samuel Johnson, apoyado por el pintor
aptitudes particulares derivadas de una u otra· de estas tres Josuah Reynolds, negaba que existiese «un pretendido genio
facultades de! ~spftitu. 1 · natural, una disposición del espíritu, recibida de la naturale­
,._, l¡ ! ~a, •Hacia un arte o una ciencia más bien que hacia otra». El
'
J ¡'~ l al
. l ogía dlf ~ene
En los ongenes de l a psrco
historiador Edward Gibbon, que cita esta frase (en donde
·~·.
:. ,•J ~contramos el vocabulario de Huarte), se extrañaba de ella.
De igual manera Saíntc­Beuve, que más tarde comentó este
Las ideas de Huarte fueron admitidas y rJogida~ por la
mayoría de los filósofos y sables de aquella é'i?oca. En 1631, debate, pensaba que no se podía dudar de la «diversidad orí·
es. ~ec~r, el mismo..~~ .. en que Etier.~c las~~r:"r~~·U,{ft1­({~
su ¡ ...
\..,.
cargo de presidente: del tribunal de cuentas 1;~,iC.ÍermQnt. y 1 (2) Emilio o de la Educación, libro 11 l.
t .:
172 173
1
ginal que designa a cada individuo notable y que es el.alma pertenece a una familia ele viñadores y (el interés) público
de cada fisonomía» (3). A finales del siglo xvm todo el.rnun­ ­,, requiere que se destine al cultivo de la tierra la mayor can­
do se apasionaba por los estudios de psicología diferencial. ~ l
tidad posible de persouas.» No obstante, el muchacho se
En Berlín, Carl Philipp Moritz publicaba una. revístaique salió con la suya y le pusieron de aprendiz en casa de un
tenía por. titulo }? divisa sccrática: «Conócete a; ti mismo», tío suyo, sombrerero en Moudon ( 4 ).
Toda una serie de autores se 'esforzaban en renovar, la.peda­ · ~/!': 1 J ·' •
t l

gogía sacando partido de las observaciones de Huarte­y.sus


Un problema. soclál
continuadores: Garve intentaba determinar los signos¡­indi·, ::,. · ·
cativos de las diferentes aptitudes y analizaba las. profesío, :a•· T ::: . '!·: Desde comienzos del siglo XIX el aspecto social del anti·

...
nes­para .. saber.;laf}que mejor. corr~spondían,i.,,i~~
fac~tades.:~el:alnia;.Sell_propon1~ «c,,ue~.el,E~tad~~ .. :. :
a hombres.preparados el .descubrir, las ~pti'µ~_e_sp'.í}~. .. · · ·~"•J.:··:,:
r~
i¡,; 'V:~ . : ~~"debate­sobre la eleccíén de o fido toma una nuevá ím­
~t"~f¡,ohálÍcia >'en Franela.' Sabemos que la Revolución francesa
1
, .: ha15Ía • gA'rimiizado a todos los ciudadanos el derecho a· acce­
naciones de los .jévener en sus juegos y, ,eni~(las¡.¡J~~~sitµi¡,~'.:~t·;~·:· {f" : ':tiet a.' todos: los empleos públicos .. según su capacidad, sus
ciones en que obren libremente y sin ser ­aprerníadose: ·¡.,y: · · . ·::(l·: 'vittúdes y sus talentos». Vuelven a encontrarse estos térmi­
otros aún definían las disposiciones indispe~s.ables para la · :1 nos en el primer .principio de la doctrina sansimoniana:
prosecución de estudios superiores. A .· ., , .: . · .· . ~ «A cada uno según su capacidad, a cada capacidad según
Son estos trabajos, al propio tiempo que lqs consejos de sus obras.s Más tarde, Karl Marx invertirá la fórmula al
Fellenberg y de Pestalozzí, los que animaron al ministro de decir en su carta a Bracke: «De cada uno según sus capaci­
artes y ciencias de la República Helvética, Philippe,Albert dades, a cada uno según sus necesídades» (5). ·
Stapfer, a proponer en enero de 1799 la institución de;·,un • • Durante
1•
años, en la mayor parte de los sistemas de or'ga­
nuevo examen en donde se tendrían más en cuenta los talen· nízacíón política, económica y social, todo gravita alrededor
tos naturales que los conocimientos adquiridos por los jóve­ de la noción de· capacidad individual. Y también se esforza.
