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El pasaje de hoy se coloca al interno de lo que Jesús, sentado en el monte de los Olivos, de
frente al templo acaba de decir a los discípulos: “Velen, porque no saben qué día vendrá su
Señor. Traten de entender esto: si el dueño de la casa supiera a que hora de la noche viene
el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que le vaciara la casa. Por eso, también ustedes
estén atentos porque, a la hora que menos imaginan, vendrá el Hijo del hombre”. (Mt 24,
42-44). Una afirmación semejante se repite también al final de nuestro pasaje: “Vigilen pues,
porque no saben el día ni la hora”. Como que esta advertencia incluye a las tres parábolas
siguientes, que presentan un escenario en blanco y negro, con dos caminos opuestos para
escoger:
Mt 24, 45-51: el siervo que puede ser fiel y prudente/sabio, o malvado.
Mt 25, 1-13: cinco vírgenes necias y cinco prudentes/sabias.
Mt 25, 14-30: dos siervos fieles que hacen producir los talentos recibidos, y uno torpe que lo
entierra.
Nuestra parábola recuerda los usos matrimoniales entre lo palestinos: el día anterior a las
bodas, al atardecer, el novio se dirigía con sus amigos a casa de la novia, que lo esperaba
junto con algunas amigas. Si ponemos atención, nuestro relato presenta muchos detalles
extraños: la esposa no está; el esposo llega a media noche; se pide comprar aceite en plena
noche; la conclusión está fuera de lugar, casi es trágica… En pocas palabras, el punto es otro.
Esta parábola es elaborada por san Mateo, a partir del recuerdo de palabras de Jesús, para
describir la prolongada espera de la venida gloriosa del Señor Jesús: es él, el Mesías, “el
Esposo que tarda”, y el verdadero problema es cómo comportarse en esta espera. ¿Cómo
velar, vigilar? “El reino de los cielos será semejante…”: con esta frase típica de Jesús somos
llevados de pronto al centro del relato. Hay diez vírgenes que traen sus lámparas para “salir
al encuentro del esposo”.
Este último detalle expresa el recibimiento del rey en su parusía, en la visita oficial a una
ciudad. Aquí está el detalle: el recibimiento de ese rey tan singular que es Jesucristo, que
viene a abrir el reino de los cielos. El evangelista precisa rápido lo esencial: cinco de estas
vírgenes son necias, cinco prudentes/sabias. ¿Dónde está la diferencia? En el prepararse o no
al encuentro con el Señor, tomando consigo aceite. Esta contraposición puede ser iluminada
por lo que Jesús dice al final del “sermón de la montaña”: “Quien escucha mis palabras y
las pone en práctica, es semejante a un hombre prudente, que construyó su casa sobre
roca…” Es prudente quien escucha la Palabra y la pone en práctica; es necio quien escucha
y no actúa. La escucha es igual al prudente que al necio: lo que los diferencia es la práctica.
“Porque el Esposo tardaba…” : es el detalle decisivo de la parábola. El problema es la
tardanza de la venida final de Jesús, un verdadero trauma para las primeras generaciones
cristianas.
Y nosotros, ¿esperamos todavía al que ha de venir?, “…les dio sueño a todas y se
durmieron”. Paradoja: se está hablando de velar y todas duermen. Entonces, ¿a qué tipo de
vigilancia es a la que Jesús quiere exhortarnos? ¿Dónde está la diferencia entre las necias y
las prudentes si todas se duermen?
Antes de intentar una respuesta, dejémonos tocar por la voz que rompe la noche: “Aquí viene
el Esposo! Salgan a recibirlo!”, Un grito que llega a la media noche, la hora más inesperada,
en la que el Señor llega y nos sorprende como un ladrón en la noche. Al escuchar esta voz
potente, todas las vírgenes, como se habían dormido, “se levantan”. Y aquí, finalmente,
aparece la diferencia. Las cinco necias no tienen aceite, entonces tienen que pedir un poco a
las otras cinco. La respuesta que reciben es: “No, no sea que no alcance para ustedes y para
nosotras; mejor vayan y cómprenlo”. ¿Respuesta nacida del egoísmo? No, es un modo,
aunque parezca brusco, para decir que en el juicio final cada uno debe responder por sí
mismo: no se puede obtener “in extremis” el aceite necesario, el encuentro con el Señor se
prepara antes. Este aceite, o se le tiene en sí o ninguno puede pretenderlo de los demás: es el
aceite del deseo del encuentro con el Señor.
Los santos padres señalan otras formas de entender este aceite: la caridad, la compasión, las
acciones justas que encarnan la fe, etc. Pero no se debe insistir mucho en un solo elemento,
acabando por perder de vista el conjunto, lo esencial: está en la capacidad de mantener vivo
hoy el deseo del encuentro con el Señor que se juega el juicio final, o sea, el ser o no
reconocido por el Señor cuando vendrá al final de los tiempos. Este deseo lo manifestamos
en nuestra vida diaria; lo mostramos en este tiempo de espera, en la conciencia de que la vida
es larga y no basta ser hombres y personas “de momento”. Finalmente llega el Esposo, y
entran con él en la sala de bodas solo las vírgenes prudentes, consideradas con otro adjetivo:
el “cómo”, el estilo de su prudencia consiste en estar “listas”, preparadas, sin necesidad de
dilación. Entonces “fue cerrada la puerta”, detalle que dice en pocas palabras una gran
verdad: dentro o fuera, no hay tercera posibilidad!
Al final llegan las otras cinco vírgenes, regresan de comprar el aceite y comienzan a gritar:
“Señor, Señor, ábrenos!” Pero él responde resueltamente: “En verdad, les digo que no las
conozco”. ¿Respuesta dura? Para las bodas si, en el ambiente del juicio, no: nos recuerdan
que el encuentro con el Señor es al mismo tiempo fiesta y juicio. En el último día, al momento
de iniciar el banquete del Reino, el Señor Jesús no podrá no sacar a la luz la verdad de nuestra
vida, mediante ese juicio que mencionamos en el Credo, juicio absolutamente necesario para
que la historia tenga un sentido.
Tal verdad es admirablemente expresada por Jesús en otro pasaje del sermón de la montaña:
“No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la
voluntad de mi Padre que está en los cielos. Aquel día muchos me dirán: Señor, Señor,
¿acaso no hemos profetizado en tu nombre? ¿Acaso no hemos arrojado demonios en tu
nombre? ¿Y no hemos hecho prodigios en tu nombre?. Entonces yo les diré: Nunca los
conocí. Aléjense de mi, ustedes que obran la injusticia!” (Mt 7, 21-23). Aquí el
discernimiento de Jesús es sutil y desenmascara una forma típica de hipocresía religiosa: se
puede presumir de hacer prodigios en el nombre de Cristo y sin embargo engañarse
miserablemente; o sea, no hacer la voluntad del Padre, que es también su voluntad. No basta
con realizar gestos carismáticos o impactantes, porque estas obras pueden transformarse en
ídolos seductores en cuanto creados por nuestras manos, en acciones que dan gloria a quien
las hace. No, lo que el Padre quiere es la misericordia, como Jesús ha afirmado citando al
profeta Oséas: “Quiero misericordia, no sacrificios”.
Es un anuncio de la misericordia de Dios que debe surgir desde nuestra praxis en medio de
los demás, y es solamente sobre esto que seremos juzgados en el último día. Entonces se
revelará quien se ha adherido verdaderamente al Señor, y quien, a pesar de fingir actuar en
su nombre ha obrado la injusticia… No es pues solo la discrepancia entre decir y hacer:
también es esa entre un hacer egoísta, autoreferencial, y un hacer inspirado por la voluntad
de Dios, por aquella misericordia que es la “justicia superior” revelada por Jesús. En este
“hacer diferente” consiste el estar listos para ir al encuentro del Esposo que llega.
Finalmente concluye Jesús: “Velen pues, porque no saben el día ni la hora”. La vigilancia
es la matriz de toda virtud humana y cristiana, es la sal de todo el actuar, es la luz del pensar,
escuchar y hablar de todo ser humano. “Vigilar cada día y cada hora y estar listos en el
cumplir plenamente la voluntad de Dios, sabiendo que en la hora que menos pensamos viene
el Seño” (San Basilio).
No es difícil imaginar las preguntas que se despertaron entre ellos. ¿Cómo mantener vivo el
espíritu de los comienzos? ¿Cómo vivir despiertos mientras llega el Señor? ¿Cómo
alimentar la fe sin dejar que se apague? Un relato de Jesús sobre lo sucedido en una boda
les ayudaba a pensar la respuesta.
Diez jóvenes, amigas de la novia, encienden sus lámparas y se preparan para recibir al
esposo. Cuando, al caer el sol, llegue el novio a tomar consigo a la esposa, los acompañarán
a ambos en el cortejo que los llevará hasta la casa del esposo, donde se celebrará el
banquete nupcial.
Hay un detalle que el narrador quiere destacar desde el comienzo. Entre las jóvenes hay
cinco «sensatas» y previsoras que toman consigo aceite para alimentar sus lámparas a
medida que se vaya consumiendo la llama. Las otras cinco son unas «necias» y descuidadas
que se olvidan de tomar aceite, con el riesgo de que se les apaguen las lámparas.
Muchos comentaristas tratan de buscar un significado secreto al símbolo del aceite. ¿Está
Jesús hablando del fervor espiritual, del amor, de la gracia bautismal…? Tal vez es más
sencillo recordar su gran deseo: «Yo he venido a traer fuego a la tierra, ¿y qué he de querer
sino que se encienda?». ¿Hay algo que pueda encender más nuestra fe que el contacto vivo
con Jesús?
¿No es una insensatez pretender conservar una fe gastada sin reavivarla con el fuego de
Jesús? ¿No es una contradicción creernos cristianos sin conocer su proyecto ni sentirnos
atraídos por su estilo de vida?
Necesitamos urgentemente una calidad nueva en nuestra relación con él. Cuidar todo lo que
nos ayude a centrar nuestra vida en su persona. No gastar energías en lo que nos distrae o
desvía de su Evangelio. Encender cada domingo nuestra fe rumiando sus palabras y
comulgando vitalmente con él. Nadie puede transformar nuestras comunidades como Jesús.
TEXTOS LITÚRGICOS
LECTURAS
Señor, Tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente; mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne
como tierra sedienta, reseca y sin agua.
Sí, yo te contemplé en el Santuario para ver tu poder y tu gloria. Porque tu amor vale más que la
vida, mis labios te alabarán.
Así te bendeciré mientras viva y alzaré mis manos en tu Nombre. Mi alma quedará saciada como
con un manjar delicioso, y mi boca te alabará con júbilo en los labios.
Mientras me acuerdo de ti en mi lecho y en las horas de la noche medito en ti, veo que has sido mi
ayuda y soy feliz a la sombra de tus alas.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica 4, 13-14 No
queremos, hermanos, que vivan en la ignorancia acerca de los que ya han muerto, para que no estén
tristes como los otros, que no tienen esperanza. Porque nosotros creemos que Jesús murió y
resucitó: de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con Él. Palabra de Dios.
EVANGELIO
Entrada: Cristo Jesús es el Esposo del alma que quiere llevarnos a participar con Él al banquete de
bodas. Que esta Santa Misa disponga nuestras almas para recibir a tan gran Señor.
