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Para Hélene

La trayiei:torio .s1e-guida por la llibreria Alta.ir parl4't de una concepción de bt


antropoli0gí e }' del v~aj e corno act iv.mdadiE."s que . e im.pllcan mutuarne rrte. E 1
1

v~ajero .no pu~dc sentirse ajeno a la etno1ogío, ni el antf>opól.ogo puedt"


renuncia?' al cont..11c·to dire"Cto eon otras cuJtu:ras. Esto idea de· \•iaj~ ·etnológi~
CO· es e] eje que vc-rtebra la pres.ente coJección. di:rigidQ por Albert Padr-oJ y
Josep ·M. Bemedes.

;;f itu fo de lo edición origina I:


Chron ique des indie.iiS suaJ;·akr
e Librairte Pfon. Pa.ris. 197 2

Traducció:rt Alberto Claverhl


Oiis·eño de la cubi erta: Esoove Fort
1

Propiedad de esta edición: i> Editorial Alta FuUla


Bruc 7 l. 08009 Baroelona, teJ. (9 3) 3JS, 04 3]
1

Impre;150 en Hurope, :s. A.


Recaredo 2, 'Pobl eoo1.1 (Bsrcélona)
1

D·~pósho le RDI: -8. 3 1 .80i7 ~ 1986


lS.B N: 84-86:556-l 3-9
I+ Nacimiento . , .......... ~ . . . . . . . . . . . . . . . . .. .. . . .. . 5
"-"'
11. Dos tratados de paz . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37

llI. AJ revés . . . . ,. . . . + .. .. • • • • • • • • • ~ • • • • • • .. • • .. • .. • • 63

IV. La · personas mayores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99

V. Las mujeres, ~a miel y la gue·r ra . . . . . . . . . . . . . . . 133

VI. Ma1:ar ..........._......... . i ... ·" ••••• re •• " ....... " 't .. • • 165

VII. Vid.a y muerte de un pederasta ... _ . . . . . . . . . . . . 193

VIII. Lo e:anfba les . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219

IX.. El fin .. "' .... . , .......... 11) (. . . . . .., !91 i !I! " • i •• • • • * ltl • • .. .. 24 7

..
1
NACIMIENTO

«iBeeru! ¡Ejo! ¡Kromi waaue!» cuchichea una voz al principio


lejana y confusa y luego dolorosamente próxima; palabras ex-
trañas y, sin embargo, comprendidas. ¡Qué esfuerzo para sepa-
rarse en plena noche del grato reposo al calor de la hoguera
cercana! La voz, insistente, repite su llamada: «iBeeru! ;Ejo'
¡Pichugi memby waave! ¡'Nde rii ina mechii1 ¡Wwa!» (cc¡Hombre
blanco! ¡Ven! ¡Ha nacido el hijo de Pichugi! ¡Tú has dicho que
querías verlo!») Bruscamente oodo se aclara. ye sé de qué se
trata. Rabia y¡desánimo. ¡De qué me ha servido encargarles con
varios días de antelación que me avisaran en cuanto aparecieran
las primeras señales, si me dejan dormir mientra.s tiene lugar el
acontecimiento! Pues la llegada al mundo de un niño es un
acontecimiento hoy día raro en la tribu y me interesaba mucho
ver parir a Pichugi.
Es su hermano Kerekyrumbygi, Gran Coatí, quien se he incli-
nado sobre MÍ. Las liamos agitadas iluminan su ancho rostro
inmóvil; ninguna emoción anima sus sólidos rasgos. No lleva su
pasador labial y del agujero que divide su labio inferior pende
un hilillo de saliva brillante. Al ver que ya no estoy dormido se ·
endereza sin añadir una palabra y desaparece rápidamente en l.a
oscuridad.IMe precipito tras él con la esperanza de que el niño
h.aya nacido hace poco rato y de encontrar con qué satisfacer mi
curiosidad etnográfica, pues es posible que ya no tenga más
oportunidades de asistir a un parto entre los guayaquis. Quién
sebe qué gestos efectuados en este circunstancie, qué extrañas
palabras de bienvenida al reci~n llegado, qué ritos de recepción
de un indiecito puedo perderme para siemprel En este caso
nada podlía sustituir a la observación directa: ni un cuestiona-
rio, por preciso que ruera, ni el relato de un informador. cual-
quiera que ruese su íidclided! Pues es frecuente que bajo la
candidez de un gesto esbozado a medias,. de una pa]abra rápida-
mente proferida que encubre la ingu]ar-idad fugítiva del senti·
1

do,. se albergue la luz que ilumine todo lo demás,. Por eso e pe-
rnba con tanta impaciencia como los propios indios 1eJ parto de
Picihugi firmernent.e decidido a no perderme el menor detane
de aqueno que,. no siendo reducibJe al puro desarrollo biológico,
adquie·re de go]pe una dimensión social. Todo nacimiento es
\.vivido dramáticamente por el grupo entefo, no es la m era adi- 1

ción de un ind~viduo sup'l ementario a esta o aqueUa familia, ~ino


una causa de· de e.q uilibrio entfie eJ mundo d e los hombres y el
1

universo de las potencias invisibles, la subv.e rsión de un orden


que el ritual debe ocuparse de restabJe,cer.
• Un poco apartada de la choza en que viven Pkhugi y su
1

familia arde una hoguera cuyo, calor y cuya claridad ape·n as


templan el frío de esta noche de juni,o. Estamos ·en inviérno. El
muro de los grandes árboles proteg·e al pequeño campamento
del viento del sur;, en él todo e tá en silencio y sobre el rumor
sordo y continuo del follaje agitado sólo destaca e] crepitar eco
de les hogueras famiUares. Algunos indios están en cuclillas
a~rededor de Ja mujer. Pichugi está sentada, con ]o·s muslos
separa.dos, sobre una capa de helechos y palmas. e aferra con
ambas manos a una estaca firmemente clavada en tieITa y que le
permjte, por e] esfuerzo de tracción que ejerce al agarrarse a la
misma acompañar los movimie,ntos musculares de Ja pelvis y,
1

en consecuencia,, facHitar la <<calda.-> del niño (pu,es waa 1' nace·r,


significa también caer) . Tranquilizad·o. rne doy cuenta de que
,e ra :injusto con Karékyru.mbygi. En realidad me ha avi ado a
tiempo: bruscamente ha aparecido un paquete y mirándolo de
reojo, m.e percato de que deja .un reguero, sanguinolento y de
que emite un vagido rabioso; el niño «ba caído». La madre. un
poco j adeante, no ha emitido la menor queja. ¿Estoicismo o
1 1

1nenor sen. ibilidad a] dolor? No l.o é, pero tanto lo uno como lo


otro puede ser cierto. En cuaJquier caso las jndias tienen fame
, de parir con gran facilidad, y ante mí tengo la pruebaf Ahí está e]
kromi berreando, todo ha sucedido en u.no s minutos. Es un
1

varón\ Los cuatro o cinco aché que rodean a Pichugi no di,c en


nada; en sus, rostro atentos, en los que ni iquiera se dibuja una
sonrisa~ no puede descifrarse nada. De no ,e star prevenido.
quizá no viera en eJlo más que una brutal insensibilidad de
salv,a jes ante Jo que en nuestras sociedades suscita emociones y
alegrías, rápidamente expresadas. u.ando aparece el niño, el
1 1

círculo familiar.. . P ue bien, la actitud de los indios es tan ritv


6
,c omo la nuestra: lejo s de mostrar una indíferencia que le~ es-
1

1candaHzaria caso de descubrirla en otros, su silencio es, por el


,c ontrario deseado intencional; y la discreción ·q ue muestran en
tal ,c ircunstancia no traduüe sino el euídado que prestan a]
recién nacido: defini ivamente e hac.e n ,c argo de este débil
miembro del grupo? son responsables de su. buena salud. A
partir de, ahora. es predso pro,teger]e de ]os-que-no-se-ven, ]o,
habitantes nocturnos de Ja selva, q ·ue ya están a] ac e cho d e la
1 1 1

jovie n presa y que n.o esperan más que la señal de un ruido, de


una p·a]abra, para loca]izar y m. atar ,al niño\ Si se enteran de que·
1e ta noche ha nacido e] hijo de Pichugi,, estaría perdido,, moriría
asfixiado por Kt·ei,. el fantasma mortífero: de modo que cuando
una mujer está pariendo no e de be reír ni hablar y ponen buen
cuidado en mant,e ner la di yunción entre e~ nacimiento de] niiío
y el ruído humano} Con todo, yo sé que los guayaquis ,e stán
contentos, y tanto más desde el momento en que ven colmada
su pref,e rencia por los varones. Y no es que es,catimen el afecto a
las niñas: las mi man con tanta ternura como a , u s hermano,s~
Pero debid.o al género de vida, de esta tribu, la llegada de un
futuro cazador se aco,ge con más satisfacción que la de una niña..
Entre los que forman alrededor de Pichugi una especie de
1

cfrcu lo protector hay dos personas.. sobre todo, que tendrán un


papel d ,e dsivo'. El kromi chapirii {e1 niño pe,q ueño con los ojos
inyectados ,e n . angre) acaba de lanzar su prirnier gr~to y yace
todavía en el sue]o. Junto a él se arrodilla un hombre que lJeva
en la mano una larga astilla de bambú; es ,e] cuchillo de Jos
guaya,q uis, mucho más cortante y peligroso de Jo que parece.
Con unos pocos mov-imientos preciso y rápidos e l oficiant e
,c orta eJ cordón umbilical y Je hace el nudo: acaba de operars~ la
separaci6n de madre e hijo'. Ahí cerca,. en el suelo; hay un dait-y.
grande; e~ un recipie,n te de forma ovoide tejido a base de tiras
finas de bambú y exte,r iormente cubierto por una capa de cera
de .a beja silvestre que lo impermeabilfZB. Está Ueno de agua
fría. EJ hombre ,coge un poco, de esta con la mano ahuecada y
1
empieza a bañar al niño: vertiendo agua sobre todas las partes
de su cuerpecillo, con gestos suaves y al mismo tj,empo_firmes)
le libera de las serosidades que l,e ·e nsucian; el lavado se acaba
en un momento. A continuación u na mujer joven se agacha; acu·
diUada toma al niño y, doblando el brazo iz,qulerdo,, l<? ~pde?
contra su seno: tras. el baño de agua fria en la gélida noche, est~
1

calentándolo~ Con Ja mano d erecha lo s·o mete alp(y;.aJ masaje


que re.c orre s~c,es¡v,amente los miembrios y el tro,nco~ sus de dos

7
..

1. Daity. recipiente de tinado al lransporte de liquid'os

.ágUes amasan suavemente la carne de t niño. A esta mujer .s e ]e


designa con el nombre de tapave Oa que ]e co·ge en brazos). pero
más frecuentemente con ·el de upiaregi, ]a que lo levant.a. ¿Por
qué los indios toman en consideración~ para nombrarla, el gesto
en apariencia anodino de levantar al niño del suelo y no la
acción de tomarlo en brazos o de calentarlo masajeándolo? No
es pura casualidad y hay una lógica sutil que p1 f\es~de esta ·e lec-
ción Ungüistica. enalemos.. en primer Jugar,, que el verbo·upi>
levantar, se opone al que d esigna el nacimiento; waa, caer.
Nacer ·e s caer, y para anular esta «caída>> hay que levantar. upi,
a] niño. De modo que la función de la upiaregi no se limjta a
ofr,e cerle calor y a re,o onfortarle; según el pensa~ien.to indíg1e na

8
·I consiste sobre todo, en c_o~p!_etar y cerr!ll' el _pi:oceso del naci-
miento, inaugurado con una caida. aceren el sentido de caer
,es. por así decirlo, no er (todavía); y ,e] acto de levantarlo
garantiza al nifio ~1 acc eso, el ascenso a la exist,encia huJnana-.
1

~n este ritual 4~.na,dmief!\Q encontramos) sin lugar a dudasf


la ilustmt:imr<Iilmit:Q ~~ orig.en de. loa g.uaya;qpls.,. que a fin de
cuentas llO eS 5,ÍnO é] m:ito del nacimie:r:ito,de lo ache jamo pyue,
1

de ·l~s antepasad0cs primeros de ]o guayaquis. ¿QuJ,..Ai&t-ori&-nos.


c~~nta el mi.to? «Los antepa ado primeros de los guayaquis
·vivían en Ja Herra preñada y terrible. Los antepasados de [,o s
guaya q uis salieflon de, la tierra preñada y terrible y e fueron ...
1

Para alir. para irse los antepasado primeros de los guayaqui


,arañaban con las unas"!' como si fueran armadiUo ...>> Para trans-
formarse en humano ,. en habitantes de la tierra,. los aché ,origi-
nales tenían que dejar " U morada ubterrán,e a y, p.a ra lograrlo~
a, tendían a lo ]argo de la pared verti.c al,, que trepaban hincando
las uñas, sem.ejante al armadiHo que cava profundamente , u
madriguera bajo el suel,o. Así .Ql!.(15 e~_pas_o~d~_l.! animalidad a la
hllmanidad, claramient.e indfoado en el mito, e opera pÓr 1el
abando,no del habitat pn~:-l>iuinano, de ·ia-madrigü:era, y pqr l~L
SUJ?er:afi6n del obstáculo. que separa e] mundo animal inferior
(el_a.~ajo)_de1 mund"o .h timano ,efe ]a -uperucie (el arriba); ~1ª.~~­
de (<nacimiento» de l'Os primeros guay,aquis. fue una ascensión
qu~.!es seP..~ró de la tierra. De] mi mo modo, ,e) nacim -_
~ ,.,. .. .. ~--- - ....,_...__..... ~ ..
de -
un nmo se co'n.!.uma en i.LA~.!O, !~ l!~.....~l lD uo .toma verd..a-
deramente.-Órigen; no en el waa, caída que reanuda la vieja
conjuncí6n der ñom fe}ilafierra: sino en el upi que Millpe
al
dicho laio. La mujer alza niño. arrancándolo asi de Ja t~e·rra en
que yacui: metáiora silenciosa de ese otro lazo que lu:ice unos
mom,e ntos ha cortado el hombre con su cuchiUo de bambú. La
muj1er libera al niño de la t~e,rra; el hombre lo libera de su madre. 1

>i... El mito de origen y el ritua] de nac~iento,, texto e imagen, se


traducen y se ilus ran mutuamente y a cada nacimiento los
guaya,qu~sJI sin saberlo, repiten e~ discurso inaugural de su pro-
pía historia con este gesto~ que hay ,q ue leer como se escucha
una palabra.
Lo que nos indica toda vía má claram,e nte la correspondencia
entre un momento del rito y una ecuenda del mito es que la
articulación de] relato mítico organJ.za las div ersas fases de]
1

ritual i(o que, ,g ~a inversa. e,] desarroUo del mito proporciona al


relato su sintaxis). Una vez cortado y anudado el cordón umbUi-
·cal~ se, bañ8J a la c.riatura; asi pue , u pirimer movimiento h,a da
1

9
Ja existencia humana consiste en un contacto con el agua, cuya
presencia aquí,, aun siendo técnicamente ne,c esaria,. probab1e·-
.mente proceda tambien del orden ritual Para descifrar el senti·
do del bañ,o como acto ritual y no sólo higiénico es sugestivo
considerarlo como la operación .q ue precede a la iguiente y la
prepara esto es~ el upi: tendriamo . así, una conjunción del n iño
y ,e] agua previa a una disyuncíón del niño y Ja tierra. Pues bien
el mito, aunque de modo un tanto oscuro, nombra eil a.gu~,.
indicando que para dejar ia tierra. los aché mitológicos tuvieron
que pasar por el element-0 Jíquido: «...El camino de lo antepa-
ados primero de lo~ guayaquis fue una hermo a agua de Ja que
aUr e irse sobf\e Ja tierra preñada ... >> Por otra parte el mito
parece justificar la refere·ncia al agua por 1e] e, tado, en que se
1

hallaban lo hombre en el fond<» de u agujero: « ... Los antepa-


1

sados primeros de los guayaqui tenían los · obeco muy maloHen-


tes,, la piel amarga, la piel muy roja....» Lo que viene a ser como
decir que, su.do ,c omo un redén nacido, tenían, como e ·te,
necesidad de un. baño. Y ~J jue,go de, reflejo· entre mito y rito e
confirma con má lu tre· si se añade que los guayaqui.s dec·laran
ine, maloliente,, el campamento en que acaba de parír una mujer.
1

Así va desvelándo e poco a poco el orden secreto de la co~a :


en la historia y en la ceremonia subyace una misma ]6gica, el
mj mo pensamiento impone· [a ~ey de sus formas inconscientes a
la sucesión de les palabras y los gestos y, una v1e z másl ]e vieja
1

selva alberga la fle] celebradón de su encuentro.


Lo indios son siempre silen.ciosos; desde el momento en que
cada uno de ello . abe lo que tiiene que hacer. cualquier palabra
ería inútil. La mujer igue o teniendo al niño, que ya e·stá
cal~ente. Entonces interviene nu evamente eJ jr.t are e1 hombre
1

que antes ha procedido a) baño. Emp rende un masaje muy


1

insistent-e sobre la cabeza del nmai. Con la palma de la mano


derecha muy abierta pre iona con fuerza el cr.á neo como i
fuera un materia) blando que hubiera que modelar. ~o ,e s
precisamente lo que intenta con eguir eljware: cree qu@ así da a
1

La cabeza la forma redondeada que ]os indios 1t()insid,eran la más


henno a; aunque. como cabía esper-ar. este masaje no surte
efe,to. El jware emprende esta «deformación». que pueden
proseguir otros: testimonio de afecto por }a criatura y voluntad
de participación dire,cta en el ritual. A lo largo de los tres o
cuat("ío, día siguientes la pr.opia madre s0meterá la cabeza de~.
niño al mismo tratamiento. El hombre s·e inter.r umpe· y cede su
1

puesto a 0,t ro indio. EJ viento ag,i ta las Uama abriendo en


1
'2. Barula portadora del nillo

ocasiones un rastro de luz en la oscuridad. Lo guaya.qui • indi-


fer.entes al frío,. sólo prestan atendón al hromi: están encargados
de acogerlo y eJ menor desfallecimi·e nto en la S etiedad de su
1

tarea podria serle fatal. Por eso la. miradas y los movimientos
de las manos y los cuerpos desnudo de pliegan alrededor del
nuevo aché ese espacio de dedicación, inc1uso de devoción~ que
caracteriza entre los indios la relación de los adultos con los
niños.
81 parto ha ido muy bien, pu es. la expulsión de la plac.e nta ha
1

seguido de cerca aJ alumbramiento. n hombre re,c oge los hele·

11.
.. cho..,. obre ios cuales se ha de Jizado ]a placenta, ~o amontona
todo y se va e enterrarlo a 1cierta distancia del campamento: e
una precaución higiénica í, pero en mayor medida Qs una
1

prudencia elemental que .a conseja alejar las am enazes que en-


1

cierra esa materia surgida de ia entrañas d .e ~a muj1er. Desde


luego,~ el hecho d e en.t errar la placenta no hasta para neutraH·
1 1

zarla y e.s prec· o algo má para e>r.ottizar lo . demonio que ha


atraído. Ta) es el objeto de la s·eg1t.1nda fa$e del. rituat que
ocupará buena parte del dí.a igui ente: tras haber gar.a ntizado ]a
1

eguridad del recién ·n.addo habrá. que velar por la de 1o adul-


1

to -. Por esta. noche todo parece terminado. La upiaregi devuelve


el niño a u madre; e ta lo instala e·n la ancha banda portadora
que se ha pue to en bandolera. Tal será a partir de ahora, dia y
noche, la morada del niño; só1o la dejará cuando empiece a
andar. Mientra tanto vivirá en completa simbio i ieon " U ma-
dre, atenta a anticipar, e a us requ-erimi entos ofreciéndole el
1

pecho en cuanto haga el pr~,nez- mob[n o e·m ita el primer gruñi-


1

do~ Entre los indios e raro oír el Uoro de· u:n nifto; com.o quien
1

dice, no se ~e da tiempo'. pue ern h1 boca abierta p·a ra lani-ar el


grito instantáneamente se Je encaja el pecho nut ricio, cortando1

así de raíz cualquier manife tación de mal humor. ~ tema do-


bl.emente .eficaz, pues permite la tranquilidad de los adultos
manteniendo aJ niño· en una especie de atiborramiento perma-
nente. Pichugi contempla a u criatura y por un instante la
infinita ternura de su onrisa abole la indigencia de la tribu. e
levanta y, sin ayuda, vue)v,e a su ·c hoza con el nh\o; no parece
estar muy quebrantada. us dos maridos. Chachugi y ·el viejo
Tokangi., no están presente .; pero eUa no se quedará sola, pues
1 1

un indio y su fBl'nilia pasan ~a noche en su cornpañ"81.. Sin hacer


1

más ruido que antes, ~os .i ndios e separan y cada uno se va a su


tapy. <<0 pa>> {«se, acabó•>) , murmura .K arekyrumbygi. A los
poco minutos todo duerm e en el campamento. El viento y la
1

selva prosiguen u diálogo milenario~ Ja hogueras crepitan en Ja


o. curidad y la tribt.i cuenta con otro· miembro.

Este gri amanecer no tiene nada de trop¡caL El ol apenas


.a oma. por el horizonte de un \ielo bajo; 1ei 1c oerpo todavía
petrificado por e~ frío nocturno,, espera con desazón el calor d1e l
día. El c·ampam·eJlto· e s.tá. formado por una decena de chozas.,
má bien abrigos rudimentarios vag,amente dispuestos en cfrcu-
lo .alradedo:r de un espa·cio· desbrozado. Nos rodea por tiodas

12'
partes el sombrío y denso muro vegetal que prolonga por enci-
. ma de nuestras cabezas, como un tejado, el amontonamiento de
lianas, ramas y plantas parasitarias. Algo más lejos hay un
pequeño calvero que interrumpe la continuidad de la selva. En
esta estación la hierba que lo cubre es más amarillenta que
verde; pero esta mañana está blanca a efec.tos de la escarcha,
que no desaparec~rá hasta que el sol llegue a su cénit. Algunos
niños desnudos corretean por ella. «¿Tenéis frío?» «Duy pute»
(«mucho frio»), responden tiritando y sonrientes; pero no se
quejan: como sus padres, se aguantan. Los indios están despier·
tos desde hace mucho rato. Normalmente los hombres ni si-
quiera esperan el amanecer para salir de caza; pero hoy se
sienten kyrymba ia, s in ánimos; los músculos, entumecidos por
el frío, no tensarían bien el arco; los cazadores prefieren dormí·
tar un poco más junto al fuego. Además, algunos de _ellos ten-
drán que estar presentes cuando se efectúe el kyma.t a tyro.,
necestlrio tras el parto de Pichugi. Esta, sentada "sobre sus
talones, amamanta al niño: «Come mucho -dice Pichugi-, será
un bretete, un gran cazador». Kajapukugi -Gran Gato montés.-
se dispone a partir sin su arco y sus flechas. provisto sólo de su
machete* metálico: «¿Adónde vas?» «Kaari kyma.t a eru wwc'i»
(«a la se lva a buscar kymata>;). Este término designa una espe·
cie de liana que no es sino el timbo, cuyas propiedades ictiotóxi·
cas son cono"c idas y utilizadas por muchísimas tribus de Améri-
ca del Sur como técnica especial de pesca ('<emborracha» a los
peces). Dicha liana contiene una sustancia que al esparcirse por
el agua asfixia literalmente a todos los peces. !""ero los guayaquis
ignoran semejante uso del timbo, del que sólo se sirven con fines
rituales. Así pt,1es, Kajapukugi ha salido a buscarlo.
Me intereso por los maridos de Pichugi: el principal, Chachu·
gi (el chachu es el gran cerdo salvaje), y el secundario, Tokangi
(de tucán, un ave). Ninguno de los dos ha pasado la noche en la
choza común. Chachugi ha dormido en casa de su hermano. Es
el apc'iete, el verdadero padre del recién nacido; pero no en el
sentido de la paternidad biológica, sino en virtud de la institu·
ción del matrimonio poligámico. Los padres del ·niño son los
' maridos de la mujer en el momento del nacimiento; si bien lo
son, por así decirlo, de modo desigual, pues eljapetyua o marido
secundario disfruta de un estatuto y unos privilegios netamente
inferiores a los del imeÜ! o marido principal. Tal es el motivo por

• En casteJlsno en el original I N. del T.I


..
• 13
el que Tokangi - por má que a pesar de s.u edad haya podido
obtener en alguna ocasione l, favores de Pichugi- no será
para el nii\o má que un apii. vai. una e pecie, de medio-padre.
Indudablemente se tf' timoniará.n afecto y l'le pet-0~ pero el hija,
de Pichugi sabrá que, de entre u. dos padm;,es, el Padre es
ha hugi. Me reúno con e te bajo la choza. E tá ten ando u
enorme arco, de casi 2.50 metro de altura; a c·o ntinuación
prueba con el dedo, La punta de mader,a dura de· las largas
flecha ! i están embotada , las afila sinriéndose de la concha
perforada de un caracol grande ba tante extendido por ~a selva.
<<¿Nde bcrreha o?>) («¿Va. de caza'?») «Go» («sí»). o e muy
hablador. «¿Por qué no ha· dormido en tu lapy?» «Pane uwi.i»
f«a cau a del pane»}. re ponde lacónicamente in apartar la
mirada de u labor.
En el pen ·amiento de ]o, guayaquis la idea de pan ocupa un
ti lugar central. Los indios ya la han evocado con harta frecuencia,
refiriéndo~a a circunstancia tanto graves como «fútilesn de su
~xistencia ,c otidiana, y otras mil oca ione m.e enseñarán a no
subestimar ],o que eHo viven ca i como una obsesión y que
1

de de cierto punto d,e, vista se ñor,ea y ordena gran parte de su


actos y de sus representadone . De modo que no tiene por qué 1

sorprenderme la e casa p1'olijidad de la respuesta de Cbachugi..


para quien tan evidente e la regla de conducta que le impone
1

u actual situación de marido de, una mujer que acaba de p,arir.


¿Qué es el pane? Bajo su anodina apariencia e,sta temible pala-
breja designa en reaUdad lo peor que puede sucederle a un
indio: la 111a]a suerte en Ja caza. Y p.ara un cazador el alcance de
u even1ual fraca. o e calibra en virtud del hecho,de que·la vida
econ.6mica de la tribu depende por completo de la. caia y de la
recolectai pero, sobre todo de la ceza. Volve·r de ]a se1'\fa con el
1

rabo entre piernas, upone' que 1101 se dispone die nada para
repartir y que, por lo tanto, a corto plazo, no se recibirá nada ,
pue e) equiJibrio de la producdón alimentaria es exce •vamen-
te frágil para oportar durante mucho tiempo .e] peso inerte de
un individuopane. Así pues los hombres no tienen más remeclio
que matar animales para aJimentar a La tribu. Esto significa que
para un guaya.q ui no hay alternativa pO· ible a ]a misión que ¡e
confía e) grupo: por definición, por principio y por vocaci6n, un
hombre es un cazador. La ,caza~ sostén de le comunidad y pun-
donor personal de· cada ho,mbre~ Ueva ,e n su propia negac~ón el
li'm~te mismo die .l a sociedad. De m.o do que la p r eocupaici6n
1 1

mayor y constante de un cazador, su obsesión; podria d_ecirse.

14
e evitar cuidadosamente todas las circun tancias suscept~bles
de bacerl e pane. Y hachugi e haUa predsamente en esta
1 1

circunstancia. pues el parto de una mujer imp]iea directamente


al marido. Para empezar~ no debe a j tir al mismo: tal es el
motivo de que· Chachugi haya abandonado u choza~ · 6lo· con
que viera a u mujer parturienta~ rápidamente e abatiria obre
él le an ión de este '<Contacto» ocular: se volverla pane. Pero
ha adoptado sus precauciones, pues te,míendo que incluso acci-
dentalmente u mirada se posa e en Pichugi vuelve decid~da­
mente la ,e pald.a al lugar donde está ,e]]a; y ha ta que e1 ritual no
1

e haya ce.le brado por entero. no volverá con eHa. Quizl tam-
bién por ello, debido a la ituación peligro a en que se haUa, no
le apetezca mucho h.ab1ar de esta co as. En cuanto1a. mít no
quiero in i tir dema iado. Pue los indios no son máquina de
1nformar y sería gravemente erróneo creerl<>s dispue , tos en
1

todo mome·nt<l> a responder a cualquier pregunta. Responden i


les apetece, si e tán de buen humor, i tienen tiempo. Ordina-
riameate la mayona de eUo priefieren con mucho dormir a
1

charlar con el etnólogo; y, en cua]qui·e r caso, fo· mejores infor-


mes on con f ~ecueneia los que e pontáneamente comunican los
indio.. ea eomo sea, Chachu.gi ha. comprobado todas sus ne-
cha., está a punto de partir e incluso parece tener mucha p>tisa.
onstato que hachugi es el único,, de entre todo lo cazado-
r.e s presentes, que va hoy a la . elva. Y in embargo no e un día
1

favorab]e; hace frio y Jos animale e quedan agazapado en us


madrigueras. en Jo hue,c o. de lo árboles y en lo más profundo
- del follaje. Pe·ro, Chachugi no ha preparado su armas en vano;
u conducta es de lo más razonable~ y i en emejante día
alguien tiene posibilidade de, encontrar y cazar a flechazos
alguna pieia, re. él Induso 1 e s probable que si le i:nter.rog·ara,. me
re pondería que está ·eguro de volver con pre a . o es que e
considere m·e jor cazador q,u,e· los demá s~ ,en la ieología guayaqui
no existe· ta] sentimiento. Indudablemente, todos lo indios afi.r·
man con energía:« 'ho ró bretete» («soy un gran cazador»), pero
nunca dirán: «Soy e1 mejor die todos»;, y todavía menos « oy
m,ej>or que fulano o mengan.o». i bien todo cazador guayaqui se
c:on idera el colmo de las excelencia ~ por el contrario a ninguno
se le ocurri.rá compararse a los demás~ y todos admiten de bue·n
grado que la perfección puede e·r una cualidad compartida por
todoA por igual. Así pue la certidumbre· de Chachugi no plr'o-
vie·ne de una presundó:nr ajena a ét sino de un saber: (<U~
kwaty>> («nQcs-otro lo abemos perfectame·nte>)). Tal es el co-

15
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:l Tipos de fl'echas de los caladores gu~yaquis

mentarío 1q ue añaden siempre ~os indios cuando1yo no compren~


do sus explicaciones o cuando algo les parece de total evidencia:
<«nosotros lo sabemos, es así... » De modo que cuand o dan este
gi.r-o, do~matioo, a su discur o es seguro que ,estamos en la pista
de una informa,ción. particularmente interesante y que hay que
prestar atención. ¿De dónde proviene· el saber de Chachugi? Del
hecho de· que. para Jo·s indios. e] mundo ,q ue ),e s rodea no es un
mel'lo espacio neutro, síno )a prolongación viv.a del universo
humano: lo que tiene lugar e,n éste siempre afecta a a,,qué].
Cuando, una mujer pare la ituación del grupo se transiorma
profundamente, pero el desorden afecta igualmente a la natura-
1

leza,, ~a propia vida de la selva percibe un nuevo im:pu~so.


Desde la noche pasada, desde que ha na<:ido el nifto. Chachu-

16
gi es bayja: e «el que atrae a los serest>, es el centro, hacia el que
convergen los animales de Ja se]va. En la estela de su sU encioso
1

caminar ,a través de )a seiva e·mana de él algo qu e nuestras


1

palabras son casi inapta para expresar: un poder .Q.ue l e rodea


1

aunque escapa a su dominio~ un poder que, a cada p·a so, difunde


a distancia los signos de su pre encia. Cuando un hombre es
bayja, ios animales acude·n en gr.a n número: tal ·es el · aber de
Cihachu,gi y el s ecreto de su 1c ertidumbr,e. Si para un cazador hay
1

una c:ircuns:tanda. que le permita desplegar su talento con ho]-


gur~ e. precisamente Ja situación en que ahora se halla Cha-
1

chugi: va de caza porque e tá seguro d,e encontrar animales, es


bayja porqu·e su esposa acaba de parir (el bay}a sólo afecta a los
hombres y no proviene má ·q ue de las mujeres). En virtud de
esto se entiend1e el cuidado que ha pues to en mantenerse apar·
tado toda l.a noche y en no echar ru un vi tazo a su mujer,: habría
que e tar loco para exponer e alpane en semejante díai en que
sus oportunidad es de llevar caza e ban multiplicado provisio-
1

nalmente.
Pero ·e sto no es todo. Efectivament.e? Chachugi se va de caza
no sólo para aprovec har una oportunidad excepcional para
1

acrec,e ntar fácilmente su c.<producción» alimentaria. No es. en


.e ste caso la perspectiva de satisfacer fácilmente la necesidad de
alimento lo que le anima a. enffientarse al frío: aunque tuviera en
su cho:za abundante reserv.as de carne, igualmente se iría. Sim-
plemente, no pu@de dejar de empre,n der este, reco,r rido por la
selva,, pues, atrapado ha ta lo más profundo de su s,e r por el
parto de Pichugt,, no es Ubre de escoger~ Está obligado a ir de
caza no tanto para obtener carne como para salvar su propia
vida.: p.e,s a obre él una amenaza terrible, el hecho de ser bayja
le hace correr un riesgo mortal y., para evitarlo, es absolutamen-
1

te prec•so que mate anirnales. ¿En qué consíste es.ta amenaza?


El poder de atracción que posee ahora Chachugi -y que al
par·e cer Jo,s guayaquis c on ideran una es pecie de doble invi ib] e
1 1

del hombrie- impulsa hacia él a aqueHos a quienes precisamente


debe alcanzar con sus flechas: ]os animales salvajes. Así puesl
en apariencia la situac~6n 1e s positiva y el cazador cumpUrá su
mjsión Con más facilidad desde e~ momento en que los animales
1

acuden ha cia él: los términ·o s del problema y los medios de la


1

olución s,e pre entan B<imul táneamente. De hecho, y gracias ,a la


pflesencia enma carada del doble que le .a c,o mpaña el homb~e
se beneficia de la ({compUcidad>> de ~a caza: esta casi se pre·c ipi-
1

ta ante us flechazos .. En realidad lasco as no son tan simples y

17
I~

4. Rola dtJ cera gan.chi que utilizo <'omo c:ol<i.


,-;p
E.~tá formada alrededor dt• un pico d4! lueán

Ja extraña llamada a que respond,e n Jos ani·m ales sólo en parte


facilita su tarea; pues todos~ sin discriminación, se hacen eco de
aquella. Desde el punto, de vi ta de los guayaquis los animales
se r·e parten en dos c[a es principaJes: po,r una parte los que ~os
indi10.s: matan habitualm ente tmonos. armadiUos, cerdos salva
1 1 5

je:s~ corzos etc.J; y por otra Jos jaguares. Estos son los primeros
1

q oe, de cubren en la se]v.a la pre e ncia de un homb:re en e ta.do


de boyjra y, corno dicen los indios . «ache bayja bu baipu tara
,iki,h) («euando un guayaqu~ es bayja, los jaguares Hegan en gran
número») . Así pues, mil miradas siguen la rápida marcha de
Chachugi. la selva entera está silenciosamente .a grtada por una
vida furtiva y el cazador sabe perfectamente que Jos j1aguares~
aunque no los vea. ni lo · oiga están Cerca, espiando ,e n los
1

matorrales oscuros o agazap ados en las ramas bajas de· los


1

árboles. Espían al hombre, esperan el momento ¡prop.icio para


atacar~1e y despedazarlo, atraídos oomc:>i están por el ete-ri-1Ja.
ese 1extr.año poder que ac,ompana hoy a ChachugL En eUo8
res~de La amenaza que pesa sobre é] y que sólo aJejará matando
por sí ·m ismo uno o varios animales· o, e·n otros términos., si el
lbombrce no cumple como cazador privando a la · elva de una
parte d e ~a caza en que es rica ese día, él mismo se convertirá en
1

caza para ese otro cazador que es el jaguar.


De modo que, no se trata de una caza o~dinaria. Habitualmen-
te , J jagtL1ar es para Chachugi, sobre todo,. compettenicia, puies
ambos se dedica11 a matar a los mismos an~ma'les. Mas de mo-,..
mento e J hombre es al mismo tiempo cazador y caza, pues el •
1 1

18
animal que el jaguar intentará descuartizar hoy es e] hombre. A
fin de reconquistar y conservar su amenazada humanidad, a fin
de no vo.Jver a la an~malidad en forma de presa del jaguar, debe
ejercitarse como ·c azador como matador de anímale . Para. e-
guir siendo hombre hay que· ser cazado1\ y Ja alternativa de
1

Chachugi es perecer como un anima] o matar como· un cazador.


Tales son, los efectos del bayja: proporciona al hombre a quien
afecta ]os medios de rea.firmar su humanidad co:nfi.riéndoJe. el
poder de atraer a los animales, pero aJ mismo tiempo mu]tipli,ca
sus. riesgos~ representados por los numerosos jaguare que no
dejan de acudir. Así pues~ ser bayja 'es existir en la ambigüedad~
es ser al mi mo tiempo cazador y presa es. en suma, e tar entre
naturaleza y cultura. Quizá está aquí, ubyac·e nte en ~a explica-
ción consciente que da.n al respecto los guayaquis, la significa-
dón ubterránea del bayja: el peligro que amenaza a Cbachugi
no es sino la metáfora vivida. de esa vaci1ación de su estatuto
1

ontológico; el precio de la vida e ese riesgo de muerte ·e n que


debe comprometerla.
Ahora se entiende· mej,o r el cuidado que tenía Cbachugi de
que su mi.rada no vaga e por los lugares en que estaba su mujer.
Pu.e s del mismo modo que la expedición de ·caz~ hoy emprendi-
da comporta una d~men i6n cÓ' mica ineJuso sagrada en cierto
entido .a travesada como e tá de un lado a otro por el ritual, a í
la d esventura que afectarla al hombre si :sucumbiera a la curio·si-
1

dad traeña consecuencias mucho más terribles 1q ue el pane 1

«técnico·» habitual .. por· así decirlo. e vería irreversiblemente


desarmado frente a los jaguares prieci amente e n las circunstan 9

cias en que más n ecesidad tiene de er afortunado. En esta


1 1

ocasión estarpane no se limitaria a volver al campamento con ·el


raho entre piernas; p·ara eJ hombre significarla su propia conde-
na a caer bajo los colmiUos y la garr-as de las fieras. Y si a] cabo·
de unas ho·r as vemos que no ha vuelto, sabremos qué oración
íónebre hay que pt°'onunciar: «Baypu rio upa» ( «e1 j.a guar le ha
devorado por completo))). Desde luego, no puedo conocer ~os
pensamientos de Chachugi {mucha ingenuidad haría falta para
cre~t que se pueda penetrar tanto en e l universo interior de un
salvaje). Pero sé que; atento e no sucumbir a las engaño.s as
llamadas de la selv.a y va~iente com,o de costumbre, avanza a
buen paso por un mundo peligrosament-e uíoo. En rea1idad ·m ar-
cha por delante de i mismo, va en busca de sí mismo, de su
p!iopiia sustaoc~a. No es que se haya perdido su propio YO·? pero
·como acabamos de· ver, tal 1e·s ,e} riesgo que corre. L-0· importante

19
po e tan.to no morirse (.los indios ignor-an. semejante temor)
como ob]¡gar a la tierra que pisa; a los animales que viven en
1

ella, a 1os hombres qu,e la habitan y los poderes que la contriolan.


a reconocerte. La posibilidad de una muerte real en lo jung1a
traduc,e líri cament,e un c·uestionamiento más profundo de su
1

er, un acercamiento a la muerte efectivo, aun.que simbólic-o.


q,ue Je agita hasta e] núcleo, de su exjstir. Todo e Como si el
1 1 1

mundo s,e cerrara para Chacbugi, como si quisiera negarle el


lugar que ocupaba en él hasta el momento. Así pues, e1 hombre
e encuentra dedicado a reimponer su existencia. a reafirmar
1
con un gesto de cezador su dere,cho, a p ermane,c er ,e n la ti,erra.
1 1

¿Dónde e origina esa brutal subversión que de tal modo


juega con la suerte de Chachugi?· ¿Qué fuerza repentina, y fatal,
desde el momento en que hace a[ hombre emprender el camino 1

por eUa eña~ado, quiere aniquUade llevándole a enfrentarse a


la muerte? (Aquí eJ e tado real del ·m undo deja de ser pertinen-
te: Cbachugi tiene una certidumbre, que Uega gran número de
1

jaguares; y lo cierto es que e,stán presentes aUí.~ en La selva.) El


1

p]anteamiento de s emejante pregunta supone no darse por sa-


1

t~sfecho con el di curso consciente de los indios y buscar, por lo,


tanto llegar a un nivel de sentido más profundo: el nive1 inco,n s-
ciente de su pensamiento. De modo muy expUcito, Ja teoría de
los guayaqu¡s remite la situación de C.h achugi a] hecho de estar
bayja, ]o cual~ a su vez,. remite al hecho de que la esposa de este
acaba de parir. En consecuencia, cuando una mujer. paret pone
en peligro la vida de su marido (0 ·m aridos). Ahor.a bien, la
1

amenaza del bayja ¿s6lo se presenta a los hombres en caso de


parto? N,o exactamente: también está presente con ocasión de la
primera menstruación de la muchacha y cuando se produce un
;aborto (accidenta~ o provocado) .. Así pues a~ .parecer~ ~a fuerza
maléfica de] bayja sólo.se libera en las circunstancias en que la
feminidad de Ja mujer irrumpe al mismo tiempo en su vida
. biot6gic:a individua] y en Ja vida social del grupo. Pues, en
efecto, el acaecimiento de, un aborto o la aparición de la prim era
1

regla de una mujer no .repercute menos que un parto en e) p.J ano


sociol6g:ico, de la vida tribal; y la intiegración de estos elementos.
diversos se opera siempre mediante ~a institución: el ri.tual es el
·m edio de tran formar, socializándolo, un dato bruto inmediato
en un sistema simb6Jioo mediatizado; por decirlo de otro modo,
el orden natural se ,convierte en orden cultural en y por el.
espacio del rituat En cons ecuencia, ¿hay que considerar que el
1

bayja va unido a la muj,e r en t.ant.o que mujer, es. decir 1en . u

20
dimensión impura 1to1a~ menos 1c omo tal con i.d1e rada por los
indios) cuya mancha los hombre evitan con gran cuidado
- como he observado en infinidad de ocasiones? La diferencias
del desarrollo de1 ritual p roporcionan la r,e puesta: i bien cada
1

una de las tr.es situaciones antes evocadas e,:rige la misma cere-


monia purificadora (preparada en ese mismo momento por los
hombres que han asistjdo a Pichugi la noche pa ada), en contra-
partida., sóJo en caso de parto de be, el marido correspondiente ir
además de caza. Sin lugar a dudas, una menstruación p:rimeriza,
un aborto y un parto pre en.tan propiedades comunes, plantean
a los hombres de la tr~bu idéntico problemas (desde e) momen-
to en qu.e estos tr·es sucesos provocan el bayja y ~os peligros de
que· es portador) y ]as obJigadones rituales que para ellos se
de~prenden son la mi ma~: todo ello coOn tituye un conjunto
articulado,~ un sistema del que evidentemente puede dar ,c uenta
una explicación ge·neral. Pero el part,o ofrece una especificidad
evidente que imp,i de que se confunda con los demás casos; el
grupo le r--econoce un alcance más extenso: en pocas palabras,,
recela un <(sobrante» de significación~ un ex.ceso al que respOh·
de ju tame,n te ese sobrante o ese exceso de ritual que es Ja caza
de hachugi El ba)ja cuya amenaza quiere alejar por medio de
Ja caza no es el ba)~ja ordinario para cuy.a expulsibn basta con la
purifieaieión por medio de la liana timbo.
La diferencia de Ja respuesta ritual remíte evidentemente a
una diferen.cia al nive,l de lo términos del problema que e] bayja.
p Lpntea a los hom br,es: ¿qué más hay en el parto que obliga al
1 1

ma:rido de la mujer a salir de caza,, mientras, que en las otras


circunstancias no existe esta obligación? impJem·e nte, el hijo.
i bien la relación entre la mujer y el hombre detiennina por
completo el ritual purificador que sigue, a una m.e nstruación
prim,eríza y a un aborto, ólo la -detennina parcialment,e en el1

cas,o de un parto, pue,s en este se .e stablece un nuevo lazo: e] que


une al hombre y a~ recién nacido y convierte a~ marido de una
mujer en padf\e de un hijo. De la presencia de este emana ela1u ra
má viva de peligro que hace que la desazón invada e~ alma del
1

padre y que este entre en Liza en la oscuridad de las espesuras.


E~ peso simbólico de Ja mujer ,ex.perim entado co,m o amenaza
1
1

por los hombres, tiende a obliterar la existencia de aquel ,e n


quien se olvida pensar por estar demasiado presente, e] hijo. De
modo que e) parto pide un ritual más complejo que e] de •as
otras etapas de la vida femenina; de· hecho, para el hombre se
1

de,s dobla ,e n do~ mornentOls; y mientras qu,e ,el baflo purificador

21
~e liber.a de~ bayja que tiene su origen en la mujer ~a di1ucida-
ción del sentido de la ·c aza ritual debe operarse en función del hijo.
Dejemos a la m1adre y preguntémo nos por qué la llegada al
1

mundo de su hijo proyecta al padre a una coyuntura tan dramá-


Uca. En cuanto a él lSe' trata de disputar a los numer-osos jagua-
r,e s la presa que ),e alvará de sus ataques. Pues bien, en e l
mi mo in tante en que e1 niño accede a un mundo que los
hombre. quieren hacerle acog»edor, apacibl e y amistoso, en ese
1

instante ese mismo mundo s,e vuelve hostil al padre,. s·e carga de
1 1

agresividad, intenta aniquilarlo Janzando tras de sus hueUas una


abundancia excepcional de jaguare . En su formuladón, la regla
1

de e~ ta partición, misterio. a y maliciosa, halla la sequedad de la


ley: la ·c onjunción del mundo y del niño, significa al mismo
tie.m po Ja di yunción de] mundo y del padre·. El pe·rnsamiento de
lo. indio ~ e1 que expre~a e1 de· arrollo de sus acto - parece
proc'lamar qu padre e hijo no pueden habitar junto·s la tierra.
Lo j1aguare • portadores de la muerte y mensajeros del hijo,
delegado para la reslauraciún de1 orden del mundo. cumplen
un destino inconseh~ntemente· pensado por los indios bajo ]a
especie del parricidio: ¡(:•i nacimiento de un hijo e. la muerte del
padre. Este, cuya ext tencia e:. puesta en duda, sólo podrá
· sobrevivir ro.atando u1t1a pre a, gesto ven.cedor que le hará impo·
n.e rse a los jaguare , esto es~ al propio hij.ot cuyo poder ·e ncar-
nan. Poder qu.e es en sí mi mo pro~r·ocacíón al deso1~den social y,
t.odavía má , al de. orden cósmico: la apari,c ión de un ·er nuevo
1

sólo se opera. por la negación de otro, y e1 orden destruido por


un nacímiento sólo puede· restabl,e cerse por una muerte con1-
pensadora. Aunque el padre esca.pe al jaguar cazando un anje
mal, . imbólicamente ya. e tá abocado· a una muerte cuya sus~
p-ensión le viene significada por el nacimiento de su hijo. La
operaci6n ritua] de los indios, a fin de cuenta ; apunta aJ descu-
brimiento, renovado cada vez, de que los hombJ'leS no son eter-
nos, de que hay que resignarse a la finitud y de que no, se puede
er al mi. mo tiempo uno y· otro. Curio o encuentro entre un
pen amiento salvaje, inconsciente· de sí desde e1 momento en
1

que se exp,resa sólo en lo g,e stos, y el logos más poderosamente


dueño de sí mismo del pensamiento occidental; a fin de cuenta ,.
unidad del espíritu que, en un indio o en un filósofo,, halla el
ob táculo de su esfuerzo en Ja desnuda imposibilidad de pensar
Ja vid a sin pe ns ar la mue rte.
La info:rmac.i6n recogi.da unas semanas ant~s confirmaba de
modo roetrospectivo que el temor al jaguar - n_o co·mo fiera de la

22
sel",,ª sino como agent~ d e los podere·s invisibles- es Central en
1 1 1

las preocupaciones de los itndios. En mi aus,e ncia,. una m1!ljer


parió. Al día siguiente su rparido se fue de caza pero a la noche
volvió ron las manos v.aeías: t<Pane », comentó sobriamente.
Quizá no había respetado es<:rupulosamente la prohibición de
mirar. En cualquier ·Caso el peligro se precisaba y no había que
esperar que lo a•ej ara la purificación po.r medio del timbo: «¿Qué
1

vas s hacer?» t<Ai milo ta tape jorw baipu ii1 vwii~> 1( «echar cer.a
de abeja al fuego para que no baya jaguar~>) . .Pues bien, la
1

cf\emación ritual de cera só]o .se efectúa en otra circunstancia:


en caso de eclipse,, cuando el jaguar a_zul, el jaguar de lo cielost
1

mtenta devorar la luna o eJ sol. Entonces el humo que despren-


de ]a cera ardiente se eleva hasta él y le obliga a retirarse, 1e~
1

astro amenazado se saJva y una vez más. el fin del mundo e


diferjdo.

E 1 sol, ahora casi ve:rtical, ha he cho desap are cer el hielo. E 1


1 1

air·e es más tibio y los indios han salido del estupor en que ~es.
había sumido el Crío nocturno. Un g-rupo de mujeres vuelve· de ~a
selva.; curvadas baj·o el peso del g:ra.n cesto de palmas trenzadas,,
1

tensan e~ pescuezo en su esfuerzo por aguantar la carga colg.a da


de su frente por una larga banda. Traen naranjas~ varias dece-a
nas de kilos que a~ momento dis t.ribuyeu entre todos los miem-
bros de la tribu. No se Las dan a la mano sino que las echan ,en. el
1

suelo· en direccibn al destinatario;. como el ter-reno está en cues-


ta, las fnitas ruedan y re botan po:r todas partes. No son naranjas
a.ut-Octo:nas~ no de·n en nada que ver oon e] apepu, la «naranja>>
1

silvestre abundante en la selva, exces~vamente ácid~ par-a eJ


1

paladar de los guayaquis. , on p lantas introducidas en e] Par.a-


1

guay a partir del sig~o X vn por los .m isioneros j esuita:s, en las


famosas reducciones guaraníes. Estas han desaparecido hace
mucho tiempo, pero los naranjos han quedado e· incluso se han
multiplicado, gra·cias mdudablemente a los animales y 8 los
pájaros que han transportado sus semillas hasta lo más profun-
do de Ja jungla. D·e m.odo que 1e n ocastones el viaj1er-0 elvátko
descubre en a]gún punto de su camino, embelesado, un apacible
vergel en el coraZ:Ón de ~a selva, un punto de encuentro y de
1 1

festin, cuando los f:ru tos están ma.duros, para lo,s cerdos salva-
jes, las av.e s, tos monos... y los gueyaqu is..
T .a mbién Kajapukugi ha vuelto¡ no !ha tenido que alejars·e
demasiado, pues el ambo no escasea. Se ha hecho con un grueso

23
haz de Uona.s y les ha quitado ]a cor eza. Dando golpedtos con
su machete la corta en trocitos pequeños que e rizan y van
formando un montón impresionante. El hombrie trabaja sin des·
canso. pue la purificación se inicia~á en cuando vuelva Chachu-
1

gi y, puesto que todos los afectados por el parto deben someter-


e al ritual~ hará fa]ta una cantidad considerab]e de timbo. La
1

operación del kymatc. tyro (timbo-limpiar) o purifica,ción por la


]iana es tan frecuente entre los guayaquis que parece, s er para
1

ello casi una p,a nacea. Lejos de limitar su uso a cierto momen·
tos cruda.le de la vida individual o colectiva recurren al baf10 1

ritual <:ada vez que, hay que proteger a alguien (lo más frecuente
es que . e trate de· un hombre) de un peligro previsible _,caso del
que se trata aborir o interrumpir un proceso ya inicjado y
susceptible de agravamiento; por ejemplo,, un ho,m bre está en-
fermo por haber infringido un tabú aHme,n tario, su salud e inclu-
so su vida e tán amenazadas, y a fin de ,e liminar el «espíritu» de
la enfermedad que e tá en él se le omete al kyma"ta tyro . Pero
la utUizeción del timbo, s·e a preventiva o terapéutica, se inscribe
siempre en un contexto ritual y su eficacia, puramEH1te simbóli-
ca. surge de una etiología netamente «sohrenaturalista». De
modo que K,ajapukugi prepara ,e] timbo que permitirá exorcizar
el bayja y liberar de] mismo a los hombres que podrían ser sus
víctimas y a las mujeres que podrian transmitir]o a otros hom-
bre .
E! p eligro que implka eJ bayja no ·e lim•t.a solamente a lo
1

jaguares. Menos 1nmediatamente presentes que los señores de


1

la selva aunque tan peUgroso como ,eUos, fíeina en el cie1o un


monstruo temible, visible ,e n ocasiones aunque por l.o genera~
está escondido, el M'e mboruchu, la Gr,a n Serpiente, e~ arco iris.
Las franjas de color 1qlle ~o componen son en re.alidad dos
erpientes gigante una de la cuales se halla en. el ¡nterior de la
1

otr.a. Tras una tormenta, cuando el arco iris despierta Ja curva


1

de· su cuerpol los indios reciben su aparición con gritos furio os;
hay que echarlo. hay que espantar]o por medio de~ ruido. Suele
er suficientemente peligroso como para que se recomiende n.o
.a puntado con ,e l dedo. Pero en flealidad desenc,a dena su maJig-
nídad contra los hombr,e s sujetos a1 bayja: inte·nta Uevárselos
vivo y mientras no hayan sido purificados por el timba; el
Memboruchu les e pía de ~de lo alto dispuesto a caer sobre
ellos¡ a abatirse en los arroyos o en los calv,eros. La Gran Ser-
1

p¡ente es inQ.uietante po:r anunciar la presencia de ]a tnuerte;


pero además, cuando parte e l cielo, los indios saben ·qu,e los

24
jaguares quieren depedazarles~ de ah:l la urgencia. para los ho,m~
bres en estado die bayja., de ef:ectuar el rito· de purificeci6n.
Estamos en el principio de la tarde. Chachu.gi emerge· de la
selva. Ha evitado elpane, pt1 es de su hombro izquierdo cuelgan
1

dos hermosos kraja monos aulladores. ingún coméntario; ofre-


ce ~os animales a Jos demás indioa. 0 se guarda ninguno por-
1

que 1él mis·mo 110 puede, nunca. consu¡mir su p ropja caza! y su


1

mujer, ,q ue a<:aba de parir, está sometida a diversa prohibicio-


nes aHmentarias, una de las cuales af ecta a Ja carne de kraja~ Si
1

eHa violara el tabú, lt do~eria ]a cabeza y los ojo e le inyecta~


nan en sangr~. Tamb~én la mujer encinta debe, respetar ]a pro-
hibición que afecta a la carne de mono auUador~ aunque por
razones diíerentes. ' u futuro hijo seria víctima de] hyrypy opo~
expresión que no .sé dUucidar, tradu.cida Uteralmente significa
<~ano-saltar>> y qu~zá designe una anoma.Ha congénita.
1

ea como ,ea e·voca los insulto, que .se lanz~n los niños (¡culo
rojo! ¡culo de mono!) e indudablemente se refiere a ·e sta particu-
laridad anatómica del r:nono.
Durante este tiempo, Kaj apukugi ha transportado su p,rovi-
1

sión de limbo al lugar donde ha parido Píchugit prov·eyéndos e


1 1

también de un gran recipiente (daity) Ueno de agua. Cogiendo a


puñados los trozos rizados y e·nredados~ los echa. en el agua y Jos
presiona cuidadosamente para extraerles toda la savia. E~ líqui-
do adopta rápidamente un tono b]anquecíno y se repit-e la ope-
ración hasta obtener una mixtura ,q ue s,e considel'le suficiente~
mente :riica. Todo está preparado, ~a ceremonia puede empezar;
ahí están los .g uayaquis «impuros» todos los que han partidpa-
do directamente en el parto, y ~os dos maridos de Pichugi. La
1 1

purificación 1empie·za por ella. La muJer está en pie y se apoya


con ambas manos en un bast6n clavado en el sue~o. Kajapukugi,
ayudado por otro indio Oos que purifican son siemp.r e hombres),
1 1 1

toma un puñado· de trozos no utiHzados,. tos moja e·n el liqui.do y


empieza a frotar vigorosamente la espalda de Pichugí. Lo,s dos
hombres se entregan a una limpieza a fondo y ninguna parte del
cue,r pot ni los más ínt~mos re pliegues., ni un recoveco de la ca_ra~
se hurtan a su celo escrupuloso. La espuma b~anca que exuda el 1

timbo es tan efi.caz como el jabón. A medida qu,e va siendo


1

purificada, se· ro-eía a Pichugi con aq ueHa ,agua. Los pur~ficado­


1

res .a ctúan en silencio, atareados e lndi.f erentes a mi presencia.


Entonces. de una cho:ia 1oorcana surge un e tridente ie.henga
ruvara, canto ritual cl1e las mujeres~ En realidad 1este «tanto»· ,e s
UR. lamento,: ~a mujer,, inclinada hacia adelante; oculta el rostro
en las ,p alma; de sus m.anos y e·m ite largos sollozos por entJle Jos
dedos. Tras ~o cual, y con un tono quejoso y Horiqueante a la
vez, viene una melopea apenas modu]ada en que las, pa]abras1 o
por estar desmesllT8.damente dilatadas o. por el contrar~o, cor. .
.. tadas y abreviadas, son totalmente inc,o mpreusibles par.a quien
no sea guayaqui. E ta dedamacibn se prolonga durante uno o
dos minutost luego te sucede·n los soUozos y as( suc::·eaivamente.
E~ chengo ruvara ra.ramente dura más de do·s minutos. Se· trata
de lo que ya. conocía bajo el nombre de salutación lacrimosa. En
numerosas tribus se aa~uda así al e.xtrafto,a qui.en se conoce por
1

vez prim eta o al miembr--o del ,grupo que ha estadio durante


1

mucho tiempo ausente; son los noros de bienvenida. Lo mismo


1 1

sucede entre · los guayaquis;. de estie modo puntúan tamb~én


todas las circunstancias mín~rnarmente excepcionales de su vida,
por ejemp~o, un ritual de· purifieac~ón. Poi· 0 tra. parte 1e~ r:hen.g.a
1

ruuara D1iJDC,a es sol¡tario. La mujer que .a.ca.ha de 1entona.do - es


la esposa de uno de los dos jefes guayaquis- ,e.anta-llora sola
1

durante unos momentos;. es una seña~"' pues en un momento


dado todas las mujeres presentes •a imitan y pQr doqui,e r se
elev.a bajos los árbo~es. un enorme plañir que desazona al oyente
1

no avisad0i.. Cu.ando e·xpira ·el último hlp·ido las cabezas se levan-


tan y ~as manos descubren no mascaras torturadas, sino rostros
apacibles y Ubres de· Lágrimas. A pocos pa:sos de alli los niños,,
mdiferentes1! juegan sin prestar nin,g una atención a las activida·
des de los adultos. El concie·rto oo ha Interrumpido la ·t area de
1

los purificadores. Otra mujer ha reemplaiado a Pichugi; la ba-


ñan con ,e] mismo cuidado y poc·o a. poco todos los «pacientes»,
primero las mujeres y luego los hombres,, pasan por las mano·s
dilig·e ntes de los dos oficientes; ya sólo faltan ellos. Con el. agua
que· queda y tro.z.os de liana se purifican mutuamente sin dar
en ningún mrunento la impresión de que descuidan ,s u trabaj,o,
pues sus dedos implacables n~ siquiera descuidan e~ moco olvi- 1

dadi0 en la nariz ajena..


En un momento dado de la ceremonia veo a la hij.a mayor de
Pichu,gi, de unos diez años,, efectuar una s.e rle de gestos, rápidos
1

y. de buenas a primeras, extraños~ Enciende un fuego bajo, ia


chOZ-8 de SUS padres; COge UD tizón y lo mtroduce, ap &gándolo,
1

: en el recipiente de agua purificadora; a continuaci6n se ~o lleva


de nuevo a la choza y lo pone en su sitio, j1unto .a los demás
leños. Ante mis preguntas sorprendidas, ~os indios re·s ponden
que ,e s para impedir «y pirii m.omba, y piro wachu ubwy mambo>>
(«que el. agua roja se precipite~ que el agua r,o ja gorda se· levante

26
y se precipite»>). La expres.i6n agua roja o agua roja gorda en la
1 1

mitología de Jos guayaquis desLgrul el Diluvio Universat que


1

aniquiló otriora. a casi toda Ja humanidad primera..~ Así pues, el 1

comportamiento de la muchachita (indudablemente dictado por


un adulto) está destinado a evitar la repetición de semej.ant·e
cataclismo. Est.e, simple gesto y el conciso comentario, con qu·e
me lo explican foesumen y condensan en (- meandro del esp,ritu
salvaje 1q ue se reviste de ~as más anodinas apariencia para
di imular sus encanto todo el pen amiento cosmoJógico de los.
guayaquis. y su filosofía del destino del mundo. Se trata pues,
de desplegar.. en cierto modo, ese «texto>>, tan conce·n trado que
se reduce a un gesto;, se tr-ata de dejarlo hablar l~berando por
1

m edio del análisis, el rico haz de significados atados en un todo


1

por la m.an.o presta de una muchachita obediente·. E] lím.ite del


alcance de nuestros esfuerzos viene as•gnado por el hecho de
que el pensamiento guaya.qui confie· a, este .m ensaje silencioso
-maHciosa morada en que vibra se c11etamente un mundo de
1

sentido- e~ cuidado de ·e legir el sentido del mundo: no· se puede


saber todo,, siempre queda algo, irreducible ,e imposible de, do-
meñar y el pensamiento indio s,e domina lo·sllficiente como para
saber ce~ar todavía Jo, que quier-e guardaren el enigma. De todos
modos, ¿qué da a ent~,nder este gesto que hubiera podido no ver
yo en un mome·n to de di.st~acción?
Para empezar,. una par.a doja; el agua y el fuego, que siempre
han sido p~nsados como la p.ar,e ja de contrarios ejemplar. pare-
cen aquí destínados a una solidaridad inesperada pues la nega-
ción de~ fueg·o -el tiz,ón apagado- perm~t.e la negación del agua
-el dUuvio universal evitado. Sigamos lo que quizá se abra
camino y consideremos el riesgo de 1q ue se· desencadene «la
.
gran agua rooja». Su causa potencia~son casi siempr.e las muje-
res. Si una de ellas cometiera la imprudencia de tocar el agua
1
-

durante su período de menstruac•ón, no dejarla de abatirse la


catástr-0fe sobre la tie·r ra, que sería inund.a da por les aguas.
Pero tampoco los hombres e·stán libres, del peligro de desenca·
denarla. Los purificadores de una much.achajoven que a cabe de 1

llegar a. ~a edad núbil o e] asesino de .otro ach é no pueden tener


1

· contacto ,con el agua s-0 pena de provocar el diluvio, a no ser que·


el baño ritual haya neutralizado, el tnaléfico poder de ,q ue s:on
portadores. Pero en esta ocasión no es tal caso,. nadie come·t erá
la sacrílega conjunción con el elemento líquido: el peligro· vi ene
1 1

l. Cf.1.al nnal de este eapitulo, el ,t exto complet0 del mito.

27
de otra parte~ P·ues en verdad hay que arti.cular la posibilidad
del diluvio y e] p·a rto de Pichugi, y más exactamente todavía el
1

nactmi.e·nto de] hijo, cuya r edente



presencia en este mundo ya
1

ha podido intr-odud.r en él, como hemos visto, un desorden


capaz de turbar los cielos, le tieITa y ]os hombres. Por otra
parte, ¿qué sucede con el tjzón ernp.o pado en el a·g ua y puesto
1

nuevamente en el fu ego? La riefer-encia explfofts al di~uvio uni·


1

versal:i; es decír, a un momento de la catacUsmol.ogía gu.ayaqui


1 1
7

invh:.a a examinar de más, ·c·etca la si.gnifica·ción de este leño


encendido. ' i bien la mitología de los aché no conti,e ne a1usio~
nes directas a un incendio de la tierra ~po)o complementario de
la pareja devastadora que forma con el diluvio) ? sí describe.• por
el contr.ario1 una época en que el mundo no conocía ]a oscuri~
1 1

dad; era el tie·mpo de la luz eterna y eJ sol. permanentemente


rijo en el céni~ todo lo quemaba con sus rayos. En e·sto se
1conoce 1eJ equival.ente d eJ .i ncendio universal. Sabj 1endo~ pues,
1

que la d estrucción de la tierra por e) fue¡go ·e stá presente en el


1

pensamiento cosmoló.gioo die los guayaqu.is 0011siderando ode- 1

más el ambiente de dresor-den cósmko provocado po,r ,e~ nuevo


1

na.cimiento, cabe admitir que el signifícado de es~e tizón apa.gaw


do se eleva a la dimensión genera~ ~,así sagrada- del contexto
en ·q ue se sitúa y que está ahí para ocupar,, en cierto modo,. el
1

pue·s to vacío d esignado por {da gran agua roja». El fuego que
1

consume el tr"Ozo de madera adopta aquí le figura metonímica


de] fuego universa] y la · exten ión de ]as brasas en el agua
purificadora se desvela como un acto conjurador de ese otro
fuego secrie tamente incuhado y cuya amenaza se ve así abo1ida.
N·o habrá, pues. incendio un¡versa1. Ahora. el prob]ema se 1

formula como sigue: para impedir el diluvio hay que impedir el


fuego celeste. ¿Hay ahí una relee ión de casualidad que une dos.
términos (íuego y agua) exteriores el und respecto del otro? Si
así fuera, seria muy difícil, imp·osíbl1e~ descubrir la natura]eza de
esa reiaci6n, pues [os indios no han (Hcho nada :rntis .a l respecto~
Mas ateniéndonos a lo que indica el movimiento ~ncUgena .in~
consciente', hay 1que· i11sistir en ver en el agua y el fuego una
parej a estructuralmente ligada. un sistema a considerar de tal
1

modo si quiere com prenderse. Ade~ante, pues"' 0011 eJ:. conjunto


1

formado por el incendio y el diluvio universaies. T.anto e] uno


00 mo el otro son los dos modos d e desaparición de ]a p1
1 1
rimera
humanidad, los d.os rosrros del. apocalipsis indio, s<H1 e.I .sistema
de ta muerte. Como, por o.ir.a parte,. el uno conUeva al otro - no
.s imultáneamente, sino ,e n e1 ~ curso de Ja eternidad de Jos ti..e mª

28
pos-, cabe ver que la amenaza del uno, ea reduplicada por la
amenaz,a fleprese·n tada por su opuesto compJementario, sobre
todo si las circunstancias son tales, que, ei desorden está p r·e sen-
1

te en el cosmos. En pocas pa1ahras. un nacim~ento debe traer


consigo tanto el incendio como el d'1ovio. Resulta de eUo que as(
1

como la aparición de uno co,n llev,a necesariamente la del otro,


1

recíprocamente la desaparición del s egundo determina la de1


1 1

pr~mero! en consecuencia,, evitar el ri,esgo de incendio, general


extinguiendo, su imagen simbólica permite perfectamente ¡mpe-
dir 1e] diluvio universaL
Queda todavía p reguntar e por qué e1 ritual indio apela a la
1

muerte del fuego pata provccar la del agua. En primer lugar, ,e s


más fácil pensar e·n la supresión del fuego por el agua q uie lo
contrario. Con todo, trátas e aquí más bien de un problema de
1

anterioridad cronológica: efectivamente., la mitología guayaqui


(como la de otr-a:s muchas tribu ) s,i túa e] incendio de la tierra
1

antes del diluvio. En el gesto de apagar el tizón - de abolir la


posibilidad de incendio-- pa:ra alejar el peligro contrario, cabe
adivinar la riepetició n ritual del orden temporal de ,aparición,,
1

primero del fuego y después de] agua, que describen los mito .
Hay un último detalle que demanda exp]ica ción! ¿hubiera pocli-
1

do un adulto hacer lo que ha hecho Ja muchachita o esi!J tarea


sólo podía ser efectuada por un nino? i se observa que ha
sumergido e) tizón no en cualquier agua, sino en la cocción
1

purificante de corteza de ~iana, se reco rdar,á que el ambiente


1

que ,e mpapa desde el día anterior por la noche la vida de la


tribu,, y la d,eJ propio univ1e rso, e tá profundamente marc,a do por
la impureza gener-atri~ d e desorde·n. Precisam,e nte por ello ]os
1

indios recurren al agua ]ustral a fin de disolver dicha jmpureza y


de eHminar ese desorden; también por ,eHo. similares, ,a cual-
1

quier otr-o adulto e,n ~a fe que les une a la. infancia, ,conñan a una
mano inocente, ajena todavía a la gran conta·m inación que grava
memediablemente la edad adulta, e·~ cuidado de, sa~var~es . Fi·
na!mente, ¿qué dicen las palabra de los indios y qu,é designan
sus gestos? ¿No descubrimos en su lengua el sonido familiar de
las certidu·m bres má.s humildes. y dolorosas?' El ria:cbnient.o de
un nino lleva en s(' un germ·en mortaL pone en tela de juicio la.
existencia de los demás: nos, asedia aquf ,la sabia y cruel consta 9

tación d.e que los hombres no son los dio.s es y de que toda
posición vital les señala su muerte.

( 29
El ritua 1 ya ha terminado, las fue·r zas malignas ·e stán domina·
das y la vida d e Ja tribu, alterada pof' unos momentos, r~cupe~a­
1

rá el curso apacible d,e su ritmo cotidiano. Sin embargo, no debe


pensarse que· el nacimiento del hij 0 de Pichugi es vivido por los
1

guayaquis s6Wo en su dimnensi6n negativa y que sólo consideran,


1

en tal a,contedmien.to~, los pe]igros que les hace correr~ La ale~


gria que experimentan ante la criatura discreta pero evidente, 1

bastaría para demostrar lo contrario~ Pero aún hay más: Ja


negada de un nuevo miembro del grupo contribuye poderosa·
miente a refo,rzar e·n el mlsm'º ' ~a cohes:ión y Ja soHdaridad/ral es
le prine¡pal ad1quisici6n de q u1e se beneficia la tribu. ¿De qué
modo se obtíe-ne esa ganancia sooiol·ógi·ca? Un nacimiento1 del
mismo modo que es,t ablece lazos definitivos entre el niño y
1

ciertos adultos, es al mismo tiempo ocasión de establecer alian-


zas entre familias y, precisamente por ello·~ de reafirmar el
sentimiento comunitario de la banda en que tiene lugar.
Entre tas distintas personas que, participan, ,en. un parto hay
dos que tienen ]os pa.p1e~es más importantes: con ellas man~en~
dr.á el niño a pm'ltir de· aho,ra, y hasta su muerte, las .relaciones
más afectuosas/Se trata, como es,de suponer1 de la muje:r que le
levanta del suelo·-la upiareg.i - una vez cortado e] cord·ó n umbiH·
cal por eljware: e~ e quivalente, en cierto modo, de la madrina y
1

el padrino de nuestras sociedades. Designarán a su <<ahijado»


con un té,rmino,especial -chave-= y su posid6n respecto de él es
Slmilar a ta del padre y la madJ'le del nmo. Efectivamente.• el
jware no puede tener relaciones sexuales can su chave hembra
mientras que la upianegi no puede mantenerlas con su chave
varón. Son eseasas (pero no oompletamente inexistentes) las
transgresiones de esta prohibición,, y el ambiente d,e ~as relacio-
nes ·e ntre el niño y los que han pre·sid.ido su Uegada a~ mundo'
1

está marcado no por la tensi6n de la :p rohibiciónt sino por la


dulzurat el afecto y la amabUidad. A lo ~ar.go de toda su infancia
el chave recibe de sus padrino.a pequeños ~ega]os,, por lo general
en forma de alimentos,. Más adelante,, cuando e] mu,ch11cho se
1

haya 1c onvertido,1en cazador; les ofrecerá a su vez mas. piezas que


haya.cobrad"'""Peroili sobr-e todo, ~a función dedsiva de la ,uptare-
gi y de~ jwane se repite una vez más, en la vida de su chaue·
1
1

cuando a.p utee la primera sangre menstrual en la muc:b,cha y


1

cuando el muchacho~ de unoa quince a&os, tiene que .a cceder· al


estatutoi.social del hombre adulto. E~ momento crítiico ritual de
1

iniciación, afrontado c-0n angustia por las muchachas y los jóve~


1

nes; es suavizado por ~a presencia benévola de los mismos - los

30
\.
padrino&- que anteriormente afianzaron su :nacimiento. La muer·
te de la upiaregi y sobre todo, al pareeer ~ la de1jwa-re es 1:u:ofun--
1
t

damErnte sentida por ~l chaue·. No po:r ser ritualmente necesarios


son menos emoti vos los lloros que saludan u desaparición: las
1

Lágrimas, peri'ec::tamente visibl es, así lo atesti.guan. Y durante


1

vario días se oy,en los cantos d e duelo, cada uno de cuyos


1

<(versículos~> es puntuado con algunas notas de Jlauta trist e 1

lam·ento por la irreversible ausenda del padrino: ~~Mi j ware no


vuelve, no vendrá más mi j wa re ya no vive y yo .Uoro mucho... »
Igualmente, el ritual de nacimiento funda estrechas rela·cio-
n.es- de amis tad 1e ntre ~o padrinos y los padres, del niño. Y,
puesto que los primeros no pertenecen ne·Césariamente a la 1

parentela pr-óx.ima de to.s .segundos, ,fiesulta de eUo que tn1 naci- 1

mi.ent·o es también ocasíón de es.tablecér nuevas alianzas. entre


1

varias familias anteriormente <<extrañas». Para empezar, estas


alianzas quedan sancionadas por ciertos usos. ~ingüistico:s. Pa-
rie·ntes. y padres utiUzan entre .sí a partir de entonces ~Qs ténni-
nos re.q11Jerid.os por el nuev0 contexto· que les convierte en alia-
1

dos ·O familiares «artificiales»: cho vaichy, ]lamará la madre del


nifto a la upiaregi-, clw kaueru. dirán el padre y Ja madre para
1

dirigirse alj ware; e·n cuant o .a (,as .hijos de la upi~i o deljware,


dirán que son sus kave. D e este modro pueden formarse (caso·de
1 1

que el padrino y la madrina no sean ya parientes cer-ieanos del


padre y de la madre del niño, lo que es bastante frecuente)
grupo de familias en cuyo seno' se desplegarán con mayor
viveza los, sentimientos de .ayuda .m utua y 1el espfritu de coope·
ración: desp.lezamientos en COmÚn a Ja selva, intercambios de
1 1

alimento, asistencia en caso de enfermedad o con ocasión de


1 1

ciertos 8Ctos rituales, etc. So<:!ialmente utilizado en beneficio


1

del grupo, un nacimiento, pues, deja de ser asunto p rivado de 1

una familia elementaJ y revela se.r ocasión de enriquecimiento


de la vida. de la soc:iedad entera. Semejante ac<>ntecimiento es
1 1

también sus c,eptib]e de p:ropo:rcionar pretexto -si ~as circuns-


1

U\ncias Lo ,e xigen y se prestan .a ello- pera el establecimiento de


verdaderas flelaciones políticas ) de modo que abren, a una un~­
dad cerrada sobre sí misma. El nac~miento del hijo de Pichugi
ilustra perf:ectamente esta función «tape:ritiva>>: he aquí cómo,
en beneficio de todos, se opera Ja explotación política del .acon-
tecimiento.
:L o indios con los que estoy provienen en realidad de dos
grupo.s diferent es pertenecen a dos pe·q ueñas tribus ·q ue hasta
~echa r·ecíen.te no tenían ningún con.tacto, no s e conocían, inclu·

:l l
SQ se consideraban enemigas., por más qu1e tanto una como, la
otra fueran de la «nación» guayaqui (más adelante contaré qué
le.s Uevó al encuentro). Por el momento bastará con saber que,
consagrados desde hacía cierto Uempo a la coex:istencia pacifi·
1

Ca, lo·S dos grupos, 8 pesa_ f' de eJlo, siguieron testimoniándo.se


de·rta reserva, i no una marcada frialdad. en mucha circuns·
tanci,as de su vida cotidiana. Ya no e·r an ene·migos, ciertamente.
pero a pesar de un reciente matrimonio «m~xto», seguían si·e ndo
los unos. para lo otro iroiang.i, extranjero~ . Tal ituaci.ón no
podía pr.ol·ongar e demasiado sin llegar a er un tanto absurda.
l,os indios, lo comprendían petfectame:nte. D·e modo que re o]-
vieron - por Jo menos los que, por ser los primeros ·e n Uegar a ese
campamento, tenían el papel de anfitriones- dar a entender a
los otros, por medio de una actitud inequlvoca. que estaban
1

dispuestos a Uquidar definitivamente el t<tontencioso» que to·


davía Jes separaba. La preñez de Pichugi proporcionó la oca-
sión: más exactamente,. .la ,e lección del nombre que daría al niño
que Jlevaba en su seno.
Todos los guayaquis 'llevan nombres de animales (o casi to-
dos: Pichugi, precisamente~ es una excepci6ni pues el pu:hu e
una variedad de larva). El nombre de persona se compone de un
nombre de especie animal al que se añade el sufijo gi para
indicar que se tr.a ta de un humano y no de un animal. Por otra
parte, la mayoría de la especies que viven en Ja selva e tán
n:presentadas ,e n la lista de nombre·s guayaquis. Las excepcitr
nes más notables es,tán constituidas por cierto nú,m,e ro de pája-
ros que tienen un papel de particular importancia en la mito1o·
1

gia de los indio , que les llaman <dos animales domésticos del
Trueno». Además, ,e ntre lo guayaquis nadie se Uama acutí:
in duda debido a que esta pa]abra desi:gna tanto a e te peque-
ño roedor :como aJ pene. Llamarse Tavwagi .s e·r fa ciertamente
muy ridículo. Hace uno dia , una mujer de gran p·r estancia co-
me·ntaba !as hermosas proporciones. del miembro viril de su
marido. Este, que se hallaba pre ·e nte, se mostraba más molesto
que halagado. o]viéndome hada él. le dije: «O sea que tú te
llamará "' Ta wapukugi. Gran Pene.» Aquello produjo un jolg·o,.
rio genel'al y la completa confus~ón del marido, que no pedia
tanto. Pero u mujer estaba mbelesada. Por lo demás. los
nombre no están exuados, hombre y mujeres llevan indife-
lienciadamente ]os mismos, lo que no facilita la claridad d .e la
conv,ersación,. pues con tantem,entie He.n en que pr.e cisar, cuando
e habla de e~ te o de aque]. su s·exo. ¿Cómo 1ie efectúa la
atribución del nombre? Precede a] na.cimiento del niílo y es a la
madre a ,q ui,e n corres,ponde la ele,c ci6n. A lo largo de los últimos
mese,s de u embarazo, de entre los diversos tipos de caza que
se le proporciona para su con umo, la mujer escoge la carne de
un an~mal partjcular y dedde que taJ será el bykwa, Ja {<natura-
leza» de u futuro hijo, que por consiguiente llevará el nombre
de dicho ,animal. Por ejemplo,' ha<!e unas semana Pichugi c,o mió
carne de kande, la esp ecíe pequefia de ,c erdo sarvaje1 y quisO'
1

que tal fuera la <.<naturaleza» del niño por nace~ de modo que ,e]
nombre del niño nacido ayer noche es Kand egL 1

e plantea una pregunta: ,¿ en virtud de qué criterio elige la


mujer? ¿En función 1q uizá de so p,refe.rencia por una carne más
que por otra, pre,ferenci,a quizá ¡p rocedente .de un orden «irra-
1

cional» análogo al 1q ue determina los «antojos» de ]as mujer,e s


embarazada en nuestra ocieda~? E . posible e inclu o V erosí- 1

mU~ a juzgar por las respuestas de varios indios a mis preguntas.


Pero quizá no se trate más que de una función individua] e
inconsciente derivada de una intención propiamente sodo,l,6gi-
ca. !Efectivamente. al elegir un animal-e to es. al elimina_r a ]as
demá especies (lo s demás nombres) po ible la mujer esta-
1

blece una relación de naturaleza social entre ,eJLa misma, . u


marido y el hijo por una parte y por otra el cazador que le ha
ofrecido la carne escogida, el chikwagi. Pue estando el cazador
y eJ niño de,s linados a experimentar afecto y amistad el uno por
el otro (¿cómo podría el segundo olvidar lo que debe· al primero,
del que procede u nombre. su identidad personal?), esta rela-
ción priviliegiada e interindívidual se p rolonga y .se amplía hasta
1

integrar el mundo social de los adultos en su campo de exten·


sió,n. D el mis.mo modo que en el caso deljware y de la upiaregi,
1

es obvi 0 que los laz,o s entre los padr,e s del niño por nacer y el
1

chikwagi no pasan de modo indiferent-e el momento de la trans--


misíón de] nombre y que están revestidos de una fun(i,6,n or.ga~
niz.adora del grupo en cuanto tal. Pues blen, ,e sta se ha desple-
gado con particular esplendor en el caso de Pichugi. Efectiva-
mente, esta mujer ha elegido, pata e] futur~o nombfle de su hijo
el cerdo de que l.e ha hecho entreg.a un cazador de la otra tribu:
rega]o de carne comestible, ciertamente, pero también, y ,ca i a
las clara , ofrecimfonto de paz definitiva entre los dos grupos
rivale, hasta el momento. El hombre, al proponerse como chike
1

wagi de un hijo de· Jos «extranjeros», indicaba clan~ y dic;creta·


rnent~ qu e ,é ] y us com,p añero. deseaban establecer con los
1

otros relaciones ami tosa e irreversibles. ¡.Qué m,e jor ocasión

33
que el nacimiento de un niño de] que podía llegar a s er «padre»!
1

Recfpr-ocamente·, y a:] estar lai sabiduría política 1epartida por


igual ·e ntre todos los guayaqui,s , el grupo soUcitado respondió
favorable mente· .a esta Jlama da: entl'le todos ~os chikwagi posi-
ble , Pichugi decidió escoger a un representante de los. extran~
jero ~ Que a partir de entonce dejaban de serio en cierto senti-
1

do para ,conv~rtirse en aliados. Profunda y flealista diplomacia


de los sa]vajes en el seno de ]a e]va.,.. A partir de entonces; ser
el proveedor de la «naturaJeza» y del nombre del niño c·onferia. a
Kajapukugi la ca~idad de <(creador» del niño; y así, el reconGci·
miento de este p apel y de su significado propiament.e político
1

selJa.ba un pacto socia] entre ambas tribus.


Co·mo para ponie·r en p,ráctica sin perder un momento el acuer-
do. e tablecido. Kajapukugi y su familia se han domiciliado desw
de ayer noche en le choza de Pi·chugi provisionalmente abando-
nada por sus dos, maridos. aturalmente, no era cosa de, d ejar 1

~o los a la recién parida y a su hijo: los se re in vi ibles codician la


joven vida die] nil1o. a qui1e:n habrá que p roteger durante varios
1

días :todavía. Para montar e ta guardia~ contra el, pueb~o d,e la


noche, contra espfri us y fantasma el grupo de Pichugi ha
escogido a un hombre de la otra tribu, a un ex-extranj1er-0,: a
partir de, ahora todos son irondy, personas que «suelen ~e·r
compafier-os•). Al terminar la purificación, Pichugi, sus. hijo y la
1

familia de Kajapukugi han compartido una co,mida preparada


por la esposa del «g-uardián». Ciertamente ha sido una comida
soJemne, pues ~andona al mism 0 t)empo un nacimiento y una
1

afüanza - y tanto e,s ta como aq,uel,. por su naturaleza, regodjan el


cor,a z6n de lo indio ~ pero no un ágape; pues ninguna carne ha
estado presente en ella, ha est"'1do compuesta solamente por
una especie de harina extni~da de la médula de la paJmera
pindo., cocida ·c on agua. En efecto., Ja ,e xclusión de Ja caza carac-
teriza casi siempre a las comidas que· sigu.e n a la celeb:r.aci6n de
1

' e nto entonas consumido~ empobrecido a]


un ritua]; pero el aJim,
1

reduci.i-se a lo vegetal. se enriquece, por otra parte, al est-tlr


de tinado a nutrir no tanto eJ cuerpo de los pardcip,e s 00 mo la 1 1

vida social del grupo en su totaJidad. E p reocupación constan-


1

te de lo indios hacer uso de] acontedmi,ento de la historia


indjvidual como m·e din de restaurar ~a unidad triba l, como pre~1

texto para re-suscitar en cada uno de ,ellos la certeza de ~onsti ­


tufr una comunidad. Se desarrolla aquí una oposición. humilde-
mente expres-ada por Ja ·cocina, entre alimento rico. carnoso y
1

consumido en familia, y alimento pobre vegeta] e ingerido s<r

34
cia.lmente. e di fraza con ello una étíca personal y una filosoña
de ]a sociedad en virtud de· las cuales se prodama que el destino
1

de lo hombres sólo e dibuja en el horizonte de l·o· colectivo y


1

exige d e cada uno la renuncia a la soledad de sí, e] sacrificio de·~


1

disfrute privado.

