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1. El participó en la creación de todas las cosas (Juan 1:3; Colosenses 1:16; Hebreos 1:2). Esto demuestra Su
poder (ser capaz de crear todas las cosas).
2. Todas las cosas fueron creadas para El (Colosenses 1:16), es decir, para el propósito de llevar a cabo Sus
fines en la creación. Esto demuestra Su prerrogativa (hacer que la creación sirva a Sus propósitos).
3. El ahora también sustenta Su creación, porque en El todas las cosas subsisten (v. 17). Esto demuestra
Su presencia (continuar sustentando la creación).

1. El Angel de Yahveh es claramente una manifestación de Yahveh, porque El


habla como Dios, se identifica a Sí mismo con Dios, y alega ejercer las prerrogativas de Dios (Génesis 16:7–14; 21:17–18;
22:11–18; 31:11–13; Exodo 3:2; Jueces 2:1–4; 5:23; 6:11–22; 13:3–22; 2 Samuel 24:16; Zacarías 1:12–13). El hecho de
que las apariciones del Angel de Yahveh cesan después de la encarnación indica que El es un miembro de la Trinidad. Esto
se confirma con la afirmación del Antiguo Testamento de que el Angel de Dios acompañó a Israel cuando salieron de
Egipto (Exodo 14:19; cf. 23:20) y la declaración del Nuevo Testamento de que la Piedra que siguió a Israel era Cristo (1
Corintios 10:4).
2. (1) Muchas veces actuó como mensajero a varias personas (Génesis 16:7–14;
22:11–18; 31:11–13). (2) Guió y protegió a Israel (Exodo 14:19; 23:20; 2 Reyes 19:35). (3) Fue el instrumento de juicio
sobre Israel cuando Dios mandó una pestilencia sobre el pueblo (1 Crónicas 21:1–27). (4) Fue el agente de refrigerio para
Elías (1 Reyes 19:5–7).

Ninguna otra actividad de Cristo se revela como que ocurriera en Su estado previo a Su encarnación. Su obra como Mesías
requirió la encarnación, aunque fue predicha en el Antiguo Testamento. Igualmente Su obra como Salvador necesitaba la
encarnación. El Antiguo Testamento no da una revelación específica de la segunda Persona como el Salvador, sino sola-
mente de Dios como Salvador. El haberlo hecho habría requerido de una revelación en el Antiguo Testamento de la Trini-
dad. Más bien, ese período se clasifica como “los tiempos de ignorancia” (Hechos 17:30).
Aunque nuestro Señor no estuvo inactivo durante Su estado previo a la encarnación, Sus mayores obras necesitaron de
la encarnación. Sin embargo, El permanece magnífico en Su persona como el Dios eterno, pero, por así decirlo, en las
sombras, esperando la luz concentrada de la encarnación para revelar Su gloria y gracia (Juan 1:17; Tito 2:11).
CAPITULO 41

Aunque la palabra como tal no aparece en la Escritura, sus componentes (“en” y “carne”) sí ocurren. Juan escribió que el
Verbo se hizo carne (Juan 1:14). El también escribió acerca de la venida de Jesús en carne (1 Juan 4:2; 2 Juan 7). Por esto
quiso decir que la segunda Persona eterna de la Trinidad tomó la humanidad sobre Sí mismo. El no poseyó la humanidad
mientras no nació, puesto que El Señor se hizo carne ( Juan 1:14, en contraste con las cuatro veces que aparece
vv. 1–5). Sin embargo, Su humanidad era sin pecado, un hecho que Pablo protege al escribir que El vino “en semejanza de
carne de pecado” (Romanos 8:3).

En esta profecía acerca del Mesías en Isaías 9:6; Isaías predijo la unión de la deidad y la humanidad en El. El dijo que un
niño nacería (una referencia a la humanidad) y que Su carácter sería tal que El podría designarse como el Dios Fuerte (
una referencia a la Deidad). Isaías usa solamente con referencia a Dios (véase 31:3); significa héroe. Así
que la frase denota un héroe cuya principal característica es que es Dios. De modo que en este solo versículo se predicen
tanto la humanidad como la Deidad de nuestro Señor. (Véase Edward J. Young, [Grand Rapids:
Eerdmans, 1964], 1:335–8.)
El nombre Emanuel revela la misma verdad acerca del Señor (7:14). Esto indica más que la presencia de Dios con Su
pueblo en Sus tratos providenciales. En este texto significa que la misma presencia del Niño nacido de una virgen trae a
Dios a Su pueblo (véase Young, 1:289–91).

