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ROMANCE DEL REY CHICO Y LA MORA CAUTIVA DE ANTEQUERA

21 EL REY CHICO Y LA MORA CAUTIVA EN ANTEQUERA

Estaba Abendaráiz
en una fresca mañana,
gozando del viento fresco,
mirando correr el agua,
mirando a moros y moras
tañer y bailar la zambra,
y vio a un morito a caballo,
armando grande algazara;
heridas trae de muerte,
que de vida no son dadas,
fuese al mirador derecho
donde el rey Chiquito estaba.
El buen rey leyó el billete,
de suspiros no cesaba:
—¿Dónde estás, alhaja mía,
donde estás, mi linda alhaja?
¿si estás muerta o estás viva
o te tienen cautivada?
Si te cautivaron moros,
te robarán honra y fama;
si te cautivó el cristiano,
te me volverá cristiana;
y si fueron los judíos,
te me tendrán por esclava.
¡Dichoso será tu amo
de que tú le hagas la cama
y que te eche la cadena
a tal pierna y tal garganta!
Por tu vida, mi alcaide,
levantadvos de mañana,
partiréis para Antequera
en rescate de mi dama,
con doscientos mil moritos,
todos cargados con armas.
El que me la traiga viva,
muchas doblas yo le daba,
le regaré sus caminos
de aljófar y de esmeraldas;
la calle por donde pase
Xarifa, ni enamorada,
la calle por donde pase
¡corran toros, quiebren cañas!,
y yo saldré a recibiros
legua y media de Granada,
con toda mi gente noble
vestida de oro y plata.

El romancero oral siguió recibiendo temas a lo largo del siglo XVI. A finales del siglo, una
nueva generación de poetas decidió echar mano del octosílabo y componer libremente, en
metro romancístico, escenas dramáticas de ambientación histórica atentos a los gustos y
recursos poéticos propios del momento, en vez de limitarse a narrar historias (como habían
hecho los rimadores de crónicas y leyendas de mediados de siglo); imitaron de este modo en
su estructura a los romances viejos, rodados en la tradición, aunque utilizaran un lenguaje
poético muy diverso. Como había ocurrido con romances de otro tiempo y estilo, algunos no
sólo gozaron de gran fama en medios letrados sino que llegaron a perpetuarse por tradición
oral. Cuando ello ocurrió, estos “romances nuevos” fueron adaptándose al lenguaje poético
propio del romancero tradicional, aunque aún puedan observarse en sus derivados orales del
siglo XX algunos rasgos estilísticos heredados del texto letrado original. En nuestro romance, a
pesar de la notoria fidelidad con que los cantores sefardíes de Tánger, Tetuán y Alcazarquivir
reproducen el escenario (en la Granada mora de Boabdil) y la intempestiva llegada de la
noticia del cautiverio de su amiga, tal como los concibió Lucas Rodríguez en el romance que
comienza “Con los francos Vencerrajes / el rey Chico de Granada” (publicado en 1581), apenas
podemos detectar en el romance del siglo XX restos del lenguaje poético que caracterizaba a
ese “romance nuevo”.

Los amores del Rey Chico de Granada y la cautiva en Antequera se habían convertido en un
tema literario, como adaptación a los tiempos de la conquista de Granada de una tradición
más vieja surgida en el siglo XV. Su punto de partida había sido una canción glosada
“fronteriza”, cuya difusión oral fue extraordinaria, dando incluso lugar a que el “suceso” en ella
narrado se incorporara como hecho verídico a la historia de la conquista de Antequera por el
infante don Fernando. El cantar o estribillo glosado en estrofas de rima consonante, decía

Si ganada es Antequera,
¡oxalá Granada fuera!,

con su variante paralelística:


Si Antequera era ganada,
¡oxalá fuera Granada!

y en la glosa se contaba la historia de una “morica” malcasada que, desde la barrera de