La luz det día desaparece y se desvanece el ambiente de


seriedad un paco tenso que ba marcado"• desde el amane·ceri¡,
esta jornada enteramente con agrada a las actividades rituales.
1

Las regla han sjdo r-espetadas, ]as palabras nec·eserias han


hallado, para er dichas, Jo labios precisos y ningún ge to ha
sido 1olv~dado. Los indios que se ]o han merecido, pueden aban"
donar e ahora .in inquietud al sueño de una noche en que hará
tanto frio como en la precedente. La cotidianidad he vuelto y los
leños crepitan en las grandes hogueras del campam·e nto dormido.
Al cabo de unas horas. todavia en pJ,e na noche me despierta
un ruido familiar: un homb~e está cantando. Chachubutawachu-
gi - Gran Pecari de barbe. espesa-; arrodillado y S·entado .s obre·
su talone , pone· tant-a fuer.za en su vo.z que parece ~anzar un
desafio a las tinieblas. De vez en cuando, di traídamente, a.tiza
el fuego., cuyas rama respla:nd ecen sobre su cuie rpo comp.l 1eta~
1 1

mente desnudo. El aire recogido en una profunda aspiración,


1

es lentamente ex.pu]sado al son de· un <(e~e-e-e ... »que· se prolon-


ga hasta que vacía ~ us pulmones. ueva. aspiración1 nu.evo «e,e-
e-e: .. >> y así sucesivamente. El canto es poco modulado pero
deja pereibir con nitidez un sutí! juego de la glotis que permite
cambios de tono agradab]es y ·exactos. Con escasos int ervalos
siguen a la melopea algunas palabras casi indiscernib1es. A lo
largo de ~a víspera Chachubutawachugi ha tenido un papel emi-
nente, pu.e es el jivare del niño y por la tarde ha sido uno de los
dos purificadores. Helo a'quí- velando a solas, ,c antando. Pues
bien, su canto es. un d esafio: desafio triunfante a los de la nocbe.,
sobre todo a Krei, cuya voca.ci6n es estrangular a tos recién
nacidos, pero que .a hora no puede acercarse, pues el ritual"ha
puesto la criatura fuera de su alcance. Asi pues, el canto· levanta
una barrera protectora .a lrededor del niño, el sonido de la voz
espanta: a lo fantasmas. y lo rechaza a Ja oscuridad. Hace
ve·inticuatro horas; en el momento en que pan'e Pichugi, sucedía
exactamente lo contrario: un muro de silencio, turbado sola-
mente por a~gunos susu:riflo , aseguraba al pequeño Kande,gi una
tranquila Uegada al mundo. ¿No había acaso que evitar ]a emi·

35
ión de cualquter ruido que pudiera informar a Krei? Ahora que
s,e ha he·cho todo )o que un v~ejo ~aber enseñó otrora a los eché
se puede v.o )ver al orden, norma] de las cosas,. poblar lo noche
con un canto victorioso vuelve a ser posible? incluso conviene
provocar y amenazar a Krei: ahora e] mundo de ]os vivos es
inacce ible a su am e·naz.a.
1

in tregua, al filo de las horas, Cha.cbubutawachugi ha.ce re-


sonBr la noche t::on el clamor que dirjge aJ cielo y a la tierra= los
mortales no son °culp·a bles1 una ve·z más han conquistado el
derecho a existir bajo la mirada de ]os divinos.

Mito del IJiluuio .Universal

Cuando el agua roja, ei agua rojo y g·orda empezó a subir,


,entonces se llevó a innum·erab1es aché . El agua roja., la gran
agua roja se llevb a muchos eché. Un hombre y u mujer trep·a-
ron a [o alto de una palmera, a lo alto de una. vieja palmera
treparon. Viendo desde allí arriba que el agua no desaparecía,
se pu ier·o n a Llorar. Y el a,g ua eguía subiendo. Tanto se elevó el
agua que abati·Ó. el árbol y los dos aché tuv!eron que subir a l.o
91)t¡o de otra p.allmera vieja y firme . 'E. ta n.o fue abatida. Cogien-
do frutos de la paJmera, lo lanzaron abajo·~ ¡pluf! 1 agua toda-
vía no había de ·aparecido. Más tarde voJv~eron a lanzar fruto :
¡pum} Habían chocado con ]a piedra. Entonce pudieron bajar.
El agua se había llevado a todos los ach.é y estos se habían
1

transformado en capiuara . Es en e] agua donde siguen estando,


ttan formadas en capiuara; las almas de aquellos aché.

36
II
DOS TRATADOS D,E PAZ1
1

1953. Aq,uel día los coatís no e mostraban más nerviosos que


de ·C ostumbre. 8 eguro que se cebaban, con su estápida obstina-
1

ción que hada reír a los niños, en roe1· con su largos caninos lo ·
arbusto o los poste de las cho.zas en que les mantenían pri io..-
neros sus amos. Ma e. to no era motjvo de inquietud, pues, de
hecho? nunca cejaban en su intentos de liberarse. Inútilmente,
por otra parte,, pue el simple cordel con ,q ue los anim1des
estaban agarrados por el cueUo y que les mantenía p egados al
1 1

poste aJ que· estaban ,a tado era demasiado corto para que


pudieran hacer cualquier mo,vimiento. ólo de vez en cuando
alcanzaban la corteza, desgarrada a rabiosas dentelladas. a.die
les prestaba atención, exceptuando a Jos niños, en ocasiones~
para divertirse un rato~ Ahora bie n, una agitación ,1u1orma1 de
1

los coatís o sus agudos berrido ponían en guBf'dia a todos los


indios. Pues lo bita - los animales domésticos- le avisaban de
1a pr~sencia, en las cercanías del campamento y sobre todo por
la noche, de los visitantes desconocjdos y pr-obablemente in de-
seables: alguna s erpiente que en su reptar distraído se desca-
1

rriaba. por ahí o el b,a ipu , el jaguar i.nso~e,nte, ,q ue acudía a r;ondar


en tomo de las hogueras de lo acbé. Cuando se acercaba los
coatís enloquecían: atemorizados o encolerizados~ e· cupi·e ndo
de rabia y C·On eJ cuerpo retorcido en e] vano esfuerzo por
1

romper us cuerdas. medio se estrangulaban y u escándalo y


su alboroto, alertaba de inmediato ,a la gente. Por lo general no
suced[a nada extraordinario. La fiera, advertida también de que,
su presencia había sido notada~ de andaba su camino, los coatí
se cahnaban poco a poco y todos volvían a dormir~ e.
Desde hacia cierto tiempo el baipu apenas preocupaba ya a
los aché. Por otra parte ,cada vez era más escaso e incluso l.o:
j6ven es re.co~dsban C\U e' antes solla oftse coin más fflecuencia el
1 1 1

37
ronco .g ruñido de los jaguares a la ·c aza. Las cosas habían ·Cam-
biado en la selva y los ancianos evocaban, más,sorpr·e ndidos por
su Hbre juventud rq ue por Ja amargura de su últimos .a ños, los
tiempos en que p-0dían apostan.e r8 la 0rilla de un rio· º' ren la
1

Jinde de un calvero a la espera de los corzos sedientos o de lo


cerdos sa]v~jes que pasaban descarad.amente. Ahora ya no· iban
a caz.ar a e os luga'r e.s ni a ·otr--GS muchos; el oeste se había ·v uelto
pel~groso y las viej1 as 1creencias, según ~as cuales en poniente
estaba la morada de la.s a~mas difuntas, parecían desmentida~,
pues la muerte .a bandonaba su morada para fr a gro lpear a lo
aché. A ~o largo de lo ú)timos años estos habían tenido que 1

cederle terreno; y en su lento retroceso por la~ elva. ·e n dir ección 1

e.ste,. dejaban tras de si, de vez en cuando. e~ cadáver de un


compañe~o. D esde siempre sabían los aché que tenían que man-
1

tenerse apartados de ]a sabanas, evitar reS8 grande i Jas e ,-


parcida por doquier en la selva, pasar de iargo por Jos parajes
descubiertos a que eran aficionados los beeru a qui1ene no
ag;r.edaba demasiad 0 alejarse die los mismos. Con todo, alguno
1

caza.dores audaces se arriiesga.ban a ace11car e sUen.cio·samente a


1

los grande albergues de eso seres terribles. Se detenían en el


límite de la selva; ag.a iapada.s en e) espesorsotobosque o encara-
mados en las. rama bajas de un árbol, blandiendo e] arco con
Wl&. flecha montada en la cuerda, obs.e rvaban durante horas con
el corazón p·alpitanie de espanto pero dem,a siador rascinado·s
para .Permitiir que ei cuerpo 1 temblara, resignados a morir
1

pero calculando ya la longitud de J relato que refe·rirí.an la noche


de su vuelta a1 campamento Jejano, impacientes de antemano
por las entusiastas exclamaciones de los hotnbres y los sollozos
de las mujeres pero esperando· a rc ada instante QUe los beeru1

desencade·n aran su trueno; observaban preparados para huir 1e n


~fnea rre·Ctá má ruidosamente que los tapire·S, y, sin embargo,
más inm6vile que ]a selva: miraban e.I vivir de Jos poderos~ de
1

extraña co tumbre • tan mortalmente podero o· que ni siquie-


ra cabía ver e·n eUo.s a los. enemigo ([os ernetnigo e·ran C·ercano
y familiares , ya. se sabía ~o que había que hacer co111 un machita-
·r.a o un iri)fangf. sus reacciones ppd(an pre\'eerse e incluso- si · e
trataba de los iroiangi- e les podía hablar antes de que las
flechas jubilosas los atravesaran; pero ¿qué hacer con los beeru?).
tan numerosos y tan pre. t-0..s a roer con .sus rozas Ja vieja selva,
que enin tan .a b urdos rc omo lo loros y más desesperantes que
las horm~gas: los aché espi.aban a Iro s hombre· b]ant·o s.
Hacía falta para eU0 cjerta valent[a y todavía más astucia; de
1
modo que pocos cazadores consentían en alejarse demasiado
del territorio de la tribu, poniéndose a sí mismos a prueba al
jugar hasta el límite a tan peligroso juego. Los animales de los
beeru, vacas y caballos, pastaban apaciblemente sin intentar
escapar de sus amos, a quienes los aché veían ir y venir, lanza-
dos en ocasiones sobre sus monturas en carreras increíbles. Los
indios apreciaban bastante la elegancia del caballo y le llama-
ban bai-püra, el hermoso animal. Pero más les conmovía el
sabor tan suave de su carne. Efectivamente, hacía ya mucho
tiempo que habían adoptado la costumbre de matar a los caba-
llos aislados y a las vacas soñolientas - las achi-pura, los hermo-
sos cuernos- cuando la primera claridad del alba permitía a los
cazadores dirigir acertadamente sus flechas sobre los animales
medio dormidos. La época del frío, de junio a agosto, era parti-
cularmente propicia para ello, pues entonces los animales aban-
donaban los prados para guarecerse bajo los árboles y escapar
al viento helado del sur. Los caballos, más desconfiados que las
vacas, frecuentemente desaparecían al trote antes de que los
aché llegaran a ponerse a tiro. Pero los hermosos cuernos eran
casi siempre una presa a escoger. Blancos de una facilidad
irrisoria debido a su talla, mugientes bajo el mordisco· de las
largas flechas que en ocasiones les atravesaban de lado a lado
cuando no se partían contra los huesos, eran rápidamente abati-
das trastabillando entre las raíces y las lianas. Más valía que
fuera así, pues los indios casi nunca perseguían a los animales
heridos fuera de la selva. Los hombres no perdían tiempo espe-
rando la muerte de la vaca; había que actuar depris a antes de
que llegaran los beeru: los cuchillos de bambú rápidamente y sin
desfallecer trinchaban enormes cuartos del animal todavía vivo.
Cada hombre se echaba a la espalda la carne que podía llevarse
y desaparecían todos en la penumbra de la selva ansiosos por
llegar sin tropiezos junto a las mujeres· y los niiíos que les
esperaban con el vientre vacío. Por otra part.,, frecuentemente
los largos ratos dedicados a observar a los beeru permitían a los
indios conocer las costumbres de los animales y los Jugares que
más frecuentaban. De modo que cuando no estaban demasiado
alejados les llegaba la risa de los blancos: «Los beeru ríen muy
fuerte», pensaban los indios descontentos. El aliado de los
blancos era un ser terrible. La potencia de sus aullidos, el
constante furor en que parecía vivir y el encarnecimiento con
que seguía la pista de los aché cuando los venteaba les llenaba
de temor; y aquellos hombres suficientemen te valientes como

39
para enfrentarse al jaguar solam,e nte con su arco corrían como
muj erie cuando se, oían ,a lo lejos los ladridos de] baigi: ,a sí
Uamaban a) pe,rro, el-que· e -e~·an]mal, la violencia natura] por
excelencia. ~
.Los perros y usamos penetraban cada vez más profunda-
1

mente en Ja selva. Ante la partición era más o menos clara: Jos


beeru en la sabana~ Jos acbé en los bosques. Pero ahora ~o
grande·s. fuegos que e:ncendían ]o,s b~an 1oos a] final del inv~erno
1

iban royendo poco a. poco e] territorio indio; se abrían caminos


por donde los beeru ,e Uevaban Jos tronco que cortaban y poco
a poco la selva iba pasando por su manos. Aquel1o complicaba
mucho Ja vida de ]os aché. u antiguo te.rritori.o de caza se
r educía sin cesar; cuando un beeru in talaba su casa en algún
1

sitio, enseguida quemaba un espacio en el ,que P'l antar u man-


1

dioca y u maiz· us caballos y sus vacas e e parcian 1e n derre-


dor, los perro aullaban y los niños Uoraban: terminaban con eJ
silencio, la caza abandonaba el lugar, ya no se podí.a cazar. Por
eso también se· iban los jaguares. Y po·r todas partes hacían Jo
mismo ~os beeru. Los ene uentros con ellos eran cada vez más
1

frecuentes a pesar de le gran prudencia de ·1os aché y ahora casi


nunca faltaba en la tribu 1a mujer con el ro~ tro pintado de n egro
1

y la cabeza rasurada~ de duelo por un pariente, un hermano o un


hijo de aparecidos. Pue algo incomprensible,, más espantoso
que cualquier co a ya conocida por eUos, ponía odio y angustia
en el coraz6n de los aché: Jos beeru les perseguían por la selva
para robarles lo kromi, los hijos. o s·e sabía por qué, se
ignoraba qué hacían con eUos, eran ya numero os Jo mucha-
chos y muchachas raptado por los blancos. La.s mujeres llor.a-
bany cantaban tri teniente y los hombres, que no podían v,e rter
lá,grimaa ~omo eUas, e·nervados por los estridentes soUozos, d e
1 1

sus esposa , se batían ferozmente a golpes de arc·o paira. expul-


sar de a.u pecho ]a tri teza que oprimía su corazón y l·o s dejaba
medio muertos. Cuando ~os hombres e ·taban d emasiado apena,·
1

dos se volvían yma chija~ naturaleza violentas: entonces com-


batían, querían golpear a todo 1el mundo. Los n~ños huían, las
mujie,r es gritaban: «iQuier-en tirar flechas!' . o t~réis nechas! i o
tiré~,éi flecha-a . » Y se precipitaban valientemente sobre los
hombres, que empezaban a exaltarse y a entrechocar las fle-
chas; b]oqueaban con su~ cuerpos el brazo dispue to a soltar la
cuerda del ar,co. Los hombres se dejaban calmar con bastante
facHidad; ólo e·staban enfadados a medi.as y un buen piy, tH1
me aje-caricia por todo e] cuerpo. c:onsegufa apaciguarlos, aun-

-10
'
que en ocasiones un puñetazo en la cabe·za hacia rodar a la
mujer por el sue'1o.._.,
Por todos estos motivo s los aché gatu se veían obligados al
1

nomadieo en un espacio todavía más vasto; si bien el avance de


~os blancos lo iba r-educiendo sin cesar. Jyvukugi el jefe, estaba
mquieto: «¿Por qué buena selva, se preguntaba, voy a guiar a
los aché si por todas partes cruzamos los caminos de los beeru?»
Con dificultades vivía la pequeña tribu que estaba a su cargo
desde eJ dí'a en que, tras atacar y aquear a solas, un pequeño
1
e&mpamento de leñadore paraguayos, había vuelto con los
suyos cargado de hachas y de machetes que hab~a distribuido
entre todos los hombres· su valor y su genel'o idad, así 1como1el
prestigio que adquirió entonces. hicieron que uno de· sus padres,
el viejo Bywangi., dirigente de Ja tribu, de~larara a los acbé poco
ante d ie' perecer~ en el cur o de un encuentro con lo blantos:
1

«este será vuestro eruaregi, he aquí vuestro guía cuando yo


muera, es ~yrymba mi hijo , es valiente>>, Y a part.ir de entonces
la tarea de Jyvukugi consistía en saber guiar a los suyos no sólo
a donde abundara Ja ~aza~ si.no,~ sobre todo, lejos de los beeru.
DespJazándose in cesar, durmiendo muy pocas noche en un
mismo camp·a me,n to, corriendo indu o el riesgo de no segufr
estrictamente las regla que organizaban las fiestas de inicia-
ción d e lo muchach(»S (U.ando se les horadaba el labio, o de las
1

muchachas cuando les salía la sangre, a tal precio había logrado


Jyvukug~ durante largo tiempo garantizar a ~a tribu una vida,casi
tranquila, s,olame:nte· turbada de vez en cuando por la muerte de
un irondy fulminado por el trueno de los blanco ,. Más tarde
aquello había llegado a ser muy dificil; había demasiados blan-
cos, entraban por t-0das partes a la vez y, sobre todo,, se llevaban
a los niños,. in embargo~ ¿cómo enfrentarse a eUos,, a ellos y a
sus chuvi~ el trueno ,q ue mataba desde tan lejos? Contra esto
nada podían Los flecha y los cazadores oontaban pc·co con ellas,
a pesar de la viejas de vagina seca~ las waimi muy ancianas,
que a] a)ba, cuando salían de caza, 11es, gritaban 1con voz Uena de·
odio: «,¡Id a) camino de los blanco ! iE condeos tras un árbol
caído y acechadJos!' ,¡ Lanzadles flechas y sacad~es Jos ojos! ¡Y
después coigad us cadáver·e s boca abajo!.» ad.e podía espe-
rars,e de lo blancos m,á s que la muerte. Poco tiempo antes
.algunas mujeres acompanadas de un hombve se habían acerca-
do a una plantación de mandioca. Estaban ocupadas llenando
sus ce tos cuando t.ronó el chulfi. ¡Teeh. gritó el bo,mbre que
1

cayó vomitando ang11e. La mujeres huyeron y al día ~iguiente

41
la banda prete:ndió1Uevarse 1e} cadáver~ Les a cog.ió Ja cabeza del
1

compañero dav,a da en· una 1estaca, en medio de una nube de


moscas que zumbaban sobre la sang:re seca.

Aquel día de l 9S 3, el sol no había llegado todavía a la veritical.


Cas.i todos los aché gatu estaban reunidos, a excepción de algu-
nas familias que hablan saiido a cazar. La Hegada de los been.J
fue tan repentina que ni siquiera lo coatís tuvieron tiempo de
reaccionar. E,l espantoso mido de las pequeñas llamas roj.as y el
hum.o a, olaron la paz del campamie nto y 1e~ tiempo e detuvo,
para los ,aché. Durante una ,e ternidad, durante medio segundo,
se produjo un islote de silencio y de quietud. La mano que puüa
la flecha sostenía, inmóvil, la concha de caraca~; una boca albierª
ta esperaba la larva, preparada para enguUirla; una. mujer son-
reía ~nterminablemente a u hijo., L8' , detotuu:iones,crepitaban y
el olor amargo de la pólvora dom¡naba et de ]a carne a medio
asar. Los niños se pusie:ron a Dorar y Jas madres bajaron la
1

cabeza tapándose los oídos con, las manos. Los tira.dores, escon~
didos tra5 los árboles a unas decenas de metJ.'IGS del campamen-
to,, descargaban sus potentes fusiles d e gue:rr.a., u ·o jas y .ramas
1

desgajadas, por las balas caían a su alr-eded.or~ Tiraban al aire y


su jefe, Ue:no de sangr-e fria, intenta be evaluar el número de los
guayaquis. Pero los hombrea te:nran mi,e dot pues no se sabía de
qué eran capaces aqueMos seJ1est la bestias ·más ·feroces de la
selva, pr"Ovisto además siegún algunos que los conocían, de
~abo. Frecu enteme,n te no ponfan e·n duda tales historias fabulo&
1

sas!, y en realidad muy antigu.aa; rnj siquiera ~as personas nama-


das <<cuJtivadas>>t ,como aquel inglés, Masterman, que publicó
en Buenos Arre,s en 1,870 sus Siete afias de auenturas en el
Paraguay. He aquí lo que puede leerse en él r--especto de estos
mdios cuyo nombre deforma:
1,

Par cen pe:rtene-0er a~ tipo mis bajo de la especie humana¡ ~u


corta estatura. su piel casi negra, sua miembros enj1uto. y flacos
me riecorda han desagr.a da.bJemente a. los m onos: u inteligencia
1

pa:reda infe.r ior a la de los animales. No construyen chozas. no


llevan ropa no conocen1e] uso del fuego; vive·n en los bosque y s e
e.lime,n tan de raíces y de fruta ... · o parecen posee,r· lenguaj1e
articula.do. Lo guyra,c ur lsic~ ... tienen un corto rabo que obliga~
sus, propietario a proveerse de· un bastón, puntiagudo a rm de
hacer un s.gujero e.n ,e] suelo para .Poder serrta:rse con ,comodidad.

42
Lo indud.a ble es que aqueU9s indios vivían en los árboles tan
a gusto 1c-0mo lo monos y que, d ejado:s de la ·tnano de Di·os, no
1 1

estaban mis bautizados que ellos~ ·(<Biehos del morí.Le no más... >>•
1

El temor y e·Lnerviosismo por encontrarse en el corazón de ~a


selva y rodeando1un campamento de Le tribu más salvaj,e del
país caienta barn la s anrre a ~os mestizos y les hacían baj1ar los
cañone·s de Jos chuui que aferraban con manos cada vez. más
nerviosas~ El j1oven B.rejugi (Raya de .rio), desesperado y lleno
de rencor, cogi6 su arco,y sus ílechas: «¡Epytak·e!>> ( «iQuietoh'>)
gritó_e~ asaltante más p116ximo en guanuú. El dedo apretó 1e~
ga·tiillo d el máuser, ~a ba~a mordió el pecho de Brejugi y el
1

hombre y su flecha inerte cayeron a~ unísono con Ja exp losió:n. 1

Los hombr-es estaban contentos de su patr6n, Pichín L6pe.z,,


cazado:r profesional de indios y batidor experto de los bosques
que cu bren gran parte de la zona oriental de 1Paraguay, frecuen~
temente· interrumpidos porinmensosrampos;t: en que pastan lo.s
rebanos. Estaban satisfechos pues e) botín era bue,no y ~a cap-
tura de todo el grupo- .s in baj as; ~es llenaba de entusiasmo y les
1

hacía olvidar las fadgas de la.s largas jornadas dedicadas a se-


guir el rastr-o de ~o,s guaysquis~ Los beneficios serian sustancio,.
sos~ Había a)lí u nas cuarenta ca be zas entre var·ones~ hembras y
mños, mudos de terr-.or y amontonados airededor de los hom-
bres reducidos a, ]a impotencia. por las cuerdas con que tenían
kts. manos atadas, a ~a espalda. En toda ta fegión de San Juan
Nepomuceoo los guayaquis. ,e nm muy apreciados, su pr-ecio me-
dio por unidad era una vaca o un buen cabaJlo o,, en metálico,
cuatro o cinco mil guaranís (de· 160 a 200 francos) .. Era un
beneficio prodigioso para a·queUos hombres pobres que no po-1 1

seian más que su montura, un machete y un voluminoso 11ev6lver


1

del 3.S~ Además,, era Ja p1rhnie~ vez que se c·apturaba una banda
entera. Habitualmente el botín se reducía a uno o dos niños,.
Nunca había dificultades para colocar estos produ,ctos de Ja
selva, pues la de·m anda de j6ve.nes. guayaquis er.a muy superior a
las ofertas eventuale . Incluso· ~a demanda iba en aumento y
eran muchas. las [Qmi1ias que deseaban comprar un pequeño
saJv·aje. A fin de satisfacerla,, varios montaraces;• hombres, vigo-
rosos y habitu,a dos .a la vida dure de la aelv81, se hab,an transfor-
mado pooo a poco en especiaUstas en esta caza lucrativa. que,
cuando resultaba; no procuraba más que beneficios. Localizar a
los indios: ese era el problema. Ciertamente ese tr,a bajo podCa
111
' En c1i.i.teUano en el original {N . dt• T. }
ocupar días o incluso semanas de paciente rastreo por los bos-
1

ques. Los guayaquis se movían sin cesar~ dejaban pocos rastros


y se podía pa. ar cerca de un campamento suyo sln darse Clllent.a.
Con todo+ la t.area venía facBitada por el he·cho de qu1e el espacio
de no·m adeo de la tribu de ~os aché gatu habí.1 menguado·mucho
por la actividad de lo colono~ que afio tras año iban destruyen-
do la sel.va. Por otra parte hacía ya cierto tiempo que los indio
no tenían posibilidad de huir: por e'I none~ una gran carre~era
asfaltada que de de hacía poco tie·m po unía Asunción, la capi-
tal, a) Paraná, partía definitivamente en dos su antiguo territo-
rio; por el oeste y por el sur había una cadena ininterrumpida de
establecimiento paraguayos; finalmente. por el este (pero esto
Jos blancos no .l o sebfan) habí.a una tri.bu guayaqui enemiga de la
que desconfiaban mucho los aché gatu~ aunque no tuvieran
notic:ia. de la mi ma desde hacía. mucho· tiempo. e movían en
círculo, cercado ,e n su re f ug!o.
-· -¿Por ·qué deseaban tan ardie·ntemente ]os paraguayo po eer
niño guayaquis? Había quien estaba conv·e ncido de que al ha.-
cedes, pasar de la ,anima~idad a la humanidad en virtud de·l
bautismo rápidamente administrado, ies hacían. un servicio ina-
preciable. Pero la mayoría no se mole taban en enmascarar bajo
preocupaciones teológicas lo que no era, de hecho. más ·q ue
cáiculo económico. y de l·o más brutale ·: un niño guaya.qui se
converua en esclav,o de 1a familia que l.o compraba~ para Ja cual
1

estaba de tinado a trabajar gratultamente hasta su muerte. Por


otra p,a rte esto.s indios Capturados no eran forzosamente mal-
1

tratados, iempr,e que no pretendieran. fugarse. Al desaparecer


privaban a su amo de u fuerza de trabajo y, carencia considera-
da mucho más grav1e,. ponían en t~&a de jui.cio con ,s u ausencia el
pre tigio, die los patrone que., desp rovistos de su esc1eN01 no
1 1
1

podían ya figurar como amos; a lo que. no cabe dudadot no se


1 1

resi:g naban fácilmente. Las muchachas guayaquis rara vez huían,


pues pronto se convertían en concubi·n a de u amo y naufraga-
1

ban en la prostitución. Pero los muchachos, al llegar a la ado.l·es-


cenicia y sabiéndose privados para si.e mpre de toda posibilidad
de relaciones sexuales, que ninguna muj:er paraguaya hubiera
aceptado de mantener con aquellos semi-animaJes,. sentían cre-
ce·r en sí ]a obsesión de la vue~ta a la selva y a los ca·mpament.os
de loa compañeros. Pronto o tarde 1o intentaban. iempre se
intentaba atraparlos. en ocasiones en vano. Por haber querido
restaurar su ,g loria recuperando a sus esdav1os~ un campesino
perdió la vida. Er.a en 1943. Aquel hombre poseía dos jóvenes

44
raptados a nt erionnente en el e urso de un ataque. U na noche los
dos guiay.aq uis ae escaparon. ·u amo e lanz.6 inmediatamente·
en su persecución,. tras haber pedido prestados a ·o tro habitante
de ~a región los t:res indios de que· este era propietario. Unos
días más tarde Ja peque.ñ a expedición alcanzaba a. Los dos fugiti-
vos! <¡ ue no ha bian ten id 0 tie·mpo dre en.contrar a su tribu~ El
1

hom.bre infligió a latigaz0os un ~ormidable correcdvo a los dos


culpab~es y, sobre [a marcha, emprend[ó el camino de vue~ta~ Al
Uegar Ja noche instalaron un s·encHlo vjvac. EJ amo estaba tan
p1ro~undamente convencido de su :poder sobre los indios, rer.a tan
total .su despr-e-cio (¿acaso se teme la venganza de un perr'O o de
un buey?) que tras haber comido s e durmi6 inmediatamente
1

junt.o al fuego, envuelto en su poncho.,'* seguro de que las c·o sas


habían vuelto pe>r su cal!Jce y de que cua]quier pre·caución era
superflua. Murió por no hahe·r podido imaginarse ni por un
momento que los guayaquisi eran capaces de asumir una actitud
1

humana y que e Lgusto por la ]i bertad no les resu~taba comprleta~


1

mente ajeno. La ocasión era demasiado. bue·na. Mientras cjor-


mfap los dos guayaquis e·xplicaron ,a · us comp·añeros que no·
querian volver con Los blancos, que iban a escap arse de nuevo 1

pero qu e e·sta vez había que matar al béeru. Susurrando con


1

pasión en ]a oscuridad,. pues sabían que la tribu esta.Iba muy


ce·r·ca,, intentaron arr.as't.rar consigo a sus tres hermanos de raza.
Uno d e ellos aceptó seguirles; los otros dos se resignaron a
1

volver al mundo paragnay,0 pues hacía ya mucho que vivían. en


1
1

,é ] e i:ndudablemente temían no poder ª 'c ostumbrarse a la anti-


gua libertad de la se1va. Pero .s u compEicid.ad pasiva estaba
,c onquistada.. !Entonces los conjurados p roc:edier-on a la ejecu-
1

,c ión de~ blanco. Fue cruel.. .D os. indios )re m.a ntenían pegado al
suelo, pre·sionándole la cabeza y los pies mientras que e·] tercero
L·e hu ndia en la garganta la punta infiamada de un tiz6n. La
muerte .fue rápida y silenciosa. Una vez cumplida su venganza,
de·s-aparecie,r on en la oscuridad cargad os ccn las armas de su
víctima y nunc·a más se supo· de eUos. Los otfos dos volvief'on
unos días más tarde entre los paraguayos y contaM1on lo rque
había suced~do. En cuanto a mf, recogí la historia de· ~abios de]
hijo de la víctima. Preocupado por v·e·n gar a su padre,, se había
hecho cazador de indios gua.y aq ui s y participó en el ataque de
1953.
Había algo más que avivaba el deseo de los para.guayos de

• En csst 1leino ,e n el origina 1( N. de T. j

4.fj
obtener niño. guayaquis: a ta preocupación cristiana de salvar e,]
alma de aquellos paganos, permitiendo aJ cuerpo ocuparse en
provecho propio, se .a ñadía una preocupación de 0irden, por a í
decirlo cromático. Corrlan muchas leyendas y la imaginación
111
1

de la gente se di paraba con mayor libertad desd,e el momento


1

en que no había medi 0 ninguno de verificarlas, ya que los indios


1

se obstinaban e:n e conderse. Mientras que para algunos lo.s


1

guayaquis se semejaban a los monos por s:u apéndice caudal y


su vida arborlcola. para otr-os, por el contrario., eran 1c asi sobre~
humanos1 ·p ues, genios de la selva, poseedores de poderes y
1

saberes inquietan.tes7 ofrecían por añadidura, en virtud de sus


cabeUos_rybios.. sus ojos azules X pleLblancat una ,a pariencia
fisica sumamente inesperada. Ta] era la fábula, que, ,c omo se
verá, encubría parte de verdad. Lo que más apasionaba a los
1

paraguayos era la convicción de que los, guayaquis teman la pie)


1

blanca, Jo que para eUo era una diíer-encia positiva a la que


eran sufic~ent·emente sensible como para desear la pose,s ión de
uno de eso ser,es blanco . En ello, aunque sin darse cuenta, se
reconocían a sí mimos <:orno ,p ersonas de color. Pues, e.n efecto~
gran parte de la población paraguaya. y sobre todo la ruraL,
procede de un intenso mestizaje entr,e indios, guaraníes y espa-
floles iniciado en La primera mitad del siglo XVI, cuando los
mburuvicha. los caciques guaraníes, aceptaron hl alianza con lo
1

primeros conquist.adores pare enfrantarse a sus enemig,o s c<>-


munes, ~as tribus guerren1s del Chaco. Los b~ancos recién llega&
dos querían afoanzar, hacia el oestet el fabuloso Eldorado, de
1

donde, según las indicacíones de Jos indios> provenían los obje-


tos de o,r o, de plat.a o de cobre que,, tras múltiples intercambios,
1

viajaban hasta el Atlántico't hasta el litoral brasiJeño. Domingo,


de lrala y el puñado de so~dados que, mandaba, Uegados al
Nuevo Mundo desde, el sur, r~montando el Río de la Ptata basta
,e~ empla~amiento de ~a actual Asunción, fundada en 1,536,, igno-
ntban todavía que Eldorado hacia el que les impulsaba su locu-
ra por el or<>, no era sino el reino inca y que sus propios compa~
triotas., Pizarr.o y los suyos, acababan de derribado aprisionando
y ej,ecutando, a Atahualp.a...fil.l~.lU_l!_erador. Entre ellos y
las minas de olio se extendía el Chaco, inmenso' y hostil. Para
atravesarlo· había que organ¡zar fuertes expedicione capaces
de, r~chaiar los asaltos de los m baya o de los pa_yagua, cuy.a s
bandas, cruzando e] río, hostigaban s.in ces.ar los, pueblos de loa
guaraníes. De modo que estos últim-0s pronto vie.r on en la oferta
de alianza de los karai, Jo,s blancos posesores, de caballos y d,e

46
armas de fuego, el ·m edio poUtico de obwne.r una víctoria nrilitar ·
rápida sobre los detestados enemigos. Y romo entre los indios
~a alianza sólo hallaba su gMantia Yierdadera y definitiva e·n las
relacione.s de parentesco~ transformaron a sus compañeros es-
paño~es en cuflados y yernos dá_ndoles sus. hermana.s y su.s hijas.
1

El cálculo die los guara.rúes fracasó ante La r-es.iste:ncia y agresiviª


dad de los indios dei Chaco~ Ellos mismos fueron víctimas de su
plan pe·r mitie·n do a sus «cuft.ados,> fonnar harenes compuestos
por d.ecenas de mujeres~ Los españoles:, menos atentos que los
~araníes a respetar ~os lazos de parentesco> someti·eron a [os
indios de la región a una explotació·n salvaje,. de modo que .a los
1

dos. o tres decenios de su Hegada ape·nas quedaban indígenas


1

donde antes había. habido decenas de miles. Por el ct)intrario-


había numerosos mestizos, hijos de tos hidaJgos y de ~as hermo-
sas indias• y tal fue e'1 núcleo funda.do·r , :reforzado por ias s:i-
guientes ge·nier.eciones., del actual puebl!o paraguayo~, cuyo tinte
tnás o menos cobrizo·y la morfología de cuyos rasgos evidencian
claramente La sangre india ·q ue oorre por sus venas, mal que ie·s
pese.
AJ pare-cer es un ras:g o recurrente de numerosas poblaciones
mestius trasladar a sus primos indigenas el desprecio con que
les abruman los blancos~ En realidad e·l modo· en ·q ue se consti-
tuy6 históricamente la población del Par•guay limita la inciden-
cia de las relaciones inte·r racia1es, pues apenas. se rec·o nocen las
dife~ncias de este tipo. No por eHo es ·m enos ei·e rto que un
campesino paraguayo no cree tener nada en común con un
indiQa. aunque sea ma11So·"* y que sus. sentim~entos hacia ·él ooci..
lan entre la condescendencia d·iv·ertida y el odio, sie·ndo el indio
1

poco más míse~o que el campesino. Y este,. a quien sorprenderla


1

n'O pooo -aunque,, simplemente, se n.egaria a c:re.er algo tan


absurdo- enteran e de que e~ indio y él mismo tienen ant.epasa-
dos comunes., privilegia y valora espontáneamente lo que no
tiene: no tanto la riquMa material, de la que se preocupa poco,
como Ja blancura de la. piel o la claridad de los oi os. Esta.
preocupación se muestra daramente en el ideal femenino d e la 1

estética popular, ex.p resada sin ambages en guar.aní: la mujer


1 1

ni~s deseable· es kyr~ moroti. ha 00,uepa, gruesa, blanca y bien


velluda~ Esti~ gust.o POJ" las epid•rmi~ bl~~~~s X l!\.C.QmiccWD pd !_
1 1

que tal era la ajp arienda d~_Jos (U&Ya9u is ~Qu,m.u lAbAn sus e(e,c..
~ . ·~· ----~ .
~s par~ hacer que los indio fueran el ambiguo o hj1eto del de ·e o
.~~ lo ' .paraguay.os.
A í e forma, a base tanto de secreto como de transparencia,
el punto de encuentt·O de los indios y de· ~o otros~ indudable-
men e s u confu. o simbolismo ayudará a comprender cómo en
un día de 1953, un grupo armado logró capturar a la tribu de los
aché gatu. Esta vez los caz.adore de indi0:s no obtuvieron nin·
gún beneficio de . u expedición. Esta incluso, en cierto sentido
les puso en ridí culo. Una ve2 llegado8 a las proximidades de an
1

.,Juan epo·muceno, donde pretendían venderlo , y a falta de un


loca~ suficientement~ grande para contener a aqueUa cuarente~
na de cautivo.,, lo · raptores decidieron, a] parecer, dejados
fu.era~ en el interior de un corral nonnalrne·nte destinado a la
vaca . << Los guayaquis e tán tan acostumbrados al espacio libre
de la selva que, encerrados ·e n algún sitio, se quedan como
para1~z. ado . y no saben es 1ca¡>tu~> expl~caba la gente tranquila-
mente. De ·m odo que la ingenuidad de su lógica impu1s6 a los
paragua.yos a trata:r a los indi·os como un rebaño d e vacas.
1

Naturalmente, durante la noche Jyvukugi dio lo señal de la


hu ida y al .a m.anecer el cercado estaba vacío. El asunto sonó
1

bastante en aqueUa época. Los detaJles llegaron a conocimiento


de personajes de pes o, en Asunción, y se decidió poner fin a
semejante. prácticas. ' .e p·romulgó un decreto de protección de
los jndígena·s que. por primera vez en la historia de~ país, carac-
terizaba como delito el asesinato de un indio. La falta de medios
1

de control Jimitó su eficacia y en el curso de los años siguientes


Jos achéi gatu apena s vivieron un poco menos acosado .

De todos modos aquello no er-a más que una tregua y en


agosto de 1'959 lo indios c.a pitularon. Mis que un albergue, la
selva se había convertido para ellos en una cárcel· los contacto
con lo·s beeru se multip1icaron. los cazadores mataban cada vez
1

má. vacas y caba1los y la expediciones de castigo cada vez er.a n.


más brutales. De modo que, no habiendo otr.a saUda, Jyvukugi
decidió rendirse~ A tres o cuatro leguas de San Juan Nepomute-
no vivfo un camp esino cuyas plantadones estaban en ~a ]inde de
1

Ja .selva. Eix-caz.ador de indios. guayaquis ~ había con ervado co-


mo botín de una e·x pedición anterior do· prisioneros adultos,
uno de eUos ya de cierta edad. E te paraguayo rudo y astut-0

48
(¡creía poder apropiarse· algún d[a de ~os tesoros confiados al
cuidado de l,o s achi!) supo no mostrars e nunca violento con los
1

indiost h.ac~éndo]es trabajar' si.n e,xceso ,e n sus campos y alirnen-


tindolos adecuadamente. Consiguió presenta_rle la imagen in-
creíble de un beeru no wwyt de un blanco no salvaJe que incluso
hacía e[ esfuerzo de aprender a]go de su lengua. De este modo
s-e apaciguaron el miedo y ~a desconfianza de ~o:s dos ac'bé y se
fortifi«:ó en enos la certidumbre de qu,e Ar-royo Mo,r oti (tal era. el
1

nombr1e del lugar, Arr6yo Blanco) representaba la. salvacibn de


la tribu, e,J lugar tranquilo en que estaba e1 único beeru protector
de los aché. Por eso desaparecieron un día, y e] que había
opuesto hábilmente su ¡n·~pia e~uanimidad a fa violencia de ]os
demás bJan(o no, se sintió demasfado sorprendido cuando,
1

unas semanas más tarde,, surgieron de< la oscuridad de los bos·


ques los dos indios seguidos de toda fa tribu: Jyvukugi1, cedien-
do a la presión de aquellos dos compañeros, uno de los cuales
era su he·nnan.o, y (ans:ado de huir siempre sin esperanza, re-
nunciaba a todo y acudJa. a pedir ayuda y protección al mundo
de ]os blancos. Los nómadas hadan un a~to definitivo.
,Gracias a los esfuerzos die León Cadogen,, modesto y tenaz
1

autodidacta paraguayo que ha dedicado gran parte de su vida a


la defe,.nsa de 'los indios y cuyos trabajos sobre la religión de los
gnaranie son irremplazabJ,e. la noticia s,e difundió por los me-
dios etnol6gicos; finaJm,e:nte pod(a ser penetrado el enig1ne de
1

aquella tribu inalcanzable desde hacia 1cuatro, siglos. A1fred M 1é~


traux, atento a todo lo referente a Jos indios y entusiasmado
1

ante esta posibilidad, me ofr.e ci6 lo que yo ·entonces no pod[a


1

estimar en su justo valor y que puedo hoy día considerar u.na


oportunidad inaudita: ir a estudiar a lo~ guay,aquis~ Y con ayuda
del Centro Nacional de lnve·st]gación CienHfica de París me
encontré, a finales de febrero de 1963 y en compañía de mi
colega S., en ]a selva. .ada hubo de épi.oo en la preparación de
este viaje, q'l e en modo .alkuno consideri una «expedición.>>. El
1

viaje en sí había de empezar mucho más tar-d e,. cuandot tras


1

vario,s meses de ,a prendizaje de la lengua1 estuve capacitado


para penetrar poco a poco eri eJ mundo interior de los indios,
1 1

cuya ,o bservación a secas, pr¡v,a da del apoyo lingúístico no po-


1

día Uegar a adaram-. Pero he de decir que a m~ Uegadajrunto a ~os


guayaquis yo no iba totalmente de provisto~ Cadogan habf a ido
~n v,ar-]as ocasiones a Arroyo Moroti y u p rofundo conocimiento
1

de 1os tres dialectos que hablan los últimos indios guaraníes del
1

ieste paraguayo [e p ermiti6 aprender y entend1 er con bastante,

49
rapide·z el guayaqui; pues esta lengu~,
aun teniendo rasgos es-
pecíñcos, es muy paf>ecida al guaraní., Cadogan,. habiendo efec-
tuado en el lugar abundantes grabaciones. las transcribió y las
tradujo, enviindolo todo a Paris, a] Muse-o del Hom.bre, oon lo
1

que me proporcionaba el medio de familiarizarme con una leb~


gua india desconocida incluso antes de encontrarme entre quie·-
ne.s la hablan. De modo que dediqué varias horas diarias, duran-
1

te Jos cuatro meses que p·recedieron a mj p·a rtida, a es·c uchar las
cintas une y otra vez, a habituanne a aquella fonética extraña, a
asimilar su vocabulario; trabajo que hice en Paris sin prob]emas
pero que sobre e[ terf'eno hubiera ex~gido Largos meses de pa-
ieiencia. }Apenas llegado al campamento de los indios podía
entender e incluso pronunciar fra es; sencillas desde luego,
per--o suficientes para establecer entr·e ellos y yo ese mínimo
intercambio sin el cua~ se ca,e en e~ desánimo y en el aburrimien-
to. <<Nde ikiJ ma ko,>., me dijo un guayaqui a ]a pocas. horas de
nuestra llegada. He aquí que se encontraba ante mí, hablándo-
me,, uno de aquello a quien.es se denomina h0mb[les de La edad
de piedra (Jo,que ,en aque] ,c eso era c*erto} El me hablaba y yo le
1

entendía: <<Así pue , .¿ has llegado?» me preguntcaba educada-


mente. como lo hubiera he,c ho con uno de Jos suyos. «Cho iko
ma>> ( <4-SÍ, he lleg.,ado>>),, respondí con co rtesía, encantado y ali-
1

viado por la fadlidad de este primer contacto con los indios. Alli
se interrumpió la conversación: no hubiera podido pro'longar e 1

mucho. Mi conocimiento del idioma,. por rudimentario 1q ue fue-


raJ m,á s que ayudarme me desfavoreció, por lo menos durante
los p,r imeros dí.as. Pues los. guayaquis~ convencidos :por mis
primeros éxitos de que yo hablaba perfectamente igual que
eUos, se negaron a creer que frecuentemente no le:s entendía y
creyeron q ue en cierto modo't y por razones incomprensibles, yo
1

O(!ultaba mi juego. De ahí cierta desconfianza hacia mí debida


al equívoco que le hacia atribuirme más talentos de los que
tenia. Fe]izmente e] malentendido se disipó, sobre todo gracias
a los niños, que supieron evaluar de e,ntrada mejor que sus
padres el verdadero alcance de mi habilidad lingüí tica.
Una pesada carreta de bueyes transportaba nuestros equipa·
j·es. Al salir de, San Juan · epomuceno.. pueblo construid·o en
forma de damero obre Jas ruinas. de una antigua misión je uita,
primero atravesamo va tos camp<>s. * De ve~ en cuando apare-
·CÍa en la pi.. tas de tierra r-ojiza un jinete, con lo pies descalzos
111
En ce t·ellono en el origin 1f • ck T.)
en los estr~bos pero con una espuela en el ta.~ón: re ran m.estizos
taciturnos de· acentuado tipo ind¡o que nunca se de·sp]azaban
sin su machete y a menudo· con. su co~tJS a la cinrura. Cuando
se deja A:suncibn apenas se oye ya. .hablar español, idioma. que
pocos paisanos articulan correctam·e nte. El campo par.aguay·o es
feudo del ~araní; só]o los inmigrados recientes y algunos esnobs
de la ciudad pre·tend·en ignorarlo~ Cada encue·n tro de nuestro
carretero,..guía con tn10 de aqu. ellos jinetes era ocasión de un
1

breve diá]ogo: u.¿Mbaeixapa? ¿Ipo·rante lic. nde?» («¿Qué tal?


Bie:n. ¿y tú?))) Y a oontinuaeibn seguían unes rápidas pre·guntes:
<<¿H a co gringo kou·a, rno ºopa olzo?» («¿,Y adónde van estos grin-
gos?>))1 Las explicacione·s de] interroga.do eran un tanto imprieci-
1

sas. Ya sabía que íbamos a ver a ~os tierribles guayaquis~ pero


¿con qué intención? Quizá fuéramos misioneros protestantes,, o
1q ueriamos obtener die eJl.os informaciones sobre los tesoros de
la selva que ellos conocían. En cua:l quiercaso éramos muy ricos
y seguramente no íbamo a «estudiar>> a Jos indios: ¡Jos gringos
son demasiado maticioso.s par.a perder ·el tiempo·1en sem1ejantes
pamplinas! Y eL hombre seguía su camino' a! paso rápido de su
·m ontura con ~os ojos briUanles de 1e xtrañeza bajo el a~a caída de
su sombrero de· paja. Pronto las cap.u.eros reemplaza11on a los
campos; se trata de p~antaciones abandonadas qu.e han sido
1

enteramente recuperadas por una vegeta.ción muy antipática de


altas zarzas, arlbusto,s y densos matorrales que· vueiven inculti-
vable el terreno~ Entonc·es el campesinot similar en esto a su
antepasado indjo, desbroza un nuevo espacio. El calor era ago-
biante y de·sanimaba incluso la admiraci6n del magrufico pJum.a-
je de los tucanes~ de fácíl localización por su enorme pico; p~ro
desde e~ horizonte iba acercándose Ja masa sombría de la selva,
hasta que fina]mente estuvimos bajo los gr-andes árboles.. Si
bie·n hacia bastante más fresco, en aquel momento ·t rabé cono~
1

cimiento con la plag.a principal: los insectos que, en hordas.


innume~ables, pican y muerden con total impunidad. Los bue~
yes> indifere·ntes a los gritos del cariretero (jHake, añamemby!'
¡Vamos; hijo de tu madre el demonio!) avan:iaban plácidamente.
A] cabo de unos kilómetros se observó una ligera bajada,. aJ final
, . de· la cual se adivinaba un clar0i: era Arroyo Moroti.
1

··O se· veía ningún guayaqui. Las chozas se dis.b nu]aban en la


se]va.1 pe~o nadie salió de e]]as. Más a.delante supe reconocer e·n
esta impasibUidad india e] signo de una cortes(a que permite a]
recién llegado una ariribada tranquda y d i s·c reta.: se fing·e· no
haberle vísto~ Pasa un largo rato, q uii á más de una hora; shlo

51
enton ces alguien e acerca al extr.anjero o al amigo que está de
vuelta tra una larga ausencia y le saluda. «¿Has Ue,gado?>> «He
llegado.» Además. una legítima desconfianza impedía a los gua-
yaqui mostrarse dema iado familiares con los blancos· de to-
do modos, aquel día tuvo lugar un .e pi odio mucho más impor-
tan1e e interes-ante, a ojos de los indios> Q.ue nue tra Uegada, por
1

l·o que esta se vio a)go echpsada. Recuérdese que ,J yvukugi y so


grupo estaban aUi de de ,a gosto de 195 9. Los aché gatu -a í se
1

llamaban a sí mismos: lo~ guayaquis bueno vivieron a partir


de entonce semi-nómadas. semi-sedentarios: seguían recorrien-
do los bosque cazando o r,e colectando sus provi. ione , pero
siempre, acababan volviendo - tras un período más o menos
largo que unas veces no pa. aba de un día y otra abarcaba un
me en ero- al campamento fUo que el de tino¡, había .asigna-
do, en Arroyo iort-:,.ti. E, te lugar era su puerto y su flefugio, el
único en un mundo hostil. de punta a punta. Por otra parte a u
protector par-aguayo no le, gu taba que se fu,eran durante mucho
tie,m po y, a fin de intentar controlarlos, intentaba que no pro-
longaran sus caminatas. aturalmente, es.tas ida y venLdas
afectaban a] tiempo que Jos hombre. dedicaban a la caza, con Jo
que disminuía e~ volumen de alimento que la tribu predsaba.
Este hombre había adquirido un gran prestigio en toda ]a. región
por haber logrado pat':ificar a los guayaquis. Ma también obteª
nía de su nuevo poder ventaja directa entre las cuale no eran
J
1

las última las muchachas jóvene · de la tribu; ciertamente,


hubiera hecho faJta mucho santidad para no ucumbir a la lenta·
ción de aquello cuerpo~ agraciado . En resumen, que ahora e]
caciqu era él. La administración paraguaya, sandonando la
Sltu.acjón, había l egalizado sus funciones; y si bien e] sa]ario que
1 1

recibía e ta modesto. en contrap"artida, ia cantidad de aHmento~


1

- harina, grasa, azúcar, ]e,che en polvo-..- desUnados a los ind ios y


env[ados. desde A unción era bastante importante. De ·de lue-
go ~ lo . aché recibían una parte~ pe'ro' u je.fe blanco desviaba e l
resto r~vendiéndolo para su provecho a los campesinos de 1a
región. Las expedicione. de estos víve,re eren de volumen pro-
1

porcionaJ a la población que se uponía había de recibirlas por


lo Que e.I tráJko hubi·era ido to davía más fructífero de haber
sido más numerosos l.os indio . Pues bien, a unas cuanta legua..,,
de, aUí Ja e carpadas colina del Ywytyru u abrigaban desde
hacía siglos otra tribu guayaqui.
Estos indios, aunque no eran mejor tratado., por los b~anco
que sus primos eché gatu~ no e encontraban~ como estos, en Ja

52
oblig.ación die capituJar. Su espacio de nomadieo, la <~cordillera>~.,
era un refu.gio natural en que los p,a rguayos se aventuraban
poco. M,á s bien eran los propios guayaq,uis ·q uienes lanzaban
ataquers en ocasiones para vo~ver rápidamente a Jas boscosas
pendientes donde no se atrevían·a perseguirles. De mQdo que
parecían estar en condiciones de subsistir libremente dillrante
muchos años todavía~ pues los, paraguayos no entraban en su
territorio de caia, d ,e relieve excesivame·n te d esigual para poder
1 1

ínstalar :r ebaños. P ero Ja relativa tranquilidad de que hasta el


1

momento se habían beneficiado no iba a dun~r mtwho tiempo


má , pues el duefio de lo,s aché gatu, deseoso de attmentar la
fuente de us ingre.s os, babia decidido, a.pr-opiarse de esta nueva
tri.bu. Pa:ra cualquiera que no fuera él La empresa, ,e ra imposible;
1

per-o en la persona de Jyvukugi y de ]os suyos contaba. con el


medio de realizarla fácilm,ente~ Efectivament.e, d escubrir a uaa
1

banda de nÓ'ma.da:s en la selva es casi imposib~e para nadie


exe·e pción ·hecha,, pre,c isamente, de otros nómadas: paira ellos
sería juego de niños descubrir el eer,eto de los rastros ~nvisibles
para cualquier ,o tra mirada. Todav(a había que convencer a
Jyvukugi para que int.entara establ,ecer el contacto·, o,p eracióo
1 1

por ~a que manifestaron muy poco entusiasmo los aché g.a tu


1

cuando ]es fue sugerida, unos dos años después de su insta]a-


ció·n en Arroyo Moroti. Conocían la ex~stencia de esta tribu a[
este de su propio territorjot pero n.unca se habían encontrado
con algún mi.embro de la misma. Ambos grupos estaban tácita·
1

mente de a.c uerdo en evitar cu,a]quier encuentro y tenían cuida-


do de no invadir ios terrenos de caza de sus vednos. Si los
ca2ador,es descubrian rastros que no perteuecían a su propio
grupo, sabían que su correría les babia Uevado demasiado ~ejos
y que hoUsban el suelo de los iroiongi, los. extranjeros,. lnmedia-
tament,e daban media vue]ta temiendo tropezar po,r sorpriesa
con una banda de aquellos, que,. a:un siendo aché como eHos
te·man fama de feroc,es. <{Sí nos. encontramos con Jos extranjeª
r<>s contaban ~os indios con tono, exaltado- entonces ¡grandes
flechas! ¡muchas flechas'! Lo:s extranjeros son urrihlesj mientra~
que nosotros no somos vaUentes nosotros tenemos miedo. ¡En~
1

t:Qnces corre·m os, eorremos mucho'!»· Com.o ambas u-¡bus :s,u.per-


va~ora ban e su gusto la beli cos idad aj en a. habían i legado a
coexistir pacíficamente cerrándose en sus territorios respectivos
por temor a las terribWes represalias con que los otros, no hubie-
ran dejado de ca tigar cualquier vio)ació,n ft'onteriza. Y e~ horror
culminaba. C·O'R la mayo,t a,cusación: ¡L-0s otr-os 1e:ran canjbales!

53
Jyvukugi se mostró; pues bastante reticente: los aché gatu
tenían miedo~ estaban 1c onvencido\s de que los extranjeros les
acribillarían a flechazos en cuanto di.eran el primer paso sobre e)
suelo tribal, para devorarles a continuación. Finalmente la pre-
encia del jefe· blanco y de sus armas de fuego calmaron la
inqu•etud y a princ•pios de 1962 un pequeño grupo de indios
partió en busca de lo·s iroiangi. En rea1idad]I en modo a1guno
adivinaban el interés de aquella expedición, y si la .a ceptaron es
porque secretamente vefan en eUa una buena ocasión de ven-
garse de aqueUos enemigos a los que nunca habían visto~ y de
antemano se r·e goeijaban de la magnífica masacre a ·q ue podrían
entregarse1 sin demasiado riesgo., con aqueHos salvajes despre~
dados y od~ados. .aturalmente. Jas cosas no sucedieron así,
pue los indios muertos no proporcio,.n aban ningún pr.ove.c ho al
paraguayo. Unos pOC·OS día bastaron a los acné par-a hallar Jo
signos que buscaban: aqu(, un tronco que tenía un minús·culo
corte a la altura de un hombre, señal casi imper·c eptible para las
mujeres que iban detrás; .allí. ~a. rama de un arbusto rota con la
mano; más, lejos, prueba evidente de que estaban en el buen
camino, una pa~me·ra caída de la que &e habían Uevado las hojas
y que además denotaba por el aplastamiento de las fibras
1

haber sido cortada con un hacha de piedra. Lo indio iban


1

aprox~mándose a su meta y se iban poniendo nerviosos;, adivina-


ban a los iroiangi y continuam,e nte esperahan oír ,e~ zumbido, de
]a 1CUetda de los arcos y el s.iibido de las neehas: de no haber sido
por el beeru armado con sus truenos, gusto amente hubieran
interrumpido en aquel punto la exploración, proclamando a
continuación entre los suyos que hab~an puesto· en fuga a los
en.emigos. Una mañana oyeron, a ~orta distancia pero apagado
por e) espesor de· la v1ege·taci6n~ un martilleo: ]os aché reconode·
ron en .aqueUos golpes regulármente asestados ei ruido la_mUiar
de un h.acha de piedr.a go~peando un tronco. (<Los iroia.ngi bus-
can miel»? susurraron. - e acercaron en silencio y vieron, a unas
decena de pasos, a un hombre encaramado en un árbol que
in.tentaba agrandar con su hacha la entrada de una cavidad
donde Jas abejas. habían formado su ·c olmena y cuya miel codi-
ciaba. Al pie del árho~ una mujer joven1 con su gran cesto de
palma trenzada en el uelo junto a un daity, recip·i ente imperme-
1

abJe que recogerla la miel, e peraba a que su compañero termi-


nase. L él ni ella habiían oído nada; el hombre prosegt1Ía su
trabajo y ]a mujer le .miraba. Los indios dominaron sin dificu]ta-
des a ]a mujer, embobada al ve.raché desronocido acompaña-

54

1:0

1 L
1

1
\

5, Ha.cha' di? piedra y hrJch a mt tálica


montadas de modo simaar

dos de un blanco. El hombre, pasmado¡ dejó caer al SU1e·~o su


pesado hacha. Abajo~ tre,s o ,cuatr,o arcos montados ~e ,a puntam
ban con sus flechas~ «iMachi pira, f!me!» (<<i o tiréis ílechas!>>)1

consiguió articular. <<¡Ejy modo! ¡E'jy modo.''» (<<¡Baja! ¡Baja!>))


aullaban los ,a ché gatu. .E] buscador de miel no entendía: ¿qué
hacían am aquellos iroiangi., que indudab~emente iban a matar~
le? Y sobre todo aquel be,eru., ¿por qué estaba ron los sché?
1

Comprendió que· su vida s e acababa ahi y,, re.signado bajó.


1

Su no1mlbre e·r a Kandegi~ Cerdo Pequeño sa]vaje, y la tnujer


joven era su hij1a. Kandegi ya ·era un chyuaete,, un viejo, tenía
nietos; ya no cazaba con ei arco pero toda\Pie podía C0 rrer por la
1 1

selva, seguir el vuelo de las abejas y trepar por ~os troncos :e n


que anidaban. Por la mañana temprano había dejado el grueso
de la banda para hacerse con la miel de una colmena previamen-
te d e&cubi erta. Y como ha.c~a mucho que era viudo,. hab[a pedi-
1 1 1

do a su hija que le acompañara para transportar la mie'I en el


daity~ ta., ea que no podí.a efectuar por sí mismo por ser el
transporte una ocupación de mujeres:. P1ensaban volver al c·am-
pamento antes de· que el sol. llegara a ~e v,e rtical y he aquí Q.ue
1C,!!!!

sucedía aqueUa cosa increíble. Kandegi echó pie a tierra sin


alejarse del tronco a~ que estaba abrazado. Esperaba el golpe
1

de arco en. la nu.ca que le romp~era la cabeza, a no ser que el


chuui del blanco soltara u trueno. Pero en vez de eso. los aché
e lanzaron sobre él con furio o gruñidos dándole puñetazos e 1

insultándole: <(jVosotros1 iroiangii., sois muy brutos y muy malos'!


I ois aché uwagi, cO'm,edores de aché caníbale ! » No intentaba
defenderse. El blanco? que hasta el mom,e nto no había dicho
nada, Janzó algunas órdene . Los hombres se calmaron, ataron a
Kande,gi por los br-azo y,, Jlevándose a él y a u hija. La tl'lopa se
pu o en 1marcha. Los a.c bé sabían que los iroiangi no se atreve~
rian a per "eguirle má aná de· Jo limites de su territorio. Hicíe-
1'"0n el camino de vuelta a marchas forzadas y unos días :má..
tarde Uegaban sanos~ alvos y victorioso a Arroyo, Moroti
'Kand.egi se encontraba al mismo tiempo entre a·c bé enernjgos
y e·n el mundo de los, beeru. Era incomprensible: ~Aché y beeru
juntos! Y to dos le eran hostiles. E·n cuanto epareci.e ron en el
campamento Los dos fróiczngi, ]as mujeres aché gatu s.e e·scondie-
ron y l.os hombres se pusieron a murmurar: «¡,M.atém oslesf ¡Son
1

muy malos'tv ·:n viejo se acercó a Kandegi. y le asestó un. fuerte


pu.netazo e·n la cabeza. Era Paivagi el más '1iejo de Jos .acbé
1
1
1

gatu. Desdé hacia cierto ti empo estab~ muy des,rontento, pues


1

su mujer, bajo el p1retexto de que ya no podía copular~ le había


abandonado, po:r moc,etones más vigorosos. Y sin embargo éi
mismo tenía ganas a veces de poseer a una da.re una de la
hermosa mujer;es jóven es dre la. tribu. Les ofrecía larvas espe·
1

rando encontr.a r sus favores: «¡Meno uwii!» («¡Para hacer el


amor!)"))1 Pero e Has insol ente s,e le reían a la cara: <c.¡Nde ro tuja
1

p raroete! iMeno hwa iah> (¡Eres un viejo muy débil! ¡·No puedes
1

hacer el amor~' )>) Todo esto le eniur,ecía, y cuando vi:o a uno de


Jos iriiiangi de siemp re dete tados, trasladó a é~ su cólera y ]e
1

golpeó. Más adelante Paivagi y Kandegi S·e hicieron buenos


amig·os; de vez ·e n cuando se hadan pequeños regalos alimenti-
cios. Aparte del golpe, no muy vio.lento, del íras cible Paivagi,
1

Kandegi no tuvo que aguantar otra vejación. Le dese·m baraza·


ron de sus ataduras~ Estupefacto, contemplaba. la casa del blan-
co Yt no pudiendo dar 'c rédito a sus ojos, le dio tre·s Vl!J.elt-as
corriendo y g,ritando con gran alarma de Las nu1jere·s; que le
vigjlta ban de lejos. El beeru hizo que le llevaran carne·y le ofreció
también comidas de·sconoc~das entre las que babia una cosa
deUciosa, casi tan buena como la mie]: e.ar-amelos. Los prime11os
,dfas pasados en Arroyo Moroti coi1vencieron. a Kande,gi y a su
hija d.e que no tenían intención de matarles; dejándole o·bse r-
var a su gusto la extrafia vida. de los aché y del beeru, su temor
desap,HJr·eció. El blanco se mostraba mucho más amistoso que
los aché: s.i que.ría obtener el concur,so de· .Kandegi para Uev·a:r a
buen puerto sus proy,ectos, no s-ól0 tenía que seducirle. sino
1

también <:onvencerle de que·a su tribu 1,e interesaba unirs·e a los


1

o~ros guaya quis en Arroyo Moroti. D e modo que explicaba pa-


1 1

1Clenternen~e a los dos cautivos que ,g-r.acias a él lo, aché ya no


~nian nada que temer de los beer,u, que él esta be. alH para
1mpedfr cualquíer vfo.[encía e incluso que el campamento e,ra e)
úniico lugar de la selva en que estaba garant)zada la seguridad
1

de los indios. E tos argumentos tenían un enorme poder sobre el


espfritu die Kande·gi: ¿aca 0 no ha bta pasado toda ·u vida te-
1

miendo a los blancos matadores de indios? ¿Cuántos de sus


compañeros habían acabado bajo las balas, cuántos kromi, ni-
ños, habían aido raptados desapari?C'iendo para siempre·? Todo
lo que decía el beeru. parecía eliminar por fin ~a pesadilla de ]os
aché.
De modo que al cabo de tres emanas el blanco l1am6 a
Kande,gi y a u hijia. Al hotn bre le dio Jo que, más que Cualquier
1 1

otra cosa. podía colm.ar su aJ egna: un hacha metálica y un


1

machete, esas herramienta de los blancos de las que· obtenían a


veces algún ejemplar, frecuentemente al pf\ecio de su vida. A la
mujer joven le 0foec.ió un tyru. un ropaje de hermosos colores
1

que eUa inmediatamente g1llardó en su cesto. Eran Hbres, po-


1 1

dían volver con su tribu. a quienes simplemente debían contar


lo que habían visto y en eñar Jos fiegalos recibido . El blanco
prometió .también qué más adelante él mismo iría aUí, a las
mo,ntaña. de los irólangi .. para conocerles y llevar]es otros r~ga­
los. Y se fueron, tanto más contentos de u odisea desde el
momento en que al et capturados se habían creído abocados a
morir lejos de lo~ suyos. Pero gracias a ese beeru ga.tu meet.e, a
1

ese blanco bueno y generoso, estaban vivo y en camino para


volver con los irondy. io compañ.e ros; ¡con qué prodigioso .
~elatos :no les regalarían, cuando pr-obabl emente todo el mundo
1

]es ~maginaba pr·e sa de lo jaguare y d e los buitres! las mujeres


1

on la cabeza rapada en . igno de duelo y los ho·mbr-e e·nfrenta·


dos en duelo a e tacaz,o s de .a rco para aliviar el dolor! La vuelta
fue rápida. Grandes chenga r,uva.ra acogier-on a ~os que volvían;
Ja primera veJada Kandegi, entado junto a su hogue·ra~ cantó
durante toda la noche e] re~ato de sus aventuras~ Los demá
e~taban acostados y parecían dormir. pero en realidad le escu-
chaban con atención apasionada . .Los días siguientes, a la hora
en que· todo los cazadore estaban presentes e·n el campamen-
to, largos conciliábulos reunían a lo hombres. adie ponía en
duda lo que decía Kandegi~ chyuaett! cuya edad no le permití.a
hac,e ya mucho tiempo habJa:r como un niño. ¿Había, puesl" que
confiar en los eché extranjeros y en aquel blanco que qu eria que
1

vivieran con él? P ero también había que tener en cuenta los
1

reg.alos, e] pesado y bri1lante jamo jy el hacha metálica: n~nguno·


de Jos hombre s abía todavía utilizar]a bien, pero cuando había
que talar un .á rbol o reventar una co·lmena, ias hachas de piedra,

5·8
las viejas itagy, parecí.an ir-risories,. adecuadas s·olamente para
servir de maja al.as mujeres. ¡Y .e l beeru había prometido dárse-·
las .a todos!
Karewachugi, Gran Coatí, dudaba. Hacía ya mucho tiempo
que los acbé le habían reconocido ·como su conduct-0r. Con
ayuda de su hermano,. Kajawechugi; Gran Gato montés. s.i empre
había sabido evitar a las suyo los riesgo de conflictos con los
aché hostiles. Era el hombre más íuert·e de la tribu y sus enor·
mes brazos p.odían tensar ·el ar·CO hasta romperlo; en los duel·o·s
sus compañeros temían , us golpes de arco y nadie le e·ncontraba
exagerado cuando cantaba: «Cho ro breteum («soy un gran ·caza-
dor>)). Era el mejor sabía deR·c ubrir kaa gatu~ Ja buena selva en
que abundaba la caza. Pero ¿debía ahora rendir e a las razones
de Kandegi y volverse cheygi; amigo y .aliado de los blancos?' EJ
no olvidaría de buenas a primeras que hacía una quincena de
años innumerables beeru~ armados todos con sus chuJ.Ji, habían
invadido e] país de Jos aché e·m brando·varios días La muerte y el
terror entre ellos mientras restallaban a cada momento las deto-
naciones. La tribu, que 1ttn l.os mes.e,s p~ecedentes había ido
matando gran cantidad de caballo y de vacas, había tenido que
rep1 egaF< e lejos de los terrenos de caza habituales. Una parte
1

de lo aché. desmoralizados por esta de·r rota, abandonó por


comp1leto e·~ territorio partiendo hacia el norte. muy Jejos,, alli
donde vivían otros guayaquis: se les supon(a muy malos, pero
!ndudabJemente menos .q ue lo blancos. De modo que se fueron
y no tes volvi,e ron e ver. ¿s·e los habrían comido los aché o ]es
habrian redbido pave como hermanos? Los demás no pudieron
decidirse a dejar los lazos famHiares y establecieron su etoa. su
espacio de caza en el Ywytyrusu. Desde las alturas que ocupa-
ban veían a lo lejos brillar las ~uce, que encendían los blancos
por la noche. Incluso en ocasione oían un sordo grunido en los
camino de los beeru: era uno, de sus bita; un anima~ doméstic·o
monstruoso por su talla y por sus rugidos. itapegi ·el camión.
1

Los aché veían todo esto desde la montaña en que se sabían


más o menos tranquUos: ¿iban a cambiar la garanrt ía de esta
semi-seguridad por. una simple promesa de seguridad total?
Algunos fueron desde el principio· par1tida.rios de aceptar la
oferta del blanco; entl">e otros, Pychapurangi Pie torcido;, habla
sobr-eviv¡do a la p icadura de una serpiente de cas·c abe], pero se
1

había quedado li iodo. De de e·n tonces le costaba seguir a los


demás en us d 1@splazamientos~ :renqueando con su muñón de~
formado. Lo·s demá se negaron a creer en la buena fe d·el beeru.

59
Ló aché .se dividieron. · Finalmente una mayoría, quizá más
sen ible a la atracción de una aventura que a ]os riesgo. c,or-rj-
dos, se decantó en f'avor de la unión~ Y. Karewacbugi adoptó su
criterio: ya no queda b.a má que espe,rar al blanco.
La expedición fue, otganizada en mayo de 1962. Más fuerte
que la pequen.a lncursión que había sorprendido, a Kandegi
compre·nd[a a vario paraguayo y a un.a docena de guayaquis,.
1

hombres y mujelie,s . La presencia d·e esta debía mo trar a los


iro.iangi fa · intencione pacificas de Ja embajada: ,cuando los
aché decidían a]guna acción guerrera, ,e n e11a s6lo participaban
lo hombre . De modo que desplazarse con mujeres era igno
de ;p az . De todos mod<> lo blanco • .sabiendo que se en.contra-
1ian frente a la tribu e:ntera e ignorando i había triµnfado l.a
misi<ln encom.endada a Kandegi,. p.referian no ser cogidos de
imp,rovi ·o: tenJan que ~ er uficienlemente numero os para re-
istir, . i e diera el ca o, a una embo cada iempre posible. De
hecho, todo ucedió sin p roblema ·. Una mañana e] vjvac e vi.o
1

bru camente rodeado de ·ilbido. ~ de aguda Uamadas, de gri·


tos. sin que e viera ningún indio. Do fle·chas sa~ieron del
follaje pero lanzadas muy por encima de las ca beza.s. Los acbé
gatu comenzaron a Len,e r miedo cuando repentinamente, de de
detrás de lo árbole , surgieron unos sesenta iroiangi., hombre ,,
mujeres ' i niños. Si bien lo cazadore"' Uevaban en Ja n1ano a1~0
y flechas, ninguno de eUos se había aplicado en la cara y en el
ro tro las pintura :negra · destinadas a aterrorizar al enemigo
cuan.do se le atacaba; no tenían intenciones ho stHes. Uno de ]o
1

hombre ' ·e adelantó y,. brevemente. recordó la~ promesas tr~ns·


mitida por Kandeg• . Los blancos 1as _conflrmaron p,or media-
ción de los aché gatu; fueron distribuidas alguna herrami entas
1

metálit::as. Jai muj ere lloraron su bienvenida a loa aché y a los


b,eeru y el grupo se poso en maf'icha:. lo iroiangi't como lo aché
gatu tre año antes. abandonaban definitivamente u etoa.

in embargo, ,aJguno no habían podido decidirse; no más de


una docena. entre l.os que e contaba el viejo T 'o rangi, que
odiaba y de preciaba a los bePru . Tenía do hijo· . La pequeña
banda de~apareci6 y e crey6 que e tos último irreductible no
volverían a ser vi ·to. cuando. e.I 23 de febrero de 1963, en el
momento preciso de nuestra Ueg,ada a Arroyo Moroti. alieron
de la selva y se pre entaron a1 campamento. Durante i.H:¡ue]lo,s
nueve me es no habían podido sopo rtar la o]edad. Ja lejanía de
1

60
los compañeros, cuyos rastro· descu brian a cada in tante; es
fulano, decfan, quien taló e te árbol; y esas son las larvas de
m·e ngano. Unicos dueños a partir de entonces de] Ywyty.r usu
temieron reinar en él. Además uno de los dos niños, una mucha-
chita de ocho o diez años, estaba muy ·e nferma mano ru wy casi
muerta: ·q uizá los blan.eos supieran curarla. Se decjdieron y en el
moment.o en ·qrue nosotros Uegábaimos junto a ]o a.ché, coinci-
dencia pr>odigiosa en la que qu~se ver un signo, aparecía e1 grupo
1

de Torangi. Los ocho hombres y mujeres se hab~an rapado la


cabeUenl. Una ca.pita de piel de gato montés cubría la e.spalda
deJ niño Uenciosos~ apretado los unos contra los otro en un
1

solo bloque de d·esconfianza:r con la selva libre a sus espaldas,


observaban la nueva vida. La furtjva Hegada de lo amigos y
parientes desvió la atenci6'n que nonnalmente nos hubieran
dedicado los eché. Volviendo la espalda .a nuestra carreta. a
pesar de estar cargada de regaJos que e~ perábamos repartir en
una enorme ce.remonia de intercambio, ]os indios se ocuparon
d.e los que llegaban. Cierto que eHo nos permitió asistir unas
1

horas mis tarde po·r ¡prim.era vez, a lo que ~os cronistas del siglo
XV~, como André Thev.e t y Jean de l"éry.~ contaban de los indios
tupinamba del JitoraJ brasileño: ht ·alutación lacrimo a o m.odo
ritual izado de alud.ar a los extranjeros. J akugi, cazador aché
gatu, no e taba allí ·e n aquel momento. Cuando llegó, al caer la
tarde, Je anunciaron la novedad. Do muj,e res iroiangi. una vieja
y otra joven, se dirigieron as.u choza. El e levant.ó; la waimi, la
vieja~ e situó frente a él apoyando las manos en sus hombro
1 1

mientr.as la joven ocupaba el lugar simétrico a espaldas de· éJ. e


veía cogido entre las dos mujeres que unían estrechamente su
cuerpo, a] de él aferrándole con sus brazos. Entonces empezó e]
chenga .ruv;ara, ·e nfático, recitado de· {rases apen,as artklJ.dadas,
entrecortada.~t como .si fuera una especie de estribiUo de esta
extraña canción llorada. por lúgubres soUozos. De· vez en cuan-
do Jakugi recibía el homenaje del piy. ·el masaje en e] torso y en
la nuca. E~to duró diez minutos. constantemente marcados por
una dignidad inolvidable. un is]ote de gracia y de virtud en
medio de los indios diseretam·erite distraídos. Pasé un largo rato
bajo el ·e ncanto de esta corte ía exquisita, divertida bienvenida
al calor y a [os mosquitos.: verdaderamente, estaba entre Jos
salvajes.

61
III
ALREVES

Pues indiscutiblemente eran salvajes, sobre todo los iroiangi.


Su contacto con el mundo blanco. que por otra parte e había
1

limitado durant e la mayor parte de] tiempo a un único paragua-


yo,. ólo e remontaba a unos pocos me es. ¿Cómo se manifestaw
ba el salvaj!smo de estos salvaj1es? En modo a~guno por Ja extra-
ñez,a de ·las apariciones: de,s nudez de los cuerpos, corte· de¡
cabello, collares de dientes,, cantos no-eturno de los hombres,
etc.~ qu e m,e eneantalban, pues era p recisamente eso lo que
1 1

había ido a bus car. Per-o í por la imposibilidad total y e primera.


vista irremediable de entender e, por Ja indif·e rencia total y
de corazonadora que oponían los aché a lo tímidos ,e induda-
b]emente ingenuos esfuerzos por reducir un poco la prodigio a
distancia a que yo sentía que se haHahan. ¿Que ofrezco un
machete a un hombre !;entado bajo su choza de palma y dedica-
do a afilar una flecha? Apenas levanta la mirada; lo toma sin
brusquedad pe:ro in man~festar la menor sorpresa; examina la
hoja, cuyo fHo pocc) C ortante prueba - la herramienta estaba
1

nueva-~ s,e lo pone a su lado y prosigue, siempre silencioso, su


tar,ea. A su a~rededor hay otrio indios; nadie ha dicho nada..
Decepcionado, casi vejado, vuelvo sobre mis pasos y ólo enton-
ces oigo breve,s murmullo = in duda está comentando el regalo'.
¡No era yo poco presuntuo º ' si esperaba recibir en cambio un
1

arco, el relato de un mito o algunos términos de parentesco!


Pu~e a prueba varias vece con los iroiangi el po~o guayaqui que
sabia. Había observado que i bien su lengua era la misma qu e 1

la de los aché gatut en contrapartida la hablaban de otro modo:


su em i ,ión me pareda mucho más rápida, ]as consonantes ten-
1

dí a na desaparecer en el flujo de las vocales impidiéndome as[


reconocer paWabras, que, s~n embargo,, yo conocía; en re,s umen,
1

Que no identificaba gran cosa. Y. para más inri, ere-o que ellos
1

63
tenían maia voluntad. Planteo a un joven una pregunta que . é
no e indiscreta. pue lo· aché gatu ya la ha'n contestado in
dudar: «¿Avaro nde apa?>> «¿Quién es tu padre?»} M,@rnira; no
puede decirse que se haya quedado pa. mado ante una pregunta
ridícula o que no haya comprendido (me he preocupado de
ertkular clara y lentamente); en su mirada aparece ci,e rto fasti-
dio y no <:onte ta. Quizá haya pto:nunciado muy mal. todo puede
er. Voy a buscar a un aché gatu y le pido qtH!· repita la pregunta;
1

la formula exactamente igual que lo be hecho yo hac,e unos


mí11utos y, sin embargo. é] obtiene una respue. ta. ¿Qué hacer?
Entonce me acude a la m emona lo que no bacía mucho t iempo
1

me había dicho " lfred Métraux: '<Para poder e. tudiar una . o-


ciedad primitiva es precLo que e ·té ya un poco podrida.»
Pues bien, yo tenía ante mí. por lo m ,e no en eJ ca o de los
iroiangit una sociedad, por a ·í decirlo. todavía verde, por más
que las circunstancia hubi ran obligado a la tribu a aceptar la
vida en un espaci.o «occidental» (pero en cierto , entido su re~
ciente llegada o Arroyo Moroti ¿no era 1c onse·cuencia més de· una
~ibre decisión co1ecUva que de una presión ex1.erior in oporta·
ble?). Apenas rozado , apenas ,c m1taminados por 1el aire mortal
que supone para lo indios nue~tra civilización, los eché coa er-
vaban todavía. el tranquilo !re cor de u vida . elvática: libertad
provisional qu e indudablemente e mantenía pero que de mo·
1

mento, no exigía nada más, no estaba marcada por n~nguna


herida por 1a que hubi,era penetrado la insidio a y rápida de·-
compo ición de su cultura. Así pues, la . ociedad de l.os aché
iroiangi no estaba podrida; su buena salud Je impedía iniciar
conmigo, .con otro mundo, el discur o de u decadencia. Por
eUo, con un mismo movimiento los aché recibían los regalos que 1

no' solicitaban y reehazaban l,os intent1<) de diálogo p-Or(lue eran


1

lo sufici.entemente fuertes como par.a no nece,s itarlos: empeza-


1

ríaroos a hablar cuando e tuvieran enfermos. El viejo Paivagi


murió en junio de 1'963· cie·r tamente. p·ensa.ba. que ya no tenia
nada .q ue hacer en el n-iundo d e lo vivo,s . En cua]qujer caso era
el más anciano de lo aché gatu y su edad (seguramente tenía
má de setenta años} me llevaba a interrogarle con :fre.c uencia
obre ]as cosas del pa ado. Por lo general s,e prestaba de buen
grado a e tas conversaciones, pero sólo por breve plazo. al cabo
del cuat cansado, volvía a encerrar e en su ensoñación. En una
1

•· ocasión, al atardecer, cuando se preparaba pa1ia dormir junto a


su hoguera, 1ne senté a su lado. o apre ció en modo alguno La
1

visita, pue murmuró . uavem~nte y sin réplica: «Cho ro tuja


1

64
praru. de ro mita kyri wyte. >> (t<Yo soy un viejo débil. Tú er-e
una cahez:a ])landa, un recién n.a cido todavía.») Había quedado
claro~ dejé a Paivagi atizando, su fuego y me fui junto al mío un
poco turbado. como se queda uno siempre ante ,q uien dice la
"'e rdad. Tal era el salvajismo de los aché: colmado de su silen-
cio, signo desolador de su libertad última) era. preci amente yo
qui1en die ,eaba pr~varles de~ mismo'. Pactar con u mueJ"ite: era
prec.iso, a fuerza de paciencia y de a. tucia, a base de p equeña
1

corrupcione lofrecimiento de 1·egalos. de alimento·~ gesto ama-


1

ble de todo tipo, palabras siempre suaves, incluso halagadora )


quebrar La resistencia pa iva de los aché, atentar contra su
Libertad y obligarle a hablar. Para llegar a ello hizo falta cerca
de cinco tnese y hubo que agrade·cérselo, obre todo. a los aché
gatu.
Vivían en Arroyo Moroti de de hacía dos años y medio. Tiem-
po uficiente par.a Uevar a una tribu india que mantenga re1acío-
nes permanentes con lo blancos .a la desagregación. Pero el
aislamiento casi ·c ompleto del lugar, por el que sblo pasaban
esca.sos visitantes p.a.r aguayos, de hecho dejaba a los indios
enfrentados con.sigo 1nismo.. · indudableniente sus Mbito~ coti~
dianos se veían afectados, pero su cultura todavía no estaba
dema iado alterada. Por ejemplo. había__n tenido que aprender a
comer ll')andioca todo lo dia_s y carne con menos frecuencia,, lo
que entristecía mucho a lo~ guayaqui . Pero como todavía no e
había hecho ningún e fue1-zo por cri tianizarlos, su vida e piri-
tual no s·e había perturbado y el mundo de u" creencias se
1

mantenía vivo, protegi,e ndo a ·u sociedad de la mortal incerti-


dumbre que inevitablemente hubiera ~:ntroduddo en eUa una
evang1e~ización evidentemente impuesta. De modo qu e Jos aché
1

gatu seguían siendo aché a pesar de su re.l ativa habituaci6in al


trato con los blancos. Pet'IO cuando Jos iroiangi se p¡,esentaron
para ·comp'a rtir el campamento, la gente die Jyvukugi,. sintiéndo-
se fuerte por este adelanto dé dos años y medio sobre lo recién
]legado , adoptó respecto de e tos una actitud altiva de inicia-
do .. , frente a los neófitos,. de senores ante sus villanos. Entre las
dos tribus se estableció desde el principio una jerarquía; o, más
bien, los extranjeros ac·e ptaron sin discusión lo que los otros
intentaban obtener. Pues del mismo modo que para l·OS acbé
gatu el j ·efe paraguayo era la única protección ·c ontra e] mundo
blanco. a [ Karewachugi y los suyos necesitaban a sus compa-
tr•otas: sin eHos no llegarían a cornprendet lo que convenía
1

hacer, corrían el riesg0 de que su entrada en e] mondo de los


1

65
beeru fracasara. De m odo que s,e confiaro,n a la bue,na voluntad
1 1

de los,aché gatu, que no podían sino regocijarse ante tan favora,-


bles di's posiciones.
La He¡s.da de los .iroiangi no Jes había colmado de alegría ni
mucho menos. o se opusieron a ella, pue taJ e,ra la voluntad
1

del. b~anco,, pero. anfitriones iorzosos de ,e stos mo)estos invita-


1

dos, les reservaban una acogida desagradable. Los dos grupos


habían habitado sie,mpre su selva sin intentar nunc,a conocerse,
eran mutuament e enemigos potenciales, de, modo· que no había
1

razón para pregona.runa amistad que a nadie interesaba. Ade-


más, Jyvukugi sabía que los extranjero·s se beneficiarían d,e la
generosidad de los beeru y que en consecuencia la parte de ]os
aché gatu se, reduciría. Pero sc bre todo la r1e~adón de fuerza
1, 1

numérica era consternadora y la tímida aparid.ón de los otr-0s


produjo a Jos primeros el efecto de una inva i6n. El grupo de
Jyvukugi no Uegab.a a treinta personas: catorce hombres, si ete 1

mujeres y los niños. Los extranjeros eran sesenta. a los que


poco más tar-de s,e atiadieron Jos diez que 'yo vi llegar. Era
ap1astante: «iTarii. pule ro irioiangi!» (<(¡Los extranj eros son una
1

cantidad enorme!»), suspiraban los aché gatu. ¿No se eprove-


charian de su número para raptar a las escasas esposas que
1

compartían los hombres? Todos lo temores estaban justifica-


do , como lo estaba también el desprecio que suscitaban los
froiangi: les repartían hachas y machetes y ni siquiera sabl'an
utilizarlos ni afilarlos; a esos palurdos habia que explicarles
todo. De modo que se decidió evitar cualquier pr-omiscuidad y
no mezclarse con los intrusos a quienes se hizo establecerse a
cierta distancia t con lo que en re ali dad, bajo los árboles de
Arroyo Moroti había dos campamentos netamente separados a.
una y otra parte del arroyoMAdemás se les hizo,sentir claramen-
te quiénes eran Jos verdader·Os amos: la superioridad numérica
en modo aJguno compensaba u profunda i,g norancia: «lroiangi
1

kwa W. et, ure kwa ty» («los extranjeros no saben nada, nosotros
sí, estamos acostumbrados a s,a ber.») Los iroiangi, poco susc·e p-
tibles, estaban perfectamente convencidos de 1ello y ni se les
ocurrió disputar a Jos aché gatu la preem¡neneia que les conferia
e) saber adquirido junt.o a los blancos. Aceptaron humildem,e nte
el papel ecundario y así fue como Jyvukugi, sin pretend er 1

aminorar el prestigio de Karewachugi entre los suyos, llegó a ser


el dirigente de todos los aché. HábU político al mismo tiempo
que valiente cazador. supo exptotar rápidamente en benefki.o
de su p11opio grupo la timidez y la torpeza de ~os, extr-anjeros.

