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LA DEMOCRACIA Y EL SISTEMA DE JUSTICIA EN HONDURAS

Democracia
La democracia para existir como tal necesita de dos bases
fundamentales: una formal y una sustancial. La dimensión formal es
de carácter legal y busca garantizar el principio de las mayorías
(quiénes deciden y cómo); mientras que la dimensión sustancial le da
carácter legitimo a la democracia ya que garantiza que la voluntad de
la mayoría no atente contra los derechos humanos (qué se decide y en
qué condiciones).

El Padre jesuita Ismael Moreno describe la situación de la democracia


en el país durante una entrevista, señaló que "Honduras va caminando
sobre dos aguas, una es la de la formalidad de la democracia, con un
nivel de aparente normalidad hacia las elecciones, con varios
candidatos y con el compromiso de la supervisión electoral por parte
de los países europeos. Pero también tenemos otras aguas, un río
subterráneo y turbulento, de continuo deterioro de los tejidos sociales
hondureños a todos los niveles ".

Democracia electoral
De acuerdo a encuestas confiables, la mayoría de la población
hondureña asegura que sí cree en la democracia. Sin embargo, la
cantidad de personas que se abstienen de votar en las elecciones
(según cifras oficiales) es alta, alcanza casi la mitad. Estos datos
indicarían que no es el sistema el que está deteriorado sino quiénes lo
manejan.
Fuente: Sondeo de Opinión del ERIC 2016
Democracia social
Honduras padece, ya de manera crónica una crisis de fragilidad del
Estado que se manifiesta en todas las áreas y todos los campos,
provocando malestar y sufrimiento en la ciudadanía. Tres síntomas
históricos que dan fe de esa crisis son los siguientes: Salud no es una
preocupación del Estado. La inversión en salud es mínima

Cifras de la Secretaría de Educación detallan que el acceso a la


educación, al menos un 15% de la población es analfabeta, la cobertura
educativa de la educación primaria 89.2% secundaria 38,9%
diversificado 28,1% y universitaria de 5,2%, estos datos indican
además que la cobertura es más baja en las zonas rurales que en las
urbanas.

El de Honduras ha sido y es un Estado más violento que uno de


bienestar y desarrollo, el gasto en represión (defensa y policía) hay un
27% de nuestro presupuesto destinado a defensa, más otro porcentaje
muy elevado destinado a seguridad, que es tres o cuatro veces más
elevado que el de enseñanza y salud.

Esta combinación de armas, narcotráfico, maras y connivencia con


estructuras del Estado es una bomba incendiaria. A comienzos de los
años noventa en Honduras se empezó a aplicar al pie de la letra un
modelo neoliberal que no se correspondía con unas estructuras
arcaicas, con una agricultura sin capacidad de desarrollo, con un país
sin industria y desguazado en cuanto a educación y salud.

Esto genera una serie de subproductos: problemas de desempleo y


subempleo que hacen que más de un 60% de la población viva en
situación de pobreza, una migración constante del campo a la ciudad,
una migración del país hacia el exterior y una población juvenil sin
trabajo y sin ningún tipo de oportunidades.

Sistema de justicia

Aunque parecía que en pleno siglo XXI no se repetirían los hechos


violentos contra la dignidad humana impulsados desde el Estado
durante los años 80, el rompimiento del orden constitucional en junio
de 2009 nos mostró que la falta de investigación, persecución, captura,
enjuiciamiento y condena de los responsables de las violaciones a los
derechos humanos solo genera la repetición crónica de las mismas.

La impunidad que ha amparado a los victimarios de los años 80, y que


les ha permitido ostentar desde entonces cargos importantes dentro
de las fuerzas de seguridad y los poderes del Estado, les generó la
seguridad de que no hay consecuencias por sus abusos, por lo que
pueden cometerlos siempre que se presente la oportunidad. No es de
extrañar, entonces, que algunos de los violadores a derechos humanos
de la década perdida sean los mismos que planificaron, apoyaron y
ejecutaron el golpe de Estado, y que dejaron en total indefensión a las
víctimas.

Frente a las graves violaciones de derechos humanos tanto en los años


80 como a partir del golpe de Estado de 2009, calificadas como
crímenes de lesa humanidad, el Poder Judicial, en vez de jugar un papel
fundamental en la vigencia de tales derechos, abdicó «de su autoridad
democrática, de su facultad constitucional de control de la legalidad»
al no realizar investigaciones en el lugar de los hechos, al ignorar
acusaciones e indicios que claramente señalaban quiénes podían ser
los culpables de lo ocurrido, y «puso su actuación al servicio del
Gobierno de facto contribuyendo aún más al debilitamiento del sistema
democrático y propiciando un estado general de impunidad respecto a
las violaciones de los derechos humanos»6, lo cual colocó a la
población en una situación de total indefensión y vulnerabilidad.
De esta manera, se realizaron procedimientos con el objetivo de
sustraer a los responsables de su responsabilidad penal o sin las
características de independencia e imparcialidad requeridas, como es
el caso del juicio contra los miembros de la Junta de Comandantes que
encabezaron la asonada militar y que fueron sobreseídos; además, se
decretó una ley de amnistía en 2010 cuya ambigüedad facilita la
obstrucción del esclarecimiento, enjuiciamiento y sanción de los
responsables intelectuales y materiales de las violaciones a derechos
humanos, dejándolas en total impunidad.

