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A MIS AMIGOS PENTECOSTALES - SIGAMOS "MOVIÉNDONOS".

Dada la rápida industrialización y urbanización de comienzos de Siglo, acompañadas por


un índice de corrupción y crimen alarmante en el mundo socio-político y económico, no
resulta sorprendente el impacto moral y espiritual negativo que sufrió el protestantismo
norteamericano de esa época.
Debemos señalar así mismo la fuerte sensación de alineación de las iglesias,
especialmente entre los trabajadores industriales y la gente de las periferias. El clima
socio-político, moral y espiritual prevaleciente en ese momento desafío a muchos
trabajadores pobres a buscar un elemento "purificador" que les proporcionará la sensación
de "movimiento" a su experiencia religiosa. Hubo entonces un sentido de "escapismo" y en
menor o mayor grado un sentido de "protesta" ante la institucionalización de las
denominaciones en esta búsqueda. A muchas personas efusivas en su personalidad,
parecía no convencerles ni satisfacerles del todo este aletargamiento de su voluntad.
Lamentablemente sus inquietudes culminaron en muchos casos en el desarrollo de
teologías personales que les ayudaron a sortear sus inquietudes religiosas, muchos de
estos movimientos terminaron mutando y volviéndose heterodoxos, perspectivas
legalistas, de miras estrechas y "reconstrucciónistas" que lejos de aportar vida,
secuestraron la poca vida que quedaba.
Dos movimientos en particular surgieron y se desarrollaron en respuesta a esta opresión
del "espíritu" del Siglo XIX: el movimiento de "santidad" representando una perspectiva
teológica en su mayor parte wesleyana; y el movimiento de "Keswick" representando una
perspectiva mayormente reformada. El común denominador de estas dos influyentes
vertientes de lo que sería el pentecostalismo, fue su aguda sensación de su "opresión" del
espíritu. Lo cual los llevo a una suerte de practicidad pragmática en su manera de vivir la
vida cristiana que tendría consecuencias futuras en el desarrollo de los modelos
eclesiásticos de la gran mayoría de las iglesias que tuvieron contacto con ellos. No se
distingue con rigor a la verdad al pentecostalismo por su énfasis en lo litúrgico, conciliar,
sacramental, doctrinal, o apologético. Lo que veremos continuamente es aquella suerte de
practicidad pragmática que empuja a las demás iglesias a retomar dichos elementos o
perecer. Esta suerte de practicidad fue el motor o el elemento que empujó al movimiento
por encima del Hipercalvinismo, el ultra sacramentalismo y la visión de una liturgia cuasi
sagrada.
Él protestantismo norteamericano parecía "frío" "formal" y carente de respuestas ante las
necesidades espirituales, sociales, económicas, políticas y morales. Había un sentido real
de "privación" y "opresión" a manos del poder imperante, fuera político, económico o
religioso. La irrupción del "avivamiento" en Topeka (1900-1901) y posteriormente en la
calle Azusa (1906-1909) puede verse como una respuesta mileniarista y extática a esta
"opresión" y "privación" del espíritu. Es normal que dentro de la jerga, o el imaginario
colectivo del pueblo pentecostal, se utilicen frases recurrentes a manera de distinción o
juicio, como: "Le falta fuego" "No tiene unción"; "Se sintió el poder del espíritu", etc. Que
son el reflejo de la herencia con que fueron impregnados dichos movimientos. Una retórica
muy particular, una visión del mundo propia, y una suerte de secuestro a la espiritualidad
han dominado por los últimos 100 años el evangelicalismo americano.
En lo personal, con cierto desagrado veo como cada año se organizan campamentos con
nombres como "marcados por el fuego" "el poder de su gloria" "sumergidos en su
presencia" etc; este "manoseo" a las palabras, son en su mayor parte, la manera en que
se busca el climax de la vida, en la mayoría de los casos, se alcanza cuando el creyente
furibundo, buscando el "movimiento" de su alma, termina hablando en lenguas en un
paroxismo desordenado junto a aquellos que buscan lo mismo. Lejos de condenar las
lenguas o a los congresos, señalo que ese modelo espiritual pretende venderse como EL
MODELO, y tácita o abiertamente funda una visión estrecha que empuja a las demás
iglesias, presbiterianos, metodistas, luteranos, bautistas, a hacer lo mismo. A eso llamo
"secuestro de la espiritualidad". Los movimientos pentecostales crearon una visión
"blanco-negro" donde la liturgia, los concilios, la tradición, la historia, la apologética, la
filosofía, era propia del catolicismo o de los seminarios.
El problema inicia cuando después de 100 años y haber cambiado el espectro social, se
intente perpetuar un movimiento que a todas luces ya no responde a las necesidades
reales de la Iglesia del Siglo XXI, una iglesia que parece polarizarse ante el vertiginoso y
apabullante crecimiento del conocimiento. Según Lucas Carena, en su libro "Guerra
Psicológica" el joven promedio recibe en un mes más información que la que recibieron
nuestros antepasados en un año. Hay que destacar entonces que lo que surgió como una
respuesta al aletargamiento del "espíritu" con las arengas y campañas contra el
catolicismo y su búsqueda del "fuego", son hoy incapaces de promover un despertar que le
quite a la iglesia esa imagen de ignorancia, supersticiosa; porque lo que se mira por todas
partes, como corriente de la modernidad líquida, son preguntas, muchas preguntas! La
gente heredera de la crítica ilustrada, cuestiona sus viejos paradigmas; con un malestar
generalizado, se está cuestionando de la A a la Z todo aquello que no haga click con la
verdad. Se cuestiona la autoridad del pastor, las lenguas, el diezmo, el heredar las
iglesias, el enriquecimiento, la megalomanía, etc y se exigen respuestas. A la vez que se
pide un nuevo Modelo eclesiástico que sacie en un mundo donde la sobreexcitación de los
sentidos es el pan de cada día. ¡Y cómo no! Si el viejo modelo perpetuó la idea por demás
ridícula que si usted no aplaude, no levanta las manos, no "brinca" no grita, o no ora en
voz alta, no es del todo "espiritual" o le falta una ayuda, un poco de fuego o unción que lo
vigorice.
Mi aportación es que enseñemos a la iglesia sobre historia, liturgia, concilios, apologética,
filosofía, hermenéutica, exégesis, vida doméstica, etc. Y no volvamos a reservar esos
temas a los seminarios ni permitamos la animadversión al tocarlos.
Ante la mutación del NeoPentecostalismo seamos tajantes, y separémonos de esas
visiones sin temor a herir suceptibilidades. Abonemos a la generación "Touch" (2000-
actualidad) que ocupará nuestros púlpitos y enseñémosle a enfrentarse con dignidad a los
retos que enfrentarán.
Y no, la televisión no es la "caja del diablo".

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