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Facultad de Teología
Pontificia Universidad Católica de Chile
PUBLICACIÓN TRIMESTRAL
La Revista Teología y Vida cuenta con un subsidio del Fondo de Edición de Revistas Científicas,
creado mediante Decreto N° 40 del Ministerio de Educación, otorgado por convocatoria pública
por la Comisión Nacional de Investigación Científica y Técnica (CONICYT).
Estudios
Ignacio Uribe M.
De la conciencia a la visión: Job y la contemplación según
Girolamo Savonarola ........................................................................ 423
Enzo Solari
De pace fidei: de la libertad a la tolerancia ......................................... 439
Cristián Hodge C.
Ampliar la racionalidad económica. Teoría económica y
ética a la luz de Caritas in veritate ..................................................... 475
Sebastián Contreras
La ratio legis en la teología de Suárez y Santo Tomás.
Una propuesta de comparación ........................................................ 503
Hernán Neira
Derecho internacional y derecho civil: una teoría de
acción comunicativa para difundir el evangelio ................................. 521
Manfred Svensson
Adiaphora en la Reforma protestante:
¿minimalismo doctrinal y neutralidad moral? ................................... 547
Patricio Merino Beas
Contenidos teológicos para un diálogo católico-pentecostal.
Hacia un testimonio común del Evangelio ....................................... 575
Studies
Ignacio Uribe M.
From consciousness to vision: Job and contemplation
according to Girolamo Savonarola ...................................................423
Enzo Solari
De pace fidei: from liberty to tolerance .............................................439
Cristián Hodge C.
Expanding economic rationality. Economic theory and
ethics in the light of Caritas in veritate .............................................475
Sebastián Contreras
The ratio legis in the theology of Suárez and St. Thomas
A comparison proposal ....................................................................503
Hernán Neira
International law and civil law: a theory of
communicative action to spread the gospel ......................................521
Manfred Svensson
Adiaphora in the Protestant Reformation:
doctrinal minimalism and moral neutrality? ....................................547
Patricio Merino Beas
Theological content for a Catholic-Pentecostal dialogue.
Towards a common witness to the gospel .........................................575
Ignacio Uribe M.
INSTITUTO DE FILOSOFÍA
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO
I.
La historia de Job es uno de los más ilustrativos actos de fe que nos ofre-
ce el Antiguo Testamento. El protagonista era un patriarca nómade, de
gran riqueza y rectitud al que un día Dios decide quitarle todas sus po-
sesiones y sus diez hijos. Le sobreviene una dolorosa enfermedad y en su
perplejidad y sufrimiento interpela a la divinidad esperando encontrarse
con Él cara a cara para obtener una explicación de cómo un hombre
inocente se había hecho merecedor de tales circunstancias. El Creador
le habla haciéndolo arrepentirse por haber dudado de su sabiduría, y
por su rectificación queda rehabilitado de los males que le aquejaban,
siéndole devuelta su prosperidad.
La figura veterotestamentaria de Job fue vinculada a tres particula-
ridades durante la Edad Media. A partir de Job 19, 26 –«Yo sé que mi
defensor vive, y que él será mi abogado aquí en la tierra. Y aunque la piel
se me caiga a pedazos, yo, en persona, veré a Dios»– le fue reconocido el
anuncio del misterio de la resurrección. Este aspecto, que se forjó en los
inicios del cristianismo1, fue enriquecido con una perspectiva histórica
y moral que asimiló su persona a la de un hombre santo y paciente. Una
tercera característica la encontramos a nivel alegórico pues sus dolores
*
Esta investigación fue financiada por el Istituto Italiano di Scienze Umane, la
Università degli Studi di Firenze y la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
1
M. Perraymond, La figura di Giobbe nella cultura paleocristiana. Tra esegesi
patristica e manifestazioni iconografiche (Ciudad del Vaticano 2002).
2
«Job, qui dolens, vel magnus interpretatur, figuram Christi portavit», Jerónimo,
Commentarii in librum Job, en J. P. Migne (ed.), Patrologiae cursus completus, series
latina, 221 vols. (París 1844-1864), XXIII, col. 619 (sobre la atribución de los
Commentarii a Felipe, su discípulo, ver M. P. Ciccarese, «Una esegesi ‘doble face’.
Introduzione all’Expositio in Job del presbitero Felipe», en C. Moreschini, G.
Menestrina (eds.), Motivi letterari ed esegetici in Girolamo (Brescia 1997), 247-
268. De ahora en adelante P. L. Jerónimo, Liber de nominibus hebraicis, P. L.,
XXIII, col. 839; Zeno de Verona, Tractatus, P. L., XI, Tract. I, 15, cols. 441-442.
3
L. Bessermann, The Legend of Job in the Middle Ages (Cambridge (Mass.)-Londres
1979); F. Hartt, «Carpaccio’s Meditation on the Passion», The Art Bulletin,
XXII (1940), 25-35; G. Von Der Osten, «Job and Christ: The Development
of a Devotional Image», Journal of the Warburg and Courtauld Institutes XVI, 1/2
(1953), 153-158.
4
El difundidísimo Speculum humanae salvationis da cuenta de ello. Allí leemos: «Haec
etiam flagellatio, duobus modis in Christo perpetrata, / Olim fuit in flagellatione beati
Job praefigurata». J. Lutz, P. Pedrizet, Speculum humanae salvationis. Texte critique,
traduction inédite de Jean Mielot. Les sources et l’influence iconographique principalment
sur l’art alsacien du XIV siècle, I. (Leipzig 1907-1909), I, cap. XX. La bibliografía sobre
el Speculum es vasta, por lo que mencionaremos solo dos importantes textos además
del recién nombrado: P. Pedrizet, Étude sur le Speculum Humanae Salvationis (Paris
1908); A. Wilson, J. Lancaster Wilson, A Medieval Mirror. Speculum Humanae
Salvationis 1324-1500 (Los Ángeles-Londres 1984).
II.
La exégesis que Gregorio Magno hizo de Job 42, 5 apuntó a una distin-
ción entre la visión corporal y la visión espiritual:
«Yo te conocía solo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos. Con estas pa-
labras indica claramente que así como el ver es por mucho superior al
oír, asimismo el progreso que ha alcanzado luego de los padecimientos
5
«Cioè, sente coll’orecchio spirituale e coll’intelletto certe immaginazioni della Tri-
nità, della Vergine, della patria celeste, e songli a costui una dolcezza e una suavità
nell’anima sua che quasi esprimere non si può. E perchè e’ dice qui il testo: Inho-
rruerunt pili? Vuol dire considerando questo lume e questa luce che Dio gli dà, si
volta poi a se medesimo, e considerando e’ suoi peccati tenebrosi, viene in orrore
di quelli, e pargli essere pieno di tenbre rispetto a questa luce. E perchè e’ vede,
questo uomo che fa qualche frutto o qualche fiore, che tutto il mondo è pieno di
vanita e che ogni cosa buona è declinata […]. Et vocem quasi aurae lenis audivi: e
sentì una suavità come d’un vento dolce a suave. E più dice: Stetit quidam coram
me et non agnoscebam vultum eius. Cioè, ‘Io viddi dinanzi a me una immagine ch’io
non conoscevo’: il volto e la faccia di quella (e vuol dire una apparizione divina) e
non la conosceva, perchè Dio non si può conoscere e se lo conoscesse non sarebbe
stato Dio». G. Savonarola, Prediche sopra Giobbe, I. (Roma 1957), 220-221.
6
«Auditu aure audivi te, nunc autem oculus meum videt te. His nimirum verbis aperte
indicat quia quanto visus superior est auditu, tanto differt ab eo quod prius exstitit,
et hoc quod postmodum per flagella profecit. Et quia interno oculo veritatis lumen
magis conspexerat, humanitatis suae tenebras diiudicans plus videbat». Gregorio
Magno, Moralia in Job, IV y IV(Roma 1992-1994), XXXV[42, 5].
7
Esta fusión de los sentidos es precisamente una característica de la visión espiritual, en
donde la perfectibilidad de la percepción alcanza su máximo grado en la superación
de cualquier limitación que pudiera haber existido en la percepción terrenal. Los
III.
En el tratado Sobre la preparación del alma a la contemplación o Benja-
min Minor, Ricardo de San Víctor explica el proceso que debiese seguir
todo aquel que desee alcanzar la contemplación. Las trece etapas que
culminan en la contemplación, están divididas en cuatro grupos, los que
a su vez pueden subdividirse en dos. La primera pareja está conformada
por el sentimiento y la sensibilidad, y la segunda por la razón, que va
acompañada de la imaginación. El sentimiento y la razón se ubican en los
extremos del proceso. Son, podríamos decir, el punto de inicio y la meta
del camino que sigue el alma humana en su ascenso hacia los misterios
divinos. No es el fin del presente estudio dar una descripción detallada
de las etapas propuestas por Ricardo, nuestra intención es mostrar cuáles
son los aportes de su tratado que fueron recogidos en el pasaje de Savo-
narola que nos interesa. En este sentido, es importante destacar cómo el
dominico se inscribe en una tradición en la que los aportes del Benjamin
Minor parecen fundamentales. La contemplación se ubica en el ámbito
de lo inteligible junto al discernimiento, ambos son consecuencia de
la consideración de los males y bienes futuros que generan una alegría
interior cuyo correlato instantáneo es el odio de los vicios y la vergüen-
za. Estos sentimientos se unen, entonces, en la razón por medio de la
imaginación dando lugar a un progreso equivalente al que leemos en el
sermón de Savonarola. Dirá Ricardo:
8
«[…] vera discretio in ipso tentationis articulo, inter ipsa suggestionum
phantasmata ex eorum qualitate futura pericula deprehendet, et aliis quibuslibet
ad cogitationum suarum confessionem imminentium malorum insidias detegit, et
de futuris periculis cautos reddit». Ricardo de San Víctor, Beniamino minore, P.
L. 196, col. 49.
9
Ricardo de San Víctor, Beniamino minore, cols. 51-52.
10
«[…] et nuntius qui beato Job in omni persecutione sua solus remanere potuit, qui
ei perpetrata damna statim renuntiare studuit, quia nisi per discretionem, virtutum
damna animus nec cognoscit, nec corrigit». Ricardo de San Víctor, Beniamino
minore, col. 49.
11
«Quod verbum Iob post intelligi de visione imaginaria et intellectuali. Si enim
intelligatur de imaginaria, designatur profectus Iob in gradu prophetiae; cum
primo non fuerit ei facta revelatio nisi per auditum loquentis, postmodum
vero per visionem loquentis. Si autem intelligatur de visione intellectuali, tunc
ostenditur profectus eius de cognitione fidei in intellectum divinorum, qualis hic
14
Simone da Cascina nació en Pisa en la mitad del siglo XIV. Entró en el Convento
de Santa Caterina donde ejerció un rol de primer plano. Fue en tres oportunidades
prior del Convento y profesor de teología sacra no solo en el mismo, sino además
en Siena, Perugia y Florencia. Véase, Simone da Cascina, Colloquio Spirituale,
(Florencia 1982); T. Käppeli, «La raccolta di discorsi e atti scolastici di Simone da
Cascina», Archivum fratrum praedicatorum XII (1942), 185-246.
15
«Sono d’altra opinione […] come saglia l’anima al terso cielo […] Vedendo la
increata Sapiensia la ragiona abattuta per la carnalità, cattivata per il peccato, cieca
per la gnoransia, data sola a cose di fuora […] tirandola dentro, la fa esser di se
stessa giudici […] l’insegna a salire lo primo cielo della profundissima umiltà».
«Poi viene lo Spirito Santo e, vedendo la volontà corrotta di velenosi appetiti
mortiferi, sidegna di viziarla e allenttandola lo sprendore della ragione li mostra.
Onde con suavità la purga, con affetto l’accende, falla misericordiosa […] e così
làmmaestra a saglire in su lo spasioso cielo secondo».
«Di perfettisima carità illustrata la ragione e ripiena d’umiltà […] diventa l’anima
sensa macchia […] Perciò il sommo Padre la rapisce e tira a sé, e per groriosa spoza
IV.
Finalizando la primera parte de su Tractatus de configurationibus quali-
tatum et motuum, el teólogo y matemático francés Nicolás Oresme de-
sarrolla una interesante teoría acerca de la visión espiritual. El Tractatus
está compuesto por noventa y tres capítulos divididos en tres partes. La
primera establece los parámetros geométricos de la doctrina figurativa,
es decir, los elementos permanentes o durables en el tiempo que se rela-
cionan con la configuración interna de las cualidades. La segunda parte
indaga la forma en que la doctrina configurativa puede ser aplicada al
movimiento o sucesión de entidades. Finalmente, en la tercera parte
Oresme, volviendo al uso de las figuras geométricas, demuestra cómo
a partir de ellas podemos confrontar diferentes cualidades y movimien-
tos17. De las tres definiciones del concepto de configuratio que aparecen
en el Tractatus, aquí nos centraremos en la llamada configuratio espiri-
21
«[…] anima enim mutiplicibus cogitationibus occupata et passionibus affectata facta
est quasi aspera et defformis. Quandoque igitur per abstractionem vel conversionem
eius ad unum ipsa nititur huiusmodi difformitatem delere et tamen non potest
sicut experimento patet quod aliqui quasdam meditationes et sollicitudines non
possunt abicere sed ipsis invitis frequenter occurrunt. Quandoque vero anima
potest seipsam a talibus abstrahere et priorem diformitatem seu asperitatem
excutere, ut postea dicere possit, “cogitationes mee dissipate sunt, torquentes cor
meum”». N. Oresme, De configurationibus, cap. 32.
forma correcta de imaginar que no puede ser desvinculada del valor mo-
ralizante que Savonarola imprime a sus sermones. Desde esta perspecti-
va, el papel dado a Job en Oresme solo podía derivar en mostrarlo como
un símbolo de la contemplación. Dado que la pretensión de Savonarola
era la de alejar a quienes lo oían de las vanidades, la incorporación en
nuestra hipótesis del texto de Oresme requiere de una justificación pues-
to que su circulación en Italia no tenía la misma suerte que el resto de las
obras comentadas a lo largo de nuestra argumentación.
V.
Hacia 1500 se encontraba en la Biblioteca del Convento de San Marco
la copia de una paráfrasis y comentario al Tractatus de configurationibus
qualitatum et motuum22. La presencia del mismo en el catálogo de la
biblioteca, aunque supone una solución a nuestro problema, no basta
para ligar el sermón de Savonarola con el contenido exacto de la obra
de Oresme. De ahí que sea necesaria una justificación que demuestre no
solo su existencia en Florencia sino además esta pudo ser conocida por
el dominico.
Las universidades italianas desde 1420 estaban al corriente de las doc-
trinas de Oresme presentes en el De configuationibus23. Dos ejemplos de
ello fueron el Tractatus de latitudinibus formarum de Jacobus de Sancto
Martino, escrito ca. 1390 y el Questiones super tractatum de latitudinibus
formarum de Blasius de Parma24. Asimismo, el testamento de Bernardo
Torni, profesor del studio florentino a finales del siglo XV, deja entrever
que fue poseedor de una gran cantidad de libros que cubrían los más
variados intereses, los que iban desde la poesía hasta las más distintas
22
Ms. Florencia, Biblioteca Nazionale Centrale, Conv. Soppr. J.IX.26, fols.
13r-35r. El manuscrito no es mencionado en B. L. Ullman y P. A. Stadter, The
Public Library of Renaissance Florence. Niccolò Niccoli, Cosimo de’ Medici and the
Library of San Marco (Padua 1972). Esta ausencia fue notada por primera vez en
el estudio de A. A. Bjornbo, Die mathematischen S. Marcohandschriften in Florenz
(Pisa 1976), 5 y 23-24.
23
P. Duhem, Études sur Leonard de Vinci. Le précurseurs parisiens de Galileé, III (París
1913), 485.
24
Sobre el De latitudinibus ver M. Clagett, Nicole Oresme and the Medieval Geometry,
85ss. Sobre Blasius y Oresme ver P. Duhem, Études sur Leonard de Vinci, III, 399-
400 y 483-484.
25
A. Verde, Lo studio fiorentino, II (Florencia 1973-1994), 134-135.
26
C. Vasoli, Tra ‘maestri’ umanisti e teologi. Studi Quattrocenteschi (Florencia 1991), 47.
27
P. L. Rose, «Humanist Culture and Renaissance Mathematics: The Italian Libraries
of the Quattrocento», Studies in the Renaissance XX (1973), 46-103.
28
El tratado no aparece mencionado en los importantes catálogos de Bessarione y
de Giorgio Valla, las bibliotecas más importantes en textos científicos del período.
Véase L. Labowsky, Bessarion’s Library and the Biblioteca Marciana. Six Early
Inventories (Roma 1979); J. L. Heiberg, «Bestrage zur Geschichte Georg Valla’s
und seines Bibliothek», Beihefte zum Centralblatt für Bibliothekswesen XVI (1896),
353-481. Asimismo, en la Biblioteca Laurenziana de Florencia subsiste otra copia
(Ashburnham 210) de origen parisino, datado 1410; hacia 1473 se encontraba
en posesión de un tal Bernardino Cepolle de Verona, como aparece escrito en
el mismo manuscrito: «1473. Iste liber est mei Bernardini Cepolle da Verona». Ver
C. Paoli, I Codici Ashburnhamiani della Biblioteca Mediceo-Laurenziana (Roma
1891), I, fasc. 3, 51.
VI.
Como ya hemos mostrado, para Savonarola la beatitud de Job le permi-
tía estar en un constante estado de contemplación determinado por la
imaginación como forma de aprehensión de realidades divinas. No debe
extrañarnos entonces que en su quinta prédica sobre el patriarca vetero-
testamentario, hable de él como un hombre que se encontraba entre las
cosas espirituales con el alma y la mente. Sabemos, a partir de Oresme,
que aquello que es imaginado está determinado por una correcta figu-
ración que tiene como fundamento el discernimiento. Así, es preciso
notar cómo el «volcarse a sí mismo» de Job es un elemento esencial en
la progresión hacia la visión espiritual, exactamente como lo veíamos en
Ricardo de San Víctor y en Oresme. Savonarola hace del progreso hacia
la contemplación un movimiento circular que parece casi confundir la
conciencia con la visión. Este aparente malentendido se resuelve leyendo
con atención el inicio del pasaje del sermón que hemos citado: «[Job]
siente con el oído y con el intelecto ciertas imaginaciones». Sentir con
el oído espiritual es la llave de entrada para poder imaginar, pero dichas
imaginaciones han de estar correctamente configuradas. Para Savonaro-
la solo sus sermones podían alejar a las personas de las configuraciones
erradas surgidas desde la vanidad. Si lo imaginado es lo visto sin impu-
rezas gracias al mismo Savonarola, entonces este, al devenir el referente
para la creación de configuraciones libres de cualquier deformidad, se
muestra a sí mismo con las mismas características de Job, como un bea-
to y profeta. El primer caso justifica la posición de Job como ejemplo
29
P. Kibre, The Library of Pico della Mirandola (New York 1936), 209 y 21. Luego
de la muerte del cardenal Grimani su biblioteca fue donada al Monasterio de San
Antonio de Castello con el propósito de erigir una biblioteca de uso público. En
1687 un incendio destruyó el refectorio, donde se conservaban no solo una serie de
valiosas pinturas, sino también «libros griegos y hebreos y otros raros manuscritos».
