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LOS MODELOS INTERNOS DE APEGO EN NIÑOS Y NIÑAS ADOPTADOS:

RELEVANCIA Y EVALUACIÓN 1
2
Maite Román
3
Jesús Palacios

“…y el niño le enseñó el dibujo tan bonito


que había hecho, pero su padre le dijo que
lo iba a romper. Lo iba a romper porque
al padre no le gustaba el dibujo de su hijo”

(Narrativa de un niño adoptado de 7 años)

1. INTRODUCCIÓN

La investigación sobre adopción ha conocido un muy notable desarrollo en los últimos


años, particularmente tras el auge de la adopción internacional en los países occidentales. La
mayor parte de las investigaciones se ha concentrado en los ámbitos del desarrollo físico, el
desarrollo cognitivo y los problemas de conducta. Otros ámbitos han sido mucho menos
explorados, en buena medida por su mayor dificultad metodológica (Palacios y Brodzinsky,
2010). Así, por ejemplo, la evaluación de los problemas de conducta se lleva a cabo con un
cuestionario (típicamente, CBCL) que puede ser enviado por correo a los adoptantes para que
respondan si su hijo o su hija realiza, no realiza o realiza en parte determinadas conductas. No
es de extrañar que sobre este tema se hayan multiplicado las publicaciones, dada la relativa
facilidad de estudio. Aunque desde luego no puede hacerse por vía postal, el estudio del

Este capítulo se escribió mientras el segundo autor se encontraba en la Universidad de Cambridge (Departamento de
Psicología Social y Evolutiva) con una licencia de investigación de la Universidad de Sevilla y con una ayuda del
Ministerio de Ciencia e Innovación (PR2008-0291). La investigación en curso a que se hace referencia en el texto es
“Apego y competencia social en la transición del desamparo a la protección”, un proyecto I+D financiado por el
Ministerio de Ciencia e Innovación (SEJ2006-12216) y por el Departamento de Salud y Bienestar Social de Suecia.

2
Profesora del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Sevilla. Especializada en
el estudio de la adopción, en 2007 ganó el Primer Accésit del IV Premio Joven de Investigación de Familia, concedido
por la Fundación Acción Familiar. Ha realizado distintas estancias de investigación con equipos especializados en la
evaluación e intervención en apego en familias adoptivas (Anna Freud Centre, Londres, con J. Hodges; Center for Child
and Family Studies, Leiden, con F. Juffer; y Center for Attachment Research, Nueva York, con M. Steele), ha
participado en diversos estudios sobre adopción dirigidos por J. Palacios y tiene diferentes publicaciones sobre esta
temática.
maiteroman@us.es

3
Catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Sevilla. Su labor docente, investigadora y
de intervención profesional gira en torno a temas de familia, particularmente en relación con situaciones en que está
implicada la protección infantil. Ha trabajado sobre maltrato infantil, acogimiento familiar y adopción, desarrollando
materiales de intervención profesional para distintas administraciones. Las investigaciones que ha dirigido sobre esos
diversos temas han dado lugar a publicaciones nacionales e internacionales.
jp@us.es
desarrollo físico o cognitivo de niños y niñas adoptados tiene la ventaja de que cuenta para su
evaluación con instrumentos de medida que no plantean especiales problemas. Cualquier
psicólogo o psicóloga, por ejemplo, puede administrar un test de inteligencia y luego dar cuenta
de las puntuaciones obtenidas tras un proceso de valoración de respuestas que normalmente
carece de dificultades serias.

Las cosas son más complicadas en el estudio del apego tras la adopción. Típicamente,
las técnicas de evaluación de las conductas de apego suponen tres cosas: 1) observar al niño
o la niña en relación con las que se supone que son sus figuras de apego; 2) llevar a cabo esa
observación en el laboratorio (situación del extraño) o en su casa (Q-sort); 3) hacer luego una
valoración de las observaciones que requiere entrenamiento y acreditación previa por parte de
personas o instituciones especialmente preparadas para llevar a cabo el entrenamiento y
certificar la acreditación.

A pesar de esas dificultades, el estudio de los cambios en el apego tras la adopción


está lleno de interés y de posibilidades. Así lo demuestran las investigaciones que hasta ahora
se han llevado a cabo, poco numerosas si las comparamos con las desarrolladas sobre los
contenidos ya mencionados. Sin embargo, a pesar de que la literatura empírica sobre apego y
adopción es aún escasa, está dando lugar en los últimos años a tres líneas de trabajo
fundamentales. Sin duda, la que está proporcionando más cantidad de trabajos se centra en la
valoración del estilo de apego en niños y niñas que han pasado por experiencias tempranas de
institucionalización (por ejemplo, Zeanah, Smyke, Koga, Carlson y the BEIP Core Group, 2005;
The St Petersburg-USA Orphanage Research Team, 2008). La segunda, el estilo de apego de
los adoptantes como contexto para la recuperación de los problemas de apego de los
adoptados (Palacios, Román, Moreno y León, 2009). La tercera, la evolución de los modelos
internos de apego de los niños y niñas tras la adopción (Hodges, Steele, Hillman, Henderson y
Kaniuk, 2005). Mientras que en torno a la primera de estas tres líneas de trabajo se cuenta ya
con un importante número de publicaciones, la segunda y la tercera parecen estar más en sus
prometedores inicios.

Este capítulo tiene que ver con la última de las áreas de trabajo recién citadas. En él
analizamos, en primer lugar, el concepto de modelos internos de apego y su conexión con la
experiencia de la adopción. En segundo lugar, y de forma más extensa, exponemos la
metodología utilizada para su estudio. Para poder dar una idea más precisa, ilustramos esta
metodología con dos casos concretos. Finalmente, reflexionamos sobre las implicaciones
prácticas de todas estas diversas cuestiones.
2. EL APEGO EN NIÑOS Y NIÑAS ADOPTADOS

La aproximación desde la teoría del apego al estudio de las vinculaciones afectivas


entre niños y niñas y sus principales cuidadores ha repercutido en una mejor comprensión de la
complejidad del desarrollo emocional de la persona. Desde una perspectiva filogenética, la
adaptación y la supervivencia son las funciones básicas del apego, que también interviene en
la ontogénesis del sentimiento de seguridad, la regulación emocional y en el ajuste psicológico
general. La sensibilidad, la disponibilidad y el tipo de respuesta del adulto tienen un papel
fundamental en la calidad de la interacción y en el tipo de apego desarrollado. Siguiendo la
tipología clásica (Ainsworth, Blehar, Waters y Wall, 1978; Main y Solomon, 1990), el niño o niña
desarrollará un apego de tipo seguro, inseguro evitativo, inseguro ambivalente o
desorganizado.

