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Título: “El padre despojado”

Autor; Harriet Sarnoff Schift.


Traducción: Gloria C. de Terrazas.

I N D I C E

Pág.

INTRODUCCIÓN 2

DESPOJO 5

DESPOJO Y EL FUNERAL 9

DESPOJO Y EL SUFRIMIENTO 15

DESPOJO Y CULPA 20

DESPOJO E IMPOTENCIA 27

DESPOJO Y MATRIMONIO 33

EL DESPOJO Y LOS HERMANOS 50

EL DESPOJO Y LA COMUNICACIÓN 60

DESPOJO Y RELIGIÓN 65

DESPOJO Y PLACER 70

EL DESPOJO Y EL VOLVER A FUNCIONAR 73

EL DESPOJO y EL RESTO DE TU VIDA 80

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Introducción

Hay una historia acerca de un príncipe que huía de un grupo de


revolucionarios decididos a matarlo y a arrebatarle su trono. El príncipe
aterrorizado, corrió a refugiarse en la cabaña de un campesino.
Aunque el campesino no tenía idea de que el aterrorizado hombre era
miembro de la nobleza, le ofreció refugio diciéndole que se escondiera bajo
la cama. No acababa dé esconderse el príncipe, cuando sus perseguidores
echaron abajo la puerta y empezaron a registrar la cabaña. Buscaron por
todas partes, cuando llegaron a la cama, decidieron clavar sus sables, en
vez de mover el camastro… Al fin se fueron.
El príncipe pálido, pero vivo, salió de debajo de la cama después de
oír partir a sus perseguidores. Se dirigió al campesino y le dijo: Creo
que debes saber que acabas de salvar la vida de tu príncipe. Nombra tres
favores, y te los concederé
El campesino, un hombre sencillo, pensó por un momento y dijo: “MI
cabaña está muy deteriorada y no he tenido medios para, repararla. ¿Podría
usted ayudarme a hacerlo? “¡Tonto!” Gritó el príncipe. ‘De todos los favores
en el mundo. ¿Cómo es que me pides uno tan insignificante?” “Concederé tu
petición. Y ahora, ¿cuál será tu siguiente deseo?” “Señor, mi vecino vende
la misma mercancía que yo en el misto mercado. ¿Sería posible que cambiara
de lugar su puesto para que así los dos pudiéramos tener una mejor
subsistencia?”. “Idiota”. Dijo el príncipe. Por supuesto que haré lo que
me pides. Pero cuan absurdo esto es. Podrías pedir riquezas y favores.
¡Qué tonterías!, ¡Ahora ten cuidado de no enfurecerme más con otra
petición absurda!
No pudiendo contener más su curiosidad el campesino dijo “Como mi
tercer deseo, yo sólo pido que Su Majestad me diga lo que sintió cuando
los sables estaban siendo introducidos a través de la cama”. El príncipe
enfurecido gritó “¿Cómo es posible, que ofendas a Vuestra Majestad,
preguntando mis emociones?, ¡Por este acto te haré decapitar mañana mismo!”
El príncipe llamó a sus guardianes e hizo arrestar al campesino. Toda esa
noche el pobre hombre lloró y temió por desafortunado destino. Cuando salió
el sol los guardianes vinieron por el aterrorizado hombre y lo condujeron
a un gran patio donde lo esperaba su ejecutor.
Forzado e hincarse sobre un bloque oyó a un soldado gritar: “Uno,
dos...; pero antes de gritar tres; otro soldado montado a caballo, irrumpió
en el patio gritando: “¡Alto!, Es una orden de príncipe!” Con estas
palabras, el ejecutor, cuya cuchilla ya descansaba sobre el cuello del
aterrado campesino, la retiró; y temblando el pobre hombre se incorpora y
fijo su mirada en el soldado que acababa de salvar su vida.
“Su Majestad te da su perdón y me ordena darte esta nota, “dijo el
soldado. El campesino, llorando empezó a leer la nota. “Como tu tercer
deseo, quisiste saber lo que yo había sentido bajo esa cama cuando llegaron
los revolucionarios. ¡He concedido tu deseo, pues ahora tú ya lo sabes!”
El príncipe le había demostrado al campesino con hechos y no con
palabras, lo dramático del momento por el que había pasado. El príncipe,
sabiamente, se dio cuenta de que hay cosas o situaciones que están más allá
de lo que se puede describir con palabras.
Ni aún la descripción más elocuente, tiene el impacto de una
experiencia compartida.
Este es el caso del “PADRE DESPOJADO”.*

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Nadie que haya pasado por esta catástrofe, ha dejado de pensar en
uno u otro momento: “¡No se puede nadie imaginar lo que esto significa!”
Es difícil no pensar así cuando se es un amigo querido o un familiar,
tratando en vano de dar calma y consuelo.
Todo este amor y bondad es insuficiente ante la desesperación de un
padre que sobrevive a la muerte de un hijo.
Como el príncipe ilustró su sentir al campesino, las emociones que
un PADRE DESPOJADO experimente sólo son creídas y entendidas por otro PADRE
DESPOJADO.
Cuando nuestro hijo de diez años murió en 1968; nosotros estuvimos
rodeados por personas bellas y bien intencionadas que trataron de calmar
nuestro dolor y aminorar nuestra pena, diciendo que pronto las cosas
estarían mejor. ¡Pero se equivocaron! Mi esposo y yo los mirábamos a todos
y pensábamos. ¡Qué saben ellos!
Después de todo, ellos se marcharían de nuestra casa enlutada e irían a
sus casas con sus familiares completos e intactos.
Lo que en ese momento necesitábamos era a alguien que nos pudiera
decir: “Yo sobreviví a la misma prueba severa que están ustedes ahora
viviendo”. Ustedes también la van a sobrevivir. Tengo algunos consejos o
sugerencias que podrían ayudar.
Estas convicciones tienen un precio invaluable. Nosotros hubiéramos
dejado de cometer algunos errores si ese “alguien” hubiera estado cerca de
nosotros.
No hace mucho tiempo, un joven de 18 años, amigo de nuestro hijo
Dale, murió. Aunque no conocíamos íntimamente a los padres, fuimos a
hacerles una visita de condolencia. La casa estaba llena de gente. Aún así,
cuando nos vieron, se levantaron y nos llevaron a otra habitación. El padre
apoyó su cabeza sobre et hombro de mi marido y lloró. Mi marido abrazó al
nuevo padre despojado y lo consoló. La madre tomó mis manos y lloró también.
No poseíamos ningún secreto ni especial sabiduría que pudiera darles
especial consuelo; lo que teníamos era algo que muy pocos podían darles:
Teníamos experiencia. Cuando ellos nos vieron, vieron a un padre y a una
madre que habían podido salir adelante después de la muerte de un hijo.
Nos sentamos junto a la pareja por más de una hora y les aseguramos
que ellos sobrevivirían. Tratamos de hacerles ver ciertos errores que
nosotros habíamos cometido y ellos escucharon.
Casi un año después, me encontré a la madre. Me agradeció el haberles
hecho esa visita y me dijo que aunque otras personas les habían ofrecido
consejos, los que nosotros les habíamos dado, fueron de mucho valor, puesto
que eran experiencias y situaciones vividas por las que ellos atravesarían
también.
“El término Padre Despojado” es utilizado por el autor, para referirse
a los padres que han sufrido la muerte de un hijo. Nota de la traductora.
Hace poco; dos mujeres que habían sido compañeras de escuela, se
encontraron y platicaron brevemente en mi presencia. Cuando una de ellas
se marcho la otra se volvió hacia mí y me dijo: Allí va la persona más
buena y noble que he cocido. No la había visto en diez años, Cuando mi hija
murió; se enteró por el periódico, me llamó y me dijo que esperaba no
importunar, pero que su hijo había muerto hacía un año, y lo único que
quería era, aparte de darnos el pésame, decirnos “que íbamos a sobrevivir.
Que íbamos a lograrlo”.
La mujer se secó las lágrimas y agregó: “Sé, que mucha gente vino a nosotros
cuando sucedió; pero de toda esa gente, yo no olvido lo que esta amiga hizo

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por mí. “Me ofreció seguridad y confianza, cuando carecía totalmente de
ellas”.
Si puedo hacer esto por ti, si en efecto puedo convencerte de que la
vida todavía tiene significado, entonces, sacar mis recuerdos dolorosos
con el objeto de escribir este libro, será un esfuerzo que habrá sido
recompensado.
Recientemente, hablé para un grupo de padres despojados. Como siempre
sucede con los oradores invitados, al terminar la conferencia, algunos de
los oyentes vinieron a agradecerme. Uno de ellos, apretó mi mano y me dijo
que mi vitalidad era alentadora. Otra persona, la madre de un joven
asesinado, dijo que aunque ella había estado yendo mensualmente a reuniones
en las cuales consejeros profesionales hablaban sobre diferentes aspectos
del dolor; ésta e: la primera vez que iba a una sesión en la cual había
recibido palabras de esperanza.
Estoy segura de que, de alguna manera, estos consejeros, les habían
expresado en sus conferencias que volverían a vivir otra vez; sin lograr
que este mensaje fuera registrado; Obviamente viniendo de mí SI, fue
registrado porque lo que yo tenía para decirles, venía NO de haberlo
estudiado, sino de haberlo sufrido.
Ciertamente, durante los primeros años después de la muerte de nuestro
hijo nadie podía convencernos de que las cosas estarían bien. Ni tampoco
podrá hacerlo este libro por sí sólo. Esto sucederá, con la ayuda de otros
padres que hayan salido adelante exitosamente. Podría ser con la ayuda de
personas capacitadas que forman grupos de ayuda; o probablemente todo esto
junto, aunado a tu deseo de sobrevivir.
Nosotros los padres despojados, somos de todas las edades. No estamos
limitados a color o creencias específicas. Padres con bebés muertos, padres
cuyos hijos murieron en la guerra, padres de mediana edad que han vivido
para enterrar a hijos jóvenes. Todos tienen la gran necesidad de saber que
hay otros, que han experimentado las emociones que ellos están teniendo, y
que han sido capaces de sobrellevarlo.
Tan importante como el saber que no estás sólo, es el saber que tienes
y debes de aprender a sobrellevar este dolor o experiencia, que es la más
antinatural de los infortunios.
La muerte de un hijo, es frecuentemente llamada tragedia de tragedias.
Yo creo que esto es verdad. Pero es una tragedia, contra la cual debemos
luchar y no permitir que todo lo que nos rodea, muera también. Aun existen
tus otros hijos y tu pareja, hermanos, padres, amigos queridos que necesitan
de ti y merecen verte funcionando bien nuevamente
El propósito de este libro, es ayudarte a recobrar nuevamente ese
nivel.

Tú no puedes evitar que aves


de tristeza vuelen sobre
tu cabeza;
pero sí puedes evitar
que aniden en tu pelo.

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Proverbio Chino

Despojo

El hombre, viendo a su hijo cerca de de muerte, cambió sus ropajes


por una vieja túnica, y cambió sus usuales banquetes por ayuno, deseando
que sus sacrificios, ayudaran a su bienamado hijo. Cuando siete días
después, el joven, muró a pesar de los cuidados y excelente atención médica
de aquellos días, el hombre nuevamente se puso sus ropajes lujosos y se
sentó frente a un abundante festín. Cuando sus amigos le preguntaron que
cómo podía comer cuando su hijo acababa de morir, el respondió que había
hecho todo lo humanamente posible mientras su hijo vivía y ahora, que él
se había ido, era tiempo de recoger los pedazos de vida y seguir adelante
con ella.
Este hombre era el Rey David.
El sabio rey había llegado a una verdad, que, innumerables padres,
también han encontrado en el proceso de su pena.
El vivo debe seguir adelante con la vida. Solamente siendo suicidas,
tendríamos otra alternativa.
Que si nuestro hijo o hija, murieron en un horrible arrozal en el
Sureste de Asia o en un frío hospital, o en un repentino accidente, o
después de una larga enfermedad, el resultado es el mismo.
Tú, la madre o el padre de este hijo, parecen haber violado la ley
natural. Ustedes han sobrevivido a su hijo. Trágicamente, al mismo tiempo,
el tiempo en el cual estás más confundido, tienes que tomar una
determinación fundamental:
De aquí en adelante, ¿viviremos o simplemente existiremos?
Cuando yo me enfrente a esta determinación opte por vivir’ aunque
hubo muchos meses en que en realidad no me importaba, porque estaba
definitivamente asustada ante la idea de vivir 40 o50 años más después de
la muerte de mi pequeño hijo. Ahora sé que mi decisión fue 1a correcta
Es muy doloroso, aún ahora después de años, recordar a mi hijo allí,
en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de la Universidad de
Alabama, conectado a mil tubos electrónicos, sondas y demás aparatos,
luchando desesperadamente por sobrevivir a su operación a corazón abierto.
Es horrible recordar el momento en el que el médico pidió a mi esposo
que lo acompañara a un pequeño cuarto de conferencias cerca de la unidad.
Nosotros sabíamos, por la actividad que rodeaba a la cama de nuestro Robby
en esos momentos, que algo estaba terriblemente mal. Aunque había
sobrevivido a la tremenda operación por 24 horas, repentinamente parecía
que había entrado en crisis. Los médicos, incluyendo a uno que se había
convertido en un querido amigo, corrían de un lado a otro, y de alguna
manera, evitaban vernos a los ojos.
Todo ese tiempo, que parecieron horas, estuvimos allí parados, sin
poder hacer algo por nuestro pequeño. No se nos permitió ni siquiera estar
dentro de la habitación, ni tocarlo, ni hablarle.
Recuerdo como mi corazón latía a tal grado que pensaba que iba a
explotar, al mismo tiempo que tomaba con fuerza la mano de mi marido,
buscando desesperadamente a alguien que nos dijera que todo iría bien
aunque de sobra sabía que no lo encontraría.
Cuando el doctor llamó a mi esposo a ese pequeño cuarto de
conferencias, pregunte si podía ir yo también y me dijo que por supuesto
podía.

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Lo seguimos, en una soleada mañana del mes de marzo, nos informo
nuestro amado Robby, había muerto.
Grité, lloré. Una enfermera, con lágrimas en los ojos me ofreció un
tranquilizante y pensé: ¡Qué absurdo! Robby había muerto ya mí se me ofrecía
una píldora para hacer que el sufrimiento se fuera. ¡Imposible!
Desde esos distantes momentos y con recuerdos que jamás podré borran
y definitivamente, algunos que no deseo borrar; he aprendido, que la vida
efectivamente sigue adelante y que eso es lo que debe ser.
El problema que los padres despojados enfrentamos, es que la vida
continua a nuestro alrededor, mientras que frecuentemente pensamos que
estamos incapacitados para continuar con nuestra propia vida.
Aún más importante, he aprendido a través de tratar y tratar algunas
veces con éxito, otras no, que hay ciertos pasos que un padre despojado
debe dar, con el objeto de darle sentido a la vida, de darle calidad.
Al principio, esto no será fácil. A menudo es cuestión de ir contra
la marea, así corno en contra del muy natural deseo de entregarse de lleno
a su pena. Hay que darle tiempo a los dos. Esto es cuestión de un alto
equilibrio de personalidad.
Desafortunadamente, esta no es la clase de equilibrio que puede ser
pesado, medido o visto No existe una fórmula de cuánto es lo necesario o
suficiente. Esto es algo que hay que sentir. Como una persona ciega,
confrontada repentinamente a nuevos límites y espacios. Su equilibrio o
balance entre risas y lágrimas es algo que él y solo él, puede determinar.
Los padres desposeídos, somos de todas edades. No existe gran
diferencia si nuestros hijos tenían tres, trece o treinta años al morir.
Las emociones en cada uno de nosotros, son las mismas.
¿Cómo puede ser que un padre sobreviva a un hijo?
Una mujer a los casi ochenta años, aún llora amargamente la pérdida
de su hija de cuarenta y cinco. Aunque ahora sea bisabuela y haya gozado
del amor de su hija por casi medio siglo, ahora dice que nada puede volver
a estar bien otra vez.
“Joannie me llamaba todos los días. Yo nunca intervine en su vida,
ni ella en la mía: pero ella formaba gran parte de mi vida, y ahora se ha
ido.
Esta madre, lamenta frecuentemente, tener que seguir adelante en la
vida, luchando contra su enorme pena.
Igualmente doloroso, es para los jóvenes padres de bebés que han
sufrido “muerte de cuna”. Esto es cuando duermes a tu bebé, aparentemente
sano, lo besas, lo arropas, ya la mañana siguiente, lo encuentras muerto
sin razón aparente.
No importa, si el niño o el joven vienen de una familia adinerada o
de una pobre. Ciertamente, nosotros, no escatimamos ningún gasto ni
esfuerzo en salvar la vida de nuestro Robby; pero al final terminó como si
hubiésemos carecido de todo. ¡Igual mente murió!
Una madre negra, de muy escasos recursos, quién cuidó y protegió a
su hijo, igual que yo al mío, sintió la misma sensación de despojo que yo
sentí, cuando su hijo de 22 años, fue asesinado por un asaltante
desconocido. ¡El estaba muerto y ella viva!
Una secretaria, cuyo único hijo fue muerto en la guerra de Vietnam,
sintió exactamente lo mismo. Ella lo había amado; ella lo había cuidado.
¡Su hijo estaba muerto!
Los antecedentes varían; pero las emociones son universales.
Nuestros hijos han muerto ¡Que indescriptible perdida!

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Aunque yo aún tengo esta sensación de pérdida y frustración cuando pienso
que mi hijo sólo tenía 10 años; he aprendido a sobrevivir a pesar de mi
reprimiendo e intenso dolor. Mejor aún, he aprendido a disfrutar la vida a
pesar de sentir un lamento detrás de cada sonrisa.
Cruelmente, en la mayoría de los casos, no solamente tenemos que
enfrentarnos al hecho de que nuestro hijo murió; sino que también tenemos
que sufrir severas crisis familiares como el alcoholismo, la separación,
el divorcio y la enajenación.
Por si esto fuera poco, la pareja desposeída, en muchas ocasiones es
sacudida por otra pérdida:
“LA PÉRDIDA DE LA ILUSIÓN Y EL CARIÑO DENTRO DE LA PAREJA”.
Poco después de la muerte de Robby, una pareja mayor, vino a
ofrecernos sus condolencias. Aún siendo personas mayores, les costó mucho
trabajo encontrar las palabras adecuadas para confortarnos, a pesar de
tener la mejor intensión. Finalmente después dé un rato, la esposa dijo:
“Al menos, se tienen el uno al OTRO para consolarse”.
Aparentemente, esto podría parecer verdad. Después de todo, mi esposo
y yo habíamos estado juntos en el mismo cuarto de hospital; habíamos sufrido
la misma pérdida y habíamos presenciado el entierro de nuestro hijo, uno
al lado del otro.
Una solución lógica, podría ser ésa, tenerse uno al otro.
Desafortunadamente se ha descubierto que es imposible dar consuelo cuando
se está atravesando por una pena idéntica.
Se ha llegado a la conclusión de que un gran porcentaje de divorcios,
después de la pérdida de un hijo, se deben a que la pareja espera más
comprensión y consuelo del que recibe.
En un principio, la profundidad de nuestra pena, nos hizo ignorar
este hecho. Mi esposo y yo, estábamos muy ocupados tratando de reconstruir
nuestras vidas, para darnos cuenta de que no podíamos consolarnos el uno
al otro.
Imagínese a dos personas, jalando una carreta por muchos kilómetros.
Cuando uno se cansa, suelta un poco la carga y así, gran parte del peso
recae sobre el otro.
El que ahora carga con todo el peso, llega a sentirse abandonado solo
con todo el peso sobre sus hombros. El que en un principio lo hizo está
también resentido por la falta de comprensión y ayuda que tuvo en su turno.
Un ejemplo de este vaivén de sentimientos, lo viví con una pareja a
la cual yo consideraba muy bien avenida. Su hijo, un muchacho joven a punto
de casarse, fue asesinado. El padre, operario de una fábrica por más de 20
años, y de excelentes antecedentes, se dedica ahora a calmar su dolor,
bebiendo y faltando al trabajo. En vez de ir a su trabajo, se mete en su
recámara con una botella de whiskey y se dedica a beber.

La esposa, experimenta ahora hacia su marido, un sentimiento de


repulsión, en vez de compasión y lo ha amenazado con abandonarlo, si no
deja de beber; también ha dicho, que se siente incapacitada pata ayudarlo
y que está furiosa, pues él no ha sido de ninguna manera ayuda ni apoyo
para ella.
Cada uno de nosotros, tiene su propia miseria. Yo no lo puedo ayudar.
El no me puede ayudar. Eso no es lo que se supone que debe de ser; pero
eso “¡Es lo que es!”, dijo la esposa.
Ver las cosas como realmente son, cuando un hijo muere, es muy
doloroso. La crueldad y la insensibilidad, es lo último que necesitamos.
En algún rincón de nuestra mente, especialmente al principio, ronda la idea

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de que todo esto es un mal sueño. Mi hijo, en realidad no ha muerto. Mi
hijo, no se pudo haber ido. Nos despertaremos y nos daremos cuenta que sólo
ha sido una pesadilla.
Pero tarde o temprano, la mayoría de nosotros llegamos al punto, en
donde nos tenemos que dar cuenta que nuestro hijo o hija en verdad se han
ido. Este es el momento en el cual un padre despojado se encuentra con la
más áspera y triste realidad.
Finalmente, enfrentarnos con esta realidad, es lo que necesitamos,
para así poder seguir adelante con nuestras vidas. Una forma podría ser,
usando un lenguaje realista, por ejemplo, no diciendo: “Robby se fue”, o
“Cuando paso lo de Robby”, sino Robby murió. Estas dos palabras son frías,
brutales; pero ciertas.
Durante el tiempo en el que yo “existía”, no “vivía”, usaba estos
eufemismos, hasta en mis íntimos pensamientos. Fue sólo cuando pude decir
“Robby ha muerto”, que pude también pensar: pero yo aún vivo.

La función de una amigo


es ser la tabla de salvación
en nuestro dolor.

Joshua Lotii Liebman

Despojo y el Funeral

En una ocasión, un sirviente chino pidió permiso a su patrón, un


occident1al, para asistir al funeral de su primo

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El patrón le concedió el permiso; pero antes le preguntó que si se
observaría la antigua tradición de dejar un recipiente con arroz a un lado
de la tumba.
“Seguramente”, dijo el sirviente.
Sonriendo, el patrón le preguntó que cuándo su primo se camera ese
arroz.
“Bueno, pues creo que al mismo tiempo, que su tía huela las flores
que ustedes a pusieron sobre su tumba la semana pasada cuando murió”.
En otras palabras, cada quien, con sus tradiciones y costumbres
Aunque las costumbres para el funeral varían, acorde con las
creencias, religión y país; es muy importante, que esto no se convierta en
otro motivo más de dolor y pena para los padres.
También es importante pensar que nada podrá hacer de esto un funeral
“agradable”.
Cometer errores sobre la manera en que se planeó el funeral, el hecho
de que al pasar de los años tengamos arrepentimiento sobre lo que hicimos
o dejamos de hacer en el funeral o lo que rodeo al mismo, son situaciones
que debemos perdonarnos fácilmente, pues las hicimos en momentos de
tremenda pena y descontrol.
Cuando Robby murió, nos encontramos en un estado como de anestesia
lo cual es normal en los primeros días. Como nos era prácticamente imposible
concentrarnos, el tener firmes creencias religiosas, sobre todo
concernientes al funeral, hizo tomar decisiones mucho más fácilmente.
Nosotros pertenecernos a la religión judía. Lo único que pedirnos
que fuera diferente en el entierro de Robby, fue que no quisimos que una
persona que sólo había convivido con nuestro hijo una o dos veces, diera
un discurso de alabanza sobre Robby. Nosotros sabíamos bien quién había
sido nuestro hijo y lo que habíamos perdido. Pedimos que mejor se leyeran
pasajes bíblicos y lo dejamos a la elección del Rabino.
El Rabino hizo una excelente selección. Narró la historia del rey
David; de como hizo todo lo posible por su amado hijo mientras él vivió;
pero cuando murió, David nuevamente se reincorporó a la vida.
Esta historia nos servía por dos razones; la primen, porque no
deseábamos que se dijera todo lo maravilloso que Robby había sido y que
nunca más volvería a ser; y la segunda, porque la historia de David, podría
ser un modelo a seguir, en un plazo no muy largo.
En general, aunque las palabras del Rabino fueron adecuadas, no
pudieron consolarnos lo suficiente. Nosotros estábamos y nos sentíamos
inconsolables.
Diferente a nuestro caso, existen personas que se involucraron
intensamente en planear el funeral de su hijo. Una mujer, devota católica
quién perdió a su hija de ocho años, en un accidente de automóvil,
seleccionó cada salmo, cada oración, así como al sacerdote que oficiaría
la misa de cuerpo presente para su hija.
Yo sentí, que este sería el último tributo terrenal que le podría
dar a mi hija.
Ciertamente, mientras planeaba todo sufrí muchísimo; pero yo sabía
que ella había regresado con Dios y por ello, yo estaba feliz.”
Una mujer india americana, cuyo hijo de catorce años se ahogó, pensó
que el mejor tributo que ella podía rendirle, sería, enterrarlo bajo los
rituales indios. Para enterrarlo, lo vistió con la ropa tradicional india,
y aunque la religión que ellos practicaban era la católica, el funeral fue
una combinación de ritos indios y católicos al mismo tiempo. Esto la llenó

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de satisfacción, pues de esta manera sintió que así hubiera agradado a su
hijo muerto.
Otra familia, cuya hija había sido velada y cremada, hizo un servicio
religioso en el cementerio, después de un periodo de treinta días, al que
asistieron sus familiares y amigos, quienes uno a uno se fueron poniendo
de pie para decir algo bello sobre la chica muerta. Otros leyeran pasajes
de la Biblia y así la familia sintió que se honraba a su hija.
Repito nuevamente, a cada quién, ¡lo suyo! No existe lo correcto o
incorrecto con respecto al funeral de nuestro hijo.
Personas capacitadas y estudiosas sobre este tema, han llegado a la
conclusión de que es necesario que las familias de jóvenes muertos, estén
rodeados de personas queridas, de familiares y amigos durante las primeras
fases después de la pérdida. No aconsejan funerales privados, aunque éste
es el caso de algunos padres cuyos hijos se han suicidado, o han estado
involucrados en actos criminales. En estos casos predomina el sentimiento
de dolor y vergüenza.
Estos padres, creo yo, más que ningún otro, necesitan y deben recibir
hasta la última gota de amor, de compañía y dé comprensión de sus familiares
y amigos.
El tener un funeral privado, trae consigo otro inconveniente pará
los dolientes. La gente generalmente piensa que así como el funeral fue
privado, también lo es el dolor de los padres y que de ninguna manera les
está permitido llamarlos o visitarlos para demostrar su pena o dar sus
condolencias. De esta manera, también los padres despojados, nos estaríamos
privando de algo que forma parte de un digámosle proceso de curación.
Honestamente, no podría enumerar las personas que nos acompañaron
tanto en el velorio como en el funeral de Robby; pero tengo una imagen,
una sensación de haberme sentido protegida y cuidada por la gente. Ahora,
de vez en cuando me pongo a leer las notas de condolencia, los telegramas
o el libro donde se anotó la gente que fue el funeral, me siento agradecida”
hacia estas personas que nos acompañaron, y que nos dieron su tiempo. No
creo que sea fácil para la gente; pero lo que hicieron nos hizo muchísimo
bien.
Psiquiatras y personas capacitadas que han estudiado estos casos,
sostienen que es muy importante, sobre todo para los más allegados ver al
ser amado, muerto. Dicen que es totalmente incorrecta la creencia de que:
“Quiero recordarlo como era cuando vivía.” Alegan que este “decir”, es sólo
la negación de lo sucedido puesto que recordarlo como era’, es vivo, pero
él ya no está vivo.
La gente, normalmente se rehúsa a asistir a funerales de niños. Temen
no hacer o decir lo que es correcto; pero su presencia en ese momento puede
ser de mucha ayuda.
Richard Obershaw, facultativo de la Escuela de Ciencias Mortuorias,
de la Universidad de Minnesota, confirmó la importancia que tiene para las
familias despojadas, la gente quelas acompaña en los funerales. El asegura
que se necesita y anhela consuelo en estos momentos.
En algunos casos se ponen esquelas en los periódicos, con el objeto
de notificar a nuestros amigos y conocidos; de alguna manera es una forma
de decir: “aquí estoy, en este lugar y este día, para recibir el cariño y
el apoyo que estás dispuesto a darme”.
Psicólogos, que han estudiado sobre este tema en particular, han
llegado a la conclusión de que ver el cuerpo de la persona fallecida, es
importante para ayudarnos de esta manera a aceptar la idea de que nuestro

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hijo murió. Ellos insisten que lo que se ve con nuestros propios ojos, es
imposible de negar.
En el funeral de Robby, mi esposo y yo, fuimos a ver el cuerpo, lo
vi por un instante solamente, no pude soportar ver por más tiempo su
inmovilidad. ¡Pero lo vi!
Un padre cuyo hijo fue muerto en la guerra de Vietnam, al ver a su
hijo dentro del ataúd, materialmente se arrojó dentro de él y gritó y
lloró, hasta que personas cercanas a él tuvieron que arrancarlo de allí y
sacarlo del lugar.
¡Sí! La visión, la imagen es muy dolorosa; pero también lo es cuando
una herida está cicatrizando. ¿Podría ser este el momento en el cual nuestra
herida empiece a cicatrizar? Algunos psiquiatras así lo piensan.
En los años dé curación que siguieron a la muerte de Robby, he
revisado lo que hicimos correctamente, así como en lo que creo que fallamos.
Como toda madre protectora, evité que mi hijo Dale de doce años, viera el
cuerpo de su hermano. Debido al impacto que yo recibí al verlo, no quise
respetar su deseo. Por muy duro que esto hubiera sido, yo nunca debí haberlo
evitado. Desafortunadamente, nadie me dijo cuánto podía dañar a Dale con
mi proteccionismo. Definitivamente, esto lo daño, pues pasaron muchos años
antes de que Dale pudiera aceptar que Robby ya no estaría más junto a
nosotros. No quisimos que mi hija de cuatro años, asistiera al funeral y
aún ahora sigue resentida por haber sido engañada”.
Me ha tomado algunos años el “perdonar” mis errores. Yo sé ahora, que
no estoy sola. Muchos de nosotros sabemos que hubo decisiones que tomamos,
que ahora nos gustaría poder cambiar; pero sabemos que esto es imposible y
lo debemos olvidar. Esa parte de nuestra vida, quedó atrás.
Creo que más difícil que ver el cuerpo de nuestro hijo en el ataúd,
es el ¡no verlo! Este es el caso de padres cuyos hijos aparecen en las
listas de soldados desaparecidos Estos pobres padres creen, en lo más
profundo de su corazón que algún día van a volverlos a ver. ¿Cómo pueden
estos padres, tratar de reorganizar sus vidas, terminar con un proceso
lógico de dolor, si este se ve interrumpido con la esperanza de volverlos
a ver el día menos pensado?
Esto no sólo sucede a padres de soldados. Un padre que pasó por las
dos situaciones: la incertidumbre y luego la seguridad de la muerte de su
hijo; llegó a propia conclusión. Su hijo, un chico de nueve años, se ahogó
mientras nadaba en lago. El padre, buscó y buscó el cuerpo de su hijo por
más de un mes; hasta que fue encontrado por un pescador.
“Su cuerpo estaba horrible, ya estaba descompuesto”, dijo el padre;
pero cuando lo vi al fin supe que estaba muerto. El dolor fue insoportable
durante el tiempo de la búsqueda. Una vez que el cuerpo fue encontrado,
fue como si te hubieran quitado mil toneladas de encima.
En muchos casos se lee en los periódicos sobre padres o esposas,
pidiendo a los raptores o asesinos, regresar el cuerpo; sólo con el objeto
de identificarlos y ratificar la triste realidad.
De alguna manera, sin esta prueba irrefutable, nos es más difícil a
los padres, enfrentarnos a esta terrible realidad que, sobre todo en los
primeros días, nos negamos a aceptar.
Otro de los propósitos del funeral, es el darle a los padres, hermanos
y en general a la familia, un lugar en donde, rodeados de gente y fuera de
nuestros hogares, podemos desahogarnos y recibir el consuelo y el cariño
de nuestros amigos y familiares.
El que los padres despojados en un momento dado, pierdan el control
y den rienda suelta a sus emociones, no debe ser criticable. Por el

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contrario, es muy necesario; Yo me pregunto. ¿Qué clase de control se
espera de un padre despojado ante un dolor de esta magnitud? Tan dañino
puede ser el exceso, como la falta de control sobre nuestras emociones.
Como todo en la vida, el equilibrio es lo que nos da un mejor resultado.
Mi esposo, quién al igual que yo, sufrió los horrores de nuestra
pérdida, no pudo dar rienda suelta a sus emociones, puesto que en nuestra
sociedad se considera que el hombre el sexo fuerte, que el hombre ‘no debe
llorar’, etc.
Por el contrario, él tuvo que consolarme y consolar a nuestros hijos
en el funeral y los días que siguieron, hasta que no pudo más y al pasar
de los años se dio cuenta que su agonía aun persistía. Tuvo que recibir
ayuda profesional y llorando y gritando en el consultorio del doctor fue
como pudo empezar su proceso de curación.
Yo, siendo mujer y la madre despojada, recibí todo el apoyo y el
consuelo dando rienda suelta a mis emociones y aceptando el amor y la
comprensión de la gente.
En algunas ocasiones, pensar a futuro, no es tan mala idea. Este fue
el caso del terreno que compramos en el cementerio, pocos años antes de
que Robby muriera.
Este hecho, nos ayudó un poco cuando tuvimos que afrontar el mundo
de decisiones concernientes al funeral de Robby. Así como pensamos que el
funeral es para los vivos en memoria de los muertos, así también creemos
que el cementerio o el lugar en donde descansan los restos de nuestro hijo,
cumple la misma función. Nosotros quisimos que nuestros hijos, tuvieran un
lugar agradable para visitar a su hermano, un lugar que no les asustara.
En realidad no existe ‘bien o ‘mal’, sólo es cuestión de hacer lo
mejor que podamos con los medios materiales y mentales que estén a nuestro
alcance en ese momento.
En la religión Judía, después del funeral, tenemos un período de
siete días, de intenso luto, llamado shiva, durante el cual se hacen
oraciones y la gente visita y trae comida a la familia despojada. Nuestra
casa se vio casi todo el tiempo llena de gente, de la cual, sin duda
recibimos ayuda y consuelo, Nos ayudaron a evitar el sentir ese espantoso
vacío que se experimenta después del funeral Cuando necesitábamos hablar
de nuestro hijo, siempre había alguien con quien hacerlo.
De lo que no nos dimos cuenta en ese momento, es que no le dimos a
Dale, nuestro otro hijo, el tiempo que él consideró que necesitaba de
nosotros y no lo descubrimos hasta tiempo después.
Es común para algunas personas, el pensar que la familia despojada,
necesita estar sola con sus recuerdos y su dolor. En realidad, estar solos
en algunos momentos, es importante; pero sobre todo al principio, es
recomendable aceptar a compañía de amigos y gente bien intencionada cuya
única intensión es distraernos. Así como en algunos momentos, puedes hasta
llegar a reír con ellos, así te debes sentir también en completa libertad
de llorar frente a ellos.
Había una pareja cuyo único hijo, murió de un padecimiento renal y
que en contraste con nosotros, después del funeral, no aceptaron compañía,
aunque en el hubo mucha gente su casa se encontró desolada los siguientes
días. La madre ofuscada y desorientada, iba y venía por su casa, sin saber
que hacer o como volver a organizarse, los dos se sentaban, uno frente al
otro, sin saber que decirse o que hacer, solos y tristes. Durante estos
primeros días, la compañía es muy necesaria. ¿Qué decir? ¿Cómo ayudar?
¡Solo acércate! No sólo al principio: también después. La pena y el dolor,
no duran un tiempo determinado. Es una angustia a largo plazo.