Como afirma Kibre, es probable que estos fuesen los libros de Pico y que por lo
tanto las obras mencionadas en el catálogo hayan sido consumidas por el fuego.
Véase, E. A. Cicogna, Delle iscrizioni veneziane, I (Venecia 1824-1853), 365.
30
P. O. Kristeller, «The Scholastic Background of Marsilio Ficino», en Studies in
Renaissance Thought and Letters, I (Roma 1984), 35-97.
31
«Hieronymi Ferrarensis A Deo Missi Prophetae Effigies». Ver D. Weinstein,
«Explaining God’s Acts to His People: Savonarola’s Spiritual Legacy to the
Sixteenth Century», en J. W. O’malley et al. (eds.), Humanity and Divinity in
Renaissance and Reformation. Essays in Honor of Charles Trinkaus (Leiden 1993)
205-225. La datación de la obra sigue siendo tema de debate. Sobre este problema
ver, G. Damiani, «Ritratto di Girolamo Savonarola», en L’età di Savonarola. Fra’
Bartolomeo e la scuola di San Marco, S. Padovani (ed.) (Venecia 1996). 281-283.
Abstract: During the Middle Ages, Job had mainly three allegorical meanings,
namely: Christ’s perfiguration, resurrection and patience. Nevertheless, scholars
have not considered a forth one which identifies him with discerniment. This ar-
ticle traces the tradition of this meaning inherited by Girolamo Savonarola. From
a fragment of his Sermons on Job, we show, on the one hand, the theological ideas
that the friar used in his explanation of the ascent of the soul towards contempla-
tion, and on the other, the importance of Job in this process.
Keywords: Job, Girolamo Savonarola, discerniment, contemplation, configuration.
Enzo Solari
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO
*
Este texto es parte de una investigación financiada por el Concurso Fondecyt de
Iniciación a la Investigación (N° 11090205): Raíces medievales de la tolerancia. Las
contribuciones de Abelardo, Llull, Tomás y el Cusano. Para escribirlo, además, el autor
se ha beneficiado de una beca B de Stipendienwerk Lateinamerika-Deutschland
que financió su estadía (entre junio y agosto de 2010) en el Grabmann-Institut de
la Facultad de Teología Católica de la Ludwig-Maximilian Universität de München
(donde tuvo como amable huésped al Prof. Dr. Martin Thurner).
1
«Denn wir kleinen Menschen sind nicht fähig, die Grösse solcher Dinge in uns zu
bewahren, und wir müssen daher von Zeit zu Zeit immer dahin zurückkehren, um
solche Eindrücke in uns aufzufrischen»: J. P. Eckermann, Gespräche mit Goethe in
den letzten Jahren seines Lebens 1823-1832 (Berlin, Aufbau-Verlag 1956), 212.
2
Aquí se detallan y continúan argumentos meramente incoados en Enzo Solari, E.
Solari, «Contornos de la tolerancia medieval», en curso de publicación en Ideas y
valores. Revista colombiana de filosofía.
3
Vid. DPF, h VII, c. I, n. 1, p. 1, 6-7 (remitiré de aquí en adelante también a la
buena traducción española de V. Sanz: N. de Cusa, La paz de la fe. Carta a Juan
de Segovia (Madrid, Tecnos 1998), 3.
4
Vid. DPF, h VII, c. I, n. 1, p. 1, 8-9 – p. 2, 5 (trad. esp. pp. 3-4).
5
Vid. DPF, h VII, c. I, n. 1, p. 4, 5-7 (trad. esp. p. 4).
6
Vid. DPF, h VII, c. I, n. 4, p. 5, 11-12, 14-16 y 17 (trad. esp. p. 5).
7
Vid. DPF, h VII, c. I, n. 4, p. 5, 18, p. 6, 3 (trad. esp. pp. 5-6).
8
Vid. DPF, h VII, c. I, n. 4, p. 6, 4-8 (trad. esp. p. 6).
9
Vid. DPF, h VII, c. I, n. 5, p. 6, 9 – p. 7, 8 (trad. esp., p. 5).
10
Vid. DPF, h VII, c. I, n. 5, p. 6, 9 – p. 7, 7 (trad. esp., p. 5).
11
Vid. DPF, h VII, c. I, n. 5, p. 6, 17 – p. 7, 2 (trad. esp., p. 6).
12
Vid. DPF, h VII, c. I, n. 6, p. 7, 9-12 y 14-19 (trad. esp., p. 7).
13
Vid. DPF, h VII, c. III, n. 8, p. 9, 16 – p. 10, 4-6 (trad. esp. pp. 8-9).
14
Vid. DPF, h VII, c. III, n. 9, p. 10, 7-22 (trad. esp. p. 9).
15
Vid. DPF, h VII, c. IV, n. 11, p. 11, 4-14, 16-17 y 19-21 (trad. esp., p. 10).
16
Vid. DPF, h VII, c. IV, n. 11, p. 12, 1-11 (trad. esp. pp. 10-11).
17
Vid. DPF, h VII, c. IV, n. 12, p. 12, 12 – p. 13, 2 (trad. esp. p. 11).
18
Vid. DPF, h VII, c. IV, n. 12, p. 13, 2-8 y 10-12 (trad. esp. pp. 11-12).
19
Vid. DPF, h VII, c. XIII, n. 42, p. 39, 17 y p. 40, 4-7 (trad. esp. p. 35).
20
Vid. DPF, h VII, c. XIII, n. 43, p. 40, 14- p. 41, 3 (trad. esp. p. 36).
21
Vid. DPF, h VII, c. XIII, n. 44, p. 41, 4-24 (trad. esp. pp. 36-37).
22
Vid. DPF, h VII, c. XIII, n. 45, p. 41, 25 – p. 42, 18 (trad. esp. pp. 37-38).
23
Vid. DPF, h VII, c. XVI, n. 54, p. 50, 14 – p. 51, 9 (trad. esp. p. 46).
24
Vid. DPF, h VII, c. XVI, n. 55, p. 51, 10 – p. 52, 2 (trad. esp. pp. 46-47).
25
Vid. DPF, h VII, c. XVI, n. 55, p. 52, 11-17 (trad. esp. p. 47).
26
Vid. DPF, h VII, c. XVI, n. 60, p. 55, 16 – p. 56, 1 (trad. esp. p. 51).
27
Vid. DPF, h VII, c. XVI, n. 60, p. 56, 8-19 (trad. esp. pp. 51-52).
28
Vid. DPF, h VII, c. XIX, n. 67, p. 61, 11-22 (trad. esp. p. 57).
29
Vid. DPF, h VII, c. XIX, n. 67, p. 62, 1-8 (trad. esp. p. 57).
30
Vid. DPF, h VII, c. XIX, n. 68, p. 62, 9 – p. 63, 21 (trad. esp. p. 58).
31
Vid. DPF, h VII, c. II, p. 97, 9-11 (trad. esp. p. 65).
2. Lecturas recientes
Imperiosidad de acabar con la violencia religiosa desatada, concordante
presuposición de la unicidad, la encarnación y la interna variedad divina
en medio de la diversidad ritual, conducción dialogante y razonada a
la paz interreligiosa e internacional, tolerancia e incluso valoración de
la concurrencia devocional en tanto en cuanto no obste a la unidad de
latría: tal es en síntesis el argumento de DPF. Así entendida, esta obra
ha tenido una considerable Wirkungsgeschichte, incluso si –como aquí se
hará– se consideran solamente las últimas décadas, y esto por el ritmo
exponencial al cual ha ido creciendo y por la variedad de perspectivas
que ha ido asumiendo desde entonces la interpretación del corpus cusa-
no. Para destacar mejor ese su argumento y ofrecer algunas de las vetas
más sensibles o fructíferas del mismo, presento ahora, muy esquemática-
mente, una sinopsis de la historia reciente de la interpretación de DPF,
justo la que se desarrolla durante el siglo XX, sobre todo a partir de la
edición crítica.
2.1. Como se sabe, en 1932 comenzó esta edición crítica de la obra de
Nicolás de Cusa: Opera Omnia iussu et auctoritate academiae litterarum
heidelbergensis ad codicum fidem edita. Aquel año, en efecto, se publicó
el primer volumen de la serie: De docta ignorantia. El texto de De pace
fidei, que ocupa el séptimo volumen, fue publicado en 1959 en una edi-
ción que estuvo a cargo de Hildebrand Bascour y Raymond Klibansky,
y siguiendo a la cual he expuesto los núcleos de la obra33. La edición
crítica ha coincidido con un notable crecimiento de la literatura secun-
daria en torno a la famosa obra del Cusano y a su inserción dentro de la
marcha intelectual y los avatares políticos y religiosos de la tolerancia en
32
Vid. DPF, h VII, c. II, p. 100, 13-25 (trad. esp. pp. 69-70).
33
Es la edición que he venido citando: De pace fidei cum Epistula ad Ioannem de
Segobia, ediderunt commentarisque illustraverunt Raymundus Klibansky et
Hildebrandus Bascour, O. S. B. (Hamburg, Felix Meiner, 1959), liii+135 pp.
DPF es el título transmitido por los códices S, C y K. Otros títulos con los que ha
sido conocida esta obra según otros tantos códices son estos (cf. p. LVII y 3): el de
T, Dialogus de unitate fidei et sanctarum (sic) diversitate in unum reducenda; el de F,
De concordia Religionum; el de D, Incipit dyalogus eiusdem de pace et concordia unice
fidei; y el de E, Dialogus… de pace seu concordantia fidei.
el mundo occidental. De toda esa literatura solo puede darse una breve
noticia, la que permitirá después presentar y ocasionalmente discutir
más fundadamente algunas cuestiones capitales de DPF.
2.2. Un poco antes de la edición crítica se ubica el conocido punto de
vista que desarrolla Cassirer en su libro de 192734. Según este, la con-
centración en el problema del conocimiento hace del Cusano el primer
pensador moderno. El primer paso de Nicolás ya tiene sabor moderno,
pues consistiría en preguntar no tanto por Dios, sino por la posibilidad
de saber acerca de Dios35. Por esto es que en DPF se aplica el método
de las coiencturae36. Ahora bien, agrega Cassirer, la tolerancia cusana no
es indiferencia. Y es que la diversidad religiosa está respaldada especu-
lativamente y fundada por la teoría del conocimiento37. Los personajes
de DPF van exponiendo el significado de la tolerancia para el Cusano.
Así, el tártaro dice que la diversidad puede engendrar separación y ene-
mistad, odio y guerra38. Pablo, que la fe, no la ley de las obras, salva,
lo que vale para el cristiano, el judío y el musulmán. El mismo Pablo,
sobre todo, afirma que las costumbres y tradiciones son solo signos sen-
sibles de la verdad de la fe. Vale decir, que la diversidad corresponde a
los signos, mas no a lo significado por ellos. En cuanto a lo significado,
destaca Cassirer, el Cusano asegura que todas las creencias (incluso las
politeístas) participan de la unidad divina y (con mayor o menor cerca-
nía) la presuponen39.
34
Ernst Cassirer, Individuum und Kosmos in der Philosophie der Renaissance, ahora
en Gesammelte Werke. XIV (Hamburg, Meiner 2002), VII-220.
35
Ernst Cassirer, Individuum und Kosmos in der Philosophie der Renaissance,
36
Ernst Cassirer, Individuum und Kosmos in der Philosophie der Renaissance, 32-34.
37
Ernst Cassirer, Individuum und Kosmos in der Philosophie der Renaissance, 34.
38
Ernst Cassirer, Individuum und Kosmos in der Philosophie der Renaissance, 34.
39
Ernst Cassirer, Individuum und Kosmos in der Philosophie der Renaissance, 34-
35. Un estudioso de Cassirer, Enno Rudolph, ha dicho que el Cusano desarrolla un
«perspectivismo» en tres sentidos: como método del conocimiento de la verdad, o
sea, de Dios (en De visione dei), como forma de la verdad (también en De visione
dei), y como relativismo cosmovisivo (en DPF), cosa esta última que el autor
no desarrolla: vid. «Der häretische Perspektivismus der Rennaisancephilosophie:
Cassirers Cusanus», en Ernst Cassirer im Kontext (Tübingen, Mohr Siebeck
2003), 123.
40
Étienne Gilson, Les métamorphoses de la cité de Dieu (Publications Universitaires
de Louvain-Librairie Philosophique J. Vrin, Louvain-Paris 1952), 155-156.
41
Étienne Gilson, Les métamorphoses de la cité de Dieu, 156, 160-161.
42
Étienne Gilson, Les métamorphoses de la cité de Dieu Gilson, 157 n. 1. Es referencia
a la carta a Juan de Segovia (cf. DPF, h VII, c. II, p. 97, 10-11), y en cuanto a
Rudolf Haubst, de «Johannes von Segovia im Gespräch mit Nikolaus von Kues
und Jean Germain über die göttliche Dreieinigkeit und ihre Verkündigung vor den
Mohammedanern», en Münchener Theologische Zeitschrift 2 (1951), 115-129.
43
Étienne Gilson, Les métamorphoses de la cité de Dieu, 155 n. 2 y 180.
44
Étienne Gilson, Les métamorphoses de la cité de Dieu, 180.
45
Étienne Gilson, Les métamorphoses de la cité de Dieu, 180-181.
46
Étienne Gilson, Les métamorphoses de la cité de Dieu, 167. H. U. v. Balthasar, años
después, dirá que DPF constituye un aventurado riesgo (ein abenteuerliches Wagnis)
que, sorprendentemente, nunca fue incluido en el Index: Das Ganze im Fragment
(Einsiedeln, Benziger 1963), 187. H. d. Lubac, luego, agregará que el Cusano es
casi un utopista, alguien fascinado por un sueño aparentemente temerario; DPF no
61
Meinhardt, «Erkenntnis», 331.
62
Meinhardt, «Erkenntnis», 331-332.
63
Eusebi Colomer, «Die vorgeschichte des Motivs vom Frieden im Glauben bei
Raimund Llull», en MFCG 16 (1984), 105-106 y 82.
64
Colomer, «Vorgeschichte», 106-107.
65
Klaus Schreiner, «Toleranz», en O. Brunner, W. Conze y R. Koselleck (eds.),
Geschichtliche Grundbegriffe. VI (Stuttgart, Klett-Cotta 1990), 455.
66
Schreiner, «Toleranz», 459.
67
Schreiner, «Toleranz», 460.
68
Schreiner, «Toleranz», 461.
69
Schreiner, «Toleranz», 460.
70
Schreiner, «Toleranz», 461.
71
Schreiner, «Toleranz», 460-461.
72
Schreiner, «Toleranz », 461. Wieland, por ej., no está totalmente de acuerdo. Se
pregunta: ¿es la una religio magnitud histórica o idea escatológica?: G. Wieland,
«Das Eigene und das Andere: theoretische Elemente zum Begriff der Toleranz
im hohem und späten Mittelalter», en A. Patschovsky y H. Zimmermann
(eds.), Toleranz im Mittelalter (Sigmaringen, Thorbecke 1998), 22. A favor de la
interpretación escatológica está la idea del conocimiento humano como coniectura:
la verdadera religión como idea escatológica a la que nos aproximamos en un
proceso interminable. Pero, dice Wieland, las religiones históricas son ellas mismas
conjeturales, son aproximaciones a –o participaciones en– la única y verdadera
religión. Entonces, debiera admitirse que los diversos ritos están en camino hacia
el objetivo único de la verdadera religión. Y por eso –en perspectiva cusana– la
diversidad no es mera carencia ni negatividad, sino expresión del conocimiento
humano conjetural, incluso chance para una mayor devoción (como se sugiere en
DPF). Según esta interpretación, el Cusano se aproxima a la idea de Lessing de
tolerancia, aunque sin coincidir por entero con ella: Wieland, «Toleranz», 23.
73
Thomas McTighe, «Nicholas of Cusa’s Unity-Metaphysics and the formula religio
una in rituum varietate», en G. Christianson y T. Izbicki (eds.), Nicholas of Cusa
in search of God and Wisdom (Brill, Leiden et alii 1991),162-166.
74
McTighe, «Metaphysics», 168.
75
McTighe, «Metaphysics», 169.
plus aut minus. De hecho, hay intérpretes que creen que el cristianismo
es lo más cercano a la religio absoluta. En verdad, si es la una religio y a
la vez es una forma finita de religión, entonces el cristianismo no debe
ser sometido a las ya mencionadas categorías metafísicas del Cusano76.
Estas categorías pueden servir ad intra (los ritos orientales y occidentales
son explicationes del cristianismo), pero no sirven ad extra (en la relación
del cristianismo con las demás religiones), y por ello conviene –como
el Cusano– emplear fórmulas vagas como concordia, pax, una fides or-
thodoxa77. Tal vez la ambigüedad de la fórmula una religio in rituum
varietate se debe justamente no a la presencia, sino a la ausencia de las
categorías metafísicas usuales en el Cusano78.
2.7. En su conocida Habilitationsschrift sobre la tolerancia, publicada el
2003, Forst propone un marco general para llevar a cabo luego cualquier
discusión histórica o sistemática. Enumera tres componentes de la tole-
rancia (cada uno, claro, acompañado de alguna razón): rechazo (Ableh-
nung), aceptación (Akzeptanz), recusación (Zurückweisung)79. Y habla de
cuatro concepciones de la tolerancia. 1ª la Erlaubnis-Konzeption: la de la
permissio mali, que es típicamente vertical (por ej., el Edicto de Nantes
de 1598)80. 2ª la Koexistenz-Konzeption: la del permiso pragmático-ins-
trumental para preservar la coexistencia pacífica, típicamente horizontal
(por ej., parcialmente, el Leviathan de Hobbes)81. 3ª la Respekt-Konzep-
tion: la del permiso moral que supone reciprocidad, según la cual tole-
rante y tolerado son personas autónomas, ciudadanos de la comunidad
política que se reconocen, y que toleran, no sus personas (eso es algo a
respetar), sino sus convicciones y acciones. Dos variedades hay aquí: la
de la igualdad formal, que supone estricta separación entre una esfera
privada y una pública, y la de la igualdad cualitativa, en la que no hay
tan estricta separación, pues se piensa que la igualdad formal es poten-
cialmente intolerante (por ej. cuando se prohíbe en su nombre el uso de
76
McTighe, «Metaphysics», 170.
77
McTighe, «Metaphysics», 171.
78
McTighe, «Metaphysics», 172.
79
Rainer Forst, Toleranz im Konflikt. Geschichte, Gehalt und Gegenwart eines
umstrittenen Begriffs (Frankfurt a. M., Suhrkamp 2003), 30-41 y 530-533.
80
Forst, «Toleranz», 42-44.
81
Forst, «Toleranz», 44-45.
82
Forst, «Toleranz», 45-47.
83
Forst, «Toleranz», 47-48.
84
Forst, «Toleranz», 104 y, críticamente, pp. 536-539.
85
Forst, «Toleranz», 107.
86
Forst, «Toleranz», 108.
87
Forst, «Toleranz», 109.
88
Forst, «Toleranz», 109-110.
89
Forst, «Toleranz», 110.
90
Forst, «Toleranz», 130.
91
Mariano Álvarez Gómez, Über die Bedingungen des Friedens im Glauben bei
Johannes von Segovia und Nikolaus von Kues (Trier, Trierer Cusanus Lecture -
Paulinus 2003), 12.
92
Álvarez Gómez, Bedingungen, 12-15.
93
Álvarez Gómez, Bedingungen, 15-16.
