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Julieta Filippi Villar & María Cecilia Bustamante.

Travesías Colectivas: arte, grupos y


psicoanálisis em cárceles

Travesías Colectivas: arte, grupos y psicoanálisis


en cárceles

Group experiences: Art, groups and psychoanalysis


in jail

Julieta Marcela Filippi Villar


julietafilippi@hotmail.com
Universidad Nacional de Mar del Plata

Maria Cecilia Bustamante


mcbustamante@hotmail.com
Universidad Nacional de Mar del Plata

Recibido: 10 de diciembre de 2015. Aceptado: 23 de diciembre de 2015.

RESUMEN
Este artículo busca difundir acciones y teorizaciones en la
ejecución de un Proyecto de Extensión Universitario que
desarrolla sus actividades en una cárcel de Argentina. La
vida en una Institución de encierro y el retorno a la vida en
libertad implican situaciones que requieren de espacios que
propicien un trabajo elaborativo que rescaten a los sujetos del
posible empobrecimiento y arrasamiento psíquico. La
Universidad busca intervenir el proceso de encierro – libertad
a través de herramientas en las que confluyen el arte y el
psicoanálisis. Se utiliza la clínica de la desinserción social
como herramienta para restituir el sujeto al lazo social. Se
incluyeron distintos dispositivos grupales como herramientas
que facilitan la destitución de enclaves identitarios y la
construcción de nuevas significaciones.

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Revista Imago 2015, Nº 8, (27-66). ISSN 0716-9728, ISSN (e) 0719-627

PALABRAS CLAVE
Cárcel – subjetividad – arte – marginalidad – lazo social.

ABSTRACT
This article tries to spread actions and theories, which
occurred during an Academic Extension Project, developed
in an Argentinian jail. Considering that life in an institution
of confinement and the return to free life imply critical
situations, particular spaces are required to propitiate work to
rescue the subjects from possible impoverishment and
psychic devastation. Therefore, the University seeks to
intervene in the confinement – freedom process through
specific tools, which converge Art and Psychoanalysis. The
clinic social counter-insertion is used as a tool capable of
restoring the subject to the social bond. We include clinic
different group devices as tools to facilitate the inter-meeting
from critical elucidation, the dismissal of identity enclaves
and the construction of new senses and meanings.

KEYWORDS
Jail – Subjectivity – Art – Marginality – Social bond

INTRODUCCIÓN
Las cárceles argentinas se encuentran repletas de
detenidos, que en su mayoría han nacido en los márgenes de
la sociedad, desprotegidos del abrigo de la familia, del Estado
y sin condiciones dignas de existencia garantizadas, siendo la
situación de detención el desenlace de una dinámica de
exclusión.
La institución penal, teniendo como fin la
resocialización, impone al individuo condiciones de

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existencia alejadas a las de la vida en libertad, que conllevan


deterioro y mayor marginación.
Es en este contexto, la Facultad de Psicología de la
Universidad Nacional de Mar del Plata crea en el año 2011,
el Proyecto de Extensión “Clínica de la Desinserción Social”,
proyecto que busca, a través del arte y el agrupamiento,
romper el aislamiento y la compartimentalización, no solo de
la institución carcelaria, sino también de la propia institución
universitaria, poniendo a prueba los saberes a partir del
trabajo en situación, ya que considera que el trabajo inter -
institucional, extra – sectorial y colectivo sea quizás la única
herramienta que posibilite cambios institucionales
estructurales que rompan los mecanismos reproductores de
violencia.

DESARROLLO
La comunidad a la que está destinada el presente
proyecto, está conformada por sujetos que por haber
infringido la ley se encuentran privados de su libertad en la
Unidad Penal XV de Batan (Provincia de Buenos Aires,
Argentina). Para poder identificar las problemáticas que se
configuran es necesario analizar tanto las características de la
población destinataria como la institución donde habita.
La población carcelaria actual, según el Dr.
Zaffaroni, da cuenta de un estereotipo de “delincuente”
caracterizado por hombres jóvenes-pobres atravesados por
procesos de desafiliación social (Castels, 1995) que el
sistema penal agudiza.
La psicologia nos propone pensar que los sujetos que
hoy están detenidos, previamente habitaban los márgenes del
territorio social. Entendemos la situación marginal con Castel
(1995), como la expulsión del circuito ordinario de
intercambios sociales, producto de una dinámica de exclusión
en relación a dos ejes (inserción laboral y relaciones
sociales), y la pena privativa de libertad refuerza y cristaliza
esta dinámica.

