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VI. Ma1:ar ..........._......... . i ... ·" ••••• re •• " ....... " 't .. • • 165
IX.. El fin .. "' .... . , .......... 11) (. . . . . .., !91 i !I! " • i •• • • • * ltl • • .. .. 24 7
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NACIMIENTO
do,. se albergue la luz que ilumine todo lo demás,. Por eso e pe-
rnba con tanta impaciencia como los propios indios 1eJ parto de
Picihugi firmernent.e decidido a no perderme el menor detane
de aqueno que,. no siendo reducibJe al puro desarrollo biológico,
adquie·re de go]pe una dimensión social. Todo nacimiento es
\.vivido dramáticamente por el grupo entefo, no es la m era adi- 1
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..
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·I consiste sobre todo, en c_o~p!_etar y cerr!ll' el _pi:oceso del naci-
miento, inaugurado con una caida. aceren el sentido de caer
,es. por así decirlo, no er (todavía); y ,e] acto de levantarlo
garantiza al nifio ~1 acc eso, el ascenso a la exist,encia huJnana-.
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Ja existencia humana consiste en un contacto con el agua, cuya
presencia aquí,, aun siendo técnicamente ne,c esaria,. probab1e·-
.mente proceda tambien del orden ritual Para descifrar el senti·
do del bañ,o como acto ritual y no sólo higiénico es sugestivo
considerarlo como la operación .q ue precede a la iguiente y la
prepara esto es~ el upi: tendriamo . así, una conjunción del n iño
y ,e] agua previa a una disyuncíón del niño y Ja tierra. Pues bien
el mito, aunque de modo un tanto oscuro, nombra eil a.gu~,.
indicando que para dejar ia tierra. los aché mitológicos tuvieron
que pasar por el element-0 Jíquido: «...El camino de lo antepa-
ados primero de lo~ guayaquis fue una hermo a agua de Ja que
aUr e irse sobf\e Ja tierra preñada ... >> Por otra parte el mito
parece justificar la refere·ncia al agua por 1e] e, tado, en que se
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tarea podria serle fatal. Por eso la. miradas y los movimientos
de las manos y los cuerpos desnudo de pliegan alrededor del
nuevo aché ese espacio de dedicación, inc1uso de devoción~ que
caracteriza entre los indios la relación de los adultos con los
niños.
81 parto ha ido muy bien, pu es. la expulsión de la plac.e nta ha
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11.
.. cho..,. obre ios cuales se ha de Jizado ]a placenta, ~o amontona
todo y se va e enterrarlo a 1cierta distancia del campamento: e
una precaución higiénica í, pero en mayor medida Qs una
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do~ Entre los indios e raro oír el Uoro de· u:n nifto; com.o quien
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12'
partes el sombrío y denso muro vegetal que prolonga por enci-
. ma de nuestras cabezas, como un tejado, el amontonamiento de
lianas, ramas y plantas parasitarias. Algo más lejos hay un
pequeño calvero que interrumpe la continuidad de la selva. En
esta estación la hierba que lo cubre es más amarillenta que
verde; pero esta mañana está blanca a efec.tos de la escarcha,
que no desaparec~rá hasta que el sol llegue a su cénit. Algunos
niños desnudos corretean por ella. «¿Tenéis frío?» «Duy pute»
(«mucho frio»), responden tiritando y sonrientes; pero no se
quejan: como sus padres, se aguantan. Los indios están despier·
tos desde hace mucho rato. Normalmente los hombres ni si-
quiera esperan el amanecer para salir de caza; pero hoy se
sienten kyrymba ia, s in ánimos; los músculos, entumecidos por
el frío, no tensarían bien el arco; los cazadores prefieren dormí·
tar un poco más junto al fuego. Además, algunos de _ellos ten-
drán que estar presentes cuando se efectúe el kyma.t a tyro.,
necestlrio tras el parto de Pichugi. Esta, sentada "sobre sus
talones, amamanta al niño: «Come mucho -dice Pichugi-, será
un bretete, un gran cazador». Kajapukugi -Gran Gato montés.-
se dispone a partir sin su arco y sus flechas. provisto sólo de su
machete* metálico: «¿Adónde vas?» «Kaari kyma.t a eru wwc'i»
(«a la se lva a buscar kymata>;). Este término designa una espe·
cie de liana que no es sino el timbo, cuyas propiedades ictiotóxi·
cas son cono"c idas y utilizadas por muchísimas tribus de Améri-
ca del Sur como técnica especial de pesca ('<emborracha» a los
peces). Dicha liana contiene una sustancia que al esparcirse por
el agua asfixia literalmente a todos los peces. !""ero los guayaquis
ignoran semejante uso del timbo, del que sólo se sirven con fines
rituales. Así pt,1es, Kajapukugi ha salido a buscarlo.
Me intereso por los maridos de Pichugi: el principal, Chachu·
gi (el chachu es el gran cerdo salvaje), y el secundario, Tokangi
(de tucán, un ave). Ninguno de los dos ha pasado la noche en la
choza común. Chachugi ha dormido en casa de su hermano. Es
el apc'iete, el verdadero padre del recién nacido; pero no en el
sentido de la paternidad biológica, sino en virtud de la institu·
ción del matrimonio poligámico. Los padres del ·niño son los
' maridos de la mujer en el momento del nacimiento; si bien lo
son, por así decirlo, de modo desigual, pues eljapetyua o marido
secundario disfruta de un estatuto y unos privilegios netamente
inferiores a los del imeÜ! o marido principal. Tal es el motivo por
rabo entre piernas, upone' que 1101 se dispone die nada para
repartir y que, por lo tanto, a corto plazo, no se recibirá nada ,
pue e) equiJibrio de la producdón alimentaria es exce •vamen-
te frágil para oportar durante mucho tiempo .e] peso inerte de
un individuopane. Así pues los hombres no tienen más remeclio
que matar animales para aJimentar a La tribu. Esto significa que
para un guaya.q ui no hay alternativa pO· ible a ]a misión que ¡e
confía e) grupo: por definición, por principio y por vocaci6n, un
hombre es un cazador. La ,caza~ sostén de le comunidad y pun-
donor personal de· cada ho,mbre~ Ueva ,e n su propia negac~ón el
li'm~te mismo die .l a sociedad. De m.o do que la p r eocupaici6n
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e evitar cuidadosamente todas las circun tancias suscept~bles
de bacerl e pane. Y hachugi e haUa predsamente en esta
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e haya ce.le brado por entero. no volverá con eHa. Quizl tam-
bién por ello, debido a la ituación peligro a en que se haUa, no
le apetezca mucho h.ab1ar de esta co as. En cuanto1a. mít no
quiero in i tir dema iado. Pue los indios no son máquina de
1nformar y sería gravemente erróneo creerl<>s dispue , tos en
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gi es bayja: e «el que atrae a los serest>, es el centro, hacia el que
convergen los animales de Ja se]va. En la estela de su sU encioso
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nalmente.
Pero ·e sto no es todo. Efectivament.e? Chachugi se va de caza
no sólo para aprovec har una oportunidad excepcional para
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I~
je:s~ corzos etc.J; y por otra Jos jaguares. Estos son los primeros
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animal que el jaguar intentará descuartizar hoy es e] hombre. A
fin de reconquistar y conservar su amenazada humanidad, a fin
de no vo.Jver a la an~malidad en forma de presa del jaguar, debe
ejercitarse como ·c azador como matador de anímale . Para. e-
guir siendo hombre hay que· ser cazado1\ y Ja alternativa de
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po e tan.to no morirse (.los indios ignor-an. semejante temor)
como ob]¡gar a la tierra que pisa; a los animales que viven en
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dimensión impura 1to1a~ menos 1c omo tal con i.d1e rada por los
indios) cuya mancha los hombre evitan con gran cuidado
- como he observado en infinidad de ocasiones? La diferencias
del desarrollo de1 ritual p roporcionan la r,e puesta: i bien cada
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~e liber.a de~ bayja que tiene su origen en la mujer ~a di1ucida-
ción del sentido de la ·c aza ritual debe operarse en función del hijo.
Dejemos a la m1adre y preguntémo nos por qué la llegada al
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instante ese mismo mundo s,e vuelve hostil al padre,. s·e carga de
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sel",,ª sino como agent~ d e los podere·s invisibles- es Central en
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vas s hacer?» t<Ai milo ta tape jorw baipu ii1 vwii~> 1( «echar cer.a
de abeja al fuego para que no baya jaguar~>) . .Pues bien, la
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air·e es más tibio y los indios han salido del estupor en que ~es.
había sumido el Crío nocturno. Un g-rupo de mujeres vuelve· de ~a
selva.; curvadas baj·o el peso del g:ra.n cesto de palmas trenzadas,,
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festin, cuando los f:ru tos están ma.duros, para lo,s cerdos salva-
jes, las av.e s, tos monos... y los gueyaqu is..
T .a mbién Kajapukugi ha vuelto¡ no !ha tenido que alejars·e
demasiado, pues el ambo no escasea. Se ha hecho con un grueso
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haz de Uona.s y les ha quitado ]a cor eza. Dando golpedtos con
su machete la corta en trocitos pequeños que e rizan y van
formando un montón impresionante. El hombrie trabaja sin des·
canso. pue la purificación se inicia~á en cuando vuelva Chachu-
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ello casi una p,a nacea. Lejos de limitar su uso a cierto momen·
tos cruda.le de la vida individual o colectiva recurren al baf10 1
ritual <:ada vez que, hay que proteger a alguien (lo más frecuente
es que . e trate de· un hombre) de un peligro previsible _,caso del
que se trata aborir o interrumpir un proceso ya inicjado y
susceptible de agravamiento; por ejemplo,, un ho,m bre está en-
fermo por haber infringido un tabú aHme,n tario, su salud e inclu-
so su vida e tán amenazadas, y a fin de ,e liminar el «espíritu» de
la enfermedad que e tá en él se le omete al kyma"ta tyro . Pero
la utUizeción del timbo, s·e a preventiva o terapéutica, se inscribe
siempre en un contexto ritual y su eficacia, puramEH1te simbóli-
ca. surge de una etiología netamente «sohrenaturalista». De
modo que K,ajapukugi prepara ,e] timbo que permitirá exorcizar
el bayja y liberar de] mismo a los hombres que podrían ser sus
víctimas y a las mujeres que podrian transmitir]o a otros hom-
bre .
E! p eligro que implka eJ bayja no ·e lim•t.a solamente a lo
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de· su cuerpol los indios reciben su aparición con gritos furio os;
hay que echarlo. hay que espantar]o por medio de~ ruido. Suele
er suficientemente peligroso como para que se recomiende n.o
.a puntado con ,e l dedo. Pero en flealidad desenc,a dena su maJig-
nídad contra los hombr,e s sujetos a1 bayja: inte·nta Uevárselos
vivo y mientras no hayan sido purificados por el timba; el
Memboruchu les e pía de ~de lo alto dispuesto a caer sobre
ellos¡ a abatirse en los arroyos o en los calv,eros. La Gran Ser-
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jaguares quieren depedazarles~ de ah:l la urgencia. para los ho,m~
bres en estado die bayja., de ef:ectuar el rito· de purificeci6n.
Estamos en el principio de la tarde. Chachu.gi emerge· de la
selva. Ha evitado elpane, pt1 es de su hombro izquierdo cuelgan
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ea como ,ea e·voca los insulto, que .se lanz~n los niños (¡culo
rojo! ¡culo de mono!) e indudablemente se refiere a ·e sta particu-
laridad anatómica del r:nono.
Durante este tiempo, Kaj apukugi ha transportado su p,rovi-
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y se precipite»>). La expres.i6n agua roja o agua roja gorda en la
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de otra parte~ P·ues en verdad hay que arti.cular la posibilidad
del diluvio y e] p·a rto de Pichugi, y más exactamente todavía el
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pue·s to vacío d esignado por {da gran agua roja». El fuego que
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pos-, cabe ver que la amenaza del uno, ea reduplicada por la
amenaz,a fleprese·n tada por su opuesto compJementario, sobre
todo si las circunstancias son tales, que, ei desorden está p r·e sen-
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primero del fuego y después de] agua, que describen los mito .
Hay un último detalle que demanda exp]ica ción! ¿hubiera pocli-
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quier otr-o adulto e,n ~a fe que les une a la. infancia, ,conñan a una
mano inocente, ajena todavía a la gran conta·m inación que grava
memediablemente la edad adulta, e·~ cuidado de, sa~var~es . Fi·
na!mente, ¿qué dicen las palabra de los indios y qu,é designan
sus gestos? ¿No descubrimos en su lengua el sonido familiar de
las certidu·m bres má.s humildes. y dolorosas?' El ria:cbnient.o de
un nino lleva en s(' un germ·en mortaL pone en tela de juicio la.
existencia de los demás: nos, asedia aquf ,la sabia y cruel consta 9
tación d.e que los hombres no son los dio.s es y de que toda
posición vital les señala su muerte.
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El ritua 1 ya ha terminado, las fue·r zas malignas ·e stán domina·
das y la vida d e Ja tribu, alterada pof' unos momentos, r~cupe~a
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\.
padrino&- que anteriormente afianzaron su :nacimiento. La muer·
te de la upiaregi y sobre todo, al pareeer ~ la de1jwa-re es 1:u:ofun--
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SQ se consideraban enemigas., por más qu1e tanto una como, la
otra fueran de la «nación» guayaqui (más adelante contaré qué
le.s Uevó al encuentro). Por el momento bastará con saber que,
consagrados desde hacía cierto Uempo a la coex:istencia pacifi·
1
gia de los indio , que les llaman <dos animales domésticos del
Trueno». Además, ,e ntre lo guayaquis nadie se Uama acutí:
in duda debido a que esta pa]abra desi:gna tanto a e te peque-
ño roedor :como aJ pene. Llamarse Tavwagi .s e·r fa ciertamente
muy ridículo. Hace uno dia , una mujer de gran p·r estancia co-
me·ntaba !as hermosas proporciones. del miembro viril de su
marido. Este, que se hallaba pre ·e nte, se mostraba más molesto
que halagado. o]viéndome hada él. le dije: «O sea que tú te
llamará "' Ta wapukugi. Gran Pene.» Aquello produjo un jolg·o,.
rio genel'al y la completa confus~ón del marido, que no pedia
tanto. Pero u mujer estaba mbelesada. Por lo demás. los
nombre no están exuados, hombre y mujeres llevan indife-
lienciadamente ]os mismos, lo que no facilita la claridad d .e la
conv,ersación,. pues con tantem,entie He.n en que pr.e cisar, cuando
e habla de e~ te o de aque]. su s·exo. ¿Cómo 1ie efectúa la
atribución del nombre? Precede a] na.cimiento del niílo y es a la
madre a ,q ui,e n corres,ponde la ele,c ci6n. A lo largo de los últimos
mese,s de u embarazo, de entre los diversos tipos de caza que
se le proporciona para su con umo, la mujer escoge la carne de
un an~mal partjcular y dedde que taJ será el bykwa, Ja {<natura-
leza» de u futuro hijo, que por consiguiente llevará el nombre
de dicho ,animal. Por ejemplo,' ha<!e unas semana Pichugi c,o mió
carne de kande, la esp ecíe pequefia de ,c erdo sarvaje1 y quisO'
1
que tal fuera la <.<naturaleza» del niño por nace~ de modo que ,e]
nombre del niño nacido ayer noche es Kand egL 1
es obvi 0 que los laz,o s entre los padr,e s del niño por nacer y el
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que el nacimiento de un niño de] que podía llegar a s er «padre»!
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cia.lmente. e di fraza con ello una étíca personal y una filosoña
de ]a sociedad en virtud de· las cuales se prodama que el destino
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disfrute privado.
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ión de cualquter ruido que pudiera informar a Krei? Ahora que
s,e ha he·cho todo )o que un v~ejo ~aber enseñó otrora a los eché
se puede v.o )ver al orden, norma] de las cosas,. poblar lo noche
con un canto victorioso vuelve a ser posible? incluso conviene
provocar y amenazar a Krei: ahora e] mundo de ]os vivos es
inacce ible a su am e·naz.a.
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II
DOS TRATADOS D,E PAZ1
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ción que hada reír a los niños, en roe1· con su largos caninos lo ·
arbusto o los poste de las cho.zas en que les mantenían pri io..-
neros sus amos. Ma e. to no era motjvo de inquietud, pues, de
hecho? nunca cejaban en su intentos de liberarse. Inútilmente,
por otra parte,, pue el simple cordel con ,q ue los anim1des
estaban agarrados por el cueUo y que les mantenía p egados al
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ronco .g ruñido de los jaguares a la ·c aza. Las cosas habían ·Cam-
biado en la selva y los ancianos evocaban, más,sorpr·e ndidos por
su Hbre juventud rq ue por Ja amargura de su últimos .a ños, los
tiempos en que p-0dían apostan.e r8 la 0rilla de un rio· º' ren la
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para enfrentarse al jaguar solam,e nte con su arco corrían como
muj erie cuando se, oían ,a lo lejos los ladridos de] baigi: ,a sí
Uamaban a) pe,rro, el-que· e -e~·an]mal, la violencia natura] por
excelencia. ~
.Los perros y usamos penetraban cada vez más profunda-
1
-10
'
que en ocasiones un puñetazo en la cabe·za hacia rodar a la
mujer por el sue'1o.._.,
Por todos estos motivo s los aché gatu se veían obligados al
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la banda prete:ndió1Uevarse 1e} cadáver~ Les a cog.ió Ja cabeza del
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cabeza tapándose los oídos con, las manos. Los tira.dores, escon~
didos tra5 los árboles a unas decenas de metJ.'IGS del campamen-
to,, descargaban sus potentes fusiles d e gue:rr.a., u ·o jas y .ramas
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Lo indud.a ble es que aqueU9s indios vivían en los árboles tan
a gusto 1c-0mo lo monos y que, d ejado:s de la ·tnano de Di·os, no
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estaban mis bautizados que ellos~ ·(<Biehos del morí.Le no más... >>•
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del 3.S~ Además,, era Ja p1rhnie~ vez que se c·apturaba una banda
entera. Habitualmente el botín se reducía a uno o dos niños,.
