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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE

MÉXICO

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS

COLEGIO DE HISTORIA

CASAS EDITORIALES, EDITORES Y LIBROS


EN MÉXICO EN EL PERIODO DE 1960-1971

TESIS

QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE

LICENCIADO EN HISTORIA

PRESENTA

LUIS MARIANO HERRERA ZAMORANO

ASESOR DE TESIS.

DR. JAVIER RICO MORENO

Ciudad Universitaria Mayo 2011


Agradecimientos.

A mi madre. Quien me apoyó en mi formación profesional y personal. Me


enseñó a ser responsable, cumplir mi palabra y a no dejarme vencer en los
momentos difíciles. Siempre estuvo a mi lado y nunca dejó de apoyarme. Me
corrigió cuando fue necesario y siempre tuvo un abrazo y un consejo para
darme. Me respeta y me quiere como soy. Le debo una gran parte de lo que
ahora soy como profesional y persona.

A mi padre. Que hizo todo el esfuerzo posible para que yo estuviera en la


Universidad. Estoy convencido que le hubiera gustado estar aquí, ahora. Me
enseñó a ser noble y respetar. El primer recuerdo que tengo de la Universidad
lo compartí con él.

A Carmen. Que siempre me motivó a realizar este trabajo. Lo hizo a través de


su cariño y comprensión. Soportó mis confusiones y me escuchó en todo
momento. Me apoyó sin dudarlo un solo instante y generó una confianza
invaluable para que terminara este proyecto. La amo profundamente.

A mis hermanos. A Beatriz, que con su ejemplo siempre me ha mostrado el


camino a seguir como profesional. A Jonathan que su nobleza y disposición me
hicieron quererlo incondicionalmente. A los dos los admiro como personas y
profesionales.

Al doctor Javier Rico Moreno. Que me guió en esta investigación. Siempre fue
un apoyo y me enseñó, sin saberlo, a pararme frente a un grupo y dar una
clase. Este trabajo es en gran medida producto de sus recomendaciones y
sugerencias.

A mis sinodales. Que hicieron apuntes y precisiones a este trabajo. En especial


a la doctora Cristina Gómez quien tuvo mucha paciencia con este texto. Sus
recomendaciones y correcciones hicieron que esta tesis fuera mejor.

A mis amigos. Javier, Carlos, José Luis y Antonio. Quienes me acompañaron


en mi formación personal y profesional. Siempre tuve en ellos un descanso y
apoyo.
Índice.
Introducción. ............................................................................................................... 1
Capítulo 1. Editores, libros y lectura. ........................................................................ 9
1.1 Consideraciones en torno a la historia de la edición. ......................................... 9
1.2 El libro: objeto cultural y mercancía. ..................................................................... 13
1.3 El autor: entre el texto y el libro. ............................................................................. 23
1.4 El editor. Del oficio a la profesión. ......................................................................... 27
1.5 El editor frente al autor. ............................................................................................ 44
1.6 El proceso editorial. .................................................................................................... 47
Capítulo 2. Aproximaciones editoriales en México. ............................................... 52
2.1 El trabajo de edición y los proyectos culturales de la primera mitad del
siglo XX. ................................................................................................................................ 52
El proyecto editorial de José Vasconcelos. ................................................................ 55
Aportaciones de los exiliados españoles al trabajo de edición en México. ....... 66
2.2 Horizonte editorial en México (1940 a 1960). ........................................................ 74
Capítulo 3. Editores y libros en México en la década de los años sesenta. ......... 84
3.1 Situación política y económica en México (1940-1970). ................................... 84
3.2 Editores y casas editoriales en México (1960-1971). ......................................... 89
El Fondo de Cultura Económica. ................................................................................... 90
Ediciones Era. ................................................................................................................... 110
Editorial Joaquín Mortiz. ................................................................................................ 118
Siglo XXI editores. ............................................................................................................ 124
Conclusiones. ......................................................................................................... 132
Bibliografía. ............................................................................................................. 147
Introducción.

Uno de los aspectos más importantes dentro de los fenómenos históricos,

sociales y culturales es la difusión de las ideas, la cual se da fundamentalmente

a través de la cultura escrita. Aunque la tradición oral está unida directamente a

la tradición escrita, la conservación de las ideas de la cultura se mantiene a

través de lo que se ha escrito. La conversión del pensamiento e imaginación en

texto influye directamente en procesos culturales que, en mayor o menor

medida, son una característica de un determinado momento en la vida de la

sociedad. Los autores convierten estas ideas en un material asequible para que

el conocimiento y la creación se propaguen y llegue a los lectores u oyentes

que se interesan por ello.

Un instrumento fundamental del proceso de transmisión y preservación de

la cultura escrita es el libro, el cual es una herramienta que se conceptualiza

según las formas de reproducirlo. No es posible pensar en el libro objeto

reproducido a través de la copia exacta a partir de un texto, como lo hacían los

monjes de la Edad Media, de la misma forma en que se tiran 100 000

ejemplares en un mes de, digamos, una novela del siglo XXI. Las formas de

edición y las influencias que el libro tiene en la sociedad, son fruto de las

tendencias editoriales, impulsadas por los involucrados en el proceso de la

producción del libro, incluyendo al propio autor.

La historia del libro está conformada por diferentes facetas. Una de ellas

se refiere a los estudios que hacen referencia a la producción de libro y todos

los factores y productos que se encuentran alrededor de ello. Otro tema

importante para la historia de libro es lo referente a la circulación y distribución

del libro. Las formas de entrega, promoción y venta son un referente importante

1
para comprender los alcances de los títulos publicados en una época.

Finalmente, otro aspecto trabajado alrededor del libro, es el que se refiere a la

recepción de los textos y las prácticas de lectura, en este sentido se investigan

los hábitos que tiene el público dentro de una sociedad determinada, los temas

que interesan, la frecuencia del contacto de la sociedad con la lectura y sobre

todo, a la influencia que los autores tienen en sus lectores; se puede decir que

la forma y el contenido, en conjunto (libro-objeto) determina sus formas de

lectura.

La presente tesis se ubica en dos de estas facetas. En primera instancia en

la producción de libros, en donde se incluyen la historia de la fundación y

desarrollo de las casas editoriales que publicaron en México durante los años

sesenta del siglo XX, además del papel que jugaron los editores que

protagonizaron el trabajo editorial durante esta década. Como esta producción

no puede estar separada del todo de la circulación y recepción de los libros por

parte de la sociedad, la comercialización del libro durante el periodo de este

trabajo es también un aspecto fundamental, porque con ello para se puede

examinar adecuadamente las propuestas editoriales y la proyección que

tuvieron en el mercado de ese tiempo, además de explorar la distribución de

los títulos producidos.

Dentro del trabajo de producción y comercialización de textos, la imagen

del editor tiene un papel muy importante. Desde la creación de la imprenta, el

impresor decidió cuales eran los textos que traían mayores utilidades por la

preferencia de los lectores y, por tanto eran más convenientes para su

comercialización. Las actividades y funciones que tiene el editor a lo largo de la

historia del libro son muy diferentes. Desde el momento en que el editor decidía

2
los textos que publicaría y los que no llegarían a los lectores a través de su

imprenta, se puede definir al editor como un intermediario cultural. Aunque el

editor en la época contemporánea tiene actividades muy definidas, desde la

elección del texto hasta las formas de distribución, pasando por la coordinación

de la traducción, corrección y formación, no siempre fue así. El editor pasó por

una faceta de impresor, librero, corrector, compilador y traductor, entre muchas

otras, para que en la actualidad se definiera como una actividad intelectual

específica. El editor es un sujeto, que se define en función de las circunstancias

históricas. En la actualidad, alrededor del proceso editorial hay muchos trabajos

especializados como correctores, traductores o impresores que contribuyen a

la producción y comercialización del libro.

Esta investigación tiene como objetivo explorar y examinar las propuestas

editoriales de cuatro empresas durante los años sesenta del siglo XX en

México: el Fondo de Cultura Económica (FCE), Joaquín Mortiz, ERA y Siglo XXI

Editores. Si bien el FCE fue creado en 1934 por iniciativa de Daniel Cosío

Villegas con recursos del estado mexicano, el periodo de consolidación es a

mediados de los años cincuenta, continuando con su crecimiento hasta la

década siguiente. A partir de 1960 hubo un auge editorial muy importante y

variado en donde ERA, Joaquín Mortiz y Siglo XXI Editores fueron fundadas y

se convirtieron en protagonistas importantes de ese apogeo.

Este proceso no se entendería sin la relación que los editores y las casas

editoriales aquí estudiadas mantuvieron con los principales personajes de la

vida cultural de la nación y, en el caso del FCE, con el estado mexicano. Las

colaboraciones que muchos escritores expertos en diferentes materias como

literatura, historia, periodismo y sociología tuvieron en las editoriales, ya fuera

3
como autores, correctores, traductores e incluso editores, hicieron que los

textos de este periodo fueran diversos y de reconocida calidad tipográfica. A

través de los temas de la producción editorial se pueden advertir muchos

aspectos de la cultura escrita de México, los cuales giran en torno a exigencias

o afinidades de cada uno de los empresarios culturales. Los contenidos

temáticos que estudiamos en este trabajo se refieren principalmente a cinco

grandes temas de la producción escrita en México durante este periodo:

historia, literatura, política, economía y ciencias sociales1. Consideramos que

esta producción, distribución y comercialización de estos temas es un reflejo

fiel de la situación política, social, económica y literaria no sólo de México sino

da toda la región latinoamericana.

La hipótesis que guió este trabajo es que el sector editorial de México en la

década de los años sesenta fue muy productivo; gracias al proceso de rápido

crecimiento que experimentaba el país, algunos intelectuales desarrollaron

empresas editoriales que respondían a las demandas de los lectores (ya sean

estudiantes, profesores o público en general). Por consecuencia existe un

incremento de las publicaciones referentes a temas englobados en las

humanidades y ciencias sociales (historia, política, literatura, etc.) gracias al

crecimiento de la población pero sobre todo de la clase media y de las

instituciones de educación superior. Sin embargo, a lo largo de toda la

investigación fue evidente que el perfil editorial de esta época, además estaba

determinado por sectores o grupos que tenían cierta afinidad con la empresa o

los editores y que las casas editoriales integran dentro de sus labores a

1
Aunque las disciplinas economía y política corresponden al grupo de las ciencias sociales, fue necesario
dedicarles un apartado individual debido a la cantidad de títulos que se publicaron durante la década de
los años sesenta. Dejamos fuera a otros temas como arte y ciencias en general, ya que la producción
durante esta década por parte de las editoriales estudiadas fue muy reducida.

4
muchos especialistas en la producción de los libros. Así mismo, el

procedimiento de la producción editorial fue enriquecido por los exiliados

españoles, aunque este es un proceso que antecede los límites temporales de

este trabajo, pues a finales de la década de los años treinta, algunos españoles

que llegaron a México trabajaron en editoriales como el FCE; cuando editores

como Joaquín Diez- Canedo, fundador de la editorial Joaquín Mortiz; Neus

Espresate y Vicente Rojo, principales fundadores de ERA, deciden constituir

sus firmas editoriales, fue necesario contemplar, desde el punto de vista

editorial, la importancia de los transterrados en la vida editorial de México.

En México no existen trabajos que aborden en conjunto el tema de la

edición durante la época de los años sesenta. Incluso son escasas las

investigaciones de la edición en México durante el siglo XX. Los periodos que

prefieren los historiadores del libro en México y de la cultura escrita en general

son la Nueva España y el siglo XIX. Un esfuerzo muy importante para

comprender el ambiente editorial de México en esta época es el estudio de

Víctor Díaz Arciniega sobre el FCE, el cual tiene por objetivo hacer un recorrido

histórico de esa casa editorial, sin embargo no ofrece una visión de conjunto

que ofrezca las circunstancias editoriales en las cuales se desarrolló el Fondo

de Cultura Económica. Por esta razón, es pertinente comenzar a estudiar de

forma integral el trabajo editorial durante el siglo pasado, ya que arrojará

muchas luces acerca de los libros que se producían en México y de las formas

en que se comercializaban, para entender la influencia que estas propuestas

editoriales tuvieron en la sociedad mexicana. En este sentido este trabajo

pretende descubrir algunas problemáticas y temas que giran alrededor de la

5
historia editorial en México en los años sesenta del el siglo XX a partir de las

editoriales y editores que tuvieron protagonismo en esta etapa.

Para estudiar este fenómeno editorial de México se utilizaron distintos tipos

de fuentes. Para explorar cuales eran los temas predominantes dentro de las

casas editoriales fue de vital importancia recurrir a los catálogos individuales de

cada una de las empresas. En el caso del Fondo de Cultura Económica y Siglo

XXI Editores existen los registros puntuales, ya sea por colecciones o por años,

de publicación, sin embargo para el caso de Joaquín Mortiz y ERA los registros

son muy dispersos y tuve que realizar los catálogos de este periodo. Otra

fuente que aportó mucho a la investigación es la correspondencia que hay

entre algunos editores y escritores que por diferentes razones se encuentran

fuera de México. Las memorias de personajes como Daniel Cosío Villegas y las

entrevistas a editores como Arnaldo Orfila, Neus Espressate, Vicente Rojo y

Joaquín Diez-Diez Canedo, me permitieron corroborar fuentes y registros que

no eran del todo claros. Además están los testimonios publicados por algunos

intelectuales españoles exiliados, los cuales son un mar de datos que, en

muchas ocasiones sólo son tomados y estudiados en el terreno anecdótico

pero que, para este trabajo, son fundamentales para identificar las redes

intelectuales que se incorporaron al mundo editorial mexicano.

Los artículos periodísticos que abordan la historia de la edición en México

también fueron de gran utilidad para nuestra investigación. Por su parte, las

revistas y periódicos de la época estudiada tienen muchos registros generales

en torno al ambiente cultural de la época, incluyendo el mundo de la edición;

junto con las memorias y las entrevistas, complementan la información para

6
desarrollar la sociedad del conocimiento en torno al trabajo intelectual que

realizaron los protagonistas.

El primer capítulo de este trabajo se refiere a los cambios y actividades que

el editor tuvo a partir de la creación de la imprenta. En las diferentes épocas y

países, los editores tienen ciertas características que determinan su función en

la vida intelectual de la sociedad. En primera instancia el editor comenzó como

impresor y vendedor al mismo tiempo, después, ya cuando el mercado de

libros creció considerablemente los editores, además de ser vendedores se

convirtieron en intermediarios directos y conscientes entre el autor y el lector,

para esto comenzó a sugerir a los escritores ciertos temas y títulos a los

escritores.

Para reconstruir la figura del editor puntualizo las etapas en la producción de

un libro en el momento en que interviene el editor y las características que el

trabajo editorial ha tenido desde la creación de la imprenta.

El segundo capítulo está destinado a la elaboración de un panorama

histórico sobre la figura del editor a principios del siglo XX en México. Este

recorrido me permitió hallar algunos antecedentes en los que logré reconocer

las características en las que atravesó la producción de los libros en México a

principios del siglo XX. Para este efecto recurro a investigaciones

especializadas en este periodo.

Finalmente, en el último capítulo abordaré el tema de la edición en México

de 1960 a 1971 y las características de cada una de las propuestas editoriales.

Junto a la descripción de los personajes y de las editoriales incluyo los índices

de publicaciones por temas y colecciones para ofrecer un panorama más

completo sobre cada una de las empresas. Además se analizan los papeles

7
que tienen los involucrados en el proceso de producción en cada una de las

firmas editoriales y la correspondencia que hay entre la línea editorial y la

formación y experiencia de cada uno de los editores.

8
Capítulo 1. Editores, libros y lectura.

1.1 Consideraciones en torno a la historia de la edición.

El camino que sigue el libro como objeto cultural y mercancía, en cualquier

momento histórico y en todos los niveles sociales, incluye a tres actores

principales: autor, libro y lector, los cuales adquieren un papel determinante en

la consolidación de las formas en las un grupo social se vincula con el texto

impreso. En el ámbito de la producción del libro se encuentra el editor, y entre

el libro y el lector está la librería o las formas de distribución del libro. El editor

es el sujeto que elige el texto a publicar y coordina el proceso de la producción,

desde el manuscrito original hasta la venta de los ejemplares.

Este triángulo autor-libro-lector está rodeado por circunstancias sociales,

políticas, económicas y culturales que determinan su relación. Este entorno es

único e irrepetible; aunque muchos autores sigan cánones definidos por una

corriente ideológica y estilística particular, la relación que mantiene con el lector

a través del texto es individual.

Entre las investigaciones que se realizan para encontrar los puntos

medulares que fundamentan las características de la cultura escrita de la

sociedad moderna hay varios enfoques. El primero se relaciona estrictamente

los aspectos del libro y las técnicas para reproducirlos, incluso apunta hacia los

temas, sin embargo, en esta línea no pretende realizar una reflexión en torno al

destino de los textos y por consiguiente de las ideas. Como ejemplos tenemos

el trabajo de Pierre Kister titulado El libro ayer, hoy y mañana; referente a la

historia del libro está Historia crítica de la tipografía mexicana de Enrique

Fernández Ledesma que se refiere a la historia de la Tipografía en México a lo

largo del siglo XIX.

9
En segundo lugar se encuentra el enfoque que trata la historia de la lectura,

que investiga la relación que el lector tiene con el texto impreso. Esta incluye a

la historia de la cultura escrita, como la trabajada por Roger Chartier y Margaret

Meek, en donde se analiza la enseñanza de las prácticas de lectura y la

alfabetización como procesos históricos muy importantes que determinan las

relaciones sociales que se gestan a partir de la lectura.

En tercer lugar se encuentran las reflexiones, investigaciones y trabajos que

analizan el papel que el autor tiene en la creación y circulación de los textos.

Aunque parezca un tema que debería ser tratado desde un punto de vista

meramente literario, pues el camino que recorre un texto está inmerso en una

intertextualidad caracterizada por la historia de la literatura, la creación vista

desde la historia es conveniente para aclarar el contexto, las intenciones, la

finalidad y los logros del escritor. Es por eso que la creación de un texto

historiográfico y uno literario son muy parecidos y tienen el mismo génesis: la

invención reconstructiva2.

Existe también un tipo de trabajos relacionados con la historia de la edición.

En este rubro se aprecia la idea de que entre el autor y el lector hay proceso

intermedio que desarrolla la producción de un libro con la finalidad de ponerlo

en manos de un público. En este proceso el editor funge como un mediador

que debe conocer los rasgos fundamentales de un texto para ser publicado. En

este enfoque se busca interpretar y descubrir las relaciones que los editores

tienen con los autores y los lectores, así como explicar la importancia que

tuvieron algunos editores y casas editoriales en el desarrollo cultural de la

sociedad a través de la producción y distribución del texto impreso.

2
Roger Chartier, La historia o la lectura del tiempo, Barcelona, Gedisa, 2007, pág. 35.

10
Los estudios exhaustivos que tienen relación con la historia de la edición

son de aparición relativamente reciente. Existen dos vertientes de los trabajos

en torno a este tipo de investigaciones. En primer lugar, está la línea de

investigaciones que demuestran que las actividades de editor se gestaron

históricamente y se convirtió en un vínculo entre el autor y el lector; además

refiere el proceso ideológico del libro a partir de intelectuales orgánicos,

vinculados a la sociedad y al poder y, finalmente, a la importancia de la lectura

y la edición de libros para la formación educativa e intelectual de la sociedad

contemporánea. La otra línea de trabajos es monográfica y ocasionalmente

anecdótica; se desarrolla en torno a historias de empresas editoriales y editores

que tuvieron cierta importancia en un periodo determinado de la historia

intelectual o cotidiana de una sociedad. Los historiadores que pertenecen a la

escuela de Annales, son los más preocupados por conjugar la historia de la

edición y de la lectura, en donde se reflexiona sobre la importancia de las

editoriales en un sector de la cultura de una sociedad. En este paradigma de

integración, el cual combina la importancia del editor y su función en la

sociedad basado en los fenómenos históricos de la cultura escrita, se

encuentra Roger Chartier. El historiador francés ha desarrollado una línea de

trabajos encaminados a la historia de la edición y la lectura en Francia,

principalmente de los siglos XVI a XIX3. Es, creo yo, el principal estudioso que

determina el impacto que tiene la edición, los editores y la lectura en la cultura

de la época moderna. Además, a lo largo de su trabajo establece la relación

entre la cultura escrita y el proceso editorial. Por otro lado, se encuentra el

3
Como ejemplo están los siguientes títulos: Histoire de l’édition française (dirección con Henri-Jean
Martin), 4 volúmenes (1983–1986), 2ª ed., Fayard y Cercle de la librairie, 1989–1991. Lectures et lecteurs
dans la France d’Ancien Régime, Le Seuil, 1987, Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna, Alianza,
1993 (originales de 1987-1991), Sociedad y escritura en la Época Moderna. La cultura como apropiación,
México, Inst. Mora, 1995; Historia de la lectura en el mundo occidental, Taurus, 1998, con G. Cavallo.

11
trabajo de Jesús Martínez Martín, quien desarrolla un trabajo similar al de la

Escuela de los Annales, pero referente a la historia de la edición en España.4

Los parámetros fundamentales para realizar una historia de la edición que

haga aportaciones importantes a la historia de la cultura deben realizarse a

partir de las relaciones histórico sociales que los editores tienen con los

escritores y los lectores, incluso con el trabajo del editor con textos de autores

que ya no viven. Cuando el referente histórico es una época de transición

política y económica que determina las relaciones sociales (como el caso del

Antiguo Régimen francés trabajado por Robert Darnton5), la historia de la

edición y de la lectura es un referente que permite conocer una parte muy

importante de la cultura. Estas coyunturas políticas y sociales determinan

indudablemente los caminos que siguen las reflexiones y pensamientos

intelectuales. Bajo este enfoque, la historia de la edición debe tomar en cuenta

los aspectos que la rodean. Las circunstancias históricas, sociales y

económicas son definitivas en la publicación de un libro.

Entre coyuntura y permanencia está la disyuntiva, sin embargo los largos

periodos en los que permanece la misma técnica de impresión no son los

mismos en los que son publicadas tales o cuales obras que inciden en la

sociedad o que permanecen en ellas en forma latente para emerger cuando

sean consideradas importantes.

Así como las etapas históricas tradicionales que son constantemente

repetidas en las aulas escolares son reiteradamente cuestionadas por los

historiadores para ser más precisas, la historia de la edición debe tomar un

4
Jesús A. Martínez Martín (ed.), Historia de la edición en España, 1836-1936, Madrid, Marcial Pons,
2002.
5
Robert Darnton, El coloquio de los lectores, Prólogo, selección y traducción de Antonio Saborit, México,
FCE, 2003. El autor asume una postura interdisciplinaria en la que integra a la bibliografía y la
investigación histórica y social.

12
rumbo en el que los trabajos monográficos sean sólo una de las fuentes para

abordar la importancia de los editores y editoriales en la sociedad.

1.2 El libro: objeto cultural y mercancía.

Visto como un objeto, el libro ha experimentado diversos cambios a lo largo de

la historia de la cultura. El punto de partida para llegar a lo que es hoy lo

podemos encontrar con la creación de la imprenta. La invención de este

aparato que revolucionó el mundo cultural de la época y trascendió hasta la

época actual, es lo que podría llamar la fecha era del libro. Antes o después de

la imprenta es una de las acepciones más utilizadas cuando se habla del texto

impreso.6

Los especialistas de este tema no llegan a un acuerdo en torno a la persona

que diseñó y elaboró la imprenta por primera vez. Hay que tomar en cuenta

que la definición de imprenta tiene problemas conceptuales. Se puede entender

imprenta como el arte simple de imprimir; en este caso, como lo menciona

Roberto Zavala Ruiz7 los inventores serían los chinos. Por otro lado, la

impresión con tipos móviles, se podría remontar a 1440. Autores como Agustín

Millares Carlo, Jacques Lafaye y muchos más atribuyen esta invención a

Johannes Gutenberg. La disputa por la titularidad del invento tiene otros dos

contrincantes principales: el holandés Lorenzo Coster y el italiano Pánfilo

Castaldi. De cualquier modo, todos los datos encontrados apuntan hacia el

alemán, ya que fue el primero en instalar un taller de impresión a mediados del

siglo XV. Sin embargo, debe considerarse que el ambiente en el que se

desarrolló este invento se enmarca en la problemática de mejorar algunos


6
Federic Barbier, Historia del libro, Alianza editorial, Madrid, 2005. pág. 86-90. También véase Jorge
Villar, Las edades del libro: una crónica de la edición mundial, Madrid, Debate, 2002, pág. 41 y ss.
7
Roberto Zavala Ruiz, El libro y sus orillas, México, UNAM, 1998, pág. 15-31.

13
sistemas de producción, no sólo de libros, imágenes o telas, sino de también

otros procesos, como forjar armas o pulir piedras preciosas; todo ello en una

sociedad que se expandía y la batalla entre el campo y la ciudad era ganada

por esta última. Este ambiente innovador es lo que llevó a muchas personas de

diferentes oficios, como acuñadores de monedas o copistas, a mejorar las

técnicas de impresión.8

Escribir hazañas de otro tiempo y perpetrar las contemporáneas a través de

la escritura es un elemento cultural muy significativo para la historia del

hombre. Esta fijación de imágenes a través de ideas, letras y dibujos no

pertenece a la edad moderna. Las imágenes y los textos de pueblos pasados

registrados en diferentes materiales como barro, pieles o papiro son una

muestra de la preocupación de registrar hechos o de conservar las ideas. Así

sucede con los ejemplares que antecedieron inmediatamente a la aparición de

la imprenta. Los señores feudales transmitían sus historias y costumbres en los

libros señoriales transcritos en la Baja Edad Media9. Un rasgo muy importante

de la invención del libro como un objeto más asequible para algunos grupos

sociales fue su característica plural. Antes de la máquina de impresión, los

textos estaban sujetos a la transcripción personal de cada uno de los autores o

de personas que lo secundaban. Los ejemplares más conocidos eran copiados

por otras personas y así sucesivamente hasta llegar al lector final. La

separación entre el que idea y escribe y el que lee no era, del todo alejada. Las

copias que se realizaban tenían un carácter personal.

No debe pensarse que desde la creación de la imprenta, el libro fue un

objeto cultural de suma importancia para la humanidad, ya que lo era desde

8
Federic Barbier, op. cit., pág. 84.
9
Ibid. pág. 92.

14
antes, sin embargo la creación y el desarrollo de la impresión a través de los

tipos móviles trajo muchas ventajas a los impresores, comercializadores y

lectores del libro. Algunos datos mencionados por Federic Barbier10 apuntan a

que alrededor de 1480, 40 años después de la creación de la imprenta, junto

con la técnica de fundición de los tipos móviles, el manuscrito fue abandonado

para dar paso libre a la nueva forma de impresión, la cual hizo posible la

divulgación de la lectura de forma paulatina, ya que el impreso llegó a un

público mayor. Por otro lado, hay que considerar que el libro es un objeto que

pertenece a las minorías. No hay que concluir que con el nacimiento de la

imprenta la lectura se socializó de tal manera que las personas tuvieron acceso

libre a todos los libros, ya que, durante los dos primeros siglos de imprimir a

través de tipos móviles, el libro fue un objeto costoso.

A finales del siglo XV y principios del XVI el oficio de impresor va de la mano

con el de librero. Probablemente la edición era un trabajo conjunto que se

mantenía gracias al inversionista y al impresor. Es, por tanto, una actividad que

apenas se vislumbraba en el proceso de producción de un libro, pero que, para

tiempo después tuvo que separarse del oficio de la impresión y de la venta de

los ejemplares, gracias a la creciente circulación y comercialización.

Con la aplicación de las técnicas de impresión para la elaboración de los

libros y la incipiente industria del papel en Europa se logró una producción más

numerosa de ejemplares y propició que la imprenta se expandiera rápidamente.

Desde 1440 hasta el año que despide al siglo XV existían imprentas en

territorios que hoy pertenecen a Holanda, Italia, Inglaterra, Francia y en menor

10
op. cit., pág. 35-70.

15
cantidad en España. El tiempo en hacer uno o varios ejemplares de libros,

folletos, panfletos o cualquier impreso se redujo y por tanto, los costos también.

Aunque el libro es un objeto cultural, también debe ser visto como una

mercancía. Esta relación intrínseca debe tomarse en cuenta cuando se estudia

el impacto que tiene en la sociedad. En este sentido, Jacques Lafaye afirma

que para el siglo XV y principios del XVI el libro impreso en papel es un

importante negocio a nivel internacional, “los libreros-impresores –afirma-

fueron ante todo negociantes”11.

Parece ser que el negocio no se fundamentaba del todo en la producción

sino en la comercialización. Las relaciones que el impresor tuvo con los

recursos económicos deben tomarse en cuenta para encontrar las razones por

las que el libro tuvo un éxito comercial. Con este acontecimiento se llevó a

cabo la diversificación de los temas y los tipos de libros para un público que,

obviamente, había crecido. Mantener una imprenta en ese tiempo significaba

un gasto muy elevado. Es por eso que muchos de los impresores que conocían

el oficio tenían que asociarse con inversionistas que consideraban que el

proyecto tenía un futuro comercial importante, esto trajo como consecuencia

que hubiera una relación entre el trabajo intelectual y físico de la imprenta y de

los inversionistas. Aun cuando los impresores tenían asegurada la inversión

para producir y reproducir los libros no les alcanzaba, por lo menos en las

primeras décadas de la inversión de la imprenta, para tener una vida decorosa.

Es por eso que muchos de ellos tuvieron que diversificar en los productos que

se vendían.

11
Jacques Lafaye, Albores de la Imprenta. El libro en España y Portugal y sus posesiones de ultramar
(siglos XV y XVI), México, FCE, 2002, pág. 15.

16
Es importante mencionar que la estructura del libro antes y después de la

invención de la imprenta no ha cambiado. La Biblia, por ejemplo, que se

imprimió con caracteres móviles, tiene la misma distribución temática que la

transcrita por los monjes del siglo III d. C. Las prerrogativas y los alcances

deben observarse, fundamentalmente, en el terreno cultural, social pero

sobretodo en el económico de los que tienen contacto con los libros impresos

con tipos móviles, ya que la distribución y la venta se incrementaron

considerablemente y por ende la circulación de este objeto cultural.

