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Familia, honor y poder. La nobleza quiteña de


Quito en la época colonial tardía (1765-1822)

Book · January 2007

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Christian Büschges
Universität Bern
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LA NOBLEZA DE LA CIUDAD
DE QUITO EN LA ÉPOCA
COLONIAL TARDÍA (1765-1822)

Christian Büschges
PACO MONCAYO GALLEGOS
Alcalde Metropolitano de Quito

CARLOS PALLARES SEVILLA


Director Ejecutivo del Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito

FAMILIA, HONOR Y PODER.


LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822)
Chr istian Büschges

Biblioteca Básica de Quito volumen 12

FONSAL
Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito
Venezuela 914 y Chile / Telfs.: (593-2) 2 584-961 / 2 584-962.

Traducción al castellano:
Christiana Renate Borchart Peters

Revisión del texto y cuidado de la edición:


Alfonso Ortiz Crespo
Sofía Luzuriaga Jaramillo

Dirección de arte:
Rómulo Moya Peralta

Gerente de producción:
Juan Moya Peralta

Arte:
Diego Enríquez

Primera edición en castellano, mayo de 2007

Diseño y realización: TRAMA DISEÑO


Preimpresión: TRAMA
Impresión: Imprenta Mariscal
Impreso en Ecuador

TRAMA: Juan de Dios Martínez N34-367 y Portugal


Quito- Ecuador
Telfs.: (593 2) 2 246 315 / 2 255 024
Correo electrónico: editor@trama.ec
http://www.trama.ec / www.libroecuador.com

ISBN-978-9978-300-70-1

Título de la edición original Familie, Ehre und Macht. Konzept und soziale Wirklichkeit des Adels in der Stadt Quito (Ecuador) während
der späten Kolonialzeit, 1765-1822.
© 1996 Franz Steiner Verlag Wiesbaden GmbH, Sitz Stuttgart
ISBN 3- 515 – 06908-9

Derechos reservados conforme a la ley:

© Titular: Christian Büschges


© Traducción: Borchart Peters Christiana Renate No.024400

Los derechos de la versión en castellano pertenecen al FONSAL


PROHIBIDA SU REPODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL SIN AUTORIZACIÓN
LA NOBLEZA DE LA CIUDAD
DE QUITO EN LA ÉPOCA
COLONIAL TARDÍA (1765-1822)

Christian Büschges
PRÓLOGO
UN HITO EN LA HISTORIA SOCIAL DEL ECUADOR

Por Gonzalo Ortiz Crespo1

E
l libro que el lector tiene en sus manos es una contribución importante a la
historia social de lo que hoy es el Ecuador. Hasta el presente, ningún trabajo
había abordado con tanta profundidad y detalle una clase social concreta, en este
caso la aristocracia, o como se llama en este libro la “nobleza titulada”, es decir la cúspide
de la sociedad estamental de la Colonia, aquella que poseía títulos de Castilla o pertenecía
a órdenes militares nobiliarias, privilegios que solamente eran otorgados por la Corona de
España.

El devenir histórico del Ecuador es, por supuesto, con sus avances y sus retrocesos, la lucha
por la inclusión social, la democracia y el respeto a los derechos humanos. El imperio de
estos derechos implica considerar a las personas en su plena dignidad humana, por lo que
son y no por lo que ostentan. Como lo sabemos, esta meta no se ha conseguido aún y
todavía existen en el Ecuador profundas brechas y prejuicios sociales. Es tarea de cada
generación, pero mucho más de las actuales, en los inicios del siglo XXI, eliminar
cualquier discriminación, lograr la equidad, la vigencia de los derechos de todos, el pleno
ejercicio de la ciudadanía, la participación sin exclusiones, la transparencia, la honestidad
en la vida pública y privada y el ejercicio de un republicanismo integral. Esta lucha, que
en cada generación ha tenido paladines y contradictores, ha implicado en la tradición
intelectual ecuatoriana el rechazo a formas perimidas del ser social y, tal vez de manera
inconsciente, ha impedido a sus historiadores estudiar con objetividad los estamentos
privilegiados de la sociedad colonial.

Este libro, en cambio, estudia esa clase social como un objeto de laboratorio, y la examina de
manera completa, sistemática, casi exhaustiva. Empieza por la definición de “nobleza” y su
especificidad y la contrapone con conceptos más generales y, de tanto usados, desprovistos de
sentido, como los términos “clases altas” o “elites”, que el autor descarta, pues le parecen
categorías inútiles para el análisis. Su lupa pasa entonces al funcionamiento de esa clase social
en la realidad, para averiguar en primer lugar quiénes la conformaban, y luego qué le daba
soporte, cómo se manifestaba en lo externo, cuáles eran sus interacciones consigo misma y con
el resto de la sociedad. Y todo esto referido a un espacio delimitado y a un período específico:
el ámbito geográfico del Reino de Quito, es decir la Sierra centro-norte del Ecuador y el sur de
la actual Colombia, en el período de finales de la Colonia y la Independencia.

Como se puede ver, la época que aborda hace hoy más interesante que nunca a este libro,
puesto que nos acercarnos al bicentenario del primer gobierno revolucionario de la América
Hispana, iniciado en Quito el 10 de agosto de 1809 y que, a pesar de la masacre del 2 de
agosto de 1810, tuvo momentos cumbre el 11 de diciembre de 1811, con la proclamación del

1 Concejal Metropolitano, presidente de la Comisión de Cultura y Educación y vicepresidente de la


Comisión de Medio Ambiente.

2 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Estado de Quito, y el 15 de febrero de 1812 con la expedición de la primera Constitución, que
definió a ese nuevo estado como una república dotada de un gobierno presidencial.

La memoria adecuada de proceso tan extraordinario como fue la revolución quiteña no puede
hacerse sino con más y mejor conocimiento de los hechos, del entramado social en que se
dieron, de los antecedentes que los provocaron. Aparte de las ceremonias públicas, de los actos
masivos de cultura ciudadana, de las obras que se inaugurarán (entre las que se destaca, por su
magnitud e implicaciones en el desarrollo de Quito, lo que ha sido denominado como la
“Aerotrópolis”, el complejo que incluye el Nuevo Aeropuerto Internacional, la Zona Franca, el
Parque Tecnológico y la Central de Abastos), el Alcalde, la Comisión de Cultura y Educación
del Concejo Metropolitano y las entidades del ámbito municipal hemos coincidido en la
importancia de la investigación histórica del hecho independentista. La conmemoración del
Bicentenario 1809-1812 será tanto más adecuada e importante cuanto más certeros sean los
conocimientos acerca de los procesos intelectuales, las causas socioeconómicas, el entorno
político y el carácter de la participación de las diferentes clases sociales en aquel movimiento
que, aunque sus autores no lo supieron de inicio, y no lo podían saber, culminó en la
independencia y la proclamación, veinte años después, de la República del Ecuador.

Para cumplir este objetivo, uno de los proyectos del programa general de
conmemoraciones es la publicación de estudios, tanto clásicos como nuevos, sobre la época
en que se gestó la Independencia. Parte de ese proyecto es hacer asequibles al público
aquellos libros que aún no han sido traducidos al castellano y que sin embargo echan
potentes luces sobre el siglo XVIII y explican mejor la acción del 10 de agosto, las
posiciones autonomistas y la rápida radicalización hacia la independencia en las primeras
décadas del XIX.

Estas ediciones están a cargo del Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural
(FONSAL), que, a más de la restauración incansable de sitios arqueológicos, de templos y
conventos coloniales, de centros culturales y edificios republicanos, de barrios enteros del
Centro Histórico y de las áreas patrimoniales de las parroquias del distrito (con todo lo que
ello implica de investigación previa, planificación, obra física y fiscalización), a más de
todo eso, digo, ha acumulado ya un fondo editorial notable, con libros excepcionales sobre
el pasado de Quito y su región.

Lejos del alcance del público ecuatoriano habían permanecido dos trabajos de gran utilidad
para comprender el marco en el que se dio el movimiento independentista y la dinámica de las
clases sociales de Quito, pues no habían sido traducidos al castellano. El FONSAL los publica
ahora como una notable contribución a la historiografía de la época. El primero es justamente
este volumen que el lector tiene en sus manos. Escrito por el profesor de la Universidad de
Bielefeld, Dr. Christan Büschges, especialista en Historia de América Latina y, en particular,
de la del Ecuador,2 fue publicado en Alemania en 1996 con el título de Familie, Ehre und

2 El doctor Büschges tiene a su cargo cursos de Historia Política de Iberoamérica, Historia de la Monarquía
Española (siglos XVII y XVIII), Historia Social de Iberoamérica e Historia del Ecuador en la Facultad Historia,
que forma parte de la Facultad de Historía, Filosofía y Teología de la Universidad de Bielefeld. Entre sus
campos de trabajo están la relación entre etnicidad y política; el nacionalismo, así como la identidad
social en la transformación histórica.

3 Palabras del Alcalde


Macht. Konzept und soziale Wirklichkeit des Adels in der Stadt Quito (Ecuador)
warend der späten Kolonialzeit, 1765-1822, título que como se ve es un poco más largo
del que se publica hoy en español, pues tiene aquello de “concepto y realidad social” de la
nobleza, suprimido por los editores ecuatorianos para aligerar la portada.

El otro libro, que aparece de manera simultánea, se complementa de manera excelente con el
que el lector tiene en sus manos, pues investiga el extremo opuesto del conglomerado social
de fines de la Colonia: los sectores populares de Quito. Escrito originalmente como tesis
doctoral para la Universidad de Liverpool en 1984 con el título Urban Popular Society in
Colonial Quito, c. 1700-1800, su autor, el profesor Martin Minchom, lo revisó para su
publicación en 1994 en la Oxford UniversityPress, cuando apareció con el título The People
of Quito, 1690-1810, para la versión en español, titulada El Pueblo de Quito, 1690-1810.
Demografía, dinámica socioracial y protesta popular, también se contó con la supervisión del
autor. Su contribución es tan valiosa para la historia de las clases subalternas del último siglo
de la Colonia como lo es la presente obra sobre la nobleza.

Como puede deducirse fácilmente, los dos libros van a permitir conocer mucho mejor los
dos extremos de la sociedad estamental del Quito del siglo XVIII y, en consecuencia,
ayudarán a la comprensión de la dinámica que condujo a la revolución de Quito y al
establecimiento del primer gobierno revolucionario de la América Hispana.

Pero cada libro tiene su propia historia. La idea de traducir este era acariciada por la Dra.
Christiana Borchart de Moreno, ella misma gran investigadora del siglo XVIII, incluso
desde antes que fuera impreso, porque, como colega y amiga del investigador, supo
aquilatar su importancia. Varias razones fueron postergando el proyecto por una década.
Debo confesar que cuando me contó su idea y me refirió el alcance de la obra, acudí sin
pérdida de tiempo al Alcalde Paco Moncayo y al arquitecto Carlos Pallares, director
ejecutivo del FONSAL, quienes con entusiasmo acogieron mi insinuación. Poco después,
el propio Dr. Büschges estuvo de visita en Quito, y en una reunión con la Dra. Borchart y
el editor general del FONSAL, Arq. Alfonso Ortiz, le abordamos sobre el permiso para
traducir y publicar su estudio. Con la mayor apertura y sencillez, y con la confianza que le
daban los largos años de conocer a la traductora –quien, como dice en el prefacio de este
libro, junto con su esposo, el Dr. Segundo Moreno, le apoyaron en sus investigaciones
desde su primer viaje al Ecuador–, el Dr. Büschges dio enseguida su aceptación al
proyecto. La dedicación de la traductora, y el trabajo de la consultoría editorial del
FONSAL hicieron rápido y bien el resto por lo que, en un plazo realmente corto, el
público tiene ahora en sus manos este valioso libro.

Se trata, como decía al inicio de este prólogo, de un estudio totalmente novedoso en


nuestra historiografía. No puede negarse que ha habido estudios puntuales sobre algunas
de las familias de la nobleza titulada, en especial los realizados por Cristóbal de Gangotena
y Jijón, en los años 1930 y 1940, que los presentaba muy adecuadamente en el Boletín de la
Academia Nacional de Historia como “contribuciones al estudio de la sociedad colonial del
Antiguo Reino de Quito”, y los publicados en los años 1980 y 1990 por Fernando Jurado
Noboa y algún otro autor. Pero aquellos eran estudios genealógicos, en que lo importante
era trazar la filiación de las personas, no configurar el cuadro completo, económico, social y
político, del estamento nobiliario.

4 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Aparte de ello, ¿qué se ha publicado? Hay que reconocer que el movimiento de la “Nueva
Historia” –que no se reduce solo al acertado esfuerzo de los 15 volúmenes de la Nueva
Historia del Ecuador3 sino que incluye una variedad de estudios desde finales de los años
1970–, hizo una importante contribución al desarrollo de nuestra historiografía. Este
grupo de nuevos historiadores planteó que la investigación histórica no debía reducirse a la
exaltación de los héroes y descripción de las figuras descollantes ni limitarse a narrar los
acontecimientos de relieve,4 como se había estilado hasta entonces, sino que debía
describir y entender, con el instrumental más riguroso, el entramado social y el sustrato
económico en que aquellos sucedieron y la evolución de toda la sociedad. La historia social
y la historia económica hicieron así su entrada, aunque no se puede desconocer algunos
aportes anteriores.5 Pero, en cualquier caso, ninguno de los nuevos historiadores tomó a la
“nobleza” como un objeto de estudio. No era solo por pudor, aunque también algo habría
de ello, sino porque todos considerábamos que era mucho más urgente y prioritario el
estudiar al pueblo, a los indios, a las “clases subalternas”, al artesanado, al proletariado, es
decir a quienes habían sido preteridos en toda la historiografía tradicional.

De todo ello quedó un vacío, que es el que viene a llenar este libro. Büschges de inicio, a
más de rechazar el concepto de elite, como se dijo más arriba, tampoco acepta que la
sociedad estamental de fines de la Colonia estuviera basada únicamente en la distinción
étnica. En el análisis concreto de los censos y otros documentos comprueba que “el estatus
étnico de un persona correspondía … en gran medida a la reputación pública basada
fundamentalmente en criterios socioculturales, y por lo tanto también manipulables”.6

Pero, atención, la nobleza no es tampoco una situación de clase que se derive


automáticamente de los factores de éxito económico, aunque la dimensión económica
tenga una importancia esencial. Se trata, insiste Büschges de una situación estamental en
que, además de lo económico, hay distinciones muy importantes que se ubican más bien
en la dimensión cultural. En cómo los nobles se concebían a sí mismos y cómo eran vistos
por el resto de la sociedad, jugaban de manera clara el prestigio, la distinción, la
exclusividad, el honor, así como tener antepasados nobles en España o América, mejor aún
si había vínculos (reales o imaginarios) con los conquistadores y una estrecha relación entre
sangre y virtud (no la virtud o el mérito individual sino el rasgo estamental, como una
cualidad innata a ser noble). Este tipo de conceptos, heredados de la tradición feudal
española, definieron a la nobleza americana en las capitales coloniales (se trata de un
fenómeno del que hubo poca presencia en las provincias) incluso más que cualquier otro
conjunto de criterios de validez objetiva o jurídica. La pertenencia a la nobleza “resultaba,
en última instancia y en una dimensión decisiva, del prestigio social y la aceptación

3 Ayala Mora, Enrique (ed.) Nueva Histor ia del Ecuador (Quito, Corporación Editora Nacional- Editorial
Grijalbo, 15 volúmenes, 1988-1995)
4 Ver mi crítica a la histoire événementielle y la necesidad de una historia social entendida como historia
de toda la sociedad, en Ortiz Crespo, Gonzalo, La incor poración del Ecuador al mercado mundial. La
coyuntura socioeconómica 1875-1895, 1ª edición (Quito, Banco Central del Ecuador, 1981), p. 23. Hay 2ª
edición (Quito, Corporación Editora Nacional, 1988).
5 Como los de Pío Jaramillo Alvarado, los esposos Costales, el P. José María Vargas y Aquiles Pérez, por
ejemplo.
6 Büschges, más adelante en este mismo libro, p. 57.

5 Palabras del Alcalde


general por parte de las familias nobiliarias establecidas”, nos dice.7 De todo ello se
derivaban los privilegios, las propiedades, tanto urbanas como rurales, el acceso a los
oficios en la administración, las prebendas eclesiásticas, los rangos militares, el lujo de sus
casas y vestidos e, incluso, su posición preeminente durante los festejos públicos.

De gran interés es el estudio del autor sobre la ambivalencia de la relación de los nobles
con el comercio, al que, de manera teórica despreciaban, pero al que por necesidad habían
tenido que dedicarse, incluso con operaciones comerciales muy grandes como la del
transporte a Cartagena de Indias del “situado”, esto es del conjunto de los tributos a la
Corona, y que se manifestó también en la incorporación a las familias nobles de mercaderes
que habían hecho fortuna o de incluso acaudalados comerciantes recién llegados.8

En una reseña sobre la obra publicada en alemán se indica que:

Büschges señala que los estrechos lazos familiares de la nobleza quiteña, la posibilidad de
ascender por lazos matrimoniales y su mentalidad específicamente basada en un concepto
tradicional del honor corporativo evitaron el surgimiento de una clase burguesa. A mi
entender, Büschges subestima en este punto la importancia de la economía en la Audiencia de
Quito, que se encontraba en crisis durante la segunda mitad del siglo XVIII, al igual que la
política de la Corona en los territorios americanos. También cabe recordar que la
historiografía sobre la burguesía europea ha mostrado que el antagonismo entre la nobleza y
la burguesía no fue siempre tan insuperable como se pensaba.9

Me parece que esta crítica apunta a una carencia cierta del libro: en su último capítulo,
relativamente corto, sobre la participación de los nobles en el proceso independentista
quiteño, Büschges se encuentra con que no puede explicar el hecho de que a la cabeza
del movimiento de agosto estuvieran dos abogados, Juan de Dios Morales y Manuel
Rodríguez de Quiroga, que no venían de la nobleza y que, por lo tanto, en el libro,
aparecen como caídos del cielo. No puede reclamársele demasiado a Büschges, puesto
que su libro no es sobre aquel estamento de criollos que habían alcanzado títulos
universitarios y pugnaban por ocupar posiciones de comando en la Audiencia de Quito,
es decir los discípulos de Espejo, porque su libro no es sobre ellos sino sobre la nobleza...
Quizás la aparición de este libro sobre la nobleza y el de Minchom sobre la plebe, haga
indispensable nuevos estudios a profundidad sobre aquella capa de la pequeña burguesía
emergente, si cabe tal término, o de criollos mestizos, en su acepción cultural o
“estamental”, que diría Büschges, más que en su acepción étnica. La desaparición de esos
dirigentes –unos sacrificados el 2 de agosto y otros perseguidos sin piedad, pues
precisamente por no ser nobles atrajeron sobre sí la más fuerte represión de las
autoridades realistas–, privó a Quito y al Ecuador de una generación que probablemente
habría sustentado el camino hacia una sociedad en verdad republicana y democrática.