En virtud de la posición del Poder Judicial hondureño frente a los dos


acontecimientos políticos más trágicos para la democracia y el Estado
de derecho —la aplicación de la doctrina de seguridad nacional en los
años 80 y el golpe de Estado en 2009—, se puede afirmar
contundentemente que en Honduras nunca ha existido un sistema de
justicia independiente e imparcial; y en consecuencia, los derechos
humanos de la población difícilmente pueden ser respetados y
protegidos efectivamente. El propio Estado hondureño ha reconocido
la existencia de un grave problema de impunidad debido a la
inoperancia del sistema de justicia en su conjunto, pues, en el marco
del Examen Periódico Universal ante el Consejo de Derechos Humanos,
solicitó a la Organización de Naciones Unidas (en adelante la ONU) la
creación de una comisión internacional contra la impunidad

Como ya lo hemos señalado, en la historia de Honduras nunca ha


existido un sistema judicial que se entienda y actúe como tal, sino que
hemos tenido —con algunas excepciones de funcionarios judiciales
honestos— un «servicio judicial» influenciado por los poderes
institucionales y fácticos que operan entremezclados y, por ende, al
servicio de los sectores económicos, políticos y religiosos más
reaccionarios del país.

Como consecuencia, la seguridad de impunidad de los victimarios, ante


la ausencia de una investigación y sanción judicial efectiva, es un factor
que contribuye a que las violaciones de derechos humanos se sigan
cometiendo y que el miedo en la sociedad se siga alimentando, todo lo
cual impide la plena realización del Estado de derecho y la democracia.

Caso ilustrativo
Para el equipo jurídico del ERIC y la Clínica de Derechos Humanos de
la Universidad de Los Ángeles, California, este caso es emblemático,
porque evidencia la debilidad del sistema de justicia que solo muerde
a los descalzos, por esa razón asumen el litigio internacional.

José Isabel Morales, el campesino conocido como “Chabelo”, presentó


una demanda contra el Estado de Honduras porque fue víctima de
privación injusta de su libertad, tras haber permanecido siete años en
una cárcel y haberse sometido a tres juicios, donde siempre sostuvo
su inocencia.
A Chabelo Morales, miembro del Movimiento Campesino del Aguán
MCA, el Ministerio Público lo acusó de ser el supuesto responsable de
diez asesinatos, un homicidio, una tentativa de asesinato, incendio
agravado y robo agravado, en los hechos ocurridos en un
enfrentamiento entre campesinos y guardias privados de seguridad del
alto jefe policial Henry Osorto Canales, en una propiedad del
terrateniente, ubicada en Silín, Colón.

Tras su captura en octubre de 2008, Morales fue llevado en helicóptero


hacia la Granja Penal de La Ceiba, desde donde enfrentó los tres juicios
hasta que un tribunal independiente lo declaró inocente en octubre
2015. El caso de Chabelo, es uno entre los más de 5 mil de campesinos
y campesinas que se ventilan en el sistema de justicia nacional, pero
que duermen el sueño de los justos porque no han contado con una
estrategia legal y un acompañamiento social permanente, como ocurrió
con José Isabel Morales.

Mientras Chabelo Morales estaba privado de libertad, sufrió un


accidente laboral cuando limpiaba la yarda cumpliendo una tarea
asignada, esto le provocó la pérdida de la visión en su ojo derecho y
una limitación del habla. Ya en libertad, Chabelo Morales decide
presentar una demanda contra el Estado de Honduras, porque perdió
siete años de su vida pagando una condena por un delito que no
cometió y porque se le violentaron sus derechos.

Primer juicio. Omar Menjívar, miembro del equipo de abogados de la


defensa de Chabelo, sostuvo que desde el primer juicio “no hubo
pruebas contundentes en contra del campesino”, y a pesar de
desestimar 10 delitos, finalmente en el año 2012, un Tribunal de
Sentencia de Trujillo, condenó a Chabelo Morales a 20 años de prisión,
por el asesinato de Carlos Manrique Osorto, sobrino del alto jefe
policial.

La decisión fue apelada en un recurso de casación. Casi un año después


la Corte Suprema de Justicia, confirmó que al campesino se le había
violentado su derecho a la presunción de inocencia, por lo que anuló la
sentencia condenatoria y mandó a repetir el juicio.

Segundo juicio. Del 27 de enero al 7 de febrero de 2014 se repitió el


juicio ante un Tribunal de Sentencia de Trujillo, que en todo momento
fue hostil con la defensa de Chabelo, y en muchos momentos “violentó
el principio de contradicción y el derecho a la defensa del campesino”,
recordó Menjívar.

Al término del segundo juicio, Chabelo fue condenado a 17 años y 6


meses de prisión. Nuevamente la defensa técnica del campesino,
presentó un recurso de casación ante la Corte Suprema de Justicia, con
la esperanza que se enmendaran los errores cometidos por el Tribunal
y se dejara en libertad al campesino. La decisión fue repetirlo.
Tercer juicio. Del 28 de septiembre al 21 de octubre de 2015, con un
nuevo Tribunal de Sentencia, Chabelo fue escuchado en libertad y las
pruebas que demostraban su inocencia, fueron tomadas en cuenta

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