66
Para empezar, proporcionó uno mujer a su hermano Pikygi, Pez
Pequeño a quien poco antes había abandonado la suya para
seguir a otro hombre. Cuando llegaron loa iroiangi Karewachu-
gi terúa dos es.posas, una antigua y otra reciente, una muj1er
joven cuyo marído había sido muerto por los par,a guayos; Kare-
wachugi ]a había tomado como japetyua. esposa secundaria.
Llegaron a un acuerdo y Karewachugi cedib sus derechos, a
1

Pikygi. Se separó de su joven esposa s:in mucha pena,, a.unque_le


1

hubiera dado una hijita, mientras que de la ,esposa principal


tenía dos hijos ya casados y padres de familia; pero cuando se
tienen dos muj,e res hay que C'azar el doble~ Además Kar,e wachu-
gi veía que con esta dejación de sus derechos se conciliaba la
1

voluntad de Jyvukugi. En cuanto a la mujer j ovent estaba en-


cantada de tener por nuevo marido a uno de aquellos aché gatu
tan ricos y seguros de sí mismos. El beneficio de la operación
era doble: los aché gatu, escasos de mujere ganaban una;
además este matrimonjo transformaba en aliados e los dos gru-
pos hast.a el momento hostiles. En definitm, por mediación de
p¡kygi y de su mujer~ los de, ambas tribus se oonvertian mutua·
me,nte e,n cuñados. Lo que era impo, ¡ble cuando todos los aché
viv(an ind ependlentes en la selva su re,c onciliación en una sola
1

comunidad en la que todo s fueran iron.dy. compañeros¡ se realí-


1

zaba una vez pe·r dida su libertad. A partir de ahora 1eran paue~
hennanos a pesar de no haberlo de eado.
Así pues. reinaba el buen acuerdo; persistía un rencor ecre-
to, ,si bien aparecía. púbUcam,e nte sólo en raras ocasiones. Por
1

ejemplo, por ambas p BI'tes se evitaba llamarse iroiangi, cosa


1

que hubiera sido ofen iva entr,e uaja, entre cuñados. P ,e ro cuan-
1

do se ,e staba con la propia gente nadie se tomaba la molestia: se


olvidaba a los uaja y sólo se hablaba de Jos extr,anj1eros. Un día
Kybwyragi me reveló la verdadera natural,e za de sus relaciones;
mirando vagamente a un grupo de iroiangit me c,onfió: «Cuando
hayan mue,r to todos tomaremos sus mujeres. Y as[ tendremos
muchas mujere ~» Las vi ejas se m,o straban menos prudentes.
1

Un atardecer charlaba yo en voz baja con Jygi (Rana):, mujer


aché gatu de bastante edad. El campamento estaba tranqui]o
casi adormecido~ cuando re p entinamente surgió de un l,apy un
1 1

pedo, de, gran sonoridad en el silencio ambiental. Riéndome le


pregunt-é a Jygi: «¿Ava r-ó pyno?» («¿De quién es ese pedo?»).
Creyendo indudablemente que intentaba. acusarla~ exclam6 en-
furecida y en voz muy alta para que nadie ~o ignorase,: e<Los
extnutje,r os se tiran muchísimos pedos. ;l11e put.e , se peden teni-

67
blemente! ¡Nosotros los ,a ché gatuno nos pedemo,s nuncab> Na-·
die rebatió la inj1uria qu.e era además una calumnia. Pues los
guayaqu¡s son muy discretos en lo referente a las actividades
1

naturales de sus cuerpos. cuya expre·sión sólo permiten pe r 1

medio d,e] eructo~ indicio, sano de un apetito satis~cho. Ningún


otro ]enguaje está permit~do. Incluso Jos nifi,oa se ap,artan consi-
derablemente de ]as cbcu;as :p ara aliviarse, invisibles e inaudi-
bJ,e s bajo los árbo les. En ocasiones se oyen unas risas, que se
1

alejan': son las mujere s jóvenes, que se van a orinar juntas. Y si


1

casualmente .a]guien, por distracción, se QtH!da demas.iado C. erca


1 1

de~ campam ento. es muy posib]e que una vieja le repr,e nda
1

agriam·e nte: <~i Wata reho! iK aari rñ puchi! >> ( <<¡ · igue camjnan.do~:
¡En· la s.e]va sí, caga!»). Las, aguas del arroyuelo, con lecho de
1

arena muy e-Jara - por e:so los indios guaraníes le Uamaban . oro--
1

ti r(blanco)- 1 aco,gían la ab~uciones tanto de lo extranj,e ros


oomo de los aché gatu. Con todo, estos últimos negaban que sus.
cuñados fueran u iguale y ran,mente sallan juntos l.os caza-
dores de Jyvukugi con los hombres de Karewachugi. Esta acti-
tud picajosa les llevaba inclu· o a lo limites de] ridículo; Jyvu-
kugi.; qu·e 1e ra sin e·m bargo mesurado en actos y 1en palabras,, más
dado a petrificar a[ interlocutor con una aplastan.te mirada if~
nica que a decir cualquier cosa~ el p:ropio Jyvukugi, no si empre 1

podía evitarlo. Un día vi gilahB atenta mente e] trabajo· de un


iro,iangi que labraba una flech.8. A] cabo de 1cirerto tiempo l1e
Uamó quería examinar su traza: {<Mecha vwan 1({<pa.r,a \l"er>>L
dijo sin alterarse. El otro se la ]levó presuro,s amente. Era una
bu ena nec!ha denta da por un so]o lado como casi todas Jas
1

flechas de· los .eché. Jyvukugi verificó su rectitud y su rigidez,


1

observó ,con cuidado la regularidad y La ¡profundidad de lo


dientes. A continu.a,ción ~e la mostro a su muj er, sentada junto a
1 1

él, y dijo con.sternadoj con una sonrisa de compasión ·e n los


labios: «¡Vai pu.te.'>> («¡Qué· fea!>>) Su mala fe era patente, pues la
flecha era tan buena Co.m o cualquier otr,~ ¿P,or qué entonce"
1 1

Jyvukugi, experto en la materia la. censuraba? Porqu@ @l artesa-


no~, despro,v isto, de berramie nta metálica la había fabricado con
e] buril tradkionai de· Jos guayaquis; el prachi, un )argo incisivo
de rC apfoara montado sobre Un hueso de mono 8 modo de man-
go~ todo eUo p.e gado con cera de abeja y atado con corteza de
liana. Por ello, las mue cas no pl!lesentaban el aspe<eto Hmp¡.o y
bien limado que Sé obte·mÍa fácilme•nte COil UD <::u.chillo de h0 M •
1 1

bre blanco~ pel:'lo no tan,t o co n el prachi. Jyvukuki lo sabía. pero


1

quería basar su dominio en Ja uperiorídad técniea de ]os suyos

68
.. 1

7. Prachi, principal herramienta d e los h ombres


para la fabricación de flechas

Y se reía de las rústicas flechas de los iriiiangi. Al no poder


rivalizar en este sentido con los beeru , se vengaba en el que era
más pobre que él: el mundo de los blancos es tal que en él la
igualdad resulta imposible; J yvukugi lo había comprendido rá-
pidamente. ·
Pero si bien protegía ante todo los intereses de su tribu, no
por ello descuidaba los de los extranjeros. En la medida en que
estos le reconocían, por encima de Karewachugi, como su ver-

69
dadero dirig,e nte, se sentía casi tan responsable de eHos como
1 1

de su gente. También se cuidaba. cuando el Blanco p·r ocedfa a


1

alguna distribución de alimentos, remedios o herramientas, d e 1

que todos los aché recibieran la parte que les tocaba. Del mismo
modo, cuando tení.a Jugar ,Blgún acontecim'iento importante o se
adoptaba a~guna de·c isi6n que afe·ctaba a todos, Jyvukugi se
ocupaba de visitar el campamento entero y de transmitir la
noticia a todos los .aché,, famiUa por famlJia comentándola ~
dando abundantes detaUes a fin de qu1e todos e,stuvieran periec-
taniente al corriente de lo que sucedía+ Al principio estas gira
informativas me orpflendían mucho pues de hecho los indio ,
ya sabían de qué e tratabas El paraguayo, cuando tenía que
comunicarles algo, les reunía ante su casa de adobe y les hablaba
en una extraña y confusa mezcla die guaya,q ui y guaraní: sólo tres
o cuatro acbé gatu Uegaban a comprender estajerga, impermea-
1

ble para los demá.sM Por eso hab[a que traducir .sus discur&os, de
Jo que se encargaban sobre ]a marcha estos pocos, iniciados. A
pe ar de ello cuando la gente volvía a su tapy, Jyvuk.ugí repetia
1
1

prolijamente Jo que acababa de s,a ber por aquellas pocas, pala-


bra . Cuando, ~os indi 0 escuchaba·n a Jyvukugi parecían ignorar
1

por completo lo que este les decía· en.t una extrafia comedia en
,q ue los oyentes m·o straban su sorpresa pre tando atención ,a
qu[en, in.dudablem ente. no po-d~an engatiar con su fiictjcia extra-
1

ñeza. ¿Cuál era pues el secreto de este juego? ¿Cuál era la regla
que se ponían de a,c uerdo para respetar con complicidad com-
partida? ¿Por qué era preciso que Jyvukugi repitiera inútihne,n-
te Jo qu,e ya sabían los otros? En modo, alguno dependía de la
1

calidad de la información dada por el paraguayo; pues fuera 1

'mportante o no ~a actitud de los indios era la misma. Sólo e


o conside,raban realmente wnformado a partir del m.om,e nto en 1

que lo abían por la propia boi:a de Jyvukugi: como si su palabra


sola. pudiera garantizar e] vaJor y la veracidad de cualquier otro
discurso.
· Yo ve·í a en eUo~ simplemente~ !a naturaleza esenc¡a[ de] poder
político entr~ lo indios, la relación real entre ]a tribu y su jefe.
Jyvukugi~ como dirigente de los aché, tenía que hablar; eso era
lo que esperaban de él, y ,éJ r"E'spondía a esta expectativa yendo a
c<informar» a la g·e nte de tllpy en tapy. Por primera vez podía yo
observar directamente - pues funcionaba de modo transparente
ante m¡s oj os- la institución política de los indios. Par.a ellos el
1

jefe no es en modo aJguno un hombt"te que domina a los demás,.


un hombre que da órdenes y a quien se obedece· ningún indio

70
I

•'

. -·~

'
'.
'.·~ '

8. Quijada de ca pivara cm

9. Prachí de pun1a. metálLca

aceptarla esto y la m.ayoría de las tribus sudamericanas han


prefe.ridio latnluerte y la d1esaparici&-n a sufrir la opresi6n de ]os
1

blancos. Los, guayaquis, entregados a la misma fi~oso!ía política


<<sal'\Taje>>., separ.aban radicalmente el poder y la vio~encia: para
probar que era digno de ser jefe,. Jyvukugj tenía. que demostrar
que a diferencia del paraguayo; no 1ejercfa su autoridad de
_ modo, icoerdtivo; por el contrario, la. desplegaba en lo más opues-·
1

1
~ to .a ]a vi·olencia, en el elemento del discurso, en la palabra. De·
modo que cuando visitaba en una gira a todo 1e·l campamento no
decía a los aclhé nada. que eHos no supieran, sino que confirmaba.
1

su a1>ititud para ej.e·rcer la (un e:l6n de que le habían ~nvestido. Así


pues el significado de su discurso se· desdoblaba, pues su senti-
do aparente no hacía stno·disimular y a] mismo tiempo revelar ·el
se·n tido oculto pe.ro verdadero de otra palabra, de otro dts.curso
1

quie atravesaba. lo que éJ decía. Pa~abra plena, discurso denso

71
que, al mantene,r iguai a sr mísmo el lazo entre e,[ grupo y su
poder, de hecho ,enunciaban:

Yo, Jyvukugi soy vuestro Ól~YUBi·~ vtaestt"to jefte. Me congratulo de


serlo, ,pu es Jos achi m~ce sitan un ,gufati y yo qu tero ser rese guía. He
pr-obado el p]acer de dirigiro."l y quiero prolongarlo. SeguiJ-,é gozan-
do de él mientras me reconozcáis como vuestro j,efe. ,~Impondré a
la fuerza e te reconocimiento, me pondré en pugna. rC Oll VO~otros~
confundiré fa ley de rn i. desreo con la del grupo a fin d.e' q oe vosotros
trn gáis lo que yo qu íero? o, pues e ai violencia para nada me
ervirie: rechazaríais esa subver ''ÍÓn en ese momento dejarlas de
1

ver en mi a vue tro beeru¡.:i, elegiríais otro y mi caída seria todavía


más doforosa, pues, rechazado por todos ., estaria condénado á la
so~edad . Obtendré e] :reconocim~enlo que incesantemente debo
solicLtar de vosotros no por el conflicto, sino por Ja ,paz; no IJ-Or la
violencia, sún.o por e! discurso. Por eso hablo, hago lo que vosotros
queré is, pue la ley del grupo es la de mi deseo; qu:eréis saber
quién oy yo; yo nablo y e me e cucha. yo soy el jefe._

El pensamiento polítiéo expresado en e te discurso imagina-


1

rio no se hurtaba, en ci,erto modo~ a la conciencia de tos indios.


Así fue testimoniado· por el hombre a quien interrogué respecto
de las aetividad es del jefe. Queriendo preguntarle qué hacía
1 1

Jyvukugi (en e! sie ntido del to do inglés)~ utilicé el v,e rbo japo
que signüica fabrLcar (to make). Me respondió vivamente: <t¡Jy-
vukugi japo i~ inandy!» («~J'yvukugi no "hace , es e~ que suele
hablar!})) . o es que Jyvuku gi no «hiciera>): por el contrario,
trabajaba mucho falbri cando flechas, sin cesar. M~ informador
1

que.ria exprUear que Jyvuku:gi n,o se definía por ,e] hacer sino por
e] decir,, que· en esto r esidía su diferencia die los demás, y que
1 1

por tal motivo era el jefe. Así, la obHgaci6n de manipular cada


vez ,que e necesario el instnune·n to, de la no-coerción --el Je•n-
guaje- somete ail jefe a~ control permanen e del grupo~ tod.a
palabra del dirigente es una garant[a que S e ofrece a la S ociedad
1 1 1

1
en el senpdo de que su poder no la amenaza; por eJ <.>ontrario, su 1

silenciq inquieta. De,s de luego, los guayaquis no e~abaran la


teoría de u poder político, se contentan 00n llev.a r ,a La práctica
1

y mantener una relación inscrita en la propia estructura de su


b" sociedad y que reapa'l~ece en todas ]as tribus indias. En e1los e~ 1

(<poder>), encamado por los jefes, no es 1HJtoritario,; no1en ,e]


,s entido de que dichas soci.e dadie s primitivas tendrían que hacer
todavfa. muchos progresos para llegara o·t orgarse uno verdadera
institución politka (esto es similar a la qu e existe en nu~stra
1

p ropia civilización), sino en e) sentido de que estas sociedades


1

72
« alvaje »rechazan, por un acto sociológico - y en consecuencie
inconscient . que, ,s u poder se vuelva coercitivo. Los }efes no
1

pueden utilizar su función con fines personales; de,ben cuidarse


de que . us d~signio individuales no se sobrepongan nunca a ~o
interese de la comunidad; e tán al servicio del grupo, son sus
• instrumento . Los dirigente , sometidos a su contriol permanen-
te, no, pueden transgredir las normas que fundamentan y suby,a-
cen a toda la vida ocial. , e ha dicho que el poder corrompe: he
aqu[ un rie go que no corren los indios, no, tantio por rig,or éUco,
per onal como por imposibilidad ociológica. Las s·ociedad,es
indias no e ·taba:n hechas para ,e o,, y de eso han muerto.

Hac!a finales de la primer,a mitad del iglo XVI l.0 s, conquista-
1

se
dores adentraban en el corazón del,continente sudam·ericano.
En sucesiva expediciones. las primeras de las cuale fuer·o n
masacradas por los indio, adentraban sus navíos por el Río de
1

Ja Piata, así denominado por los españoles que veían en é] el


camino hac:ia e] p·aís de los metales preciosos, el Perú de los
incas. Ello mismos todavía no lo sabían, pero, los indios del
litoraJ bra i]eno, que llevaban pequeñas hachas de cobre y pec 9

torales de plata batida, les habían expUcado que e to objeto·s


provenían de unas montañas muy lejana situadas al oest-e, los
Andes. Se sabía también qu,e un marino portugués, Alejo Gar-
cía~ arrojado por un naufragio en 15·21 a ia co1 sta~ má,s o menos,
en el emplazamiento del actuai puerto de ,antos~ se había
adentrado ha·cia poniente aco·mpañado por indios tupiinamba.
Habiendo llegado al Paraguay rec1utó, fácilmente varios cente-
nares de guerreros guaran[es. algunos de los cuales ya conocían
e~ país del, or,o por haber d epredado en ·v arias oc.asione,s sus
1

puestos avanit)dos. A'ejo Garc(a y u tr-opa atravesaron el Cha-


co, llegaron por Bolivia a los límites del imperio inca, reunieron
un ,g ran botín de oro y p)ata y se volvieron hacia el este~ Al
alcanzar las oriUas del rio Paraguayt los guaraníes mataron aJ
portugué,s y todo el botín quedó en su s manos. Alejo García fue
el P'r irner blanco que atra ves6 América de I Sur y pudo contem-
1

plar la riqueia de los, c.aracara («lo.s buitres»), nombre ,g uaraní


de los incas. Todo e,s to, no inquietaba a Jos españoles que no
alberg.aban temore ; por el contrario el destino del audaz por-
t?gués l?s tranquilizaba: ¿acaso no, probaba 1q ue Eldorado ex]s-
tia efect1vamente y que es taba al alcance de sus manos? Pero las
cosas rodaron de otr,o modo. Entre el oro y los conquistadore

73
, e extendía el Chaco, y los indios que lo poblaban eran duros
guerreros enemigo mortales de los guaraníes y por tanto de los
1

karai, sus aliado blanco .. cuya cabelleras estimaban especiaJ 9

m ente. Cuando Jos españole llegaron a la montañas tras varias


1

t,e ntativa infructuosas upteron por lo indios que hacía ya


mucho tiempo hombres blanco y barbado • provi to· de armas
de fueg·o y montados a caballo, habían sembrado, Ja guerra y la
muerte e.n ei norte d eJ país: así upieron que Pizarro se les hab[a
1

ade[antado y había. de truido el jmperio. Era demasiado ~a.rde


para eUos, .el oro no le. e. ta 'ba destinado.
1 1

En realidad había pa ado mucho t ie mpo desde la. época en


que aquellos j6vene andaluces y extremeño , carentes de te-
mor y e crúpu]os, pu ieran pie en el Paraguay fundando el
fortín de Asunción't futura capital del paí .. Tiempo uficiente..
en cualquier caso, para que, ablandados por el clima y por la
1

hermo a índia guaranie • de ·animados por los sucesivos fra·c-a-


so de las entrada-..~* a travé .. del Chaco, renunciaran al sueño die
conquistar [a riqueza, Práctkamente aisJados de Es9aña, don·
d ni siquiera se sabia qué había. sido de Jos conquistadores del
Río de la Plata, pr,e ferían abandonarse a1 des~nfJ'1eno entre los
brazos de sus amantes. La aUanza anteriormente estabJedda
con los guaraníes había .. ido ventajosa para ello.: ]os hombre ., ·e
habían convertido en sus e clavo y laL mujere en u concubi-
1 1

na·~ cada e paño] era dueño de un nutrido harén. Loskarai ra'y,


los mestiz 0· de blancos e indios proliferaban por centenate y
1

pronto por millare en torno de las casa .. de adobe y de lo


huertos en que sus tíos, lo , orguUo o guerreros de antaño 1

cultivaban la mandjoca y e] maíz para ]os señores. us cuftados.


En realidad los hidalgo no dominaban todas las. tribus gu.ara-
níest sino solamente las que vivían alrededor de Asunción. Por
el norte y por el este había otras muchas, podero as, p·ró speras
1

y con. us grande ca a cole<:tivas, cada una de las cuales podfa


albergar a más de doscj,e nta. per onas. us jóvenes eran va]er,o-
sosl sus viejo astuto y sus grandes brujos lo karai de increí-
bles podere , abían hablar a los dioses: por e o se llamaba
también. karai a los blanco Uegados del este, q,u'e parecían
duenos de un poder incomprensible. Gracias a los cantos y a Ja~
danzas de los chamanes crecían Jas cosechas en la planta·c iones
y Tupan, apaciguado· y educido por las hermosas p,alabra.., de
lo. karoi! enviaba su Huvia benéfica cuando e precisaba.. En

74
cuanto a Jas eJvas~ en eUas abundaba la caza: flechas. tramp as y
1

mazas propon;ionab.an a lo·s habitante.., de los laua, los pueblo .


toda la carne que deseaban. Finalmente, estaba la guerra sin
cuartel contra los .ka 'aygua. ¿¡Quiénes eran estos? «Los de la
selva»: tal era el nombre despectivo. ,q ue se daba, entre otro
(pues :servía a los guara.nies para de ignar iglobalmen te a todas
Ja . tribu que con ideraban .salvajes)"~ a a·queUas gente. a las
que 1casi nunca . e veía, excepto cuand<.>1 se acercaban a los
huerto para saquear1os; pero en cuanto e des.cubria su pre.
1
,en-
cia se oía el ruido de su fuga por el bosque.• como el tapir
espantado que S1e lanZca 1en línea re1cta. Tal era precisamente La
con ideración que merecían los ka 'aygua a Jos guaraníe : ani-
male cuya reputación aterrorizaba a ]a. mujeres. Gustosam en- 1

te los hubieran exterminado, pero era imposible; ni siquiera,


sabían cultivar, no construían casas y erraban constant.emente
pór us inmensos bosques: no e lés podía alcanzar. Ni siquiera
cuando una de sU8 bandas, abandonando momentáne·amente su
apartamiento, se· lanzaba a·I amanecer obre un pueblo. na
Uuvia de flechas clavaba a los hombres. dormidos en u hama-
cas y luego, durante el asalto, la hachas de piedr.a y la pes.a das
mazas d e madera quebrantaban cráneos y miembro ·. Lo.. a aJ-
1

tantes se retiraban de ~nm 1ediato, Uevándose con igo a las muje·


res que habían ido a capturar. A vece los "vigías avisaban del
ataque y los ka 'aygua eran re,c hazados; también a vece Jos
guerrer·os de vario,s pue blos se a1ia ban para per eguirlos; entoo-
1

ces ]ograban int,e rceptarlo. y devoraban a los prisioneros en


grandes banquetes para vengar ias ofensas y la . muerte . Mas
por ~o ,general ~os ka 'aygua desaparecfan en la profundidad de
1

Jo.s bosques que conocían mejor que nadie.


Los ka 'aygua no sabfan que los guar.a níes ~es designahan asf.
EHos mismos se Hamaban aché~ que en lengua guayaqui quiere
decir las per onas. En cuanto al.os guaraníes sólo 1es conocian
bajo un nombre: machil.ara («muchas nechas»), Eran los enemi-
go·s, y lo eran desde hacia tanto tiempo, que no se recordaba
haber tenido con ellos más ,c onta.cto que Ja guerra y la e.m bosca-
da. Ycomo los gua.ranies eran infinitamente más numerosos que
Jos guayaquis, estos decían de aquellos: (das flechas innumera~
b1es>) ~ Machitara-guaran:íes po r una p arte y aché·-guayáqu.is por
1 1

ot:ra; los primeros edentarios a oriUas de los bosques que


a1bergaban su ciudades y huertos; los segundos, apartados en
el verdadero corazón de 'la selva, nómadas furti\l'os que ·:se de-
fendían palm 0 a palmo frente al avance progre ivo de los prime·
1

75
ro : así eran [os indios de Ja zona oriental del Paraguay. cristaJi-
1

zados para siempre en un odio recíproco irrenunciable. Los


aché, que han aceptado ,el mundo blanco, nunca hubieran con-
entido en aliarse a los guaraníes. Mientras yo estuve con eHo
una parte de lo guayaquis abandonó Arroyo Moroti piara insta·
lar un ,campamento p,rov~sionaJ a una jornada de distan cia3 Mas
1

precisamente cerca del mj mo hab[a un grupo de una treintena


de guaraníes., Ta·n pronto como conocieron la negada de us
enemigos hereditarios,. que sin embargo 1e ran bastante pad'fi~
cos, se mudaron y flecorrieron cuarenta kilóm1etr-0~ para poners e1

bajo la protección de lo.., soJdados paraguayo : creían que los


aché habían ido a ma acrarles para tomar sus mujeres.
¿En ,q ué lejano acontecimiento se enraíza e. te odio? En Ja
medida en que este interrogante e de naturaleza hi tórica r,e~
ulta casi imposible darle respuesta con . ,eguridad~ pues el pa-
sado de lo. indios americanos. carente de datos arqueológico
dur,a deros. está marcado por la 0scuridad la confusión y el
1

desorden. D e todos n1odos cierta h~pótesis tienen má v,e rosi-


1

miHtud que otra . La tr ibus guaraníe , ocupaban un territorio


que se extendía d1esde el río Paraguay hasta mucho más allá de l
Uruguay, casi ha ta eJ litoral adántico; los indios de la costa
1

brasileña~ aunque muy parecidos a Jos guaraníes por u ]en,g ua y


1

por su civilización~ se denom~naban los tupi, por Jo que se habla


de lo tupi-guaraníes como de un conjunto cultural homogéneo.
Pues b ien.. evidentemente todos estos indios eran conquistado·
res. ' u expansión a lo largo de todo el continente sudamericano
~espondía ·itnultáneamente a una inquietud religio a que les
He,vaba a bu.scar en grande, mi:g raciones Ywy mara ey ((<la tierra
sin mal», «,e] paraíso terrenal>>); a una ética be]i(;osa que propo-
nía a to jóvenes el modelo g~o:rioso del guerrero; y finalmente,
sin duda,, a una nece idad de espado vita] provocada quizá por
una e,xp1osión demográfica. Hay Qllit! tener presente que proba-
blemente los guaraníes no son los primeros ocupante dél Para-
guay aunque estén e tablecido aUí desde hace iglos, como
atestigua el reciente descubrimiento de cerámicas del iglo VIll
de nue tra erat abe conjeturar que la.s primeras oJeadas inva-
sora no ocuparon d ,e siertos. Probablemente encontraron en
aque]Jos Jugare , y la redujeron por la fuerza. poblaciones cuya
inferioridad numérica no les ayudaba a enfrentarse a l.os impla-
cab!es kyre-ymba , los guerreros guaraníes. Los medi~q de estos
últimos par-a asegurar ·e el dominio de un territorio conquistado
1

~
eran 'expeclitivos: de ser posible, mataban a Jos hombrest e

76
desposaban, con las mujeres y adoptaban a los niños.. ada
prueba - pero tampoco hay nada que impida pensarlo-- ,q ue las
cosas sucedieran así entre Paraguay y Uruguay; en cuyo caso
sentimos la vehemente tentación de oonsiderar a los indios
guayaquis como últimos superviviente·s de un viejo grupo, po bla-
1

dor pr·e decesor de ~os guarantes en estas regiones. Hay una


razón suplementaria a favor de esta hipótesis. En contra de una
opinión taJl exte.ndida-eomG iMxaettt~··Ja mayoría de ~os indios
de América de] Sur-por Jo menos en Jas áreas tropicales en que
,es posible la agricultura- eran agricultores par.a quienes los
1

frutos de la tierra eran tan importantes como los recursos si]ves-


·t res de la ,c aiat ]a pesca o la feco~ección. De hecho~ las dviJiza-
ciones ·de nómadas no cultivadores son muy escasas. Y . in
embargo existen, como te .. timonian los guayaquis. ¿Qué pensar
·• de eUo?' Admltamos que estamos ante verdaderos fósiles vivien~
1

tes quelre·m itirian a ]os lejanos tiempos en ·Que se desconocía la


agricultura. Pero ¿cómo explicar entonces que estas pudieran
atravesar indemnes los siglos e inclu o los milenios, a lo largo de
los ·CUa~es los pueb1os vecino,s desarroUaron y perfeccionaron 1el
laboreo, de la t¡erra?' ¿Los guayaquis se habrían mantenido al
margen de la Historia, rebeldes a cua]quier aportación o imper-
1

meables a cualquier innuencia, siendo así que la agricu~tura se


practica en el contine·nte desde hace dos o tres milenios?· Es
1

dificU creer que hayan escapado hasta el presente al ((Conta~io»


agrícola (incluso a la moda~ por as[ decirlo): los nómadas actua-
les no son verdaderamente ,a rcaicos. ¿Y entonces? Sólo queda
abierto un camino: si los. nómadas carecen de agricultura no es
porque no la hubiera~ adquirido, sino por:qu-e la han perdido. Y
en es.ta pérd~da hay que lee·r precisamente como grahada en
hueco, ~a huena de una H¡stoiria a la que no habrían podido
sustraerse más que los demás pueblos.
¿Cu.él fue~ en eJ caso de los guayaquisJ .e] acontecimiento
ge,n eralizado que precedió a su historia marcha atrás a su regr·e -
sión culturat? ¿Les ha bria expu1sado lejos de sus huertos alguna
dudosa catástrofe natural?' O más bien una relación de fuérzas
desfavorable, un choque de civilizaciones desiguales; en pocas
pal~ bras, la guerra de conquista que les, llevaron los guaraníes,,
obhgándoles a buscar refugio apartados de los invasores. Lleva-
ron. ento·n ces una vida casi ·c landestina intentando incluso disi~
mu~ar (Y esto, como veremos. está atestiguado} pe queñas plan·
1
1

~c1one~. Pero una ve·z iniciado el impulso Ja vu1 e]ta atrá era
llTe\l',erssble,. y eJ agravar.s·e las condiciones de inseguridad .a

77
'causa •de Ja creciente pre.sión de Jos machitara, los. aché - en
época· bastante reeien~ renunciaron por oomp)eto a la agricul-
tura. Pero qo~zá fuera eJCcesivo reducir a la m era hostilidad )as.
1

re~aciones e:ntr,e v·eneedol'les y ve,ncidos, como si en todo tiemp<"


los grupos hubieran Coe:xistldo s~n tener contacto. Pudo haber
1

aproximaciones temporales~ acueridos provisionales.; pausas en


la guerra qure permitieran .a los guayaqui:s: adquirir y a,similar
(aunque d e manera fragmentaria) los rasgos cu ltur,ales más s.e·
1

ductores. de los guaraníes. De modo que c,on e~ paso de las


generaciones pudieran,, sin por e]~o v·o lver a u condición prime-
ra apre·nder la lengua de' sus enemigos transformándola, r-e,co-
ger part:ialmente sus mitos y creencias, y copiar apr-oiimada-
mente, su v~da ritual. Indudablemente todo, esto tuvo lugar~ de
modo. que los guayaquis no :s6~o serian regr,e sivos sino que
además estarían guaranizados. Quizá sea este el sentido hístóri-
co ·q ue convenga asignar ,a este breve mito que todavía re]atan
los mbya-guaraníes de) Para.guay:

Al princiJ)·i O ]o~ mbya y los guayaquis vivían j1untos bajo 1el gob[er·
no de Pa··¡ Rete Kw:eiray 1C«~ I dios con cuerpo de soh>). n día los
guayaquis aparecier-0n comp]etamente desnudm¡, en la danza ri·
t111al: Pa~i Rete Kwaray, enfurecido, Jes f\ecriminó, :~es maldijo,y le
dispersó por la selva. Por e·Site motivo han vivido errante·s y aal\'a-
jes hasta el presente.

Bue.na concie·n cia, pero inconsciencia de ]os guaraníes~ los'


1

aché n 0 tienen sino lo que rn.e tecen, no hacía falta ofender aJ


1

dios transgrediendo la re,gla del rito destinado a celebrarlo.


Pero también se ap~ecia ]a subte.rr,á nea inquietud que impide
aceptar tranquilamente !as düerencias. y que al no lograr supri-
mirlas, in.tente inclufr1as e,n un código familiar, e,n un simboJis,.
mo tranquilizador. Para Jo..r;; mbya,, los guayaquis no son g·e nte de
cultur.a difer-.nte, pues no puede haber diferencia en ,la cultura;
están más a]lá de las reglas, más .a llá de·~ sentido y más aUá die la
~ey; son «los salvajes>>: inc~uso los dioses. les son contrarios+1

Ciert-amente~ toda civUizaeion t~1ene sus propios paganos; pero


la nuestra, Ja cristiana,. n11nca ha vacilado en entona_r su c.anto
glorificador al dios que ot-rosi entre suplicios y masacres~ s.e
negaban. a ador,a r. También en este aspecto conviene m·edir e]
verdadero valor de nuestro mundo 1

·E J primer momento, de Ja conquista fue el de los soldados;


1

vinieron a continuaci.ón los sacerdoties y a principios del siglo

78
xvn e] gran R~iz de Morit.oya inid6 .la empresa misionera que
culminarla en el sorprendente imperio je,s uítico de] Par.aguay.
El dolor y las penalidades no faltaron y muchos miembros d e la 1

Compañía de Jesú.s perdieron ~a vida ,allí. Pero su obstinación y


su voluntad de no servirse de la fuerza para hacer que, los
guaraníes se instalaran en las misiones vencieron la resistenci~
de Jos indio . Para estos últimos la vida ,con los jesuitas pronto
rest1ltó ser una akernátiva a La e clavitud: efectivamente·, 1e·sta~
ban ,e ntre do fuegos, entre los banckirante po,r tugu eses de Sao
1

Paulo y los españoles de Asunción: tanto lo~ unos como lo


otros con ideraban a las tribus, guaraníes como una fuente de
esclavos inagotable. AJ principio las misiones fueron refugio; un
siglo más tarde los jesuitas podían jactarse de tener bajo su
1controi y de hahe·r iniciado en Ja reHgión ·c ristiana a la mayoría
1de los indios de la. región: decenas, e incluso cientos de miles d e 1

indios~ poblab(\n las <,(reducciones». De de mu ~_!llP~~.E;~~en-.


ha
te CQllQ,eieronlf~s jesuitas existencia e·lOSka ~aygua:r de qui,ew
nes los guaranfe,s ha,c(an un retrato terrorífico. La curiosidad y
e.l c~Jo apost6Lico se conjugaron para. inspirar a los misioneros e]
deseo de ver de cerca a «los d e la selva;>y .de ganar para Dios
1

aquellas alma~( victimas especiale· del Maligno. Hubo v,ar-ias


tentativ,e s de contacto pacífico; todas fracasaron! los guayaquis
er.an inalcanzab1es. Entonce se decidió sacrificar Ja no violen-
cia a la eficacia y se organizó una e,xpedición de tipo mBitat con
ayuda de los gpar.anies. mey satisfechos de perseguir a los
ka ·a~gua. Esta vez·el éxito coronó sus esfuerzoa: una banda de
una trieintena .de guayaquis fue capturada y conducida a una
!-IDsión. Los jesuitas1 que dominaban perfectamente la lengua
de los guaraníes,. pronto debieron observar su afinidad con e] 1

]e·nguaje de )o,.s ka "aygua. In.<: luso ],e s p ere d6 que había en el


guayaqui una gran suavidad y atribuyeron u rnusiicalidad a Ja
pureza del agua de Jo arr.oyos elváticos en que se rafrescaban
los ka 'aygua. Pero no pudieron prolongar uor mucho tie.mpo sus
observaciones· efectivamente, aqueUos bárba11os ,'e· mo straban1

tan reticente a imitar el ejemplo cristiano que la mayoría de


ellos. preririeron ·m orir de hambre· mientras 1q ue el resto volvía a
Ja.s tenebrosas selvas en que el d·emonio les atormentaba. Los
1

~e~u~ta~t desanimado , no quisieron repetir urui 1e xperiencia tan


mutiJ. Y hasta principios del siglo XX no e oyó hablar más de
los ,g uayaquis;, su exi te·n cia hubiera sido casi mítica si de vez en
cuando no hubiera corrido la noticia de uno de sus, ataques, que
el rumor púb1ico amp]ificeba hasta Ja desmesure.

79
, Los jesuita~) que s e dedicaban sobre todo, a propagar la f:e~
1

eran a] mismo tiempo sabi.os que p_l'!~·!aban ~tencibn a los extr.a-


ños espectáculos que por entonces of:rec(an el uevo M111Jndo y
sus habitantes~ Cuyas co tumbre, y creencia consignaban por
1

escrito atentos a descubrir en eUas Ja mano del Diablo. As:í pues


los archivos de la Compailí.a d e Je~ús con:stitufan una especie de
1

enciclopedia de América; todo e t~· sabert pacientemente· acu-


rnu~ado a lo lar¡go de decenios~ proporcionó al padre Lozano la
materia prima de su e~egante y erudita Historia de la conqui"'"'ta
1

del Paraguay, de cuya redac·ción había ido encargado. Trabaj1ó


en ella dura.nte más de veinte años visitando cada redu<:ción,
oompulsa~do todos los documentos e interrogando a todos lo
te·s:tigos; su trabajo no sería acabado ha ta mucho més tarde~
cuando los jesuitas fueron expulsadlos de Amédc,a , en 1768.
Esta Historia está .repleta de informaci,o nes sobre ~as tribus
1

·c ristianizadas, pero trunb~én sobre los infieles; y.. entre eUo·s,. los
gusyaquis. Hasta (echa muy reciente lo que de ellos se sabía se
limitaba a Ja·s pocas, página que Lozano les había consagrado.
Pu1e s bien, el r·e trato que, traza de eUos, aunque incompleto,, y
1

con motivo, es con todo bastante exacto~ así' pude verificar~o en


el lugar1 consta.tando, al mismo tiempo la elevada. cal~dad de las
1

informaciones proporci.o nadas - más de un siglo antes de que el


historiador la.s utilizara- por los guar-aníes .a los jesuitas respecto
de ]os guachagui, como les lla_ma. Las armast ias herramie,ntast
los instrumentos destinados al transporte de líquidos. (agua o
1

miel)1,. los 0mam entosl!l el corte de cabello de hombre·s y mujer-es!'


1 1

el establecimiento de los campame,ntos, las técn~cas de pe·s·ca o


de caza: todo está correctamente descrito hasta el punto de que
se lamenta el laconismo del autor, salv·o cu.a ndo aborda Ja cues..
1 1

tión de las creencias. En este aspecto . ·· Lózailó, ~mo t_qdo§-~os


misioneros, por lo demás, es decepcionante por{su hanaljc!J y
'isu __ etnoc, entrismo;~,ciertamente, a este respecto :se contentaba
... ---..,...._;.11
1

~con e.x prie sar el plinto de vista ortodoxo de· la Compañía y no eJ


' · saber co ncreto d e ]oa inlo.rmadore guaraníes:
1 1 1

En materia de reHgión -escribe- no tienen error o superstiC'ión y


no adoran ninguna cosa; simplemente tienen un conocimiento
elemental de un solo Dios verdadero~ c~-ieado.r d·el cielo y de Ja
tierra, y algunos vagos '!'le,cu.erdos de que ]o.s mal~s son eastigado "'
1

por lss llamas y el fuego, lo que les produce algún t~rmor.


No, se podría deformar mejor el univer o religioso de los
'1.J.t1)'8quj • a todas luces inventado aquí de cabo a rabo para la
,ecesidades de la ieausa y sin mucho esfuerzo i:maginativG: Lo-
:ano ]isa y llanamente, atribuye a los guayaquis la concepción
:ristiana de un dios creador d el Bien y del Mal, de] Infierno.
1

\ilás dignas de interé ~ on. por e) contrario. las breves observap


1

~ione sobre la ociología de lo aché:

Acostumbran en oca~¡on s a librar entre eUo~ guerras cíviles; por


Jo común el objetivo es robarse uno a otro su mujere . que on
e cofias" pues eJ número de varone. es má,i; con iderabl.e .. 1c o "8 rara
. ~n ia. India occidentale ·.

En este punto ob. erva Lozano con ju tez a una particularidad


:Je los [YªYª~ que han conservado hasta el presente: los
nombre son müeño más numer0SOS que las mujeres, siendo así
1

que por regla ge·ner.al en las demás, tribus indias prevalece lo


contrario. Es~ de igualdad numérica de loó sexos me sorpren-
dió desd e mi llegada a Arroyo Moroti: el grupo de .J yvukugi
1

co.rpprendía ,e xactamente catorce hombre· y siete mujeres. Este


d_~ficit femenino, explica por sí olo las «guerra civiles» que
~nfrentaban a las diferentes tribus aché: ~e intenta quitar a Jos
demás lo que no se tiene. Ahora bien, ¿de dónde proviene esta
inferioridad numérica de las mujeres? Nada dice Lozano al
l'lespecto! pues [o ignoraba todo del mundo religioso de los
guayaquis. No hay ninguna ne·cesidad de invocar una anomalía
biológica pa:ra dar cuenta de ·e te de ,e1q uilibrio de ]a""' ex ratio; Ja
f a~til de mujeres tem i te d irec tam ente a Ja vida r.itua], Mticulada
1

a su vez con las creencia de 1os indio . N ecesité cierta pacien-


1

cia para conocer esas últimas, y ]o que pude saber d e ellas es, en
1

ciertos aspectos. terrorífico.


Prosi.gamos de momento esta ~onfrqn~ción entre las ob. er-
\raciones de los guaraníes en los, siglos XV1 y xvu y ~as efe,c tua-
das por mí hace algunos año . En el libro de Lozano hay un
pasaje muy curioso inmed·i atamente antes de las Jíneas dedica-
das a los guayaqui . Trata de los indios ka 'aygua. término que,
recordém'º ' lo, para los guaraníe no designaba. ninguna tribu en
partku!ar sino el conjunto indife~enciado de los vednos~ es
decir.. de los inferior,e s. Pero lo ·QU·e sobre ,e llos e dice corres-
po~de tan bien a lo · guayaqu!s que no cabe ninguna duda: esos
ka. 'ª}rgua. ~on a·c bé. Pues bien y este e el punto má orpren·
dente: Lozano los localiza con toda preci ión entre e] Paraná y

81
el Uruguay, siendo así q¡ue eJ Paraná. siempre fue considerado e]
limite oriental del territorio guayaquL Exceptuando esta indica·
cibn de Loiano. de la que no hay motivos para des-confiar'! nunca
má e hac,e mención de lo ka "aygua en esta zona; e más~
nunca se ha de cubierto en la mi ma alguna población que se
adecúe a la descripción del historíador j,esuita~ ¿Qué condusión
acar? No que aque]las gentes só]o hubieran e,x~stido en la ,ima-
g¡inaic)óo de Lozano pue yo he podjdo reconocer en elJa a los
guayaquis; sino que los aché de más aUá del {<gran río» (que ,e
lo q ue significa la palabra Paraná , de aparecieron, xtermina-
1


dos 'º asimilados por, lo guaraníes, más 'º menos en el mo m ento 1 1

en que e empezó a hablar de eUos. E . to no e excepcional,


pue infinidad de ejemplo de este tipo puntúan la hist-0ria
trágica de los indios t.anto de] norte como de] sur de Améri ca; 1

con la diferencia de que en la mayoría de f,0s casos fueron 1

masacrado. por Jos blancos incluso ante d,e que los asesinos
conocieran e'1 nombre de us víctima . Pero veamos lo que
1

e cribe Lozano: ·
Las co tumbres y e:~ espíritu de lo caaiN"'ª· se cuentan entl:'le las
má bárbaras que se han de cubierto en América,,. viven entre los
ríos Uruguay y Paraná. donde están nuestras mi iones del Para-
guay. E una nación muy poco numerosa, y se da oomo motivo de
1

ello lo. continuos a alto de los jaguare y demás bestias salvajes


1

de la selva; pu v'ven ~jn ninguna unión. separado uno de los


otros hasta e~ punto de no poder socorrer ~ ne-errados en selvas
impenetrables en qlle le oblig-an a meter e lo!'; animales salvaje
que perturban u tranqui~idad.
Y hasta aquí Uegamos. Lo ,q ue sigue data deJ mes de enero de
1'963, como si no hubiera pa~ado el· tjempo entre la época en
que los guaraníe informaban a los jesuitas y el momentó en que
]os aché gatu me contaron lo ucedido. ·Una de la dos bandas
que formaban La tribu marchaba desde hací,a vario días ,por
itinerari.o conocidos. jalonados a tr-avé de la s,e]va por ta)as de
palmeras pindo~ abatida hacía unos meses, antes de que el duy
pule~ el gran frio de junio y julio, adorm,eciera l.a vida de· la selva*
Durante ese lapso de tiempo los mynda, grandea. coleóptero,s
que hacen u pue ta en los huecos de los troncos, habían Uena-
do de huevos la pin.do dispersas, por e·~ suel.o en t~oncos de dos
o tre m tros de longitud: era una invitación a los ínsectos para ·
que e domiciliaran en ,a,q uellos árbol,e s· para ello. preparados.
Los guayaquis. una vez Uegada la estación cáJida podían recoger
en maravillosas cantidades losguchu~ las ric,a s ,l arvas delmynda,

82
al~m,enticias éxqu~siteces veranieg.as de los indios, pues además
de· la uavidad de· su gusto al paladar, ~a untuosa crema amariJla
cerrada en un saquete bulUcio~o d,e 6 a 10 cm die longitud está
c-0mpuesta en un 90~ de materia grasa: <<¡.Eaah. egatu!» ( {<¡0h
1

- qué suave~ »)1. Las hatbas se hund1en gozosamente en Jos tron.


cos, devol.";ados com 0 por un cáncer por las larvas golosas que se
1

alimentan de su n1édula azucarada. Los cortes dados a los tron~


,cos medio podridos muestran galenas perfo.r-ada en la masa
fibrosa y habitadas por. decenas de enormes larvas de mynda . .i
1

antes de empreade.rla con el tronco se pega el oído a él se oirá


- siendo así que el interio1· de run árbol mue.rto d,eberfa s:er u111
receptáculo de Hencio-- el ho rmigueo borroroso de unas cosas
1

vivientes y bulliciosas que se· diría van a hc>iradar la corteza


pro,t ectora para introdudrse por 1el oído. Las ha.cha go]pean,1
las astiUas vuelan. se extiende· un repugnante hedt)r de podre-
dumbre y las muj 1e1~es car~an sus ciestos con knos y más kilos de
larvas, una masa blanquecina y animada que parPce hervir en el
ron.do de los cestos verdes.
De modo, que Jos aché estaban haciendo la gira de sus «cria-
dermn•·,, que también podrían ]lamarse p]antacione...,, como si ]os
huevos de· los b~sectos fueran sem iUas pues tas en los troncos.
Disfrutaron del guchu •·ecogido y todavía quedó en abundan cia 1

oon que regalar a ]os co:mpañeros que se habían quedado en e] 1

campamento; iniieiaron el camino de r-etorno. En cabeza mar-


chaban los hombres; provistos so]arnente de arco y fle~hruh
precedía11 en algunos denito:s de metro a[ grupo de las ·rnujere·s
1

cuyo avance era entorpecido por los pesados cestos y· por los
niños., Eutre los hombres estaba Kybwyragi· su padre, Paiva.gi,
1 1

no se había atre·vido a emprender una marcha tan larga1, seguro


de qure u hij 0 le Uevaria muchogu.c hu a Arroyo Moroti; pero su
1

madre, Chacbuwaimigi, R,e había unido,a la banda. A pesar de su


edad, bus·c aba la compañ(a de· los jóvenes para obtener de e]los
l·o que ·u marido, ya viejo, apenas podí.a offlecerle. Deseosa de
disfrutar de ]as aJegria de] mena. .. del amor (lo que exasperaba a
Pa ivagi)., parecía todavía vigorosa. Pero ·e sta vez babia medido
mal su fuerzas; cada vez le costaba más seguir el ritmo, bastan-
te lento por otra parte, de las demás mujeres, y aunque su ce to
no ~ataba muy cargado tenía que ayudarse con un bastón: ver-
dadera.me·nt.e estaba waimi, vLeja.
De todos mod,os~ no se quejaba. Serla inútil, pues na.di.e [e
pre taria atención; es mós,, e] rnsto acogería oon reprobac;ión
cu~lquier larnento suyo~ eom,o si fuera algo indecor 0 o .. casi de
1

83
mal gusto. Cuando se puede caminar, se· camina; y cuando no· se
puede· má ~ hay que pararse: eso mismo pensaba eUa,. en sus
tiempos juveniles., de las. viejas.. que frenaban la mar.cha del
grupo. une a le había preocupado, la suerte r·ese,rv ada a .las
waimi cuando se conv,ertian en un peso exc,e sivo para una ban-·
da. Qub.á 110 tardara en Uegar su turno~ pero de momento había
1

que avanzar+ Ante ella~ las mujere seguían e~ mismo paso y


poco a poco s e iban d istancia.ndo; a pesar de sltl s esfuerzos la
1

distancia aumentaba: ih.ii mano1ruwy. sus huesos estaban casi


mue.r tos, su cuerpo estaba agotado. El ligero ruido de las ram ¡.
1

Das pisadas por las ·C aminante·s iba disminuye·ndo hesta que


dej16 de ·oirlo.. Chachuwaimigi estaba sola .Y eJ silencio volvió a
tomar posesión de la s ehra. 1

Kybwyragi, mu.y ocupado observando el terreno en todas


1

direccio ne,s1 no· se inquietaba por lo que sucedía tras ét ,~u


1

madre era1unai!l«i~i ciertall'!:~nte> p~·_ro, ~.i~:mp.re . la había ·vis.to


caro.in.ar-sin· difkultades. Quizá esto--ya no. duraría mucho,; en-
tonces algu¡en dina: wata kwa iii; ya no puede caminar más.
Todos entenderian lo que es-0 significaba. P.ero al parecer toda-
\IFÍa no había Uegado a ,e se· punto. Kybwyragi ac,e ptaba de ante·
mano que su madre tuvier.a este destino. ~'2)g~oraba que p1ron-
to o tarde habría que matarla: cua11do ya no pudiera caminar.
{Jn_ hom~~e jQy!~ designado por el resto de los aché se·acercaría.
a _ effa.n.qr~ettás y le rompería ia ,c abeza golpeándola 'ºº·" un
hacha .de pie.de:@..· A co,ntinua,ción y d e acuerdo con las enseñan-
1

zas de su antepasados,, pfíocederían a los funera~es, Tal era el


des.tino de las majeres ,g uayaqui.s viejas. Kybwyragi sabía todo
esto., amaba mucho a su madre y nunca pensaba en eUo. Repen~
1

tinamente uno de ~os cazador,e s lan~a un grito de a]arma: «,iVeno


gatuh) (<(¡Escuchad!>>) Algo s,ucede· aUí, doude están las mujeª
re·s. La selva ap,,a ga los sonidos pero e·1 adiestrado oído de los,
ho.m bt es reconoce .r áp,.i damente de qué se trata: ~<¡Baipu, baipu
1

korv.~n («¡El jaguar,. e] jaguar· gruñe!n) Vu.etven corriendo sobre


sus pasos para protege.r a ~as mujeres y a los niños. T .a mbién
eUos ~o han o.ído, pel.'10 mo ,e stán a.me·nazados, pues el .ruido viene
1

de más iej1os .• a sus espaldas. La fiera ruge cada vez más ftirios.a,.
1

Los aché lo interpretan fá,cUmente; desde lejos y sm verle,


observan al jaguar, que da cuenta de todo lo que· hac,e~ .Ha
locaUzado una presa que hubiera podido abatir sUenciosamente 1

de un zarpazo~ pero la presa ha evita do su ataque y Je hace


frente·: por eso está irritado el bai-pu . ., ,jn embargo, la fuerza de
sus rugidos muestra que no renuncie; vuelve .a l asalto.. Las

84
mujeres, aterro,riz.adas, se tapan lo - oídos con ~as manos; los
hoin.bre e cuchan, esperan ,oon una flecha montada en Ja cuer-
da del arco. Kyhwyrari~~J?~ra que e] jaguar haya terminado con
su madre. Ella to avfa no ha gritado; jndudablementé intenta
-asustar a [a fiera b]andj,e ndo u bastón. adie ha.bla.. _ ~~pis
están 8 la e·scucha: habrle que estar' loco para contrariar ]a
1 1

a1s¡)osicione en"virtud del l~ cuales una persona da u primer


paso íuer-a del mundo de lo~ vlvos. ~~y 1que respetar a Ja que· b~ .
vivido._ ¿Q~1é puede hacer. e cuando a un aché le Hega La hora 4el
rnano1 Hay que dejar que las c,o sas se cumplan . .l)e cuaJgyjer
m;;-do P. r'Qnto hub,iera sido preciso eliminar a la vieja: e) baipu
1

dispensa a los aché de esta tarea~ ningún hombre a<:e.p:ta.C..Oll


9Qfiizón alegre el pape] de brupiari , de matador {mejor ería
decir sacrificador) Y precisam ente por eUo es indudable «JUe
1• 1

ese jaguar providencial no es un jaguar. í exteriormente1 desde


luego: baipu pini pule~ un j1aguar bien moteado. Pero ¿valen algo
las apariencias? L.Q~!:'i!:l:Yªquis, pr-o,vistos de una sabiduría ela-
borada por cien generadone de .antepasados una tra otra,
saben ver a trové de ella ·. En reali.da"d ese jaguarr es un acbé, un·
antepasado qu e se ha tran formado, en baipu. Cuando hayan ·
1

vuelto al camp,eme·nto tendrán todo el tiempo que quieran para


identificarlo; ~os. ancianos expresar.á n su opinión. Pero Kybw)_!-
1

ragi ya supone que su abuelo·~ muerto_hace, tanto tien1po quino-·


1.o ha conocido, ha dejado por un momento la morada de las
~lmas, Ja gran abana que se extiende por donde el sol se pone ~
por encima de la , uperficie terrestre. El jamogi ha vuelto a la
~elva para quitarle a la vieja Chachuwajmígijo su hija~ .se..res~­
blecerá el equi~ibrio, la hija s,e reúne con el padre, aboliendo ]a
~eparación primera, allí donde y,a no ha,.ce falta cazar, allí donde
ya no hay selva. O quizá ~e tratie de Kychangi,, otro hijo de
Chachuwaimigi muerto por los blancos. Quizá ese jaguar sea 1é].
que no sopo·rta ,e star separado de su mad~e. Habría vuelto,
pues,, ,a bus car a la madre,, ai: no hay más.destino quie la re,conci-
1

liación.
Se oyen ,g ritos; el jaguar ha caído sobr~ su ilrisorio-adversa·
1

rio. Los rugidos del baipu e, hacen cortos,, como si jadeara: ha


yenc1 o. !). grito de miedo, pero n~· ~~J!filnwla:_ I! ~uJer está-.
1

más aHá del lengúaje, es.tá ya en La [ejaJJi~Cbachuwa:migi ha


1

Dlllerto. Kybwyr.ag¡ y sus compañeros se vuelven a Arroyo Mo·


roti: ahora es kranue, huérfano. &_hace falta ir a verlo. se
adivina lo que ha suc;edido' ~. ya se sabe. h!,d~~e~~ilte)óre~i~r
e~e lugar., pues ademas de] Jaguar ahora ronda lantte ,, el esp1r1tu
malvaqo de los muertos;...a] no soportar su soledad~, intentan
---- • -sor- • .,- " . ,. '4

Ue'V',a rse consigo a los vivo S+ Mas tarde, cuando e~ Jaguar y el


1 1

ti1empo hayan l~mpiado e] esqueleto de su madre,, cantarán ~as,1

palabras de la muerte.
D·os o tre me ses n1ás tarde~ K,wantfrogi. hermano me om-_d.e._
Kybwyragi1 tid.ta bajo su tapcy. Está enf:e:rmo, un acoeSQ H-~
1

,s acude de vez en cuando. Le ofrezco pastiHas antigripa~es ase-


1

gurándole ,q ue mañana se encontrará mejor. « º' -dice--; cho


kwera iii~ cho mana u-era» (no me curo, me voy a morir) . <<¿Por 1

qué?'.>> «lanve ike·mba>.> (el ianue ha entrado de~ todo~) <'(¿Quién


es?>> «Es una que murió bace mucho, tiempo. E,ra la ºmadrina," '
d,e Chachuwaimigi;, mi madre~>> ' e caUa, está deprimido. Su
mujer me confirma que efectiv·am,e nte él ·va a morir, que pron~o
se:rá viuda y que ello le cau ará un gran dolor. Pero ,¿,p or qué?
1

Porque e~ .ianve de esa mujer ha entrado en el cuerpo de Kwan-


tirogi p.a ra ponerle enfermo y mata:rlo.....Ella. 1qu~ere tenerlo .Por
marido allí en lo alto., en el cielo,, en ~a morada de las aimas. Y 1

hace, esto para <~vengar>> a su ahijada, Chachuwaimi,gi. Las his·


1

torias de los muertos no acaban nunca; constantemente ~nten ­


tan volv er; iarwe es muy pelign:.>so,, atormenta mucho. Casi todas
1

las e,nfermedades~ todos los accidentes. son imputables a ianue.


Los ·m uertos son arteros, mantienen una guerra incesante 1oon.~
tra [,os vivos: aeh e. ro ia"nue reko jwe iii (en cuanto a ~os aché,
icznue no quiere que existan). Los muertos son más memo rios1os .
1 1

que los vívos; estos ]os o~v~dan fácilmente,, pero Jos d ifuntos se
1

mantienen vigilantes. A Kwantirogi le .a fectó mucho la muerte


de su madre. Se veía co,n denado y por ello ,q uiso cantar su pena.
como suele hac,e rse cuando e] exceso de melancolia pide la 1

vio]encia del due·lo a golpes de aJ'ICO o el iamento con acom.p aña-


mie,nto de flauta+ A] día ~iguiente prepar-ó su mimb,,, formado
por cuatrio tubos de caña de longitud desigual y unidos por una
cuerdeciUa de corteza d e liana. Cuando estuvo prep~ado .insta~
1

Jé ante é] el micrófo,n o de ]a grabadora que, era e·vident.e, no le


m1o~estaba. · u canto1 cortado en ve,r sí culos dararnente sal:mo- 1

d~ados, duró largo rato; entrie ve:rsú:uto y versículo ia nauta.


desgranaba sus cuatro n otas tristes y desesperadas. Aquel día
1

er,a bastante fresco y grisáceo y en todo el camp·emento no se oía


más sonido que la música de,] mimby y el rec~tado de~ hombr·e.
1

Mi madre ya no está~ por eso lloro mucho. Ya. no iré más a la se~v.e .
pues cuando voy a ella pi1e nso q,ue m] :m adre ya no e·stá; y entonce
lloro.
- Entónc€'s lo rncucrdo~ lo he visto al ir p]ll. he visto los huesos de mi

86
madre, el ja uar e los hahía comido~ los hueso grande e teban
disperso : ~to he visto.;· también h vi. to su cráneo. Entonce he
gritado a Kajawachug~: «jAUí, el cráneo de mi madre! jGolpea el
cráneo~» Y entonce n Kajawachugi lo ha golpeado.
He aquí que ahora oy huérfano. Y por serlo ya no iré má a la
~elva: me quedaré junu, a mi padre. ya muy débil. Ya no iré más de
correrla por la elva.
Mi madre era de las que don mucho, lo sé. ¡Cuánto guchu tr.oía!
1

Eso me hace Uorar. Ya :no iré más a la . elva.


Mi madre. m.i madre· lhechuwaimigi, no e comía e] guehti. me lo
traía a mí y traía mucho, bien ro é. y por sabe'rlo no~o.
Así e ·~ mi madre no . e comÍll el ¡:ochu. lo é. sé que lo daha. Ji
madre era de la.s que dan mucho. Por e o no qu•ero ir má ~ a la
. elva.
;Go.' ( ¡.. 'í!) • fi madre, aunque · uera de la vi.ejas. había ido a bu ~, car
1-fUchu, lo . é. Y &~ también que mj hermano Kychangi. mue1to, ha
arrebátado a su madre. ,e la ha Ue,, ad,o hacia el ol ~ en el ~ot cerca
1

de ~u madl">e. de mi madre. , halla mi hermano; y ,eUa ,e halla


cerca de Kydumgi. ~u hijo. El se ha Uevado a rn1 madre. se han ido
hada e't sol.
He ,uqui que soy huérf~no. He vi to el cráneo de m~ ·madre ,g~l. pea­
do y nueveme11te golp eado. Kajawachugi es el que _golpe~ e~ c·rá·
1

neo de mi madre. Lo ha golpeado con ·u arco en el uelo, lo ha


hundido en la tierra; a golpes de ar,c o lo ha hundido profm)damen·
te en la tierra, (
Mi ojos han visto. u hue os y ·u cr-áneo. la cabeza de mi madre,
lo huesos completament de articulados, los hue o· que el jaguar
ha rolo y ha vuelto a romper, el cráneo on que se ha alimentado.
Entonce he Uorado y Kajaw.achugi_ con . u arco. ha golpelido tos
hue o , lo ha hundido en la tierra, lo· ha hundido profu.n damente
con u arco.
P or e o yo, que soy huérfano,., no iri a la se1vai: pues al huérfano
1

ique va a la selva e~ jaRuar Je descuartiza con su garra~ los ,uché me


han avisado de eHo: ~<¡Tú, huérfano, i va' a [a selva el jaguar te
de cua11izará! INo entre en la selva~~• Lo he oído y no.1ré e la
elve. i'Je quedar-é junto a mi. padr1e, ya muy débil
Esta flauta es por mi madre que ya no está¡ esta, flauta llora a mi •
madre; y yo. huérfana. ya no il'é a ninguna parte.
Esta flauta ,e ser que no irá a la ~elva. esta flauta; en cuanto a mí. sé
que , 1kajan?t el gran ,g ato montés, e ha com.i do a mi madre. Yo
lo h visto: Kajawachugi ha golpeado fu~rtemente con \J arco lo
hue ·os, lo he visto cuando- u arco lo ha hundido profundamente.
y,o, huérfano. no .lr,é a la selva* C6mo había de ir, comp,letamente
hambriento; e. tada a punto de llorar. En casa de mi padre. y,a muy
1

déb il. hay mucha mandioca, mucho de lo que no otro llamamo<


ffYNI · ia. el fruto del árbol.

A7
.
Así ~s como K.wantirogi, durante vari08 días segu~dos y en
ténninos Casi idénticos declamó la or.a ci6n fúnebre llamada ai
1 1

ikiJ iá bu* ·cuando la madre ya no· está~ Su canto quizá desbarató


Jas. manjobr.as del ianue ,q ue quería «v·engar~~ a Chacbuwaimigi
matándole a él! su hijo. Pues Kwantirogi sobrev.ivió a la gripe.
Su curación no extrañó nada tanto a él ,c omo a su mujer, y eso
que la vfspe:ra ambo·s me a.s eguraban que estaba a punto de
morir. A ]o largo de mi estancia tuve más de una ocasión de
.m editar sobre la sutileza del pensamiento indio y sobr·e ]as
curiosas contrama1··c bas que autoriza su logos.
Lozano sabía que en ocasiones los nómada ka:aygu.a son
víctimas del jaguar y el lamentable fin de Chachuwaimigl me
reco,fidó ptov ecbosamente· que d~cha fier.a es. un. peligro a tener
1

en cuenta po.r aquellos que, cazadores también, Je hacen la


compete·n cia en Ja selva. Otros detaUes, .mucho, más precisos.,
tne han pennjtido identificar sin riesgo de error a eS0 Sr ka ',aygua 1

c0mo guayaquis:
1

.E ntre eHos hay cont1·ahechos de una deformidad extraordinaria~


10n casi todos ellos la nariz es tan chata que se parece rniis a la die
los monos que a fa del resto de lo~ hombres: uno,s. son jorobado .~
otros. tienen el cuello tan corto que no sobres.ale entre los hombros
y otros se· ven aíligidos ·p or i.mperiecciones físicas t.aJes que repm:"<e~
sent.an a la p-erfecci6n lai~ de su alma.

Dejemos esta teoría tan cristiana, ~arcada incluso po.r c:ierto


spinozismo, según la cual 1el .a ime es la .i dea del cue·rpo: de
donde resulta que, a la r.ecíproca~ un ,c uerpo calamitoso sólo
puede· envolv.e r un alma demowa ca.. Desde luego~ Lozano nunca
1

vió un guayaqu¡. Como atestiguan las fotograñas que de ellos be


tnrido, ninguno e ra deforme y~ evid,e ntementet los guaraníe·s no
dij.eron tal cosa a los j1 esuitas~ En contrapartida. la alusión .a la
1

cortedad del cuello de estos indios es más fiel a la n:aUda.d. No


1

es Q\l·e les falte al,guna vértebra las tienen todas; pero, de


hecho, los guayaquis. no muestran esa gracia corporal que sor-
pr,e nde en todos los indios. Precisemos, en prim er Jugar que esta
1

particuJaridad só[o .a fecta 8 os·hombres: [as mujeres ti enen 1

nu,c as muy agraciad.as. Y expUquemos a cont-inuación que esto


proviene del gran desarrollo de ia. masa muscu.l ar del cuerpo de
1

los hombros y del propio cueUo, quet al engro·sarSe 7 parece más


1c orto. O sea. que nada de cuellos cortos, sino más bien cueHos

88
de toro. La fuerza fis¡ca de los guayaquis es casi. incteíb]e, como
1

atestiguan e 1ta.maño y la tenslón de sus a.roosl tanto rná.s nota


1
a

bles por la poca taUa de sus portado res: l "58 ro de inedia en los
1

hotTibres.~ que ca.si parecen tan anchos co,mo al tos. En ocasio-


1 1

nes, j1ugand 0 a pelear con niños de unos doce años~, observé ya


1 1

1en mis pequei1:os adv ersarios Ja dura masa compacta de la fuer-


1

za desa-rroUada por sus mayores . .De modo que si bien u obs er- 1

vación. es ju ta, las conclusiones de Lozano son falsas: e) cuello


de l0cs guayaquis no presenta 1ünguna a.no,malfa.
Desde los primeros mo,mentos de mi ,e stancia en Arroy·o Mo-
toti Ja forma de la nariz de algunos indios me Uamó la atención.
De algunos de ellos - y no de todos, ni mucho menos- se d iría
que les faltaba el hueso nasal o, e.a todo caso. que no estaba tan
de arroJlado como correspondía. De lo qu e 1-esultaba 1que la
1

nariz estaba como hundida en la cara, aplanada, que apenas


sobresalía del perfil de~ rostro y que sus agujeros, en v ez de 1

d-0minar, htvi· ibles. e·I ]abío supe.ri·Or, más bien lo prolongaban~


ofreciendo así al 1observador la dobJe apertura de los orificios
netamente abiertos en la base del minúscu]o, apéndice; inevita·
blemente esto atr-aia la mirada y suscitaba una observación
sobre e[ aspecto de hecho algo imiesco,. de tales .r ostros, cuya
1
1

expvesión., por lo demás~ de nínguna maner.a se veía afectada


por 1e1lo: para comprobarlo, basta con echar un vistazo a .los
rasgo·s de Pichugi, la mujer aché gaw cuyo hijo vi nac1er~ Y fue
pre,cisamente ,e l es.pectá culo del ritual que acompaña a un parto,
1

lo que, s,egún creo, me permiti61compr,e nder el origen de e.sta


anomalia. exactamente recogida por Lozano Recuérde.s e que el
1• 1

reci.é n nacido,, en cuant0 c<cae)) de las entraña_s mate,_r nas es.


1 1

bañado, y a continuacibn sometido a un ma.saj,e por todo el 1

cuerpo, el piy .. :En cuanto a la cabeza, sufre un tratamiento


particular: ,e l to papy, «redondearle la cabe.za»,. a fin de, dar al
cráneo la forma esférica. considerada Ja más hermosa. Pero
suc ede en ocasiones que ]as rudas. manos de ljW'are,, el que iava y
1

da masaje al niño ~ presionan más de ~a cu,e nta los tiernos huesos


del ktom.i; la nariz se queda hundida y se, giraN por así decido,,
hacia arriba, aproxirnadamiente como la de ~os mono,s. Natural-
mente esto no suced1e si·empri~1 y sin duda por ello sáilo algunos
indios coinciden con el r,e trato t.razado por Lozano. Además
es.ta morfología particular. que no he observado en ninguna otra
tribu. m e incita fuertemente a identificar a los ,c aaigua del hüs.to~
1

riador con mis guayaiquis.


P ero hay ,algo más. He aquí lo que dice Lozano después de
1

89
habe-r trazado la poco halagadora imagen de e·stos monstruos
deformes:

Con t·odo, .su color es comúnm,e nte blimco, mlll!y distinto a la tez
oscura de ·1o.s demás indios.. pues viven siempre tm Juga.Ns som-
bríos donde no Jes hi10r~n los rayos de~ sol; si se les obliga a vivir
fueFa de ijü.S bosqu~s. su vida e man::hita ni.pidamente ~ como el
p-ez. fuera de su elemento.

E sta úhima comparación de los caaígua con los peces incapa-


ces de vívi.r fuera del agua está. fundamentada. Los guay.aquís
son cornpletamenle k·a ·aygu.tJ. es decir, «ge·nte· de la selva» sa~­
1 1

vaj.es: no sab:rian vivir en otros sitios, temen los espacios descu-


biertos., evitan ]a sabana. ¿Y :no es la morada de ]os muertos un
lugar siníestro~ un prana w.a chu una gran sabana? .r, los .acbé
.. ó'lo se sienten cómodos de cuerpo y alma en La sombra espesa
1

de kaa ? la s elva. Hasta ·e1 punto de que apenas sabí.a n caminar


1

po·r la hierba desnuda de los calveros. Cuántas ve,ces loa he


observadot curiosamente disl ocados, levantando con tie·nto ios
1

pies vue·hios hacia adentro, como si no tuvi eran alrededor 't odo
1

e~ espacio deseable, com 0 si tuvieran que pasar sobre algún


1

tronco. que evitar alguna liana. Inmersos en su movimíe·n to


corporal, teniendo ·SUS hábitos, inscritos desde la más tierna·
infancia en sus huesos, sus nervios y sus músculo·s, los aché no ·
pod(a.n oivida:r la selva~ Y1· arrojados a la sabana, repentinamente
parec·idos. para seguir con ]a metátora Z oo]ógiiCllt 8 ]os patos. ]a
1

atravesaban como si estuviera poblada por árboles imaginarios.


Lo·zano está en ~o cierto: ¿cóm 0 hubieran podido sobrevivir sus
1

caaigua fuera de su p·a tria siendo.así que les resulta molesto


1

caminar por UD prana.? <<GO. Ache ro p.ranar:e>) {((Sí. Los achés


son originarios de la sabana»), dic·e n sus rnito'S de origen; pero
«kaar.i ro ure etoa» ({<en la selva sie halla nuestra morada»)t
responde ta vida cotid~ana Lo,s aché son de ~a selva: kLJ. 'aygua.
La referien.cia del jesuita al c·o lor de su piel tienie otro alcance,
1

pues remite a la presencia de~ hombre blanco en Amé.rica; de un 1

elemento blanco, pero no occidental, en el Nuevo ~undo·. Ade-


más elimjna cuaJ quier duda sobre ]a verdadera identidad de los
caaigua de Ja crónica: "s on aché como los demás. H e ahí e[ hechoi 1

~os guayaquis ilustran uno, de Jos mitos de la eon q1td sta de 1

América fundamentando al mismo tiempo su veracidad: son


indi·os. blancos en una medida que, desde luego, hay que inten- 1

tar pre,c isar. Sabido es que a lo largo de todo el continente las

'90
poblaciones indígenas, si bien muestran una variedad muy am-
plia de, tipos tísicos, presentan con todo cí1ert.os n~sg,os recurre·n-
tes. que circunscriben c·o n nitidez eJ tipo racial amerindio y
permiten dasificarlos entre los mongoloides; pómu los anchos y
1

salientes, rep1Uegue palpebral (mirada <<asiática.»), cabeUo, ne·gro


y espeso que rara ve·z se cae~ sistema pillroso muy poco desaITo-
Uado en e] cuerpo y aun menos en l.a cara y,. finalmente, colora-
ción de Ja pi e1 habitua1m.ente callficada de cobriza, más 'º me:n~s
1

oscura se.gún las regiones y las tríbus. Los guaranCes, por ejem-
plo, son de tez más dara que los í:ndios del Chaco. D esde los 1

Ínicios de, la exp)o.r ación de América del Sur aparecían d:i spér-
sas en los r·elatos e informes de viajeros, soldados o misjoneros,
alusiones a salvajes blancos, cuya existencia e1·a señalada por
otros .indios qlle c.asi siempre l.os describían C·o.mo muy tímidos o
1 1

muy agresivos. Pero estas info,r maciones eran muy sospe,chosas


de alimentarse sobre todo de ]a densa ignorancia imperante
sob t"e ]os h.a bitantes de las inm,e nsas sel vas. En rea Udad nadie
había visto nunca indios blanc,os y duran.te mucho tiempo se
descuidó este tipo d e informaciones. Co. a muy razonab[e, en
1

tanto que la observación directa die poblaciones semejantes no


aportaba una prueba irrefutab]e. Pero ahora ya no cabe negars e 1

a admi.tir el he·cbo· y la afi.rmación de Lozano no es imaginaría:


¡los caaigutr de] siglo XVH podían p1e rfectamente .s et blancos~
puesto, ·q ue lo son .lo aché contemporáneos!
No es que [os guayaquis presenten un tipo ñsico unifo,r me. El
1

problema antropológico que plantean .se comp~ica dJ.e sde eJ mo..


·m ento ·e n que, .se,gún los rndividuos, su apari eocia se inscribe en
1 1

un abanico muy ampUo en uno de cuyos extremos figura e1 1

cobrizo dásico, si bi en menos acentuado, d e los indios; y en ·e l


1 1

· Otro~ el blanc·o: no el blanco rosado de los europeos, sino un


blanco mate, un poco grisáceo, que e,v ocaría en cierta me·d ida,
aunque e·r róneamente, el de la mala salud. Y entre los dos
·. e:x:tr,emos del abani·c o exi te ta] variedad de pigmentacione que
no podria precisarse si son más o m·e nos cobrizas o más ·O menos
blancas. Desde luego los ojo... y los pómulos son mongoloides.
De µlod,o que era hastante curioso observar a aquellos. <<asiáti-
cos>> de piel blanca. Por otra p.t ut·e los, guayaqu1s se clasjfican a
~. mismos en pire iju, los pie],e s bJancas, y pire pir·ti, los pieles
1

flojas, sin que entre eHos esto supoaga la superioridad de unos


sobre otros. A veces viene al niundo un niño de. piel mt1y oscura.,
.Pire braa, piel negra. Este apartarse de las normas cromáticas
~es inquieta. mucho pues indudablemente es provocado por uno

91
de esos eres maJignos que pueblan Ja noche 1C 0 n la 1q ue se
1

confunden gracias a u apariencia oscura. Es preciso entonces


matar al recién n,a cido; y su abuela lo estrangula.
orprendentemente estos rostros pálidos llevaban, al menos
en e1 caso de ios hombres, rastro oscur-os que no hubieran
debido haUarse en ellos~ pues los indios son lampiños: barbas.
1

Incluso algunos guayaquis. ya adultos .. debían su nombre a su


ornam·e nto facial, cuando este alcanzaba grandes proporciones:
así. Chachu butawachugi que al nacer había recibido el nombre
de Chachu~ gran cerdo salvaje. se Uamaba ahora, más o meno~ a
lo cuarenta años, Chacbu de la Gran Barba, tan densa y larga
era la quepo blaba su !'ostro. H_~v una preocupación compar ida
por todos los indio : afirmar y preservar incesantemente "U
humanidad respecto del mundo natura], cuid .a r constantemente
de no dejarse engullir por eJ alvajismo de la naturaJ.ezal íem-
p:re aJ acecho de los humanos a quiene intenta absorber. De
modo 1que tienen su puntUlo de honra, ética y estética a la vez,
en diierenciarse de los anhnale ; o, por ·10 m enos en aumentar
1

al máximo la diferencia que les separa de eUos. Lo animales


son velludos y lo. hombre no lo son. exceptuando ciertas zonas
de] cuerpo: axilas pubis; cejas. p·estaña y, en ocasiones en la
punta de la barbiUa de los hombres mayores, algunos pelos bien
1

·e parados los unos de lo . otros. 'También todo esto! aunque sea


poca co a - hay que quitarlo, hay que hacerlo desaparecer para
evitar cualquier po ibilidad de confusión entr·e el cuerpo huma-
no y ~a bestia; ascética·m ente,. hay que c onstrenir el cuerpo, hay
1 1

que violentar1o, es preciso que lleve en si la marca de la cultura,


la prueba de que su emergi,r de la natural eza es irrever ible: hay
1

que depilarse. Y no pensemos que es cosa de poca importancia:


Uega a ser un do loroso suplicio que periódicamente se infligen
1

hombJ'les, mujere e indu o niños. ' e utilizan varia técnicas;


una de las más ext,e ndidas consiste en arrancar Jos pe]os sirvién-
do,s e de una pinza forma.da por una ramiUa. La piel y los párpa-
dos quedan rojos e ·i rritados: hay que sufrir no s,ó~o para ser
hermoso. s~no también - lo que por otra p,arte viene a er lo
mismo- para garantizar al rostro u verdadera identidad huma-
na desembara2ándolo de todo lo que recuerda. desagradable-
mente la fealdad y la e tupidez animal.
~ Lo guayaq,uis no se preocupaban demasiado de Ja depila-
ción bastante teman que hacer con u barba: bu ta jupi. rasurar
la barba, de] mi mo modo que se dice rapa' ju.pi~ puUr el arc,o.
Pues se rasura.han o más bien la mujeres ra uraban a lo.
maridos. Se servían de una astiUa de bambú que pasaban a
golpe-citos sobre la piel estirada. entre índice y pulgar. A cambio
de lo cual los hombres se encargaban de <>ortar e) pelo a las
mujeres sir-vié·:ndose de la misma herramienta. Las prestaciones
de estos servicios se interrumpieron a partir de nuestra Uegada
a Arroyo l\1oroti,, CJLao..do J!istril?~m1os a los indios, que nunca
los habían visto, espej1ito ;. rápidamente los llamaron chaa1 10!1
ojos, del m~s1no mod·o que Uama.ban chaii beta. ~mbeta de los
Qjgs, a mis gafa ~. Cuando por primer vez ....co·:mo·el. prisü>nero de
lPlatón que c·ontemplaba al sal~r de la caverna el reflejo de su
. rcistro en las aguas- veían una C·&~a ·en. el chaat sería :poco hab1ar
Jde. so.r¡»resa: más adecuada seria la palabta fascinación. Duran·
te ~argos rato incluso durante hor.as, y sobre todo· los hombres
l

se mirabain unas veces alejando el espejo todo lo que les perm.i-


ua ·eJ brazo y otros pegándoselo a la nariz, mudos de ar.roba-
1

miento al ver ese r·o .t.ro que les pertenecía y qu e cuando inten-
1

taban toe.ar con ]a punta de lo·. dedos s.óJo les ofr,ecf.a la supe·rfi-
cie fria y dura del <:had. En ocasiones. daban la vue~ta a) espejo
1

para v,e r qué· había detrás. Entre ~os aché se p~odujo un entuw
siasmo por los chaa, todos querian tenerlo. Es más., esta pasión
determinó un comportamiento raro eutre 101 indios: ]a acumula-
dón. Efectivamente., varias mujeres. atesoraron hasta cinco o
1

seis espejos hundidos en el fondo de su cesto y desenterrados


de vez en cuando para contempJarlos. Más tarde, cuando ense-
né a l,o s guayaquis fotograñas, casl nunca reconocian a sus
cornpa_ñeros y nunca a sí m!smos. Por el contrario, Jo.s niftos~
1

dando prueba de una gran agUidad de espíritu, pr·onto· apf\en-


1

dieron a [dendficar los rostros. Un día tres o cuatro indios


contetnp~aban un viejo periódico francés que corría p-Or m! cho-
za; murmuraban poniendo los dedos sobre los rostros de los
pe·r sonajes fotografiados.. Yo estaba escuchándoles y me di ,c uenª
ta de que les ponían nombre: «¿Q:uién es este?>> «Es Chachua-
negi», riespondier.o n sin dudar señalando a un beeru grueso y
jovia~, ,enco·r batado y tocado con un gran sombrero: era Kruschev.
Siguiendo por la misma senda p·r egunté a un hombre si reconocía
al adolescente nambikwara que ilustra la. cubierta de Tristes
trópi-eos* Lo examinó seriamente y a continuaci6n exclamó con
1

vehemencia: ¡T'eeh! Luego~ desplegando una e,norme sonrisa


'q ue mostraba ·q ue no se equivocaba,. como· si yo hubiera intenta-
do coger1e en falta~ dijo: «jGo ro .choh> (({,¡Per-o ,si soy yo!»)
Al hablar de· Jos caaigua Lozano decía la verdad y sus observa-
ciones coi:ndden con las leyendas de Jos paraguayos re,ferentes a

93
los guayaquie blancos y de ojos azules~ E1sle últi'mo detaUe está
de más; pero tanto los unos como los o,tros pertene·C·e n al mism.o
grupo, que por el col.or de . u piel es racialrnente djf,erent-e del
resto de lo ~n~.ios. Por otra parte·, el hecho de· que 1os caaigua
de Loz.a:no estén localizado más alJá deJ Paraná ignifica ím-
plemente que hubo u11 tiempo en que e. e grupo pohlaei.onal
1

más antiguo que Jos guaraníes, ocupaba un territorio mucho


más vasto que el de, los actuales guayaquis~ Ya en la época de ]a
conqui ta los ka 'a·ygua, indudable·mente metido.s en el proceso
de regresió,n cultural desde hacía mucho más tiempo que Jos
aché. vivían 'de modo completamente nómada:

Son - e ·crib el historiado tan fahoA de previsión que ní. iquiera


e ocupan de ~u ubsistencia, pue · e t.a se basa por completo en la
1

pesea o en la caza. cuando por ventura ·e ncuentran algo en la selva


o , n el río~ pero fa mayoria de ellos e alimentan de larva.,
serpie·ntes, rata . hor:m¡gas o gu. ano. que 1enc;uentrnn con fadli·
dad ... la miel sih:,e stre ·eA gu mayor delida y la hidromiel su ambro-
ía. que· le calienta tanto que pueden re. i dr e] frío del i_nvierno.

He aquí~ por e1 contrario, lo que se dic,e de lo guayaquis:

Aunque ye1Tan de un lado a otro por las eJvss, buscando la miel


ilvestre, los fruto y lo. animales para su subsi tencia, también
iembran maíz~ de Lodos modos su coseche on e~c:a a • pues le:s 1

,gu ta oom·é rsela tierna, ante de que madur,e...