Este proceso de concepción del libro como una mercancía se puede

ejemplificar con lo que pasaba en el Nueva España. Una gran parte de los

libros que circulaban por la colonia eran de procedencia española, esto no

quiere decir que todos se imprimían ahí, sino que España funcionaba como un

puente de libros (y otros productos) hacia sus posesiones de ultramar12. Los

negociantes del libro en la Nueva España prefirieron comercializar y distribuir

los textos antes que imprimirlos. Además de los riesgos económicos para

mantener una imprenta existía el obstáculo de la censura. Tener una imprenta

en la Nueva España significaba tener un privilegio de la Corona, como tal, se

debían acatar todas las disposiciones que ella establecía.13

Hasta hoy se reconoce que las políticas que regulaban a los impresores y

libreros nacieron con los intelectuales ingleses y franceses. La disputa en la

que se abordan los temas acerca de la libertad de expresión, los impuestos y la

propiedad de la obra escrita, de los libreros (en el caso francés) está

12
Cristina Gómez “Comercio y comerciantes del libros en la carrera de Indias: Cadiz-Veracruz, 1750-
1778” en Historia Mexicana, vol. LVII número 3 (enero-marzo), 2008. pág. 621.
13
Cristina Gómez y Guillermo Tovar, Censura t Revolución. Libros prohibidos por la inquisición de
México (1790-1819), México, trama editorial, 2009, pág. 6.

17
documentada e interpretada por Roger Chartier14. Los dos principales actores

fueron en primera instancia Diderot y Condorcet. El primero defendió al autor

como propietario intelectual de una obra escrita mientras que Condorcet señaló

que más que una propiedad era un privilegio que otorga satisfacción, ya que el

texto no pertenece sólo a un hombre pues, como en el campo, los frutos son

utilizados por muchas personas y por tanto, la producción de los textos siempre

es una empresa social, ya que los escritores no existen por sí mismos.

Más allá de la disputa personal y específica, es evidente que la visión

acerca de los libros y la función que tienen en la sociedad era un tema de

discusión para la época posrevolucionaria francesa. Con esto el libro se llevó a

las discusiones políticas e intelectuales como una herramienta sí, pero también

como un objeto que resulta de la creación artística del hombre.

A la par de este proceso surgió en Europa una burguesía que desarrolló

nuevas necesidades. La lectura de los libros era fundamentalmente para

clérigos y algunos aristócratas. Con la aparición de la burguesía, el libro se

utilizó para la alfabetización y educación de la sociedad15. También se siguió

concibiendo al libro como un instrumento de comunicación, junto con el

periódico, aunque tenía ciertos problemas, como el costo de los títulos y los

problemas de distribución.

Entre los siglos XVI y XVIII, las ediciones de los libros no superaban los 3000

ejemplares de cada título16. Se podría pensar que con la imprenta se pudo

incrementar el público que leía; sin embargo, bajo las circunstancias de

analfabetismo y un periodo de inestabilidad política europea, el gran proyecto

14
Roger Chartier, ¿Qué es un texto?, en ¿Que es un libro?, Varios, Madrid, Círculo de Bellas Artes, 2006,
pág. 28-32.
15
Pierre Kister, “Entrevista realizada a Robert Escarpit”, en El libro ayer, hoy y mañana, España, Salvat,
1973, pág. 9-17.
16
Jorge Villar op. cit., pág. 41.

18
de comercio editorial fue la iniciativa de Diderot, D`Alembert y del librero André

Le Bretón: La enciclopedia, este es un punto coyuntural en la historia de la

edición y la lectura porque las ideas de la ilustración se plasmaron en una serie

de libros que pretendía fundamentalmente la difusión del conocimiento que se

conocía hasta entonces, además puso a prueba el sistema de ventas,

comercialización y distribución que se tenía en todo el territorio europeo.

El objetivo fundamental de La enciclopedia era englobar en una serie de

artículos todos los conocimientos de los se tuvieran registro hasta ese

momento. El primer volumen apareció en 1751 y subsecuentemente se

publicaron 34 volúmenes más, de los cuales, 17 eran de texto, 11 de láminas e

imágenes, 5 suplementos y 2 índices que concentraban los temas y las

referencias a los temas de los artículos y los autores. En un principio se habían

contemplado a 21 redactores, pero finalmente la plantilla se extendió hasta que

fueron 160 especialistas de diferentes materias17.

El método de producción y venta se hizo mediante suscripciones, como

muchos otros libros y obras de la época. Las personas e instituciones pagaban

un adelanto para financiar la producción y al terminar la impresión de los

ejemplares los editores y libreros los repartían a sus suscriptores. Con este

sistema se llegó a tener 4000 suscripciones para los volúmenes. Esta forma de

venta se popularizó en Europa y se estableció como un método para

industrializar y comercializar la producción del libro.

Posteriormente en la época de la edición industrial18 que ocupa gran parte

del siglo XIX y los albores del siglo XX, junto a la profesionalización del escritor,

17
Ibid. pág. 42 y ss.
18
El concepto pertenece a Jorge Villar, op. cit., sin embargo autores como Chartier y Darnton afirman
que durante el siglo XIX y principios del XX se mantiene una forma de comercialización que es “fundada”
por los editores y libreros que produjeron La enciclopedia.

19
del que se hablará más adelante, los temas de los libros fueron más variados y

más específicos. Sin embargo, una de las principales características, al menos

en el terreno literario do XIX, fue la novela por entregas en periodos semanales

y mensuales.

También cobró importancia el contenido visual de los ejemplares. Aunque

en la época final de la edad media, los dibujos y las láminas eran comunes

entre los manuscritos, más aún cuando se mecanizó este proceso en la

imprenta, los aportes gráficos del siglo XIX fueron una característica

fundamental de los libros como objetos. Es por esta época cuando la alianza

que de los productores de libros con los periódicos, el teatro y otras

expresiones culturales caracteriza la industria editorial. La diversificación de

temas y la publicidad de los libros por medio de los periódicos impulsaron al

negocio editorial europeo. Se diseñó un nuevo libro al que se denominó Best-

Seller para que fuera más asequible al lector y se pudiera transportar a

cualquier lugar, sin necesidad de correr algún riesgo gracias a su tamaño, pero

además que bajara el costo de producción y generara una mejor rentabilidad y

por tanto, un número mayor de lectores.

Llegamos así al siglo XX; para ser más específicos al inicio de la tercera

década. A este periodo se le denomina la época de la edición de masas19, la

cual se debe fundamentalmente al incremento del número de lectores y

proporcionalmente al número de títulos publicados. En la medida que los tirajes

fueron creciendo gracias a los beneficios de una buena administración o la

perfección de las técnicas de producción, lo hicieron también los lectores, hasta

19
Jorge Villar, op. cit., pág. 204.

20
que la lectura fue accesible a grupos sociales antes marginados por la cultura

escrita.

El aumento de los contratos con los autores y las campañas de publicidad

incrementaron el costo de la producción de los libros. Sin embargo, éstos eran

cubiertos por las ventas de los ejemplares y en ocasiones por la adquisición de

los derechos cinematográficos de la obra. Si antes el teatro fue una plataforma

de fama para los libros y los escritores, ahora lo fue el cine. Otra característica

de esta época son los premios literarios, los cuales se crean para acrecentar no

sólo las ventas sino la proyección del escritor y de la editorial.

Todas estas situaciones provocadas a veces por el editor, a veces por el

lector y otras tantas por el escritor, propició el surgimiento de grandes casas

editoriales, las cuales trabajaron sobre un catálogo específico que incluye

temas y títulos específicos.

En el ámbito cultural se puede observar un equilibrio en donde las grandes

editoriales así como las medianas y las pequeñas tienen un papel importante

en las aportaciones culturales. Cuando las grandes editoriales ponen a la venta

libros que se pueden comercializar mejor gracias a los temas y los costos, las

casas que no tienen tantos recursos realizan la publicación de títulos para un

mercado más focalizado, pero que podía acceder de manera más frecuente a

la lectura, éste es el caso de los estudiantes. Es en esta etapa de la edición en

que los temas se diversifican y se empareja al proceso en el que las ciencias

sociales y exactas tienden a especializarse y, por consecuencia, apoyan la

forma en que las disciplinas del saber humano se convierten en

especificaciones de una ciencia mayor20. Por otro lado, muchos movimientos

20
Roger Chartier, Cultura escrita, literatura e historia, México, FCE, 1999, pág. 30.

21
literarios, filosóficos y políticos encontraron una salida para promover y

comunicar sus ideas y reflexiones.

Las empresas editoriales del mundo, principalmente de Europa,

respaldadas por grandes capitales fueron pocas. Para minimizar el riesgo

comenzaron a diversificar las plataformas de comunicación; mientras

publicaban libros adquirían periódicos o canales de televisión y radio. Por otro

lado, las nuevas y pequeñas editoriales comenzaron a incrementar, en la

medida de lo posible, su catálogo de publicaciones y temas. Ejemplo de esto

son editoriales como Random House o Gallimard21.

En el caso de Estados Unidos y Francia, por ejemplo, los pequeños

editores apostaban sus inversiones a los títulos que pudieran generar buenos

ingresos en su localidad. En cambio, las grandes corporaciones fundamentaron

la publicación de los libros en la competitividad que los pudiera posicionarse

mejor en un ámbito internacional. Es en este momento, ya hacia los años

sesenta del siglo XX, cuando el libro se convierte, además de un muy buen

negocio cultural, en un objeto de comunicación masiva y global, al menos para

las grandes corporaciones.22

Con la nueva reorganización geopolítica del planeta tras el fin de la

Segunda Guerra Mundial, el libro fue un instrumento de propaganda política 23.

Los países que protagonizaron la guerra fría también lo hicieron con el

comercio de libros además de otros países que aparecieron en la escena

política y económica mundial. América del Norte, Europa occidental y parte de

Asía fueron las regiones que más se beneficiaron de la nueva forma del

21
André Schiffin, La edición sin editores (Las grandes corporaciones y la cultura), Traducción Eduardo
Gonzalo, México, ERA, 2001, pág. 32-50.
22
Ibid.
23
Jorge Villar, op. cit., pág. 210-211.

22
comercio editorial. Posteriormente, cuando el bloque socialista comandado por

la Unión Soviética comenzó a debilitarse, se consolidó un grupo que pudo

controlar el mercado editorial en el mundo. Estados Unidos, China, Inglaterra,

Japón, Alemania, Francia, España e Italia alcanzaron los índices más altos, no

sólo de edición sino de exportación y traducción de libros24. Este proceso de

industrialización global permitió la consolidación de las empresas editoriales de

gran alcance, pero también provocó, gracias al incremento de la población, el

surgimiento de las nuevas editoriales, que aunque pequeñas, contribuyeron a

satisfacer las necesidades de lectura de algunos sectores como el estudiantil

(en todas sus etapas) y el académico.

1.3 El autor: entre el texto y el libro.

Entre el texto y la lectura está el libro. Este último es producto de un proceso

particular de cada época, esta es la razón por la cual el libro objeto ha

cambiado a lo largo del tiempo. La creación, mejor dicho, la producción de un

libro se manifiesta más allá de la escritura como tal, es decir, el proceso

editorial funge como mediador entre el texto y la lectura. Producir un libro

implica, corregirlo, formarlo, adecuarlo, imprimirlo y venderlo. Es por eso que

las relaciones que se desarrollan en torno al simple hecho de leer un libro son

complejas. El transcurso de publicación de un libro, por ejemplo, lleva consigo,

a veces sin quererlo alevosamente, una serie de actores e ideas que en su

conjunto germinan directa o indirectamente para lograr el objetivo final: la venta

de los títulos.

24
Ibid., pág. 220.

23
La pregunta que emerge de tal postura es obligada ¿Es necesario recuperar

el texto tal como el autor lo pensó y lo imaginó? Es importante que me detenga

en esta reflexión pues la forma en la que se publican los textos y el proceso

editorial al que deben sujetarse se apoya, fundamentalmente, en los lectores.

Para que existan textos, libros, debe haber lectores necesariamente y para

que los lectores adquieran o lean los textos (en librerías o bibliotecas) es

necesario que existan los editores o casas editoriales. No es un círculo vicioso

innecesario, es más bien un proceso histórico determinado por las relaciones

que mantienen las personas que actúan en la producción de un libro. Estas

relaciones se reflejan directamente en el libro y, en muchas ocasiones, en la

lectura. Todos los ejemplares y ediciones muchas veces reimpresos o

reeditados, son, como dice Roger Chartier, “gestos de la escritura y de las

prácticas del taller y constituyen la obra tal y como fue transmitida a los

lectores”25 Es por eso que para la investigación histórica del libro se debe

mantener al libro objeto como una fuente primaria.

Muy probablemente esta preocupación del libro íntegro se deba a la

investigación y crítica que se realiza en el terreno de la literatura y la filología.

El proceso de la creación de los textos es objeto del estudio literario. Sin

embargo, en el análisis histórico del libro el referente más importante no es el

proceso de creación del texto sino la transformación de manuscrito en libro,

pues lo que importa realmente para este efecto, es el impacto que tuvo en la

sociedad y la forma en que la editorial lo difunde y comercializa. Con una

visión integral se podría realizar el estudio del binomio creación-publicación, sin

embargo tendría que enfocarse, para mejores resultados, en un autor o en una

25
Roger Chartier, “¿Qué es un libro?”… op. cit., pág. 16.

24
serie pequeña de libros, pues no se pueden estudiar todos los libros de todos

los autores de una editorial y el proceso de publicación de estos títulos de

forma individual. La discrepancia entre la obra escrita y la obra leída o

publicada es un asunto del lector pues la apropiación del texto requiere de un

libro con tipografía, marcos, sangría, etcétera de las que el lector se

acostumbra o se adueña. Pero también incluye el discurso y la forma en que el

autor escribe.

Con lo anterior podemos afirmar que los autores no existen por sí mismos,

los escritores muy probablemente sí. La actividad de un autor está determinada

por los lectores. El creador de un texto no debe pensar que dejará un legado a

la humanidad, porque la humanidad desechará o valorará dicho texto, la

trascendencia no depende del autor, sino del texto ubicado en una época

particular. Probablemente Ernest Junger tiene razón cuando menciona que

“los autores son empleados de las editoriales, no de Apolo. El autor es un

sujeto que vende el trabajo académico a todo el público que lo quiere leer”26. A

esta cita hay que incluir, para ser más precisos, el trabajo de los escritores de

ficción y narrativa.

El autor se imagina el texto impreso. Pocas veces queda como se pensó.

Un libro es un texto editado. Pocas veces los editores transforman el contenido,

el fundamento, la estructura y el discurso. Transforman la tipografía, la

numeración, la presentación27. Bajo la perspectiva del editor, el texto se

convierte en un ejemplar que se puede vender. Los textos de los autores deben

someterse, obligatoriamente al criterio editorial. Todos estos cambios influyen

en la lectura del sujeto; no es lo mismo leer a Homero en las ediciones de

26
Ernest Junger, El autor y la escritura, Barcelona, Gedisa, 1984, pág. 31.
27
Roberto Zavala Ruiz, op cit., pág. 35-52.

25
Porrúa que en las de Gredos, no sólo por la traducción sino por la tipografía y

el diseño de la página; es muy probable que estas cuestiones técnicas influyan

directamente en la lectura y en la reflexión28. La transformación del texto en

libro por parte de los editores es fundamental en lo que el autor quiere

transmitir.

Además de esto debe tomarse en cuenta el aspecto económico que implica

la producción, comercialización y distribución del libro. Mientras exista una

demanda de ciertos textos, el editor busca tener una oferta de ellos. El

mercado es el que determina cuáles son los textos que se ponen a la venta.

Las novelas o trabajos históricos escritos pero no publicados deben ser

enormes. En los archivos de las editoriales se encuentran muchos textos

olvidados y no llevados al público. ¿Cuántos de esos textos pueden ser

importantes para la cultura escrita de la nación y de la humanidad? La labor

del editor puede ser juzgada como un filtro, pero también como un

intermediario eficaz, todo depende de la visión. No se pueden publicar todos

los textos que llegan a las editoriales porque el costo económico sería

exorbitante y no siempre la inversión de un libro trae ganancias para el editor.

Esta disyuntiva que necesariamente se observa retrospectivamente da pie a

plantarse el panorama editorial de una época determinada, con los editores

como agentes del mundo de la cultura escrita de un grupo social.

No siempre los editores jugaron el mismo papel dentro de las relaciones que

han existido entre el autor y el lector. Las técnicas de impresión fueron

cambiando con el tiempo, pero sobretodo la diversificación de los temas y la

28
Roger Chartier, Cultura escrita…, pág. 42.

26
particularización de los campos de la ciencia y las humanidades hicieron que

tanto el discurso como la estructura de los textos fueran modificándose.

1.4 El editor. Del oficio a la profesión.

El desarrollo histórico del editor es delicado de estudiar. Por la naturaleza

histórica del trabajo editorial (antes que editores fueron impresores,

inversionistas o libreros), esta actividad tiende a ser un oficio más que una

profesión, lo que trae como consecuencia que las fuentes sean muy dispersas,

reducidas y el testimonio de primera mano sea el libro en sí o las anécdotas

que lo rodean. Pero la forma y el fondo del libro contienen muchos datos que

se deben advertir; en su mayoría cualquier editor o empresa editorial poseen

una línea de publicaciones que exhibe las características de la empresa cultural

que pretenden desplegar.

Sin embargo el referente más importante para realizar una historia de la

edición es la historia de la producción física, comercialización y distribución del

libro. Los momentos de ruptura que posicionan al libro en una situación

diferente también lo hacen con el proveedor de estos ejemplares, es decir, con

el editor.

El trabajo del editor debe estudiarse en el contexto en el que se desarrolla

porque las técnicas de impresión y venta no son las mismas e incluso distan

mucho de ser similares a lo largo de la historia. Por ejemplo, lo editores de la

primera Enciclopedia francesa, no son los mismos que los del siglo XX, ya que

las formas de impresión y venta de los libros han cambiado mucho y esto

determina su labor.

27
El oficio de editor no debe verse como una actividad inmóvil o pasiva, las

razones por las que se publica un libro o una colección de libros dependen en

gran medida de las circunstancias alrededor del editor o la dirección de la

editorial, las cuales pueden ser políticas, sociales, culturales o económicas

pero que, en su conjunto, determinan la imagen pública de la empresa o de la

persona que la dirige. No es el objetivo hacer aquí una apología de las

empresas editoriales, sino señalar que esta mediación que la editorial tiene

entre el autor (antepasado o contemporáneo) y el lector, define, en gran

medida, la relación del individuo, ya sea estudiante, profesional o común, con

el objeto (libro), y por tanto, con cierto sector de la vida cultural de un grupo

social, y que la línea a seguir en el contenido del libro va de la mano con la

corriente de pensamiento del editor o editores, es decir, como cualquier

actividad humana es subjetiva; las posiciones ideológicas y políticas son

determinantes en este aspecto.

En la medida que el libro fue producido a través de la imprenta, se crearon

varias industrias y oficios que intervinieron en el proceso. Así la industria del

papel, por ejemplo, desempeñó una función relevante en los inicios de la

industria de la edición europea y se fortaleció en la medida que los libros eran

adquiridos por la sociedad, como lo demuestran Lucien Febre y Henri-Martín29.

Pero no sólo del papel, las impresiones de los libros debían ser cuidados por

personas que al pasar el tiempo se fueron especializando en este oficio; y los

mismo sucedería con los libreros, quienes vendían los ejemplares para que la

imprenta se mantuviera.

29
Lucien Febvre y Henri-Martín, op. cit., pág. 210.

28
En los inicios del libro impreso con tipos móviles la labor de la persona que

se encargaba de dar origen físico al libro es el impresor. A lo largo de la

consolidación de este proceso, muchos de ellos fungían como correctores

ortotipográficos y también como editores. Esto cambió con el fortalecimiento de

una clase de personas que veían en el libro una especie de inversión

intelectual y económica en la publicación. Es por eso, que cuando se afinan los

detalles para la impresión de libros con tipos móviles, el reconocimiento no sólo

es técnico, también es la cualidad de reproducir ciertos textos con un criterio

individual. Es decir, bajo la óptica del proceso de producción de un libro, el

texto es elaborado mediante una máquina operada por una persona que se

especializa en ello, sin embargo, antes de esta situación se debe elegir cuál es

el texto que se debía imprimir. Parece una observación trivial y obvia, pero, en

un principio, los textos eran elegidos por la reputación que tenían y la demanda

que había en el mercado. Básicamente se trataban de temas religiosos, pero el

panorama fue cambiando paulatinamente.

El editor ejerce una influencia directa sobre los textos. La etimología de la

palabra edere tiene que ver con engendrar o crear. Cuando la producción de un

libro se convierte en un procedimiento en el que intervienen distintos actores y

otros medios, una persona debe coordinar todas estas acciones y cuidar los

tiempos de entrega y el presupuesto.

Por lo tanto, el trabajo del editor es la edición. La transformación de un texto

en un libro. Entre el autor y el lector ocurre una serie de procesos delimitados

por los editores, como los mencionados arriba. Roger Chartier habla de este

proceso como un camino que va del texto (autor) al libro como objeto: “la

29
edición es el momento en que el texto se vuelve un objeto y encuentra

lectores”30

Dicho lo anterior, el editor es un individuo (dentro de las empresas

editoriales un puesto) en el que confluyen todos los mecanismos de la

construcción del objeto impreso. El editor marca las pautas a seguir dentro del

taller de edición, selecciona o busca los títulos que pueden ser un éxito en las

librerías o es muchas veces un inversionista que apuesta por un ejemplar.

Además son correctores, impresores y hasta vendedores de los ejemplares.

Sin embargo no siempre ha sido así. En la historia de la edición en el mundo

occidental la postura que predomina se refiere a cuatro momentos

fundamentales en la historia del editor como intermediario entre el texto y la

lectura. La primera de ellas se puede hallar en la época medieval, en donde las

lecturas en grupo eran muy comunes dentro de las universidades; el editor era

un copista y un lector al mismo tiempo, esta práctica de lectura era,

obviamente, una expresión de élite y el objetivo era fundamentalmente

didáctico.

El segundo momento histórico del editor es el llamado impresor- librero, el

cual se caracterizaba por ser un productor y vendedor de libros al mismo

tiempo. Aquí la inversión y la producción tenían una relación intrínseca, que se

fundamentaba en las ganancias. La posibilidad de producir un libro estaba

determinada, obligatoriamente por las ventas de los ejemplares; el propósito

económico era un impulso o un estímulo. En este momento, la inversión

económica se dirigía al establecimiento de un taller tipográfico, en donde se

pudieran imprimir los textos seleccionados y una serie de suscripciones que

30
Roger Chartier, Cultura escrita…, pág. 59.

30
generaran adelantos económicos y que ayudaran en la compra de los insumos

como el papel, la tinta.

En este sentido, Guillermo Díaz Plaja señala que el giro en la producción del

libro que se da en periodo del siglo XVI al XVIII es determinante para la función

del editor. Mientras el libro se convierte de un objeto artesanal en uno

industrial, el mejoramiento de las técnicas es muy importante31. Además el

editor no sólo debió cuidar las técnicas de impresión y el proceso tal cual, sino

además las inversiones, costos, y ventas, sobre todo estas últimas. El

intercambio de ejemplares con otros editores-libreros es fundamental, ya que

mientras ellos publicaban ciertos títulos, tenían colegas que hacían el mismo

trabajo y podían intercambiar los ejemplares para tener una librería más nutrida

y variada. A partir de las relaciones económicas que el impresor mantiene con

los inversionistas que arriesgan el capital para la impresión de los libros, los

primeros tienen que buscar la manera de distribuir y comercializar este

producto cultural. En realidad el impresor no siempre decidía los títulos que se

producían, más bien eran los libreros, pues conocían más a fondo la demanda

que los lectores tenían32.

Es en este momento cuando el impresor y comerciante de libros aparece y

se consolida en la Nueva España. El primer taller de impresión que se

estableció estuvo a cargo (con diligencias, viajes y permisos) de Juan Pablos

hacia finales de septiembre y octubre de 1539, quien se asoció con un impresor

de Sevilla llamado Juan Cromberger.

La distribución de los libros se adaptó a las exigencias. La lejanía y la

escasez de lectores propiciaban, como se ha mencionado, que el libro fuera un

31
Guillermo Díaz Plaja, El libro hoy, ayer y mañana, Barcelona, Salvat editores, 1973, pág. 49 y ss.
32
Jacqes Lafaye, op. cit, pág. 29.

31
objeto de consumo exclusivo para algunos sectores sociales. Las librerías eran

más bien expendios de miscelánea, en donde se vendían artículos de todo tipo

como alimentos o ropa.33 Ahora bien, mientras que en los siglos XVI y XVII la

impresión y la venta de los libros se concentraban fundamentalmente en el

centro de la ciudad, en el siglo XVIII comenzó un proceso de expansión de los

puntos de venta. Muchos de los libros que llegaban de la Península al puerto

de Veracruz, se quedaban ahí y se vendían directamente en librerías como la

de Manuel López de Luna34. Esta diversificación de los lugares da pie a pensar

que la transformación del libro como un objeto de lujo fue un buen negocio para

los impresores y libreros, ya que los lectores crecieron en número y en varias

zonas de la Nueva España.

Aunque los libros no aceptados por la Corona y la Iglesia para ser

comercializados sí llegaban a la Nueva España, lo hacían en menor cantidad y

bajo el riesgo de ser encontrados.35 Esto también era un buen negocio, por

alguna razón los libros prohibidos siempre tuvieron una reputación que los

hacía deseables y distribuirlos, aunque fuera sutilmente en la Nueva España,

traía buenos beneficios a los impresores y libreros.

Durante el siglo XVIII la producción y la comercialización de libros tuvieron

un avance importante. Con el crecimiento de la población en la capital de la

Nueva España vino también el incremento de la actividad editorial. Sin

embargo, también hubo interés por continuar la edición de libros y periódicos

33
Juana Zahar Vergara, Historia de las librerías de la ciudad de México. Evocación y presencia, México,
UNAM, 2006. Pág. 36.
34
Ibid.
35
Crsitina Gómez y Guillermos Tovar, op. cit., pág. 9-12.

32
en algunos centros urbanos importantes. De este modo se expandió la

distribución de los libros a otros lugares de la Nueva España.36

La permanencia de la imprenta gran parte del mundo durante los siglos XVI,

XVII y XVIII se da gracias a las relaciones familiares y sociales que se dieron

dentro de la impresión. Cuando el dueño fallecía o se quería expandir a otras

ciudades dejaba a sus hijos o yernos como encargados. Esto sucedió también

en la Nueva España de la misma forma en que los comerciantes y los

almaceneros de la ciudad de México prolongaron su dominio y monopolizaron

el comercio, los impresores y libreros mantuvieron el negocio a través de los

lazos familiares que formaron. Ya se habló más arriba de Juan Pablos como el

principal promotor de la introducción de la imprenta en la Nueva España.

Algunos de los colaboradores de Pablos se emanciparon y lograron

establecerse como impresores independientes, tal es el caso de Antonio de

Espinoza y Antonio Álvarez, quienes en 1559 y 1563 respectivamente fundaron

su propia imprenta37. Sin embargo, la historia no se queda ahí, pues algunos

otros impresores y libreros como Pedro Ocharte y su viuda (hija de Juan

Pablos) y su hijo Melchor Ocharte, tienen una relación filial con Juan Pablos y

fueron impresores muy respetados en el ámbito de la cultura escrita. Otro

aspecto importante es la influencia que el primer editor novohispano tuvo en

personajes como Pedro Balli, impresor nacido en Salamanca, que conoció el

trabajo de Pablos en la Nueva España y se dedicó a la impresión de libros38.

Como vemos, el impresor además podía ser librero (el cual debe entenderse

como un comerciante) Por tanto, el proveedor del libro era el impresor y el

librero es que lo comercializaba. Para mejorar el circuito de comercialización


36
Cristina Gómez, Comercio y….., pág. 637 en adelante.
37
Ernesto de la Torre, Breve historia… op. cit. pág. 42-50.
38
Ibid.

33
surgió un editor que además de conocer el mercado, organizó y coordinó los

tiempos de entrega, algunas veces fijó los precios y comenzó a mejorar la

calidad de los textos impresos.

La tercera etapa histórica del editor se puede ubicar, por lo menos en

Francia y algunos otros países de Europa, hacia la tercera década del siglo

XIX. Aunque muchos autores coinciden en que el editor es un impresor y un

vendedor de libros al mismo tiempo, Chartier menciona que esta actividad

dentro del proceso de la creación del libro como objeto es independiente de la

impresión y la venta, aunque existan muchos editores que tengan librerías y

talleres de impresión. Este momento del editor tiene que ver con la adquisición

de textos, es decir, tener una relación más directa con los autores, la selección

de la forma de los libros y el cuidado de todos los elementos emergentes

dentro de la producción. En otras palabras, las funciones del editor son más

intelectuales que mecánicas o técnicas.

Es importante señalar que hay dos posturas que observan el trabajo del

editor y que llevan a concebirlo como un arte o como un oficio. Así en la

Inglaterra de finales del siglo XIX se observa que la edición de libros es un

oficio de clase media que es filantrópico e intelectual a la vez y pocas veces

profesional, como lo menciona Muriel Spark, escritora inglesa en su novela A

far cry from Kensington.

Sin embargo, existe la posición del editor como un benefactor del autor. El

autor pregunta en contadas ocasiones la posibilidad que tiene el libro en el

mercado, si es aceptado y cuándo se publicará.

Dentro del proceso editorial del siglo XIX y mitad del siglo XX existen los

artistas que se encargan de diseñar la tipografía y de encuadernar

34
estéticamente los libros. La idea de que el encuadernador es una artista

trastoca la posibilidad de permanencia en el tiempo. Una buena edición no sólo

es la formación correcta del texto (corregido y diseñado) sino también una

buena encuadernación.

