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¿Cómo funciona la visión? ¿Nos engaña o nosotros a ella?

Hasta ahora hemos tratado unos pocos procesos psicológicos de la amplia


cantidad que existen de estos, tanto básicos como superiores, y es interesante ver
como todos funcionan en conjunto y por separado al mismo tiempo; uno de estos
es la percepción. La percepción se forma a través de los sentidos, donde
diferentes estructuras nerviosas funcionan en conjunto y de una manera tan
exacta que resulta muy interesante la investigación de estos, pero también resulta
inquietante y llamativo el hecho de que a veces nos proporcionan información que
no es completamente real.

A mi consideración, uno de los casos donde la percepción se puede distorsionar


más es en la visión, a pesar de ser uno de los sentidos que más utilizamos para
orientarnos en el medio, aparte de otras funciones.

Somos seres visuales, nuestros ojos son la entrada principal de la percepción y


comprensión del mundo físico en que sobrevivimos, decimos: “ya veo” para indicar
lo entiendo y cuando dudamos de alguna afirmación decimos: “tendría que verlo
para creerlo”. Nuestro sistema visual nos proporciona ideas del mundo físico tan
ricas, claras y de aspecto sólido, y por lo general tan útiles que nos resulta sencillo
olvidar que el mundo físico y la visión que tenemos de él no son lo mismo. En
realidad, nuestras percepciones visuales son experiencias y psicológicas
subjetivas que nuestro cerebro crea de manera casi instantánea y continua
mientras nuestros ojos estén abiertos a partir de las señales que se encuentran en
los patrones de luz reflejada por los objetos. El mecanismo que subyace a nuestra
capacidad para producir esas percepciones es increíblemente complejo, se estima
que entre 25 y 40% del cerebro humano está dedicado a forma exclusiva o
principal al análisis de las entradas de los ojos (Gross, 1998; Sereno y otros,
1995). No sorprende que la visión sea el sentido al que los psicólogos han
dedicado por mucho la mayor atención.
Sabemos que la vida en la tierra evolucionó en un mundo iluminado por el sol
durante el día y por la luz de las estrellas y la luz del sol reflejada por la luna
durante la noche. La mayor parte de las formas de vida terrestre son sensibles a la
luz de una u otra forma. Incluso los organismos unicelulares contienen sustancias
químicas que responden a la luz y modifican la actividad del organismo de formas
que promueven la supervivencia. En muchas especies de animales multicelulares
evolucionaron células detectoras de la luz llamadas fotorreceptores (conos y
bastones en nuestro caso) que se conectaron al sistema nervioso del animal. Ojos
como los nuestros evolucionaron, los fotorreceptores se agruparon formando
órganos primitivos, ojos rudimentarios, posteriormente estos ojos quedaron ocultos
en depresiones o fosos, después se creó una lente que se volvió capaz de
proyectar una imagen sobre las paredes de los fotorreceptores. A partir de esto
podíamos percibir distintos colores y distintos niveles de luz, aunque el propósito
de la visión humana no era detectar simplemente la presencia o ausencia de luces
sino identificar objetos y acciones significativas. Los ojos sólo captan las diferentes
longitudes de onda de la luz, pero nuestro cerebro es el que interpreta los
estímulos recogidos por los fotorreceptores. Un camino para aprender como
registra el cerebro los rasgos del estímulo visual implica registrar la actividad de
neuronas individuales en las áreas visuales del cerebro. Las neuronas de los
nervios ópticos se unen en el quiasma óptico en la base del cerebro y forman las
vías ópticas, las cuales corren a los núcleos en el tálamo donde hacen sinapsis
con neuronas que van al área visual primaria de la corteza cerebral.

Por lo general se concibe la percepción de los objetos como un tipo de solución


inconsciente de problemas en la cual la información sensorial proporciona señales
que son analizadas usando la información que ya está almacenada en la cabeza
de la persona o animal.

