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RELEVANCIA Y EVALUACIÓN 1
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Maite Román
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Jesús Palacios
1. INTRODUCCIÓN
Este capítulo se escribió mientras el segundo autor se encontraba en la Universidad de Cambridge (Departamento de
Psicología Social y Evolutiva) con una licencia de investigación de la Universidad de Sevilla y con una ayuda del
Ministerio de Ciencia e Innovación (PR2008-0291). La investigación en curso a que se hace referencia en el texto es
“Apego y competencia social en la transición del desamparo a la protección”, un proyecto I+D financiado por el
Ministerio de Ciencia e Innovación (SEJ2006-12216) y por el Departamento de Salud y Bienestar Social de Suecia.
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Profesora del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Sevilla. Especializada en
el estudio de la adopción, en 2007 ganó el Primer Accésit del IV Premio Joven de Investigación de Familia, concedido
por la Fundación Acción Familiar. Ha realizado distintas estancias de investigación con equipos especializados en la
evaluación e intervención en apego en familias adoptivas (Anna Freud Centre, Londres, con J. Hodges; Center for Child
and Family Studies, Leiden, con F. Juffer; y Center for Attachment Research, Nueva York, con M. Steele), ha
participado en diversos estudios sobre adopción dirigidos por J. Palacios y tiene diferentes publicaciones sobre esta
temática.
maiteroman@us.es
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Catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Sevilla. Su labor docente, investigadora y
de intervención profesional gira en torno a temas de familia, particularmente en relación con situaciones en que está
implicada la protección infantil. Ha trabajado sobre maltrato infantil, acogimiento familiar y adopción, desarrollando
materiales de intervención profesional para distintas administraciones. Las investigaciones que ha dirigido sobre esos
diversos temas han dado lugar a publicaciones nacionales e internacionales.
jp@us.es
desarrollo físico o cognitivo de niños y niñas adoptados tiene la ventaja de que cuenta para su
evaluación con instrumentos de medida que no plantean especiales problemas. Cualquier
psicólogo o psicóloga, por ejemplo, puede administrar un test de inteligencia y luego dar cuenta
de las puntuaciones obtenidas tras un proceso de valoración de respuestas que normalmente
carece de dificultades serias.
Las cosas son más complicadas en el estudio del apego tras la adopción. Típicamente,
las técnicas de evaluación de las conductas de apego suponen tres cosas: 1) observar al niño
o la niña en relación con las que se supone que son sus figuras de apego; 2) llevar a cabo esa
observación en el laboratorio (situación del extraño) o en su casa (Q-sort); 3) hacer luego una
valoración de las observaciones que requiere entrenamiento y acreditación previa por parte de
personas o instituciones especialmente preparadas para llevar a cabo el entrenamiento y
certificar la acreditación.
Este capítulo tiene que ver con la última de las áreas de trabajo recién citadas. En él
analizamos, en primer lugar, el concepto de modelos internos de apego y su conexión con la
experiencia de la adopción. En segundo lugar, y de forma más extensa, exponemos la
metodología utilizada para su estudio. Para poder dar una idea más precisa, ilustramos esta
metodología con dos casos concretos. Finalmente, reflexionamos sobre las implicaciones
prácticas de todas estas diversas cuestiones.
2. EL APEGO EN NIÑOS Y NIÑAS ADOPTADOS
Muchos de los niños y niñas adoptados han pasado por experiencias de adversidad
(como el abandono, la negligencia o el maltrato) que han marcado la vida previa a la adopción.
El maltrato, por ejemplo, se ha encontrado relacionado con la inseguridad del apego, y más
específicamente con el apego desorganizado (Van IJzendoorn y otros, 1999). Por otra parte, la
mayoría de los niños y niñas adoptados han pasado por la experiencia de la
institucionalización, que supone otro factor de riesgo para el desarrollo intelectual, físico,
comportamental y socioemocional (MacLean, 2003). Las investigaciones han mostrado que
entre niños y niñas que han tenido una experiencia de institucionalización el porcentaje de
apego seguro es inferior y mayor la frecuencia de apego desorganizado (Chisholm, 1998;
Zeanah y otros, 2005).
