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1 – La situación filosófica
El positivismo solo reconoce entes que suministra la experiencia sensible, es decir, reduce todo ser
o toda verdad a los hechos naturales; por eso es “naturalismo”. Este desemboca en el
psicologismo que es la asimilación del a lógica y de la teoría del conocimiento a la psicología.
Husserl reacciona contra toda forma de naturalismo y psicologismo, contra toda forma de
reduccionismo, contra toda ilícita asimilación de algo a una esfera a la que no le pertenece.
La filosofía desde sus comienzos ha aspirado a constituirse como saber riguroso y objetivamente
válido. El hecho de que no pueda constituirse como ciencia estricta significa que todavía no es
ciencia, para que se convierta en ciencia tiene que existir un contenido doctrinario teórico
objetivamente fundado, entonces hay ciencia cuando hay conocimientos que valen objetivamente
y puedan ser mostrados como tales, validos universalmente. Es por este motivo, siendo que la
filosofía carece de algunos de estos aspectos, que es necesaria una reforma a partir de una
fundamentación para convertirse así en una ciencia estricta.
Husserl realizando un paralelismo con Descartes, evidencia la necesidad de ir hacia la raíz de las
cosas. Para que la reforma sea exitosa deberá eliminarse el contenido doctrinal de la filosofía
cartesiana y llegar a la radicalidad; llegar a ese objetivo será mediante la fenomenología, filosofía
de Husserl.
Psicologismo
Teoría filosófica que cree posible comprender los distintas ámbitos de objetividad (conocimiento,
moral, estética,...) a partir de la comprensión de los mecanismos, procesos o hechos psicológicos
que están presentes en nuestra mente cuando experimentamos dichos ámbitos. El empirismo
inglés, particularmente Hume, da explicaciones claramente psicologistas.
El psicologismo sostenía que los principios lógicos eran leyes psicológicas, leyes referentes al
comportamiento del sujeto psíquico en su actividad de pensar.
Esto es insostenible, puesto que las leyes psicológicas, como asociaciones de ideas son vagas y
establecidas empíricamente por inducción, son meras probabilidades, por ende no pueden
compararse con las leyes lógicas, que son absolutamente exactas y a priori. De aquí surge una
contradicción (principio de contradicción); el enfoque psicologista, sostiene de éste que, no puede
darse a la vez actos que afirmen lo contrario el uno del otro. Por eso el psicologismo se podría
considerar como un relativismo, puesto que sostiene que todo conocimiento y los principios y
leyes lógicos dependen de la organización específica del hombre. Según el relativismo, un mismo
contenido de un juicio puede ser verdadero para un sujeto, pero falso para otro; pero no puede ser
verdadero o falso a la vez. Por ende, el relativismo se reduce a alterar el sentido de la palabra
verdad, en el sentido en que la definen los principios lógicos y en que todos nosotros la
entendemos cuando hablamos de ella. Pero a la vez, la teoría del relativismo se anula a sí misma,
ya que, toda teoría implica la posibilidad de distinguir la verdad de la falsedad y una de las
condiciones principales de una teoría es el principio de contradicción; así éste desemboca en un
escepticismo.
Por otro lado tampoco Descartes cumplió con el objetivo de convertir a la filosofía en una ciencia
rigurosa, ya que parte del supuesto según el cual el modelo para la filosofía debe ser la
matemática y su método deductivo.
En uno y otro caso se ha partido como supuesto de alguna ciencia dad, la ciencia natural o la
matemática respectivamente. Ninguna de estas dos ciencias puede servir de modelo a la filosofía,
puesto que estas son imperfectas e incompletas (debido a la infinidad de problemas, a su
contenido elaborado deficientemente con oscuridades y ambigüedades). Husserl sostiene además
que toda ciencia se apoya en supuestos lo cual significa que carece de fundamento absoluto, y
toda construcción sobre ella será frágil.
