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3.10.2.

Familia

Desde la más tierna edad, la familia debe considerarse el lugar privilegiado del cuidado
entre las personas. En ella además de beneficiarnos con las amorosas atenciones de nuestros
seres queridos, nosotros mismos nos convertimos en protagonistas de cuidados solícitos
que les brindamos. En los aspectos más contingentes de la vida todos los días, así como en
las íntimas motivaciones que sostienen las relaciones familiares, el hecho de ocuparse de
los demás manifiesta la belleza de estar juntos.

Está bien la igualdad de oportunidades, está bien generar más empleos y trabajo; pero si
todo esto no se encuentra dentro de un horizonte más amplio, en función del bienestar de la
familia y del apoyo de su tarea generativa educativa y de cuidado intergeneracional, se
traducirá inevitablemente en un malestar social. (Antúnez, 2012, pág. 19)

2.13 La familia como base de la sociedad

En la Colección Orientaciones en ciencia, tecnología y cultura (1999) se menciona: Es de


todos conocida la afirmación de que la familia es la “célula básica de la sociedad”. ¿Cuál es
su fundamento? Podría recurrirse, en primer lugar, a la experiencia de cada persona,
fácilmente verificable en su vida cotidiana, con la complejidad a ella asociada. Se nace y se
muere en familia, en ella se adquieren los rasgos más fundamentales e inconscientes del
carácter y de la identidad personal, como los hábitos más variados en relación al trabajo, la
educación, el ahorro, el gasto, la salud, la enfermedad, las diferencias del comportamiento
sexual, las maneras de sentarse a la mesa, de conversar y discrepar, de valorar el tiempo y
tantas otras características que determinan el pensamiento, al acción y la comunicación de
las personas. Incluso, quienes por su historia personal han visto destruida o debilitada su
familia y la han experimentado con sentido traumático en alguna circunstancia no les será
fácil superar la influencia que los vínculos familiares habrán dejado en su carácter o en su
memoria. La familia está íntimamente vinculada a la ontogénesis de cada ser humano y
acompaña una parte fundamental de su desarrollo, especialmente en el momento de
formación de la identidad personal. En ella se aprende qué significa ser persona.
Esta afirmación tiene, en segundo lugar, un fundamento histórico y social, verificado por
antropólogos y sociólogos, con los métodos de las ciencias positivas, en un sinnúmero de
sociedades. Los sistemas de parentesco, fundados en la prohibición universal del incesto,
obligan a la exogamia creado, de este modo, vínculos de reciprocidad intergeneracional que
constituyen la red social sobre la cual descansa la subsistencia y el desarrollo de las
sociedades. La estabilidad o crecimiento de la población, su estructura por edad y la
reposición de las personas fallecidas son fenómenos sociales muy directamente vinculados
a la familia. Es también la familia el lugar en donde se produce la satisfacción de las
necesidades básicas de las personas, la crianza de los hijos, la alimentación, el aprendizaje
del idioma, los hábitos de salud, el reposo. Ella se responsabiliza por el cuidado de las
personas en la integridad de su existencia. La familia se ha asociado históricamente con el
hogar, es decir, con el lugar del fuego, en su múltiple significación de calor, preparación de
la comida, espacio interior y protegido para el amor, la reproducción humana y para toda
forma de sociabilidad desinteresada y gratuita. Si esto puede decirse en forma desagregada
de cada familia, en forma agregada, considerando el conjunto de las familias, se puede
afirmar que a través de ellas la sociedad se cuida y protege a sí misma.

La familia es también, en tercer lugar, la “célula básica” de la cultura, es decir, de la


sabiduría humana que se cultiva y transmite de una generación a otra, dando continuidad
social e histórica a la comprensión del fenómeno humano. La dramaticidad del existir
contingente y limitado, que busca comprender el origen y el destino de cada persona se
representa con las preguntas que surgen del existir mismo. La presencia o ausencia de
quienes comparten los vínculos familiares, de sus rostros, de sus símbolos, de sus decires,
de su experiencia, van formando el patrimonio simbólico que permite observar, diferenciar
y comprender la temporalidad y la mundaneidad de la vida.

La continuidad entre la comprensión precategorial y analógica del símbolo y la


comprensión categorial y reflexiva del lenguaje es una dimensión fundamental de toda
cultura y ella ocurre, habitualmente aunque no de manera exclusiva, en la convivencia
intergeneracional al interior de las familias. Ella está en la base también de la formación de
las pautas de valor y de las virtudes morales, dando origen a aquel “ethos” compartido que
hace posible la convivencia humana.
Finalmente, en cuarto lugar, la afirmación de que la familia es una institución básica de la
convivencia social tiene también una dimensión normativa, reconocida por el ordenamiento
jurídico.

En la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por las Naciones Unidas
en 1948 se sostienen que “los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen
derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y
fundar una familia…La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene
derecho a la protección de la sociedad y del Estado.

No es difícil comprender que una institución tan fundamental como la familia y que abarca
tantos aspectos de la vida personal y social, haya dado origen a una variada gama de teorías
e interpretaciones acerca de su fundamento, su evolución, su significado y su destino. (p. 9-
12)

2.12 Valores en la familia

Los valores constituyen un complejo y multifacético fenómeno que guarda relación con
todas las esferas de la vida humana. Están vinculados con el mundo social, con la historia,
con la subjetividad de las personas, con las instituciones. Realmente vivimos un mundo
lleno de valores. Y, por supuesto, uno de los ámbitos fundamentales donde los valores
tienen su asiento es la familia.

La familia y las Crisis de Valores

Sabemos que continuamente se está hablando de una crisis de valores que muchas veces se
asocia a una crisis de la familia. Y ciertamente, a pesar de que la familia es la más antigua
forma de organización humana y tal vez el ámbito social donde mayor fuerza tienen las
tradiciones y la tendencia a su conservación, esto no significa que no cambie y que sea una
entidad siempre idéntica a sí misma, dada de una vez y para siempre.

Los cambios en la familia, por supuesto, se insertan dentro de determinados cambios


globales de la sociedad. Hoy mismo estamos viviendo en un mundo muy dinámico,
matizado por el tránsito hacia lo que se ha dado en llamar Posmodernidad. Y esta transición
representa un cambio en la interpretación de valores. Hay toda una serie de valores,
vinculados a la Modernidad, que comienzan a entrar en crisis. Ya no existe la misma
confianza en la razón, en el progreso, en la ciencia, en la técnica. Se instaura cierta
psicología nihilista, de desesperanza; pierden fuerza las utopías, los sueños en un cambio
progresivo, en la posibilidad de alcanzar una sociedad más justa.

