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SÍNTESIS DEL TEXTO

“REALIDAD, REPRESENTACIÓN E IMAGINARIOS SOCIALES”


CASAS, JORGE MANUEL.

Casas inicia planteando algunos interrogantes que ira respondiendo a medida que vaya
desarrollando el texto, uno de los principales será: ¿es real la realidad?

En el capítulo que el autor denomina Realidad, veremos que comienza poniendo de manifiesto lo
enigmático de dicho tema.

Cuando hablamos de “realidad” nos estamos refiriendo a lo que está ahí, a lo que existe, y si nos
preguntamos qué es lo que sucedió, bastará con mostrar la realidad para obtener una respuesta.
Sin embargo, dicha labor no en tan sencilla.

Algunos ejemplos ilustrativos de ello son el Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y
contra el Neoliberalismo, organizado por el Movimiento Zapatista de liberación nacional en 1996,
cuyo punto de reunión irónicamente fue un lugar encavado en las montañas mexicanas llamado “La
Realidad”, otro ejemplo es la película The Matrix (1999) donde se supone que toda nuestra vida es
una mentira, es una “realidad virtual”, y que verdaderamente nos encontramos en estado vegetal
sirviendo de sustento para las máquinas.

En lo referente al mundo académico nos hallamos con una denominada “Guerra de la Ciencias”
dicha dicotomía ocurre entre las corrientes de sociología del conocimiento y los científicos que
ratificaban la dureza de las llamadas ciencias duras. Los primeros consideraban la realidad como
producto de la cultura, mientras que los científicos, como era el caso del físico Alan Sokal, sostenían
que la realidad era totalmente determinada.

Como vemos en los casos citados, no hay una sola e unificada teoría o definición de lo que
conocemos como realidad. Cabe preguntarse entonces ¿Nadie sabe en qué consiste la realidad?
¿Existe una realidad determinada? ¿Por qué nos cuesta tanto ponernos de acuerdo acerca de lo que
es real y de lo que no es?

Partiendo de dichos interrogantes, el autor, aborda un primer subcapítulo que dará en llamar
“Lenguaje y Realidad”. El hecho de que la realidad se encuentra ahí, es algo que no es puesto en
duda ni por el escéptico más extremo. Las diferencias comienzan cuando pretendemos “describir”
dicha realidad de acuerdo a los “significados” individuales que le adjudicamos. Aquí es el punto
donde nos encontramos entremedio de una vorágine de diferentes “descripciones”.

Como bien señala Casas el dilema se genera en el “salto al aire” que se da entre “lo real” y nuestro
lenguaje, por medio del cual describimos la realidad y le otorgamos significado. A diferencia de los
animales, los humanos podemos postergar o retardar nuestras acciones instintivas. Esta labor la
realizamos por medio del lenguaje, y el lenguaje no es más que una red simbólica, que como bien
expresa su nombre, está compuesta por símbolos. Por consiguiente, los humanos somos animales
simbólicos, debido a que poseemos la capacidad de crear y reproducir símbolos.

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Haciendo una salvedad, el autor nos aclara que, de ahora en adelante, designará el nombre de “lo
real” para referirse a la realidad indeterminada, mientras que denominará “realidad” a las
descripciones de lo real.

A continuación arribaremos a un segundo subtítulo que se titulará “La red simbólica del lenguaje”.
Podemos tomar el lenguaje como una red simbólica en dos sentidos: primero, debido a que se trata
de una descripción de lo real por medio de una pluralidad de símbolos que se entretejen entre sí. Y
en segundo lugar, en sentido figurado, puesto que, con la “red” del lenguaje “atrapamos” o
“pescamos” el mundo dándole diferentes significados.

Como bien expresa Casas, siempre podremos articular significaciones nuevas a eso que llamamos
“lo real”, puesto que “lo real” es inagotable y de ahí la aparición de tantas descripciones diferentes.
Cuanto más amplia y diversa sea mi red simbólica mayor será nuestra capacidad de determinar la
imagen de la realidad en cuestión.

Respondiendo a uno de los interrogantes que se había planteado el autor llega a la conclusión que
vivimos nuestra vida real, sin saber realmente en qué consiste, y que justamente en eso es en lo que
consiste nuestra vida simbólica. Esto lo decimos sólo de manera figurada, puesto que, la “realidad”
tiene una consistencia muy precisa, y es claramente la de ser social.

