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Sergio Fabbrini
1
. Cfr. Cartabia, M. y Weiler, J. H. H. L’Italia in Europa: Profili istituzionali e constituzionali. Bologna, Il
Mulino, 2000. p. 83. Véase también: Mény, Y. y Knapp, A. Government and Politics in Western Europe.
Oxford, Oxford University Press, 1998. p.
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E l proceso de integración europeo: ¿enseñanzas para otras experiencias de integración regional?
En este orden de ideas, en el origen del proceso comunitario está el Tratado de Paris
firmado por seis países que, en 1952, dio vida a la Comunidad Económica del Carbón y del
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Acero (CECA). Después de todo, fue la contienda por el control de estos recursos lo que
había llevado a una constante tensión entre Francia y Alemania, dado que tales recursos
estaban situados geográficamente a lo largo de la frontera de estos los dos países.
Si bien otros países contribuyeron a promover la CECA, de todas maneras este Tratado
volvió explícita una verdad que desde entonces se ha constituido en sabiduría común: sin
el acuerdo entre Francia y Alemania, ninguna integración en el nivel continental habría
sido realizable. Y efectivamente así ha sido, al menos hasta el final del siglo XX: el llamado
eje franco-germano constituyó el sostén del proceso de integración, determinando las
fases de su gradual expansión (hoy la UE está constituida por 27 Estados miembros y casi
500 millones de habitantes) y garantizándole una dirección. Al Tratado de París le
siguieron los de Roma de 1957 que permitieron el nacimiento de la Comunidad Europea
de la Energía Atómica (EURATOM) y la Comunidad Económica Europea (CEE). Será sobre
todo el Tratado Constitutivo de la CEE que favorecerá y sostendrá el proceso de
integración, asumiendo como objetivo el de la formación de un mercado común que,
seguidamente, se convertiría en el Mercado Único Europeo a través de la Acta Único
Europeo (AUE), firmado en el 1986 en La Haya, y con la que se efectuó la primera reforma
sustancial de los Tratados que habían dado origen a la CEE.
Con la AUE se inicia el proceso de conformación del Mercado Único, y se establece el año
de 1992 como fecha límite para su culminación, es decir, para garantizar plenamente las
cuatro libertades fundamentales que lo caracterizan: la libertad de desplazamiento al
interior de los países comunitarios, de bienes, de personas, de servicios y de capitales.
Para acelerar el proceso de armonización entre las legislaciones nacionales, con la AUE fue
introducido el procedimiento de la votación por mayoría calificada en el organismo
decisional comunitario (Consejo de Ministros), con relación a cuestiones concernientes al
Mercado Único (hasta entonces era necesaria la unanimidad). Los efectos de la AUE se
harán evidentes con el posterior Tratado sobre la Unión Europea, firmado en Maastricht el
7 de febrero de 1992, por los doce países miembros de la entonces Comunidad
Económica. Este Tratado es considerado de fundamental importancia por al menos tres
razones: (1) porque da inicio a la Unión Económica y Monetaria (UEM) que seguidamente
conducirá a la moneda única en el 1999 y a su uso corriente desde 2002; (2) porque
formaliza la existencia de una ciudadanía de la UE diferente de la de sus países miembros,
con el consiguiente reconocimiento de algunos importantes derechos; (3) porque pone
orden en la alta complejidad en las competencias y las responsabilidades de las
instituciones europeas dividiéndolas en tres pilares. Con el Tratado de Maastricht de 1992,
la denomominación UE es el nombre que se da a un sistema institucional diferenciado
internamente, en función de competencias y de equilibrios inter-institucionales, en tres
pilares.
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restantes casos a través del voto del Parlamento. El Tratado fue rechazado (en mayo y en
junio de 2005) en los referéndums desarrollados en otros de los dos Estados miembros
como Francia y Países Bajos. La parálisis producto de estos rechazos ha sido parcialmente
resuelta en el Consejo Europeo de Berlín del 20 y 21 de junio de 2007. De la difícil e
intensa negociación desarrollada en aquel Consejo Europeo ha surgido una versión
reformada del original Tratado Constitucional. La parte primera ha sido
“suavizada”(aunque sustancialmente confirmada), mientras que la segunda parte ha sido
excluida del Tratado reformado. La nueva versión del Tratado Constitucional (o Tratado
reformado) ha sido aprobada por los Jefes de Estado y de Gobierno de los Estados
miembros en la Conferencia Intergubernamental de Portugal de octubre de 2007. El
Tratado reformado, conocido como “Tratado de Lisboa” se firmó en la capital portuguesa
el 13 de diciembre de 2007. Este Tratado deberá ser ratificado en los 27 países y se espera
que el mismo entre en vigor antes de las próximas elecciones al Parlamento Europeo, en
junio de 2009.
Esta secuencia de Tratados no debe hacernos pensar en una evolución gradual de la UE.
No sólo porque las mismas fechas testimonian cómo se alternan sucesivamente
prolongadas fases de paralización (los años sesenta, setenta y la primera mitad de los años
ochenta), seguidas de una breve, pero acelerada fase de reformas (la segunda mitad de
los años ochenta y los primeros años del noventa), sino sobre todo porque la
transformación de la UE se ha realizado también con los Tratados inalterados: en efecto,
los años de la paralización han sido años de extraordinaria modificación de las relaciones
internacionales entre las instituciones comunitarias, y en especial entre estas últimas y las
nacionales. En particular, el impasse intergubernamental de los años setenta ha permitido
a la Corte Europea de Justicia (CEJ) asumir un rol cada vez más activo en la solución de los
inevitables conflictos entre las instituciones comunitarias y las nacionales.
Con dos sentencias de valor histórico, van Gend en Loos de 1962 y Costa vs. Enel de 1964,
la CEJ ha impuesto, respectivamente, el principio del efecto directo de la legislación
europea sobre los individuos y las empresas de cada país miembro, y el principio de la
supremacía de la ley comunitaria sobre la nacional, aún cuando esta última haya sido
aprobada después de la primera. No es errado afirmar que estas dos sentencias son
comparables a la emanada por la Corte Suprema de los Estados Unidos de América,
presidida, en 1803, por John Marshall, en el caso Marbury vs. Madison, que impuso el
principio de la revisión por vía judicial de aquellas leyes aprobadas por el Congreso
consideradas contradictorias a la Constitución.
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Al interpretar los Tratados como ley superior a la ordinaria, la CEJ ha creado las
condiciones para su progresiva “constitucionalización”. Naturalmente, tal interpretación
de los Tratados respondía a la necesidad manifiesta de los actores económicos (empresas
multinacionales y grupos financieros internacionales entre ellos), de operar en un
mercado continental reglamentado en modo razonablemente uniforme (Stone Sweet y
Fligstein, 2001). Así, el efecto directo y la supremacía de la ley comunitaria permitieron a
la Comisión impulsar una acción de desregulación de las diversas normativas nacionales y,
al mismo tiempo, la definición de un cuadro de reglas supranacionales. La CEJ y la
Comisión se caracterizaron desde un inicio como las dos instituciones dotadas de la mayor
vocación europea, o que de todas maneras, tenían y tienen más para ganar (en términos
de poder y de influencia) con el crecimiento de un sistema supranacional. La afirmación
del rol “constitucional” de la CEJ se ha producido a través de una compleja trama de
alianzas con los jurisconsultos nacionales —en vez que con las respectivas Cortes
Constitucionales—y con las empresas y los principales grupos de intereses nacionales.
Sobre la base del artículo 177 del Tratado de Roma los jurisconsultos nacionales han
podido recurrir a una opinión de la CEJ para resolver controversias relativas a la
interpretación de la ley comunitaria (Stone Sweet, 2000).
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En este proceso, las dimensiones negativa y positiva de la integración han terminado por
alimentarse recíprocamente. La progresiva eliminación de las barreras nacionales
(integración negativa) que impedían la formación de un mercado homogéneo ha
promovido la introducción a través del canal comunitario de nuevas reglas (integración
positiva), reglas solicitadas por los mismos actores económicos deseosos de actuar en un
mercado continental jurídicamente uniforme2. De modo similar a lo ocurrido en los
Estados Unidos entre la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, el
desarrollo de un capitalismo supraestatal ha necesitado, y necesita, de la promoción de
una reglamentación pública de una dimensión equivalente.
2
Sobre estos dos tipos de integración, véase: Scharpf, F. W. Governing in Europe: Effective and Democratic? Oxford,
Oxford University Press, 1999.
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atributos propios de los Estados nacionales, pero que carece de otros, igualmente
importantes (Mény y Knapp, 1998; Sandholtz y Stone Sweet, 1998). Al enfatizar las
transformaciones en curso dentro de los Estados nacionales, la UE ha puesto en evidencia
la extrema complejidad de los procesos políticos y decisionales en sociedades integradas o
engarzadas en sistemas múltiples de interdependencia operativa. De aquí, el recurso a un
concepto, el de governance, que indica la existencia de una gobernabilidad de los
problemas públicos no reconducible exclusivamente a las instituciones dotadas de un
poder formal. Tal gobernabilidad implica la interacción entre instituciones formales
(nacionales, regionales y supranacionales) y actores privados, redes de expertos y grupos
de presión. Governance, entonces, en vez de government; si bien la primera no es una
alternativa a la segunda. En este sentido, las instituciones de gobierno constituyen parte
del proceso de governance, pero que este último no se agote en su seno (Pierre, 2000).
Veamos cuales son las características state like comparables a las de un Estado Nacional
que distinguen a la UE de cualquier otra organización internacional.
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Si estos últimos son, y han sido, la sede tradicional de la voluntad popular, el punto de
llegada de la responsabilidad democrática, el lugar de formalización de cada decisión que
tuviese la forma de ley, no se puede decir lo mismo del PE. No sólo porque la UE no
justifica su propia existencia sostenida por la voluntad popular, sino también porque la
responsabilidad democrática sigue siendo dada a los Estados miembros, y además (sobre
todo) porque el PE no tiene el monopolio de las decisiones en forma de ley. Los poderes
legislativos de la UE han sido por largo tiempo monopolizados por las instituciones
representativas de los Estados miembros (Consejo de Ministros de la Unión) que los han
ejercitado por iniciativa de la Comisión, aunque después han llegado a compartirlos con el
PE. Aún con estas limitaciones, es indudable que el PE no es comparable a las asambleas
propias de las organizaciones internacionales. Ninguna organización internacional (de la
OTAN a la ONU) dispone de una asamblea electiva elegida directamente por los
ciudadanos electores. Más bien, las asambleas de aquellas organizaciones representan las
autoridades públicas nacionales (los gobiernos y los Estados), y no a sus ciudadanos
electores.
Hoy, los Estados miembros de la UE tienen en común otras dos políticas compartidas en el
campo económico, la de la competencia y la monetaria, hasta el punto de disponer de una
moneda común (en lo que respecta a 13 de los actuales 27 países miembros). El gobierno
de la moneda única ha sido confiado a una nueva institución comunitaria de significativa
importancia, el Banco Central Europeo (BCE). Asimismo, la UE tiene una política de
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cohesión social y territorial, dirigida a reducir las diferencias entre las regiones del
continente, en función de la estabilización el mercado común. Tiene una política para la
pesca, una política mediterránea, una política para la defensa del ambiente, una política
para la inmigración, una política de transporte, una política para promover investigación,
una política para las telecomunicaciones y, aunque limitada, una política social.
Estas políticas, todas colocadas en el primer pilar, son el resultado de procesos
decisionales que, a partir de la AUE de 1986, pueden prever el voto de mayoría calificada
al interior del Consejo de la Unión. Después del ataque terrorista a Nueva York del 11 de
setiembre de 2001, la UE ha reforzado el tercer pilar de la colaboración referido a los
temas de justicia y de seguridad interior, recibiendo también presiones en la dirección de
una política militar común3 . En estos pilares, y sobre todo aquel de la PESC, sigue en
vigencia el principio de la decisión por unanimidad. La transformación de la UE en un
“régimen de políticas públicas” ha atraído, hacia sus instituciones, un número creciente de
grupos de interés. La existencia de estos grupos ponen de manifiesto que la UE se ha
convertido en un espacio decisional de importancia creciente respecto a los espacios
decisionales nacionales. Es difícil pensar que una organización haya adquirido, o pueda
adquirir, atribuciones tan extensas, y sobre todo, no delimitadas. Precisamente porque las
organizaciones internacionales no implican ninguna cesión de soberanía por parte de sus
miembros, pero parece poco probable que éstos autoricen a aquellas para el ejercicio de
poderes amplios y crecientes, aún cuando participen de las decisiones a ellas referidas.
En primer lugar, las instituciones europeas no disponen de los poderes y de los recursos
para desarrollar autónomamente su actividad autoritativa. No disponen de un poder fiscal
propio con el cual generar entradas financieras que las autonomicen de los Estados
miembros, es por ello que usan un budget muy limitado (este budget no puede superar el
1,27 por ciento del PBI combinado de los Estados miembros). Tampoco disponen de un
poder de policía propio con el cual monopolizar el ejercicio de la fuerza legal al interior del
territorio comunitario. En términos más generales, estas instituciones (y en particular la
Comisión) no disponen de una burocracia y de un aparato administrativo comparables al
de los Estados miembros. A pesar de las críticas a una presunta hipertrofia burocrática, las
3
Cfr. Howorth, J. “CESDP after 11 September: from shortterm confusion to longterm cohesion” in EUSA Review, Vol. 15,
Nro.1, 2002. p. 1 y ss.