2.1. Apego seguro, evitativo, ambivalente y desorganizado

Cuando el apego es seguro, la interacción con el adulto se caracteriza por la


sensibilidad, constancia y eficacia de su respuesta ante las necesidades del niño o niña, lo cual
provoca que el menor desarrolle una confianza tanto en la disponibilidad de la figura de apego,
como en su propia habilidad para influir en la interacción. En el apego inseguro evitativo, el
adulto generalmente muestra un comportamiento caracterizado por la ausencia de respuesta o
el rechazo, es decir, por una insensibilidad habitual, de forma que el niño o la niña aprende a
minimizar el comportamiento de apego para evitar el afecto negativo del adulto. En el caso del
apego inseguro ambivalente, el adulto en ocasiones responde de forma adecuada a las
necesidades y señales del chico o chica, mientras que en otras lo hace de forma inadecuada,
mostrando una sensibilidad incoherente, que provoca que el niño o niña exagere las conductas
de apego para aumentar la probabilidad de la respuesta. Cuando la interacción se desarrolla
con un adulto que es al mismo tiempo una fuente potencial de protección y una amenaza, el
niño o niña se ve muy limitado a la hora de generar una estrategia eficaz para potenciar la
sensibilidad de la figura de apego; su comportamiento se desorganiza, desembocando en una
mezcla confusa de aproximación y evitación (apego desorganizado). En muestras normativas,
la distribución de los tipos de apego es de 62% de niños y niñas con apegos seguros, 15%
evitativos, 9% ambivalentes, y 15% desorganizados, según los resultados del meta-análisis
llevado a cabo por Van IJzendoorn, Schuelgen y Bakermans-Kranenburg (1999).

2.2. Tipos de apego en menores adoptados

Muchos de los niños y niñas adoptados han pasado por experiencias de adversidad
(como el abandono, la negligencia o el maltrato) que han marcado la vida previa a la adopción.
El maltrato, por ejemplo, se ha encontrado relacionado con la inseguridad del apego, y más
específicamente con el apego desorganizado (Van IJzendoorn y otros, 1999). Por otra parte, la
mayoría de los niños y niñas adoptados han pasado por la experiencia de la
institucionalización, que supone otro factor de riesgo para el desarrollo intelectual, físico,
comportamental y socioemocional (MacLean, 2003). Las investigaciones han mostrado que
entre niños y niñas que han tenido una experiencia de institucionalización el porcentaje de
apego seguro es inferior y mayor la frecuencia de apego desorganizado (Chisholm, 1998;
Zeanah y otros, 2005).

Como antes se ha indicado, buena parte de la investigación sobre apego en el ámbito


de la adopción ha estado centrada en la exploración de las conductas de apego de los
adoptados, evaluadas principalmente a través de la situación del extraño. Según el meta-
análisis llevado a cabo por Van den Dries, Juffer, Van IJzendoorn y Bakermans-Kranenburg
(2009), los niños y niñas adoptados muestran una frecuencia menor de apego seguro (47%) y
mayor de apego desorganizado (31%) en comparación con muestras normativas, debido a las
experiencias de maltrato y negligencia por las que han pasado muchos, y de separación y
pérdida por las que han pasado todos. Sin embargo, las cosas cambian notablemente tras las
experiencias de afecto y estimulación continuadas en el nuevo contexto familiar (Van
IJzendoorn y Juffer, 2006), poniendo de manifiesto los beneficios que conlleva la adopción y las
extraordinarias posibilidades que abre a la recuperación. Debe destacarse, no obstante, que la
llamada sociabilidad indiscriminada (es decir, la tendencia a desarrollar comportamientos
amistosos con desconocidos y a no angustiarse en situaciones de separación o pérdida) se
observa en algunos niños y niñas bastante tiempo después de su adopción (por ejemplo,
Rutter, 2006), estando en este momento abierta la discusión sobre su naturaleza y su posible
coexistencia con el apego seguro.

3. MODELOS INTERNOS DE APEGO: CONCEPTO, EVOLUCIÓN Y


PRIMEROS DATOS DE INVESTIGACIÓN

Los modelos internos de apego permiten


al niño o a la niña anticipar la conducta del
adulto y regular su propio comportamiento

3.1. Concepto y evolución de los modelos internos de apego

Para adaptarnos al contexto en el que nos desarrollamos, necesitamos organizar la


información que percibimos e interiorizarla a través de representaciones mentales que nos
permitan dar sentido a nuestro mundo. Los modelos operativos internos de apego o modelos
internos de apego (internal working models), son las representaciones mentales sobre uno
mismo, sobre los demás y sobre las relaciones interpersonales construidas en función de las
experiencias de vinculación y las emociones asociadas a esas experiencias. Dentro de la teoría
de Bowlby sobre el apego (1973, 1980), el concepto de modelos internos ocupó desde el
principio un lugar central.
En una relación de apego y en función, principalmente, del tipo de interacción, el niño o
la niña va creando un modelo de la figura de apego basado en las expectativas que tiene sobre
cómo responderá el adulto a sus necesidades, generando una representación mental en la que
la figura de apego aparece como fuente de protección o como amenaza de inseguridad en la
atención de sus necesidades básicas. Paralelamente, va creando un modelo mental de sí
mismo como persona digna o indigna de amor y protección (Bowlby, 1973; Howe, 2005). Los
modelos internos de apego ayudan a la persona a construir una imagen de las relaciones
interpersonales, particularmente de las que conllevan una mayor implicación emocional.

