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La Normalización de la Facultad en la recuperación democrática.

Guillermo Bengoa, Mar del Plata, agosto 2012.


Charla efectuada en el marco de la conmemoración del 50º Aniversario de la creación de la Facultad
de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de Mar del Plata

Cuando me ví en este programa, pensé que yo no era el más apropiado para hablar, que había
muchos mejores para hacerlo. ¿y quien otro puede ser? Pensé. Y eso me llevó a la primera
reflexión que quiero compartir con ustedes: no hay uno mejor o peor para contar esa época, la
de la recuperación democrática de 1983, porque no había un líder esclarecido, fue una acción
colectiva, cuya fuerza radicaba precisamente en eso. Todos éramos parecidos, los que recién
empezábamos y los que estaban hace un rato. Se discutía todo el tiempo, la construcción del
hecho político y académico fue conjunta y por eso fue duradera y trascendió a las personas y
un cuarto de siglo después estamos aquí recordándolo.

El segundo aspecto que quiero recordar es que si bien el influjo estudiantil y concretamente
alfonsinista fue importante, la normalización fue una tarea de gente proveniente de muchos
ámbitos políticos, y no excluyente: fue muy valioso el esfuerzo de las personas que habían
estado forzosamente afuera de la Universidad para reintegrarse, así como el esfuerzo de
aquellos que estaban y aceptaron las reglas del nuevo juego democrático, aun a sabiendas de
que estaban en desventaja con respecto a las convicciones de los estudiantes. Ahora a la
distancia se observa que lo bueno de ese momento fue que no se tiraron docentes por la
ventana, sino que se pusieron reglas de juego claras y los que demostraron su valía académica
entraron o se quedaron para normalizar la Facultad.

El tercer aspecto que quisiera recordar es lo que queríamos en ese momento. Decíamos
claramente en los documentos de esa época que queríamos una Universidad Nacional,
Democrática, Autónoma, Científica y abierta al Pueblo. Y cada una de estas palabras tenía un
significado profundo para nosotros. Era el programa más estricto de gobierno, era de una
sencillez tan extrema como ambiciosa. Me gustaría repasar que cosas se lograron y cuales
están pendientes. Tomás Maldonado solía hablar del “proyecto inconcluso de la Modernidad”
Tal vez podríamos hablar del “Proyecto inconcluso de la normalización”

Pienso que se avanzó bastante en lo que refiere a Democrática y Autónoma. Con sus más y
sus menos, la democracia interna funciona, y en especial en esta Facultad es notable el
esfuerzo de docentes, alumnos y graduados para mantenerla y construirla a diario. Y todos los
gobiernos posteriores al 83 han mantenido la autonomía, en un raro caso de política de Estado
no muy frecuente en Argentina.

Lo de Nacional diría que tiene un carácter ambiguo, ya que en estos tiempos de globalización
hay que repensar el concepto en sí, tal vez sea una de las tareas más fuertes y necesarias a
futuro. ¿no será necesario cambiar el término por Latinoamericana? En tiempos en que las
fuerzas desenfrenadas del capitalismo avasallan los Estados-Naciones, tal vez debamos
abandonar el concepto de “nacional” y recuperar el concepto internacionalista que no
solamente es caro a los revolucionarios de principio de siglo XX sino a las vanguardias
artísticas, como la Bauhaus, de las cuales seguimos siendo herederos

Y me parece que estamos muy en deuda con los conceptos de “científica” y “abierta al
pueblo”.

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Lo de científica lo fuimos perdiendo con el anquilosamiento al cual nos arrastró la mal
llamada “carrera docente”. No puede haber ciencia sin superación, sin confrontación de
teorías y sistemas y el retrógrado sistema adoptado con la consigna de “conquista gremial”
significó el estancamiento de camadas enteras de docentes. También dejamos de apoyar a los
docentes más jóvenes, que están a diario al pie del cañón, trabajando en contacto directo con
los alumnos, y que no poseen incentivos ni aumentos de dedicación ni beneficios académicos
a la hora de concursar.

Lo de “abierta al pueblo” es posiblemente la mayor de las deudas. El ingreso irrestricto es una


quimera nominal, no solamente porque entran solamente aquellos que pueden costearse sus
estudios y que han terminado un secundario al cual no todos acceden, sino porque las
altísimas tasas de deserción en los primeros años hablan de que existen problemas que
debemos atacar sin vacilar.

La dificultad en resolver este tema desde la Universidad me lleva un último punto: no


podremos cumplir el programa democrático abierto con los concursos sino hacemos algo para
cambiar la sociedad. Si bien en estos años la sociedad argentina avanzó en algunos factores
que fueron adoptados por todos, como la bandera de los derechos humanos y el
reconocimiento de las diferentes elecciones sexuales, en otros aspectos hemos tenido graves
retrocesos, como por ejemplo en la intolerancia hacia el que piensa distinto o, la más grave, en
el aumento de la inequidad social comenzada con la hiperinflación de 1989 y sucesivamente
mantenida por el neoliberalismo de los 90 y por las actuales políticas de gobierno, a pesar de
los discursos. Mientras no resolvamos ese tema, externo a la Universidad, no podremos
cumplir el programa político que se plantearon tal vez con desmesurado optimismo docentes,
graduados y alumnos de todas las tendencias y partidos en 1983.

Este final parece pesimista, pero cambia el tono si recordamos una de las frases más felices de
aquel Manifiesto Liminar de la Reforma de 1918, inspiradora de gran parte de estos temas: los
dolores que quedan son las libertades que faltan.

No estamos para una tonta alegría, ni para una nostalgia ñoña: estamos para un entusiasmo
activo, que transforme esta deuda pendiente en esperanza y acciones concretas.

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