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Facultad de Ciencias Naturales y Museo. Universidad Nacional de La Plata.

ARQUEOLOGÍA AMERICANA III


Prof Asociada: M. Cristina Scattolin;
Aytes de 1ª: Marcela Leipus, Cecilia Landini, Eugenia De Feo y M.Fabiana Bugliani
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La fabricación y rotura de la cerámica Shipibo-Conibo


Warren R. De Boer y Donald W. Lathrap

1979. The Making and Breaking of Shipibo-Conibo ceramics. In: Ethnoarchaeology, editado por Carl
C. Kramer, Cap. IV, pp. 102-138, Ed. Columbia. University Press. New York.
Traducción: R. J. Copello y V. Pernicone (para la Cátedra de Ergología y Tecnología de F.F. y L. UBA)

Este informe es parte de un programa de investigación a largo plazo sobre la historia cultural del Alto
Amazonas lanzado por Donald Lathrap en 1956. Nuestra investigación de la etnografía Shipibo-Conibo ha sido
generosamente subvencionada por numerosas entidades incluyendo la Fundación Fulbright-Hays, la Fundación
Nacional de Ciencias y la Fundación para la Investigación de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Se
debe particular gratitud a nuestros anfitriones Shipibo-Conibo cuya hospitalidad, cooperación y paciencia
hicieron del trabajo de campo una entretenida como así también informativa experiencia.
De Boer y Lathrap discuten la industria cerámica de los Shipibo-Conibo del este de Perú, documentando
el pasaje de objetos desde su contexto en un sistema conductual contemporáneo hasta su incorporación en el
registro arqueológico. Describen la obtención de materias primas, la elaboración de vasijas y su distribución
dentro de las casas, las funciones primarias y usos secundarios de las vasijas y los patrones de descarte de las
cerámicas. Si bien los autores no centran su preocupación en la clasificación, como Hardin, aportan una útil
información sobre la taxonomía nativa (particularmente porque ella describe la función de las vasijas) y sobre las
variaciones entre alfareros. Centrándose en las variaciones en el uso y longevidad de las vasijas y en el proceso
que transforma los objetos cerámicos en artefactos arqueológicos, el artículo contribuye a una creciente literatura
que ilumina los procesos de formación del registro arqueológico, y tiene implicaciones para la formulación del
diseño de muestreos arqueológicos.

El arqueólogo está siempre alejado por el tiempo. La conducta cultural del pasado, que trata de
entender, nunca la podrá ver. En lugar de una máquina del tiempo, la verdadera posibilidad de
entendimiento depende del hecho de que la conducta cultural tenga subproductos materiales, y sobre la
premisa de que el registro arqueológico de estos subproductos está modelado de modo que permita
efectuar inferencias sobre los patrones de conducta que los produjeron. Esta premisa, sin embargo,
puede ser reformulada como una pregunta: ¿cuál es la naturaleza de la relación entre la conducta
cultural y su representación arqueológica? Esta pregunta tal vez no ha recibido la atención sistemática
que merece, dado su básico status epistemológico en Arqueología (Ascher 1961, 1962, 1968; Chang
1967; David and Henning 1972; Schiffer 1972, 1975).
En la práctica, muchos de nuestros intentos de comprensión del pasado son “cortocircuitados”
(malogrados, por un error del tipo del corto-circuito) a través de la comparación de un fenómeno
diferente. Nosotros comparamos las observaciones etnográficas de una conducta contemporánea con
las observaciones arqueológicas sobre los subproductos remanentes de la conducta del pasado. Si
nuestro objetivo es la comprensión del comportamiento cultural en el pasado, tal comparación alberga
el supuesto de que existe un isomorfismo relativamente obvio entre el comportamiento y sus
representaciones arqueológicas derivadas. Si se puede demostrar que tal isomorfismo no se aplica a la
mayoría de los casos, entonces el arqueólogo queda en dos situaciones alternativas. O bien se torna un
practicante de un uniformismo sobre-extendido en el cual la conducta del pasado cultural es “leída”
desde nuestro conocimiento del comportamiento cultural del presente, o deberá esforzarse por un
compromiso en la comprensión de la conducta conjunta, e involucrarse en una especie de “física del
artefacto” en la cual la forma y distribución de subproductos conductuales se midan en un vacío de
comportamiento. Esta es la duda habitual de elegir entre una búsqueda significativa basada en un
método erróneo o una búsqueda que sea metodológicamente firme pero trivial en el resultado.
En el contexto de este dilema, la importancia del estudio del registro arqueológico de
comunidades contemporáneas es evidente. Desde el momento en que tanto la conducta como su
registro arqueológico son observables, es posible especificar la relación entre los dos, en vez de asumir
de entrada que tal nexo es de isomorfismo o “fosilización”. Tal especificación ubica el campo de
trabajo mediante una comparación de unidades similarmente concebidas: el registro arqueológico del
presente y del pasado como transformaciones de los respectivos sistemas de comportamiento que los
producen.

1
En el presente trabajo brindamos un breve y selectivo bosquejo de las industrias cerámicas de los
indígenas Shipibo-Conibo de la Amazonia Peruana. Nuestro intento es el de especificar algunas de las
relaciones entre la conducta y los patrones formales y distribucionales manifestados en una clase
particular de productos derivados del comportamiento. Para este propósito, hemos encontrado útil
organizar nuestras observaciones en concordancia con el modelo general que ha desarrollado Schiffer,
1972, para el flujo de artefactos a través de sistemas culturales. El modelo de Schiffer, del cuál una
versión modificada está diagramada en la figura 4.1, grafica el pasaje de artefactos desde su contexto
en un sistema de comportamiento a su contexto en el registro arqueológico en términos de numerosos
estadios secuenciales: la obtención de materias primas; la manufactura que convierte las materias
primas en formas culturales; uso y reutilización de los artefactos; y finalmente el descarte para formar
la depositación del registro arqueológico. Pero, primero, debemos presentar brevemente a los Shipibo-
Conibo y su cerámica.

reciclado

ciclado lateral

obtención manufactura uso descarte depositación

mantenimiento

Fig. 4.1: Diagrama de flujo para la circulación de artefactos a través de un sistema cultural. Los
nodos numerados indican puntos donde el almacenaje (desplazamiento temporal) o el transporte
(desplazamiento espacial) pueden tener lugar. Modificado de Schiffer, 1972, pág. 1.

