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Primer Congreso

Internacional: Mujeres,
Literatura y Arte
(Memorias)

28, 29 y 30 de Marzo de 2012

Puebla, Pue.
PRIMER CONGRESO INTERNACIONAL:
MUJERES, LITERATURA Y ARTE 28, 29 Y 30 DE MARZO DE 2012, PUEBLA, MÉXICO

Cruces de tiempo y de mundos en dos relatos de Elena Garro

Iraís Rivera George

Soy el que pese a tan ilustres modos de errar, no ha descifrado el laberinto


singular y plural, arduo y distinto, del tiempo, que es de uno y es de todos.

Jorge Luis Borges

El tiempo es la medida que rige nuestras vidas a través de los segundos, minutos,
horas, días, semanas… Por otro lado, el tiempo reina nuestras vivencias y la
manera como percibimos lo vivido en el pasado, presente y lo que viviremos en el
futuro. Pero, ¿qué sucedería si nuestro presente y pasado tuvieran una relación de
simultaneidad? Científicamente eso sería imposible, pero el discurso todo lo
puede; pues logra crear y deshacer a través de las palabras.

Este breve ensayo busca comparar y analizar dos cuentos de la obra de


Elena Garro, cuyas historias se desarrollan en tiempos distantes y que terminan
en un cruce de espacios o mundos que cierran la trama, mostrando la posibilidad
de tiempos simultáneos.

Los dos cuentos a revisar son “¿Qué hora es…?” y “La culpa es de los
tlaxcaltecas”; ambos, contenidos en la antología Semana de Colores (1964). En
principio, ambas historias están protagonizadas por mujeres; féminas
transgresoras de las costumbres de la época y de la lógica del tiempo y el espacio.
En primer instancia, el nombre de las protagonistas coinciden en las letras iniciales
y finales: Lucía y Laura, respectivamente: Se inscribió en el hotel como Lucía
Mitre, recibió su llave […]; La señora Laura apareció con un dedo en los labios en
señal de silencio (Garro, 1964: 3, 56), generando un vinculo de semejanza entre

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ambos personajes que, conforme las historias se van desarrollando, dicho vínculo
se estrecha aún más.

Asimismo, las dos historias tienen una trama circular en voz de un narrador
extradiegético. La historia de Lucía Mitre inicia minutos antes de su muerte,
cuando la protagonista pregunta la hora; su muerte será tranquila y callada, de la
cual sólo los empleados del hotel saben… misma que se anuncia con el amor que
se comparte en este mundo y en el otro, como la misma Lucía lo dice, antes de
partir con su amante Gabriel Cortina.

Irónicamente, este desenlace es el hilo conductor de la historia, pues el


narrador empleará como recurso la memoria, pero no la memoria de Lucía, sino
los recuerdos del portero Brunier, para presentarnos a tan singular personaje:

¿Cuántos años hacía que, metido en aquel uniforme verde y dorado,


cuidaba la puerta del hotel? Veintitrés años. Así se le había ido la
vida. […] Sólo la señora Mitre le había dicho al entrar: „¿Qué horas
son?‟ La recordó perfectamente […]. No era demasiado joven, tal vez
ya llegaba a los treinta años. Sin embargo, al pasar junto a él le
sonrió con una sonrisa descarada. „Las señoras no sonríen así, sólo
los muchachos‟, se dijo Brunier. (: 55)

Como podemos notar, con esta descripción, poco a poco, el personaje se


va dibujando por medio del recuerdo. Lucía, mujer de mediana edad, llega a un
hotel de París, causando interés y curiosidad, pues se presenta atrevida y jovial,
algo mal visto en una mujer de su edad; esto, la hace llamativa al formalismo del
francés, ignorante de la calidez del mexicano 1, que muchas culturas tachan de
atrevida.

Otra características interesante de nuestra fémina, es el constante uso de


una chalina color durazno, con ella arriba al hotel y con ella es cubierta a la hora
de su muerte; dicha chalina parece simbolizar la feminidad atrevida, la vida de una

1
Cabe resaltar, que para los empleados del hotel parisino, Lucía Mitre era sudamericana.

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