Nuestra visión tiene diferentes características entre las cuales se encuentran ver
formas y patrones, ver colores, ver niveles de luz, reconocer objetos y ver en tres
dimensiones.
Uno de los grandes enigmas iniciales de la visión era el misterio de la percepción
de profundidad. De manera automática y sin esfuerzo vemos al mundo en tres
dimensiones los objetos ocupan y se mueven en un espacio que incluye no sólo
una dimensión vertical y una horizontal sino también una dimensión de
profundidad o distancia de nuestros ojos. Nuestras retinas y las imágenes que se
proyectan en ellas son planas bidimensionales. Es relativamente sencillo entender
la forma en que nuestras retinas registran las dimensiones vertical y horizontal de
nuestro mundo visual, pero ¿cómo registran la tercera dimensión la de
profundidad?

Existen distintas señales para la percepción de profundidad y se dividen en dos:


claves no pictóricas y claves pictóricas. Las claves no pictóricas o primarias son:
disparidad retinal, estereopsia, acomodación y convergencia; y las claves
pictóricas o secundarias son: tamaño relativo, brillantez relativa, superposición,
perspectiva lineal, perspectiva aérea, altura en el plano horizontal, luz y sombra,
gradiente de textura y paralaje de movimiento.

En la percepción visual se dan ilusiones, ya que, aunque usualmente es confiable


a veces falsea el mundo. Cuando la percepción de un objeto no encaja con sus
características físicas reales la persona ha experimentado una ilusión. Algunas
ilusiones se deben a la distorsión física del estímulo Mientras que otras obedecen
a nuestro falseamiento del estímulo. Un ejemplo de una ilusión física Es el
aparente doblamiento de un palillo cuando se sumerge en agua. Existen cuatro
tipos de ilusión, los cuales son: distorsiones, figuras ambiguas, figuras paradójicas
y ficciones.

En las distorsiones la ilusión horizontal-vertical ilustra la tendencia de sobreestimar


el tamaño de los objetos verticales. Un ejemplo de esto es porque un árbol
pequeño se ve más corto cuando es derribado que cuando estás de pie. Las
figuras ambiguas se dan cuando dos figuras bien conocidas sufren una reversión
de profundidad. Las figuras paradójicas se ven bastante ordinarias al principio,
pero cuando las inspeccionamos de una manera más cuidadosa se puede dar
cuenta de que no pueden existir en la realidad, de ahí su nombre. Las ficciones
ayudan a explicar cómo percibimos que los objetos poseen formas específicas. La
idea de que la forma está determinada por el contorno físico de un objeto a sido
desafiada por la existencia de contornos subjetivos, es decir, los límites de una
forma percibidos ante la ausencia de contornos físicos.

También existen ilusiones de movimiento. El uso de claves de perspectiva por


artistas no lleva inferir profundidad y distancia, es decir, añadimos algo que no
está físicamente presente al dibujo, tal y cómo hacemos con las imágenes
proyectadas en nuestras pantallas de televisión, ya que utilizan la ilusión de
movimiento, a esto se le conoce como movimiento aparente. Dentro del
movimiento aparente existen distintos ejemplos cómo el efecto autocinetico, el
movimiento estroboscópico, el fenómeno phi, el movimiento inducido y los efectos
secundarios del movimiento.

En conclusión, sabemos que el sistema perceptual de la visión es uno de los más


complejos y uno de los que más utilizamos en nuestra vida cotidiana, pero como
todo, puede tener errores o equivocaciones. Siendo de esta manera, ¿podemos
confiar en que, en estos momentos, nuestra visión nos está brindando información
“correcta o real”? ¿Cómo sería si un día nos damos cuenta de que todo lo que
vemos es solo una elaborada y simple construcción de nuestra percepción visual y
en realidad el mundo no es como lo vemos? Tal vez lo que vemos no es
completamente cierto, pero estamos acostumbrados a ello, aunque no todos
vemos lo mismo; es algo muy interesante para pensar.

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