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CENTRO DE ESTUDIOS INTERNACIONALES EN EL UMBRAL, DE LAS REVOLUCIONES HISPANICAS: EL BIENIO 1808-1810. Roberto Brefia (editor) [B EL COLEGIO DE MEXICO cceNTRO DE ESTUDIOS PoLtTicos YONSTITUCIONALES DELA CRISIS DEL PODER VIRRFINAL A LA CRISIS DEL PODER MONARQUICO: BUENOS AIRES, 1806-1810 Mareela Ternavasio Universidad Nacional de Rosario Bn 1806, entonces, el orden espaol presenta, tas de una fachada todavia imponente, ries cuya profundi- dad no es ficl de medi Ese paultino debiltamiento ro justfea su bruseo fin; oede dedise de él como de la oniad smpetal romana que no musé de su propia muerte, que fue asesinado. “Tali Halperin Dongs, Rowing 121 de enero de 1809, un dia antes de que la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino emitiera la real orden en la que declataba a las Indias “parte esencial e integrante de Ia monarquia espafiola”, 1a ‘Audiencia de Buenos Aires le cnviaba una carta “suplicando se adop- tascn ciettas providencias que estimaba conducentes”.' La comuni- ‘acién cursada por los oidores 2 la Junta —reconocida ésta solemne- mente pot ls autoridades del virreinato el dia 8 de enero—ilustraba muy bien el conflictivo clima politico vivido en aquellos dias en el Rio de la Plata, El alto tribunal exhibia un crudo diagndstico de la situacién local, derivado de los hechos de “naturaleza extraodina- tia” que habjan afectado a la jurisdiccidn desde mediados de 1806 "Carta de la Real Adiencia de Buenos Aites dando cuenta a su Majestad, con vtios documentos e imprevos que acompata”, Buenos Aires, 21 de enero de 1805, Coos de bray dcament are le bisa aetna, Bib de Ba, XI Sumario 1 Frpedienes, Buenos Aires, Senado de la Nacon, 1961 265 266. MARCELLA-TERNAVASIO basta comicazos de 1809. La Audiencia puntualizaba tales hechos en orden cronolégico: Ia primera invasién inglesa a Buenos Aires en 1806, la deposicién del vitrey Sobremonte en febrero de 1807, el ‘nuevo ataque de las tropas briténieas a la capital virreinal a medindos de ese mismo afi, el establecimiento de la Corte portuguesa en Rio de Jancizo en marzo de 1808, la ocupacién napolesnica de Espa- fia y los sucesos de Bayona, la intrigas tejidas por la infanta Carlota Joaquina de Borbén para ocupar la Regencia, el eercicio interino del cargo de virrey por parte de un francés de origen desde 1807, la for- macidn de una Junta de Gobierno en Montevideo en septiembre de 1808 y el intento del cabildo de Buenos Aires de deponer al viesey y de crear una Junta el 1o, de enero de 1809, La exposicidn de los oidores, si bien no esti exenta de las valosa- ciones propias de un cuerpo que habia sido activo participe de todos Jos hechos relatados, exptesa de manera contundeate la agenda de problemas que enfrentaba el vitreinato desde Ia primera invasion inglesa. A los embates dela disputa entre imperios en el Atléntico sur see sumaron luego los “trastornos extraosdinatios” producidos por leer dea mona espatiolaylos conflicts ntemos nacido de una intrineada trama tefda por competencias jursdiccionales, svali dds entre sorordadesyanbilone personales de poe Ui ‘ma que en los meses siguientes al informe presentado por la Audien- cia estaba lejos de encauzarse por caminos capaces de pacificar las disputas, El testimonio oftecido por Baltasar Hidalgo de Cisneros en septiembre de 1809, poco después de arsibae al Rio de la Plata para asumir el eargo de virtey, reftea a situacién: No puede presentarse cuadro mis lastimoso que el de vuestra constitu cién politica « mi legada a estas provineias, Mi corazén se cubrié de ppesar, cuando vi sumerpidos en un abismo de males unos pueblos tan acreedores de li felicidad 2 que su situaciin los destina? Desentrafar en todas sus dimensiones esa trama que, en la pers- pectiva de Cisneros, condujo al Rio de la Plata an “abisno de ma- Jes" es, sin duda, una tarea muy compleja que excede las posibilida- 2 *Declaracion del Virey Baltasar Hidalgo de Cisnetoe”, Buenos Altes, 22.de septembre de 1809, Colasn de ora decane. ody XI, py 10573. —————— DIA CKISIN DEL PODER VINKEINAL — 267 des de este ensayo, De aleances mis modestos, mi propésito en las sigmientes paginas es retomar la agenda de cuestiones presentada por la Audiencia a comienzos de 1809, con el objeto de buceas en clla algunos de los niveles de la crisis politica abierta después de 1806, sin que el desenlace de 1810 constinaya el punto de partida Entre 1808 y 1809, el Rio de a Plata parecia albergat todas —o casi todas— las alternativas que dejaba abierta la crisis de la momar quis. La fidelidad a la metr6poli, el establecimiento de un protecto- rado britinico, el earlorismo, la sumisién al emperador francés, el juntismo o la independeneia fueron opciones que se presentaron bajo diversos formatos y alineamientos de fuerzas, algunas de las cuales contaton con muy escasas —o nulas— posibilidades de con- ‘ctetarse, Todas ellas fluian en un contexto plagado de incertidum- bres, confusiones, sospechas mutuas y desconfianza, derivado, en gran parte, dela peculiar situaciGn ereada por el dobl nadio de autor dad gue experimenté el Rio de la Plata en esa coyuntura. Bl hecho de {que la deposicidn del viesey Sobremonte peecedieta a la nactio rir —deposicién consumada en una suerte de cabildo abierto que actus bajo la presion del “pueblo”, segin destacan los documentos— constituye un dato clave para entender algunas de las dlerivaciones {que siguieron los cursos de accion en el escenariv lucal. Subrayat esta precedeneia no encicrra la intencién de presentat al Rio de la Plata como un caso exepaonal ni de minimizat el papel que desempedé Ia exsisdindstca en la lépica de la crsis imperial que le sucedis, Por el contrario, mi objetivo es retomar la hipétesis de Tulio ‘Halperin Donghi citada en el epigeafe y asumis el reto de medir algu- nas de esas grietas que el orden espaol exhibié después de 1806. En este sentido, la deposicién del virrey abri6, sin duda, una grieta ‘vertical en el orden institucional de la colonia. No s6lo porque hitié de muctte cl prestigio de Ia méxima autoridad colonial al producisse ‘en las circunstancias recién enunciadas, sino porque privé al virreina- to —erigido hacia apenas treinta afios— del primer eslaboa sobre el cual se fundaba a relacién de obediencia y mando en América en > La elisica obta de Tulio Halperin Donghi, René» ra: formar de ma bi cigs en te Aetna ciel, México, Siglo XX, 1972 sigue siendo, pata e pe iodo del que se ocupa este ariclo, el aniiis més reo y sugerente con el que ‘cuenta la bistorogzalia argentine, 268 MARCELA