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Las creaciones literarias aquí tratadas son de enorme impacto cultural: la Biblia
judía, traducida del hebreo al griego, con lo que se hizo universal; los llamados
Apócrifos del Antiguo Testamento, la verdadera matriz de la teología cristiana;
Flavio Josefo y Filón de Alejandría, auténticas minas de información para la
época en la que nace el cristianismo; y finalmente, el Nuevo Testamento,
la obra más editada, leída y de mayor influjo en toda la historia de la civilización
occidental.
Antonio Piñero
EDITORIAL
SINTESIS
H isto ria d e la L iteratura U niversal
Literatura Griega
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Proyecto editorial:
H isto r ia d e la L iteratura U niversal
C o o r d in a d o r es d e áreas :
© Antonio Piñero
© EDITORIAL SÍNTESIS, S. A.
Vallehermoso, 3 4 - 28015 Madrid
Tel.: 91 593 20 98
http://www.sintesis.com
Abreviaturas 13
Prólogo 17
Introducción 21
5
2. La version al griego de la Biblia hebrea
(LXX, Setenta, Septuaginta): su impacto cultural y religioso 37
7
6.3. El método hermenéuticofiloniano 127
6.4. Estilo literario de Filón 129
6.5. El propósito de la obrade Filón 129
6.6. Eco posterior de Filón 130
en el siglo i d. C. 154
8
10. El Evangelio de Marcos 177
9
14.4. Finalidad del cuarto Evangelio 218
14.5. Qué puntos de vista añade o corrige el cuarto Evangelio
respecto a evangelios anteriores 219
14.6. Marco ideológico en el que se sitúa esta reescritura
y sus esquemas mentales 219
14.7. Los discursos de Jesús en el cuarto Evangelio 220
14.8. Autor y fecha de composición 221
10
17.2. Epístolas a los colosenses y a los efesios 255
17.2.1. Epístola alos Colosenses 255
17.2.2. Epístola a los Efesios 257
17.3. Epístolas Pastorales 259
17.3.1. Epístola a Tito 260
17.3.2. Primera Epístola a Timoteo 261
17.3.3. Segunda Epístola a Timoteo 263
17.4. Epístola a los Hebreos 264
Glosario 289
Cronología 295
Bibliografía 299
Abreviaturas
Libros bíblicos
Antiguo Testamento:
Esd Esdras
Est E sta
Éx Exodo
13
Ez Ezequiel
Gn Génesis
Hab Habacuc
Is Isaías
Job Job
Je Jueces
Jdt Judit
J1 Joel
Jon Jonás
Jos Josué
Jr Jeremías
Lam Lamentaciones
Lv Levítico
Miq Miqueas
Mal Malaquías
Na Nahún
En Nehemías
Nm Números
Os Oseas
Prov Proverbios
Rut Rut
Sal Salmos
Sab Sabiduría
Sof Sofonías
Tb Tobías
Zac Zacarías
Nuevo Testamento:
Literatura judía de época helenística en lengua griega
Otras abreviaturas
Abreviaturas
a. C. antes de Cristo
AAT Apócrifos del Antiguo Testamento (Ed. A. Diez Macho. Des
de la segunda edición A. Diez Machop-A. Piñero [editores])
15
AT Antiguo Testamento
cap./caps. capítulo/capítulos
cf. confer, véase
d. C. después de Cristo
frag. fragmento
g* griego
HE Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea
PE Preparación evangáica de Eusebio de Cesarea
ib. ibidem
lat. latín
ls. líneas
ms./mss. manuscrito/s
n./ns. nota/notas
NT Nuevo Testamento
O. c. opus citatum, obra citada
OGIS W Dittenberger, Orientis Graeci Inscriptiones Selectae
OTP Old Testament Pseudepigrapha (Ed.J. H. Charlesworth)
p. ej. por ejemplo
p./pp. página/páginas
PG Patrología Graeca Migne
s siguiente
ss siguientes
V versículo
vol. volumen
Literatura judía de época helenística en lengua griega
16
Prólogo
17
Por su fuera poco, los libros apócrifos del Antiguo Testamento adquirieron
una dimensión también colosal, porque su influencia llegó muy lejos, se tra
dujeron a muchas lenguas y en ellos abrevó la teología cristiana, a veces más
que en el texto sagrado de la Biblia.
Finalmente hay que mencionar dos eminentes figuras que, por suerte, reci
ben un poco más de atención en los manuales de literatura griega: Flavio Jose
fo y Filón de Alejandría. Del primero hay que decir que, si por un cataclismo
desapareciera de nuestras bibliotecas, habríamos perdido nuestra más señera
fuente de información, a veces la única, para los años cruciales en los que se
consolidó el cristianismo y en los que los judíos dieron a luz entre dolores terri
bles -Judea sufría por parte del Imperio romano el primero de los dos golpes
que la harían desaparecer como Estado hasta 1 9 4 8 - al judaismo moderno y a
su religión, que han perdurado hasta nuestros días. Sin los datos proporcio
nados por Josefo no se entenderían en plenitud algunas secciones del Nuevo
Testamento, que se generó en los años que él historió. Y de Filón basta con
decir que es el padre verdadero de una buena parte de la teología cristiana que
se consolidó en los siglos il y III.
De estas obras trata, pues, el presente manual, que no pretende ser más
que una introducción y breve historia literaria de textos a los que quizá el lec
tor, tras leer estas páginas, considere oportuno prestarles una mayor atención.
Literatura judía de época helenística en lengua griega
18
LITERATURA JUDÍA ANTERIOR
AL NUEVO TESTAMENTO
capítulo i Introducción
21
1.1. Precisiones terminológicas
designa sólo con el nombre de “helenístico” aquella rama del judaismo que
adoptó al máximo las formas de vida y de pensamiento propios de la cultura
griega helenística (sin llegar a perder por ello su identidad judía, pero configu
rándola en un modo nuevo y hasta entonces inédito), sino también a quienes
lucharon contra esa cultura, aunque utilizaron la lengua griega. El vocablo “hele
nístico” puede tener, pues, un sentido cultural o meramente cronológico.
En tiempos pasados se tendió a distinguir entre judaismo palestinense y
de la diáspora según el grado de aceptación de la mentalidad helénica. Se solía
mantener que el palestinense estaba poco o casi nada influido por ella o, al
menos, que la diferencia en el influjo del helenismo era muy notable. Los estu
dios históricos del siglo xx han demostrado que esta tesis es exagerada o erró-
22
nea. La opinion preponderante hoy día es que también Palestina estuvo fuer
temente helenizada, y que no es fácil distinguir entre diversos grados de hele
nización sólo por la procedencia geográfica. Por ello, “helenístico” es el judais
mo que vive en esa época y que de un modo u otro se ve influido, a veces
contra su voluntad, por la nueva civilización promovida por la expedición de
Alejandro Magno. Esta civilización se caracterizó por la gradual difusión de la
lengua griega y por unas formas de vida y de pensamiento propios de una cul
tura generada fundamentalmente en Grecia continental y en la parte griega de
Asia Menor.
23
Desde este momento hasta su muerte en el 323, Alejandro sólo cosecha
triunfos, y en una serie de expediciones asombrosas logró llegar hasta las ori
llas del río Indo.
En esos pocos años las tropas greco-macedonias habían ya levantado un
gran imperio. Un rasgo fundamental de la nueva institución fue la constante
fundación de nuevas ciudades, lo que suponía la expansión de la lengua grie
ga. Alejandro logró lo que podría llamarse la primera globalización del mundo
conocido. En menos de cien años desde Grecia hasta el Indo el griego habría
de ser la lengua franca o común, por medio de la cual los habitantes de mil
etnias diferentes podían entenderse entre sí.
El Imperio unitario de Alejandro no sobrevivió a su muerte. Sus generales
se enzarzaron en complicadas y sangrientas disputas, y a la postre se fueron
repartiendo los países más importantes con sus zonas de influencia. La divi
sión del imperio de Alejandro hizo que, al formarse una serie de nuevos esta
dos fuertes dominados por gentes procedentes de Grecia, la lengua helénica,
oficial en esos reinos, comenzara a desbancar al arameo como lengua franca.
Junto con la lengua, las costumbres, monedas, pesos y medidas griegos, y en
general la cultura de la Hélade, se extendieron entre las gentes sometidas a los
nuevos dominadores. La influencia de la superior cultura de éstos era innega
ble y atractiva.
Israel, o Palestina (“tierra de filisteos”, philisüm, como se denominó el terri
torio un tanto despectivamente por parte de Roma), no quedó como país inde
pendiente tras la muerte de Alejandro, sino que fue presa de los deseos de
uno de los generales de aquél: Ptolomeo Lago. Este personaje se afianzó rápi
damente en Egipto, donde consolidó su reino con facilidad. Alejandro era el
sucesor legal de los faraones y Ptolomeo era el heredero de Alejandro en esa
parte del mundo. Palestina fue para el nuevo faraón griego como un anexo de
Egipto.
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
Israel estuvo unos 150 años bajo la soberanía más o menos directa de los
Lágidas, los sucesores de Ptolomeo Lago. Israel conservaba en lo religioso y en
lo jurídico una elevada autonomía, pero en los ámbitos económico, político e
impositivo (tasas, aranceles, capitación, etc.) dependía totalmente de Egipto.
Durante estos años Palestina se fue helenizando, al menos superficialmente,
gracias a la “invasión” de soldados, mercaderes, funcionarios y maestros ambu
lantes que hablaban griego.
La helenización del antiguo Israel de David se fue consolidando ante todo
sobre la base de los intercambios comerciales, y de la fundación de colonias
y ciudades griegas también dentro de su territorio. La importancia de estos
enclaves, no sólo desde el punto de vista militar sino sobre todo para la expan
24
sión de la lengua y cultura griegas, es algo que no necesita ulteriores aclara
ciones. También la administración civil de los Lágidas en Palestina—una espe
cie de copia de la practicada en Egipto- sirvió como factor de contacto con el
helenismo. Judea, Samaría y Galilea se vieron confrontadas a un sistema admi
nistrativo, de gobierno y de recaudación de impuestos, cuya lengua oficial era
el griego y cuyas costumbres y modos vehiculaban igualmente concepciones
griegas.
Aparte de las colonias, los griegos lágidas mantuvieron fortalezas y guarni
ciones de soldados en Palestina. Gracias a un epigrama funerario con nombres
griegos descubierto en Gaza podemos deducir que ya a comienzos del siglo III
a. C. había asentadas familias de estirpe griega en el territorio de Israel. En la
concepción de los griegos la helenización de las ciudades ya existentes o la crea
ción de nuevos núcleos ciudadanos griegos era el primer pilar para el gobier
no de un pueblo “bárbaro”. A la inversa, mercenarios judíos aparecen por esta
época en muy diversos ejércitos y zonas geográficas controladas por los grie
gos. Egipto, Libia y la Cirenaica tuvieron soldados judíos en los siglos ili-i a. C.
En esta etapa lágida/ptolemaica Judea se abrió más a los intercambios exterio
res, si bien es cierto que la actividad comercial aparece documentada por la
arqueología, las monedas o los papiros especialmente en las regiones periféri
cas. Fueron años de tranquilidad en Palestina, lo que contribuyó a que los con
tactos de la civilización judía con la griega se hicieran más intensos. No es fácil
determinar con exactitud momento a momento los efectos de estas relaciones,
pero es cierto que al final del período del dominio ptolemaico sobre Israel (hacia
el 200) nos encontramos con un judaismo que es ya bastante diferente del que
volvió del exilio babilónico.
Hacia el 200 hubo un cambio drástico en la situación política: los Seléu-
cidas (descendientes de Seleuco I, otro de los generales de Alejandro, a quien
le había tocado en suerte, en el reparto, la zona de Siria y su aledaños orienta
les) sustituyeron a los Lágidas en el dominio de Palestina tras varias campañas
militares.
Cambiaron los dueños, pero no el efecto de la helenización. Parece ser que
las capas altas de la población colaboraron estrechamente con los Seléucidas
en su intento de hacer de Israel/Palestina un país “civilizado”, es decir más
directamente encardinado en la cultura griega. Para ello Jerusalén fue dotada
de instituciones griegas. En época del monarca seléucida Antíoco IV Epífanes
(175-164 a. C.) un sumo sacerdote, que había cambiado su nombre hebreo de
Josué por el más helénico Jasón, levantó un gimnasio y un ephebdon. En él un
Introducción
nuevo cuerpo de efebos -jóvenes de la alta sociedad- debía recibir una educa
ción esmerada, ejercitándose desnudos al modo griego, y en el alma, educán
dose como perfectos ciudadanos de una nueva sociedad helenística, una nue
25
va polis (“ciudad”), fundada entonces dentro del perímetro de Jerusalén, que
se denominó Antioquía, El resto de la población seguía siendo loudaioi, gen
tes sujetas a sus leyes ancestrales y sin derechos de ciudadanía griegos. Jasón
no hacía otra cosa que introducir por fin enjerusalén (antes no tenemos noti
cias de “gimnasios” en Judea) una institución que funcionaba ya en la costa de
Fenicia e incluso en Damasco. No tenemos información sobre si paralelamen
te se crearon otras instituciones políticas propiamente griegas, es decir, una
ekklesía (“asamblea”), una boule (“consejo”), magistraturas, etc., destinadas al
gobierno de esa polis, pero el hecho de no ser mencionadas en las fuentes no
implica necesariamente que no existieran.
El sacerdocio del templo jerusalemita debía ser proclive a la helenización
no sólo por el necesario contacto con la administración de las monarquías grie
gas, ptolomea o seléucida, exigido por el aspecto político-administrativo de sus
funciones, sino por el ejercicio mismo de su sacerdocio. Para conservar su auto
ridad entre las comunidades judías helenizadas de la diáspora, que ya no habla
ban arameo ni leían hebreo, el Templo necesitaba contar con personal grecopar-
lante. Se supone que el aprendizaje de esta lengua debía realizarse en alguna
escuela de la misma Jerusalén desde comienzos de época helenística, donde se
formarían sacerdotes y escribas bilingües destinados a mantener estos contac
tos con las comunidades exteriores. Por otro lado, la traducción de la Biblia
hebrea al griego -la Carta de Aristeas supone que los traductores procedían de
Jerusalén- y la de otros escritos (véase 3.4.1, en el Libro de Ester, la afirmación
sobre la carta final, “traducida por Lisímaco, hijo de Ptolomeo, de la ciudad de
Jerusalén”) requería ya conocimientos no simples de la lengua y la literatura
helénicas. Por tanto, parece claro que la clase sacerdotal dirigente debió de ser
pionera en la asunción del helenismo con el objetivo de mantener la cohesión
de Israel en su conjunto. Para el resto de la aristocracia las motivaciones de
carácter económico y social serían, sin embargo, las auténticamente determi
nantes.
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
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la libertad política y la vuelta a las costumbres tradicionales. Es sintomático que
los más gloriosos reyes de los macabeos/asmoneos se fueron haciendo lenta
mente unos dinastas helenísticos, más que judíos. La evolución de los asmo-
neos desde campeones de la fidelidad a la Ley contra los Seléucidas hasta su
transformación total en monarcas helenísticos no es más que una evolución
típica de la época y una muestra de la difusión y aceptación del helenismo entre
las clases elevadas en Israel. La helenización progresiva de la dinastía asmonea
se percibe, por ejemplo, en la numismática. Mientras que las monedas de Juan
Hircano (hijo de Simón, hermano menor de Judas Macabeo, 135-104 a. C.)
llevan inscripciones únicamente en hebreo, las de Alejandro Janneo (104-78
a. C.) añaden una leyenda en griego, del tipo helenístico corriente (basiléos Ak-
xándrou: “del rey Alejandro”). Además, el estilo de gobierno de los asmoneos
era idéntico al de los demás reyes helenísticos, siendo también la corte judía
un espejo de lo que sucedía en las monarquías griegas orientales: asesinatos,
intrigas palaciegas, instigadas con mucha frecuencia por las mujeres de la fami
lia real, luchas dinásticas, etc. El carácter militar, guerrero y conquistador de
estos reyes-sacerdotes llamó poderosamente la atención de sus contemporá
neos, pero es evidente que no cabían otras posibilidades. El Estado judío naci
do de la rebelión macabea no podía ser más que un Estado militar de tipo hele
nístico, apoyado desde la época de Juan Hircano en mercenarios, griegos
incluidos. Tenemos escasos testimonios de cómo percibían los autores no judíos
la monarquía asmonea, pero hasta donde sabemos la encuadraban entre los
pequeños estados dinásticos o tiránicos de corte externo helenístico que flore
cían tras la descomposición de las grandes monarquías anteriores.
Pero Roma, que había apoyado a la dinastía asmonea al principio, fue la
que protagonizó también su liquidación. Desde la intervención de Pompeyo
Magno (63 a. C.) en la vida de Israel, mediando en la disputa entre dos her
manos que se disputaban el trono, la presencia romana en Israel/Palestina fue
ininterrumpida hasta el final del Imperio.
Esta presencia romana aumentó aún más, si cabe, el prestigio de lo griego
en la vida judía. En el siglo I de nuestra era, en las ciudades de cierta impor
tancia, el pueblo era rudimentariamente trilingüe. Todo el que quisiera tener
una vida floreciente en el comercio o la pequeña industria, además de su len
gua materna, el arameo, debía entender latín y griego.
Desde el punto de vista religioso, que afectará decisivamente a la literatu
ra aquí contemplada, la vida de la nación judía se decantó más bien, con algu
nas excepciones, por una oposición al espíritu del helenismo. Otra cosa dife
Introducción
rente fue en la diáspora, donde una amplia minoría intentó, como se verá al
tratar de los fragmentos de obras literarias judeohelenísticas perdidas, una cier
ta simbiosis entre pensamiento griego y espíritu judío.
27
El reinado de Herodes el Grande (37-4 a. C.) es ilustrativo de la mezcla
indisoluble de lo judío y lo helénico unos decenios antes de que surgiera la sec
ta de los “nazarenos”/cristianos, creadores de una parte importante de la lite
ratura religiosa en griego del presente volumen, el Nuevo Testamento. Por un
lado, era Herodes un tirano sangriento, según el estereotipo oriental. Por otro,
deslumbraba con su cultura filogriega y su actuación como mecenas de las artes
y las letras. Esta faceta de mecenazgo, benefactora, es en donde mejor se reco
noce al hombre de tendencia filohelénica que era Herodes. Aparte de magnífi
cas construcciones en el interior del país, como hicieran otros reyes helenísti
cos de acuerdo con su fama de ilustrados, era conocida su elevada formación
en materias como retórica, filosofía e historia griegas. Herodes dio también
abundantes muestras de generosidad filohelénica en otras zonas del mundo
grecorromano, especialmente en lugares tan emblemáticos como Atenas, Antio-
quía, Quíos, o Rodas, etc., contribuyendo a su embellecimiento.
Este aspecto de su personalidad tan amante de Grecia queda también de
manifiesto en su gusto por rodearse de artistas e intelectuales de lengua grie
ga, al igual que las grandes personalidades del mundo helenístico romano de
su entorno. El más famoso de ellos fue el sirio Nicolás de Damasco quien, ade
más de historiador, era hombre de gran erudición, interesado por las ciencias
y la filosofía, campo en el que se mostró seguidor y estudioso de Aristóteles.
En conjunto, la conquista romana de Oriente en general y la ascensión al
trono de Herodes en el 37 a. C. marcaron una nueva era para Judea, que vivió
momentos de paz y prosperidad en los que crecían juntas las semillas de la cul
tura griega y judía. Esta relativa prosperidad no fue óbice para que, a la vez, la
diáspora siguiera creciendo. La inserción de Judea en el marco de un imperio
universal tuvo como consecuencia la tremenda expansión de los judíos. Para
momentos anteriores a la época helenística se sabe poco de las comunidades
judías situadas fuera del ámbito de Judea, pero para los años que nos ocupan
existe una mayor documentación proporcionada por Filón de Alejandría, Jose
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
28
nidad judía más pujante de entre las que no residían enjerusalén. Según Flavio
Josefo, el número de judíos babilonios habría que contarlo por decenas de miles
(Antigüedades de losjudíos XI 5,2). Pero, que sepamos, esa comunidad no produjo
en lengua griega nada literariamente interesante para nuestros propósitos.
En Asia Menor había una colonia de judíos suficientemente sólida. Según
Filón de Alejandría (Embajada a Gayo 245), en las ciudades principales había
asentamientos judíos de importancia. Desde el principio de la conquista roma
na (a finales del siglo II a. C.) se encuentran numerosas menciones de judíos y
de sus comunidades en las regiones de Asia Menor occidental y meridional.
También el norte de Africa no egipcio (Libia/Cirenaica) contó con numerosos
asentamientos de israelitas.
La diáspora más numerosa fue, sin duda, la egipcia. Aunque antigua -des
de el siglo VI a. C.: la de la isla Elefantina, ya mencionada, pp. l l l s s - , comen
zó a hacerse realmente importante a partir del dominio griego sobre el país.
Cuenta la Carta de Aristeas (12-13), que Ptolomeo I Lago deportó a cien mil ju
díos a Egipto y puso a treinta mil de ellos de guarnición en diversas fortalezas.
SegúnJ. Peláez (Bibliay Helenismo, cap. II), los rasgos más sobresalientes de
los grupos judíos residentes en ciudades griegas fueron los siguientes:
29
d) Una producción literaria peculiar confines apologéticos. Esto vale sobre
todo para los judíos de Egipto, los más prolíficos desde el punto de vis
ta literario: los restos de literatura judeohelenística del período ptole-
maico (siglos Ill-I a. C.) que nos han llegado dan prueba del grado de
helenización de la diáspora alejandrina y son muestra de los esfuerzos
del judaismo por desarrollarse dentro de la cultura helenística sin renun
ciar a su peculiar idiosincrasia. Esta literatura judía helenística no es
anónima como la de los judíos de Palestina (a excepción del libro de
Ben Sira, o Eclesiástico). Cultiva los más variados géneros literarios. Algu
nas obras se han conservado en estado fragmentario y fueron recogidas
por Alejandro Polihístor, un historiador pagano del siglo I a. C., que reu
nió una colección de extractos de escritores, algunos de ellos judíos, o
por autores cristianos como Eusebio de Cesarea, quien insertó parcial
mente la colección de Polihístor en su Preparación evangáica.
Esta visión de conjunto no puede dejar de aludir a las variaciones que la anti
gua religión judía sufre al contacto con la influencia moldeadora del helenis
mo que se extendió con fuerza, como se ha visto ya, también por Palestina. Ello
servirá para comprender puntos interesantes del contenido ideológico de las
obras que se estudian en el presente volumen.
Naturalmente hay ciertos rasgos de la religión tradicional, anterior al exilio, que
no cambian, ni pudieron cambiar. Así la firme creencia en un Dios único y per
sonal, creador del mundo y, como tal, señor de él y de los hombres que en él viven.
La relación Dios-Ser humano sigue concretándose en la Torá o Ley. La tradición de
la teofanía y el otorgamiento a Moisés de la Ley en el Sinaí es un bien cada vez más
Literatura judia anterior al Nuevo Testamento
30
Todo esto no cambia en consonancia con la religiosidad de siglos anterio
res. Sin embargo, sí hay otros aspectos de la religión judía que evolucionan,
bien por propio impulso interno, bien por el contacto con ideas externas del
ambiente helenístico en general. Estos cambios mueven a la religión tradicio
nal en la dirección del judaismo que se trasluce de la pintura de saduceos, fari
seos y escribas de los evangelios. Las tendencias principales son, en apretada
síntesis, los siguientes:
Otro rasgo típico y nuevo del pensamiento religioso judío de esta época es la
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
32
admitiera un nuevo dualismo antropológico. Los estratos anteriores del AT pri
mitivo consideran al ser humano como una unidad indivisible y distinguían
sólo entre la parte interior y la exterior del hombre: la carne/sangre, o cuerpo,
y el hálito vital o espíritu concedido por Dios. Podría decirse que el hebreo ante
rior al helenismo (y con excepciones, también después) concebía al ser huma
no como un “almicuerpo” indivisible. Ahora bien, durante el helenismo los
judíos empezaron a considerar al ser humano como compuesto de dos sus
tancias distintas y separables, alma y cuerpo, dos entidades, no una sola. Este
cambio en la mentalidad antropológica, ocurrido, sin duda, por influencia del
orfismo-platonismo popularizados, tendrá consecuencias directas en el naci
miento dentro del judaismo de una doctrina de la vida en el más allá, de la
resurrección, y de la retribución en un mundo futuro, doctrinas que anterior
mente no existían.
Es cierto que ya en la fe antigua de Israel se perciben síntomas y deseos de
llenar este hueco que faltaba a la religión. Pero son sólo deseos. Al aceptar el
judaismo la concepción de un alma inmortal separable de la carne/sangre (cuer
po), comenzó a abrirse el camino definitivo para resolver el problema del mal
impune en esta vida. El desequilibrio entre bien y mal es real y bien cierto, pero
Dios lo subsanará en otra vida. Dios establecerá una justicia definitiva, apa
rentemente conculcada en la tierra. Se sentará finalmente a juzgar al alma, inmor
tal; premiará a la buena y castigará a la perversa. En el más allá habrá premios
y castigos. La vida no terminará en esta tierra, como sucede en el judaismo has
ta el Eclesiastés, y más tarde entre los saduceos. La unión con Dios del alma
justa no se interrumpirá con la muerte.
Conexa con el concepto de la retribución en la otra vida se halla, natural
mente, la idea de la resurrección individual, que en el judaismo se forma tam
bién plenamente en época helenística. Ya a comienzos del siglo II, en el libro
de Daniel, en 12,2s, se alcanza toda la claridad deseada: “Muchos de los que
duermen en el polvo de la tierra se despertarán; unos para la vida eterna, otros,
para el oprobio, para el horror eterno”.
33
comerán agraces y los hijos sentirán dentera” (Ez 18,2s). Es éste un proceso
que se agudiza después del Exilio, y que se completa en época helenística. A
ello ayudó sobremanera la concepción de un juicio divino ineludible en el futu
ro como algo que afecta en primer lugar al individuo concreto, y la noción de
la salvación o condena individual que de aquél se sigue por las obras realiza
das en esta vida por cada uno.
trada en el Templo.
Varios hechos incontrovertibles de esta época muestran que se ha produ
cido una desviación de la piedad centrada en el Templo hacia la sinagoga, como
lugar de oración y encuentro con Dios. En primer lugar: la existencia de la sec
ta de los esenios. Todo un grupo influyente y respetado de piadosos dentro del
pueblo judío apenas si participaba del culto en el Templo. En segundo, los esca
sos signos de una religiosidad centrada en el Templo que muestra la predicación
del judío Jesús de Nazaret y su éxito entre gran parte del pueblo antes de que
las autoridades acabaran con él. En tercer lugar, el sesgo que tomó el judaismo
después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d. C. La religión judía no
sucumbió por este acontecimiento terrible. El judaismo fiel a la Ley y el rabi-
34
nato fariseo permanecieron como antes. En vez del culto al Templo dominó el
imperio exclusivo de la sinagoga.
36
capítulo 2 La versión al griego
de la Biblia hebrea
(LXX, Setenta, Septuaginta):
su impacto cultural
y religioso
La versión al griego de la Biblia hebrea (LXX, Setenta, Septuaginta): su impacto cultural y religioso
El h e c h o CULTURAL y literario, y el documento más importante del judaismo
ductores, trabajando separadamente, produjeron cada uno una versión que por
singular inspiración divina coincidía al pie de la letra con la de los demás. Una
vez vertida, la Ley es leída en público en griego, y recibe de todos grandes ala
banzas. Se hacen de ella dos copias: una va a la biblioteca del Rey, y otra pasa
a manos de los judíos.
Esta versión del origen de los Setenta ha suscitado desde la Antigüedad
numerosas dudas y cuestiones. Muchos investigadores no han prestado crédi
to a los datos de la Carta de Aristeas y han propuesto teorías para el origen de
esta traducción bíblica distintas de las que presenta el anónimo autor de tal
carta. Las más interesantes suponen que la versión de los Setenta se debió:
a) a las necesidades litúrgicas de la comunidad judía de Alejandría que había
38
olvidado el hebreo y precisaba una versión inteligible del texto sacro para ser
leída durante los oficios litúrgicos sabatinos, o privadamente; b) a convenien
cias y exigencias culturales, ya personales o del conjunto de la comunidad
hebrea: si los griegos se educaban literariamente con la lectura de Homero, los
judíos de Alejandría lo hacían con la lectura y estudio de la Ley; c) a afanes de
proselitismo: difundir el texto sacro entre los griegos; d) a razones de orden
jurídico o relacionadas con la comunidad judía de Alejandría, a saber, la pose
sión en griego de un ejemplar de la Torá que fuese el código de los tribunales
judíos de justicia.
Estas teorías sobre las causas que motivaron la versión de los LXX están eri
zadas de dificultades, aunque quizá la última sea la menos improbable de
todas. En primer lugar, las fuentes no mencionan nunca una iniciativa judía,
alejandrina o no, como inicio de la tarea de traducción. Sabemos, más bien,
que los judíos de Alejandría mantenían continuos contactos con la metrópoli
y se hallaban siempre subordinados y dependientes del sumo sacerdote dejeru
salén. En consecuencia, éste tendría que haber autorizado la versión. Pero este
La versión al griego de la Biblia hebrea (LXX, Setenta, Septuaginta): su impacto cultural y religioso
hecho es bastante inverosímil, ya que en el propio Israel por aquella época esta
ba terminantemente prohibido que las traducciones orales de textos bíblicos
del hebreo al arameo (que debían hacerse corrientemente en las sinagogas, ya
que el común del pueblo en Israel sólo hablaba el arameo y no entendía bien
el hebreo) se plasmaran por escrito. Mucho menos permitirían las autoridades
dejerusalén una versión al griego.
En segundo lugar, no se ve claro lo de las necesidades litúrgicas, pues no
consta de ningún modo que en el siglo III a. C. se leyeran en las sinagogas ale
jandrinas de un modo sistemático la Ley y los Profetas, y en grandes secciones.
Parece ser que el establecimiento rígido de esta costumbre es mucho más tar
dío, quizá en el primer siglo de la era cristiana, como deducimos de Le 4,16-
20. En el siglo in a. C., en sábados y festividades, se leían tan sólo probable
mente unos pocos versículos bíblicos. Si en la liturgia se necesitaba una versión
en lengua vernácula (griego), bastaba con que se hiciera oralmente en cada oca
sión, al igual que se obraba en Israel cuando un trujamán (traductor) vertía
sobre la marcha del hebreo al arameo (targum). Por otro lado, la Carta deAris-
teas no dice que de la Ley traducida se hicieran copias para distribuirlas en las
sinagogas. De hecho sólo menciona dos: una se depositó en la biblioteca real,
y la otra fue entregada a los jefes de la comunidad judía en Alejandría a peti
ción propia.
En tercero, no son verosímiles las motivaciones culturales privadas o públi
cas, ya que razones de lectura personal (o en bibliotecas semiprivadas) no pare
ce que justificaran una empresa tan costosa como la traducción de toda la Ley
y otros libros de la Biblia a la lengua griega.
39
Hoy día los investigadores tienden a aceptar las líneas generales de la versión
de la Epístola de Aristeas, pero despojando a este escrito de los rasgos inverosími
les o legendarios. Así, unos piensan que es muy probable que la iniciativa de la
traducción partiera del Rey. Y esto no por un mero afán literario, sino por razo
nes de tipo jurídico. Los judíos pretendían siempre, aun en la diáspora, atener
se a las costumbres patrias Oa ley de Moisés), por lo que luchaban por conseguir
de los monarcas un régimen jurídico especial. Por ello, a la administración pto-
lemaica en Alejandría le pudo muy bien interesar tener a su disposición un ejem
plar en griego de esa famosa ley que tanto invocaban los judíos y por la que re
gían sus vidas. Hemos afirmado que en la Antigüedad apenas se hacían
traducciones, pero sí eran usuales en el Oriente (por ejemplo, el Imperio persa)
desde tiempos antiguos la versión de decretos y leyes reales. No es extraño, por
tanto, que la Ley, como código jurídico que afectaba a una parte importante de
la población de Alejandría, fuera vertida al griego al igual que, por ejemplo, se tra
dujo el derecho consuetudinario egipcio, que afectaba a la población subyugada
del país en aquellos ámbitos no contemplados por leyes griegas más generales.
Otros estudiosos, sin embargo, niegan que la ley específica por la que se
regía la comunidad de los judíos alejandrinos hubiera de ser precisamente el
Pentateuco, por lo que no ven claras las razones de tipo jurídico para la versión.
Más bien, se inclinan a considerar que tras la indicación de la Epístola de Aris
teas del interés del bibliotecario real por poseer la Ley en la Biblioteca se escon
dió en realidad un propósito cultural por parte del monarca.
Sea exactamente como fuere el motivo último de la versión de los LXX, al prin
cipio, siglo III a. C. como se apuntaba más arriba, sólo se tradujeron los cinco
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
primeros libros de la Biblia. La base textual de esta versión era la forma alejan
drina del texto hebreo, a su vez una variante de la palestinense.
Sólo más tarde les tocó el tumo a otros escritos, hasta el último, el Eclesias-
tés, que fue vertido por un judío llamado Aquila hacia el año 125 de nuestra era.
En el intermedio se tradujeron los Salmos (hacia 210 a. C.), luego Ezequiel, Isaías,
Reyes, Jueces (ya concluida su traducción a mediados del siglo II a. C., pues ya
en esos momentos Eupólemo, historiador judío, emplea los LXX para su Cróni
ca). Los libros de Daniel, Esdras, Macabeos, Job, Proverbios estaban ya vertidos a
finales del siglo II a. C. Parece que Ester estaba ya traducido poco después del
114 a. C. El nieto de Jesús ben Sira (el autor del Eclesiástico), llegado a Egipto
el 132 a. C., menciona la existencia de una traducción, evidentemente com
40
pleta, de la Torá, de los Profetas y de los restantes escritos, que debía ser la de
los LXX (Eclo, Prólogo). Finalmente, Ester, Rut, Cantar de los Cantares fueron tras
ladados al griego bien un poco antes, o ya en tiempos de la era cristiana.
La leyenda de la versión milagrosa se amplió, aplicándose a todos los libros
del texto vetero testamentario, y se supuso que gozaba de la misma inspiración
divina. Finalmente se añadieron a la colección algunos escritos de fecha más
reciente, compuestos ya originariamente en griego (ciclo de los Macabeos y la
Sabiduría de Salomón).
La versión al griego de la Biblia hebrea (LXX, Setenta, Septuaginta): su impacto cultural y religioso
tran también marcadas coincidencias y rasgos comunes. En general la calidad
de las versiones es buena y tendente a la fidelidad literal. Cada libro presenta
características propias. La versión de Proverbios y Job se aparta considerablemente
del texto hebreo que conocemos, pero su griego es excelente. La traducción del
Eclesiastés es, por el contrario, de una literalidad extremada y servil. A veces apa
recen traslaciones de frases hebreas difícilmente inteligibles para un griego nati
vo. En ocasiones los traductores proceden más libremente con el original hebreo,
como quizás suceda con el libro de Job (el Job de los LXX es una sexta parte más
breve que el texto masorético), o con los Proverbios, donde los LXX se apartan
considerablemente del original hebreo, quizás por tener un texto base distinto
al que conocemos. Así, por poner un ejemplo, en Prov 8,22-31 la Sabiduría apa
rece más claramente que en el texto hebreo como figura divina personificada,
engendrada por Dios y garante de una perfecta creación. Las expresiones filo
sóficas griegas no tuvieron relevancia en la traducción de los Setenta más que en
casos excepcionales (cf. 2.5). Pero ya se trate de una versión literal o de una más
libre, los Setenta llegaron a ser la fuente del lenguaje teológico del judaismo hele
nístico y, por tanto, del cristianismo primitivo.
Por medio del estudio de las técnicas de traducción (véase, Fernández Marcos
[1998], 34ss), del agrupamiento de vocablos típicos de un lugar con un sen
tido determinado, por alusiones históricas, por ciertas expresiones caracterís
ticas o incluso por alguna leve tendencia teológica en la traducción, los exper
tos han llegado también a afinar ciertos criterios internos para dilucidar en qué
zona geográfica se tradujo cada uno de los libros. Ciertamente, en Egipto se
tradujeron -además del Pentateuco- Jueces, 1-4 Reyes, 1-2 Crónicas (Paralipóme-
nos), Proverbios, Job, Isaías, Jeremías, Baruc, Ezequiel. Lo más sorprendente es la
afirmación común de los investigadores de que no fue Alejandría la cuna de
todas las versiones; muchos libros se tradujeron al griego en la misma Palesti
na. Así, vieron la luz en Judea probablemente Rut, Ester, Cantar, Lamentaciones,
Judit, 1 Macabeos. De origen palestino, aunque morara en Alejandría, era el tra
ductor del Eclesiástico. Sobre el resto de los libros (por ejemplo los “profetas
menores”) se albergan dudas casi insolubles respecto a su lugar geográfico de
procedencia.
42
siones en la tradición de Israel, se desarrollaran dentro de los horizontes de la cul
tura y religiosidad del helenismo. En este sentido los LXX son el testimonio más
preclaro de la helenización del judaismo. Gracias a la terminología abstracta del
griego, los contenidos bíblicos pudieron presentarse bajo una nueva luz y, a la
inversa, el nuevo texto griego bíblico comenzó a ampliar y transformar el mun
do de las nociones abstractas griegas de cuantos con él se familiarizaban. Preci
samente por ello es importante plantearse la cuestión de si este fenómeno de la
traducción de la Biblia hebrea al griego representó una cierta acomodación o no
a la mentalidad de la lengua receptora, la helénica. Si la contestación es positiva
hay que preguntarse en qué grado se llevó a cabo esta “helenización”.
Responder a estas preguntas no es en absoluto tarea fácil, pues definir el
grado de helenización de un libro bíblico, ya sea una traducción del hebreo, ya
haya sido compuesto originalmente en griego, es bastante complicado. “No
siempre se puede distinguir lo que pertenece a unas técnicas concretas de tra
ducción y está condicionado por las diversas estructuras de las dos lenguas, de
las modificaciones, que se deben a las exigencias teológicas del traductor” (N.
La versión al griego de la Biblia hebrea (LXX, Setenta, Septuaginta): su impacto cultural y religioso
Fernández Marcos, 1979: 304).
Recientemente tienden algunos investigadores a opinar que la posible “hele
nización” de los Setenta es una mera cuestión formal: la expresión es griega, se
argumenta, pero el contenido no ha variado, sigue siendo hebreo; es tan pro
fundamente judío que lo único que importa es la consideración de los LXX no
como una versión de unos textos transida de espíritu griego, sino como esla
bón entre la revelación del Antiguo Testamento en su lengua original por una
parte y el testimonio del Nuevo Testamento por otra.
Pero esta perspectiva no es propia de una historia de la literatura. Por ello,
no es conveniente dejar de lado la cuestión de la posible influencia de la men
talidad transmitida por la lengua helénica en el moldeamiento de la mentali
dad propia de la versión de un corpus de escritos que fue tan trascendental para
muchas personas. Tal influjo pudo darse por el simple hecho de que se trata
de una traslación entre lenguas muy dispares. Traducir es una empresa casi
imposible si se procura una perfección absoluta, y especialmente lo es el paso
de una lengua semita a otra indoeuropea, como ya lo notó en su momento
(132 a. C.) el nieto de Ben Sira al confeccionar la versión al griego de la obra
de su abuelo compuesta en hebreo (Eclesiástico, Prólogo, 20). Los vocablos de
esos dos sistemas de comprensión del mundo tan distintos, el hebreo y el grie
go, casi nunca conllevan la misma constelación semántica, por lo que las pala
bras de la Escritura hebrea al trasladarse al griego perdieron una serie de aso
ciaciones y en parte ganaron otras, mientras que -al mismo tiempo- los términos
griegos utilizados en la traducción pudieron adquirir algo del valor de las pala
bras hebreas que representan.
43
Esta afirmación no significa, sin embargo, caer aquí en las exageraciones
de algunos cuando contrastan de manera implacable las dos maneras de pen
sar, la hebrea y la griega, estableciendo la casi imposibilidad de un puente
entre ambas, por lo que la traducción necesariamente implicaría una “des
viación”..., en este caso “helenización” en sentido peyorativo. Tal postura es
exagerada. La versión de un sistema lingüístico a otro es siempre posible,
aunque en ciertos casos alcanzar un grado notable de satisfacción con ese
trabajo sea mucho más difícil que en otros. En el caso del hebreo al griego
esa dificultad es un acicate para estudiar qué posibles alteraciones, y en qué
sentido, se produjeron.
44
a desviarse premeditadamente del sentido literal del modelo hebreo que tenían
ante sus ojos.
La versión al griego de la Biblia hebrea (LXX, Setenta, Septuaginta): su impacto cultural y religioso
el más helénico “Cuerno de Amaltea”, es decir, de la cabra que amamantó a
Zeus niño en el monte Ida, en Creta (cf. el apócrifo Testamento de Job, 52,4).