nes candidatos en los estudios de letras y de ciencias, de rán no solamente en descubrir esta última, sino en medir
tal manera que fuesen apartados a tiempo todos aquellos su naturaleza e intensidad. Ya en el siglo anterior, el ingenie·
que, no reuniendo las necesarias aptitudes, fracasarían más ro sutzo Perronet, el físico Réaurnur y el economista Adarn
tarde o más temprano en tales carreras. En Lausana, ya S~th habían analizado el trabajo e intentado abordar el
en 1787, el reglamento de las Escuelas de caridad conminaban examen de las aptitudes de los obreros de la industria. En 1835
los educadores a «estudiar con cuidado los diferentes carac­ el sansimoniano belga Quételct aplica los métodos estadís­
teres o talentos de los pensionistas, para estar en situación
de facilitar información a la dirección sobre las diversas vo­
.. ,
caciones que puedan convenirles». Se cuenta la historia de un .,. , (4) L. Walther: Orienta/ion proiessionneüe et carriéres Hbéra­
leis, Neuchátel, •1936, p. 7, 13, 63, 133 (sobre Garve, SeU y Stapfer);
joven de Vevey a quien habían colocado con un jardinero, \'S. Panobaud: Les dcoles vaudoises a la [in du réglme bernois,
y que quería ser sombrerero, A este deseo la comisión de Lausana, '1952, p. 363.
asistencia había respondido negativamente: «Este muchacho (5) Karl Marx: Critica del programa de Gotha (5 de mayo
de .1875), Ediciones sociales, París, 1950, p. 25, ­ \ er el comentario
a esta fórmula de Marx en el tratado de V. Lcnin: Et Estado y la
Revolución (1917). Ediciones políticas del Estado, en lenguas ex­
(3) Port­Royal, libro IV, capítulo S. tranjeras, Moscú, 1951, p. 97.
174 175
ticos al estudio de las facultades humanas en su Ensayo. Stendhal y Ba.lza.c
de física social. Los trabajos de este último autor fueron
utilizados por Francis Galton, que es conocido no sólo por, . E sta época cuando nació la doctrina psicológica. Y
s en e · l in
haber introducido la palabra test en la psicología, sino por .
r •
lológica del «naturalismo" moderno, que, sin negar a .
haber creado y perfeccionado este nuevo método., . ;~:!ncia de la costumbre, de la educación ~ incluso de! azar
Una preocupación común anima a todos los espíritus inno­ l d stino de los individuos y de las sociedades, atribuye,
vadores de aquella época: asegurar a cada uno el completo ~: :bs:ante, el mayor poder de decisión· a la n~turaleza ín~
y libre desarrollo de sus dotes naturales. En sus numerosas tima de cada ser humano. Eso era volver, d~spoJándola .casi
obras Charles Fouríer repite incesantemente que todo el mal siempre de su expresión religiosa y metafísica, a la antigua
social proviene de que la mayoría de los hombres están obli­ ex licación del destino humano tal como la habían e~pues to
gados a realizar un trabajo. que no está de acuerdo con sus p l' tas de la antlgü edad Con los nuevos términos se
1 os mora 1s · . · · d
aptitudes o sus inclinaciones. Es por medio de la libre elec­ 'dice que el hombre está predispuesto, si no a un oficio cter­
1
• id d
ción del oficio, cree Fouríer, como el trabajo llegará a ser . d al menos a cierta clase de acuvi a , por su carácter
atractivo; la economía tendrá un nuevo vigor, la prosperidad
rmna o, Se admite que las ·
·me 1,maciones y las
o su temper amen to · · f{ • l
alcanzará a todos, la justicia y la armonía reinarán por fin. aptitudes son exponente de una predeter~ina~16n sica, a
en la humanidad. En el Nuevo mundo industrial y gremial, cual no excluye, sin embargo, cierta elección hbre.
del cual los falansterios intentarán ser una anticipación, cada Este tipo de explicación aparece ya en las novelas de
uno no realiza más que el trabajo que corresponde a sus Stendhal, de Balzac y de Flaubert. Ninguno d~ estos ~~~
gustos personales y al «deseo de In naturalezas (6). autores dudó durante mucho tiempo de su propia voca~t .