Los Shipibo-Conibo y su cerámica

Los Shipibo-Conibo habitan la selva tropical que bordea el río Ucayali, un gran tributario
meridional del Amazonas que corre hacia el norte a lo largo del contrafuerte oriental de los Andes
Peruanos (Fig. 4.2). Los Shipibo ocupan el Ucayali central y norte del río Pachotea; sus cercanos
vecinos culturales y lingüísticos, los Conibo, se encuentran principalmente en el Ucayali superior, sur
del Pachotea. Sus asentamientos están generalmente situados sobre los bancos que bordean la corriente
principal del Ucayali o en las elevaciones de tierra firme en el margen de la planicie aluvial,
localizaciones que garantizan el acceso a las tierras fértiles para la agricultura y a la abundante fauna
acuática y costera de la planicie aluvial. Tributarios mayores tales como el Pisqui y el Tamaya están
también ocupados. Los productos principales para la subsistencia son plátanos, mandioca, maíz y
pescado. Los asentamientos varían ampliamente de tamaño. Alrededor de mil Shipibo reciben?? (No
será residen??) en San Francisco de Yaronacocha, pueblo ubicado a sólo dos horas de la ciudad
peruana de Pucalpa. Más comunes son las comunidades de tamaño intermedio como Panaillo con
alrededor de cien habitantes (Bergman 1924:26) y Ahahuaya con una población de 55 (Bodley
1967:12). Pequeñas comunidades ejemplificadas por Iparia y Sonochenea sobre el Ucayali superior
están compuestas por dos o tres casas de familias matrilocales, cada una ocupada por una hermana, por
su marido y niños. Unidades similares de unas pocas casas de familias adyacentes ocupadas por un
núcleo de mujeres relacionadas y sus familias están frecuentemente mantenidas en los mayores
asentamientos. La población total Shipibo-Conibo se estima en alrededor de quince mil.
Los Shipibo-Conibo producen distintos estilos cerámicos de los cuales pueden ser rastreados sus
orígenes en los antecedentes arqueológicos. Numerosos y específicos rasgos se relacionen con el estilo
de la tradición cerámica de Cumancaya, la cual fue bien establecida en el Ucayali para el séptimo
milenio d. C. (Lathrap 1970; Raymond, De Boer and Roe 1975). A pesar del incremento en la
disponibilidad de recipientes de metal y plástico, y de un creciente mercado turístico de artesanías
indígenas, esta tradición cerámica permanece intacta en un grado importante. La mayoría de las
mujeres Shipibo-Conibo son ceramistas y la mayoría de las cerámicas es producida para el uso en la
casa de la ceramista.
La ceramista Shipibo-Conibo distingue dos clases básicas de manufactura de cerámica: utensilios
de cocina o más exactamente para ser utilizados sobre el fuego, y elementos que no son para cocinar
(Fig. 4.3). Los utensilios de cocina incluyen dos formas distintas de vasijas: ollas (kenti), y una vasija
sin base (mapu eite), usada como un horno para hornear cerámica pintada.
Las ollas vienen en tres medidas, cada una diseñada para un uso diferente. Las ollas grandes
(kenti ani) son las más comúnmente usadas para preparar bebidas alcohólicas, particularmente cerveza
de mandioca, la cual es consumida en grandes cantidades. La olla de tamaño mediano (kenti anitama)
es la vasija estándar para cocinar las comidas diarias, las cuales consisten en pescado hervido, plátano o

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mandioca. La olla pequeña (kenti vacu) está especialmente diseñada para calentar las medicinas para la
artritis y otras dolencias.
Los elementos que no son para cocción incluyen cuatro formas de vasijas: jarras (chomo), vasos
con asa para cerveza (kenpo), cuencos para alimentos (kencha) y una forma llamada “shrania”. Los
jarros son trimodales en su tamaño. La jarra grande es el recipiente habitual para servir cerveza y
durante las frecuentes fiestas es utilizada mucho en la misma forma que nuestro cuenco para ponche.
La jarra mediana es primariamente un recipiente para transportar y almacenar agua. La pequeña sirve
como una cantimplora usada para llevar bebidas mientras se viaja por el río. Como las ollas y las jarras,
los vasos con asa para cerveza tienen los tres tamaños: uno grande, vaso “comunal”, usado durante las
fiestas cuando es pasado de persona a persona; un vaso con asa mediano, usado en la consumición
diaria de cerveza; y un vaso con asa pequeño, el cual es llevado en los viajes, frecuentemente invertido
sobre una jarra pequeña.
La tercera categoría de los elementos que no son para cocción es el cuenco para alimentos.
Durante una comida, el alimento es servido en esos cuencos, numerosas personas toman con los dedos
su porción de un cuenco en común. El varón adulto o adultos usualmente comen de un cuenco;
mientras que las mujeres y los niños se sientan separadamente y comen de un segundo cuenco. La
última categoría de vasija es el shrania, un recipiente que, aunque raro hoy en día, tiene una variedad de
usos tradicionales, incluyendo el uso como un recipiente para servir transvasando cerveza de una jarra
grande a los vasos con asa para cerveza.