Los LXX, e n jo b 9, 9, sustituyen los nombres hebreos de ciertas constelacio
nes Qa Osa, las Siete Estrellas [?] y las Cámaras del Sur) por las “Pléyades, Hés
pero, Arturo y las Cámaras del Sur”.
45
“alianza”, término tan fundamental en la Biblia hebrea para significar la rela
ción de protección y clientela que un superior regala a un inferior, que es tradu
cido incomprensiblemente por diathëke, que significa “promesa”, “prenda” y de
ahí “testamento”. Quizá los traductores quisieron reflejar en ese neologismo
semántico la diferencia sustancial entre cualquier “acuerdo” o “alianza” respec
to a la única “alianza” importante para el pueblo judío, la de Yahvé con Israel.
Hay otros casos de traducción que suponen una atención más cuidada,
expresa y profunda a la mentalidad helénica. Así, por ejemplo, los traductores
sustituyen el she'ól hebreo (“el infierno”) por el Hades griego, fuertemente car
gado de connotaciones mitológicas. Los LXX evitan también cuidadosamente
el sobrenombre Sebaoth de Yahvé, totalmente judío y relacionado con el ámbi
to de la guerra, y lo sustituyen por “Todopoderoso” (gr. pantokrátdr: ausente
en el Pentateuco, pero utilizado unas 200 veces en el resto de los libros) con el
propósito de corroborar el poder universal del Dios verdadero. Cuando la Biblia
hebrea trae a colación ciertos pueblos míticos como los nephilim, rephaim, ana-
kim, o gibborim, los LXX vierten simplemente por “gigantes” en un esfuerzo por
desmitologizar un tanto las connotaciones extrañas del texto semítico. Quizá
haya también una pretensión filosófica cuando la versión de los LXX traduce el
nombre divino 'ehyeh 'asher 'ehyeh, “Yo soy el que soy” (Ex 3,14; es decir, divi
nidad sin un nombre especial), por el griego ego exmi ho ón, “Yo soy el existen
te”. En Ex 24,10, en vez de verter “Y vieron al Dios de Israel” Qo que ofende
ría la trascendencia divina), los LXX traducen: “Vieron el lugar donde estaba el
Dios de Israel”. O en Dt 10,16, donde el texto hebreo dice: “Circuncidad el
prepucio de vuestro corazón y no endurezcáis más vuestra cerviz”, los LXX evi
tan una metáfora extraña y un tanto salvaje para los griegos vertiendo: “Cir
cuncidad vuestra dureza de corazón (sklerokardían)...”. En Dt 7,16, en el con
texto de las órdenes divinas de exterminio de la población cananea en territorio
israelita, Moisés ordena: ‘Aniquilarás a todos los pueblos que Yahvé, tu Dios,
te entregue...”, lo que sonaría sin duda demasiado fuerte para oídos griegos.
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
46
tando utilizar ciertos términos técnicos del vocabulario religioso pagano. Qui
zá pretendían así conscientemente ante los ojos de los griegos hacer una dis
tinción entre la fe judía, verdadera, y la falsa, helénica, pagana. Es conocido
cómo al “inspirado” por Dios se la llama “profeta” (prophètes) y jamás mántis,
o cómo para designar el Templo se evita el vocablo hierón, usual incluso en los
documentos oficiales griegos que hacen referencia al santuario enjerusalén, y
se emplea el término más raro naos, o se aborrece del vocablo ádyton (lugar más
recóndito, inaccesible, del santuario) que no se utiliza nunca para referirse al
Santo de los Santos, sino sólo para los templos paganos. La expresión típica
helenística para designar la piedad hacia Dios (eusébeia) no aparece práctica
mente en el Pentateuco (sólo un par de veces y para expresar el “temor de Dios”
hablando de los gentiles: cf. Gn 20,11 y Ex 18,21). Un altar pagano es para
los LXX un bom ós; el altar de Dios es siempre, por el contrario, thysíasterion,
un término poco frecuente en las descripciones griegas de sus cultos. El tér
mino normal griego para nación, éthnos, significa casi siempre los “paganos”,
mientras que para la nación escogida se emplea el vocablo poético laós. Para
Evitar con esmero los antropomorfismos del texto original, o una cercanía
demasiado próxima de Dios a los hombres, es otra característica de la versión,
aunque no siempre consistente. Con esta tendencia los LXX se apartan de la
imaginación vulgar griega -tan acostumbrada a los rasgos antropomórficos de
los dioses del Olimpo- para acercarse a la mentalidad de los filósofos y los más
ilustrados de los griegos. Así, en Is 38,11, donde el texto hebreo dice “No veré
más a Yahvé en la tierra de los vivientes”, encontramos en los LXX: “No verá
más la salvación de Yahvé”. En Ex 24,11 : “Él no blandió su mano entre los ele
gidos de entre los hijos de Israel, que pudieron contemplar a Elohim y luego
comieron y bebieron” es reemplazado en los IXX por “Ninguno de los elegi
La versión ai griego de la Biblia hebrea
Éx 33,11 el texto hebreo dice literalmente: “Yahvé hablaba con Moisés cara
a cara, como habla un hombre con su compañero (heb. rea)”, es decir, con
otro hombre. Los LXX, por su parte, vierten “como un hombre habla con su
amigo”. De las dos posibles significaciones del heb. rea (“compañero”, “ami
go”), los LXX han elegido esta última (griego phüos). Así, la expresión hebrea
se enriquece. Se ha señalado con justeza que, como el vocablo phüos apare
ce solamente dos veces en el Pentateuco griego Qa segunda vez en Dt 13,6),
el cambio de significado es claramente intencional. Desde el siglo IV a. C. los
filósofos griegos habían insistido en que los hombres buenos y sabios son
amigos de los dioses y disfrutan de su particular favor. Moisés aparece así
indirectamente como un filósofo.
48
Mucha trascendencia, sin duda, para la teodicea filosófica tuvo la decisión
de los LXX de sustituir sistemáticamente el nombre de Elohim (literalmente
“dioses”) por el abstracto theós (Dios) y el de Yahvé (o Adón, Adonai) por el gr.
í(yrios, “Señor” o, aveces, “el Señor” (sin más determinaciones). El último voca
blo, utilizado sin ningún complemento, constituía en el mundo griego una cier
ta novedad, pues es raro encontrar el nombre de “Kyrios" como epíteto simple
de la divinidad en la Grecia antigua.
Esta substitución tuvo varios efectos. En primer lugar, “Señor” pasó a ser
casi un nombre personal de Dios evitando una denominación demasiado judía
(Yahvé) y cargada de tabúes. En segundo, la expresión no tenía las connota
ciones negativas del gr. despotes (“dueño”, “amo”), pero a la vez conllevaba la
idea de una dominación suprema a la vez que personal. Pero más importante
aún era la helenización del monoteísmo judío concentrando la multiplicidad
de los nombres de Dios en la Biblia hebrea (El, Elohim, Yahvé, Adonai, Efyón, El-
Saday, Sebaoth) en prácticamente dos Kyrios y Theós (“Señor” / “Dios”). De este
modo los LXX griegos acentuaban el monoteísmo ante cualquier lector pagano
La versión al griego de la Biblia hebrea (LXX, Setenta, Septuaginta): su impacto cultural y religioso
desorientado por la multiplicidad de nombres divinos. Puede decirse que este
hábito de los traductores contribuyó a unlversalizar la religión del Dios único
y a allanar el camino para la extensión de la idea de que la divinidad única de
los filósofos helenísticos coincidía con el Dios al que adoraban los judíos.
Muy importante también fue la adopción del vocablo nomos (“ley”) para
traducir el heb. toráh que tiene un espectro semántico más amplio (“ley”, “nor
ma de vida”, “enseñanza”). La continua fijación en utilizar el vocablo nomos
por parte de los traductores y del judaismo helenístico en general como códi
go religioso que se debe observar, como ley de una comunidad religiosa, hizo
que la religión de tipo profético, muy judío, pasara subconscientemente a un
segundo plano, de modo que la revelación bíblica se concibiera con una tona
lidad más legalista. Pero esta tendencia tenía también su contrapartida: se empo
breció un tanto el rico vocabulario ético que muestra el hebreo bíblico, y aspec
tos muy ricos del comportamiento moral hebreo se fueron restringiendo a la
anomía, es decir a considerar la falta y el pecado como una trasgresión de
la Ley.
El vocablo “verdad” experimenta en la versión de los LXX un notable cam
bio. Es bien sabido que el heb. 'émet, “verdad” tiene también, y preponderan-
temente, el significado de “fidelidad”, una fidelidad que se aproxima o tiende
a la sinceridad o veracidad en las personas. Pero el término griego aletheia, “ver
dad” no comporta ninguna de las connotaciones anteriores, sino simplemen
te el de “verdad” opuesta a “falsedad”. Hay bastantes pasajes de los LXX en los
que esta connotación de fidelidad, tan importante, queda perdida. Así, en Sal
25,5 (heb.) la frase “Guíame por tu fidelidad y enséñame”, puede interpretar
49
se en el griego (24,5) “Guíame hacia tu verdad y enséñame”, lo que se entien
de como una súplica del hombre a Dios para que le conduzca al conocimien
to de la verdad (como opuesta a lo “falso”, idea más racionalista). Igualmente
en el Sal 119,90 (gr. y heb.) la declaración “De generación en generación (dura
¡oh Yahvé!) tu lealtad” se transforma en el griego (eis geneàn haï geneàn hëalëtheia
sou: “Tu verdad por generaciones y generaciones”) en una declaración de la
eternidad de la verdad. Por tanto, en muchos de estos pasajes no es fácil leer
en el griego el verdadero sentido del hebreo y el resultado es una cierta inte-
lectualización de la religión.
Cambios similares pueden constatarse para “justicia” (heb. sédeq; gr.
dikaiosynë) y “misericordia” (heb. hésed; gr. âeos/eleemoynë). El primer término
griego sólo vierte parcialmente un conjunto de connotaciones en hebreo que
van desde “fidelidad” y “rectitud” hasta “inocencia” y “justicia”, mientras que el
segundo vocablo helénico cubre aspectos tan ricos y dispares en hebreo res
pecto a la “misericordia” como “amabilidad”/ “gentileza” o “lealtad” rayana en
la “justicia”. Entonces pueden confundirse en griego dikaiosynë yeleemosynë
que representan indiscriminadamente unas veces hésed y otras sédeq.
Tras observar, gracias a la aportación de algunos pocos ejemplos, los efec
tos principales que produjo la versión de las Escrituras al griego, puede concluirse
que la mentalidad de los judíos que utilizaron como Biblia exclusivamente la ver
sión de los LXX pudo verse un tanto modificada respecto a la de aquellos que, a
su vez, sólo leían las Escrituras en hebreo. Apenas debe haber dudas al respecto.
Los LXX suponen un notable esfuerzo de interpretación y adaptación al mundo
griego de un caudal imponente de pensamiento religioso extraño al mundo helé
nico. Se ha señalado con acierto que el proceso de traducción al griego fue como
el “bautismo filosófico” de la Biblia.
Pero también es verdad que, como el conjunto de lo que se transmitía era
profundamente judío, “la traducción de las Escrituras al griego judaizó la koí-
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
50
mica anticristiana. El uso apologético que hacían los cristianos del AT en len
gua griega, el distinto tenor de algunos pasajes bíblicos importantes en la ver
sión de los LXX, las nuevas interpretaciones de textos claves (por ejemplo Gn
1,26 y 11,17: cf. Justino, Diálogo con Trifón 62,2, para defender la pluralidad de
personas en la Trinidad; o el famosísismo de Is 7,14 [hebreo, “una muchacha,
[‘almah], dará a luz un hijo... ; griego, “una virgen, íparthénos} dará a luz un hijo...
aplicado al Mesías cristiano y a la virginidad de su madre), la interpretación mesiá-
nica, sesgada en su opinión, que prevalecía en amplios círculos cristianos, quie
nes orientaban hacia Jesús textos que no le pertenecían en principio (por ejem
plo el de Is 53), llevó consigo la proscripción de los LXX entre los rabinos.
Por ello, el judaismo oficial acabó suplantando la traducción de los LXX
por una versión nueva al griego, extremadamente literal y hebraizante, que rom
pía conscientemente las normas más elementales de la gramática, sintaxis y esti
lo griegos. Esta traducción, que lleva el nombre de Áquila (hacia el 130 d. C.), es
el fruto más característico de la reacción contra la que se consideraba excesiva
helenización del judaismo alcanzada en Alejandría y de la que la versión de los
La versión al griego de la Biblia hebrea (LXX, Setenta, Septuaginta): su impacto cultural y religioso
LXX se había convertido en su máximo exponente. La traducción de Áquila
pretendía reemplazar a todas las restantes como única versión auténtica, pues
se acomodaba total y literalmente al texto hebreo evolucionado -bastante diver
so en muchos pasajes al más antiguo de los LXX- que se utilizaba desde fina
les del siglo I.
Esta tradición judaizante, por así llamarla, no nació, sin embargo de repen
te, a pesar del impulso que le otorgó la pujanza del cristianismo. Un siglo antes
Áquila tuvo predecesores anónimos. Los primeros intentos por revisar la ver
sión de los LXX son ya contemporáneos a Filón de Alejandría. Más adelante,
en círculos rabínicos de Palestina se llevó a cabo un proceso de “recensión”
que alcanzó sobre todo a aquellos libros o secciones de libros de la Biblia grie
ga que mostraban diferencias considerables respecto al texto hebreo de los rabi
nos de finales del siglo i d. C.
Esta primera recensión rabínica, designada como “Kaige” (por la caracte
rística de traducir el hebreo wegm como kaí ge) es fruto de la reacción farisea
contra los judeohelenistas. A la postre, el judaismo fariseo acabó ganando la
partida al judaismo helenístico de Alejandría, especialmente tras la destrucción
de Jerusalén y su templo en el año 70 d. C. Muchos de los “helenistas” pasa
ron a engrosar las filas de los cristianos. Filón y el judaismo alejandrino, sos
pechosos de tendencias filopaganas o filocristianas, perdieron casi todo influ
jo en el judaismo nacido en los siglos I y II de nuestra era tras los fracasos de
las dos guerras judías contra Roma, y sus obras fueron conservadas sólo por
los cristianos. La Biblia en griego quedó desde entonces casi como patrimonio
exclusivo del cristianismo.
51
capítulo 3 Últimos estratos en griego
del Antiguo Testamento
53
Libros presentes en los LXX pero ausentes del canon hebreo son: 1 y 2
Macabeos; Eclesiástico; Judít; Tobías·, Sabiduría; Baruc; Epístola de Jeremías. Estos
libros son considerados canónicos de segunda clase (“deuterocanónicos”) por
los católicos; los judíos y las confesiones protestantes, por el contrario, los con
sideran sencillamente “apócrifos”, en el sentido no de “falsos” sin más, sino
de “no admitidos en el canon”.
Hay otros libros en los LXX que no son estimados como canónicos ni siquie
ra por los católicos (éstos suelen designarlos unas veces como “pseudoepígra
fos”, y otras como “apócrifos”): Salmos de Salomón; 1 (3) Esdras; 3 y 4 Macabeos;
9 Cantos de la Iglesia griega (Plegarias de Moisés; de Ana; de Habacuc; de Isaías; de
Jonás; de María, madre de Jesús; de Zacarías; de Ezequías; de Simeón).
Por si tales diferencias fueran pocas, en algunos libros como en Jeremías,
Job o Ezequiel, la diversidad de orden y contenido de los capítulos entre los LXX
y la Biblia hebrea es muy notable.
A los Salmos : el 151; la lla Libros añadidos a la Biblia Libros añadidos a la Biblia
mada Oración de Manasés hebrea (considerados apó hebrea (considerados apó
A Daniel: 3,24-90 (oración crifos por judíos y protes crifos por judíos, protes
de Azarías e himno de tantes; considerados canó tantes y católicos):
los tres jóvenes), 13-14 nicos de segunda clase por Salmos de Salomón
(historia de Susana, y Bel los católicos) : 1 (3) Esdras
y el dragón) 1 2 Macabeos 3 y 4 Macabeos
AEster: l,la-ls; 3,13a-13g; Eclesiástico 9 Cantos de la Iglesia griega
4,17a-17s; 5,la-lf; 5,2ab; Judit (Plegarias de Moisá; de Ana;
8,12a-12x; 10,3a-31. Tobías de Habacuc; de Isaías; de
Sabiduría Jonás; de María, madre de
Baruc Jesús; de Zacarías; de Eze
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
54
admite ya fácilmente la hipótesis del canon alejandrino por tres razones prin
cipales:
55
CUADRO 3.2. Diverso uso de vocabulario para designar obras canónicas
y no canónicas
Este libro entró en el canon hebreo de las Escrituras porque los rabinos, y los
lectores en general, creyeron a pies juntillas en el marco histórico fingido en el
que el desconocido autor (que escribió hacia el 160 a. C., una vez muerto Antío-
co IV Epífanes) compuso su obra (época de Nabucodonosor, rey de Babilonia:
604-562 a. C. y Baltasar, rey ficticio de Babilonia, y falso hijo de Nabucodo
nosor, personaje que murió en realidad en el 539). Sin embargo, cuando fue
aceptado en el canon, los judíos ya habían cerrado el grupo de “profetas”, por
lo que Dn fue incluido en el conjunto de “Otros escritos” (tercera parte de las
Escrituras judías, después de la Ley y los Profetas). Los cristianos, por su par
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
56
El contenido del fragmento a) es el siguiente:
En ambas el joven Daniel aparece como consejero del gran rey Ciro.
En la primera, se dice que los babilonios tenían una imagen grande de su
dios, Bel/Baal, dios de los cielos, a quien cada día ofrendaban una ingente
cantidad de alimentos. Daniel se mofa de ello y afirma que el ídolo no es
quien ingiere esa comida. El rey se indigna. Manda llamar a los sacerdotes
del dios, setenta en número, y hacen una especie de apuesta. Como de cos
tumbre, los servidores ponen la comida ante el ídolo, pero sin que los sacer
dotes lo supiesen Daniel manda esparcir ceniza por el suelo del templo. A
la mañana siguiente se descubre que los sacerdotes y sus familias eran los
que devoraban la comida ofrecida al dios. Ciro se indigna y ordena la muer
te de los sacerdotes y sus familias. Daniel destroza el ídolo.
57
En la segunda parte Daniel envenena con astucia a un dragón sagrado,
una serpiente enorme venerada en Babilonia, dándole a comer pez, grasa y
pelo cocido en forma de apetecibles albóndigas. El dragón muere. Pero el
pueblo, que lo reverenciaba, se enfurece con el rey y solicita que le entre
guen al causante del desastre. El rey les entrega a Daniel, quien de inme
diato es arrojado al foso de los leones. Un ángel toma por los pelos al pro
feta Habacuc, que llevaba comida a ciertos trabajadores de un campo de
Judea, y lo transporta a Babilonia. Daniel recibe este alimento mientras los
leones pasan muy tranquilos siete días sin comer sentados mansamente a
los pies del profeta. Cuando el rey contempla lo sucedido, exclama (y ésta
es la moraleja teológica de la historia): “Grande eres Señor, Dios de Daniel
y no hay otro Dios fuera de ti”.
3.3. Oraciones
Las adiciones a los ciento cincuenta salmos canónicos son propiamente cin
co (salmos 151-155). Pero de este grupo sólo el primero, 151, se encuen
tra en griego en los LXX. Dos aparecen entre los manuscritos de Qumrán
(llQ P s 3 154 y llQ P s 3 155) y los restantes, 152 y 153, se han conservado
sólo en siríaco.
El salmo 151 es atribuido a David (‘Aleluya de David, hijo dejesé”), como
otros muchos de la colección canónica. Su lengua original es el hebreo, pues
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
entre los textos de Qumrán han aparecido dos partes de él Qa segunda ha desa
parecido casi totalmente: texto en F. García Martínez, Textos de Qumrán, 348),
aunque los expertos aseguran que no procede de la pluma de escritores de
Qumrán, sino que es anterior (quizá del siglo III a. C.). Su autor es también des
conocido.
El contenido del salmo es un elogio a David por haber sido elegido por Dios,
a pesar de que sus hermanos tenían aparentemente más cualidades, como “jefe
de los hijos de la alianza”, y por haber sido ungido por mano del profeta Samuel.
La idea teológica central es, pues, la libre voluntad de Dios que elige para
sí a quien quiere. El hombre debe responder a esta elección con la alabanza y
el buen comportamiento.
58
3.3.2. La llamada Oración de Manasés
Se trata de una plegaria atribuida al rey Manasés (cf. 2 Cró 33,1 lss), que reinó
en Judá entre el 696-642 a.C. Fue un monarca impío, pues permitió la entra
da de cultos extranjeros en Judea,
El editor y traductor en castellano, L. Vegas (AAT 103-117), divide así el
contenido:
Se conserva el texto hebreo de este libro, pero la versión griega trae de seis a
nueve adiciones, según el modo de dividirlas. Son las siguientes:
59
Un sueño de Mardoqueo, tío de la heroína, judío deportado, adscrito
al servicio del palacio real ( l,ls ; 10,3) con su explicación: en él se prevé
cómo Dios se acuerda de su pueblo y otorga la victoria final a los judíos en
el amargo trance que se avecina; dos edictos de Asuero (3,13 y 8,12 = Jer-
jes I, 486-465 a. C.) para acabar con los judíos; oración de Mardoqueo
(4,17); plegaria de Ester (4,17). Intercesión de Ester ante Asuero y decreto
posterior del rey “anulando” las disposiciones genocidas anteriores (5,1-2).
En realidad no se trata de una anulación, puesto que el decreto promulga
do del Gran Rey no puede revocarse. Lo que hace el rey es permitir a los
judíos defenderse de quienes intentan cumplir el primer decreto. Apéndi
ce que explica el origen de la traducción al griego (10,3).
nista”, pues la liberación del pueblo acontece por medio de una mujer. En rea
lidad, sin embargo, el que el protagonista sea una “débil” mujer es para el autor
un modo de expresar que la salvación viene de Dios solo.
El tema del libro es en síntesis el siguiente:
Hay en Persia una abundante colonia de judíos. Esta corre grave peli
gro porque en la corte tiene un enemigo acérrimo, el valido-visir Amán. Sus
planes de aniquilación de los judíos, sin embargo, no llegan a cumplirse,
porque una joven hebrea, Ester, se ha convertido en reina (después de que
el rey hubiera repudiado a la anterior) y trastoca sus perversas intenciones.
La tomas cambian. Amán cae en desgracia y muere en la horca, el tío y men-
60
tor de Ester, Mardoqueo, ocupa su lugar. Los judíos acaban con sus ene
migos y, en acción de gracias, se instituye la fiesta de Purím, que conme
mora la victoria.
61
Así, el padre del joven Tobías, por nombre Tobit, fue en su juventud contem
poráneo de Salomón (muerto en el 931), y sufrió la deportación con su tribu,
la de Neftalí, en el 734 (cuando reinaba Salmanasar de Asiría: 1,4; en el texto
Enemesar), y Tobías hijo no muere hasta después de la destrucción de Nínive
en el 612. Como ejemplo de geografía errónea puede señalarse que, según 5,6,
entre las ciudades de Ragués y Ecbátana hay unos 60 kilómetros, es decir dos
días de camino. En realidad, sin embargo, había unos 300 kilómetros.
La historia narrada es sencilla:
62
c) Desenlace feliz. Al mismo tiempo, el ángel rescata para Tobías el dinero
que debía Gabael, entregándole el documento pertinente. Tras unos
días de agasajos, los esposos vuelven a Nínive. El encuentro con los
ancianos padres de Tobías es emocionante. Con presteza, Tobías apli
ca a su padre otro remedio obtenido del pez maravilloso. Tobit queda
curado de su ceguera y vive unos cincuenta años más, recuperando sus
bienes y bendecido en sus nietos. Tobías cumple con sus deberes filia
les enterrando a sus padres y vuelve a Ecbátana a cuidar de sus suegros.
Allí muere en paz a los 117 años.
Este libro describe en forma dramática (tres actos) una de las gloriosas victo
rias de Israel, el pueblo de Dios, contra sus enemigos. Es Dios mismo, a la pos
tre, el responsable del triunfo, pero lo interesante es que para ello se sirve de
una mujer, como en el caso de Ester. Judit (“La judía”) es la heroína del relato
y representa simbólicamente lo mejor del pueblo escogido, y a la vez la pías-
mación de la idea de que la salvación de Dios puede venir por medio de los
débiles.
La historia es como sigue:
El primer acto presenta a Holofemes, gran general de Nabucodonosor, triun
fante de sus enemigos de Oriente, que invade Israel al mando de un imponente
ejército. Este se dispone a exterminar a todos los reacios a la autoridad del
monarca, entre ellos los israelitas. Todos deben rendirse y adorar al único dios
verdadero, el emperador. Los judíos son sitiados en Betulia, una ciudad de la
provincia de Samaría, llave que cierra un cómodo acceso del ejército asirio a
Jerusalén. Cercados hasta la inanición durante treinta y cuatro días, están los
judíos a punto de rendirse cuando entra en escena la hermosísima Judit: viu
da, joven, de noble cuna, piadosa, llena de valor.
Aquí comienza el segundo acto. Con una enorme confianza en el Dios de
sus padres, se ofrece a salvar al pueblo. Tras unos instantes de plegaria, se embe
llece con sus mejores galas y se presenta, como una cortesana, ante el ejército
asirio, dispuesta a compartir mesa y lecho con Holofemes. La acción de Judit
aparece como una huida del pueblo asediado, una traición. El general asirio la
recibe en su tienda y comienza un sutil y piadoso juego de seducción y enga
ño del enemigo. Judit, astuta, asegura que el pueblo judío está perdido: por
sus faltas ha abandonado a su Dios, y éste lo ha entregado en mano de Holo
femes. Al cuarto día, el general desea compartir con ella el banquete y el lecho.
Judit se presenta en la sala de celebraciones, y come con Holofemes. Pero ni
siquiera allí trasgrede la ley divina, pues sólo ingiere alimentos puros que le
alcanza su sirvienta. La seguridad de su situación, el deseo lascivo y la abun
dancia de vino hacen perder la cabeza al general. Se retiran ambos a la tienda
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
de éste, y cuando todos creen que Holofemes, dichoso, está gozando de los
placeres amorosos con su ilustre invitada, se queda en realidad dormido. El
honor de la mujer permanece, pues, a salvo. Entonces Judit aprovecha para
seccionarle la cabeza.
El tercer acto es triunfal: los asirios huyen aterrorizados; los judíos se ceban
en los vencidos, y todo el pueblo, tras cubrir a Judit de loores, se dirige a Jeru
salén para una solemne acción de gracias. Judit cumple luego sus días en Betu
lia rodeada de la admiración de todos, donde muere rica en años.
Esta pieza dramática es totalmente imaginaria. He aquí algunos de los erro
res históricos señalados por los comentaristas: Nabucodonosor es presentado
como rey asirio, con capital en Nínive. La realidad: el rey fue monarca babilo
64
nio, y Ninive había sido destruida por su padre, Nabopolasar. Holofemes, con
un ejército enorme, apoyado además por tropas auxiliares es capaz de recorrer
distancias imposibles en poquísimos días. La geografía es mítica, por lo que es
necesario renunciar a descubrir en la realidad dónde pudo estar situada Betu-
lia (de etimología incierta, quizá “casa de Dios”).
Se ha señalado repetidas veces que aunque el estilo sea narrativo, el libro
de Judit tiene concomitancias y un trasfondo parecido al de los apocalipsis. La
acción representa simbólicamente la lucha del Mal (Holofemes) y el Bien (Dios
/Judit), con el triunfo absoluto de estos últimos. Los errores históricos o geo
gráficos, ciertos, en nada empañan el valor de la narración, una vez que se acep
ta que es ella obra de la ficción casi pura. Otros comentaristas señalan como
posible género literario la parábola amplificada o el midrás hagádico (cf. 3.4.1).
Autor y época de composición. El autor es totalmente desconocido. Por el
tenor de los temas tratados, la narración básica, o núcleo originario, debió ori
ginarse en época aqueménida, persa, quizá en el siglo IV a. C. Pero la versión
que leemos en griego es muy posterior. Por ciertas alusiones a costumbres grie
gas (3,7-8; 11,14; 15,13) y por el ambiente reflejado en la opresión del pue
blo judío, es probable que la narración se refiera a los momentos da angustia
de la tiranía final de Antíoco IV Epífanes (hacia 170-168 a. C.; véase cap. 1).
Quizá el lugar de origen sea el propio país de Israel/Palestina.
Texto: original hebreo, perdido. Se conservan cuatro versiones al griego.
Hay versiones antiguas al siríaco y al latín (Vulgata).
Enseñanzas teológicas: Dios tiene siempre la última palabra en la historia.
La providencia no abandona a sus elegidos, acosados por su causa. Dios es el
gran liberador de su pueblo. Judit ensalza el cumplimiento estricto de la ley
judía, con especial hincapié en la observancia rigurosa de las normas alimen
tarias. El autor insiste en la oración, ayuno y penitencia para conseguir los favo
res divinos. Los extranjeros pueden convertirse a la religión de Israel: la salva Últimos estratos en griego del Antiguo Testamento
ción tiene lugar en Samaria, no estrictamente en Judea; Ajior, jefe de las fuerzas
auxiliares amonitas, se convierte al judaismo. La verdadera sabiduría consiste
en el amor de Dios y la observancia de sus mandatos.
65
“Macabeo” otorgado ajudas, quizá derivado del hebreo maqqaban, “martillo”,
aunque otros proponen maqqabayahu, “designado por Dios”. Junto con los
libros de Daniel, Ester, Judit y Tobías, estas obras han sido agrupadas bajo la
denominación de “literatura de los tiempos de persecución”.
Se trata de una narración histórica que cuenta los hechos acaecidos entre los
años 175-135 a. C. Su tema principal es el conflicto provocado por los judíos
ante las pretensiones de helenización cultural y religiosa del monarca seléuci-
da Antíoco IV Epífanes (175-164 a. C.), ayudado en esta empresa por una fac
ción de ricos y nobles judíos.
La lengua original fue sin duda el hebreo, aunque se nos ha transmitido sólo
en versión griega dentro del corpus de los LXX. El argumento principal en pro
del hebreo es doble: abundancia de semitismos, y posibles obscuridades del
texto griego debidas a una traducción equivocada. El texto original se perdió
probablemente al no ser admitido como Escritura por los judíos. Su contenido
es como sigue:
Tras una introducción, en la que se describe el plan opresivo helenizador
del monarca seléucida y los primeros intentos de oposición por parte del padre
de Judas Macabeo, la obra se divide en tres secciones. La primera describe las
acciones militares de Judas Macabeo y su muerte (166-160 a. C.) = 3-9,22.
La segunda trata de su hermano y sucesor, Jonatán (160-142), convertido más
tarde también en sumo sacerdote (9,23-12,54). La tercera, tras la muerte de
Jonatán, describe los hechos de Simón (143-134), otro de los hermanos (caps.
13-16). El relato concluye con el reinado del hijo de Simón, Juan Hircano (134-
104), pero no se describe.
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
66
el autor, que analizados y comprobados por separado, se presentan como
plausibles.
La fecha de composición se sitúa con probabilidad en tomo al 100 a. C., des
pués de la muerte del rey Juan Hircano, a la que se alude en 16,23. Los histo
riadores la deducen por medio de indicios ofrecidos por el texto. Así, la simpa
tía hacia los romanos, que apoyan la causa judía, ha de ser anterior a la intervención
de Pompeyo en Palestina en el 63 a. C., que conllevó la profanación del Templo.
Igualmente, el que el autor hable de un mausoleo de Jonatán levantado en Modín,
“que perdura hasta el día de hoy” (13,30), señala una distancia respecto a la
muerte del segundo de los hermanos, acaecida en el 142 a. C.
Lugar de composición: probablemente Palestina.
Interés religioso: el autor es un patriota, defensor de la vigencia de la ley de
Moisés como instrumento de salvación. Esta ha de ser cumplida con extrema
fidelidad aun a costa de la muerte, pues ello garantiza la protección divina. Dios
es el salvador de Israel en momentos de apuro, por medio de mano de hom
bres. La helenización excesiva es un mal, puesto que defiende los cultos paga
nos y propicia la degradación de las costumbres. La nueva consagración del
Templo (4,59) tras la profanación de Antíoco IX debe ser celebrada con una
fiesta, la Hannuká (“Dedicación”).
El contenido de este libro se solapa en buena parte con el anterior. Pero se tra
ta de una obra diferente por la perspectiva, más didáctica, y por la lengua uti
lizada para su composición, el griego. Además, se limita cronológicamente al
período entre 176 y 160 a. C.
Últimos estratos en griego del Antiguo Testamento
Dos cartas sirven de introducción. Una de los judíos de Jerusalén a los de
Egipto, instándoles a que celebren la dedicación del Templo (purificado tras el
sumo sacerdocio del impío helenista Jasón), y otra de los mismos remitentes a
Aristóbulo maestro del rey egipcio Ptolomeo y también a los mismos judíos de
Egipto, en la que se mencionan hechos del pasado de Israel y se insta de nue
vo a solemnizar los días consagrados a rememorar la dedicación del Templo
(Hannuká; cf. 1 Mac). Hay dudas sobre si estas cartas pertenecen a la obra prin
cipal o fueron añadidas posteriormente. Esta última opinión nos parece más
verosímil, pues anteceden al prefacio propiamente tal y contienen más mate
rial legendario que el resto del libro.
A continuación sigue un prefacio, en el que el autor presenta sus objetivos
y método: narrar “la historia de Judas Macabeo y sus hermanos, la purificación
67
del gran Santuario y la dedicación del altar, y de las guerras contra Antíoco Epi-
fanés y contra su hijo Eupátor, las manifestaciones celestes en favor de los que
combatían por el judaismo.. Tras ello viene el cuerpo de la obra, dividido en
dos partes.
La segunda (10,9-15,40) está dedicada a los éxitos de Judas contra los ene
migos de Israel: pueblos vecinos, generales de Antíoco iy de su hijo, Antíoco
Eupátor, y de Demetrio I. La obra concluye con la gran victoria judía sobre el
general Nicanor.
68
3 .5 .3 . Libro III de los Macabeos
Esta obra no ha sido admitida en el canon católico de libros sagrados. Por tan
to, su texto no aparece en las Biblias al uso y debe leerse en las colecciones de
apócrifos traducidos a lenguas modernas (en castellano, AATII 481-503, ver
sión de I. Rodríguez Alfageme).
El título del libro es absolutamente engañoso, pues su contenido nada tie
ne que ver con la historia de los Macabeos. Es probable que tal título le fuera
dado accidentalmente, por haberse transmitido junto con los libros de los Maca
beos en los mismos manuscritos. En realidad, su tema es la persecución de los
judíos en Egipto en el reinado de Ptolomeo IV Filopátor (221-203 a. C.). La
monarquía no sale, sin embargo, mal parada, pues el autor culpa de los des
manes no al rey, sino a perversos consejeros.
El contenido del relato es el siguiente:
Es difícil aceptar los hechos como históricos tal como los presenta el rela Últimos estratos en griego del Antiguo Testamento
to. Probablemente el autor cosió malamente una narración judía, llena de leyen
das y maravillas, con el resumen de una obra con reminiscencias históricas de
otro autor.
La lengua original es el griego, y si el autor utilizó fuentes, como hemos indi
cado, debían de estar también en la misma lengua.
El redactorfinal es totalmente desconocido.
No es posible precisar lafecha de su composición, pero ciertamente es ante
rior a la destrucción del templo dejerusalén en la guerra contra Roma (70 d. C.).
Se ha señalado que ciertas afinidades con los libros 1 y 2 Mac -por ejemplo,
intención apologética, inclusión de documentos, como cartas oficiales, el per
sonaje Eleazar, etc - hacen pensar en una fecha de composición común.
69
Su género literario es el de la narración novelesca, aunque cargado de simbo
lismos. Se ha señalado cómo el autor pudo basarse en algunos hechos del reina
do de Ptolomeo IV mezclándolo con reminiscencias de otros relatos de intentos
de profanación del Templo (por ejemplo, 2 Mac 3), de persecuciones de los ju
díos, y adscribiendo a todo ello un final feliz como en los libros de Ester y Judit.
El valor teológico del relato es el esperado: supremacía del Dios verdadero
y confianza absoluta en la bondad de este Dios que salvará a su pueblo. Los
apóstatas de la Alianza perecerán. En tiempos de persecución religiosa hay que
permanecer fiel a Dios y a su ley hasta la muerte. La oración es eficaz y sirve
para provocar la intervención divina.
A pesar del título, esta obra tampoco tiene que ver totalmente con los Macabeos,
aunque sí se narra el martirio de siete “hermanos macabeos”junto con su madre;
pero éstos no son los “monarcas” o jefes del pueblo que conocemos a través de 1
y 2 Mac. La obra no entró ni siquiera en el canon cristiano (texto en castellano,
con introducción y notas en AAT III 22002, pp. 157-216, de M. López Salvá).
Su tema principal es de tono filosófico. De acuerdo con el pensar de su épo
ca -la llamada koiné filosófica del siglo i, que presenta ideas o temas filosóficos
comunes teñidos especialmente de estoicismo-, el autor defiende que la “razón
piadosa es capaz de vencer las pasiones”. Dios ha implantado las pasiones en
el hombre, pero también le ha dado la razón para controlarlas y gobernarlas.
El contenido de la obra es doble:
Una exposición teórica de la tesis propuesta con argumentos filosóficos y,
en segundo lugar, una serie de ejemplos ilustres que confirman la tesis: las con
ductas ejemplares del patriarcajosé, de Moisés, David o Jacob (intercalados en
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
70
El autor es desconocido. Como la obra aparece copiada entre los códices
que nos conservan los escritos de Flavio Josefo, hubo un tiempo en el que se
atribuyó a este historiador la paternidad del escrito (siguiendo a Eusebio de
Cesarea, Historia Eclesiástica III 10,6). Hoy esta opinión es unánimemente recha
zada, pues es impensable que un historiador de su talla cometa algunos desli
ces históricos de grueso calibre, tal como aparecen en este escrito. Pero, sin
duda, se trata de un judío muy helenizado, que conoce bien, al menos, la filo
sofía moral estoica y temas de dominio común de otras escuelas, como la pla
tónica. El autor utiliza los argumentos que le presta la sabiduría griega para
ensalzar la sabiduría judía, concretizada en la Ley.
La teología del escrito se concreta en la defensa del tema expuesto más arri
ba. El autor previene al lector contra las nefastas influencias de la helenización
excesiva de la religión tradicional, que debe mantenerse apegada a la Ley. La
educación que se atiene a los principios de esta norma es la verdadera sabidu
ría (1,17), pues incluso la razón insta al cumplimiento de sus dictados. El tex
to subraya la importancia de las cuatro virtudes cardinales platónicas: pruden
cia, justicia, fortaleza y templanza (1,3-4). El autor insiste también en la
concepción de Dios como creador del mundo y Señor de todo cuanto en él
hay. Al igual que 2 Mac, su libro manifiesta la creencia en una vida futura (sólo
del alma inmortal; no del cuerpo: 16,13; 17,12). Pero, más allá de 2 Mac, el
autor destaca la importancia del sacrificio de los mártires, que tiene un valor
casi expiatorio por los pecados de los vivos (6,27-29). Tal concepción será muy
útil a los futuros cristianos para interpretar la muerte de Jesús.
La fecha de composición es difícil de precisar, pues la obra no ofrece datos
específicos en los que apoyarse. En general, y por la influencia ya extendida del
pensamiento estoico entre los judíos, tiende a pensarse que pudo haber sido
escrita en algún momento del siglo I d. C., probablemente antes de la Guerra
judía (68-70 d. C.), de la que no hay ecos.
Igualmente imprecisa ha de ser la respuesta a la cuestión del lugar de ori
gen: ¿Alejandría? ¿Antioquía?
En muchos manuscritos de los LXX este libro aparece como continuación del
Libro de Jeremías, el profeta del siglo vi a. C. Por ello los padres de la Iglesia pen
saron que Baruc podría ser una especie de apéndice o complemento de Jr.
Al formar parte de los LXX, Baruc tuvo éxito y se tradujo a diversas lenguas
antiguas, como el latín, copto, etíope, siríaco.
Es discutida la cuestión de la lengua original: pudo ser compuesto en hebreo
y luego vertido al griego; o bien compuesto en esta misma lengua por un judío
helenizado, bilingüe. Probablemente las secciones poéticas son hebreas en ori
gen; y la introducción, griega desde el primer momento.
El autor ficticio es Baruc (“Bendito”, “Benito”), secretario del profetajeremías,
que escribe desde el exilio. El autor real es desconocido. Pero ciertamente es muy
posterior a los hechos que narra (en su mayor parte fingidos, de acuerdo con una
tradición previa). Debió vivir entre los siglos w y II tí. C. Su obra, sin embargo, es un
testimonio del interés perdurable de la figura y obra del profetajeremías.