Una visión literaria de las actividades que conducen al editor durante el siglo

XIX a la publicación de un libro, es la que nos ofrece Adolfo Castañón en su

libro El mito del editor39 en el que se habla de un proceso artístico del libro,

delimitado y dirigido por una persona que no es el dueño de la casa editorial,

pero que sí es editor. Según Castañón, Severo Sarduy habla del libro como un

triángulo equilátero. Este equilibrio se logra mediante los ángulos autor-editor-

lector. Subsisten en sí mismos y tienen el mismo peso en la lectura y más aún

en la historia de la lectura y de la edición. El agente editorial (editor) no sólo es

un intermediario sino un artista. Hay que observar que no sólo el

encuadernador o el tipógrafo son artistas, sino el editor que transforma el texto

en un libro. Sin embargo, el editor es el que consigue, de alguna manera el

reconocimiento (si es que existe alguno) ya que es el que dirige el proceso

editorial.

Muchas de las novelas publicadas que se refieren a la actividad editorial,

principalmente en Europa a finales del siglo XIX y principios del XX observan al

editor como un peligro no sólo para el autor y el lector, sino para la sociedad

completa. Tal es el ejemplo de La petite marchande de prose de Daniel Pennac

o de La Higuera de Francois Maspero.40 En estas obras el mundo editorial

retratado es un embuste. Una cadena de malos entendidos y mafias que se

involucran directamente en la sociedad. La capacidad de una editorial para

39
Adolfo Castañón, El mito del editor y otros ensayos, México, Miguel Ángel Porrúa, 1993.
40
Ibid.

35
producir un libro tiene que ver con la forma en que se relaciona con la

sociedad. Distribución es contacto directo con diversos grupos sociales. Si una

editorial no se da a conocer no puede triunfar; es por eso que estas empresas

deben tener una proyección real con el mercado al que van dirigidos, lo cual

provoca que su sello sea único y distintivo. En consecuencia hay una búsqueda

constante de textos que puedan ser vendibles y exitosos, sin embargo, en

muchas ocasiones la línea editorial se traslada en los ejemplares editados.

Me detendré un poco en este concepto que en los trabajos referentes a los

editores se le denomina línea editorial. A lo largo de las relaciones sociales que

se realizan entre este triángulo utópico autor-edito-lector, los temas que son

publicados están rodeados de una serie de enfoques y paradigmas que

delimitan la lectura. Estos enfoques son de corte ideológico y permiten o

censuran los temas publicados. En este sentido la línea editorial se refiere a un

conjunto de conceptos y paradigmas que envuelven a la edición y que son

seguidos por los editores. Puede haber una línea editorial que pretenda una

venta de libros de forma masiva sin importar del todo el contenido o el cuidado

del proceso de edición, es decir una comercial; puede existir otra línea que

otorgue mucha importancia a la creación de textos narrativos o poéticos, puede

haber otro tipo de línea editorial que pretenda la distribución de textos para un

fin o una causa. No quiere decir que todos los temas que se editan sean

específicamente de ciertos paradigmas o movimientos sociales, políticos y

culturales, pero la mayoría son divulgados periódicamente para contribuir a una

reflexión sobre cierto tipo de temáticas.

Es obvio que la línea editorial se fundamenta en algunas instituciones ya

sean gubernamentales o privadas. Sin embargo, dependiendo de los intereses

36
que existan detrás de los dueños o los administradores editoriales, el objetivo

principal es que estas ideas lleguen directamente a la sociedad a través de los

libros. Con esta línea editorial, los recursos de los inversionistas y la proyección

de una empresa editorial se pueden comparar los diferentes proyectos

editoriales en un momento determinado.

Las editoriales pelean por el mercado, pero no con el mismo producto;

aunque parezca paradójico, el libro no es el mismo, ni siquiera en las

traducciones. Es decir, las casas editoriales venden los libros de autores que

venden sus derechos de autor. La adquisición de estos derechos de

publicación provoca la exclusividad no del autor sino del texto en un mercado

local. Pueden existir diversas ediciones del mismo libro con diferentes

editoriales pero son casos muy específicos, en los que, normalmente hay un

mercado amplio para el consumo de todos los ejemplares. Los Diálogos de

Platón, El Quijote de Cervantes, Cien años de soledad de García Márquez, son

ejemplos de esto; sin embargo libros específicos de estos mismos autores no

tienen el mismo impacto en el mercado y no se pueden editar tantos

ejemplares como los best seller antes mencionados.

Esta tercera etapa de editor corresponde directamente a lo sucedido con la

tarea editorial del siglo XIX en México. Muchos negocios de la cultura impresa

de esta época tuvieron un despegue muy interesante. Mariano Galván por

ejemplo, fue un impresor y negociante que comenzó por vender libros en su

tienda en donde también se podían adquirir productos como anteojos,

microscopios, papeles de música y otros artículos de ese tipo. Galván entendió

que la mejor manera de incrementar sus ventas era poner al alcance de las

personas una diversidad de productos. Cuando ingresó al negocio de la

37
impresión y venta de libros, en su tienda había ejemplares en diversos idiomas

y formatos. Casos similares son los de otros impresores-libreros como José

María de Lara, Vicente María Torres y José Andrade41.

En palabras de Enrique Fernández Ledesma42 durante el siglo XIX existen

algunos altibajos en el terreno de la formación tipográfica de los libros debido

ya sea a la falta de recursos o la venta segura de los ejemplares. Muchos

títulos formados y vendidos por algunos libreros-editores como Mariano

Arévalo, Mariano Lara y García Torres, siguen muchos de los cánones de sus

antecesores y de países como Francia e Inglaterra. Para este autor en las dos

primeras décadas de este siglo no hay algún libro que tenga una relevancia en

el terreno tipográfico, es decir, como libro objeto. Sin embargo, en los años

posteriores se puede hablar de un embellecimiento gradual y mejoras en las

técnicas de impresión que, a los ojos del autor son importantes de recordar. En

este sentido el Cuadro histórico de la Revolución mexicana escrito por

Bustamante y editado por Alejandro Valdés, y Geografía Universal editado por

Juan Nepomuceno Almonte, son dos libros en los que se observa un trabajo de

edición muy profesional. De la misma manera la primera edición mexicana del

Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, publicado en 1833 por la imprenta

dirigida por Mariano Arévalo, tiene un trabajo artístico que para el especialista

en tipografía y diseño editorial es importante de resaltar.

Otro de los personajes que sobresalen en la actividad editorial de este siglo

en México es Ignacio Cumplido. Uno de los aspectos de su profesionalismo es

su exigencia en los detalles de los grabados, los cuales eran generalmente de

cobre, y cuando no se ajustaban a las exigencias de las impresiones, Cumplido


41
Ibid. pág. 92.
42
Enrique Fernández Ledesma, Historia crítica de la tipografía en la ciudad de México, México, UNAM,
1991 (edición facsimilar de 1939).

38
buscaba la manera de adquirirlos en el extranjero, lo cual obviamente

incrementaba los costos. Aunque el oficio de impresor-editor es inseparable en

esta dicotomía, que se fue separando a lo largo del siglo XIX, la elección de los

temas y el diseño tipográfico definió esta actividad empresarial.

Un detalle importante para entender el proceso de impresión en las primeras

décadas del siglo XIX es la importancia que tenían los tiempos de entrega. En

muchas ocasiones los libros podían tardar semanas o meses en ser

entregados. El método era muy eficiente. Se colocaba un anuncio en el

periódico o en el negocio del librero en donde se hacía extensiva la invitación

de formar parte de la suscripción de un ejemplar, digamos, por ejemplo, un

calendario. El interesado acudía a este lugar y pagaba una cantidad suficiente

para que fuera tomado en cuenta. Con el dinero recaudado el impresor-editor

podía comenzar la impresión de los ejemplares. Esto permitía ofrecer una

mejor calidad en el impreso y en algunos casos, como el de Mariano Galván 43,

mandaban a imprimir los títulos a París o Nueva York si sus máquinas estaban

trabajando en otros impresos. Cuando el texto llegaba a la ciudad de México se

repartía entre los suscriptores.

Integrando a la formación tipográfica, el diseño y la impresión como una

faceta de la actividad editorial, los años que para Laura Suárez de la Torre son

los años de repunte en todo el proceso editorial, para Enrique Fernández

también es “el periodo que da sabor, autoridad y lustre que caracteriza a la

tipografía mexicana del siglo XIX”44

En este periodo es cuando Mariano Lara edita en 1844 los tres tomos de

Disertaciones sobre la historia de la República Mexicana escrita por Lucas

43
Ibid. pág. 59.
44
Ibid. pág. 93.

39
Alamán, y García Torres publica en 1847 el Nuevo Bernal Díaz del Castillo.

Además de los famosos calendarios para señoritas y las cuatro de las mejores

ediciones de El periquillo sarniento de Fernández de Lizardi, las cuales

alcanzaron nueve a lo largo de este siglo.

Aunque Ledesma pone en tela de juicio la calidad de los impresos en el

periodo posterior, es importante señalar que muchas de las obras que se

escriben, editan, publican y venden en la ciudad de México son de mucha

importancia para el fortalecimiento de la cultura escrita, además de la

profesionalización paulatina de los editores y el giro que se le da a la forma en

que la lectura podía llegar a un público más plural. Aunque calidad y cantidad

se separaron progresivamente, títulos como los Documentos para la historia de

México de Joaquín García Izcabalceta, publicado en 1866; El libro rojo hecho

por Payno, Vicente Riva Palacio y Juan Antonio Mateos en 1870; la edición

preparada por Díaz de León y White de la Historia Eclesiástica Indiana de fray

Gerónimo de Mendieta y todos los libros de Ignacio Manuel Altamirano, son de

gran valor para comprender los temas y las formas de escritura de la sociedad

intelectual de la segunda mitad del siglo XIX.

La diversidad de los temas y la amplia gama de escritores que se desarrolló

durante la segunda mitad del siglo XIX pudieron ser reconocidos y leídos

gracias a los instrumentos que los editores-impresores diseñaron para

mantener el negocio funcionando. Para Juana Zahar Vergara, al finalizar el

este siglo, se pueden encontrar librerías en donde muchos editores-libreros-

impresores, ponían a disposición una cantidad considerable de ejemplares. En

muchas ocasiones los catálogos de estos lugares estaban formados por

ejemplares editados e impresos por los propios dueños, pero contaban con

40
ejemplares importados de algunos países como España, Alemania, Inglaterra y

Estados Unidos.45

Sin embargo, al mismo tiempo existían diversos mecanismos para la

adquisición de los libros además de las librerías. Se encontraban las agencias

de suscripciones en donde se permitía al lector inscribirse en los boletines y

periódicos, los cuales llegaban directamente a ese lugar y el suscriptor podía

recogerlos. Otra forma de comercialización era la consignación de libros.

Desde 1808 hay anuncios en el Diario de México que hablan de varias librerías

y consignatarios46. Esta forma de venta consistía en recibir los libros usados y

venderlos, con esto se generaba una comisión para el dueño del libro y para el

comprador.

Otra modalidad de comercialización en la ciudad de México eran los

Portales. Fundamentalmente se conocen cuatro de ellos. El portal de

Mercaderes, el de los Agustinos, el Águila de Oro y el de Las Flores. Todos

ellos demuestran que la actividad editorial era prometedora y su desarrollo se

debía a la posibilidad de distribuir los ejemplares editados, sin embargo, con

excepción de los calendarios o alguna novela, la mayoría de los textos eran

adquiridos sólo por algunas personas que pertenecían a las clases

privilegiadas.

Regresemos a los momentos históricos del editor. Existe una cuarta etapa

del desarrollo histórico del editor. Cuando las grandes corporaciones y sus

capitales incluyeron en su repertorio de influencia en la sociedad a la cultura

escrita, el trabajo del editor se convirtió en la administración de los textos. Más

o menos por la época de los años cincuenta y sesenta en Europa y Estados

45
Juan Zahar Vergara, op. cit., pág. 67 y 68.
46
Ibid., pág. 60.

41
Unidos, muchas empresas trasnacionales adquirieron las acciones de algunas

empresas editoriales que producían libros, revistas y periódicos. Este cambio

repentino obligó al editor a buscar nuevos textos dentro de la sociedad y

presentarlos mediante un proyecto a los superiores, los cuales no dirigían las

editoriales, sin embargo eran los dueños. En este nuevo negocio de la cultura

impresa, la obtención de resultados a corto plazo delimitó las relaciones entre

los principales integrantes del proceso de producción del libro: autor-editor-

lector47.

Ahora bien. No sólo los capitales y monopolios industriales fueron los

dueños de las empresas editoriales. En muchos casos, algunas instituciones de

carácter estatal contribuyeron al crecimiento del desarrollo editorial. Este es el

caso de México, en donde el Fondo de Cultura Económica era auspiciado por

el gobierno, mediante un fideicomiso, y por lo tanto, conocían todo el

mecanismo de publicación de esta casa editora.

En este momento de la edición se puede decir que el capital manejaba los

mecanismos de comunicación entre autores y lectores. Así como en los siglos

XIV y XV los temas eran fundamentalmente religiosos, por la intervención

directa de la Iglesia católica, en esta época la pluralidad de temas era la

recompensa de los monopolios económicos, pues entre más vendían las

ganancias se incrementaban.

No es un disparate afirmar que esta situación trajo consecuencias positivas

en el mundo editorial occidental; si los editores franceses, ingleses y

estadounidenses eran los principales promotores de publicar en su idioma

respectivo, los temas comenzaron a variar y no sólo se hablaba del panorama

47
André Schiffrin, La edición sin editores: las grandes corporaciones y la cultura, México, ERA, 2001, pág.
34.

42
cultural, social y político de un país o una región específica que atañía

fundamentalmente a esos países, sino que gracias a la competencia entre

estas casas editoriales emergió una especie de preocupación por otro tipo de

ámbitos y de géneros. También en el ambiente de edición de habla hispana

países como España, Argentina y México jugaron un papel muy importante.

En este momento América Latina no se quedó fuera. Estamos hablando de

la mitad del siglo XX. Editoriales estadounidenses como Random House viraron

el camino y comenzaron a diversificar los temas. En primer lugar, se

establecieron alianzas con editoriales españolas, inglesas y francesas. Esto

provocó que el interés por la publicación de otros idiomas fuera cada vez más

incipiente. A la par de este proceso, autores latinoamericanos que comenzaban

a figurar como figuras literarias o políticas como Julio Cortázar o Eduardo

Galeano se pensó en traducir diferentes obras de autores latinoamericanos al

inglés. No sólo eso, muchos de los estudios históricos, antropológicos,

psicológicos y sociales que se realizaban en las universidades de Estados

Unidos, fundamentalmente, eran publicados por editoriales de ese país. Es por

eso que, como menciona André Shiffrin, quien trabajó durante mucho tiempo

dentro el mundo editorial: “la publicación de algunos libros latinoamericanos

traducidos al inglés y vendidos es Estados Unidos pretendía que el público

estadunidense pudiera revalorar la situación de la política exterior del país para

con los países latinoamericanos”48. Estos “mecanismos de acción intelectual”

con los que cuentan los editores, como en el caso de Shiffrin, definen

directamente la relación entre el autor y el lector, pero más aún promueve que

se pueda prestar atención a temas muy diversos.

48
Ibid., pág. 35.

43
Con la publicación de algunos textos creados en México y Argentina, los

lectores estadunidenses crean conciencia de la situación que vivía

Latinoamérica. Sin embargo, la situación de esta región también era un tema

tratado por científicos sociales de Estados Unidos. Es muy probable que si el

nicho en donde se puedan publicar los textos de los autores crece, también los

temas se amplíen, aunque siempre hayan estado ahí, los autores voltean a

estos temas por encargo del editor o por iniciativa propia.

Este proceso cambió la concepción de los textos que se deben publicar

durante esta época. Obviamente los editores norteamericanos no se daban

cuenta de que la socialización de la problemática latinoamericana entre los

lectores norteamericanos generaba un interés particular por la región.

1.5 El editor frente al autor.

Antes del siglo XIX los escritores no vivían de las obras que publicaban. A lo

largo de esta época la profesionalización de los autores provocó que existiera

una pugna entre los editores y los autores; estos últimos exigían mejores

regalías por la publicación de sus obras, lo que propició que muchos editores

publicaran las obras bajo ciertos contratos exigidos por los autores. Puede

pensarse que esta situación beneficiaba completamente al autor; sin embargo

es un triunfo del editor, pues, desde la perspectiva del autor y por efecto del

lector, el editor se convirtió en un intermediario profesional entre el texto y la

lectura49.

El escritor que se profesionalizó en Europa desde los inicios del siglo XIX fue

el que se pudo adaptar a los parámetros de la industrialización. Esto provocó

49
Roger Chartier, Cultura escrita…, pág. 68.

44
que los escritores pudieran vivir no sólo de lo que publicaban sino de las

actividades que trae como consecuencia esto, los cursos, pláticas y

conferencias que en muchos casos lograron atravesar fronteras y hasta

continentes50. A demás recurrieron a la adaptación teatral de sus novelas para

incrementar el nivel de audiencia e interés por sus libros. Tal es el caso del

inglés Sir Walter Scott, del español Benito Pérez Galdós y de Honoré de Balzac

de nacionalidad francesa.

Otra razón importante en la que se enmarca el desarrollo del editor como un

profesional e intermediario es la importancia que, desde el siglo XIX el autor le

da al libro como objeto. Según Chartier, el libro objeto no era del interés

particular del autor antes de este siglo. Cuando el escritor comenzó a

preocuparse por el libro terminado (índices, tipografía, ilustraciones, pasta,

papel) los conflictos con los editores surgieron de manera espontánea.

Con todo esto habría que preguntarse si el editor debe buscar un libro

bueno que en su época no es exitoso, pero que puede serlo para otras

generaciones. Kafka es un ejemplo de esto. El editor pude ver en un futuro las

ventas (con un futuro me refiero a otras generaciones). Los derechos de un

texto pueden rendir frutos hasta cincuenta o cien años después. No debe ser la

prioridad de un texto así, a futuro, no sería rentable. Como dice Gastón

Gallimard: “Un libro verdaderamente bueno es invendible” 51

El editor frente a un libro; acierto o error; el libro se vende o no se vende. No

hay un margen de error para un libro no aceptado por la opinión pública, por lo

menos en la actualidad. Si no se consiguen ganancias por los derechos de un

texto es un error, aunque después (quizá tiempo después) sea valorado por

50
Jorge Villar, op. cit. pág. 204.
51
Ernest Jünger, op. cit., pág. 20.

45
otra generación. El editor de la actualidad es pasado y presente, pocas veces

piensa en un futuro lejano.

El trabajo del editor es adentro y afuera. Debe buscar a los autores que

escriben libros vendibles y buenos, dicotomía de la que fueron víctima

Cervantes, Borges, Cortázar y García Márquez que, como autores fueron y son

muy exitosos, pero que en muchas ocasiones tuvieron problemas para publicar

sus primeras obras.

Durante la segunda mitad del siglo XX el fenómeno editorial dio un giro

vertiginoso en los ejemplares que se publicaban, de apenas unos centenares o

pocos miles de libros, se llegó a la edición de cientos de miles y, en muchas

ocasiones hasta millones de ejemplares. Este es un proceso que tiene que ver

con la expansión de los lectores, la concepción de que la educación es una de

las actividades que provoca la movilidad de los grupos sociales y el incremento

de la población. En esta época es más fácil llegar a una edición de cien mil

ejemplares en un mes que en un siglo52. Este pensamiento puede respaldarse

por el valor que tiene un título en una generación, que tan apoyado es por los

críticos permitidos y en esta época, la publicidad de las casas editoriales. Tal

es el caso del movimiento llamado boom de la literatura latinoamericana, que

en palabras de Hernán Lara Zavala fue protagonizado por un “póker de

escritores latinoamericanos”: Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Mario

Vargas Llosa y Julio Cortázar.

Actualmente la relación que existe entre el editor y el autor es muy

específica y depende de la trayectoria tanto del escritor como del editor. En

este sentido Paula Pérez Alonso considera al editor como un componente en el

52
Ibid., pág. 92.

46
eslabón del proceso de lectura. La tensión que ejerza el editor frente al autor

determina directamente la relación que tendrá con el texto. El compromiso de

un editor se basa en la experiencia que tenga con los textos: “Los autores

inician el proceso editorial y los lectores lo completan, unos y otros se

necesitan y se complementan. El editor debe ser sensible a las necesidades y

la producción de los escritores y a los intereses de los diversos lectores,

interpretando esa relación complementaria de manera eficaz y dinámica53.

Muy probablemente la diferencia que existe ahora con la relación entre

editores y autor se enmarca en la identidad que ha generado cada uno de los

personajes. Cuando el editor sólo era un comerciante o librero, el escritor lo

trataba así, como alguien que vendería su producto intelectual, sin embargo

esta relación ha cambiado ya que de un oficio se ha transformado

paulatinamente en una profesión que manifiesta tintes comerciales como

intelectuales.

1.6 El proceso editorial.

Las relaciones entre el autor y el editor que fueron producto de las exigencias

del autor y las necesidades del editor fueron determinantes en el desarrollo del

libro y la lectura de la sociedad. Como se ha mencionado continuamente, la

profesionalización del escritor durante el siglo XIX se vio favorecida por la

profesionalización del editor. Este último modificó sus hábitos de producción y

pasó de ser un impresor y librero a un sujeto que leía el texto y aprobaba o

detenía su producción. No es que la figura del editor fungiera como un juez del

texto, sino como un medidor entre el escritor y los lectores (reales o

53
Paula Pérez Alonso, “¿Quién es el otro editor?” en El mundo de la edición de libros, Leandro de
Sagastizábal y Fernando Esteves Fros (comp.), Buenos Aires, Paidos, 2002. pág. 70.

47
potenciales), pues no todos los libros víctimas de la lectura de un público

homogéneo. Para esto el editor tuvo que desarrollar ciertas habilidades para

tener un conocimiento previo del mercado, y así, durante el siglo XX, el editor

buscaba temas para publicar y el escritor buscaba editores o casas editoriales

para dar a conocer sus textos.

Bajo esta circunstancia, el editor buscó herramientas para ayudarlo en su

profesión; en este sentido y dada la demanda que se incrementó

paulatinamente, la industria editorial diseñó una serie de procesos que

buscaban el mejoramiento y la eficacia de la publicación.

Las empresas editoriales durante este periodo son diversas, tanto en temas

como en usos y costumbres. Dependiendo de factores como el presupuesto,

tiempos de entrega e índices de ventas cada una de las editoriales trabaja con

ritmos diferentes. Por tanto, no existe un manual universal que todos los

editores sigan al pie de la letra; sin embargo, si hay una serie de pasos que la

mayoría de las editoriales reproducen a su manera. “Nadie puede aprender,

como lo menciona Datus Smith, el proceso de publicación de un libro

solamente a través de la lectura; se aprende con la práctica” 54.

Es importante mencionar que durante la etapa de la transformación del texto

en libro hay muchas intervenciones de profesionistas intelectuales. En la labor

editorial de México en los años sesenta del siglo XX muchos de estos

personajes que tuvieron gran importancia en el desarrollo de la cultura escrita

fueron también trabajadores en las diferentes labores del proceso editorial

como en la traducción, corrección y hasta en la edición. No se debe olvidar que

54
Datus Smith, Guía para la publicación de libros, México, Universidad de Guadalajara, 1991, pág. 7.

48
el editor se convierte en un lector especializado que hacer recomendaciones al

autor para que el texto sea más legible o coherente.

En la mayoría de las editoriales que se originaron en la segunda mitad del

siglo XX en todas las partes del mundo, se observan aspectos del desarrollo

editorial.55 En primera instancia se encuentra la labor fundamental del editor.

Ya sea que el texto llegue a sus manos a través de colegas, agentes literarios,

escritores o que él mismo busque un texto para ser publicado. La consigna es

tratar de trabajar el texto para su publicación. En muchas ocasiones existe un

consejo editorial al que se le dan las propuestas de los manuscritos y son

quienes deciden si serán publicados o no. De cualquier modo, ya sea a través

de un consejo editorial o una sola persona, el encargado de decidir la

proyección del texto recae en una persona: el editor. La evaluación de los

textos que llegan a las editoriales para su publicación puede ser muy costosa,

sin embargo debe llevarse a cabo con detenimiento pues se deben encontrar

los textos que sí serán llevados a las librerías. Cuando el texto es aprobado en

muchas ocasiones se remite a un consultor que evalúa la calidad del texto en

cuanto a su contenido. Después de esto se evalúan los costos y el diseño en el

que el texto sería publicado. Hay ciertas colecciones en las que se puede

integrar una serie de textos para complementarla; en otras ocasiones el texto

pertenecería a una línea de publicación que fuera temática y no

necesariamente parte de una colección. Es pues importante mencionar que el

libro que se proyecta para su publicación va de la mano con la proyección que

se tiene de él o de títulos similares en el mercado. En el caso de las

publicaciones que interesan a este trabajo en el terreno de las humanidades,

55
Las referencias están tomadas de: Roberto Zavala Ruiz, op. cit. y Datus Smith, op.cit.

49
política y ciencias sociales, la cantidad del tiraje, como se analizará más

adelante es muy pequeño en comparación con otro tipo de temas.

Regresemos al proceso editorial. Es importante mencionar que el editor

debe fortalecer su línea editorial a través del trabajo continúo con los textos,

aunque no de manera directa; el editor es un vigilante del texto y del proceso

de publicación.

Para ser más eficaz la publicación, los editores y las casas editoriales del

siglo XX se auxiliaron de diversos oficios y profesiones que se encargaron

directamente de un aspecto de la edición. Los correctores, los traductores, los

tipógrafos, los diseñadores y tantos otros fungieron como parte del proceso

editorial. Con esto no quiero decir que estas actividades nacen a la par de los

editores del siglo pasado, sino que aunque existían desde antes de la creación

de la imprenta, en esta etapa de la edición estos oficios son dirigidos a una

función específica que hacía más eficiente el proceso de producción.

La revisión de los originales es un punto medular en la publicación. Como

menciona Roberto Zavala Ruiz: “Nunca estará de más repetir que un original

correcto, limpio, terminado en toda la extensión de la palabra, es el primer

paso, diríamos fundamental y hasta decisivo, de una obra impresa con

pulcritud. Lo que bien empieza bien ha de terminar”56.

El texto escrito debe tener ciertas características para que pueda ser leído

adecuadamente. El corrector debe ayudar al escritor a que todas las palabras

que estén en el texto sean presentadas de manera nítida, ordenada y eficaz.

Además de eso, los correctores adecuan el texto a ciertos criterios que maneja

la editorial. El uso de dobles consonantes o las letras itálicas o cursivas,

56
Roberto Zavala Ruiz, op. cit. pág. 107.

50
obedece a ciertos criterios que el corrector del original debe cuidar. Bajo este

régimen se debe utilizar también la gramática y la sintaxis para que el texto sea

legible y claro. El corrector debe ser profesional de la lengua escrita.

Cuando se tiene un original que está dentro de los estándares de calidad

de la editorial se prosigue a su formación. Si el texto debe cubrir ciertos

criterios, como número de palabras por página o bien ciertas ilustraciones, se

debe pensar en la formación, es decir a la composición tipográfica y visual del

texto. Posteriormente el libro se manda a las impresiones de prueba. Muchos

de los errores tipográficos y de diseño salen a la luz en las pruebas de

imprenta. El corrector hace las anotaciones y se entrega para sus

adecuaciones.

Se prosigue con la impresión, la encuadernación y finalmente de la venta. A

lo largo de la historia del libro se han identificado ciertas características a este

último punto. La forma en que los editores ubican al libro que han producido

durante la época que estamos reseñando son las librerías y las ferias del libro.

La tradición de las primeras se remonta desde la aparición de la imprenta, pues

la manera básica del comercio del libro se fundamentó en lo que era conocido.

El libro se vendió como se vendieron las telas o la comida en el siglo XV. La

otra forma común es la que corresponde a las suscripciones. Para entender la

forma de comercialización del libro a mediados del siglo XX es necesario tomar

en cuenta el papel de las librerías y ferias del libro.

51
Capítulo 2. Aproximaciones editoriales en México.

2.1 El trabajo de edición y los proyectos culturales de la primera mitad del

siglo XX.

A lo largo de la las tres primeras décadas del siglo XX se puede hablar de una

actividad editorial constante y dinámica en México. Muchos editores y libreros

encontraron la forma de constituir redes sociales y económicas a través de la

actividad editorial.

Las librerías fueron un pilar fundamental para el desarrollo de la actividad

editorial. Durante el siglo XX los locales destinados a la venta especializada de

libros, fueron cada vez más abundantes. Sin embargo, se mantiene un

fenómeno que se venía dando a lo largo del siglo XIX, la transformación de las

librerías en empresas editoriales. Además de la venta de títulos formados y

corregidos por otros editores, el negocio del libro se mantuvo gracias a la

diversidad de los títulos que se podían adquirir en un lugar. Tal es el caso de

librerías como Porrúa, Cvltvra y Botas, entre muchas más. Podemos definir a

estas empresas editoriales como proyectos culturales integrales y que

conformaron todo el proceso editorial, incluso desde la creación y hasta llegar a

la venta de los ejemplares.

Además las librerías fueron un centro de reunión de los intelectuales, como

la librería General, fundada por Enrique del Moral en donde asistían

asiduamente, Antonio Caso, Saturnino Herrán, Manuel Toussaint y Antonio

Castro Leal, por mencionar algunos. Otro lugar que heredó esta función fue la

52
librería Biblos, la cual fue sede para las tertulias de personajes de la talla de

Alfonso Toro, Ramón López Velarde, Luis González Obregón y muchos otros.57

Continuemos con las librerías-editoriales. La editorial Cvltvra, fue fundada

por los hermanos Loera y Chavez y por Julio Torri en agosto de 1916. El

proyecto cultural abarcaba tanto la publicación de obras literarias, como de

artículos de música a través de la Revista Musical, creada en 1919. Es

importante señalar la importancia de que Julio Torri participara en esta travesía

editorial, pues, años más tarde, la experiencia le serviría para colaborar en el

departamento editorial de la Secretaria de Educación Pública. La librería

Cvltura fue el resultado de la ampliación del catálogo de publicaciones, pero

algo que sobresale es que ofrece sus servicios tipográficos e impresiones de

todo tipo “cuidando la presentación material y artística 58”, lo que significa que la

empresa estaba en busca de algunos títulos para ofrecer al público. Durante el

periodo que estuvo activa la editorial (alrededor de 25 años) llama la atención

la colección Cuadernos Literarios, en la que autores como Genaro Estrada,

Xavier Villaurrutia, Julio Juménez Rueda y Carlos Pellicer publicaron algunos

textos. El catálogo de la colección está formado por 87 números, y se

publicaban alrededor de 6 títulos anuales59.

