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ORACIÓN UNIVERSAL O DE LOS FIELES

L- Señor, te queremos pedir por nuestro Papa Francisco, por nuestro


obispo Oscar José Vélez, por los demás obispos, sacerdotes
religiosos y religiosas, Dales tu gracia para que puedan anunciar con
fidelidad y valentía el Evangelio.
ROGUEMOS AL SEÑOR.

L-Te pedimos, Señor, para que sepamos transmitir nuestra alegría a


todos los que están a nuestro lado, y para que nunca permitamos que
nadie esté triste.
ROGUEMOS AL SEÑOR

L-También te pedimos por nuestros DOCENTES. Ya sabes que a


veces por sus esfuerzos y trabajo, que siguiendo los consejos de Don
Bosco, inspiren a sus estudiantes para que lleguen a ser “Buenos
cristianos y honrados ciudadanos”
ROGUEMOS AL SEÑOR.

L-Te pedimos por toda NUESTRAS familias, para sepamos trasmitir,


el espíritu y las ganas que Don Bosco tenía de comunicar que Tú eres
nuestro Salvador y amigo.
ROGUEMOS AL SEÑOR.

L- Te Pedimos también por los niños que hoy se consagraron como


monaguillos para que ayudados por su familia y demás cristianos
puedan servir al altar de la Eucaristía con alegría, Amor y devoción.
ROGUEMOS AL SEÑOR.
Marcos 1, 21-28

21Y entran en Cafarnaún y, de inmediato, en el sábado, entrando en la sinagoga


enseñaba. 22Y estaban admirados de su enseñanza, porque estaba enseñándoles como
el que tiene autoridad, y no como los escribas.

23Y, de inmediato, en la sinagoga de ellos había un hombre en espíritu impuro, y gritó 24


diciendo: “¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a
destruirnos? Sé quién eres tú: ¡El Santo de Dios!”

25Y Jesús le increpó diciendo: “¡Cállate y sal de él!” 26Y el espíritu impuro, retorciéndole
violentamente y gritando con voz fuerte, salió de él. 27Y todos quedaron despavoridos al
punto de preguntarse unos a otros: “¿Qué es esto? ¡Una enseñanza nueva con
autoridad! Y manda a los espíritus impuros y le obedecen”.28Y, de inmediato, su fama se
extendió por todas partes, en toda la región de Galilea.

Marcos ha colocado conscientemente este conjunto de escenas cerca del


comienzo del ministerio público de Jesús, distinguiéndose así de Mateo, que
introduce el ministerio con el sermón de la montaña; de Lucas, que lo introduce
con su sermón inaugural en la sinagoga de Nazaret; y de Juan, que lo introduce
con las bodas de Caná. Cada evangelista se empeña en destacar aquello que,
conforme a su visión, ha sido lo más importante de Jesús. Para Marcos, Jesús es
aquel que «limpia la tierra de demonios». Toda la misión de Jesús en Marcos se
condensa en su respuesta afirmativa a la pregunta del demonio: «¿Has venido a
destruirnos?» (1, 24). No resulta, por tanto, sorprendente que más tarde el
evangelio diga que el pecado imperdonable consiste en la interpretación perversa
de los exorcismos (3, 28-30).

Este pasaje se divide en tres secciones:


 presentación (1, 21-22),
 enfrentamiento entre Jesús y los demonios (1, 23-26) y
 alabanza de la multitud a Jesús (1, 27-28).

La primera y la tercera sección se centran en la reacción de la muchedumbre ante


Jesús, mientras que la segunda pone de relieve la lucha entre los dos
antagonistas sobrenaturales. El tema de la primera sección es la enseñanza de
Jesús, el de la segunda su poder como exorcista; la tercera sección vincula esos
dos temas, haciendo que la muchedumbre alabe a Jesús por ambas cosas
(enseñanza y exorcismos).

1, 21-22: El pasaje comienza en plural, con un «ellos» formado por Jesús y sus
cuatro nuevos discípulos que van a Cafarnaún, el lugar donde viven los cuatro;
desde el comienzo de su ministerio, Jesús había vivido en comunidad con su
grupo de seguidores.

Cuando llega el sábado, Jesús acude a la sinagoga y comienza a enseñar. Poco


sabemos sobre las costumbres de las sinagogas de aquel tiempo;
presumiblemente, los visitantes solo enseñaban o predicaban en caso de ser
invitados por los responsables de la sinagoga. El hecho de que Jesús no espere a
que le inviten –o al menos que la supuesta invitación no quede recogida- evoca el
sorprendente poder carismático que tiene. Este rasgo viene confirmados por la
reconocida «autoridad» de su enseñanza, un aspecto generalmente aplicado a los
reyes (por ejemplo, Dn 4, 31.37; 1Mac 6, 11; Ap 17, 12-13). Más aún, el término
«autoridad» se encuentra particularmente asociado con la restauración de la
autoridad real de Dios al final de los tiempos (no es casual que aparezca más en
los libros más escatológicos como Daniel o Apocalipsis).

1, 23-26: El exorcismo se encuentra marcado por la aterradora presencia de un


hombre poseído por un espíritu inmundo, que aparece de inmediato en la
sinagoga. El terror de la escena aumenta cuando se describe al endemoniado
como «un hombre en espíritu impuro». Esta frase suele interpretarse como un
semitismo, para indicar «un hombre con un espíritu impuro». Pero resulta
preferible una interpretación literal de la partícula: la personalidad del hombre ha
sido usurpada de tal forma por el demonio que es como si el demonio la hubiera
«engullido». La fusión de la identidad del hombre con la del demonio queda
destacada por la estructura gramatical del pasaje. En 1, 23-24 es el hombre el que
grita; pero después, en el versículo siguiente, es Jesús el que le increpa «a él»,
pero de tal forma que ahora «él» (el increpado) es el mismo espíritu impuro.

Como la mayor parte de los personajes del drama de Marcos, el espíritu impuro
confirma su identidad a través de lo que dice, que es en este caso un gran grito.
Da la impresión de que los demonios de Marcos parecen sentir una atracción
especial por Jesús (cf. 5, 6). Las palabras que el espíritu dirige a Jesús avanzan
lógicamente desde una (¿fingida?) sorpresa ante la hostilidad frente a Jesús
(«¿qué tenemos que ver contigo?»), hasta el sobresalto por su poder («¿has
venido a destruirnos?»), en un intento por conseguir el control mágico sobre él a
través del descubrimiento de su identidad («sé quién eres: el Santo de Dios»).
La clave del pasaje viene dada por la cláusula central, donde el demonio,
hablando en primera persona del plural, en nombre de todos los demonios,
expresa su terror ante la llegada de Jesús («¿has venido a destruirnos»?). Porque
Jesús no es un exorcista ordinario, que emplea técnicas de escuela para encauzar
y dominar a los espíritus, sino que se presenta más bien como el signo y el agente
del reino escatológico, donde ya no habrá lugar para demonios que se oponen a
Dios. El hecho de que los demonios identifiquen a Jesús como «el santo de Dios
resulta compatible con una interpretación escatológica de la escena, dado que
«santo» y las palabras afines son utilizadas a menudo en un contexto escatológico
en los textos apocalípticos. La raíz básica de «santidad» significa separación
respecto del reino profano. Hay textos apocalípticos de Qumrán con un
sorprendente paralelismo con nuestra historia.

Teniendo que enfrentarse con este poder escatológico del «santo» de Dios, el
demonio tiene que escapar. Su invocación del nombre de Jesús y el
desvelamiento de su identidad («… el Santo de Dios»), con la utilización de un
lenguaje bíblico, han sido probablemente intentos de un contraataque mágico para
oponerse a Jesús. Mirado desde esta perspectiva, el hecho de que el narrador
repita el nombre de Jesús en 1, 25, indica probablemente la reclamación simbólica
de ese nombre, después que el demonio ha querido manipularlo.

En este contexto, resulta particularmente significativo el hecho de que esta


manifestación del demonio (1, 23-24) estuviera inmediatamente precedida por la
enseñanza de Jesús (1, 21-22), como si el despliegue del poder escatológico de
Jesús hubiera provocado el contra-ataque demoníaco de este pasaje.

Para la comunidad de Marcos, que se siente destinataria del odio de todos a


causa de su predicación del evangelio de Jesús (13, 9-13), el despliegue de este
exorcismo inicial funcionaría como un motivo de seguridad, pues verían que la
reacción de odio convulso del mundo no era capaz de invalidar la acción salvadora
de Jesús. En el próximo pasaje, la redención escatológica que Jesús ha traído
para un individuo, a través de la derrota de un demonio individual, se expandirá,
pues Jesús curará a muchas personas y expulsará a muchos demonios.

MIERCOLES 24 DE ENERO

Y Jesús les decía: "A ustedes se les ha confiado el misterio del Reino de Dios;
en cambio, para los de afuera, todo es parábola, a fin de que miren y no vean,
oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y alcancen el perdón".
Jesús les dijo: "¿No entienden esta parábola?
¿Cómo comprenderán entonces todas las demás?
El sembrador siembra la Palabra.
Los que están al borde del camino, son aquellos en quienes se siembra la Palabra;
pero, apenas la escuchan, viene Satanás y se lleva la semilla sembrada en ellos.
Igualmente, los que reciben la semilla en terreno rocoso son los que,
al escuchar la Palabra, la acogen en seguida con alegría;
pero no tienen raíces, sino que son inconstantes y, en cuanto sobreviene
la tribulación o la persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumben.

Hay otros que reciben la semilla entre espinas: son los que han escuchado la Palabra,
pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y los demás deseos
penetran en ellos y ahogan la Palabra, y esta resulta infructuosa.

Y los que reciben la semilla en tierra buena, son los que escuchan la Palabra, la
aceptan y dan fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno".

La importancia del fruto


La manifestación de la vida auténtica se ve por el fruto. Aquellos que afirman haber
recibido la Palabra de Dios, deben comenzar inmediatamente a producir el fruto del
Espíritu de Dios, es decir, "amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza" (Ga 5, 22-23). Jesús dijo que "por sus frutos los conoceréis"
(Mt 7, 15-20).

Si no hay fruto, tampoco podemos afirmar que haya nueva vida. Esta es la clave para
entender la parábola. La meta es dar fruto. Puesto que las semillas sembradas entre
pedregales y espinos no llegaron a dar fruto, no podemos identificar estos casos como
auténticos creyentes. Todos hemos oído de muchas profesiones de salvación que son
muy dudosas o claramente falsas.

La parábola nos enseña también que existen diferencias aun entre aquellos cuya vida es
espiritualmente fructífera.
(Mc 4, 20) "Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra
y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno."

No todos los cristianos experimentan el mismo grado de fructificación, porque tampoco


todos los cristianos son igualmente fieles, leales, valientes, humildes, consagrados... al
Señor.

La importancia de la perseverancia
La perseverancia es junto con el fruto la otra marca del cristiano verdadero. Aquellos que
cuando viene la aflicción o la persecución se apartan, nunca llegan a producir fruto, que
como acabamos de ver, es la evidencia de haber recibido correctamente la Palabra. En la
parábola del sembrador tal como aparece en el evangelio de Lucas, dice:
(Lc 8, 15) "Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto
retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia."

Nuestra responsabilidad
La parábola trata sobre nuestra responsabilidad frente al mundo y nos enseña que
tenemos el deber de predicar la Palabra con fidelidad. Cada creyente y cada iglesia debe
tener una visión evangelizadora. No sólo en grandes esfuerzos evangelísticos, de manera
ocasional, sino a diario, de forma personal. No sólo los que tienen un don específico de
evangelista, sino todos los creyentes.

(Hch 8:4) "Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio."
Dios nos va a pedir responsabilidades por esto (Ez 33:1-9).

Pero la respuesta de las personas no es nuestra responsabilidad, sino que depende


enteramente de ellos. Nosotros no tenemos capacidad para convertir a las personas, sin
embargo, muchas veces nos culpamos a nosotros mismos y creemos que la solución está
en cambiar el método. Pero no debemos olvidar que sólo hay una forma correcta de
evangelizar, y es predicando la Palabra.

Y por otro lado, no debemos animarnos o desanimarnos en función de los resultados


obtenidos, sino en función de si hemos cumplido con nuestra responsabilidad de predicar
la Palabra.

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

En aquel tiempo, el Espíritu lo empujó al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días,


siendo tentado por Satanás; vivía con las fieras y los ángeles lo servían. Después de que
Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía:
“Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed en el
Evangelio” (Mc 1, 12-15).

Es insondable el amor del Creador con relación a cada uno de nosotros en particular. Por
eso, en algunas ocasiones nos confunde la consideración de todos los beneficios que
recibimos de Él. Pudiendo sencillamente permanecer en su plena y eterna felicidad, quiso
crear el universo, con el objetivo de manifestar su infinita bondad: “Dios lo hizo por
bondad. No necesitaba nada de lo que hizo”, enseña San Agustín.

A todos los hombres y mujeres, Él les dio el ser, escogiendo uno a uno entre las infinitas
criaturas racionales que podría crear. Por otra parte, nos ha redimido del pecado, nos
sustenta y favorece con sus dones, en las circunstancias más diversas. Pero, sobre todo,
nos da la oportunidad de participar de su vida divina ya en esta Tierra, como primicia de la
felicidad sin fin que nos está reservada en el Cielo, en inefable convivencia con la
Santísima Trinidad.

Dios hace una alianza con los hombres

En contrapartida a tanta bondad, se repite invariablemente una constante en el


comportamiento de los hombres: en determinado momento, se desvían del camino
trazado por el Creador; entonces la Providencia interviene para evitar que se pierdan,
proporcionándoles los medios necesarios para su salvación. Así, cuando Adán y Eva
cometieron el primer pecado, Dios los castigó con la expulsión del Paraíso, pero al mismo
tiempo hizo una alianza con el género humano, prometiéndole la Redención y el
restablecimiento del estado de gracia perdido.

Sin embargo, los hombres no tardaron mucho en recaer en el pecado. Poco después de
que nuestros primeros padres empezaran a poblar el orbe con su descendencia, el Señor
constató “que la maldad del hombre crecía sobre la Tierra y que todos los pensamientos
de su corazón tienden siempre y únicamente al mal” (Gn 6, 5). Entonces, arrepentido de
haber creado al género humano, el Señor lo habría extirpado de la faz de la Tierra por
completo si Noé no hubiera hallado gracia ante Él (cf. Gn 6, 8).

De este modo, según narra la primera lectura de este domingo (Gn 9, 8-15), concluido el
terrible castigo del Diluvio, Dios bendijo a Noé y a sus hijos y estableció con ellos y con su
descendencia una alianza que “permanece en vigor mientras dura el tiempo de las
naciones hasta la proclamación universal del Evangelio”.

Esta alianza se renovaría más tarde con Abraham, en quien “serán benditas todas las
familias de la Tierra” (Gn 12, 3); a través de la Ley de Moisés, en el Sinaí (cf. Ex 19, 5-6);
o con la promesa mesiánica hecha a David (cf. 2 S 7, 16), por citar sólo algunos de los
principales episodios de la historia de la Salvación.

Cristo, auge de la historia de la Salvación


Los siglos fueron pasando y la humanidad alcanzó un auge de decadencia que marcó
simultáneamente el fin del Antiguo Testamento y la “plenitud del tiempo” de la que nos
habla el Apóstol (Ga 4, 4). Jesús cumple de manera superabundante las promesas
hechas a los patriarcas y profetas, asumiendo la humana naturaleza sin dejar de ser Dios.
Así pues, culmina con una perfección toda divina la historia de la Salvación.

La Encarnación del Verbo es un misterio que sobrepasa por completo nuestra capacidad
intelectiva. Para tratar de comprenderlo hasta cierto punto, imaginemos que un ángel nos
propone que asumamos la naturaleza de una lombriz, sin dejar la condición humana, con
la misión de salvar de la muerte a todas las lombrices del mundo. ¿Cuál sería nuestra
respuesta?

Ahora bien, la diferencia entre un hombre y una lombriz es insondablemente menor que la
existente entre Dios y las criaturas racionales. En el primer caso existe una desproporción
enorme; en el segundo, no se puede hablar ni siquiera de desproporción, porque la
distancia es infinita. No obstante, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad asumió la
naturaleza humana para salvarnos, manifestando por nosotros un amor extraordinario,
más allá de toda medida.

De una “locura” de amor nace la Santa Iglesia

En lo alto del Calvario la bondad y la misericordia del Verbo Encarnado por los pecadores
son llevadas, por decirlo así, hasta la locura (cf. 1 Co 1, 18). Y San Pedro nos recuerda,
en la segunda lectura de este domingo que: “Cristo sufrió su pasión, de una vez para
siempre, por los pecados, el justo por los injustos, para conduciros a Dios. Muerto en la
carne, pero vivificado en el Espíritu; en el Espíritu fue a predicar incluso a los espíritus en
prisión, a los desobedientes en otro tiempo, cuando la paciencia de Dios aguardaba, en
los días de Noé, a que se construyera el arca” (1 P 3, 18-20a).

En la alianza establecida por Dios con la humanidad después del Diluvio, prometió que no
castigaría más a la Tierra con agua (cf. 9, 11). Ahora, bien se podría decir que la historia
de la Salvación culmina en un “diluvio de sangre”, de acuerdo con la expresiva
formulación de San Luis María Grignion de Montfort. Porque, como si no bastase la
flagelación, la coronación de espinas y todos los demás sufrimientos camino del Calvario,
permitió que estando ya crucificado una lanza le atravesase su sagrado pecho.

En ese instante se vertieron las últimas gotas de sangre y linfa que aún quedaban en su
Sacratísimo Corazón. Nacía así el Cuerpo Místico del que Cristo era la Cabeza. “En el
Calvario completa su inmolación, y da a luz, en medio de las torturas físicas y morales
más horribles, a la Iglesia que tan laboriosamente había preparado e instituido. […] Por lo
tanto, la Iglesia, de acuerdo con la doctrina de los Padres, es la que sale del costado
abierto del Salvador y la que, por decirlo así, es alumbrada por Él”.
En este mismo sentido San Juan Crisóstomo comenta: “Símbolos del Bautismo y de los
misterios son aquella sangre y aquella agua. De una y otra nace la Iglesia, ‘por el baño de
la regeneración y de la renovación del Espíritu Santo’ (Tt 3, 5), por el Bautismo y por los
misterios”. Y el Concilio Vaticano II afirma que son el comienzo y el crecimiento de la
Iglesia “simbolizados en la sangre y en el agua que manaron del costado abierto de Cristo
crucificado”, y que “del costado de Cristo dormido en la Cruz nació el sacramento
admirable de la Iglesia entera”.

II – El prólogo de la predicación de la Buena Nueva

El Evangelio de este primer domingo de Cuaresma nos remonta al momento en el que


Jesús se disponía a iniciar la misión de predicar la Buena Nueva. Al salir de las aguas del
Jordán, tras ser bautizado por Juan, el Cielo se abrió, el Espíritu Santo descendió sobre Él
en forma de paloma y se oyó una voz que venía de lo Alto: “Tú eres mi Hijo, el amado; en
ti me complazco” (Lc 3, 22).

Comenta Benedicto XVI que en ese instante fue dada como una investidura del encargo
mesiánico del Hijo del Hombre. Le fueron conferidas allí, para la Historia y ante Israel, la
dignidad real y la sacerdotal. A partir de ese momento la vida de Jesús estaría
subordinada a la misión para la que se había encarnado.

El recogimiento precede a la acción


En aquel tiempo, 12 el Espíritu lo empujó al desierto.

Después del Bautismo, la primera disposición del Espíritu Santo fue la de conducir a
Jesús al desierto, donde permaneció cuarenta días en régimen de penitencia, aislamiento
y oración.

De este modo, el divino Maestro nos muestra que antes de lanzarnos a santas y grandes
empresas, es indispensable que nos preparemos mediante la oración y la contemplación,
ya que la vida interior es el alma de toda acción misionera. Si el mismo Dios humanado
nos dio ese sublime ejemplo, ¿qué lección deben sacar de éste todos los que, en
nuestros días, consagran su vida al apostolado?

Fuerzas superabundantes para los que iban a seguirle


13a Se quedó en el desierto cuarenta días,…

El primero de los sinópticos especifica que Jesús ayunó “cuarenta días con sus cuarenta
noches” (cf. Mt 4, 2). Sin embargo, no vayamos a pensar que ese ayuno fue “el ayuno
judaico habitual renovado por cuarenta días consecutivos: el ayuno judaico obligaba hasta
el atardecer, pero al caer la noche tomaban alimentos, […] mientras que el ayuno de
Jesús no se interrumpió durante los cuarenta días y las cuarenta noches”.

En este período el Redentor quiso contemplar el panorama completo de su misión y cómo


la Santa Iglesia habría de mantener los efectos de la Redención hasta los últimos tiempos
por medio de los Sacramentos.

Un mero acto de la voluntad divina hubiera sido suficiente para la fundación de la Iglesia.
Pero, a lo largo de su peregrinación terrena, el Hijo del Hombre quería conquistar fuerzas
superabundantes para todos los que habrían de seguirle hasta el fin de los tiempos. Por
eso no comió ni bebió nada durante esos cuarenta días. Vivió sustentado por la acción
angélica y por una fuerza sobrenatural que no le impedía, no obstante, sentir hambre y
sed. Así pues, se pone de manifiesto una vez más hasta qué extremos de amor estaba
dispuesto a llegar para nuestra salvación.

La Cabeza obtiene la victoria para todo el Cuerpo


13a ...siendo tentado por Satanás;

Cristo era Dios y como tal no fue al desierto con el objetivo de prepararse en la soledad
para la lucha que estaba por llegar, sino para empezarla. Lejos de buscar refugio contra el
mal, iniciaba su vida pública enfrentando y venciendo los ataques del enemigo.

Sin embargo, el demonio no tenía aún conciencia de la divinidad de Jesús. Juzgando que
era pasible de pecar, quiso por todos los medios inducirle a cometer diversas faltas.
¿Habrá tentado al Hijo de Dios durante los cuarenta días y cuarenta noches, como parece
deducirse de ese versículo de San Marcos y es la opinión de San Beda? ¿O habrá
esperado hasta el final del ayuno para tentarle, como afirma Santo Tomás?

El problema no nos parece especialmente relevante ante el hecho de que el divino


Maestro haya querido asumir sobre sí nuestras tentaciones para vencerlas. Con la derrota
infligida al demonio en el desierto, Cristo —Cabeza del Cuerpo Místico— obtuvo la victoria
para todos sus miembros, conforme lo afirma San Gregorio Magno: “No era indigno de
nuestro Redentor querer ser tentado, Él que había venido para ser muerto; para que así
venciese nuestras tentaciones con las suyas, lo mismo que aniquiló nuestra muerte con la
propia”.

“No nos dejes caer en la tentación”

Ahora bien, Santo Tomás piensa que no fue esa la única razón por la que Cristo quiso ser
tentado; añade tres más: para que nadie, por muy santo que sea, se tenga por seguro e
inmune a la tentación; para enseñarnos el modo de vencer las tentaciones; y para infundir
en nosotros la confianza en su misericordia. Por eso, el Doctor Angélico nos dice: “Sobre
este punto conviene notar que Cristo nos enseñó a pedir no que no seamos tentados, sino
que no caigamos en la tentación. Porque si el hombre vence la tentación, merece premio”.
Dios permite que el demonio actúe, deja que las malas inclinaciones de nuestra
naturaleza caída nos atormenten, para que de esta manera podamos obtener méritos.

A este respecto, observa el P. Royo Marín: “Son innumerables las ventajas de la tentación
vencida con la gracia y ayuda de Dios. Porque humilla a Satanás, hace resplandecer la
gloria de Dios, purifica nuestra alma llenándonos de humildad, arrepentimiento y
confianza en el auxilio divino; nos obliga a estar siempre vigilantes y alerta, a desconfiar
de nosotros mismos, esperándolo todo de Dios; a mortificar nuestros gustos y caprichos;
excita a la oración; aumenta nuestra experiencia, y nos hace más circunspectos y cautos
en la lucha contra nuestros enemigos”.

Del mismo modo que no se puede premiar a un corredor que ni siquiera se ha levantado
de la cama, o a un intelectual que no escribió ni disertó sobre nada, en la vida espiritual
pasa lo mismo: para recibir la recompensa en la eternidad tenemos que ser probados en
esta vida.

Nada alegra más a nuestro enemigo que el desánimo

Por lo tanto, la tentación no nos debe entristecer, ya que representa la hora del heroísmo
y de la alegría: es el momento de mostrar nuestro amor a Dios. ¡Cristo nos dio el ejemplo!
En esos cuarenta días de oraciones y padecimientos en el desierto, conquistó las gracias
necesarias para nuestra perseverancia, incluso las gracias específicas para que hagamos
bien los ejercicios cuaresmales, preparatorios para la Pascua. Y aunque sucumbamos
ante alguna tentación, Él nos da las fuerzas para levantarnos y continuar en el camino de
la santificación.

Así pues, cuando llegue la tentación, no podemos tolerar desánimo alguno, porque el que
resiste y el que ya ha vencido es Cristo, la Cabeza del Cuerpo Místico del cual somos
miembros.

Cuando el demonio nos tienta, tiene por objetivo primordial quitarnos el ánimo, porque si
lo consigue nos atrapará entre sus garras. El ánimo, por el contrario, nos mantiene en las
manos de Dios y de la Santísima Virgen.

“Lo que alegra al enemigo no son tanto nuestras faltas como el abatimiento y la pérdida
de confianza en la misericordia divina que nos producen”. Por eso, San Francisco de
Sales nos advierte: “La desconfianza que tenéis en vos misma es buena, siempre que
sirva de base a vuestra confianza en Dios; pero si os llevase al desánimo, a la inquietud, a
la pena y a la melancolía, os suplico que la arrojéis de vos como la mayor de las
tentaciones, y nunca permitáis que vuestro espíritu discuta o replique a favor de la
inquietud o del abatimiento del corazón al que os sentís inclinada”.

Las fieras del desierto y los animales del Paraíso


13b vivía con las fieras…

Basándose en los Padres de la Iglesia, comentaristas como Fillion o Maldonado, o incluso


el mismo Santo Tomás, consideran que San Marcos hizo esa afirmación para subrayar,
con la vivacidad propia del discípulo de San Pedro, el carácter salvaje de la región donde
Jesús se retiró, y acentuar la completa soledad en la que Él pasó esos cuarenta días y
cuarenta noches.18 San Juan Crisóstomo comenta que San Marcos habría dicho esto
“para mostrar cuál era el desierto. No había en él camino para los hombres, y estaba lleno
de animales feroces”. Aunque estas palabras también pueden ser analizadas en un
sentido más profundo.