El tema principal es el destierro de los israelitas en Babilonia y su anhelo de
volver a la patria. Los datos del marco en el que se desarrolla este tema no con-
cuerdan con lo que sabemos por la historia antigua. Nada conocemos de esa
presunta gran reunión de deportados, ni de que el rey judío Joaquín/Jeconías
la presidiera; ni tenemos noticias de otro Joaquín, sumo sacerdote en Jerusa
lén durante el Exilio, que recibe unos objetos del Templo, presuntamente devuel
tos tras el pillaje. Tampoco Baltasar (1,11) es hijo de Nabucodonosor, sino de
Nabónido, que comenzó a reinar en el 557 a. C.
El contenido de Baruc puede dividirse en cuatro partes, cada una con un
género literario diferente:
tí) Introducción: Baruc lee su libro ante los desterrados en Babilonia (hacia
el 582 a. C.). Estos ayunan, rezan y se lamentan. Hacen luego una colec
ta, y envían el dinero a Jerusalén para ayudar a sus compatriotas y supli
carles que les encomienden a Dios en sus oraciones (1,1-14). Es posi
ble que esta introducción haya sido concebida por el autor como medio
de unir las piezas poéticas que siguen al libro de Jeremías (en su ver
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
sión griega).
b) Confesión pública de los que sufren el exilio y súplica a Dios para que
tenga piedad (1,15-3,8). Se trata de una oración penitencial con ecos
de otros libros bíblicos como Jr o Esd y Neh y Dn.
c) Himno que ensalza la Ley, fuente de sabiduría, alivio de las penas, pero
no observada por Israel. Esta sección muestra resonancias del libro de
Job y de los Proverbios. Ideas similares se recogen en el Eclesiástico, libro
quizá posterior cronológicamente.
d) Dos poemas de lamento y consuelo en los que se expresan las quejas
y esperanzas de Israel. En el primero (4,22-29) y después de un preám
bulo, Jerusalén personificada se dirige a sus hijos dispersos y a las ciu
72
dades vecinas, conforta a los cautivos de Babilonia y manifiesta su espe
ra y esperanza en el Salvador eterno. El segundo (4,30-5,9, citado qui
zá por SalSl 11,2-7) abunda en la promesa de que los hijos de Jerusa
lén volverán a reunirse, retomando al territorio patrio. Es como una
respuesta a los lamentos penitenciales anteriores.
Este libro es una interesante muestra de la tensión por conservar una vida
religiosa propia manifestada por las comunidades judías tras el exilio. Éstas
mantienen su observancia de la Ley, sus lecturas sagradas, su espíritu de devo
ción y de plegaria, y muestran palpablemente los deseos de retomo a la tierra
de sus antepasados y el ansia por el mesías.
El mensaje teológico en su conjunto es de confianza: Dios devolverá la ale
gría y el júbilo de antaño (4,23); la divinidad escucha al pueblo y a la ciudad,
“a la que ha dado su nombre”, castigará a los enemigos que le hicieron daño
y, finalmente, Jerusalén se despojará de sus vestiduras de duelo y se pondrá un
vestido de fiesta (4,30).
Hay otras obras judías helenísticas que se han conservado bajo la protec
ción del nombre de Baruc: son dos “apocalipsis”, uno transmitido en siríaco,
otro en griego. De ese último se tratará en el capítulo siguiente.
73
44), entre los restos de manuscritos de Qumrán (7Q2). Sin embargo, hay auto
res que sostienen que el original se escribió en hebreo y luego se vertió a un
griego hebraizante.
La autoría de Jeremías es paladinamente falsa, y el texto parece reflejar una
situación de las comunidades judías de Babilonia, pero en época helenística.
Lafecha de composición ha de ser anterior al fragmento encontrado en Qum
rán, datado hacia el 100 a.C. Es muy dudoso que sea ésta la carta aludida en
2 Mac 2,1-3, donde se habla de “archivos de Jeremías” y de las órdenes de éste
a los deportados, a saber, no apartar la Ley de sus corazones, y otras recomen
daciones por el estilo, pues no se corresponden estas indicaciones con el con
tenido de la carta unida al libro de Baruc.
74
cas y literarias de este curioso relato de literatura sapiencial son notables: el uso
de la ironía en la descripción del papel del vino (3,17-23) y de las mujeres
(4,18-24), que alcanza el sarcasmo en las consideraciones sobre el poder abso
luto del rey (4,28-31). Pero donde la elocuencia del autor consigue un verda
dero pathos [tono apasionado] es en el elogio de la verdad (4 ,3 4 -4 0 )” (Fer
nández Marcos, AATII 448).
A pesar de su carácter mixto, y de sus errores históricos -por ejemplo, el
liberador de los judíos fue Ciro el Grande, quien con su edicto del año 538 a. C.
permitió el retomo de los exiliados a Israel; el orden de los reyes persas aque-
ménidas es Ciro - Cambises - Darío-, el libro gozó de mucha difusión, y casi
entra en el canon de Escrituras, porque los Padres griegos y latinos lo estima
ban mucho. El Concilio de Trento lo excluyó ciertamente de los libros canóni
cos continuando una tendencia iniciada desde san Jerónimo, que lo relegó a
un apéndice de la Vulgata. El Concilio permitió, sin embargo, que se impri
miera como un anexo a Esdras y que se leyera como libro edificante.
Su interés teológico se centra en la valoración de la verdad, del Templo y de
la Ley como fundamentos del judaismo, y en el relieve que otorga a figuras
bíblicas como Esdras y Zorobabel. Con ello, el refundidor sigue la estela teo
lógica del autor del libro de las Crónicas, en quien se inspira. En el fondo la
intención del redactor es destacar la superioridad de la religión judía sobre el
paganismo: la sabiduría de Israel es superior a la de los griegos.
El autor es desconocido, quizá un judío helenizado de Egipto. La fecha de
composición debe atenerse a dos hechos seguros: el redactor final conoce el libro
de Daniel (hacia el 165 a. C.), y su obra fue utilizada por Flavio Josefo (en Ant.
XI lis ) . Por tanto la composición de 1 Esd tuvo lugar entre la mitad del siglo
ii a. C. y la mitad del siglo I d. C. En general se le cree anterior a la era cristiana.
El título, ficticio, que porta el libro es Sabiduría de Salomón, aunque se trata, evi
dentemente, de un pseudoepígrafo compuesto muchos siglos después de la
muerte del gran rey.
Su contenido y estructura literaria son parecidos a un único tema sinfónico
con muchas variaciones. Puede dividirse la obra en tres secciones principales:
76
Setenta e integran, sin embargo, el vocabulario de Homero y de los poetas
trágicos. Su estilo imita igualmente a los clásicos, en una forma de manie
rismo mitigado (asianismo moderado). El autor debió haberse educado en
un gimnasio (judeo)helenístico, lo cual era condición indispensable para
llegar a ser ciudadano de pleno derecho en Alejandría Q. Trebolle, Biblia y
Helenismo, 1998, cap. V).
Apócrifos y pseudoepígrafos del Antiguo Testamento en griego (siglos ill a. C .-ι d. C.)
Antiguo Testamento son más importantes en la historia de la literatura judeo-
cristiana en general que todo tipo de apócrifos del Nuevo Testamento si se tie
ne en cuenta su trascendencia para comprender los orígenes del cristianismo.
Estos escritos judíos de la época helenística constituyen una gran parte del tras-
fondo, la base y la matriz que sustenta muchas de las ideas religiosas que apa
recen en el Nuevo Testamento.
Conviene ahora detenerse un momento en precisar qué se entiende por
“apócrifo”. Este vocablo, o la expresión “literatura apócrifa”, se comprende a
partir del concepto opuesto: “libros o literatura canónica”. Un libro “canóni
co” es el aceptado como sagrado por la Iglesia (o también por el judaismo, si
se habla del Antiguo Testamento), y por tanto como parte del número de escri
tos que constituyen la Biblia en sus dos partes, Antiguo y Nuevo Testamento.
“Libros apócrifos” significa “lo contrario a canónico”, es decir no admitido en
la lista de libros de la Biblia (AT/NT), aunque muchas veces esos “apócrifos”
por su tema, género o presunto autor pretendan estar dentro del canon.
Sin embargo, para llegar a esta significación el vocablo “apócrifo” pasó por
una serie de etapas. El término aparece ya en Ireneo de Lyon (hacia el 180 d. C.),
y deriva del griego apokrypto, que significa “ocultar”. En principio, un libro
“apócrifo” es aquel que conviene mantener oculto por ser demasiado precio
so, no apto para que caiga en manos profanas. También se designaban con el
79
vocablo “apócrifo” los libros que procedían o contenían una enseñanza “secre
ta”. Así, ciertos filósofos de la antigüedad afirmaban que sus doctrinas proce
dían de libros secretos orientales (gr. apókrypha biblia). Esta primera acepción
aparece como normal en escritores eclesiásticos cristianos de los primeros siglos,
como Clemente de Alejandría (Stromata 1 15,69,6).
Con rapidez, sin embargo, y precisamente porque tales libros fueron utiliza
dos por grupos más o menos apartados de la Iglesia, el vocablo apócrifo adqui
rió el sentido de “espurio” o “falso”. Así ya en Ireneo de Lyon, o Tertuliano (hacia
el 200). A partir de tales autores se ha generalizado esta acepción hasta hoy.
La lista de los “apócrifos” del Antiguo Testamento depende, como se ha
indicado, de la definición del “canon” por parte de la Iglesia. El proceso de
formación del canon del AT es obscuro y complejo. La determinación del
canon judío básico (22/24 libros del AT, según la manera de contarlos) pro
cede probablemente de los años 90-100 d. C., y tuvo lugar por una declara
ción del rabino Gamaliel II y sus colegas en la ciudad de Yabne (Yamnia: nor
te de Palestina). La iglesia cristiana, sin embargo, no se sintió obligada a aceptar
esta lista tan breve y continuó utilizando como sagrados/canónicos los libros
de la versión de los Setenta (en total, 42 libros, incluyendo los “deuterocanó-
nicos”, véase capítulo 3). La decisión formal sólo se tomó en el Concilio de
Trento (1546).
No es necesario presentar una lista exhaustiva de las cerca de 65 obras que com
ponen este legado de la literatura judía helenística, puesto que algunas de ellas
no se han transmitido en lengua griega. Cabe señalar sólo los más significativos
de estos escritos que constituyen en realidad una verdadera biblia fuera de la Biblia.
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
80
conjunto está formado por apocalipsis o revelaciones como el Libro 4 de Esdras;
los Apocalipsis sirio y griego de Baruc, discípulo de Jeremías; los Apocalipsis de
Elias, Sedrac, Adán, Abrahán, Ezequiel, Sofonías, etc. Hay otro grupo que puede
denominarse literatura de “testamentos”, porque todos sus componentes se
acomodan, más o menos, a un cierto tipo de género literario ya conocido des
de el Génesis, a saber: una gran figura religiosa reúne a sus descendientes a la
hora de su muerte, que conoce por revelación divina, les cuenta los hechos
más importantes de su vida, les orienta sobre el modo recto de proceder, les
exhorta a cumplir los mandamientos de la Ley y termina con algunas predic
ciones sobre el futuro. Los más importantes de estos “testamentos” son los de
los XII Patriarcas; el Testamento de Job, y el de Salomón. Poseemos también los
Testamentos de Moisés y Adán.
Como puede observarse por la mayoría de los títulos de estas obras, hay muchas
de ellas que atribuyen su autoría a conocidos personajes del pasado israelita.
Pero la más elemental crítica histórica, interna y externa, o un análisis literario
81
los hechos siguientes: en el siglo III a. C., momento en el que empiezan a gene
rarse estos apócrifos, la ley divina (la Torá) era ya algo absolutamente fijo, ina
movible y canónico. A la vez se iba extendiendo la idea de que la revelación
escrita era cosa del pasado, que la “sucesión de los profetas” había concluido
ya en Israel (Flavio Josefo, Contra Apión 137). Por consiguiente, los escritos reli
giosos, o las nuevas revelaciones de la divinidad que se ponían por escrito, no
podían pretender el título de “santos”, de “inspirados por la divinidad” a menos
que se afirmara que procedían de la pluma de personajes santos del pasado,
en cuya época aún había “profecía”, es decir revelación de Dios a los hombres.
Así pues, aquellos que pretendían un reconocimiento religioso de sus obras no
tenían más remedio que ampararlas bajo el nombre de un autor del pasado,
sobre todo cuando propalaban ideas que precisaban, completaban o contra
decían las Escrituras anteriores.
A esta explicación por las circunstancias objetivas se añade el hecho sub
jetivo de que los autores de estas obras se sentían en realidad emparentados
con los personajes de épocas anteriores, ya que formaban con ellos lo que se
ha venido a llamar una “personalidad corporativa”. Al igual que Moisés podía
repartir una porción de su espíritu a los que habrían de sucederle (Nm 11,25-
30), y Elíseo se contentaba con recibir la “mitad del espíritu y poder de Elias”
(2 Re 2,10), o Juan, el Bautista, habría de “caminar en el espíritu y poder de
Elias” (Le 1,17), los autores de estos apócrifos se sentían realmente posesores
y continuadores del mismo Espíritu que había animado e impulsado a sus glo
riosos predecesores.
Estas explicaciones llevan a concluir que los desconocidos autores de esta
literatura no eran profesionales de la mentira. Aunque cueste comprenderlo,
no parece que pretendieran engañar positivamente a sus lectores foijando una
autoría que es a todas luces “falsa”, según el modo de juzgar hoy. Estaban,
pues, convencidos de que el escrito que adscribían a un autor del pasado esta
ba compuesto en el mismo espíritu de aquél, y podía atribuírsele.
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
Con algunas excepciones (Novela de José y Asenet; Oráculos Sibilinos judíos; Carta
deAristeas; Libros 3 y 4 Macabeos [estos dos tratados en el cap. anterior]) parece
que el lugar sobre el que brotó esta pretendida prolongación del AT fue Palestina.
El nacimiento de esta literatura apócrifa del AT se debió sin duda a la ausencia real
de nuevos profetas en Israel una vez consumada la vuelta del Destierro, y a la nece
sidad de acomodar a tiempos difíciles el mensaje, ya estereotipado, de los escri-
82
tores sagrados (hagiógrafos) del pasado. Sin duda también debió influir en su naci
miento el conjunto de circunstancias históricas que motivaron el alzamiento de
los Macabeos en el siglo il a. C.
83
bir las revelaciones otorgadas por Dios a su autor, que de acuerdo con la ten
dencia a la pseudonimia (cf. supra) se hará pasar por un personaje del pasado.
El lenguaje de estas obras es normalmente simbólico, cargado de imágenes y
alegorías fantasiosas que sirven de envoltura a las pretendidas verdades que
dicen descubrir. La apocalíptica tiene un mundo particular de ideas e insiste
de un modo especial en determinadas concepciones religiosas. He aquí un resu
men de ellas de la mano de Paolo Sacchi, editor de la edición italiana de estos
apócrifos (“Introducción” general al primer volumen de sus Apocrifi del Antico
Testamento, Utet, Turin, 1981, 20ss). Los problemas que angustiaban a las men
tes judías de la época eran los siguientes: la existencia del mal y su origen; las
relaciones que debían mantener los israelitas con los paganos; la justicia de
Dios en este mundo y el sufrimiento y fracaso aparente de los justos; la urgen
cia de la salvación y la figura que habría de ejecutarla: el Mesías; el destino futu
ro del hombre: si el alma es o no inmortal, la resurreción, el juicio futuro; la
libertad del ser humano y la de Dios a pesar de la predestinación; el intento de
plasmar una ética interior que diera vida a los múltiples preceptos de la Ley y
condujera a la salvación; los deseos de justificación partiendo de un estado de
pecado.
Modelados por todas estas preocupaciones, los apócrifos veterotestamen-
tarios, en especial los apocalípticos, desarrollan una cierta visión del mundo
que varía algo, naturalmente, de unos escritos a otros, pero que tiene los siguien
tes rasgos comunes:
84
mesías abrirá de nuevo el paraíso de par en par para los justos. Dios
oculta al mesías durante un tiempo de la historia, pero al final de ella
aparecerá indefectiblemente.
6. La gloria es el estado definitivo del justo. Para la mayoría de los apó
crifos, del israelita piadoso; para algunos, de todo ser humano justo.
85
primeros siglos, que introdujeron variantes o añadidos con fines apologéti
cos. Se precisará un poco más este marco cronológico cuando a continua
ción se trate de cada uno de los apócrifos importantes conservados en len
gua griega.
Del bloque de salmos y oraciones, únicamente entran dentro del ámbito de este
capítulo los Salmos de Salomón, pues las denominadas Odas de Salomón (de
comienzos del siglo II d. C.), en verdad muy interesantes por sus doctrinas
gnósticas, se han conservado sólo en siríaco y copto.
86
El lugar de composición es probablemente Jerusalén, o alrededores, ya que
esta ciudad ocupa un lugar central en los pensamientos del autor. Su lengua
original fue probablemente el hebreo. Pero ese texto se ha perdido, y sólo se
conserva la versión al griego. (Traducción castellana en AATIII [22002], 13-78,
de A. Piñero.)
Este escrito parafrasea los tres primeros capítulos del Génesis. Se ha conserva
do en dos recensiones, una griega, llamada también Apocalipsis de Moisés, y otra,
latina, que es propiamente la Vida.
El texto griego relata en primer lugar (tras un prefacio) el asesinato de Abel
por Caín. Luego presenta a Adán en su lecho de muerte, en donde cuenta a
Eva y sus descendientes que su enfermedad (y posteriormente las de todo el
género humano) es un resultado del primer pecado. Adán pide a Set, su hijo,
y a Eva que vuelvan al Paraíso a buscar un cierto aceite milagroso que pueda
aliviarle sus dolores. Set ejecuta la orden, y en el camino es atacado por una
bestia salvaje; con ello aprende que este desorden de la naturaleza es también
un producto del pecado. Ya en el Paraíso, Set se entera por boca del arcángel
Miguel que el aceite curativo no le será entregado hasta el día de la resurrec
ción. Set y su madre regresan cabe el lecho de Adán, el cual pide a Eva que
cuente la historia del pecado en el Paraíso. Así lo hace, siguiendo los pasos
conocidos. Dios aparece en el Paraíso para anunciar los castigos y Eva se arre
piente con grandes lamentos. Adán muere y su alma es purificada en el lago
Aqueronte; luego es conducida al paraíso celeste, mientras su cuerpo (y el de
su hijo Abel) son preparados para el entierro en el lugar precisamente en el que
87
Adán fue creado. Seis días más tarde muere Eva y su cuerpo es enterrado en el
mismo lugar.
La versión latina describe el arrepentimiento de la primera pareja, cómo
Satán disfrazado de ángel engaña a Eva por segunda vez, induciéndole a inte
rrumpir su penitencia. El Diablo cuenta a Adán y Eva su caída del cielo: se
debió a haberse negado a adorar a Adán como imagen más perfecta de Dios
que los espíritus angélicos. Tras su muerte, Adán es trasladado al paraíso celes
te y Eva ordena a sus hijos que conserven la historia de sus padres para la pos
teridad en tablas de piedra y arcilla.
El texto griego, más amplio, conserva al parecer el núcleo más antiguo de
un ciclo de Adán, compuesto de obras diversas, transmitido entero en arme
nio y en antiguo eslavo, aunque muy reelaborado por los cristianos. Los títu
los de este ciclo eran, entre otros, El combate de Adán y Eva; La caverna de los
tesoros; El Testamento de Adán; Libro de las hijas de Adán, etc.
El autor debió de ser un judío palestino, afín al ideario de los monjes de
Qumrán, definales del siglo i a. C. que escribió la obra en hebreo, ya que la versión
griega parece haber sido traducida de esa lengua.
Su teología se centra en el pecado y la escatología, y representa un testi
monio vivido de la creencia en la resurrección, el juicio, y el estado intermedio
de las almas a la espera de la gloria definitiva. El autor atribuye gran importan
cia a la oración, al ascetismo (hay separación de sexos en el paraíso, incluso
entre los animales) y al recto cumplimiento de los ritos funerarios. El hombre
es el ser supremo de la creación, imagen de Dios, y superior por su espíritu a
los ángeles, que poseen sólo una función ministerial. (Versión castellana de N.
Fernández Marcos en A A TII317-337.)
88
El autor no es un griego cualquiera de Alejandría, sino un judío importan
te de la ciudad, muy devoto de su religión, y que de algún modo tuvo que ver
o se interesó por el proceso de la traducción del Pentateuco.
La lengua original de esta “carta” fue, sin duda, el griego; respecto a lafecha
de composición varía la opinión de los estudiosos, por lo que hay que conten
tarse con señalar el período entre el año 250 a. C y el 100 d. C., fecha en la
que esta “carta” fue utilizada por el historiador judío Flavio Josefo.
El género literario no es propiamente el epistolar, sino el narrativo: una leyen
da sagrada que intenta explicar un hecho importante de culto, como es el impul
so y proceso que llevaron a la gran empresa de verter al griego las Escrituras
hebreas.
La teoíogíd de este apócrifo es de tenor eminentemente apologético. En pri
mer lugar, defender la validez de la versión griega de la Biblia hebrea que utili
zaban los judíos helenizados del Egipto ptolemaico; ésta era exacta y fidedigna,
y no contenía errores, tal como pretendían ciertos judíos de Palestina. En segun
do, demostrar ante los ojos de los paganos griegos, gracias al aprecio del rey, que
las concepciones sobre Dios, la ley de Moisés y la teología judía en general son
superiores a las de los gentiles. El Dios judío es el único, universal, para todos;
y la ley judía es buena y beneficiosa para el ser humano. Los formados en la Ley
Esta obra expande un episodio de la vida del hijo de Jacob, José, poco cono
cido a través de la Biblia canónica (Génesis).
El texto nos presenta a José (ya lugarteniente del Faraón) en uno de sus via
jes por Egipto, que lo conduce a la ciudad donde es sacerdote el padre de Ase-
89
net, doncella de la que están prendados numerosos pretendientes. La joven lle
va una vida de comodidad y lujo, a la vez que se nos muestra como un alma muy
religiosa que nada quiere saber de casamientos. Los padres de Asenet intentan
convencer a la muchacha para que acepte a José como esposo; pero ella se nie
ga. Un José resplandeciente llega a casa de Asenet. La joven se lamenta de haber
lo rechazado y desea convertirse en su esclava. Se obsequia con una recepción a
José, y Asenet le es presentada. José la rechaza como esposa porque es pagana.
José continúa su viaje, y, una vez sola, la doncella se retira a sus aposentos y
rompe con su pasado de adoradora de ídolos falsos. Dios se le manifiesta a tra
vés de un ángel y recibe un mensaje del cielo en el que se acepta su arrepentimien
to y se le promete un futuro envidiable. El ángel purifica a Asenet a través de unos
ritos simbólicos y desaparece. José vuelve del viaje y acepta por esposa a una Ase
net ya convertida al Dios de los judíos. Se celebra la boda, pero el hijo del Fara
ón, antiguo pretendiente, siente renacer sus deseos de hacer a Asenet su esposa.
Para ello solicita la colaboración de Simeón y Leví, hermanos de José, que se nie
gan. Fracasado este perverso proyecto, el hijo del Faraón entra en tratos con Gad
y Dan para que maten a su hermano José, a quien odian, y rapten a la mucha
cha. Asenet parte de viaje y es atacada por aquéllos. Pero Benjamín, que acom
pañaba a la mujer de su hermano, logra desembarazarse de sus atacantes y herir
al hijo del Faraón. Dan y Gad se arrepienten ante Asenet, y ésta impide que Simeón
y Leví los maten. El hijo del Faraón muere de resultas de sus heridas y lo mismo
le ocurre al monarca, apenado por la desaparición de su hijo. Le sucede José como
regente, el cual cede más tarde el trono a otro hijo del Faraón.
El autor entrevera las ideas teológicas con la trama novelesca. La acción de
la primera parte gira en tomo a la conversión de Asenet, que le permitirá casar
se con José, el modelo del “piadoso” judío. El paso de la miserable idolatría a
la verdadera religión es una auténtica y nueva creación del ser humano. Pero el
camino es doloroso. Ha de comenzar con el rechazo absoluto de los ídolos y
debe continuar con una verdadera penitencia. Para el autor el converso adquie
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
90
talidad. La frase que aparece en el capítulo 16 de JyA (v. 9), cuando la heroína
come de un panal que le ofrece un ángel (“el que coma de este panal no mori
rá nunca”) encuentra su exacta contrapartida, en positivo y en negativo, en Jn
6,50-51: “Aquí está el pan que baja del cielo; el que coma de este pan vivirá
para siempre”. Y de modo semejante, el descanso eterno que Dios ha prepa
rado para sus elegidos, según el capítulo 8 de JyA, es substancialmente el mis-
mo que proporcionarán las “muchas moradas” que Jesús prepara para sus dis
cípulos Qn 14,lss). En el mismo capítulo 8 de esta novela la conversión a Dios
como un paso de las tinieblas a la luz recuerda inmediatamente idéntica con
cepción en 1 Pe 2,9 y la conocida dualidad “luz/tinieblas” del Evangelio de
Juan. Lo mismo puede afirmarse de la oposición error/verdad que aparece en
este mismo capítulo de la novela. El tránsito de la muerte a la vida, símbolo de
la conversión, lleva a Jn 2,24 y 1 Jn 3,14. La renovación por el espíritu y la revi
vificación por la vida divina recuerda inmediatamente ideas similares en Heb
6,6; Rom 9,20 y jn 6,36 entre otros textos del Nuevo Testamento. La descrip
ción de la “torre” maravillosa en la que vive aislada y gozosa Asenet es muy
similar a la de lajerusalén celeste en el Apocalipsis 21-22.
Entre los apócrifos del AT existe otro ciclo que gira en tomo a la vida y pala
bras de algunos profetas significativos.
91
4 .9 .1 . M artirio de Isaías
Esta obra es una leyenda judía, traducida al griego e intercalada por una mano
posterior en el núcleo de una obra cristiana, la llamada Ascensión de Isaías, con
servada completa sólo en lengua etíope. La antigua leyenda comprendía pro
bablemente los w. l,l~2a; 1,7-3,12 y 5,1-14 de la obra posterior.
El contenido de la narración es el siguiente: tres años antes de su muerte,
el rey Ezequías llama a su hijo, Manasés, para darle diversas instrucciones. El
profeta Isaías predice que Manasés obrará impíamente y que le condenará a
muerte. Efectivamente, cuando Manasés sucede a su padre, Jerusalén se con
vierte en el lugar preferido de todas las abominaciones contra la Ley. Isaías huye
al desierto, junto con un grupo de profetas, donde se alimentan de hierbas sil
vestres. El falso profeta Bejira descubre el lugar donde se oculta Isaías y lo acu
sa ante el rey de tres cargos: primero de predecir falsamente la caída de Jeru
salén y la del rey; segundo, de contradecir a Moisés, afirmando haber visto a
Dios; tercero, de llamar ajerusalén “Sodoma” y a sus príncipes “el pueblo de
Gomorra”. Manasés manda prender a Isaías y le condena a morir aserrado vivo.
Mientras tiene lugar el proceso de aserramiento, Bejira, actuando en nombre
de Satán, intenta convencer a Isaías para que se desdiga. Pero con la ayuda del
Espíritu Santo, el profeta se mantiene en la fe, maldice a Bejira y a los poderes
demoníacos que lo poseen, y muere.
Las ideas teológicas de este apócrifo se hallan en conexión con la posible
identidad del desconocido autor. Se ha pensado con cierta razón que las con
cepciones de esta obra están de acuerdo en el espíritu de los esenios de Qum
rán, especialmente la noción de los dos espíritus que residen dentro del ser
humano y que guerrean entre sí, el Espíritu Santo que apoya a Isaías; Belial, el
espíritu malvado, que sostiene al rey Manasés y al profeta falso. La oposición
de los esenios al culto oficial de Jerusalén puede verse reflejada en la lucha de
Isaías contra la figura del rey y su profeta. La retirada de Isaías al desierto sería
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
92
4 .9 .2 . Paralipómenos o Restos de Jeremías
93
vez, debe albergar la certeza de la misericordia divina, que lo restituirá a la patria.
La esperanza escatológica es firme también en el autor: los justos resucitarán
incluso con su cuerpo (simbología del milagro de los higos, frescos durante
más de 60 años). La fidelidad a la Alianza exige del pueblo la separación de
todo trato con los gentiles e incluso la dolorosa renuncia a los matrimonios
mixtos.
El autor de los Paralipómenos es desconocido, pero debía de ser un israeli
ta muy próximo al ideario fariseo, como se deduce de sus doctrinas. No se sabe
más de él. El género literario de la obra no es claro: tiene rasgos de “leyenda
sagrada” popular, a la vez que presenta las características de un escrito de edi
ficación o exhortación moral.
Lafecha de composición debe situarse después de la caída dejerusalén en el
año 70 d. C. y antes de la segunda guerra judía (130 d. C.), ya que el autor se
mueve en tomo a las preocupaciones que suponían en su tiempo la aniquila
ción dejerusalén por los romanos, y la dispersión del pueblo, y en absoluto
alude a los terribles acontecimientos de esa segunda revuelta. Cuál era la len
gua original es materia de discusión: pudo ser el hebreo o el arameo. Los cris
tianos recogieron la obra, la tradujeron al griego (o quizá la encontraron ya así),
le añadieron un episodio final más algunas frases y, probablemente, la conser
varon porque el escrito podía ser entendido simbólicamente como una invita
ción a los judíos a convertirse a la fe del verdadero mesías, jesús. (Versión cas
tellana de L. Vegas en A A TII353-383.)
94
El autor debió ser un judío palestino, ya que conoce bien la geografía del
lugar. Por las tradiciones que recoge se supone que vivió en el siglo I d. C.
La obra debió de componerse originalmente en griego y tuvo éxito, pues
ha llegado hasta nosotros en cuatro recensiones diferentes con notables varian
tes entre sí.
Se discute cuál fue la intención de las “vidas” y su género literario, pues no
parece inculcar ninguna idea específica. Se ha llegado a suponer, no sin razón,
que más que una orientación biográfica, estas “vidas” son guías “turísticas”
para personas piadosas que querían recorrer los lugares santificados por la pre
sencia de los profetas. Se ha sostenido también que las ideas judías sobre la
muerte de muchos profetas y su relación con Jerusalén pudo haber influen
ciado en la decisión de Jesús, que se tenía por un auténtico profeta, de buscar
su muerte enjerusalén. (Versión castellana de N. Fernández Marcos en AAT II
513-525.)
4.10. Apocalíptica
Dentro del amplio grupo de apocalipsis y otros escritos conexos se debe men
95
bres. Pecan con ellas, engendran a los gigantes y enseñan a los hom
bres toda clase de maldad, por lo que se produce el primer castigo de
esos ángeles perversos. Sin especial relación con lo que antecede, siguen
luego un par de viajes celestes de Henoc. En el primero contempla diver
sos misterios de la naturaleza como las cámaras donde se guardan la
luz, de los rayos y los vientos. En el segundo ve el infierno, el paraíso
y las puertas por donde salen los vientos.
los rayos solares. Cada tarde, cuatro ángeles purifican al sol de las impu
rezas que se le hayan pegado con el contacto terrestre. Luego contem
pla el vidente los secretos de la fases lunares. En el cuarto cielo se halla
un lago. Allí diversos pájaros alaban al Señor: son las almas de los ju s
tos. En el quinto cielo moran los ángeles custodios de los hombres.
Esos espíritus son los que llevan los dones (o buenas obras) de los seres
humanos a la divinidad, en realidad a los pies de Miguel, quien, a su
vez, los presenta a Dios. El visionario no penetra en este último cielo,
sino que es una voz celeste la que le explica lo que allí ocurre. Al tér
mino de su viaje, Baruc vuelve a la tierra y exhorta a sus hermanos a
dar gloria a Dios. El autor se pregunta la razón por la cual ha sido des-
96
truida Jerusalén. La respuesta divina elude la cuestión y le insta a que
deje de preocuparse de la ciudad santa y se concentre en los misterios
divinos.
3. Del Apocalipsis griego de Daniel poco hay que decir, puesto que los
especialistas están de acuerdo en que es una obra que procede del
siglo IX: lo que describe son las guerras entre Bizancio y el islam. Sin
embargo el texto aparece editado en OTP I 755-770 como apócrifo
del AT, quizá porque la segunda parte del escrito (caps. 8-14) re
coge tradiciones judías antiguas sobre el fin del mundo semejan
tes al Apocalipsis siríaco de Baruc, Libro 4 de Esdras y Oráculos sibilinos
judíos.
97
4. Apocalipsis griego de Esdras
98
4.11. Literatura de "te sta m e n to s”
Bajo este nombre han sobrevivido doce piezas, en principio de origen autóno
mo -a l menos algunas de ellas, como los Test, de Leví, Judá, Neftalí-, luego
reunidas en último término por una mano cristiana. Esta efectuó, además, en
el texto diversas interpolaciones.
Los doce Patriarcas son los hijos de Jacob (cf. Génesis desde el cap. 25 al
final), que al morir hacen un repaso de su vida e imparten diversos consejos a
los que rodean su lecho. Los doce “testamentos” tienen todos una estructura
literaria parecida: a) Un preámbulo en el que se presenta al personaje que va a
99
el ser humano conserva su libertad. El autor, o autores, mantienen una cre
encia firme en el mesías. En estos “testamentos” no aparece claramente, como
en Qumrán, la fe en un mesías doble, pero sí es nítida la idea de que la sal
vación de Israel se llevará a ¿abo cuando aparezca un personaje, enviado por
Dios, que ejecute a la perfección las funciones ideales de Judá (guerreras), y
las de Leví (sacerdotales), teniendo la primacía estas últimas. El modelo de
todas las virtudes es José, especialmente de la castidad, paciencia y amor al
prójimo. Hay que practicar todas las virtudes, especialmente la sencillez de
corazón, la generosidad y sobre todo el perdón de las ofensas. La huida acti
va de los vicios, sobre todo de la fornicación, es la otra cara de esta moneda.
El premio de todo ello es la resurrección. En los TestXII adquiere esta noción
tintes universalistas: todos los hombres, no sólo los israelitas (Libro de ¡os Jubi
leos, Salmos de Salomón), resucitarán; unos, para la gloria; otros, para el cas
tigo eterno.
Sobre el autor, y sobre el medio de origen y lengua original de este docu
mento compuesto existe una interminable discusión entre los estudiosos.
Debido a las interpolaciones cristianas de la obra, se ha supuesto que TestXII
son, en conjunto, una obra cristiana. En este caso su lengua original sería el
griego y su fecha debería situarse entre finales del siglo I y el siglo II de nues
tra era. Otros, afirmando que tales interpolaciones -q u e no existen en la ver
sión armenia- son pocas y fácilmente discemibles, sostienen que TestXII es
una obra esenia y que debe datarse en la segunda mitad del siglo I a. C. en
Palestina, siendo su lengua original el hebreo. Finalmente, otros investigado
res matizan afirmando que un escrito, o un ciclo de los “patriarcas” (básica
mente judío; en hebreo o arameo, y anterior a la época cristiana: hacia el siglo
II a. C.), fue luego reelaborado por una mano judía, que compuso el conjun
to en griego, en Alejandría, en los primeros años de nuestra era. Posterior
mente los cristianos, hacia el siglo m d. C. o el iv, volvieron a reelaborar el
escrito añadiéndole temas de la nueva fe, como la identificación del mesías
con Jesús. Esta última opinión es la que nos parece más convincente. (Texto
castellano de A. Piñero en AAT V 11-158.)
En este apócrifo el autor no presenta sólo las últimas voluntades del “santo y
paciente” Job, sino una semblanza completa y atractiva de su héroe.
El libro relata cómo Jobab, un pagano hijo de Esaú, se convierte a la reli
gión verdadera, el judaismo, tras una revelación angélica. Su nombre cambia
entonces a Job. Luego, en medio de multiples pruebas y sufrimientos, actuará
siempre de acuerdo con su fe y confianza en el Dios único. El origen de los
males de Job radica en la tenaz oposición de Satán, pues el converso se había
enemistado con él al derruir un templo idolátrico, consagrado en último tér
mino al diablo, ya que los falsos dioses no son otra cosa que demonios disfra
zados.
El autor describe las riquezas de Job y sus inmensas obras de caridad.
Luego, cómo Satán mata a sus hijos, cómo le arrebata sus propiedades y le
condena a vivir en un estercolero entre enfermedades y miserias. Aparecen
luego en escena tres reyes, antiguos amigos de Job, que dialogan con él sobre
el origen de los males que le acosan. ¿Es Job culpable ante Dios? En medio
del diálogo, en el que Job se muestra como un místico a quien la divinidad
ha otorgado la visión de su “trono”, aparece Sítidos, su mujer, y suplica a los
amigos que le ayuden a rescatar los cadáveres de sus hijos. Jo b lo impide,
asegurando que sus cuerpos han resucitado y se hallan ya en los cielos. Con
fortada con esta noticia, muere Sítidos. Más tarde, en una teofanía, Dios jus
tifica a su siervo Job, lo declara inocente y le recomienda hacer sacrificios por
sus amigos. La herencia de Job es el objeto de la última parte de este apó
crifo. Tras la justificación divina, el héroe recobra sus riquezas y vive feliz. Sin
tiendo cercan su muerte, reparte entre sus hijos varones todos sus bienes. A
101
Las ideas sobre el oponente de Dios, el Diablo, son parecidas a las que se
encuentran entre los esenios. Satán se halla sometido rotundamente al poder
divino, aunque su intención, siempre, es apartar al ser humano de la divinidad
única y verdadera. Para el sabio, el mundo es totalmente efímero e inestable;
la salvación consiste en percibir esa inestabilidad y obrar en consecuencia; con
ello se conseguirá el premio del cielo. A pesar de todo no se aprecia en Testjob
una actitud ascética o de rechazo pesimista de los bienes de la tierra. El justo
vive ya en su vida un preludio de la vida celeste. Como consecuencia de la jus
ticia divina, el reino de los santos elegidos será eterno; se sentarán en tronos a
la derecha del Padre, mientras que los malos, por el contrario, perecerán para
siempre, víctimas de la ira de Dios.
Autor, el Testjob es un escrito también anónimo. Sobre la personalidad del
autor se han vertido teorías dispares. Para unos, el autor sería un cristiano, que
escribe en griego y que debió vivir en los siglos II o III d. C. Para otros, la mayo
ría, parece imposible ver en esta obra un producto cristiano, ya que no nom
bra ajesús o su entorno en ningún momento, sino un escrito esenio; su len
gua original habría sido el hebreo y se habría originado al principio del siglo I
de nuestra era, o antes. Ambas posiciones parecen insostenibles. Lo más pro
bable es que el autor del Testamento fuera un judío, de la diáspora de Egipto,
no perteneciente a ninguna secta especial, aunque de tendencia mística que
escribe en griego un esbozo de historia de Job con afán proselitista.
Lafecha de composición debe situarse antes de la Carta de Santiago, que cono
ce este apócrifo (cf. 5, 11), por tanto al principio del siglo I d. C. (Texto caste
llano en AAT V 161-216, de A. Piñero.)
Es preciso mencionar aquí a propósito de la figura de Job a un cierto Aris-
teas, “exegeta”, que al parecer nada tiene que ver con el autor desconocido que
se hace llamar del mismo modo en la Carta de Aristeas a Filócrates; cf. 4.8.2 en
este capítulo. Este otro Aristeas es conocido por una única cita de Eusebio de
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
102
por Dios con tal de no apartarse de su Ley. E ljo b de Aristeas omite la primera
faceta y sólo presenta la segunda, por lo que se parece más al Job del Testa
mento.
Este Aristeas es interesante como muestra de la extensión de leyendas dife
rentes sobre un mismo personaje, y como ulterior confirmación de que el tex
to de los LXX iba suplantando entre los judíos de Alejandría la forma hebrea
de la Biblia.
Se han barajado tres regiones como posibles lugares de composición del núcleo
de este apócrifo: Egipto, Palestina y Asia Menor, sin que existan argumentos
contundentes para decidirse por alguna de ellas en particular. (Texto castella
no de A. Piñero en AAT V 325-390.)
Este apócrifo ha sobrevivido en dos recensiones en lengua griega, una más bre
ve que la otra (designadas como A y B). Los estudiosos no llegan a ponerse de
104
acuerdo sobre cuál es la original, y se ha pensado que son independientes entre
sí, basadas en documentos distintos. En las ediciones modernas suelen edi
tarse las dos, en columnas paralelas. Las líneas generales de la historia son, sin
embargo, muy parecidas:
El apócrifo narra el fallecimiento de Abrahán y los sucesos que anteceden.