6- La idea de ciencia
En el empeño de Husserl para convertir a la filosofía en ciencia, no partirá de ninguna ciencia dada
ni tampoco del hecho de las ciencias. Tomará como punto de partida la “pretensión” de aquello
que considera le da vida a toda ciencia, la idea, del ideal que toda ciencia aspira; es decir parte
de la esencia de la genuina ciencia, a partir de una fundamentación absoluta.
a) Fundamentación: La ciencia no puede estar constituida por opiniones sino por el saber que
esté fundamentado, donde cada afirmación vaya acompañada por una justificación; la
ciencia será un saber del que en cada caso pueda darse razón. Un conocimiento estará
fundado cuando se tenga la seguridad de que las cosas son tales como se afirman y que
esa fundamentación esté al alcance de todos. Toda fundamentación remite y tiene por
meta a la evidencia (es evidencia cuando el objeto se muestra tal como es). Si la filosofía
fuese ciencia radical, ciencia primera tendrá que constituirse como saber absolutamente
fundado y justificado: deberá constituirse como fundamentación primera o radical.
La radicalidad a la que aspira la filosofía significa una fundamentación absoluta, esto es que se
baste a si misma que no dependa de ninguna otra y sea a la vez la base para todas las demás.
Para ello la filosofía deberá eliminar todos los supuestos y su principio fundamental será el
principio de la “falta” de los mismos.
Husserl se propone ir “a las cosas mismas” a lo dado en cuanto tal, es decir a los fenómenos.
Pretende atenerse a lo que la experiencia muestre. El conocimiento de la cosa misma se presenta
bajo la intuición, de manera entonces que lo que se está diciendo se denominaría según Husserl el
principio de todos los principios.
Toda intuición representa una fuente válida de conocimiento y es la fuente última; ya sea la
manera en que se nos presente, real, ideal o imaginario, siempre y cuando nos ajustemos a lo que
se da y como se da (Ej., el centauro, en su carácter fantástico).
8- Explicación y descripción.
La explicación consiste en hacer comprensible lo singular por la ley general. Pasar de lo dado del
fenómeno mismo a lo que no está dado, algo que no es un fenómeno mismo. La explicación
reposa en supuestos, algo que no está directamente dado. Por lo tanto no podríamos considerar a
ésta como método de la fenomenología. La intuición por su parte si sería un método, ya que nos
pone en contacto directo con la cosa misma. El método consistirá en la pulcra descripción de lo
dado.
9- Hechos y esencias.
Hecho = ente sensible (siempre algo individual, temporal, espacial, alterable, contingente) su
modo de ser es el de ser real. El conocimiento de los hechos o empírico, será por tanto
contingente. El método de la filosofía no puede ser el de la descripción empírica (solo da
enumeración de datos ocasionales, contingentes, sin validez). Para que la descripción se
transforme en un verdadero método para la filosofía, requiere de lo esencial (Eidos).
La esencia es para Husserl algo perfectamente objetivo pero no real, no sensible, sino ideal o
irreal. Las esencias son meras posibilidades ideales, sentidos significaciones. Constituye el ser
mismo de los entes. Es lo que hace que cada objeto sea lo que es y no otra cosa, lo que tiene que
darse en el hecho para que puedan darse otros caracteres (si alguno de los caracteres se suprime,
se suprimiría al objeto mismo). Los caracteres de las esencias son opuestos a los de los hechos
(universales, intemporales, inespaciales, inalterables y necesarios)
Hasta ahora podríamos concluir en que la Filosofía debería ser una ciencia eidética descriptiva.