94
Vid. DPF, h VII, c. I, n. 1, p. 4, 1-5. Cf. Álvarez Gómez, Bedingungen, 17-20.
95
Álvarez Gómez, Bedingungen, 20-22.
96
Álvarez Gómez, Bedingungen, 22-23.
97
Álvarez Gómez, Bedingungen, 23-25. Antes, en 2002, Álvarez Gómez había
escrito un artículo sobre consenso y verdad en el Cusano, que avant la lettre viene
a prolongar el anterior. Dios actúa al modo humano: «[…] la innegable aceptación
de la trascendencia corre pareja con la no menor acentuación de la inmanencia»:
Mariano Álvarez Gómez, «Consenso y verdad en la religión según Nicolás de
Cusa», en M. Álvarez Gómez (ed.), Pluralidad y sentido de las religiones (Salamanca,
Ediciones de la Universidad de Salamanca 2002), 52. Si bien el Cusano suplica a
Dios moderar la crueldad de la persecución en Constantinopla, la dirección de su
discurso se abre más allá de ese hecho, proyectándose explícitamente en perspectiva
universal. El Cusano quiere que las guerras religiosas terminen definitivamente.
Esta aspiración gana con el Cusano una nueva radicalidad, primero en la idea,
solo posteriormente en la realidad. Pero el asunto tiene sus bases conceptuales,
dice Álvarez Gómez. El símil de la caverna (Deus absconditus para el hombre, el
hombre como espíritu intelectual ‘envuelto en sombras’ para sí mismo) recorre
toda la obra del Cusano, incluyendo DPF. Nicolás de Cusa, según Álvarez Gómez,
une las tradiciones griega y bíblica: Dios creador, unión humana con Él en tanto
que caridad suprema, retorno humano al origen (Álvarez Gómez se refiere a STh I,
1, a. 7, introd. y a ScG, proemio al libro III). Acoge los derechos de la razón, tanto
en la forma del credo ut intelligam como en la del fides quaerens intellectum, pero
enfatizando que la razón abre los ojos a la fe respecto de los presupuestos de esta,
desde los cuales emerge la posibilidad de la concordia religiosa. Las religiones, sigue
Álvarez Gómez, han de abordarse teológicamente según el Cusano, vale decir, desde
la perspectiva de la verdad. Sin embargo, de acuerdo al DPF, hay que distinguir
esencialmente entre la palabra de Dios mismo –el infinito y la de los profetas– seres
finitos. Así como, en general, hay que distinguir entre las costumbres religiosas y
la verdad, entre lo relativo y lo absoluto. El Cusano, enfatiza Álvarez Gómez, no
es relativista. La tolerancia solo se justifica desde la verdad, y la concordia buscada
se funda también en la verdad. Dios es la verdad, el bien, la vida, el ser: no hay
diferencia entre el Dios de la metafísica y el de las religiones. La diferencia entre
Dios y las diversas costumbres religiosas no debe ser anulada. Tal diferencia impide
absolutizar lo relativo y permite seguir buscando –en interminable aproximación–
la verdad divina. El del Cusano es el camino socrático de la liberación por el
conocimiento, sí, pero que sabe que en definitiva la paz de la fe no se logra por mero
consenso racional si previamente Dios mismo no revela su verdad. Las diferencias
religiosas se legitiman desde su ‘incardinación’ en la raíz única y fundamental.
Dicha verdad religiosa está sobre todo en el cristianismo, y en las demás religiones
en tanto en cuanto el cristianismo está más o menos presupuesto en ellas (cf.
Álvarez Gómez, «Consenso», 52-72).
98
Markus Riedenauer, «Das Mittelalterliche Christentum in Auseinandersetzung
mit dem Islam», en Ch. Schäfer y M. Thurner (eds.), Mittelalterliches Denken.
Debatten, Ideen und Gestalten im Kontext (Darmstadt, WBG 2007),105-106. Es
referencia a Bernard Lewis y Friedrich Niewöhner, «Vorwort», en B. Lewis y
F. Niewöhner (eds.), Religionsgespräche im Mittelalter (Wiesbaden, Harrassowitz
1992), 7-9.
99
Riedenauer, «Islam»,106.
100
M. Riedenauer, Pluralität und Rationalität. Die Herausforderung der Vernunft
durch religiöse und kulturelle Vielfalt nach Nikolaus Cusanus (Stuttgart, Kohlhammer
2007), 105, 121 y 126.
101
Riedenauer, Cusanus, pp. 105-106. La antropología del Cusano tiene cierta
prioridad sobre la cristología: primo es homo; secundo Christianus Sermo CXVIII, h
XVII, n. 10, 13 (cf. M. Riedenauer, Cusanus, p. 223 n. 3). La imagen del hombre
del Cusano no es medieval ni moderna (cf. M. Riedenauer, Cusanus, p. 288).
En su opinión, el espíritu o mens que conoce es el sujeto de la religión (cf. M.
Riedenauer, Cusanus, p. 223). Particular es la posición del hombre en el mundo
como imagen viviente de Dios, como ser artístico que se configura libremente,
como espejo móvil de la belleza (cf. M. Riedenauer, Cusanus, pp. 239-250 y 320-
329). De aquí surge una ética. La del Cusano es una ética de la virtud, una teoría
de la ley natural (en la que la regla de oro, el amor a Dios y al prójimo, juega un
papel esencial), una ética racionalmente fundada y conectada con la religión (por
el impulso o aspiración connata del hombre a la felicidad y a la vida eterna, das
Streben). La metafísica del conocimiento del Cusano, enseguida, está estrechamente
vinculada con la tradición de la teología negativa. Conforme a De docta ignorantia
y De coniecturis, el humano conocimiento es comparativo-discursivo, gradual,
conjetural, tiene un horizonte y se desarrolla en alguna perspectiva. Para el Cusano,
la perspectividad es una estructura fundamental del mundo. Por ello puede decir:
homo non potest iudicare nisi humaniter: (vid. De visione dei, h VI, c. VI, n. 19, p.
21, 15-16). La visión de Dios es tanto la humana que recae sobre Dios como la
divina que recae sobre la humana (de visione dei es, pues, genitivus subiectivus y
obiectivus). No hay más constitución humana que a través de lo infinito (cf. M.
Riedenauer, Cusanus, pp. 250-279 y 298-320).
102
Cf. Idiota. De sapientia, h V, l. II, c. I, n. 29, p. 60, 18. Riedenauer, Cusanus, pp.
334-350.
103
Cf. De coniecturis, h III, p. I, c. IV, n. 15, p. 20, y p. II, c. XVI, n. 157, pp.
156-157.
104
M. Riedenauer, Cusanus, pp. 351-358.
105
M. Riedenauer, Cusanus, pp. 369-374. Vid. prólogo de De visione dei.
106
M. Riedenauer, Cusanus, pp. 412-421.
107
Cf. DPF, h VII, c. II-III, n. 7-9, pp. 8-10.
108
Cf. DPF, h VII, c. I, n. 5, p. 6, 14ss. M. Riedenauer, Cusanus, p. 438 n. 2.
109
M. Riedenauer, Cusanus, pp. 441-442.
110
M. Riedenauer, Cusanus, pp. 452-455.
111
No cabe duda, dice Riedenauer, de las claras deficiencias del modelo cusano en
DPF respecto de las religiones asiáticas. De todos modos, la fuerza impulsiva
existencial de búsqueda y pensamiento es la fascinación por la infinitud (cf. M.
Riedenauer, Cusanus, pp. 448-449). Su intención fundamental es salvar la
infinitud de Dios y la capacidad divina de cada hombre contra la tendencia de
las religiones –también la cristiana– de reducirlas a objetos comprobables (vid.
De beryllo, h XI/1, n. 32, 8-13). El Cusano insiste una y otra vez en el eterno
115
M. Riedenauer, Cusanus, pp. 493-496.
116
M. Riedenauer, Cusanus, p. 497.
117
M. Riedenauer, Cusanus, pp. 498, 500 y 502.
118
M. Riedenauer, Cusanus, pp. 501-502.
119
En otro lugar he destacado la de Euler y, sobre todo, la de Nederman, quien pone
de relieve que DPF gana en inteligibilidad cuando se lo inserta dentro de una
investigación fuertemente histórica de la tolerancia en la edad media y en la época
moderna (cf. E. Solari, «Contornos de la tolerancia medieval» [inédito]).
3. Algunas cuestiones
Si se lee atentamente DPF, y se lo hace a la luz de la historia de su misma
efectividad, surgen preguntas respecto del texto mismo, de su más pro-
fundo sentido y de aquello que en un texto lejano aún pueda ser perti-
nente en nuestros días. En efecto, los problemas históricos y sistemáticos
que de allí brotan y merecen pensarse son considerables. Conviene, en
esta última sección, plantearlos sucintamente y discutir algunos de ellos.
3.1. Una primera cuestión es la del uso que hace el Cusano de términos
como fides, religio, cultus, secta, ceremonia, unitas, diversitas, concordia,
pax, tolerare y otros por el estilo, asunto al que se han dedicado estudios
independientes y detallados120. Particularmente, qué sea tolerar para el
Cusano requiere identificar, en medio de diversas y concurrentes con-
cepciones de la actitud tolerante, sus componentes mínimos. Para ello
es preciso disponer de una idea clara de lo que tolerantia suele y puede
significar121. Por otro lado, es necesario atener a los estudios que ubican
esta obra en su propio marco histórico: la Europa cristiana del convulso
siglo XV, y, más allá, procesos amplios como los de los avatares medieva-
les de la tolerantia, la crisis de la respublica christiana, el alumbramiento
de los nacionalismos, las guerras inter e intrarreligiosas y, como veremos,
la emergencia del renacimiento.
3.2. En particular, ha de reconocerse que la antigua tesis de Cassirer
–que ve en DPF un preanuncio de la tolerancia moderna y en el pensa-
miento del Cusano una ilustración avant la lettre– no ha desaparecido
del todo. Favorable a la idea de Cassirer es Schreiner, como se vio. Pero
también lo es Blumenberg, quien, en La legitimidad de la época moderna,
y aun sin mencionar DPF, hace ver la conveniencia de colocar a la filo-
sofía cusana dentro de una visión más amplia de la historia occidental
y en el umbral de dos de sus épocas, la medieval y la moderna, marcada
120
Solo por ej., vid. el acápite reservado al Cusano en la vasta indagación que ha
hecho E. Feil en torno a la noción de religio: E. Feil, Religio. I: Die Geschichte eines
neuzeitlichen Grundbegriffs vom Frühchristentum bis zur Reformation (Göttingen,
Vandenhoeck & Ruprecht 1986), 138-159.
121
Como la que dice que es esa actitud proposicional que acepta creencias y
valoraciones ajenas, pero que tiende a hacerlo distanciada, críticamente, justo por
no coincidir con ellas ni en principio aprobarlas: cf. A. Vigo, «El concepto de
tolerancia», en Revista de Humanidades - Filosofía. Universidad Nacional Andrés
Bello 4 (1999),125-149.
122
Hans Blumenberg, Die Legitimität der Neuzeit (Frankfurt a. M., Suhrkamp
1996), 558-638..
123
Junto al ya mencionado Nederman, Bejczy es otro autor que ha prestado una
útil contribución en situar medievalmente a la tolerancia: cf. István Bejczy,
«Tolerantia: a Medieval Concept», en Journal of the History of Ideas 58/3 (1997),
365-384.
124
Cf. nuevamente E. Solari, «Contornos de la tolerancia medieval» [inédito]..
125
El ya mencionado M. Álvarez Gómez ha planteado una sugerente discusión
ontológica sobre el pluralismo. La tradición, desde Platón hasta Nietzsche, pasando
por Aristóteles, Tomás de Aquino, Leibniz y Hegel, ha concebido la pluralidad
sustentada en la unidad y a esta como explicitándose en aquella. El contemporáneo
pluralismo –que no es solo el hecho de la pluralidad de doctrinas, sino el pluralismo
127
Vid. De apice theoria, h XII, n. 15, 20.
128
Vid. Idiota. De mente, h V, c. I, n. 51, 18-20. Uso la trad. de J. Machetta: N. d.
Cusa, Un ignorante discurre acerca de la mente (Idiota. De mente), (B. Aires, Biblos
2005), 39.
129
Vid. De possest, h XI/2, n. 21, 1-2. La cuestión de la unidad inefable de Dios y
sus muchas denominaciones posibles tanto históricas como incluso especulativas
muestra la dialéctica entre lo uno y lo múltiple. En el sermo de 1428-30 In principio
erat Verbum, el intelecto humano no tiene una visión intrínseca del Dios uno y
simple. Todos los nombres divinos son inadecuados (salvo el inefable Tetragrama),
pero, sin embargo, convergen en la verdad una y simple. Después, en el sermo de
1439-40 Nomen eius Iesus, aparece junto al Tetragrama el otro nombre inefable:
Jesús. Los 3 caminos para nombrar a Dios son el que va de lo imperfecto a lo
perfecto, el eminencial y el de la remoción o negación, siendo claro esta via negativa
o de la remoción la privilegiada. En gral., son muchos los nombres enigmáticos de
Dios, del principio primero, a los que Nicolás va recurriendo durante el curso de su
obra: mismo mismo (ipsum idem) (cf. De docta ignorantia h I, l. I, c. IX, n. 25, De
genesi, h IV, c. I, n. 142-143), poder es (possest) (cf. Possest), no otro (non aliud) (cf.
De li non-aliud), poder mismo (posse ipsum) (cf. Compendium, De apice theoriae).
Para todas estas referencias, vid. J. González, «1.2. La fuerza significativa de lo
“no-otro”», en N. de Cusa, Acerca de lo no-otro o de la definición que todo define,
J. Machetta (trad.) (B. Aires, Biblos 2008), 247-258. Cabe agregar que en De
docta ignorantia se establece que no hay ningún nombre de Dios adecuado. Si Dios
está por sobre todo intelecto, con mayor razón está sobre todo nombre. Dios es
inefable; hebreos, caldeos, paganos nombran a Dios por referencia a las creaturas.
De ahí la necesidad de la teología negativa (cf. De docta ignorantia, h I, l. I, c.
XXIV-XXVI).
130
Vid. Idiota. De mente h V, c. III.
131
De visione dei, h VI, c. VI, n. 19, p. 21, 15-22. Uso esta versión castellana: N. d.
Cusa, La visión de Dios, A. L. González (trad.) (Pamplona, EUNSA 52007), 79-
80. Claro es que esto se relaciona con el perspectivismo y la conjeturalidad: cf. al
respecto de nuevo E. Solari, «Contornos de la tolerancia medieval» [inédito].
132
Para un panorama sobre el talante medieval o protomoderno del Cusano, vid.
también E. Colomer, «Nicolás de Cusa, un pensador en la frontera de dos
mundos», en De la Edad media al Renacimiento. Ramón Llull – Nicolás de Cusa –
Juan Pico Della Mirandola (Barcelona, Herder 1975), 119-144; R. Hüntelmann,
«El Cusano y la primera filosofía moderna de la creación», en Anuario filosófico 28
(1995), 649-670, y D. Moran, «Nicholas of Cusa (1401-1464): Platonism at the
Dawn of Modernity», en D. Hedley y S. Hutton (eds.), Platonism at the origins
of modernity: studies on Platonism and early modern Philosophy (Dordrecht, Springer
2008), 9-12. El asunto, tan discutible, es bien argumentado por J. Hopkins, según
el cual el Cusano no es el primer filósofo moderno: J. Hopkins «Nicholas of Cusa
(1401-1464): First Modern Philosopher?», en Midwest Studies in Philosophy 26
(2002), 13-29.
133
Raymond Klibansky, «Die Wirkungsgeschichte des Dialogs “De pace fidei”», en
MFCG 16 (1984),113-125.
134
Klibansky, reenvía a la STh II-II, q.10.
135
Klibansky, «Wirkungsgeschichte», 116-117. Cf. el cap. 4 de De christiana religione,
de 1474.
136
Klibansky, «Wirkungsgeschichte», 118-119.
137
Klibansky, «Wirkungsgeschichte», 119.
138
Klibansky, «Wirkungsgeschichte», 120.
139
Klibansky, «Wirkungsgeschichte», 122-125.
140
Vid. §7.32 (trad. esp., p. 209). Para el original latino, vid. el sitio de la
Universidad de Brown: http://www.brown.edu/Departments/Italian_Studies/
pico/text/ov.html. Para la traducción castellana, me baso en Giovanni Pico della
Mirandola, Discurso sobre la dignidad del hombre. Una nueva concepción de la
filosofía, S. Magnavacca (trad.) (B. Aires, Winograd 2008), 202-279.
141
Vid. §5.22 (trad. esp., p. 207).
142
Vid. §6.25 (trad. esp., p. 209).
143
Vid. §11.57 (trad. esp., p. 215).
144
Vid. §11.59 (trad. esp., p. 215).
145
Cf. §16.88- §18.103 (trad. esp., pp. 220-225). Vid. S. Magnavacca, «Estudio
preliminar, en Giovanni Pico della Mirandola, Discurso, 12 y en gral. 19-182.
146
Cf. Idiota. De sapientia, h V, n. 1-4, e Idiota. De mente, h V, n. 54-55.
147
Cf. De visione dei, h VI, c. IV, n. 11, p. 15, 2-4.
Aún más: es significativo que en esa misma obra Dios le diga a Nicolás:
«sé tú tuyo y yo seré tuyo (Sis tu tuus et ego ero tuus)», y que el hombre le
responda congruentemente:
«oh, Señor, suavidad de toda dulzura, pusiste en mi libertad (in
libertate mea) que sea, si lo quiero, mío (mei ipsius = de mí mismo).
De aquí que si yo no soy mío, tú tampoco eres mío; pues forzarías
la libertad, ya que tú no podrías ser mío si yo no fuera a la vez mío.
Y, porque pusiste esto en mi libertad, no me fuerzas, sino que me
esperas, para que yo elija ser mío (ut ego eligam mei ipsius esse)»148.
148
Cf. De visione dei, h VI, c. VII, n. 25, p. 27, 15-19. Uso aquí, con algunas modi-
ficaciones, la traducción de F. Bastitta: «La filosofía de la libertad en Nicolás de
Cusa y en la Academia florentina y las huellas del pensamiento patrístico», en Fo-
rum 3 (2008), 76. Este decisivo matiz, que sea el hombre «suyo» (o «de sí mismo»)
para que Dios también pueda ser «suyo» (= del hombre), es el que se pierde en la
traducción de A. L. González: «oh, Señor, suavidad de toda dulzura, has puesto
en mi libertad que, si yo lo quiero, yo sea yo mismo. Por tanto, si yo no soy yo
mismo, tú no eres mío; de otro modo coartarías mi libertad, ya que tú puedes ser
mío únicamente cuando yo sea yo mismo. Pero como has establecido esto en mi
libertad, no me coartas, sino que esperas que yo escoja ser yo mismo» (N. d. Cusa,
La visión de Dios, A. L. González (trad.), 84)
149
Cf. Por ej. J. Mosterín, La naturaleza humana (Madrid Espasa 2006), 17-18.
150
Cf. Las reflexiones al respecto que, vinculando al Cusano con Pico y en gral.
con el renacimiento, ha hecho L. Villoro, El pensamiento moderno. Filosofía del
Renacimiento (México, FCE 2010), 35-39 y 45-46.
151
Zubiri, Sobre el hombre (Madrid, Alianza 1986), 343.
