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El fraude alimentario, es decir, la actividad que tiene por objetivo estafar a los
compradores en relación con los alimentos o sus ingredientes a fin de obtener un beneficio
económico no es un fenómeno nuevo y tiene numerosos antecedentes históricos. A pesar
de la integridad de la mayor parte de la industria alimentaria y su compromiso con la
protección y la confianza del consumidor, en los últimos tiempos se está prestando una
atención especial a la cuestión del fraude alimentario. Aunque la legislación alimentaria
de la UE es muy detallada con respecto a la seguridad alimentaria (incluidos controles y
pruebas en áreas como los residuos y otros contaminantes de los alimentos y piensos), no
existe un marco específico que aborde el fraude alimentario, a excepción de la condición
general de que no se debe engañar a los consumidores. Para tratar esta cuestión, se están
identificando medidas efectivas para fortalecer todavía más las normativas y los controles
europeos. Varios de ellos se reflejan en el Plan de Acción de la UE para hacer frente al
fraude alimentario.
Hay muchos tipos de fraude alimentario, que generalmente se pueden englobar en dos
grandes categoriá s:
Los que afectan a los ingredientes del alimento, es decir, la adición, sustitución,
alteración o falsificación deliberada de algún ingrediente, generalmente con la
finalidad de reducir su coste o de mejorar alguna de sus características o
propiedades (ej: adición de melanina en la leche).
Los que afectan a las declaraciones en el etiquetado, como declaraciones falsas
o engañosas de los ingredientes, de los procesos o de las caracteriś ticas o
beneficios del producto, y de la procedencia o producción geográfica (ej. pescado
de piscifactoría vendido como salvaje).
Los fraudes alimentarios representan una amenaza para la confianza del consumidor hacia
la cadena de producción de alimentos, aunque desde el punto de vista de la Seguridad
Alimentaria, cobran mayor importancia los fraudes que pueden tener un impacto negativo
en la Salud Pública debido a que se puedan originar riegos para el consumidor.
Los fraudes que afectan más directamente a la composición de los alimentos son los más
frecuentes y representan el mayor reto para la investigación en Seguridad Alimentaria, ya
que las sustancias empleadas en este tipo de fraudes suelen ser poco convencionales y
están diseñadas para evitar que sean detectadas en los análisis rutinarios. Esta dificultad
en la detección hace que una de las prioridades de investigación en este campo sea la de
desarrollar métodos analíticos para descubrir este tipo de fraudes alimentarios. (Ferro
Veiga , 2012)
Además de estos que pueden ser cuantificados y detectados de manera objetiva, quería
lanzar una reivindicación frente a un tipo de fraude que está “aceptado socialmente” y es
el fraude alimentario publicitario. Temática a la que le dedicaré un post independiente en
el futuro.
Es posible que se deba a que se ha incluido menos cantidad total de producto (Si nos
venden un litro de agua y sólo se incluye 980ml) o si el peso que incluye no
corresponde a las proporciones que deberían (en un litro de vino que haya sido aguado).
Para poder combatirlo hay diferentes métodos a aplicar, como es el cálculo alguna
molécula en concreto para ver si está en la proporción adecuada (nitratos, nitrógeno…)
el punto de congelación (para detectar el aguado) y la relación de algunos de sus
nutrientes (Na/K).
Hasta que se desarrollaron estas técnicas la forma de combatir este fraude era muy difícil,
ya que hace siglos era prácticamente imposible diferenciar un vino no muy aguado o
diferencias en pesos no muy exageradas.
(Anécdota sobre la cantidad) Entre la frontera del fraude publicitario y el fraude contra la
cantidad encontramos unos sándwiches japoneses hace tiempo, aprovechándose de las
máquinas expendedoras de aperitivos y su poco ángulo de visión, se introdujo alimentos
sólo en la parte visible del sándwich y no en todo su contenido.
El consumidor al ver el producto presupone que el alimento en cuestión estará compuesto
de la forma convencional, y no de esta forma pseudo fraudulenta, ya que los consumidores
no tenían la capacidad de observar la etiqueta ni el producto de una forma adecuada.
Verdaderamente complicado sería abordar este tema desde un punto de vista legal, ya que
es posible que el etiquetado se correspondiera con las cantidades reales que aparecen en
el sandwich. ¿Hasta qué punto la limitación de no poder consultar la etiqueta antes de
comprar debería ser cuestionada? ¿Y si hablamos de alérgenos? (Cojea)
Para combatir este tipo de fraude se debe llevar un correcto control de los agentes de
riesgo así como un exhaustivo APPCC
Es así, que en pro de garantizar y proteger la calidad de los productos que se comercializan
en el país; el INEN realizó el proceso denominado: “Control de Calidad en Percha de los
productos sujetos a Reglamentos Técnicos Ecuatorianos (I Fase Rotulado)”. Permitiendo
verificar el cumplimiento de los requisitos de etiquetado.
Cabe mencionar que el INEN se encuentra facultado de realizar este proceso bajo el Art.
56. De la Ley de Defensa del Consumidor que cita: “El INEN ejercerá el control de
calidad de los bienes y servicios en los casos en que esta función no esté asignada a otros
organismos especializados componentes”…
Bibliografía
Ferro Veiga , J. (10 de 2012). Fraudes alimentarios ¿Qué comemos?. Noticias jurídicas.
Obtenido de http://www.elika.eus/datos/articulos/Archivo1147/Berezi@%2026%20-
%20Fraudes%20alimentarios.pdf
Cojea, E. (s.f.). Tipos de fraude alimentario. Obtenido de
http://agricultura.gencat.cat/web/.content/04-alimentacio/lluita-frau-
alimentari/enllacos-documents/fitxers-binaris/guia-prevencion-fraude-industria-
agroalimentaria.pdf
Instituto Nacional de Control de Calidad. (08 de 2012). Obtenido de
http://www.industrias.gob.ec/subsecretaria-de-calidad/