Antequera, ofrece su amor a uno de los cristianos que la cercan antes de que se produzca el
asalto de la villa. La tradicionalización de esta canción glosada, de la que conocemos versiones
varias con muchas variantes, fue incentivo para la composición de un romance, “En Granada
está el rey moro / que no osa salir de ella”, del que, a su vez, conocemos varias versiones del
siglo XVI, las más de ellas conservadas manuscritas, con divergencias fruto también de la
tradición oral. Fue recordado en una carta en cifra secreta enviada a Felipe II el 28 de mayo y 6
de junio de 1562 por su embajador en Francia con ocasión del comienzo de la primera guerra
de religión (carta sobre la que hablaré en otra ocasión) y tuvo dos magníficas glosas. En ellas,
sólo se recuerdan los versos en que el rey de Granada lamenta que don Fernando (a quien
considera anticipadamente rey) no acepte trocar con él Antequera por Granada, motivo
central que, evidentemente, le fue sugerido por el cantar “fronterizo” citado. Pero, aunque los
versos glosados formen un todo poéticamente perfecto, me inclino a creer que la presencia en
el romance del tema de la “morica” de Antequera, que hallamos en otra versión del romance
publicada por Joan de Timoneda en su Rosa de amores (Valencia, 1573), pese a su final
artificioso debido al editor, pertenecía ya al romance tradicionalizado que llegó a sus oídos, en
cuanto a los siguientes versos:

¡Si le pluguiesse al buen rey


hazer conmigo una trueca:
que le diesse yo Granada
y me bolviesse Antequera!
No lo he yo por la villa,
que Granada mejor era,
sino por una morica
que estava de dentro d’ella
que en los días de mi vida
yo no vi cosa más bella:
blanca es y colorada,
hermosa como una estrella
......

¡ay, morica, que mi alma


presa tienes en cadena!

Nos lo confirma otro romance, también muy repetido en textos con notables variantes a fines
del siglo XVI, que comienza “Por Antequera suspira / el Rey Chico de Granada // porque tiene
dentro de ella / las cosas que más amava” (que asimismo adaptó Timoneda, trocando el
comienzo, por razones eruditas, en “Suspira por Antequera / el rey moro de Granada”), donde
el motivo de la desesperación del rey por el posible cautiverio de su amada pasa a un primer
término y la oferta de trocar Granada por Antequera, a causa de ella y no por considerarla
mejor villa que Granada, a la conclusión. Es en este romance donde se produce ya claramente
el anacronismo de confundir los tiempos del Fernando que arrebata Antequera al rey de
Granada con los de su nieto el Católico, contemporáneo del Rey Chico.

También forma parte de las creaciones romancísticas inspiradas en el tema de la mora de


Antequera cautiva el otro romance que converge en el del siglo XX: “En la villa de Antequera /
Xarifa cautiva estava”.

Diego Catalán, publicado en Romancero de la Cuesta del Zarzal

ROMANCE DE LA MAÑANA DE SAN JUAN. Anónimo.


La mañana de San Juan
al tiempo que alboreaba,
gran fiesta hacen los moros
por la Vega de Granada.
Revolviendo sus caballos
y jugando de las lanzas,
ricos pendones en ellas
broslados por sus amadas,
ricas marlotas vestidas
tejidas de oro y grana.
El moro que amores tiene
señales de ello mostraba,
y el que no tenía amores
allí no escaramuzaba.
Las damas moras los miran
de las torres del Alhambra,
también se los mira el rey
de dentro de la Alcazaba.
Dando voces vino un moro
con la cara ensangrentada:
-Con tu licencia, el rey,
te daré una nueva mala:
el infante don Fernando
tiene a Antequera ganada;
muchos moros deja muertos,
yo soy quien mejor librara;
siete lanzadas yo traigo,
el cuerpo todo me pasan;
los que conmigo escaparon
en Archidona quedaban.
Con la tal nueva el rey
la cara se le demudaba;
manda juntar sus trompetas
que toquen todas el arma,
manda juntar a los suyos,
hace muy gran cabalgada,
y a las puertas de Alcalá,
que la real se llamaba,
los cristianos y los moros
una escaramuza traban.
Los cristianos eran muchos,
mas llevaban orden mala;
los moros, que son de guerra,
dádoles han mala carga,
de ellos matan, de ellos prenden,
de ellos toman en celada.
Con la victoria, los moros
van la vuelta de Granada;
a grandes voces decían:
-¡La victoria ya es cobrada!