Cuando los cuidadores están emocionalmente disponibles, favorecen las actividades


de exploración y son sensibles a sus necesidades, el niño o la niña desarrolla un modelo de la
realidad y de las relaciones como seguras y sensibles y un modelo de sí mismo como valioso y
competente. Aquellos a los que los cuidadores atienden de forma insensible, ignorando,
rechazando o interfiriendo en su exploración, perciben el mundo como un lugar impredecible,
desconfían de los adultos y tienen un modelo de sí mismos como incompetentes e indignos de
amor. El niño o la niña que sufre maltrato crea representaciones mentales en las que la figura
de apego aparece como amenazante y peligrosa (Howe, 2005). Esta representación mental le
permite anticipar la conducta del adulto y regular su propio comportamiento para adaptarse a
ese contexto y sufrir lo menos posible. El modelo mental le resulta eficaz en esa relación de
apego y, como más adelante se explica, empieza a ponerse en marcha de forma automática.
Sin embargo, si el contexto de desarrollo cambia y, sobre todo, si el estilo de las relaciones
interpersonales se modifica de manera significativa (como ocurre en el caso del acogimiento o
la adopción), los modelos de apego y el comportamiento cambiarán para seguir resultando
adaptativos y eficaces.

La continuidad o discontinuidad de los modelos internos de apego ha sido uno de los


focos de interés de la teoría del apego (Bowlby, 1980). Una vez organizados, los modelos
internos de apego actúan fuera de la conciencia y tienden a estabilizarse. La automatización de
las representaciones mentales tiene la ventaja de agilizar la puesta en marcha del
comportamiento más apropiado en una situación concreta y con un bajo coste de atención. La
persona confía en los modelos mentales que ha formado y que le han sido útiles para
adaptarse a su contexto, de manera que cuando reciba nueva información discrepante,
generalmente será asimilada por los modelos existentes, en un intento de confirmarlos y darles
consistencia (Bretherton y Munholland, 1999). De esta forma, los modelos internos de apego
influyen en cómo el niño o niña percibe y reacciona, ya que las nuevas situaciones tenderán a
ser percibidas e interpretadas para que resulten coherentes con los modelos preestablecidos.
Estudios longitudinales con muestras normativas, como el de Oppenheim, Emde y Warren
(1997), han descrito una moderada estabilidad en las representaciones mentales de apego a lo
largo del tiempo. En estudios longitudinales con niños y niñas maltratados se encontró que el
tiempo acentuaba las representaciones mentales negativas de adultos y de sí mismos (Toth,
Cicchetti, Macfie, Maughan y VanMeenen, 2000). Los modelos internos de apego, por tanto, a
pesar de su tendencia a la estabilidad, no son estructuras estáticas, sino construcciones
activas que pueden ser reestructuradas y actualizadas para seguir resultando eficaces ante los
cambios (Bowlby, 1980; Bretherton, Ridgeway y Cassidy, 1990).

3.2. Modelos internos de apego en niños y niñas adoptados

Los niños y niñas que han sufrido negligencia o maltrato, que pasan por el sistema de
protección de menores y que finalmente son adoptados, llegan a un contexto familiar en el que
se supone que se encuentran con cuidadores que responden de forma eficaz y sensible a sus
necesidades. La forma en que se comportaban con sus figuras de apego, así como los
modelos internos que guiaban ese comportamiento, dejan de tener sentido, ya no resultan
eficaces y deben actualizarse (Hodges, Steele, Hillman, Henderson y Kaniuk, 2003b). Tal vez
en un primer momento tiendan a servirse del modelo interno de apego elaborado sobre la base
de sus experiencias relacionales anteriores, lo que puede llevarles a percibir la nueva situación
y las nuevas relaciones como amenazantes y a comportarse de acuerdo con esa
interpretación. Pero si se les da oportunidad de establecer de forma estable nuevas relaciones
basadas en supuestos completamente diferentes (el de la protección, el del afecto, el de la
seguridad, el de la estabilidad, el de la sensibilidad), el viejo modelo interno dejará de ser útil y
eficaz, necesitando ser reestructurado.

La investigación sobre los modelos internos de apego en niños y niñas adoptados está
en sus inicios. El equipo londinense dirigido por Hodges (Hodges, Steele, Hillman y Henderson,
2003a; Hodges y otros, 2003b) está llevando a cabo la investigación longitudinal Attachment
Representations and Adoption Outcome Study cuyo objetivo principal se ha centrado en la
evaluación de los modelos internos de apego de niños y niñas de adopción tardía que
previamente habían sufrido maltrato y la evolución de esos modelos tras la llegada a las
familias adoptivas. Utilizando la metodología que se presenta en el apartado siguiente, Hodges
y su equipo han comparado las narraciones de estos niños y niñas de adopción tardía
(adoptados con edades de entre 4 y 8 años), que habían sufrido maltrato previo a la adopción y
que llevaban poco tiempo en sus familias adoptivas, con otros que habían sido adoptados
antes de los 12 meses y no habían sufrido maltrato.

La evaluación de los modelos internos de apego permite examinar los indicadores de


seguridad, inseguridad, evitación y desorganización (Hodges y otros, 2005). Los indicadores de
seguridad implican representaciones positivas de los adultos (caracterizadas por el afecto y la
confianza en su disponibilidad y sensibilidad) y de sí mismos (como personas capaces de influir
positivamente en la interacción). Sin embargo, los indicadores de inseguridad, de evitación o de
desorganización se caracterizan por representaciones negativas, es decir, por modelos adultos
que no actúan de forma sensible o modelos infantiles ineficaces en las relaciones o indignos de
amor. Las representaciones mentales de peligro o de rechazo por parte de los adultos son
ejemplos de indicadores de inseguridad. La distorsión o negación de la ansiedad y el no
afrontamiento de los problemas son indicadores de evitación, mientras que las fantasías
catastróficas, el control de los adultos por parte de las figuras infantiles (inversión de roles) o el
contenido estrafalario o extraño son indicadores de desorganización.

En la primera evaluación hecha por Hodges y sus colaboradores, llevada a cabo poco
tiempo después de que los de adopción tardía llegaran a sus familias adoptivas, se encontró
que los niños y niñas de este grupo mostraban más indicadores de evitación y
desorganización, así como unas representaciones más negativas de adultos y niños, y una
mayor presencia de agresión en las historias (Hodges y Steele, 2000; Hodges y otros, 2003b).
Un año después, los datos revelaron una disminución de los indicadores de evitación y un
aumento de los indicadores de seguridad entre aquellos que habían sufrido maltrato y
posteriormente habían sido adoptados (Hodges y Steele, 2000; Hodges y otros, 2003b),
cambios que se reafirmaron en una tercera evaluación (Hodges y otros, 2005).