Liturgia de la Palabra
Primera Lectura: Sabiduría 6, 12- 16 El Verbo es la Sabiduría que al encarnarse se deja encontrar
por los hombres que lo buscan. Salmo Responsorial: 62
Segunda Lectura: Tesalonicenses 4, 13- 18 o bien 4, 13- 14 Nuestra esperanza cierta consiste en
saber que Cristo nos llevará consigo para vivir junto a Él eternamente.
Evangelio: Mateo 25, 1- 13 La parábola de Cristo nos enseña a estar preparados, atentos a lo
esencial, para ser recibidos en las moradas eternas.
Preces: Mientras vivimos en este mundo, acudamos al Señor todopoderoso para suplicarle en
nombre de su Hijo Jesucristo.
A cada intención respondemos….
* Por las intenciones del Santo Padre especialmente las expresadas en este mes de noviembre: - Por
la reevangelización de los pueblos de Asia, especialmente fomentar el diálogo con aquellos que
pertenecen a otras religiones mostrándoles de palabra y de obra la existencia de Dios uno y trino.
Oremos…
* Por todas las obras de caridad que sostiene y lleva adelante la Iglesia, para que estas obras sean
testimonio elocuente del amor de Dios por la humanidad. Oremos.
* Por los frutos de esta jornada nacional de oración por los enfermos, para que con grandeza de
ánimo perseveren en el apostolado fecundo del sufrimiento uniendo sus penas a las del Redentor.
Oremos…
* Por todos nuestros familiares, amigos y bienhechores para que Dios recompense todo el bien que
hacen por nosotras, los asista en todas sus necesidades y les conceda la vida eterna. Oremos…
Señor y Dios nuestro, que eres dueño del tiempo y de la eternidad concédenos lo que te hemos
pedido por Jesucristo nuestro Señor. Amén
* Cirios y nuestra disposición de estar siempre atentos a las llamadas del Señor.
* Pan y vino como materia del sacrificio eucarístico y el deseo de participar de las bodas eternas del
Cordero.
Comunión: Ven, Señor, en esta Santa Comunión a ensanchar mi corazón con tu infinita caridad para
que me transforme en Ti Salida: Nuestra misión es ser luz del mundo a través de nuestras buenas
obras. Vayamos ahora al mundo a dar testimonio de Cristo a través de las obras de misericordia.
Directorio Homilético
Trigésimo segundo domingo del Tiempo Ordinario
EXÉGESIS
W. Trilling Las diez vírgenes (Mt 25,1-13)
1 El reino de los cielos será entonces semejante a diez vírgenes, las cuales tomaron sus
lámparas y salieron al encuentro del esposo. 2 Cinco de ellas eran necias y cinco sensatas. 3
Porque las necias, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite; 4 en cambio, las
sensatas, junto con sus lámparas llevaron aceite en las vasijas. 5 Como el esposo tardaba, les
entró sueño a todas y se durmieron. 6 A media noche se levantó un clamoreo: Ya llega el
esposo; ¡salid a su encuentro! 7 Entonces, todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron
sus lámparas. 8 Las necias dijeron a las sensatas: Dadnos de vuestro aceite, que nuestras
lámparas se apagan. 9 Pero las sensatas contestaron: No sea que no alcance para nosotras y
vosotras; mejor es que vayáis a los que lo venden y os lo compréis. 10 Pero, mientras iban a
comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas,
y se cerró la puerta. 11 Finalmente, llegan también las otras vírgenes, llamando: ¡Señor,
señor, ábrenos! 12 Pero él les respondió: Os lo aseguro: No os conozco. 13 Velad, pues;
porque no sabéis el día ni la hora. Al fin del sermón de la montaña Jesús había contrapuesto
un hombre necio y otro sensato. El primero había edificado su casa sobre un movedizo suelo
arenoso, el segundo sobre la firme roca. La casa del primero fue demolida en el juicio, la otra
casa le hizo frente (cf. 7,24-27). Aquí de nuevo se da la oposición entre necio y sensato. Son
sensatos los que oyen y ponen por obra las palabras del Evangelio, son necios los que oyen
las palabras, pero no proceden de acuerdo con ellas. Unas vírgenes traen consigo el aceite,
las otras sólo traen vasijas vacías. El aceite es el Evangelio realizado en la vida. El que no
tiene aceite, no aporta obras; solamente, las palabras de la confesión «Señor, Señor» (Kyrie,
Kyrie), pero no la vida conforme con esta confesión. Las vírgenes exclaman: ¡Señor, señor,
ábrenos!, como muchos exclamarán en aquel día: «¡Señor, Señor! ¿no profetizamos en tu
nombre, y en tu nombre arrojamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos prodigios?
Pero entonces yo les diré abiertamente: Jamás os conocí; apartaos de mí, ejecutores de
maldad» (7,22s). El juez solamente reconoce a los que antes, a lo largo de su vida, lo habían
reconocido. Los demás no le pertenecen, el juez no los conoce. El que conoce a otro, según
la concepción bíblica le dice «sí» y le ama. Le acepta como suyo y como si le perteneciera.
Así ha conocido el Hijo al Padre, y el Padre al Hijo (11,27). Así el Señor conocerá a los suyos
y los aceptará definitivamente en su reino, o no los conocerá y los recusará para siempre. Las
vírgenes según el relato estaban encargadas, como una comitiva de honor, de ir al encuentro
del esposo desde la casa de la boda, para regresar con él a la casa donde se celebraba la fiesta.
Ante la casa del esposo tiene lugar la tardanza. Ya han consumido el aceite en el camino, y
también ahora mientras esperan delante de la puerta, de tal forma que ya no es suficiente para
el regreso, y las vasijas tienen que ser llenadas de nuevo. Algunas vírgenes se habían provisto
abundantemente para cumplir su cometido, las otras habían dejado de hacer estas provisiones.
Lo peculiar solamente es que mientras aguardan, se duermen y tienen que ser despertadas
por el clamoreo. Quizás en este rasgo particular de la historia se debe reconocer lo que antes
se dijo muchas veces, o sea que la llegada ocurre repentina e inesperadamente. Pero por lo
demás la parábola está bellamente concluida en sí misma y no puede transferirse en cada
rasgo particular a la realidad aludida. Pero en el contexto que le da el evangelista, muchas
cosas aparecen con mayor claridad por la comprensión de la fe. Cualquier cristiano sabe
quién es este esposo, que también puede hacerse esperar, quiénes son las vírgenes sensatas y
quiénes necias, qué significa la fiesta de la boda y qué espanto producen sobre todo las
puertas cerradas (cf. 22,11-13). Siempre se hace referencia a lo mismo, tanto si Jesús habla
del aceite en los jarros, del traje festivo del invitado a las bodas o de la construcción de la
casa sobre el suelo rocoso. Sólo será aceptada por el juez la vida realizada con la fe. San
Mateo termina la parábola y toda la sección exhortando a la vigilancia (25,13). El día y la
hora son muy inciertos tanto para el criado, a quien el señor había constituido administrador,
como para las vírgenes, a quienes de repente despierta del sueño el clamor que se levanta a
media noche. (TRILLING, W., El Evangelios según San Mateo, en El Nuevo Testamento y
su mensaje, Herder, Barcelona, 1969) 3.
COMENTARIO TEOLÓGICO
P. Leonardo Castellani
Al fin del Discurso Parusíaco de Cristo (o Apocalipsis Sinóptico) hay varias parábolas que
encarecen la "vigilancia" y las buenas obras o "creatividad" -casi por demás. Las tres últimas
se refieren directamente al Juicio Final; y la primera de ellas es una parábola absurda o por
lo menos extraña, llamada comúnmente "de las Vírgenes Locas y las Prudentes", que
llamaremos aquí con más exactitud "de las muchachas buenas y las bobas". Pronunciada
ahora en el Occidente, esta parábola no dice nada al vulgo, que no le ve la gracia, y piensa:
"serán costumbres orientales"; mas en Oriente hace menos gracia aun; porque contradice de
varios modos las costumbres y el ritual nupcial; que (dicen los entendidos) no ha variado
mayormente de Cristo acá. Traduzcamos del original esta parábola, que hace penar a los
exégetas; los cuales han penado para mí: "ENTONCES SERÁ PARECIDO el Reino de los
Cielos a diez "bridemaids" o paraninfas que salieron con sus lámparas al encuentro del Novio.
Cinco de ellas eran bobas y cinco eran buenas. Las bobas llevando los candiles no llevaron
aceite consigo. Mas las buenas trajeron consigo alcuzuelas con aceite. Demorándose mucho
el Novio todas ellas dormitaron o durmieron. En medio de la noche se hizo un clamor. He
aquí el Novio, salid a su encuentro. Entonces despertaron todas las muchachas y adornaron
sus candiles. Mas las Bobas dijeron a las Buenas. Dáme del aceite tuyo que las lámparas se
apagan. Mas las Buenas respondieron: -No sea que nos quede corto a todas. Id mejor a los
vendedores y comprad para vuestros candiles - Retirándose ellas a comprar sobrevino el
Novio - Y las preparadas lo acompañaron a las bodas. Y se cerró la puerta. - Al último
llegaron las otras gritando: Señor, Señor, ábrenos - Respondió el Esposo: No os conozco.
Notanda acerca de la traducción: "Al encuentro del Novio y de la Novia" dice la Vulgata;
mas el inciso "de la novia" es añadidura de un copista, según la crítica textual: sólo del Novio
trata la parábola; la Novia en cuya casa esperan sindudamente las Doncellicas o
"Compañeras" (pues no habían de dormirse en camporraso) no aparece. El Novio viene a
buscar a la Novia a su casa, cosa contraria a los usos actuales. "Bobas" se puede traducir el
"moorai" griego, que significa además de "necio", bobo, memo o casquivano: la traducción
"locas" o "fatuas" es exagerada. "Buenas", por aliteración confieso que es un poco forzado,
aunque la palabra "frónimoi" (prudentes) la usaban los griegos también por "bueno" o
exactamente "honrado". Los finos candiles de barro cocido se usan todavía en Oriente, como
las alcuzuelas de alfarería para el aceite. La expresión "mesees de niktós'' puede ser
"medianoche" o bien "en lo más profundo de la noche, a altas horas". Un erudito alemán,
Jülicher, se ha entretenido en buscarle todos los pelillos a la parábola (me ahorró trabajo) y
en negar su belleza literaria, en lo cual yerra: el cuadrito "simbolista" es rápido, balanceado
y contenido, lo cual es la belleza formal de este género. Las dificultades son siete: primera,
no corresponde bien a los usos nupciales en Israel; 2, candiles para un cortejo, se apagan;
antorchas hace falta; 3, la demora del novio es inverosímil: el novio tenía que caer al
anochecer ¿a qué hora si no comenzó el banquete?; 4, las "bridemaids" no pueden haberse
dormido en un barullo; y una fiesta semita consiste casi todo en barullo; 5, la respuesta de las
buenas no es nada buena: egoísmo bárbaro, e ironía de adehala; 6, el que salieran a comprar
aceite en plena noche en vez de sumarse simplemente al cortejo sin lámparas, es disparate;
7, el Esposo es inverosímilmente duro; por una leve demora las deja a buenas noches, y no
eran tan malas al fin y al cabo.