152
Vid. Zubiri, Sobre la esencia (Madrid, Alianza 22008), 4-5 y 515-517.
dad que, como forma de realidad, no solamente soy “de suyo” (en esto
coincido con todas las demás realidades), sino que además soy “mío”.
Tengo una realidad que es mía, cosa que no acontece a una piedra. El
hombre tiene como forma de realidad esto que he llamado suidad, el
ser “suyo”»153.
3.7. Es difícil, pues, exagerar el relieve que la libertad tiene para la paz.
Solo hombres que son dueños de sí mismos resultan capaces de articu-
lar una concorde diversidad religiosa. El hombre es creado libre, según
DPF, y, sin embargo, se desvía y cae en la vida sensible. Por eso Dios
envía primero profetas y luego a su Hijo, que todo lo complica y por el
que todo es explicado. Dios ya no puede hacer más y, así, gracias al Dios
humanizado, todo hombre es capaz, con la libertad de su naturaleza, de
vida eterna y, claro, de la paz, de concordia en medio de las diferencias.
DPF defiende, estrictamente hablando, que la paz es fruto de la li-
bertad humana, y que lo es en tanto en cuanto el ejercicio de esta auto-
posesión es necesario para conquistar y mantener aquella pacífica convi-
vencia interreligiosa e internacional. Como medieval que era, el Cusano
también pensaba que sin el concurso divino la paz no sería posible. La
suya, conviene repetirlo, es una versión medieval de la tolerancia con
algunos aires modernos. Solamente ahora se puede comprender en pro-
piedad esta afirmación inicial. La tolerancia moderna no es exactamente
idéntica con la medieval, pero como el Cusano es un pensador del otoño
de la edad media en el que ya surgen impulsos modernos, cabe ver en la
peculiar tolerancia y convivencia no violenta de religiones y nacionalida-
des a que se refiere DPF una variable dependiente de la libertad. Precisa-
mente por ella el ser humano no solo escoge unos u otros actos, sino que
sobre todo se elige a sí mismo, se determina autónomamente y puede eo
ipso configurar en alguna medida las (mejores o peores) condiciones de
su propia convivencia y unas (mejores o peores) trayectorias históricas.
153
Zubiri, El hombre y Dios (Madrid, Alianza 1984), 48.
Abstract: This article summarizes the fundamental reasonings in De pace fidei and
goes on to show some of their most relevant recent readings, to finally lay down
some questions which are still worth exploring in the cited work, in particular its
connection with the philosophy of freedom of the Cusanus and the reflection,
with renaissance spirit, which such philosophy finds in the oratio of Pico della
Mirandola.
Keywords: Peace, tolerance, religions, christianism, truth, freedom.
Cristián Hodge C.
FACULTAD DE TEOLOGÍA
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
1
Cf. www.congresosocial.cl
2
Profesor titular de la Facultad de Ingeniería de la Pontificia Universidad Católica
de Chile, Ph.D. en Management en el Massachusetts Institute of Technology.
3
Profesor asociado de Economía Política en la Universidad de Milán-Bicocca.
4
Profesor de Economía y titular de la Cátedra ‘la Caixa’ de Responsabilidad Social
de la Empresa y Gobierno Corporativo del IESE de la Universidad de Navarra.
5
Cf. Documento de Aparecida, 33-100.
6
Cf. Comité Permanente de la CECH, Recuperemos la confianza y el diálogo.
Camino para una sociedad más justa, Declaración del 10 de agosto de 2011.
7
Cf. Benedicto XVI, Caritas in veritate, 75.
8
Benedicto XVI, Caritas in veritate, 32.
9
A. Hurtado, Un fuego para la Universidad (Ed. Universidad Católica, Santiago
2011), 127-128.
10
N. Gregory Mankiw, Principios de Economía (Cengage Learning Ed., México
4
2007).
11
R. González Fabre, S.I., Ética y economía (Desclée de Brouwer, Bilbao 2005).
12
Sobre las mediaciones se puede ver: O. J. Villarreal, Aportaciones epistemológicas
a la teología moral de la economía: mediaciones económicas y ética. Dissertatio ad
Lauream in Theologia moralis consequendam (Pontificia Universidad Mexicana,
Facultad de Teología, México 2000).
13
Cf. P. Miranda, «Un ejercicio de develamiento: premisas éticas en la economía»,
Revista de Trabajo Social, LXXII (2003),57-72.
14
N. Gregory Mankiw, Principios de Economía, 3.
[…] Por último, los economistas analizan las fuerzas y las tendencias
que afectan a la economía en su conjunto»15.
Si el objeto de estudio es la toma de decisiones de las personas, de su
interrelación con otros, estamos en el terreno de la libertad humana y
por tanto algo tiene que decir la antropología, la ética y la teología. Si
se analizan las tendencias de la economía en su conjunto, también algo
tiene que decir la ética social y la doctrina social de la Iglesia.
Mankiw desarrolla 10 principios de la economía. Solo nos detendre-
mos en algunos de estos. En el enunciado del primer principio dice que
«los individuos se enfrentan a disyuntivas» y agrega que:
«Para conseguir lo que nos gusta, normalmente tenemos que renunciar
a otra cosa que también nos gusta. Tomar decisiones es elegir entre dos
objetivos»16.
Ciertamente el método de una ciencia es simplificar la realidad para
poder analizarla. En este caso es la toma de decisiones en el ámbito eco-
nómico. Se da por supuesto que en términos económicos elegir una cosa
implica renunciar a otra. González Fabre reflexiona sobre la complejidad
de las decisiones económicas, que no solo implican bienes sustituibles,
sino también otros bienes, los bienes morales, que no son sustituibles.
Por otra parte, señala Mankiw, al explicitar este primer principio, que
«la sociedad también se enfrenta a una disyuntiva entre la eficiencia y la
equidad»17. También este supuesto es polémico, ya que la ética social
plantea el desafío para una sociedad de compatibilizar entre eficiencia y
justicia social, y el desafío en el plano teórico de pensar cómo una socie-
dad puede buscar eficiencia y justicia social de manera complementaria.
La teoría económica presupone una racionalidad en los agentes eco-
nómicos. Mankiw sostiene como principio de la ciencia económica que
«las personas racionales piensan en términos marginales»:
«Los economistas normalmente suponen que los individuos son per-
sonas racionales. Las personas racionales hacen deliberada y sistemáti-
camente todo lo posible por alcanzar sus objetivos, dadas las oportu-
nidades que tienen»18.
15
N. Gregory Mankiw, Principios de Economía, 3.
16
N. Gregory Mankiw, Principios de Economía, 4.
17
N. Gregory Mankiw, Principios de Economía, 4.
18
N. Gregory Mankiw, Principios de Economía, 5.
19
N. Gregory Mankiw, Principios de Economía, 341.
20
N. Gregory Mankiw, Principios de Economía, 341.
21
N. Gregory Mankiw, Principios de Economía, 22.
22
N. Gregory Mankiw, Principios de Economía, 341.
23
N. Gregory Mankiw, Principios de Economía, 341.
24
A. Hurtado, Moral Social: obra póstuma del Padre Alberto Hurtado (Ed. Universidad
Católica, Santiago 2011), 160.
25
Por ejemplo ver R. Vergara (dir.), «Ética y Economía», Persona y Sociedad, VII
(1993). Para una bibliografía más extensa ver M. Vidal, Moral de Actitudes. Moral
Social (PS Editorial, Madrid 81995), 364-366 en la nota 2. Este tema se ha vuelto a
estudiar, ver L. C. Susin – E. Borgman (eds.), «Economía y religión», Concilium,
343/5 (2011); C. G. Hoevel (dir.), «Economía, Ética y Religión», Cultura
Económica, 80 (2011).
26
A. Argandoña, Economía y ética, en A. A. Cuadrón, Manual de Doctrina Social
de la Iglesia (BAC, Madrid 1993), 386. Se puede ver A. Argandoña, «Economía,
teoría de la acción humana y ética», ICE: Revista de economía, 823 (2005), 29-38.
27
L. González-Carvajal, Entre la utopía y la realidad. Curso de Moral Social (Sal
Terrae, Bilbao 1998), 75.
28
P. Miranda, «Un ejercicio de develamiento: premisas éticas en la economía», 57.
29
Cf. P. Miranda, «Un ejercicio de develamiento: premisas éticas en la economía»,
60 y 66.
30
R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 41.
31
Cf. L. Robbins, Ensayo sobre la naturaleza y significación de la ciencia económica
(1935).
32
R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 36.
33
R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 41.
34
R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 40.
35
R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 41.
36
R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 41. En la nota 7 explica que «el orden
de preferencia es no-lexicográfico cuando elige simultáneamente sobre A y B de
manera que una pérdida de valor en bienes del conjunto A puede ser compensada
con una ganancia suficiente de valor en bienes del conjunto B».
37
R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 43.
38
R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 44. González Fabre hace un recorrido
histórico para explicar la génesis del homo economicus: Cf. R. González Fabre,
S.I., Ética y economía, 46-58.
39
R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 45.
40
P. Miranda, «Un ejercicio de develamiento: premisas éticas en la economía», 68.
41
Cf. R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 92.
42
R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 92.
43
R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 93.
«No sigue una sola lógica sino que se compone de dos lógicas: la propia
de los bienes económicos –que son rivales– y la propia de los bienes
morales –que se acrecientan con el ejercicio–»44.
Esta cita resulta muy relevante para este intento de diálogo entre la
ciencia económica, la ética y la teología. Ante una escasez compleja se
necesita más de una lógica. Aquí se habla de la lógica propia de los bienes
económicos y la lógica propia de los bienes morales. El papa Benedicto
XVI añade que la lógica de la gratuidad se complementa con la lógica del
mercado. Y cuando se habla de lógica se entiende una cierta racionalidad.
De este modo, ante una escasez ‘compleja’ se necesita una racionalidad
‘compleja’. Escribe González Fabre:
«Una condición de racionalidad de las decisiones humanas consiste en
tomar en cuenta todos los aspectos involucrados […] En el caso de las
decisiones económicas, hay consecuencias económicas y consecuencias
sobre las calidades morales del agente, sobre la calidad de las relaciones
que entabla y sobre el orden de la sociedad»45.
Otros autores han señalado la necesidad de reflexionar sobre la com-
plejidad de estas distintas racionalidades. P. Miranda sostiene que la teo-
logía moral social asume la tensión entre la racionalidad ética y la racio-
nalidad científica, «se asume la complejidad epistemológica que implican
las relaciones entre dos racionalidades de diverso orden, pero sin subsumir
la una en la otra. Se buscan más bien, nuevas formas de articulación»46.
A nivel disciplinar esta complejidad «supone trabajar una relación en-
tre racionalidades de diverso cuño que operan bajo sus propios principios y
métodos»47. Es decir, a nivel teórico hay un esfuerzo en la teología moral
social por hacer dialogar estas dos racionalidades, en este caso la econó-
mica con la ética. Lo interesante del aporte de González Fabre es que
esta integración no está centrada en el diálogo interdisciplinar, sino en
la decisión económica del agente que supone la integración de estas ra-
cionalidades en una única decisión ‘compleja’.
O. Villarreal, por su parte, reflexiona que la racionalidad económica,
especialmente en lo que se refiere a la decisión económica que postula la
44
R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 95.
45
R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 95.
46
P. Miranda, «Un ejercicio de develamiento: premisas éticas en la economía», 58.
47
P. Miranda, «Un ejercicio de develamiento: premisas éticas en la economía», 65.
microeconomía, «es uno de los puntos neurálgicos del debate entre teología
y economía moderna»48. Este autor mexicano hace un análisis similar al
de González Fabre sobre la racionalidad del homo economicus y del homo
moralis. Además distingue entre racionalidad de los medios y racionali-
dad de los fines:
«Con respecto a la aplicación de los medios, la racionalidad consiste en
maximizar u optimizar su uso y nos remite a la dimensión puramente
técnica de la economía. Con respecto a los fines, la racionalidad consis-
te, en una primera aproximación, en buscar la satisfacción del propio
interés y esto nos remite a los supuestos antropológicos de la teoría»49.
Por tanto, en esta distinción entre fines y medios también se com-
prende esta complejidad. Como ya se ha señalado, es en estos supues-
tos antropológicos en donde se concentra la discusión ética sobre la
economía.
48
O. J. Villarreal, Aportaciones epistemológicas a la teología moral de la economía:
mediaciones económicas y ética, 199.
49
O. J. Villarreal, Aportaciones epistemológicas a la teología moral de la economía:
mediaciones económicas y ética, 202.
50
El ejemplo usado es el siguiente: Una persona quiere vender un reloj con un defecto
oculto. Si dice el defecto lo vende a US$ 100 y si no lo dice lo vende a US$ 200.
Por tanto las canastas a elección serían:
a)
US$ 100 + una relación honesta + incremento en la honestidad del agente.
b)
US$ 200 + una relación fraudulenta + disminución de la honestidad del agente
(Cf. R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 100).
51
R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 114.
52
R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 115.
53
R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 122.
54
R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 123.
55
R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 123.
56
R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 125.
57
R. González Fabre, S.I., Ética y economía, 126.
58
A. Hurtado, Un fuego para la Universidad, 64.
59
Benedicto XVI, Caritas in veritate, 18.
60
Benedicto XVI, Caritas in veritate, 18.
61
Cf. Benedicto XVI, Caritas in veritate, 78.
62
El Papa escribe que «la Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer […] No obstante,
tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia en favor de una
sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación» (Benedicto XVI,
Caritas in veritate, 9).
63
N. J. Healy Jr., «Caritas in veritate and Economic Theory», Communio, XXXVII
(Winter 2010), 586: «economic theory necessarily presupposes a certain understanding
of the human being, the Church has something to say about economics».
64
Benedicto XVI, Caritas in veritate, 34.
65
Benedicto XVI, Caritas in veritate, 34.
66
Benedicto XVI, Caritas in veritate, 34.
67
Cf. M. Novak, Catholic Social Thought, 8: «When an economist uses the term [self-
interest], he means autonomous choice. He say nothing at all about the moral content
of the choice» (N. J. Healy Jr., «Caritas in veritate and Economic Theory», 584).
68
Benedicto XVI, Caritas in veritate, 36c.
69
N. J. Healy Jr., «Caritas in veritate and Economic Theory», 582: «the economy
should have as its aim “the good of every person and the whole person”».
70
N. J. Healy Jr., «Caritas in veritate and Economic Theory», 585: «An economic
analysis of human behavior or markets that prescinds from the question of the objective
good of the person and human solidarity assumes a deficient model of economic activity».
71
Benedicto XVI, Caritas in veritate, 42b.
72
Benedicto XVI, Caritas in veritate, 45a.
73
Cf Benedicto XVI, Discurso en la Universidad de Ratisbona (12 de septiembre
2006).
74
Benedicto XVI, Caritas in veritate, 31.
75
Cf. P. Miranda, «Doctrina social de la Iglesia y Ciencias Sociales», 98-104.
76
Benedicto XVI, Caritas in veritate, 32b.
77
Benedicto XVI, Caritas in veritate, 36.
78
Benedicto XVI, Caritas in veritate, 36d.
79
L. Bruni, «Reciprocidad y gratuidad dentro del mercado. La propuesta de la
Caritas in Veritate», Aggiornamenti Sociali, 01 (2010), 38-44.
80
L. Bruni, «Reciprocidad y gratuidad dentro del mercado. La propuesta de la
Caritas in Veritate», 38-44.
81
L. Bruni, «Reciprocidad y gratuidad dentro del mercado. La propuesta de la Cari-
tas in Veritate», 38-44.
82
L. Bruni, «Reciprocidad y gratuidad dentro del mercado. La propuesta de la Cari-
tas in Veritate», 38-44. Las negrillas son del autor.
83
L. Bruni, «Reciprocidad y gratuidad dentro del mercado. La propuesta de la Cari-
tas in Veritate», 38-44.
84
Cf. N. J. Healy Jr., «Caritas in veritate and Economic Theory», 590. N. J. Healy
critica específicamente el análisis de A. Smith sobre el panadero que solo busca su
propio bien. Este análisis es parcial y abstracto, ya que el panadero busca su propio
bien y también el de los demás. Smith «is underwriting a fragmented account of
economic logic».
85
Cf. N. J. Healy Jr., «Caritas in veritate and Economic Theory», 590.
86
N. J. Healy Jr., «Caritas in veritate and Economic Theory», 591.
87
N. J. Healy Jr., «Caritas in veritate and Economic Theory», 591: «Both “non-tuism”
and the modern preoccupation with efficiency represent an inability to acknowledge the
true complexity of market exchanges-exchanges wich always include self-interest and
an interest in the good of others persons, the desire for efficiency and the desire to be
generous».
88
J. Verstraeten, «Nueva visión de la economía, ¿una cuestión de amor o de
justicia?», Concilium, 343/5 (2011), 779.
89
Cf. J. Verstraeten, «Nueva visión de la economía, ¿una cuestión de amor o de
justicia?», 780.
90
J. Verstraeten, «Nueva visión de la economía, ¿una cuestión de amor o de
justicia?», 780-781.
91
Cf. D. Hollenbach, «Caritas in veritate: The meaning of Love and Urgent
Challenges of Justice», Journal of Catholic Social Thought, 8:1 (2011), 1, 171-182.
92
Cf. J. Verstraeten, «Nueva visión de la economía, ¿una cuestión de amor o de
justicia?», 783.
93
Benedicto XVI, Caritas in veritate, 6.
94
Benedicto XVI, Caritas in veritate, 31.
95
M. Vidal, Moral de Actitudes. Moral Social, 372.
96
O. J. Villarreal, Aportaciones epistemológicas a la teología moral de la economía:
mediaciones económicas y ética, 11.
97
O. J. Villarreal, Aportaciones epistemológicas a la teología moral de la economía:
mediaciones económicas y ética, 11.
quien todo fue hecho (cf. Jn 1, 3), y del ser humano creado a imagen
y semejanza de Dios. Esta buena noticia descubre una racionalidad en
todo lo creado y contempla al hombre como una criatura que participa
y puede llegar a reconocer esa racionalidad»98.
Es en la universidad donde se puede dar este intento de volver a re-
flexionar sobre la economía y sus fines. Es en el ámbito académico don-
de se puede hacer dialogar las disciplinas respectivas, donde se integren
las racionalidades diversas que intervienen en la complejidad de las deci-
siones humanas en la economía. En la misma línea afirmaba san Alberto
Hurtado que «la universidad debe ser el cerebro de un país, el centro donde
se investiga, se planea, se discute cuanto dice relación al bien común de la
nación y de la humanidad»99.
Conclusión
La cuestión social es cada vez más una cuestión antropológica. En la
economía ¿cuál es la comprensión del hombre subyacente en su análisis?
Hemos pretendido mostrar que el homo economicus no logra dar cuenta
totalmente de la complejidad de las decisiones económicas. La persona
humana utiliza su racionalidad para decidir sobre los bienes económicos
y también sobre los bienes morales en un contexto de escasez compleja.
La persona humana es un homo sapiens en el sentido de usar su sabiduría
ante la complejidad de las decisiones en el ámbito económico.
A nivel teórico se descubre la necesidad de ampliar la racionalidad
económica. Una racionalidad humana que en la vida económica no solo
busca su propio interés, sino también el incremento de los bienes mora-
les, tanto para sí como para sus relaciones interpersonales y para la cons-
trucción de una sociedad más justa. Una racionalidad que integra no
solo los medios y fines económicos, sino también otros fines humanos.