En esta profecía Isaías predijo que el medio de la encarnación sería un nacimiento virginal. Los liberales han retado la
traducción “virgen” de la palabra hebrea declarando que se debió haber usado si Isaías indiscutiblemente
quiso decir virgen. Es verdad que significa una joven núbil, con madurez sexual, y tiene el sentido de una
mujer separada, normalmente una virgen, pero no siempre (Ester 2:17; Ezequiel 23:3; Joel 1:8). Así que no es preciso
decir, como dicen los críticos, que hubiera sido una palabra más precisa si Isaías claramente quiso decir virgen.
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Aparentemente no es un término técnico para virgen, sino que se refiere a una mujer joven, de la cual una de
sus características es la virginidad (Génesis 24:43). No hay ejemplo donde se pueda comprobar que designa a una
joven que no sea virgen. La Septuaginta la traduce por en dos de las siete veces que aparece, al igual que Mateo
1:23. Así que la palabra significa una doncella núbil una de cuyas características era la virginidad, y necesariamente así en
el cumplimiento de la profecía del nacimiento de Cristo.
¿Quién es virgen a la cual se refiere esta profecía? Las interpretaciones caen en tres categorías básicas. (1) La inter-
pretación no mesiánica, que entiende que esta profecía se cumplió por una mujer desconocida en el pasado quien pudo o no
haber sido una virgen. ¿Cómo entonces se puede explicar el versículo 23? (2) La interpretación estrictamente mesiánica,
que cree que la profecía se refiere solamente a María sin aludir a alguna doncella del tiempo de Isaías. Sin duda se refiere a
María (v. 23), pero la cuestión es si tiene que ver solamente con ella. Si no alude a alguien en el tiempo de Isaías, ¿qué
valor habría tenido la señal para Acaz? (3) La profecía se refiere tanto a alguien en los días de Isaías como a María en el
futuro.
Según esta tercera interpretación, ¿quién habría sido la doncella en los días de Isaías? De nuevo hay tres respuestas: (a)
la esposa de Acaz; (b) alguna doncella desconocida de Israel; (c) la segunda esposa de Isaías con la cual él todavía no se
había casado cuando se dio la profecía. Si (a) es la correcta, entonces el hijo fue Ezequías. Si lo es (b), entonces el hijo es
desconocido. Si lo fuera (e), el hijo sería Mahersalal-hasbaz (Isaías 8:3) u otro hijo de Isaías que no se menciona. En este
punto de vista la primera esposa de Isaías, la madre de Sear-jasub, ya había muerto.
Mateo inequívocadamente ve a Cristo como el cumplimiento de la profecía de Isaías. De esto no puede haber duda. Y
ambos puntos de vista, el estrictamente mesiánico y el de doble referencia, reconocen esto.