THRNAVASIO. ‘una coyuntura muy particular en el plano internacional, Tal creaba en el émbito local un margen de incertidumbre ae bien cormpenblees. csr sdeanvanmel ater ele a nada por la sa‘atio regis poco tiempo después, si se le asemejaba en flgunosaspecton Fl primero se viscla la sualon de provision lidad vivida en esos meses; el segundo, a la emergencia de cierto ‘margen de autonomia por parte de las autoridades coloniales res ta de la metrépoli. Un dato ya destacado pot Halperin: “desde junio de 1806 las instituciones coloniales han adquitido un poderfo que no perderin a manos de la Corona” a "Desde ena perspectives posible afrmar quciaastnomfa en Rio dé la Pata comene6 sexperimecmarre en 1806 ante de ee shania ye rman apiculate snayoje8;Poserinse nascovoriactea fable cal {0671807 muyefernte de agelainatastada en 1810p primera no fue, como la segunda, el resultado de la desaparicion del rey y del planteamiento explicito que invocé el derecho de los pueblos a ejercer una tutela o depésito de la soberania del monarca fuente La autonomia desta por ls inesione nglessa fue db echo, 20 tun zeclamo de dred no implied una accéa delberada slsescunersaagiooneccaiarroon ee ore e situacién de provisionalidad en la cual qued6 eae ee ” indettinclon de Sobsemonts, Tus en todo caso un ipo desaor noms que recapersba el modo de opens dela adc cocteae tualitahspénien en un contexto de eli en el que as refornas borbdnicas tendientes 2 reforzar el poder de la Corona parecian ta agua por todos lados.* igopiciaonie daanepentaia enindipie ci tes de la Colona el eabdo del capital la instucin mds antigua +i, Su caps tant ia alte Mo Roya Padi yen 19 rN Pr Cs Sinn sp pos Nat Ne "som pen mln conexant n et ne en ing, “Sb oh etAntorie Ansa, ais ih mt Ca isis ns DiLLACHISI DEL RODER VIRREINAL 269 y de mayor artaigo—, el vierey y la Audiencia —creados a fines del siglo xvi en el mareo de las reformas borbénicas— y las milicias tirbanas surgidas durante las invasiones inglesas. Tales cuerpos en catnaron disputas que, ademas de minat el engranaje en el que se fundaba la obediencia politica, expresaban Ia distancia respecto de tuna Corona que parecta cada vez mas lejana. Estas disputas no s6lo se-vicron agavadas con la crisis dela monarquia, sino que asumieron ‘nuevas valencias por la naturaleza misma de la sacatio res Las abdi- caciones de Bayona abrieron un nuevo escenaio de incertidumbre jusidiea ala vex que dejaron al Rio de la Plata en una suerte de ravio te egundo grado Iss abdicaciones se produjeron cuando la autoridad viereinal segufa siendo provisional, en la medida en que Liniers habia ‘sumido el eatgo con ese carécter gracias a una modificacién cie- tunstancial de los erterios impuestos pot la Corona para cubs las cefalias.’ Cuando se procedi6 al nombramiento de nuevo virrey, en ‘medio de una teama surcada de conflictos de muy diversa naruraleza Zn el escenario local, a situacion no se modified sustancialmente: Cisneros fue designado por la Junta Central Gubernativa, cuya pro- visionalidad se exhibfa no sélo en el hecho de tener la soberania en ddepésito, sino en el més contundente dato de que la autoridad de Ia Central eta resistida pot muchas de lis juntas locale de la peninsula ibérica, renuentes a entregar ese depdsito de soberanta. Tin esa atmésfera, el concepto de indipendenca comenz6 a circular, adoptando muy diversos sigaificados segin el contexto y el grupo {que lo evocata, como ha demostrado recientemente la istoriogra- fa®Tal como ocurrio en oteas regiones del imperio después de 1808, cuando la posibidad de la independencia —entendida como sece- sin respecto de la metrépoli— fue més una opeién sospechada por + Fn 1807 la Conoaa cambié el citero por el ual debian eubere inerinamente tas vacancas del cargo de vitey al establecer que en lugar de oeupaso el presidente (Sela Aucienciadebia hacerlo el jefe militar de mayor jersgia. * fi torn alos significados de los conceptos“independenea” y“autonos ademas ce los autores ya ciads, vanse Roberto Bre, E! rir Bealsme cal I pps de emanipatin de Amc, 1808-1824 wa ratin Bieri de Ror pn, Meno, Fl Colegio de Mésco, 2006; Ana Carolina Thara, “Autonoma TNadependencia ena css del orden viecna”, y elo de Hepat expesnentaron los solani paride 1806, Ning doe lncamientos intros ene Rio del Pha pase com prendes in tevisael papel de Gran Breas —con los wives de $8 seis gbieros respect a ut esti au ents s hispanas— y el de Portugel —con su tradicional voczcién ° Carta dela Real Ansionea, 21 de enero de L809, DLA CKSISDEL PODER VIRREINAL 271 ‘expansionista sobre las posesiones espafiolas en el sur del continen- ten, Gnanclo se produjo el repentino cambio de alianzas internacio~ hale al ocupas Napoleén la penfasula ibériea, nadie en el Rio de ly Pata pareca estar conveacido de las bondades de se virje. Por el contrario, as autoridades coloniales de Buenos Aires, inmersas a es3 altura en su propio jucgo de dispatas luego de la vacancia virreinal, tsuvieron lejos de iranguilizarse con sus nuevos aliados, La descon- fianza que exhibia el rineda més austral del impesio hacia Inglaterra y Portugal era sin duda comprensible y se expresaba en el temor de {ue cualquiera de las dos potencias esimalara una independencia bajo el protectorado de alguna de ellas La experiencia vivida durante tae invasiones inglesas no colaboraba a mejorar la imagen de Gran Bretafa, como tampoco ayadaron las intrincedas tramas tjidas por Ia infanta Carlota Joaquina para mejorar la de Portugal. Si se sua Ian amenaza de una expedicién francesa al Rio de la Plata, planteada en flganos documentos einstrumentada de manera oportunista pot In- tlaterray Portugal, el cuadro termina de complicarse. Un cusdro en El que si bien conflayen inereses y ambiciones muy diversos, presen- ta una percepciéa comtin por parte de todos —0 casi todos— los Javolucrados en las disputas la hipétesis de que la peninsula coreia sevios riengos de caer slefinitivamente en manos de Napoleon des- Empedé un papel clave en los cursos de accion desplegados entre 1808 y 1809. Di UN VIRREINATO SIN VIRRFY A UNA MONARQUIA SIN’ MONARCA El impacto que sufé el Rio de la Plat a partic de los veriginosos ‘cambios ocutridos durante la ocupacién britinia se exhibi6 en di- Sensas dimensiones.” En primer término, eabe recordar que las im provisadas tropas destinadas a reconguistar Buenos Aires en 1806 y PMdefender la eapital en 1807 estuvicron constituidas por miicias «Bite un vata bibiograia sobre as inasines ingle Rio del Pata. EL caravans completo y actalzado es elde Klaus Gallo, Deiat al anoinien sehen roy Ra el Plt, 1806-1826, Bune Aires, AZ. iors, 1994; del vrs anton, Lar ima ings, Buenos Aires, Endeba, 2004. 