Cuando llega el momento de la muerte del patriarca, Dios envía al arcángel
Miguel para informarle de su fin, para que se prepare y disponga su testamen
to (en la obra, en realidad, no llega a hacerlo). Abrahán no reconoce al ángel y
éste no se atreve a anunciar al patriarca su final. Asciende de nuevo Miguel al
cielo y confiesa ante Dios que no ha sido capaz de cumplir su cometido. Dios
decide entonces que Abrahán se entere de su muerte a través de su hijo Isaac.
Este tiene un sueño en el que ve cómo el sol y la luna son arrebatados de su
cabeza. Tras la interpretación de Miguel, Abrahán cae en la cuenta de lo que le
va a suceder. Pero no está dispuesto a morir, y solicita que le sea concedido ver
antes el mundo y los que en él habitan. Miguel consulta a Dios, que accede a
la petición y al viaje, y dispone que Miguel sea el acompañante.
Durante el trayecto celeste Abrahán ve a varias personas pecando, y solici
ta a Dios la muerte para ellas. Así ocurre. Dios ordena entonces que se deten
ga el viaje, ya que él es misericordioso y pospone siempre la muerte de los peca
105
restringe a los judíos piadosos, sino que abarca también a los gentiles, ya que
los actos pecaminosos y las virtudes son buenos o malos en sí, no porque estén
determinados por la Ley. La expiación por los pecados queda reducida al arre
pentimiento y a la muerte prematura. La inmortalidad del alma ocupa un lugar
importante en esta obra, aunque la doctrina de la resurrección sólo parece men
cionada expresamente en una de los dos recensiones (B). Los tres juicios de
este apócrifo se refieren a la vista particular tras la muerte, y a dos fases del jui
cio universal, definitivo, tras el fin del mundo. Esta concepción del triple
juicio diferencia nítidamente a este apócrifo de los demás, en los que no se
halla esta idea.
El medio de origen del desconocido autor es discutido. Algunos investiga
dores han puesto de relieve ciertos matices esenios de la obra, mientras que
otros recalcan las diferencias con el espíritu de esta secta; por ejemplo, el ban
quete fastuoso de Abrahán frente al ascetismo esenio. Probablemente nunca se
podrá dilucidar con exactitud su proveniencia, por lo que será necesario con
tentarse con afirmar que el núcleo de este escrito es bien judío y no cristiano.
Lafecha de composición varía entre los estudiosos según se admita un origen
esenio o no, o se piense en algún otro medio de origen. Se ha señalado, para el
núcleo de este apócrifo una fecha que media entre el siglo i a. C. y el ii d. C. (Tex
to castellano de L. Vegas en AAT V 441-527.)
capítulo 5 Literatura sapiencial
y fragmentos de obras
literarias judeohelenísticas
perdidas
108
los aires, libre. Hay que apartarse de todo mal, especialmente de los pecados
contra el uso no recto del sexo; el matrimonio, por ende, orientado específi
camente a la procreación, es algo bueno y una meta hacia la que todos deben
tender.
Para la práctica de la virtud bastan las solas fuerzas humanas. A ella con
tribuye sobremanera el trabajo ordenado y la huida de la ociosidad, así como
la moderación y la continencia en todo. El sentido de la justicia es lo funda
mental en el comportamiento.
El medio de origen del autor de estos hexámetros hay que buscarlo proba
blemente en la sociedad culta judía de Alejandría. En esa ciudad podían muy
bien darse los elementos necesarios para componer esta especie de opúsculo
poético de propaganda israelita. Esta afirmación no implica necesariamente una
actitud misionera en sentido estricto, sino sólo de exaltación de los valores judíos
de ámbito universal.
En cuanto a su fecha de composición debe decirse que el estudio de la len
gua, en especial la utilización de vocablos sólo atestiguados en época tardía, y
de las ideas, sobre todo la influencia del estoicismo ya popularizado, parecen
apuntar a un lapso temporal entre el 50 a. C. y el 100 d. C.
110
hasta bien entrado el siglo il o m d. C. para el libro 14. La datación aproximada se
logra al descubrir alusiones a eventos que conocemos bien por la historia (por ejem
plo, referencias a la destrucción dejerusalén en el 70 d. C. [Libros 4 y 5]). La pri
mera recopilación fue hecha por mano cristiana en el siglo IV d. C., mientras que
se ha pensado en el siglo VI para la segunda y definitiva colección ya que el prólo
go de este corpus utiliza la llamada Teosofía de Tubinga que es del siglo v d. C.
La importancia teológica de los Oráculos Sibilinos radica más en lo que repre
sentan que en sus ideas propiamente tales. Ante todo los OiSib judíos hacen hin
capié especial en el monoteísmo, y en los valores religiosos y sociales de los judíos
en contraposición a la idolatría y prácticas corruptas de los paganos, en especial
de Grecia y Roma. El deseo de la apologética judía del siglo III a. C. de utilizar
material pagano para dar testimonio de la veracidad de su religión y de la unici
dad del Dios adorado por los israelitas supone por un lado un afán propagandís
tico, que emplea el mismo argumento que el Rseudo Focílides: los mejores de los
paganos están de acuerdo con las ideas judías y, por otro, un intento de vencer
ese deseo de exclusividad y apartamiento tan típico judío en pro de construir cier
tas ideas religiosas universales sobre una base común con el paganismo.
Dentro del ideario religioso judío es la escatología la que ocupa la plaza
dominante en los Oráculos. Estos predicen la llegada de un salvador/mesías
(especialmente en el libro tercero) ; que la tierra será transformada y sobreven
5,2.2. Teódoto
cionó a la joven”, por lo que la pide en matrimonio. El padre del violador pre
tende llegar a un acuerdo sobre el futuro matrimonio con los israelitas, los hijos
dejacob. Estos, llenos interiormente de rabia ante lo sucedido, simulan acep
tar un pacto, pero exigen al pueblo de Jamor y Siquén que entren en la Alian
za y se circunciden. Así ocurre, y cuando están los siquemitas entre dolores por
la rudeza de la operación (este motivo, bíblico se da por supuesto, aunque de
hecho no aparece en el fragmento), Simeón y Leví, hermanos de Dina, toman
cruel venganza de ellos, degollándolos, con mención especial del padre y del
hijo, y saqueando su ciudad.
A propósito de la narración, el autor del poema describe la zona y ciudad
de Siquén, la historia dejacob, su viaje a Mesopotamia; sus bodas, sus hijos,
112
y las leyes sobre la circuncisión y su importancia (Gn 17). Justifica también la
bárbara venganza de Simeón y Leví por el pésimo natural de los siquemitas y
por la injusticia que previamente habían cometido. El poema parece concluir
con la vuelta de los israelitas con su botín de guerra.
Los adornos por parte del poeta Teódoto de la historia del Génesis coinci
den con datos sobre el mismo tema que aparecen en el Libro dejudit, en el Tes
tamento de Leví (uno de los TestXII), y en otro apócrifo denominado Libro de los
Jubíleos. La obra de Teódoto debe, pues, situarse en tomo al siglo II a. C. que
es cuando circulaban tales tradiciones. Una ulterior precisión la ofrece la arqueo
logía. En el fragmento 1 dice el poeta que la ciudad de Siquén tenía “una mura
lla bien cuidada en tomo a ella”. Se sabe que a partir del 150 a. C. esa muralla
quedó semiderruida. Luego el poeta describe una situación anterior a esa fecha
(F. Fallon, en OTP II 788 y n. “i” al frag. I).
El lugar de origen del poema es desconocido. Los comentaristas piensan o
bien en Alejandría, por el cultivo de la poesía épica en el helenismo, o bien en
Samaria, lugar donde transcurre la acción de los fragmentos, lo que parece
menos probable.
Del autor nada se sabe directamente.
De un poeta trágico, judío, llamado Ezequiel por Eusebio (PE IX 28, 1) y por
Clemente de Alejandría (Stromata 1 23, 155), se han conservado unos 270 ver
sos de una tragedia original sobre el éxodo del pueblo israelita de Egipto (Ex
1-15). El autor se inspira libremente en la narración bíblica y escribe en tríme
tros yámbicos, pie usual en la tragedia, una obra dramática que lleva el título
de Exagoge, “Salida”. La lengua y disposición poética de la obra imitan a los
trágicos de época clásica, sobre todo a Esquilo y a Eurípides. La extensión mis
ma del fragmento, conservado tanto por Eusebio como por Clemente, hace de
esta obra uno de los ejemplos más importantes de tragedia en época helenísti
ca, donde no abundan precisamente los restos de este tipo de obras.
El tema de esta tragedia es conocido por el Pentateuco: nacimiento de Moi
sés y exposición del niño en un canastillo que flota sobre las aguas; recogida
del infante por la hija del Faraón; huida de Moisés de palacio cuando ya es adul
to; visita a sus hermanos hebreos; asesinato de un egipcio injusto por parte de
Moisés... ; casamiento de éste con Séfora; vocación de Moisés y episodio de la
zarza ardiendo; plagas sobre los egipcios por medio de las cuales Dios fuerza
la voluntad del Faraón para permitir la salida de Egipto; primera Pascua y hui
da de los hebreos; desastre de los egipcios en el Mar Rojo y llegada a Elim (Éx
15,27).
Del autor sólo se sabe que era un poeta conocido por ésta y otras obras,
según afirma Clemente de Alejandría. La fecha de composición es difícil de deter
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
minar con exactitud, pero debe situarse en un arco temporal entre la traduc
ción del Pentateuco del hebreo al griego (Carta de Aristeas: comenzada hacia el
270 a. C.: cf. 4.8.2) y la primera recogida de los fragmentos por parte de Ale
jandro Polihístor (a más tardar, hacia el 50 a. C.). El primer término de este arco
se deduce de los puntos de contacto entre los pasajes de Ezequiel y el texto
griego de los LXX. Esta versión era ya, pues, bien conocida.
114
5 .2 .4 . Demetrio, el cronógrafo
El atractivo de este autor se revela en que en él puede verse cómo se inician los
estudios de cronología en el judaismo y en el hecho de que con esta ciencia
histórica fueron unidos los comienzos de un análisis exegético “racionalista”
de la Biblia.
Lugar de origen: no puede saberse con exactitud, pero los estudiosos están
de acuerdo en que se debe postular Alejandría por dos razones. La primera es
el uso de los LXX, de una manera consistente y exclusiva. La segunda porque
allí florecían los estudios de cronología. Demetrio encajaría con un ambiente
intelectual adecuado.
Es una lástima que sólo se conserven cinco fragmentos de este autor, porque
él representa sin duda el primer ejemplo histórico de un filósofo judío -claro
116
antecedente de Filón de Alejandría- que intenta hermanar la antigua sabidu
ría hebrea con el racionalismo, la ciencia y la filosofía griegas. Como filósofo
era Aristóbulo, según Eusebio de Cesarea, seguidor de Aristóteles y conocedor
de Platón, Pitágoras y otros. Como hermeneuta, Aristóbulo puso las bases para
una interpretación alegórica de las Escrituras, que encontrará su culmen en
Filón. La teoría de los diversos sentidos de los pasajes bíblicos comienza con
él, aunque su modo de interpretación carezca aún de sistematismo y de un
carácter técnico bien definido.
Eusebio es igualmente quien ha conservado los textos de Aristóbulo, tan
to en HE VII 32,16-18 (frag. 1), como en PE VIH 9, 38-VIII 10,17 (frag. 2). Los
frags. 3, 4 y 5 aparecen en la misma obra, PE X III12 - X III13. El contenido es
el siguiente:
119
al hablar de Artápano y del Pseudo Hecateo- sea la de “historiografía compe
titiva”, pues su interés radica en situar a los judíos en una posición superior a
los demás pueblos.
Igualmente, bajo el nombre de Eupólemo, hay otro interesante fragmento
en Eusebio, PE IX 17,2-9. Ciertos críticos han dudado de la conveniencia de
adscribirlo al autor aquí tratado. Pero no se ven razones suficientes para no
aceptar el testimonio de Eusebio, quien dice expresamente que el texto en cues
tión fue compuesto por Eupólemo.
Lo interesante del pasaje es cómo el “historiador” judío presenta a Abra
ham: nacido en Babilonia en la décima o decimotercera generación después de
Adán, aprende astrologia y el arte de los caldeos (¿matemáticas?) de labios
de Henoc (Gn 5,7). Después de practicar su arte en Babilonia, pasa a Fenicia
donde imparte las mismas enseñanzas. Finalmente, se traslada a Heliópolis en
Egipto y continúa allí enseñando astrologia a los egipcios.
Es curioso cómo el fragmento afirma que Crono engendra entre otros a
Belo y a Canaán, padre del fundador de Fenicia, y que Atlas, el descubridor de
la astrologia según los griegos, es la misma persona que el judío Henoc.
Este sincretismo de personajes no tiene otra finalidad que unir al judais
mo con la cultura de los griegos, pero afirmando a la vez la antigüedad y supe
rioridad de los judíos.
poner una narración llena de datos “históricos” por medio de la cual los israe
litas pudieran ensalzar sus virtudes como pueblo y responder a las críticas que
desde fuera se le hacían.
Los tres fragmentos no son citas textuales, sino resúmenes de argumentos
hechos por Eusebio, y tratan de Abrahán, José y Moisés. El primero presenta
a Abrahán como maestro del faraón Faretotes, a quien enseña astrologia. El
segundo describe las hazañas de José en el mismo país: consigue el favor del
faraón, administra Egipto sabiamente, divide racionalmente la tierra, con lo que
aumenta la producción agrícola, e inventa un sistema de medidas.
El resumen más amplio concierne a Moisés. Según Artápano, éste es el mis
mo personaje a quien los griegos llaman Museo, maestro de Orfeo. Moisés fue
120
un benefactor de la humanidad: inventó los barcos, diversos instrumentos para
la construcción civil, ingenios para el riego, ciertas armas, el arte de la guerra y
la filosofía. También descubrió que ciertos animales eran sagrados y recomen
dó su culto a los egipcios. Moisés es superior a la diosa más grande entre los
egipcios, Isis, pues ésta es la Tierra y Moisés controla la tierra y sus propieda
des, como se demuestra por el poder de su vara mágica capaz de sacar del sue
lo agua beneficiosa o por las diez plagas, con las que acaba finalmente hirien
do a los egipcios.
Los estudiosos han señalado que es muy posible que cada uno de los ras
gos y acciones sobresalientes de estas personalidades judías benefactoras de la
humanidad representen una respuesta implícita o explicita a ataques manifes
tados en obras compuestas contra los judíos. Así, sabemos por Flavio Josefo
que Manetón (hacia el 280 a. C., cf. 5.6) había acusado a los judíos de atacar
el culto egipcio a los animales sagrados. Pero, según Artápano, Moisés es su
inventor; o de que éste había invadido Egipto con tropas hebreas, lo que, según
Artápano, es justamente lo contrario: Moisés impide a los árabes que marchen
contra el país. Manetón afirmaba también que el faraón huyó de Moisés y bus
có refugio en Etiopía; Moisés, según Artápano, hace exactamente lo contrario:
lucha contra los etíopes para proteger al faraón, etc. No cabe duda, pues, de
que con Artápano encontramos una literatura apologética para consumo exter
no, defender a los judíos, e interno: los judíos son muy antiguos y sus antiguos
121
dirigentes inventaron todo lo beneficioso para la humanidad; y no sólo lo inven
taron, sino que lo enseñaron o compartieron.
No se sabe exactamente cuándo vivió Artápano. Desde luego, antes de que su
obra fuera resumida por Polihístor a mediados del siglo l a. C. Los comenta
ristas, basándose en ciertos detalles de los resúmenes, por ejemplo la mención
de una determinada enfermedad, creen poder precisar algo más, pero todo ello
es inseguro. Sólo se puede afirmar que vivió entre los años 250 y 50 a. C.
La lengua en la que escribió Artápano su obra fue ciertamente el griego.
Era el idioma conveniente para sus fines, y se deduce además de su uso de la
versión de los Setenta. Si la escribió en Alejandría o en otro sitio tampoco es
fácil de saber. Sí es presumible que el país donde se compuso fuera Egipto,
pues toda la trama de la obra se desarrolla allí y, como se ha dicho, parece res
ponder a ataques de Manetón contra los judíos.
En su escrito polémico Contra Apión (1 183-205) Flavio Josefo (cf. cap. 7) hace
un extenso resumen de una obra del historiador helenístico Hecateo de Abde
ra, que escribió hacia el año 3 00 a. C. y compuso una obra sobre Abrahán y
sobre los judíos. Por las datos y expresiones tan favorables a los judíos ofreci
dos por la misma obra los especialistas discuten si lo que cita Josefo corres
ponde verdaderamente a ese historiador griego, o a un judío que suplantó su
personalidad. Lo cierto es, sin embargo, que además de Josefo citan a Hecateo
como historiador favorable a los judíos la Carta de Aristeas, Clemente de Ale
jandría y Orígenes.
Si se acepta la hipótesis de la pseudonimia, el judío desconocido que uti
lizó el nombre del antiguo historiador -quien probablemente mostró verdade
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
122
capítulo 6 Filón de Alejandría
124
aclaraciones siguen un esquema que se acomoda al tenor de la alianza entre
Israel y Yahvé: la creación y los patriarcas; el decálogo; las prescripciones lega
les, rituales y de pureza; la vida moral o las virtudes; premios y castigos. El
comentario da lugar a diversos libros que llevan el título correspondiente al
tema principal sobre el que versan: De la creación del mundo; Sobre Abrahán,
Sobre José, el patriarca; Vida de Moisés; El decálogo; De las virtudes; Sobre los pre-
miosy castigos.
Aparte de los que encaman las virtudes, hay dos personajes más, muy
importantes: José y Moisés. El primero es el modelo del gobernante perfecto
que se rige por la ley natural, igual a la ley de Dios. Lo ideal para Filón sería que
todos los hombres pudieran dedicarse a la verdadera vida, la consagrada a la
filosofía, a la religión y a la mística. Pero como eso no es posible, el gobierno
de la ciudad o de la nación, la política, aparece como un mal necesario para el
hombre en sociedad. Para transformar este mal menor en bien se requiere un
Filón de Alejandria
gobernante que actúe conforme a las leyes divinas. El modelo fue José y su
gobierno de Egipto.
125
des: legislador y “rey”, es decir, dirigente del pueblo, profeta, taumaturgo, sabio.
A él dedica Filón el doble de espacio que a sus antecesores. Quizá esta “bio
grafía” tenga por lectores sobre todo a gentiles, ante quienes el autor desea pre
sentar al mejor hombre de todos los tiempos.
Hay un cuarto grupo de obras filonianas, que o bien son de tema puramen
te filosófico, por ejemplo Sobre la eternidad del mundo, en la que Filón se ocupa
de criticar la concepción estoica sobre una destrucción periódica del mundo por
el fuego de una conflagración universal y una posterior regeneración con el eter
126
no retomo; Sobre la providencia, o bien tratados circunstanciales como la Emba
jada a Gayo y el escrito contra el gobernador Flaco. Es interesante también el estu
dio dedicado a la Vida contemplativa, que contiene una descripción del modo de
vida de un grupo de personas (¿judíos esenios?) que, como los monjes cristianos
posteriores, se habían retirado del mundo y cerca de Alejandría se dedicaban día
y noche a la contemplación y al estudio de la Ley.
etc.) y la doctrina de las virtudes como posición media entre los extremos.
Del estoicismo toma Filón su doctrina sobre las pasiones en el hombre; las
siete clases de funciones de los órganos corpóreos; la división de las cosas mate
riales en cuatro clases: materia orgánica, las plantas, los animales y el hombre;
127
el elevado sentido de lo ético como lo mejor de la filosofía; la exaltación de la
libertad frente a las pasiones (gr. apátheia; esp. “apatía”); el deber de vivir con
forme a la razón; la idea, también socrática, de que lo bueno coincide con lo
bello; el concepto de sabio y su libertad. Su amplio acuerdo con los estoicos
no le impide disentir profundamente con aquellas partes del sistema que eran
inasimilables por un judío piadoso: el materialismo estoico fundamental, su
panteísmo (el conjunto total del universo es la divinidad) y la idea de que el
sabio es un ser autónomo, dependiente en absoluto de sí mismo, que busca
acomodarse a la razón universal que controla el universo. Por el contrario, el
sabio filoniano es profundamente “heterónomo”, es decir, basa su sabiduría en
una ley de fuera, distinta a la suya propia, una ley fundamentada no en el uni
verso y la Razón (Logos) que todo lo gobierna, sino en la existencia de un Dios
personal, espiritual, individual, del que manan todos los bienes, y en la Ley por
él otorgada.
128
otras conduce a un dédalo de conceptos, significados y alusiones que pue
de acabar por confundirlo.
hacia el logro de un respeto hacia él, de modo que “los de fuera” puedan for
mar también una suerte de “religión universal” en la que se observen las nor
mas de la ley natural (que coincide con la mosaica). Al hacer del documento
santo de la comunidad religiosa judía, es decir el Pentateuco, un libro también
griego y universal se cumplía lo que en todo el helenismo había ya pretendido
129
la anterior literatura sapiencial judía: unir sabiduría religiosa con el Logos filo
sófico.
Este propósito de la literatura sapiencial del judaismo helenístico ha sido
sintetizado bien por H. Koester:
logía cristiana en el siglo II. Sobre todo llamó la atención el precedente o las
concomitancias que podía haber entre el Logos de Filón y el del cuarto Evan
gelio (prólogo). Otro impulso muy interesante para los cristianos fue el ale-
gorismo en la interpretación de las Escrituras: Filón fue un ejemplo para seguir
a la hora trascendental, por ejemplo, de encontrar en el Antiguo Testamento,
en textos de muchos siglos atrás y por medio de la alegoría, figuras y tipos del
Cristo futuro. Teólogos de finales del siglo il y principios del III como Clemente
de Alejandría y luego Ambrosio de Milán bebieron con generosidad en las
obras de Filón. Otros Padres admiraron el elevado tono y las exigencias mora
les de este judío de “alma naturalmente cristiana” (dicho así de L. A. Séneca
por Tertuliano), preservaron del olvido sus obras y adoptaron muchas de sus
130
interpretaciones exegéticas. De este modo, con Filón de Alejandría pasó algo
análogo a lo ocurrido con Flavio Josefo: los judíos prefirieron ignorarlo muy
pronto porque los cristianos hicieron de él en algún sentido su primer gran
capítulo 7 Flavio Josefo
LA obra de este historiador, de muy segunda fila a los ojos de los literatos grie
gos y romanos que le sucedieron, es, sin embargo, de extrema importancia para
la cultura cristiana de Occidente. Josefo es la mejor fuente para comprender la
Palestina del siglo I, es decir, el entorno social, político, económico e institu
cional en el que se desarrolló la vida de Jesús de Nazaret.
Josef ben Matatías Guego Flavio Josefo) vino al mundo entre el fin del año 37
y principio del 38 d. C., de noble familia sacerdotal. Según cuenta él mismo,
a los dieciséis años quiso conocer de primera mano las tres tendencias religio
sas principales (“sectas”) de su pueblo: los fariseos, saduceos y los esenios, par
te de los cuales nos han legado los famosos manuscritos del Mar Muerto. Tras
una experiencia ascética de tres años retirado en el desierto, volvió ajerusalén
y abrazó decididamente el fariseísmo.
Flavio Josefo
133
tuvo éxito, pero al volver a Jerusalén se encontró con que la situación política
del país era grave en extremo: la guerra contra el Imperio había sido declarada.
Era de temer que Roma no tardaría en reaccionar con ánimo de venganza.
Las autoridades dejerusalén ordenaron aJosefo trasladarse a Galilea y orga
nizar la defensa ante el previsto e inminente ataque de las legiones. De hecho,
cuando los legionarios romanos, al mando del general Vespasiano y de su hijo Tito,
avanzaron a sangre y fuego por Galilea, Josefo se vio cercado en la ciudad de Jota-
pata. Resistió 47 días, pero finalmente se rindió y se entregó a los romanos.
Vespasiano y Tito se mostraron benévolos con el prisionero, en especial
porque el judío les anunció que Dios le había revelado que ambos habrían de
ser emperadores. Ya le creyeran, o les hiciera gracia la profecía, padre e hijo deci
dieron conservar al prisionero junto a sí. De este modo pudo vivir Josefo jun
to al Estado Mayor romano el resto de la guerra y observar con sus propios ojos
muchas de sus peripecias, entre ellas el asalto y destrucción de la capital, Jeru
salén, y su famoso templo.
Para sorpresa de algunos, Vespasiano fue, en efecto, nombrado emperador
por las legiones, y Tito continuó al mando de las tropas protegiendo al prisio
nero profeta. Terminada la guerra, Josefo se trasladó a Roma con los vencedo
res y fue manumitido. En condición de liberto y “cliente” de Vespasiano reci
bió la ciudadanía romana y una pensión anual generosa, lo que le permitió
dedicarse a su idea de escribir la historia de la guerra judía.
Desde el año 71 hasta su muerte Josefo vivió en Roma, y allí encamó dos
personalidades distintas, pero consecuentes. Ante los judíos que residían en la
capital y los que seguían viviendo en el Oriente se hizo propagandista de las
ventajas del Imperio (moraleja de su Guerra de los judíos), y ante los romanos
se dedicó a exaltar las virtudes de su pueblo y la nobleza de sus leyes y religión
(las Antigüedades y el Contra Apión).
Habría sido interesante saber un poco más de los años finales de Josefo,
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
pero los últimos momentos del personaje se desvanecen por la falta de docu
mentos: no se sabe cuándo tuvo lugar la muerte de Josefo, pues a partir del
año 95 se pierde su pista.
134
formas: o bien simplemente Guerra (así el mismo Josefo en las Antigüedades;
hay un manuscrito que complementa: Guerra judía contra los romanos), o bien,
según la inmensa mayoría de los códices, Conquista (de Jerusalén).
El contenido de la obra, dividido en siete libros, abarca desde el año 167
a. C. hasta el 74 d. C. Comienza con el intento de helenizar Palestina promo
vido por el rey sirio/griego Antíoco IV Epífanes y la reacción de los judíos: la
revuelta de los Macabeos y su éxito. Sigue luego la historia de los reyes de esta
dinastía hasta la designación de Herodes el Grande como rey de Israel por parte
de Roma. El libro II narra los acontecimientos que median entre el año 4 a. C.,
muerte de Herodes, hasta el 66 d. C., comienzo de la guerra: reinado de Arque-
lao, deposición de éste por parte de Roma, conversión de Judea en provincia
romana, gobierno de los sucesivos prefectos/procuradores. Esta parte conclu
ye con la intervención contra los judíos de Cestio Galo, legado de Siria, su
derrota y el comienzo formal de la guerra. El libro III explica cómo Nerón envía
al general Vespasiano para apaciguar la provincia. Los romanos inician el ata
que a Judea desde el Norte; luego se describe la toma de varias ciudades de
Galilea, entre ellas Jotapata, defendida por Josefo, la rendición de éste y su paso
a los romanos. El libro IV abarca el lapso entre el otoño del 6 7 y el del 69: Ves
pasiano sigue su marcha victoriosa, conquista el norte de Judea y bloquea la
capital. Sus tropas lo proclaman emperador. El libro V muestra a Tito organi
zando el asedio de Jerusalén: los muros tercero y segundo caen ante la presión
romana y siguen luego diversas vicisitudes del asedio. Los romanos deciden
construir un muro de circunvalación para ahogar a la capital judía. El libro VI
se concentra en los hechos de julio a septiembre del 70, y describe la caída de
la Torre Antonia, incendio de los pórticos del Templo, hambre y antropofagia
en Jerusalén; incendio final del Santuario y conquista de toda la ciudad. El últi
mo libro, el VII, va desde el 70 al 74. Jerusalén es demolida, Tito se retira de
Judea; se describe del desfile triunfal de Vespasiano y Tito en Roma en con
memoración de la victoria, y la conquista de los últimos reductos de la resis
tencia: las fortalezas de Maqueronte y de Masadá. Otro templo de los judíos
en Leontópolis, en Egipto, es también arrasado.
La Guerra de los judíos fue redactada primero en la lengua materna de Jose
fo, el arameo. Luego fue vertida al griego por el propio autor, retocada y publi
cada en Roma en el 75 d. C. durante el reinado de Vespasiano. Puede parecer
raro que la lengua escogida no fuera el latín, pero en Roma las clases superio
res o simplemente letradas eran bilingües en la época. Si un historiador pre
tendía que su obra tuviera difusión en las dos partes del Imperio debía redac
tarla necesariamente en griego.
La intención de la obra era sin duda relatar una guerra importante entre
Roma e Israel y sus consecuencias para el propio pueblo judío. Pero también,
a la vez que destacaba la heroicidad y entereza de sus compatriotas en con
junto, la obra intentaba poner de relieve el poderío romano proclamando que
era inútil y pernicioso para los judíos, o para cualquier pueblo, oponerse al
Imperio, pues éste había sido bendecido por Dios. La primera edición en arameo,
dirigida sobre todo a los judíos del Oriente, contenía el mismo mensaje: era
estúpido rebelarse contra el poder establecido.
Para la versión griega Josefo contó con un colaborador, o colaboradores
griegos, residentes en Roma. El proceso de reescritura fue probablemente el
siguiente: Josefo mismo traducía mentalmente al griego e iba dictando, y los
ayudantes le ayudaban a pulir y dar una bella forma a sus ideas. La nueva ver
sión no debió de ser una mera traducción de la anterior, sino una refundición
con añadidos y retoques. Del tenor del texto que poseemos deducimos que
la tarea del colaboradoras) fue excelente, pues el estilo de la Guerra, decoro
so, correcto, a veces elegante, muestra que su redactor era buen conocedor
de la literatura griega, no sólo de los historiadores, sino también de oradores
y poetas.
El modelo estilístico e ideológico de la Guerra debió de ser Tucídides, con
su famosa Guerra del Peloponeso, aunque el alumno no llegó a las alturas del
maestro. También influyó en Josefo la obra de Polibio de Megalopolis, las His
torias (siglo ii a. C.). Al igual que el ateniense Tucídides, Josefo no sólo se vale
para su obra de lo que él mismo había visto u oído, sino que se apoya en fuen
tes externas. En primer lugar, tuvo acceso a los Comentarios o Diarios de cam
paña de Vespasiano, Tito y el Estado Mayor romano. Además debió de utilizar,
para los antecedentes de la guerra y para describir los reinados de Herodes y
sus hijos Arquelao, Filipo y Herodes Antipas, una obra de Historia General de
Nicolás de Damasco (antiguo preceptor de los hijos de Cleopatra y Marco Anto
nio, y amigo personal de Herodes el Grande), de la que sólo se nos han con
servado fragmentos. Finalmente se basó Josefo en otros documentos oficiales
de los romanos, a los que debió de tener acceso en los archivos de Roma. Para
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
136
los y dechados de virtudes, y al Imperio como un engranaje casi perfecto. Por
otro lado, el apego de josefo por su pueblo y religión pudo también causar una
cierta falta de objetividad: parece como si los culpables de los desastres de la
guerra hubiesen sido tan sólo unos pocos y exaltados nacionalistas, que no
merecían otro calificativo que el de “bandidos” o “tiranos”, mientras que el
pueblo en sí fue sólo víctima casi inocente de turbulentos manejos. Mas, a pesar
de estas precauciones, el valor como fuente informativa de la Guerra es muy
superior al de sus defectos reales.
El pensamiento teológico de Josefo es también un ingrediente a tener en
cuenta al juzgar su probidad histórica. Josefo es un fariseo convencido y cree
que la historia está guiada con mano firme por la divinidad. Dios, pues, inter
viene en la historia, no sólo los factores puramente humanos. Al componer
su narración Josefo ve el mundo y los hechos históricos desde la óptica de
un miembro del pueblo elegido, lo que pudo causar alguna distorsión. Así,
Josefo intenta articular conscientemente la historia que está narrando con el
mundo de la Biblia. Por ello afirma, por ejemplo, que los antiguos profetas
habían predicho ya el fracaso de Israel y su futura dependencia de Roma (Anti
güedades X 79; 276). La divinidad señala un destino inexorable: “Dios, que
lleva el poder de un sitio a otro, se encuentra ahora del lado de Italia” (Güe
ñ a V 367).
La Guerra gozó de particular favor entre los cristianos de siglos posterio
res. Ello no es de extrañar, pues los seguidores de jesús veían en la devastación
de Judea, la toma dejerusalén y el incendio del Templo un justo castigo divi
no, contado por un compatriota, hacia un pueblo deicida. Al principio se leyó
en griego, pero ya en el siglo IV se había traducido la Guerra al latín, por la mano
quizá de Rufino de Aquilea.
La Edad Media y el Renacimiento continuaron transmitiendo la Guerra, y
ésta se tradujo a diversas lenguas europeas. Dentro de España fue Cataluña la
región adelantada en las traducciones “modernas”. En 1482 aparece la versión
al catalán de Nicolás de Spindeler, y diez años más tarde se produce la prime
ra edición en castellano por obra de Alonso de Palencia. (Texto en castellano:
Versión, introducción y notas d e j. M. Nieto Ibáñez. Madrid, Gredos, 1997.)
Casi veinte años después de la aparición de la Guerra, hacia el 93/94 d. C., vio
la luz en Roma la segunda obra más importante de Josefo, que suele conocer
se como las Antigüedades de losjudíos. Su título, traducido al pie de la letra, sería
137
la Arqueología judaica, lo que remeda un encabezamiento parecido del histo
riador griego Dionisio de Halicarnaso (Antigjiedades, o arqueología, romanas). La
obra de Josefo pretende ser una historia global del pueblo judío desde la crea
ción del mundo hasta el estallido de la gran rebelión contra Roma (66 d. C.),
narrada ya en la Guerra.
Las Antigüedades forman una obra vasta y riquísima en datos históricos a
veces únicamente atestiguados en ella, y fue concebida por Josefo paralelamente
a su trabajo anterior. Sin embargo, la misma amplitud de la tarea hizo que se
demorara su publicación. Componer una historia completa del pueblo judío
en la Roma de su momento era un acto de valentía, no sólo por la reciente rebe
lión de ese pueblo, sino porque la política del emperador entonces reinante,
Domiciano, tendía a favorecer la religión tradicional como importante factor de
unión política, y veía con malos ojos otras religiones, en especial orientales,
como el cristianismo y el judaismo.
Las Antigüedades se dividen en dos partes: la primera abarca en diez libros
el lapso temporal que va desde la creación del mundo hasta el destierro del
pueblo judío a Babilonia. La segunda, en otros diez volúmenes, nana los hechos
desde el Destierro al comienzo de la “Gran Rebelión” o Guerra judía. He aquí
un breve resumen de ambas partes:
El libro I se ciñe al hilo de la narración del Génesis: historias de Adán, el
Diluvio, N oé... Abrahán, los doce patriarcas, y concluye con la muerte de Isaac.
El libro II va desde la muerte de Isaac hasta los orígenes de Moisés y de la epo
peya del éxodo a través del desierto (Génesis y Éxodo). El libro III sigue la his
toria bíblica desde el éxodo hasta la exploración de la tierra de Canaán Qibros
Exodo, Levítico, Números). El libro IV narra los primeros choques guerreros con
los cananeos y la muerte, más últimas leyes, de Moisés (Levítico, Números, Deu
teronomio'). El libro V abarca el conjunto de las narraciones d e Josué, Jueces, Rut
y 1 Samuel, y va desde el fallecimiento de Moisés hasta el final del período de
los Jueces. El libro VI, que corresponde a 1 Samuel, va desde el final de los “jue
Literatura judía anterior al Nuevo Testamento
ces” hasta la muerte del primer monarca de Israel, Saúl. El libro VII narra los
acontecimientos desde la muerte de Saúl hasta la de David (igual a lo contado
en 2 S am u el/1 Crónicas). El libro VIII (1 R e y e s /ly 2 Crónicas) narra los hechos
que median entre la muerte de David y la del rey Ajab: reinado de Salomón;
construcción del primer templo en Jerusalén, final de Salomón y cisma en Israel;
división del país en reino del Norte, Israel y del Sur, Judá. El libro IX narra los
tristes acontecimientos de los reinos paralelos hasta la caída de la capital del
reino del norte, Samaria, por obra de los asirios (corresponde a los libros bíbli
cos 2 Reyes / 2 Crónicas y jo n á s y Nahum). Finalmente, el libro X narra lo que
acontece entre la caída de Samaría y el fin del destierro en Babilonia, incluida
la conquista de Jerusalén por Nabucodonosor, hasta el advenimiento del rey
138
persa Ciro el Grande. Esta sección primera abarca, pues, desde aproximada
mente el año 3 5 0 0 a. C., fecha de la creación del mundo, según cálculos ju
díos, hasta el 538 a. C.
La segunda parte de las Antigüedades se irá alejando lentamente de la Biblia
y narrará los hechos del pueblo judío a partir de otras fuentes. El libro XI abar
ca el lapso entre el final del destierro en Babilonia y la irrupción de Alejandro
Magno (corresponde a Esdras-Nehemías y Ester). El libro XII va desde la muerte
de Alejandro hasta la de Judas Macabeo (se corresponde con 1 Macabeos), y abar
ca los años 323-160 a. C. El libro XIII comprende unos cien años (160-67 a. C.)
y narra la historia de la dinastía macabea junto con la fundación de un templo
judío en Egipto, en Leontópolis, por el sacerdote prófugo Onías III. El libro XIV
va desde la muerte de la reina Alejandra hasta que Herodes el Grande toma Jeru
salén y se proclama rey de Israel de acuerdo con un decreto de los romanos (67-
3 7 a. C.). El libro XV abarca desde el 3 7 al 19 a. C. y describe el glorioso reina
do de Herodes el Grande. El libro XVI comprende sólo una docena larga de años
(19-7 a. C.): va desde la reconstrucción del Templo por parte de Herodes hasta
el asesinato de algunos hijos de éste, ordenado por el propio padre. El libro XVII
describe los hechos que median entre estos asesinatos y la muerte de Herodes;
después, la deposición por parte de Roma de uno de sus hijos, Arquelao, tetrar-
ca de Galilea (7 a. C.-6 d. C.). Termina explicando cómo Judea pasa a ser pro
vincia romana. El libro XVIII comprende desde el 6 hasta el 40 d. C.: muerte del
legado Petronio. Esta sección narra los turbulentos comienzos de la nueva pro
vincia de Judea. Este libro se corresponde más o menos con los años de la vida
de Jesús de Nazaret. El penúltimo, libro XIX, va desde la muerte de Caligula has
ta la de Agripa I, rey de toda Judea, que era amigo del Emperador (41-44 d. C.).
Por último, el libro XX describe los hechos que median desde la muerte de Agri
pa I hasta el estallido de la revolución contra Roma (44-66 d. C.).
Es claro que el tratamiento del montante global de los hechos narrados es
desproporcionado por parte de Josefo, y que éste se detiene mucho más en los
acontecimientos del pasado reciente. Este proceder parece lógico, pues estos
sucesos, naturalmente, habrían de interesar mucho más a sus lectores. A prio
ri podría parecer también que la narración habría de ser una mera copia de los
hechos bíblicos, acomodándolos un poco al gusto de los gentiles, o que el autor
se atendría al pie de la letra al texto hebreo..., pero no es así. Si el lector moder
no compara las Antigüedades con los pasajes paralelos del Antiguo Testamento,
notará en seguida que en el relato de Josefo hay sorprendentes ausencias, pará
frasis, y añadidos..., aparte de un buen número de rasgos apologéticos en favor
de los judíos de la propia cosecha del historiador.
Además, otra pausada comparación del texto de Josefo con el tenor literal
de la Biblia sorprendería ante la constatación de quejosefo cita unas veces por
el texto hebreo y otras por el griego, saltando de uno a otro sin motivo alguno,
y cómo en ocasiones intercala frases y pasajes de antiguas versiones de la Biblia
al arameo (llamadas técnicamente targumim). Hay, pues, un paralelismo con la
Biblia en las Antigüedades, pero'sólo en sentido amplio. La razón de estos cam
bios y saltos es un enigma. Pero su solución es probablemente el hecho de que
Josefo no iba siguiendo estrictamente la Biblia en sus correspondientes pasajes
paralelos (más o menos hasta el libro XIII), sino obras de otros autores judíos que
anteriormente a él habían realizado una labor parecida. Por ello, cuando el autor
que le sirve de fuente parafrasea, omite o altera, Josefo parafrasea, omite o alte
ra; o bien, cuando el texto seguido por Josefo cita el texto hebreo, o el targum
o el griego, Josefo va detrás de sus pasos y cita por el hebreo, el arameo o el
griego.
Desgraciadamente para los estudiosos de hoy estas obras judías anteriores
a las Antigüedades se han perdido en su totalidad, o bien quedan sólo peque
ños fragmentos, únicamente para hacerse una idea somera de su contenido.