7 Esta misma obra, pp. 97-98.


8 Cfr, op. cit, p. 114.
9 Hensel, Silke, Reseña sobre el libro de Büschges aparecida en la página web de la Asociación de
Historiadores Latinoamericanistas Europeos (Ahila), http://www.ahila.nl/actividades/resenas/familie.html

6 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Porque, por otro lado es cierta la conclusión de Büschges de que “la estructura social
colonial y la posición social dirigente de la nobleza no fueron tocadas o puestas en duda
durante el movimiento independentista”.10 Es la misma conclusión a la que llegamos en
1980 con Nick D. Mills en nuestro estudio sobre la transición poscolonial, cuando
decíamos que:

El desequilibrio social se manifestaba especialmente en lo extremadamente reducido del grupo


beneficiario del sistema, es decir del grupo que se autodenominaba ‘blanco’, que concentraba en sus
manos los resortes de la propiedad y del sistema político, especialmente después de la independencia.
Estas aparentes contradicciones en el sistema social estaban perfectamente asimiladas en la
jerarquizada cosmovisión vigente en la época y no hubo de modificarse a pesar de que la retórica
independentista significó un modelo ideológico distinto.11

En efecto, en el período de la independencia y en las décadas de surgimiento de la


República del Ecuador, la Colonia se prolongó en lo ideológico, pero por otro lado, y sin
que sea una contradicción, ese mismo sistema colonial empezó a desmoronarse desde 1759.
Esta transición paradójica hizo que los términos “república”, “pueblo soberano” o
“ciudadano”, que tal vez en la mente de quienes los formularon sí querían decir lo que
significan en democracia, no se tradujese en la vida real del Ecuador, porque la aristocracia
copó rápidamente el poder político. Precisamente el autor de este libro presenta algunos
datos, por cierto someros, de la prolongación del concepto de nobleza y de la
jerarquización de la sociedad ecuatoriana en la época formalmente republicana, datos que
refuerza con referencias a historiadores ecuatorianos, por ejemplo a los trabajos sobre el
carácter de la representación política en el siglo XIX.12 Así, no es de extrañar que, otra
conclusión de Büschges sea que

Durante el siglo XIX, en la cúspide de la pirámide social y en el centro de los grupos


políticos dirigentes, concentrados especialmente en la ciudad de Quito, hasta la Revolución
Liberal de 1895, se hallaban diversas familias que frecuentemente se remontaban a la
nobleza tardío colonial, entre ellas los Larrea, Jijón, Matheu y Ascásubi.13

Este libro debe leerse, como todo aquel que cae en manos de un lector de mente abierta,
sin prejuicios. Si así se procede enseñará, de manera muy didáctica, detallada y
documentada, esos rasgos que, nacidos en la sociedad jerarquizada de la Colonia,
perduraron en el Ecuador hasta muy entrado el siglo XIX, y que aún hoy, 200 años
después de la independencia, afloran en todo aquel que busca privilegios personales o
corporativos. Mientras tanto, la sociedad ecuatoriana, a pesar de todas las frustraciones,
pugna por ser cada vez más igualitaria, y su inmensa mayoría busca, con desesperación no
exenta de motivo, el bienestar, la seguridad, la justicia, la diversidad cultural y el
desarrollo sostenible, en condiciones de equidad, inclusión y cohesión social.

10 Büschges, op.cit., p. 257.


11 Mills, Nick D. y Ortiz C., Gonzalo, Economía y sociedad en el Ecuador poscolonial, 1759-1859, Cultura, No
6, p. 120
12 Entre ellos se destaca el trabajo pionero de Rafael Quintero que demostró el limitado número de elec-
tores y el voto “censitario”, vinculado a condiciones de propiedad.
13 Büschges, op.cit., p 272.

7 Sección
TABLA DE CONTENIDO
TABLA DE CONTENIDO

12.............................. PRÓLOGO
13............................ Abreviaturas

15.............................. INTRODUCCIÓN
15......................... I - ESTRCUTURA ESTAMENTAL Y NOBLEZA EN LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA SOCIAL DE
HISPANOAMÉRICA COLONIAL

28......................... I I - OBJETO, METODOLOGÍA Y TERMINOLOGÍA DEL PRESENTE TRABAJO

32......................... I I I - DELIMITACIÓN TEMPORAL Y ESPACIAL DEL TEMA

35.............................. PRIMERA PARTE: FUNDAMENTOS DE LA ESTRATIFICACIÓN


SOCIAL EN LA SIERRA CENTRO Y NORTE DE LA AUDIENCIA DE
QUITO, DURANTE EL PERÍODO COLONIAL TARDÍO
35......................... I - ECONOMÍA Y SOCIEDAD BAJO EL SIGNO DE LA CRISIS TEXTIL

36............................ 1- Obrajes y haciendas


43......................... 2- Bienes raíces y estructura social
46.............................. 3- Disturbios sociales

50......................... I I - ESTR UCTURAS Y CONCEPTOS DE LA ESTRATIFICACIÓN SOCIAL EN QUITO

77......................... SEGUNDA PARTE: LA NOBLEZA COMO CONCEPTO Y COMO


GRUPO SOCIAL DURANTE EL PERÍODO COLONIAL TARDÍO EN
LA CIUDAD DE QUITO
80......................... I - NOBLES Y PLEBEYOS

83............................ I I - NOBLEZA Y ESTATUS ÉTNICO

86............................ I I I - LA DIMENSIÓN JURÍDICA DEL ESTAMENTO NOBLE

86............................ 1- Mercedes otorgadas por la Corona a los nobles


88............................ 2- Privilegios de la nobleza en la ciudad de Quito
92............................ 3- Disposiciones privadas, jurídicamente obligatorias para la observación del estatus nobiliario
93......................... 4- Deberes impuestos a los nobles
93............................ 5- Comprobación y verificación del estatus nobiliario

98.......................... IV- LAS CARACTERÍSITCAS DE LA NOBLEZA QUITEÑA

99............................ 1- La nobleza como estatus social heredado

99............................ Antepasados nobles en España y América


102......................... La descendencia de los conquistadores y primeros pobladores

9 Tabla de contenido
105........................... 2- El ejercicio de altos cargos y rangos en la administración, la Iglesia y la milicia
107......................... 3- La relación entre sangre y virtud
112........................... 4- Nobleza y actividades económicas
119....................... 5- La representación pública y la función de la nobleza
122....................... 6- “Las leyes del honor”

126....................... V- LOS CABALLER OS DE HÁBITO

133....................... VI- LOS TÍTULOS DE CASTILLA

133........................... 1- Los marqueses y condes quiteños


144....................... 2- La posición social de los títulos de Castilla al interior de la nobleza quiteña

165....................... TERCERA PARTE: FUNDAMENTOS DE LA POSICIÓN SOCIAL DE


LA NOBLEZA TITULADA EN LA SOCIEDAD COLONIAL TARDÍA
DE LA CIUDAD DE QUITO
165......................... I- ORIGEN Y ASCENSO SOCIAL DE LAS FAMILIAS DE LA NOBLEZA TITULADA QUITEÑA

165....................... 1- El condado de Selva Florida (familias Ponce de León y Guerrero)


167........................... 2- Los marquesados de Selva Alegre y de San José (familias Montúfar y Larrea)
169....................... 3- El marquesado de Villa Rocha (familias Rocha, Lago de Bahamonde y Carcelén)
170....................... 4- Los marquesados de Solanda y de Villa Orellana (familias Sánchez de Orellana y Carcelén)
172....................... 5- El marquesado de Miraflores (familias Flores y Quiñones)
173........................... 6- El marquesado de Lises (familia Maldonado)
174....................... 7- El condado de Casa Jijón (familia Jijón)
175....................... 8- El marquesado de Maenza (familia Matheu)
176....................... 9- El condado del Real Agrado (familia Villavicencio)

177....................... I I - CARGOS , PR OFESIONES Y RANGOS

178......................... 1- La administración (Audiencia, Corregimiento y Cabildo)


187......................... 2- Cargos y funciones en la Iglesia y en las órdenes religiosas, así como otros cargos honoríficos en
el ámbito eclesiástico

188......................... Los cargos en la jerarquía ecelsiástica


193......................... Religiosos y monjas
193......................... Otras funciones y cargos honoríficos en el ámbito eclesiástico

194....................... 3- Cargos y rangos en las milicias


196......................... 4- Profesiones libres y cargos universitarios

196........................ Abogados
196....................... Profesores y rectores universitarios

198......................... I I I - B IE N E S RAÍCES Y ACTIVIDADES ECONÓMICAS

198......................... 1- La función económica y social de los bienes raíces

198......................... En la ciudad
205......................... En el campo

211......................... 2- Los mayorazgos

216......................... El mayorazgo de los condes de Selva Florida


218......................... El mayorazgo de los marqueses de Solanda

10 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
220........................... El mayorazgo de los marqueses de Villa Orellana
221......................... El mayorazgo de los marqueses de Maenza
224........................... El mayorazgo de la familia Freire
224....................... Los mayorazgos en España

225....................... 3- Negocios comerciales y otras actividades económicas

225....................... El comercio
228....................... Otras actividades económicas

229....................... IV- EL SIGNIFICADO DE FAMILIA Y PARENTESCO PARA LAS RELACIONES SOCIALES Y


ECONÓMICAS

229........................... 1- Relaciones matrimoniales y política matrimonial


241....................... 2- Dote y arras
242....................... 3- Relaciones de parentesco, comerciales y de otra índole

247......................... CUARTA PARTE: LA NOBLEZA TITULADA Y EL MOVIMIENTO


INDEPENDENTISTA QUITEÑO (1809-1812)

265....................... RESUMEN Y PERSPECTIVA

275........................... ANEXO: LAS FAMILIAS DE LA NOBLEZA TITULADA QUITEÑA


275....................... I - GENEALOGÍAS

288....................... I I - CARGOS Y FUNCIONES EN LA ADMINISTRACIÓN , LA I GLESIA Y LA MILICIA

305....................... I I I - BIENES RAÍCES RURALES

331........................... IV-DOTES

338....................... GLOSARIO
340....................... FUENTES MANUSCRITAS
343....................... FUENTES PUBLICADAS Y BIBLIOGRAFÍA
355......................... ÍNDICE DE CUADROS Y PLANOS
356......................... ÍNDICE ONOMÁSTICO

11 Tabla de contenido
PREFACIO

E
l presente estudio es la traducción de una tesis de doctorado
entregada en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Colonia
en 1995, y que ha sido publicada como libro en Alemania en
1996. El manuscrito traducido no presenta cambios significativos de
contenido. Solamente se han incluido algunas correcciones menores en el
texto y algunos títulos en la bibliografía.

El estudio y la presente traducción no hubieran podido realizarse sin el


apoyo de diversas personas a quienes, por lo tanto, debo mi gratitud.

Durante los dos primeros años de investigación, una beca de posgrado


según la ley de Fomento de Posgraduados del Estado Federado de Renania
del norte (Westfalia) hizo posible mis trabajos de investigación. En este
período el Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD) solventó
los gastos adicionales, motivados por los trabajos de archivo en Ecuador,
Colombia y España. Durante los siguientes siete meses dedicados a la
terminación del trabajo y de los exámenes orales, recibí el apoyo de una
beca de doctorado de la Fundación del Pueblo Alemán para los Estudios.

El siempre amable y complaciente personal de los archivos y bibliotecas


consultados en España, Colombia y Ecuador, especialmente en el Archivo
Nacional del Ecuador, contribuyó en gran medida a la elaboración del
presente trabajo.

Mis especiales agradecimientos se dirigen por la traducción al español de


esta obra a Christiana Borchart de Moreno quien, además y junto con su
marido Segundo Moreno Yánez, han acompañado con su apoyo personal y
académico mis estudios sobre la historia ecuatoriana desde la primera vez
que llegué al Ecuador y su capital en 1990.

La publicación de esta versión español de mi tesis de doctorado me da,


además, otra oportunidad para recordar al catedrático doctor Günter Kahle,
fallecido en 2003, quien, durante mis estudios en la sección de Historia
Ibérica y Latinoamericana del Departamento de Historia de la Universidad
de Colonia, despertó mi interés por la historia iberoamericana y acompañó,
con su interés personal, mi orientación hacia la historia social del Ecuador
colonial desde la preparación de mi tesis de maestría.

Finalmente agradezco a los amigos en Ecuador, quienes convirtieron mis


estadías de investigación en el Nuevo Mundo en un significativo
enriquecimiento personal. A ellos está dedicado este trabajo.

12 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Abreviaturas

AC/Q Archivo de la Curia, Quito


AEA Anuario de Estudios Americanos
AGI Archivo General de Indias, Sevilla
AGNUC/Q Archivo General de la Universidad Central, Quito
AHBC/Q Archivo Histórico del Banco Central, Quito
AHN/M Archivo Histórico Nacional, Madrid
AM/R Archivo Municipal, Riobamba
AMH/Q Archivo Municipal de Historia, Quito
AN/Q Archivo Nacional, Quito
ANC/Q Archivo Nacional de Historia, Bogotá
BANH Boletín de la Academia Nacional de Historia
CENIGA Centro Nacional de Investigaciones Genealógicas y
Antropológicas
doc./docs. documento / documentos
doc. cit. documento citado
exp./exps. expediente / expedientes
f./fs. folio / folios
FLACSO Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
GG Geschichte und Gesellschaft
HAHR Hispanic American Historical Review
JbLA Jahrbuch für die Geschichte von Staat, Wirtschaft und
Gesellschaft Lateinamerikas
JLAS Journal of Latin American Studies
LARR Latin American Research Review
leg./legs. legajo / legajos
lib./libs. libro / libros
no./nos. número / números
s. f. sin fecha
s. a. sin año
s. l. sin lugar
PAPE Personal Administrativo y Político Español (Grupo de
Investigación del Centre Nacional de Recherches
Cientifiques, Francia)
PUCE Pontificia Universidad Católica del Ecuador
SPK/B Staatsbibliothek Preu‚ischer Kulturbesitz, Berlín
t. tomo(s)
v. vuelta
VSWG Vierteljahresschirft für Sozial- und
Wirtschaftsgeschichte
vol./vols. volumen / volúmenes
ZhF Zeitschrift für historische Forschung

13 Abreviaturas
INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN

I - ESTR UCTURA ESTAMENTAL Y NOBLEZA EN LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA SOCIAL DE


HISPANOAMÉRICA COLONIAL

E
n general, en la investigación de la historia social de
Hispanoamérica colonial, la conformación y el significado de las
estructuras estamentales -entendidas como tejido jerárquico de
grupos de prestigio social, estructurado por normas jurídicas y
convenciones específicas de descendencia y oficio- se han discutido como
una variante basada en el ejemplo hispano europeo pero, a diferencia de la
Madre Patria, fundamentada básicamente en criterios étnicos, variante para
la cual se ha establecido el término de la “sociedad de castas”.1 Por lo tanto,
y a diferencia de la Madre Patria, en la cúspide de la pirámide social de las
sociedades coloniales de la América hispánica no se ubica la nobleza sino el
“estamento blanco” o “español”.2

Hasta la actualidad sigue vigente la discusión acerca de la importancia de


factores étnicos para la estratificación social y de la relación de estos factores con

1 Cfr. la tesis clásica de Mörner: “As we see it, the Spanish American Society of Castes certainly (…) was
created by transferring to the New World the hierarchic, estate-based, corporative society of late
medieval Castile and imposing that society upon a multiracial, colonial situation”, Mörner, Race Mixture,
p. 54. Los términos “casta” y “régimen de castas”, derivado del primero, o “sociedad de castas” se basan
en una tradición ibérica, que no debe confundirse con la percepción de la estructura social de la India
del período colonial, como una jerarquía extremadamente rígida de grupos sociales cerrados a causa
de su nacimiento y de normas rituales muy complejas. En el uso lingüístico español de la época, el tér-
mino “casta” designaba a los descendientes de los diferentes matrimonios mixtos entre blancos, indíge-
nas y negros, para ser desarrollado luego en la historiografía social, como base terminológica de un
modelo de estratificación de toda la sociedad, cfr. para el virreinato de la Nueva España McAlister,
“Social Structure”, pp. 353-356; en general Mörner, op. cit., pp. 53-54.
2 “The white or Spanish component of society was the American counterpart of the noble estate of Spain”
y formaba junto con las castas y los indígenas los “three primary estates” (cada uno más diferenciado
internamente), McAlister, op.cit., pp. 357-358. Brading igualmente ve en los españoles el estamento supe-
rior de la sociedad colonial novohispana, a la que caracteriza como “society of Orders or Estates” y que
comprendía “five Estates of Spaniards, mestizos, mulattoes, indians and blacks”, Brading,“Government and
Elites”, p. 389. El más reciente aporte a la discusión, de Serrera, significa, frente a los aquí citados trabajos
anteriores, más bien un retroceso, puesto que este autor fundamenta su debate de las posibilidades y los
límites de un análisis de las sociedades coloniales con el apoyo del concepto de la “sociedad estamen-
tal” únicamente en la concepción de una tripartición funcional de la sociedad (nobleza – clero – cam-
pesinado) basada en elementos metafísicos, de teoría de conocimiento y éticos que se propagó en la
Europa de la temprana Edad Media, Serrera, “Sociedad estamental”. Por lo tanto, es poco sorprendente
la conclusión de Serrera de que este modelo de orden estamental no es apto para la descripción de la
realidad social de las colonias. Esta constatación es válida no solamente para la Hispanoamérica colo-
nial, sino igualmente para las sociedades europeas de la tardía Edad Media y de la temprana Edad
Moderna. Acerca de los orígenes medievales de la reflexión europea sobre el orden estamental de la
sociedad cfr. Oexle,“Die funktionale Dreiteilung”.

15 Introducción
el “sistema de clases económicas” que surge a lo largo de la época colonial.3 La
problemática de la forma, de las características y del significado social de la
nobleza colonial hispana, en cambio, no se discuten de manera alguna o, a lo
más, de forma incidental en los trabajos teóricos, en las relaciones generales y en
los resúmenes del estado de la cuestión más recientes.4

Por lo tanto, la bibliografía científica sobre la nobleza colonial hispana es,


en su mayor parte, más antigua. Además, gran parte de las publicaciones se
refiere a trabajos genealógicos y catálogos relacionados con las familias
beneficiadas con un título de Castilla en la América española.5

A causa de la conquista de América, llevada a cabo bajo el protectorado de


la Corona de Castilla, allá fueron válidas, fundamentalmente, las leyes y
normas jurídicas existentes para la nobleza del reino de Castilla, así como la
jerarquía nobiliaria común tripartita, acuñada en la segunda mitad del
siglo XV, que se extendía de los simples hidalgos, pasando por los
caballeros (en la mayoría de los casos hidalgos prominentes, con grandes
fortunas y radicados en las ciudades), hasta los títulos de Castilla, la nobleza
titulada, de la cual se distinguían oficialmente, desde el período de
gobierno de Carlos V (1516 – 1556), los Grandes, como el grupo
aristocrático del más alto rango.6

3 Mörner, Race Mixture, p. 54; acerca del estado de la cuestión Bronner, “Urban Society”, pp. 30-32; cfr.
Mei‚ner, Eine Élite im Umbruch, pp. 27-35; recientemente de nuevo Mörner, “Ethnicity, Social Mobility and
Mestizaje”.
4 Cfr. Por ejemplo Mörner, Estratificación social; Mörner, “Die sozialen Strukturen”; Hoberman y Socolow
(eds.), Cities and Societies; Bronner, “Urban Society”. Para la Audiencia de Quito Borchart de Moreno y
Moreno Yánez,“La historia socioeconómica”. Una visión general de los numerosos trabajos acerca de las
capas altas sociales regionales se ofrece en la bibliografía de Balmori et al., Notable Family Networks, pp.
267-280. La nobleza como grupo social se trata, en forma general, en Serrera, “Sociedad estamental” y,
con el ejemplo del Perú, Lockhart,“Spanish Peru” y The Men of Cajamarca.
5 Acerca de los catálogos cfr., en general para Hispanoamérica, Atienza, Títulos nobiliarios. Para la
Audiencia de Quito, Guzmán, Títulos nobiliarios; además las diversas genealogías de Gangotena en la
bibliografía.
6 Gerbet, Les noblesses espagnoles, pp. 218-232; el mismo, La noblesse dans le royaume de Castille, pp.
135-142; Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas, p. 50; Guggisberg,“Zur sozialen Stellung”. En la mayoría
de los demás reinos y provincias sujetas a la Corona española existían, en parte, otros grupos y otras cate-
gorías de nobleza. Además, durante la transición entre los siglos XV y XVI, la totalidad de la nobleza espa-
ñola, en un caso parecido al de la nobleza en amplias partes del resto de Europa, estaba sujeta a un pro-
fundo cambio social, en cuyo curso la antigua nobleza militar perdió, cada vez más, su importancia
dejando lugar a un estrato nobiliario privilegiado e internamente diferenciado que se caracterizaba por
formas específicas de establecimiento y el ejercicio de funciones públicas, así como un creciente aveci-
namiento urbano. En este proceso, el incipiente despliegue del estado moderno tuvo un significado cada
vez mayor, cfr. Maravall, Estado y mentalidad social. En suma, se debe constatar para la jerarquía nobilia-
ria del temprano siglo XVI una “division originale en trois niveaux, très nets et diferenciés”, válida para todos
los reinos de la península ibérica y que “ne variera plus jusqu´au XVIIIème siècle, époque à laquelle l´infla-
tion des “titrés” sera telle qu´on ne distinguera plus que deux groupes, les títulos et les autres”, Gerbert, Les
noblesses espagnoles, p. 232. Para la jerarquía nobiliaria española y hispanoamericana cfr. la sección B del
presente trabajo.