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instituciones comunitarias desarrollan sus tareas cada vez más vastas y complejas, para
una comunidad de casi 500 millones de ciudadanos, con la ayuda de pocos miles de
funcionarios administrativos. Se considera que la Comisión emplea 23 mil personas, es
decir, un número de funcionarios inferior al empleado por las municipalidades europeas
de dimensiones medio grandes.
En resumen, la característica decisiva del Estado moderno tal como ha sido delineada por
el sociólogo alemán Max Weber, la existencia de una administración capaz de extraer
recursos fiscales, garantizar la seguridad interna, proteger de amenazas externas y dar
continuidad al poder público, se advierte totalmente ausente en la UE. Naturalmente, no
todos los Estados nacionales demuestran las mismas capacidades administrativas o se
encuentran organizados de acuerdo a las mismas modalidades administrativas. Hay
diferencias entre los Estados centralizados y los Estados no centralizados. Y, al interior de
estos últimos, entre federales “cooperativos” o “competitivos”: se piensa que el
federalismo alemán tiene un aparato administrativo central mucho más limitado de aquel
del federalismo estadounidense. Pero de hecho, aún la más limitada administración
central de un Estado federal es mucho mayor -en términos de capacidad y de recursos
empleados- que la comunitaria.
En segundo lugar, aunque amplias, las atribuciones de política pública de las instituciones
europeas siguen siendo más limitadas de las tradicionalmente propias de los Estados
nacionales (Moravcsick, 2001). La UE tiene una competencia limitada o nula en el campo
de las políticas de welfare, de las políticas educacionales, de la política cultural, de la
política de ayuda a la pequeña y media empresa. La UE no ha tenido un impacto
significativo sobre los sistemas legales nacionales o sobre los sistemas de arreglo de los
conflictos civiles. No obstante los pasos adelante realizados, la UE no tiene una política
exterior común correspondiente con su peso económico (si bien no queda duda su
influencia en el nivel macroregional, como en el caso de los Balcanes, cuanto en áreas
extra europeas como el Congo, Costa de Marfil o Afganistán). En otros términos, algunas
delas políticas que condicionan más la vida de los ciudadanos (como las políticas del
welfare o las políticas educativas), siguen manteniéndose en las manos de los Estados
miembros.
Así, algunas de las políticas que más caracterizan la estatalidad de un determinado
sistema político (como la política exterior) siguen manteniéndose en las manos de los
Estados miembros, a través del control de los organismos intergubernamentales del
segundo pilar. O también como la política militar en las manos de organismos
internacionales como la OTAN.
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Además, la coordinación del policy making europeo muestra pocas similitudes con la de
los Estados nacionales. La ausencia de una clara distribución constitucional de las
atribuciones entre la varias instituciones comunitarias ha implicado una superposición y
confusión de roles, dando como resultado la ineficiencia de las políticas y la difícil
imputación de responsabilidad. También aquí, naturalmente, es conveniente recordar que
no todos los Estados nacionales están dotados de mecanismos de coordinación de las
políticas públicas eficientes y transparentes. Si los Estados centralizados (como el francés)
han sido capaces de garantizar la eficiencia, no siempre han promovido la transparencia. Y
si los Estados no centralizados (como el estadounidense) han favorecido la transparencia
no siempre han llegado a garantizar la eficiencia. Es un hecho, de cualquier forma, que la
UE es difícilmente asimilable al menos centralizado de los Estados no centralizados.
En tercer lugar, las instituciones europeas no poseen la legitimidad propia de los Estados
nacionales que se han vuelto democráticos. Estas instituciones se encuentran
caracterizadas de aquello que comúnmente se define como déficit democrático. Al interior
de la UE no existe un forum, elegido por el pueblo, que sintetice una exigencia común de
debate público. El crecimiento de poder del PE, al cual se le ha reconocido la capacidad de
enmendar o bloquear las leyes propuestas por el Consejo de Ministros de la Unión, se ha
manifestado más en las comisiones internas que en la asamblea. Aunque en proceso de
institucionalización, no existe aún hoy día un sólido sistema de partidos europeo. A tal
punto que las elecciones para el PE parecen ser influenciadas más por los humores de la
política nacional que de las exigencias de la política europea. Hasta ahora (pero hay
señales que la situación está cambiando) los problemas europeos han tenido un carácter
más técnico que político, más de perfil bajo que de perfil alto. Además, la separación de
poderes al interior de la UE hace que sea improbable la identificación de un “gobierno
europeo”, haciendo así difícil a las instituciones el rendir cuentas de su actuación a los
ciudadanos.
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diferentes de procedimientos legislativos, falta una clara jerarquía en los textos que
permita distinguir entre la legislación primaria y secundaria, siete diferentes
procedimientos de elaboración legislativa son utilizados por la Comisión, es decir, por sus
comités organizativos en un verdadero sistema llamado “comitatología”. Por otra parte, la
UE no tiene ningún rol (salvo en el campo de las políticas sobre la competencia), en la
implementación de estas decisiones legislativas.
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La ausencia de algunos de los atributos típicos de los Estados nacionales, no importa cómo
se la interprete, sirve para caracterizar la UE en términos de gran diferencia respecto a los
Estados que la constituyen. El Estado-Nación europeo es el resultado de un proceso de
institucionalización centralizada de la autoridad pública que ha durado muchos siglos. Se
puede decir que los primeros state builders (como Francia, Inglaterra y España) iniciaron
este proceso desde el siglo XVII, definiendo un modelo o pattern de construcción que ha
sido después imitado por los -o impuesto a los- siguientes state builders. En este modelo,
la determinación de una autoridad central, sostenida por un aparato administrativo (en
Francia y en España) o de instituciones representativas (en Inglaterra) ha constituido la
condición necesaria para el proceso de state building. Incluso los países que han llegado
tarde a la formación de un Estado-Nación, (como es el caso de Alemania e Italia en la
segunda mitad del siglo XIX) han creado este último en base a criterios similares: ha sido
el aparato administrativo y representativo de los prusianos y de los piamonteses el que ha
permitido dar inicio al proceso de conquista y consolidación territorial que luego ha
culminado con el Estado nacional. La experiencia de la UE es diametralmente opuesta sea
a la primera que a la segunda experiencia de state building europeo.
Ha sido su capacidad de controlar un territorio preciso, entre los siglos XIV y XVII, lo que
ha permitido al Estado vencer a sus “rivales”, las Ligas y las Ciudades Estado (Spruyt,
1994). Con la formación del Estado territorial se ha llegado a constituir una coincidencia
entre autoridad legal y capacidad funcional del poder público (Caporaso, 1996). El Estado,
ha hecho coincidir la “ley” con la “fuerza”, la autoridad formal con la capacidad sustancial,
a tal punto que ningún individuo, grupo o área regional, situados en la “jurisdicción”
estatal podrán sustraerse a su dominio. También en este caso, la UE se diferencia
claramente. Legalidad y funcionalidad no coinciden a su interior. El territorio no
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Los Estados Unidos han crecido por más de un siglo sin un centro, y su desarrollo
democrático no ha sido motivado por la existencia de una Nación identificable sobre la
base de ciertos valores comunes fundamentales. Más allá de la lengua común, los Estados
del Norte y aquellos del Sur han tenido muy poco en común en el nivel de identidad, al
menos desde la Guerra de Independencia de los años setenta del siglo XVIII hasta la
Guerra Civil de los años sesenta del siglo XIX. Para no hablar de las diferentes
nacionalidades que, en oleadas migratorias siempre más considerables en el curso del
siglo XIX, se han volcado sobre el nuevo continente. Aquí, más bien, ha sido la democracia,
la Constitución del 1787, la que ha creado una Nación y por tanto a distancia de más de un
siglo, una estructura administrativa definible como Estado (Toinet, 1988). ¿Por qué
entonces la UE debería seguir el camino alemán?
Conclusiones
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Si se consideran en conjunto los aspectos state like y no-state like de la UE, sólo ahora es
posible afirmar que ésta se diferencia notablemente de los países que la componen. La UE
no es una reproducción agrandada de un Estado nacional europeo pero tampoco es una
simple organización de cooperación internacional. En manera no gradual y no siempre por
medio de la revisión de los Tratados, en Europa se ha llevado a cabo un experimento
inédito de supranacionalización del poder, en particular en los campos relacionados a la
formación y a la regulación del funcionamiento del mercado. Tal proceso de
supranacionalización ha sido el resultado de una doble y virtuosa presión.
En primer lugar, este ha sido apoyado por el impulso hacia la formación de un mercado
común que ha acrecentado notablemente los beneficios materiales para todos los países
europeos. Desde este punto de vista, la integración económica europea se ha anticipado
al proceso de globalización y luego, con la eclosión de este proceso, ha podido regular sus
efectos de impredecibilidad y de incertidumbre.
En segundo lugar, este proceso ha sido apoyado por las principales élites políticas y
culturales europeas, guiadas por una concepción política de integración regional basada
en el acuerdo, la negociación y la búsqueda de una solución pacífica de los conflictos. De
todas maneras, no se debe olvidar que la UE nace de una exigencia por superar la
tradicional lógica del equilibrio de poder sobre el que se había buscado basar la paz en el
continente europeo; sin el recuerdo de las dos guerras mundiales, esas élites no habrían
tenido la fuerza necesaria para encontrar el modo de hacer cooperar a los Estados por
largo tiempo hostiles. Desde este punto de vista, la UE es un ejemplo extraordinariamente
positivo de los grandes objetivos que pueden alcanzar las élites con cohesión interna y
conciencia de sus actos.
La UE, en efecto, ha sido un largo experimento deseado principalmente por las élites. Ha
sido una combinación de factores económicos, políticos, culturales e históricos la que ha
llevado a la institucionalización de la UE. ¿Este experimento de integración regional es
reproducible al exterior de Europa? ¿La experiencia de la UE es útil para otros países del
mundo deseosos de encaminarse por vía de la integración regional en una época de
globalización?
Bibliografia
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292
En el Maelström: la crisis de Europa1
Ludolfo Paramio2
Aunque en general todos los países desarrollados —comenzando por Estados Unidos—
están teniendo serios problemas para superar la crisis que comenzó en 2008, en Europa esos
problemas se han hecho mayores, porque han venido acompañados de una crisis política e
institucional de la Unión Europea. La creación de una unión monetaria sin unión fiscal, que
fue señalada desde el primer momento como la gran debilidad de la introducción del euro,
ha conducido a la actual crisis de la deuda soberana en euros.
Pero a su vez las instituciones europeas, por razones políticas e ideológicas, no han sido
capaces de llevar a cabo una acción eficaz para frenar esta crisis de la deuda. La exigencia de
consolidación fiscal a cualquier precio a los países cuya deuda se ve atacada por los
mercados ha conducido a una dinámica recesiva, que refuerza los argumentos de los
analistas sobre el riesgo de impago de esa deuda. Pero sobre todo ha provocado una crisis
política dentro de la UE, abriendo brechas dentro de la Unión y enfrentando a los
ciudadanos con los gobiernos.
El resultado3 fue una burbuja de especulación financiera a partir de las hipotecas subprime,
debidamente bendecida por las agencias calificadoras de riesgo. El problema es que, una vez
que dichas hipotecas comenzaron a dejarse de pagar, se descubrió que los paquetes de
títulos de deuda no eliminaban el riesgo, sino que lo dispersaban de forma impredecible:
eran, en palabras de George Soros, armas de destrucción financiera masiva. Y a ellas se sumó
otro derivado financiero: los credit-default swaps (CDS), pensados como mecanismos de
seguro contra quiebras e impagos, pero que se convirtieron en otra fuente de negocio
especulativo que a su vez multiplicó, una vez que comenzó la crisis de las subprime, el
impacto de la pérdida de valor de los paquetes de títulos de deuda.
1
Revista Configuraciones (México, 2012).
2
Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC e Instituto Universitario Ortega y Gasset, Madrid.
3
Que describía admirablemente y con cruel humor en octubre de 2007 el programa británico The Last Laugh
(http://www.youtube.com/watch?v=pFmYIFk5i1Q).
1
Los bancos comenzaron a tener problemas, y la quiebra de Lehmann Brothers, seguida por la
de la aseguradora AIG, desató el pánico en el sistema financiero global, obligando a los
gobiernos a intervenir para evitar una cadena de quiebras como la de 1929. Así fue como
vimos la aprobación en Estados Unidos, con el presidente George W. Bush en la Casa Blanca,
del TARP (Troubled Asset Relief Program).
Pero cabe preguntarse por la razón de que se produjeran una burbuja inmobiliaria y otra
financiera. Se podría argumentar que la razón fundamental fue que en Estados Unidos los
salarios reales estaban estancados, y sólo una burbuja podía estimular el consumo (en julio
de 2008 la revista satírica The Onion publicó un titular memorable: ‘Recession-Plagued
Nation Demands New Bubble To Invest In’. De forma más cauta se podría recordar que tras
los atentados de 2001 el gobierno inyectó masivamente liquidez para estimular el consumo.
La razón de que esa liquidez impulsara una burbuja inmobiliaria fue la extensión irracional
del crédito hipotecario con la introducción de los paquetes de títulos de deuda. Pero eso a
su vez era consecuencia del desmantelamiento durante los gobiernos de Reagan de la
regulación financiera introducida en 1933 por la ley Glass-Steagal para evitar que los bancos
volvieran a incurrir en los errores que habían llevado al crac del 29. Y cuando en el sistema
financiero desencadenado comenzó la explosión de los derivados, y de los productos
estructurados de deuda, el secretario del Tesoro Larry Summers desaconsejó al presidente
Clinton introducir nueva regulación —como recomendaba Brooksley Borne, directora de la
Commodity Futures Trading Commision (CFTC)—, para no frenar las ganancias del sector
financiero, que constituye una parte muy importante del PIB de Estados Unidos.