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El psicoanálisis nos permite pensar, aquello que la


psiquiatría denomina conductas antisociales, como síntomas
sociales, entendiendo lo social como el lazo del sujeto al Otro
del inconsciente. Desde esta perspectiva, las patologías del
lazo aparecen como un intento fallido de dejar de estar por
fuera, un llamado a un Otro que regule, normatice. Así el
acting out delictivo, proporcionaría a los sujetos excluidos
del lazo un modo particular de “inclusión” en el territorio
social.
Los lazos sociales, que al momento de la detención
son prácticamente inexistentes, terminan de desvanecerse,
siendo sustituidos por los que propone la institución, que
reproducen la lógica de marginación, aislamiento y deterioro
subjetivo. Después de la situación de detención el sujeto
nunca sale en plus, siempre en resto.
Para el análisis de la Institución partiremos,
definiéndola con Kaes (1987), como el orden por el cual se
funda un colectivo con el objetivo de realizar una tarea útil,
necesaria para el funcionamiento social. Toda institución está
dotada de normas de organización, regulación,
transformación y transmisión, e incluye dos movimientos
antagónicos: el movimiento impulsado por el deseo
instituyente, innovador, y el orden instituido contra el cual
choca.
Las cárceles son instituciones sociales, que como
tales han sido creadas con un objetivo específico, con una
función – misión social institucional, que debe ser analizada
tanto en sus niveles explícitos como implícitos.
La misión explicita es la que sanciona la Ley y
según la cual los establecimientos carcelarios serian los
encargados de llevar a cabo el cumplimiento de la pena
privativa de la libertad cuya ejecución tiene por finalidad
lograr que el condenado adquiera la capacidad de comprender
y respetar la ley procurando su adecuada reinserción social,
promoviendo la comprensión y el apoyo de la sociedad.

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Para pensar su finalidad implícita, nos serviremos


de Zaffaroni (2012), quien a través del análisis de los
discursos sociales y mediáticos nos propone pensar la cárcel
como un aparato canalizador de venganza, donde se deposita
y separa a los que contaminan lo social, para que sean
castigados de manera ejemplar. No hay pregunta por los
motivos y mecanismos sociales que pueden llevar a que un
sujeto haga del delito una manera de sobrevivir, se espera que
se vuelva respetuoso del contrato social, en una institución
que se encuentra a su vez aislada, separada del resto de las
instituciones sociales.

IMAGINARIOS INSTITUCIONALES
La institución carcelaria se ocuparía, entonces, de
sujetos peligrosos a los cuales debe re -educar, re-socializar.
Para hacerlo responde con el imaginario social que sostiene
que en el aislamiento se neutralizaría la peligrosidad del
individuo. De esta manera, separan lo que ya se encontraba
separado/segregado de lo social, y para estos sujetos, el
confinamiento parece ser un más de lo mismo, al que no solo
no le temen, sino que lo esperan.
Las prácticas que se sostienen en este imaginario
muestran el fracaso cotidiano en el ejercicio de sus funciones.
Fracaso que se visibiliza en las altas tasas de reincidencia y el
crecimiento de la violencia institucional, alimentado el
proceso de vaciamiento de sentido que hunde a la institución
en el sufrimiento patológico, en el cual, todos los sujetos que
la habitan (personal de seguridad, directivos, profesionales,
internos) quedan detenidos en la alienación (Kaes, 1987).
Según Castoriadis (1986), lo que mantiene unida a
una sociedad son sus instituciones, constituidas por el
universo de significaciones imaginarias sociales que operan
como organizadoras de sentido de los actos humanos. Su
propia identidad es ese sistema de interpretación, arbitrario,
que ella misma crea, reproduce y perpetúa. Sin embargo,
estos atributos y mitos por los cuales una sociedad caracteriza

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con significaciones su mundo y su propia vida en el mundo,


no son creados de una vez para siempre. Aquí nuestro
desafío, de hallarnos en la tensión entre lo instituido-
instituyente, para que lo novedoso, inédito y posible pueda
advenir.