El nacimiento virginal fue el medio para la encarnación. La encarnación, una vez cumplida, fue un estado permanente para
el Señor. Comenzó en Su nacimiento y continúa (aunque ahora en un cuerpo de resurrección) para siempre. El nacimiento
virginal fue un evento que duró sólo unas horas.
Cuando Gabriel le anunció a María que ella iba a concebir al Mesías, ella alegó que necesitaría un esposo. La respues-
ta del ángel en esencia fue, no necesitarás un esposo, porque el Espíritu vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá
con Su sombra (Lucas 1:35). La afirmación enfatiza más el hecho de la generación divina del Niño, que el método.
Mateo se adhiere cuidadosamente al hecho del nacimiento virginal en la tabla genealógica de nuestro Señor (Mateo
1:16). El asegura que José era el esposo de María, pero que fue solamente por María que Jesús nació. El pronombre “de la
cual” es femenino singular, lo que indica claramente que Jesús nació solamente de María, y no de María y José.
Si en Gálatas 4:4 “nacido de mujer” se refiere o no al nacimiento virginal, no está claro. Puede significar simplemente
que Cristo asumió la naturaleza humana igual que aceptó una posición bajo la ley, como afirma la frase siguiente. O puede
que se refiera al nacimiento virginal, puesto que el verbo no es el regular para “nacer” sino el mismo empleado en Juan
1:14, que se refiere a la encarnación, aunque no al nacimiento virginal como tal. Sin embargo, los pasajes en Isaías, Mateo,
y Lucas son claros.
¿Cuál fue el propósito del nacimiento virginal? No necesariamente como medio de preservar a Cristo sin pecado,
puesto que Dios pudiera haber cubierto con Su sombra a ambos padres para proteger la impecabilidad del Bebé si así lo
hubiera deseado. Sirvió como señal de la singularidad de la Persona que nació. No podemos decir desde cuándo ni cuán
difundidamente se conocía este hecho entre los contemporáneos de Cristo. Por supuesto, cuando Mateo y Lucas fueron
escritos se conocía, y desde ese tiempo en adelante la iglesia primitiva lo reconocía como una doctrina crucial, y para prin-
cipio del segundo siglo era una doctrina establecida (Ignatius, , I, 1, por ejemplo; véase también Hans von Cam-
penhausen, Studies in Historical Theology [Naperville: Allenson,
1964], 2:10–20).

Tanto Mateo como Lucas trazan la genealogía del Hijo nacido de una virgen. Mateo contiene cuarenta y un nombres esco-
gidos, mientras que Lucas incluye setenta y siete. Mateo traza la línea del Rey hasta llegar a Abraham; Lucas se remonta
hasta Adán. La lista de Mateo comúnmente se considera como la línea de José, y la de Lucas, la de María.
Ha habido mucha discusión particularmente sobre la cuestión de que si la genealogía de Lucas es la de Jesús por María
Su madre. Alfred Plummer plantea esta objeción a tal punto de vista: “Es probable que una solución tan obvia, como que
una era el linaje de José y la otra el linaje de María, se hubiera propuesto muy pronto, si hubiera habido alguna razón (con
excepción de la dificultad para adoptarla. Pero esta solución no fue sugerida por nadie hasta que Amnnio de Viterbo la
propuso, ca. D.C. 1490 ( [ICC, Edinburgh: T & T
Clark, 1910], p. 103).
Por otro lado, F. Godet argumenta efectivamente por el linaje de María en Lucas basándose en la ausencia del artículo
delante de José (3:23) lo cual conecta a Jesús directamente con Elí y al parecer pone a José completamente fuera de la línea
genealógica ( [Edinburg: T & T Clark, 1910], 1:195–204).
Se ofrecen varias explicaciones para decir que ambas genealogías son de la línea de José. Una es que Matán y Matat
son la misma persona, lo que hace a Jacob y Elí hermanos y a José hijo de Elí y sobrino de Jacob. Si Jacob murió sin here-
deros, su sobrino José hubiera sido el heredero, o posiblemente José vino a ser el heredero de Jacob porque Elí (suponiendo
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que su esposa había muerto) se casó con la viuda de Jacob de acuerdo a la costumbre del matrimonio levirato (Véase J. G.
Machen, [New York: Harper, 1930], pp. 207–9).
Un fuerte argumento a favor de que la genealogía lucana sea la de María se relaciona con la maldición puesta sobre
Joaquín (Jeconías o Conías) en Jeremías 22:30. El fue declarado “privado de descendencia” lo cual se explica en el versí-
culo como que ninguno de sus descendientes físicos reinaría prósperamente sobre el trono de David. (El aparentemente
tuvo siete hijos, aunque posiblemente adoptivos, 1 Crónicas 3:17). Así que no se podría esperar que Jesús llegara a ser un
Rey reinante (aunque tenía el derecho legal) si fuese un descendiente natural de José quien lo era de Conías. Por lo tanto, el
nacimiento virginal fue necesario para librarlo de la línea de la maldición (véase Robert Gromacki,
[Grand Rapids: Baker, 1981], pp. 150–9). Sin embargo, esto también podría decirse si Jesús estuviera relacionado
con José (no como Su padre natural, por supuesto) por Natán en vez de por Salomón (como Lucas pudiera estar indicando).
También se sugiere que Dios dio por terminada la maldición sobre Conías al escoger y exaltar a Zorobabel (Hageo
2:23). Al ponerlo “como anillo de sellar” lo elevó a tina posición de autoridad, y al escogerlo le transfirió la promesa me-
siánica a él y a su familia de entre los descendientes de David. El nombre de Zorobabel aparece tanto en la genealogía de
Mateo como en la de Lucas.
En todo caso Lucas cuidadosamente evita la impresión de que Jesús pudiera ser hijo natural de José: sin embargo, pre-
serva Su prerrogativas reales por no conectarlo solamente a Su madre (puesto que el derecho se transmitía a través del sexo
masculino). Nunca en Su vida hubo alguien que cuestionara el derecho de Jesús al trono de David.