272, MANCELA TERNAVASIO urbanas de muy reciente formacién.!” La pereepeién ripidamente arraigada catre los habitantes de Buenos Aires fe que la metrépoll se habia mostrado incapaa de defender con sus escuilidas tropas ‘veteranas el rincén ms austeal del imperio y que los verdaderos bas- tiones de la Jealtad hacia la Corona habian sido, bisicamente, los ctiollos y espasioles residentes en la capital que resistcron los embax tes de los invasores, Esta exhibicién de abandono, sin embargo, ¢s- ‘avo lejos de erosionar el sentimiento de fidelidad hacia cl rey. Por el conttatio, las proclamas y discursos de los lideres de la reconquista y de le defensa eran elocuentes al destacar el entusiasmo pattidtico de la poblacién en resguardo de la Iealtad espatiola. Asi lo reconocian también los mismos ingleses derrotados, como fue el caso del gene= ral John Whitelocke cuando afirmaba que “en el momento de mi gada.a Sudainérica no tenfamos ni un solo amigo en todo el pais”. 2 Silos ingleses habian especulado con eapitalizar a su favor las tensio~ ‘nes entre peninsulares y criollos que supuestamente habian creado las reformas borbdnicas, el desencanto fue inmediato. Incluso, entte los pocos colaboradotes criollos que encontraron los britinicos, como Saturnino Rodrigue Pefa y el altoperuano Manuel Aniceto Padilla, se hacia explicito este reconocimienta, Padilla, en wn memo- sal clevador a Achar Wellesley ex mayo de 1808, aseguraba: Este éxito [frente alos brtinicos] desperté en el pueblo una conciencia hasta entonces desconocida: sus primeros movimientos fueron la dest- tucion del vieey designado por la Corte de Madrid, nombrindose otro sogtin su voluntad, sin que los magistrados se atreviesen a oponerse a estas disposiciones populares. El tibuaal de la Real Audienciz qued6 vacilante y el conflicto de las autoridades destruyendo todo sistema an- terior generalz6 las ideas de Libertad ¢ Tndependencia. "Sobre el papel de estas mils y de la mltasizacién nacide en Buenos Aires «en 1806, véase Tullo Halperio Donghi, “Miltarvacion revolacionare en Bucaoe Aires, 1806-1815", en Tullo Halperin Donghi (comp), E ait el sdoy cool “Hippanvanieg, Bacco ites, Sudametican, 1978 "2. Whitelocke a W¢ Windham, 20 de junio de 1807, publiado en The Til at Lary of Liat-Gon. Whislts, Londres, 1808, Extesdo de K, Gallo, Lat isaines Inglis, 9p, Spéndice Documents, pp. 63-6, "Memorial de Marvel Aniceto Pula a sir Arthur Wellsley”, Londres, 8 de abyil de 1808, Fxtraldo de K. Gallo, Lar imo mls 0. aly Spéndice Docar ‘mental pp. 126-127 Di 1A ERISIS DEL PODER VIRKEANAL Por cierto que tl generalizacion de las “idens de libertad ¢ inde- ppendencia” era mis una fantasia, procedente de un personaje que cestuvo entre los pocos que plantearon ese plan en ocasién de la ocu- ‘pacin briviniea, que la expresién de una realidad, Pero si no es cier- to que los supuestos planes de independencia de la metr6poli duran- te el protectorado biitinico tuvieran posibilidades de concretarse, sf Joes que la sizuacién legada por ls invasiones mostraba un escenario smuy distinto del existente antes de 1806. En ese escenatio, las milcias locales se habfan convertido en un nuevo factor de poder, cuya intervencién en el espacio piblico trans- formaba los equilibrios existentes entre las autoridades y los cuerpos de la capital. Asi habia ocussido en ocasin de la destitucién del vi- rrey; fue bajo la presin de las “tropas” que se convoed al cabildo abierto del 14 de agosto de 1806 para delegar el mando military po- Iitico en el héroe de la reconquista —Santingo de Liniers— y bajo fsa misma presién que se reunié la Junta de Guerra en febrero de 1807 —cuya composicidn se acercaba més a un cabildo abierto— pata decidir finalmente la deposicién definitiva de Sobremonte “Aunque la identificacién que exhiben los documentos entre los t= minos “tropa” y “‘pucblo” no es facil de evaluar, resulta representat via del nuevo ciima polly vivide en esos meses" La Audiencia sostuvo en cl informe ya citado que esas tropas eran “colecticias ¢ insubordinadas” y que la “deposicién del mando (de virtey] por el pueblo” fue un “ejemplo pernicioso que si no acabs con la autoridad zeal la paraliz6 en tétminos que han de pasar muchos afios antes que convalezca’”.” Mientras el alto tribunal intentaba ergirse en el defen sor de la legalidad colonial, el cabildo de Ia capital reforanba su po- des, no sélo por tratarse de la institucién més antigua y de mayor arraigo en la ciudad, sino también por el destacado papel que cum plid en la defensa de Ia capital en la segunda incursion britinica El virrey interino no lograba frenar las disputas internas nacidas de 50s repentinos cambios, pese a contar con un fuerte consenso entre las milicias que habia colaborado a esear, [in visperas de un hecho que nadie podia prever, como fue la rucatie rs ocustidn pocos meses Yeas al respecto Gabriel di Meglio, ina ogo pac pe was de Brewer “Ale la paca rie le vlc de may eric, Hae ies, Prom, 2006, "Carta de la Real Audienia, 21 de enero de 180. 274 MARCELA-TERNAVASIO después, cl Rio de la Plata mantenfa una situacién de interinato parm su maxima autoridad, derivada de una situacién sin precedentes: la destitacién de un virrey por aalumacin papulars® Acomienzos de 1808, tanto las autoridades como la poblacién en general agudizaron sus temores frente ala posibilidad de una nueva invasi6n britinica, especialmente luego de arribar las noticias de la presencia de la Corte portuguesa en Brasil bajo la proteccion de In= glatesta. La inquictud que desperts el traslado del sey Juan VI de Portugal con todo su séquito a Rio de Janeiro fue inmediata, En un acuerdo del cabildo de Buenos Aires del 15 de marzo de 1808, los regidores se hacfan eco de una noticia difandida “en el pueblo” de que los portugueses aliados a los ingleses tenfan proyectado invadir uuna vez mds a capital vieeinal En medio de ese clima conspirativo, a fines de julio legaba a Bue- fos Aires Ia real cédula en la que se ordenaba reconocet por rey de Espafia« Fernando VIT por haber abdicado a la Corona Carlos IV en ‘ocasién del motin de Aranjuez ocurrido en marzo de 1808. No hace falta redundar en el dato muy obvio acerca de las demozas con que llegaban las noticias de Buropa a América ni en los desfases produci- dos entre la vorigine de acontecimientos ocurridos en Espaiia en esos suaeses y su difusidn del otro Indo del Atlantica, Peto sics hundamental econsttuir ciertas cronologias en ambos escenasios