El apóstata Loisy, discípulo de Jülicher, concluye: la que es boba es la parábola; no debe ser
de Cristo. Mas cuando uno repara en que el cuentito representa la Parusía y Retorno de Cristo,
la luz entra a raudales, para mí al menos. No solamente está ella inserta en el Sermón
Parusíaco, sino que Cristo alude a la Parusía al comienzo, y al cabo: es decir, la encuadra. Al
comienzo dice: "Será parecido el Reino... " en futuro, en vez del sólito presente "Semejante
es... "; y al fin indica la decisión final, en el "cerrarse la puerta" y en la sentencia "no os
conozco" ya usada por Cristo como fórmula de la condenación. "Conocerá el Señor a los
tuyos" dice san Pablo (II Tim. II, 19); Y "no todo el que dice ¡Señor, Señor! entrará en el
Reino", avisa Cristo (Mt. VII, 21) "pues a muchos les diré: No os conozco". La dificultad
principal para, mí (y para Maldonado) es ésta: el cuentito no añade nada a la moraleja:
"vigilad pues", la cual por otra parte había sido ya proferida por el Señor seis o siete veces
en el Sermón anterior, una vez explícitamente (Mt.XXIV); en el cual Sermón se hallan no
menos que cinco pequeñas semejanzas que todas imperan "vigilancia", a saber: la de la
Higuera; la de Noé y el Diluvio; la del Relámpago; la del Patrón que teme al ladrón; la del
Siervo que espera al patrón y la Del que no lo espera, y Él llega inesperado. Luego parece
que esta Parábola aunque sea linda, es superflua. Pero el caso es que este cuentito y ningún
otro, hace un cuadro simbólico y fuerte del "apurón" de la Parusía y todas sus características
principales, cifrando plásticamente el Sermón Profético anterior. Esta "cifra" se puede poner
así: La Parusía será inopinada y la gente estará dormida, toda ella; pues aparentemente
"Cristo no vuelve más" (como dicen hoy justamente no pocos) o se demora mucho -como
dicen todos; y entonces se hará un gran clamor y desconcierto, en que las providencias que
tomen los "impreparados" fracasarán todas, pues ya no es tiempo de preparaciones. Como
decimos a los estudiantes que se precipitan sobre los libros las vísperas de exámenes: "oportet
studuisse, non studere": no es tiempo de estudiar sino de haber estudiado. Y así las muchachas
desprevenidas hacen cuatro cosas inútiles a toda prisa: ruegan a las otras que las salven, salen
de noche a buscar vendedores, llegan a puerta cerrada y gritan: "¡Señor, Señor!" Gaucho
prevenido nunca fue vencido. Pero todas se durmieron al fin y al cabo... -Sí; el dormirse no
fue tan culpable, y es posible que las Buenas solamente "dormitaran", signo de negligencia
de los cristianos. Entonces ¿las Bobas son los impíos? - No; salieron a buscar a Cristo con
lámpara magüer vacías; son también los cristianos de "tibieza", justamente lo se que achaca
en el APOCALIPSIS a la última IGLESIA, LA IGLESIA DE LAODICEA. -¿Y por qué diez
muchachas, no bastaban dos? -El número diez significa en la Escritura universalidad en lo
humano; así como el doce universalidad en lo sacro. -¿Y por qué propiamente "vírgenes"? -
No dice "vírgenes" en sentido estricto el texto griego, sino muchachas o doncellas. -¿Y por
qué no muchachos? -Ahí me embromó: no lo sé. Bueno, las muchachas solían acompañar a
la Novia, los "Amigos" al Novio; y la "Parusía" en los profetas es la venida del Esposo a
buscar a la Esposa. -¿Y por qué candiles y no antorchas? -Por el óleo. -"El óleo significa las
buenas obras, la lámparas que se extinguen sin óleo, la Fe" -dice san Agustín. "Seguramente
el óleo, por cuya falta se incurre en tamaño percance, significa algo muy grande ¿verdad?
¿Qué otra cosa puede ser sino la caridad?" De hecho el óleo en la Escritura significa la
misericordia; y en la misericordia cifró Cristo todas las buenas obras en la Parábola siguiente,
la del Juicio final. ¿Por qué el Esposo no abre la puerta, qué le cuesta? -No se puede abrir
más: con la metáfora de un Banquete de Bodas simboliza Cristo siempre la gloria del Cielo,
que es lo final y definitivo. "Y después no habrán instancias, ni mudanzas ni glosas. Se
enclavará el destino de todo ser creado Y allí donde han caído y así como han quedado,
quedarán, ineternum, las cosas. Seguramente la parábola desconcertó a los oyentes como nos
desconcierta a nosotros, porque su intento era desconcertar; es decir hacer pensar; como las
piezas de un rompe-cabezas desconciertan antes de haberlas ensamblado. -Todas las
parábolas de Cristo tienen rasgos desconcertantes, como hemos notado tantas veces (Evang.
de Jes., pág. 388); Y así debe ser, porque aluden siempre a cosas divinas, que trascienden lo
humano, y son, fuera de la Fe, incomprensibles; mejor dicho, fuera de la Visión Beatífica.
Los místicos que han experimentado (un cachito) las cosas divinas, no saben hablar de ellas,
quedan tartamudos como Moisés después de ver al Ángel del Sinaí, se gastan repitiendo que
"No se pueden decir" ("Que nadie que no las haya experimentado sabrá sentir: y decir, ni
siquiera los que las han experimentado" -dice Juan de la Cruz) y cuando lo mismo las dicen,
es en forma oscura y desconcertante. Mas Cristo las dijo en forma relativamente clara.
Cuatro escritores conozco que han intentado hacer un cuadro imaginario (novelesco) de la
Parusía: nuestro Martínez Zuviría, Robert Hugh Benson, el ruso Solovyefy el suizo Ramuz;
y nos han dado cuatro cuadros diferentes de un suceso que es casi totalmente imprevisible; y
mucho más para los oyentes de aquel tiempo. Cristo tuvo que desconcertar su parábola; y la
verdad es que lo hizo sutilmente. La parábola como narración se tiene tiesa; sólo a la reflexión
aparecen los "desconciertos". La parábola responde tan cabalmente al tema, que lejos de ser
un tropiezo literario (Loisy) es un acierto poético. Incluso los rasgos secundarios de la
invención poética responden a lo que sabemos por la profecía de aquel temeroso suceso. El
hecho de que "tarde el Esposo" y "Estén todos dormidos" lo proclaman para el fin del siglo
san Pedro y san Pablo, profetas también; e incluso que los hombres dirán: "No vuelve más".
Como he notado en otro libro (Cristo ¿vuelve o no vuelve?, pág. 15), si se considera la
Herejía, o las herejías de hoy, se ve que el foco de convergencia de todas ellas se finca en la
negación u olvido de la Parusía, o Segunda Venida de Cristo. Por ejemplo, existe hoy un
movimiento optimista llamado "democristianismo" que espera la salvación para el
amenazado mundo nuestro, de medidas políticas; para lo cual ha insertado la religión en un
sistema particular de gobierno (en el mejor de los casos): la "democracia". No digo que ellos
sean malos cristianos todos, no lo son todos, ni menos herejes; mas lo cierto es que
desconocen la visión pesimista del "Mundo" que siempre tuvo la Iglesia; y la de la "Política",
que tienen hoy los cristianos; e incluso los filósofos: el desorden actual es tan vasto y
profundo que la "inteligencia política" no solamente es impotente a solucionarlo, más aun a
abarcarlo entero -dijo Jácome Maritain el cual sin embargo se volvió después democristiano.
En el fondo, estos son "milenaristas"; es decir, esperan un gran triunfo externo de la Iglesia
en el tiempo, no en la eternidad; por medios comunes, no por la Segunda Venida; y para
dentro de poco; esperanza que desearía no quitarles. Ejemplo eximio es el ruso Berdyaef, con
su profecía premuras a de la "Tercera Iglesia" o Iglesia de Juan (no menos que Nietzsche con
su "superhombre", aunque éste sí que no es democristiano, pero sí a modo de milenario) o
Don Sturzo con su unificación del mundo bajo la dirección del Papa y con
NORTEAMÉRICA como eje; o el Padre Lombardi; o el Pastor Paúl Tillich; o el judío Martín
Buber, etc.
La idea de un Estado Democrático Cristiano me aparece como una monstruosa imposibilidad,
el sueño de uñir dos cosas inuñibles; por lo menos ésto que aquí entienden (o no entienden)
por "Democrassia". Lo curioso es que estos "Demos" llaman "milenaristas" a los demás, a
mí por ejemplo (que estoy aquí tan tranquilo rezando mis devociones, sin tiempo para
"políticas"); que si lo fuera no me avergonzaría, pues estaría en buena compañía, con los
Padres Apostólicos todos, y quizás con el mismo Apóstol Juan; pero no lo soy, porque no me
da el caletre para cosas tan difíciles. Lo único que hay es que creo en la Segunda Venida; y
eso para pronto, como dicen no menos de siete veces ("Venio Cito”), san Juan en el
Apocalipsis. Si la veré o no la veré, no me interesa; lo que me interesa es estar preparado y
"vigilar". Esposo. -Un amigo me dice bromeando que Cristo nos mandó la monogamia, pero
aparentemente practica la poligamia; todas las almas son sus "esposas", como cantan los
cantitos, a veces horribles, de mi Pirroquia. Para engendrar en la carne es necesaria la
exclusividad; en el espíritu es al contrario: las cinco vírgenes de la parábola entran con el
Novio aparentemente a casarse, la Novia no aparece en el cortejo: parece un matrimonio
mahometano.
Y la razón es que los bienes materiales cuando se participan disminuyen, los espirituales
aumentan: el que reparte dinero se queda con menos, el que reparte saber aumenta su saber:
hasta Cristo, Dios y todo, aumentó viviendo su saber; y en ese sólo "el que parte y reparte se
queda con la mejor parte". Esta es la razón por qué los hombres se andan peleando hoy día
tan fiero, y Alsogaray anda en apuros: han perdido el saber y el sabor de los bienes
espirituales. Esta es la razón principal del comunismo, la Gran Repartija hecha por el Dios
Estado, o sea (como siempre) por una gavilla de politiqueros. Y también aquí se verifica lo
del que parte y reparte, según dicen: los politiqueros no ayunan. "Esposo": lo mismo que
"Rey" designa una entrega personal total a Cristo. Los Ejercicios de san Ignacio giran todos
alrededor de una entrega personal a Cristo; y eso prueba cuán evangélicos son. Cristo dice:
"El que ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí": lo mismo que dice
el Génesis de los esposos. Ningún hombre puede decir eso que no sea al mismo tiempo Dios:
excluir todo otro amor enfrente al suyo. Una monja me preguntó si en el cielo veríamos al
Niño Dios. Respondí sin broma que lo veríamos e incluso lo daríamos a luz. Como se
escandalizó fierazo, por no citarle el dicho de Cristo: "EI que hace la voluntad de Mi Padre,
ése es mi padre, y mi madre y mis hermanos", -no hay que andar manoseando la escritura
como un tendero luterano- le cité el modesto versito de Campoamor: No lo dudéis señores,
si hay un cielo, hay en él niños y flores. Cristo invita a las almas primero a su servicio,
después a sus desposorios. Primero de tomar esposo hay que salvar la vida (enferma grave),
primero de entregarse hay que tener algo que entregar; ("nuestra hermanita no tiene pechos,
¿qué haremos?, dicen los Cantares). Y así cuando se está en una vida que es una lucha, hay
que tener primero de todo un "Rey" y no pensar más que en el "servicio"; y entonces el
nombre del amor es "obediencia". Cuando hayas besado el suelo muchísimo, te llamarán al
"beso de la boca". Después de llamar a Dios veinte años "patrón" comienza uno a llamarlo
"tata". Y así, fuera de los placeres carnales que son medios para formar un hogar y una familia
temporal (y fuera de eso son ruina) no hay bien que un esposo pueda prestar, que Cristo no
pueda dar a un alma generosa y adulta, incluso una familia espiritual. Si uno salva un alma,
en el cielo habrá entre esas dos almas un lazo inmensamente más fuerte y dulce que entre
madre e hijo. Adulta. Para darse primero hay que poseerse, nadie puede dar lo que no tiene.