12
Muchos padres recién despojados, estarán en desacuerdo con una
reacción muy fuerte que yo tuve al principio; pero como me he encontrado
con quienes pasaron por lo mismo y reaccionaron de la misma manera, creo
que vale la pena mencionarlo.
Hubo gente bellísima, que en memoria de mi hijo Robby, hicieron
donaciones a la Asociación de Enfermedades Cardiacas. El motivo que movió
a estas personas fue el hecho de que la muerte de Robby no hubiese sido en
vano. Pero en aquellos días, yo estaba tan llena de amargura y desesperación
por la irreparable pérdida de mi hijo, que mi preocupación por otras
criaturas que pudieran padecer el mismo mal y que pudieran recibir ayuda
de estas donaciones, era nula.
En esos momentos, cuando abría el correo, y llegaban las cartas con
las donaciones, mi único pensamiento era: “¿Ya qué importa? ¡Robby está
muer1o! ¿Qué puede importarme cuanta investigación se realice ahora? Es
demasiado tarde. ¡Ya no me interesa en absoluto!”
Me tomó mucho tiempo, aceptar esas donaciones y tomarlo como lo que
era; contribuciones de gente buena y considerada que sólo querían hacer
algo para ayudar.
Me siento apenada por mi reacción hacia la bondad y buena voluntad
de estos donadores, y sólo después de un tiempo es que pude agradecerles y
apreciar su gesto tan altruista y lleno de amor. Muchos padres despojados
se han enfrentado a estos mismos sentimientos. Es de todos conocido, que
cuándo el ser humano sufre, se torna egoísta y muy poco altruista.
Cuando pasa el tiempo, estos padres, que recuerdan su reacción hacia
esta; contribuciones, ya lo hacen sin frustración, con menos amargura,
menos dolidos. Ya no piensan a donde iba dirigido ese dinero, sino la
bondad y el interés de quien lo enviaba.
Ahora, después de algunos años, y con un nuevo enfoque de mi vida,
me complace saber que en algún lugar, hay un padre y una madre que no
tendrán que padecer lo que padecimos nosotros, porque hubo gente que
contribuyó cuando Robby murió.
Esa primera etapa, después de la muerte de un hijo, es sumamente
incierta, debido a la extraña mezcla de angustia, miedo, y apatía que casi
todos los padres despojados experimentamos. Pero la vida continúa y el dar
ciertos pasos para seguir adelanté, es algo que no puede ser pospuesto
indefinidamente.

13
Cuando tu padre muere,
tú has perdido tu pasado.
Cuando tu hijo muere,
tú has perdido tu futuro.

Dr. Elliot Luby

Despojo y Sufrimiento

Enterrar a un hijo, es ver que parte de ti mismo; tu color de ojos,


tu sonrisa, tu sentido del humor, etc., son depositados bajo la tierra. Es
la experiencia más áspera, más incongruente, más dramática a la que un ser
humano se puede enfrentar. En realidad, cuando un hijo muere, no sólo lo
lloramos a él o a ella, sino que también lloramos a ese pedazo de nuestra
inmortalidad que él se llevó
La primera reacción que tenemos los padres al recibir la noticia de
la muerte de un hijo, es de entumecimiento, una sensación de no ser nosotros
la parte despojada.
Recuerdo haber sentido, aquella terrible mañana en Alabama, que nada
de lo que estaba pasando era real. Que no estaba sucediendo y por supuesto
no a mí. Es una sensación como cuando el dentista te inyecta novocaína en

14
las encías, y al momento de trabajar en tu boca, sientes que lo está
haciendo con otra que no es la tuya.
Nunca olvidaré el nombre ni la cara del doctor que nos dijo que Robby
había muerto. Tampoco la cara de la enfermera, ni de la gente que nos veía
con compasión o que nos rehuía la mirada.
Al principio, ese entumecimiento lo sentí por varios días y después,
venía a mí como en oleadas, así, en oleadas también venían a mí el llanto
y el dolor. Los padres despojados, debemos estar agradecidos por esto,
porque si tuviésemos que afrontar la enormidad de nuestra pérdida, segundo
a segundo, nos consumiría y nos impediría rehacemos nuevamente.
Durante la semana que siguió a la muerte de Robby, recuerdo haber
vivido bajo una actitud de completa sumisión, desusual en mí. Si alguien
me decía que me sentara, yo me sentaba; si me decían que comiera, yo comía.
Dirigían mis actos movimientos. Estaba a tal grado entumecida, que no
deseaba ni pensar en mí misma. Al contrario, temía recuperar fuerza y darle
entrada al sufrimiento, a la realidad.
Normalmente me apasionaba leer una novela de misterio, antes de
dormir; pero después del funeral, dejé de hacerlo. La sola idea de leer
sobre la muerte, me paralizaba. En vez de hacer esto, sólo me quedaba
acostada; pero despierta, hasta que llegó el momento en que tuve que tomar
pastillas para dormir, las cuales me ayudaron, pues mi cansancio físico,
no me permitía ayudarme a mí misma a rehacer mi vida.
Después tuve que tener mucha fuerza de voluntad, pará dejar las
pastillas; pero lo logré.
Peor aún que no dormir por las noches, era despertar por las mañanas.
Todas las mañanas al abrir los ojos, por un lapso de segundos, parecía
haber olvidado que Robby estaba muerto; pero como una oleada, los hechos
regresaban a mi memoria y así día con día, luchaba por salirme de la cama
para dar comienzo a mis actividades. Así me sucedió por varios meses fue
quizá una de mis batallas más difíciles de vencer. Una de las cosas que
más drenan tu energía emocional, es una luchar por dejar tu cama. Puede
también ser que el estar dentro de tu cama, te hace sentir más segura, más
protegida, puede llamársele también evasión.
Otra reacción que tuve, sobre todo al principio, fue la incapacidad
de concentrarme. Algo que normalmente no me representaba problema alguno
como era leer, atender, a una conversación, ver una película o la
televisión, de pronto me era imposible hacer.
Durante esta época, mi sentimiento predominante, era de
“desprendimiento”, como si nada que formara parte de este mundo y que
estuviera vivo, fuera real. La única realidad que yo conocía, era que Robby
estaba muerto. Eso era verdad. Lo demás, todo era falso.
Sin embargo, este sentimiento de “desprendimiento”, fue desaparecido
gradualmente. En su lugar vino otro, el “dolor” profundo y lacerante dolor,
que sólo me permitía aislados momentos de respiro. Extrañamente, junto con
este inmenso dolor, llegó el principio de mi curación. Fue en este período,
cuando empecé a pensar en ‘mí misma, a tornar mis propias decisiones.
Parece mentira, que haya sido el dolor, lo que me regresó a la realidad,
“al mundo de los vivos”. Dejé de pensar que sólo la muerte, era lo único
real. Empecé a darme cuenta que yo estaba viva y eso era muy real.
Aunque el levantarme por las mañanas todavía representaba un gran
esfuerzo, una vez que lo lograba, el dolor de ese momento, actuaba como el
vaso de agua fría que se le arroja al desmayado. Me sacudía y me hacía
afrontar un nuevo día en el cual iba a lidiar con mi hijo Dale de doce
años, con mi hija Stacie de cuatro, con mi marido, en fin, con la vida.

15
El hecho de tratar de enfrentarme nuevamente a la vida, tenía
diferente significado para mi esposo del que tenía para mí.
Nunca, en toda la historia sobre discriminación de sexos, se ha
cometido mayor crimen que el que se comete con los padres despojados padres,
del sexo masculino.
Mi esposo fue la víctima.
Aquí tenemos a un padre, a un hombre, quien observa como entierran a
su hijo, pero acorde con las leyes de la sociedad, el hombre debe ser
fuerte, el hombre no debe llorar, se exige a sí mismo, mantenerse sereno,
estoico ante la más terrible y dramática experiencia de su vida.
Estas exigencias, empezaron para mi marido, desde el hospital en
Alabama. Cuando el doctor lo llamó a él para darle la terrible noticia, el
doctor consideró que la mamá de Robby necesitaba más delicadeza para ser
notificada que el papá de Robby. El tuvo que hacer casi todos los arreglos
para el funeral. Tuvo también que escoger la ropa con la que Robby iba a
ser enterrado. En ningún momento se me molestó con decisiones penosas que
se tuvieran que tomar.
Todo esto, sin contar con que después de muy pocos días, él tuvo que
salir a la calle a ganarse la vida. El es vendedor y lógicamente, parte de
su trabajo estriba en la motivación personal. Es imposible imaginarse lo
que le costó tener que doblegar sus sentimientos para salir adelante. Lo
que él pago por “mantener la cara en alto’.
Con el paso del tiempo; en vez de ir saliendo del estado natural de
duelo, se fue hundiendo más y más en su tremendo dolor. Siento como si
fuera caminando por el Polo Norte, me dijo en una ocasión, “como si
estuviera muy, muy cansado, con ganas dé sentarme a descansar; pero si lo
hago, me quedo dormido y si me quedo dormido me puedo congelar hasta morir.
Pero ya no me importa, porque ya no puedo más con este cansancio.

Así es como Sandy, mi marido, se sentía cuando cada día, salía a


enfrentarse al mundo con “valentía’. El andaba por allí, preguntándose,
cuando sería su turno para poder sufrir.
Finalmente, nos dimos cuenta que él necesitaba ayuda psicológica El
recuerda no haber recibido mucha ayuda pero a esto es a lo que yo quería
llegar. El se había negado algo a sí mismo, algo que él por fin pudo lograr
en varias sesiones con su doctor y esto fue: llorar. El lloró mucho, y esto
lo ayudó a desahogarse y a permitirse ser lo que en realidad somos: sólo
seres humanos.
No todos los padres son tan afortunados, de poder salir de este
penoso período “intactos”. Abundan historias de padres que buscando
emociones que suplan la tristeza, se encuentran comportándose más como
adolescentes que como adultos, o haciendo cosas ridículas o no dignas de
su posición de padres
Como el hombre que después de que su hijo murió en un accidente de
coche, se convirtió en un corredor de motocicletas, o ¡a mujer que abandonó
a su marido para convertirse en una bailarina exótica, después de que su
única hija murió.
Algunos padres, actúan en forma contraria, en lugar de buscar
emociones fuertes; se vuelven miedosos y sienten la necesidad de proteger
exageradamente a aquellos a quienes aman.
Este es el caso de una madre cuyo hijo murió de una larga enfermedad
y sufría terriblemente, cada vez que sus otros hijos salían a jugar a la
calle.

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Otro ejemplo es el del chico que murió ahogado, su madre nunca más
toleró la idea de que sus otros hijos, ni siquiera su marido, se acercaran
a una alberca ni al mar. “No puedo controlar mi miedo, los momentos de
placer, no compensan el pánico al que me enfrento cada vez que lo hacen.
Ya ni siquiera me discuten, creo que lo han entendido”, explicó la mujer.
Muy a menudo, los muchachos se enfrentan a restricciones que no
pueden comprender. Una chica de doce años, nos confesó, que ella odia a su
madre desde junio hasta septiembre, porque el verano se convierte en un
infierno cada año. “Mi madre no me permite hacer nada. Yo no tengo la culpa
de que mi hermano haya muerto en un accidente en el lago mientras iba con
otros chicos en una lancha. Tengo derecho a nadar, a ir a la playa, ya no
tengo a nadie con quién jugar ni con quién divertirme durante las
vacaciones”.
Como en otros pasos durante el proceso de dolor, si pareciera
imposible volver a vivir una vida “normal”, quizás se debiera buscar
ayuda profesional. Por supuesto que lo “normal”, varía. Nadie puede
determinar en qué momento ya lograste esa normalidad o si alguna vez la
puedes recuperar por completo.
La madre de un joven que hace más de un año murió en un accidente
automovilístico, ha convertido la recámara de su hijo, en un “templo”. Sus
libros están en su escritorio, tal como si él fuera a regresar de la
escuela en cualquier momento. Su cama está aún sin hacer, tal como él la
dejó, hasta una lata de refresco empezada, está allí sobre el escritorio.
“Su recámara permanecerá sin tocarse tanto tiempo como yo viva” dijo la
madre. “Yo creo, que de esta manera, —mi manera— es como debe de ser. Así
es como mi hijo debe de ser recordado”.
La injusticia que prevalece con esta determinación, es que los otros
hijos, que están vivos son obligados a reverenciar a su hermano, o a la
casa donde éste vivió, creando una imagen equivocada de lo que podría haber
sido un hermoso recuerdo de alguien que quisimos como lo que fue, un ser
humano, no un dios.
Hay muchos padres despojados, quiénes correcta o incorrectamente
creen que los médicos que atendieron a sus hijos, no hicieron su trabajo
adecuadamente, que fueron incapaces de salvar la vida de estos hijos. En
estas ocasiones, el odio crece.
En algunos casos este sentimiento se ha llegado a transmitir incluso
a nuestros otros hijos.
Este es el caso de un joven, el cual perdió a su hermano, de una
enfermedad muy rara, que los médicos no pudieron descubrir, hasta que fue
demasiado tarde. No sólo los padres culpan al médico, sino que después de
quince años, este chico habla amargamente sobre el doctor que según él,
dejó morir a su hermano.
Comúnmente, aquéllos padres que desarrollan reacciones fuera de lo
normal ante el dolor, son aquéllos que empiezan a experimentar enfermedades
físicas, reales o irreales, curiosamente, estas enfermedades toman la forma
de las que causaron la muerte de sus hijos.
También es común el caso de aquéllos que se retiran por completo de
la sociedad, que rehúsan continuar con su vida social como la tenían antes
de su tragedia.
Aunque cualquiera de los casos extremos antes mencionados, son
preocupantes, éste en particular es el más desalentador y peligroso, puesto
que los padres, con esta actitud, se están negando a sí mismos, el obtener
la mejor medicina para su enfermedad, la compañía de nuestros semejantes,
de nuestros amigos.

17
Desafortunadamente, la mayoría de estos patrones negativos, se
inician durante el periodo en el que presentamos más debilidad de carácter
y vulnerabilidad. Se establecen durante las primeras etapas del proceso de
dolor.
Ahora bien, los métodos que podemos usar, para luchar contra ellos,
son tan personales como la persona en sí. No existe una solución determinada
para cada padre o para cada problema, pero algunos de estos consejos, si
nos pueden servir a la mayoría de los padres en busca de ayuda.
Una de estas soluciones podría ser, el permitirnos disfrutar de los
muy escasos momentos de “olvido”. El permitirnos sonreír, cuando la ocasión
se presenta. El permitirnos llorar cuando tengamos el deseo de hacerlo sin
importar, quien está junto a nosotros esto ayuda a que fluya nuestra pena.
Aunque no se trata de enterrar nuestro dolor, sí es necesario, dar
pasos importantes, encaminados a nuestra “curación”. Hay que hacerlo
despacio, sin prisa, tratando de ser indulgentes con nosotros mismos.
Para una madre, este paso podría ser algo tan simple como el volver
a usar lápiz labial, o el cambiarse el corte de pelo. Uno de mis primeros
pasos positivos, fije cuando un día después de tres meses de muerto Robby,
decidí hornear un pastel para postre. Esto en realidad, no fue fácil, tanto
que no lo volví a intentar por una semana más. Después otra noche, decidí
usar un mantel bonito en la mesa, en vez de poner los horribles manteles
individuales que usaba a diario. Les preparé un delicioso soufflé, en
lugar de aventar papas fritas congeladas en la sartén. Preparé asado en
vez de hot dogs. Realmente el éxito de este segundo intento, fue que lo
pude hacer el otro día y por muchos días más, hasta que se convirtió en
costumbre nuevamente.
Muchos padres, están de acuerdo en dar este primer paso
conscientemente. Un bombero, quien perdió a su hijo de nueve años de
neumonía, platicó con un grupo de niños que fueron de visita a la estación
de bomberos, en lugar de esconderse de ellos. Un hombre de negocios, comió
en un restaurant con sus amigos, en vez de hacerlo sólo en su oficina. Un
profesor de escuela, cuyo hijo murió en la guerra de
Vietnam, llevó a su grupo de tercer grado a un campamento. Curiosamente,
todos estos hombres, recuerdan éste su primer paso con todo detalle. Muchos
vacilaron, otros regresaron a casa y lloraron. A menudo, no lo volvieron a
intentar por algún tiempo. Pero la sensación de que aún había algo que
podía ser agradable en esta vida; les hacía recapacitar y volver a
intentarlo.
Es importante que ninguno se negó a dar ese pequeño paso y debe de
ser pequeño, de esta manera, si caes, sólo será una pequeña caída de la
cual no será difícil el volver a levantarse.
Esto es algo que tú puedes hacer.

18
A menudo, una prueba de valor
no consiste en morir,
sino en vivir.

Alfieri

Despojo y Culpa

No hace mucho tiempo una joven mujer, a quien llamaremos Laura, llegó
a la estación de policía y le dijo al sargento de guardia que había matado
a su bebé Se le arresto y se le hito comparecer ante un tribunal para una
audiencia preliminar con el cargo de homicidio.
En su confesión, Laura le explicó al policía, que hacía seis año
había asfixiado a su pequeña hija, y que su crimen no había sido castigado;
pero que ahora estaba lista para pagar por él.
La ley siguió su curso normal. Fue puesta en prisión, hasta la fecha
del juicio, sin que protestara o se defendiera. Una vez en la corte, sucedió
algo raro; nadie que conocía a Laura, incluyendo a su ex-esposo, creyeron
en una sola palabra de su confesión. En mi calidad de reportera, me fue
asignada la historia de Laura. Después de oír la versión de la policía
sobre los detalles de la muerte de la niña, y de escuchar a la familia,
llegué a la conclusión de que la niña no había sido víctima de maltrato,
ni de descuido; sino de la terrible, así llamada “muerte de cuna”. Este
tipo de muerte, cobra aproximadamente diez mil víctimas al año en U.S.A.,
entre bebés de tres semanas a cinco meses de nacidos.

19
En la mayoría de los casos, al bebé, aparentemente sano, se le pone
a dormir a la mañana siguiente, amanece muerto sin ninguna causa aparente.
Los médicos han descubierto que podría tratarse de un virus no infeccioso.
Laura fue muy afortunada, al ser defendida por un abogado honesto y
consiente, que al igual que yo, se preguntaba si en verdad su cliente
habría podido matar a su propia hija y pidió que se le practicaran pruebas
psicológicas.
Aún ahora, varios años después del juicio, este abogado, especialista
en criminología por 25 años, recuerda a Laura claramente por su
ambivalencia. ‘Ella ha sido la cliente más pasiva que he defendido”, dijo
él. “Era como si el procedimiento no le importara. No me hizo ninguna
petición. Nunca insistió en que se respetaran sus derechos, como lo hace
la mayoría de los clientes. Ella sólo se sentaba allí y todo lo que yo
hacía o decía le parecía que estaba bien”.
Durante el juicio, podías observar a una Laura delgada, pálida y
desencajada, y con la mirada en blanco. En verdad era ¡penoso verla!
Su familia que estuvo presente durante el juicio, dio evidencia de
lo buena madre que era ella. Su ex-marido, de quien, con amargura se había
divorciado años atrás, dio testimonio de que siempre había sido una
excelente madre, e incapaz de matar a la hija que adoraba.
Aún así, Laura le dijo a la policía, que había tomado una almohada y
había asfixiado a su bebé. Ella fue liberada de todo cargo, cuando al fin
se tomó como evidencia el reporte de la autopsia, él cual indicaba que la
criatura no había sido asfixiada.
Casi tan trágica como fue su increíble confesión, fue su terrible
reacción ante la decisión del juez de no seguir adelante con el juicio,
por falta de cargo. Aunque rodaron lágrimas por sus mejillas, sus ojos aún
tenían esa misma mirada helada y vacía. Laura continuaría sintiéndose
responsable por la muerte de su hija, hasta que pudiera “pagar por su
culpa”.
El abogado me comentó que durante la búsqueda de pruebas y hechos
para su defensa, se topó con diversos casos similares, de padres que estaban
convencidos de haber matado a sus bebés, sin ser ésta la realidad.
Su punto de vista, estuvo basado en estudios psiquiátricos sobre el
síndrome “muerte de cuna”. También recibió un gran número de cartas enviadas
por padres angustiados por el mismo problema. En una de ellas una madre se
acusaba también de haber ahogado a su bebé, aún en contra de lo que decía
el reporte del forense.
Los psiquiatras aseguran que esto es una fantasía que no podrá ser
resuelta, hasta que la persona esté deseosa de explorar la razón por la
que se culpa por la muerte de su bebé.
Como en este tipo de muerte no hay causa aparente, es normal que la
policía se involucre. Sin importa que tan gentilmente se hagan las preguntas
pertinentes al caso; el simple hecho de ver a la policía involucrada,
intensifica el sentimiento de culpa en los padres.
Un desafortunado aspecto de este tipo de muerte, es el miedo que se
experimenta si se tiene otro hijo después. Una madre decía que ella había
vigilado como un halcón a su segundo bebé hasta que tuvo dos años, sabiendo
perfectamente que el peligro de muerte de cuna es hasta los 5 o 6 meses
solamente. Ella simplemente no pudo estar tranquila hasta que su bebé
sobrepaso la edad del peligro, según ella. Nos cuenta que apenas pestañeaba
por las noches Por el día lógicamente estaba exhausta e irritable con su
marido y apenas ahora, está empezando a creer que su bebé va a vivir.

20
Se ha llegado a la conclusión de que en toda relación de amor, siempre
encontraremos algo de ira o de enojo. Por ejemplo, si se trata de un bebé,
puede existir ese sentimiento de falta de libertad, por no poder salir o
hacer nuestra vida de antes. Puede existir también ese “disgusto” cuando
estamos profundamente dormidas y el bebé llora porque tiene hambre; pero
estos sentimientos son .sentimientos normales e instantáneos. De ninguna
manera trascendentales.
Pero. “¿Por ese motivo murió mi bebé?” ¡Por supuesto que no! Son
sentimientos normales muy dentro de los límites de la relación padre-hijo.
“¡Qué crueldad la mía!” piensa una madre o un padre, el “haberme
molestado porque mi bebé se despertó otra vez cuando me acababa de dormir.
Pienso que no he de haber querido á mi hijo lo suficiente o de la manera
correcta”. Los psiquiatras piensan que no es difícil, .encontrar padres
despojados, con esta torturante idea.
El diccionario Webster define la palabra culpa como “el sentimiento
que se deriva de cometer una ofensa o hacer un daño’. Como todo el mundo,
en algún momento; podemos “pecar” o cometer errores o tener malos
pensamientos o mentir. Por este hecho todos en algún momento nos podemos
sentir culpables. Pero cuando un hijo muere, únicamente, si damos cabida a
la lógica, podremos deshacernos de este ilógico sentimiento de
culpabilidad.
Un hombre que atravesó por su propio infierno, después de la muerte
de su hijo, quiso compartir con nosotros su experiencia en el área de la
culpabilidad.
“Usted sabe que esto probablemente se inicia con los Diez
Mandamientos” dijo, donde hay uno que dice: “No cometerás adulterio”, Yo
creo que es una creencia básica de cualquier religión que te inculca desde
pequeño que no debes faltar a los mandamientos. De ese modo cuando te
casas, juras llevarlos a cabo. Pero yo no pude cumplirlos tan bien como
hubiera querido, y empecé a engañar a mi esposa. Después mi hijo se enfermo
de cáncer. Fui testigo de su agonía y no pude soportarlo. Aparte de ver a
alguien que se ama, en constante dolor, empecé a creer que mi hijo, mi
único varón estaba sufriendo, porque yo había “pecado” Dios me estaba
castigando. Cuando mi hijo murió, nada ni nadie me podía consolar. Más
bien, no me permitía a mí mismo ser consolado, porque me sentía responsable
por lo que había pasado.
Empecé a fumar hasta tres cajetillas diarias y me alejé aún más de
mi esposa.
Finalmente llegó un momento en que estuve a punto de “reventar” y fui
con un psiquiatra. Me tomó 3 años de asistir dos veces por semana a estas
sesiones para comprender que yo no era responsable por la muerte de mi
hijo. Ahora, ya puedo comprender, que él no murió por mi culpa. Pero algunas
veces cuando me siento triste o cansado, la idea vuelve a mis pensamientos
lógicos. Mi esposa y yo ahora estamos juntos otra vez, y ya no he vuelto
a engañarla.
Hace aproximadamente treinta años, una mujer dio a luz a una niña
“ilegítima”. Esto sucedió en un pequeño pueblo. En lugar de darla en
adopción, como era la costumbre, se quedó con su bebé, a quien cuidó y
educó con todo su amor a pesar de las críticas de la sociedad. Años más
tarde, tanto la madre como la hija se casaron.
La hija, después de muchos años con problemas de vesícula, murió en
la operación. Han pasado ya dos años, y la madre aun piensa que la muerte
de su hija, es un castigo a su “pecado”. Los años de amor y cuidado que le
dio a su hija, están completamente borrados de su mente. Todo lo que esta

21
madre puede pensar, es que su hija murió por el hecho de haber tenido
relaciones con un hombre, antes del matrimonio.
En muchos casos, nuestros padres desde que somos pequeños, nos
inculcan estas ideas, pensamiento mágico, corno podría ser el rezar y pedir
por algo que deseamos con mucha devoción, y si somos buenos, nos será
concedido. Sólo si nos portamos bien, Santa Claus nos traerá juguetes.
Cuando mudamos dientes, el ratón nos traerá dinero, si somos buenos niños,
etc. Así vamos por la vida pensando que los beneficios que obtenemos son
producto de nuestras buenas acciones. Aunque esto pudiera ser verdad en
algunos casos, no pienso que tengas razón de ser en cuestiones de vida o
muerte.
Podemos “desear” un auto o una casa nueva y tomar los pasos necesarios
para obtenerlos. Podemos “desear” unas vacaciones y planearlas. Podemos
“desear” felicidad y amor. En muchas ocasiones el lograr lo que “deseamos”,
Está dentro de nuestras posibilidades. Pero generalmente en casos de vida
o muerte, estamos totalmente impedidos. Aquí, en la situación más crucial,
más determinante de todas, nos encontramos ante una total impotencia. “Mis
rezos no fueron oídos. Ni los míos ni los de tantos padres que han enterrado
a sus hijos”, podríamos decir.
Yo me siento afortunada, pues jamás sentí lo mío como un castigo.
Pero existen un sin número de casos de padres despojados que están
convencidos de que fueron sus pecados los que determinaron la muerte de
sus hijos Promiscuidad, adulterio, fraudes, el no creer en Dios; en una
palabra, el faltar a los Mandamientos, puede obsesionar a este tipo de
persona de tal manera, que los llevan al desastre moral y físico después
de sufrida su pérdida.
A menudo, nos encontramos también con el padre despojado que, se
juzga a sí mismo con respecto a su función como padre. Un ejemplo de esta
situación es el padre que le llamó la atención a su hijo por tener sucio
el garaje, el cual era su obligación mantener limpio, también lo regañó,
por no haber hecha su cama y por sus malas calificaciones, en fin, una de
aquellas mañanas en que el padre aprovechó para llamarle la atención a su
hijo, como es muy normal. Tres horas después, el chico moría en un
accidente. Por muchos años, este padre no pudo manejar este sentimiento de
culpabilidad por la muerte de su hijo. Después de todo, él sintió enojo y
resentimiento hacia su hijo, y los padres no deben sentir de esta manera.
“Así que el chico murió por la hostilidad del padre, fue todo “culpa del
padre”. Este tipo de personas, pueden pensar así y encontrarnos nuevamente
con este pensamiento “mágico”.
Otros padres se sienten culpables porque se auto nombraron “protectores” y
ellos fracasaron en el desempeño de su “cargo”.
Este fue el caso del niño que se ahogó, mientras sus padres estaban
entretenidos pintando su casa de campo, a pocos metros de donde se
encontraba el niño y la nana, una persona supuestamente competente, quien
por unos momentos se alejó de la, alberca, buscando al perro. Mientras esto
sucedía, el niño, cayó al agua y a los pocos minutos la nana regresó y
encontró al niño flotando en la superficie de la alberca, ¡muerto!
Los padres, debido a esto, vendieron la casa de campo, un lugar de
esparcimiento para ellos y para sus otros cuatro hijos, y no dejan de
culparse a sí mismos por este motivo.
En la mayoría de los casos es más fácil manejar el hecho de que
nuestro hijo, haya muerto debido a una enfermedad, a que haya sido por
accidente.