para comprendet las légicas de accidn de los actores. Asi pues, la ceremonia de juramen- to al rey Fernando VII estaba prevista para el 12 de agosto, pero el virrey orcené suspenderla, en acuerdo undnime con Ia Audiencia y el eabildo, por tomar conocimiento el 30 de julio de impresos legados desde Cidliz en los que se anunciaba la protesta de Catlos IV a su ab- dicacion y su regreso al trono, Estos impresos, més alli del intento de Jas autoridades de evitar su difusin, se propagaron entre algunos acti- ‘vos pobladores de la ciudad, lo que generd una gran contusidn, El clima de incertidumbre se agravé cuando el 13 de agosto arri- 'b6 al Rio de la Plata el marqueés de Sassenay, enviado de Napoledn '< Ofici del Cbildo de Buenos Aires al marys de Sobremonte comunickndo- Je el nombramiento del capitin general don Santiago de Liniers por la junta general celebrad el 14 de agosto de 1806 y a solitude pueblo en plies aclamciones Archivo General de la Naciéa, Divisién Colonia, Secciin Gobicrna, Invasones Ingless. Crsespondencay vais, Sala IX, 30-3-5.295, DALLA CKISISDELPODER VIRKEINAL — 27 Bonaparte. El objetivo de su misién era dar a conocer el estado de Espafa y el cambio de dinastia y observas las reacciones que a a0ti- cia produeia entte los rioplatenses. Cabe destacar que en esos dias hhabla circulado en Buenos Aires la proclama del Supremo Consejo ide Castilla —que habia aceptado las abdicaciones como un acto legi- timo y promovido el reconocimiento de la aueva dinastia— en la que ‘se condenaban los sucesos de Madrid del 2 de mayo —cuando se produjo el levantamiento de los madiilefios contr las tropas france- jas— como anirquicos y se amenazaba con “castigo riguroso y seve to alos que intentasen romper la alianza entre estas dos grandes na- Ciones [Espafia y Francia”? El estupor frente a las novedades ‘explica, en gran parte, el desconcierto de las autoridades. Liners teci- ‘bid a Sassenay junto al cabildo y la Audiencia y alli examinaron los papeles en los que se daba cuenta de ls abdicaciones, de la designa- ‘Gdn del rey José Bonaparte y de la convocatoria a un congreso en Bayona. Para agregar mis confusién, muchos de esos papeles estaban avalados con la firma de aucoridades espatioles : ‘No obstante, los cuerpos locales pudieron comprender rapida- mente lo peligroso que resultaba difundir estas noticias y mantuvie- ron incomunicado a Sassenay hasta embarearlo auevamente rumvo A Europa. Pero al intento de maatener en secteta las noticias apor- carer Sado mapoebico fe en vano El rumor dss P= sencia en Buenos Aires habia trascendido y despertado todo tipo de jnfdencias. Para aquietar los énimos, el virrey lanz6 una proclama a los habitants de Buenos Aire el 15 de agostosen Me ge soma taban las cavilaciones del momento. Las expresiones alli vertidas es- ‘aban lejos de condenar a Napoledn, aunque se ratifcaba Ia fidelidad diel pueblo de Buenos Aires a su legitimo soberano. Si bien se prest- sme aque la proclama fue redactada por uno de ls oidores y cont6 con ‘lacuerdo de la Audiencia y del cabildo, fue usilizada luego por los "Chad por Maso Be, lei pail el made Sain" ie US an atin Bt oes cia eras Bocas Aires Acdeta Naina de ioc, Aen, 1961, waren ao que se vio obsticliz cand, gtd « Monzevie gabe ee Fc so oi sen. A ermine rca eds Napa a tebe de 180 276 NARCHLATERNAVASIO adversarios de Liniers imentat Ia pos cisa del vis cela jtiapeslaomul ach nasa Fin ese clima se procedié, finalmente, a celebrar el dell ony emu VIG 2 Sage, yen ee pe bre se publicé porbando en Buenos Aires que se declaraba la guerra a Francia y que se habia firmado un armisticio con Inglaterra, Segtin subrayé al comienzo, el anuncio del cambio de alianzas no tranquilizé a nadie en el Rio de la Plata. El gobierno bsitinico estaba consciente de esta desconfianza y por ello se encarg6 de enviar emisarios @ Buex 10s Aires para convencer a las sutoridades locales de la nueva situn- ci6n, En un oficio del 4 de agosto de 1808, lord Castlereagh ordenaba a James Burke trasladarse 2 Buenos Aires con el objeto de informar sobre los sucesos de Espafiay la resistencia de los espafoles ala ocu+ pacién francesa mediante Ia formacién de juntas. Burke debia conven cet a ls auroridades sioplatenses de que a pari de ese momento Gran Bretafia era un pais aliado y de que habian eesado ls hostilidades. Pot otro lado, orclenaba predisponer las “mentes de los espaiioles en con= tra de los franceses” y convencer a los americanos de que cl tinieo objetivo de gate rm vt ue Espa ws colonia cayenne ‘manos francesa.” En otro oficio del mismo dia, Ca le coma- tle oy Suh que ea elo oun epee nell ‘a Buenos Aires y que por tal raz6n debia quedar claro en la capital vi srcinal que Gran Bretafia no descaba interfere ea los asuntos espaiio- les, “pero si por cualquier adversidad, Bspafa cayera bajo la garta de [Napoledn”, era deber de Inglaterra evitar que las provincias ametica- ‘nas siguieran la misma suerte. En tal direcciGn, Gran Bretaiia “no as- piratfa a ninguna soberania ni ocupacién terstorial, limitindose a esta- blecer una conexién con los dominios espatioles en Sud-América gue ppetmitiera proteger su independencia y sus recursos contra los desig- nos del enemigo comiin’.*” Mis allé de la suerte que cottieron estas comisiones, lo cierto es «que la recepcién que tuvo en Buenos Aires la noticia del armisticio sg i und Ceo anes Ba nile ne noe it, Doing Sek, ago e808 Cond bay ent t XLp. 10176. peundanne| * Ofii de Lord Cakeragh alia Syne Sih secomendando al mayor Burke. Coleccion de obnar y documentos... fs ab, t. XI, pp. 10177-10179. 7 DITA CHIN DEL PODER VINKEINAL — 277 con Tnglaterea no fue la mis auspiciosa. Bl fiscal del esimen, Anconio ‘Caspe y Rodriguez, afirmaba en diciembre de 1808 que “los jefes de las armas britinicas para hostilizar estas provincias” se dedicaron « “Spromover y auxliac un partido de la independencia”, El mismo fis- ‘al continuaba su diatriba diciendo que dutante su permanencia en la ciudad de Montevideo entre 1806 y 1807, las fuerzas britinicas ba- ban promovido dicha causa a través de papeles puilicos y del perid- ico La Betralla de Su y que desde la fuga de William Carr Beresford “general que comand6 la primera expedicién inglesa junto al co- ‘mandante escocés Home Popham—, gracias la colaboraci6n de los ‘ya ciados Rodriguez Petia y Padilla, los ingleses sostenfan en Rio de jJaneieo a es0s hombres y que el gobierno portugués tambien estaba involuctado.” Fl informe se explayaba como si Gran Bretafia y Por- ‘gal no fueran ahora potencias aliadas, sino enemigas, y dejaba al ddesmudo