Razón del presente fracaso de los matrimonios en Buenos Aires; son matrimonios
mahometanos; primero hay que conocerse bien, casarse de ordinario en la propia clase, y
sobre todo, con virtudes, es decir con capacidad. El matrimonio es ahora la unión de dos
riquezas, o de dos instintos, o de dos personas; y debería ser siempre de dos personas. Como
me decía esa señora de la "clase alta": "desde chica no he oído hablar del matrimonio sino
como una licencia general para la sensualidad". Un teólogo argentino, Antonio Vallejo,
O.F.M., llama al matrimonio usual entre nosotros: "la atracción sexual legalmente
sancionada... y decepcionada". Dijo Cristo a santa Teresa: "Ocúpate de mis asuntos como
una esposa". Dice san Pedro: "Entonces es mejor no casarse". Por mí no se casen si pueden.
Por lo menos no se casen como unas bebas, es decir, como unas Bobas: aceite para la larga
vigilia de las lámparas sagradas del hogar. (CASTELLANI, L., Las parábolas de Cristo,
Ediciones Jauja, Mendoza (Argentina), 1994, p. 294-301) 4.
SANTOS PADRES
San Juan Crisóstomo
Introducción
Recordemos el contexto en el que Jesús dice esta parábola. Según San Mateo, estamos en el
martes santo, ya muy cerca de su muerte. La lucha con los fariseos se ha hecho encarnizada,
pero Jesús los ha aplastado5 , primero con sus respuestas y luego con su invectiva del capítulo
23 de San Mateo. En esta diatriba Jesús siete veces los llama ‘hipócritas’, y además los llama
‘ciegos’, y ‘guias ciegos’, y también ‘¡serpientes, raza de víboras!’, y otras linduras por el
estilo y peores todavía6 . Los fariseos ya están absorbidos y concentrados en encontrar el
modo de darle muerte esa misma semana. Jesús sabe que su muerte está cercana y relata lo
que será el fin del mundo, teniendo como telón de fondo la futura destrucción de Jerusalén,
que sucederá en el año 70. Esto lo hace en el capítulo 24 de San Mateo. Y en el capítulo 25
vuelve a dirigirse especialmente a sus discípulos, y así tenemos la parábola de las vírgenes
del evangelio de hoy. “En el capítulo 24 se habla de la Segunda Venida del Señor para el
Juicio Final. Pero en este capítulo 25 se habla acerca del Juicio Final mismo. Este capítulo
se divide en dos partes. En la primera parte se habla del Juicio Final a través de dos parábolas:
la de las vírgenes (Mt 25,1-13), y la de los talentos (Mt 25,14-30). En la segunda parte se
expone de una manera manifiesta y explícita la forma del Juicio Final (Mt 25,31-46)”7 .
Después del domingo de hoy, quedan sólo dos domingos del Tiempo Ordinario. Luego ya
viene el primer domingo de Adviento del año litúrgico siguiente. En los próximos dos
domingos del Tiempo Ordinario que quedan, leeremos las dos partes de este capítulo que
restan: la parábola de los talentos el próximo domingo (Mt 25,14-30); y el último domingo,
que es, a su vez, la Solemnidad de Cristo Rey del Universo, leeremos la explicación de la
forma del Juicio Final (Mt 25,31-46).
profeta Oseas, pero, sobre todo, en el Cantar de los Cantares. Esta doctrina espiritual será
expresada en términos teológicos y místicos de una manera insuperable por San Juan de la
Cruz y Santa Teresa de Jesús, doctores de la Iglesia.
Lo mismo se dice en Mt 6,16”. “Per lampades opera signantur, secundum Augustinum: opera
enim vestra debent esse lucerna; supra V, 16: sic luceat lux vestra coram hominibus, ut
videant opera vestra bona, et glorificent patrem vestrum qui in caelis est”. Y más adelante
dice: “Por ‘aceite’, según San Jerónimo, se entiende las buenas obras. ¿Y por qué? Porque el
aceite es el combustible con el cual se encienden las lámparas. Ahora bien, la fe es la luz de
las almas, y la fe se nutre con las buenas obras”. “Secundum Hieronymum per oleum
significantur bona opera. Et quare? Fides est lumen animarum quo accenduntur lampades.
Per bona opera fides nutritur” (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra).
Con esta última frase, lo que Santo Tomás quiere decir es que las buenas obras son el
combustible de la fe, que es la llama que ilumina.
Llega el esposo, que, en realidad, hay que escribirlo con mayúsculas, el Esposo, porque se
trata de Cristo que viene por Segunda Vez al Fin del Mundo para el Juicio Final. Las vírgenes
que han conservado el aceite en sus lámparas significan a aquellas almas que han muerto con
la caridad en el alma, es decir, que han tenido una fe actuosa y operante durante su vida, y
han muerto en gracia de Dios. Tienen aceite, es decir, tienen la caridad que alimenta la llama
de la fe operante. Las necias son aquellas que no tienen aceite, es decir, han muerto sin haber
hecho el acopio suficiente de buenas obras. No han tenido caridad en su vida y han pecado
mortalmente por no tener caridad con el prójimo. Se quedan afuera, en las tinieblas exteriores,
solas y desesperadas. Es la imagen del infierno. Santo Tomás hace notar que las vírgenes
necias dicen: “Nuestras lámparas se están apagando” (Mt 25,8), lo cual implica que cuando
se despertaron las lámparas todavía estaban encendidas. ¿Qué significa esto? Que tenían fe,
pero una fe que no estaba informada por la caridad15. Creían todos los dogmas católicos,
afirmaban sin hesitación la divinidad de Jesucristo y podían rezar el Credo completo, incluso
el Nicenoconstantinopolitano, de memoria y en griego, pero no tenían caridad, no tenían
amor. Durante su vida no habían hecho obras de amor. La llama de sus lámparas era una
llama muy particular. Era una llama que no daba luz ni calor. Era una llama fría, es decir, un
engendro repulsivo. Es el fuego de los condenados, el frio fuego de los condenados. Tienen
fe, pero no tienen la gracia santificante, que la perdieron por haber omitido las obras de
misericordia. Para salvarse hace falta la fe, como inicio de todo; luego, la gracia santificante;
junto con la gracia viene la caridad; esa caridad debe ser permanentemente ejercitada de tal
manera que no se extinga. Si se extingue, se extingue también la gracia. Puede quedar sola
la fe, pero sin gracia y sin caridad. Es una fe informe, que no tiene la forma sustancial, porque
la caridad es la forma de todas las virtudes. 3. Algunas particularidades de esta parábola Con
lo dicho recién queda aclarado el sentido fundamental de la parábola. Pero hay muchas
particularidades muy interesantes, algunas de las cuales (no todas) podemos explicar. 3.a
¿Por qué ‘vírgenes’? El hecho de que Jesús elija como personajes de su parábola a vírgenes
no es casual y tiene una razón muy profunda. Dice Santo Tomás: “¿Pero por qué el Señor
habla de ‘vírgenes’? (…) Según San Juan Crisóstomo debe entenderse literalmente, es decir,
de aquellos que conservan la integridad de la carne. Por vírgenes puede entenderse también
aquellos que se abstienen de los halagos de los cinco sentidos. ¿Pero por qué hacer esa
mención especial de las vírgenes? (…) Esto es debido a que la virginidad es un bien tan
grande y difícil que no cae bajo precepto sino bajo consejo (cf. 1Cor 7,25); de esta manera el
Señor quiere hacernos comprender que si éstos, los que son vírgenes, se condenan, cuánto
más los otros que no lo son”16 . Jesús elige que los personajes de su parábola sean vírgenes
para expresar que aun cuando se haya renunciado a un bien tan grande como es tener un
esposo o una esposa, poseer una propia familia y se haya vivido con sinceridad la continencia
y la castidad, si no hay caridad, no se pueden salvar. Elige a vírgenes para sus personajes
para manifestar mejor el contraste entre una gran renuncia por el Reino de los Cielos que no
alcanza para ganar el cielo si no hay caridad. La caridad tiene la preeminencia sobre todas
las virtudes, de tal manera que aún aquellos que se han castrado por el Reino de los Cielos
(Mt 19,12), si no tienen caridad, no entrarán en él. De esta verdad se sigue una enseñanza
para los sacerdotes y religiosas, quienes han hecho voto de castidad y continencia perfecta.
La enseñanza es la siguiente: la caridad siempre tiene la preeminencia. Santo Tomás lo dice
de una manera mucho más expresiva: “De todo esto se sigue que aquel que quiera conservar
la continencia y no hace obras de misericordia, es un necio”17 . A esta realidad de haber
hecho una gran renuncia por el Reino de los Cielos y después, a causa de la carencia de amor,
condenarse eternamente, se le pueden aplicar aquellas palabras de San Pablo: “Aunque
repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me
aprovecha” (1Cor 13,3). “¿Y por qué ‘diez’ vírgenes? Porque diez es el número de la
universalidad. (…) Por eso, ‘diez’ significa ‘todos’. Todos serán deberán comparecer en el
Juicio Final”18. De manera que, si bien Jesucristo habla de ‘vírgenes’, su intención es que
todos los hombres se den por aludidos. 3.b ¡Necias! Para decir ‘necias’, el original griego usa
el adjetivo morós, en nominativo plural femenino: moraì. Morós significa ‘necio’, ‘tonto’,
‘loco’, ‘estúpido’, ‘aquel que ha perdido la razón’19. Jesucristo le da mucha importancia al
adjetivo morós y es una palabra fortísima en su boca. En el Sermón de la Montaña Jesucristo
aclara: “El que diga morós (‘loco’, traduce Nácar-Colunga) a su hermano, es reo de muerte”
(Mt 5,22). Y califica de morós (insensato, necio) al hombre que no edificó su casa sobre roca
sino sobre arena (Mt 7,26), es decir, al que construye su vida no sobre la voluntad de Dios
sino sobre su juicio propio. Y si bien Jesucristo prohíbe decir morós a un hermano para
insultarlo, sin embargo, Él mismo se la va a aplicar a los fariseos y les dirá: “¡Moroí!