Nunca había dificultades para colocar estos produ,ctos de Ja
selva, pues la de·m anda de j6ve.nes. guayaquis er.a muy superior a
las ofertas eventuale . Incluso· ~a demanda iba en aumento y
eran muchas. las [Qmi1ias que deseaban comprar un pequeño
saJv·aje. A fin de satisfacerla,, varios montaraces;• hombres, vigo-
rosos y habitu,a dos .a la vida dure de la aelv81, se hab,an transfor-
mado pooo a poco en especiaUstas en esta caza lucrativa. que,
cuando resultaba; no procuraba más que beneficios. Localizar a
los indios: ese era el problema. Ciertamente ese tr,a bajo podCa
111
' En c1i.i.teUano en el original {N . dt• T. }
ocupar días o incluso semanas de paciente rastreo por los bos-
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raptados a nt erionnente en el e urso de un ataque. U na noche los
dos guiay.aq uis ae escaparon. ·u amo e lanz.6 inmediatamente·
en su persecución,. tras haber pedido prestados a ·o tro habitante
de ~a región los t:res indios de que· este era propietario. Unos
días más tarde Ja peque.ñ a expedición alcanzaba a. Los dos fugiti-
vos! <¡ ue no ha bian ten id 0 tie·mpo dre en.contrar a su tribu~ El
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,c ión de~ blanco. Fue cruel.. .D os. indios )re m.a ntenían pegado al
suelo, pre·sionándole la cabeza y los pies mientras que e·] tercero
L·e hu ndia en la garganta la punta infiamada de un tiz6n. La
muerte .fue rápida y silenciosa. Una vez cumplida su venganza,
de·s-aparecie,r on en la oscuridad cargad os ccn las armas de su
víctima y nunc·a más se supo· de eUos. Los otfos dos volvief'on
unos días más tarde entre los paraguayos y contaM1on lo rque
había suced~do. En cuanto a mf, recogí la historia de· ~abios de]
hijo de la víctima. Preocupado por v·e·n gar a su padre,, se había
hecho cazador de indios gua.y aq ui s y participó en el ataque de
1953.
Había algo más que avivaba el deseo de los para.guayos de
4.fj
obtener niño. guayaquis: a ta preocupación cristiana de salvar e,]
alma de aquellos paganos, permitiendo aJ cuerpo ocuparse en
provecho propio, se .a ñadía una preocupación de 0irden, por a í
decirlo cromático. Corrlan muchas leyendas y la imaginación
111
1
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armas de fuego, el ·m edio poUtico de obwne.r una víctoria nrilitar ·
rápida sobre los detestados enemigos. Y romo entre los indios
~a alianza sólo hallaba su gMantia Yierdadera y definitiva e·n las
relacione.s de parentesco~ transformaron a sus compañeros es-
paño~es en cuflados y yernos dá_ndoles sus. hermana.s y su.s hijas.
1
que tal era la ajp arienda d~_Jos (U&Ya9u is ~Qu,m.u lAbAn sus e(e,c..
~ . ·~· ----~ .
~s par~ hacer que los indio fueran el ambiguo o hj1eto del de ·e o
.~~ lo ' .paraguay.os.
A í e forma, a base tanto de secreto como de transparencia,
el punto de encuentt·O de los indios y de· ~o otros~ indudable-
men e s u confu. o simbolismo ayudará a comprender cómo en
un día de 1953, un grupo armado logró capturar a la tribu de los
aché gatu. Esta vez los caz.adore de indi0:s no obtuvieron nin·
gún beneficio de . u expedición. Esta incluso, en cierto sentido
les puso en ridí culo. Una ve2 llegado8 a las proximidades de an
1
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(¡creía poder apropiarse· algún d[a de ~os tesoros confiados al
cuidado de l,o s achi!) supo no mostrars e nunca violento con los
1
de 1os tres dialectos que hablan los últimos indios guaraníes del
1
49
rapide·z el guayaqui; pues esta lengu~,
aun teniendo rasgos es-
pecíñcos, es muy paf>ecida al guaraní., Cadogan,. habiendo efec-
tuado en el lugar abundantes grabaciones. las transcribió y las
tradujo, enviindolo todo a Paris, a] Muse-o del Hom.bre, oon lo
1
te Jos cuatro meses que p·recedieron a mj p·a rtida, a es·c uchar las
cintas une y otra vez, a habituanne a aquella fonética extraña, a
asimilar su vocabulario; trabajo que hice en Paris sin prob]emas
pero que sobre e[ terf'eno hubiera ex~gido Largos meses de pa-
ieiencia. }Apenas llegado al campamento de los indios podía
entender e incluso pronunciar fra es; sencillas desde luego,
per--o suficientes para establecer entr·e ellos y yo ese mínimo
intercambio sin el cua~ se ca,e en e~ desánimo y en el aburrimien-
to. <<Nde ikiJ ma ko,>., me dijo un guayaqui a ]a pocas. horas de
nuestra llegada. He aquí que se encontraba ante mí, hablándo-
me,, uno de aquello a quien.es se denomina h0mb[les de La edad
de piedra (Jo,que ,en aque] ,c eso era c*erto} El me hablaba y yo le
1
•
viado por la fadlidad de este primer contacto con los indios. Alli
se interrumpió la conversación: no hubiera podido pro'longar e 1
51
enton ces alguien e acerca al extr.anjero o al amigo que está de
vuelta tra una larga ausencia y le saluda. «¿Has Ue,gado?>> «He
llegado.» Además. una legítima desconfianza impedía a los gua-
yaqui mostrarse dema iado familiares con los blancos· de to-
do modos, aquel día tuvo lugar un .e pi odio mucho más impor-
tan1e e interes-ante, a ojos de los indios> Q.ue nue tra Uegada, por
1
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oblig.ación die capituJar. Su espacio de nomadieo, la <~cordillera>~.,
era un refu.gio natural en que los p,a rguayos se aventuraban
poco. M,á s bien eran los propios guayaq,uis ·q uienes lanzaban
ataquers en ocasiones para vo~ver rápidamente a Jas boscosas
pendientes donde no se atrevían·a perseguirles. De mQdo que
parecían estar en condiciones de subsistir libremente dillrante
muchos años todavía~ pues los, paraguayos no entraban en su
territorio de caia, d ,e relieve excesivame·n te d esigual para poder
1 1
53
Jyvukugi se mostró; pues bastante reticente: los aché gatu
tenían miedo~ estaban 1c onvencido\s de que los extranjeros les
acribillarían a flechazos en cuanto di.eran el primer paso sobre e)
suelo tribal, para devorarles a continuación. Finalmente la pre-
encia del jefe· blanco y de sus armas de fuego calmaron la
inqu•etud y a princ•pios de 1962 un pequeño grupo de indios
partió en busca de lo·s iroiangi. En rea1idad]I en modo a1guno
adivinaban el interés de aquella expedición, y si la .a ceptaron es
porque secretamente vefan en eUa una buena ocasión de ven-
garse de aqueUos enemigos a los que nunca habían visto~ y de
antemano se r·e goeijaban de la magnífica masacre a ·q ue podrían
entregarse1 sin demasiado riesgo., con aqueHos salvajes despre~
dados y od~ados. .aturalmente. Jas cosas no sucedieron así,
pue los indios muertos no proporcio,.n aban ningún pr.ove.c ho al
paraguayo. Unos pOC·OS día bastaron a los acné par-a hallar Jo
signos que buscaban: aqu(, un tronco que tenía un minús·culo
corte a la altura de un hombre, señal casi imper·c eptible para las
mujeres que iban detrás; .allí. ~a. rama de un arbusto rota con la
mano; más, lejos, prueba evidente de que estaban en el buen
camino, una pa~me·ra caída de la que &e habían Uevado las hojas
y que además denotaba por el aplastamiento de las fibras
1
54
,·
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1 L
1
1
\
p raroete! iMeno hwa iah> (¡Eres un viejo muy débil! ¡·No puedes
1
vivieran con él? P ero también había que tener en cuenta los
1
5·8
las viejas itagy, parecí.an ir-risories,. adecuadas s·olamente para
servir de maja al.as mujeres. ¡Y .e l beeru había prometido dárse-·
las .a todos!
Karewachugi, Gran Coatí, dudaba. Hacía ya mucho tiempo
que los acbé le habían reconocido ·como su conduct-0r. Con
ayuda de su hermano,. Kajawechugi; Gran Gato montés. s.i empre
había sabido evitar a las suyo los riesgo de conflictos con los
aché hostiles. Era el hombre más íuert·e de la tribu y sus enor·
mes brazos p.odían tensar ·el ar·CO hasta romperlo; en los duel·o·s
sus compañeros temían , us golpes de arco y nadie le e·ncontraba
exagerado cuando cantaba: «Cho ro breteum («soy un gran ·caza-
dor>)). Era el mejor sabía deR·c ubrir kaa gatu~ Ja buena selva en
que abundaba la caza. Pero ¿debía ahora rendir e a las razones
de Kandegi y volverse cheygi; amigo y .aliado de los blancos?' EJ
no olvidaría de buenas a primeras que hacía una quincena de
años innumerables beeru~ armados todos con sus chuJ.Ji, habían
invadido e] país de Jos aché e·m brando·varios días La muerte y el
terror entre ellos mientras restallaban a cada momento las deto-
naciones. La tribu, que 1ttn l.os mes.e,s p~ecedentes había ido
matando gran cantidad de caballo y de vacas, había tenido que
rep1 egaF< e lejos de los terrenos de caza habituales. Una parte
1
59
Ló aché .se dividieron. · Finalmente una mayoría, quizá más
sen ible a la atracción de una aventura que a ]os riesgo. c,or-rj-
dos, se decantó en f'avor de la unión~ Y. Karewacbugi adoptó su
criterio: ya no queda b.a má que espe,rar al blanco.
La expedición fue, otganizada en mayo de 1962. Más fuerte
que la pequen.a lncursión que había sorprendido, a Kandegi
compre·nd[a a vario paraguayo y a un.a docena de guayaquis,.
1
60
los compañeros, cuyos rastro· descu brian a cada in tante; es
fulano, decfan, quien taló e te árbol; y esas son las larvas de
m·e ngano. Unicos dueños a partir de entonces de] Ywyty.r usu
temieron reinar en él. Además uno de los dos niños, una mucha-
chita de ocho o diez años, estaba muy ·e nferma mano ru wy casi
muerta: ·q uizá los blan.eos supieran curarla. Se decjdieron y en el
moment.o en ·qrue nosotros Uegábaimos junto a ]o a.ché, coinci-
dencia pr>odigiosa en la que qu~se ver un signo, aparecía e1 grupo
1
horas mis tarde po·r ¡prim.era vez, a lo que ~os cronistas del siglo
XV~, como André Thev.e t y Jean de l"éry.~ contaban de los indios
tupinamba del JitoraJ brasileño: ht ·alutación lacrimo a o m.odo
ritual izado de alud.ar a los extranjeros. J akugi, cazador aché
gatu, no e taba allí ·e n aquel momento. Cuando llegó, al caer la
tarde, Je anunciaron la novedad. Do muj,e res iroiangi. una vieja
y otra joven, se dirigieron as.u choza. El e levant.ó; la waimi, la
vieja~ e situó frente a él apoyando las manos en sus hombro
1 1
61
III
ALREVES
Que no identificaba gran cosa. Y. para más inri, ere-o que ellos
1
63
tenían maia voluntad. Planteo a un joven una pregunta que . é
no e indiscreta. pue lo· aché gatu ya la ha'n contestado in
dudar: «¿Avaro nde apa?>> «¿Quién es tu padre?»} M,@rnira; no
puede decirse que se haya quedado pa. mado ante una pregunta
ridícula o que no haya comprendido (me he preocupado de
ertkular clara y lentamente); en su mirada aparece ci,e rto fasti-
dio y no <:onte ta. Quizá haya pto:nunciado muy mal. todo puede
er. Voy a buscar a un aché gatu y le pido qtH!· repita la pregunta;
1
64
praru. de ro mita kyri wyte. >> (t<Yo soy un viejo débil. Tú er-e
una cahez:a ])landa, un recién n.a cido todavía.») Había quedado
claro~ dejé a Paivagi atizando, su fuego y me fui junto al mío un
poco turbado. como se queda uno siempre ante ,q uien dice la
"'e rdad. Tal era el salvajismo de los aché: colmado de su silen-
cio, signo desolador de su libertad última) era. preci amente yo
qui1en die ,eaba pr~varles de~ mismo'. Pactar con u mueJ"ite: era
prec.iso, a fuerza de paciencia y de a. tucia, a base de p equeña
1
65
beeru fracasara. De m odo que s,e confiaro,n a la bue,na voluntad
1 1
kwa W. et, ure kwa ty» («los extranjeros no saben nada, nosotros
sí, estamos acostumbrados a s,a ber.») Los iroiangi, poco susc·e p-
tibles, estaban perfectamente convencidos de 1ello y ni se les
ocurrió disputar a Jos aché gatu la preem¡neneia que les conferia
e) saber adquirido junt.o a los blancos. Aceptaron humildem,e nte
el papel ecundario y así fue como Jyvukugi, sin pretend er 1
66
Para empezar, proporcionó uno mujer a su hermano Pikygi, Pez
Pequeño a quien poco antes había abandonado la suya para
seguir a otro hombre. Cuando llegaron loa iroiangi Karewachu-
gi terúa dos es.posas, una antigua y otra reciente, una muj1er
joven cuyo marído había sido muerto por los par,a guayos; Kare-
wachugi ]a había tomado como japetyua. esposa secundaria.
Llegaron a un acuerdo y Karewachugi cedib sus derechos, a
1
zaba una vez pe·r dida su libertad. A partir de ahora 1eran paue~
hennanos a pesar de no haberlo de eado.
Así pues. reinaba el buen acuerdo; persistía un rencor ecre-
to, ,si bien aparecía. púbUcam,e nte sólo en raras ocasiones. Por
1
que hubiera sido ofen iva entr,e uaja, entre cuñados. P ,e ro cuan-
1
67
blemente! ¡Nosotros los ,a ché gatuno nos pedemo,s nuncab> Na-·
die rebatió la inj1uria qu.e era además una calumnia. Pues los
guayaqu¡s son muy discretos en lo referente a las actividades
1
de~ campam ento. es muy posib]e que una vieja le repr,e nda
1
agriam·e nte: <~i Wata reho! iK aari rñ puchi! >> ( <<¡ · igue camjnan.do~:
¡En· la s.e]va sí, caga!»). Las, aguas del arroyuelo, con lecho de
1
arena muy e-Jara - por e:so los indios guaraníes le Uamaban . oro--
1
68
.. 1
69
dadero dirig,e nte, se sentía casi tan responsable de eHos como
1 1
que todos los aché recibieran la parte que les tocaba. Del mismo
modo, cuando tení.a Jugar ,Blgún acontecim'iento importante o se
adoptaba a~guna de·c isi6n que afe·ctaba a todos, Jyvukugi se
ocupaba de visitar el campamento entero y de transmitir la
noticia a todos los .aché,, famiUa por famlJia comentándola ~
dando abundantes detaUes a fin de qu1e todos e,stuvieran periec-
taniente al corriente de lo que sucedía+ Al principio estas gira
informativas me orpflendían mucho pues de hecho los indio ,
ya sabían de qué e tratabas El paraguayo, cuando tenía que
comunicarles algo, les reunía ante su casa de adobe y les hablaba
en una extraña y confusa mezcla die guaya,q ui y guaraní: sólo tres
o cuatro acbé gatu Uegaban a comprender estajerga, impermea-
1
ble para los demá.sM Por eso hab[a que traducir .sus discur&os, de
Jo que se encargaban sobre ]a marcha estos pocos, iniciados. A
pe ar de ello cuando la gente volvía a su tapy, Jyvuk.ugí repetia
1
1
por completo lo que este les decía· en.t una extrafia comedia en
,q ue los oyentes m·o straban su sorpresa pre tando atención ,a
qu[en, in.dudablem ente. no po-d~an engatiar con su fiictjcia extra-
1
ñeza. ¿Cuál era pues el secreto de este juego? ¿Cuál era la regla
que se ponían de a,c uerdo para respetar con complicidad com-
partida? ¿Por qué era preciso que Jyvukugi repitiera inútihne,n-
te Jo qu,e ya sabían los otros? En modo, alguno dependía de la
1
70
I
•'
. -·~
'
'.
'.·~ '
8. Quijada de ca pivara cm
1
~ to .a ]a vi·olencia, en el elemento del discurso, en la palabra. De·
modo que cuando visitaba en una gira a todo 1e·l campamento no
decía a los aclhé nada. que eHos no supieran, sino que confirmaba.
1
71
que, al mantene,r iguai a sr mísmo el lazo entre e,[ grupo y su
poder, de hecho ,enunciaban:
Jyvukugi (en e! sie ntido del to do inglés)~ utilicé el v,e rbo japo
que signüica fabrLcar (to make). Me respondió vivamente: <t¡Jy-
vukugi japo i~ inandy!» («~J'yvukugi no "hace , es e~ que suele
hablar!})) . o es que Jyvuku gi no «hiciera>): por el contrario,
trabajaba mucho falbri cando flechas, sin cesar. M~ informador
1
que.ria exprUear que Jyvuku:gi n,o se definía por ,e] hacer sino por
e] decir,, que· en esto r esidía su diferencia die los demás, y que
1 1
1
en el senpdo de que su poder no la amenaza; por eJ <.>ontrario, su 1
72
« alvaje »rechazan, por un acto sociológico - y en consecuencie
inconscient . que, ,s u poder se vuelva coercitivo. Los }efes no
1
se
dores adentraban en el corazón del,continente sudam·ericano.
En sucesiva expediciones. las primeras de las cuale fuer·o n
masacradas por los indio, adentraban sus navíos por el Río de
1
73
, e extendía el Chaco, y los indios que lo poblaban eran duros
guerreros enemigo mortales de los guaraníes y por tanto de los
1
74
cuanto a Jas eJvas~ en eUas abundaba la caza: flechas. tramp as y
1
75
ro : así eran [os indios de Ja zona oriental del Paraguay. cristaJi-
1
~
eran 'expeclitivos: de ser posible, mataban a Jos hombrest e
76
desposaban, con las mujeres y adoptaban a los niños.. ada
prueba - pero tampoco hay nada que impida pensarlo-- ,q ue las
cosas sucedieran así entre Paraguay y Uruguay; en cuyo caso
sentimos la vehemente tentación de oonsiderar a los indios
guayaquis como últimos superviviente·s de un viejo grupo, po bla-
1
~c1one~. Pero una ve·z iniciado el impulso Ja vu1 e]ta atrá era
llTe\l',erssble,. y eJ agravar.s·e las condiciones de inseguridad .a
77
'causa •de Ja creciente pre.sión de Jos machitara, los. aché - en
época· bastante reeien~ renunciaron por oomp)eto a la agricul-
tura. Pero qo~zá fuera eJCcesivo reducir a la m era hostilidad )as.
1
Al princiJ)·i O ]o~ mbya y los guayaquis vivían j1untos bajo 1el gob[er·
no de Pa··¡ Rete Kw:eiray 1C«~ I dios con cuerpo de soh>). n día los
guayaquis aparecier-0n comp]etamente desnudm¡, en la danza ri·
t111al: Pa~i Rete Kwaray, enfurecido, Jes f\ecriminó, :~es maldijo,y le
dispersó por la selva. Por e·Site motivo han vivido errante·s y aal\'a-
jes hasta el presente.
78
xvn e] gran R~iz de Morit.oya inid6 .la empresa misionera que
culminarla en el sorprendente imperio je,s uítico de] Par.aguay.