La librería Porrúa cubrió otro sector de las publicaciones del país en la

primera mitad del siglo XX. El inicio se puede remontar a finales del siglo XIX,

ya que entre 1886 y 1890 llegan los tres hermanos que iniciaron sus

respectivos negocios de forma particular pero que en 1910 fundaron en lo que

hoy es, la esquina que forman la calle de Donceles y Justo Sierra, la librería

Porrúa Hermanos. La labor editorial se podría encontrar verdaderamente hasta


57
Juana Zahar Vergara, op. cit., pág. 73 y ss.
58
Citado por Juana Zahar Vergara, op. cit., pág. 76.
59
Juana Zahar Vergara, op. cit. pág. 85.

53
los años cuarenta, pero en esta época la librería comenzó a publicar la

Biblioteca Jurídica, la cual fue y es indispensable para los estudiantes de

derecho, y la colección Sepan cuantos, creada en el año de 1959. Entonces

podríamos encontrar dos momentos del negocio de los libros por parte de los

hermanos Porrúa. El primero se encuentra en la venta de libros de ocasión.

Cuando en 1910 estos libreros se reunieron para fundar su librería compraron

varias bibliotecas vastas, y a partir de la adquisición de éstas, lograron realizar

una clasificación que publicaron con el nombre de La bibliografía, la cual fue un

referente de la época para tabular los precios de cada uno de los ejemplares

antiguos de México. La otra etapa es la editorial. Además de librería, el

horizonte de editorial se vislumbra desde 1910 con la publicación de la Guía de

la Ciudad de México y, en 1914, de Las cien mejores poesías líricas mexicanas

preparada por Antonio Castro Leal, Alberto Vázquez del Mercado y Manuel

Toussaint. Sin embargo, las grandes aportaciones editoriales de Porrúa son la

Colección Jurídica, la Colección de Escritores Mexicanos (en la actualidad está

formada por 95 títulos de autores mexicanos de todas las épocas), la Biblioteca

Porrúa de Arte y finalmente la colección Sepan Cuantos… cuyo catálogo está

integrado por autores clásicos de todas las épocas y culturas de la humanidad

(hasta el momento está formado por 741 títulos “más reconocidos por el

mundo”).60

En este recorrido por las editoriales más importantes de principios del siglo

XX no podemos dejar a un lado la editorial Botas. Comenzó como una librería

que estuvo ubicada en diferentes lugares del centro de la ciudad de México.

Andrés Botas llegó México a finales del siglo XIX, época en la que instala una

60
Los datos están tomados de Juana Zahar Vergara op. cit., 76-81 y de http://www.todoporrua.com/
consultada el día 22 diciembre 2010 a las 2:00 p.m.

54
tienda de puros. Alrededor de 1906 le llega una petición desde Barcelona de un

antiguo amigo suyo llamado Alejandro Martínez donde le solicita que

comercialice algunas cajas de libros que habían sido difíciles de distribuir.

Andrés se dio cuenta de las grandes ventajas que tenía la venta de libros y

diversificó, a la manera de los grandes libreros impresores del siglo XIX, la

venta de productos en su tienda. Con el ingreso de Gabriel Botas, hijo de

Andrés, al negocio de los libros, la librería dio un giro, en la que escritores

como Mariano Azuela, Federico Gamboa, Julio Jiménez Rueda y José

Vasconcelos publicaron algunos textos. Otro aspecto rescatable de esta

editorial fue el diseño tipográfico de sus portadas. La mayoría de ellas tienen un

diseño heredado por las vanguardias europeas de la época. Estos diseños,

grabados fundamentalmente con placas de madera, apuntan a construcciones

de tipo expresionistas, específicamente del cubismo y futurismo, compuesto a

partir de imágenes y representaciones de la cultura mexicana. La portada de

los libros comenzaba a ser parte importante en la construcción del libro como

objeto.

El proyecto editorial de José Vasconcelos.

La reconstrucción cultural de México después de las luchas intestinas

revolucionarias fue una de las preocupaciones recurrentes de intelectuales y

políticos. Vasconcelos sustituyó a Balbino Dávalos en la Rectoría de la

Universidad Nacional el 9 de junio de 1920. Aunque en palabras del propio

Vasconcelos el único cargo que le interesaba era el de Ministro de Educación,

Miguel Alessio Robles, replicaba que la equivalencia del ministerio de

55
Educación era la rectoría de la Universidad61. A partir de este argumento

Vasconcelos tuvo la idea permanente de que la educación debía ser el

resultado de la combinación de esfuerzos de la Universidad y de la después

creada Secretaría de Educación Pública. Por estos años, como lo apunta

Claude Fell62 José Vasconcelos gestó el proyecto educativo y cultural que

promovió durante los años en los que estuvo a cargo de la Secretaría de

Educación Pública.

Como rector de esta institución Vasconcelos fue un gran promotor de la

iniciativa de ley que marcaba la fundación de la Secretaría de Educación

Pública, de la cual se hizo titular el 12 de octubre de 1921.

Su proyecto educativo debe entenderse como un sistema global que

pretendía abarcar todas las necesidades de las diferentes regiones del país. En

su diseño y planificación Vasconcelos intenta, además de crear un sistema

educativo moderno, expandir la cultura a todos los sectores sociales,

fundamentalmente a los grupos más pobres. Viendo al individuo como un

sujeto que piensa y elige, la educación debe mantenerse en el terreno de la

estructura del conocimiento para “coordinar el saber y conformar la psique”63.

Rastreando las aportaciones de Vasconcelos referentes a la estructura

educativa del siglo XX encontramos aspectos que siguen vigentes. Uno de ellos

es que la educación básica necesita de materiales visuales y gráficos,

fundamento de la publicación de los libros de texto.

61
Citado por Consuelo García Stahl, Síntesis histórica de la Universidad de México, México, UNAM, 1975.
P. 124.
62
Claude Fell, José Vasconcelos: los años del águila, 1920-1925, México, UNAM, 1989.
63
José Vasconcelos, 1958. De Robinson a Odiseo. Obras completas, México, Libreros Mexicanos Unidos,
1958. vol. II. pág. 1718.

56
Esta “cruzada educativa” como llama Fell al proyecto de Vasconcelos 64

debía sostenerse por medio del trabajo de los intelectuales, los cuales

transmiten el conocimiento por medio de la cultura escrita. Esta premisa se

vuelve esencial en la medida que las personas tienen un acceso cada vez

mayor a la lectura.

La manera más atractiva de difundir la cultura y las ideas, la encontró en la

masificación de la cultura escrita, básicamente de libros. Para esto el

Secretario de educación sostiene que “la difusión del libro debe ser uno de los

pilares fundamentales para elevar el nivel educativo del país”65

La construcción del proyecto educativo sigue algunos modelos existentes en

México referentes a la educación como el de Justo Sierra, quien siguió el

modelo de Gabino Barreda y diseñó el sistema de educación primaria moderno.

Otro antecedente importante para el pensamiento educativo de Vasconcelos es

la filosofía del Ateneo de la Juventud pero sobre todo, creo, es el modelo

educativo soviético impulsado principalmente por Lenin y Krupskaia y también

por Anatoli Lunacharsky y Máximo Gorki. En ese proyecto educativo se

desarrolla una batalla fehaciente contra el analfabetismo a través de la

multiplicación de las bibliotecas y la publicación libros que se consideran

“clásicos”. En este último punto es pertinente hacer una aclaración. Mientras

que los soviéticos tienen grandes escritores que se pueden considerar clásicos

para la conformación de la cultura como Tolstoi y Dostoievski, la cultura

mexicana carece de un consenso acerca de las obras más importantes para la

cultura. Debido a esto Vasconcelos recurre a la publicación de los clásicos de

la cultura universal (de esto hablaremos más adelante).

64
Ibid., pág. 19.
65
Claude Fell, op. cit., pág. 479.

57
Para esta época el libro es considerado un objeto demasiado caro, raro y de

difícil acceso a la población común. En el capítulo anterior se ha mencionado

que la función histórica del editor se ha transformado hasta llegar a ser un

intermediario cultural, que determina la calidad y la difusión de las ideas. Para

tal efecto, la idea de hacer del libro un objeto intelectual asequible en México,

por lo menos en el terreno educativo, es producto del proyecto educativo de

José Vasconcelos. Es curioso observar cómo esta expectativa en el que el libro

es un artículo común para cualquier sector social es sólo parte de una gran

maquinaria ideológica y no el fin último de este programa, porque es claro que

Vasconcelos promueve la educación como una todo apoyado por herramientas

alrededor del sistema, en esta caso el libro es precisamente eso, una

herramienta.

Para cumplir con esta multiplicación de los libros Vasconcelos propone tres

acciones fundamentales. La primera es promover el desarrollo de ediciones

nacionales. Hemos trazado la función editorial que cumplen por esta época

ciertas librerías. José Vasconcelos era un asiduo lector y visitaba muchas de

ellas, seguramente en ese momento se dio cuenta de lo difícil que era el

proceso de edición-impresión-venta de los libros, no sólo por la falta de lectores

sino por lo exclusivo del producto, ya que estaba dirigido básicamente a la

clase media.

La segunda medida era hacer contratos con las editoriales españolas para

disminuir los precios y mejorar la difusión en todo el país a través de la apertura

de bibliotecas que estén disponibles para todo el público. Esta acción estaba

determinada por la naturaleza del mercado editorial de la época. Muchas

editoriales españolas veían como continuidad de su negocio la ampliación del

58
mercado y vieron en los países americanos la mejor posibilidad. Muchas

librerías tenían en su catálogo de ventas muchas ediciones provenientes de

Europa. Vasconcelos (curiosamente al igual que los comerciantes de la Nueva

España) observó en las editoriales españolas una posibilidad viable porque

además de que el idioma es compatible ya existían las vías para que el

mercado de libros tuviera éxito.

La tercera acción es la diversificación de los temas. Para el proyecto

educativo de Vasconcelos los editores y libreros mexicanos no están del todo

dispuestos a las novedades filosóficas, literarias, científicas y sociológicas

porque el riesgo económico es alto. Basta con revisar el catálogo de algunas

librerías como Porrúa y Botas para confirmar que la mayoría de los títulos que

predominan son fundamentalmente de carácter clásico, es decir, estos títulos a

pesar de ser antiguos, los temas y las técnicas de escritura son una referencia

para la cultura. Hacer más accesible el libro significaba convertirlo en un

vehículo de comunicación para todos los habitantes y que dejara de ser un

producto cultural suntuario y exclusivo.

Una de las problemáticas más evidentes de la situación del libro en México

para las primeras décadas del siglo XX es la dominación del mercado de

publicaciones por editoriales francesas, españolas y estadounidenses. En este

sentido el libro francés gozaba de un gran prestigio y renombre. Sin embargo,

en este periodo se encuentra una decadencia en las publicaciones de los

países antes mencionados. El diseño tipográfico y la calidad del papel

comenzaron a flaquear.66 Y no sólo en el terreno del libro como objeto sino en

el terreno intelectual como las traducciones, las cuales eran de mala calidad.

66
Ibid., pág. 480.

59
Gracias a que se tenía un mercado cautivo en Hispanoamérica, los editores

extranjeros cayeron en lo que Claude Fell denomina una rutina, lo que trajo

como consecuencia el debilitamiento del negocio editorial extranjero. En

sincronía con esta situación de comodidad, los libreros que radicaban en

México encontraron una oportunidad para comenzar con ediciones de calidad

que compitieran directamente con los libros extranjeros. Es por esta razón que

cuando editores como Botas o Porrúa iniciaron la faceta editorial de sus

negocios de librería tuvieron un impacto favorable y demostraron una

capacidad de diversificación que trajo muchos beneficios a los editores y a los

lectores una cantidad considerable de libros para escoger.

Las aportaciones culturales que España y otros países europeos hacían a

los países de habla hispana en América, quedaban mutiladas por la falta de

reciprocidad. Es decir, España exportaba los títulos que contribuían al debate

sobre algún tema o incrementaba su conocimiento, sin embargo, la cultura

española era muy escéptica para permitir que los libros editados en países

como México, Argentina o Chile, fueras vendidos en la península ibérica. La

solución a esta situación, según Guillermo Jiménez67 era que las editoriales y

libreros españoles debían diversificar en los temas referentes a América y

colocarlos en sus negocios a cambio de que sus colegas americanos hicieran

lo mismo con los títulos españoles.

Lo anterior es el germen de que muchos intelectuales tuvieran una

propuesta editorial para toda Hispanoamérica. Otra situación que contribuye al

problema editorial hispanoamericano es el “aislamiento cultural”, como lo

67
Citado por Claude Fell, op. cit., pág. 481.

60
menciona Virgilio Rodríguez Beteta,68 que posterga la creación de una “casa

editorial de Hispanoamérica”

Cuando analicemos más adelante la creación del Fondo de Cultura

Económica y de Siglo XXI Editores, este espíritu latinoamericano se puede

palpar en la realidad, ya que desde su constitución, ambas editoriales tienen

una proyección continental. Es decir, una editorial para Latinoamérica que

pudiera no sólo dar a conocer los títulos mexicanos al mundo de habla hispana

sino traer, de otros países como Argentina o España, textos de diversos temas

que contribuyan al debate y conocimiento de la cultura que comparte la lengua

española.

Sigamos con las complicaciones editoriales de la época. Según el editor

Gabriel Botas, ya mencionado líneas arriba, un problema heredado del

mercado de libros del siglo XIX es el desbalance entre la oferta y la demanda.

El público mexicano prefiere la literatura novelesca, el éxito editorial de

Federico Gamboa con su novela Santa, no es gratuito. Debido a este problema

muchos editores formaron libros a partir de la recopilación de sus artículos en

los periódicos o revistas. Este problema era un círculo vicioso evidente. Los

escritores de este periodo no eran del todo profesionales, ninguno de los

editores le pudo pagar al escritor para que viviera de manera satisfactoria,

aunque esto no significara que eran malos escritores. Esto provoca que el

autor, debido a que atiende actividades, no se dedique plenamente a escribir y

no viva de su pluma. Si a esto agregamos otros problemas aleatorios como la

falta de difusión o la falta de interés de los pocos lectores, la situación se

agrava. En este sentido Roger Chartier afirma que en Francia y casi toda

68
Ibid., pág. 487.

61
Europa, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX los escritores ya eran

profesionales con todo lo que conlleva, incluso habían muchas demandas de

los escritores hacia los editores. En México este escenario deberá esperar.

Dentro del espectro de acción del proyecto editorial vasconcelista se

encuentra la alfabetización masiva y la ampliación de la difusión de la cultura,

mediante un sistema estructurado. Una de las acciones fundamentales de José

Vasconcelos como Secretario de Educación a través de Julio Torri quien

estaba a cargo del departamento editorial de esa dependencia, fue sacar a la

luz las obras que tienen una relevancia (a ojos de estos dos personajes) para la

cultura universal como Homero, Esquilo, Eurípides, Dante, Platón o Plutarco.

Seguramente la experiencia editorial de Torri en la Editorial Cvltvra y su

conocimiento de la cultura universal fue lo que determinó su cargo. En esta

primera gama de libros el departamento de publicaciones de la naciente SEP

no le dio prioridad a la publicación de libros escritos por mexicanos, primero por

su carácter evidentemente antipositivista, el cual cerró las puerta a obras de

autores recientes por considerar que se hallaban contaminados por las ideas

de esta corriente de pensamiento y también porque le parece absurdo que los

lectores mexicanos no contaran con libros de buena traducción de la cultura

universal.69

Es en este momento cuando Vasconcelos se convirtió en un editor. La razón

por la que el proyecto educativo del oaxaqueño tuvo tanta importancia en este

trabajo es porque concibe la edición como un trabajo intelectual que pueda

transmitir los conocimientos necesarios para impulsar el desarrollo cultural. Es

decir, fue un editor profesional, un intermediario cultural como lo observaron los

69
Claude Fell, op. cit., pág. 492.

62
impresores y libreros de la época colonial. Además concibió la cultura escrita

como un medio eficiente y masivo, sobretodo masivo, para incrementar el nivel

educativo y cultural de la sociedad mexicana y sentó las bases para los

proyectos editoriales de la propia Universidad y de empresarios particulares.

Los libros más importantes publicados por Vasconcelos fueron en primer

lugar los clásicos de la cultura universal. Esta colección, encuadernada con

pasta dura de color verde, estuvo formada en primera instancia por las

siguientes autores enlistados por el Secretario de Educación en enero de 1921:

Homero, Esquilo, Sófocles, Platón, Plutarco, Plotinio, Dante, Shakespeare,

Lope de Vega, Calderón, Cervantes, Justo Sierra, Goethe, Tolstoi, Galdós,

Romain Rolland, Bernard Shawn e Ibsen y para 1923 se agrega a Tagore a la

lista. El tiraje constaba de 20 mil a 25 mil ejemplares. El costo de producción de

cada uno los libros era de 94 centavos y se vendía a un peso. Es por eso que

se puede considerar que el proyecto no era de ninguna manera lucrativo ya

que, además, muchos de los ejemplares se regalaban a las bibliotecas,

escuelas e instituciones públicas.

Sin embargo sólo se lograron publicar 17 volúmenes: La Iliada (2 vol.) y La

Odisea de Homero, Tragedias de Esquilo, Tragedias de Eurípides, La divina

comedia de Dante, Diálogos (3 vol.) de Platón, Vidas paralelas (2 vol.) de

Plutarco, los Evangelios, Vidas ejemplares de Romain Rolland, una selección

de las Enéadas de Plotinio, Cuentos escogidos de Tolstoi, Obras escogidas de

Tagoré y Fausto de Goethe.

Esta primera gama de libros se complementó con otros títulos que no

pertenecen a esta colección pero si contribuyen a la formación educativa e

intelectual de la sociedad mexicana. Se publicaron durante este periodo,

63
algunos manuales escolares para la Escuela Nacional Preparatoria, referentes

a temas de dibujo, topografía y a cuestiones industriales. Existieron algunos

tratados de higiene, industriales y de ciencia, historia de México e

Hispanoamérica y otros sobre cuestión social que nunca vieron la luz por falta

de presupuesto.70 Muchas instituciones educativas, por tanto, siguieron

recurriendo a las editoriales españolas para abastecerse de los títulos

necesarios para continuar con su proceso educativo.

A todo esto se agregaron algunos títulos como Lecturas para mujeres,

hecho por Gabriela Mistral, Lecturas clásicas para niños, en dos volúmenes,

firmados por Roberto Montenegro y Fernández Ledesma. Este libro era una

selección de leyendas de oriente, griegas, hebreas y cuentos mexicanos.

Terminó siendo un libro poco accesible para el público al que iba dirigido

debido al tamaño y el costo. Finalmente se integra un millón de ejemplares del

Libro nacional de escritura-lectura y los 100 mil ejemplares de la Historia patria

de Justo Sierra. Con todo esto podemos afirmar que la edición de libros era

uno de los fundamentos principales para contribuir al desarrollo cultural y

educativo de todos los sectores de la vida social mexicana en el proyecto de

Vasconcelos.

Esta función editorial fue víctima de muchos ataques de la prensa y de

algunos sectores políticos. Las preferencias del Secretario de educación

respecto a los libros publicados es el centro del debate, ya que los opositores al

proyecto opinaban que los recursos debían destinarse primero a la

alfabetización y después a una educación que permitiera la integración de la

sociedad. 71

70
Ibid.., pág. 487.
71
Ibid.., pág. 489.

64
Dejemos a un lado los resultados que obtuvo la cruzada de la educación

emprendida por José Vasconcelos para concentrarnos en su labor editorial. Su

intención era dar a conocer las obras más representativas de la cultura

universal, aunque la selección de los títulos por parte de los involucrados es del

todo arbitraria y subjetiva (¿qué selección no lo es?). La intención y la

planificación, justificada por algunos elementos filosóficos y sociales como la

educación socialista y la integración de una región Hispanoamericana, era

realmente la gran aportación de Vasconcelos a la nueva concepción del trabajo

editorial del siglo XX en México. Además ejemplifica pragmáticamente el

fundamento de que la educación se complementa con la lectura.

Junto estos esfuerzos individuales que tienen el objetivo de fomentar la

producción de libros y por ende, la circulación de la cultura escrita, las ferias del

libro juegan un papel muy importante. En noviembre de 1924 se llevó a cabo la

primera Feria del Libro en México, por iniciativa de Vasconcelos. En ella se

celebraron diversas actividades como conferencias o intercambio de libros

usados o agotados. Pasaron 23 años para que se organizara un programa

similar, en el que hubiera una oferta de libros de la mayoría de las editoriales

nacionales y extranjeras, en esta ocasión fue de carácter internacional y se

celebró en el Palacio de Minería. Rafael Giménez Siles, fundador de EDIAPSA

y presidente de la sección de libros de la Cámara Nacional de la Industria de la

Transformación fundada en 1941, criticó severamente esta segunda iniciativa,

pues para los ojos de él, el sector editorial mexicano era muy débil ante el

mercado internacional. Para este efecto promovió para diciembre de ese

mismo año la Primera Feria del libro mexicano, en el cual participaron 48

editores nacionales.

65
Vasconcelos inauguró la tradición de que la Universidad y la SEP tuvieran

un departamento editorial con la intención de difundir la cultura y los resultados

de las investigaciones dentro de la Universidad o textos básicos para la

formación educativa.

Tomemos por ejemplo el caso de la Biblioteca del Estudiante Universitario,

que tiene por objetivo “la difusión de las obras y culturas mexicanas”. 72 Algo

muy similar a lo que pretendía Vasconcelos con la publicación de los clásicos,

sin embargo, los títulos de esta biblioteca están dirigidos a los estudiantes que

cursan alguna carrera, sobretodo de humanidades, en la Universidad Nacional.

De 1939 a 1960 se publicaron 82 títulos que fueron reimpresos durante los

años setenta y ochenta. Algunos autores incluidos en esta colección van

desde Fernández de Lizardi, Bernardo de Balbuena, Ignacio Manuel

Altamirano, hasta Miguel León Portilla. En el primer año se publicaron 10

títulos, fundamentalmente textos indígenas y coloniales.

Aportaciones de los exiliados españoles al trabajo de edición en México.

Un punto medular dentro de la edición en México en la primera mitad del siglo

XX son las contribuciones que hicieron los exiliados españoles. Los desterrados

que llegaron entre 1938 y 1942, se integraron al mercado laboral del país. La

expectativa del proyecto contemplaba un 10% de intelectuales complementado

por un 30% de trabajadores técnicos y obreros calificados y 60% de

agricultores73. Sin embargo, las cifras se rebasaron por algunos puntos

porcentuales en el terreno intelectual, ya que, como lo demuestra Marie Claire

Figueroa, el total de personas que se dedicaban a una actividad intelectual fue


72
Biblioteca del Estudiante universitario, Catálogo general 1939-1989, México, UNAM, 1989.
73
Marie-Claire Figueroa, “La inmigración intelectual española en México”, pág. 133. Encontrado en
http://www.jstor.org/pss/27738108. Consultado 23 de noviembre de 2010 a las 5:00 p.m.

66
de 16%. De todos ellos, muchos fueron personas que conocían la actividad

editorial a la cual se fueron integrando paulatinamente. Dentro del trabajo

técnico y obrero, algunas personas que se dedicaban a la impresión o la

composición o corrección tipográfica también fueron incluidas en las labores

editoriales.

Muchas instituciones acogieron a los intelectuales que deseaban continuar

con su trabajo de docencia o investigación en su área de conocimiento. Una de

ellas fue la Universidad Nacional Autónoma de México y el recién abierto

Instituto Politécnico Nacional. En las labores editoriales muchos de ellos se

integraron a las actividades del Fondo de Cultura Económica creado en 1934 y

a otras empresas editoriales.

En algunos casos, la unión de los españoles exiliados derivó en la

conformación de agrupaciones educativas y culturales como la Unión de

Intelectuales Españoles, el Centro Republicano Andaluz, la Agrupación de

Universitarios Españoles, el Ateneo de la Libertad y la Unión de Profesores

Universitarios Españoles en el Extranjero. Esta última agrupaba, según datos

de Mauricio Fresco74 alrededor de 217 catedráticos universitarios de áreas

como filosofía y letras, medicina, ciencias y derecho, entre otras. Las

actividades que realizaban dentro de estas instituciones no eran excluyentes de

las que hacían en otras instituciones, incluso en algunos casos se

complementaban.

Como ejemplo de esto último se encuentran las actividades que se

realizaban en el “Ateneo Español de México”. Fundado en 1949, se tiene la

74
Mauricio Fresco, La emigración republicana española. Una victoria para México, México, Editores
Asociados, 1951. p. 75-82.

67
certeza de que los miembros fundadores eran ciento veinticuatro.75 Se

organizaron diferentes cursos y pláticas en el año de 1950, acerca de temas

como artes plásticas, ciencias, teatro y cinematografía e incluso hasta

actividades que denominaron antifranquistas. En el área de la filosofía,

economía e historia se diseñaron alrededor de 18 conferencias de diversos

temas. Cabe destacar la participación de Eduardo Nicol en tres de ellas, y

Sánchez Saró en dos. En literatura participaron Enrique González Martínez,

José Alberto Gironella, Tomás Segovia y diferentes personalidades del ámbito

literario de España y México. En fin, esto demuestra la organización de los

intelectuales españoles y el contacto que tuvieron en el ámbito académico.

Algunos de estos exiliados fundaron editoriales y librerías que influyeron

definitivamente en la cultura escrita de México. El trabajo de Mauricio Fresco

demuestra que el número de los libros editados por españoles en México de

1939 a 1950 asciende a 2 250 en todas las áreas del conocimiento. Aunque el

trabajo editorial mexicano había permanecido constante durante las primeras

tres décadas del siglo XX, la labor de estos intelectuales que se dedicaron al

trabajo editorial contribuyó a la diversificación de los temas, la actualización de

las técnicas de impresión y la composición tipográfica. Algunas editoriales

creadas por los transterrados, para utilizar la denominación de José Gaos, son

Editorial Séneca, Ediciones Tezontle, Editorial Atlante, Quetzal y la editorial

Leyenda76.

75
Ibid.
76
Op. cit., pág. 93. Este trabajo toma en cuenta las editoriales que tuvieron una relevancia en la
publicación de los trabajos de humanidades. Sin embargo, el número aproximado de editoriales creadas
por españoles para 1950 suman alrededor de 50. Editorial Costa-Amic, Arcos, Proa, Vasca Ekin, Xóchitl,
Ediciones Centauro, Ediciones Educación, Ediciones Rex, Ediciones Atlántida, Ediciones España,
Ediciones Minerva, Ediciones Jurídicas Hispanoamericanas, Lex, Magister, Cima, Lemuria, Editorial
Moderna, Norte, Esculapio, Continental, Orión, España Nueva, son las más importantes.

68
La editorial Séneca, fundada en enero de 1940, tuvo una intensa labor

editorial, fundamentalmente en los tres primeros años de existencia. Los

editores, encabezados por Enrique Rioja, concibieron cinco colecciones para

iniciar el trabajo de publicación77.

Laberinto, en la que se dieron a conocer las obras clásicas de la


literatura y libros de poemas. Se publicó El Quijote, Las Obras completas
de San Juan de la Cruz y Antonio Machado. Además una antología de
poemas que incluían a Borges, Lugones y Alfonso Reyes, trabajada por
Octavio Paz, Emilio Prados, Juan Gil-Albert y Xavier Villaurrutia.
Árbol, en la que se publican obras de poesía narrativa y filosofía. Se
divulga a García Lorca, Cernuda y Alberti y la Filosofía de la ciencia de
García Bacca.
Lucero, en la hay temas diversos sobre cuestiones contemporáneas.
Incluye obras de Emilio Prados y César Vallejo. Además estudios
históricos de Dzelepy y Álvarez del Vayo.
Estela, fue una colección dedicada a temas científicos. En ella hay
textos del propio Rioja sobre temas como psicología, biología y física.
El clavo ardiendo, tiene temas del pensamiento occidental. En ella se
encuentran autores como Kierkegaard, Heidegger, Rimbaud, Pascal y
Bécquer.

La editorial Séneca publicó alrededor de setenta títulos en las colecciones

antes mencionadas. Fue un esfuerzo fundamental para que los españoles

exiliados pudieran ejercer una profesión dentro del trabajo editorial. Los temas

y autores son fundamentalmente españoles, pero lograron conciliar ideas

traídas de la península Ibérica con aspectos de la cultura mexicana. Además

incrementaron el catálogo de los libros publicados en México durante esta

época.

77
María Fernanda Mancebo, “Los trabajos y los días”, en Letras del exilio 1939-1949. Biblioteca del
Ateneo Español en México, Fundación General de la Universidad de Valencia, Valencia, 1999. pág. 48.

69
La editorial Atlante, antecedente de Editorial Grijalbo, fue constituida en la

Embajada de México en Francia gracias al apoyo de Narciso Bassols.

Financiada por la Secretaría de Relaciones Exteriores se orientó principalmente

hacia las enciclopedias, manuales, obras científicas, químicas, farmacéuticas y

aeronáuticas.

Otra de las editoriales creadas por españoles fue Leyenda. Fundada por

Vicente González Ambit, además de ser una editorial que manejaba temas de

humanidades, su injerencia dentro del trabajo editorial fue muy importante, ya

que muchas de sus traducciones fueron hechas por Enrique Diez-Canedo,

Adolfo Sánchez Vázquez y Agustín Millares Carlo. En palabras de María

Fernanda Mancebo el trabajo artístico de las ilustraciones tienen un peso muy

importante dentro de la vida editorial de México.78

Además muchos de los exiliados fundaron librerías que se sumaron a la

cantidad que existían e incluso hasta modificaron la forma en que los lectores

adquirían los libros. Juana Zahar hace la recolección de estas librerías; de los

establecimientos inaugurados entre 1939 y 1940, 16 son fundadas por exiliados

españoles. Destacan las librerías Juárez y Cristal, creadas por Rafael Giménez

Siles, del que se hablará un poco más adelante; la librería ambulante de José

Arana y las librerías Quetzal, que vendían los libros publicados por la editorial

que lleva el mismo nombre.