El aumento de las representaciones positivas en comparación con los resultados


encontrados en niños y niñas maltratados no adoptados, en los que el tiempo acentuaba las
representaciones negativas, confirman los beneficios de la adopción para el desarrollo
emocional. Sin embargo, Hodges y sus colaboradores (2003b, 2005) también encontraron que,
a pesar de la disminución de los indicadores de evitación y el aumento de los indicadores de
seguridad entre los niños y niñas previamente maltratados, los indicadores de inseguridad y de
desorganización permanecían estables uno y dos años después de la primera evaluación, tanto
en el grupo de adopción temprana como en el de tardía. La consolidación de los contenidos
positivos frente a la estabilidad de los negativos perfila un cuadro en el que las
representaciones de apego negativas parecen no ser reemplazadas por las positivas, sino más
bien competir con ellas (Hodges y otros, 2005). La reestructuración de los modelos internos de
apego parece, por tanto, requerir un proceso complejo y lento, que no consiste en un simple
reemplazo de esquemas mentales; parece más bien que lo que ocurre es que se desarrollan
esquemas más complejos y elaborados en los que los modelos internos preexistentes
acomodan la nueva información discrepante, dejando intactos algunos componentes básicos
de los esquemas previos, al menos durante un tiempo significativo posterior a la adopción.

Por nuestra parte, como luego describiremos, hemos incluido la evaluación de los
modelos internos de apego en un estudio más amplio sobre apego y competencia social en una
investigación que incluye, entre otros, a niños y niñas adoptados.
4. EVALUACIÓN DE LOS MODELOS INTERNOS DE APEGO

El estudio de los modelos internos ha sido muy importante para la teoría del apego y ha
permitido la exploración de las representaciones mentales relacionadas con la vinculación
afectiva. Sin embargo, como apuntábamos anteriormente, el estudio del apego en adoptados
se ha basado fundamentalmente en técnicas clásicas de evaluación a través de la observación
de las conductas de apego, sin prestar especial atención a las representaciones mentales. Otra
de las limitaciones de las investigaciones basadas en la metodología clásica es que el apego
en niños y niñas en edad escolar -donde el estudio de los componentes cognitivos frente a los
conductuales adquiere una mayor relevancia- ha sido mucho menos explorado.

Las técnicas tradicionales de evaluación del apego suelen clasificar al niño o niña
evaluado en una categoría específica (generalmente, seguro, ambivalente, evitativo o
desorganizado), o bien, si se trata de medidas continuas (como el Q-sort), aportan una
puntuación concreta, habitualmente de seguridad. Las nuevas tendencias dentro de la
metodología del apego nos aportan técnicas complementarias a las anteriores, como la
evaluación a través de historias incompletas, que, como veremos a continuación, permiten
profundizar en los modelos internos de apego y obtener una visión muy completa de los
elementos que componen su organización.

4.1. Evaluación a través de Historias Incompletas

Quizá la metodología más ampliamente utilizada para evaluar los modelos internos de
apego en niños y niñas ha sido la evaluación a través de historias incompletas (Story stem). La
validez de esta técnica ha sido avalada por numerosos estudios (por ejemplo, Bretherton y
otros, 1990) y resulta útil para la investigación y para la práctica clínica (Bretherton y
Oppenheim, 2003). Esta metodología se usa con niños y niñas de edades generalmente
comprendidas entre los 3 y los 8 años.

El procedimiento consiste en que el evaluador introduce el inicio de una historia


en un escenario de la vida familiar representado a través de muñecos, pidiéndole
a continuación al niño o la niña que muestre y cuente qué ocurre después. Este
procedimiento permite evaluar las expectativas y percepciones de los roles
familiares, el apego y las relaciones a través de la narrativa resultante, sin
preguntar directamente al niño o la niña sobre su propia familia, lo cual podría
generarle ansiedad o poner en marcha mecanismos defensivos. El componente
no verbal resulta en esta evaluación tan importante como el verbal (Hodges y
otros, 2005), ya que el juego permite expresar sentimientos y pensamientos que
no siempre se pueden reproducir con palabras.
El distanciamiento emocional que permite esta técnica (al no preguntar directamente
por la propia familia y, como más adelante se menciona, al utilizar animales en algunas de las
historias) lo convierte en un instrumento muy apropiado para la evaluación de las
representaciones mentales de niños y niñas que han sufrido maltrato. Las investigaciones
muestran que los niños y niñas maltratados exhiben representaciones más negativas de las
figuras adultas e infantiles en sus narrativas, además de que la agresión, los temas sexuales, y
el abuso o la negligencia suelen ser temas que aparecen con más frecuencia en sus narrativas
frente a las de los niños y niñas de muestras normativas (Macfie, Toth, Rogosch, Robinson,
Emde y Cicchetti, 1999; Buchsbaum, Toth, Clyman, Cicchetti y Emde, 1992). El contexto de
unos muñecos actuando en escenarios habituales crea un espacio adecuado para la expresión
de esas representaciones.

Utilizando la idea de las historias incompletas protagonizadas por muñecos y en


escenarios cotidianos, para su investigación con niños y niñas adoptados Hodges y sus
colaboradores (2003a y b) han desarrollado el sistema de evaluación de los modelos internos
de apego denominado Story Stem Assessment Profile (SSAP). Además, esta técnica se ha
utilizado no sólo para la investigación, sino también para la práctica clínica. El SSAP se
compone de una batería de 13 historias. Las cinco primeras fueron diseñadas a partir de la
experiencia clínica de Hodges en la evaluación de niños y niñas que habían sufrido abuso,
mientras que las ocho historias restantes fueron seleccionadas como las más sensibles para el
trabajo con niños y niñas maltratados de una batería mayor de historias, el MacArthur Story-
Stem Battery (Bretherton y Oppenheim, 2003), originalmente más orientado a la investigación y
aplicado sobre todo a muestras normativas (Hodges y otros, 2003a).

Para la evaluación a través del SSAP se utiliza una familia estándar de


muñecos en la mayor parte de las historias, pero además, en algunas de las
historias elaboradas por Hodges, se emplean figuras de animales para favorecer
un distanciamiento emocional aún mayor. La técnica se utiliza con niños y niñas
de 4 a 8 años, y su aplicación generalmente lleva en torno a una hora. El SSAP ha
sido adaptado al castellano por Román y Palacios en 2006.