En Estados Unidos, y en los países en los que la banca había invertido fuertemente en los
paquetes de deuda titularizada —a los que se comenzó a englobar bajo la etiqueta de
4
Curiosamente los republicanos atribuyen la responsabilidad de la burbuja a los esfuerzos de Fannie Mae y
Freddie Mac, las agencias semipúblicas de apoyo a los préstamos hipotecarios, por fomentar el acceso a la
vivienda de las familias de baja renta (véase Paul Krugman en el New York Times del 17 de diciembre de 2010).
2
activos tóxicos— las instituciones financieras se encontraron con un grave riesgo de
insolvencia. Para evitar que la quiebra de los bancos supusiera la volatilización de los ahorros
y se produjera una profunda recesión, fue necesaria una masiva intervención de los
gobiernos para ganarantizar los depósitos y el pago de las deudas bancarias.
En Europa había habido burbujas inmobiliarias en algunos países, como Irlanda, el Reino
Unido y España, pero la situación de los bancos no era la misma en todos ellos. La regulación
existente en España puso a salvo a la banca de los activos tóxicos, a diferencia de lo que
sucedió en Irlanda y el Reino Unido. Si las hipotecas subprime y sus derivados hubieran sido
el único problema España habría podido salir bien librada de la crisis, como en un primer
momento pensó equivocadamente el gobierno. Pero la crisis subprime dio paso a una sequía
de crédito, no sólo hipotecario sino también para la financiación empresarial.
¿Por qué se produjo la sequía de crédito? Se comprende que los bancos con activos tóxicos
debieran dar prioridad a la recomposición de sus balances y restringieran el crédito. Pero es
que además los bancos que no tenían ese problema habían financiado al sector inmobiliario
y habían concedido créditos hipotecarios: así, tras el pinchazo de la burbuja se encontraban
con un alto volumen de créditos potencialmente incobrables, lo que les obligaba también a
dar prioridad a la recomposición de sus balances.
Por otro lado, durante los años de expansión y abundante liquidez los bancos se habían
endeudado para realizar sus operaciones, ya que con bajos tipos de interés era difícil ampliar
suficientemente sus recursos propios captando depósitos. Una vez que estalla la crisis los
bancos —y no sólo las familias y las empresas— se encuentran con problemas de liquidez, y
en medio de una profunda desconfianza interbancaria deben recurrir a las facilidades
extraordinarias de liquidez que introduce el Banco Central Europeo (BCE).
Así el problema no son sólo los activos tóxicos —el caso alemán— ni los activos inmobiliarios
—el caso español— o una combinación de los dos —como en Irlanda y el Reino Unido—,
sino también la sequía de crédito provocada por el endeudamiento de bancos, empresas y
familias: la crisis keynesiana se complica con una crisis Minsky, una crisis de deuda, que no
provoca la quiebra de los bancos gracias a la intervención pública —algo se ha aprendido
3
desde 1929—, pero con la evaporación del crédito —y su impacto en las empresas— impide
una rápida salida keynesiana de la recesión5.
Así, Europa Occidental, como Estados Unidos, se encontró atrapada a la vez por una fuerte
caída de la demanda y un alto endeudamiento de los ciudadanos y de las empresas, en
especial de la banca. Pero a partir de esa doble trampa, los caminos comenzaron a diferir.
Mientras Estados Unidos, bajo la presidencia Obama, apostó por una recuperación basada
en los estímulos públicos, en Europa sólo algunos países optaron por los estímulos, mientras
que Alemania trataba de volver a crecer sobre la base de las exportaciones y negándose a
introducir estímulos de la demanda, tanto en la forma de inversiones públicas como en la de
los recortes de impuestos.
Para entonces la crisis en Europa había dado un nuevo giro. Tras su nombramiento como
primer ministro en octubre de 2009, el socialista Yorgos Papandreu reveló que el gobierno
anterior —del conservador Kostas Karamanlis— había falseado las cifras de déficit, y que
éstas eran del 12,7% en vez del 3,7%. Poco más tarde se supo además que la entrada de
Grecia en el euro —durante el gobierno del socialista Konstantinos Simitis— se había
logrado ocultando los datos reales de la economía griega, mediante ingeniería financiera con
el asesoramiento de la gran banca de inversiones. En medio del escándalo subsiguiente se
desató una fuerte desconfianza hacia la deuda griega, y, lo que es peor, se abrió el abanico
de las rentabilidades exigidas por el mercado a los bonos de los diferentes países del euro.
5
Paul Krugman (New York Times, 28 de octubre de 2011) ha señalado la alternativa que supuso el caso de
Islandia. Se dejó quebrar a la banca y los ciudadanos rechazaron en referendum compensar a los acreedores
extranjeros. Independientemente de los costes que pueda implicar el ‘modelo islandés’, hay que entender esta
diferencia esencial: se trata de un país pequeño y de escasa población, y el gobierno no podía materialmente
asumir las deudas de una banca muy globalizada cuyos inversores eran en su abrumadora mayoría no
nacionales. En otro caso el camino seguido por Islandia no habría sido viable.
4
Desde la entrada en vigor de la moneda única, los diferenciales de la deuda de los países del
euro respecto al bono alemán se habían reducido drásticamente, como si la solidez del
marco y de la economía alemana hubiera pasado a ser compartida por los 17 países de la
eurozona. Este espejismo se rompe de forma dramática con la crisis griega, y el abanico de
las rentabilidades que los mercados exigen para comprar deuda de los distintos países se
abre espectacularmente. Los europeos descubren así en 2010 el significado de la prima de
riesgo, el diferencial entre los rendimientos exigibles a sus países y el de los bonos alemanes,
que siguen siendo los que ofrecen mayor confianza a los inversores.
Evidentemente esto era y es racional. No es lógico tener la misma certeza sobre el pago de la
deuda de un país de baja productividad y capacidad exportadora que sobre el pago de la
deuda alemana. A partir de ahí los diferentes niveles de deuda y déficit se convierten en un
grave problema, pues la financiación de los países más deficitarios y endeudados se hace
cada vez más cara. La superación de la barrera del 7% en la rentabilidad de los bonos a diez
años se consideró determinante para poner en marcha los planes de rescate de Grecia,
Irlanda y Portugal.
Ante la introducción del euro, muchos economistas dudaron de la viabilidad de una moneda
única en un área sin unidad y coordinación fiscal. Los países del euro renunciaban a tener su
propia política monetaria pero podían mantener políticas fiscales independientes, lo que es
lógicamente incoherente. La crisis de la deuda soberana, en este sentido, no debería
sorprender a nadie. Lo que no resulta tan fácil entender es por qué la UE ha sido incapaz de
responder a ella eficazmente, y por qué, en cambio, se ha enredado en un largo proceso que
ha abocado a la eurozona a la recesión sin lograr frenar la especulación con los bonos de la
deuda en euros, hasta el punto de alcanzar a Italia y amenazar a Francia, las dos principales
economías de la eurozona junto con Alemania.
Antes de explicar este calvario autoinfligido es necesario redordar cuáles fueron las
consecuencias de la introducción del euro. En 2003, Alemania y Francia quebraron las reglas
introducidas por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de 1997 —el equivalente funcional de
la coordinación fiscal— y superaron los déficits previstos. La razón eran los problemas que
atravesaban ambos países, que llevaron también al BCE a abaratar los tipos de interés e
inundar de liquidez la eurozona. Aunque fuera un mal precedente, a la vista de lo que
sucede ahora, lo importante es que incentivó el endeudamiento en otras economías de la
eurozona, cuyos niveles de consumo e inversión se apoyaban en el crédito barato.
Por supuesto ésta no es la única explicación de la aparición de las burbujas del consumo. El
Reino Unido no estaba en el euro y tuvo una espectacular burbuja inmobiliaria. Pero la
abundante liquidez de la eurozona permitió a muchos de los países que la componen crecer
sin afrontar los problemas de baja productividad o de escasez de ahorro. Una política
5
monetaria adecuada para los intereses de Alemania y Francia era disfuncional para los países
menores, pero nadie criticó los excesos de inversión y consumo de éstos, por la sencilla
razón de que su crecimiento favorecía las exportaciones de Alemania y Francia al resto de la
eurozona.
Sin una alta liquidez en euros dichas exportaciones no habrían crecido, como no lo habrían
hecho sin una moneda común que reducía fuertemente los costes de transacción a la vez
que aumentaba el poder adquisitivo de los ciudadanos de los países periféricos. Fue así
como Alemania, en particular, habiendo aumentado su competitividad mediante las
reformas puestas en marcha por el canciller Schröder, pudo volver a crecer pese a que estas
reformas deprimían el mercado interno: exportando (ante todo) al resto de la eurozona, que
constituye un 60% de su mercado global.
Pero desde 2009 la canciller Angela Merkel gobierna Alemania en coalición con los liberales
del FDP, tras cuatro años de coalición con los socialistas del SPD, y aquí entra de nuevo en
acción la ideología. Frente a la crisis de la deuda soberana, el gobierno alemán asume la
ortodoxia neoliberal: se trata de una crisis de confianza que sólo puede resolverse mediante
políticas de consolidación fiscal. La UE sólo puede acudir (in extremis) para rescatar a los
países miembros cuya financiación en el mercado alcanza niveles ruinosos, y a cambio de las
más drásticas medidas de consolidación fiscal.
Como todo el mundo sabe, sobre todo en América Latina, los ajustes fiscales tienen
consecuencias recesivas que, al disminuir los ingresos del Estado, pueden agravar el
problema y obligar a nuevos recortes, en una espiral infernal y sin salida. ¿Por qué entrar en
esta vía? Se supone que para ofrecer confianza a los inversores y evitar los altos costes de la
deuda, pero es bastante dudoso que los inversores puedan confiar en la capacidad de pago
de una economía en recesión.
Para entender que se trata de pura ideología basta con recordar el caso británico. El nuevo
primer ministro David Cameron introdujo en 2010 un drástico plan de ajuste para poner fin a
los desequilibrios heredados de Gordon Brown. Ahora bien, el Reino Unido no tenía ningún
problema para financiar su deuda que justificara tal medida, y en cambio las consecuencias
del ajuste han sido las previsibles: el regreso de la recesión sin que la confianza de los
inversores aparezca por ningún lado para salvar la situación.
Los ejemplos de Japón, Estados Unidos y Gran Bretaña muestran que no existen problemas
para financiar la deuda si el Banco Central correspondiente la respalda. Más aún, en el caso
de Estados Unidos la Reserva Federal ha comprado masivamente deuda, lo que supone
creación de liquidez adicional, y esto no ha tenido ninguna consecuencia inflacionaria —la
otra obsesión de la ortodoxia conservadora— por la sencilla razón de que en un contexto
recesivo es difícil pensar en un exceso de demanda provocado por la inyección de liquidez
adicional. Una cosa es que Keynes no ofreciera una cura universal para las crisis y otra que
no diagnosticara correctamente las crisis de baja demanda.
6
Ahora bien, el problema en la UE es que el BCE no respalda las deudas nacionales, por un
lado, y no tiene más objetivo específico —en una lectura literal de sus estatutos— que
asegurar la estabilidad de precios. Un exceso de celo en este segundo sentido llevó al
presidente del BCE, Claude Trichet, a elevar los tipos de interés precisamente cuando se
comenzaban a sentir en Europa los efectos de la crisis (en julio de 2008), al parecer por
temor a un repunte de la inflación por factores exógenos.
Pero la cuestión central es la ausencia de respaldo del BCE a las deudas nacionales de la UE,
que es lo ha permitido una creciente desconfianza hacia la deuda de los países más debiles
de la eurozona, forzando primero el rescate de Grecia, Irlanda y Portugal y amenazando
ahora a Italia y España, e incluso a Francia. ¿Cuál sería la alternativa? Evidentemente una
federalización de la deuda de los miembros de la eurozona, pero esto conlleva una reforma
de los tratados de la UE a la que se opondrían firmemente los países que actualmente no
tienen problemas de deuda.
Si no se puede federalizar la deuda, la respuesta pragmática del BCE sería la compra masiva
de deuda de los países afectados, en los mercados secundarios, para abortar la especulación
contra las deudas nacionales. Esto se ha hecho ya en cantidades significativas, pero muy
inferiores a las compras por la Reserva Federal de deuda norteamericana. Cuando se habla
de la necesidad de que el nuevo presidente del BCE, Mario Draghi, recurra al bazuca contra
los especuladores se piensa precisamente en un programa masivo e ilimitado de compras en
el mercado secundario, y, como señalaba en noviembre Jacques Attali, para ello el BCE no
necesita ninguna autorización política6.
Porque el problema europeo frente a la crisis es político: Alemania y sus aliados más
estrechos —Austria, Holanda y Finlandia— se niegan a ningún tipo de actuación que apunte
a una federalización de la deuda, y más aún a la creación de eurobonos, es decir, de deuda
respaldada por la UE. Esta oposición tiene una lógica económica, ya que no sólo reduciría la
prima de riesgo a pagar por los países periféricos, sino que a la vez encarecería la
financiación de los países actualmente considerados ejemplares, y en particular de
Alemania, cuyos bonos ofrecían a comienzos de diciembre de 2011 rentabilidades por
debajo de la inflación esperada.