Los valores adquiridos en el seno familiar son los de mayor arraigo, eso no significa que
necesariamente marquen con un sello fatalista y predeterminado toda la evolución de la
personalidad en lo que a los valores se refiere. En el transcurso de su vida, en la evolución
natural de niño a adolescente y de adolescente a joven y a adulto, el individuo se inserta en
otros grupos humanos: el barrio, la escuela, el colectivo laboral, y de todos ellos recibe
determinados influjos valorativos. La propia realidad social a la que pertenece, cambia,
evoluciona y ello también condiciona variaciones en su mundo subjetivo de valores.

El propio individuo no es una entidad pasiva sometida a dictados valorativos externos, sino
que es capaz de asumir actitudes personales, propias, creativas, diferenciadas, en relación
con los valores. No es casual entonces que en determinado momento del desarrollo de la
personalidad el individuo comience a cuestionarse los valores arraigados desde el seno
familiar. El resultado de este cuestionamiento puede ser la asunción de esos mismos
valores, ya ahora plenamente concientizados, racionalizados y lógicamente entendidos, o
puede ser la renuncia parcial o total aquellos. En este último caso se asumen patrones
valorativos diferentes, se adopta una lógica valorativa distinta y comienzan determinadas
manifestaciones de contradicciones generacionales dentro de la familia.

No podemos percatar que, aun en este último caso, la familia es un referente obligado en
relación con los valores que porta cualquier individuo. Todo esto refuerza la idea del
enorme papel de la familia en los marcos de cualquier tipo de sociedad y el por qué debe
ser considerado como poseedora en sí misma de un alto valor social. (p. 145-149)

Según la Universidad Católica Andrés (2008): Espigando de aquí y de allá, en textos


contemporáneos, algunos más recientes, otros menos, encontramos una gran variedad de
referencias a los valores, su importancia, su afirmación, su negación, su influencia en la
conducta personal y social, e infinidad de otros aspectos: “Sin disciplina y valores no hay
autoridad ni mando”. La frase está sacada de un texto que, según la revista colombiana
Cambio, guardaba el guerrillero de las FARC Iván Ríos (2008) en su computador. “Hay
que enfrentar con determinación y claridad de propósitos el riesgo de escogencias políticas
y legislativas que contradicen valores fundamentales y principios antropológicos y éticos
enraizados en la naturaleza del ser humano”. Son palabras del cardenal Bagnasco (2008),
de Génova, al inaugurar el Consejo Episcopal Permanente de la Conferencia Episcopal
Italiana. Habla además de “valores negociables”. Rigoberta Menchu (2008), en el diario
Milenio de Monterrey, México, declara que hay que rescatar valores como la solidaridad y
el diálogo. Varios obispos de Colombia (2008), según Caracol Radio, “se expresaron muy
preocupados por la falta de una educación en valores”. “La violencia se genera por la
pérdida de valores en la familia, y no necesariamente por el modelo económico, la
corrupción o la incapacidad de las autoridades”. Esto lo afirmó el Cardenal Rivera (2005),
arzobispo de México, en una misa dominical.

Al parecer, todo el mundo habla de valores: un jefe guerrillero para promover la eficacia en
su organización subversiva, un cardenal para aconsejar posturas morales en política, una
premio Nóbel de la paz reclamando su rescate, los obispos de todo un país para quejarse de
que no son promovidos en la educación, otro cardenal arzobispo para atribuir a su falta en
la familia grandes consecuencias sociales, un escritor para explicar por la ausencia de unos
y la presencia de otros en nuestros pueblos el endémico estado de pobreza, un futbolista
para inculcar en los niños los valores de su deporte, una agencia internacional de noticias
para anunciar que existen valores revolucionarios en un país muy conflictivo en el
panorama mundial, un simple párroco de una popular feligresía para quejarse de su pérdida
en la familia, un periodista de un cotidiano importante en un país latinoamericano para
lamentarse del descuido de la educación en ellos, etc.

Es un hecho que en nuestro mundo cultural y en nuestros sistemas educativos, se ha dado


por aceptada la permanencia en el tiempo y la universalidad de algunos valores
considerados superiores, irrenunciables e innegociables por ser vistos como constitutivos
esenciales de la naturaleza humana, de la esencia del universo y de la estructura misma de
la sociedad: Dios, la familia, la libertad, los derechos humanos, la vida humana y bastantes
otros. Implícitamente se los ha tomado y se los toma como dotados de objetividad
ontológica.
Es sobre los valores que en los hechos funcionan o no como componentes esenciales de la
manera de vivir en nuestro momento histórico, sobre los que ahora nos interesa reflexionar.
Los valores importan en cuanto se manifiestan en la conducta particular y social de las
personas, y esto cae en el campo de la psicología.

La familia del mundo modernizado educa espontáneamente en un sistema de valores muy


distinto del que trasmite del mismo modo la familia popular.

Sobre uno y otro ethos se instala o intenta instalarse una educación externa a la familia que
proviene de distintas fuentes: una, el ambiente del mundo de vida en el que practica su vida
cada grupo y que comparte con las familias el mismo ethos. Dos, la educación oficial de la
escuela que pretende ser igual para ambos mundos pero que está estructurada según el ethos
de la modernidad; tres, lo que podríamos llamar la cultura dominante actual que se expresa
de muchas formas pero sobre todo en los medios de comunicación. (p. 12-24)

4. Los valores

4.1 ¿Que son los valores?

El ser humano no sólo tiene una facultad cognoscitiva que le sirve para emitir “juicios
sobre la realidad”, sino que es capaz también de emitir “juicios de valor sobre las cosas”.Al
hablar del mundo que le rodea, el hombre se refiere a él no sólo con criterios lógicos o
racionales, sino también meta-lógicos, que van más allá de la explicación racional.

Cuando se oye hablar de valores, muchos se preguntan, entre asombrados y escépticos,


“¿Pero qué son los valores? ¿Acaso existen con realidad propia, o son más bien creación de
nuestra febril fantasía? Les parece a algunos que. al hablar de los valores, estarnos
reclamando a la existencia todo aquel mundo de esencia o de ideas platónicas que el
filósofo ateniense se esforzaba en privilegiar como auténtica realidad, fundamento y
consistencia de todo cuanto existe, ideas externas, realidades ideales en un mundo que él
soñaba anclado por encima de los altos cielos.
Más sencillamente, nosotros creemos, por el contrario, que no existen los valores como
realidades aparte de las cosas o del hombre, sino como la valoración que el hombre hace de
las cosas mismas.

Los valores no son ni meramente objetivos ni meramente subjetivos: sino ambas cosas a la
vez: el sujeto valora las cosas, y el objeto ofrece un fundamento para ser valorado y
apreciado.