4.2. Codificación e interpretación

La sesión de aplicación del SSAP es grabada en vídeo y audio. Sus contenidos


verbales y no verbales se transcriben y son posteriormente valorados de acuerdo con el
manual de codificación desarrollado por los autores (Hodges, Hilllman y Steele, 2004). Tanto la
aplicación como la codificación exigen un entrenamiento y una acreditación previas en el centro
Anna Freud de Londres. El SSAP explora la afectividad y el establecimiento de vínculos a
través de las representaciones positivas o negativas que niños y niñas generan en sus
narrativas, pero también proporciona indicadores de otros aspectos importantes en el
funcionamiento psicológico como son la modulación de la agresión, el uso de estrategias
relacionadas con la regulación emocional (como la evitación o la negación), o las relaciones
con los iguales. Los distintos contenidos (por ejemplo, afecto, agresión, rechazo) son usados
para generar constructos globales tales como indicadores de seguridad, inseguridad, evitación
y desorganización. Se ha comprobado que el SSAP es un método efectivo para explorar las
representaciones mentales de los niños y niñas sobre las relaciones de apego, y ha
demostrado una buena discriminación de niños y niñas que han sufrido maltrato frente a los
que no (Hodges y otros, 2003b, 2005).

La evaluación a través de historias incompletas se ofrece como un muy rico


complemento a la evaluación tradicional del apego: evalúa las representaciones mentales que
subyacen al comportamiento, permite explorar el apego de niños y niñas en edad escolar, y
ofrece la oportunidad de obtener un análisis tan rico como interesante de los componentes que
configuran la organización del apego. Además, el análisis detallado de las representaciones
mentales de apego permite hacer un seguimiento de la evolución de esos modelos y aporta
herramientas muy útiles de cara a la intervención.

5. DOS CASOS ILUSTRATIVOS

Como antes se ha indicado, en la Universidad de Sevilla estamos llevando a cabo la


investigación “Apego y competencia social en la transición del desamparo a la protección”
(Palacios, Moreno, Román, Sánchez-Sandoval y León) que tiene como uno de sus objetivos
principales el estudio del apego en familias adoptivas. En la investigación se están
examinando, por un lado, tres grupos de niños y niñas de entre 4 y 8 años que viven en
Andalucía (un grupo de adoptados de origen ruso, un grupo de niños y niñas del sistema de
protección andaluz que en estos momentos se encuentran en centros de acogida, y otro grupo
control, sin problemas especiales, que vive con su familia biológica). Por otro lado, se analiza a
las madres adoptivas, a los educadores de los centros de acogida y a las madres biológicas del
grupo control. Entre otros muchos instrumentos, en la investigación se ha utilizado la
evaluación a través de historias incompletas SSAP para explorar los modelos internos de
apego de los niños y niñas de la muestra. En la investigación en curso, se espera que esta
evaluación nos permita examinar la repercusión de distintos factores previos a la adopción (por
ejemplo, la experiencia de institucionalización) o relacionados con ella (por ejemplo, tiempo
desde la adopción) sobre las representaciones mentales de apego de los adoptados.
Esperamos además obtener datos interesantes de la comparación entre las representaciones
mentales de apego de los adoptados y las de niños y niñas que se encuentran en otras
circunstancias (centros de acogida, grupo control), así como someter a análisis la relación entre
las representaciones mentales de apego y los trastornos del vínculo que también se exploran
en la investigación. Otro de los objetivos del estudio se centra en la evaluación de las
representaciones mentales de los adultos (Palacios y otros, 2009), que también podrán
ponerse en relación con el desarrollo de los niños y niñas estudiados.

Por lo que al contenido de este capítulo se refiere, se ofrece a continuación un análisis


descriptivo de las narraciones de dos niños adoptados que han participado en la investigación,
cuyos nombres han sido aquí alterados para garantizar su anonimato. Se trata con ello de dar
una idea más precisa de los contenidos a los que permite acceder la técnica SSAP de historias
incompletas, así como de mostrar algunas de las realidades observadas en la investigación.
Los datos referidos a todos los niños y niñas del estudio están en estos momentos en fase de
análisis y de ellos esperamos dar cuenta en futuras publicaciones.

5.1. CASO 1. VÍCTOR

“Víctor”, de origen ruso, fue adoptado por una familia española cuando
tenía 3 años. En el momento de la evaluación a través de las historias
incompletas (SSAP) el niño tenía 7 años. Hasta su adopción, Víctor vivió en
una institución rusa. A continuación se exponen dos de las historias extraídas
de su evaluación.

“EL DIBUJO DEL COLEGIO”


La entrevistadora le cuenta a Víctor que el muñeco protagonista está en el colegio y que el
resto de la familia (la madre, el padre y el hermano pequeño) está en casa. En el colegio Víctor
hace un dibujo muy bonito y decide llevárselo. Cuando el colegio termina, el protagonista coge su
dibujo, se va para su casa y llama a la puerta. Se le propone al niño que continúe la historia.

Víctor coge al muñeco que representa al padre, lo dirige a la puerta, pregunta quién es
y abre. El muñeco protagonista contesta “Soy yo, tu hijo” y entra en el salón diciendo “¡Mira,
papá!, ¡mira qué dibujo tan bonito!”. Víctor sienta al padre junto al niño en el sofá con los
demás y el protagonista dice “Hola, hermanito”. Después, el muñeco protagonista se dirige a la
madre y le dice “Mamá, tengo una sorpresa para ti”. La madre encuentra el dibujo y exclama
“¡Anda! ¡qué dibujo tan bonito!, ¿esto lo has hecho tú?”. El niño responde “Sí, en el cole”. La
madre propone “¡Pues vamos a celebrarlo en el bar que tú quieras!”. El niño contesta “¡Bien!,
¿podemos ir al restaurante japonés?”. La madre le responde que sí, dejan el dibujo en la casa
y se van al restaurante. Víctor lleva aparte a la familia y simula que están en un restaurante. Allí
el protagonista empieza a elegir la comida que más le gusta. Cuando terminan de cenar, Víctor
lleva a la familia de vuelta a casa, los acuesta a todos juntos y coloca el dibujo encima del
protagonista.
“BICIS”
La entrevistadora le cuenta a Víctor que en esta historia está toda la familia en el salón;
entonces llaman a la puerta y es un amigo del niño que le propone ir a jugar con sus bicis. El
protagonista le pregunta a la madre, y ésta le dice que puede ir a jugar con la bici, pero que tenga
cuidado. Los niños se montan en las bicis y van muy rápido, hasta que el protagonista se cae al
suelo. Se le propone al niño que continúe la historia.