(¡necios!) (Mt 23,17). Como vemos, para Jesucristo, el adjetivo morós tiene una gravedad
particular. El ser morós está en relación con la no recepción de la Palabra y, por eso, es causa
de condenación eterna. El que recibe la Palabra y la conserva hasta el fin es prudente, sabio,
inteligente (phrónimos20). El que recibe la Palabra pero no la conserva hasta el fin es necio,
insensato, loco, porque de esta insensatez se sigue la condenación eterna, la mayor de todas
las necedades. Santo Tomás hace una descripción exacta de la necedad de las vírgenes locas
(como traduce el P. Castellani): “Estas vírgenes querían realmente tener las lámparas
encendidas, porque querían servir con luz a Aquel que es la misma luz (cf. Jn 8,12). Pero la
luz no puede nutrirse sin aceite. Por lo tanto, es un necio aquel que cree que se puede
conservar la luz de la lámpara sin ponerle aceite”21 . 3.c Sólo para mujeres
En estos domingos «finales» del año litúrgico, los textos nos dirigen una invitación a
reflexionar sobre el «final» de toda existencia. Éste final es considerado no sólo como la meta en
que la vida adquiere realización o acabamiento, sino también como la meta del caminar histórico
colectivo del ser humano y de la realidad toda. Semanas para contemplar este aspecto ineludible de
nuestras vidas.
La primera lectura, del Libro de la Sabiduría, es un himno que canta los maravillas de la
Sabiduría. Ésta sale al encuentro de quienes la buscan, de quienes la aman, y ella misma se
muestra. La sabiduría es una cualidad, una manera en que Dios se manifiesta a quienes realmente
le buscan. La única condición para que este encuentro se llegue a dar, es estar abierto a la
sabiduría, buscarla; como se busca a Dios. (Importante darse cuenta de que la Sabiduría es
presentada en este libro como «personificada», pero no «hipostasiada»: la personificación es
simplemente una figura literaria, una forma de hablar).
Por su parte Pablo, en la carta a los Tesalonicenses, intenta responder las dudas de algunos
hermanos que han ingresado hace poco a la comunidad. Estos hermanos consideran desfavorecidos
a los difuntos porque iban a estar ausentes de la cercana venida del Señor. Pablo reafirma la
enseñanza que él recibió. Los que murieron en Jesús estarán presentes con él en el último día. Ellos
resucitarán en primer lugar y los que quedemos seremos llevados al Señor. Por que si creemos que
Jesús murió y resucitó, Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús, pues para Pablo en el
bautismo, expresión de conversión, nos sumergimos en la muerte del Señor para resucitar con él;
así mismo quienes murieron con Cristo resucitan con él porque han participado del camino, del
seguimiento, y la alegría por continuar anunciando la Utopía de Dios, que llamamos Reino.
Terreno difícil para distinguir lo que es sustancia de nuestra fe –o de nuestra esperanza- sin
confundirla con una cosmología o mitología del tiempo y de la cultura helenista que no era la de
Jesús... teniendo en cuenta que la cosmología o representación de la vida y la muerte en la cultura
de la sociedad en que vivió Jesús tampoco son para nosotros «Palabra de Dios»...
El evangelio del día de hoy nos trae la parábola de las diez vírgenes, prudentes y necias, que
estaban esperando al novio. Recordemos que el reino de Dios también es simbolizado con un
banquete de bodas... «El novio» designa a Jesús mismo (Mateo 9,15).
La parábola nos enseña que el final de cada persona depende del camino que ella escoja, y
que de alguna manera, la muerte es consecuencia de la vida –prudente o necia– que se ha llevado.
Muchachas necias son las que han escuchado el mensaje de Jesús pero no lo han llevado a la
práctica. Muchachas prudentes son las que lo han traducido en su vida, por eso entran al banquete
del Reino. De esta manera, la lectura del evangelio se enmarca en la preocupación de los cristianos
recién convertidos de la comunidad de Tesalónica, Grecia, (los Tesalonicenses), la preocupación
por el final de los tiempos.
La parábola es una seria llamada de atención para nosotros. "ustedes velen, porque no saben
el día ni la hora". No dejen que en ningún momento se apague la lámpara de la fe, porque
cualquier momento puede ser el último. Estén atentos, porque la fiesta de la vida está teniendo
lugar ya, ahora mismo. El Reino está ya aquí. Enciendan las lámparas con el aceite de la fe, con el
aceite de la fraternidad, de la caridad mutua. Nuestros corazones llenos así de luz nos permitirán
vivir la auténtica alegría aquí y ahora. Los demás, los que viven a nuestro alrededor se verán
también iluminados, conocerán también el gozo de la presencia del Novio esperado. Jesús nos pide
que nunca nos falte ese aceite en nuestras lámparas.
Ciertamente tenemos que aprovechar el momento presente, pero para construir fraternidad,
no para buscar de manera egoísta nuestro propio bienestar. Las vírgenes necias pusieron otro aceite
en sus lámparas: el que sólo sirve para alumbrar egoístamente nuestro camino. No pudieron entrar
en la fiesta de la boda. Y si hubiesen entrado no hubiesen entendido absolutamente nada. En la
fiesta de la hermandad los que sólo miran por su propio interés se aburren.
Sería bueno preguntarnos de qué tipo es el aceite que alimenta nuestras lámparas. Sería
bueno examinar cómo trabajamos día a día para aumentar la intensidad de nuestro fuego, y de
nuestras reservas. ¿O acaso desperdiciamos las ocasiones de crear fraternidad, de amar y servir a
los hermanos?
- ¿Está nuestra vida demasiado absorbida por los detalles pequeños y diarios, sin previsión de
futuro, sin la prudencia de poner en el centro la búsqueda de la Utopía del Reino?
Para la reunión de grupo
- Estos domingos últimos los temas de los evangelios son la esperanza, el futuro, el final... y sus
evangelios están tomados del capítulo 25 de Mateo. Repasemos las características de la parte
apocalíptica que está al final de los evangelios sinópticos...
- Sabiduría no es erudición, sino saber entender y vivir la vida, saber analizar las cosas, las
situaciones y experiencias... con los ojos de Dios. Digamos qué es la sabiduría con palabras y
referencias de hoy. ¿Dónde está la sabiduría en nuestra civilización actual?
- La carta a los tesalonicenses dice: «No queremos que vivan ustedes como personas que no tienen
esperanza»... Preguntémonos: la esperanza... ¿es sólo de los cristianos? ¿Pueden tener esperanza
los ateos? ¿Se puede tener esperanza si no se cree en la resurrección?
- Comentar, si se recuerda, aquella imagen del «mártir ateo», de Ernst Bloch. O la expresión de
Enrique Tierno Galván: ser agnóstico implica «saberse establecer cómodamente en la finitud»...
- Por todos aquellos que buscan conocer la vida en profundidad, para que se encuentren con el
Dios Padre que cuida de todos nosotros y nos llama a vivir como hermanos. Oremos.
- Por todas las personas, para que encuentren en su vida la luz que les lleve a discernir y dejar los
ídolos que alienan y no salvan. Oremos.
- Por todos aquellos que viven afligidos al ver la muerte como un callejón sin salida, para que la
Buena Noticia los abra a la esperanza y dé sentido a sus vidas. Oremos.
- Por todos los que viven instalados en lo superfluo de la vida, para que descubran la hermosa
tarea que tenemos todos de transformar el mundo en una sociedad solidaria. Oremos.
- Por todos los difuntos, para que gocen ya de a deseada plenitud de la vida, junto al Padre.
Oremos.
Oración comunitaria
Dios, Padre nuestro, ayúdanos para que sepamos vivir con toda responsabilidad y esperanza,
como nos enseñó Jesús, de manera que se alejen de nosotros el desánimo, la tristeza y la
desesperanza y podamos trabajar libremente en la construcción de tu Reino. Por Jesucristo.
O bien:
Dios Padre y Madre de toda la Humanidad, que nos invitas a vivir con intensidad nuestra corta
vida, cuidando siempre de que el aceite arda en las lámparas de nuestros corazones: ayúdanos a
amar a fondo a todo lo que vive y existe, y a ser dadores de vida y de esperanza. Esto nosotros te
lo pedimos apoyados en Jesús, tu hijo, hermano nuestro. Amén.
Como una preocupación pastoral de su tiempo, y válida para la vida de comunidad hoy,
Lucas busca responder, evocando las palabras de Jesús, a qué es lo que constituye a la comunidad.
A la comunidad la constituye, primero, la gratuidad y responsabilidad mutua por el
acompañamiento integral a las personas que la conforman. Actuar para desorientar o desviar a los
otros de una vida de acuerdo al evangelio, escandaliza. Segundo, la corrección fraterna, el perdón y
la reconciliación implican un ejercicio de diálogo y cuidado recíproco. Confundir corrección con
reproche es violencia. Tercero, sin ejercicio de perdón y de corrección fraterna la comunidad ni
crece ni permanece unida, se hace indiferente, creando falsos “pactos de no agresión”. Cuarto, una
fe que se identifique con la causa de Jesús y las causas hondamente humanas, crean comunidad
que humaniza, de lo contrario, destruye la vida y los proyectos compartidos. ¿Son estas las
preocupaciones que guían a tu comunidad o más bien le interesa el escándalo, el rencor, la
indiferencia y una fe mezquina?
Con esta parábola concluye Lucas, evocando la pedagogía de Jesús, su enseñanza acerca de
las relaciones comunitarias. Los seguidores de Jesús estamos llamados más que nunca a caer en la
cuenta de cuál es la lógica que fundamentan las relaciones que establecemos. En una sociedad
como la nuestra marcada por el poder económico, la tentación de “comercializar”, “publicar” o
“resocializar” nuestras acciones para que nos adulen y rindan pleitesía y de establecer con los otros
y con Dios relaciones mercantiles y retributivas, y la presunción de obtener los méritos para “pasar
factura a nuestros hermanos”, están a la orden del día. La exhortación crucial de la parábola es
clara: considerémonos unos siervos capacitados para el servicio, responsables y transparentes, ya
que el engreimiento es inhumano, no es evangélico, y crea relaciones hostiles. ¿Cómo hacer de
nuestras relaciones escenarios de cuidado y misericordia? Digamos con fe: “gracias, Señor, por
permitirme pertenecer a tu Reino; acrecienta mi humanidad, y humaniza mi fe”.
Miércoles 15 de noviembre de 2017
Alberto Magno (1280), Roque González (1628)
Sab 6,1-11: Aprendan a ser sabios
Salmo 81: Levántate, oh Dios, y juzga la tierra
Lc 17,11-19: Ponte de pie y vete, tu fe te ha salvado
El encuentro de Jesús con los diez leprosos, dibuja un triple movimiento para la vida de la
comunidad: “ir, regresar y volver al camino”. Ir “de camino” como Jesús, significa asumir la vida
con las posibilidades, riesgos y consecuencias que ello implica, buscar la recuperación y sanación
de lo infra-humano, derribar los muros que nos separan, ser generadores de resiliencia, y activos
inconformistas con todo tipo de discriminación social, religiosa o de condición mental o sexual.