LA UNIVERSIDAD: FUNCION O
FUNCIONALIDAD
Zaffaroni (2012) ubica a la Cárcel como una de las
tantas agencias que forman parte de un sistema penal, mucho
más amplio. Sistema Penal altamente compartimentalizado,
donde nadie se responsabiliza por el producto final que se
obtiene de sus intervenciones aisladas.
Este autor plantea también que las cárceles y las
universidades ocupan un mismo nivel de responsabilidad en
relación al ejercicio del poder punitivo: ya que las
universidades al producir teorizaciones, saberes, y legitimar
prácticas instituyen un modo de ser de las cosas y de los
individuos referidos a ellas, son usinas de producción y
reproducción ideológica.
En esta línea de pensamiento, estamos obligados a
preguntarnos qué responsabilidad nos cabe y que podemos
hacer nosotros, desde nuestra disciplina, con nuestros
saberes, nuestras herramientas. Podemos intentar analizarla,
cuestionarla, deconstruirla, imaginando procesos de
transformación.
Para esto es necesario realizar un primer
movimiento que permita romper el aislamiento y
compartimentalización de la propia institución universitaria,
poniendo a prueba los saberes a partir del trabajo en
situación, único método que permite la indagación de una
lógica especifica, implicándonos en ella.
Es necesario acceder al imaginario social
institucional para poder rescatar en este proceso los restos
deseantes, no disciplinados, motorizadores de cambio y al

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imaginario solo se accede a través del análisis de sus efectos,


y las practicas que valida.

CLÍNICA DE LA DESINCERSIÓN SOCIAL:


NUESTRA HERRAMIENTA
Es con Irene Greiser con quien elegimos pensar la
“clínica en entorno jurídicos asistenciales”, definida por esta
autora como una clínica en donde la demanda no proviene del
sujeto, sino de la INSTITUCION regida por ideales
masificantes de reeducación y resocialización, que solicita
básicamente que se normalice a los sujetos, que se regule su
goce. Teniendo como premisa, que esta posición condena al
sujeto a la reincidencia, por destruir las herramientas que
pudiera poseer para hacer frente a la vida en sociedad, nos
interrogamos sobre como “construir una clínica que no sirva
de herramienta para que el sujeto quede reducido a una cosa
para ser gobernada.”1, sobre cómo hacer algo que se situé
mas allá de la demanda institucional, y que el afuera sea un
lugar deseado por el sujeto y pasible de ser habitado.
Aquí es donde la clínica de la desinserción social se
nos presenta como herramienta capaz de restituir al sujeto al
lazo social. Incluimos en ella los dispositivos grupales,
partiendo de la premisa de que al estar inmerso en un grupo,
el sujeto queda definido como sujeto de vínculo en un
espacio de apuntalamiento y de posibles identificaciones,
donde puede poner a trabajar con otros su subjetividad.
En estos dispositivos buscamos hacer visible que
este intento fallido de ser incluido en “lo social” a cualquier
precio tiene un costo, que se paga con el cuerpo, con el
psiquismo, y hasta con la vida. La “prisionizacion
reproductora”, efecto de la institucionalización y producto del
sometimiento del detenido a un proceso de regresión, debe
ser problematizada.

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Greiser, Irene: “Psicoanálisis sin diván. El fundamento de la practica
analítica en dispositivos jurídico-asistenciales” pag 30

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A esto se suma que, aquel quien fuera separado por


su incapacidad para estar con otros, debe adquirir esta
habilidad desde el aislamiento. Winnicot nos ensena que con
otros se aprende a estar solo. La pregunta que buscamos
instalar en los sujetos, en la institución y en lo social quedaría
planteada de esta manera: ¿cómo sería posible aprender a
estar con otros desde la soledad?