Los niños y niñas que han sufrido negligencia o maltrato, que pasan por el sistema de
protección de menores y que finalmente son adoptados, llegan a un contexto familiar en el que
se supone que se encuentran con cuidadores que responden de forma eficaz y sensible a sus
necesidades. La forma en que se comportaban con sus figuras de apego, así como los
modelos internos que guiaban ese comportamiento, dejan de tener sentido, ya no resultan
eficaces y deben actualizarse (Hodges, Steele, Hillman, Henderson y Kaniuk, 2003b). Tal vez
en un primer momento tiendan a servirse del modelo interno de apego elaborado sobre la base
de sus experiencias relacionales anteriores, lo que puede llevarles a percibir la nueva situación
y las nuevas relaciones como amenazantes y a comportarse de acuerdo con esa
interpretación. Pero si se les da oportunidad de establecer de forma estable nuevas relaciones
basadas en supuestos completamente diferentes (el de la protección, el del afecto, el de la
seguridad, el de la estabilidad, el de la sensibilidad), el viejo modelo interno dejará de ser útil y
eficaz, necesitando ser reestructurado.
La investigación sobre los modelos internos de apego en niños y niñas adoptados está
en sus inicios. El equipo londinense dirigido por Hodges (Hodges, Steele, Hillman y Henderson,
2003a; Hodges y otros, 2003b) está llevando a cabo la investigación longitudinal Attachment
Representations and Adoption Outcome Study cuyo objetivo principal se ha centrado en la
evaluación de los modelos internos de apego de niños y niñas de adopción tardía que
previamente habían sufrido maltrato y la evolución de esos modelos tras la llegada a las
familias adoptivas. Utilizando la metodología que se presenta en el apartado siguiente, Hodges
y su equipo han comparado las narraciones de estos niños y niñas de adopción tardía
(adoptados con edades de entre 4 y 8 años), que habían sufrido maltrato previo a la adopción y
que llevaban poco tiempo en sus familias adoptivas, con otros que habían sido adoptados
antes de los 12 meses y no habían sufrido maltrato.
En la primera evaluación hecha por Hodges y sus colaboradores, llevada a cabo poco
tiempo después de que los de adopción tardía llegaran a sus familias adoptivas, se encontró
que los niños y niñas de este grupo mostraban más indicadores de evitación y
desorganización, así como unas representaciones más negativas de adultos y niños, y una
mayor presencia de agresión en las historias (Hodges y Steele, 2000; Hodges y otros, 2003b).
Un año después, los datos revelaron una disminución de los indicadores de evitación y un
aumento de los indicadores de seguridad entre aquellos que habían sufrido maltrato y
posteriormente habían sido adoptados (Hodges y Steele, 2000; Hodges y otros, 2003b),
cambios que se reafirmaron en una tercera evaluación (Hodges y otros, 2005).
Por nuestra parte, como luego describiremos, hemos incluido la evaluación de los
modelos internos de apego en un estudio más amplio sobre apego y competencia social en una
investigación que incluye, entre otros, a niños y niñas adoptados.
4. EVALUACIÓN DE LOS MODELOS INTERNOS DE APEGO
El estudio de los modelos internos ha sido muy importante para la teoría del apego y ha
permitido la exploración de las representaciones mentales relacionadas con la vinculación
afectiva. Sin embargo, como apuntábamos anteriormente, el estudio del apego en adoptados
se ha basado fundamentalmente en técnicas clásicas de evaluación a través de la observación
de las conductas de apego, sin prestar especial atención a las representaciones mentales. Otra
de las limitaciones de las investigaciones basadas en la metodología clásica es que el apego
en niños y niñas en edad escolar -donde el estudio de los componentes cognitivos frente a los
conductuales adquiere una mayor relevancia- ha sido mucho menos explorado.
Las técnicas tradicionales de evaluación del apego suelen clasificar al niño o niña
evaluado en una categoría específica (generalmente, seguro, ambivalente, evitativo o
desorganizado), o bien, si se trata de medidas continuas (como el Q-sort), aportan una
puntuación concreta, habitualmente de seguridad. Las nuevas tendencias dentro de la
metodología del apego nos aportan técnicas complementarias a las anteriores, como la
evaluación a través de historias incompletas, que, como veremos a continuación, permiten
profundizar en los modelos internos de apego y obtener una visión muy completa de los
elementos que componen su organización.
Quizá la metodología más ampliamente utilizada para evaluar los modelos internos de
apego en niños y niñas ha sido la evaluación a través de historias incompletas (Story stem). La
validez de esta técnica ha sido avalada por numerosos estudios (por ejemplo, Bretherton y
otros, 1990) y resulta útil para la investigación y para la práctica clínica (Bretherton y
Oppenheim, 2003). Esta metodología se usa con niños y niñas de edades generalmente
comprendidas entre los 3 y los 8 años.
“Víctor”, de origen ruso, fue adoptado por una familia española cuando
tenía 3 años. En el momento de la evaluación a través de las historias
incompletas (SSAP) el niño tenía 7 años. Hasta su adopción, Víctor vivió en
una institución rusa. A continuación se exponen dos de las historias extraídas
de su evaluación.