A través del muñeco que representa al amigo, el niño pregunta al protagonista “¿Estás
bien?”, a lo que el otro niño responde: “Sí, sólo me he hecho una herida. Vamos a casa para
que me la cure mi madre”. Víctor lleva a los niños a la casa y el protagonista explica
dirigiéndose a su madre “Hola mamá, es que me he hecho una herida por lo rápido que iba con
la bici, ¿me la curas?”. La madre le contesta “Vale”. Víctor simula que la madre está curando al
protagonista, mientras éste se queja “¡Uy! ¡me escuece, me escuece!”. Al finalizar, su madre le
indica “Ya está, pero no vayas tan rápido”, y el niño le responde: “Vale”. Víctor dirige al
protagonista hacia su amigo y le dice: “Vamos”, y lleva a los dos niños fuera de la casa donde
de nuevo empiezan a jugar con las bicis. Cuando terminan de jugar entran en la casa y la
familia invita al amigo a quedarse a dormir, porque su madre estaba fuera.

Interpretación de las narrativas de Víctor

El resto de las narrativas de Víctor tienen muchos elementos en común con las dos
resumidas. En ellas, las figuras parentales aparecen como fuentes de protección, de afecto y
de confort, que responden de forma adecuada a las necesidades del personaje infantil. Se trata
de adultos atentos y sensibles al niño. En la historia del dibujo, por ejemplo, la madre elogia y
celebra el trabajo realizado por el protagonista y en la historia de las bicis le ayuda curando su
herida. Las representaciones de las figuras adultas y de las figuras infantiles son positivas,
presentando numerosos indicadores de seguridad en el apego. En las narrativas, la figura
infantil busca la protección y el confort de los adultos cuando los necesita, y confía en la
respuesta que va a recibir por parte de ellos. El personaje infantil aparece como digno de
cariño y protección.

Por otra parte, la disciplina está presente en las narrativas de Víctor, de forma que las
figuras adultas establecen límites, como podemos apreciar en la historia de las bicis cuando la
madre le dice al protagonista “Ya está, pero no vayas tan rápido”. También son frecuentes en
las narraciones de Víctor las escenas agradables de la vida doméstica, por ejemplo, cuando en
la historia del dibujo van a celebrarlo a un restaurante o cuando en la historia de las bicis
invitan al amigo a que se quede a dormir en la casa. No aparecen elementos de agresión en
las narraciones elaboradas por Víctor.
De forma global, podemos concluir que las narrativas de Víctor nos muestran que sus
representaciones mentales están caracterizadas por la seguridad, el afecto y la protección por
parte de las figuras parentales, evidenciando una clara confianza hacia el mundo de los adultos
y también hacia sí mismo.

5.2. CASO 2. NATASHA.

“Natasha” es una niña de origen ruso que fue adoptada por una familia
española a los 5 años. Natasha permaneció en una institución rusa hasta su
adopción. En el momento de la evaluación a través de historias incompletas
(SSAP) la niña llevaba 9 meses en su familia adoptiva. A continuación se
exponen dos de las historias extraídas de su evaluación.

“EL DIBUJO DEL COLEGIO”


La entrevistadora le cuenta a Natasha que la muñeca protagonista está en el colegio y que
el resto de la familia (la madre, el padre y la hermana pequeña) está en casa. En el colegio hace un
dibujo muy bonito y decide llevárselo. Cuando el colegio termina, la protagonista coge su dibujo,
se va para su casa y llama a la puerta. Se le propone a la niña que continúe la historia.

Natasha lleva a la protagonista hasta el salón y le enseña el dibujo uno por uno a toda
la familia diciendo “¡Mira qué dibujo más precioso he hecho!”. A continuación, Natasha coge al
padre y lo pone detrás del lateral de la casa explicando “Ahora su papá no estaba en la casa,
se perdió”. Coge a la madre y la lleva junto al padre, detrás del lateral de la casa y dice “Y la
mamá tampoco estaba”. Natasha coge a la muñeca protagonista y la coloca en el lateral
opuesto de la casa y después hace lo mismo con la hermana, colocándola al lado de la
protagonista y explica “Y ya no había nadie en casa”. Finalmente, deja a los padres detrás del
lateral de la casa, coloca a las dos niñas en el sofá y dice que están viendo la televisión.
Natasha termina la historia sin que nadie haga referencia al dibujo de la protagonista.

“ESTANTERÍA DEL CUARTO DE BAÑO”


La entrevistadora le cuenta a Natasha que en esta historia, mientras las niñas están
jugando en el cuarto de baño, la madre llega y les dice que tiene que ir a casa del vecino a
devolverle unas cosas, pero que volverá enseguida. Les pide a las niñas que no toquen nada de la
estantería del cuarto de baño mientras ella está fuera. La madre se va y las niñas siguen jugando.
La hermana pequeña salta, se hace un corte en el dedo y dice que necesita una tirita. La
protagonista le recuerda que su madre les ha dicho que no cojan nada de la estantería, pero su
hermana le dice que está sangrando. Se le propone a la niña que continúe la historia.

Natasha muestra cómo la protagonista coge una tirita, se la pone a su hermana en el


dedo y le dice “Toma, ya te la he puesto”. Entonces la madre vuelve de la casa de su vecino y
pregunta qué ha pasado. La madre ve el dedo de la hermana y pregunta “¿Por qué tienes una
tirita?”. Las niñas se lo explican, pero la madre enfadada dice “¿No dije que no se tocara
nada?” y con la cabeza la madre empuja a las dos niñas y las tira de espaldas. Natasha
muestra cómo la madre sigue agrediendo con cabezazos a las niñas hasta que las lleva al
borde de la mesa. Posteriormente, con otro cabezazo, la madre empuja primero a la
protagonista y luego a su hermana, tirándolas al suelo. Finalmente, Natasha también tira la
muñeca de la madre al suelo y así termina la historia.