El dolor y las penalidades no faltaron y muchos miembros d e la 1
79
, Los jesuita~) que s e dedicaban sobre todo, a propagar la f:e~
1
·c ristianizadas, pero trunb~én sobre los infieles; y.. entre eUo·s,. los
gusyaquis. Hasta (echa muy reciente lo que de ellos se sabía se
limitaba a Ja·s pocas, página que Lozano les había consagrado.
Pu1e s bien, el r·e trato que, traza de eUos, aunque incompleto,, y
1
cia para conocer esas últimas, y ]o que pude saber d e ellas es, en
1
81
el Uruguay, siendo así q¡ue eJ Paraná. siempre fue considerado e]
limite oriental del territorio guayaquL Exceptuando esta indica·
cibn de Loiano. de la que no hay motivos para des-confiar'! nunca
má e hac,e mención de lo ka "aygua en esta zona; e más~
nunca se ha de cubierto en la mi ma alguna población que se
adecúe a la descripción del historíador j,esuita~ ¿Qué condusión
acar? No que aque]las gentes só]o hubieran e,x~stido en la ,ima-
g¡inaic)óo de Lozano pue yo he podjdo reconocer en elJa a los
guayaquis; sino que los aché de más aUá del {<gran río» (que ,e
lo q ue significa la palabra Paraná , de aparecieron, xtermina-
1
•
dos 'º asimilados por, lo guaraníes, más 'º menos en el mo m ento 1 1
masacrado. por Jos blancos incluso ante d,e que los asesinos
conocieran e'1 nombre de us víctima . Pero veamos lo que
1
e cribe Lozano: ·
Las co tumbres y e:~ espíritu de lo caaiN"'ª· se cuentan entl:'le las
má bárbaras que se han de cubierto en América,,. viven entre los
ríos Uruguay y Paraná. donde están nuestras mi iones del Para-
guay. E una nación muy poco numerosa, y se da oomo motivo de
1
82
al~m,enticias éxqu~siteces veranieg.as de los indios, pues además
de· la uavidad de· su gusto al paladar, ~a untuosa crema amariJla
cerrada en un saquete bulUcio~o d,e 6 a 10 cm die longitud está
c-0mpuesta en un 90~ de materia grasa: <<¡.Eaah. egatu!» ( {<¡0h
1
cuyo avance era entorpecido por los pesados cestos y· por los
niños., Eutre los hombres estaba Kybwyragi· su padre, Paiva.gi,
1 1
83
mal gusto. Cuando se puede caminar, se· camina; y cuando no· se
puede· má ~ hay que pararse: eso mismo pensaba eUa,. en sus
tiempos juveniles., de las. viejas.. que frenaban la mar.cha del
grupo. une a le había preocupado, la suerte r·ese,rv ada a .las
waimi cuando se conv,ertian en un peso exc,e sivo para una ban-·
da. Qub.á 110 tardara en Uegar su turno~ pero de momento había
1
de más iej1os .• a sus espaldas. La fiera ruge cada vez más ftirios.a,.
1
84
mujeres, aterro,riz.adas, se tapan lo - oídos con ~as manos; los
hoin.bre e cuchan, esperan ,oon una flecha montada en Ja cuer-
da del arco. Kyhwyrari~~J?~ra que e] jaguar haya terminado con
su madre. Ella to avfa no ha gritado; jndudablementé intenta
-asustar a [a fiera b]andj,e ndo u bastón. adie ha.bla.. _ ~~pis
están 8 la e·scucha: habrle que estar' loco para contrariar ]a
1 1
liación.
Se oyen ,g ritos; el jaguar ha caído sobr~ su ilrisorio-adversa·
1
palabras de la muerte.
D·os o tre me ses n1ás tarde~ K,wantfrogi. hermano me om-_d.e._
Kybwyragi1 tid.ta bajo su tapcy. Está enf:e:rmo, un acoeSQ H-~
1
que los vívos; estos ]os o~v~dan fácilmente,, pero Jos d ifuntos se
1
Mi madre ya no está~ por eso lloro mucho. Ya. no iré más a la se~v.e .
pues cuando voy a ella pi1e nso q,ue m] :m adre ya no e·stá; y entonce
lloro.
- Entónc€'s lo rncucrdo~ lo he visto al ir p]ll. he visto los huesos de mi
86
madre, el ja uar e los hahía comido~ los hueso grande e teban
disperso : ~to he visto.;· también h vi. to su cráneo. Entonce he
gritado a Kajawachug~: «jAUí, el cráneo de mi madre! jGolpea el
cráneo~» Y entonce n Kajawachugi lo ha golpeado.
He aquí que ahora oy huérfano. Y por serlo ya no iré má a la
~elva: me quedaré junu, a mi padre. ya muy débil. Ya no iré más de
correrla por la elva.
Mi madre era de las que don mucho, lo sé. ¡Cuánto guchu tr.oía!
1
A7
.
Así ~s como K.wantirogi, durante vari08 días segu~dos y en
ténninos Casi idénticos declamó la or.a ci6n fúnebre llamada ai
1 1
c0mo guayaquis:
1
88
de toro. La fuerza fis¡ca de los guayaquis es casi. incteíb]e, como
1
bles por la poca taUa de sus portado res: l "58 ro de inedia en los
1
za desa-rroUada por sus mayores . .De modo que si bien u obs er- 1
89
habe-r trazado la poco halagadora imagen de e·stos monstruos
deformes:
Con t·odo, .su color es comúnm,e nte blimco, mlll!y distinto a la tez
oscura de ·1o.s demás indios.. pues viven siempre tm Juga.Ns som-
bríos donde no Jes hi10r~n los rayos de~ sol; si se les obliga a vivir
fueFa de ijü.S bosqu~s. su vida e man::hita ni.pidamente ~ como el
p-ez. fuera de su elemento.
pies vue·hios hacia adentro, como si no tuvi eran alrededor 't odo
1
'90
poblaciones indígenas, si bien muestran una variedad muy am-
plia de, tipos tísicos, presentan con todo cí1ert.os n~sg,os recurre·n-
tes. que circunscriben c·o n nitidez eJ tipo racial amerindio y
permiten dasificarlos entre los mongoloides; pómu los anchos y
1
oscura se.gún las regiones y las tríbus. Los guaranCes, por ejem-
plo, son de tez más dara que los í:ndios del Chaco. D esde los 1
Ínicios de, la exp)o.r ación de América del Sur aparecían d:i spér-
sas en los r·elatos e informes de viajeros, soldados o misjoneros,
alusiones a salvajes blancos, cuya existencia e1·a señalada por
otros .indios qlle c.asi siempre l.os describían C·o.mo muy tímidos o
1 1
91
de esos eres maJignos que pueblan Ja noche 1C 0 n la 1q ue se
1
miento al ver ese r·o .t.ro que les pertenecía y qu e cuando inten-
1
taban toe.ar con ]a punta de lo·. dedos s.óJo les ofr,ecf.a la supe·rfi-
cie fria y dura del <:had. En ocasiones. daban la vue~ta a) espejo
1
para v,e r qué· había detrás. Entre ~os aché se p~odujo un entuw
siasmo por los chaa, todos querian tenerlo. Es más., esta pasión
determinó un comportamiento raro eutre 101 indios: ]a acumula-
dón. Efectivamente., varias mujeres. atesoraron hasta cinco o
1
93
los guayaquie blancos y de ojos azules~ E1sle últi'mo detaUe está
de más; pero tanto los unos como los o,tros pertene·C·e n al mism.o
grupo, que por el col.or de . u piel es racialrnente djf,erent-e del
resto de lo ~n~.ios. Por otra parte·, el hecho de· que 1os caaigua
de Loz.a:no estén localizado más alJá deJ Paraná ignifica ím-
plemente que hubo u11 tiempo en que e. e grupo pohlaei.onal
1
'94
nada.>)) Lo dicen sin rencor, las co as son así desde que en el
origen de los tiempos e decidió ,e] gran reparto entre indio y
blancos,. entre pobreza y riqueza. Algo parecido afirman los
guaraníes: e¡ destino otorgó a 1os blanco~ la parte del león. pero
lo que tocó a. lo indio debe , eguir ~iendo suyo. no lo dejarán en
provecho de Lo blanco ·. Desde hace cuatro siglo lo mbye Oo
machit:ara de ]os aché,) se resisten con obstinación a Ja"' em,pre-
1
95
estaba muy versado en el saber tr,a dicional, de la tribu y daba
1
96
mándolo es en definitiva su cuasi-si]encio, que lo itúa a medio
1
97
IV
LA,S PERSO AS MAYORES
..
99 .,
-
da blemente todavía e dema fa.do pronto para p-oder medir las
~on . ecuencias mayores, de este encuentro~ fue fatal para Jos
indl'o y no s,e sabe si, por alguna extraña r.epercusión,, no Uevará
también en í la mue,rte inesperada de nuestra historia, de la
historia de nuestr-o mundo en su figura ,c ontemporánea. igue
siendo posible preguntarse i entre lo indios tampoco «hay
personas mayore ~ » .
En cua]quier· ca.º~ y a pe ar de los raptos a que, e babíam
dedkado ~os paraguayos, en Arroyo Moroti había un número de
niños relativamente elevado: una docena de los aché gatu y
alrededor d ·e veinte de lo iroiangi, en ]o que era dominante el
grupo de edad situado 1e ntre lo ctnco y Jos doce año . La
1
lOO
lanzó su lazo de cueroJ! que se cerró alrededor de la mujer y
volvió a la estancia* llevando su p~esa. La mujer mantuvo una
sorprendente, sangre fria. Hablaba volublemente y hacía mu-
chos gestos; nadie la entendía. Ella enseñó sus carg,a dos pechos
y adoptó la postura del amamantami 1ento~ explicaba que había
1
Arroyo Moroti. Era dema iado duro para ]as mujere , ]es vencía
e] desánimo y alguna . al descubrir que esta ban encintas, pe·
·- dí.e n a su marido que les practicara elyku•a, ·e l aborto. Raramen-
"Ténegaban Jos hombres este servicio a sus mujeres. Para eUo
apoyaban en el vientre de la mujer con todas sus ruerzas, l,o s
puños cerrado o las dos rodillas; inel u so se ayuda han con un
pesado trozo de madera. La pacientie uíria, se r-ewrcía bajo ]a
presi6n experimentada, pero el dolor no le hacía renunciar a su
p,r,oyecto. Otras mujeres preíe.dan esperar al final del embarazo:
mataban a~ nino en e] mom,ento de su nacimiento dándo1e un
golp..:e en la nuca o e trangulándolo. La eficacia de e to gesto,s
no .era en modo alguno si,gn.o de indile-rencia por parte de los
@i:~; ~Por el contrario, una gran pena se enseñoreaba de los
~ Al}uis; pero no podían escoger: los blancos. no cont-e·ntos
con 11obarles sus kromi ]es impedían t ener más, conduciéndoles
1
1
10 1
re,p1 t~endían
agriamente. Prohibiciones sanas, a fin de cuentas,
pues garantizaban el equilibrio dem,o grifico d@1 g,rupo., ]as pare-
jas se mante·nían en bue nas relaciones y la .alud de los niños se
veía proteg~da.
Pasé Jas primeras semanas en oompañía sobre todo de ]os
1
102
Pero J'akwachug:i era un poco dura de oído y no me había
entendido., pues se quedó boquiabie:r;ta y con la mirada llenB. de
,e stupefacción: «¿Menot meno nde jwe?» (((¿,C opular, tienes ganas
de copular?») En vez, de kramero había entendido meno~ que~
1
103
uno de los extranjero le había ofrecido un arco al hijo de
Jyvukugi. A esta edad )os muchachos ya están bien entrenados
·en el manejo de u arma; .in alejarse· dema iado del camparnien-
to pueden pa ar hora a solas en ja . eiva al acecho de presas
adapta.das a ~a poten·cia (no despreciable) de su arco~ Y no ,es
raro 'V er a uno u otro volver junto al hoga:r de su madre y echar a
1
104
/fJ_ Da.ve, eslera dt' pa~mn · de! p!ndo
sela sobre los hombros, e 'lll invierno a modo, de capa o pan.1 tapar
e¡ cesto.
La eo~ina. Unas ,c arnes ]as asan y otras las hlerven. El pecari
o el eo,r zo, los anímales grandes ,e n genera~, primer,o s,e chamus-
can Y a co:nt¡nuaci6n s,e descuartizan con los cuchillos de bam-
bú;, ~uego los troz,os se asan lentamente cl<1.v,,a dos en una variUa
puesta obl~cuamente sobre e] fueg,o y sostenida por un pado
ahorquiUado.. La grasa se deshace y gotee so bte ,la brasa . A lo"'
105
ach.é les gust"8 que ]os animales cazados sean bíen ,g rasos de lo
contrario les decepcionan. Para no perder un alimento tan ap·re~
ciado recogen las gotas sirvíéndose de un trozo de madera de
palmera desfibrado por un extremo: es el k-0to, una especie de
pincel que se empapa. en los liquido·s (grasa, m~e1, etc.) para
cbupario a cc,n tinuación. Otras piezas de caza se hierven. como
el kr,a ja, el m.ono aullador~ Los ach~, aunque n9mad.as, son
a.1íafi ros1 .J' egte es un rasgo ,e""i~áñ~ de su cu]tura material Las
mujeres fabrican cerámicas rústicas.• adornadas en ocasiones
con Ja impresión de la uña d~l pulgar. Es en es.t os recipientes,
Jos kara., donde se hierven las carnes y otros alime·ntos, como el
1
del pindo». s.e hierve el agua. que .se ha vuelto blanca. y con 1
tro patas y gritan con el tra ero al aire: «¡Aigiiot puchi.'>' ( t<¡Ma -
má, me he cagado!)>)
La jornada de 10 aché se inicia muy temprano, inclu o ante
de que aparezca Ja primera luz del alba. j no hay señales de
que lo beeru estén. pr,e sentes en la región y la caza es abundan·
te. se quedan varios días en el mismo campamento. Lo dejarán
cuando Jo.s animales e~caseen . Los aché van en fila india,. los
hombres delantie y la mujere· · detrás; estas ú]timas llevan un
t¡zón que permitirá encender fácilmente fuego a1 ha<:er un alto y
aho rrará a los hombres ]a molestia, sobre todo cuando ha llovi-
1
106
11. Koto~ pincel destin.<rdo a· absorber tos Üqllidos
casi sagrado: no, hay que hablar y,. sobre todo, no hay que r·e frse,
pues de lo contrario no habría fuego;. las mujeres. ni si.q uiera
tienen derecho a mirar cuando d] hombre hace gírar ia caña
1e ntre· sus m.anos. Las marchas no duran mu<!ho tiempo: r.ara-·
mente más de tres o 1c uatro horas. Se detiene·n en ol lugar
propicio: donde los árboles n·o son dem.Qsiado altos, pues atraen
a Ch.ono el trueno, y no en 10 más espeso de Ja selva pu'e ,s se
1
1
sobre tGdo a los. que son víctimas de~ baiuwiiJ mal que afecta,
entre otros~ a los que consumen la miel sin mezclarla con agua..
Cuando los frutos de ge.nipa están maduros~ se calientan en un
caparazón de armadíUo y se comen. Pero muchas otras tribus
1
107
Siete u ocho, ,a ños: ~a edad de ir a la escuela. ¿Se pensará que
los niño~ salvajes saben meno que los nuestros? A partir de
esta edad aprenden t--0do lo nece. ario, para afrontar victoriosa-
mente la vida forestal de los nómadas. Al atardecer, antes de
dormirse cuando, de aparece eJ sol, las abuelas cuentan las
cosas del pasado, Ja aparición de· los primeros aché sobre Ja
tierra~ hablan del tiempo en que la oscuridad todavía no existía;
explkan a sus. nietos quiénes son los ,seres invisibles y que se les
debe temer; que un aché si empre debe dar a otro, aché y que si
1
sea adulto sabrá repetirlos ta] como los escuchó. Las jary y los
jamol]i, las abuela y los abuelos, se encargan mayormente d e] 1
l08
•
cm
una caña más larga de modo que será más ligera y sólo se sie rvirá.
de· ella para tirar a poc·a distancia a los animales pequeños. El
:mue hacho observa y esca cha; e~ padre es pacien~ y no se
enfada nunca. El hijo aprende que no debe coger.se con la mano 1
aché; tapona los panales para impedir que estos los descubran;
Y que, por otra parte, las abejas no anidan en la,gar-es fre.cuenta~
dos por eJ ta.ira barbara, animal que siente predilección po.r la
mie~ y que saquea tos panales. Le enseñan a ser prudente~ hay
que saber que la hembra de~ tapir es pe~igroso cuando tiene
e.rías Y que mien tras los gritos del pájaro nzyriJh e'je anuncian ~a
proxilnidad de s,u ,c ompañero el j1aguar. por ,el contrario lo.s del
109
brupichu señaian la presencia cercana de kapiuara (buitre ) que
pueden cazarse a. flechazos.
E_n_ cuaAOO- e los an:imaies> hay que tener t."<>n ellos. ciert.a~
regla de cortesía. Cuando se· le·s mata hay que saludarles; el
.cazador llega al campamento con Ja pre·sa ·c olgada del hombro
noblem ente manchado de sangre; la deposita y canta en honor
1 1
rnent·e matar anim,ales; es co,n traer· una deuda oon ellos, y para
librarse de esa deuda hay que devol\let a ]a existencja, por la
paJabra? a lo anima~e que se ha matado. Se les agradece
haber e dejado matar pero in pronunciar su nombre corriente.
A í. br,.ivi~ el tapir.. etá Uamado morangi; y kande, el pecari
pe queño, recibirá el nombre de barugi. Con los animales hay
1
que· ser astuto, hay que hacer como que se habla de otro y, al
engañar as{ a !a presa,, se abo·Je la agresión de los hombr-es, se
sup rime el acto mortal El canto del cazador sella el acue·r do
1
• 1a] udo al oso hormiguer-0 «¡Yo, ·el muy grande, lo traigo! ¡Yo
1
:
~'e co·n
ideraba que había Uegado el mo·mento. tos hybuchu
ya eran yma, grandes y v,igorosos, conocían todos ~os secretos
de barek,a, Ja caza, y ya no se· 'l es podía seguir manteniendo
110
fácilmente apartad6s de la~ mujeres~, a ]as q1Je' dedicaban cada
v-ez con mayor frecuencia,, aunqu e lo tuvieran prohibidot m~ra
1
pal que deseaba el imbi mubu, la pe·tio1raci6n del labic a fin de,
Jer un ,c azador reconocido y poder ostentar a partir de entonces
é] pas~dot labial que al marcar su entrada en la edad adulta le
1 1 1
111
daría acceso sin restricciones e ¡as muj,e res ,a n iadas desde
hacfa tiempo; aquel día su padre, Rambfagi;, se alegró compren~
diendo al mismo tiempo que é l mimo iba a pasar, d,e kybuchu
hombre formado, cazador en Ja plenitud de ]a edad, al
(!te,
estatuto sigulente de chyuai proui., «el que ya es un poco viejo>>.