Obtención

Para la producción de sus distintas cerámicas, las alfareras Shipibo explotan una variedad de
materias primas distribuidas a lo largo de muchos cientos de kilómetros del Ucayali (Lathrap 1973; De
Boer 1975; Myers 1976). La tabla 4.1 detalla la lista de fuentes de las principales materias primas
controladas por numerosos alfareros en siete asentamientos. La localización de muchas de estas fuentes
se grafica en la Fig. 4.2. Las arcillas aluviales utilizadas en la manufactura cerámica son usualmente
obtenidas localmente, dentro de un radio de pocos kilómetros de la aldea alfarera. En el depósito de
arcilla, ésta es limpiada manualmente de las inclusiones vegetales y pétreas grandes, y es empacada en
panes del tamaño de una pelota de vóley. La arcilla es transportada a la aldea y es almacenada en esta
forma. La mayoría de las alfareras distinguen tres arcillas, cada una con un uso específico en la
manufactura de la cerámica: una arcilla negra (huiso mapú), rica en materia orgánica; una blanca tipo
caolín (oso mapú); y una arcilla roja (oshin mapú).
Como adición a las tres arcillas básicas, la alfarera Shipibo-Conibo emplea dos principales
antiplásticos. Uno consiste en la corteza con contenido de sílice, chamuscada y picada, de ciertos
árboles llamados (mul), por los Shipibo-Conibo, y comúnmente conocido como caraipé. Los caraipé,
aunque distribuidos esporádicamente, están disponibles generalmente dentro de un radio de un día de
viaje desde el asentamiento del alfarero. Tienden a prosperar en tierra firme, lejos del río. La corteza
arrancada en tiras es llevada a la aldea en un cesto. La corteza, sin modificar puede almacenarse como
está, o ser inmediatamente procesada a la forma utilizable. El proceso consiste en un chamuscado,
pulverización de la corteza chamuscada debajo de una mano oscilante de piedra (en una conana), y
corriéndola a través de un género de trama abierta. El antiplástico resultante es almacenado
habitualmente en un viejo cuenco hasta que se lo necesita.
El segundo antiplástico importante consiste en tiestos molidos (Keng-Keshr). El antiplástico de
tiestos representa un reciclaje de cerámica moderna rota o, cuando está disponible, de cerámica
arqueológica. Esta última es generalmente preferida (la cerámica antigua se dice que es más blanda y
fácil de pulverizar) y la presencia de un depósito de desechos arqueológicos (que) determina la
localización del asentamiento. Los asentamientos modernos de San Francisco de Yarinacocha, Iparia y
Shahuaya, todos se encuentran sobre depósitos de tiestos arqueológicos. El antiplástico de tiestos es
producido en tres etapas: primero se rompen los tiestos en pequeños fragmentos golpeándolos con un
martillo de piedra, el cual es un elemento importado. Los tiestos pulverizados son luego finamente
desmenuzados entre un tronco acanalado con forma de mortero, generalmente confeccionado con la
madera de “capiruna” (Collicophylum spruceanum), y un brazo de piedra; y el antiplástico granular
resultante puede después ser cernido a través de un género de trama abierta. Al igual que el “caraipé”,
el antiplástico de tiestos es a menudo almacenado en un viejo cuenco.
Una tercera variedad de antiplástico, de menor importancia y de uso reciente, consiste en las
cenizas de la madera del árbol Shana. A este antiplástico, al que se lo llama “shana poto”, se lo
considera como un sucedáneo inferior del caraipé y se lo usa principalmente en la manufactura de
utensilios para los turistas.
A diferencia de las arcillas y los antiplásticos, los cuales son usados en grandes cantidades y que
son generalmente obtenidos localmente, otros materiales para la cerámica son frecuentemente
obtenidos a grandes distancias. Tres pigmentos minerales fundamentales suministran los engobes y
pinturas usados en la decoración de la cerámica: un fragmento de caolín blanco (maosh), otro...es el

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(mashinti); y un pigmento negro manganeso (itanhuana). De éstos, el pigmento blanco es el más
limitado en su distribución, encontrados solamente cerca de Canshahuaya sobre el Ucayali inferior y
sobre el Henepanshea, un tributario oriental del Ucayali superior (Fig. 4.2). El depósito Canshahuaya
está descripto como una lente de arcilla blanca intercalada entre sedimentos de arcilla roja parduzca
(Guizado y Ejrard 1966:268). En años recientes, de acuerdo con Spahni (1966:101), este depósito
Maosh ha estado en la propiedad de una hacienda, y un hombre Shipibo-Conibo canjeaba dos días de
trabajo por tres grandes cuencos de pigmento.
El pigmento rojo está menos restringido en su distribución y aparece en dos variedades: una
variedad limonítica amarilla (kana mashinti), la que es hallada en Sontamana y sobre el Utoquinea y
Henepanshea; y una variedad de color rojo (shahuán mashinti), cuya principal fuente se encuentra en el
Pisqui superior. Después de someterlas al fuego, ambas variedades producen el destacado rojo del
estilo cerámico del Shipibo-Conibo. El pigmento negro es más comúnmente adquirido del Pisqui, no
obstante, existen fuentes adicionales en el Tamaya y Tahuania. Algunos alfareros Conibo en el Ucayali
superior procuran este pigmento de los comerciantes Piro que descienden por el Ucayali desde el
Urubamba. A diferencia de los pigmentos blanco y rojo, los cuales se encuentran como depósitos de
arcilla, el “itanhuana” aparece como pequeños bloques expuestos en tierra sumergida o húmeda de los
bancos de los ríos tributarios. Tiene que ser guardado dentro del agua o envuelto en un género
humedecido, porque de lo contrario pierde rápidamente sus propiedades de pigmentación. Además son
requeridas otras materias primas en la manufactura de la cerámica . Dos variedades de resinas
“yomosho” para brindarle un acabado vítreo a las superficies con engobe blanco y “señpa” para hacer
impermeable el interior de los recipientes para contener líquidos, a menudo deben ser importadas. La
piedra es un elemento poco común en el Ucayali, y los cantos rodados (rencati), preferentemente de
color negro, usados en el pulido de los ceramios, son valiosas posesiones. Tales guijarros aparecen sólo
en determinados lugares; las playas de Aguaitía y Tahuanía son las principales fuentes mencionadas
por nuestros informantes Shipibo-Conibo.
La adquisición de las materias primas más exóticas utilizadas en la manufactura cerámica es
posible por la ocupación, por parte de los Shipibo-Conibo, de la corriente principal del Ucayali, la cual
es una vía de comunicación fluvial que facilita el transporte y los viajes a largas distancias. Ambos, los
Shipibo y los Conibo son grandes viajeros, y los Shipibo-Conibo navegantes son comúnmente vistos en
el Ucayali, ya sea en la tradicional piragüa o en la moderna lancha a motor. Por ejemplo, durante
agosto de 1971 nuestros anfitriones Shipibo en San Francisco de Yarinacocha fueron frecuentemente
visitados por amigos y parientes de localidades tan cercanas como río Utoquinea y de las
considerablemente más distantes Pisqui, Tamaya y río Shahuaya. Los alfareros de San Francisco
frecuentemente visitan parientes en Imariacoha sobre el Tamaya, en parte para conseguir resinas. Tal
sistema de visitas informales es suficiente por sí mismo para la circulación de muchas de las materias
primas utilizadas en la manufactura cerámica. Además, los hombres a menudo viajan grandes
distancias para trabajar en aserraderos durante la estación lluviosa desde noviembre a abril. Los
materiales para la cerámica son frecuentemente obtenidos durante estos empleos estacionales.
Por lo tanto, aunque la elaboración de la cerámica involucrando ingredientes ampliamente
dispersos no es necesariamente una consecuencia de la ocupación del curso principal del Ucayali por
los Shipibo-Conibo, ellos hacen posible tal ocupación y subrayan el hecho de que, además de las
buenas tierras para la agricultura y para la pesca, la planicie aluvial brinda acceso a una extensa zona de
recursos naturales que bordea el Ucayali y sus mayores tributarios.