El fracaso de las primeras tentativas de reorganización Stendhal sabía bien «que a él le habían P.~esto en la uer~a
·.. del trabajo en el siglo XIX hará más ardiente y más amarga para crear obras maestras ». El mismo lo ~tJO e~ 1835 cuanbl:
la crítica social de aquel tiempo. Ruskin decía que si Giotto día al escribir Lucien Leuwert, la distancia q~e ha .
no hubiera tenido la suerte de que Cimabué le viese dibu­ me ' id pasada y su existencia en Civita­Vecch1a: «¡Que
entre su vt a • . 03 p n
jando, hubiera seguido siendo pastor toda su vida: «¿Quién diferencia! Todo iba encaminado al espíritu en 18 ·. er~ e
nos garantiza, añadía, que no hayamos dejado a otros Giotto el fqrt~ la verdadera c,cupación del alma era la misma. to
'
guardando corde;.os en las montañas de los, Apeninos? Que ma~,· una opus• (8). · d
yo sepa, puede haber dos o tres más Leonardo de Vinci tra­ Toda la vida del escritor fue un fatal encadenam~ento. e
bajando en vuestros puertos o en vuestros fe(tocarriles; pero decepciones y de fracasos en todos los planos: afectivo, Ií te­
no empleáis sus maravillosas facultades, sól~ os preocupáis . humano ·Es por euo por lo que consagró toda su
de destruirlas» (7). l¡..
>
rano, Y • e ·
?i~ á relatar la existencia de personajes excepc1on~ m
1 en te
~ :recidos por el destino ­Fabrice del Dongo, Juhen So·
t'~­~
(6) Charles Fourier: «Le Nouveau Monde iri4ustriel et soclé­ rt\­ o inexorablemente predestinados a
1~ de:rota com:
Octavio de Malivert? El autor puso a contnbuc16n todo s
taire ou Invention du procé:lé d'industrie attrayente et naturellc»
( 1829). f"Euvres, t. VI, p. 403, París. lMS. · '. ·¡'
(7) Texto citado sin referencia por Hyacint1he Dubreuil: Note·
dhal nistotre ele ses
L'CEuvrc <I e S er
veaux Stondards: les sonrees de l<t produotivité et de la ioie, Pa­ I
(8) Henri Martineau: '
rts, 1931, p. 138. livres et de sa perisée, París, ·1951, p. 449.
176 177
i
l
!
1
•,.4•, ••

Para Balzac la protestón y la condición de un hombre son


genio para hacer verosímil el dcstlno feliz o fatal de sus efecto de una especie de determinismo, a la vez de nacimíen­
héroes; las circunstancias en las cuales la larga novela Ar· to y de medio; desde es'! momento, todo el arte del novelista
manee fue escrita e. incesantemente retocada, muestran bien se limita a descubrir en una «rápida visíón» el posible des­
esta preocupación. Sin duda si! trata en esta obra de un caso ( tino de sus personajes, y a mostrar con un vigor implacable
patológico de impotencia y de fracaso, peroel libro tiene un I todo lo que obliga a cada uno de ellos a ser lo que es. Hay
alcance más general, tanto, que podría titularse: Armance signos que no engañan, _y que hacen. de éste un notario, y de
o la afición por la desgracia. Sabemos cuánto interés tenia aquél un médico. Hablando del alguacil de la justicia de paz
Stendhal por la astrología y el papel que Ia#predicciones rdel de Soulanges, en los Campesinos, Balzac observa que «Bru­
ebate Blanes desempeñan en La Cartuja d~. Parma. No·obs· net ofrece el fenómeno de una fisonomía, de una postura
tan te, es en la íntima naturaleza del" hombr~. eri sus' disposi·. ,. y de un carácter que armonizan con su profesión».