16 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Uno de los pioneros del estudio sistemático de la nobleza colonial, Richard
Konetzke, llegó, sin embargo, en los años cincuenta y sesenta, a la
conclusión de que, a causa de una política restrictiva de la Corona española,
en América no se llegó a la formación de un poderoso estamento señorial
aristocrático difícil de controlar desde la lejana metrópoli.7

En efecto, pocos dirigentes y participantes de las campañas de conquista


españolas fueron recompensados con el ennoblecimiento o la revaloración
de su rango nobiliario ya existente.8 Para la futura Audiencia de Quito no
se conoce caso alguno. A causa de la situación bastante difícil de las fuentes
de la mayoría de los casos, resulta, a su vez, muy complicado averiguar
cuántos nobles españoles participaron en la conquista y colonización de
América, pero éstos, con seguridad, constituyeron una minoría.9

Entre los conquistadores no había, por principio, miembros de


importantes casas nobles españolas, sino frecuentemente, en su mayoría,
al lado de los participantes no nobles de las expediciones, hidalgos de
rango inferior, muchas veces empobrecidos, usualmente representantes
de la vieja nobleza militar de la época de la Reconquista, que esperaban
de las empresas conquistadoras fortuna y ascenso social. En las
campañas conquistadoras de Sebastián de Benalcázar y en la fundación
de Quito no participaron hidalgos españoles, o a lo más unos pocos.10

La siguiente inmigración de nobles españoles más importantes, se


concentraba, en primer lugar en los centros administrativos y del

7 Konetzke, “Die Entstehung des Adels”; del mismo autor, “La formación de la nobleza”; del mismo autor,
“Grundherrschaftliche Gerichtsbarkeit”.
8 Los conquistadores no fueron todos ennoblecidos en forma automática, tal como lo suponen Lira Montt
y Larios Martín, Larios, “Hidalguías e hidalgos”, p. 16; Lira Montt, “La prueba de hidalguía”, p. 78 y “Bases
para un estudio del fuero nobiliario”, p. 902. La errónea interpretación en que se basa esta concepción
de las cláusulas de las “Ordenanzas del Bosque de Segovia” del año 1573, también incluidas en la
“Recopilación de las Leyes de Indias” (1681), según las cuales los fundadores de nuevos asentamientos
españoles eran recompensados con la concesión de la hidalguía, se encuentra aún en Segarra,“Sistema
estamental”, p. 61. Cfr., en cambio, Konetzke acerca de la restricción de la validez de la mencionada ley
a los cabecillas de las expediciones,“La formación de la nobleza”, pp. 337-339; también Lohmann Villena,
Los americanos en las órdenes nobiliarias, tomo 1, pp. XX-XXII. Esta concepción es confirmada por traba-
jos empírico históricos sobre el período colonial temprano, en los cuales solo se registra a pocos nobles
quienes, además, por lo general ya tenían este estatus antes de embarcarse para América o al menos, lo
pretendían, cfr. Lockhart, The Men of Cajamarca, pp. 44-49, 208-257.
9 Cfr. para Chile Góngora, Los grupos de conquistadores , p. 90. Para la composición social de los con-
quistadores de Cajamarca (Perú) Lockhart, The Men of Cajamarca; para la Nueva España, más recien-
temente, Grunberg,“The Origins of the Conquistadors”; además Himmerich, The encomenderos of New
Spain. Acerca de la composición de las huestes conquistadores en toda América cfr. Gómez y
Marchena, “Los señores de la guerra”, pp. 39-44.
10 Ortiz de la Tabla, Los encomenderos, p. 155.

17 Introducción
comercio trasatlántico (como por ejemplo en la ciudad de México y de
Lima), que se formaron en el transcurso del tiempo, aunque muchos
grandes comerciantes y, especialmente, los altos funcionarios reales, casi
siempre estaban asentados por tiempo limitado en la respectiva ciudad o
región.11 Más allá de la época de la Conquista y hasta fines del período
colonial, el ennoblecimiento de súbditos americanos se redujo a tan solo
pocos casos aislados.12 No obstante, la Corona española concedió en el
transcurso de la época colonial, en mayor medida, y recién desde la
segunda mitad del siglo XVII, el hábito de una de las órdenes
nobiliarias a numerosos súbditos americanos y creó un gran número de
títulos de Castilla americanos.13 Se debe constatar, por lo tanto, que
la formación de una capa nobiliaria colonial, tan solo mediante la
inmigración de nobles españoles y el ennoblecimiento de
súbditos, no fue posible en el período colonial temprano y hasta el
siglo XVII.

Frente a la interrogante del número de hidalgos, caballeros de hábito y


títulos de Castilla americanos, Konetzke, y antes de él Lohmann Villena
y, más recientemente, Lira Montt, se han dedicado fundamentalmente a
la discusión de las condiciones jurídicas previas para la creación de un
estamento noble americano, especialmente en relación al alcance e
importancia de los privilegios de la nobleza en las colonias. Mientras
Lira Montt comprobó que en el Chile colonial se observaron diversos
privilegios reservados a la nobleza14, Konetzke y Lohman Villena

11 Con la concesión de encomiendas por parte del virrey del Perú, a Quito llegó también uno que otro
noble español, Ortiz de la Tabla, Los encomenderos de Quito, p. 51. La carrera de un hidalgo, también
beneficiado con una encomienda, quien, en los años cuarenta del siglo XVI inmigró a Quito vía Cusco, es
descrita por Ortiz de la Tabla,“De hidalgo castellano a empresario colonial”.
12 Por lo tanto, no se podría hablar de una “promoción nobiliaria” de la Corona, como la postula Lira
Montt,“La prueba de hidalguía”, p. 68; Lira Montt,“Bases para un estudio del fuero nobiliario”, p. 904.
13 Acerca de los miembros americanos de la órdenes nobiliarias cfr. Lohmann Villena, Los americanos en las
órdenes nobiliarias. Para los títulos nobiliarios en la Hispanoamérica colonial no existe, hasta ahora, un estudio
comparable a la obra de Lohmann Villena. El catálogo de Atienza comprende un total de 401 títulos de
Castilla americanos (y filipinos). No obstante, esta lista es incompleta, por un lado, e incluye, por el otro, tam-
bién a nobles inmigrados desde España, Atienza, Títulos nobiliarios; cfr. Rizo-Patrón,“La nobleza de Lima”, pp.
140-141. Cfr. en general Lira Montt,“La concesión de títulos de Castilla”; Lira Montt,“Normas sobre la conce-
sión de títulos de Castilla”. Hasta fines del siglo XVII, todos los nobles titulados del virreinato del Perú, al cual per-
tenecía, hasta la primera mitad del siglo XVIII, la Audiencia de Quito, estaban asentados allí solo de forma
temporal, Bronner,“Peruvian Encomenderos”, p. 637. En el año 1644, 51 caballeros de hábito vivían en todo el
virreinato del Perú, Lohmann Villena, Los americanos en las órdenes nobiliarias, tomo 1, p. XXXV.
14 Lira Montt,“La prueba de hidalguía”; Lira Montt,“Bases para un estudio del fuero nobiliario”.

18 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
llegaron a la conclusión de que las bases jurídicas para la constitución de
una nobleza americana en total, al compararse con la Madre Patria,
fueron notablemente inferiores, ya que diversos privilegios de la nobleza,
muy comunes en la Península Ibérica, no fueron transferidos a
América.15 Entre estos se contaban, en primer lugar, la liberación de los
nobles de los pechos,* que regían en muchas provincias de la Península
Ibérica, así como la “mitad de oficios” que reservaba a la nobleza la
ocupación de la mitad de los asientos en los cabildos y de funciones
municipales importantes.16

Por lo tanto, fuera del número relativamente pequeño de súbditos


americanos de nobleza comprobada, según Konetzke también la falta de
transferencia de privilegios nobiliarios a América, fue responsable del
hecho de que allí no se llegó a la conformación de una extendida capa
noble, ampliamente asegurada en el campo jurídico.17 Corresponde,
además a este concepto el hecho de que, con una o dos excepciones, la
Corona española no concedió señoríos, a pesar de que, al lado de los
mismos conquistadores también diversos juristas, cronistas y
funcionarios reales de los siglos XVI y XVII, vieron en la creación de
una nobleza colonial de corte español europeo, equipada con derechos
señoriales limitados sobre el territorio y la población, un soporte eficaz
para la autoridad de la Corona en América.18 No obstante, también los

*Nota del editor: las palabras marcadas en este tono encuentran su explicación en la sección de
glosario, al final de la obra.
15 Konetzke,“La formación de la nobleza”, p. 355; Lohmann Villena, Los americanos en las órdenes nobi-
liarias, tomo 1, pp. XV-XVI.
16 Los tributos cargados a la población indígena de la América española no pudieron reemplazar la fun-
ción social y jurídica de los pechos, puesto que, fuera de los españoles residentes en América, también la
población mixta en permanente crecimiento, estaba en su gran mayoría exenta de las exigencias del tri-
buto, sin que por ello esta población formara una capa noble junto con los blancos.
17 Konetzke,“La formación de la nobleza”, p. 355.
18 Serrera, “Derecho premial”; Brading, “La monarquía católica”, pp. 25-26. El único señorío completa-
mente establecido en la América española, el señorío de los marqueses del Valle de Oaxaca, fue otor-
gado al conquistador novohispano Hernán Cortés en 1529. El señorío consistía exclusivamente en
poderes jurisdiccionales y rentas (especialmente tributos indígenas), mientras que los bienes raíces de
los marqueses en la jurisdicción, tenían un carácter puramente privado. Tampoco desde la perspecti-
va política el señorío significaba una restricción de peso de la soberanía real, García Martínez, El
Marquesado del Valle; cfr. Liehr acerca de la existencia y la controvertida importancia del “señorío de
los duques de Atlixco” novohispano en el siglo XVIII. En general para el tema de los señoríos en la
Hispanoamérica colonial Kontezke, “Grundherrschaftliche Gerichtsbarkeit”. El término condado, p. e.
el “condado del Real Agrado”, no se refería en América a la propiedad de bienes raíces y (o) pode-
res jurisdiccionales.

19 Introducción
encomenderos quedaron excluidos de todo poder jurisdiccional sobre los
indígenas encomendados a ellos.19 Tempranamente, con las Leyes Nuevas
de 1542 -por las cuales Carlos V prohibió el traspaso por sucesión,
inicialmente por completo, para luego, después de enérgicas protestas de
los encomenderos limitarlo a dos generaciones- “se esfumaron los sueños
de los conquistadores de establecer una sociedad feudal en el Nuevo
Mundo”.20

De las bases jurídica e institucionalmente reducidas, en comparación con las


de la Madre Patria para la formación de una nobleza hispanoamericana, o de
grupos de nobleza regionales, de clara definición y delimitación social,
Richard Konetzke concluyó una “asimilación de los estamentos al interior del
pueblo inmigrante, típica para el territorio colonial”, en la cual se habrían
reducido notablemente “las diferencias entre los diversos grupos sociales
españoles frente a la línea divisoria entre la población blanca y la de color”.21
No obstante, esta aseveración de Konetzke forma un contraste bastante
brusco con su conclusión acerca del verdadero papel de la nobleza colonial:

19 Esto tampoco cambia por el hecho de que en el período colonial temprano, los encomenderos fre-
cuentemente fueron designados, tanto por la Corona como en Hispanoamérica, como “feudatarios”, cfr.
p. e. la legislación acerca de las encomiendas americanas en la Colección de documentos, tomo 1. Con
las encomiendas, el rey otorgaba el derecho a los tributos (y servicios) debidos a él de una o varias comu-
nidades indígenas a un persona particular, el encomendero, quien, a cambio, se encargaba de la cristia-
nización de sus indígenas encomendados, así como, especialmente en las zonas fronterizas, de la defen-
sa militar de las posesiones de la Corona. Cfr. el estudio clásico de Zavala La encomienda indiana y la dis-
cusión crítica acerca de la función de la encomienda, que en el siglo XVIII perdía rápidamente su impor-
tancia económica, como posible base de una nobleza colonial “de encomenderos” en Konetzke, Die
Entsehung des Adels, pp. 242-248; cfr. también Kahle,“Die Encomienda”, p. 104; Larios,“Hidalguías e hidal-
gos”, p. 17-20; Lira Montt,“Bases para el estudio del fuero nobiliario”, pp. 912-913. No obstante, la relación
conquistador-encomendero-noble es usual en la investigación. McAlister, por ejemplo, habla de los “bene-
méritos”, que se estaban conformando al interior del estamento blanco o hispano, como una especie de
“upper nobility” que se reclutaba de los conquistadores y primeros pobladores beneficiarios de enco-
miendas, así como de sus descendientes, McAlister, “Social Structure”, p. 359. McAlister designa a estos
beneméritos también como “encomendero nobility”, op. cit., p. 366. Cfr. Mörner, Race Mixture, p. 61. Acerca
de la función socioeconómica de la encomienda Sanchíz escribe: “Una nueva forma de explotación de
la tierra aparece, la encomienda, base económica de este nobleza o hidalguía guatemalteca”, Sanchíz,
Los hidalgos de Guatemala, p. 41 (palabras resaltadas por la autora). Por lo tanto, Durand compara a los
feudatarios con los señores feudales europeos, Durand, La transformación social, p. 87; de manera similar
Ortiz de la Tabla, quien compara a los encomenderos quiteños con los “grandes señores medievales de
la Reconquista”, Ortiz de la Tabla, Los encomenderos de Quito, p. 46; cfr. también Schwartz, “La nobleza
del Nuevo Mundo”, p. 21; de manera similar para Chile Góngora, Encomenderos y estancieros, pp. 80-87.
20 Brading,“La monarquía católica”, p. 21. Además, solo una parte de los conquistadores fue premiado con
la concesión de encomiendas, no siempre rentables, o de cargos importantes, mientras otros en el transcur-
so del tiempo ocuparon solo una posición económica y socialmente inferior. Los funcionares reales y los
comerciantes inmigrados posteriormente, en cambio, frecuentemente ascendieron a las capas sociales
altas regionales en poco tiempo, a gran disgusto de las primeras generaciones de conquistadores y pobla-
dores,; cfr. op. cit., pp. 19-34; con el ejemplo de la Nueva España cfr. Peña, Oligarquía y propiedad.
21 Konetzke,“Die Entstehung des Adels”, pp. 249-250.

20 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
“En la realidad social de los países hispanoamericanos, la
importancia de las formaciones de noblezas coloniales debe tener
una estimación mayor de la que aparece según la historia exterior
de las instituciones nobiliarias, y ella puede explicar algunos
aspectos de la estructura actual de estos países.”22

Esta referencia a la contradicción entre el estatus legal de los nobles


americanos y la realidad social, refleja la deficiencia de un enfoque basado
solamente en la historia legal e institucional para la comprensión de la
nobleza colonial. Ya Lohmann Villena señaló que la nobleza en América,
independientemente de la cuestión de su constitución legal, fue
entendida y respetada según “un conjunto de normas admitidas por
común consenso, con carácter de consuetudinarias” y “según el uso y
costumbre y al modo y fuero de la metrópoli”.23

Este concepto, más bien informal de la nobleza en la América española,


forma también la base de la tesis formulada en una serie de estudios de
historia social del período colonial temprano, de una continuidad
española colonial del ideal medieval de caballería que originalmente
había constituido la nobleza en la Península Ibérica. Según esta tesis, el
ideal caballeresco, plenamente constituido durante la Reconquista de la
Península Ibérica, habría jugado un importante papel para la
comprensión de sí mismos de los conquistadores del Nuevo Mundo.24

Según esta concepción, la aspiración a un ennoblecimiento, muy común en


la Península Ibérica y considerado como legado de la Reconquista, tuvo su
continuación ininterrumpida en la Conquista de América y produjo allí, en
las unidades administrativas en formación, capas sociales altas regionales,
profundamente arraigadas en los valores aristocráticos, en cuyo centro se
hallaban los conquistadores y primeros colonizadores, quienes, con ello,
formaban las células germinales de una nobleza colonial “de facto”.25

22 Konetzke,“Die Entstehung des Adels”, p. 250.


23 Lohmann Villena, Los americanos en las órdenes nobiliarias, tomo 1, pp. XV-XVI.
24 Según Lohmann Villena la conquista de América fue la última oportunidad en la historia de España
para adquirir el estatus nobiliario mediante el servicio de las armas para el rey y el reino, Lohmann Villena,
Los americanos en la órdenes nobiliarias, tomo 1, p. XX.; cfr. Lira Montt, “Bases para un estudio del fuero
nobiliario”, pp. 898-899. Además Sanchíz, Los hidalgos de Guatemala, p. 37; Ortiz de la Tabla, Los encomen-
deros de Quito, pp. 42-43. Leonhard ha considerado las novelas de caballería españolas y la literatura
picaresca, difundidas entre los conquistadores, como indicio de una mentalidad comprometida con los
valores de la caballería de los conquistadores españoles de América, Leonhard, Books of the Brave.
25 El cronista de la conquista novohispana, Bernal Díaz del Castillo, ya colocó los “heroicos hechos y gran-
des hazañas” de los conquistadores por encima de las “antiguas noblezas” de origen español, Durand, La
transformación social, p. 83.

21 Introducción
No obstante, generalmente la tesis de la existencia en la temprana época
colonial de una capa noble consciente de sí misma, no se apoya en pruebas
documentales concretas, sino que frecuentemente acude a interpretaciones
de índole sicológica, formuladas a manera de ensayo, como las de Sanchíz
en su trabajo sobre la Guatemala de la temprana época colonial, en la cual
simplemente se dice: “El conquistador se sentía como un hidalgo”.26

En cambio -tanto para la Audiencia de Quito como también para el resto


de la Hispanoamérica colonial hasta muy entrado el siglo XVII, en
cuanto a los puntos esenciales y los problemas de la bibliografía existente
de historia social- faltan pruebas documentales explícitas de que las capas
sociales altas regionales se hubieran entendido a sí mismas como nobleza.
La identificación contemporánea de diversas personas como “nobles”,
“hidalgos” o “caballeros” rara vez se encuentra en las fuentes del período
colonial temprano, la designación de un grupo social o de la capa social
alta o “nobleza” en ningún momento.27 A este corresponde la
caracterización de la sociedad quiteña de la década de 1630 por parte de
Ortiz de la Tabla:

“Para estas fechas aún la mayoría de vecinos no pasaba del término


“honrado”, que para nada significa nobleza; es más, su mero
calificativo para cualquier individuo supone la falta de hidalguía o
de nobleza que en otro caso se haría constar.”28

26 Sanchíz, Los hidalgos de Guatemala, p. 42. En otro lugar, la autora habla, a su vez, del “grupo de hidal-
gos conquistadores”, op. cit., p. 53. No obstante, también en Guatemala había solamente uno que otro
hidalgo entre los conquistadores y primeros pobladores, op. cit., p. 41. Por ello, el trabajo de Sanchíz debe-
ría llevar, de hecho, el título “Los conquistadores de Guatemala”. Una argumentación similar a la de
Sanchíz también en McAlister,“Social Structure”, p. 357.
27 Cfr. las actas del Cabildo de Quito, publicadas de inicios de la época colonial hasta mediados del siglo
XVII, así como la correspondencia de los presidentes de la Audiencia del siglo XVII, AN/Q, Fondo Especial.
Presidencia de Quito, c. 1 y 2. En todo el período, la terminología para designar a la población blanca de
prestigio estaba reducida, en gran medida, a la palabra “vecino” como “ciudadano” dueño de bienes
raíces urbanos. El término “nobleza”, en cambio, prácticamente no aparece. El término “hidalgo” sirve,
también en muy contadas ocasiones, para designar a individuos; más frecuentemente se designa a indi-
viduos como “nobles”. No obstante, el adjetivo “noble” – en un sentido más amplio entendido también
como “distinguido”,“refinado” – ya en el siglo XVI expresaba un aprecio especial, que la sociedad quite-
ña destinaba a una “persona noble” o un objeto, por ejemplo a los prestigiosos y costosos “efectos nobles”
importados. Cfr. además el título real oficial de la ciudad de Quito como “Muy Noble y Muy Leal Ciudad
de San Francisco de Quito”, Libro de Cabildos, 1573-74, p. 1. Fuera de esto, sobre todo el término “caba-
llero” servía para tratar en contadas ocasiones, a vecinos de distinción y mérito, sin que con esto se refie-
ra explícitamente a la nobleza de una persona, cfr. los Libros de Cabildos de la ciudad de Quito en la
bibliografía. Para todo el virreinato del Perú también Bronner constata en la década de 1630, un significa-
do no específico para el término “caballero”, utilizado para destacar a los miembros más distinguidos de
la sociedad, y resume, en lo referente a la cuestión de la existencia de una nobleza peruana: “In 1630
there were few marks of nobility in Peru”, Bronner,“Peruvian Encomenderos”, p. 637.
28 Ortiz de la Tabla, Los encomenderos de Quito, p. 155.

