You are on page 1of 8

¡Oh Santísimo Sacramento, oh Sacramento divino.

Toda alabanza y acción de


gracias, te sean dadas en todo momento!

Jesús le habla a tu corazón:


“Ven a Mí . . . Yo te daré nuevas fuerzas.” “Cuánto he deseado verte y pasar algún
tiempo de quietud contigo, en comunión contigo ‘de corazón a corazón’, como lo
hacen los mejores amigos. Sé que estás cansado y agotado por las vicisitudes, los
quehaceres y los problemas de la vida y del mundo. Querido mío, quiero que me
cuentes todos tus pesares. Pues, Todo lo que te preocupa a ti me preocupa a Mí.
Me gusta escuchar y el tiempo que tengo es ilimitado. Quédate conmigo y
descansa un rato. Permíteme llenarte de amor, alegría y paz. Recuerda que
solamente Yo puedo darte paz verdadera, de esa paz que el mundo y sus cosas
no puede dar. Cuéntame de tus necesidades y tus anhelos. Cuéntame de tus seres
queridos, cómo están y qué cosas necesitan. Ellos son mis amados también.”

* Háblale a Jesús en el Santísimo Sacramento, ya sea que esté en el sagrario o


expuesto en la custodia, háblale tal como le hablarías a tu mejor amigo. Dale a
conocer todas tus preocupaciones y necesidades, y también las de tus familiares,
seres queridos, amigos y vecinos. Manifiesta dolor por las faltas que hayas
cometido (pecados), y por las personas a quienes hayas perjudicado u ofendido.
Pídele la gracia de perdonar a todos los que te hayan hecho daño. Ora pidiendo
guía y curación.

* Quédate un momento en silencio para escuchar con el corazón y la mente lo


que Él te diga.

* Ofrécele al Señor tu amor, tu corazón y tu vida todo lo que eres, tienes y haces.

Jesús continúa hablándote:


“Amado mío, dime todo lo que te cause felicidad y satisfacción. Cuéntame qué
es lo que te gusta de las personas, lugares y cosas . . . Dime, ¿me amas?

“Querido mío, te doy muchas gracias por visitarme. Te amo tanto y tu compañía
me llena de gran alegría. Te guardaré a ti y a todos tus seres queridos, y
también todas tus intenciones, en Mi corazón y mi mente. Los presentaré a
Nuestro Padre y enviaré al Espíritu Santo para fortalecerte a ti y a ellos.
Recuerda que Yo estoy siempre aquí para ti. Por favor, regresa y visítame muy
pronto.”
Del santo Evangelio según san Lucas (1, 26-38).
En aquel tiempo el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea
llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David,
llamado José. La Virgen se llamaba María. Entró el ángel a donde ella estaba y le
dijo: “Alégrate llena de gracia, el Señor es contigo”. Al oír estas palabras, ella se
preocupó mucho y se preguntaba ¿Qué quería decir semejante saludo? El ángel
le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y
dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo
del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre
la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin”. María le dijo entonces al
ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?” El ángel le
contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá
con su sombra. Por eso, el Santo que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya
va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para
Dios”. María contesto: “Yo soy la esclava del Señor cúmplase en mí lo que me has
dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia. Palabra del Señor.

Ante el mensaje de Dios a María implica una respuesta de donación a su plan de


salvación, donde todo el ser de María está a su servicio. De la misma manera
nosotros como María debemos estar dispuestos a recibir su Plan de Salvación, de
acuerdo a la vocación que hemos recibido, ya sea como padres de familia o en la
vida consagrada, lo más importante es hacer presente en nosotros el Reino de
Dios. ¿Cuál es el plan de Dios para mi? (Silencio).
Si recordamos lo que escuchamos en el texto, María al recibir el anuncio de que
será la Madre del redentor, a quien pondrá por nombre Jesús, se sorprendió y
dijo al ángel cómo podrá ser eso. Y la respuesta del ángel es que el Espíritu Santo
descenderá sobre ella y, su hijo será llamado Hijo de Dios. Esta situación que
experimenta María también acontece en nosotros, ¿cómo podremos hacer
presente el Reino de Dios en este mundo?, la respuesta es: a través de hombres
y familias comprometidas, dispuestos a proclamar la Buena Nueva.

María al decir cúmplase en mí lo que has dicho, se hace cooperadora al plan de


salvación de Dios y el Verbo al encarnarse realizó el plan de redención trazado
desde antiguo y nos abrió el camino de la salvación y, que ahora en vigilante
espera, confiamos alcanzar. ¿Cómo respondo al plan que Dios tiene hoy para mi?
(Silencio).