ciones interiores, en los secretos reductosdel caracter, dondé •. ¿Quiere decir eso que el curso de nuestras vidas se en­
Stendhal encuentra la explicación de los ­destínos' .humanos: »Ó, cuentre fijado por anticipado por un destino ciego, por una
su sorprenden te perspicacia psicológica ha sido ­ígúalada­por fatalidad a la cual no podremos escapar? No es esa la idea
la de un Marcel Proust, pero nunca sobrepasadaaqrqc., '~?­ o de Balzac: tanto en su propia vida como en su obra, obró
En cuanto a Balzac, si bien :1 menudo aparece «obseslo­ siempre y habló como si nuestra suerte dependiese en defi­
nado por el azar» •. si no deja nunca de subrayar la parte· de nitiva del esfuerzo de nuestra voluntad. Su moral es la de
suerte o de desgracia que favorecía o arruinaba la~ F,mpre.sas,.;,... ,. ­, . la antigua sabiduría: «¡Hazte lo que eresb Esta fórmula se
desus personajesnno por .ello dejade .asi8f!átJ',,~dh1únc;­J:~~,~~f~ ?~/··. . ·
l: encuentra precisamente en uno de los libros en que plantea
estos.últimos un destinoIrrevocable .querda1.á1cono'é~r:·inme,.~·.;'\:, ~­ .' .. :, de una manera más cruda el problema de los destinos hu­
_di~~ente al lector.por.medío de sus1de_~9~p~r9.~~~~~'. ,r \.~;J; 1( ;,.:.:, ~WO$, Esplendores y miserias de lascortesanas: •Aquí aba­
. lis1s;yis\ls t'~la~o~.t,lndiferente en aparieno~9t:~~r.to~9­~~~,,r.i.~>··\~.~'.­, :·. j.9,1 dice, no se pu~de llegar a ser más que lo que se es»
seres infames o virtuosos a los que da vida eri su·obra, Balzac · Eso quiere decir seguramente que uno no puede sustraer­
se detiene ante el misterio de los destinos indívíduales.r El se a su destino, que uno no puede llegar a ser una cosa
novelista André Chamson lo ha puesto de relieve 'en un no­ di~inta de lo que es; pero también deja entrever que nos
table ensayo: «Para él todo forma un bloque en una existen­ , péttenece el realizarnos o no realizamos, el dar o no dar
cía humana: el paisaje cósmíco en donde esta existencia se unempuje a las posibilidades que están en nosotros. Para
desenvuelve, la ciudad y la casa que la han abrigado; los pa­ comprender mejor el pensamiento de Balzac no hay que ha­
drcs que le han dado origen, los incidentes absorbidos en la blar solamente de destino, sino de vocación. Esta palabra no
infancia y en Ia juventud, la constitución física, la ínfluen­ ., et ajena al vocabulario del novelista: que dice del gran pin·
cia de un nombre, de una profesión, de un clima, de un " tor León de Lora: « Este niño hecho hombre por el Arte o
conjunto de costumbres soportadas o creadas, algo, en fin, ••' por la Vocacíón.» Balzac emplea este término en el sentido
que se asemeja a las fatalidades que a veces se ha creído no estrictamente natural o psicológico, designando «la inclina­
podrían ser reguladas más que por los astros» (9). ción que se siente por un estado»; pero no excluye el sentido
metafísico, según el cual esta inclinación toma el valor de
una llamada divina a cierta actividad o a cierto género de
(9) André Charnson: • Réver sur Balzac», Mercurio de Francia,
1 de febrero de 1951, pp, 193­205. 179
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vida. Esa es, al menos, la tesis de André Chamsonaquíen


nir, del «dificilísimo problema social» que plantean las con­
habla en su ensayo del «sentido de la vocación». en el autor,
diciones «demasiadc, duras» de la vida de los hombres. Más
de la Comedia humana. ·
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recientemente, los psicólogos Charles Baudouín e Ignace Me­
