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PSICOLOGÍA ›

¿Invertir o no invertir? Claves para


sacar partido a su dinero
Fernando Trías de Bes

SEÑOR GARCÍA

25 DIC 2017 - 00:00 CET


El comienzo de un año invita a reorganizar la vida. Por
ejemplo, a mover nuestro dinero para conseguir ganancias.
Sin embargo, antes de lanzarse al ruedo económico, no está
de más observar algunas claves
SON MALOS TIEMPOS para la lírica y vaya por delante que también lo
son para las inversiones. ¿El motivo? Muy sencillo: los tipos de interés
oficiales son todavía cercanos a cero. Así que sacarle algo de
rendimiento a nuestra hucha va a entrañar algunos riesgos. Vayamos
por partes.

Antes que nada es preciso definir qué significa ahorrar: es aplazar un


consumo presente. Es justo lo opuesto a endeudarse, que consiste en
gastar hoy ingresos futuros. Esto, que puede parecer una obviedad, es
fundamental para decidir cómo emplear el dinero. ¿Por qué? Pues
porque si ahorrar es diferir un consumo presente, quiere decir que lo
que invertimos está destinado a ser utilizado en un futuro, y no
conservado eternamente. Por lo general, las personas acaban
olvidando este hecho. Guardar dinero se convierte en una actitud
atemporal: viven acumulando riqueza y cuando tienen necesidad de
disponer de su dinero sienten desazón e incluso culpa. “¿Cómo vamos a
romper la hucha?”, se preguntan. ¡Pues claro que sí! Para eso está: para
los momentos difíciles o para cuando llega la edad en que los ingresos
menguan y los gastos corrientes exceden los beneficios.

No tiene nada que ver invertir como forma de ahorro con hacerlo para
enriquecerse. Por tanto, la primera pregunta que hay que formularse
antes de lanzarnos a la piscina es: ¿con qué objetivo voy a gastar? El
segundo punto a tener en cuenta es que cuando guardamos el dinero,
este tiende a erosionarse. Y la causa es la inflación. Debido a la
coyuntura de los últimos años, la subida general de precios ha sido
muy baja. Pensemos que en situaciones de inflación negativa, como ha
sucedido en Japón, esconder el dinero bajo el colchón produce
beneficios. De hecho, entre expertos financieros, igual que se habla de
Bolsa, obligaciones o bonos, existe la expresión under the mattress
(bajo el colchón) como una tipología oficial de inversión. Con una
deflación del 5%, un billete de 100 euros guardado llega a un poder
adquisitivo de 105 euros al cabo de un año. El billete es el mismo, el
ahorro también y… hemos ganado dinero.

Un error que debemos evitar es el ‘síndrome


del cuñado’, que consiste en estar satisfecho
de que mi inversión ha obtenido mejores
resultados que la de un pariente

Pero este año la inflación es ya positiva y se acercará al 2%. Esto nos


lleva a comprender algo esencial: se gana cuando la revalorización de
la inversión supera a la inflación. En caso contrario, perdemos aunque
el saldo aumente. Por ejemplo, un 3% de intereses cuando la inflación
ha sido del 5% significa que el ahorro ha perdido un 2% de poder
adquisitivo. Por esto mismo hay que ser muy conscientes de que no
existe el riesgo cero. Es fundamental saber que el tipo de interés
considerado sin riesgo (el que da una entidad como un Banco Central)
es el nivel del que debemos partir. A más rentabilidad por encima de tal
frontera, más aumenta el peligro. La ilusión del ser humano por ganar
dinero es tan elevada que nos creemos a pies juntillas que una
inversión de elevadísima rentabilidad puede tener un riesgo muy bajo
porque es lo que piensa mi gestor, que sabe mucho. Nunca es así. Jamás
lo olviden. Rendimiento alto significa riesgo alto. Es decir, posibilidad
de perder parte de nuestros ahorros.

Otro gran error que suele cometerse es lo que denomino el síndrome


del cuñado: es decir, cuando estoy satisfecho de que mi operación
financiera ha obtenido mejores resultados que la que ha realizado el
hermano de mi pareja. Recuerde el lector que las personas tienden a
explicar sus ganancias y a callarse las pérdidas. Si tuviésemos que
calcular la riqueza de España en función de lo que se escucha,
concluiríamos que todo el mundo se forra. Y el último concepto: hay
inversiones que producen rendimientos explícitos (una acción de una
empresa, además de revalorizarse, puede dar dividendos cada año). Y
otras no. Un bitcoin, por ejemplo, produce beneficios por lo que se
revaloriza. No tiene nada que ver invertir en algo por lo que da
anualmente que por lo que aumenta de precio. En el primer caso se
invierte por lo que realmente vale algo. En el segundo caso, solo con la
idea de revender aunque el precio esté muy por encima de su valor
real. Cuidado. Estas últimas son las que de vez en cuando contienen
burbuja. Ya lo dijo Machado: “Todo necio confunde valor y precio”.

Las virtudes del buen inversor

SEÑOR GARCÍA

Tener una personalidad fuerte. Por ejemplo, para actuar de forma distinta a lo
que hace la mayoría. Las personas somos gregarias, nos da seguridad el
rebaño. El inversor 10 en realidad es un lobo solitario.
Tener sangre fría. Necesaria para entrar en momentos en los que nadie
compraría. Las buenas operaciones se logran cuando se adquieren activos que
estén bien de precio, no cuando están por las nubes. El problema es comprar
cosas que nadie quiere, por baratas que estén.
La rapidez es uno de los factores clave en inversiones a corto plazo, dado que
los algoritmos financieros ahora plantean inversiones especulativas que duran
segundos.
Fortaleza mental. Algunos estudios muestran que los inversores sufren un
desgaste neuronal cada vez que rechazan una operación. Esto proviene de la
dificultad de todos los seres humanos en decir no. El bróker tiene que estar
preparado para dar una negativa sin que ello repercuta en su carácter.
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