Víctor coge al muñeco que representa al padre, lo dirige a la puerta, pregunta quién es
y abre. El muñeco protagonista contesta “Soy yo, tu hijo” y entra en el salón diciendo “¡Mira,
papá!, ¡mira qué dibujo tan bonito!”. Víctor sienta al padre junto al niño en el sofá con los
demás y el protagonista dice “Hola, hermanito”. Después, el muñeco protagonista se dirige a la
madre y le dice “Mamá, tengo una sorpresa para ti”. La madre encuentra el dibujo y exclama
“¡Anda! ¡qué dibujo tan bonito!, ¿esto lo has hecho tú?”. El niño responde “Sí, en el cole”. La
madre propone “¡Pues vamos a celebrarlo en el bar que tú quieras!”. El niño contesta “¡Bien!,
¿podemos ir al restaurante japonés?”. La madre le responde que sí, dejan el dibujo en la casa
y se van al restaurante. Víctor lleva aparte a la familia y simula que están en un restaurante. Allí
el protagonista empieza a elegir la comida que más le gusta. Cuando terminan de cenar, Víctor
lleva a la familia de vuelta a casa, los acuesta a todos juntos y coloca el dibujo encima del
protagonista.
“BICIS”
La entrevistadora le cuenta a Víctor que en esta historia está toda la familia en el salón;
entonces llaman a la puerta y es un amigo del niño que le propone ir a jugar con sus bicis. El
protagonista le pregunta a la madre, y ésta le dice que puede ir a jugar con la bici, pero que tenga
cuidado. Los niños se montan en las bicis y van muy rápido, hasta que el protagonista se cae al
suelo. Se le propone al niño que continúe la historia.
A través del muñeco que representa al amigo, el niño pregunta al protagonista “¿Estás
bien?”, a lo que el otro niño responde: “Sí, sólo me he hecho una herida. Vamos a casa para
que me la cure mi madre”. Víctor lleva a los niños a la casa y el protagonista explica
dirigiéndose a su madre “Hola mamá, es que me he hecho una herida por lo rápido que iba con
la bici, ¿me la curas?”. La madre le contesta “Vale”. Víctor simula que la madre está curando al
protagonista, mientras éste se queja “¡Uy! ¡me escuece, me escuece!”. Al finalizar, su madre le
indica “Ya está, pero no vayas tan rápido”, y el niño le responde: “Vale”. Víctor dirige al
protagonista hacia su amigo y le dice: “Vamos”, y lleva a los dos niños fuera de la casa donde
de nuevo empiezan a jugar con las bicis. Cuando terminan de jugar entran en la casa y la
familia invita al amigo a quedarse a dormir, porque su madre estaba fuera.
El resto de las narrativas de Víctor tienen muchos elementos en común con las dos
resumidas. En ellas, las figuras parentales aparecen como fuentes de protección, de afecto y
de confort, que responden de forma adecuada a las necesidades del personaje infantil. Se trata
de adultos atentos y sensibles al niño. En la historia del dibujo, por ejemplo, la madre elogia y
celebra el trabajo realizado por el protagonista y en la historia de las bicis le ayuda curando su
herida. Las representaciones de las figuras adultas y de las figuras infantiles son positivas,
presentando numerosos indicadores de seguridad en el apego. En las narrativas, la figura
infantil busca la protección y el confort de los adultos cuando los necesita, y confía en la
respuesta que va a recibir por parte de ellos. El personaje infantil aparece como digno de
cariño y protección.
Por otra parte, la disciplina está presente en las narrativas de Víctor, de forma que las
figuras adultas establecen límites, como podemos apreciar en la historia de las bicis cuando la
madre le dice al protagonista “Ya está, pero no vayas tan rápido”. También son frecuentes en
las narraciones de Víctor las escenas agradables de la vida doméstica, por ejemplo, cuando en
la historia del dibujo van a celebrarlo a un restaurante o cuando en la historia de las bicis
invitan al amigo a que se quede a dormir en la casa. No aparecen elementos de agresión en
las narraciones elaboradas por Víctor.
De forma global, podemos concluir que las narrativas de Víctor nos muestran que sus
representaciones mentales están caracterizadas por la seguridad, el afecto y la protección por
parte de las figuras parentales, evidenciando una clara confianza hacia el mundo de los adultos
y también hacia sí mismo.
“Natasha” es una niña de origen ruso que fue adoptada por una familia
española a los 5 años. Natasha permaneció en una institución rusa hasta su
adopción. En el momento de la evaluación a través de historias incompletas
(SSAP) la niña llevaba 9 meses en su familia adoptiva. A continuación se
exponen dos de las historias extraídas de su evaluación.