Tanto los hechos como las esencias (eidos) son entidades separadas, aunque estén enlazadas; la
fenomenología, se propuso (en una primera instancia) mostrar cómo ambos factores puedan
separarse el uno del otro, cómo es posible metódicamente desprenderlos y así intuir la esencia en
su pureza. Este procedimiento conduce a la reducción eidética. Para Husserl reducir es dejar algo
de lado, desinteresarse de ello; que en este caso sería lo fáctico, todo lo propio a los hechos en
cuanto tal (epojé –suspensión/pausa/paralizar), para que sólo quede lo esencial, lo eidético.
a) Se debe poner “entre paréntesis” todo factor subjetivo que el investigador pudiera
proyectar sobre ello. Esto implica que el fenomenólogo debe atenerse a las cosas mismas y
no a los agregados subjetivos de las percepciones, es decir, debe actuar objetivamente.
b) Se debe dejar de lado todo factor teorético, porque lo dado no es la teoría sino los
hechos mismos cuya esencia se pretende desentrañar.
c) Y por tanto, también, se debe dejar de lado lo que la tradición o la historia hayan
enseñado sobre la cuestión.
Pero esto tampoco basta, también es necesario, dejar de lado lo accidental, es decir lo
propiamente fáctico.
El procedimiento, que permite llegar a la esencia, es el método de Variaciones Libres. Que consiste
en variar libremente los caracteres de un objeto (real o imaginario) del cual se pretende intuir la
esencia, hasta el punto en que cierto carácter no se pueda variar, ya que si lo hiciera el objeto
desaparecería, entonces estaríamos en presencia del carácter esencial del objeto. Por ello, se
puede decir que la esencia se delata en la invariante que se mantiene a través de todas las
variaciones.
Las ciencias fácticas o empíricas se ocupan de hechos (ciencias de la naturaleza como la física, la
biología, la psicología empírica; o ciencias del espíritu como la historia, la sociología, etc.), las
cuales se fundamentan en el acto de la observación o experimentación. Mientras que las eidéticas
tienen por tema las esencias (lógica pura, matemática pura, etc.), y su fundamentación se
encuentra en la intuición de la esencia.
Ambas ciencias poseen una relación de dependencia unilateral: las ciencias fácticas dependen de
las eidéticas, pero estas son autónomas; esto es así, puesto que todo hecho implica una esencia y
toda verdad referente a ella constituye una ley para el mismo. La esencia es una condición
necesaria para la racionalidad de la ciencia fáctica, ya que, de esta condición depende la
orientación de cada ciencia.
Es necesario, por consiguiente, distinguir, como fundamento de las ciencias fácticas una serie de
ontología regionales: de la naturaleza (materia, animal…) y del espíritu (de la persona, sociología
racional…); pero éstas están dominadas por esencias (objeto, unidad, pluralidad, igualdad,
relación, orden…) que lo abarcan todo, que a la vez, son parte de la ontología formal.
En conclusión, podría suponerse que la fenomenología habría de identificarse con la ontología tal
como se la caracterizó; la fenomenología, sería la ciencia eidética de las esencias formales y
regionales, sistemáticamente ordenadas y descritas.
Actitud natural
Husserl ha denominado así a la actitud que consiste en aceptar como existente al mundo común
en el que vivimos, formado por cosas, bienes, valores, ideales, personas, etc., tal como se nos
ofrece. De esta actitud pretende salir la filosofía fenomenológica, mediante una duda radical, que
consiste en suspender la acción natural, o sea, en vetar todo juicio acerca de la existencia del
mundo y todo lo que hay en él. Sólo esta nueva acción sería el punto de partida de la
investigación filosófica.
Hasta este momento, no se ha alcanzado la radicalidad requerida, para que la filosofía esté exenta
de supuestos; esto es así, puesto que la ontología se mueve –como lo denomina Husserl- en el
nivel de la “actitud natural” o mundana. Ésta hace referencia, a una posición cotidiana, en la que
el mundo está ahí y el sujeto puede percibirlo, representarlo, juzgarlo, sentirlo; mundo que no es
sólo de cosas, sino también de bienes y valores. Mundo al cual está referido el cogito (Descartes),
todas las formas de pensamiento. Esta actitud será superada por la actitud fenomenológica.
