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Jones
Un valor inconmensurable
Octubre 2017 Conferencia general
Por Joy D. Jones
Presidenta General de la Primaria
“Antes de tener el Evangelio en mi vida, siempre trataba de probar a los demás que
yo era especial; pero cuando aprendí la verdad, que soy una hija de Dios, no tenía
nada que probar a nadie. Sabía que era especial… Nunca piensen que no son
nada”.
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20/1/2018 Un valor inconmensurable - Por Joy D. Jones
Hace poco tuve la bendición de conocer a otra jovencita que comprende la misma
verdad. Se llama Taiana. La conocí en el Hospital de Niños de la Primaria, en Salt
Lake City. Estaba en la secundaria, en el grado once, cuando la diagnosticaron con
cáncer. Luchó una valiente batalla durante 18 meses antes de fallecer hace unas
pocas semanas. Taiana estaba llena de luz y amor. Era conocida por su contagiosa
sonrisa y por levantar ambos pulgares, algo característico en ella. Cuando otras
personas preguntaba: “¿Por qué tú, Taiana?”, su respuesta era: “¿Por qué no yo?”.
Taiana procuraba llegar a ser como su Salvador, a quien amaba profundamente.
Durante nuestras visitas, aprendí que Taiana comprendía su valor divino. Saber que
era una hija de Dios le daba la paz y el valor de enfrentarse a su abrumadora
prueba en la manera positiva en la que lo hizo.
Mariama, Renu y Taiana nos enseñan que el Espíritu nos con rmará de manera
personal a cada uno de nosotros nuestro valor divino. Saber verdaderamente que
son hijas de Dios in uenciará cada aspecto de su vida y las guiará en el servicio que
ofrezcan cada día. El presidente Spencer W. Kimball lo explicó con estas gloriosas
palabras:
“Dios es su Padre y las ama. Tanto Él como su Madre Celestial las valoran más allá
de toda medida… Ustedes son muy especiales; son únicas en su tipo, hechas de
una inteligencia eterna que les da la total posibilidad de alcanzar la vida eterna.
Permítanme que hable de dos palabras críticas: valor y dignidad. Elvalor espiritual
signi ca valorarnos a nosotros mismos de la misma manera en la que el Padre
Celestial nos valora, no como el mundo lo hace. Nuestro valor se decidió antes de
que llegáramos a esta tierra. “El amor de Dios es in nito y perdurará para
siempre”3.
El Señor reveló la siguiente verdad adicional al profeta José Smith: “Aquel que de
Dios reciba, acredíteselo a Dios, y regocíjese de que Dios lo considere digno de
recibir”8. Cuando sentimos el Espíritu, como lo explican estos versículos,
reconocemos que lo que sentimos viene de nuestro Padre Celestial. Lo
reconocemos y lo alabamos por bendecirnos. Entonces nos regocijamos porque se
nos ha considerado dignos de recibir.
Imagínense que están leyendo las Escrituras una mañana y el Espíritu les susurra
que lo que están leyendo es verdad. ¿Pueden reconocer el Espíritu y sentirse felices
porque sintieron Su amor y fueron dignas de recibir?
Madres, puede que se estén arrodillando junto a su hijito de cuatro años mientras
ofrece su oración para irse a dormir. Un sentimiento las invade mientras lo
escuchan; sienten calidez y paz. El sentimiento es breve, pero reconocen que, en
ese momento, se les ha considerado dignas de recibir. Puede que muy de vez en
cuando, si ocurre, recibamos grandes manifestaciones espirituales en nuestra vida;
pero podemos disfrutar frecuentemente de los dulces susurros del Espíritu Santo
que con rman la verdad de nuestro valor individual.
El Señor explicó la relación entre nuestro valor y Su gran sacri cio expiatorio
cuando dijo:
Hermanas, gracias a lo que Él hizo por nosotros, estamos unidos a Él “con lazos de
amor”10. Él dijo: “Y mi Padre me envió para que fuese levantado sobre la cruz; y que
después de ser levantado sobre la cruz, pudiese atraer a mí mismo a todos los
hombres”11.
El rey Benjamín también explicó esta conexión que nos une al Salvador: “Y he aquí,
sufrirá tentaciones, y dolor en el cuerpo, hambre, sed y fatiga, aún más de lo que el
hombre puede sufrir sin morir; pues he aquí, la sangre le brotará de cada poro, tan
grande será su angustia por la iniquidad y abominaciones de su pueblo”12. Ese
sufrimiento y los resultados de ese sufrimiento llenan nuestro corazón de amor y
gratitud. El élder Paul E. Koelliker enseñó: “Cuando quitamos las distracciones que
nos atraen hacia el mundo y ejercemos nuestro albedrío para buscarlo a Él,
abrimos nuestro corazón a una fuerza celestial que nos lleva hacia Él”13. Si el amor
que sentimos por el Salvador y lo que Él hizo por nosotros es mayor que la energía
que dedicamos a las debilidades, la baja autoestima, o los malos hábitos, entonces
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20/1/2018 Un valor inconmensurable - Por Joy D. Jones
Él nos ayudará a superar las cosas que causan sufrimiento en nuestra vida. Nos
salva de nosotros mismos.
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