En aquel tiempo, no faltaban en las inmediaciones del Jordán hienas, chacales, leopardos
o jabalíes, según informa, entre otros, el mencionado Fillion. Ahora bien, si en el Paraíso
todos los animales obedecían enteramente a Adán, en aquel desierto se abalanzaban
sobre los hombres, atemorizándolos y obligándoles a huir.

¿Habría querido el divino Maestro soportar esa flaqueza más de la humanidad caída? Si
quiso experimentar el temor provocado por la presencia de las fieras, es seguro que lo
venció de manera grandiosa, obteniéndonos así más fuerzas aún para superar las
adversidades, dramas y complicaciones que la vida nos presenta.

Servido como Dios por ministerio angélico


13c ... los ángeles lo servían.

La presencia de los ángeles también es misteriosa y llena de significado.


¿Se habrían alejado de su Señor hasta el final de las tentaciones, como lleva a creer el
relato de los otros sinópticos? ¿O habrían permanecido sirviéndole y sustentando su vida
terrena durante esos cuarenta días y cuarenta noches en las que no comió ni bebió nada?

Nada nos impide, en nuestra opinión, imaginar a la Corte Celestial descendiendo hasta el
desierto y regresando al Cielo durante ese período, a fin de asistir a la naturaleza humana
de su Creador. Al contrario, a eso invita el comentario de San Beda, reproducido por
Santo Tomás en la Catena Áurea: “Es de considerar también que Cristo mora entre las
fieras como hombre, y que es servido por ministerio angélico como Dios”.
LUNES 22 de Enero 6:30 pm: Eucaristía y Novena a san Juan Bosco. Bendición de los
Niños, de la I.E. Eloy Quintero Araujo, del Concejo Municipal y del Hospital San Juan
Bosco. Responsables: Pastoral de la Salud. Sacerdote: Marcos Rodríguez

MARTES 23 de Enero 6:00 p.m. Eucaristía y Novena. Bendición de las Viudas, del
Instituto Don Bosco, Sede San Martín, Secretaría de Tránsito, Banco Bogotá y Banco de
la Mujer. Responsables: 1ª y 2ª Pequeña Comunidad Sacerdote Invitado: P. Jhon Trujillo.

MIERCOLES 24 de Enero 6:00 p.m. Eucaristía y Novena. Bendición de los jóvenes, de la


IE San Juan Bosco, Alcaldía Municipal, Cuerpo de Bomberos, Bancolombia y Banco
Agrario. Responsables: Renovación Carismática Sacerdote Invitado: P. Alexander Torres.
JUEVES 25 de Enero 6:00 p.m. Eucaristía y Novena. Bendición de mujeres en gestación,
de las Sedes Educativas María Auxiliadora, Defensa Civil, Jardín Municipal, Fundación de
la Mujer y Comultrasan. Responsables: 3ª Comunidad de Parejas.

VIERNES 26 de Enero 6:00 p.m. Eucaristía, Novena, Hora Santa y Oración de Sanación
y Liberación. Bendición de Registraduría Nacional del Estado Civil, FENOCO, de las
Instituciones Educativas Jardín 18 de febrero y Jorge Eliecer Gaitán. Responsables:
Lazos de Amor Mariano. Sacerdote Invitado: P. 6:00 p.m. Preparación de Padres y
padrinos en el salón parroquial. Asistencia Obligatoria.

SÁBADO 27 de Enero 6:00 p.m. Eucaristía y Novena. Bendición de las Parejas de la I.E.
Carlos Restrepo Araujo, Sede Principal, Emisora Caliente Stereo y YUMA, Unidad Médica
Susalud. Responsables: 3ª y 4ª Pequeña Comunidad Sacerdote Invitado: P.

DOMINGO 28 de Enero 6:30 p.m. Eucaristía y Novena. Bendición de los Comerciantes


del Colegio Gimnasio Moderno, Supertiendas OLIMPICA, UNDECO y Consorcio el Sol.
Responsables: 5ª y 6ª Pequeña Comunidad Sacerdote: P. Marcos Rodríguez

LUNES 29 de Enero 6:00 p.m. Eucaristía y Novena. Bendición de los Docentes


Constructora Ariguaní Interventoría, Bioger, Mototaxistas y Ciclotaxistas, Responsables:
Escuela de Monaguillos. Sacerdote
MARTES 30 de Enero 6:30 p.m. Confesiones, Eucaristía y Novena. Bendición del Ejército
Nacional, Policía Nacional, Fiscalía y CTI. Responsables: 1ª y 2ª Comunidad de Parejas.
Sacerdote Invitado: P. Harold Douglas.

MIÉRCOLES 31 de Enero 10:00 Am: Eucaristía Mayor Presidida por Monseñor Oscar
José Vélez en honor a Nuestro santo patrono San Juan Bosco. Consagración Nuevos
monaguillos. Bendición a los Docentes.
5:00 p.m. Procesión: Peregrinación y encuentro de nuestro Santo Patrono Don Bosco con
nuestra Madre Celestial, María Auxiliadora.
l Universo tiende al caos y la entropía, dice la segunda ley de la termodinámica. Y
con él, nuestra vida diaria, que se encuentra cada vez más anegada por artilugios
extraños, obligaciones que nunca sospechábamos que tendríamos y toda una
serie de servidumbres laborales o familiares que, al contrario de lo que podríamos
pensar, no nos hacen más felices. Lo mismo ocurre en la relación con nuestras
parejas: si al comienzo todo parecía marchar sobre ruedas, cuando debemos
empezar a convivir con nuestra amada la situación comienza a cambiar y todo son
agobios, problemas y obstáculos a superar. En un gran número de ocasiones, esto
se debe a que no sabemos imponer a las obligaciones de nuestra vida diaria
un criterio claro, por lo que pasamos de dedicar todo el tiempo a nuestras
parejas a enredarnos con multitud de actividades inútiles.

El psicólogo de la Universidad de Chicago Fred B. Bryant manifestaba


recientemente que aún somos bastante malos a la hora de desarrollar
herramientas para vivir la felicidad cotidiana, y que seguimos recurriendo a
plantearnos altas metas que, en teoría, consideramos que son las que
garantizarán nuestro bienestar. Algo semejante ocurre con el género masculino
cuando intenta, con escasa fortuna, hacer felices a sus mujeres: que apunta en la
dirección equivocada, demasiado alto, cuando la diana se encuentra mucho más
abajo.

Así pues, la felicidad se encuentra en los pequeños detalles. Pero también la


infelicidad: realizar una y otra vez algo que enfade a nuestras parejas es la mejor
forma de erosionar, poco a poco, nuestra confianza. En muchas ocasiones, un
gran proyecto, como puede ser un viaje a un destino exótico o una cena
inesperada, aunque agradable, puede ser simplemente una forma de enmascarar
un problema de fondo. Es preferible vivir un día a día adecuado que desvivirse en
grandes gestos. Aquí presentamos diez consejos útiles para hacer feliz a nuestra
pareja en el marco de nuestra cotidianidad.

1.- Muéstrate entusiasta


“¿Quedamos mañana para cenar?” Ante tal pregunta planteada por el miembro
femenino de la relación, el hombre tiene dos caminos: expresar sus pocas ganas
de hacerlo o contestar con euforia, manifestando que no hay nada que desee más
en el mundo. No se trata de mentir ni fingir, claro está, sino de hacer a nuestra
compañera partícipe de nuestros sentimientos positivos, proporcionando la debida
retroalimentación a sus propuestas. Si no somos capaces de hacer entender a
nuestra pareja que lo pasamos bien con ella, por mucho que así lo sintamos
en nuestro fuero interno, tendremos un problema.

2.- Sé un caballero

La espontaneidad y andarse sin rodeos han sido considerados durante las últimas
décadas como dos virtudes del hombre contemporáneo: la caballerosidad parece
ser ya cosa del pasado. Esta concepción se encuentra tan extendida que ha
terminado dando lugar a una coyuntura en la que muchos varones consideran que
ser zafio y baboso, aunque sea utilizando el humor como coartada, es algo
apreciado por sus mujeres. Por el contrario, mostrar una cierta cortesía y
educación y emplear cierta galantería que trate a las mujeres como damas y
no como meros objetos de deseo siempre es bien recibido. No hace falta
tampoco ser un relamido petulante, claro está, pues ello sólo nos llevará a parecer
ridículos. En el punto medio está la virtud.

Todos necesitamos disponer cada día de un tiempo y un lugar para nosotros


mismos.

3.- Haz las tareas sin que te lo pidan

El reparto de las tediosas labores diarias es uno de los puntos más críticos en toda
convivencia de pareja. Aunque poca gente disfruta de las mismas, debemos evitar
considerarlas como una pesada carga asociada con emociones negativas, pues
es el camino más fácil a que comencemos a intentar escaquearnos de las mismas.
Una situación que probablemente dará lugar a enfrentamientos continuos, si no
sois capaces de dividir vuestros papeles de forma equitativa. Mostrar iniciativa
aquellos días que dispongas de más tiempo o te sientas con más fuerzas es
una de las mejores señales ante tu pareja, pues si intentas esquivar tus
obligaciones continuamente pensará que estás sugiriendo que debe ser ella la que
lo haga como mujer que es.

4.- Proporciónale el espacio necesario


Todos necesitamos disponer cada día de un tiempo y un lugar para nosotros
mismos. Ello no implica que nuestra pareja nos quiera menos o no quiera estar
con nosotros, pero muchos hombres no comprenden que este espacio es
necesario para el bienestar de la pareja. Además, debemos saber cómo
aprovechar ese tiempo que no estamos compartiendo con nuestra mujer, ya que
una persona independiente que es capaz de no aburrirse sin compañía es mucho
más deseable que esa que necesita estar con nosotros las veinticuatro horas del
día los siete días de la semana. Una pesada carga, vaya.

5.- Abrázala, tócala, acaríciala

A las mujeres les gusta más el contacto físico que a los hombres, algo que
tendemos a olvidar a menudo. Así que acercarnos a ella y abrazarla es la mejor
forma de hacerla recordar que sentimos algo por ella. Además, se sentirá mucho
más segura y protegida dentro de la relación: rodearla con tus brazos es uno de
esos signos que el cerebro femenino interpreta siempre de manera positiva.
Besarla o mostrar signos de afecto delante de conocidos comunes, suele ser
percibido como una forma de expresar tu sentimiento de orgullo hacia ella y
de demostrar que no tienes ninguna duda acerca de vuestra vida en común.

6.- Demuéstrale que puede confiar en ti

Tontear con sus amigas, por mucho que nos atraiga y aunque se realice de
manera inofensiva, seguramente sea el peor error en el que puede caer un
hombre durante una relación. Si queremos que nuestra pareja confíe en nosotros,
debemos enviar los signos correctos para confirmar tal imagen. Una de las
características de los hombres más valoradas entre las mujeres es su
fidelidad y amor incondicional: la peor sensación que puede tener una mujer
dentro de una relación es que puede ser abandonada por su compañero en
cualquier momento. Tampoco las mentiras, por pequeñas o piadosas que
parezcan, suelen ayudar a labrarnos una buena imagen.

7.- Comparte tus aficiones, sigue las suyas

A todos nos gusta compartir nuestras actividades favoritas con nuestros amigos,
familia, compañeros… ¿Por qué no también con nuestra pareja? No hay nada que
refuerce más una relación que compartir unas mismas aficiones, que no tienen por
qué ser las mismas que en el momento en que la pareja se juntó. Esto funciona en
un doble sentido: no sólo debemos preocuparnos por saber y mostrar interés por
aquello que gusta a nuestra mujer, sino que también podemos indicarle nuestras
propias aficiones para que se sienta partícipe de ellas. Por supuesto, es
importante una mente abierta y una actitud activa frente a las mismas, no una
resistencia exasperante ante todo aquello que proporcione entretenimiento a
nuestra pareja.

Utilizar como criterio para descubrir lo que le gusta a nuestra pareja nuestro propio
gusto como varones es poco recomendable.

8.- Préstale atención

La llamada escucha activa es una de las herramientas más importantes de cara a


mostrar a nuestra mujer que la tenemos en consideración. Por ello, no debemos
interrumpirla cuando nos está contando algo que considera interesante, aunque
sea para dar nuestra (en teoría) interesante opinión, ni tampoco desviar nuestra
atención a otro asunto, aunque se trate de una llamada importante (“perdona, es
muy interesante, pero no lo suficiente para seguirte escuchando”), ni desde luego
cambiar de tema rápidamente. Por el contrario, debemos mostrar atención,
proponer soluciones más tarde si se trata de un problema y hacerle saber lo más
importante de todo, que es que aunque no podamos hacer nada por cambiar la
situación, siempre estaremos allí para escucharla.

9.- Recuerda que no es hombre

Utilizar como criterio para descubrir lo que le gusta a nuestra pareja nuestro propio
gusto como varones es poco recomendable, ya que el sexo femenino tiene sus
propias necesidades y deseos que difieren bastante de lo que los hombres
quieren. Por ello no es recomendable planear actividades en función de nuestros
intereses y preferencias, por mucho que nuestro egocentrismo nos lleve en gran
cantidad de ocasiones a pensar que lo que nos atrae a nosotros tiene que atraer a
todo el mundo, y viceversa: que lo que no nos interesa no puede interesar a nadie.
Por eso, si nuestra pareja se preocupa por salir de compras, dedicar tiempo a
vestirse y maquillarse, salir a cenar con sus amigas o comer determinados platos,
no lo hace por fastidiarnos, sino porque realmente le gusta. No lo olvidemos.

10.- Sé feliz

No hay nada que más disguste a cualquier persona que tener que convivir con
otra que se pasa el día mustia, quejándose por todo y desganada ante cualquier
situación. Si no somos capaces de mostrar a nuestra pareja que ella nos hace
dichosos, comenzará a pensar que no es lo suficientemente importante para
nosotros. Además, tener que actuar siempre con el objetivo de mejorar la
felicidad de su pareja no es precisamente el ideal de vida de la mayor parte de
mujeres. Si eres infeliz, y te muestras así continuamente ante tu pareja, sólo
conseguirás que sea tan infeliz como tú.

¿QUÉ SE NECESITA PARA HACER FELIZ A UNA MUJER?

Se necesita:

1) Amigo
2) Compañero
3) Amante
4) Hermano
5) Padre
6) Poeta
7) Jardinero
8) Cocinero
9) Mecánico
10) Plomero
11) Psicólogo

* No ser celoso, pero tampoco desinteresado.


* Llevarse bien con su familia, pero no dedicarles más tiempo que a ella.
* Darle su espacio, pero mostrarse preocupado por dónde estuvo.

Y muy importante es...


* No olvidarse de las fechas especiales...
BENDICIÓN DEL AGUA
Te exorcizo, agua, en nombre de Dios Padre, en nombre de Jesucristo su
Hijo nuestro Señor, y con el poder del Espíritu Santo, para que seas agua
exorcizada y ahuyentes todo poder del enemigo.
Oh Dios, atiende nuestra oración e infunde la fuerza de tu bendición a esta
agua para que, al ser derramada en las casas y en cualquier otro lugar, éstos
queden libres de toda influencia del mal y del maligno; y se aleje de estos
lugares cualquier influencia maligna de maleficios, maldición, atadura,
espiritismo…, de modo que los que vivan en este lugar o vengan aquí, por la
aspersión de esta agua, queden libres de cualquier enfermedad o poder del
enemigo infernal y sean defendidos por el poder de Jesucristo. Amén.

BENDICIÓN DE LA SAL
Te exorcizo sal por el Dios vivo, por el Dios verdadero y por el Dios santo,
para que te conviertas en sal exorcizada para salud de los fieles tanto en el
cuerpo como en el alma y para que, en los lugares donde sea puesta esta sal
bendita, se aleje todo poder del enemigo y todo espíritu maligno.
Oh Señor, imploramos tu misericordia para que te dignes bendecir y
santificar esta sal a fin de que se convierta en sal exorcizada para bien del
cuerpo y del alma de los creyentes que la consuman; y para que todo
aquello que sea tocado por ella carezca de todo poder e influencia del
maligno. Amén.
(Se puede echar la sal al agua bendita tres veces, a manera de cruz,
diciendo: Que esta mezcla de sal y agua se realice en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo. Amén).

BENDICIÓN DEL ACEITE


Te exorcizo, aceite, por Dios Padre que hizo todo lo que existe. Que se aleje
de este aceite toda fuerza del maligno y toda acción diabólica a fin de que
todos los que lo tomen puedan recuperar la salud del cuerpo y del alma, en
el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Oh Dios, dígnate bendecir y santificar este aceite con el cual mandaste ungir
a los enfermos, a fin de que una vez obtenida la salud, te den las gracias. Y
te pedimos que cuantos usen este aceite, que hemos bendecido en tu
Nombre, queden libres de toda enfermedad o de cualquier maleficio o
influencia del maligno. Te lo pedimos Padre en el Nombre de Jesús, que vive
y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los
siglos. Amén.
DOMINGO XXX – TIEMPO ORDINARIO

Porque el reino de los cielos es como un hombre que partiéndose lejos llamó á sus
siervos, y les entregó sus bienes. Y a éste dio cinco talentos, y al otro dos, y al otro
uno: a cada uno conforme a su facultad (griego = dunamis, poder, fuerza,
habilidad); y luego se marchó lejos.

Un hombre se va de viaje. Tengan en mente:

• que Jesús ahora se está preparando para morir, para irse. La narración de la pasión
comienza en el siguiente capítulo con el complot para matar a Jesús (26:1-5) y su
ungimiento en Betania (26:6-13).

• que esta parábola está inmersa en el Discurso Escatológico de Jesús, en que está
alertando a prepararse para su regreso.

• que Mateo está escribiendo su Evangelio en la última parte del primer siglo cuando la
iglesia está batallando con el asunto de la tardanza de la Parusía (regreso) de Jesús. Esta
parábola le recuerda a la iglesia de Mateo (y a nosotros) que a ellos (nosotros) se les ha
confiado con el gran tesoro del Evangelio de Cristo Jesús, y se les hará responsables al
regreso de Jesús de su (nuestra) mayordomía de este Evangelio.

El señor llama a sus siervos, y les confía sus bienes: cinco talentos al primero, dos
talentos al segundo, y un talento al tercero “a cada uno conforme a su facultad; y luego se
partió lejos.” Debemos notar cómo se acerca a sus siervos. Podría haberle dicho
exactamente a cada siervo cómo usar su dinero, pero no lo hace. En su lugar, exhibe gran
confianza al dejarlos en libertad para que aprovechen las oportunidades tal como éstas se
vayan presentando. Todavía más, trata a cada uno de ellos como individuos, otorgándoles
recursos conforme a sus habilidades. El señor no abruma al siervo con un talento
colocando responsabilidades que estuvieran más allá de sus habilidades. Finalmente, se
va. Como cualquier supervisor o padre lo sabe, irse es el paso más difícil, y es uno que
demuestra la confianza más grande.

Los estudiosos estiman el valor de un talento de diferentes maneras. Un talento era,


primero, una medida de peso, “la medida de peso mayor en el sistema hebreo. El talento
era usado para pesar oro, plata, acero, bronce y muchas otras mercancías. El talento
común pesaba cerca de 3,000 ciclos. Con el tiempo, un talento significó una cierta
cantidad de dinero, probablemente 6,000 denarios. En la parábola de los labradores de la
viña, nos damos cuenta de que un denario era el salario de un día para un trabajador
(20:2). Por lo tanto, seis mil denarios representaban de 15 a 20 años de salario para una
persona normal. El valor preciso del talento es menos importante, lo que en realidad es
importante es que es una gran suma de dinero, “un montón” para decirlo así. Incluso el
siervo al que se le da un solo talento recibe un tesoro bastante sustancial.

MATEO 25:16-18: MAS EL QUE RECIBIÓ UNO…

Y el que había recibido cinco talentos se fue (eutheos, inmediatamente), y


granjeó(griego = ekerdesen, ganó, obtuvo) con ellos, e hizo otros cinco talentos.
Asimismo el que había recibido dos, ganó también él otros dos. Mas el que había
recibido uno, fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.

El siervo que recibió cinco talentos fue a trabajar inmediatamente. Aquí encontramos un
sentido de entusiasmo. Nadie tiene que encender un fuego debajo de este siervo – está
emocionado porque se le confía con un gran tesoro, con hacer algo positivo, con probarse
a sí mismo. Puso sus cinco talentos a trabajar, y gana cinco talentos más.

En el griego, la palabra eutheos, “al momento” o “inmediatamente”, o es la última palabra


del versículo 15, o es la primera del 16. Si la contamos como parte del versículo 15,
significa que el señor se fue inmediatamente. Si la ponemos en el inicio del versículo 16,
significa que el siervo que recibió los cinco talentos salió inmediatamente para poner su
dinero a trabajar. Mientras que se puede poner la palabra en ambas posiciones, incluir
eutheos en el versículo 16 está más de acuerdo con el contexto. Al ser la primera palabra
de una oración, lleva un peso especial porque enfatiza algo.

El siervo que recibió dos talentos hace lo mismo que el siervo de los cinco talentos:
responde con entusiasmo, usa su iniciativa, sale inmediatamente, trabaja, y hace (gana)
dos talentos más. Al igual que el primer siervo, este gana 100 por ciento.

El siervo que recibió un talento, sin embargo, cava un hoyo y entierra el dinero del señor,
que es una manera aceptable de proteger el dinero. De acuerdo con la ley rabínica, la
persona que entierra el dinero en un lugar secreto no puede ser responsable por su
pérdida. Es una manera conservadora, pero segura de invertir el dinero. Excepto que no
tiene perspectivas de crecimiento.

Note el contraste entre los verbos que se usan para los siervos con cinco y dos talentos,
con los que se usan para el siervo con un talento:

• los siervos con cinco y dos talentos se “fueron inmediatamente”, mientras que el siervo
con un talento solamente “se fue”.

• los siervos con cinco y dos talentos “negociaron” o “trabajaron” con el dinero que se les
había confiado, mientras que el siervo con un talento “cavó un hoyo en la tierra”.

• los siervos con cinco y dos talentos “ganaron” talentos adicionales, pero el que tenía uno
“escondió” el dinero de su señor.
El verbo usado para los siervos con cinco y dos talentos es progresivo, mientras que los
verbos para el que tenía uno son regresivos. Esta diferencia verbal refleja las opiniones
contrastantes del señor. La confianza de su señor energiza a los siervos con cinco y dos
talentos, que se dan cuenta de que su señor les ha dado la oportunidad de hacer algo de
sí mismos – ganarse un ascenso – para complacer a su señor. Su confianza en el señor,
a su vez refleja la confianza que el señor les ha dado. Como lo veremos en los versículos
24-25, el siervo con un talento tiene una perspectiva diferente del señor.

“El más intrigante comentario sobe este texto es el que ve el lado crítico de Jesús (o de
Mateo) echando una mirada a la comunidad de Qumram que se fueron a la soledad del
desierto, hicieron cuevas para su comunidad, y se escondieron, junto con sus dones, del
mundo… Tal vez también puede tenerse en cuenta al fariseísmo porque: ‘se fue” puede
indicar el separatismo del fariseísmo; ‘cavaron un hoyo’, indicaría su preocupación con
vivir vidas seguras; y que se ‘escondieron’ señalaría a su puritano deseo de tratar de
evitar contaminarse con los pecadores” (Bruner, 905). Decir que para Jesús los que se
dedican a la contemplación no tienen utilidad va demasiado lejos –Jesús claramente llama
a algunas personas a un ministerio de oración y meditación – pero esta parábola celebra
un ministerio activo, progresista, que toma riesgos, que está involucrado en el mundo, y
que está con los zapatos sobre el camino.

Mientras que algunas personas hacen dinero despiadadamente, Jesús claramente no


podría endorsar ese tipo de empresa. La gente también gana dinero proveyendo servicios
y productos de calidad, satisfaciendo genuinas necesidades humanas. Esta es
seguramente el tipo de ganancia que esta parábola celebra.

MATEO 25:19-23: DESPUÉS DE MUCHO TIEMPO

Y después de mucho tiempo, vino el señor (griego = kyrios, Señor) de aquellos siervos,
e hizo cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros
cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; he aquí otros cinco
talentos he ganado sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre
poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor. Y llegando
también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste;
he aquí otros dos talentos he ganado sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen
siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu
señor.

“Y después de mucho tiempo…” Mateo es muy consciente del retraso del regreso de
Jesús, y este versículo seguramente alude a ese retraso. Ha sido mucho tiempo y, por
supuesto, será mucho más. Sin embargo, en esta parábola, el señor regresa, y al hacerlo
pide cuentas. Esta parábola mantiene la promesa de que Jesús no se retrasará para
siempre, sino que regresará para recompensar a los fieles. También hay, por supuesto, la
correspondiente advertencia en esta parábola: Jesús castigará a los infieles.

La palabra que se traduce como “señor” en estos versículos es kyrios = Señor; “un título
que en el contexto del Evangelio adquiere un significado cristológico cuando se le aplica a
Jesús” (Senior, 278). El Señor-Amo recompensa a los siervos con cinco y dos talentos de
tres diferentes maneras:

• Primero, los declara “buenos y fieles”. Mientras que esto puede parecer algo
insignificante, podemos creer que probablemente por el resto de sus vidas estos siervos
recordarán estas palabras con cariño. Muy pocas cosas se sienten tan bien como las
alabanzas que brindan personas altamente respetadas y que han sido honestamente
ganadas.

• Segundo, les da mayores responsabilidades, algo así como un ascenso. Nosotros


podríamos preferir que les permitiera retirarse, pero en vez de eso aumenta su carga de
trabajo. El servicio, y no el retiro, es la meta del discipulado cristiano. Mientras que un
pastor se puede retirarse de atender a una congregación cotidianamente, ningún cristiano
se retira de preocupar y ocuparse de los otros. Este ministerio de amor no necesita ser
una carga, sino que tiene el potencial de para ser un gran gozo.

• Tercero, les dice “Entra en el gozo de tu señor” (vv. 21, 23). “Esto probablemente nos
lleva más allá del contexto de la parábola… a la expectativa cristiana con respecto al
banquete de victoria del Mesías” (Hare, 287).