EL INTERSTICIO:
Aunque para toda institución, alojar lo externo es
algo prácticamente imposible, para las instituciones
carcelarias, marcadas por el sufrimiento patológico es aún
más difícil, ya que desde el afuera solo se esperan embates
hostiles que pueden poner en jaque el débil equilibrio que
sostiene su funcionamiento.
Por esto fue necesario que como institución externa,
en primer lugar pudiéramos ubicar en el seno institucional un
espacio, un hueco, un intersticio que posibilite trabajo y
apertura.
Fue en el PROGRAMA CASAS POR CÁRCELES
donde decidimos incluirnos y donde este Equipo Ejecutor
comenzó a dar sus primeros pasos.
En su interior fuimos creando dispositivos de
intervención grupales, en los que se pudo significar el retorno
a la vida en libertad como una situación crítica y se generaron
espacios posibilitadores de trabajo elaborativo que
permitieran aquello que se siente como obstáculo, lo que
afecta en las relaciones cotidianas y que dificulta las tareas
que se proponen, principalmente en lo que se refiere a la
futura inserción familiar, socio-cultural y profesional-laboral.
En los dispositivos grupales, los sujetos encuentran
el lugar para hablar con otros, construir relatos, compartir
reflexiones, visibilizando en este proceso los imaginarios
sociales que los definen, y que pueden ser pensados
también desde la función del ser nombrado para (Greisser,

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2011), función que asume lo social en el lugar de la


función del padre:

“Es bien extraño que aquí lo


social tome la función de nudo
que literalmente produzca la
trama de tantas existencias (p,
63)” (…) “Decir: -tu eres un
violento, tu eres delincuente, tu
eres irrecuperable- no es un
significante que anude al sujeto
al Otro. Es un calificativo que no
está articulado a ningún saber
que lo represente en el deseo de
ningún Otro y a su vez no admite
ningún deslizamiento ni
sustitución significante” (p 64).

En los grupos empiezan a ser puestos en cuestión


estos “ser para” los otros, estos imaginarios sociales, que los
definían como sujetos de la institución y le daban un no –
lugar en lo social. Comenzamos a proponer prácticas que los
invitaban a ocupar otros lugares diferentes a los instalados.
Habitaron los dispositivos con entusiasmo y
compromiso, fallando a la profecía institucional y mostrando
otra manera de ser y estar, distinta a la pautada por la lógica
establecida. Dando cuenta allí de la instalación de un proceso
de invención imaginante, el cual se torna posible cuando se
produce el estallido de aquello que estaba naturalmente
unido, es decir, el quiebre del estado de cosas por las cuales
la vida de ese colectivo se desarrollaba de cierta manera, a
través de ciertas formas de organización y de acción.

ROMPIENDO LÓGICAS:
A la hora de transmitir la experiencia adquirida en
este proyecto, cuatro años después del acercamiento

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inaugural a la Institución podemos rescatar dos resultados


producidos por nuestra intervención.
El primero, es haber logrado incluir la grupalidad
como manera de trabajo y enriquecimiento de la subjetividad
en una Institución que históricamente tuvo como modalidad
de tratamiento el aislamiento del sujeto que delinque y de los
agentes que los atienden.
El segundo, es haber logrado instalar el abordaje de
la salud mental desde dispositivos novedosos y creativos,
antes acotados al dispositivo individual de tratamiento
psicológico.
Como consecuencia de esto, se produjo un cambio
rotundo en la manera en que la institución se vincula con
nuestro trabajo y que produce un pasaje que va: de equipo
extranjero que debe pedir permiso y convencer a la
institución para poder hacer cualquier movimiento, a equipo
convocado por la institución para habitar otros lugares,
ampliando el alcance de nuestra intervención.
La institución, al demandarnos, nos incluye y al
hacerlo incluye prácticas que estaban instaladas como
prohibidas, hace una apuesta a nuevas lógicas que
contradicen lo instituido que organiza el sentido establecido,
pone en juego las líneas de demarcación de lo lícito y lo
ilícito, lo permitido y lo prohibido, lo seguro y lo peligroso.
Esto nos permitió a partir del año 2014 comenzar a
trabajar no solo en el Régimen Abierto de Detención
(programa casas por cárceles), sino que incluimos nuestros
dispositivos en el Régimen Cerrado por demanda
institucional. En un primer momento, pensado como prueba
piloto, se procedió a replicar los dispositivos montados en el
afuera, para conocer las particularidades del adentro.
Comenzamos a observar que las problemáticas que
se ponían en juego en la misma población, variaba
notablemente dependiendo del lugar donde se encontraran
cumpliendo su condena.