ROMANCE DEL MORO DE ANTEQUERA. Anónimo.

De Antequera sale un moro,


de Antequera, aquesa villa,
cartas llevaba en su mano,
cartas de mensajería.

escritas iban con sangre,


y no por falta de tinta,
el moro que las llevaba
ciento y veinte años había.

Ciento y veinte años el moro,


de doscientos parecía,
la barba llevaba blanca
muy larga hasta la cinta,

con la cabeza pelada


la calva le relucía;
toca llevaba tocada,
muy grande precio valía,

la mora que la labrara


por su amiga la tenía.
Caballero en una yegua,
que grande precio valía,

no por falta de caballos,


que hartos él se tenía;
alhareme en su cabeza
con borlas de seda fina.

Siete celadas le echaron,


de todas se escabullía;
por los cabos de Archidona
a grandes voces se decía:

-Si supieres, el rey moro,


mi triste mensajería,
mesarías tus cabellos
y la tu barba vellida!

Tales lástimas haciendo


llega a la puerta de Elvira;
vase para los palacios
donde el rey moro vivía

Encontrado ha con el rey


que del Alhambra salía
con trescientos de a caballo,
los mejores que tenía.

Ante el rey , cuando le haya,


tales palabras decía:
-Mantenga Dios a tu alteza,
salve Dios tu señoría.
Bien vengas, el moro viejo
días ha que te atendía.
-¿Qué nuevas me traes, el moro,
de Antequera esa mi villa?

-No te las diré, el buen rey,


si no me otorgas la vida.
-Dímelas, el moro viejo,
que otorgada te sería
- Las nuevas que,rey, sabrás
no son nuevas de alegría:
que ese infante don Fernando
cercada tiene tu villa.

Muchos caballeros suyos


la cobaten cada día:
aquese Juan de Velasco
y el que Henriquez se decía,
el de Rojas y Narváez,

caballeros de valía.
De día le dan combate,
de noche hacen la mina;
los moros que estaban dentro

cueros de vaca comían,


si no socorres, el rey
tu villa se perdería.

ROMANCE DEL MORO DE ANTEQUERA


De Antequera sale un moro, de Antequera, aquesa villa,
cartas llevaba en su mano, cartas de mensajería,
escritas iban con sangre, y no por falta de tinta,
el moro que las llevaba ciento y veinte años había.
Ciento y veinte años el moro, de doscientos parecía,
la barba llevaba blanca muy larga hasta la cinta,
con la cabeza pelada la calva le relucía;
toca llevaba tocada, muy grande precio valía,
la mora que la labrara por su amiga la tenía.
Caballero en una yegua que grande precio valía,
no por falta de caballos, que hartos él se tenía;
alhareme en su cabeza con borlas de seda fina.
Siete celadas le echaron, de todas se escabullía;
por los cabos de Archidona a grandes voces decía:
—Si supieres, el rey moro, mi triste mensajería
mesarías tus cabellos y la tu barba vellida.
Tales lástimas haciendo llega a la puerta de Elvira;
vase para los palacios donde el rey moro vivía.
Encontrado ha con el rey que del Alhambra salía
con doscientos de a caballo, los mejores que tenía.
Ante el rey, cuando le halla, tales palabras decía:
—Mantenga Dios a tu alteza, salve Dios tu señoría.
—Bien vengas, el moro viejo, días ha que te atendía.
—¿Qué nuevas me traes, el moro, de Antequera esa mi villa?
—No te las diré, el buen rey, si no me otorgas la vida.
—Dímelas, el moro viejo, que otorgada te sería.
—Las nuevas que, rey, sabrás no son nuevas de alegría:
que ese infante don Fernando cercada tiene tu villa.
Muchos caballeros suyos la combaten cada día:
aquese Juan de Velasco y el que Henríquez se decía,
el de Rojas y Narváez, caballeros de valía.
De día le dan combate, de noche hacen la mina;
los moros que estaban dentro cueros de vaca comían,
si no socorres, el rey, tu villa se perdería.
Anónimo

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