“Regresar agradecido” es reconocer cómo Dios cotidianamente nos transforma la vida, en la
experiencia de sabernos perdonados, curados, invitados a amar sin exclusiones, a no creernos con
el derecho de condenar o juzgar a alguien. “Volver al camino”, requiere apuesta de fe, integración
de nuestro pasado, la humanización de nuestro presente y construcción de vida saludable para las
generaciones futuras. Pidamos al Dios de Jesús que nos mantenga en camino, cure nuestras lepras,
sanee nuestra fe y nos haga ser agradecidos en todo momento.
El pasaje lucano de hoy evoca una enseñanza de Jesús a sus discípulos ofreciéndonos una
lección actual que redimensiona la manera de relacionarnos con Dios: la vida ha de ser una
permanente oración, fiable y creadora de justicia ante la desesperanza y la tentación de renunciar a
la fe. Nuestra vida está llamada a ser toda ella un modo de orar. Hay situaciones vitales como la
angustia, la protesta, la denuncia, la reclamación de nuestros derechos, el clamor por la justicia que
se convierten en oración encarnada. Sin embargo, humanamente, no es infrecuente que después de
orar con insistencia, y no ver resultados aparentes, acabemos renunciando a la oración, y
consecuentemente a la fe. El eje de la parábola no está puesto en la perseverancia de la súplica,
sino en la seguridad de que Dios mismo se hará cargo y nos encargará sostener la vida propia y la
de la comunidad en términos de justicia, dignidad y humanización. ¿Asumes este desafío que nace
de la relación que establecemos con Dios?
6 HOMILIAS
1.- ENCENDIDAS LAS LAMPARAS DE NUESTRAS BUENAS OBRAS
1.- Dios quiere acompañarnos. Se nos presenta en la primera lectura la Sabiduría de Dios
personificada en una joven que busca encontrarse con su amado.. "Fácilmente la ven los que la
aman y la encuentran los que la buscan". No se comporta como una mujer que hace desaires. Al
contrario, la Sabiduría se hace la encontradiza para los que la aman, para los que la desean y la
buscan. El verdadero conocimiento de Dios no es el resultado de una laboriosa operación
intelectual, es un don que se ofrece con generosidad a cuantos se disponen a recibirlo con un
corazón abierto. "Se anticipa a darse a conocer a los que la desean. Quien temprano la busca, no se
fatigará, pues a su puerta la hallará sentada". La Sabiduría de Dios madruga más que los que la
desean. Cuando éstos despiertan y empiezan a buscarla, se la encuentran esperando a la puerta. No
necesitan andar tras de ella todo el día. Dios se presenta siempre al hombre que le busca y se
anticipa a sus deseos. Desgraciadamente, muchas veces nosotros los cristianos no somos capaces de
imaginar que Dios esté sentado junto a nuestra puerta, esperando para regalarnos su amor. Dios nos
ama gratuitamente y se ofrece constantemente para que nos llenemos de su vida. Acudamos a El
para iluminar nuestra oscuridad y saciar nuestra sed de felicidad.
2.- Partícipes de la resurrección de Cristo. Hemos celebrado esta semana el recuerdo de nuestros
difuntos. San Pablo nos recuerda hoy en la Carta a los Tesalonicenses que la esperanza en la
resurrección se funda en el hecho de que Jesús ya ha resucitado. Cristo es "el primogénito de los
muertos", el primer nacido o resucitado para la verdadera vida. Él es también nuestra cabeza,
principio de unidad y solidaridad de todos los miembros para formar un mismo cuerpo. Si Cristo, la
cabeza, ha resucitado, también resucitarán sus miembros. Describe la venida del Señor y la
resurrección de los muertos con símbolos tomados de la literatura apocalíptica. Lo que importa es la
afirmación de la vida sobre la muerte y la comunión de todos con el Señor que ha de volver. Como
todos los fieles de su generación, espera que esta venida sea muy pronto. Pero esta creencia no se
funda en ninguna palabra de Jesús, y lo único que puede decir Pablo en nombre del Señor es que "el
día llegará como un ladrón en la noche". Sabemos que vendrá, pero no sabemos cuándo.
3.- Una llamada a nuestra responsabilidad. Los primeros cristianos han querido ver a la Iglesia-
esposa en las diez vírgenes, tanto las prudentes como las necias, pues la Iglesia, antes que las bodas
se celebren, está compuesta de buenos y pecadores. La parábola es una llamada a nuestra
responsabilidad. Precisamente porque sabemos que el Padre nos invita a la gran fiesta, no tenemos
que dejarnos perder la "sabiduría radiante" de la que nos habla la primera lectura de hoy. Las cinco
jóvenes poco previsoras reciben una dura sentencia condenatoria sin haber hecho nada malo. Ni
siquiera maltrataron a los criados, como el mayordomo infiel. Tropezamos aquí con el tema clásico
de la omisión y la neutralidad. El teórico "no hacer nada malo" es también una manera de hacer el
mal. Algo así como el negar auxilio en carretera. Es no dar de comer al hambriento, es no vestir al
desnudo. La neutralidad no existe.
4.- ¿Por qué no prestan su aceite las sensatas a las necias? El aceite y la lámpara encendida
significan aquí algo personal e intransferible, que forma parte de la propia identidad, que está o no
está en toda la biografía personal. ¿Qué significa tener aceite y tener lámparas encendidas? La
liturgia sugiere una cierta identidad entre el aceite de la parábola y la Sabiduría. Quien la tiene,
tiene la plenitud de la vida. Esta celebración de la Eucaristía de hoy tiene que ensanchar nuestro
corazón y ahondar nuestro gozo de sabernos llamados al gran banquete de bodas: ya estamos en la
casa de la novia con las lámparas encendidas, pero aún no ha llegado el novio. Entretanto la
Eucaristía tiene que multiplicar y renovar, cada domingo, el aceite de nuestras lámparas, la
verdadera sabiduría, que es Jesucristo. Y al mismo tiempo tiene que ser una llamada -que bien
necesitamos- a la responsabilidad de nuestra vida cristiana. Recordemos otra palabra de Jesús: "Que
así resplandezca vuestra luz ante los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a
vuestro Padre del cielo". Es así como tenemos que esperar al Señor: encendidas las lámparas de
nuestras buenas obras.
2.- LA ESPERANZA CRISTIANA ES ACTIVA Y VIGILANTE
1.- El Reino de los cielos se parecerá a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a
esperar al esposo… Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora. Jesús vuelve a usar una
parábola para hablarnos del Reino de los cielos: esta vez lo compara con diez doncellas, cinco
necias y cinco prudentes. Les dice a sus discípulos que el que espera el Reino de los cielos debe
imitar a las cinco doncellas prudentes que esperaron al esposo con las lámparas encendidas. ¿Qué
quiere decirnos a nosotros esta parábola? Que debemos vivir siempre preparados para encontrarnos
con Jesús, con Dios, cuando tengamos que comparecer ante él, en cualquier momento que él nos
llame. Y como no sabemos cuándo nos va a llamar, debemos vivir preparados, es decir, esperándole
siempre, durante toda nuestra vida. Y debemos hacerlo con esperanza activa, como lo hicieron las
cinco vírgenes prudentes; no imitar nunca a las cinco vírgenes necias. Las vírgenes prudentes
esperaron al esposo con esperanza activa, es decir, velando, estando continuamente vigilantes. No
podemos pensar que es suficiente dejar la preparación para cuando seamos viejos, o estemos
gravemente enfermos. La esperanza activa supone una vigilancia continua sobre nuestra manera de
pensar, de hablar, de comportarnos. ¿Cómo pensamos, cómo hablamos, cómo nos comportamos?
¿Lo hacemos pensando sólo en nuestros intereses psicológicos y materiales, o lo hacemos como lo
haría en nuestro caso el mismo Jesús? Ser buen cristiano supone un esfuerzo, una lucha, contra
nuestras malas inclinaciones naturales. Porque, de hecho, todos nacemos con una inclinación
original al pecado, al mal. Es cierto que también nacemos con buenas inclinaciones, con inclinación
al bien, pero nuestras buenas inclinaciones naturales siempre, durante toda nuestra vida, están
mezcladas y muy limitadas por nuestras inclinaciones malas. Ser bueno, ser buena persona, no es un
regalo de ningún dios, supone, como hemos dicho, lucha continua y un esfuerzo personal
continuado. Imitemos a las cinco doncellas prudentes de la parábola, con el aceite de la virtud
siempre encendido, para que podamos recibir a Dios, cuando nos llame, con nuestras lámparas de la
virtud encendidas. Sólo así podremos entrar al banquete de bodas que es el Reino de los cielos, y
que Dios tiene preparado para todos sus hijos desde el principio de la creación.
2.- Radiante e inmarcesible es la sabiduría; fácilmente la ven los la aman y la encuentran los
que la buscan. Este bello relato del libro de la Sabiduría nos habla de la belleza de la sabiduría, y
nos dice que los que de verdad la aman y la buscan terminan encontrándola. La sabiduría de la que
aquí se habla es algo muy distinto de lo que habitualmente entendemos por ciencia o conocimientos
sobre una materia determinada. Un científico puede no ser nada sabio y un sabio puede ser una
persona no científica. El sabio es la persona que sabe comportarse con prudencia, con justicia, con
fortaleza y con templanza ante Dios, ante el prójimo y consigo mismo. Todos conocemos a alguna
persona con pocos conocimientos científicos y a la que de verdad consideramos muy sabia, porque
sabe discernir muy bien entre el bien y el mal, entre lo que se debe hacer en cada momento y lo que
no se debe hacer. Es evidente que la verdadera sabiduría de la que habla este bello libro de la
Sabiduría es siempre un don de Dios. Pero los dones de Dios debemos nosotros trabajarlos con
humildad y perseverancia. Todos los cristianos debemos aspirar a ser sabios, a saber comportarnos
en cada momento como Dios quiere que nos comportemos, como lo haría en nuestro lugar Jesús de
Nazaret en cada momento determinado. Pidamos a Dios que nos conceda el don de la sabiduría y
que nosotros la amemos y la busquemos constantemente y digámosle al Señor con humildad, como
nos dice el salmo 62: ¡Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío!
3.- No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los
hombres sin esperanza. En el momento en el que escribe San Pablo esta primera carta a los
cristianos de Tesalónica, estos primeros cristianos esperaban ansiosamente la segunda venida, que
creían inminente, del Señor Jesús. La pregunta que se hacían era esta: ¿qué será de los cristianos
que han muerto antes de que venga el Señor? San Pablo les dice que tendrán la misma suerte que
los que vivan cuando él venga: todos los que hemos creído en él resucitaremos con él. Nosotros, los
cristianos de ahora, no nos hacemos, evidentemente, esta pregunta. Nuestra fe nos dice que todos
los que hayamos creído en Cristo durante nuestra vida resucitaremos con él, después de nuestra
muerte. Creamos firmemente esto y consolémonos con las palabras del Señor que nos ha prometido
que si le seguimos mientras vivimos en esta tierra, resucitaremos para siempre, para toda la
eternidad, con él en el cielo. Consolémonos, pues, mutuamente, con estas palabras.
1.- Que Dios es grande todos lo sabemos. Que su misericordia es ilimitada, lo anunciamos y
pregonamos –una y otra vez-- en nuestras homilías y conversaciones, grupos, reflexiones y tratados
de teología. Que, Dios, en un gran buscador de todo lo perdido lo palpamos en muchos momentos
de nuestra existencia y, lo escuchamos especialmente, en la parábola de la oveja perdida.