Descubrir los valores sólo es posible a quien mira positivamente el mundo, al que
previamente ha comprendido que todo lo que existe “existe por algo y para algo”; que
cualquier ser, por pequeño que sea, tiene su sentido y su razón de ser, es decir VALE. Para
el que se coloca así ante el mundo, y no pasivamente como cosa entre las cosas, todo
cuanto existe es bueno, es un BIEN. De modo que podemos llamar BIEN a cualquier ser
en cuanto es portador de valores. Y podemos designar como VALOR aquello que hace
buenas a las cosas, aquello por lo que las apreciamos, por lo que son dignas de nuestra
atención y deseo.

Valor, por tanto, es la convicción razonada y firme de que algo es bueno o malo y de que
nos conviene más o menos. Pero estas convicciones o creencias se organizan en nuestro
psiquismo en forma de escalas de preferencia (escalas de valores).

Los valores reflejan la personalidad de los individuos y son la expresión del tono moral,
cultural, afectivo y social marcado por la familia, la escuela, las instituciones y la sociedad
en que nos ha tocado vivir.

Una vez interiorizados, los valores se convierten en guías y pautas que marcan las
directrices de una conducta coherente.

Se convierten en ideales, indicadores del camino a seguir, nunca metas que se consigan de
una vez para siempre. De este modo, nos permiten encontrar sentido a lo que hacemos,
tomar las decisiones pertinentes, responsabilizarnos de nuestros actos y aceptar sus
consecuencias.

Los valores auténticos, asumidos libremente, nos permiten definir con claridad los
objetivos de la vida, nos ayudan a aceptarnos tal y como somos y a estimarnos, al tiempo
que nos hacen comprender y estimar a los demás. Dan sentido a nuestra vida y facilitan la
relación madura y equilibrada con el entorno, con las personas, acontecimientos y cosas,
proporcionándonos un poderoso sentimiento de armonía personal.

Los valores son principios que nos permiten orientar nuestro comportamiento en función de
realizarnos como personas. Son creencias fundamentales que nos ayudan a preferir,
apreciar y elegir unas cosas en lugar de otras, o un comportamiento en lugar de otro.
También son fuente de satisfacción y plenitud.

Nos proporcionan una pauta para formular metas y propósitos, personales o colectivos.
Reflejan nuestros intereses, sentimientos y convicciones más importantes.

Los valores se refieren a necesidades humanas y representan ideales, sueños y aspiraciones,


con una importancia independiente de las circunstancias. Por ejemplo, aunque seamos
injustos la justicia sigue teniendo valor. Lo mismo ocurre con el bienestar o la felicidad.

Los valores valen por sí mismos. Son importantes por lo que son, lo que significan, y lo que
representan, y no por lo que se opine de ellos.

Valores, actitudes y conductas están estrechamente relacionados. Cuando hablamos de


actitud nos referimos a la disposición de actuar en cualquier momento, de acuerdo con
nuestras creencias, sentimientos y valores.

Los valores se traducen en pensamientos, conceptos o ideas, pero lo que más apreciamos es
el comportamiento, lo que hacen las personas. Una persona valiosa es alguien que vive de
acuerdo con los valores en los que cree. Ella vale lo que valen sus valores y la manera
cómo los vive.

Pero los valores también son la base para vivir en comunidad y relacionarnos con las demás
personas. Permiten regular nuestra conducta para el bienestar colectivo y una convivencia
armoniosa. Quizás por esta razón tenemos la tendencia a relacionarlos según reglas y
normas de comportamiento, pero en realidad son decisiones. Es decir, decidimos actuar de
una manera y no de otra con base en lo que es importante para nosotros como valor.
Decidimos creer en eso y estimarlo de manera especial.

4.2 Características de los valores


Durabilidad: los valores se reflejan en el curso de la vida; por ejemplo el valor del placer es
fugaz que el de la verdad

Integridad: cada valor es una abstracción integra en sí mismo, no es divisible.

Flexibilidad: los valores cambian con las necesidades y experiencias de las personas

Satisfacción: los valores generan satisfacción en las personas que los practican

Polaridad: todo valor se presenta en sentido positivo y negativo; todo valor conlleva al
contravalor

Jerarquía: hay valores que son considerados superiores (dignidad, libertad) y otros como
inferiores (los relacionados con las necesidades básicas o vitales) las jerarquías de valores
no son rígidas ni predeterminadas; se van construyendo progresivamente a lo largo dela
vida de cada persona

Trascendencia: los valores trascienden al plano concreto; dan sentido y significado a la vida
humana y alasociedad.

Dinamismo: los valores se transforman con las épocas, Aplicabilidad: los valores se aplican
en las diversas situaciones de la vida; entrañan acciones prácticas que reflejan los principios
valorativos de la persona. Complejidad: los valores obedecen a causas diversas requieren
complicados juicios y decisiones

4.3 Clasificación de los valores

4.3.1 Valores humanos

El ser humano, para comportarse como tal, ha de tender al bien que la razón le propone
corno objetivo de su natural tendencia a la felicidad.

Hablar de valores humanos es una redundancia, porque no puede hablarse de valores, sino
en relación con el hombre. Toca a éste hacer una valoración de las cosas, es decir, entre los
bienes que le solicitan y a los que naturalmente aspira. Porque los valores no “existen” con
independencia unos de otros, sino en lógica subordinación, en referencia a una mayor o
menor importancia en la apreciación delsujeto que los descubre, ordenándolos en una
“escala interior” que va a constituirse en guía de su conducta.

Sólo así comprenderá que hay valores cuyo destino no es otro que el de ser sacrificados en
aras de valores más altos; que el dinero, por ejemplo, debe servir a la persona y no la
persona al dinero; que el sexo es un medio para expresar el amor y no un fin en sí mismo;
que se puede renunciar a la propia comodidad para dar un minuto de felicidad a alguien.

Si la distinta jerarquización de los valores es lo que otorga la talla moral a cada individuo,
es evidente que la educación de una persona dependerá sin duda de esta “escala moral” que
haya interiorizado, y que se encuentre en congruencia con el propio proyecto de vida como
canalización de todas sus energías.

Los valores humanos son aquellos conceptos universales, controladores de acción que se
encuentran en todas las culturas, todas las sociedades, todas las víctimas y en todos los
lugares donde los seres humanos a se ganan la vida. Los cinco valores humanos, que se
pueden encontrar en todas las culturas, todas las sociedades y en todas las religiones, son la
Honestidad, Humildad, el Amor, la Paz y la No Violencia. Estos valores son eternos, que
elevan la vida humana a su más alta expresión, su mayor capacidad

La Honestidad: La honestidad se refiere a una faceta del carácter moral y se refiere a los
atributos positivos y virtuosos tales como la integridad, veracidad y sinceridad, junto con la
ausencia de la mentira, el engaño o robo.