Una racionalidad que no solo se mira a sí mismo, sino que mira la rela-
ción con otros y la reciprocidad dentro del mercado. Una racionalidad
que integra la lógica del mercado con la lógica de la gratuidad, es decir,
con la entrega de la persona misma en la vida social y económica.
98
Benedicto XVI, Discurso en Basílica de San Lorenzo de El Escorial (19 de agosto
2011).
99
A. Hurtado, Un fuego para la Universidad, 65.
Abstract: The pope Benedict XVI propose in Caritas in veritate to broaden the con-
cept of reason. In view of the seriousness of the social question, especially at global
level, that became an anthropolical question, it needs to broaden the concept of
economic rationality. It is posible a dialogue between economics, ethics and theol-
ogy? This paper explore some anthropological suppositions of economy theory
by N. G. Mankiw, the concept of homo economicus, his economic’s rationality. R.
González F. critizes from ethics the homo economicus moral. In view of a complex
scarcity, its means scarcity of economics goods and scarcity of moral goods, the
person needs a complex rationality. The ethics is essential in the economics deci-
sions. The Holy Father in Caritas in veritate wants to illuminate the economy
with the theological anthropology and with a personalist ethics. He propose to
broaden the concept of economic rationality, he point out a logic of gratuitousness
that complement with a logic of market. Thus the complex of this rationalities in
the economy makes necessary to do a interdisciplinary dialogue at human service.
The University is the place to do this dialogue.
Keywords: Economic´S rationality, homo economicus, complex scarcity, ethics, logic
of gratuitousness.
Sebastián Contreras1
INSTITUTO DE FILOSOFÍA
UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
1
Sebastián Antonio Contreras Aguirre es profesor de Derecho natural en la
Universidad de los Andes (Chile). Correo: sncontre@gmail.com
2
Frederick Copleston, Historia de la filosofía. De Ockam a Suárez. De Descartes a
Leibniz. De Hobbes a Hume (Barcelona, Ariel 2004), 301.
3
Francisco Puy, «Los conceptos de derecho, justicia y ley en el De Legibus de
Francisco Suárez (1548-1617)», en Persona y Derecho XL (1999), 183 (por ambas
citas).
4
Michel Bastit, El nacimiento de la ley moderna. El pensamiento de la ley de Santo
Tomás y Suárez (Buenos Aires, Educa 2005), 351ss.
5
Michel Bastit, «La loi», en Archives de Philosophie du droit XXXV (1990), 220.
6
Santo Tomás, Summa Theologiae, I-II, q. 90, a. 1.
7
Santo Tomás, In Ethicorum, X, lect. 14, n. 1505.
8
Santo Tomás, Summa Theologiae, II-II, q. 47, a. 8.
9
Santo Tomás, Summa Theologiae, I-II, q. 57, a. 6.
10
Domingo de Soto, De Iustitia et Iure, I, q. 1, a. 1.
11
Santo Tomás, In Sententiarum, IV, d. 33, q. 3, a. 1.
12
Juan Cruz, Fragilidad humana y ley natural. Cuestiones disputadas en el Siglo de Oro
(Pamplona, Eunsa, 2009), 43.
13
Santo Tomás, Summa Theologiae, I-II, q. 90, a. 4.
14
Francisco Bertelloni, «Sobre la dispensabilidad de la ley antigua. La posición
de Domingo de Soto a la luz de la tradición medieval», en Juan Cruz (ed.), La ley
natural como fundamento moral y jurídico en Domingo de Soto (Pamplona, Eunsa
2007), 111.
15
Cfr. Santo Tomás Summa Theologiae, I-II, q. 90, a. 1.
16
Raúl Madrid, «El giro suareciano y el problema del fundamento de la ley», en
Eduardo Soto Kloss (ed.), El derecho, un arte de lo justo (Santiago, Academia de
Derecho Universidad Santo Tomás 1999), 54.
17
Raúl Madrid, «El giro suareciano y el problema del fundamento de la ley», 56.
18
Juan de Santo Tomás, Cursus Theologicus, q. 5, d. 2, a. 3.
19
Cfr. Juan de Santo, In Sententiarum, IV, d. 33, q. 3, a. 1.
20
Raúl Madrid, «El giro suareciano y el problema del fundamento de la ley», 56.
21
Francisco Bertelloni, «Acerca del lugar de la voluntas en la teoría de la ley y de
la ley natural», en Juan Cruz, (ed.), La gravitación moral de la ley según Francisco
Suárez (Pamplona, Eunsa 2009), 65.
22
Cfr. Francisco Suárez, De Legibus, I, 12, 3.
23
Juan Cruz, Fragilidad humana y ley natural. Cuestiones disputadas en el Siglo de
Oro, 91.
24
Raúl Madrid, «El giro suareciano y el problema del fundamento de la ley», 63.
25
Francisco Suárez, De Legibus, I, 5, 11.
26
San Buenaventura, Opera Omnia, vol. III, 364b.
27
Francisco Suárez, De Legibus, I, 5, 11.
28
Francisco Suárez Defensio Fidei, III, 2, 16.
29
Cfr. José Salvador Guandique, «Noción de ley. Doctrina de Francisco Suárez», en
VV. AA., Actas del primer congreso nacional de filosofía (Buenos Aires, Universidad
Nacional de Córdoba, 1949),1294.
30
Francisco Suárez, De Legibus, I, 5, 14.
31
Santo Tomás, Quaestiones Quodlibetales, 9, 5, 2.
32
Santo Tomás, Summa Theologiae, I-II, q. 17, a. 1.
33
Juan de Santo Tomás, Philosophia Naturalis, IV, q. 12, a. 5.
34
Santo Tomás, Summa Theologiae, I, q. 82, a. 3.
35
Santo Tomás, Summa Theologiae, I-II, q. 17, a. 1.
36
Santo Tomás Summa Theologiae, I-II, q. 90, a. 1.
directa del pecado37, piensa el Santo Doctor. De ahí que se le haya ca-
racterizado como una potencia ciega38: en su obrar, debe seguir el juicio
práctico de la razón.
Sin embargo, escribe Santo Tomás, «relativa y comparativamente, la
voluntad es a veces más excelente que la inteligencia»39, por cuanto que
es la primera «que mueve en el orden de la eficiencia y de aplicar las
demás potencias en cuanto al ejercicio; luego, en ese orden supera al
entendimiento, que mueve solo objetivamente»40.
En estas ideas vemos ya un punto de contacto entre las argumenta-
ciones de Suárez y Santo Tomás. Esto porque el imperio de la voluntad
ha de estar sujeto al conocimiento de la razón práctica, que conoce e
identifica el bien que ha de seguirse y el mal que ha de evitarse41. Enton-
ces, y pese a que la volición es de suyo preceptiva, tal volición sigue las
indicaciones de la inteligencia, por cuyo conocimiento se muestra a la
voluntad lo bueno y lo malo moral.
Así, no puede decirse que en la ratio legis sea esencial tan solo el acto
de la voluntad. También el conocimiento de la razón práctica juega un
papel fundamental en la determinación de las normas. Porque si bien «la
voluntad hace bueno al hombre dispositivamente en la vida temporal,
porque es el principio del movimiento, y por lo tanto la bondad moral
se realiza en la voluntad; sin embargo, eso lo tiene en cuanto se confor-
ma con su norma, que es la recta razón»42. De este modo, tanto el acto
de la razón como el acto de la voluntad son igualmente indispensables,
«y constituyen en síntesis inseparable la sustancia de toda ley»; esto sin
perjuicio de que «lo que inmediatamente eleva la ley a la categoría de tal
es el momento de voluntad en quien la emite»43.
Se muestra, de esta manera, la superioridad que Suárez entrega a la
voluntad con respecto a la inteligencia en su filosofía de la ley, y en su
37
Santo Tomás Summa Theologiae, I-II, q. 75, a. 1.
38
Domingo de Soto, De Iustitia et Iure, I, q. 1, a. 1.
39
Santo Tomás, Summa Theologiae, I, q. 82, a. 3.
40
Juan de Santo Tomás, Philosophia Naturalis, IV, q. 12, a. 5.
41
Cfr. Santo Tomás, Summa Theologiae, I-II, q. 94, a. 2.
42
Francisco Suárez, De Anima, III, 9, 8.
43
Luis Recasens, La filosofía del derecho de Francisco Suárez (Madrid, Librería Gene-
ral de Victoriano Suárez 1927), 86 (por ambas citas)
metafísica, por lo demás. Esto se prueba, por ejemplo, por el hecho de que
el acto de amor, que es acto de la voluntad, «es más perfecto que el conoci-
miento natural del intelecto […] que es imperfecto y obscuro»44. Luego, es
la voluntad la que tiene preeminencia en la psicología del Eximio, toda vez
que únicamente el que obra por causa de la voluntad obra libremente y
puede determinarse ad opposita, de modo tal que aunque la inteligencia
presente a la voluntad su objeto conocido, no la determina a esto o a
aquello. Por eso, «la voluntad no se determina por nada que no sea ella
misma y solo puede haber necesidad en aquello que tiene que ver con
Dios mismo, no con las cosas contingentes»45, entre las cuales se halla
nuestra conducta, que es la materia de la ley.
Por lo tanto, la voluntad, escribe Suárez, es una potencia esencial-
mente indeterminada46, y realmente separada del intelecto47. Es más, la
voluntad, así entendida, es completamente dueña de sus actos, porque
estos son independientes de toda creatura. Entonces, la voluntad que es
regla del obrar no queda fijada ni por su fin ni por la condición cognitiva
preexistente a su propia actividad de elegir48. De ahí que Suárez haya dicho
que la voluntad no puede ser determinada ni por el cielo ni por ningún
otro agente creado49.
Con todo, Suárez no rechaza la intervención de la razón en la crea-
ción de la ley. Por esto es que sus argumentaciones no son las propias
del voluntarismo extremo, de Ockham por ejemplo. Lo que hace es más
bien posicionar a la razón en el papel que en su opinión le correspon-
de en el acto de imperio: bajo el dominio de la voluntad. Porque, como
puede concluirse de su pensamiento, «la ley indica racionalmente las
conductas correctas, pero […] aquello por lo que la ley obliga o crea el
deber de ser obedecida, más allá del simple consejo o indicación, ha de
consistir en un acto de imperio, esto es, de la voluntad de quien tiene
poder para imponer su voluntad».
44
Francisco Suárez De Anima, XII, 3, 6.
45
Francisco Bertelloni, «Sobre la dispensabilidad de la ley antigua. La posición de
Domingo de Soto a la luz de la tradición medieval», 123.
46
Francisco Suárez, De Anima, V, 2, 1.
47
Francisco Suárez, De Anima, V, 4, 2.
48
Giannina Burlando, «Configuración psicológica de la libertad humana en F.
Suárez», en Teología y Vida, XL (1999), 41.
49
Francisco Suárez, De Anima, II, 3, 18.
En este sentido, para que lo bueno pase a ser debido, y lo malo pase
a ser prohibido, «es necesario el acto de una voluntad superior y cualifi-
cada que lo ordene como tal»50. Sin embargo, y en esto es posible identi-
ficar este punto de contacto entre los planteos de Suárez y Santo Tomás
del que hemos venido hablando, «la ley requiere de dos cosas: moción y
dirección, bondad, por así decirlo, y verdad, esto es, juicio recto acerca
de lo que debe ser hecho, y voluntad eficaz para mover a la acción»51, y
esto aunque dicho juicio recto acerca de lo que debe ser hecho se vuelva
inmediata y realmente ley a partir del acto de la voluntad de aquel que
la establece52.
50
Francisco Carpintero, La ley natural. Historia de un concepto controvertido
(Madrid, Encuentro 2008), 200-201 (por ambas citas).
51
Francisco Suárez, De Legibus, I, 5, 20.
52
Gonçalo Pistacchini, «Introdução», en Francisco Suárez, De Legibus. Livro I.
Da lei em geral (Lisboa, Tribuna 2004), 121.
53
Francisco Suárez De Legibus, I, 5, 13.
54
Francisco Suárez De Legibus, I, 5, 25.
55
Zeferino González, Filosofía elemental. Moral. Nomología (Madrid, Imprenta de
Policarpo López 1876), 456.
56
Alfonso de Castro, De Potestate Legis Poenalis, I, 1.
57
Francisco Suárez, De Legibus, I, 12, 5.
58
Francisco Suárez, De Legibus, II, 2, 8.
59
Francisco Suárez, De Legibus, II, 1, 6.
60
Francisco Suárez De Legibus, II, 5, 2.
61
Francisco Bertelloni, «Acerca del lugar de la voluntas en la teoría de la ley y de
la ley natural», 62.
62
Francisco Suárez, De Legibus, I, 12, 4.
63
Raúl Madrid, «El giro suareciano y el problema del fundamento de la ley», 59.
64
Francisco Suárez, De Legibus, I, 5, 15.
65
Francisco Suárez, De Legibus, I, 5, 15.
66
Francisco Suárez, De Legibus, II, 6, 6.
67
Francisco Suárez, De Legibus, II, 6, 6.
68
Francisco Suárez, De Legibus, II, 6, 6.
69
Francisco Carpintero, La ley natural. Historia de un concepto controvertido, 210.
70
Francisco Suárez, De Legibus, II, 3, 9.
71
Francisco Suárez, De Legibus, II, 3, 6.
80
Juan Castillo, El mundo jurídico en Fray Luis de León (Universidad de Burgos
2000), 186.
81
Francisco Suárez, De Legibus, III, 13, 13.
82
Francisco Suárez, De Legibus, III, 15, 14.
83
Francisco Suárez, De Legibus, III, 15, 16.
84
Cfr. James Bernard Murphy, «The significance of customary law in the
philosophy of Francisco Suárez», ponencia presentada en la Conferencia anual de
filosofía cristiana, 2006
85
Antonio López, «Causalidad y libertad en Suárez y en la polémica De auxiliis», en
Logos. Anales del seminario de metafísica, III (2001), 93.
86
Francisco Suárez, Disputationes Metaphysicae, XIX, 2, 11.
87
Francisco Suárez, De Legibus, I, 5, 15.
88
Francisco Suárez, De Legibus, III, 15, 18.
89
Francisco Suárez, De Legibus, I, 5, 11.
90
Francisco Leocata, «Libertad y ley», en Juan Cruz (ed.), La gravitación moral de
la ley según Francisco Suárez (Pamplona, Eunsa 2009), 46 (por ambas citas).
91
Francisco Suárez, De Legibus, II, 6, 13.
92
Mauricio Beuchot, Derechos humanos, iuspositivismo y iusnaturalismo (México
DF, UNAM 1995), 115.
93
Francisco Suárez, De Legibus, II, 6, 11.
94
Luciano Pereña, «Introducción», en Fray Luis de León, De Legibus o Tratado de
las leyes (Madrid, CSIC 1963), XLIX (por ambas citas).
95
Francisco Suárez, De Legibus, I, 5, 13.
96
Cfr. Javier Hervada, Historia de la ciencia del derecho natural (Pamplona, Eunsa
1996), 237.
Entonces, la ley, concluye Suárez, «no está limitada a significar tan solo
un acto del intelecto o de la voluntad»97, sino que de ambas potencias, y de
esta manera «la ley natural prohíbe aquellas cosas que en sí son malas; pero
esta ley es verdadera ley divina y verdadera prohibición; luego, es necesario
que añada alguna obligación de evitar el mal que es de suyo tal»98. Esto
se logra por medio de la voluntad divina99, que, no obstante ser la causa
inmediata de la obligatoriedad de la ley de la naturaleza, «supone un juicio
previo de la malicia v. gr. de la mentira»100. Luego, también para Suárez,
como lo había sido para Santo Tomás, lo bueno y lo malo se dice, en cierta
manera, por comparación al orden de la razón101.
Ahora bien, y como ya ha sido dicho, lo que convierte al juicio de la
razón práctica en ley es el imperio de la voluntad. Y esto porque el acto
de la voluntad es más perfecto que el acto del entendimiento, piensa
Suárez. Así, cuando comparamos uno y otro, resulta que el acto más
perfecto de la voluntad es amar a Dios, y aunque el acto más perfecto del
intelecto sea conocer a Dios, es mejor amarle que conocerle, al menos
en la vida presente102.
En definitiva, el pensamiento de Suárez acerca de la essentia legis
oscila entre ratio y voluntas. Porque cuando enfatiza el momento vo-
luntarista, «procura al mismo tiempo salvar el momento intelectual, y
porque cuando destaca el momento intelectual, procura al mismo tiem-
po salvar y conservar el momento voluntario». Se trata, por tanto, «de
un gran esfuerzo conceptual y sistemático por lograr una concordantia
discordantium»103, un esfuerzo por la novedad de su proyecto filosófico,
un proyecto que se mueve entre el respeto por la auctoritas del Angélico,
y la necesidad de una renovación de la filosofía de la ley en razón de las
nuevas necesidades y preocupaciones de su tiempo.
97
Francisco Suárez, De Legibus, I, 12, 3.
98
Francisco Suárez, De Legibus, II, 6, 8.
99
Francisco Suárez De Legibus, II, 6, 5.
100
Francisco Suárez, De Legibus, II, 6, 8.
101
Francisco Suárez, De Bonitate et Malitia Humanorum Actuum, 9, 3, 10.
102
Cfr. Juan Fernando Sellés, Conocer y amar. Estudio de los objetos y operaciones
del entendimiento y de la voluntad según Tomás de Aquino (Pamplona, Eunsa 2000),
231.
103
Francisco Bertelloni, «Acerca del lugar de la voluntas en la teoría de la ley y de
la ley natural», 72 (por ambas citas).
Abstract: This paper tries deeper into the notions of law of two of the most im-
portant scholastics: Aquinas and Suarez. We know that Suarez tries give sense
and intelligence at the Aquinas´ words. Usually we mark the voluntarism and the
distance that Suarez takes over the Aquinas’ theology; for this we wanted outline
a possible continuity between the two doctors of scholastic theology: everything
from the analysis of the concept of imperium.
Keywords: Ratio legis, law in general, imperium, determination.
Hernán Neira
UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE CHILE*
*
Con el apoyo del Fondo Nacional de Investigación, Ciencia y Tecnología, Chile,
proyecto 1085080, titulado La globalización como filosofía de la historia: bases
americanas, y de la Universidad de Santiago de Chile. Traducido al castellano
por el autor. Fue escrito en inglés como contribución al coloquio internacional
Die Normativität des Rechts in der spanischen Spätscholastik, que tuvo lugar en Bad
Homburg, organizado por el Excellenzcluster Normative Orders, de la Goethe-
Universität Frankfurt am Main, 2009.
1
De ahora en adelante, las dos lecciones serán nombradas como De indis prior y De
indis posterior. Sin embargo, De indis prior se divide en dos partes. Dada la variedad
de ediciones, con diferentes títulos, paginación y divisiones, hemos tratado de
utilizar un criterio universal de referencias, fácil de encontrar en cualquier edición.
Para De indis prior, denominamos la parte en números romanos (I, II, etc.); la
sección en números arábigos y la página de la edición de la Biblioteca de Autores
Cristianos (BAC). Como De indis posterior no está dividido en partes, para este libro
damos directamente la sección. Por ejemplo: De indis prior I, 1, p. 648 significa: De
indis prior, parte I, sección 1, p. 648 (BAC). De indis posterior 1, p. 816 significa:
De indis posterior, sección 1, p. 816 (edición BAC).