Hace un paralelismo entre lo fenoménico y los nouménico de Kant. La actitud natural sería lo
nouménico, que será superada por la actitud fenoménica.
La desconexión como premisa de esta nueva actitud debe dejar al final a la conciencia pura como
un residuo trascendental, que no se ve afectado sino más bien constituido por y para la
desconexión fenomenológica. A partir de este residuo, libre de todo contenido predicativo a priori,
la conciencia queda expuesta en su disposición trascendental, como una nueva región sui generis
del ser, definida por la ideación o intuición de las esencias. La epojé actúa como una sucesión de
esferas de reducción fenomenológica, hasta el logro de una conciencia pura de carácter
trascendental. La fenomenología empieza su camino como método de pensamiento a partir de la
puesta entre paréntesis de los resultados de la actitud natural, es decir, de todo contenido
asociado a vivencias intencionales. Dichos contenidos deben ser desconectados, abstraídos de la
esfera de la conciencia, para que ella pueda ser reconstituida desde la posición trascendental. La
reducción busca desconectar los prejuicios para permitir el despliegue de las esencias, de los
residuos eidéticos que constituyen los elementos propios de la conciencia pura.
La reducción fenomenológica debe operar sobre los contenidos de la realidad según estos resultan
de la actitud natural, pero el yo no puede ser desprendido a priori de esa realidad, sino es
precisamente como resultado radical de la epojé. El yo sólo inicia su reconstitución trascendental
cuando la reducción fenomenológica lo ha llevado a él mismo al interior del paréntesis y lo ha
desconectado de todo contenido vinculado con los resultados de la actitud natural. El yo debe
desprenderse de sí mismo e iniciar su constitución eidética para llevar desde sí ese proceso a la
propia realidad. La elaboración trascendental de la realidad, es decir, el campo de experiencia en
que las esencias se hacen finalmente inteligibles, debe partir inevitablemente por la constitución
trascendental del yo. La conciencia pura como residuo fenomenológico es el espacio cognitivo
donde la constitución trascendental de la realidad se vuelve visible. "Lo que permanece luego de
la reducción son los contenidos de los fenómenos y el lugar donde ellos aparecen: el yo
trascendental, no empírico, el sujeto puro del conocimiento, receptor de los fenómenos, algo que
no posee ninguna de las propiedades comúnmente atribuidas a los sujetos psicológicos, y que
mantiene, sin embargo, una relación intencional con el objeto.”
La intencionalidad como principio, como forma pura, es el único contenido que queda como
residuo último para la reconstitución de la conciencia trascendental. La intencionalidad es el
horizonte hacia el cual se dirige la vivencia y el que hace posible que las esencias efectúen el paso
de lo contingente a lo trascendental. La vivencia es el campo desde donde el yo empírico se
proyecta hacia el yo puro. La desconexión fenomenológica es -a pesar de su naturaleza residual-,
una vivencia y por tanto no puede obviar que toda constitución trascendental de la realidad y de
la propia conciencia, pasa necesariamente por las condiciones que definen su singularidad en
cuanto proceso.
La epojé fenomenológica es un instrumento metódico para poner fuera de juego la actitud natural
(cierra todo juicio sobre existencias entre espacio y tiempo). La epojé ofrece la conciencia pura o
trascendental como residuo fenomenológico, y que puede constituir el campo de la nueva ciencia
fenomenológica. Mediante el proceso reductivo, obtenemos la conciencia absoluta independiente
del mundo, que queda convertido en el correlato intencional de dicha conciencia, que supone la
distinción entre el ser entendido como vivencia de una conciencia intencional y el ser como cosa
propio de la actitud natural. La intencionalidad, da sentido al objeto, produciéndolo en la
actualidad de la vivencia.