La Humildad: Es la cualidad de ser modesto y respetuoso. La humildad, en diversas


interpretaciones, es ampliamente visto como una virtud en muchas tradiciones religiosas y
filosóficas, cuya relación con las nociones de ausencia de ego.

La Justicia: La justicia es un concepto de la rectitud moral basada en la ética, la


racionalidad, el derecho, la ley natural, la religión o la equidad. También es el acto de ser
justo y / o equitativo.

El Amor: El amor es considerado como la unión de expresiones y actitudes importantes y


desinteresadas, que se reflejan entre las personas capaces de desarrollar virtudes
emocionales.
La Paz: Es un estado de tranquilidad que se caracteriza por la no permanencia de conflictos
violentos y la facilidad de no tener temor a la violencia. Habitualmente se explica como la
ausencia de hostilidad.

La No-Violencia: Es una práctica, estrategia, tácita o forma de actuar que no consiste en no


recurrir a la violencia sin importar el método o justificación.

4.3.2 Los valores morales

Los Valores Morales son todas las cosas que proveen a las personas a defender y crecer en
su dignidad.Los valores morales son desarrollados y perfeccionados por cada persona a
través de su experiencia. Por lo general los valores morales perfeccionan al hombre, en
cuanto a las acciones buenas que realice, como: vivir de manera honesta,

El Amor: El amor es considerado como la unión de expresiones y actitudes importantes y


desinteresadas, que se reflejan entre las personas capaces de desarrollar virtudes
emocionales.

El Agradecimiento: La gratitud, agradecimiento, gratitud o aprecio es un sentimiento, del


corazón o de actitud en el reconocimiento de un beneficio que se ha recibido o va a recibir

El Respeto: significa mostrar respecto y el aprecio por el valor de alguien o de algo,


incluyendo el honor y la estima. Esto incluye el respeto por uno mismo, respeto por los
derechos y la dignidad de todas las personas y el respeto por el medio ambiente que
sustenta la vida. El respeto nos impide lastimar a lo que debemos valorar.

La Amistad: La amistad es una relación entre dos personas que tienen afecto mutuo el uno
al otro. La amistad y de convivencia son considerados como atraviesa a través de un mismo
continuo. El estudio de la amistad se incluye en los campos de la sociología, la psicología
social, la antropología, la filosofía y la zoología. Diversas teorías académicas de amistad
que se han propuesto, incluyendo la teoría del intercambio social, teoría de la equidad, la
dialéctica relacional y estilos de apego.
La Bondad: Es el estado o cualidad de ser bueno, sobre todo moralmente bueno o
beneficioso. En cierto sentido, es la cualidad de tener calidad. En otras palabras en el
campo de texto de la bondad: beneficiosos, remunerado, útil, útil, provechoso, excelente.

La Dignidad: La dignidad es un término que se utiliza en las discusiones morales, éticos y


políticos para significar que un ser tiene un derecho innato de respeto y trato ético.

La Generosidad: La generosidad es el hábito de dar libremente, sin esperar nada a cambio.


Puede implicar tiempo, ofreciendo bienes o talentos para ayudar a alguien en necesidad. A
menudo equiparada con la caridad como virtud, la generosidad es ampliamente aceptado en
la sociedad como un rasgo deseable.

La Honestidad: La honestidad se refiere a una faceta del carácter moral y se refiere a los
atributos positivos y virtuosos tales como la integridad, veracidad y sinceridad, junto con la
ausencia de la mentira, el engaño o robo.

La Humildad: Es la cualidad de ser modesto y respetuoso. La humildad, en diversas


interpretaciones, es ampliamente visto como una virtud en muchas tradiciones religiosas y
filosóficas, cuya relación con las nociones de ausencia de ego.

La Justicia: La justicia es un concepto de la rectitud moral basada en la ética, la


racionalidad, el derecho, la ley natural, la religión o la equidad. También es el acto de ser
justo y / o equitativo

La Laboriosidad: Es el gusto por trabajar y esforzarse en conseguir objetivos sin rendirse.

La Lealtad: La lealtad es la fidelidad o devoción a una persona, país, grupo o causa.

La Libertad: La libertad es la capacidad de los individuos para controlar sus propias


acciones.

La Paz: Es un estado de tranquilidad que se caracteriza por la no permanencia de conflictos


violentos y la facilidad de no tener temor a la violencia. Habitualmente se explica como la
ausencia de hostilidad.

La Perseverancia: La perseverancia es la tendencia del individuo a comportarse sin ser


reforzado en los propósitos motivación y al no desfallecer en el intento.
La Prudencia: Es la capacidad de gobernar y disciplinar a sí mismo mediante el uso de la
razón. Es clásicamente considerada como una virtud.

La Responsabilidad: Un deber u obligación de realizar satisfactoriamente o completar una


tarea (asignado por alguien, o creados por la propia promesa propia o circunstancias) que
hay que cumplir, y que tiene una pena consiguiente al fracaso.

La Solidaridad: La solidaridad es la integración y el grado y tipo de integración, que se


muestra por una sociedad o un grupo de gente y de sus vecinos.

La Tolerancia: una actitud justa y objetiva, y permisiva hacia aquellos cuyas opiniones,
prácticas, raza, religión, nacionalidad, etc, difieren de los propios.

Los valores éticos son guías de comportamientos que regulan la conducta de un individuo.
En primer lugar, la ética es la rama de la filosofía que estudia lo que es moral, realiza un
análisis del sistema moral para ser aplicado a nivel individual y social.

4.4.3Los valores éticos

Los valores éticos más relevantes son: justicia, libertad, responsabilidad, integridad,
respeto, lealtad, honestidad, equidad, entre otros. Los valores éticos se adquieren durante el
desarrollo individual de cada ser humano con experiencia en el entorno familiar, social,
escolar e inclusive medios de comunicación.

Los valores éticos demuestra la personalidad del individuo, una imagen positiva o negativa
del propio, como consecuencia de su conducta, se puede apreciar sus convicciones,
sentimientos e intereses que posee, por ejemplo: el individuo que lucha por la justicia, por
la libertad, considerados como valores positivos, refleja una persona justa, de lo contrario,
se observa un ser humano apático ante este valor y con cierto apoyo ante las injusticias.

Los valores éticos permiten regular la conducta del individuo para lograr el bienestar
colectivo y una convivencia armoniosa y pacífica en la sociedad.

Es de destacar, que los valores éticos pueden ser relativos en virtud del punto de vista que
posee cada persona, ya que por ejemplo para un individuo llegar puntual al trabajo como
sinónimo de responsabilidad para otro no es ético o no es de relevancia, existen individuos
que no respetan los diferentes puntos de vista, para algunos es una actitud no ética como
para otros es sinónimo de defender su punto de vista y, así como estos ejemplos pueden
existir mucho.