Manufactura

Un estudio detallado de la manufactura cerámica de los Shipibo-Conibo requiere un tratamiento


monográfico, y sólo unas pocas observaciones pueden ser presentadas aquí. La alfarería puede tener
lugar en la casa de la alfarera o en un cobertizo especial hecho con este propósito. Aunque la cerámica
se fabrica durante todo el año, la estación seca de mayo a octubre es preferida.
Dos factores principales influyen en esta estacionalidad: el anegamiento de los depósitos de
arcilla y el escaso número de días despejados disponibles para el secado de la cerámica durante la
estación húmeda.
La relación de volumen entre la arcilla y el antiplástico consiste entre 2 y 3; sin embargo, la
manera en que las diferentes arcillas y antiplásticos son mezclados depende de la clase de recipiente a
fabricar. Los elementos que no son para cocinar, incluyendo jarras, vasos con asa para cerveza, cuencos
para comida, y “shrania”, son idealmente hechos de una mezcla de partes iguales de arcillas blanca y
roja y antiplástico con dos partes de tiesto molido y una parte de “caraipé”. Los elementos para cocinar
siguen una receta más complicada. En las “ollas” se usa idealmente arcilla negra y antiplástico con dos
partes de “caraipé” y una parte de tiesto molido, para la base y el cuerpo de la vasija; mientras que el
cuello es hecho de arcilla roja y antiplástico con proporciones invertidas de “caraipé” y tiestos. Estas
reglas ideales, o recetas para combinar arcillas y antiplásticos, no están siempre actualizadas y, en
algunos casos, no son guías confiables de la conducta alfarera real.

