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Gestión educativa y alternativas de acción

Gestionar una institución supone manejar ciertos saberes que no se restringen exclusivamente
a lo técnico, sino que aluden a un conocimiento exhaustivo de la situación en la que se
interviene. Lo interesante de una gestión, dice Silvia Duschatzky en ¿Dónde está la
escuela?, no se mide por lo realizado sino por la capacidad de crear condiciones para que algo
se movilice en los sujetos y en las matrices culturales de la institución. Por ejemplo, puede ser
necesario e importante arreglar un techo en una escuela, pero mucho más importante es
inculcar el hábito del mantenimiento en los responsables y en los que conviven en la
organización.
Como referencia nos interesa tener en cuenta los aportes de Duschatzky, quien toma del inglés
Elliot Jaques, una tipología de gestión. Dentro esta última podríamos considerar: La gestión
comprendida como fatalidad: “el no se puede, no llegamos, es imposible, eso no es para
nosotros”. Este es un tipo de gestión que pretende ajustar la realidad a un deber ser. Otro tipo
es la gestión comprendida como ética, aquí se permite decir lo que acontece en las escuelas y
habilitar alternativas de otro orden para modificar la realidad. La potencialidad de la gestión
ética es producir algo inexistente, crear un nuevo orden. Ante un problema que pudiese
presentarse en la institución, es importante buscar medidas para analizarlo y solucionarlo. En
lugar de implementar acciones uniformes y centralizadas, es preferible contextualizar el
problema y aportar soluciones específicas.
La creciente complejidad de las instituciones educativas y sus contextos sociales requiere de
un centro educativo donde se fortalezcan las capacidades locales, se provea de un abanico de
recursos y se posibiliten estrategias intersectoriales de intervención.
En sociedades cada vez más heterogéneas y con niveles de pobreza y exclusión alarmantes,
el hecho de que las escuelas necesiten del involucramiento de las familias para el éxito de sus
alumnos crea nuevas condiciones para sus prácticas de enseñanza y aprendizaje.

A su vez, la participación familiar es una condición de educabilidad; aunque muchas familias no estén en
condiciones de ello no podemos responsabilizarlas del fracaso escolar de sus hijos. ¿Qué se puede
hacer desde la gestión institucional para contrarrestar los efectos de las desigualdades sociales
crecientes y de la profundización de los procesos de exclusión? ¿Qué hacer ante la crisis de cohesión
social, el interés individual que va ganando espacio por sobre el colectivo, la competencia desplazando
la solidaridad, las instituciones escolares descolocadas ante los cambios de la familia, los grupos y la
sociedad y un estado en retirada?
La escuela no puede ser una institución débil, desdibujada, ni invadida por el contexto. Por el contrario,
necesita bases firmes desde donde operar y debe ofrecer a los docentes un soporte institucional que los
fortalezca acorde a un proyecto educativo con viabilidad e impacto social. Por esto, la idea del
pacto familia-escuela es un paso para recuperar la ilusión de una escuela para todos, una escuela que
se piense a sí misma y una escuela que pueda generar confianza, construir subjetividades y fortalecer
la solidaridad como camino para un mundo mejor.

¿Qué se puede hacer desde la gestión institucional para contrarrestar los


efectos de las desigualdades sociales crecientes y de la profundización
de los procesos de exclusión?

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