Así pu.es en ~a época e:n 1q ue lo ka ·aygua ya habían perdido la


agricu1tur.a, los aché todavía sabían cultivar eJ maíz. Pero indu-
dablemente no tardaron mucho, en recoroer hasta e] final su
traye toria regresiva y en renundar definitivamente al cultivo
1

del maíz. que e había vuelto demasiado aleatorio debido a. la


in eguridad que les ob]igaba a huir fr e<.:uentem,ent,e de sus huer-
1

to y a abandonar a pájaro y roedores las espigas que no


podían fiecoger. Todas la alusiones posteriore lo presentan
como nómade pur·os. Cuando hablé con.1os guayaquis de las
1

plantas cultivadas (que nunca habían dejado de consumir pues


a lo largo de los iglos iguieron robando mandioca y maíz a los
guaraníe y posteriormente a lo.s paraguayos), resultó que· e]
!.er.b.0-P.larit~r fal~ba ~n su léxico y que no tenían ningún re-
,c uerdo de la actividad agrícola de sus antepasadÓs: (.<Beeru ro
wyraia wate rekopa; u.re aché reko ia». ((< on los blancos los que
tienen la 'mandioca y el maíz; nosotros los aché no tenemos

'94
nada.>)) Lo dicen sin rencor, las co as son así desde que en el
origen de los tiempos e decidió ,e] gran reparto entre indio y
blancos,. entre pobreza y riqueza. Algo parecido afirman los
guaraníes: e¡ destino otorgó a 1os blanco~ la parte del león. pero
lo que tocó a. lo indio debe , eguir ~iendo suyo. no lo dejarán en
provecho de Lo blanco ·. Desde hace cuatro siglo lo mbye Oo
machit:ara de ]os aché,) se resisten con obstinación a Ja"' em,pre-
1

sas crist~ani2adoras. Incluso ,e n la actualidad, ,e n que lo, vicios y


Las enfermedades de, 10 b~ancos~ de losjuru 'a (los que tienen ]a
1

boca grande) arruinan su sa~ud y aniquilan a su hijo , incluso


en este momento en que podrian cr-eerse abandonado~ por sus
dioses. Jo mbya re islen. No hace muchos años uno de esos
hom,bres ,g roser·o s) inculto~ y alvajes que con harta frecuencia
buscan en el oficio de misionero una alida a su paranoia o a su
imbecilidad (por io genera] más bien protesta11tes americanos
que ,c atólicos), fue a importunar a Vera. el Relámpago, gran
cacique de los mbya. 1 indio fumaba pe,nsat.ivo ant-e su choza,.
vestido ,c on andrajos
- . mientras escuchaba
malolientes, ,,. la cbada-
taneria edificante del juru 'a que le hablabB de Dios y de la
salvBci6n. Vera, harto de tal·e s inepcias, se levant6, se metió en
u tapy y reapare<:ió tr.an~ figurado: el ~amentable mendigo die
hacia un mom.ento se había m et.amorfoseado en un dios,, en un
1 1

kara.i ru ete. Abandonado lo oropel,e s de blanco, cubría su


cabeza eljeguaka, e~ ornamento ritual de lo ho1nbres, un toca·
1

do de algodón cubierto por una orona de pluma d,e vivo


colores p,r o]ongada n do tira obre la e palda desnuda; su
único rojape era un taparrabos también de algodón; en ]a mano
Uevaba un bastón de madera dura finament-e pulido, e] ywyr:a 'i,
insignia de su mando. Una daridad de tormenta aureolaba al
jefe, a~ mburuvicha: e~ que es grande por la fuerza de su fe en lo.
dioses . Y he aquí Jo que· oyeron ios oído s sordos del evan,g eli ta,
1

,estas fue,ron las tonante. palabras del Relámpag,o:

¡Escucha.juru ºa! A vosotro. 'lo blancos se o dieron la sabe na y le


abundancia de la cosas. A noRolr lo· mbya nos tocaron la s,e lva
Y pocos bienes. Que a í siga siendo. Que lo blancos se ,qued~n en
su case,. Nosotros. IOH mbyal no vamos a. molestaros 8J vuestras
morada .. Nosolro somo ha 'aygua. habitante de la selva. ¡AJéja-
te de mi casa. v te •. no vue]va ' nunca :mfüs!

A mí me, gustaba much.o La compañia de Jyvukugi. Desde


cuaiquíer 1»unto de vi ta era un e,x.celente info1·mador: a~ ser jefe

95
estaba muy versado en el saber tr,a dicional, de la tribu y daba
1

prueba de una escrupu]osa honradez intelectual Cuando no


1

estaba eguro de su memo·ria recurría a otro indio. Por todos


1

esto motivos yo pasaba largas horas junto a él cuando la caza 1

no le obligaba a irse a la selva~ En una o~as¡ón, a medi,o día, yo


e cuchaba distraídamente la conver ación banal que mantenía
con u inujer. ¡Al cabo de un momento me di cuenta de que no
entiendía nadad.e lo que decían y me percaté de que ·e n vez de
hablar silbaban. Es to hay que expllk arlo, aunque estoy seguro
de haber comprendido la verdadera naturaleza de aquel fenó-
meno. No creo que se trate de un tipo de comunicación diferen- 1

te del le·nguaJe ordinario, como podía serlo un ~enguaje por


gestos; dudo de que aqueHo que oí fuera un k11guoje silbado que
no debiera nada a la ]engua articulada y cuyo tonot altura o
moduJacibn fueran portadores de un sentido perceptible por el
oyente conocedor del cód~go. Cosa que por ~o d emás no seria
1

impo ible, pues en ciertas poblaciones se han descubierto mo-


dos de expresión similafles. Pero en este caso creo que se trata
más bi1e n de[ lenguaje oorrfonte. si bien deíormado ¿Qué distin-
1 1

guí mientras escuchaba aquel diálogo sorprendente (del que por


desgracia no pud e hacer ninguna grabación)? Principalmente
1

silbidos en tss, dzz, djj explosiones interrumpidas por bruscas


1

paradas de la gloti y seguidas de largas ex.piraciones vocálicas


que terminaban en simples soplidos de aire expulsado* Natural·
mente. todo esto era indescifrable para mí. Y sin embargo era
guayaqui nonna), idioma que yo comprendía en parte~ si bien
reducido a u 1e structura consonántica si~bable y a las vocales
arra trada. po.r la emisión de aire. En e] fondo, el lenguaje que
cualquiera de nosotros puede susurrar, pero reducido en e-st-e
caso a su más simple expresión perceptible. Pues la pobre.za de
lo sonidos producidos no parecía alterar ]a viveza de la discu-
sión, que ya dur,aba un buen rato,, entre ,J.yvuku,g i y u mujer;
incluso parecían dive·rtirs,e mucho y en ocasiones una risa reprii-
mida agitaba su rostro~ Además me p·e rcaté de que de vez en
cuan·do el onido se hacía inaudible, y de que entonc·es lo único,
1

que ,c ontaba e·ra el movimiento de los labios: la audición del


silbido era sustituida por la lec::tura de la boca del mterlocuto r. 1

E ~ e to? sobre todo. ]o que me ha inducido a p·ensar .q ue es,te


modo de hablar no es un verdadero lenguaje silbado.¿ or qué
han ,e ]aborado ~os guayaquis este cu:rjoso medio de comunicar-
se? Limitado aJ campo de las hipóte,sis, V·OY a sugerir una. La
cualidad principal de este modo de manej1ar el lenguaje defor-
1

96
mándolo es en definitiva su cuasi-si]encio, que lo itúa a medio
1

camino entre el sonido y el gesto. Y me imagino que por motivo.


de . eguridad los. aché se han ocupado de disminuir en toda la
medida de lo po ible el rie go de ser oído por sus enemigo : los
fantasma de los muertos o, lo que ·e~ más verosímU, los machi-
tara y los bf!eru. Pero quizá, a fin de cuentas~ e ta suposición
ft1era demasiado funciona[ista, en cuyo caso habria que fijarse
más bien en un personaje de la m~tología .. J'a.kerendy eJ amo de
la miel, ,q ue no habla íno que -silba a fin de atraer a los humano,s
y de atacarles con . u arco y su~ Oecha ~ de helecho. En cualqu~e,r
,c a,s o estoy ca i eguro de que aquel día Jyvukugi y u mujer
«silbaban>' en vez de hablar normalmente para que yo no com-
prendiera ]o que tenían que decir e. Y lo consiguieron a la
perfección.
En aque] momento no pre té deme iada atención a todo esto.
6lo al volver a Francia y releer e1 texto de Lozano me percaté
del interés d 1e~. incident,e. Pue al l1ablar de lo· caaigua, escribe;

. . e 3Írven d~ ua tenguaje propio difücU de aprender, p~es más que


hablar 8é d.i~ia que silban; o produ en 1ciertos murmuillios ,e n el
:fondo de la garganta, de modo que no forman m1inguna p.aJa'bra.

na vez má me admiran Ja precisión de los informe propo,r-


1

cionados a Jos jesuitas por lo gyaran(e y Ja exactitud con que


el historiador los recoge. Ante los ~ayaquis_ tuve ocasión de
imaginarme a mí mi mo unos siglos antes, cuando Am,érica
estaba t,od.avfa por descubrir.

97
IV
LA,S PERSO AS MAYORES

..

e ha escrito recientemente que «no hay persona mayores,>.


E parad<)jico q,ue e,sta afir.ma.dón tenga lu,g ar en ]a civi)ización
que se pi,e nsa a sí misma y. e p]antea como adulta por excelen-
cia, la nuestra. Y preci amente por ello hay muchas posibilida-
de d,e que ea ciertat por lo meno en nuestro mundo. Pue . e
impone la siguiente te tricci1ón: un dis curso qu,e 1e verídico para
1

nosotros~ europeos. deJa de s edo ruiis aUá de nuestro espacio.


1

Quizá no llegamo~ a convertirno en adultos,, pero eso no ignifi-


ca.,que no haya a nuestro ,a lrededor persona mayores. ¿.Cuál e,s,
pu1e • por d6nde pasa la frontera vi.sible de nuestra cultura, en
qué etapa del camíno está el límite de nuestro territorio~ la
frontera en que empiezan la cosas diferentes. los .sentidos
nuevos? No es una pregunta excesivam,e nte académica, pues Ja
respue,sta, que espera puede ser situada ,en el tiempo y e·n e~
e... pacio. E cierto, que en el momento en que e] azar la planteó
nad·ie se preguntaba de qué int errogante se hacía eco. Era a
1

finales del "° iglo .. v cuando Cristóbal Colón y Occidente descu-


bri,eron, con el uevo Mundo~ a lo de más aUá, a los, Sa]vaje de
América Efectivamente, fue en 1as islas del Caribe, en el Méji-
co de Moctezuma o en las ribera de la tierra brasileña, donde
1

los blancos franquearon por pdmera vez el limL te absoh1to de su


mundo,, que identificaron de inmediato C'O mo la divisió n entre
1

civilización y barbarie. Mucho mejor que Aftica, de un modo


utiJmente· más cen::ano al Vi1e jo Mundo 1e uropeo, los indios
fueron el Otro de Occidente, el :l ugar en que pudo el blan co l eer
1 1 1 1

su diferencia,. que pronto qui o suprimir, triste privilegio que


más t.arde comparthían Jo. p ieles rojas con el re to de los
1

verdaderos saJvajes, habitante·s provisionales de un mundo. que


ya no era para eJJos: esquimale ~ bushmen, austr,alianos ... lndu-

99 .,

-
da blemente todavía e dema fa.do pronto para p-oder medir las
~on . ecuencias mayores, de este encuentro~ fue fatal para Jos
indl'o y no s,e sabe si, por alguna extraña r.epercusión,, no Uevará
también en í la mue,rte inesperada de nuestra historia, de la
historia de nuestr-o mundo en su figura ,c ontemporánea. igue
siendo posible preguntarse i entre lo indios tampoco «hay
personas mayore ~ » .
En cua]quier· ca.º~ y a pe ar de los raptos a que, e babíam
dedkado ~os paraguayos, en Arroyo Moroti había un número de
niños relativamente elevado: una docena de los aché gatu y
alrededor d ·e veinte de lo iroiangi, en ]o que era dominante el
grupo de edad situado 1e ntre lo ctnco y Jos doce año . La
1

e ea ez de f1e cién nacidos o de niños de corta edad era te timo-


1

nio suficient e de ]as dificultade pade1c idas por lo.. aché en el


1

curso de lo · años precedentes. ¿Cóm0 cuidar adecuadamente


1

de un kromi cuando hay que huir in,c ensantemente de los blan-


cos homicidas? A pesar de su siempre vigilante ate,nción - en
virtud d e ~a cual e·n cuanto el nino~ co~ocado como en una
1

minÚ' cu]a hamaca en Ja banda portadora siempre pegada a lo·


1

costados, d e la madre~ emjtía e,] primer g-rito, esta le p onía en la


1 1 1

boca abierta de par en par alguna golosina, reduciendo así a la


criatura al silencio-, las mujeres ¿p-odían acaso padecer e] mie-
do de ver cómo los blancos raptaban a us hijos y al mismo
tiempo liberar toda Ja ternura que esto ne,c e itaban? El terro:r
experimentado ante la aproximación de los, beeru y de· sus pe·
rros era tal que, po·r unos segundos las mujeres, enloquecida •
·O lvidaban al kromi puesto sobre una estera. para poner e en fuga
por ent:re la vegetaci.ón. Los aché recordaban cómo había muerw
to una mujer que había salido a ·oias Uevando a Ja espalda a un
niño de tres, años. Desgraciadamente, tropezó con tJna p.a rtida
de beeru que de inmediato inictaron u per~ecución. Era má.s
hábil que ello p.ara correr por Ja selva y se les hubiera e capado
de no haber tenido Q,u e atravesar un calvero. - e internó en el
mismo y cuando casi habra llegado a su extremo sintió rebotar al
nbio sobre sí oyendo al m~smo tiempo la detonaci6n. El choque
la J~nz6 hacia adelante tirando al niflo, por el suelo. La mujer se
v·olvió: la bala casi la había partido en dos. u do]or fue breve
pues una egunda bala le permitió reunir e con su hijo en el
prana wa,chu. de los muerto . Un gaucho me contó que hace
unos pocos años, cuando e.s taba bus,c ando vacas extraviadas vio
1

a una mujer que recogía bayas. Ella no le habia oído,, pues eJ


1

cabaUo marchaba aJ paso sobre la espesa hi1e rba. Rápidamente

lOO
lanzó su lazo de cueroJ! que se cerró alrededor de la mujer y
volvió a la estancia* llevando su p~esa. La mujer mantuvo una
sorprendente, sangre fria. Hablaba volublemente y hacía mu-
chos gestos; nadie la entendía. Ella enseñó sus carg,a dos pechos
y adoptó la postura del amamantami 1ento~ explicaba que había
1

dejado a su hijo, en el campamento,. que tenía que darle e] pe~ho


y .que por tanto debían d ejarla volver. , u mímica divirti6 mucho
1

a [os hombre "sorprendidos de ver que una. ,g uayaqui e'>cpresara


1

los mismos sentimientos que sus. pro pias mujeres. Pero se la


1

quedaron para que trabajara; finalmente pudo huir tras unas


se:rn.anas de, cautiverio.
Tal es el motivo de que hubiera pocos niños muy pequeños ,e n
1

Arroyo Moroti. Era dema iado duro para ]as mujere , ]es vencía
e] desánimo y alguna . al descubrir que esta ban encintas, pe·
·- dí.e n a su marido que les practicara elyku•a, ·e l aborto. Raramen-
"Ténegaban Jos hombres este servicio a sus mujeres. Para eUo
apoyaban en el vientre de la mujer con todas sus ruerzas, l,o s
puños cerrado o las dos rodillas; inel u so se ayuda han con un
pesado trozo de madera. La pacientie uíria, se r-ewrcía bajo ]a
presi6n experimentada, pero el dolor no le hacía renunciar a su
p,r,oyecto. Otras mujeres preíe.dan esperar al final del embarazo:
mataban a~ nino en e] mom,ento de su nacimiento dándo1e un
golp..:e en la nuca o e trangulándolo. La eficacia de e to gesto,s
no .era en modo alguno si,gn.o de indile-rencia por parte de los
@i:~; ~Por el contrario, una gran pena se enseñoreaba de los
~ Al}uis; pero no podían escoger: los blancos. no cont-e·ntos
con 11obarles sus kromi ]es impedían t ener más, conduciéndoles
1
1

!.!'QUella s.ituación. Anteriormente aquellas prácticas también


se utilizaban~ pero in violencia exterior: lo hacían con toda
~ibertad, y con vistas. sobre todo, a prevenir dificultades poste-
riores.~ una muchacha joven estaba embarazada de un amante
! quien nole~a: intención de convertir en u marido, ayudada
por su mad~e, abortaba. Q. ~uando una mujer casada tenía dos
partos demasiado seguidos, se eliminaba al segundo hijo, ya que
la madre no hubiera podido alimentar imultáneame.nte a dos
kromi; pues estos no eran destetados hasta los tres añosf Ade-
rnás Ja abuelas se disgustaban mucho cuando sus hijas se
_quedaban encintas antes de haber destetado a] hijo ,ante,rior:
«/Nlle bruaa wachu ma ioue! iEmbogi mano viera.'>~ (<~¡Otra vez
estás embarazada! ¡El niño que está mamando morirá!») Así la.

• En ea tellano en ei miginol t N. dt• T.J

10 1
re,p1 t~endían
agriamente. Prohibiciones sanas, a fin de cuentas,
pues garantizaban el equilibrio dem,o grifico d@1 g,rupo., ]as pare-
jas se mante·nían en bue nas relaciones y la .alud de los niños se
veía proteg~da.
Pasé Jas primeras semanas en oompañía sobre todo de ]os
1

niños,; y especia~mente de una banda de unos diez mozalbetes a


quienes su ~dad,, esceJonada de si ete· a doce años Oos, kybuehu),
1 1

pe rmitía una autonomía relativa re spe«:to de sus padres y del.


1 1

grupo de los aduJtos. No manife taban mucha de co nnanza 1

salvo, en ,cierta medida, los irüiangi. Pero ,m.~ conver aci6n Je


can aba fH1se guida, pues casi .s jempre Vetsaba obre temas to~
1
1

talme,nte desprovistos de interés.: ,¿ Quién es tu padre? ¿Quién es


la h.e.rmana d ie tu madr.e? ¿,Q uién es el hermano, de tu madre?'.,
,e t c. En ocasiones ~o. personaj.e cuyo nombre yo quería conocer
1

ha.bían muer.to y en tal e.aso a lo.s indio les repugnaba hablar de


ellos: «¿Quién e tu madre?>> «Murió.>> Las res:piuestas a otras
pteguntas. me desconcertaban todavía más: <(¿C6m.o se llam.a
el hermano de la madre?n <~Mi madre no tiene hermano.» Y sin
embargo no ignoraba la. paJabra tuty, tlo materno. Por lo genera]
la capacidad de· ate nci.ón de los indio· no pasaba del ·c uarto de
hora Una vez transcurrido este tiempo~ los enormes hostez·o s o
los riepetidos kwa iii. (no sé) me indicaban que era .i nútil prolon-
1

gar la entrevista. Yo me cuida.be de· que menudeasen los regalos


de eartunelos, muy .apttH~·iados por su parecido con la. miel, pe.ro
como si nada~ Incluso en varias oeasion·e s nQ pude irnpedir que
mi info.r mador del mo,mento~ aquejado de un formidab~e .abu.rri-
mlent.o, se durmiera a mis pies~ en e·l suelo. Esta distribución de,
car.a melos, r-eglamentaria durante cualq.uier interrog.atorio, fue
causa de una divertida equivocación. fJakwachugi. era una mujer
de bastante edad1 si bien su marido, no tenía más de unos treinta
años. AJ parecer [os años no habían deb~litad.o su gusto por los
homenajes del marido, pues un día, al saber que este hab~a
cometjdo adulterio c:on una mujer joven.. reunió furiosamente
sus co as, cargó, su cesto y corrió a otro ,c ampamento a reunir&e
co·n su hijo. En una ocasión .interrogué a Jakwachugi y vj cómo
poco a poco, so atención dedinaba; pareda. más interiesada por
el va~vén del campamento que por mis fastidiosas pre·guntas
sob~ antepasados que apenas recordaba. La inte:rvendón habi-
tua~: ,¿ quieres un caramelo? Los acbé han transformado esta 1

palabra española en kramero y la utifiz,an más que la palabra


guaya.qui propia para designar ]as golosinas; ee. lo que es duke.
1

A. í pues? le propuse con una sonrisa estimulante: <<¿,K rame.r"o?»


1

102
Pero J'akwachug:i era un poco dura de oído y no me había
entendido., pues se quedó boquiabie:r;ta y con la mirada llenB. de
,e stupefacción: «¿Menot meno nde jwe?» (((¿,C opular, tienes ganas
de copular?») En vez, de kramero había entendido meno~ que~
1

efectivamente, significa copular. Y creyó que, fatigado yo mis·


1

rno de nue tra conver aci.ón, le sugería que fuéramos a r~laj1ar·


nos a algún sUio bajo el arbolado y que oJvidára mos por un
momento a su marido. iEJ 'm alentendidos.e ada1r1ó pero ,Jakwa~
chugi me consideró durante varios d!a.s con mirada un poco
soñado ra.
1

Asi pues. al pr¡ncipi.o Jos indios perdían el tiempo conmigo y


yo lo perdía con ello , cuando :no querian seguir respondiéndo-
me. Los ho'm bre pensaban en sus flechas, en la caza, en la miel;
1

Las mujeres ero ,s u lapy, en los niños: en resumen, en Ja vid.a


,c~)tidiana. ( . nos mese más tarde me confesó mi amigo J,akugi:
<{Cuando te ve(a l1egar' cho myryrio jw • me entraban ganas de
escapar corri.e ndo».) Por eHo, ~ de· cubrir la primerti
e·~Q~_~e ~] trabajo, el perfeccionamiento de la lengua, decidí
hacer am.is,t ad con los únicos aché capaces de enseñármela en
yn:--=:s.t-ado, de total di ponibi]idad: los niños, los kybuchu. La
operación, d ,e muy poco CG te (unos kilos de caramelos Úna
aecena de navaja y alg\lPOS truquitos)., fue 00r-0nada por e[
1

éxit · ~nía a mi di po ic,ón de modo, casi constante, un equipo


1

e profesores: pro.fes·o res en ocasiones turbulentos. y dispuestos


a-dir una grita a su alumno, al 1q u,e 1es encantaba e.speciatmente
quitar ]as botas, pero con u11a paciencia y una amabiHdad, en ·mj
opinión, a toda p~rueba. Más realistas que us padrés,, se daban
cuenta de que mi guayaqui er.a más bien flojo, de que había que .
explicarme las cosas un poco como si fuera idiota y que a fin de.
cuentas yo era lo 1q ae era, un beeru que a cambio de poca ,c osa
proporcionaba abundancia de kramero. Gracias a ellos mi voca-
bulario y mi capacidad de conocer mejor la sintaxis se ,e nrique-
cían día a dla. Los error~,s no faltaban~ cam~nando junto a uno
de los niños le senalé con el dedo nu,e stras propias sombras en
el suelo, ante no otto,s; él me respondió: kapL Yo, confiado,
apunté este término, en mi libreta y poco, más tarde me, di cuenta
de que, mi jo,v en informador en :realidad me hab~a dado el nom-
bre de la hierba sobre la cual se perfilaban-nuestras sombras.
En su mayoria, los kybuchu - el.a. e de edad que agrupa más o
rne~os a los muchacho de siete a quince años-- tenían un arco y
~n Juego ~e flechas. El regalo provenía tanto de] padre como del
Jware e mchiso en ocasjones de un no~pariente; por ejemplot

103
uno de los extranjero le había ofrecido un arco al hijo de
Jyvukugi. A esta edad )os muchachos ya están bien entrenados
·en el manejo de u arma; .in alejarse· dema iado del camparnien-
to pueden pa ar hora a solas en ja . eiva al acecho de presas
adapta.das a ~a poten·cia (no despreciable) de su arco~ Y no ,es
raro 'V er a uno u otro volver junto al hoga:r de su madre y echar a
1

sus pies, con fa). o aire de modestia, uno o do pájaros, diciendo


escuetamente como un verdadero cazador: <cKybwyna cho eru».
(«Traigo pájaro ,») Las felicitaci o·nes de Jos adultos, lacónicas,
1

son apreciadas por el beneficiario en su justo valor. Para los


kybuchu la caza e todavía un juego·. pero ]a practi·c an con una
pasión digna de sus mayore . El día en que· la tribu de lo.s ,
ir-Oiangl Uegó a Arroyo Moroti los muchacho vie:ron, nadando
en eJ pequeño estanque que ocupaba el ce·ntf1o de] calvero~
algunos pato·s dom·é stico pr:opiedad de] paraguayo. Creyeron
qu e era una ganga, ,que aqueUos pájaros salvajies. se habían
1

posado allí por azar,. y, o]vidando al momento· que e taban


haciendo su entrada en el mundo de ios blancos} rodearon .e]
estanque y lanzaron una nube de flechas obre los patos..
:flasta los t-res anos más ·O menos.. lo niños no se separan
nunca de .s u madre; hay que entender es.to en su sentido m.íjis
1

e tricto: casi ni un se·gundo~ Mientras no saben andar pasan casi


todo· el rato en ]a banda portadora o encabalgado· en la cadera
de .s u madre. ormalmente esta lleva con igo a. u bjjo hasta en
Jos menores de plazamiento ., para ir a bu car agua o leña para
el fuego. Durante la primera infancia la madre y e l niño viven día
y noche como si estuvieran soidados; y en silencio, puies, ape·nas
se deja tiempo· alJuomi JJara que abra la boca y Uore. Desde este
punto d,e vjsta los padres jóvenes indios tienen ue·rte: los Uoros
furiosos de los niños pequenos. no turban su sueño. Por l·o
demás el papel del padre e reduce a pocas cosas hasta el
m.o me:nto en que eJ nino da sus primeros pasos~ sobre todo
cuando se trata de una nina; pues los guaya.q uis prefief>en ·c asi
; siempre a los, niños. 1-dt.propia paternidad afecta al estatuto de]
marido,, pues en principio están prohibidas las relaciones sexua-
les .con la esposa hasta que el niño esté casi destetado. Esta
prohibición, que tiende a todas luces a impedir partos demasia-
do p,róximoslll es ampliamente respetada, si bien su rigor no es
· total: prueba de ello on las madres Que tienen que pedir de vez
1

en cuando a ·u marido que les ayude a abortar. De modo 1que


siempre· hay un ·m fnímo de dos años de diferencia entre dos
hijo de la misma madre. Aparte de Ja leche materna, la dieta de

104
/fJ_ Da.ve, eslera dt' pa~mn · de! p!ndo

los krorni e:s normalmente complem,e ntada con lo,.s alimentos de


los adultos: la pulpa anaranjada de derrtos frutos, a Jos que se
1

quita su voluminoso hueso; o las larvas cuyo contenidc se va.era


1
1

e-n la boca de las criatur,as; cuando son demasiado grandes, se


l~s quita oon la uña Ja cabeza quitinosa ya formada. Cuando
sele'n ],os p,r imeros dientes se les da, para que los utilicen1 un
peda.eito de carne. E,l niño, sie ntado en una daue,, una estera de
hojas de palmera bellamente t~nzadas~ lo chupa, lo tira al
1

suelo, lo recoge. Pronto 'q ueda cubierto de polvo, de ramUlas, de


trozos de 00rteza; poco importa, le dejan hacer~ se' contentan
1

con sacudir un poco el aUmento informe cuand.'º ' e,s tá demasiado


1 1

cargado, de detritus.. La madr-e,, sentada junto a él, confecciona


UJn oesto,. un estuche de plumas o un tejido, de fibras V'e1 getales_
el tyru: a. ganchillo~ en cierto modo~ pue l.o s guayaquis ignoran
la Práctka de tiej.er. E se tyru se,rv-~rá de aLfom brat o para echár-
1

sela sobre los hombros, e 'lll invierno a modo, de capa o pan.1 tapar
e¡ cesto.
La eo~ina. Unas ,c arnes ]as asan y otras las hlerven. El pecari
o el eo,r zo, los anímales grandes ,e n genera~, primer,o s,e chamus-
can Y a co:nt¡nuaci6n s,e descuartizan con los cuchillos de bam-
bú;, ~uego los troz,os se asan lentamente cl<1.v,,a dos en una variUa
puesta obl~cuamente sobre e] fueg,o y sostenida por un pado
ahorquiUado.. La grasa se deshace y gotee so bte ,la brasa . A lo"'

105
ach.é les gust"8 que ]os animales cazados sean bíen ,g rasos de lo
contrario les decepcionan. Para no perder un alimento tan ap·re~
ciado recogen las gotas sirvíéndose de un trozo de madera de
palmera desfibrado por un extremo: es el k-0to, una especie de
pincel que se empapa. en los liquido·s (grasa, m~e1, etc.) para
cbupario a cc,n tinuación. Otras piezas de caza se hierven. como
el kr,a ja, el m.ono aullador~ Los ach~, aunque n9mad.as, son
a.1íafi ros1 .J' egte es un rasgo ,e""i~áñ~ de su cu]tura material Las
mujeres fabrican cerámicas rústicas.• adornadas en ocasiones
con Ja impresión de la uña d~l pulgar. Es en es.t os recipientes,
Jos kara., donde se hierven las carnes y otros alime·ntos, como el
1

brote terminal de ci ertas pa]me·r as po. tre de nuestras comidas


1

europeas que recibe el nombre de palmito. Crudo, su sabor


azucarado e muy agradable; cocido, se guisa con Ja'rvas. Ade-
más la palmera pindo proporciona una especie de harina. La
operación no es tan senciJla. Hay que abrir el árbol, extraerle ]a
masa fibro a, empaparla en agua y prensarJa puñado a puiiado.
Es e~ Lavado de las flor.as, gracias al cual quedan depositadas en.
e] cacharro de bar.ro l.a particula blancas de <<harina» de que
e tá:n cargados los filamentos leñosos. ·u na vez lavada la « carne
1

del pindo». s.e hierve el agua. que .se ha vuelto blanca. y con 1

ayuda de la evaporación queda al final una especie de pasta má


o menos espesa, que es la harina cocida, a la que se anaden
1

larva"' o mie]: esto es e] bruee. in esperar a que e enfríe


dema iado, se s.ientan en cfrcul.o alrededor del kara y con la
1

punta de lo,s dedos van formando bolitas de «puré» y e la


comen. Para refrescaJ'Se tienen un daity o un tubo grueso de
1

bambú Ueno de agua. En cuanto al.o s puñados de fibras que· se


han arrojado a un montón, se' secan p ronto y sirven. por ejem-
1

pJo. para ]impia.rse el tra ero. Los niños pequeños, en cuanto


ienten un cuerpo extraño debajo, abandonan eJ pico de tucán o
cualquier co a que· estuviera ·e ntreteniéndol.es, se ponen a cua- 1

tro patas y gritan con el tra ero al aire: «¡Aigiiot puchi.'>' ( t<¡Ma -
má, me he cagado!)>)
La jornada de 10 aché se inicia muy temprano, inclu o ante
de que aparezca Ja primera luz del alba. j no hay señales de
que lo beeru estén. pr,e sentes en la región y la caza es abundan·
te. se quedan varios días en el mismo campamento. Lo dejarán
cuando Jo.s animales e~caseen . Los aché van en fila india,. los
hombres delantie y la mujere· · detrás; estas ú]timas llevan un
t¡zón que permitirá encender fácilmente fuego a1 ha<:er un alto y
aho rrará a los hombres ]a molestia, sobre todo cuando ha llovi-
1

106
11. Koto~ pincel destin.<rdo a· absorber tos Üqllidos

do y Ja madera está húmeda de producirlo con el kyrypi tata.,


técrrk:·a de fricción en que la caña de una ílecha (wa como un
ta1adro sobre un trozo de madera seca; la .fricción termina por
inflamar el serrin y aparece el hum 0; lo alimentan con trocitos
1

de musg·o S eco y soplan hasta que se avivan~ Es. un acto serjo,


1

casi sagrado: no, hay que hablar y,. sobre todo, no hay que r·e frse,
pues de lo contrario no habría fuego;. las mujeres. ni si.q uiera
tienen derecho a mirar cuando d] hombre hace gírar ia caña
1e ntre· sus m.anos. Las marchas no duran mu<!ho tiempo: r.ara-·
mente más de tres o 1c uatro horas. Se detiene·n en ol lugar
propicio: donde los árboles n·o son dem.Qsiado altos, pues atraen
a Ch.ono el trueno, y no en 10 más espeso de Ja selva pu'e ,s se
1
1

forma demasiada humareda. Conviene inst'8larse en ]as proxi- 1

midades de una corriente d@ .agua, pero no demasjado cerca, .a


1
causa de lo:s mosquitos+A v·eces tienen la suerte de enoo.ntrar uo
calvero cuyo sotobosque ,e stá provisto de· hermosos helechos de
largas hQjas. En tales casos a los hombres les resulta fácil
limpiar rápidamente el. terre·no para instalar el enda~ el campa-
mento. Cada je·€e de familia construye su albergue.; cuatro estas
cas ahorquiHadas que soportan travesaños rápidamente atados.
con lianas, sobre los cu~des se apUa una espe·s a capa de paJmas o
~e he]ech.os~ El tapy 1e s pequeño pero su techo es impermeable.
1

Bajo cada albergue arde una hoguera situada en su borde, de


modo que no esté al alean.ce de la eventual Uuvia. Es aconseja-
b1e que en las proximidades del campamento haya ,á rbolesgeni-
pa: e] jaguar, a] haeer crujir sus hojas, revela su proximidad. Y
si hay anbwandy (Helietta .longifoli.a)J todavía m,e jor: un masaje·
1

con fragmentos de su corteza permite c'Ulrar léJs enferm edades, y


1

sobre tGdo a los. que son víctimas de~ baiuwiiJ mal que afecta,
entre otros~ a los que consumen la miel sin mezclarla con agua..
Cuando los frutos de ge.nipa están maduros~ se calientan en un
caparazón de armadíUo y se comen. Pero muchas otras tribus
1

utUfaan estas frutas pera obtiener un tinte n1e gro-azulado con el


que a dornan su cuerpo 1e·n vivo ,c ontraste con el tinte rojo que·
pr<>du.c en los frutos de J u rucru.

107
Siete u ocho, ,a ños: ~a edad de ir a la escuela. ¿Se pensará que
los niño~ salvajes saben meno que los nuestros? A partir de
esta edad aprenden t--0do lo nece. ario, para afrontar victoriosa-
mente la vida forestal de los nómadas. Al atardecer, antes de
dormirse cuando, de aparece eJ sol, las abuelas cuentan las
cosas del pasado, Ja aparición de· los primeros aché sobre Ja
tierra~ hablan del tiempo en que la oscuridad todavía no existía;
explkan a sus. nietos quiénes son los ,seres invisibles y que se les
debe temer; que un aché si empre debe dar a otro, aché y que si
1

se niega a compartir con los companeros, por ejemplo carne de


cerd 0 ~ a[v,a je, estos entrechoc.arán k>s colmillos y el avaro no
1

podrá se,g uir cazándolos. ~rampoco comer ,e s un acto simpJ1e~ no


·e consume cualquier cosa ni d e cualquier manera~ y esto hay
1

que aprenderlQ poco a poco. A í a los niños se ]es enseña


bastante pronto a no comer en pie carne de mono, pues el jaguar
descuartizaría al. culpable,. y lo mismo s·u cederia a quien se rie,r.a
devorando un trozo de oso hormiguero. ¡Qué importa que la voz
baja del anciano duerma al nieto. aJ kirninogi!' Oirá los mismo
relatos cientos de veces~ se ,gra:berán en su m emoria y cuando
1

sea adulto sabrá repetirlos ta] como los escuchó. Las jary y los
jamol]i, las abuela y los abuelos, se encargan mayormente d e] 1

aprendmzaje de la~ «letra >, y de la ensef\anz.a ética. mientras


q~ue la inkiad,ó n en la. ciencias oaturale.. -botánica, zoología~
c[jmatologia, a. tronomía, etc.- e confía a los padres. Pues,
¿,c ómo llegar a ser un bretete un buen cazador, si no ,e conocen
las ~o~tumhr,es de los animales y de los páj.aros; us. grito ~ us
mnanera. de camuílars,e o de huir. e) modo en que viven y lo
lugare. q¡ue frecuentan?¿ o es igua]mente conveniente que una
muchacha joven esté versada en el conocimiento de las planta
y de los árbole , de su época de· florac~ón y de Ja fecha de
maduración de bayas y fruto p,a ra convertirse en una buena
riecole4;tora contribuyendo así a la alimentación de u futura
familia? ·rodo esto :no se ap1;ende en un d ·ía. Por eso, en cuanto,
el .k ybuchu es sufidentemen ,e fuerte para caminar durante 1c ier-
to tiempo por la s·e lva sin cansarse, acompaña a su padre de
caza. El aprendizaje de la selva dura años, hasta el momento en
que el kybuchu está en edad de ser re.o onocido como adulto'. e
hace cada vez má ]isto, más fuerte y más diestro; todavía no
fabrica sus propia flecha. pero ve a su padre· co1tarlas sin
cesar. e da cuenta de ,q ue no hay que desperdiciarlas y de que
i e] mo,n o º ''el pájaro a que ha apuntado queda clavado a~ tronco
o a la rama en que se ha hincado la flecha, hay que trepar al

l08

cm

12. Kara, o.Uas de barro cocíd'o adorna dll..-& con impresiones


efectuadas con la punta ª" wia cá ·caria de cara.coi·

árbol y recogerlo todo. La punta de ]a flecha se, habrá roto, pero


ptJede afilarse de nuevo. Cuando sea dema:s1ado corta le pondrá
1

una caña más larga de modo que será más ligera y sólo se sie rvirá.
de· ella para tirar a poc·a distancia a los animales pequeños. El
:mue hacho observa y esca cha; e~ padre es pacien~ y no se
enfada nunca. El hijo aprende que no debe coger.se con la mano 1

e~ pez bairekwa.~ 1 cuyas aletas; provistas de espinas~ le heriría_n;


1
Qllle a vece.s Jacarendy, el dueño de la miel,, enlureeido con los
1 1

aché; tapona los panales para impedir que estos los descubran;
Y que, por otra parte, las abejas no anidan en la,gar-es fre.cuenta~
dos por eJ ta.ira barbara, animal que siente predilección po.r la
mie~ y que saquea tos panales. Le enseñan a ser prudente~ hay
que saber que la hembra de~ tapir es pe~igroso cuando tiene
e.rías Y que mien tras los gritos del pájaro nzyriJh e'je anuncian ~a
proxilnidad de s,u ,c ompañero el j1aguar. por ,el contrario lo.s del

109
brupichu señaian la presencia cercana de kapiuara (buitre ) que
pueden cazarse a. flechazos.
E_n_ cuaAOO- e los an:imaies> hay que tener t."<>n ellos. ciert.a~
regla de cortesía. Cuando se· le·s mata hay que saludarles; el
.cazador llega al campamento con Ja pre·sa ·c olgada del hombro
noblem ente manchado de sangre; la deposita y canta en honor
1 1

del animaL De modo que este no es solamente un alirn,e nto


neutro; si se viera limitado a est.o· quizá se irritaran los de su
e.. peci e y no se les pod1ia .. eguír cazando. Cazarºº' es simple-
1

rnent·e matar anim,ales; es co,n traer· una deuda oon ellos, y para
librarse de esa deuda hay que devol\let a ]a existencja, por la
paJabra? a lo anima~e que se ha matado. Se les agradece
haber e dejado matar pero in pronunciar su nombre corriente.
A í. br,.ivi~ el tapir.. etá Uamado morangi; y kande, el pecari
pe queño, recibirá el nombre de barugi. Con los animales hay
1

que· ser astuto, hay que hacer como que se habla de otro y, al
engañar as{ a !a presa,, se abo·Je la agresión de los hombr-es, se
sup rime el acto mortal El canto del cazador sella el acue·r do
1

e ere to entre los. hombres, y los animales. También esto e


e·ns,ena a] kybuchu: a viv'ir de ~a selva evitando la desmesura,. a
1

re petar ·eJ mundo, que es un todo, para mantenerlo generoso 1•

• 1a] udo al oso hormiguer-0 «¡Yo, ·el muy grande, lo traigo! ¡Yo
1
:

lo he cazado. yo el muy grande lo he mst,ado, Jo traigo e·n la


punta d mi flecha!»
Saludo a la hembra del pecari grande! «¡Vamo ! ¡Un buen
fu ego~ ,¡ Llego yo! ¡La madre~ la vieja~ traigo una hembra vieja!>)
aludo al corzo~ precedido y eguido de silbidos: «¡Al .q ue
fr cuenta mucho las tiniebla , yo lo traigo!})
Saludo al rnono aullador. «¡Aqu¡ estoy de vue~ta! ¡A aquel
tuyofi bigote ya son viejo , yo Jo tra•go! ¡Al m.aloUente de van
ha rha, yo lo traigo!)>
Las ~ ·taciones pa an, vue~ve la época del írio cuando apare-
cen por el e te las ta.ta jemo.., las P&éyades; el aber e acumula.
La co~ a , de Ja selva e vueJven familiares al kybu !Ju, ~e hablan
y él la entiende, en Ja selva está en. u casa, e uno con la elva.
n dia el padre decide que el tiempo de la infancia de u hijo ya
ha pa ado.

~'e co·n
ideraba que había Uegado el mo·mento. tos hybuchu
ya eran yma, grandes y v,igorosos, conocían todos ~os secretos
de barek,a, Ja caza, y ya no se· 'l es podía seguir manteniendo

110
fácilmente apartad6s de la~ mujeres~, a ]as q1Je' dedicaban cada
v-ez con mayor frecuencia,, aunqu e lo tuvieran prohibidot m~ra­
1

das Lnteresadas. Y ya se sabe lo que pasa: «Dare mecha ka-i a_


ka1za. P'iJa >> («si se· mira con insistencia a Jas mujeres j6venes, se
pone dura en seguida.») Los muchachos no dejaban d.e :se gufr y1

de espiar a las muchachas de la tribu 1cuando estas corrían por


1

los arroyos buscando r.anas. Y al atrae·r su atención por medio1


de gestos y 'llamadas inequívocas, ¿se contentaban eUas con
1

reírse·? Más de una, siempre se acaba sabiéndo~o, aic eptaba los


felbri1e s ho·menajes die los kybuchu. Sj no, estos se masturbaban.
1

ia cosa estaba clara: ya no ,er.an nii1os, se habían conv·e rtido en


per-Soinas mayores.
Por e'SO·, un dia el joven Kybwyragi declaró a su padrie princi 9

pal que deseaba el imbi mubu, la pe·tio1raci6n del labic a fin de,
Jer un ,c azador reconocido y poder ostentar a partir de entonces
é] pas~dot labial que al marcar su entrada en la edad adulta le
1 1 1

111
daría acceso sin restricciones e ¡as muj,e res ,a n iadas desde
hacfa tiempo; aquel día su padre, Rambfagi;, se alegró compren~
diendo al mismo tiempo que é l mimo iba a pasar, d,e kybuchu
hombre formado, cazador en Ja plenitud de ]a edad, al
(!te,
estatuto sigulente de chyuai proui., «el que ya es un poco viejo>>.
1

En la tribu había otros dos adolescente·s más o meno de Ja


mi ma edad que su hijo. Rambiagi y los demá padres consuJta-
ron entre sí e hiieíe,ron saber a los muchachos qu,e también eUos
1 1 1

pasarían la prueba. De modo que eran t res pepe:noue, tres com-


pañeros de iniciación, y a] someter e juntos al imbi mubu e
cr,e arían entre, eUo · lazos definitivos que les harian ,ayudars,e
mutuamente durante el resto de u vida. Ad emás, en recuerdo
1

de u juventud común y como signo de atni ,tad, Rambiagi quiso


que el papel principal de la ceremonia estuviera confiado a u
propio peperoue> Jyvukugi, hermano a su vez de uno de los tre
aspirantes a la iniciación.
Kybwyragi va a buscar ,a ,.~yvukugi: « Qu.iero que ·eas tú 1 que
1

horade mi Jabio. Así ha hablado mi padre.>>En cuanto a] herma-


no menor, su padre le ha dicho: ·(<Que sea tu hermano quien
borade tu labio.>> Y lo mismo con el s,igu:iente candidato ..Jyvu-
kugi acepta oficiar; abrirá ·el camino d el mundo adulto a los tres
1 1

adoJ,escente~ el grupo contará con 'tres cazadores más: «Yo s eré


t 1

vuestro ir-nbimubuaregi, el que horade vuestro labio.» A lo~


muchachos Jes sati face obtener ..,u aquiescencia, Jyvukugi ya (
tiene pre tigio en la tribu~ Einpieza a repartir órdenes: «Id aJlí. '
Limpiad bien e] lugar con las manos.» Lo tre dedican toda la ·
tarde a prep,a rar a cierta di tancia del campamento,, e] enda
nyiii,. el espacio, iniciático; lo limpian con cuidado, cortan Jos
arbustos y arrancan toda la vegetación: todo queda limpio. Al
Uegar la no-che encienden una gnin hoguera en el centro die ]a
p1aza y se sientan uno junto a otro, solos en la oscuridad por
primera vez. Anteriormente jamás han ayunado; su madre siem.-
pr,e t nía algo para darles. Pero esa noche no hay que comer no
hay que beber: asi es como deben ser llas cosas cuando se aspira
a er un beta pou, un pasador labial nuevo un nuevo iniciado. Y
tam~ién por primera vez lo kybuchu cantan~ u boca todaví8i
inexperta modu]a ieon timidez elprerii de lo~ hombres. A Jo lejo~
lo s cazador·e s responden con su propio ,c anto animando, así ,eJ d~
1

lo futuros beta pou. Esto dura largo rato; alrededor. ]a noche~


ilenciosa y e] re pl.a ndor de ]as hogueras. Entonce , como una',
prote ta. como, u!1a queja de ]ástima y de pena se oyen tres ·.
voc,e s de mujer: las madres de los j óvenes. Saben que van a '
1

112
perder a sus hijo , que pronto serán, más qu e sus m >mby~
hombres dignos de riespeto. u chen11.a 1·u.uura expresa eJ ühimo
esfuerzo por retener el tiempo y es tainbién el p,r imer canto de
su separación, celebra una ruptura. Para los hombfies, ]a negati-
va c,a ntada-Uorada de las mujefles a ,a ,c eptar lo inevitable e un
desafío: s.·e redobla la fuer-za de u prerii~ su viol,encia se vuelve
agresiva ca i ha ta cubrir el humilde lamento de la. madre que
1

º 'yen .a sus hjjos cantando ·Como homb:res. IEllos ·.aben que ..,on la
apuesta de, ,e sta )ucha a que se entregan homb1·e y mujeres. lo
que le anima a cumpHr vigoro amente su papel: e ... a noche ya
no forman part·e del grupo~ ya no pertenecen al mundo de la
muj,e res, ya no son de u madre; pero todavía no on hombres,
no on de ninguna parte, pot e o o upan el en da ayia: lugar
diferente, e pacio tran itorio, frontera sagrada entre un ante ·y
un de pués para Jos que· van a morir y renacer al mismo 6empo.
Las hoguera . e ap·agan. Ja voce ca]lan, se duermen.
Por Ja mañana temprano se presentan nuevamente ante Jyvu~
kugi. Tienen hambre, pero e un gran día y sienten un poco de
1

miedo: <dd a la elva y cortad pind,J>>,, le::; ordena. Los mucha-


1chos cogen hachas metálicas recientemente robadas por Jyvu-
1
1•

kugi en un campamento de leñadores paraguayo . e van a la


s elva; talan l.os árbole y abren Jos troncos para poder acarles
1

la médula co rtan las p.alma y el brote terminal de la plantas


1

jóvenes y transportan todo al campamento; los ·m uchachos ne-


van al hombro las grand es hojas recogidas en hac,es. Mientras
1

tanto J yvukugi ha salido de caza necesH:a un coatí.


Los padre están p resente: «iTapy ywa n.wa.' ¡B'aky U!f!ra.- ¡Pi-
1

chua,f» («¡Construid la casa grande! ¡Va a lloved ·Habrá pi-


·<:hua!>>) Los pichu-0 son el viento y la Uuvia,, el tru,e no que ruge y
la tempestad que habla. Se produce siempfle que lo,s aché pr·o -
ced.en al imbi mubu y es bu ena. señaL El cielo y la tierra, las
1

fuerzas que los animan nunca on indiferente al de tino de lo


hombres,, se hacen eco de us. empre as; .i ncluso en ocasione u
1

mte·rvención es exces~va y los acbé sienten miedo: entonces hay


1

que explicar al vi,e nto y a la lluvia que hablan demasiado alto y


pedirles que se vayan. Pe·ro cuanto más fuertes son los pichua
de la ¡niciación~ más lo.grada e,s Ja cere m,onia. Por eso se cons-
1

truye un albe rgue esp eciaL Lo ·edifican los kybuchu., in ayuda.


1

en medio del e pacio prep,a rado el día anterior. Es el t-apy yi a.


el tapy grande,, pue ·en él se puede estar perfectamente de pie ~
mientras que las chozas normales son demasiado' baja para
eUo. E1 tapy y.w a e. alto f casí tres metro ,) y e pacio o. puede

113
albergar a mrucbos aché. Las palma recogida cubren la OO..
chtunbre, simplemente plantada sobre las gruesas est.acas rcla·
1

. . M'lentras los hijo,s se ocupan de edificarlo~ las


vadas en el :suelo.
madres se van ,a la selva a buscar el toi e,;i., ]a médula de ~as
palmeras que eUos. han ta lado. La cargan en sus cestos. La
médrt,da, junro con e) brote termina), es e] alim ento de los futu-
1

ros ín1ciados.. na vez preparada la casa iniciática, lo.s rtres.


muchachos se s,i entan e·n el centro de la misma uno junto a otro~
1

Espetan sin de·cir nada.


Jyvukugi vue~ve llevando un coatf. . hamu iean 1el an~ma1. Jo
1

despeHejan y separa n un trozo de grasa. Todo está preparado.


EJ ayuno se interrumpe p rovisjona]mente, y Jos kybuchu comen
1

incluso hasta hinchárseles e~ vientre. Durante \rarios días~. y a


causa del 1.abio. no podrán i·ngerir' nada. De, m.odo que , e hartan
de] t<n1gi, e] pa]mifo, ,que han llevado aJ m.ismo tiempo que las
palma , y del toi f.'f"i. que su madres han ido .a buscar. Cualqui,e r
otro alim ento. salvo la pie~ y la gra a del coatí. les está prohibi-
1

do .. Con e to e uficiente para Henar e, bien la barriga. Pero lo


aché saben perfectamente por q11lJé es
precisamente el cuatí lo
que convie,ne ofrecer a los, kybuehu: (c.Karo r-0 ache wywy. Kare
ro ache ou~?. » (i<Los coat[ . son también aché. Los coatís son el
1

ove de los aehé.>>) Otees e~ 0 tro doble de ]as personas muertas,


1

el que· se, va hacia el sol. mientras que ianue no qui.e re drejar a los
1

vivos y se queda revoloteando a ra de ~ierra, po:r la noche~


alrededor de ~os campamentos. Los ~oatís son t.ambién perso;m
nas, se hacen carg,o del 0 0-e de los muertos y trepan hasta las
1

copas de Jos grandes árboles m~ticos q ·u e no se pueden ver;


desde· aUi Ue ga111 hasta e] cielo subiendo a lo ]argo de una Uana
1

que un.e el mundo de ,a rriba con el de abajo. La carne de C oat( 1

puede se:r pe,ligrosa; como la miel y otro aUmentos de manejo


delicado~ puede p roducir el baiowaj La enfermedad: ¿acaso no·
1

"On pe.r,sona ]os coat(s? Pero ]a ph~J y la gra ·a que ofrece


Jyvukugi a lo futuroa iniciadoiS, a !os que on al mismo tiempo
muertos y viv,os, muertos a ~a niñe.z, a Ja suavidad y a la ternura.
del mundo m.aterno~ peí'lo que están a punto de nacer a ~a edad
adulta, no será un kare malo para ellos, ]es Uenará de fuerza., Ja
propia fuerza de ~a personas mayores que son coatís. Los
muchachos,, sentados sobr·e una 1e stera en la casa grande, se,
comen 1a pie i y la grasa..
J,.a_ comida ba termina do.' La inkiación va a em p.ezar~ pues eJ
sol ya e· tá casi e.n la vertical; su rayos queman e~ enda ayiii. El
1

cilor y Ja luz del so·I inmóvU en el eénit son repetición de otro


1

114

li1!~.
,9(·· . 1~
1
·
~
' \J .

14. Tapy ywa. cho:z,a iniciálica ~ los muchacho~


-
1calor,, de· otra luz de que hablan ]os m~to.s: cuando los primero,s
achi·salieron de la tierra, cuan.do se volvieron hombres, perso-
nas, nondetc, hac,e mucho tiempo.• la noche y la oscuridad no
exisnant la luz era permanente y el sol permanecia siempre en la
ve rtieat ~ memoria del primer acontecimiento de la. historia
de lo~p"ché se espera e] mediodía para 1celeb.rar el imbi mubu. '
lmf'amarcar el origen solemne de Jos verdaderos aché. L-0s aclu!
1

)amo pyve, ]o antepasados primeiros~ aparecieron en la faz de la


tierra baj,o el sol; y también e) sol vela por e~ renacimiento de los
muchachos desde e,I punto más alto de, su recorrido,.
Se aeer'Ca un hombre; rasura con . u ,cuchi11o de bambú el
cráneo de los tte · impetrantes si]encio os. A continuac:ió~ con
la grasa del coati' que habían reservado, les fr«)ta durante largo
rato alrededor de la boca a fin de :uavizar su piel para que no
e té dura. Tfa "' ]o cual Umpia la grasa con un puñado de fibra de
pirul'o. Jyvukugi e~ tá sentado, tras ellos, en la chozai. Se levanta
1 1

llevando en la mano una tihia de m.ono bien afilada. Es el

115
la infancia, les defenderá frente a los hombres y llevará a buen
fin su tarea obligando aJ grupo, de hombres ya formados a acoger
a los jóvene·s. También él sie vueJve by-ia, Heno de cólera; insulta
1

a los cazadores~ les amenaza. Patea. el suelo ~ecoge puñados de


1

tierra Q ue lanza a los demás, es temib]e. l solo produce un


1

enorme alboroto, pue. es e]jepare, el {<vengador» de Jos mucha-


chos. Las mujeres llegan rápidamente; rodeándole, le masaj1ean
y le fric«:: iona:n bien. Le piden que no haga tanto ru~do,, que se
calme: <<¡Mi hijo beta pou s.e va a e capar~», dicen 1a.s medre . El
les hace caso~ poco a poco se calma; los hombres no e han
atrevLdo a dar un paso má .. retroceden. Vuelve la calma al en<la
ayiü, depos.Lt.an los ercos y la flechas y vuelven a sentarse en ,la.
1

cabañas; la ird,e iación ha terminado.


Los aché permanecen todavfo cuatro días y cuatro noches en 1
el ~ampam~~to esp_e~a?do que se produzca ~a cicatrizactón deJ
Labio.. Los Jovene · lntclados p1e rmanecen biiJO su choza donde
pa.san la noche. A causa del piju que tienen en el agujer-o no
pueden hablar n] comer má que sop a de palmito, preparada
1

por las m.adre·s, que absorben sirviéndose de un pjnce~. De


todos m,odos, Ja mayoría de· [os alimentos Jes están prohibidos.
' Comer cW'n e de armadillo acarrearla mala suerte en Ja caza,
1

pan ; con la de pecar:i tendrían grandes diarreas; con Ja de mono


sus ojo se inyectarían en sangret como los recién n¡jcidos· <;On
Ja de s erpiente de ,c ascabel se le·s quedarian las nalgas' plana. ~
1

sin grasa. cosa que entristeee a los aché. También están prohi·
bidos todos los tipos de miel: si no flespetaran la regla :tes ~ería
imposible cazar antma],e s con sus fJe·chas. Los iniciados llenen
mucha hambre: por e o todos los día , al anochecer, se oye el
canto de ~as madres, triste a] saber que sus hijos e. tán ham-
brientos: «¡Hijo mío! ¡Está compJ,et.ani,e nte· sin vientre!,~
En cuanto a Jyvukugi y su ayudante .. están ·ujetos al m i~mo
tabú: no pueden comer més que médula de pahnera. Además;
exactamente igual que los padre y hermanos de los muchachos ,
deben evitar cuidadosamente hacer el amo~ en tales, ·circuns-
tancias, e.I me110 haría dolorosa Ja herida del labio y r,e tardaría la
curación. Al privarse· así de las esposas y de la~ amantes. los
hombres e solidarizan con sus jóv,e ne compañer-os~ Pues es-
tos. desde Juego, todavía no han conquistado el derecho a cono,.
cera las mujeres. Les será reconocido más adelante, cuando la
herida esté <:ompletamente cicatrizada~ es decir. cuando se rom·
1

pala cuerd,eciUa anudada en e'I interior de.l labio que impide ,que
se cierre e~ agujero: cuando se rompe eJ kaimbo se vuelven

120
verdaderamente bf!lagi. Ptno mientra está i ntacto~ nada de
mujeres: de otro modo le ucedería la peor desgracia qu,e
puede tener un hombre, la mala suerte en la caza. i e hacen
1

ahora cosas prohibidas, más tarde no podrán cumplimentarse


las co a obligatoria . ¿Pue tiene acaso el hombre otra tru~ea
que el' un bai Lv1:.•on,d_v. un ca?.ador de animales'? Y los aché se
cuentan l•na vei más una co a obre ia que ahora bro·m ean, pero
1

qu,e 1e'n su mornento le irritó Jnu ho. El joven Bykygi. desafian-


do toda ]as leyes para . atjsfacer su deseo siguió a una mujer
joven que iba a buscar agua y la obligó a recibir sus homenajes:
,¡la cuerdecilla todavía pendía del agujero de su labio'~
1

Una vez tran currido. lo~ cuatro días los aché abandonan el
campamento. P ronto . u agujero labia] con lo contorno bien
de1imitados, deja de deL prender olor desagradable. Entonces a
cada uno de los tre · befadi su padre le ofrece ~upa ·ador labiaJ,
que a partir de entonce podrán Uevar durante la~ paradas: un
hueso de rnono fino y largo, perfectamente visible a ojos de ]as
mujeres.prae.·o L wii. para educir]as. Puesto que ahora son hom·
1

bres se hacen eUos so los. aconsej,ados por su padre, su propio


1

arc,o y u juego de necha.. Para ir de caza se quitarán el largo


pasador labial pue · al ten ar la mano der,e cha la cuerda del
arco podria go]pearlo. Lo susti tuirán por un beta mucho má
corto: sin pasador labial no se podría matar a la presa.. Y cuando
vuelvan al campamento con el cadáver de un anima] sobre el
hombro derecho conocerán lo cantos apropíados y~ como privi-
legio, 11evarán un tl'Ozo de ·Carne a Jyvukugi y a su ayudante, e
sus «p.erforadores>>.
Entre Jos aché, ¿p ara volver ,e p ers-0na mayor basta con de-
1 1

!arse horadar e[ lab~o?' De ninguna mane.r a: el imbi mubu es una


gran ceremonia, todo el mundo participa en eUa, es una celebra-
1

ción colect~va. Pero todavía no marca completamente el destino


~dulto d el ad ole cente, todavía falta alguna cosa: el jaycha fJo- · ,
1 1

~o, hac,e r e] tatuaje .. Ja escarificación de la espa]da. Una vez


efectuado e~to el joven estará en situación de cumplimentar
aqueHó hacia lo que se le conduc·e en lo sucesivo: ya no será el
sedu,c tor descuidado de mujeres jóvenes sino el marido de una
mujer con la, que tendrá hijos.
Hay que esperar alguno año ~ más o menos entre seis y ocho.
Y puesto que un muchacho recibe su beta hacia los quince años, \
el tatuaje se efectúa a los veintidós o veintitrés: buta proui bu,
cuando se ti,e ne un poco de barba dicen lo"' aché'. L]egado el
1

momento~ un anciano1de la tribu, generalmente el pe·rfo,rado.r

121
del. jo·\-'en~ ]e dice: <<Ya no eres un betagi. Eres un hombre
formado; por eso quiero hacei-.te el tatuaje~ seré yo el que te
rajará Ja espalda. '> No es. una p1 etición~ sino una constatación:
1

hay que hac er]o ahora y e] b ;taJ,ri ti ene que pasar por eUo~ El
1 1

hombre e va a bu car un.a piedra; en ocru ione·s Uen,e que ir 1

lejos~ sólo ~e encu,e ntran en el [echo de derto arroyos. Debe


tener un ]ado bien cortante. pe.ro no como la astilla de bambú.
que corta con demasiada fadlidad . La e1ecc~ón de la piedra
adecuada exige. así pues, buen ojo. A eso se reduce todo el
instrumental de esta nueva ceremonia: a un guij,a_rro.
Cuando ha encontrado el que le· conviene, el bowaregi corta
1

un árbo] joven y de tronco Hso e·n me·dio de un espacio desp1eja-


do de m odo que al. caer se quede apoyado en las ram.as de otro;
1 1

asi~ e] tr-0:nco cortado queda en posición oblicua. T 'o do está


preparado, ]a operación (que debe entende·r.se en su sentido
casi quirúrgi co) puede empezar. e espera .a ·q ue el so,l Uegue a
1

su cén~l. El joven. e estira sobre· el tronco inclinado rodeándolo


1

eo·n sus brazos; e~tá boca abajo y ,e xpone la ·e spalda c·o n ]a piel
bien estirada. E l. c.<r.ajadon~ tom.a su piedra y corta profunda·
mente desde lo alto del hombro hasta el punto más saMente de
las nalgas. o e~ la incisión ligera. y uperficial que pr-oduciría,
por eje.mp)o, la astilla de· bambú afiJada co·mo una navaja· es una
verdadera raja en la esp alda que atraviesa todo e? gros-0r de la
1

piel. Para ahondar sem1e jante surco co·n un instrume·nto que está
J.ej.os de ofrecer el filo del cuchiUo de bambú hay que teuer
buena mano., p·ues Ja piel es resistente. El bowaregi .ap·r ieta co.n
1

todas su fuerzas y desgarra. Toda la superficie de la espaJda


queda labrada por unas Hneas rectas.y paralelas que abarcan de·
hombro a ho·mhro; por ]o me·nos diez incisiones. La sangre corre
en abundanda. ·c ubriendo al joven, lo·s. br-azos del oficiante, el
1

árbol y el suelo a su alrededor. Dic·e n ~os aché· que el dolor 1es


atroz, que no puede· ni compararse co·n Ja pe·rEoración de~ labio.
1

que apenas duele. E l jaycha bowo ·c asi mata al que lo p·a dece.
Pero, ieomo· sucede durante el. imbi mubu. el joven no dejará
escapar ni un lamento·, ni un gemido! puede perder el 1oonoci-
miento pero rno abrirá los labios. Estie silencio da la med¡da d·e
su valor y de su deriecbo a ser co·ns~derado un hombre fo,r mado.
Una vez Jabra.da la espalda en toda su su p erfj cie, e] bowaregi
coge, carbón vegeta] del árbo] kybai (término· que significa hom-
bre), lo teduce a polvo y lo me.zc]a con m~et Extiende esta pasta
sobre las llagas haciendo que penetre bien~ El carbón p,ulveriza-
do actúa co,mo un se·cante,, aspir.a la sangre y contribuye a

122
dete·n er la hemorragia. Adem.á s se incrusta en Ja rajas de modo
que cuando estas cicatricen, las largas estrías quedarán de un
1

hermoso coJor negro azulado. Es prec~so que las escarificacio-


1

ne ean claramente visible , bi en negra , de otro modo seria un


1

fracaso· y e ent·o nce cuando el hombre esjyvcte, te·rrible . El.


joven se separa de su árbol y se tiende boca abajo en una estera.
u rnadre Uora. A continuación la madre calienta a] fuego viru-
1

tas de cierto· árbol y la aplica. dur.a nte largo rato sobre las
1

herida . Es un ca1mant~· que disminuye el dol·o r. Durante los


día siguiente~ curará a í muchas veces a su hijo inmovilizado.
Hasta que Ja ci1catrizaci.órn esté ca i terminada, la banda se
quedará en el mi mo campamento,. p ues el jo.ven no puede
1

desplaz.arse: es dema iado doloroso y hay que evitar que Jas


1

heridas vuelvan a abrir~e. Co1ne poco y no prueba ]a carne,, que


impediría que el tatuaje s,e ennegreciera bien. e ]e alimenta
solamente con miel mez,d ada. con agua. Desde· luego·, no debe
copular mjentras no tenga Ja espalda «<seca»: de otro modo no se
curaría. Gracias al respeto de las reglas y a lo cujdados de la
madre, las Uaga.s dejan de oler mal y se forma el tejido Cicatricial
1

que dibuja un grueso relieve de líneas verticales sobre la piel.


Lo. aché pueden volver a marchar. El j,oven está muy debilitado
peflo los cazadot·e s le ofrecerán mucha carne y pronto· volverá a
engordar.
Ahora ya es~ y definitivamente, b~teoo~ gran c.a zador, y kybai
gatú, adulto, bueno. Lleva grabadas en su carne las. mU1Cas de
aqueUo en que se ha convertido: una persona mayor, el futuro
marido de una mujer. Por ·e~ agujero, de su labio se ba. ido su
infan eia. Pero este no era todavía e] paso a la v rdadera CO·ndi-
1 1

ción adulta, era el acceso al tiempo feUz de la juventudt al


tiempo del pravoty.. de] <<s educir a las mujeres">>. Y como Ja
1 1

infancia,. la juventud no es eterna, hay un momento para todo y


todo mom,e nto es transitorio. ¿Qué sería de un hombre que
1q uisiera p,rolo:ngar más aDá de~ plazo tolera.do, su ]ibertad de
betagi que quisiera di frutar sin 1ímites del derecho a conqui ·
1

tar los fa'lore·s de las mujeres? Se convertiría en una fuente de


pr,o blemas y de conflictos en el seno de Ja tribut tanto par.a lo..~
hombres casados a cuyas mujeres amenaza como para los inicia-
dos más jóvenes que esperan su turno. ~~eret ....!~i¡_ ~iendo
~etagi cuando se tiene la edad de ser ky ai gatu aferrarse al
estado de sol te.ro irresponsable cuando se· puede tomar mujer es
~roducir el dtts(;rden en la sociedad. Hay que ceder el puesto
para ocupar otro seilalado de antemano y el grupo impone al

J.2'3
individuo ·QUe se reconozca a sí mismo p ara que perdure la
1

ociedad. Durante ,e] largo entrea~t.g que _separa al imbi mubu


deljaycha bowo el joven hace lo que ·q uiere} pues e] grupo le .
dice que puede hacerlo. Llega otro momento y el grupo dice: se
ac:~bó. Y esto queda bien atestiguado por la prueba del dolorJ
no hay nada que decir, eJ sufrimiento sólo exige silencio,. es el
pago de ta deuda contraída p.or e] beta pou con ]a tribu,, que le
autorizó a. seducir a las muje·r ·es. El jaguar azul compromete _e]
,o rden del cosmo "' cuando quiere dev·o rar al ol o a ]a luna;, el
betagi pondría en pe]igro e] ,orden de la sociedad si se negara a
volverse adulto. Un soltero es con10 un jaguar en la comunidad.
1

Para impedir el retorno del cao a los cielos los aché rajan la
tierra con gus hachas~ del mismo modo, para prevenir un caos
semejante entre ellos,. rajan Ja espalda del betagi. Piel labrada,
tierra escarificada: una mi ma y única marca. Enuncia la ley de
las cosas y la Jey de los hombres y expresa al mismo tiempo su
enigma: el sol y ]a l.una. e1 día y la noche, se suceden apacible-
1

mente· pet·O e,s te retomo de lo mismo no vale para los hombres ..

na mañana yo es taba charlando con K are kyru m bygi. u


mujer. muy joven, Chachugi, era una extranjera. Más que rollíza
estaba gorda, hasta el punto de que al principio creí que estaba
1

embarazada aunque tuvier.a poco pecho; ante mi pregunta había


re·p licado, como avergonzada: <<Bravo ia wyte.» («Todavía no
estoy embarazada.») Estabat pues hablando con su marido,
cuancio~ en 1 contra de su habitual discreción, ella se acercó a
nosotros con aspecto preocupado, murmuró a]go al oído de u
marido y salió c·o rriendo a esconderse en la selva. El hombre se
~evantó de inmediato y se dirigi6 al campamento de los ,e xtranje-
ros; apenas tuvo tiempo de 1exphcarme que «pira upu. o.» («ha
corrido sangre»). C hachugi nj siquiera era púber y no cabía la
posibilidad de ,q ue estuviera embarazada, pues la sangre ·q ue
acababa de correr era la de su primera menstruación. Era. para
mí, una suerte: iba a as.istir (si lo indios no, tenían inconvenien-
te) a la iniciación de aquella muchacha..
Chachugi ha huido a la selva. que ·es lo que deben hacer
aquellas cuya sangre corre· por primera vez: huir de la mirada
ajena, indicándoles así lo que· ]e paso. En este momento la
chica está by·ia , sin «naturaleza>> sin trm Q'Uilidad, se siente
1
1

avergonzada y corre· a esconderse. Al poco rato, ei tiempo sufi~


1

cie·nte para que· todo e] campamento se entere de que pirii upu


1

124
0, Chachugí sale de entre los árboles y, con la mirada baja, se
dirige rá pidamente a la choza de sus padres, que ~a han evacuae
do. Murimurando, le dice a su abuela, que es ]a única que se ha
que~ pirama» («mi sangre está aquí») Entonces la 1

Vieja anuncia ,e n voz alta a otra vieja, instalada un poco má


[,ejns: «La sangre d,e nuestra nie,t.a está aquí». «Yo soy su tap,a -
uil»t responde aquella. Efectivamente, cuando nació Chachugi
fue, ,e sa mujer quien la levantó del suelo y la tomó en sus brazos;
1 1

y es la que ahora asistirá a su chaue. qu,e se ha vuelto mujer. La


madre entona un lamento olitario. A partir de ahora todos, los
presentes han sido ,o ficiahnente enterados. :!El padre se entrega
aljeproro; grita varia veces en voz muy alta: «¡La angre de mi
hija ha ,c aído sobre carne de pecari!>>. Pues estaban asando un
pequeno cerdo salvaje en el momento en que Cha chugi, se ha
1

levantado bruscamente para desaparecer en la selva.


Las dos viejas, ayudadas por un hombret el «padrino> de la
1

muchacha, emprenden un metku]oso biri. Es un masaje consi ~


tente en tomar la piel entre los dedos y pellizcar~a sin demasia-
da ruerza. Chachugi está acostada y con los ojos cerrados;, ]a.
tres personas están indinadas sobre ella. Desde lejos produce
una impresión extraña el revoloteo de aquelJas seis manos de un
punto a otro del cuerpo, inm,óvU. Varios de entre los hombres
que es,taban alli se han ido; los demás, salvo el p,adl'le, dan la
espalda ostensiblemente a Ja escena. En ·c uanto al marido, ha
desaparecido desde e~ principio. El masaje dura alrededor de
:media hora>al cabo de Ja cual Chachugi es someramente cubier-
ta co,n dos o tres pa1mas secas. La lap,a ue se levanta y desapare-
ce en la selva, y e] padrino también. Mientras tanto el padre,
dentro del recinto del campla mento pero un poco a]ej,ado de las
chozas,, levanta un armazón frágil y bajo: es el tapy jy.uapat la
choza arqueada que se reserva para «aquella cuya sangre ha
corrido>)'. Pe:rot a diferencia de lo que se hace en el caso de los
J!!~thachos, para las chicas no se prepara un espacio iniciático.
Al poco rato vuelven el padrino y la madrina, él cargado de ·
palmas de pindo y eUa con un grueso haz de helecho,s. Las
palmas constituyen al mismo tiempo, e] techo y las paredes de la ·
,c hoza, que merece por tanto el nombre de «arqueada»: una V
Lnvertida con las ramas cortas. La viej1a prepara aUi una cama de,
helechos; Chachugi se desliza bajo aquel abrigo y queda ,e ntera-
1

mente tapada con el resto de los helechos. E tá totalmente


invisible, pues es kaku: destinada a no s er vi ta. La madrina se
1

· sienta junto a Ja choza de reclusión y llora unos minutos ~ tras lo


cual se pone a pt@par.a r aumentos para su ((ahíjada»: solantente
harina y brotes de pindo.
Las horas pesan. L·o s aché echan la siesta o se dedican a sus
ocupaciones ordinarias: todavía no me han dícho nada, y como
yo estoy ahí para obs,e:rvar (]ápiz y Ubreta en mano, un poco
idiotam ente), no me atrevo a irme a pesar del calo:r, los mosqui-
1

tos y el hambre: es mejor quedarse para estar segur,o de no


perders,e nada. Hasta dentro de dos o tres años por lo menos no
tendrá lugar níngún ritual de iniciación de una muchacha, pues
ninguna de las niñas actua.l es tiene la edad del pira upu o. Un
indio me da un t l°'ozo de palmito; crudo., tiiene un gusto muy fino
de avellana. En realidad hoy no sucederá nada m,ás. Hacia el
final de Ja tarde Ja madrina lleva a la muchacha su alimento
vegetal, que ella come ráp idamente manteniendo los ojos cerra-
1

dos. o ~ólo tiene que esconderse sino que tamhíén d ebe evitar
tota~me·nte, po:ner su mirada sobre Jos demás!. y sobr,e todo sobre
]os hombre que no sean su padre y su padrino: u mírada es
mala,. es fuente de ma] y de desgracia causa de baya. Los aché
1

designen con ]a palabra baya ,e sta situación de soberano peligro


en que se ven los hombres a causa de Ja sangre de ]as mujeres
cuando nace un nifio o Cuando sobreviene la primera menstrua-
1

ción.
A la mañana siguiente me Jev.a nto muy lempran.o para asistir
a la continuación de] ritual. A pesar de mi diligencia las cosas ya
han empezado. pue,s Ja choza d~_r._e9J.1J:sión ha .s~do claramente
desp]azada ai exterior del Cam.p amento: pues el lugar en
1 que
estaba Chachugi ayer noche es un espacio manchado no directa-
mente por Ja sangre, sino por todas las repulsiones y terrores
que vehicula. El lugar , e ha vuelto impuro inhabitable. EJ
padre de ~a muchacha se ha jd,o a la selv,a · vo]verá con un
cargamento de virutas de liana kym-0ta, sin la cual sería imposi·
ble la purificación. Ha traído una cantidad e,norme~ pues son
muchos los que habrán de ser purificados: no sólo los que están
contaminados por haber estado en contacto directo con Cha-
chugi, sino incluso un grupo importante de hombres que se ha:n
mantenido cuidadosamente apartados. Todo· esto m ,e Jo expUca
Tatuetepirangi. Armadillo de p "e1 roja;, y al mismo tiempo s é por
1

qu,é ayer desapare~~ó tan r,á pidam.ente el mari do~ Mi tnforma-


dor desayunándose plácidamente ,c,on u.n puñado de larvas que,
bullen en el plato, me pr,e gunta: «¿y tú no te harás e] kymala
tyrü,, e~
· kymatapu.rfficador''?>> << o lo sé. ¿También yo tendría
que hacérmelo?» «Pero, ¿tú no has copulado todavía?» «¿Con
qué mujer?» «Con la kujambuku,. la mujermay,or>; (así Hamaban
Jos aché .a Las chicas próximas a su primera regla). c<No, no he
copulado con Chachugi.» «iAmai!» Su &orpresa es considerabJ,e~
y le mía no menos, pues parece considerar de lo más no,rmal que
yo haya podido beneficiarme de los favores de la mu chachita.1

«Entonces - comenta- estás como yo. Cuando no hay cópuia no


hay bayja; y si no hay bayja, no hace falta purificación.» La cosa
és se~La:..c.ualqu~e,r hombre que haya tenido relaclones sexua-
les con una muchacha cuya sangre_ no haya c1orrido todavía,
tendrá que someterse al ritual. Mi sorpllesa aJ saber que Cha-
chugi1 breko - ·m ujer ~egí tima- de Karekyrum bygi, no era todavía
una mujer había sido notable. Per-0 ahora ya no s,e trataba de[
1

marido, sino de amantes; los enumie ra para mí .s in dudar. parece


estar perfectamente al ·C omente de la vida erótica de todos los
aché. Llegamos a un totaJ de siete. Chachugi, que tendrá como
mucho trece años, ya ha hecho felices a siete hombres. ,·Amai!
.A lgunos de esos siete bayja están aquí; pero otros están
ausentes, babtan salido de ca.za hacia varios días. Hay que
avisarles de lo sucedido p ara que vuelván rápidament e a exorci-
1 1

.z.ar la amenaza. Por es·o K.ar~kyrumbygi ha salido, s,in tardanza


1e n su búsqueda. Si no fueran sometidos a la purificación 1caerían
bajo las garras de los jaguar~s atraídos por su bayja como por
un imán: o los devorarla M,e mboruchut la Gran Serpiente de Jos
cielos visible en forma de ar-co iris. A pesar de todo, hay muchas
posibilidades de que ya le haya mordido brara, una serpiente
venenosa.
La muchacha recluida yace bajo Las palmas y los helechos.
Unas. mojer'8s han ido a buscar agua. El padrino va empapando
e·n ella, puñado a puñado, las virutas. E~ agua empieza a blan-
quear,s,e y a espesarse. Si la e,c baran al rio todos ~os peces
corriente a bajo moririaP como asfixiados. Pero, los aché sólo se
1

sirven de la kym-at.a para librarse del bayja. E ,s o es lo que van a


hacer ahora. En las pro:Jtimjdades de la choza de reclusión está
clavado un Jargo poste. El padrino va en bus ca de Chachugi; la
1

saca de entre los helechos. le· cubre ]a cabeza con un trozo de


tela Y la lleva junto a la estaca, a la que ella se agarra con ambas
01ano.s: Le retira e] velo y la cubre con el aicho,, una especie de
bonete de palma bien trenzado? que le hunde en la cabeza hasta
los o.jos, como una boina., y que sólo se utiliza durante la puber-
t.ad. de· las :m uchachas. El aicho Je garantiza que más adelante
~n~á una hermosa ,c abellera. Varias personas iavan con con·
Vlc'('16n a Ja muchacha silenciosa, que mantiene Ja cabeza gacha

127
y Jos ojos cerrados: sus padres, el padrino y la madrina. mi
amigo Tatuetepirangi. Eis «enjabonada» y rociada de hi cabeza
a Jos pie con punado de viruta· empapadas en el agua purifi-
cadora. o s·e destuida la intimidad de la novicia y en varia·
ocasiones veo en los muslos rastros de sangre· que on rápida-
mente borrados con una pasada de esponja. A intervalos regula-
res las mujer.e se acuclillan. hacen un chengaruvara y vuelven a
su tarea~ Cha,chugi p ronto ha sido (nte·grame·nte lavada; la. secan
1

con virutas ecas. Nuevamente tapada por la te~a~ e conducida


hacia u lugar de· reclu ión.
Ahora on los purificadores qui1ene.s se purifican entre í. Uno
tras otro apoyados en 1a misma estaca, son concienzudamente
1
1
1 1

lavados. Esto durará mucho pues,. además de los cinco o eis


aché que han a egurado el c·eremonial .. están también los anti-
guos amantes de Ch.achugi, sin contar aque·Do - a quiene su
1

marido ha ido a bus.car. Mucho más curioso y novedoso me


1

parece Jo que pasa con Chachugi. No ha penetrado bajo la


choza, se ha echado boca abajo sobre los helechos. Le quitan el
aiclw y la madrina le corta e) pe]o a] cero. A c,ontinuación le
anuda bajo [as dos rodiUas unas cue.rdecilla de fibr.a de ortigas:
1

como el masaje inicial, están destinada a evitar que las piernas


de Ja muchacha ean de1gadas. Los aché ienten horror por La
delgade·z, que es para eUos un signo de muy mala salud. sobre
todo en las mujeres, que les gu tan bien r·ollizas. Ademá. una
mujer «de huesos secos» no ti,e ne fuerzas para marchar por 1a
selva con el cesto cargado con dos o tres coa tis ,a la es p·alda~ e1 1

nino en. la banda portadora y un tizón en la mano: una mujer


delgada no es C·osa buena~ e algo triste. De modo que no se
1

descuida ninguna precaución a fin de asegurar a las pantonillas


y a los mus]os de la kuja la silueta des eabl.e. 1

Pero esto no es todo,, pues ahora Chacbugi, qu e igue echada1

·e n el sue]o, e sometida a una e ión de flagelación . Dos muje-


res viejas, armada cada una de una correa a] parecer de cuero, la
fustigan brazo en alto desde lo hombro. hasta los talones. Con
el brazo en alto, í pero lo chasquidos sobre la piel son flojo ,
pu los instrum~nto on demasiado corto y delgados para
que los. golpes re ·ulten verdaderam ente doloroso . De modo
1

que el objetivo del tratamiento no e poner a prueba ]a re i "len-


cia de la muchacha: «¿Qué e eso?» <<Breui embu ro go» ( «~on
ve:rg.a s de tapir»). «,¿ Por ,q ué ]e pe·gál. ?» «<A la kuj.ambuku e le
pega con vergas de· tapir para que desee a los ho n1bres.>> Pued,e
1

parecer una respue ta s]bilina. ¿ er azo·t ada con un pene de

12
tapb .l).ará acaso que Chachugi soUcite más. ardiente·mente (y
hasta el presente no ]e ha faltado ardor) lo.s favories de los
hombres? Interrogados más a fondo los aché apenas fueron más
é.!Cpli(itos: go nonga ure, nosotros som·o así. Pero s~ bien ellos
· no- sallen en definittva qué es [o que hacen, otras muchas trlbu ·
podrían explicarlo. Efectivamentet la eL.ección ~e] tapir no es
accidental. Para ]o - aché es, e.sencialm ente, una presa, apreciaª
1 1

da por "'U sabor y por la can idad de carne que puede proporcio-
nar. Al ser su pellejo demasiado grueso para las fle.chas de
·m adera, inte·ntan ponierle trampas haeiendo un agujero en . u
,c amino, habitual; junto a los rios, una fosa cónica qu e t.ap an con
1 1

una frágil armazón cubierta de hdjas y de hierba ~ el pesado


enima] (más de doscientos kilos) no advierte la trampa y cae· en
e] a;gujerot de donde no puede salir. Ya 6lo hay que golpearlo:
breui ityty, tumba1· al tapir~ Pero en Jo.s mito de muchas cu]turas
indias este corpul ento anima] éü'Yanarlz se prol.onga en una
1

trompa ·un poco obsc·e na, siempre tiene e·I papel de s,eductor~ a
pesar de· su apar:i encia ¡pesada y in gracía, es un don Juan
1

. ..irresist'ib1e; los maridos temen sus -frecuentem.ente fata1es ata-


q-ues a su honor. EJ ta.pu\ e·xualm ente muy caracterizado, está
1

investido de tal carga er1Srtica que, además de ser un gr.an aficio-


nado a las aventuras galantes,, las muchachas están loca~ por él1
él las insp ira. ¿Qué rnejot· en cornH!·cuencia, que el pene d·e es.te
1

Casanova vigorosamente pa eado sobr·e Ja muchacha que acce ~


de a ~a feminidad, para que en vez d·e rechazar las propue·stas de
los hombres las provoque? Desde Juego, Chachugi no nece ita.-
ha e:ste filtro amoroso,, pero por lo menos ahora estarán seguros
de que ·q uedará definitivamente contaminada po·r el pene del
1

tapir en beneficio del mayor pilacer de los, a trev~dos de· la tribu.


A fin de cuentas lo. acbé saben lo que se haoen.
La purificación va por buen camino. El montón dre virutas
dismínuye pero toda:vía queda cantidad suficiente par-a lo caza-
dor~ , que el marido ha ido a buscar y que llegan indemne ; pUJes
no Les ha mordido ninguna serpiente+ Anuncian S\J acen::amiento
desde ~.ejos lanzando dos o tr·e s gritos a~dos a los que se
responde desde eJ campam.ento. Así 1e:s como se debe proc·e der:
1

un enemigo nunca anuncia su Uegada, y e] que no qu[era ·expo-


nerse a recibir una necha en el pecho s erá mejor que diga c¡uién
1

res de antemano. Ea otro·s tirempos ]os .a ché diseminaban en ~o


pasos que conducían a] ~ampamento astiUas puntiagudas de
bambú escondidas bajo una boja: pobre del visitru1te indeseable
1

que ·i gnorando, su 1e rnplazamiento corría el grav»e J~ie. go de da-

119
varse una en el pie. ~in dedicar ni una mirada a Chachugi, los
hombres - entre ellos el marido- e dirig·e n al lugar asignado,
donde son lavados uno tra otro. na mujer se encarga de
pintar a la purificada. Un caparazón de armadillo enroscado en
forma de cucurucho contiene· una masa ne.gra: es una mez·cla de
cera de abeja,, resina y un poco de carbón vegetal en po]vo. La
mujer toma un poco de esta mezcla co·n una espátula pulimenta-
da y la acerca al fuego para hace.rla cas.i líquida y aplicarla .a
continuación a la piel: deja una señal de color negro briUante·
1

que re iste durante vario· días induso .a los chapuzones en e1


rio .. Lo prim ero que se adorna e. la cara: raya horizontales en Ja
1

.f rente, dos verticale a ·cada lado de la nariz, cuatro en. 1.as"


m.ejiHa · r ei en Ja barbilla. Luego pasa a ] cueno~ a l. pecho1 y
pronto el tronco ent·e ro, ha ta el pubi , queda ·CU bierto por diez
hilera de trazos verticales de magnífico electo. Lo mismo hace
en los brazos y ·e n la esp·alda. A 1 terminar., la mujer e pinta us
propios antebrazos, torso y vientre, y hace lo mismo con las dos,
vieja que han partíc iJlad o constantem.e nte en la cer.e mo1nia.
Cae Ja "noche. Chachugi, que sigue en ayunas, ha vuelto a su
e boza. Los dos hijos de uno, de los .amantes de ]a muchacha
también son purificados~ y el más pequeño, de unos ·q uince
me·se • protesta con vehemencia, pues el .agua está fria. ~<Cuan ­
1

do una kujambuku tiene la angre,. los niños vomitan, pueden


morir», me explican. De de hace un rato hierve en una gran olla
caldo de harina depindo y maíz. Una vez s»reparado, se Je añade
un poco de miel y el padrino distribuye a cada uno de )o,
presentes una porción de bruee: es la comida colectiva que
clausura la primera parte de Ja purificación de Chachugi.
Efectivamente. como en ,eJ caso del beta pou, si bien inmedia-
tamente después del baño rl\1rificador y no al cabo de vario
afios, se practica eljaycha boUJ·O ~obr1e ]a muchacha~ !El procedi·
miento es' e] mismo: una piedra ·q ue e) padrino va a buscar. La.
kujambuku está t endida boca arriba. El escarificador hiere la.
1 1

pie·] desde la base de lo pecho has,ta e] sexo dos veces a cada


lado y en forma arqueada, no verUcalmente como en los m.ucha·
1

·chos. A continuacíón llena e[ esp·acio así circun crito con cortes


más pe·queño • curvo también que estrían todo [o an~ho· del
vientre. Estasjaycha mama escarifica·c iones redondas, garantí·
zan a la muchacha u.na pronta preñez. tendrá un hijo pronto.. A
partir de ahora el destino de su"' entrañes es e·t f értile : así lo
tÜcen ]as raj1as de IJ Vl entre. e cubre las llagas C0 n carbón
1 1

vegetal ·e n poh10. de modo que cicatrizan impre~nándo· e de, un

i. :~o
color indeleble del que la mujer queda marcada para siie mpre.
¿Por qué baic en esto [,o s aché? Para que us mujef\es sean her·
mosas, para que estén bien grue a . in las escarificaciones
estarían g.aipard, delgadas} malas. Y del vientre matemo ade· ·
cuadamente roUizo «caerá» fac~lmente el doroparegi, el p rimo·1

génito de los hij,o que han de y,enir; la mujer no sufrirá.