22
Sé mantiene la teoría de que los padres aceptan más fácilmente la
idea de que sus hijos hayan padecido leucemia, cáncer, enfermedades
cardíacas, etc., que se consideran como invasores imposibles de controlar,
al hecho de que hayan muerto accidentalmente. Una muerte accidental a
menudo lleva al padre a cuestionarse si debieron dejarle esa noche el coche
a su hijo, o si estuvo bien que le prestaran la lancha, o si no debía
haberle dejado sacar la bicicleta a la calle, etc.
Con una muerte a causa de cáncer, los padres se sienten también ellos
las víctimas puesto que han tenido que ser testigos del sufrimiento de su
hijo.
Esto se podría ejemplificar con mi propia experiencia. Nosotros
experimentamos dolor e impotencia ante la enfermedad de Robby y cometimos
errores concernientes a nuestros otros hijos; pero no tuvimos el menor
sentimiento de culpa con respecto a su muerte. Esto podría haber sido,
porque tuvimos la suerte de que nuestro pediatra manejó la situación de la
mejor manera.
El siempre creyó en la honestidad, tratándose de casos de
enfermedades muy graves. El nos explicó en las primeras etapas dé la
enfermedad de Robby, que la práctica real de la medicina, no era lo que
veíamos en la televisión. Estos doctores, esconden la verdad a los padres.
El nos advirtió desde un principio, que el riesgo de morir para nuestro
hijo, era muy grande.
El doctor y yo hicimos un trato en el cual él prometió advertirme
cuando tenía que preocuparme, si yo le prometía no preocuparme cuando no
había necesidad. Así pasaron casi diez años, él muy rara vez se equivocó y
así mientras hacíamos médica y humanamente todo lo posible por Robby, yo
podía poco a poco, hacerme a la idea de que un día no muy lejano nuestro
hijo moriría.
Tratamos de darle una niñez lo más normal posible, lo castigábamos,
le dábamos obligaciones que cumplir, tratábamos de no hacer diferencias
con su hermano. .
Otro experto en tratar niños enfermos, era el cardiólogo de Robby.
El también nos recomendó tratarlo siempre con la mayor naturalidad posible.
Gran parte de ausencia de este sentimiento de culpabilidad del que tanto
hemos hablado, se lo debo a los sabios consejos de estos médicos.
Estoy tranquila de saber que mi hijo tuvo una niñez, tan normal como su
pobre salud se lo permitió.
Es posible que ningún padre pueda comprender el sentimiento de
culpabilidad que puede existir en aquellos padres cuyos hijos se han
suicidado.
“¿En qué falle?”, “¿Como fallé?”, “¿Podría yo haberlo evitado?” “¿Qué
clase de persona soy, si mi propio hijo hizo esto para alejarse de mí?”,”¿No
le di la suficiente atención?”, “¿Le di demasiada atención?”
Todas estas preguntas corren por las mentas de los padres cuyos hijos
comenten suicidio.
Es muy raro, que sin una terapia apropiada, pueda este padre pensar
¿En qué fue que él falló?, ¿Cómo fue que ella falló? (hijo/a), ¿Podría él
haberlo evitado?, ¿Qué clase de persona fue él/ella? Y así contestamos
todas la incógnitas que prevalecen después de un hecho de esta naturaleza.
El doctor Bruce Danto, psiquiatra y director del Centro de Prevención
del Suicidio en Detroit; dice que aunado al sentimiento de culpa, existe
un resentimiento inconsciente por haber sido pública y deliberadamente
abandonado por un hijo o una hija y nos muestran catastróficamente, que
nuestro amor, no fue suficiente.

23
En su trabajo con padres que están aprendiendo a manejar el hecho de
la muerte voluntaria de sus hijos, el doctor Danto, dice que son sumamente
importantes los grupos de interacción entre padres con el mismo problema.
También sostiene, que es muy importante que estos padres, se sobre pongan
a la casi nula aceptación social que existe cuando se habla de “suicidio”.
Danto asegura, que es mucho más difícil aceptar la muerte de un
hermano, cuando ésta es por suicidio; puesto que en estos casos ellos
también llegan a sentir culpa y fracaso personal. También asegura, que no
es extraño que los padres sientan “enojo” en contra del que se fue, pues
al mismo tiempo de entender el porqué del suicidio de su hijo, tienen el
deber de explicárselo a sus otros hijos.
Aunque el Dr. Danto sugiere que es importante conocer bien el carácter
y la situación determinada que rodea a nuestro o nuestros hijos, antes de
darles una explicación del por qué su hermano(a) recurrió al suicidio, él
dice que no hay porqué ocultarles la verdad al respecto. Sugiere, que
pudiera ser benéfico, el añadir algo de nuestro propia conclusión sobre el
por qué de esta dramática decisión. Por supuesto siempre tratando de que
los sobrevivientes no parezcan culpables. Se les podría decir por ejemplo:
“El era muy solitario. Ella era una persona que no encontró el camino de
la felicidad. Fue superior a nosotros hacerlo feliz aunque lo intentamos
con todas nuestras fuerzas. Ella tomó la salida incorrecta”.
El Dr. Danto, insiste en que no debemos sentirnos culpables por
manejar un sentimiento de ira o enojo, cuando alguien ha escogido esta
“huída injusta”.
La solución en este caso es tratar de encontrar cualquier posible
sentimiento de culpa, para poder sacarlo y eliminarlo. No permitir que
quede dentro de nosotros, el más mínimo sentimiento de culpabilidad.
Lo más importante en cuanto a la convivencia con familias cuyo hijo/a
se ha suicidado, es el poder mantener siempre un trato abierto y normal:
no evitar, si así viene el caso, el poder emitir un comentario o una opinión
negativa sobre el hecho de que haya sido “suicidio”. En una palabra, hablar
del hecho corno si se hablara de una muerte normal.
Una pareja, cuyo hijo se dispara un tiro, ha atravesado por infinidad
de problemas, entre los cuales está la idea de que si su hijo hubiese sido
educado con más firmeza, él no hubiera recurrido a las drogas y finalmente
al suicido. Pero es muy importante para los padres, recordar que nos es
imposible prever el futuro, ni adivinar cada movimiento de nuestros hijos,
ni dirigir cada uno de sus pasos. ¡Los hechos ya no pueden volver atrás!
El reprocharnos los errores que cometimos con nuestro hijo que se
fue, no tiene caso ahora, a menos que sea con el objeto de evita; volver
a cometerlos con nuestros otros hijos. ¡Pero hay que tener mucho cuidado!
¡Que nuestra pena no nos confunda!
En el caso de que hubiésemos sido muy estrictos con el hijo que murió,
no debemos ahora irnos al otro extremo con nuestros otros hijos, ni debemos
permitir que ahora las reglas de casa, se pasen por alto o se olviden.
Los seres humanos, deberíamos de evitar culparnos por situaciones en
las que nosotros ignorábamos que se le estaba dando un trato incorrecto.
Pero cuando un niño o un joven se suicida, o muere a causa de las drogas,
es imposible no preguntarse que pudo haberse hecho diferente.
Es inevitable el que él padre o la madre experimenten ese sentimiento
de “haber fallado”. Pero asimismo, es sumamente importante, que estos
padres no abusen de este sentimiento.
No todo en la vida de nuestros hijos, está bajo nuestro control. Muy
a menudo, las cosas están más allá de nuestro manejo ó de nuestro alcance.

24
Hay que tratar de entender y aceptar que el concepto de “el padre perfecto,
es un papel que está más allá de la capacidad humana.
Podría ayudar el recordarnos: “Hice lo mejor que pude en la labor de
educar y criar a mi hijo. No tuve ningún entrenamiento y con aciertos y
errores, traté de hacer lo mejor posible”: Recordemos también, que lo
“mejor” de una persona, varía mucho; dependiendo de las presiones y
circunstancias en nuestras vidas.
Un oído amable, puede ser de mucho consuelo y ayuda cuando estamos
tratando de combatir ese terrible e injustificado sentimiento de culpa. No
todos nosotros hemos tenido la ayude de un psicólogo o de una terapeuta;
pero casi todos tenemos un amigo o un pariente o vecino con quien podamos
hablar. Encuentra a esa persona en quien tú confías, pero no la cambies
constantemente. Seguramente, vas a descubrir que la retroalimentación que
estás recibiendo te va a permitir ver más claramente que tu hijo no murió
porque tú pecaste, o fuiste negligente, o fuiste un mal padre o una mala
madre. Hasta podrías descubrir, el por qué en algún momento, te sentiste
culpable por una trágica situación, la cual jamás imaginaste podría
suceder.

25
¡Pero no le digas
al hijo del infortunio,
que la vida es justa!

H. K. White

Despojo e Impotencia

Hay una vieja leyenda Siria, que habla de un hermoso joven, el hijo
del Sultán, quién irrumpió en el recinto de su padre, en Damasco, gritando
que tenía que partir inmediatamente hacia Bagdad. Cuando el Sultán le
preguntó a su hijo el por qué tenía tanta prisa, el joven le respondió:
“Acabo de ver a la muerte parada en el jardín del palacio, y cuando me vio,
estiró los bazos como amenazándome. ¡No debo perder más tiempo, tengo que
escapar de ella!”
El padre de inmediato lé dio a su hijo el caballo más veloz y le dijo
que se fuera inmediatamente. Cuando el joven se fue, el Sultán salió al
jardín, buscando a la muerte, y cuando la encontró, le preguntó furioso
que ¡Cómo era capaz de intimidar a su hijo de esa manera!
La Muerte escuchó asombrada y contestó: “Os aseguro que yo no
amedrenté a vuestro hijo, yo sólo abrí los brazos sorprendida de verlo
aquí; puesto que yo tengo una cita con él esta noche en Bagdad".
El Sultán, el hombre más poderoso de su país, supo en ese momento,
lo que un padre despojado sabe en su propio momento. La impotencia a la
que nos enfrentamos....
Porque la muerte de un hijo y el sentimiento de impotencia que lo
acompaña, van en contra del más elemental instinto paternal “aquél de
cuidar y proteger a nuestros hijos”.
La carga que esta emoción nos da, es doblemente grande. Confrontados
con esta catástrofe final, nosotros padres despojados, muy a menudo creemos
que podíamos haber sido capaces de evitar esta tragedia.
Cuando este sentimiento de impotencia se establece, nos encontramos
con la triste situación de no sólo enfrentarnos al despojo, sino también a
la inhabilidad de haberlo podido evitar.
La impotencia es una de las más frustrantes situaciones a la cual
nos podernos enfrentar y uno de los pasos más dolorosos a los que nos
tenemos que sobreponer. Algunos psiquiatras aseguran que los padres
despojados aceptan la impotencia, de la misma manera como podrían aceptar

26
una frustración Ira, rabia, angustia, miedo, llanto e histeria; la
impotencia, reúne todas estas características. Los psiquiatras, también
sostienen la idea de que debido a la presión que la sociedad ejerce sobre
la “maternidad” y la “paternidad”, esta sensación de impotencia, aumenta
el sufrimiento ante la muerte de un hijo.
También en el caso de la impotencia, el papel que juegan el hombre y
la mujer, ante el sufrimiento es diferente. En muchas circunstancias, esa
impotencia pera cambiar los hechos significa mayor problema para el padre
que para la madre.
Una familia de clase media alta, cuidó de su hija por casi dos años
antes de que ésta muriera de cáncer a la edad de doce años. A pesar de
haber gastado cantidades ilimitadas de dinero para salvarla y haberle dado
todo su amor y su ternura, la niña ¡murió!
Los padres aún no han podido manejar adecuadamente esa sensación de
impotencia a pesar de haber dado pasos concretos hacia su curación. Son
miembros de un grupo de padres despojados. El padre, se pasa siete días de
la semana, metido en su oficina. La madre dice padecer un sin número de
enfermedades físicas, quejen opinión de los médicos son manifestaciones de
su pena.
“Han pasado ya tres años, de la muerte de mi hija y pienso que nunca
lo voy a poder aceptar. Pienso que yo debería haber podido salvarla”. Dijo
el padre.
Muchos sociólogos coinciden en la idea de que un hombre que ha
triunfado en los negocios, que está acostumbrado a que sus deseos se hagan
realidad, va a tener más dificultad para afrontar, la idea de que lo más
importante en su vida “salvar a su hijo” está fuera de su control y es
imposible darle solución.
En verdad; este terrible acontecimiento, tiene que ser difícil de
aceptar pera cualquier hombre, no importando su nivel socioeconómico. ¡UN
PADRE ES UN PADRE!
Desde, el momento en que Robby nació, pesando menos de dos kilos, los
médicos, aunque de una manera bondadosa, jamás nos engañaron acerca de la
enfermedad de nuestro hijo.
En los casi diez años que él vivió, luchamos denodadamente por
evitarle infecciones, las cuales le ocasionaban desgaste a su débil
corazón. Como yo era la que me quedaba en casa con él cuidándolo, gran
parte de la batalla fue librada por mí. Hacia el final, las infecciones ya
no cedían. Robby iba a la escuela, se enfermaba, se quedaba en casa tres
o cuatro días, se componía y regresaba a la escuela, y a los pocos días
volvía a enfermar. El tratar de salvar a nuestro hijo, se convirtió en
nuestra razón de vivir por una década.
Sin embargo, después de casi diez años, él murió. Súbitamente, tuve
que enfrentarme al hecho de que su muerte, la muerte de éste hijo mío a
quién había amado tanto, estaba fuera de mi control. De pronto fui despojada
no sólo de Robby, sino de una forma de vida.
Extrañamente, o simbólicamente tal vez, aún me acuerdo vivamente del
frasco de pastillas de “Digitoxin”, que ya no se necesitaban, aventadas en
el bote de basura del cuarto del hotel en Alabama. Las había tirado allí
un amigo que nos estaba ayudando a empacar para regresar a casar. Habíamos
viajado cientos de millas, puesto que el cirujano especialista en el
problema de Robby, estaba en Alabama y no quisimos perder esa oportunidad
para salvar la vida de nuestro hijo. Entonces supimos que ni el mejor
cirujano era suficiente.

27
Recuerdo haberme quedado mirando ese frasco y pensar al mismo tiempo
que nunca, nunca más, tendría que luchar por su vida.
Así como las pastillas ya no serían necesarias, tampoco yo lo sería.
Los psiquiatras tienen la idea de que este sufrimiento de impotencia
se presenta en todos los padres despojados; pero definitivamente, en
diferentes grados.
Los padres de chicos que han muerto en accidentes, pueden ser los
que padezcan más de este sentimiento de impotencia.
Qué difícil es aceptar que este chico joven, sano, lleno de vida y
esperanza, que sale de casa gritando: “Adiós mamá, nos vemos más tarde” y
que probablemente va de paseo en coche o en bicicleta o que va a nadar,
simplemente no regrese a casa ¡JAMÁS!
En contraste con la experiencia de un hijo enfermo, existe otro grupo
de padres que conocen este sentimiento de impotencia especialmente bien:
son aquéllos cuyos hijos murieron por ser excesivamente sanos
suficientemente sanos como para ser enlistados en las fuerzas armadas.
Imaginen los sentimientos de un padre o una madre cuyo hijo murió en
Vietnam. No sólo tuvieron que lidiar con el sufrimiento, sino que también
tuvieron que experimentar odio hacia la guerra, el cual fue sentido por
tantos norteamericanos. Estos padres, tienen un hijo muerto, mientras que
la generalidad de la gente, insiste en que este joven murió en un conflicto
inútil, sin sentido e inmoral.
Sin embargo, existen padres en la misma situación con un alto sentido
de patriotismo. En ocasiones, es tan fuerte éste, que es suficiente para
ayudar a sobre llevar la tremenda sensación de impotencia.
"Yo amaba a mi hijo," dijo un padre. "Pero me sentía tan orgulloso
cuando regresaba a casa con su uniforme militar”. “Sabía que existía el
peligro de que lo pudieran matar”. Después de todo, la gente se puede matar
en los coches también. Al menos él hizo algo con su vida. “¡El murió por
su país!”
Otra madre, está en total desacuerdo ante la idea de poder encontrar
consuelo ante este concepto de la vida. Sus amigos afirman que de ser una
mujer jovial y amigable, después de perder a su hijo único en la guerra de
Vietnam, se ha convertido en una mujer hostil y amargada.
"No hay nada por lo que vale la pena morir, cuando dejas detrás de
ti tanto sufrimiento, dice ella a los amigos, ¡Nada!".
La mujer gasta mucho tiempo y energía, lamentando el hecho de no
haber insistido lo suficiente para que su hijo se quedara en la Universidad
en donde estaba, y no haberle podido convencer de no enlistarse en la
Armada. "Nosotros aún lo tendríamos si yo hubiera insistido aún más”, dice
ella.
Otro grupo de padres despojados que conocen la profundidad de este
sentimiento de impotencia, es aquél cuyos hijos mueren a consecuencia de
un acto de violencia, un fenómeno creciente en nuestra sociedad.
Imaginen el shock sufrido por un matrimonio ya en edad avanzada, al
enfrentar cara a cara, al hombre que había sido encontrado culpable de
asesinar a su hijo, un chofer de taxi. La pareja había ido a hacer sus
compras navideñas a una tienda: de departamentos, cuando notaron que la
persona parada frente a ellos en la caja, era este hombre. El esposo corrió
al teléfono y llamó al abogado que había llevado el caso, éste le dijo que
no se trataba de un prófugo, sino que ya era un hombre libre después de
haber pasado un año en una institución para enfermos mentales y de que el
psiquiatra que lo trataba, había declarado que ya estaba curado.

28
Otra pareja, de diferente nivel social y económico, sufre de la misma
manera este sentimiento de impotencia.
La hija de esta pareja, era una chica llena de atributos y muy
popular. Tenía encanto, intelecto, belleza y dinero. Fue muerta a
puñaladas. Los padres insisten en que su yerno fue el asesino, a pesar de
que las investigaciones hechas por la policía, niegan dicha acusación. Los
padres han contratado investigadores privados para ayudarlos a probar su
teoría, pero éstos no han podido encontrar nada que rebata el veredicto
de la policía.
El yerno abandonó a su hija de ocho años, siendo adoptada por sus
abuelos.
“Tratamos hasta donde nos es posible de no llenar a nuestra nieta de
odio contra su padre," dice el abuelo, apero nosotros amábamos a nuestra
hija. Estamos seguros de que él la mató y en alguna ocasión, se nos escapa
alguna expresión de odio, “Y aún cuando tratarnos de que no lo note, algunas
veces sucede."
La mayoría de los padres en esta situación, pasan muchas horas, días
y años buscando una respuesta a la razón de la muerte de su hijo. Algunos
después de buscar mucho, encuentran un significado religioso a la muerte y
esto los puede confortar. Otros si en verdad desean sobrevivir, averiguan
finalmente que ellos deben dejar de preguntar el porqué sus hijos fueron
víctimas de la brutalidad.
Probablemente, el padre más frustrado y aquel cuya experiencia podría
definirse como el clímax de la impotencia, es el hombre que hizo noticia
hace poco tiempo, cuando protestó a viva voz por el nombramiento como el
“HOMBRE DEL AÑO”, del asesino de su hija.
Este supuesto “HOMBRE DEL AÑO”, quien está en prisión, había violado
y matado salvajemente a la hija casada de este pobre padre hacia nueve
años. La organización de servicios a la comunidad, ignoraba definitivamente
el por qué el candidato estaba en prisión o estaban convencidos de que ya
se había rehabilitado y se le estaba honrando por el trabajo de traducir
cuarenta y cinco mil hojas de libros a “braille”,-sistema de lectura para
ciegos. Yo recuerdo, que mi reacción fue de intensa ira, al leer la historia
y mis pensamientos volaron hacia la familia de la chica muerta.
Esta desquiciante y desconcertante noticia, le fue dada al padre,
que era viudo, por su hijo adolescente, quién lo había leído en el
periódico.
Aunque esto sucedió hace nueve años, mi hijo, quién vio el cuerpo de
su hermana, no se ha podido recuperar de la tragedia. Así es que cuando él
tomó el periódico esa mañana y leyó que este hombre iba a recibir tal
nombramiento, “dijo el padre”, ¡no lo pudo comprender! Llamé al periódico
y le hice saber al reportero que había escrito la historia, lo furioso y
lastimado que estaba por esta situación. Esto ocasionó que yo apareciera
en tres programas de radio en donde contesté muchas preguntas acerca de
cómo me sentía. Nadie discrepó conmigo, excepto la organización estatal.
Nuestra confraternidad local rechazó la idea de seguir adelante con el
reconocimiento, una vez que supieron acerca de los hechos.
“A pesar de todo, a pesar de haber llegado a la mayoría de la
población a través de la radio, la televisión y los periódicos, haciéndoles
saber qué tipo de persona iba a recibir el premio, ellos no obstante,
siguieron adelante y se lo otorgaron”.
"No sé cómo pude soportar esto, pero yo tengo fe en Dios y en mis
oraciones. Mi única esperanza ahora, es que Dios va a castigarlo. El estar
en la cárcel no es suficiente. Me asusta el hecho de que este asesino, use

29
el premio para ayudarlo a lograr su libertad condicional, y esto sería más
de lo que yo podría soportar”.
El padre a medida que libraba esta infructuosa batalla, recibió un
sin fin de cartas y llamadas telefónicas de todo el país, provenientes, la
mayoría, de padres que habían perdido hijos de diferentes formas,
incluyendo por enfermedad, y todas expresando la tremenda ira que sentían
ante tal injusticia.
"Un hombre que vivía fuera de la ciudad, llamó cuatro veces para
decirme que su hijo también había sido asesinado y que yo tenía que luchar
y no permitir que tal injusticia se llevara a cabo. Esta persona, sólo
necesitaban que alguien lo escuchara llorar. Después de su última llamada,
le dije que yo, ya no tenía fuerzas para seguir escuchándolo y continuar
librando mi propia batalla. Tengo casi setenta años. me sentí mal de
hablarle así; pero ¡lo tenía alternativa.
Independientemente del hecho del premio, el padre, quién está
retirado ahora, nos dijo que fue muy difícil para él poder resignarse a la
brutal muerte de su hija pero que su trabajo lo ayudó mucho.
"Trabajé y trabajé para sí ayudarme a luchar contra esta situación,
nos dijo. Cuando regresaba a casa, buscaba cosas qué hacer y que arreglar
en casa, hasta que me cansaba de tal manera que me quedaba dormido aun
antes de acostarme. Tenía que estar ocupado todo el tiempo.
“También lloraba. Cada vez que la gente en el trabajo venía a
ofrecerme sus condolencias, yo invariablemente, empezaba a llorar. Pero
era algo que yo tenía que sacar de mi sistema. Es más de lo que un ser
humano puede soportar, el reabrir el caso y saber que han hecho del asesino
de mi hija de alguna manera un “héroe”, quién según lo que el padre dice,
se confesó culpable en una carta que él escribió.
Como padres despojados, sin importar la causa de la muerte de nuestro
hijo, es imposible no empatizar con lo que este hombre sintió; una absoluta
impotencia, acompañada de ira y frustración. Aún recuerdo mi propia furia,
cuando leí en los periódicos acerca de este episodio del “Hombre del Año”.
Pará algunos de nosotros, cuando un hijo muere, la necesidad de hacer
algún tipo de declaración o poder gritar, nuestra impotencia, puede ser de
mucha ayuda.
Una pareja, aunque está divorciada, está tornando acción legal en
contra de los implicados en la muerte de su hijo. Si lo logran; esto podría
ser de gran ayuda para aliviaren algo su tremendo dolor y su furia. El
chico de 16 años, padecía una terrible influenza y deliraba. La madre
relata que cuando llamó al médico de la familia, éste le dijo que llevara
al chico al hospital inmediatamente y que los esperaría allí.
La madre explicó que el muchacho se encontraba en esta semi-comatoso
y que era imposible para ella vestirlo y subirlo al coche, por lo tanto
llamó a la policía de su localidad para que la ayudaran a llevar a su hijo
rápidamente. Un par de patrulleros llegaron a su casa y decidieron que el
chico no estaba enfermo sino que sufría de una sobredosis de drogas.
Entonces ellos lo pusieron en una camilla y en vez de llevárselo al hospital
donde el médico los esperaba, se lo llevaron a un centro anti-drogas, en
donde el chico murió.
Aunque ninguna cantidad de dinero pueda regresarles a su hijo, estos
padres están demandando tanto a los policías como al centro anti-drogas.
Gane o no el caso, lo que se persigue aquí, es que estos padres,
puedan liberarse aunque sea un poco de su terrible ansiedad. Sin importar
el arreglo, si existe alguno, la triste realidad quedaría sin ningún cambio.
Aunque la corte vote a su favor, ¡Su hijo está muerto! Un arreglo monetario

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o una disculpa, será una vacía y hueca victoria cuando se compare con la
enormidad de la verdad.
Probablemente uno de los ejemplos de impotencia más comentados ha
sido la muerte del hijo del multimillonario Aristóteles Onassis. E1 joven
chocó y murió en un accidente aéreo. Las emociones de Onassis no pueden
haber sido muy diferente de las de aquéllas personas que les he descrito
antes. El ofreció una enorme recompensa a quién pudiera probar que el
accidente fue premeditado. Se dice que él nunca pudo aceptar la muerte de
su hijo. Inclusive se piensa que su pena aceleró su muerte “miastenia
gravis”, una enfermedad que afecta el sistema nervioso.
Tan terrible como puede ser el saber que no está en nuestras manos
el controlar la vida o muerte de nuestro hijo, es igualmente aterrador él
que si tengamos que tomar la decisión al respecto.
Según un reporté en el “Detroit News”, una familia ignoraba que su
bebé padecía de hidrocefalia, hasta que éste tuvo dos meses de edad. Al
bebé se le operó al poco tiempo de nacido, para drenar líquido del cerebro;
pero nunca se les advirtió a los padres de la enfermedad, hasta que empezó
a crecer anormalmente la cabeza del bebé y los médicos trataron de operar
nuevamente. Se les dijo que su bebé tenía muy pocas expectativas de vida y
que nunca estaría capacitado mentalmente.
Los padres cuentan de su amargura y dicen que si se les hubiera
advertido la enfermedad, nunca hubieran accedido a la primera operación.
Cuando el bebé tenía dos meses de edad, decidieron no permitir a los médicos
volver a operar. El niño vivió siete meses y sus padres necesitaron
urgentemente de tratamiento psiquiátrico, para ayudarlos a lidiar con su
trauma.
“Es el peor infierno por el que cualquiera pueda pasar”, dijo la
madre”. “Es algo que necesitas discutir con alguien. Pero en nuestra
sociedad, no lo puedes discutir porque de antemano estás condenado por
tomar este tipo de decisiones.”
Estos grupos vienen a ti y te dicen: “no tienes derecho a tomar este
tipo de decisiones”. Ellos no tienen idea a lo que nosotros nos
enfrentamos”.
“Uno aprende de este tipo de situaciones”, dijo el marido. “¡Yo no
diría es!, interrumpió ella, “¡Tú sobrevives a ellas!”
Estas personas estuvieron en una situación poco común, en donde
tuvieron que tomar la decisión si su hijo debía vivir o morir, pero esto
no es frecuente.
La mayoría de nosotros no estuvimos en esta posición. Nos hemos
confrontado con guerras, enfermedades o accidentes cuando perdimos a
nuestro hijo Normalmente nos horrorizamos porque tenemos que doblegarnos
ante hechos que están más allá de nuestro control.
Sin embargo, el que esta decisión no tenga que ser tomada por
nosotros, infinitamente más fácil. Al menos mi mente no se podrá torturar
nunca con la pregunta de si fue correcto dejar morir a mi hijo.
Padres como esta joven pareja, tiene mi más profunda compasión y
admiración.
Es dramático para los padres despojados, darse cuenta que nada se
haga o que se diga, va a poder cambiar el hecho de que nuestro hijo ha
muerto. Por esto es que se torna urgente para este padre o esta madre,
encontrar algo que podamos hacer para ayudarnos, y si pensamos positivo,
¡SÍ lo encontramos!

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El contrarío de impotencia por supuesto es poder. Una de las cosas
básicas que se le quita al padre despojado, es la convicción de tener la
habilidad para controlar y decidir en este mundo.
Cuando sentimos que esta habilidad se ha ido, tenemos que volver a
creer en nosotros mismos y volver a desarrollar ese tan importante
sentimiento de auto-estima, un sentimiento que debemos estar capacitados
para retomar. También debemos volver a funcionar normalmente y tomar
decisiones importantes, lo haremos de distintas formas y por diferentes
caminos, pero siempre luchando para así reconstruir nuestras vidas.
En algunas ocasiones hasta se llega a adquirir un mejor funcionamiento
en nuestros trabajos y en nuestra labor dentro de la casa. En otras
ocasiones nos entregamos a un nuevo hobby. Podremos también encontrar
alguna manera de ayudar a los demás. Nuestra palabra puede ser de mucho
peso para los demás, después de haber sufrido esta pérdida.
Es probable que tú ahora, experimentes más satisfacción y regocijo
al obtener logros, que la que puedan sentir aquellos que nunca han perdido
un hijo. Después de esta terrible pesadilla, es muy temerario el crear o
inventar algo o estudiar nuevo, pero si lo podemos intentar, puede ser
sumamente satisfactorio, pues implica un doble esfuerzo que al darnos
cuenta que lo logramos, hará que nuestro orgullo y satisfacción sean
incomparables.

