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Cuando lo diferente nos paraliza

por María Fernanda Escudero

“¿Y si no hay nada que elegir?”.

Puenzo (directora de cine y escritora)- Guión film XXY

Palabras clave: identidad sexual– trisomía XXY- minorias

La tradición occidental instauró una concepción de la realidad en términos


binarios, dicotómicos y antagónicos: lo bello y lo feo; lo masculino y lo
femenino; lo bueno y lo malo; el cuerpo y el alma; siendo estas sin dudas
categorías exclusivas y excluyentes, lo que viene construyendo
identidades, sean estas de género, de clase, étnicas o políticas. Y este
binarismo también se da en lo atinente las sexualidades: tanto razones
religiosas, morales como idiosincrásicas interfieren en el debate. Los
discursos sociales hegemónicos emplazados por las líneas discursivas
dominantes (los mass media, el sistema en general: lo jurídico, la salud, la
educación, hasta el deporte) muestran solo la existencia de dos sexos
biológicos y de solo dos géneros sexuales, por lo tanto, solo dos identidades
de género posible. O se es hombre o se es mujer. Lo femenino y lo
masculino.

Si bien las leyes han dado un paso adelante para que tanto imágenes como
relatos de los medios se diversifiquen, o que la educación sexual hoy ya es
“integral”, y mucho más, lo binario sigue apareciendo en nuestra cultura:
los cuerpos que exceden este binarismo, que se extralimitan y traspasan
fronteras de un orden cultural impuesto, resultan inquietantes, incómodos
como reza el título de este trabajo, justo cuando aparece lo diferente
quedamos paralizados como los personajes del filme XXY .

Álex es su protagonista, una adolescente de quince años, nacida en Buenos


Aires con un secreto individual y familiar porque ya que es intersexual, es
decir, “hermafrodita”, posee los dos géneros. Tocar este conflicto sexual en
un largometraje crea una fisura en el pensamiento binario, lo que no está
en los discursos no existe, si las sexualidades y las identidades anormativas
no van con lo binario entonces se condenan, se confinan a las “minorías”.
Por lo tanto, la alusión a una identidad inter- sexual, inter- género en un
film de circulación masiva y para concursos internacionales contribuye a
hacer visible, desde el punto de vista social, un hecho y/o experiencia que
podría considerarse como “minoritario”. El título anticipa tensión de ideas
preconcebidas desde la biología de la escuela con el estudio de la
sexualidad en términos de genotipos XX (hembra) y XY (macho), el hecho
de encontrarse con un número de cromosomas diferente desconcierta.

También en la vida social cotidiana se toma esta nomeclatura, los modelos


médico y psicológico tienen mucho que ver en el modo de concebir lo sexual
en nuestra cultura, no tanto por buscar explicaciones sino como de
encontrar métodos nuevos para normalizar lo diferente.

La ciencia normal nos da tranquilidad porque establece relaciones lógicas y


no interfiere en lo humano, sus fluidos, su carácter orgánico, su sexualidad,
su afectividad y sus emociones.

Puenzo problematiza la cuestión de las “identidades puras”. La solución


“mágica” de la medicina al “problema” de Álex se impone de principio a fin.
Como si el mejor modo que Suli, la madre de Álex, encontrara para que se
decida la identidad de su hijx fuera la elección de un sexo biológico, por
medio de una cirugía de castración que normalice su género en mujer ya
que Álex hasta el momento de inicio de la película vivió como mujer,
empleando medicinas que eliminaban sus atributos masculinos y regulaban
el tamaño de sus pechos.