Por otro lado, los valores éticos pueden ser absolutos, en virtud de que es visto como un
hábito o costumbre practicado por toda la sociedad. Una vez con la aclaración de que
consiste y que son los valores éticos, el ser humano vive en un constante juicio ético, esto
es, razonar y determinar qué acción, conducta o actitud es la más acertada en un momento
determinado, en función a las normas y valores impuestos por la sociedad.

Cuando el individuo se encuentra frente a un juicio ético es importante comprender el


problema ético, buscar la mejor solución que no perjudique a otros individuos y reflexionar
porque fue la mejor solución ante esa situación.

4.4 Tipos de valores

4.4.1 Los valores personales

De acuerdo con Morris valores Massey se forman durante tres períodos significativos: 1.
Período comprendido entre el nacimiento hasta los 7 años. 2. Modelización período
comprendido entre el 8 -13 años. 3. Socialización período comprendido entre 13 -21 años.

Los valores personales proporcionan una referencia interna para lo que es bueno,
beneficioso, importante, útil, hermoso, deseable, constructivo, etc. Generar un
comportamiento y ayudar a resolver los problemas comunes de las personas a través de los
valores, puede ayudar a dar respuesta a las preguntas de por qué las personas hacen lo que
hacen y en qué orden se elige para hacerlo.

Con el tiempo la expresión pública de los valores personales, ayudan a si mimos y a las
demás personas a encontrar el mejor camino durante su vida, basándose en la costumbre y
la tradición. Los valores personales de esta manera existen en relación a los valores
culturales, ya sea de acuerdo con o sin sus normas vigentes. Una cultura es un sistema
social que comparte un conjunto de valores comunes, las cuales permiten las expectativas
sociales y los acuerdos colectivos de las cosas buenas, constructivas, hermosas, etc Sin
valores normativos de carácter personal, no habría ningún referente cultural con el que
medir la virtud de los valores individuales y la identidad de la cultura que está inmersa.

Los valores se obtuvieron de muchas maneras diferentes. La pieza más importante de los
valores de construcción es la familia de una persona. La familia es responsable de enseñar a
los niños lo que está bien y el mal mucho antes de que haya otras influencias. Como se dice
que un niño es un reflejo de los padres. La escuela ayuda a dar forma a los valores de los
niños. Luego está la religión que la familia presenta a un niño que juega un papel en la
enseñanza de las conductas correctas e incorrectas.

Son aquellos que consideramos principios indispensables sobre los cuales construimos
nuestra vida y nos guían para relacionarnos con otras personas. Por lo general son una
mezcla de valores familiares y valores socio-culturales, juntos a los que agregamos como
individuos según nuestras vivencias.

4.4.2 Valores Familiares

Los valores familiares son todos aquellos valores que son inculcados a través de las
generaciones, nuestros padres, abuelos, tíos, primos, etc. Esos valores como tener buenos
pensamientos, obras bondadosas, amor, cuidar de aquellas personas que estamos cerca y
hacen parte de nuestro grupo social, nuestra casa, hijos, padres, hermanos, familiares y
amigos.

Se refieren a lo que en familia se valora y establece como bien o mal. Se derivan de las
creencias fundamentales de los padres, con las cuales educan a sus hijos. Son principios y
orientaciones básicas de nuestro comportamiento inicial en sociedad. Se transmiten a través
de todos los comportamientos con los que actuamos en familia, desde los más sencillos
hasta los más “solemnes”.

4.4.3 Valores Sociales

Son los que imperan en la sociedad en la que vivimos. Han cambiado a lo largo de la
historia y pueden coincidir o no con los valores familiares o los personales. Se trata de una
mezcla compleja de distintos tipos de valoraciones, que en muchos casos parecen
contrapuestas o plantean dilemas.
Por ejemplo, si socialmente no se fomenta el valor del trabajo como medio de realización
personal, indirectamente la sociedad termina fomentando “anti-valores” como la
deshonestidad, la irresponsabilidad o el delito.

Otro ejemplo de los dilemas que pueden plantear los valores socio-culturales ocurre cuando
se promueve que “el fin justifica los medios”. Con este pretexto, los terroristas y los
gobernantes arbitrarios justifican la violencia, la intolerancia y la mentira, alegando que su
objetivo final es la paz.

4.4.4 Los valores espirituales

Se refieren a la importancia que le damos a los aspectos no-materiales de nuestras vidas.


Son parte de nuestras necesidades humanas y nos permiten sentirnos realizados. Le agregan
sentido y fundamento a nuestras vidas, como ocurre con las creencias religiosas.

La gracia: se entiende por gracia un favor o iniciativa gratuita que Dios hace al hombre para
invitarlo a participar en su intimidad. La libre iniciativa de Dios requiere de la respuesta
libre del hombre, para recibir y acoger la gracia. Requiere pues, de la voluntad humana para
recibirla.

La santidad: la santidad desde el punto de vista de la teología, se refiere al estado del alma
en la cual ésta se encuentra en amistad y en profunda intimidad y comunicación con Dios.
A la persona que alcanza este estado del alma se le llama bienaventurado y dichoso.

La caridad: Cuando hablamos de caridad, nos referimos a una acción de ayuda al prójimo,
motivados únicamente por ayudar, por darse a los demás y no por un renombre o prestigio.
Inclusive con este tipo de acciones se busca ayudar desde el anonimato, el interés es
exclusivamente ayudar a otros por amor. La caridad es un valor intrínseco de la persona con
un alto valor espiritual, busca amar al prójimo, no sólo a la familia, a gente conocida o a
parientes, sino a todo ser humano, incluso a aquél que nos ha dañado en algún momento,
que nos ha hecho alguna injusticia o ha manchado nuestro nombre. Amar a los enemigos es
un rasgo único de la persona que posee la caridad.
La fe: en la terminología religiosa la fe es el asentimiento firme de la voluntad de una
verdad basada sola y únicamente en la revelación divina. La fe es un valor que el hombre
por sí mismo no puede alcanzar, es un don de Dios, por esto decimos que los valores
morales se mueven en un ámbito que va más allá de lo meramente humano, trasciende el
orden natural y se eleva al orden de lo sobrenatural. Por medio del don de la fe la persona
puede adentrarse en un conocimiento y en una experiencia con Dios. El hombre por sí
mismo, cuando mucho podría afirmar que Dios existe y dar algunas características sobre Él,
pero al recibir la fe, ésta transforma su existencia dando otro sentido a su vida, ya no se
busca satisfacer la voluntad de uno mismo sino la voluntad de Dios. La fe va más allá del
mero sentimiento o emoción de la presencia de Dios, no se acepta de modo irracional, sino
que se busca su significado interno y coherente, es por esto que la fe requiere de la
inteligencia y de la voluntad de la persona.