El señor recompensa a estos dos siervos de igual manera, aunque uno ha ganado cinco
talentos y el otro solamente dos. Las palabras que les dirige el señor a ambos siervos son
exactamente las mismas (vv. 21, 23). Ambos siervos duplicaron su dinero, y en ese
sentido están parejos. Sin embargo, este señor claramente no es alguien que cuenta los
frijoles, y podemos estar seguros que será justo – incluso generoso – con cualquiera que
dé lo mejor de sí, incluso si uno llega a obtener una gran ganancia.
MATEO 25:24-28: SIERVO MALO Y NEGLIGENTE
Y llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres
hombre duro, que siegas donde no sembraste, y recoges donde no esparciste; Y
tuve miedo, y fui, y escondí tu talento en la tierra: he aquí tienes lo que es tuyo. Y
respondiendo su señor, le dijo: Malo y negligente siervo, sabías que siego donde no
sembré y que recojo donde no esparcí; 27Por tanto te convenía dar mi dinero á los
banqueros, y viniendo yo, hubiera recibido lo que es mío con usura. Quitadle pues
el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.

Mientras que disfrutamos escuchar la generosidad del señor para los siervos con cinco y
dos talentos, esta parábola realmente se vuelve a las acciones del siervo con un talento y
la respuesta del señor a esos hechos. El siervo con un talento se dirige al señor en un
tono apologético, defensivo, dejando claro que entiende su fracaso. Espera que, si puede
ayudar al señor a entender las razones de su fracaso, entonces podrá escapar del
castigo. Le explica que sabía que el señor era un hombre duro, segando donde no
sembró. Eso nos sorprende, porque el señor es generoso. Les confió a los siervos una
fortuna y les permitió gran libertad para usarla. Alabó y recompensó a los dos primeros
siervos. Nos preguntamos por qué el siervo con un talento siente que el señor es duro, y
por qué esa dureza no salió a la luz antes. La respuesta, por supuesto, es que esta
caracterización es injusta. El señor, al encontrar un servicio fiel, va más allá de ser justo y
llega hasta la generosidad.

Sin embargo, estamos por ver el lado duro del señor. El siervo con un talento ha evaluado
correctamente que el señor es capaz de un juicio duro. En este caso, el señor llama “malo
y negligente” al siervo que tenía un solo talento y luego, usando las mismas palabras del
siervo, lo condena. El señor critica al siervo por fallar incluso en invertir el dinero en un
banco para que se ganaran interés aunque fuera para una pequeña ganancia. Entonces
le quita el dinero a ese siervo y lo echa “en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y crujir
de dientes” (v. 30).

La clave para entender este duro juicio solamente se implica en la parábola. El señor le
dio a cada uno de los tres siervos un gran tesoro y una maravillosa oportunidad. Los
primeros dos siervos pusieron el dinero a trabajar y lo duplicaron. Hicieron lo mejor con
esa oportunidad, aunque eso involucraba un riesgo. No podrían haber actuado tan
atrevidamente si no hubieran confiado en el señor. Si hubieran creído que el señor los
castigaría por cada error, no se hubieran sentido lo suficientemente libres para hacer lo
que hicieron. Actuaron con confianza, no solamente en sí mismos, sino también en su
señor.

El siervo con un talento, sin embargo, actuó por miedo. No siente afecto por el señor, está
preocupado solamente con su propia seguridad, y no va a arriesgarse para enriquecer al
señor. Él permite que el miedo dicte sus acciones. Entierra el dinero, pensando que eso lo
librará de la responsabilidad. Después de todo, los rabinos decían que al enterrar el
dinero terminaba nuestra responsabilidad.

DOMINGO XXX – TIEMPO ORDINARIO

En otras ocasiones Jesús les pide a sus oyentes que se cuiden de las enseñanzas de los
fariseos (Mt 16:12), pero en este pasaje les pide a la gente y a sus discípulos que guarden
y hagan lo que los fariseos y escribas dicen, pero no lo que ellos hacen (v. 3). No critica la
ley, sino la práctica de los escribas y los fariseos que no estaba en concordancia con sus
palabras. Critica la falta de coherencia entre fe y vida.

1. Prácticas no coherentes con el mensaje


1.1. Exigir lo que ellos no cumplen (v. 4):
“Atan cargas pesadas y difíciles de llevar” es una metáfora que explica que las exigencias
de los líderes religiosos al pueblo eran difíciles de cumplir y que ni ellos mismos las
cumplían. Jesús acusa a los intérpretes de la ley de poner sobre los hombros de la gente
cargas pesadas que ellos mismos no estaban dispuestos a mover ni con un dedo.

Es por eso que Jesús en varios pasajes de los evangelios los llama “hipócritas” (por
ejemplo en Mt 21:13), porque con su apariencia de piadosos hacían creer al pueblo que
eran rigurosos cumplidores de la ley, pero la verdad era otra. Ellos mismos no cumplían
sus propias reglas.

1.2. Querer ser vistos y admirados por los demás (v. 5):
Los fariseos realizaban sus prácticas religiosas para ser vistos por los demás. Una de sus
prácticas vanidosas para ser admirados era la de ensanchar sus filacterias que eran
cajitas o fajitas de cuero con fragmentos de pergamino que contenían pasajes del Antiguo
Testamento como Dt 6:4-6 y 11:13-21. Estas filacterias se colgaban en la frente o en la
muñeca de la mano izquierda.

Otra de sus prácticas era la de extender los flecos de sus mantos. Estos flecos o borlas
eran adornos azules en las togas o mantos de oración que les recordaban la Torá (véanse
Nm 15:38 y Dt 22:12). Lo que le tocó a Jesús la mujer enferma de flujo de sangre fue
precisamente una borla de su manto (Mt 9:20). Los fariseos pretendían que la mayor
longitud de las borlas de sus mantos fuera interpretada como señal de una mayor
devoción.
1.3. Buscar privilegios (v. 6):
Jesús acusa a los fariseos de amar los primeros asientos en las cenas y las primeras
sillas en las sinagogas. Tanto los líderes religiosos del tiempo de Jesús como los de hoy
buscan lugares de privilegio, ser reconocidos, sobresalir entre los demás.

Santiago y Juan eran discípulos de Jesús que también anhelaban lugares de privilegio y a
través de su madre le pidieron a Jesús que se los concediera. Pero Jesús les dijo que
enseñorearse y ejercer potestad o autoridad sobre los demás era una práctica de los
gobernantes de las naciones. La práctica de sus seguidores, en cambio, debía ser la
grandeza del servicio, siguiendo el ejemplo que Jesús mismo les daba, puesto que el Hijo
del hombre “no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por
todos” (Mt 20:20-28).

1.4. Buscar reconocimiento (v. 7):


Los fariseos buscaban ser saludados en público y que se los llamase “Rabí.” El tiempo de
duración de los saludos era concordante con la dignidad o categoría social de la persona
que recibía el saludo.

“Rabí” era un vocablo arameo que se empleaba como título honorífico para designar a los
maestros. A los fariseos les gustaba ser reconocidos y respetados como maestros. Otro
título honorífico era “Abba” o padre. Jesús les dijo a sus discípulos y a la gente que lo
escuchaba: “No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno es vuestro
Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros, porque uno es vuestro
Maestro, el Cristo” (vv. 9-10). “Todos vosotros sois hermanos” (v. 8). En el reino de Dios
todos los y las creyentes en Cristo somos iguales, sin rangos que nos separen a unos de
otros; es un “discipulado de iguales.”

En la actualidad tenemos muchos líderes que sólo con dificultad aceptarían que se los
llame únicamente hermano o hermana. Buscan ser nombrados “reverendos” o “doctores,”
y aún más que pastores el nuevo título es “apóstol.” Estos líderes buscan el
reconocimiento de todos/as y se vuelven inaccesibles para el común del pueblo. Se los ve
por las pantallas de los medios de comunicación, y en los púlpitos hermosos de sus
grandes y costosos templos, y se tienen que hacer citas con mucha anticipación para ser
recibidos en sus oficinas. La enseñanza de Jesús contradice esas prácticas llenas de
soberbia.

2. El ejemplo de Jesús: la grandeza del servicio


“El que es el mayor de vosotros sea vuestro siervo, porque el que se enaltece será
humillado, y el que se humilla será enaltecido” (vv. 11-12). No es fácil comprender las
palabras de Jesús en relación con la grandeza, ya que para nuestro entender el que es
servido y tiene a los demás bajo sus órdenes es el grande o jefe, pero en el Reino de Dios
la grandeza consiste en servir a los demás, en hacerse humilde y darse a los demás. La
manera de ser grande que enseñó Jesús a sus discípulos es diferente a nuestra lógica y a
las prácticas más habituales de este mundo (Mc 10: 42-44).

Jesús demostró con su ejemplo de vida que vino a este mundo a servir y no a ser servido

DOMINGO XXXI – TIEMPO ORDINARIO

Rabino, Guía, Maestro, Padre. Son los cuatro títulos que Jesús no permite que la gente
use. Y sin embargo, hoy en la Iglesia, los sacerdotes son llamados “padre”. Muchos
estudian en las universidades de la Iglesia y obtienen el título de “Doctor” (maestro).
Mucha gente hace dirección espiritual y se aconseja con las personas que son llamadas
“Directores espirituales” (guía). Lo que importa es que se tenga en cuenta el motivo que
llevó a Jesús a prohibir el uso de estos títulos. Si son usados para que una persona se
afirme en una posición de autoridad y de poder, son mal usados y esta persona se
merece la crítica de Jesús. Si son usados para alimentar la fraternidad y el servicio y para
profundizar en ellos, no son criticados por Jesús.

-La primera enseñanza del Maestro para el día de hoy, para nosotros, es que no podemos
transformar la religión en modo de opresión, ni tampoco para mejorar los beneficios y
ventajas de quienes administran los misterios. Por eso es satisfactorio ese camino eclesial
–tras el Concilio Vaticano II— de humildad y pobreza. Sin embargo, es necesario
continuar vigilantes. Siempre existe el peligro para la gente de fe, de caer en el
fariseísmo.

El grupo de los fariseos nació en el siglo II antes de Cristo con la propuesta de una
observancia más perfecta de la Ley de Dios, sobre todo de las prescripciones sobre la
pureza. Con el tiempo, sin embargo, los fariseos se agarraron al poder y dejaron de
escuchar los llamados de la gente, ni dejaron que la gente hablara. La palabra “fariseo”
significa “separado”. Su observancia era tan estricta y rigurosa que se distanciaban del
común de la gente. Por eso, eran llamados “separados”. De ahí nace la expresión
"mentalidad farisaica". Es de las personas que piensan poder conquistar la justicia a
través de una observancia escrita y rigurosa de la Ley de Dios. Generalmente, son
personas miedosas, que no tienen el valor de asumir el riesgo de la libertad y de la
responsabilidad. Se esconden detrás de la ley y de las autoridades. Cuando estas
personas alcanzan una función de mando, se vuelven duras e insensibles para esconder
su imperfección.
-Jesús revela la existencia de la Santísima Trinidad, que es lo más contrario a la idea del
Dios solitario. Ciertamente hay un solo Dios, pero existe en la variedad --¿en compañía?--
de tres personas. El Padre engendró al Hijo y la corriente de amor que circula entre Padre
e Hijo es el Espíritu Santo. Independientemente de lo complejo y difícil de cualquier
explicación al respecto, lo más "fácil" es saber que, en efecto, Dios no es un ser solitario y
alejado de su creación. Ternura, amor, compañía, cercanía a los hombres, todo lo cual
llega al máximo posible con la Encarnación. La Segunda Persona, el Hijo, la Palabra
creadora de Dios, se hace hombre para lograr el perdón de los humanos. Estos, por
intervención del Malo, se habían separado de Dios. Es la historia de Adán, que incluye la
primera derrota de hombres y mujeres a cargo del engaño que no cesa: del demonio.

-El mensaje central de Jesús en este domingo está en las siguientes palabras: "no os
dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois
hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro
Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero,
Cristo." No hay duda que la Iglesia católica se ha desprendido de muchos títulos y
honores. Es mucho más humilde y no hay tanta ostentación en el culto como en el
pasado. Pero hay que seguir vigilantes en este sentido e, incluso, atemperar los deseos
de vanagloria personal de muchos laicos incluidos ahora en los distintos ministerios. La
Iglesia, las parroquias, no son lugares para medrar, si no para servir. Al Papa se le llama
"el siervo de los siervos de Dios". Debemos de tenerlo en cuenta. También, una posición
idéntica es refrendada por la primera lectura del libro de Malaquías que dice: "Pues yo os
haré despreciables y viles ante el pueblo, por no haber guardado mis caminos, y porque
os fijáis en las personas al aplicar la ley. ¿No tenemos todos un solo padre? ¿No nos creó
el mismo Señor? ¿Por qué, pues, el hombre despoja a su prójimo, profanando la alianza
de nuestros padres?"

-La invocación de Cristo respecto a la existencia de un solo Padre y un solo Maestro es


muy válida para reflexionar sobre la unidad de los cristianos. En la medida de que la
autoridad única es el Padre de los Cielos y el camino es mostrado por el Maestro, Jesús,
no pueden plantearse separaciones por razón de jurisdicción o credo. Ha sido el pecado
de los hombres lo que separó a las Iglesias. Y su división, además de traer luchas
terribles y mucho sufrimiento, solo benefició al enemigo de Cristo: al demonio. Y eso es lo
que debemos de tener en cuenta siempre, atemperando opiniones, polémicas. Se
producen, incluso, divisiones y disensiones en el seno de la misma catolicidad de hoy.
Estas --en algún caso-- son tan fuertes que a veces dan una imagen muy frágil de nuestra
Asamblea universal, parece como si el cisma estuviese a la vuelta de la esquina. Aunque
tampoco es como para asustarse, porque el Espíritu viene en nuestro auxilio.

-Con sentido del humor, G. K. Chesterton, decía poco más o menos que creía en la
Iglesia católica porque había sobrevivido durante dos mil años a pesar de lo mal que lo
habían hecho sus hijos. Ello era prueba de que el Espíritu velaba por ella. Y es verdad
que el Espíritu Santo acompaña a la Iglesia en su peregrinar terreno, pero todos –a nivel
individual y colectivo— debemos trabajar fuerte para evitar la desunión y los
enfrentamientos estériles, sin, obviamente, romper la sana posibilidad de discrepar. El
ecumenismo avanza sin parar y las iglesias buscan un centro de coincidencia total: sin
duda ese centro --íntimo, universal, cósmico-- es el propio Cristo.

http://www.vatican.va homily-fr-cantalamessa_20060414_sp.html

2. La Pasión precedió a la Encarnación

Pero dejemos de lado esas fantasías, que tienen todas una explicación común:
estamos en la era de los medios de comunicación, y a estos medios más que la
verdad les interesa la novedad. Concentrémonos en el misterio que estamos
celebrando. El mejor modo de reflexionar, este año, en el misterio del Viernes
santo sería releer en su totalidad la primera parte de la encíclica del Papa Deus
caritas est. Al no poder hacerlo aquí, desearía al menos comentar algunos de sus
pasajes que se refieren más directamente al misterio de este día. Leemos en la
encíclica:

"Poner la mirada en el costado traspasado de Cristo, del que habla san Juan,
ayuda a comprender lo que ha sido el punto de partida de esta carta encíclica:
"Dios es amor". Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a
partir de allí se debe definir ahora qué es el amor. Y, desde esa mirada, el
cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar"[5].

Sí, ¡Dios es amor! Si todas las Biblias del mundo —se ha dicho— fueran
destruidas por alguna catástrofe o furor iconoclasta y quedara sólo un ejemplar, y
también este ejemplar estuviera tan dañado que sólo quedara una página entera,
e igualmente esta página estuviera tan estropeada que sólo se pudiera leer una
línea: si tal línea es la de la primera carta de san Juan, donde está escrito: "Dios
es amor", toda la Biblia se habría salvado, porque todo su contenido está ahí.
El amor de Dios es luz, es felicidad, es plenitud de vida. Es el torrente que
Ezequiel vio salir del templo y que, donde llega, sana y suscita vida; es el agua,
prometida a la samaritana, que sacia toda sed. Jesús también nos repite a
nosotros, como a ella: "¡Si conocieras el don de Dios!". Yo viví mi infancia en una
casa de campo a pocos metros de un tendido eléctrico de alta tensión, pero
nosotros vivíamos a oscuras o a la luz de las velas. Entre nosotros y el tendido
estaba el ferrocarril, y, con la guerra en marcha, nadie pensaba en superar ese
pequeño obstáculo. Así ocurre con el amor de Dios: está ahí, al alcance de la
mano, capaz de iluminar y calentar todo en nuestra vida, pero nosotros pasamos
la existencia en la oscuridad y el frío. Es el único motivo verdadero de tristeza de
la vida.

Dios es amor, y la cruz de Cristo es la prueba suprema de ello, la demostración


histórica. Hay dos modos de manifestar el amor hacia alguien, decía un autor del
Oriente bizantino, Nicolás Cabasilas. El primero consiste en hacer el bien a la
persona amada, en hacerle regalos; el segundo, mucho más comprometido,
consiste en sufrir por ella. Dios nos amó del primer modo, o sea, con amor de
generosidad, en la creación, cuando nos colmó de dones, dentro y fuera de
nosotros; y nos amó con amor de sufrimiento en la redención, cuando inventó su
propio anonadamiento, sufriendo por nosotros los más terribles padecimientos, a
fin de convencernos de su amor [6]. Por ello, es en la cruz donde se debe
contemplar ya la verdad de que "Dios es amor".

La palabra "pasión" tiene dos significados: puede indicar un amor vehemente,


"pasional", o bien un sufrimiento mortal. Existe una continuidad entre las dos
cosas, y la experiencia diaria muestra cuán fácilmente de una se pasa a la otra.
Así fue también, y antes que nada, en Dios. Hay una pasión —escribió Orígenes—
que precede a la encarnación. Es "la pasión de amor" que Dios desde siempre
alimenta hacia el género humano y que, en la plenitud de los tiempos, lo llevó a
venir a la tierra y padecer por nosotros[7] .

3. Tres órdenes de grandeza

La encíclica Deus caritas est nos indica un nuevo modo de hacer apología de la fe
cristiana, tal vez el único posible hoy, y ciertamente el más eficaz. No contrapone
los valores sobrenaturales a los naturales, el amor divino al amor humano, el eros
al agapé, sino que muestra su armonía originaria, que siempre hay que
redescubrir y sanar a causa del pecado y de la fragilidad humana. "El eros —
escribe el Papa— quiere remontarnos "en éxtasis" hacia lo divino, llevarnos más
allá de nosotros mismos, pero precisamente por eso necesita seguir un camino de
ascesis, renuncia, purificación y recuperación"[8]. Ciertamente, el Evangelio está
en competencia con los ideales humanos, pero en el sentido de que contribuye a
su realización: los sana, los eleva, los protege. No excluye de la vida el eros; sólo
excluye del eros el veneno del egoísmo.

Existen tres órdenes de grandeza, dijo Pascal en un célebre pensamiento[9]. El


primero es el orden material o de los cuerpos: en él sobresale quien tiene muchos
bienes, quien está dotado de fuerza atlética o de belleza física. Es un valor que no
hay que despreciar, pero es el más bajo. Por encima de él está el orden del genio
y de la inteligencia, en el que se distinguen los pensadores, los inventores, los
científicos, los artistas, los poetas. Este es un orden de calidad diferente. Al genio
no le añade ni le quita nada ser rico o pobre, guapo o feo. La deformidad física de
su persona no quita nada a la belleza del pensamiento de Sócrates y de la poesía
de Leopardi.

El valor del genio es ciertamente más elevado que el precedente, pero no es aún
el supremo. Por encima de él existe otro orden de grandeza, y es el orden del
amor, de la bondad (Pascal lo llama el orden de la santidad y de la gracia). Una
gota de santidad —decía Gounod— vale más que un océano de genio. Al santo no
le añade ni le quita nada ser guapo o feo, docto o iletrado. Su grandeza es de un
orden distinto.

El cristianismo pertenece a este tercer nivel. En la novela Quo vadis, un pagano


pregunta al apóstol san Pedro, recién llegado a Roma: "Atenas nos ha dado la
sabiduría, Roma el poder; vuestra religión, ¿qué nos ofrece?". Y Pedro le
responde: ¡el amor![10] . El amor es lo más frágil que existe en el mundo; se le
suele representar como un niño, y lo es. Se le puede matar muy fácilmente, como
se puede hacer con un niño —lo hemos comprobado con horror en Italia en las
pasadas semanas—. Pero sabemos por experiencia en qué se convierten el poder
y la ciencia, la fuerza y el genio, sin el amor y la bondad...

4. Amor que perdona

"El eros de Dios para con el hombre —prosigue la encíclica—, es a la vez agapé.
No sólo porque se da del todo gratuitamente, sin ningún mérito anterior, sino
también porque es amor que perdona" (n. 10).

También esta cualidad resplandece en el grado máximo en el misterio de la cruz.


"Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos", había dicho Jesús
en el Cenáculo (Jn 15, 13).
Desearíamos exclamar: Sí que existe, oh Cristo, un amor mayor que dar la vida
por los amigos. ¡El tuyo! ¡Tú no diste la vida por tus amigos, sino por tus
enemigos! San Pablo dice que a duras penas se encuentra alguien que esté
dispuesto a morir por un justo, pero se encuentra. "Por un hombre de bien tal vez
se atrevería uno a morir; más la prueba de que Dios nos ama es que Cristo,
siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros; Cristo murió por los
impíos en el tiempo señalado" (Rm 5, 6-8).

Sin embargo no se tarda en descubrir que el contraste es sólo aparente. La


palabra "amigos" en sentido activo indica aquellos que te aman, pero en sentido
pasivo indica aquellos que son amados por ti. Jesús llama a Judas "amigo" (Mt 26,
50) no porque Judas lo amara a él, sino porque él amaba a Judas. No hay mayor
amor que dar la propia vida por los enemigos, considerándolos amigos: he aquí el
sentido de la frase de Jesús. Los hombres pueden ser o presentarse como
enemigos de Dios; pero Dios nunca podrá ser enemigo del hombre. Es la terrible
ventaja de los hijos sobre los padres (y sobre las madres).

Debemos reflexionar de qué modo el amor de Cristo en la cruz puede ayudar


concretamente al hombre de hoy a encontrar, como dice la encíclica, "la
orientación de su vivir y de su amar". El amor de Cristo en la cruz es un amor de
misericordia, que disculpa y perdona, que no quiere destruir al enemigo, sino en
todo caso la enemistad (cf. Ef 2, 16). Jeremías, el más cercano entre los hombres
al Cristo de la Pasión, ruega a Dios diciendo: "Vea yo tu venganza contra ellos"
(Jr 11, 20); Jesús muere diciendo: "Padre, perdónales, porque no saben lo que
hacen" (Lc 23, 34).

Es precisamente esta misericordia y capacidad de perdón lo que necesitamos hoy


para no resbalar cada vez más hacia el abismo de una violencia globalizada. El
Apóstol escribía a los Colosenses: "Revestíos, pues, como elegidos de Dios,
santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad,
mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos
mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó,
perdonaos también vosotros" (Col 3, 12-13).

Tener misericordia significa apiadarse (misereor) en el corazón (cordis) con


respecto al propio enemigo, comprender de qué masa estamos hechos todos y por
lo tanto perdonar. ¿Qué ocurriría si, por un milagro de la historia, en Oriente
Próximo, los dos pueblos en lucha desde hace décadas, en vez de pensar en las
culpas empezaran a pensar los unos en el sufrimiento de los otros, a apiadarse los
unos de los otros? Ya no sería necesario ningún muro de división entre ellos. Lo
mismo se debe decir de muchos otros conflictos presentes en el mundo, incluidos
los que existen entre las diferentes confesiones religiosas e Iglesias cristianas.

¡Cuánta verdad encierra el verso de nuestro poeta Pascoli!: “¡Hombres, tened paz!
Que en la prona tierra es grande el misterio" [11]. Un destino común de muerte se
cierne sobre todos. La humanidad está envuelta por tanta oscuridad e inclinada
("prona") bajo tanto sufrimiento que deberíamos tener un poco de compasión y
solidaridad los unos con los otros.

5. El deber de amar

Hay otra enseñanza que nos viene del amor de Dios manifestado en la cruz de
Cristo. El amor de Dios hacia el hombre es fiel y eterno: “Con amor eterno te he
amado", dice Dios al hombre en los profetas (Jr, 31, 3), y también: "En mi lealtad
no fallaré" (Sal 89, 34). Dios se ha vinculado a amar para siempre, se ha privado
de la libertad de dar marcha atrás. Este es el sentido profundo de la alianza que
en Cristo se ha transformado en "nueva y eterna".

En la encíclica del Papa leemos: “El desarrollo del amor hacia sus más altas cotas
y su más íntima purificación conlleva el que ahora aspire a lo definitivo, y esto en
un doble sentido: en cuanto implica exclusividad —"sólo esta persona"—, y en el
sentido del "para siempre". El amor engloba la existencia entera y en todas sus
dimensiones, incluido también el tiempo. No podría ser de otra manera, puesto
que su promesa apunta a lo definitivo: el amor tiende a la eternidad"[12].

En nuestra sociedad la gente se pregunta cada vez con mayor frecuencia qué
relación puede haber entre el amor de dos jóvenes y la ley del matrimonio; qué
necesidad tiene de "vincularse" el amor, que es todo impulso y espontaneidad.
Así, son cada vez más numerosos quienes rechazan la institución del matrimonio
y optan por el llamado amor libre o la simple convivencia de hecho. Sólo si se
descubre la relación profunda y vital que hay entre ley y amor, entre decisión e
institución, se puede responder correctamente a esas preguntas y dar a los
jóvenes un motivo convincente para "vincularse" a amar para siempre y no tener
miedo a hacer del amor un "deber".

"Sólo cuando existe el deber de amar —apuntó el filósofo que, después de Platón,
ha escrito las cosas más bellas sobre el amor, Kierkegaard—, sólo entonces el
amor está garantizado para siempre contra cualquier alteración; eternamente
liberado en feliz independencia; asegurado en eterna bienaventuranza contra
cualquier desesperación"[13] . El sentido de estas palabras es que la persona que
ama, cuanto más intensamente ama, tanto más percibe con angustia el peligro
que corre su amor. Peligro que no viene de otros, sino de ella misma. Sabe bien
que es voluble, y que mañana, ¡ay!, podría cansarse y no amar más, o cambiar el
objeto de su amor. Y ya que, ahora que está en la luz del amor, ve con claridad la
pérdida irreparable que esto comportaría, he aquí que se previene "atándose" a
amar con el vínculo del deber y anclando, de este modo, en la eternidad su acto
de amor realizado en el tiempo.