La estructura básica de toda relación simbólica consta de tres componentes: primero un


representante o significante, segundo el significado, y tercero un intérprete. La naturaleza de la red
radica en ser social, porque dependemos y necesitamos de otro para tejer la red de símbolos. En
consecuencia, la realidad es una construcción cooperativa que todos construimos.

A modo de conclusión del primer capítulo “Realidad” Casas elabora un último subcapítulo que
llamará “Breve historia de la Realidad”: el primer tipo de comunicación que existió debe haber sido
la Mímesis, siguiéndole en segundo lugar, como la conducta simbólica más antigua del arte en la
historia, el rito. La materialización lingüística del rito fue lo que conocemos como mito.

El lenguaje del mito era un vehículo hacia el saber; cuando el mito empieza a entrar en crisis, nace
la filosofía y la investigación filosófica de lo “verdadero”. Justamente la falacia radicaba en que el
lenguaje de los filósofos era un lenguaje humano y por ende, no podía ser comparado con la
“realidad”, puesto que ésta, está compuesta por lenguaje, la verdad que buscaban no era más que
otro mito.

En la actualidad la realidad tiene una existencia humilde y trivial. Todos saben que hay diversas
interpretaciones de la realidad, porque ella es algo construido por los seres humanos y por lo tanto
puede ser modificada y reconstruida por ellos hasta el hartazgo.

Habiendo realizado un breve acercamiento a la Realidad, el autor, continuará con el segundo


capítulo que denominará “Representación”. En este apartado se pregunta ¿cuáles son las vías por
medio de las cuales nos representamos la realidad?

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Con respecto a la representación a lo largo de la historia se pasó de un teocentrismo típico de la
época medieval, a una época moderna donde se consideraba a la mente individual, eso que solemos
llamar “yo”, como la medida de comparación establecida para construir una imagen de lo real, vale
aclarar que en sus primeros intentos, la teoría racionalista representada por Descartes, no logra una
emancipación total de Dios, puesto que recurre a él como último recurso y mente superior.

En cambio con Kant, las cosas serán muy diferentes. Para el kantianismo el mundo sólo nos ofrece
materia desordenada que por medio de nuestras categorías (formas) y la Razón será ordenada bajo
la forma de representaciones. Dichas representaciones para Kant serán de carácter universal.

La imaginación será la encargada de crear, producir y reproducir nuevas formas cuando sea
necesario, ella guarda diagramas o esquemas.

A diferencia de lo que sostenían los filósofos y pensadores de las épocas mencionadas


anteriormente en la actualidad las representaciones que nos forjamos hoy son resultado de una
labor y esfuerzo cooperativo particular como lo es nuestro lenguaje y los símbolos que lo
constituyen.

Teniendo en cuenta conceptos como “imaginación, acción, intersubjetividad” es que Casas titulará
el consecutivo subcapítulo. En este apartado sostiene que en la imaginación se conservan las
“relaciones intersubjetivas”, el lazo social e histórico, la imaginación es la que nos permitirá poder
cambiar el mundo, progresar, puesto que ella es la que nos brinda la capacidad o facultad de
neutralizar nuestras descripciones y poder jugar, re describiendo o creando nuevas descripciones
de esta realidad inagotable.

Por último aborda un tercer capítulo: “Imaginarios sociales”. El imaginario social es aquello que dará
funcionalidad a las diferentes sociedades concertando su manera de vivir, de ser, de creer, de hacer
a lo largo de la historia. Pactando y conviniendo que es lo que importa y que es lo que no importa.
Es un gran ideal imaginado por todos nosotros donde nos vemos reflejados nosotros y nuestro
mundo. Cabe aclarar que la realidad y el imaginario social no son lo mismo, el imaginario social
siempre presentará incongruencias, dichas incongruencias pueden ser calificadas o tomadas en dos
sentidos diferentes: Como ideologías o como Utopías.

La ideología veremos que no es más que un engaño parcial de lo que realmente sucede, es un tipo
de práctica en la que el patrimonio común de las imágenes en las que nos reconocemos como una
comunidad, como una sociedad, son capturas y usadas por los sistemas de poder. Tiene la
característica de ser anónima y siempre intenta hacerse pasar por la realidad.

En cambio la utopía tiene y reconoce autorías muy claras, se las califica como descripciones que no
tienen lugar en la realidad, busca perturbar el orden vigente con el que no está conforme y trata de
“rehacer” las relaciones sociales en las que nos encontramos inmersos.

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