Todo esto hubiera tenido que verlo al día siguiente. Pero
cuando me P't°'ese,nté, la'S tres cuartas partes de los indios habían
desap,a r,ecido. No quedaban más que· algunos viej1os y los padres
de Chachugí, que eguía recJuida. Todos ponían mala cara.
Pregunté y el padre muy descontento me dijo: {<¡Jaycha iii!
¡Kujambuku kyrymba ia et.e!» («¡N.o hay escarificacion,es! ¡La
chica no es nada valiente!)))1Por primera vez ]a ley de Jos aché no
es re petada. Chachugi ha tenido miedo. no ha querido afrontar
eljaycha bowo, Ja prueba de] dolor le ha aterro.rizado. ,¿Cómo es
1

posible? La gente está furiosa. Pero, ¿qué pueden hacer? Todos


saben perfectamente que si la «sangre hubiera salido» unos
meses más pronto. antes del contacto ,c on los blancos, a Cha. 9

chugi ni se le hubiera ocurrido sustraer.se a lo que desde si,em~


pre ha sido el deber de las mujeres aché. P ero la cosas han
1

cambiado las reglas de antano~ aún tan cercanas poco a poco


se pierden en ·el mundo d e ],os beeru. Durante mucho· tiem.po se
1

rigieron por eUas, y a esto debieron los aché su subsi.steneia


contra t.odo y contra todos! la vida acné mantenía la fidelidad .a
su ley. Una vez roto el lazo entre eUos mismos y su propia.
-
s..ustancia,,
.. .
el r espeto de !a ley y la creencia en su va]or no podían
1

hacer sino, degradarse. Por eso1Chachugi ha tenido miedo: su


temor, indicio de u desarrollo es también el primer síntoma de
la enfermedad que· a,cecha a los aché, la de esperación. ·No
·habla que dejar a selva, no había que ir ,adonde los blaJ1'{9s:
«Junto a los beeru,, lo-s -áé e han dejado de ser aché. ¡Que
!ti!.~~!!n Así cantó su dolor durante una larga noche Jyvukugi,
con la muerte en e~ a1ma. A pesar de la ne·g ativa de Chachugi
hubo grandes pichua y eJ vi.ento so pló con mucha fuerza.

D·u ran.t e un mes, ha ta la ap.a rición de la siguiente regla,


Chachugi Le abstuvo de comer cam.e 'miel y larvas de avispa:
P~ra que us oj'o no se inyectaran en sangre. para que u primer
h1Jo no fuera niña. para no comprometer el futuro parto,. para
que ~l primogénito nio presentara ninguna. deformación. Evit6
tambJén tocar la flauta, cuyo contacto le hubiera «secado» ~O·S

131
brazos. Tampoco c,opuJó; por otra parte, ningán hombre se
hubiera atrevido, a propo·n érs elo: une da.re pou, una mujer nue-
1

va, ,es demasiado peUgi~sa. También ,rienunciaron durante cier-


to tiem,po a1 p~acer del rneno todos aqueUos,, hombres y mujeres,
que habían dirigido e] 1-itual de purificación.
A.. __ J)pchugi]e d.a mi edo volverse una p·e rsona m.ayor~ una
1

acbé verdadera ha querido seguir .s iendo «m.ujer rnu.'!vtU>. ¿Po,..


1•

~dúCéfiirar semejante cosa? El caso es qu,e en una manana fria de


junio se descubrióm. ya rígido, el cadáve·r de la pequena ,dare pou.~
habla mu erto durante la noche, e·n silencio. No se hizo ni11gún
1

comentariro 1
• A ct1e ro kwaty, los aché saben.

J32
V
LAS MUJERES, LA MIEL Y LA GUERRA

Los días transcutrian apacibJes, sobre todo cuando desapare-


cía el jefe, paraguayo. u~ ausencia e' prolongaban en ocasio,.
nes durante s emanas dedicadas a embriagarse sin tregua en los
1

pueblo. de la región. A u vuelta ca i incapaz de so tenerse en


~a montura, se abandonaba a u.na furia inC'ompre·n íblet sa,c aba
su colt y lo de"'cargaba por todas partes profiriendo vagas am e-
1

nazas en guaraní. Entonces los indios teman miedo; pero e to


sucedía ra.ram@ute y. a fin de cuentas~ el blanco pa aba menos
tiempo en la selva con los eché que bebiendo triste·mente en
sórdidas cantinas donde~ con ayuda de la caña, lo borrachos no
tardaban en echar mano· al cuchillo o al revólver para enfrentar-
e en pendencias salvajes de, las que ·e ra mejor no ser te· tigo.
Cuando las provisione se agotaban me iba ,a cabaUo a San
J ·u an epomuceno par.a comprar cigarriHo alubias. sebo, arroz.
etc. Había allí un comerciante bien instalado pues, al no 'tener
oompetiencia, 1e hacia con la mayo:r parte del negocio locaL Los
diente llegaban a caballo desde sus lejanas residencias, ataban
la montura a ~a barrera y, tras hacer u pedido., se quedaban
largos ratos charlando. n.e este modo e1 tenderom que tenía el
oído fino estaba al corriente de· todo lo que pasaba en los alre-
dedores. n día este hombre amable y jovial me hizo· una s,eñal
Para que pasara a la trastienda~ «Escúcheme, don Pedro -me
dijo-. Por .a quí todo el mundo piensa que e u.,ted rico y he o[do
decir que quieren r-obarle. Tengo una caja fuerte y le acon ejo
que tne confíe su dinero. ¡ i le matan, por. )o me.nos eso se
salvará~>> añadió con una ri~otad.a. Evidentemente. no me creyó
cuando le asegur,é que, no tenía nada que guardar en su caja
fuerte. Con todo. se lo agraded y 'me puse en camino hacia la
selva, u11 tanto preocupado, mientra caía la noche. Pero Uegué

L3 3
al c1unpa1nento sin p roble1nas, en el fondo bastanl" salisf.,cho
del aspecto western de mi jornada.
Dejar el mundo de los blancos y reunirme con los guayaquis
en los bosques era, en el más alto grado, volver a una existencia
distendida, perezosa, cuyo ritmo sin tropiezos correspondía a la
indolencia india. Desde su instalación en Arroyo Moroti, el
modo de vida de los aché se había transformado mucho, sobre
todo desde el punto de vista de su alimentación, pues la parte
vegetal de la misma - principalmente en forma de mandioc~
había aumentado mucho en detrimento de la carne, cuya ausen-
cia, por poco que se prolongara durante unos días, hundía a los
indios en la más profunda tristeza. Para asegurar un aprovisio-
namiento regular de carne hubiera sido preciso irse muy lejos
de Arroyo Moroti, y por lo tanto desaparecer durante largo
tiempo en la selva, lo que disgustaba mucho al paraguayo. Por
otra parte los propios indios tenían dudas sobre la conveniencia
de apartarse demasiado de aquel lugar, donde, a pesar de todo,
se encontraban seguros. Además, fatalmente se hubieran reini-
ciado las hostilidades con los beeru. En cualquier caso los aché
no podían pasarse s in la carne más de tres días. De otro modo,
se volvían taciturnos, inertes, se quedaban dormitando junto a
las hogueras y me negaban, desde luego, cualquier colabora-
ción. Felizmente, animados por la gazuza, reaccionaban. Muy
temprano, antes de salir el sol, un hombre se despertaba. Senta-
do sobre sus talones al resplandor del fuego, que atizaba, se
ponía a cantar repitiendo continuamente las mismas cosas du-
rante alrededor de media hora. Al principio yo no entendía s u
canto. Pero s iempre terminaba del mismo modo: en cuanto una
frágil claridad permitía justamente orientarse en la oscuridad,
el hombre s e levantaba provisto de su arco y de sus ílechas y se
iba. Sencillamente, había anunciado su intención de salir de
caza indicando al mismo tiempo el número de noches que pen-
saba pasar en la selva si no volvía en el día. Cuando preveía una
caza de varios días (en lenguaje aché, de varias noches), s u
mujer y sus hijos le acompañaban. Pero salían cuando ya había
amanecido por compl~to, por lo menos una hora más tarde que
él: la mujer, cargada con el cesto y un hijo y con la mano
ocupada por un tizón, no hubiera podido mantener la velocidad
de su marido. Cuando un hombre hacía conocer sus proyectos
de este modo, siempre había uno o dos dispuestos a partir con
él. Se iban discretamente sin que nadie mostrara haberse des-
pertado. Pero el cantor partía siempre el primero. Con su canto

134
pr1e venía a ]a tribu de su partida't pr,e cisaba en qué dirección iria
y aJ'm1~mo tiempo olidtaha compañía. Pero no esperaba res-
puesta y, sin pveocuparse de si e,r a · eguido o no, se alejaba.
Pr,e cisar la direcdón escogida no era una precaución inútil.
En la elva podía suceder cualquier co a y era bueno que )o,
compañero supieran dónde buscar i lo cazadores tardaban
demasiado en volve·r. Así, una noche un hombre cantó que se
iba a cazar monos y que volverlá al campamento tres noches
1nás tarde~ Le acomp·a fiaban otros dos, de modo ·q ue eran tre
familias con dos niños. Pero al cabo de una semana no habían
rea.parecí.do. <<E 1 jaguar }o,s ha devorado» 'l comentaban enton·
ce lo. a.ché. Cuando la vuelta no tiene [ugar en e] momento
previ to. iempre se dice e o; de] mismo modo que~ cuando yo
anunciaba mi deseo de pa arme por Ja selva. no dejaban de
decirme: t<El jaguar te va a destripar>>. En realidad un encuen-
tro de, e~ te género ,e s raro y. exceptuando la reciente muerte d·e
hachuwaim~gi hacía mucho, que ]a fiera no había molestado ,a
nadie. Al invocar re,gu~armente la amenaza de) baipu., los indio
de ígn.aban nQ tanto ,l an¡mal real com.o el accid,ente, cualquie·
t ,a que fuese, 1 que pa.día intr-oducir de orden en el flujo de la.vida
1 1

cotidiana: el jaguar no e sino Ja metáfora de, dicho de sorden.


1 1

En resumen empezar-0n a inquiie tar e por esta ausencia pro]on-


gada. e decidió ir a ver qué pasaba y yo me uní al grupo a p esar
1 1

de las adv·ertencias~ t<¡Está muy lejos! ¡Muchos jaguares! ¡Lo,s


compañeros ya están muertos.» En reaJidad temían, sobre todo
que yo hiciera lenta su marcha. Finalmente ac·e ptaron m1 pre-
s·e ncia y rápidamente comp~endí ],o acertado de sus reticencias.
o se trataba de cazar? e dedr, de explorar paso a paso el
t rreno lentame·nte, irviéndose de la vi.sta y del oído. sino de
marchar directamente a la meta ín perder tiempo: caminaban
muy deprisa. Me vi a la. c·ola, frenado y en ocaslones inmovil~za·
do por la lianas que me hacían wopezar o me ataban brusca-
mente a un tronco. Las espinas e enganchaban a la ropa y había
qu desprender e de ella. con tirones bruscos: no sólo tardaba,
sino que además hacía ruido. Por el contrario, los acbé eran
sil.encio os.. ligeros y ·eficaces. Pronto me di cuenta de que mi
de ventaja provenía en parte de mi · vestiduras; rama y ~ianas
e de lizaban por la piel de nuda de Jos indios sirn herirles.
Decidí hacer lo mi mo y me despre·n dí de mis ropas ya andrajo,.
as, que deposité a] p~e d e un árbol para recogerlas a la vuelt-a.
1

.. o con ·ervé más que ~as botas - no hubiera podido caminar con
lo pi,e desnudos y temía a la· serpiente - y un grueso cinturón
de cuero en cuya cartuche·ra iba ·mi 38. Exceptuando esto, iba
de nudo como un gu. ano. on este extrano quipo proseguí la
marcha; de todos modo -, no había ningún riesgo de tener un
·e ncuentro vergonzoso.
Más o menos a las tre hora~, y tras haber atrave ado do
riachuelo , uno vadeándol·o y otro por un puente guayaqu:1 (un
árb(»l tendi.do de una orilla a la otra), negamos al campamento.
No había en él mé: que un a.brigo, bastante grande: las. cenizas
e .taban frias y no había nadie. Los indios examinaron e] suelo a
su a]rededor,. se mo. traron con el dedo cosas para mí tota]m,en-
te invisi bles y, in dudart sigui·er«>n en cierta dirección. 'I'ra
medi.a hora más de marcha, alcanzamos a ]o desaparecidos.
¿Por qu.é habían abandonado e) primer campamento para e ta·
blecer otro a t.an poca di ta11cia? o lo é. Quizá lo ha bí&n
con iderado int, m.aloHent~ contaminado; o les había a ~ustado
un e piritu. También aquí no hay má que un abrigo.; el e tado
de la palmas, fre ca.~ indica que han sido cortada ' la vi pera.
n hiliJJo de· humo sale del fueg,o casi apagado. Exceptuando a
una mujer que da e] pechp a su hijita"' los ocupantes e tán 1

acostado-s. Se encuentran tan enfermos que a nue tra Uegada


apenas abren ]os ojos. Normailn1ente hubiéramos debido en.c·onR
trar a los hombre con el .arco montado pues, por prudencia, no
hemo anunciado nuestra proximidad con lo.· grito. habituales:
en La seJva,. cuando e revela una presencia humana, nunca e
·abe a quién se va a encontrar. Yacen ~n el ~ uelo ·c on fiebre, sin
duda tienen gripe. «D urante la noche -gimen- ha venido Krei;
1

quería asfixiarnos~» Cuando e siente opresión? un peso en el


pecho, y se tienen malo ueños, ne abe que ha Uegado Krei.
<cHay que volver al ·c ampamento - les decimo . Os cuidaremo ,
te·nemos r·e m edios.» o hay te pue ta. están apático . Con gran
1

sorpresa por mi parte,. lo hombres a quiene he egu.mdo no ,e


quedan allí más de diez minulo . Ni por un momento insisten
para que los otro se levanten; recog·e n su arma y toman e]
,camjno de vuelta: han cumplido lai misión le ban. encontrado y
1

le han hablado; los compañer--os no quieren veni:r, de modo que


se vuelven. Podría pen. arse en una profunda indiferencia. en
una· total insensibilidad en lo referente a la uert,e· de los enfer-
mos. induso en crueldad por u parte. Pero no hay aada de e -o;
·e n realidad. ., i no presionan más a ·us compañero para que 1es
sigan es por re peto a u libertad. Parecen haber decidido
quedarse alli~ de modo ·q ue no hay que im.portunarle . Ya se
, abe que· cuando un aché está enfermo prefiere «.¡uedarse a
solas esperando que La enfermedad e vaya. ,¡ las, víctima de
Krei dijeran: «Queremos volver pero no podemo~», indudabJe -
mente los otros le ayudarían lo mejor po ible. Por lo demás,
e. to e. lo que sucedió. Cu.aindo empezamos a volverno • el viejo
1

Tokangi vueEve hacia el tapy y grita: «i uando os murái. 1

brihu upa modo. los buitre ,o s devorarán!n Per pe,ctiv.a repug·


nante para los indios, esta de no abandonar el n"lundo de lo
vivo egún 10& ritos: cua lquier cosa antes que oírecer el propio
1

cadáver a Ja. naturaleza y a sus animales~ sobre ·todo a lo· bui.·


tre.. «iVamo. ~»oírnos, implemente. Con g ·tos can. ados, la,
rnujere reúnen ..,us cosas en lo ce'. tos, Tokangi y otro hombre •
e chan. l.o niños a la espalda, no otro. no. repartimos Jos
arco y la flecha. de lo ,c azadores enfermo y partimos. Con
lentitud, pues no pueden ir muy rápido. nas horas má tarde,,
por la noche? UegamoL a] campamento; los aché no le' pre tan,
atención. Di tribuci6n de aspirina a lo · gripo o , ence·ndemos
las hoguera todo ,e l m,u ndo se acuesta.
Yo no me unía ·c on mucha frecu ncia. a los ach.é cuando salían
1

de caza. En cada ocas·íón había que pasar una o varia. noche. a~


t·aso? sobre el suelo blando y húmedo de la elva, junto a un
fuego cuyo humo apenaL evitaba eJ vuelo de ~os mo quitos . Por
otra parte e) ayuno ra ca i jn,e vitabie, en 1.a medida en que yo
no podi.a foriarme a comer larvas. Además, aparte de la fatiga?
o no sacaba gran co a de e~to. de. atínost como no fuera la
oh~erv•ación de cierta técnica y táctica de ·caza, por ejemplo
cuando un grupo de hombres rodeaba a una banda de monos
que chiHaban en lo alto de Jos árboles o cuando una manada de
cerdo · ~alvaje · chachu, lo, grande ·~ al aproximarnos nosotro,s ,
se ponían a castañetear Jo di ente no de pavor sino de cólera.
1

También , e practicaba la caza colectiva de coatí , cuya carne


ap r ecian mucho los indios. ó1o los hombres, ini iaido , e inclu. o
1 1 1 1

ca ados, practican es e tipo de caz.a que con. iste no en abatir a


flechazos a ]os animales que hen tl"epado a los árbol.es ~ino? por
eJ contrario, en obligarle· a bajar al uelo, donde se les coge con
ta mano. Para lograrloi lo·s hombres se disper an alrededor de
un grupo de árbole en lo que se ha vi to, coatí • tiran, flechas a
la rama , arrojan troz,os de,madera o terrones de tierra. gritan y
organizan tal trajín que lo animale ~ completamente tta torna-
do , intentan huir de emejante escándalo. Cabeza abajo, bajan
por• ·e l tro,n.co. Pero al pie del mismo hay un hombre con. el
ant b.razo izquierdo tapado y eru-oJlado en una gruesa cuerda
hécha con fibra vegietales y ·ca'beUo de mujer. La mujer fabrica
J.5. P a bwa, t:twrda fJli lila da
p(lrt1 cazar coat~'. a mano

esta pabwa para el marido sirviéndose de sus propios cabeHo ,,


que se corta, por ejemplo, con ocasión de un luto. Se conservan
para la fabricación de esta cuerda que sólo e utiUza para la
caza de coati • i bien tiene un valor tan siro bólico como utilita- .
rio. Cuando el coatí Uega cer-ca del uelo el hombre lo presiona
1

contra el tronco con el brazo izqu~erdo así protegido y con la


mano derecha lo coge por la cola y. v,o.Jteá,ndol.o en e] aire~ lo
golpea con toda su fuerza contra el árbol rompiéndo]e el cráneo,
1

o la columna vertebral E,sta técnic,a pennite1 i e desea. coger


vivo a ]os c(),e tis para ponerJos como perros de guardia en los
.. campamentos. Per-o la pabwa no siempre defiende de ]as fero~
e ~dentellada de los coatís, y m.é s de un hombre se enorguUe~
cía a] mostrar las grandes. cicatrice dejadas por la heridas:
c<¡A í? habrá grandes pichua cuando yo mueta!»
Era hermoso contemplar todo esto; los indio mo:straban su
agíiídad, su habilidad su ge to pr-ecisos y eficaces con un
1

tota1 dominio del cuerpo. Pero precisamente por eUo y porque


yo no podía hacer lo mismo', no apr-eciaban mucho - es lo menos
que puedo decil'- mi compañía cuando salían de caza, del mis-
mo modo que habrían re chazado la de cualquier otro blanco.
1

Por motivos, estrictamente técnicos: eUos aben desplazarse


1

13
rápjdam,e nte y en Uencio, mientras que un bian,00 no abe 1

hacerlo. E tá calzado, aplasta la ramitasi hace crujir Jas ramas 1


agita la lianas y hace tanto ruido que los animale están sobre
aviso a cientos de metros a Ja redonda y se van o se esconden~
con lo que se c-ompromete, la caz.a. Para no molestar a ios aché
en u actividad e encial yo no intentaba imponerme . Podía
tranquUame:nte pasar mucho tiempo en .Arroyo Moroti. pues los
indio nunca se iban todo a la vez;, siempre quedaba gente co:n
1

la que charJar, brornear y dejar pasar e] tiempo+ unca era


aburrido.

Estaba permanentemente info,n nado más o menos de todo lo


,q uepa aba en el campamento gracias a los kybuchu que, cuan-
do no seguían a sus padres de caza, deambulaban o se divertían
poi· el calvero. · na de u grandes distracciones era espiar las
actividades privada~, de Jo,s adultos. Acechaban su desplazat
miento • les seguían cuando, se· retiraban a Ja seJva, ~es observa-
ban e condiéndo e y a co ntinu.ación comentaban largamente,,
1

aho,gando sus risas. lo ,q ue habían visto. Estaban por todas


parte , in ,opo,rtab)1e s y simpáticos, sin ¡)usione· en la medida en
que, para eUos, el mundo adulto estaba completamente desmiU~
ficado, no tenía secretos~ era tranáparente. Había que descon-
fiar de loskybuchu.. Cuando la muJere jóv,e nes se iban a orinar
juntas, tranquila en u certidumbre de estar solas, repentina-
mente oían allrededor de, su lugar de reposo e talUdo de risa y
alían de la espesura las chocarrerías ha.bit-tiale : <(¡Kyrypy pfrii.'
¡Kyripi ptrii.!» («¡Culo rojo'! ¡Culo rojo!») Los mue.hachos más
descarados, grataban: ·~<JNd.€' pere p irah> i( u•Tiene,s el cono rojo!»)
1
1

Y e marcha han corriendo entre, la maie·ze bajo los insultos dre


las jóvenes ofendtdas.
\
A partir de los siete u ocho añoa los nifios no ignoran nada de
lo a untos del sexo, y esto por dos razones principales. P:ara
1

empezar los adultos - como es normal se interesan mucho por


é] y evidentem,e nte, u preocupaciones no se hurtan a la aten-
ción iempre presta de Jos jóvene • Además, y sin que haya en
la <'personas gr-andes» el menor e:xhibidonismo!o en modo a~gu­
no intentan ocultar .a los niños ,el campo de la s·e xualidad y de la
activjd,a des que conducen a Ja misma. Sin vergüenza de ningún
tipo se evocan en su presencia el meno (hacer el amor) , las
aventuras y las avatares de l,o s que se dedican a ello~ y las
bromas y comentarios al respecto no on incomprensibles para

139
nadie. No hay gusto por la censura, no hay prohibiciones corpo-
rales. no se hace ningún esíuerzó por disimular el precio del
placer. así viven los adultos bajo la mirada de los niños. No se
pretende engoñorlcs y to.mpoco el.l os se engañan, poro las cosas
nunca son equívocas: un hombre nunca se entregaría a activida·
des privadas con su compañera habitual en presencia de al·
guien, sea joven o viejo. Libertad y compostura: tal es el am·
biente normal entre los indios. Quizá pueda pensarse que .la
ausencia total de represión puede conducir a los kybuchu a
curiosidades demasiado precoces. pero no es así. Eíectivamen·
te. para ellos las cosas están muy claras: el men-0 es bueno, pues
así lo dicen los mayores; también nosotros haremos a las muje·
res lo que les hacen los mayores, !lero no antes de haber recibí·
do de ellos el derecho a imitarlos, no antes de tener el labio
horadado y de que en vez de embogi nos llamen betagi. Las
mujeres son para los Iniciados.
Entre los kybuchu en ocasiones estallaban riñas que nunca
llegaban al intercambio de golpes. De vez en cuando veía a uno
que se llegaba hasta mí. Daba unas vueltas alrededor de la
cabaña mirándome de reojo y por fin se decidía: «¡Fulano ha
hecho meno con tal chica!», murmuraba, y en su rostro se pinta·
ba el dolor de haber tenido que proíerir semejante cosa. Desde
luego, era pura calumnia inspirada por el deseo de vengarse de
alguna oíensa. Había, en eíecto, tres o cuatro chicas pero tenían
més edad que los kybuchu y se interesaban por los jóvenes o por
los hombres casados. El presunto culpable no dejaba de res·
ponder. indignado, cuando yo le preguntaba: «Los kybuchu no
hacen el amor. ¡Sólo cuando tenemos el bel.a!» No ignoraban
que el pane hubiera sancionado cualquier violación de la regla.
Se divertían mucho vigilando a los adultos; uno de los mucha-
chos surgía de la selva y, jadeante y con mucha prisa por volver,
me decía por ejemplo: «¡Ven en seguida! ¡Chachugi y Baipugi
están haciendo el amor! ¡Están en la selva! ¡Juja ury pute! ¡Qué
risa, qué divertido! ¡Ven!» Y para convencerme imitaba con
movimientos desordenados del cuerpo al pobre Chachugi muy
atar~ado, sin saberse observado por tantos ojos, en ocuparse de
Baipugi. Yo no llevaba mi indiscreción (o mi concie ncia profe·
sional) hasta el punto de responder a estas invit.aciooes apre-
miantes. Pero este sistema infalible de inform acionAA mA permi-
ua conocer lo que probablemente me habrían ocult.ado los adul-
tos: los amores clandestinos, las intrigas adúlteras, los placeres
ilícitos que con su írut.a prohibida completaban la trama de una

140
vida tan cotidiana como la de· cualquier otro Jugar. ingún
espír~tu de delación animaba a Jos kybuchu: simp]emente, ·era
un buen medio de divertirse un poco a costa de los aduh:os. Así"'
yo ·e staba al día ·en lo que· se refiere a la vida secreta de Jos aché
y capacitado~ p-0r tanto. par.a comprender s.u incidencia en Ja
estabilidad de las parejas y 1e n el modo de reso'lver los conflfotos
matrimonia les.
Los aché protegían ,c on la misma discreción sus actividades
higiénicas y s u vida erótica. Si querían hacer el amor durante el
día, tenían que ocultarse en la selva. Un hombrie se aJ,eja con
aire disp~icente, c-0mo quien no quíere· ]a cosa: instantes más.
tarde una mujer se· levanta y parte en ]a misma dil'lección: tienen
una cita. Po·r lo general se eligen las horas cá.Hdas de la tarde ,
1

cuando todos duerme.n; sólo quedan los hybuchu.u D e n·o che no 1

~e 1 e ntra jamás en la selva; la oscuridad es demasiado1p-eUgrosa,.


1

Uenai de espíritus de almas, de fantasmas* Se quedan en 1e] tapy.


Pero yo nunca h.e oído-aunque dormía con frecuencia en medio
de los indios- el menor suspiro de abandono: al parecer, el
a'Oc unto se liquida eon rapidez. De todos modos, Kybwyragi
contaba en una o:easi6n que, si.endo todavia pequeno, se· había
des perta do en pJena noche y había visto copular a sus padres:
<t; Un miedo enorme!>) d ecla. Por el 1 contrari·ot no es r-ait'io ve·r a las
parejas jóvenes acariciarse; por lo demás 1 nada exagerado. En
1

ocasiones el marido fr-ota s.u mejilla contra el rostro de su mujer


pero sin besar1a, pues los a ché ignoran el beso; se· arrullan
1

murmurándose cosas agradab]es. Menos frecuentes son ~os to..


camíentos p,recisos. Una muj er joven, sentada sobre sus piernas
1

dobladas,. fabrica una cuerda de arco retorciendo fibras a lo


~argo de su musJo; junto a eHa está el marido. que sestea;.
indudab]emente sólo cierra un ojo, pues d e r·e pente lanza una
1

mano a] lugar p:revisib[e. La mujer sue1ta un grito de sorpresa;


pero ],e p.arec.e bien. EstaUa ·e n risas cada v1ez que él vuelve a Ja
·c arga. Juegan así' unos momentos y a continu.acibn cada uno
vuelve a su ocupación .sin ningún rasgo visible d·e emoción. Por
otra parte, tras pasar cerca de un año, entre los aché, jamás he
visto una ·ereeeión+ A pesar de su gusto evidente :por e] asunto,
no tengo la impresi6n de 1que los guayaq,uis sean erot6Jogos
refinados, salvo quizá uno o dos ho·m bres de enttt ]os extranje-
ros. Además, se.g uramente hacían sus investigacio,nes a titulo
personal. p ues todos hablaban con divertida extrañeza de un
1

jov,en marido que .a__nimaba a su mujer a p ractícar con ·él lafellatio,


1

prueba de· que este hábito resultaba extraño, a los demás.

l4l
Entre las pocas mujere jóvenes de la tribu hab•a una de unos
quince año muy atractiva y que no disimulaba su agrado por los
hombre . Es.tos no, la desatendían en modo alguno, («esta chica,
se decía. da d emasiado su agujero»)t pero ella parecía insacia-
1

ble y nunca dejaba de man,festar dire·c tamente sus i:ntencione .


Cuando no tenía ningún belagi al akance de ]a mano, se dedíca-
ba con las chica de su edad, a juegos que les hacían refr
mucho: se cuenta una historia, se distrae la atención del otr'O y,
1

con p,r esteza se· ]e toca el sexo. orprendida., quizá encantada~


ella lanza agudos grititos y a continuaci,ó n intenta d evolver ]a
1

jugada. Pero no es l·o mismo· que un hombre. En una cálida


1

tarde en que todo·~ los presentes hacen la , ie ta, esta muchacha


presa de su cuerpo vaga d1esangelada por el campamento· pare-
c,e de bastante mal humor,. indudablemente por no encontrarhic
et nunc ]o que necesita. as he aquí ,q ue ve a Bykygi; duerme
boca abajo y con la cabe:za entre los brazos. ,¡n más, se aprioxi-
ma, se- acue ta sobre él y con toda naturalidad e ag1ta sobre su
trasero, con sobresaJt,o s vigorosos, como i le sodomizara. El
pobre hombre, arrancado de su sie ta de modo tan gt'IO ero~
gruñe disgustado. Ella no, se preocupa y ·1e clava al suelo apri io-
nándole entre sus piernas. Y, lo que e más, la much.a,cha desliza
una mano bajo el vientre de] hombre e intenta coger]e e] pene.
e agitan en el suelo. uno siempre encima del otro; ella silencio-
sa y obstinada y ·él gritando, aunque no muy fuerte: «,-·Poko eme.'
¡P'oko eme!>> («<¡No toques! ¡ o toques!») De poco vale, pues e o
es pr-ecisamente lo que ella quiere. Y lo consigue. Ráp idamente 1

C·esan las protestas de la víctima; a los pocos momento ambos


e van algo más lejos fuera del alcance de Las miradas. Ella
abía lo que quería y lo ha encontrado.
Los kybuchu me seña1aban qu é marido o qué muj1er engañaba
1

.a u pareja y con quién. La aventura tenia pocas con.secuencia.:


una simple· cópula en un rincón de la Selva no· podía tomars,e
1

muy en serio. Como máximo,, e incluso esto dependia del tem-


peramento má o menos ira cible del comudo, el marido humi·
liado se rese.rvaba e~ derecho de ve,ngarse; no nmJmente, en
cuyo ca o hubiera golpe,ado con su arco e] cráneo deJ amante.
sino im bóHcame:nte,, en un acto ritua] c·o n i tente en blandir el
arco sobre el otro pero sin acabar el gesto,~ es el jepy rave,, la
1

venganz-a fingida,. Entre los guayaquis no he descubierto más


1que !1º cas10 de..._grimen.. Pª!!~t!.~I: en s.u ~uventud e,,i ·~iejo Torangi
mato a un hombre a flechazos . Torangl, por decrepito que estu-
viera, conservaba todavía una reputación de yma chifa .. natural

142
vio~ento.Las niujer·e s son más into,lerantes que sus maridos;,
sobre todo .cusn.do este es uin cazador reputado que. evidente·
mente no están dis.puestas a d ejar--se robar por otra. Castigan. al
1 1

infiel negándose durante cierto tíempo .a ac:.o sta r.s·e con él o


devo]vi éndole sobre ~a marc·h a con la misma moneda: ofrecer a
1

otro homblie ~os favores de·s cuidados por e~ marido. Las cosas
no Jlegan más aUá y e] buen acu erdo de la p 8l'leja no sale dema-
1 1

siado dañado de las t.ravesu.ras de uno u otra+


También es frecuente que el humor calme ·' ª ira del cónyuge
ofendido. Por ejemplo, cie~ día el campamento s·e anima a~:go
más .q ue de costumbre y uno de mis peq ueftos mJormadores no
tarda en. acudir explicando que «Kandegi ·e sbi desgarrado. ¡T~eª
ne sangre; hay que purificarle!>> ¿Qué ha ·ocurrido? Kandegi
aea ha de hacer e,~
amor C·on una mujer que no es la suya. Se [e
1 1

ha vísto volve.r · oorriendo con e) pene ensangrentado; efec·tiva-


m,ente,. se ba her~do. Hay mucha gente, todos hacen comenta- 1

rios. A~gunos hombr·e s as,e guran q·ue el pene está «desgarrado>>


1

porque la mujer, muy delgadá, tiene ]a vagina d emasiado estre- 1

cha, y que· al forceje.a r, Kandegi s:e ha cortado. (Por mi pa_rte..


1

más que una vagina cortante,, invocaria el probah~e· vi;g or de lro s


asaltos del hombre;º~ s¡mplemente,, se ha hecho, un rasguño con
1.HulJ hierba o ron una ra.m¡ta, pues han hecho el amor en 1el suelo'J
en La selva..) De todos modos, según los aché tal ,accidente tenía
que ·o currir: ¿a.caso no es, esa mujer una viuda. reci ente?' ¿.Y nei 1

.sabe Kandegi que es.tas mujeres deben ev~tarse, p ot 10 menos 1 1

durante cierto tiempo? lranve le castiga,, y ,c astigará tainbién a la.


1

mujer, a qui en Hevatá a la espalda como una pi.e za de ca.za,. lejos


1

de los eché para obfügar]a a do·r mir :sol-a varias noches en Ja


sabana. Para evitar estos peligros se so·mete a .a mbos al baño
purificador. Kandegi está avergonzado 1e in quieoo, pues esta 1

noche lan.ue intentará as.fixiade. Además e1 J)ropio lanue'>según


se dice•. ho..stjga a] hombre que se-conteñ.ta con '-lna so1 ~a mujet;
es bueno acostarse con varias, aunque sóto sea en pro de la
tranq.uiWidad. Mientras se practica la .a spersión con Kandegi, su
muj,er,, sentada muy cerca, le mira y se ríe de él: «iOcho pa! Está
desgarrado. ¡Así aprenderá a cop1!llar con una mujer tan flaca!»
Esta venganza es suficiente y :rápidamente se reconcilian~
Estas peripe,c~as, ,q ue animaban la existencia de los indivi- 1

duos Y a1imentaban la crónica dre la tribu, apenas afectaban a la


unidad del grupo, el orden socia] no se v,e\a amenazado por
1 1

eUas~ Pero no si empre era así. Ocho o nueve años antes., muc.ho
1

antes de qllle se hubiera estabJ,e cido contacto con los beer-u.,, se

l43
había p:roducido una escisi6n entre los aché gatu. Jyvu_kugi-
entoncezs dirig,e nte de la tribu, tenía por mujer a la hermosa
Kimiragi. Esta se fue un día so]a a cierta d¡stancia del campa-
+
m1e nto1m.ientras su marid.,o 1e staba de caza; iba en silencio, que-
ria recoger frutos del, árbo~ gualliju. A~r-ededor d1e eUa ~os pája-
ros cantaban sin ternor. E~ grito, insistente del mere llamó su
,a tención; e[ pájol'IO parecía escondido en una espesura. Ella,
curiosat se a,ce·r,c b, apartó la maleza y descubrió no un mer.e sino
a aquel que, para atraer)a, había imltado su canto: el jov·en
Kyb..,.-iyragi, hombre formado que pocos mese,s ante·s hahia sufri-
do ~a escarificación. Obligado a la salteña por falta de :r.nujeJ'leS
e ntre· los athé gatu. vivía en el ,tapy de sus p.a dres,, comía e~
1 1

alimento preparado por su madre y re·so~vía la euestión de~


m no estableciendo, n1ipidas relaciones con las mujeres, casadas.
«Cuando no hay mujeres-expifoan los l\ché--, s,e comparten las
1

de Jos demás.>> La mujer de Jyvukugi ,e staba a su mer,ced~ la


,cogió, la obligó a echarse y consumó sobre la marcha elpiarii: lo
1

que podría Umnarse una violación~ En realidad7 según se cuenta,


Kim.i:ragi s6l 0 opuso una resi' tencia fácH de venc,er; ¡quié11 sabe
1

. i no habria salido a buscar fl"uta precisamente p ara. eso! En


1

cualquier caso el asunto no acab6 aHí e incluso adoptó propor-


ciooe,s dira máticas.
,~fectivamente 1 a Kimiragi la cosa ~e gustó y 1q uiso prolongar
la aventura~ ,E sto pronto se supo y Jyvllkugi, una vez enterado
1

cayó en una cóle·.ra esp,a ntosa. pues er-a ve,rdaderamente yma


1

chija. Siu furia fue tanto mayor cuanto que e.rajwm"e y jepar-e de
1

su joven rival: habla ayudado a su nacimiento y le habia horada-


do el labi0. Para Kybwyragi era como una especie de padre.
1

Ad1e más los aché,juzgaron muy duramen ·e Ja mala conducta del


joven: ¡casi había cometido un incesto~ Jyvukugi, enfurecido
cogió su arco, y empezó a ~anzar flechas a ciegas: quería matar;
Jos hombres se e s.oon día n ttas los é rboles y Jas mujeries grita-
ban. F inaJm ente. ,c uando hu bo lanza d 0 todas sus flechas~ algu-
1 1

nas viejas,, 1e ntr,e ella su madre, consiguieron inmovilizarle· con


movimientos rá pidos haciéndole el piy, implorándole,, lograron
1

calmade'. Pero el mal ya estaba hecho, y decidi6 marcharse;


1

alpnas fam:iHast en particular :sus, hermanos,, décidieron seguir-


le. E.] bu en acuerdo entre ~os aché gatu s,e había roto. La separa-
ción dü:roVários meses y ta tensión entr-e las dos bandas pudo
asce,n der hasta ia hostUidad abierta, hasta la guerra. Felizm en- 1

t;e'.t Bywangi, el padre de 1J yvukugi, adivin6 ~o que podi.a suceder


y, prudentemente, decidió ·p onerle remedio.

144
Partió a solas tras las huellas de su hijo; estaba muy },e jo,e, a
varias jornada de marcha a travé de la selva. Encontr,ó a Jos
epru·atistas y e puso a convence,r a Jyvukugi de que era p reci-
1

o volver con lo dem.á st de que la tribu necesitaba a su jefe para


afrontar lo ataques cada vez m.á frecuentes de los blancos. •
..Jyvukugi. ya estaba calma.do; los mese pasado lejos de su
mujer habían enfriado u cólera~ ya no estaba «sin cuerpo»,
uera de í, y la amargura qu e subsistía en su pecho no le
1

ilnp@día s·e r razona.ble. De modo qu e prestó oído a los ,c onsejos


1 1 1

de . u padre, pue como jefe se en tia responsable de tod<>s los


aché gatu y, por otra parte, estaba sjn mujer: no había ninguna
dj~ ponible , en cua]quier caso~ era la suya Kimiragi 1 la que
7

de ·eaba. Pero había que tener en cuenta a Kybwyragi, e) aman-


te. E11tonce e resignó a aceptar la oluci6n que en ca os
en1ejant-e acaban siempre por adoptar los hom.bres, ya que no
tienen más posibilidades: cuando un s·oltero compite con un
hon1bre ca ado~ en vez de dejar que !a situación se corrompa en 1

Ull8 s@mi-cJandestinidad que inevitabJem ente Jlevarí& 8 sembrar


1

,e] de orden en ]a sociedad y a levantar a los aliados y parientes


1ie pectivo de los dos riva]es .los unos contra Jos, otros, en vez de
correr un rie go a corto plazo mortal para la tribu, e decide .
- on ayuda de la p resión de la opin•6n púb1ica- que e~ amante
1

« ·ecreto» se convierta en «marido ·e·c undario» oficial de la ,


rnujer que codicia. A partir de entonces la competencia entre
lo hornbres es ~uprimidai ya no hay más que maridos. y la
mu hiplicidad de los deseos opuestos se resuelve en la unidad
del matrimonio poliándrico.
Lo aché gatu se reunieron, cantos y Horos cetebraron la
re condJi.aci ón y Kimiragi, triunfante, reinó sobre dos maridos:
1 1

el principal-imete-~ Jyv-ukugi,, y el secundario-jape,tyva- , Kyb-


wyragi. Una vez aceptado e1 reglamento, hubo paz en el ménage
d trois. Cuando elíapetyva - el que está situado al co tado- es un
viudo de ci erta edad y poco ,e xigente en el capítulo de ]as
1

prestacione exuale~ la vida cotidiana de la pareja se ve poco


afectada. El marido ecundario se encarga de los pequeños
ervicio : cortar la leila para el fuego, ir a buscar agua. ocuparse
de lo niños. Y a cambio de ello evita la soledad y comparte la
comida de su familia. i los dos maridos son hombres jóvenes y
vigorosos,. la situaci6n de la esposa común mejora: tanto en el
plano materia~, pues los do ,c o-maridos rival~zan en la caza P'ª'ª
1

llev.a r a s:u mujer la mayor cant~dad de piezas 1como en el plano


~ . '
erohco, pue,s en todo momie nto pued,e eHe contar con la disposi-

145
ción favorable, y doble, de sus dos compañeros. En este punto
del.icado - en el sentido de que los dos hombres pueden desear a
la mujer en el mismo momento-- es ella quien decide siempre,
cuidando de no otorgar más a uno que a otro: acompaña a la
selva tanto al imeU! como aljapetyua. Los maridos no se quejan j
de este arreglo. En cuanto a los.lújos, consideran como padres a
los diversos maridos de su madre, distinguiéndolos en cualquier
caso en virtud del estatuto de que cada uno de ellos se beneficia
respecto de ella. Así, el marido principal es el padre verdadero
(apii ete) y el secundario, el padre mezclado {apéi miro). Even-
tualmente, al hombre que ha copulado con la mujer estando
encinta se le reconoce cierto grado de paternidad: es el apéi
perombre, el padre que ha hecho pero, es decir, que se ha
acostado con una mujer embarazada por otro. Todos estos hom-
bres reivindican con igual firmeza su calidad de padres de los
hijos y nadie se la discute. Kimiragi tenía un lújo, un kybuchu.
Su parecido con Kybwyragi era sorprendente: ciertamente, era
su padre biológico. Con todo, el muchacho consideraba como su
apii ete a Jyvukugi, que por su parte asumía la figura del padre.
En una ocasión Jyvukugi hostigaba a su mujer, aunque discreta-
mente, en presencia del muchacho. Este, enfurecido, se puso a
dar puñetazos con furia a su padre. Los padres, riéndose, le
dijeron: «Eres muy kyrymba» («valiente»).
A lo largo de la jornada ninguna regla especial preside la
disposición de los miembros de la familia en el espacio del tapy.
Por el contrario, la ubicación de cada uno para el sueño noctur·
no alrededor del fuego está establecida de antemano, no se
acuestan en cua lquier sitio. Los aché duermen en el propio
s uelo, si no está húmedo, o en esteras de palma; duermen
desnudos. Durante la noche no podían soportar las pocas vesti-
duras ofrecidas por el blanco, y en cuanto llegaba la hora del
reposo, se las quitaban. La mujer es el centro a partir del cual se
distribuye e l espacio del sueño. Primero está el fuego, que arde
a la puerta del abrigo. A continuación una primera fila de dur-
mientes : los hijos, por lo menos hasta la edad de siete u ocho
años; pasada esa edad, ya son un tanto autónomos respecto J.
sus padres y duermen juntos con su propio fueg-0. Tras los hijos
está su madre, vuelta hacia la hoguera para recibir el calor. Si .
tiene un niño pequeño, lo conserva junto a sí, cogido por la
banda portadora, bien protegido del frio. Y finalmente, tras la
mujer, el o los maridos, que se acuestan, como es lo propio, los
más alejados del fuego. Eventualmente, cuando la temperatura

146
baja mucho, como en junio y juho,, se enciende una segunda
hoguera ,o puesta ·a la priinera. Así, ~a mujer se haJla metafórica-
mente dividida.. de arriba abajo y según su dobte naturaleza~ la
cara ante·ri.or es el lado madre donde S e jnstaian los hijos, que
1

duermen entre el fueg,o y la madre~ que establece así una fron te-
ra, entr,e el espacio infantil y e) espacio de los, adultos; la cara
posterior es el Jado esposa, reservado a los maridos.
Cuando no hay más que uno el problema está resuelto, el
hombre se echa junto a su mujer. P·e ro ¿y cuando so,n varios?
Entonces s e opera una segunda división en el cuerpo de la
1

1nujer· una división que ya no es .l ongitudinal, sino transve,r sal..


que delimita tres sectores (pues al parecer el número m.á ximo
1

de m,a ridos para una mujer es de tres,). Cada un,o de estos


<<lugar,es» es ocupado por un marido en función de] lugar que
ocupa en la jerarquía de los mismos. Se distingue en primer
lugar la parte ínferior del cuerpo femenino, a partir de ~a cintu-
ra· a continuación, según una escala de ~tvalores» decreciente,s,
la cabeza de Ja muje,r; finalmente entre ambas., ia parte· central
1

1icon tituida por la e palda. El s 1e ctor privilegiado e[ que define


la propia feminidad de la mujer- pertenece - como ,e s de p,re-
veer- a] marido principal: duenne en posici,ó n menos p,e rpendi-
cular a la mujer con ia cabeza apoyada en su muslo; tal es su 1

derecho, es e[ imete. El marido secundario se sitúa en el punto


opuesto a] del principal con su cabeza cerca de la cabeza de la
esposa común. Y si hay un tercer marjdot le quedat co.m o el
ú1timo Uegado que es, el lugar de enmedio, el más, neutro s,e-
xualmente, ~ncluso .aunque en u corazón Ja mujer sienta por él
una ,s ecreta preferencia. Así duermen los aché. Además los
maridos son identificados por la parte d,el cuerpo de la mujer
que )es, corr,esponde~ Estos términos_ pintoresco y precisos,
expresan con realismo esta tripartición de Ja mujer. Merece la
pena recogerlos.
El marido principal puede ser designado de tres modos dife-
rentes:
kyrypytywaty: el que suele ponerse cerca de] ano·
kymakiJ.tywaty: e] que suele ponerse cerca de la pierna;
1

aiuirotywaty: el que suele ponerse cerca de las nalgas.


En cuanto a ]os japety ua, son ~espectivamente:
totywaty= el qu.e suele ponerse cerca de la. cabeza;
jyrukatywaty: el que sueie ponerse cierca de las costillas.

147
Entr,e los iroiangi no había ninguna pareja poUándrica. Cuan-
do la tribu apareció en Ar.royo, Moroti, el j,e fe incluso tenía dos
mujeres~ una de ellas) cedida a un aché gatu, eUó la a]janza
entre los dos grupos. Pe·ro esta ausencia no significa que dicho
modelo de matrimonio fuera :ignorado por los extranjeros. Lo
conocían tan bien como los otros y lo ponían en prá·ctica cuando
1

era nece ario. Como la proporción de hombres y mujeres estaba


más o menos equilibrada,, no había motivo pa_ra que una muj.er
_tuv.i era más de un 1111arido. Con todo, un día se p]a.nteó el proble-
ma.. Tras, la mue·rte, en enero,. de Cbachuwaimigi. su último - y
joven- marido {J apegi, con el que babia .sustituido al viejo Pai-
vagi}i e· encontraba sin mruje:r. Había vuelto a in talarse· con sus
padres, su madre <:ocinaba para él y fabricaba ]a cuerda para su
arco. atur.almente, buscaba los favores de ]as mujeres jóvenes
y consiguió establecer una relación con la mujer de un iroiangi
Kraj.a gi, madre de dos muchachos jóv·e nes y muy hermosos.
Indudablemente~ para e] amante s6lo se trat aba de una aventu-
ra efimera; ·e n cuanto a la muj er, se lo tomó mucho má en serio.
1

Esto sucedía en junto. Buena parte de los aché dejaron Arroyo


M.oroti (y yo lo~ seguí) para acampar· bastante lejos de aUí,. junto
1

a un bosquecillo de naranjos (emplazamiento probable de una


antigua misión jesuita) cuyas ramas se incBnaban bajo el peso
de miles de frotas maduras. Para. ]os indios era una doble g.anga,
pues. ad emás de las suicu1entas. naranj.as contaban con lo·s .ani-
1

ma]es atraídos por ellas, obre todo monos y también cerdos


salvajes: la caza era más fácH. Pues bien, la rnuje·r, despreocu-
pándos e de su m.arid o y de sus hijos~ que se qu eda!"on en Arroyo
Moroti, partió con e l amaJlte. Los hombres ya se habían enfren- ·
tado en una lucha bastante violenta, puesto que se habían inter-
cambiado algunos golpe con el arco. A] ser e] marido uno de los
más fuert es de Ja tribut el amante concibió temor. Por eso
Japegi aprovechó la ocasión del viaje a ]as naranjas p·a ra poner
distancia entre él y el marido. Pero cuando Krajagi decidió
s·eguirlet ~e encontró en u.na situac)ón muy molesta; ella estaba
furiosa. contra ·u marido, que le había peUizcado cruelmente
vari~s veces: ta] es lo que hacen los marido de contentos de Ja
conducta. de su mujer. Japegi no pensaba pro.longar un idilio
que había empezado ma1. Pero ¿qu.é hacer con la muj er? Ella no
queria volver a Arroyo Moroti. Entonces se decidió ir a buscar a
1

Kajawachugi y a los dos niños a fin de que los 1esposos se


reconciliaran. Y de consuno los indios me confiaron Ja misión de
Uev.ar al marido junto a la esposa veleidosa.

148
Aquello no, me alegraba especialmente-entre Jos dos campa·
roenros había una buena jornada a caballo- pero no podía ne~
garme: tenía que hacer el servicio solicitado. De modo que partí.
Encontré a Kajawachugi triste y deprimido. o sabía muy bien
c,o n qué argumento convencerle para que se uniera a nosotro :
<~Aquí tú eres como un viudo. Sin mujeres. ¿Quién cocina?
¿Cómo comer,á s? Tus hijos buscan a su madre. Ven, conmigo.»
Yo intentaba pintar con las tintas más negras su situación aquí y
trazar. por el contrario,, una imagen muy seductora de la vida aJU
(«Las naranjas son muy buenas. Hay caz.a») ·, contrariado, me
respondía~ simplemente~ «Ape ro cho enda. » (~<Mi casa está
aquí>>). Y tenía razón: er,a Krajagi quien tenía que volver~ y no él
quien tenía que reunir.se con ella y con su amante. o insistí
nuís y m.e volví, convenc~do de· haber fracasado. Apenas había
recorrido media legua cuando oí un pisoteo a mis espaJdas:
Kajawachugi se reunía conmigo llevando a su hjjo m.ás joven a la
,e. palda y con el otro trotando detrá . Alivio~ e había decidido.
Monté al muchacho a la grupa. Duran~e la m.a rcha, interro.g ué al
kybuc:hu sobre su madre. Estaba al corriente de todo, conocía Ja
relacióu entre eUa y J apegi. S:in manifestar emoción, dijo: «Kuja
meno jue. » («La mujer queria hacer el amor»).
Ll,e gamos en plena noch.e. Al día siguiente Kajawachugi pro·
puso con poca palabras la única olución capaz de deshacer eJ
confikto, ya que, la mujer no quería renunciar al amante,: acepta~
baque el otro fuera marido secundario. De medo que Japegi iría
a vivir con e11os"' en la misma choza!> y tendda 1el e,s tatuto de
totywaty, dormiría junto a la ,cabeza de Krajagi Kajawa.chugi era
honrado no tenía segundas intenciones. Pero era evidente que
,Japegi no compartía e l mismo punto de vista. T emía la fuerza
1

física de,l marido y le repugnaba mucho instalarse é~, un aché


gatu - y en posición de inferjoridad relativa- entre los extranje-
ros~ Prefirió declinar la oferta y, algo avergonzado, 'Volvió a
Arroyo Moroti. Esto no molestó en modo alguno a Kajawachugi,
para quien ,e l asunto, a fin de cuentas, concluía muy favorable-
mente. En cuanto a Kraj1agi, muy decepcionada, se enfurruñó e
incluso dejó de dirigirme la palabra, como si yo tu'Vi1era alguna
1

responsabi~idad en lo sucedido.
En ocasiones se nombra a las pe,r sonas segú,n sus órganos
sexuales. Una abuela iróiangi muy vieja, esque1ética, a la que en
una oca ión vi dar a su nieto, para ca imarlo~, wi pecho reducido
al e pe sor de una crepe, sólo era conocida. baj 0 el nombre de
1

p ,e rechankangi: vagína*pa]o seco. Todo e] mundo 'le llamaba ,así,

149
inc~uso los nH1os; ~respetuoso sino sim1>ilemente obj 1~ti- ...
vo~ Y a eJ La no le mol,estaba. Todos tos gueyaquis U-nán nombres
de an1 ilesy-pr¡cITcam te wdos los animaJes pueden ervir
para nombrar a ]as pe,rsonas. Las únicas excepciones on ciertos
pájaros, que, no,se consumen por ser''º ' animaJes dom,sticos de
Chono, e) Trueno, y el acutí. Etectivament-e además dei térmi-
no, embo~ lo aché disponen,, para designar el pene. de Ja expre-
1

st6n tauwa jakii, que s,ignifica precisamente cabeza de acutí. A


un muchacho gesti1cu~ante cuyo pene se balanceaba de aquí
pera allá, una mujer le gritó: «¡Tú. muchacho~ no te agites,, que
te salta la cabez_a de acutí.» Por otra parte~ Ja mujer encinta
evita comer la carne de este animal: darla a h.Jz un runo hincha~
do, como Jo está un p,ene, en erección.
1

Lo aché mid en Ja sexualidad con justeza: libremente asumi~


1

da y con di~creción , abre a hombres y mujeres ]a vía de~ placer.


¿Por qué privarse de lo que es bueno? Y s~n embargo, ningún
1

desorden) nadie superpone la re,gla die su deseo a la Jey de]


grupo,.. e ta 'k iunfa siempre. pues nunca es, transgredida. Una
1 s.o-ciedad tan libera~ que no precisa de la anarquía:io a.s í se mos-
1

~ traba La comunidad de loa indios ,guayaquís. Los salvajes.

El mes de junio fue muy frío. Llegaba del sur un v~ento hehido
que el muro veg'etal apenas iograba contener. No se, hubiera
dicho que· estábamos en las proximidades del tróp¡co y en más
de una 0-casión contemplamos aJ alba un paisaje más bien polar.
el agua de los charcos helada., heladas blancas sobre Ja yerba de
1

los campo·s. Eta el tiempo de1 duy pute ~ del gran frio. Para ~os
1

aché~ marcaba el paso de un delo anu.al al otro. en cí erto modo,


1

· u ano nuevo. La hoguera ardían in cesar, día y noche, y al


final de ~a tarde todos p,a sábamos un largo rato cortando en la
selva ]eña para e] fuego. As[ pude aprender de los indios cuá)es
on las mejores maderas, las que desprenden mucho calor y
poco humo. Los kybuchu habían adoptad.o la co,s tumbre .de
1

dormir junto a mi hoguera, ~o que [es ahorraba e] esfuerzo de ir ,a


buscar madera para eUos m~smos· de todos modos,, me ayuda-
ban un poco. Los que estaban provistos de ropa no se ac·o taban
sin quitársela .. A;s( puest yo tenía a mi alrededor .siete, u ocho 1

kybuchu, a Jos que en ocasiones se unían dos o tr-e adultos: un


increíble amasijo de cuerpos desnudo 1 brazos, piernas y cabe-
zas mezcladas que el <:alor animal ca~entaba tanto como el
fuego. De vez en 1cuando uno de los dumlientes cambiaba de

150
postullia, se daba La vuelta. ~ascullando y .den:'olla .el e~ific.io .
:D urante unos se·gundos terna lugar una agttac1ón s1Jenc1osa al
término de la cual ]a construcción se rehacia. :Pa~ecfa milagroso
que en eJ curso de estas vueltas. noctumas, nadie se .~c?Star.a
dir·e ctamente sobre las brasas. Y aunque todos los movumentos
se ef,e ctuaran in que nadie se desperta et e·sto :n o sucedía. Por
la mañana los cuerpo estaban grisáceos. de· ceniza. Los, indio.s
1

·e sacudían vigorosamente; no les gustaba nada el <:onta.cto con


1

Ja ceniza. Decían que algunos niños nacen ·con pire ~rembu, la


1

piel cenjdenta: los mat.an..Tambtén detestaban verm~ cubierto


de ella y quitaban a manotazos de ·mi ropa Ja ceni.za en la que me
había revolcado a lo .largo· de la noche: «"La ceniza! ¡Hay que
quitarJab> decían excitados.. Una mujer encinta jamás come!"á
carne de serpiente braa: . u hijo tendría la piel cenic¡e.nta.. ¿D e
1 1

dónde proviene esta antipatía? Qui.zi :se articule ,oo,n el mito de


origen de la no~he~ cuando el mu:chacho, tras haber roto la gran
marmita de Baio, Jjberó la oscuridad y las cenizas~. de las que
quedó· manchado·. ¿T .e meri'a n los aehé que e~ contacto con. la
ceniza p1rovoque la vue]ta del caos - la noche continua- e. ngen~
drado por e J gesto absurdo d·el no iniciado1 E s. posi b]e·. En
cualquier e.aso, la única circunstanda en que soportaban la
ceniza ·era terapéutica: cuando a]guien estaba gravement~ e·na
fermo~ le impregnaban enteramente de cenizas; el. enfermo se
quedaba un )argo :r ato echado,, todo blanquecino. y a continua-
ción Ze lavaban. As( pues. e·n junio nos helamos: durante varias
n.oches seguidas la temperatura descendib pot debajo de cero.
A fines de mes todos IOB iróiangi desaparecíeront con exeep..
c.ión de algunos kybu chu ~ llevándose sus. cosas y s in decir nada:
sbnple mente una mañana nos. despertamo y ya no 1estaban~ S1e
iban hada el este1 al corazón de ]a selva,. donde apenas coman
el riesgo de encontrar a nadie. Los achi gatu se quedaron en
Arroyo Moroti. Por unos momentos pensé que los extranjeros
1

vc,lvían definitiva ll repentinamente a. la vida de los bos,ques.


« E,s para el W kyb.f:liru n, e·:xpUc~n los aché gatu .
.
Cuan.do los guayaq.u~ . eran Ubres y amo\S de la s,e~va,. cada una
de sus tribus controlaba su propio, territorio de caza ignorando a. j
1
'

sus V·ecinos o recha:tándolos a flechazos si p.r etendfan invadirlo~ ·


Mas no por ello vivían jun.tos todos los miembros de un mismo 1
grupo: cada unidad~ politicamente independiente de las otras ~
1

se subdiv¡dfa en pequeñas bandas. fo.rrnadas por algunas fami~


'

15 1
-
Uas. entre veinte y veinticinco per onas~ A. í, lo aché gatu
, formaban dos bandas;; los extranj ros~ más numerosos; e re-
partían en cuatro o cinco. Este desperdigamiento de los indios,
por 1a elva era e·c onómicamente necesario. Trtbutario sobre
todo de la caza terúan que tomar en consideración la débil
,concentr'1lción de Ja presas: n.o todo, lo día, se, tiene, Ja uerte
de caer sobre una manada de cerdos sa]vaje que puede diez-
marse en uno, segundo . La di pe,rsiÓ'n de los animales a to
largo, y a lo ancho de vastas extensione upone la de lo homw
bre : donde una tribu al comp~eto no hubiera podido' sub f tiT
por fatta de recursos suficiente , una unidad m,á s pequeña ~o,
hacía · in dificultades. De modo que el e pacio tribal e dividía
en s,ub-espacios, en el interior de ~o . cuale,s nomadeaban las
bandas. Cada ·u na de eUas ejercía una ,e specie de derecho de
pr-opied.ad obre el territorio que explotaba y que ,e n relación
con ei número de sus ocupante era inmenso: lpara poder reoo..
rrer tranquilamente e] cicl,o anual .[_na veintena_:.,de personas
necesitaba_varios Ct!!tenares de kHóme\g.s_cUa.;jí=acJo de selva~
er
1

P"'ues, efectivamen'te, no e puede estar perpetuamente en


1

mismo itio. _A las poco§ días de pre eocia bnmantl l<? animales
se ,al~an e,n busca de ta calgut:_d,e modo que hay que eiú~rlos y•
.-,... ... ··- ...- ~ ------
as1, paso a pa o,ae campamento en camp,a mento1 al term1nar
1
. .
las peregrinaciones que a finales de año llevan a lo indio a su
punto de, p.artida~ la totaljdad del espacio ha sido barrida. De
todos modo deben dar a sus emplazamientos un sentido, una
dirección, pues a !os pocos me es de haber talado las palmeras1
vuelven sobre sus pasos para recoger las larvas que, mientras,
tanto han prosperado. Así pue , la..ucría» de larvas constjtuye ,
1e n 9da banda, la señaLde piopiedad espa:c jal. «He aquí las,
palmeras de Chachugi, y estas son las de Pirajugi», se'decía
cuando al azar del camino se encontraban árboles, caídos. atu~
ralmen~e, no se tocaban, eran bienes de Jo,s comp.a.ñe~os.
Las bandas de una misma tribu mantenían relacione,s fono-
amente amistosas PUE1ª-J,e componían .ao sQlo. de irand)t..-Ae. V'

cqmpañeros, sino tambié!!, ~e p~es. De ve,z en cuando po-


1

dían encontrar e dos banda ; acamp,a.lban juntas algunos días


par~ y,o lver e a.ir pronto cada una por su lado. Pero en principio
,c ada grupito nomadea solo en los limites de su :prop io espacio
1

vital durante casi todo, e] año, llevando una vida completamente


semejante a ~a de sus v,e cinos. Desde luego , acogen con simpatía
a lo hermanos que acorralados demasiado de cerca por' los
blancos acuden a riefugiarse provisionalmente con lo compae

15·2
· ñeros. También podía suc,e der que ~n emisario' de una banda
acud~er-a a avisar a la demás de un acontecimiento im.portante
que prec!sara de su presen.c:ia. P.e~o e~to. n.o .e·ra frec~ente y
tran c1J.1rnan ]argos meses Sln noti:c]as de los otros ache.. Esta
eparación bien hubiera podido ser p 1ermane.nte~ nada ]mpedía
que e ptolongara~ Y_si~ . embargQ )lila.. v.ez.-al. año tmi.a.s, la
1
,

bandas conv e:rgían e.n un_mismo c@mpamenJo; la tri bu. reencon..


1

traba su unidad, todos los iron.(/y encendían su~ .hogyeras l,Jna


junlo a la otra: era la gr~n fiesta dtl9§_@cit.é, _e_ra ~lf'Üf~yo~ii=U).
1 1

que en junio de 1963 lo~ ,extranj1er·os se fuer.on a celebrar ~eJo ,


a l abrig.o de lniradas indiscreta~~
De. de lo pirimeros días de frio el cambio de tie·m po fu.e tema
de convetsa ción. ' u progreso era seguido con ate-ación; !!Rri!t
1

dpio ,e ra el du:y pou t el frío n~~.Y.0.J no. JA.Y.J:_vi~QJ2davía: Jle_gaba


luego e] rl1"y pirovi, oa
~tjil ~ (fÍOi?' R~S!~ri~rm~~t~~' ~_fin ·~~ méi,-
el duy pute: extremadamente fno. Fue ]a-SenaT de partlda. Al
mismo tiem¡}o -vigila b!D.las- 'v_ariaclo nes-dei ºé01Qi]eJis lló~s
1

que cr~~ían..tpJaliañaj}'ma~ .color amQ.tiM~~ ~l!F!_!l pr1ñdpio,


lue variando po~o_ a _Qoco ,li~~ia . el roj lQ..Que, cqJncid~q -~~.!1 el
frio más intenso. <<E 1fri,o es el pi.chua de ]a liana comp,] etamente
roja. El gran frío vensa a la Uana roja~ >> La «ven'ganza»~ en e~
¡pensamiento de los. guayaqufs" , e·Se] 1C~~tr.f!QeS01 de )as ~~sás él
restablecimientQ..~Jli equiLibRo ~sionalmeñ~~ r-Qto~ la ¡a-
rantía de ·q ue re] orden de_] mundo no sufrirá. cambio ¿De qué es 1

venganz.a eljepy (ven,gar)? De cua]quier acontecim.fento positivo


1

o negativo, nocivo o benéfico,, procedente d 1e~ mundo de las


cosas o del mundo de los ho~.br,es y capaz de introducir e·n a
1

ceimunídad de ~os acné UQ exc~so o .una carencia. Someter cosas


1

y seres a la .r egla trazar 0 d1e scubrir en toda desvia€i6n el.rmite


1

de su de pliegue mantener una y s·e rena la Í82., en ocasiones


1

variable,. del mundo: ta! ~-..eL..fow:la..~1 re cl 1q uep WJ>ºS4 -


in~uie~ a~te el '?°~~ie~~.9.P:f....fHlYirB!.! l~il~e.Q;!- d.P~~.­
rn1ento 1nd~o d~J .WU:'i.: ~s!!.9.-ªJ@ . y~Jk e'X9.Bllir Ja...alter.ació·n~
de. sup:rim.wr.. la dif~re~cta l ~~. ~~~tir_~--~~.Jy~d!)o Mism,h.
¿Qué· tenia [a bana tOJa que· e] fno, debut ven,gar? Lo_ g~e
sucede es qu.e en el mes de junio la . ma.ta está encintá~-a punto.
de· dat--a lun urr n1Jcí ffilp~ev1st'.9.;. J.a .m_t!L e aJi.Va!!!i6:_'!8_a+
1

• at-ernidad mretafóriea~ ~!~~n¡,e·gte.,. Qll,e._conña s.u néctar al


1

secreto de los árboles ñli~c·ps. d9.nd~ l<;than.acümüJB·tf9 t<>_!.iij@~


tos. Madre, c.on todo; para. los aché,, que de este modo, asignan a
Ja miel su ]_ugar_fa·mifüar en. ·e1 mundo 'Vegetal. Per,o madr·e ~*e
mente de Ja m_\~I ~e est~ _ !.!lºID~:nto.. mom, _
... eJ\~ . ·e n q19~_ el fno
, -~
indica que ha Uegado el tiempo de recqgerla~ miel nue·va:I' miei
prime·ra cuyo r·e torno anuncia el subterráneo temblor de la natu-
1

raleza; preñada de su pdmaverq. Es ,e l ano nu~. C~dQ.Ja


]~!_n_!jlare'~ Y..hay h~lada, es qu! '1ay miel olorosa; pero tambi~n
.-es QUe las crias_.Qe los pájaros n-acefl
1
los nidos1 ·q ue las en
hembra de] armadiUo están preñadas ~Y que ]as 'serpientes,
dormidas. bajQ ~a hojarasca, entre Las r.a íces· de los árboles,
empiez-an a mu.dar* La liana "1Tóªrece: eso es· o·-que dicen los
cantos a]egres del hyryprelii,, de1jeiui y del auia pytá. ¡~1é l~c~~~
oírl 0S posados_e.1l - naxama y qué e~ltltaci.ón _~aber que llaman .a[
1 1

to kybairu! -· - -- ~ --
Mi el se dice ai o tykive: j1ug,o; myryng.a tykwe~ jugo de la abeja
1

myrynga. P.ero a la Pli~a __mie]:L!.Lhüº-de !~ l!ana, se l e nam~ 1

kyb4im. Uauwrnbi:e_.aJ.a.fie:1i'ª m.en'ort.m lo.:~~~·cM, que ~aJudan el


movimiento r~gular ~·e.I .mu:n.dot Ja vuelta e~_!9H ~- la~ mismas-
estaciQ!!~~~onsum iendq_ ~ .~9~.ú_n , reún1d~s por una v1ez todos
los irondyt las priVJJi·c~~s Q$ la n!~raleza . la~l nueva,-J1i)lhal_..
ru Celebraci6n de la mie·], propicla.J;iaral,t.;,~r qu~ l!..XfUda:
dera ~Q!C·· _· es Ja tribu · o La banda, ef tóky.~a1ru: - en su
sentido estrictor u·n juego ~es-erva o a ]os ... áaüftoS-~ncubre
claramente la preocupación de fieconstituir, aunque só~o sea por
breves mom·entos, ]a comuni.dad como un todo&Ttie.s la.cabeza,. .
!_l ~e·no~ [~ de las personas, pues a la de los a.n imales ·c orres-
ponde otro término. To kybarru:. un juego para cuya prácti ca las 1

personas ~ho·mbr~a y mujeres- ~~~!.:~ª-.Jl.a~s ·~abtt~~-s e_'!t!~ -~~


modo que su con1unto ofrece el m1smo dtbuJo y haUa lll.Jl"lllla
unidad que las céúI'dt~ qije:"~nen el'rl~~á; -tn..1'9 ,~odo
ligado, los panales ca.rgatlülj cJ¿mifd.. LQ . 1PO~!fl~ -U'D e m etáfñÁ
sJe la s.ociedad. Por eso los ·e xtranjeros no necesi,t,alwp a loa vbi
1

g8:tu, que ~r.an ot:Ia co1 l~e na. E 1Juefó' e"'s::pafa!Úgarlo entr¡ e Hos
--liJI SIQO S~ ·- ...

/Jf5~-ªl1~2. . tl..Páj.~!~ kyryprela. canta a~egre, es el anun~~.2..2e


·Ql!!..~mos •""'itar el=•im,p a·rO.emo dl.JoWggi.; ,e s el momento
de reunirse·. Estamos alegres. Estaremos contentos de reencon-
trar a Jos co.mpañeros.. Todos se re¡rán mucho será divertido. 1
1