2
Francisco de Vitoria, De indis prior, I, 1-3, pp. 648-649.
3
Este título podría traducirse como Sobre la búsqueda de la salvación de los indios,
pero normalmente no se traduce al español. José de Acosta, De procuranda
indorum salute. Colección Corpus Hispanorum de Pace, edición bilingüe. Ed.
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1984 (Vol. XXIII); 1987
(Vol. XXIV).
4
«Evangelizar», en Concise Oxford Dictionary. (OUP, Oxford 1980).
5
Real Academia Española, «Evangelizar», [en línea][fecha de consulta: 9 octubre
2007]. Disponible en http://www.rae.es
6
Francisco de Vitoria, De indis prior I, 1, p. 642. «An liceat baptizare filios
infidelium invitis parentibuss».
7
Francisco de Vitoria, De indis prior I, 1, p. 642.
8
Francisco de Vitoria, De indis prior, I, 7, p. 656.
9
Francisco de Vitoria, De indis prior, I, 7, p. 656.
10
Francisco de Vitoria, De indis prior I, 3, p. 678. «Papa non est dominus civilis
aut temporalis totius orbis, loquendo propie de dominio et potestate civili».
11
Francisco de Vitoria, De indis prior I, 1, 642. Ibid., II, 6-7, p. 682. «Papa nullam
potestatem temporalem habet in barbaros istos, neque in alios infideles [...] Sequitur
colorarium: Quod etiam si barbari noling recognoscere dominium aliquod Papae,
non ideo potest eis bellum inferri et bona illorumm occupari».
12
Francisco de Vitoria, De indis posterior, 7, p. 683.
13
Francisco de Vitoria, De potestate Ecclesiae prior. En Francisco de Vitoria, Obras.
(BAC, Madrid 1960), 294.
14
Francisco de Vitoria, De indis prior, I, 11, 693.
15
Francisco de Vitoria, II, 1, p. 705.
16
Francisco de Vitoria, 2, p. 705.
17
Francisco de Vitoria, 4, p. 7, 709, 713.
18
Francisco de Vitoria, 9 y 11, pp. 717-718.
19
Francisco de Vitoria, 13, p. 719.
20
Francisco de Vitoria, 14, p. 719.
21
Francisco de Vitoria, 15, p. 720.
22
Francisco de Vitoria, 16, p. 721.
que en cierta manera forma una república universal, tiene poder de dar
leyes justas y convenientes para todos [...] de donde se desprende que
pecan mortalmente los que violan los derechos de gentes, en la paz o
en la guerra [...] Y ninguna nación puede tenerse por no obligada ante
el derecho de gentes, porque este ha sido dado por la autoridad de todo
el orbe»23.
Este derecho de gentes sería una ley natural, y la ley natural es lo que
la razón ha establecido24, es decir, lo que ha establecido Dios, porque
Dios sería su autor25. A pesar de esta definición, la mera enumeración de
los títulos de soberanía muestra que el derecho de gentes es inseparable
del derecho civil. El entretejido de ambas leyes y derechos no ocurre solo
en la filosofía de Vitoria, sino en cualquier asunto relativo a la América
española. Cualquier intento de separarlos supone la creación de una abs-
tracción, que vuelve imposible entender cómo el dominio europeo fue
asegurado en América durante el siglo XVI y cómo fue percibido por los
teólogos y filósofos de entonces.
La negación por parte de Vitoria de la soberanía terrenal universal del
Papa y del emperador no significa que no les haya sido leales; su lealtad
fue reconocida ya en su época, a pesar de que su doctrina se opone a las
pretensiones de los encomenderos y de otros autores, como fue el caso de
Juan Ginés de Sepúlveda. Carlos V de España encargó a Vitoria asistir al
Concilio de Trento en calidad de teólogo imperial, pero para entonces ya
estaba enfermo y rechazó el mandato, muriendo ese mismo año (1546).
El emperador confiaba en Vitoria del mismo modo que este dudaba en sus
lecciones públicas sobre la extensión del dominio y poder de aquel.
Vitoria interpreta restrictivamente la pretensión de poder universal
del Papa y del emperador con motivo de la cesión hecha en la bula Inter
caetera y la transforma en un poder restringido, pero legal. En nombre
del interés de la humanidad o de lo que Vitoria considera una república
formada por todo el mundo, el simple someter a otros pueblos se trans-
forma en un sometimiento bajo ciertas condiciones definidas por un
poder legal y superior al del emperador y al del Papa; esto es, el derecho
de gentes. En el caso de que este derecho fuese violado por los indios,
los españoles tendrían autorización para extender su dominio político
23
Francisco de Vitoria, De civile potestate, 21, p. 191.
24
Francisco de Vitoria, De indis prior, I, 2, p. 706.
25
Francisco de Vitoria, De civile potestate, 5-6, pp. 158.
28
José de Acosta, De procuranda indorum salute. Colección Corpus Hispanorum
de Pace, edición bilingüe. Ed. Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
Madrid, 1984 (vol. XXIII); 1987 (vol. XXIV).
29
Francisco de Vitoria, Proemio, p. 56. «De procuranda salute indorum recte
atque apte dicere, perdifficile est. Primum, quod barbarorum gentes innumerabiles
sint, ut coelo, locis, habitu, ita ingenio, moribus institutis latissime dissdentes.
Quibus omnibus Evangelio conciliandis, instituendis regendisque aliquid com-
mune praecipere, arque in tanto hominum rerumque discrimine accommodate
ac certo quid expedit definire, magnae cuiusdam facultatis est, quam profecto nos
minime consecuti sumus».
30
Francisco de Vitoria, I, 11, 1, p. 169.
31
Peter Mason, Deconstructing America: Representations of the Other. (Routledge,
London 1990)
32
José de Acosta, De procuranda, Proemio, p. 55.
33
José de Acosta, De procuranda, II, 18, 1.
34
José de Acosta, De procuranda, I, 13, 1, p. 193.
35
José de Acosta, De procuranda, IV, 21, 2, p. 159.
36
José de Acosta, De procuranda, V, 10, 1, p. 259.
37
José de Acosta, De procuranda, 2, p. 261
38
Cf. Mt 28, 20.
39
José de Acosta, De procuranda, I, 1, 1, p. 75.
40
José de Acosta, De procuranda, I, 1, 1, p. 2.
41
Francisco de Vitoria; De potestate civili, op. cit., cap. 1, p. 151. «Omnis, seu
publica seu privata potestas, qua respublica saecularis administratur, non solum
iusta et legitima est, sed ita Deum auctorem habet, ut net orbis totius consensus
tolli aut abrogari posit».
42
José de Acosta, De procuranda IV, 3, 3.
43
José de Acosta, De procuranda, II, 2, 2-3, pp. 255-257.
luntaria [...] Por tanto, como obedecer por la fe al Evangelio es algo volun-
tario y libre para todo el mundo y una fe arrancada a la fuerza no puede ser
sino demoníaca, al oyente hay que guiarlo con dulzura y benevolencia»44.
En consecuencia, para Acosta, el punto de partida de la comunica-
ción legal del evangelio, en la segunda mitad del siglo XVI, implica una
conciliación del derecho de gentes y del derecho civil, que él supone
basados en la ley natural y divina. Esto solo se puede conseguir mediante
el atraer a los indios al evangelio y obteniendo su acuerdo sincero para
que abandonen sus creencias y costumbres previas. Pero ¿qué significa
«predicar» (predicare)? En el libro I, capítulo 1, en el que exhorta a no
desesperar sobre la salvación de los indios, Acosta escribe que «no hay
raza ninguna de hombres que esté excluida de la predicación y del Evan-
gelio y de la fe», pero los traductores transforman «communicatione» en
«predicación»45. Communicatione, como hemos visto, se relaciona con
communio, comunidad, y también con la idea de Vitoria de una sociedad
y comunicación natural entre la especie humana.
De acuerdo con el derecho de gentes y con el derecho civil, la rea-
lización del ideal de conversión, con las limitaciones complementarias
del derecho canónico, requiere un acuerdo interior por parte de los in-
dios, lo que es muy diferente del conseguir su sometimiento político.
Alcanzar este acuerdo, que se basa en la voluntad de los indios, tiene dos
aspectos: por un lado, la conciencia; y, por el otro, un resultado práctico,
porque el conocimiento (cognitio) y el deseo o voluntad (appetitio) son
dos lados de la racionalidad natural (rationalis naturae)46. A partir de
esta doble comprensión de la naturaleza humana racional surge un doble
método de evangelización: enseñar y exhortar. Los resultados de ambos
métodos deben ser un incremento del conocimiento indígena de Cristo
y el comienzo de la acción de ellos del actuar con caridad hacia Dios y
hacia los demás seres humanos. En el pensamiento católico, la caridad
44
José de Acosta, De procuranda, I, 13, 3, p. 197. «Nihil ita fidei susceptioni
adversatur atque vis omnis et violentia. Non enim est fides nisi violentium [...]
Quoniam ergo voluntarium est ac liberum cuique obedire Evangelio credendo,
neque fides per vim extorta aliorum potest esse quam daemnum».
45
José de Acosta, De procuranda, I, 1, 1, p. 75. «Neque enim genus aliquod homi-
num exclusum est in Evangelii fideique communicatione, ubi a Christo Domino
Apostoli audiunt».
46
José de Acosta, De procuranda, V, I, 3.
47
Jürgen Habermas, Teoría de la acción comunicativa I. Racionalidad de la acción
social y racionalización social (Taurus, Madrid 2001), 124 (versión de Manuel
Jiménez Redondo).
48
José de Acosta, De procuranda, IV, 7, 1, p. 55.
49
José de Acosta, De procuranda, IV, 7, 1, p. 129.
50
José de Acosta, De procuranda, I, 2, 2, pp. 85-87.
51
José de Acosta, De procuranda, VI, 24, 1, p. 489.
52
Platón; La república (Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid
2006), 511.
53
José de Acosta, De procuranda, V, 4, 8-9, p. 219.
54
José de Acosta, De procuranda, I, 2, 3-5, pp. 391-397.
55
Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Phänomenologie des Geistes. (Felix Meiner,
Hamburg 1954), 22: «Die Vernunft das zweckmäßige Tun ist».
El tiempo de la acción
No hay filosofía ni teoría de la comunicación despojadas de supuestos
metafísicos y políticos. Esta es la base no declarada de la comunicación
sobre la cual puede desarrollarse el acuerdo o el desacuerdo. La teoría de
la comunicación natural al interior de la humanidad tuvo muchas ver-
siones en el mundo académico hispánico; algunas de sus figuras más no-
tables fueron Las Casas, Vitoria y Acosta. Sin embargo, la teoría de la co-
municación de Acosta estuvo muy lejos de poder impedir las crueldades
que fueron informadas por tantos testigos, algunas de las cuales pueden
haberse fundado en la idea de esta comunicación natural básica. Incluso,
hay algunas argumentaciones de Acosta que sugieren que su doctrina
puede haber conducido a un incremento de la opresión de los indígenas
bajo el pretexto de convertirlos, protegerlos o salvarlos, aspectos que no
hemos desarrollado aquí y que se encuentran especialmente en el libro
IV y V de De procuranda56. Eso requiere un juicio moral y político que,
hoy, no podemos ni se puede evitar, pero que no es nuestro tema aquí.
La lectura de De procuranda ayuda a comprender que, durante el si-
glo XVI, los asuntos americanos pusieron a la filosofía, a la teología y a la
política bajo tensión, y que toda argumentación sobre ellos tenía conse-
cuencias inmediatas sobre el destino de millones de seres humanos. Es-
tas consecuencias se deben al inseparable entretejido de ideas e intereses
civiles, internacionales y eclesiásticos. Las decisiones tenían que ser to-
madas demasiado de prisa en relación con el tiempo que la filosofía tenía
56
José de Acosta, De procuranda, IV, 19; y V, 9-11.
57
Serge Gruzinski, La colonización de lo imaginario. Sociedades indígenas y
occidentalización en el México español. Siglos XVI–XVlll (Fondo de Cultura
Económica, México D. F. 1991).
Resumen: En Los indios recién descubiertos (1538), Francisco de Vitoria afirma que
hay una comunicación y sociedad natural entre todos los seres humanos. Cuarenta
años después, en Lima, el jesuita José de Acosta, en Sobre la salvación de los indios
(1576), escribe una suerte de informe sobre cómo poner en práctica esta comuni-
cación por medio de métodos pacíficos de predicación. Es un tipo de tratado de
comunicación, en el cual denuncia la práctica de las conversiones forzadas. Para
Acosta, el éxito de la comunicación del evangelio a los indios supone un cambio
voluntario de creencias y acciones, basado en lo que él considera la razón natural.
Esta discusión filosófica y teológica muestra que hay un entretejido normativo
entre el ius gentium, ius civile y ley eclesiástica, y que la actual teoría de la comu-
nicación tiene mucho que aprender de este caso paradigmático y parcialmente
fracasado de comunicación del evangelio en América.
Palabras clave: Francisco de Vitoria, José de Acosta, teoría de la comunicación, ius
gentium, indios americanos, razón natural
Manfred Svensson
INSTITUTO DE FILOSOFÍA
UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
1. Introducción
La noción de cosas indiferentes (adiaphora) ha desempeñado un impor-
tante papel a lo largo de la historia del pensamiento y constituye un caso
significativo de cómo un concepto de la tradición filosófica antigua es
adoptado por los cristianos para usos radicalmente distintos de los origi-
nales. Originalmente, en efecto, esta noción es utilizada por los estoicos
para describir estados de un sujeto (como salud o enfermedad) y objetos
externos (pobreza o riqueza), pero en manos de los cristianos pasa muy
temprano a ser una herramienta para evaluar las variaciones locales del
culto2. Más tarde, en los tratados escolásticos sobre la especificación del
acto moral, la noción de actos indiferentes desempeñaría también un
significativo papel, y acabaría luego extendiéndose de la acción moral y
del culto también a las creencias, a la pregunta respecto de si acaso las
grandes discusiones doctrinales no son más bien respecto de cuestiones
indiferentes. Tal tesis, popularizada por el erasmismo pero de raíz tar-
domedieval, llegaría a ser un importante componente de las discusiones
del siglo XVII sobre la tolerancia. El presente artículo busca establecer el
papel desempeñado por esta noción en la Reforma protestante del siglo
XVI, uno de los puentes entre el discurso medieval y el nacimiento del
pensamiento moderno.
1
El presente trabajo es parte de una investigación financiada por el Fondo Nacional
de Desarrollo Científico y Tecnológico, FONDECYT, proyecto N° 11090189 «La
distinción entre cosas indiferentes (adiaphora) y necesarias: un paradigma de la
modernidad temprana en la obra de Melanchthon y Locke».
2
Véase, por ejemplo, las cartas 54 y 55 de san Agustín.
3
Se trata de una interpretación frecuente entre pensadores católicos. Véase, por
ejemplo, J. Maritain, Tres reformadores: Lutero, Descartes, Rousseau (Encuentro,
Madrid, 2006).
4
Para tal lectura véase R. Muller, Post-Reformation Reformed Dogmatics. IV (Baker
Academic, Grand Rapids, 1987-2003); W. J. van Asselt, Introduction to Reformed
Scholasticism (Reformation Heritage Books, Grand Rapids, 2011); C. Trueman
y R. S. Clark (eds.) Protestant Scholasticism. Essays in Reassesment (Paternoster,
Carlisle 1999).
5
Una representativa muestra de dicha aproximación se encuentra en B. Verkamp, The
Indifferent Mean. Adiaphorism in the English Reformation to 1554 (Ohio University
Press, Athens 1977). Curiosamente, la excepción a esta norma se encuentra en una
obra de estética, pero que discute abundante material adiaphorista del siglo XVI
en el contexto moral y doctrinal: R. Sdzuj, Adiaphorie und Kunst. Studien zur
Genealogie ästhetischen Denkens (Max Niemeyer Verlag, Tübingen 2005).
6
Una representativa cantidad de la literatura de controversia del período se
encuentra reunida en I. Dingel (ed.), Reaktionen auf das Augsburger Interim: der
interimistische Streit (1548-1549) (Vandenhoeck & Ruprecht, Göttingen 2010).
Para el análisis del contexto histórico y de la literatura polémica de los distintos
2. Minimalismo doctrinal
9
Respecto del minimalismo doctrinal en el mundo evangélico contemporáneo cf. D.
G. Hart, The Lost Soul of American Protestantism (Rowman & Littlefield, Lanham
2004).
10
Erasmo de Rotterdam, Epistola ad Paulum Volzium en Ausgewählte Schriften. I
(Wissenschaftliche Buchgesellschaft, Darmstadt 1968), 12-14.
11
Véase J. Marshall, John Locke. Resistance, Religion and Responsibility (Cambridge
University Press, Cambridge 1994), 5.
Ahora bien, que hay una general influencia del movimiento humanis-
ta sobre todo el siglo XVI, y en particular sobre algunos de los reforma-
dores, es algo que se encuentra fuera de discusión. Aquí conviene pues
plantear la cuestión del modo más específico posible, y para esto con-
viene en primer lugar atender a la controversia de Lutero con Erasmo. A
nadie se escapa la relevancia de esta para el rumbo definitivo de la Refor-
ma y el distanciamiento de la misma respecto del resto del movimiento
humanista. Con todo, su importancia suele ser reducida a la discusión
sobre la libertad de la voluntad humana. Pero si bien ese es efectivamen-
te el objeto principal del De Servo Arbitrio, el prólogo de Lutero a dicha
obra le da a esta discusión un significado mucho más amplio, el cual pa-
rece tornar la obra importante para lo que aquí discutimos. Pues Lutero
se vuelve ahí contra la posición neutral o escéptica con la que caracteriza
a Erasmo (venis medius)12. En respuesta a la posición de Erasmo según
la cual este preferiría suspender el juicio en materias periféricas, Lutero
afirma que tampoco respecto de cuestiones menores le cabe al cristiano
«dejar de gozarse en las assertiones. Por el contrario, precisamente en las
assertiones hay que encontrar gozo, o no se será cristiano»13. La assertio
podría traducirse de distintos modos: afirmaciones específicas, creencias
robustas o juicios categóricos. Pero afortunadamente, en este caso Lu-
tero da una explicación que para nuestro presente propósito es suficien-
temente clarificadora. En efecto, «para que nadie juegue con palabras»,
se apura aquí en afirmar que bajo assertio entiende «adherir de modo
constante a una doctrina, reforzarla, confesarla, defenderla y aferrarse de
modo inconmovible a ella»14. Esto no deja mucho lugar a dudas respecto
del modo o la tenacidad de la adhesión. Pero por supuesto podría tratar-
12
WA 18, 605. Para las obras de los reformadores protestantes se citará a continuación
según las siguientes ediciones. Lutero, Werke. Weimarer Ausgabe [abreviado WA]
(Böhlau, Weimar, 1883-). Calvino, Ioannis Calvini opera quae supersunt omnia
[CO]. Wilhelm Baum, Eduard Cunitz y Eduard Reuss (eds.) (Braunschweig,
1863-1900). Para su Institución [Inst.] seguimos la edición de Peter Barth et al. en
Johannis Calvini Opera Selecta (Chr. Kaiser, Múnich 1926-1952). Melanchthon,
Melanchthons Werke in Auswahl [MWA], ed. R. Stupperich (Gütersloher
Verlagshaus Gerd Mohn, Stuttgart-Bad Cannstatt, 1951-1975) y Opera quae
supersunt Omnia en Corpus Reformatorum [CR], ed. C. B. Brettschneider y H.