32
Que no exista decepción sino
encontramos esa alegría
eterna en nuestro matrimonio.

Thomas Fuller

Despojo y Matrimonio

Probablemente, una de las cosas más difíciles de entender para alguien


que no ha perdido un hijo, es la extraña desunión que sobreviene en el
matrimonio cuando los padres son despojados.
Después de todo, “podría comentar un extraño”, estas dos personas
han atravesado por todo esto juntos. Tienen tanto en común. Han compartido
todo ese dolor. Ellos probablemente no vuelvan ni a discutir después de
haber pasado por ésta “catástrofe”.
Así escomo se podría ver en la superficie, pero no es así como
funciona en la realidad. Es verdad que se ha compartido la tragedia, el
desastre y el dolor; pero no necesariamente, estas emociones pueden
intensificar los lazos de unión. Frecuentemente, estos vínculos se rompen
en lugar de fortalecerse.
Existen estudios que confirman que alrededor del 90% de las parejas
despojadas, tienen serios problemas maritales, sobre todo durante los
primeros meses después de la muerte de su hijo.
Desde luego que no existe un consenso general, sobre el por qué esto
deba suceder en todos los casos, puesto que cada matrimonio y cada situación
son únicas en su esencia. Pero sí existen estudios que demuestran que hay
puntos de afinidad en muchos problemas que afrontan los padres que han
perdido hijos.
De pronto y brutalmente, esta pareja, estas dos personas que ya eran
una sola, se ven confrontados a una trágica verdad. Una vez más vuelven a
ser dos. Cada uno de ellos, tiene que afrontar su propio dolor y uno no
puede hacerlo por el otro. Tampoco podrá servirle de escudo ante el dolor.
La pareja, a diferencia de cuando reían juntos, disfrutaban juntos y salían
de vacaciones juntos, repentinamente se encuentran ante la mayor tragedia
de sus vidas y ante el momento de mayor necesidad el uno del otro y
descubren que cada uno es un individuo independiente. Que su proceso de
dolor, también es individual.
Ánne Morrow Lindbergh, en su libro “Dearly Beloved” (cariño amado),
dice, “El dolor no puede ser compartido”. Cada uno lo lleva por si solo su
propia carga a sus propia manera.”
Ella está en lo correcto. Pero para una pareja, el descubrir esto
después de enterrar a su hijo, puede ser desgarrador. Después de todo,
ellos podrían pensar que sería lógico poder apoyarse uno en el otro durante

33
su duelo. Peros importante saber, que tú no puedes apoyarte en algo que
está doblado YA, por su propia carga.
Lo que sucede entonces, es que en el peor momento de nuestras vidas,
cada uno de los padres, nos encontramos ¡Solos! Justo cuando se suponía
que íbamos a recibir toda clase de apoyo y comprensión provenientes de
nuestra pareja, descubrimos que él o ella son prácticamente, la última
persona de la que podemos esperar ayuda. La sociedad nos ha condicionado a
creer que ahora nos hemos convertido en una pareja doliente. Pero la
realidad es que nos hemos convertido en dos personas despojadas.
Mis expectativas en relación a esta situación, estuvieron a punto de
destrozar mi matrimonio.
Durante la vida de Robby, nosotros tuvimos éxito tratando de
confortarnos, protegernos y apoyarnos el uno al otro cuando atravesábamos
por innumerables crisis. Estoy convencida, de que no existe persona alguna
en este mundo, junto a quien yo podía haber soportado tantas y tantas
situaciones de alarma y crueles predicciones, que no haya sido mi esposo.
El opina lo mismo.
Sin embargo, cuando Robby murió, repentinamente, nos encontramos con
un sinnúmero de circunstancias nuevas. Ya no existía la posibilidad de
pensar positivo. Ya no tendríamos que convencernos el uno al otro de que
las cosas mejorarían.
Ahora nos encontrábamos vacíos y sin esperanza; a pesar de nuestros
otros dos adorados hijos, quienes parte del tiempo, no parecían ser
suficiente para evitar que la espantosa aspiradora de la muerte nos
absorbiera.
Extrañamente, una de las cosas que acrecentaron nuestro problema,
fue nuestro mutuo proteccionismo. No nos tomó mucho tiempo comprender que
vaciar juntos nuestros corazones de tristeza, era un acto destructivo de
uno hacia el otro. Es obvio que no pretendíamos causar más daño a nuestra
pareja. Había días en que mi ánimo estaba un poco mejor y resentía el ser
jalada hacia abajo nuevamente. Mi esposo sentía de la misma manera.
La extraña combinación de proteccionismo y resentimiento, crearon
una hendidura en nuestra relación. Esto se convirtió en uno de los (actores
que determinaron una corta separación seguida de ayuda profesional. Los
dos aprendimos de esta experiencia, que deseábamos continuar juntos; pero
que tendríamos que ser más realistas acerca de lo que esperábamos el uno
del otro. Yo no podía esperar qué él fuese un ejemplo de fortaleza, cuando
su propio dolor era tan fuerte como el mío. El no podía esperar que yo
tuviera qué ocultar mi pena frente a él, aún sabiendo que esto lo
perturbaba.
Esto lo resolvimos, permitiéndonos tener un tiempo en el cual pudimos
enfrentarnos a nuestras emociones. Nuestro consejero matrimonial, me
recomendó buscar a mis amigas más cercanas y pedirles consuelo y ayuda a
ellas en lugar de pedírselo a mi esposo.
Después de todo, lo único que cualquier amiga podría ofrecerme, sería
una “oreja compasiva”. No hay nada concreto que alguien pueda hacer o
decir. Esa oreja compasiva no tiene forzosamente, que ser de tu pareja, si
él o ella se resisten a oírte llorar. Tu hijo está muerto y no hay poder
humano que pueda cambiar este hecho.
Extrañamente, el mencionar a Robby nunca creó conflicto entre
nosotros. Esto no es común entre padres despojados. Me han asegurado que
esta actitud que nosotros tuvimos, no es la normal.
De acuerdo con estudios psicológicos, en un gran número de familias,
existe el dilema sobre si mencionar al hijo muerto o no. Se ha observado

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que en muchos casos, es el padre, no la madre, el que evita hablar del
hijo. La razón de que sea el hombre principalmente quien evita tocar el
tema, es tan compleja como puede ser el mismo espectro de represión al
dolor al cual el “hombre”, el “padre” está sometido.
El estoicismo, la insistencia por parte de nuestra cultura de que el
hombre debe sufrir en silencio cuando se enfrenta al desastre, es evidente
durante el despojo, aunque parece ser que esto está cambiando poco a poco.
Al poco tiempo de la muerte de Robby, mi esposo y yo hicimos un
pacto. Hablaríamos de Robby. ¡El existió! El evitar recordarlo; el evitar
hablar de él; el no recordar sus gustos y disgustos, su carácter y su
sentido del humor, sería tanto como dejarlo morir otra vez. Y esto
definitivamente no lo haríamos.
No entorpeceríamos la ilusión uno del otro, cuando se tratara de
recordar y de hablar de Robby ¡vivo! Era sólo el Robby muerto, lo que nos
desagarraba el alma.
Sin embargo, existen parejas que son menos afortunadas. Comúnmente
uno de los dos es el que decide que hablar del hijo muerto es demasiado
doloroso. Cualquier intento de la pareja de sacar el tema a relucir, se
recibe con furia, hostilidad y portazos. Cualquier cosa con tal de evitar
la discusión.
Aunque en todo, la moderación es recomendable, es muy necesario
hablar del hijo. Estamos en un estado de luto. Si estuviésemos en medio
del océano, no podríamos evitar el hablar de agua. Si estamos llorando la
muerte de un hijo, no podemos evitar el mencionarlo. Tú debes recordar a
tu hijo. Lo que no debes hacer es encapsular su recuerdo para guardarlo en
lo más recóndito de tu mente y que no pueda ver la luz del día.
Él o ella, ¡fueron reales! ¡Existieron! Encerrar este recuerdo como
si él o ella jamás hubieran existido, puede ser lo más destructivo que
pueda hacer un padre o una madre.
El otro extremo puede ser igualmente destructivo. Llega un momento,
en que tienes que controlar un poco tus manifestaciones de dolor. Dejar de
llorar incesantemente. Controlar tus emociones. No sólo le causarás un
interminable dolor a tu pareja y a tus otros hijos, sino que terminarás
por enajenar a cuantos te rodean.
Si te das cuenta que estás en cualquier extremo de esta situación de
pena y angustia con tu pareja, trata de llegar a un acuerdo. Determinen
una hora del día, por ejemplo, una hora en la que los dos sepan que pueden
hablar de su hijo sin encontrar una respuesta hostil.
Esto es bueno, puede inclusive llegar a haber respuesta positiva de
la pareja que se oponía a mencionar el tema. Pueden hasta llegar a llorar
juntos. Pero recuerda. Cuando este tiempo termine, tienes que hacer un
esfuerzo sobrehumano por alejarte del tema y dedicarte a tu vida cotidiana.
¡Puedes hacerlo!
Si no puedes llegar a un arreglo justo, en esta área, ¡por lo que
más quieras busca ayuda! Debes aprender a hablar, a expresar tus ideas y
tus sentimientos.
Aprender a expresarte y a comunicase, es algo que te va a ayudar a
salvar tu matrimonio.
Si hubo cosas en el funeral que crees que no estuvieron bien, aún si
éstas fueron hechas por tu pareja, no las guardes, coméntalas. Hazlo
gentilmente. Explícale que en tu opinión”, no estuvieron correctas. Saca
el tema a relucir y no permitas que se acrecenté dentro de ti. Al pasar el
tiempo, la intensidad de lo sucedido en el funeral, disminuye y si no
hay rencores guardados pierde un poco su importancia.

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Es muy importante la ayudo que podamos recibir proveniente de terceras
personas, en ciertas áreas que podrían hacerse conflictivas si las tratamos
sólo entre nosotros.
Un ejemplo de esto puede ser el caso de una pareja despojada, que
llegó a un grupo de padres en esta misma situación y relató su historia.
Esta situación estaba cargada con todos los componentes necesarios para lo
que se definiría como matrimonio a punto de desbaratarse.

La pareja de edad madura, había perdido a su hijo casada y lo que


pedían; era consejo para solucionar el problema que se les había presentado
con su yerno, quien les había prohibido ver a sus nietos después de haberse
vuelto a casar.
Aquí tenemos a dos personas que se culpaban mutuamente por las
dificultades que tenían con el hombre y por lo consiguiente la pérdida de
sus nietos.
Esta pareja, tuvo la suerte de tener un grupo de personas interesadas
a quien contarles su problema. ¡Un gran problema! Después de todo, estos
niños, eran lo único que les quedaba de su hija. Se interrumpían uno al
otro con agresividad, al estar describiendo la situación. Parece ser que
él sentía que su esposa había tratado mal a la nueva esposa del yerno. Ella
estaba convencida de que el marido había sido grosero con su yerno.
Era tangible la ira que sentía el uno por el otro ante el hecho de
verse privados de sus nietos.
Pero, en este caso, la salvación fue, que en vez de recrearse en
estos pensamientos negativos, ellos llevaron su problema ante un grupo de
treinta padres despojados.
Estas preguntas les fueron hechas a la pareja:

“¿Se llevaban bien con su yerno antes?”

“¿Han insinuado su resentimiento hacia la nueva esposa?”

“¿Han hecho un esfuerzo por ser agradables con ella?”

“¿Han tratado de infundir en sus nietos la idea de que su madre fue


una persona mejor, más atractiva y más buena?”

Los abuelos contestaron honestamente y sin sentirse victimizados. Se


dieron sugerencias, inclusive una madre que también había perdido a su hijo
casado, ofreció llamar al yerno y preguntarle que cuál era específicamente
el problema, que cuales eran los requisitos para permitirles a estas
personas seguir viendo a sus nietos.
Independientemente de esta ayuda concreta, la cual fue aceptada con
agradecimiento, esta reunión, sirvió para otro propósito, fue como un
bálsamo tranquilizante para una herida sangrante.
La pareja se había estado culpando uno al otro por esta nueva pérdida.
En la desesperación de no perder lo único que les quedaba de su hija, sus
nietos, ellos estaban experimentando sentimientos terribles del uno hacia
el otro.
“Ella no actúa correctamente con la esposa de mi yerno. Nunca hace
un esfuerzo por llamarla. Todo es culpa de mi esposa”, esto podría haber
estado pensando el esposo.

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“EL ha cambiado hacia nuestro yerno. El es casi rudo con él. Ellos
antes construían cosas juntos. Ahora, ¡nada! Es culpa de mi esposo, esto
podría haber pasado por la mente de la esposa.
Pero en las reuniones, las preguntas acerca de la relación que existía
entre ellos fueron hechas gentilmente por personas que no tenían otro
interés más que el de ayudar a dos seres que sufrían.
La polémica que se libraba entre personas extrañas, que no estaban
ni de un lado ni del otro, eliminaba la tensión que normalmente se siente,
cuando alguien se siente atacado. Nadie acusaba a nadie. Más aún, el
ambiente creado favorecía a la pareja para tener más amplitud de mente. Es
muy raro que en estas reuniones, exista agresión entre la pareja. En lugar
de esto, al haber otras personas presentes, “personas comprensivas”, los
matrimonios tienden a contener su ira y generalmente absorben cualquier
ayuda que se les ofrece.
Es frecuente, que las personas lloren en estas reuniones, es también
muy raro, que se ofendan entre sí, a buena educación, normalmente, evita
que esto suceda. Y todo esto es para bien. Si dos personas no están ocupadas
gritándose una a la otra, probable tengan la oportunidad de escuchar algo
constructivo.
El doctor Elliot Luby, jefe de psiquiatría de la Clínica Lafayette
en Detroit, ha hecho un estudio sobre el comportamiento y los problemas de
las parejas despojadas.
Uno de los problemas básicos dice él, es que los padres incapacitados
para comprender como pudo haber sido que su hijo muriera, adoptan actitudes
lacerantes hacia sus parejas. Verdaderamente, llegan a culparse uno al otro
por esta muerte.

“¿Por qué no fuiste más cuidadosa o cuidadoso?

“¿Por qué le permitiste llevarse el coche?”

“¿Por qué no llamaste al doctor?”

El culparse por la causa de la muerte puede parecer ridículo. El


esposo o la esposa, está acusando a un vulnerable y susceptible padre o
madre, de la muerte de su hijo. La más mínima insinuación al respecto,
podría en verdad hacer pensar a la pareja, que sí fue responsable y culpable
por el trágico suceso. Si en lo más recóndito de su mente, existiera una
leve duda acerca de su responsabilidad hacia este hecho, quedaría la
pregunta planteada y esto podría no borrarse en los días de su vida.
La razón de esta actitud acusadora, es la necesidad de contestarnos
preguntas básicas: “¿Por qué murió nuestro hijo o hija?” Y esta pregunta,
jamás ha podido ser contestada por los siglos de los siglos.
Sí tú llegaras a tener la más ligera idea de culpar a tu pareja o tú
llegaras a sentirte responsable, inmediatamente busca ayuda profesional
para ayudarte a ti o salvar tu matrimonio. Porque una vez que esta culpa
aparece en escena, a menos de que exista una intervención directa
capacitada, será muy difícil poder salvar a este matrimonio.
Si un padre está “convencido” de que su esposa fue responsable de la
muerte de su amado hijo, la idea de continuar siendo un matrimonio exitoso
a todas luces ¡imposible!
Si no se busca ayuda y el problema no se resuelve, la idea de
continuar con esta vida matrimonial, es nula para ambas partes, tanto para
la parte acusadora, como para la acusada.

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Una de las parejas más tristes que yo he conocido, fueron víctimas
de esa situación. Su pequeño hijo, murió hace veinte años, atropellado por
un auto, el chico murió instantáneamente. El esposo quien siempre fue un
padre sobre protector, jamás ha dejado de culpar a su esposa por la “falta
de cuidado” que tuvo con su hijo. Fue fácil hacerla sentir una “asesina”.
Dadas las circunstancias y el dolor por el que ella atravesaba, su
posibilidad para defenderse fue nula.
Esta mujer, quien siempre había sido una madre tranquila y relajada,
dejó a su hijo afuera, frente a su casa jugando un momento, mientras entraba
a la casa para apagar algo que había dejado en la estufa. Cuando salió,
¡su hijo estaba muerto!
Antes de la tragedia, esta pareja discutía siempre sobre hasta qué
punto es ser demasiado cuidadoso (como el padre) y hasta qué punto es ser
despreocupado (como la madre). Ahora, por supuesto, la decisión ya era
clara, sobre todo para el padre. El chico estaba muerto. Ella había estado
equivocada. ¡Ella era la responsable!
Ellos no se divorciaron. En lugar de esto, vivieron una pesadilla.
Un infierno de vida. El, físicamente enfermo y lleno de odio. Ella
mentalmente enferma, pero no lo suficiente como para ser hospitalizada,
ella podía cocinar y limpiar la casa, pero suficientemente mal como
para alejarse de la sociedad y de sus hijos sobrevivientes.
Ellos son viejos ahora, nunca hablan sobre su hijo o sobre su muerte,
nada acerca del tema. Todo lo que queda es un residuo de amargura y de
soledad flotando en esa casa como una capa de humo.
Otro de los destructores de matrimonios de padres despojados es la
sensación de que la unión ya no tiene razón de ser, de que ya está condenada
a enfrentarse eternamente a la derrota, a la frustración y a la
desesperación.
Cuando esto sucede, estos padres despojados, se encuentran en el
mismo caso de parejas octogenarias, que después de sesenta años de casados,
deciden divorciarse.

Pregunta el juez:
¿Cómo pueden ustedes ni siquiera imaginarse algo así, después de
todos estos años?”
La esposa parada delante de la juez, recargada sobre su bastón,
repuso: “¡Suficiente, es suficiente!”

Cuando dos personas sienten que las cosas sólo pueden empeorar, nunca
mejorar. ¿Qué esperanza puede haber para ellos como una unidad? Ellos están
viviendo como la pareja de ochenta años. Lo que esta pareja necesita, es
una inyección de lógica dada por una tercera persona ya sea un amigo o un
profesional.
En casos como éste, a menos de que haya intervención, estas parejas
están convencidas de que la única suerte que les depara el destino, es mala
suerte. Todas las cosas buenas y hermosas, siempre estarán fuera de su
alcance.
Alguien capacitado, o alguien con disposición de ayudar y con una
mejor perspectiva, pueden ayudar a esta pareja a sobreponerse a esta
actitud. Algunas veces, otro padre despojado, puede ser esta persona.
Cuando todo está dicho y hecho, el salvar su matrimonio y hacerlo
fuerte otra vez, debe ser de gran valor y algo sumamente deseado para los
padres despojado. Después de todo, no existe nadie en el mundo quien pueda
entender mejor la profundidad de esta tragedia que la persona que

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experimentó la misma pérdida. Aunque este entendimiento no es suficiente
por sí sólo para reconstruir o para hacer un mejor matrimonio, sí puede
ser algo que compartido entre los dos, no necesite una explicación.
Mi esposo y yo, podemos oír una canción, ver un paisaje, encontrarnos
con amigo y con sólo mirarnos el uno al otro, sabemos que algo de esto nos
trae recuerdos de Robby. Es una experiencia mutua y silenciosa. Es algo
especial para compartir y algo que en sí, nos puede ayudar a salvar nuestro
matrimonio.
Recuerda, que una pareja puede compartir una experiencia aunque sea
no verbal, aunque sea una experiencia triste, no puede decirse que carece
de suerte, porque esta pareja, no está sola.
Aunque esta comunicación es muy especial, no todas las parejas pueden
tolerar la tan antinatural presión bajo la cual se encuentran. Si llegan a
divorciarse, y por desgracia muchas parejas desoladas lo hacen, ellos aun
así pueden estar capacitados para fortalecerse el uno al otro. En algunas
ocasiones, la amargura de la separación es insuperable y todo lo que en
algún momento se compartió, incluyendo la tristeza, es como si nunca hubiese
existido. Sin embargo, en algunas ocasiones, la amargura que causó el
divorcio, se disuelve una vez que el matrimonio se termina y estas dos
personas, están más capacitadas para ayudarse mutuamente.
Una pareja de divorciados, los dos vueltos a casar, están teniendo
serio problemas de adaptación en su nuevo matrimonio. Ella es una madre
despojada divorciada quien siente que su nuevo marido no puede comprender
lo que ella siente. Estas parejas deben entender que para poder lograr un
nuevo matrimonio exitoso tienen por fuerza que resolver antes todos los
problemas derivados del despojo.
Desde mi punto de vista, es importantísimo buscar ayuda y consejo en
esta situación. Es imperativo, que esta muerte, no penetre de tal manera,
que pueda destruir una segunda unión.
También existen parejas que, junto con la terrible pena que están
sufriendo, tienen que afrontar innumerables gastos y cuentas médicas que
se derivaron de la enfermedad que terminó con su hijo, cuentas que en
ocasiones no podrían pagarse en toda una vida. Los acreedores inoportunos
tocan a la puerta. Frecuentemente están endeudados con amigos y parientes.
No hay dinero para ropa nueva, con dificultad hay para comer, mucho menos
habrá para pequeños lujos como ir a un cine. En conclusión, los únicos
prospectos que estas personas pueden ver, son siempre prospectos negativos.
Un hombre, operario de una fábrica, quien se enorgullecía de nunca
haber faltado al trabajo, llegó al clímax de su tolerancia, cuando lo
envolvieron los problemas monetarios que surgieron de la enfermedad y
muerte de su pequeño hijo. El estaba terriblemente abrumado debido a las
innumerables y hostiles llamadas telefónicas que recibía de personas a las
que les debía dinero. Esto llegó a perturbarlo de tal manera, que dejó su
trabajo y abandonó a su familia. No lo han visto en meses. Mientras
tanto, las llamadas telefónicas continúan, sólo que ahora, su esposa es la
que tiene que llevar la carga sola.
Los problemas de dinero en nuestra sociedad, nunca son agradables.
Son aún peores cuando se trata de encontrar el camino hacia adelante después
de enterrar a tu hijo. Las soluciones son mucho más difíciles de encontrar.
Robby fue un bebé prematuro y en ese tiempo, no contábamos con un
seguro médico. El estuvo en cuidados intensivos por casi 3 meses y el costo
de esta atención especializada era astronómico. Hasta el día en que él
llegó a casa, nosotros teníamos ya una deuda hospitalaria de casi ¡diez
mil dólares! Éramos muy jóvenes, y ya estábamos colmados de deudas que nos

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tomaron años para pagar y repagar, pues durante toda la vida de Robby, las
cuentas siguieron aumentando. Había momentos en los que nos encontrábamos
de tal manera endrogados, que parecía imposible sobrevivir financieramente.
Esto definitivamente no nos ayudó a sobre llevar nuestro duelo.
Finalmente, buscamos los servicios de un consejero financiero quien nos
hizo un programa de pagos con el cual pudimos pagar nuestras deudas
organizadamente y seguir viviendo con decoro.
Cuando una pareja se encuentra en tal confusión financiera debido a
los gastos médicos y hospitalarios, es esencial buscar ayuda profesional.
Es importante que alguien capacitado nos sugiera una pronta manera de
resolver estos problemas porque de no ser así, probablemente no se le
pudiera dar una solución correcta. No es imposible cubrir estas
obligaciones financieras, si estás percibiendo un sueldo. Puede tomarte
años, pero con la ayuda de un consejero matrimonial, o de un consejero
financiero, o de un abogado, esto se podrá solucionar. Si te encuentras en
un problema parecido, ¡busca ayuda!
Otra fuente de severas crisis en el matrimonio de una pareja
despojada, es cuando una de las partes busca consuelo extramarital. Hay
padres y madres que dan este pasó hacia una vida de fantasía con el objeto
de escapar a un mundo que está inmerso en el sufrimiento.
Una mujer que sufría horriblemente por la muerte de su hija, no podía
encontrar un lugar para ella en su propia casa. Ella, constantemente
encontraba hostil a su marido, cuando trataba de compartir su pena con él.
En cambio ella se enfurecía cuando él sufría. Ellos no tenían más hijos.
Finalmente y ante su desesperación, ella buscó un empleo y terminó teniendo
un ‘affair’ con un compañero de trabajo. Para ella, esta relación era
totalmente limpia y sin ninguna consecuencia. Al menos así es como ella lo
veía.
De todas las posibles soluciones a su necesidad de escapar de la
depresión, ella escogió la peor. Ella se encontró a sí misma, no sólo
agobiada por su pena y la de su esposo, sino que ahora ella tenía una nueva
causa de angustia; ella ahora se sentiría culpable y con cargo de
conciencia.
Su pena fue tan grande que tuvo que buscar ayuda profesional. Ella
acudió sola al principio, hasta que pudo resolver el problema de su
“aÍfair”, el cual pronto terminó.
Ella no deseaba otra agonía para su marido, por lo que no le confesó
su infidelidad. Cuando esto quedó resuelto, por lo menos hasta el punto en
el cual ella pudo afrontarlo y vivir con esto, ella insistió en que su
esposo fuera con ella para buscar ayuda. Él lo hizo y parece ser que los
dos han empezado a reconstruir su vida juntos.
Con un nuevo empezar, algo fresco y bueno se ha presentado dentro de este
matrimonio despojado.
Sé bondadoso contigo mismo. No te permitas más pena y más dolor. Tú
de entre toda la gente, eres el que menos necesita de más pesar.
En efecto, tú necesitas traer nuevamente, más cosas agradables a tu
vida; cosas que aunque pequeñas, iluminen tu vida y permitan que entre aire
fresco a una casa que ha estado en absoluta tristeza. Hay un viejo dicho
que se originó en el Sur. Bien podría ser una receta de alegría en éste
muy importante momento de tu vida: “NO PERMITAS QUE LAS SEMILLAS TE IMPIDAN
DISFRUTAR LA SANDÍA; ¡SÓLO ESCÚPELAS!”.
Aunque hacer esto no es fácil, sí es muy importante tratar de hacerlo.
No tiene el menor caso, negarse a sí mismos, algunas de las cosas buenas
que tiene la vida y que aún pueden ser disfrutadas por nosotros, como

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pareja. Cosas como las relaciones sexuales y el sociabilizarnos. El que
podamos disfrutar de esto, nos ayudará a disminuir nuestra pena y esto es
sumamente importante.
Tú debes saber que el consuelo es muy necesario, porque ¡Sí lo es!
No debes continuar viviendo en el “pantano” y hasta que permitas que algo
de alegría entre en tu vida, esto exactamente, es lo que estás haciendo
¡vivir en un pantano!
No es extraño que una esposa se rehusé a tener relaciones sexuales,
pues la sola idea de experimentar placer, se torna repugnante.
Una mujer, ahora divorciada, aún no puede perdonar a su ex-marido
por haber querido tener relaciones, una semana después de la muerte de su
hija.
“¿Cómo es posible que él haya buscado una relación sexual, cuando
nuestra pequeña hija acababa de morir? pregunta a mujer indignada. El
esposo, a quien ella había hecho sentir un hombre lujurioso y sin
sensibilidad, se cansó de estar tratando de explicar a su esposa que para
él, el sexo era una manera de desfogarse y de renovarse, que no por eso,
él dejaba de amar el recuerdo de su hija.
“Hemos llegado a un callejón sin salida, del cual creo que nunca
vamos a salir”, dijo él. “Yo sé que ella probablemente pueda disfrutar de
una vida sexual con otro hombre, pero no con el padre de su hija muerta”.
Una pareja, que logró sobreponerse a este problema tan común pero al
mismo tiempo tan sensitivo, se siente muy orgullosa por haberlo logrado
prácticamente sin ayuda externa.
Aunque ellos mantienen, que si hubiese sido necesario, ellos hubieran
buscado ayuda de una tercera persona. Pero piensan que el haberlo logrado
solos, añade otro éxito a su matrimonio.
Después de que su hijo murió de cáncer, la madre simplemente se
“congeló”. No se trata de gozar o no, una experiencia placentera. Por el
contrario, esto fue mucho más profundo. En su mente, estaba la idea de que
había sido el sexo, lo que originalmente trajo a su hijo al mundo y por
este hecho, ellos habían sido expuestos a la agonía que ahora habían sufrido
al haberlo perdido. Ella inmediatamente expuso, que no era miedo a quedar
embarazada. Ella solamente deseaba no volver atrás al punto donde todo se
había originado.
Su esposo, llegó a estar más y más frustrado a medida que las semanas
pasaban. Finalmente, él, en una explosión de enojo, le dijo a ella que o
volvían a tener relaciones sexuales, o se buscaría otra persona con ¡quien
tenerlas!
Ella se dio cuenta que él no estaba bromeando y esto actuó como un
vaso de agua fría arrojada sobre su cara. La sola idea de que su marido
tuviera relaciones fuera del matrimonio, la paralizaba. Llorando le dijo
que ella simplemente no podría tener relaciones con él, pues estaba
incapacitada para corresponderle.
El la tomó en sus brizos y le imploró que lo intentara, diciéndole
que el también estaba consciente de que su hijo estaba muerto y que esto
lo horrorizaba, pero que ¡Él estaba vivo! Que él tenía necesidades. Y que
podían tratar, lentamente de reconstruir su vida sexual destruida. También
le dijo que no pretendía que ella respondiera al principio, sino sólo que
estuviera allí, ya que posiblemente algún día, sus sentimientos
regresarían. El estaba convencido, y logró convencer también a su esposa
de que sin la participación de ambos, no había esperanzas de que afloraran
estos sentimientos nuevamente. Era un riesgo que tenían que correr, sí
querían salvar su matrimonio.