En algunos momentos Josefo debió de copiar tan servilmente sus modelos que
se introducen en su texto observaciones de las fuentes que debería haber eli
minado. Así, por ejemplo, se leen en las Antigüedades promesas de tratar más
ampliamente luego algunos puntos, promesas que no se cumplen en absolu
to pero que sí debían aparecer en las fuentes utilizadas, o se constata el empleo
divergente de nombres diversos, apelativos o topónimos, para los mismos luga
res. Estas variaciones dependen, pues, del modelo que tenía ante sus ojos.
Las fuentes utilizadas por Josefo para componer las Antigüedades debieron
ser muy abundantes, ya que el historiador hace gala de un saber casi enciclo
pédico: geografía, cronología, etnología, botánica, y cita a una densa multipli
cidad de autores anteriores a él, historiadores, prosistas y poetas. Josefo, ade
más, y en esto tiene gran valor para la investigación, recoge muchos documentos
y decretos antiguos que afectaron a los judíos. Su estancia en Roma debió de
serle de mucha utilidad a este respecto, por la posibilidad de poder consultar
Literatura judia anterior al Nuevo Testamento
140
culto mundo del helenismo con una luz favorable y le interesa una integración
relativa en los valores de esa cultura.
El valor histórico de las Antigüedades es en muchos momentos escaso, a pesar
de que el autor afirme haber escrito movido “por el amor a la verdad”, y criti
que acerbamente a otros por no hacerlo. Para juzgar con precisión la valía como
fuente histórica de las Antigüedades deberíamos estar en posesión de sus fuen
tes, lo que nos permitiría efectuar un contraste, y éste no es, desgraciadamen
te, el caso. Siendo esto así, un lector moderno habrá de discernir de acuerdo
con sus conocimientos (o con la ayuda de expertos) aquello que es verosímil
de lo que no lo es.
Afecta también negativamente a la valoración de las Antigüedades el que
Josefo ofrezca versiones divergentes de ciertos relatos que se repiten en la Güe
ñ a y en su segunda obra. Con cierta estupefacción ante las palmarias contra
dicciones, o sesgos diversos, el lector paciente ha de echar mano de su senti
do crítico para indagar cuál de las dos versiones debe de atenerse más a la verdad
histórica. Los comentarios délos especialistas suelen aclarar estos casos.
Por otro lado, sí se valora positivamente e interesa mucho hoy día como
fuente de información indirecta la enorme cantidad de citas de otros escrito
res, perdidos, que ofrecen las Antigüedades, gracias a las cuales los filólogos pue
den reunir los fragmentos de tal o cual autor antiguo, primer paso para su cono
cimiento.
La fortuna posterior de las Antigüedades no fue tan buena como la de la Gue
rra, pues ofrecía menos valor apologético para los pensadores cristianos. Fue
probablemente en el siglo vi cuando se hizo la primera versión al latín, lo que
ayudó mucho a su difusión. A partir de la invención de la imprenta, desde fina
les del siglo XV, hubo suficientes ediciones de la obra completa de Josefo, por
tanto también de las Antigüedades, en las naciones civilizadas de Europa. (Texto
castellano: José Vara Donado [Akal, Madrid, 1997] L. Farré [Buenos Aires,
1961]).
B) El “testimonioflaviano”
El texto de las Antigüedades, tal como ha sido transmitido por todos los
manuscritos, contiene un pasaje celebérrimo sobre Jesús de Nazaret, al que la
obra dejosefo debe mucho de su conservación. Reza así:
Por ese tiempo existió Jesús, un hombre sabio, sí es que hay que llamar
lo hombre. Era, en efecto, hacedor de obras extraordinarias y maestro de
hombres que acogen con placer la verdad. Atrajo a sí a muchos judíos y
también a muchos griegos. Él era el mesías (cristo). Aunque Pilato, por denun
cias de los hombres principales entre nosotros, lo castigó con la cruz, no lo
abandonaron los que desde el principio lo habían amado. El, en efecto, se
Ies apareció el tercer día nuevamente vivo, pues los divinos profetas habían ya dicho
éstas y otras muchas cosas admirables acerca de â. Y todavía ahora sigue exis
tiendo la tribu de los que por éste son llamados cristianos (XVIII 63-64).
con la Vida de Josefo. Tal observación no significa, sin embargo, que se esté
ante un escrito sin interés. Todo lo contrario, puesto que a través de las des
cripciones del autor o de las justificaciones de su propia actitud, el lector pue
de ir consiguiendo una serie de claves que le sirven para comprender mucho
mejor el resto de la producción escrita del historiador.
El contenido de este breve opúsculo es muy desigual. De los 430 parágra
fos, en los que las modernas ediciones lo dividen, sólo merecerían el título
estricto de rasgos biográficos los 27 primeros y el fragmento final, del 414 al
430. En ellos se nos cuentan detalles de su genealogía, educación, primer via
je a Roma y de su reacción frente a los primeros intentos de revuelta judía con
tra el Imperio. El fragmento final ofrece otros datos, aunque muy escasos, sobre
142
la vida de Josefo después de la gran guerra, tanto en Judea, como luego en
Roma: su labor humanitaria, su tercer y cuarto matrimonio, y su relación con
los emperadores de la dinastía flavia.
obra.
Lafecha de composición, o de publicación, es fácilmente deducible, al menos
en lo que se denomina técnicamente el término post quem, puesto que el Con
tra Apión nombra alas Antigüedades (I 1). Se publicó, por tanto, tras la apari
ción de ésta. Probablemente, no mucho después, porque Josefo tenía a mano
los materiales y los elaboró pronto. Por tanto, a más tardar, hacia el año 95/96
debió de ver la luz el Contra Apión.
El conjunto está dividido en dos libros. El contenido, en resumen, del pri
mero es el siguiente: el autor muestra su intención de defender la antigüedad
del pueblo judío, pues se sabe que antigüedad significaba nobleza. Josefo
comienza atacando a los historiadores griegos que se han ocupado de escribir
144
sobre siglos remotos: no utilizaron documentos convenientes y buscaron más
agradar con el estilo que servir a la verdad. Los judíos, por el contrario, se han
preocupado siempre de conservar documentos históricos, y han confiado su
redacción y custodia a la clase sacerdotal, asegurándose de la pureza de los
sacerdotes y de sus documentos. Si los historiadores griegos no han sabido de
los judíos y no han tratado de ellos en sus obras, se debe ante todo al aisla
miento de este pueblo respecto a Grecia y Roma hasta tiempos recientes. Las
naciones vecinas, sin embargo, atestiguan la antigüedad de los judíos y sus tes
timonios son poco sospechosos. Josefo cita a continuación nombres de auto
res y obras que se han ocupado de los judíos y que testifican que éstos son
anteriores a los griegos. Pasa luego a rechazar la calumnia de que los hebreos
fueron pobres leprosos expulsados de Egipto. Un análisis de esta tradición y
un estudio crítico del testimonio de Manetón (hacia el 280 a. C.; cf. 5.6) sobre
ella demuestran que es un infundio, una burda calumnia. Igualmente, las men
tiras antijudías de otros autores como Queremón y Lisímaco son refutadas en
pocas líneas por Josefo.
El libro II se dirige ya especialmente contra Apión y sus nuevas difama
ciones. Este personaje, tras las huellas de Manetón, afirmaba también que los
hebreos habían salido de Egipto aquejados de lepra. Josefo analiza y refuta ese
infundio. Luego ridiculiza otros ataques de Apión contra los judíos de Alejan
dría y sostiene que su asentamiento en la ciudad es legal y beneficioso, y que
tanto los reyes ptolomeos como los romanos han mostrado gran aprecio por
los judíos. Ridicula igualmente y absurda es la acusación de que los judíos reve
rencian a una cabeza de asno, e ignorante, blasfema y grosera la patraña de que
los judíos hacen engordar a propósito a un griego y luego lo inmolan ritual
mente a su Dios, etc.
A continuación pasa Josefo de la defensa contra las mentiras a la exposi
ción positiva de la esencia del judaismo y comienza con la excelsitud de la legis
lación de Moisés. Este es el más antiguo de los legisladores humanos, y sus
leyes son sapientísimas y útiles. Todos los judíos conocen de memoria la Ley,
respetan la tradición y la cumplen, si es necesario hasta la muerte. Por el con
trario, la religión de los griegos se basa en un ridículo panteón de dioses, inmo
rales e indignos. La ley judía ha sido adoptada por varios pueblos y los filóso
fos griegos en sus escritos y filosofía siguieron a Moisés, aunque en secreto, al
defender la misma idea de Dios y enseñar una vida sencilla y la concordia entre
los hombres. La obra termina con una recapitulación de algunos de sus argu
mentos y una brillante conclusión: los judíos, pueblo más antiguo, han inicia
do a otros pueblos en muchas y hermosas ideas.
Josefo se muestra absolutamente sincero y seguro de sus argumentos en
la defensa del judaismo. Aunque hoy día parezcan pueriles, en la Antigüedad
circulaban ciertamente esos infundios sobre los judíos, que tenían una refu
tación fácil atendiendo a los rasgos e ideas generales de la Biblia, a los que los
judíos se mantenían fieles. Debido a la brevedad pretendida, Josefo no hace
una exposición completa de la religión judía, y muestra un curioso afecto por
la modalidad alejandrina, más que por la palestinense, de donde él procedía.
Su largo contacto con el helenismo grecorromano hizo que Josefo se sintiera
más a gusto con una concepción de su religión más acorde con Filón de Ale
jandría y su interpretación helenizada del judaismo, que con la de los estric
tos fariseos de su Israel natal, a los que decía pertenecer.
Como se ha dicho ya, las fuentes del Contra Apión debieron de ser las mis
mas de las que se nutren las de diversas secciones de las Antigüedades. La enor
me cantidad de autores citados y algunos fragmentos de ellos vuelven a ser de
interés para la moderna historia y filología, pues de algunos de ellos apenas se
conserva nada más que lo atestiguado por Josefo. (Texto: E Samaranch [Agui
lar, 1966] ; J. R. Busto Sáiz- Μ. V Spottomo [Aguilar, 1987]; Margarita Rodri
guez de Sepulveda [Gredos, 1994].)
146
je de estilo ático, educado y al mismo tiempo relativamente sencillo (nunca lle
ga en verdad a exageraciones retóricas), que encaja a la perfección con la len
gua de la historiografía griega de la época. Su léxico es rigurosamente helénico
y su tamiz apenas deja pasar algún que otro semitismo, perceptible sobre todo
en la peculiar transcripción de algunos nombres propios y topónimos.
Los estudiosos han centrado su atención en los discursos que salpican la
obra de Josefo. Ya se ha mencionado antes que parecen muy bien construidos
según los modelos de la retórica grecorromana. Algunos investigadores, sin
embargo, han creído ver en ellos la influencia de la diatriba farisaico-rabínica,
por la afición a un lenguaje lleno de contraposiciones, tan propio de los deba
tes teológicos judíos. Sea como fuere, lo cierto es que muchos de los discursos
de Josefo se leen con verdadero deleite, como el de Agripa II cuando intenta
apartar a los judíos de sus impulsos revolucionarios respecto a Roma (Guerra
I I 345-407), o el de los hijos de Herodes defendiéndose de su padre ante Augus
to (Antigüedades XVII), o el de Herodes mismo desmontando los argumentos
de su hijo Antipatro ante el legado Varo (Guerra I 620-636).
147
el emperador Domiciano, una suerte de damnatio memoriae, es decir, se inten
tó “borrar la memoria” de su persona y obra. Sólo en el siglo XX han surgido
eminentes filólogos e historiadores judíos que se han ocupado digna y técni
camente de la edición de su obra como Ralph Marcus y Louis Feldman, y otros
muchos que ahora estudian, traducen y citan a su preclaro antecesor.
Respecto a los cristianos, como se ha apuntado, debió de influir mucho
para apoyar la difusión de Josefo el placer teológico de ver cómo un judío -es
decir, no era invento cristiano- narraba las penalidades del pueblo que había
crucificado ajesús, y cómo entre los datos de las Antigüedades se encontraba
un texto clarísimo, también de boca judía, que proclamaba sin ambages el
mesianismo y la resurrección de Jesús. Josefo podía convertirse en una mina
de argumentos en las disputas con los judíos, que comenzaron con el célebre
Diálogo con el judío Trifón de Justino mártir (hacia 150 d. C.). La afición del cris
tianismo por las obras de Josefo fue tal que se conservan unos 125 manuscri
tos medievales que las contienen. Para valorar este hecho debe pensarse que
de algunos autores ilustres, tanto griegos como romanos, apenas si existen una
decena escasa de manuscritos.
EL NUEVO TESTAMENTO
capítulo 8 El Nuevo Testamento.
Observaciones generales
155
los bienaventurados”, o “campos elíseos”, y la descripción de la bienandan
za que allí se disfrutaba no variaba mucho de lo que cualquier espíritu judío
o cristiano de los primeros siglos se imaginaba ser la felicidad del paraíso o
cielo. Se insistía sobre todo en las nociones de “reposo” tras la fatiga de la
vida, en la “contemplación” feliz de Dios, o en la participación en un “ban
quete” perdurable con los dioses en un gozo eterno. Los segundos, los cas
tigos, se situaron en el Hades, también llamado Averno o Tártaro. Las des
cripciones de este lugar en lo más profundo de la tierra, con sus terribles
castigos, su ominosa oscuridad, su duración larguísima o eterna, etc., llegó
a invadir hasta las obras de eximios literatos como Virgilio, Plutarco y Lucia
no de Samosata. Como se dijo en el capítulo 1 el judaismo helenístico ya des
de el siglo III a. C. acoge con gozo estas ideas que le servían de maravilla para
completar ciertas lagunas teológicas de sus libros sagrados. La aceptación de
las ideas griegas sobre el más allá por parte del judaismo helenístico tendría
enormes consecuencias para la visión de los “novísimos” del cristianismo,
simplemente heredero en este aspecto de lo que, a su vez, había recibido de
los griegos el judaismo helenizado.
Los misterios. La religiosidad helenística se sentía inclinada, como se ha
indicado anteriormente, hacia el monoteísmo: tanto el universo como el ser
humano se veían en verdad dependientes de una divinidad única. Pero a la vez,
el hombre religioso de la época se sentía preso de un destino ciego e inflexible,
de un hado férreo representado para la mayoría en la tiranía inexorable de los
astros, el poder agobiante de múltiples démones, o la mala influencia de fuer
zas semidivinas perversas. Ante el acoso de estas variadas potencias sobrena
turales, el hombre religioso de la época se veía necesitado de la ayuda de otros
poderes también sobrenaturales, pero amigos, que le protegieran y liberaran de
los peligros. Las religiones de misterios ofrecían exactamente la posibilidad
de una tal protección y liberación. A ellas se accedía por medio de unos ritos
de iniciación, perfectamente regulados; el admitido se sentía como parte de un
grupo importante; participaba en asambleas regulares, por ejemplo, comidas
cultuales comunes, se obligaba a observar ciertos preceptos morales y ascéti
cos, y se introducía en un complejo de relaciones de apoyo mutuo entre los
miembros. Cultivaba asimismo tradiciones religiosas comunes, que eran pro
tegidas normalmente por el “precepto del arcano” o del silencio, es decir, no
se podía hablar de ellas bajo la amenaza de penas severísimas, lo que aumen
taba la sensación de pertenencia a una comunidad.
La vida del miembro de una religión de misterios no concluía con la muer
te física. La divinidad a la que se había consagrado era también dueña de las
potencias infernales y podía protegerle de ellas: de este modo conseguía el ini
ciado la salvación. La figura divina que se la proporcionaba era, pues, “salva
dora”. En ocasiones esta personalidad trascendente era un dios que sufría la
muerte y resucitaba de algún modo. El iniciado experimentaba en su vida tam
bién ese proceso. La unión cultual con la divinidad permitía al iniciado parti
cipar en el destino, a la postre glorioso, de aquélla. De este modo, después de
una vida liberada de temores y terrores, el iniciado en esas religiones podía ser
trasladado desde el ámbito ciego del destino al reino celeste de la divinidad a
la que había unido su existencia: Deméter, Isis, Hermes Trimegisto, o, más tar
de, Mitra.
Es importante señalar que las religiones de misterios estaban bien organi
zadas en el mundo helenístico y romano, lo que atraía a muchas gentes. Ade
más, la aspiración religiosa hacia la salvación personal, el deseo íntimo de supe
rar la fría religión oficial del estado, sobrepasó el marco estricto de los misterios
para llegar a ser patrimonio común de la religiosidad de esta época. El cristia
nismo, cuando se expande por el mundo romano, participa y se aprovecha de
ese ambiente y de esa religiosidad. Incluso llega a utilizar un mismo lenguaje
y categorías religiosas comunes con las religiones de misterios, como cuando
Pablo habla del hombre nuevo cristiano, del bautizado, como surgido de la
muerte del ser anterior, acaecida en Cristo, y de un nuevo nacimiento al emer
ger de las aguas bautismales. Igualmente, se establecían lazos de analogía cuan
do el ágape eucarístico cristiano era interpretado como el de los misterios, pues
la ingestión de la divinidad garantizaba, como fármaco de inmortalidad, la vida
eterna de los que en él participaban. El mensaje del Nuevo Testamento no se
presentaba en el mundo helenístico y romano con la pretensión de llenar un
vacío religioso, sino en la mayoría de las ocasiones para indicar que las res
puestas a las ansias comunes se hallaban tan sólo en el ideario religioso aso
ciado con Jesús de Nazaret y sus seguidores. Jesús era el único y definitivo sal
vador. Sus promesas, se afirmaba, eran las únicas verdaderas. Pero para que este
mensaje fuera entendido, era menester casi siempre acomodarlo a las estruc
turas y sistemas mentales imperantes. El Nuevo Testamento. Observaciones generales
La gnosis. Hoy está generalmente admitido que la gnosis no era una reli
gión específica sino una “atmósfera espiritual”, un conjunto de ideas religiosas
que circulaban por todo el Mediterráneo oriental ya en el siglo I a. C. y que,
aun sin constituirse en religión, influyó como ideología subyacente en diversas
religiones propiamente tales.
El sistema de la gnosis piensa el universo y a Dios como contrapuestos.
Para la gnosis es importante caer en la cuenta de que el universo, el mundo
material todo, incluida la parte camal del hombre, se ha generado del Uno o
Dios único, sí pero por una misteriosa desviación pecaminosa. Entre ambas
realidades, la superior, divina o espiritual, y la inferior, material, se da un anta
gonismo, una oposición radical. El mundo del espíritu, de arriba, de las ideas,
157
o de la luz, es el único bueno y verdadero, mientras que el ámbito de las tinie
blas, de la materia, de abajo, lo corpóreo, es malo: es como una degradación o
último escalón del ser. El hombre es un resumen de todo el universo. La par
te superior procede de Dios; la inferior viene de la materia, y se halla sujeta a
sus leyes. La parte superior -o espíritu- es consustancial con la divinidad; por
ello, el espíritu debe intentar retomar al Uno para fundirse con él y escapar de
la perversión de la materia presente.
Para ayudar, o mejor, para conseguir realizar este proceso, el mundo supe
rior envía un Redentor, pues a la divinidad le interesa que lo espiritual se esca
pe de la materia y vuelva a su lugar. El Salvador desciende desde los cielos para
traer la redención a los espíritus, chispas o centellas divinas encerradas en los
cuerpos. La liberación no se produce por sacrificio alguno, sino por medio del
recto conocimiento (en griego, gnosis), proporcionado por el Redentor. El espí
ritu humano, iluminado por el conocimiento salvador, se pregunta: ¿Quién soy
yo? ¿De dónde procedo? ¿A quién pertenezco? ¿A dónde y cómo he de volver
allí? La salvación consiste en salir del adormecimiento y letargo producido por
la materia y responder correctamente a estas preguntas. Al caer en la cuenta de
que lo único importante es retomar al ámbito de lo espiritual, superior, el espí
ritu humano aplica los medios oportunos -ascetismo, desprendimiento, etc.—
para retomar allí, en donde está su origen.
159
capítulo 9 Evangelios.
Consideraciones generales
Por otro lado, en el ámbito de la lengua griega helenística los estudiosos han
señalado repetidamente que el vocablo “evangelio” (en plural) aparece con un
significado asombrosamente similar al neotestamentario en algunos textos que
se refieren al culto del soberano como salvador, como en la muy famosa ins
cripción de Priene (9 a. C.; Orígenes del Cristianismo, 57s). En este epígrafe apa
rece Augusto como salvador, dotado de poder divino; trae la paz; es una mani
festación de la divinidad, y su nacimiento fue el comienzo de las “buenas
noticias”. Para algunos eruditos estas concomitancias son la prueba segura de
que los cristianos tomaron del culto imperial el vocablo “evangelio” para desig
nar con él la buena nueva del mensaje de Jesús. Este uso se habría originado
en la comunidad cristiana helenística, de lengua griega, y de ahí se habría exten
dido al resto de los grupos.
Hay que ser cauto, sin embargo, con esta afirmación. El uso absoluto, es
decir, sin un genitivo que lo especifique, del vocablo “evangelio” en singular
El Nuevo Testamento
162
neo en utilizar para su mensaje de salvación el mismo vocablo que significa
“buena nueva”, pues la época era de general angustia y de ansias por doquier
de un verdadero salvador. Por ello tampoco sería extraño que el uso del tér
mino “evangelio” en el culto al soberano imperial como salvador hubiese pre
parado el terreno para la utilización cristiana. Es incluso posible que tal empleo
cristiano supusiera una competencia y una confrontación con el culto al empe
rador, en el sentido de afirmar que sólo el “evangelio” que traejesús aporta
la verdadera salvación.
Sea cual fuere el origen exacto del uso de este término, sí parece bien
fundado que la comunidad primitiva (anterior a Mateo, Lucas y Pablo) lo uti
lizó, como se deduce de su empleo en Mt 11,2-6 = Le 7,18-23 (fuente “Q”;
véase infra 9.5), para designar la proclamación de la venida de Dios como
juez final, y en 1 Cor 15,1.3-5 (“Os recuerdo, hermanos, el evangelio que os
prediqué... porque os transmití... lo que a mi vez recibí: que Cristo murió
por nuestros pecados según las Escrituras... ”) para anunciar el núcleo del
mensaje cristiano. El texto paulino tiene visos de ser la introducción a una
cita y el contenido mismo de ella. Y si Pablo está citando, tenemos la indi
cación de que fue la comunidad helenística, de la que es deudora el Após
tol, quizá la comunidad de Antioquía, la que comenzó a utilizar el vocablo
“evangelio” para designar el “mensaje”. Probablemente, los misioneros cris
tianos helenísticos, que vivían en una atmósfera lingüística griega en la que
coincidían tanto el lenguaje de los LXX como la del vocabulario del culto al
soberano en general, emplearon el sustantivo “evangelio”, en singular, en ana
logía con el verbo “evangelizar” porque el término “evangelio” debió de pare-
cerles muy apropiado para designar el nuevo y verdadero mensaje de salvación
universal.
Si es así, ese grupo cristiano creó un nuevo y preciso contenido semánti
co para un vocablo ya viejo, que permanece hasta hoy día en la civilización
influida por el cristianismo.
164
9.2.1. "Hojas volantes”
El estadio de pura tradición oral del material evangélico pudo durar poco, sin
embargo, pues tanto la posible prehistoria de la llamada fuente “Q” (cf. infra
9.5), que debió de formarse a base de colecciones previas de sentencias de
Jesús, como los escritos hallados en Qumrán demuestran que una espera ansio
sa de un fin inmediato del mundo no estaba reñida con la consignación por
escrito de los documentos espirituales que se consideraban preciosos. Se hizo
necesario fijar por escrito la tradición sobre Jesús ya que fallecían los acompa
ñantes antiguos de éste y la ansiada parusía no llegaba. El desarrollo de la pro
pia tradición condujo a la formación de unidades más o menos largas (dichos;
colecciones de dichos; narraciones de milagros...), pero al principio no llevó a
la confección de ningún relato histórico-biográfico, ya porque aún no había
suficiente perspectiva histórica, ya porque la esperanza en la parusía lo consi
derara innecesario. No es extraño, pues, que pronto circularan pequeños bille
tes (u “hojas volantes”) con notas sobre lo que los maestros en la catequesis o
los profetas durante el culto litúrgico habían afirmado que procedía de Jesús.
Todo esto es verosímil, sin duda, en un pueblo tan altamente alfabetizado como
el judío, el cual habría echado mano rápidamente de billetes escritos para con
signar lo importante de su Maestro. Pero en este terreno todo son hipótesis,
pues las fuentes callan casi por completo, sólo permitiendo la vía de la deduc
ción por pequeños detalles.
Al principio parece razonable pensar que se fijaran por escrito pequeñas uni
dades utilizables en la predicación, “formas preliterarias” tales como breves
compendios de la fe, cantos o himnos, pequeños fragmentos parenéticos (exhor
tativos) con algunos dichos de Jesús. Luego, es verosímil que, como los cris
tianos eran conscientes de que el fundamento de su fe era la resurrección de
Jesús, se consignaran pronto por escrito los relatos de los últimos aconteci
mientos: la Pascua, el juicio, los padecimientos postreros, y se añadieran noti
cias de diversas apariciones.
Los pasos fundamentales de la tradición oral a la escrita han sido aclarados
esencialmente por el método de investigación histórico y literario denomina
do historia de las formas. De sus resultados deducimos que diversas secciones
de los evangelios actuales reflejan no sólo la vida histórica de Jesús, sino tam
bién el contexto vital en el que vivió la comunidad de cristianos primitivos que
fue recogiendo dichos y hechos de Jesús y los iba reuniendo en pequeñas colec
ciones escritas para su uso. Así, no es inverosímil que las disputas de los pri
meros cristianos con los judíos condujera a la reunión por escrito de diálogos
polémicos de Jesús con los fariseos de su tiempo, que podían utilizarse como
argumentos. Tampoco es extraño que los llamados “diálogos didácticos” de
Jesús tuvieran su origen en colecciones de dichos del Maestro utilizados en la
predicación o la enseñanza comunitaria. La reunión de las parábolas pudo tener
un fin en sí misma, y debió de realizarse también pronto con fines didácticos
o de predicación, etc.
Ahora bien, conviene insistir en que lo dicho en el párrafo anterior sobre
colecciones anteriores a los evangelios sinópticos se basa en suposiciones y
leves indicios, pues aquí la filología opera por deducción e hipótesis a partir
de los evangelios existentes. Se ha señalado, aparte de la reconstrucción de la
fuente “Q ” (cf. infra 9.5), la posible existencia de colecciones de parábolas
sobre el reino de Dios (Me 4), de controversias (Me 2,1-3 6; Me 11,27-33;
12,13-37), colecciones de dichos sapienciales y algún esbozo de Evangelio
primitivo, como el que parece traslucirse de Hch 10,37-41. Al principio de la
tradición sobre Jesús se reunieron, sin duda también, historias prodigiosas o
hechos milagrosos de él. La compilación de estas historias de portentos en
pequeñas colecciones se debió probablemente a la necesidad de poseer un
vademécum para ser utilizado por los misioneros cristianos. Estos, se supo
ne, lo llevaban en sus viajes, y lo empleaban para contraponer la figura de jesús
a la de otros salvadores del mundo helenístico. Sabemos que en la Antigüe
dad se recogían relatos de los grandes hechos de los hombres ilustres, trans
formándolos en colecciones que servían para la instrucción, por ejemplo filo
sófica. No ha llegado hasta hoy ningún texto de esta clase que ilustre sobre
este tipo de literatura anterior a los evangelios, pero el Nuevo Testamento pro
porciona pistas para deducir también su existencia: las cartas de recomenda
ción de los adversarios de Pablo en Corinto han sido interpretadas así, a saber,
como una colección de testimonios sobre sus propios milagros, y la crítica
está de acuerdo en considerar que tras Me 4,35-6,52 y jn 2-11 se esconden
un par de colecciones antiguas de este tipo.
En conjunto, los bloques de tradición que hemos ido mencionando hasta
el momento fueron los primeros en componerse por escrito y pasaron a ser las
bases de los evangelios posteriores.
9.2.2. Adaptaciones
muchos entusiastas de la historia de las formas han supuesto con ligereza, pero
a la vez es imposible negar, dada la evidente libertad con la que es tratada la
tradición, que los profetas, y los maestros cristianos, no sólo conservaron la tra
dición de las enseñanzas de Jesús, e incluso la descripción de sus acciones, sino
que también la alteraron y reelaboraron. La tradición oral está marcada en el
cristianismo primitivo por el convencimiento de que Jesús, más que un profe
ta o un rabino del pasado, era el Resucitado que vivía por su espíritu en medio
de sus fieles. Cuando un profeta cristiano, en posesión del mismo espíritu de
Jesús, hablaba en su nombre, las palabras por él pronunciadas tenían el mis-
167
mo valor que las del Cristo presente y podían concebirse sin reparos como pro
nunciadas por Jesús mismo. En algunos casos especiales, suponemos, esas pala
bras tenían el derecho de entrar en un bloque escrito de la tradición, y por ende
en un evangelio como si hubieran sido pronunciadas exactamente así en vida
por el propio Jesús.
Otros pasos en la consignación por escrito de la tradición evangélica son
quizá mejor conocidos gracias también a los arduos trabajos de muchos inves
tigadores que han foqado y difundido el método denominado historia de la
redacción. Esta ha puesto definitivamente de relieve lo mucho que hay de per
sonal en la reelaboración de la tradición evangélica por parte de los autores de
los textos canónicos: expresiones propias, resúmenes, engarces entre las tradi
ciones, añadidos, omisiones de material. También se ha señalado que la inten
ción teológica propia de cada evangelista le movió a reunir los diferentes blo
ques de tradición y a empalmarlos de un modo determinado en una obra literaria
consistente. El primer caso conocido es muy probablemente el del ensambla
dor del documento “Q ” (cf. 9.5). Vieñe luego Marcos, y tras él los otros evan
gelistas, incluidos los hoy considerados apócrifos.
El proceso final y hasta cierto punto lógico en esta tendencia, ya en el
siglo 11, fue el intento de componer un solo evangelio armonizando los datos
de los tres, o cuatro, ya canónicos. Las citas de la segunda Epístola de Cle
mente nos ilustran al respecto. El desconocido autor comienza ya a citar como
sagrada lo que podemos suponer una colección escrita de dichos de Jesús
que, en la mayoría de los casos, halla sus paralelos en los evangelios sinóp
ticos, especialmente en Mt y en Le. Pero en otros casos, sus citas parecen una
armonización del texto de esos dos evangelios. Da la impresión como si de
que el autor de la segunda Epístola de Clemente sólo conociera bien esos dos
evangelios y hubiera comenzado la tarea de armonizarlos para presentar a sus
cristianos un texto único de los dichos de Jesús contenidos en M ty Le, pero
sin variaciones. Algo similar puede decirse de las citas evangélicas de Justino
Mártir (hacia el 150), cuyo texto parece estar formado a base de una armo
nización sistemática también de Mt y Le.
El intento de manipulación que supone una armonía evangélica llega pron
to a su culmen en el siglo II con la obra de Taciano (hacia el 170), discípulo de
Justino. Para proporcionar a los cristianos de Siria un texto evangélico seguido
y único, Taciano armonizó en una sola narración todos los relatos evangélicos
canónicos junto con una fuente extracanónica (probablemente un evangelio
judeoexistiano). Esa reelaboración contenía puntos de vistas absolutamente dis
pares, y en algunos puntos irreconciliables, como los de los Sinópticos respecto
al cuarto Evangelio (cf. cap. 14). La Gran Iglesia, sin embargo, no siguió por
este camino.
9.3. Sobre el género literario "evangelio”
Esta posición, sin embargo, no está carente de dificultades, por lo que con
viene manifestar algunas precisiones. Las teorías propuestas para explicar por
qué se creó el “evangelio” como un género tan singular no parecen satisfactorias:
ni la teoría del “puro desarrollo inmanente de la tradición sinóptica”, es decir,
que por sí misma, necesariamente, la tradición sobre Jesús habría de acabar
transformándose en una especie de biografía especial, ni la hipótesis de la exis
tencia de un “marco literario previo”, cronológico, geográfico, etc., que encon
traron los evangelistas y que les ayudó a componer sus historias, ni el “influjo
de las biografías de los denominados ‘hombres divinos’ de la época”, al estilo de
la de Apolonio de liana (ésta en concreto es posterior a los evangelios), ni sim
plemente la “voluntad de un autor determinado”, en nuestro caso Marcos, por
redactar una historia de un personaje en un molde literario nuevo, bastan para
explicar la creación de un género literario estrictamente nuevo, un “evangelio”.
Hay que admitir, sin embargo, que no se poseen obras en la literatura antigua
con posibilidad de ser comparadas rigurosamente con el primer evangelio que
ha llegado hasta nosotros, el de Marcos. Como escribe J. Montserrat:
171
9.4. La "cuestión sinóptica”
Lo primero que llama la atención a un lector cuidadoso de los evangelios es el
hecho de que los tres primeros, Mt, Me y Le contienen narraciones que se pare
cen mucho entre sí, llegando incluso a la utilización de las mismas palabras y
expresiones. Véase un ejemplo entre otros muchos posibles:
xPor aquel tiempo se ente 14Y se enteró el rey Hero 7Se enteró Herodes, el
ró Herodes, el tetrarca, de des, pues su nombre se tetrarca, de todo lo que
la fama de jesús 2y dijo a había hecho famoso y de sucedía y estaba perplejo
sus sirvientes: “Este es cían que Juan Bautista ha porque unos decían que
Juan Bautista; él ha resu bía resucitado de entre los Juan había resucitado de
citado de entre los muer muertos, y por eso actúan entre los muertos. 8Otros,
tos, y por eso poderes en él poderes maravillosos. que había aparecido Elias;
maravillosos actúan en él”. 15Otros decían que era otros, que había resucita
Elias; otros decían que era do un profeta de los anti
un profeta como uno de los guos. 9Pero Herodes dijo:
[antiguos] profetas. 16Hero- “Yo decapité ajuan; ¿quién
des oyéndolo decía: “Ha es entonces éste de quien
resucitado Juan a quien yo oigo tales cosas?”. Y trata
decapité”. ba de verle.
Este hecho singular requiere una explicación, pues parece que o bien todos
han copiado de una fuente común, o bien uno es la base de los demás. La coin
cidencia es tan exacta en algunas frases que puede excluirse el que los tres evan
gelistas estén redactando de memoria una anécdota conocida de jesús, trans
mitida oralmente, y que hayan coincido por casualidad. Por otro lado, las
disimilitudes son también notables, y hay otros textos paralelos que las pre
sentan con mayor crudeza. Algunas de estas divergencias llegan a ser enormes.
Un ejemplo típico: Lucas omite desde 9,1 a 18,14 casi totalmente el material
correspondiente de Me e inserta otro que no se halla en ese evangelista. Otro:
Lucas y Mateo presentan en sus primeros capítulos historias del nacimiento e
infancia de Jesús tan diferentes entre sí que parecen referirse a personajes dis
tintos. Si un evangelista copió de otro, o todos de algún otro libro precedente,
debe haber alguna razón que explique las diferencias entre ellos.
Estas cuestiones constituyen lo que se llama “problema sinóptico”. A lo
largo de los siglos se han producido diversos intentos de solución:
a) Hubo que esperar hasta el siglo xvin para que se percibiera con nitidez
la necesidad de responder a esta cuestión de crítica literaria. La prime
ra solución fue propuesta por G. E. Lessing, ensayista, crítico literario,
teólogo y famoso autor del Laocoonte.. Consistió en postular la existen
cia de un protoevangelio, un primer evangelio primitivo, redactado en
arameo, del cual copiaron independientemente Mt, Me y Le, cada uno
a su aire. Con el paso del tiempo esta teoría se amplió, y en vez de un
evangelio primitivo se pensó en varias fuentes, orales o escritas. El moti
vo de esta ampliación fue la necesidad de postular fuentes distintas que
dieran razón a algunas variantes que requieren una base especial para
explicar sus características peculiares.
Pronto se cayó en la cuenta de que esta teoría del evangelio pri
mitivo perdido servía de poco: no se podía probar ni negar, ya que
no subsiste resto alguno de ese pretendido primer evangelio. Por ello
los investigadores buscaron en otro sentido preguntándose si había
alguna posibilidad de probar la relación entre los documentos evan
gélicos que actualmente se poseen partiendo de una comparación
entre ellos mismos.
b) Caminando en esta dirección se pensó como posible que Mt pudo haber
escrito el primer Evangelio, y que los demás copiaron de él. Me vendría
después, pero abrevió drásticamente su fuente. Finalmente Le hizo lo
mismo: copió de Mt por su cuenta, independientemente de Me, pero
no abrevió apenas sino que añadió unas pocas cosas. Finalmente, Juan
tomó tan sólo algunas “perícopas” (trozos o secciones) del primer evan
gelista, actuando en el resto por su cuenta. Este intento de solución al
problema sinóptico comenzó con san Agustín (siglo IV d. C.) y fue pro
movido con mayor rigor filológico a finales del siglo xvin por J. J. Gries-
bach. Esta ha sido la solución aceptada por los católicos hasta bien
Evangelios. Consideraciones generales
173
c) Ante estas y otras dificultades la mayor parte de la investigación se plan
teó la posibilidad de que fuera Me el que compuso el primer evange
lio, sugiriendo que tanto Mt como Le se habían inspirado en él, modi
ficándolo como les pareció. Los principales argumentos para apoyar
esta solución fueron fundamentalmente dos. El primero fue la obser
vación de que Mt y Le sólo coinciden entre sí cuando su orden y voca
bulario es igual al de Me; con otras palabras: sólo están de acuerdo entre
sí cuando coinciden con Me. Segundo: esta solución aclara mejor las
dificultades planteadas por las otras hipótesis, es decir, cuando surgen
las diferencias entre los evangelistas, éstas son más fáciles de explicar
con esta teoría que en los otros dos supuestos.
Pero queda un resto del problema: hay casos, abundantes, en los que Mt
y Le también coinciden entre sí sin que exista como base texto alguno de Marcos.
Se trata básicamente de dichos de jesús, que esos dos evangelistas repiten con el
mismo vocabulario, aunque no en el mismo orden. Y resulta también que esta
coincidencia entre Mt y Le es demasiado exacta como para pensar que ambos
estén citando de memoria material procedente de la tradición oral. ¿Están
copiando igualmente, pero de otro texto que no es Marcos? Si es así, debía ser
un libro o algo puesto por escrito que contuviera fundamentalmente dichos de
Jesús, porque Mt y Le coinciden fuera de Me sobre todo en sentencias del Maes
tro. Si se admitiera este hecho, se aclararían las coincidencias entre los dos auto
res evangélicos, Mt y Le, cuando no siguen al primer evangelista. Según la
inmensa mayoría de los investigadores, la hipótesis de otra fuente común a Mt
y Le, que no es Me, se debe aceptar como imprescindible. Por consiguiente:
Mt y Le copian no sólo de Me, sino también de un evangelio escrito en griego,
perdido, sí, pero que se puede reconstruir precisamente por el acuerdo tan
extraordinario que muestran los dos evangelistas cuando coinciden entre sí y
no están copiando de Marcos.
Esta hipótesis global que aclara bastante bien la cuestión sinóptica se deno
mina “teoría de las dos fuentes”, es decir, Mt y Le no sólo tienen a Me ante sus
ojos al escribir sus propios evangelios, sino que los dos se inspiran, o mejor
copian de otra fuente, otro evangelio, en griego y ya puesto por escrito, cuyo
contenido consistía fundamentalmente en dichos y sentencias de Jesús.
Reducida esta solución a un esquema se podría representar así:
El Nuevo Testamento
i >><11
Mateo Lucas
174
Se llama “Q ” a ese evangelio perdido porque esta teoría fue desarrollada
por la crítica alemana, y los investigadores denominaron a ese evangelio perdi
do “Fuente de los dichos de Jesús”, en abreviado “Fuente” (en alemán Quelle,
de ahí “Q ”).
Por último, existen además unas cuantas perícopas propias exclusivas de
Mt o de Le, que no aparecen en Me, y que probablemente derivan de la tradi
ción oral recogida por cada uno de los evangelistas. A esta tradición particular
se suele denominar SMt y SLc también a causa del alemán: S es abreviatura de
Sondergut, “material propio”.
Así se completa el gráfico anterior, que quedaría de la siguiente forma:
Le Mt
10.1. Contenido
Lo primero que debe señalarse es que el autor de este texto es el primero que
“inventa” (cf. cap. anterior) el subgénero “evangelio”. Cuando corríanlos años
y el previsto fin del mundo (1 Tes 4) no llegaba, era natural que los cristianos
quisieran saber algo más de la vida de Jesús que lo poco anunciado por Pablo.
Por tanto la curiosidad era un acicate para componer una “vida” del Maestro.