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Pudimos corroborar una vez más la hipótesis que


en los primeros años de trabajo motivaron la constitución de
este equipo ejecutor. La Institución tiene una presencia
diferente en ambos espacios. En el régimen cerrado, con el
Amo regulándolo todo, el consumo de sustancias funcionales
a la lógica institucional y la rigidización y cristalización de
los estereotipos carcelarios cobran su máxima visibilidad.
Los procesos desubjetivantes y empobrecedores son aquellos
a los que como proyecto buscamos hacer frente.
En el afuera, con la brusca retirada del Amo, el
sujeto se enfrenta a la impotencia que le genera no poder
regular con herramientas propias, aquello que era regulado
por el Otro.
Poder realizar esta lectura es lo que hoy nos lleva a
diseñar herramientas de intervención acordes a las
problemáticas que se producen en cada espacio.

ARTE: DEL DETERIORO A LA


SUBJETIVACIÓN
En el adentro se trabajan casi exclusivamente con
dispositivos grupales que surgen de la articulación de nuestra
disciplina con el arte, para transformar estos dispositivos
grupales en espacios de construcción de lugares de
pertenencia que faciliten la invención y el desarrollo de la
creatividad, a través de diferentes medios de expresión que
atemperen el aislamiento.
El arte, como manifestación cultural, es también un
elemento constitutivo de nuestra identidad. La creación
artística modela, con sus prácticas, sensibilidades particulares
que pueden favorecer una configuración identitaria
respetuosa del derecho de cada uno. La reconstrucción de
nuestras subjetividades se vuelve un paso prácticamente
ineludible cuando ponemos en marcha un proceso artístico,
debido a que nuestra sensibilidad es expuesta en la misma
creación.

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El arte consiente el desarrollo de la subjetividad en


diferentes direcciones, permitiendo a las personas revisar las
significaciones sostenidas mecánicamente. En esas
significaciones sociales es donde están cobijadas las
diferencias y conexiones con los otros, las formas de
convivencia y también el rechazo y la discriminación. Los
espacios artísticos nos ponen en contacto con estos elementos
de nuestras identidades, los que sostenemos sin justificación
y escapan a la lógica solidaria. Nos permite poner en cuestión
nuestro perfil subjetivo a partir de la manifestación genuina
de los imaginarios sociales que representamos y los saberes
que nos constituyen.
Si todos estos movimientos subjetivos que se
desencadenan de manera automática con el arte pueden ser
rescatados por profesionales de la psicología, tornarlos
visibles para que sean pensados y problematizados de manera
recursiva por quienes habitan los dispositivos, es posible que
se potencien las posibilidades de realizar elecciones acordes
con el deseo de cada sujeto.
A lo largo de este proyecto el teatro, la cerámica, el
muralismo, el graffiti, la literatura han permito hacer del
preso un actor, un artista, un artesano. Un ser capaz de
imaginar un proyecto y recuperar el placer del encuentro con
lo producido. Algunos se han transformado en maestros, en
guías, otros en aprendices. Han encarado proyectos
colectivos, han pensado mensajes y los han transmitidos
reencontrándose consigo mismo y con los otros desde otro
lugar.

EN EL AFUERA: HABITAR ESPACIOS,


TERRITORIOS POSIBLES
En el Programa Casas por Cárceles, trabajamos
desde el primer momento con la sensación de vacío que
producía el pasaje del régimen cerrado al régimen abierto, ya
que la ganancia de libertad provoca la pérdida del lazo
construido hasta el momento con el consecuente