Estamos tan acostumbrados a proclamar que Dios es tan bueno que, en ocasiones, podemos correr
el riesgo de pensar que Dios debe ser demasiado tonto y que, por lo tanto, todo vale, todo
cuela…aunque seamos unos ladronzuelos de tercera.
En todo, y para todos, siempre hay una última oportunidad. No podemos confiarnos demasiado, o
mejor dicho, dejarlo todo a merced de Dios.
En cierta ocasión un viajero, acostumbrado a recorrer su país en tren, daba tanto margen de
confianza a su reloj que, un buen día, en el viaje más importante que le quedaba por emprender
llegó a la estación y comprobó con gran decepción que el ferrocarril había partido minutos antes.
2.- La Iglesia, como novia del Señor, vive ansiosa y gozosa, sufriente y en medio de pruebas,
alentando, animando las lámparas de tantas doncellas representadas por miles y miles de cristianos
que pertenecen y alimentan su fe en Cristo dentro de ella.
--En unos, desgraciadamente, por excusas o por diversas razones, la fe ha ido languideciendo,
empobreciéndose, haciéndose menos visible y luchadora.
--En otros, por la fuerza del Espíritu, la antorcha de la fe sigue viva y operativa, sabiendo que Dios
en cualquier momento, personal o colectivamente, puede llamarnos a su presencia.
--¿Qué hay muchos vientos que intentan apagar multitud de llamas que reflejan el amor y la
presencia de Dios en el mundo? Por supuesto que sí.
--¿Qué existen “apagavelas” que pretenden erigirse en fuegos de artificio ocultando la verdad de
las cosas y del hombre? Por supuesto que sí.
Pero, en medio de todo ello, la parábola de hoy nos llena de esperanza y nos infunde hasta un santo
orgullo: seguimos esperando al Señor, sin dormirnos en los laureles. Y lo hacemos manteniendo
vivo nuestro fuego con la leña de su palabra y el soplo de su Espíritu.
3.- Si venimos a la Eucaristía, todos los domingos, es porque entendemos que hemos de consagrar
todas nuestras energías para formar parte del banquete celestial. Un estudiante no puede pasar los
exámenes últimos si no ha estudiado todo el año. El atleta no participará de los juegos olímpicos si
no se ha ejercitado cientos de horas durante muchos meses. El escalador no llegará a la cumbre si
no sube, poco a poco, lo abrupto de la montaña y ataca los riscos más empinados.
Como siempre, y ahí está también la grandeza de nuestra fe, lo de mucho valor implica mucho
sacrificio. Una carrera a última hora, además de crear fatiga y riesgo de infarto, no es suficiente para
llegar a tiempo a los sitios. Ni, incluso, para conquistar el corazón de Dios, por muy bueno que sea.
Si preparamos tantos momentos en nuestra vida (bodas, viajes, empresas, trabajos, comidas) ¿cómo
no vamos a dedicar ilusión y esfuerzo en preparar ese encuentro de tú a tú con Dios?
Fácilmente la descubren los que la aman y la encuentran los que la buscan. Se anticipa a darse a
conocer a los que la desean. Quien temprano la busca no se fatigará, pues a su puerta la hallará
sentada. Amarla, desearla, buscarla. Sólo eso, pero sinceramente, con ahínco, con constancia.
Comenzando por pedirla a Dios con fe y confianza. Ahora mismo te lo rogamos, Señor, danos el
don de la sabiduría, esa luz nueva para nuestros ojos, esa dimensión distinta para nuestra mirada
apagada, ese ver más allá de las sombras que inundan nuestros días grises y anodinos... Verlo todo
con la luz de Dios, contemplarlo todo bajo la perspectiva de la eternidad, y superar así esta visión
estrecha y pequeña que tantas veces nos angustia.
2.- "... Y QUIEN VELA POR ELLA, NO SE VERÁ SIN AFANES...” (Sb 6, 15) Cuántos afanes
en cada jornada, cuántas preocupaciones. Siempre hemos de tener algo que nos inquiete y nos turbe.
Y la causa está en nuestra falta de sentido sobrenatural, en nuestra falta de visión de fe. Nos
empeñamos en vivir según nuestros propios criterios y despreciamos los criterios de Dios. Y ese es
el resultado: una vida de ajetreo continuo, una existencia profundamente marcada por la zozobra.
La misma sabiduría "busca por todas partes a los que son dignos de ella; en los caminos se les
muestra benévola y les sale al encuentro en todos sus pensamientos...". Son palabras tuyas, Señor.
Palabras, por tanto, objetivas, absolutamente verdaderas. Haznos, pues, dignos de la sabiduría que
sale a nuestro encuentro y aviva nuestro deseo por tenerla. Para que, con tu luz y tu fuerza, vivamos
de modo distinto a cómo vivimos. Para que, en medio de la vorágine del vivir actual, conservemos
la calma y el optimismo. Danos, te lo pedimos otra vez, esa sabiduría que ha de llenar de honda
alegría esta nuestra vida, tan cargada de tristeza.
3- "OH DIOS, TÚ ERES MI DIOS..." (Sal 62, 2) Ocurre a veces que el latido místico e íntimo
del cantor de Dios aflora a la superficie de sus palabras. El salmo de hoy expresa, en efecto, los más
hondos sentimientos del hombre ante Dios. "Mi alma está sedienta de ti -dice con emoción-, mi
carne tiene ansia de ti como tierra reseca, agostada, sin agua".
El salmista se siente seco por dentro, con una ansiedad incontenible, con una sed indefinible de algo
que sólo le puede venir de lo Alto. Y por eso clama con acentos de humilde súplica y llama al
Señor, diciéndole: Oh Dios, Tú eres mi Dios, mi todo, mi bien supremo, mi verdad única, mi más
firme esperanza de amor eterno. Humildemente, con sencillez de niño enfermo, vamos a acercarnos
en el silencio de la oración hasta nuestro Dios y Señor. Vamos a decirle cuanto sentimos o cuanto
no sentimos y quisiéramos sentir. Digamos también con honda emoción, o sin ella: "Oh Dios, tú
eres mi Dios...".
Sí, también tú te puedes acercar a Dios en la íntima soledad de tu corazón, donde él está. Si lo
haces, sentirás que tu vida se colma, se sacia, se apacigua en las ansias más profundas. Dile
entonces al Señor, con palabras de ese salmo: "Mis labios te alabarán jubilosos. En el lecho me
acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con
júbilo".
Tener sed de Dios, anhelar su cercanía más que cosa alguna. Buscarle si le hemos perdido de vista,
correr tras él hasta encontrarlo de nuevo. Quedarse entonces junto a él para nunca más separarse,
persuadidos de que sólo así alcanzaremos alivio para nuestra ardiente sed.
Pero detrás de todo ese espectáculo melancólico y triste de la muerte y el otoño, hay una luz suave y
viva al mismo tiempo, que ha de iluminar nuestros ojos y nuestro corazón. Y gracias a esa luz
lograremos descubrir el encanto y el misterio que hay en todo eso. Así, ante el recuerdo entrañable
de nuestros seres queridos ya muertos, hemos de sentir la honda esperanza de los que saben que
esas ramas secas e inertes volverán a reverdecer.
6.- "CONSOLAOS, PUES, MUTUAMENTE CON ESTAS PALABRAS" (1Ts 4, 17) Sí, estas
ramas desnudas y ennegrecidas volverán a brotar en hojas verditiernas primero y en tupido follaje
luego, en flores y frutos. Y ante esa convicción, el color ocre y multicolor del otoño adquiere una
luminosidad, mezcla de recuerdo nostálgico y de serena paz. Lo mismo ocurre entonces con la
muerte, lo mismo hemos de pensar ante la idea triste de que ya se nos fueron para siempre los
nuestros.
Sus cuerpos podridos y deshechos recobrarán otra vez la vida, renacerán transidos de gloria. Por eso
nuestra fe nos asegura que cuando resucitemos tendremos un cuerpo glorioso, nuestro mismo
cuerpo robustecido por el fuego y el hálito vivificados del Espíritu divino. Viviremos entonces una
eterna primavera, un verano sin fin, con flores y frutos perennes. Consolaos, pues, mutuamente con
estas palabras... Sí, es realmente un motivo profundo de consuelo; es como para no llorar nunca
más, para no dejarnos vencer jamás por la tristura. Y sin embargo, Señor, tú sabes nuestra debilidad,
nuestra ceguera, nuestra falta de fe y de esperanza. Perdónanos y concédenos ese consuelo del que
cree de veras en tu indefectible palabra.
5.- "... CINCO DE ELLAS ERAN NECIAS Y CINCO SENSATAS" (Mt 25, 2) La fiesta
nupcial judía, cargada de ritos simbólicos, sirve a Jesús para hablar del Reino de los cielos. Se fija
en la ceremonia de recepción y de acompañamiento que hacen las amigas solteras de la novia a la
feliz pareja. Con sus lámparas encendidas y su alegría juvenil contribuían, sin duda, a la felicidad de
los novios. Todos juntos iban hacia la sala del banquete, inundada de luz y de alegría. Se cerraba
entonces la puerta y la noche, oscura y triste, quedaba fuera, en fuerte contraste con la luz y el
alborozo que había dentro, en la sala del banquete.
Eso viene a ser el Reino de los cielos, un banquete de bodas reales. En la noche, cuando menos se
espera quizá, llegará el esposo, Cristo Jesús, para celebrar por siempre la gran fiesta nupcial.
Entonces el que tenga su lámpara encendida, quien tenga su alma en gracia, viva la fe, despierta la
esperanza y ardiente la caridad, ese entrará en la sala del Reino, participará de esa fiesta que nunca
cesará. En cambio, el que tenga su lámpara sin aceite, quien tenga el corazón seco y frío, quien vista
los harapos del pecado, quien duerma el sueño de los indolentes y los frívolos, quien sólo piense en
sí mismo, ese se quedará fuera, inmerso en esa oscura noche, sin amanecida posible.
Hay que vigilar, hay que estar alerta, hay que vivir preparados, siempre en gracia de Dios y luchar
cada batalla como si esa fuera la última. No podemos descuidarnos, no podemos andar jugando. Es
mucho lo que se solventa, la salvación eterna, la dicha de entrar en el gozo de la luz, de disfrutar
para siempre de la alegría de la Jerusalén
1.- La bondad continua y multiforme demostrada por Jesús de Nazaret parece desmentirse en la
parábola de las doncellas. No hubo una segunda oportunidad para esas chicas poco previsoras que,
sin duda, se parecen a alguna de nuestras jovencitas de hoy. A su vez, las muchachas juiciosas
demostraban gran dureza a no compartir un poco de aceite. Sorprende pues el relato de Mateo. Nos
descoloca un poco. Y, sin embargo, Jesús no ha querido sorprender con una paradoja o con una
enseñanza en "segunda derivada". Lo que nos quiere decir es bastante directo y poco eufemístico.
Nos pide, una vez más, que estemos atentos y que no nos confiemos.