E. Bindseil (C. A. Schwetschke, Halle-Braunschweig 1834-1860).
13
WA 18, 603.
14
WA 18, 603. Hay una razón más específica por la que este es el término escogido
aquí. Cuando Erasmo publica en 1524 su Diatriba sobre el libre albedrío, el texto
de Lutero que toma como punto de referencia para iniciar la discusión es la Assertio
omnium articulorum, con la que Lutero responde en 1520 a León X.
15
WA 18, 603.
16
WA 18, 604.
17
WA 18, 604.
18
CO 7, 603-4.
22
Unitatis Redintegratio, n. 11. La adopción de esta fórmula ha tenido de hecho
influencia retrospectiva en el estudio de importantes pensadores protestantes.
Véase, por ejemplo, F. Duchesneau, «Leibniz: La bible et l’ordre des vérités», en
Revue de théologie et de philosophie 133, 3 (2001) 267-286.
23
WA 18, 613. mitius tamen peceant quam tu.
24
WA 18, 604.
25
Por ejemplo, H. Witsius, Excercitationes sacrae in symbolum quod apostolorum
dicitur (Johannem Wolters, Amsterdam, 1697) II, 6.
26
WA 18, 609.
27
WA 18, 610.
28
WA 18, 605 y 611.
29
R. Muller, «To Elaborate on the Topics: The Context and Method of Calvin’s
Institutes», en Muller The Unaccomodated Calvin. Studies in the Foundation of
a Theological Tradition (Oxford University Press, Oxford, 2000), 101-117. Véase
asimismo las diversas contribuciones en G. Frank – H. Selderhuis, Melanchthon
und der Calvinismus (frommann-holzboog, Stuttgart- Bad Cannstatt 2005).
30
F. Hildebrandt, Melanchthon, Alien or Ally? (Cambridge University Press,
Cambridge 1946), 82.
31
Para un caso reciente puede verse la imagen de Melanchthon transmitida en O.
Olson, Matthias Flacius and the Survival of Luther’s Reform (Lutheran Press,
Minneapolis 2011). La obra pasa por alto las investigaciones de Wengert que
mencionamos a continuación.
32
Véase principalmente T. Wengert, Human Freedom, Christian Righteousness. Philip
Melanchthon’s Exegetical Dispute with Erasmus of Rotterdam (Oxford University
Press, Oxford 1998).
33
Esto es un trabajo que respecto del grueso de la obra de Melanchthon puede aún
considerarse pendiente, aunque el mismo Wengert ha dado un primer paso con su
evaluación de la primera reacción de Melanchthon al Interim en «Not by Nature
Philoneikos. Philip Melanchthon’s Initial Reactions to the Augsburg Interim, en I.
Dingel – G. Wartenberg, Politik und Bekenntnis, 33-50.
34
Véase G. Remer, Humanism and the Rhetoric of Toleration (Pennsylvania State
University Press, University Park 1996), 74-75.
35
MWA II/1, 19.
36
WA 18, 601.
37
MWA II/1, 19.
38
CR 21, 59–72, 231–42, 563–94.
39
MWA II/1, 17.
40
MWA II/1, 186.
41
Véase S. Grosse, «Melanchthons Wende zut Trinitätslehre», en Kerygma und
Dogma 54, 4 (2008), 264-289.
42
CR 9, 91.
43
Clemente, Stromata V, 26, 1-5.
44
Agustín, De fide et operibus I, 1.
45
Tomás de Aquino, Super I Cor., cap. 3 l. 2.
46
Véase I Backus, Historical Method and Confessional Identity in the Era of the
Reformation (1378-1615) (Brill, Leiden 2003), 256.
47
CO 49, 357.
48
CO 49, 354.
49
CO 49, 354.
50
CO 7, 593.
51
WA 18, 605.
52
H. Bavinck, «The Essence of Christianity» en Essays on Religions, Science, and So-
ciety (Eerdmans, Grand Rapids 2008), 38.
53
T. Wengert, «adiaphora», en H. Hiilerbrand (dir.), The Oxford Encyclopedia of
the Reformation (Oxford University Press, Oxford 1996) I, 5.
para los cristianos: sea anatema»54. Intentaremos aquí aclarar qué moti-
vaba en ambos casos esta acusación. En cualquier caso, el carácter recí-
proco de la misma ya indica que esta debe ser tomada cum grano salis:
piensen lo que piensen los implicados sobre sus respectivos adversarios,
unos y otros parecen querer defender algo muy similar.
Cabe, para comenzar, notar que Ireneo había ya rechazado un tipo de
comprensión de la centralidad de la fe en tales términos. En el Adversus
Haereses se refiere, en efecto, a grupos que sostendrían que como «por
la fe y la caridad somos salvos», «todo el resto es indiferente». Signifi-
cativamente, en el mismo pasaje esta afirmación se mezcla con otra de
trasfondo sofista según la cual «es según la opinión de los hombres que
unas cosas son llamadas buenas y otras malas, ya que nada es malo por
naturaleza»55. El canon tridentino que hemos citado no llega a atribuir
a los reformadores protestantes la posición sofista, pero sí les atribuye el
entender la centralidad dada a la fe en términos de una resurrección de la
posición gnóstica combatida por Ireneo. Todavía hoy dicho argumento
sigue estando vigente entre importantes pensadores católicos, que ponen
en duda el levantamiento de este tipo de condenas recíprocas en el con-
texto del movimiento ecuménico contemporáneo. Al parecer de John
Finnis, por ejemplo, se debería privilegiar la perspectiva de los autores
del siglo XVI, los cuales comprendían bien lo sostenido por sus adver-
sarios y por lo mismo levantaban tal voz de alerta56. Pero en el presente
punto el atender a textos de los autores del siglo XVI tal vez puede ser
provechoso precisamente por el modo en que parece respaldar el levan-
tamiento de recíprocos anatemas en esta materia. Pues Calvino, quien
en su Antídoto a Trento presenta cada artículo que le parece importante
acompañándolo de una refutación, cita el canon XIX y su condena de la
indiferencia moral, acompañando la cita de un sencillo «amén»57. En el
campo luterano la situación es idéntica. Martin Chemnitz, el principal
de los controversialistas antitridentinos, resuelve la cuestión también de
modo sumario, por lo evidente que le parece el hecho de encontrarse
54
Sess. VI, canones de iustificatione, can. 19 (Denzinger 1569).
55
Ireneo, Adversus Haereses. I, 25, 5. Tanto el texto latino como el griego preservan
en este pasaje toda la terminología clásica en discusión: indifferentia/adiaphora,
opinio/doxa, natura/physei.
56
J. Finnis, Religion and Public Reasons (Oxford University Press, Oxford 2011), 165.
57
CO 7, 480.
hoy le puede sorprender tal crítica. No solo parece de facto errónea, sino
que parece sorprendente que a los reformadores protestantes les pudiera
parecer un punto digno de discusión. En el grado de generalidad con
que es formulada la acusación, es por supuesto tanto o más calumniosa
que el canon XIX de Trento, pues hace caer un sinnúmero de posiciones
medievales bajo un mismo denominador. Pero la preocupación de los re-
formadores por este punto no debe ser considerada marginal, sino que se
vincula a posiciones fundamentales de los mismos: lo que están diciendo
es que en la iglesia tardomedieval pudo llegar a haber un desarrollo semi-
pelagiano precisamente porque las exigencias de la ley moral no estaban
siendo expuestas de un modo acabado. La posición de los reformadores
puede ser fácilmente expuesta en los siguiente términos: si se viera la ley
moral en pleno vigor, sin convertir preceptos en meros consejos y sin
dar lugar a actos individuales indiferentes, no habría lugar a creer que
el hombre es capaz de cumplir con dicha ley por sus propias fuerzas. Es
algo más común que los reformadores hagan notar este punto criticando
la distinción entre praecepta y consilia evangelica, pero es en ese mismo
contexto que debe ser vista la crítica a la noción de actos indiferentes.
Pero esto significa que tiene pleno sentido intentar averiguar si la crí-
tica de facto tiene algún asidero en textos medievales. No esperando en
Lutero una discusión sobre la especificación del acto moral, sus editores
modernos ofrecen aquí una explicación insuficiente. En una nota al pie
del enigmático pasaje que hemos citado, ofrecen un panorama del desa-
rrollo medieval de la cuestión en los siguientes términos: primero habría
en san Agustín una transmisión del concepto estoico de adiaphora, en
segundo lugar se pasaría a la aceptación escotista de acciones indiferen-
tes in individuo, para finalmente señalar que dicho campo se vio con-
siderablemente ampliado por el ockhamismo, en concreto en Gabriel
Biel65. Hay algo de verdad en tal descripción de los hechos; pero el texto
de Gabriel Biel al que hacen referencia los editores de Lutero no es un
texto sobre la especificación del acto moral, que es el lugar en el que se
desarrolla usualmente el problema, sino sobre la existencia de obras «na-
turales» en el sentido de que también sin la gracia puedan ser considera-
das como moralmente buenas66. Pero está claro por el pasaje en cuestión
que Lutero está en realidad más inserto en una discusión medieval sobre
la especificación del acto moral que lo que sería usual pensar: el término
media es un frecuente equivalente de indifferentes, establecido ya desde
Cicerón como una de las posibles traducciones latinas de adiaphora67.
Está además claro que dentro de dicha discusión tardomedieval hay un
desarrollo por el que crecientemente se afirma la existencia de tales obras
indiferentes también en el caso de un acto individual e intencional68. Tal
desarrollo obedece por lo demás –al menos en parte– a un esfuerzo por
mitigar lo que de otro modo parecerían las exigencias excesivas de la ley
moral. Es, en efecto, una constante entre los autores que aprueban la
idea de acciones individuales intencionales indiferentes el afirmar que
la tesis contraria sería «excesivamente dura» (nimis durus), que «estrecha
demasiado el camino hacia el reino»69. El juicio histórico de los refor-
madores no parece pues errado respecto de tal desarrollo, aunque sí cabe
afirmar que es un juicio insuficientemente diferenciado, que omite aquel
lado de la tradición medieval con el cual habrían concordado en caso de
conocerlo. En Tomás de Aquino, en efecto, se llega a conclusiones ple-
namente compartibles por los reformadores, de un modo que obliga a
cualificar decididamente los juicios de Wengert que hemos citado. Pues
tanto la afirmación de la existencia genérica de acciones indiferentes
como la negación de su existencia en acciones intencionales interesa a
uno y otros, aunque sea por motivos distintos. En ese sentido no es de
extrañar que, como ampliamente ha mostrado Reimund Sdzuj, en esta
materia la continuidad con el tomismo no constituye una excepción,
sino que marcara la norma tanto para los reformadores como para el
pensamiento protestante de al menos todo el siglo siguiente70.
66
Biel, In II Sent., d. 28.
67
Véase De finibus III, 39; III, 53 y III, 58.
68
Véase Duns Escoto, Ordinatio II, d. 41 y Pedro Aureolo II, d. 40.
69
Así G. Biel en II, d. 41, art. 3. Del mismo modo juzga ya Buenaventura, In II
Sent, d. 40, q. 3.
70
Véase R. Sdzuj, Adiaphorie und Kunst. 91-174.
71
En ese orden lo tratan, por ejemplo, Calvino en Inst. III, 19, 1-8 , y Melanchthon,
CR 26, 25.
72
WA 7, 69-70. La afirmación solo se encuentra en la versión latina del tratado, que
sobre todo en las últimas páginas difiere significativamente de la alemana.
73
Inst. III, 19, 1.
74
Se trata de un texto significativo además por la controversia que genera respecto
de la doctrina de la penitencia, y por su papel en el surgimiento de la primera
controversia antinomista dentro del protestantismo. Al respecto véase T. Wengert,
Law and Gospel. Phipil Melanchthon’s Debate with John Agricola of Eisleben over
Poenitentia (Baker, Grand Rapids 1997).
75
CR 26, 23.
76
Esta alusión a Mateo 23,24 se encuentra en CR 26:23 y 26.
77
Inst. III, 19, 1.
78
Inst. III, 19, 7.
francesa (de la pluma del mismo Calvino) completa diciendo «las cosas
que no son en sí buenas ni malas»79. Por si alguna duda cabe al respec-
to, tal lenguaje nos debiera recordar cuán claramente insertos están los
reformadores en discusiones clásicas. En un punto de la discusión, Cal-
vino concede que existen cosas indiferentes, «pero siempre que se las use
de modo indiferente»80 –un claro eco estoico81. La discusión de Calvino
se inicia con la preocupación respecto del culto, pero se expande luego a
un rango mayor de posibles acciones indiferentes, como la acumulación
de riquezas. Saber lo que es la libertad en este campo, Calvino lo tiene
por algo necesario para la tranquilidad de las conciencias y para erradicar
la superstición82. En efecto, parece haber un énfasis mayor que en Me-
lanchthon respecto de la importancia de reconocer la incapacidad de las
ceremonias para aplacar a Dios: «a muchos ineptos les extraña», escribe,
su preocupación por la libertad respecto de cosas menores como el uso
de comidas o vestimentas, «pero hay en esto algo de importancia mayor
que lo que generalmente se cree»83. Tras estas observaciones ofrece un
detenido análisis del tipo de tormentos de conciencia sufridos por quien
tiene por impuro algo en realidad indiferente84. Pero a esta considera-
ción por la libertad respecto de lo indiferente sigue de inmediato un
énfasis que lo acerca a las preocupaciones de Melanchthon que ya hemos
visto: una preocupación por la ostentación respecto de lo indiferente,
por la acumulación de bienes indiferentes, por el trato con lo indiferente
de un modo que no lleva a edificación. «Los pecados del presente siglo»,
juzga Calvino, «se encuentran más presentes en este punto» que en la
ignorancia respecto de la naturaleza de lo indiferente85.
Aunque el Interim de Ausburgo traería pronto diferencias entre ellos,
podemos aquí ver que hay una forma mentis común a los reformadores
también respecto del papel de lo indiferente en el culto. Esto es, jun-
to a un énfasis en la inutilidad de ceremonias para ganar el favor de
Dios y junto, en ese sentido, con la reducción de muchas de ellas a una
79
Inst. III, 19, 13.
80
Inst. III, 9, 9.
81
Véase Epícteto, Diss. 2, 5, 7.
82
Inst. III, 19, 7.
83
Inst. III, 19, 7.
84
Inst. III, 19, 8.
85
Inst. III, 19, 9.
4. Conclusiones
Una superficial mirada lexicográfica podría permitir establecer un signi-
ficativo aumento del término adiaphora en el siglo XVI. Pero el masivo
recurso a este término griego no debe engañarnos respecto de la con-
tinuidad de la discusión: por siglos había habido abundante discusión
sobre los facta media o indifferentes, y las posiciones defendidas por los
reformadores protestantes deben ser entendidas como capítulos dentro
de dicha larga tradición. Pero acentuar tal continuidad solo podría tener
sentido en caso de que hubiera antes de la Reforma una única posición
relevante. En el caso de las cosas indiferentes ciertamente no es así, sino
que hay en el trasfondo de la Reforma una variada gama de corrientes,
entre las cuales se encuentra una creciente afirmación tardomedieval de
la existencia de acciones intencionales indiferentes. En tal contexto, le-
jos de poder leerse la Reforma como una liberación en medio de un pre-
dominante ambiente tomista, en este punto es una vuelta a una posición
86
Tomo esta distinción entre especificación externa e interna de B. Verkamp, «The
Limits upon Adiaphoristic Freedom: Luther and Melanchthon», en Theological
Studies 36, 1 (1975), 52-76.
87
Libro de Concordia, solida declaratio, x.
88
Tomás Moro, Responsio ad Lutherum en The Complete Works of St. Thomas More
5/1 (Yale University Press, New Haven y Londres,1969), 418.
89
H. Reventlow, The Authority of the Bible, 74-90, ha mostrado la influencia
erasmista sobre una figura tan central para la Reforma, como Martín Bucero.
Abstract: This article presents an analysis of the notion of indifferent things (adia-
phora) in the context of the Protestant Reformation. The previous literature on
this notion in the context of the Reformation has focused on the role the Refor-
mation has played with regard to liturgical diversity. Here, however, the focus is
primarily on the question of whether among reformers there is an extension of the
notion of adiaphora to the doctrinal and moral field.
Keywords: Adiaphora, indifference, doctrinal minimalism, moral neutrality, Luther,
Calvin, Melanchthon.
*
Profesor de teología sistemática y de ecumenismo en el Instituto de Teología de
la Universidad Católica de la Santísima Concepción. Miembro de la Comisión
Nacional para el Diálogo Ecuménico e Interreligioso de la Conferencia Episcopal
de Chile. Correo: pmerino@ucsc.cl
1
Cfr. P. Merino, «Renovación misionera y diálogo ecuménico en Latinoamérica:
convergencias teológica», An.Teol., 11/2 (2009), 313-332; Id., «El diálogo ecumé-
nico como ejercicio de la fraternidad cristiana. Bases para una pastoral ecuménica»,
An.Teol., 13/1 (2011), 119-142; id. «Semillas de teología pentecostal. La impor-
tancia de la contribución teológica a la identidad pentecostal» en M. Mansilla- L.
Orellana (ed.), La Religión en Chile del Bicentenario. Católicos, Protestantes, Evan-
gélicos, Pentecostales y Carismáticos (RELEP-CEEP, Concepción 2011), 185-198.
5
Cfr. W. Bühne, Explosión carismática. Un análisis crítico de las doctrinas y prácticas
de las llamadas tres olas del Espíritu Santo (Clie, Buenos Aires 1996).
6
La expresión viene de P. Wagner, ¡Cuidado! Ahí vienen los pentecostales (Ed.
Vida, Miami 1973).
7
Una síntesis de los diversos avivamientos lo encontramos en V. Synan, El siglo
del Espíritu Santo. Cien años de renuevo pentecostal y carismático (Editorial Peniel,
Buenos Aires 2005).
8
Dentro de la variada literatura, podemos citar: AA. VV., El movimiento carismático
(Fundación Editorial de Literatura Reformada, Barcelona 2001); D. Blakebrough,
La renovación en el Espíritu Santo (Secretariado Trinitario, Salamanca 2006).
9
En Chile, este movimiento no ha sido muy estudiado. Podemos encontrar un buen
resumen y bibliografía en M. Mansilla, «El neopentecostalismo chileno», Revista
Ciencias Sociales, XVIII (2007), 87-102.
10
Cfr. R. Quebedeaux, The new charismatic II: How a Christian renewal movement
became part of the american religious mainstream (Harper&Row, San Francisco
1983); P. Deiros - C. Mraida, Latinoamérica en llamas: historia y creencia del
movimiento religioso más importante de todos los tiempos (Ed. Caribe, Buenos Aires
1994); P. Wagner, «A third wave?», Pastoral Renewal, VIII (1983), 1-5; I.S. Hong,
¿Una Iglesia postmoderna? (Ed. Kairos, Buenos Aires 2001), especialmente el
12
Son muchos los autores y textos que intentan mostrar la historia y origen del
pentecostalismo. Para una mirada introductoria y amplia podernos leer a V. Synan,
El siglo del Espíritu Santo. Cien años de renuevo pentecostal y carismático (Editorial
Peniel, Buenos Aires 2005).