Habr.á muje.res.~Quiénes soq.jo& chexfJ,' kg~- · $ otras 1


1

~~~!1<J.~s ~qu.eJloJ ~ ~iiuiell~!·~~n.?;....!~ '1~ vís~o . ,~i.~§.dt .bakJ;_lD.lJ.e - ~


tiemp~+. Es un p1a cer ver a un herma.n9... 2'~ª··11Jºª -l)~r.mana,.~ 9 a la
1

madre~..Y. . ·· '. .~ · · _ ·~
·Pero; ~obre todo, verán mujeres.,
... - - -

veihi e Ja~. h!J.~.!.X~-1....las herma nas de los choúúj;.,;;;_ !P~re!,


154
esca~.ean; ~~ j qego..Q.Uf . ~...@..,PI!:qtic_8(J,L.1.a .f ~~m .@J.@. miel,
d~:sde luego,, pero ~mme.q ~a del an:w¡, eL!-~!l\s!QnO..A Jas ale~
grías del .P~4~i,._~,~~ucn:_~-~~D!.ui~~~es_,.}(__4s ~isHa~ ~_lq_a .,~~
son para cor~Jar Bla&- tnu.Jeres JOVe-ne~. >) 'F>;esg& de. la. m1el.z
cortejo amoroa9.
Para empezar hay ·q ue estar presentable y evitar un aspecto
1

de- cui~ J do chocante; .ae .~e_gU1.n c*~d2sun~~~as. sejas~....1


1

las m~Htr..e.s_~tes · _sta__ . , . hom re gro ser ue, como u11


1

an.lluaJ, OOllü.l:Var&•.¡)~[9} .~1!"!d~ ~f . ·O. OS. a& CQ--11 -~ºª


cab~Jk~~ rapándose d.e.s.a~._la fren~e. hasta Jo a to _del crán!Q,
como dibujand?, üiui cot~~s~i¡ dq~!t:A:!'.ºco sobre
la nuca. Tamb~en fabnc¡:Lq,, s11a d.t¡.e1111 · . "' · eizai;líii
animafes necesarios, tocados.d_e pi~!Jk~Jle (orm1 cónicu
adornados con un manojo de colas de.c.oaatJe,,QArn·'·gq whr-elga
hombr0S. Es hermoso; a.sí:. g.n.AQmhca ' ·e •a• ua.-a4ero nthi; ,,.
1

gran .a rquero, En los distinta.s bandas ]os hombres se entregan a


pret>cupaciones semejantes, toQJ0 _eUo · ara agradar a las m ·1e-
1

res; se trat~, para todos~ de ~!''~.PQrarse ara e 1 a¡n,o r.. 1 o os:


c~sad·os o no seºhacena 'lá 1uea de té'ñer em ru~ga oras aventu-
ras con ]as her:mosas hijas de los cheygi en el curso de los juegos
que definirán J~s pre~erencias. Pero?:.] ~~mbr~~!!;n y ~~~La
oltero n.o Je ~ª~~1!1:8.~ ~9!.? el placer anttCIR.f:!if'l diiJDtJJDi~Df§{ij_l~~­
ras, sjno_~~~~ié..~J . h~~llg~e."o.ue ·taid_rt1~c.~~i6n. ~!-~l!'conyar
esposa, Pues, en efecto. en principio no se ceTéDran matrimoc-
1

nios en !:!!.~E.w de la ~~ que, fil! .ae.ffé:n~.sino con


muchachas d~ 9-tr.aa ¡;;¡¡¿w. · ·.Jtvliru ru. ea. tetBl?iAu.~~"'Pl:V
el in omento_<!el int~!:~~m!!~º-.!!~..JUYjere,s. entre.homb r ~-'!~ ban:
das diferentes. De modo que en el frío de junio el canto aetos
pájaros exalta e] ~oraz,ón de Jos jóv.enes sché,
.i~ p_Ql'_ las .m~ eres! '"fa l p..wicia. S~f el Canto de la march' de las
1 1

bandas al encuemrOii:sunas de ]as otr~hora "bi 1en~ la "irave-


dad de la reunibn - que en modo alguno suprime la a1egri.a. de
enco11trarse-- P!_ohi~!.. g~ ~· . ).~~~9~~ ~~_sump.' an ii~ p:secauci.Q:
nes. Hay ~9R~-~,ilTój a supc:Nllf! A lo Largo del cammo los hom-
bres buscan los á.rboJ,e s ,c,on aguJeros que p·ueda:n contener co~­
menas, AJ hacer frío., las abejas está·n medi9 ~,at;Qint,ad~:t y_no-ao:n
1

agresivas, Se extrae fácilmente la mie~,. ,con la ,cuaJJ!ª_-~yieJ"es


llenan sus grandes daity. Habré mucho·ttytJalrii que o.fr-ecer .a los
compañeroa. La cera se conserva; tras masticarla c"onciie niuda·
1nente, se gu~~'~B:. ~n~ft?rma" de b-Or - - a
7 .spers éle'I
dí~ en que tenga Jugar e encuentro· - leves humaredas en ]a
le-Janía, rastros o gritos apenas audihles señalan la pro·xímidad

155
de los l·heygi- los hombres preparan una mezcJa de cera, carbón
vegeta! pulverizaa«> y rtsina.-Es d~huele bien. o·n est.o.
la mui~res p~u. IOs· hombres Lo prlmero, ei rostro: una
aplkación d e carbón en Pi>1Yí!.- bi~ne,gro eo. l1r ftenw;en la
1

m eJiíla "i alrededorae la boca; de pué por todo el torso, por..


1

delante "i por detrá .. y~ - n largos regueros, por loa brazos. Aigu:-
no añaden por endma finas lín~a. de la pasta preparada,. sobre
la· cua~e las mujeres pegan plumón blla nco de urubú. Hay otros
que se hacen aplicar e. n el rc ráneo ra urado los mismos adornos~
Lo h0rmbres están prep arados y ya se sabe que· Jos .cheygi
1

aparecerán pintados de la misma manera. Lo negro del carb~n


di · imula la blancura de la piel y hace destaca_r, en e] rost-10
también ennegr:ecido; lo blanco de los ojos. Los hombres tienen
Úna aparienda -t~rrwífica. Darían miedo -a los enemigos. ~ o
on precisamen..te a Í, en efecto. las pint~s de ~~rra 1~e que se
cubren los ache para lanzarse al .a taque?/fLos ircnangl, cuando
nos ven así de negro, tieq,)1 mucho miedo. se ·es·cap.an co:rrien-
do. ,¡ omos terrorificosh(/
As( son )as coses: un encuentro pacifico, destinadot en virtud
de los matrimo,nio e·rn él acordados. a reforzar la alianza poli.iíéa
entre todo los cheygi, s,e inicia con una demostradón de.."1o1en-
cia... Las. muje~~~ YJ.o_s .!~li1!>.:!. se queden u~ poco más atráj; \2!
hombres 1legan a un hermo~o claro, con lo ar-co y fle cha en la
mano y magníficamente ataviados: frente a frente; son gue.rre-
·r os prep,a rados para .e] enfrentamientQ.. ¿Pasarán a la a·cción? En
modo alguno. No ha.y ninguna hostilidad, su disposición e· paci-
fica. ¿De que se treta. entonces? o sabrían expresarlo bien,
pero saben lo que hacen. Lo que SJJ.Cede es q.ne,.el.i.o.tercambio
~e muje~~' ~Le.s~Jlle_cii:niento d~ Ja relación m~trimonial,_ no
conde rne so~amen1' al llo.mhr.e_y_JLl@. m_uj,e_r_J1ue VWl a e.asarse•.
1

E"rmatrimonio es un acto social en e,l que están implkados do·~


grupos: los qué·toman mujere y l.os que da~ ,!!l_u jeres. La de~t_
gualdad-proviene
1 ae
que uno toman unas cosas a otro (incluso·
aunquet ahora o más tarde, otra mujer r~~mpjace a la P.,r~~~.rf!J :
11110s~ti~n·ñ- ~e .C j o mros .defecto. Un matrimonjo no es algo
neutro, introduce la di.fere0icia; y esta mu)l• bien pued e llevar a
1

ttner djW:endas; a Ja YioleJlkia..,_aJa guerr.a.


Otrora las tribus guayaquis luchaban entre sí. en ocasiones1

para Conquistar un territorio de caza defe·n dido por sus prime~


1

ros ocupantes· más fflecure ntemente, como ya observó Lozano,


para cap tur-ar mujeres.. E to era necesario~ pues Ca.s.i s~em pre
1 1

había más hombries que mujeres. Aunque se , regulara


.. .. - el... prob]e-
-~.... ., .....,- .
~ ·
16. Am.bw~ lm:ndo ,cer ftmonl al de h>S cazadore.~

ma acep~~r~o q~e una 111.._yi@·r !''1~~a _e~~!!.'~-~~~O~J!lll!.i.~f_o§, ~~~


ocasiones la 1.>9H_andri!&t _ no, ~onseguí~ a~egurar a cada hom~~~ !!_
acce~o .f:PIP.º ~lll!fl}DJ..Q._a.-.JLTiiL.JEt,1jer •. Lo , resquem·o res podían
llegar a afectar a ~a vida de la tribu,. y entonces se decidía atacar
a los extranjeros para robarles las mujeres. Los aché gatu más
viejos recordaban q.ue hacia unas decenas de años habían exter·
minado a parte de otra tribu que vivia lejos; en el este, en los
confines. del río Para:ná. Mataron a casi todos [()S hombres y 9,e
llev8!f'on a las mujeres . .La situación demográfica se invirtió~
hubo muchos nombres que disp-on(an de dos mujeres.
Ha:y una ulación .se.ue·ta que une matrim·oni2,...){ _vío1end.a, \
mujeres y guerra. ¿Por ,q ué lo h~iñb~s ..Tiiauiiran la fiesta del ·
to k-ybairu con esta ostentación belicosa que les hace· ataviarse
como guerreros? P orque saben exactamente? y no hay miedo de · 1
1

que ]o olviden, que de modo inmanente a •a r1elación entre etlos


Y l,o .che-ygi rápidamente tejida por medio de las mujeres inter~
1

cam b~adas, permanece y exige se·r re oonocida como bd, ~a opo·


sició:n entre ~os hombrts destinados a conv,ertirse en cuñados.
!Es.te enfrentamiento de los he·n nanos y de los futu!flos marido.s
de sus .herma nas se re su elve en ~a violencia del combate o en la
alianza del matrimonto: se puede capturar a las mujeres tras

157
una guerra victoriosa e ignorar a los cuñados, transformados en.
enemigos; o intereambiar pacíficamente a las muj.eres; que con~
vierten en aliados a los grupos que proceden el intercambio.. L11
;g uerra es una visita basada en, la agresión; las visitas pacíficas
on como una guerra que se evita. Pe·r o en ambos casos, el
obj1etivo e el mismo: procurarse mujeres. D·e sde luego entre
cheygi, entr·e hombres de la misma tribu, no es cosa de robarse
las mujere . Pero conviene actuar según el. sentido de las cosas;
re ·petar y no oe u]tar lo que hay de vioJenda en el intercambio_
matrimonial. No e hace la guerra Se siffl!(iq.la 1Jl,1erm •
Por eso en l calv1ero de Ja seJva en que se celebra el encuen-
tro. los do. grupo~ de hombre.s pintados y armados. se observan.
o es má que una apariencia de violencia, pero hay que tomár-
sela en serio. A Ja ficticia dedaraeión de guerra debe suceder el
ritual de reconciiiaci6n.: atestigua que el sendero que ha condu-
cido al lfi kybairu no es el de la guerra. Arcos y flechas se
depos!tan en tierra. Los hombres avanzan unos hada otros, y se
djstribuyen por parejas: uno de una banda con uno de otra. Las
parejas pueden p·e rmanecer en pie, pero mis b:ien suel·e n sen·
tar. e . He aqu~ la úni,c a circunstancia en que los aché toleran - e
indu. o hu ca lo que por lo general es.t á firmem·e nte proscrito
en su flelacio·ne. cotidianas: el ,c ontacto flsico&Era no·tab)e ~a
c·x lremada repugnanc.i a de los •ndios por tocarse; esto se evi-
denciaba con ocasión de las entregas de alimentos~ en vez de
pasárs e~o directamen1te d e mano a mano, el don8Jllte pone en
1

el suelo el puñado de larvas o e• trozo de carne que quiere


ofrecer y el destinatario de1 don lo recog·e del sue]o. Que en esta
reserva hay.a un culto de los buenos modos, es probable. Pero 1

hay algo más: la convicción de que el contacto físico es una


1

agresión. Pues bien, si se quiere desmentir La aparienda agresi-


va del mom.ento, ¿qué mejor medio q·u e aceptar por una vez lo
que de ordinario se interpretarla como un .a cto de hostilidad, el
contacto de los cuerpos?' Si los hombres están dispuestos a 1ello 1 1

ciertamente no son enemigQs. De modo que se entregan aljuego


ceremonial preludio ne.c esario de todos lo d espliegues die} 1

ritual, del kyuai: las co "Quillas. De· dos en dos, cada uno rodean-
do con su braz 0 el torso de] otro, los guerrer.os dejan correr los
1

dedos bajo las axilas y sobre las C·ostiUas del compafJero. .EUJna
esp._..e_...c;;;,,;ie;....;;;.d.;.'e~c2~surso; el que de d,ú~timo ri-' i.pejor. S.e..wt.a de-
r·e i tir todo el tiempo posible, de soportar una tortura a l.a que
1

no están acostumbrados: las cosquiUas.. Al m~smo tiempo que el


rechazo de 1 tocamiento (al me nos entre hom bres)1aparecla la 1

15,S
funci6n de~ kyoai: fundar la am~stad entr1e dos hombres o refor·
1

zarla. Con harta fl'\ecuencia s·e podía ver en los campamentos a


1

un aché g.atu acercarse a un extranjero y pedir]e que se sentara


junto a él. Los do~ hombres ace.r.c aban sus cabezas y,, uno junto
aJ otro, inidaban el kyuai murmurando con voz zalamera, como
enamorados~ seguro desafío : t<Ya ves. clu.'Ygi~ hacemos elkyuai.
E para reírnos. para estar contentos. Te hago cosquilJas y no
serás capaz de resistir. Reventarás de risa y te escaparás. So,..
mos amigos.>) De hecho el hombre así di puesto,, aunque se
,'Ontraiga, aunque apriete los brazos contra e.I torso (y seria
difici1 consquillear al otro de e ta guisa), aunque retenga ~a
I1e~piración y un enorme esfuerzo cr~ pe su rostro~ no lucha por
mucho tiempo. D e golpe explota, le sacude un e :pasmo,. la risa
1

crepita nervio amente. Es excesivo. se yergue y escapa, el otro


quiere impedírselo· esto dura unos momentos. Finalmente el
cheygi" Ueno de hipos, enf,ermo, de, risa, e·:n pe Hgro de a fixia,
pide cuartel con voi aguda: t<¡Be ta! ¡ on demasiadas cosqu•-
Ua '!' ¡Me duelen las tripas!» Son amigo . , uando yo tenía que
soHdtar un servi.d o pref,e ria 1
e vitar 1e] riiesgo embarazoso de una
negativa. Erai preciso, por tanto, que me dirigiese a un <:heygi; y
para fundar e ta relación amistosa yo, imitando a los indios, me
entregaba a las fantas]as del kyuai. Era una maravt1la.• por Jo
demás C·ompartida por todos. El compañero es,cogido, al que en
otraoe circunstancias, desde lüégo,, yo no hubiera desafiado se
de moronaba. a los poco egundos de cosquilleo un Hér,c ules
pataleando en e-1 uelo y Uoriqueando como un recién. nacido.
En una ocasión quise manifestar mi simpada a una jov,e n
iroiangi encinta de varios meses. Pero apenas la hube rozado
el1a se apartó con suma brusquedad, más apurada que enfureci-
da: «¡Bayja uwd.'» («¡Es por e,l bayja!») gritó otra muj1er, y me,
1

explicó que, por ha.her hecho eJ kyuai a una mujer encinta, me


voJvería bayja cuando naciera el niño. Entonces los jaguares me
devorarían, a no er que me purificara con la Hana kymata.
Llegado e l mo·m ento me purificaron y no vj ningún jaguar.
1 1
,

to
El a,c to inaugura] del kybairu ha tenido lugar. Los hombres
han hecho un buen kyuai y todo el m.undo está contento, todos
son cheylJi~ El cam.pomento, iápidamente in taJado,, e tá rebo-
sante de aché, la tribu está al completo. Los hombres van aJ rio
a lavars·e las p¡nturas, que ya no necesitan. Las muje,res cantan
las salutadones rituales. La daity están llenas de mieJ y exha-
lan rico~ perfum,es, los pinceles de pindo 1e stán preparados.
obre las hogueras se asan cuartos de cerdo salvaj.e de la do

159
especie . . Cuando se reúnen para la fiesta, e a ,es la carne p,r,efe-
r1da; ~os hombres han cazado mucho. V al caer la no4::he cantan
1

sus hazanas o, más bien! la declaman. Es un relato sin floritu-


ras pero narrado con prosopopeya;, todos son, iguales y terminan
siempre con las mismas palabras: <q oy un gran arquero!· oy el
mayor cazador de anímale.~» De este modo la mujeres ,con ]as
que mañana, van a divertirs e' no ignorarán la. cualidade exigi-
1

ble a un pretendiente. Ellas escuchan y aJ mismo tiempo mar-


can e1 ritmo d el canto de Jos hombres con ayuda de un trozo de
1

bambú grue. o vaciado, con e) que goJpean el suelo a] unísono.


,·Pum, pum.' Resuena bien, es agradab]e. Después de los hom·
bres cantan también la mujeres, o tocan la nauta; les respon-
den los muchachos, pues s,e han fabricadomimby especialmente
para la ocasión. La mujere de más edad sop lan su ilbatos. 1

tallados en bue º 'de buitre. Gritos, cantos, risas, mús.ica~ buena


comida; están todos los amigo ., las muj.ere- on hermosa .,;Juja
ury p tde.' Están tan contentos que se cien. Manana tomaran e]
1

proaii. r

Apoderarse de~ proad; tal es, en realidad, e] objetivo de ~a


reunión. el momento prin.cipal del ritual que todo e pe:r-an con
igual imp,aciencia. El pr-oail. es una ,e specie de alubi,a grande
parecida al haba europea, unas vaina producida , por una Uana
de [a selva. IEn e! juego delproaii mata un hombre o una mujer
pon,e una de est:a alub[as bajo su axUa o en la mano cerrada. e
trata de obligar al posesor a oltarla: se J.e hacen ,cosquUla y
pronto o tarde debe ceder; entonces el ganador blande en triun~
fo el1proaii ansiado. Pero mí,e ntras que en e1 ritual de reconcilia-
1

cibn previa no hay más, que do compañeros, aquí, 1e:n e] lo


kybairu, el conjunto de los adultos se un e para hacer cosquillas
1

a1 pos,e sor de la alubia. Al ~l'rincipio ]a g·,ente s e sienta alr'1e dedor


1

del designado~ a quien cosquillean docenas de manos a la vez.


Rue·da por el. suelo, le caen encima, intenta escapar~ le cogenª
grupo de persona caen los unos sobre, los otros. E. entre los
gritos agudos de ]as mujeres y lo gruñidos sordo de los hom-
bres, un revolcón des,e nfrenado. De modo que los niño no
particip.an. en este juego, cuya violencia. tan gr,a nde es el entu-
1 1

siasmo, podría ser peHgrosa. En cualquier caso, no pint:.arian


nada. Pues es la ocasión que permite a mujeres y hombres
e cogerse. Para los c,a sados es el medio de encontrar una com-
pañía extra-,co,nyugat [os solteros pueden pt'loclamar su ardor y
casarse a contmuación, si ei fuego arde todavía.
Mientras está reunida 1a tribu juegan a cogerse la alubia y

160
todos,, por turno~ son primero posesores y luego desposeídos de
la mi ma. Para un muchacho o una muchacha es fácil dejars,e
quitar la prenda por quien e dese,e: capitular bajo las cosquilla
de, fu lano o de fulana es como una declaración de amor. Yo te
dejo coger 1a alubia para que tú rne dejes coger otra cosa; me
e fuerzo por arrebatarte el proaii y e o quiere decir que tengo
de eos de ti. El to, kybairu e e] fe tival de] cuerpo. Cualquier
pr'e texto es bueno p ara tocarlot para servir 1e de 1é ]. ¿Que las
1

mujeres e tán cantando? n grupo de hombre se precipita


~ obt ellas y e organiza un intenso kyuai. Todo transcurre con
e] mejor de lo humores y la alegría conduce sin reticencia a la
bú queda de] placer. Habria que, te,ner un espíritu singuJarmen 9

te intratable p,ar.a no abandonarse a la alegria colectiva. El lo


kybairu .. cer·e monia genera] en que se celebra al mismo tiempo
la sociedad como un todo reunido y la natura~eza como ~ugar del.
orden, responde - en torno de la míe,] nueva que consumen
junto , en Ja diversiones en que se ca]ibra la amistad y en las
ju tas amorosa en que e tá permitido casi todo- a la se.c reta
1

e pera de cada uno a. la namada sagrada d e la alegría de vivir:


1

es la Fiesta.
Y también la ocasión de los matrimonios. Cuando dos jóve-
ne~, por medio de numerosos cos,q uilleos y arr ebatamiento de la
1

alubia~ se han hecho cargo de sí mismo y del otro,. cuando han


decidido seguir compartie,n do durante m.u cho tiempo las ale-
gr'fa~ del menaJ experimentadas ya má de una v,ez, entonces
p ien an en casarse. Una ve,z he·cha la elección y tiomads la
1

deci ión la. cosa van muy rápidas, no se andan con dengues.
« Cho rekojwe>>, dice e] hombre. {«Quiero po eerte.») ~<Nde reko
1

vera», responde !a ·m uchacha. ('« Me poseer·á s.») Aquí Ja pose-


. ión. niás que en su entido s exual. se entiende com,o derecho y
1

privil.egio de propiedad de un marido sobre su mujer. Entonces


el joven casado ,c onstruye un tapy que albergará .a la nueva.
pareja. Hasta el momento am.bos vivían con sus padres. A partir
1

de ahora tendrán su propio fuego y la joven cocinará para su


marido. Una vez preparada la choza, el hombre e dirige hacia la
de sus, suegros. AUí es:tá su chica~ sentada. E] joven la 1coge
brutalmente por un brazo y la. a¡rrastra tra de sí:' «Ven .a mi tapy,
ven a sentarte a mi lado.» Reducido al puro esbozo del gesto, es
el simulacro de) rapto de una mujer: breko mata, robar las
e·sposas. En calO de ofensa que precise venganza, el padre de la
m,uchacha practica eijepy. ¿Y cómo? Dando fuertes puñet,azos a
u propia mujer. El matrimonio está consumado. El yerno ya

~
sólo tiene que llevar al día siguiente caz.a a su suegro y Jruvas a
su suegra. Y cuando las bandas se separen, la nueva pareja, a
voluntad, puede unirse a la banda de la muchacna o a la del
1

muchacho. En cua1quier caso. si no se encue:ntran bien, será


1

fácil volver con los che-ygi. Pero lo m,ós frecuente es fr a vivir con
1

la parentela de la mujer.
¿Con quién e casa un hombre? ,:En apari encia con cualquiera~
1

con excepción, desde ~uego, de las mujeres del cfrcu]o de la.


prohibición mayor: Ja mad.lieLla hermana) la hija;, y luego, la
<(madrina» y la «ahijada». Probable.m ente en olro tiempo 1a
1

eJ ección de cónyuge estaba regida por un co~j un to de re.g las


m.ás comp]ejas. Pero e] baj6n demográficot debido en gran parte
a las persecucia;nes de los blancos,, de efectos acumu]ativos
sobre la inferioridad numérica de las mojeres, hacía imposible
el resp,e to de un sistema más riguroso: p.ara que todo hombre
pl!ldiera tener uua mujer - incluso compartida eon otro-- era
preciso reducir al mínimo e] alcance d e las prohibfoi,ones~ De
1

otro modo hubiera habido demasiados soheros y a corto p1lazo


su núm.ero hubiera comprometido Ja propia e,x istenda de Ja
sociedad~
Asi pues, para un h.om bre ~, el abanico de posibles mujer,e s era
muy re,s tringido. Esta difícil situadón conducía a matrimonios
extraiios. o precisamente al de un hombre oo:n la hija de su
hermana, unión preferida de los antignos tupi-guararúes,. matri 9

monio, en cierto modo clásico;, pero sí,. por ejempJo. a] de Jyvu~


kugí. que se casó 1con ]a más joven de ~as hermanas de su madre,
Kimiragi la infiel Quizá unos decenios antes tal matrimonio
hubie.r a. sido impos.ib]e por ser considerado ince,stuoso. PeJ:10
actualm,entie no lo, es, y lg_s guayaquis só]o re,o onocen el incesto
e:n Jos cinco caso,s citados. Hay que precisar., además) que los
dos últimos no son demasiado gravies. Por el contrario, transgre-
dir ]a prohibición que afecta a las tres primeras muje,.r es es
impensiible. Por otra parte, el incesto conUeva su propio, casti·
go. lnc]uso aunque los hombres no casti.g uen al culpabJ,~, su
destino em.á .irreversib~emente fijado~ E~ que yace con ,su madre,
1

será transformado en tapir el 1q ue dísfru:ta de su he,rmana, en


mono auHador; y e[ p,a dre que hace e] amor con su hija~ en corzo. .
El hombre in,c estuoso abola ,e n sí la-~maaklad,. cuya reglf) más
e,señc18íviola, -reñünéia a.· ~o que es1, se sitúa en el exte,r ior de
Ia ,cultu,~_me•.de.~nuev.o . t?n la.naturaleza; a~ conv~1er~e en an~- - .
. mal....,No, se puede jugar impuneme:n te a introducir el desorden
1

en e~ mundo. hay que mantener en s,u sit¡o los diversos planos

162
que Jo COmponen: aquí la natura~eza con sus an~males allí la
1

cultura con su sociedad humana. No hay comunicación entre


hi una y Ja otra.
1

Los aché acuden al to kybairu por caminos que sólo eHos


conocen. El gran frio les ha avisado.¿ erán ellos los únicos que
acudan a la cita, los vivos preparados para la vuelta a la patria
en el lugar en que. ólo se entonan los himnos a la opulencia de
vivir? o. El frio~ el h~elo y el viento son itamb.ién. los pichua de
ta ~ almas d.e los acM muertos. Las almas de los antepasados,
nostá)gi cas del mundo de .a bajo,. desc.i enden de· Ja celestial mo-
1

rada. ¿Aspiran a turbar el reencuentro de lo. vivos. a doblegar


su vo]untad de seguir siendo Jo que son? Puede se,r; pero eJ rt/)
1

ky bairu es más fuerte~ p·retende ser; precisamente . re~upera­


ción y reconquista de ~a vida univer.sa], impulso de su élan,
co nsagración de su victoria. ¿·Q ué buscan los habitantes de la
1

noche, qué pretenden l·Os pálidos fantasmas de ]os vivos a los


Q.ue ya no espantan? Sin 1 e mbargo aJH están. el gran fdG lo
atestigua. Pero, ¿y el tO kybairu? ¿No es precisamente la fiesta
de los de abajo, e] seguro desafio de la muerte, Ja certidumbre
prodamada de que ya no puede afeetar a lo aché? El t6 kybairu
1e contra la Muerte. El gran frío 1e s un signo mayor: pichua a]
mismo tiempo de la Hana-encinta·de-la-miel y de las almas muer-
tas que vue,lven,. dice que esta vue[ta es en vano. l.ndudablemen 9

te un mortal está abocado a la muerte; es su camino. Mas este


camino no se re·corre en sentido ínverso. A quí. como en todas
1

partes, reina el orden, que disocia el mundo de los vivos y el


mundo de los muertos. ¿Cóm·o es que aUí están tanto los unos
como los otros? Es el poema a]egre y malicioso de los vivo s: 1

ninguna subversión podrá reunír lo que est.á d estinado a per-


1

mane,cer reparado.

,· n mes más tarde, a finales de julio , Jos extranjeros reapare-


cieron en Arroyo Moroti. Habían adelgazado un poco.. Los pri-
meros días estuvieron poco hab]adores y no se m·ezc~aron con
lo · aché gatu. La fiesta había terminado. El to kybairu había
pasado. Fue el ú~timo., Po1c0r a poco el placer y el deseo de vivir
abando·n aron el coraZ:ón de los aché.

163
V1
MATAR

Para una tribu ,guayaq u,,. no hay má re ]ación con los otros .
,q ue la hostilidad. Tanto los blancos como Jos m,achitara-guara-
níes. e incluso1los aché extranjeros, son enemigos potenciales.
1

Con eUos no cabe más lenguaje que e] de la violencia. Sorpren.w


dente contraste con e~ perceptibl,e y constante cuidado de e·~i- ~
minar p.r ecisam·e nte cualquier violencia e n las relaciones con los
1

compaileros. Estas relaciones están constantemente precedidas 1

por la C·o rtesia más e·xtremada, el :rechaz·o de una jerarquía de


los roles que harian a unos inferiores ries pecto de otros, Ja
comil.n voluntad de entenderse,. de habiarset de· dUuir en el
intef'lcambio de ]as palabras la agresiv~dad y el rencor que inevi-
tabl.e·m ente surgen en la vida cot.idiana deJ grupo. By-ia, .s in
1

sangre fria. fuera de sí: es 1e ste un estado en el que no· e.s. gra.to
ve1· caer a los .iro-ndy. Es preciso que pase muy deprísa~ las
mujeres intervienen rápidamente para calmar al hombre furio·
o. A no, s·e r que sea ritualmente necesario; los adultos no s,e
pegan ja.más. Y ~todavía menos imaginab~e s son los castigos
fís icos que e·n otros lugares se apJican a los niños: krom{ y
kybuehu v·erd.ade·r·Os amos de sus padres, que, aceptan ser sus
e~ c~avos! sin por eUo convertir a los adultos en cabe2a. de turco~
1

en ocasiones someten su paciencia a du~as pruebas. Y sin em~


bargo nunca hay gestos bruscos, no se e·s capa ningún bofetón en
un momento de irritación, no se ,o yen más que las quejas lloro-
sas d e ]as mujeres y lo s grunidos totalm ente in eficaces de los.
1 1 1 1

hombres. L·os. niños siempre acaba.n consigui endo [o, que quie-
1 1

ren. La obstinación de una muchachita vence a su padre;. eUa


1

quiere ir de· paseo, pero con él y ,a hombros. E 1no quiere. pello al


fin se rtnde harto de oír continuamentez djJachi raa. jachi roa!»
(«¡Pasear a homh1:1os! pasear a hombr-os! >>) Durante largo rato el 1

pobre hombre, obedeciendo a las fanta.sí.a s del tiranuelo que


lleva encima, de.ambu!a grui\endo por e·I campamento.

l65
En runa ocasió.n Uegó de la selva Pichug~, que e. taba en un
momento avanzado de u embarazo; Llevaba a las espaldas.
sujetándoselo1 a la írente, el cesto pe adamente cargado de
1

larvas frutas y todos los bienes de la fam¡}ia; por encima del


c·esto. a hombros, iba u hijo de· cinco o seis año , que no quer[a
andar. Ind¡gnado, me acer<:o y [e reprendo: ~<¡Cómo~ Ya ere
mayor, ¿no sabes andar?» M'e mira con total indiferiencia y su
madre le ex cusa: c<¡E .. un niño! ~T·odavía tiene la cabeza blanda~
1

¡Y lo huesos débiles!» Una vez más me he metido, en io que no


me corre·spondfa, oom.o .eJ día en que, a pesar del frio, una mujer
1

bañaba a su hijita febril. que gritaba aJ g·é lido c·o ntacto del agua.
Pensé que aque]]o eria fatal para la niña. Pero su madre de
muy mal humor me puso en mi sitio a mí y a mi recomendacio-
nes: « uando e] cuerpo está caliente hay que baña~se en el
1 1

agua. Eso· e.s lo que hacemos nosotros los aché»>. Ella tenía
razón. Estas meteduras de pata eran inevitabJes pero no afec-
taban a rni bue1na rcela1ción con lo indio y me enseñaban a
conocerles mej·o.r.
En cualquier caso hay algo cierto, y es el ho·rr-0r de los aché
por la violencia, sobre todo cuando les ~»arecía que amenazaba a
.los niños. Cie·rtament.e, las persecuciones d·e los paraguayos
·c ontra los j6venes a. fin de capturarlos y venderlos como e cla-
vos babia convertido en obsesión la inquietud de los adul.to,s.
Era algo sorprendente y a veces cómi.co. Los kybuchu tenían un
balón de fútbol o conocían Ja reglas del juego pero ]es gusta-
ba mucho correr tras la pelota. E,n ocasione lo hombres se
unían a ellos y los muchachos. mucho más die. tros que· )o
adulto , se d~vertían perversam.e nte impidiendo a los mayoJ:'ies
tocar el balón, su trayéndoselo en e] último momento. e pro-
ducían choques y caídas entroe los gritos entu iastas de lo
niños. Pues bien mientras esto sucedia, las madre , lejos de
observar plácidamente el juego, se angu tiaban rápidamente.
Regularmente acudía a mí una de~egación de mujere descanso·
ladas ·q ue me· uplicaba una intervención para poner fin a lo que,
evidentemente, iba a Convertirse e.n una masacr·e general. «4No
1 1

tengo muchos hijos. sólo tengo dos!» Y agitaba bajo mis narices
los dedos [ndi·c e y coraz,6n para animarme· a salvarlos. <e¡ o
1

estamos contenta ! ·Mucho míedo! ¡No ·q uer·e mo que lo kybu-


chu e peguen!°>> Pero n.o se pegaban, en modo aJguno. Al final,
las madre montaban ta[ ,a.)bor·o to a base de súpUca , órdene
furiosas y cantos fúnebres, que pronto se· interrumpía ei parti-
do. En cierto sentido los papeles estaban invertidos los niños
capitulaban no tanto por obediencia como para que les dejaran
en paz como si la protesta de las .m adres hubiera sido un
capdcho que ellos tenían que soportar.
Por el contr-ario, en ocasiones .apa.re~(a una indif:erencia., in-
1

clu o una crueldad, sorprendente en las madres. Un día dos


hermano ~e apoderan d e) machete* de· .su padre y se van a
jugar. Pero el segundo . torpemente, hiere al m·e nor e·n el pie,
que sangra abundantemente. El pequeño grita y e] otso siente
miedo y huye. u madre, atraída por e·l alboroto~ aparece. Cabía
esperar unos lamentos espantosos: nada de eso. s·e acerca, mira
ulflo momentos., murmura algo y s,e da ]a vuie]ta dejando .allí a u
hijo. Le curan, J.e limpian la herida y le obligan a e tar un rato
tranquilo, p ues rq uíere reunirs e con Los demás kybuchu~ A 1c-0nti~
1 1

nuación yo lo transporto a dosciento metros de allí, a la. choza


de su padre·s. La madre·, qu e está sentada y pela .rnandio ca, no
1 1

ve Uegar con Ja mirada vacía. Es la misma que no hace mucho


tiempo· me decia que no tenía más que do.s hijos y enloquecía. al
vedes correr tras el balón. La herida de su hijo no p·a rec·e
haberle afectado para nada. El .niño queda instalado a su Ja.do y
al poco la mujer estalla en un chenga ruvara ,cuya violencia casi
histérica debe, exp.r esar el más, profundo dolor. ,¿ Cuándo dice ~a
verdad? ¿En el silencio aparentemente indiferente o en el cla~
mor ritual dei chenga?' o se sabeu.
Veamos otro· caso. Los. aché me ha b{.an confiado el papel de
conciliador entre Kajawachugi y su mujer y yo había ido a
buscar al marido a Arroyo Mo1toti. Cuando ya estaba eiompjeta-
mente o -curo llegué de vuelta al ·c ampamento y, con gran sor-
presa, me di cuenta de que el hombre y su hijo .m enor (al mayor
m Jo había llevado en Ja grupa) no estaban allí, y e o que
hubiéran debido Uegar antes que .YO. iEr.a imrposible pensar que
se hubier.a n perdido: un indio no se pierde. Pronto me tranquili-
cé, ,c uando aparecieron siJ.enciosamente, unos diez minut<l más
tarde. ¿Qué había sucedido? A] día siguiente me lo explicó.
Entre Arr,o yo Moroti y el nuevo campamento la selva estaba
cortada por una 11oza llevada a cabo por algunas familias para-
guayas a fin de p·l antar maiz y mandioca. Una de ]as casas era un
b-oiiche,* una <(tienda» rur,a l muy modesta en la que se encuen-
1

tra aguardiente, tabaco, pilas para fas linternas> sal o azúcar.


omo necesitaba reponer mi provisión de cigarrillos decidí, a
pesar de la hora tardía. dar aquel rodeo de uno~, pocos kilóme-

En cast· llano n el oFiginal ( . dt> TJ

167
tros para ir a comprarlos. Le expliqué a Kajawachugi mi inten~
d6n, le dije que siguiera adelante y qu·e yo Uegaría de·s.p ués de ·é l
en ·c ompañía de u hijo rnayor. Le parecib bien y nos separamo:S.
H~ce· mis compras ,a Ja iuz de una lámpara de petró~eo intercam-
biando en guaraní unas p alabras die cortesía con ,e~ dueno. Re-
1

pentinamente su perro se puso a ladrar furiosamente hacia los.


árboles: en La oscuridad,. apenas , e distinguían. «No es nada,
algún animal de la selva.» Me pongo de nuevo en marcha siem-
prie acompañado por e1 ky buchu, que no se sep,a ra de mí. ¿Qué
hab[a hecho su padre? Me lo contó un poco avergon.zadci1po1r )a
poca. confianza de que m e había dado, prue·ba. Al decirle yo que
1

iba a buscar tabaco~ no me ~reyó. Estábamos solos al .atardece!"',


lejos de ~os aché pero bastante ce:rca de Jos beeru; ¡estaba
seguro de que ]e mentí.a y de que· e·n realidad me llevaba a su
hijo para dárse]o a los blancos!
¿Qué hizo entonce ? Decidido a impedirlo me siguió1en la
oscuridad y, e con.dido bajo los árboles, vigiló lo qu1e sucedía en
~a casa del b"eeru ~ El perro babia husmeado ~a presenciad.e· e·s te
aché decidido, aunque estuviera solo y cargado con su hijo
menor. pero arruado de su arco, a salvar a su ptimogénito. 1

Esperó unos momentos:; vio que no sucedía, nada y, tranquiliza~


do al ver que yo tomaba [a direccióin adecuada, abandonó e~
~ugar+ La desconfianza de Kajaw.achugi no me pareció ·mal. pues
sabía muy bien que un millar de desgracias había hecho que los
indios conocieran la beUaqueria y la brutalidad de ]os blancos.
Por p·arte de aque] hombre induso e·r.a un acto de gran va1entía
1

haberse aventurado .sin dudarlo en el es.pacio de los, beeru.


des·c onocjdo para é1; pues [os beeru., al menos tal era su convic-
1

ción bien podían lanzar· sus pe,r ros contra él y capturarlo, o


¡nduso matarlo a tiros. Este ep isodio aumentó la estima que Yº'
1

s entía por Kaj a wachugi pero tuvo, una. continuación inesperada


1

que me puso en una situacibn embarazosa. Para Kajawachugi,,


en cierto modo yo era el que - y muy a pesar mío- había arregla-
1

do sus, a untos conyugales. Al mismo tiempo confirmaba su


confianza e] hecho de que yo hubiera p"r otegido a su hijo no
entregándolo a los blancos. ¿Quería d.arme testimonio de su
agradecimiento, :se consideraba e·n deuda conmigo? El caso es
que cuando su mujer, decepcionada de sus amores con J.apegi,
vino dos o tres días mas tarde a hacerme proposi cione:s muy
1 1

claras y muy indecorosas (¡varo.os a la se·~va! lpara el meno!), yo


1

le respond[ riéndome que me ,g ustaría mucho per-o que tenía a


su marido. S ín pe"rder un minuto eUa fue a buscarlo, ~o trajo y le 1

168
preguntó e·n mi p re· encia: «1"Cho prauo! ¿Nd
1

jepy uera?:t>
(((¡Le he e cogido. ¿Va a vengarte'? ») Y ,e) hombre, fiel a la
1

tradición pero lleno de buena voluntad p·a ra contentar a todo· e]


mundo. dijo: "<·No habrá venganza?>» Yo estaba entre ]a espada y
la pared: ¿acaso no puede una venganza fing¡da transformarse
n un castigo afectivo? Nunca e sabe y .. sea como sea, un golpe
en Ja cabeza ·c on el ar,co~ por muy ritual que sea, no deja de ser
un golpe. Una vez oída la causa, la oferta no fue aceptada. El
asunto no afectó mucho a Kajawachugi~ que acababa de elimi·
nar a .Jap·e gi y que no tenía ex,c esívo interés en compartir su
mujer conmigo. Por el, contrario, para ella fue un. motivo más
para despreciarme y enfadarse. Pero su hijo tenía mucha raz6in
al comentar sobriamente los acontecimi entos; «La mujer tiene
1

gana~ de hacer el am·or..»


Preci amente el destino de .e ste kybuchu, por quien su padre
había corrido verdaderos ri e gos, fue algo que me impre ionó
1

mucho; pues parecía desmentir de un ca.bo al otro el amor y el


af,e cto paternos. en e ta ocasión probados. Los extranjeros se
marcharon al tñ kybairu y Kajawachugi se unió a eUos Jlevándo-
. e a toda . u famiUa:. incluido el hijo mayor, fuertemente ,a fectaª
do por la gripe~ No quería dejarlo en Arroyo Moroti.. A los dos
días de su partida, y más. o menos .a media jornada de camino
del ie<1mpamento, un campesino que t rabajaba en su maizal oyó
uno débHe. gemidos. e a·c ercó, buscó de dónde provenían los
sonido y descubrió, echado entre las rafices de un árbol enor·
n1e~ a un muchacho de· uno· di1 ez años: e] hijo d e Kajawachugi.
1

Apenas tenía fu erzas para gemir es.taba inconsciente. EJ hom-


1

bre lo recogió y l.o llevó al pueblo paraguayo más pr6ximo. Allí


intentaron cuidarlo,, le pusieron inyeccione ; todo en vano. Mu·
1ió a los tre· , días sin duda de· una neumonía fu]gurante. Habia
pa ado a soJas, enfermo y in fuego, tr·e s días en la se)va, al pie
de un árbol Era un mUagro que ningún animal ]e hubiera atacado.
Cosa extraña: eJ mis.mo hombre que pone su vida en peligro
- quizá un peligro imaginario! pero para é] venía a ser lo mlsmo---
para salvar a su hijo. posteriormente lo abandona, enfermo, a
una muerte olitari.a . Cuando Kajawachugi .e stuvo de vuelta Je
plante·é e 1 asunto. «A chy pule, mano ruwy. » («Estaba muy en-
l~enn.o, casi muerto.») Mano; morir, pero también 1
1 e star grav·e-
mente enfermo. Para l·o s indio.. viene a ser lo mi mo.. Unas veces
se puede curar a la personas; otras~ no es posible: iguen
vivi,e ndo, . i,, pero la muerte ya e té en 1
ellos , introducida por la
enfermedad que le ha arrancado ya de! grupo de ~o vivo . Ya

169
só]o están ahí como po,r una pró,rroga, el tiempo rápidamente
pondrá término a su sufrimiento p·rovisional. Ahora bien ,¿ qué
hac,e r con aquell<>s que in ser todavf.a cadáve,res ya no están
tampoco vivos?· No s6Jo seria absurdo empeñarse en esperar su
curación. pu.esto 1q ue están - .Ya al otro lado- mano , sino que
además son peligrosos par.a el resto: su muerte puede ser conta-
giosa~ a nad ie le gusto tenerlos cerca.. 'T ener ]a muerte· cerca es
volverse· vulnerable a Jos,asakos de sus pob1adores: almas,, e,s,pí-
ritus, fantasmas que aprovechan e] menor pretexto para hosti-
gar a los vivos. Por eso Kajawachugi deposioo a su h•jo al pie de
un árbo~ y siguió su camino. ¿Era aquello crueldad? No par-a los,
aché, a ninguno de los cual es se le hubiera ocurrido repr·o char a
1

aqu,el hombre su gesto. Para nosotros los occid,e ntales, quizá sí,
pero simplemente porque ~dempre supo nemos que ]a enferme-
1

dad es curable. ¿Y si no lo es? Tal era el caso para lo· aché: par-a
ellos la gripe era una enfermedad desconocida,. una enfermedad
de blancos que antes del contacto no existía. Les d~ez,maba. y no
sabían ni nombra.rla. o e podía hacer nada. Kajawachugi no
se so:rprendib cuando le expliicaron e:I vano inte·oto, de los, be,eru
1

por salvar a su hijo. Por otra parte ¿no ofrecía e.I espectáculo de
su vida cotid iana1 por e] co,n trario, la imagen de una devoción
casj exagerada de Jos adultos por Jos niños? Devoci6n que ni
siquiera dejaba .s itio para la sev eridad: ¿cómo hubieran podido
1

ser crueles ios aché?


Para ellos los nmos eran preci.o~ os. in embargo, a veces los
mataban.

AJ constatar la inferioridad numérica de las mu}eres me sentí


tan sorprendido como los antiguos cronistas. ¿,Cómo explicar un
déficit de mujeres tan oons,tante entre los guayaquis1 atestiguaª
do desde principios del siglo xvu y v erificado en la segunda
1

mitad de,l XX? ~ ~siquiera se podía invocar una e,v,entual anoma-


lía genética en virtud de la cual la mujeres parieran má niños
que rlÍñ.as. Pues al establecer la.s gen.ealogías de los, actuales
aché fáeitm,e nte se veía que los nacimientos de niñas eran casi
tan numerosos como ~o,s de Jos nfülos~ Pefo posteriormente bue-
na par .e de ellas desaparecían y cada vez que yo pedía explica,
ciones, Ja respuesta ,e ra lacónica y evasiva: «Ya ha muerto,. es
por Ja venganza.» ¿Qué era de eUas? ¿Querían ocultar algo los
*?
a.ehe.
No, en este caso no se tr.a taba de asuntos secr-etos de Jos que
1

170
conviniera mantenerme apartado., Era su universo reU,gioso. El ,,,..
mundo guayaqui d e la creencias está. fundamentado en la con-
1

vicción de que los muertos, fantasmas, invis~b~es~ no quier,e n


separarse de los vivos. Es, cosa bien sabida y la prueban las
eJtperiencias P'ª ada.. y p,re,s ente : los muerto-s se obstinan en
quedarse en los lu.g ares habitado . ¿Cómo ponerle,s en camino
hacia la morada de las almas? ¿Cómo de embarazarse de Jos
muerto·? Hay varios medio . Pata empezar. cuando alguien
mt1ere ,e abandona inme,d iatamente e~ campamento para esta-
blecer otro aba tante distancia. Al hacer e to se e p,era que el
ianve del difunto no sepa encontrar e] rastro de los aché. Gene-
1

ralmente e to es lo que ucede, e tán a salvo. Pero si e) que


muere es un niñ 0, se quedan donde est..án. Los niños no son
1

pe[i01·oso • todavía no Uenen ianve, esa «a1ma>,>ag:resiva y mali-


ciosa que revo1otea por la noche alrededor de la hogueras.
Indu o se puede enterr,a r el pequeño cadáver bajo la choza, no
se <:orre ningún riesgo. Esto es lo que hi,d e,ron los úJtimos que,
habían incorporado a Arroyo MorotL Uno de sus niftos esta-
ba enfermo y unos días .m ás tarde muri6. us padres cavaron un
agujero bajo e] tapy, convertido a i en tumba de su hijo.
1

o hay que sube timar a las alma . Hacen tantos estragos


entrie ·10 vivo que prácUc.amente cabe atrihuir~es la responsaw
biJidad de ca i todas las muerte • Los muerto son muy hábiJes
para manife tar e bajo una apariencia u otra. Cuanto más rápi-
damente los reconocen ~o aché a tiempo para ev·• tar u agr,e -
. ión, má rápida son las almas. Por ejemplo. en una ocasi ón 1

Tokangi y Kare·kyrumbygi; que babian aUdo de caza, toparon


de frente con un e,norm.e jaguar erguido sobre el tronco de un
árbol abatido por la tormenta. La fíera, nada intimidada. estaba
a punto de saltar s,o bre eJlos. Pero Karekyrurnbygi, cazador
vigoro o cuya flecha jamás yerra, le lanzó dos seguidas que
atrave aron el pecho de] baipu. Tokan,gi sabía ,a qué atenerse1
re ·onod6 inmediatamente a su madre,. muerta desde hacía tan-
to tiempo que poco , la recordaban. Ella todavía no había con-
s,e gujdo o1vidar a u hijo, que sjn embargo ya era viejo. H.abía
int entado matar] e p ara no estar ola ,e n el beeru prana, la saba,n a
1 1 1

de las almas muertas. Pata ello había ado.p tado la apariencia de


1

aqu 1e~ gran jaguar. Felizmente estaba allí el jov en bretete (gran
1 1

cazador); de otro modo hubiera sido eJ fin de Tokangi.. En


t.:,ontrapartida~ Jakugi ha tenido, menos suerte~ Entra corriendo
aJ carmp amento pálido y mudo de espanto. S,e frota un hombro,
1

marcado por un golpe. Alguien va inmediatamente a buscar una

171
carga de corteza de kymala y purifican a Jakugi. Estaba ta!ando
un pindo cuando se ha desp rendido d e un árbol vecino, una
1 1

rama. rota por el viento de junio~ que ca i le golpea en el cráneo.


El golpe ha caído, sobre e~ hombro. Ha sido vktima de u
p,r imera mujer. También es frecuente que la muj,e res e encar-
nicen s,o bre todo con sus yernos viudos; <fp,ar-a ve·ngar» .a su bija
muerta, dicen, pero también para tener una oportunidad con
eUos y hacerlos sus maridos en La morada d e los muertos. e
diría que ]as suegras muerta qui,e ren hacer el amor ,c on sus
1

. "'
JOVene yernos.
Al apare-cer To,k angi y su salvador en el campamento 1Co11 la
fiera a cuestas, su hazaña fue saludada como mereda. o todo~
los días se m.a ta un, jaguar~ Fuertes chenga :ruva~a d e .las muje-
1 1

re hicíer-on los honore al baipu. los hombres ~anzaron espanto~


so jeproro y Karekyrumbygi, el cazador1 fue sometido a un
masaje con corteza de·Lárbol piry. Matar un jaguar no es abatir
una pie.z a cualqu¡era, el cazador corre un peligro. Por e o le
friccionan también ,c.on una voluminosa cáscara de, caracol 1 a fin
1

de que no tropiece con otros jaguares deseosos de veng,a r a su


congén,ere. Una vez despeUejado 1e] jaguar, lo descuartizan y
1

disponen us trozos sohr·e una gran parrilla de madera. A Jo


aché tes gusta la carne de jagua:r y pueden consumirla todos. En
cuanto a la grasa, e puede· recoger; sirve para curar,, por aplicaR
ción ,e xterna los dolores de huesos. Pero a~gunos aché c,o nside-
ran que es mejor no utiUzarlai pue·s según ellos p rovoca ,erupcio~
1

neL cutáneas que hacen que el hombre se parezca a la fiera


1

moteada.
Apenas pasaba día in que int ervinier-a un alma. En seguida
se nbtaba, pues el sígno de , u pres,e ncia era Ja enfermedad .
.. Ben~gna o grave, siempre afectaba a alguien: un catarro, una
indigestión o un. peso en los bues,os. Induso sabiendo que este o
1

aqueUa e taban enfennos por haber comido miel G carne de


mono1 estándoles pr-0,hibido, se· apresuraba.n a identificar al
muerto .. que , con ]a enfermedad, habfa enviado su alma a inva-
dir el cuerpo del paciente. o eril muy dific~J expulsarlo: por
medio de 1 ritual det kyma t'a tyro ,. o con las pinturas de cera y
resina cuyo agradable periume molesta a ianue o cubriendo
todo el cuerpo con ceniza 'º barro. Las mujeres e,mbarazadas
son muy hábiles para cuidar a la personas. El niño que Uevan
1e·s confiere pod1 er;e terapéuticos muy superiores a los de los
1

demá ache. Su saliva, que pulverizan sobre la p,a rte enferma,.


es muy poderosa. Ser cuídad o por una mujer encinta es casi una
1

l72
garantia de_curación. Además e tas muj.ere __sa ben mucha más
cosas ,q ue los demá y mucho antes.. u htJO les ,c uenta todo·.
Ella son Ja · primer:as en saber si una piara de cerdos salvajes
ronda por la región; inmediatamente lo,'" cazadcH:~es. avisados,
parten en la dirección indicada: encuentran los animales y ma~
tan muchos. También es con\reniente que en una banda haya
por lo meno una mujer preñada· por otra razón: el niño qu e 1

e ·t-á por na:c er oye antes que todos la aproximación de lo


1

enemigo , obre todo de los blancos. Entonces se ]o dice, a su


madre y los aché, prevenido , huy,e n lre jos. Finalmente, he aquí
el últin10 poder de estos ser~s que todavía no ,e stán reaJmente
vivos! anticipan el porvenir~ son capace. de prever Ja muerte.
uando un aché está aquejado de una ,e nfe,rmedad incurable, se
dan cuenta enseguida y lo comunican: fulano va. a morir. Rara
vez se equivocan. En el mes de agosto Karegi. una mujer,, cayó
enferma; adelgazaba cada vez más y su aliento era ardiente.. e
ocuparon de ena hasta el día en que la joven Brikugi, embaraza-
da, repitió lo que le había dicho el hijo de su vientre: Karegi va a
morir. Deja~on de cuidarJa, era in útil. :Efectivamente,, a los po-
co días rnuri6; Bykygi, su m.arido, viudo en lo sucesivo,. y ame-
nazado por tanto por el lanve de su mujer,. abandonó su choza
para irse a vivir má lejos,. a casa de su he,nnano. Pero larive
encontró su rastt'o y ,e n un momento dado se temió por l.a vida
de Bykygi,. en cuyo cuerpo lanve había co:nseguid 0 introducirse.
1

AJgunas aspirinas y unas pinturas bien negras y olorosas logra-


ron alejar el ,a ]ma de Ka.regi.
1

Lo aché ignoran que, también su vecinos gua.raníes conocen


este ditlt.ogo entre la madr,e y el hijo que porta en su seno. o en
1

la vida cotidiana, en ia que los nifios permanecen silenciosos.


Pero sí en e·[ mito, en el gran mito de origen de todas la, tribus
guaraníes, que relata las aventuras de los gemelos d ivino,s , ues-
tro Hermano Mayor y - uestro Hermano Me,n or. Toda ia des-
gracia de lo hombres y su condición de habitantes de la Tierra
Mala "'Oll a cau . a de que la madre de los gemelos, doblemente
1

embarazada por obra de su marido, el dios Nanderuvusu, y de 1

u amante uestro, Padre que abe la co as se negó a escuchar


a u hijo que "e dirigían a eUa desde sus entrañas: «¡Cómo!
¿Tú, que todavía no has nacido, me habJas?» Y se dio una
violenta palm,a da en e] ten o vientre.. Los niñost heridos, no Je
?ijeron nada más; y ,eJla se confundió de camino yendo hacia los,
Jaguares. que la devoraron: l,a h~storia del mundo había empie ·
zado y todavía dura.

173
En ,c uanto a los aché, escuchan a Jos hij.o . ·o podrían pre -
cindir d,e eHos. Hasta 1,os muertos necesitan a Jos kromi.

Cuando un hombre en la flor d·e la edad va a m.orir, siente gran ·


pena por tener que apartarse de la tribu:, de su familia, de u
hij os. e arrastra doJorosamente a l.o.. a1rededores de )o,s. cam-
1 1

pamentos. o on los cantos y Uoros de su familia y de us


compañero,s lo que le convencen para que se a l.eje, . ino todo lo
contrario. La aflicción de [os irondy contribuye a retenerle. «¡Era
1

un gran cazador. ,¡ Cuántos animales cazaba con sus flechas.»


¡Qué nostalgia! P ,e ro también ¡:qué peligro para los que le_sobre~
vive,n! e Hora su au~ encia pero a la vez se d ,e searía que se fuera
1
1

a su morada, a Ja abana de las almas. allí lejos, a·I oeste. Saber


que revolotea invj ible y tímido,~ alrededor de las hoguera
hor~oriza a Jo aché. Hay que sati fac.e r al muerto, hay que darle
lo que desea. Que muera un kybai gatu, un buen mozo, es
inadmi ib1e. hay-en ello a]go de exceso de deso·r den: es víctima
de una injusticia y lo sabe. P or eso se queda allí e,s perando Ja
1 1

reparación a que tiene derecho. 0 se irá s,in haberla obtenido.


1

¿A qué le conde,na la muerte·? A La soledad: ahora estájaro,, soJo.


1

En ello radica su prtncipal pérdida, pero también, al mi mo


1

tiempo. Ja vía de u compensación. La ofensa recibida del mun-


' do exige venganza: cuando muere un hombre fuerte siempre hay
; jepy. Se ~e venga pe,ro s,e gún su deseo; se satisface su deseo, y
tal es ~a garantía de que ,e l difunto abandonará definitivamente
aquellos lugares que ya no son u sitio. ¿Qué de ea el kybai
gatu? Quief'e abolir su oledad· quiere, para emp,render el viaje
que conduce a las a~mas a su morada, un compañero. Que se ]o
den y e irá. ¿Quié·:n será su alma hermana, la consoladora de
aque] a quien entristece su abandono y Uora por la noche? o,
desde luego, alguien que no le amara; al contrario~ tiene que
hallar ·e n las tinieblas a uno de los qu e amaba y le hacían reír de
1

alegria. Se mata a uno de sus hijo , casi siempre una hija. E to


es eljepy de un c.a zador,, ~a venganza con que le honran )o,s aché.
Llev,a a su hija acurrucada al hombro,, a.Dí dond e tantas vec,e ' la
1

ha paseado. ,erá fieJ compañera, eternamente, de su padre.


Cuando e·lla nació, la maldi·ciÓn cayó sobre él: él era bayja '
los jaguares, en invisibles cohortes, acudían a dar a la vida la
r-espues.ta d e la muerte. Querían a~ padre para ,eJiminar el exce-
1

so provoic ado en e~ mundo por la nueva presencia de aque·Ha


«cabe,za blanda>.>. La co as deben mantenerse idéntica~ y uno

174
de má significa uno de menos. Ahora el hombre ya no está.
abía que era mortal: ¿no es eso lo que proclaman los hijos
cuando vienen al mundo? A cambio lo abandonan con su padre·,
al que ya han matado y ~l que se venga. Por lo me~?8 se mata a
¡8 ~ hijas; en efe·cto1 ev~tan deshacerse de los n1nos varones.
E .. to , futuro caza.dore~ ; serian más tarde echados en fa[ta en
la tribu. o:n todo., también enos están .a veces. destinados al
jeµy .

.Jakugi es un hombre pa cífico. !En ciertos m·ome·nto sufre al


1

~aber e engañado. La apetitosa Baipurangi, su joven mujer, es


incapaz de decir que no y olvida con frecue ncia a] buen~ marido
que tiene: é1 íempre e tá en Ja se~va persi.guiendo la caz.a,
1

buscando· nidos de abejas o recogiendo larvas. A eUa no le fa)ta


nada y in embargo no e· tá contenta. El podría pegarla pero no
lo hace. ¿Quién toca 1.a flauta tristemente· al caer ~a noche? Las
cinco nota puras ~alen de lo tubo de caña. Llaman deJicada-
me·nte a la mujer que no quiere seguir durmiendo con su marido
y que, e ha r·efugi.ado un poco más. aUá, en el tapy de sus padres.
uando sientie pena, Jakugi no se pone violento,: co.ge su flauta.
Y in embargo s·e ]e Uama brupiare: es un matador.

A pe. ar de la fuerte lluvia~ anuncio del verano~ los aché gatu


avanzaban rápidamente. Era casi seguro que lo perros perde-
rian su ra tro y que ]os beeru que iban tras los indios no lo
encontrarían. Los Pájaros del Trueno vo]vían a la ti.erra, que
habían dejado hacía uno· meses~ trayendo agua y niebla. Su
amo., Chono~ estaba irritado y su continuo gruilir llenaba el
horizonte. También e·ran testimonio de su enorme furo·r los
rayo , que crujían e pantosamente aqu[ y aUá. Había que apro~
vec:harse· de eUo. para huir. La a]argada hilera de· pe·rsonas en-
contró. en su camino un pequeno ·ca]vero. Kimiragi~ que ·e ra
enton·c es mujer de 'W achupirangi. llevaba a su hijo pequ,e ño
protegido en la banda portadora. En otras circunstancia se
hubiera entretenido en poner resina en e] bajo ientre deJ kromi
1

para que lo rayos no ]1e a ustaran. Pero PO tenía. tiempo. Chono,


el Trueno red<>bló su ferocidad. Lanzó su Uamarada alrededor
de Jo~ aché. queria matarlos~ El go,Jpe tir6 a Kimiragi, que quedó
viva pero sin e·n ergías. El n~ño~ fulminado sobre el seno de su
madre, había muerto. A í hizo pagar el Trueno Furioso a Jos

175
17'. Mirnby, {iaut.a

aché la vue~ta
de los pájaros. Cuando e· 1C0insideraron .seguros,
!os hombre montaron ,e] campamento.
Estaban aterrados. P'rimero habían te·n ido que huir d e ]os 1

blancos y a continuación habían ~)adecido ia cóle·r a de Chono.


Los cantos fúnebres de las mujeres aum,en:taban su amargura.
Pero poco a poco la cólera se apoderó del ·c orazón de Rambiangi.
1

hermano d·e Kimiragi; su tuty, el hijo de su herma,na, ha.b ía


muerto y aqueHo· era insoportable. ~.o supo guardar la calma, no
tuvie·.r·On tiempo para a¡placade estaba demasiado by-ia. Deses-
perado, tomó su arco y corrió de un ]ado a otro por el c~unp·a·
mento. Quier·e ·v engar a su sobrino' pr·e ferido, los aché saben que
1

va a hacerlo. Chono~ e1 poderoso de arriba~ le ha ofendido


1

gravemente, y ~a fuerza que mueve a Rarnbian.gi desarma a lo·s


aché. o hay nada que hacer, no pueden oponerse? ni se ~es
ocurre. La des.g rada !es pesa demasiado. Enfrentar.se a los
hombres, in·d uso a los más crueleat oomo ~os blancos. puede
hacerse; pero cuando eJ .e ne·migo es ,s obr.e humano, cuando toda
la vida del mundo se vuelv e hostil, entonces. ete iko ia~ uno, se
1

queda sin cue.r¡pot. sin \1alor. ·e s la res]gnadón.


Las cnsas malas están en marcha. La noche ha pa:sado Ram·
1
1

biangi no ha dejado de cantar. Todo el mundo ha oído las


palabras de muerte y al alba, cuando el hombre se levanta,
saben muy bien qué va a hacer. Es como .si Jos .a~tos.ya hubieran
sucedido. Tendido sobre una estera duen:ne el pequeño A·chi-
purangi. Es el primogénito de le mujer Baipu,gi. Va a morir.
Rambiangi ha tomado su gran arco con ambas. manos. La frágil
nuca del kromi no oír.ece resistencia al go!p e. La madre, con eJ
rostro entr·e las manos, no ha mirado·. Al 1o ír e~ ruido sordo d·e)
¡ . Silba lo de hu·e8o de buitre. <:er~ado con un tupón: de <:era.

golpe e e leva su gran lamento: ¡el doroparegi, su hijo mayor, el.


hennoso Pene que no iba a tardar mucho en marchar ·e~ ha sido
muerto para vengar! Pero no hay hostilidad contra Rambiangi,
n8da de cól·e ra ni de rencor. E 1 hombre, cumplido el homicidio
se queda estupefacto. Ahora aceptaría cualquier muerte sin
defender e. Y sin ·e mbargo nadie le atacará. Por el contrario, el
·c ampamento e tá atareado, pues e] matado·r está en peligro: bay
que someterle al ritual de purificación. ¿Quwén le amenaza? · o
tanto ,e} oue de su pequeña víctima, sombra ligera e inofensiva
1

que ya ha subido' ,el coatí aJ mundo superior de la elva Invisi-


bl,e , ·Com0i lanve. el fantasma no<:tumo. Hay ·q ue salvar a Ram-
b\a.ngi y, lealmente a eso se dedican la mujer Wachugi y su
n1arido, Krajagi.
Durante vario . días el brupiare no comerá absolutam ente 1

nada. o tomará má que un poco de agua y, desde luego, sin


entrar en contacto directo ·Con el liquido. i d escuidara esta
1

pr·e cauci6n desencadenaría el dUuvio universal, del que ya fue-


ron víctimas los Primero , Antep·asados en 1o·s tiempos antiguos.
1

Asf pue ~ l:tambiangi utiU:ia para beber e] pince~ hoto. surne·r-·


giéndolo en un recipiente y chupándolo a continuación. En cuan-
to al meno se refier-e, abstinencia total: ¿a qué mujer, además., ,e
le ocurriri gozar con un brupiar!? Está marcado,. y basta que el
rito no borre e ta m.a rca, permanecerá nimba.do· por un aura de
peligro que le convierte en un ·e r marginal, en habitante provi-
siol)a] de un espacio apartado de los hombres. La pareja purifi·
cadora cubre el rostro y el torso de Rambiangi con una gruesa
capa de barro. e lo esp.a rcen y ]e frotan con fuerza todo el
cuerpo. La mujer coge un puñado de barro y se lo mete e·n la
boca a[ paciente; acudido por la náusea. Pero. ~s preciso que
vomite, pues quizá Jan.ve ya haya penetrado en e~ cue·rpo del
ma'tador, como casi siempre, por el ano .. Para impedir que inva-

177

da por ,c ompleto su interior hay que obligarle a salir; por tanto,
(:onvien,e vomitar. 'W~schugi hunde varias veces sus dedos has.ta
e] fondo de ]a ,g arganta de Rambjangi. lanue entr-a por ei ano y
sale por la boca, al revés que ]a comida. De hecho, el fantasma
quiere alim,entarse de su víctima,, comerse su cuerpo devorán~
dolo por dentro~ 'R ambiangi vomita; está agotado, pero segura·
mente lanue ha .s ido expu1sado. Eintonces el hombre y la muJer
liberan al brupiare de su caparazón de barro lavándote con agua
en Ja que han puesto virutas de kymata. Habrá que esperar
varios dias hasta que Rambiangi.,. rigurosamente inmóvU en el
1

exterior del ,c ampamento, pueda considerar1:H~ salvado. Enton-


ces todo vo]verá al ord en y él se.rá de nuevo lo que había dejado
1

de se,r por un tiempo: brttek, un cazador verdadero.


A] cae:r la noche Kimiragi y Baipugi cantan. Es eJ momento de
su pasión. e ho·nO ha quitado su hijo 8 la primera; Ra m biangi ha
matado al de ]a segunda. Pero e Chono quien había sacado de
si a Rambiangi. Un ·ú nico do~or se une en e] canto de ambas y
Ram biangi escucha su lamen to. No hay odio ni remordimiento.
Nadie es culpable, todo viene de muy lejos. De todo,s modos,, se
puede U.orar por lo sucedido., y tal e,s el papie] de la mujeres.
Kimiragi y Ba~pu gi Uoran.
, ü1 e:mbargo,, la desgracia no hab[a Uegado todavia a ,su térmi-
no. To:eaba ,a Jakugi cerrar e) 1c ido de homicidios abi erto por
1

Chon 0. Sin alegría, tinl:nte en su trist~za, Jakugi cont6 cómo se


1

había convertido en brupiare~ Los .kybuchu ]e escurchaban en


sileucio. No estaban sorprendidos, v·a rios de ellos ya ha.hían
asistido a act-oa sim Uares.

Ram.biangi ha matado a un niño al que J'akugi quena d e 1

corazón. Por eso ]as cosas no quedarán. así. E ·1 niño se llamaba


Achipurangi, Herm osos Cuernc,s. Cuando su madre estaba em~
1

barazada, un ieaxador le ofredó carne de una vaca cazada por el


Entonces ella decidib que· el niño tendría una bykma, una «natu-
raleza>l, de Hermosos Cuernos, y que tal seria su nomb.r,e. P"e ro
se puede tene1· varios bykwa; son raros ]os a ché que só]o tiene,n
1

uno. E1 segundo bykwa del hijo de B,aipugi fue carne de eo,atí.


,Jakugi mató al animal y se lo llevó a Ja muJer para que eUa ]o
comiera. D e modo que era el bykware del niño, el <<suministra-
1

dor>), de su naturaleza: una especie de padJ'ie'. Entre el byku.tare y


el bykwapre se enlazan se·ntimiento de respeto y de afecto. 1

Cuando se convire rta en un viejo débU,, podrá rc ontar con que

11'8
aquel cuyo bykw.a determinó, le ofrecerá caza de la suya~ El
dolor de fJekugi es profundo, como el que torturió a Rsmbiangi.
Este último Jo ha aboHdo vengando a su tuty por el homicidio.
Jakugi, a su ve:z, alberga el mismo propósito; habrá que vengar.
¿P,or qué la muerte de un niño tiene que sainc~onar la muerite de
otro niño? Y s¡n embargo no son perso·na.s mayores, su oue no
necesita compañía para irse, como el de un cazador. Ademást lo
afirman Jos aché: para un kromi no hay jepy. ¿A quién ha v enga-
1

do pues Ram biangi'? ¿Y a quién se dispone a vengar J akug!? NO·


tanto a u sobrino y a u «hijo », respectivamente, como la
1

herida común. que ambos sufren+ Chono y los beeru. empujan a


los aché más allá del dolor. Su compañía más fiel es, cada vez
más, la muerte. ¿Por qué· ha fulminado Chono a la «cabeza
blanda» sino para significar que no quiere que los eché sigan
exi stíendo? ¿Para q u é pues, obstinarse en luchar y ayudar a tos
1

kromi a c:recer,. si el p ropio Chono los mata? A veces,los aché se


1

ienten extraviados, se vuelven locos ante tanta miseria. No


tienen ante sf más que la mu erte. Los hombr es matan a ~os
1 1

niños, se destruyen. Es la desgracia india, la fiesta trágica de su


fin.
Pasar-on algunos días. Rambiangi había escapado de lanue y
l.os. ach.é podían v olver a marchar. Jakugi dedicaba todo, su
1

tiempo a la caza. Cazaba co·n sus fiechas animales suficientes


para alimentar bien a Pampingi, su anciana esposal y para dis-
tribuir el resto a lo·s irondy. Pero al caer la tarde no celebraba
con un P'rerii. sus hazañas en la selva. 'T a citumo, dejaba acumu-
1

larse en sí la fuerza necesaria para e]jepy~ para golpear hay que


ser kyrymba. valiente. Matar a un enemigo no es nada, se hace
con alegria; mientras que liquidar a uno de· la tribu es mucho,
hay que se r verdaderamente byeid, hay que ser capaz de pr-0-
1

nunciar ~as palabras irreversibles de las que quedaran prisione-


ros todos, él mismo y l·o s demás~ « na noche me senté junto a
mi hoguera y empecé a cantar. lJa bykwiare·oo wachu gatu uar e, 1

kyra wachu uare, by-üi; cho bykware jepy vera cho! ¡El que
impartió el bykwa a causa del que come la carne gruesa y
sabrosa, a causa del que come la buena grasa es.e está fuera de
si; yo, que he impartido el bykwa. voy a vengar~» En apariencia,
el grupo du,e rme; pero todos están .a la escucha; esperan. ¿Mata-
rá J akugi? EJ nombre de Ja víctima se ha lanzado. Por un secr~to
camino ha escogido Jakugi. ¿Ha escogido en realidad a .q uién va
a matar?' Más bien se diría que ese lugar mortal estuviera desde
siempre reservado a la que va a ocuparJo. La joven ·c ondenada, y

179
solamen e eUa, podía prolongar y cerrar e] desplazamiento de·
las cosas a que S·e ven sometido los a.ché, las potenciag subte-
rránea que invisten a Jakugi. El homicidio del muchachito sólo
e la mitad del camino que tiene que recorrer el hombre. Es una
pétdida que le abruma, p ero no basta. Hay que seguir exaltando
1

el dolor. Es deseo de Jaku,gi infligirse a sí mismo una herida


up lementaria, eJ golpe morta], 1e ] golpe d ·e gracia que borra una
1

desgracia demasiado grand e.


Jakugi dice en su canto que al día siguiente, para vengar la
rnuerte de aquel cuyo ser fue ,c on tituido por éJ, matar.á a la
muchacha Kantingi: también ella es su «hijan le debe en parte
u «natura]eza}); pues él contribuyó a formarla cuando tras
haber cazado un gato monté , se lo ofreció a la mujer embaraza-
da, que comió del mismo. Han matado a su «muchacho», .a hora
él mismo va a matar a su «hija». Confusamente pero sin ,e quivo-
carse J akugi busca su propia mo·e rte.
«Canté durante mucho rato por la noche. Expliqu,e que para
la \'enganza, quena matar a la hija de Wacbugi y Krajagi. Decía
que al día siguiente, al ,a parecer )a primer~ luz. por donde sale el
1

sol, tomarla mi areo.» Los dos aché de que habla son e,] hombre
y la mujer que han purificado a Rembiangi despu.és de que ·e te
1

matar.a al muchacho. Han salvado a un. brupiare de los, ataques


de lanue y he aquí que junto a ello canta otro y se dispone a
matar a su hija. Al proteger a Rambiangi han padecido conta-
minación que les incluye en el circulo fatal que creían haber
rozado solamente: esto le hace olidarios con la desgracia.

Yo cantaba muy alto y Ja madre de la muchacha lo oía, aco tada en


u choza. Oía pecrfectamen'le mis palabras~ sebfa que yo ,queria
matar a :su hija, de la que era bykware. En cuanto a Krajagi, el
1

p·a dre, también él oía que yo iba a .h acer eljepy con su hija. Seguí
cantando. Al ·c abo d,e un buen rato vi que Ja mujer Wachugi .s e
s·e ntaba al resplandor de u hoguera. [nició el chenga ruuara.

La mujer Hora a so]a . ormaJmente las mujeres se prestan


apoyo mutuo profiriendo , u canto en común pero e ta vez nadie
acudirá en ayuda de Wachugi Cantará su pena en la soledad.
Por e. o no canta dema iado alto; su chenga ruvara no es para
los. de,más. Y entre sollozo y ..,olJo,zo las pa]abras: no hay rechazo
de lo que va e suceder ni protesta por lo inesperado'. Simple-
mente e] enfrentamíento de la madre. que perderá a su hija a~
cabo de unas horas~ con un do~or impotente. C hono ha puesto

180
en mo"irnient-01algo que no puede pararse. Los aché lo saben
perfectamen~e. ~hi está Kraja~i. Es vigoroso y ama a su hija.
¿Por qué no Jmptde que J akug1 la golpee? Pero no se trata del
compañero: tras é1 se mueven las potencias que detestan a los
1

aclhé. Ure kwaty, no otros Jo, ,s abemos. _


fJakugi, tendido en su e tera . . e ha caUado. La mujer canta:
<{El que produjo su naturaleza va a matar a la hermo a muchaª
cha.>~ e refiere, a los lazo " existentes entre Jakugi y le futura
~a crificada y a ~o que va é~ a hacer con ella. ¿Una tímida Uamada
a la renunci1a en nombre del parentesco? Quizá si, p ero destina-
1

da a no hallar eco: Jakugi no puede matar sino a su bykwapre. Al.


l.a mento de la madre sucede pronto e1 canto del padre. Se hace
sabe,r a ,Jakugi que h.an oído su terrible mensaje. Es una noche
tri te para los a ·hé la muerte está entre eUos. ¿Y Ja muchacha?
Está a<:o tada.junto a su padres al calor del fuego; su cuerpo
frágil, apenas salido de la infancia,. reposa.. ¿Qllién .es? No es una
recién nacida.. desde luego, ni ta·m poco, una niña pequeña. Ya
p rteneee al grupo de las kujambuku, las mujeres mayores. Asi
:se denomina a las muchachitas cuyo pecho asoma, cuya san,gre
no laJldará en co,r rer: casi una mujer. Todavía no ~º' es, y sin
embargo Jo es. pue ya está iniciada en los goces de] amor. Lo
aben todos, y además no deja de despertar la repr-obación en Ja
tri bu. 'º se rep,rocha .a la muchacha su precocidad amorosa.
Casi toda las kujambuku hac·en lo mismo, no esperan a su
primer nujo de sangre para e coger sus amantes e incluso a
veces marido: Pern ¿escogen en realidad? ,on más bien los
hombres los que, en cuanto aparecen Jo,s p rimeros signos de una
1

feminidad prometedora1 se lanzan aJ gaita: 1cortejar ,a ]as chica .


<(V,en~ daregi. ven a entarte junto a mí.» Halagada por e] interés
de un kybai gatu. y al orr que le llama mujer sin serlo todavía, eUa
se acerca. (<i ""ho prauo! » (~<¡Y o te escojo!») A í di ce e~ hombre.
E· un juego, e divertido. Pero una mano se .a ventura por los
nlu~los de· ~a joven compañera e inclu o un poco má allá, caricia
reC'ibi.da con ca~ma pero no re·chazada. «iQU1é hermosos mu.slos.!
E tán gordo~·. ¡Tocaré un pocob> El astuto seductor sabe, per-
fectamente que lo cumplidos de este tipo iempre son bien
recibido's~ En los alrededores apenas se pre ta atención a su
comportamiento. As.f se empie,Z-a, y se acaba al p•e de un árbo].
n día de esos Kajapukugi pedirá a la chica que le acompañe a
la seJva. E a mucha,c has en flor no dan el primer paso pero
comprenden rápidamente.
'Lo aché J'ieprueban a la «hija» de Jakugi que haya prestado

181

demas~ade atención ,a quien no debía: al qt1e, ,o lvidando todas
1

les reglas,, no ha te,mi,d o hacer galta con su propia chave. La


hermosa Kantingi se había dejado seducir p'Or sujwa~~]I por su
casi-pad..re que ht bañ6 al nacer. E] no debía de habe:r;)o hecho,
1
1

es mucho más culpable, que ella, que es una runa y todavía no


sabe. Pe.ro no se castigan estas fa~t.as,, no es nece·sario. Y además
se ol\-1'¡dan rápjdarnente. Es por ella misma por lo que dice
J akugi que va a. morir mañana. «Yo canté bien alto p,a ra que lo
oyeran todos los aché: para vengar a [a he.r m.osa mu chacha la
1

goJpear,é y ella morirá.» Efect~vam1ente, le oye:r0in bien, y tam·~


bién aquella cuyo nombre damó Jakugi a lo largo de toda ~a 1

noche. ¿Cómo iba .a dormir, e,chada bajo la cho.z a de· palma,


yaciendo ine,rte1 Kautingi1 ~a que va a morir? Está sola frente al
inmenso terror que, va crecie·ndo, en ella;, su padre y su madr,e,
du1c es y generosos., cantan jiu nto a 1eUa su triste confo.r midad
1

con la senten,d a de muerte.


<<Kwe bu ro, al alba me levanté y tomé mi arco para matar a .la
chica mientras do,rmía. Pero estaba despierta, no había dormido
en toda la noche.» Kantingi ha resistido la fatiga sab~endo que
Jakugi Uevaria a cabo Ja venganza .a l amanecer. Ha es.parado
para pode·r vigilar sus movimientos. En cuanto,lo ve, se pone en
pi,e de un saJto: <<iPacho eme·, pacho eme.'>> 1t<<¡ o m e pegues,. no
1

me pegues!'>) Y huy e rápidament e bajo ~os .á rboles. Jakugi,


1 1

supHcaate, le persigue~ eUa huye sin vo~v,er la cabeza. ·«¡Se había


escapado!' No pude' golpeada. ¡R:staba totalm,ent-e desanima~
doh} Por hoy, Jaku.gi .renuncia+Pero e1jepy só~O· ha sido diferido'.
Más tarde, la muchacha vuelve al campamento. adie le dice
nada las cosas marchan como de costumbre. Jakugi se ha ido -
de· caza. P'a sa eJ día"' cae ]a noche. Cada familia se instala juntQ a
su hoguera. Du er.me,n todos los acné men.os Jakugi y la muchaª
1

cha. Como el día ante·fiior~ espera la llegada del amanecer para


volver a huir. El está sentado sobre sus talones. y ella ,a costada:
se oh ervan al resplandor del fuego. Pe.ro ella no tiene e] vi,gor
de~ hombre ni fuerzas para mantenerse· despie,rta. Es demasia-
do joven para triunfar de aquella e,s pera en que se le van cerran 9

do los ojos. . ,e du erme. ,<(La maté al alba go]peándo la en la nuca.


1 1

o vio nada.. estaba. dormida.» 1'amhié n su madre dormía. El


1

padre, no. Krajagi lo ha visto y dice: <<El ha golpeado a ,aquella


cuya naturaleza había producido. ¡Cazó. c,on sus necha·s un gato
montés para e] byhwa de mi hija!»
Los ,a ,c hé gatu procedíeJron nelme nte a los ritos funerarios
1

para epararse de Ja joven muerta* También para ,eJla hubo

182
venganza, per_o se limitó a unJepy raue. Bljware ,c ulpable blan~
dió ,s[) arco sobrie la ·cabe·za de un aché, pe110 sin bajario. La vida
~o~vió a ser apacible. En cuanto a J.aku,gi., tuvo que so.m eterse aJ
mi mo tratami ento seguido p.or Rambiangi un poco antes. Fue
1 1

purificado, de ello se· e~~~rgaro~ su .herma.na y la madre de su


víctima. «Aquella cuyo ]u.Jo ha sido golpeado~ aquella es la que
hace e 1piy a] m atado r. » Le cu bren com pletamente de barro, s,e
1 1

lo meten en Ja boca, le ha cen vomitar: es para que lran.u~ no


1

produzca el baiiuwa,. para que no .albergue ningún temor en su


pecho, para ·q ue se encuentre bien. Lo madre, Wachugi,. hunde·
]os dedos en la garganta del hombre para provocarle ]os e,s.pas-
n1os. Un hombre ha ido a buscar virutas de Uana en gran canti-
dad y ~ava a Jakugi. Las mujeres cantan en duelo por la muerte
de Ja muchacha y al mism 0 tiempo porJakugi,, a quien amenaza
1

lant e.
1

El cu e1~po ~e vuelve cornpletemente blanco Cl!!lll!ndo las mujer·&.S1


con ~u paleta d.e madera, ~e apUcan por todas pa.rtes resina oJor<t-
~a. El perfume' agradable impide a l ia nt}e entrar en ·e l. cuerpo. A
continuación mj mujer1 Pampín.gi, pega sobre la ll:'1es.ina e~ be.n o.oso
plumón blanco del buitre. E.s preciso que el, cuerpo de~ matador
s,a muy li.gero; el plumón de urubú tvi.tai que e] 'c uerpo s,e ·vuelva
p sado. Una vez. pufifüc-ado;. Uro mi. pasador labial de hueso de
e rdo salvaj,e pequeno, que nevaba puesto para golpear a la chjca.
Despué de· matar no hay que conservar e~. beta. Si no, lanue quiere
entrar, intro-duce el baiuwti: la angre :s, vul@'lv,e muy espesa y
empfoia a bler mat Hay algo q ue se hund,e en el vientrie como en
un agujer0. 8:s l.a eníermedad del. Anna.diUo [nvísible.
1

Durante los días siguientes Jakugi practica un ayuno absolu-


to: ni ca rne n[ miel, ni agua. Una prec,a ución suplementaría.:
como u mujer, a quien le llevan ~a co,mida, se qu eda C"omp],eta~
1

mente inmóvil bajo la choza. .Mientras está ahí, ent~e los rompa~
ñeros. no· corre ningún peligro. Pero si saHera del campamento,
lanve se aprovecharía. Al Cabo de cinco o seis días empi1e za a
1 1

ab otber m ie~ con a.gua s.irvién.dose de su p.¡nce]. Se ~a prepara y


e· la neva 'W achugi, rr.adre de su víctima. Se· ocupa del matador
de su hija como si fuera su propio hijo, como si J,alrugi, para eHa,
sustituy era a aqueUa que ]e ha quitado. Tal es lo que sucede
entre los aché. P or la venganza,. un hombre mat.a a un niño, e
1

inmediatamente ocupa el vacío que ha creado, se convierte· en


í'haue de la madre, .a quieu Uamará a partir de entonces chupia-
regi. m i madrina. Por eso ella l·e aUmenta~ Upiaregi es ]a mujer

183,
que levanta del suelo al recién nacido cuando e te acaba de
«caer,>. Ama a su ch:aue como i fuera u prop,io hijo. E 1br.upiare
mata a otro eché? y eJ golpe morta.~ que le da le Jnata a él m~smo~
muere al mi .. mo tiempo que su víctima. Los días Q.ue pasa
Jakugi e.n la in1novi1idad , e:n el ayuno. en el silencio. son lo~ días
de su muerte; ya no es un viviente entroe lo otros, mora lejos de
eHo . ¿Quién abrirá el camino de u vueha~ a quién corresponde
1

interrumpir u 1exilio,, hacer rena.cer al matado,r? A nadie má


que· a la madre doli ent,e. cuyos cabellos están ahora rasurados.
1

Da al brupiare ·u primer alim,e nto, le ayuda a re ucitar; para ella


éJ e. como una «cabeza blanda», ella es su «madrina.»: chupiare-
gi. El, ·q ue ha matado a. u hija se convierte en u «ahjjado». ¿E ..
pedir demasiado a la madre? Pero tal es la regl.a d e l·o. aché.
1

Más aUá, de lo extraños ]azo que tejen el e·spacio .secreto de la


reconci'lia<.:ión entre e) v1e rdugo y u víctima, la tribu tiene garan-
tía de que la ho. tilidad no hará que e levanten una contra
otras las familia a. ociada, en ]a mism.a desgracia.
La dfferencia más extremada epara aJakugi de Wa,c hugi. Es
tan profunda que sólo eUos puede·n abolirla. Debido a eso mue·
1

re él por matar a la hija de la muj,er~ y por eso renace, para la


madre, en lugar de la hija.
El relato de Jakugi duró toda una madrugada. En ocasione'
e interrumpía en largos silencio cri p ados que había que re ~
1

pelar. Luego recuperaba eJ hilo. Hubiera podido irse diciendo,


como de costun1bre. que s ie iba de caza o que t enia ueño~ Pero
1

aquella vez .• p<>r sí mismo, contra sí mismo se obstinaba en


quedarse. Las cosas que un extranjiero le rogaba que rec·o rdase
querian. ser dichas. quizá desde hacía muc~o tiempo. ~Per<> qué
entriec·ortadas. reticentes y a v,eces inaudibles eran la palabras!
¡Y 1oon qué pasión una vez pronuncjadas ·i rrevocablemente las
palabras~ las repetia apretando nervio,s amente los punos!. «Co-
rrí un poco tras eHa. La kujambuJui escapaba hacia la selva y
gritaba: 4quiere pegarme! ¡No me pegues! Entonce yo me desa-
nimé, me quedé sin valor. ¡,Pero yo había cantado, había que
hacer el jepy~ » Y se va; quizá sorprendido, después de tanto
tiempo, por esa pesedumbr,e qu1e , en el tondo de su pecho',,
1

obstaculiza sus pa]abra . Jakugi es brupiare, eJ que no alberga


ninguna vio1,e nda. ,¿Acaso no espera la noche para dejar que sea
su flauta quien cante su pena cuando su esposa es demasiado
veleidosa?

184
Lo·s aché gatu y los iroiarig~, distantes al pdncípio -los prime-
ros Henos de desdén,. los otros más bien humilde,s a pesar de .su
superioridad numérica- acabaron, no obstante~ C·e diend!o a ]a 1

fuerza de la cosas. La vida cotldiana compartida en Arroy0 1

~torod y las 1expedici.ones de caza comunes debilitaban las reti-


cencia , cada vez se· sentían más rheygi los unos d e ~O·S otro s )f
1 1

los matrimonios entre personas, de las dos tribus favorecían


progresivamente una reconcilia·c ión sin reservas. Los periodos
de odo propiciaba·n las conversaciones, cuando (<c,on la piel del
vi·e·n.tre bien. t·e:nsa>' por la buena carne grasienta. el sentimiento
de e· lar ahíto i~1clinaba a la mansedun"lbM y al dialogo. ¿De qué
hablaban? obre todo de lo recientes ·confllictos con lo · beeru,
.de lo combates e·n la se·lva, ba~as contra flechas; o d e las cosa
1

extraord:inarias que hab'lan visto este o aquel: una serpi ente tan 1

eno·rme que daba miedo~ un jaguar neg1--01 ~ una cantidad maravi·


1

nosa de ce.rdo salvajes. Era más raro encontrarse a los ser·es


lnvi .ible • pero de vez en cuando sucedía. A veces se deja ver
,Jacarendy arma.do con su arco y sus flechas de he·lecho y 1en~ 1
; ·

toniees, pobre del desventurado aché a quien sorprende. Jaca~


rendy no es demasiad.o maligno. Lo que más le gusta es asus.tar
a Ja g·e nte. Pero a. veces dispara su flechas. En una. ocasión
Chachubutagt rec~hió una e·n Wa pierna; aunque no sangraba
m.ut:ho. creyó que se moría. Jacarendy se presenta al final de la
tarde. · ·O se le puede confundir corn un pája:roT sHba al caminar.
El y su muj er denen extrañas costumbres. Ella intenta raptar a
1

]o muchachos jóvenes para hacer el amor co11 eUos; y en ese·


1

m·omento él, ce~o o·, intenta ·coger e] pene de ]os kybuchu. Cuans
do un acbé no encuentra el nido de abejas que había visto
anteriormente ya sabe a qu4 atenerse: Jacarendy. para reÍ'rs e 1

de ét ha tapado ~a abertura del panat Pues Jacarendy e·s el


du1efto de ~a mwel.
Pajvagi, g·enerialmente poco habJador, de vez en cuando cuen-
ta cómo se en.contr6 un dí,a a J ,a pery que es el dueño del agua.
Puede v·érsele·, cuando hay luz. junto a ]os río,s o las cascadas.
1J p ie-l es oscura y habla bajo; 1
1
en el pecho no tiene carrne
1 1 1

Pa~vagi. sabía qrue no babi.a que· huir, pues hubiera recibido en la


nuca un b1L1en golpe de la maza de col·o r muy negr-o que 'lleva
Japery.. e quedó, y Japery ~e ofreció una piel de ca.piuara,,
roedor del tamaño de un cerdo que vive ·oerea del agua. Tenla
que recibir el r~ga~o y despu1és podía marcharse. <~¡ 1Qué miedo!»
Y Paivagi, a punto de ahogarse de risa, emitie unos cJoqueos. a]
recordar su mi edo .ant·e J apery.
1 1

185
A los extranjeros, les gusta mucho, hablar de los aché de~
norte, ·q ue son terribles~ muy malos y caníbales. o hac,e mucho
tiempo baj aron casi hasta el territorio de Karewachugi Hubo
1

una gran batana, había que pararlos:

¡Muchas ne,c has! ¡Grandes .fJechas~ ¡Zzz, uz, ZZl~ Teniamos mu·
cho miedo. Todo e,1 mundo gritaba, le insultábamos: ¡Aché caru.'~