La esperanza: es el valor espiritual que corresponde al anhelo de felicidad que se encuentra


en el interior de cada hombre. La esperanza cristiana, tiene su origen y fundamento en la
esperanza de Abraham e Isaac, quienes esperaban el cumplimiento de las promesas deDios.
De acuerdo a la tradición judeocristiana, Él siempre se mantuvo fiel, aunque el pueblo se
dejara llevar por la desconfianza y llegara a adorar a otros dioses, pero Dios seguía
conservando su fidelidad y su amor hacia ese pueblo elegido, según lo cuenta el Antiguo
Testamento. Este es el fundamento de la esperanza; Dios siempre se mantiene fiel en su
amor hacia cada hombre. Sin esta esperanza el hombre se siente abatido, encerrado y
desesperado sin ser capaz de resolver los enigmas de la vida y la muerte, del sufrimiento,
del dolor, de la injusticia. Sin ella, el hombre cree que está solo ante las dificultades, que no
cuenta con la ayuda de Dios.

El amor: es una de las virtudes más extraordinarias que el ser humano puede tener, es el
don más lindo que Dios puede dar a los hombres. El que tiene amor no hace mal al prójimo;
así que en el amor se cumplen perfectamente todas las demás cosas. Si hablo las lenguas de
los hombres y aun de los ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un metal que
resuena o un platillo que hace ruido. Y si tengo el don de profecía, y entiendo todos los
designios secretos de Dios, y sé todas las cosas, y si tengo la fe necesaria para mover
montañas, pero no tengo amor, no soy nada. Y si reparto entre los pobres todo lo que poseo,
y aun si entrego mi propio cuerpopara tener de qué enorgullecerme, pero no tengo amor, de
nada me sirve. Tener amor es saber soportar; es ser bondadoso; es no tener envidia, ni ser
presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta; es no enojarse ni guardar rencor; es no
alegrarse de las injusticias, sino de la verdad. Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo,
esperarlo todo, soportarlo todo .El amor jamás dejará de existir. Un día el don de profecía
terminará, y ya no se hablará en lenguas, ni serán necesarios los conocimientos. Porque los
conocimientos y la profecía son cosas imperfectas, que llegarán a su fin cuando venga lo
que es perfecto. Tres cosas hay que son permanentes: la fe, la esperanza y el amor; pero la
más importante de las tres es el amor.

4.5 La importancia de los valores

Instaurar en nuestra sociedad una “Pedagogía de los valores” es educar al hombre para que
se oriente por el valor real de las cosas, es una pedagogía de encuentro” entre todos los que
creen que la vida tiene un sentido, los que saben que existe un porqué en lo extraño de todo,
los que reconocen y respetan la dignidad de todos los seres.

La Declaración Universal sobre los Derechos Humanos de la ONU no hace más que
recoger el común sentido de los hombres que reconocen los valores que dignifican y
acompañan la existencia de cualquier ser humano. No creemos que sea mera retórica
reconocer al hombre como “portador de valores eternos”, es decir, de valores que siempre,
siempre, han de ser respetados.

Hablar de “valores humanos” significa aceptar al hombre como el supremo valor entre las
realidades humanas. Lo que en el fondo quiere decir que el hombre no debe supeditarse a
ningún otro valor terreno, ni familia, ni Estado, ni ideologías, ni instituciones...

Todos estos valores que configuran la dignidad del hombre, reconocidos por todos, dan
apoyo y fundamento a un diálogo universal, a un entendimiento generalizado que harán
posible la paz entre todos los pueblos.

Y si el “mundo de los valores” puede servir de guía a la humanidad en sus aspiraciones de


paz y fraternidad, por la misma razón deben servir de guía al individuo en sus deseos de
autorrealización y perfeccionamiento.
En este caso, la acción educativa debe orientar sus objetivos en la ayuda al educando para
que aprenda a guiarse libre y razonablemente por una escala de valores con la mediación de
su conciencia como “norma máxima del obrar”.

Ello implica también ayudarle en la experiencia (personal e intransferible) de los valores,


desarrollando esa “libertad experiencial” de la que habla Rogers, para que sepa descubrir el
aspecto de bien que acompaña a todas las cosas, sucesos o personas: para que aprenda a
valorar con todo su ser, a conocer con la razón, querer con la voluntad e inclinarse con el
afecto por todo aquello que sea bueno, noble, justo y valioso.

Pero, al mismo tiempo, debería ir haciendo el difícil aprendizaje de la renuncia. Tendrá que
aprender a sacrificar valores menos importantes por otros que lo son más.

Dicho de otra manera, educar en los valores es lo mismo que educar moralmente, o
simplemente “educar”, porque son los valores los que enseñan al individuo a comportarse
como hombre, ya que sólo el hombre es capaz de establecer una jerarquía entre las cosas, y
esto resultaría imposible si el individuo no fuera capaz de sacrificio y renuncia.

En definitiva, detrás de cada decisión, de cada conducta, apoyándola y orientándola, se


halla presente en el interior de cada ser humano la convicción de que algo importa o no
importa, vale o no vale.

A esta realidad interior, previa a cada acto cotidiano, insignificante o meritorio, la


llamamos actitud, creencia, ¡valor!

Se trata de un sustrato, de un trasfondo que se ha venido formando en nosotros desde los


años de la infancia y que nos predispone a pensar, sentir, actuar y comportarnos de forma
previsible, coherente y estable.

El valor, por tanto, es la convicción razonada y firme de que algo es bueno o malo y de que
nos conviene más o menos. Pero estas convicciones o creencias se organizan en nuestro
psiquismo en forma de escalas de preferencia (escalas de valores).

Los valores reflejan la personalidad de los individuos y son la expresión del tono moral,
cultural, afectivo y social marcado por la familia, la escuela, las instituciones y la sociedad
en que nos ha tocado vivir.
Una vez interiorizados, los valores se convierten en guías y pautas que marcan las
directrices de una conducta coherente.

Se convierten en ideales, indicadores del camino a seguir, nunca metas que se consigan de
una vez para siempre. De este modo, nos permiten encontrar sentido a lo que hacemos,
tomar las decisiones pertinentes, responsabilizarnos de nuestros actos y aceptar sus
consecuencias.

Los valores auténticos, asumidos libremente, nos permiten definir con claridad los
objetivos de la vida, nos ayudan a aceptarnos tal y como somos y a estimarnos, al tiempo
que nos hacen comprender y estimar a los demás. Dan sentido a nuestra vida y facilitan la
relación madura y equilibrada con el entorno, con las personas, acontecimientos y cosas,
proporcionándonos un poderoso sentimiento de armonía personal.