Sin embargo esta lógica revela una notable miopía económica a medio plazo. El ajuste de las
economías periféricas tiene efectos recesivos que reducen el mercado para las
exportaciones de los países centrales: el resultado puede ser una recesión general en la
eurozona para 2012. Alemania podría intentar reactivar su demanda interna, algo a lo que se
viene negando desde el comienzo de la crisis, pero esto supondría un giro de 180 grados en
lo que hasta ahora ha sido la tesis central del gobierno de Angela Merkel: que Alemania da
ejemplo de equilibrio fiscal, y que la clave de la crisis es el desgobierno fiscal de los países
6
Attali mencionaba además (en la cadena Euronews) que Draghi debería hacerlo si quiere conservar su trabajo,
pues la alternativa es la desaparición del euro y del BCE.
7
periféricos y la pérdida de competitividad que ha propiciado. Por tanto la única respuesta
que se admite es una combinación de consolidación fiscal —ajuste del gasto—y reformas
estructurales para aumentar la competitividad.
Como los europeos del sur están descubriendo, y los latinoamericanos ya sabían, tales
recetas tienen un alto coste social, que está provocando creciente malestar y movilizaciones
de protesta desde Grecia hasta el Reino Unido. Pero, sobre todo, desde el punto de vista
económico no pueden restaurar la confianza de los mercados por sus consecuencias
recesivas. La caída de los ingresos fiscales va más allá de los avances en la reducción del
gasto, y las perspectivas de déficit y deuda siguen siendo negativas.
Felipe González lleva un año repitiendo que los planes de ajuste —para volver a los límites
de déficit y deuda admitidos en el Plan de Estabilidad y Crecimiento de la UE, los mismos que
Alemania y Francia quebrantaron en 2003—, deberían haber sido más dilatados en el tiempo
—¿por qué en tres años?— para evitar los efectos recesivos. Pero esto es discutible, ya que
permitiría a los países incumplidores retrasar las medidas de ajuste. La otra alternativa sería
combinar los procesos de consolidación fiscal con medidas de estímulo financiadas mediante
eurobonos (bonos emitidos y respaldados por la UE), siguiendo la idea que ya planteó,
cuando en los años noventa se hablaba de euroesclerosis, el llamado plan Delors.
Para Merkel, en cambio, los problemas estructurales —la competitividad— son la clave, y los
estímulos financiados con eurobonos son tabú, porque no ayudarían a resolver esos
problemas. La posibilidad de que sin medidas de estímulo no sean posibles ni la
consolidación fiscal ni las reformas estructurales es algo que no se plantea. Prescindiendo de
la improbable hipótesis de que una nueva recesión le lleve a reconsiderar su posición, es
interesante elucubrar sobre las razones de su tan firme como equivocada estrategia.
Es inevitable pensar que entre esas razones figura una cultura luterana de castigo a los
despilfarradores ociosos, en contraposición con el esfuerza y la austeridad de los buenos
trabajadores alemanes. No importa que según las estadísticas los españoles trabajen más
horas que los alemanes —lo que confirmaría que España tiene un problema de
productividad—, ni que hasta el estallido de la crisis España fuera un modelo de rectitud
fiscal y hubiera reducido su deuda. Se trata de un prejuicio muy extendido en Alemania
contra los pigs (Portugal, Italia, Grecia y España), y Merkel prefiere aceptar las ideas
8
populares entre sus electores antes que enfrentarse a ellas. Esto no sólo revela un atroz
oportunismo electoral, sino también un muy peligroso retorno del nacionalismo en el mismo
corazón de Europa.
Para los países centrales de la eurozona, incluyendo a medias a Francia, no se puede aceptar
que ellos asuman las deudas contraidas por los irresponsables gobiernos del sur. Y ante la
perspectiva de recesión en los países periféricos la tentación inevitable es crear una UE a dos
velocidades, con un núcleo de países fiscalmente sólidos —cuyo centro sería Alemania— y
un crecimiento más impulsado por las exportaciones que por el consumo interno, y una
periferia con desequilibrios fiscales cuya corrección exige medidas de austeridad. Es decir,
un ajuste deflacionario por la vía de la reducción de los salarios reales o de la destrucción de
empleo.
La Europa a dos velocidades presenta varios problemas: el primero es que dinamita la idea
central en la construcción de la UE7. El segundo es que exacerba los sentimientos
nacionalistas: al reforzar los sentimientos de superioridad moral de los alemanes crea un
fuerte rechazo en los países en problemas8. El tercero, y en el que ya se ha insistido con
anterioridad, es que reduciría el mercado para las exportaciones de Alemania y los demás
países hacia la periferia en crisis, lo que podría arrastrar a la recesión al conjunto de la zona
euro.
7
Se atribuye al excanciller democristiano Helmut Kohl la frase ‘esta mujer [Merkel] está destruyendo mi
Europa’.
8
El excanciller socialdemócrata Helmut Schmidt advirtió en el congreso del SPD (el 3 de diciembre de 2011)
que “la confianza [en el resto de Europa] en la política alemana está dañada” por los desequilibrios comerciales
a su favor en el seno de la Unión Monetaria.
9
sector privado tenga que asumir las pérdidas generadas por la deuda soberana, convirtiendo
la quita del 50% de la deuda griega en una excepción irrepetible.
Quizá sea sólo la expresión de un piadoso deseo, pero existe una opinión muy extendida
según la cual las cosas podrían haber sido distintas si en Alemania hubiera existido un
gobierno socialdemócrata, o si simplemente se hubiera mantenido la coalición con los
socialdemócratas que mantuvo Angela Merkel antes de 2009. Lo cierto es que los gobiernos
socialdemócratas o laboristas existentes en Europa en 2008 han ido siendo desalojados del
poder en años posteriores, y es bastante plausible la hipótesis de que la causa es el castigo
de los electores por no haber encontrado una rápida salida a la crisis ni haber podido evitar
el crecimiento del desempleo9. Un desempleo particularmente alto en España como
consecuencia del derrumbe del sector inmobiliario que constituyó el motor de la economía
en la década pasada.
Ahora bien, la pregunta es si estas derrotas electorales reflejan una tendencia, como ya
suponen muchos comentaristas, o si simplemente reflejan el malestar de los trabajadores y
9
En el caso alemán, los socialdemócratas se vieron castigados por sus electores sin que los democristianos
pagaran ningún precio, lo que llevó al final de su cailición.
10
clases medias, traducido en castigo electoral a los partidos a los que se sienten más
próximos. La razón para pensar en una tendencia se deriva probablemente del retroceso de
los partidos de izquierda en las elecciones europeas de junio de 2009, en las que el Partido
de los Socialistas Europeos (PSE) sumó un 21,9% de los sufragios frente al 37,5 del Partido
Popular Europeo (PPE) y al 10,9 de los liberales.
Pero para completar el cuadro es necesario tener en cuenta que la participación bajó al 43%,
siguiendo la tendencia descendente iniciada en 1999, cuando por primera vez fue inferior al
50%, y que ya en 1999 y 2004 el PPE había aventajado el PSE (con 269 escaños frente a los
199 del PSE, en 2004). El problema es que en 2009 se habían creado expectativas de un
crecimiento de la izquierda a consecuencia de la crisis, pues era fácil argumentar que ésta
era ante todo consecuencia de la desregulación neoliberal de los mercados financieros, pero
la incapacidad de los gobiernos de izquierda para lograr una rápida salida de la crisis hizo
que esas expectativas no se cumplieran.
Todas estas explicaciones tienen interés y contenido, pero se puede pensar que en 2004 el
problema fundamental era que Europa venía de tres años de estancamiento, que la UE
estaba sumida en un caótico e incomprensible debate sobre su Constitución —lo que al final
conduciría al Tratado de Lisboa de 2007— y, sobre todo, que las elecciones europeas, ante la
limitada proyección del Parlamento Europeo en los problemas diarios de la gente, sirven
ante todo para castigar a los distintos gobiernos nacionales y no para elegir representantes.
Son lo que se denomina elecciones de segundo orden, en las que los ciudadanos dan rienda
suelta a su malestar sin el temor a pagar ningún precio por ello.
Otra cosa son las elecciones que llevaron fuera del gobierno a los laboristas británicos y a los
socialistas portugueses, y la reciente y abrumadora derrota de los socialistas españoles.
Gordon Brown pagó por un lado la prolongada estancia en el poder del laborismo (con Tony
Blair), y por otro la profunda crisis en que entró la economía británica a consecuencia de los
excesos de la banca británica, sin que el giro intervencionista de Gordon Brown pudiera
corregir lo que a posteriori se mostraban como excesos neoliberales de Blair, y con fuerte
impacto de los rescates bancarios sobre las finanzas públicas.
En el caso portugués, el plan de ajuste y el rescate por la UE —sin respaldo del partido
conservador (autodenominado ‘socialdemócrata’)— provocaron la derrota de los socialistas
de José Sócrates. En España se han sumado el coste de la crisis en términos de empleo y de
11
crecimiento del déficit y, tras el giro provocado en mayo de 2010 por la necesidad de
alinearse con la política de consolidación fiscal de la UE, una nueva fase recesiva cuando
parecía que la economía estaba volviendo a crecer. La decisión de Zapatero de afirmar su
convicción en que el cambio de política era imprescindible, sin explicar las razones para ello,
provocó una fuerte decepción y desorientación en muchos de sus electores.
Eso no significa que la socialdemocracia europea pueda sentarse a esperar la llegada del
cambio en Berlín, entre otras razones porque sería exagerado poner excesiva fe en lo que
podría y querría hacer el SPD si volviera al poder en Alemania. Pero, sobre todo, porque las
políticas de consolidación fiscal que se han convertido en la única regla de juego en la UE
ponen en peligro el modelo social europeo10. La imposición de la austeridad no sólo puede
provocar una espiral a la baja de los ingresos fiscales, sino que sobre todo da argumentos a
los sectores más conservadores para insistir en que el actual Estado de bienestar es ‘un lujo
que no nos podemos permitir’.
Es difícil que la opinión pública europea pueda aceptar la desaparición de la sanidad pública
o de los sistemas públicos de pensiones, menos aún de la enseñanza pública, pero la presión
sobre estos sistemas podría llevar hacia un modelo dual, en el que se acentuara la tendencia
a dejarlos como sistemas adecuados para las rentas bajas, mientras los sistemas privados de
pago se extiende entre las rentas altas. Esto a su vez desencadenaría una nueva espiral a la
baja, ya que rompería las bases de la solidaridad fiscal. Las clases medias sólo aceptan
financiar con sus impuestos los sistemas públicos en la medida en que piensan que en un
momento dado pueden beneficiarse de ellos11.
10
L. Paramio, “El modelo europeo: ¿modelo económico o modelo social?”, Nueva Sociedad 221: 166-179,
mayo-junio de 2009.
11
Es bastante común, al menos en España, que personas con seguros privados de salud acudan a la sanidad
pública para operaciones complejas o tratamientos largos y costosos.
12
ya ha venido produciéndose por la competencia fiscal a la baja entre los gobiernos con el
deseo de atraer inversores. El coste de la actual hegemonía del conservadurismo fiscal
podría ser por tanto socialmente muy alto, si se consideran las consecuencias a medio plazo
del desempleo —que golpea especialmente a los jóvenes, postergando su entrada en el
mercado de trabajo— y del ensanchamiento de las desigualdades.
Con la elección de Obama pudimos pensar que Estados Unidos iba a recuperar el espíritu del
New Deal y reformar su sociedad para aproximarse al modelo europeo. Pero buena parte de
sus planes no se han realizado, por el bloqueo de los sectores republicanos extremistas, y,
aunque su política de estímulos contrasta con la suicida política europea de austeridad, las
desigualdades han seguido creciendo y el propio Obama trata de encarrilar su campaña para
la reelección en torno a un pacto contra la desigualdad. La gran paradoja, sin embargo, es
que mientras tanto la UE parece empeñada, bajo la severa mirada de Angela Merkel, en
deshacer el modelo europeo y aproximarlo al norteamericano.
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Anuario 2012-2013
Con el apoyo de
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De esta edición:
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Sumario
Tendencias internacionales
Un nuevo comienzo
Federico Mayor Zaragoza.............................................................. 13
Gobernanza, multilateralismo y ciudadanía global:
la sociedad civil y los desafíos mundiales
Manuela Mesa ............................................................................... 31
Las cuatro crisis de la Unión Europea
José Antonio Sanahuja ................................................................. 51
TIC, movilización ciudadana y democracia:
el papel de las redes sociales
Ana Barrero .................................................................................. 85
Perspectivas regionales
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La Unión Europea (UE) se encuentra en las horas más bajas de su historia, en lo que no es exa-
gerado calificar de verdadera “crisis existencial” como proyecto político, económico y social. Su
actual situación pone en cuestión, en primer lugar, la relevancia de ese proyecto, señalando su
supuesta rigidez y disfuncionalidad para hacer frente a las urgencias de la crisis y buscar acomo-
do en el sistema global. En segundo lugar, aunque el proyecto europeo siga siendo relevante, se
pone en duda su viabilidad. Son voces diversas, pero cada vez más numerosas, las que afirman
que ante la crisis económica y otras amenazas que se relacionan con “Europa” —las migraciones
descontroladas, los recortes fiscales o la burocracia bruselense— sería mejor “ir solos”. En el nor-
te de Europa, incluso desde posiciones moderadas se afirma que es mejor librarse del “lastre”
que suponen los países del sur y la periferia de la UE, planteándose abiertamente la posibilidad
de excluirlos de la eurozona. En el sur, también se afirma que es necesario zafarse de las exigen-
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1 Véase Comisión Europea 2010b, y las Conclusiones del Consejo Europeo de 25 y 26 de marzo de 2010.