¿Por qué envió Dios a Su Hijo en la semejanza de carne de pecado? Las Escrituras nos dan varias respuestas a esa pregun-
ta.

Aunque Dios se revela a Sí mismo en varias maneras, que incluyen las magnificencias de la naturaleza que nos rodea,
solamente la encarnación reveló la esencia de Dios, aunque velada (Juan 1:18; 14:7–11). La única manera en que el hom-
bre puede ver al Padre es conociendo acerca del Hijo, y la única manera de lograrlo hoy en día es estudiando el relato de
Su vida en las Escrituras. Por haberse El hecho hombre, la revelación de Dios se personalizó; porque El es Dios, esa reve-
lación es completamente verdadera.

La vida terrenal de nuestro Señor se nos presenta como patrón para nuestras vidas hoy en día (1 Pedro 2:21; 1 Juan 2:6).
Sin la encarnación no tuviéramos ese ejemplo. Como hombre El experimentó las vicisitudes de la vida y nos provee un
ejemplo práctico; como Dios, nos ofrece el poder para seguir Su ejemplo.

Sin la encarnación no tuviéramos un Salvador. El pecado requiere la muerte como su pago. Dios no muere. Así que el
Salvador tiene que ser humano para poder morir. Pero la muerte de un hombre común no pagaría por el pecado eternamen-
te. De modo que el Salvador también tiene que ser Dios. Necesitamos un Salvador que sea Dios-Hombre y lo tenemos en
nuestro Señor (Hebreos 10:1–10).

Gabriel le anunció a María que a su Hijo se le daría el trono de David (Lucas 1:31–33). Esto no se cumple porque el Dios
invisible reine sobre los asuntos de los hombres (lo que ciertamente hace). Para ocupar el trono de David se requiere un ser
humano. Por lo tanto, el Mesías tenía que ser humano. Pero para ocupar el trono para siempre se requiere que el que lo
ocupe nunca muera. Y solamente Dios cumple ese requisito. Así que el que en definitiva cumpliría la promesa davídica
tenía que ser Dios-Hombre.

Note que esto fue efectuado por la aparición de Cristo. El enfoque es sobre Su venida, no sobre la resurrección como se
esperaría. ¿Por qué fue necesaria la encarnación para derrotar a Satanás? Porque Satanás tenía que ser derrotado en la arena
que el domina, este mundo. Así que Cristo fue enviado a este mundo para destruir las obras del diablo.

Nuestro Sumo Sacerdote puede entender nuestras debilidades porque El fue probado como lo somos nosotros. Pero Dios
nunca es probado, así que fue necesario que Dios se hiciera hombre para ser probado a fin de que fuera un Sacerdote com-
pasivo.

Aunque la mayoría de las personas piensan de Dios como el Juez delante del cual todos comparecerán, la verdad es que
Jesús será ese Juez (Juan 5:22, 27). Todo el juicio será llevado a cabo por nuestro Señor “por cuanto El es el Hijo del
Hombre”. Este es el título que lo asocia con la tierra y con Su misión terrenal. ¿Por qué es necesario que el Juez sea huma-
no y haber vivido en la tierra? Para poder refutar todas las excusas que los humanos pudieran presentar. ¿Por qué tiene el
Juez que ser también Dios? Para que Su juicio sea verdadero y justo.
Así la encarnación tiene ramificaciones que se relacionan con nuestro conocimiento de Dios, nuestra salvación, nues-
tra vida diaria, nuestras necesidades urgentes, y nuestro futuro. Es verdaderamente el hecho central de la historia.

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