las conexiones que ambas tendian con Buenos Aires. Co- rnexiones que, sin duda, se hicieron més complejas con el intento de la infanta Carlota Jouquina de reclamar la Regencia de los dominios ‘Sobre los avatares del catlotismo en el Rio de la Plata se ha escrito bastante y especulado atin més. La complejidad de la intervencién de la infanta se vincula tanto al plano juridlico de sus reclamas como al contexto politico en el que se expresd, Fin el plano juridico, Carlota Jonquina teivindicaba su derecho a ejercer la Regencia en América dada la imposiblidad de su hermano Fernando y de toda la linea tmasculina de la familia real de ocupar el trona, A tal efecto se valia de la derogacidn de Ia Ley Silica en 1789, cuando el rey Carlos IV Silo cra padce en ese entonces de Carlota y buscaba asegurarse Ia sucesidn en easo de no tenet descendencia masculina. Ahora bien, si dicho teclamo podia tenet un anclaje legal, el context politico en el {que sel dio cauce dejaba ala propuesta con eseasas posbilidades de Gxito, Cabe recordar, en este sentido, que las ambiciones de la prin ‘cesa n0 tuvieron acogida alguna ene los espafioles que resistin Ia ‘ocupacién francesa en la peninsula, que existian diferencias dentso de la propia Cotte portuguesa respecto a In estrategia de Carlota y 1 scrco de seal del etmien Antonio Caspe y Rodriguez, Buenos Aires, 15 de Aicieibre de 1808, Colin de ara y decent. sity t XI, pp. 10099-10102. 278 NARCHLA'TERNAVASIO aque las redes que tendi6 en el Rio de Ia Plata —Ia jurisdiccién mas cercana y supuestatmente con la que podia tener contactos més flui- dos—apuntaron a un riesgoso doble juego que le resté capacidad de ‘maniobra. La infanta bused adhesiones lo mismo entte las autorida- des coloniales que entre ciertos personajes que, frente a la agitacién vivida luego de las invasiones inglesas, podtian ver su Regencia como una oportunidad de redefinir los vinculos imperiales y de obtener con ello un mayor grado de autonomia para el gobierno de estas ticesas, entendida ésta en términos de autogestién y participacién en el cuerpo politico eoleetivo. ‘Las tratativas de Carlota, ademas de despertar temor y descon= fianza entre las autoridades locales por la amenaza que representa~ ban Portugal e Inglaterra dentro de esa alternativa, desataron con- flictos y procesos judiciales por el caricter conspirativo que asumi6 cl reclamo. No viene al caso relatar las peripecias bajo las cuales se expresaron las exigencias de la princesa, sino s6lo subrayar que cuan= do en noviembre de 1808 arribaba una fragata inglesa a Montevideo procedente de Rio de Janeiro con supuestos pliegos de Ja infants para todas las autoridades del virreinato, el personaje que los conde cia fue arrestado por el gobernador de esa plaza ¢ incomunicado, Los episodiios que rodearon el caso y que termino con el procesa- miento de James Paroissien —encasgado de transportar los plie- gos— estin plagados de acusaciones y sospechas mutuas entre diferentes personajes, abonados por la denuncia de la infanta de ha- ber sido victima de un plan revolucionario por paste de algunos erio- llos para proclamar su coronacidn, Un plan del que ella prudente- mente intentaba distanciarse cuando en carta a Liniers le advertia que Paroissien era portador de cartas que contenian “principios revolu- cionatios y subversivos del presente orden monarquico” tendientes a establecer una “repaiblica”. Carlota le aseguraba al vitrey que hacia tiempo estaba proyectado dicho plan y aclaraba que “por pequefia que sca la tal maquinacién, siempre es diametralmente opuesta a las leyes, @ los derechos de mi real familia, contra el legitimo soberano de esos dominios, y por consiguiente contra mi misma’ = Cart de Carlos Joucuina aSansago de Liners, Rio de Janciz, 1a. denoview- Dre de 1808, Cols de obra y document. 9 i XI, pp. 10085-10095. DICLA CNSISDHL-PODER VIRKEINAL 27) Gon esta denuneia, la hij de Catlos TV creia poder ganarse la confianta de las autoridades de Buenos Aires. Pero, lejos de ello, rs ftuevatnente el fseal del cximen, Antonio Caspe y Rodriguez, el que te convertin en wocero de sus pares al plantearse, en una causa reser vue, dos hipétesisrespecto ala acusacion de la “teama de la conspi- WaciGa” 0 Carlota Joaquina engaaba a los asi lamados “revolucio- furis” paza luego descubsir el plan, 0 “se vio obligada a aparenty prestarse a semcjante designio” y lnego retrocedié al entrarse del Pimbo “favorable” que tomaba en Espata la guerra contra Napo- fedn. Bn esta segunda hipétesis, el fiscal le imputaba a la infanta ven dda en un tono clegante— promovet, bajo la tutclainglesa, tn plaa independentista con su Regencia, considerando que la Pe- fagula estaba perdida en manos francesas aan ncs dle 1808, la alteraativa de que la mets6poli podia perderse bajo el yuo de Napoleén parecia convencer a propios y ajetios. Aneaue las autoridales virreinales eran muy cautas en sus expresio- then dicho temorse dejaba ver no slo en Lo que manifestaban en los documentos reservados, sino también en cl intento de frenar a cual ‘ier preci la difusin de noticias sobre lo que acontecia por ue los dias en la peninsula. ZA QUIEN OBEDECER? ‘A-comienzos de 1809, la capital del virreinato del Rio de la Plata se presenaba como wn escenario suzeado por disputas y eonlctos nee vepotidades, estamentos y grupos de diversa nataraleza, Fl vierey Li ieee, euya principal base de apoyo eran as micas, habia procurado fobernar consultando de manera permanente al esbildo de la capital ‘ala Andiencia. Consciente dela excepeionalidad en que habia alean vio la méxima sutoridad y de la también excepcional situacion que Te rocaba timonear, fue muy cuidadoso respecto de los dos euerpos tis importantes del orden colonial eon Jos cules debia cogoberoat ero su prudencia no alcanz para fren las competencias juiscie- 08 Aires 15 de 1 sei del cal del crimen Antonio Caspe y Redriguer, Buenos Aire, Siem de 1808, Colin de bray decent. Pitt XD, ps 10099-10102 280 MARCELLA‘TERNAVASIO froma que al recuperas el ejemplo junistaespaiioly ln declaracin de fidelidad al rey Fernando VII procuraba dotarse de una nueva legi- tmidad. En este punto ¢s importante subrayar que no existia en dicha Junta un reclamo de derechos al autogobierno frente a las autoridar “des sustitutas del rey en la mete6poli —por el contratio, buscaba re~ forzar ese lazo, que en ese momento era con la Junta de Sevilla— ino un reclamo de autonomia frente «—o en contra— su antigua ‘macién de juntas provocé el inmediato techazo por parte de las au- toridades coloniales residentes en la capital