22 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
No obstante, este tratamiento, en suma discreto de los nombres de distinción
y de los títulos cambió en el curso del período colonial, puesto que según
Ortiz de la Tabla:

“Al cabo de dos o tres generaciones las dudas sobre la hidalguía de


los primeros pobladores y conquistadores se fueron disipando por el
ritmo de vida y compostura que adoptaron en la capital; los
descendientes de primeros cabildantes analfabetos o salidos de la
oscuridad de las primeras huestes eran llamados por sus títulos “el
capitán” o “don Juan” y exhibían sus escudos de armas o los recién
adquiridos hábitos militares”.29

Claro está que fue precisamente la “cercanía” de los conquistadores y primeros


pobladores de América con la estructura y la mentalidad sociales de su patria
española lo que obstaculizó una apropiación y utilización arbitraria de los
términos y conceptos del prestigio social, usuales en la Península Ibérica para
las estructuras de las sociedades en formación del período colonial temprano. El
cada vez mayor número de criollos (españoles nacidos en América), que
formaron las capas sociales altas de los diferentes distritos
administrativos, procedió, con la consolidación de mancomunidades
hispanoamericanas, a reclamar para sí mismo los términos e ideas del
más alto estatus social, agrupados alrededor del concepto de la nobleza
adoptado de la Madre Patria.

Con ello, también en América, el alto prestigio social y la preeminencia


fueron equiparados en forma creciente con la “nobleza”.30 El continuo
crecimiento de la población en la Audiencia de Quito, desde fines del siglo
XVI -donde la conquista española a diferencia de los territorios nucleares
de los virreinatos del Perú y de la Nueva España, no produjo una
disminución inicial de la población indígena-31 llevó, en unión con la
creciente mezcla de los grupos étnicos, a una diferenciación de las

29 Ortiz de la Tabla, Los encomenderos de Quito, p. 157. Aunque en su estudio que se extiende hasta el
año 1660, Ortiz de la Tabla resalta, más de una vez, la mentalidad aristocrática y orientada hacia lo “feu-
dal” en la nobleza española de los encomenderos quiteños, sin embargo, casi no presenta prueba docu-
mental concreta alguna. También el libro de Pilar Ponce Leiva, Certezas ante la incertidumbre, acerca de
los miembros del Cabildo quiteño en el siglo XVII, confirma la tesis de que hasta la segunda mitad del siglo
XVII, en la ciudad de Quito la nobleza no fue de gran importancia como concepto ni como grupo social.
30 Cfr. las escasas pero muy reveladoras observaciones de Lockhart acerca de la formación y la natura-
leza de la nobleza colonial en Social Organization, p. 269-271. En forma acertada Jaramillo Uribe ha desig-
nado este proceso informal de la formación de las capas nobiliarias hispanoamericanas como “autoen-
noblecimiento”, Jaramillo Uribe,“Mestizaje”, p. 44.
31 Tyrer, Historia demográfica y económica, pp. 21-36; Powers, Prendas con pies, p. 6.

23 Introducción
estructuras y de los conceptos de la estratificación social en el transcurso del
siglo XVII,32 proceso en el cual en algunas regiones el concepto de nobleza
pronto alcanzaría un significado central para la delimitación social de la
capa social alta, frente al resto de la población. Finalmente, mediante las
admisiones cada vez más numerosas desde la segunda mitad del siglo XVII
de súbditos americanos en las órdenes militares y con la creación de títulos
nobiliarios americanos, la Corona española ofreció a sus súbditos americanos
la posibilidad de obtener también la confirmación oficial de su estatus
social destacado como nobleza.

Hasta el momento, la bibliografía general de historia social y los pocos


estudios histórico empíricos acerca de la nobleza colonial, no permiten un
dictamen unívoco acerca de las diferencias temporales y regionales en
cuanto a la conformación específica, las características y la función de los
grupos sociales que se entendían a sí mismos como nobleza en los diversos
distritos administrativos. Un gran problema en la investigación de los
grupos nobiliarios coloniales se deriva del hecho de que, en vista de la falta
de privilegios nobiliarios como la liberación de los pechos o de la mitad de
oficios, los municipios americanos no establecieron listas para distinguir
entre los vecinos nobles y no nobles, por lo que casi no se dispone de
fuentes para un registro cuantitativo de los hidalgos asentados en las
diversas regiones.33

Un estudio de Juan y Edith Villamarín sobre la capital de la Audiencia


del Nuevo Reino de Granada, Santa Fe de Bogotá, demuestra sin
embargo, que a fines del siglo XVII la elite social de esta ciudad se
entendía como nobleza y que también fue reconocida como tal por parte
de los demás miembros de la sociedad, por la burocracia colonial y
también por la Corona.34 Esto se desprende de una colección genealógica
de las familias más distinguidas de la ciudad, encargada por el Cabildo
de Bogotá y publicada en España en el año 1674. En la introducción de
esta colección, su autor, él mismo miembro distinguido de la sociedad,
informa acerca de las características de la nobleza, en lo que observa
esencialmente los conceptos contemporáneos de la Madre Patria, pero

32 Cfr. Jaramillo Uribe,“Mestizaje”; Minchom, Urban Popular Society, p. 100.


33 Tanto más sorprendente resulta el hecho de que como grupo social tampoco los hidalgos españoles
casi no han sido objeto de investigaciones sistemáticas. Representa una excepción el artículo de
Carrasco,“Les hidalgos de Cuenca”; cfr. Windler, Élites locales, señores, reformistas.
34 Villamarín,“The Concept of Nobility”. Como “élite” ambos autores definen “the select group of perma-
nent settlers in Santa Fe who held positions of eminence in the social, economic, political and religious
spheres”, op. cit. p. 125.

24 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
considerando el origen de la nobleza local no tanto en la inmigración de
nobles españoles o de españoles americanos de comprobado
ennoblecimiento, sino fundamental y exclusivamente en los
conquistadores y familias fundadoras del Nuevo Reino de Granada.35 Sin
embargo, para poder entender hasta qué punto el concepto de nobleza,
descrito por el autor de la colección genealógica, coincidía con la
mentalidad y la realidad social de las familias registradas en la colección,
se necesitaría aún un amplio estudio histórico empírico.36

Otras informaciones acerca de la extensión y la importancia de grupos


nobles coloniales se ofrecen en un informe elaborado en el año 1721, por el
virrey del Perú, Cármine Nicoló Caracciolo, duque de Castel do Sangro,
sobre los personajes más importantes del virreinato, quienes, a los ojos del
duque, estaban recomendados para el ejercicio de cargos en la
administración y en la jerarquía eclesiástica. En este informe se registró
nominalmente a un total de 213 jefes de familia, designados como “nobles”
o “gente honrada de distinción”, entre ellos 58 miembros de las diversas
órdenes militares españolas y 31 poseedores de títulos nobiliarios.37

También esta lista demuestra que en Lima, en el siglo XVIII, el término


“nobleza” era usual como categoría social y para designar a un grupo
concreto de personas y familias y que no estaba restringido a los títulos de
Castilla y los caballeros de hábito.38 Lamentablemente, el análisis de este
documento por parte de Rizo-Patrón se reduce a algunas observaciones
generales tomadas de la bibliografía histórica social sobre el virreinato del
Perú, acerca de las actividades económicas y el estilo de vida de la elite (la
nobleza) y de la “elite de la elite” (la nobleza titulada) de Lima. La

35 Villamarin, “The Concept of Nobility”, p. 127. También en otras regiones del imperio colonial era usual
el vínculo entre el estatus nobiliario y la descendencia de los conquistadores y primeros pobladores. En
el relato de viaje del bohemio Tadeo Haënke, escrito en la década de 1790, se puede leer que las más
de 300 “casas de nobles” asentadas en Lima en le período colonial tardío, que destacaban de entre
las “clases de españoles”, estaban conformadas por tres grupos, a saber, de los distinguidos inmigran-
tes españoles activos en la administración, de los comerciantes y de los descendientes de “conquista-
dores y pobladores de aquel Reino”, Haënke, Descripción del Perú, pp. 15-16.
36 Cfr. p. e. las explicaciones de Domínguez Ortiz referentes a la literatura española contemporánea acer-
ca de la nobleza, literatura que impregnada con ejemplos de la antigüedad y exigencias moralistas, solo
de forma muy reservada correspondía a la realidad social de la nobleza, Domínguez Ortiz, Las clases pri-
vilegiadas, pp. 185-197. Son demasiado generales las explicaciones de Juan y Edith Villamarín acerca de
la “élite” de la ciudad de Bogotá, que siguen a la presentación y el análisis de la colección genealógica.
No obstante, la relevancia social de la nobleza como categoría de prestigio social en Bogotá es confir-
mada también por Jaramillo Uribe para el período colonia tardío, Jaramillo Uribe,“Mestizaje”, pp. 27-30.
37 Rizo-Patrón,“La nobleza de Lima”, p. 131.
38 Esta idea se confirma con el mencionado relato de Tadeo Haënke del período colonial tardío (p. 20,
nota 34).

25 Introducción
mentalidad y la realidad social de las familias nobles peruanas, en cambio,
permanecen, aún más que en el caso de la nobleza de Bogotá, en la
penumbra.39

En vista de la problemática de un registro cuantitativo de los hidalgos,


algunos otros trabajos sobre la nobleza colonial se concentran en los títulos
de Castilla y en el período colonial tardío, puesto que la mayoría de los
títulos nobiliarios americanos fueron otorgados recién en el transcurso del
siglo XVIII. La monografía The Mexican Nobility de Doris Ladd investiga
los títulos nobiliarios novohispanos del período colonial tardío (1780-1821)
en cuanto a sus actividades económicas, su estilo de vida y su participación
política en el movimiento independentista novohispano. Sin embargo, el
estudio evidencia algunas imprecisiones terminológicas y conceptuales, ya
que Ladd en la introducción a su trabajo se refiere tan solo a la
diferenciación interna de la nobleza en la Madre Patria, para luego
concentrarse exclusivamente en los poseedores novohispanos de títulos
nobiliarios quienes, a su vez, son siempre referidos como nobles o también
como la “nobleza”. No se toma en cuenta la cuestión acerca del papel de los
hidalgos en la Nueva España. Los caballeros de hábito, a su vez, se
mencionan tan solo en un capítulo dedicado al “estilo de vida noble”.

Por lo tanto, Ladd presenta a la nobleza titulada novohispana como un grupo


social propio, a pesar de que esta, también en los ojos de la autora, abarcaba
solamente a una pequeña parte de una “oligarquía” mucho más amplia, la
cual, a su vez, habría compartido su poder con muchos otros sectores de la
sociedad.40 No obstante, los criterios de la delimitación social de los títulos
nobiliarios frente a esta oligarquía compuesta de diferentes elites y, con ello,
por último la identidad social y la función de la nobleza titulada como grupo
social propio, no quedan claros.41

39 Cfr. del mismo autor la monografía más reciente Linaje, dote y poder, la cual da más informaciones
sobre la nobleza limeña del siglo XVIII.
40 Ladd, The Mexican Nobility, p. 8.
41 Ladd, The Mexican Nobility, p. 23. Por otro lado, la misma autora designa a la nobleza titulada como “a
ceremonial elite of plutocrats, bureaucrats, and officers”, op. cit., p. 295. La delimitación imprecisa de los
poseedores de títulos nobiliarios de una “élite” colonial más amplia fue criticada acertadamente por
Burkholder en su reseña del estudio de Ladd, Burkholder,“Titled Nobles”. En cuanto al carácter de grupo,
presupuesto por Ladd, Burkholder remarca, que algunos de los títulos nobiliarios fueron otorgados recién
en el período estudiado por Ladd, sin que por ello haya variado fundamentalmente la mentalidad y la
realidad social de las respectivas personas. Además se debe tomar en cuenta que una parte de la noble-
za titulada, especialmente los provenientes del círculo de los funcionares reales de mayor rango, vivía
solamente por un período limitado en la Nueva España. Acerca de la nobleza novohispana y, de forma
especial, de la nobleza titulada, cfr. más recientemente Langue, Mines, terres et société, especialmente
pp. 159-213.

26 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
La problemática de una reducción social de la nobleza colonial a la nobleza
titulada, se encuentra también en la base de otros dos trabajos que se
dedican directa o indirectamente al fenómeno de la nobleza colonial. En su
estudio de la historia socioeconómica de la ciudad de Lima en el período
colonial tardío, Alberto Flores Galindo trata, entre otros, la “aristocracia
comercial” asentada allí y a sus miembros más prominentes, los títulos de
Castilla y los miembros de las órdenes militares.42 Según Flores Galindo, la
totalidad de la aristocracia se distinguía por una clara tendencia hacia la
endogamia, por un ostentoso estilo de vida y por la adquisición de
destacados símbolos de prestigio social, entre los cuales el autor cuenta, al
lado de casas representativas y vestimenta lujosa, también los hábitos y los
títulos nobiliarios mismos.43

A la aristocracia comercial de la ciudad de Lima, designada también como


“clase alta”, Flores Galindo entiende como una capa social constituida, en
su núcleo, por su posición económica que se habría destacado de los
“sectores populares” y de las “heterogéneas capas medias […]
subordinadas”.44 No obstante, no se da una discusión fundamental de la
expansión, la característica y la función del concepto de nobleza acuñado en
Lima, como por ejemplo, la cuestión obvia acerca de la relación entre el
estatus nobiliario y las actividades económicas. Finalmente, Jacques
Barbier, en un artículo que trata a la elite de la ciudad de Santiago de Chile
en el período colonial tardío, examina a las familias de la nobleza titulada
chilena y, además, a los dueños de mayorazgos, a quienes el autor considera
como representantes destacados de la “capa social más alta”, la cual, a su
vez, tampoco se la caracteriza más detenidamente.45

En vista de los trabajos empírico históricos acerca de la nobleza


colonial, hasta la actualidad en su gran mayoría poco sistemáticos en
sus contenidos y conceptos, en definitiva se debe seguir aceptando el
juicio pronunciado por Hans Pohl en el año 1965, según el cual “no
solamente [faltan] buenas monografías de diversas casas nobles, sino
que también trabajos acerca de la formación de la nobleza en sí”. Hasta
la actualidad, el intento de Pohl de “llamar la atención sobre un tema
de investigación más amplio, cuyo tratamiento exhaustivo será posible

42 Flores Galindo, Aristocracia y plebe.


43 Flores Galindo, Aristocracia y plebe, pp. 73-80.
44 Flores Galindo, Aristocracia y plebe, p. 71.
45 Barbier, “Elite and Cadres”. El enfoque de este análisis se encuentra más bien en la descripción de las
relaciones parentelares entre las familias arraigadas y la burocracia colonial en constante renovación.

27 Introducción
recién después de haber elaborado numerosos trabajos monográficos
basados en minuciosos trabajos de archivo”, ha quedado en gran medida
sin resonancia.46

I I - OBJETO, METODOLOGÍA Y TERMINOLOGÍA DEL PRESENTE TRABAJO

La presente monografía trata a la nobleza española colonial, tanto


como un concepto social –tal como se lo entendía en la ciudad de
Quito y en la Sierra norte y central de la jurisdicción de su Audiencia–
como desde el punto de vista de un grupo social mayor.47

El estudio del concepto y de la realidad social de la nobleza quiteña está


integrado en una perspectiva teórica más amplia, en una discusión acerca
de los fundamentos de la estructura social y de su percepción
contemporánea, para aclarar la importancia y la función de la nobleza al
interior de la sociedad global. Además, este acercamiento más extenso al
tema sirve, hasta donde lo permiten la situación de la investigación
histórico social y las fuentes de la Audiencia de Quito analizadas, para
definir el sitio histórico de la sociedad quiteña del período colonial tardío
en el proceso de transformación de la temprana Edad Moderna, de la
sociedad estamental hacia la sociedad “burguesa” o de clases.

Este proceso social global, condensado en las sociedades europeas desde la


segunda mitad del siglo XVIII en una fase de “cambio acelerado”, llevó,
en el sector de la economía, a la imposición de la economía de mercado y
del capitalismo; en el sector del gobierno, al despliegue de un moderno
Estado centralista burocrático; y, finalmente, en el sector de la cultura, al

46 Pohl, “Zur Geschichte des adligen Unternehmers”, p. 220. Ver Büschges, “Don Quijote in Amerika”, para

la bibliografía más reciente.


47 Para ello se toman en cuenta solamente los nobles radicados en la ciudad en forma permanente, mas

no los funcionarios reales nobles que vivían allí por el período limitado del ejercicio de sus respectivas fun-
ciones. También se excluye del estudio a la “nobleza” indígena, la cual, a pesar de su reconocimiento por
parte de la Corona y su equiparación jurídica con los hidalgos, en la realidad no formaba una capa social
común con la nobleza española americana. Cfr. para la Nueva España López Sarrelangue, La nobleza
indígena; para Quito Oberem,“Ein Beispiel für die soziale Selbsteinschätzung”.

28 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
avance del racionalismo y de la secularización.48 El proceso social, señalado
aquí tan solo someramente en sus diferentes dimensiones, acarreó un
cambio fundamental en las bases de la estructura social y de los diversos
grupos y capas sociales, el cual se puede considerar, en una perspectiva de
tipo ideal, como transición de los “estamentos” a las “clases”. Kocka,
adhiriéndose a Max Weber y Carl Marx, define el “estamento” como “grupo
social mayor […], que se distingue de otros estamentos por derecho propio,
por una determinada medida de participación en el dominio político, por
una forma especial de la fundación material de subsistencia y por un
prestigio específico (‘honor’)”, y cuya membresía se define, por lo general,
por el nacimiento o por una “selección personal”, en el caso de la nobleza,
por ejemplo, por el ennoblecimiento, y que se expresa en un estilo de vida
específicamente normado, “correspondiente al rango”.49 En cambio, Kocka
designa como “clases” a “grupos sociales mayores, cuyos miembros tienen
los mismos intereses debido a la misma posición en el mercado, o mejor
dicho, en los mercados”, donde se encuentran en primer plano
especialmente los criterios de propiedad y las competencias de rendimiento,
y donde el acceso al poder y al prestigio es marcado de manera decisiva, por
la pertenencia a una clase condicionada por el mercado.50 Los tipos ideales
de estamento y clase se distinguen, por lo tanto, por el papel del mercado,
predominante en la formación de clases, así como en la desigualdad jurídica
constitutiva en la estructura estamental, en el estilo de vida normada por
convenciones específicas de cada capa social y, en vista de las
diferenciaciones menores de las sociedades tradicionales, en la coincidencia
en una persona de posiciones de igual rango en los sectores de la economía,
la política y la cultura.51

48 Con el ejemplo de “Alemania” en los siglos XVIII y XIX, Hans-Ulrich Wehler describe este cambio en forma
sintética, como la transición de “los conglomerados de dominio de corte agrario y capitalista temprano,
aristocrático patricio, estamental absolutista” hacia la “sociedad del capitalismo industrial altamente
organizado de nuestro presente, regulada por un Estado intervencionista, y constituida republicana y
democráticamente”, Wehler, Deutsche Gesellschaftsgeschichte, tomo 1, p. 6; Wehler,“Vorüberlegungen”;
además Kocka, “Stand – Klasse – Organisation”; cfr. para ello Gall, Von der ständischen zur bürgerlichen
Gesellschaft, pp. 54-67; así como pp. 51-54 acerca del concepto de modernización, frecuentemente ubi-
cado en primer plano en la discusión acerca de los diferentes elementos del mencionado proceso de
transformación. Especialmente acerca de la investigación relacionada con la Hispanoamérica colonial
cfr. Kossok,“Alternativen gesellschaftlicher Transformation”, así como la discusión, de actualidad a fines de
los años sesenta e inicios de los setenta del siglo veinte, acerca de la aplicabilidad de los términos y con-
ceptos de “feudalismo” y “capitalismo” a la(s) estructura(s) de las sociedades coloniales, Kossok,
“Feudalismus und Kapitalismus”; van Bath,“Feudalismo y capitalismo”.
49 Kocka,“Stand – Klasse – Organisation”, p. 138.
50 Kocka,“Stand – Klasse – Organisation”, p. 139.
51 Kocka,“Stand – Klasse – Organisation”, p. 140.