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Finalmente, aunque con un poco de miedo, ella fue a la cama con él,
y poco a poco su sensibilidad regresó, logrando deshacerse de esa terrible
idea de negarse a las relaciones sexuales, por pensar que la muerte de su
hijo, empezó en el momento de la concepción.
La mayoría de las parejas, no tienen tanta suerte, y no resuelven
este problema como lo hizo la pareja anteriormente descrita. La vida sexual
de la pareja es básica, por lo que, si se presenta el problema de que uno
o ambos cónyuges se niegan a tener relaciones sexuales, deberán resolverlo.
Si esto no es posible por sí mismos, es sumamente importante, buscar ayuda
externa a la mayor brevedad.
Muchas parejas tienen problemas para sociabilizarse después de la
muerte de su hijo. En la mayoría de las familias, uno de los padres (no
los dos) asumen la actitud de no tenemos derecho a “disfruta”.
Una joven pareja, cuya vida social y familiar era de lo más normal,
perdió a su bebé de cuatro meses a causa de una neumonía. El esposo era un
vendedor muy exitoso. Cuando salía a trabajar por las mañanas, dejaba en
casa a su mujer, preparando a su pequeña hija de cuatro años para llevarla
al kínder, quien después de dejarla, se pasaba el resto del día vagando y
llorando sola dentro de su departamento.
“Mi esposa llora desde que me voy a trabajar, hasta que regreso”,
dice él. “Bueno, reconozco que yo también estoy muy triste, pero tengo que
salir a trabajar y de una manera o de otra tengo que ser agradable para
mis cliente”
Llego a casa y allí está ella siempre llorando. Es como si físicamente
me estuviera jalando hacia el fondo de un abismo. Si le cuento algún
incidente divertido, ella se me queda viendo como si yo estuviera loco por
poder ser capaz de pasar un día “normalmente”.
“Yo empecé a temer regresar a casa”. “Un día decidí que esto tenía
que terminar”.
Iba manejando por la calle y la idea de ir a casa me hizo sentir un
nudo en el estómago. Aún así, llegué a casa y le insistía mi esposa para
que llamara a alguien que cuidara a nuestra hija y pudiésemos ir al cine.
Fue nuestra primera salida en tres meses. Cometí el “error” de reírme
fuerte en una parte graciosa de la película. Ella brincó de su asiento,
salió corriendo por el pasillo y me esperó en el lobby con lágrimas rodando
por sus mejillas’.
El marido, que aún se sentía incomodo con el recuerdo, me relató con
visibles muestras de tristeza e inconformidad, la manera en que ellos
discutieron a gritos en el lobby del cine.
“Ella me gritó que cómo era posible que yo me estuviera riendo en
público. ¡Qué Ricky estaba muerto! Qué, ¿Qué era lo que me pasaba a mí?
Bueno, yo estaba apenado y furioso. No estoy seguro, cuál de estos
sentimientos predominaba. Yo amaba a mi hijo también. Yo le dije que no
había nada malo con el hecho de reír o de salir a distraernos un poco. Que
esto, no implicaba una falta de respeto hacia nuestro hijo. También le
dije, que aunque me doliera; yo la dejaría, si ella no trataba de resolver
este problema. Me asuste al decir esto, pero en realidad así lo sentí.
Definitivamente, yo, no podía seguir adelante de esta manera.
Mientras él relataba este incidente, ella estaba sentada junto a él,
con su mano en la de él y las lágrimas rodando por sus mejillas, pero con
una ligera y tierna sonrisa dibujada en sus labios.
“El estaba en lo correcto, ¿sabe? Yo estaba entregada a mi pena en
lugar de tratar de resolverla. Lo amo, el hecho de que él pudiera
abandonarme, me hizo pensar en lo que estaba a punto de perder. Empecé a

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comprender el daño que estaba haciendo a nuestro matrimonio, al no querer
o más bien, no tratar de hacer algo que no fuera el entregarme a mi dolor.
Aunque ahora, todavía tenemos problemas, y yo, aún lloro, sé que él también
llora, aunque sea internamente. Yo creo que eso de lo que yo necesitaba
saber. Ahora ya puedo divertirme con él, sin resentir su alegría, porque
yo sé que él también sufre. Ricky tiene ahora un año de muerto y desde ese
incidente, nuestro matrimonio se ha hecho más fuerte que nunca.
Negociar, en verdad negociar los problemas de cada día, es un carga
muy pesada que los padres despojados tienen que compartir, especialmente
aquellos cuyo hijo murió de una larga enfermedad.
Generalmente, en estas circunstancias, todas las frustraciones
normales que sienten uno por el otro, se exteriorizan muy poco.
Me parecía ridículo, y aún me parece, que durante los periodos de
más preocupaciones en los cuales Robby empeoraba, las reclamaciones tales
como ¿Por qué no cuelgas tus pantalones? o ¿Por qué la cena no estuvo lista
a tiempo?, tuvieran que ocasionar una discusión. Esta falta de comunicación
sobre lo que nos molestaba, hizo tambalear las bases y Fundamentos de
nuestro matrimonio. De acuerdo con estudios psicológicos, este problema es
muy común
Irónicamente, fuimos advertidos que las vivencias de cada día, nos
traerían problemas diferentes, muy especiales, por el sólo hecho de que
nuestro hijo había muerto. ¡Ignoramos a los que nos advirtieron! Creímos
que nuestra unión había sido lo suficientemente fuerte como para luchas
juncos por la vida de nuestro hijo, esperar juntos en los pasillos de los
hospitales, asistir juntos a su funeral, con mayor razón pensamos que
los problemas que se nos presentarían día con día, los podríamos resolver
fácilmente.
¡Pero estábamos equivocados!
Cometimos un gran error, ignorando y pasando por alto, al menos en
la superficie pleitos y discusiones aparentemente insignificantes. En lugar
de tratar de arreglarlos y corregirlos, permitimos que las causas del
enojo, se fueran acumulando.
Lo que estábamos haciendo, era ocultar nuestros problemas bajo la
“alfombra”. Así como esconder el polvo balo la alfombra, es hacer un mal
trabajo casero, hacer lo mismo con nuestra irritación y malestar, no va
ayudar en nuestro funcionamiento como pareja. No fuimos lo suficientemente
inteligentes, para darnos cuenta como se empezaba a acumular el “polvo” y
poder buscar ayuda, antes de que se convirtiera en una montaña dé “basura.
Ahora, nosotros hemos tomado la decisión de no permitir que esta
“montaña” se vuelva a formar. Hemos hecho un pacto, en el cual no
permitiremos que un problema, se deje sin ventilar por más de un día después
de que éste aparezca. Si por ejemplo, yo estoy muy enojada para hablar, en
ese instante, acerca de algo que sucedió, y mi esposo me pregunta que me
pasa, le diré, que estoy muy alterada y que en cuanto me calme, hablaré al
respecto con él.
Sabiendo él, que cumpliré con lo que dije, podré discutir sobre el
terna en otro momento que no sea el preciso en que ocurrió. En algunas
ocasiones, ese respiro de horas o hasta de un día, permitirá darle a los
hechos una adecuada perspectiva.
Parece ser que entre los padres varones despojados, existen dos tipos
de reacciones hacia lo que significa el hogar, o bien ellos no quieren
dejar el hogar para ir a trabajar, o por el contrario no quieren regresar
al hogar después de trabajar. En verdad le temen a lo uno o a lo otro.

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Un hombre, dueño de una compañía, fabricante de alfombras, nos relató
que su peor batalla, tratando de normalizar su vida después de la muerte
de su hijo fue el esfuerzo que tenía que hacer todos los días para dejar
su hogar.
“En cierta forma, mi hogar se convirtió en mi refugio. El mundo
parecía poco amigable, frío y despreocupado. Dejar mi casa era mi batalla
diaria”, dijo él.
Su esposa, una mujer bondadosa, sensitiva y práctica, había creado
en su hogar, una atmósfera tan tranquila y serena, aún a pesar de su propio
dolor, que su marido temía dejar ese espacio que ofrecía sólo protección y
amor. Con el objeto de ayudarlo, ella ofreció ir con él a su oficina parte
de tiempo y de esta manera, él se estaría llevando con él, una parte de su
hogar y de su refugio.
Poco a poco, él pudo lograr hacerlo sólo.
Otros padres, presentan el problema contrario. Sus hogares, se han
convertido en el símbolo de la muerte, del dolor y del luto. Un gran número
de hombres dicen que han usado cualquier excusa, para quedarse tarde en
sus trabajos u oficinas. Otros han desarrollado un nuevo patrón de conducta
como el ir a tomar la copa con los amigos después del trabajo. El hogar
para estos padres despojados significa dolor, no refugio.
Esta respuesta, por supuesto, sólo puede desencadenar animadversión
en la esposa. Si no pueden llegar a una solución que convenga a las dos
partes, el hecho de huir de casa, sólo los llevará a la enajenación y
frecuentemente a la separación o al divorcio.
Cuando un hijo muere, hay ciertas personas que cambian completamente
sus patrones de su vida. Ellos cambian de trabajos, cambian de amigos,
cambian de aspecto, en pocas palabras, ¡cambian todo! Hay otros que se
aferran más a sus costumbres y tradiciones. Ejemplo de esto, es una mujer
que siempre había sido una excelente ama de casa. Las ventanas impecables,
la estufa y el refrigerador brillaban, su casa siempre limpísima; pero sin
llegar a extremos desagradables. Cuando su hijo murió, ella se obsesionó
de tal manera con la limpieza, que se encolerizaba si encontraba una sola
huella digital en el refrigerador. Era imposible tirar la ceniza del cigarro
dos veces seguidas en el mismo cenicero, pues ya había volado a limpiarlo.
Mientras ella se inclinaba más y más hacia ese extremo, su esposo,
quien nunca había estado muy dispuesto para asuntos de la casa, se inclinó
hacia el otro extremo: No reparaba la lavadora, la tubería goteaba, y las
ventanas necesitaban de alguien que las lavara. Como el esposo se negaba a
hacer estos arreglos, ella los hacía enfurecida. Decididamente, los dos se
encontraban en eterna disputa y enfrentaban verdaderas dificultades. Un
amigo, que se dio cuenta de lo mal que estaba la situación, les insistió
en que vieran a un consejero matrimonial. Ellos gracias a Dios, aceptaron.
Esta persona, les ayudó a encontrar una solución, que les ha permitido
tener una vida más confortable ahora. La esposa consiguió un empleo por
las tardes.
Después de cuidar a los niños, preparar la comida e ir a trabajar
tres horas por las tardes, es imposible que tenga la energía para seguir
limpiando y lavando obsesivamente. Todos en casa, están mucho más
tranquilos ahora.
Como parte del arreglo, el marido cuida a los niños esas tres horas
que ella trabaja. La labor del esposo consistía en lavar los trastes de la
cena y llevar a los niños a la cama. Como ahora él estaba más tiempo en
casa, él se podía ahora percatar se las cosas que se descomponían y de
buena gana se ponía a arregladas. En realidad, antes él no le ponía atención

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a esto, empezó a hacerlo, y no sólo eso, sino que además desarrolló un
sentido de orgullo al ver que todo empezaba a funcionar nuevamente.
Esta pareja, ha encontrado un futuro positivo en su matrimonio
gracias a que alguien pudo darse cuenta del problema y la solución, mucho
más fácilmente de lo que ellos mismos pudieron haberlo hecho.
Mientras que los padres tienen la difícil tarea de proveer
financieramente a sus familias aun mientras sufren su enorme pena, las
madres también tienen su propia carga al tener que hacer funcionar sus
hogares con normalidad.
Una de las experiencias más dolorosas y confrontantes que tuve, fue
la primera vez que fui de compras al supermercado después de la muerte de
Robby. ¡Nunca lo olvidaré! Cada instante, cada pasillo de la tienda, me
recordaba a mi Robby. Cada artículo que veía, era algo que él había odiado
o algo que le había fascinado. Los chícharos, los hot dogs y la mantequilla
de cacahuate, producían una especie de puñalada en mi cuerpo.
Después de la primera experiencia, me dio pánico volver a ir al
supermercado. Les pedía a mis amigas que me trajeran algunas cosas como
leche, pan, etc. En ocasiones, comíamos pizzas, o pollos o comida de esa
que te entregan en la casa. Mis hijos ya estaban hartos y me empujaban a
tratar de reincorporarme a la vida normal. Estaban ya cansados de vivir
con un refrigerador y una despensa vacíos. Querían alimentarse de una
manera normal, como antes. Me sentí tan mal, que le pedí a una amiga que
me acompañara al supermercado, y sacudiendo mi miedo, logré hacer mis
compras normalmente.
Como sucede en casi todos los pasos encaminados a solucionar el
despojo, la segunda vez que fui de compras, no fue tan difícil como mi
primera experiencia.
Fue muy interesante el hecho de que mi esposo, durante este periodo
de ajuste, nunca ejerció su derecho a objetar la manera en que yo estaba
organizando, o más bien no organizando, mi hogar. Gracias a que comprendió
cuán grande era mi dolor, él evitó hacerme reclamaciones y me permitió que
esta situación continuara, hasta que gracias a Dios, mis hijos me ¡marcaron
un alto!
Tolstoi dijo en una ocasión: “La familia moderna es como un pequeño
barco en medio de una tormenta. Puede mantenerse a flote, siempre y cuando
alguien lo pueda controlar. Pero cuando los ocupantes están en disputa, el
barco sucumbe”.
Esta es probablemente la verdad en el caso de las parejas despojadas,
cuando cada uno de los miembros de la pareja está tratando denodadamente
de encontrar su solución para sobrevivir la muerte de su hijo.
Algunas veces, el barco se bambolea fuertemente cuando existen
diferentes puntos de vista sobre a religión, aun entre padres que practican
la misma fe.
Un ejemplo de esto, es una pareja que se ha venido distanciando por
esta situación. El se ha alejado completamente de la religión, y ella se
ha entregado, refugiado en ella más que nunca. Elia va a misa todos los
días, y frecuentemente reza en casa, pidiendo por el alma de su hija y
jamás exterioriza su sufrimiento.
En una ocasión, fui testigo de uno de sus pleitos sobre el tema:
“Ahora que Pammy está con Dios, ¿cómo puedo estar triste? Es el hecho más
glorioso que pudo ocurrir a alguien: yo sólo puedo darle a Él las gracias
por habérsela llevado tan joven, antes de que ella conociera el dolor que
hay en el mundo,” decía la esposa.

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El padre se retorcía en la silla al oír a su esposa decir esto
¡Maldita sea! Gritaba él. “Estoy harto de oír que tan maravilloso es que
mi hija haya muerto! No es de ninguna manera maravilloso Ella era hermosa
e inteligente. Ella era mi hija, y jamás estaré agradecido por su muerte.
¿Qué es lo que te sucede a ti?
La madre, con una sonrisa de superioridad y de seguridad, se levantaba
y salía del cuarto:
“Esto es lo que sucede siempre,” dijo el esposo. “Se sale siempre de
la habitación con esa mirada de saberlo todo. ¿Cómo puede estar agradecida,
agradecida de que Pammy haya muerto?
Yo no sabía corno reaccionar ante su disgusto y su dolor. Una cosa
estaba clara, los dos estaban trabajando de manera totalmente encontrada
para lograr una meta común, tener paz. Era evidente que la pareja necesitaba
dejar entrar aire limpio y fresco a su relación con el objeto de crear
mayor amplitud de ideas y así lograr una mejor convivencia.
Por fortuna, el párroco de su comunidad vino a visitar a la pareja.
El no conocía al esposo; pero era un hombre intuitivo y pudo percibir la
manera en que ellos jalaban hacia lados contrarios y el espantoso
antagonismo que estaba resultando de esto.
El párroco invitó al marido a que lo visitara en la oficina de la
parroquia solo para conversar. El esposo observó que el sacerdote no era
de aquellos que para todo usan expresiones tales como “Dios proveerá” o
“Primero Dios” o “Si así lo dispuso Dios”, o “por algo será” y accedió a
hablar con él.
Este hombre después de un tiempo, me contó que el párroco y él, han
iniciado una buena amistad. Aunque él nunca será tan religioso como su
esposa, ya no trata de minar la fuente más importante de consuelo para
ella. La esposa también ha madurado El sacerdote le ha advertido que no
debe de usar la palabra de Dios coma una fuerza abrasiva, sino como una
fuerza curativa
Algunas parejas despojadas, se las han arreglado para mantener su
matrimonio unido, formando grupos con otras personas que han sufrido la
misma tragedia. Probablemente no sea fácil dar este paso; pero si puede
ser de mucha ayuda. Un ejemplo de grupos como éste es la Fundación de
Leucemia en Michigan.
La Sra. Sylvia Brown, directora ejecutiva de esta organización,
mantiene que grupo desafía las estadísticas negativas que suelen
presentarse en la evolución de los matrimonios de padres despojados. Desde
la fundación de esta organización en 1952, ella sostiene que de las 150
parejas que trabajan activamente para combatir esta terrible enfermedad
que se llevó a sus hijos, sólo una se ha divorciado.
La Sra. Brown dice que cuando las parejas llegan a la fundación
asisten a reuniones y se involucran de alguna manera; y al parecer mejoran
las relaciones ambos.
Este interés común: el pelear contra el terrible “asesino” puede
servir para mantener la comunicación abierta y de esta manera eliminar la
posibilidad de una insidiosa enajenación.
Aunque las dinámicas cambian, yo creo firmemente que nuestros
matrimonios podrían ayudarse considerablemente si nos involucramos en un
grupo de apoyo para padres despojados. Tengo la certeza de esto, no sólo
por las experiencias de parejas activas en la Fundación de Leucemia, sino
por mi propia experiencia.
Estoy cierta de que es absurdo hacer un culto de la muerte. Pero
durante mi búsqueda de material para escribir este libro, descubrí una

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verdad cuando asistí a primera reunión para padres despojados. Esta era
una de las muchas organizaciones destinadas a ayudar a personas que han
sufrido una pérdida como la nuestra, En todos los años que han pasado desde
la muerte de mi hijo, jamás me sentí tan agusto y tan en casa, como en esa
reunión.
Primero que nada, no tenía que tomar la decisión de si contarles o
no de mi irreparable pérdida, a las personas allí reunidas. Esto es un
problema común que los padres despojados tenemos que afrontar cuando
tenemos que sociabilizar, o conocemos a alguien nuevo. Por varios años,
después de la muerte de Robby, cuando un extraño me preguntaba cuántos
hijos teníamos, la contestación verídicamente me paralizaba. Todos los
padres despojados que conozco, han afrontado este mismo dilema.
Es muy importante, en estas reuniones, oír a estos padres discutiendo
problemas que se han derivado del despojo, o suscitado después del mismo y
que nosotros también hemos experimentado. Estas personas se encuentran en
una atmósfera amigable y hablan de situaciones que para nosotros, en nuestra
soledad se han convertido en llagas carentes de una posible curación.
Lo que yo oí esa primera vez, fue una franca y abierta discusión
entre personas que viajaban por el mismo camino tortuoso por el que nosotros
habíamos viajado. Para un padre despojado, no existe nadie cuyo testimonio
pueda ser más fidedigno, que el de alguien que haya estado allí y que sabe
lo que en ¡realidad eso significa!
Puede presentar un enorme beneficio para ti, padre despojado, el
involucrarte en una organización de este tipo. Si tus hijos tienen la edad
suficiente, no dejes del incluirlos.
Como la pareja de un padre despojado existen innumerables pasos
positivos qué tú puedes dar verdaderamente, que debes dar. ¡Ya se ha perdido
bastante! Usa la razón, no juegues el papel de víctima. Recuerda que tú
amabas a tu pareja lo suficiente como para casarte con él o con ella. Se
gentiles y no culpes a tu cónyuge por algo que no estuvo en sus manos
prevenir, la muerte de tu hijo. Para muchas parejas, el unirse a
organizaciones de ayuda social o mejoramiento de la comunidad etc., puede
ser de mucha ayuda. Este proyecto, no necesariamente tiene que estar
relacionado con la muerte de tu hijo. Hay muchas organizaciones sociales
que necesitan voluntarios. Traten de encontrar algo de esto, pero ¡juntos!
Un interés común en algo, puede ser muy gratificante y puede abrir nuevas
perspectivas a tu relación.
No asumas que tienes las respuestas necesarias para resolver los
problemas maritales que se derivan de la muerte de tu hijo. Es muy difícil
ser objetivo. Toda la visión de las cosas queda anulada después de pasar
por esta tragedia. Es casi imposible evaluar correctamente un problema
cuando estás incapacitado para ver.
Sean lo suficientemente indulgentes consigo mismos, para reconocer
que se necesita de una tercera persona a quien contar los problemas, aunque
se crea que no existe “stress” ni fricción en la relación matrimonial. Está
allí, ¡existe! También hay grupos de apoyo a los cuales puedes acudir sin
costo alguno. Podrías también obtener ayuda llamando al servicio de ayuda
social de algunos hospitales, preguntando por el departamento de psicología
o psiquiatría, especialmente en los hospitales infantiles, en donde se
crean grupos de ayuda para los padres de pequeños que allí murieron.
Tu iglesia o tu sinagoga también pueden ayudarte a encontrar personas
capacitadas para ayudarte. En algunas ocasiones, el periódico local puede
contactarte con estas organizaciones que existen precisamente para
ayudarte.

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Aunque algunos lugares pueden funcionar mejor que otros, el hecho de
interesarte y buscarlos; será un magnífico comienzo.
No olvides que la vida continúa y con ella los problemas de cada día.
No los “barras” bajo la alfombra. No temas a la ira de tu pareja. Pídele
que ya no llegue tarde por las noches. Dile a ella, que deseas que la
comida esté preparada a tiempo.
¡Hablen! ¡Comuníquense! Si ustedes no toman estos pasos concretos
para su curación, estarán caminando por lados opuestos del “río del dolor”,
sin ningún puente sobre el cual puedan cruzar para volverse a encontrar.
Independientemente de esto; y lo más importante de todo, es recordar
que cada uno debe llevar su propio duelo. Es algo que no podemos compartir.
No reclames consuelo de tu pareja, cuando él está sufriendo el mismo dolor
que tú sientes. Date cuenta que tu pareja te ayudaría y te consolaría si
pudiera hacerlo.
Debes conformarte con esto, si quieres que tu matrimonio subsista.
Valora esta unión. ¡Ya has perdido bastante!

¡Trae a mi hermano de regreso!


¡No puedo jugar yo sólo!
Viene ya la primavera,
con sus flotes y sus pájaros.
¿A dónde se ha ¿do mi hermano?

Felicia Dorothea Hermans

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El despojo y los Hermanos

Uno de los roles más difíciles para la madreo el padre, cuando un


hijo muere, es el de continuar siendo padres para los hijos sobrevivientes.
Súbitamente este padre tiene que desempeñar este papel, que está más
allá de lo que se puede esperar de un ser humano. La paternidad ahora, toma
una nueva dimensión: la de ayudar a un joven a enfrentarse a la difícil
tarea de adaptarse la muerte de alguien de su propia generación. Es el
tratar de encontrar las palabras adecuadas y la actitud correcta para
consolar a esta hermana o hermano despojo.
Es también, el ayudar a llenar un vacío dejado por el hermano muerto,
quien antes compartía la mesa, los juegos, la recámara, el gusto por los
mismos programas de televisión. El vacío que queda cuando ya no hay nada
que compartir con esta persona, puede ser impenetrable.
Ser madre y padre, quiere decir criar a un hijo también
espiritualmente y hacerlo sanar moralmente, después de que una parte de él
le ha sido arrancada.
La paternidad significa ahora, el caminar, el hablar y el escuchar a
alguien más, al mismo tiempo que estamos tratando por todos los medios de
pensar y funcionar nosotros mismos.
Desafortunadamente, muchos hijos sobrevivientes sufren porque sus
padres no pudieron cumplir con esta responsabilidad y los efectos de esta
inhabilidad, perduraron por toda su vida.
Cuando Robby murió, nuestro instinto nos dictó regresar
inmediatamente a casa y estar con nuestros hijos, quienes se habían quedado
bajo el cuidado de la familia. Unos amigos nuestros, insistieron hasta
lograr que nos dieran asientos de emergencia en un vuelo repleto. Sentíamos
que nuestros hijos nos ¡necesitaban!
Teníamos razón. Nos necesitaban. Seis años después, nuestro hijo,
quien entonces tenía doce años, recuerda haberse sentido solo y sin amor
por varios años aún después del período de duelo.
Hablando sobre esto con otros hermanos despojados, varios de los
cuales ahora son de mediana edad, parece ser que la gran mayoría coincide
en pensar que obtuvieron muy poco consuelo de sus padres.
“Yo traté de encontrar ayuda por parte de mi madre después de la
muerte de mi hermano”, dice una mujer de cuarenta y tres años. “Aunque él
murió cuando yo tenía 16 años, nunca podré olvidar esa sensación de soledad
y de miedo, al darme cuenta que mis padres estaban inalcanzables para mí.
No recuerdo realmente que ellos hayan hecho un esfuerzo por ayudarme. Ellos
estaban muy ocupados con su “propio dolor”.
Esta mujer, quien ahora está casada y es madre, nos hace esta
declaración sin afán de reprobar el hecho; ya ha transcurrido un cuarto de
siglo desde la muerte de su hermano.
“Estaba muy enojada con mis padres puesto que me hicieron sentir
aislada, justo en el momento que más lo necesitaba. Ahora puedo ver que
ellos estaban incapacitados para darme más de lo que me dieron”, dijo ella.
“Años después, mi madre y yo hablamos sobre esa época y fue de lo más
extraño, ella sólo recordaba el enorme esfuerzo que hacía en tratar de
consolarme. Ella afirma que lo único que le preocupaba era protegerme del
dolor. Sus recuerdos pueden ser verdad; pero si en verdad esa era su
intención, obviamente, no tuvo éxito, pues sólo recuerdo haber estado muy
sola y sin padres que se preocuparan por mí.
Esta mujer no era la única que se sintió abandonada por sus padres
en este momento crucial de su vida. En una entrevista que e hice a tres

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adolescentes, incluyendo a mi hijo de diecinueve años y dos chicas de
dieciocho y dieciséis, relataron substancialmente la misma historia de lo
que sucedió cuando ellos habían perdido a sus hermanos.
Discutimos acerca del choque emocional que se crea a raíz de la
muerte de un hermano. Las respuestas que recibí me entristecieron
enormemente, puesto que de haberlas podido conocer en el tiempo oportuno,
hubieran sido de mucho provecho. También me demostraron, cuan equivocados
estábamos mi marido y yo, al pensar entonces que lo que hacíamos y
pensábamos era lo correcto.
Los tres usaron palabras tales como: “repugnante”, “irreal” y falsos,
para describir los funerales de sus hermanos.
“Fue eterno”, dijo Carol de dieciséis años. Su hermana casada de
veinticinco años, con quien ella llevaba una excelente relación, había
muerto hacía cuatro años.
“Yo quería estar sola con mi mamá, en vez de estar en un cuarto
repleto de ¡gente llorona! dijo mi hijo. Y reiteró lo que había dicho
Diane. “Yo quería estar sólo con mis padres y mi hermana. En lugar de esto;
la casa estaba llena de gente”.
El proceso de duelo para un hermano o hermana sobreviviente es, de
alguna manera, igual que el del padre, aunque existen algunas diferencias.
Los tres adolescentes, quienes proceden de diferentes estratos sociales,
mostraron una sorprendente similitud en este proceso.
“Yo no dormía en casa y lo único que quería hacer era correr y correr
lejos a mi madre, pues después del funeral, o único que ella hacía era
llorar. Siempre terminaba yo consolándola a ella, en lugar de que ella me
consolara a mí. Aún me desagrada ella por eso, lo dijo Diane.
“Yo estaba fuera de casa casi todo el tiempo, nos dijo también Carol.
“A nadie parecía importarle mi persona. De pronto, ya no había ni reglas
ni restricciones en casa. Fue la primera vez que vi a mi papá llorando. Me
sentí muy asustada y muy sola. Mi madre se había vuelto incoherente e
inútil. Parecía querer recibir consuelo de mi parte, cuando era mi hermana,
mi hermana mayor, con la que yo siempre podía platicar y contarle mis
cosas, la que había muerto.
Mi hijo estuvo de acuerdo con algunas de estas sensaciones, y agregó
algunos comentarios suyos, acerca de su periodo de duelo.
“Yo sentía que me habían hecho a un lado y solía irme a mi cuarto a
llorar yo sólo”. Yo quería que se tomaran en cuenta mis opiniones, que me
escucharan como se le escucha a cualquier persona, pero en lugar de esto,
me trataban como a un estorbo cada vez que yo quería hablarles a ti o a
papá acerca de Robby. Lo que más deseaba, era tiempo de mis padres, para
poder hablar, pero eso rara vez sucedía. En vez de esto, nuestra casa
siempre parecía estar repleta de gente.
Un sentimiento, que generalmente experimentan los padres despojados
no fue mencionado por ninguno de los tres chicos. Ninguno de los tres
experimentó la terrible sensación de impotencia, que casi todos los padres
sufrimos. Aún así, su carta de dolor, es lo suficientemente grande, cuando
de culpa se trata.
Por supuesto, en casi todos los casos, este sentimiento, es infundado.
Aunque mi hijo Dale, tuvo su buena dosis de discusiones y pleitos con
Robby, quien era tres años menor que Dale, éstas fueron muy sanas y
normales; como en cualquier familia. Como cualquier niño en edad de ingresar
en las Ligas Menores de baseball, Robby deseaba desesperadamente entrar a
uno de estos equipos y usar un uniforme de Ligas Menores. Cuando el
cardiólogo le dijo a Robby, que esto era imposible, éste enfrentó a una de

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las más grandes desilusiones de su joven vida llena de estancias en
hospitales y de mucha enfermedad.
Fue su hermano, con su bondad innata, quien lo ayudó a sobrellevar
su gran desilusión.
Dale pertenecía ya a un equipo de éstos y tenía mucha habilidad, por
lo que el entrenador del equipo, le tenía mucha estimación. Dale, logró
que el entrenador le permitiera a Robby ser el “batboy” del equipo. Cuando
Dale llegó a casa y le dijo a su hermano que lo habían seleccionado para
este cargo y que tendría que usar el uniforme del equipo, la alegría que
Robby mostró en su rostro, debió haberse grabado en la mente de Dale por
toda la vida.
Pero no fue así. El no recuerda ni éste, ni ningún otro acto de bondad
que él tuviera para con su hermano. El ya olvidó también cuando llegaba de
las fiestas, cargado de dulces para Robby. Como, en varias ocasiones, se
quedaba en casa jugando juegos de poca acción con su hermano, en vez de
salir a jugar a la calle con sus amigos. Como paseaba a Robby en la parte
de atrás de la bicicleta, cuando él estaba muy cansado para pedalear su
propia bicicleta.
En lugar de esto, Dale sólo recuerda las discusiones que tuvo con
Robby y los sentimientos negativos. Lo peor de todo, es que él recuerda
las discusiones y los pleitos mucho más grandes e importantes de lo que en
realidad fueron.
Yo solía tener pesadillas, soñaba que él moría porque yo le había
golpeado, decía mi hijo. “Me tomó muchos años, comprender que yo no había
tenido nada que ver con su muerte”.
La culpa de Carol, tomó otra forma totalmente diferente. Ella sentía
que Dios le había quitado a su hermana, por los terribles celos que sentía
de sus sobrinos los hijos de su hermana muerta. Ella sentía estos terribles
celos, porque toda la atención que un día recibió de su hermana, ahora
pertenecía a los hijos de ésta.
“Yo solía ir a su casa y la veía jugar con sus bebés, tenían dos y
tres años, ella entonces, ya no tenía tiempo para hablar conmigo. Parecía
como si me hubiera estado echando de su vida. Varias veces me regresé a mi
casa, odiando a esos bebes porque me quitaban toda la atención de mi
hermana. Después a ella se le desarrollo cáncer y murió. Yo nunca le dije
a nadie, pero yo sentí que Dios me había castigado por mis celos. No había
nadie a quien yo le pudiera contar sobre esto”.
Diane tenía sus propias aflicciones. Ella y su hermano, habían sido
muy unidos hasta el año en que él murió en un accidente automovilístico.
“Ese mismo año, las cosas empezaron a estar mal entre él y yo. Nos
llevábamos sólo un año y solíamos hacer casi todas nuestras actividades
juntos. Pero papá enfermó y murió. Parece como si mi hermano se hubiese
metido en una concha, dejándome a mí afuera. Esto me lastimó mucho, pues
estábamos acostumbrados a compartir nuestros sentimientos, buenos o malos.
Cuanto más se encerraba en su concha, Más lo ignoraba. Si él no se
comunicaba conmigo, bueno, pues yo no tenía porqué prestarle atención. En
el lapso de seis meses, llegarnos a ser prácticamente extraños. Luego vino
el accidente y él murió. No tuve oportunidad de arreglar nuestros
problemas, y ahora ¡ya nunca se podrá!
Los tres practicaban diferentes religiones y tristemente, ninguno de
ellos llevaba su religión correctamente, aunque sus padres de alguna
manera, sí lo hacían.
“Si Dios existe; ¿Cómo pudo permitir que, muriera mi hermano?”
preguntó mi hijo.