1
112
perder a sus hijo , que pronto serán, más qu e sus m >mby~
hombres dignos de riespeto. u chen11.a 1·u.uura expresa eJ ühimo
esfuerzo por retener el tiempo y es tainbién el p,r imer canto de
su separación, celebra una ruptura. Para los hombfies, ]a negati-
va c,a ntada-Uorada de las mujefles a ,a ,c eptar lo inevitable e un
desafío: s.·e redobla la fuer-za de u prerii~ su viol,encia se vuelve
agresiva ca i ha ta cubrir el humilde lamento de la. madre que
1
º 'yen .a sus hjjos cantando ·Como homb:res. IEllos ·.aben que ..,on la
apuesta de, ,e sta )ucha a que se entregan homb1·e y mujeres. lo
que le anima a cumpHr vigoro amente su papel: e ... a noche ya
no forman part·e del grupo~ ya no pertenecen al mundo de la
muj,e res, ya no son de u madre; pero todavía no on hombres,
no on de ninguna parte, pot e o o upan el en da ayia: lugar
diferente, e pacio tran itorio, frontera sagrada entre un ante ·y
un de pués para Jos que· van a morir y renacer al mismo 6empo.
Las hoguera . e ap·agan. Ja voce ca]lan, se duermen.
Por Ja mañana temprano se presentan nuevamente ante Jyvu~
kugi. Tienen hambre, pero e un gran día y sienten un poco de
1
113
albergar a mrucbos aché. Las palma recogida cubren la OO..
chtunbre, simplemente plantada sobre las gruesas est.acas rcla·
1
el que· se, va hacia el sol. mientras que ianue no qui.e re drejar a los
1
114
I¡
li1!~.
,9(·· . 1~
1
·
~
' \J .
115
la infancia, les defenderá frente a los hombres y llevará a buen
fin su tarea obligando aJ grupo, de hombres ya formados a acoger
a los jóvene·s. También él sie vueJve by-ia, Heno de cólera; insulta
1
sin grasa. cosa que entristeee a los aché. También están prohi·
bidos todos los tipos de miel: si no flespetaran la regla :tes ~ería
imposible cazar antma],e s con sus fJe·chas. Los iniciados llenen
mucha hambre: por e o todos los día , al anochecer, se oye el
canto de ~as madres, triste a] saber que sus hijos e. tán ham-
brientos: «¡Hijo mío! ¡Está compJ,et.ani,e nte· sin vientre!,~
En cuanto a Jyvukugi y su ayudante .. están ·ujetos al m i~mo
tabú: no pueden comer més que médula de pahnera. Además;
exactamente igual que los padre y hermanos de los muchachos ,
deben evitar cuidadosamente hacer el amo~ en tales, ·circuns-
tancias, e.I me110 haría dolorosa Ja herida del labio y r,e tardaría la
curación. Al privarse· así de las esposas y de la~ amantes. los
hombres e solidarizan con sus jóv,e ne compañer-os~ Pues es-
tos. desde Juego, todavía no han conquistado el derecho a cono,.
cera las mujeres. Les será reconocido más adelante, cuando la
herida esté <:ompletamente cicatrizada~ es decir. cuando se rom·
1
pala cuerd,eciUa anudada en e'I interior de.l labio que impide ,que
se cierre e~ agujero: cuando se rompe eJ kaimbo se vuelven
120
verdaderamente bf!lagi. Ptno mientra está i ntacto~ nada de
mujeres: de otro modo le ucedería la peor desgracia qu,e
puede tener un hombre, la mala suerte en la caza. i e hacen
1
Una vez tran currido. lo~ cuatro días los aché abandonan el
campamento. P ronto . u agujero labia] con lo contorno bien
de1imitados, deja de deL prender olor desagradable. Entonces a
cada uno de los tre · befadi su padre le ofrece ~upa ·ador labiaJ,
que a partir de entonce podrán Uevar durante la~ paradas: un
hueso de rnono fino y largo, perfectamente visible a ojos de ]as
mujeres.prae.·o L wii. para educir]as. Puesto que ahora son hom·
1
121
del. jo·\-'en~ ]e dice: <<Ya no eres un betagi. Eres un hombre
formado; por eso quiero hacei-.te el tatuaje~ seré yo el que te
rajará Ja espalda. '> No es. una p1 etición~ sino una constatación:
1
hay que hac er]o ahora y e] b ;taJ,ri ti ene que pasar por eUo~ El
1 1
eo·n sus brazos; e~tá boca abajo y ,e xpone la ·e spalda c·o n ]a piel
bien estirada. E l. c.<r.ajadon~ tom.a su piedra y corta profunda·
mente desde lo alto del hombro hasta el punto más saMente de
las nalgas. o e~ la incisión ligera. y uperficial que pr-oduciría,
por eje.mp)o, la astilla de· bambú afiJada co·mo una navaja· es una
verdadera raja en la esp alda que atraviesa todo e? gros-0r de la
1
piel. Para ahondar sem1e jante surco co·n un instrume·nto que está
J.ej.os de ofrecer el filo del cuchiUo de bambú hay que teuer
buena mano., p·ues Ja piel es resistente. El bowaregi .ap·r ieta co.n
1
que apenas duele. E l jaycha bowo ·c asi mata al que lo p·a dece.
Pero, ieomo· sucede durante el. imbi mubu. el joven no dejará
escapar ni un lamento·, ni un gemido! puede perder el 1oonoci-
miento pero rno abrirá los labios. Estie silencio da la med¡da d·e
su valor y de su deriecbo a ser co·ns~derado un hombre fo,r mado.
Una vez Jabra.da la espalda en toda su su p erfj cie, e] bowaregi
coge, carbón vegeta] del árbo] kybai (término· que significa hom-
bre), lo teduce a polvo y lo me.zc]a con m~et Extiende esta pasta
sobre las llagas haciendo que penetre bien~ El carbón p,ulveriza-
do actúa co,mo un se·cante,, aspir.a la sangre y contribuye a
122
dete·n er la hemorragia. Adem.á s se incrusta en Ja rajas de modo
que cuando estas cicatricen, las largas estrías quedarán de un
1
tas de cierto· árbol y la aplica. dur.a nte largo rato sobre las
1
J.2'3
individuo ·QUe se reconozca a sí mismo p ara que perdure la
1
Para impedir el retorno del cao a los cielos los aché rajan la
tierra con gus hachas~ del mismo modo, para prevenir un caos
semejante entre ellos,. rajan Ja espalda del betagi. Piel labrada,
tierra escarificada: una mi ma y única marca. Enuncia la ley de
las cosas y la Jey de los hombres y expresa al mismo tiempo su
enigma: el sol y ]a l.una. e1 día y la noche, se suceden apacible-
1
124
0, Chachugí sale de entre los árboles y, con la mirada baja, se
dirige rá pidamente a la choza de sus padres, que ~a han evacuae
do. Murimurando, le dice a su abuela, que es ]a única que se ha
que~ pirama» («mi sangre está aquí») Entonces la 1
•
dos. o ~ólo tiene que esconderse sino que tamhíén d ebe evitar
tota~me·nte, po:ner su mirada sobre Jos demás!. y sobr,e todo sobre
]os hombre que no sean su padre y su padrino: u mírada es
mala,. es fuente de ma] y de desgracia causa de baya. Los aché
1
ción.
A la mañana siguiente me Jev.a nto muy lempran.o para asistir
a la continuación de] ritual. A pesar de mi diligencia las cosas ya
han empezado. pue,s Ja choza d~_r._e9J.1J:sión ha .s~do claramente
desp]azada ai exterior del Cam.p amento: pues el lugar en
1 que
estaba Chachugi ayer noche es un espacio manchado no directa-
mente por Ja sangre, sino por todas las repulsiones y terrores
que vehicula. El lugar , e ha vuelto impuro inhabitable. EJ
padre de ~a muchacha se ha jd,o a la selv,a · vo]verá con un
cargamento de virutas de liana kym-0ta, sin la cual sería imposi·
ble la purificación. Ha traído una cantidad e,norme~ pues son
muchos los que habrán de ser purificados: no sólo los que están
contaminados por haber estado en contacto directo con Cha-
chugi, sino incluso un grupo importante de hombres que se ha:n
mantenido cuidadosamente apartados. Todo· esto m ,e Jo expUca
Tatuetepirangi. Armadillo de p "e1 roja;, y al mismo tiempo s é por
1
127
y Jos ojos cerrados: sus padres, el padrino y la madrina. mi
amigo Tatuetepirangi. Eis «enjabonada» y rociada de hi cabeza
a Jos pie con punado de viruta· empapadas en el agua purifi-
cadora. o s·e destuida la intimidad de la novicia y en varia·
ocasiones veo en los muslos rastros de sangre· que on rápida-
mente borrados con una pasada de esponja. A intervalos regula-
res las mujer.e se acuclillan. hacen un chengaruvara y vuelven a
su tarea~ Cha,chugi p ronto ha sido (nte·grame·nte lavada; la. secan
1
12
tapb .l).ará acaso que Chachugi soUcite más. ardiente·mente (y
hasta el presente no ]e ha faltado ardor) lo.s favories de los
hombres? Interrogados más a fondo los aché apenas fueron más
é.!Cpli(itos: go nonga ure, nosotros som·o así. Pero s~ bien ellos
· no- sallen en definittva qué es [o que hacen, otras muchas trlbu ·
podrían explicarlo. Efectivamentet la eL.ección ~e] tapir no es
accidental. Para ]o - aché es, e.sencialm ente, una presa, apreciaª
1 1
da por "'U sabor y por la can idad de carne que puede proporcio-
nar. Al ser su pellejo demasiado grueso para las fle.chas de
·m adera, inte·ntan ponierle trampas haeiendo un agujero en . u
,c amino, habitual; junto a los rios, una fosa cónica qu e t.ap an con
1 1
trompa ·un poco obsc·e na, siempre tiene e·I papel de s,eductor~ a
pesar de· su apar:i encia ¡pesada y in gracía, es un don Juan
1
119
varse una en el pie. ~in dedicar ni una mirada a Chachugi, los
hombres - entre ellos el marido- e dirig·e n al lugar asignado,
donde son lavados uno tra otro. na mujer se encarga de
pintar a la purificada. Un caparazón de armadillo enroscado en
forma de cucurucho contiene· una masa ne.gra: es una mez·cla de
cera de abeja,, resina y un poco de carbón vegetal en po]vo. La
mujer toma un poco de esta mezcla co·n una espátula pulimenta-
da y la acerca al fuego para hace.rla cas.i líquida y aplicarla .a
continuación a la piel: deja una señal de color negro briUante·
1
i. :~o
color indeleble del que la mujer queda marcada para siie mpre.
¿Por qué baic en esto [,o s aché? Para que us mujef\es sean her·
mosas, para que estén bien grue a . in las escarificaciones
estarían g.aipard, delgadas} malas. Y del vientre matemo ade· ·
cuadamente roUizo «caerá» fac~lmente el doroparegi, el p rimo·1
131
brazos. Tampoco c,opuJó; por otra parte, ningán hombre se
hubiera atrevido, a propo·n érs elo: une da.re pou, una mujer nue-
1
comentariro 1
• A ct1e ro kwaty, los aché saben.
J32
V
LAS MUJERES, LA MIEL Y LA GUERRA
L3 3
al c1unpa1nento sin p roble1nas, en el fondo bastanl" salisf.,cho
del aspecto western de mi jornada.
Dejar el mundo de los blancos y reunirme con los guayaquis
en los bosques era, en el más alto grado, volver a una existencia
distendida, perezosa, cuyo ritmo sin tropiezos correspondía a la
indolencia india. Desde su instalación en Arroyo Moroti, el
modo de vida de los aché se había transformado mucho, sobre
todo desde el punto de vista de su alimentación, pues la parte
vegetal de la misma - principalmente en forma de mandioc~
había aumentado mucho en detrimento de la carne, cuya ausen-
cia, por poco que se prolongara durante unos días, hundía a los
indios en la más profunda tristeza. Para asegurar un aprovisio-
namiento regular de carne hubiera sido preciso irse muy lejos
de Arroyo Moroti, y por lo tanto desaparecer durante largo
tiempo en la selva, lo que disgustaba mucho al paraguayo. Por
otra parte los propios indios tenían dudas sobre la conveniencia
de apartarse demasiado de aquel lugar, donde, a pesar de todo,
se encontraban seguros. Además, fatalmente se hubieran reini-
ciado las hostilidades con los beeru. En cualquier caso los aché
no podían pasarse s in la carne más de tres días. De otro modo,
se volvían taciturnos, inertes, se quedaban dormitando junto a
las hogueras y me negaban, desde luego, cualquier colabora-
ción. Felizmente, animados por la gazuza, reaccionaban. Muy
temprano, antes de salir el sol, un hombre se despertaba. Senta-
do sobre sus talones al resplandor del fuego, que atizaba, se
ponía a cantar repitiendo continuamente las mismas cosas du-
rante alrededor de media hora. Al principio yo no entendía s u
canto. Pero s iempre terminaba del mismo modo: en cuanto una
frágil claridad permitía justamente orientarse en la oscuridad,
el hombre s e levantaba provisto de su arco y de sus ílechas y se
iba. Sencillamente, había anunciado su intención de salir de
caza indicando al mismo tiempo el número de noches que pen-
saba pasar en la selva si no volvía en el día. Cuando preveía una
caza de varios días (en lenguaje aché, de varias noches), s u
mujer y sus hijos le acompañaban. Pero salían cuando ya había
amanecido por compl~to, por lo menos una hora más tarde que
él: la mujer, cargada con el cesto y un hijo y con la mano
ocupada por un tizón, no hubiera podido mantener la velocidad
de su marido. Cuando un hombre hacía conocer sus proyectos
de este modo, siempre había uno o dos dispuestos a partir con
él. Se iban discretamente sin que nadie mostrara haberse des-
pertado. Pero el cantor partía siempre el primero. Con su canto
134
pr1e venía a ]a tribu de su partida't pr,e cisaba en qué dirección iria
y aJ'm1~mo tiempo olidtaha compañía. Pero no esperaba res-
puesta y, sin pveocuparse de si e,r a · eguido o no, se alejaba.
Pr,e cisar la direcdón escogida no era una precaución inútil.
En la elva podía suceder cualquier co a y era bueno que )o,
compañero supieran dónde buscar i lo cazadores tardaban
demasiado en volve·r. Así, una noche un hombre cantó que se
iba a cazar monos y que volverlá al campamento tres noches
1nás tarde~ Le acomp·a fiaban otros dos, de modo ·q ue eran tre
familias con dos niños. Pero al cabo de una semana no habían
rea.parecí.do. <<E 1 jaguar }o,s ha devorado» 'l comentaban enton·
ce lo. a.ché. Cuando la vuelta no tiene [ugar en e] momento
previ to. iempre se dice e o; de] mismo modo que~ cuando yo
anunciaba mi deseo de pa arme por Ja selva. no dejaban de
decirme: t<El jaguar te va a destripar>>. En realidad un encuen-
tro de, e~ te género ,e s raro y. exceptuando la reciente muerte d·e
hachuwaim~gi hacía mucho, que ]a fiera no había molestado ,a
nadie. Al invocar re,gu~armente la amenaza de) baipu., los indio
de ígn.aban nQ tanto ,l an¡mal real com.o el accid,ente, cualquie·
t ,a que fuese, 1 que pa.día intr-oducir de orden en el flujo de la.vida
1 1
.. o con ·ervé más que ~as botas - no hubiera podido caminar con
lo pi,e desnudos y temía a la· serpiente - y un grueso cinturón
de cuero en cuya cartuche·ra iba ·mi 38. Exceptuando esto, iba
de nudo como un gu. ano. on este extrano quipo proseguí la
marcha; de todos modo -, no había ningún riesgo de tener un
·e ncuentro vergonzoso.
Más o menos a las tre hora~, y tras haber atrave ado do
riachuelo , uno vadeándol·o y otro por un puente guayaqu:1 (un
árb(»l tendi.do de una orilla a la otra), negamos al campamento.
No había en él mé: que un a.brigo, bastante grande: las. cenizas
e .taban frias y no había nadie. Los indios examinaron e] suelo a
su a]rededor,. se mo. traron con el dedo cosas para mí tota]m,en-
te invisi bles y, in dudart sigui·er«>n en cierta dirección. 'I'ra
medi.a hora más de marcha, alcanzamos a ]o desaparecidos.
¿Por qu.é habían abandonado e) primer campamento para e ta·
blecer otro a t.an poca di ta11cia? o lo é. Quizá lo ha bí&n
con iderado int, m.aloHent~ contaminado; o les había a ~ustado
un e piritu. También aquí no hay má que un abrigo.; el e tado
de la palmas, fre ca.~ indica que han sido cortada ' la vi pera.
n hiliJJo de· humo sale del fueg,o casi apagado. Exceptuando a
una mujer que da e] pechp a su hijita"' los ocupantes e tán 1
13
rápjdam,e nte y en Uencio, mientras que un bian,00 no abe 1
139
nadie. No hay gusto por la censura, no hay prohibiciones corpo-
rales. no se hace ningún esíuerzó por disimular el precio del
placer. así viven los adultos bajo la mirada de los niños. No se
pretende engoñorlcs y to.mpoco el.l os se engañan, poro las cosas
nunca son equívocas: un hombre nunca se entregaría a activida·
des privadas con su compañera habitual en presencia de al·
guien, sea joven o viejo. Libertad y compostura: tal es el am·
biente normal entre los indios. Quizá pueda pensarse que .la
ausencia total de represión puede conducir a los kybuchu a
curiosidades demasiado precoces. pero no es así. Eíectivamen·
te. para ellos las cosas están muy claras: el men-0 es bueno, pues
así lo dicen los mayores; también nosotros haremos a las muje·
res lo que les hacen los mayores, !lero no antes de haber recibí·
do de ellos el derecho a imitarlos, no antes de tener el labio
horadado y de que en vez de embogi nos llamen betagi. Las
mujeres son para los Iniciados.
Entre los kybuchu en ocasiones estallaban riñas que nunca
llegaban al intercambio de golpes. De vez en cuando veía a uno
que se llegaba hasta mí. Daba unas vueltas alrededor de la
cabaña mirándome de reojo y por fin se decidía: «¡Fulano ha
hecho meno con tal chica!», murmuraba, y en su rostro se pinta·
ba el dolor de haber tenido que proíerir semejante cosa. Desde
luego, era pura calumnia inspirada por el deseo de vengarse de
alguna oíensa. Había, en eíecto, tres o cuatro chicas pero tenían
més edad que los kybuchu y se interesaban por los jóvenes o por
los hombres casados. El presunto culpable no dejaba de res·
ponder. indignado, cuando yo le preguntaba: «Los kybuchu no
hacen el amor. ¡Sólo cuando tenemos el bel.a!» No ignoraban
que el pane hubiera sancionado cualquier violación de la regla.