El ser de la conciencia es absoluto, en el sentido que no necesita de otra cosa para existir, y el
mundo está necesariamente referido a la conciencia. Esto constituye el ámbito de las evidencias
primeras. El mundo por tanto presupone la conciencia absoluta como campo del dar sentido; si
descartamos todo lo que tiene sentido quedamos en presencia de aquello por lo cual todo toma
sentido, la conciencia pura o trascendental.
La intencionalidad o la conciencia consiste entonces en algo así como una mirada que irradia el yo
puro y se dirige al objeto que es el respectivo correlato de la conciencia. Husserl establece la
utilización de dos términos: noesis (acto) y nóema (objeto). Son componentes inseparables porque
ninguno puede darse sin el otro, pero la investigación los distingue ya que para el estudio de la
subjetividad trascendental, es necesario ir hacia dos direcciones: a) Noética b) Noemática.
El nóema no es sin embargo lo mismo que el objeto, sino que es propiamente el sentido. Mientras
que noesis es el acto de dar sentido. Un mismo objeto puede aceptar varias noesis y esto
equivale que para un mismo objeto es posible diversos nóemas.
Sin olvidar que el terreno en el que nos movemos es el de lo dado en la vivencia en cuanto dado y
que estamos operando en actitud fenomenológica, Husserl se hace una pregunta capital en Ideas
I a partir del ejemplo de la percepción: ¿qué es “lo percibido en cuanto tal”? Responder a esta
pregunta es «describir la percepción en su sentido noemático», describir el nóema de la
percepción. Por consiguiente, el nóema hace referencia al objeto en el cómo de su darse.
Utilizando un ejemplo que se ha hecho famoso, cuando percibimos un árbol, en la percepción
reducida (la vivencia fenomenológicamente pura) encontramos, como imborrablemente inherente
a su esencia, lo percibido en cuanto tal, expresable como “cosa material”, “planta”, “árbol”, “en
flor”, etc. Las comillas son patentemente importantes: expresan aquel cambio de signo, la radical
modificación respectiva del significado de las palabras. El árbol pura y simplemente la cosa de la
naturaleza, es todo menos esto percibido, el árbol en cuanto tal, que es inherente como sentido
perceptivo a la percepción, y lo es inseparablemente. El árbol pura y simplemente puede arder,
descomponerse en sus elementos químicos, etc. Pero el sentido —el sentido de esta
percepción, algo necesariamente inherente a su esencia— no puede arder, no tiene elementos
químicos, ni fuerzas, ni propiedades reales en sentido estricto. El nóema hace referencia a
este cómo del darse del objeto mientras que la noesis apunta al acto mismo de la conciencia de
referirse el objeto. Así el nóema de un acto perceptivo y el nóema de un acto de recuerdo son,
según Husserl, cualitativamente diferentes.
Cada tipo de objeto tiene su especial modo de ofrecerse a la conciencia (constitución), por eso es
necesaria atenernos sólo a los que se nos da, tal como se nos da en la intuición. Ocurre entonces,
que la cosa no se percibe siempre de la misma manera. Esto es producto de que cada cosa se da
en diversos modos de aparecer; es decir cada percepción que tenemos de la cosa es diferente de
las anteriores, ya que, ella se ofrece (representa) diferente en cada percepción; a esto se lo llama
inadecuación. Esta que se refiere a una característica esencial de la cosa misma, porque ésta es
así, es una unidad intencional de esos modos de aparecer.
Esta característica de la cosa, ha sido tema de debate para la filosofía, muchos consideraban que
esos modos de aparecer eran simples “apariencias”, y que no constituían la cosa “verdadera”.
Esto es lo que va criticar la fenomenología, que sostiene que el fenómeno es lo que se muestra tal
como es en sí mismo. Husserl afirma que la cosa material, tal como se presenta, es intuible y
determinable en cuanto es algo idéntico de multiplicidades motivadas de apariencias. Pero ésta no
posee el carácter de un ser absoluto (esencia), puesto que, está constituida de muchos aspectos.
Por ende, la cosa material es contingente, es decir nunca es requerida como necesaria.