También lo era el enmendar un tanto la plana al Apóstol: no sólo la muerte y
resurrección de Jesús eran importantes para la salvación, sino todas sus accio
nes y las palabras que pronunció. Marcos fue el primer escritor que sintió viva
mente el problema teológico de la aparente falta de unión entre la fe exigida
por la predicación paulina y la vida deljesús histórico: para Marcos prescindir
de un modo tan radical como lo hizo Pablo de menciones al Jesús de la histo
ria, desligar la fe de los hechos de vida y doctrina deljesús que vivió en Pales
tina no era posible. Marcos intenta, pues, con su evangelio unir el kerigma (del
griego, “proclamación”) de la salvación no sólo con la muerte, sino también
con la vida deljesús terreno.
Marcos omite toda la historia de la infancia de Jesús para iniciar su narración
con la predicación del Bautista. Quizá en su círculo o comunidad no se sabía
nada de esa infancia, o bien sólo le interesaba la vida pública de jesús. El primer
capítulo (a excepción del versículo primero) da la impresión de presentar a Jesús
como una persona normal, atraída como tantos otros por la predicación del Bau
tista. Pero en el bautismo de agua cae sobre él una especial infusión del Espíritu,
lo que supone que la divinidad lo adopta como hijo y recibe el encargo de pre
dicar el reino de Dios. Esta escena supone en Marcos un avance en la cristolo^a
(“doctrina sobre Jesús como ‘cristo’ = ‘ungido’, mesías”) respecto a las prime
ras manifestaciones de ella que se recogen en el discurso de Pedro en el capítu
lo 2 de los Hechos. Aquí Jesús aparece como constituido por Dios “mesías y señor”,
es decir perteneciente al ámbito divino, sólo después de su muerte y resurrec
ción. Ahora, en Marcos, se adelanta este momento al bautismo.
El Evangelio parece estar dividido en dos secciones bien diferenciadas. La
primera, hasta la mitad del capítulo 8, evoca la parte de más éxito en la vida de
Jesús: le siguen las muchedumbres y realiza multitud de milagros. A partir de 8, 27
se prepara el final aparentemente trágico: Jesús se descubre ante sus discípulos
como mesías, pero, en conjunto es rechazado y nadie le entiende (incluidos los
discípulos); Jesús proclama la necesidad del sufrimiento del mesías y finalmen
te lo confirma con su muerte. Pero el Evangelio insistirá en que este final des
graciado es sólo aparente. A la muerte sigue la resurrección de modo inmediato.
La primera parte se centra en el ministerio público de Jesús, caracterizada
por su predicación itinerante en Galilea (caps. 1-2-3) y por la elección de un
grupo de discípulos selectos, los Doce. El seguimiento de los discípulos y de
las masas en pos de Jesús se ve favorecido por los grandes milagros del Maes
tro. Destaca también, como contrapartida, la incomprensión de la familia de
Jesús que no cree en él, y piensa incluso que está loco (3,21). Luego sigue la
enseñanza de Jesús, directa o con parábolas, con la que adoctrina tanto a sus
discípulos como a las muchedumbres (cap. 4). El envío de los Doce a predi
car a Israel y ulteriores milagros (caps. 5-6-7 hasta 8,26) marcan el ápice del
ministerio de Jesús en Galilea. Sin embargo, los malentendidos sobre su misión
y su persona (8,21) y las acechanzas de los enemigos planean desde el princi
pio (3,6) de la vida pública del Nazareno.
La segunda parte (8, 27-16,8) se divide en cuatro bloques. El primero tie
ne un arranque fuerte, pues desde el 8,27 hasta 10,52 Jesús anuncia tres veces
la necesidad de su pasión y muerte (a pesar de escenas de gloria como la Trans
figuración (cap. 9). El horizonte no se cierra nunca en el aspecto negativo de
El Evangelio de Marcos
179
La tercera sección dura muy poco. Según el evangelista, desde la noche del
jueves hasta el viernes por la tarde en la semana de la Pascua judía: Última
Cena, entrega, pasión y crucifixión (caps. 14-16). Para Marcos, Jesús muere
sobre todo por la acción de los jefes del pueblo; el procurador romano queda
relativamente exonerado de culpa, pues actúa a regañadientes.
El capítulo 16 abre el final glorioso: la tumba vacía indica que Jesús ha
resucitado. Un ángel se lo dice claramente a unas cuantas mujeres discipulas,
que reciben el encargo de anunciar este hecho trascendental a los discípulos,
pero no lo cumplen por miedo (16,8).
El Evangelio acaba abruptamente así, y los mejores manuscritos no traen
nada más. Existe un apéndice muy antiguo, probablemente de otra mano, que
va desde 16,9 al v. 30. Alguien, desconocido, intentó presentar un final menos
sorprendente y contó muy por encima unas pocas apariciones del Jesús resu
citado, dando testimonio del encargo de éste a sus discípulos de predicar el
evangelio por todo el mundo. En la teología católica reciente se admite como
inspirado y canónico este final, aunque se acepte que haya sido redactado por
una mano diferente de la del evangelista.
181
lado tenuemente por las profecías de antaño. Por tanto, los padecimientos y el
aparente fracaso de la cruz fueron un acto previsto y querido por Dios, coro
nado por la resurrección. Ningún judío de la época habría reconocido en esta
pintura al mesías de Israel, a quien imaginaban más bien como un guerrero vic
torioso que expulsa fuera del país de Dios a los extranjeros (Salmos de Salomón
17: cf. 4.6.1), o bien como un sumo sacerdote sabio que enseña a todos la Ley,
o ambas cosas juntas a la vez. Pero jamás un rabino fracasado y ajusticiado.
183
“secreto mesiánico”, no pudo ser real sino una mera ficción literaria del evan
gelista para intentar resolver un problema teológico. Es claro que el manteni
miento del secreto mesiánico, aun cuando Jesús lo hubiera ordenado, hubo de
ser imposible de cumplir en la mayoría de los casos de milagros patentes, algu
nos tan deslumbrantes como la curación de un paralítico entre la multitud de
una sinagoga (2,lss), la de un ciego (7,36) y la resurrección de un muerto ante
cientos de espectadores (5,43). Tras observar todo el comportamiento de Jesús
en el evangelio mismo -se afirma-, no es posible pensar que el “secreto mesiá
nico” sea algo histórico que proceda de Jesús. El análisis del Evangelio com
pleto lleva a la conclusión de que Jesús tuvo conciencia de ser el mesías de Isra
el, al menos al final de su vida. En ese caso un ocultamiento programático de
su condición de pretendiente mesiánico no tenía ningún sentido. Es además
imposible de explicar a partir de cualquier tipo de ideas de la época. Por estos
argumentos, a pesar de las críticas y precisiones modernas a la teoría de W Wre-
de, la noción del “secreto mesiánico” como artificio literario por parte del evan
gelista mantiene hoy día todo su valor. Se trata de una perspectiva esencial para
comprender el esfuerzo de Marcos por ofrecer a sus lectores una razón con
vincente del dilema “tanta dignidad y tan poco reconocimiento”.
Aquí se tiene un caso, entre otros, sobre el que se puede dudar razona
blemente de la historicidad de la presentación de Jesús por parte de Marcos.
Lo más sensato es pensar que precisamente el carácter y la pretensión mesiá-
nica de Jesús junto con su fracaso llevaran a Marcos a crear el artificio del “secre
to mesiánico”. A la vez, Marcos pudo quizá exponer también por medio de este
artificio una idea fundamental del cristianismo, tal como lo pensaba igualmente
Pablo: la identidad, la personalidad, la trascendencia salvadora de Jesús, el Cris
to, sólo puede captarse después de la resurrección. Otros investigadores pien
san también que precisamente ese fracaso, fue lo que llevó a los cristianos, con
vencidos de la resurrección de Jesús, a repensar y a fundamentar teológicamente
que el mesianismo de Jesús era diferente..., y que, una vez planteado así, se
aplicó a la vida de Jesús esta concepción como si él la hubiera expresado for
malmente. Todas estas interpretaciones, sin embargo, se hallan envueltas en
una discusión interminable entre los estudiosos.
Según una tradición que viene desde mitad del siglo II, procedente de Papías
de Hierápolis (en una obra perdida, Explicación de las palabras del Señor, de la
cual Eusebio, H.E. III 39,14-16, cita algunos fragmentos), el autor de este evan-
gelio es Juan Marcos, discípulo de Pedro, que recogió con cierto desorden pero
con fidelidad la predicación del gran apóstol.
Esta noticia, sin embargo, es objeto de crítica radical por parte de la inmen
sa mayoría de los estudiosos. Por varias razones: el escrito de Marcos no mues
tra una relación especial con Pedro; en todo caso su figura sale malparada en
el Evangelio, y peor que la de cualquier discípulo. La figura de Pedro ocupa un
lugar menos importante en este evangelio que en los de Mateo y Lucas. Las
tendencias teológicas del evangelio de Me son más bien paulinas que petrinas,
según puede deducirse razonablemente de la historia de la teología del siglo I.
Este hecho ha sido correctamente señalado por múltiples estudios. Por último,
el autor comete errores geográficos increíbles al describir Galilea. Parece casi
imposible que un seguidor de Pedro desconociera la geografía de la región. Por
consiguiente, la tradición que señala ajuan Marcos, discípulo de Pedro, como
autor del primer evangelio no es fiable. En realidad se desconoce todo de su
autor, salvo la sospecha, o casi mejor la certeza, de que era un cristiano de
segunda generación. No vio a Jesús directamente, y utiliza para su obra ciertas
colecciones ya puestas por escrito previamente (por ejemplo, el grupo de pará
bolas reunido en el cap. 4).
La lengua original fue el griego sin duda alguna, aunque el estilo es simple y
en algún aspecto rudo. El Evangelio de Marcos está redactado en un griego popu
lar, con algunos semitismos, pero no sintácticos sino de vocabulario, en especial
relacionados con la topografía, onomástica e instituciones de Israel. El autor se
preocupa de traducir los términos árameos que utiliza en la narración, y los emplea
quizá para orientar la mente del lector hacia momentos de especial relación entre
el antiguo y el nuevo Israel (los cristianos). Entre los evangelistas es Marcos por
su modo de escribir el más cercano a la koiné no literaria, como lo demuestra tam
bién la aceptación de latinismos en su texto, que los puristas evitaban, proce
dentes del lenguaje técnico, militar y jurídico. La sintaxis, sin embargo, está libre
de giros semitizantes, y de barbarismos al estilo del autor del Apocalipsis. El uso
de la parataxis (unión de oraciones por medio de la conjunción “y”, evitando la
subordinación entre frases), no raro en la koiné, es muy acusado en este evange
lio. Por otro lado, Marcos es bastante vivo en las descripciones y más rico en
pequeños detalles que el resto de los evangelistas. Utiliza mucho el presente his
tórico (en vez de narrar por medio de tiempos del pasado) con lo que actualiza
la narración para el lector, dando una impresión de mayor realismo y actualidad.
ES Evangelio de Marcos
Una de las razones de los cambios en los pasajes paralelos de Marcos por parte
de Mt y Le es que éstos corrigen estilísticamente a su modelo, evitando repeti
ciones, términos populares, diminutivos, semitismos, etc.
Esta crítica al estilo de Marcos no quiere decir que el evangelio esté des
provisto de méritos narrativos. Es más, para algunos puede ser todo lo contrario,
185
pues su sencillez y frescura pueden llegar más profundamente al ánimo de los
lectores.
Se ignora también el lugar de composición de este evangelio y la localidad,
lectores o grupos a los que iba destinado. Desde antiguo se piensa que fue
Roma donde se compuso y con la vista puesta en lectores también romanos.
Se ha dicho que el Evangelio es una apología en pro de los cristianos ante las
autoridades romanas después de la guerra contra los judíos (70 d. C.), de modo
que aquéllas pudieran distinguir bien entre las dos religiones, la cristiana y la
judía. En el Imperio era peligroso ser judío después del gran levantamiento con
tra Roma. Aunque sugestiva, esta tesis no puede probarse fehacientemente. Es
más verosímil pensar en algún lugar de Asia Menor, donde había muchos judíos
venidos de Palestina y en donde se conservaba bien la tradición oral sobre Jesús,
parte de la cual se recoge en el evangelio.
El Nuevo Testamento
186
capítulo i i El Evangelio de Mateo
187
11.1. Contenido
salidad de ese mesianismo (el rey de los judíos recibe la adoración de paganos
importantes) y su poder, pues burla la persecución de un rey terreno, Herodes,
contra él.
188
cumplimiento”. Son éstas una alusión o cita explícita de uno o varios textos
proféticos del Antiguo Testamento con la indicación de que lo que se acaba
de narrar ha sido el cumplimiento de esa profecía: “Y esto ocurrió para que
se cumpliera lo dicho por el Señor por medio del profeta” (cinco veces en
estos dos primeros capítulos). En el resto del evangelio aparecerá esta fór
mula casi una decena de veces más. Este rasgo composicional es peculiar de
Mateo entre los otros evangelistas, y su intención es recalcar ante posibles
lectores judíos y cristianos que Jesús es el mesías mil veces predicho por las
Escrituras (¡bien leídas!), atrayéndoles así a la fe o confirmando la de los nue
vos cristianos.
El resto del evangelio suele dividirse en cinco secciones más una con
clusión solemne: la historia de la pasión, muerte y resurrección del mesías.
La división en cinco partes se debe a que, intercalados con los dichos y
hechos de jesús, el Evangelio presenta cinco grandes discursos de éste. Mien
tras que en los otros escritos evangélicos el material de los dichos del Maestro
está desparramado por toda la narración, Mateo lo reúne y organiza en cinco
grandes bloques: el Sermón de la montaña (5,1-7,29); el discurso de envío de
los discípulos a predicar por Israel (10,1-42); una alocución compuesta de pará
bolas (13,1-52); un sermón sobre la Iglesia (18,1-35) y el discurso escatológi-
co o sobre el final de los tiempos (24,1-25,46).
Cada uno de estos bloques retóricos (incluido el de las parábolas) conclu
ye con la misma frase: “Y sucedió que cuando acabó Jesús estos discursos..
Este hecho ha sido interpretado como que el mismo Mateo indica que distri
buye su material en secciones distintas, intercalando una parte narrativa con
un discurso.
I) El primero de estos bloques va de 3,1 a 7,29. En la parte narrativa el
evangelista trata de la figura de Juan Bautista, del bautismo de Jesús, de las ten
taciones en el desierto y de los comienzos de la predicación en Galilea. El dis
curso es el Sermón de la montaña.
II) El segundo (8,1-10,42) presenta nueve milagros variados (curaciones,
la tempestad calmada, expulsión de demonios). Como discurso ofrece el Ser
món de envío.
III) El tercero (11,1-13,52) es más variado y contiene fundamentalmente
enseñanzas de Jesús y controversias acerca de su persona: opinión de Jesús
El Evangelio de Mateo
sobre Juan Bautista; lamentos sobre las ciudades incrédulas que no han creí
do en lo que Jesús proclama; acción de gracias al Padre por sus revelaciones.
Luego una serie de disputas: sobre si se debe curar o no en sábado; poderes
de Jesús incluso contra el Diablo, y sentencias sobre la verdadera familia de
Jesús: no la camal, sino la que cumpla la voluntad del Padre. El discurso en
189
esta sección está compuesto sólo de parábolas, ya reunidas por Mateo o por
que las encontró así, formando un conjunto, en la tradición anterior.
IV) El bloque cuarto (13,53-18,35) tiene una primera sección compues
ta de narrativa, diálogos y milagros que ponen de relieve que Jesús es verda
deramente el mesías: comienza con una visita a Nazaret y el rechazo por parte
de sus habitantes, la muerte del Bautista, dos multiplicaciones de panes y diver
sas curaciones. Destaca luego la disputa con los fariseos sobre lo que es puro
o impuro, y alcanza su clímax con la profesión de fe de Pedro y la fundación
de la Iglesia, la Transfiguración y dos anuncios de la pasión que Jesús ha de
sufrir. La segunda parte, el discurso de este bloque, se denomina “sobre la Igle
sia” porque trata de algunos temas de la vida en común de los cristianos: dispu
ta sobre quién es el más importante entre ellos, el escándalo, la corrección fra
terna, el perdón de las ofensas.
V) Esta sección se ocupa del viaje y actividad de Jesús en Jerusalén (19,1-
25,46). La parte narrativa es densa. Jesús imparte doctrina sobre la indisolu
bilidad del matrimonio, los peligros de la riqueza, los premios a los justos en
el futuro reino de los cielos, la resurrección de los muertos, y la hipocresía y
vana religión de escribas y fariseos. El sermón de esta parte es el “discurso esca
tológico”. En él trata Jesús de la venida del “Hijo del hombre”, de la necesaria
preparación para el Reino que se acerca (parábolas del mayordomo fiel, de las
diez vírgenes y de los talentos) y del juicio final.
Conclusión del Evangelio: pasión, muerte y resurrección de Jesús; apari
ciones. Esta sección final no contiene (como las capítulos iniciales sobre la
infancia) discurso ninguno. El evangelista relata la conspiración contra Jesús,
la Ultima Cena, el arresto, los dos juicios contra Jesús (judío y romano), la
crucifixión y ultrajes contra el crucificado, su muerte y resurrección. El Evan
gelio concluye con la historia del soborno a los soldados para que diseminen
como rumor que los discípulos robaron el cuerpo de Jesús, una aparición en
Galilea y, finalmente, la misión universal de los discípulos ordenada por el
Resucitado.
190
Mateo es muy judío, por lo que recalca aspectos de la doctrina de Jesús
que ensalzan la ley de Moisés y su validez absoluta como exigencia para la sal
vación aun después de la venida del mesías Jesús. Las frases atribuidas al Maes
tro en defensa de la continuada validez salvifica de la Ley para sus seguidores
son contundentes, como se muestra en 5,17-18. Aquí la toma de posición anti
paulina es palmaria y evidente; Mateo se opone a la tesis de que la fe sola bas
ta para conseguir la salvación (tesis de Pablo de Tarso: la “justificación se con
sigue por la fe”; cf. 16.3 y 18.1), con lo que se ve que el seno del cristianismo
del siglo I albergaba posiciones teológicas muy dispares. Pero, por otro lado,
Mateo señala que Jesús prepara el terreno para entender la Ley de otro modo
(cf. las antítesis de 5,21-48).
191
implicaba la aspiración a un dominio político de Israel sobre todas la naciones del
mundo. Es Mateo quien ve en este tipo de mesianismo tradicional una imposibi
lidad de conexión con la Iglesia, un Israel nuevo que da nuevos frutos (21,43) y
de estructura universal: está constituido también por paganos convertidos.
El texto comienza con un prólogo formal que no tienen los otros tres evange
lios. En sus breves líneas indica el autor que antes que él se habían compues-
195
to otros evangelios. Pero Lucas pretende enmendar la plana a los anteriores
ofreciendo una narración ordenada que presupone una investigación personal,
y una atención especial a las narraciones transmitidas desde el principio por
“testigos oculares y servidores de la palabra”, es decir, testigos visuales de la
primera generación y recolectores de tradiciones de la segunda (1,1-4).
El cambio fundamental que introduce Lucas en la estructura de Me es la
omisión de una sección amplia (Me 6,1-9,50: ministerio de Jesús dentro y fue
ra de Galilea), sustituida por un largo episodio en el que Jesús aparece conti
nuamente de camino hacia Jerusalén (Le 9,51-19,27).
197
Jesús que le acogen en su casa, las expulsiones de demonios y una serie
de admoniciones sobre la conveniencia de no acumular riquezas, el
abandono en brazos de la providencia y una invitación a la penitencia.
La segunda subsección (13,21-17,10) recoge en primer lugar el
famoso dicho sobre “entrar en el reino de Dios por la puerta estrecha”,
y luego presenta tres parábolas sobre la misericordia divina que se hallan
entre las más famosas de los evangelios: la oveja perdida, el hijo pródi
go y el administrador infiel. Junto a ellas hay otra historia, no menos
famosa, que contrapone a un rico sibarita (“epulón”, en terminología
tradicional) y al mendigo Lázaro. La enseñanza es que las riquezas no
valen nada para evitar la muerte y el posterior juicio divino, sino el cum
plimiento de la voluntad de Dios.
La sección concluye con la llegada ajerusalén (17,11-19,10). En
ella lo más interesante es la presentación de Jesús como amigo de los
niños, la afirmación de la necesidad de ser como éstos para entrar en
el reino de los cielos, y el episodio de Zaqueo, un publicano (recauda
dor de impuestos) famoso por sus exacciones. La presencia de Jesús lo
convierte, y Zaqueo promete dar la mitad de sus riquezas a los pobres.
IV) El cuarto bloque pinta el ministerio de Jesús en Jerusalén (19,28-
21,38). En él hay que destacar tan sólo la entrada mesiánica en la ciu
dad santa, la expulsión de los mercaderes del Templo y el discurso esca-
tológico. Las variaciones respecto a Me son notables.
V) El último gran apartado relata los acontecimientos ligados con
la Ultima Cena, la pasión, muerte y resurrección, episodios en los que
Lucas reordena a su modo el material que es ya conocido por Me y Mt.
El epílogo del evangelio consta de la resurrección y las apariciones
(cap. 24). Contrariamente a Marcos y a Mateo, Lucas sitúa las visiones
del Resucitado en Jerusalén (no hay mención de Galilea). La escena de
la aparición a dos discípulos en el camino de Emaús sirve a Lucas para
remachar la idea de que el mesianismo de Jesús es de un tipo totalmente
diferente. En la explicación de su vida a través y como cumplimiento de
las Escrituras eljesús lucano se adelanta a lo que luego hará el cristia
nismo primitivo: aplicar a la vida de Jesús textos del Antiguo Testamen
to, reinterpretados, como prueba de que en él se han cumplido las anti
guas profecías. Fuera de lo sucedido en el camino de Emaús sólo hay en
el evangelio de Lucas una aparición más, a todos los discípulos. En con
tra de lo que luego aparecerá en los Hechos, la vida de Jesús en la tierra tras
su resurrección se reduce a un solo día, en el que ordena a sus discípu
los esperar en Jerusalén hasta ser revestidos de la virtud de lo alto.
12.2. Interés teológico de la primera parte de la obra lucana
199
su insistencia en el sacrificio de Jesús), y pone en segundo plano la jus
tificación por la fe para recalcar más la teología de la gloria, o de la resu
rrección. Ésta será para Lucas el verdadero evento central de la salva
ción, el que inaugura el tiempo que más interesa pragmáticamente a
sus lectores, la época de la Iglesia.
b) La cristología de Lucas complementa igualmente la posición de Pablo.
Al igual que Marcos y Mateo, Lucas siente que la historia terrena de
Jesús desempeña también un papel importante en el plan divino de la
salvación. Por ello, su escrito aumenta los rasgos biográficos del perso
naje siguiendo la tendencia de sus dos predecesores. El Jesús de Lucas
no aparece sólo como ese salvador universal místico, expuesto por Pablo
con terminología común á las religiones de misterios, del que no inte
resa su vida terrenal, sino como un hombre que crece en edad y sabi
duría (2,52), y que tras su resurrección es un ser de carne y hueso, que
come y habla con sus discípulos.
Para Lucas, Jesús es, como para Mateo, el mesías profetizado por
al AT, y también el profeta por excelencia (siete veces se le designa así;
cf. 24,19). Su pasión y muerte adquieren tintes especiales al integrar el
sufrimiento del mesías, que ya aparecía en otros evangelistas, dentro de
los padecimientos propios de un profeta inocente (13,33). Por ello la
historia de la pasión aparece descrita en Lucas como un martirio, y por
su paciencia y perdón el mártir-mesías queda como modelo del sufri
miento inocente. Jesús es el Señor, pero Lucas acentúa para sus lecto
res su aspecto humano: es compasivo, pasa haciendo el bien; el amor
hacia los pecadores, los pobres, las mujeres y los discriminados son
peculiares de la figura lucana de Jesús.
En algún aspecto, sin embargo, cuando se considera la cristología
de las dos partes de la doble obra lucana se observan algunos puntos
oscuros hasta llegar a lo aparentemente contradictorio, quizá por el res
peto del autor a sus fuentes y porque la doble obra representa diversos
estadios en el desarrollo de la fe cristiana. Al principio del evangelio, el
ángel de la anunciación indica claramente a María que lo nacido de ella
“será llamado” (hebraísmo, es decir, “será” simplemente) “Hijo del Altí
simo”, pues el “poder de Éste” lo engendrará de modo directo sin con
curso de varón (1,32-35); es hijo, por esencia, de Dios. Por otro lado,
El Nuevo Testamento
200
to del acto salvador es Dios, y que Jesús es meramente su instrumen
to; los textos claves se hallan en 2,22-24; 2,36; 5,13 y 13,33. El tenor
adopcionista es bastante claro: en estos pasajes no aparece por ningu
na parte un Jesús que sea Dios por generación y esencia; más bien se
excluye, pues Dios es quien lo resucita, no él mismo (Le 9,22 y Hch
2,24). A la vez, la pasión de Jesús, que en el evangelio de Marcos es cla
ramente un acto sacrificial de aquél en pro de la salvación de “muchos”,
queda en Lucas con una luz un tanto más oscura, a saber, simplemen
te como fallecimiento injusto del profeta en acto de servicio y como
una acción legalmente perversa por parte de los jefes de los judíos. En
el texto lucano no se resalta el valor expiatorio de esa muerte en el patí
bulo. Según Marcos, los discípulos han de seguir ajesús en el camino
de la cruz, mientras que en Lucas los discípulos son fundamentalmente
testigos de la resurrección de aquél.
202
la resurrección de Jesús es un proceso histórico continuo, sólido y concordante.
Lucas presupone ya una especie de tradición de la “doctrina apostólica”: para
él no existe ninguna evolución doctrinal en el cristianismo. El evangelio es sólo
uno y fue el mismo siempre. Su obra lo proclama y lo describe idealmente,
defendiéndolo. El tránsito del antiguo Israel a una comunidad nueva, com
puesta de judíos y gentiles, se da implícitamente en la predicación de Jesús.
Ello afirma también una continuidad con el Israel del pasado al ser los fieles
del presente los receptores de la promesa de salvación efectuada antiguamen
te a Abrahán.
capítulo 13 Hechos de los Apóstoles
La discusión entre los estudiosos sobre cuál de los dos textos se parece
más al original es interminable, porque el más expansivo, el “occidental”, y por
tanto sospechoso de haber añadido por su cuenta, tiene lecturas variantes que
parecen muy antiguas, y en algunos casos originales. La elección entre estas
dos recensiones es un problema literario y teológico aún no resuelto. ¿Hizo
207
Lucas dos ediciones de su segundo libro? ¿Hubo un editor posterior que reto
có un original hoy perdido? Estas son preguntas sin respuestas convincentes.
Por lo general, una notable mayoría se inclina por creer que en conjunto el tex
to egipcio (Códice Vaticano), breve, es más de fiar.
Al describir la vida de la Iglesia primitiva en los Hechos y poner este libro como
segunda parte del evangelio, Lucas indica otro de sus propósitos: los cristia
nos, al contemplar la historia de la Iglesia, saben cuáles son sus orígenes, su
función en el mundo y qué testimonio han de dar de Jesús. En segundo lugar,
la vida de los apóstoles, en especial la de Pedro y Pablo, les sirve de modelo
sobre cómo actuar y cómo dejarse conducir por el Espíritu. Pero a la vez no
deben olvidarse de que el primer modelo es Jesús, que vivió guiado por el poder
de ese Espíritu. Se ha afirmado que para Lucas es Jesús el primer cristiano, cuya
vida ha de servir de pauta a sus seguidores. Precisamente por ser el “primer
cristiano” no puede haber diferencia alguna para Lucas, como ya observamos,
entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe.
El análisis de los Hechos desvela otro de los propósitos de su obra: presentar
una imagen igualitaria y uniformada de las diversas tendencias teológicas que
se manifestaban en los diferentes grupos cristianos. Según Lucas, no hay diver
gencias notables; hay que evitar la imagen de confrontación entre judeocris
tianos y las comunidades paulinas. Para ello dibujará Lucas un Pablo no tan
innovador en lo teológico, que se proclama fariseo y admite para los judeo
cristianos la necesidad de cumplir la ley de Moisés, y que servirá de imagen
señera de esa concordia.
Estas perspectivas se deducen de la consideración del tema de la función
salvadora de la ley de Moisés que, como se ha visto ya había enfrentado al evan
gelista Mateo con la doctrina de Pablo (cf. 11.2). Para tratar esta cuestión hay
que retrotraerse un momento al Evangelio, En Lucas se observa una doctrina
aparentemente contradictoria al respecto que se halla en íntima relación con
su propósito de intérprete-cronista de la historia de la Iglesia. Por un lado, Lucas
no muestra especial interés en insistir en un evangelio en el que la observan
cia de la Ley sea fundamental, como lo hace Mateo, así como tampoco en pre
sentar a un Jesús como cumplidor de la ley mosaica afirmando su absoluta
necesidad. En 16,16.17 el Jesús lucano afirma que “la Ley y los Profetas llegan
hasta Juan” (Bautista), y que a partir de ahí comienza a predicarse algo distin
to, la “buena nueva del reino de Dios”, donde imperará otra ley. Mas, a ren
glón seguido introduce una sentencia de Jesús que contradice paladinamente
la frase anterior: “Más fácil es que el cielo y la tierra pasen, que no que caiga
un ápice de la Ley” (16,17). Creeríamos que estamos leyendo el Evangelio de
Mateo de nuevo.
Ateniéndose, sin embargo por otro lado, al tenor universalista del Evangelio
(24, 47-49: desde Jerusalén se predica la buena nueva de “la conversión para el
perdón de los pecados a todas las naciones del mundo”) y de los Hechos, y con
siderando en especial el capítulo 15 de la segunda parte de la obra, habría que
pensar que Lucas concebía dos vías de acceso a la salvación en Jesús. Una la de
la Iglesia madre dejerusalén y la de cuantos fueran judíos de corazón: para ellos
seguía siendo obligatoria la ley de Moisés para su salvación y tenían que obser
varla entera. Otra para los paganos, reflejada en el episodio de Comelio (Hch 10),
para quienes la ley mosaica no tenía validez como camino de salud espiritual; no
era preciso que la cumplieran entera. El relato completo lucano (Evangelio y Hechos)
parece tener el propósito de tender un puente, o más bien redondear y difumi-
nar las diferencias que habían surgido entre dos concepciones contrapuestas del
cristianismo: el “evangelio” de la circuncisión (judeocristianos) y el de los incir
cuncisos (cristianos conversos del paganismo). El propósito del autor de Lc-Hch
sería terciar y conciliar entre los dos cristianismos afirmando la validez de ambas
opciones, a la vez que defendía por encima de ellas la unión de la Iglesia en la
que las dos tendencias convivían. Así, según Lucas, Pedro, el abanderado de los
judeocristianos, sufre las reticencias y ciertos ataques de miembros de la iglesia
jerusalemita por su predicación y acercamiento a los gentiles ya que comía con
ellos, pero todos los apóstoles dan su visto bueno a la proclamación del evange
lio a los samaritanos (8,4) y a los gentiles (ll,2 2 s). A la inversa, Pablo, el predi
cador de los paganos por excelencia, el paladín de la no eficacia de la ley de Moi
sés como vía de salvación (cf. 16.3), aparece en la pintura de Lucas como celador
de la Ley (Hch 22,12) y predicador de los judíos (Hch 13,43; 14,ls). Esta tesis
lucana, absolutamente sincretista y pacifista, era en el fondo tan incompatible
con el “evangelio” paulino como la de Mateo, pero tuvo gran éxito.
gelio, una vez que ha salido de las fronteras de Judea, es una religión que no
tiene problemas éticos de repercusión política en el ámbito humano. Es una
religión no hostil a Roma; el Reino que anunció Jesús y continúan sus segui
dores no es peligroso para el Imperio; esta religión es incluso protegida por la
ecuanimidad de los magistrados frente a las insidias e iniquidad de los judíos
(Hch 23). Este tipo de reino de Dios y este mesianismo, tan distinto del que
209
presumimos fue el deljesús histórico, podía ser absolutamente aceptable por
las masas del Imperio romano.
210
desarrollo del cristianismo. H. Kôster (Introducción, 638) y muchos otros inves
tigadores se asombran de que Lucas no mencione en absoluto las cartas de
Pablo y de que dibuje una imagen de éste que se parece más al ideal misione
ro de los adversarios del Apóstol en 2 Corintios que a lo descrito por Pablo mis
mo, Además, en su opinión, la teología “paulina” del Pablo de Hechos no es
paulina. Otro caso muy conocido es la reelaboración por parte de Lucas de la
figura del Bautista, que pasa de ser maestro de Jesús, predicador autónomo y
seductor de multitudes, a mero antecedente de Jesús. El final de este personaje
(Me 6,14) se concentra en una noticia escueta en 3,19 y se traslada al comien
zo de la exposición de la vida de Jesús. Con ello Lucas sitúa ajuan Bautista jus
tamente al inicio de la historia y como precursor neto de Jesús. La actividad
del predicador bautista queda como propedéutica y en un segundo plano res
pecto a la del Nazareno; se niega toda relación de maestro con discípulo, como
debió de ser en realidad; el bautismo de éste se relata muy brevemente des
pués de la noticia de la muerte dejuan, con lo que Le elimina toda relación
explícita del acto purificatorio de Jesús con el Bautista.
211
exactitud histórica en las diferentes secciones de su libro. Hay que pensar que
no intentaba componer una historia, sino una narración (diëgêsis). En los Hechos
tal narración tiene el fin primario de proporcionar seguridad a los creyentes (Le
1,4) y fortalecer su perspectiva teológica.
Esta perspectiva es también cierta, pero se debe insistir en que esta narra
ción/historia está puesta al servicio de la teología y de la predicación pastoral.
Por tanto, es sospechosa de cierto sesgo, al menos.
Según los casos, Lucas adopta un estilo literario que recuerda a los filó
sofos o historiadores griegos contemporáneos. Así, el discurso de Pablo en
el Areópago (Hch 17,22-31) atestigua un conocimiento preciso de temas y
motivos estoicos y platónicos. Cada nuevo comienzo que experimenta la
actividad instructora del Apóstol manifiestan, por otro lado, su oficio de
historiador -en el sentido antiguo del término- que sabe crear suspense,
marcar los hechos sobresalientes, y facilitar por medio de los discursos el
sentido de los acontecimientos. Maestro en el arte de la pluma, Lucas sabe
variar su estilo: si en el Evangelio, particularmente en los relatos de la infan
cia (1-2), adopta el estilo de la Escritura, en los Hechos, por el contrario, a
medida que la buena nueva avanza por los dominios de griegos y romanos,
su lengua pierde el carácter hierático, inspirado por los Setenta, para mode
larse sobre un lenguaje profano (Fuentes del cristianismo, 206).
El Nuevo Testamento
212
buido desde muy antiguo las secciones de Hch que emplean el “nosotros” (cf.
sufra, Contenido). Según la tradición, por tanto, el autor sería Lucas, viajero al
lado de Pablo.
Sin embargo, las diferencias notables entre las cartas del apóstol y su teo
logía y lo que de él se dice en los Hechos (cf. 13.4, supra) han persuadido a
muchos estudiosos a negar este punto de vista tradicional, sosteniendo que
“Lucas” no pudo haber sido compañero de viaje de Pablo, y que el autor, por
tanto, es otro diferente. Ese “otro” es desconocido, y pudo ser bien un judeo-
cristiano muy helenizado, o un pagano muy cercano al judaismo, es decir un
“prosélito” o convertido a la religión judía.
Una postura media opina que los pasajes “nosotros” provienen de un autén
tico compañero de Pablo, pero que estuvo con el Apóstol poco tiempo. En con
creto no lo estuvo en los años cruciales entre el 50 y 58, precisamente cuando
se redactaron las grandes cartas llegadas hasta hoy. En este caso no sería impo
sible, se opina, que un personaje secundario del entorno de Pablo escribiera los
Hechos varias décadas después de la muerte del Apóstol, ignorando algunos
detalles de la vida de éste, simplificando y remodelando otros. De cualquier
modo, el autor no sería un simple historiador, sino un teólogo que repensó la
figura de su héroe, Pablo, cuya vida describe en parte. Por respeto a la tradi
ción, y ya que Lucas aparece también nombrado en la carta auténtica a File
món (v. 24), se admite que fue este personaje quien compuso la doble obra.
En cuanto al lugar de composición se han sugerido diversas localidades: Roma
(improbable, pues el autor desconoce la tradición sobre la estancia allí de Pedro),
algún lugar de Asia Menor (¿Antioquía?) o de Grecia. La cuestión es insoluble
y, además, tiene poca importancia. La fech a de composición es sólo deducible
indirectamente: Lc-Hch es posterior al evangelio de Marcos, al que utiliza, pro
bablemente anterior al Evangelio dejuan, que parece conocer a Lucas, y des
de luego anterior a la Epístola de ¡os Apóstoles, un apócrifo de mediados del siglo ii
que cita a los Hechos. Con estos datos se piensa que la doble obra hubo de estar
completa a más tardar hacia el 90 d. C.
Hechos de los Apóstoles
213
capítulo 14 El Evangelio de Juan
215
muladas una detrás de la otra con distintas palabras), sino el ritmo: frases apro
ximadamente de la misma extensión que constituyen una sentencia completa.
Estos discursos tienen a veces un doble sentido, están cargados de ironía y se
prestan continuamente a malentendidos qu e el Salvador debe enmendar; temas
importantes de la discusión teológica del primer cristianismo están ausentes en
el cuarto Evangelio, y en vez de ellos aparecen nuevos conceptos, desconocidos
para los Sinópticos, como “vida”, “testimonio”, “verdad”, “gracia”, “luz/os
curidad” “arriba/abajo”, etc. El plan general del Evangelio es, además, diferen
te, de modo que cualquier intento de sincronía entre los cuatro evangelios, al
estilo de las antiguas “armonías evangélicas”, es imposible.
En lo que sigue será necesario ofrecer una explicación, convincente en lo
posible, a estas notables diferencias.
14.2. Contenido
La explicación más plausible hoy día para tales diferencias es la siguiente: Juan
conoce a los Sinópticos, o al menos la tradición sinóptica, pero no la utiliza tal
cual, sino que la repiensay ¡a reescribe. El sentido simbólico de muy diversos
pasajes del Evangelio indica que el autor está ránterpretando la tradición en un
sentido peculiar.
217
El argumento principal para afirmar que Juan conoce la tradición sinóp
tica se basa en los resultados de un análisis detallado comparativo entre Juan
y los restantes evangelios. Aparecen coincidencias verbales así como los mis
mos motivos, esquemas, estructuras mentales o combinaciones de ideas; los
mismos escenarios y el mismo orden de perícopas que sus antecesores. Estos
fenómenos no pueden adscribirse a una coincidencia casual o a una depen
dencia de los cuatro evangelios de una tradición oral común. La argumenta
ción, el modo de proceder, los temas, las alusiones de Jn no pueden enten
derse correctamente si no se presume un conocimiento directo y una
dependencia de “Juan” respecto a los otros evangelios anteriores (este fenó
meno literario se conoce como “intertextualidad”). Así pues, parece que
el Evangelio de Juan conoce y utiliza la tradición empleada por los evangelis
tas sinópticos, pero la presenta de un modo diferente. Es decir, la reescríbe o
reinterpreta.
Este proceso no es un fenómeno extraño en el ámbito judío. En el capítu
lo 4 se ha visto cómo varias de las obras allí mencionadas reescriben el texto
del Antiguo Testamento totalmente a su aire, por ejemplo, la Vida de Adán y
Eva, el Libro de los Jubileos o el llamado Pseudo Filón, en sus Antigüedades Bíbli
cas. Se puede con todo derecho suponer que Jn es un caso semejante. El autor
conoce la tradición anterior, y la reescríbe y reinterpreta mezclándola con ele
mentos de otras tradiciones o con aportaciones propias, porque así lo cree con
veniente para que resalte mejor el sentido que, en su opinión, tal tradición tiene.
En este texto se afirma que el autor (cf. infra) había compuesto un evangelio
“espiritual”, en contraste con los otros evangelistas (Mt, Me, Le) autores de un evan
gelio “corporal”. Con ello quería decir Clemente que los Sinópticos habían narra
do sólo la parte visible, superficial y primaria de la vida, obra y misión de Jesús,
mientras que Juan lo había expuesto con mayor profundidad. Por tanto, “Juan” no
ignora lo que ha sido escrito sobre Jesús por sus predecesores, sino que no le pare
ce bien o suficiente. En su evangelio el nuevo autor presenta este conocimiento
especial, sin preocuparse por refutar expresamente a sus antecesores, puesto que
no los considera “falsos”, sino simplemente “corporales”, superficiales.
219
helenísticas en tomo a la Sabiduría personificada (libros de los Proverbios [8,22-31]
y Sabiduría [7,22-8,1]), haciendo de Jesús la Sabiduría encamada. Otros sos
tienen que el mundo ideológico del cuarto Evangelio se enmarca en los comien
zos de la “gnosis” como atmósfera espiritual que existía ya en los inicios del
siglo I de nuestra era. Según esta opinión, eljesús Logos que desciende al mun
do, se encama, revela la salvación y luego asciende al Padre es muy parecida a
la imagen que la gnosis tiene del Redentor/Revelador/Salvador. Finalmente, otra
rama de estudiosos defienden que el mundo del cuarto Evangelio tiene muchas
concomitancias con el pensamiento de los esenios de Qumrán, y que en este
ambiente encuentra su mejor acomodo.