Interpretación de las narrativas de Natasha

Como puede apreciarse, las narrativas de la niña muestran a las figuras parentales
como fuentes de desprotección e insatisfacción ante sus necesidades. Sus representaciones
mentales ponen de manifiesto una clara inseguridad respecto al mundo de los adultos y a las
relaciones con ellos. En la elaboración de sus historias, Natasha muestra unos padres
insensibles que ignoran e incluso rechazan y agreden al personaje infantil. Por ejemplo, en la
historia del dibujo del colegio (que está diseñada para generar una representación positiva de
los padres y en la que se espera que muestren afecto o elogien el dibujo) Natasha muestra
cómo los padres desaparecen de casa cuando la niña llega a mostrarles el dibujo.
Paralelamente, la representación mental de la figura infantil aparece como indigna de cariño
(los adultos ignoran su trabajo y le agraden) e incapaz de resolver la situación (no consigue
llamar la atención de los adultos hacia su dibujo, ni puede evitar la agresión en la historia del
baño), mostrando inseguridad hacia sí misma. Las representaciones de las figuras adultas y de
las infantiles en general son muy negativas.

Por otra parte, algunas narrativas, como la de la estantería del cuarto de baño, incluyen
una agresión extrema de los adultos hacia las figuras infantiles, y también contienen ejemplos
de fantasías catastróficas e historias que muestran una progresiva escalada de violencia que
generalmente acaban sin resolución. Otro contenido frecuente en las narrativas de Natasha es
“lanzar” a los personajes por los aires o tirarlos al suelo, como ocurre en la historia de la
estantería del cuarto de baño. Además, las narrativas no muestran escenas agradables de la
vida cotidiana familiar cuando los padres están presentes, aunque la relación de la protagonista
con la otra figura infantil (su hermana) sí parece positiva, como muestra, por ejemplo, la escena
del baño en la que aparece la protagonista curando a su hermana, o cuando ésta “desaparece”
con la protagonista en la historia del dibujo.

De forma global, las narrativas nos muestran que Natasha no ha sido capaz todavía de
interiorizar representaciones mentales de protección, afecto o confort por parte de las figuras
parentales, a las que percibe como rechazadoras y agresivas. Sus narraciones presentan
numerosos indicadores de inseguridad y desconfianza hacia los adultos y hacia sí misma. De
acuerdo con las investigaciones previas (Hodges y otros, 2005), es esperable que con el paso
del tiempo se produzca en la niña un aumento de los indicadores de seguridad, aunque ya
sabemos que es también esperable una cierta resistencia al cambio de los indicadores de
inseguridad y desorganización.

6. IMPLICACIONES PRÁCTICAS

En los apartados anteriores de este capítulo hemos presentado el concepto de modelos


internos como uno de los elementos constitutivos de la teoría del apego, tratando de mostrar su
relevancia en el campo de la adopción y explicando cómo es posible llevar a cabo su
evaluación a través de la técnica de las historias incompletas SSAP. Confiamos en que los
casos de Víctor y Natasha hayan servido para ilustrar los argumentos conceptuales y
metodológicos de los apartados anteriores. Para concluir, parece oportuno hacer un breve
análisis de las implicaciones prácticas que se derivan de los contenidos expuestos,
implicaciones que tienen que ver tanto con el trabajo directo con los protagonistas de la
adopción (adoptantes y adoptados), como con la labor de intervención profesional que en
ocasiones es necesario llevar a cabo sobre ellos.

Como ocurre con otros muchos aspectos, la intervención profesional en adopción


puede dividirse en los tres grandes hitos de la preparación para la adopción (incluida la
valoración de idoneidad), el proceso de integración y la post-adopción. En cada uno de ellos, la
temática de los modelos internos de apego nos parece de muy especial relevancia.

6.1. Apoyos antes y después de la adopción

En relación con la preparación para la adopción, entre los objetivos habituales de los
diversos programas de formación (por ejemplo, el desarrollado por Palacios, Sánchez-
Sandoval, León, Amorós, Fuentes y Fuertes, 2006) están asegurarse de que las expectativas
de los adoptantes sean lo más realistas posibles, familiarizarles con los tipos de problemas
más frecuentes entre quienes van a ser adoptados, prepararles para responder a sus diversas
necesidades de manera satisfactoria y ayudarles a desarrollar conductas positivas en la
relación con sus futuros hijos o hijas. Parece obvio que respecto a todos esos objetivos, los
modelos internos de apego de quienes van a ser adoptados deban ser tomados en
consideración. Quienes desean adoptar pero todavía no han empezado a profundizar en la
temática, pueden a veces tener la ingenua expectativa de que el pasado del niño o la niña
desaparecerá como por ensalmo una vez que traspase el umbral de su nuevo hogar y se
encuentre rodeado de cuidados y cariño. O pueden interpretar como desagradecimiento
incomprensible la tendencia del niño o la niña a aislarse o su dificultad para expresar afecto o
alegría a pesar de todo lo que se está haciendo por él o ella. O, sin elementos para calibrar su
significado para quien la recibe, usar la amenaza de retirada de cariño como una estratagema
educativa, sin ser conscientes del impacto que en un niño o una niña con antecedentes de
abandono puede tener. O esperar que en poco tiempo se produzcan cambios extraordinarios.
Si estas son sus expectativas, la realidad se encargará pronto de ponerlas en cuestión, con el
riesgo de la desilusión o la desesperanza que de poca ayuda les servirán. La temática de los
modelos internos de apego con que los niños y niñas inevitablemente llegan, de que son como
las gafas con las que sus futuros hijos e hijas verán la realidad de las relaciones al llegar, de su
resistencia al cambio, del tipo de conductas que pueden facilitar su mejora y transformación,
debería, pues, formar parte de los contenidos a trabajar con los adoptantes de cara a su
preparación para la adopción.

En relación con la fase de integración, es decir, los primeros meses tras la llegada del
niño o la niña a su familia, parece claro que una parte del trabajo de cara a facilitar que las
cosas se desarrollen lo mejor posible hay que hacerlo en la fase de preparación recién
comentada. Pero será probablemente en los seguimientos después de la adopción cuando de
forma ya más personalizada se pueda ayudar a los adoptantes a entender ciertos
comportamientos del niño o la niña, así como a analizar con ellos cuáles pueden ser las
estrategias educativas más útiles para ir poco a poco desmontando (des-confirmando) los
modelos internos de apego con los que los adoptados han estado acostumbrados a funcionar,
así como para ir –también poco a poco- dando lugar a modelos nuevos, más seguros y
positivos. Sin olvidar que se trata de un cambio seguramente muy gradual y probablemente no
lineal, sino con avances y retrocesos.