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2 Entre 1999 y 2011 Alemania incumplió el Pacto de Estabilidad 14 veces, y España, solo 4.
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3 Véase el “Pacto por el euro-plus” en las Conclusiones del Consejo Europeo de 11 y de 24-25 de marzo de 2011.
Para un examen más detallado de las decisiones adoptadas en 2010 y 2011 respecto a la gobernanza de la zona
euro, véase García y De la Rocha (2011).
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4 La creación del MEDE ha requerido de una reforma limitada de los Tratados, acordada en diciembre de 2010 por
el Consejo Europeo. La reforma se realizó a través del procedimiento simplificado, lo que evitó la reapertura de
los mismos y el complejo proceso de ratificación en cada Estado miembro, sorteando así la posibilidad de refe-
réndum en algunos Estados miembros. En marzo de 2011 se adoptó el Tratado que regula el funcionamiento del
MEDE, cuya entrada en vigor se producirá en julio de 2012. Durante el primer año, el MEDE actuará en paralelo
al FEEF, que expira en 2013.
5 Incluso el habitualmente ortodoxo Fondo Monetario Internacional ha cuestionado el fuerte sesgo recesivo del
ajuste en la eurozona. Véase FMI 2010, y Cottarelli 2012.
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6 Estos relatos remiten a las metáforas y marcos en las que se sitúa el debate político, según los modelos de
“enmarcado” o framing de G. Lakoff (2007).
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los que más han invertido en bonos de los países en riesgo. Lo rele-
vante en este caso es que esos relatos han tenido la capacidad de
marcar la agenda política.
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Por otro lado, parece haberse roto el consenso implícito entre elites
y ciudadanía en el que se ha basado la construcción europea, por el
que se aceptaba un proceso de reubicación de competencias sobe-
ranas en Europa, dirigido en gran medida por eurócratas no electos,
en la medida que ello suponía mejoras tangibles en bienestar y dere-
chos. A pesar del reequilibrio institucional a favor del Parlamento
9 En algunos Estados miembros, como Irlanda, ese referéndum es preceptivo por mandato constitucional. Con la
introducción de la European Union Act de 2011, ese referéndum será también preceptivo en el Reino Unido.
10 El Tratado de Lisboa introduce un procedimiento de revisión simplificado que, como se indicó supra, se ha
empleado para la reforma de marzo de 2011, que introduce la base legal para establecer un mecanismo per-
manente de estabilización de la eurozona, pero éste no puede ser utilizado para modificar las competencias de
la Unión.
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Desde los ochenta, ese modelo, basado en gran medida en las trans-
ferencias de los fondos estructurales, ha tenido un papel importante
en la modernización de las economías más rezagadas de la Unión, y
ha sido un importante instrumento de la competitividad y de la con-
vergencia de rentas. Esa política de cohesión “clásica” sigue siendo
muy relevante de cara a los retos de la ampliación, máxime cuando
los países de Europa Central y suroriental muestran asimetrías de
renta y competitividad mucho mayores que las que caracterizaron a
los de la segunda ampliación —en particular, España y Portugal—,
que han sido grandes beneficiarios de esa política. El problema es
que los recursos son mucho menores y la convergencia va a ser muy
lenta y se va a dejar básicamente al albur del mercado.
asumir con relativa facilidad esos costes a través de las políticas key-
nesianas nacionales. Ese modelo se quiebra con la crisis de los seten-
ta, que dio fin de las políticas nacionales de matriz keynesiana.
Frente a ello, se intentó promover un nuevo ciclo expansivo de
matriz neoliberal, basada en la estabilización macroeconómica y la
desregulación de los mercados al que serían funcionales tanto el
mercado interior como la unión monetaria. Ello podría acentuar los
desequilibrios sociales y territoriales en el seno de la UE, y supondría
costes sociales y económicos elevados en un contexto de disciplina
fiscal y de mayores asimetrías, como las que suponía la adhesión de
países como España y Portugal.
13 Véanse al respecto los informes sobre cohesión y en particular, el más reciente V Informe (Comisión Europea
2010c) que estima que en la UE-15 las políticas de cohesión pueden haber aportado un 10% del PIB de las regio-
nes de menor renta denominadas “Objetivo 1”.
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Por otro lado, desde finales de los noventa, como respuesta a las pre-
siones competitivas de la globalización, pierde peso el componente
redistributivo de la cohesión y se pone más énfasis en su contribu-
ción a la mejora de la competitividad internacional, vinculando la
cohesión con política de empleo y de inclusión social. Ese vínculo se
ha explicitado en la Estrategia de Lisboa de 2000, en las directrices de
la política de cohesión del periodo 2007-2013, y posteriormente en
la Estrategia Europa 2020 (Comisión Europea 2010b) y las propuestas
legislativas para la política de cohesión en el periodo 2014-2020.
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Ello también pone en entredicho frente al resto del mundo los valo-
res democráticos de la UE y la supuesta naturaleza de la Unión como
“actor normativo” basado en valores. Es también una cuestión clave
de cara al futuro económico de la UE, cuyas tendencias demográfi-
cas auguran serios problemas en los mercados de trabajo y en la sos-
tenibilidad de las políticas sociales si se asumen las políticas
restrictivas que reclaman esas ideologías.
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Sin embargo, en poco más de dos años desde la entrada en vigor del
Tratado, el panorama de la acción exterior de la UE es bastante som-
brío. Sus aspiraciones de convertirse en una potencia global parecen
evaporarse ante lo que se percibe, dentro y fuera de la Unión, como
una creciente irrelevancia de la UE ante un mundo caracterizado por
un intenso proceso de desplazamiento del poder, con nuevas poten-
cias emergentes, un Estados Unidos crepuscular, y un número cre-
ciente de actores no estatales. Sin embargo, esa irrelevancia es, de
nuevo, una dolencia en gran medida autoinfligida. La influencia y
credibilidad de la UE se han visto fuertemente debilitadas debido a
tres dinámicas interrelacionadas: la erosión de la UE y de su credibi-
lidad como “potencia normativa”; la creciente fragmentación del
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14 “EU Explores Pooling IMF Representation”, Wall Street Journal, 21 de noviembre de 2011.
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proyecto europeo Esa crisis, en gran medida autoinfligida por una visión ideologizada
y corta de miras de la integración, impide que el proyecto europeo
pueda seguir jugando ese papel. La UE parece enfrentarse al “trilema”
trazado por Dani Rodrik (2000, 2012: 218-219) en el que el mante-
nimiento del Estado nación como locus de la política y la soberanía,
la política democrática, y las ventajas derivadas de la integración
económica global son tres objetivos que no pueden lograrse a la vez.
Una posible salida a ese trilema sería un federalismo europeo reno-
vado, fortaleciendo las capacidades de gobierno de la UE sobre los
mercados. Sin embargo, la forma en la que se está afrontando la cri-
sis supone, como se ha indicado anteriormente, utilizar los poderes
europeos para someter a los Estados miembros a la “camisa de fuer-
za” dorada de políticas nacionales que, sin apenas margen de manio-
bra, no tienen otra opción que adaptarse a las exigencias del
mercado global, ignorando los mandatos democráticos de sus res-
pectivas sociedades.
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Puente @ Europa - Año V - Número 3/4 - Noviembre 2007
L a inquietud del mundo no puede disimularse. Muchas y muy diversas son las amenazas que sobrevuelan la existencia humana en los al-
bores del siglo XXI. La sensación de inquietud se palpa, aun cuando el acostumbramiento a la vertiginosa acumulación de noticias pre-
ocupantes parece despojar a su registro de dramaticidad. Podrían mencionarse muchos momentos de gestación de tormentas que los contem-
poráneos no pudieron evitar aun cuando las soluciones estaban al alcance de sus manos. Tal vez los años treinta de la centuria anterior sean el
ejemplo más cercano: una sucesión de acontecimientos que llevaron a la segunda gran guerra denominada mundial anunciaban la catástrofe.
Como entonces, el desenlace ominoso no es inevitable, aunque los cultores de un realismo vulgar hagan lo posible para garantizarlo. Es mu-
cho lo que puede hacerse y son muchas las ideas de que pueden servirse quienes piensan en otros futuros posibles.
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¿Por qué esta introducción en un trabajo que procura enfocar En un ensayo escrito durante la primera mitad de la década de
un capítulo particular de la relación entre América Latina y Europa? los sesenta, titulado “La situación básica: Latinoamérica frente a
Fundamentalmente porque nos contamos entre quienes creen en la Europa”, el historiador José Luis Romero escribía:
necesidad de construir un orden mundial que plasme ese posible
y porque tal empresa requiere de la convergencia de dos espacios Es innegable que Latinoamérica existe como una unidad real
que, como América Latina y Europa, comparten un sustrato cultural mirada desde Europa, en relación con la cual se ha desenvuelto
común y un sistema de valores compartidos. Como ha señalado la siempre un diálogo de muy variados matices. No significa esto
misma Comisión Europea: “Es difícil encontrar en el mundo otra que no se hayan dado en Latinoamérica ciertos procesos au-
región con la que existan tantas razones para construir una verdadera tónomos. Por el contrario, significa, precisamente, que se han
alianza [...] dada la historia y la cultura que ambas comparten, la dado desde un comienzo; pero tales procesos han debido con-
Unión Europea y América Latina están en condiciones de compren- jugarse con otros desencadenados fuera de su área, dirigidos y
derse mejor que con otras regiones, por lo que disponen de una gran controlados desde Europa [...]. Podría decirse que el desarrollo
ventaja para, unidas, multiplicar su capacidad de acción”1. Solo que latinoamericano resulta de cierto juego entre una vigorosa origi-
esa “coalición”, sostenida sobre orientaciones democrático-cosmo- nalidad y una necesidad de adecuarla luego a ciertos esquemas
politas, requiere que ambas partes despejen algunos malentendidos de origen extraño [...]. Esta circunstancia hace inexcusable el
siempre abonados por la falta de disposición a reconocer al otro en examen de las variables relaciones entre Latinoamérica y Euro-
su esencia y singularidad. pa, y más inexcusables si se trata de establecer las líneas autó-
En aquellos días que precedieron al desencadenamiento de la nomas del proceso de desarrollo histórico latinoamericano. Qui-
guerra, en más de una oportunidad, pensadores latinoamericanos y zá ha sido Latinoamérica más original de lo que suele pensarse,
europeos compartieron diagnósticos y procuraron hallar respuestas y quizá sean más originales de lo que parecen a primera vista
comunes ante la crisis que estuvieran sostenidas sobre la similitud procesos que, con demasiada frecuencia, consideramos como
de valores culturales. Un ejemplo de ello fue la reunión realizada en simples reflejos europeos4.
Buenos Aires en septiembre de 1936 bajo el auspicio de la Organi-
zación de Cooperación Intelectual de la Sociedad de las Naciones2. Desde la amplia perspectiva que dejaron abiertas estas afirmaciones,
Del encuentro participaron escritores de Europa y América Latina nos interesa aquí dirigir la mirada hacia un capítulo particular de las
para dialogar sobre las relaciones entre los universos culturales que relaciones entre América Latina y Europa: lo que cada uno ha signi-
ellos representaban en un contexto mundial cargado de tensiones. ficado para el otro y, subsidiariamente, las percepciones mutuas. El
Participaron, entre otros, figuras de la talla de Alfonso Reyes, Pedro Atlántico ha sido una avenida de doble mano por la que han fluido
Henríquez Ureña, Baldomero Sanín Cano, Juan B. Terán, Francisco noticias originadas en uno y otro lado, noticias que han sido ideas y
Romero, Georges Duhamel, Emil Ludwig, Juan Estelrich, Jules Ro- acontecimientos. Cada uno de los extremos ha gravitado en el des-
main, Jacques Maritain, Stefan Zweig. Registros demasiado apresu- envolvimiento del otro y más de una vez lo que uno y otro tuvieron
rados han soslayado estas experiencias privándonos de antecedentes como propio, tenía sus raíces en las orillas opuestas.