La gracia que Eva nos arrebató, nos ha sido devuelta en María. En ella, madre de
todos los hombres, la maternidad, redimida del pecado y de la muerte, se abre al
don de una vida nueva. Así, donde había crecido el pecado, se ha desbordado tu
misericordia por medio de tu Hijo nuestro salvador. Todos: Gracias Señor, por
cuanto nos amas y nos llamas a la salvación.
Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada
con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu
Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no
queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto. Mientras pensaba en
estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José hijo de David, no dudes
en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del
Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él
salvará a su pueblo de sus pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo
que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen
concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que
quiere decir Dios-connosotros. Cuando José despertó de aquél sueño, hizo lo que
le había mandado el ángel del Señor y recibió a su esposa. Y sin que él hubiera
tenido relaciones con ella, María dió a luz un hijo y él le puso por nombre Jesús.
Palabra del Señor.

Meditemos en silencio, guiados por estas preguntas (leerlas pausadamente


dando tiempo al silencio reflexivo).

¿Por qué dijo sí María al anuncio del Ángel?

¿Por qué José aceptó a María, estando embarazada por obra del Espíritu Santo?

¿Cómo se hizo presente el Espíritu Santo en José y María?

¿Quién es Jesús en mi vida? ¿Realmente lo reconozco como el Mesías prometido


a Israel?

Contempla: A María y José diciendo sí a la voluntad Dios. Maravíllate: Como Jesús,


siendo Dios, es un Hijo obediente al Padre.
Hallaréis al Niño echado en un pesebre. (Lc. 11,12)

Contemplando la santa Iglesia este gran misterio y este gran prodigio de aparecer
un Dios nacido en un establo, toda admirada exclama: ¡Oh grande misterio, y
admirable Sacramento! que los animales viesen al Señor nacido recostado en un
pesebre". Para con templar con ternura y amor el nacimiento de Jesús, debemos
pedir al Señor que nos dé una fe viva; porque si entramos sin fe en la gruta de
Belén, no experimentaremos más que un afecto de compasión, al ver un niño
reducido a un estado tan pobre, que naciendo en el corazón del invierno, es
reclinado en un pesebre de bestias, sin fuego, y en medio de una fría cueva. Pero
si entramos con fe, y vamos considerando qué exceso de bondad y de amor ha
sido el que un Dios haya querido reducirse a comparecer pequeñito infante,
estrechado entre las fajas, colocado sobre la paja, que gime, que tiembla de frio,
que no puede moverse, que tiene necesidad de leche para vivir, ¿cómo es posible
que cada uno de nosotros no se sienta atraído, y dulcemente obligado a dar todos
sus afectos a este Dios niño, que se ha reducido a tal estado para hacerse amar?
Dice san Lucas, que los pastores después de haber visitado a Jesús en el establo,
se volvieron glorificando y loando a Dios por todas las cosas que habían oído y
visto”. Y pues ¿qué es lo que habían visto? No otro que un pobrecito niñito
tiritando de frio, sobre unas pocas pajas; mas por cuanto estaban iluminados de
la fe, reconocieron en aquel infante el exceso del amor divino; del cual inflamados
iban después alabando y glorificando a Dios en la contemplación de haber tenido
la suerte deber un Dios anonadado y desmayado por amor de los hombres.
Ha nacido un chiquito para nosotros, y un hijo se ha dado a nosotros. (Isaías 9,6)

Considera como después de tantos siglos, después de tantos ruegos y suspiros,


aquel Mesías, que no fueron dignos de ver los santos Patriarcas y Profetas, el
suspirado de las gentes, nuestro Salvador vino por fin, ha nacido ya y se ha dado
todo a nosotros. El Hijo de Dios se ha hecho pequeñito, para hacer nos grandes:
se ha dado todo a nosotros, para que nosotros nos demos todos a él; y ha venido
a manifestarnos su amor, para que nosotros le correspondamos con el nuestro.
Recibámoslo, pues, con afecto, amémosle, y recurramos al mismo en todas
nuestras necesidades. Los niños, dice san Bernardo, son fáciles en dar aquello que
se les pide. Jesús ha querido venir tal, por manifestarse propenso y fácil a darnos
sus bienes, ya que todos los tesoros están en sus manos, y en ellas puso el Padre
todas las cosas, nos dice san Juan. Si queremos luz, Él por esto ha venido para
iluminarnos. Si queremos fuerza para resistirá los enemigos, Jesús ha venido para
confortarnos. Si queremos el perdón y la salvación, él ha venido para perdonarnos
y salvarnos. Si, finalmente, queremos el sumo don del amor divino, él ha venido
para inflamarnos; y por esto, sobre todo, se ha hecho niño, y ha querido
presentarse á nos otros pobre y humilde, para apartar de nosotros todo temor y
conquistarse nuestro amor. Por otra parte, Jesús ha querido venir de chiquito,
para hacerse amar de nosotros, con amor no solo apreciativo, y también tierno.
Todos los niños saben ganarse un especial cariño de quien los guarda. ¿Quién,
pues, no amará con toda la ternura a un Dios viéndole hecho niñito, menesteroso
de leche, temblando de frio, pobre, envilecido y abandonado, que llora, que da
vagidos en un pesebre sobre la paja? Esto hacia exclamar al enamorado san
Francisco: Amemos al Niño de Belén, amemos al Niño de Belén. Almas, venid a
amar a un Dios hecho pobre, pequeñito, que es tan amable, y que ha bajado del
cielo para darse todo a nosotros.
Jesucristo, mi Señor, ¡te adoro! Te doy gracias por tu maravilloso amor que te
mantiene en la tierra con nosotros, día y noche, en la Sagrada Eucaristía. Te doy
gracias por el don de la vida, por mi familia, mis amigos y mis seres queridos; por
las innumerables gracias y bendiciones que has derramado sobre mí y sobre toda
persona en todo el mundo. Te doy gracias, Señor, por tu constante,
misericordioso y tierno cuidado. ¡Oh, Dios mío, te amo por todas las gracias que
me has prodigado!