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empobrecimiento subjetivo. Se perdían identificaciones no


habiendo otras nuevas a las cuales echar mano, irrumpiendo
la angustia y el desborde pulsional, que disparaba la opción
de volver a operar desde el estereotipo del delincuente como
única posibilidad de hacer y ser alguien. Se reproduce a
pequeña escala, la problemática que acontece en la
recuperación de la libertad, y que en muchos casos influye en
la consecución de los actos que llevan a la reincidencia.
En este contexto, y considerando que este pasaje
constituía un oportunidad única para trabajar en situación las
herramientas subjetivas implicadas en estos procesos y que
no estaba siendo capitalizado por la Institución, es que se
intenta intervenir en el proceso de transición encierro –
libertad, promoviendo la autonomía, la capacidad de
autogestión, el interés, y la motivación para la construcción
de un proyecto de vida.
Nos parece pertinente incluir una breve descripción del
programa. Casas por Cárceles es un complejo habitacional
compuesto por 14 viviendas emplazado fuera del muro de la
cárcel, pero dentro de su perímetro. Cada vivienda está
preparada para alojar a diez personas. En ellas la regulación
del Servicio Penitenciario es mínima. Los habitantes se
despiertan cuando quieren, reciben visitas cuando lo desean,
y las mismas no son sometidas al proceso de requisa. Muchos
de sus habitantes salen a la calla de manera progresiva y
paulatina (una vez al mes, los fines de semana o van y vienen
todos los días a cumplir sus actividades laborales, si es que
las tienen).
En el primer tiempo se observaba que los habitantes
replicaban la lógica del funcionamiento carcelario.
Permanecían encerrados en sus casas, como si fueran celdas,
sin salir a los espacios comunes al aire libre. Lo que no
gozaban de beneficios sentían que no había manera de matar
el tiempo y el consumo de drogas se incrementa de manera
notable ante la ausencia de controles de seguridad. Se

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sucedieron situaciones complejas que hicieron que algunos


controles se intensificaran.
Con la inclusión de nuestro Proyecto y con el trabajo
activo de este equipo ejecutor para convocar a los
beneficiarios del programa, modificando y adaptando los
dispositivos, pensando y estrategias y tácticas de
acercamiento y vinculación, logramos con el tiempo que
comenzaran a habitar los espacios de manera intensa,
pensando su situación, su historia, su lugar en la institución,
su lugar en lo social.
Pero Pudimos observar que los dispositivos eran
ocupados o bien por los integrantes de una sola casita o de
dos que tuvieran afinidad, o si por algún motivo excepcional
en ellos se encontraban habitantes que guardaban algún tipo
de relación de encono y diferencia, nada de esto podía ser
puesto en palabras, era puesto en acto.
Esto nos permitió indagar algunas cuestiones relativas
a la manera de cómo pensaban y actuaban la convivencia en
un espacio que no estaba regulado por la Institución.
Como nada de esto era puesto en palabras en el
Dispositivo de Asamblea, que era el espacio de encuentro y
de dialogo entre el equipo y los beneficiario, decidimos
transformarlo en lo que denominamos “Jornadas de
Intervención Comunitaria”. Estas Jornadas tienen como su
objetivo manifiesto: la recuperación del único espacio común
en el Programa (la plaza contigua a las casitas) y como
objetivo implícito: trabajar el lazo fomentando la
convivencia.
Pudimos observar que el predio de las casitas se
encontraba atravesado por millares de línea imaginarias que
marcaban límites que se pueden o no atravesar, dependiendo
de quien decida cómo y cuando.
Estas Jornadas tuvieron muchos efectos imprevistos.
En primer lugar permitió romper la asimetría entre el equipo
ejecutor y los destinatarios. En segundo lugar, al realizarse en
un espacio al aire libre y a la vista de todos, las acciones de

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este equipo que junto con los miembros del programa