En cambio, el ser de las vivencias, ya que, parte de la conciencia, será indubitable y absoluto. Por
eso de las vivencias se puede llegar a afirmar la existencia de uno mismo, como conciencia, como
sujeto (cogito cartesiano)
17- Conclusión.
Al buscar un saber absolutamente fundado, se mostró que todo conocimiento fáctico (de hecho)
logra su justificación en el conocimiento eidético. Pero éste tampoco logra su fundamentación si
no se llega a su origen trascendental, porque como lo hizo patente la reducción fenomenológica,
las esencias se fundan en la conciencia, con la cual el mundo muestra su verdadero aspecto (es de
ser el fenómeno del mundo) a la conciencia. Y el mundo, a la vez, es el correlato de la
subjetividad trascendental (la totalidad de sentido mentada en el sistema de intencionalidades de
la conciencia).
Husserl, entonces, considera que se llegará a realizar en toda su plenitud la idea de la filosofía
como ciencia rigurosa, solamente si se realiza un estudio de la constitución de todas las regiones
del mundo (naturaleza materia, naturaleza animal, mundo espiritual) y así determinar la
constitución de cada especie de entes; llegando a convertirse en conocimiento intuitivo evidente
aquel sistema de intencionalidades. De este modo, la fenomenología trascendental, desarrollada
plena y sistemáticamente, sería la verdadera y auténtica ontología universal.
Con la enojé (reducción) fenomenológica, pareció que el mundo se había perdido, pero por el
contrario, se logró mostrarlo bajo la verdadera luz, la de la subjetividad constituyente. La tarea
primordial de la fenomenología, fue la de recobrar el sentido del mundo en toda su riqueza,
reconquistar su ser; resultando plenamente reconstituido y racionalizado (su sentido se volvió
evidente).
Estas investigaciones constitutivas son las que clarifican el sentido que el mundo ya tiene. Estos
junto con la fenomenología permiten que la subjetividad se libere de esa cautividad y alienación
en el mundo (la ciencia positiva y el hombre se encuentran perdidos en el mundo), porque
mediante ellos se muestra cómo la subjetividad misma es “dadora de sentido”, y que el mundo es
el correlato de sus operaciones (el sistema de sus nóemas). Así la subjetividad, que estaba
ignorada, se recobra y revela así misma.
EPILOGO
Husserl llama crisis de las ciencias europea al hecho de que la ciencia está dominada por la idea
positivista de saber, y por esta razón se la redujo a ciencia de hechos. Luego del positivismo, al
perderse la unidad entre vida y filosofía (ciencia), la ciencia ha perdido su significación para la
existencia y se ha desintegrado como los mismos hombres (ciencias de hecho, producen hombres
de hechos).
Husserl se propone entonces reivindicar el ideal que ha anhelado toda autentica filosofía, es decir
como verdadera ciencia universal y racional.
19- El objetivismo.
La filosofía moderna (a la que Husserl se dedica) manifiesta su sentido como lucha entre el
objetivismo y el trascendentalismo. El objetivismo tuvo sus méritos, pero se le puede discutir el
creer que el ser objeto constituye el mundo en sí; pues el objetivismo olvida que la ciencia y sus
objetos surgen y toman sentido del “mundo de la vida”, y que la presunta autonomía de la ciencia
es sólo un supuesto.
Husserl retoma el trascendentalismo (de Descartes), pero como subjetividad absoluta (la que se
objetiva a sí misma). De esta manera se habría alcanzado la forma final de la filosofía
trascendental, en cuanto fenomenología. La reducción fenomenológica o trascendental ha puesto
fuera de juego el mundo y lo que transformado en mero fenómeno trascendental, correlato de un
observador desinteresado.
Esta actitud fenomenológica (epojé) opera sobre la trasformación personal, que a la vez, encierra
la significación de la mayor transformación existencial propuesta a la humanidad en tanto
humanidad.