29 Introducción
La dimensión económica, central al concepto de clase, tiene también para la
estructura social estamental una importancia esencial en cuanto a la
disposición de propiedades e ingresos, y constituye un fundamento sine qua
non para la posición social de punta de la nobleza y para el estilo de vida
“acorde a su rango”, exigido por ésta. No obstante, la “situación
estamental”, a diferencia de la “situación de clase”, no deriva
automática y directamente de los factores del éxito económico y de
las competencias de rendimiento.52 El reconocimiento social de estos
factores más individualistas y dinámicos contradice, como se puede
reconocer en el aspecto teórico al igual que en la evolución histórica, a la
relativa unidad y estabilidad del estamento nobiliario y del orden
estamental en su totalidad y lleva, finalmente, a su disolución.

La comprensión de sí misma y la posición social de la nobleza se


fundamentan, de manera especial, en un estilo de vida dirigido hacia
la “distinción y exclusividad”.53 El prestigio estamental específico que se
manifiesta en él, el honor estamental, sirve, por lo tanto, a la limitación de
la movilidad social y condiciona de manera determinante la base de
subsistencia de la nobleza, centrada fundamentalmente en la propiedad de
bienes raíces y rentas. Explica, además, el comportamiento frecuentemente
irracional de este estamento, que se manifiesta, por ejemplo, en la
discriminación social de las actividades comerciales, en un marcado
consumo de lujo y también en un creciente endeudamiento.54

Partiendo de la ya mencionada confrontación de tipo ideal entre el estamento


y la clase, el presente trabajo pretende estudiar si la estratificación social de
las sociedades coloniales españolas -en formación desde el siglo XVI y
marcadas por elementos estamentales y étnicos, a cuya cabeza se había
colocado en la ciudad de Quito del siglo XVIII la nobleza como capa social
más alta- fue, en el período colonial tardío, variada o cambiada, y en qué
medida lo fue por evoluciones en los sectores de la economía, del poder y de
la cultura, que se deben adscribir al proceso general de transformación de la

52 Cfr. Weber, Wirtschaft und Gesellschaft, pp. 177-180, 531-540.


53 Stollberg-Rilinger,“Handelsgeist und Adelsethos”, p. 281, también p. 275; cfr. Bourdieu: “Por lo tanto, aunque
la propiedad de bienes tiende, en forma permanente, a ser considerada como la condición previa sine qua
non para la pertenencia estamental, no es sin embargo, nunca su base suficiente, y el honor estamental no
necesariamente debe atarse a una situación de clase, tanto más cuanto, normalmente, se halla en severa
contradicción a las pretensiones de la mera propiedad como tal”, Bourdieu,“Klassenstellung”, p. 60 (nota 60),
cfr. también p. 58; cfr. Weber, Wirtschaft und Gesellschaft, p. 538.
54 Acerca de la lógica interna del orden estamental de la temprana Edad Moderna “donde no jugaron
un papel la riqueza y el rendimiento, sino la ascendencia, el poder y el prestigio”, cfr. van Dülmen
“Formierung der europäischen Gesellschaft”, p. 29.

30 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
temprana Edad Moderna. Al lado de los términos alternativos de
“estamento” y de “clase” se utilizarán en lo que sigue los términos de
“capa” y de “estratificación” social como términos neutrales, utilizables
para sistemas, principios y grupos sociales tanto específicamente estamentales
como de clase. Se evitará, en cambio, el término de elite, usado en forma
inflacionaria en la historiografía social latinoamericanista desde los años
setenta, puesto que, según mi opinión, aporta poco a la comprensión de la
estratificación social de las sociedades coloniales españolas y ha llevado, más
bien, a expresiones y resultados difusos en cuanto a los diversos factores que
forman la base de esta estratificación.55

En vista de la historia de la creación del concepto de elite en los siglos


XVI y XVII y en el sentido de una aplicación más específica de este
término, he adoptado la definición sociológica de la elite, elaborada
por Peter Dreitzel, como una selectiva “minoría calificada”, cuya
calificación consiste en la “adquisición de determinadas facultades”.56 La
pertenencia a una elite y, con ella, la ocupación de una posición social de
punta se basa, según esto, en el rendimiento individual y, de ninguna
manera, en una adscripción automática de esta posición mediante la
pertenencia a una capa social, por ejemplo a un estamento.57 El concepto
de elite, definido así y adoptado para el presente trabajo, se refiere por lo
tanto de manera especial, a maneras de pensamiento y comportamiento
específicamente modernos, burgueses.58 El criterio de la selección para la
constitución de las elites significa, que éstas no pueden ser entendidas

55 La clasificación social, frecuentemente problemática, de las así llamadas “élites coloniales”, y la falta
de una integración del término élite en un modelo claramente definido de la estratificación social se evi-
dencia, por ejemplo, en Brading, quien incluye en la élite de la Nueva España de fines del período colo-
nial “most European Spaniards, all clergymen, qualified doctors, lawyers, and notaries, the royal bureau-
cracy, merchants, hacendados and successful silver miners”, en total casi 325.000 personas, Brading,
“Government and Élite”, p. 390; cfr. acerca de ello Burkholder, “Titled Nobles”, cfr. el ensayo bibliográfico
de Langue,“Las élites en América española”.
56 Dreitzel, Élitebegriff und Sozialstruktur, pp. 44-45, 63-66.
57 “El término élite designa a los propietarios de posiciones de punta en la sociedad, los cuales llegaron a
esta posición en base a una selección básicamente orientada en el rendimiento (personal)”, op. cit., p.
67. “De ello resulta que el término de élite no corresponde a grupos, cuya ‘calificación’, que se premia
socialmente en la forma de poder, prestigio y alto estatus, no ha sido ‘adquirida’ sino ‘adscrita’, op. cit., p.
66; cfr. también el estudio de Maravall sobre la formación de élites y de la nobleza en la España de la tem-
prana Edad Moderna, problemática en su restricción a los siglos XVI y XVII, pero esclarecedora en cuan-
to a los criterios de rendimiento y función aplicados, Maravall, Poder, honor y élites, pp. 149-250.
58 Bourdieu habla, en el caso de los estamentos y, antes de nada, de la nobleza, de la “preferencia al esti-
lo a costa del rendimiento”, Bourdieu, “Klassenstellung”, p. 61. Según Dreitzel, en cambio, el concepto de
élite incluyó “desde siempre la idea muy moderna de la calificación a través del rendimiento; y con ellos
se vuelve un concepto típico de la estructura social actual”, Dreitzel, Élitebegriff und Sozialstruktur, p. 44.
Tanto más problemático es, por lo tanto, el intento de Meissner (realizado tan solo en sus inicios) de que-
rer analizar la “élite” representada en el Cabildo de la ciudad de México en el período colonial tardío,
según un concepto basado en el “modelo de circulación de los grupos dirigentes alemanes” entre 1916
y 1961 (!) de Wolfgang Zapf, Meissner, Élite im Umbruch, pp. 11-12.

31 Introducción
como una capa social. Elites son más bien aquellos grupos calificados en
determinados sectores sociales que se reclutaron de una capa o,
precisamente en la transición del siglo XVIII al XIX, de varias capas (p.e.
de la nobleza y de la burguesía).59 Precisamente, la creciente
diferenciación de las sociedades durante el proceso de transformación de
la sociedad estamental a la de clases, fomenta la formación de elites
especializadas.

I I I - DELIMITACIÓN TEMPORAL Y ESPACIAL DEL TEMA

El espacio geográfico analizado en el presente trabajo sobre la nobleza


colonial española, abarca la ciudad de Quito y la Sierra norte y central
de la Audiencia del mismo nombre. En el período colonial tardío la
ciudad de Quito era el principal centro económico, político, eclesiástico y
social de la región y también albergaba, a fines del siglo XVIII, la totalidad
de su nobleza titulada. La Sierra centro y norte se entiende aquí como una
región histórica con sus propias características geográficas, políticas,
económicas, demográficas y sociales, las cuales la distinguen
fundamentalmente de otras regiones de la Audiencia, especialmente de la
Sierra sur y de la Costa.60 En el período colonial tardío y desde el punto de
vista político administrativo la región, llamada también la “provincia de
Quito” por los coetáneos, abarcaba los corregimientos de Ibarra, Otavalo,
Quito, Latacunga, Ambato, Riobamba y Chimbo así como el partido de
Alausí, perteneciente al Corregimiento de Cuenca.61

59 Dreitzel, Élitebegriff und Sozialstruktur, p. 68. Históricamente este proceso de selección se puede com-
probar, en primer lugar, en la milicia y la burocracia, op. cit., p. 67. Por esto, el estudio de Heinz Reif sobre
el exitoso sostenimiento por parte de la nobleza westfaliana en las posiciones más altas del Estado y de
la sociedad en el período de 1770 hasta 1860 lleva el significativo subtítulo “Vom Herrschaftstand zur regio-
nalen Élite” [De estamento señorial a élite regional], Reif, Westfälischer Adel.
60 La bibliografía acerca de la diferenciación regional de la Audiencia de Quito es bastante amplia,
cfr. sobre todo Mills/Ortiz, “Economía y sociedad”; Maiguashca, El desplazamiento regional; Washburn,
“La delineación de regiones”. En mi tesis de maestría he tratado detenidamente las bases y las conse-
cuencias de la diferenciación regional, reforzada en el transcurso del período colonial, y de la identi-
dad regional de la(s) capa(s) social(es) alta(s) de la Sierra norte y central resultante de ella, Büschges,
Die Quitener Élite, especialmente pp. 9-36, 66, 88-101.
61 El partido de Alausí era encabezado por un teniente del corregidor de Cuenca como funcionario
administrativo de mayor rango. A causa de su dependencia administrativa de Cuenca, en la investiga-
ción este partido siempre se asigna a la región de la Sierra sur. Geográficamente, siendo un puerto de alta
montaña hacia Cuenca que se atravesaba con dificultad y con riesgos para la salud, y económicamen-
te en lo referente a la producción textil, extinguida en el transcurso del siglo XVIII, Alausí más bien forma-
ba una unidad con la región septentrional, cfr. la descripción del camino de Alausí a Cuenca por
Humboldt, Diarios de viaje, pp. 208-212.

32 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
El período tratado en este estudio, la época colonial tardía (1765-1822),
se fundamenta, en primer lugar, en el hecho de que la mayoría de los
títulos nobiliarios de la Audiencia de Quito fueron otorgados recién en el
transcurso del siglo XVIII y que el concepto de nobleza, en general, perdió
su función jurídica y social con la independencia de España, sellada en el
campo militar en el año 1822, y, finalmente, con la fundamental igualdad
ante la ley de todos los ciudadanos, proclamada en la primera constitución
de la República del Ecuador. El año 1765, con el que se inicia el período
estudiado, no se entiende como una cesura brusca. En este año comenzó, en
la Audiencia de Quito, la realización de los proyectos de reforma
desarrollados por los reyes borbónicos, cuyo significado social se estudia
detalladamente en sus diversos aspectos.

En la primera parte del trabajo se tratan los fundamentos económicos y


sociales de la estratificación social en Quito y en la Sierra norte y central.
En la segunda parte, estos se relacionan con las características constitutivas,
acuñadas en la región, de la nobleza como concepto y como grupo social.
En la tercera parte, en vista de la situación de las fuentes para un estudio
cuantitativamente exhaustivo de toda la nobleza reconocida de la ciudad, el
análisis empírico histórico de la realidad social de la nobleza quiteña se
reduce a las familias de la nobleza titulada quiteña, cuya posición social al
interior de toda la nobleza y frente a otras capas sociales de la ciudad se
pretende aclarar. La parte final se ocupa del movimiento independentista
hasta el año de 1812, el mismo que fue dominado por algunas casas de la
nobleza titulada quiteña.

33 Introducción
PRIMERA PARTE
PRIMERA PARTE: FUNDAMENTOS DE LA
ESTRATIFICACIÓN SOCIAL EN LA SIERRA
CENTRO Y NORTE DE LA AUDIENCIA DE
QUITO, DURANTE EL PERÍODO
COLONIAL TARDÍO

I - ECONOMÍA Y SOCIEDAD BAJO EL SIGNO DE LA CRISIS TEXTIL

A
lo largo de todo el siglo XVIII y en forma creciente en el
período colonial tardío, el estado económico y social de la
región de la Sierra norte y centro fue descrito con los
matices más oscuros por parte de los coetáneos. El presidente de la
Audiencia y primer marqués de Selva Alegre, Juan Pío Montúfar y Fraso,
constató en el año 1754 la “lamentable miseria” de los habitantes y el
“último exterminio” de la región, inminente según su opinión.62 El primer
conde de Casa Jijón, Miguel de Jijón, lamentó en 1784 -al igual que cinco
años más tarde el corregidor de Riobamba, Bernardo Darquea- que la
decadencia económica de la región había llevado a la ruina aun a familias
antaño reputadas como ricas, y a la desocupación y la holgazanería de los
grupos inferiores de la población, conformados por indígenas y mestizos.63

Inicialmente, la conciencia de una crisis general, provocada por el constante


retroceso de la producción textil local, se perfiló entre las familias económica y
socialmente dominantes de la ciudad de Quito. Por iniciativa propia o a través
del Cabildo dirigieron, comenzando con un memorando del año 1711, a la
Audiencia, al virrey (del Perú y, a partir de 1739, de la Nueva Granada) y al
Consejo de Indias una serie de memoriales acerca de sus preocupaciones y
propuestas de mejoramiento de la miseria económica, lamentada por ellos, y de
las extensas consecuencias de esta.64 Asimismo, con la reorganización y mayor
efectividad de la administración financiera lograda en el marco de las reformas

62 “Razón sobre el Estado”, p. 181.


63 “Representación que hace al ex.mo señor D. José de Gálvez, ministro del despacho Universal de Indias,
a favor del Reino de Quito su menor servidor el Conde de Casa Jijón, 14-XII-1784, AHBC/Q, Documentos
Misceláneos, Nº 10/4, fs. 27-28; Darquea,“Brief an und für den Vizekönig von Neu-Granada (…)” [Carta al
y para el virrey de Nueva Granada, J. de Ezpeleta]”, 3-XI-1789, SBPK, Handschriftenabteilung, Nachlass
Alexander von Humboldts, Kleiner Kasten 7 B, Nr. 38, fs. 1-2; cfr. además el “Expediente que ha promovido
el procurador gral. Síndico de esta ciudad, contra el arreglo de las Rentas Reales de ella y su provincia”,
AN/Q, 4ª Notaría (Juicios), exp. 7-IX-1781, f. 2v.
64 Washburn, The Bourbon Reforms, pp. 165-166.

35 Primera parte
borbónicas desde los años 1760, cada vez más funcionarios superiores de la
Corona se dirigieron a ésta con observaciones críticas y consejos, entre los cuales
tampoco quedó excluido el conjunto de las reformas.65

1- Obrajes y haciendas

La prosperidad económica de la región y de toda la Audiencia se


fundamentaba, desde fines del siglo XVI, casi exclusivamente en la
producción de textiles de las grandes manufacturas rurales, los obrajes, en
los corregimientos de Otavalo, Quito, Latacunga y Riobamba. La
comercialización de los textiles había posibilitado la integración de la
Audiencia en el espacio económico peruano, cubrir la necesidad de bienes
de consumo comunes (y frecuentemente de lujo) no producidos localmente,
llegados desde el sur y sobre todo desde España, y también intensificar el
comercio interno.66

El comercio textil controlado por una pequeña minoría de propietarios de


manufacturas y comerciantes, se concentraba, fuera de la comercialización al
interior de la Audiencia, en primer lugar en la ciudad de Lima. Desde ahí, las
telas de lana quiteñas, y sobre todo los paños más finos, se transportaban a
Chile, a la región minera de Potosí en el Alto Perú, así como al Río de la
Plata. En estos tiempos, un porcentaje menor de la producción textil de la
región, especialmente las más burdas bayetas y jergas, se dirigía a los distritos
mineros de la gobernación de Popayán, ubicadas al norte de Quito, y, más al
norte aún, a la colindante Audiencia de Bogotá, regiones de menor
importancia en ese entonces. Después de que la producción textil de la Sierra
norte y centro hubo alcanzado su apogeo en la segunda mitad del siglo XVII,
en la transición al siglo XVIII se produjo un marcado derrumbe de la
producción y comercialización textil, que progresó rápidamente hasta
finales del período colonial y llevó, hasta mediados del siglo XIX, al cierre de
casi todos los obrajes de la región.

65 Cfr. los informes de los presidentes Villalengua y Marfil (1790), Mon y Velarde (1790), Guzmán (1791) y
Carondelet (1800), analizados por Washburn, The Bourbon Reforms, pp. 157-160. Una detallada descrip-
ción, desde la perspectiva del Cabildo de las consecuencias negativas de los recién establecidos mono-
polios estatales (especialmente los de tabaco y de aguardiente de caña) y del cobro de la alcabala
bajo administración estatal directa, se encuentra en el “Expediente que ha promovido el procurador gral.
Síndico personero de esta ciudad (…), AN/Q, 4ª Notaría (Juicios), exp. 7-IX-1781, fs. 1-16.
66 Acerca de los obrajes y del comercio textil de la región, así como de los obrajeros y comerciantes que
controlaban la economía textil en el período de fines del siglo XVI hasta finales del siglo XVIII Tyrer, Historia
demográfica y económica, pp. 85-213; Ortiz de la Tabla,“El obraje colonial ecuatoriano” y “Obrajes y obra-
jeros”; Soasti,“Obrajeros y comerciantes”.

36 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Los coetáneos coincidieron en advertir el origen del la crisis económica de la
Sierra norte y centro -provocada por el descenso de la producción textil- en la
afluencia a los mercados de la América meridional de textiles europeos,
especialmente franceses, flamencos e ingleses, en constante aumento desde el
precedente cambio de siglo. Por esto, la producción textil local -que hasta
fines del período colonial constituía el sector económico más importante de la
Audiencia y el único digno de mención de la Sierra norte y centro- habría
sido sustituida cada vez más en el mercado.67

Como reacción a las decrecientes posibilidades de venta de los paños quiteños


frente a los textiles europeos -cualitativamente mejores y que dominaban el
comercio con Lima- en la primera mitad del siglo XVIII los obrajeros
reorientaron el peso de su producción a bayetas y jergas, más burdas y baratas,
expendiéndose desde entonces cada vez más en los mercados de la gobernación
de Popayán y de la Audiencia de Bogotá, aún poco abastecidos con textiles
europeos.68 El comercio con estas regiones recibió un impulso adicional, con el
crecimiento de la producción de las minas de oro en las gobernaciones de
Popayán y Chocó en la segunda mitad del siglo XVIII.69

Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XVIII, los obrajeros tuvieron
que compartir estos mercados septentrionales con la creciente producción
textil doméstica indígena de la región que elaboraba, más que nada, textiles
de lana y algodón baratos (bayetas, jergas y mantas).70 El alto porcentaje de
textiles producidos por la industria doméstica también debe haber sido
responsable de que el comercio con Popayán fuera controlado por
comerciantes independientes de Quito y Popayán, en una medida mucho
mayor de que en el caso del comercio textil con Lima, que había sido
organizado en gran parte por los mismos obrajeros o por comerciantes y
agentes nombrados por ellos.

67 La imagen de una caída libre a una crisis económica general, causada principalmente por la deca-
dencia del dominante sector textil, hizo su entrada a la historiografía ecuatoriana hacia fines del siglo XIX
en la Historia General de la República del Ecuador de Federico González Suárez, que, desde la mirada
actual, debe denominarse como clásica, González Suárez, Historia general, tomo 5, pp. 45-52, 284-296.
Hasta los años 1970 el veredicto de González Suárez fue transmitido por posteriores historiadores sin cam-
bios o añadiduras significativas. Solo en tiempos recientes las bases económicas del desarrollo social en
la Audiencia de Quito durante el siglo XVIII han sido objeto de trabajos críticos, basados en fuentes, aun-
que precisamente el temprano siglo XVIII está todavía poco estudiado, cfr. Borchart de Moreno y Moreno
Yánez,“La historia socioeconómica”.
68 Acerca del comercio textil del período colonial tardío controlado por la ciudad de Quito Borchart de
Moreno,“Circulación y producción”.
69 Acerca de la producción minera en el Litoral de las gobernaciones de Popayán y Chocó en el siglo
XVIII cfr. Colmenares, Popayán, pp. 165-170.
70 Acerca de la economía textil de la Sierra norte y centro en el período colonial tardío cfr. Büschges,
“Crisis y reestructuración”; Tyrer, Historia demográfica y económica, pp. 203-260.