Se divertían mucho vigilando a los adultos; uno de los mucha-
chos surgía de la selva y, jadeante y con mucha prisa por volver,
me decía por ejemplo: «¡Ven en seguida! ¡Chachugi y Baipugi
están haciendo el amor! ¡Están en la selva! ¡Juja ury pute! ¡Qué
risa, qué divertido! ¡Ven!» Y para convencerme imitaba con
movimientos desordenados del cuerpo al pobre Chachugi muy
atar~ado, sin saberse observado por tantos ojos, en ocuparse de
Baipugi. Yo no llevaba mi indiscreción (o mi concie ncia profe·
sional) hasta el punto de responder a estas invit.aciooes apre-
miantes. Pero este sistema infalible de inform acionAA mA permi-
ua conocer lo que probablemente me habrían ocult.ado los adul-
tos: los amores clandestinos, las intrigas adúlteras, los placeres
ilícitos que con su írut.a prohibida completaban la trama de una
140
vida tan cotidiana como la de· cualquier otro Jugar. ingún
espír~tu de delación animaba a Jos kybuchu: simp]emente, ·era
un buen medio de divertirse un poco a costa de los aduh:os. Así"'
yo ·e staba al día ·en lo que· se refiere a la vida secreta de Jos aché
y capacitado~ p-0r tanto. par.a comprender s.u incidencia en Ja
estabilidad de las parejas y 1e n el modo de reso'lver los conflfotos
matrimonia les.
Los aché protegían ,c on la misma discreción sus actividades
higiénicas y s u vida erótica. Si querían hacer el amor durante el
día, tenían que ocultarse en la selva. Un hombrie se aJ,eja con
aire disp~icente, c-0mo quien no quíere· ]a cosa: instantes más.
tarde una mujer se· levanta y parte en ]a misma dil'lección: tienen
una cita. Po·r lo general se eligen las horas cá.Hdas de la tarde ,
1
l4l
Entre las pocas mujere jóvenes de la tribu hab•a una de unos
quince año muy atractiva y que no disimulaba su agrado por los
hombre . Es.tos no, la desatendían en modo alguno, («esta chica,
se decía. da d emasiado su agujero»)t pero ella parecía insacia-
1
142
vio~ento.Las niujer·e s son más into,lerantes que sus maridos;,
sobre todo .cusn.do este es uin cazador reputado que. evidente·
mente no están dis.puestas a d ejar--se robar por otra. Castigan. al
1 1
otro homblie ~os favores de·s cuidados por e~ marido. Las cosas
no Jlegan más aUá y e] buen acu erdo de la p 8l'leja no sale dema-
1 1
eUas~ Pero no si empre era así. Ocho o nueve años antes., muc.ho
1
l43
había p:roducido una escisi6n entre los aché gatu. Jyvu_kugi-
entoncezs dirig,e nte de la tribu, tenía por mujer a la hermosa
Kimiragi. Esta se fue un día so]a a cierta d¡stancia del campa-
+
m1e nto1m.ientras su marid.,o 1e staba de caza; iba en silencio, que-
ria recoger frutos del, árbo~ gualliju. A~r-ededor d1e eUa ~os pája-
ros cantaban sin ternor. E~ grito, insistente del mere llamó su
,a tención; e[ pájol'IO parecía escondido en una espesura. Ella,
curiosat se a,ce·r,c b, apartó la maleza y descubrió no un mer.e sino
a aquel que, para atraer)a, había imltado su canto: el jov·en
Kyb..,.-iyragi, hombre formado que pocos mese,s ante·s hahia sufri-
do ~a escarificación. Obligado a la salteña por falta de :r.nujeJ'leS
e ntre· los athé gatu. vivía en el ,tapy de sus p.a dres,, comía e~
1 1
chija. Siu furia fue tanto mayor cuanto que e.rajwm"e y jepar-e de
1
144
Partió a solas tras las huellas de su hijo; estaba muy },e jo,e, a
varias jornada de marcha a travé de la selva. Encontr,ó a Jos
epru·atistas y e puso a convence,r a Jyvukugi de que era p reci-
1
145
ción favorable, y doble, de sus dos compañeros. En este punto
del.icado - en el sentido de que los dos hombres pueden desear a
la mujer en el mismo momento-- es ella quien decide siempre,
cuidando de no otorgar más a uno que a otro: acompaña a la
selva tanto al imeU! como aljapetyua. Los maridos no se quejan j
de este arreglo. En cuanto a los.lújos, consideran como padres a
los diversos maridos de su madre, distinguiéndolos en cualquier
caso en virtud del estatuto de que cada uno de ellos se beneficia
respecto de ella. Así, el marido principal es el padre verdadero
(apii ete) y el secundario, el padre mezclado {apéi miro). Even-
tualmente, al hombre que ha copulado con la mujer estando
encinta se le reconoce cierto grado de paternidad: es el apéi
perombre, el padre que ha hecho pero, es decir, que se ha
acostado con una mujer embarazada por otro. Todos estos hom-
bres reivindican con igual firmeza su calidad de padres de los
hijos y nadie se la discute. Kimiragi tenía un lújo, un kybuchu.
Su parecido con Kybwyragi era sorprendente: ciertamente, era
su padre biológico. Con todo, el muchacho consideraba como su
apii ete a Jyvukugi, que por su parte asumía la figura del padre.
En una ocasión Jyvukugi hostigaba a su mujer, aunque discreta-
mente, en presencia del muchacho. Este, enfurecido, se puso a
dar puñetazos con furia a su padre. Los padres, riéndose, le
dijeron: «Eres muy kyrymba» («valiente»).
A lo largo de la jornada ninguna regla especial preside la
disposición de los miembros de la familia en el espacio del tapy.
Por el contrario, la ubicación de cada uno para el sueño noctur·
no alrededor del fuego está establecida de antemano, no se
acuestan en cua lquier sitio. Los aché duermen en el propio
s uelo, si no está húmedo, o en esteras de palma; duermen
desnudos. Durante la noche no podían soportar las pocas vesti-
duras ofrecidas por el blanco, y en cuanto llegaba la hora del
reposo, se las quitaban. La mujer es el centro a partir del cual se
distribuye e l espacio del sueño. Primero está el fuego, que arde
a la puerta del abrigo. A continuación una primera fila de dur-
mientes : los hijos, por lo menos hasta la edad de siete u ocho
años; pasada esa edad, ya son un tanto autónomos respecto J.
sus padres y duermen juntos con su propio fueg-0. Tras los hijos
está su madre, vuelta hacia la hoguera para recibir el calor. Si .
tiene un niño pequeño, lo conserva junto a sí, cogido por la
banda portadora, bien protegido del frio. Y finalmente, tras la
mujer, el o los maridos, que se acuestan, como es lo propio, los
más alejados del fuego. Eventualmente, cuando la temperatura
146
baja mucho, como en junio y juho,, se enciende una segunda
hoguera ,o puesta ·a la priinera. Así, ~a mujer se haJla metafórica-
mente dividida.. de arriba abajo y según su dobte naturaleza~ la
cara ante·ri.or es el lado madre donde S e jnstaian los hijos, que
1
duermen entre el fueg,o y la madre~ que establece así una fron te-
ra, entr,e el espacio infantil y e) espacio de los, adultos; la cara
posterior es el Jado esposa, reservado a los maridos.
Cuando no hay más que uno el problema está resuelto, el
hombre se echa junto a su mujer. P·e ro ¿y cuando so,n varios?
Entonces s e opera una segunda división en el cuerpo de la
1
147
Entr,e los iroiangi no había ninguna pareja poUándrica. Cuan-
do la tribu apareció en Ar.royo, Moroti, el j,e fe incluso tenía dos
mujeres~ una de ellas) cedida a un aché gatu, eUó la a]janza
entre los dos grupos. Pe·ro esta ausencia no significa que dicho
modelo de matrimonio fuera :ignorado por los extranjeros. Lo
conocían tan bien como los otros y lo ponían en prá·ctica cuando
1
148
Aquello no, me alegraba especialmente-entre Jos dos campa·
roenros había una buena jornada a caballo- pero no podía ne~
garme: tenía que hacer el servicio solicitado. De modo que partí.
Encontré a Kajawachugi triste y deprimido. o sabía muy bien
c,o n qué argumento convencerle para que se uniera a nosotro :
<~Aquí tú eres como un viudo. Sin mujeres. ¿Quién cocina?
¿Cómo comer,á s? Tus hijos buscan a su madre. Ven, conmigo.»
Yo intentaba pintar con las tintas más negras su situación aquí y
trazar. por el contrario,, una imagen muy seductora de la vida aJU
(«Las naranjas son muy buenas. Hay caz.a») ·, contrariado, me
respondía~ simplemente~ «Ape ro cho enda. » (~<Mi casa está
aquí>>). Y tenía razón: er,a Krajagi quien tenía que volver~ y no él
quien tenía que reunir.se con ella y con su amante. o insistí
nuís y m.e volví, convenc~do de· haber fracasado. Apenas había
recorrido media legua cuando oí un pisoteo a mis espaJdas:
Kajawachugi se reunía conmigo llevando a su hjjo m.ás joven a la
,e. palda y con el otro trotando detrá . Alivio~ e había decidido.
Monté al muchacho a la grupa. Duran~e la m.a rcha, interro.g ué al
kybuc:hu sobre su madre. Estaba al corriente de todo, conocía Ja
relacióu entre eUa y J apegi. S:in manifestar emoción, dijo: «Kuja
meno jue. » («La mujer queria hacer el amor»).
Ll,e gamos en plena noch.e. Al día siguiente Kajawachugi pro·
puso con poca palabras la única olución capaz de deshacer eJ
confikto, ya que, la mujer no quería renunciar al amante,: acepta~
baque el otro fuera marido secundario. De medo que Japegi iría
a vivir con e11os"' en la misma choza!> y tendda 1el e,s tatuto de
totywaty, dormiría junto a la ,cabeza de Krajagi Kajawa.chugi era
honrado no tenía segundas intenciones. Pero era evidente que
,Japegi no compartía e l mismo punto de vista. T emía la fuerza
1
responsabi~idad en lo sucedido.
En ocasiones se nombra a las pe,r sonas segú,n sus órganos
sexuales. Una abuela iróiangi muy vieja, esque1ética, a la que en
una oca ión vi dar a su nieto, para ca imarlo~, wi pecho reducido
al e pe sor de una crepe, sólo era conocida. baj 0 el nombre de
1
149
inc~uso los nH1os; ~respetuoso sino sim1>ilemente obj 1~ti- ...
vo~ Y a eJ La no le mol,estaba. Todos tos gueyaquis U-nán nombres
de an1 ilesy-pr¡cITcam te wdos los animaJes pueden ervir
para nombrar a ]as pe,rsonas. Las únicas excepciones on ciertos
pájaros, que, no,se consumen por ser''º ' animaJes dom,sticos de
Chono, e) Trueno, y el acutí. Etectivament-e además dei térmi-
no, embo~ lo aché disponen,, para designar el pene. de Ja expre-
1
El mes de junio fue muy frío. Llegaba del sur un v~ento hehido
que el muro veg'etal apenas iograba contener. No se, hubiera
dicho que· estábamos en las proximidades del tróp¡co y en más
de una 0-casión contemplamos aJ alba un paisaje más bien polar.
el agua de los charcos helada., heladas blancas sobre Ja yerba de
1
los campo·s. Eta el tiempo de1 duy pute ~ del gran frio. Para ~os
1
150
postullia, se daba La vuelta. ~ascullando y .den:'olla .el e~ific.io .
:D urante unos se·gundos terna lugar una agttac1ón s1Jenc1osa al
término de la cual ]a construcción se rehacia. :Pa~ecfa milagroso
que en eJ curso de estas vueltas. noctumas, nadie se .~c?Star.a
dir·e ctamente sobre las brasas. Y aunque todos los movumentos
se ef,e ctuaran in que nadie se desperta et e·sto :n o sucedía. Por
la mañana los cuerpo estaban grisáceos. de· ceniza. Los, indio.s
1
15 1
-
Uas. entre veinte y veinticinco per onas~ A. í, lo aché gatu
, formaban dos bandas;; los extranj ros~ más numerosos; e re-
partían en cuatro o cinco. Este desperdigamiento de los indios,
por 1a elva era e·c onómicamente necesario. Trtbutario sobre
todo de la caza terúan que tomar en consideración la débil
,concentr'1lción de Ja presas: n.o todo, lo día, se, tiene, Ja uerte
de caer sobre una manada de cerdos sa]vaje que puede diez-
marse en uno, segundo . La di pe,rsiÓ'n de los animales a to
largo, y a lo ancho de vastas extensione upone la de lo homw
bre : donde una tribu al comp~eto no hubiera podido' sub f tiT
por fatta de recursos suficiente , una unidad m,á s pequeña ~o,
hacía · in dificultades. De modo que el e pacio tribal e dividía
en s,ub-espacios, en el interior de ~o . cuale,s nomadeaban las
bandas. Cada ·u na de eUas ejercía una ,e specie de derecho de
pr-opied.ad obre el territorio que explotaba y que ,e n relación
con ei número de sus ocupante era inmenso: lpara poder reoo..
rrer tranquilamente e] cicl,o anual .[_na veintena_:.,de personas
necesitaba_varios Ct!!tenares de kHóme\g.s_cUa.;jí=acJo de selva~
er
1
mismo itio. _A las poco§ días de pre eocia bnmantl l<? animales
se ,al~an e,n busca de ta calgut:_d,e modo que hay que eiú~rlos y•
.-,... ... ··- ...- ~ ------
as1, paso a pa o,ae campamento en camp,a mento1 al term1nar
1
. .
las peregrinaciones que a finales de año llevan a lo indio a su
punto de, p.artida~ la totaljdad del espacio ha sido barrida. De
todos modo deben dar a sus emplazamientos un sentido, una
dirección, pues a !os pocos me es de haber talado las palmeras1
vuelven sobre sus pasos para recoger las larvas que, mientras,
tanto han prosperado. Así pue , la..ucría» de larvas constjtuye ,
1e n 9da banda, la señaLde piopiedad espa:c jal. «He aquí las,
palmeras de Chachugi, y estas son las de Pirajugi», se'decía
cuando al azar del camino se encontraban árboles, caídos. atu~
ralmen~e, no se tocaban, eran bienes de Jo,s comp.a.ñe~os.
Las bandas de una misma tribu mantenían relacione,s fono-
amente amistosas PUE1ª-J,e componían .ao sQlo. de irand)t..-Ae. V'
15·2
· ñeros. También podía suc,e der que ~n emisario' de una banda
acud~er-a a avisar a la demás de un acontecimiento im.portante
que prec!sara de su presen.c:ia. P.e~o e~to. n.o .e·ra frec~ente y
tran c1J.1rnan ]argos meses Sln noti:c]as de los otros ache.. Esta
eparación bien hubiera podido ser p 1ermane.nte~ nada ]mpedía
que e ptolongara~ Y_si~ . embargQ )lila.. v.ez.-al. año tmi.a.s, la
1
,
to kybairu! -· - -- ~ --
Mi el se dice ai o tykive: j1ug,o; myryng.a tykwe~ jugo de la abeja
1
g8:tu, que ~r.an ot:Ia co1 l~e na. E 1Juefó' e"'s::pafa!Úgarlo entr¡ e Hos
--liJI SIQO S~ ·- ...
madre~..Y. . ·· '. .~ · · _ ·~
·Pero; ~obre todo, verán mujeres.,
... - - -
155
de los l·heygi- los hombres preparan una mezcJa de cera, carbón
vegeta! pulverizaa«> y rtsina.-Es d~huele bien. o·n est.o.
la mui~res p~u. IOs· hombres Lo prlmero, ei rostro: una
aplkación d e carbón en Pi>1Yí!.- bi~ne,gro eo. l1r ftenw;en la
1
delante "i por detrá .. y~ - n largos regueros, por loa brazos. Aigu:-
no añaden por endma finas lín~a. de la pasta preparada,. sobre
la· cua~e las mujeres pegan plumón blla nco de urubú. Hay otros
que se hacen aplicar e. n el rc ráneo ra urado los mismos adornos~
Lo h0rmbres están prep arados y ya se sabe que· Jos .cheygi
1
157
una guerra victoriosa e ignorar a los cuñados, transformados en.
enemigos; o intereambiar pacíficamente a las muj.eres; que con~
vierten en aliados a los grupos que proceden el intercambio.. L11
;g uerra es una visita basada en, la agresión; las visitas pacíficas
on como una guerra que se evita. Pe·r o en ambos casos, el
obj1etivo e el mismo: procurarse mujeres. D·e sde luego entre
cheygi, entr·e hombres de la misma tribu, no es cosa de robarse
las mujere . Pero conviene actuar según el. sentido de las cosas;
re ·petar y no oe u]tar lo que hay de vioJenda en el intercambio_
matrimonial. No e hace la guerra Se siffl!(iq.la 1Jl,1erm •
Por eso en l calv1ero de Ja seJva en que se celebra el encuen-
tro. los do. grupo~ de hombre.s pintados y armados. se observan.
o es má que una apariencia de violencia, pero hay que tomár-
sela en serio. A Ja ficticia dedaraeión de guerra debe suceder el
ritual de reconciiiaci6n.: atestigua que el sendero que ha condu-
cido al lfi kybairu no es el de la guerra. Arcos y flechas se
depos!tan en tierra. Los hombres avanzan unos hada otros, y se
djstribuyen por parejas: uno de una banda con uno de otra. Las
parejas pueden p·e rmanecer en pie, pero mis b:ien suel·e n sen·
tar. e . He aqu~ la úni,c a circunstancia en que los aché toleran - e
indu. o hu ca lo que por lo general es.t á firmem·e nte proscrito
en su flelacio·ne. cotidianas: el ,c ontacto flsico&Era no·tab)e ~a
c·x lremada repugnanc.i a de los •ndios por tocarse; esto se evi-
denciaba con ocasión de las entregas de alimentos~ en vez de
pasárs e~o directamen1te d e mano a mano, el don8Jllte pone en
1
ritual, del kyuai: las co "Quillas. De· dos en dos, cada uno rodean-
do con su braz 0 el torso de] otro, los guerrer.os dejan correr los
1
dedos bajo las axilas y sobre las C·ostiUas del compafJero. .EUJna
esp._..e_...c;;;,,;ie;....;;;.d.;.'e~c2~surso; el que de d,ú~timo ri-' i.pejor. S.e..wt.a de-
r·e i tir todo el tiempo posible, de soportar una tortura a l.a que
1
15,S
funci6n de~ kyoai: fundar la am~stad entr1e dos hombres o refor·
1
to
El a,c to inaugura] del kybairu ha tenido lugar. Los hombres
han hecho un buen kyuai y todo el m.undo está contento, todos
son cheylJi~ El cam.pomento, iápidamente in taJado,, e tá rebo-
sante de aché, la tribu está al completo. Los hombres van aJ rio
a lavars·e las p¡nturas, que ya no necesitan. Las muje,res cantan
las salutadones rituales. La daity están llenas de mieJ y exha-
lan rico~ perfum,es, los pinceles de pindo 1e stán preparados.
obre las hogueras se asan cuartos de cerdo salvaj.e de la do
159
especie . . Cuando se reúnen para la fiesta, e a ,es la carne p,r,efe-
r1da; ~os hombres han cazado mucho. V al caer la no4::he cantan
1
proaii. r
160
todos,, por turno~ son primero posesores y luego desposeídos de
la mi ma. Para un muchacho o una muchacha es fácil dejars,e
quitar la prenda por quien e dese,e: capitular bajo las cosquilla
de, fu lano o de fulana es como una declaración de amor. Yo te
dejo coger 1a alubia para que tú rne dejes coger otra cosa; me
e fuerzo por arrebatarte el proaii y e o quiere decir que tengo
de eos de ti. El to, kybairu e e] fe tival de] cuerpo. Cualquier
pr'e texto es bueno p ara tocarlot para servir 1e de 1é ]. ¿Que las
1
es la Fiesta.