Ulises deseaba volver a ver su patria y a su esposa, pero tenía que atravesar el
lugar de las sirenas, que hechizaban a los navegantes con su canto y los llevaban
a estrellarse contra las rocas. ¿Qué hizo? Mandó que lo ataran al mástil de la
nave, después de haber tapado con cera los oídos a sus compañeros. Al llegar a
ese lugar, hechizado, pedía a gritos que lo desataran para poder alcanzar a las
sirenas, pero sus compañeros no podían oírlo, y así pudo volver a ver su patria y
volver a abrazar a su esposa y a su hijo[14]. Es un mito, pero ayuda a entender el
porqué, también humano y existencial, del matrimonio "indisoluble" y, en un plano
diferente, de los votos religiosos.

El deber de amar protege al amor de la "desesperación" y lo hace "feliz e


independiente" en el sentido de que protege de la desesperación de no poder
amar para siempre. Dadme un verdadero enamorado —decía el mismo
pensador— y él os dirá si, en amor, existe oposición entre placer y deber, si el
pensamiento de "deber" amar para toda la vida procura al amante temor y
angustia, o más bien gozo y felicidad total.

Al aparecerse, un día de Semana santa, a la beata Ángela de Foligno, Cristo le


dijo unas palabras que se han hecho célebres: "¡No te he amado en broma!" [15].
Cristo verdaderamente no nos ha amado en broma. Existe una dimensión lúdica y
graciosa en el amor, pero el amor mismo no es una broma; es lo más serio y lo
más cargado de consecuencias que existe en el mundo; la vida humana depende
de él. Esquilo compara el amor con un leoncillo que se cría en casa, "al inicio, más
dócil y tierno que un niño", con el que se puede incluso bromear, pero que, al
crecer, puede causar estragos y manchar la casa de sangre[16] .

Estas consideraciones no bastarán para modificar la cultura actual que exalta la


libertad de cambiar y la espontaneidad del momento, la práctica del "usar y tirar"
aplicada también al amor.
(Lamentablemente, se encargará de hacerlo la vida, cuando al final uno se
encuentre con cenizas en la mano y la tristeza de no haber construido nada
duradero con el propio amor). Pero ojalá que por lo menos sirvan para confirmar la
bondad y la belleza de la propia elección a aquellos que han decidido vivir el amor
entre el hombre y la mujer según el proyecto de Dios; y sirvan para animar a
muchos jóvenes a hacer la misma opción.

No nos queda más que entonar con san Pablo el himno al amor victorioso de Dios.
Nos invita a realizar con él una maravillosa experiencia de curación interior. Piensa
en todas las cosas negativas y en los momentos críticos de su vida: la tribulación,
la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada. Los
contempla a la luz de la certeza del amor de Dios y grita: "Pero en todo esto
salimos vencedores gracias a aquel que nos amó".

Alza entonces la mirada; desde su vida personal pasa a considerar el mundo que
lo rodea y el destino humano universal, y de nuevo surge la misma certeza
gozosa: "Estoy seguro de que ni la muerte ni la vida..., ni lo presente ni lo futuro,
ni las potestades, ni la altura ni la profundidad, ni otra criatura alguna podrá jamás
separarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro" (Rm 8,
37-39).

Aceptemos su invitación, en este Viernes de pasión, y repitamos interiormente


sus palabras mientras, dentro de poco, adoremos la cruz de Cristo.

DOMINGO XXX – TIEMPO ORDINARIO

La imprescindible interacción entre amor a Dios y amor al prójimo:

a) Si en mi vida falta el contacto con Dios, no reconoceré en el otro la imagen divina; este
encuentro adquiere realismo y profundidad precisamente en el servicio a los demás.
Si en mi vida falta completamente el contacto con Dios, podré ver siempre en el prójimo
solamente al otro, sin conseguir reconocer en él la imagen divina.

b) Por el contrario, si en mi vida omito la atención al otro, queriendo sólo ser «piadoso» y
cumplir con mis «deberes religiosos», se marchita la relación con Dios. Será únicamente
una relación «correcta», pero sin amor.

c) Sólo mi disponibilidad para ayudar al prójimo me hace también sensible ante Dios. Sólo
el servicio al prójimo abre mis ojos a lo que el Señor hace por mí y a lo mucho que me
ama.

d) Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero
ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero.
Así, pues, no se trata ya de un «mandamiento» externo que nos impone lo imposible, sino
de una experiencia de amor nacida desde dentro, un amor que por su propia
naturaleza ha de ser ulteriormente comunicado a otros. El amor crece a través del amor.

El amor es «divino» porque proviene de Dios y a Dios nos une y, mediante este proceso
unificador, nos transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte
en una sola cosa, hasta que al final Dios sea «todo para todos» (cf. 1 Co 15, 28).

Cuando se habla del amor al prójimo el pensamiento va en seguida a las “obras de


caridad”, a las cosas que hay que hacer por el prójimo: darle de comer, de beber,
visitarlo; es decir, ayudar al prójimo. Pero esto es un efecto del amor, no es aún el amor.
Antes de la beneficencia viene la benevolencia; antes que hacer el bien, viene el
querer.

La caridad debe ser “sin fingimientos”, es decir, sincera (literalmente, “sin hipocresía”)
(Rm 12, 9); se debe amar “verdaderamente, de corazón” (1 Pe 1,22). Se puede de hecho
hacer caridad o limosna por muchos motivos que no tienen nada que ver con el amor: por
quedar bien, por parecer benefactores, para ganarse el paraíso, incluso por
remordimientos de conciencia. ¡Se puede tener poca caridad, también “haciendo
caridad”!

Está claro que sería un error fatal contraponer entre sí el amor del corazón y la caridad de
los hechos, o refugiarse en las buenas disposiciones interiores hacia los demás, para
encontrar una excusa a la propia falta de caridad actual y concreta. Si encuentras a un
pobre hambriento y entumecido de frío, decía Santiago, ¿de qué sirve decir “Pobre, vé,
calientate, come algo”, pero no le das nada de lo que necesita? “Hijos míos, añade el
evangelista Juan, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad” (1
Jn, 3,18). No se trata por tanto de subestimar las obras externas de caridad, sino de hacer
que éstas tengan su fundamento en un genuino sentimiento de amor y benevolencia.

Esta caridad del corazón o interior es la caridad que todos y siempre podemos ejercer, es
universal. No es una caridad que algunos -los ricos y sanos- pueden solamente dar y
otros -los pobres y enfermos- pueden solo recibir. Todos podemos hacerla y recibirla.
Además es muy concreta. Se trata de empezar a mirar con nuevos ojos las situaciones y
las personas con las que vivimos. ¿Con qué ojos? Es sencillo: los ojos con que
quisiéramos que Dios nos mirara a nosotros. Ojos de excusa, de benevolencia, de
comprensión, de perdón...
Cuando esto sucede, todas las relaciones cambian. Caen, como por milagro, todos los
motivos de prevención y hostilidad que nos impedían amar a cierta persona, y ésta
empieza a parecernos por lo que es en realidad: una pobre criatura humana que sufre por
sus debilidades y límites, como tú, como todos. Es como si la máscara que todos los
hombres y las cosas llevan puesta en el rostro cayeran, y la persona nos apareciera como
lo que es realmente.

DOMINGO XXVIII – TIEMPO ORDINARIO

Un buen cristiano es siempre un buen ciudadano. Los fariseos del evangelio de hoy,
según san Mateo, eran nacionalistas judíos que aconsejaban no pagar impuestos al
Estado romano, por considerarlo un Estado invasor, en oposición a otros grupos judíos
que decían que sí era necesario pagar los impuestos, para evitar males mayores. Por eso,
la pregunta que hicieron os fariseos a Jesús era una pregunta trampa. Jesús dijera lo que
dijera podría ser acusado por unos o por otros de colaboracionista o de opositor al Estado
romano. Jesús, en su respuesta, lo que les dice es que sean buenos ciudadanos judíos y
buenos judíos practicantes de su religión, sin oponer lo uno a lo otro. Unamos, pues,
nosotros nuestros deberes sociales y políticos con nuestros deberes religiosos, pues los
dos deben ir siempre juntos. Amar a Dios y al prójimo es un solo mandamiento; quien de
verdad ama a Dios está amando al mismo tiempo al prójimo, y quien ama de verdad al
prójimo está amando al mismo tiempo a Dios.

La afirmación de Jesús puede entenderse de muchas maneras, no siempre concordantes


con el sentido que quiere transmitirnos el Evangelio. Hay quien saca la conclusión de que
el cristiano no debe meterse en política, otros se atreven a decir que la religión es algo
que "pertenece al ámbito de lo privado", hay quien sugiere que hay que aceptar sin
rechistar las decisiones de la autoridad civil, mande lo que mande...". ¿Cómo debemos
entender esta expresión? En primer lugar, analicemos el contexto: son los herodianos y
los fariseos los que quieren meter en apuros a Jesús. Ambos son colaboracionistas del
poder romano dominante, al contrario de los zelotes o de los saduceos que no aceptan
este dominio. Quieren que tome partido. Jesús no cae en la trampa, porque su mensaje
no es partidista, sino universal y, al mismo tiempo, demuestra que, ante todo, sus
seguidores tienen que ser buenos ciudadanos. Proclama, en cierto modo, lo que después
el Concilio Vaticano II explicó: la autonomía de la fe con respecto al poder político. En
épocas pasadas se unieron las dos realidades y la consecuencia fue nefasta para la
Iglesia, supeditada y dominada por el Estado.
El cristiano, no obstante, no debe desentenderse de lo que ocurre en la sociedad, porque
somos ciudadanos del mundo y hemos aceptado el compromiso de transformarlo según
los criterios evangélicos. La expresión "A Dios lo que es de Dios" conlleva reconocer
qué es lo que debemos hacer para honrarle y demostrarle nuestro amor: su voluntad es
que colaboremos en la construcción de un mundo más humano y esto implica denunciar
lo que es injusto, eliminar las estructuras injustas de pecado y comprometerse -tomar
partido en el sentido positivo- en todo aquello que realiza al hombre como persona y le
confiere la dignidad de hijo de Dios. El Papa Francisco está consiguiendo con su
magisterio limar las asperezas y el odio hacia la Iglesia en ciertos sectores. Su mensaje
de “Iglesia en salida” y “hospital de campaña” está calando en la sociedad. Muchos
respetan la actuación coherente de nuestro Papa y esto, sin duda, ayuda a toda la Iglesia.
No hace mucho un alto dirigente de un partido político radical confesaba en privado que él
era “muy bergogliano”.

Nuestra profesión de fe debe dar un testimonio de caridad interna que sea muestra de
credibilidad ante una sociedad rota, sectorizada y dividida. Este testimonio es la base de
su acción transformadora. Es una comunidad humanizadora del territorio donde los
hombres pierden el anonimato, son conocidos por sus nombres, los marginados se
integran, se denuncian los racismos, se trabaja por una sociedad basada en nuevos
valores. Dentro de toda su acción, destaca el servicio a los pobres, como sello de
auténtica evangelización. La comunidad cristiana está llamada a ser la comunidad pública
donde el corazón de Dios sigue latiendo en medio de la sociedad y donde es posible dar
crédito al amor. La cercanía y la comunión humanas tienen que ser signos de la comunión
en la fe. Humanizar el territorio es hacer presente la salvación, es decir hacer la realidad
humana más habitable y más en comunión. La Iglesia no debe cobijarse en sí misma, sino
que debe romper sus fronteras para encontrar su campo de acción en el mundo donde
está situada. Y en él desarrollar una evangelización tanto por el anuncio explícito de
Jesucristo como por el trabajo por un cambio de estructuras sociales. Conocer la persona
y el mensaje de Jesús supone la salida al mundo para evangelizar y darle una respuesta
cristiana.

Qué pena que, algunos –los que piensan que son señores y amos; los nuevos césares del
mundo- especulen que pueden cambiar a su antojo los modos y las formas de vivir de las
sociedades. Qué contradicción más grande que, aquellos que invitan a cabalgar en la
flamante riqueza, de repente, abandonen a la intemperie y dejen preocupados a gran
parte de ese mismo mundo cuando, por ejemplo la crisis económica, hace que se
tambalee ese edificio postizo y efímero del dinero.

ser católico no significa desentenderse de la realidad cotidiana; de los conflictos que


sacuden nuestra convivencia. Jesús, con su respuesta sabia y ocurrente, huía de una
trampa con la que le pretendían acorralar o desautorizar los fariseos. Les importaba, por
todos los medios, ponerlo contra las cuerdas, presentarlo como aquel que iba en contra
de los principios establecidos. Como cristianos estamos llamados a iluminar las
decisiones de los “nuevos césares” con la luz del evangelio. No tenemos más Dios que
Aquel que está en los cielos. Algunos, sobre todo los enemigos de todo lo que huela a
Iglesia, se convertirán de repente en afamados teólogos oportunistas al repetirnos “a Dios
lo que es Dios y al César lo que es del César”. Eso sí, a continuación, intentarán con
todos medios a su alcance, quitar el pan y hasta el agua a todos aquellos que intentan
vivir según Dios y no con ciertos dictados de una sociedad caprichosa y servil de
intereses no precisamente generales.

Nuestro presente es un momento privilegiado para ponernos en pie y, como Pablo, gritar
a los cuatro vientos: “sé de quién me he fiado”.

DOMINGO XXVII – TIEMPO ORDINARIO

Jesús narra una nueva parábola a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo,
Jesús les está haciendo, en nombre de Dios, una invitación para que cambien y hagan de
la religión un modo de servicio de Dios y a los hermanos, y no un instrumento de poder y
de opresión. Pero, una vez más, aparece la condición criminal de los que no aceptan la
invitación del Señor, del Rey. Si el domingo pasado los arrendadores de la viña,
asesinaban al heredero, al Hijo del Dueño, ahora dan muerte a los enviados, a quienes
portan la invitación para la boda. Son –como ya hemos dicho en semanas anteriores— los
últimos días de Jesús, son, asimismo, los últimos combates dialécticos del Maestro con
los jefes de la religión judía. Y son, por supuesto, los últimos intentos de Jesús por
convencer a sus enemigos de su error, abandonar su falsedad respecto a Dios y
convertirse. Pero la posibilidad de la muerte de Jesús de Nazaret, su ejecución arbitraria y
terrible es presentida por Él, pero no huye, no vuelve a su Galilea natal, donde puede
sentirse más seguro, lejos de Jerusalén. Tiene que cumplir con su deber. Y parte de ese
deber es convertir con sus duras palabras a esos personajes que ya solo creían en sí
mismos y en su sistema de vida.

Es cierto que todas las parábolas que Jesús propuso a los judíos de su tiempo sobre el
Reino de Dios no podemos entenderlas hoy al pie de la letra, porque fueron dichas y
escritas para un público y en un lenguaje que no es el nuestro. Pero también es cierto que
todas las parábolas de Jesús tienen un mensaje que va más allá del tiempo y lugar en
el que fueron dichas y escritas. Yo creo que, al reflexionar sobre esta parábola de este
domingo las preguntas fundamentales que tenemos que hacernos cada uno de nosotros,
hoy, son estas:
¿Acudimos nosotros a nuestros actos religiosos,
como el que acude a una fiesta a la que ha sido invitado?
¿Vivimos nuestra religión con auténtico espíritu de fraternidad cristiana,
de regocijo, de agradecimiento a Dios?
O ¿ponemos excusas para no ir, o para ir sin deseo de participación,
o sin la preparación y actitud debida?
¿Nos ponemos el traje de fiesta, interior y exterior, o vamos de cualquier manera,
porque hay que cumplir un mandamiento de la Iglesia, o por rutina?

Cuando alguien celebra algo importante suele hacerlo con una comida. Algunas religiones
imaginan la felicidad de la otra vida como una mesa llena de manjares a la que se sientan
aquellos que han sido invitados. También los israelitas celebraban la cena pascual,
recuerdo y actualización de la liberación de Egipto. En el texto de Isaías de este domingo
se anuncia un festín de manjares suculentos "para todos los pueblos". La invitación de
Dios es, pues, universal. No hay duda de que Dios no hace acepción de personas, para El
todos somos iguales, a todos nos invita a participar en su fiesta.

Aceptar o no la invitación. Sin embargo, tal como se expresa en la parábola de los


invitados a la boda, no todos responden positivamente a la invitación. Los primeros
invitados no quisieron ir a pesar de la insistencia del rey que les ofrece terneros y reses
cebadas. ¿No era esto suficientemente atractivo o tal vez esperaban conseguir cosas
mejores en otros lugares? Se nos dice que uno se marchó a sus tierras, otro a sus
negocios

Surge una pregunta: ¿Es pecado mortal faltar a Misa los domingos?
¿Qué nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica?
2181 La Eucaristía del domingo fundamenta y confirma toda la práctica cristiana. Por eso
los fieles están obligados a participar en la Eucaristía los días de precepto, a no ser que
estén excusados por una razón seria (por ejemplo, enfermedad, el cuidado de niños
pequeños) o dispensados por su pastor propio (cf. CIC 1245). Los que deliberadamente
faltan a esta obligación cometen un pecado grave.”

La actitud que tuvo el hijo de pedir la herencia y marcharse lejos de su Padre es similar a
quienes dejamos de venir a Misa desentendiéndonos de nuestro buen Dios.

Participar cada domingo en la eucaristía es comprender que, el Señor, nos da siempre


todo lo que más necesitamos. Tal vez, aparentemente, no veamos los frutos de este
agasajo. O, incluso, algunas de sus palabras nos puedan resultar un tanto “aguafiestas”
para la gran vidorra que llevamos o pretendemos soñar. Pero, como San Pablo,
conocedores de lo que somos y de aquello a lo que aspiramos ojala que seamos capaces
de afirmar: Cristo lo es todo. Por ello mismo venimos puntuales a estos encuentros. Nos
engalanamos de fiesta por fuera y preparamos el alma por dentro. Ante el Señor que nos
invita sólo cabe una respuesta: ¡Cuenta conmigo, Señor!
Un gran enemigo que en muchas ocasiones nos impide ser agradecidos con la invitación
del Señor es el “factor tiempo” o el “factor ocupación”. Todos tenemos espacio para
todo, menos para lo esencial. Y en algunos momentos, tan absorbidos por lo externo,
podemos correr el riesgo de acudir a la cita con Dios con un traje inapropiado:

-Cuando llevamos una vida excesivamente cómoda y sin más referencia a Dios que
nuestro estar bautizados

-Cuando descuidamos la caridad y pronunciamos aquello de “sálvese quien pueda”

-Cuando nos encerramos en nuestros propios intereses y olvidamos las heridas de los
demás

-Cuando utilizamos y tallamos un Dios a nuestra medida y descafeinamos o desvirtuamos


el Evangelio

HOMILIA: Viernes 13 de Octubre de 2017


Mateo 12, 22-29 (El que no está Conmigo, está contra Mí)

Es común en nuestros días considerar al demonio como un personaje inexistente, alguien


casi mitológico y sin importancia en nuestras vidas. Es como un cuento de horror creado
para asustar a los más pequeños y en fechas como hoy es tratado como un objeto de
diversión. No nos dejemos engañar, el demonio sí existe y una de sus mayores victorias
es habernos adormecido y hacernos creer lo contrario.

“A esta generación y a muchas otras se les ha hecho creer que el diablo era un mito, una
figura, una idea, la idea del mal ¡pero el diablo existe y nosotros debemos combatir contra
él! ¡Lo dice San Pablo, no lo digo yo! ¡Lo dice la Palabra de Dios!” (SS. Francisco, Homilía
en Santa Marta el 30 de octubre de 2014).

El relativismo nos hace creer que todo lo que del diablo se dice es un juego y que no
existe un ser malvado que puede meterse en nuestros hogares e intentar destruirnos. Es
así que sin darnos cuenta, realizamos prácticas que le abren las puertas de par en par.
¡Prestemos atención y alejémonos de ellas lo más pronto posible! ¡No seamos ingenuos!,
el demonio es inteligente, conoce nuestras debilidades y sabrá cómo usarlas en nuestra
contra si lo dejamos.

El diablo aprovecha estos espacios y nos engaña, nos hace creer cuentos fantásticos
para finalmente ingresar en nuestras vidas y en nuestro espíritu. Por eso hoy te queremos
advertir de algunas de estas prácticas más comunes:
1. Consulta de Adivinos y brujos: En nuestra cultura latinoamericana es común
consultar adivinos y brujos. El motivo: tener una certeza de lo que está por venir. Un
nuevo trabajo, una pareja, la sanación de alguien e incluso, buscar hacer daño. La
mayoría de las personas que dicen ser adivinos y brujos son unos meros charlatanes que
se aprovechan de la gente para ganar dinero.

2. Los curanderos: El curanderismo tiene su base en algunas prácticas de las culturas


autóctonas de nuestros pueblos indígenas. Es un sincretismo mezclado con medicina
naturista. Muchas veces dentro de estas curaciones se ingresa a rituales que tienen que
ver con la manipulación y el contacto con el mundo sobrenatural.

3. La superstición: Vivir pendiente de lo que dice el horóscopo, no pasar debajo de una


escalera, encontrase con un gato negro… ¡y un sin fin de supersticiones que la tradición
popular nos ha heredado! Éstas nos llevan a poner nuestra fe a un lado y a necesitar de
elementos tangibles para sentirnos seguros de lo que estamos haciendo. De este modo
empezamos a confiar en prácticas que abren canales para la acción demoníaca y nos
alejan de la confianza en Dios.

4. La Ouija: Este juego, bastante conocido, consiste en poner las manos sobre una
pequeña plataforma que se desplaza lentamente sobre un tablero movida por alguna
fuerza misteriosa. El tablero está inscrito con números y las letras del alfabeto. Los
jugadores esperan respuesta a sus preguntas según las letras sobre las que se mueva la
plataforma. La “diversión” está en la curiosidad y el misterio de comunicarse con algún
espíritu que revela secretos y, cuanto más parezca “funcionar”, más la ouija (y el espíritu
detrás de ella) atrae y ata hasta convertirse en una obsesión. Muchas veces esta práctica
se inicia con intención de contactar a un ser querido que ya no está.

5. La lectura del Tarot o de las manos: Existe un sinnúmero de tipos del cartas del tarot,
así como expertos en su lectura y adivinación. Esta práctica también tiene que ver con el
porvenir. Es de esta manera que el demonio va haciendo uso de quien lee y frecuenta
estas lecturas para manipular su mente y su vida.

DOMINGO XXVII – TIEMPO ORDINARIO

De acuerdo con el método didáctico usado por Jesús de Nazaret al narrar una parábola
en los evangelios, el relato finaliza con una pregunta que es muy similar en los tres
evangelios sinópticos:
«Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?» (Mt 21,40)
«¿Qué hará el dueño de la viña?» (Marcos 12,9).
«¿Qué hará ahora con ellos el dueño de la viña?» (Lucas 20,15)

En realidad, la pregunta quiere decir: «¿Qué es lo que merecen esos hombres?».


Resultaba previsible cómo terminaría la parábola, tanto si Jesús —en contra de su
costumbre— respondía su propia pregunta (como se observa en el Evangelio de Marcos y
en el Evangelio de Lucas), como si no la respondía (como se presenta en el Evangelio de
Mateo). Este tipo de parábola tiene carácter de argumento e invita al oyente a juzgar
sobre la situación descripta, desafiándole directamente o en forma implícita a aplicar ese
juicio a la materia en cuestión. Y la respuesta obvia es que esos viñadores merecían lo
peor: su crimen fue tal que todo hombre honesto y honrado lo consideraría un acto
detestable por su baja calaña. Al responder, los líderes religiosos de Israel que oficiaban
de destinatarios terminaron por autoincriminarse, lo que en el Evangelio de Mateo se pone
de manifiesto por las palabras del propio evangelista quien comenta que trataron de
detener a Jesús —porque habían comprendido que la parábola era para ellos— pero
tuvieron miedo a la gente porque le tenían por profeta (Mateo 21,45-46).

La liturgia de la Palabra de este domingo pone al centro de nuestra atención a la imagen


de la viña, símbolo de Israel y de su historia, un camino de luces y sombras, de
combinación de fe y de infidelidad, resumido en el cántico del profeta Isaías y en la
parábola de los viñadores homicidas. El profeta Isaías resalta el cuidado premuroso del
amigo por su viña, es decir de la amistad de Dios con el pueblo de Israel, sellada por la
Alianza. Dios por amor eligió a Israel como su pueblo, lo liberó de la esclavitud de Egipto,
le dio en posesión la tierra donde vivir y los colmó de toda clase de bendiciones: “¿Qué
más se podía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho?”. Sin embargo, el pueblo
respondió con ingratitud a tantos cuidados: “Esperaba que diera uvas pero dio frutos
agrios”.

Dios esperaba como frutos la fidelidad a la Alianza, el cumplimiento de los mandamientos,


la práctica de la solidaridad y la justicia, para que todo el pueblo gozara del bienestar, en
una convivencia justa y pacífica. “El esperó de ellos equidad, y hay efusión de sangre;
esperó justicia y hay gritos de angustia”. En esta frase sentimos toda la decepción y
tristeza de Dios ante su pueblo Israel que, al alejarse de sus preceptos, fue instaurando
un régimen injusto y opresor en el país, con grandes divisiones internas que lo debilitaron
dejándolo indefenso ante los ataques de los invasores.

El evangelio nos presenta a la “parábola de los viñadores homicidas”, que Jesús


pronunció ante los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo judío. Como Isaías, Jesús
utiliza la imagen de la viña plantada por un propietario, Dios que “plantó la viña”, que puso
a los viñadores, las autoridades del pueblo de Israel, para que la cultivaran con esmero,
proporcionándoles todos los medios necesarios para que diera frutos de justicia y
fidelidad. Al momento de la vendimia el propietario envió a sus siervos, los profetas, y a su
hijo, Jesús, para percibir los frutos, pero los viñadores los eliminaron para quedarse con la
viña. Dios cuidó con mucho cariño a su pueblo a lo largo de toda su historia, y como parte
importante de esos cuidados envió una y otra vez a los profetas con la misión de
transmitir la palabra de Dios y hacer presente su mano providente para orientar y guiar al
pueblo de Israel. Sin embargo, puntualmente las autoridades y el pueblo rechazaron,
persiguieron y hasta mataron a estos mensajeros de Dios. “Pero los viñadores se
apoderaron de los siervos y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo
apedrearon”.

Dios, con un gesto de bondad humanamente inexplicable y cómo último intento, envió a
su Hijo, “Respetarán a mi hijo”, sin embargo, “los viñadores, al verlo, se dijeron: `Este es
el heredero, vamos a matarlo para quedarnos con su herencia'. Y apoderándose de él, lo
arrojaron fuera de la viña y lo mataron”. Jesús, con las palabras: “fuera de la viña”
preanuncia su trágica muerte en el Gólgota, fuera de la ciudad de Jerusalén. El asesinato
del Hijo es el culmen de toda una historia de rechazos a Dios y de oposición a su Reino,
de infidelidad a pesar de que exteriormente se profesaban fieles cumplidores de los
preceptos y mandamientos del Señor.