2.- El Salvador va acercándose a su Pasión. El desenlace final está cerca. Y en cierto modo, él va a
repetir a sus discípulos una lectura escatológica cósmica de su muerte. Es como el final de los
tiempos y, desde luego, Muerte y Resurrección de Jesús son fronteras entre dos momentos del plano
temporal y humano. Pero es también una realidad eterna por la que los Hijos de Dios se van a salvar
a partir de ese momento y por la acción de la reconciliación buscada por Dios y oficiada por
Jesucristo. No es pues una figura literaria la vertiente escatológica de Jesús de Nazaret en esos días.
Es una realidad de enorme profundidad, pues supera la dimensión y condición humanas.
3.- El final llega. Acontece el "particular", cuando morimos. Vendrá el universal, al final de los
tiempos. No se trata de cultivar escenas tremendistas. Poco importa como sea nuestra muerte o
como se desarrolle el final del mundo. Lo que interesa saber es que se trata de un tránsito definitivo
en que las rectificaciones personales ya no son posibles. Y, entonces, si se ha agotado el tiempo
para enderezar la biografía de cada uno, será mejor que la tengamos aceptablemente terminada en
esos momentos. Y que nuestro relato se acerque lo más posible a lo que Dios quiere y nosotros
siempre hemos anhelado. Además no son ociosas las advertencias de Jesús. No debemos perder
nuestro tiempo. Decía Torcuato Luca de Tena en una muy interesante novela llamada "Carta del
más allá" que la principal acción de demonio era apartarnos de nuestra auténtica vocación, de
hacernos sistemáticamente perder el tiempo. Ese es el gran engaño. Podemos posponer el llenado de
aceite de la alcuza hasta que ya sea inevitable. Pero antes, el Señor nos habrá dado sus mejores
advertencias para evitar esa desidia. Otra cosa es que no hagamos caso y esperamos tranquilamente
a la nada.
4.- Hay una cierta tendencia --hoy es muy frecuente-- a una vagancia profunda y de difícil análisis.
Hay gentes que dejan agotar su vida --¿sus almas?-- hasta cotas inverosímiles. Es un abandono
terrible, inhumano. Y no nos referimos, solo, al caso del hundimiento patológico por algún tipo de
drogadicción destructora. Hay circunstancias en las que algunas personas abandonan toda acción
lógica, todo quehacer constructivo, cualquier creatividad, para sumirse en la nada cotidiana. Ni que
decir tiene que podemos hablar, también en ese sentido, de muchas carencias espirituales y de
caridad hacia los hermanos. Pero también esas carencias pueden incluirse en lo más básico, en lo
que puede ser un ilógico abandono. Hay vidas vacías hasta niveles verdaderamente patológicos. Y
ese estado es solo obra de algo verdaderamente malo. Ahí es donde hace falta toda la fuerza de la
advertencia de Jesús. Y esa advertencia dirigida con ejemplos adecuados a la época
neotestamentaria es perfectamente válida para nosotros. Jesús nos pide que salgamos de la
inoperancia que produce el pecado. En fin hay un plano de nuestra relación con Dios que también
Jesús quiere enseñarnos. Es indudable que la ternura del Padre hacia sus criaturas es infinita. Pero
también lo es su justicia. Y en el perfecto acople --solo posible para Dios-- de estas dos realidades
se entiende aún mejor la parábola de las doncellas.
5.- Debemos de estar muy atentos a nuestras actitudes, a nuestra vida de cristianos. ¿Hemos
pensado alguna vez en la escena de encontrarnos con Jesús, el amado Maestro, y que no nos
reconociera? El epílogo del texto evangélico de hoy es estremecedor. Las doncellas llaman desde
fuera: "Señor, señor, ábrenos." Pero él responde: "Os lo aseguro: no os conozco". Hay un riesgo
grave entre los hombres y mujeres de fe. Y es caer --y tolerar-- el engaño. Dejar de ser cristianos en
lo hondo, aunque lo parezcan en la superficie. Muchos de los que acuden a los templos están muy
alejados del Espíritu del Señor. Y esconden tras su aparente buena fe y cercanía a Jesús, graves
circunstancias que les hacen estar más cerca del "enemigo" que del Maestro. La hipocresía, la
soberbia, el pecado, la incapacidad para el arrepentimiento ira produciendo una especie de
abandono intimo que matará la semilla del Espíritu. Y todo puede llegar por desidia por abandono.
6.- Pero la liturgia ya nos ofrece una primera solución a estos problemas. Siempre los textos están
perfectamente ordenados para nuestra enseñanza. Es cierto que el camino de la salvación no es
fácil. Hay muchas encrucijadas para quienes quieren vivir en la fe. Se necesita de la sabiduría de
Dios para mejor seguir ese camino. El engaño, la obcecación personal, la duda, la rutina aparecen y
pueden ser un gran peligro para el propósito de cercanía a Jesús que nos hemos trazado. Nos hace
falta ese conocimiento. Y es el texto del Libro de la Sabiduría quien nos habla de ella. Y lo hace con
gran sencillez y belleza. Vamos a encontrar la sabiduría si se la pedimos a Dios y además "ella
misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les
sale al paso en cada pensamiento". Que la necesaria sabiduría nos salga al paso en cada
pensamiento es un gran don de Dios. Con ella evitaremos que un día Jesús pase de largo sin
reconocernos.
7.- Decíamos al principio que la parábola de las doncellas se enmarca en esos mensajes "de final"
que Jesús quiere dar a sus discípulos. Pablo en su Carta Primera a los Tesalonicenses nos presenta,
de manera muy gráfica, el momento de la Segunda Venida de Jesús, de la Parusía. San Pablo
pensaba, en el momento que escribió, ese texto que dicha venida estaba cercana. Y que el mismo --y
los de su generación-- verían la gloria del Señor y esa misma Gloria aplicada a los cuerpos de los
que todavía no habían muerto. Al oír la trompeta los vivos se reunirían con Jesucristo y sus santos.
Pablo reconoció después que ese momento feliz y grandioso no iba a llegar tan pronto. Pero no por
eso perdió la esperanza en la resurrección gloriosa de la carne, de todos los hombres. Su relato
tendrá sin duda, un fuerte sentido profético y como decíamos una enorme belleza. Pero a nosotros,
hoy, nos sirve para meditar en el final que nos ofrece Cristo. En el tránsito feliz hacia la vida que no
acaba. Y para llegar a esa vida que no acaba, en algún momento, el Maestro nos reconocerá. Y
juntos iniciaremos una existencia inimaginable.
8.- No es mucho trabajo desplegar una cierta atención para evitar desidias, traiciones y ausencia de
responsabilidad que pueden afear nuestro semblante de seguidores de Cristo y hacernos
irreconocible. Los aislamientos soberbios, las soledades egoístas, la lejanía de los hermanos y de
sus necesidades es lo que puede ensombrecer y afear el rostro. Meditemos pues en lo que la Palabra
de Dios ha querido decirnos hoy. Reparemos en su precisión, belleza y sólido argumento. Y no
olvidemos que son, naturalmente, palabras de vida eterna.
1.- Con sinceridad os comunico, mis queridos jóvenes lectores, que mi mensaje-homilía de
hoy, se referirá exclusivamente al del texto del evangelio. He dedicado mi tiempo a cosas
urgentes, inmediatas e importantes, y solo he podido ir pensando en la preciosa parábola que
nos ofrece el Maestro en el fragmento que se proclama en la misa de este domingo.
2.- El matrimonio cristiano es un estado. A él se debe llegar de acuerdo con una vocación
específica, nacida, germinada y crecida, en el ámbito de la Fe. Cualquier otro sistema supone
aceptar ya de entrada el posible fracaso. El matrimonio cristiano es un estado en el que se
vive felizmente. Se inicia discretamente. Son pocas las palabras que lo establecen, corto el
rito litúrgico. Después llega la fiesta. El testimonio público de la alegría que se siente.
Compartir júbilo. Nacimiento, compromiso, crecimiento de la Gracia sacramental que
inundará la pareja, y la fiesta, entre nosotros son realidades inmediatas. No lo ha sido así en
todos los tiempos y lugares.
3.- No siempre lo han sido. En el Israel en que vivió Jesús, ocurría de otra suerte. Un día, en
la intimidad del encuentro entre dos familias de idénticos ideales, dos jóvenes se
comprometían personalmente. Plantaban la semilla del amor que empezaba a germinar,
aprendían a comunicarse y proyectar juntos, preparando simultáneamente lo indispensable
para la vida en común. Cuando la espiritual flor matrimonial había crecido, era preciso
comunicarlo, celebrarlo juntos, novios, familias mutuas y amistades. Organizar una fiesta.
No una celebración cualquiera. Requería espacios para compartir, tiempo para que los
convidados se calasen de ventura. Experiencia en común de felicidad. Los convidados
no asistían en actitud pasiva. Debían aportar su granito de felicidad, sus símbolos de
aprecio.
4.- El novio, ya marido, se reunía con los suyos. Acudían a la casa de la esposa, que esperaba
impaciente con sus amigas. Estas habían preparado antorchas que iluminarían a la comitiva.
Se trataba de palos no muy largos, en los que se había enredado fibras de esparto atadas, para
que se mantuvieran fijas y al elevarse, su fuego iluminara jocosamente al cortejo. Saludos,
cantos, tal vez poemas, recuérdese el Cantar de los Cantares, jolgorio. Este encuentro, sin ser
furtivo, debía ser breve, esperaba el campus, donde se iniciaría la fiesta alegremente y
recibirían de los invitados, el reconocimiento de su doctorado en amor. Uno o una, tiene
amigos y amigas. No todos son iguales. Algunos listillos y espabilados, otros tontillos.
Unos precavidos, otros irresponsables.
5.- La parábola que explica el Señor dice que eran diez las compañeras de ella. La mitad
prevenidas, las otras imprudentes. Llevaban todas antorchas, combustible, aceite de mesa que
era lo que se usaba para arder e iluminar, las primeras sí, las estúpidas no se habían
preocupado de traerlo. Se daban cuenta entonces ¡a buenas horas, mangas verdes! Como
se dice. Que les solucionaran su informalidad las otras, pretendían aquellas frescas
compañeras. Marcharon a comprarlo a horas intempestivas. Les costó poder adquirirlo.
Cuando llegaron al festín, la dinámica del banquete seguía su ritmo iniciado mucho antes,
nadie podía incorporarse ya. A nadie le preocupaba aquellas atolondradas que pretendían
incorporarse a destiempo. Se hubieron de quedar a la intemperie, reducidas a ser
desconocidas personas, no admitidas, tristes, decepcionadas, afligidas.
6.- El relato del Maestro, no me negaréis, mis queridos jóvenes lectores, es precioso. Tanto
lo es, que me temo nos quedemos encantados, sin reconocer la seriedad y exigencia de su
contenido catequético. Mis queridos jóvenes lectores ¿os sentís invitados a la boda del
Cordero-Cristo? Si se tratara de un acontecimiento social de semejante calibre,
requeriría de vosotros un traje o un vestido adecuado. Quedarse fuera sería un fracaso.
Las ilusiones puestas en la fiesta, se tornarían ruina personal. Nos han enviado la
comunicación-invitación. No nos han señalado ni día, ni hora, ni lugar. ¿Estamos preparados?