Natasha lleva a la protagonista hasta el salón y le enseña el dibujo uno por uno a toda
la familia diciendo “¡Mira qué dibujo más precioso he hecho!”. A continuación, Natasha coge al
padre y lo pone detrás del lateral de la casa explicando “Ahora su papá no estaba en la casa,
se perdió”. Coge a la madre y la lleva junto al padre, detrás del lateral de la casa y dice “Y la
mamá tampoco estaba”. Natasha coge a la muñeca protagonista y la coloca en el lateral
opuesto de la casa y después hace lo mismo con la hermana, colocándola al lado de la
protagonista y explica “Y ya no había nadie en casa”. Finalmente, deja a los padres detrás del
lateral de la casa, coloca a las dos niñas en el sofá y dice que están viendo la televisión.
Natasha termina la historia sin que nadie haga referencia al dibujo de la protagonista.
Como puede apreciarse, las narrativas de la niña muestran a las figuras parentales
como fuentes de desprotección e insatisfacción ante sus necesidades. Sus representaciones
mentales ponen de manifiesto una clara inseguridad respecto al mundo de los adultos y a las
relaciones con ellos. En la elaboración de sus historias, Natasha muestra unos padres
insensibles que ignoran e incluso rechazan y agreden al personaje infantil. Por ejemplo, en la
historia del dibujo del colegio (que está diseñada para generar una representación positiva de
los padres y en la que se espera que muestren afecto o elogien el dibujo) Natasha muestra
cómo los padres desaparecen de casa cuando la niña llega a mostrarles el dibujo.
Paralelamente, la representación mental de la figura infantil aparece como indigna de cariño
(los adultos ignoran su trabajo y le agraden) e incapaz de resolver la situación (no consigue
llamar la atención de los adultos hacia su dibujo, ni puede evitar la agresión en la historia del
baño), mostrando inseguridad hacia sí misma. Las representaciones de las figuras adultas y de
las infantiles en general son muy negativas.
Por otra parte, algunas narrativas, como la de la estantería del cuarto de baño, incluyen
una agresión extrema de los adultos hacia las figuras infantiles, y también contienen ejemplos
de fantasías catastróficas e historias que muestran una progresiva escalada de violencia que
generalmente acaban sin resolución. Otro contenido frecuente en las narrativas de Natasha es
“lanzar” a los personajes por los aires o tirarlos al suelo, como ocurre en la historia de la
estantería del cuarto de baño. Además, las narrativas no muestran escenas agradables de la
vida cotidiana familiar cuando los padres están presentes, aunque la relación de la protagonista
con la otra figura infantil (su hermana) sí parece positiva, como muestra, por ejemplo, la escena
del baño en la que aparece la protagonista curando a su hermana, o cuando ésta “desaparece”
con la protagonista en la historia del dibujo.
De forma global, las narrativas nos muestran que Natasha no ha sido capaz todavía de
interiorizar representaciones mentales de protección, afecto o confort por parte de las figuras
parentales, a las que percibe como rechazadoras y agresivas. Sus narraciones presentan
numerosos indicadores de inseguridad y desconfianza hacia los adultos y hacia sí misma. De
acuerdo con las investigaciones previas (Hodges y otros, 2005), es esperable que con el paso
del tiempo se produzca en la niña un aumento de los indicadores de seguridad, aunque ya
sabemos que es también esperable una cierta resistencia al cambio de los indicadores de
inseguridad y desorganización.
6. IMPLICACIONES PRÁCTICAS
En relación con la preparación para la adopción, entre los objetivos habituales de los
diversos programas de formación (por ejemplo, el desarrollado por Palacios, Sánchez-
Sandoval, León, Amorós, Fuentes y Fuertes, 2006) están asegurarse de que las expectativas
de los adoptantes sean lo más realistas posibles, familiarizarles con los tipos de problemas
más frecuentes entre quienes van a ser adoptados, prepararles para responder a sus diversas
necesidades de manera satisfactoria y ayudarles a desarrollar conductas positivas en la
relación con sus futuros hijos o hijas. Parece obvio que respecto a todos esos objetivos, los
modelos internos de apego de quienes van a ser adoptados deban ser tomados en
consideración. Quienes desean adoptar pero todavía no han empezado a profundizar en la
temática, pueden a veces tener la ingenua expectativa de que el pasado del niño o la niña
desaparecerá como por ensalmo una vez que traspase el umbral de su nuevo hogar y se
encuentre rodeado de cuidados y cariño. O pueden interpretar como desagradecimiento
incomprensible la tendencia del niño o la niña a aislarse o su dificultad para expresar afecto o
alegría a pesar de todo lo que se está haciendo por él o ella. O, sin elementos para calibrar su
significado para quien la recibe, usar la amenaza de retirada de cariño como una estratagema
educativa, sin ser conscientes del impacto que en un niño o una niña con antecedentes de
abandono puede tener. O esperar que en poco tiempo se produzcan cambios extraordinarios.