13
Cfr. D. Dayton, Raíces Teológicas del Pentecostalismo (Nueva Creación – W. Erdmans
Publishing Company, Buenos Aires – Grand Rapids 1991). También consultamos a
W. Hollenweger, El Pentecostalismo. Historia y Doctrinas (La Aurora, Buenos Aires
1976); G. Vaccaro, Identidad Pentecostal (CLAI, Quito 1990); AA. VV., Jubileo.
La fiesta del Espíritu. Identidad y Misión del Pentecostalismo Latinoamericano (CLAI,
Quito 1999); B. Campos, Experiencia del Espíritu. Claves para una interpretación
del pentecostalismo (CLAI, Quito 2002); D. López, Pentecostalidad y misión integral
(Puma, Lima 2008); J. Sepúlveda, «Una aproximación teológica a la experiencia
pentecostal latinoamericana», Medellín, 95 (1998), 435-448.
14
Cfr. J. Sepúlveda, «Una aproximación teológica a la experiencia pentecostal
latinoamericana», 6.
15
Cfr. J. Sepúlveda, «Una aproximación teológica a la experiencia pentecostal
latinoamericana», 9.
16
Cfr. W. Hollenweger, El Pentecostalismo. Historia y Doctrinas, 325ss; D. Dayton,
Raíces Teológicas del Pentecostalismo, 10ss.
17
(Agustín): «¿Por qué, se pregunta, no ocurren ahora milagros, como ocurrían en
tiempos anteriores? Podría yo responder que eran necesarios entonces, antes que el
mundo llegara a creer, para ganar la fe del mundo»; (Juan Crisóstomo): «Todo este
lugar es muy oscuro; pero la oscuridad es producida por nuestra ignorancia de los
hechos a los que se refiere y su cesación, tal como entonces solían ocurrir, pero ya no
suceden. ¿Y por qué no suceden ahora? Porque, veamos ahora, la causa, también, de
la oscuridad nos ha provocado otra pregunta: ¿por qué entonces sucedían, y ahora
no? [... ]. Bien, ¿qué sucedía entonces? Quien era bautizado, directamente hablaba
en lenguas, y no solo lenguas, sino que muchos también profetizaban, y algunos
hacían muchas obras maravillosas. [...] pero lo más abundante de todo era el don de
lenguas entre ellos», citados por V. Synan, El siglo del Espíritu Santo. Cien años de
renuevo pentecostal y carismático, 30-31. Sobre los carismas en la teología y tradición
católica se puede ver D. Grasso, Los carismas en la Iglesia (Cristiandad, Madrid
1984), 118-123 y 129-131.
18
De hecho, cuando surgió el pentecostalismo clásico, a principios del siglo XX, la
Iglesia Luterana en Alemania emitió una declaración rechazando las manifestaciones
pentecostales: Cfr. Declaración de Berlín. Septiembre 15 de 1909. (http://www.
bibelkreis.ch/charism/berliner.htm). Lo mismo hizo, en el caso chileno, la Iglesia
Metodista Episcopal, que de hecho terminó expulsando a W. Hoover y sus
seguidores. Cfr. W. C. Hoover, Historia del Avivamiento Pentecostal en Chile. 6ª
edición (CEEP, Concepción 2008), 67-69.
19
De hecho, según consignan los estudiosos de la historia del pentecostalismo, uno
de los nombres que recibió el naciente movimiento y la comunidad ligada a él en
Estados Unidos fue: «Movimiento de la lluvia tardía ». Cfr. D. Dayton, Raíces
Teológicas del Pentecostalismo, 14-15; V. Synan, El siglo del Espíritu Santo. Cien años
de renuevo pentecostal y carismático, 60.
20
Recojo este título del libro de D. López, Pentecostalismo y misión integral (Ed.
Puma, Lima 2007), 17.
21
Cfr. G. Vaccaro, Identidad Pentecostal (CLAI, Quito 1990), 31.
22
B. Mazariegos, «La teología medular del pentecostalismo Latinoamericano», en
D. Chiquete – L. Orellana (eds.), Voces del Pentecostalismo III (CEEP-RELEP,
Concepción 2009), 139.
23
Recojo el título de G. Vaccaro, Identidad Pentecostal, 21.
24
Cfr. G. Vaccaro, Identidad Pentecostal, 22; W. Hollenweger, El Pentecostalismo.
Historia y Doctrinas, 413.
25
Cf. G. Vaccaro, Identidad pentecostal, 35ss.
nifestación libre del Espíritu Santo. De este modo, en cada culto tienen
un lugar importante26:
a) Los testimonios: expresan que Jesucristo es el centro y que ha cam-
biado sus vidas. En ellos se relatan: sanaciones, conversiones, etc. Su
principal función es la edificación de la comunidad, siguiendo el rela-
to de Efesios 4, 12. Pero también, buscan ser expresión de la realidad
de que el Espíritu actúa como quiere y donde quiere.
b) La oración: es el momento de agradecer, de confesar los pecados, in-
terceder por alguien, expresar a Dios sentimientos personales; por lo
mismo, también en ellas prima la plena libertad de formas de expre-
sión y espontaneidad. El principio básico es que el Espíritu inspira.
Sobresale su carácter individual.
c) La centralidad de la lectura bíblica: cuyo criterio de exégesis es la vi-
vencia diaria y la experiencia personal. Suele primar la interpretación
libre de la Escritura, sin necesidad de formación previa.
d) Como ya hemos dicho, otro punto central en los encuentros de culto
lo tienen las señales que acompañan el bautismo en el Espíritu Santo
o las expresiones que muestran que uno o más fieles son «tomados»
por el Espíritu Santo, tales como: la glosolalia, la danza, la risa, las
profecías y las visiones.
e) El canto y la música son muy importantes y con funciones cultuales
y catequéticas. Ellas buscan resaltar el elemento festivo y emotivo.
El canto pentecostal (llamados generalmente «coritos») tiene diversos
motivos y temas, tales como: la misericordia de Dios, su búsqueda y
amor por el pecador, las experiencias de liberación, sanidad, aviva-
miento y conversión.
f ) La alabanza por medio de las tres «gloria a Dios» y la repetición del
«Amén», es otra característica de los cultos pentecostales chilenos.
g) Finalmente, el culto pentecostal tiene un profundo sentido terapéuti-
co, es decir, busca la manifestación de Dios por medio de curaciones
de enfermedades o adicciones, pero también, en el sentido de ser un
26
En adelante sigo de cerca a C. Castillo, «Liturgia pentecostal: características y
desafíos del culto pentecostal chileno» en D. Chiquete - L. Orellana (eds.),
Voces del Pentecostalismo latinoamericano. Identidad, teología e historia I (RELEP -
ASETT, Concepción 2003), 175-195.
27
Para una mirada general a esta teología ver: H. Schäfer, «El Pentecostalismo y el
neopentecostalismo en el marco de la globalización y nuestra fe en el Espíritu Santo»
en AA. VV., Identidad y Misión del Pentecostalismo Latinoamericano (CEPLA, Quito
1999), 13-23; A. Góngora, «La teología de la prosperidad», Boletín Teológico, 64
(1996), 7-34.
28
Cfr. M. Mansilla, «El neopentecostalismo chileno», 89.
29
Al respecto, existe un verdadero superventas: P. Wagner (Ed.), La destrucción de
fortalezas en su ciudad (Editorial Caribe, Nashville 1995).
30
M. Mansilla, «El neopentecostalismo chileno», 94.
31
M. Mansilla, «El neopentecostalismo chileno», 95.
32
Es muy interesante la relación que hacen entre: prosperidad-bendición-mayordomía
y las leyes universales-cósmicas para el éxito. En concreto, estoy pensando en los
superventas: «La ley de la atracción» y «El secreto». Aunque estos también podrían
tener relación con la New Age, son igualmente utilizados por estos grupos cristianos
neopentecostales.
33
Citado por A. González Montes, Enchiridion Oecumenicum I (UPSA, Salamanca
1986) Introducción XI.
34
Información recogida de las páginas: http://www.pro.urbe.it/dia-int/pe-rc/e_pe-rc-
info.html (revisado el 23 de noviembre de 2011); http://www.vatican.va/roman_
curia/pontifical_councils/chrstuni/sub-index/index_pentecostals.htm (revisado el
23 de noviembre de 2011). Traducción libre del Inglés.
35
Cfr. A. González Montes, Enchiridion Oecumenicum I, Introducción XII.
36
Cfr. Constitución Lumen Gentium 14; Decreto Unitatis Redintegratio 2; Encíclica
Ut Unum Sint 9.
37
Cf., J. Usma, «El diálogo internacional Católico-Pentecostal (1972-1998)»,
Medellín, 95 (1998) 451.
38
Cfr. DA 247ss.
39
Cfr. UR 21; UUS 44; Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el
ecumenismo n° 183ss.
40
Cfr. DV 9-10.
41
Cfr. W. Kasper, Caminos de unidad. Perspectivas para el ecumenismo (Ediciones
Cristiandad, Madrid 2008); Id, Ecumenismo espiritual. Una guía práctica (Verbo
Divino, Estella 2007). Cfr., DA 266ss.
42
Cf. P. Merino, «Renovación misionera y diálogo ecuménico en Latinoamérica:
convergencias teológicas», 313-332.
43
Cfr. P. Coda, Uno en Cristo Jesús. El bautismo como acontecimiento trinitario
(Ciudad Nueva, Madrid 1997), 87.
44
Cfr. DA 240ss.
45
Cfr. DA 243ss; Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus caritas est n° 1.
46
Cfr. DA 278b. 365ss.
47
Cfr. DA 255.
48
Cfr. UR 7; UUS 21, DA 230; W. Kasper, Ecumenismo Espiritual. Una guía práctica,
(Barcelona - Estella 2007).
49
UUS 23.
50
Por ejemplo, en Chile, a propósito de la Misión Continental, se pide: «invitar
a nuestros hermanos de otras Iglesias y comuniones cristianas a acompañarnos
en oración durante este proceso misionero e incluso, donde sea posible, asumir
algunas acciones solidarias en conjunto». Cfr. Conferencia Episcopal de Chile,
La Misión Continental en Chile (Santiago de Chile 2009), 8. Cfr. DA 233.
51
Cfr. DA 129ss. Podemos recordar aquí todo el movimiento suscitado por J.
Wesley, también el movimiento de santidad en Estados Unidos en el siglo XIX y
todo el avivamiento pentecostal multifocal del siglo XX. Cfr. C. Álvarez, Santidad
y Compromiso (CUPSA, México DF 1985).
2.3.2. La koinonía
El diálogo fraterno por la unidad de los cristianos ha tenido en la re-
flexión sobre la relación entre misión y comunión uno de sus núcleos
más importantes de desarrollo56, tanto en la Iglesia católica como en
el mundo protestante-reformado y, ahora también, con los pentecos-
tales. En lo que se refiere a nuestro continente, Aparecida ha insistido
en afirmar en un contexto de misión y renovación pastoral de la Iglesia,
que ella es «escuela de comunión»57. La misión de la Iglesia es evangeli-
zar para que cada persona se encuentre con Jesucristo y participe en la
vida trinitaria, entre en comunión con Dios Uno y Trino y con todos
los hombres. En este sentido, Aparecida luego de recordar la identidad
trinitaria de la Iglesia (n.155), nos dice: «La vocación al discipulado
misionero es con-vocación a la comunión en su Iglesia. No hay disci-
pulado sin comunión. Ante la tentación, muy presente en la cultura
actual, de ser cristianos sin Iglesia y las nuevas búsquedas espirituales
52
UR 7.8; UUS 82.
53
Para este tema se puede consultar a: P. Schoonenberg, «El bautismo con Espíritu
Santo», Concilium, X (1974), 59-81; F. Sullivan, «Baptism in the Holy Spirit: a
catholic interpretation of the pentecostal experience», Gregorianum, 55 (1974),
55-71; L. Suenens, Lo Spirito Santo nostra speranza (Paoline, Alba 1976); P. Coda,
Uno en Cristo Jesús. El bautismo como acontecimiento trinitario, 128-136.
54
W. Kasper, Caminos de Unidad. Perspectivas para el ecumenismo, 152ss.
55
Cfr. DA 136-139.
56
Cfr. L. Le Guillou, Misión y unidad. Las exigencias de la comunión (Editorial
Estela, Barcelona 1963).
57
Cfr. DA 158.167.188; Lo mismo dice de la familia n° 302 (El concepto es sacado
de Novo Millennio Ineunte 43).
58
DA 156.
59
Cfr. LG 15.
60
Un resumen del uso y desarrollo del concepto koinonía para referirse a la Iglesia
lo encontramos en S. Pie-Ninot, Eclesiología. La sacramentalidad de la comunidad
cristiana (Sígueme, Salamanca 2007), 160-170 y 259-288. Para ver el desarrollo
e implicancias ecuménicas del concepto ver A. González Montes, Imagen de
Iglesia. Eclesiología en perspectiva ecuménica (BAC, Madrid 2008); F. Rodríguez
Garrapucho, «El recurso a la categoría de comunión en los diálogos ecuménicos
del postconcilio», Estudios Trinitarios, XXXIX/3 (2005), 471-199; J. Ratzinger,
Convocados en el camino de la fe (Ediciones Cristiandad, Madrid 2004). También,
Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta Communionis notio (Roma
1992).
61
Cfr. Congregación para la Doctrina de la Fe, Respuesta a algunas preguntas
acerca de ciertos aspectos de la doctrina sobre la Iglesia (Roma, 29 de junio de 2007).
62
W. Kasper, Caminos de unidad. Perspectivas para el ecumenismo, 86.
63
Un acontecimiento muy importante que dio inicio al ecumenismo moderno fue
la Conferencia misionera realizada por las agrupaciones protestantes celebrada en
Edimburgo en 1910.
64
Cfr. M.J. Le Guillou, Misión y unidad. Las exigencias de la comunión, 9;
Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota Doctrinal acerca de algunos
aspectos de la Evangelización (3 de diciembre de 2007), allí se nos dice: «Desde
sus inicios, el movimiento ecuménico ha estado íntimamente vinculado con la
evangelización. La unidad es, en efecto, el sello de la credibilidad de la misión», n.
12.; cf. UR 1; Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris missio nos 1 y 50.
65
Cfr. DA 225.
66
Cfr. UUS 18.
67
UUS 19.
68
Cfr. DA 276ss.
69
Cfr. Pontificio Consejo para la unidad de los cristianos Directorio para la
aplicación de los principios y normas sobre el ecumenismo (Bogotá 1993) 188ss. Si
bien esta formación es para todos los discípulos misioneros, me parece que aquellos
que tienen en sí mismo un mandato educativo tienen una prioridad muy grande:
los catequistas, los profesores de religión, educadores católicos, teólogos, etc.
70
Al respecto, un resumen muy sintético lo encontramos en J. Escobar, «Términos
clave para un auténtico diálogo ecuménico en Chile», An.Teol., 9.2 (2007),
329-351.
71
Cfr. UR 11.
72
Cfr. UUS 40.
73
El libro de W. Kasper, Ecumenismo Espiritual. Una guía práctica, 78-95, da muchas
sugerencias sobre lo que en concreto se puede hacer en esta área. Lo mismo hace el
Directorio, 161ss.
74
Sobre este importante y actual tema recomendamos ver J. Usma, «La curación
para pentecostales y católicos. Informe de Monseñor Juan Usma», en http://www.
vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/chrstuni/eccl-comm-docs/rc_pc_
chrstuni_doc_20070126_pentecostals_sp.html (Revisado el 12 de diciembre de
2011).
Abstract: This article describes and analyzes the fundamental theological content
that should be contained by a Catholic-Pentecostal dialogue within the current
Latin American Christian reality. In order to do this, it describes the theological
emphases of the Pentecostal movement and makes a theological content proposal
that seem most relevant to our reality based on two contexts: the forty years of
bilateral dialogue between Catholics and Pentecostals and the Document of Apa-
recida. We should take into account that the Catholic and Pentecostal traditions
are those most present in Christian life on the continent, but unfortunately their
coexistence has not been easy. However, the theological-pastoral content that has
been brought to the forefront by the Document of Aparecida, as well as the devel-
opment of the Latin American Pentecostal theological identity, put us in a better
place to establish a fraternal dialogue whose purpose is the common witness to the
Gospel and discipleship, so that the world may believe.
Keywords: Ecumenism, Pentecostals, Catholic-pentecostal dialogue, koinonia,
discipleship.
6
Escritos de San Alberto Hurtado, 65.
7
Escritos de San Alberto Hurtado, 155.
14
Cf. Escritos de San Alberto Hurtado, 512.
15
Cf. Escritos de San Alberto Hurtado, 512-517.
16
P. Miranda, «Preludios del aggiornamento de la Moral Social en América Latina», Moralia
XXXI (2008) 172.
Primera cita:
Autor único: J. Noemi, El mundo creación y promesa de Dios (San Pablo, San-
tiago de Chile 1996), 65.
Una obra publicada en una colección: A. Soggin, Il profeta Amos: traduzione
e commento (Studi Biblici 61; Paideia, Brescia 1982), 27.
Una obra citada en una nueva edición: F. Ruiz Salvador, Caminos del Espíri-
tu: compendio de teología espiritual (Espiritualidad, Madrid 21978).
Una obra citada por medio de su traducción: K. Schelkle, Anunciar el evan-
gelio de Dios: comentario a la carta de los Romanos. Traducido por D. Ruiz
Bueno (Estela 48; Sígueme, Salamanca 1966).
Una obra anónima: C. Martín (ed.), Gran Upanisad del Bosque (Estructuras
y procesos; Trotta, Madrid 2002).
Una contribución a una obra colectiva con dos editores: T. Römer, «L’Ancient
Testament est-il monothéiste?», en C. Emery - P. Gisel (eds.), Le christianisme
est-il un monothéisme?: actes du 3e cycle de théologie systématique des Facultés de
théologie de Suisse romande (Lieux théologiques 36; Labor et Fides, Genève 2001),
72-92, 89.
Artículo de revista: B. Villegas, «En busca de Q. La fuente común de Mt y
Lc», en Teología y Vida 43 (2002), 602-683, 612.
Voz de diccionario u obra similar: A. Olivar, «Patrística», en J. J. Tamayo
(dir.), Nuevo diccionario de teología (Estructuras y procesos; Trotta, Madrid
2005), 695-706, 695.
Obras ya citadas:
J. Noemi, El mundo creación y promesa de Dios, 65-78.
A. Kirk - T. Thatcher, Memory, Tradition and Text, 52.
Tres o más autores: A. Meis y otros, El dinamismo del encuentro entre Dios y
el hombre en los comentarios al Cantar de los Cantares de Orígenes, Gregorio de
Nisa y Juan de la Cruz, 95.
Gran Upanisad del Bosque, 235.
De parte de obras (artículos en revistas, partes de un libro, voz de diccionario
o similares):
T. Römer, «L’Ancient Testament est-il monothéiste ?», 72.
B. Villegas, «En busca de Q. La fuente común de Mt y Lc», 678.
A. Olivar, «Patrística», 696.
Los libros bíblicos deben citarse según la Biblia de Jerusalén, los diccionarios
y las revistas más conocidas pueden referirse con las abreviaturas vigentes:
LThK, TRE, DSp, etc. Se sugiere seguir la normativa de S. Schwertner, Inter-
nationales Abkürzungsverzeichnis für Theologie und Grenzgebiete: Zeitschriften,
Serien, Lexika, Quellenwerke mit bibliographischen Angaben, Walter de Gru-
yter, Berlin - New York 1992.