«Cosa extraña,. decía Balzac, casi todos los hombres · de yerson han vuelto a considerar esta cuestión. «El hombre
acción se inclinan por la ~atalidad, lo mismo que Ía 'mayor' decía este último, presiente lo que el trabajo podría ser para
parte de los pensadores se inclinan por la Provide~da.» El 0
él, lo que no es todavía. Es significativo que después de una
mismo hombre, de pensamiento y de acción a la vez,. observa mecánica y una química aplicadas, yluego una fisiología apli­
simultáneamente estos dos aspectos, estas· dos inter:i,retacio­ cada, la ciencia del trabajo haya tomado en nuestros días
nes del mundo, del hombre y de la vida. Antoine. de· Saínt­, la forma psicosocial que nosotros conocemos: estudio de los
Exupéry, otro hombre de acción y de pensamiento; liá me­ problemas humanos del trabajo, del hombre total en el tra­
ctitado como Balzac sobre el destino del hombre., tal como' bajo, del individuo trabajador. Y vemos que comienzan a
se expresa y se determina a la vez por la elección del oficio. plantearse problemas todavía más personales, más in dividua­
En una misión en Arras, mientras los obuses de la defensa lizados: análisis de las vocaciones, estudio de toda la vida
alemana estallan a su alrededor, Saint­Bxupéry piensa en el de trabajo de un individuo, de las relaciones entre su vida de
curso de su vida y en los destinos de sus camaradas: «Una trabajo y su vida, en una palabra, su existencias ( 11 ). Desem­
súbita luz parece a veces bifurcar un destino. Pero la luz bocamos en una concepción existencial del trabajo de la que
no es más que la visión repentina por el Espírítu de un ca­ no pueden desinteresarse el psicólogo y el sociólogo.
mino lentamente preparado» (10).
¿Cómo explicar' de otra manera, para referimos a existen­ · Consejeros de profesión
cias conocidas, elhrágico destino de un Paul Gauguin o de
un Vicente van Gógh? Indudablemente, se trata de persona, Nos es imposible exponer aquí las metas particulares, los
lidades excepcionales, de artistas eminentes cµya vocación y métodos y las dificultades de la orientación escolar y profe­
oficio no son accesibles, como se suele decir, 91ás que a una sional, verdadera técnica cuyo desarrollo ha sido considera­
minoría. No obstante, ¿está justificada esta opinión corrien­ ble desde el tiempo de Cattell, Binet, Simon y Claparedc. Esta
te? ¿No se ve que la evolución del ~aquinis1*0 orienta a la. , .V'9&atio11al Guidanáe, como la llaman los anglosajones, ha
humanidad hacia formas de trabajo espontáneas y más crea­ invadido los campuses de la enseñanza media y superior en
doras? En el plano de las ciencias del hombt\ y de la vida, los Estados Unidos. Sus mejores expertos reconocen que has­
puede y debe proponerse una interpretación. 'natural de los ta ahora no ha sido más que un mediano éxito, tanto en sus
hechos vocacionales. Tanto Adler como Jung se han preocu­ .aspectos psicológicos como en su actividad de información
pado siempre de ello. Freud decía al final de su carrera que ,.., profesional. Su generalización, no obstante, nos parece indis­
la libre elección de oficio era la única solución, en el porve­ ., , pensable.
Por una parte, se pueden afinar todavía los medios de in·
vestigación de las aptitudes y de las aficiones. Indudable­
( 10) Antoine de Saint­Exupéry : Pilote de guerre, París, 1942, mente, siempre habrá un cierto margen ele incertidumbre, no
p. 70. Sobre la idea de destino en las novelas de F. Mauriac, ver
nuestro estudio: Trols contemporain:;: Mauriac, Chardonne, Mo11·
therlant, Lausana, '1945, pp. 13­21.
(11) Op. cit., p. 17.