Uno de los proyectos más interesantes para consolidar la labor intelectual

de los exiliados españoles fue La Casa de España, creada el primero de julio

de 1938. La fundación de esta institución marcó el inicio de la relación

78
Ibid., pág. 55.

70
intelectual estrecha entre españoles y mexicanos que después se consolidaría

en El Colegio de México:

El patrimonio que el Colegio (de México) heredó de La Casa (de España) estuvo
conformado por la conciencia de la unidad fundamental de la cultura hispánica,
con sus semejanzas y sus diferencias regionales y nacionales, y por la defensa de
la diversidad y pluralidad de un pensamiento crítico, antidogmático y sin
provincianismos. Todas estas notas pueden resumirse en una sola: libertad de
espíritu.79

Los dos grandes pilares en los que se sostuvo el Colegio de México fueron

Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas. Los principales objetivos que se

plantearon en un inicio eran: 1) patrocinar trabajos de investigación de

profesores y estudiantes universitarios; 2) becar, en instituciones o centros

universitarios o científicos , en bibliotecas o archivos extranjeros, a profesores o

estudiantes mexicanos; 3) contratar profesores, investigadores o técnicos

extranjeros para que presten sus servicios; 4) editar libros o revistas en los que

se recojan los trabajos de los profesores, investigadores o técnicos;

5) colaborar con las instituciones nacionales y extranjeras de educación y

cultura para la realización de los fines comunes.80

De los anteriores objetivos es importante rescatar al menos dos para este

trabajo. El primero es el rubro de la publicación. Dentro del aspecto editorial,

una de las formas en que El Colegio de México pretendía dar a conocer sus

labores educativas y de investigación fue mediante la publicación de libros y

revistas aunque sus lectores estuvieran localizados fundamentalmente en

instituciones de educación superior. Es muy significativo que esta visión

editorial se encontrara descrita específicamente dentro de los objetivos

generales y no en otro apartado que generalice las labores de El Colegio

79
Clara E. Lida y Antonio A. Matesanz, El Colegio de México: Una hazaña cultural 1940-1962, México, El
Colegio de México, 1993, pág. 28.
80
Estos objetivos están planteados en el acta constitutiva del Colegio de México, citado por Clara E. lida
y Antonio A. Matesanz, op. cit., pág. 33.

71
porque debía ser una actividad específica dentro de la institución. Para tal

efecto, el Colegio de México publicó 177 títulos en el periodo de 1940 a 1962.

Las materias se pueden observar en el cuadro 1.

Cuadro 1. Materias y número de títulos publicados por El Colegio de México en el


periodo de 1940-196281
Materias Número de títulos

Historia 41

Textos clásicos de filosofía 8

Pensamiento y filosofía 23

Estudios de literatura y lingüística 34

Creación literaria 20

Arte y música 14

Jornadas del Centro de Estudios Sociales 57

Con el cuadro siguiente nos podemos dar cuenta que la labor editorial del

Colegio de México comenzó con un fuerte impulso, aunque en los últimos años

hubo un importante decremento. Durante los primeros 22 años se descuidó la

publicación de los libros, los cuales contienen, en la mayoría de los casos, las

investigaciones que se realizaban dentro del Colegio.

En este sentido, es importante mencionar que en la medida que el prestigio

del Colegio de México se incrementaba se cumplían sus principales objetivos,

ser una institución que promovía las investigaciones referentes a los temas

históricos y literarios mediante los Seminarios y los Centros de Estudios

(históricos, sociales, filológicos).

81
Elaborado a partir de Clara E. Lida y Antonio A. Matesanz, El Colegio de México: Una hazaña cultural
1940-1962, México, El Colegio de México, 1993, pág. 135-142.

72
Cuadro 2. Libros publicados por el Colegio de México en el periodo de 1940-196282
Año Historia Textos Pensamiento y Estudios de Creación Arte y Jornadas del Total
clásicos de filosofía literatura literaria música centro de
filosofía estudios
sociales
1940 4 0 1 0 0 0 0 5
1941 1 3 1 3 2 4 0 14
1942 1 2 0 0 0 2 0 5
1943 1 1* 2 0 0 0 17 20
1944 5 1 1 5 2 2 6 22
1945 3 1 2 1 0 0 30 37
1946 1 0 1 0 0 2 1 5
1947 1 0 0 0 0 0 1 2
1948 5 0 1 1 1 1 0 9
1949 1 0 2 0 3 0 0 6
1950 2 0 3 4 0 0 0 9
1951 0 0 1 5 1 1 0 8
1952 3 0 0 3 1 0 0 7
1953 4 0 1 0 3 0 0 8
1954 0 0 3 1 4 1 0 9
1955 1 0 1 2 1 0 0 5
1956 1 0 0 0 0 0 0 1
1957 4 0 1 1 0 0 0 6
1958 1 0 1 2 0 1 0 5
1959 0 0 1 1 1 0 0 3
1960 4 0 0 1 1 0 0 6
1961 1 0 0 2 0 0 0 3
1962 1 0 0 0 0 0 0 1

82
Ibid.
73
2.2 Horizonte editorial en México (1940 a 1960).

Las principales empresas editoriales como Porrúa, Botas y Cvultura, que vieron

la publicación y venta de libros como un negocio que trajera consigo beneficios

económicos e intelectuales durante el periodo de 1940 a 1960 tienen un

elemento en común: la diversificación de los temas que publican y la calidad de

sus textos impresos.

Para los años cuarenta hay dos tipos de editores. Los que encuentran un

negocio en la publicación y distribución de libros y los que además de eso, ven

un proyecto cultural a largo plazo que sea viable económicamente y que

contribuya al crecimiento de la cultura escrita, todo esto de forma consciente.

Algunas de esas empresas editoriales que son un referente cultural para el

público que buscaba ciertas líneas editoriales tienen una relación estrecha con

el sector intelectual y académico.

La inauguración de la Ciudad Universitaria que trajo un incremento en la

plantilla de estudiantes, el desarrollo de las investigaciones del Colegio de

México y otras instituciones académicas, la permanencia de los exiliados

españoles en el ambiente editorial y académico durante estas dos décadas,

son algunos aspectos que influyen en la labor editorial. Además es importante

afirmar que este es el periodo en el que México continúa con los beneficios del

proceso de rápido crecimiento económico denominado Milagro mexicano.

Durante este periodo, profesionales de disciplinas como los estudios

literarios, el arte, la historia, la antropología y arqueología tuvieron muchas

alternativas para dedicarse a la investigación, docencia o difusión. Por ejemplo,

en el área de la historia, se consolidaron diversas alternativas. En 1956 se creó

el Departamento de Investigaciones Históricas, del Instituto Nacional de

74
Antropología inaugurado años atrás por Alfonso Caso. En 1943 se fundó el

Colegio Nacional, que en palabras de Jorge Gurría Lacroix, “reunía a lo más

granado de la intelectualidad en investigación en México”83 y que tenía como

objetivos principales la difusión de la cultura mediante conferencias y cursos.

Otro centro de investigación de gran importancia para el estudio de la historia

es el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, creado en 1945

gracias a la iniciativa de Rafael García Granados y Pablo Martínez del Río.

Para 1975 esta entidad universitaria tenía departamentos para cubrir tres

periodos de la Historia de México: prehispánico, virreinal y moderno y

contemporáneo.

Regresemos a las empresas editoriales. Además de Botas, Porrúa, Editorial

Cvltvura, Editorial Herrero las cuales tuvieron una función permanente e

imprescindible para la cultura escrita de México durante la primera mitad del

siglo XX, hay otras editoriales que surgieron durante los años treinta que

tuvieron diferentes funciones dentro del ambiente cultural de la nación.

Una de ellas es la Sociedad de Edición y Distribución Iberoamericana de

Publicaciones (EDIAPSA), empresa que, en un principio se dedicó a la

distribución editorial a gran escala. Como menciona Antonio Acevedo 84 a

principios del siglo XX no hay una organización de la distribución de los libros.

Podemos afirmar que esta empresa fue una de las pioneras en el campo de la

distribución más que de la venta. EDIAPSA fue creada en julio de 1939 por

Rafael Giménez Siles, español que obtuvo su nacionalidad mexicana en 1940.

Algunos de sus accionistas más importantes fueron Martín Luis Guzmán y

83
Jorge Gurría Lacroix, “La investigación histórica” en Las humanidades en México (1950-1975), México,
UNAM, 1976, pág. 21.
84
Antonio Acevedo, Escobedo, “El desarrollo editorial” en México: 50 años de Revolución. La cultura,
México, FCE, 1961, pág. 415.

75
Adolfo López Mateos, y entre los personajes importantes que trabajaron dentro

de ella están José Mancisidor, Antonio Castro Leal y Jorge Cuesta. Dentro de

este proyecto una de las visiones importantes era hacer un trabajo de

distribución que abarcara a toda Latinoamérica. Era un enfoque similar al que

tenía el Fondo de Cultura Económica creado años atrás. Además de instalar

una serie de librerías que llegaran a varios sectores sociales de México y

Latinoamérica, su labor editorial se consolida en 1956 con el establecimiento

de la Agrupación de Editores Mexicanos, encabezado por el propio Giménez

Siles. En 1939 comienza con el emporio de las librerías Cristal. Algunos

investigadores consideran que con estas librerías se inicia una nueva forma de

vender libros, en la cual el lector puede revisar los títulos en los anaqueles de

forma libre, sin que hubiera un mostrador de por medio.85

Otra editorial en la que se observa una expansión paulatina hacia

Latinoamérica es la Editorial Navarro. Fundada por Enrique Navarro a

mediados de los años treinta, publicó en sus inicios temas de corte social.

Entre 1933 y 1943, se publicaron una serie de libros con el nombre de

“Ediciones Frente Cultural”. En los siguientes diez años se publicaron temas de

interés general; para esta época la empresa publicaba, aproximadamente un

libro por semana. Navarro publicó El capital de Marx, El origen de la familia, de

Engels, y también a autores mexicanos como José Toribio Medina, Orozco y

Berra y a Genaro García. La labor editorial se complementaba con las ventas a

través de sus librerías.

No hay que olvidar el Fondo de Cultura Económica, el cual, por la

naturaleza de este trabajo se tratará a profundidad en el siguiente capítulo ya

85
Armando Pereira (coord.) Diccionario de literatura mexicana, México, UNAM-Ediciones Coyoacán,
2002, pág. 143.

76
que es uno de los pilares fundamentales de la creación de las editoriales que

analiza este trabajo.

A partir de los años treinta, las editoriales antes mencionadas un giro

importante para la cultura latinoamericana. Ya no sólo se editaron libros que

fueran de diversos temas, sino que pretendieron hacer una distribución

latinoamericana y, en algunos casos hasta mundial.

El grupo editorial Diana inicia sus labores en 1946. Estuvo a cargo de José

Luis Ramírez Cerda y José Luis Ramírez Cota. Desde un inicio los objetivos

principales eran “la edición, producir y comercializar libros técnicos y de

divulgación internacional”86.Para cumplir con estos propósitos se instalaron

algunas filiales en Monterrey y Guadalajara, y otras sucursales en Venezuela,

Colombia, Chile, Argentina, Uruguay y España. Los tipos de publicaciones que

manejaban eran de literatura, historia y algunos de ciencias sociales.

Editorial Grijalbo fue creada en 1949 por el editor español nacionalizado

mexicano Juan Grijalbo Serrés. El catálogo de la editorial inició con obras de

temáticas sociales; algunos autores hacen referencia a que esta editorial dio a

conocer en español obras importantes de Marx y Engels.87

Por otro lado se encontraban las editoriales que mejoraron sus técnicas de

impresión y vieron en la tipografía y las portadas una inversión artística que

redituaba a los editores de forma económica. En este caso los libros estaban

dirigidos a un público específico. Tal es el caso de la editorial Alcancía creada

por Edmundo O`Gorman y Justino Fernández en 1932, en donde los temas

principales eran arte e historia. Otros casos significativos en este terreno son

Ediciones Andrea y Editorial Novaro. La primera fundada por el canadiense

86
Diccionario de literatura mexicana, pág. 153.
87
Ibid., pág. 156.

77
Pedro Frank en 1950 y que publicó principalmente obras de creación e

historiografía literaria. La editorial Novaro fundada por Luis Novaro y Novaro en

1949, editó principalmente historietas y libros infantiles sin interrupción durante

algunas décadas; posteriormente incursionó en el campo de la novela policiaca

y obras de literatura mexicana y universal.

Gabriel Zaid,88 ha demostrado un incremento favorable de la edición y

ventas de libros. En promedio se publicaron 1 000 libros anuales con un tiraje

de 25 000 ejemplares, durante el periodo de 1940 a 1950, los establecimientos

que se dedicaban a la producción o venta de libros crece considerablemente en

un periodo de 5 años; de los 290 establecimientos que en 1940 se dedican a

una actividad editorial, para 1945 hay registros que avalan a 795 lugares. Muy

probablemente se deba, sí al incremento de la gama de temas y de lectores

que de alguna manera son cautivos (como los estudiantes o investigadores)

pero también a los buenos rendimientos de la producción editorial. Producir un

libro para esta época cuesta alrededor de 4 a 6 pesos y en promedio se vende

en 20 pesos. Obviamente no todo se vende durante ese año; según el registro

de Zaid, en un año se vende alrededor del 80% del tiraje de un 60% de títulos,

es decir, si se producen veinticinco millones de ejemplares que se publican,

sólo se venden 12 millones de ejemplares, el resto se coloca durante los años

que siguen. Ernesto de la Torre Villar hace una comparación de los títulos que

se venden en otras latitudes del mundo89, en Gran Bretaña eran alrededor de

18 741 títulos diferentes, en Alemania 13 913, en Estados Unidos 11 840,

Francia 10 410 e Italia 9 679 (Ver gráfica 1).

88
Citado por Ernesto de la Torre Villar “La bibliografía” en Las humanidades en México, México, UNAM.
1976. pág. 689.
89
Ibid..

78
Gráfica 1. Promedio de títulos anuales publicados en el mundo (1940-1950)90

20000
18000
16000
14000
12000
10000
8000
6000
4000
2000
0
Gran Bretaña Alemania Estados Francia Italia México
Unidos

Como se observa en la gráfica el promedio de títulos publicados en México

durante esa época es realmente pobre comparado a nivel mundial; sin

embargo la incipiente industria incrementaría su producción para los años

siguientes, aunque seguirá siendo una industria pequeña y fundamentalmente

local.

Los datos proporcionados por Zaid se pueden corroborar con el trabajo de

Josefina Berroa, quien se propuso a elaborar un índice en el que se puedan

localizar los títulos más importantes de todas las materias para adquirirlos en

México o en cualquier parte del mundo, por tanto no podemos decir que sea

exhaustivo. Sin embargo, da a conocer una serie de datos estadísticos que

contribuyen a la formación de un conocimiento real de los libros publicados por

cualquier editorial en México. Incluso hay un directorio en donde se pueden

localizar las principales editoriales que enumera en su catálogo. Para tal efecto,

los datos son tomados del enero de 1957 a diciembre de 1960, es decir cuatro

años completos de producción editorial. Este trabajo está hecho con los

90
Elaborado a partir de Ernesto de la Torre Villar “La bibliografía” en Las humanidades en México,
México, UNAM. 1976. pág. 691.

79
informes proporcionados por las editoriales que Berroa considera más

importantes del país. El total de la producción por año es de 4332 obras (ver

cuadro 3).

Cuadro 3 Producción de libros por año (1957-1960)91


Año Libros publicados
1957 922
1958 1242
1959 1174
1960 994

Total 4332 obras92

La cantidad de títulos publicados en México durante el periodo de 1957 a 1960

está encabezada por el Fondo de Cultura Económica (en adelante FCE) con

356 títulos, de los cuales 271 son nuevos y los restantes son reediciones93, le

siguen la editorial Novaro con 288, la Editorial Nacional y las ediciones de la

UNAM (ver cuadro 4).

Cabe mencionar que la única editorial que sobrevive a aquella oleada de los

años cuarenta en donde los exiliados fundaron muchas casas editoriales es

Costa-Amic, la cual sólo tiene 26 títulos publicados durante este periodo. De las

editoriales que hemos hablado durante este capítulo, además del FCE, Editorial

Novaro y la Dirección de Publicaciones de la UNAM, sobresalen editoriales

como Diana con 201 títulos diferentes, Porrúa Hermanos con 172, Grijalbo con

96 y Editorial Herrero con 84. Hablamos de que si en promedio de realiza un

tiraje de 25 000 ejemplares por título entonces editoriales como Porrúa

Hermanos publicó durante el periodo estudiado, alrededor de 430 000

ejemplares.
91
Tomado de Josefina Berroa, México bibliográfico, México, Josefina Berroa, 1962.
92
La cantidad es aproximada; sin embargo los datos de las investigaciones de Zaid se acercan a los de
Josefina Berroa.
93
Los datos son extraídos del Libro conmemorativo del primer medio siglo (Fondo de Cultura Económica)
1934-1984, México, FCE, 1984.

80
Cuadro 4. Producción editorial del periodo 1957-196094

Editorial Número de títulos


Fondo de Cultura Económica 356
Novaro 288
Nacional 273
UNAM 245
Diana 201
Continental 177
Porrúa Hermanos 172
JUS 165
Libro-Mex 138
Fernández 121
Grijalbo 96
Herrero Hermanos 84
UTEHA 77
Patria 75
General de Ediciones 72
INAH 62
Constancia 61
Interamericana 48
Andrea 47
Cumbre 44
Esfinge 43
Botas 39
Avante 38
Buena Prensa 32
Editora de periódicos “ La prensa” 37
Universidad Veracruzana 32
Manuel Porrúa 28
Arg-Mex 27
Costa-Amic 26
Pax-Mex 22
Prensa médica 22
Reverté 22
Cajica 20
Letras 20
Total 3210

Los libros que se editan en esta época corresponden principalmente a literatura

(ver cuadro 5). Existen 192 títulos referentes a novelas mexicanas, 132 a

novelas norteamericanas, 113 a poesía mexicana, 100 a novelas francesas y

88 títulos a cuentos mexicanos. En otras áreas, como historia de México los

94
Josefina Berroa, op. cit. pág. 42.

81
libros publicados son alrededor de 44. Temas como filosofía o antropología no

aparecen debido a la escasez de publicaciones. Es necesario hacer una

mención de los libros infantiles, en los que seguramente la editorial Novaro tuvo

mucha injerencia, ya que es el segundo en la lista con 153 títulos publicados en

4 años completos.

Cuadro 5 Producción de libros clasificados por materias95


Materia Número de publicaciones
Novelas Mexicanas 192
Libros infantiles 153
Novelas norteamericanas 132
Poesías mexicanas 113
Biografías 110
Medicina y odontología 110
Novelas francesas 100
Cuentos mexicanos 88
Novelas inglesas 75
Derecho 74
Lectura-Textos (probablemente 64
compilaciones)
Teatro mexicano 46
México-Historia-Revolución 44
Novelas españolas 38
Aritmética- Textos 29
Antologías 27
Músicos (biografías) 26
Psicología 24
Novelas rusas 21
Diccionarios 21
Lenguaje –Textos 20
Matemáticas –Textos 20
Música 20
Poesías españolas 20
Total 1567

El trabajo editorial que se realizó en México de 1940 a 1960 tuvo un aumento

significativo con relación a los cuarenta años anteriores debido a muchos

factores. En primer lugar a la iniciativa de José Vasconcelos por promover un

sistema educativo que incluyera la lectura como un pilar fundamental. Gracias

a esto, los libreros como Gabriel Botas y los hermanos Porrúa continuaron e

95
Tomado de Josefina Berroa, op. cit.

82
incluso incrementaron su catálogo de publicaciones. Otro aspecto al que se

debe este crecimiento es la intervención directa de los exiliados españoles en

las labores dentro de las editoriales y fuera de ellas a través de la venta de

libros. En este sentido, el crecimiento económico que se dio durante estos

años, incentivó a los empresarios de la cultura escrita a invertir y obtener

ganancias rápidamente. Además de todo lo anterior la profesionalización de

muchas actividades académicas como la historia y la literatura rindieron frutos

intelectuales muy importantes.

En este periodo los editores trabajan para llegar a un público definido. Las

editoriales no existirían sin las librerías, ni estas últimas sin la producción

editorial. Lo que si podemos aseverar es que en el recorrido histórico que

realizamos a lo largo de este capítulo, la edición y el trabajo de creación va de

la mano, es decir, es un proceso sincrónico que determina las relaciones que

los escritores tienen con la sociedad mediante los editores y las casas

editoriales.

El proceso iniciado en el siglo XVII en donde el impresor es librero y editor

todavía funciona pero en otro nivel, pues en la medida en que crece el proyecto

editorial se deben recurrir a profesionales y técnicos especializados en la

edición. Se hacen traducciones o diseños tipográficos y se debe, por supuesto

imprimir y distribuir el ejemplar. El editor se transforma para llegar a entender el

proceso editorial como parte de una profesión intelectual y un oficio que se

fundamenta en la cadena propuesta por Chartier autor-editor-libro.

83
Capítulo 3. Editores y libros en México en la década de los años sesenta.

3.1 Situación política y económica en México (1940-1970).

La economía mexicana antes de la década de los años cuarenta era víctima del

estancamiento. De 1940 a 1970 hubo un periodo de crecimiento sostenido de

la economía nacional. Uno de los factores que propició este proceso fue el

ensanchamiento del mercado interno y externo. Se acrecentó la inversión

extranjera y fue uno de los alicientes para la productividad del país. Además el

sector empresarial mexicano se incrementó paulatinamente.

En el terreno político la estabilidad y la hegemonía de los grupos en el poder

fueron importantes para este desarrollo. La creación de un partido de Estado, a

través del cual se pueda aglutinar los principales sectores productivos y

sociales fue muy eficaz para los gobiernos posrevolucionarios. Es un hecho

que cada uno de los sectores que participaban en este pacto social contribuía

en el desarrollo político y económico de la nación. La posibilidad del

crecimiento económico va de la mano con la fortaleza del régimen.96

En el proceso de rápido crecimiento económico denominado “milagro

mexicano” existen varios factores que influyeron en su desarrollo. La creación

de un capital fijo de la inversión pública y la eficacia del gasto público. En

efecto, la inversión del Estado mexicano tenía que provenir del ahorro de él

mismo, además de fomentar la inversión privada (creación de nueva clase

empresarial en México). Con esta economía mixta se incrementó el número de

empresas paraestatales a partir de 1940 y de empresas estatales en los rubros

agroindustrial, petrolero, eléctrico, ferrocarrilero, en el acero y fertilizantes.

96
Arnaldo Córdova, La formación del poder político en México, México, ERA, 1990, pág. 17-18.

84
Es imposible pensar en este crecimiento sin una infraestructura importante

para el mantenimiento y la transportación. En el campo de los transportes, se

emprendió un proyecto para continuar las vías del tren a otros destinos y

reparar los dañados; en la agricultura, se instalaron sistemas de riego,

principalmente en el norte, y se desarrolló un sistema de comunicaciones. El

financiamiento de la producción industrial absorbió casi el 30% de la inversión

pública. También se diseñó una política económica para proteger el mercado

interno y alentar la inversión privada. En primera instancia, se estableció una

protección arancelaria con bajas tarifas para la importación de materias primas

y altas tarifas para los productos terminados; se efectuó un control de

importaciones con sistemas de licencias de importación (que seguramente se

prestó a muchos actos de corrupción); y finalmente una devaluación estratégica

de la moneda para incentivar la disminución de importaciones e incrementar las

exportaciones. En el terreno fiscal se estableció un sistema de exención de

pago de impuestos (entre 5 a 10 años) para empresas nuevas o consideradas

básicas para la industrialización.

Por otro lado, la creación de la Nacional Financiera en 1934 fue un aliciente

para los empresarios que querían emprender un proyecto industrial que se

consideraba básico. Entre 1940 y 1970 la industria creció un 37% y se aceleró

el proceso de urbanización.

Todas estas decisiones del Estado mexicano le dieron un carácter

proteccionista y condescendiente al mercado interno, el diseño del modelo

presentaba deficiencias a largo plazo y fomentaba, en cierto sentido la

corrupción, pero aún así, México logró crecer anualmente alrededor de 6

85
puntos porcentuales desde 1940 hasta 196897. La industrialización del país

provocó un ensanchamiento del sector público. Por las características y las

necesidades de la industria y la modernización, las ciudades comenzaron a

crecer y desarrollarse y la población fue creciendo considerablemente a partir

de 1940.

Existe una alteración visible de los patrones tradicionales. Este cambio

cultural se debe principalmente a la conjunción del fenómeno demográfico y el

económico. Como es lógico la tasa de crecimiento demográfico hizo más

evidente el cambio de una concepción familiar tradicional, las mujeres

comenzaron a integrarse en el proceso de producción. Existió una modificación

en la relación entre los géneros: es decir, un incremento en los divorcios, una

tendencia a la vida solitaria y un aumento de las madres solteras que, en

consecuencia, debían tomar decisiones propias. También cambió las

relaciones entre las generaciones, hubo, por tanto, una tendencia a la

liberalización de la cultura de la sexualidad y una diferencia notable de lo que

podríamos decir, memoria colectiva.

La industrialización trajo consigo el desarrollo urbano. La ciudad de México,

por ejemplo, comenzó a vestirse de edificios nuevos y de multifamiliares. La

construcción de la Ciudad Universitaria y el Instituto Politécnico Nacional

promovieron el desarrollo intelectual y técnico de las clases medias. Este sector

de la población vio la posibilidad de ascender en la escala social a través de la

educación. En los años sesenta se da un auge en la vida cultural del país; se

97
Roger D. Hansen, La política del desarrollo mexicano, México, Siglo XXI, 1971, pág. 27.

86
fundan revistas que promueven la discusión, y se consolidan distintas carreras

universitarias.98

Para 1961 había, según datos del Anuario Estadístico del INEGI, alrededor

de 34 923 129 habitantes en México. En la década anterior existía una

población de 25 millones, es decir, durante diez años la población se

incrementó 10 millones. En el caso del Distrito Federal, en 1960 la población

llegó a los 4 870 876 habitantes de los 3 050 442 que eran en la década

anterior. La contabilidad de la población urbana era de 10 millones

aproximadamente y de 14 millones para 1950. En proporción para 1960 la

población se igualó como resultado de la migración, y la proporción se

equilibró, es decir, había 17 millones en el campo y otro tanto en la ciudad. La

población de la capital del país era fundamentalmente urbana para 1960 ya que

constaba de 4 millones de personas contra 204 848 población rural. Para 1970

en el IX Censo de Población se registran 48 225 238 personas, es decir, un

incremento de más de 13 millones con respecto a la década anterior.

Cuadro 1. Población en México (1950-1971)99


Año Población
1950-1951 25 791 017

1960-1961 34 923 123

1970-1971 48 225 238

La demanda de obreros y trabajo en la ciudad se vio incrementada. Las

industrias necesitaron cada vez más de personas que trabajaran en su nómina.

El choque generacional en este aspecto también es importante, seguramente

98
Consejo Técnico de humanidades, Las humanidades en México, México, UNAM, 1978. En este libro se
describen detalladamente la creación de las disciplinas humanísticas a lo largo de 1940 a 1970.
99
INEGI, Anuario estadístico 1970-1971, México, INEGI, 1971. pág. 26 y ss.

87
muchas de las personas acostumbradas al campo que encontraron un lugar en

la ciudad cambiaron de paradigma, costumbres y formas de vida.

Por su parte el sector empresarial, en un primer momento, continuó

disfrutando los resultados del modelo económico diseñado por el Estado.

Después con las políticas de estabilización y las estrategias de desarrollo

surgieron algunos problemas tales como el proteccionismo estatal hacia los

empresarios que no invirtieron en infraestructura para competir con el mercado

internacional. Sin embargo, para la década de los años sesenta existía un

optimismo generalizado y en el extranjero se tenía la imagen de un país en

desarrollo pleno, en América Latina se observaba a México como un gobierno

emanado de un proceso revolucionario con progresos económicos evidentes.

Prueba de esto es que México ganó la sede de los juegos olímpicos de 1968.

Es importante mencionar la situación del alfabetismo y la cultura en México

durante esta década. La población que sabía leer y escribir para 1960 era del

62.2%. Para 1970 era aproximadamente el 72%. Esto no significa que todos los

que tenían la habilidad para leer y escribir lo hacían, sin embargo, era un

mercado potencial para las editoriales. Si hacemos la correlación que hay entre

la población urbana que sabe leer y escribir, tenemos que este sector crece en

relación a décadas anteriores.

Las personas que concluyeron sus estudios en alguna institución de

enseñanza superior en toda la República es de 17 051 en 1960 y 19 812 en

1961. Para 1970 el incremento es considerable, sólo la Universidad Nacional

Autónoma de México a través de sus facultades como la de Ciencias Políticas y

Sociales tenía registrados, en el último semestre, a 186 alumnos que estaban

por concluir sus respectivas carreras, a esto hay que sumarle la cifra de 433

88
alumnos en el último semestre de la licenciatura de economía en la Escuela

Nacional de Economía y 872 licenciados en derecho quienes cursaban sus

materias en la Facultad de Derecho. Los interesados en estudiar alguna de las

licenciaturas en la UNAM eran 12 046 personas. En el área de humanidades

también el incremento es importante. La Facultad de Filosofía y Letras inscribió

en el año de 1970 a 4 630 alumnos.

Para 1970 había 114 instituciones de educación superior en México, en las

que estaban inscritos alrededor de 271, 275 alumnos en total, diez años antes

la matrícula era sólo de 28, 100 alumnos.100

Todos los datos anteriores demuestran el ensanchamiento de la población

que estudiaba una carrera universitaria referente a ciencias sociales o

humanidades. A ellos hay que agregar todos los alumnos de escuelas

preparatorias, los profesores de todos los niveles académicos y estudiantes de

otras licenciaturas interesados en las temáticas mencionadas. Podemos

concluir, por tanto que el proceso de modernización favoreció el incremento de

la cultura escrita, y de manera más específica el del mercado del libro.