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Carol, a quien le quedaba muy poca fe, dijo que ella dudaría mucho
en volver a creer en Dios, si alguien a quien ella amara, se encontrara
cerca de la muerte.
Diane nos dijo, que desde las dos muertes ocurridas en su casa, queda
ya muy poca fe en ese hogar. Yo estoy de acuerdo con ellos. Después de todo
¿Qué significado tiene la oración? Cuando mi hermano estuvo en la unidad
de cuidados intensivos en el hospital, después del accidente, yo le recé a
Dios para que lo salvara. No es suficiente que me digan que lo voy a ver
en la otra vida. Lo necesito ¡ahora! “¡Rezar, es sólo pronunciar un montón
de palabras tontas!”
Los tres coincidieron en que gran parte de la explicación que
recibieron de sus padres acerca de la muerte de sus hermanos, estaba
relacionada e íntimamente ligada a Dios.
“Fue la voluntad de Dios”, y “Ahora él le pertenece a Dios”, o “Dios
lo recogió en su seno” son éstas el tipo de expresiones que usamos los
padres en esos momentos.
Evidentemente, fue un método equivocado para manejar el hecho.
Todos ellos se encontraron solos, sin alguien a quien pedir ayuda,
en un momento en que esta ayuda pudo haber sido inconmensurable. Estuvieron
de acuerdo, en que de haber sido guiados en cuestión de religión de una
mejor manera, ellos aún podrían considerarla parte de sus vidas. Pero,
extrañamente, las tres parejas, padres de estos adolescentes, dieron la
impresión, por supuesto sin proponérselo, que Dios había hecho una mala
decisión y por lo tanto, era el culpable de la tragedia. También parecía,
como si Dios estuviera persiguiendo a estas familias.
Los tres también sintieron, que la muerte había tocado todas las
facetas de sus vidas. Después de la tragedia, sus hogares eran símbolo de
tristeza y dolor, en lugar de ser símbolo de seguridad. Nada en sus hogares
les parecía que era igual, por lo tanto estaban fuera de casa el mayor
tiempo posible.
Siempre estaba en casa de alguno de mis amigos, dijo Carol. “Me salía
para tener algo de alegría y sobre todo para huir de la atmósfera de
tristeza y vacío que prevalecía en casa”. Mis padres siempre estaban
enojados conmigo porque constantemente hacía planes para quedarme a cenar
o a dormir en casa de alguna amiga. No podía explicarles a ellos, la
sensación de muerte, que para mí prevalecía en nuestro hogar.
El esfuerzo de Diane por encontrar algo de placer en la vida, era
mal visto por algunos de sus tíos y tías, quienes lo hacían con buena
intención y sin saber que la estaban dañando.
Ellos no perdían oportunidad de decirme, “Acompaña a tu madre”.
“Trata de ayudarle”. “Pasa más tiempo con ella”. Ellos jamás entendieron.
Yo no tenía la suficiente fuerza para ayudarla. Necesitaba de toda mi
energía tan sólo para ir a la escuela. A una de mis tías, no le he vuelto
a dirigir la palabra. Ella llegó un domingo a casa y empezó a gritarme,
que por qué tenía que salir de casa todo el tiempo. Finalmente y después
de regañarme me dijo:
“¿Qué tú jamás piensas en tu hermano muerto?” Le contesté que se
fuera al diablo y me salí de casa. No nos hemos vuelto a hablar desde ese
día.
Otra de las características que compartían los tres era su disgusto
por visitar las tumbas de sus hermanos.
“Yo no iba nunca, a menos que me arrastraran mis padres”, Carol.
“El ir allí, ¿qué significa? Nada”. Diane.
“Ir a ese lugar no tiene ningún objeto más que el enfermarme”. Dale.

52
Carol no ha regresado al cementerio, desde la muerte de su hermano.
“Algunas veces pienso en ir, pero nunca lo hago y si acaso lo hiciera,
sería yo sola. No con mis padres. Me molesta su insistencia para que yo
vaya. Su pérdida no es mi pérdida. Por lo mismo, mi pérdida no es la de
ellos. Por esta razón, cuando yo visite la tumba de mi hermano, será por
mi gusto y yo sola. Será algo muy personal para mí. Algún día iré. Aunque
todavía no estoy lista”
La tristeza que experimenté como madre y como entrevistadora, fue
enorme al terminar esta sesión. En seis años como parte de una familia
despojada, ésta es la primera vez que mi hijo había expresado la manera en
que verdaderamente se había sentido con respecto a la muerte de Robby y el
efecto que esto tuvo en él a pesar de haber tenido discusiones abiertas
sobre casi cualquier tema imaginable.
En cierta forma, yo tengo más suerte que las otras madres. Ellas
ignoran los pensamientos y sentimientos que sus hijos tenían y tienen. Esta
es otra de las tragedias que sobrevienen a la muerte de un hijo. Me inclino
a pensar que en la mayoría de las familias, profundiza muy poco en los
sentimientos íntimos que rodean al hermano despojado. Sería muy extraño,
ver a un hijo, acercarse a su madre, presa ella del dolor, y decirle:
“Algunas veces, yo odiaba a mi hermano. Hasta llegué a desearle la muerte.
¿Es por eso que él murió?”. Aunque este sentimiento en ocasiones es
experimentado por jóvenes que han tenido rencillas y pleitos continuos con
su hermana o hermano.
Por supuesto que debe haber jóvenes que salgan de esta tragedia con
menos ira y mayor sensación de entendimiento por parte de sus padres; pero
varios psicólogos coinciden en pensar que generalmente los jóvenes que
sobreviven la muerte de un hermano, encuentran un “algo” determinado en
donde descargar su ira. Frecuentemente, este algo es el “maltratar” a
figuras de autoridad como sus padres, familiares, maestros y aún a Dios.
Probablemente, la verdadera lección que ellos aprenden de la muerte
de sus hermanos, es que no todo en la vida, es justo y bueno. Algunas cosas
son trágicas.
No hay manera de eludidas. Es una de esas cosas que no resultan como
nosotros queremos. El ser joven y enfrentarse a la magnitud de esta verdad,
puede ser aterradora.
Criaturas que desde su infancia, han recurrido instintivamente a sus
padres para calmar sus penas o mitigar su dolor, repentinamente, ven ahora
otra faceta de su madre o de su padre. Los ven ahora con una gran impotencia.
Los ven abrumados por la muerte y abrumados se encuentran estos jóvenes
también.
Otro de los problemas a los que los hermanos despojados se enfrentan,
es a la inevitable comparación con el hermano muerto. En casi todas las
familias, existe una rivalidad natural entre hermanos y hermanas, ya sea
por la atención de los padres, por calificaciones o por el deseo de
destacar, deportivamente o en cualquier aspecto. Los padres, dependiendo
de las circunstancias, favorecen a uno de los hijos en un momento
determinado y a otro en otro. Esto sucede en todos los hogares y es parte
del fenómeno de crecer y convivir.
Cuando un hijo muere, los padres tienen una obligación hacia los
hijos sobrevivientes: ellos tienen que ingeniarse para que esa rivalidad,
muy sana y normal, que existió una vez, no se convierta en recuerdo malsano.
Una maestra de primaria, me relató el caso de uno de sus alumnos; un
chico sumamente carismático que murió de leucemia, justo a la mitad del
año escolar.

53
“Brian era encantador. Definitivamente ¡encantador! Era un estudiante
de matemáticas sobresaliente. Era el presidente de su clase. Y, además de
todo, tenía un excelente sentido del humor. El sólo recordarlo, me produce
alegría, aunque al mismo tiempo, me invade una gran tristeza al recordar
que ya no está con nosotros”.
La maestra nos dice, que Brian tenía un hermano, sólo un año menor,
quien aparentemente estaba destinado a seguir los pasos de su popular
hermano.
La maestra de cuarto año de Craig, me dijo que muchas de las
cualidades de Brian, estaban también presentes en Craig. Aún recuerdo haber
pensado el gran consuelo que esto sería para sus padres.
“Cuando Craig llegó a mi clase, al año siguiente, dijo la maestra,
cualquier similitud con Brian, era imposible de detectar. Craig era un niño
hosco y agresivo quien obviamente no demostraba ningún esfuerzo en sus
estudios. La situación se fue deteriorando, hasta el punto en que Craig se
convirtió en un pequeño rufián renuente a estudiar y a cooperar. Finalmente,
me vi en la necesidad de llamar a su madre”
“Cuando ella entró en el salón, recordé al verla, la dulzura que yo
había visto siempre en Brian. Cuando le expliqué el problema, me dijo que
también ella había notado el cambio y que no entendía el por qué. Me dijo
que ella y su marido habían hablado en varias ocasiones con Craig al
respecto. Ellos le dijeron que él tenía algo muy valioso por que vivir,
por la memoria de Brian.
La maestra me dijo, que a medida en que la madre de Craig, le relataba
la manera en que se manejaban los problemas en casa, fue siendo más y más
evidente la razón del comportamiento de Craig. El sólo podía pensaren una
sola forma de escapar a esa rivalidad con su hermano muerto. El no
competiría. El sería tan diferente como fuera posible. La similitud
existente entre ellos, creó la comparación y en esta comparación, el hermano
sobreviviente, perdía ante la memoria del hermano fallecido.
“Yo le recomendé ayuda profesional y me arriesgué al decirle a la
madre la manera en que yo veía el problema. Ella estaba sacudida. Al
principio, ella rechazó todo cuanto yo le dije. Después ella accedió. Hacia
el final del año escolar, ese pequeño rufián, agresivo y peleonero, pudo
volver a sonreír y a jugar como lo hacía antes. Sin embargo, había veces
en que lo sorprendía con una mirada lejana que denotaba que su mente estaba
muy lejos de allí, y cierta tristeza que lo envolvía.
Estoy segura, que estos momentos eran cuando él pensaba en su hermano
y lo “extrañaba”.
Por supuesto no existen límites a los problemas que los padres y los
hermanos despojados tienen que afrontar, al tratar de lidiar con la pérdida
de este ser tan querido. Aún como adultos, es sumamente difícil alcanzar a
comprender la magnitud y la contundencia del “ya no existir de nuestro
hijo”. Por esto, es qué existe esta terrible inhabilidad al tratar de
ayudar a otro ser humano a comprender este hecho.
Si un padre, no ha podido resolver sus propios sentimientos con
referencia la muerte, como puede ser el miedo, a la incertidumbre sobre la
otra vida o su propia impotencia; mucho más difícil será el poder ayudar a
sus hijos, especialmente si son pequeños. Los psiquiatras nos aseguran,
que a un niño menor de cuatro años, es innecesario darle muchas
explicaciones, puesto que el concepto de muerte es enorme, que es muy
difícil que alguien con tan poca experiencia de vida pueda entenderlo.
Encontré mucho de verdad en esto, cuando traté de explicar la muerte
de Robby a nuestra pequeña, pero muy inteligente hija de cuatro años.

54
Inicialmente, traté de hablar con la verdad, pero después tuve que
hacer uso de una mentira, algo que es considerado no recomendable por los
psicólogos.
Cuando regresamos de Alabama, nuestra casa era todo un tumulto. No
había un solo rincón de la casa que no estuviera ocupado por familiares y
amigos que habían ido para acompañarnos y consolarnos. Nuestro rabino, ya
le había dicho a Dale la terrible noticia, pero la tarea de explicarle a
Stacie, el por qué no volvería a ver a su amado hermano, se nos había
dejado a nosotros.
Ya era de noche, cuando regresamos a casa. Mi hija y yo, nos sentamos
cerca de la venta, viendo hacia las estrellas y hablarnos. Jamás podré
olvidar esa conversación; una de las más difíciles de mi vida.
Empecé diciendo simplemente, que Robby había muerto. Ella preguntó,
“¿Por cuánto tiempo estará muerto?” Yo le contesté, “Por siempre. El ya
nunca volverá”. Pero una niña de cuatro años, aunque sea muy inteligente,
es imposible que capte las palabras “por siempre#. Noté lo perpleja y
asustada que estaba.
Ella preguntó que, qué pasaba cuando una persona moría. Y aquí tuve
que tener mucho cuidado; evité conscientemente el gran error que en algunos
casos se comete, de decir, “el se durmió”. Creo que tal afirmación, podría
ocasionar miedo a dormir y esto podría durar para siempre. En lugar de
esto, le dije que él había dejado de respirar. La vi como tomaba aire y lo
trataba de retener. Me dijo que no podía retenerlo por mucho tiempo. Yo le
dije, que eso era porque ella era una niña sana.
Hasta el momento en que llegó la inevitable pregunta “¿Y por qué?
las cosas marcharon bien. Yo trataba de contestarle simple y honestamente,
tanto como la edad de mi hija y mi estado emocional en ese momento, me lo
permitían.
Después vino lo difícil.
“¿Y por qué?”
Comencé por decirle que Robby había estado muy enfermo, a lo cual
ella me respondió, que también ella se había enfermado en varias ocasiones.
Le dije que la enfermedad de Robby, era diferente.
“Robby era muy bueno: El jugaba conmigo. El se va a asustar por no
estar en casa. ¿Por qué se murió?’
Nuevamente le contesté, “El estaba muy enfermo”. Aunque use la frase
varias veces, ésta no tenía significado para ella. Mi contestación
definitivamente, no está, penetrando. Esto era evidente. Ella sólo podía
relacionar el hecho de que él ya no regresaría a casa con el miedo que a
ella esto le ocasionaría.
Finamente y muy probablemente por desesperación más que por
convicción, dije que él había tenido muchos dolores y que deberíamos estar
agradecidas que Robby ya no estaba sufriendo.
Aunque esto no era cierto, tenía al menos la virtud de ser algo más
tangibles. Algo que ella pudiera entender. Después de todo, el dolor era
algo, malo, y ella no quería eso para su hermanó.
Después de decirle esto, el ¿Y por qué? cesó.
Le dejo a los psiquiatras y a los moralistas, el, si decir una mentira
o no, es siempre tan malo. En ese momento, lo único que yo sabía, era que
necesitaba desesperadamente decirle algo, darle una explicación que ella
pudiera entender. Cuando cumplió diez años, yo le confesé que le había
mentido. Al principio, ella se enojo. Pero cuando le expliqué el por qué
lo había hecho, ella me dijo que lo entendía. Normalmente, yo siempre hablo

55
a mis hijos con la verdad, y ella lo sabe. Ella, ahora agradece el haber
tenido una explicación que cuando menos tuviera sentido.
En un seminario para trabajadores sociales, impartido por psicólogos,
se afirmó que, dependiendo de la edad de los niños, deberá ser la
información que se les proporcione.
Ellos mantienen, que los niños a los cinco años, ya están capacitados
para comprender que la muerte es final. Generalmente, a esta edad ya han
visto morir a algún animalito. Contesta con la verdad, siempre clara, sin
mucha elaboración; sólo contesta lo que te pregunten; no des más información
de la que te piden. Si así lo deseas, incluye a Dios en tu explicación,
esto es muy personal. Pero recuerda que El no parezca ser el culpable, sólo
así evitaremos que en lo futuro, esta criatura sienta rencor hacia El.
Nos explican, que los niños de seis años, son sumamente emocionales
acerca de la muerte, así es que es muy necesario tratar el tema con extrema
delicadeza. Usa toda tu serenidad y toda tu tranquilidad1 trata de no
transmitirle el miedo, que lógicamente sientes.
Una criatura de siete años, especialmente en nuestra sociedad
orientada hacia la televisión, en donde hasta los personajes de las
caricaturas mueren, atraviesa por un período de curiosidad sobre la muerte,
aunque aún no está listo para afrontarla. Hacia los ocho años y en adelante,
los niños son más sofisticados y las explicaciones pueden ser a un nivel
más maduro.
Estos psicólogos, hacen mucho hincapié en la importancia de conocer
a tu propio hijo y usar esta “guía” meramente como una ayuda.
Permitir a los hijos pequeños, asistir al funeral de su hermana o
hermano, es una decisión muy personal. En la mayoría de los casos, es poco
constructivo llevar a un niño menor de siete años, a un evento tan trágico.
La mayoría de los psiquiatras, coinciden en esto.
Aun así, nuestra hija, de vez en cuando, nos expresa su inconformidad
por no haberla llevado al funeral de su hermano. Es todavía a fecha en que
ella sigue diciendo, “él era mi hermano y yo debería haber estado allí”.
Cuando le explico que estaba muy pequeña, ella contesta que no estaba
tanto, para saber que él ya no volvería a casa. Nunca quedará totalmente
resuelto si fue lo correcto o no, la decisión de no llevarla al sepelio.
William Cowper decía, “Es orgullosa la inteligencia de tanto que
sabe; es humilde la sabiduría por no saber más”. Este principio se torna
sumamente importante, cuando tratamos de guiar a nuestros hijos a través
del difícil camino del dolor.
Todos los conocimientos que tuvimos para afrontar la enfermedad de
Robby y para ayudar a nuestros hijos en el duro camino del despojo, no nos
dieron la suficiente sabiduría para guiarlos en su proceso de duelo. Dale,
no tenía por qué haberse sentido sólo en esos momentos. Probablemente,
Stacie debía haber asistido al funeral. No estábamos capacitados para ver
el futuro, puesto que estábamos ciegos por el dolor.
En años venideros, los padres podrán remediar algunas de las
dificultades, aunque no corregirlas enteramente. Requiere de mucha energía,
esfuerzo y lucha conjunta, el llenar el vacío que deja un hijo cuando
muere. Pero es una meta, que bien vale la pena.
La mayor preocupación que debe tener un padre despojado aún por
encima de su propio dolor, es el velar por sus hijos sobrevivientes.
Manejándolo adecuadamente y rectificando a tiempo, esta preocupación, puede
significar la continuación de la familia como una unidad armónica. Requiere
de mucha fortaleza, el tratar con el sufrimiento de otros, en este preciso
momento, pero es muy importante hacer sentir al hijo o a los hijos que nos

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quedan, que no están solos. Trata de turnar los roles “consolador y
consolado”. Siéntate y platica con él o con ella, escuchen música juntos.
Su necesidad por tu atención es inmensa.
No permitas que se rompan reglas de disciplina en casa. La disciplina
y el orden, significan seguridad para tu hijo.
Sin embargo, permite que esta disciplina, sea tu tranquilidad y que
exista un poco de flexibilidad. La “mano de hierro”, no es el mejor sistema,
peor aún en estos momentos. En lugar de esto, permítele al Buen Juicio ser
la orden del día. No nada fácil en una situación como ésta, pero para
salvar lo que nos queda de la familia, es imperativo.
Tomate tiempo para charlar con cada hijo por separado, hazle
preguntas acerca de sus sentimientos y entérate si pudiese existir algo de
culpa escondido, porque con los años, esta culpa pudiera aflorar.
Recuérdale de las buenas acciones, que las hay siempre, que tuvo para
con su hermano o hermana.
Explícale que una dosis razonable de pleitos entre hermanos, es de
lo más normal.
Trata con mucho cuidado, todo lo relacionado con la religión, si
quieres que tus hijos sigan siendo observantes. El usar la expresión, “Fue
la voluntad de Dios” por ejemplo, no le va a proporcionar consuelo a un
niño que está viendo los patines de su hermano en el closet y sabe que
jamás los volverá a usar, porque esa fue la voluntad de Dios.
No los condenes por reír o jugar alegremente, durante las primeras
etapas duelo. No existe un ser humano, sin importar la edad, capaz de
manejar sanamente tanto dolor de un sólo golpe.
No los obligues a ir al cementerio. Déjalos tomar la iniciativa. Hay
adultos que necesitan más tiempo que otros para tomar decisiones. Con mayor
razón e sucede a los jóvenes.
No conviertas a tu hijo, haya sido “bueno o malo, en un santo, por
el hecho de que está muerto. Nadie puede competir con un fantasma
especialmente alguien que ya no comete errores. Los hermanos
sobrevivientes, pueden reaccionar contrariamente a tanta bondad y
perfección con el objeto de llamar la atención.
Recuerda que tus hijos están sufriendo igual que tú y les asusta la
intensidad de su sufrimiento.
Trata de explicarles, tan natural como te sea posible, que hay mucho
acerca de la muerte que tú ignoras y repíteles que la muerte, está más allá
de nuestro control.
No evites hablar de tu hijo muerto. Ella o él existieron. Permite
que tus otros hijos recuerden esto.
Es muy importante, no tratar de esconder tu propio dolor.
Ayudar a tu hijo a externar su pena, es un gran regalo que tú le
puedes dar, independientemente de tu tiempo. Pero si recuérdales, que
compartes con él o con ella, una pérdida, que aunque no es la misma, sí
les pertenece a ambos.
Para muchos jóvenes, será la primera vez en sus vidas, que vean a su
padre llorando. Manéjalo con cuidado, esto, no debe crear pánico en los
niños.
Un padre nos cuenta, como se estremeció al ver la mirada de miedo de
su hijo de once años, cuando el niño lo vio llorar.
“E1 pudo tener otros sentimientos negativos acerca de la muerte de
su hermana, pero él definitivamente, aprendió algo nuevo de esta
experiencia. El aprendió que los hombres también sienten pena y también
lloran”.

57
Cuando vi el miedo que él tenía, lo abracé y lo llevé a su recámara,
para explicarle lo triste que yo me encontraba por la muerte de su hermana.
Yo le dije, que el llorar no estaba reservado sólo para las niñas y las
mamás. Los niños y los papás, también tienen derecho a llorar y a demostrar
lo mal que se sienten, cuando terminé de decírselo, él me abrazó y así
abrazados, lloramos los dos juntos:
Este fue un padre afortunado en ese sentido, porque pudo notar a
tiempo y corregir este sentimiento con el que tantos y tantos niños crecen.
Ahora me doy cuenta, que la mayoría de los sentimientos que
experimenta mi hijo acerca de haber sido “abandonado” por sus padres, se
derivan de la inmensa ayuda y compañía que nosotros recibimos de nuestros
amigos y familiares. Debimos haber pensado que teníamos que dedicarle un
poco de tiempo solo, a nuestros hijos. Muchos malos entendidos se hubieran
evitado, de haber tenido la capacidad de dedicarles más atención
individualizada a cada uno de ellos, en esos terribles momentos.
Probablemente, la lección más grande y triste que recibí al
entrevistar a estos adolescentes, ya estos hombres y mujeres quienes
sufrieron la muerte de un hermano en su infancia, es que ninguno de ellos,
recuerda haber tenido un refuerzo positivo de sus padres durante su período
de duelo.
Por más que averigüé y pregunté, me fue imposible saber de ningún
caso que los padres hayan sido capaces de dejar a un lado su propio dolor
y dedicarse a consolar a sus hijos sobrevivientes.
Definitivamente, éste libro, no ha sido escrito con el propósito de
encontrar culpables. ¡Esto es lo último que yo quisiera! Lo que es muy
importante, es analizar estos puntos y examinar con el corazón, como fueron
manejados en nuestros procesos de duelo. Nunca es demasiado tarde para
corregir algún error que hubiésemos podido cometer.
Si las explicaciones no fueron claras, los sentimientos lastimados,
el dolor ignorando o las lagrimas guardadas; por lo que más quieras, vuelve
a abrir el caso y por favor, saca a la luz, honestamente lo que pudo haber
sido mal manejado.
Muchas de las familias a las que les sugería el volver a ventilar el
problema, vieron esto como algo muy difícil de hacer.
“Odio e1 tener que sacarlo a relucir otra vez”, dice una madre.
“Después de todo, los chicos ya reanudaron sus actividades
nuevamente, por que hacerlos recordar y llorar otra vez”, nos dijo un
padre.
“No sé qué decir’, dice otra madre. “Nunca hemos hablado sobre esto”.
Bueno, probablemente ya sea hora de hablar de ello. Eso es lo
maravilloso tratar con los hijos sobrevivientes. No es demasiado tarde
¡aún!

58
Sólo existe algo peor
que hablar mal del que muere
y eso es, no hablar de él.

Anónimo

El Despojo y la Comunicación

Una de las verdades más difíciles de aceptar para un padre despojado,


es el que no sólo se debe sino que, se tiene que hablar y discutir acerca
de ese niño o joven que murió.
El ingrediente esencial para una mejor supervivencia además de
afrontar la realidad, es el hablar de nuestro hijo sin miramientos ni pena.
Con la excepción de una persona a quien le pareció que el hecho de
que habláramos tan naturalmente de Robby, le parecía muy extraño, la mayoría
de la gente, cuya amistad aún conservamos, nos han dicho que este hecho
les facilitó el problema a ellos también.
“Después de todo”, nos dice un amigo, “es algo tan difícil, que uno
no sabemos cómo actuar o qué decir. Yo sentía una gran necesidad de hablar

59
de Robby, puesto que yo había tenido tanto contacto con él y contigo. Fue
un descanso el ver que no tendría que reprimirme cada vez que quisiera
hablar de de él”.
El querer socializarnos y comunicarnos con los demás; nos enfrentó
al hecho de que casi todos los niños que conocíamos, tenían la misma edad
de Robby.
Recuerdo como me mordía los labios antes de preguntarle a alguna
amiga como le iba a su hijo en la escuela o en el equipo de base-ball. Era
uno de esos pasos que yo sentía que había que dar, con el objeto de mantener
una buena relación con la gente que me importaba.
Otro amigo aún recuerda como le ayudó el que yo tomará la iniciativa
y le preguntará acerca de sus hijos.
“La sola pregunta sobre mis propios hijos me apenaba”, dijo él. “Aquí
estaba yo el padre de un niño saludable, iniciándose en un equipo de base-
ball. Cuando preguntaste, temí excederme en mis exclamaciones sobre lo bien
que mi hijo lo estaba haciende en el equipo. Después de todo, la último
que quería, era hacerte sentir mal al alardear sobre progreso de mi hijo.
Fue un gran alivio, el que tú nos preguntaras ese sábado en el restaurant,
cómo le iba a Kenny. Parece que esto liberó algo que entorpecía nuestra
relación”.
Recuerdo haber hecho la pregunta, porque nuestros dos hijos habían
sido buenos amigos. Me acuerdo también, el enorme esfuerzo que implico el
aparentar estar interesada, cuando en ese momento, no lo estaba en absoluto.
En realidad yo lo hico por cumplir y aparentemente lo logré. Logré hacerle
más fácil el momento un querido amigo y quitar una barrera que pudo habernos
separado.
Me parece imposible entender la crueldad de amigos y familiares que
abandonan a estos pudres en momentos como este. Pero en mi búsqueda de
material para este libro, encontré un sin número de pareja con historias
muy tristes acerca de este hecho; como la de un hombre que al morir la hija
de su hermana, dejo por completo de buscarla, habiendo sido sumamente
unidos antes del trágico hecho. O de amigos que jamás se volví a saber de
ellos después del funeral.
El drama social que sufre una madre un padre, cuyo hijo se quita la
vida, esta mas allá de lo inimaginable
Una de las peores cosas que me sucedieron después de que Alan se
quitara la vida, dijo un padre que desde entonces se ha refugiado en el
alcohol, “es la manera en que mis antiguos amigos evitan verme a los ojos.
Es como si alguno de nosotros estuviésemos albergando secretos de
culpabilidad que no pudiéramos compartir. “Hay ocasiones que siento que
esta gente nos ve como si fuéramos unos asesinos. A mi esposa y a mí, ya
no nos gusta verlos. Nos lastima mucho esta sensación.
Probablemente, el principio de esta enajenación, se derive del no
saber que decir a los padres despojados. Esta incomodidad, puede crea un
millón de excusas para que una amiga o pariente deje de llamar o buscar a
un padre despojado. Pasa uno y luego otro día de repente ya pasó todo un
mes sin poder hacer esa llamada telefónica. Ahora con todo este tiempo que
paso, aunado con la poca habilidad para decir lo correcto viene la necesidad
de una disculpa y nuevamente la evasión, el pretexto “estoy muy ocupado”,
para hacer esa tan terrible llamada. Muy pronto, habrá pasado el suficiente
tiempo para hacer el problema de tal tamaño, que será mucho más fácil
olvidar todo al respecto.
Después de muchas investigaciones llegué a la conclusión, por injusto
que así parezca, que la responsabilidad de mantener las amistades reside

60
en los padres despojados. En el momento en que todo es más difícil, ellos
se enfrentan a la necesidad de tener que tomar la iniciativa de hacer esa
primera llamada o esa primera invitación.
Te aconsejo, que al hacer esa primera llamada, no permitas que se
destruya toda la buena intención al demostrar mal humor o auto-compasión.
“¿Cómo es que no me has llamado?
“¿En dónde te has metido?”
“¿Cómo podría estar, después de lo que me pasó?”
Es muy natural que lo pienses, que tengas estos sentimientos, ¿pero
lo tienes que expresar en voz alta? Yo te aconsejaría que no. Esto podría
provocar que en vez de mejorar la relación, sólo hagamos uso de esta “oreja”
que escucha nuestra amargura.
Usa un tono amistoso. Extiende una mano amiga. La gente quiere ayudar.
Sólo necesitan que les digas cómo. ¿¡Dales una oportunidad!
El doctor Elliot Luby, dice que no es necesario enfatizar la necesidad
que tiene el padre despojado de rodearse de amigos y familiares y sin
embargo, dice que hay un sin número de pareja que son abandonadas.
“Todo depende de la calidad de las fuentes de apoyo que se obtienen
en e] proceso de cuelo. Cuando la gente que está capacitada para dar
consuelo y apoyo, se encuentra cerca de nosotros, es probable que se reduzca
la intensidad del dolor”.
El hablar sobre el hijo que se fue, puede llevarnos a las
conversaciones más extrañas. No hace mucho tiempo, visité a una señora,
quien había perdido a su hijo de cincuenta y cinco años de un infarto. El
estaba casado y era padre de tres niños. Nosotros conocíamos muy bien a
este señor.
Durante la visita, esta mujer, empezó a hablar de alguien,
describiendo sus virtudes. Ella decía que esta persona, nunca había
apostado, nunca bebía y que era el único hombre que ella había conocido
que jamás había dicho una mala palabra.

Como yo no estaba en la sala cuando la conversación se inició, me


tomó varios minutos darme cuenta que ella se estaba refiriendo a su hijo,
nuestro amigo fallecido.
Ella se las había arreglado para hacer parecer una deidad a alguien
que fue un hombre muy normal.
Yo no quise rebatirle a la señora. No tenía caso. Pero sentí que a
madre de Len estaba pasando por un doble sufrimiento. No sólo el sufrimiento
de su pérdida, sino que también el del total desconocimiento de aquel que
había sido su hijo.
El no recordarlo como realmente fue, le impedía tener un verás y
auténtico recuerdo de él.
Así como mi esposo y yo pactamos hablar de Robby con la mayor
naturalidad, así accedimos al tratar de recordarlo tal como él había sido.
No sé porqué lo hicimos, pero así nos pareció lo correcto.
Nuestro hijo, había sido unas veces bueno, otras malo, algunas veces
caprichoso, otras amoroso. El fue un ser normal, real. Nunca nos engañamos,
ni tratamos de crear un ídolo. Creo que nos quedamos con algo más tangible
para nuestra vida futura, la memoria de una persona real y humana. Hay
padres quienes renuevan totalmente la personalidad de su hijo después de
muerto.
Para mantener relaciones amistosas por medio de la comunicación, es
necesario admitir que necesitamos ayuda y consuelo.