Y también la ocasión de los matrimonios. Cuando dos jóve-
ne~, por medio de numerosos cos,q uilleos y arr ebatamiento de la
1
deci ión la. cosa van muy rápidas, no se andan con dengues.
« Cho rekojwe>>, dice e] hombre. {«Quiero po eerte.») ~<Nde reko
1
~
sólo tiene que llevar al día siguiente caz.a a su suegro y Jruvas a
su suegra. Y cuando las bandas se separen, la nueva pareja, a
voluntad, puede unirse a la banda de la muchacna o a la del
1
fácil volver con los che-ygi. Pero lo m,ós frecuente es fr a vivir con
1
la parentela de la mujer.
¿Con quién e casa un hombre? ,:En apari encia con cualquiera~
1
162
que Jo COmponen: aquí la natura~eza con sus an~males allí la
1
mane,cer reparado.
163
V1
MATAR
Para una tribu ,guayaq u,,. no hay má re ]ación con los otros .
,q ue la hostilidad. Tanto los blancos como Jos m,achitara-guara-
níes. e incluso1los aché extranjeros, son enemigos potenciales.
1
sangre fria. fuera de sí: es 1e ste un estado en el que no· e.s. gra.to
ve1· caer a los .iro-ndy. Es preciso que pase muy deprísa~ las
mujeres intervienen rápidamente para calmar al hombre furio·
o. A no, s·e r que sea ritualmente necesario; los adultos no s,e
pegan ja.más. Y ~todavía menos imaginab~e s son los castigos
fís icos que e·n otros lugares se apJican a los niños: krom{ y
kybuehu v·erd.ade·r·Os amos de sus padres, que, aceptan ser sus
e~ c~avos! sin por eUo convertir a los adultos en cabe2a. de turco~
1
hombres. L·os. niños siempre acaba.n consigui endo [o, que quie-
1 1
l65
En runa ocasió.n Uegó de la selva Pichug~, que e. taba en un
momento avanzado de u embarazo; Llevaba a las espaldas.
sujetándoselo1 a la írente, el cesto pe adamente cargado de
1
bañaba a su hijita febril. que gritaba aJ g·é lido c·o ntacto del agua.
Pensé que aque]]o eria fatal para la niña. Pero su madre de
muy mal humor me puso en mi sitio a mí y a mi recomendacio-
nes: « uando e] cuerpo está caliente hay que baña~se en el
1 1
agua. Eso· e.s lo que hacemos nosotros los aché»>. Ella tenía
razón. Estas meteduras de pata eran inevitabJes pero no afec-
taban a rni bue1na rcela1ción con lo indio y me enseñaban a
conocerles mej·o.r.
En cualquier caso hay algo cierto, y es el ho·rr-0r de los aché
por la violencia, sobre todo cuando les ~»arecía que amenazaba a
.los niños. Cie·rtament.e, las persecuciones d·e los paraguayos
·c ontra los j6venes a. fin de capturarlos y venderlos como e cla-
vos babia convertido en obsesión la inquietud de los adul.to,s.
Era algo sorprendente y a veces cómi.co. Los kybuchu tenían un
balón de fútbol o conocían Ja reglas del juego pero ]es gusta-
ba mucho correr tras la pelota. E,n ocasione lo hombres se
unían a ellos y los muchachos. mucho más die. tros que· )o
adulto , se d~vertían perversam.e nte impidiendo a los mayoJ:'ies
tocar el balón, su trayéndoselo en e] último momento. e pro-
ducían choques y caídas entroe los gritos entu iastas de lo
niños. Pues bien mientras esto sucedia, las madre , lejos de
observar plácidamente el juego, se angu tiaban rápidamente.
Regularmente acudía a mí una de~egación de mujere descanso·
ladas ·q ue me· uplicaba una intervención para poner fin a lo que,
evidentemente, iba a Convertirse e.n una masacr·e general. «4No
1 1
tengo muchos hijos. sólo tengo dos!» Y agitaba bajo mis narices
los dedos [ndi·c e y coraz,6n para animarme· a salvarlos. <e¡ o
1
167
tros para ir a comprarlos. Le expliqué a Kajawachugi mi inten~
d6n, le dije que siguiera adelante y qu·e yo Uegaría de·s.p ués de ·é l
en ·c ompañía de u hijo rnayor. Le parecib bien y nos separamo:S.
H~ce· mis compras ,a Ja iuz de una lámpara de petró~eo intercam-
biando en guaraní unas p alabras die cortesía con ,e~ dueno. Re-
1
168
preguntó e·n mi p re· encia: «1"Cho prauo! ¿Nd
1
"º
jepy uera?:t>
(((¡Le he e cogido. ¿Va a vengarte'? ») Y ,e) hombre, fiel a la
1
169
só]o están ahí como po,r una pró,rroga, el tiempo rápidamente
pondrá término a su sufrimiento p·rovisional. Ahora bien ,¿ qué
hac,e r con aquell<>s que in ser todavf.a cadáve,res ya no están
tampoco vivos?· No s6Jo seria absurdo empeñarse en esperar su
curación. pu.esto 1q ue están - .Ya al otro lado- mano , sino que
además son peligrosos par.a el resto: su muerte puede ser conta-
giosa~ a nad ie le gusto tenerlos cerca.. 'T ener ]a muerte· cerca es
volverse· vulnerable a Jos,asakos de sus pob1adores: almas,, e,s,pí-
ritus, fantasmas que aprovechan e] menor pretexto para hosti-
gar a los vivos. Por eso Kajawachugi deposioo a su h•jo al pie de
un árbo~ y siguió su camino. ¿Era aquello crueldad? No par-a los,
aché, a ninguno de los cual es se le hubiera ocurrido repr·o char a
1
aqu,el hombre su gesto. Para nosotros los occid,e ntales, quizá sí,
pero simplemente porque ~dempre supo nemos que ]a enferme-
1
dad es curable. ¿Y si no lo es? Tal era el caso para lo· aché: par-a
ellos la gripe era una enfermedad desconocida,. una enfermedad
de blancos que antes del contacto no existía. Les d~ez,maba. y no
sabían ni nombra.rla. o e podía hacer nada. Kajawachugi no
se so:rprendib cuando le expliicaron e:I vano inte·oto, de los, be,eru
1
por salvar a su hijo. Por otra parte ¿no ofrecía e.I espectáculo de
su vida cotid iana1 por e] co,n trario, la imagen de una devoción
casj exagerada de Jos adultos por Jos niños? Devoci6n que ni
siquiera dejaba .s itio para la sev eridad: ¿cómo hubieran podido
1
170
conviniera mantenerme apartado., Era su universo reU,gioso. El ,,,..
mundo guayaqui d e la creencias está. fundamentado en la con-
1
aqu 1e~ gran jaguar. Felizmente estaba allí el jov en bretete (gran
1 1
171
carga de corteza de kymala y purifican a Jakugi. Estaba ta!ando
un pindo cuando se ha desp rendido d e un árbol vecino, una
1 1
. "'
JOVene yernos.
Al apare-cer To,k angi y su salvador en el campamento 1Co11 la
fiera a cuestas, su hazaña fue saludada como mereda. o todo~
los días se m.a ta un, jaguar~ Fuertes chenga :ruva~a d e .las muje-
1 1
moteada.
Apenas pasaba día in que int ervinier-a un alma. En seguida
se nbtaba, pues el sígno de , u pres,e ncia era Ja enfermedad .
.. Ben~gna o grave, siempre afectaba a alguien: un catarro, una
indigestión o un. peso en los bues,os. Induso sabiendo que este o
1
l72
garantia de_curación. Además e tas muj.ere __sa ben mucha más
cosas ,q ue los demá y mucho antes.. u htJO les ,c uenta todo·.
Ella son Ja · primer:as en saber si una piara de cerdos salvajes
ronda por la región; inmediatamente lo,'" cazadcH:~es. avisados,
parten en la dirección indicada: encuentran los animales y ma~
tan muchos. También es con\reniente que en una banda haya
por lo meno una mujer preñada· por otra razón: el niño qu e 1
173
En ,c uanto a los aché, escuchan a Jos hij.o . ·o podrían pre -
cindir d,e eHos. Hasta 1,os muertos necesitan a Jos kromi.
174
de má significa uno de menos. Ahora el hombre ya no está.
abía que era mortal: ¿no es eso lo que proclaman los hijos
cuando vienen al mundo? A cambio lo abandonan con su padre·,
al que ya han matado y ~l que se venga. Por lo me~?8 se mata a
¡8 ~ hijas; en efe·cto1 ev~tan deshacerse de los n1nos varones.
E .. to , futuro caza.dore~ ; serian más tarde echados en fa[ta en
la tribu. o:n todo., también enos están .a veces. destinados al
jeµy .
175
17'. Mirnby, {iaut.a
aché la vue~ta
de los pájaros. Cuando e· 1C0insideraron .seguros,
!os hombre montaron ,e] campamento.
Estaban aterrados. P'rimero habían te·n ido que huir d e ]os 1
177
•
da por ,c ompleto su interior hay que obligarle a salir; por tanto,
(:onvien,e vomitar. 'W~schugi hunde varias veces sus dedos has.ta
e] fondo de ]a ,g arganta de Rambjangi. lanue entr-a por ei ano y
sale por la boca, al revés que ]a comida. De hecho, el fantasma
quiere alim,entarse de su víctima,, comerse su cuerpo devorán~
dolo por dentro~ 'R ambiangi vomita; está agotado, pero segura·
mente lanue ha .s ido expu1sado. Eintonces el hombre y la muJer
liberan al brupiare de su caparazón de barro lavándote con agua
en Ja que han puesto virutas de kymata. Habrá que esperar
varios dias hasta que Rambiangi.,. rigurosamente inmóvU en el
1
11'8
aquel cuyo bykw.a determinó, le ofrecerá caza de la suya~ El
dolor de fJekugi es profundo, como el que torturió a Rsmbiangi.
Este último Jo ha aboHdo vengando a su tuty por el homicidio.
Jakugi, a su ve:z, alberga el mismo propósito; habrá que vengar.
¿P,or qué la muerte de un niño tiene que sainc~onar la muerite de
otro niño? Y s¡n embargo no son perso·na.s mayores, su oue no
necesita compañía para irse, como el de un cazador. Ademást lo
afirman Jos aché: para un kromi no hay jepy. ¿A quién ha v enga-
1
kyra wachu uare, by-üi; cho bykware jepy vera cho! ¡El que
impartió el bykwa a causa del que come la carne gruesa y
sabrosa, a causa del que come la buena grasa es.e está fuera de
si; yo, que he impartido el bykwa. voy a vengar~» En apariencia,
el grupo du,e rme; pero todos están .a la escucha; esperan. ¿Mata-
rá J akugi? EJ nombre de Ja víctima se ha lanzado. Por un secr~to
camino ha escogido Jakugi. ¿Ha escogido en realidad a .q uién va
a matar?' Más bien se diría que ese lugar mortal estuviera desde
siempre reservado a la que va a ocuparJo. La joven ·c ondenada, y
179
solamen e eUa, podía prolongar y cerrar e] desplazamiento de·
las cosas a que S·e ven sometido los a.ché, las potenciag subte-
rránea que invisten a Jakugi. El homicidio del muchachito sólo
e la mitad del camino que tiene que recorrer el hombre. Es una
pétdida que le abruma, p ero no basta. Hay que seguir exaltando
1
sol, tomarla mi areo.» Los dos aché de que habla son e,] hombre
y la mujer que han purificado a Rembiangi despu.és de que ·e te
1
p·a dre, también él oía que yo iba a .h acer eljepy con su hija. Seguí
cantando. Al ·c abo d,e un buen rato vi que Ja mujer Wachugi .s e
s·e ntaba al resplandor de u hoguera. [nició el chenga ruuara.
180
en mo"irnient-01algo que no puede pararse. Los aché lo saben
perfectamen~e. ~hi está Kraja~i. Es vigoroso y ama a su hija.
¿Por qué no Jmptde que J akug1 la golpee? Pero no se trata del
compañero: tras é1 se mueven las potencias que detestan a los
1
181
•
demas~ade atención ,a quien no debía: al qt1e, ,o lvidando todas
1
182
venganza, per_o se limitó a unJepy raue. Bljware ,c ulpable blan~
dió ,s[) arco sobrie la ·cabe·za de un aché, pe110 sin bajario. La vida
~o~vió a ser apacible. En cuanto a J.aku,gi., tuvo que so.m eterse aJ
mi mo tratami ento seguido p.or Rambiangi un poco antes. Fue
1 1
lant e.
1
mente inmóvil bajo la choza. .Mientras está ahí, ent~e los rompa~
ñeros. no· corre ningún peligro. Pero si saHera del campamento,
lanve se aprovecharía. Al Cabo de cinco o seis días empi1e za a
1 1
183,
que levanta del suelo al recién nacido cuando e te acaba de
«caer,>. Ama a su ch:aue como i fuera u prop,io hijo. E 1br.upiare
mata a otro eché? y eJ golpe morta.~ que le da le Jnata a él m~smo~
muere al mi .. mo tiempo que su víctima. Los días Q.ue pasa
Jakugi e.n la in1novi1idad , e:n el ayuno. en el silencio. son lo~ días
de su muerte; ya no es un viviente entroe lo otros, mora lejos de
eHo . ¿Quién abrirá el camino de u vueha~ a quién corresponde
1
184
Lo·s aché gatu y los iroiarig~, distantes al pdncípio -los prime-
ros Henos de desdén,. los otros más bien humilde,s a pesar de .su
superioridad numérica- acabaron, no obstante~ C·e diend!o a ]a 1
extraord:inarias que hab'lan visto este o aquel: una serpi ente tan 1
m·omento él, ce~o o·, intenta ·coger e] pene de ]os kybuchu. Cuans
do un acbé no encuentra el nido de abejas que había visto
anteriormente ya sabe a qu4 atenerse: Jacarendy. para reÍ'rs e 1
185
A los extranjeros, les gusta mucho, hablar de los aché de~
norte, ·q ue son terribles~ muy malos y caníbales. o hac,e mucho
tiempo baj aron casi hasta el territorio de Karewachugi Hubo
1
¡Muchas ne,c has! ¡Grandes .fJechas~ ¡Zzz, uz, ZZl~ Teniamos mu·
cho miedo. Todo e,1 mundo gritaba, le insultábamos: ¡Aché caru.'~
bales. os mataremos y os ,quitaremos las mujeres.' ,·Os devornrcin los
buitreu! ¡ o oiros omo muy va lienles." Les: veíamos,, con su beta en
el labio, compJetanumte pintados de negro. jEspantosos! Luego
escapamos. ün compañero había recibido un fl~chuzo en el vien-
tre . Le dej amo~. No podía andar porq u & ]os in.t es ti nos le colgaban
entre ~as piernas. Olía muy mal
186
Una d e las mujefíes de Teryg~ se Uama.ba Urugi. No .hubiera
1
matan, Uenen quien les v1engue+ Asf, los cerdos salvajes tienen
por ijagi al ~l'áj.aro kweue cuyo ca·n to indica su Jlresencia a ~os
acmé; y es e.l jaguar quien les venga,. oom0 a casi todos. los
1 1
187
e pecia~, hay que ded•carle cantos más largo, . Es un poco como
si se hubie,ra mat.ado a un fami¡iar. Es raro que a la llegada de un
cazador no emita la mujer su canto p]añidero: es porque el
hombre ha llevado un corzo o un coaH y lo que yace en el suelo
es el ijagi de un hijo o de un hermano muerto. La mujer ve e)
animal y ,e acuerda del aehé perdi,do; entonces nora obre Ja
piez-a.
El ijagi de la gran nutria tery es el agua, pues vive en los rios.
E te anima~ co,mparte con el jagu,a r la función de vengador. per-o
sólo de krom.be, Ja tortuga de río. Era precisamente tortugas lo
que Terygi quería coger.. arninaba por e] agua. junto a la ,oriUa.
Repentinamente nadando en ilencio, t'ery e Je presentó. . El.
provi to de medio arco de madera, intentó defenderse; pero el
animal se le lanzó al brazo medio arrancándoselo. Otros aché
acudieron a sus gritos~ ,~a nutria huyó y llev,a ron a Tetygi al
campamento. Le fattaba un buen trozo de carne y había per·
dido mucha sangre. Las m.oscas. cubrlan Ja herida, no ta:rdó e·n
1
m,o rir por obra de su ijagi. Estaba muy d,e[gado, no tenía grasa.
Enoonces se supo ,que aque·I tery era el alma de un aché extran-
jero anterio,r mente muerto a t1echazos por Terygi. 'Chimbegi,
que no·mad.eaba lejos de td1í con su banda, fue avisado. Llegó·
Ueno de dolor por Ja pérdida de su hermano. Cantó todas las
cazas que habían hecho juntos, todos ]os aché enemigo que
habían matado. los asaltos contra los beeru que e·mpezaban a
entrar ,en Ja región aché. <<Ja paue man·o bu, j.epy» («Cuando e]
hermano mu ere, se le venga.») Terygi había tenido tres hijas, ya
1
mayores. con rugi Chimbegi Jos mató a las tr~s con un hacha
metálica, botín de un ataque contra ios b]anco,s . Así acompaña-
ron a su padre en la elva Invi ible.
188
No le ,c uesta nada explicar qt1e éi e.s b.rupiaty: el que· suele
matar. Efectivam,e nte, ha sacrifi.cado a varios eché; por lo me-
no a tre . El no es como Jakugi; relatando e tas cosas, que ),e
re,cuerdan su juventud, se anima. ometió su prim.er homicidio,
hac,. mucho tiempo'¡ todavía no Je habían escarificado la e pa[da
v la madre de Terygi~ llamada por los aché J'arygi. la Abuela,
todavía vivía. Pero había Ue,gado a un grado de decrepitud ta~
que ya no podía can1inar. Esto molestaba mucho a rugi~ una de
la ~ mujere~ de Terygi. Finalmente,, cuand 0 fue evidente que las
1
189
Chimbegi, fue a avisarle. Rompió el cráneo a un muchachito y la
madre de la víctima se ocupó a continuacibn de1 pijt de barro.