útiles para retomar ese diálogo con el mismo espíritu que entonces3. Un enfoque atento a las percepciones y más ajustado a unidades
Bueno es recordar que en esas oportunidades, siempre se enfatizó la y diversidades dentro de cada parte, debería hablar de “las Américas
necesidad de “reconocerse” en similitudes y diferencias, de tomar en y las Europas”. En el caso del espacio reconocido en el nomenclador
cuenta lo que cada uno había significado para el otro en cinco siglos geográfico como hemisferio occidental, siempre ha sido necesa-
de trayectoria paralela. rio diferenciar la porción de colonización británica de la ibérica,
mientras que del otro lado la diversidad es muy amplia y admite
Lo primero a superar son dos visiones distorsivas que se refuerzan numerosas clasificaciones, incluida la de una Europa central y otra
mutuamente -así lo han venido haciendo desde largo tiempo: “euro- periférica. Con frecuencia la mención a América como un todo ha
peísmo” y “eurocentrismo”. El europeísmo de unos confirma el prescindido de la distinción entre sus dos grandes capítulos. Durante
eurocentrismo de los otros, componiendo identidades equívocas que un tiempo y a ciertos efectos, esta “confusión” -no siempre inocente-
obstaculizan el reconocimiento mutuo. Celo imitativo de un lado, comportaba menos distorsiones y equívocos que los que derivaron
exceso de soberbia auto-referenciada del otro. La contracara del del desarrollo desigual y la proyección hegemónica del Norte. Más
europeísmo suele ser una actitud entre hostil y recelosa de Europa ajustada y provechosa, en cierto modo, ha resultado la referencia a
que tiende a descartarla -sino a culpabilizarla- por decadente como un “triángulo atlántico” que individualiza las relaciones entre cada
poder y como expresión de cultura. uno de sus extremos.5
Hay mucho de audacia en lo que intentamos aquí. Como nos
movemos habitualmente en el ámbito de la sociología política y de Volviendo al eje Latinoamérica-Europa. La densidad de los flujos
las relaciones internacionales y carecemos de la erudición requerida culturales e ideológicos en una y otra dirección y las transculturali-
para delimitar influencias culturales e ideológicas, solo nos propo- dades derivadas, han dependido del hecho de tratarse de una relación
nemos un esquema interpretativo, basado en algunas intuiciones y, que se desenvolvió dentro de un patrón centro-periferia, donde la
al mismo tiempo, necesariamente provisorio, que aspira a identificar “periferidad” ha sido mucho más que un vínculo económico y un
algunas cuestiones capaces de estimular la reflexión que debería trayecto histórico singular; ella evoca una condición que incluye,
acompañar a la articulación de la mencionada coalición. Por lo entre otros rasgos, la disposición a absorber y nutrirse de lo prove-
demás, sabemos bien de la dificultad para delimitar influencias y niente del centro emisor, la asimilación de expresiones materiales
seguir el hilo de una travesía cultural o ideológica. Remontarse a las y simbólicas provenientes de un espacio referencial. La forma -o
nacientes de una expresión, sea ella culta o popular, suele deparar las formas- de asimilación y lo que se haga con lo asimilado es otra
hallazgos inesperados que reflejan la compleja trama de los inter- cuestión, que en modo alguno se puede soslayar y que ha sido fuente
cambios. Las ideas siguen recorridos a veces caprichosos, en cuyo de interpretaciones diversas.
transcurso incorporan y cambian al atravesar territorios diversos y Primero fue la excepcional aventura del “descubrimiento”.
lo que se inicia en uno de ellos suele retornar al lugar de origen des- Cualquiera hayan sido los motivos de la gesta que abriría el camino
pués de recorrer diversos lugares (haciendo alusión precisamente a de una mundialización que de ahí en adelante seguiría su curso solo
flujos entre Europa y América Latina se ha mencionado el fenómeno con pausas, y al margen del error inicial del navegante al servicio del
de “retorno de influencias” para referirse a expresiones de una latitud reino de Castilla respecto del lugar adonde había llegado buscando la
que se suponían gravitantes sobre otra pero que en realidad recono- ruta hacia las apetecidas especias orientales, la imagen de un “mun-
cían en esta antecedentes remotos). do nuevo” que convertía al ya conocido en “antiguo” llegaría hasta
58 Puente@Europa
La densidad de los flujos culturales e ideológicos en una y otra dirección y
las transculturalidades derivadas, han dependido del hecho de tratarse de
una relación que se desenvolvió dentro de un patrón centro-periferia, don-
de la “periferidad” ha sido mucho más que un vínculo económico y un tra-
yecto histórico singular; ella evoca una condición que incluye, entre otros
rasgos, la disposición a absorber y nutrirse de lo proveniente del centro
emisor, la asimilación de expresiones materiales y simbólicas provenientes
de un espacio referencial.
lo más profundo de las conciencias continentales. Fue el primer gran de la conquista que admiran y pretenden realizar en su nuevo medio
acontecimiento que conmovió a la conciencia europea, un cataclis- las concepciones que llegan en libros del otro lado del Atlántico.
mo, según algunas interpretaciones, cuyas ondas se propagarían Alguien mencionó “un viaje de ida y vuelta de la utopía a través del
hasta principios del siglo XX. Sería inagotable la mención de todos océano”. Más adelante, Vasco de Quiroga, protegido de Zumarraga
aquellos que anunciaron el descubrimiento como el acontecimiento y también lector de Moro se propone con los indios de Michoacán
“más grande e importante registrado en la historia del género huma- reconstruir la sociedad fabulosa.
no”, desde el abate Reynal hasta Adam Smith y los redactores de la Nuevo Mundo no era solo el lugar descubierto, porque el des-
Enciclopedia para quienes “la historia del mundo no ofrece quizás cubrimiento inauguraba un Mundo Nuevo. Influencia sobre el saber
acontecimiento más singular a los ojos de los filósofos que el descu- constituido y sobre el cuadro general de las ciencias. Además del
brimiento del nuevo continente”. pensamiento político y social, el acontecimiento deja su huella sobre
Visiones proféticas y leyendas. Desde el fondo del tiempo la concepción de la historia, de la geografía o del cosmos, haciendo
medieval venía la corriente mítica de búsqueda del paraíso terrenal trastabillar a la ciencia hasta entonces dominante. El descubrimiento
al que podía imaginárselo en algún lugar no conocido o en un tiem- ha demostrado que existe una diversidad de mundos, de hombres, de
po futuro6. A leyendas y profecías se sumarían las circunstancias costumbres. Se conmueven antiguas creencias y surge la duda que
concretas o las interpretaciones sobre el “estado del mundo” -en el habría de encontrar en Michel Eyguem, llamado Montaigne (1533/
mundo todo o en las cercanías del propio reino. La insatisfacción de 92), su primer fundamento.
la cristiandad del siglo XVI halló su expresión en el ansia por volver
a una situación más favorable. La vuelta debía ser al paraíso perdido Inmediatamente, el tiempo colonial. La alteración causada por el
cristiano o a la Edad de Oro de los antepasados “[...] con el descu- descubrimiento no se limitó a la vida intelectual europea; el Nuevo
brimiento de las Indias y de sus habitantes [...] era fácil trasmutar el Mundo también habría de incorporarse a los sistemas económico y
mundo ideal, de un mundo remoto en el tiempo a un mundo remoto político y era de esperar que también en esas esferas el continente
en el espacio. La Arcadia y el Edén podían localizarse ahora en las “descubridor” experimentara una transformación. Durante un tiem-
lejanas orillas del Atlántico”7. po, las noticias provenientes de América resonaban en metálico,
El encuentro más asombroso de la historia europea8 llegó en pero también en demanda de productos elaborados en Europa. Aun
ese “tiempo de inquietudes”9, que fue la segunda mitad del siglo cuando la moderna historiografía haya relativizado la tesis extrema
XV y ayudó a la conformación de la cosmovisión humanista teñida conforme la cual el tesoro americano estaría en la base de la consoli-
del concepto de dignidad del hombre y de un constante interés por dación de la burguesía y el despegue del capitalismo, es indiscutible
sus posibilidades de mejorar o modificar su destino. Los humanistas que los galeones con oro y plata que, provenientes de minas mexica-
proyectaron en América sus sueños irrealizados. El hasta entonces nas y peruanas, llegaban al puerto de Sevilla, aportaron una cantidad
oculto mundo de las antípodas “les permitió expresar su profundo de oportunidades que favorecieron el gran impulso europeo.
descontento con la sociedad europea y criticarla. Europa y América Ciertamente, no todo era intercambio material. Otras noticias
se convirtieron en una antítesis de la inocencia y la corrupción”10. americanas repercutirían con mayor o menor fuerza en las concien-
América esta inscripta en el origen del humanismo renacentista y cias europeas continuándose con inesperadas resonancias más allá
por tanto, en la irradiación fenomenal de este movimiento cargado de aquel siglo XVI; en primer lugar, los debates en torno de la natu-
de reivindicaciones sociales. Veinticuatro años después del viaje de raleza y condición de sus habitantes. Lo que estaba en juego era la
Colón, Moro publica su Utopía, uno de los textos que más habría de idea de igualdad de toda criatura humana. Derecho de los hombres
influir en el pensamiento y en el propio desarrollo social del viejo y de las naciones. La contracara de la explotación y las diversas
mundo. “Uno de los más significativos documentos de compromiso formas del “cruel trato” serían los alegatos de Antonio Montesinos
social que el Humanismo podía asumir”11. En rigor, su “lugar inexis- y las tesis expuestas por Bartolomé de Las Casas en Valladolid, en
tente” era América. 1550, contradiciendo al erudito Sepúlveda, que llegarían a los terri-
Enseguida, un primer “retorno” a las Indias. Se sabe que el torios ilustrados aportando nutrientes a las formación del moderno
obispo de México, fray Juan de Zumarraga, leía y anotaba el texto concepto de los derechos humanos. En el mismo sentido gravitará
de Moro y de allí tomó la idea de ensayar en tierra americana y entre la obra de la escuela de Salamanca y del teólogo y jurista dominico
los indios, aquel proyecto de sociedad. Ya no era Europa que inespe- Francisco de Vitoria, reconocimiento de la entidad humana y racio-
radamente hallaba la Edad de Oro viva en las Indias, sino los hijos nal de los indígenas y de la igualdad de sus comunidades respecto de
Puente@Europa 59
cualquier estado cristiano. Su capacidad para gran mayoría de los líderes que impulsaron Cualquiera fuera la esfera de incidencia,
ser “dueños y señores”, tanto pública como y condujeron el movimiento emancipador la “deuda europea” ha sido ampliamente re-
privadamente y la existencia de una comuni- refleja su registro de sucesos mundiales y la conocida, pero se ha reparado mucho menos
dad mundial de naciones, formulaciones de familiaridad con las principales corrientes en el flujo de sentido contrario: de América
un nuevo concepto del derecho de gentes12. de pensamiento, unos y otras muchas veces hacia Europa. De un lado, el hilo crítico
A no demasiada distancia transcurría la conocidas directamente durante prolongadas contenido en las imágenes del buen salvaje
repercusión de la imagen del “buen salva- estadías en el lugar de los hechos. Manuel y la mucho más visible y directa repercusión
je” y de la bondad natural que por distintas Belgrano, tal vez el latinoamericano más de la Revolución de 1776 sobre la de 1789;
vertientes también llegaría a los textos de la conocedor de las novedades de los fisiócra- de otro lado, el eco de la emancipación
Ilustración y a las estribaciones de la Revo- tas, formado universitariamente en España, hispanoamericana inspirando autodetermi-
lución Francesa. Sea a través de los relatos aprovechaba la cercanía física para asistir en naciones. Asombrado por la imagen de la
misioneros, sea a través de las celebres ex- París a las jornadas revolucionarias. En su primera vez en que un pueblo se liberaba de
presiones de Montaigne, a quien el contacto biografía relataría: todas las cadenas, Condorcet anunciaba que
con indios guaraníes llevados a París inspi- la revolución americana muy pronto se ex-
raría una visión crítica de los usos políticos Como en la época de 1789 me hallaba tendería por Europa. A su vez Thomas Pai-
y las realidades sociales de su continente, en España y la Revolución de la Francia ne, de regreso de su estadía en el continente
que seguirá resonando mas allá de su tiempo hiciese también la variación de ideas, americano escribía:
y que se incorporarían a las construcciones particularmente en los hombres de
iluministas de Voltaire y Rousseau.13 letras con quienes más trataba, se apo- Me ha tocado tomar parte en la inicia-
deraron de mí las de libertad, igualdad, ción y triunfo de la revolución ameri-
Llegó luego la emancipación, un hecho seguridad, propiedad y solo veía tiranos cana. El éxito y los hechos de esa revo-
madurado lentamente y que solo necesitaría en los que se oponían a que el hombre, lución me animaron y la prosperidad y
de resonantes acontecimientos -se tratara de fuese donde fuese, no disfrutase de un la felicidad que desde entonces reinan
giros radicales en la historia de la humani- derecho que Dios y la naturaleza le en ese país recompensan con creces
dad, como la Revolución, o de situaciones había concedido y aun las mismas so- los trabajos sufridos y los peligros que
coyunturales, como la arremetida napoleó- ciedades habían acordado en su estable- se afrontaron. Los principios en que se
nica sobre la Metrópoli- para irrumpir defi- cimiento directa o indirectamente. fundó esa revolución se han extendido a
nitivamente. Ya en 1801, el Abate de Pradt Europa, y una Providencia desbordante
vislumbraba que el Nuevo Mundo se con- Por supuesto, además de noticias contarían regenera al Viejo Mundo con los princi-
movería con “la mayor revolución de que el los intereses y juegos de poder entre las pios del Nuevo.
mundo haya sido testigo”. La biografía de la potencias.