Si estas son sus expectativas, la realidad se encargará pronto de ponerlas en cuestión, con el
riesgo de la desilusión o la desesperanza que de poca ayuda les servirán. La temática de los
modelos internos de apego con que los niños y niñas inevitablemente llegan, de que son como
las gafas con las que sus futuros hijos e hijas verán la realidad de las relaciones al llegar, de su
resistencia al cambio, del tipo de conductas que pueden facilitar su mejora y transformación,
debería, pues, formar parte de los contenidos a trabajar con los adoptantes de cara a su
preparación para la adopción.
En relación con la fase de integración, es decir, los primeros meses tras la llegada del
niño o la niña a su familia, parece claro que una parte del trabajo de cara a facilitar que las
cosas se desarrollen lo mejor posible hay que hacerlo en la fase de preparación recién
comentada. Pero será probablemente en los seguimientos después de la adopción cuando de
forma ya más personalizada se pueda ayudar a los adoptantes a entender ciertos
comportamientos del niño o la niña, así como a analizar con ellos cuáles pueden ser las
estrategias educativas más útiles para ir poco a poco desmontando (des-confirmando) los
modelos internos de apego con los que los adoptados han estado acostumbrados a funcionar,
así como para ir –también poco a poco- dando lugar a modelos nuevos, más seguros y
positivos. Sin olvidar que se trata de un cambio seguramente muy gradual y probablemente no
lineal, sino con avances y retrocesos.
Si los problemas persisten, es probable que acaben llegando a los servicios post-
adopción, en los que los casos más sencillos probablemente puedan resolverse con
asesoramiento y orientación a los adoptantes, mientras que los casos más complejos pueden
requerir alguna actividad terapéutica con el adoptado, con los adoptantes o, más
probablemente, con el sistema familiar en su conjunto. Schofield y Beek (2006), por ejemplo,
proponen una serie de recomendaciones muy útiles para los profesionales a la hora de trabajar
en la mejora de las relaciones de apego.
Pero la temática de los modelos internos de apego puede ser útil para los profesionales
de la adopción no sólo en el trabajo de formación y apoyo, sino también en su labor de
diagnóstico, tanto si se trata de actividades profesionales en torno a los adoptantes, como en
relación con los adoptados.
Por lo que al trabajo post-adopción se refiere, sería muy deseable que la valoración de
los modelos internos de apego, tanto de los adultos como de los niños y niñas, formara parte
de la caja de herramientas profesional de quienes vayan a estar en posición de tener que
valorar el tipo de relaciones y contenidos de que nos hemos ocupado en este capítulo. Como
hemos tratado de mostrar en las páginas anteriores, sólo conociendo los distintos elementos
que componen esos modelos internos es posible hacerse una idea completa de las
necesidades emocionales de niños y niñas en los que la historia pasada puede haber dejado la
huella de la desconfianza, la desorganización, las percepciones distorsionadas y las imágenes
negativas referidas tanto a ellos mismos como a quienes con ellos más íntimamente se
relacionan. Poder asomarse a ese complejo mundo y desmenuzarlo situará al profesional en
una posición mucho más favorable para comprenderlo y, en los casos necesarios, tratar de
transformarlo.
7. AGRADECIMIENTOS
Los autores están muy agradecidos a J. Hodges y a su equipo (Anna Freud Centre y
Great Ormond Street Hospital for Children, Londres) por el entrenamiento recibido en la
codificación e interpretación de la evaluación a través de historias incompletas SSAP.
8. VOCABULARIO TÉCNICO
Modelos internos de apego (internal working models). Este concepto hace referencia
a las representaciones mentales sobre uno mismo, sobre los demás y sobre las relaciones
interpersonales construidas en función de las experiencias de vinculación y las emociones
asociadas a esas experiencias.
http://www.upcomillas.es/centros/familia/cent_rtai.aspx
http://www.annafreudcentre.org
http://www.psychology.sunysb.edu/attachment/measures/measures_index.html
http://www.psych.uiuc.edu/~rcfraley/links.htm
http://www.infantinstitute.org/training.htm
http://www.childandfamilytraining.org.uk/attachmentstyleint.html
10. BIBLIOGRAFÍA