A La muerte, die Terygi,, lo aché gatu tuvieron un nuevo jefe,
Kyrypyragi. Kyrypyra es un pájaro; su nombre ignifica «peio
del culo». El nuevo jefe ere ~<ahijado>> de Terygi. Hefledó, con
Chimbegi, las mujeres de ujware. Los aché no muest.ran por él
el mismo aprecio que sentían por u predecesor. Dicen que era
un hombre muy vi,o iento, que daba miedo a todo . o le gusta-
ba mucho: berugi iii.i achete. no un dirigente, lo contrat'ío de un
aché. Un hermanastro de Tokangi murió descuartizado por el
jaguar. Para vengarlo~ Kyrypyragi mató a una de las mujere,s
que había re<:ibido en e] reparto. Era la más joven. P1ero par-a
vengarla y aunque, habitualm ente no hay }epy para las mujeres,
1
·Cho a los otros. Además lo·s ho,m bres llevan coUares de dientes:
de jaguar o de otros felino , que entre los. a ché, gah1 están
1 1
190
moliendo mafz y a continuación cuece la harina. Como es, solte-
ro, tj,ene .que, ,cocinar él mismo. na vez preparad as tas bolitas,
ofrece una a un. aché gatu: <~¿Quieres comer un poco de harina
de maíz? Toma.» «Pues no. La verdad es que no voy a comer·.
'T engo la barriga Llena. o tengo nada d e hambre . » V se da
paJmadas en la tripa sacándola exageradamente para mostrarle
a] otro que no le queda sitio para nada. En realidad probable-
mente p iense que ese ,a Hmento es infec:to y que ~os ,e xtranjeros
1
191
VIl
VIDA Y MUERTE DE UN PEDERASTA
]93
carroñeros en e) cielo, 1a erpiente en la sup·e rfide· de la tierra y
el baipu. tales son ]as mortal.e s m1etáforas de la selva. Así pues,
prudencia en ei kyvaity, en la oscura ,e spie sura verdosa de la
selva. Prudencia. sft pero porque La conoeemo y no conocemos
en ella. En la selva lo aché están a gusto, están en su casa.
pueden mostrar-se pacientes en ese mundo· e espantosa con·
fusión para los demás~ que les habla. un lenguaje-familiar con
sus mil ruido distintos. ]os perfumes de las planta y de~ hu·
mus, el murmul1o de~ viento· o del a,gua. 'º es co:m o Ja sabana.
En la abana tienen miedo, se .sie·nten vulnerables, exp,u estos a
t.odo: es un e pacio dif'e rente, extr.a ño. hostil. Es el mundo de
los blancos y el de Jas alma muertas.
uando . ·e ve a lo buitres reunirse por docenas y describir
per-ezoso círculo·&lentamente e:n e] abe y acercarse poco a poco
1
cazador, que habiai ido a dar una vuelta a cierta distancia de~
campamf!!hto. ,c ontó a su vue]ta que habla visto rondar a gran
cantidad de· buitres. E tas aves,, cuando comparecen en gran
número y están a ]a espera de Jo últimos movimientos de su
pre a, . e cazan m.ás fácilmente a flechazos. De modo Qlle algu-
1
cerni éndose sobre a]go, que yace e·n el suelo~ se agitan. Son
1
194
tar de la lengua. D'e todos modo, le rieconocen; adem.á s, ~a
longitud de u ,c uerpo no S e presta a error. Es un 1e xtranjero
1
ve·r Udo en alim·e nto para los buitres~ A Jos aché no les .fl.Jsta ver
emejante cosa. e fue hace unos días diciendo que iba a unirse
a do · famHia que estaban de caza. e encontraba bastante
enfermo y in duda renunció a su propósito; pero no pudo vo lver 1
Krembegi.
195
encantados una vez má ~ de mo tr,a r que si despreciaban a Jos
extranjero era po:r bueno~ motivos y que entre el'los la existen·
cia de un Krembegi era impen. a ble. Más. tarde los iroia-npi
confirmaron y preci aron el retrato trazado por lo otros. Pero
al propio interesado no pude· . acarle nada. Tímido y r~servado,
rehuía la conversación. Muri.ó sin haber dicho nada.
La ,¡nsístiencia de las tribus aché en proponer a su:s ado]e ceo-
te,s el ideaJ de] breteU! del gran e.a zador., proviene, más allá de ~º'
que se considera regla ética del grupo y pundono r visual~ de una
1
naku: algunas larvas rese,rvada para los niños, sobre todo para
lo. « cahezas tierna~;.>. pues son muy aUmenticias una rata, una
1
198·
a continuación el ,c hoqu,e sordo que interrumpe su recorrido en
1el flanco de un animal son regocijos ya conocido<S, experim enta-
1
Para ser bretete hac·e falta vigor, habUidad,, agilidad; hay que
1
199
Pero quizá haya algo más grave. Efectivamente. un hombre
nunca. consume u propia caza: tal es ·1a ley que reglamenta
entr·e los aché ·ell reparto de] al imento. Yo mato un animal y mi
mujer lo corta, pues a mí me· está prohibido Ena conserva para
1
•
:!00
cruzando las incisioues antiguaa; unas adornan e] antebrazo~
otra e] muslo. · orre poca sangre y una vez cicatrizadas, tras
haber sido cubierta · de carbón vegetal pulverizado, e's tas esca-
rificadones superfictales dibujan sobre ]a pie~ bonitas la c rías. 1
en estos haHa Sl!l eco en aquel. Les ri,ge un mismo orden que no
1
v,a rias mi.e]es prohibjda· a los jóvenes bajo pe,oa de pane como 1
20!
propietario se convierte, como las flechas., en ove en,da,., morada
del alma desapar·e cida. Convie·ne desembarazar.se de estos ob=
jetos que s.e ban vuelto pe]igr.osos. El arco es insignia y signo d.e1
hombre.~ pru eba y medio de· su ser. Cuando, muere el cazador.,
1
1
que desaparezca también el arco, esa parte deJ hombre que no
puede· sobrevivirle, y también su ú]timo pas.ador labial Y a la
inver a, si e~ arco. por medio deJ pane , te abandona, ya no eres
un cazador, ya no er·e s nada.
La propia fuerza del arco l0 hace· vulnerabJe. o es difícil
1
.
, del caz.ador, cuá] es el límite cuyo franqueamiento
-
l.e sitúa a uno
en el exterior de] mundo viril? Es el universo femenino. n
orden preside la dispe>sición de las líneas d·e fuerza de esta
geografía y mantiene se·paradas las distintas. regiones. Si un
desorden hace qlle se interpenetren, el espacio m.aseuUno es
contaminado~ d.e bilitado, degradado po·r e J contacto con e~ espa-1
cio f·e menino. Con otras pa~abr-as, si una mujer toca el arcot el
pane se abate sobre su propri etario. Por eso hay un sev·e ro tabú
que prohíbe a Jas mujeres cualquier contacto .c on el arno. EUas
mismas no corr-.en ningún rie go peri0 para ]os ho rn bres sería
1
202·
ud es el poder de la mujer1 el de ser maléfica para los hombre·s.
1 1
Para ser cazador, es decír. para ser '.hombre~ hay que gu.a_rdar.s,e
1
203
ya no utiliza ha ei arco desde ha.c ía algunos ano:s pues el pane
1
zar la.. bayas , pelar las raíces? preparar el bruee una espesa
sopa de médula de palm,e ra mezclada coo larvas. Va a buscar
agua y ]efta para el fuego. Cuando no tiene nada qu.e hac·e r
descansa o hace· coHares con los dientes de los animales cazados
por su anfitrión. Son muy bonitos, mucho más agradables a la
vista que lo~ que hace·n las mujeres. Pues estas se limitan a
horadar lo. dientes de todos lo animales que mata su marido
para ensartarlos en una fina cu.erdecilla. De modo que se limitan
a acumulaJr dientes de dife.rentes tamaños ponjéndolos en el 1
204
caninos de mono y los escoge de tamaño más o menos igi.1al. No
es poco trabajo horadar ayudándose solament~ con un diente
de ~aca: todos los minúsculos colmillo ~ Pero Krembegi tiene
pac1encm.
En el cam.pamento nadi e le presta especial atención~ e como
1
Incluso los niños, normalm1e nte tan respetuosos con [os mayo·
res1 olvidan en su pr--esenda las reglas de cortesía y de oonvi.ven-
cia. L·e hacen burla, son insolente , . ,e niegan .a obedecerle. En
ocasiones él se enfada e intenta atraparlos, pero son dema iado
rápidos. Renuncia; fastidiado, se va a dar una vuelta por la selva
o se acuesta lejos. Siempre 8e· hace oomo que se le Considera1
205
qu·e se cansa, haat.a que encuentra otras cosas. En una ocasión
lo kybuchu habían recibido una pelota de caucho que rá.pida~
mente estropearon. Para é1 fue una ganga. La partió en dos y
con eUa e hizo un majpÚfico birrete que le cubría todo el cráneo
1
un ce to,. como ellas, lo carga dei mismo modo que, ellas: con la
banda portadora pa. ada por la frente. ¿Y Chachabutawachugi?
imp]emente, no ha comprendido nada. Pue el muy cándido
cre,e~ poder mantenerse en eJ univ erso de la masculinidad tras
1
206
¿Por ,q ué? Porque· no mora en ninguna parte.: pi entre Jos hom ..
bres? a causa del .Pane.• ni entrie las mujeres, pues a pesar de su
cesto se niega a íncorpo,r ars·e a su grupo, a ha bitar su espacio.
Pero el pue to qu,e se obstina en 0 cup,ar. a m·e dio camino entre
1 1
207
re s a cauRa de los aché gatu: «¡Entre no ot~o ', no hay kyrypy-
mcrio!' ~Para ·e so hay que . er iroinn;:i! » P ero todos e tán de
1
iey de¡ placer propio; con otras palabras. que cualquier hombre
de ~a tribu puede. i le apetece, servirse de Krembegi Pue '
bien. de e o nada; la. relacione homo. exua1e no e e·stablecen
anárquicam·e nte. hay una 16gica :rigurosa qu.e la~ preside. Krem-
begi es e l mundo aché vuelto al revé ; ma' no por eUo e. el
contraord en del orden ocial existente, no e ~u negación·, a su
1
209
-
H,e aquí por qué las parejas de Kremlbegt son po€as. Cierto es
que de· vez ,e n cuando un hombre sin relaciones de parentesco
con él solicita sus favores; por ejemplo. ,el diso1uto de Bykygi.
P ero esto es raro; por así dedr)o,t estas cosas no sue],e n salir de
1
210
posición fetal; es la que se adopta .ant~s de nac.e r y la que vuelve
a adoptar e cuando se deja de vivir. Para que el cuerpo la
mantenga, lo atan sólidamente sirviéndose de la li.ana r~cién
recogidas. Lo mismo se h8:ce con Jos brazos,. plegados hacia el
tor o, a los lados, con lo·s antebrazos doblados y los .codos
pegados aJ cuerpo. Y para terminart la cabeza. Los hombre
pre.~donan la nuca para bajarla sobre e~ cuello·. A contlnuaci6n se
apo·y an las manos de~ muerto so bre las siene~ con los dedos
1
211
dejan a los vivos en paz. Prueba de ello es que se les puede
enterrar bajo el tapy.
Pero en cuanto a la tumba de Krembegi. es preciso que pueda
ser localizada. Si hubiera muerto en el campamento, le hubieran
enterrado en las proximidades del mismo y poco después hubie-
ran ido a instalarse más lejos, fuera del alcance de lanue. Hay
que alejarse siempre de los alrededores de la tumba de un
adulto tras haber destruido o quemado las posesiones de l difun-
to: el cesto y las esteras de la mujer, el arco y las flechas del
cazador. El arco es roto y arrojado al fuego. En cuanto a las
flechas, si no se destruyen , se lanzan al azar en todas las direc-
ciones. pues son ove enda. asiento del alma. 1'ras la muerte no
debe subsistir nada que hoyo pertenecido ol difunto. E sas cosas
son demasiado peligrosas. Así pues, en cuanto se ha conocido el
fin de Krembegi, su ce~to ha sido arrojado al fuego. El bumo
que se eleva en el aire traza, para ove, la ruta de la partida
definitiva. En esta ocasión los aché no desplazan su campamen-
to, la tumba está suficie ntemente a lejada, lanue no sabría en-
contrar el camino. Pero. eso sí, es preciso que puedan localizar
la sepultura, pues volverán a ella para completar y concluir el
ritual fúnebre.
No se termina de cumplir con un muerto dándole tierra.
Transcurridas varias semanas - el tiempo suficiente para que
actúe la putrefacción dejando mondo el esqueleto-, los eché,
que mientras tanto har seguido nomadeando por la selva, vuel-
ven al lugar de la inhumación. Estén cerca o lejos, más pronto
o más tarde es preciso marcar la separación irreversible entre
los vivos y el compañero difunto: se despiden de él, pero, sobre
todo, se libran de él. ¿De qué modo? Se destruye la techumbre
que protegia la tumba y esta es abierta. En el agujero hay un
esqueleto cuyos huesos se mantienen unidos gracias a las lianas.
Lo sacan teniendo cuidado de no tocarlo, pues el cont.. ~lo oon él
provocaría el baiuwii. mortal casi siempre para aquel a quien
afecte. Un hombre emparentado con el difunto tome un palo
ahorquiUado, introduce las puntas en las órbitas y separa el
cráneo de los demás restos. A continuación lo golpea fuerte-
mente con su arco y lo rompe. Luego lo echa a una hoguera
encendida con ese fin y allí se calcina con les órbitas vacíes
vueltas hacia arriba pera que ove sepa que debe irse en esa
dirección. El resto de la osa.menta es también quemado o aban-
donado allí mismo; la tumba no vuelve e llenarse, todo queda
abandonado y la gente se va. Mientras que el momento del
:.! 12
enti er:ro se cun1plím0nt6 casi oon so[emn~dad su segunda fase
1
contjenidos~ para los aché~ e.n el mundo que les rodea: el jaguar.
Desde Juego, no es Q'Ue lo dedaren así, pe.ro muestran que io
1 1
~<¿Por qué se· pon.en así las manos?>) «B aip.u pypo vtoa. Para que
ten.gala marca deijaguar.t" Pypij es la hueUa de un pie humano o
1
213
los aché ,cara a cara con un jaguar verdadero. El fe]ino oculta
ie·a si siempre un fanta ma que ha optado por esta ap,a rienci a
para agredir a alguien. Cualquiera ea hombre o muj,er, joven o
viejo~. puede, transformarse ,e n jaguar. Pe·rio los únicos de quiem
nes se sabe d:e antemano que tal es efe ctivam ente su destino
1 1
modo Barendy cae·ría sobre ellos, les quemarla los pelos, e-orno
ha·c en ello,s mismos con la caza, y ~es asaría. E.n cuanto le ·Oyen
venir, rápidamente cubren las hogueras de tierra para no llamar
su atención. Pero no es él el amo de'I fuego· el am.o del fuego es
Dyvitata, que tiene 1e~ cuerpo blanco y cuyo ano. cuando se
desplaza por el aire, deja tras die s( un rastro de llamas: kyrypy
tala,, fu ego-e n-el-c:ulo.
214
que para los otros, en eUa sólo crecen baikandy (ocotea) ,c on los
roncos cubi er1tos de mlls.go. Priecisamente por eUo enUeJTan a
1
MA
.¡ 1, e . . 1
.» )
E.I iarwe de los aché, el oue de los aché. pone Jos huesos en la olla.
en la oUa que, ella mi ma hn, fabricado. Ahí es donde deposit..a las
cenizas, las cenizas de lós hueso , Jos hueso reducidos ,a cenizas:
1
en su propia olla. Con los bue os. pone tamhién Ja calavera. El ove
de 1 8 ché fe brica ~u olla.
Depo ita los hueso bien golpeado , y a continuación quemados
en el fuego, en la olla; su propio esqueleto reducido a cenizas que
eUa misma se Ueva. Ahí es donde deposita sus propios huesos. en
la olla por eUa ·m isma fabricada.
Entonces, quando el ove de Jra persona. se, va, Cl1.e1nd0i e \'a en su
olla~ cuando golpea la olla que ella misma ha fabricado~ es enton·
ces cuando Uega [a mued.e', y es a la. vista de la muerte cuando
deposita las cenizas.
En cuanto a los aché de antaño, 1 los muertos de antes se hacían
u propias ollas: pero los de· ahora no Ja. fabrican. Las ollas se
fabrican cuando se Uega a viejo.
En ella deposita las cenizas~ ~a c:enizai de ~a calavera, las cenizas
del e q,ueleto. .. e ponen en ella todos los hue. os.. y también lo
cabello los ca be Uos cortados, todo e.sto se pone en la oUa. -.
Y además el aché 1 sa ca, del vientre abierto. los excremento ;
1
215
por él misrrno fabricada~ entonces va a morir. Go~pea y entran en Ja
boca las c,eni:z-us ,del cráneo: entonces llega ~a muerte, enton,c es
'llega la eníenn&d.ad mortat
Golpea los hue. os de·I que muer,(t, golpea su calavera" golpea la
oUa~ ento:nce·s He.g. la enfermedad mortal~ Hega La muerte. En el
1
tum ha. Lo que e.n el caso de los guaraníes era. un ritual efectivo
vuelve a encoutrarse entre los aché, pe·r·o pensado, simplemen-
te e•n ~a e re e ncia en ove moo kara, ona que no,es otra c·o sa que la
urna funeraria mítica~ En el punto de· pa.rtida de la historja
colectiva de ]os aché es.tuvo la gran marmita de Baio. Rota por
un muchacho sin pasador .lab:ialm dejó escaparl ·Con todo un mar
de cenizast a la luna y a la noche. Esto sucedía en la Selva
Invisible, 1e n un tiempo 1e n que los jaguares todavía no existían.
En cuanto al de,s tino ind ividual de las personas~ s,e cumple e·n
esta uma fune·r aria inmaterial. Las ceniz.as, que se salieron po:r la
1
216
en el cielo, los aché lliegaron a ser verdaderamente aché. Pero al
mi. mo ti.empo ocupaban su pue to en el orden ine]uctable que
1
con a]egrl.e las gruesas ck.a trk·es, signo del kyrymba., del va~or.
A qui en la tiene no le íaltarán ]as pichua.