60 Puente@Europa
Claro que los líderes del acontecimiento líder venezolano al barco con el que soñaba revolución francesa de 1848 tuvo en Chile
americano reconocían inspiraciones del otro otras liberaciones. un eco poderoso [...] la habíamos visto ve-
lado y en su imaginación moraba el Espíritu Existen suficientes indicios de que el nir, la estudiábamos, la comprendíamos, la
de las leyes. ejemplo de la independencia de las colonias admirábamos; nos asimilamos a sus hom-
Hubo otro episodio americano, en la de hispanoamericana -constituidas confor- bres por la enseñanza de ellos recibida, a
que por entonces era la colonia más flore- me el ideal republicano- tuvo que ver con sus acontecimientos por la prensa diaria, a
ciente del mundo, que conmovió a Europa la difusión que el principio de nacionalidad sus aspiraciones por la república que era la
en el último tramo del siglo XVIII: la gran conoció a lo largo del siglo XIX. Tales epi- fraternidad a través de los mares y de las
rebelión haitiana -iniciada en 1791- y la sodios no pasaron desapercibidos para el razas”. No se trataría solo de conocer acerca
absorbente figura de su liderazgo negro. napolitano Mancini, impulsor de la unifica- de hechos e ideas, sino de replicas concre-
Toussaint L’Overture, cuyo nombre reso- ción de las partes de Italia en un solo cuerpo tas: varios conatos revolucionarios en tierras
naría por años en varias capitales del Viejo político, quien desde su cátedra de derecho latinoamericanas -en Colombia entre 1848 y
Mundo, no solo por sus resonantes victo- internacional de la universidad de Turín ar- 1855, en Chile entre 1848 y 1852- hicieron
rias militares -incluida la de una poderosa gumentaría sobre la idea de la nacionalidad que un cronista francés escribiera en la pres-
fuerza expedicionaria británica-, sino sus como fundamento del derecho de gentes. tigiosa revista Revue des deux mondes que el
intuiciones modernizadoras. Durante el Naturalmente, los hombres de la inde- socialismo prosperaba en América del Sur.
transcurso de este proceso, se produciría un pendencia seguían abiertos a toda enseñanza Muchos de los programas del socialismo
hecho de inocultable simbolismo que, según y ejemplos que la fortaleciera y abriera los utópico contemplan a América Latina como
algunas interpretaciones, gravitaría sobre el cauces del progreso material y ello los con- inspiración o lugar de realización15.
curso revolucionario: sumados en París a la ducía hacia los lugares donde ese progreso Mientras que los ecos de la indepen-
Asamblea Nacional los delegados de la sec- parecía más evidente. Como diría el hondu- dencia resonaban en la voluntad de emanci-
ción haitiana, la potente argumentación del reño José Cecilio del Valle: “Robaré a los pación de las nacionalidades sometidas de
representante negro logró respaldo para la genios de otras naciones los pensamientos Europa, la evolución de los nuevos estados
abolición de la esclavitud y el reconocimien- que han influido en su prosperidad”. Inicial- surgidos de aquel movimiento estaba lejos
to de la libertad e igualdad de los hombres mente, las instituciones políticas norteameri- de confirmar las expectativas generadas por
de color. Muerto Toussaint, sus seguidores canas serían principal fuente de inspiración, su aparición y sus definiciones republicanas.
siguieron la lucha hasta lograr la indepen- aunque en la esfera económica y cultural Las últimas advertencias de Bolívar, carga-
dencia en enero de 180414. las miradas se dirigían a Europa. Era acaso das de escepticismo, eran el mejor ejemplo
inevitable que esta germinación europeísta del estado de ánimo que prosperaría rápi-
Era inevitable, y más allá de los designios de generara dilemas y tensiones. De un lado, damente en el escenario de las luchas inte-
las potencias, que la emancipación de las co- entre ideales y realidades -de allí la raíz de riores. El desencanto y la ansiedad calaban
lonias españolas tuviera efectos inmediatos muchos conflictos que también lo eran de las hondo, sobre todo en las elites de las ciuda-
y mediatos en Europa. Nadie que siguiera la ciudades y el interior rural-; del otro, entre des, de modo que imitar o trasplantar se con-
evolución de la política mundial podía des- imitaciones sin más y búsqueda de origina- vierten en los verbos con que se conjuga un
entenderse de lo que ello significaba para los lidad. En ambos casos, la deriva hacia los progreso que la realidad se empeña en pos-
equilibrios continentales ni de la novedad extremos desdibujaba las vías intermedias: tergar. “Seamos europeos” sería un clamor
de la presencia de una veintena de nuevos partir de la realidad para transformarla y acicateado por la decepción y un programa
estados cuya independencia unos querían hacer el esfuerzo de pensar por sí y desde sí de gobierno de las elites ilustradas. Antes
frustrar y otros preservar. La propia idea de pero nutriéndose de conceptos y experien- habían viajado a Europa sus miembros en
independencia adquiriría un status de sig- cias de la parte más avanzada del mundo. búsqueda de reconocimiento diplomático o
nificación hasta entonces desconocido en el Durante todo el siglo XIX, los acon- auxilio para sostener la lucha independentis-
lenguaje político y pronto incorporado como tecimientos europeos siguieron llenando ta, ahora viajarían a la meca para aprender
novedad a los diccionarios. De algún modo, las inquietudes latinoamericanas y con la o simplemente para tomar distancia, aunque
este movimiento renovaba la antigua idea de repercusión de siempre. De todos ellos, po- temporaria, de una realidad de la que rene-
un destino singular, encarnado en la imagen cos pudieron competir con la influencia de gaban. A más incomodidad por las pruebas
heroica de los libertadores y fundadores de los movimientos revolucionarios de 1848 y a las que la sometería “la barbarie”, más
naciones. Bien se ha recordado que en el con las formulaciones del socialismo utó- necesidad de compensar familiarizándose
París de los Borbones, los jóvenes usaban pico y, más adelante, con los procesos de con las más altas expresiones del espíritu.
el “chapeau Bolívar” como identificación unificación de Alemania e Italia. El chileno Empaparse de la filosofía, la literatura, el
republicana y Byron le ponía el nombre del Benjamín Vicuña Mackenna recordaría: “La arte en París, Londres, Roma o Atenas. En
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La contracara de la explotación y las diversas formas del “cruel trato” se-
rían los alegatos de Antonio Montesinos y las tesis expuestas por Bartolomé
de Las Casas en Valladolid, en 1550 [...], que llegarían a los territorios
ilustrados aportando nutrientes a las formación del moderno concepto de
los derechos humanos. En el mismo sentido gravitará la obra de la escuela
de Salamanca y del teólogo y jurista dominico Francisco de Vitoria, recono-
cimiento de la entidad humana y racional de los indígenas y de la igualdad
de sus comunidades respecto de cualquier estado cristiano.
primer lugar, la capital de Francia, motivo abonado para prosperar contribuyendo a cuadros sociales de ambas posturas difieren
de una verdadera devoción: apenas pasada la darle letra a las imágenes más pesimistas so- sensiblemente: miembros de las oligarquías
mitad del siglo, el mencionado Vicuña Mac- bre los destinos de la región, mezcladas con de un lado, intelectuales y artistas del otro.
Kenna exclamaba: “Estaba ya en París. Esta- referencias a leyendas negras, pecados de Actitudes bohemias en ambos lados. Algo
ba en la capital del mundo, el corazón de la origen y enfermedades incurables. Paradóji- inesperado le ocurriría a muchos: la estadía
humanidad en que todo parece latir con las camente, en simultáneo con los diagnósticos en Europa y la familiaridad con sus expre-
pulsaciones gigantescas que el espíritu de más escépticos respecto de lo que podía es- siones les permitiría “reconocerse” en sus
todos los pueblos envían a ese centro de vida perarse de un puñado de repúblicas signadas orígenes y manifestaciones. Descubren a
y de inteligencia”. En ocasiones, un dejo de por la inestabilidad y las luchas interiores, Latinoamérica: política y culturalmente. Se
reproche por la devoción no correspondida: las cosas comenzaban a dar un vuelco que “latinoamericanizan”. En el campo del arte
otro chileno, José Victoriano Lastarria diría: pronto rehabilitaría la antigua imagen del y la literatura matizan la disposición imitati-
“La América conoce a Europa, la estudia sin continente de la esperanza. La oportunidad va y afirman originalidad de paisajes y tipos
cesar, la sigue paso a paso y la imita como llegó con la demanda de alimentos y mate- humanos que los europeos comienzan a
un modelo; pero la Europa no conoce a la rias primas de la Europa industrializada. En reconocer. El cubano Alejo Carpentier re-
América [...] su solo interés es industrial y la onda de una nueva aceleración del secular lataría el modo en que llegó a apercibir que
sus agentes los mercaderes” movimiento mundial globalizador, irán hacia lo que denominaría “lo real maravilloso”,
Obviamente, Latinoamérica era parte de el Norte carnes, granos, café, estaño, cobre, que era lo que se esforzaban en hallar sus
un sistema mundial y un capítulo importante etc. y vendrán productos manufacturados, anfitriones surrealistas, existía naturalmente
en los cálculos de poder de las potencias. El capitales y hombres. En poco más de tres en los lugares desde los que él provenía. En
proceso independentista había estado ligado décadas una parte del continente cambia de paralelo, y de algún modo realizando pro-
a juegos en los tableros internacionales -aun rostro y prospera, olvidándose de sus antece- puestas que se habían hecho mucho tiempo
cuando el británico Canning hubiera exage- dentes y sin reparar en todos los que quedan antes, intelectuales y artistas de distintos
rado al afirmar que había obrado en América al margen. El desencanto se desvanece y va países aprovechan la hospitalidad europea
en nombre del equilibrio de poder europeo. dejando lugar a su contrario. para poner en marcha iniciativas latinoame-
Despejada las aventuras recolonizadoras -que Autoestima en los locales e ilusiones en ricanistas de claro corte político-identitario.
vale decir reflejaron intenciones diferentes de los que llegan desde el otro lado del océano. En eso estaban europeos y latinoameri-
los grandes protagonistas-, quedaban las pu- En la aventura transatlántica se condensan canos cuando se produjo un acontecimiento
jas de posiciones en un espacio que muchos los sueños de una nueva vida de millones que concitó la atención de unos y otros: fue
imaginaban ideal para proyectar modelos de europeos que se embarcan con la pro- el estallido mexicano de 1910 y la gesta que
neocoloniales. Inglaterra a la cabeza de ellas, mesa de trabajo y prosperidad. En algunos le siguió, personalizada en dos figuras capa-
aunque sus hegemonías sería desafiada por casos, el crecimiento toma la forma de un ces de nutrir los imaginarios reivindicativos:
las ambiciones de Washington. Solo la fugaz “milagro” que sorprende. En los mismos Pancho Villa o Emiliano Zapata. El interés
aventura mexicana de Napoleón III -que barcos que transportan inmigrantes vendría se orientó también hacia las noticias lite-
dicho sea de paso se acompañó de una de las una nueva oleada de viajeros con parecidos rarias y artísticas provenientes de América
primeras menciones a la América Latina-, propósitos de los de un siglo antes: explo- Latina. Varios siglos después de los relatos
procuró terciar en un juego bipolar. rar oportunidades de negocios o saber de del Inca Garcilaso o de las aportaciones del
qué se trataba. En la dirección contraria barroco, el potente muralismo mexicano de
A lo largo del siglo, las noticias del mundo seguirá marchando un apretado núcleo de Rivera, Orozco y Siqueiros no pudo pasar
seguirían desembarcando en los puertos latinoamericanos con la mente fija en el desapercibido, como no lo pasaría una li-
latinoamericanos. Después del romanticismo “imaginario transatlántico”: esnobismo e teratura rica en exhuberancias tropicales o
le llegó el turno al sociologismo positivista impostación cultural por parte de algunos, melancólicas llanuras.
que se difunde como un virus en un terreno avidez de aprendizaje por parte de otros. Los La experiencia mexicana, al margen de
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lo que tenía de singular y atrayente por el papel de la masa indígena, Si una guerra llegara finalmente a concluir de aplastar a esta
se uniría inevitablemente al potente estallido que conmovió al mun- Europa, ¿qué quedaría de nuestros tesoros y de nuestras espe-
do en 1917 y que le pondría amplificador al clima revolucionario a ranzas? [...]. Pero la humanidad no perdería todo su saber, todo
lo largo de las dos décadas siguientes. La Revolución Rusa fue reci- su patrimonio espiritual, en ese enorme siniestro cuya mera
bida con temor por unos y alborozo por otros. Las burguesías que se probabilidad, que no es pequeña turba y paraliza al pensamiento
estremecían ante la mención de lo bolchevique darían la bienvenida europeo. Una América más cuerda, más libre, más esperanzada
a la reacción fascista dispuesta a “contener” el peligro rojo; mientras que nosotros, habrá acogido para entonces lo mejor de nuestra
que, por otro lado, generó la comunión entre los que a ambos lados obra […]. Creo que se puede considerar a América como la gran
del Atlántico creían en la llegada de la emancipación humana y la reserva de la civilización occidental, creo que de este lado del
construcción de un mundo nuevo. “Los tiempos nuevos” sería el tí- Atlántico nacerán los esfuerzos a los cuales tendremos que acu-
tulo del ensayo de José Ingenieros, por entonces la figura arquetípica dir dentro de un plazo más o menos largo.
del intelectual, el mismo que había impulsado el latinoamericanismo
y que anunciaba una definitiva renovación moral diseñada en el pro- El belga Estelrich sería todavía más categórico:
grama de la Rusia revolucionaria y se identifica con la Internacional
del Pensamiento que impulsa el célebre grupo Claridad, encabezado Los países de América Latina representan para la vieja Europa,
por Anatole France, Henry Barbousse y Romain Rolland, unidos en fatigada, destrozada y dividida contra ella misma, una suerte
la convicción de “un gran resplandor que provenía del Este”. de nueva primavera, una nueva juventud del mundo. Tienen un
Cualesquiera que hayan sido las circunstancias que empujaban dinamismo, un impulso vital y un optimismo que contrastan sin-
en la dirección de la afirmación latinoamericanista de los primeros gularmente con el clima espiritual de la mayoría de las naciones
años del siglo XX -en especial los vientos expansionistas que venían europeas. Conjuntamente con Rusia, aparecen como los lugares
soplando desde Washington- encontraron un inesperado auxilio en en los cuales las posibilidades son ilimitadas.
el impacto que tendría la Primera Guerra Mundial sobre las repre-
sentaciones más difundidas; caló hondo un primer gran desencanto Si bien la mayoría de los europeos que expresaban aquel sentimiento
respecto de la civilización que era capaz de destrozarse en las trin- creían en el papel de “renovación civilizatoria” que podía desem-
cheras. Claro que la idea de crisis y de decadencia tenía conspicuos peñar la parte latina del continente, debido al “lazo espiritual” que
emisores europeos -empezando por el muy leído Oswald Spengler-, sentían que los unía, al mencionar a América muchos pensaban en la
cuyas voces llegaban hasta Latinoamérica reflejando el modo en porción anglosajona, reapareciendo una vez más el antiguo elemen-
que gran parte de la intelligentsia europea veía a lo que volvía a de- to de ambigüedad. En rigor, fueron estos últimos los que sintieron
nominarse el “Viejo Mundo”, pero asignándole al adjetivo nuevas
y pesimistas resonancias. Por otra parte, en 1920, el francés Albert
Demangeon había escrito “Le declin de l´Europe”.