y muy especialmente de Ie Aulicncia, Los oidoses, frente a Ia inedmoda situacin de tenet «que acatr Tew * en 286. MARCHLA'TERNAVASIO impetio; una defensa.que no habia aleanzado a su rineén més austeal y que habia sido teclimada por las autoridades locales en sucesivos informes desde 1806 hasta esa fecha. Laegun dca ica pishenscis ls ea a convulsiones sucedicias en la capital virreinal desde 1806 podian hax ceriSeligavlobedienca del eons dan jase gam ‘manera que la ausencia del monarca en Bspafia habia desatado el ‘movimiento juntista en las provincias de la peninsula, el d z Se ee ae nuevo sleneo de Engen. Ya‘se abi dened cai caso de Montevideo y pronto eparecerian nuevas contestaciones én. jurisdlicciones ms leanas, como fueron los movimientas de Choque saca y La Paz de 1809.” Garantizar la obediencia politica no implica- ba sdlo pacificar ls disputas de Buenos Aires sino atender a lo que cocurtia en el resto de las intendencias Si bien las autoridades de estas ‘gobernaciones se expidieron en cartas de apoyo a Liniers, manifes- tando que sus jurisdicciones no se habian visto afectadas por el mo- vvimiento del 1o. de enero, algunos hechos —como la circulacion de cartas andnimas enviadas en esos dias a algunos gobernadores inten- dtuleeda arses fis ortoenienn sr ‘Ahora bien, el planteamiento de q jue era necesario garantizar la obediencia de todas las jurisdicciones y evitar asf Ia fragmenta‘ 7 cid a la que podia conduciz en América a criss dela monarqua se lo hizo sipidamente la Junta Central gubernativa. La real orden dictada el 22 de enero de 1809 apuntaba, justamente, a preservar la unicad impe- tial otorgando a los territorios americanos un nuevo estatus al pasar a ser “parte eearal«integrante de la monacquia espafola”. En ta cali- dad, los americanos debian elegir representantes 2 la Junta Central por medio de un sistema que, como sabemos, otorgaba a los reinos de Indias una tepresentacién muy minoritaria respecto de los rei- ‘nos peninsulares y habilitaba 2 elegie ternas de candidatos s6lo a las capitales de intendencia.% Cuando e! virrey Liniers recibi6 de la Jun- Al respecto puede consutase en este mitmo volumen la contbucion Mata Iearoaqui A aR La eel orden de enceo esspulaha Is eleccién de wn dipurda por cada vise auto, capcanla general o provinis, mientras que en Fspafa se rorgaban dos dipu- tados por provincia, excepto Canarias que cartabs slo con una, Los ayntanientos DDI LA CRISIS DHL PODER VIRREINAL ta Central Ia nueva reglamentacion, la envié para su cumplimiento 2 los eabildos eapitales de intendencia que por entonces formaban el virreinato del Rio de la Plata, mediante una circulas fechada el 27 de tnayo de 1809, El oficio del virtey fue girado directamente a los ¢a- bildos cabecera, prescindiendo de la via enirquica establecida con las reformas borbénicas que imponia en la cabeza de cada jurisdiccién alos gobernadores intendentes, segin estipulaba la real ordea. Los ‘abildos, por otto lado, hicieron luego lo propio al tramitar toda ‘dada o resolucién del proceso electoral directamente con el virrey. Una vez en marcha el cumplimiento de la zeal orden de enero, en algunos cabildos surgieron dudas o dificultades vinculadas basica mente a los sequisitos de los candidatos y a cudles ciudades gozaban Gal privlegio de clegt, Blevados los casos a la Junta Central ést2 respondié con una orden complementatia del 6 de octubre de 1809 {que modiicaba en parte le anterior al dispones que debian intervenie fen cleecidn todos los cabildos, pertenecieran 0 no a chudades cabe cera, La tramitacién de esta orden no llegé a cumplirla Liniers sino fu sucesor, Cisneros, quien la comunicé a todos los cabildos sin ex- cepcion en una circular fechada el 9 de enero de 1810. De manera {que para el momento en que se disolva la Junta Central y se product Ih formacién de la Junta Guberaativa en Buenos Aires, en mayo de 1810, habian sido ya elegidos representantes por Cérdoba, La Rioja, Salta, San Juan, San Luis, Mendoza, Potosi, Santa Cruz, Mizgue, Co rrientes, Asuncién, Montevideo, Santa Fey La Plata. Paraddjicamen- te, entre las ciudades en las que no se verificé la eleccién figuraba Buenos Aires ‘No viene al caso detallar los pormenores de las elecciones tealiza- das —-muy bien estudiadas por Julio V. Gonzélez en un libro publi- cado en 1937,” sino subrayar que en algunas jusisdicciones, como fue el caso de Cordoba, a aplicaciOn de la teal orden desaté mume- rosos conflictos entre algunos grupos de la élite previamente enfren- “Fecadh capil clean ona tema de la que sala sortendo wn candids. Lacgo el ve ‘tcp y ls Aucienda ein ona ter ete los cana dels dsnas cududes fro lego sorter en rea acuerdo, resid por lies, al dipud del vieiato estado a epresentr su jursdicin en lane Cera ‘Tullo Ve Gonsiler Fain boca del obo rpreenv wzetinn, Boenon Altes La Vanguard, 1937 288 NARCELA TERNAVASIO tados, y disputas jupisdiccionales con el gobernador intendente, a a choline ae pettitido asistir a los actos de elecciones. Tales disputas retrasaron snotablemente el trimite de la eleccién de la terna y el sorteo, por lo cal se anul6 lo actaado en varias oportunidads ¥ se elevaron con: sults al virrey ya la Junta Central, En Buenos Aires, en cambio, a cleccida no se verificd, en gran parte por el contexto conilictivo en ‘que se encontraba Ia ciudad al momento de secibie la orden de I Junta Central. Aunque el movimiento del 10. de enero habia sido sofocado, las relaciones entre el virey y l cabildo capitalino no ite fe neji Laps gemma ‘expresé en esta ocasidn en la protesta que clevé cl ayuntamicnto en. hacienda bogai aQalceapall trun de 80] cel seo cl Re even con ler vied al arbi de éste la eleecin de dipurados, privando alos Pueblos de la ee era oo nares ona ‘ontinuada prostiicion de lon gsbirtos; acondaron que represent & mks ee rocan en el método adopiada 7 eupiinle te ligne refor- set esenrpaghiapen teint yen are {eames ene Si bien el cabildo, pes asus objeciones, se comprometia a cum plir la orden dela Junca Central, a ee hizo, Nunca lleg6 a formarse a tezaa que correspondlia eleyic en Buenos Aires pa luego procederee a formar la terna definitiva con los resulta ddos obtenidos en el conjunto de lis ciudades y vetficar el ilkimo sorteo que, como decfa el ata, quedaba al “abietio” del virey Lic Acta eapitultr del 25 de mayo de 1809, reproducida en ii, pp. 194-195 DICLACHISIS DEL PODER YIRREINAL 24" riers! Pero es oportuno decenesse en Ia invocacién al “derecho de jos Pueblos? que hacia el ayuntamiento de la capital. Tal vex se teat6 de un recurso retdrico que buscaba