Jesús, terminada la parábola, interpela directamente a los ancianos y autoridades:


“¿Cuándo vuelva el dueño, que hará con esos viñadores?”. Ellos responden sin dudar:
”Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros!”. Con esta respuesta los
ancianos y sumos sacerdotes se están condenando a sí mismos, porque ellos son los
viñadores asesinos de los profetas y del Mesías: “Comprendieron que “Jesús se refería a
ellos”. También nosotros hoy podemos ser los viñadores, a menudo rechazamos o
matamos a Dios cuando pecamos, cuando rechazamos la salvación, cuando nos
encerramos en nuestro egoísmo, cuando somos injustos y no somos solidarios con los
demás. No es Dios que condena, sino nosotros mismos nos condenamos y nos excluimos
del Reino de Dios, abierto a los últimos y pequeños dispuestos a acogerlo. “Por eso les
digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que
le hará producir sus frutos”.

Jesús, termina su comentario aplicando a si mismo las palabras del Salmo 118: “La piedra
que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular”. Jesús es la piedra
rechazada, el Mesías despreciado y llevado a la muerte, pero colocado por Dios como
piedra angular, fundamento de una construcción espiritual, el nuevo Pueblo de Dios, la
Iglesia. Estos textos son una fuerte llamada de atención para nosotros discípulos de
Jesús. La pertenencia al Reino de Dios no es un privilegio asegurado, sino una respuesta
a su amor, una tarea que nos compromete a profesar el señorío de Jesucristo, con
nuestro testimonio de justicia y amor.

Antes de terminar, quiero expresar unas palabras acerca del “Día de la No violencia” que
celebramos hoy en Santa Cruz, oportunidad para concientizarnos acerca de este flagelo,
que siembra tanta muerte y dolor en nuestra ciudad y país.
La tentación de la violencia es un enemigo que se anida en nuestro interior, siempre
pronta a manifestarse de distintas formas: física, verbal, psicológica y moral. Por eso,
hay que vigilar nuestras emociones y reacciones, sobre todo NO hay que responder a la
violencia con la violencia, para no construir cadenas que nos atan en una espiral de
muerte. La violencia tiene también su caldo de cultivo en las injusticias, intolerancias y
marginaciones vigentes en nuestra sociedad, por eso hay que trabajar intensamente para
instaurar condiciones de vida justas y equitativas para todos. Sobre todo, hay que educar
a la tolerancia, al respeto y a la paz en la familia, la escuela y en todos los ámbitos de la
sociedad.

La parábola de hoy nos deja atónitos. El dueño del campo plantó una viña, la rodeó de
una cerca, cavó en ella un lagar, edificó una torre y por último la arrendó a unos viñadores
para que la trabajasen. Es aquí donde empieza lo inaudito porque uno a uno los viñadores
mataron a los servidores que envió el propietario. El propietario podía haber enviado la
guardia de la ciudad, sin embargo después de mandar a varios de sus siervos envía a su
hijo único. ¿Dónde está la prudencia de esta actitud? ¿Dónde está escrito que en caso de
que el heredero fuese asesinado el asesino heredaría los bienes del propietario?

Cualquier persona con un poco de justicia diría que Jesús tomó una actitud un poco
insensata. Sin embargo, Cristo estaba contando su propia historia a los fariseos. ¿Por qué
justamente a los fariseos? Porque quería salvarlos, porque ninguno puede burlarse de
Dios cuya bondad y justicia son infinitas. Sin embargo, esa viña también podemos ser tú y
yo: tantos dones que hemos recibido de parte de Dios con tanto amor y delicadeza, y que,
tal vez, no hemos respondido siempre a esos cuidados del Viñador celestial. Es más,
quizá no le hayamos dado frutos buenos, sino sólo uvas amargas y podridas. Cristo está
esperando que también nosotros “le demos los frutos a su tiempo”. ¿Qué frutos has dado
a Dios hasta el día de hoy en tu vida? ¿Eres tú uno de esos viñadores homicidas que
rechazan a Cristo con su rebeldía, incredulidad o indiferencia? Ojalá que no.

Cristo es la piedra angular de la historia. Y el reino de los cielos que Cristo ha conquistado
con su muerte por amor a nosotros se entregará sólo a esos que han sabido dar en el
momento oportuno los frutos de la viña al propietario. Cristo por tanto debe ser la piedra
angular de nuestra vida. No podemos permanecer indiferentes ante las exigencias de esta
parábola: o entregamos los frutos al propietario de la viña cuando él nos los pida o no se
nos entregará nada a cambio. No existe una tercera posibilidad. ¿Estaríamos preparados
si Cristo nos pidiera cuentas en este momento?

“Se me ocurre pensar –comenzó– en las tres figuras de cristianos en la Iglesia: los
pecadores, los corruptos, los santos. De los pecadores no es necesario hablar
demasiado, porque todos nosotros lo somos”. La figura sobre la que más habló el Santo
Padre fue la de los corruptos. En la parábola evangélica – explicó– Jesús habla del gran
amor del propietario de una viña, símbolo del pueblo de Dios: “Él nos ha llamado con
amor, nos protege. Pero luego nos da la libertad, nos da todo este amor “en alquiler”.
Es como si nos dijera: Cuida y custodia tú mi amor como yo te custodio a ti. Es el diálogo
entre Dios y nosotros: custodiar el amor. Todo comienza con este amor”. Luego, sin
embargo, los campesinos a quienes se les confió la viña “se sintieron fuertes, se sintieron
autónomos de Dios”, prosiguió el Santo Padre. Y así “se adueñaron de esa viña; y
perdieron la relación con el dueño de la viña. Y cuando alguien acude a retirar la parte de
la cosecha que corresponde al dueño, le golpean, le insultan, le dan muerte”. Esto
significa perder la relación con Dios, no percibir ya la necesidad “de ese patrono”. Es lo
que hacen los “corruptos, aquellos que eran pecadores como todos nosotros, pero que
dieron un paso más”: se “consolidaron en el pecado y no sienten la necesidad de Dios”. O
al menos, se creen que no la sienten, porque –explicó el Obispo de Roma– “en el código
genético existe esta tendencia hacia Dios. Y como no pueden negarlo, se hacen un dios
especial: ellos mismos”.

He ahí quiénes son los corruptos. Y “esto es un peligro también para nosotros:
convertirnos en corruptos. Los corruptos están en las comunidades cristianas y hacen
mucho mal. Jesús habla a los doctores de la Ley, a los fariseos, que eran corruptos; les
dice que son sepulcros blanqueados. En las comunidades cristianas los corruptos son así.
Se dice: Ah, es buen cristiano, pertenece a tal cofradía; bueno, es uno de nosotros. Pero
nada: existen para ellos mismos. Judas empezó siendo pecador avaro y acabó en la
corrupción. La senda de la autonomía es un camino peligroso. Los corruptos son grandes
desmemoriados, olvidaron este amor con el que el Señor hizo la viña y los hizo a ellos.
Cortaron la relación con este amor y se convirtieron en adoradores de sí mismos. ¡Cuánto
mal hacen los corruptos en las comunidades cristianas! El Señor nos libre de deslizarnos
por el camino de la corrupción”.

Pero en la Iglesia están también los santos. “Ahora –dijo el Pontífice– me gusta hablar de
los santos; y me complace hacerlo en el 50º aniversario de la muerte del Papa Juan XXIII,
modelo de santidad”. En la parábola del Evangelio, los santos –explicó el Papa
Francisco– “son aquellos que van a buscar el alquiler y saben lo que les espera. Pero
deben hacerlo y cumplen con su deber. Los santos: aquellos que obedecen al Señor,
quienes adoran al Señor, quienes no perdieron la memoria del amor con el que el Señor
hizo la viña. Y así como los corruptos hacen mucho mal a la Iglesia, los santos hacen
mucho bien”. “De los corruptos, el apóstol Juan dice que son el anticristo, que están en
medio de nosotros, pero no son de los nuestros. De los santos, la Palabra de Dios nos
habla como de luz: aquellos que estarán ante el trono de Dios, en adoración. Pidamos al
Señor la gracia de sentirnos pecadores. La gracia de no llegar a ser corruptos. Y la gracia
–concluyó– de ir por el camino de la santidad”.

ELECCIONES
Por último, una exhortación sobre las inminentes elecciones generales de nuestro país, en
consonancia con el mensaje de la Conferencia Episcopal Boliviana. ¡Qué todos los
ciudadanos participemos de las elecciones! Es un derecho y un deber que no podemos
delegar a nadie. Qué cada elector pueda expresar su voto libre, secreto, consciente y
responsable, orientándose por los valores del bien común, la justicia, la libertad, la verdad,
la solidaridad y la honestidad.

¡Qué las elecciones se desarrollen en forma pacífica, qué sean una fiesta democrática, sin
confrontaciones que ponen en peligro la integridad de las personas y el mismo proceso
electoral! ¡Qué todos, en particular las autoridades del tribunal electoral, los veedores y
los delegados de mesa, velemos para que las elecciones se desarrollen de manera
trasparente y sin fraudes! Invito a todos a orar y a poner el proceso electoral en las manos
de Dios, para que se desarrolle en paz y que las autoridades electas cumplan con el
mandato de los electores, con espíritu de servicio y privilegien a las políticas sociales,
poniendo al centro de las mismas a la persona humana en particular a los pobres y
excluidos. Amén

.- El Matrimonio, origen y sentido.

El matrimonio tiene su origen en Dios, quien al crear al hombre lo hizo una persona que
necesita abrirse a los demás, con una necesidad de comunicarse y que necesita de
compañía.

El matrimonio tiene su origen en Dios, quien al crear al hombre lo hizo una persona que
necesita abrirse a los demás, con una necesidad de comunicarse y que necesita de
compañía. No está bien que el hombre esté solo, hagámosle una compañera semejante a
él (Gen. 2,18).

Dios creó al hombre a imagen de Dios, lo creó varón y mujer, y los bendijo diciéndoles:
procread y multiplicaos y llenad la tierra. (Gen. 1, 27-28). El matrimonio es una institución
natural, lo exige la propia naturaleza humana. Por lo que es una institución que no puede
ser cambiada en sus fines y en sus características, ya que el hacerlo iría contra la
naturaleza del hombre.

El matrimonio no es por tanto, efecto de la casualidad o consecuencia de instintos


naturales inconscientes. El matrimonio es una sabia institución del Creador para realizar
su designio de amor en la humanidad. Por medio de él, los esposos se perfeccionan, y
crecen mutuamente. Colaborando con Dios en la procreación de nuevas vidas.

Jesucristo explica a sus discípulos este origen divino del matrimonio: No habéis leído,
como Él que creó al hombre al principio, lo hizo varón y mujer? Y dijo: por ello el hombre
dejará a su padre y a su madre, y los dos serán una misma carne. (Mt. 19, 4-6)

El matrimonio es una llamada de Dios, es una vocación divina. El matrimonio es una


comunidad de amor, camino de salvación personal y del otro. Las parejas están llamadas
al amor, entre más amen, más cerca estarán de Dios, pues Él es AMOR. Siempre hay
que dar, buscar la felicidad del otro, no la propia.
Jesucristo eleva la institución natural del matrimonio a la dignidad de sacramento, debido
a su importancia. No se conoce el momento preciso, pero conocemos como se refería a él
en varias citas bíblicas.

El matrimonio no es un contrato, sino una alianza, es decir, es un acuerdo entre dos


personas libres y conscientes. Unidad de hombre y mujer. Es para toda la vida, corriendo
la misma suerte los dos. Con una vida en común, llamada a amarse.

Propiedades del matrimonio:

Unidad: Dios instituyó el matrimonio desde un principio, como una unión exclusiva de uno
con uno. Es un amor fiel hasta la muerte. Por ello, no se permiten varias esposas o
esposos.

Indisoluble: nada puede separar al hombre y a la mujer, sólo la muerte. Cuando por
razones que no están en nuestras manos, hay una separación, hay que seguir viviendo
como si se estuviese casado. El divorcio no se permite entre bautizados.

Fines del matrimonio:

El bien de los esposos: tiene que existir un verdadero amor de entrega, de donación.
Hay que crecer en el amor y en la fidelidad.

Generación y educación de los hijos: Este amor debe de traer como consecuencia los
hijos, pero no basta con tenerlos, también hay que educarlos.

Efectos del matrimonio:

El vínculo conyugal: es el que une a los esposos para toda la vida.

La gracia sacramental: que en este sacramento, es la santificación de los esposos y el


fortalecimiento para cumplir con nuestros deberes de casados. Todas las dificultades se
pueden vencer, si lo deseamos, acudiendo a la gracia de Dios. Para ello es necesario
quitar nuestro egoísmo.

Signo

La materia es el sí, en cuanto a entrega al otro, manifestados con signos o palabras.

La forma: es el sí, en cuanto la aceptación del otro, manifestado con palabras.

Ministros: los que se casan. El sacerdote es un testigo imprescindible e imparte la


bendición.
Sujetos: el hombre y la mujer bautizados que cumplan los requisitos y que no tengan
ningún impedimento.

Requisitos para el matrimonio:

1. Estar bautizados el hombre y la mujer.


2. Estar capacitados para dar el consentimiento libremente.
3. Haber hecho la Confirmación
4. Tener la edad necesaria.
5. Presentar la fe de Bautismo actualizada ante el párroco y el acta de Confirmación.
6. Asistir a las pláticas de preparación.
7. No haber estado casado antes por la Iglesia.
8. No tener parentesco cercano.
9. Conocer y aceptar libremente los fines y propiedades del matrimonio.
10. Presentarse ante el párroco para que autorice la ceremonia.

Ayúdales a descubrir la importancia de dar y recibir en el Matrimonio y descubrir las


necesidades que tiene el otro…

CATEQUESIS SOBRE LA MUERTE


Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo
bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no
dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el
Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. ¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y
previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en
el momento oportuno? Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado
en este trabajo. Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si es un
mal servidor, que piensa: 'Mi señor tardará', y se dedica a golpear a sus compañeros, a
comer y a beber con los borrachos, su señor llegará el día y la hora menos pensada, y lo
castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los hipócritas. Allí habrá llanto y
rechinar de dientes. (San Mateo, 24, 42-51)

«Bienaventurados los que mueren en el Señor. Sí -dice el Espíritu-, descansarán de sus


fatigas, porque sus obras los acompañan» (Ap 14, 13).

1. Después de haber reflexionado sobre el destino común de la humanidad, tal como se


realizará al final de los tiempos, hoy queremos dirigir nuestra atención a otro tema que
nos atañe de cerca: el significado de la muerte. Actualmente resulta difícil hablar de la
muerte porque la sociedad del bienestar tiende a apartar de sí esta realidad, cuyo solo
pensamiento le produce angustia. En efecto, como afirma el Concilio, «ante la muerte, el
enigma de la condición humana alcanza su culmen» (Gaudium et spes, 18). Pero sobre
esta realidad la palabra de Dios, aunque de modo progresivo, nos brinda una luz que
esclarece y consuela.

En el Antiguo Testamento las primeras indicaciones nos las ofrece la experiencia común
de los mortales, todavía no iluminada por la esperanza de una vida feliz después de la
muerte. Por lo general se pensaba que la existencia humana concluía en el «sheol», lugar
de sombras, incompatible con la vida en plenitud. A este respecto son muy significativas
las palabras del libro de Job: «¿No son pocos los días de mi existencia? Apártate de mí
para que pueda gozar de un poco de consuelo, antes de que me vaya, para ya no volver,
a la tierra de tinieblas y de sombras, tierra de negrura y desorden, donde la claridad es
como la oscuridad» (Jb 10, 20-22).

2. En esta visión dramática de la muerte se va abriendo camino lentamente la revelación


de Dios, y la reflexión humana descubre un nuevo horizonte, que recibirá plena luz en el
Nuevo Testamento.

Se comprende, ante todo, que, si la muerte es el enemigo inexorable del hombre, que
trata de dominarlo y someterlo a su poder, Dios no puede haberla creado, pues no puede
recrearse en la destrucción de los hombres (cf. Sb 1, 13). El proyecto originario de Dios
era diverso, pero quedó alterado a causa del pecado cometido por el hombre bajo el
influjo del demonio, como explica el libro de la Sabiduría: «Dios creó al hombre para la
incorruptibilidad; le hizo imagen de su misma naturaleza; mas por envidia del diablo entró
la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen» (Sb 2, 23-24). Esta
concepción se refleja en las palabras de Jesús (cf. Jn 8, 44) y en ella se funda la
enseñanza de San Pablo sobre la Redención de Cristo, nuevo Adán (cf. Rm 5, 12.17; 1
Co 15, 21). Con su muerte y Resurrección, Jesús venció el pecado y la muerte, que es su
consecuencia.

3. A la luz de lo que Jesús realizó, se comprende la actitud de Dios Padre frente a la vida
y la muerte de sus criaturas. Ya el salmista había intuido que Dios no puede abandonar a
sus siervos fieles en el sepulcro, ni dejar que su santo experimente la corrupción (cf. Sal
16, 10). Isaías anuncia un futuro en el que Dios eliminará la muerte para siempre,
enjugando «las lágrimas de todos los rostros» (Is 25, 8) y resucitando a los muertos para
una vida nueva: «Revivirán tus muertos; tus cadáveres resurgirán. Despertarán y darán
gritos de júbilo los moradores del polvo; porque rocío luminoso es tu rocío, y la tierra
parirá sombras» (Is 26, 19). Así, en vez de la muerte como realidad que acaba con todos
los seres vivos, se impone la imagen de la tierra que, como madre, se dispone al parto de
un nuevo ser vivo y da a luz al justo destinado a vivir en Dios. Por esto, «aunque los
justos, a juicio de los hombres, sufran castigos, su esperanza está llena de inmortalidad»
(Sb 3, 4).

La esperanza de la resurrección es afirmada magníficamente en el segundo libro de los


Macabeos por siete hermanos y su madre en el momento de sufrir el martirio. Uno de
ellos declara: «Por don del cielo poseo estos miembros; por sus leyes los desdeño y de él
espero recibirlos de nuevo» (2 M 7, 11). Otro, «ya en agonía, dice: es preferible morir a
manos de hombres con la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por él»
(2 M 7, 14). Heroicamente, su madre los anima a afrontar la muerte con esta esperanza
(cf. 2 M 7, 29).

4. Ya en la perspectiva del Antiguo Testamento los profetas exhortaban a esperar «el día
del Señor» con rectitud, pues de lo contrario sería «tinieblas y no luz» (cf. Am 5, 18.20).
En la revelación plena del Nuevo Testamento se subraya que todos serán sometidos a
juicio (cf. 1 P 4, 5; Rm 14, 10). Pero ante ese juicio los justos no deberán temer, dado que,
en cuanto elegidos, están destinados a recibir la herencia prometida; serán colocados a la
diestra de Cristo, que los llamará «benditos de mi Padre» (Mt 25, 34; cf. 22, 14; 24, 22.
24).

La muerte que el creyente experimenta como miembro del Cuerpo místico abre el camino
hacia el Padre, que nos demostró su amor en la muerte de Cristo, «víctima de
propiciación por nuestros pecados» (cf. 1 Jn 4, 10; cf. Rm 5, 7). Como reafirma el
Catecismo de la Iglesia católica, la muerte, «para los que mueren en la gracia de Cristo,
es una participación en la muerte del Señor, para poder participar también en su
resurrección» (n. 1006). Jesús «nos ama y nos ha lavado con su Sangre de nuestros
pecados, y ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre» (Ap 1, 5-
6). Ciertamente, es preciso pasar por la muerte, pero ya con la certeza de que nos
encontraremos con el Padre cuando «este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y
este ser mortal se revista de inmortalidad» (1 Co 15, 54). Entonces se verá claramente
que «la muerte ha sido devorada en la victoria» (1 Co 15, 54) y se la podrá afrontar con
una actitud de desafío, sin miedo: «¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh
muerte, tu aguijón?» (1 Co 15, 55).

Precisamente por esta visión cristiana de la muerte, san Francisco de Asís pudo exclamar
en el Cántico de las criaturas: «Alabado seas, Señor mío, por nuestra hermana la muerte
corporal» (Fuentes franciscanas, 263). Frente a esta consoladora perspectiva, se
comprende la bienaventuranza anunciada en el libro del Apocalipsis, casi como
coronación de las bienaventuranzas evangélicas: «Bienaventurados los que mueren en
el Señor. Sí -dice el Espíritu-, descansarán de sus fatigas, porque sus obras los
acompañan» (Ap 14, 13).

"EN LA HORA DE MI MUERTE LLÁMAME, Y MÁNDAME IR A TI"

Conclusión de la Carta a los Ancianos, 1 de octubre de 1999

"...Con este espíritu, mientras os deseo, queridos hermanos y hermanas ancianos, que
viváis serenamente los años que el Señor haya dispuesto para cada uno, me resulta
espontáneo compartir hasta el fondo con vosotros los sentimientos que me animan en
este tramo de mi vida, después de más de veinte años de ministerio en la sede de Pedro,
y a la espera del tercer milenio ya a las puertas. A pesar de las limitaciones que me han
sobrevenido con la edad, conservo el gusto de la vida. Doy gracias al Señor por ello. Es
hermoso poderse gastar hasta el final por la causa del Reino de Dios.

Al mismo tiempo, encuentro una gran paz al pensar en el momento en el que el Señor me
llame: ¡de vida a vida!

Por eso, a menudo me viene a los labios, sin asomo de tristeza alguna, una oración que el
sacerdote recita después de la celebración eucarística:

"In hora mortis meae voca me, et iube me venire ad te".


En la hora de mi muerte llámame, y mándame ir a Ti.

Es la oración de la esperanza cristiana, que nada quita a la alegría de la hora presente,


sino que pone el futuro en manos de la divina bondad.

“Iube me venire ad te!: éste es el anhelo más profundo del corazón humano, incluso para
el que no es consciente de ello.
Concédenos, Señor de la vida, la gracia de tomar conciencia lúcida de ello y de saborear
como un don, rico de ulteriores promesas, todos los momentos de nuestra vida.

Haz que acojamos con amor tu voluntad, poniéndonos cada día en tus manos
misericordiosas.

Cuando venga el momento del “paso” definitivo, concédenos afrontarlo con ánimo sereno,
sin pesadumbre por lo que dejemos. Porque al encontrarte a Ti, después de haberte
buscado tanto, nos encontraremos con todo valor auténtico experimentado aquí en la
tierra, junto a quienes nos han precedido en el signo de la fe y de la esperanza.

Y tú, María, Madre de la humanidad peregrina, ruega por nosotros “ahora y en la hora de
nuestra muerte”. Manténnos siempre muy unidos a Jesús, tu Hijo amado y hermano
nuestro, Señor de la vida y de la gloria. Amén!

PARABOLA DEL PADRE MISERICORDIOSO

Maestro de todos los contadores de historias, ninguno como Jesús Nuestro Señor y
Salvador Jesucristo, nadie ha llegado o llegará a acercarse a la experiencia de Jesús al
enseñar, pero sobretodo en el “arte” de contar historias. El nombre de las historias
poderosamente eficaces es, las PARÁBOLAS. Una definición breve, pero eficaz de una
parábola es, "Una historia terrenal, con un mensaje celestial." (Pastor Adrián Rogers). El
sembrador y la semilla, los Talentos, las Vírgenes sabias y tontas, el Buen Samaritano, la
Oveja perdida, se encuentran entre estas obras literarias utilizadas por el "maestro"--
Jesús, el maestro--para comunicar verdades eternas! Sin embargo, el clásico y sin duda
la mejor de todas las parábolas de Jesús es, la "Parábola del Hijo Pródigo", que también
podría ser titulada, "La Parábola del Padre Misericordioso"--centrándose más, en la
"Misericordia" del Padre por encima, de la "miseria" del hijo! En realidad la palabra
"Misericordia" en inglés, traducida en Misericordia en los idiomas latinos significa
precisamente eso: la miseria del hombre (su pecado), se encuentra con el abrazo
amoroso, del corazón de Dios; “cordia”, quiere decir Corazón!

El Evangelio de San Lucas es reconocido por la manifestación de la misericordia. Sin


embargo, la perla de todos los capítulos de la misericordia es, Lucas 15. En esta obra
maestra de la literatura espiritual, Jesús ofrece al mundo tres parábolas, todas estas son
relacionadas, y de hecho puede ser llamado, "El capítulo de lo perdido y encontrado”. (Fr.
Al Hall, OMV) ¿Por qué? Por la sencilla razón de que estas tres parábolas tratan de
ambas cosas, lo encontrado y lo "perdido". La oveja perdida, buscada y encontrada por el
pastor amoroso y preocupado; la moneda perdida, barrida, encontrada y obtenida por la
mujer diligente; y por último, el hijo perdido, encontrado y abrazado por el padre---la
parábola del hijo pródigo. Por lo tanto, con la gracia de la ayuda de Dios, tenemos que
deshacer, desempaquetar, desentrañar, las piedras preciosas que aguardan para
nosotros en la "Parábola del Hijo Pródigo y la Parábola del Padre Misericordioso".

1. SOLICITUD DE HIJO JOVEN. "Dame la herencia". Un contundente delito, incluso


insulto al padre. ¿Por qué? La herencia normalmente vendría después, de la muerte del
padre. El hijo egoísta le importo aun más, el dinero, la diversión, el placer y el pecado, que
la persona de su "Padre" que le dio la vida, los alimentos, ropa, vivienda y básicamente
todo lo que él, tenia! La esencia del pecado es "ingratitud". Shakespeare agudamente
señaló: "más doloroso que el diente de la serpiente es, el niño desagradecido".

2. LIBERTAD. El Padre respeta la libertad y la libertad de su hijo, quien en realidad ama


tanto pero no intimida su libertad y fuerza el amor. La esencia del pecado es también el
"abuso" de nuestra libertad. En lugar de "usar" nuestra libertad para glorificar a Dios,
nosotros abusamos de nuestra libertad para, asentar nuestros propios deseos egoístas!

3. PECADO. Son dos las definiciones bíblicas del pecado, relacionados con esta
parábola: "Dar la espalda al amor de nuestro Padre...." también... "Alejándonos nosotros
mismos, del hogar del Padre." Pecado también es irse a una "tierra extranjera" tierra de
pecado. T. S. Elliot poéticamente lo describe como “Malas tierras”.

