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Resumen— El espacio público era generalmente apropiado por las personas a través de las diversas relaciones
generadas en su vida cotidiana, concibiendo lo denominado topofilia. En la actualidad, parece necesario protegerse
del espacio público debido a que éste suele ser percibido como peligroso, lo que lleva a la perdida de interés por
apropiarlo, y con ello, a la toponegligencia. El presente documento plantea que desarrollar topofilia hacia el
entorno humano –pensado como fenómeno complejo– no es posible a partir de acercamientos unidisciplinares. Lo
anterior es expuesto a partir de un acercamiento crítico a algunos de los proyectos concebidos para desarrollar
espacios públicos desde enfoques unidisciplinares. Asimismo, desarrolla una reflexión, desde el diseño, sobre la
necesidad de abordar la construcción del espacio público de maneras no unidisciplinares.
Palabras Clave— topofilia, toponegliencia, diseño, espacio público.
Introducción
La vida cotidiana anterior a la producción industrial del automóvil, era muy distinta. En ese entonces, las
personas se encontraban a pocos minutos de la estación de ferrocarril, a unos pasos de las tiendas y a unos
minutos del campo. La complejidad existente en el espacio público en esos tiempos era muy distinta de la que
presentan las ciudades modernas hoy en día. Por ello, si queremos comprender la manera en que se construye
y vive una ciudad actualmente, no podemos hacerlo desde una visión única, ya sea esta material, social,
capitalista o antropológica. Es primordial se considere a partir del conjunto de sistemas que confluyen en ella;
en relación a todos los actores sociales que en ella se desarrollan, que le dan vida, la construyen y la
transforman.
Hoy por hoy de acuerdo con Borja (2001) y como también lo plantea Vidal, siguiendo a Sennett (1970,
1973), existe un declive del espacio público, cuya principal característica es el desplazamiento de los asuntos
públicos a la esfera privada y la ocupación de lo público por asuntos privados, lo que nos enfrenta a la
desaparición de los espacios públicos tradicionales, espacios de discusión donde se genera el sentido y se
negocian los significados, sustituidos por espacios de creación privada destinados a ser objeto de consumo. La
segmentación de la ciudad y la globalización, principalmente la relacionada con las tecnologías de
comunicación, disminuyen la posibilidad de significación y apropiación del espacio y generan en su lugar la
privación sensorial (Cardona, 2008). En otras palabras se limita la generación de topofilias3.
La palabra topofilia es un neologismo, útil en la medida en la que puede definirse con amplitud para
incluir todos los vínculos afectivos del ser humano con el entorno material, es el sentir que uno tiene hacia un
lugar porque es nuestro hogar, el asiento de nuestras memorias o el sitio donde nos ganamos la vida. La
topofilia –cuando llega a ser muy fuerte– puede transformar el lugar o el entorno en portador de
acontecimientos de gran carga emocional y obtener un carácter simbólico (Tuan, 1977). Para Tuan (1974), la
topofilia es el lazo afectivo entre las personas y el ambiente circundante. Difuso como concepto, vívido y
concreto en cuanto a experiencia personal.
La toponegligencia por su parte, es el desarraigo que caracteriza a quienes han reducido su experiencia
con el espacio a una relación sujeto-objeto, donde el medio se convierte en un simple escenario que se ocupa.
1 Dr. Leonardo Andrés Moreno Toledano es profesor en el departamento de diseño de la Universidad Autónoma de
Ciudad Juárez, Chihuahua, México, lemoreno@uacj.mx (autor corresponsal).
2 Dra. Erika Anastacia Rogel Villalba es profesora en el departamento de diseño de la Universidad Autónoma de Ciudad
lugar puede ser tanto su vivienda, como un jardín, un paisaje de la infancia, una parte o la totalidad de la aldea o ciudad,
etc., pero el sentimiento que más se manifiesta en el hombre moderno es probablemente la toponegligencia, es decir, el
descuido, la tendencia a perder el sentido del lugar, el corte de las raíces que unen el hombre al medio. Este desarraigo de
las personas en un mundo cada vez más homogéneo es quizá una causa de la crisis ecológica actual. El espacio pasa de ser
una vivencia a convertirse en un concepto, algo ajeno e impersonal, el resultado de una alienación del hombre, que acaba
considerando los lugares o el paisaje como objetos con los que solo cabe una relación de consumo o de contemplación
superficial (Cardona, 2008).