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Por ejemplo, las alfareras de Charashmaná sobre el Pisqui usan sólo una arcilla, mientras que en
Sonochenea y en Iparia se emplean solamente dos arcillas (Tabla 4.1 y Figura 4.4). En San Francisco,
las mezclas arcilla-antiplástico varían de un alfarero a otro y de una ocasión a otra. La composición de
la arcilla de las vasijas que no son para cocinar es particularmente variable. Como se muestra en la Fig.
4.4, sólo 6 de 24 casos concuerdan con el estado ideal de partes iguales de arcillas roja y blanca; 8
casos representan simplificaciones de esta fórmula y consisten sólo en arcilla roja o sólo en arcilla
blanca; en 7 casos, la arcilla negra es sustituida por la roja o la blanca; y en 3 casos, la arcilla negra es
adicionada a ambas arcillas roja y blanca. Aunque las simplificaciones y sustituciones puedan reflejar
la indisponibilidad de los materiales prescriptos en el momento de la fabricación y por lo tanto no
“invalidar” la regla, tal inferencia podría ser hecha consistentemente sobre la base de la alfarería
solamente. Para los propósitos arqueológicos, la composición de la arcilla en estas vasijas podría ser
mejor considerada un conjunto politético de arcillas roja, blanca y negra. En cambio, las reglas para la
composición de arcilla y antiplástico de las vasijas para cocinar están más consistentemente reflejadas
en la conducta real.
La construcción es en espiral. La unión de las espirales, el darle forma a la vasija a medida que va
progresando su fabricación, y el alisado de la superficie de la vasija son efectuados con raspadores de
forma oval, “shapa”, los cuales son cortados de anillos de calabaza con un machete y luego alisados en
los bordes con un elemento óseo, semejante a una escofina, del pez “paiche”. El proceso de fabricación
es, por supuesto, una conducta dirigida a un objetivo, la cual culmina en la construcción de una
determinada vasija. La visión del alfarero de este proceso, es la de una serie secuencial de elecciones, la
cual se resume en forma de diagrama en la Fig.4.3: elección de la forma de la parte inferior (“poinka”),
forma de la base (“chipon”), forma del cuerpo (“poro”), forma del cuello (“teshro”) y forma del borde:
(“kesha”) borde sin modificar, versus (“keshna”), o borde evertido.
La terminación superficial y la decoración varían de acuerdo con la forma de la vasija. La
decoración de las vasijas para cocinar está restringida a técnicas de modelado superficial, tales como
incisión (shepaman aca), punzonado (chacha) e impresiones digitales (mequeman meia); las superficies
interiores pueden ser tiznadas después de la cocción. Las vasijas que no son destinadas para cocinar son
pintadas. El exterior del cuello y segmentos del cuerpo de jarras y de “shrania” son generalmente
pintados en negro y rojo sobre un engobe blanco; a los interiores se le aplica una mano de resina
“sesenpa” después de la cocción . Los jarros con asa para cerveza son tratados de forma similar. El
exterior de los cuencos para comida está pintado usualmente en blanco sobre engobe rojo; los interiores
pueden ser tiznados o pintados directamente sobre la superficie natural color ante. Los cuencos para
comidas con interiores tiznados son usados par guisos, sopas y otros alimentos húmedos, mientras
aquellos con interiores planos o pintados son usados para pescado, asado, plátanos y otros alimentos
secos. Ocasionalmente un cuenco para alimentos puede tener engobe blanco y ser pulido como un jarro
con asa para cerveza (una variante denominada “kenpo kincha”, para cerveza y cuenco para alimentos),
en cuyo caso el tiznado o pintado sin resina interior, nunca encontrado en jarros para cerveza con asa,
continúa siendo el rasgo distintivo crítico.
La alfarería se cuece de muchas maneras diferentes. Los cuencos para comida, los jarros con asa
para cerveza, los “shrania” y las jarras pequeñas, son cocidos individualmente en un “mapu eite”. La
vasija sin cocer es invertida dentro del “mapu eite” sin su fondo, y cubierta con ceniza de madera
“chimapu”. El “mapu eite”, hoy en día habitualmente sostenido por una grilla de metal, es luego
ubicado sobre el fuego. Las “ollas” pequeñas y medianas son comúnmente cocidas en una cama
formada por dos troncos paralelos entre los cuales, la o las ollas se ubican, y luego se las cubre con una
pirámide de corteza, combustible ubicado sobre cada vasija. Las ollas grandes y las jarras son siempre
cocidas individualmente. La vasija invertida y sostenida sobre un trípode de viejos cacharros, latas de
metal, o ladrillos, es gradualmente calentada sobre un fuego bajo ubicado en un pequeño pozo poco
profundo. Después de esta primera cocción, en la cocción final se envuelve completamente la vasija
cubriéndola con una pirámide de tiras de corteza o estacas de caña, los dos combustibles preferidos.
Las resinas son aplicadas inmediatamente después de la cocción. Mientras la vasija está todavía
suficientemente caliente como para derretir las resinas, una pelota de “yomosho” o “senpa” unida al
extremo de un mango de costilla de manatí, tapir, vaca, se pasa dando una mano sobre la superficie
apropiada.
Aunque “mapu eite” puede ocasionalmente ser usada sobre un fogón común de cocina, las
cerámicas son generalmente cocidas en fuegos especiales cerca de la casa del alfarero o en el cobertizo
para este fin. Numerosas concentraciones de cenizas pueden ser encontradas en la vecindad del área de
una casa familiar Shipibo-Conibo, cada una de las cuales representa un fuego separado o conjunto de
fuegos.
El tiempo invertido en la fabricación varía de acuerdo con el alfarero y la forma de la vasija. La
Tabla 4.2 muestra el tiempo que un alfarero invierte en la producción de cinco vasijas. El proceso fue
observado desde el comienza hasta el final. El tiempo de secado no está incluido. Como es de esperar, a
mayor área de la superficie de la vasija, mayor es el tiempo utilizado en el modelado, raspado, pulido y

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pintado. La Tabla 4.2 también puntualiza el hecho que muchas vasijas son hechas generalmente en un
episodio alfarero.
Aunque la manufactura cerámica es primariamente una empresa individual, dos o más mujeres de
un área familiar pueden ocasionalmente cooperar en ciertas fases del proceso. Las mujeres pueden
alternar en el pulido y aún en la decoración de una vasija y pueden trabajar juntas en la cocción de una
olla o un jarro grande.