atenuar el argumento mas tearo al cabildo, referido al papel del virrey en el trimite electoral Sin embargo, si se considera que lo que estaba en juego para Ia Junta Central era garantizar la obeeliencia de esos “pueblos” por medio de una representacioa que le permitiera consolidar su frig sittacida, la expresién no dejaba de sex inquietante. BL GuTimo ViRREY F111 de febrero de 1809, la Junta Central designé vierey propietasio del Rio de la Plata a Baltasar Hidalgo de Cisneros. Se trataba del primer virrey cuyo nombramiento no emanaba directamente de la etoridad real, un dato no menor en el contexto en el que le tocé ‘sumir su cargo. Sus instruceiones eran, por un lado, pacificar las discordias que habfan asolado a la capital del virreinato y, 2 la vez, vigiar y eastigar cualquier tipo de sedicino plan revolueionario. Su nisin de reinstalar el prestigio de la autoridad virreinal —que répi- Gamenve revelG ser imposible —en una cindar expuesta a““una revo- tacién de vitrey”,® se vio en principio dificultada por los condicio- rnamientos que intentafon imponerle los cucrpos de milicias, Lat fecomendaciSn sugerida por la Audiencia ala Junta Central de que el nuevo virrey propietario Megara auxiliado de oficiales y ropa vetera- wna no fue atendida. Aun cuando se habia proyertado cl embarque de $00 hombres de marina para asegurat la autoridad de Cisneros, a “timo momento el embarque fue suspendido. Un hecho que nego Cisnetos lamentari: “No debi haber venido sin ellas, estuvieron + i sigue eg a concrete cindex one del 6 de octubre de {809 —-clifandidn en Busnos Aires en enero de 1810— dlimioaa a virey de la junta ato dela capital aque pasabaa css formada por ls miembros del Auden: Sees candnigos designads por el eabildo cele, dos regidores del exbido Secular y dos vecinos nombrados por ete ‘Ea expreién es ln qu won el memoria Bera al cata e ribo del nacwe vine Cnneroa al Rio de a Pa. Mewaray eta, Buenos Airs, Emect, dom, p. 127 290 NARCELA TERNAVASIO nombre pedo con esfuerzo peo no me wanda pocs ae lueve icy ab al Rio dela Pats en jalo de 1809, peo no desembated en Beno Aires sino en a Bands Oriental La noi ela egal de Cisneros agi a ruc en l coda capt, ee: cancte is lca Bl acta del exo de Buenos Ais dl 19 de ilo dba cuenta de psguines que ctculaban de teuiones celeb las por los jefes militares, de juntas realizadas en la casa del coman~ dante Saavedra, y de los condicionamientos que dichos jefes quesian imponer al virrey, Botte ellos figuraba “que no debe en modo alguno ‘aieteetsharseecena ea Liniers”, que cl vierey “jurase dejar los cuerpos y sus respectivos oman dans y oles en el mismo pie en que se hala”, que no se “Snnovara nada en el orden ymétodo de gobierno adoptada pore cfior Liniets, ni que éste sufiria residencia ni eagos por el tempo de su mando”. Advertian, ademés, que no consentirian “viniese el sefior Elio a cncatgarse de la inspeccisn [de atmas}” —puesto que, segiin las noticias que tenfan los comandantes, ésa era una de las lnserueiones que taf Cisneros de la Junta Cental y que pref fan dja vidas de acepar lt presencia del gobetnador de M en Buenos Altes. La intexpretacion que el eabildo hacia estas peticiones y de Ia agitacin verificada en la ciudad capital era «que todo estaba motivado por el plan de “evadirse de la dominacién espaiiola y aspirar a la independencia total de estos dominios”. a instituei6n capitular se erigfa en ln encargada de “sactficar todo ppor sostenet los derechos de la soberania y la indisoluble unin de «estos dominios con la metespoli”.* ‘ Gisnetos se encontaba entonces en la id de Colonia de Sa- cramento,y no se animé a erwzae el Rio de la Pat comar po- ses dl mando, pues desconfiaba de que lies le quem e- ‘mandaba su preseniciaen la Banda Oriental— y ls tropas de Buenos “Cia enn Cn, Las ia Ta toe city est Rl Lee: ine (dit), Historia de la mason argentina... op. cit, pu 2 a ieariomchne 1 Aer lil de Bens hese rsd or de ene in porn les ater co apelin ele eu age de Cisneros, Buenos Aires, 13 dk le jlo de 1809. Coleciin de ob y dove hot, *.X1, pp. 19395-10597. aint » doen... DIAERSIS DELPODER-VIRREINAL — 291 [Aires estuvieran dispuestos a permitrselo. El elima efervescente de Buenos Aires alarmaba no sélo a Cisneros sino también a las auto- ridades constituidas. El Cabildo ya habia expresado su inquierad y, sin duda, buseaba en el vitrey un nuevo aliado, Pero tambien la Au- ‘Giencia pretendia una transicin tranquila del cargo de mayor jerar- gaia en el régimen colonial. En-medio de las agitaciones que a esa altura lideraban los jefes de milicias, tanto la Audiencia como el ca~ bildo y demas tribunales nombraron a sus diputados para que pasa- tan 4 Colonia de Sacramento “a cumplimentar al nuevo vittey”. ‘Una ver alli, los diputados de Ia Real Audiencia —el oidor Velasco yel fiscal del crimen Caspe— le tomaron juramento como virrey, jobernador y capitan general a Cisneros, quien desde ese momento {qued6 en posesin del mando. Bl memosialista Beruti se sorprendia dde que este acto se realizara en Colonia, puesto que “debia tomatlo en esta capital y soltarlo del bastén del virrey saliente, y el juramen- to en la Real Audiencia en sala de acuerdo” Y Liniers, por su part, se lamentaba en un oficio dirgido a Cisneros de haber visto comprometido su honor al observar que “‘wuestra excelencia no tuvo a bien pasar a esta capital y resolvio recibirse del mando en ln Colonia del Secramento””# Finalmente, Cisneros wll ala capital del vieeeinato ol 79 de jlo y fue ecibido por todos los cuerpos civiles, eclesisticos y militares. Su misién de pacificar las disputas lo oblige a negociar con los pode~ res locales cada una de las medidas a tomas, algunas de las cuales contradecian las instrucciones que traia de la Junta Central. Una prictica que no zesultaba novedosa cn el orden colonial, como bien fe tecordaba Liniers a Cisneros: “Vuestra excelencia y todo jefe esta autorizado por las mismas leyes para suspeader las disposiciones so- beranas cuando de su ¢jecucién pueda seguirse perjuicio grave al servicio del estado”," La primera medida que contradijo 4 Ia Junta Central fue no cumplir con la orden de embatcar a Liniers a Espasa pot expreso pedido del ex virey y de las tropas que temian suftiera Eastigos por el hecho de ser francés y por la mala imagen que de él © Moora wis itp 12B 4 Ofeio de Santiago de Liners « Baltasar Hidalgo de Cisneros, Buenos Airs, 19 dello de 1809. Cac de bras y doce. XA, p 10685. © Tim 292 MARCIA TERNAVASIO habia dado el gober iti retirar tabi do goer fo. Cisneros permit cronces cts mei quo fue