La escala de valores de cada persona será la que determine sus pensamientos y su conducta.
La carencia de un sistema de valores bien definido, sentido y aceptado, instalará al sujeto
en la indefinición y en el vacío existencial, dejándole a merced de criterios y pautas ajenas.

Los valores nos ayudan a despejar los principales interrogantes de la existencia: quiénes
somos y qué medios nos pueden conducir al logro de ese objetivo fundamental al que todos
aspiramos: la felicidad.

4.6 Como se forman los valores

Comenzamos a tener valores cuando somos niños. Primero aprendemos a tener aprecio por
las cosas que satisfacen nuestras necesidades básicas, pero valoramos especialmente a las
personas que nos las proporcionan. Su comportamiento hacia nosotros se vuelve la
principal referencia de lo que es valioso.

Por esta razón, nuestro carácter y personalidad se moldea con las actitudes y
comportamientos de las personas que nos crían, bien sea los padres u otros familiares. Sus
conductas tienen el principal peso de lo que después se convierte en nuestros principios y
creencias personales más importantes.

Aprendemos a valorar el fondo y la forma de todo lo que ellos dicen y hacen, así como lo
que dejan de decir o hacer. Cada gesto o comentario tiene una gran influencia en la
formación de nuestro juicio y aprendemos también a diferenciar la teoría y la práctica de
los valores. Esto último es lo que más nos marca.

Así que la consistencia y la coherencia en el comportamiento de nuestros padres es lo que


le da solidez a nuestra formación. Si ellos hacen lo que dicen nuestra personalidad será más
fuerte que cuando ellos no practican lo que pregonan.

Más adelante, cuando nos volvemos estudiantes, comenzamos a sentir presiones sociales y
presión de valores diferentes a los nuestros, a través de la relación con otras personas. Se
pone a prueba la fortaleza de los valores que formamos con nuestros padres.

La formación de valores

Comenzamos a tener valores cuando somos niños. Primero aprendemos a tener aprecio por
las cosas que satisfacen nuestras necesidades básicas, pero valoramos especialmente a las
personas que nos las proporcionan. Su comportamiento hacia nosotros se vuelve la
principal referencia de lo que es valioso.

Por esta razón, nuestro carácter y personalidad se moldea con las actitudes y
comportamientos de las personas que nos crían, bien sea los padres u otros familiares. Sus
conductas tienen el principal peso de lo que después se convierte en nuestros principios y
creencias personales más importantes.

Aprendemos a valorar el fondo y la forma de todo lo que ellos dicen y hacen, así como lo
que dejan de decir o hacer. Cada gesto o comentario tiene una gran influencia en la
formación de nuestro juicio y aprendemos también a diferenciar la teoría y la práctica de
los valores. Esto último es lo que más nos marca.

Así que la consistencia y la coherencia en el comportamiento de nuestros padres es lo que


le da solidez a nuestra formación. Si ellos hacen lo que dicen nuestra personalidad será más
fuerte que cuando ellos no practican lo que pregonan

Más adelante, cuando nos volvemos estudiantes, comenzamos a sentir presiones sociales y
presión de valores diferentes a los nuestros, a través de la relación con otras personas. Se
pone a prueba la fortaleza de los valores que formamos con nuestros padres.
Se suele confundir valores con hábitos, y muchos padres aspiran que el colegio forme los
valores que no fueron formados en la casa. Eso no es posible, simplemente porque el
colegio no satisface necesidades básicas de vida, esa es responsabilidad de las personas que
nos crían. Los maestros, líderes y modelos de valores en el colegio, tienen la posibilidad de
reforzar lo formado en el hogar, pero no sustituirlo. Si las convicciones que se forman en la
casa no son sólidas, pronto se verán expuestas a una intensa competencia social con otras
creencias.¿Por qué es tan difícil formar valores? Porque, a diferencia de las normas, los
valores son convicciones.Son comportamientos que decidimos con gusto y nos producen
satisfacción. Las normas las podemos acatar a pesar de nuestra voluntad, pero los valores
tienen el respaldo de nuestra voluntad. Hemos aprendido su importancia por los beneficios
que nos producen, individuales y colectivos.

Las personas que en nuestras vidas tienen un rol de liderazgo son quienes nos transmiten
más valores. Por eso no es casual que ellas sean nuestros padres, hermanos mayores,
abuelos, ciertos familiares, maestros, compañeros estudiantiles que admiramos, profesores
y jefes. Pero para poder transmitir algo hay que poseerlo, y sólo se transmiten a través del
ejemplo práctico cotidiano de las actitudes y conductas. Es muy poco probable formarlos
con grandes explicaciones o a través de una lista de lo que se considera correcto o
incorrecto. La memorización de sus significados teóricos no garantiza que los valores se
pongan en práctica.

4.7 Quienes son los responsables en la formación de valores

Es en el propio hogar donde se inicia la aceptación de uno mismo y son los padres quienes
deben estar atentos a considerar, alabar y reconocer en cada uno de sus hijos las cualidades,
aptitudes y destrezas que se manifiestan de una manera más destacada. Que cada persona se
sienta importante, reconocida y alabada por algo es fundamental para lograr ese nivel
mínimo de autoestima durante los años de la infancia y de la adolescencia. Padres.
Profesores, educadores y monitores que tienen a su cargo niños desde la más tierna infancia
hasta bien entrada la adolescencia no deben escatimar los refuerzos positivos tras cada
esfuerzo y acción meritoria para sentar las bases de la confianza en sí mismo y de la auto
aceptación madura del adulto, sea cual fuere la realidad que le haya tocado vivir.
Las descalificaciones constantes, las burlas y los sarcasmos, el dejar públicamente en
ridículo a un niño ante sus hermanos o ante sus compañeros de clase jamás favorecerán la
auto aceptación y el desarrollo de una personalidad equilibrada y madura. Por el contrario,
se irán minando poco a poco los frágiles cimientos de la autoestima, aparecerán los
sentimientos de incompetencia, la infravaloración y el obsesivo deseo de aprobación por
parte de los demás. El qué dirán, lo que puedan pensar de mí asfixiarán cualquier brote de
libertad en el obrar y expresarse y manifestarse libre y autónomamente con actitud crítica.

Las personas que recibieron de sus padres y educadores una dosis suficiente de confianza y
seguridad en sus propios valores y aptitudes, acceden pronto a la madurez psíquica y a la
auto aceptación que les permite considerar irrelevantes la aprobación o desaprobación de
los demás. Conocen su propia realidad, sus capacidades y sus limitaciones, y lo que
verdaderamente les preocupa es el juicio que merezca para sí mismos, la aceptación de la
propia realidad.