Uso

La mayoría de las cerámicas son usadas dentro del grupo familiar que las manufactura. Notables
excepciones son las cerámicas hechas para la venta. En un censo cerámico de 18 grupos familiares
(unidades domésticas, households) hecho en 1971, esta categoría comprende 34 de un total de 320
vasijas (Tabla 4.3).
Los turistas proveen el mercado más grande para la cerámica Shipibo-Conibo. Jarras de pequeño
y mediano tamaño están también en demanda en grupos familiares locales no aborígenes, donde son
usados para contener agua. De las 286 vasijas en la Tabla 4.3, usadas por los Shipibo-Conibo,
solamente 3 fueron importadas desde fuera de la comunidad, mientras que 9 fueron hechas en
diferentes grupos familiares dentro de la comunidad. De este último grupo, 3 eran grandes jarras en
préstamo a un grupo familiar que daba una fiesta y que necesitaba vasijas extra para contener cerveza.
Cuatro eran las llamadas “Pasqua kincha”, una variedad especial de escudillas para comidas hechas por
las mujeres del grupo familiar anfitrión son dadas como regalos a las mujeres de los otros grupos
familiares que han ayudado en la preparación de la comida y de la cerveza consumidas durante la
fiesta.
Cuando no se usan, las vasijas son comúnmente almacenadas en estantes suspendidos de vigas o
en estanterías especiales al aire libre. Las vasijas pesadas, tales como jarras grandes y ollas
generalmente se paran sobre el piso consolidado y sucio de la cocina (una estructura que está separada
de la casa) o pueden ser guardadas debajo del piso elevado de la casa. Los datos del censo tabulados en
la Tabla 4.3 no sugieren ninguna correlación entre el tamaño o composición de un grupo familiar y el
número de vasijas cerámicas. Un factor que probablemente oscurece cualquier correlación es el
reemplazo diferencial de vasijas cerámicas por ollas de aluminio y escudillas esmaltadas. Los
recipientes de metal están ahora presentes en casi todos los grupos familiares. Sin embargo, no tenemos
información sobre su frecuencia. Un segundo factor es que la frecuencia de vasijas cerámicas no está
directamente gobernada por las necesidades inmediatas del grupo familiar. En la villa Conibo de
Sparia, por ejemplo, la mitad de las vasijas completas fueron almacenadas sobre las vigas para
reemplazar en el futuro a las vasijas rotas , o como vajilla para ocasiones especiales inmediatamente
disponibles para servir a los invitados. La etiqueta tradicional requiere que cada grupo familiar tenga a
mano uno o más jarros de cerveza recientemente hechos. Cuando un visitante llega a una casa, se le
sirve cerveza en una de estas vasijas. Si el jarro no tiene la apariencia de ser recién hecho, es un insulto
para el invitado y es reprochado para el decoro de la dueña de casa. Otros factores se aplican en casos
individuales. Los ceramistas consumados generalmente producen más cerámica que los ceramistas
menos talentosos. La producción cerámica de mujeres con niños lactantes es generalmente menor que
aquella de las ceramistas libres de niños o con niños más grandes, menos exigentes. El recuento de las
vasijas del grupo familiar refleja así un número de variables independientes del número de ocupantes
del grupo familiar (8).
Como notamos antes, cada forma de vasija Shipibo-Conibo está asociada con un uso establecido
diferente, un hecho que es evidente en nuestros nombres “escudilla para comida”, “jarro de cerveza”,
etc. En una mayoría de casos, este conjunto de funciones ideales es un indicador razonable del uso real;
sin embargo, esto no abarca los numerosos usos subsidiarios y secundarios que se le pueden dar a las
vasijas. La Fig. 4.1 diagrama las mayores formas en las cuales las vasijas pueden ser modificadas para
prolongar o alterar el uso. El mantenimiento se refiere a las reparaciones u otras modificaciones que
permiten un uso cotidiano en el mismo grupo de actividades. El ciclado lateral se refiere al re-uso de
las vasijas en un nuevo conjunto de actividades. El reciclado es una instancia especial de ciclado lateral
en el cual los tiestos cerámicos se transforman en ingredientes para la manufactura de nuevas vasijas
cerámicas. Hay dos técnicas mayores para reparar las vasijas dañadas, ambas son empleadas en la
reparación de rajaduras en el borde de las vasijas. En una, la pared de la vasija en ambos lados de la
rajadura es perforada y enroscada o, cuando está disponible, se pasa un cable de metal a través de las
perforaciones y se ata para unir la rajadura. En la segunda, se usa una goma resinosa para sellar la
rajadura. Las vasijas se limpian enjuagándolas con agua. Las ollas se pueden fregar con arena.
La Tabla 4.4 resume los diversos usos que se le dieron a 315 vasijas durante el tiempo de
observación (9). Cualquier vasija puede servir como recipiente de propósito general. Como se esperaba,
las jarras medianas comúnmente contienen agua obtenida de un río o lago cercano, más raramente, de
una lluvia reciente. Las jarras grandes a menudo contienen cerveza. Un gran número de otras funciones
de contención, sin embargo, no está obviamente relacionada con la función primaria o establecida de la

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vasija. Otros ejemplos de ciclado lateral incluyen el uso de ollas o jarras como recipientes auxiliares, el
uso de tiestos de ollas grandes como “comales” (10), la conversión de ollas grandes o medianas en
pértigas de gallinero y la readaptación de ollas medianas cuyos fondos están rotos, en “mapu eite”.
Como lo notamos antes, tanto los tiestos cerámicos antiguos y modernos son frecuentemente
reciclados como antiplástico de tiesto molido; jarras y ollas son las dos formas modernas seleccionadas
para tal reciclaje. (Tabla 4.4).

Descarte y Desecho

Las actividades de obtención y manufactura incluidas en la cerámica representan una inversión