37 Primera parte
A causa de la falta de alternativas económicas la producción y
comercialización textil conformaron, hasta finales de la época, el sector
económico determinante de la región y la base económica decisiva de la
capa social alta de la ciudad de Quito y de las principales familias de las
otras ciudades importantes de la región, a pesar de que, según las
estimaciones de Robson Tyrer la producción había retrocedido entre el 50 y
75 por ciento en el transcurso del siglo XVIII.71

Puesto que a lo largo del siglo XVIII, la mayoría de las más grandes
manufacturas textiles fue integrada a los bienes raíces rurales
(haciendas de obraje), la producción manufacturera y agrícola de la Sierra
norte y centro -fuera de las actividades artesanales y de la industria
doméstica en los diversos pueblos y ciudades, así como sus ejidos utilizados
para la agricultura y la ganadería- estaba repartida entre las numerosas
haciendas de la región. La agricultura se centraba en el cultivo de trigo,
cebada, papas y maíz (en las haciendas de pan sembrar) y en la cría de
ganado vacuno y ovejuno (en los hatos y los potreros pertenecientes a ellos).
Adicionalmente, una que otra hacienda estaba especializada en el cultivo de
la caña de azúcar y sus derivados (haciendas de cañaverales y de trapiche).72

Con la excepción de la elaboración de la caña de azúcar, hasta fines de la


época colonial la producción agraria de la Audiencia evidenciaba, en todo el
callejón interandino, un nivel extremadamente bajo de comercialización.73
Por lo general la producción agropecuaria, aun en las grandes haciendas de
la Sierra norte y centro, servía únicamente para el abastecimiento de los
mercados locales, especialmente de las ciudades grandes, o para cubrir las
necesidades propias de los trabajadores ocupados en las diversas
propiedades.

El muy costoso transporte regional fue un factor adicional para


impedir la comercialización de los productos agrícolas y la

71 Tyrer, Historia demográfica y económica, p. 212; cfr. Büsches,“Crisis y reestructuración”; Oberem,“Indios


libres”, p. 106; “Memoria sobre el estado”, p. 174.
72 Un resumen de las actividades agropecuarias y de la producción textil en la Sierra norte y centro de la
Audiencia se ofrece en las descripciones de viaje de los dos oficiales de la Marina española Jorge Juan
y Antonio de Ulloa de fines de la primera mitad del siglo XVIII, así como en las de Alexander von Humboldt,
fechadas a inicios del siglo XIX, Juan y Ulloa, Relación histórica, tomo 1, pp. 388-430; Ramos (ed.), Las
“Noticias secretas de América”, tomo 2, pp. 445-504; Humboldt, Reise auf dem Río Magdalena, tomo 1, pp.
169-228.
73 En el año 1765, y a pesar de las protestas del Cabildo quiteño y de uno que otro vecino, la elaboración
de aguardiente de caña de azúcar fue sujeto al monopolio estatal, AMH/Q, Nº 129, Actas del Concejo,
1765.

38 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
formación de importantes mercados de consumo regionales.74 Así,
por ejemplo, el trigo de la Sierra, transportado al litoral por recuas de
mulas, se enfrentaba en Guayaquil a la competencia demasiado poderosa
del trigo de diferentes zonas costeras del Pacífico, especialmente del trigo
de primera calidad de Chile, llevado por vía marítima a esta ciudad
portuaria.75 Adicionalmente la crisis de los obrajes agudizó –mediante el
fuerte retroceso de los ingresos de la región por la comercialización de los
textiles- la contracción de los mercados locales y regionales y llevó, en
muchas partes, a un incremento del trueque.76 Finalmente, la agricultura
y la producción textil del siglo XVIII sufrieron como nunca antes las
consecuencias de diversas erupciones volcánicas, terremotos, inundaciones
y sequías.77

Fuera del trabajo de las manufacturas, que frecuentemente producían por


debajo de su capacidad, precisamente los grandes latifundios rara vez fueron
cultivados intensivamente y disponían, en parte, de grandes extensiones de
tierras laborables baldías. En su correspondencia, Bernardo Darquea, el ya
mencionado corregidor de Riobamba, caracterizó la ocupación y la
productividad de las haciendas de su distrito negativamente: “Se ven hac.s de
valor y de mucha extensión, pero incultas en la mayor parte de su espacio”.78

74 En el año 1789 el corregidor de Riobamba, Bernardo de Darquea, confirmó esta situación para la pro-
ducción agrícola de su distrito: “Su local situación lo hace distante de Quito y Cuenca p.a su transpor-
te, cuanto p.r q.e estas provincias cogen los mismos necesarios a su subsistencia”,“Brief an und für den
Vizekönig von Neu-Granada” [Carta al y para el virrey de la Nueva Granada (…), 3-XI-1789, SBPK,
Handschriftenabteilung, Nachlass Alexander von Humboldts, Kleiner Kasten 7 B, Nº 38, f. 1v.
75 Acerca de los límites de una comercialización de los productos agrícolas del Corregimiento de
Riobamba, más allá de las necesidades locales, Darquea escribió: “Lo único q.e he visto, es remitirse a la
ventura de los veranos a Guayaq.l una muy corta cantidad de harinas, q.e venden cuando no encuen-
tran aquella Jurisd.n abastecida de las de mejor calidad q.e contínuam.te se van de Chile, Lima, Trujillo,
Reino de México, Piura y otras partes”. Por lo tanto se debe rechazar la tesis no comprobada de Marchán
Romero, según la cual la producción agrícola de la Sierra norte y centro hubiera recibido un notable
empujón por la economía cacaotera de la Costa, cuya importancia se incrementó continuamente en la
segunda mitad del siglo XVIII, Marchán Romero,“El sistema hacendario” y “Economía y sociedad”. Según
Contreras recién hacia fines del siglo XIX la agricultura de la Sierra norte y centro logró paulatinamente
establecer una relación comercial digna de mención con la economía de la Costa, Contreras, “La crisis
de la sierra”, p. 27.
76 Cfr. el texto “Defensa de los curas de Riobamba” del ilustrado mestizo Eugenio de Santa Cruz y Espejo del
año 1786, citado en extractos por Contreras,“La crisis de la sierra”, p. 26; cfr. Ontaneda Pólit, Eugenio de Santa
Cruz y Espejo, pp. 84-100.
77 Alchon, Native Society and Disease, pp. 91-95, 100-108. Especialmente el terremoto de 1797 tuvo para
la agricultura y la producción textil de los corregimientos de Quito hasta Riobamba, consecuencias par-
cialmente desastrosas; además, en esta ocasión la villa de Riobamba fue totalmente destruida, cfr. acer-
ca de este aspecto el “Testimonio de autos sobre la ruina causada con ocasión del terremoto ocurrido el
4 de febrero de 1797 en San Francisco de Quito y sus repercusiones en distintos lugares, 1797-1816”, AGI,
Quito, leg. 403.
78 “Brief an und für den Vizekönig von neu-Granada (...)“ [Carta a y para el virrey de la Nueva Granada],
3-XI-1789, SBPK, Handschriftenabteilung, Nachlass Alexander von Humboldts, Kleiner Kasten 7 B, nr. 38, f. 1.

39 Primera parte
En el período colonial tardío las haciendas monopolizaban los suelos más
fértiles de la Sierra norte y centro, mientras que las tierras comunales
seguían disminuyendo.79 Los bienes raíces rurales se mantenían como la
garantía más frecuente y más solicitada para los préstamos en esta región
pobre en dinero en efectivo.80 Por lo tanto, muchas de las propiedades
frecuentemente poco productivas estaban cargadas de censos, no obstante el
fuerte peso de los gravámenes que estas hipotecas traían consigo.81 Fue
ampliamente extendida la tardanza en el pago de los réditos debidos
anualmente, los cuales el rey de España, en el año 1755 y por las peticiones
reiteradas, por años, por parte del Cabildo quiteño y de uno que otro vecino
de la ciudad, rebajó del anterior cinco por ciento al tres por ciento del valor
total de los censos;82 sin embargo, las confiscaciones de propiedades a causa
de sus deudas fueron escasas.

Especialmente entre los grandes propietarios de bienes raíces se puede


observar en el transcurso del siglo XVIII, una clara tendencia hacia la
diversificación de la producción de sus bienes y, más aun, hacia la
coordinación de diferentes sectores productivos, cuyo núcleo formaba por lo
general un obraje. Inicialmente, la integración de los obrajes con los
grandes bienes raíces fue una consecuencia de la creciente acumulación de

79 La expansión de los grandes bienes raíces, especialmente desde fines del siglo XVII, estaba directamen-
te relacionada con la desaparición de una gran parte de las tierras que hasta este entonces había esta-
do en manos de las comunidades indígenas, cfr. Borchart de Moreno, “Landbesitz im Machachi-Tal”,
“Composiciones de tierras en el valle de los Chillos”, “La transferencia de la propiedad agraria”,
“Composiciones de tierras en la Audiencia de Quito”,“Las tierras de comunidad de Licto, Punín y Macaxí”;
Cfr. Moreno Yánez,“Traspaso de la propiedad agrícola indígena”: La resistencia de una comunidad indí-
gena contra la expansión de la propiedad agrícola privada es relatada por Rebolledo G., Comunidad y
resistencia, pp. 143-255.
80 Un buen indicio sobre la escasa cantidad de dinero en efectivo en circulación son las enajenaciones
de las propiedades de la orden jesuita, expulsada de la Audiencia en el año 1767. Del producto total de
las ventas de los valiosos bienes jesuitas, iniciadas recién en 1778 y prolongadas a lo largo de años, a saber
un total de 1’126.800 pesos, solamente 117.800 pesos fueron pagados directamente por los compradores.
La cancelación de las sumas restantes se acordó a base de pagos prorrateados o impuesta a las diver-
sas propiedades en forma de censos, Garzón Montenegro, La participación de los jesuitas, p. 86. Todavía
en el año 1834, cuatro años después de la creación de la república del Ecuador, numerosas cuentas de
la enajenación de las haciendas jesuitas aún no se habían cancelado en forma completa, AN/Q,
Temporalidades, año 1834, fs. 2-5.
81 Cfr. acerca de este tema Darquea para el Corregimiento de Riobamba: “No hay hac.da, bienes raíces,
ni edificio material, q.e no estén grabados p.r unos crecidos censos destructores, de que resulta no haber
tampoco hacendado, q.e pueda llamarse dueño de sus fincas. (…) Las más veces no producen sus bien-
es lo necesario al pago de dhos. censos, y al de los tributos de los indios q.e ocupa en su cultura y bene-
ficio”, “Brief an und für den Vizekönig von Neu-Granada (…)” [Carta a y para el virrey de la Nueva
Granada (…)], 3-XI-1789, SBPK, Handschriftenabteilung, Nachlass Alexander von Humboldts, Kleiner Kasten
7 B, Nr. 38, f. 1v.
82 Las peticiones al rey habían sido presentadas, a nombre del Cabildo o por iniciativa propia, especial-
mente por el séptimo marqués de Maenza, Gregorio Matheu de la Escalera, y posteriormente por el pri-
mer conde de Casa Jijón, Miguel de Jijón y León,“Ramo 7: Quito”, AGI, Quito, leg. 139.

40 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
tierras por parte de los dueños de manufacturas, enriquecidos por la
producción textil desde la segunda mitad del siglo XVII.

En vista de la crisis cada vez mayor de las manufacturas en el siglo XVIII, la


combinación de manufactura y agricultura traía consigo una importante
ventaja en el negocio textil cada vez más complicado. La ventaja
competitiva de las unidades económicas formadas por haciendas y obrajes,
reunidas en la mayoría de los casos en el mismo lugar, tuvieron causas diversas.
En vista de la escasa diversificación de las manufacturas textiles sudamericanas,
que en principio mostraban una rentabilidad bastante baja, el factor decisivo
para el incremento del rendimiento se hallaba en la reducción de los gastos de
producción al mínimo absoluto posible. La competencia europea y el creciente
descalabro de los precios de los textiles reforzaron, por lo tanto, el “carácter
dual” de la economía textil en el siglo XVIII.83

Por un lado, este cáracter se expresaba en la comercialización de los textiles que


obedecía a las leyes del libre mercado en Lima y, más tarde, en la segunda
mitad del siglo XVIII, en Popayán principalmente. Pero, por otro lado,
solamente el menor porcentaje posible de las ganancias obtenidas se reinvertía
en el sector productivo. Los obrajes eran rudimentarios en comparación con las
manufacturas textiles europeas, los diversos pasos de la producción se realizaban
en su mayoría manualmente; además, las inversiones de mayor magnitud en la
producción textil se reducían a procurar la materia prima (lana), los materiales
de construcción y los tintes, así como el pago de la mano de obra indígena. Los
grandes terratenientes reunían, por lo tanto, frecuentemente el proceso de
producción y reproducción de la economía textil en un complejo de hacienda y
obraje, en el cual se producían tanto la lana para la manufactura, como los
alimentos y la vestimenta para los trabajadores. Esta estrategia de adaptación de
los principales terratenientes a las condiciones económicas globales se mostraba
más claramente y en su más temprana expresión en las propiedades de la orden
jesuita, que hasta su expulsión en el año 1767 había acumulado la más extensa
propiedad de bienes raíces de la Audiencia.84

83 Tyrer, Historia demográfica y económica, p. 89.


84 Acerca de las propiedades de los jesuitas en la Audiencia cfr. Cushner, Farm and Factory; Colmenares,
Haciendas de los jesuitas; Villalba, “Las haciendas de los jesuitas”; Jouanen, Historia de la Compañía de
Jesús. Borchart de Moreno, que ha analizado la administración estatal del obraje de San Ildefonso y de
sus haciendas agrícolas adjuntas, que habían pertenecido a la Compañía hasta su expulsión, hasta su
enajenación en el año 1800, supone que la formación de tales “complejos productivos integrados verti-
calmente” habían sido desarrollados originalmente por los jesuitas y que luego posiblemente fueron imi-
tados por los terratenientes civiles más acaudalados, Borchart de Moreno, “La crisis del obraje de San
Ildefonso”, p. 661. Informaciones más generales sobre la manera de funcionar de un complejo de hacien-
da y obraje privado en Ibarra C., “Haciendas y concertaje”, pp. 185-187; cfr. además Kennedy Troya y
Fauría Roma,“Obrajes en la Audiencia de Quito”.

41 Primera parte
Sin embargo, desde un punto de vista general, solamente una minoría de las
haciendas agrícolas de la región formaba parte de la estructura de
abastecimiento de un obraje. Tan sólo en el Corregimiento de Quito existían,
a fines de la década de 1760, un total de 393 haciendas frente a los 14 obrajes
de campo y los 11 obrajes de ciudad.85 Estas cifras se desprenden de una lista
elaborada por la Audiencia de las haciendas, obrajes, tiendas y algunos otros
inmuebles del Corregimiento utilizados productivamente, tasados entre 1768
y 1775 para el pago de la alcabala. Como lo evidencian los diferentes montos
de las tasas respectivas de alcabala de cada año, el tamaño o el valor de las 419
haciendas y obrajes en el Corregimiento de Quito variaba mucho. La tasación
de las haciendas oscilaba entre 2 reales y 16 pesos, con más de dos tercios de
estas propiedades que debían pagar tan sólo entre 1 y 2 pesos. Para los 25
obrajes enlistados, los valores se ubicaban entre 4 y 35 pesos, lo que resalta el
alto valor de las manufacturas frente a los bienes raíces.86 A la preponderancia
de las haciendas de las propiedades más pequeñas corresponde también un
número bastante alto de propietarios, entre ellos diversos arrendatarios. 55
propietarios tenían más de una propiedad en el distrito. De las manufacturas,
a su vez, fueron 19 las que estaban en manos de personas que poseían
también una o más haciendas en el mismo Corregimiento, lo que resalta la
tendencia indicada hacia la diversificación de la producción.

La distribución bastante extendida y la concentración muy diferenciada de


los bienes raíces privados en la Sierra norte y centro se ve también en un
total de 205 testamentos de habitantes de la ciudad de Quito quienes, entre
1760 y 1812, dejaron haciendas, estancias o cuadras en el Corregimiento de
Quito o en otros corregimientos de la región.87 El valor de estas
propiedades oscilaba entre 100 y, en pocos casos, más de 150.000 pesos; la
gran mayoría de las haciendas valía, sin embargo, menos de 30.000 pesos.88

85 “Cuenta general ordenada, que yo, D.n Antonio Romero de Tejada, administrador del ramo real de
alcabalas de el casco de esta ciudad de Quito, (…) presento a los ss. Oficia.s reales de ella (…)”, 30-I-1776,
AGI, Quito, leg. 430.
86 El monto de la alcabala de obrajes tasada en cada caso tenía un espectro muy amplio; con mayor
frecuencia, siete veces en total, se exigieron seis pesos.
87 Los mencionados testamentos están registrados en AN/Q, Notarías (Protocolos). Ni un solo testamento
contiene propiedades fuera de la región estudiada. En general los bienes raíces más grandes fueron seña-
lados como haciendas, los más pequeños (no solamente las ganaderas) frecuentemente como estan-
cias, y los simples sembrados y campos, casi siempre sin edificios adjuntos, por lo general como cuadras o
tierras. Las haciendas más valiosas fueron conformadas, en la mayoría de los casos, por propiedades ori-
ginalmente individuales colindantes.
88 En estas cifras aún no han sido tomadas en cuenta las cargas de los bienes por los censos que dismi-
nuían su valor. Cfr. las compras y ventas de haciendas y obrajes registradas por Fernández Martínez con
una selección de “grandes propietarios” y “el grupo aristocrático” de la ciudad de Quito entre 1779 y 1803,
Fernández Martínez, La alcabala, pp. 147-150.

42 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
2- Bienes raíces y estructura social

La producción de las haciendas incluidos los obrajes -y, por lo tanto, la


base económica de la sociedad y, especialmente de las capas sociales altas de
las zonas urbanas de la Sierra norte y centro- pesaba esencialmente sobre
los hombros de la población indígena. Esta representaba prácticamente
la única fuerza de trabajo de las haciendas y obrajes que, a su vez, por lo
general estaban en posesión de la población blanca y mestiza.89

Para una gran mayoría de la población rural indígena, el siglo XVIII trajo
consigo un cambio en su posición social, puesto que un número creciente
de indígenas tributarios se trasladó con sus familias desde sus comunidades
de origen, a las tierras de una hacienda particular, donde se ganaban la vida
como peones y cumplían con sus obligaciones de tributo.90 Ya desde el
siglo XVII diferentes obrajeros y hacendados habían logrado vincular a
largo plazo a su propiedad a una parte de los mitayos, es decir, a los
indígenas que se les adjudicaba por turnos de un año, mediante acuerdos
individuales o con frecuencia, a través de un endeudamiento provocado
sistemáticamente; luego, esta práctica, se aplicó también a los trabajadores
indígenas comunes, obligados al tributo.91

La forma más usual del endeudamiento de los trabajadores indígenas, fue


hasta fines de la época colonial los “socorros”, en parte solicitados
voluntariamente por los indígenas, pero frecuentemente también otorgados
en forma obligatoria y que casi siempre consistían en alimentos y vestidos,

89 Tan solo las relativamente pocas haciendas de caña de azúcar en los valles transversales más calien-
tes de la Sierra, sobre todo en los corregimientos de Otavalo, Ibarra y Quito, trabajaban casi exclusivamen-
te con esclavos negros, quienes se encontraban en la parte más baja de la jerarquía social. A esto corres-
ponde la forma global y despectiva, con la que se caracteriza a la población negra esclava como
“gente perversa” en un informe del año 1808 sobre el pueblo de Tumbabiro, en el Corregimiento de
Otavalo, “Descripciones de los pueblos del partido y Corregimiento de Otavalo. Contiene: Asiento de
Otavalo, pueblos de Cotacachi, Atuntaqui, Urcuquí, Tumbabiro, San Pablo, Cayambe, Tabacundo,
Tocache y su anexo de Malchingui (…)”, 6-V-1808, AHBC/Q, Nº 7/22, f. 264. A su vez, las propiedades más
pequeñas (granjas, cuadras o campos) fueron trabajadas frecuentemente solo por la familia del propie-
tario, doc. cit.
90 Este proceso y la reconstitución de las comunidades indígenas en las propiedades privadas frecuente-
mente relacionada con él, es retratada por Ramón Valarezo, con el ejemplo de una hacienda en
Cayambe en el Corregimiento de Otavalo en el siglo XVII, Ramón Valarezo,“La cara oculta”.
91 En la Sierra norte y centro del distrito de la Audiencia la mita, que obligaba a las distintas comunidades
indígenas a proporcionar a los propietarios un determinado número de trabajadores, casi siempre una
quinta parte de los habitantes tributarios, fue utilizada especialmente para el duro trabajo en las manu-
facturas, pero más allá de ello también en las haciendas y, de manera especial, para cuidar los rebaños
de ovejas (mita de gañanía), Ortiz de la Tabla,“Obrajes y obrajeros”, pp. 480-481; cfr. Tyrer, Historia demo-
gráfica y económica, p. 92. Mientras en 1704 la mita de obrajes fue prohibida por orden real, muchos mita-
yos seguían ocupados como pastores de ovejas todavía hasta el tardío siglo XVIII.