4. FALSA FELICIDAD. Este hijo se engaña a sí mismo, en creer que en el beber, comer,
abandonarse a sí mismo al libertinaje, encontrará la felicidad! Falso! Todo en este mundo,
añora la felicidad! ¿Por qué tantas caras tristes y desalentadas? La razón! Están
buscando la felicidad, donde la verdadera felicidad no se encuentra! El pecado es un
espejismo, "una ilusión óptica espiritual". Las máscaras felices del payaso, pero
realmente, él es triste. Recuerda la canción: "Como las lágrimas del payaso cuando nadie
está alrededor."

5. ABSOLUTA POBREZA Y MISERIA. El pobre hijo---pobre espiritualmente, moralmente,


socialmente y ahora incluso económicamente--es reducido a la extrema miseria. Jesús
retrata esto, magistralmente, sumergiendo el hijo en medio de un manada de cerdos, que
disfrutaban de la vida más que el! Por lo menos tenían suficiente para comer, pero el,
escasamente tenia suficiente gotas para poner en su boca seca! También, para los judíos,
el cerdo era considerado un animal impuro, inmundo, intocable; no sólo eso sino, el
puerco/ carne de cerdo, estaba contra la ley dietética judía/kosher! El mensaje! Pecado
denigra, pierde, disminuye, rebaja a la persona humana a un nivel que desciende más allá
del nivel animal. Los animales simplemente siguen su instinto! El hombre, es creado a
imagen y semejanza de Dios, e hijo de Dios a través de la gracia, debe seguir la fe guiada
por la razón!

6. MOMENTO DE CONVERSIÓN: EXAMEN DE CONCIENCIA. Por último, recapacitando


el hijo miserable, comienza a examinar su conciencia, para examinar su vida. Compara!
Su vida en casa con su Padre y su familia, hace contraste con, su libertina y vida infeliz,
en tierra extranjera, mujeres fáciles y ahora con los cerdos! Antes, la felicidad y la paz;
mas tarde, tristeza, dolor y miseria! La razón! Primero, la vida de gracia; lo último, la vida
de pecado!

7. LA DECISIÓN Y LA CONVERSIÓN. Él, vive un arrepentimiento y se formula su propio


acto de contrición "Padre he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser
llamado tu hijo; trátame, como uno de tus jornaleros... En las profundidades de su
corazón, él está listo para cambiar y dejar su pasado pecaminoso!

8. EL RETORNO. Imagina el regreso! Posiblemente cada día el padre amoroso,


misericordioso y paciente, habría de subir la colina, lo buscaba con la mirada, lo
observaba desde la distancia con la esperanza de ver a su hijo perdido. Finalmente llega
el día! Sin embargo, el padre presta atención en la distancia y ve una figura que recuerda
un poco a su hijo, pero más aún, es diferente de su hijo. Acercándose el padre, es un
hombre joven (pero aparece mucho más viejo), consumido, despeinado el cabello, la
barba larga y enmarañada, ropa despedazada, cayendo desde el cuerpo a su andar---no
flexible--pero lento, tentativo y tropezando! ¿Este podría ser su hijo? Como la distancia se
hace mas corta, el padre se convence de que este, es su hijo, transformado, bastante
deforme debido, a una vida poco saludable.

9. CERTEZA! El Padre esta seguro; de hecho, este es su hijo revoltoso! Tras la reunión,
el hijo pródigo, quien había estado practicando su acto de contrición todo el tiempo,
comienza a recitar su acto de dolor. El padre, sin embargo, totalmente ajeno a las
palabras del hijo desobediente, ya le ha perdonado una y mil veces en lo más profundo de
su corazón!

10. PERDÓN DEL PADRE: EL PERDÓN DE DIOS. Tan pronto como se expresa,
verdadero dolor en el corazón, el perdón de Dios es instantáneo; Su perdón es menor que
un latido! "De hecho Dios es lento a la ira y rápido perdonar!" No sólo perdona el padre,
pero el padre otorgará, los más grandes regalos escogidos, sobre el hijo arrepentido! A
continuación siguen los regalos y la interpretación simbólica.

A.) BESO. El padre besa al hijo. El "beso es el símbolo universal del amor! Aunque el hijo
dudó del amor del padre; sin embargo el amor del padre nunca cambia. Un truco del
Diablo es hacernos creer que, después de que nosotros hemos pecado, entonces, el
amor de Dios para nosotros disminuye o simplemente, para!

B.) ABRAZO. Este cálida caricia/ abrazo simboliza el perdón del padre y de Dios Padre.
Dios siempre está listo y dispuesto a perdonarnos perpetuamente, todos los pecados, en
todo momento y en todos lugares---independientemente de la grandeza del pecado-- la
misericordia de Dios es infinita. Como Pablo dice en Romanos, "donde abunda el pecado,
la misericordia de Dios abunda aún más."
C.) ANILLO. Significa "dignidad". A pesar del nivel de degradación que había descendido,
todavía la dignidad innata de la persona humana, siempre existe! Sin embargo, el "anillo"
es también, una promesa y la firme decisión de permanecer fiel en el futuro. Recordar las
promesas hechas en el día de la boda: "me comprometo a serte fiel, en los buenos
tiempos y en los malos, en salud y en enfermedad, en riqueza y en la pobreza, hasta que
la muerte, nos separe." El arrepentimiento exige una voluntad y decisión de ser fiel y
evitar, todas las ocasiones peligrosas.

D.) NUEVO MANTO Y TÚNICA. Simboliza la Gracia Santificante. Adán y Eva pecaron y
reconocieron que estaban desnudos. El Pecado mortal al alma, la desviste de la hermosa
prenda de la gracia santificadora. El arrepentimiento, restaura esa prístina belleza. "La
prenda y la belleza de la gracia santificadora" debe ser atesorada, incluso por encima de
la propia vida humana. Por esa razón los santos son unánimes en decir: "Muerte en lugar
del pecado"! (San Dominico Savio, Santa María Goretti, San Ignacio de Loyola).

E.) LAS SANDALIAS. Dado que el hijo pudiera caminar sobre el camino recto y estrecho
que conduce con seguridad casa. Una vez que conocemos el "camino" que es Jesucristo,
quien dijo claramente: "yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, entonces no hay vuelta
atrás. La canción que ilustra: "He decidido a seguir a Jesús (3 veces), no hay vuelta atrás,
no hay vuelta atrás, no hay vuelta atrás"!!!!!!

La ruta que conduce a la destrucción es amplia y espaciosa, pero el camino que conduce
a la vida eterna es estrecho y pocos lo encuentran y lo transitan. Las "sandalias" son
dadas libremente, para elegir ese camino estrecho, que conduce a la gloria eterna. Es el
camino del Calvario que conduce al Viernes Santo, pero que culmina en la gloria de la
Resurrección! La última palabra es "Aleluya, Victoria!"

F.) EL FIESTA/FESTEJO Y BANQUETE. Tiene una doble interpretación simbólica. El


banquete es el Santo sacrificio de la misa---esto de hecho, es nuestro más suntuoso
banquete espiritual. Sin embargo, si nosotros, nos nutrimos frecuentemente de este
banquete, otro banquete eterno nos espera y es el cielo! "Quien come de mí vivirá para
siempre..." (Juan 6: Discurso de pan de vida).

G.)ENGORDADO TERNERO /CORDERO. Simbolismo es claramente---"El cordero de


Dios que quita los pecados del mundo..." (Palabras de John Bautista / palabras
incorporadas en la Misa) Si nosotros nos nutrimos de este cordero: el cual es Jesús, quien
se inmoló, así mismo en la Cruz en el Calvario el viernes Santo, vamos a tener vida y vida
en abundancia! CONEXIÓN SACRAMENTAL! San Ignacio señala que una buena
confesión, sirve para purificar la ventana del alma, por lo que uno, puede recibir la
Eucaristía con mejor disposición!

11. HIJO MAYOR! El verdadero perdedor en la parábola entera es, el hijo mayor--muy
simbólico de los presumidos, justos, orgullosos, arrogantes fariseos, que Jesús reprendió
con frecuencia por la falta de bondad y misericordia de ellos. No sólo se negaría a entrar a
celebrar el regreso de su hermano menor---debido a la envidia, la ira y el orgullo, tres de
los pecados capitales (espirituales de la naturaleza); pero peor aún--como Caín, el hijo
mayor mata a hermano en su corazón! El, ya no lo llama "hermano", pero él, enfrenta a su
padre diciéndole, "su hijo"! Lo peligroso es el pecado de orgullo! El orgullo nos ciega a la
bondad en otros; endurece nuestros corazones; deja afuera a Dios, hace que nuestro
corazón se reduzca, comprima y muera!

12. EL HIJO PRÓDIGO! El Papa Juan Pablo II en su obra maestra, su encíclica sobre el
hijo pródigo, "Dives Misericordia"---Dios es rico en misericordia, nos da la interpretación
más simple pero más cierta! Cada uno de nosotros, todos nosotros hijos e hijas de Adán y
Eva, somos realmente, el "hijo pródigo"! ¿Por qué? Por la razón simple y clara que
entramos en el mundo como pecadores, somos pecadores, cometemos muchos pecados
y caemos con demasiada frecuencia. Incluso el hombre justo cae siete veces al día! Sin
embargo Dios es misericordioso y siempre listo y dispuesto a perdonarnos!

13. EL PADRE. La parábola podría llamarse la "Parábola del hijo pródigo" o "La parábola
del Padre Misericordioso". Juan Pablo Magno, expresa el hecho de que el "Padre" en la
parábola no es otro que nuestro "Padre Celestial". De hecho, la mayor virtud o atributo de
Dios Padre, es Su Misericordia!!! el Los pecadores mayores pueden ser, los mas grandes
santos bajo una condición: Creer firmemente en la infinita, insondable, eterna y amorosa
misericordia de Dios! ¿De hecho, que es "misericordia"? Nada menos que, EL AMOR DE
DIOS, PERDONANDO AL PECADOR ARREPENTIDO!

14. NUESTRA ACTITUD! En todo momento y en todos los lugares, debemos confiar en
Jesús, con una confianza AUDAZ! ¿La Magdalena, Zaqueo, Simón Pedro, San Mateo, la
mujer en el pozo (Juan 4) la mujer sorprendida en adulterio (Juan 8) y finalmente el "Buen
Ladrón"---que es lo que todos ellos tienen en común? Dos cosas: sus pecados grandes,
pero incluso, mayor confianza en la infinita misericordia, de Jesús!

15. MARIA Y MISERICORDIA. San Agustín hace una observación astuta en la parábola
del hijo pródigo, relacionados con la Virgen María. "El Doctor de la gracia", comentó: "Si el
hijo pródigo hubiera tenido, una madre en el hogar como la "Santísima Virgen" entonces,
él nunca se hubiera ido de la casa". Si ha vagado de su verdadero hogar---la iglesia, la
gracia de Dios, la vida sacramental---la Santísima Virgen María está orando por usted,
amándolo e invitándolo a su hogar. "Dios te Salve Reina y Madre de misericordia, nuestra
vida, nuestra dulzura y esperanza nuestra..."

DOMINGO DE LA ASCENCIÓN – TIEMPO DE PASCUA


La definición del Cielo que nos da el Catecismo de la Iglesia Católica es:

"El Cielo es la participación en la naturaleza divina, gozar de Dios por toda la eternidad, la
última meta del inagotable deseo de felicidad que cada hombre lleva en su corazón. Es la
satisfacción de los más profundos anhelos del corazón humano y consiste en la más
perfecta comunión de amor con la Trinidad, con la Virgen María y con los Santos. Los
bienaventurados serán eternamente felices, viendo a Dios tal cual es." Catecismo de la
Iglesia Católica, 1023-1029, 1721-1722.

Seguramente has de estar pensando: "¿Qué el Cielo es qué? ¡No entendí nada! Algo tan
difícil de entender no debe ser tan bueno", o tal vez: "¡Qué aburrido suena eso de
contemplar a Dios… y por toda la eternidad! A mí me gusta la actividad, eso de ángeles,
querubines y cantos gregorianos… ¡como que no se me antoja!"

Realmente esta imagen del Cielo resulta muy poco atractiva para cualquiera, pero es que
el Cielo no es como lo pintan los cuadros. ¿Qué tal si te digo que el Cielo es algo así
como la suma de todos tus momentos felices, de todos tus deseos cumplidos, de todos
tus "hobbies" realizables? Empieza a sonar interesante, pero aún se queda corto.

Ante la imposibilidad de explicar lo que es el Cielo, muchos autores y teólogos han


intentado describirlo como lo que no es: en el Cielo no habrá sufrimiento, no habrá
hambre, ni sed, ni cansancio, ni injusticias, no existirá el dolor y tampoco la muerte.

Esto es un buen comienzo, sin embargo, es demasiado pobre el describir el Cielo como la
ausencia del mal, pues el Cielo es eso y mucho más.

El Cielo es felicidad que rebasa nuestros deseos, actividad sin cansancio, descanso sin
aburrimiento, conocimiento sin velos, grandeza sin exceso, amor sin afán de posesión,
perdón sin memoria, gratitud sin dependencia, amistad sin celos, compañía sin
estorbos. En el Cielo, Dios nos concederá mucho más de lo que podemos pedir o
imaginar y aún aquello que no nos atrevemos a pedir.

Realmente puedes imaginarte el Cielo como quieras: imagina el lugar más bello que
hayas visto, llénalo de todo lo que te guste y quítale todo lo que te disguste, después pon
en él todo lo bueno que te puedas imaginar, acompañado de gente extraordinariamente
buena y simpática, haciendo aquello que más te guste. Cuando hayas terminado de
visualizar así el Cielo, puedes estar seguro de que esa imagen es nada junto a lo que
realmente será.

Algunos testimonios de los que han visto lo que es el Cielo


Han existido muchos santos a los que Dios les ha concedido la gracia de poder ver lo que
es el Cielo. He aquí algunos de sus testimonios, con los cuales han tratado de explicarnos
con palabras terrenas lo que nos espera en el Cielo:
San Pablo: Dios es capaz de hacer indeciblemente más de lo que nosotros pedimos o
imaginamos (Ef 3,20). Nada son los sufrimientos de la vida presente, comparados con la
gloria que nos espera en el Cielo (2 Cor 4,17).

Teresa de Jesús: Pude ver a Jesús en su Santa Humanidad completa. Se me apareció


con una belleza y una majestad incomparables. No temo decir que, aunque no tuviéramos
otro espectáculo para encantar nuestra vista en el Cielo, ya sería una gloria inmensa.
(Vida de Santa Teresa).

San Agustín: Es más fácil decir qué cosas no hay en el cielo, que decir qué cosas hay:
En el Cielo contemplaremos y descansaremos, descansaremos y alabaremos,
alabaremos y amaremos, amaremos y contemplaremos. (Confesiones).

San Juan de la Cruz: Tanto es el deleite de la vista de tu ser y hermosura, que no la


puede sufrir mi alma, sino que tengo que morir viéndola, máteme tu vista y hermosura.
(Cántico espiritual).

San Francisco de Asís: El bien que espero es tan grande, que toda pena se me convierte
en placer.

¿Qué debo hacer para alcanzar el Cielo?

Jesús nos habla en el Evangelio del camino a seguir:


Entrar por la puerta estrecha (Mt 7,13.).
Tomar la cruz.
Vender todo lo que tienes y dárselo a los pobres.
Dejar a tu padre y a tu madre.
Tomar el arado y no voltear hacia atrás.

¡Se oye muy fuerte! ¡Parece muy difícil! Sin embargo, si vuelves a leer los testimonios de
los santos que han podido verlo, te darás cuenta de que vale la pena y que ningún
sufrimiento es demasiado grande para evitar que luchemos por él.

Querer ganar el Cielo significa tratar de tenerlo desde ahora y eso, como ya vimos, se
logra viviendo las Bienaventuranzas.

Tener el Cielo es tener a Dios y tener a Dios es vivir en gracia.

Entre la gloria y la gracia no hay diferencia en esencia: Quien tiene la bellota, ya tiene el
encino; quien posee la gracia santificante, posee el Cielo, es decir a Dios. Las diferencias
son en el modo de tenerlo: Aquí en la Tierra, quien tiene la bellota, tendrá más tarde el
encino. La bellota no es aún el encino, pero llegará a serlo. En la tierra vemos el capullo,
en el cielo la flor; en la tierra el amanecer, en el cielo el mediodía; aquí las sombras, allá la
luz; aquí lo parcial, allá la plenitud; aquí la lucha, allá la victoria.

Los medios para vivir siempre en gracia ya los conoces:

 la oración;
 la huida de las ocasiones de pecado;
 el sacrificio;
 la frecuencia en la recepción de los sacramentos;
 la devoción a la Virgen María,
 la vivencia de las Bienaventuranzas.

V DOMINGO – TIEMPO DE CUARESMA

Siendo Dios verdadero, Señor, Tú conocías el sueño de Lázaro y lo anunciabas a los


discípulos.... Viviendo en la carne, Tú que no tienes límites, vienes a Betania. Hombre
verdadero, rompes a llorar por Lázaro. Dios verdadero, por tu voluntad resucitas al
que llevaba cuatro días enterrado. Ten piedad de mí, Señor, ya que muchas son mis
transgresiones. ¡Desde el abismo clamo a ti, sácame de él! ¡A ti grito, escúchame, Dios de
mi salvación!

Como mortal, tú invocas al Padre; como Dios despiertas a Lázaro. Por esto te
cantamos, oh Cristo, por los siglos de los siglos... Tú resucitas a Lázaro, un muerto de
cuatro días. Tú lo haces surgir de la tumba, convirtiéndole en testimonio verídico de tu
resurrección al tercer día.

Juan 1-12: Estos capítulos a menudo se llaman “El Libro de Señales.” Incluyen una serie
de siete señales, así llamadas porque se acercan a Dios y se pueden comprender
correctamente solo a través de los ojos de la fe.

• Convertir agua en vino en Cana (2:1-11).

• Sanar al hijo del oficial real (4:46-54).

• Sanar a un paralítico (5:1-9).

• Alimentar a cinco mil (6, 1-14).

• Caminar sobre el agua (6, 15-25).

• Dar vista a un hombre ciego de nacimiento (9:1-12).


• La resurrección de Lázaro (11:1-45), la más grade de las señales.

En estos capítulos, Jesús usa como telón de fondo una serie de milagros que presentan
metáforas para revelar quién es:

• Se encuentra con la mujer en el pozo, y se le revela a ella como agua viva (4:10).

• Alimenta los cinco mil, y se les revela a los discípulos como el pan de vida (6:35).

• Cura un hombre ciego de nacimiento, y se revela como la luz del mundo (9:5).

• Y ahora levanta a Lázaro de la muerte, y se revela como la resurrección y la vida


(11:25).

JUAN 11:1-45. LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO Y LA MUERTE DE JESÚS

La historia de Lázaro precipita la conspiración de matar a Jesús (vv. 45-53). Hay un


número de paralelos entre esta historia y la de la resurrección y muerte de Jesús:

• Versículo 2 menciona que María unta a Jesús. Jesús describirá esto como untarle para
su entierro (12:1-8).

• Aquí, Tomás es pesimista y abierto (v. 16), igual que lo será antes de ver a Jesús
después de la resurrección (20:25).

• Ambos Lázaro y Jesús son enterrados en una tumba sellada con una piedra. Esta piedra
se mueve para que la persona resucitada pueda salir.

• Jesús pregunta, “¿Dónde lo has puesto?” – ésta es casi exactamente la pregunta que
María le preguntará al jardinero en la tumba de Jesús (20:15).

• Ambos relatos mencionan ropa de entierro.

JUAN 11:1-6. ESTABA ENFERMO UNO LLAMADO LÁZARO, DE BETANIA

… Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, mas por gloria de Dios, para que el
Hijo de Dios sea glorificado por ella. Y amaba Jesús a Marta, y a su hermana, y a Lázaro.
6Como oyó pues que estaba enfermo, quedose aún dos días en aquel lugar donde
estaba.

“Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania” (v. 1). El nombre de Lázaro
es una forma del nombre Eleazar, que significa “Dios es mi ayuda.” “Enviaron, pues, sus
hermanas a él, diciendo: Señor, he aquí, el que amas está…” (v. 3). María y Marta
mandan palabra de la enfermedad de Lázaro a Jesús, pero no le piden explícitamente que
vaya a Betania. Quizá eso quede implícito en su mensaje. Quizá creen que Jesús puede
salvar a Lázaro desde lo lejos. En cualquier caso, saben que le importa y esperan que
salve a Lázaro, a quien ama.

“Esta enfermedad no es para muerte, mas para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios
sea glorificado por ella” (v. 4). Hay dos maneras en las que la enfermedad de Lázaro es
para la gloria de Dios:

• Primero, cuando Jesús le devuelve la vida a Lázaro, gente le dará gloria a Dios por el
milagro.

• Segundo, en este Evangelio, la glorificación de Jesús incluye la cruz. Versículos 45-53


dejan claro que la resurrección de Lázaro acercará la muerte de Jesús. Ésta es otra
manera de decir que también le llevará a su glorificación.

Jesús dice que la enfermedad de Lázaro no le llevará a su muerte. Lázaro morirá, pero
Jesús le devolverá la vida. La ironía es que el sanar y la resurrección de Lázaro acercarán
la muerte de Jesús (vv. 46-53).

“Y amaba Jesús a Marta, y a su hermana, y a Lázaro. Como oyó pues que estaba
enfermo, quedose aún dos días en aquel lugar donde estaba” (vv. 5-6). Jesús no solo
ama a Lázaro, también ama a Marta y a María. Nos sorprende, entonces, que demore su
salida dos días. Aunque tenga el poder de levantar a Lázaro de la muerte, María y Marta
sufrirán si Lázaro muere. Si Jesús puede librarles de eso, ¿por qué no lo hace? Hay dos
razones:

• Primero, Jesús no podía llegar a tiempo para prevenir la muerte de Lázaro. Se demora
solo dos días antes de ir a Betania (v. 6) pero, cuando llega a Betania, Lázaro ya lleva
muerto cuatro días (v. 39). Si Jesús hubiera salido inmediatamente – dos días antes –
Lázaro ya llevaría dos días muerto antes de que Jesús llegara a Betania.

• Segundo, aunque ame tanto a Marta, María, y Lázaro, esta enfermedad tiene un
propósito para Dios. Es “para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella” (v. 4). La
demora de Jesús sirve para aumentar esa glorificación al eliminar la posibilidad de que
Lázaro estuviera solamente en coma. Cuando Jesús finalmente llega a Betania, no habrá
ninguna duda sobre la muerte de Lázaro, el milagro de Jesús, o la mano de Dios en el
proceso.

JUAN 11:7-16. VOY A DESPERTARLE

7Luego, después de esto, dijo á los discípulos: Vamos á Judea otra vez. 8Dícenle los
discípulos: Rabí, ahora procuraban los Judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?
9Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anduviere de día, no tropieza,
porque ve la luz de este mundo. 10Mas el que anduviere de noche, tropieza, porque no
hay luz en él. 11Dicho esto, díceles después: Lázaro nuestro amigo duerme (griego:
kekoimetai); mas voy á despertarle (griego: exupniso) del sueño. 12Dijeron entonces sus
discípulos: Señor, si duerme, salvo estará (griego: sothesetai). 13Mas esto decía Jesús de
la muerte de él: y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. 14Entonces, pues,
Jesús les dijo claramente: Lázaro es muerto; 15Y huélgome por vosotros, que yo no haya
estado allí, para que creáis: mas vamos a él. 16Dijo entonces Tomás, el que se dice el
Dídimo (griego: Didumos), a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que
muramos con él.

“Vamos á Judea otra vez” (v. 7). Jesús “dice ‘a Judea,’ no ‘a Betania,’ porque era la
entrada a la no creyente Judea, que le crucificará, eso era lo significante” (Morris, 480).
Los discípulos protestan la decisión de Jesús. Los judíos recientemente habían tratado de
matarle a Jesús a pedradas en Jerusalén, pero escapó (10:31-39). Los discípulos no
quieren que él (ni ellos) se expongan al peligro otra vez.

Una correlación es que tenemos el tiempo limitado para establecer nuestra relación con
Cristo, la luz del mundo. Si insistimos en caminar por la vida en la oscuridad, estaremos
condenados a una eternidad oscura. Entonces, Jesús dice, “Termina el trabajo de ponerte
bien con Dios mientras tengas la luz del mundo; porque la hora se acerca cuando para ti
también la oscuridad vendrá, y entonces será muy tarde” (Barclay, 99).

“El que anduviere de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo” (v. 9). Como
frecuentemente es verdad en este Evangelio, el comentario de Jesús sobre la luz tiene un
significado más profundo. Él es la luz. Aquéllos que ven la luz no tropiezan, pero aquéllos
que caminan durante la noche – los que no caminan en la luz – tropiezan porque la luz no
está en ellos.

“Lázaro nuestro amigo duerme; mas voy a despertarle” (v. 11). Ésta es la tercera vez en
este Evangelio que Jesús hace una declaración, se malinterpreta, y después clarifica la
declaración para dirigirse a una verdad espiritual (véase 3, 1-21; 4, 1-42). Aquí, Jesús les
dice a los discípulos que Lázaro está dormido (kekoimetai) y que le va a despertar
(exupniso). Ambos kekoimetai y exupniso se pueden comprender de dos maneras. El
anterior significa dormido, pero también es un eufemismo para muerte. El segundo
significa despertar, pero también puede significar salvar (O’Day, 687).

“Señor, si duerme, salvo estará” (v. 12). Éste es un toque de ironía Johannina. Los
discípulos creen que Lázaro estará bien (sothesetai) si solo se ha dormido. Habiendo oído
esta historia antes, sabemos que Lázaro está bien aunque está muerto. La palabra
sothesetai puede significar curado, pero también puede significar salvado. Lázaro puede
ser curado, y también puede ser salvado.
“Lázaro es muerto; Y huélgome por vosotros, que yo no haya estado allí, para que creáis:
mas vamos a él” (vv. 14-15). Nos sorprende oír a Jesús decir que Lázaro está muerto y
que está contento. Jesús está contento, no porque su amigo está muerto, sino porque la
muerte de Lázaro les ayudará a los discípulos a creer. El llama a los discípulos para ir a
Lázaro. Su destino es personal – Lázaro – no solo Betania.

“Dijo entonces Tomás, el que se dice el Dídimo (griego: Didumos), a sus condiscípulos:
Vamos también nosotros, para que muramos con él” (v. 16). Mientras que conocemos a
Tomás como alguien que duda por su respuesta a los discípulos sobre la resurrección de
Cristo (20:25), aquí exhibe gran lealtad a Jesús – aunque sea una lealtad oscura. Líderes
judíos trataron de matar a Jesús en Jerusalén (10:31-39), y los discípulos intentaron
convencerle de no volver (v. 8). Como Jesús insiste en ir a Betania, Tomás tiene miedo de
que Jesús sea matado – y posiblemente los discípulos también. Tomás recibe una mala
nota por fe, pero una buena nota por valor.