considerable de tiempo y energía, y las vasijas cerámicas son comúnmente mantenidas en uso o
“curadas” hasta que el daño sea imposible de reparar (11). La Fig. 4.5 ilustra gráficamente la duración
en uso de la mayoría de las formas de vasijas Shipibo-Conibo. En la Tabla 4.5, estos datos están
expresados en términos de edad media, frecuencia de uso y frecuencia proyectada en el registro
arqueológico para cada forma de vasija. Los datos de longevidad adoptan formas interesantes. Las
escudillas para comida y los jarros de cerveza presentan una rápida velocidad de renovación, un hecho
que refleja su uso frecuente, su portabilidad y el estar hechas con finas paredes, con su consecuente
fragilidad. Las jarras grandes y las ollas se usan menos frecuentemente, se mueven poco, tienen las
paredes más gruesas y por lo tanto tienen una vida más larga. Vasijas usadas infrecuentemente, tales
como pequeñas ollas “mapu eite”, tienen comparativamente largos períodos de vida. Una evaluación de
la importancia relativa de estos varios factores en la rotura y descarte de las vasijas requería una
información detallada sobre la historia de la vida de muchas vasijas (12).
La mayoría de las cerámicas son manufacturadas, usadas, rotas y descartadas dentro del grupo
familiar, un área que está definida por una plaza limpia que es mantenida meticulosamente libre de
vegetación y que incluye un mínimo de dos estructuras, una casa y una cocina. La plaza se limpia
diariamente mediante el barrido con una escoba hecha con hojas de palmar, y mediante el rastrillado
con un implemento de madera cuya forma es como una azada común de jardín. Desechos de cocina,
cerámica rota y otros despojos resultantes de las actividades diarias son limpiados centrífugamente del
área del grupo familiar y acumulados inmediatamente más allá del perímetro de limpieza.
En grupos familiares aislados, el efecto a través del tiempo adopta la forma de un montón de
desperdicios en forma de anillo. Cuando varios grupos familiares comparten una plaza común, el efecto
es de un montón de desperdicios ondeados rodeando toda la plaza. Variaciones topográficas pueden
modificar este patrón. Muchos en San Francisco de Yarinacocha, por ejemplo, forman un morro sobre
el cual se barren los desechos. Las barrancas que cortan el morro también sirven como vaciaderos (13).
Si una vasija se cae o se rompe de otra manera en el área del grupo familiar, es probable que los tiestos
resultantes sean barridos o rastrillados hacia un sitio de desechos secundarios en unos pocos días. En
algunos casos, sin embargo, el clima puede alterar este destino. Durante o después de fuertes lluvias,
los tiestos pequeños, cuando son pisados, se pueden incrustar firmemente en la superficie de la plaza.
Dado que el barrido diariamente baja la superficie de la plaza, con el paso del tiempo, éstos tiestos
tanto como cualquier tiesto arqueológico que pudiera estar presente, comúnmente emergen del piso.
Los Shipibo-Conibo proveen un ejemplo específico de un modelo general esperable: dentro de
una comunidad sedentaria, el desecho primario, donde coinciden los sitios de uso y descarte, es
probablemente efímero y el montón de desperdicios se acumula exactamente donde el comportamiento
es mínimo (Schiffer 1972:162). Por ejemplo, en Iparia, donde existe una próspera industria cerámica,
pozos de prueba hechos muy cerca de una casa proporcionaron sólo tres tiestos modernos (De Boer
1972-74:97). En contraste, el desecho secundario en San Francisco de Yarinacocha está cargado de
tiestos y en un período de alrededor de 50 años se ha acumulado hasta profundidades que varían entre
7,5 y 15 cm. (Lathrap 1962:144-155). Las excepciones a la falta de permanencia e invisibilidad
arqueológica de los desechos primarios están principalmente confinadas a actividades que tienen lugar
fuera del área del grupo familiar. Por ejemplo, tiestos resultantes de una rotura accidental de jarros para
llevar agua están frecuentemente esparcidos a lo largo de la vereda que conecta cada grupo familiar con
el río o lago cercano.
Para examinar los patrones de descarte con mayor profundidad es útil considerar un ejemplo
particular detalladamente. La Fig. 4.6 ilustra la distribución superficial de categorías seleccionadas de
desecho, incluyendo tiestos cerámicos alrededor de las casa 9 y 10 en San Francisco de Yarinacocha.
La Fig. 4.7 nos da una versión esquemática de la misma área y representa gráficamente la densidad
superficial de los tiestos cerámicos. Aunque estas representaciones gráficas de desechos no son
necesariamente típicas, ellas revelan ciertos procesos de acumulación de desechos que operan en todos
los asentamientos Shipibo-Conibo. Notemos que las áreas de vivienda y la plaza están virtualmente
libres de desechos; aquellos desechos que aparecen (ejemplo: los huesos de pescado centrados en 017)
derivan de actividades que tuvieron lugar inmediatamente antes de dibujar el mapa y que no habían aún
sido despejados. Como esperábamos, los desechos secundarios se acumulan entre los árboles que
marcan el borde occidental de la plaza y a lo largo de la cerca que marca el borde oriental. Los

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recuentos de tiestos en estas áreas fronterizas representan frecuencias mínimas dado que la maleza
crecida y pilas de viruta de (manioc) y cáscara de banana que también se acumula en estas áreas
tienden a oscurecer ítems de tamaño pequeño como los tiestos cerámicos.
Otros fenómenos distribucionales también se evidencian en las Fig. 4.6 y 4.7. Un accidente
común involucra la caída de vasijas de los estantes para almacenamiento al aire libre, los cuales
consecuentemente tienden a ser “lugares calientes” donde los tiestos aparecen periódicamente (U 17, G
24, G 27). La lluvia que cae sobre los aleros produce una zanja poco profunda donde los tiestos se
pueden acumular (H 17, J 19, N 18). Los tiestos que aparecen a lo largo del camino que lleva desde las
casa hasta el galpón donde se guarda la cerámica tienden a ser de tamaño más pequeño que los tiestos
de desecho secundario resultantes del barrido centrífugo (Fig. 4.8). Este último hecho es fácilmente
atribuible a la trituración de los tiestos por la gente que camina por la senda (14). El denso grupo de
tiestos en la J9 resultó de una rotura accidental reciente de una gran jarra y está codificado como
“evento especial” en la Fig. 4.7.
Otro rasgo en la figura 4.6 merece un comentario. La casa más al norte fue abandonada cuando
varios soportes del tejado se rompieron durante una poderosa tormenta de viento. Los ocupantes
construyeron la casa 10 inmediatamente hacia el sur. En este caso, por supuesto, no hubo problema en
mudar todo el mobiliario del grupo familiar y los utensilios al nuevo hogar. La vieja estructura aunque
arruinada, continuó siendo usada como un área de trabajo por los miembros de la casa 10. En otros
casos, cuando distancias mayores separan la residencia abandonada de la nueva, podríamos esperar una
mayor cantidad de material abandonado (15).

Síntesis

Como Walter Taylor (1948:145) enfatizó treinta años atrás, todas las inferencias arqueológicas
dependen esencialmente de tres datos: 1) la frecuencia, 2) las propiedades formales y 3) la distribución
espacial de los productos de comportamiento. Nosotros hemos tratado de suministrar estos datos para la
industria cerámica Shipibo-Conibo. Nuestra discusión se ha focalizado en la obtención de materias
primas ampliamente dispersas, manufactura cerámica que unifican estas materias primas en formas
terminadas, el uso de la cerámica en contextos primarios y secundarios, y el comportamiento formados
de desechos que actúa como último editor del registro arqueológico. En esta última etapa de formación
de desechos, la que ha sido descuidada en los, por otro lado, espléndidos y arqueológicamente útiles
estudios de las artes cerámicas tradicionales disponibles en la literatura antropológica general (Guthe
1925; Bunzel 1929; Fontana 1962).
Este descuido, tal vez ha alentado la pretensión optimista ocasional de que el registro
arqueológico representa una “estructura fosilizada del sistema cultural total” que lo ha producido
(Binford 1964:425). Una estimación más razonable sería que el registro arqueológico refleja
principalmente aquel comportamiento que produce desechos. Un hecho curioso sobre el desecho es
que, mientras los arqueólogos obsesivamente buscan descubrirlo, la mayoría de la gente, incluyendo los
Shipibo-Conibo, buscan liberarse de él.

