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Integrantes: Álvarez Sofía, Duarte Noelia, Solange Espindola, López Julieta, Ortiz

Leticia, Maira Sosa.


DNI: 41.176.629. 40.839.224. 36.016.556. 42.526.516. 40.804.507. 40.820.165.
Profesor: Laura Sapaguin.
Facultad: ciencias políticas y jurídicas.
Tema: Juan Bautista Alberdi.
Año: 2017 Fecha: 25/09/17
Comisión: ‘’A’’

Juan Bautista Alberdi, su pensamiento político e institucional:


Juan Bautista Alberdi, el inspirador de la Constitución Nacional y uno de los más grandes
pensadores argentinos, nació en Tucumán el 29 de agosto de 1810. Su madre, Doña Josefa Rosa
de Aráoz de Balderrama, murió en el parto y el niño quedó al cuidado de su padre, Don Salvador
Alberdi. En 1816, mientras comenzaba a sesionar el Congreso de Tucumán, Alberdi ingresaba a
la escuela primaria que había fundado Manuel Belgrano.

La obra más conocida de Alberdi es “Bases y puntos de partida para la organización política de
la república Argentina” que luego resultaría la fuente por antonomasia de nuestra constitución;
dicha obra fue redactada en poco tiempo, aunque recogía el material reunido en largos años de
trabajo y de meditaciones. Alberdi consideraba que el país se hallaba después de la batalla de
Caseros en situación similar a la que siguió a la Revolución de Mayo de 1810 depuestas las
autoridades virreinales. El doctor Jorge M. Mayer, uno de sus biógrafos considero que el mayor
de sus méritos era la claridad de sus ideas, la exactitud de los juicios, la comprensión intima del
clima y de las dolencias económicas y sociales que existían.
En su libro, Alberdi analiza los textos constitucionales tanto nacionales como americanos,
señalando las bondades y defectos de cada una por ejemplo: la Constitución chilena, la del Perú,
Colombia, México, etc. Del análisis, Alberdi concluía en que el derecho constitucional de américa
se encontraba en oposición con los intereses de su progreso material e industrial del cual
dependía su porvenir. Destacaba la importancia de que nuestro país resultara el último en
realizar su organización constitucional definitiva, pues de esta manera se podría disponer de
todos los antecedentes americanos intentados hasta ahora, de los cuales se poder extraer lo
bueno y desechar todo lo negativo para el progreso de nuestra Nación.

En su obra sostenía que los medios para lograr el progreso de los países debían figurar a la
cabeza de las constituciones y debían ser medios prácticos, basados en realidades, para colocar
a los piases a la altura de las grandes civilizaciones.

Para el logro de una modernización del país, se debía adoptar la inmigración libre, libertad de
comercio, ferrocarriles, industria sin trabas, no como grandes principios sino como medios
esenciales que dejen de ser palabras y se vuelvan realidades, sin perjuicio de la vigencia de
aquéllos grandes principios sobre libertad, independencia y culto, que quedarían afirmados con
la práctica de los que sugería.

Era partidario de la inmigración, como medio adecuado para el progreso y la cultura de nuestros
países: “gobernar es poblar”, decía.

Propiciaba la simplificación de los trámites para radicarse y la concesión al extranjero del goce
de los derechos cívicos, aun sin reciprocidad; otorgar en definitiva garantías públicas de progreso
y engrandecimiento.

Los medios de llevar esa inmigración al interior era a través de los ferrocarriles, los canales
navegables, los caminos y la libertad de comercio. Las largas distancias debían ser acortadas con
el ferrocarril y el telégrafo, y debía estimularse la radicación de empresas con franquicias y
privilegios. Debía fomentarse la navegación interior, propiciándose la libre navegación de los
ríos.

Propiciaba una justicia rápida y poco onerosa, la remoción de trabas para los matrimonios
mixtos, la simplificación de condiciones para adquirir domicilio, concesión al extranjero de
derechos cívicos sin condición de reciprocidad, actualización de las leyes de comercio y de la
seguridad, moralidad y brevedad de los negocios mercantiles.

El tema referido a la forma de gobierno lo consideraba fundamental para afirmar las


instituciones, y si bien la república no tenía en nuestro país la necesaria preparación de sus
habitantes para llevarla a la práctica, no se manifestaba partidario tampoco de la monarquía.
Por ello buscaba obtener de ambos sistemas los aspectos más positivos y convenientes para
nuestro país, y en tal sentido propiciaba la existencia de un Poder Ejecutivo fuerte.

Era partidario de la educación popular y la educación práctica, base para el progreso y elevación
del pueblo y para afirmar las instituciones republicanas.

Para todo ello era necesario crear un gobierno general, dividido en tres poderes elementales,
que crearan, aplicaran e interpretaran la ley. Buscaba un régimen federal atenuado,
estableciendo un gobierno mixto, consolidable en la unidad de un régimen nacional.

Divisible y dividido en gobiernos provinciales limitados, como lo estaba también el gobierno


central, por la ley federal de la república o Constitución.
Consideraba que la ciudad de Buenos Aires debiera quedar consolidada como Capital de la
República.

Luego, al enterarse del triunfo de Urquiza sobre Rosas en la batalla de Caseros, el 3 de febrero
de 1852, publicó su libro en mayo de ese año en Chile y reeditó en julio acompañándola de un
proyecto de Constitución. Se lo envió a Urquiza, quien le agradeció su aporte en estos términos:
"Su bien pensado libro es, a mi juicio, un medio de cooperación importantísimo. No ha podido
ser escrito en una mejor oportunidad."

La obra se convertiría en una de las fuentes de nuestra Constitución Nacional sancionada el 1º


de mayo de 1853.

Si hubo alguien que enfrentó a don Juan Manuel de Rosas con ideas sólidas y argumentos de
profundidad que aún hoy asombran, ese hombre fue Juan Bautista Alberdi. El más grande
pensador del siglo XIX argentino.

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