Amado Jesús, me ofrezco a Ti. Me pesan todas las veces que te he ofendido a Ti
y al prójimo. Quiero hacer reparación por mis faltas pasadas y cumplir la voluntad
de Dios en todas las cosas, hoy y todos los días de mi vida. Ayúdame a orar, vivir
y trabajar, te suplico, para honor y gloria de Dios y para llevar a otros a tu
presencia en la Sagrada Eucaristía. Con tu amor y tu gracia quiero ayudar a llevar
a muchas almas al cielo para vivir contigo en la plenitud de tu amor, paz y alegría
por toda la eternidad. Amén.

Jesucristo, Señor mío, te ruego que ayudes a mi familia, amigos y seres queridos
con nuestras necesidades e intenciones, que concuerden con la voluntad de
Dios. Amado Jesús, te ruego que auxilies a todos los enfermos, los que sufren,
los moribundos (especialmente los que morirán este día) y los que ya han muerto.
Recuerda, Señor, a todos los que más necesitan el amor y la misericordia de Dios
en ese día y en esta misma hora. Dios mío, te ruego que
des fuerzas a nuestro Santo Padre para que dirija nuestra Iglesia en la plenitud de
la verdad de nuestra fe. Envía a tu Espíritu Santo sobre todos los sacerdotes y
religiosas de nuestra Santa Madre Iglesia. Oro pidiendo que todos ellos sean
santos y verdaderos discípulos de la fe que Tú nos has transmitido, para que
nuestra Iglesia permanezca siempre Una, Santa, Católica y Apostólica. Santa
Catalina de Siena, ruega para que el Vicario de Cristo se oponga siempre al
espíritu del mundo.
Oración Final:
Nos despedimos con la oración de San Alfonso: Señor mío Jesucristo, que por
amor a los hombres estás día y noche en este sacramento, lleno de misericordia
y amor, esperando, llamando y acogiendo a cuantos vienen a visitarte. Creo que
estás presente en el santísimo sacramento el Altar; te adoro ahí desde el abismo
de mi nada; te doy gracias por todos los beneficios que me has hecho, y
especialmente por haberte dado todo a mí en este sacramento, y por abogada a
María, tu madre santísima, y por haberme llamado a visitarte en este lugar santo.
Saludo hoy a tu amantísimo Corazón y es mi intención saludarlo por tres fines: el
primero, para darte gracias por tan insigne don; el segundo, para reparar las
injurias que has recibido en este sacramento; y tercero, para adorarte desde aquí
en esta visita, en todos los lugares de la tierra donde estés sacramentado. Jesús
mío, te amo con todo mi corazón. Me arrepiento de haber ofendido tantas veces
en mi vida. Propongo mediante tu gracia no ofenderte más en adelante, y ahora
me consagro enteramente a ti, renuncio a mi voluntad, a mis afectos, a mis
deseos, a todo lo que me pertenece, y te hago de ello donación. En adelante, haz
de mí y de todas mis cosas cuanto te plazca. No te pido ni quiero otra cosa que tu
santo amor, la perseverancia final y el perfecto cumplimiento de tu voluntad. Te
encomiendo las lamas benditas del purgatorio y en particular las más devotas del
Santísimo sacramento y de María. Te encomiendo también todos los pobres
pecadores. Pon fin, oh salvador amantísimo, uno todos mis afectos a los de tu
amorosísimo Corazón, y así unidos los ofrezco a tu Padre, pidiéndole en tu
nombre se digne aceptarlos y oiga mis súplicas por amor tuyo. Amén.

You might also like