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Sabemos que durante muchos años las disfunciones sexuales femeninas en sus
distintas variedades eran entendidas bajo el término peyorativo de “frigidez”. Uno de
los primeros intentos por comenzar a diferenciarlas y al mismo tiempo quitar la carga
peyorativa de esta terminología lo constituyeron Masters y Johnson que en los años 60
propusieron hablar de “disfunción orgásmica”.
Preferimos, a los fines del presente artículo, el uso del término preorgasmia
propuesto por Lonnie Barbach, en lugar del de anorgasmia o disfunción orgásmica, para
referirnos a la dificultad de algunas mujeres para alcanzar el orgasmo aún habiendo
llegado a un nivel adecuado de excitación sexual. Dado que las mujeres que no alcanzan
el orgasmo, por diversas razones, están en condiciones de lograrlo con métodos
apropiados.
Por otra parte, en “Un Estudio Psicométrico del Hurlbert Index of Sexual
Assertiveness en Mujeres Hispanas” se concluye que “El orgasmo femenino ocurre con
más frecuencia cuando la mujer toma las riendas y el control sobre su estimulación,
para lo cual debe imponer sus propios deseos y abandonar la idea de que debe
centrarse únicamente en el orgasmo masculino. Además, se ha puesto de manifiesto que
las mujeres sexualmente asertivas informan de una mayor frecuencia en sus actividades
sexuales, mayor variedad sexual, mayor deseo, y mayor satisfacción sexual y marital.”2
1
Aliaga P., Patricia; Ahumada G., Sandra; Villagrán, Olga; Santamaría, María Rosa; Manzor, Sonia;
Rojas, Oscar. “Disfunciones sexuales: asistencia clínica y factores asociados en ginecológia” Revista
chilena de obstetricia y ginecología – 2000)
2
Sierra, J., Santos, P., Gutiérrez-Quintanilla, J. R., Gómez, P. & Maeso, M.D. (2008). Un Estudio
Psicométrico del Hurlbert Index of Sexual Assertiveness en Mujeres Hispanas. Terapia psicológica. Vol.
26 Nº 1,117-123.
sexuales deseadas, el empleo de métodos anticonceptivos y los comportamientos
sexuales más saludables.
Estos datos nos llevan a plantearnos cuales son las variables que influyen en la
preorgasmia, entendiéndola como el resultado de una policausalidad de factores, que
traspasan la asertividad sexual como constructo teórico.
Tal represión de la sexualidad generaba por la misma época que las mujeres que
tenían deseos sexuales se consideraran poseedoras de una enfermedad llamada “fiebre
uterina”. Estaba mal visto que la mujer sintiera placer sexual, esto llevaba a la misma a
concurrir a consultas médicas para “curar” sus síntomas y por lo tanto reprimir aún más
3
Blanc, De Sosa, Diaz, Pinto y Scolara “Asertividad sexual en mujeres y hombres heterosexuales en
pareja” 2012
su sexualidad. Tal es el curioso origen del vibrador, creado por un médico británico,
Joseph Mortimer Granville quien diseñó el instrumento con el objetivo de desencadenar
lo que en la época victoriana se conocía como “paroxismo histérico” sanando a la
paciente.
A finales del siglo XIX y principios del siglo XX Sigmund Freud (fundador del
Psicoanálisis) generó una revolución acerca de la sexualidad, planteándola como
fundamental a lo largo de todas las etapas de la vida. Pero más allá de los importantes
aportes realizados, su visión (la cual perduró por muchas décadas) sobre el orgasmo
femenino estaba planteada en función de un pasaje del orgasmo clitorideo (como
infantil, inmaduro) hasta llegar en la edad adulta al orgasmo vaginal (considerado el
“autentico”). Las mujeres adultas que no habían logrado transitar ese “pasaje” entraban
dentro de lo considerado patológico.
Consideramos que esta mirada tan importante y con tantos avances científicos,
tiene sus falencias ya que continúa amoldando la sexualidad femenina en función de la
masculina, anteriormente desde la oposición y en este caso desde la similitud.
Aún así se siguen imponiendo reglas y exigencias, tanto como antes no había
que sentir deseo, o como el orgasmo debía localizarse en la vagina o el deseo debía
anteceder a la excitación. En la actualidad en muchos casos se vive como una exigencia
el tener un orgasmo o múltiples orgasmos o conocer donde se encuentra el punto G.
Nuevas exigencias
¿A que llamamos una fase de excitación sexual “normal”? y ¿de que manera la
opinión médica puede considerar la capacidad orgásmica como inferior?
4
Hasta hace poco tiempo atrás se consideraba que las mujeres que han sido circuncidadas pierden la
capacidad de gozar sexualmente y de alcanzar el orgasmo, esta idea es actualmente cuestionada.
Londoño Sulkin, Carlos D. “La circuncisión femenina, la antropología y el liberalismo” Revista
colombiana de antropología. Vol. 46. Núm 2. Julio – Diciembre de 2010.
Ensayando Nuevas Propuestas
El concepto de Flow (en castellano podría traducirse como fluir o flujo) ha sido
desarrollado por el psicólogo Mihály Csikszentmihalyi, quien lo ha definido como “un
estado en el que la persona se encuentra completamente absorta en una actividad para
su propio placer y disfrute, durante la cual el tiempo vuela y las acciones, pensamientos
y movimientos se suceden unas a otras sin pausa”6. Esta modalidad llevada al
encuentro sexual implicaría despojarse de molestos ideales y por tanto dejar de ver la
escena sexual desde arriba o desde afuera, no observar la propia conducta desde el rol
del espectador, no evaluar si para llegar al orgasmo “debería” pedir a mi compañero/a
tal o cual cosa. Es deseable que las mujeres sepan pedir, pero creemos que existe un
aspecto lúdico y por ende mágico en el encuentro sexual que corre el riesgo de no ser
aprovechado.
En este sentido proponemos que las personas aborden el encuentro sexual como
los niños abordan el juego, es decir, sumamente en serio. El compromiso con el juego
requiere una inmersión en la experiencia y un registro pleno de la propia existencia en
conexión con la existencia de mi compañero/a. Quizá esta experiencia recupere la magia
del encuentro sexual suspendida entre cosmovisiones religiosas que la catalogaron
como pecado, concepciones médicas que la etiquetaron como enfermedad y exigencias
actuales que convierten el derecho al orgasmo en una obligación.