JUAN 11:17-27. YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA

“Vino pues Jesús, y halló que había ya cuatro días que estaba en el sepulcro” (v. 17). La
gente judía cree que el alma permanece junto al cuerpo tres días, esperando reunirse de
nuevo con él. Al cuarto día, el alma finalmente realiza que eso no pasará y se va. El
hecho de que Lázaro ha estado en la tumba cuatro días significa que no puede haber
posibilidad de que su alma se reúna con su cuerpo. Cuatro días es una manera de decir
que la situación ya “no tiene esperanza.”

“Y Betania estaba cerca de Jerusalén, como quince estadios (griego: stadion dekapente –
quince stadia)” (v. 18). Un estadio es 606.95 pies (Merriam Webster Unabridged
Dictionary), aproximadamente una cuadra larga de ciudad – entonces, quince stadia son
1.72 millas (2.77 km.). La ciudad sagrada espera ominosa en el fondo.

“Y muchos de los Judíos habían venido á Marta y á María, á consolarlas de su hermano”


(v. 19). Este Evangelio usa “los judíos” para referirse a los líderes judíos. La presencia de
estos hombres constituye otra nota ominosa. Jesús pronto morirá a sus manos en
Jerusalén, un hecho que se encuentra muy presente en la mente del evangelista mientras
escribe esta historia.

“Entonces Marta, como oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; mas María se estuvo en
casa (v. 20). Una de ellas debía quedarse con los veladores. El hecho que Marta es la
que va a encontrar a Jesús concuerda con el papel más activo que ella tiene y el papel
más pasivo de María en Lucas 10.

“Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no fuera muerto” (v. 21). ¿Pretende Marta
regañarle a Jesús diciendo esto, porque Jesús no salió para Betania inmediatamente
después de enterarse de la enfermedad de Lázaro – o remordimiento porque Jesús no
estaba presente cuando Lázaro se puso enfermo? Seguramente la segunda. Marta no
dice, “si hubieras venido” (refiriéndose a su demora de dos días), sino “si hubieses estado
aquí” (lamentando que él no estuviera allí cuando Lázaro se enfermó). Es un comentario
de “si solo” – “Si solo hubieras estado aquí.” Si, como se anota anteriormente, Lázaro
murió poco después de salir el mensajero a buscar a Jesús, Marta sabe que Jesús no
hubiera llegado a tiempo para prevenir la muerte de Lázaro.

“Mas también sé ahora, que todo lo que pidieres de Dios, te dará Dios” (v. 22). Marta
expresa su fe que Dios le dará a Jesús lo que pida, pero en v. 39 ella protestará que
quiten la piedra por el olor de la muerte. Como la mayoría de nosotros, ella cree y falla en
creer.

“Resucitará tu hermano” (v. 23). Jesús le dice a Marta que Lázaro se levantará de nuevo,
y Marta oye esto como una perogrullada. Sí, Jesús, se levantará de nuevo en la
resurrección, eso es una pequeña consolación hoy. Lázaro está muerto ahora, y ésa es la
cruel realidad.

“Yo soy (griego: ego eimi) la resurrección y la vida” (v. 25). Éste es el centro de esta
lección del Evangelio. Mientras que llamamos a esta historia la resurrección de Lázaro, es
más importante por su revelación de Jesús como la resurrección y la vida. “La promesa de
resurrección y vida no se encuentra en un evento distante, sino que ya están disponibles
en la persona de Jesús” (O’Day, 694). Este hecho nos asegura que, sea en vida o en
muerte, la muerte ya no tiene poder sobre nosotros.

Ésta es una de varias manifestaciones de “Yo soy” (ego eimi) de Jesús en este Evangelio
– manifestaciones que revelan la verdadera identidad de Jesús. Jesús es el pan de vida
(6:35) y la luz del mundo (9:5). Su manifestación que él es la resurrección y la vida es el
punto clave de estas manifestaciones de “Yo soy.” “Yo soy,” por supuesto, es el nombre
de Dios – el nombre revelado a Moisés en el arbusto ardiente (Éxodo 3:14). Con estas
manifestaciones de “Yo soy,” Jesús usa el nombre de Dios para sí mismo.

“El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no
morirá eternamente. ¿Crees esto?” (vv. 25-26). Esto no promete, por supuesto, que
creyentes no morirán físicamente. Lázaro murió, y el porcentaje de muerte desde
entonces se ha mantenido al 100 %. Ésta es la promesa de Jesús que la muerte física es
subordinada a la muerte espiritual – que nuestra muerte física es un preludio a nuestra
resurrección.

“Sí Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo” (v.
27). Cuando Jesús le pregunta a Marta si ella cree, ella le da una declaración de fe de tres
partes. Jesús es (1) el Mesías, (2) el Hijo de Dios, y (3) el que viene al mundo. Ésta es la
quinta y más completa confesión de fe en este Evangelio (véase 1:49; 4:42; 6:69; 9:35-
38). “‘El que viene al mundo’ es una frase curiosa, pero ésta no es la primera vez que la
vemos en este Evangelio refiriéndose a Jesús. (cf. 1:9; 6:14; y cf. 3:19; 12:46; 16:28;
18:37; también Mateo 11:3 y Marcos 11:9)” (Smith, 223).

JUAN 11:28-37. SI HUBIESES ESTADO AQUÍ

“El Maestro está aquí y te llama” (v. 28). Marta le anuncia a María la presencia de Jesús
en privado, por eso, los que la acompañan malinterpretan su razón por salir de la casa.
Ella llama a Jesús “El Maestro” – el artículo definido sirve para distinguir a Jesús como el
profesor supremo.

“Señor, si hubieras estado aquí, no fuera muerto mi hermano” (v. 32). El saludo de María
para Jesús es muy similar al de Marta.

“Jesús entonces, como la vio llorando, y a los judíos que habían venido juntamente con
ella llorando, se conmovió en espíritu (griego: enebrimesato), y turbóse (griego: etaraxen)”
(v. 33). Éste es un pasaje difícil. El primer verbo enebrimesato, sugiere ira (un hecho no
reflejado en algunas traducciones en inglés). ¿Por qué estaría Jesús enojado?

• Quizá está enojado por haberse encontrado con esta falta de fe. Claramente está cerca
de Jerusalén, donde morirá, y es tarde en su ministerio. A pesar de su maravilloso trabajo
la gente más cercana a él aún no comprende.

• Quizá está enojado porque los líderes judíos – gente de fuera – hasta aquéllos que
pronto le crucificarán – están interrumpiendo en este momento tan privado.

• Quizá está enojado “porque se encontró cara a cara con el reino de Satanás, que en
este instante, era representado por la muerte” (Brown, 435).

• Quizá está enojado porque la muerte y resurrección de Lázaro le adelantan el


conocimiento de su propia muerte y resurrección que pronto experimentará. Quizá este
dialogo hace surgir en Jesús miedo de lo que se avecina.

• Quizá Jesús solo “comparte la tristeza de sus amigos y sus vecinos” (Smith, 225).

Este Evangelio ha dicho poco de las emociones de Jesús hasta ahora. En esta lección,
sin embargo, ama a Lázaro, Marta, y María. Está inquieto de espíritu y muy conmovido. El
llora.

La emoción no es una cosa limpia y ordenada. No descansa sumisamente en pequeños


agujeros ni se confina a títulos en blanco y negro. Aquí, Jesús está compartiendo con una
querida amiga, Marta, su agonía. Su llanto no es gentil y controlado, sino que “serían
llantos incontrolables y gritos casi histéricos, porque era el punto de vista judío que lo más
incontrolable el llanto, más honor que se le rendía al difunto.” (Barclay, 112). La respuesta
natural humana en la cara de tan terrible agonía es un desbordamiento de emociones –
angustia, temor, ira, y frustración. La angustia de María claramente despierta algo
profundo y vulnerable en Jesús.

“Señor, ven, y ve” (v. 34). En otro lugar en este Evangelio, “Ven y ve” es una invitación
para ser discípulo (1:39; 1:46; 4:29). “Aquí la palabra da la vuelta sobre Jesús mismo”
(Craddock, 178).

“Y lloró Jesús. Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba” (vv. 35-36). Los judíos
interpretan las lágrimas de Jesús como agonía por su amigo, pero no debemos oír eso
autoritariamente. Mientras que este segmento trata a “los judíos” más favorablemente que
el resto de este Evangelio, son de todos modos personas de fuera que solo ven lo que
pasa en la superficie. En este Evangelio, la mayoría de las cosas importantes toman lugar
justo debajo de la superficie.

“¿No podía éste que abrió los ojos al ciego, hacer que éste no muriera?” (v. 37). Algunos
judíos se preguntan por qué Jesús abrió los ojos de un desconocido, pero falló en ayudar
a su querido amigo. ¡Buena pregunta! Jesús nos dijo la respuesta en v. 4, pero Marta,
María, y sus amigos no se dan cuenta de eso.

JUAN 11, 38-44. ¡LÁZARO, VEN FUERA!

38Y Jesús, conmoviéndose (griego: embrimomenos) otra vez en sí mismo, vino al


sepulcro. Era una cueva, la cual tenía una piedra encima. 39Dice Jesús: Quitad la piedra.
Marta, la hermana del que se había muerto, le dice: Señor, hiede ya, que es de cuatro
días. 40Jesús le dice: ¿No te he dicho que, si creyeres, verás la gloria de Dios?
41Entonces quitaron la piedra de donde el muerto había sido puesto. Y Jesús, alzando los
ojos arriba, dijo: Padre, gracias te doy que me has oído. 42Que yo sabía que siempre me
oyes; más por causa de la compañía que está alrededor, lo dije, para que crean que tú me
has enviado. 43Y habiendo dicho estas cosas, clamó á gran voz: Lázaro, ven fuera. 44Y
el que había estado muerto, salió, atadas las manos y los pies con vendas; y su rostro
estaba envuelto en un sudario. Díceles Jesús: Desatadle, y dejadle ir.

“Y Jesús, conmoviéndose otra vez en sí mismo, vino al sepulcro” (v. 38). Como en v. 33,
Jesús está inquieto – enojado (embrimomenos). La tumba es una cueva con una piedra
contra la entrada, uno de muchos paralelos entre esta historia y la de la muerte y
resurrección de Jesús.

“Señor, hiede ya, que es de cuatro días” (v. 39). Marta protesta la orden de Jesús de
quitar la piedra, porque el cuerpo de Lázaro ya habrá empezado a descomponerse en
estos cuatro días. El horrible olor e imagen visual de su descomposición constituirían un
horror innecesario. Ella y María ya han sufrido bastante – ¿Hará Jesús su sufrimiento aún
peor? La aversión de Marta es un contrapunto a la fe que demostró anteriormente en v.
27. Ella cree pero no cree.
“¿No te he dicho que, si creyeres, verás la gloria de Dios?” (v. 40). De nuevo, Jesús se
refiere a la gloria de Dios – el propósito servido por este incidente.

“Padre, gracias te doy que me has oído” (v. 41). La oración de Jesús no pide la
resurrección de Lázaro, sino que es una oración de agradecimiento que el Padre ha oído
el rezo de su corazón. Jesús confía porque su voluntad es “que haga la voluntad del que
me envió, y que acabe su obra” (4:34) – y él y el Padre son uno (17:11, 21). Nos anima a
tener este mismo valor, porque “Y cualquier cosa que pidiéremos, la recibiremos de él,
porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante
de él” (1 Juan 3:22).

“Mas por causa de la compañía que está alrededor, lo dije, para que crean que tú me has
enviado” (v. 42). La oración de Jesús es testimonio público para la muchedumbre, para
que ellos también crean.

“¡Lázaro, ven fuera!” (v. 43). Al mandar esto Jesús, Lázaro sale de la tumba todavía
envuelto por sus telas de entierro. La imagen pasa del horror a la maravilla, dependiendo
en que si se mira por los ojos de fe o no.

Sería fácil malinterpretar este milagro como un simple favor de Jesús a sus queridos
amigos – ver a Jesús como un simple obrador de maravillas – pero esta señal sirve un
propósito más grande. Es “por gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por
ella” (v. 4). Verifica que Jesús es “la resurrección y la vida” (v. 25) igual que confirma la
promesa que “el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree
en mí, no morirá eternamente” (vv. 25-26).

“Desatadle, y dejadle ir” (v. 44). Aunque las ropas de entierro que envuelven a Lázaro no
le han impedido salir de la tumba, restringirían su movimiento. Además, ropas de entierro
ya no son apropiadas para Lázaro, que ya no está muerto, entonces, Jesús manda que se
las quiten.

La muerte de Lázaro resultó ser momentánea, pero también lo será su vida. “La
resurrección no es una inmunidad personal contra la muerte, y no es el final de nada”
(Gomes). Los judíos conspirarán para matar a Lázaro (12:10), pero no tenemos ninguna
razón para creer que lo hicieron. Sin embargo, Marta y María seguramente, al cabo de
unos años, encontrarán necesario el preparar el cuerpo de Lázaro para el entierro una vez
más. La vida física que Jesús le da a Lázaro es solo un alivio temporal, pero la vida eterna
que ofrece es simplemente eso – eterna.

JUAN 11:45. MUCHOS DE LOS JUDÍOS CREYERON EN ÉL

45Entonces muchos de los judíos que habían venido á María, y habían visto lo que había
hecho Jesús, creyeron en él.
Esperamos que este Evangelio refleje la gratitud inmensa que sienten Marta y María –
quizá bailando en las calles. ¡Nada! ¡Ningún relato de alegría! Pero esto no significa que
no se celebre el evento. Este Evangelio se concierna con la gloria de Dios y la fe de sus
creyentes. Bailar en las calles no es su estilo.

“Muchos de los judíos…creyeron en él” (v. 45). La mayoría de las referencias a “los
judíos” en este Evangelio no son favorables, pero el sanar y la resurrección de Lázaro
resultan en una descripción favorable.

Mientras que este Evangelio termina con v. 45, necesitamos saber lo que sigue. Los altos
sacerdotes y fariseos, preocupados por la creciente popularidad de Jesús, reunirán al
Sanedrín para determinar que hacer con él. En esa reunión, Caiafás hará su famoso
discurso de que es mejor “que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación se
pierda” (v. 50). Caiafás quiere decir que es mejor matar a Jesús a permitirle que extravíe a
la nación entera pero, irónicamente, lo dice de una manera que concuerda con el
propósito de Jesús. Además, Jesús morirá para salvar a la nación – y el mundo. Los altos
sacerdotes conspirarán para matar a Lázaro (12:10), aunque no existe ningún relato de
que lo lleguen a hacer.

El sanar y la resurrección de Lázaro, entonces, es el evento que precipita la crucifixión de


Jesús. Los eventos que siguen esta historia son la conspiración del Sanedrín, el untar por
parte de María, la conspiración contra Lázaro, y la entrada triunfal.

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera,


situada en http://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia
porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

I DOMINGO – TIEMPO DE CUARESMA

¿Cuánto dura un partido de fútbol? Realmente durante 90 minutos ¿???


En tiempo biológico Sí. Pero en tiempo psicológico y emocional dura… la media hora
antes del partido (La cervecita, los pasabocas, las consideraciones, etc). Los primeros 45
minutos, los 15 de descanso, los segundos 45 minutos y, por último una hora de
celebración o media hora de madrazos contra Peckerman o contra quienes la cagaron en
el partido.

Pregunta: ¿Cómo sabemos que un texto bíblico tiene una base histórica? Por el
testimonio de dos o más Evangelios. El relato de las tentaciones lo hallamos tanto en
Mateo, como en Marcos y en el evangelio de Lucas. Y si Jesús fue realmente tentado,
debemos creer en la existencia de un tentador.

De los tres niños videntes de Fátima, solamente la pequeña Jacinta recibió el privilegio de
recibir la visión del Papa mencionado en el Tercer Secreto. La descripción de la visión fue
escrita por la Hermana Lucía en sus Memoirs. El "mensaje de Jacinta" está aludido a las
apariciones de Bayside: "Os pido de Nuevo que recéis por vuestro Santo Padre [el
Papa Pablo VI] en Roma. Él está muy enfermo. Él necesita muchas oraciones,
porque él está siendo crucificado por los suyos. Él es verdaderamente el pequeño
del mensaje de Jacinta.” (Nuestra Señora, 1 de Junio, 1978).

El 29 de Junio, 1972, el Papa Pablo VI asombró al mundo con las palabras: "Por alguna
fisura el humo de Satanás entró en el templo de Dios."

Las tentaciones de Jesús corresponden a las 3 concupiscencias (1Jn 2, 16).

II DOMINGO – TIEMPO DE CUARESMA

No hay nada más grande en esta vida que tener una amistad con nuestro Creador,
tener una relación personal con nuestro Dios y Padre celestial. Por medio de este libro
quiero animarte a cultivar cada día esa amistad para que sea una relación más cercana
y más estrecha con nuestro amado Padre celestial. El padre más bueno compasivo y
generoso del Universo.

Si tener una relación de amistad con el Padre nos trae tantos beneficios y bendiciones
vemos que tener enemistad con Dios nos traerá muy malas consecuencias, pero,
repito el establecer una amistad estrecha con Dios, nos brinda grandes beneficios.

La Biblia dice que la amistad íntima con Dios es para con los que le temen (los que le
aman y obedecen) y a ellos dará a conocer su pacto(a ellos los va revelar grandes cosas)
salmo 25, 14

Otro verso parecido es Proverbios 3:32 que dice; “Porque Jehová abomina (aborrece)al
perverso; Mas su comunión íntima(su amistad) es con los justos”(con los que han
decidido ser sus seguidores y vivir una vida agradable a Él ).

La palabra comunión en el griego es “Koinonía”, que significa tener comunión,


compañerismo, participación, amistad, comunicación. Diálogo. Por lo tanto, la comunión
con Dios es tener amistad, diálogo y compañerismo con Él, desarrollando una relación
estrecha, pues esto es su gran deseo. El nos creó para que seamos sus hijos, sus
amigos.

¿Con quiénes el Señor desea tener esa comunión? La comunión íntima es con aquellos
que tienen mucho temor (amor y respeto) de Dios en su corazón. “El Señor brinda su
amistad a quienes le honran, y les da a conocer su pacto” (Salmo 25,14).
Para Jesús la prioridad de su vida era estar en comunión con el Padre, agradar al Padre
en todo...Jesús se levantaba muy temprano para hablar con Dios, para fortalecer su
relación con El. En ocasiones Jesús paso toda la noche orando y hablando con el Padre.
Es por eso que Jesús estaba tan lleno de gracia y de amor, de sabiduría, de unción y de
poder del Espíritu.

Jesús también llamó a sus discípulos sus AMIGOS lo vemos esto en san Juan cap 15, 15:
“Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; sino que os he
llamado amigos, porque todas las cosas que le oí a mi Padre, os las he dado a conocer”.
Es que los discípulos lo dejaron todo para seguir a Jesús y estar siempre con El. Ellos
caminaban viajaban, andaban con El. Le hacían preguntas y Él se las respondía. Ellos
fueron ensenados por El. Hoy también tenemos la misma oportunidad de poder estar
con Jesús y de hablar con Él. Si lo buscamos en oración cada día. Dios quiere ser
nuestro Maestro y enseñarnos cosas grandes y maravillosas...

Jeremías 33, 3 dice Clama a mí y yo te responderé y te ensenaré cosas grandes y ocultas


que tu no conoces. (Te voy a revelar los misterios escondidos de la sabiduría).

Dios el Padre celestial llamo a Abraham su amigo. Es que este varón había dedicado
sus mayores esfuerzos y su tiempo a fortalecer su relación con Dios, cada día lo buscaba,
lo adoraba. Para Abraham la prioridad de su vida era estar con Dios. El pasaba días
enteros en el desierto retirado y a solas hablando con Dios. Buscando su presencia.
Allí la fe de Abraham fue creciendo. Allí se volvió un varón ungido y un héroe de la fe. Y
recibió las grandes promesas de Dios. Haz tu como hizo Abraham, busca a Dios, sé un
cristiano lleno de hambre y sed de su presencia y Dios te va a bendecir grandemente te
va a llenar de amor de fe y de grandes bendiciones y riquezas!

La Biblia dice que María Martha y Lázaro estos tres jóvenes eran buenos amigos de
Jesús. Ellos tenían una relación estrecha con el Maestro. María se sentaba a los pies de
Jesús para oírlo hablar. Ella buscaba su presencia, estar con Él. Ella era una
adoradora que adoraba en Espíritu y en verdad. Todo cristiano tiene la gran oportunidad
de acercarse a Dios cada día para estar con Él, para oírlo y para adorarlo y tener
comunión íntima con El. Esto es algo grande!

Sin embargo vemos que Martha era una mujer muy activa, algo nerviosa y ella no
aprovechó las ocasiones en que vino Jesús a su casa para oírlo y estar con el... ella
estaba más afanada en los quehaceres, ver la comida, preparar la mesa, dirigir a los
empleados, hoy también hay cristianos así, que descuidan su comunión con Dios. dejan el
primer amor... que se llenan de actividades y pasan poco tiempo a los pies del amado
Maestro para tener comunión con El. . Eso es muy triste porque su vida crece poco. Se
van entibiando .Van perdiendo el primer amor. Debemos imitar a María y no a Martha
debemos cuidarnos de los afanes de esta vida. El exceso de tareas y de compromisos.

Los apóstoles también fueron tentados a llenarse de actividades y descuidar su comunión


con Dios pero ellos fueron sabios y guiados por el Espíritu Santo ellos y buscaron ayuda
de siete diáconos y ellos persistieron en buscar a Dios en oración esa decisión
realmente fue muy sabia. Es por eso que tenían tanto fuego poder y Avivamiento.

Ministrar a Dios, buscarlo a Él para estar con Él en Su presencia, y adorarlo debe ser
nuestra prioridad, no debemos descuidar al Señor de la obra para cuidar la obra del
Señor. Esto es muy importante. Es de vital importancia.

Dice Hechos de los apóstoles cap. 6: “En aquellos días, como creciera el número de los
discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de
aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria. Entonces los doce convocaron a la
multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios,
para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de
buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este
trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra.

Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del


Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito
de Antioquía; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron
las manos. Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba
grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe.

El gran objetivo de Jesús era que todos conozcan al Padre celestial, lo admiren lo amen
y lo adoren. Jesús mismo dice... Busca a tu padre en secreto y Él te recompensará en lo
secreto.

Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y


hallar gracia para el oportuno socorro. Hebreos 4.16

Debemos acercarnos con fe y sencillez como un hijo pequeño se acerca a su Padre...

También la Biblia dice: Acercaos a Dios y Él se acercara a ustedes! Esta es una promesa
muy grande!

2 Crónicas 15, 2: “…y salió al encuentro de Asa y le dijo: Oídme, Asa y todo Judá y
Benjamín: el SEÑOR estará con vosotros mientras vosotros estéis con El. Y si le buscáis,
se dejará encontrar por vosotros; pero si le abandonáis, os abandonará”.

En el libro de Job hallamos un precioso pasaje cap. 22, 21-25 se mencionan siete grandes
beneficios que nos proporcionan el acercarnos a Dios y hacernos más amigos de Él.

Veremos ahora esos maravillosos beneficios de andar en amistad con Dios libro de Job
cap. 22.

Vuelve ahora en amistad con él, (hazte amigo de Dios)y tendrás paz; Y por ello te vendrá
bien (bendiciones) Toma ahora la ley de su boca, (su palabras)Y pon sus palabras en tu
corazón (guárdalas de todo corazón) Si te volvieres al Omnipotente, serás edificado;
Alejarás de tu tienda(casa) la aflicción; (dolor enfermedad)Tendrás más oro que tierra,
(riquezas)Y como piedras de arroyos oro de Ofir; El Todopoderoso será tu defensa(tu
protector) Y tendrás plata en abundancia.(Dios proveerá grandes recursos) (Job 22:21-25)

Los siete grandes beneficios de hacerse amigo de Dios y vivir una vida de obediencia
a Él.

1) Tendrás paz

2) Te vendrá bien

3) Serás edificado

4) Alejaras de tu tienda (tu casa) la aflicción

5) Tendrás más oro que tierra

6) El Todopoderoso será tu defensa

7) Tendrás plata en abundancia

IV DOMINGO – TIEMPO DE CUARESMA

Juan 9, 1-41. La curación del ciego de nacimiento nos toca de cerca, porque en cierto
sentido todos somos... ciegos de nacimiento. El mundo mismo nació ciego. Según lo que
nos dice hoy la ciencia, durante millones de años ha habido vida sobre la tierra, pero era
una vida en estado ciego, no existía aún el ojo para ver, no existía la vista misma. El ojo,
en su complejidad y perfección, es una de las funciones que se forman más lentamente.
Esta situación se reproduce en parte en la vida de cada hombre. El niño nace, si bien no
propiamente ciego, al menos incapaz todavía de distinguir el perfil de las cosas. Sólo
después de semanas empieza a enfocarlas. Si el niño pudiera expresar lo que
experimenta cuando empieza a ver claramente el rostro de su mamá, de las personas, de
las cosas, los colores, ¡cuántos "oh" de maravilla se oirían! ¡Qué himno a la luz y a la
vista! Ver es un milagro, sólo que no le prestamos atención porque estamos
acostumbrados y lo damos por descontado. He aquí entonces que Dios a veces actúa de
forma repentina, extraordinaria, a fin de sacudirnos de nuestro sopor y hacernos atentos.

Es lo que hizo en la curación del ciego de nacimiento y de otros ciegos en el Evangelio.

¿Pero es sólo para esto que Jesús curó al ciego de nacimiento? En otro sentido hemos
nacido ciegos. Hay otros ojos que deben aún abrirse al mundo, además de los físicos: ¡los
ojos de la fe! Permiten vislumbrar otro mundo más allá del que vemos con los ojos del
cuerpo: el mundo de Dios, de la vida eterna, el mundo del Evangelio, el mundo que no
termina ni siquiera... con el fin del mundo.
Es lo que quiso recordarnos Jesús con la curación del ciego de nacimiento. Ante todo, Él
envía al joven ciego a la piscina de Siloé. Con ello Jesús quería significar que estos ojos
diferentes, los de la fe, empiezan a abrirse en el bautismo, cuando recibimos
precisamente el don de la fe. Por eso en la antigüedad el bautismo se llamaba también
«iluminación» y estar bautizados se decía «haber sido iluminados».