Poco tiempo después de que naciera, Kraken, su padre, y Suli decidieron


dejar Buenos Aires e instalarse en un pequeño pueblo de la costa uruguaya,
para que creciera sin los prejuicios del entorno: el espacio agreste es visto
aquí como impoluto, como un lugar alejado de la precariedad y la
corrupción de lo urbano, quizás en franca analo- gía con la pureza que se
anhela en el cuerpo de Álex. La idea era que, al alcanzar la pubertad,
pudieran elegir juntos el camino a seguir. Esto es: que se pudiera optar,
para Álex, por uno de los sexos normati- vos, hombre o mujer. De este
modo, en la película puede verse que Suli –sin consultar a Kraken– invita a
su casa a Ramiro, un reconocido cirujano de Buenos Aires, con el propósito
de evaluar las posibilida- des de una operación de asignación sexual. Esa
posibilidad, finalmente, no progresa, por una serie de eventos que conducen
a los padres de Álex –a Suli en particular– a revisar su posición inicial: Álex
conoce a Álvaro y Alex es quien toma el rol activo. El coito resulta
observado casualmente por Kraken, pero lo que ve en realidad es una
alterada imagen cultural de la mujer pasiva, receptora lo cual lo lleva a
indagar en personas intersexuales para entender a su hijx.

Cuando un grupo de adolescentes del pueblo abusa sexualmente de Álex,


Vando, un amigo, lo impide. Kraken denuncia en la policía local el intento
fallido pero se revela el secreto familiar.
El cirujano y su familia vuelven a Buenos Aires sin haber concretado la
cirugía, pero dejando interrogantes en la familia de Álex, que a partir de
entonces empezarán a aceptar la idea de que no hay nada por normalizar ni
decidir. Aceptando que “si el género es el significado cultural que el cuerpo
sexuado asume, entonces no puede afirmarse que un género únicamente
sea producto de un sexo. Llevada hasta su límite lógico, la distinción
sexo/género muestra una discontinuidad radical entre cuerpos sexuados y
géneros culturalmente constituidos”1 y que la asignación de una identidad
cerrada no es lo que Álex merece aunque nuestra cultura le ha asignado
uno y su despertar sexual revela confusión. Pasa por una doble presión: la
social y la presión del núcleo familiar por elegir un modo de vida “seguro”,
más aceptado y explicable, no relacionado a la androginia o bisexualidad.
Pero como marca Butler, “no hay razón para asumir que los géneros
seguirán siendo solo dos” (2000, p. 54).

La crítica cultural de género, desde el feminismo, manifiesta que las


identidades son construcciones y no existe una sustancia natural pre-
existente. Así como construcciones culturales pueden desarmarse,
examinarse sus componentes y modo de funcionamiento. Lo central en esta
idea es que la identidad es un acto, una práctica, una performance, es
decir, una actuación o una representación que las personas aprendemos y
ejecutamos de manera repetitiva desde nuestra infancia. En la medida en
que los actos de la identidad se aprenden y se ejecutan, pueden ser
pensados como “actuaciones” y tienen semejanza con una representación
teatral. Cada per- sona es “entrenada” desde la infancia en modelos
culturales de género donde aprende a “ser mujer” o a “ser hombre” de
acuerdo con un modelo (o un guión) definido en la esfera cultural. Este
entramado es el que se advierte en el film de Puenzo: desde su nacimiento,
Álex es impelidx a jugar un papel ligado a las representaciones
sedimentadas sobre lo femenino: la función normalizadora y estabilizadora
de la medicina y, en términos más amplios, de la cultura, han actuado
sobre su identidad y sobre la constitu- ción de su subjetividad. Sin
embargo, la ficción cede su terreno a la humanidad, en toda su
complejidad: para Álex no hay nada que elegir. En todo caso, si el lenguaje
verbal y la cultura son quienes forman y determinan identidades, como
quiere la crítica cultural de género, Álex ha decidido narrarse, decirse con
su propia voz e instituir su cuerpo como un espacio de resistencia. Esto
pone en jaque la tesis del absoluto constructivismo: si todo fuera
construcción, esa humanidad habría sido más maleable.

De acuerdo con el sucinto análisis realizado, las sexualidades pueden leerse,


entonces, como prácticas ordenadoras articuladas en la cultura, capaces de
incluir y excluir, establecer fronteras y señalar desvíos pasibles de sanción,

1
Butler 2000: 54.
incluso cuando provienen de una manifestación corporal, como en el caso
de la intersexualidad. No solo existen personas que poseen un género
distinto de su sexo, sino incluso sexos, como lo muestra la película XXY, que
escapan a los esquemas heterosexuales binarios “masculino-femenino”.

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