Parece más convincente la postura que defiende un marco gnóstico inci
piente para la mentalidad que muestra el cuarto Evangelio, en especial pen
sando que las más recientes investigaciones sitúan el origen de la gnosis en los
ambientes marginales del judaismo de principios de nuestra era, y porque estas
especulaciones del judaismo helenístico sobre la Sabiduría personificada mues
tran un talante que cuadra a la perfección con la atmósfera gnóstica. A nuestro
entender, la concepción teológica del Evangelio dejuan encaja bien dentro de
los parámetros de la gnosis, ya que el evangelista emplea conceptos que pue
den calificarse como gnósticos para expresar su cristología y su doctrina de la
salvación. El pensamiento teológico del cuarto Evangelio se define globalmen
te por un dualismo radical, una antítesis: la aceptación de la salvación o su
rechazo. Los dos polos definen al individuo y al mundo. De hecho, en el cuar
to Evangelio se describe todo por la distancia a uno o a otro polo: vida, verdad,
luz, arriba representan la salvación; muerte, mentira, obscuridad, abajo son la
parte negativa de la misma y doble realidad. El mundo no es malo en sí mis
mo, sino sólo por su rechazo de la salvación, por no reconocer en Jesús el carác
ter de Palabra encamada, de Revelador/Salvador de los seres humanos. Siendo
esto así, no debería parecer exagerado afirmar que en sus líneas generales, y
con algunas excepciones, el cuarto Evangelio es el primer documento completo
de carácter gnóstico que hallamos en la historia de la literatura griega.
CON ESTE n o m b r e se designan tres breves cartas del Nuevo Testamento (12 y
3 Juan) cuyo vocabulario y contenido tiene notables parecidos, sobre todo la
primera, con el Evangelio dejuan. Sin embargo, cuando se analizan con dete
nimiento, ciertas diferencias conceptuales y de vocabulario parecen postular
un autor distinto para las cartas y el Evangelio, aunque todos dentro de una
misma “escuela” de pensamiento.
15.1.1. Contenido
223
4,1-6: Proclamación: La encamación de Jesús es verdadera: Jesús ha veni
do en came.
4,7-5,5: Parenesis: Hay que vivir en Dios por medio del amor y de la fe.
5,6-12: Proclamación: Jesús es el hijo de Dios. Tener fe en él significa po
seer la vida eterna.
5,14-21: Nota adicional del propio autor (al igual qu ejn 21, aunque en ese
capítulo de otra mano): Oración por los pecadores; resumen de la carta; salu
dos; insistencia en el precepto del amor.
Otros creen percibir en la carta la estructura siguiente:
Más que una carta, 1 Jn parece un tratado, sermón o epístola didáctica. Por el
resumen del contenido hecho arriba puede verse cuáles son los puntos que
más interesan al autor. Hay que destacar, sin embargo, su insistencia sobre “la
venida de Jesús en came”, es decir la realidad plena de la encamación. El hin
capié del autor en esta idea se debe probablemente a la falsa conclusión que
algunos habían deducido de la cristología del cuarto Evangelio: habían llegado
a pensar en un Salvador meramente espiritual, cuya came en este mundo era
aparente (doctrina denominada “docetismo”: del gr. dokeín, “parecer”). Esta
conclusión era bastante lógica, por otra parte, dado el fuerte dualismo que rei
na en el Evangelio. El contraste entre “arriba y abajo”, “luz y tinieblas”, “mun
do y Jesús”, “espíritu y came” refleja una mentalidad de la que fácilmente podía
llegarse a la conclusión de que el mundo, la materia y el cuerpo eran malos: el
Salvador no podía haber asumido la materia. El autor combate enérgicamente
esta doctrina, porque si Cristo no se hubiera encamado realmente, no habría
habido salvación de la parte corpórea del ser humano, para el redactor también
importante, como buen judío.
15.1.3. Autor y fecha de composición
15.2.1. Contenido
225
de la carta, es discutido. Desde luego, no es un equivalente de “sacerdote”
como hoy día, sino que significa probablemente “anciano”, un viejo dirigente
de la comunidad que tiene prestigio moral para enseñar y exhortar. Es proba
ble también que no se trate aún de un cargo con jurisdicción administrativa,
sino de un personaje venerable por su edad, de la segunda generación cristia
na, que sirve como transmisor de la tradición proclamada por los que tuvieron
contacto directo con Jesús.
El grupo de cristianos, o Iglesia, aparece ya como una entidad definida y sepa
rada dentro de la sociedad; existen otros grupos que forman también parte de la
Iglesia y que tienen una cierta relación de dependencia con la que envía la carta.
Fecha de composición: no es posible determinarla con exactitud, pero es de
suponer que se compuso en un momento cercano a la redacción de la prime
ra, después de la finalización del Evangelio. Es de notar que la carta presupo
ne la existencia de un cuerpo fijo de doctrina que no necesita especificarse.
Esto supone un momento muy tardío dentro del siglo I.
Es éste, junto con 2 Jn , el escrito más breve del Nuevo Testamento. Su forma
y estilo son similares a los de la Segunda Carta. El formato es muy parecido al
de las cartas breves de época helenística.
15.3.1. Contenido
226
probabilidad Demetrio es un enviado del autor de la carta, que porta un men
saje sobre la “Verdad”, que es recibido y apoyado cordialmente por Gayo, per
sonaje prominente de otra Iglesia cercana, presidida por Diótrefes, el villano de
la escena. Éste —según el autor- busca el primer puesto, rehúsa recibir a los
que promueven la doctrina del remitente y se opone a los que le dan hospita
lidad.
Se ha pensado que Diótrefes es un ejemplo del tipo de presbítero-obispo
que más tarde será el “obispo” tal como lo conocemos hoy, cuyos primeros
casos aparecen en las cartas de Ignacio de Antioquía (entre 105-110 d. C.). El
presbítero sería un anciano cuya doctrina es sospechosa para el “obispo” Dió
trefes, y al que éste, si pudiera, excomulgaría de la Iglesia. La carta es una mues
tra viva de cómo incluso dentro del grupo johánico había disensiones doctri
nales, o bien cómo la peculiar teología del grupo johánico no era aceptada
fácilmente por otros grupos, o iglesias, de cristianos.
El autor parece ser el mismo que el de la Segunda Carta, pero -según muchos
comentaristas- es diferente al de la Primera. Si esto es así, tendríamos dentro
del grupo o “escuela” johánica los siguientes escritores: 1. El autor de la mayor
parte del Evangelio; 2. El redactor final del Evangelio y autor de la Primera Car
ta; 3. El “presbítero”, autor de la Segunda y Tercera Carta. El presbítero refleja
la existencia en los grupos cristianos johánicos de una autoridad moral por enci
ma de la administrativa, e indica que su presencia física (cf. final de las cartas
Segunda y Tercera) es importante en la impartición de la doctrina.
La fecha de composición ha de ser muy cercana a la de la Segunda Carta.
capítulo 16 Pablo de Tarso.
Epístolas auténticas
229
tres tipos: a) diferencias importantes de estilo y vocabulario; b) divergencias
notables de concepciones teológicas, y c) dificultades para encajar los datos
ofrecidos por algunas de las cartas sospechosas en lo que se sabe con certeza
de la vida de Pablo.
Hay un cierto consenso entre los investigadores que se apoya en estos argu
mentos y declara “auténticas sin duda alguna”, es decir, procedentes de la misma
mano, la de un judío helenizado llamado Pablo de Tarso, las siguientes cartas:
- 1 Tesalonicenses
- 1 y 2 Corintios
- Gálatas
- Filipenses
- Romanos
- Filemón
Junto a éstas hay un grupo de cuatro cartas en las que la inmensa mayoría
de la investigación tampoco tiene dudas al declararlas “no auténticas” :
- 2 Tesalonicenses
- Efesios y Colosenses
cosa que propalar ideas que aquél no había tenido tiempo u ocasión de poner
por escrito.
De todos modos, tener claro que una carta concreta no procede de la mano
del Pablo auténtico es un precioso instrumento que la crítica literaria debe apro
vechar para emitir un juicio matizado sobre su valor.
230
No se discute aquí qué repercusiones teológicas puede llegar a tener el que
se hayan introducido en el canon de Escrituras Sagradas cartas no genuina-
mente salidas de la pluma de Pablo. En general, la crítica moderada, en espe
cial la católica, suele conceder poca trascendencia al tema, y se aplica a consi
derar que, aunque no estrictamente auténticas en el sentido moderno, las
epístolas deuteropaulinas expresan el sentir de la “Escuela de Pablo”. Por lo
tanto -se argumenta-, se debe admitir el veredicto de la Iglesia que las ha aco
gido en el canon de Escrituras como “inspiradas”.
Cuando se mencionen a continuación, a grandes rasgos, la vida y circuns
tancias del Pablo auténtico, el lector ha de entender que éstas se basan en ele
mentos encontrados en sus cartas genuinas. Sin embargo, no hay por qué recha
zar a priori otros datos al respecto ofrecidos por los Hechos de ¡os apóstoles, obra
que presenta un marco propio para la vida de Pablo. En principio se podría
considerar fiable este marco, pues sirve de complemento a lo poco que el Após
tol dice de sí mismo. Pero si hay disparidad de datos entre los Hechos y las car
tas paulinas, y a veces ocurre, hay que conceder la primacía a lo extraído de las
cartas auténticas, pues lo que los Hechos nos digan del Apóstol es más opinión
propia de su autor, Lucas, que paulina.
En lo que se refiere al ideario teológico de Pablo la investigación en gene
ral es más crítica respecto a los Hechos, y suele opinar que para conocer el pen
samiento del Apóstol sólo sus cartas son fiables.
En lo que sigue a continuación se considerará en primer lugar al Pablo
genuino y las siete cartas que de él se han conservado. En el siguiente capítu
lo se abordará el estudio de las cartas que pertenecen a sus discípulos.
231
Pablo afirma de sí mismo que era judío, de la tribu de Benjamín y fariseo
(Flp 3,5-6). Como tal había perseguido a la Iglesia antes de hacerse “nazare
no” o “cristiano”. Pablo hace uso de dos nombres similares fonéticamente (Sau-
lo/Paulo), como era frecuente entre los judíos helenizados.
Es muy probable que Pablo tuviera el griego como lengua materna, pero según
Hch 21,40; 22,2; 26,14 hablaba también arameo y hebreo. Por sus cartas se ve
que manejaba con notable soltura la lengua griega, y que era capaz incluso de
crear neologismos o de otorgar nuevas acepciones a términos antiguos para expre
sar sus ideas y las exigencias del culto de las iglesias que iba fundando.
Lucas nos dice que Pablo había recibido educación judía superior en Jeru
salén en el grupo de discípulos del famoso rabino Gamaliel. Se duda con razón
de si este dato es verdadero, ya que en su Carta a los Gálatas (1,22) afirma el
Apóstol que las Iglesias de Judea no le conocían personalmente, lo cual es difí
cil de conciliar con una larga estancia en Jerusalén como estudiante y fariseo
activo. Sí es absolutamente cierto que Pablo tiene una buena formación farisea,
sea cual hubiere sido su maestro.
Probablemente no conoció ajesús de Nazaret, si es que debe interpretar
se así lo que dice en 2 Cor 5,16 (“No conocí a Cristo según la carne”).
Se ha discutido si Pablo siguió la enseñanza superior griega recibiendo una
formación en los clásicos. Esto no parece verosímil en el seno de una familia
de estricta observancia judía, pues suponía cultivar en exceso una literatura que
proclamaba la existencia y alabanza de unos dioses falsos y amorales, como los
representados en Homero y en los mitos de la tragedia. A decir verdad, no se
encuentran en las cartas de Pablo especiales alusiones a poetas u otros litera
tos. En sus cartas sólo se hallan máximas o lugares comunes de los filósofos
popularizados. Incluso cuando parece citar a Menandro (Tais, 218 = 1 Cor 15,33),
probablemente no hace otra cosa que repetir un dicho literario convertido ya
en refrán.
Sí es cierto que Pablo conoce y emplea los tipos y modos corrientes de la
composición de cartas en época helenística (epistolografía), y que domina los
recursos más usuales de la retórica griega. En sus cartas se nota el influjo de
esquemas propios de la retórica exhortativa, de la forense o judicial, de la epi
dictica o demostrativa y de la “diatriba” estoico-cínica. Quizá todo ello fuera
producto de una escuela esmerada.
También es cierto que Pablo debía de conocer los fundamentos de la reli
gión pagana en general, las religiones de misterios y tener una somera idea de
las escuelas filosóficas en boga en sus días: estoicos, cínicos y epicúreos.
Pero el corpus literario que Pablo conoce y utiliza con pasión y técnica es
la traducción judía de la Biblia al griego. Así lo prueba no sólo el abundante
uso de ella en sus citas, sino también el propio vocabulario paulino. No es una
exageración afirmar que el trasfondo cultural más importante en Pablo es la ver
sión griega de la Biblia, los Setenta.
Pablo no dice en ningún lugar de sus cartas que fuera ciudadano romano,
pero sí lo sostienen los Hechos (16,37; 22,25; 23,27). Aunque para una fami
lia judía de Asia Menor era difícil en aquella época conseguir este bien precia
do, se debe aceptar el dato de los Hechos. Viajar a Roma para ser juzgado por
el César difícilmente hubiera podido ocurrir en caso contrario. La ciudadanía
romana supondría una posición económica desahogada para su familia, aun
que el oficio escogido por Pablo no era precisamente brillante, el de guarni
cionero (Hch 18,3), lo que implicaba labores tanto en cuero como en lonas,
especialmente la fabricación de tiendas de campaña.
De su vida como tal hay que destacar tres fases: fariseísmo agudo (hasta
aproximadamente los 26 años), conversión al cristianismo y maduración en él
(unos diez años); viajes de misión (desde el 46 d. C. hasta su muerte). La con
versión debió de tener lugar hacia el año 36. Unos dos lustros más tarde comien
za lo que se ha llamado su “primer viaje misionero” (por Chipre y Asia Menor).
Hacia el 49 tiene lugar el denominado “Concilio dejerusalén”, donde Pablo
consigue que no sea obligatoria la circuncisión para los gentiles conversos, ni
la observación completa de la ley judía por parte de éstos. Del 50 al 54 dura,
más o menos, su “segundo viaje misionero”, que le lleva desde Antioquía a
Asia Menor, Corinto y vuelta a Jerusalén y Antioquía.
Del 54 al 58 se desarrolla el “tercer viaje”, en el que alcanza Éfeso, Ancira
(hoy Ankara) y llega hasta Macedonia. A su vuelta a Jerusalén en el 58 es arres
tado. Dos años en prisión en Cesarea, y envío a Roma (60) para ser juzgado allí
por el César al haber apelado a él como ciudadano romano. Su muerte debió
de tener lugar en la capital del Imperio bajo el remado de Nerón, sin que se
pueda precisar más: hacia el 64, ¿persecución de los cristianos en Roma por
Nerón?
Pablo de Tarso. Epístolas auténticas
Todo lo que se conserva de Pablo son cartas, al igual que la mayor parte de los
escritos del NT, que pertenece también a este género epistolar. En líneas gene
rales las cartas del NT se acomodan con algunas peculiaridades al estilo y for
mato general de las cartas de la época.
Desde comienzos del siglo XX se ha venido repitiendo respecto a la epis-
tolografía del cristianismo primitivo la distinción entre “carta” y “epístola”.
233
La primera sería una misiva de tipo personal, expresión auténtica de inter
cambio afectivo, mientras que la segunda sería una suerte de texto artificio
so, no personal, en realidad un tratado doctrinal que utiliza externamente el
formato de carta para comunicar ideas o doctrinas. Se ha intentado clasificar
las “cartas” del NT distribuyéndolas según su mayor o menor carácter doc
trinario entre “cartas” y “epístolas”. Hoy día, sin embargo, se piensa que tal
división no es operativa, y que ayuda poco a entender en profundidad las car
tas del NT. En realidad hay algunas, pocas, que se parecen más a un breve
tratado, pero en casi todas ellas predomina la mezcla de afecto e ideología o
doctrina.
Con el renacer de los estudios de retórica en los años setenta del siglo XX
se han realizado muchos esfuerzos por distribuir las cartas neotestamentarias
dentro de las grandes divisiones de la retórica aristotélica: cartas con argu
mentación forense o judicial; otras en las que predomina el tenor deliberativo
o exhortativo Qa parenesis o exhortación moral) y, finalmente, otras cuya carac
terística principal es su carácter “epidictico” (demostrativo): escritos de tono
elevado y brillante en los que se intenta enardecer al lector, confirmar alguna
idea ya conocida y ganar apoyos para alguna causa. Así, por ejemplo, se ha cali
ficado a Gálatas de retórica “judicial”; 1 Corintios correspondería al tipo “deli
berativo” y Romanos sería “demostrativa”.
Esta división puede ayudar un poco más en la interpretación de las cartas
del NX porque en la antigüedad el autor respetaba el estilo y normas usuales del
género literario que decidiera utilizar. De este modo, un análisis conforme a los
patrones del género contribuye a entender los pormenores de la carta en cues
tión, que pueden quedar así destacados con mayor relieve.
Como se ha dicho, la estructura general de las cartas del NT se corresponde
con el tipo usual de la carta helenística, que consta de una serie de elementos
más o menos estereotipados. El primero es la fórmula introductoria o prescripto.
Este, a su vez, suele tener tres componentes: mención del remitente, dirección
y saludo. Este último se expandía normalmente con el añadido de un deseo
expreso de buena salud y de fortuna para el recipiendario. El segundo solía ser
la acción de gracias a los dioses por algún beneficio que proporciona la ocasión
para escribir, o una plegaria a los mismos para que nada malo ocurra. El terce
ro es el cuerpo de ¡a carta o mensaje. Normalmente la idea o ideas que se quie
ren expresar llevan una fórmula introductoria (“quiero que sepas. . . ”; “no pien
ses que.. . ”); luego viene el mensaje o la petición y, finalmente, la conclusión
de esta parte principal, con una recapitulación de lo que se ha explicado o soli
citado y una petición de aceptación o respuesta. El cuarto elemento es la fór
mula conclusiva. Normalmente consta de un deseo reiterado de buena salud y
uno o varios saludos.
A continuación se presentará brevemente una visión de conjunto de la
cronología paulina. Luego una síntesis del contenido de cada una de las sie
te cartas generalmente consideradas com o auténticas, en un orden de pro
gresión cronológica, que sirve como de breve comentario al destacar las ideas
más sobresalientes de ellas. Téngase en cuenta que la disposición tradicional
en la que se imprimen las cartas de Pablo nada tiene que ver con su crono
logía, sino con su tam año: fueron coleccionadas y ordenadas de mayor a
m enor según el m onto de sus líneas escritas. Com o final se tratará de las
características del estilo de Pablo y se ofrecerá un balance o evaluación de lo
que Pablo representa respecto a la constitución del cristianismo y el cambio
frente al judaismo.
36 Conversión
39 Visita ajerusalén
40-44 Estancia en Cilicia
Estancia en Antioquía
46-49 “Primer viaje misionero” partiendo de Antioquía,
hacia Chipre, sur de Asia Menor; vuelta a Antioquía
49 Concilio dejerusalén
50-52 “Segundo viaje misionero”. Comienza en Antioquía
y llega hasta Corínto pasando por toda Asia Menor, 1 Tes
Galacia
51-52 y Macedonia. Vuelta ajerusalén y Antioquía.
54-58 “Tercer viaje misionero”. Comienza en Antioquía y llega
hasta Éfeso; tres años de estancia allí, ¿en prisión?
Gál,
Flp,
Flm,
1 Cor
Pablo de Tarso. Epístolas auténticas
235
16.3. La Primera Carta a los Tesalonicenses
1,1: Saludo.
1,2-10: Acción de gracias por el buen proceder de los tesalonicenses.
2 ,1 -6 : Breve recordatorio del comportamiento de Pablo en Tesalónica, y
de la calidad de su trabajo como misionero.
2 ,17-3 ,1 3 : Ulterior acción de gracias a Dios por la fe y paciencia de los
nuevos cristianos: Pablo muestra su afecto por los cristianos de Tesalónica. El
Apóstol, impedido por las circunstancias, no puede volver a la ciudad, pero se
consuela con las nuevas de su colaborador Timoteo, quien le asegura que a
pesar de las aflicciones, los tesalonicenses viven firmes en su nueva fe. Pablo
no especifica con claridad qué tipo de penalidades afectan a esos nuevos cris
tianos. Probablemente se refiere a las usuales en un cambio tan drástico de
modo de vida y de situación religiosa: apartamiento de antiguos amigos, difi
cultades con las autoridades al no participar ya en los cultos paganos, soledad
e indeterminada situación de angustia.
4,13-15: Instrucciones sobre la próxima parusía. Frente a las dificultades
Pablo les recuerda una verdad capital: el valor salvifico de la muerte y resu
rrección de Jesús. El final de los tiempos presentes, que hará realidad esa sal
El Nuevo Testamento
vación, está cercano. Muy pronto tendrá lugar la venida de Jesús como juez y
consolador. El Señor vendrá tan deprisa que alguno de los presentes ni siquie
ra habrá alcanzado la muerte. Antes incluso, acompañados del propio Pablo,
saldrán al encuentro de Cristo en los aires. Entonces comenzará una nueva vida
gozosa. Pablo no ofrece una fecha precisa para este magno acontecimiento; sólo
236
consuela con la verdad de la idea y exhorta a una vigilancia gozosa a la espera
de la venida (parusía) de Jesús.
5,12-28: Conclusión: exigencias de la vida en comunidad; petición a Dios
en pro de la santificación de los tesalonicenses; despedida.
1,1-5: Saludo; defensa del evangelio paulino a punto de ser abandonado por
los gálatas que atraviesan una crisis de fe, provocada probablemente por adver
sarios teológicos de Pablo. Estos procedían de las comunidades palestinenses y
defendían la necesidad de que los nuevos conversos procedentes del paganismo
observaran también la ley de Moisés, es decir, tenían que “judaizar”.
1,6-10: Exordio; no hay aquí la usual acción de gracias -esta ausencia
demuestra la irritación de Pablo por la situación—, sino una serie de exclama
ciones sobre el estado de la fe en Galacia, y de maldiciones contra los falsos
predicadores de otro evangelio.
1,11-2,21: Defensa del evangelio paulino. Parte primera: argumentos de tipo
personal:
b) 2,1-10: Este evangelio fue aprobado por los jefes cristianos de la comu
nidad de Jerusalén, e implica que los gentiles convertidos no se vean
obligados a la circuncisión, por tanto, no tienen que observar toda la ley
mosaica.
c) 2,11-21 : La disputa entre Pedro y Pablo en Antioquía sobre cómo tra
tar a los gentiles conversos ilumina la cuestión del evangelio paulino:
Pedro compartía el punto de vista de Pablo, pero por miedo a los “judai
zantes” se apartó del trato con los paganos convertidos. Pablo expresa
237
su tesis nueva y contundente: nadie se salva por guardar la Ley, sino por
¡afe en Cristo.
3.1-4,31: Defensa del evañgelio paulino con argumentos tomados de las Escri
turas, el Antiguo Testamento, única Biblia de los cristianos por el momento:
a) 3,1-9: Abrahán no fue justificado por haber cumplido la Ley, sino por
la fe.
b) 3,10-14: Es imposible cumplir la Ley entera; por tanto, en el fondo, al
no poder observarla, es una fuente de maldición.
c) 3,15-18: Dios hizo a Abrahán “la promesa” de salvación antes de exis
tir la Ley.
d) 3,19-29: La función de la Ley entre Moisés y la venida de Jesús es mera
mente provisional: es la de un pedagogo hacia Cristo. Con éste hay una
ley nueva.
e) 4,1-20: Los cristianos gozan de la libertad de los hijos de Dios; volver
al cumplimento de la ley mosaica es una esclavitud.
β 4,21-31 : Los cristianos son los verdaderos descendientes de Abrahán;
son los hijos de Sara, esposa legal del patriarca; los judaizantes, que
observan la Ley, son hijos de Agar, concubina de Abrahán, cuya descen
dencia no es el verdadero pueblo de Dios (exégesis alegórica de Gn 17).
Es ésta una auténtica carta llena de afecto por los destinatarios. Hay estudio
sos que dudan de su unidad actual, y ven en ella no una misiva única, sino una
El Nuevo Testamento
238
so en el mismo lapso de tiempo que Gálatas. La comunidad de Filipos fue fun
dada por Pablo hacia el 50, y allí pasó muchas penalidades (cf. Hch 16). El con
tenido de esta carta es:
El intercambio de cartas con los corintios tiene lugar por parte de Pablo en Efe-
so (1 Corintios), también entre los años 54-57, y en algún lugar de Macedonia
mientras realizaba un viaje hacia Corinto (2 Corintios) probablemente un año
más tarde. La primera carta es de una pieza, y en ella Pablo responde a las cues
tiones previamente remitidas, a través de una carta enviada con un correo, por
miembros de la comunidad de Corinto. La segunda es, al parecer de la mayo
ría de los estudiosos, un mosaico compuesto de fragmentos de diversas cartas
paulinas también remitidas a Corinto.
Contenido:
como éxtasis, etc - de los corintios. ¿Qué valen los dones espirituales,
profecía, don de lenguas, milagros de sanación, de los que hacen galas
esos cristianos? Pablo responde que son dones del Espíritu, ciertamente,
pero que los hay mejores; se debe aspirar a los carismas más excelen
tes y elevados. La razón de los carismas es la utilidad común del cuer
po que es la Iglesia; el bien superior es el amor.
15.1-58: Realidad auténtica de la resurrección. Para los cristianos “entu
siastas” de Corinto la resurrección había tenido ya lugar al recibir la fe
241
en el Salvador Jesús. Pablo argumenta que esa resurreción es simbóli
ca y que la verdadera vendrá tras la muerte y el juicio. Además, será
también una resurrección de los cuerpos, que se convertirán en mate
ria espiritual. Era ésta cosa difícil de entender para los gnósticos, y para
los griegos, que creían por lo general firmemente en la inmortalidad del
alma, pero estimaban que el cuerpo, material, no tenía derecho a la
resurrección.
16,1-24: Cuestiones finales y saludos. Pablo concluye mencionando la
colecta que está haciendo a favor de los pobres de la iglesia de Jerusa-
lén y comenta sus futuros planes. Saludos a diversas gentes y últimas
recomendaciones.
mendación para Tito. Los fieles han de ser generosos en sus dones,
como lo fue Jesús; además, a la comunidad de Jerusalén se le debe la
fe, pues de allí salieron los primeros misioneros.
5. (9,1-15): Segunda carta a favor de la colecta. Esta insistencia demuestra
el interés que tenía Pablo en la reunión de fondos destinados a ayudar
a un estado de indigencia real de la comunidad judeocristiana de Jeru
salén. Probablemente, esta mala situación económica era el resultado
de la venta indiscriminada de bienes comunitarios a causa de la espe
ra de un fin del mundo inmediato: Hch 2,45. Con esos fondos Pablo
no sólo intenta ayudar en una situación apurada, sino también con
graciarse con los dirigentes de la capital para que no pusieran trabas a
“su evangelio”. No es posible situar cronológicamente el momento exac
to de estas dos cartas.
6. (6,14-7,1): Hay un cierto consenso en estimar sospechoso este frag
mento, que parece salido (por su vocabulario e ideas) de la pluma de
un esenio (¿de Qumrán?) convertido al cristianismo, que lo incorporó
a las cartas de Pablo. No parece posible que el Apóstol de los gentiles
recomiende a sus convertidos, antes paganos, que no se junten con
gentiles.
Esta carta es la obra maestra de Pablo, y junto con la enviada a los gálatas la
mejor base para comprender el núcleo de su pensamiento respecto a la salva
ción (“justificación”) por la fe. En Romanos Pablo matiza lo que con más pasión
y menos precisión había expuesto en Gálatas. El apóstol escribió Rom hacia el
57, en Corinto, poco antes de partir para Jerusalén donde sería hecho prisio
nero, y desde donde pensaba viajar hacia Roma e Hispania. Rom debía servir
le de escrito de presentación ante la numerosa comunidad de cristianos de la
capital del Imperio, y para ganar apoyos en ella con el fin de que le sustenta
ran económica y moralmente en el proyectado viaje a los “confines de la tie
rra”. La polémica que rodeó a Pablo en vida acerca de la peculiaridad de su
“evangelio” hizo que sintiera la necesidad de exponerlo con mayor rigor, de
modo que todos lo entendieran como él deseaba. El contenido, pues, de Roma
nos es el siguiente:
1,1-7: Prescripto y saludos. Pablo, desde el primer momento y en contra de
lo usual en la redacción de una carta helenística, entra de lleno en el tema expli
cando qué es el “evangelio de Dios”.
1,8-15: Acción de gracias a la divinidad por la fe de los romanos. Esta sec
ción hace aquí la función de captatio benevolentiae Qatín, lit. “captación de la
benevolencia”), es decir, es un intento de ganarse la simpatía de los lectores.
El Nuevo Testamento
1,16-17: Enunciación de la tesis principal: “el justo vive por la fe”, la sal
vación viene de Dios y por su gracia amorosa; lo único que debe poner el hom
bre es la fe, impulsada por esa misma gracia divina.
Esta tesis se desarrolla a continuación en cuatro subdivisiones principales:
244
a) 1,18-3,20: El ser humano, tanto los judíos como los paganos, viven en
una situación de pecado, es decir, de enemistad irreparable con Dios.
Esta situación deriva de la propia naturaleza (cf. luego 5,12: pecado ori
ginal), y el hombre no puede salir de ella por sus propias fuerzas.
1,18-32: Situación de pecado de los paganos; cólera de Dios con
tra ellos.
2.1-11: Situación de pecado de los judíos; cólera igual de Dios con
tra ellos.
2,12-29: Dios juzga a los judíos por la ley de Moisés; los gentiles
son juzgados por su conciencia. Pablo da a entender que la ley natural
es igual a los preceptos fundamentales de la ley mosaica.
3.1-8: Cierta ventaja de los judíos respecto a los paganos: son el
pueblo elegido y recibieron la Ley y las promesas de Dios.
3,9-20: Repetición de la tesis de esta sección: todos los seres huma
nos están bajo el poder del pecado y no pueden salir de esa situación
por sus propias fuerzas. Cumplir la Ley como tal no hace al hombre
amigo de Dios, es decir, “justificado”, “declarado justo por Dios”.
245
creyentes en ese Dios que, tras el suceso de la cruz, resucitó ajesús de
entre los muertos.
por todos.
d) 9,1-11,36: Situación de los judíos dentro del plan de Dios para salvar
a la humanidad. Los judíos han rechazado al verdadero mesías y la sal
vación por la fe. Aparentemente ya nada tienen que hacer ante Dios.
246
Pero Éste es misericordioso y fiel a sus promesas: a pesar de todo los
judíos siguen siendo el pueblo elegido; por ello los paganos que han
accedido a la fe no deben sentirse superiores. Los cristianos son sólo el
“resto de Israel”, una porción mínima, que se ha salvado. Llegará un
tiempo en el que todo el pueblo judío alcanzará también la salvación.
12.1-15,33: Secciónparenética o exhortativa: obligaciones de los nue
vos salvados en Cristo:
Esta es la carta más breve entre las auténticas de Pablo y es un escrito casi pri
vado. La situación en la que se compuso y su tema son como sigue:
Un cierto Filemón, cristiano y hombre rico, tenía un esclavo, de nombre
Onésimo. Éste se fuga, y Pablo lo encuentra de algún modo; lo convierte, lo
bautiza y el esclavo le ayuda en su tarea apostólica. Pero el Apóstol conoce la
ley romana y sabe que está prohibido, severamente penado incluso, hacer daño
a un dueño de esclavos ayudando al huido. Entonces escribe a Filemón, le
247
devuelve el esclavo formalmente y le pide que lo trate como un hermano en
Cristo. Luego argumenta que Filemón es, él mismo, deudor de Pablo por la
recepción de la fe, y que en pago de esa deuda le permita tener al esclavo (se
sobrentiende ya emancipado) como colaborador suyo en las tareas apostólicas.
De momento, le servirá en la prisión donde se encuentra.
Pablo no protesta explícitamente en esta carta contra la institución de la
esclavitud, lo cual no significa que la acepte. Simplemente está ahí y no la dis
cute, probablemente porque en su opinión el fin del mundo estaba tan cerca
no que no merecía la pena el intento de cambiar la sociedad civil y sus normas.
Esta cartita fue escrita por Pablo mientras estuvo, durante un cierto tiem
po, en prisión en Éfeso, entre el 54-57.
De Onésimo nada más se sabe a ciencia cierta, aunque en Col 4,9 se nom
bra a un personaje del mismo nombre. La historia posterior lo hace obispo de
Efeso (Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios 1,3). La leyenda lo presenta
como el primer coleccionista de las cartas de Pablo, entre las que incluyó esta
pequeña misiva que le atañía a él mismo.
248
primer lugar a la estructura de sus cartas que sigue un modelo retórico típico:
planteamiento del problema, argumentación en defensa de la tesis, refutación
de objeciones y peroración para intensificar el deseo de alcanzar el objetivo.
Los efectos concretos retóricos y figuras de dicción que se perciben en Pablo
son aliteraciones, asonancias o rimas en el final de las frases, juegos de pala
bras, antítesis, preguntas retóricas, diálogos fingidos con un adversario como
si estuviera presente, exclamaciones, construcción del pensamiento y las frases
en forma de quiasmo (esquema básico: A B C B ’ Á .o más simplemente A B
A )..., todo ello al servicio de una potencia expresiva más que considerable.
El vocabulario paulino no es en absoluto pobre y pertenece más a la koiné
literaria que a la popular. Pero sobre todo prima en Pablo el influjo de la Biblia,
en concreto el de la versión de los LXX, que el Apóstol cita profusamente y que
sabía, seguro, de memoria.
je en los dichos y hechos del Jesús real, aunque éste nunca lo explicara clara
mente. 3. Destacar las divergencias entre las concepciones de Pablo yjesús, y
diagnosticar un abismo insalvable, un salto teológico, entre lo que pensó Jesús
de sí mismo y lo que de él afirmó el Apóstol después de creer firmemente en
su resurrección.
Para que el lector se forme su propia idea se indicarán a continuación las
divergencias más notables entre Jesús y Pablo tanto en el modo de concebir la
figura y misión de aquél como en el concepto de la salvación. Luego, el lector
249
mismo podrá contrastar las ideas del Apóstol con la imagen sobre Jesús en él
suscitada por una lectura pausada de los evangelios.
En primer lugar, como se ha afirmado ya anteriormente, Pablo no concede
importancia ninguna a la vida terrena de Jesús, a sus dichos y a sus acciones,
sino sólo al hecho de su muerte y resurrección. Sólo le interesa Jesús como
Cristo o “ungido/mesías/salvador”, Hijo de Dios y Señor, y su muerte y resu
rrección como acontecimiento escatológico y salvador. Unicamente en dos oca
siones cita directamente dichos de Jesús (1 Tes 4,8 y 1 Cor 13,2). No se pue
de argumentar que Pablo no conociera la vida real del Jesús de Nazaret o sus
sentencias, pues antes de lanzarse a predicar estuvo unos diez años maduran
do sus ideas religiosas y formándose en el cristianismo, sobre todo en Damas
co y Antioquía, ciudad desde donde parte por vez primera en sus viajes misio
neros. Con toda evidencia, hay en el hecho de la preterición de la enseñanza
de Jesús una toma de posición consciente y calculada.
Segundo: Pablo era muy celoso de su condición de apóstol y estaba con
vencido de que su “evangelio”, su interpretación de la figura y misión de Jesús,
era el único que merecía el calificativo de tal. Su predicación sobre Jesús proce
día de una visión especial del Resucitado, como afirma en Gál 1,11-12,15: “No
recibí el evangelio de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo”. Este
hecho es importante, pues el Apóstol indica que su comprensión de Jesús y del
cristianismo es personal. Pero Pablo acepta los hechos fundamentales de la fe cris
tiana expresados en textos como 1 Cor 1,3-5; Rom 1,1-4 y 1 Tes 1,9-10. Pablo
recoge también una parte del mensaje escatológico de la comunidad primitiva:
Jesús es juez de vivos y muertos y el fin del mundo se halla inminente.
Tercero: que Jesús es un ser perteneciente al ámbito de Dios, es decir, es
divino de algún modo, lo recibe Pablo también probablemente de la comuni
dad cristiana helenística, la cual había comenzado a fraguar una tímida teolo
gía de la preexistencia y divinidad de Jesús. Ahora bien, ésta adquiere en Pablo
todo su relieve y contornos más precisos: Jesús es de naturaleza sustancial
mente divina (1 Cor 2,8; Flp 2,6-9; Gál 4,4-6). Por el contrario, no parece que
el Jesús de los Evangelios se proclamara a sí mismo Dios.
Cuarto: Es novedoso en Pablo el que esta teología de la cruz traiga consi
go una casi creación del concepto de pecado original, la idea de culpa primiti
va de los capítulos 2 y 3 del Génesis, concepto prácticamente soterrado y casi
El Nuevo Testamento
250
deramente copemicano. A pesar de las críticas acerbas a la tradición legal de
sus contemporáneos fariseos, y de la aparente crítica a algunos preceptos de la
misma Ley, Jesús jamás puso en solfa la imprescindible validez de la ley de Moi
sés como único medio para conocer la voluntad de Dios, y, por tanto, obtener
la salvación dentro del Reino de Dios (Mt 5,17). Pablo, por el contrario, lle
vando a sus últimas consecuencias la reflexión sobre la muerte salvifica de Jesús,
reflexión incoada por los judíos helenistas, se sitúa en el polo opuesto: es impo
sible conseguir la “justificación”, don puramente gracioso de Dios, con las pro
pias fuerzas humanas, es decir cumpliendo las “obras” de la Ley.
251
firma su divinidad e inmortalidad; 5. La muerte del salvador es un sacrificio
expiatorio por los pecados de la humanidad. Esta expiación sólo se hace efec
tiva en aquellos que tienen fe en el significado y eficacia de esa muerte reden
tora; 6. Los que aceptan por la fe al Salvador reciben la promesa efectiva de
resurrección e inmortalidad.
El lector debe juzgar por su cuenta. Pero a quien esto escribe le parece que
la predicación de Pablo supone un corte radical con el evangelio de Jesús, pues
ha dejado a un lado al mesías judío y la idea nacionalista de una liberación reli
giosa, social y política de Israel. A la vez ha cambiado el sistema, condiciones
y requisitos para la salvación, que son muy distintos de los de Jesús, como con
secuencia de interpretar la figura del Nazareno de una manera distinta al modo
como él se veía a sí mismo.
Capítulo 17 La escuela de Pablo
Contenido
Contenido
255
Dios, a saber, el plan divino por el cual también los gentiles son lla
mados a la salvación. Al Apóstol sostiene una dura lucha para que
los colosenses se mantengan en la fe
— 2,6-3,4: Aviso contra los falsos maestros: existe una verdadera fe en
Cristo, recibida por tradición, a la que se opone una ciencia, o filosofía
vana. Características de esta doctrina son la adoración a los “elemen
tos del mundo”, quizá ángeles o espíritus que dominan el mundo, y
una falsa ascesis. A su falsedad hay que oponer la idea de que Cristo
está por encima de todo; él es la plenitud de la divinidad, la verdadera
cabeza de hombres y ángeles. La falsa ascesis es en el fondo orgullo y
nada vale para controlar la carne. Hay que buscar lo espiritual: el deseo
de unión con Cristo es el mejor principio y norma de vida.
b) Sección parenética (3,5-4,6). Este apartado es una relación de: a) pre
ceptos generales sobre la vida cristiana plasmado en un código de debe
res sociales: práctica de una recta ascesis, eliminación de vicios anti
guos y aspiración a practicar la virtudes cristianas, sobre todo la
misericordia y el amor. Todo ello puede resumirse en la antítesis entre
“hombre viejo”, que debe desecharse, y “hombre nuevo”, del que hay
que revestirse; y b) preceptos de moral familiar o código de deberes
domésticos: las esposas deben ser sumisas a sus maridos; éstos deben
amar a sus esposas; los esclavos deben ser obedientes a sus amos, mien
tras que éstos han de mostrar buenos modos y ser justos con sus sier
vos. c) Retomo a temas generales: perseverancia en la oración, prudencia
y decoro.
más pesado y lento que el paulino; está lleno de sinónimos y frases lar
gas, pesadas. Se ha argumentado, sin embargo, que los autores no siem
pre escriben de la misma manera, y que las diferencias estilísticas pue
den deberse a que el autor acepta el vocabulario de los falsos maestros
a los que critica.