bales. os mataremos y os ,quitaremos las mujeres.' ,·Os devornrcin los
buitreu! ¡ o oiros omo muy va lienles." Les: veíamos,, con su beta en
el labio, compJetanumte pintados de negro. jEspantosos! Luego
escapamos. ün compañero había recibido un fl~chuzo en el vien-
tre . Le dej amo~. No podía andar porq u & ]os in.t es ti nos le colgaban
entre ~as piernas. Olía muy mal

iTe,eeh! ex.c lamaban los oyentest que sabían de la existen-


cia de estos aché feroce in haberlos visto nunca. Estaban fas-
cinados y ohridaban que, en principio, no t enían nada que
1

aprender de aqueUos e·x tranjeros ignorantes~ Pero no lamenta-


rían esta falta de rigor en su actitud condescendiente, pues
tampoco a e]]os le , faltaba materia para entretener las largas,
veladas.
Todos, induso lo niños, conocían Ja hazañas de Terygi y ,Ja
circunstancias de su muerte. Era un antiguo j.e fe de los aché
ga.tu. ólo los más ancianos le habían conocido, en su juventud.
En aquella época Terygi t.odavia era yma wachu~ un hombre
muy fuerte. Su «naturaleza» era de ter)', esa nutria gigante,,
1

mayor ,q ue un hombre, que pesca pec,e s en lo río · de la selva.


La fuerza y el va]or de Terygi se habían vuelto legendarios. Bajo
1

su dirección los aché gatu luchaban contra otros a,ché, que


vivían hacia el este,, y al mismo tiempo contra los blancos.,
mucho menos numerosos entonces que ahora. En aquella época
la gente de Terygi era podero a, había bandas sufici,e nte para
ocupar e,xtensiones infinitas de elva. Paivagi todavía record aba
cómo había acompañado a s u padre a una expedi.ción contra los
aché ky ravwa: lo aché comedore de gra a humana~ Terygi
estaba, a~ mando. Al amane<:·er~ sus hombres hahian rodeado a
1

una ba_nda numerosa. Casi todo los kyrauwa fueron muertos. y


sus mujefles capturadas. Hubo una gran fiesta y los ,aché ,g atu s,e
repartieron las muj·eres die Jo,s vencidos. T,ecyrgi tomó para sí tres
mujeres jóvenes que. c:on la que ya tenía. eran cuatro. «~Entone
ces sí que sabían cazar los aché! Cuando se es un .cazador muy
grande, se, puede tener mucha muj ere s y aUm entarlas a rodas.
1 1 1

Nosotro también somos br-etete', pero hay pocas mujeres.}>

186
Una d e las mujefíes de Teryg~ se Uama.ba Urugi. No .hubiera
1

de bfdo e.r su mujer,, pues era su hennanas:tra; terúan el mismo


padre. Pero en la tribu había mu.y pocas mujere·s . De todos
modos, era menos gra.ves que Cosarse eo.n una hermanastra por
1

parte de madre. Hubi,t ra sido un verdadero incesto y Terygi se


hubiera transformado e·n mono aullador.: «el kraja copula con su
1

hermana». Por otra parte, precisamente para compensar esta


falta de mujeres,. 1q ue hab(a Jlegado a ser muy molesta, habría
Uevado Terygi a los suyos contra o~ros eché~ para conseguir
e posas. EJ hermano de Urugi,, Bujagi, un día no volvió de la
caza. A la. maña na .s iguíente siguieron ~u rastro y descu bri eflon
su ,c uerpo d·e scuarUzado. Los hombres reconoc~eron las terri-
bles heridas que pueden inflingir las garras anteriores del, oso
1

ho,rmiguero; se dice que es capaz de espantar a~ propio jaguar.


. nJgi cantaba e] due~o· por :su hermano. Un hombre irritado~ lBJ
am,e nazó con u arco. Entoniees Terygi se volviái by-ia, Woco de
1

ira, contra u vaia, el ·m arido de su madre. De un golpe de hacha


Jo derribó. Para vengar al muerto, Chimbegi~ hermano de Te.ry-
gi. mató a flechazos a todos 1os h~jos del muerto. Entre ellos
1

había un beta pou, un pasador labia1 nuev·O, que intentó huir.


Per-o la larga flecha fue más ráp1 ida~ davada en su espalda la
punta le asomaba por el pecho~
Hac·e ·mucho tiempo que desapareci6 T erygi, pero se sigue
1

hab]ando ·de él. Pues se da ]a extrana ,c ircunstancia de que le


1 1

mató su p!íopio ijagi. E~ ijagi es el acompa·ñ ante. Todos los


habitantes de la selva son ·escolt~dos por un compañ ero; . i les
1

matan, Uenen quien les v1engue+ Asf, los cerdos salvajes tienen
por ijagi al ~l'áj.aro kweue cuyo ca·n to indica su Jlresencia a ~os
acmé; y es e.l jaguar quien les venga,. oom0 a casi todos. los
1 1

anim.al.es, cuando caen bajo las flechas de los cazadore ~ La 1

mosca aoompaila a] mo·n o auUad,or~ la p·almer.a pindo es iijagi de


las larvas gu.chu y pichu. El pájaro p.ipi .señala los movimientos
del coatí y la ·m ariposa pana, los del armadiUo. El jaguar tiene
por co1mpafiero·aE p·ájar.o myrl}kije, pero es e] único ~J, 1que es 1e]
ve·ngador por excelencia- qu e no tienejeparti. En cuanto a los
1

aché~ tambié-n 1 cada uno de eUos tiene su ijagi: ,e s el anima~ cuya


carne ha propordonado su bykwa~ E] ijagi de Chachugi es cha~
chu. el cer-do .saJva.je gr.ande; el de Jyvukugi 1
esjyvuku el oscuro
felino. Los anima.~es-compañeros saben perf:e ctamente si caen
bajo las flechas del <1.ue porta su nombre º' de otro cazador.
Todas las piezas cobradas son saludados con un canto: pero,
cuando s·e mata .a l propio .ijagi hay que· adoptar una precat1ción

187
e pecia~, hay que ded•carle cantos más largo, . Es un poco como
si se hubie,ra mat.ado a un fami¡iar. Es raro que a la llegada de un
cazador no emita la mujer su canto p]añidero: es porque el
hombre ha llevado un corzo o un coaH y lo que yace en el suelo
es el ijagi de un hijo o de un hermano muerto. La mujer ve e)
animal y ,e acuerda del aehé perdi,do; entonces nora obre Ja
piez-a.
El ijagi de la gran nutria tery es el agua, pues vive en los rios.
E te anima~ co,mparte con el jagu,a r la función de vengador. per-o
sólo de krom.be, Ja tortuga de río. Era precisamente tortugas lo
que Terygi quería coger.. arninaba por e] agua. junto a la ,oriUa.
Repentinamente nadando en ilencio, t'ery e Je presentó. . El.
provi to de medio arco de madera, intentó defenderse; pero el
animal se le lanzó al brazo medio arrancándoselo. Otros aché
acudieron a sus gritos~ ,~a nutria huyó y llev,a ron a Tetygi al
campamento. Le fattaba un buen trozo de carne y había per·
dido mucha sangre. Las m.oscas. cubrlan Ja herida, no ta:rdó e·n
1

m,o rir por obra de su ijagi. Estaba muy d,e[gado, no tenía grasa.
Enoonces se supo ,que aque·I tery era el alma de un aché extran-
jero anterio,r mente muerto a t1echazos por Terygi. 'Chimbegi,
que no·mad.eaba lejos de td1í con su banda, fue avisado. Llegó·
Ueno de dolor por Ja pérdida de su hermano. Cantó todas las
cazas que habían hecho juntos, todos ]os aché enemigo que
habían matado. los asaltos contra los beeru que e·mpezaban a
entrar ,en Ja región aché. <<Ja paue man·o bu, j.epy» («Cuando e]
hermano mu ere, se le venga.») Terygi había tenido tres hijas, ya
1

mayores. con rugi Chimbegi Jos mató a las tr~s con un hacha
metálica, botín de un ataque contra ios b]anco,s . Así acompaña-
ron a su padre en la elva Invi ible.

Esto lo cuenta muy bien Tokangi, pues éJ estaba presente, vio


a su padre, Chimbegi, matar a las hijas de Terygi~ A dife.rencía
de Paivabri, le gusta hablar, recordar las cosa del pasado. Ac-
tualmente no hace gran cosa, está un poco d ébi1, apenes caza~
1

La n-iujer Pichugi cocina para él; es su marido secundario de de


1

que murió u propia espo,sa. o hace a menudo el amor con él,


1

pues el imete es muy vigoroso. Lo intenta pero sin 'm ucha


ilusión con otras mujeres~ «¡Poko mi uw.ii! ¡Tara iiih> («¡Para
tocar suavemente un poco! ¡ º ' mucho!») Y lo dice con el tono
de {<¡no me negará eso,!», a·ce.l"cando la mano hacia un pecho
bie,n redondeado. Rara vez. lo consigue,, pero no se molesta.
Ki bioo: contar, eso es lo que ~e gusta.

188
No le ,c uesta nada explicar qt1e éi e.s b.rupiaty: el que· suele
matar. Efectivam,e nte, ha sacrifi.cado a varios eché; por lo me-
no a tre . El no es como Jakugi; relatando e tas cosas, que ),e
re,cuerdan su juventud, se anima. ometió su prim.er homicidio,
hac,. mucho tiempo'¡ todavía no Je habían escarificado la e pa[da
v la madre de Terygi~ llamada por los aché J'arygi. la Abuela,
todavía vivía. Pero había Ue,gado a un grado de decrepitud ta~
que ya no podía can1inar. Esto molestaba mucho a rugi~ una de
la ~ mujere~ de Terygi. Finalmente,, cuand 0 fue evidente que las
1

fuerla Je abandonaban Urugi Uarnó a Tokangi para que la


mat-ara. E te tipo de cosas siempre e piden a ]os muy Jóvenes.
Tokangi tomó [nmediatamente un hacha metá]ica y se ae,ercó a
)a vieja, que ,e staba de esp,a lda y con el rostro entre Jas manos,
muy bien . ituada. Le rompió la nuca con el revés del hacha al
1

primer golpe. A ,c ontinuación le purificaron y fue una hija de


.Jarygi quien Je hizo vomitar. «jWata llwa id puteh' («¡Ya no
µodía caminar.>>) explica Tokangi riéndose.
Más tarde? cuando Urugi enviudó tocó en el reparto a su
cuñado Cbimbegi, puesto, que UJn hermano recibe a la mujer de
~ u hermano. Pero, e Ha consideraba umamente kybai gatu (her-
moso muchacho) a] hijo de su marido, Tokangi, y se lo dío a
entender. El no se hizo de rogar. Terúa como marido al padre y
como amante al hijo. Quizá eUa pensara en estio cuando pidi6 a1

Tokang) que matara a Jarygi.


En cuanto a los otros do,Rhomicidios. era para vengar. fJai.vigi
era el hermano menor de Tokangí. Estaba de caza y no vio a.
clu"ni. que dormía oculta bajo ~as hojas caídas. La serpiente de
,ca cabel se e. tiró de golpe y le mordió el tobillo .. Jaivigi volvió aJ
cttmpamento. 'na mujer,e s fueron rápidam,e nte a buscar hojas
de cierto árbol y las calentaron para apUcárselas en Ia mordedu·
ra~ pero fue en vano: Jaivigi murió, pues no era paje" o e
puede saber previamente si se 1e paje o no. ólo la mordedura
de una~ erpiente venenosa permite comprobarlo. Si se sobrevi-
ve. se es paje . se posee· algo que hace ineficaz ]a acción del
veneno. De otro m·o do. e rnuere. Los do jefes, ,J yvukugi y
Karew.a·chugi,. ~ on.paje. Ambos fueron mordido por un chini o
un hrara y sólo tuvieron un poco de fiebre. En ocasione , al
abrir un tronco par,a recoger larvas, se ve una completamente
negra entre la demás tota(m,e nte blancas. De ellas se dice que
· on paje y sólo pueden comérsela Jo hombres paje.
Así pue , Jaivigi muri.ó; y como corresponde al hermano ve.n-
gar a u hermano a Tokangi Je tocaba hacer e¡jepy. u padre,

189
Chimbegi, fue a avisarle. Rompió el cráneo a un muchachito y la
madre de la víctima se ocupó a continuacibn de1 pijt de barro.
A La muerte, die Terygi,, lo aché gatu tuvieron un nuevo jefe,
Kyrypyragi. Kyrypyra es un pájaro; su nombre ignifica «peio
del culo». El nuevo jefe ere ~<ahijado>> de Terygi. Hefledó, con
Chimbegi, las mujeres de ujware. Los aché no muest.ran por él
el mismo aprecio que sentían por u predecesor. Dicen que era
un hombre muy vi,o iento, que daba miedo a todo . o le gusta-
ba mucho: berugi iii.i achete. no un dirigente, lo contrat'ío de un
aché. Un hermanastro de Tokangi murió descuartizado por el
jaguar. Para vengarlo~ Kyrypyragi mató a una de las mujere,s
que había re<:ibido en e] reparto. Era la más joven. P1ero par-a
vengarla y aunque, habitualm ente no hay }epy para las mujeres,
1

un aché matb a la hija de Kyrypyragi y de otra 1e sposa. e


trataba de la cbaue de Tokangi,, qu e experimentó un gran dolor.
1

e volvió by-iii,, cantó y mató a golpes de arco a la hermana de


1

esta muchacha. De modo que u madre,, Piragi, acababa de


perder a dos de u hijos. Pero, fue ella quien ometi6 a Tokangi
aJ rítuaJ de purificación para que Ianue no le asfixhua. El brupia-
ty cuenta todo ,e sto con facundia. (mita Jos gestos y repite el
;han! que acompaña al esfuerzo· cuando el. ar~-o o el hacha ·Caen
obre Ja nuca.
Los iroi.angt escuchan con at,e nci6n. Cuando un aché gatu
canta una salutación a un animal y ,eUos l'\econoc,e n el canto~ se
ponen contentos: <<Ure wywy go nonga» («nosotllOS también) así
es») . Y cuando ]asco tumb~es son distinta se extrañan y expli·
1
C'en cómo es la uya. Poco a poco~ y en virtud del intercambio de
1 1

información, cada grupo va aprendiendo a conocer al otro. o


s~e·mp 1 re so111 bien aco·g idas la diferencías constatada . La gente
de Jyvukugi, especia]mente, . e muestra evera: <(¡Los extranje-
1

11os hablan demasiado depri a. Son idiotas, no aben hablar.}>


Efectivamente, se exp,resan con más rap,idez que los otro .
<<¿.Qué dice Fulano (un extranjero)?.» « o lo é - responde una
mujer aché gatu-. i .sí,q uiera le e cucho,. no saben nada.» Los
iroiangi tienen pasadores labhües metálicos, lo que choca mu·
1

·Cho a los otros. Además lo·s ho,m bres llevan coUares de dientes:
de jaguar o de otros felino , que entre los. a ché, gah1 están
1 1

reservados a la mujere : <«¡ 6lo las muj.e·res Uevan coUares!


·Nosotros, grandes caz.adores, no los quer,emos!>>
Estos comentarios desagradab~es no se ha cen cara a cara"
1

sino entre, ia propia ,g ente. e pued,e pensar lo que e quiera


pero las apariencias se guardan co rtésmente. n extr,anje:ro está
1

190
moliendo mafz y a continuación cuece la harina. Como es, solte-
ro, tj,ene .que, ,cocinar él mismo. na vez preparad as tas bolitas,
ofrece una a un. aché gatu: <~¿Quieres comer un poco de harina
de maíz? Toma.» «Pues no. La verdad es que no voy a comer·.
'T engo la barriga Llena. o tengo nada d e hambre . » V se da
paJmadas en la tripa sacándola exageradamente para mostrarle
a] otro que no le queda sitio para nada. En realidad probable-
mente p iense que ese ,a Hmento es infec:to y que ~os ,e xtranjeros
1

son unos guarros. Adem.ás; si aceptara se vo,lvería vulnerab~e~


pue no podría negar nada al donante. Y, como dice Jyvukugi,
~<lo extranjeros zampan sin cesar. ¡Es incteíbl e !o que Jlegan a
1

comer! iY de,s pués tienen diarrea y se cagan por tod as partes!»


Así están ordenadas las cosas. E impo ible haber sido ene-
migos durante generaciones y convertir e en compañeros amis·
1

to. os de ,goJpe y porrazo. Por otra parte los extranjeros no,


1

aprecian todas las cosas de los aché gatu1 aunque no 10 digan


1

abi,ertamente~ Pr:ueba de ello es que han olvidado invitarle


para el to kybairu . Mas eUo no imp,ide la comparación de las
co tumbres. Cuando rnuere un 1c azador también los iroiallJ!i
hacen eljepy. P,e ro su venganza 'J. como la de los aché gatu.
Depo itan eJ cadáver en la tumba avada en la tierra. Para alejar
u alma l,e' ofr.ecen en sacrificio uno de sus hijos~ una hija muy
pequeña a ser posible. Puede ser una kujambuku en vísperas de
la pubertad~ La ponen en la tumba encima de su padre. Los
hombre e tán en pie alrededor del hoyo. Sa]tan dentro uno tras
otro con los pies juntos y aplastan al nino hasta que muere.
Cuando ,e s una kromi se acaba pronto. sucumbe casi de inme-
diato. Pero si se trata de una «mujer mayor>>, los hu.eso . son
más duros y le cuesta morir, grita que no quiere e .intenta 's alir
die la tumba. Go nonga ure: así Jo hacemos nosotros.
Los hombres e tán tristes, el dolor ·q ue albergan en u pecho
e grande. Mientras que resuenan lúgubremente lo· chenga
ruuara de ]as mujeres .se pe]ean dándo,s e golpes de arco~ Las
1

grundes heridas que ,s e hacen les procurarán enormespichua en 1

iel momento de morir.

191
VIl
VIDA Y MUERTE DE UN PEDERASTA

<<¡Os moriréis y os comerán los b11J.1itres!>) decía Tokangi advir-


tiendo a los aché- enfermos que no querian volver a Arroyo
1

r.;1,orotL on una palabras famHiares que se pronuncian sin


pen.sa.rJas demasiado. · in v,e rdadera jntención de inquietar .al
interlocutor. Más bien al revés: son para tranquilizar al que
parte evocando los peores peligros que le esperan, pero que son
tan im,probables que su ca.si~irrealidad bastaría prácticamente
para tranquilizar a aquel que se finge creer que va ,a exponerse a.
e.JlosT Es por ,cortesía, no se d eja qu,e alguien se vaya a la selva
1

:in acompañarle ,oon un atento saludo·. (<¿Quieres ca2ar cerdos.


salvajes? El jaguar te va a d 1estripar~ » «i · ada de jaguar~ l¡Soy
ntuy val~ente!' >> Sólo es para poner en :g uardia; <(Vas a la selva,
de, acuerdo, e~es un gran cazad·or. Pero de todos modoR ten
cuidado.>> Conviene no olvidar· nunca los peHgros de la s elva, 1

pero no se dan consejos! cada uno sabe ]o ,q ue debe de hacer.


1

' encUlamente, al exagerar las, cosas se recue.r da discretamente


cómo son.
Par.a sig:n~ncar la agr-esividad de la naturaleza se apela casi
iempre a tr·e s tipos de anima.le·s: el jaguar,, de día y d e noche
1

fieñor de la selva~ a continuación los buitres,, que no s,on peligro-


sos para Zos que gozan de buena salud pero que .acechan la
debilid.ad de 1 que yace en el suelo: no espera.na que e] cuerpo
1

inmov-U izado se convie.r ta en un cadáver putrefacto. Y finalmen-


te las serpientes venenosas.. sobre· todo chin,i y brara, cuyas
pie),e s moteadas de verde, negro y gri.s tan fácilmente ,se confunª
den en el ue]o o en las ramas bajas de los arbustos con la
1

vegetación; d e modo que cua__ndo se descubre s,u presencia mu-


1

chas vece es demasiado tarde y sus maHgnos eo~miUos ya estén


1

clavado ,e n e 1 pi1e o en e! tobiHo, o hut'Jdidos en Ja pantorriUa,


rara vez más arriba~ V entonces, si uno no es paje, se, muere" Los

]93
carroñeros en e) cielo, 1a erpiente en la sup·e rfide· de la tierra y
el baipu. tales son ]as mortal.e s m1etáforas de la selva. Así pues,
prudencia en ei kyvaity, en la oscura ,e spie sura verdosa de la
selva. Prudencia. sft pero porque La conoeemo y no conocemos
en ella. En la selva lo aché están a gusto, están en su casa.
pueden mostrar-se pacientes en ese mundo· e espantosa con·
fusión para los demás~ que les habla. un lenguaje-familiar con
sus mil ruido distintos. ]os perfumes de las planta y de~ hu·
mus, el murmul1o de~ viento· o del a,gua. 'º es co:m o Ja sabana.
En la abana tienen miedo, se .sie·nten vulnerables, exp,u estos a
t.odo: es un e pacio dif'e rente, extr.a ño. hostil. Es el mundo de
los blancos y el de Jas alma muertas.
uando . ·e ve a lo buitres reunirse por docenas y describir
per-ezoso círculo·&lentamente e:n e] abe y acercarse poco a poco
1

ai sue[ot se sabe que están vigilando una preaa~ ta carrona de un


animal herido de muerte por un cazador o por una fiera y que ha
ido a morir ahi; o un animal pandi2ado pero todavía vivo cuyos
último. esterto.res observ.an los briku antes de caer sin prisa
s.0 bre éJ. Eso es lo que pensaron que· sucedía el dfa que un
1 1

cazador, que habiai ido a dar una vuelta a cierta distancia de~
campamf!!hto. ,c ontó a su vue]ta que habla visto rondar a gran
cantidad de· buitres. E tas aves,, cuando comparecen en gran
número y están a ]a espera de Jo últimos movimientos de su
pre a, . e cazan m.ás fácilmente a flechazos. De modo Qlle algu-
1

nos hombres :.dieron en Ja dirección indicada. Los aché apre-


cian Ja carne de· bui.tre· además. con sus largas p]umas ponen
timón a las flecha y con sus huesos .a Jar,g ados hacen silbato de
caza. Nos acercamos~ efectivamente había buitres. ín hace·r
ruido, p.ara que no e espantaran, U.egamos a una pequeña de.
pire ión sin .á rboles. Mucho de eUo e tán posados;J como s.i·
1

ni estras manchas negras" en ias ramas de los alrededoire . Otros,


1

cerni éndose sobre a]go, que yace e·n el suelo~ se agitan. Son
1

muchos; con las alas semidespiegadas .. se entregan a su apetito


picoteando su pre a. uena un grito y despegan todos con un
plácido batir de alas; se posen en las cercanias tranquilamente.
No puede decirse que el olor sea grato; el cadáver que están
1

devorando hiede·. Es un hombr e que ha muerto hace poco, pero


1

lo· brihu le han abierto el vientre. lo que fa,ciUta la putrefacción;


hay nube~ de mosca embriagadas de todo lo· que chorrea y
gotea por los de garrones. En vez de lo ojos hay dos agujeros
sanguinolentos picados por las avie s. La boca esté agrandada;
con los picos, sie han abi erto paso entre los dientes para disfru.-
1

194
tar de la lengua. D'e todos modo, le rieconocen; adem.á s, ~a
longitud de u ,c uerpo no S e presta a error. Es un 1e xtranjero
1

cuya aaa e tatura me había orp,rendido; medía diez centíme-


tro má que el má e be.lto de lo cazadores. Ahí estaba con-
1

ve·r Udo en alim·e nto para los buitres~ A Jos aché no les .fl.Jsta ver
emejante cosa. e fue hace unos días diciendo que iba a unirse
a do · famHia que estaban de caza. e encontraba bastante
enfermo y in duda renunció a su propósito; pero no pudo vo lver 1

al campamie nt,o. Ha muerto a solas y segura·m ente ha visto


de~'-"' cender d·e.J cielo. uno tras otro, a los buitres que poco a poco,
cerraban el círculo· a u alrededor. Están inmóviles: de aJgunos.
pico ~ 1 CU1eJgan jirone sangrantes. Es un p1e raje apacible. Cente&
nare de :mariposa an1arillas revolotean sobre e] cadáver de
1

Krembegi.

otable por diversos c·o nceptos, lo era en primer lugar por su


e tatura excepcional: era casi un gigante jiUnto a los pequeños
aché. Mas n.o por eHo era más vigoroso. En conjunto producía
una ímpresión de blandura. u vientre~ que 1en e,l r-esto de· los
hombres incluso en estado d.e reposot era una dur.a masa com·
p·acta, era grueso· y grande. En poca palabras, un extraño caza~
dor. Pero ¿siqu•era lo er-a? us compañeros de tribu no habla-
ban de éJ de buen grado. siempre l.o hadan con reticencias. En
cuanto a los aché gatu, apenas eran más locuaces al respe,cto;
su. gestos de connivencia y us sonrisas socarronas mostraban
suficientemente .que~ aunque no dijeran nada, no por eUo no lo
pen aban. Seguram ente Kre·mbegi no era uno cua)quiera.
1

n día. deseando, fotografiarle, pues Hevaba el pelo ]argo


como u na mujer,. mi,e ntras que los hombres Jo lleva han corto.. le
pedí que tomara u ar·co, que tenía junto a st Se levantó de
buen grado pero se negó a tomar el arma. «¿P.or qué?» «Ese
ar,co no e~ el. mío,>) «D'e todos modo • tómalo.>> <<Yo no tengo
art:o y no quiero tocar ·e se.n Hablaba con firmeza y con al,go de
di gusto, como si yo estuviera sugiriéndole que· hiciera algo
obsceno. Y para probarme que· no tenía ma]a voluntad.. añadió
señaJando mi objeto de1 que yo no dudara que pudie~a pertene-
ce·rle; ((Voy a. tornar mi c esto. )> E r.a el ·mundo aché vue~to al
1

revé : ¡un hombre in arco pero provísto de un cesto! ¿Quién era


Krembe,g]? uando lo que hab'a de extr,a ñ,o en aquel hombre
dejó de se·r s ecreto para mí, las· lenguas se desataron. Poco a
1

poco u hi toda me fue contada, primero por lo aché gatu,

195
encantados una vez má ~ de mo tr,a r que si despreciaban a Jos
extranjero era po:r bueno~ motivos y que entre el'los la existen·
cia de un Krembegi era impen. a ble. Más. tarde los iroia-npi
confirmaron y preci aron el retrato trazado por lo otros. Pero
al propio interesado no pude· . acarle nada. Tímido y r~servado,
rehuía la conversación. Muri.ó sin haber dicho nada.
La ,¡nsístiencia de las tribus aché en proponer a su:s ado]e ceo-
te,s el ideaJ de] breteU! del gran e.a zador., proviene, más allá de ~º'
que se considera regla ética del grupo y pundono r visual~ de una
1

ne,c es idad propiamente económica. I~..guay,aqui~ n6madas. .d.e.


l!Q8-Selva ba_ !an~e _ pobre e~ re~u~C?s vegetales comestibles, no
pueden , perar que lo e encial de su ubsistencia proceda de la
recoleccíón. Raíces~ bayas fruta . médula de palm era, mie] y 1

larva · con~ tttuyen indudablemente un aporte considerable de


alimento~ estas cosas no se de~ , cuidan y las mujeres bu ,c an
incesantemente. aprove·chando lo altos en e) camino, la provi-
siones e~,condjda que están encargadas de recoger. Pero no
Jiiempre van1a parar a zonas ricas en árboles cuyo frutos pue~
dan comer~ además ·1a selva ólo es generosa según Jas estacio-
ne~. Po~~ eso. ucede a vece que Jas kuj a vuelvan al campamento
sin que el cesto Jes p ese e,n la nuca; pocas cosas en el fondo del
1

naku: algunas larvas rese,rvada para los niños, sobre todo para
lo. « cahezas tierna~;.>. pues son muy aUmenticias una rata, una
1

o dos ranas y en ocasiones una erpiente atrapada por la co]e y


rápidamente· golpeada contra un tronco antes de que muerda;
se come asada. De vez en cuando pued,en contentarse con este
régim,en, pero adelg.a zan rápidamente y esto es deprimente.
1

Son los. ho~~res quienes p.roducen la p arte principaJ de Ja


1 1

alifm!n c•óñ. En la sociedad guayaqui corresponde al ,grupo1de


los hombre ~a tarea de a egurar el aprovisjonamie:nto r egular 1

de la geTite propor,cionándo1es la <:arne y Ja grasa sin la cuaJ no


1

pueden p,a sar. "Rar,eka, cazar: tal es su función, con eUa se


identffi'can y a eUa se Hmitan riguro amente. Un hombre sólo
puede pensaf'. e c,om,o cazador~ no e puede er aJ mismo tiempo
hombre y no-cazador. Todo ,el e pacio hnb6Jico de Ja masculi-
nidad se de pliega en eJ acto del jyuó, lanzar la flecha; y el
muchacho· joven e preparado de de su más tierna edad para
ocupar su puesto normat su lugar natural Los largos años de
aprendiz.aje dedkado .a corretear por !a selva en .compañía del
padre, la iniciación que hace de é] un <:azador confirmado,, e]
gusto de las mujeres por los mejo~es bretete, ]os cantos noctln'le
nos de los hombres que celebran enfáticamente sus, hazañas
1
:iún de ltl cuerda del iar<.·o: en-1plum"do de las flec:has:
1.4. FUo<
flecha dentada por un ..;olo lado

con10 arqueros: todo concurre para que los jóvenes asuman la


voluntad colectiva del grupo como su p ropio deseo persona'I.
1

TI e nen que convertir,:Se ,e n (a zad o res verdade,ros. pues de ,ello


dependerá Ja supervivencia de Ja tribu. EUos Jo saben~ en ello
radica so verdad y se e tablece su destino como hombr1es: ser
cazador o no ser.. o ti,enen elección.
¿ ignifica e to que los hombres son, en ·e sta ociedad, vícti~
mas en c>erto modo de una aU,e nación económica, al encontrar.se
integ1.,alm.ente investidos de la función de «product-0res»? ¿Que,
1

obligado ;-. y forzado , e resignan a .acep,tar Ja situación? En


modo alguno. La caza nunca es ufrída como un.a carga. Aun
51,iendo la Gcupación más o me·nos exclu iva de los hombres~ su
1

eria Jabor cotidiana. siempr e es practkada ·c omo un «deporte}>.


Es un trabajo, ciertamente, seguir sin descanso la pista de los
animales; pemlanecer, en ocas¡ones durante horas~ observando
lo. movimiento de un corzo o de una bandada de mono ;
mantener e1 arco montado durante varjos minutos p,a ra aprove-
1

char lo breves momentos en que pueda verse,~ por entre el


espe o follaje, el pájaro ·O el coatí loca1izado. aben que están
agazapados sobre las ramas, en lo alto, pero no [os ven; hay que
esp erar a que se muestren y lanzar la flecha previamente prep.a -
1

rada. Hacer el hoy,o en que ,c-aerá el tapir- agr,a ndar la madrigue-


ra de] .armadUlo: el hombrie 1c_av,e y mientras tanto el antma]
intenta huir ahondando sus ga[e,ria. . Es una carrer,a de ve!oc[..
dad ganada po,r el cazador, si bien al cabo de un trabajo que
fr,e cuentem.ente, le Ueva a abrir una v,e rdadera excavación en ~e
que puede desaparecer poir completo. Además hay que renovar
continuamente la reserva de flechas. ' u punta es de madera
muy dura y se refue,rza p asándola por el fuiego* Pero con el uso
1 1
20. Po ición del tiro c:ott arco

e, ab~andan o se rompen. También es frecuente qu,e se pierdan1


tanto, porque el anima] herido huya con la flech.a clavada 1 como
porque la flecha, errando e] blanco, siga su recorrido a través de
la vegetación y desaparezca. En resumen, ios, bombr-es, tanto s1
corr1ul por la selva como s~ descansan en e] campamento1 siem-
1 1

pre son solicitados en virtud de su actividad de caz.adores.


La caza es. siempre una aventura,. eu ocasiones arriesgada y
siempre exa1tadora. D·e 'de· luego, ,es agr.a dable acar la grata
mie.l olor-0sa de un panal o hendir una pa~mera par-a ,acara la
luz el pulular del delicioso guchu depositado, allí por lo escara-
bajos. Pero en estas actividades se sabe todo de antemano, no
hay misterio, no hay nada imprevisto: son rutinarias. Mientras
que batir a los animales en la se~va ., mo~trarse más astuto que,
ellos. acen::árse[es ha,s ta que estén al alcance del B!tcO sin que
huelan la propia presencia, oír el sUbido de la flecha en el aire y

198·
a continuación el ,c hoqu,e sordo que interrumpe su recorrido en
1el flanco de un animal son regocijos ya conocido<S, experim enta-
1

dos, m.uchas ve ces y sin embargo renovados en cada ocasión,


1

,c omo si fuera la primera presa. Lo s aehé no se cansan del


1 1

l>areka . 'o se les pide otra cosa y es lo que más le gusta. En


e te sentido tienen suerte y están en paz consigo mismos. o
hay división interior, ningún rencor que turbe su a1ma. , on Jo
que· hacen. u Yo· accede sin temb]ar a su plenitud en el queha-
cer .q ue. desde toda la eternidad, les encomienda ,e] grupo.
Puede considerars,e que e tán pris1onel'los de un de tino, pero
(.l'\e pecto de qué·? Los cazadores aché,, en to que a ellos se
1

refiere? lo viven como libertad.


1

Para ser bretete hac·e falta vigor, habUidad,, agilidad; hay que
1

Hegar a un esta do en que el cuerpo y el espíritu se encu,e ntran


1

tómodos, seguros de sí: es el paña. Paña: pane-ia, ]o contrario


del pane. Y el pan.e e l,o que más esp·anta a un hombre. Pues
quien e víctima de ét ya pued e dejar el bareka. El brazo se
1

Q,ueda sin fuerzas y ]a flecha1 inútil e irrisoria, vuela lejos d e la


1

presa. Ya no se mata nada. Es triste volver a] campamento


t:uando el hombro derecho no se v-ence bajo el peso de un
animal. El cazador se queda con el rabo entre piernas; en vez de
celebrar su captura con un canto sonoro se sienta en silencio
junto .a u hoguera. i eljapa - la flecha que yerra el blanco- se
produce varias. ve<!e.s e.guida ,1 hay que avisar, pue·s entonces el
pane ha caído sobre uno. Cierttunente es uno pen.a-sa humi11a-
eión. pues es confesarse incapaz. d e ser 1.o que se es: un ,cazador.
1

199
Pero quizá haya algo más grave. Efectivamente. un hombre
nunca. consume u propia caza: tal es ·1a ley que reglamenta
entr·e los aché ·ell reparto de] al imento. Yo mato un animal y mi
mujer lo corta, pues a mí me· está prohibido Ena conserva para
1

si y para sus hijo algunos trozos y e] re·sto e distribuido entre


los compañ.e ros: primero a los pariente , hennanos y cuñados. y
a ·t'Ontinuación a lo demás. No se olvida a nadie en el reparto; y
i hay poca carne, tanto peor, las parte. hechas ;serán má
1

p qu.e ñas p1e ro cada uno tendrá ]a suya. A cambi:0, yo recibo de


1

los demás un trozo de la presa que ello han aportado. Yo los


alimento con mi presas y ellos hacen lo mi mo conmigo. En
re. umen, un cazador e pasa la vida cazando para Jo demás y
in con umir su propia caza. u dependencia ·e s total. co mo lo
1

1e la de s us co1npañeros respecto a él. A.sí pues [as cosas se


igualan, nadie e · perjudicado, pues todos lo hombre · <tp.r odu·
cen » cantidades de carne equiva.l nte . E lo que se Hamapepy,
el intercambio.
P·ero· si yo oy pane, ¿qué contrapartida podré ofrecer,, con
qué presa anularé el don redbido? No se puede r ecibfr sin dar,
1

no . e pu ede ser pant y respetar a] mismo tiempo La n3gla de· la


1

reciprocidad. Al cabo los compañero se cansarían de dar iem·


1

pr·e sin recibir nunca. A un viejo que e ha vuel o dema iado


débil pa~a en ar el arco se le da de comer. Pues se le debe~ un
hijo no deja o su p·adre con el estómago vado. También e cierto
que i prolonga durante demasiado tiempo una exist·e neia para-
itaria, algún día se le abandonará al pie de un árbol deján.dole
una hoguera encendida. Alli esperará la muerte pacientemente.
Pero un varón vigo·ro o no es un viejo. i tiene el pane es porque
lo merec·e ci·e rtamente habrá hecho algo inconveniente: todo,
atentado contra el ord1en de las cosas se paga y el hombre
imprudente encuentra su castigo. ¿Para qué éntonces asi tirl1e·,
siendo así ·q ue •e's culpable> y condenado? No erviría para nada.
Feliz.mente lo~ caso persi tente de pane on muy esca os.
Todos lo hombres atraviesan algún período de mala uert e u 1

necha indeci a parte demasiado pronto o demasiado tarde o la


mano no tensa con fuerza suficiente la cuerda del arco. Pero
esto ~e puede remediar. La pedoración del labio y la escarifica·
cione de la espalda están de ' tinada. a garantizar a los jóvenes
"'U condíción de paria. Del mi mo modo-. si Je alcanza el pane,
e renueva la operación. Ello mi mo o un compañero e
·?

ha·c·en nuevas es·c arificacione.• si bien más ·uperficiales que e·l


cruel lis tado· de· ante . . Dando vuelta al bíceps, las cuadriculan

:!00
cruzando las incisioues antiguaa; unas adornan e] antebrazo~
otra e] muslo. · orre poca sangre y una vez cicatrizadas, tras
haber sido cubierta · de carbón vegetal pulverizado, e's tas esca-
rificadones superfictales dibujan sobre ]a pie~ bonitas la c rías. 1

Ese lra.tamiento casi sjempre es eficaz, el panR desaparece y se


1

vuelve a er bretete. Y s i se reproduce .. se vueive a empezar. No


se abe muy bien por qu: sobreviene este· tipo de, ma~a t1erte.
Le· puede, ~uceder a. cualquiera y no hay cazador achré que no
n1ue"' tre, ademá.s de u jaycha e.n l,a espalda. estos tatuajes
terapéuticos. El propio J'yvukugi lleva varlos.
1

Al orjgen de) pane, que es en ocasione miste:riosoJ en otra ·


1

circunstancias puede auibuírse[e causa con toda seguridad. na


de ella , tan fatal qu e a nadie se le ocurriría correr el riesgo, es el
1

acto de consumir La prop~a caza,, el rechazo de] intercambio~ ,]


L, e qui í1
era guardar todo para uno mísm,o ólo se conseguirla la
separa1 ión tota] y definitiva re pecto del mundo de los anima~
[,es. pues el pane impediría cazar ~1i siquwera uno. Cuando no, se
qui.ere rnediaiizor la relación con la alimentación por medio de
la :relación con los demá , se corr·e e1 riesgo, sencU]ameate, de
1

verse separado del mundo natural y arrojado fuera de é~ del


mismo modo que se produce la sepatad6n del universo social a~
hurtarse al rep.a rto de Los bienes. Tal es el fundamento de todo
1

el saber de los a ché y el motivo de su sumisión a ese saber:


1

repo. a sobre la verdad de que hay una fraternidad subterránea


que une al mundo y a los homb~es y que aquello que se p roducé 1

en estos haHa Sl!l eco en aquel. Les ri,ge un mismo orden que no
1

hay q u.e transgredir.


También se e v ita ejecutar cierto~ actos que se sabe que, a traen
1

e[ pane. P1o r ejemplo. los jóvenes caz.adores jamás chupan el


interio,r del cráneo de )o,s animales. Es un manjar delicioso p·ero
genera la ma]a suerte. Por ,e o se re erva para los chyvaete que.
al ca:iar poco a nada, no corren Ri.ngún r,i,esgo. También hay
1

v,a rias mi.e]es prohibjda· a los jóvenes bajo pe,oa de pane como 1

la die la aheja tei. En cuanto a ~a mieJ de tare, sencillainente


imp1ediría que lo kybuchu tuvieran pelos en ,el pubis. Pero hay
otra cosa. ¿Qué es se.r un gran cazador ,ino existir en el arco? Y
en d1efinitiva e] p,an~ ¿no es ac·.e o el establecimiento de,un corre,
entre ,eJ hom.bfle y su arco,, que de este modo se vuelve exterior a
él~ ,c omo si s,e revoiviera contra su amo? El arco es el p:ropio
cazador: la primera tarea de un -<<pa ador labial nuevo» es fabri~
ca~~e. él solo, su prim er aroo de adulto. E~ te arma es mucho
1

má. que un ins,trumento. Por otra parte, a la mu erte de su 1

20!
propietario se convierte, como las flechas., en ove en,da,., morada
del alma desapar·e cida. Convie·ne desembarazar.se de estos ob=
jetos que s.e ban vuelto pe]igr.osos. El arco es insignia y signo d.e1
hombre.~ pru eba y medio de· su ser. Cuando, muere el cazador.,
1

1
que desaparezca también el arco, esa parte deJ hombre que no
puede· sobrevivirle, y también su ú]timo pas.ador labial Y a la
inver a, si e~ arco. por medio deJ pane , te abandona, ya no eres
un cazador, ya no er·e s nada.
La propia fuerza del arco l0 hace· vulnerabJe. o es difícil
1

atraer el pane sobre un cazador, basta con hac.e r que afe·cte a su


arco~ Jos. efectos. permanec.e n y se rá pane. Un an::o es el lugar
1 1

extremo de la virilidad, ]a metáfora irrevocable de Ja mas,culini-


dad. A este res.pecto s·e cuenta entre las cosas que e: convenien-
te proteger de su contrar1 G. ¿Hasta dónde·se extiend.e el espacio
1 1

.
, del caz.ador, cuá] es el límite cuyo franqueamiento
-
l.e sitúa a uno
en el exterior de] mundo viril? Es el universo femenino. n
orden preside la dispe>sición de las líneas d·e fuerza de esta
geografía y mantiene se·paradas las distintas. regiones. Si un
desorden hace qlle se interpenetren, el espacio m.aseuUno es
contaminado~ d.e bilitado, degradado po·r e J contacto con e~ espa-1

cio f·e menino. Con otras pa~abr-as, si una mujer toca el arcot el
pane se abate sobre su propri etario. Por eso hay un sev·e ro tabú
que prohíbe a Jas mujeres cualquier contacto .c on el arno. EUas
mismas no corr-.en ningún rie go peri0 para ]os ho rn bres sería
1

fatal. Y .a la inversa> ¿cuál es, para ~as kuja,, el equtvalente del


1

arco de los hombres? Es


naku., el cesto, itustración y realidad de
la feminidad de las mujeres. Cuando u na k ujambu ku se vuelve
dare, inmediatamente después dlel ritual de reclusión y una vez
escarificado su vientrie, 1consa~a su .acceso a~ mundo adulto
trenzando con palmas su primer· cesto. Sabe hacerlo! pues se ~o
ha ense ñado su m.a dte·.: cuando era pe que·ña se Jos hacía peque-
1

ñi tos~ Ahora re s eUa quien tiene qu.e hac·er]o, y será. hasta su


muerte, portadora de ce·s to. Así co·mo e] arco es e~ hombre, el
cesto es la mujer. De modo que si un caz-ador ·t ocara el cesto os.e
1

le ocurriera. - acto más absurdo que ridícu~<r llevar el cesto


como las.mujeres, la sanci.ón se·ría la misma: ·e~pane castigarla.el
contacto entre el cesto y él
1

So11 si empre los hom.bres quienes sufren las consecuencias.


1

La alianza inadecuada entre mascu]inidad y feminidad ejerce


u efectos en un soilo ent~do y el perdedor sól.o pued e ser e11

hombre. Desde luegot a plaz.o medio también las kuja sufrirían


el pane, pues los cazadores no nevarían nada para c·omier. Pero

202·
ud es el poder de la mujer1 el de ser maléfica para los hombre·s.
1 1

Para ser cazador, es decír. para ser '.hombre~ hay que gu.a_rdar.s,e
1

con tan.temente de las mujeres incluso cuando no, tienen ]a


regla. e diría que sólo e puede e·r hombre, en contra de las
mujeres. Cuando esta di tancia se aboie y el limite e·s franquea-
do~ !;e produce un contag~o que hace a] hombre ¡p erder u cuali-
1

dad. su masculinidad se desrnorona y cae en el e~ pacio de la


1

mujere· . Arco-hombre, cesto-mujer: tal es el eje que distribuy e 1

a las personas. ¿ Qué es de un hombre sin u arco ? Se convierte


1 1

en una p,e rsona de cesto.


Y eso era Krembegi. Cuando decía «mi ieesto» no bromeaba~
pue efectivamente se trataba del :suyo, fabricado con sus pro·
pia manos que habían seguido los consejos de una mujer ¿Por
qué tenía Krembegt un ·c esto? Porque no tenía arc--0. ¿Y por qué
e taba sin arco'?' P'orque era pane. P'e ro desde hacia mucho
tiempo, incluso desd e siempre. e sabía que nunca había ido
1 1

capaz de c_a zar un animal con sus fle~has y :rápidamente las


cosas se pusieron en claro: as,í' como los otros eran bre·tete, él era
pa11e. Y esto no era accidental. Krembegi era así por naturaleza.
Pero ¿por quét a~ estar de provi to de aroo por la fuerza de la
cosas, se proveía de un cesto? Hubiera podido n.o tener nada~
queda1-s1e, por así decirlo entre, el .a rco y e] cesto4 Pero ¿es
posible tal cosa'll no ser una persona de arco n~ una per ona die
cesto? ¿Existe senllejante espacio fuera d e1 mundo de la primera
1

infancia~ en que la diferencia de los sexos está pooo marcada,?


Pero Krembegi era una p e.rs0ina mayor, ya n,o era un kromi. Ese
1

univer o neutro ya no pod~a abri1~se a éL Cuando se es adulto se


es una cosa u otra hombre o mujer~ arco o c,e sto: no hay una
1 1

tercera posibiHdad 1entre esta do . ¿Qué 'e , pues, un hombre


s[n arco? Es un no,hombre y; e·n cuanto taJ. e convierte en
po1tador de cesto~
En Arroyo Mor-0 ti había do·s hombres portadores de cesto,
1

an1bo iro·iatWi. El segundo se llamaba ChacblJJbutawachugi.,


Gran Cevdo saJvaje de batba Jarga. Una abundante p i)osi.dad 1

·ubria su rostro'. Y c·o mo a v·eces pasaban largo· períodos: de


'tiempo hasta que encontraba a una mujer dispuesta a afeitarle,
su barba crecía hasta .a)ic anzar· una longitud considerable. Per-o
yo le regalé un e8pejo y hojas de aíeítar, que fijaba en un trozo
de bambú hendido y bien atado. De este modo, podía afeitarse
con más frecuencia~ A modo de agradecim~e·nto , me Dam.aba
apiiio padre. C hachubutawachugi tenia un Cesto porque era
1

pan,e. pero, al revés que Krembegi,. tenía mucho vigor y aunque

203
ya no utiliza ha ei arco desde ha.c ía algunos ano:s pues el pane
1

hab~a ca[do de go]pe sobre é·I. ~eguía cazando coatís a mano y


per ·i guiendo a lo·~ armadU]os en su madri,g uera. Así pues,. repw:·
tía su~ PJ'esas y r·e dbía a cambio los p~e. entes de ]os demás
cazadores. " u~ hornbroL, estriados de finas rayas :negras, atesti-
L

guaban sufic]e11te1mente sus esfuerzos por vencer.~ grac~as a los


tatuajes, la mala suerte. Pero de fracaso en fracaso la verdad se
impuso y acabó resignándose~ La mujer de uno de sus hermanos
le fabricó un cesto~ Vivía co~ eUos., más tolerado que acogido,
1

con gusto. Cuando su cuñada estaba de m~l hulnor~ no le daba


nada de comer. Entonces cocinaba él mismo. inguna mujet
hubiera a·c1.tptado C0nvertirse en e. posa de un homb.re pane; se
1 1

veía obligado a elln y a efectuar t.al'\eas femeninas. Anteri-0 rmefl·


1

tie había estado casado1 ~ pero su esposa murió dejándole sol. o.


Evident-emente Chachubutawachugi no era afortun.ado.
E11 cuanto a Krembegi, está a sus anchas. Es poco hab]ador
ciertamente , pero e. sere·no. Comparte la choza de una famHia y
e. b~en rec·i bido en eUa. A él no se l e plantea el problema de 1a
1

cocina.. puc.s ayuda a la mujer en ]os diversos trabaj.os do·mé.sti~


cos de .l a vida cotidiana. Se diría ·q ue es casi co-esposa del
hombre que le albe·rga. Po·r ~a mañana se va e:n compafiía de las
1

huja a buscar larvas, frutas y médula. de palmera. A la vuelta su


ce~to está tan pesadamente cargado como el de su compafte~
ras. Lo deja en e1 suelo,. se sien ta so·bre los talones y empjeza a
1

pl·epa1·ar.. eficaz y dmJigente, la comida del atard ecer: descorte-


1

zar la.. bayas , pelar las raíces? preparar el bruee una espesa
sopa de médula de palm,e ra mezclada coo larvas. Va a buscar
agua y ]efta para el fuego. Cuando no tiene nada qu.e hac·e r
descansa o hace· coHares con los dientes de los animales cazados
por su anfitrión. Son muy bonitos, mucho más agradables a la
vista que lo~ que hace·n las mujeres. Pues estas se limitan a
horadar lo. dientes de todos lo animales que mata su marido
para ensartarlos en una fina cu.erdecilla. De modo que se limitan
a acumulaJr dientes de dife.rentes tamaños ponjéndolos en el 1

orden en que han ido Uegando los ani:ma]es. Estos. collal'\eS


1

pueden se.r muy [argos., de dos metros o mást y en eUos tintinean


cientos de dient.e·s de mono de .a cutí y sobre todo de pa<:a.., pues
no se guardan los de cerdos y corzos. Cuando una muj er se
1 1

siente feliz se pone su collares de varia vueltas al cuello,


encantada de o.stentar la prueba de que su marido es un gran
cazador. Luego vuelve a guardarlos en el fondo de su. cesto. Los
coJJare8 de Krembegi son más cuidados. Selecci ona sotamente
1

204
caninos de mono y los escoge de tamaño más o menos igi.1al. No
es poco trabajo horadar ayudándose solament~ con un diente
de ~aca: todos los minúsculos colmillo ~ Pero Krembegi tiene
pac1encm.
En el cam.pamento nadi e le presta especial atención~ e como
1

todos. Sólo efectúa tareas. fem·e nina , pero es cosa admitida, se


sabe·. También Krembegi,, ni más ni m enos anónimo que cual-
1

quier otro de ~a trib11JJ, ocupa tranquilamente e·I lu.gar que el


destino le ha marcado. Vive con ~as muj·e res, no se· corta lo·s
1cabeUos~ 1 c omo ellas_, y Heva un oe:sto. IEn ese lugar está en su
sitio, es él mjsmo. se r'OOOnoce. ¿Por qué había de ser desgraciado?
,¡ Qué diferencia con Chachubutawach.ugi! - o se aprecia que
1e ste haya encontrado su pue. to o. al menos, que parezca satis-
fecho de encontrarse donde está. No. Y la prueba de ello es que
nadie se lo toma muy e·n serio. Lo que dice o hac·e es acogido por
los eché con c·o ndescendencia. o se burlan abiertamente de él,
eso no se hace. .Pero lo consid1eran más bien ridículo, cuando
·e stá de es.p aldas1 sonríen. Los hombres le desp. recian un poco y
las mujeres serien a escondidas cuando aparece con su c esto . 1

Incluso los niños, normalm1e nte tan respetuosos con [os mayo·
res1 olvidan en su pr--esenda las reglas de cortesía y de oonvi.ven-
cia. L·e hacen burla, son insolente , . ,e niegan .a obedecerle. En
ocasiones él se enfada e intenta atraparlos, pero son dema iado
rápidos. Renuncia; fastidiado, se va a dar una vuelta por la selva
o se acuesta lejos. Siempre 8e· hace oomo que se le Considera1

avaro de lo que trae de ]a selva, cuando en reaHdad. e muestra


tan genero·s o como cualquiera. H·e aquí que está de vuelta. Este
mañana ha salido· anunciando que iba .a buscar larvas. e cruza
con un grupo de hom.bres. «¿Qué hay?>) «Nada. o hay guchu.»
Y sigue su carnina. Cuando está má .allá d 1e~ alcance de la voz
1

uno de Jos hombres d·ice: ""·¿ ada'? ¡U p.a modo!¡ e lo ha comido


1

todo, sí!» Y todos se ri1en a mandíbula batiente. De·s d e luego, es


1

una acusación injusta. ,¿D1e dónde provi1e ne la animosidad de los


aché respecto de·l Jugar ocupado por el pobre Chachubutawa-
chugi? D·esde luego, ·e n ocasiones le encuentran un aire de paya-
so, ·c on su manía de adornarse e) cueHo o la cabeza con los
aderezos más inesperados. ¿Que ve un trozo de meta] una vaina
de bala, un frasco? No puede r.e sistirlo· lo reúne todo, lo ata a
una cuerdecilla y se lo cuelga del cueHo. As( suele vérsele, con el
pecho cubierto por un ooUar form.a do por una docena de frascos
de penicilina, .a lgunos abridores de latas de sardinas y fragmen-
tos metálicos informes. Lo Ueva dur.a nte cierto tiempo hasta

205
qu·e se cansa, haat.a que encuentra otras cosas. En una ocasión
lo kybuchu habían recibido una pelota de caucho que rá.pida~
mente estropearon. Para é1 fue una ganga. La partió en dos y
con eUa e hizo un majpÚfico birrete que le cubría todo el cráneo
1

hasta l·o. ·o jos. E taba muy contento, con su idea. En cuanto a lo


aché,, consideraban al elegante con una ·m irada piadosa. (<i o e
e·x:traño! ¡E , típi co suyo!» En resumen, ese hombre víctima del
1

pan,e todavia encontraba medios de hacerse notar :g racias a un


dandi mo de baja calidad.
Pero seguramente hay algo más., pue a fin die cuentas tos.
inocente caprichos. de Chachubutawachugi quedan .con1pensa-
dos por su actividad,, reducida pero en modo despreciable. de
cazador de coatís y de .armadi11os. Mientras que Krembegi, que
jamás caza animale., no es objeto de agresividad ninguna por
parte de los aché. Y por· eso asume su suerte con tanta placidez.
¿En qué se diferencian pues, estos dos hombrespane? ¿ uál e
la diferencia a que tan. sen ible e· ~a gente como para tratar de
manera desigua] a dos individuos negatfoamente s!milares,,. en
tanto que ambos. están excluidos del círculo de los caz.adores?
onnaimente la actitud de· los acbé respecto a ellos tendría que
ser wdéut¡ca. Y sin embargo no lo es. De m.o do que el he.cho de
estar ambos bajo e] peso deJpane no, hace que sean idénticos. Y
lo cierto es que no lo' son.
Hombre - cazador - arco; muje·r - r eco]ecta - cesto: doble
1

ecuación cuyo rigor reglamenta el curso de la vida aché. No hay


tercer ténnino, no hay ningún terc,e r e pacio que abrigue a lo
que no son ni arco ni cesto. Al dejar de se·r cazador se pierde
preci amente p-0r ello la cuaUdad de hombre; metafó.ricamente
· e convierte en una mujer. He aquí lo que ha comprendido y
aceptado Krembegi: su renuncia radical a lo que ·e s incapaz de·
ser -cazador- le pro,y ecta de Heno hacia el lado de las muj~ne.s,
entre ,eUas está en su sitio, él se acepta como mlJjer. Provisto d e
1 1

un ce to,. como ellas, lo carga dei mismo modo que, ellas: con la
banda portadora pa. ada por la frente. ¿Y Chachabutawachugi?
imp]emente, no ha comprendido nada. Pue el muy cándido
cre,e~ poder mantenerse en eJ univ erso de la masculinidad tras
1

haber perdido el derecho a ello, cegado como está por u de .eo


de seguir siendo hombre, él ·q ue ya no ,e s ·c azador,. él que ya no
es considerado ·c omo cazador. Es e~ t perciipi es cierto. ¿Y
1

cómo le ven ]o.s demás cuando está al alcan ce de .su mirada?


1

Quiz.á no ,sea esta la .P.regunta adecuada. Pues, efectivamentie~


desde ,cierto punto de vista Chachubutawachugi es inui.s,ible.

206
¿Por ,q ué? Porque· no mora en ninguna parte.: pi entre Jos hom ..
bres? a causa del .Pane.• ni entrie las mujeres, pues a pesar de su
cesto se niega a íncorpo,r ars·e a su grupo, a ha bitar su espacio.
Pero el pue to qu,e se obstina en 0 cup,ar. a m·e dio camino entre
1 1

uno y otro, no existe. i tampoco 1é~, habitante patético de u:n


imposible alber,gllle. Eso es ],o que Je hace «invisib[en, 1es de otro
sitio~ de ningún sitio, de todos los s~tios. ¿Cómo pensar la exis-
tencia de Chaehulbutawachugi? o es pen able-, es un pi.sotear
inmó-\fU en que no cabe pensar en vo,l ver obre los propios
1

pasQcs, en que se teme avanzar. Y eso es precisamente lo que


molesta a los aché,. ]o que, sin saberio reprochan al hombre
pane: su. inoompr-ensible negativa a dejarse Llev,a r por ,e) mov,i-
n1iento lógico que deberí'a s~tuar~e en .su nuev,o y verdade·ro
lu.gar, entre ~as muj1eres. Cuando s,e tiene un cesto,. se es una
kuja. E,1 no quiere,. y esto introduce· el desorden en el grupo~
euturbia ~a.s i.deas de la gente, enturbia. el propio e pfritu deJ
homb~e. Por eUo e·stá a veces tan nervioso tan incómodo·. No ha
es cogido Ja posición más confortable. molesta.
1

B asta con ver cómo· lle-va Chachubutawaicbugi su c·e sto. No


c-omo las mujere·s y Krem begi, siguiendo la disposici6n de ]a
banda portadora con ce bida para i:r pegada a la frente; po.r eso
1

las mujeres caminan con la cabez.a gacha,. encon.radas y mir.a ndo


a~ su elo. El no lleva así su naku: se pasa Jo banda portadora por
1

de]ante, sobre ]os hombros. Unas v eces resbala y tiene que


1

sujetarla ron ~a mano, otras ],e aprieta Wa g.ar.ganta; e.s muy


penaso. Pero de ese modo camina como un hombre.
1

¿Y Krembegi? ·M antiene con eJ arco la :misma relación que las


mujeres: jamás toca uno, pues dicho g@sto tra eria la mala suerte
1

sobre ,e l propiet.ario de] arma. Nada le distingue de las kuja. Por


1

eso a] suge·ri.tle yo que tomara un arco para foto.g rafiarle se ha


negado y ha agarrado su cesto. Pero eso no es todo. Krembe·gi
desconectado del arco, separado d e la masculinidad.. ha recorri·
do has ta su ú1tímo extremo ~a traye,ctoria simbólica que le im·
pulsaba. hac~a e~ .m undo femenino. De ahí las reticencias de los
extranj-eros, los sobrentendidos de Jos aché· gat-U. ¿Qué saben de
él los .a ché? ¿Por qué a unos ]es r epugna hablar de é~ y ]os otros
1 1

[o hacen sarcásticamente? Porque· Krembegi es unkyrypy~ me·no


un ano-ha,c.erªel amor 11n pederasta.
Los de su tribu admiten este he·cho co,m o algo normat aunque
se sienten un poco molestos. Su actitud netamente· rep robadora
1

207
re s a cauRa de los aché gatu: «¡Entre no ot~o ', no hay kyrypy-
mcrio!' ~Para ·e so hay que . er iroinn;:i! » P ero todos e tán de
1

acuerdo en que .Krembegi es lo que es a cau a del parut . Los


1

a hé gatuno le de precian p rsonalmente. Para ellos la idea d ie


que un hombre pueda ac·e ptar los homenajes de otro hombre
ofreciéndole u kyr:_.,•py e~ má bien cómico. Les; produce rjsa~
pero ven en ello, ~ obre todo~ una prueba más de u propia
uperioridad obre ~o extranjero . En cua1quier ca. o, no rie·
cuerdan ningún ca ·o simUar en su grupo. Lo único pare·d do e la
hi toria de Bujamiarangi. De· eHo hace mucho tiempo,_ cuando·
Paivagi era todavía joven. · n acbé había. alido de caza y tuvo la
buena u rte de tr·o pezar con Ull ku are,, un gran oso horm[guero,
que. orprendido~ no· tuvo tiempo de desaparecer en la e pesu-
ra. El hon1bre ni ·iquiera tuvo que dispararJe sus flechas? lo
abatió a golpe~ de arco rompiéndol el e pinazo. En aquel lugar
la vegetación era muy espesa, era un otobo que Heno de lianas
y d·e planta ~ trepadora . El cazador dejó alJí su pr·e sa todavía
jadeante y ·e dedicó a ab1ir una trocha por entre la vegetación
blandiendo e1 arco ante , í. Avanzó .a. í unas docena de metro
ha~ ta llegar a un e~pacio· más abierto~ entoaces volvió .sobre us
1

paso. para recoger el o.so honniguero y cargárseJo a la e palda.


Entonces vio que había alguien Cefica diel anhnal y reconoció a
Bujamianu1gi, un hombre Inuy joven que l.e había segui.do y que
estaba ahora junto al animal. ¿Qué ha.c ía aUf? El cazador no
daba crédito a u ojos: ¡Bujamiarangi estaba haciendo meno
con e) o ~ o hormiguero muerto~ E ·má .. e taba tan ab. orto en su
placer que no oyó al homb.re· que e acercaba. IF..iste no dudó ni
un ._ egundo. Enfurecido al ver el u o que hacía de su pvesa. le
di paró una flecha Bujamiarangi cayó ob~e el cadáv r del
llwarf!. Y nadie, cuentan lo· aché1 volvíó a verle.
En cuanto al hyrypy· m.f_>rw., no saben nada. No ser s en ible a
1 1

lo encantoL de ]a " mujete e. algo que supe~a la capacidad de


compren. ión de Jo aché galu. En cualquier ca o. ufrir los
asalto. dre otro hombre~ , ~e:s el colmo! Y todo ello a causa del
pcin,z. ¿Y qué e cuenta de Krembe·gi? Para empezar, desde
luego~ que nunca va «de mujere· >). Pero ¿por qué? Porque tiene
un pene pequeño, ~nuy parecido a l dei coatí. Lo €omparan ·c on
las espina de la puntas de la· flecha : verdaderamente e · poca
co a, no podría servirse de él. A de ir verdad quizá todo e to
. ean calumnias de las maJas lencrua . Pero ¿quiénes son pareja
de Kreimbegi'? ¿Habr.á que ad?nitir Q.ue .a este respecto los ex-
tranjero son diferentes de lo. aché gatu,. que todos ·us cazado-
re ~on aficionado. al kyrypy-meno?· Pues, naturalmente Krem-
begi no puede ser p ~derasta a sola .
En cuanto a parejas~ las tiene. Pero no mucha .. , y no la · ·q ue
cabía imaginar ... 'ería lícito imaginar que. en la medjda en ·Que
un hombre como Krembegi upone la inscrip ión ·en el mundo
ético-~ exual de lo· aché de cierto delSorden~ de una ·ubversión
de todos los valore admitido y respetado . erfa lícíto, pue ,
suponer .q ue el campo de u actividad exual no está definido
por· ninguna re gla, que en él pued e egui1 e a voluntad la única
1

iey de¡ placer propio; con otras palabras. que cualquier hombre
de ~a tribu puede. i le apetece, servirse de Krembegi Pue '
bien. de e o nada; la. relacione homo. exua1e no e e·stablecen
anárquicam·e nte. hay una 16gica :rigurosa qu.e la~ preside. Krem-
begi es e l mundo aché vuelto al revé ; ma' no por eUo e. el
contraord en del orden ocial existente, no e ~u negación·, a su
1

alrededor e despliega otro tipo de orden, otro conjunto de


1~egla . una ·imag't?n inve·rtida, pero imagen a pesar de todo. del
orden y de las regla «normale ·».
¿Qué úhimo cimiento . ostiene el edificio de la vida L,ocial de
lo · aché·? La relacione de a]ianza entre grupoL familiares.
reladones que configuran y se realizan en el intercambio· ·,
·matrimonial ·e n e.l intercambio ininterrumpido de mujer·es. La
1 l
huja e tán hecha para ·circular.. para convertirse en espo. as de \
1

un hombre Que no se·a u padre. su hermano ni su hijo . Así es


como . e hacen picha, aliado .. Pero un hombre. por má. que
·exi ta co1no muj er, ¿aca o «circula»? ¿Con qué contrapartida se
1 1

pagarí.a ·el don de Krem begi. por ejemplo? o cabe imaginarlo.


ya que no e t.u1a muj.er, pue to que es pedera ta. La ley princi-
pal con que se mjden todas la· sociedad.es e la prohibición del
ince to. Krembegi, al ser kyrypy-rnerw, e haJla en e[ exterior de·
este orden ~ocia]. .. ·e ve enlon es cómo l=:e· cumple ·ha ta el
último extremo la 1ógica del. í tema social o,, Jo que viene a ser
lo mis.mo, ]a lógica de su inver ión: la · parias de J(rcmbegi nn
sw propio· hermanos. ({Picha kybai ( e obrentiende kyryp)'-
meno) meno-ia: un hombre kyrypy-meno no hace el amor con sus
aliado~. » Pre cripción exactamente contraria a la que rig·e la
re1aciones entre hombre · y mujeres. La homo~exuaJidad no
puede er más. que <ünce tuo a>>, el hermano sodomiza al herft
J11.ano y en e ta metáfora del incesto se confirma y se refuerza Ja
Certidumb:re de que el ince to no podria efe,ctuar e (el ve·rdadee
1

ro iucesto, el de un hombre y una mujer) gin tocar de muerte aJ


cuerpo ocial.

209
-
H,e aquí por qué las parejas de Kremlbegt son po€as. Cierto es
que de· vez ,e n cuando un hombre sin relaciones de parentesco
con él solicita sus favores; por ejemplo. ,el diso1uto de Bykygi.
P ero esto es raro; por así dedr)o,t estas cosas no sue],e n salir de
1

la familia. Tal era el dest~no de 'K rembegi: pan.el pederasta~


invertido según el orden sexual y se,gún el orden socia] y no
dema iado descontento de su uerte.

Pero todo eso se ha acabado..


1
u ú~t~ma
mala suerte~ los .
buitres lo ,e stán devo,r ando. No :sería conveniente dejarWes que
sigan haciéndolo. Hay que enterrar a Krembegi. no de los
hombres vuelve al campamento a dar la noticia. Recoge:ré a
algunas mujeres para que entonen e] chenga·ruoara de la muer-
te. ientras tanto los demás preparan la tumba. Con uno·
cuantos machetazos desbrozan un pequeño e pado de la selva
·e n cuyo centro hacen un ag:uj1e ro. Es una especie de pozo más o
menos cilíndrico. de amplitud suficiente para dar cabida a un.
cuerpo humano y de má de un metro de profundidad. El hu·
mus la gruesa capa de tierra que cubre el suelo, de la se1va, no
1
es düícil de cavar: ios machetes se davan en él eon fa.ci~ida.d.
Los _bu~tres siguen esperando en modo alguno amedrentado
por nuestras actividades. De todos m,odos no intentan acercar-
se al cadáver. n. ho,m bre se aleja un poco por entre lo árboles;
va a bus·car chipa una. liana fina 1que e utiliza como co r-det
1

Vuelve el mensajero acompañado de treA muje,r es. U:n a de


ellas es la esposa del jefe Karewachugi; es la que preside todos
los acto rituales de la tribut es Ja que prim:ero entona el canto.
1

Las demás son cuñadas de Krembegi. Lleva:n dos esteras de


pindo. AcucHlladas, emiten el chenga-ruuara. Aquí sus sollozo
parecen todavía más lúgubres que otr,as veces, pue no se mez-
clan c,o n ellos lo rumores, discretos pero consta11temente p.re·
1

sentes., de· la vida de~ camp,ame·nto. Sile.ncio,. lui y buitre,s. Los,


hombres fentre los que hay un hermano del muerto) observan
con indife·rencí.a. La desapari,c i6n de Krembegi no parece afee·
tar[es. Las palabras,, tan apresuradas que .ni si,qui.era son identi-
ficabtes, ¿expresan algún elogio del muerto? o lo sé, pero lo
dudo. Cuando termina. ]a despedida de Kllembegi, lo hombres
se ocupan de ét Rápidamente, pues hiede¡ ,con gestos casi
brutale,s f orzándo~o un poco, pues la rigidez cadavérica ya debe
haberse present,ado. le doblan las piernas contra el pecho. Es la

210
posición fetal; es la que se adopta .ant~s de nac.e r y la que vuelve
a adoptar e cuando se deja de vivir. Para que el cuerpo la
mantenga, lo atan sólidamente sirviéndose de la li.ana r~cién
recogidas. Lo mismo se h8:ce con Jos brazos,. plegados hacia el
tor o, a los lados, con lo·s antebrazos doblados y los .codos
pegados aJ cuerpo. Y para terminart la cabeza. Los hombre
pre.~donan la nuca para bajarla sobre e~ cuello·. A contlnuaci6n se
apo·y an las manos de~ muerto so bre las siene~ con los dedos
1

entrea.bíe.r tos y las falanges un poco dobladas, como las garr.a s


de un pájaro de presa. La ca be za q u eda entre las manos y un
1

sólido nudo de llanas ~a fijia e·n esta posición. Ahora el volumino-


1

o cuerpo de .K re.m begi parece une especie de bola envuelta en


1

una red~ Está preparado para la. inhum.ación.


Para evitar e] contacto directo entre el cadáver y la tierra, se
tapiza el fondo y los costados de] hoyo con una e ter.a . Do
hombres toman el pe ado paquete y Jo depo,s itan en ~a tumba de
cara al oeste mirando hacia el país d e los muertos. Pero el
1

cuerpo no ha quedado der·e cho, no descansa sobre Jos talones.


Lo inc Unan hacia adelante casi an'odi Uado, c·on la ca be·za gacha
y apoyada en Ja pared. Un palo puesto de 'tra·vé·s en el .agujet·O
·ostiene Lo antebrazos, como si el muerto estuvt.era acodado en
una balaustrada, meditando con ~a cabeza entre les manos.
También re,c uerda .a un ani_maJ que intentara saiir de su madri~
guera. A continuación se cubre el cadáver con una segunda
estera bien ajustada alrededor de la cabeza y del torso, de modo
1

que la Uerra con que Uenan ·e.I agujero no Je toque. La apisonan


un poco pero el pozo no queda c·o mpletamente lleno,. aún faltan
diez o quin ce centl'm,etros. Alr·e dedor de la abertura se clavan
1 1

trozo.s de madera;, esta empalizada impedi,rá que la tierra se


des]irce y esconda el empJazamiento de la tuJmba. Es también un
1

obstá culo contra lo,s. eventuales intentos de los animales. Y,.


1

úitima ·o peración de] enterrami,ento~ se dispone un techado· de


paja encima de Ja sepultura, casi a ras de sue lo~ como una choza
en miniatura. Y,. de hecho. se trata precisamente de una casa! en
principio es una p·rotección contra Ja lluvia,. pero es también un
medi 0 de· retener a] .m uerto en su tumba. De otro modoT saldría
1

de eUa y u fantasma hostigaría a los compañeros. Alü está e·n su


casa es su tapy: que se quede en. él. o se hace lo mismo con 1o·s
1

niños pequeños; a estos se les entierra echados boca arriba,


,e nvueltos en dos esteras, y u tumba se llena basta arriba~ de
modo que· muy pronto desaparece su rastro. o hace falta sabe·r
1

dónde 1e stá, pues no .s e vuelve a eUa. Los niños no tienen ianve,

211
dejan a los vivos en paz. Prueba de ello es que se les puede
enterrar bajo el tapy.
Pero en cuanto a la tumba de Krembegi. es preciso que pueda
ser localizada. Si hubiera muerto en el campamento, le hubieran
enterrado en las proximidades del mismo y poco después hubie-
ran ido a instalarse más lejos, fuera del alcance de lanue. Hay
que alejarse siempre de los alrededores de la tumba de un
adulto tras haber destruido o quemado las posesiones de l difun-
to: el cesto y las esteras de la mujer, el arco y las flechas del
cazador. El arco es roto y arrojado al fuego. En cuanto a las
flechas, si no se destruyen , se lanzan al azar en todas las direc-
ciones. pues son ove enda. asiento del alma. 1'ras la muerte no
debe subsistir nada que hoyo pertenecido ol difunto. E sas cosas
son demasiado peligrosas. Así pues, en cuanto se ha conocido el
fin de Krembegi, su ce~to ha sido arrojado al fuego. El bumo
que se eleva en el aire traza, para ove, la ruta de la partida
definitiva. En esta ocasión los aché no desplazan su campamen-
to, la tumba está suficie ntemente a lejada, lanue no sabría en-
contrar el camino. Pero. eso sí, es preciso que puedan localizar
la sepultura, pues volverán a ella para completar y concluir el
ritual fúnebre.
No se termina de cumplir con un muerto dándole tierra.
Transcurridas varias semanas - el tiempo suficiente para que
actúe la putrefacción dejando mondo el esqueleto-, los eché,
que mientras tanto har seguido nomadeando por la selva, vuel-
ven al lugar de la inhumación. Estén cerca o lejos, más pronto
o más tarde es preciso marcar la separación irreversible entre
los vivos y el compañero difunto: se despiden de él, pero, sobre
todo, se libran de él. ¿De qué modo? Se destruye la techumbre
que protegia la tumba y esta es abierta. En el agujero hay un
esqueleto cuyos huesos se mantienen unidos gracias a las lianas.
Lo sacan teniendo cuidado de no tocarlo, pues el cont.. ~lo oon él
provocaría el baiuwii. mortal casi siempre para aquel a quien
afecte. Un hombre emparentado con el difunto tome un palo
ahorquiUado, introduce las puntas en las órbitas y separa el
cráneo de los demás restos. A continuación lo golpea fuerte-
mente con su arco y lo rompe. Luego lo echa a una hoguera
encendida con ese fin y allí se calcina con les órbitas vacíes
vueltas hacia arriba pera que ove sepa que debe irse en esa
dirección. El resto de la osa.menta es también quemado o aban-
donado allí mismo; la tumba no vuelve e llenarse, todo queda
abandonado y la gente se va. Mientras que el momento del

:.! 12
enti er:ro se cun1plím0nt6 casi oon so[emn~dad su segunda fase
1

es 'liquidada deprisa y corriendo~ ¿ Qué acaban de· hacer,. en


1

t·ealidad, los eché? Han matado al muerto por se·gunda vez al


golpe.a1· y quemar su cráneo~ Hasta ese mom·e:nto sólo estaba
muerto a medias, pues su fantasma permanecía aún en el cráneo.
Ahora 8Í, ahora lanve es expulsado y el muerto queda abolido+
¿.Para qué1 entonces, preocuparse por rehacer o conservar la
sepultura? Ya no sirv1e para nada, no hay en ella más qu.e algu~
nos huesos de los que p·r onto darán cuenta l·os animales y la hu·
medad. La operadón só]o dura unos minu' o,s y, sin embargo, en
1

ocasiones acuden desde m.uy lejos para efie ctuarla: es e l único


1

modo de rnantener a los muertos alejados de los vivos.


¿Qué es. de he.c ho, un manov un muerto? Desde luego, es
a lgo terrible y que inspira temor, pues los manoue son agresivas
e invis ibles. on peof\eS que cuaWquier otnl cosa, son Jos enem~­
1

gus abso]utos de· ]os aché: es tal la m.a ]dad perversa de lo


muertos~ ,que quieren matar a los vivos. n aché muerto ya no·es
una pen;ona,, es otra cosa. A l·o s m.u erto·s les gustan.a que no
reinara más que la Muerte. De modo que existe un par1e ntesco
entre los muertos y esa metáfora d e todos los peligros mortaJes:
1

contjenidos~ para los aché~ e.n el mundo que les rodea: el jaguar.
Desde Juego, no es Q'Ue lo dedaren así, pe.ro muestran que io
1 1

"aben perfe,c tamente. Ai preparar el cadáver de Krembegj le


han puesto las manos en esa extraña postur.a" contra e] rostro y
con los dedos en forma de garr.as. Si precisamente eso, garras.
1

~<¿Por qué se· pon.en así las manos?>) «B aip.u pypo vtoa. Para que
ten.gala marca deijaguar.t" Pypij es la hueUa de un pie humano o
1

de la ~ata de un anima~ ·e n Ja tierra o en el barr-o. En este caso no


se nombra la hue.lla smo di:rectame·n te , aqueBo que deja la
huella, la propia pata del jaguar~ qu1e es lo qu,e imítan las manos
1

abiertas de] ml!Je·.rto, con los dedos entreabiertos y engarfiado +

¿Por qué· ponen los extranj,e.r os a sus muertos en l.a tumba en


esta orprendente ¡postura? Al proceder así reconocen Ja natura-
leza verdadera de los manooe, su nuevo modo die existir: los
mu.-ertos son jaguar.es. º ' sólo están excluidos de la comunidad.
die los vivos, sino que e·stos incluso los expulsan del mundo
social de la ·c ultura tr.ansfonnándo.to.s en jaguares arroj ándo]os a
la naturaleza. <(Ponemos las manos aqui y entonces se convjerte
en un baipu . El fantasma de un aché tiene la cabeza como la die]
jaguar.»
Además, ¿no se conv~erte·n ~as «almas» en jaguares? .,<Ove r6
baipu. o. Oue se transforma en baipu.» Rara vez se enic:uentr.an

213
los aché ,cara a cara con un jaguar verdadero. El fe]ino oculta
ie·a si siempre un fanta ma que ha optado por esta ap,a rienci a
para agredir a alguien. Cualquiera ea hombre o muj,er, joven o
viejo~. puede, transformarse ,e n jaguar. Pe·rio los únicos de quiem
nes se sabe d:e antemano que tal es efe ctivam ente su destino
1 1

on los hombres yma chij.a,, las naturalezas fuertes; por ·ejemp1o,


~Jyvukugi. El o~J'e de los demás aché se convierte en un bar,endy 11
un «ser luminoso;», una estrella en el ci1e}o. Para llegar a eUo,
oue, Uevado por eJ coatí1 trepa por ]as lianas que cuelgan de.los
árboles grandes o se a]za hacia arriba por un rayo de sol. E~
cuerpo die Ba['tendy está cubierto de pelo. o hablat pero cuan-
1

do ap.arece, al e:-aer ]a noche~ hace mucho ruido con el ano·.


Ent<iiinces los aché se tap·an los oídos y guardan silencio: d e otro
1

modo Barendy cae·ría sobre ellos, les quemarla los pelos, e-orno
ha·c en ello,s mismos con la caza, y ~es asaría. E.n cuanto le ·Oyen
venir, rápidamente cubren las hogueras de tierra para no llamar
su atención. Pero no es él el amo de'I fuego· el am.o del fuego es
Dyvitata, que tiene 1e~ cuerpo blanco y cuyo ano. cuando se
desplaza por el aire, deja tras die s( un rastro de llamas: kyrypy
tala,, fu ego-e n-el-c:ulo.

En cualquier caso, aunque oue se convierta ,e n Barendy, no


1

neces.aria1nenbe queda fijado en esta form.a; según ia.s circuns-


tancias pu ede convertirse en jaguar e incluso en serpi·e nte
1

venenosa · puede ocupar un árbol p.a ra hacerlo caer s-0bre el


1

aché a quien quie·r e matar; puede inclus·o revestirse de la apa-


riencia de otro anima[, como la nutria que mató a Terygi. Saben
que ahora Kre·mbegi vivirá convertido en pájarojakuchii f:orm_p
úJt~ma de los pederastas. Las «almas>>~ omnipresentes, tanto si
se le· llama oue como ianue, multiformes pero mantenidas a
distancia gracias a los e fuerzos de los aché - ¿son la propia
pe.r sona difunta o soJamente su dobl e maléfico? Pues tal e ,
1

·c iertamente, el resultado de Ja muerte: un desdoblamiento del


ma.noue eu fantasma enem~go, por una parte; y por la otr.a en
<tespíritu>> neutro que se va inocentemente a habitar. por donde
el ol s,e pone, en Ja morada de los muertost que los aché
describen como una gran sabana o como ~a 1e~va Invisible.
Cuando los aché gatu y los extranjer·o s confrontaban u respec-
tiva concepción del destino de lo muertos, se extrañaban de las
diferencias. Los p.r imeros afirmaban que la .elva lnvisib1e con-
tiene solamente, árboles chin)y (Ruprecht.ia 1-axi{lora), mientr,a s

214
que para los otros, en eUa sólo crecen baikandy (ocotea) ,c on los
roncos cubi er1tos de mlls.go. Priecisamente por eUo enUeJTan a
1

su muerto ~ siempre que es posible, a Ja sombra de estos


árboles.. AHí en ,e sa sabana 0 en esa selva s~tuadas por ,e ncima
1

del mundo terrestre~ las <<almas»? e·ncogidas ,c omo el feto en e1


seno materno, reposan j1unto al señor de aquellos lugares. Cho·
no. el Trueno. Al HegaF allí arriba iaue Uora a la espera de los
1

pü:hua. Entonces e desencadena la tempestad. Hueve y truena


en el cielo. Hay una cosa segura~ un punto en que ~os aché gatu y
lo..., iroiangi están de acuerdo: oue prepara y decide la muerte del
aché,. «ove :fabrica una oUa de barro». AsJ Jo ha expli cado ,o lem- 1

neme nte Kybwyragi, y los extranjeros, sentados junto a él, da-


ban cálidamente su aprobación; «¡Gol iG0 nang·a!» f«¡ Eso es!
1

MA
.¡ 1, e . . 1
.» )
E.I iarwe de los aché, el oue de los aché. pone Jos huesos en la olla.
en la oUa que, ella mi ma hn, fabricado. Ahí es donde deposit..a las
cenizas, las cenizas de lós hueso , Jos hueso reducidos ,a cenizas:
1

en su propia olla. Con los bue os. pone tamhién Ja calavera. El ove
de 1 8 ché fe brica ~u olla.
Depo ita los hueso bien golpeado , y a continuación quemados
en el fuego, en la olla; su propio esqueleto reducido a cenizas que
eUa misma se Ueva. Ahí es donde deposita sus propios huesos. en
la olla por eUa ·m isma fabricada.
Entonces, quando el ove de Jra persona. se, va, Cl1.e1nd0i e \'a en su
olla~ cuando golpea la olla que ella misma ha fabricado~ es enton·
ces cuando Uega [a mued.e', y es a la. vista de la muerte cuando
deposita las cenizas.
En cuanto a los aché de antaño, 1 los muertos de antes se hacían
u propias ollas: pero los de· ahora no Ja. fabrican. Las ollas se
fabrican cuando se Uega a viejo.
En ella deposita las cenizas~ ~a c:enizai de ~a calavera, las cenizas
del e q,ueleto. .. e ponen en ella todos los hue. os.. y también lo
cabello los ca be Uos cortados, todo e.sto se pone en la oUa. -.
Y además el aché 1 sa ca, del vientre abierto. los excremento ;
1

depo!-'lita sus propios excrementos, los excrementos del muerto, el


contenüio de su ,e nn-añas. 1 odu lo pooe en la olla.
En el corazón de la profunda oscuridad, oue deposita en la olfa lo
exc;rem.entos de .la persona, y después las eenizas. las ceniza~ del
,e squeletot y los cabeMos y la calavera ,c ompletamente quemados
por el fuego,. todo.
uando eJ aché' va a partir. cuando e] ove de1 aché golpea Ja olla

J. E~ inÍOl'fiJado.r nabla1. indi'fer Jlt ment1


e, del alma del muerto ~c~t"t' o de· la
p~rsona ·r nuerta (uthi~ .

215
por él misrrno fabricada~ entonces va a morir. Go~pea y entran en Ja
boca las c,eni:z-us ,del cráneo: entonces llega ~a muerte, enton,c es
'llega la eníenn&d.ad mortat
Golpea los hue. os de·I que muer,(t, golpea su calavera" golpea la
oUa~ ento:nce·s He.g. la enfermedad mortal~ Hega La muerte. En el
1

corazón de la o 'Cllridad•. oof! go]pea.

He aquf, pues, que ~a muerte de las personas es, de hecho


preparada de· an.t emano,. la de cide ove, y cuando golpea y rompe
1 1

la oUa en que están unidos - .a nticipación de lo que más tarde


será rea~mente ef,e ctuado- huesos, cen¡zast c,a bellos y excre-
1

mentos r(imaginarios), llega el mom.ento, abandona ,e l cue·rpo.


En ese momento oue pone entfe las raíces de un árboJ ~a olla que·
contiene ~as cenizas, y allí se unen a ella [os Pájaros de 011e, que
s-0n en su m.ayor parte llo s propios pájaros deJ Tmeno.. Durante
el día se agaz:ap an en la olla, ap,r ietados unos contra otros. Y la
1

dejan por la noche, compañeros del «,a·tma» que se lanza hacia ta


Se~v.a Invisible.
S.i los 1enem·igos y vecinos, de los aché, los ma.chitara, oyeran
1

estoj se s entirlan muy sorprendidos. Pues no hace mucho tiem,~


1

podaban tierra a sus muertos y más tarde,. por lo menos en e·i


caso de los grandes je·fes y chamanes, recogían e·l es.que1eto y lo
·c erra han en una gran urna funeraria co~ocada a su v·e z en una
111

tum ha. Lo que e.n el caso de los guaraníes era. un ritual efectivo
vuelve a encoutrarse entre los aché, pe·r·o pensado, simplemen-
te e•n ~a e re e ncia en ove moo kara, ona que no,es otra c·o sa que la
urna funeraria mítica~ En el punto de· pa.rtida de la historja
colectiva de ]os aché es.tuvo la gran marmita de Baio. Rota por
un muchacho sin pasador .lab:ialm dejó escaparl ·Con todo un mar
de cenizast a la luna y a la noche. Esto sucedía en la Selva
Invisible, 1e n un tiempo 1e n que los jaguares todavía no existían.
En cuanto al de,s tino ind ividual de las personas~ s,e cumple e·n
esta uma fune·r aria inmaterial. Las ceniz.as, que se salieron po:r la
1

hendidura he1cha en 1.a urua de Baio quizá fueran la prefigura~


ción de esta~ otra c enizas a que quedan reducidos los, aché por
1 1

los ritos funerarios .Y que ooe une· en su pequeña olla. Conven-


dría, pues~ no solamente ver en el mito de la gran oUa de, Baio el
discurso aiché sobre et origen de~ orden cósmico y de la sucesión
1 1

regular de] día y de ht noche, sino también. - ¿y cómo extrañarse


1 1

de· eUo?- ofr la expresión~ por .P rimera vez enunciada,, de que el


pre cio que pagan los humanos por el orden que les hace habita..
1

b1e el mundo~. es la muerte. Cuando el so] empez-0 a desplazarse

216
en el cielo, los aché lliegaron a ser verdaderamente aché. Pero al
mi. mo ti.empo ocupaban su pue to en el orden ine]uctable que
1

hace de lo·S hombre seres transitorios. El mito de Baié», com-


pletado· por el de la urna d e Ot'e, es e] mito de origen de la
1

Muerte, ~nmanente a ~ 1odo pe·nsamiento de la vida.


Este di cur o :mitológico ¿no proyecta t1na luz más viva sobre
la actitud de lo aché~ en su vida cotidiana, respecto de Je
ceniza? i la ceniza de· Jos mitos e en el pensamiento de Jos
indio ~ metáfcta de ~a muerte~ entonce la Ceniz.a real, la de las
1 1

hogueras,. e la metonimia de la otra. ¿Qué upone estar cubier-


to o manchado de cenizas, ino llevar inscrita en el cuerpo la
verdad del pr-opio destino·, la marca de Ja finitud? Entonces. se
1

cepiJJan, e .acuden rápidamente pues son cosa que no apete~


ce ver, e· el igno excesi\.~amente precoz de [o .q ue un día llegará.

Krembegi no era un cazador. ningún duelo honró su muerte.


demá ~ la los extranjero le repugnaba entregarse al duelo
ante la mirada de ]os blanco . Más de uno Uevaba: en eJ cráneo 1

grande 1dcatric 1es~ vestigios de lucha anterio res, y los cazado~


1

r.e e gloriaban de estas marcas. Cuando desaparecía un gran


brelete. us compañer-0 de ~ brozaban un espacio de la selva que
era campo para s.u torneo~ En ·e stos combates.~ ú)t¡mo adiós al
manove. :no ·e pretende matar al adve~ ario sino probar su
valor. En el lug.a r así prep.aradot un hombre se acuclilla. Los
brazo·s cruzado s. sobr·e los cuale·s reposa la cabeza, se apoyan
1

en las rodillas. e tI·ata de golpear el cráneo. E~ hombre no


ofrece ninguna re istencia~ no intenta evitar e] go]pe. Tiene que
cnicaj.arlo in gritar y in ,caer e. Ante él, el que le golpea.. en pie·
1

y p l'lovi to d1~ su arcoy osteniéndose sólidamente sobre ~as. pier-


1

nas. blande e1 arco y lo deja caer ju tamente en e~ lugar visib]1e