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sólo debido a las imperfecciones de los tests, sino sobre todo


a la propia naturaleza del hombre. «A mi alrededor, dice Al·
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fred Sauvy, ¡cuántas vocaciones tardías o falsamente preco­
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ces! No obstante, hay excelentes orientadores q1:le saben dis­
tinguir las ineptitudes innatas, .o que es una cosa importan·
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;.• te.» Théodore Caplow decía lo mismo: «Las decisiones sólo CONCLUSION
son relativamente seguras en los extremos. La~ baterías de
tests son útiles para eliminar a los candidatos que tienen
,. una gran probabilidad de fracasar (resultados bajos en cual­ Hay demasiada gente que quiere hacernos creer que el
quier prueba) y para descubrir a los que tienen gran proba­ desarrollo de la invención y el progreso técnico nos arrastra
bilidad de éxito (excelentes resultados en todas las pruebas); hacia una especie de economía en la que todo consiste en
la profusión de resultados medios revela únicamente nuestra apretar un botón y en donde unos pocos ingenieros o quími­
ignorancia sobre el porvenir del sujeto» ( 12). cos asegurarían la producción, mientras las familias disfru­
Por otra parte, se pueden extender y perfeccionar los tarían con toda felicidad de tiempo libre. Se nos dice que
métodos de previsión econórr ica y utilizarlos mejor en la «los hombres tendrán que aprender a vivir de una manera
elaboración de los programas escolares. Efectivamente, es ya constructiva aunque no hagan nada». Se encuentran incluso
en la escuela donde se llevan a cabo las opciones de las que psicólogos que quieren convencernos de que hoy «la automa­
dependen la mayor parte de las carreras. Y, así, se esfuerzan tización y la abundancia de nuevos productos nos fuerzan
en todos los sitios en aligerar los regímenes de estudios, en literalmente a disfrutar de la vida y a librarnos de todo corn­
retrasar el momento de la elección y en preparar ciclos de piejo de culpabilidad cuando preferimos el confort a la lu­
observación de los alumnos. Todo eso tiene una gran impor­ cha».
tancia, ya que la rutina, el azar, el temor o el prejuicio com­ Alfred Sauvy ha comparado esta ilusión con una «plata·
prometen a menudo todavía el porvenir de los jóvenes. Sin forma encantada» a la que los pueblos poco favorecidos sue­
embargo, las líneas generales ele la evolución del trabajo y fían con acceder. Ahora bien, la mayor parte de estos últimos
del empico aparecen claramente. Los padres y los hijos no ,~dan un hecho que el economista René Gendarme ha re·
están apenas informados de ello .. El consejero de: profesión . ' cordado hace poco en ~1 prefacio de su libro La pobreza de
podrá ·dar las instrucciones necesarias sobre, la; orlentacíém . las naciones, cuyo título está siniestramente inspirado en la
de la escolaridad, las exigencias de los oficios ·y, las per.s'pe:::­1 .: obra clásica de Adam Smith: «Las naciones industrializadas
tívás de empleo. Lo­hará tantomejor cuanto'.que:·c~no~~tl~s; '· . r :­¡.o· han Ilegado al estadio del bienestar sino después de lar­
circunstancias personales; familiares y locales .de .los.consul, · .­\ gc5s períodos de pruebas cuyos sacrificios han sido soporta­
tan tes. , dos por varias generaciones; en muchos casos la prosperidad
•• de esos países es el resultado de la labor realizada con ahínco
e ingenio por sus habitantes.»
A los que dicen que ha llegado el momento de «prefcri r
e) confort a la lucha» hay que recordarles primeramente que
( 12) Sociology of Work, p. 224. ­nuestro bienestar sigue siendo frágil en un mundo despro­
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.visto;·l.as 'necesidades' aúmentan coge, controla y manifiesta. Era un signo en la agricultura,


díos.para: satísfacérlas, · Se 'pueden abaitdo­~at",f6s•'fiiÍk~'t­tJ~ · '.\ ·::: como volverá a serlo en la nueva industria. Es verdad que
piejos 'de'culpabilidad,·pefo no hayque ·~r~e'r',..qÜ~4'¡%cfrem8jl,. ;, •. ' los sistemas industriales tienen distintas características que
mantener el ímpetuvdel progreso económico y­1soci~'''shi''Ia·í'!1_,,~. . ·· los de la agricultura. Pero el automatismo tiende a confe­
iniciativa de los dirigentes, el ingenio de los inventores, la I rirles una autonomía que les acerca a los sistemas natura·
habilidad de los técnicos y la labor asociada de todos. Nos les» (1).