Si los problemas persisten, es probable que acaben llegando a los servicios post-
adopción, en los que los casos más sencillos probablemente puedan resolverse con
asesoramiento y orientación a los adoptantes, mientras que los casos más complejos pueden
requerir alguna actividad terapéutica con el adoptado, con los adoptantes o, más
probablemente, con el sistema familiar en su conjunto. Schofield y Beek (2006), por ejemplo,
proponen una serie de recomendaciones muy útiles para los profesionales a la hora de trabajar
en la mejora de las relaciones de apego.

6.2. Los modelos internos en el diagnóstico y la toma de decisiones profesionales

Pero la temática de los modelos internos de apego puede ser útil para los profesionales
de la adopción no sólo en el trabajo de formación y apoyo, sino también en su labor de
diagnóstico, tanto si se trata de actividades profesionales en torno a los adoptantes, como en
relación con los adoptados.

Por lo que a la intervención profesional con los solicitantes de adopción se refiere, no


puede dejar de hacerse una mención a la valoración de idoneidad. De hecho, la historia de las
relaciones de apego y la capacidad para el establecimiento y el mantenimiento de relaciones
de apego estables y seguras forma parte habitual de la valoración de idoneidad para la
adopción (ver, por ejemplo, Palacios, 2008). Después de todo lo expuesto en páginas
anteriores, no es necesario argumentar que tanto la historia de las relaciones afectivas como
los vínculos emocionales actuales están en la base de los modelos internos de apego que las
personas llevamos en nuestro interior. Aunque no creemos que sea necesario hacer una
evaluación específica de ese aspecto en los candidatos a adoptar como parte de la valoración
de idoneidad, sin embargo sí parece claro que es un aspecto que debe ser tomado en
consideración, aunque sea de forma indirecta a través de la exploración de la historia y la
realidad de las vinculaciones emocionales de cada uno de los solicitantes. Difícilmente podrá
ayudar a un niño o una niña como Natasha un padre o una madre que carezcan de estabilidad
emocional, que no hayan hecho un largo aprendizaje de la confianza o que tengan profundos
miedos o inseguridad en las relaciones, porque ello les pondrá en muy mala posición para
entender el comportamiento inseguro o incluso en ocasiones hostil que la niña puede expresar,
así como para elegir el tipo de respuestas educativas que más útiles y eficaces puedan resultar
con ella.

De cara a la asignación de niños y niñas concretos a solicitantes también concretos,


parece que la temática de que nos estamos ocupando debe tener también un lugar en la
consideración profesional. Un niño o una niña en cuyos antecedentes haya elementos para
pensar que probablemente tendrá muy complejas necesidades emocionales y muy
deterioradas imágenes de sí mismo, de los adultos y de las relaciones (por ejemplo, por haber
fracasado un intento previo de adopción), debería ser situado en un hogar capaz de transpirar
continuamente seguridad, confianza y paciencia a través de sus rutinas y sus relaciones, y en
el que estuvieran garantizadas –en la medida en que esas cosas pueden garantizarse- la
perseverancia, la tolerancia a la frustración y la capacidad para trabajar por objetivos a medio-
largo plazo, porque probablemente las relaciones no sean completamente reforzantes al
principio y estén sometidas a altibajos casi inevitables que reflejarán, como hemos mostrado
más arriba, la batalla que en el interior del niño o la niña se está librando entre los viejos
aprendizajes emocionales y los nuevos.

Por lo que al trabajo post-adopción se refiere, sería muy deseable que la valoración de
los modelos internos de apego, tanto de los adultos como de los niños y niñas, formara parte
de la caja de herramientas profesional de quienes vayan a estar en posición de tener que
valorar el tipo de relaciones y contenidos de que nos hemos ocupado en este capítulo. Como
hemos tratado de mostrar en las páginas anteriores, sólo conociendo los distintos elementos
que componen esos modelos internos es posible hacerse una idea completa de las
necesidades emocionales de niños y niñas en los que la historia pasada puede haber dejado la
huella de la desconfianza, la desorganización, las percepciones distorsionadas y las imágenes
negativas referidas tanto a ellos mismos como a quienes con ellos más íntimamente se
relacionan. Poder asomarse a ese complejo mundo y desmenuzarlo situará al profesional en
una posición mucho más favorable para comprenderlo y, en los casos necesarios, tratar de
transformarlo.

7. AGRADECIMIENTOS

Los autores están muy agradecidos a J. Hodges y a su equipo (Anna Freud Centre y
Great Ormond Street Hospital for Children, Londres) por el entrenamiento recibido en la
codificación e interpretación de la evaluación a través de historias incompletas SSAP.

8. VOCABULARIO TÉCNICO

Modelos internos de apego (internal working models). Este concepto hace referencia
a las representaciones mentales sobre uno mismo, sobre los demás y sobre las relaciones
interpersonales construidas en función de las experiencias de vinculación y las emociones
asociadas a esas experiencias.

Actualización de los modelos internos de apego. Los modelos internos de apego


son construcciones activas que pueden reestructurarse para seguir resultando eficaces ante
las nuevas situaciones, aunque los cambios en los modelos internos suelen ser graduales y
no siempre lineales.

Técnicas de evaluación del apego en niños y niñas. La evaluación del apego de


niños y niñas pequeños típicamente se ha llevado a cabo a través de métodos basados en la
observación (en el laboratorio o en la casa), mientras que para la evaluación de niños y niñas
de más edad generalmente se han utilizado métodos basados en narrativas elaboradas a
partir de historias incompletas o en la evaluación a través del dibujo.

Evaluación a través de historias incompletas (Story Stem). Se trata de una


metodología que examina las percepciones de los roles familiares, apegos y relaciones
mediante historias que introduce el evaluador y que el niño o la niña completa a través de
representaciones con muñecos.

Indicadores de seguridad en la evaluación de los modelos internos de apego. Son


indicadores de seguridad aquellas representaciones de adultos caracterizadas por la
disponibilidad, el afecto y la sensibilidad y las representaciones de uno mismo que muestran
personas competentes y dignas de afecto.
9. DIRECCIONES DE INTERNET

• Red Temática sobre adopción internacional

http://www.upcomillas.es/centros/familia/cent_rtai.aspx

• The Anna Freud Centre

http://www.annafreudcentre.org

• Instrumentos de evaluación de apego y cursos de formación

http://www.psychology.sunysb.edu/attachment/measures/measures_index.html

http://www.psych.uiuc.edu/~rcfraley/links.htm

http://www.infantinstitute.org/training.htm

http://www.childandfamilytraining.org.uk/attachmentstyleint.html

10. BIBLIOGRAFÍA

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