43 Primera parte
cuyo valor se descontaba, junto con los tributos, de la cuenta anual del
salario del respectivo trabajador, cuenta en la cual quedaban
frecuentemente deudas a favor del dueño de la propiedad.92 El trabajador
indígena endeudado no solamente estaba ligado al dueño de la propiedad
hasta cancelar sus obligaciones, sino que éstas, en el caso de la frecuente
acumulación de deudas a lo largo de los años, fueron trasladadas en casos
extremos a los hijos de un trabajador difunto.93

En vista de las altas exigencias tributarias a las comunidades


indígenas y del retroceso cada vez mayor de las tierras de comunidad
en el siglo XVIII, cada vez más indígenas tributarios abandonaron
sus comunidades de origen, para asentarse como mano de obra libre
-al menos nominalmente- en una hacienda. En este contexto los
hacendados se encargaban del pago de los tributos y, frecuentemente,
ponían a disposición de la familia un pequeño pedazo de tierra para su uso
independiente.94 Adicionalmente, los conciertos estaban exentos de la mita
de gañanía, que estaba prevista solamente para los indígenas que vivían en
las comunidades. Los hacendados, a su vez, se aseguraban la mano de obra
necesaria para trabajar sus propiedades con el sistema del concertaje de por
vida y, frecuentemente más allá de ella, mediante la práctica descrita del
endeudamiento.95 En el período colonial tardío, en la Sierra norte y centro
(corregimientos de Quito y Latacunga), un promedio del 50 por ciento de
los conciertos que trabajaban las haciendas, vivía con sus familias en ellas,
en épocas, el porcentaje superaba el 60 por ciento.96

Especialmente los conciertos asentados en una hacienda, pero también los


trabajadores ordinarios, estaban frecuentemente expuestos al poder
arbitrario del hacendado o del mayordomo. Casi siempre eran
especialmente duras las condiciones de trabajo en los grandes obrajes
rurales, por esto eran usuales los reclamos de los trabajadores indígenas.97

92 Los inventarios revisados por mí de las haciendas pertenecientes a la familias estudiadas más en deta-
lle en la parte C del presente trabajo, confirman que la mayoría de la fuerza de trabajo indígena ocupa-
da en estas propiedades estaba endeudada; cfr. las listas de inventarios y tasaciones de diversas hacien-
das de la región en las secciones documentales de “Testamentarías” y “Obrajes” del AN/Q.
93 Cfr. Moreno Yánez, Sublevaciones indígenas, pp. 355-358.
94 Cfr. Tyrer, Historia demográfica y económica, p. 249-254.
95 Cfr. Ibarra C., “Haciendas y concertaje”. Esta estructura socioeconómica de la hacienda, típica tam-
bién en otros distritos administrativos del imperio colonial español, ha sido comparado por Cristóbal Kay
con la “Gutswirtschaft” [economía de hacienda] de Europa oriental en la temprana Edad Moderna, Kay,
Comparative Development; cfr. Macera,“Feudalismo colonial americano”; Liehr,“Entstehung”.
96 Tyrer, Historia demográfica y económica, pp. 250, 313-319 (Apéndice F); Oberem,“´Indios libres´”.
97 El obraje de Yaruquí en el Corregimiento de Quito, por ejemplo, servía también para encarcelar a indí-
genas endeudados o que habían incurrido en hechos delictivos, a quienes se les obligaba al trabajo for-
zado,“Autos con la protecturia gral. Sobre cantidad de p.s p.a el pago de liquidación de cuentas de los
indios forzados del obraje de Yaruquí”, AN/Q, Obrajes, exp. AHN-PQ/1788.

44 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
El único cuerpo jurídico del período colonial referente a las manufacturas,
las “Ordenanzas de obrajes” promulgadas en el año 1621 por el doctor
Matías de Peralta, oidor y visitador de la Audiencia, se refería
primordialmente al proceso productivo, aunque también contenía algunas
normas para la protección de los trabajadores indígenas, por ejemplo, en lo
concerniente a la observancia de los días festivos, la concesión de tiempo
libre para trabajar sus propios campos en sus comunidades de origen o
respecto de la cantidad, del tiempo y del tipo de remuneración.98

La influencia de este reglamento sobre las condiciones reales de trabajo de


los indígenas en las manufacturas se reducía, ya que existía solamente un
control reducido del cumplimiento de estas normas. Casi siempre las
escasas visitas de obrajes revelaban el amplio desacato de las normas
arriba mencionadas y otras formas de injusticia hacia los trabajadores
y sus familias, sin que por ello se hubiera llegado a cambios radicales y
permanentes en las condiciones de trabajo y de vida de los indígenas
afectados.99

En una visita llevada a cabo en el Corregimiento de Latacunga en el año


1777, los indígenas interrogados de los diferentes obrajes, se quejaron
sobre todo de la remuneración de su trabajo exclusivamente en especies,
principalmente textiles y cebada, que se anotaban en sus cuentas a precios
exagerados, al igual que los socorros, en parte entregados en forma muy
irregular.100 Se impedía también una remuneración del rendimiento
productivo según las normas por cuentas llevadas en forma irregular y a
veces no realizadas durante muchos años. También era común la prisión
por deudas de indígenas morosos, durante meses en las instalaciones del
obraje. Cuando el encarcelado no podía recuperar su trabajo rezagado, a

98 Costales P.,“Las ordenanzas de obrajes”, pp. 48-50, 59; Ortiz de la Tabla,“Las ordenanzas de obrajes”.
99 En el año 1754 el nuevo presidente de la Audiencia y primer marqués de Selva Alegre, Juan Pío
Montúfar, había constatado acerca de la situación de los trabajadores indígenas en las haciendas de su
jurisdicción: “Aunque (…) se quitaron las mitas y forzados para los obrajes (…) los dueños e interesados en
ellos, por varios modos indirectos, los tienen [a los indios] forzados; por que desde niños los sujetan a su ser-
vicio; y nunca llega el caso de que se liberten de las deudas de que una vez se les hizo cargo, recargán-
doles sobre una dependencia el gravamen de otra, q.e motivan por los socorros, que les dan en especies
comestibles, p.a su uso: con que los tienen oprimidos, sin conocer la natural libertad, tan recomendada
por leyes municipales; oprimiéndolos en duras prisiones y azotes, y crueles castigos, a fin de que les entre-
guen crecidas tareas de hilado, q.e les señalan”, “El Marq.es de Selva Alegre expresa los muchos males,
q.e padecen los indios en el trabajo de paños y bayetas de aquella prov.a p.r las crecidas tareas que les
señalan los interesados”, 25-X-1754, AGI, Quito, leg. 374. Por lo tanto el presidente solicitó al rey el permiso
de castigar a los respectivos propietarios de manufacturas y a los maestros de obrajes encargados de la
supervisión, así como mejores posibilidades de control, ya que obviamente algunos obrajeros habían sido
expresamente exentos de las visitas por el rey.
100 AN/Q, Obrajes, exp. 12-XII-1777.

45 Primera parte
veces se recurría parcialmente al trabajo de su mujer y de sus hijos.101 Se
reclamó además por exigencias exageradas en las labores y por la
obligación de realizar tareas originalmente no acordadas y, además, no
remuneradas, que a su vez podían llevar a demoras involuntarias en el
trabajo. Además se ordenaba trabajar los domingos y días festivos.
Adicionalmente, en algunos obrajes los maltratos corporales estaban a la
orden del día. En resumen, se debe constatar que los reclamos se
acumulaban en algunos obrajes, mientras que en unas pocas manufacturas
no había quejas.102

3- Disturbios sociales

En la Sierra norte y centro de la Audiencia de Quito, el período colonial


tardío, señalado en las investigaciones frecuentemente como la “época de las
Reformas Borbónicas”, trajo consigo una serie de disturbios sociales y de
sublevaciones. Precisamente los proyectos de reforma del rey Carlos
III, aplicados desde el año 1765, afectaron tanto a la capa social alta
como también a la población común de la región, sea esta blanca,
indígena o mestiza.103

En el período colonial tardío la crisis de las manufacturas de la Sierra


norte y centro y los problemas económicos causados por esta, habían
alcanzado su máxima dimensión. Por ello, las medidas de reforma
económica y fiscal agravaron más la situación. La Sierra norte y centro
sintió en primer lugar las consecuencias del cobro de impuestos,
colocados bajo administración directa por la Audiencia desde 1767 y, por
lo tanto, más eficiente, y el establecimiento y la reorganización de

101 En el año 1802, por ejemplo, Francisco Carcelén y Sánchez de Orellana, un hermano del cuarto mar-
qués de Villa Rocha, José Carcelén, fue acusado de haber obligado a servicios de trabajo a la mujer de
un indígena endeudado, quien vivía en la hacienda con su familia, AMH/Q, Nº 151, Oficios, Solicitudes y
Comunicaciones al Presidente del Cabildo, t. 1 (1800-1815), exp. 19-X-1802, f. 140-140v. En el año 1810 el
corregidor de Riobamba confirmaba una práctica similar para su distrito, AMH/Q, Nº 23, Corregimiento de
Riobamba. Documentos Curiosos/Varios, exp. 5-I-1810, fs. 383v-384.
102 En este contexto es de interés una cláusula del testamento del mayorazgo quiteño Francisco de
Villacís y Ponce de León del año 1755. En ésta anota acerca de los trabajadores indígenas de su obraje
en Cayambe (Corregimiento de Otavalo): “Tengo encerrados [allí] algunos indios p.r lo mismo que me
deben; mando que si estos indios presos quisieran devengar libremente, sean sueltos”. Respecto a esto dis-
pone, que “en descargo de mi conciencia, se rebajen a los indios de dho. Obraje, y a los de las queseras,
el exceso q.e hubiese de los precios de bayetas, paños, sombreros, lienzos y demás especies que les he
dado de cuenta de su salario, cargándoseles solamente el costo de dhas especies”. Además, eventuales
haberes de los indígenas debían ser pagados de inmediato, en efectivo, AN/Q, 4ª Notaría (Protocolos), t.
110, exp. 31-III-1755, f. 70v.
103 Acerca de la política de reformas borbónicas, sus repercusiones en la región y las protestas de la capa
social alta de la ciudad de Quito cfr. Washburn, The Bourbon Reforms, pp. 100-218.

46 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
diversos monopolios estatales, asunto que redujo aún más el dinero
efectivo en circulación; esto aumentó la depresión económica. Además, el
decreto de Libre Comercio de 1778, por el cual un gran número de
puertos hispanoamericanos se abrió al comercio trasatlántico directo,
eliminó los últimos obstáculos para el flujo de textiles europeos al
continente sudamericano, en el caso del virreinato del Nuevo Reino de
Granada a través del puerto de Cartagena. En vista del contrabando, estos
obstáculos, ya se hallaban socavados en la realidad.

Desde el punto de vista de los hacendados, las reformas borbónicas


significaban, en varios aspectos, un recorte sensible de su prosperidad
económica. Así el estanco del aguardiente, reformado después de años de
una administración ineficiente y, desde este momento, estrictamente
controlado, redujo las posibilidades de ganancias de los productores
privados de caña por la venta de la materia prima a una destilería estatal
de aguardiente. Se establecieron otros monopolios para el tabaco, la
pólvora y los naipes. Adicionalmente, en la década de 1760, el cobro de
los tributos, de la alcabala y del impuesto al aguardiente se colocó bajo la
administración directa de la Corona. El cobro directo de los impuestos
por parte de funcionarios reales, aunque con restricciones en el cobro de
los tributos casi siempre rematado a los respectivos corregidores,
significaba el fin del sistema de arrendamientos practicado desde el siglo
XVI tardío. Hasta ese entonces españoles con capacidad financiera, tanto
inmigrantes recientes como criollos, habían podido adquirir en remate y
con la mejor postura, el cobro de los impuestos. Puesto que por lo general
la suma ofrecida se situaba por debajo de la cantidad posteriormente
cobrada, el sistema de arrendamiento resultó una posibilidad lucrativa
adicional de enriquecimiento.104

Además, el cobro directo y más eficiente tuvo como efecto un mayor volumen
de ingresos reales por concepto de impuestos y, con ello, una mayor retención
de dinero en efectivo de la economía local, ya que los ingresos de la Corona,
con la excepción de los salarios de los funcionarios pagados directamente por
la Audiencia, se enviaban en su totalidad a Cartagena para financiar las
fortificaciones y seguridad de la costa caribeña. Por esto, los círculos
económicamente dominantes de la ciudad de Quito exigieron, en dos
cabildos abiertos, por primera vez en 1764 luego de conocerse las intenciones

104 Washburn, The Bourbon Reforms, p. 144; acerca de la alcabala en especial Fernández Martínez, La
alcabala, pp. 35-69.

47 Primera parte
de reforma, y luego nuevamente en el año 1780, el retiro de los estancos y del
cobro incrementado de impuestos.105

En los años 1764 y 1765 se dio también la primera de una serie de


rebeliones tardío coloniales, en las cuales participaron en primera fila la
población indígena y las castas de las ciudades y pueblos de la región.
Entre los contemporáneos, la mayor atención fue provocada por la
llamada “rebelión de los barrios” de Quito en los meses de mayo y
junio del año 1765.106 El inicio de la rebelión, en marzo de 1765, fue
provocada por la reorganización del estanco del aguardiente, cuyas
instalaciones de destilación fueron destruidas por la turba rebelde, y el
comienzo simultáneo del cobro directo y estricto de la alcabala.

Entre los coetáneos la apreciación de la rebelión oscilaba entre la de un


tumulto desorganizado de las capas sociales inferiores, y la de una protesta
contra la política borbónica de reformas, manipulada por los notables
criollos. La primera versión fue presentada, a posteriori, especialmente por
el Cabildo quiteño, en primer lugar para realzar positivamente su propia
actitud, así como la de la totalidad de la capa social alta de la ciudad.107 Sin
embargo, el virrey Messía de la Cerda y su colega peruano Amat, vieron
claramente como autores de la rebelión a los círculos económicamente
dirigentes de los criollos, que se habrían servido de las estratos inferiores de
la población para imponer a la fuerza sus intereses, después de no haber

105 En el primer Cabildo abierto de diciembre de 1764 el estanco de aguardiente fue criticado con
vehemencia, AMH/Q, Nº 129, Actas del Concejo, acta de la sesión de 7-V-1765, f. 175v; cfr. McFarlane,
“The ´Rebellion of the Barrios´”, pp. 288-292. Además el segundo marqués de Miraflores, Mariano Flores,
se quejó por escrito al virrey de Nueva Granada, Pedro Messía de la Cerda, de las demás medidas de
reforma aun por aplicarse. Frente al virrey el marqués señaló que, a causa del establecimiento del
estanco de aguardiente, el envío de aguardiente de caña a la ciudad ya se había reducido en los
años pasados de 6.000 a 1.000 botijas anuales, puesto que por el estanco los precios se habían incre-
mentado y que, además, el aguardiente ya no se podía vender sino en muy pocos lugares. En conse-
cuencia, para las haciendas de cañaverales y de trapiche, dependientes de la producción de aguar-
diente, esta reforma significaba la ruina, doc. cit., fs. 173v-175. Luego, la segunda fase de la reorganiza-
ción fiscal bajo el visitador general y presidente de la Audiencia, José García de León y Pizarro, llevó a
otro Cabildo abierto en el año 1780, en el cual nuevamente se protestó contra los monopolios estata-
les, cfr. acerca del tema el “Expediente que ha promovido el procurador gral., síndico personero de esta
ciudad (…)”, AN/Q, 4ª Notaría (Juicios), exp. 7-IX-1781.
106 Por parte de la historiografía más antigua, la rebelión fue interpretada como un primer paso hacia los
posteriores movimientos independentistas quiteños de los años de 1809 a 1812, cfr. Torre Reyes, La revolu-
ción de Quito, pp. 147-151 y Pérez, Los movimientos precursores, pp. 46-63. Cfr. por el contrario el detalla-
do análisis de los hechos de McFarlane,“The ´Rebellion of the Barrios´”; cfr. la descripción e interpretación
coetánea de los eventos en una “Relación sumaria” anónima; además Washburn, The Bourbon Reforms,
pp. 171-177.
107 Cfr. por ejemplo la carta del Cabildo al virrey Messía de la Cerda del 10-VII-1765, AMH/Q, Nº 54,
Informes y Cartas del Cabildo al Virrey de Santa Fe (1765-1787), fs. 3v-4v.

48 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
logrado por la vía pacífica el retiro o la mitigación de las mencionadas
reformas económicas y financieras.108

Durante la rebelión, inicialmente los criollos no mostraron una posición


unívoca y común. No tuvo éxito el intento de la multitud de encontrar entre
la capa superior local a un vocero para sus intereses, puesto que el heredero
del condado de Selva Florida, Manuel Guerrero y Ponce de León, escogido
para este fin, se negó a aceptar esta función, intentando más bien apaciguar a
los rebeldes.109 Al no disminuir la violencia, también muchos criollos
participaron en la milicia organizada por la Audiencia para la represión de la
sublevación, la cual solamente pudo ser sofocada de forma definitiva con la
llegada de una tropa de 600 soldados enviados desde el Perú y Panamá bajo el
mando del gobernador de Guayaquil, Juan Antonio Zelaya.

Si bien la orientación de los tumultos respondió a los intereses


políticos de los criollos, la rebelión debe verse también como una
protesta de los amplios estratos inferiores urbanos, que estaban
afectados de manera especial por el cobro más estricto de la alcabala.
Además, en los años precedentes de 1762 y 1763 ya se habían producido
alborotos en los barrios periféricos, habitados predominantemente por
indígenas y castas.110

Un año antes de la “Rebelión de los Barrios”, en la villa de Riobamba y su


zona de influencia, se había producido la primera de las diez mayores
sublevaciones indígenas en la Sierra norte y centro durante el período
colonial tardío.111 Las sublevaciones fueron provocadas en parte por las
reformas borbónicas, especialmente a causa de nuevas regulaciones, reales o
supuestas, en las exigencias tributarias y de otras cargas fiscales. Pero
además, las sublevaciones estaban relacionadas con la mita de gañanía y las
difíciles condiciones de trabajo en los obrajes a las cuales estaba expuesta la
población indígena, soporte principal de la situación colonial y de la
estructura económica regional, precisamente en los tiempos de crisis

108 McFarlane,“The ´Rebellion of the Barrios´“, pp. 284-285.


109 McFarlane,“The ´Rebellion of the Barrios´“, p. 315. Acerca de la actitud de Guerrero durante la rebe-
lión cfr. la “Relación de los méritos y circunstancias del maestre de campo Don Manuel Guerrero Ponce
de León (…)”, 20-I-1767, AGI, Quito, leg. 224.
110 Para el año 1762 cfr. Minchom, Urban Popular Society, pp. 347-348; para los tumultos de 1763 cfr. el informe
de la Audiencia al virrey de la Nueva Granada de diciembre del mencionado año, AGI, Quito, leg. 224.
111 En toda la Sierra de la Audiencia hubo a lo largo del siglo XVIII y antes del año 1764, solo dos sublevacio-
nes menores en el Corregimiento de Cuenca, una de ellas en Alausí (1760).Todas las rebeliones indígenas tar-
dío coloniales estuvieron reducidas a la Sierra norte y centro, Moreno Yánez, Sublevaciones indígenas.