descanoeenombramieni de o como inspector de armas y en ars de dar tanquildad alos co smandantes de la capital cl mismo very reasumié en su petsona tal cargo pars eyo delgaio en Vente Niet El eas de oer, in dada, el que mas irvitaba alos comandantes de tropa, a Liniers ya propa Aten, hecho de qu uta Cee pee 1 desgacén de inspects de armas implica spor I cond ela Junta que el presdiea en Montevideo y que alos ojos del mae yoris de los porteos era un lar cjemplo de sedicin. Asise Io comu- bit a Auden a sora gue fel pu de Boe so ts lg soso ol serdadeo resp del nombre de Rey. fontevideo recibfa auevamente un trato especial que contastaba con, l.confero por la peninsula a otras regiones del impecio —especial ‘mente Meio y los Andes— donde aqua poys explctamerte a aetniones cota fs jun. Un dato ure ag co: aa tral quedaba claro que la Junta de Elio no pretendiarectama igua- tes derechos de otic que lasts de opt sino el de sepa sede a dependent de Buenos Aes Sew dl pongo i fa de autonomia respecto de larsdccioa de mayor jerarqua aque se generaliraré a parr de 1810 en casi toda Hispanoamética Pero el gesto mis elocucnte exhibido por Cisneros para aleanz InbasiietolininyPac pontoon len paeenin'tare alone pontable del motin del 1o de enero de 1809, Losimputadoshabian legen escagur dso dsr en Pangons, grain coir clin envi pore gobenadr de Mosteviea sala en de Oren estado ju aue leva achat a Auden yreclamanclo su regreso a Buenos Aires, E-virrey, en su declaracion, invocando la necesidad de hacer “renacer la sctenidad” y en miras de Ins “etcandalonas divine y sldades que se hablan produc” ee ae do la gesién honorable de los fiseles que habian levado adelante el proceso, pero que dadas las reiteradas recusaciones interpuestas por * Gas Adana aes ti Fg ener Buin icc 10, Ce ay dems gh Xp. DINLA CRISIS DEL PODER-VIRREINAL — 293 Jos impurados y el “rcago inminente” que se corsa, por lo comph- cad y leato que pod resultar el jaiio, decidia darlo por conch Si bien subeayaba, refiriéndose al motin de enero, que “una conmo- tion popular munca puede ser excusable, y las mejores intenciones fo sireeran el insulto cometido contra vn jefe superior, en quien hhabia depositado su representaciéa el soberano” —un argument auc bien podin ser vilido para aplicarse alos hechos que terminaron oon la destitucién de Sobremonte—, apuntaba luego @ la “distin Gon” de los involucrados en el proceso. En conclusion, el virrey gfirmaba que los comandantes militares que sostuvieron Ia autoridad Gel vittey habian obtado bien; “que la zeunion de los conmovidos al frente de las casas consistorales, el toque de su campana y demés actos con que abusaton de su nombre yrepresentacién, en nada han isminuido el alto concepto que tengo formado de la conducta con Ge el excelenisimo Cabo del ao anterior de 1808 se ha distin: sido en e servicio del Rey y de la patria”; que todos eran absucltos 4} perdonados; y que alos cuerpos de vizeainos, catalanes y gllegos {jue hablan apoyado el motin y portal mosivo habian sido disueltos, Jes serian restituidas sus armas y banderas.” “Mienteas la misiOn pacificadora del nuevo vierey parecia encauzat- sc; ln ae vigilar y eastigar enalquier plan sedicioso se Tlevé a cabo mediante la creacin de un Comité de Vigilancia en noviembre de “1809, Dicho Comité —o Juzgado, como se le denominé en Ia citcu- Jar que comunicaba su creacion— debia perseguir a cualquier que promovise an sistema contrato ala conservaciin de los dominios repericanos en dependencia de la metrSpoli. Bin su accionar, el Juz- tudo no hava excepeidn de fuer alguns, por privilegiado que fuer, {quedando encomendado para su jecucion el seal del esimen de a Jidiencia, Antonio Caspe y Rodriguez.® La inguictud del virrey se texendlin, por otto lado, al resto de as jurisdicciones. La circulacion sv Dectarscion del veeey Cisneros dando por terminad el proceso iniciado con motivo de los svcesos del To, de enero de 1808, Buenos Ares, 22 de expdembe de 900. Calin dea y decmete.S &.XI, pp. 10571-10875 > fgado de Vigo, Ccularcomuricando la reac del Jzgado de Vig anc Beanoe Aten 25 de noviembre de 1808. Calcio der heen pe poet egutn, ibe de Ma, Buenos Aes, Senado dela Nain, 1966,t XVI, 13965, 294 MARCHLA-TERNAVASIO de pasquines andnimos desde Ia capital hacia la ciudad del virtel> rato alettaba sobrethanera a Cisneros, en momentos en que s¢ estit= ban celebrando Jas elecciones para cumpli: coa Ia real orden de la Junta Central del 22 de enero de 1809, tal efecto, Cisneros envid una eitcular a todos los gobernadores intenclentes “para cl estableci+ mieato en todas las provincias de este virreinato de un tribunal de vigilancia al modo del de esta capital” S Pero el intento del Juzgado de Vigilancia de detectar planes revo lucionatios no pudo frenar la nueva catistrofe que llegé desde el ‘otto lado del Atléntico. Si hasta ese momento, ¥ pese a todos los distusbios experimentados desde 1806, la legitimidad monérquica y metropolitana conservaba un amplio prestigio garantizando la lealtad de estos dominios, la noticia del avance francés en Andalucta yla disolucion de la Junta Central desataroa uaa nueva —y sin du- das diferente— reacci6n en Buenos Aires. Una reaccién mas gene- zalizada a escala de imperio —al conformarse entre abril y septiem: bre de 1810 juntas en Venezuela, Nueva Granada, el Rio dela Plata y Santiago de Chile—, y que se fandaba no sélo en el deseonoci- ‘miento del frigil Consejo de Regencia sino en la més concreta y palpable hipdtesis de que la Espafia parecia estar definiivamente perdida. La reaceidu era diferente, entonees, no porque pusiers en juego la legitimidad monsrquica sino Ia de las autoridades metropo- litanas sustitutas del rey. En ese contexto, se convocd en Buenos Aires a un cabildo abierto ppara el 22 de mayo. En él, los asistentes decidieron deponet al vircey Cisneros —por haber caducado la autoridad que lo habia designa- do—, que el cabildo asumicra el mando como gobernador y que en tal calidad se encargara inmediatamente de formar una Junta pata tutelar los derechos del rey Fernando VIL. El cabildo hizo un tiltimo intento al dfa siguiente de integrar a Cisneros en esa Junta, Pero se twataba de una inclusiGn sui generic se le hizo abdicar previamente de su cargo para designarlo presidente de la Junta, pero sin la calidad de virrey: Razones de “conveniencia piibliea” guiaron a los capitula- Circlaralos obernadores intendentes del vsrinato, eritindoles copia de {In comisin dada al fiscal del esimen Aavosio Caspe y Rodrigue y que establezcan

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