61
Una madre, una mujer ya mayor, buena y compasiva, iba muy a menudo
funerales de amigos cercanos y ofrecía ayuda de cualquier clase a estos
padres, hijo o hermanos despojados.
“Yo les decía a mis amigos, que todo lo que tenían que hacer, era
llamarme, que yo estaría allí para ellos. No lo podía entender pero las
llamadas nunca llegaban”. Hace más o menos un año, le llamé a una amiga
que acababa de enviudar y le pregunté que como iban las cosas. Me dijo que
todo iba bien, pero aunque no lo creía, yo sentí que no debía insistir más.
“Mi hijo murió recientemente de cáncer, después de una larga agonía.
Cuando a gente me llamaba para saber cómo me encontraba, yo solía contestar
con la misma respuesta que mis amigos lo hacían cuando yo se los preguntaba
a ellos. Yo contestaba, que todo estaba perfectamente, que todo estaba ben.
Me di cuenta que algo andaba mal cuando noté que mis amigos ya no
llamaban. Fue entonces cuando me di cuenta que yo estaba cayendo en la
misma trampa, en el mismo juego del que yo había sido participe con mis
amigos.
“La siguiente vez que una amiga llamó, tragué saliva y dije la verdad.
Le dije que me sentía fatal, que era horrible saber que mi hijo no volvería
a llamarme ni visitarme jamás. Le confesé a mi amiga, que necesitaba de su
compañía y de su ayuda. La invité a cenar.
Mi amiga me agradeció el haberle dicho cómo me sentía y de qué manera me
podía ayuda. No he vuelto a caer en esa trampa de “me siento perfectamente”,
otra vez.
Probablemente la lección fundamental es que la gente es buena por
naturaleza y deseosa de ayudar, sólo hay que decirles cómo. Después de
todo, cuando sabes que has abandonado a una familia despojada, será difícil
estar en paz contigo mismo.
Como en la mayoría de los intentos de acercamiento, la gente necesita
que se le guíe. La responsabilidad de mantener estas relaciones sociales,
descansa muy a menudo, en los padres despojados. Nosotros somos los que
debemos marcar el paso para continuar manteniendo esa vieja amistad. Si no
lo hacemos, nos daremos cuenta que nadie lo hará.
Ponte en contacto con tus amigos. Pregunta cómo están los miembros
de la familia. Dales oportunidad a las personas de hablar libremente y sin
miedo a herirte. No seas deshonesto y juegues el juego de “que me siento
perfectamente” cuando esto no es verdad. Invita a alguien a tomar un café
o sugiéreles encontrarte con ellos para comer o cenar en algún restaurante.
Algunas veces, el estar en un lugar público puede ayudarte a controlar tus
emociones y de esta manera, hacer un contacto social más agradable. No
olvides mantener cierto equilibrio en tus emociones.
No debes estar exageradamente sentimental pero tampoco demuestres
una alegría extrema que no sientes. Sé tú solamente.
Recuerdo la primera cena a la que fuimos invitados toda la familia,
poco después de la muerte de Robby. Fue en casa de unos queridísimos amigos.
Cuando pasamos al comedor, al sentarnos a la mesa, notamos que estaba
puesto en lugar de más.
Mi amiga, quien estuvo a nuestro lado en todos los momentos terribles
que pasamos, mecánicamente y sin pensar, puso el lugar de Robby, como lo
hacía antes.
Todos lo notamos al mismo tiempo. Me levanté discretamente tomé los
platos y los cubiertos y me los llevé al mismo tiempo que le decía
bromeando, que nunca había aprendido a contar. De esta manera, se hizo
menos molesto y desagradable el momento y ella pudo disimuladamente limpiar

62
una lágrima que asomó a su rostro. Así pudimos gozar de su exquisita cena,
preparada con tanto amor.
Es muy posible y hasta casi probable que tu primer intento en este
terreno, fracase. Pero la segunda vez que tomes la iniciativa será más
fácil, hasta eventualmente logres dominar este difícil arte de la
comunicación, aun siendo un padre despojado.

La mayoría de la gente
practica alguna religión.
Al menos saben de qué iglesia
están alejados.

John Erskine

Despojo y Religión

De las mayores confusiones a las que se enfrenta un padre despojado,


es la duda y la dificultad que existe para mantenerse dentro de la religión.
Varias familiar, después de la muerte de un hijo, parecen refugiarse
enteramente en sus creencias religiosas.
No importa a que fe pertenecemos cuando tenemos la creencia de que
la muerte de nuestro hijo, se debió a un propósito divino, es
suficientemente importante para mantenernos con vida. Podremos consolarnos
pensando que su muerte, no fue un hecho vacío y sin sentido. Sentiremos
que Dios tenía un hermoso plan y que nuestra hija o hijo, eran parte de
ese plan.
Yo creo que estas personas son muy afortunadas. Están libres de esa
sensación de futilidad hacia la muerte.

63
La gente que es creyente, puede preguntarse, ¿Por qué a mí?, sin
auto-destruirse emocionalmente. Pueden darse a sí mismos muchas respuestas.
Un ejemplo muy antiguo, de esto, es la historia sobre a esposa de un
venerable y sabio rabino, cuyos hijos gemelos murieron mientras él estaba
fuera de casa.
Sabiendo lo mucho que él amaba a sus hijos, la esposa decidió
guardarse la trágica noticia hasta que él acabara de cenar. Cuando el
rabino llegó a casa y preguntó por sus hijos en varias ocasiones, la esposa
cada vez que él preguntaba, le contestaba, “Ellos están lejos de casa
ahora”.
Después de cenar, ella se sentó junto a él y le dijo, “tú eres un
hombre muy sabio y con muchos conocimientos. Ayúdame con la respuesta a
este problema. A ti te encargaran dos joyas preciosísimas y te dijeran que
tú las podrías disfrutar tanto tiempo como las tuvieras contigo; podrías
discutir o enojarte cuando la persona que te las prestó te las ¿pidiera de
regreso?”
El esposo pensó por un momento y contestó, “¡Por supuesto que no!”
La esposa entonces se levantó y lo guió hacia la recámara en donde los dos
chicos yacían muertos y dijo, “Dios quiso sus joyas de regreso”
La gente más afortunada, es aquella que puede derivar paz del pensar
que su hijo está con Dios. Ellos son los padres que no se atormentan
constantemente con el dolor de pensar lo inútil que fue la muerte de su
hijo. Su respuesta al “¿Por qué?” seguramente no satisfacería al no-
creyente.
Aunque no hay estadísticas disponibles para determinar, que
porcentaje de padres despojados se acercan o alejan de la religión, no hay
duda de que muchas parejas pertenecen al segundo grupo.
¿Por qué?, pues probablemente por amargura y desilusión, o en el caso
de enfermedades largas, porque Dios no respondió a las plegarias de estos
padres. Algunas personas que antes estaban muy apegadas a la religión, se
han alejado pretextando que EL no escuchó sus oraciones.
Muchos padres despojados, toman esto como una traición de Dios. Ellos
fueron a muchos lugares por ayuda, cuando su hijo estaba enfermo. Ellos
buscaron doctores y hospitales y encontraron que la gente les respondía y
en la mayoría de los casos con el mejor esfuerzo que podían dar. Y entonces,
en el último momento, ellos le pidieron a Dios ayuda y EL no respondió.
Ahora, en el proceso de su pena, no se permitirán recibir consuelo de. EL.
Si la muerte del hijo, fue accidental, con mayor razón se alejarán
de Dios.
¿Dónde estaba EL, cuando esta hija o hijo iban manejando o nadando?
¿Por qué no estaba Dios en Alemania, Corea o Vietnam? Por supuesto no
existen respuestas satisfactorias a estas preguntas. Estos padres
despojados están atorados en la decisión de si creer o no, y nadie puede
tomar esta decisión por ellos.
El poeta james Rusell Lowell, escribió un poema hace casi cien años,
después del fallecimiento de su hija Rose, en el cual él ilustraba la
manera de pensar de un padre despojado, alejado totalmente de la religión.
El nombre del poema es, After the Burial (Después del entierro).
Lowell notó que el poema despertó reacciones importantes en hombres
que le aseguraban no ser muy sensibles a la poesía.
Probablemente, la razón de esta reacción se deba a que Lowell tocó
sentimientos que generalmente no se expresan porque hacen que los no-
despojados se sientan incómodos al oírlos.

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Perdónenme, pero yo que soy terrestre y débil, daría todo cuanto
poseo en vida porque ella volviera a tocar mi mejilla con su manita. Dudo
que este pensamiento, no haya pasado por nuestras mentes cuando menos una
vez, después de que nuestro hijo se fue.
Recientemente, al hablar sobre religión en general, un amigo, quien
asiste muy pocas veces a la iglesia, resumió su punto de vista sobre Dios
y las creencias humanas.
Lo que él dijo, tiene mucho sentido y probablemente va ser de alguna
ayuda para aquellos que están enojados con Dios, por la muerte de su hijo.
El dijo, “El problema de la gente, es que ven a Dios, de una manera
sumamente personal. Piensan que EL está sentado esperando oírlos a ellos.
Esto es ridículo. Es imposible pensar que EL escucha a cada uno de nosotros.
Lo que tenemos que hacer, es pensar en EL, como la fuerza divina que creó
este mundo y la que controla nuestro destino final. Yo no creo que Dios,
escuche plegarias individuales.
La filosofía de mi amigo, tiene mucho sentido. Yo personalmente pasé
de ser una ferviente religiosa a ser prácticamente anti-religiosa después
de la muerte de Robby y ahora creo estar en un justo medio. Esta conclusión
se me antoja adecuada para mí.
Mi período de intensa religiosidad, aunque no fue planeado, sí me
ayudó mucho durante el primer año especialmente, después de la muerte de
Robby.
En la religión judía, hay una oración llamada Kaddish, en la cual se
exalta y alaba a Dios. Las personas judías quienes han perdido a un ser
querido, asisten a los servicios religiosos todos los días o cada vez que
lo deseen, y recitan esta oración especial “Kaddish” en memoria del ser
querido. Entre los judíos más tradicionales, sólo el varón judío recita
esta oración, pero de alguna manera y hasta el día de hoy, aun no sé por
qué, sentí la necesidad de romper con la tradición e ir al Templo todas
las tardes y tomar parte en este servicio. En corto tiempo, esto se
convirtió en una fuerte disciplina.
Me gustaba ir todos los días a un lugar específico a orar tanto por
mi hijo muerto, como por mi salvación. Fueron días muy dolorosos,
especialmente al principio pero al cabo de un tiempo esto se convirtió en
una necesidad. Planeaba mi día alrededor de la hora del Kaddish. Algunas
veces mis hijos me acompañaban, otras iba Con mi esposo. A menudo iba sola.
Hoy en día, he llegado a la conclusión de que éste ritual de todos
los días, significó definitivamente gran parte de mi curación. La
disciplina a la que me sometí, me hizo afrontar la dramática realidad día
con día y menos bruscamente.
Creo que esta rutina, me ayudó a iniciar y vivir mi duelo un poco
antes y más suavemente de lo que otros padres despojados lo hicieron:
La ventaja de tener creencias religiosas, cuando un hijo muere, es
inmensa. Es una fuente de consuelo, y para aquellos que deciden escuchar,
esto puede contestar el terrible ¿por qué? Pero realista y
desafortunadamente una gran parte de nuestra sociedad, no es religiosa.
Pero aun para ellos cuando son despojados, puede haber algún método, tal
como el que yo encontré para suavizar mi pena. Si tu religión, no ofrece
servicios diarios o bien si tú no escoges formar parte de ellos, yo te
aconsejaría dedicar diez minutos al día, a la misma hora todos los días.
Busca una silla o un determinado cuarto y ve allí todos los días. Escoge
algo de material literario, por ejemplo, “La oración de la Serenidad”,
repítela diariamente y piensa en ella a medida que la vayas diciendo.

65
Dios mío, dame la serenidad
para aceptar las cosas que no puedo cambiar
La fuerza para cambiar las cosas que sí puedo
y la sabiduría para conocer la diferencia.

Muchos poetas han tomado el tema de la muerte y añadido nuevos


conocimientos profundos. Busca poesía para esos diez minutos de disciplina
curativa. Ve a través de ella. Sin duda descubrirás algún mensaje que
puedas leer diariamente.
John Greenleaf Whittier escribió un poema titulado “Perdón”, el cual,
después de un cuidadoso examen, puede convertirse en un mensaje para el
padre despojado que no reza pero que tiene mucha ira y dolor dentro de él.
Usa tus diez minutos, para pensar profundamente ya sea en poesía o
en tu paz interior. Dedícale este tiempo a tu hijo que se fue, pero forzarte
a ti mismo a no convertir estas sesiones, en diez minutos de histeria y
cuando el tiempo se acabe, levántate de la silla y procúrate alguna
actividad. Debe ser algo en que se ponga en juego la energía física y no
una distracción pasiva, tal como el ver la televisión. Podría escoger
esos diez minutos durante tus períodos de más actividad, de esta manera;
podrás reincorpórate a ellas inmediatamente después de este momento. Es un
consejo para asegurar el éxito de este período de introspección y búsqueda
de paz interior.
Es sumamente difícil adquirir esas armas invisibles de apoyo tan
necesarias cuando se carece de fe en el Ser Supremo.
Cuando se pierde un hijo, no sólo se hace presente esa terrible
sensación de vacío, sino que nos quedamos sin la más mínima esperanza de
un plan divino. Esta tragedia sobreviene sin el menor vestigio de esperanza
en la vida eterna, cuando se carece de fe.
Un padre, quien dice ser segunda generación de familia atea, explicó
sus sentimientos al morir su hija.
“Veo con envidia a aquellos de ustedes que son creyentes. Mi
intelecto, no permite esta libertad. Desde que mi hija Betty murió, me he
dado cuenta, que hay poco en la vida que me pueda consolar. No hay ningún
lugar hacia donde voltear cuando pierdes un hijo y no eres creyente. El
padre se volvió hacia mi esposo y hacia mí y nos preguntó qué esperanza
nos daba nuestra religión, que nos prometía.
No siendo evangélica, como lo es mi esposo, yo traté de escoger mi
respuesta con mucho cuidado.
“La esperanza que me da mi religión, es que la muerte de Robby, no
fue una muerte en vano, sin sentido e insustancial. Que fue producto de un
plan divino Que tuvo una razón de ser.”
El hombre nos veía receloso, nosotros estábamos como paralizados. Yo
le pregunté qué pasos pensaba dar para ayudarse a sí mismo en su proceso
de duelo.
“Estoy tratando de poner en claro mis pensamientos con respecto a mi
hija y a su enfermedad. Mi apoyo principal, es el asistir a reuniones con
otros padres que han perdido hijos por la misma enfermedad.”
“Cada vez que la conversación en estas reuniones, gira alrededor de
la religión yo sólo me callo la boca. Pero lo que sí te digo, es que si
existe un Dios, El debe de ser muy sádico para querer que la gente lo
reverencie y lo adore mientras EL los golpea con su látigo”.
Como creyente que soy, encuentro estos sentimientos sumamente
desagradables. Sin embargo para escribir un libro de este tipo, no puedo

66
ignorar su punto de vista. Me he encontrado con varios padres despojados
que sienten como él.
Una mujer que se siente orgullosa de sí misma, por haber empezado
a funcionar rápidamente sin tener fe en Dios, dice yo recuerdo a mi hija
en todo momento, pero cuando se cree que el sobrevivir depende únicamente
de nosotros mismos, uno debe de meditar los hechos más profundamente. No
es sólo cuestión de lo que pasa, sino como manejas lo que pasa.
“Yo voy al cementerio más o menos seis veces al año. No porque yo
crea que el espíritu de mi hija está rondando por ahí, sino porque allí
fue el último lugar en e1 que yo la vi. Voy allí a llorar y a reflexionar.
Aunque sea triste, yo lo encuentro terapéutico.
Algunos padres no creyentes se han unido a organizaciones cuyos
miembros son personas despojadas y cuyos programas examinan y analizan el
despojo. Estos padres dicen que estas organizaciones son de una enorme
ayuda y altamente elogiables.
Un miembro de una de estas organizaciones hizo una observación muy
interesante, “la gente generalmente se vuelve muy defensiva cuando les
aclaro que yo no creo en Dios. Pero lo extraño, es que en estos grupos me
encuentro con menos hostilidad que en ningún otro lugar. Yo creo que porque
todos nosotros estamos tratando de encontrar una salida a nuestro problema
es por lo que nos vemos forzados a tener más amplitud de mente y ser más
receptivos a diferentes ideas”
Por supuestos su punto de vista era totalmente diferente al del padre
que simplemente se interesa y se siente agusto cuando el tema que se trata
es el de la religión. Aún así, el encontrarse con otros padres despojados
les da la oportunidad de ventilar sus ideas y sentimientos y posiblemente
conocer así nuevas formas de pensar y de ver la vida.
Obviamente la forma de enfrentarse a su proceso de duelo, será siempre
mucho más difícil para el padre no creyente.
Así como el creyente podrá reconciliarse consigo mismo ante la idea
de que algún día sabrán el por qué de la muerte de su hijo; así el no
creyente deberá depender sólo de sí mismo.
Mientras que la gente religiosa sabe que al final del camino se
reunirá con su hija o hijo; los ateos deben aceptar que lo que tuvieron
con su hija o hijo será todo lo que hubo y habrá, a excepción de sus
recuerdos.
Mientras que para los creyentes existen lugares específicos en los
cuales pedimos ayuda y hacemos nuestras oraciones, en los cuales nos
sentimos un poco más cerca de nuestros hijos; al único lugar que puede
acudir un no creyente será a su interior, buscando allí fortaleza y paz.
En efecto, la carga emocional de un ateo, descansa sólo en sí mismo
y requiere de mucha fortaleza para recorrer el camino sólo.
Pero es importante que sólo se límite a su falta de fe y no se prive
del apoyo de a gente, que en este caso es tanto o más importante.
Un amigo, un consejeros una organización para personas que sufrieron
la misma tragedia, pueden ser caminos que los no creyentes deben buscar.
Como en todas las otras etapas del duelo, la gente es el aliado más
importante para el padre despojado. Aun para aquellos que tienen una gran
fe en Dios, tener amigos con quien hablar, con quien llorar, puede ser de
gran valor.

67
Con la terrible tensión
que me acosa noche y día,
si yo no pudiera reír, moriría.

Abraham Lincoln

Despojo y Placer

A menudo los padres despojados se encuentran en una posición en la


cual les es muy difícil apreciar lo que tienen frente a ellos, debido a
los nubarrones que cubren o cambian la perspectiva de las cosas.
Sus sentidos están adormecidos y no atinan a reconocer lo que aún
puede ser maravilloso y hermoso, o simplemente divertido.
Uno de los mayores obstáculos para regresar al mundo de los vivos,
es esta incapacidad para aceptar el placer. Este sentimiento se traduce en
las frases “¿Cómo puedo yo reír?” o “¿cómo podré volver a reír, ahora que
mi hijo está muerto? Sin embargo el disfrutar, es una de las armas de
supervivencia más importantes que poseemos. Es una de las cosas que debemos
lograr en la lucha para subsistir después de perder un hijo.
Nosotros hicimos nuestro primer viaje de placer a Las Vegas, cuatro
meses después de la muerte de Robby. Una noche, fuimos al show de uno de
los mejores comediantes del momento y recuerdo haber disfrutado y haber
reído de muy buena gana. Mi risa fue tan intensa como honesta.
Como pagué por ese momento de sincera alegría, esa noche, al regresar
a nuestra habitación, me asaltó una extraña sensación de intenso dolor y
lloré tanto como había reído unas horas antes.
Lo importante es que aunque con mucho dolor, se había dado un paso
hacia la reanudación de una “vida normal”.

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Cuantas veces dudamos en volver a salir. Después de ese viaje a las
Vegas parecía no valer la pena volver a pasar la angustia que sentí en ese
cuarto de hotel, ante la idea de hacer otro intento por disfrutar. Después
de todo el precio del placer era un inmenso dolor.
Parece que esta sensación de angustia es general. Mi esposo sintió
exactamente lo mismo que yo. Pero con apoyo mutuo, logramos volver a
“disfrutar” de una vida.
Recordar este hecho; me daba la oportunidad de disfrutar de los
momentos como se presentaban y el hacerlo me fortalecía y me daba finalmente
la opción de gozar lo que aún tenía la vida para brindarme.
Ciertamente, ahora soy capaz de disfrutar mucho más de lo que jamás
soñé que podría, después de la muerte de mi hijo.
Muchos padres despojados me han confesado lo similar de sus
experiencias. Ya sea que su primer salida, haya sido a un cine o a un
restaurante o a una jugada de barajas, su reintegración a la sociedad y al
mundo de la diversión, ha sido aterradora.
El esposo, quien generalmente mantiene el hogar, no tiene alternativa
para salir o no de casa. Por eso hay quienes opinan que el dar el paso para
buscar algún entretenimiento, no es tan difícil para él corno lo es para
ella, quien ha podido, de alguna manera, refugiarse dentro de su hogar.
Un padre que encajaba en este patrón, veía que su esposa se hundía
cada vez más en su pena, mientras que él, debido a su trabajo, tuvo la
oportunidad de salir a calle, ver gente, socializarse nuevamente y de esta
manera salir adelante más fácilmente, al menos a simple vista. Tres meses
después de la muerte de su hija decidió llevar a su esposa a un restaurante
muy bonito, esperanzado en poder saca a su mujer de ese mundo de amargura
en el cual estaba convertido su hogar. El intento resultó ¡un fiasco! La
esposa no hizo más que llegar a ese elegante restaurante, sentarse frente
a su marido y ponerse a llorar inconteniblemente.
A pesar del fracaso de esta específica salida a cenar, este hombre
supo que habían ganado una batalla.
“El haber llegado hasta ahí; fue una enorme ganancia”, dijo él.
“Aunque Bárbara lloró de esa manera y yo difícilmente pude cenar, no había
duda, que esto por sí sólo, era una victoria. Yo sabía que la segunda y
tercera vez que quisiéramos salir significaría un menor esfuerzo. Los meses
y los años han demostrado que yo tenía la razón.
Las vacaciones, especialmente las familiares son otra de las pruebas
a las que nos tenemos que enfrentar. Al principio, estarás convencido de
que no podrás salir de vacaciones sin ese hijo o hija y pasar momentos
agradables. Pero lo pueden hacer, si se lo proponen. Es importante estar
consientes de que cuando regresen a casa, se van a enfrentar a una recaída
emocional inevitable.
A nosotros siempre nos gustó ira campamentos. Lo hacíamos desde que
Robby era muy pequeño y le encantaba. Después que él murió, estábamos
seguros de que nunca jamás podríamos volver a disfrutar de un campamento.
Nuestros hijos insistieron en volver a hacerlo, puesto que éste era el
hobby familiar. Robby no era el único que lo disfrutaba. Finalmente, ese
verano decidimos intentarlo. En un principio, lógicamente, todo nos
entristecía, todo nos lo recordaba, pero en poco tiempo, nos encontramos
a nosotros mismos buscándole a las cosas él lado positivo. Nuestras
caminatas por el bosque los cuatro juntos, nadar, asar malvaviscos y
salchichas en la fogata, reforzaron ese lazo de unión que ha prevalecido
hacia nuestros hijos sobrevivientes a través de estos tan difíciles años.
Fue un hermoso viaje, una excelente decisión.

69
Para lo que no estábamos preparados era para la avalancha de tristeza
que se nos vino encima cuando regresamos a casa. Qué bueno hubiera sido
que alguien nos hubiera prevenido, porque nuestra reacción fue demasiado
intensa.
Recuerdo haberle dicho a mi esposo, con las lágrimas rodando por mis
mejillas, “¡El aún está muerto! ¡El siempre estará muerto!”
Probablemente, el saber que podríamos tener esta reacción al regresar
a casa, hubiese aminorado el impacto. Aun hoy en día, aunque en menor
escala, hay dolor en el regreso a casa sin Robby, después de salir la
familia de vacaciones
Recuerda siempre que nosotros cargamos con nuestra pena. La pena no
debe cargar con nosotros. Que la pena no nos impida vivir una vida tan
completa y normal como ésta se nos presente.
El Dr. Joseph Fischoff, jefe de psiquiatría d& Hospital Infantil de
Michigan, dice que aprender a disfrutar de la vida nuevamente, es esencial
para tu curación en el proceso de duelo muy importante entender que tú no
estás abandonando a tu hijo muerto cuando ríes. Es lógico y correcto que
disfrutes de la vida. Esta es una verdad muy difícil de aceptar para los
padres despojados.
Por lo tremendo de la pérdida1 en algunas ocasiones, los padres
despojados se van hacia el otro extremo totalmente: El placer y la diversión
en extremo sin importar a costa de que..., y esto puede a final de cuentas,
resultar sumamente dañino. Hay padres, que como tributo a la vida, hacen
derroche de dinero y esfuerzo en bodas en otros felices acontecimientos en
las vidas de sus hijos sobrevivientes.
Una madre nos relató vehementemente el porqué del derroche en la boda
de su hija. “Yo sé que no debimos hacer tanto alarde en la boda de nuestra
hija, pero nosotros perdimos a un hijo. Cuesta tanto dinero cuidar a un
hijo durante una enfermedad terminal, que imaginamos la gran alegría que
sería el gastar dinero en algo tan hermoso como puede ser la boda de nuestra
hija, quien ¡está viva!
Los padres que son tan afortunados de no saber lo que significa
perder a un hijo, pueden en un momento dado, no entender esta necesidad de
derrochar con los hijos sobrevivientes.
Algo parecido nos sucedió con nuestro hijo Dale cuando cumplió sus
trece años y celebramos su Bar Mitzvah, una ceremonia Judía que significa
la entrada de un niño a la edad adulta. Recuerdo haber estado tan agradecida
a Dios por tener un hijo a quien ofrecer esta hermosa ceremonia, que hice
una gran fiesta, No se escatimó en nada..Fue moralmente muy gratificante.
Sirvió creo yo, como un testimonio a la vida, al menos eso fue para
nosotros.
El momento en que mi hijo se paró frente a la congregación, mis
pensamientos volaron hacia Robby, quien había muerto siete meses antes.
Nosotros nunca veríamos a Robby parado allí, leyendo los antiguos textos
Hebreos. Nunca acompañaría a mi esposo a Robby, como lo hacen los padres
judíos, a leer de estos rollos y recitar bendiciones con miles de años de
antigüedad.
He descubierto, que este pensamiento, me acecha en todas las
ocasiones felices de nuestras vidas. Gracias a Dios, esta angustia es
momentánea. Como en ese viernes del Bar Mitzvah de nuestro hijo, mis
pensamientos después de unos momentos, dejaron a Robby para regresar con
este espléndido hombrecito que merecía de toda mi atención. No se, si
padres que nunca han sufrido la pérdida de un hijo, puedan entender este
júbilo tan especial. Nosotros experimentarnos una sensación de

70
continuidad y sobre todo, una sensación de que no todo se había perdido ni
estaba enterrado.
La mayoría de los padres despojados, experimentan esta sensación. Ya
sea la confirmación, el bautizo, la primera comunión o los quince años de
una hija o de un hijo sobreviviente. Se confunde el sentimiento de tristeza,
de ausencia con la gratitud porque aun nos queda algo que nos proporciona
placer y jubilo
Es importante, ser precavidos cuando vivamos estos momentos. Aunque
estemos jubilosos, llega el momento en que se deben frenar algunos gastos
superfluos. Varias parejas han llegado a la ruina financiera debido a lo
mucho que han gastado tratando de calmar su enorme pena. Aunque esta
necesidad sea muy entendible, es también muy peligrosa y habrá que estar
alertas.
Automóviles, ropa, fiestas, restaurantes elegantes; todo esto, puede
ayudar a curarnos, pero es ridículo tratar de sobreponernos a la muerte de
un hijo, dedicándonos a gastar de una manera desmedida que también puede
resultar agotadora.
Tan malo puede ser el dedicar todo lo que tenemos a buscar placer,
como el evitar darnos esta oportunidad y no gastar en algún tipo de
diversión. Necesitas distraerte más que cualquier otra persona.
Generalmente, los padres despojados, pasan por un periodo que podría
ser lo más parecido al vivir en un infierno. Está mal reír, está mal
experimentar placer. El haber sobrevivido a nuestros hijos, también está
mal. En realidad, sentimos que nada bueno y positivo puede haber ya para
nosotros. Pero no hay necesidad de vivir en este infierno, ni tampoco de
llevar a nuestra familia a vivir en él.
Probablemente la clave para poder disfrutar momentos de placer sin
sentirnos culpables, sea el tener la completa seguridad de que el reír o
el pasar un rato agradable, no significa olvidar tu dolor. Tampoco lo será
el hecho de que algún sábado por la noche, salgas a cenar con los amigos
o a jugar cartas o simplemente al cine con tu marido.
Éste miedo de abandonar a nuestros muertos, es más común en padres
despojados y es ésta la razón de este inútil sentimiento de culpa que nos
impide volver a organizar nuestras vidas.
Recuerdo ese viaje a Las Vegas, después de la muerte de Robby, los
dos pensamientos que me atormentaban: El primero; ¿Cómo podía yo reír? Me
sentía como una madre desnaturalizada, desalmada y sin sentimientos, quien
podía disfrutar a pesar de la reciente muerte de su hijo. Por supuesto que
pensar esto es ridículo, pues la única forma de sobreponerse a la pérdida,
es dejar de pensar en ella ¡por algún momento!
El segundo: Yo pensaba que al reírme, estaba dejando a Robby fuera.
Era como si el dolor hiciera las veces de un cordón umbilical que me
mantenía unida a él como una parte de mí. Al reírme, yo sentía que lo
dejaba ir y por ningún motivo, yo estaba lista para ‘dejarlo ir”. En efecto,
mi dolor me mantenía ligada a Robby fuertemente y esto para mí era muy
necesario.
Cuando me di cuenta de por qué yo pensaba que reír y disfrutar
equivalían a traicionar a Robby, entonces permití que la lógica y el buen
sentido intervinieran en mi duelo. Robby no estaría ni más lejos ni más
cerca de mí, dependiendo de mi estado emocional. Yo no lo dejaba sólo
cuando reía, el llorar no lo acercaría más a mí. El ya no estaba, sin
importar lo que yo hiciera o dejara de hacer.
Con este razonamiento, empecé a aceptar invitaciones de nuestros
amigos y a pesar de tener momentos muy difíciles antes de salir o después

71
de regresar a casa, poco a poco pudimos lograrlo. Me recordaba a mí misma
antes de salir, que esto significaba que ya no sufriría más por mi hijo,
sino que sólo sería un pequeño receso. El recordar esto, me tranquilizaba.
Esto puede ayudarte a ti a permitirte volver a vivir y no sólo a
vivir, sino disfrutar de lo bueno que la vida aún tiene para ti.

En el campo de batalla,
y en el reto que es la vida.
No te dejes llevar por la manada.
¡Decide sobresalir en la lucha!

Henry Wadsworth Longfellow

El Despojo y el Volver a Funcionar

Hubo una vez, un hombre lisiado en tiempos de la antigua


Grecia, que ofreció voluntariamente sus servicios a las
fuerzas armadas de su país. El se acercó cojeando a la tienda
de campaña que ocupaba el general en jefe, con el propósito
de que se le incluyera en uno de los cuerpos de batalla. Al
observar su cojera, un grupo de soldados se mofaron de él. Al
notarlo, este valiente hombre les contestó: “Yo estoy aquí
para luchar contra el enemigo, no para correr de él”. Al oír
esto el general, inmediatamente sintió un gran respeto por
él y le ofreció un puesto en la armada.

