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A Tampoco encontré quien quisiera corer el riesgo de confiarse & ese buque fantastico, que debia, sin fuerza motriz aparente, navegar sobre un rio agitado como un mar, y renion- tar su ripida corriente, * Algunos minutos més, y el acontecimiento iba 4 pronunciar su fallo entre Fulton y sus detractores y 4 decidir si era una concepcion sublime, 6 In loca fantasia de un espfritu atormentado, que por tantos afios sestenia una lucha incesante contra el destino. La mayoria de los asistentes, ansiosos y profundamente conmovides, presentia wage mente que algo de grande y misterioso se les iba 4 revelar, pero un cierto ntimero de escép- tivos & incrédulos, que nunca faltan en toda aylomeracion de hombres, se divertian 4 costa del pretendido deseubrimiento, burlandose del espectaculo y de los espectndores. Los gritos y Jas burlas red vieron 4 Fulton, sobre el pusnie d mont, dar la sefial de partida 4 al pidos marineros que estaban ocal terior del buqne. De repente una bocanada de hare se la chimenea de Bl Clermont, avi pidamente hasta convertirse on embareacion s¢ conmovid. evs ¢ golpeaban el agua, que salts)» ¥ su prog, hendiendo el Hui lizindose sobre las olas. Una conmocion eléctrica se apoters “\mnushedumbre; se elev6 un marniutio ea “Negima cosa extrafia y formidable salid de wei mil pechos anhélantes...... Despnes jos hyurras y los gritos hicieron Jugar 6 un tusiagino y delirio aniversal, jlevando al cora. zonfde Fulton un minuto de indecible placer Yolavon cuando Ei Cler jeunos intré- os en #] in- Lid de o 7a spama, 26 de Ss. La travesia se hizo con toda felicidad, pero faé acompafiada de incidentes ficiles de es- pliear, si consideramos el sorprendente efecto que produciria esta estrafia embarcacion en Jos viajeros_y marineros que pasaban al lado Chando vino la noche y Hl Cler- mont aparecié & Jo léjos, lanzando por su chi- snenea humaredas incandecentes, que le hacian parecer un penacho inflamado, y con sts das, cuyas paletas, cual inmensos remos de hierro, levantaban y hacian hervir ei agua, Jos habitantes de la ribera huian espantados y los barqueros del rio se ocultaban en €] fon- do de sus bareos. : A su vuelta de Albany, Fulton fué més fe- rhe- BUM RECREATIVO. tia que 4 su partida de Nueva York: se pre- sent6 un pasajero. Naturalmente, Fulton no tenia empleados para vender los pasajes ni para recibirlos, asf fué que el confiado pasajero tuvo que entregar 4 él mismo los seis pesos, que era el precio fijado para el pasaje de travesta. Fulton miré los seis pesos y pareeié absorto en esta contemplacion...... Oh! dijo el grande inventor, alzando los ojos en. los cuales brillaba una lagrima, pen- saba, al considerar este dinero, que era mi primera entrada, y hubiera querido, al daros las gracias, ofreceros un vaso de vino de Fran- cia; porque he reconocido en vos un hijo de aquel pafs, en que he vivido y que tanto he amado; pero hoy estoy demasiado pobre para permitirme este placer. Este francés se llamaba Andrieux. Mas tarde volvieron 4 encontrarse. qloria y Ja fortuna habian ilustrade y enrique- do Fulton; pero scogié eon uni verdadero gusto 4 su primer pasajero. Ai ver nuestros vapores salir de nuestros ptertos para ir 4 afrontar las tempestades, emos en sit primer antecesor, El Clermont, wi5 el camino hace sesenta y cuatro La EL HOLGAZAN. El joven Ednardo ern hijo de padres muy ricos. Lo sabia y findo en sn fortuna jams quiso apren- der nade, Santinguillo, hijo'de un vecino s e, era, por él coutraria, inuy laborioso y apli- ead, y aprendié en may poco tiempo & hacer car- ins Un dia en que Eduardo se divertia en Ia orilla del mar pescando con caiia y Santiagnillo ncubaba, de cortar una carga de ramas de siuco, y cuando se ‘onian 4 volverse & casa de sus padres, de repente se vieron acometidos por unos pira- tis escouilidos entre las rocas y arrastrados & sw bugue para ser conducides como escla- aaa Asalrado. el buqne por Ia tempestad, fné arro- judo & patses lejanos, y coneluy6 por estrellarse contra wnas roeas al pié de nna isla salvaje, Solo Tos, dos. nifios se ealvaron del nanfragio y consi- guieron salir & tierra habitada por unos bérbaros y erncles negros, Santiaguillo caleulé que su oficio le haria en- contrar favor entre los isleiios ; y sucando su en- chillo corté algunos mimbres y ramas de sancos y se puso & tejer una lindisima cesta. Una multi- tud de negros, hombres, mujeres y nifios, acudie~ ron & su alrededor y le estuvieron mirando tra- bajar con muchisima curiosidad.

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