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La Escuela de música, que es parte de esa otra Venezuela, y es ahí donde radica su
grandeza, sigue siendo una de las bases fundamentales de la sociedad, esa sociedad
que necesitamos robustecer y que se encuentra repleta de grandes artistas.
Todos esos valores humanos que seguimos formando harán que se olvide la miseria de
estos tiempos, porque nuestra vocación como músicos y docentes no la adquirimos
por medio de decretos ni asambleas fraudulentas. La adquirimos por convicción
propia. Decidimos consagrar nuestra vida a la magia del sonido, a esa pasión que
protege el alma contra el tedio y la mediocridad circundante.
Nuestro aporte, queridos amigos, se consolida día a día, durante cada clase,
trabajando cual guerreros, porque no nos dejamos atemorizar ni arrodillar por esta
injusta situación. El ejemplo que damos, ese amor por la enseñanza y el arte, será la
gran herencia para los alumnos y sigue siendo la luz que incomodará las mentes
plagadas de roja indigencia, alejadas completamente del sentir humano y de la
noción de arte.
Nada nos identifica con esta barbarie. Venezuela y nuestra Escuela seguirán siendo
espacios donde podamos seguir ofrendando nuestras virtudes y desplegando nuestras
esperanzas.