Definitivamente, este hombre tenía algo que bien nos podría servir a
aquellos de nosotros que hemos perdido un hijo, y que estamos buscando
regresar al mundo de los vivos. En verdad, reintegrarse a este mundo es
una batalla, a cual se torna más difícil de ganar porque llegamos a ella,
ya batidos y cojeando. Pero esto no significa que no podamos ganar. Sólo
tenemos que entender que no será fácil.
Una madre, cuyo hijo murió cuando el techo de un edificio abandonado
cayó sobre él, dice que cada vez que ella acepta una invitación para jugar
tenis le es tan difícil como lo fue la primera vez que aceptó, después de
la muerte de su hijo. Pero como ella tiene un enorme deseo de salir

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adelante, no sólo por ella, sino también por su familia, sigue aceptando
estas invitaciones.
El tenis era una parte importante de mi vida antes del accidente.
Cada vez que voy a jugar, es como si me estuviera probando a mí misma, que
en algún momento la pena se va a alejar. Algún día creo que me será posible
vivir la vida sin que esto signifique tanto esfuerzo hacerlos.
Hubo un periodo, después que Robby murió, en que yo sólo flotaba y
mis movimientos eran casi mecánicos para cocinar, limpiar la casa y aun
para sostener una conversación. Fue una época de absoluto entumecimiento.
Al mismo tiempo, el dolor era a tal grado intenso, que parecía ser físico,
como si me hubieran amputado una pierna o un brazo.
Fue entonces cuando experimenté un enorme miedo a lo que la vida me
deparaba. Horrorizada y paralizada solía pensar: “¿Qué pasará si esto
continúa así por siempre?”
“¿Qué pasará si esto dolor jamás se acaba?” El sólo pensamiento de
días interminables de este dolor tan intenso, que me alejaba cada vez más
de la normalidad, me causó ¡pánico!
Después de unos meses y con un poco de fuerza de voluntad, tanto el
dolor físico como el pánico, se fueron apaciguando y yo empecé a tener
confianza en que iba a sobrevivir. Fue entonces cuando decidí, que en
realidad sí quería ¡vivir!
Volver a funcionar aun en el piano más simple, no es nada fácil
después de perder a un hijo. En realidad, es una época en que el miedo es
un sentimiento muy familiar. De pronto las cosas triviales de todos los
días, aparecen ante nosotros distorsionadas, puesto que nuestros sentidos
están fuera de proporción.
Recuerdo el primer día que salimos de casa, después de la semana de
duelo que nosotros acostumbramos. Yo estaba perpleja y casi insultada al
darme cuenta que los coches iban y venían y que las tiendas estaban abiertas
y la gente entraba y salía como si nada hubiera sucedido. Me sentí ¡tan
vulnerable!
El hecho de que nosotros padres despojados detenemos nuestras vidas
por un determinado tiempo, después de la muerte de nuestro hijo, nos hace
pensar, que el mundo entero se debe paralizar también. Nos asombra el
descubrir que no es ni remotamente el caso. El mundo sigue su marcha. La
vida continúa.
Para un padre despojado, el volver a funcionar es algo parecido al
saltar de un camión en marcha. Te encuentras totalmente sin aliento, sin
ganas de nada, pero sin embargo tienes que estar en movimiento.
La primera regla para tratar de funcionar nuevamente, es no abarcar
más de lo que puedas resolver. Empieza por poco. Busca pequeños trabajos
rutinarios en casa.
Cocina, ve de compras, haz tus pagos en el banco. Este tipo de cosas,
tienen que hacerse, hazlas tú y de buena gana. Asegúrate de completar tus
proyectos, no los dejes a medias. Es muy fácil que la pena nos distraiga.
Poco a poco vas a ir agregando más cosas que hacer y poco a poco, las vas
a ir haciendo, con más gusto.
Cuando te sientas cómoda en este nivel, da el siguiente paso y
empiézate a darte pequeños gustos. Usa una sombra para ojos nueva, estrena
corte de pelo o pon unas lindas flores en la mesa para la hora de la cena.
Para el hombre cosas simples como el traer a casa una botella de vino para
cenar, comprar una gorra de golf llamativa o una bonita playera o dedícale
tiempo a la casa para hacerle una mejora, son cosas fáciles de lograr y
que nos van a ayudar mucho.

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Planea lo que vas a hacer o lo que te vas a comprar con anticipación.
Cuando ese día llegue, asegúrate de hacerlo, aunque el hacerlo te ocasione
lágrimas. Convéncete a ti mismo, que debes proporcionarte este pequeño
gusto. Repite esta fórmula las suficientes veces y te darás cuenta que el
hacer algo diferente aunque insignificante por ti mismo, es el principio
de volver a vivir.
Te va a sorprender, como el dar el primer paso es lo difícil, los
demás fluirán por sí solos. Por supuesto que habrá momentos en que parezca
que retrocedes, pero al pasar el tiempo, estos pasos atrás serán cada vez
menos frecuentes comparados con el avance que empezarás a notar.
Recuerda que esto no se logrará de un día para otro. Tú no despertarás
milagrosamente una mañana lleno de gozo por la vida. No podrás dejar atas
intempestivamente tu dolor; nada está más lejano a la verdad. Pero sí es
verdad, que esta tristeza ya no podrá hundirte más. Ahora tú la llevarás
muy dentro de ti, y recuerda esto: ¡TÚ llevarás tu pena; la pena no te
llevará a ti!
Otro paso esencial, es el volver a unir y a fortalecer la unidad
familiar. No es suficiente el estar todos reunidos en casa, si todos
actuamos como muertos en vida. Tampoco es conveniente el otro extremo, el
de huir constantemente de casa y de nuestros recuerdos.
Es muy difícil huir de los recuerdos, ellos de alguna manera
encontrarán su camino hacia ti. Hay que encontrar el balance correcto
dentro de la familia, contando con la opinión de cada uno de ellos. Intenten
diferentes planes, ya sea para salir tiempo fuera de la casa como para
hacerlo dentro de ella. Experimenten diferentes actividades tratando de
involucrar a la familia entera.
Dedica una parte de la tarde a tus hijos, a sus trabajos escolares o
a escuchar sus problemas. Haz lo mismo con tu pareja. No empieces con dosis
muy largas de tiempo, pues tu capacidad de concentración es mínima y ese
tiempo entonces no cumplirá su cometido. Gradualmente, descubrirás un
aumento en tu capacidad de concentración y ese tiempo por sí sólo aumentará
de cantidad y sobre todo de calidad.
Otra de las áreas donde nos será sumamente difícil volver a funcionar,
es el darnos cuenta que será imposible eludir fechas importantes como
Navidad, Año Nuevo, su cumpleaños. Serán momentos muy tristes que habrá
que afrontar. Poco a poco y con el pasar de los años, este dolor irá
disminuyendo.
Una familia, que trataba de evitar celebrar el “Día de Gracias”, que
por si fuera era también el cumpleaños del hijo que había muerto, decidió
que ya no habría reuniones familiares y que ahora ellos, o bien viajarían
en esas fechas, o simplemente las ignorarían
Un día, la madre se acercó a su hija de diez años, quién lloraba
desconsolada y le preguntó a que se debía su llanto.
“Ella sollozaba”, nos cuenta la madre. Todos los niños en la escuela
hacían planes para la cena de “Día de Gracias” y Lynn se había sentido
totalmente relegada por sus compañeros. La niña se quejaba de que aparte
de haber sido despojada de su hermano, ella tampoco podía gozar ya de una
cena ni de un pavo en una fecha tan importante.
“Al escucharla, yo la abracé y lloré con ella, pues lo que mi hija
decía, tenía sentido. Después de todo, nosotros aún teníamos tres hijos
más y ellos también importaban. Esa noche hablé con mi esposo y decidimos
que a pesar de nuestro dolor y de la ausencia de nuestro hijo, volveríamos
a tener la cena tradicional de “Día de Gracias”.

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Nos relata la madre, como se sentaron alrededor de la mesa, todos
muy callados al principio. El padre dio gracias al Señor por la espléndida
cena y cuando terminó, Lynn, de diez años, dijo que ella tenía algo que
agregar:
“Yo quiero agradecer a mami y a papi por darnos esta cena especial a
la familia y más que nada, quiero darle gracias a Dios por habernos
permitido tener a mi hermanito Erick por seis años”.
La madre, quien nunca olvidará ese momento, me contó que por unos
segundos, todos en la mesa se emocionaron hasta las lágrimas pero a los
pocos minutos, todos hicieron un esfuerzo y empezaron a platicar y a cambiar
sus impresiones del por qué estas fiestas deberían de seguirse celebrando.
A partir de ese momento, los padres empezaron a recordar sus propias
experiencias en estas cenas cuando eran jóvenes y el ambiente se tomó muy
agradable. El haber logrado esto, les dio a los padres la satisfacción de
haber avanzado un poco más en su intento por volver a funcionar.
Va a haber muchos momentos cruciales, muchos momentos de intenso
dolor durante tu reingreso a la vida normal. Recuerda que tú ya viviste
algo, que estabas seguro que no podrías afrontar, la muerte de tu hijo o
hija. El ir viviendo cada día festivo, cada aniversario o cada cumpleaños,
te va a ir dando la fortaleza necesaria para seguir enfrenándolos cada vez
con menos dolor.
Aunque el ir reanudando la rutina diaria es vital, algunos
psiquiatras tienen la idea de que puede ser de gran beneficio un cambio
importante en algunas áreas de nuestras vidas, no sólo para la madre o el
padre individualmente sino para la pareja.
Un psicólogo especialista en parejas despojadas, asegura que uno de
los métodos primordiales para mantener al matrimonio intacto, es el
¡cambio, cambio y más cambio!
A1 atravesar tu familia por un hecho a tal grado injustificable, es
ilógico pretender que no hubo un gran impacto y que las cosas seguirán
iguales como antes. Es por esto que el cambio es tan importante, dijo él.
Cambia los lugares que la familia ocupaba en la mesa, por ejemplo.
No hay por qué estar observando el lugar vacío mientras se está comiendo.
El recomienda a los matrimonios, buscar entretenimiento que
involucren a la pareja, esto puede ayudar a fortalecerlos. Este
entretenimiento debe ser algo nuevo, algo que nunca hayan hecho juntos.
Una pareja de profesionistas se han interesado por la tapicería. Otra
pareja se ha dedicado a viajar, algo nuevo para ellos, pues no solían
viajar a menudo.
Miembros de un grupo de apoyo para padres despojados, han
intercambiado sus métodos encaminados a volver a funcionar. En realidad,
casi todos, hombres y mujeres, se inclinan hacia algún entretenimiento
creativo, ya sea en el campo del arte o en el de la carpintería. Es extraño,
pero los padres despojados parecen tener la necesidad de crear, de darle
vida a algo.
Aunque yo siempre he escrito, nunca pensé en esto como una carrera,
en algo profesional, hasta después de la muerte de Robby. Entonces mi
necesidad de “hacer algo” se tomó obsesiva.
Fue entonces cuando descubrí otra verdad de volver a funcionar
después de perder a un hijo ya no me daba miedo intentar nuevas cosas.
Aún recuerdo la primera vez que lleve un artículo que yo había escrito
al editor de nuestro periódico local. Estaba asustadísima, hasta que me
puse a pensar que no había nada que perder, después de todo, ¡sobreviví a
la muerte de mi hijo! ¿Enfrentarme a un editor desconocido, en qué se podía

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comparar? Es este pensamiento, el que me ha dado sentido de equilibrio en
estos años después de mi pérdida.
En cuanto a luchar contra los problemas de cada día, creo que haya
muy pocas cosas que puedan amedrentar o intimidar a un padre despojado.
Creo que nos debemos considerar más que capacitados para obtener logros en
los negocios o para ofrecer servicio social o para tener éxito en cualquier
nueva empresa que decidamos emprender. Podrías aún tener interés de
regresar a estudiar. Recuerda que somos diferentes a las demás personas.
Para muchos de nosotros, lo peor ya pasó.
Después de un tiempo trabajando para el periódico local, me armé de
valor y pedí trabajo en un periódico importante. Fui aceptada en base a
medio turno, pero mi júbilo no tuvo límites. ¡Yo había logrado algo!, ¡Yo
sola había obtenido algo!, ¡Yo podía hacer algo!
Otro psicólogo insiste en que así como es importante el cambio en
muchos aspectos, es igualmente importante no intentar cambios demasiado
drásticos en nuestras vidas. Por ejemplo, es fundamental, no mudarse de
casa o de ciudad en un plazo corlo. Una de las razones es que en la mayoría
de los casos, la gente que te va a ayudar, la gente que te quiere está en
donde tú vives actualmente. También es importante afrontar los días
festivos, pero siempre haciendo un reajuste tanto en los lugares de la mesa
como en la forma de realizar los eventos.
Un ejemplo, es la familia que solía abrir los regalos de Navidad en
la mañana y ahora lo hacen la noche anterior. En nuestra familia, hacemos
ahora la fiesta de Hannukah con todos los primos y tíos en lugar de hacerlo
sólo la familia, como hacíamos antes.
Cuando en una familia, muere un hijo, el hecho de que ésta vuelva a
funcionar como antes, es probablemente visto por la sociedad como un logro
sumamente meritorio y ejemplar.
Frecuentemente, los grupos de apoyo para padres despojados son de
inmensa ayuda, pues es el espacio que ellos necesitan, tanto para ventilar
sus propias penas, como para escuchar diferentes soluciones a problemas
por los cuales están atravesando, o probablemente tengan que atravesar.
Una mujer viuda, ya mayor, acudió a una de estas reuniones. Allí
conoció otra mujer aproximadamente de su misma edad, pero quien denotaba
mucha más alegría y ganas de vivir. Ella les contó que habían ido a su casa
a promocionar cierto artículo el cual gustosamente había accedido a usar
por tres días y de esta manera, probar su efectividad.
La viuda observó asombrada a esta persona, pues a ella también le
habían llevado el mismo artículo a su casa y ella les había dicho que no
tornaría parte en la encuesta puesto que no estaba con el humor para
cooperar.
La mujer, que tomó parte en el experimento, explicó que se estaba
forzando a sí misma a participar en todo tipo de eventos y hechos de la
vida diaria, con el objeto de reintegrarse a ella. ¿No sería esto una buena
idea para todos?
La viuda notó el contraste entre ella y la otra persona. Las dos eran
ya mayores; las dos habían perdido un hijo. Pero sólo una reía y tomaba
parte activa en hechos triviales de la vida.
Era evidente para todos los allí presentes, que se le acababa de
presentar un nuevo enfoque de la vida a esta viuda.
También hay padres que encuentran alivio a su pena, ofreciendo
donativos a nombre de sus hijos fallecidos. Una familia estableció un fondo
de becas a nivel universitario para jóvenes de escasos recursos que no
pudieran pagarse una carrera universitaria, ya que su joven hija no pudo

76
graduarse por haber muerto. Otra familia con muy buena posición, dono un
gimnasio a la escuela de su joven hijo, quien había muerto en un accidente.
La familia de un chico que había muerto de cáncer, estableció un fondo
hospitalario en memoria de su hijo. El actor de televisión Art Linkletter,
cuya hija se suicidó a causa de las drogas, ayuda activamente a organizar
campañas antidrogas y promueve la educación en contra del abuso dejas
mismas desde 1969, cuando Diane, su hija de veinte años, se suicido.
Estas personas, cada una a su nivel, sienten la necesidad de llevar
a cabo algún proyecto de importancia para aliviar un poco su tragedia.
Padres con menores recursos económicos, también honran de alguna manera la
memoria de sus hijos que se fueron. Lo que parece ser universal entre todos
nosotros, quienes hemos perdido un hijo, es la necesidad de utilizar la
poca energía que nos queda, para hacer algo que valga la pena, algo que
de alguna manera trascienda.
Un método que algunos padres han encontrado ser de mucha ayuda,
especialmente aquellos de escasos recursos, es el de involucrarse con
criaturas huérfanas. No con el fin de adoptarlos, para reemplazar al que
se fue, sino con la idea de hacer una amistad con ellos, visitarlos o
simplemente hacerles saber que hay alguien que se preocupa por ellos, esto,
definitivamente podría ser de mutua ayuda. No es que se esté buscando
reemplazar a nuestro hijo muerto, porque de antemano sabemos, que cada ser
humano, sin importar la edad, es un ser individual, con sus propias
características y personalidad y nadie, jamás nadie, lo podrá suplir.
También hay padres despojados, quienes en lugar de hacer donaciones
a nombre de sus hijos, dedican su vida a ayudar, a darse a los demás.
Una madre, cuyo hijo murió de leucemia a la edad de 5 años, se dedica
a escribirles a padres que han perdido hijos recientemente. De alguna
forma, ella se entera de estos casos y en sus cartas, que van llenas de
amor y entendimiento, trata de convencer a estos padres de que aunque en
ese momento les parezca imposible, ellos sobrevivirán y que poco a poco
saldrán adelante como ella también lo había logrado. Muchos de estos padres
a quienes ella escribió, le han expresado su agradecimiento y le han
hecho saber lo mucho que significaron sus cartas para su recuperación.
En mayor escala y con un enorme desgaste de energía, está el caso de
la Sra. Sylvia Brown, directora ejecutiva de la Fundación para niños con
leucemia en Michigan. Hace casi veintitrés años, la Sra. Brown notó que su
niña de dos años tenía varios moretones en sus piernitas. No se imaginaba
porqué, puesto que la niña no se había caído ni golpeado. Alarmada, llamó
al pediatra quien le pidió que la llevara al hospital para checarla allí.
Las pruebas sanguíneas y los exámenes a los que sometieron a la niña
confirmaron lo que el doctor ya sospechaba. La pequeña Sandía Ann era
víctima de leucemia. Antes de un mes, la pequeñita, había muerto.
La Sra. Brown, recuerda vivamente los primeros meses después de la
muerte de Sandra Ann.
“Yo me pasaba el día sentada en un sillón, vestida de negro y
preguntándome: “¿Por qué yo, Señor?, ¿Por qué a mí?” Así pasaron varias
semanas, hasta que un día mi hija de cinco años, se acercó a mí y me
preguntó que si yo aún ¿seguía siendo su mami?
“Yo me estremecí y le pregunté que por qué decía eso. Abby me dijo
que no podía ser su mami, porque su mami nunca usaba ropa negra y fea como
la que yo estaba usando y que su mami siempre estaba alegre y no triste
como ahora estaba todo el tiempo”.

77
Fue entonces cuando me di cuenta que aún tenía un marido y otra hija
por quien vivir. Me forcé a mí misma a dejar esa terrible depresión y
empecé a interesarme en las cosas nuevamente.
Una de esas cosas en que se interesó la Sra. Brown, fue él visitar
a niños enfermos de leucemia en los hospitales y conocer y charlar con sus
padres.
Seis años después, la Sra. Brown recibió una llamada de una mujer
que quería iniciar una fundación para niños con leucemia y estaba tratando
de contactar personas que tuvieran hijos enfermos o en etapa terminal.
“Su llamada movió mis fibras más sensibles. Sentí una enorme
necesidad de ayudar a la gente. Cuando yo lo necesité, no hubo nadie allí,
sentí como si mi esposo y yo, hubiésemos sido las únicas personas en el
mundo a las que les había sucedido esta tragedia”.
La Sra. Brown dijo que esta llamada, también había desatado en ella,
una enorme furia contra sí misma.
“¿Como pude haber permitido, que después de lo que le pasó a mi hija,
no hice nada por otros niños que padecían esta terrible enfermedad o por
sus padres?”
Empecé a buscar diferentes formas de ayudar a las personas a lidiar
y a luchar contra la leucemia. Trabajo mucho... pero aún nos falta tanto
por hacer...organización me ha dado a mi más de lo que yo le he podido dar
a ella, sin embargo ha habido avances. Yo vivo por el día en que se descubra
una cura para la leucemia. Entonces sabré que mi trabajo ha tenido
resultados.
La Sra. Brown, probablemente es más afortunada que muchos padres
despojados. Ella al menos sabe de qué manera encaminar su esfuerzo hacia
su propia recuperación y la de los demás. Como en casi todas las cosas
difíciles en la vida cada uno de nosotros deberá determinar de qué manera
vamos a encontrar el camino para volver a funcionar de una manera positiva
y si en ese camino nos encontramos con que podemos ayudar a nuestros
semejantes, pues ¡tanto mejor!

78
EL padre más feliz
es aquél que sabe,
qué recordar del pasado,
qué disfrutar del presente
y qué planear para el futuro.

Anónimo

El Despojo y el Resto de tu Vida

Hay una vieja historia, acerca de dos hombres ciegos que trataban de
ganarse la vida vendiendo lápices en una muy transitada esquina de la
ciudad de Nueva York.
Una persona que llevaba un largo rato observándolos con mucho interés
y lástima al mismo tiempo, notó que los dos hombres estaban parados uno
cerca del otro y que la gente al pasar frente a ellos, ignoraba al primero,
y se paraba frente segundo, casi todos comprándole a éste.
Con mucha curiosidad, el observador se acercó a ellos para saber a
qué se debía este fenómeno. El primero de ellos tenía, frente a él una taza
con una inscripción que decía: “Por favor, ayude a este pobre ciego.”
El segundo, el ciego exitoso, también tenía una inscripción en su
taza y decía: “Es primavera y yo estoy ciego.
La misma pena, la misma necesidad de un ingreso, pero una forma
diferente de llegarle a la gente.
Nosotros, los padres despojados, somos muy parecidos a estos dos
hombros ciegos. Todos nosotros nos enfrentamos a la misma terrible
situación, lo que tenemos que decidir ahora, es cuál será la forma en la
que vamos a enfrentar nuestra tragedia, que vamos a obtener de ella y cómo
vamos a vivir con ella. La mayor parte de este manejo, puede depender de
cómo nos vamos a enfrentar al resto de nuestra vida.
Cuando un hijo muere, el sobrevivir se convierte por sí solo en otra
pena. En rea1idad es algo parecido a la ceguera, pues nos quedamos sin
poder ver el camino por el que tenemos que seguir. Sin poder ver la manera
de tranquilizar nuestros sentidos que están terriblemente destrozados.
Debemos de buscaren la obscuridad el camino a seguir aunque vayamos
tropezando y cayendo, pero volviéndonos a levantar, hasta que podamos

79
aprender cómo manejar nuestro duelo de la mejor manera posible, es lo más
que podemos aspirar.
Justo después de la muerte de Robby, la sola idea de vivir por un
número indefinido de años, me aterrorizaba. Lo único que podía visualizar
en mi mente, era un interminable número de horas y días, todas colmadas de
dolor y de angustia.
Jamás le hubiera podido creer a cualquiera que no hubiera tenido la
amarga experiencia de perder a un hijo y que me hubiera tratado de convencer
de que esto no era verdad.
Sin embargo, ahora me encuentro a mí misma y a mi familia, yendo y
viniendo, haciendo cosas normales de la vida diaria, funcionando nuevamente
y tomando de la vida todo lo que ésta nos ofrece, incluyendo sus retos.
Nunca hubiera pensado que esto pudiera ser posible. Pero yo te aseguro que
sí es posible.
Tiempo antes de que Robby muriera, yo visualizaba nuestra vida cuándo
él ya no estuviera entre nosotros. Me pasaba a mayoría de las noches,
sentada en la sala, temiendo lo que sería nuestra familia si él no
sobrevivía a la cirugía de corazón. Sólo tenían a mí mente las más horribles
escenas. No creo haber dormido más de tres horas cada noche durante ese
año transcurrido desde su operación hasta el día en que murió. El resto
del tiempo, o pasaba imaginando nuestra vida sin él y visualizando nuestro
futuro como una escena de interminable dolor.
Nunca pude ver la imagen de una familia (la mía) riendo o pasando
ratos agradables, o por lo menos llevando una vida normal. No creí que eso
sería posible, pero SI pudimos hacerlo, también tú lo lograrás.
Probablemente pensaste que no podrías sobreponerte al funeral de tu
hijo.
¿Qué pudo haber sido más aterrador? ¡Sin embargo lo lograste!
“Seguramente que sobrevivir a todo ese dolor que sentías, parecía
imposible. Esos días de llanto, agotamiento y dolor parecían imposibles de
sobrellevar. Asegurabas que esos momentos durarían para siempre pero de
alguna manera, la intensidad disminuyó.
Hubo momentos en que sentiste una gran culpa, ya que supuestamente
no “cumpliste con el rol de padre” tal y como la sociedad pretendía que o
hicieras. No fuiste capaz de salvar a tu hijo y mantenerlo vivo. Este frío
y absurdo pensamiento te atormenta y piensas: “¿Qué pude haber hecho
diferente? y te preguntas si es posible seguir adelante... ¡Pues sí, es
posible y tú vas a lograrlo!
Muy a menudo, la ira y la impotencia hicieron presa de ti, porque
eventos que se supone que deberían haber estado bajo tu control, no lo
estuvieron. Pensaste que no ibas a poder vencer estos sentimientos, ¡Pero
lo lograste!
En el momento en el que más necesitabas de tu pareja, te diste cuenta
de que justamente de ella o de él, era de quien menos podías esperar apoyo
y comprensión. Esperabas consuelo de alguien que no estaba capacitado para
consolar.
Tuviste infinidad de discusiones. Por momentos, creíste odiarlo.
Pensaste que ya jamás emergerías del pozo de amargura al cual habías caído.
Pero saliste a flote, ¡lo lograste!
Pensaste que nunca más volverías a tener interés por nada en el mundo
que ya no tendrías la capacidad para retener a tus amistades, ni asistir a
eventos importantes de hijos de tus familiares o amigos. Estabas cierto,
que jamás volverías a vivir después de tu pérdida. Pero vas a vivir, ¡lo
vas a lograr!

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No había la menor duda en tu mente, de que no volverías a gozar o a
disfrutar de la vida. Nunca volverías a viajar. Nunca querrías volver a
asistir a una fiesta y mucho menos a tener una en casa. Sólo la amargura
estaría reservada para ti y para tu familia. Por supuesto jamás volverías
a reír. Pero lo pudiste hacer, ¡lo lograste!
Estabas completamente seguro de que no volverías a funcionar como un
ser humano en plenas facultades y no como un barco a la deriva en alta mar,
que no ibas a ser capaz de tomar decisiones correctas y que de estas
decisiones, iban a depender el bienestar de tu familia. Pero ¡lo estás
logrando!
Tú estás logrando y vas a lograr esto y mucho más, y cada batalla que
ganaste te va a ir dando más y más seguridad para que cada vez abarques
más terreno.
El miedo a lo desconocido, para muchos de nosotros, quedó atrás, pues
lo peor, ya lo hemos pasado.
Tienes que entender y aceptar, que el futuro está reservado para ti
y que alguien que es bueno e inteligente como tú, tiene que aceptar este
ofrecimiento.
Tú tienes frente a ti, el resto de tu vida. Lo que hagas con esto,
será tu decisión. No hay reglas ni leyes que te obliguen a prolongar tu
duelo por siempre y por su supuesto no es recomendable que no lo hagas.
Un hombre, quien había perdido a su hijo seis meses atrás, decía que
cada vez que recibía una invitación para jugar golf, se sentía incómodo.
¿Qué va a decir la gente, si salgo al campo y me emociono con un buen
tiro? Van a pensar que hay algo mal en mí, al “no mostrar mi pena todo el
tiempo”.
Este hombre, expresó un temor que es muy común en casi todos los
padres despojados. ¿Qué va a decir la gente? ¿Cómo se va a ver que yo haga
esto o acuello? La mayoría de nosotros especialmente al principio de nuestro
duelo, nos sensibilizamos excesivamente ante la idea de cómo nos ven
nuestros amigos y vecinos. Sentimos la necesidad de que la gente entienda
que estamos sufriendo, sin importar lo que estemos haciendo.
Aproximadamente un mes después de que Robby murió, el director de su
escuela, anunció que se plantaría un árbol en memoria de Robby, en el
jardín frente a la escuela. Todos los alumnos que quisieran, podrían
participar en esta hermosa experiencia de vida en memoria de un compañero
de la escuela.
Naturalmente, fuimos invitados a la ceremonia. Ese día aunque con
bastante mal aspecto y con visibles huellas de dolor, llegarnos al lugar
con un poco de anticipación. Fue un acto de valentía por nuestra parte,
pues sabíamos que iban a estar presentes todos los alumnos desde Kinder
hasta sexto de primaria, pero sabíamos que íbamos a poder controlarla
situación, si no, no hubiésemos ido.
La bandera de la escuela ondeaba a media asta, y uno de los alumnos,
dijo algo gracioso poco antes de dar comienzo el discurso de despedida a
su querido amigo ausente. Al oír el comentario, mi esposo y yo reímos y
parte de la gente ahí presente, nos escuchó. Fue entonces, cuando me di
cuenta de esa sensación tan extraña de haber hecho algo incorrecto. No debí
haber reído. Recuerdo haber visto caras sorprendidas de entre los adultos
allí presentes. Debe haberles parecido de lo más extraño, ver a los padres
del niño que había muerto, reír. O por lo menos, eso me pareció a mí, al
verles la cara de sorpresa y compasión, al mismo tiempo.
Como les decía fue entonces cuando me concientice de ese ridículo
pensamiento que nos atormenta: ¿Qué va a pensar la gente? Preocuparse por

81
esa idea, es trivial y falso Pienso, que este pensamiento, puede retrasar
peligrosamente nuestro reingreso a la sociedad y a nuestro funcionamiento
normal.
Vamos a pensar por un momento, qué haríamos, si la persona “A” piensa
que debes esperar como mínimo seis meses para salir a cenar o al cine y si
la persona “B” cree qué no es correcto reír, por lo menos en ocho meses y
la persona “C”, juzga que no debes recibir visitas el primer año, ¿Qué
harías? Si en los momentos en que estás más vulnerable, tú permites que
éstos prejuicios rijan tu vida, no harás lo que está bien para ti, sino lo
que ellos, que no saben por lo que estas pasando, creen que es lo
correcta.
Tuve la suerte de darme cuenta a tiempo de lo que pasaba, y no me
permití ser manipulada por las opiniones de los demás. En vez de esto, dejé
que mis instintos obraran según mi conveniencia. Todos tenemos instintos.
Usa los tuyos, escúchalos. Ellos pueden ser excelentes instrumentos de
juicio.
La verdad es que muy pocos pueden comprender lo que nosotros estamos
sintiendo, a menos que ellos también hayan estado allí.
Al tratar de vivir el resto de nuestra vida, es imperativo, no obrar
según 1o que piensan los demás. Es tanto mejor, que te preocupes por ti
mismo y trates de reincorporarte a esta nueva vida lo mejor posible.
Tanto tiempo como viva, siempre sentiré la inmensa ausencia de Robby.
Esto es un hecho, es algo que siempre será parte de mí. Hay momentos,
especialmente los buenos momentos, en que lo extraño más, pero sigue
habiendo buenos momentos. Compartimos alegrías en la familia, que él ya no
comparte y esto nos entristece, pero sigue habiendo alegrías. Así es como
debe ser para nosotros. Así es como debe ser para ¡ustedes!
Cuando yo empecé a aceptar que el volver a funcionar a pesar de mi
tristeza era como escalar una montaña con un enorme peso sobre la espalda,
del cual no podría ser liberada, tuve que hacer un marcado cambio en mi
actitud. Decidí que quería luchar, volver a funcionar e ir cuesta arriba
en la montaña, aun con esa enorme carga que me había tocado llevar a
cuestas.
El sólo sobrevivir, el sólo existir, ya no es suficiente para mí y
no debería serlo para ti tampoco.
Cualquiera puede existir. Pero tú has sobre vivido una pena que no
cualquiera podría. Tú has vivido la más grande de las tragedias. Te debes
a ti mismo mucho más que una existencia mediocre y gris. Busca tu paz
interior y cuando la encuentres, proyéctala a los que amas.

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