3.2 Editores y casas editoriales en México (1960-1971).

Durante los primeros años de la década de los años sesenta existe un impulso

editorial destinado a los lectores de humanidades y ciencias sociales. Las

editoriales incrementaron significativamente el número de títulos de historia,

literatura (poemas, ensayos, cuentos y novelas), filosofía, antropología,

economía y ciencias sociales, entre otras. A continuación se presenta el

análisis de las editoriales más importantes que durante esos años que tuvieron

100
INEGI, Cuadernos de Estadística en Educación, vol. 1, México, INEGI, 1994, pág. 80-85.

89
un impacto en el desarrollo de la cultura escrita referente a temas que

anteriormente englobamos como humanidades y ciencias sociales.

El Fondo de Cultura Económica.

Los antecedentes de fundación de esta institución editorial se remontan a 1921,

año en el cual se realizó en México el Congreso Internacional de

Estudiantes101. Esto promovió la creación de la Federación de Estudiantes de

México la cual se expandió hacia Latinoamérica. El presidente de tal

congregación fue Daniel Cosío Villegas, quien tuvo un apoyo fundamental del

entonces secretario de Educación Pública José Vasconcelos. Este afán de

congregar a estudiantes para realizar trabajos intelectuales que promovieran

una cultura que englobara a toda Hispanoamérica trajo muchos beneficios para

la cultura en México. En primer lugar, propició que personajes como Daniel

Cosío Villegas, Arnaldo Orfila Reynal, Eduardo Villaseñor y Manuel Gómez

Morín se conocieran y mantuvieran desde entonces un contacto permanente.

Por otro lado, todos los estudiantes que integraban la Federación compartían la

idea de unir la cultura hispanoamericana y promovieron, desde diferentes

plataformas, la idea de contemplar a todos los pueblos hispanoamericanos

como una sociedad con necesidades particulares pero unidas con un pasado y

presente similares.

El Fondo de Cultura Económica (FCE) es una de las empresas editoriales

más reconocidas en todo el continente americano. Su primera propuesta

editorial era la edición de libros para estudiantes universitarios, principalmente

de temas referentes a la economía. Su creación se remonta a 1934 y es la


101
Victor Díaz Arciniega, Historia de la Casa: Fondo de Cultura Económica 1934-1994, México, FCE, 1994.
También Antonio Acevedo Escobedo, “El desarrollo editorial” en México: 50 años de revolución, México
FCE, 22.

90
consumación de un proyecto editorial encabezado por Daniel Cosío Villegas,

quien fue el administrador general hasta 1948.

Según cuenta el propio Cosío Villegas, el objetivo iba más allá, pues incluía

sí a la edición, pero también a la distribución de estos ejemplares para

estudiantes de economía, no sólo de México sino de toda la región

latinoamericana, esto debido seguramente a la formación profesional del

propio Cosío Villegas. Una de las características de este proyecto editorial era

que no perseguía fines de lucro sino que pretendía ser una editorial que

publicara libros que estuvieran al alcance de los estudiantes y que las

utilidades que se generaran pudieran reinvertirse en su totalidad. Para esto

recurrió a la figura inglesa de trust o fideicomiso. A la cabeza de la organización

quedaba una Junta de Gobierno que vigilaría todos los aspectos

administrativos, la labor editorial debía ser ejecutada por un administrador

general que rendiría cuentas a la Junta. Las principales aportaciones fueron del

Banco Nacional Hipotecario y de Obras Públicas; otros contribuyentes

importantes en el sector gubernamental fueron la Secretaría de Hacienda y el

Banco Nacional de México. Esto resultó atractivo para los encargados de la

empresa, pues con la figura de la Junta de Gobierno tuvieron cierta

independencia para las labores técnicas de la editorial.

El primer objetivo del FCE se cumplió a corto plazo, con la publicación de la

revista El Trimestre Económico; con esto y gracias al apoyo de los intelectuales

y sectores gubernamentales que apoyaban el proyecto de Cosío Villegas, la

editorial incrementó su oferta de publicaciones. El primer paso ocurrió en 1935,

cuando se editaron Karl Marx, de Horold Lasky y El dólar plata de William

Shea. De ahí, en 1937 se publicaron otros tres títulos; en el al año siguiente

91
ocho; en 1939, catorce. Para 1940 hubo más variedad ya que se incluyeron

temas de política y derecho. Ese mismo año se publicaron 16 títulos, entre ellos

Leviatán de Hobbes, y también nace la colección Tezontle; la cantidad de libros

se multiplica hasta llegar a 43 títulos en 1948 y tener 13 colecciones de temas

diversos. En 1948, se crearon las dos colecciones más conocidas y de carácter

de divulgación del FCE, La Colección Popular y los Breviarios, esto bajo la

dirección de Arnaldo Orfila Reynal.

En el capítulo anterior hemos mencionado la importancia del Colegio de

México con el desarrollo de actividades académicas e intelectuales de México,

esto se agudizó cuando las investigaciones del Colegio de México eran

publicadas por el FCE. Estas dos instituciones mantuvieron una estrecha

relación en sus primeros años; las traducciones, el trabajo de imprenta, el

cuidado de las ediciones, no serían los mismos después de los trabajos

realizados por los españoles que estaban en el Colegio de México. Y no sólo

tuvieron repercusión en el FCE, sino también en las editoriales que nacieron

posteriormente. Es por eso que la historia del FCE y la del Colegio de México

deben entenderse como una especie de desarrollo mutuo.

La faceta de Cosío Villegas como editor es el reflejo de sus preocupaciones.

Debido a su formación profesional los principales temas que editó durante su

gestión fueron de economía, sociología, derecho e historia (Ver cuadro 2).

Las materias que complementaban las ediciones de esta primera etapa en

el FCE eran, digamos emergentes, y se deben principalmente a la influencia

que tuvo en la editorial las investigaciones sujetas a publicación del Colegio de

México, sin embargo Cosío Villegas decidió darle menos importancia, como

puede verse en el cuadro 2, a los estudios de corte literario, poético y filosófico.

92
Cuadro 2. Publicaciones del Fondo de Cultura Económica durante la gestión de Daniel Cosío Villegas102

Política Psicología y Narrativa


Año Economía Historia Sociología Poesía Antropología Filosofía Otros Total
y derecho psicoanálisis y Est. Lit
1934 4 4
1935 6 6
1936 4 4
1937 6 1 7
1938 10 2 12
1939 10 2 2 1 15
1940 7 2 3 1 2 15
1941 13 10 5 9 2 39
1942 13 6 5 9 1 1 34
1943 7 10 6 5 2 1 1 1 33
1944 11 8 5 7 2 3 5 4 45
1945 10 7 5 8 4 4 4 1 2 1 46
1946 8 5 9 11 2 3 1 1 41
1947 12 1 9 1 1 7 1 1 2 35
1948 6 3 8 1 1 5 1 7 2 34
Total 127 57 57 53 16 18 17 3 16 6 370

102
Elaborado a partir de los datos de Libro Conmemorativo del primer medio siglo: FCE 1934-1984, México FCE, 1984 y Víctor Díaz Arciniega, Historia de la casa…, op
cit., Las obras de creación literaria como teatro y narrativa están incluidas en la sección de lengua y estudios literarios. En la columna de filosofía se encuentran todas
las obras referentes a estética, lógica, etc. La columna de otros agrupa las obras referentes a ciencia o artes plásticas, música, etc. En el catálogo se suprimieron las
obras publicadas en el Colegio de México ya que se contabilizaron en el capítulo anterior. Hay libros que incluyen dos o materias que incluyen dos o más columnas,
el criterio para catalogar es el peso que, por índice, contienen los libros. No incluye las reediciones. De aquí en adelante el criterio es el mismo, cuando exista un
cambio será señalado.
93
Gráfica 1. Tendencia de publicaciones del FCE (1934-1948).103

60

50
Número de títulos

40

30

20

10

1946
1934

1935

1936

1937

1938

1939

1940

1941

1942

1943

1944

1945

1947

1948
Años

Aunque la empresa no tenía la intención de ser lucrativa sí era necesario tener

un rango de recursos que permitieran incrementar la producción. El mismo

Cosío Villegas confiesa que el sueldo que tenía en la empresa no le daba para

vivir como él quería y que, por tanto, las otras ocupaciones que

complementaban sus ingresos le absorbían mucho104. Para tal efecto, es

necesario preguntarnos si el editor de esta época, tomando como ejemplo a

Cosío Villegas, es un empresario cultural que decide conformar una editorial

que, además de fines educativos logre mantener todos los gastos que implica

el giro. Aunque el FCE de esta época es un referente editorial no era, todavía,

una empresa que tuviera la solvencia económica para pensar en que el

negocio del libro sea recíproco con las aportaciones que esta editorial haría a la

cultura. Muestra de ello es lo que dice Cosío Villegas: “… seguimos hasta

hacer del Fondo una editorial de enorme prestigio, que prestó un servicio

señalado a la educación y la cultura en México y de todos los países de habla

103
Elaborado a partir de Catálogo histórico op. cit.
104
Daniel Cosío Villegas, Memorias, México, Joaquín Mortiz, 1976. Pág. 151.

94
hispana”.105 El propósito de la editorial era mantener una línea de publicaciones

constante sin ocuparse del todo de las ganancias de su trabajo.

La segunda etapa del Fondo de Cultura Económica estuvo a cargo del

argentino Arnaldo Orfila Reynal. Como se ha dicho antes, la organización de

los estudiantes que dirigió Cosío Villegas en los años veinte le valió para que

tuviera muchos contactos con intelectuales y profesionales de toda

Latinoamérica. En estas circunstancias Orfila y Villegas se conocieron.

Antes de viajar a México Orfila estuvo en contacto con el ambiente editorial

argentino y mexicano. Los libros que publicaba el FCE en México eran enviados

por Cosío Villegas con destino a Orfila106. En 1943 recibió la invitación de

México para crear y ser gerente general de la sucursal del FCE en Argentina,

gracias a las recomendaciones de Pedro Henríquez Ureña y de Alfonso Reyes.

Es evidente la preocupación de los fundadores de la empresa editorial

mexicana de expandir las ediciones a toda Latinoamérica. La decisión de que

fuera en este país del sur americano, seguramente tenía que ver con la

expansión del mercado argentino y la exportación de libros de aquel país hacia

otras entidades de la región, además de ser un referente cultural muy

importante para el espíritu hispanoamericano.

La apertura de la sucursal del Fondo de Cultura Económica en Argentina se

realizó el 2 de enero de 1944. El mercado argentino acogió perfectamente la

entrada de una editorial que llenara el vacío de libros con temas referentes a

economía, sociología, historia, política y derecho ya que, como apunta Orfila,

las editoriales argentinas se preocupaban más por temas como psicología y

pedagogía. Cuando el editor argentino llega a México lleva estos y otros temas
105
Ibid. pág. 151.
106
Victor Díaz Arciniega, “La huella indeleble: entrevista con Arnaldo Orfila Reynal”, La Jornada Semanal,
núm. 278, 9 de octubre de 1994, pág. 19.

95
al catálogo de publicaciones del FCE y comienza a diversificar los títulos para

captar un mercado importante de esas mismas disciplinas. Su experiencia en la

administración de la sucursal de Buenos Aires le permitió conocer a

profundidad la situación editorial latinoamericana para innovar en las

colecciones y los títulos.

Otro aspecto importante que se debe resaltar es que además de la

distribución de los libros publicados en el FCE, la sucursal argentina distribuía y

comercializaba los ejemplares a otros países latinoamericanos como Chile,

Perú, Uruguay y Ecuador. Esto provocó que años después se planeara la

fundación de algunas sucursales en las capitales de estos países, como en

Santiago de Chile, en 1954, y Madrid en 1963; y que para 1964 se contara con

filiales y representaciones en Sao Paulo, Barcelona, Lima, Montevideo y

Caracas.

Las palabras de Orfila pueden sintetizar la visión que los argentinos tenían

del Fondo de Cultura y de México:

A partir de la Revolución, México representaba un país de avanzada en América


Latina; esto lo identificábamos todos (en Argentina): estudiantes, obreros,
intelectuales, era común y generalizada esta imagen… La sucursal del Fondo
pronto fue identificada como la Casa de la Cultura de México; así se le conocía.
Pronto, también se reconoce en la editorial una línea de pensamiento social y
democrático que coincide con el espíritu de la izquierda intelectual argentina.107

Debido a los diversos compromisos que tenía Daniel Cosío Villegas, propuso a

la Junta de Gobierno que Orfila se encargara de la administración general del

Fondo de Cultura Económica, el argentino aceptó y en julio de 1948 tomó

posesión de ella. La administración de la casa editorial fue más plural y

heterogénea. La propuesta editorial cambió y dejó de estar dirigida hacía los

lectores especializados, como lo pretendía Cosío Villegas, es decir para

107
Ibid.. pág. 20.

96
estudiantes de diversas carreras de humanidades primero y para todo el

público después. Orfila le cambió la visión administrativa e ideológica al FCE,

volviéndola más plural y emprendiendo una nueva dirigencia que tuvo efectos

en la producción, comercialización y administración.

Orfila logró, durante su estancia, la proyección latinoamericana que

pretendían desde sus inicios los fundadores y la expansión en los temas y

colecciones. Como lo narra Díaz Arciniega, su administración le valió para

quedarse hasta 1965 en la dirección de la editorial.108 Aquí es donde comenzó

el trabajo asiduo de editor y empresario cultural. En los testimonios que se han

podido recoger, el trabajo de Orfila es calificado en general como eficiente,

dando prioridad a la administración y organización. La particularidad más

importante del trabajo editorial de Orfila es que siempre estuvo en la búsqueda

de lo novedoso y las necesidades actuales, el editor -dice- “es una antena al

aire. Debe ser el reflejo de la vida social e intelectual del mundo”109. La

selección de textos, la forma de edición, las colecciones (que tienen un fin

particular) son elementos relevantes en la gestión de Orfila.

Algo que quiero señalar es la influencia que grandes escritores tuvieron en

el FCE y por tanto, en un sector de la vida cultural del país. La fundación de la

editorial permitió que el campo de acción de escritores e intelectuales de la

época fueran aglutinándose en una labor editorial que tiene que ver, en gran

medida con la creación. Juan José Arreola, Alí Chumacero, Jaime García

Terrés, Alfonso Reyes, el propio Daniel Cosío Villegas, Elsa Cecilia Frost, y

muchos otros, tuvieron una intervención no sólo intelectual sino en trabajo

108
Victor Díaz Arciniega, Historia de la casa…, pág. 68-90.
109
Victor Díaz Arciniega, “La huella...”. pág. 21.

97
físico en la editorial. Esto fue lo que marcó la línea editorial en este momento y

para la posteridad.

Orfila realizó, sobre la marcha de la editorial, cuatro colecciones que nos

hablan del carácter heterogéneo y plural de la misma:

Colección de Estudios Literarios. Son fundamentalmente estudios sobre

el lenguaje y la literatura y su relación con la cultura y la sociedad. La

característica de la colección es el equilibrio entre filología, lingüística,

historia de la literatura y crítica contemporánea, así como con la crítica

hispanoamericana y universal.

Letras Mexicanas. Es una serie de libros que promueven y difunden las

obras literarias de escritores mexicanos

Colección Popular. En realidad el primer título que apareció en esta

colección data de 1941, esta colección fue intermitente hasta la llegada

de Orfila al FCE, quien le dio un nuevo impulso en 1959, para celebrar

los primeros 25 años de la institución. Contiene los libros de otras

colecciones pero en un formato de bolsillo, que los hacen más

económicos y accesibles.

Breviarios. Son libros que hablan de un tema específico, definiendo los

conceptos, corrientes y aportaciones del tema tratado. Las obras se

dividen en seis subcolecciones distinguidas por colores (arte, magenta;

literatura, naranja; historia, verde; religión y filosofía, rojo; ciencias

sociales, azul, y ciencia y técnica, amarillo)

Los temas de las dos últimas colecciones eran distintos y la función primordial

era poner libros económicos y bien hechos al alcance de todos. Están

formadas a consejo de algunos colaboradores; Raimundo Lida, propuso la de

98
Estudios literarios, Joaquín Diez-Canedo, José Luis Martínez, Alí Chumacero y

Jaime García Terrés la de literatura110. Por otro lado, en el periodo en que

Orfila fue director general se expandieron las colecciones existentes con

nuevos títulos y autores. Con respecto a la colección de los Breviarios, Enrique

Krauze afirma que fue idea plena de Cosío Villegas aunque realizada por

Arnaldo Orfila111.

Como podemos ver en el cuadro siguiente las colecciones a las que Orfila

puso más atención fueron Breviarios y Letras Mexicanas. Esto se debe

fundamentalmente a que la primera era tan diversa que se cumplía con el

objetivo ideal de seguir haciendo libros de temas como economía, historia y

sociología dentro de la colección, al mismo tiempo incluía otros temas de corte

científico y cultural.

La administración eficiente combinada con la agudeza para seleccionar los

títulos lograron que la producción de nuevos ejemplares, de primeras

ediciones, se incrementara considerablemente con respecto al periodo

encabezado por Cosío Villegas, quien editó alrededor de 370 libros en sus

primeras ediciones durante 15 años. La administración de Arnaldo Orfila editó

899 títulos nuevos en 17 años, sin contar los que pertenecen al Colegio de

México. A esto hay que agregar las reimpresiones o reediciones de títulos

anteriores.

110
Victor Díaz, Historia de la Casa…, pág. 110-111.
111
Enrique Krauze, “ El Fondo y don Daniel”, en Libro conmemorativo del primer medio siglo del Fondo
de Cultura Económica, México, FCE, 1984. pág. 24.

99
Cuadro 3. Primeras ediciones por colecciones del FCE de 1948 a 1965112

Año Colección Breviarios Tierra Tezontle Letras Biblioteca Total


popular Firme mexicanas Americana
1949 − 14 2 4 2 2 24
1950 − 18 5 3 3 3 32
1951 − 17 2 8 6 6 39
1952 − 18 4 7 2 2 33
1953 2 17 1 9 3 3 35
1954 − 20 4 11 4 4 43
1955 3 9 3 6 3 24
1956 − 15 2 17
1957 2 10 3 8 9 2 34
1958 − 9 2 7 10 2 30
1959 4 8 1 6 14 1 34
1960 6 5 5 8 11 0 35
1961 7 7 − 3 9 0 26
1962 13 6 − 2 4 0 25
1963 7 2 − 0 5 0 14
1964 9 9 − 0 8 1 27
1965 8 7 1 1 5 − 22
Total 61 191 35 77 101 29 494

El incremento de la producción en cantidades cerradas es evidente. Si

tomamos en cuenta las cifras netas, incluyendo todos los libros que se

publicaron durante estos periodos, sumando reimpresiones, bajo la

administración de Cosío Villegas la cantidad es de 48 títulos, mientras que con

Orfila fueron 108 en promedio por año. Esto se debió, muy probablemente, a

que los años en los que Orfila estuvo en la dirección del FCE coinciden con el

desarrollo estabilizador que México experimentaba. La tendencia de las nuevas

ediciones de forma comparativa puede observarse en la gráfica 2.

112
Elaborado a partir de los datos de Libro Conmemorativo… op. cit., y Víctor Díaz Arciniega, Historia de
la casa…, op cit.

100
Para la mitad de la década de los años sesenta Orfila se retiró de la

dirección general del FCE. Las razones por las que dejó (o le hicieron dejar) la

administración del FCE son algo oscuras. En términos generales fue así:

Arnaldo Orfila editó en 1961 Antropología de la Pobreza de Oscar Lewis, un

libro con ratificaciones empíricas sobre aspectos de la pobreza en México

Además de ser un tema interesante y nuevo en las esferas de la antropología

mexicana era un libro que reflejaba cierta decadencia en la vida económica de

México. En 1964 Orfila publicó nuevamente al autor pero con otro libro: Los

hijos de Sánchez; el cual explicaba amplia y profundamente el fenómeno de la

pobreza con un método interesante y práctico, con estudios de campo. Sin

embargo, el libro causó escepticismo en las capas conservadoras en lectores

del país, principalmente en la Sociedad Mexicana de Estadística, la cual envió

una queja a la Secretaría de Gobernación, que a su vez envió un comunicado

al FCE, es decir a Orfila, para que diera una explicación convincente. Hay que

recordar que los activos del FCE y las inyecciones de capital que en un

principio hacían de la editorial una empresa, quiero decir un fideicomiso,

provenían principalmente del Estado, a través de varias dependencias del

gobierno, en realidad la editorial encabezada por el argentino, nunca había sido

autónoma, ni privada. Si agregamos a esto que Daniel Cosío Villegas había

roto para siempre con Orfila dado que deseaba regresar a la administración del

FCE y la Junta de Gobierno no lo había permitido; y que la condición de

extranjero le traía desventajas legales. La solución fue su despido.

101
Cuadro 4. Publicaciones del Fondo de Cultura Económica durante la gestión de Arnaldo Orfila (1949-1965)113

Política Psicología
Narrativa
Año Economía y Historia Sociología Poesía Antropología Filosofía y Otros Total
y est. lit
derecho psicoanálisis
1949 5 2 7 7 4 2 5 1 7 5 45
1950 6 9 5 2 5 5 2 5 4 43
1951 7 1 8 5 4 7 1 14 2 49
1952 6 16 2 4 3 7 11 49
1953 5 10 3 2 9 2 18 2 51
1954 6 2 7 5 9 1 1 1 6 2 40
1955 7 4 2 3 3 3 4 1 11 5 43
1956 7 4 6 4 5 3 6 1 12 7 55
1957 12 3 12 5 7 3 7 15 4 68
1958 10 2 2 5 6 1 5 4 15 5 55
1959 10 7 5 6 2 8 3 20 4 65
1960 10 2 11 5 7 4 6 2 15 4 66
1961 15 4 5 8 2 5 3 3 14 1 60
1962 12 7 4 2 3 2 4 10 5 49
1963 13 5 5 2 6 4 6 5 46
1964 17 1 9 8 4 5 3 14 3 64
1965 15 1 3 7 1 2 8 3 8 3 51
Total 163 26 126 86 62 45 94 35 201 61 899

113
Elaborado a partir de los datos de Libro Conmemorativo… op cit., 1984 y Víctor Díaz Arciniega, Historia de la casa…,

102
Entre 1957 y 1961114, el FCE dominó el tiraje de libros en México con 809 754

ejemplares, 30.66% de la cantidad total; le siguió Porrúa con 572 mil (21.65%),

UTEHA con 500 mil (10.89%). Fue el segundo lugar en el número de títulos

publicados (111) y fue la editorial que vendió más ejemplares de un solo libro:

Escucha yanqui, de C, Wright Mills; le siguió, paradójicamente, Antropología de

la Pobreza de Lewis y Antiguas culturas mexicanas de Walter Krickeberg. Es

decir, era la editorial más exitosa en ese periodo; las colecciones corrían y se

vendían mucho; las humanidades y los temas que manejaba el FCE eran de

interés general. El FCE contribuyó para que en ese periodo (1957-1961) se

editaran 350 títulos diferentes de las ciencias del espíritu. Pero una vez más la

intransigencia le ganó a la razón y Orfila tuvo que dejar el FCE para siempre.

Es evidente que el libro de Lewis causó más de una inconformidad al gobierno

de Gustavo Díaz Ordaz, la estabilidad económica estaba tambaleante y

demostrar que el sistema económico comenzaba a ver sus decadencias a

través de un libro, fue algo que aceleró el despido de Orfila del FCE.

Con esta circunstancia se cierra un capítulo importante en la vida del FCE, y

comienza otro con la asignación por medio del presidente Díaz Ordaz, de

Salvador Azuela como director. La diferencia que tenía en ese entonces esta

editorial con otras radicaba principalmente en el contenido, las colecciones y la

intervención y publicación de autores extranjeros.

El siguiente lustro, fue ocupado por Salvador Azuela, quien había sido

director del INEHRM y tenía amplia experiencia en las cuestiones editoriales.

Las bases administrativas continuaron funcionando. Sin embargo, los

integrantes de los departamentos estaban inconformes por la salida de Orfila,


114
Josefina Berroa op. cit., La mayoría de los datos registrados están tomados de este libro. La otra
parte se encuentra en: Emmanuel Carballo, “La producción editorial” en La cultura en México,
suplemento cultural de Siempre, México, 28 de febrero de 1961.

103
según cuenta Victor Díaz Arciniega115. Pero las cosas transcurrieron con

relativa normalidad y las ventas se incrementaron, aunque la cantidad de títulos

descendió. En el periodo de 1965 a 1970 el FCE publicó alrededor de 214

títulos nuevos y se reeditaron títulos anteriores. Curiosamente hasta 1965 la

reedición de libros superó la publicación de primeras ediciones, y no sólo eso,

con excepción de 1968 durante los cinco años que Azuela estuvo a cargo de la

administración del Fondo de Cultura siempre las reediciones y reimpresiones

superaron a los títulos nuevos. Esto se puede deber a dos cosas, la primera

tiene que ver con la estabilidad de los títulos que alcanzó para esta época el

FCE, ya que la calidad e importancia de los contenidos fueron importantes para

la vida cultural del país y las generaciones de estudiantes y académicos o por

la falta de experiencia de Azuela en la pesca de nuevos textos para publicar.

En total son 395 ejemplares reeditados en contra de 305 nuevos títulos.

Así, la década de los años sesenta trajo para el FCE un cambio importante y

relevante en la vida editorial del país. Con el cambio de dirección Orfila fundó,

con ayuda de varios personajes de la vida cultural de México, Siglo XXI

Editores, otra casa editorial con políticas similares al FCE, como se mencionará

más adelante. En primera instancia la remoción de Orfila no se explica sin un

grado de intolerancia por parte de un sector del gobierno mexicano, pues el

hecho de editar uno u otro libro no implica que se atente deliberadamente

contra un régimen que comenzaba a mostrarse dinosaurio y corrupto.

115
Víctor Díaz Arciniega, Historia de la…, pág. 145-146.

104
Cuadro 5. Publicaciones del Fondo de Cultura Económica durante la gestión de Arturo Azuela (1966-1970)116

Política Psicología
Narrativa
Año Economía y Historia Sociología Poesía Antropología Filosofía y Otros Total
y est. Lit.
derecho psicoanálisis
1966 6 3 5 5 3 5 3 6 5 2 43
1967 6 3 3 1 2 1 6 7 7 36
1968 7 1 7 5 1 6 2 9 5 43
1969 8 1 6 5 6 2 5 13 4 50
1970 10 2 8 3 5 5 1 5 3 42

Total 37 7 29 21 15 10 15 20 39 21 214

Cuadro 6. Primeras ediciones y reimpresiones del Fondo de Cultura Económica durante la gestión de Arturo Azuela (1966-1970)117

Primeras
Año Reimpresiones Total
ediciones
1966 58 104 162
1967 62 68 130
1968 63 59 122
1969 61 85 146
1970 61 79 140

Total 305 395 700

116
Elaborado a partir de los datos de Libro Conmemorativo… op. cit., y Víctor Díaz Arciniega, Historia de la casa…,
117
Tomado de Víctor Díaz Arciniega, Historia de la casa… pág. 402. Incluye las ediciones que se realizaron del Colegio de México

105
Otra de las cosas importantes se encuentra en la relevancia editorial del FCE.

No podríamos entender la vida estudiantil, por muy pequeña que fuera sin las

editoriales ERA, la Imprenta Universitaria, Porrúa, Joaquín Mortiz, y tampoco

sin el FCE. Sin embargo, creo que la relevancia de esta última, radica en la

proyección cultural que tuvo y que inició como un fideicomiso pequeño, que fue

creciendo y que se convirtió en una de las empresas culturales más

importantes del país y de Latinoamérica.

La vida del Fondo de Cultura Económica durante el periodo aquí estudiado,

la podemos dividir en los tres periodos que son representados por sus

directores generales. La etapa de inicio encabezada por Cosío Villegas en

donde la empresa fue concebida e iniciada a partir de intereses muy

específicos, como la publicación y distribución de libros para estudiantes con

temas muy específicos, además comenzó su expansión hacia Latinoamérica y

España. Además formó una estructura orgánica en la que el sistema, en un

inicio dependía directamente del administrador. Sin embargo, con el tiempo

esta cultura organizacional se basó en el trabajo técnico y administrativo que

desarrollaron indirectamente los intelectuales que trabajaban en el Fondo. La

segunda etapa, representada por Arnaldo Orfila Reynal a su vez, se puede

dividir en dos pequeños periodos, el de consolidación editorial, en donde se

reforzaron las colecciones y los temas; y el de crecimiento, en donde los

trabajos de literatura (narrativa, teatro, estudios, ensayos), psicología y

psicoanálisis y filosofía adquirieron una importancia significativa en el catálogo

de publicaciones. La otra faceta es la de Arturo Azuela que se puede definir

como de continuidad y transición, ya que mantuvo el número de títulos

publicados años atrás ya sean nuevos o reimpresos.

