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La depresión mayor es un síndrome o agrupación de síntomas en el que predominan los síntomas

afectivos (tristeza patológica, decaimiento, irritabilidad, sensación subjetiva de malestar e impotencia


frente a las exigencias de la vida) aunque, en mayor o menor grado, también están presentes síntomas
de tipo cognitivo, volitivo o incluso somático, por lo que podría hablarse de una afectación global de la
vida psíquica, haciendo especial énfasis en la esfera afectiva. La base para distinguir estos cambios
patológicos de cambios ordinarios, viene dada por la persistencia de la clínica, su gravedad, la presencia
de otros síntomas y el grado de deterioro funcional y social que lo acompaña. Muchos casos de depresión
son claramente apreciables en la práctica clínica, aunque raras veces resulta fácil establecer su
autonomía diagnóstica respecto de otras entidades psicopatológicas. Así, por ejemplo, la asociación
entre trastorno depresivo y de ansiedad es alta y con diversas combinaciones sintomáticas en sus
manifestaciones. La depresión también puede concurrir con el abuso de alcohol u otros tóxicos, y con
algunas enfermedades orgánicas cerebrales y sistémicas. Si bien las causas de la depresión no son
conocidas, diferentes factores podrían intervenir en su génesis, como determinados factores genéticos,
vivencias de la infancia y adversidades psicosociales actuales (contexto social y aspectos de la
personalidad). También podrían jugar un papel importante como factores de riesgo en el desarrollo de
una depresión, dificultades en las relaciones sociales, el género, el estatus socio-económico o
disfunciones cognitivas, aunque lo más probable sea una interacción de factores biológicos, psicológicos
y sociales.
Diagnóstico La posibilidad diagnóstica de un trastorno depresivo se puede plantear a partir de datos
observacionales poco específicos, como el deterioro en la apariencia y en el aspecto personal,
enlentecimiento psicomotriz, tono de voz bajo, facies triste, llanto fácil o espontáneo, disminución de la
atención, verbalización de ideas pesimistas, ideas hipocondríacas, alteraciones del sueño y quejas
somáticas inespecíficas.

La distimia, también llamada trastorno distímico, se define como un tipo de trastorno afectivo o del
estado de ánimo que a menudo se parece a una forma de depresión grave (clínica) menos severa, pero
más crónica. Sin embargo, las personas que tienen distimia también pueden experimentar a veces
episodios de depresión grave.
La distimia es un trastorno depresivo que afecta al cuerpo, al estado de ánimo y a los pensamientos.
Puede afectar o alterar radicalmente la alimentación, el sueño y la manera de pensar, pero no es lo
mismo que sentir tristeza o estar decaído, ni tampoco es indicio de debilidad personal ni constituye un
estado que pueda disiparse o modificarse a voluntad

La distimia afecta a las mujeres con el doble de frecuencia que a los hombres. El trastorno distímico
afecta aproximadamente al 5,4 por ciento de los adultos estadounidenses de 18 años de edad o mayores;
es decir, a 10,9 millones de personas. Según el Instituto Nacional de la Salud Mental (National Institute
of Mental Health), cada año alrededor del 40 por ciento de los adultos que tienen un trastorno distímico
también cumplen los criterios de depresión grave o trastorno bipolar.
¿Cuáles son los síntomas de la distimia?
A continuación, se enumeran los síntomas más comunes de la distimia, que son menos severos pero más
crónicos que los de la depresión grave. Sin embargo, cada individuo puede experimentarlos de una forma
diferente. Los síntomas pueden incluir:
 Tristeza, ansiedad o sensación de "vacío" persistentes.
 Pérdida de interés en actividades que antes se disfrutaban.
 Llanto excesivo.
 Mayor inquietud e irritabilidad.
 Menor capacidad de concentrarse y tomar decisiones.
 Disminución de la energía.
 Pensamientos de muerte o suicidas, intentos de suicidio.
 Aumento de los sentimientos de culpabilidad, desamparo y, o desesperanza.
 Alteraciones del peso y, o del apetito debido a comer de forma insuficiente o excesiva.
 Alteraciones en los hábitos del sueño.
 Aislamiento social.
 Síntomas físicos que no ceden ante los tratamientos estándar (por ejemplo, dolor crónico, dolor de
cabeza).

Para un diagnóstico de distimia, un adulto debe exhibir un estado de ánimo deprimido durante al menos
dos años (un año en los niños y adolescentes), junto con por lo menos otros dos síntomas de depresión
(señalados arriba). Los síntomas de la distimia pueden parecerse a los de otras condiciones psiquiátricas.
Siempre consulte con un especialista para el diagnóstico.
¿Cómo se diagnostica la distimia?
Como se ha comprobado que a menudo la depresión coexiste con otras condiciones médicas, como
cardiopatía, cáncer o diabetes, y también con otros trastornos psiquiátricos como el abuso de drogas y
la ansiedad, el diagnóstico y tratamiento en las etapas iniciales son cruciales para la recuperación. A
menudo el diagnóstico se hace después de un examen psiquiátrico o psicológico minucioso, realizado
por un profesional de la salud mental.

Los trastornos bipolares constituyen un complejo grupo de enfermedades mentales recurrentes que
presentan una alta prevalencia en la población general. Las clasificaciones actuales, como el ICD–10 y el
DSM–5, constituyen un avance significativo para su correcta identificación
La Asociación Americana de Psiquiatría, a través del DSM–5 publicado en mayo del 2013, establece
criterios clínicos bien definidos para el diagnóstico de los episodios de manía e hipomanía, que
constituyen los cuadros sintomatológicos distintivos para el trastorno bipolar (American Psychiatric
Association, 2013). Se considera que tanto la hipomanía como la manía comparten los mismos síntomas
cardinales de ánimo anormalmente elevado, expansivo o irritable, acompañado del aumento persistente
de la actividad o energía, a los que se suman tres o más síntomas diversos, tales como autoestima
exagerada o grandiosidad, disminución de la necesidad de dormir, verborrea, fuga de ideas o experiencia
subjetiva de que el pensamiento está acelerado, distraibilidad, agitación psicomotora, e implicación
excesiva en actividades placenteras que tienen un alto potencial para producir consecuencias graves. Sin
embargo, ambos sindromes se diferencian en su duración (al menos una semana para manía y de al
menos 4 días para hipomanía) y en el impacto funcional que producen en el individuo, ya que sólo la
manía llega a provocar un deterioro significativo en lo laboral, en las actividades o en las relaciones
sociales. Por otro lado, la necesidad de hospitalización o la presencia de síntomas psicóticos son
exclusivas del episodio maníaco (American Psychiatric Association, 2013). Los episodios maníacos no
siempre se presentan con la sintomatología eufórica clásica, sino que en realidad la manía tiene formas
clínicas distintas, descriptas desde hace más de un siglo atrás por Emil Kraepelin (1996). En un estudio
reciente, y a partir de las manifestaciones clínicas de más de 100 pacientes maníacos, Disalver, Chen,
Shoaib, y Swann (1999) establecieron tres variantes distintivas: la manía eufórica (clásica o pura), la
manía disfórica (con irritabilidad y agresividad) y la manía depresiva (con presencia de síntomas severos
del polo opuesto).

Documentos consultados el 14 de noviembre de 2017 en:


http://www.palermo.edu/cienciassociales/investigacion-y-
publicaciones/pdf/psicodebate/14/Psicodebate_N14_T2_01.pdf
https://psicologiaymente.net/clinica/depresion-mayor
http://www.guiasalud.es/egpc/depresion/completa/documentos/apartado04/definicion%20y%20diag
nostico.pdf

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