En nuestro caso no se trata de creer genéricamente en Dios, sino de creer en Cristo. El


episodio sirve al evangelista para mostrarnos cómo se llega a una fe plena y madura en el
Hijo de Dios. La recuperación de la vista para el ciego tiene lugar, de hecho, al mismo
tiempo que su descubrimiento de quién es Jesús. Al principio, para el ciego, Jesús no es
más que un hombre: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro...». Más tarde, a la
pregunta: «¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos?», responde: «Que es un
profeta». Ha dado un paso adelante; ha entendido que Jesús es un enviado de Dios, que
habla y actúa en nombre de Él. Finalmente, encontrando de nuevo a Jesús, le grita:
«¡Creo, Señor!», y se postra ante Él para adorarle, reconociéndole así abiertamente como
su Señor y su Dios.

Al describirnos con tanto detalle todo esto, es como si el evangelista Juan nos invitara
muy discretamente a plantearnos la cuestión: «Y yo, ¿en qué punto estoy de este
camino? ¿Quién es Jesús de Nazaret para mí?». Que Jesús sea un hombre nadie lo
niega. Que sea un profeta, un enviado de Dios, también se admite casi universalmente.
Muchos se detienen aquí. Pero no es suficiente. Un musulmán, si es coherente con lo que
halla escrito en el Corán, reconoce igualmente que Jesús es un profeta. Pero no por esto
se considera un cristiano. El salto mediante el cual se pasa a ser cristianos en sentido
propio es cuando se proclama, como el ciego de nacimiento, Jesús «Señor» y se le adora
como Dios. La fe cristiana no es primariamente creer algo (que Dios existe, que hay un
más allá...), sino creer en alguien. Jesús en el Evangelio no nos da una lista de cosas
para creer; dice: «Creed en Dios; creed también en mí» (Jn 14,1). Para los cristianos
creer es creer en Jesucristo.

VII DOMINGO – TIEMPO ORDINARIO

Ser santos significa, por lo tanto, ser criaturas realizadas, logradas. No ser santos significa
fracasar. Lo contrario de santo, hermanos, no es pecador, sino fracasado. Sabemos que
se puede fracasar en la vida de muchas maneras. Un hombre puede fracasar como
marido, como padre, como hombre de negocios, como político... Una mujer puede
fracasar como esposa, como madre, como educadora...También un sacerdote puede
fracasar de varias formas y un predicador también. Pero se trata de fracasos relativos.

Uno puede ser un fracasado desde todos estos puntos de vista y, sin embargo, continuar
siendo una persona estimable, incluso un santo. Ha habido santos que, humanamente
hablando, han fracasado en todos los frentes, expulsados incluso de la Orden religiosa
que ellos mismos habían fundado. No es así en nuestro caso. No hacerse santos es un
fracaso radical e irremediable, porque se fracasa en cuanto criatura, sin posibilidad de
recurso alguno. Tenía razón, por lo tanto, este poeta y creyente francés, cuando decía
que "la única desgracia irreparable en la vida es la de no ser santos".

Cada estrella tiene una historia y, de hecho, los nombres más grandes de la Historia no
serían tan grandes si no hubiesen aprendido de sus errores y, con ello, de sus fallos. Aquí
están algunos de los fracasos más inspiradores del mundo de las personas más famosas,
mediáticas, creativas, inteligentes e inspiradoras de La Tierra.

Henry Ford

Las dos primeras empresas automovilísticas de Ford fracasaron. Eso no le impidió crear
la Ford Motor Company y ser el primero en aplicar la línea de montaje de fabricación para
la producción de automóviles asequibles en el mundo. No sólo revolucionó la producción
industrial en Estados Unidos y Europa, sino que además tuvo una influencia inmensa
sobre la economía del s. XX y la sociedad. Su combinación de producción en masa,
salarios altos y precios bajos ha dado lugar a un modelo de gestión conocido como
“fordismo”. Se convirtió en uno de los tres hombres más famosos y los más ricos del
mundo en su época.

Albert Einstein

Cuando Einstein era joven sus padres pensaban que tenía alguna deficiencia mental.
Sus calificaciones en el colegio eran tan pobres que un maestro le instó a que se
marchara diciendo: “Einstein, ¡nunca llegarás a nada!” Además, no empezó a hablar hasta
los 4 años, ni a leer hasta que tuvo 7.

Se le considera el científico más importante del s. XX, y es conocido por su brillante


trabajo como físico teórico. Fue galardonado con el Premio Nobel 1921 de Física por su
explicación del efecto fotoeléctrico en 1905 y “por sus servicios a la Física Teórica”.

Walt Disney

Disney empezó su propio negocio desde el garaje de su casa, y su primera producción de


dibujos animados fue un fallo memorable. Durante su primera rueda de prensa un
periodista le ridiculizó “porque no tenía buenas ideas en la producción cinematográfica”.

Fue productor de cine, director, guionista, actor de doblaje y animador. Disney fundó una
compañía de producción y se convirtió en uno de los productores cinematográficos más
conocidos del mundo. La corporación, ahora conocida como la Compañía Walt Disney,
tiene unos ingresos medios anuales de 30.000 millones de dólares.

Michael Jordan
Antes de unirse a la NBA Jordan era una persona común; tan común, que fue apartado
del equipo de baloncesto de la escuela debido a su “falta de habilidad”.

Michael Jordan es para muchos el mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos. Una
leyenda viva que combina de forma única gracia, velocidad, poder, arte, capacidad de
improvisación y un deseo competitivo que nunca se apagará.

Según sus propias palabras, “He fallado más de 9.000 tiros en mi carrera. He perdido
casi 300 juegos. En 26 ocasiones se me ha confiado para tomar el tiro que ganaba
del juego, y fallé. He fallado una y otra y otra vez en mi vida. Y es por eso que tengo
éxito”.

Hemos de superar otro prejuicio a propósito de la santidad. Se trata del prejuicio de que la
santidad es un ideal reservado a una élite que vive en condiciones especiales, como son
los religiosos, los sacerdotes, las religiosas... Todos conocemos el texto del Concilio
Vaticano II que habla de la universal vocación del pueblo de Diosa la santidad. Entre otras
cosas, dice: "Por ello, en la Iglesia todos - lo mismo quienes pertenecen a la Jerarquía
que los apacentados por ella - están llamados a la santidad, según aquello del apóstol:
porque es ésta la voluntad de Dios, vuestra santificación".

Un día, un periodista le preguntó a quemarropa a la Madre Teresa de Calcuta qué se


sentía al ser considerada por todo el mundo una santa. Ella reflexionó un momento y
luego dijo: "Ser santos no es un lujo, es una necesidad". Es cierto, ser santos no es un
lujo, es el deber primero que tenemos en la vida.

Después de esta introducción sobre el sentido y la importancia de la VOCACIÓN A LA


SANTIDAD, pasamos ahora, hermanos, con la ayuda del Espíritu Santo, se entiende, a
ilustrar las tres actitudes fundamentales que hemos de cultivar con respecto a ella.

En primer lugar, debemos contemplar la santidad en su misma fuente. En segundo lugar,


debemos hacer nuestra esa santidad, acogerla, revestirnos de ella. En tercer lugar,
debemos modelar sobre ella nuestra vida, o como decía Pedro: "ser santos en toda
nuestra conducta".

Tres palabras, por lo tanto, que constituirán los títulos de los tres momentos que vamos a
ilustrar: CONTEMPLACIÓN, APROPIACIÓN E IMITACIÓN.

PRIMERO: contemplar la santidad en su misma fuente. Hablando de la santidad, la


primera cosa que tenemos que aclarar es que es algo que ya existe. No es necesario y no
sería tampoco posible inventarla o crearla por nosotros mismos, hermanos. La santidad
es un producto en el que nadie puede escribir "producción propia". Hay productos en los
que aparece esto: "producción propia", para decimos que son genuinos, auténticos. No
podemos escribir sobre la santidad "producción propia". Podemos escribir "producción
propia" sobre otra cosa: sobre el pecado. La santidad es Dios mismo.
El título predilecto de Dios en Isaías es: el Santo de Israel. También para María, la
Virgen, es este el Nombre propio de Dios: "Su Nombre es Santo" dice María en el
Magníficat. También en la liturgia, en la segunda Plegaria Eucarística, se dice: "Santo
eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad".

SANTO, en hebreo, es KADOS. Tenemos que aprender esta palabra. Isaías escuchó esta
palabra; es el título más evocador que existe de Dios en la Biblia. El término Kados,
Santo, contiene la idea de separación, de diversidad, Dios es santo porque es el
totalmente Otro, con respecto a todo lo que la criatura puede pensar o hacer. Es "el
Absoluto", en el sentido original de "ab solutus", desligado de todo lo demás y aparte. Es
"el Trascendente", en el sentido de que está más allá de todo lo demás, todas nuestras
categorías.

No obstante, Santo no es un concepto principalmente negativo, que indica separación v


ausencia del mal y de mezcla en Dios, sino un concepto sumamente positivo. Indica una
pura plenitud, pura plenitud.

En nosotros, que somos criaturas, la plenitud nunca está unida con la pureza; una
contradice a la otra. Nuestra pureza se obtiene siempre eliminando algo, purificándonos,
es decir, eliminando el mal que existe siempre en nuestras acciones e intenciones. En
Dios no ocurre así, en Él coexisten pureza y plenitud, y constituyen la suma simplicidad de
Dios. La Escritura expresa perfectamente este concepto diciendo que a Dios nada se le
puede añadir y nada quitar.

En cuanto que es suma pureza, nada hay que quitarle; en cuanto que es suma plenitud,
nada hay que se le pueda añadir. S. Juan expresa la misma idea con la sugestiva imagen
de la luz. Dice: "Dios es luz y en El no hay tiniebla alguna". Dios es, pues, la fuente de
toda santidad. Pero esta santidad divina no está a nuestro alcance, es inaccesible para
nosotros. Él es espíritu, nosotros somos carne, hay un abismo entre nosotros y Él. Dice el
Señor: "Yo soy Dios, soy el Santo".

Pero la consoladora respuesta a esta dificultad es que la santidad de Dios se ha hecho


carne y ha venido a habitar entre nosotros. Es lo mismo que decir: "El Verbo se hizo
carne, la santidad de Dios se hizo carne".

Cuando después del discurso en la sinagoga de Cafarnaúm sobre el Pan de Vida y la


reacción escandalizada de algunos discípulos, Jesús pregunta a los apóstoles si también
ellos se quieren ir, Pedro responde: "Señor, ¿a quién vamos sino a Ti?; Tú tienes palabras
de Vida Eterna, y nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios".

Es curioso, encontramos esta misma afirmación en la misma sinagoga de Cafarnaúm,


pero en un contexto completamente diferente. El Evangelio nos relata que un hombre
poseído por un espíritu inmundo se pone a gritar cuando aparece Jesús: "¿Qué tenemos
nosotros contigo, Jesús de Nazaret? Has venido a destruirnos, sé quién eres Tú (aquí el
tono es diferente, no es una proclamación de fe), el Santo de Dios"
.
La percepción de la absoluta santidad de Cristo se da aquí por contraste. Los demonios
no pueden soportar, aguantar, la presencia de la santidad de Cristo de tan fuerte como es.
Nuestra contemplación de la santidad de Dios se concentra, pues, ahora, hermanos, en la
persona de Jesucristo, Él es la fuente histórica de toda santidad.

Y no tengo suficiente tiempo para ilustrar, contemplar un poco esta santidad de Cristo.
Podemos decir rápidamente que se trata de una santidad absoluta, tanto en el sentido
negativo como en el sentido positivo, es decir, tanto en cuanto a ausencia de pecado,
como en cuanto a adhesión positiva a la voluntad del Padre. En cuanto al aspecto
negativo, ausencia de pecado, Jesús puede decir: "¿Quién de vosotros puede
convencerme de pecado?".

En cuanto al aspecto positivo, de adhesión a la voluntad del Padre, Jesús puede decir:
"Yo hago siempre lo que le agrada a Él. Mi alimento es hacer la voluntad del Padre".

La de Cristo es también una santidad vivida, concreta, no abstracta.

Todo lo que Jesús nos dice en el Evangelio es su santidad. Las Bienaventuranzas, ¿qué
son las Bienaventuranzas? No son un hermoso programa de vida que Jesús traza para
los discípulos, no, es su Vida, lo que Jesús vivía y se lo comunica a sus discípulos. Tanto
que Él puede decir: "Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón. Venid en pos
de MÍ".

También es una santidad acrecida.

En otras palabras, en Jesús encontramos una santidad dada que existe desde el
comienzo de su vida, desde su Encarnación, y una santidad adquirida a lo largo de su
vida a través de sus actos de obediencia al Padre, a través de sus "Fiat", de sus "Sí"... En
Jesús vemos, hermanos, que ser santos significa ser hombres verdaderos, auténticos.

Aquí vamos a hacer un poco de Teología, ¿de acuerdo? Porque los cristianos en la
Renovación Carismática no deben contentarse simplemente con el sentimiento o la moral,
sino que tienen que recobrarlas ideas fundamentales de la Historia de la Iglesia, tenemos
que formarnos. Ahora bien, en el Concilio de Calcedonia, que tuvo lugar en el año 451
(esta es una fecha que los cristianos que aman al Espíritu Santo no deben olvidar), en
este Concilio se definió que Jesucristo es un verdadero Hombre, un Hombre perfecto, y
esto en la antigüedad significaba que es un Hombre completo, es decir, tiene un cuerpo,
un alma y una voluntad y una libertad humanas. Pero hoy en día hay un peligro a este
propósito, un peligro grave. Todos se apresuran a afirmar que Jesús es un verdadero
Hombre, un hombre como nosotros, tanto que hay personas que dicen: "si Jesús fue un
verdadero hombre como nosotros, entonces Él tuvo que conocer también nuestras
tentaciones, rebeldías, debilidades humanas, faltas humanas..."

Ahora pasamos al SEGUNDO momento. Así sabéis que sólo nos quedan dos momentos.

Pasamos al segundo momento que hemos llamado el de la apropiación. A este respecto,


tengo una maravillosa noticia, un alegre anuncio para vosotros, hermanos y hermanas,
este alegre anuncio no es tanto el hecho de que Jesús es el Santo de Dios, o de que
también nosotros estamos llamados a la santidad, no, sino al hecho de que
Jesús nos comunica, nos da, nos regala su misma santidad. Su santidad es también la
nuestra.

Es más, Él mismo es nuestra santidad. Está escrito, en efecto, que Dios lo hizo para
nosotros Sabiduría, Justicia, Santificación y Redención. Para nosotros, no para Sí mismo,
pues Él ya era santo.

Pero posiblemente, para entender esto que quiero decir, es indispensable que tengamos
claro en la mente un concepto, una imagen: la del golpe de mano. Antes de salir de esta
Asamblea, hoy tenemos que haber dado todos un golpe de mano. Podemos llamarlo
también golpe de audacia, o golpe de genio, o golpe de fortuna. "Golpe de mano" es una
expresión típica de la lengua francesa difícil de traducir en otras lenguas. Indica un
movimiento rápido, inteligente, hecho en el momento justo, mediante el cual se resuelve
brillantemente una situación difícil, obteniendo un resultado desproporcionado con
respecto a los medios y al tiempo empleados. Es como tomar un atajo que en un instante
te lleva a la meta.

Escuchemos la historia de uno de estos "golpes de audacia" de la fe, narrado por un


poeta que ya he citado. Nos ayudará a entender de qué se trata de una manera muy
concreta, muy simple. Un hombre, dice, tenía tres hijos, que un desgraciado día
enfermaron; y sabemos que este hombre era él mismo. Tenía tres hijos, y uno de ellos
después de su muerte dijo que era un episodio de su vida. Su mujer, continúa él, tenía
tanto miedo que estaba ensimismada, sin decir palabra, y con la frente fruncida. Él, sin
embargo, no; él era un hombre que no tenía miedo de hablar, había comprendido que las
cosas no podían seguir así; por eso había hecho un gesto audaz. Al pensar en ello,
incluso se admiraba un poco pues -hay que decir la verdad- había sido un gesto atrevido.

De la misma forma que se cogen tres niños y se colocan los tres juntos, al mismo tiempo,
como quien juega en los brazos de su madre o de su nodriza, que ríe y hace
exclamaciones y protesta porque son demasiados para poder sostenerlos, así hizo él,
atrevido como un hombre. Cogió (mediante la oración, se entiende) a sus tres hijos
enfermos y, tranquilamente, los puso en los brazos de quien carga con todos los dolores
del mundo. Y ¿quién carga con todos los dolores del mundo? La Virgen María. Y de
hecho sabemos que hizo una peregrinación de París a Sartre para confiar sus tres hijos a
la Virgen. "Mira (tomamos de nuevo el relato) - decía este hombre - te los doy, doy la
vuelta y echo a correr para que no puedas devolvérmelos. Ahí los tienes."
¡Cómo se alababa por haber tenido el coraje de hacer ese gesto! A partir de aquel día,
todo iba bien, naturalmente, porque era la Virgen quien se ocupaba de todo. Resulta
curioso que no todos los cristianos hagan lo mismo. Es así de fácil, pero nunca se piensa
en lo más fácil. Nosotros pensamos todo el tiempo en lo más difícil. En resumidas
cuentas, somos tontos, por decirlo con una palabra.

Con respecto a la santidad, estamos llamados a dar un golpe de mano semejante.


Después de contemplar la santidad de Cristo, nos la hemos de apropiar, hacerla nuestra,
revestirnos de ella. ¿Acaso no ha dicho Jesús que el Reino de Dios sufre violencia y que
los violentos (es decir, según una buena interpretación, los decididos, los audaces) lo
arrebatan?

Imaginad - en este caso hablo especialmente para las mujeres presentes -imaginad que
estáis ante un escaparate en el que está expuesto un vestido maravilloso con el que
siempre habéis soñado y que parece hecho a vuestra medida. Miras los bolsillos, cuentas
una y otra vez tu dinero y te das cuenta de que nunca podrás comprarlo. Estás a punto de
irte desconsolada, cuando sale el propietario de la tienda, se dirige a ti y con una sonrisa
en los labios, te dice:"¡Tómalo, es tuyo! Lo he hecho especialmente para ti, póntelo. Me
basta saber que te gusta y que me lo agradeces". ¿No lo consideraríais un auténtico
golpe de fortuna, mujeres? Y sin embargo, ¡qué es un vestido, aunque esté cuajado de
diamantes, en comparación con estas ropas de salvación y con este manto de justicia,
como lo llama la Escritura en Isaías! Brillará y nos hará brillar por toda la eternidad. Con
este traje de boda entraremos en el Reino celeste y nos sentaremos al banquete de
bodas del Cordero.

Pero tratemos de ver dónde se basan unas afirmaciones tan atrevidas. Algunos cristianos
tienen miedo y piensan: "este es un discurso demasiado atrevido, es un poco
protestante". No, hermanos católicos, ¡no es protestante! ¡Esto es un mensaje católico!
Veamos, por lo tanto, dónde se basan estas afirmaciones tan atrevidas. Sabemos que lo
que es de Cristo es más nuestro que lo que es nuestro. ¿Por qué? Por el hecho de que,
debido a nuestro Bautismo, "nosotros pertenecemos a Cristo, dice S. Pablo, más que a
nosotros mismos".
.

No somos nuestros, dice Pablo, pertenecemos a Cristo, que nos ha rescatado con su
Sangre. Ahora, también recíprocamente, si nosotros pertenecemos a Cristo más que a
nosotros, recíprocamente Cristo nos pertenece y es más íntimo a nosotros que nosotros
mismos ¿vale? Parece exagerado y demasiado atrevido lo que estamos diciendo.

Escucha entonces lo que dice S. Bernardo que es un doctor en la Iglesia:


“Yo usurpo de las entrañas del Señor lo que me falta (lo que me falta,
en cuanto a santidad),pues sus entrañas rebosan misericordia.
Luego mi único mérito es la misericordia del Señor. No puedo ser pobre en méritos
si Él es rico en misericordia. Y si la misericordia del Señor es grande,
como dice un Salmo, muchos serán mis méritos. ¿Cantaré acaso mi justicia, Señor?
¡Oh, Señor, yo recordaré sólo tu justicia, porque también es mía.
A Ti te ha constituido Dios fuente de justicia para mí!". ¡Aleluya!

Y ahora, el TERCER y último momento. El tercer momento es el de la imitación:

La Biblia nos habla de santidad, a veces en indicativo y a veces en imperativo. En


ocasiones dice: "Vosotros sois santos", que es un indicativo. O bien: "Habéis sido
santificados", que de nuevo es un indicativo. Ahora, en cambio, nos dice: "Sed santos",
que es un imperativo.

Nuestra santificación se presenta en unas ocasiones como algo ya realizado, y en otras


como algo que se ha de realizar. Unas veces como un DON y en otras como un DEBER.

Hay un texto en el que el apóstol Pablo define a los cristianos al inicio de la primera carta
a los Corintios:

"Los cristianos son los santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos".

Al mismo tiempo, pues, nosotros somos santificados y santificandos. No se podría decir


de un modo más claro que, con respecto a la santidad, hay una parte que nos
corresponde a nosotros. Veamos en qué consiste este deber nuestro de hacernos santos
y cómo se puede adquirir o aumentar la santidad recibida en el Bautismo.

Se suele decir que la santificación del hombre consiste en HACER LAVOLUNTAD DE


DIOS, que la voluntad de Dios es una especie de principio formal dela santidad, se decía
en lenguaje escolástico. Y que, por ello, el grado de santidad de una persona se mide por
el grado de conformidad a la voluntad de Dios. Esto es certísimo. Pero ¡qué difícil es para
nosotros conocer la voluntad de Dios y qué fácil es confundir nuestra voluntad con la de
Dios y salir todo el tiempo "con la suya"! Pero Dios ha salido a nuestro encuentro, ha
manifestado de una vez para siempre toda su voluntad en Jesús. Se puede decir que Él
ha impreso ante nuestros ojos todo lo que tenemos que hacer: es imitarlo. La imitación de
Cristo es ahora la regla fundamental y la vía para hacerse santos. Por eso he dicho que el
tercer momento es el momento dela imitación, de la imitación de Cristo, hermanos y
hermanas.

Después de haber CONTEMPLADO la santidad de Cristo y después de habernos


APROPIADO de ella en la fe, nos falta IMITARLA, y esta es la tarea de toda la vida, no
ciertamente de dos días de una Asamblea Nacional.

Una autora ha escrito: "Como la edad media se había desviado cada vez más a acentuar
el lado de Cristo como MODELO, modelo que se tiene que imitar, Lutero acentuó el otro
lado afirmando que Jesús es el DON y que sólo a la fe corresponde aceptar este don".
Una contraposición radical: Jesús como modelo a imitar. La reacción de Lutero: No, Jesús
es un don que se recibe simplemente extendiendo la mano. Pero ahora ha llegado el
tiempo, hermanos, de superar estas viejas contraposiciones entre los cristianos, entre fe y
obras, para realizar finalmente la síntesis católica y ecuménica. Jesús es, al mismo
tiempo, el DON que se ha de recibir mediante la fe y el MODELO que hay que imitar en la
vida.

Jesús mismo nos empuja a ello cuando dice: "Aprended de Mí". Y Pablo nos lo recuerda
cuando escribe: "Sed, pues, imitadores de Dios como hijos queridos y vivid en el amor",
porque el amor es el objeto principal de la imitación.

No se trata de añadir a la santidad recibida en el Bautismo y en la Eucaristía una santidad


diversa, hemos dicho que sobre la santidad no se puede escribir "producción propia", no
hay santidad de "producción propia". Por lo tanto, no se trata de añadir algo a la santidad
recibida. Lo que tenemos que hacer es conservar y desarrollar la santidad que hemos
recibido.

"Es necesario -dice el texto del Concilio Vaticano II que hemos recordado -que con la
ayuda de Dios, los cristianos conserven y perfeccionen en su vida la santificación que
recibieron". Nuestra aportación personal a la santidad es, sobre todo, de orden negativo.
No consiste en añadir algo a la santidad de Cristo, sino en eliminar algo, eliminar los
obstáculos que impiden en nosotros que la santidad de Cristo aparezca.

La santidad es semejante a la escultura. Miguel Ángel, que además de ser pintor era
escultor, dijo que la escultura es el arte de quitar. Todas las otras artes se practican
añadiendo algo, el color sobre la tela en la pintura, una piedra a otra en la arquitectura, un
sonido a otro en la música; sólo la escultura se practica quitando, haciendo caer los
pedazos inútiles para que surja la obra de arte. El escultor no añade nada, sólo quita. Se
cuenta que un día Miguel Ángel, paseando por un jardín de Florencia, vio un bloque de
mármol informe, sucio y abandonado y semienterrado. Separó de repente como si
hubiese visto a alguien, y a los que estaban con él les dijo: "En ese bloque está encerrado
un ángel, quiero sacarlo". Y agarró el cincel para esculpir un ángel. También Dios nos
mira, hermanos, tal como somos, semejantes a aquel bloque de piedra tosco y anguloso,
al menos a mí, y dice:

"Ahí dentro hay escondida una criatura maravillosa, está la imagen de mi Hijo
Jesús, quiero sacarla a la luz". En este momento, Dios Padre mira a cada uno de
nosotros y dice: "En esta persona, bajo esta apariencia, está escondida la imagen de mi
Hijo; quiero sacarla".

Y ¿qué hace Dios cuando quiere sacar la imagen de su Hijo? ¿Cuál es el cincel de Dios?
La cruz. Por esto tenemos que hablar un poco de mortificación.
"Si con el Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis" dice Pablo. La mortificación
es también obra ella del Espíritu Santo. Si con el Espíritu Santo hacéis morir o mortificáis
las obras del cuerpo viviréis, pero aquí hay lugar para nuestra libertad, nuestro
compromiso. Estamos llegando a algo muy concreto, hermanos, se decide aquí quién
llegará y quién no llegará a la santidad.

Las obras de la carne que hay que mortificar las encontramos en la carta deS. Pablo a los
Gálatas. La tradición las ha resumido en los famosos siete vicios capitales que, por
supuesto, "nadie de entre nosotros conoce ni sabe qué son" y por eso voy a repetirlos:
soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia, pereza.

Aquí tenemos nuestro campo de trabajo, los pedazos inútiles que hemos de eliminar día
tras día. Hemos visto que en su significado más antiguo la palabra SANTO quiere decir
SEPARADO, y nosotros debemos separarnos de nosotros mismos, de nuestras
tendencias malas, de la carne y del mundo. La Escritura liga esta separación del mundo
con la santidad:

"Como hijos obedientes –dice- no os conforméis con las apetencias de antes,


más bien, así como el que os ha llamado es Santo, así también vosotros
sed santos en toda vuestra conducta".

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