Sólo el niño que ha sido aceptado incondicionalmente por sus padres será capaz de
aceptarse tal como es. Conocemos casos de homosexualidad más o menos larvada,
motivada por el hecho de que los padres no supieron aceptar el sexo del hijo. Querían tener
una niña y les nació un varón. Su rechazo del niño fue tan patente que éste se hizo
consciente del problema desde muy corta edad y adoptó la actitud femenina que sus padres
deseaban con el objeto de contentarles de alguna manera. Las condiciones de los padres
impidieron en el hijo la aceptación del propio esquema corporal.

El mismo resultado deformador se puede obtener poniendo condiciones a la conducta, a la


inteligencia, a ciertas aptitudes o habilidades... Con tal modo de actuar, los padres
demuestran que no quieren al hijo por sí mismo, sino por razones extrínsecas a él,
proyectando en la vida del hijo sus propias expectativas y frustraciones, esperando que el
hijo realice algún día los proyectos que ellos no fueron capaces de alcanzar.

Alguien ha dicho que la aceptación incondicionada de sí mismo es «la primera ley del
crecimiento personal». La primera cosa que poseemos es nuestro propio ser. El primer
valor con que nos encontramos en la vida somos nosotros mismos. Es inútil querer
realizarnos sin querer reconocer lo que de verdad somos.
Aceptar la propia «verdad interior» significa aceptarnos sin deformar lo que realmente
somos. Es inútil que intentes realizarte como futbolista si tienes los pies torcidos. Inútil que
pretendas ser como un chico cuando Dios te ha hecho mujer... ¿Acaso no tiene Freud razón
cuando critica a algunas mujeres como “varones frustrados”?

Aceptar “nuestra verdad interior” significa también aceptar ese fondo de inautenticidad que
todos llevamos dentro. Esos impulsos inconfesables que nunca tuvieron que ser, pero que
sin embargo han sido. Si no aceptamos nuestros errores, nunca nos libraremos de ellos.

Los expertos de la educación infantil sostienen que la tarea de la formación de los hijos
comienza por lo menos 20 años antes de que estos nazcan. Otros sostienen que mientras
están en el vientre de la madre, los padres ya adquieren la responsabilidad de comenzar el
proceso de la formación los hijos. La formación integral de los niños y las niñas ha de
verse como un privilegio y una responsabilidad. La Biblia enseña que para Jehová los hijos
son herencia que custodiar, para Jesús son almas que salvar, para la iglesia son un
ministerio que atender y para los padres un tesoro confiado por Dios que ha de ser
custodiado, formado y protegido.

Hay una teoría propuesta desde hace muchos años la cual afirma que en los primeros cinco
años de los niños y de las niñas es cuando se determina gran parte de lo que estos vendrán a
ser cuando grandes. Influenciados por esta teoría se establece que esta edad es donde se
ponen las bases para la formación integral de los hijos. James W. Flowler, creador de la
teoría del desarrollo de la fe, sostiene que la formación integral de los niños y las niñas
comienza en la de edad de 0 a 3 años. Él dice que se puede definir como un proceso
integral, esencial, que subyace a la formación de las creencias, los valores y los
significados.

4.8 Como se deforman los valores

Uno de los mayores problemas de la sociedad actual, es que carece o no quiere respetar los
valores morales, que representan la guía o el código de reglas que son necesarias para la
mejor convivencia colectiva. En consecuencia, si no tratamos de conducirnos en nuestra
vida cotidiana, tomando como referencia estas reglas morales o de conducta, estaremos
viviendo en iguales condiciones que en aquellas etapas de la historia humana, donde
prevalecía la violencia, la inmoralidad, y el libertinaje como forma de vida, sin medir los
resultados de tales acciones.

En los últimos años se ha hecho frente a una gran disminución de valores sociales y
morales. Estas conductas son antisociales y deshumanizadas pero desafortunadamente cada
día que pasa se están instalando más dentro de la sociedad actual.

Conductas llenas de odio, egoísmo, violencia e indiferencia ante el prójimo, son nuestro día
a día. La razón de esto, quizás sea responsabilidad de nosotros mismos, ya que poco a poco
el ser humano se ha deshumanizado, convirtiéndose en una maquina presa del stress diario
y aupado por la tecnología dejando de lado el convivir cara a cara con sus semejantes.

La carencia de valores en el mundo es una realidad que vemos a diario en los noticieros,
revistas, periódicos y demás medios de comunicación nacional e internacional. Este
problema se puede observar en todas las clases sociales y entre estos están la perdida de
respeto, el desamor, la impuntualidad, la descortesía, la agresividad, la discriminación, etc.
Una de las principales causas que se dan por la carencia de valores en las personas porque
muchas crecieron en un entorno familiar en el que no les enseñaron un modelo de persona
que presente valores éticos y morales. Las consecuencias de este problema social se
observa en la insensibilidad, en la falta de la solidaridad, en la falta de recato, corrupción,
matanzas, maldad, egoísmo, etc. dentro de la sociedad. En este problema es crucial la
intervención de los padres y de los maestros para revertirlo.

La pérdida de los valores es una de las causas que está originando todos los problemas
sociales que actualmente se observan en la sociedad, como las adicciones, suicidios,
delincuencia juvenil, muerte, corrupción entre otros. Para la comprensión de este tema
primero definiremos los valores: Los valores son principios que nos permiten orientar
nuestro comportamiento en función de realizarnos como personas. Son creencias que nos
ayudan a preferir un comportamiento en lugar de otro. Los valores valen por sí mismos y
no por lo que opinen de ellos por ejemplo, aunque seamos injustos la justicia sigue teniendo
valor. Lo mismo ocurre con el bienestar o la felicidad, amor, respeto, la solidaridad, la
Según Rosemary Rizo Patrón (1988) son ejemplos de crisis de valores: Pérdida del sentido
de vida humana, donde la muerte se ha convertido un hecho cotidiano e inevitable lo que se
expresa en indiferencia. Pérdida de un sentido de vida digna, vivimos en una sociedad que
ante condiciones infrahumanas no nos sensibilizamos y lo asumimos como algo normal
Ausencia de una verdadera concepción de libertad, donde la sociedad desfigura la
naturaleza humana y su realización. Inhibición de nuestra realdad humana; es decir ya no
nos importa a donde nos dirigimos como sociedad, existen instituciones en defensa de la
vida y de los derechos pero no se trabaja para tener una meta orientada al desarrollo o
crecimiento humano

¿Cómo Recuperar los Valores en la Sociedad guatemalteca?

http://www.prensalibre.com/noticias/comunitario/Guatemaltecos-sencillos-
amables_0_1056494363.html

http://www.analistasindependientes.org/2012/02/y-los-valores-que-sera-la-
familia.html

https://www.plazapublica.com.gt/content/el-mito-de-la-familia-guatemalteca

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