realizaban tomaron visibilidad institucional, y mucho de los
trabajadores de la institución se acercaron también a
compartir diferentes formas del saber hacer. En tercer lugar,
se embelleció un espacio que estaba abandonado, una plaza
en la que se podía disfrutar del aire libre, en la que se podía
recibir a la familia, en la que los niños jugaban felices. Y en
cuarto lugar aparecieron actividades organizadas de manera
autónoma por los beneficiarios del programa, o de ellos y el
servicio penitenciario.
Pero también la plaza se transformo en un territorio
a disputar, en que el que debieron establecerse reglas para su
uso. Habitarlas todos juntos, compartirla sin más, pareciera
ser un hecho que escapa a sus posibilidades. “Lo público,
aquel lugar de encuentro y cooperación, es hoy espacio de
anonimato y competencia.” (Vega; 2000; p 64)
Pensamos estos fenómenos como efectos de las
instituciones de la sociedad disciplinar, que tendrían según
Foucault la función de concentrar, repartir en el espacio y
ordenar en el tiempo. Actúan demarcando territorios,
otorgando y expropiando propiedades. Funcionan sobre -
codificando todo discurso, aplastando toda producción
deseantes, produciendo un tipo de subjetividad
desapasionada, desenganchada de la vida, desimplicada del
mundo.
La instituciones de la sociedad disciplinar,
modeladora de subjetividades en espacios cerrados y en
tiempo precisos, continua funcionando en una sociedad que
ha devenido en sociedad de control, que se caracterizan por
ser al aire libre en donde los avances tecnocologico y el
desarrollo de las comunicaciones se utilizan al servicio del
control. Se produce una modulación de las subjetividades en
procesos discontinuos y de acuerdo a las necesidades del
mercado. Vega (2000) plantea que las nuevas necesidades
que surgen ante las modificaciones de los procesos de
producción y acumulación conllevan la fragmentación y

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desterritorializacion de los espacios existenciales donde se


jugaban los procesos de individuación de la subjetividad. El
mercado produjo una alteración de los parámetros temporo -
espaciales que permiten la construcción de una imagen
identitaria y de su proyección y adquirió una función de
semiotizacion, produciendo y otorgando sentidos a toda
acción humana, la cual necesariamente debería ser
recuperada económicamente.
Pensamos los efectos de estas transformaciones
macro - políticas en estos sujetos, que ingresan a los
dispositivos de la sociedad disciplinaria, por no haber tenido
un lugar en el mercado, “al final en la cárcel o en el Mercado.
Al comienzo el desamparo”. (Vega; 2000, p 65)
Para Freud el desamparo es la angustia que
provoca la sensación de desvalimiento que no sobreviene al
evaluar nuestras fuerzas en comparación con la magnitud del
peligro que nos acecha. Lacan articulara el desamparo con la
falta de recursos frente al deseo del Otro, lo que nos
permitiría pensarlo como el quedarse sin recursos para el
análisis de la propia implicación respecto del encargo social y
de los aparatos de captura institucional.
El sujeto queda implicado de tal forma que no tiene
ni espacio ni tiempo para establecer su programa, su
cartografía. Su estrategia y su táctica, su propia micro -
política. Defiende su pequeño territorio a muerte, es una
lógica que aparece en el pabellón, en las casitas y que se
reproduce en el afuera, en la lucha de barrio, de bandas, los
ajustes de cuentas, formas de defender el territorio que les ha
dejado en el exilio del mercado. Nos parece interesante
resalta que este imaginario social que lleva a aislarse y
encerrarse para defenderse del otro, también se hace presente
en las clases medias y altas, donde el country y el barrio
cerrado representan la seguridad.
Es por esto que hoy por hoy, las Jornadas de
Intervencion Comunitaria se transformaron en el dispositivo
protagónico, sosteniendo con Vega (2000) que recuperar un

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espacio como público, que la plaza devenga publica en un


proceso de apropiación colectiva, que porta las marcas de lo
heterogéneo, del acontecimiento azaroso, del encuentro
imprevisto, de los múltiples dialectos que lo pueblan, de las
infinitas texturas que se pliegan en su superficie, permitirá
recuperar ese lugar donde todos y cada uno pueden
encontrarse entre todos y con cada uno. Transformar al
enemigo en semejante, propiciar la identificación que facilite
la construcción de estrategias biopoliticas que permitan
volver a dibujar cartografías deseantes.

CONCLUSIONES
La exclusión y la institución proponen destrucción
subjetiva a partir de la masificación y el aplastamiento del
deseo y la imaginación, apasionarse e implicarse en el pensar,
elucidar, indagar es también un ejercicio de resistencia y de
construcción de otros posibles. Nuestra apuesta:

“Componer una trama social


donde el otro sea un nuevo mundo a
poblar, produciendo una subjetividad
colectiva basada en la solidaridad, la
justicia y la confianza”. (Zambrini,
2000,p 92).

BLIBOGRAFÍA
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Políticas de subjetivación en grupos e instituciones”. Ed.
Biblos
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