106
Gráfiica 2. Tendencia de publicaciones del FCE en sus primeras ediciones (1934-1971).
80
Periodo de Cosío Villegas Periodo de Orfila Periodo de Azuela
68
70 65 66 64
60
60 55 55 55
51 51 50
49 49 49
Número de títulos

50 45 46 45 46
43 43 43 43 42
41 40
39
40 35 34 36
34 33

30

20 15 15
12

10 6 7
4 4

0
1934
1935
1936
1937
1938
1939
1940
1941
1942
1943
1944
1945
1946
1947
1948
1949
1950
1951
1952
1953
1954
1955
1956
1957
1958
1959
1960
1961
1962
1963
1964
1965
1966
1967
1968
1969
1970
1971
Años

107
Cuadro 7. Primeras ediciones del Fondo de Cultura Económica (1934-1971)118.

Año Economía Política Historia Sociología Poesía Antropología Filosofía Psicología y Narrativa Otros Total
y derecho psicoanálisis y est. Lit
1934 4 4
1935 6 6
1936 4 4
1937 6 1 7
1938 10 2 12
1939 10 2 2 1 15
1940 7 2 3 1 2 15
1941 13 10 5 9 2 39
1942 13 6 5 9 1 1 35
1943 7 10 6 5 2 1 1 1 33
1944 11 8 5 7 2 3 5 4 45
1945 10 7 5 8 4 4 4 1 2 1 46
1946 8 5 9 11 2 3 1 1 40
1947 12 1 9 1 1 7 1 1 2 35
1948 6 3 8 1 1 5 1 7 2 34
1949 5 2 7 7 4 2 5 1 7 5 45
1950 6 9 5 2 5 5 2 5 4 43
1951 7 1 8 5 4 7 1 14 2 49
1952 6 16 2 4 3 7 11 49
1953 5 10 3 2 9 2 18 2 51
1954 6 2 7 5 9 1 1 1 6 2 40
1955 7 4 2 3 3 3 4 1 11 5 43
1956 7 4 6 4 5 3 6 1 12 7 55
1957 12 3 12 5 7 3 7 15 4 68

118
Elaborado a partir del Libro conmemorativo… op cit.,
108
Cuadro 7. Primeras ediciones del Fondo de Cultura Económica (1934-1971) (Concluye)

Año Economía Política Historia Sociología Poesía Antropología Filosofía Psicología y Narrativa Otros Total
y derecho psicoanálisis y est. Lit
1958 10 2 2 5 6 1 5 4 15 5 55
1959 10 7 5 6 2 8 3 20 4 65
1960 10 2 11 5 7 4 6 2 15 4 66
1961 15 4 5 8 2 5 3 3 14 1 60
1962 12 7 4 2 3 2 4 10 5 49
1963 13 5 5 2 6 4 6 5 46
1964 17 1 9 8 4 5 3 14 3 64
1965 15 1 3 7 1 2 8 3 8 3 51
1966 6 3 5 5 3 5 3 6 5 2 43
1967 6 3 3 1 2 1 6 7 7 36
1968 7 1 7 5 1 6 2 9 5 43
1969 8 1 6 5 6 2 5 13 4 50
1970 10 2 8 3 5 5 1 5 3 42
1971 8 3 8 3 3 3 5 3 12 6 54
Total 335 93 220 163 96 76 131 61 268 94 1537

109
Ediciones ERA.

En los años sesenta del siglo XX algunas empresas editoriales se organizan en

torno a una persona o pequeños grupos de personas. En la etapa embrionaria

de las editoriales de esta década se establece una relación proporcional a la

élite que la forma, o que está cercana a ella; como intelectuales o escritores

que fungen como intermediarios para conseguir con sus amigos textos nuevos.

Uno de estos casos es ediciones ERA.

En 1960 los hermanos Neus, Jordi y José Espresate, Vicente Rojo y José

Azorín pensaron en una editorial que tuviera jóvenes al frente (gracias a la

recomendación de Tomás Espresate) y que ocupara las máquinas de la

imprenta Madero en sus tiempos libres. La imprenta Madero fundada por

Enrique Naval y Tomás Espresate a principios de los años cincuenta, fue una

de las más importantes en la década de los años sesenta. En ella se imprimían

desde libros hasta folletos y hacían trabajos para algunas editoriales.

El nombre de ERA se debe al acrónimo conformado por las letras iniciales

de los apellidos antes mencionados. Las primeras oficinas que albergaron a la

editorial durante los primeros años estaban en la calle Aniceto Ortega, en la

colonia Del Valle, muy cerca de la sede del Fondo de Cultura Económica en

esa época. Neus Espresate, trabajaba en la librería Madero, la cual distribuía

los libros que se publicaban en la imprenta que llevaba el mismo nombre.

Vicente Rojo, junto con Miguel Salas, hacía la revista Artes de México, además

de trabajos de diseño para el INBA y la dependencia que se encargaba de la

difusión cultural en la UNAM, también colaboraba con Tomás y Jordi Espresate

en la Imprenta Madero al igual que José Azorín. Todos ellos, por tanto, tenían

contacto con el mundo editorial.

110
Esta editorial es representativa para los años sesenta por varias cosas. En

primer lugar, influenciados por su formación editorial, los socios propusieron

traducir y publicar obras referentes a temas de autores marxistas y de

izquierda, sin estar condicionados del todo a la venta de los ejemplares para su

permanencia. Debido a esto durante los primeros diez años, según el

testimonio de Neus Espresate y Vicente Rojo, nunca cobraron ningún sueldo

por las ediciones de ERA119. La editorial logró ser identificada como una gran

promotora de los temas publicados referentes a Latinoamérica.

¿Qué llevó a unos jóvenes a publicar libros sobre temas marxistas y de

izquierda en los años sesenta? Fundamentalmente es la misma razón por la

que el FCE se consolidó en sus primeros años de existencia, la necesidad de

que los lectores tuvieran al alcance ciertos temas que explicaban la situación

del mundo de entonces. En el caso de Fondo de Cultura Económica, de

economía y en ERA, libros de temas contemporáneos como el socialismo o el

marxismo. En los testimonios encontrados120 se menciona que Ediciones ERA

nunca pretendió buscar un lucro considerable en la venta de libros, de hecho

fue un experimento editorial que derivó en una de las casas editoriales que

marcaron época en México.

ERA publica lo que otras editoriales que pertenecían al Estado o eran

privadas no admitían121. Los primeros doce años en que inicia y se consolida,

según sus objetivos, esta empresa editorial da un impulso a la izquierda cultural

que por esa época, gracias a fenómenos como la Revolución Cubana, está a la

vanguardia.

119
Paloma Villegas y Marcelo Uribe, “Entrevista con Neus Espresate y Vicente Rojo” en Ediciones Era, 35
años, México, Universidad de Guadalajara, 1995, pág. 67-68.
120
Ibid., pág. 12, 15 y 19.
121
Ibid., pág. 19.

111
Esta independencia, que era un distintivo de la empresa y la línea editorial

que se implementó como una regla, provocó que editores reconocidos de la

época como Arnaldo Orfila le cedieran algunos títulos que, por problemas con

la Junta Directiva del FCE, no le autorizaban a publicar. Además Orfila, ayudó a

Neus en actividades propias de la editorial como los contratos o los textos a

elegir.En poco tiempo los fundadores de ERA lograron definir los papeles que

cada uno jugaba en la editorial. Neus Espresate se encargaba principalmente

de la administración, los contratos y la revisión y corrección de los textos;

Vicente Rojo del diseño gráfico y la composición tipográfica en colaboración

con José Azorín quien además era el encargado directo de la impresión de los

textos.

El primer libro de ERA fue un reportaje de Fernando Benítez, titulado La

Batalla de Cuba. Según cuenta el autor122 el libro se vendió bien por ser el

primero que se refería directamente a la Revolución Cubana. Este título es

significativo porque aquel acontecimiento era un tema muy popular en esa

época. Sin embargo, ERA trató de establecer estos temas socialistas,

marxistas, y después comunistas como una de las líneas ideológicas editoriales

que marcarían sus libros publicados con temas políticos, sociales y culturales.

Los trabajadores y escritores que han colaborado de alguna manera en ERA

coinciden en la importancia que se le dio al cuidado de las ediciones. Esta casa

editorial sacrificó las grandes ventas por publicar lo que consideraban como

necesario para comprender críticamente la situación de México, Latinoamérica

y el mundo. Un sello distintivo de la editorial es que todos sus libros siempre se

incluyen en alguna de sus colecciones. Hasta 1995 ERA contaba con 13

122
Fernando Benítez et al., Ediciones Era, 35 años, México, Universidad de Guadalajara, 1995, pág. 7.

112
colecciones, de las cuales ocho se iniciaron en sus primeros once años de

existencia. A esto hay que sumar la revista Cuadernos Políticos que apareció a

partir de septiembre de 1974.

La editorial arrancó con las colecciones Ancho Mundo y Biblioteca ERA. Los

libros de la primera serie eran, casi en su totalidad, traducciones de textos

referentes a problemáticas del mundo. Como menciona Vicente Rojo, eran

libros muy europeos, que hablaban de Hitler, Alemania, España, Corea o

Vietnam, temas que no se tocaban en México por la falta de información. Estos

títulos se vendieron muy bien durante mucho tiempo123. En esta colección hay

títulos como La batalla de Cuba de Benítez, España heroica del General

Vicente Rojo, El mito de Adenauer de Dzelepy, Historia de la CIA de Fred

Cook, y muchos más.

La colección Biblioteca Era está conformada durante los primeros diez años

por títulos muy diversos. Inició con un texto de Benítez titulado Viaje a la

Tarahumara, y luego se sumaron obras como Bajo el Volcán de Malcolm

Lowry, Las ideas estéticas de Marx de Adolfo Sánchez Vázquez, La mala hora

de Gabriel García Márquez y algunos otros.

La serie El hombre y su tiempo, inició en 1963 con la aparición de Tierras

vivas de René Dumont. Todos los títulos que están incluidos en este repertorio

hablan acerca de problemáticas específicas de actores o eventos del mundo.

En esta colección aparecieron, entre muchos otros, los libros de Isaac

Deutscher sobre Trotsky, La democracia en México de Pablo González

Casanova y un libro de Mills (seguramente recomendado o cedido por Arnaldo

Orfila) titulado Los marxistas.

123
Paloma Villegas y Marcelo Uribe, “Entrevista con…” , pág. 66.

113
La Enciclopedia ERA tiene dentro de su catálogo fundamentalmente una

serie de recopilaciones y estudios en torno a un tema específico. En él apareció

la Antología del cuento cubano contemporáneo de Ambrosio Fornet, una

antología similar compilada por Sergio Pitol referente a los cuentos más

representativos de escritores polacos, además del libro de Eric Wolf titulado

Pueblos y culturas de Mesoamérica.

Una colección muy importante es Alacena, la cual fue una de las más

prolíficas dentro de la primera década de la editorial. Esta serie agrupó a

autores de la talla de Alfonso Reyes (Oración del 9 de febrero), Salvador Novo

(Ha vuelto Ulises), Alexandro Jorodowsky (Cuentos pánicos y Teatro pánico)

Otros autores importantes que tienen títulos aquí son José Emilio Pacheco,

Jaime García Terrés y Max Aub.

Cine Club ERA albergó los títulos que contienen guiones o estudios

cinematográficos. La colección inició con Viridiana de Buñuel, quien nunca tuvo

un guión definitivo de la película hasta que se plasmó en la pantalla, y cuando

Vicente Rojo le solicitó el material original para la publicación, Buñuel dijo que

no tenía un original que lo sacara directamente de la película. Además un

estudio de Emilio García Riera titulado El cine mexicano.

La colección Imágenes incluye obras referentes a distintos temas y obras de

arte. Seguramente ésta fue una propuesta de Vicente Rojo. Esta colección

igual que Cine Club ERA es muy pequeña; sin embargo, la intención era dar a

conocer títulos que ninguna otra editorial se atrevía a publicar. En ellas se

encuentra un estudio muy importante sobre la obra de Remedios Varo y otro

sobre Marcel Duchamp escrito por Octavio Paz. ¿Será posible que Paz haya

114
elegido ERA como la editorial que promoviera un estudio de arte debido a la

calidad del diseño gráfico y la tipografía?

Otro de los grandes temas de ediciones ERA fue Latinoamérica. En esto se

parece mucho al FCE, pues la edición de temas referentes a Latinoamérica era

una de las preocupaciones editoriales de la época. Además impulsó mucho los

temas regionales como el centroamericanismo, el castrismo y el problema de

las empresas transnacionales. En aspectos mexicanos, editó La Democracia

en México de Pablo González Casanova.

Durante el periodo comprendido entre 1960 y 1971, ERA publicó 213 títulos

en total. Los temas de mayor dominio fueron: literatura con 70 títulos,

sociología con 42, e historia con 33 (ver cuadro 8). La mayoría de los títulos de

sociología, economía y política hablan acerca de problemáticas vistas desde un

punto de vista marxista o socialista. La colección más fecunda es Biblioteca

ERA con 61 títulos en doce años, seguida de Alacena con 40 y Ancho mundo

con 34 (Ver cuadro 8).

Gráfica 3. Tendencia de publicaciones de ERA (1960-1971)124

40
35 35
Número de títulos

30
28
25 25 24
22
20
18
15 14 14
13
10 11
7
5
2
0
1960 1961 1962 1963 1964 1965 1966 1967 1968 1968 1970 1971
Año

124
Elaborado a partir de cuadro 8 y el siguiente está hecho a partir de la información de Ediciones Era 35
años… y de los registros de la Biblioteca Nacional de México y la Red de Bibliotecas Públicas de España.

115
Cuadro 8. Primeras ediciones ERA (1960-1971)125

Año Economía Política y Historia Sociología Poesía Antropología Filosofía Narrativa Otros Total
derecho y est. Lit
1960 2 2
1961 1 3 1 1 1 7
1962 4 1 1 6 1 13
1963 4 1 2 1 6 4 18
1964 1 3 5 2 11
1965 2 2 3 1 11 6 25
1966 1 2 2 1 8 14
1967 2 4 6 2 14
1968 1 7 9 1 9 8 35
1969 2 5 5 2 8 6 28
1970 1 2 5 2 8 6 24
1971 4 1 4 5 1 1 1 2 3 22
Total 6 11 33 42 3 4 5 70 39 213

125
Elaborado a partir de la información de Ediciones Era 35 años… y de los registros de la Biblioteca Nacional de México y Red de Bibliotecas
Públicas de España.
116
Cuadro 9. Colecciones de editorial ERA (1960-1971)126

Año Ancho Biblioteca El hombre Enciclopedia Alacena Cine Serie Colección Total
Mundo ERA y su ERA Club Popular imágenes
tiempo ERA
1960 1 1 2
1961 5 2 7
1962 2 3 7 1 13
1963 4 5 1 6 2 18
1964 1 3 1 4 1 1 11
1965 4 6 3 8 2 2 25
1966 2 5 3 4 14
1967 3 1 2 4 3 1 14
1968 3 15 4 2 3 5 3 35
1969 4 7 7 2 2 3 3 28
1970 3 9 3 1 3 3 2 24
1971 2 4 4 2 2 2 6 22
Total 34 61 28 10 40 18 6 10 213

126
Ibíd.
117
Editorial Joaquín Mortiz.

Joaquín Diez-Canedo nació en Madrid en 1917. Arribó a México en 1940 como

exiliado español y entró a trabajar al Fondo de Cultura Económica en 1942.

Comenzó como atendedor (el que lee para que el corrector corrija), pero con el

tiempo fue escalando hasta encargarse de la producción editorial de toda la empresa

a través del puesto de gerente de producción. Por su iniciativa, como se mencionó

anteriormente, en el FCE se creó la colección de Letras Mexicanas que publicó a

autores como Enrique González Martínez, Mariano Azulea, Octavio Paz, José Luis

Martínez, Jaime Torres Bodet y Xavier Villaurrutia. Además ayudó a construir la

colección Tezontle, la cual, además de publicar autores mexicanos, incluyó libros de

españoles exiliados como Eugenio Imaz, Max Aub y Luis Cernuda.

El primer rastro que Canedo tiene en el trabajo editorial es la revista que

publicaba junto con Giner del los Ríos, llamada Floresta, que reunía textos de prosa

y verso. Este fue un esfuerzo editorial por iniciativa de jóvenes que publicaban sus

artículos, narraciones o poemas dentro de la revista y que se complementaba con

textos de autores consagrados como Juan Ramón Jiménez y Federico García Lorca.

Posteriormente, ya en México, conoció a Max Aub, quien le enseñó muchas

cosas del oficio editorial. Al mismo tiempo, por 1946 junto con Giner de los Ríos

publicaron, bajo un sello editorial llamado Stylo, propiedad de Alfonso Caso hijo, una

colección de libros denominada La Nueva Floresta, seguramente en honor a la

antigua revista española, la cual albergaba textos de Alfonso Reyes y Enrique

González Martínez; sin embargo el proyecto no funcionó. Es muy probable que esta

colección sea el antecedente de Tezontle, del Fondo de Cultura Económica y de la

colección Las Dos Orillas que posteriormente viera la luz en Joaquín Mortiz.

118
En 1962 y en colaboración con varios amigos y socios, incluidos Victor Seix y

Carlos Barral, fundó la editorial Joaquín Mortiz. Según cuenta el propio Diez-Canedo

el principal objetivo de la editorial era dar a conocer obras de literatura: novela,

cuento y poesía. La intención era darle mayor importancia a la publicación de

escritores mexicanos dentro de sus colecciones. La idea de realizar una empresa

editorial independiente y propia, según Bernardo Giner de los Ríos, le inquietaba

desde unos cinco años antes127.

Esta aventura editorial tuvo muchos problemas. Aunque los libros sí tenían muy

buena recepción entre el público latinoamericano, incluyendo México, los

distribuidores no le pagaban inmediatamente los pedidos que hacían. A pesar de

que la distribución estaba muy bien diseñada y que era vigilada constantemente

porque Diez Canedo junto con Victor Seix hacían viajes a las ciudades en donde

tenían representaciones o puntos de venta como Caracas, Bogotá, Montevideo,

Santiago y Lima, el problema radicaba en el costo del envío. Para asegurar un

transporte eficaz y rápido lo hacían en avión y, sumado a la falta de pago de los

distribuidores, la circunstancia se volvía terrible. Sin embargo, poco se podía hacer

ya que los distribuidores son una parte fundamental del circuito del libro y los

lectores no tendrían en sus manos el ejemplar sin este intermediario.

Durante los primeros años, el trabajo de impresión se cubría con algunas

imprentas. Todos los libros publicados por Mortíz pasaban por un riguroso proceso,

diseñado y vigilado directamente por el propio Canedo. El texto antes de ser libro era

leído y corregido hasta en cuatro ocasiones, desde el manuscrito original hasta la

corrección de las galeras, a cargo de Diez-Canedo.

127
Bernardo Giner de los Ríos, “Los empeños de una casa” en Rte: Joaquín Mortiz, México, Universidad de
Guadalajara, 1994. Pág. 112.

119
Las primeras colecciones fueron Novelistas Contemporáneos, Las Dos Orillas y

Confrontaciones. La primera publicaba a novelistas de todo el mundo y era la

posada de algunos escritores que por cuestiones políticas no podían publicar en

España o Europa, sin embargo también eran publicados libros de autores

mexicanos. En esta colección se dio a conocer Oficio de tinieblas de Rosario

Castellanos, Las tierras flacas de Agustín Yáñez y La compasión divina de Jean Cau

en 1962. Posteriormente se publicaron los libros de Gunter Grass como el Tambor

de hojalata en 1963 y El gato y el ratón al año siguiente. Además dentro de esta

serie hay autores como Elena Garro, Juan García Ponce, Tomás Mojarro y Luis

Spota. En esta colección se publicó Los albañiles de Vicente Leñero, el cual recibió

una negativa del Fondo de Cultura Económica un año antes.

La colección Las dos orillas, publicó obras de poetas españoles, básicamente del

exilio y poetas mexicanos. Esta serie inició con Salamandra de Octavio Paz y

Desolación de la quimera de Luis Cernuda. El catálogo incluye autores como Marco

Antonio Montes de Oca y Homero Ardijis.

Los libros de la Serie del Volador eran libros muy baratos y de bolsillo. En esta

colección se dieron a conocer los textos de narrativa, poesía y teatro de diferentes

autores. La colección inició en 1963 con seis títulos entre los que destacan Nadja de

André Bretón y La feria de Juan José Arreola. Para 1971 la serie contaba con 108

títulos diferentes; en comparación con el número de títulos de otras colecciones de

Joaquín Mortiz, es la más prolífica (ver cuadro 11). Bajo esta colección se dieron a

conocer autores como Sergio Galindo, Jorge Ibargüengoitia, los ya mencionados

André Bretón y Juan José Arreola, Gustavo Sainz, Salvador Elizondo y José

Agustín.

120
Paulatinamente las líneas editoriales se fueron diversificando y a la par de la

literatura se publicaron libros de historia, psicología y psicoanálisis y cuestiones

sociales. La más sobresaliente es la colección Culturas Básicas del Mundo, ya que

fue un esfuerzo por colocar textos sobre temas de historia de diferentes grupos

sociales. Estos libros eran traducciones legibles y sencillas destinadas

principalmente a los estudiantes. Además de todo lo anterior, Joaquín Mortiz publicó

a autores como Herbert Marcuse y reeditó en México las obras más representativas

de Oscar Lewis.

Otra incursión importante fue la edición de las obras completas del crítico,

traductor y poeta español Enrique Diez-Canedo y del escritor Max Aub y, a partir de

1971, las obras completas de Juan José Arreola. Los primeros ocho tomos de las

obras del padre del editor español fueron financiados por la familia Diez-Canedo,

entre las recopilaciones están artículos de revistas, poemas y textos referentes a

literatura de España, el resto de Europa y América.

La producción de los libros se incrementó en la medida que los años

transcurrieron. Para 1971 Joaquín Mortíz había publicado alrededor de 230 títulos

diferentes sin altibajos importantes (ver gráfica 4). Durante diez años el promedio de

publicaciones era de 23 títulos anuales en primeras ediciones, a esto hay que

agregar que a partir de 1966 se comenzaron las reimpresiones de los libros más

vendidos años atrás. Todo esto se debió a la buena administración de los recursos

por parte de Diez-Canedo. A pesar de que las líneas de crédito eran negadas por el

sector bancario a cualquier empresa editorial, los recursos se lograban conseguir en

otros ámbitos, como préstamos por parte de amigos o nuevas inyecciones de capital

por parte de los socios.

121
Todo esto llevó a Mortiz a caer en un círculo vicioso desde su inicio: se editaba

poco porque se vendía poco. Lo que muchas veces sacó a flote la tarea editorial de

Diez-Canedo era la relación que tenían con él sus amigos y autores más

representativos como Arreola, Paz, Fuentes, Yañez y Leñero, entre muchos otros,

lo cual traía beneficios en el mundo cultural, pues se esperaba que un buen día

estos autores dieran sus textos para que los lectores los tuvieran en sus manos.

Gráfica 4. Tendencia de publicaciones de Joaquín Mortiz (1962-1971)128

35

30 31
29
28
27
25 25
24
Número de títulos

23 23
20

15
14

10

5 6

0
1962 1963 1964 1965 1966 1967 1968 1969 1970 1971
Años

128
Elaborado a partir de los catálogos de la Biblioteca Nacional de México, la Red de Bibliotecas Públicas de
España y La cultura en México (Suplemento cultural de Siempre) de 1962-1967.

122
Cuadro 10. Primeras ediciones editorial Joaquín Mortiz (1962-1971)129.
Serie Las Cuadernos Culturas Legado
Novelistas
Año del Dos Joaquín Básicas de América Confrontaciones Varios Total
Cont.
Volador Orillas Mortiz del Mundo Indígena
1962 3 1 1 1 6
1963 6 7 1 14
1964 11 2 6 3 3 25
1965 13 3 1 1 1 8 27
1966 14 9 1 1 1 3 29
1967 15 1 7 23
1968 13 2 1 1 7 24
1969 13 3 1 5 6 28
1970 14 1 2 2 1 11 31
1971 9 3 11 23
Total 108 30 6 10 9 5 5 57 230

Cuadro 11. Catálogo de publicaciones por temas de Joaquín Mortiz (1962-1971).


Psicología y Narrativa
Año Economía Historia Sociología Antropología Total
psicoanálisis y est. Lit
1962 1 5 6
1963 1 13 14
1964 10 1 1 13 25
1965 1 1 2 2 21 27
1966 3 1 25 29
1967 1 2 20 23
1968 2 1 1 20 24
1969 1 3 24 28
1970 1 1 1 28 31
1971 1 3 2 1 16 23
Total 1 24 10 4 185 230

129
Los cuadros 10 y 11 están hechos a partir de los datos obtenidos en los catálogos de la Biblioteca Nacional y de la red de Bibliotecas de España.
123
Siglo XXI Editores.

Según narran Elena Poniatowska y el propio Orfila,130 la creación de la editorial Siglo

XXI fue una propuesta conjunta entre la autora de Hasta no verte Jesús mío,

Guillermo Haro, Enrique González Pedrero y muchos más. Después de la

destitución de Arnaldo Orfila de la dirección del FCE, la indignación surtió un efecto

práctico dentro la elite cultural de México y no quedo sólo en noticias y en pésames.

La propuesta de estos intelectuales de la época, quienes de alguna manera, estaban

comprometidos con la sociedad mexicana o eran amigos de Orfila (una no excluye a

la otra) propusieron la creación de una empresa que tuviera varios accionistas. La

empresa, por tanto, pertenecía a muchas personas pero la dirigía Orfila. El lugar; la

casa de Poniatowska; el dinero puesto por 500 personas; el nombre Siglo XXI (Orfila

pretendía realizar una revista con ese nombre), con un proyecto que detalló con su

esposa Laurette Sejourné, en Tepoztlán; el primer libro, Heráclito de Rodolfo

Mondolfo.

Todos los trabajadores que estaban en la nueva editorial eran personas que

habían laborado en el FCE, desde el almacén, hasta la producción editorial la cual

estaba a cargo de Martí Soler.

Orfila era un editor reconocido en México para el inicio de los años sesenta. Era

quien estaba “tras los libros”131 de Rulfo o de Arreola, de las obras completas de

Alfonso Reyes, y de tantos otros. De modo que no era propiamente una aventura

como algunos lo señalan132, sino la continuación de un proyecto cultural.

130
María Eugenia López, op. cit. pág. 85.
131
Víctor Díaz Arciniega, Historia…., pág 78.
132
Elena Poniatowska, “Los trabajos y los días” en María Eugenia López, op cit, pág. 17 y ss.

124
Ahora bien, no todo fue fácil. Orfila cuenta que se tardaron alrededor seis meses

en publicar los primeros 10 títulos y otros tanto en publicar más. El primero de

octubre de 1966 se lanzaron los primeros libros y en diciembre once títulos más.

La temática de los libros era una propuesta que se venía dando en el Fondo.

Aunque se siguió con el mismo sistema del FCE para la producción y la experiencia

de todos los trabajadores fue muy palpable durante los primeros años. La similitud

de las colecciones de Siglo XXI y el Fondo de Cultura son evidentes. Orfila sabía

cómo hacer una empresa editorial rentable y siempre tuvo en mente que el secreto

estaba en la diversidad. Por más que el editor argentino tuviera una preferencia por

ciertas publicaciones o colecciones, es claro que para hacer que su empresa tuviera

éxito debía expandir las publicaciones gracias a su conocimiento del mercado

editorial mundial, pero sobretodo latinoamericano.

Para los primeros seis años de su existencia ya había rebasado la cantidad de

títulos publicados en promedio por ERA y Joaquín Mortiz. De 1966 a 1971 Siglo XXI

Editores publicó 373 títulos diferentes, 62 títulos anuales en promedio, en contra de

lo que en esa época publicaban ERA (22 títulos) y Joaquín Mortiz (26 títulos). De

hecho superaba por mucho a la producción del FCE en sus primeras ediciones, ya

que éste publicaba alrededor de 44 títulos nuevos anuales durante este periodo de

seis años. Otro aspecto importante a señalar dentro de esta propuesta es la

importancia que se le dio a los temas de narrativa y estudios literarios, historia,

economía y sociología (ver cuadro 12).

Para 1971 Siglo XXI Editores ya había publicado por lo menos dos títulos en

alguna de sus colecciones (ver cuadro 13). Además, como el proyecto no sólo era

125
regional sino latinoamericano, a la manera del FCE, desde muy temprano (1966) se

inauguró la filial que Siglo XXI tiene en Argentina y un año después la de España.

Una de las ventajas que Orfila tenía era que no le faltaban textos para publicar.

Las relaciones que mantuvo con varios autores nacionales y extranjeros y con

escritores especialistas en diversos temas fue una ventaja que promovió la

consolidación de la editorial en poco tiempo.

De hecho la antología dirigida por Octavio Paz, Alí Chumacero, Homero Ardijis y

José Emilio Pacheco, titulado Poesía en Movimiento, fue una propuesta que surgió

cuando Orfila todavía era director del FCE. En Cartas cruzadas133 Orfila y Paz

exponen las razones por las cuales se necesita una antología de poesía en México

que implicaban la integración de un criterio para la selección, es decir que lo más

significativo de la poesía mexicana con las corrientes y los escritores más

representativos debían estar plasmadas en el libro. Orfila es el mediador entre Paz y

los otros autores porque el autor de Laberinto de la soledad era embajador de

México en la India en esta época. Alrededor de las cartas se teje una serie de

conversaciones entre el criterio para la selección de autores, los poemas, la

extensión, las páginas del libro, la introducción, el prólogo, las notas y hay una serie

de reflexiones sobre la mutación de la poesía mexicana. No cabe duda que este

proceso lo disputan todos los libros con los autores y los editores, pero la lejanía

hizo evidente la intimidad. Los textos de Orfila son sobrios y conciliadores, los de

Paz reveladores y sinceros, sin embargo, la consigna es terminar pronto la edición.

Las pruebas, los consejos de los editores, todo está en las cartas. Cuando termina el

133
Octavio Paz y Arnaldo Orfila, op. cit.

126
trabajo de Poesía en movimiento, Paz publica en Siglo XXI Corriente alterna y

posteriormente Posdata.

El catálogo de publicaciones de Siglo XXI tiene las primeras obras de autores

extranjeros que después tuvieron un reconocimiento muy importante. Hay autores

latinoamericanos representativos como Eduardo Galeano, Alejo Carpentier, Julio

Cortázar, o de otras partes del mundo, como Foucault o Levi- Strauss. También se

publicó una traducción alterna del Capital de Marx hecha por Pedro Scarón que

compitió con la traducción de Wenceslao Roces publicada por el FCE. Una de las

características que siempre buscó y sigue buscando la editorial Siglo XXI Editores es

la innovación, en el contenido y en la forma.

Para dar una visión general de la propuesta de Orfila en los primeros meses de su

existencia, tenemos que de los 70 libros iniciales de la editorial, 28 (40%) son

originales, es decir no se han publicado bajo ningún sello ni en otro idioma. Entre los

autores de estas obras hay 11 mexicanos, 12 latinoamericanos, 12 españoles, 1

francés y dos en los que los libros están conformados por colaboraciones de autores

mexicanos y latinoamericanos. De las obras traducidas, 14 son de origen francés,

siete de autores ingleses, cinco de estadounidenses, cuatro de checoslovacos, dos

de africanos y uno de autores de las siguientes nacionalidades; italiana, sueca,

polaca, holandesa, austriaca, rusa y belga. La distribución proyectada en

colecciones de estos primeros 70 títulos es la siguiente: 11 títulos pertenecen a la

colección Creación Literaria, 11 a Economía y Demografía, ocho a Psicología y

Educación, cinco a Teoría, el mismo número es para Historia y Arqueología, cuatro

127
en Nueva Ciencia y Nueva Técnica, tres en El Hombre y Sus Obras, también 3 en

Arquitectura y Urbanismo y lo mismo en Antropología y Lingüística. 134

Cabe mencionar el alborozo que provocaron los primeros diez títulos de Siglo

XXI. En la Cultura en México, suplemento de Siempre (el número del 8 de octubre

de 1966) está dedicado completamente a Siglo XXI Editores. Contiene un reportaje

acerca de la fundación, los participantes, y los primeros diez títulos135, y su

presentación en un acto simbólico. Para un sector importante de la opinión pública la

creación de Siglo XXI Editores respondía más bien a la capacidad de organización

de un sector de la sociedad intelectual del país. Además de que el círculo de los

autores y colaboradores de la casa editorial tenían cierto aprecio por el editor

argentino.