Hubo un “cambio de talante” que no desplazó del todo a la
anterior disposición europeísta pero la hizo coexistir con miradas
recelosas o reproches alimentados por nuevas canteras ideológicas.
Este fenómeno, muy visible en los años veinte, se profundizó en la
década siguiente y alcanzó su pico al iniciarse la segunda conflagra-
ción. Se hizo cada vez más frecuente hablar de desencanto, decep-
ción, desengaño -y siempre de declinación. Uno de los participantes
del mencionado coloquio de Buenos Aires de 1936 afirmaba: “Se
nos dice que se difunde aquí un sentimiento de decepción frente a
Europa [...]. Avanzando más se nota en los americanos del sur una
decepción de carácter político y respecto de la organización social y
los métodos gubernamentales europeos”.
Por contraste, y nutrido por el desencanto respecto de lo que po-
día esperarse de las “cunas civilizatorias”, en Latinoamérica crecía
un sentimiento de autoafirmación y la versión regional de un destino
manifiesto; de un lugar de realización de ideales humanistas. Ello se
reflejaba en la “Utopía de América”, publicada en 1924 por el domi-
nicano itinerante Henríquez Ureña. Mientras “la Europa decadente”
no dejaba de exportar los usos y las ideas de los modelos fascistas
y estalinistas, muchos latinoamericanos se esforzaban en hallar ca-
minos alternativos originales poniendo énfasis en los propósitos de
autonomía y justicia social y confiaban en los vientos renovadores
que soplando desde la región terminarían despejando los nubarrones
del mundo. Como diría el mexicano Alfonso Reyes: “Muy pronto os
habituaréis a contar con nosotros”.
Lo cierto es que muchos europeos pensaban lo mismo. En el
mencionado coloquio, Jacques Maritain afirmaría:
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Cualesquiera que hayan sido las circunstancias que empujaban en la di-
rección de la afirmación latinoamericanista de los primeros años del siglo
XX -en especial los vientos expansionistas que venían soplando desde
Washington- encontraron un inesperado auxilio en el impacto que tendría
la Primera Guerra Mundial sobre las representaciones más difundidas; caló
hondo un primer gran desencanto respecto de la civilización que era capaz
de destrozarse en las trincheras.
que se confirmaban sus presunciones, aunque de una forma distinta el avance del movimiento unificador tal como transcurrió desde la
a la esperada: desde fines de 1941 -cuando ya habían transcurrido celebración de los Tratados de Roma. Otorgando un nuevo nutriente
dos años y medio de lucha-, las tropas estadounidenses ayudaron a la antigua tradición unificadora inscripta en la cultura política de la
al vuelco que daría el curso de la guerra y contribuyeron a evitarle a región, la experiencia comunitaria se constituiría en un ejemplo que
Europa un destino autoritario (aunque compartirían tal mérito con el alentaría iniciativas que comenzaron a cristalizarse desde el inicio de
Ejército Rojo). Allí, junto con la gestación de la denominada Alianza los años sesenta.
Atlántica, hasta entonces circunscripta al vínculo entre Washington Solo en algún momento y para la parte más radical de Europa,
y Londres, se constituyó uno de los más fenomenales equívocos del América Latina volvió a recuperar el título de región de las expecta-
siglo XX: la idea del rescate habría de convertirse en un formidable tivas. Fue cuando los guerrilleros comandados por Fidel Castro im-
recurso de “poder soft” del que la hiperpotencia se valdría, de ahí en plantaron en Cuba la planta revolucionaria. Hacia allí fueron buena
adelante, toda vez que lo necesitara. Nada más fácil que imponer la cantidad de intelectuales europeos, encabezados por el filósofo más
imagen del rescate de otra amenaza totalitaria. comprometido y prestigioso de la época para comprobar en el lugar
Terminada la guerra, Europa se concentra en su reconstrucción, y empaparse de los logros de un gran movimiento social emanci-
empresa que, merced al plan Marshall y la presencia soviética, pador. El “Huracán sobre el azúcar”, título de un resonante ensayo
fortalecería su disposición hacia Washington. Parece empeñada en de Sartre, fue símbolo de un gran movimiento que empalmaba con
aventar la imagen de la decadencia y tomar distancia respecto de el clima de la descolonización del Tercer Mundo y compensaba a
episodios de los que no podía jactarse aunque demonizara a regíme- muchos de la cada vez más descorazonadora evolución de los socia-
nes y líderes. El europesimismo se desvanecería con rapidez. Para lismos reales y del papel del proletariado y su vanguardia. Era una
ello pondría en actividad mecanismos mentales que solo aseguran gran noticia.
memorias parciales. En cierto modo, también Latinoamérica se vuel- Otro indicio de interés, aunque con connotaciones muy diferen-
ve sobre sí misma, aunque en este caso para consolidar su progreso tes, fue el de la Francia gaullista. El fundador de la Quinta Repúbli-
económico por vía de la industrialización, crecimiento que, dicho ca, consustanciado con la idea de restaurar la grandeza de su amada
sea de paso, le permite recibir una segunda oleada inmigratoria de la mediante la puesta en práctica de una política exterior independiente,
que son parte poblaciones que han sufrido la contienda y sus conse- dirigió una mirada hacia América Latina proyectando un concepto
cuencias demo territoriales. Nuevamente la esperanza para muchos de influencia que trascendía la plataforma necesaria para procurar
cientos de miles. oportunidades empresariales. Su gira latinoamericana sería como un
Ni la disposición hacia Estados Unidos y su concepto de la con- lejano eco de antiguas pujas inter-hegemónicas procurando terciar en
tención del comunismo, ni el ocultamiento de un pasado reciente con un juego monopolizado por Washington y, secundariamente, por las
demasiadas sombras favorecerían el reconocimiento europeo hacia potencias del Este.
las singularidades y valores latinoamericanos que la región había La inestabilidad política y las recurrencias militaristas -inse-
parecido dispuesta a considerar en los años en que marchaba hacia parables de los designios y las prácticas de Washington-, no podían
la guerra. Muy rápidamente se dejó de lado la idea de que la región sino ampliar la brecha con un continente que se recuperaba rápida-
podía jugar un papel de importancia en el rumbo de los destinos hu- mente y fundaba una nueva cultura política democrática. La oleada
manos. Apenas reaparecería en iniciativas algo marginales, como los institucionalizadora de los años ochenta devolvió algo del interés
coloquios organizados por la UNESCO en San Pablo y Ginebra para por Latinoamérica, aunque la atención concentrada en cuestiones de
analizar las relaciones culturales entre ambos regiones en la óptica la transición y la gobernabilidad no se acompañó de gestos concretos
de una convergencia en el desarrollo de un humanismo occidental que las facilitaran; antes bien, los europeos recomendaron a países
abierto a otros pueblos16. En rigor, el distanciamiento sería mutuo. agobiados por la deuda que acompañaran las políticas de ajuste
En concordancia con la matriz ideológica de la Guerra Fría, la im- prescriptas en un célebre consenso de la capital norteamericana y
postación “norteamericanista” tomaba el lugar, en un nivel cultural que no se apartaran de las rígidas evaluaciones ortodoxas del Fondo
mucho mas degradado, de su precedente europeísta. Monetario Internacional. En el fondo, el derrumbe de los socialis-
Hubo sí una señal proveniente de Europa en la que los lati- mos reales y el auge del neoliberalismo de mercado pesaban sobre
noamericanos no dejaron de reparar: fue la que se relacionaba con el ánimo del progresismo europeo de quien se esperaba otro auxilio.
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Fuera por flamantes convicciones o por el públicos que ésta podría proveer son más 4
José Luis Romero, Situaciones e
deseo de mostrarse en acuerdo con las ideas que compensados por los costos de sus dis- Ideologías en Latinoamérica, Buenos Aires,
dominantes, fuera porque la fiebre privatista posiciones bélicas. Sudamericana, 1986.
se convertiría en una fuente de negocios para Es fácil advertir que una parte de Eu- 5
Arthur Whitaker, “Las Américas en el
las empresas de sus países. ropa, la política e ideológicamente más triángulo atlántico”, en Lewis Hanke, Tienen
Volviendo al inicio. El papel que una radical, siempre necesitada de actores que las Américas una historia común?, México
acción concertada entre Europa y América carguen sobre sus hombros las grandes rup- D.F., Diana, 1966.
Latina podría desempeñar en la construcción turas revolucionarias, vuelve a reparar en los 6
Melvin Lasky, Utopia y Revolución, Méxi-
de un orden mundial alineado conforme vientos latinoamericanos, sean las formas co, Fondo de Cultura Económica, 1985 (ed.
los principios democráticos cosmopolitas chavistas, las promesas indigenistas o los orig. 1976).
demanda un esfuerzo serio -no retórico- de movimientos sociales surgidos entre los es- 7
J. H. Elliot, El viejo mundo y el nuevo,
comprensión. Saber acerca del otro; de su combros del sismo neoliberal. Y allí no hay Madrid, Alianza, 1972.
entidad y singularidad. Del lado europeo, ponderación en los juicios; por contraste, la 8
Tzvetan Todorov, La conquista de Amé-
bastante más que admitir que por sobre un otra Europa apenas se preocupa por entender rica. El problema del otro, Buenos Aires,
patrón de intercambio desigual, en mucho de estos procesos y se refugia en convencio- Siglo XXI, 2003.
lo que son hay huellas latinoamericanas; se nalismos, resistiéndose a interpretar las 9
Ver, curso dictado en el Collège de Fran-
trata de trabajar sobre la forma de concebir expresiones de la región en las que siempre ce entre 1944-1945 por Lucien Febvre,
el triángulo atlántico y corregir el “déficit de laten aspiraciones autónomas e igualitarias. L’Europe: genèse d’une civilisation, Paris,
comprensión” que sigue nutriendo los refle- El eurocentrismo sigue sin reconocer las Perrin, 1999.
jos eurocentristas. complejidades de la periferidad. 10
J. H. Elliott, op. cit.
No es el modo subordinado de pensar 11
Ruggiero Romano y Alberto Tenenti, Los
el eje Atlántico el que ayudará a Europa a Notas fundamentos del mundo moderno. Edad
hacer algo por un mundo más pacífico, ni media tardía, reforma, renacimiento, Colec-
ensayar aquello que alguna vez se insinuó 1
Comunicación de la Comisión al Con- ción: Historia Universal Siglo XXI, Madrid,
como “nuevo humanismo”. Obviamente sejo y al Parlamento Europeo “Una Aso- Siglo XXI, 1971.
ha habido mucho más que necesidad, in- ciación reforzada entre la Unión Europea 12
Respecto al nacimiento del “derecho de
comprensión o efectos de la propaganda en y América Latina”, Estrategia para una gentes”, ver el artículo de Luigi Nuzzo in-
la actitud que desde la segunda posguerra Asociación reforzada entre la Unión Eu- cluido en esta sección (N.C.E.).
Europa adoptaría frente a las dos partes de ropea y América Latina: presentación 13
Germán Arciniegas, América en Europa,
América. La condescendencia respecto de detallada {COM(2005) 636 final} (http: Bogotá, Plaza Janes, 1980.
Estados Unidos no tiene contrapartida en //ec.europa.eu/comm/external_relations/la/ 14
Germán Arciniegas, Biografía del Caribe,
las posturas frente a América Latina. No es news/ip05_1555.htm). Buenos Aires, Sudamericana, 1972.
el mismo celo que pone en los juicios sobre 2
Comisión argentina de cooperación inte- 15
Pierre-Luc Abramson, Las utopías so-
las características de la vida política, de la lectual-Institut international de coopération ciales en América Latina en el siglo XIX,
democracia en uno y otro lado. Puede en- intellectuelle (eds.), Europa-América Latina, México D.F., Fondo de Cultura Económica,
tenderse la trama de intenciones e intereses Buenos Aires, 1937. 1999.
de representaciones del pasado y de espe- 3
Las discusiones mantenidas en el seno de 16
UNESCO, Las relaciones culturales y mo-
culaciones sobre el presente que sostienen esta reunión y de aquella también organi- rales entre el Viejo y el Nuevo Continente,
este modo de concebir la alianza atlántica zada en Buenos Aires en 1936 por la filial Madrid, Cultura Hispánica, 1957.
y la resistencia a mostrar una postura más argentina del Club PEN, son objeto del
independiente. No hay salida sin crítica a la artículo de Corinne Pernet incluido en este
hiper-potencia. Después de todo, la cuenta, mismo número de Puente @ Europa (Nota
ya ha sido pagada con creces y los bienes del Coordinador Editorial, N.C.E.).
Puente@Europa 65