NOTAS
1) Aquí y en la siguiente discusión, el término Shipibo-Conibo es introducido entre paréntesis.
Hemos decidido usar el término inglés a lo largo del texto subsiguiente y en las figuras para comodidad
del lector, aunque el término inglés no es siempre un equivalente preciso para el significado Shipibo-
Conibo.
2) Otras formas de vasijas, no representadas en nuestro censo cerámico de 1971, fueron
anteriormente importantes. Estas incluían jarros de cerveza de forma fálica o zoomórfica diseñadas
para suspenderlas de un aparato similar a una caña de pescar para retirar cerveza de grandes jarras
(Tesamana 1928, tabla 58). Estos jarros de cerveza individuales fueron usados durante las fiestas por
niños menores de 12 años de edad o por los más ancianos de la generación de los abuelos. El
razonamienrto (explicación) dado por los Shipibo-Conibo para agrupar estas generaciones alternas es
que los jóvenes y los viejos escupirán dentro de los jarros comunales usados por el resto de la
comunidad.
3) Una calidad inferior de pigmento blanco que no está representado en la muestra de cerámicas
discutida en este informe apareció en Imariacocha (Lathrap 1973:172).
4) También se reportan tiestos y bordes de vasijas usados como alisadores de cerámica (Farabee
1915:94; Greg Roberts, comunicación personal).
5) En el pasado, cuando la ceremonia de pubertad de los niños aún estaba en pleno auge, la gran
olla usada para cocinar el cerdo servido en esta ceremonia estaba pintada. Ordinariamente, las ollas
nunca están pintadas, y esta práctica puede ser razonablemente considerada como una reversión
sagrada de una gramática decorativa normal.

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6) Se han notado superficies con resina en cerámicas arqueológicas de la tradición Cumancaya
(De Boer 1972:36; Roe 1973:99), pero no están comúnmente preservadas. Los pigmentos tienen mayor
visibilidad arqueológica. El baño rojo y vasijas pintadas y montones facetados de otras comúnmente
aparecen en los basurales de sitios arqueológicos sobre el Ucayali (ejemplo Roe 1973:96). También se
ha recobrado un pigmento negro que parece itanhuana (De Boer 1972:18-19). El pigmento blanco
maosh utilizado por los Shipibo-Conibo es extremadamente fugitivo y la representación arqueológica
de este pigmento es indudablemente menor que su frecuencia en uso (Myers 1970:60-81).
7) Lathrap (1970) ha señalado que la cerámica que los Shipibo-Conibo producen para los turistas
es fácilmente distinguible de la cerámica hecha para su propio uso.
8) En la cultura Shipibo-Conibo tradicional, la institución que afectaba en mayor medida las
frecuencias cerámicas era la ceremonia de pubertad de las niñas. En 1955, la mitad de la producción y
la rotura de la cerámica estaba asociada con estas ceremonias y con el entretenimiento de amigos
distantes y parientes. Toda la cerámica usada en estas ocasiones tenías que ser para estrenar. El número
de vasijas en las áreas de los grupos de familias anfitrionas inmediatamente anterior a las ceremonias
podría haber sido diez o veinte veces la cantidad normalmente presente. La mayoría de los jarros de
cerveza y las escudillas de comida se romperían comúnmente durante los tres días de fiesta,
especialmente durante las disputas de ebrios con que culminaba una fiesta exitosa. Esta cerámica se
rompía con el mismo espíritu que las copas de champagne rotas por los ingleses en ocasiones
particularmente significativas. Hacia 1971, época en la que las observaciones en las que se basa este
informe, fueron recolectadas, la ceremonia de pubertad ya pertenecía a la memoria cultural desde hacía
mucho tiempo.
9) La tabla 4.4 incluye información sobre todas las vasijas cuyo uso fue observado. Esta muestra
no coincide enteramente con las cerámicas tabuladas en el censo dado en la tabla 4.3.
10) Este uso fue informado hace 50 años por Tessmann (1928:146).
11) Una excepción aparece en el caso de los enterramientos, donde tradicionalmente las
cerámicas utilizadas por el fallecido se rompían. El modo de entierro primario o secundario dentro de
una olla o jarra grande colocada dentro del piso de una casa ha sido abandonado. Hoy el cadáver es
colocado en un ataúd de madera o en una canoa sellada y es enterrado en un cementerio especial del
área (De Boer 1972:65-68).
12) Los Shipibo-Conibo también producen varios artefactos cerámicos a parte de las vasijas, uno
de estos el shervenante, en un objeto sólido, de forma rectangular u ovalada que se inserta en la vulva
de la joven después de haber pasado por la clitoridectomía que es parte tradicional de la pubertad. El
shervenante es hecho para la ceremonia y descartado en el basural de la villa (ver fig. 4.6 j6) después
de que la joven lo use por un corto período. Este artefacto provee una excepción a la sugerida
generalización que dice que los ítems asociados al ritual tienen un período de vida más largo que
aquellos que no son rituales (Schiffer 1972:163).
13) El relleno de las barrancas no es algo casual. El desarrollo de estos canales de 3 o 4 pies de
profundidad es extremadamente rápido, dada la cantidad de desagües que provienen de la plaza limpia.
A menos que la erosión fuera detenida, el área de la plaza estaría totalmente seccionada en un año o
dos. Los troncos, tiestos grandes y otros despojos vaciados dentro de estos canales sirven para
estabilizar los sedimentos y retardar la futura erosión. Para otros intentos de correlacionar el grado de
trituración de los tiestos con la intensidad de la actividad humana ver Meggers y Evans (1957:247-248)
y Grebinger (1971:48). Más información sobre los restos en las casas Shipibo-Conibo abandonadas
debería ser visto en el futuro de las investigaciones actuales hechas por Peter Roe y sus estudiantes en
la universidad de Delaware.

Referencias citadas
(se pueden ver en el original en inglés, páginas 136,137 y 138.)
Figuras y Tablas
(ver en el original en inglés)

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