La labor editorial de Orfila al frente de Siglo XXI Editores se puede resumir con

estas palabras del argentino: “No podía yo lanzar al mercado publicaciones que no

satisficieran mis ideales y mis preocupaciones. Hay desde luego grandes libros que

se publicaron en Argentina y en México, así como en otras partes, con posiciones

contrarias a lo que mis amigos y yo sosteníamos, pero no puedo transar con mis

principios”136. La editorial trajo cambios significativos en la forma de hacer libros, la

iniciativa promovió que el trabajo de Orfila no se perdiera o quedara trunco. Nunca

existió censura por parte del gobierno mexicano, sin embargo en 1971, el gobierno

argentino cerró la sucursal de Siglo XXI en Buenos Aires.

134
La cantidad de 70 está fijada a partir de lo que Siglo XXI tiene proyectado según La Cultura en México, núm.
242, México, 8 de octubre de 1966.
135
Los diez primeros son: 1) Heráclito de Rodolfo Mondolfo, 2) Historia natural de la agresión de J. D. Carthy, 3)
Pediatría accesible de J. de la Torre, 4) Psicología y psicopatía de la vida amorosa de Josef Ratner, 5) Países
pobres, países ricos de L. J. Zimmerman, 6) Martí: el héroe y su acción revolucionaria de Ezequiel Martínez
Estrada, 7) Bases para la planeación económica y social de México de varios autores, 8) No es fácil el camino de
la libertad de Nelson Mandela, 9) La casa del mañana de Emmanuel Besnard Bernadac y 10) José Trigo de
Fernando del Paso.

128
Cuadro 12. Publicaciones de Siglo XXI Editores por temas (1966-1971).137
Año Economía Política Historia Sociología Antropología Filosofía Psicología y Narrativa Otros Total
y psicoanálisis y est. Lit
derecho
1965 0
1966 4 1 1 2 2 2 3 3 6 24
1967 8 3 5 6 2 2 2 10 12 50
1968 8 2 6 8 3 6 3 8 9 53
1969 11 7 6 12 1 4 3 10 11 65
1970 19 4 11 14 2 5 6 16 5 82
1971 9 1 26 15 6 4 7 18 13 99
Total 59 18 55 57 16 23 24 65 56 373

Gráfica 5. Tendencia de publicaciones Siglo XXI Editores (1966-1971)

120

99
100
82
número de títulos

80
65

60 50 53

40
24
20

0
1966 1967 1968 1969 1970 1971

Año

137
Elaborados a partir del Catálogo histórico de publicaciones de Siglo XXI editores.
129
Cuadro 13. Catálogo de publicaciones por colecciones de Siglo XXI Editores (1966-1971)138

Año América Antropología Arquitectura Artes Pensamiento ciencia y Creación Cuadernos Economía y Educación
Nuestra y urbanismo socialista técnica literaria del demografía
pasado y
presente
1966 2 1 1 3 4 2
1967 1 1 1 1 2 5 8 8 1
1968 2 2 4 3 6 2 6 1
1969 1 1 1 1 1 3 8 8 7 2
1970 2 1 4 4 9 7 15 1
1971 6 2 3 2 2 11 8 6
Total 2 14 5 8 13 18 45 25 46 7

Año Filosofía Historia El hombre Lingüística y Psicología y Salud y Sociología Teoría Varia Total
y teoría psicoanálisis sociedad y política
sus obras literaria

1966 2 1 3 2 3 24
1967 1 4 2 1 2 1 5 5 1 50
1968 4 4 3 3 8 4 1 53
1969 4 3 1 1 3 1 14 4 1 65
1970 1 9 2 6 6 12 1 2 82
1971 2 24 4 7 7 1 8 4 2 99
Total 14 44 13 15 24 5 50 18 7 373

138
Ibíd.
130
Gráfica 6. Libros publicados por FCE, ERA, Joaquín Mortiz y Siglo XXI de 1960 a 1971.

120

100

80

60
Siglo XXI
FCE

40 Joaquín Mortiz
ERA

20

0
1960 1961 1962 1963 1964 1965 1966 1967 1968 1969 1970 1971
Siglo XXI 24 50 53 65 82 99
FCE 66 60 49 46 64 51 43 36 43 50 42 54
Joaquín Mortiz 6 14 25 27 29 23 24 28 31 23
ERA 2 7 13 18 11 25 14 14 35 28 24 22

Total 68 67 68 78 100 103 110 123 155 171 179 198

131
Conclusiones.

El libro es un objeto cultural y una mercancía. Las labores de impresión,

promoción, distribución y ventas antes de que naciera el editor, las realizaban

los impresores y libreros. Las actividades específicas del editor, como

coordinador de las labores editoriales, la elección del texto, la formación y la

impresión, se fue configurando en la medida que la demanda de los títulos y la

posibilidad de imprimir eran cada vez mayores. El editor funcionó como un

organizador o coordinador de la producción del libro, desde el manuscrito del

autor hasta el pago por el ejemplar de parte del lector. Sin embargo, el editor es

un agente cultural y un mediador entre el autor y el lector y, al mismo tiempo,

debe conocer el mercado del libro, a los comerciantes y buscadores para

escoger textos que tengan una cierta demanda. Es por eso que la

transformación del texto en libro debe matizarse a partir de las relaciones

sociales, económicas, políticas e históricas que el editor mantiene a largo de

su actividad con los involucrados en la producción del libro.

El establecimiento y desarrollo de las casas editoriales en México es un

proceso que inició desde la época colonial y que paulatinamente compitió con

los libros y editores que llegaban desde el extranjero, fundamentalmente desde

la Península Ibérica. Al iniciarse el México independiente la producción

nacional de libros se incremento, aunque los libros extranjeros seguían con un

lugar privilegiado en el público lector, es por eso que resulta de mucho interés

que en el siglo XX haya una política para incrementar la producción mexicana.

En la primera década del siglo XX en México existieron muchos esfuerzos

intelectuales para incrementar la producción y distribución de los libros. Uno de

los más significativos fue el de José Vasconcelos, quien intentó socializar la

132
lectura, llevándola a través de los libros a lugares o sectores más vulnerables y

marginados. Junto a esto, los intelectuales exiliados españoles aportaron su

experiencia en técnicas y procedimientos del trabajo editorial. El crecimiento de

la economía y la estabilidad política fueron determinantes para que muchas

instituciones educativas y editoriales nacieran y crecieran constantemente.

Las casas editoriales de los años sesenta del siglo XX analizadas en este

trabajo, tienen una serie de procesos que optimizan la producción, y muchas

personas y puestos que intervienen en él. Desde que el autor ofrece el texto

hasta que el libro está en manos del lector hay correctores, impresores,

diseñadores y muchos involucrados más. Sin embargo, todo este esfuerzo es

coordinado por el editor general; sin él los libros publicados serían

impensables. En la medida que estos editores tienen conocimiento del mercado

nacional e internacional, además del capital para ejecutar su proyecto editorial

y el dominio del proceso de edición, se obtienen los resultados que hemos

apuntado. En suma, la importancia del editor en México, tomando como

ejemplo las cuatro casas editoriales tratadas aquí, observan, en mayor o menor

medida, una proyección internacional ya sea para enviar títulos fuera de

México, principalmente la región latinoamericana, o para importar autores

extranjeros, traducidos e impresos en México.

Una de las razones por las que las editoriales aquí estudiadas nacieran,

como el caso de ERA y Joaquín Mortiz y otras se consolidaran como Siglo XXI

Editores y el Fondo de Cultura Económica fue el incremento del mercado de

lectores. En México por ejemplo, al aumento de la plantilla de estudiantes

universitarios de la UNAM, el Politécnico y otras instituciones de educación, el

crecimiento demográfico, principalmente en las ciudades, la expansión de una

133
clase media que tuvo más recursos gracias a los beneficios económicos

resultado de las políticas del Estado mexicano.

Aunque todas las editoriales presentaron en promedio año con año durante

la década de los años sesenta, un incremento constante dentro de sus

producciones, sólo Siglo XXI Editores pudo superar los títulos publicados por

el FCE en sus primeras ediciones de 1967 hasta los límites de esta

investigación en 1971. ¿A qué se debe este fenómeno? Como ya se ha

mencionado, el FCE es una empresa que se mantuvo y mantiene gracias a los

recursos que le otorga el estado a través de algunas instituciones, es decir,

dependía (ahora ya es una empresa relativamente rentable que puede

sobrevivir gracias a lo que publica y vende) del presupuesto de dichas

dependencias. Por otro lado Siglo XXI Editores fue respaldado por muchos

intelectuales a través de acciones en las que se proporcionaba recursos a la

naciente editorial. Esto le trajo muchas ventajas tanto económicas como

editoriales, ya que el trabajo editorial no estaba sujeto a las decisiones de

personas que no conocían el ambiente editorial ni el mercado, como en el caso

del FCE. En segundo lugar, la experiencia que Arnaldo Orfila adquirió en el FCE

le permitió proyectar a Siglo XXI Editores al mercado latinoamericano, a través

de sucursales y filiales, en poco tiempo. En este sentido el editor argentino hizo

su planeación editorial abarcando todas las temáticas posibles, desde filosofía

hasta urbanismo, esto le permitió ser reconocido dentro de los consumidores

de libros no sólo de México sino de Latinoamérica y España.

El esfuerzo editorial individual dio como resultado una variedad de temas y

propuestas editoriales en la vida cultural de México, por eso es necesario

observar la intención que cada uno de los editores tuvo para su proyecto. Por

134
ejemplo, Arnaldo Orfila Reynal es una pieza clave para entender el mundo

editorial de México de los años sesenta ya que bajo su dirección, en el Fondo

de Cultura Económica y en Siglo XXI Editores, se publicaron alrededor de 709

títulos de 1960 a 1971, es decir un promedio de 59 títulos diferentes y nuevos

al año.

Si observamos en conjunto el fenómeno editorial del Fondo de Cultura

Económica, ERA, Joaquín Mortiz y Siglo XXI Editores, podemos decir que la

publicación de los libros casi se triplicó en 12 años. De un total de 68 libros que

publicaron en suma el FCE y ERA en 1960, para 1971 las cuatro editoriales

sacaron a la luz un total de 198 libros en primeras ediciones. Hay, por tanto un

incremento gradual pero constante a lo largo de los 12 años con excepción de

los primeros tres en los que el número de publicaciones es relativamente

constante.

Otro fenómeno importante dentro de esta producción editorial es lo que se

refiere al llamado boom de la literatura latinoamericana. Si hacemos un

recuento de la producción en dos sectores a donde se agrupen por un lado los

temas referentes a ciencias sociales como derecho, economía, antropología,

historia, sociología y, en el otro, a la creación literaria (narrativa, cuento,

ensayo y poesía) las cuatro editoriales publican en el periodo de 1960 a 1971

alrededor de 806 títulos de ciencias sociales y 471 de creación literaria. Es

decir, el 36% del total de las publicaciones de estas editoriales (tomando en

cuenta sólo las ciencias sociales y literatura) son de creación literaria.

Este hecho nos lleva a pensar que la discusión entre los que afirman que el

boom latinoamericano sea producto del apoyo editorial y quienes adjudican

este acontecimiento más bien a una generación que estuvo en contacto directo

135
con las corrientes literarias europeas (junto a otros fenómenos como la

propuesta de lo real maravilloso de Alejo Carpentier o la concepción de una

gran cultura latinoamericana), no es una pugna del todo incierta. Aunque los

procesos de la cultura escrita se fundamentan en personas o grupos que

controlan las publicaciones o el olvido de los textos, mientras no haya una

forma de hacer llegar los textos a los lectores ni las editoriales ni los autores

serían reconocidos, de igual manera si no hay textos que, para los ojos del

editor o de un grupo editorial, tenga alguna trascendencia (económica o

intelectual) no existirían los libros. La relación autor-editor es dialéctica, y se

define en la medida en que sus actividades encuentran intereses en común y

los resultados, como el éxito de escritores y editoriales en el boom

latinoamericano, deben analizarse a partir de la relación que mantienen entre

ellos.

Joaquín Mortiz y ERA funcionaron como escaparate de muchos textos

elegidos por la novedad en el mercado pero también por las preferencias de

los fundadores. Gracias a Vicente Rojo, por ejemplo, ERA publicó una colección

de arte, Joaquín Diez-Canedo, hizo lo propio con la publicación de las Obras

Completas de su padre Enrique Diez. Durante la década estudiada estas dos

firmas editoriales fueron constantes en la producción de nuevos títulos. Aunque

de perfil más bajo que el FCE y Siglo XXI Editores, las casas editoriales que

tuvieron un mercado más dirigido y focalizado fueron ERA y Joaquín Mortiz,

debido obviamente a la falta de recursos, es por eso que dentro de su

propuesta editorial nunca pretendieron competir con las grandes casas

editoriales de México, por lo menos durante sus primeros años, sin embargo se

ubicaron dentro del espectro editorial con ciertas características que les dio un

136
sello distintivo. ERA se dedicó a sacar a la luz libros que analizaran, desde una

perspectiva marxista, los problemas de ciertas regiones del mundo en

diferentes épocas; por su parte Joaquín Mortiz fue una editorial que prefirió los

libros de literatura, fundamentalmente de escritores mexicanos jóvenes.

El FCE tiene un papel fundamental en la vida editorial de México en temas

referentes a economía, literatura, historia, antropología y sociología. Gracias a

su inserción en el campo editorial no sólo de México sino también de

Latinoamérica, y al apoyo que tuvo de algunas dependencias del estado

mexicano logró dominar el mercado de la edición de libros durante varias

décadas.

El desarrollo de la editorial y de todas sus colecciones fomentó que muchos

trabajadores técnicos e intelectuales se especializaran en sus actividades.

Además de ser una empresa estatal que publicaba libros, el Fondo de Cultura

Económica funcionó como un lugar en donde se establecieron vínculos entre

muchos intelectuales, escritores, traductores y editores, ya fueran laborales o

personales, lo cual contribuyó posteriormente a incrementar la producción

editorial en diferentes sellos editoriales. En otras palabras, el fenómeno

editorial de México durante los años sesenta no se podría explica sin la

existencia del FCE.

Un gran número, alrededor del 60%, de los libros publicados en el FCE

durante sus primeros 35 años, son traducciones de libros de origen inglés,

francés y alemán. Esta es otra característica importante para la vida cultural,

académica y editorial de México, ya que el trabajo del FCE en la traducción fue

un parámetro que otras editoriales ocuparon para incluir estos textos dentro de

la gama de opciones editoriales del mundo de habla hispana. Esta empresa

137
hizo las primeras traducciones de títulos como Historia económica de la Edad

Media de Henri Pirenne en 1939, la Historia económica general de Weber en el

área de economía, y los Primeros ensayos de Comte en 1942 en el área de

sociología, del Levitán de Hobbs en 1940, en la materia de política, La Historia

como hazaña de la libertad de Benedetto Croce y la Historia de Europa de

Pirenne en 1942, sólo por mencionar las traducciones más tempranas. Estos

textos fueron y son fundamentales para comprender de algún modo ciertos

aspectos de diferentes disciplinas.139

La actividad de traducción en el FCE también propició otro fenómeno: la

especialización y profesionalización de los traductores. En la medida que el

número de títulos se fue ampliando, también lo hizo su plantilla de traductores.

Y no sólo eso, sino que muchos de ellos se convirtieron en escritores o

investigadores importantes en diversas áreas del conocimiento. Tal es el caso

de Julieta Campos y Elsa Cecilia Frost. Otros traductores que participaron

durante la década de los años sesenta en el FCE son Martí Soler (quien se

encargaría de la producción editorial de Siglo XXI Editores años después), Eli

de Gortari, José Luis González (quien haría posteriormente trabajos para

Ediciones ERA), Francisco González Aramburo, (quien hizo la traducción para

Siglo XXI Editores de Zapata y la Revolución mexicana en 1969). Por tanto,

además de ser una especie de lugar de especialización para la traducción,

muchos de estos profesionales del FCE, que compartían ciertas afinidades, ya

fuera con Arnaldo Orfila, Diez Canedo, Vicente Rojo o Neus Espressate,

tuvieron algún nexo con las empresas editoriales de cada uno.

139
FCE, Catálogo…, pág. 48-73.

138
La diversidad de los temas en los libros publicados por el FCE es otro punto

relevante que se debe rescatar. Como se ha mencionado líneas arriba, la

producción editorial de Cosío Villegas siempre privilegió temas referentes a

economía y ciencias sociales. La sección de literatura estuvo un poco mermada

y si hubo algunos títulos referentes a literatura (narrativa, poesía, teatro y

estudio literarios) fue gracias a la intervención de Alfonso Reyes, Antonio

Alatorre y algunos personajes que estuvieron ligados al FCE por medio de El

Colegio de México. La faceta editorial de Cosío Villegas demuestra la

preocupación por publicaciones sobre temas sociales que pudieran explicar los

problemas de la sociedad mexicana y latinoamericana. Aunque se pueden

identificar una extensa gama de temas, el número de títulos se inclinan

sustancialmente hacia las ciencias sociales; orientación favorecida

seguramente, por su formación académica.

La pluralidad y el balance en el FCE lo obtuvo Arnaldo Orfila. Aunque el

editor argentino tuvo cierto contacto con el ambiente editorial de Argentina, fue

en México cuando se profesionalizó como editor. Obviamente el FCE ofrecía

ciertas ventajas como la seguridad económica, el prestigio que construyó

durante mucho tiempo Cosío Villegas, la proyección latinoamericana mediante

sus representaciones en otros países y el apoyo del gobierno a través de

algunas de sus dependencias; todas estas prerrogativas ayudaron al editor a

incrementar el número de títulos publicados y a ser una empresa que cada vez

necesitara menos subsidios y fuera rentable por sí misma.

Otro aspecto importante que pertenece directamente a esta empresa es el

incremento en el tiraje de sus ejemplares. Mientras que para los años cuarenta

el tiraje oscilaba entre los 2 000 y 4 000 ejemplares, para los sesenta, gracias a

139
la proyección que tuvieron las colecciones de Breviarios y la Colección Popular,

los tirajes se incrementaron hasta llegar a los 10 000 y 15 000. Esto muestra la

intención de masificar el libro; es evidente que la buena administración y la

distribución funcionaban adecuadamente, además del incremento de la

población que tenía acceso a la lectura.

El Fondo de Cultura fue la casa y empleo de Arnaldo Orfila y Joaquín Diez

Canedo. Dos extranjeros que hallaron cobijo y trabajo dentro de una empresa

que les enseñó muchas actividades que posteriormente emplearon en sus

propias firmas editoriales. El argentino incrementó la producción de las

publicaciones y diseñó colecciones que fueran más asequibles para todo

público. Durante los años que permaneció en el FCE, obtuvo un conocimiento

óptimo del mercado internacional de libros que le permitió identificar los autores

más sobresalientes y establecer relaciones con las casas editoriales más

importantes del mundo. Aunque después Arnaldo Orfila tuvo problemas con la

Junta de Gobierno (integrada en su mayoría por funcionarios públicos) pero

sobre todo con Daniel Cosío Villegas, por la publicación de Antropología de la

Pobreza de Oscar Lewis y algunos otros títulos que cuestionaban las políticas

estatales, las aportaciones que Orfila hizo durante su estancia en el FCE le

permitieron la consolidación como la editorial más importante de México y le dio

cierta reputación al libro hecho en México en toda Latinoamérica.

Según el propio Orfila, desde que abrió sus puertas, Siglo XXI Editores

mantiene una línea editorial de izquierda, debido fundamentalmente a su

formación académica y el vínculo que siempre tuvo con simpatizantes del

comunismo y del socialismo. Aunque exista una pluralidad dentro de su

catálogo, es importante señalar que la mayoría de los títulos que pretenden dar

140
una explicación de la situación mundial o latinoamericana son de corte

socialista y marxista. En este sentido la formación en serie de ediciones de

todos los temas vistos desde un enfoque socialista no era una idea nueva,

pues ediciones ERA ya lo había propuesto y lo seguía trabajando; sin embargo,

gracias a la experiencia de Orfila se logró llevar todas las publicaciones de

Siglo XXI Editores a países latinoamericanos e incluso a países europeos en

muy poco tiempo. Esta editorial logró encontrar un mercado de lectores que

leían los temas de su catálogo, gracias a esto tuvo un gran éxito durante sus

primeros años.

Por su parte, después de varios años de experiencia en el FCE, Joaquín

Diez-Canedo diseñó una propuesta editorial que no era diferente del todo a la

que tenía la empresa en la que había trabajado durante 20 años. Debido a la

formación literaria que tuvo de su padre Enrique Diez-Canedo, y combinada

con un olfato para descubrir textos literarios de calidad, la editorial Joaquín

Mortiz tuvo un gran peso en las obras literarias, aunque también dio cabida a

una serie de títulos de diferentes temas.

Una circunstancia que parece una anécdota, pero que refleja la situación de

las editoriales en México, es lo que ocurrió con Los hijos de Sánchez de Lewis

cuando fue editado por Joaquín Mortiz. No sé si el rumor de la salida de Orfila

llegó a oídos de un sector amplio de la opinión pública o si realmente el libro

era visto con buenos ojos por los lectores, pero sucedió que una cadena de

supermercados se dio cuenta del éxito que tenía el libro de Lewis, ya entonces

con los derechos adquiridos por Mortiz; el gerente de las tiendas obtuvo un

número importante de ejemplares para venderlos en las cajas. Como cuenta

Giner de los Rios, algunos críticos no estuvieron de acuerdo con que el “libro

141
hubiese descendido a la categoría de los frijoles y el vinagre” 140. Sin embargo

el éxito que tuvo esta estrategia comercial logró equilibrar por un buen tiempo

los recursos de Joaquín Mortiz. Esta forma de acercar los libros a un público

más extenso fue aplicado posteriormente por libreros como Mauricio Achar, el

fundador de Librerías Gandhi, quien eliminó el mostrador para que los lectores

potenciales se convirtieran en clientes asiduos de un lugar que, como la ropa o

cualquier accesorio, le permitiera probar lo que estaba por adquirir.

El impulso editorial de México durante esta época no se debe observar

como un esfuerzo único de los editores. Alrededor de todas las casas y

propuestas editoriales está un grupo formado por profesionales que adquieren

experiencia dentro de las tareas cotidianas de la edición y publicación de los

textos.

En el caso de Joaquín Mortiz, la editorial se arropó de especialistas en los

temas que publicaba. Diez-Canedo ha mencionado que la mayoría de los libros

eran enviados a un escritor reconocido, casi siempre amigo de la editorial, para

que hiciera un dictamen que permitiera su publicación o su rechazo. Era algo

común dentro de editoriales como el FCE o ERA, pero Diez-Canedo lo hacía

para evitar problemas con los autores que eran amigos suyos. “El editor no

sabe lo que hace- dice Canedo- las satisfacciones que me ha dado (como

editor) son apenas comparables con los disgustos”. En una evaluación de su

trabajo de editor menciona:

No es bueno ser editor, porque sin darte cuenta, te creas muchos problemas
sobre todo en tus relaciones con tus amigos. Una persona a la que quieres
muchísimo, te da un libro que no te gusta para que lo publiques. ¿Qué haces? Si
se lo dices se acabó la amistad. Y si no se lo dices te hundes. Esto es lo que me
ha pasado permanentemente. Nunca estás seguro de cuál es tu criterio; piensas
que a lo mejo te equivocas.141

140
Bernardo Giner…. op. cit., pág. 120.
141
Juan José Arreola, et al., Rte: Joaquín Mortiz…, op. cit., pág. 94.

142
Después de tener una serie de dictaminadores y escritores importantes dentro

de su plan editorial, las relaciones que mantuvieron con sus colegas nos habla

de las redes sociales que se tejen dentro de la vida cultural del país. Esta

amistad, como menciona José Luis Martínez, “va de la mano con las formas en

las que se inician los grupos intelectuales que determinan la vida cultural de

México”.142 Por ejemplo, José Luis Martínez, conoció a Juan José Arreola en

Guadalajara cuando estudiaban juntos. Posteriormente tuvieron un contacto

que permitió la publicación de las obras de los intelectuales que se conocían

entre sí.

Es muy probable que esta situación orillara a Joaquín Diez-Canedo a

apostar por la publicación de autores mexicanos jóvenes. Las colecciones de

su editorial albergaron parte de lo más importante de las letras mexicanas a

partir de los años sesenta; y son muchos los escritores cuya fama surgió a

partir de la publicación de sus obras en Joaquín Mortiz.

Un aspecto relacionado con lo anterior es la falta de exclusividad de los

autores; ofrecer sus obras a cierta editorial es una decisión de ellos, sin

embargo, cuando el dictamen de su obra era negativo, el autor buscaba otra

casa editorial que les permita publicar sus textos. Para la década estudiada en

esta investigación se encontró que las editoriales no realizaban contratos de

exclusividad de las obras posteriores de sus autores. Es decir, el autor estaba

en la libertad de elegir una casa editorial para futuros textos. Esto se agudiza

en los autores mexicanos, ya que con la diversidad de las casas editoriales

estaban en posibilidad de elegir.

142
Ibid., pág. 62.

143
Por ejemplo, Fernando Benítez había publicado en 1950 La ruta de Hernán

Cortés, en 1951 Cristóbal Colón, El agua envenenada en 1956 y El rey viejo

en 1959, en el Fondo de Cultura Económica. Posteriormente, en 1960,

ediciones ERA publicó La batalla de Cuba y Viaje a la Tarahumara; a partir de

ahí fue un escritor publicado continuamente por ERA; en 1962 salió a la venta

Los primeros mexicanos y en 1968 publicó la serie de Los Indios de México,

entre muchos otros títulos. Otro ejemplo es Octavio Paz, quien, igual que

Carlos Fuentes, publicó textos en las cuatro editoriales. En 1949 salió la

primera edición de Libertad bajo palabra en el FCE, del mismo modo en 1954

salió Semilla para un himno, en 1957 Piedra del sol, La estación violenta en

1958 y varias obras más; en 1969 ERA publicó un ensayo sobre Duchamp y

Discos Visuales con dibujos de Vicente Rojo. Joaquín Mortiz, por su parte, dio

a conocer títulos como Cuadrividrio en 1965, un ensayo sobre Levi- Strauss en

1967 y un libro de poemas llamado Blanco. En 1967 Siglo XXI Editores le

publicó Corriente Alterna, en 1966 la antología que preparó junto con Homero

Ardijis, Alí Chumacero y José Emilio Pacheco, titulada Poesía en movimiento

en la cual ya venía trabajando con los coautores y Arnaldo Orfila mientras este

último estaba todavía en la dirección del FCE, además Posdata en 1970. Muy

probablemente la antología ya mencionada se continúa gracias a una especie

de reagrupamiento de los intelectuales y los escritores que se da bajo

circunstancias específicas, en este caso la salida de Orfila del FCE.

Carlos Fuentes es otro ejemplo notable. En 1958 publicó su novela La

región más transparente, al año siguiente Las buenas conciencias, y en 1962

La muerte de Artemio Cruz, todos los títulos bajo el sello editorial de Fondo de

Cultura Económica. Joaquín Mortiz hizo las primeras ediciones de Cantar de

144
ciegos en 1966, La nueva novela hispanoamericana y Zona sagrada de 1967,

además de colaborar como prologuista de dos títulos; ediciones ERA publicó de

Carlos Fuentes Aura en 1962.

Así autores como José Luis Martínez, Sergio Galindo, Homero Ardijis, Juan

José Arreola, Agustín Yañez, Gabriel Zaid, y muchos otros tuvieron la

oportunidad de elegir a sus editores, ya fuera por afinidades personales o

porque sus textos eran bien recibidos y se ajustaban a los criterios ideológicos

de la editorial. Los autores mencionados anteriormente tienen al menos una

obra publicada en dos diferentes editoriales durante la década de los años

sesenta.

La empresa editorial fundada por los hermanos Espresate, Vicente Rojo y

José Azorín cumple una función importante dentro de la cultura mexicana.

Además de ser expresamente una editorial dirigida a publicar libros de

izquierda, también se convirtió en un escaparate de temas poco tratados en

México. Durante sus primeros doce años salieron a la luz temas referentes a

Vietnam, Cuba, Corea, Africa y Bolivia. Editó, además, obras del Che Guevara,

Lenin y estudios sobre Marx y Engels. Aunque la decisión de las publicaciones

la tomaban, según algunos testimonios, Vicente Rojo y Neus Espresate, esta

última tuvo paulatinamente mayor injerencia. La tendencia a publicar textos de

izquierda tiene que ver con la formación académica de Rojo y Espresate, la

cual era fundamentalmente artística y política respectivamente; sin embargo la

diversidad también fue una de las características de la editorial, ya que además

de temas políticos, y sociales incluyeron dentro de sus colecciones temas de

literatura, cine y arte.

145
La importancia que el libro tiene en el desarrollo cultural de México es

mucha, sin embargo, los estudios históricos que hacen referencia a esta

problemática son pocos, falta un camino muy largo por recorrer. Es necesario

continuar con los estudios que aborden la producción de libros en México

durante el siglo XX y la preferencia que los lectores tienen con los libros de

origen extranjero. También es importante extender los estudios que aborden la

importancia que el editor tiene en la sociedad mexicana y cómo su trabajo

contribuye al desarrollo cultural. Este trabajo es un esfuerzo para construir un

conocimiento histórico que estudie las problemáticas que se plantean a partir

de la relación escritor-editor-lector durante el siglo XX en México. Es importante

que los historiadores tomen en cuenta todos los aspectos que están alrededor

de la producción del libro en México para comprender las razones por las

cuales el libro es fundamental en la sociedad mexicana.

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