256
- Ausencia de conceptos paulinos fundamentales: justicia/justificación, ley,
salvación, revelación, “hermanos” para referirse a los cristianos.
- Una teología un tanto diversa con acento en temas y conceptos no pre
sentes en el Pablo auténtico. Así, la cristobgía aparece más desarrollada
en Col; la eclesiobgfa es un tanto nueva: la Iglesia como cuerpo de Cris
to no es una idea paulina, y se percibe tras la carta una organización
eclesiástica avanzada que no es propia de las comunidades fundadas por
el Pablo auténtico; escatológicamente hay también diferencias de acen
tos, ya que en Col predomina una escatología “realizada en el presen
te”, es decir, los cristianos están ya por la fe en el reino de Dios y han
alcanzado la resurrección, en contra de una “escatolog^a de futuro” -los
cristianos no están aún en el reino de Dios, y la resurrección se alcan
zará sólo tras la muerte y el juicio-, más propia de Pablo.
- Una imagen de Pablo solemne y venerable: “apóstol por voluntad de Dios”
(1,1), “ministro del evangelio” (1,23-25), que sufre vicariamente, como
Jesús, por los colosenses. Parece como si el autor dibujara a un Pablo
un tanto idealizado con el paso de los años.
Muchos comentaristas piensan que en conjunto es ésta la carta más bella del
Nuevo Testamento y, desde luego, una de las que más influencia han ejercido
en el pensamiento cristiano por la grandiosidad de su pensamiento sobre la
Iglesia y su impulso en pro de la unidad entre los cristianos. Hay quien ha desig
nado a su autor como el “mejor intérprete de Pablo”. Por otro lado, más que
una carta dirigida a una comunidad específica parece un tratado teológico pen
sado como carta circular a todos los cristianos.
Contenido
1,1-2: Saludos a “todos los santos y fieles en Cristo Jesús”, es decir, a todos
los cristianos. “A los efesios” falta en los mejores manuscritos.
De un modo general Ef puede dividirse también en a) sección doctrinal
(1,3-3,21), y b) sección parenética o exhortativa (4,1-6,20).
a) Sección doctrinal:
1,3-14: Acción de gracias por el plan divino de salvación, la uni
dad de todos los seres humanos en Cristo, que es cabeza de los elegi
dos. Dios ha hecho mucho por los hombres en Cristo.
1,15-23: Todos deben conocer ajesucristo, mayor que todos los
ángeles, y la grandeza de la esperanza que les aguarda en la Iglesia, cuya
cabeza es Jesús.
2.1-3,13: Gran exposición de la actividad divina, que salva por su
gracia (2,1-10); que ha reconciliado a judíos y gentiles entre sí y a todos
con Dios hasta formar una unidad, un templo santo, morada de la divi
nidad (2,11-22); que ha designado a Pablo ministro del misterio de
Cristo, a saber, que los gentiles son coherederos de las promesas y bie
nes del evangelio, mediante la Iglesia (3,1-13).
3,14-21: Súplica de Pablo para que los cristianos sean fortalecidos
en la fe por el Espíritu y para que Cristo habite en sus corazones. Doxo-
logía o alabanza de Dios para que conceda esta inhabitación.
b) Sección parenética:
4.1-16: Exhortación a mantenerla unidad de la fe y la cohesión de
la Iglesia.
4,17-32: La vida nueva en Cristo: necesidad de desvestirse de lo
viejo y vestirse con lo nuevo.
El Nuevo Testamento
258
6,10-20: El combate espiritual es una necesidad; para estar prepa
rados hay que revestirse de la armadura de Dios.
6,21-24: Noticias personales y saludos finales.
Comenzamos por esta epístola porque muchos estudiosos piensan que el autor
de ella y el de 1 Tim están relacionados, mientras que 2 Tim es obra de otra
persona.
260
Contenido
Contenido
261
compañero apostólico de Pablo durante el “segundo viaje misionero” (50-52)
y quizá no se apartó de él, sino que lo acompañó desde ese momento hasta su
muerte.
1.3-11: Avisos contra los falsos maestros, autores de “fábulas y genealo
gías”. Son probablemente gnósticos judíos, y sus especulaciones sobre los seres
divinos, con sus emanaciones y jerarquías, serían probablemente similares a las
atacadas en la carta de Tito, y análogas a las recogidas por Ireneo de Lyon en
el libro I de su tratado Contra ¡os herejes, hacia el 180. A esta falsa doctrina con
trapone el autor un sano entendimiento y observancia de los preceptos gene
rales, o morales, de la ley mosaica.
1,12-20: Contraposición entre la figura de Pablo, ministro auténtico del
evangelio, más la de Timoteo, nombrado cargo eclesiástico conforme a ciertas
profecías sobre él, y la de los falsos maestros.
2.1-3,16: El orden en la Iglesia, sección dividida en dos partes:
262
Es posible que el autor de 1 Tim sea el mismo que el de la Epístola a Tito,
pero de él no sabemos nada, tan sólo que no debe de ser un discípulo tan inme
diato de Pablo como los autores de Col y Ef. La mayoría de los investigadores
piensan que unafecha de composición entre los años 80-90 del siglo I es la conec
ta para esta carta y la dirigida a Tito, teniendo en cuenta el tipo de iglesia que
describen o presuponen.
Contenido
263
tema central en las otras dos Pastorales, aunque sí, y mucho, del gobernante
de la iglesia local, que es Timoteo.
La inmensa mayoría de los comentaristas declara pseudónima a esta carta, aun
que está llena de detalles personales y de nombres propios de la vida del Após
tol. Por lo general se cree que el autor se inspira en datos auténticos del Pablo
genuino y que los acumula en su obra para dar una mayor impresión de auten
ticidad. Unos pocos estudiosos, sin embargo, se dejan impresionar por este hecho
y piensan que 2 Tim es genuinamente paulina a pesar del peso de los argumen
tos en contra, en especial el concepto de fe “como sana doctrina aprendida”. Pero
para ello deben postular la liberación de Pablo de la prisión en Roma, una vuel
ta a Asia Menor, y una vez allí, otra prisión del Apóstol, de la que ya no saldría
vivo. Quizá sean demasiadas hipótesis. Lafecha de composición depende, pues,
del juicio sobre la autoría. Si es pseudónima, hay que situarla juntamente con
Tito y 1 Timoteo. Por tanto en tomo a los años 80/90.
Ni siquiera hay seguridad de que esta epístola haya sido compuesta expresamente
por un discípulo de Pablo, alguien perteneciente, por ejemplo, a la misma “escue
la” que el autor de Ef o Col. En realidad este escrito se ha transmitido como anó
nimo, pero ya desde el siglo IV se atribuyó a Pablo por lo elevado de su teología.
Hoy día no existe estudioso serio alguno que mantenga esta atribución. Su géne
ro literario n o es fácil de determinar, pues como se ha observado agudamente, la
obra “comienza como un tratado, continúa como un sermón y concluye como
una carta”. Propiamente es un tratado, u homilía doctrinal escrita para ser leída,
quizá con ocasión de una reunión o celebración litúrgica importante (¿una cere
monia bautismal?). Incluso su título ‘Alos hebreos” no pertenece al texto origi
nal y fue añadido por alguien al caer en la cuenta de que el autor tenía en men
te como lectores a unos judíos cristianizados, que sentían añoranza de su antigua
religión y sufrían de tentaciones de volver a ella. El autor les escribe, o sermonea,
para convencerles de que Cristo es muy superior al legislador supremo del judais
mo, Moisés, muy superior también, en cuanto divino, a cualquier peisonaje celes
te (ángeles), y de que el cristianismo es la perfección y culmen de la antigua reli
gión judía. Entonces, ¿para qué retomar al judaismo?
Contenido
Un análisis más preciso del contenido muestra que estas divisiones son
sólo aproximadas y que la “carta” no sigue un esquema tan estricto. He aquí
los temas más importantes que giran siempre en tomo a la idea de la superio
ridad de Cristo, en especial su sacrificio y sacerdocio.
265
precisos los sacrificios del templo dejerusalén, sino que con un único sacrifi
co, el de Cristo, vale ya para siempre.
10,19-12,29: Es preciso que cada cristiano se apropie para sí mismo los
beneficios del sacrificio de Jesús. Esto se logra con la fe y perseverando en ella:
hay que seguir los modelos de fe de la historia sagrada del pueblo de Israel y
huir de la apostasia.
13,1-19: Exhortación final: permanecer en el amor fraterno, paz y fideli
dad, obediencia a los jefes espirituales.
267
caso sobre todo de Col y Ef, de aquellos a quienes usurpan el nombre. Todos
los textos considerados en este capítulo aparecen protegidos bajo el manto
de un personaje de la época apostólica, pero representan la voz no de un
individuo, sino del grupo o iglesia que está detrás, muy posterior cronoló
gicamente al personaje que sirve de escudo. Los autores de estas cartas se
consideran a sí mismos transmisores de una doctrina expuesta de una vez
para siempre por los apóstoles, que se transmite en la Iglesia por medio de
ía tradición. Aquí están, pues, los inicios del concepto de la Iglesia como
receptáculo de la tradición apostólica e igualmente los indicios más claros
de una institucionalización y asentamiento en la sociedad de ese grupo reli
gioso que al principio imaginaba para sí mismo una corta existencia en este
mundo.
Esta epístola es, como el Apocalipsis, una pieza un tanto extraña dentro del con
junto del Nuevo Testamento. Las alusiones ajesús son escasas (1,1; 2,1) y pare
ce no tener un contenido específicamente cristiano; se asemeja más bien a una
suerte de homilía o, si se quiere, de breve tratado moral, completamente judío
con un leve barniz de cristianismo. Se ha sugerido incluso que los puntos de
contactos de esta carta con temas del Sermón de la Montaña (por ejemplo,
compárese St 5,12 con Mt 5,36-37, o 1,5-17 con Mt 7,7-12) o con la paréne
sis de 1 Pe (por ejemplo, St 4,1-2 y 1 Pe 2,11) nada tienen de específicamente
cristiano. Muestran, más bien, una concomitancia pura y simple con temas éti
cos del acervo judío ya tradicional compartido por las diversas ramas del judais
mo del momento, entre ellas los cristianos. La Epístola de Santiago da, pues, toda
la impresión a primera vista de un escrito moral judío levemente cristianizado.
1,1: Saludos.
1,2-18: Provecho de las tribulaciones; la función de las pruebas y tenta
ciones.
1,19-27: Palabras y obras; la verdadera devoción.
2.1-9: Respeto a los pobres; parcialidad con los ricos.
2.10-13: Observancia de toda la Ley.
2,14-26: La fe y las obras; éstas necesarias para la justificación.
3.1-12: Poder de la lengua; contra la intemperancia.
3.13-18: Verdadera y falsa sabiduría; la verdadera es la de arriba.
4.1-10: Contra la discordia; los deseos como causa de división.
4.11-12: Juzgarse unos a otros es como juzgar a la Ley.
4.13-17: Comportamientos arrogantes: el mañana no depende del ser
humano.
5.1-6: Advertencias a los ricos.
5,7-11 : Paciencia hasta la venida del Señor.
5.12-20: Consejos sobre el comportamiento en comunidad.
Muchos intentos se han producido para hallar una lógica interna al orden
de esta disposición, pero no convence ninguno. Quizá el autor se rija por la
mera asociación de ideas o por el engarce fonético, o de contenido, de pala
bras claves que le conducen de unas a otras.
El estih de la epístola es propio de aLguien que conoce bien el griego y dis
fruta con la utilización de algunas de las figuras de la retórica helenística como la
Otras cartas del Nuevo Testamento
aliteración (1,2 y 3,5), los juegos ingeniosos de palabras (1,1-2; 2,4) y la diatri
ba (2,18-26; 5,13-15). El género literario de St no parece ser el epistolar, sino el
del tratado moral, con un tono parecido al de obras semejantes del Antiguo Tes
tamento (Proverbios; Sabiduría) o las Sentencias del Pseudo Focílides (cf. 5.1).
Un problema teológico que plantea esta epístola es la oposición nítida del autor
al núcleo de la doctrina de la salvación paulina (2,14-26). Da la impresión de que
el redactor de la Epístola de Santiago no ha entendido del todo bien a Pablo. El
Apóstol jamás niega que el ser humano durante su vida como cristiano deba ate
269
nerse a cumplir las normas generales de la Ley, las que se derivan de la actitud
ética general de Jesús o de la recta conciencia de cada uno. Sí afirma nítidamen
te -y Pablo piensa sobre todo en adultos paganos que se convierten al cristianis
m o - que antes de la conversión, en ese momento existencial en el que el ser
humano es aún enemigo de Dios por su situación de pecado, de nada vale el
intentar ponerse a cumplir voluntarísticamente la ley de Moisés (las “obras”) para
hacerse amigo de Dios, o lograr la “justificación”. En ese momento, una vez en
la vida en el deseo de Pablo, el único que “justifica” -es decir, declara justo o sal
va al ser humano- es Dios por su gracia y amor, por medio de ¡afe en el valor expia
torio del sacrificio de Jesús en la cruz, ya que el hombre no puede declararse “justi
ficado” al estar en situación pecaminosa o de enemistad sustancial con Dios. Pero
una vez obtenida graciosamente la “justificación”, Pablo sí exige las obras para
mantenerse siempre en amistad con la divinidad (“estado de justicia”/"ser jus
to”). Esta situación existencial, que puede durar teóricamente sólo unos instan
tes, es la que no parece haber entendido el autor de Santiago en su diatriba anti
paulina de 2 ,1 4 -2 4 cuando afirma que para justificarse el hombre necesita
obligatoriamente la ejecución de las obras. Incluso refuta el ejemplo paulino de
Abrahán. El patriarca “alcanzó la justificación” -d ice el autor de S t- no mera
mente cuando tuvo fe, sino cuando “ofreció a su hijo sobre el altar”.
Como se indicó anteriormente, no parece que el autor de este escrito pue
da ser Santiago, “el hermano del Señor”, o cualquiera de los otros cuatro San
tiagos más que menciona el NT (el hijo del Zebedeo: Me 1,19; el hijo de Alfeo:
Me 3,18; Santiago el Menor: Me 16,1; Santiago, padre del apóstol Judas: Hch
1,13), dado el tono de buen griego del texto, la falta de referencias concretas
ajesús y, por otra parte -sin que sea contradictorio con lo dicho respecto a la
disputa sobre las “obras” y la justificación-, la poca insistencia del escrito en
la ley de Moisés como instrumento de salvación, idea que parece haber sido
uno de los temas preferidos del Santiago auténtico. Desde luego sí podría pro
ceder de él el resto del contenido, por lo que algunos investigadores se inclinan
a considerar al hermano de Jesús, dirigente de la Iglesia de Jerusalén, como su
autor. En ese caso sitúan su carta hacia el año 60. Si no es éste el autor, como
aquí se sostiene, parece inútil buscar cualquier otro. El escrito sería, como la
mayoría del NT y de la literatura judía de la época, pseudónimo. En este caso una
fecha apropiada sería en tomo al año 90.
Contenido
ción de su maldad: son semejantes a nubes peligrosas, árboles sin fruto, olas
salvajes...
17-23: Exhortación a los fieles y actitud que deben tomar frente a los erra
dos: acordarse de la enseñanza de los apóstoles y practicar la caridad.
24-25: Doxología final.
271
en el v. 9 se alude a la disputa entre el arcángel Miguel y el Diablo por el cadá
ver de Moisés. Se trata de una cita de un fragmento perdido del apócrifo Asun
ción de Moisés o Testamento de Moisés, conocido sólo por testimonio del padre
de la Iglesia Dídimo de Alejandría: AAT V 220. Otro caso ocurre en los w. 14-
15 que citan 1 Henoc 1,9. A este respecto se debe pensar que en la época de
composición de la carta de Judas probablemente estas dos obras eran consi
deradas canónicas, o bien pertenecían al grupo de “escritos” del AT que, fue
ren canónicos o no en estricto sentido, sí eran considerados “inspirados” y dig
nos de respeto. Por este motivo sostienen sobre todo los críticos católicos que
las citas de los hoy apócrifos y entonces escritos sagrados no debe afectar dema
siado al respeto por parte de los cristianos de una obra declarada canónica por
la Iglesia.
Mucho más interesante es señalar cómo en esta carta aparecen rasgos de
un cristianismo ya bien asentado en el mundo y desarrollado para durar en
él, el llamado “protocatolicismo” (cf. 17.3): la fe es ya un depósito de doc
trinas recibido por tradición. Otra señal de progreso teológico son los w. 20-
21, que parecen aludir a una liturgia en la que la Trinidad está ya suficiente
mente bien configurada. Como es sabido, la doctrina trinitaria es poco clara
en los principios del cristianismo y se va consolidando lentamente, sobre
todo en el siglo m.
No parece posible que debido a tales rasgos “protocatólicos” el autor haya
sido un personaje cristiano de la primera generación, en concreto Judas, her
mano de Santiago, como dice la carta misma. Esta parece más bien una obra
pseudónima, que se inspira en la tradición, tanto cristiana como apocalíptica
judía, para describir a los malvados y sus castigos, y en datos de la fe y la litur
gia cristianas.
Es imposible precisar con exactitud la fecha de composición, pero se ha de
suponer un momento tardío del siglo I, cuando ya se ha desarrollado con cier
ta plenitud la tendencia gnóstica de algunos cristianos dentro de la comunidad
general y ello supone un peligro de división del grupo en dos partes (véase tam
bién “Colosenses”, 17.2.1 y “Pastorales”, 1 Tim, 17.3.2).
272
Contenido
- Saludos (1,1-2).
- Homilía bautismal (1,3-3,12).
- Exhortación a resistir los dolores de la persecución (3,13-4,19). Las dos
partes unidas posteriormente, más unas últimas advertencias a los pres
bíteros y fieles: 5,1-11, formarían el cuerpo de la carta actual.
- Ultimos avisos y saludos (5,12-14).
a) 1,3-3,12:
mal.
273
- La persecución significa participar de los sufrimientos de Cristo. Es
una bendición sufrir por ser cristiano (4,12-19).
“escuela de Pedro”, o más bien esta carta refleja una cierta teología paulina.
Se han señalado similitudes formales entre la carta y el epistolario paulino, y
analogías en fraseología y algunos pensamientos, como la utilización de voca
blos técnicos, “carismas” por ejemplo, o de las expresiones, como “en Cris
to”, la “libertad traída por Cristo”, o de ideas específicas, como la eficacia del
274
bautismo, insistencia en el aspecto salvifico de la muerte en la cruz..., etc.
Pero otros investigadores observan que tales nociones y vocablos son sim
plemente cristianos y están atestiguados también en otros autores del NT Si
1 Pe se escribió en Roma, al ser la ciudad un receptáculo en el que confluían
todas las doctrinas cristianas, no sería necesario calificar tales expresiones de
paulinas.
Es difícil que el autor haya sido Pedro. El excelente griego de la carta y sus
citas de los LXX son improbables en un pescador de Galilea, aunque hubiera
utilizado un secretario. Sus concomitancias con la teología paulina, el clima de
hostigamiento o “persecución” a los cristianos y, sobre todo, la sensación de que
la carta presupone una Iglesia bien organizada, como indican las recomenda
ciones a los presbíteros de 5,lss, hacen muy improbable que el autor haya sido
Pedro apóstol, porque tal situación no encaja con la que vivió ese discípulo de
Jesús.
Probablemente 1 Pe fue compuesta en Roma. La alusión a “Babilonia” en
5,13, nombre apocalíptico de la capital del Imperio, así lo indica, y no hay por
qué dudar. Respecto a la fecha de composición, se tiene un terminus post quem:
1 Pe fue utilizada por S. Policarpo (Epístola a los Filipenses), por lo que es ante
rior al año 100.
Casi todos los comentaristas consideran que esta epístola es el escrito más tar
dío del NT, porque su capítulo 2 toma prestados conceptos y descripciones de
Judas 4-16 (es decir copia, corrige, omite o amplía ideas de una carta tardía
precedente), porque conoce ya un conjunto de cartas de Pablo consideradas
como “Escritura”, es decir, canónicas (se está formando un canon nuevo de
Escrituras) y, finalmente, porque su teología y la estructura de la comunidad
cristiana que se supone en la carta parecen bastante desarrolladas, tardías por
tanto.
Los críticos protestantes suelen considerar a 2 Pe y las Pastorales los máxi
mos representantes del “protocatolicismo” antes mencionado (17.3 y 18.2).
De acuerdo con estos juicios, se estima que su fecha de composición debe
situarse entre el 110-130. Los críticos católicos no son partidarios de califica
tivos tales como “protocatólico” y otros de este tenor, pero suelen estar de acuer
do en que el autor de 2 Pe no es el mismo que el de 1 Pe, pues el estilo de esta
última es más elaborado, retórico y más pomposo que el de la primera carta.
Una fecha tan tardía de composición excluye que su autor sea el auténtico
Pedro, el príncipe de los apóstoles. Su género literario sería más el de una epís
tola doctrinal que el de una carta verdadera (cf. 16.2).
Contenido
Como su título indica, este libro pertenece al género de las visiones y reve
laciones sobre el final de los tiempos. Su autor está convencido de que Dios le
ha descubierto estos misterios y le ordena comunicarlos a sus lectores..., natu-
raímente en un lenguaje no fácil. A este respecto convendría que el lector repa
sara lo dicho sobre el mundo conceptual y literario de la apocalíptica (4.5). El
Apocalipsis no es una excepción y su texto está lleno de símbolos, acertijos y
pasajes crípticos cuyo significado total no siempre es posible desvelar. Por otra
parte, este uso del simbolismo es lógico, pues el exaltado mundo visionario,
sobre todo cuando se refiere a acontecimientos futuros trascendentes de los
que nada se sabe, sólo puede expresarse con un lenguaje no perteneciente al
ámbito de lo normal.
Hay, sin embargo, un par de hechos que diferencian a este escrito cristia
no del resto de la producción apocalíptica judía. Primero, no es una obra pseu
dónima. Su autor se presenta a sí mismo como Juan, un cristiano desterrado a
la isla de Patmos. El problema es que nada más se sabe de su persona. La tra
dición eclesiástica lo equipara con Juan, hijo del Zebedeo, que compuso el cuar
to Evangelio. Pero, como se verá más tarde, las profundas diferencias de estilo
e ideología hacen imposible tal atribución. El otro hecho diferenciador es que
el Apocalipsis contiene cartas, en concreto a siete iglesias de Asia Menor y con
un estilo formal que se asemeja al paulino.
19.1. Contenido
282
d) Triunfo: lajerusalén futura, celeste (21,1-22,15):
En lugar de la tierra devastada Dios crea unos nuevos cielos y una
nueva tierra. Sobre ella desciende, ya completa, una ciudad, la nueva
Jerusalén, símbolo de la época mesiánica definitiva. El vidente la des
cribe con detalle: es inmensa y perfecta, y en ella caben todos los jus
tos. En su interior no hay un nuevo templo, ni sol ni luna, porque su
santuario es el trono brillante del Cordero, al que todos adoran y cuya
luz disfrutan. Todo es felicidad; ya no hay lágrimas, sino gozo y paz per
petuos.
III. Epílogo (22,6-21): El cordero, Jesús, confirma las visiones del libro. El
vidente amenaza con maldiciones al que altere su contenido: no participará de
los bienes de la ciudad santa, es decir, será reo de condenación eterna. El libro
concluye con un solemne ‘Amén” y con el deseo de la pronta venida de Jesús.
Esta teoría de un reino feliz sobre la tierra no es propia sólo del Apocalipsis cris
tiano, sino que se repite con uno u otro ropaje en el resto de la apocalíptica,
por ejemplo en las descripciones diversas del futuro reino, paradisíaco, del Mesías
en 1 Hen 91; 4 Esd 7,28; SalSl 17, etc. La inmensa mayoría del cristianismo
posterior, sin embargo, no aceptó esta idea, pues rebajaba y materializaba la
esperanza en un cielo definitivo y espiritual, y ello supuso un problema teoló
gico, ya que el Apocalipsis es un libro revelado. En Oriente el cap. 20 del Apo
calipsis supuso prácticamente la exclusión de este libro del canon de las Escri
turas: sólo fue aceptado plenamente dentro de él en el siglo X. En líneas generales
se ha resuelto el problema teológico con la condena al olvido, es decir, igno
rando en la teoría y en la práctica la existencia de este capítulo.
ra una visión en la que la nueva Jerusalén desciende del cielo con los nombres
de los Doce Apóstoles inscritos en su muralla (21,14). Ello sólo es factible cuando
los Doce Apóstoles son ya una figura idealizada del pasado.
285
El Apocalipsis está empedrado de alusiones constantes y voluntarias al lenguaje
del Antiguo Testamento, aunque no se encuentre, curiosamente, ninguna cita lite
ral. Tales referencias proceden de los LXXy de otras versiones al griego, pero el
autor conoce al dedillo la interpretación aramea dada a esos textos por las versio
nes de los targumim, lo que se refleja en su texto. Por otro lado, su estilo como
autor es radicalmente distinto del tenor literario del cuarto Evangelio. El estilo del
Apocalipsis es fuertemente semítico. Los grandes tropiezos contra la lengua griega
que se hallan en el Nuevo Testamento pertenecen casi todos a este libro, y muchos
de ellos son probablemente voluntarios. Así, tras un atributo en un caso oblicuo
(no en nominativo) sigue un sustantivo en nominativo que debería concertar con
el caso oblicuo: 1,5.20; 3,12; en la apódosis, o segunda parte de una oración con
dicional, aparece un kaí (“y”) que recuerda inmediatamente el mismo uso en las
lenguas semíticas (denominado “wau [‘y’] déla apódosis”: 3,20; 6,12; 10,7). En
vez de un verbo finito, exigido por el contexto, el autor utiliza un infinitivo (12,7;
13,10b), o tras una construcción de participio sigue un verbo finito (2,2). El autor
no respeta los géneros gramaticales de ciertos vocablos griegos (como “cordero”,
griego amíon, o “bestia”, griego theríon, ambos neutros), sino que los utiliza como
masculinos, y en el empleo de las formas verbales mezcla sin distinción en un mis
mo contexto aoristos con perfectos (2,3; 16,6) o aoristos e imperfecto (22,8). Aho
ra bien el Apocalipsis no es una traducción torpe de un orignal arameo, sino la obra
de un autor que escribe en griego, pero piensa a veces en arameo, o hebreo.
Lo mismo puede decirse de la teología del Ap que comparada con la del
cuarto Evangelio representa un mundo absolutamente distinto, a pesar de algu
nas similitudes por pertenecer, naturalmente, a un mismo ámbito cristiano. Las
perspectivas de ambas obras son sencillamente muy diferentes. El Apocalipsis
es un escrito profundamente judío que muestra un cristianismo arraigado en
el AT al estilo de la Epístola de Santiago, y que no ve en Jesús a ese Revelador
místico, salvador descendido del cielo, Logos impartidor de un conocimiento
salvifico, que caracteriza a la teología del cuarto Evangelio. Son dos ámbitos
teológicos tan diferentes y hasta cierto punto tan extraños entre sí que no pue
den haber salido de la misma pluma.
Por consiguiente, debemos concluir con la confesión de que se conoce el
nombre del autor de este escrito, pero no se sabe nada más de él, salvo lo que
de sí mismo dice, que es poco.
El Nuevo Testamento
286
ción de angustia entre los cristianos de su grupo que le llevaron a escribir esta
obra de consuelo.
Por una parte, la referencia expresa a Nerón en 13,18 y 17,9-10 -mención
de cinco “reyes”, ya muertos: los cinco emperadores anteriores a Nerón- nos
sitúa en su época y en Roma, con la mención expresa de Babilonia como sím
bolo del Imperio y de su capital. Pero la persecución de Nerón contra los cris
tianos se redujo a la capital y no hay noticia alguna de que tal persecución se
extendiera hasta Asia Menor, como parecen indicar las cartas a las siete Iglesias
de esa zona.
Por otro lado, hay alusiones a hechos históricos en el Apocalipsis, como la
destrucción del templo de Jerusalén en el 70, que se refieren a una época pos
terior a Nerón. Por ello muchos investigadores han pensado que esa época de
persecución se refiere a los años de Domiciano (81-96), emperador tan cruel
y tiránico para algunos que lo consideraban un “Nerón redivivo”. Pero un aná
lisis de los datos disponibles sobre su reinado tampoco permite suponer, como
se acostumbra a hacer, una persecución general de los cristianos por parte de
este emperador, y menos en Asia Menor.
Quizá la solución consista en pensar, uniendo todas las pistas proporciona
das por el libro, que el Apocalipsis es una obra compuesta por dos estratos, lue
go unidos. Uno que se corresponde al período de Nerón; otro que abarca unos
años tras su muerte violenta. El autor del Apocalipsis, que vive en Asia Menor, es
el que reúne las dos partes, si no es el mismo que compuso las dos. Es un cris-.
tiano huido de los horrores de la Guerra judía del 68-70, que ve en las conse
cuencias de esa contienda -que tuvo grandes repercusiones tanto para los judíos
estrictos como para los judeocristianos, no diferenciados por el vulgo como per
tenecientes a religiones distintas- y en la terrible atmósfera antijudía, y por tan
to anticristiana, que la siguió un ambiente intolerable de opresión por parte del
Imperio a todo lo que fuera cristiano. A él le tocó de modo especial una parte de
ese sufrimiento, pues se vio impelido al destierro. Por consiguiente una fecha
de composición entre el 70-90 no estaría carente de fundamento.
En esos momentos, después del reinado de Nerón y en plena época del
emperador Domiciano, escribe su obra de consolación dirigido a las gentes que
mejor conocía: judeocristianos de Asia Menor, huidos como él de los horrores
de la guerra en Palestina, y ansiosos como él de la llegada final de Jesús. No
puede negarse que fuera en parte un visionario real, por lo que en su libro se
deleita de verdad trascribiendo las visiones del juicio final contra el Imperio y
contra las naciones paganas que le apoyaban. La esperanza del triunfo defini
El Apocalipsis
tivo de los seguidores del Cordero, también sacrificado por los romanos pero
finalmente victorioso por su resurrección, era una gran ilusión.
287
Glosario
289
“entusiástica”, en sentido etimológico de “llena de Dios”, una religión exal
tada en la que los fenómenos espirituales tienen la primacía.
C risto lo Gía : ciencia o tratado de Jesús en cuanto christós, Cristo, o Mesías (el
“ungido”). Se entiende por este vocablo el conjunto de títulos y afirma
ciones que sobre Jesús van creando los cristianos tras la creencia en la resu
rrección: Hijo de Dios, físico y real, “Hijo del hombre” o Mesías sufriente,
“Hijo de David”, Salvador, Redentor, Revelador, etc. La cristología es el
núcleo de la teología cristiana.
D eu t er o c a n o n ic o : obra sólo considerada canónica por los católicos. En líneas
generales son los textos bíblicos griegos contenidos en la versión de los
LXX. Para los judíos y protestantes tales obras son “apócrifas” o “pseudo-
epigráficas”. Literalmente significa “canónico de segundo orden”.
dispersión del pueblo judío por los países del mundo conocido sobre
Dia spo r a ;
todo en la época helenística: desde el extremo Occidente (Hispania) has
ta Babilonia en Oriente.
D iatr iba : forma literaria propia de la retórica en la que el autor se im agina a u n
adversario frente a él y reproduce la d iscusión sobre u n tema entre él y el
adversario.
D ico to m ía : literalmente “corte que produce dos partes”. Dícese de una división
de un concepto, personas o situación cultural en dos partes normalmente
enfrentadas.
D inasta : gobernante (de dÿnamis, “fuerza”; el que tiene la fuerza).
D o x o l o g ía : himno o exclamación de alabanza o bendición de Dios. Suele con
tener los términos “gloria”, “bendito”, “alabado”, etc.
E n t u sia sm o ; e n t u siá st ic o : véase carisma.
Literatura judía de época helenística en lengua griega
290
el modo de gobernar y practicar los cultos en el Templo, fariseo y apoca
líptico. De estos esenios como tronco principal -que quizá aparezcan en
el Nuevo Testamento como “escribas y doctores de la Ley”- se desgajó una
rama que se retiró al desierto (Qumrán) y fue la responsable de la compo
sición o colección de los llamados “manuscritos del Mar Muerto”.
Hado: destino de cada persona. Los antiguos lo creían gobernado por los astros,
por los dioses, por el Dios único..., y normalmente lo pensaban escrito de
antemano en los “libros celestiales.
Haggadah: relato o narración; véase midrás.
INICIACIÓN; in ic iá t ic o : correspondiente a la “iniciación” en una religión de mis
terios. La “iniciación” consiste en un conjunto de ritos que permiten al
“iniciado” sufrir simbólicamente con la divinidad un trance amargo, (nor
malmente la muerte), para luego participar con la divinidad de los benefi
cios de la resurrección.
JUSTIFICACIÓN: partiendo de una situación de pecado, por la naturaleza misma,
o temporal, ser declarado justo por Dios. Es éste un concepto clave de la
teología paulina. El ser humano es concebido ya en una situación de peca
do. Sólo Dios puede declararlo justo, y por tanto salvarlo, por un acto de
bondad. El hombre crontribuye con un acto de fe.
KoiNÉ: forma de la lengua griega, mezcla de dialecto del Atica y de Jonia (Asia
Menor), empleado comúnmente como lengua franca en época helenística.
Logion; LOGIA: términos griegos (diminutivos en singular y plural de lógos, “pala
bra”) para expresar una sentencia o dicho de Jesús.
M a so r ÉTICO (TEXTO): tipo textual de la Biblia hebrea transmitido por los erudi
tos masoretas, revisores del texto en el siglo vil d. C., al que añadieron acentos
y vocales, antes no escritos.
MlDRÁS: sustantivo hebreo formado sobre la raíz drsh, “buscar”, “investigar”.
Señala una triple realidad: 1. Tipo de exégesis más bien “libre” que se opo
ne a la interpretación pesat o literal. El midrás puede ser halákico (heb. hala-
kah, “camino”, “norma legal o moral”): interpretación de partes legales de
la Escritura, o hagádico: interpretación de partes no legales: historias, narra
tiva (heb. haggadah), etc. En este caso el midrás intenta extraer de la Escri
tura todo lo que sea ético o edificante. 2. Obras escritas que se corres
ponden con este tipo de exégesis: composición parafrástica, a veces
traducción libre aumentada sobre un texto de la Escritura que aplican al
texto bíblico este tipo de exégesis. 3. En sentido figurado y amplio: narra
ción judía legendaria, imaginativa, no histórica.
Misná: libro compuesto por las sentencias y opiniones de los rabinos más pri
mitivos, algunos anteriores a la era cristiana, que presentan sus interpreta-
dones de los cinco primeros libros de la Biblia. El conjunto de estas opi
niones forman el primer comentario a la Ley judía (véase Talmud).
N ag H a m m a d i : lugar en Egipto, cerca de Luxor, donde se encontraron en 1945
13 libros con unos 50 tratados gnósticos, cristianos, judíos y paganos. Hay
varios evangelios, hechos de apóstoles, epístolas y apocalipsis. Texto cas
tellano en A. Pinero -J. Montserrat - F. García Bazán (2001), Textos gnósti
cos. 3 volúmenes. Trotta. Madrid.
Pa r u s ía : venida de Jesús tras su muerte y resurrección como juez de vivos y
muertos. Para Pablo y los primeros cristianos este acontecimiento debía
tener lugar enseguida; poco a poco se difumina esta creencia y se va pen
sando que tal venida tendrá lugar mucho más tarde. Finalmente, se opi
nará que el fin del mundo acontecerá en un futuro absolutamente lejano.
El retraso de la parusía será un grave problema teológico para el cristianis
mo primitivo.
P erícopa : vocablo griego que significa “corte”. Se emplea para designar una sec
ción (etimológicamente también “corte”) de la Biblia, destinada a ser leí
da como unidad en una función litúrgica.
P e r o r a c ió n : final retórico de u n discurso en el que se recogen los argum entos
principales y se exhorta vivam ente a los oyentes, o lectores, a qu e hagan
tal o cual cosa.
P r e d e s t in a c ió n : decisión previa de Dios, independiente de las obras del ser
humano según algunos sistemas de pensamiento, sobre quiénes se van a
salvar y quiénes no.
P seu d o ep Ig r a f o : obra com puesta p o r u n autor desconocido, pero atribuida p o r
él m ism o, bien p o r el título o p o r el contenido, a u n personaje fam oso del
pasado.
Literatura judía de época helenística en lengua griega
P u r im : fiesta (literalmente “de las suertes”, hebreo pur) instituida para celebrar
el fracaso de los decretos antijudíos promulgados por el rey persa Asuero
(Jeqes I 486-465 a. C,), cuyo día de cumplimiento fue fijado por medio de
las “suertes”. El libro de Ester proporciona la historia o leyenda básica
de por qué se celebra esta fiesta, aunque de hecho el origen de ella sigue
siendo oscuro. No es estrictamente una celebración religiosa, sino esen
cialmente festiva.
Ra bin a to : conjunto de maestros y doctores de la ley (“rabinos”), de tendencia
fundamentalmente farisea, que tras la derrota ante los romanos y la caída
de Jerusalén fueron los jefes espirituales y políticos del pueblo judío. Por
medio de la enseñanza, del estudio de la Biblia, de la publicación de comen
tarios a ella y otros escritos religiosos intentaron y consiguieron conservar
la identidad del pueblo judío, casi totalmente disperso y sin estado.
292
RECENSIÓN: clase o tipo textual en el que se nos conserva tal o cual obra anti
gua. Normalmente, una recensión es el producto de una depuración, conec-
ción o manipulación de un texto base.
SUBORDINACIONISMO: opinión teológica del primer cristianismo, luego declarada
herética, que defiende que Jesús, aunque Dios, está subordinado al poder
del Padre. Ejemplos típicos son Hch 2,22-24 y 2,36.
TALMUD: obra amplia que contiene los comentarios de los rabinos, de los siglos
y IV a un anterior comentario (Misná) a la ley de Moisés. Es, pues, un
II, III
comentario de un comentario. Se conserva en dos versiones, compuestas
respectivamente en Jerusalén y en Babilonia (esta última es más comple
ta). Su fecha de conclusión oscila entre los siglos V y VI d. C. Junto con la
Misná, el Talmud es para los judíos casi tan sagrado como la Biblia.
Ta r g u m ; Ta r g u MIM: versiones de la Biblia hebrea al arameo popular hablado en
Palestina desde antes de la era cristiana. Estas traducciones eran necesarias
porque el pueblo llano ya no entendía el hebreo. Se hacían sobre la mar
cha, en las sinagogas, pero luego algunas de ellas pasaron al texto escrito.
Estas versiones son muy importantes porque no son literales, sino que con
tienen añadidos, omisiones e interpretaciones de los textos. Ello nos per
mite conocer cuál era la interpretación de la Biblia entre el pueblo en su
época de composición (entre el siglo I a. C. y el II d. C. y más adelante).
Los targumim posteriores son como otra interpretación de la Biblia que
debe añadirse a la de la Misná y el Talmud.
TEOCRÁTICO: gobernado por Dios. En el caso de Israel por medio del Sumo sacer
dote y el Sanedrín y bajo el imperio de una ley religiosa üa Torá).
T eofa NI'a : aparición de Dios al ser humano. La teofanía por antonomasia en el
Antiguo Testamento es la del Monte Sinaí, en la que Dios otorga su ley a
Moisés y al pueblo hebreo. En el NT la Transfiguración.
V ulgata : versión al latín de la Biblia (griega). No toda ella procede de la pluma
de san Jerónimo, quien se basó en muchos casos en traducciones previas,
sometidas por él a revisión teniendo siempre en cuenta las lenguas origi
nales, hebreo y griego. Hasta entrado el siglo XX fue la Biblia oficial del cato
licismo.
Cronología
250-50 Artápano
295
Año Acontecimientos generales Palestina/Obras
150-50 1 Esd
1 14 Ester griego
60 SalSl ViAd
296
Año Acontecimientos generales Palestina/Obras
49 Concilio de Jerusalén
50-70 4 Mac
57 2 Cor Rom
64 Muerte de Pablo?
71 Evangelio de Marcos
90 Lucas-Hechos; Ef
94-95 Autobiografía
Contra Apión (Ε Josefo)
1 1 0 ... 2 Pe
298
Bibliografía
Textos
299
Estudios
Schürer, E. (41909; revisada en 1985): Historia del pueblo judío en tiempos dejesús
I-II. Cristiandad. Madrid (el volumen III aún no ha sido traducido de la
versión revisada inglesa, 1991).
Tcherikover, V (1961): Hellenistic Civilization and the Jews. The Jewish Publica
tions of America. Filadelfia.
Trebolle Barrera, J. (1998): La Biblia hebreay la Biblia cristiana. Trotta. Madrid.
Vielhauer, Ph. (1981; ed. española 1991): Historia de la literatura cristiana pri
mitiva. Sígueme. Salamanca.
300