1

en que la ton ura deja ver la piel e da e] golpe con fuerza


. ufidente para provocar una her[da') p ero lo bastante controla-
1

do pa1·a no poner en peligrio ]a v~da de] que lo· recibe. Se golpe·a


una o~la vez: ]a p1el se abre y Ja sangre corre por los hombros del
herido. Es valiente, no se deja caer .a] suelo. Entonces. si Jo
de~ea. es su tw·no e intercamib~a 1SU lugar con eJ otro. Un nuevo
golpe y termina el due]o. Es un torneo leal en que los paladine·s
se ayudan a medirse con igo mismos. 'I~ras .los encuentros no
queda ningún rencor entre eUos. Por el contrario! se exhiben
1

con a]egrl.e las gruesas ck.a trk·es, signo del kyrymba., del va~or.
A qui en la tiene no le íaltarán ]as pichua.
1

217
Mientras ,e nterraban a Krembegi,, vario aché gatu~ que nunca
habían visto ,a los extranjero proc,e der al ritual funerario ~es
pedían explicaciones, que lo. otros daban amablemente. Así
pues, ellos mi.s mo proc.e dían de otr-o modo. En aquel mo:rnento
:supe de qué se trataba. Pero lo mío me costó. pues al principi.o
me habían mentido desca.tadam,ente~

2l8
VIII
LO C IBALES

Para lo irdiarzgi el asunto no ofrecía dudas: los aché ,q ue


nomad,e aban .a] noreste de ' U propio territorio eran caníbales.
En cuanto a los aché gatu, formulaban la misma a,c usación res-
pecto de ,o tra tribu, antiguamente soberana de la .selva que se
ex.tiende hasta el rio Paraná y de los que no s e había vue]to a oír
1

hablar desde la época e·n que Terygi guerrea.ha ,contn.t eUos p.a:ra
quitarles sus mujeres. Además, añadían,. todos 1GS supervivien-
tes habían sido capturados º' muertos por los blancos. Estas
afirmaciones no eran deme iado dignas, de créditot pues tanto
en un c·a o como en el otro se trataba de enemig,o s, esto es, de
1

gente a la que se at.ribuían todos los oprobios: son siempre f,e os,
indeco ros.os y estúpidos, no saben hablar y, por ,e ndma de todo,
1

on comedores de hombres,. Ache kyravwa~ ,c omedores de grasa


humana. ¿Cómo creer discursos tan vehem entes, cómo verifi-
1

carlo ? ¡El caníbal ,e iempre el Otro! En lo que a ellos mismos


• ·e l'leferia, t.anto Jo. aché g.a tu como los. extranjeros, naturalmen-
te, la cuestión no e pJantieaba . ..Qon _tod_o1 a mi Uegada entre los
gtJE;'Yª91!iS, YQ ·e staba ·má o menos convencido de que todos
aquellos indios practicaban la antropofagia, p ues esta fama que
1

e JeSJ~tribuía databa de antiguo, precisamente de los tiempos


de la instalación en estas regiones de los primeros, mis~oneros
je ·uitas. E pe raba,. pues, deliciosa inquietud. haUanne en me-
d[o de una tribu caníbat Re ultó decepcionante que no lo fueran.
Evidenternente, no podía asegurarme de ello planteando sim-
plemente ~a pregunta de j lo eran O· no. Ademá ·; en los p,rime-·
ros tiempos, de 1ni estancia yo ignoraba el término kyrauwa.
Pe·l[io al interrogar a la gente,, obre todo a los achéi g,a tu., sobre
cómo procedían con su muertos, la respue ta me, pareció ca-
rente de equívocos:, ure juta~ Jo.s ent,e rtamos. Y describían con
1

abundancia de detaUes ~a sepultura, la posición del cuerpo de-

219
positado en el ~ondo y cómo e rellenaba la fosa. << e junta bien
la tierra, e aprieta - y con un gesto de las manos daban 1»alma-
1

das y dibuj,aban en el aire el reliev1e de la tumba sobre el sue~o­


Y el muerto queda enterrado.» <<¿Y después?>> ·«Despué.,.,, nada.
o vamos,. e~ por el lcinve~ >) Todo esto no dejaba de , er sor-
p1rendente,I pue. e) ritual funerario de ]os aché gatu estaba
reducido a u más . imple expresión~ venia a ser como si no lo
tuvieran. Y lo que era rná sorp.r endente, el tipo de enti,e rro que
describían era exactamente el que e p,r actica en el mundo
1

occidental cri tiano: una tumba alargada del tamano del cadá-
ver, que e sitúa tendido de espaJdos,. míentn1 · que con gran
frecuencia los indio· sudamericanos actúan orno Jos iroiangi,
poniendo· eJ cuerpo e.n posición fetal en un a.g ujero ,ci]índrico,.
En e te caso, nada parecido. Podía pensarse qu e la semejanza
1 1

entre el entierro aché gatu y el occidental provenía de una


8·imp1e co~ncidencia. En cuan«> a Ja poca compleji.d.ad del r~tua],
me ~entía t entado a apuntarla entre la pérdidas, juzgando que
1

era un ejemplo más de la represión cultural a que su historia


1

había sometido a lo. aché , y que antes de volverse nómadas


1

honrarían a sus muertos en ceremonias menos e peditivas. Era 1

plausible pero no muy convincente. Y sin 1e mhargo Jos acbé ,g atu


se mo~traban unánime. en su.s descripciones, yo me veía -obli·
gado a Jimitarrn,e a ella · y a considerar ,q ue todo ]o, que contaban
obre los guayaquis no so~amente [os paraguayos, sino también
Jos ma.chitara-guaraníe, , y los Cronistas eran pamplinas.
1

' Y. in embargo el padre Lozano, a1 hablar de lo , caaigua - los


de la . elva- ,q ue no son sino Jos aché, era categórico:·
..
Toda su intrepidez consi te en efectuar el asalto por ¡a noche,. a
traición~ contra Jo. que están durmiendo~ no tanto por deseo de
vengar. e o por ambición del botín como estimulados por u apeti-
to de carne humana, pue ·. corno el tigre ~ se atiborran del cadáver
de lo. d ifunto.; a e:t os ataques los llaman la guerJra y se dan a i
1

mísrnos el nombr,e de beHco os.

¿Qué pensar de todo esto? Que, Jo guayaquis, caníbales en


otros tiempos, habían dej.ado de serlo por razones desconoci~
1

das; o que los informadores del historiador - que en realidad S e


1 1 1

contentaba con reproducir Jos relatos de los guaraníes. enemi-


gos jurados de los <:aaigua- eran inexactos y que la acusación de
1

antropofagia formulada contra esta tribu era una pura calumnia.


1

La segunda hipótesis er,a ]a m ás verosímil, pues no era la prime-


1
ra vez que los blancos en América del sur,. ca.l ificaban de caní-
bal·es a una población indígena. Cuando Jas primeras oleadas de
1

conquistadores españoles abordaron las islas, y posteriormente


1

el lit.ora] venezolano y de Guayana~ encontraron eJlí poderosas


sociedades muy incHnadas a ¡g uerrear con sus vecinos. Eran Jo
indios caribes. que compartían con los tupi· guaraníe la co tum-
bre de matar cer-emonialmente a sus prisioneros de guerra y
po teriormente devorarlos en. grandes festines a los que invita-
ban a sus amigo. . .. Tras este primer contacto entre antropófagos
y occ.ídentaJe. 1 estos,. horrorizados~ bautizaron lo que le pare·
da el colmo del sa liVajismo con e] nombr-e que e daban a si
mismos lo que se rega[aban con la carne de ~u semejantes:
caníbal es la deformación ·e spañoJa de caribe.
A med~da que los blancos acentuaban . u penetración en el
continente. iban descubriendo cada vez más tribus antropófa·
ga y Am.érica del sur Uegaba casj a parecer ya no el paraí. o
terrestre, como había creído Colón por un momento al Uegar al
delta del Orinoco, cuyos brazo confundió con lo siete ríos del
Edé,n, slno un Iníi1e rno cuyos habitantes . ólo pen aban en eo-
merse los uno a lo otros. ¿Cuál era la r.eaJidad? En la mayoría
de lo ca os e1 canibaljsmo había ido s¡mplemente inventado:
no co·m o fruto de una imaginación - lo que hubiera sido excusa·
bl e en gente· que fondeaba en la oriHas de un mundo totalmen-
1

te desconocido- dispue ta a exagerar Jos riesgo corridos y la


bárbaras d~sposidonies de aque1los salvaje de los que no esta-
ban eguro de que fueran más hombres que animales, sino
1

como una cínica mentira de tinada a encubrir y justificar la


políti-ca de los C·olonizadores blanco ~ Ef,ectivament e, desde el
1 1

n1or:nento en qu·e los teólogo , tras largas y pacientes oontrover-


·ia , hubjeron d1ecid·ido qu.e los habit.antes del uevo Mundo
eran criaturas de Dio·s provist.as de a~ma inmortal, desde el
momento en que su humanidad era ·C ristianamente reconocida
1

no ae podia prodamar la santa voluntad de evangeUzar aqueHos


espfritus prisioneros hasta entonces de las tinieblas y del Ma-
ligoot y al mismo tiempo· reducirlos a la e clavitud. O lo uno o lo
otro. aturalmente, ]as decis~ones de las cortes de Madrid y de
Lisboa no eran asunto de los c,o nquistadoresl que, meno. cui-
dadosos que .los religioso y l·o . funcionarios españole y portu-
gueses de ganar a]m as para el e ñor, pensa ba:n más bien en
hacer fortuna en e te mundo lo má · rápidame·.n te po ible. Mas
para eHo era preciso explotar a los indios y esc~aviza.rlo . ¿Cómo
bur]ar una legíslación destinada a <<proteger>} ·e ta mano de obra.

221
gratuita y precisamente· por eUo contraria a los intereses de los
1

nuevos amos de América?


.H acer la guerra a ]as tribus, estaba p:rohibido y se C<:»ns.ideraba
1

ilegal sa]vo en un caso, en ,eJ cual ·e ra fe:gítima e incluso recomen-


dabl1e: cuando se trataba de indio caníbales. Contra estos.
1ucha a ultranza y sin .c uarwt El probh!·m a estaba resueho:
bastaba con prodamar que· una tribu practkeba La antropofagia
para justificar las expediciones contra eUa. Así, cuando se nece-
sitaban es.clavos, se iba a buscados con eJ piadoso pretexte, de
que a queJJas gentes, er-an peUg!t'losas par-a u:s. ve·dnos~ a qujenes
1

mataban para comérselos. Esto era fa~so casi siempre? p1ero,


muchas, tribus pereci·e ron en Jas plantaciones o en las minas de
lQs e,ur·o peost deseosos solamente de t~ner ]as ·m anos ]ibr,e s
sobre .l os ~eudos con qu e se hadan para acre·o ontar con más
1

facilidad su beneficio. iEn resum en, en los s~glos XVI y X n la


1

fama de a.ntropofa,gía . ,e adquiría t"!p idamente y Ja Lista de


poblaciones caníbales se alargaba en virtud de las ntlcesidades
de e clavos que tenían los, colonos.
.¿No habria pasado lo mismo con los guayaquis? Yo me in€!:Hª
naba a pe.n sado. Quiz.á los primer'osjesuitast siguiendo un eje·m-
plo general en la época,. habían atribuido a aqueUos indios -tan
bárbario.s, que se negaban a prestar oídos .a las palabras de paz-,
a Ja Ugera, uno de lo·s dos pe,cados capUa~es que los eur-opeos de
entonces fingían. creer que los indígenas americanos pasaban e~
1

t¡empo cometiendo~ pr~mero, la antropofagia~ y ,a continuación el


1

· - -peccatus nefan.d'us, la homosexualidad. En el ~t:§~~~ contempo-


, r.áneo to_d~.vía se designa frecuente'm~_n~ a. los indJos- cóñ ""'e~
1

nombre de oJ;re.s , es"aecrr: ' bú~gar·os: en aqu e] tiempo aque]


1 1

nue b~o er.á tan famoso entre ~os occidentales por su afición a ],a
1

,inversi6n
1 sexuaFque declr-búlgarcia 'o sed.omita V etúa 8 ae.r ]o
1

¡ mismo. E.ste sustantivo convertido en adjetivo fue generosa-


~
~. ment--e· aplicado .a ]os indios. En resumen. Jos guayaquis, oomo 1

los demás, eran faJsos caníbales y el padre Lozano se había


1

equ!vocado al tomar en serio habladurías antiguas. En este


sentido· mi trabajo entre los .aché perdió un atractivo indudable,
pero así eran ]as. ,cosas y no se habló más.

Han pasado dos meses de, de mi Heg.a da a] mundo de los


guaya.quis. Sigue· ha1c iendo mu1cho calor y los mosquitos no de-
jan de atacar; todo ·eJlo no anima dem,asíado a rireocupm--se po1r

222
e] avance de la ciencia. in embargo cada jornada aporta. su lote
más º' menos abundante de informaciones y. aunque Ja perei-a o
la languidez tropical atenúen el gusto por el trabajo y el sentido
del deber, basta con mirar alrededor de uno mismo la vida
cotidiana: un mínimo de at,e nci6n iempre permite descubrir en
ella algo nuevo. Un dí.a estoy en compañía de Jygi (Rana).
Desde 1que el jaguar dev1o rb a Chac,buwaimigi en enero y a .lgo
más tarde Perechankangi, Vagina-de-·pal.0--.seco, se extinguiera.
1

probabJemente de vejez~ Jygi es Ja más anciana de las indias. E


1

una vie}eci11a flaca y todavía muy despierta siempre di puesta a


cargar oon su ce to y a salir a la selv,a ~on alguno de, sus hijos.
No se ocupa mucho de Jo que sucede a su alrededor y cuando no
está ab. orbida por algún trabaJo menor, juega como una abuela
tierna y amable con su kimonogit su nieto. $jente poca impatía
por lo extranjeros. a lo que gustosamente acu a de sucios y de
groseros. Cuando Japegi, su hijo s,oltero~ interrumpió sus rela-
ciones amorosa con la muj,e r de Kajawachugi, Jy,gi ,s e alegró.
Pues no le entusias,maba mucho, la perspectiva de tener por
1

katy nuera, a una mujer iriJiangi.


Partiend.o del principi,o - que no íemp re está bien fuodamen-
1

tadcr de que los viejos ~aben más que los de·más y que on por
1

tanto lo m ejores infonnadores, y teniendo en cuenta el hecho


1 1

de que Paivagi no m,e toma del todo en serio ~sin decirlo, me


considera un poco pawyt idiota-, he pedido a Jy.gi que charle un
poco conmigo. Ella ha aceptado y, arrodillada, examina en mi 1

choza todas mis posesiones de beeru, pioote,ando de una bolsa


caramelos que le cuesta cierto e fuerzo des envo]ver. Yo quena
1

interr-ogar a Jygi sobre, ~o hijos tenidos -y que fueron numero-


os siete u ocho- con, sus diferentes marido . Casi toda las.
mujeres acbé tienen má de tr,es hijos. ¿Por qué la po blac~ón de
la tribu ha decrecido tanto, siendo a í que hubiera debido au-
mentar o, por lo menos. permanecer est.able? Primeramente a
causa de las persecucione de los blancos, que han matadc a
muchísimos indios; y t-ambi,én - aunque no tantos- por los homi-
cidio infantiles, fueran ritua1e en el caso de Ja «venganza» o
cometidos por conv eniencia persona], cuando, por ejemplo,, una
1

madre que tiene un hijo al que todavía no ha terminado de critt'·


.P._~r~ ~~i:_q__n~Q ~-e hay que, suprimir, a] no poáer amamantar al
mi mo tiem.Jlo a -áos-reaen nacMlJs, y· noma<iear ·par·1a·se v·a
transportand~ a ,cfos~kromi: Si: toads los hijo,s de Jygi hubieran
sobrevivido,, actuaJmente serian adultos ya maduros, pues el
menor Japegi, es un hombre de unos treinta años. E,Jla va

223
contando¡ es ia sombría l·e tanía ·q ue ya no me afecta de tantas
veces romo la he oído:
c~Beeru mata. be.eru juJuJ.+» («Los blancos lo capturaron, los
blancos k~ mataron.,)) IEn ocasiones Jygi pregunta: «¿No has
encontrado a fulano1, uno de mis hijos'? Los blancos .s e lo Ueva-
ron por allí» , e indica una dirección. «No l·e he visto~ todavia no
he ido por aHí. » A d1e-dr verdad yo Je escucho un poco distr.aído,
ambos estam o's al borde del ·c·p or: ella está más espabilada,
1

pues no deja de chupetear los kramero. {(¿Y quién era aquel?'»


«Una chwca as( de a]ta,>,, y levanta la mano hasta la altura. de un
niño de tres ·o cuatro años. «¿Y murió?>> c(E stá muerta. La
mataron los aché. » «¿Por qué?>> «Para vengar.» «<¡Ah~ bi en! Y 1

luego la enterraron, juta ..» Ni si.quiera espera, que· ella lo digo,


pues. así es como p.r oceden Los aiché. «¿Y aquél?>) <<Juta~ill
kaim-bre, duve rü upa modo. >> En a.que] momento apenas presto
atención a lo qtH? .a caba de dedr, me s~ento más bien inclinado a
abandonarme a.I sopor de la tarde· sHen~iosa, solamente poblada
por un estridente rechinar parecido al de nuestras cigarr-as. De
1

hecho, lo que me pone alerta es el tono de Jygi: ~o ha dicho 1c on


voz más fuerte, ligeramente irritada.
<~¿Cóm·o has dicho?.,.> EUa repite e ins iste: <<Cho memby juta·
iii, ache ro upa>>. Siiencio. La miro y me tenso bruscamente,
como ·quien de·s·cu.bre de repeñ.te- Jo que 'hab1a renunciado a
..!~~ontrar_p,~~ ~.~b~rlo bu~cad~ en.'\P:an9 durante demasiado tiem-
.E2· Repie nUnamente s~ me ·q uitan las ganas de echar la siestacel
cazador está al a c·echo de una presa inesperada. Jy,gi, soñadora
1

-eu realidad está degustando los carameJos- , ya no me presta


atención~ P·e ro es. algo ir.revocable,, lo ha di ch.o y ya no pued.e
1

voJverse .a trás.. Estoy casi sin aliento. Al responder yo en lugar


1

d.e e Ua que su hija. víc timo de un homi·cidio .ritual. ha b(a si do


enterrada, ella me· ha corregido vivamente~ «•E'nterrada no! ¡Fue
asada, y ]uego se la comieron~>> A continuación confirma: <tA mi
hij a no la enterraron. Los aché se La comieron~>> He aquí ,que los
1

aché gatu sí que son caníbales; ni por un momento dudo de que, 1

esta viejecilla encorvada y arru,gada me haya dicho .la verdad.


Ráp~~m1 ente, pero sin dejar· que Jygí descubra -pues po~'!
recelar- el valo·r del tesoro que ac·a ba de ponerme en las manos
le preguotéi quién sé comió a su hij~ta, cómo la cocinaron y de
qué modo r.ue consumida. Ema ~esponde a todo con buena ·vo-
]untad y lentamente pues tiene que forzar la memoria__, ya que
eso sucedió hace .m ucho tiempo. Aprovecho la ocasión y la
interrogo re.spe.c to de muertes más r·e~i1entes,: también los aché

224
gat.u asaron y devoraron a sus manoue. ¡Una bu1ena jornada! Es
in:úti] pedir más. Jygi se cansaría y además tengo ganas de
sab-0rear mi de cubrimiento. De pido a la encantadora Rana.
dándole Jas gradas con una sinceridad que está lejos de supo~
ner. t<¡Has babWado muy bien!~» <<iC.o.' ¡Yo cuento muy bien!>>,
asiente s,i n parp adear. Se lleva ]a bolsa de ,carame1os,, ae los ha
1

ganado.
AJ día siguiente. inve "tigación polida,ca ,a p,artiJ'_de Las infor-
mac io.nes de Jygi. Lo priin ero; obtener confirmación de· toda-s
us iniormacio,nes; lo segundo, saber por qué me ban enganado.
1

¡ÁÍiora nos veremos las caraa, Tokangi, J.aku.gi y demás k ,a-


mevwii. me·ntirosos! Me regocijode antemano pensando en .:1a
confusión en que voy a· sumir a esos apóst-0Jes de la vetdad y
paso a La acción. La prim.era víct:iÍna será mi (<padren, Tokang~,
que tan proHj amente describía ias tumbas alargadas en q ue 1

presuntamentl! ponen a sus mueritos. Incluso había expUcado


1

,cómo ha bia cavado con sus propias manos la de su p adrino 1

Kyrypyr-agi. E ~ te; sucesor de Terygi al frente de, la tribu~, cay,6


un día en una emboscada tendida por los blancos y muri,ó .acr~hi·
1

nado a balazos. Los aché huyeron pero unos días m.á.s tard1e
voJvi.eron al lugar .a fin de cumplir sus Oltlmos deberes para ~on
eJ desaparecido. «Yo soy el enterrador de mi padrino», aftimó
Tokangi. Le recuerdo nuestra conversadón, ,q ue no hei olvidado.
1

y me lo confirma: ,« í~ yo cavé ~a tumba de Kyrypyragi.>» Voy a


sorpre·nder]e· con las manos en la masa con toda exactitud, pues
Jygi ha comentado detaUadamente el destino póstumo de este
hom.bre. Dejo que mi padre quede cogido entre sus. propias
mentiras y a continuación digo~ <<Pues bien, he a quí cómo suce-
1

díero-n.:las cosas. ,J ygi me lo ha contado todo.•> (Estoy obHgado a.


1

indh:ar la fuente de mi informadón. que To.kangi no podrá


rebatir.) Y repito Lo que me contaron ay,er. Mi inter]ocutor está 1

muy atento, incluso asiente varia veces con la cabe~a 1 como si 1

dijera <~¡sí , sí, ,a sí es!}>. Apenas parece sorpr·e ndetle mi .r eden.te


conocimiento de los hechos, y aunque yo creía que de este modo
hab(a de obtener un triunfo fá,cil, me cuesta lo mjo. Solamente
'l ln ¡te.eh! poco extrañado, :seguído de un <<¡Nde kwa ma, ko!>>
(«¡Entonces has acabado por saberlo!>->) Ni el menor. esfuerzo
por salir die la contradiccióD.t la acepta con toda tranquilidad.
El caso de Kyrypyragi e,s perfe·cto, pues Tokang~ y ,J ygi es,ta~
ban presentes cuando murió. Una vez seguros de que •os bla:n·
cos ya. no rondaban por ~a zona, los a,ché vo]vieron al Jugar.. El
cadáver estaba ya pudr~éndose y no pudieron proceder como de
1

225
costumbre. Los hombres descuartii:aron con sus cuchillos de
1

bambú las porciones de carne consumible: ·m úscu:los de Jos


hombros , de las pi ernas, de los brazos. La pr-0pia Jygi , ,que
1

entonces estaba e:ncinta de la niña ·q ue más tarde ·m ataron 1os


aché, r,ecibi6 un poco de carne del brazo. EJ. pene tuvi.eron que 1

dejarlo: ine pute, hecUa demasiado. En cuanto a Tokangi, no


comió, pues no se come a] propio p.a drino. Por e-l contrariio,, si
1

que· enterró los res,tos no comestibles~ tal como había contado


pero no en una fosa alargada; sim.Plemente cavó un. agujero para
proteger al 'c adáver de los animale,s. En principio, hahn.a ,q ue
volver más tar-de· para golpear y quemar la calavera si. los blan-
cos no .i nvadían demasiado [s. zona. Así. pues, mi <'<padre» me ha
mentido, de hecho, engañándome sobre la forma de la t11Jmba, y
por omisión al e,vitar hablarmre de ]a antrop.ofagia. Lo te·C·Onoce
de buen grado: «¡Kamevwa prioui!>> («,¡He mentido u:n pocob>)
¿Por qué lo ha ocultado? Si se hubiera ejercido sobre Jos aché
gatu alguna presión religiosa -católicaº' protestante--) se hubie-·
ra comprendido que ]os indios hubiesea renunciado a ~o que l es 1

pr,e sentaban como un gravísimo peca.do.. P efio gracias a] cielo


1 1

no había .habido ningún 1esfuerzo de evang1e~ización, nunca ha-


bían vis.to religiosos. Tokangi me pone a] día: su «protector;c>
beero... al corriente de esta práctica - para él infame- de los
guayaquis desde hace mucho tie·mpo, se la ha pr·ohibido formal-
mente y sin ex:pUcar ,e) motivo que por Jo demás hubiera sido
incapaz de formu~ar, así como que hablen de e]la. a n,adie. No
1

hubiera soportado Ja vergüenza die ser 1consid1e rado como el jefe


de una tribu de caníba1es. Los indios, perplejos ·p or tener que "
caUa.rse lo que p.ara eUos no era más que un ritua] de su vida <=
religiosaj obedecieron. Y si n.o fuera por J:ygi , a quien induda-
blemente debido a su edad nadie había considerado necesario
trans mitir la consigna~ y que ignoraba por tanto este nuevo
tabú,, quizá yo nunca hubiera sabido que Lozano estaba en lo
cierto al considerar a los caaigua caníbaJes desenfrenados. M.uy
pronto los aché gatu supie,r--o,n qure yo lo sabía, nh1guno d,e eUos
intent6 hurtarse y a partir de entonces todos aceptaron evo,ear
1

aqueDos hechos que· no había por qué mantener en secreto.


ene iUamente, de común a cuerdo y para evitarnos ]os unos a ]os
1

otros complicaciones ínútUe,s. convinimos no a bordar nu nea es-


1

tos temas en pflesencia del paraguayo,, que, despre,ció hasta el


final el te·n or de muchas de nuestras oonve:rsacioines.
1
Pues bien. yo, ptcado por la_ actidud de los indio , que a u
pesar habian querido ocultarm,e aJgo - yo me consideraba digno
(la verdad e que no é por qué) de su entera confianza- y al
mismo tjempo satisfecho ante la oca ión de estudiar lo que más
profundamente ajeno es a nuestra cultura, la antropofagia - no
por ser etnólogo se comp arten menos por lo menos al principio,
1

la... fascil ..acion es propia de Occidente-, dediqué al problema el


1

tiempo uficiente como para que los a~hé pudieran con iderar-
1

me un obseso del canibalismo o ~ndus,o un practicante de dicho


rjto.
<<Ure ro Ache uwa, Ache kyrauwa. » ((< osotros omo come-
dore de hombres, comedores de grasa humana. .,>) Lo ,kyrauw,a,
que los aché gatu situaban en el este, eran eHo. mi mos. Y
desde el momento en que ya no hacían de eUo un misterio, e vio
que efectivamente io eran; yapa ionadamente. '"'!ería poco decfr
que apreciaban ]a carne humana: les enloquecía. ¿Por qué? Ee
gatu~ expJicaban. es muy suave,. todavía .m ejor que la carne de
cerdo salvaje~ Lo que más se ),e parece, desde l punto de vista
deJ sabor, es la carne del ce·rdo doméstico de los blancos. Pero1
por enc'ima de todo, está la grasa. Un hombre es más graso que
cua]qui1e r animal de la s,eJva; entre ]a p iel y la masa muscu]ar
1

iempre hay una gruesa capa de kyra; y esto es. verdaderamente


rico. «jKyra gatuh> («¡Bue.na gra a!») ,c omentaban mis informa-
dore.. , chistosos, pellizcándome Jos brazos. «jGaipara! ¡Jyp.i pu-
te.'>> («¡E magro! ¡Muy se<>ob>) respondía yo~ y todos se e chaban
1

a r-eír.
Comúnmente nos representamos a ]os caníbale como una
especie de monstru,o s perv ersos que matan a s,u prójimo para
1

z~l'mpárselo. Desde luego. Lozano se los U:naginaba así. Al pare-


cer. en otr,as re.g iones. de] mundo, 1especia~mente en P1ol~nesia, el
componente· alimentario de la. antr·o pofagia era esencia] e indu·
dableme,nte se basaba en la escasez crónica de fuentes proteíni· 1

~as . Circunstancias históricas ex cepciona]es también pueden


1

llevar .a lo hombres - que se creían ha ta entonces totalmente


apartados de semejantes « horrare .>'>- a entregarse a eUo · para
obrevivir. Eso fue lo ·q ue sucedió - pero a nadie le gusta mucho
hab1ar de ello-- en e] ·c urso de )os combates en ]as islas del
Pacífico tanto entre las tropas amerkanas como entre las japo-
ne as y también se dice, en los campos de exterminio nazis.
1

Pero evidentemente, nada de esto sucedía en e1 caso de los aché,.


1
cuyo régimen aHmenticio se caracterizaba más bi1e n por un ex-
ceso de p roteínas,. puesto que la carne constituía la parte p rin-
1 1 1 1

227
cipal de su aUmenta,cións · o mataban para comer; sJmpJemen~
te,, se co.mian a sus. muerros. La diíerencia e.s considerable. pues
en ello se distingue, por lo menos al principio, de~ anfilisis, el exo-
de] endocanibaJis,mo. Los guayaquis son endocaníbales, pues
hacen de su e:stóma go la sepultura. última de los corn pañeros.,
Pe·ro ·n o se· mat,a a nadi,e para eUo; Jos únicos aché eliminados
por homicidio son. las ·m ujeres viejas incapacitadas y ]as niñas
muy pequeñas para el ritual de~jepy. Pero inc1uso el exocaniba-
]ismo, consistente tM1 consrnm-ir ser~s, humanos ,exteriores a ~a
1

trjbu~ es decir enemigos. en modo, alguno lmplica que, se dé caza


a ]os vecinos hostiles para comér elo's+ Los tupi-guaraníes, gran-
dí'simo caníbales1' como decían los cronistas franceses de] s.iglo
XVl, ·m asacraban y comían en solemnes ceremonias a .sus. prisi&-
neros de guerra: no, Jos capturaban par.e e~ banquete antr--0 pofá-1

gico.. El destino die un cautivo, era se·r devorado por los que le
habian capturado. Pero hasta 1e~ dia fatal el p.risio,nero vivía
Jibrementoe en la vecindad die sus amos~ incluso· en ocasiones se
casaba y tenía hijos, e-sper.an.do el momento -tneluctable- de la
ejecución,. que pocli.a tener ~ugar ,aftos más tarde. Thevet y .Léry
se escandalizaban, pero no más que los ·t upinamba ante el pro-1

cedimiento de los blan.c os, para ellos totalm.e111te .a bsurdo y


1

bárbaro~ consisten.te, en priv,a r a los pr.isíonerios de, su libertad


encerrándoles en calabo.z os.
Cuando T ,e rygi y los suyos exterminaron a parte de los aché
enemigos para apode.rarse de sus mujet1e se comieron, sin
excepción~ a todos los hombres muertos a flech.azos. Pero no les
habian atacado p.ara eso'• .Más bien era una bu~HUl oca&ión,
tanto mejor recibida por ser muy rara ~no todos Jos días s e mata
1

de una vez a siete u ocho irii)iangi~,, de disfrutar de esa came


deliciosa entre, todas, la carne humana~ Charla·ndo con Jyvuku-
gi le p:re·gunté si ya había comido catne de rno~aché, por ejem:plo
1

de, machitara. Sí;, la había pr-o bado una vez, un guaraní que
~azaba solo en ]a aielva. Fue a meterse en medio de un grupo de
1
cazadores aché. Antes de que eJ desgrac~ado pud~era esbozar
un gesto d.e huida,, las largas flechas 1e ha.bían atravesado y la
1

tribu celebró un festín en el que rno participaron, desde luego,.


1

los hombt1es que habían dis,parado las flechas. También en este


caso se trataba no t8'nto del rito como de la btJena carne: ¿por 1

'Cl u é :privarse de eUa cuando se .acaba die matar a un e,n,emi go?


«¿Y has comido carne de· beeru, Jyvukugi?>) <<U ía wyle>> («Toda-
vía no la he comido~~), :re ponde~ y .s us oj;os se entrecierran e:n 1

una sonrisa burlona. ¿O ice la verdad? De t-0dos modos no es

228
muy importante y no dirá más. En resument incluso ,c uando los
aché gatu han matado a per onas exteriore a la tribu y se las
han ·C omido, no las habían matado con es,e fin. No he descubier-
to niá que una excepdón, aun así bastante ambigua. En una
ocasión un hombre fue muerto s flechazos a cau a del de eo
expre ado por una. mujer de comer carne humana. Bujamisrang-i
(homó,nimo del que copulaba C"OD el oso hormiguero) era un aché
inciestuo,so. Un dia olvid6 que la bonita dare que compart(a su
choza era su propja hija. no vio en eUa más que una mujer
deseable y la poseyó. Esta ,c o,sas suceden raramente y la gente.
aun comentándolo evera1nente y burlándos·e del tulpab)e, no
con idera que le corre ponda ca tigar la falta: s,e sabe perfecta~
mi nte que a su muerte lo., Bujamiarangi se tran forman en
corzo. Pero ·él s,e aficionó y iguió haciendo meno con su hija, en
v,e?. de disfrutarlo una vez y no pen ar má en eUo. u obstina-
ción molestó a ~o acbé y una mujer exigió que su marido se
encargara d e matar a B:ujamiarangi: <tE[ que hace e] amor con su
1

propia hija DO tiene ningún V'&]Or,, lo aché DO qui eren verlo. "Ves
1 1

y atravH~ o]re con tu flechas!)) Y añadió, par,a dar ,a su m,arido


una razón suplementaria para ,e fectuar e] homicidio: «T,e n;go
g:an as de c,o mer carne de aché. A quie,n hay que disparar las
flechas ,e a) posesor de su propia hija, a Bujamiar-angi. » El
marido mató a~ padre inc,e stuoso y los aché se lo comieron. ¿Qu'
tuvo más fuerza en el alma de la esposa irritada, e) horror del
incesto o el deseo de carne humana?¿ o podía ser el primero
una c,o artada para el segundo? Par.e describir el acto de Buja~
miarangi ios eché no, utilizaban tanto ,e l término adecuado menn
- hacer el am,o r- co,m o, su equivalente. pero mucho más brutal y
saJvaje para los prop1ios indios: u-U, o tyku, comer. «Bujamiaran-
,gi e, come a su hija., yo quiero comre rme a Bujamíar,a ngí», 1esto
es, de hecho,, lo que de,c fa aquella mujer. ¿Quería, aunque en un
plano inconsciente,, copular simbó1icamente con el padre al co-
mérsel,o realmente, de~ mismo modo que él se comía simbólica-
mente a su hija copulando realmentie con etla? Efectivamente;
quizá la ambigüedad semántica de les palabras ,s uscitara una
nece idad de carne fr~~ca que di frazara secretamente un de-
seo de 0 rd en muy distinto. ¿Por qué habían de s,e r Jo,s aché
1 1

menos en ibles que nosotros a la carga erótica que estalla a


1

veit:: e , en el lenguaje'?

229
En cuanto a. descripcione de banquetes antropofágicos, ob-
tuve toda una cosecha, pue hasta su arribada a Arroyo Mo1-.oti,
esto es,. hacía algo más de tres años, los a·ché ga tu se habían
comido a todos su mue:rto~, a no ser que fuera demasiado
~rriesgado. a causa de los blancos. permanecer en el lugar de !a
muerte. Comer carne humana no es consumir carne de caza; es
un acto que~ m.á s aUá de su muy profana dimensión de glotone -
ría, encierra una ·agrada profundidad desde et momento 1en que
es e~ tr.atami·ento que dan los vivos..a :los muertos. Los, irüiangi
los entierran,, los acné gatu s e los co·men: una especie de c·e men-
1

terios ambulantes. o hay excepción a la regla. Cualesquiera


que ean la edad, el sexo', la circun tancias de ~a muerte - vioª
lenta o «naturah->-. todo. los muerto son comidos. Así pues? los
niños que perecieron víctimas de los homicidios rituale fueron
comido · (salvo aqueUo , escasos, de los que se dice que son
hraa· pute. muy neg:ro,), deJ mi mo modo que las mujeres. viejas
de las que e des e·mbarazaban ·c uando ya no podían caminar
1

(aunque algunos de los aché aseguraban que no les gustaban


nada aqt.1el1as viejas tan secas que no tienen nada de grasa bajo
la pi1el) ~ Para que los aché renunciaran a estos fúnebres banqu,e~
tes realmente hacia f~lta obstáculos insuperables: que estuvie·
ran enfermos y demasiado desanimados o que ~a p!roximidad de
los b1ancos les impidiera disponer del tiempo necesario para. el
cumplimiento co·r recto del ritual.
Cuando una banda pierde a uno de sus miembros, lo primer-o
que hay que hacer es avi ar al l'les·to de la tribu. Si se sabe que
están cer·ca, a una o dos jornadas de marcha, envíen a un hom-
bre jove·n para avisarles de que fulano ha muerto, y que tienen
1
que ir: acuden en seguida. Pero en ocasiones. los cheygi 1están
1

demasiado lejos y no da tiempo a espe·r arles. Los preparativos


no pueden diferirse exce ivamente~ En tal caso, una vez cum.pli-
das las cosas, van en busca de los ausentes para ofrecerle ,
'c omo pn1 eba de amistad,. aJgunos troz.os guardados para ello .
1

«iPi-re raa!>> ('<¡Tomad la piel!~>) les dicen. Les agrada ver que no
han sido olvidado y esto e tanto más apreciado. No llevar a los
amigo que están lejos un poco de carne del cornpañero desapa-
1 1

recido sería c·o nsiderado una. inj1uria inexcusable, imperdonable,


seria motivo suficiente para que se d esencadenaran las ho tili-
1

dades entre ofensores y víctim.a s y a partir de entonces no se


intercambiarían más que, flechas. Es tan grave como rechazar
un regalo; ciertamente hay qiue sabe·r dar, pe~o también bay que
1

saber recibir. 'E so es. la cortesía. Los acbé gatu todavía .riecuer·

230
dan la enorme cólera de un homb11e de tiempos deTerygi. Había
matado, monos aulladores y, como ,e s normal, invit6 a s u herma- 1

no. Pero ,e:ste~ indudablemente de .m a] humor~ hizo como que 110


v,e ia le carne y no la toc6 cuando estuvo hervida. El donan.te se
extrañb: «¿ . o comes esta carne, de kroja?>> « o, no me ~a co-
mo>' repuso el otro con :sequedad. El cazador; ultrajado, a]
1

,c abo de un momento se volvió by-iiL Asestó un go,fpe de ar,co al


desagradeddo en la ~abeza y este huy,6~ pel'lo una tlecha le
.alcanzó matándolo. El homicida tambi én tuvo que huir abando~ 1

nando a su mujer, pues su vida estaba en peligro. Pidió asilo a


una banda amiga.
e uando todos lo irondy convocados están priesentes' ]a fie sta 1

empieza. Prime~o se, 1c on.truye la parriUa, byta. Esta tarea. es


confiada a ]os jóvenes, redentem·e nte iniciados. Clavan en el
sue,~o cuat.ro esta.cas ahorquilladas de uno,s cincuenta centírne-
1

tro,s de alto¡ ,s obre las cuaJes se apoyan cuatro barraamEste,


1

armazón es completado con travesaños, un poco espaciados y


atados a las barras por. medio d e lianas. D e este m.o do se obtie-
1 1
1

ne una p]ataforma más, o menos de l,50 m de ~argo y un metro


de ancho baj'o la cual s,e endende unei ,g tan hoguera. Sobre el
byta se asa a todos los aché muertos, con excepci6n de los niños 1

muy jóvenes., que son cocido~, en ollas de barro.


1 1

Mientras tanto,. ,s e ocupan de~ cadá'V'er. Un hombre,- preíeren-


1

temenoo et padrino del muertel, si todav(a vive-- descuartiza el


1 1

cuerpo con su cu.chillo d ie bambú. La cabeza y ~os miembros son


separados del tronco" s e desarticulan brazos y piernas y se
1

extraen de su sido, los órg"rttnos y Jas vísc,eras~ La cabeza es


cuidadosamente afe,itada, así como la barba sl s,e trata de un
hombre, y ,e n principio, es ]a re sposa quien se encarga de eUo, del
mis·mo modo que· 1es la mad__Ve 1q uien afe,ita Ja eabeza del híjo. A
diferencia de las p a:r tes musculosas y de lo·s órganos -la carne
1

propiame,n te dich&-., ]a cabeza y los intestinos, se hierven. en ]as


1 1

oUas~ Del cuerpo de l0cs hombres no se elimina nada, mi entras 1

que de[ de ]a mQjer sólo ,s e r etira su p,ere, su seX0,, que no es


1 1 1

consumido,, se entierra. En ocasi ones no se oomen los intesti-


1

nos: y no por un tabú alimentario, sino porqu e hiede·n demash.1- 1

do; ea cuyo caso son también ente,rrados,. Todo el r~sto se


djspone sobre el byta. Debajo hay gran cantidad de brasas, las
llamas no :llegan a ~a parrUla y la ca_rn e se va hadendo lentamen-
1

te.. La grasa, la deliciosa kyra de ac.hé, se contrae y cae en


grandes gotas, olorosas. a lo, largo de los t.ravesaños. Para no
pe,tder ni un poco de est.a ga.lo,sina, es re cogida con pinc,eJes que
1

231
' chupan ruidoserrn.ente. Cuando está b.i,en hecho esto es, euando
1

ya no s e ven re~tos de sangre~ la carne se reparte entre Jos


1 1

as~stentes~
¿ Quién participa. en el baniq uete;
1
,qu~én
come· la carne de]
muerito? Todos ]o presentes, ji6v··e nes y viejos, hombres y rnuje·
res; todos excepto los par]entes próximos del difunto. Tai es la
reg]a:. el. padre y [a madre no se COmen 8 SUS hijos, los hijos no se
1

comen a sus podres ni tampoco entre eHos. Pero~ como toda


reg)a, no s~empre es escrupulosamente respetada! se to~eran
algunas infracciones. Por ejemp·lo, Jakugi com·e tió una cuando
Jos .ache e comieron a su padre~. \Vachugi. De hecho, este se
había suicidado: extraño fin, poco frecuente 1entrie ]os indios.
«Yo era tan alto tomo ese kybuchu>>~ dice Jakugi mostrándome
un muchacho; de modo que tenía unos d~ez años. W.aicnugi
estaba pasando una é·poc:a de,s graciada. Su madre, y.o muy vieja,,
1

había muerto. Esw le afect6 mucho y Uorb abundantemenbe.


ece·sitaba amabílidad, que le consolaran: y sin embargo su
muj·e r escogió a queJ momento para con~r una ,av,entura galante
1

con Tatuel-epirangi, Armadillo de cuerpo rojo. Aquelk> era de-


masiado para Wachugi, que de.se6 no eguir viviendo. ¿Qué
hizo~ Ef,e ctuó un acto que ~os indio saben que ·e s muy peligro-
so, incluso :mnortal: corn~ó míe,l de abeja iro sin mezclarla con
agua. Comer tniel pura es exponerse a] baivwii, esa eniferm1ed,ad
que n.o p1erdona. El previs~b~e resultado no dejó de producirE~!'e y
Wachugi+ ·e fie cti,v amente, se suiddó: cayó enfermo -Y' murió. La
rnieJ pura. es muy fu·erte. De acuerdo ,con los ritost los aché ~o
asaron. u¿Y tú, J akugí comiste carne de tu padre?» {Planteo Ja
1

pregunta c,as~ inúUJmente, pues sé que los hijos no e ·C 0tnen a 1

sus padres.) «Sí, comí. Carne d ie ]a pierna», y se señaJa la


1

paint-<)triJl.a~ (t•Oh, Jakug-i~ ¡Comiste de tu p adre, y sin ,e mbargo


1

ja apii u iii, no se come .a~ propio padre!» <(mNo· mucho! ¡S6lo un


1

poco! ¡Así!» Y señala con Ja mano el equivalente a una buena


chuleta. «Yo era pequeflo, no sa.bía, a m[ me la die·ron y yo la
tomé.»> Inte,nta excusarse y con raz-On pues no tenía que haber·
iu:·e ptado. Dt todos modos no es muy grave·, en rigor este tipo de
infracciones pueden permitirse. Por el contr.ario las prohibicio-
1

nes mas .. severas nunca son transgre d.d ~ as: nunca se vera .. a un
hermano comiendo de su hermana, a un pad rie comers·e a. su
hija, a una madre eomerse a su hijo y a la recíproca. Los miem~
bros de la familia de sexo ·o puesto no se comen entre sí. ¿Por
qué? Porque comer e a alguien es~ en cierto modo, hacer el
.amor con ét Si un padre se come a su hija~ se halla, metafórica-

232
22. na mujer aµlifa pinturtl a su marido .e nfermo

me·ntie·. en e tado de inc.e s,to, como 81.damiarangi. En resumen,


Jos aché no se comen a aqiJeUo·s con quiene·s está prohibido
hacer meno: la prohibición de~ incesto y e] tabú alimentario
coinciden exactamente en el espado unitario de la exo·gamia y
1

de la e~o.. cocina.
Por otra parte, ¿cual,q uiera puede comer lo que ea? í, siem~
pre que se pongan aparte la cabeza y el pene. En lo que e
refiere a la primera. está.. de·I mismo modo que la cabeza de los
ani.males, reservada para lo: ancianos, hombres y mujeres, y
prohibida a lo j6venes, cazadore· .. indudablemente por la mis·
1

ma razón: serian víctima del parZR. En cuanto aJ pene - que


como la cabeza, se hierve-., está s•empre reservado ,a la muje-
res y, entre eU&.s7 a las que 1e·stán embarazadas. Así tienen la
seguridad de dar a luz un varón. Precisamente Jygj estaba
encinta cuando Jos b]ancos ro.a taron a Kyrypyragi. Desgraciada·
mente no se pudo recuper.a r el pene de·l cadáver que ya ·e staba
pudriéndose; y Jygi, a quien normalmente s·e lo hubieran dado,
tuvo que pasar sin él. El resultado fue que parió una nifta. lo que
se hu.biera evitado si hubiera podido comerse el pene.
La carne humana se acompaña de una «guarnición>>: médula
o br-ote de palmera pindo. que se h¡e.rve con Ja cabeza y ias
vísceras y se asa a la porrilla junto· con la carne. No es una
simple guamición. 'E l vegetal cumple una funci 6n muy prec,sa:
1

neutralizar la <tdureza>:»ex~esiva la demasiado grande «fuerza>,.,


e] myrokwa que· hace· que la carne humana sea un aUm,ento
distinto die todos Jos demás y pelig1oso si ,· e·come·solo. La ,c arne

233
humana sin mezclar con otra cosa, como la miel pura, produce el
baivwii; el agua y el pindo - alimentos neutros sobre los que
'ñunca ·gravita un tabú- abolen el poder nocivo de la miel y de la
carne. Mezclada con palmito pierde su «fueza», puede comerse
sin temor, se ha convertido en una carne como las demás. Y
entonces se puede comentar tranquilamente: «;Pire kyra wa-
chu! ¡Kyra gal.u!» («¡Piel bien grasienta! ¡Buena grasa!») En
el curso de ese banquete no se come todo, hay demasiado. El
resto, envuelto en palmas y helechos, será consumido en frío
durante los días siguientes o se llevará a los cheygi a quienes no
se ha podido avisar. En cuanto a los huesos, se rompen para
sacarles la médula. A las mujeres, y sobre todo a las viejas, les
gusta mucho.
El banquete ha terminado. Ahora hay que someter a los
jóvenes que han construido el byta al ritual de purificación. Les
lavan con agua a la que han añadido liana kymata troceada, para
evitarles el baiuwii. Después, como hacen los iroiangi, golpean
el cráneo y lo queman. Una vez hecho esto, se van. La parrilla, al
menos cuando ba servido para asar a un adulto, se deja en el
lugar. Los indios dan dos razones para esto: si los irondy pasan
por ahí, comprenderán que ha muerto un aché y Jo llorarán.
Pero si los visitantes son extranjeros, y por tanto enemigos,
sa brán que en la región hay caníbales, esto les dará miedo y
huirán. Si el byta ha sido utilizado para un niño, es destruido.

La gente rara vez actúa sin saber por qué. Casi siempre se
tiene algo que decir sobre Jo que se hace ... aunque Jo más
frecuente es que este discurso sea inadecuado y que lleve más
ideología que verdad. Y sin embargo tal parecía ser el caso de
los aché gatu, que, sin ocultar ya para nada su antropofagia,
curiosamente se confesaban incapaces de dar la menor explica-
ción de este rito: eran caníbales sin saber por qué. «¿Por qué
sois kyrauwa?» Las respuestas no variaban: «Porque hacemos
lo mismo que nuestros antepasados»; o, rigurosa tautología que
no _aclaraba nada, decían: «Nos comemos a los aché porque
somos caníbales.» No se les podía sacar más. Era irritante y sin
embargo la buena fe de los indios no se podía poner en duda:
¿por qué, si hablaban de su canibalismo con la más entera
libertad, hubieran tenido que ocultar el sentido que daban ellos
mismos a esta práctica? Como mucho, obtenía una referencia
meramente alimentaria. Ky bwyragi cuenta cómo se comieron,

234
hace diez o quince años, a Prembegi, Ja mujer de Tokangi.
Había muerto a causa del baiuwii de la miet Kybwyragi, enton-
1

ces recién iniciado, construyó la parrilla· su hermano, que. tam·


bi,én era joven,. descuartJió el cuerpo. Tokangi no comió nada,
puesja ime u id, no se come al cónyuge. t<Yo - dice el na:rr,a dor-
comí mucho.» «¿Por qué?>' «¡Tenía muchísima grasa!>> «Pe f\O
¿por ,q ué ,que.rías comer grasa?)) (( o quería seguir siendo deiga~
1

do.>> Evidentemente para él era razón suficiente, y ai pare·cer yo


erraba al empei'la.noe en busear para el canibaHsmo ac:hé moti-
vos más nobles que los del apetito.
Lo. extranjeros no ignoraban que sus nuevo aliados eran
kyrauwa. En cierto modo l.o abían de antemano, pues para todo
grupo aché us vecinos son ,caníba1e . Cuando llegaron a Arroyo
Moroti e mo tra_ron muy prudentes y reservado ,en su relacio-
ne ,con los aché gatu: despué , de todo, pensaban~ esto eran
muy capaces de matarlos un día de mucho hambre para devo-
rarlos~ o sucedió nada parecido. Interrogados sobre Ja antro-
pofagia de los otr-0s, también eUos daban una, explicación aU-
inentaria: «Los .a thé g,a tu son can[bades por,q ue les gusta la
carne humana.» <<¿Y por qué no lo sois vosotros?» «Porque no
no. gusta la grasa de a.ché.>» o experimentaban la menor sim-
patía po,r esta costumbre, qt1e juzgaban rieprobatoriamente~ si
bien no [o decían ,en público. Nunca se sabe lo que puede pasar.
En resumen, que les opinione de unos y de otros, ,convergían:
un caníbal es uno a ,q uien ),e gusta la carne humana. Hasta el cií.a
en que,, trabajando con Kybwy-ragi, le priegunté por qué los 1

extranj ero·!i no eran caníbale com.o ellos.. Inmediata.mente y con


un tono perentorio, repuso,: «.Manomba o. ¡Oh? se van a morir
1

todos~'> «¿Sr! ¿Por qué?» «Porqu,e no s,e comen a sus muertos.»


¡Por fin ~ Las cosas iban a adartuse.
1

Afhe pete bu ro oue ikii ruwy, ov • tara iko, o.che jach,ira LIWa b.eeru
endape. Cuando se entierra a los muerto - es Como si IJegaran los
1

nve, ha.y muchas almas que quieren llevarse a lo aché a la morada


de los antepasados. Entonce hyrymba ili, tenemos mucho miedo.
U pá bu. ianve ik6 üi, ianue (..'€Ut! ma: si se come a las personas,
cntonce,s no hay ianue. iarwe e va revoloteando.

De modu que el caniba1ismo es una téczliica de lucha uple-


mentaria contra las ,a]mas de ~os muertos. Para eliminar el alma
hay que comer e·~ ,c uerpo· si no se lo come·n ~ oue e ianue perma-
necen junto a )os vivos dispuest.os a atacar]es, a penetrar en su

235
cuerpo para provocar1es el baiurva y. a fin de cuentas, matados.
Por eso los aché gatu n.o tienen ~a menor duda: los e xtranj1eros
morirán pronto; viven. literalmente,, en el seno de una nube de
almas. « uando no se come a los muertos viene el baivwd, s,e
1
1

enferma gravemente y se· muere.» ¡Por qué diablos no, ~o habrán


dicho antes Jos aché gatu: Cosa extrañat para conocer ]o ~ mod-
vos de Jo que hacían ha sido necesario interrogarles sobre los
iri)ia.ngi_ ape1ar al hecho de que estos no son cani"baJes., Uamar~es
la aten ión sobre esta diferencia. Al r emit]rse· directamente a sí
1

mismos no se apartaban de la t-autologia: somos caníbales por-


que omos canibales. Pero separados de esta certidumbre lfm-
pida e inmediata . .articulan de g,o~pe Ja verdad en su modalidad
negativa: no ser caníba~ es condenarse a muerte.
'· eguramente Kybwyragi ,e s el mejor informador de entre Jos
aché. uti] y paciente, comprende enseguida Jo que ·e le p re- 1

gunta y parece gustar]e explicar ~as cosas de la tribu, mient.ras


que a los demás, incluido Jyvukugi. las conver aciones. ensegui·
da le r e ultan aburridas. En OCS_Siones, cuando me falta el voca·
1

bulario º ' cuando las. pregunta son de dificil. formul,ación,. em-


piezo diciendo:« upongamos que yo .soy un aché. ¿Qué hago en 1

tal ca o?'>> El interlocutor. muy sorp·rendido, m1e mira y nunca


deja. de decir; «iTe·eeh! ¿Tü un aché, tú?b <-<¡No, nada de eso!
·Hago como si 10 fuera!» Y a] hombre le parece tan cómico que
1

rompe a reír. Y de ahí no se pa.sa. Con. Kybwyragi nunca pasa


obre todo, a Kybwyragi. Se basa en la idea de pakrya. Ese
término es in1comprens~bJ 1e para mí, pues es la primera vez que1

bién ·e s el más (,<colaboracionista» con los btanco de entre Jos


aché. ree que es la única carta reali ta de la tribu y que es
preciso jugarla. Pero se equivoca. Por el contrario, Jyvukugí se
mantiene en una altiva ne,g ativa a pactar con los beeru. ·e ha
vi to obligado .a ir a vivir con ellos, pero que no le pidan má .
La exp•icación de los aché sobre su canibalismo se la debo,
sobre todo, a Kybwyragi. e basa en la idea de pa.kryra. Ese
término e · incomprensible para mí, pues es la primera vez que 1

Jo oigo; pero me lo analiza perfecta. y metódicamente. Kybwyra·


gí parte en su explicación de lo contrario de pakryra: ~'Tú ·c orres
muy de prisa~ mucho. E nton ces tienes que sentarte psra des-
1

cansar.>> Imita con ge, tos al corredor· j adeante, ensancha el


1

pe,c ho se golpea con la mano el lugar del coraz6n y dice; «p,a ·


1

k·ombo, el corazón pa]pitante así se está en el estado de no-


1

pahryra.>> Y sigue: (<Tú tienes mucho miedo,, has visto a un


1

jaguar; o te anuncian la muerte de un familiar. Te quedas com-

236
ple,ta.me·n te desanimado,, estás casi muerto+» Y se de ploma
1

apoyándose en un árbol con aire agotado, sin vjda. «Ahora


tambiénpakombo. tu corai6n ]ate con mucha fue.r za. Bis ,q ue has
perdido el pakryra. >> Y poco a poco a fuerza de palabr.a s preci-
1

as y de g e tos exp r esivos,, Kybwyragi me hace descubrir qué es


1 1 1

elpak,ryra que las ahna de los muertos arrancan a Jos viv·o s. E s


la :situación ~'deo-fisiológica deJ hombre normal, sin inq,uietud y
sin dudar de sí mismo: la buena salud, el equ'ilibrio, tanto ea el
coraz6n como en el cuerpo. Lo contrario de esto pakryra-ia es
1

la angu tia. Puede apoderarse· de· uno de díversa maneras: un


gran t,e mor consiguiente al encue·ntro úbito de una fiera o una
noti.cía muy maJa. Pero el grado más fuerte1 casi insuperable, es
la: angustia provocada por la presencia ~nvisible de los muertos,
es ta propia angus.tia de la muerte. «Cuando no se come a los
muertos se está angustiado. Cuando se comen, se está tranqui-
lo, el c,o raz6n no palpita. La angustia es ~a enfermedad mortal,
la calma e Ja alud. Cuando se ,e stá angustiado; uno se queda
sin fuerzas.»
Un faJle,c imiento intr-oduce en el seno deJ grupo un desorden
de naturaleza , ociolhgica pero que es experimentado p ,e rsonal-
mente por lo miembros de la banda. o es un desorden abs-
tra.cto,. induso es tan p1t1ofundame·nte vivido que produce una 1

inquietud insoportable y palpitaciones de] corazón demasiado


rápjda . .a ben identificar perfectamente la fuent e de la an~.s-
. - _
- - - -~ .. - ·-- _.. ---· . . ~ ...... - ~
---..---- ----
tia~ es m5e que qmere penetrar en e1 pr-op,10 cuerpo porque acaba
_. -
de perder el uyo, que está pre~ ente y que es para ot'e el último
punto de apoyo en e,l mundo de lo vivost un dobl e visible peflo
1

ya inerte de ou ', obstina.do en frecuentar lo lug.an~s que no


debiera. Así lo sugieren el pensamiento y la práctica de 1,os
indios. Su pensami ento: la muert e libera al alma del cue,rpo que
1 1

ha.., ta entonce la retenía como «prisionera>) incapaz de perjudiª


1

ca r~ pero, rechaza u nueva ]~bertarl inmediatamente intenta


evltar.la buscando otro cuerpo, intentando invadir el de un vivo 1

Pero e to ·c onduce iempre a la muerte a cau a del baiuwii.


¿ ómo, impedirlo? He aqu:í Ja 1"1es.p u1esta de ~a práetica~ para
t-ortar de raíz ~os intento· del alma, hay que comer e el cuerpo
que e ta acaba de abandonar. e obstaculiza la conjunción de
un cuerpo vivo y e~ a]ma de, un muerto estableciendo una dis-
unción enlfle esta y su antiguo CUerpo. Cuando la muerte ha
1

quebrado la unidad viviente de cuerpo y alma~ cada uno de


1

estos dos co.m ponenties ubsiste de por sí exteriorm ente a] 0tro;1 1

e t.án definitivamente separado . · o pueden seguir coexi tien-

237
do: ¿no es esto lo que dice eJ ritua] antropofá.gko?' Los aché e 1

comen ~·Q:lil__clg _ • .· muertos, lo cual impide a Tas· "álrnas


es
penetrar en los de los vivos. La airer-8 que se opone a ove ·el .
propio cuerpo qúe hib1 áoa cuaado viví.a y que ahora e halla
precisamente allí do nde a oue le gu. taría ir, en el cuerpo de los
1

vivo que ]o han ingerido+ 'i ou.e persistiera en sus e fuerzo de


invadir el espacio interior de] cuerpo vivo, ¿qué encontraría aHf?
u antigua 1envo~tura ahora troceada y con um~da, los restos
masticados de aquello con lo que oue ya no puede mantener
re~a.ciones, el doble mat-erial - destruidom abolido- de lo que e
oue. La conjunción -por medio del banquete caníbal- entre
cuerpo vivo y cuerpo muerto es la disyunción entre vivos y
«a~mas. m1u1 e rtas»; y Ja supresión de] cadáver, tTatado como
alimento, obliga a oue a reconocerse irrevocablemente como lo
que es: un fa:nta,s ma sin volumen. que ya no tiene nada que hacer
junto a los vivos. Entonc es se lo Heva el humo que sube al cielo
1

desde les cenizas del. cráneo vue)to h~u::ia el oes~e para perderse
en ,el mundo superior. La , e]va lnvi ib]et la Gran abana~ el país
de Jos muertos.

A nosotros, occidentale. ~nos riesulta fáci] dejarnos Uevar pot


la repuJsión ha,cia la antropofagia e imaginamos, en aqueHos
que saben que algún día e ]o comerán los que les r-0dean. un
1

·entimient-0 similar de disgu to y de terror. ¿En qué puede


pensar un a·ché gat.u cuando, sintiendo, próxima la muerte, abe
lo que ya e prometen u. parientes y .a migo ? E~ una certidum·
1

bre ~ de aquí a poco ~ efié' descuartizado y a. ado en e 1 byta, mis


compañero e con1erán este cuerpo que e. mío, romperán los
1

huesos para chuparles la médula. ¿Pueden considerar ,e sta cer-


tidu'm bre tranquilamente, sin espanto? ¿D1e ser así, habrá que
atribuir a lo. aché una impasibilldad mineral, una indiferencia
por su suerte digna de io , más duros estoicos? De ningún modo.
A un moribu11do, la per pectiva de convertir e a no tardar e,n
aUmento de J~ demás no ),e aflige nada. Por e] contrario, es 1él
mismo quien e:n el último momento, cuando nota que ove ),e va a
1

aba.o donar, 1
en un último diáiogo con los demás insiste en que se
Jo coman. ¿Por qué? Porque sabe perfectamente que dentro de
poco p~sarán cosas que no podrá controlar: Oue o lan.ve intenta-
1

rá matar a ]o compafieros. Lo sabe perfectamenti!, preciso


ser comido. Y así lo pide, indudablemente triste por d ejar a los
1

amigos y a lo parientes pero cuidadoso, ante todo, de no cau-


arles ninguna molestia. o e ·q ue t:ema no s,e r comido, en e te
sentido puede estar tranqu'10 De todos modos los irondy están
1

aBí, a su alrededor, inquietos y acuciantes: HjCuando e tés muer-


to ten cuidado de no ponernos enf·e rmo l'» Pero qufaá haya
personas con quienes esté unido por efecto más pr.ofundo, y es
sobr.e todo a esta a quienes quiere proteger de ove. Entonces,
le~ recuerda que tendrán que comérselo.
1

El último diálogo mantenido entré los aché y el moribundo es


·iempre el mismo. Tal fue e] del padre de Kybwy.ragi, el de la
mujer Prembegi y el de tantos otros. Cuando Pr·e mbegi muri.ó.
teuía dos maridos: el principa11 Tokangi, y e~ e cundario,. Pyte-
ragi (Espalda peltJda, pues tenía «natural·e za»· de oso hormigue-
ro·, .animal cubterto de una pi,e) espesa y larga). Prembegi pre.C:e·
ría al egundo. incluso le amaba mucho. Cuando Jo aché e
dieron cuenta de que ~a enfermedad de la, miel e,s taba matando
a Premhegi,, le pre,g untaron: (<¿Nos e·n viarás el, baivwii?)·>«¡ o, eJ
1

baiuwii no~ ¡Comedme del todo!>> Ento.n ces. Uamó a u marido


Pyteragi, deshecho en soJl.ozos, y le hizo .su últitna :recomenda-
ción: « o quiero que et baiuwii te ponga enfermo y te haga
morir. ¡Cómeme! Así no habrá enfermedad, Janue n.o entrará.>>
Eso es lo que hfao, y no se puso enfermo. Ultima prueba de
arnor de la n1ujer hacia ·el marido, último acto de amor de~
marido con su mujer.

La. numero~as conversaciones refe·r·e ntes al ,c anibalismo da-


ban paso a otros aspectos deJ mundo religioso de Jos .i ndios.
'<' ..fw ri1 X ove ~>, decían a veces. «Yo t1.0y el alma de fulano.n ¿Se
trata de una creenda. en Ja reencarnad6n, en el ·e ntido de ·que
1

l~ persona que afirma ser e? ove de un aché muerto seria en


efecto,. bajo una apariencia diferente el alma r·e en.camada? Ca-
be dudarlo, pues par·e ce que oue no presenta ninguna determi-
nación per onal, que es un mero principio, neutro·. in iníluenc:i.a
sobre e·l nuevo s·e r viviente que le alberg.a . Efectivamente, un
hombre puede ~HHr el alma d.e una mujer y, a Ja re,c fproca. una
mujer puede ser el alma de un hombre. Pero e. to no les aCecta:
un portador de ove no pterde ni un .á pice de su feminidad. « .er»
el ute de fu]ano no añade n~n,guna prop·iedad a lo que yo soy. no
me transforma para nada. Aquel o & queJla de cuya aima soy
1

po rtador no· vive en mí, no me diferencio en nada de los que no


~on out de nadie.
Pues no todos Jos aché on ei alma de algui.en y además esta

239
crieencia en la «reencarnación» sólo prevalece entre )o~ aché
gatu. Lo,s extranjeros la ignoran. Y es normal, pu1e e] medio de
<(convertirse)> e·n el mJ'e de un muerto es e] canibali ·mo. <e Yo soy
el ove de 'ferygi>'~ dice· no sin cierto orguUo Kimiragi, esposa de
Jyvukugi. ¿Por qué? Porque cuando Terygi murió~ la mujer
Ookogi estaba endnta. Los aché gatu se comieron a su jefe y ·e l
pene se lo dieron a Dokog.i a fin dre que pariera un varón. Y · in
embargo lo que vino al mtindo fue una niña Khnfragi. De rnodo
que. efectivamente Kimiragi puede decir que e OL t de Terygi.
1

Del mismo modo. Kybwyragi es el oue de Brevipllrangi aquel 1

hijo de Kyrypyragi que fue muerto por un jaguar. La madre de


Kybwyragi , qu,e entonces estaba encinta, s.e comió el pene del
joven. Y, en respue$l8 a la expectativa general d~o a luz un
varón: Kybwyragí es el ove de Brevipurangi.
1

E ta transmigración del ove pres,e nta nna ventaja pue,s per-


mit.e datar má~ o m enos ciiertos acontecimiento~ e introducir un
1

mínimo de orden cronol6gi co en el pasado r edente de Jo aché.


1 1

Desprovistos de cuaJquier cómputo del üempo, apena distin-


guen el eic]o anual de Les estacione por la apaddón de] frfo·
marcan la duración de ]a vida tribal según lo hechos notables
que e producen en ella, y se díce: «Era cuando Jakugi recibió
u pasador labial, cuando lo. blancos mataron a Chimbegit
cuando nos comimo. a Chacbugi. et.e.•> Para lo indios e ta
precisión e sufiC'iente, en seguida S'e sitúan. ¿Y para Jo demá ?
Gracia. al canibali. mo~ ~e llega a ver.lo, con má~ claridad. Por
ej1emplo? Kimira,gi e una mujer d uno ,1c uarenta años. Y eJla e
el alma de Terygi~ cuyo pene fue comido por . u madr;e. De modo
que la muerte de Terygi se r em·o nta más O· menos a u:nos cuaren-
1

ta años, a princip,io de los año veinte. Del mi mo modo· puede


datarse bi muerte de Brevipurangi a finales de la misma década,
puesto que Kybwyragi, portador de~ alma de e te aché, es un
hombre de· unos treinta y cin co años. Y como el padre· de Brevi-
1

pur.angi - Kyrypyragi- le sobrevivió alguno año se deduce


?

que e te último, sucesor de Terygi al frente de 'la tribu, dirigió a


los aché gatu du~ante quiz.á una década. Prueba de que, a pesar
de Ja mala reputación ,q ue dejara. ~os .a ché no estaban de scon-
t.en·to de él. De otro modo Je habrían abandonado. Todo esto
no· es gran cosa, e.s incier o, frágil. Pero no se puede escoger, no
hay que despr·e,ciar nada, es el únfo,o medio de satisfacer el
gusto maniático del occidental por el calendari.o.
1

240
En e) mes de julio tuve que ausentarme a~gunos días. Al
volver a Arroyo M,oroti constaté que los extranjeros todavfa no
habían vuelto de] lejano lugar 1e n que celebra han la fiesta de, Ja
miel. SóJo, quedaban. algunos de sus kybuchu~ que no habían
seguido a los mayo~es1 y 1e ntre ello:S w ·achugi,. pequeño y valero-
so cazad,or de unos do~e años. Aceptó sin dudar acompañarme
a] campamento de Jyvukugi, situado, a varias horas de camino.
Trotaba en sHendo tras d.e mí": eta ~mposibl1e cam~nar a .la par y
además Jos aché no· saben desplazarse más que en fila india. De
vez en cuando, cuando, no sabía qué dirección tomar, él m e 1 1

ponía en e~ buen camino con un brev·e· i§D11ety! (¡,p or aquíl'.)1. De


repente, ·c omo si no pudiera seguir callando una noticia extraor-
dinaria, dijio: «~che ro Baipugi ktomi upa modo>, 1 («los aché se
han comido al hijo de Baipugi»),. (<iNde kaury! lKamevwd!»
(«i.E tás bromeando? ¡Mientes!») <<¡Kaury iii! iUpa moda..'>> («[No
1

bromeo! ¡Se Jo han comido!») Yo sabia perfectamente que no


'm entía le provoqué un poco para incitarle a contar más. Per;o
1

evide·ntemente todo .a quello le interesaba menos que a mf y ee


ccntentó con ex.plicar que los, aché ga.tt1, deseosos d e comer
1

,c arne humana, habían cocido al pequeño Brikugi pHa comér·


selo. También me dio el nombre de todos los parti cipa:ntes
1 1

en e] co:nvi·t e,. Podía. considerarme· satisfecho de estar al co-


rriente ~h ,¿ Me lo hubier.a n dicho los demás? No es seguro..., Ade-
más~ sabía ,q uiénes eran los protagonistas. Más .a delante e~ pa-
1

dre, la madre y la bermana m.a yor del niño contar,o n 1cóm 0 1

hab(a sucedido todo.


En primer lugar, Jas circunstancias para re.anudar Ja antropo-
fagia a que los aché gatu .sólo habían renunc¡ado tras, su llegada
a Arroyo Moroti, eran propicias~ Es.t aban solos~ los irüia.n¡¡i se
habían ido y los blaneios también~ De modo que· nadie ~tis moles•
taria. Por otra parte es ta ban muy deprimidos.· una epid emia de1

gripe1 agr.a vada por e~ frio de junio y julio, se había Uevado por
delante, a una decena de aché, entre ellos Krembegi y el viejo
1

Paivagi. Evidentemente~ para ~os aché gatu. ho era cuestión de


1
CO·m erse a sus muertos, el beeru había prohibido fonnalmentie
tales prácti cas. Peto en esta ocasión, a firudes de ju~o,, no ha bfa
1

ningún control sobre e1los. P or otra parte estoy convencido de ·


1

que ]as incesantes conversaciones s.obre el canibalismo tuvieron


cierto pape) en este ca.so. y que a fuerza ~e discutir sobre el
tema el deseo de V olver a él actuó sobJ'le ~os. aché gatu, a quienes
1

debió par.e cer que la carne humana era el único C1emeclio e la


melanc olia y ~a ap.aitfa que ]es invadían.
1

2-41
Así es, exactamente, como Pi~gi explicó las cosas: «Yo esta·
ba enfermo. sin ánimo. EJ hijo de Baipugi había muerto. La
carne .de aché es muy buena para no ·e star enfermo. Yo quería
curarme. >> El pequeno Brikugi era un hermoso niño de unos
dieciocho, meses que· empezó a andar muy poco tie.m po d·e spués
de nuestra llegada entre los indios. Dando tumbos y lanzando
gritos unas veces de alegría y otras de miedo·~ iba de su ma<We;
Baipugi, a su padte, Kandegi, en m.edio de un círculo de aché
1

enternecidos que le animaban a media voz. Todo el mundo


quería mucho a aquel niño: de todos }o.s nacidos tras la capitula·
ción. de ]o:s indios, era el único sup-erviviente, Jo que había
r eanimado un poco a la gente. Pikygit que también era padre del
1

n:iño - había hecho el amor con Baipugi encinta-, experimentaba


por él tanto afecto como el padre principal, Kandegi. El niño
cayó enfermo y le cuidamos todos, los aché con su ternura y los
beeru con sus medi·c amentos. Hacia mitades de julio parecía
estar mucho mej1or. Pero estando nosotros ausentes, y por poco·
tiempo, ~u estado empeoró y repentinamente murió el ,k romi
que alegraba la vista y el corazón de los aché ,gatu.• En cuanto a
lo que sucedió, lo r~lataron 1casj con indfferenda. Sólo la madra.,
con el cr.á neo t.otalmente afeitado en señal de duelo, Uoró al
hablar. in duda hubier.e sido mejor dejarla en paz.
«Me apetece coménne·io. ( o lo enterréis! Tiene mucha gra~
sa», dijo Pikygi tras haber emitido eljeproro., el grito sa]vaje de
[os cazadores aché. Lo lanzó debido a lo muy profundo de su
dolor,, pero también para apartar a oue. «iU eme! ¡Pete ró· mil»
(«¡No os k> co·máis! ¡Cubridlo de tierta!>>)1, respondió Baipugi.
Antes; e·n ~a selva, eUa no hubiera dicho nada;. pero aqui la pena
y la tristeza han cambiado la.s c-0sas. Y sin embargo no estaba
e:n fadada contra Pikygi,. comprendía bien su deseo. Entonces
~nte1Vino Kandegi» el padre: {<Si no lo entierras, entonces cóme-
telo·.» Y Píkygi repetía: «¡Estoy muy enfermo, casi muerto'~
Tengo muchfsimas ganas de comer carne humana para curarme.
Cuando se come carne de aché uno se cura enseguida.» Y, en
contrapunto> e~ suave Jamento de la madre: «Krei ha asfixiado a
mi h~jo durante la noche. Ahora también yo· me moriré.» ¿Quién
era Krei?' Era Airagil abuelo paterno del niño· que había sido·
muerto por los bJancos.. AJ ver 1enf1ermo a su hijo Kandegi -en
aquel momento lo estaban casi todos los aché---~ se había irritado
rontra Baipugi. su nuera. La responsabilizó de la enfermedad
de su hijo y para cast.igar~at mató, a su hijo, Brikugi. El padre,
mu·e rto hacía mucho tie·mpo, aún velaba por su hjjo y lo vengó.

242
Entonce Baipugi afeitó Ja cabeza del nino y ,e nterró los cabe-
llos «para que podamos comer La piel»,, dijo. Pikygi descuartizó
el cuerpec~llo, retiró las entrañas y las enterró: «No comeremos
el vientre, hiede demasiado.» A continuación repartió en diver-
a ollas de barro Jos trozos mezdado s, como en una especie de
1

e tofado, con tangy, médula de· palmera pindo jorven. Pusie·r on


todo a be1vir. De modo que los aché no asan en la parriUa a los
niños muy pe,queños.. Por Ja s·encilla razón de que: no habría
suficiente para. todos. M'ientr.a s que si se hierve en agua con
langy~ se puede ofrecer a todos una ración norma~ de esta sopa.
En cuanto e tuvo cocido. ~os p,riesentes sel<» comi,eron, a excep-
ción de la ro.adre y la hermana,. Baipurangi, mujer de Jakugi. Los
hombres y lo ninos empapaban sus pinceles en e] ]íquido graso
exclamaban entre sorbo y sorbo: <<¡Tapia ,gatub> («,¡ Es buena
e ta grasa!» Se lo comieron todo al no considerar nec·e sario
r--e etva r una parte para los aché gatu ausentes,, oom,o se ha.c ía
an es. Jyvukugi y Kybwyragi, que estaban de caza desde hacía
1

varios día .. a su vuelta no encontraron nada~ pero n.o se enfada-


ron, las cosas habían cambiado.
Jakugi, muy enamorado de su rnuj1er Baipurangi, sufre por
do. motivos: ella le es infie] y hasta el momento no le ha dado
ningún hijo'. El desea tener un hijo y ie gustaría aprovechar la
ocasión de e te banquete. Le ofrece el pequeño pene del niño
par.a que ella se 10 coma. Pero ella, malignamente~ lo re.chaza
1

diciendo que «in 0 se come al pr-0pio hermano!» Es ve·r dad. Pero


1

el motivo de su negativa no e tanto la voluntad de respetar e]


tabú alimentario, como la intenci6n de herir a Jakugi. Del mismo
modo~ cuando, este ha ,g olpeado a su mujer, obedecía más a un
arrebato de cólera que al deseo de· «vengar» al pequeño Brikugi.
Pikygi se ha initado: é~ e·s el padre de Baipur,angi, por ser 'e .l
primer marido de B.a ipugt Ha dado algunos golpes a Jakugi,
que no se los ha devuelto. A continuación ha dicho a su hija que
vaya a dormir a su choza 1(d,e 1é!): «¡Ten cuidado, de que tu
marido no vuelva a poseer-te!» Ella ha ,o bedecido y ,al caer la
tarde Jakugi ha tomado la flauta par-a cantar su tristez.a.
AJ cabo de unos días reaparecieron lo·s extranjeros. Les die-
1

ron la noticia~ Apenas les sorprendió saber que los ,o tros se


habian comido al hijo de Baipugi. Por el 1contr11rio; lo que s(
encontraron muy curioso -incluso a algunos les sorprendió mu~1

cho- es que los kyb.uchu. hubie,ran partícipado en e~ banquete


caníbal. Efectivam,e nte, los aché, gatu habían in.vitado a los mu-
cha,c hos porque entre los aché no se permite que nadie se quede
1

243
'

23. Pekat abanico. irue pana avit.iar el ft111go


y expulsar a lo~ mo quitos.

mirando mientras se come. De modo que los kybuchu iroiangi e·


habían vuelto· c1lmbal es sin q·ue eJlo les impresionara mucho;
1

me·nos,. en C'Ua]quier caso qu1e a sus padres: <t¿Era bueno?»


«¡Muy suave; muy bueno!» «iTeeh!» No daban crédito a sus
oídos. No les gustó saber que los muchachos habían comido
carne humana. Pero no manifestaron su reprobación a fin de no
herir a los aché gatu que~ desd·e luego, considerarian que la
1

crítica iba dirigida a ellos~ ·i mpl·e mente, alzándose de hombros,


dijeron que «son niños, no saben lo que ha.c·en». Charlando ·con
un jo,ven betagi extranjero a] q u.e han hor.adad.o ·e l labio e• año
pasado, este proclama enérgicamente: «¡Nosotros no· somo co-
medores de aché!» «¿.Por qué?» Duda un momento y a continua-
ción dice; ·«¡O:o iro pute/>) («¡Es una carne muy amarga!») Alre-
dedor de nosotros están d.c>s o tres de ~os lzybuchu que han
comido a Brilrugi. Comento al betag,i que esa carne no debe ser
1

244
tan amarg.a , pues los muchachos Ea han comjdo. La objeción ea
ma1igna y el joven se ·q ueda desconcertado. Se vuelve hacia uno
de los kybuchu y pregunta:· "'-<ilro ko?>) (<(Dit ¿es amarga?») «<¡No
es nada amarga! ¡Yo comí hígado!» E Jjoven exda;ma triunfante;
«iEl hígodo no es, amargo! ¡Lo qu.e es amargo, y mucho, es 'Ja
pi el!» El argumento es indLcutible y dice para concluir. «·Los.
1 1

buen.os aché somos nosotros! ¡Les otros son caníbales!>, Su tono·


es totabnente d especti\to. Restablece, en beneficio de su grupo,
1

]a jararquía: los inf.eriores son: ios ot:ros.

Visitamos el lugar del banquete. Los aché habían preferido


cumpilir su rito,apartados d·el c.ampament-0. Baj,pugi se arr-odiHó
y Uoró la muer1>e de su hijo. A continuación indicó. un hogar:
«Allí .están ~as eenizas, las cenizas de los huesos que quema-
mos.» El craneo y el pequeño, esqueleto habían sido golpeados y
.arlfojados al fuego~ Pe·r o no todo s·e habia calcinado. La muj·e r
flemovía sua~emente, con las puntas de Jos d·edos, ]as cenizas
muertas; y enseñ.aba un fragme·nto: <(Esto 'e e,] o·rn()1 p~ato de m~
hijo. Y aquJ está itllD trozo de· ,SlJ cabeza y este Otro
1 es de~ h'tlleSO
de la. piema.n La~ ~ágrimas cor.rían por sus mejillas borrando
poco a poco ~a pl11tura negra del duelo; aquel rostro <:ansa.do,
desoompue to, v.acfo, expresaba también ·t i fin de Jos .eché.

245
IX
EL FIN

Aunque posteriormente be estado varias vece·s en Paraguay,


nunca he vuelto a ver a lo indios guayaquis. o me atrevía.
¿Qué hubiera contado'? A. mi Uegada a Arroyo Moroti contaban
un centenar de personas. Le dejé un. año más tarde y no queda ..
ban más que 75. E~ resto había.e muerto enfermos, roídos por la
tuberculosis,. por falta de a istencia, por falta de todo. ¿Y los
supervivientes? Re,s tos de un naufragio des·e sperados, po:r haber
tenido que dej,ar su prehistoria, :f ueron arroja.dos a una histor]a
que no les concernía más que par.a .abolirJos. LCierta.mente es
1

poca cosa! sólo una página más e·n el monótono censo -co n 1

fechas. lugares y cüras cada vez más precisos- de la desapari-


ción de las úkimas tribus indias. ¿Qué ha sido de los valientes
cazadore aché? Según las últimas noticies, obt~nidas en l9·68,
no sobrevivían más de una treintena. Poco importa su número,
por lo demás, si tanto el1os como los otros están de todos modos
condenados. ~a empre.sa, iniciada a finales del siglo XV, llega
ahora a su fin: un ·c ontinente entero se habrá desembarazado de
sus prhner·o s habitantes y pronto, ese Mundo podr.á , y eon razón.
prodamarse Nuevo. «Tan.tas ciudades arrasadas tantas nacio-
1

nes exterminadas.; tantos mUlone de· personas pasadas a cuchi-


Ho. ¡y la parte más rica y bella del mundo trastornada por el
negocio de las perlas y Ja pimienta!' Mecánicas victorias.» Así
saludaba Montaigne el triunfo americano de la cí\lilización occi-
denial.
¿Y Jo aché? ¿No, veían eJJo que la pérdida de u libertad les
jmpedía sobr·evivir? Sí, 1e staban ~esignados, aceptaban pasiv.a-
mente su suerte. En raras oca"' io nes un hombre dejaba ,e stallar
1

su có~e·ra y gritaba que qu eria atravesar con sus flechas a los


1

blancos, pero no iba más lejos. Además, ¿a qué [es hubiera


conducido· una revuelta? Los beeru so·n muchos, bien lo sabían. y

247
los que e Hos mataran pronto hu hieran sido sustituidos por otros. 1

o podf.a n escoger, t~nían que quedarse allí. e daban cuenta


de esto con la muerte en el alma y Jivukugi, más lúcido que .la
mayoría de .sus co mpanero , sabía decir ~o q.ue· ·ellos sentf,an~
1

Un día le pedí que cantara prera de caza para grabarlos. Pero


él prefirii6 otro tema. C.ada cop~a , salmodiada con un to-
no de tristeza y de profunda desazón. moría con un lamento,
p·r olongado por [a delicada melancolía de la flauta. Aquel día
cantó· el fin de los aché y su desesperación al ver que todo había 1

terminado.

Lo: · aché·, cuando eran aché verdaderos. cuando lo aché eren


verdaderos aché:~ atr-aves-aban con sus neches a los animales y
entonces era buena la gra a del ·coatí. Ahora los aehé ya no son
aché. ¡,Oooh?
Antes. cuando .los aché eran aché verdaderos, .a travesaban con sus
flechas muchos coatís en la selva y todos se comían su piel con la
e~pesa grasa. Los acbé ya no son los aché·. ¡Oooh!
Los aché» en la selva los aché atravesaban, con sus fle cha a todog
los, an1males; los cerdos sa!.vajes: malolientes~ p.e.ra :mat•Jo·.s reu·
nían u flechas y había mucha carne par-a comer. Pero, los aché ya
no atraviesan con sus flechas a los .a nimaJes en Ja sel....a. ¡Oooh'!'
Los aché en la selva reunían sus ílechas pare. matar a lo cerdos
salvajes, disfrutaban de la carne que terúa la angre bien seca.
Ahora los aché se revuel~n en le. ceniza. Ya no atraviese_n con sus
ílecha animale~ en la selva. lÜooh! Y ahora en la sel\ra, cuando se
oyen los gritos de JG .a nimales, l.G acbé ya no van a atrav·e sarlos
con sus flechas. ¡Ooohl
Los aché que aintes mataban joku.• cuya buena grasa se· comí.e n, se
han vuelto delgado , hieden junto a su - hogueras, están ennegreci-
dos de ceniza y huelen muy mal Ya no cai11n animales en la selvet
los aché han dejado de atra.v e UJrlo con su . flechas.
Los a.·c hé en 'la selva re·unían us flechas para matar a los gran des
cerdos salvajes. Y cuia ndo se bebían comido la c:ame delídosa los
aché estaban muy contento . Ya no atacan a ~os animales en la
sehra. ¡Oooh! Cuando oían en e.I sendero el estré,pito de los gran-
des jabalíe • el ruido de las mandíbula que entrechocahan~ enton-
ces lo~ aché mataban a 1o animales y con sus presas comían buena
1cam~ de las patas.~ la chupabon como niftos1 todos eran felices. Los
aché y.a no matan anime.les. ¡Oooh!

248
,Jyvukugi cantó, duran.te largo rato pasando revista a la m•yo-
ría de Jo animales que caian Jos aché. Evocó también e~ grito
de los plijaros que anuncian la época de ir de vi~ita al che-ygi
para la fiesta de ]a mi,el; y en cada ocasión era para reeonoc er 1

que aquello había terminado, que todo aqueUo había desapare-


cido para siempre. Indudablemente exageraba al proclamar que
lo:.; aché habían r·ernunciado a la vi.da de la selva para revolcarse
en la ceniza de su~ hogueras. pues continuaban cazando. Pero
ya no era l.o mismot Jyvukugi no se equi.vocaba~ leía claramente·
el destino de la tribu, veia bi.e n que ya se adivinaba el hedor de
la muert,e.
En cuanto a ro[, de eo recordar de m.o do preferente ]a piedad
acbé, la grav edad que había en u presencia en el mundo de las
1

cosas y en e] mundo de los .sere . Testimoniar una ejemplar


1

fid eHdad a un saber muy antiguo di ipado en un momento por la


1

vio]en<'!ia alvaje de[ nue~ tro. Conservar viva, por ejemplo] la


memoria de la eñoria] acogida que pr,estaron los extranjeros, a
su vuelta die la se[v·a,. a aqueJl,a mujer blanca todavía desconoci-
da para ellos. La vieron e1Jos y también sus, mujeres, y arrodilla-
1

dos, con el. rostro oculto entre las rnanos, entonaron un potente
chenga ruuara; no de duelo o de tristeza, sino de p]acer y de·
amistad, como se hace coa aque] que e bienvenid.0 Al no poder
1 1

pronunciar ]al, ausente en u fonética, los aché transformaron


ligeramente u nombre y eUa fue, para todost Erensg¡.
¿!Es absurdo di parar flechas a la luna nueva cuando se desli-
za por 1e ncima de 10 árbole ? No para los aehé: saben que está
1

viva, su aparición en el cielo hace surgir en las kuja la sangre


men trual. fuente po.s ible de mala suerte para loA cazadores.
EUos se vengan el mundo no es inerte, hay que defender.se. A
este pre cio han sabido Jos aché mantener con tenac¡dad duran-
1
1

te· igln~, en. 1e~ corazón secreto de la s,elvacf su furtiva y tímida


existencia de nómada~. Pero su abrigo fue violado, y est-0 es
como un sacrilegio.
Era de noche. Yvajauu, ia tempestad hab1aba. Reinaban por 1

todas partes los rugidos del trueno. la lluvia que azotaba las
cabañas.de palmas. 'el viento que indinaba las altas ramas de los
vi ejos gigantes de la se[ va. A breve intervalos, cuando C'hono
dejaba un momento de silencio, se oía el ruido seco de la made·
ra re quebraja.da por la fuerza de la t.ormenta. La violenta Juz
b1anca de los relámpagos sacaba de )as tinieblas el silencioso
campan1ento, a punto por mom entos de ,e dipsar ~a luz de las
1

hogueras cuya llama retorcía el viento. Todo esto eran Jos

249
pic'hua de una mujer ir-Oiangi que había muerto la víspera y que
~os aché ,a cababan de enterrar.. · u yerno, Kajawachugi- sentado
ante su hogu,e ra,, la observaba pensaUvamente atizando e~ fueg,o
con gesto distraído. Eran verdaderamente unospichua grandes
oue se había reunido con e] señor de arriba, Chono. Aquello
duraba mucho y corre·s pondía a Kajawachugi calmar a su sue·
gra. Tras cada trueno, gritaba con voz aguda, irguiendo la cabe-
za hacia el cielo: <<;Nde P'ichuar,e, baky emeeee.f» («iT'ú que haces
todos esos pithua,, cuida de que no llueva mááás!») Siguió Uo-
viendo durante dos horas, hasta que la vieja se apaciguó. Final-
mente consintió en atender la súplica del hom.bre. El viento se
calmó dejó de llover, Chono se alejó hacia el norte. L·os aché no
se desvelaron, Kajawachugi había protegido su sueño. Más aUá
1 1

del alegre crepitar del fuego, no se oía m.á s que la caída de ~as
gotas de .agua sobe las hojas. Hasta bastante más tarde de que
en el cielo aclarado apuntaran las estreHas, Ja Jluvia iguió ca-
yendo mansamente de las copas de los árboles.

250
..

En las transcripciones de ]o·s t-ér.minos indígenas las conven·


ciones fonét¡cas :s e han redueido. a ]o ese. nc~a].

«j>> se pro rumcia <>(dj», como en ing~·é:s:


1

«ch» se p·r onuncia como en español·


«y» es la sexta vocaW del guayaqut,. perecida a una «b~ guwral:
·· indica la nasalizae·ión. Todas las vocales pueden ser nasaJi.~
zadas.

El guayaqui~, como todas las lenguas. tupi-guaranf" no con~e


la <<fJo>· ni Ja <<h>.

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