1
217
Mientras ,e nterraban a Krembegi,, vario aché gatu~ que nunca
habían visto ,a los extranjero proc,e der al ritual funerario ~es
pedían explicaciones, que lo. otros daban amablemente. Así
pues, ellos mi.s mo proc.e dían de otr-o modo. En aquel mo:rnento
:supe de qué se trataba. Pero lo mío me costó. pues al principi.o
me habían mentido desca.tadam,ente~
2l8
VIII
LO C IBALES
hablar desde la época e·n que Terygi guerrea.ha ,contn.t eUos p.a:ra
quitarles sus mujeres. Además, añadían,. todos 1GS supervivien-
tes habían sido capturados º' muertos por los blancos. Estas
afirmaciones no eran deme iado dignas, de créditot pues tanto
en un c·a o como en el otro se trataba de enemig,o s, esto es, de
1
gente a la que se at.ribuían todos los oprobios: son siempre f,e os,
indeco ros.os y estúpidos, no saben hablar y, por ,e ndma de todo,
1
219
positado en el ~ondo y cómo e rellenaba la fosa. << e junta bien
la tierra, e aprieta - y con un gesto de las manos daban 1»alma-
1
occidental cri tiano: una tumba alargada del tamano del cadá-
ver, que e sitúa tendido de espaJdos,. míentn1 · que con gran
frecuencia los indio· sudamericanos actúan orno Jos iroiangi,
poniendo· eJ cuerpo e.n posición fetal en un a.g ujero ,ci]índrico,.
En e te caso, nada parecido. Podía pensarse qu e la semejanza
1 1
221
gratuita y precisamente· por eUo contraria a los intereses de los
1
nue b~o er.á tan famoso entre ~os occidentales por su afición a ],a
1
,inversi6n
1 sexuaFque declr-búlgarcia 'o sed.omita V etúa 8 ae.r ]o
1
222
e] avance de la ciencia. in embargo cada jornada aporta. su lote
más º' menos abundante de informaciones y. aunque Ja perei-a o
la languidez tropical atenúen el gusto por el trabajo y el sentido
del deber, basta con mirar alrededor de uno mismo la vida
cotidiana: un mínimo de at,e nci6n iempre permite descubrir en
ella algo nuevo. Un dí.a estoy en compañía de Jygi (Rana).
Desde 1que el jaguar dev1o rb a Chac,buwaimigi en enero y a .lgo
más tarde Perechankangi, Vagina-de-·pal.0--.seco, se extinguiera.
1
tadcr de que los viejos ~aben más que los de·más y que on por
1
223
contando¡ es ia sombría l·e tanía ·q ue ya no me afecta de tantas
veces romo la he oído:
c~Beeru mata. be.eru juJuJ.+» («Los blancos lo capturaron, los
blancos k~ mataron.,)) IEn ocasiones Jygi pregunta: «¿No has
encontrado a fulano1, uno de mis hijos'? Los blancos .s e lo Ueva-
ron por allí» , e indica una dirección. «No l·e he visto~ todavia no
he ido por aHí. » A d1e-dr verdad yo Je escucho un poco distr.aído,
ambos estam o's al borde del ·c·p or: ella está más espabilada,
1
224
gat.u asaron y devoraron a sus manoue. ¡Una bu1ena jornada! Es
in:úti] pedir más. Jygi se cansaría y además tengo ganas de
sab-0rear mi de cubrimiento. De pido a la encantadora Rana.
dándole Jas gradas con una sinceridad que está lejos de supo~
ner. t<¡Has babWado muy bien!~» <<iC.o.' ¡Yo cuento muy bien!>>,
asiente s,i n parp adear. Se lleva ]a bolsa de ,carame1os,, ae los ha
1
ganado.
AJ día siguiente. inve "tigación polida,ca ,a p,artiJ'_de Las infor-
mac io.nes de Jygi. Lo priin ero; obtener confirmación de· toda-s
us iniormacio,nes; lo segundo, saber por qué me ban enganado.
1
nado a balazos. Los aché huyeron pero unos días m.á.s tard1e
voJvi.eron al lugar .a fin de cumplir sus Oltlmos deberes para ~on
eJ desaparecido. «Yo soy el enterrador de mi padrino», aftimó
Tokangi. Le recuerdo nuestra conversadón, ,q ue no hei olvidado.
1
225
costumbre. Los hombres descuartii:aron con sus cuchillos de
1
tiempo uficiente como para que los a~hé pudieran con iderar-
1
a r-eír.
Comúnmente nos representamos a ]os caníbale como una
especie de monstru,o s perv ersos que matan a s,u prójimo para
1
227
cipal de su aUmenta,cións · o mataban para comer; sJmpJemen~
te,, se co.mian a sus. muerros. La diíerencia e.s considerable. pues
en ello se distingue, por lo menos al principio, de~ anfilisis, el exo-
de] endocanibaJis,mo. Los guayaquis son endocaníbales, pues
hacen de su e:stóma go la sepultura. última de los corn pañeros.,
Pe·ro ·n o se· mat,a a nadi,e para eUo; Jos únicos aché eliminados
por homicidio son. las ·m ujeres viejas incapacitadas y ]as niñas
muy pequeñas para el ritual de~jepy. Pero inc1uso el exocaniba-
]ismo, consistente tM1 consrnm-ir ser~s, humanos ,exteriores a ~a
1
gico.. El destino die un cautivo, era se·r devorado por los que le
habian capturado. Pero hasta 1e~ dia fatal el p.risio,nero vivía
Jibrementoe en la vecindad die sus amos~ incluso· en ocasiones se
casaba y tenía hijos, e-sper.an.do el momento -tneluctable- de la
ejecución,. que pocli.a tener ~ugar ,aftos más tarde. Thevet y .Léry
se escandalizaban, pero no más que los ·t upinamba ante el pro-1
de, machitara. Sí;, la había pr-o bado una vez, un guaraní que
~azaba solo en ]a aielva. Fue a meterse en medio de un grupo de
1
cazadores aché. Antes de que eJ desgrac~ado pud~era esbozar
un gesto d.e huida,, las largas flechas 1e ha.bían atravesado y la
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muy importante y no dirá más. En resument incluso ,c uando los
aché gatu han matado a per onas exteriore a la tribu y se las
han ·C omido, no las habían matado con es,e fin. No he descubier-
to niá que una excepdón, aun así bastante ambigua. En una
ocasión un hombre fue muerto s flechazos a cau a del de eo
expre ado por una. mujer de comer carne humana. Bujamisrang-i
(homó,nimo del que copulaba C"OD el oso hormiguero) era un aché
inciestuo,so. Un dia olvid6 que la bonita dare que compart(a su
choza era su propja hija. no vio en eUa más que una mujer
deseable y la poseyó. Esta ,c o,sas suceden raramente y la gente.
aun comentándolo evera1nente y burlándos·e del tulpab)e, no
con idera que le corre ponda ca tigar la falta: s,e sabe perfecta~
mi nte que a su muerte lo., Bujamiarangi se tran forman en
corzo. Pero ·él s,e aficionó y iguió haciendo meno con su hija, en
v,e?. de disfrutarlo una vez y no pen ar má en eUo. u obstina-
ción molestó a ~o acbé y una mujer exigió que su marido se
encargara d e matar a B:ujamiarangi: <tE[ que hace e] amor con su
1
propia hija DO tiene ningún V'&]Or,, lo aché DO qui eren verlo. "Ves
1 1
veit:: e , en el lenguaje'?
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En cuanto a. descripcione de banquetes antropofágicos, ob-
tuve toda una cosecha, pue hasta su arribada a Arroyo Mo1-.oti,
esto es,. hacía algo más de tres años, los a·ché ga tu se habían
comido a todos su mue:rto~, a no ser que fuera demasiado
~rriesgado. a causa de los blancos. permanecer en el lugar de !a
muerte. Comer carne humana no es consumir carne de caza; es
un acto que~ m.á s aUá de su muy profana dimensión de glotone -
ría, encierra una ·agrada profundidad desde et momento 1en que
es e~ tr.atami·ento que dan los vivos..a :los muertos. Los, irüiangi
los entierran,, los acné gatu s e los co·men: una especie de c·e men-
1
«iPi-re raa!>> ('<¡Tomad la piel!~>) les dicen. Les agrada ver que no
han sido olvidado y esto e tanto más apreciado. No llevar a los
amigo que están lejos un poco de carne del cornpañero desapa-
1 1
saber recibir. 'E so es. la cortesía. Los acbé gatu todavía .riecuer·
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dan la enorme cólera de un homb11e de tiempos deTerygi. Había
matado, monos aulladores y, como ,e s normal, invit6 a s u herma- 1
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' chupan ruidoserrn.ente. Cuando está b.i,en hecho esto es, euando
1
as~stentes~
¿ Quién participa. en el baniq uete;
1
,qu~én
come· la carne de]
muerito? Todos ]o presentes, ji6v··e nes y viejos, hombres y rnuje·
res; todos excepto los par]entes próximos del difunto. Tai es la
reg]a:. el. padre y [a madre no se COmen 8 SUS hijos, los hijos no se
1
nes mas .. severas nunca son transgre d.d ~ as: nunca se vera .. a un
hermano comiendo de su hermana, a un pad rie comers·e a. su
hija, a una madre eomerse a su hijo y a la recíproca. Los miem~
bros de la familia de sexo ·o puesto no se comen entre sí. ¿Por
qué? Porque comer e a alguien es~ en cierto modo, hacer el
.amor con ét Si un padre se come a su hija~ se halla, metafórica-
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22. na mujer aµlifa pinturtl a su marido .e nfermo
de la e~o.. cocina.
Por otra parte, ¿cual,q uiera puede comer lo que ea? í, siem~
pre que se pongan aparte la cabeza y el pene. En lo que e
refiere a la primera. está.. de·I mismo modo que la cabeza de los
ani.males, reservada para lo: ancianos, hombres y mujeres, y
prohibida a lo j6venes, cazadore· .. indudablemente por la mis·
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humana sin mezclar con otra cosa, como la miel pura, produce el
baivwii; el agua y el pindo - alimentos neutros sobre los que
'ñunca ·gravita un tabú- abolen el poder nocivo de la miel y de la
carne. Mezclada con palmito pierde su «fueza», puede comerse
sin temor, se ha convertido en una carne como las demás. Y
entonces se puede comentar tranquilamente: «;Pire kyra wa-
chu! ¡Kyra gal.u!» («¡Piel bien grasienta! ¡Buena grasa!») En
el curso de ese banquete no se come todo, hay demasiado. El
resto, envuelto en palmas y helechos, será consumido en frío
durante los días siguientes o se llevará a los cheygi a quienes no
se ha podido avisar. En cuanto a los huesos, se rompen para
sacarles la médula. A las mujeres, y sobre todo a las viejas, les
gusta mucho.
El banquete ha terminado. Ahora hay que someter a los
jóvenes que han construido el byta al ritual de purificación. Les
lavan con agua a la que han añadido liana kymata troceada, para
evitarles el baiuwii. Después, como hacen los iroiangi, golpean
el cráneo y lo queman. Una vez hecho esto, se van. La parrilla, al
menos cuando ba servido para asar a un adulto, se deja en el
lugar. Los indios dan dos razones para esto: si los irondy pasan
por ahí, comprenderán que ha muerto un aché y Jo llorarán.
Pero si los visitantes son extranjeros, y por tanto enemigos,
sa brán que en la región hay caníbales, esto les dará miedo y
huirán. Si el byta ha sido utilizado para un niño, es destruido.
La gente rara vez actúa sin saber por qué. Casi siempre se
tiene algo que decir sobre Jo que se hace ... aunque Jo más
frecuente es que este discurso sea inadecuado y que lleve más
ideología que verdad. Y sin embargo tal parecía ser el caso de
los aché gatu, que, sin ocultar ya para nada su antropofagia,
curiosamente se confesaban incapaces de dar la menor explica-
ción de este rito: eran caníbales sin saber por qué. «¿Por qué
sois kyrauwa?» Las respuestas no variaban: «Porque hacemos
lo mismo que nuestros antepasados»; o, rigurosa tautología que
no _aclaraba nada, decían: «Nos comemos a los aché porque
somos caníbales.» No se les podía sacar más. Era irritante y sin
embargo la buena fe de los indios no se podía poner en duda:
¿por qué, si hablaban de su canibalismo con la más entera
libertad, hubieran tenido que ocultar el sentido que daban ellos
mismos a esta práctica? Como mucho, obtenía una referencia
meramente alimentaria. Ky bwyragi cuenta cómo se comieron,
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hace diez o quince años, a Prembegi, Ja mujer de Tokangi.
Había muerto a causa del baiuwii de la miet Kybwyragi, enton-
1
Afhe pete bu ro oue ikii ruwy, ov • tara iko, o.che jach,ira LIWa b.eeru
endape. Cuando se entierra a los muerto - es Como si IJegaran los
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cuerpo para provocar1es el baiurva y. a fin de cuentas, matados.
Por eso los aché gatu n.o tienen ~a menor duda: los e xtranj1eros
morirán pronto; viven. literalmente,, en el seno de una nube de
almas. « uando no se come a los muertos viene el baivwd, s,e
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1
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ple,ta.me·n te desanimado,, estás casi muerto+» Y se de ploma
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do: ¿no es esto lo que dice eJ ritua] antropofá.gko?' Los aché e 1
desde les cenizas del. cráneo vue)to h~u::ia el oes~e para perderse
en ,el mundo superior. La , e]va lnvi ib]et la Gran abana~ el país
de Jos muertos.
aba.o donar, 1
en un último diáiogo con los demás insiste en que se
Jo coman. ¿Por qué? Porque sabe perfectamente que dentro de
poco p~sarán cosas que no podrá controlar: Oue o lan.ve intenta-
1
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crieencia en la «reencarnación» sólo prevalece entre )o~ aché
gatu. Lo,s extranjeros la ignoran. Y es normal, pu1e e] medio de
<(convertirse)> e·n el mJ'e de un muerto es e] canibali ·mo. <e Yo soy
el ove de 'ferygi>'~ dice· no sin cierto orguUo Kimiragi, esposa de
Jyvukugi. ¿Por qué? Porque cuando Terygi murió~ la mujer
Ookogi estaba endnta. Los aché gatu se comieron a su jefe y ·e l
pene se lo dieron a Dokog.i a fin dre que pariera un varón. Y · in
embargo lo que vino al mtindo fue una niña Khnfragi. De rnodo
que. efectivamente Kimiragi puede decir que e OL t de Terygi.
1
240
En e) mes de julio tuve que ausentarme a~gunos días. Al
volver a Arroyo M,oroti constaté que los extranjeros todavfa no
habían vuelto de] lejano lugar 1e n que celebra han la fiesta de, Ja
miel. SóJo, quedaban. algunos de sus kybuchu~ que no habían
seguido a los mayo~es1 y 1e ntre ello:S w ·achugi,. pequeño y valero-
so cazad,or de unos do~e años. Aceptó sin dudar acompañarme
a] campamento de Jyvukugi, situado, a varias horas de camino.
Trotaba en sHendo tras d.e mí": eta ~mposibl1e cam~nar a .la par y
además Jos aché no· saben desplazarse más que en fila india. De
vez en cuando, cuando, no sabía qué dirección tomar, él m e 1 1
gripe1 agr.a vada por e~ frio de junio y julio, se había Uevado por
delante, a una decena de aché, entre ellos Krembegi y el viejo
1
2-41
Así es, exactamente, como Pi~gi explicó las cosas: «Yo esta·
ba enfermo. sin ánimo. EJ hijo de Baipugi había muerto. La
carne .de aché es muy buena para no ·e star enfermo. Yo quería
curarme. >> El pequeno Brikugi era un hermoso niño de unos
dieciocho, meses que· empezó a andar muy poco tie.m po d·e spués
de nuestra llegada entre los indios. Dando tumbos y lanzando
gritos unas veces de alegría y otras de miedo·~ iba de su ma<We;
Baipugi, a su padte, Kandegi, en m.edio de un círculo de aché
1
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Entonce Baipugi afeitó Ja cabeza del nino y ,e nterró los cabe-
llos «para que podamos comer La piel»,, dijo. Pikygi descuartizó
el cuerpec~llo, retiró las entrañas y las enterró: «No comeremos
el vientre, hiede demasiado.» A continuación repartió en diver-
a ollas de barro Jos trozos mezdado s, como en una especie de
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'
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tan amarg.a , pues los muchachos Ea han comjdo. La objeción ea
ma1igna y el joven se ·q ueda desconcertado. Se vuelve hacia uno
de los kybuchu y pregunta:· "'-<ilro ko?>) (<(Dit ¿es amarga?») «<¡No
es nada amarga! ¡Yo comí hígado!» E Jjoven exda;ma triunfante;
«iEl hígodo no es, amargo! ¡Lo qu.e es amargo, y mucho, es 'Ja
pi el!» El argumento es indLcutible y dice para concluir. «·Los.
1 1
245
IX
EL FIN
poca cosa! sólo una página más e·n el monótono censo -co n 1
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los que e Hos mataran pronto hu hieran sido sustituidos por otros. 1
terminado.
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,Jyvukugi cantó, duran.te largo rato pasando revista a la m•yo-
ría de Jo animales que caian Jos aché. Evocó también e~ grito
de los plijaros que anuncian la época de ir de vi~ita al che-ygi
para la fiesta de ]a mi,el; y en cada ocasión era para reeonoc er 1
dos, con el. rostro oculto entre las rnanos, entonaron un potente
chenga ruuara; no de duelo o de tristeza, sino de p]acer y de·
amistad, como se hace coa aque] que e bienvenid.0 Al no poder
1 1
•
todas partes los rugidos del trueno. la lluvia que azotaba las
cabañas.de palmas. 'el viento que indinaba las altas ramas de los
vi ejos gigantes de la se[ va. A breve intervalos, cuando C'hono
dejaba un momento de silencio, se oía el ruido seco de la made·
ra re quebraja.da por la fuerza de la t.ormenta. La violenta Juz
b1anca de los relámpagos sacaba de )as tinieblas el silencioso
campan1ento, a punto por mom entos de ,e dipsar ~a luz de las
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pic'hua de una mujer ir-Oiangi que había muerto la víspera y que
~os aché ,a cababan de enterrar.. · u yerno, Kajawachugi- sentado
ante su hogu,e ra,, la observaba pensaUvamente atizando e~ fueg,o
con gesto distraído. Eran verdaderamente unospichua grandes
oue se había reunido con e] señor de arriba, Chono. Aquello
duraba mucho y corre·s pondía a Kajawachugi calmar a su sue·
gra. Tras cada trueno, gritaba con voz aguda, irguiendo la cabe-
za hacia el cielo: <<;Nde P'ichuar,e, baky emeeee.f» («iT'ú que haces
todos esos pithua,, cuida de que no llueva mááás!») Siguió Uo-
viendo durante dos horas, hasta que la vieja se apaciguó. Final-
mente consintió en atender la súplica del hom.bre. El viento se
calmó dejó de llover, Chono se alejó hacia el norte. L·os aché no
se desvelaron, Kajawachugi había protegido su sueño. Más aUá
1 1
del alegre crepitar del fuego, no se oía m.á s que la caída de ~as
gotas de .agua sobe las hojas. Hasta bastante más tarde de que
en el cielo aclarado apuntaran las estreHas, Ja Jluvia iguió ca-
yendo mansamente de las copas de los árboles.
250
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