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Nación y Estado:
• Los fundadores del estado argentino no buscaban formar una unidad política
más fuerte, sino evitar la disgregación existente y producir una transición
estable del orden colonial a un estado nacional. El problema de centralizar era
que Bs. As. no podía controlar todo el territorio del ex virreinato.
Orden y Progreso:
• La idea de progreso implicaba regularizar el sistema productivo y económico
del mercado interno para satisfacer al mercado internacional, por lo que hacía
falta más población (mano de obra) y transporte de las mercancías (trenes
hacia la aduana de Bs. As.). A partir de la caída de Rosas y el comienzo de la
2ª revolución industrial, la economía de exportación de materias primas creció
considerablemente. Solo a partir de una economía de mercado de exportación
que pudiera desarrollar la productividad del mercado nacional se pueden
consolidar las perspectivas para la formación de un estado nacional.
Dominium:
Penetración estatal:
Estado y clases:
Reflexiones finales:
a) fuerzas de producción
b) recursos naturales
Surgimiento de estado:
Para esto era necesario que los constructores del estado argentino debieran
producir una transición estable de un estado colonial a un estado nacional. Las
provincias estaban lideradas los caudillos. Cada provincia tenía un sistema
productivo armado para aumentar su comercio y economía. Por eso para poder
relacionarse económicamente con las potencias extranjeras era necesario
contar con un ORDEN Y PROGRESO.
Orden y Progreso:
Orden: Puesto el orden podría encararse con mayor dedicación y recursos los
desafíos del progreso.
Progreso: Este se construiría con respecto a la legitimidad del “orden”
a) aumentar transacciones
b) uniformar practicas
c) no mas improvisación
Estado y Clases:
Sin embargo, Oszlak asegura que esta nueva forma de organización social y
de ejercicio del poder venia a alterar formas tradicionales de vida, el orden
anterior establecido, lo cual dejaba muy en claro que la “simple”
centralización del poder y de los recursos no era suficiente para conformar la
unidad nacional necesaria (es decir, generar la adhesión de las provincias y
eliminar los focos de tensión). Según el autor, la centralización del
poder llevada adelante por el nuevo Estado solo pudo ser exitosa cuando tuvo
éxito la descentralización del control, es decir, cuando logró construir el
consenso necesario entre las provincias para ejercer su dominación, cuando
logró tener una penetración profunda en la sociedad como presencia
institucional permanente que legitimaba su poder. Para ello, tuvo que tener
una penetración represiva, cooptativa, material e ideológica. De esto se deduce
que la constitución del Estado nacional argentino no fue un proceso lineal, sin
conflictos y en total armonía, como lo muestran las cinco décadas de guerra
civil desde la ruptura colonial, sino que estuvo signado por esas
tradicionales tensiones entre los intereses de las provincias y los de buenos
aires, entre las pretensiones de las clases dominantes de uno y otro sector,
que se fueron constituyendo como tales y se fueron transformando en ese
mismo proceso de formación del Estado nacional. Estas, que no eran las
mismas que las que llevaron adelante las guerras de independencia,
constituyeron en 1862 una alianza política que lideró el proceso de
organización nacional y estatal, compuesta por actores de diversas regiones,
clases, actividades, que hacen difícil su simple descripción. Estaba compuesta
por diferentes fracciones de la naciente burguesía, tanto de Buenos Aires
como del resto de las provincias, intelectuales, militares (claves en el proceso
independentista), cuyos intereses comenzaban a alinearse con el desarrollo de
las fuerzas productivas y del crecimiento acelerado de la participación en el
mercado internacional. Al igual que Ansaldi, afirma que la clase dominante,
al estar integrada por sectores tan variados, distaba de ser homogénea y
fuerte. Ambos concuerdan en el papel fundamental del Estado como
articulador de esa clase dominante.