engañamos al imaginar que el trabajo desaparecerá en la Llegado a este punto el auto!", recordando «desde hace
nueva era de la automación: no hará sino transformarse, en dos siglos, tantas esperanzas plausíblcs que se han desva­
una larga evolución. Contando con este probable· futuro del necido», vacila en predecir si el hombre sacará de la «nueva
trabajo, el socíólogo francés Pierre Naville ha llegado a ­pen­ aventura industrial» que es la automación «otra cosa que un
sar que al término del actual período de transición los hom­ aumento de la ansiedad o la realización de lo que él llama
bres se encontrarán en cierto sentido en la misma situación una liberación». _Quizá de una manera menos prudente, noso­
que el cultivador de antaño, cuya tarea no era crear la cose­ tros creemos que la ansiedad y la liberación estarán presen­
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• ¡. cha, sino prepararla, favorecerla, por medio de cuidados con­ tes en el trabajo de mañana como lo han estado siempre en
tinuos y deliberados, y después, al filo de las estaciones, en­ la labor del pasado. La resistencia de la naturaleza al esfuer­
trojarla. El analista del trabajo está de acuerdo con el econo­ zo humano y la opresión social no cederán en un futuro pró­
mista Jean Fourastié en esta anticipación de una vuelta al ximo, hasta tal punto que podemos preguntarnos . si estas
equilibrio y a la estabilidad de una civilización terciaria dos principales causas del esfuerzo que necesita el trabajo
al volver a tomar, con un nivel de vida mucho más elevado, no están ineluctablemente unidas a la condición propia del
los caracteres fundamentales de la civilización tradicional. hombre. Por el contrario, la automación, prolongamiento del
Veamos cómo evoca Pierre Naville este fin imprevisto, pero progreso secular de la técnica, nos liberará más de lo que
verosímil, de la Revolución industrial: Pierre Naville llama «lo que hay de insoportable en el tra­
«La aparición de una sociedad técnica autónoma (ya no bajo de los hombres». Sin desaparecer, la coacción dismi­
de un simple medio), superpuesta a la sociedad humana y nuirá y dejará paso a una labor más libre y más espontánea,
dirigida por ella en simbiosis, en condiciones todavía muy . a~menos para la mayoría de los trabajadores. Por poco que
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poco previsibles, es la tendencia a la que parece cada vez .la instrucción mejore y que la orientación profesional de los
más imposible sustraerse. Es bajo esta perspectiva como se jóvenes sea más general y más sensata, los riesgos de paro
ve cada vez mejor acentuarse la diferencia entre función y tecnológico disminuirán. Al aumentar la productividad, la au­
preparación para la función, entre el empleo de un sistema tomación proporcionará más tiempo libre a los humanos y
automático y su elaboración. Después de todo, ¿no es la for­ •' • favorecerá el acceso de las masas a la cultura. Estas pcrspcc­
ma casi natural del más antiguo trabajo agrícola? El trabajo , tivas no son utópicas: sólo transforman en realidad antiguas
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de la tierra consiste en preparar la recogida de las cosechas, esperanzas de las que no se podría decir que han siclo des·
en concebir y fabricar las condiciones en las que madurará mentidas.
la mies de una manera automática en el verdadero sentido
de la palabra, que quiere decir espontánea según su etimo­ (!) P. Naville: L'automation et le t ravail llumain, París. 1961,
pp. 7 y 9. ­ Cf. J. Fourastié: Le grand espoir áu XX• siécte. Pa­
logia griega. La mano de hombre anuncia, desencadena, re­ rís, P.U.F., 1949, pp. 211·7.20.
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