49 Primera parte
económica del período colonial tardío.112 La gran rebelión de la población
indígena del Corregimiento de Otavalo en el año 1777, provocada por una
orden real del año 1776 que atizó el temor a nuevos impuestos, se dirigió
directamente contra los hacendados del distrito. Los indígenas rebeldes de
varias haciendas, incendiaron diversas casas e instalaciones productivas,
sucesos en los cuales también perdieron la vida algunas personas.113

I I - ESTR UCTURAS Y CONCEPTOS DE LA ESTRATIFICACIÓN SOCIAL EN QUITO

La investigación histórica social acerca de la sociedades urbanas de la


Hispanoamérica tardía colonial ha destacado, tanto respecto de la cuestión de
la estructura de la estratificación social, como también de la percepción de la
desigualdad social por parte de los contemporáneos, la capital importancia de
los criterios étnicos y económico funcionales.114 A los criterios económico
funcionales de la estratificación social pertenecen la propiedad (especialmente
de los bienes raíces rurales) y el ejercicio de determinados cargos, oficios u
otras actividades. El concepto de “etnicidad” utilizado aquí se fundamenta en
la definición de Max Weber de un “grupo étnico”:

“Llamaremos “grupos étnicos” a aquellos grupos humanos que,


fundándose en la semejanza del hábito exterior y de las costumbres,
o de ambos a la vez, o en recuerdo de colonización y migración,
abrigan una creencia subjetiva en una procedencia común, de tal
suerte que la creencia es importante para la ampliación de las
comunidades, […], sin tener en cuenta si existe o no una verdadera
comunidad de sangre.”115

Como lo demostrarán las siguientes discusiones, la definición de Weber se debe


ampliar en el sentido que la identidad étnica de una persona o de un grupo no
es solamente el resultado de una autodefinición, sino que resulta igualmente de
la atribución ajena por parte de otras personas y grupos, especialmente por los
representantes de un grupo étnico socialmente dominante.

112 Cfr. Moreno Yánez, Sublevaciones indígenas, pp. 339-423.


113 Entre las haciendas, obrajes y casas destruidas se encontraron, entre otras, también las propiedades
de las destacadas familias nobles de Quito: Jijón (condado de Casa Jijón), Maldonado (marquesado de
Lises), Montúfar (marquesado de Selva Alegre) y Sánchez de Orellana (marquesado de Villa Orellana),
“Minuta de las casas, hac.s y obrajes de este as.to de Otavalo que padecieron destrozos, incendios y
saqueos por los indios que se sublevaron los días 10, 11, 12 y 13 de nov.e de este presente año de 1777”,
AN/Q, Indígenas, exp. 26-XI-1777, fs. 24-25; “Memoria de las casas quemadas y destrozadas del pueblo de
Cotacachi”, 9-XII-1777, AN/Q, Indígenas, exp. 2-XII-1777, [f. 45].
114 Cfr. el informe bibliográfico de Bronner,“Urban Society”.
115 Weber, Economía y sociedad, tomo 2, p. 67.

50 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Las siguientes explicaciones acerca de los elementos y los conceptos de la
desigualdad social se refieren esencialmente a la estratificación social de la
población en diversos grupos sociales grandes. En cambio, otros criterios de la
desigualdad social, que comúnmente varían de semejante modelo de
estratificación, tales como diferencias de género o relaciones clientelares
verticales, no se tomarán en cuenta específicamente. Además se excluye al
número relativamente pequeño de esclavos negros y mulatos, que se hallaban
en el extremo inferior de la jerarquía social urbana.

Una fuente importante para la investigación acerca del significado de los


mencionados criterios de la estratificación social, son las diversas listas de
censos del período colonial tardío. En el caso de la Audiencia de Quito el
material conservado y demográficamente utilizable es, con alguna
excepción, poco específico en general, lo que dificulta el descubrimiento de
la relevancia social de los criterios étnicos y económico funcionales, así
como la ponderación entre ellos.

Hasta muy entrado el siglo XVIII, prácticamente sólo se enumeraba a la


población indígena tributaria.116 No obstante, en el período colonial tardío y
en el marco de las reformas borbónicas, se realizó una serie de encuestas sobre
la población general, en las cuales se observaron sobre todo criterios étnicos, un
hecho que -además de la importancia fiscal del registro específico de los
indígenas tributarios- tomó en cuenta el papel central del estatus étnico para
la diferenciación social de la población.117 A diferencia de las encuestas
demográficas de otras unidades administrativas del imperio colonial, estas
listas de censos no contienen ningún dato acerca de la base económica y de las
actividades productivas de la población registrada.118

Únicamente un censo del año 1768, casa por casa de la parroquia quiteña
de Santa Bárbara, contiene datos sobre las actividades de una buena parte de
las personas registradas nominalmente.119 Fuera de este, solamente existe una
encuesta realizada por la Iglesia en el año 1797, para el cumplimiento con la
confesión y la comunión por parte de los habitantes de Quito. A veces en estas

116 Tyrer, Historia demográfica y económica, pp. 21-82; Ortiz de la Tabla,“La población ecuatoriana”.
117 Estos datos de censos del período colonial tardío, ordenados según los diversos corregimientos, han
sido analizados y parcialmente publicados por Lucena Samoral,“La población del Reino de Quito”. Fuera
de los Archivos Nacionales de Quito y Bogotá, consultados por este autor, también el Archivo General de
Indias conserva copias de éstas al igual que de algunas otras listas de censos, AGI, Quito, legs. 242, 243 y
378 A. Otras listas de censos, en parte no registrados por Lucena Samoral, están ubicadas en la sección
“Empadronamientos” del Archivo Nacional en Quito.
118 Cfr. en cambio para la Ciudad de México Seed,“Social Dimensions of Race”; para Buenos Aires Socolow,
The Merchants of Buenos Aires; para Guatemala Langenberg, Urbanisation und Bevölkerungstruktur.
119 “Censo de la ciudad de Quito”, analizado por Minchom, Urban Popular Society, pp. 303-310.

51 Primera parte
listas existen datos sobre las actividades profesionales.120 Finalmente, también
los libros de bautizos, matrimonios y defunciones de las diversas parroquias
contienen datos sobre la composición étnica de la población.121

La clasificación étnica somera de las personas registradas en las listas de


censos y de libros parroquiales, constituye una característica interesante,
por la frecuente ausencia de diferenciación entre españoles y mestizos. En
las listas de censos de los diferentes corregimientos, ambos grupos étnicos
se encuentran siempre bajo el rubro común de “blancos” o “españoles”. En
la encuesta eclesiástica de 1797 y en el censo de Santa Bárbara del año
1768, en cambio, las personas de ambos grupos están anotadas sin
identificación étnica propia, a diferencia de los indígenas, mulatos o negros
siempre señalados con su identidad étnica. Por su parte, los libros
parroquiales de El Sagrario en Quito, agrupan someramente a las personas
registradas en españoles, por un lado, e indígenas, mestizos y mulatos por
el otro.122 Sin embargo, en todas las encuestas y listas de población
mencionadas falta un rubro propio de “mestizos”.123

Las listas de censos de los diferentes corregimientos fueron elaboradas según la


“distinción de sexos, estados, clases y castas”, exigida por el presidente de la
Audiencia. La heterogeneidad de las categorías sociales establecidas indica la
división social compleja de la población durante el período colonial tardío.124
En las diversas listas la población está dividida, casi sin excepción, en las

120 AC/Q, Gobierno del Obispo Calama. Cfr. el análisis sin publicar de los respectivos documentos por
Moreno Egas, Quito en 1797.
121 Éstos ya han sido publicados en parte por Moreno Egas, cfr. para ello los respectivos títulos de este
autor en la Lista de Fuentes y la Bibliografía.
122 Minchom, Urban Popular Society, pp. 222-226. En el período colonial tardío los registros de la parroquia
El Sagrario incluían los dos rubros de “españoles” y “mestizos, montañeses, indios, negros y mulatos”, Roig,
Humanismo, tomo 2, p. 32. El término “montañés”, según Roig, inicialmente se refería a los indígenas del
amplio callejón interandino que vivían en los márgenes de los centros dominados por la cultura españo-
la, término que luego fue mantenido para las familias indígenas que se asentaban en Quito, op. cit., pp.
32-33 (nota 19). Según Minchom, en cambio, con los montañeses inicialmente se hacía referencia a los
indígenas urbanos aculturados y, en el siglo XVII, por lo general, a mestizos de mayor categoría social y
también a los españoles empobrecidos, Minchom, Urban Popular Society, pp. 291-293.
123 Términos étnicos parecidamente equívocos y no diferenciados se hallan también en algunas des-
cripciones del Corregimiento de Otavalo del año 1808, redactadas, por orden virreinal, por diferentes
autores (párrocos o funcionarios locales), en las cuales se encuentran también datos acerca del tama-
ño y de la composición étnica de la población. En ellas la población del propio asiento de Otavalo, por
ejemplo, se divide en dos grupos, por un lado los “blancos, negros y [gente] mezclada”, por el otro los
“indios”. En el esbozo de las actividades de la población, en cambio, solamente se habla de los “blan-
cos” e “indios”. Para el pueblo de Cotacachi, en cambio, se mencionan, en general, solamente “espa-
ñoles” e “indios”, al igual que para los pueblos de San Pablo de la Laguna, Tabacundo y Tocache, con
una mención adicional de algunos “negros” para el último pueblo. Solo en el pueblo de Urcuquí se men-
ciona explícitamente a los “mestizos”, “Descripciones de los pueblos del partido y Corregimiento de
Otavalo (…), 6-V-1808, AHBC/Q, Documentos Misceláneos, Nº 7/22.
124 Aquí el término “clase” (aún) no tiene un significado fundamentalmente económico en el sentido de
una clase como capa social en la moderna sociedad burguesa o sociedad de clases.

52 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
categorías de “clero”, “blancos”, “indios”, “libres de varios colores” y “esclavos
de varios colores”. Mientras los mestizos están incluidos en el rubro de
“blancos”, el rubro “libres” se refiere, por lo general, casi exclusivamente a
negros y mulatos (Cuadros 1 y 2).

CUADR O 1

La población de los corregimientos en la Sierra norte y centro de la


Audiencia de Quito en el año 1783 125
Blancos Indios Libres Esclavos Total
Ibarra 6.741 7.574 91 1.147 15.553
Otavalo 2.705 25.682 5.563 266 34.216
Quito 21.097 40.645 882 606 63.230
Latacunga 11.826 37.125 346 16 49.313
Ambato 15.300 29.228 81 22 44.631
Riobamba 14.957 49.556 332 64 64.909
Chimbo 6.337 7.777 0 110 14.224
Total 78.963 197.587 7.295 2.231 286.076

CUADR O 2

La población de la ciudad de Quito y de los pueblos del


Corregimiento en el año 1784 126

Blancos Indios Libres Esclavos Total


Quito 17.976 4.406 733 611 23.726
Pueblos 3.192 36.136 169 2 39.499
Total 21.168 40.542 902 613 63.225

125 La base del cuadro es un censo del “Reino de Quito”, transcrito por Lucena Samoral,“La población”,
p. 68. Lucena Samoral añade al grupo de la población blanca las cifras de los “eclesiásticos”, indicadas
por separado en el censo original. En el presente cuadro no han sido tomadas en cuenta las cifras del
censo original referentes a la ciudad de Loja en la Sierra sur; las cifras totales de los diversos grupos han
sido cambiado de manera correspondiente.
126 Las cifras de este cuadro provienen de un censo de la ciudad de Quito (con sus cinco parroquias) y
del total de 30 pueblos del Corregimiento, igualmente transcrito por Lucena Samoral, op. cit. pp. 43-44.
También aquí Lucena Samoral adjunta los “eclesiásticos” al grupo de la población blanca. Las cifras de la
población de los diversos pueblos, indicadas en el censo original y por Lucena Samoral, han sido resumi-
dos por mí para este cuadro en un solo rubro.

53 Primera parte
A más de la ausencia de diferenciación étnica entre la población
blanca y mestiza, algunas listas de censos demuestran variaciones
en lo referente a las categorías utilizadas y a su significado. En
cuatro listas de la jurisdicción de Ambato (1781, 1782, 1784 y 1789),
solamente en 1790 elevada de una tenencia del Corregimiento de
Riobamba a Corregimiento, está anotado en lugar del rubro de
“blancos”, explícitamente el de “blancos y mestizos”, mientras que en
uno de los censos de la misma época (1784) la cifra total de este grupo
poblacional, determinada por los datos parciales de esta villa y de los
demás pueblos ubicados en su jurisdicción, nuevamente es señalada solo
como “blancos”.127

En una nota al censo del Corregimiento de Chimbo del año 1783, en


cambio, se dice que en toda la jurisdicción había tan solo tres o cuatro
“blancos”. No obstante, el rubro correspondiente de este censo incluye a
5.224 personas, en cuyo caso se debe haber tratado, por lo tanto,
mayoritariamente de mestizos.128

Otro censo de este Corregimiento del año 1778 incluía, fuera de los rubros
de “blancos”, “indios” y “esclavos de varios colores”, en lugar del usual
rubro de “libres de varios colores”, un rubro sin llenar de “mestizos de
varios colores”. En una nota el mismo funcionario, quien elaboró el censo
de 1783, señala que “en esta Prov.a no hay más que tres layas de gentes,
pues a excepción de 8 los demás son […] mestizos honr.s”.129 Luego,
también aquí los mestizos formaban la mayor parte del segmento
poblacional registrado como “blancos”.130

Una peculiaridad adicional, que se destaca recién en una segunda mirada,


existe en el caso de las listas de censos del Corregimiento de Otavalo. Aquí
los mestizos están obviamente incluidos siempre en el rubro de “libres”,
puesto que el número de éstos se ubica claramente por encima de la cifra
notablemente baja de los “blancos”.131

127 AN/Q, Empadronamientos, nos. 2 (1789; no registrado por Lucena Samoral), 9 (1784) y 28 (1782) así
como el censo del 2-IV-1781.
128 Lucena Samoral,“La población”, p. 49 (nota 53).
129 AN/Q, Empadronamientos, Nº 42; a esto se añade el registro adicional del clero.
130 En cambio, otro censo de este Corregimiento, del año 1780, tiene la clasificación usual sin el rubro de
“mestizos”, AN/Q, Empadronamientos, Nº 43.
131 Según un censo de 1785 el Corregimiento de Otavalo albergaba 2.795 “blancos” y 5.643 “libres”,
Lucena Samoral,“La población”, p. 42; cfr. Washburn,“La delineación de regiones”, pp. 45-46. Cfr. en cam-
bio las cifras de la Descripción del Reyno de Santa Fe de Bogotá, p. 22.

54 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
La asignación de los habitantes registrados en los diversos censos
de población a las categorías étnicas, en general burdas y
parcialmente cambiantes, indica las grandes dificultades en la
definición étnica y en la diferenciación de la población,
consecuencia de un proceso de más de dos siglos del cruce étnico,
es decir biológico y sociocultural.132

Claramente, el mayor porcentaje de la población mixta en la Sierra de la


Audiencia estaba formado por mestizos quienes, a causa de sus
múltiples cruces con criollos e indígenas así como entre ellos mismos,
ya no podían ser físicamente reconocidos en el siglo XVIII como un
grupo homogéneo que se pudiera diferenciar de la población blanca, así
como de la indígena.133

En los años 1740, Jorge Juan y Antonio de Ulloa, oficiales de la Marina


española que viajaron por la América meridional, habían constatado en lo
relacionado con la problemática de diferenciación de la heterogénea
población mixta, que los mestizos, con la excepción de los descendientes
inmediatos de un antepasado indígena y uno blanco, eran tan “blancos”
como los españoles y que en la Península Ibérica no se los reconocería
como mestizos.134 También para el período colonial tardío se pueden
reconocer numerosas pruebas de las dificultades en la averiguación de la
identidad étnica de la población y la delimitación de los mestizos, tanto
de los españoles como de los indígenas. Para esto son de especial
relevancia las declaraciones de mestizos, analizadas por Minchom, de

132 Por ello Lucena Samoral resume la confiabilidad de los datos demográficos por él reunidos y analiza-
dos con las palabras: “La clasificación étnica de la población es cuando menos sospechosa, pues posi-
blemente nadie sabía qué se definía por ´blanco´, ´libre´o ´indio´, Lucena Samoral,“La población”, p. 71.
133 Ya a inicios del siglo XVII un vecino quiteño constató en una carta a la Corona, que “se han mezclado
tanto los españoles entre los indios, que hay en esta ciudad más mestizos que en todo lo restante del Perú”,
Carta de Don Sancho Díaz de Zurbano, 22-III-1609, AGI, Quito, leg. 28, citado según Minchom, Urban Popular
Society, p. 120 (nota 37). Otra reacción a la creciente diferenciación étnica fueron las especificaciones con-
ceptuales de los diversos grados de mezcla biológica entre las diferentes castas, cfr. para la Nueva España
y Perú Mörner, “Race Mixture”, pp. 58-59; cfr. para Guatemala Langenberg, Urbanisation und
Bevölkerungsstruktur, pp. 236-237. Según Konetzke los mestizos, por principio, pertenecían a las castas,“pero,
en general, ya se consideraba español al que tenía no más que un octavo de sangre india”, Konetzke,“El
mestizaje”, p. 230. Tales diferenciaciones según las “partes de la sangre” de la diversas castas no eran, sin
embargo, más que un juego intelectual puramente teórico que no se podía comprobar empíricamente. Se
debe tomar en cuenta, además, que a los inmigrantes españoles tampoco se los puede considerar como
una población biológica y étnicamente uniforme, puesto que, a pesar del concepto sociocultural de la “lim-
pieza de sangre” que se impuso a inicios de la temprana Edad Moderna, la Península Ibérica había sido
durante la Edad Media un lugar de múltiples mezclas biológicas (cfr. entre otras por parte de los moros), por
lo cual también los rasgos físicos variaban considerablemente entre los españoles.
134 Ramos (ed.), Las ´Noticias secretas de América´, tomo 2, pp. 77-78.

55 Primera parte
diversas personas consideradas como indígenas y por lo tanto registradas
como tributarios.135

En una declaración del año 1780 una persona considerada indígena


obviamente por el color de su piel enfatiza:

“La prueba del color de la piel es engañosa y no es afirmativa en


modo alguno, puesto que no existe nada más común que españoles
de piel muy oscura y mulatos extremadamente blancos quienes,
lejos de su lugar de nacimiento, pueden negar su origen inferior sin
problema alguno”.136

El solo hecho de que existiera la necesidad de estos pleitos para la


determinación de la identidad étnica, ya demuestra que no era posible
distinguir sin problema a los mestizos de entre la población urbana, étnica
y socialmente compleja. Adicionalmente, también descripciones como “un
hombre muy blanco”, “de buena color de la piel” o también la
caracterización, a primera vista paradójica, de una persona como “mestizo y
hombre blanco” evidencian la transición difusa entre las poblaciones blanca
y mestiza.137 En las declaraciones el término “blanco” ya no sirve para una
identificación unívoca de un grupo étnico (de blancos o españoles),
destacados claramente de los mestizos según características objetivas, sino
que se refiere aquí en una delimitación general de la población indígena, al
grado de claridad de la piel.138 Ya que el color de la piel, al igual que otros
atributos físicos, ofrecía solamente una información restringida sobre la
identidad étnica de una persona, en la comprobación de las declaraciones de
mestizos la Audiencia se orientaba también en otros indicios tales como el
apellido, la vestimenta, el modo de vida, los contactos sociales y las
actividades productivas. El estatus étnico de una persona correspondía,
por lo tanto, en gran medida a la reputación pública basada

135 Minchom, Urban Popular Society, pp. 244-319. La comprobación de la identidad étnica de personas
registradas como tributarios, pero que se hacían pasar por mestizos, se realizaba ante la Audiencia, la
cual, al igual que las personas involucradas, recogía documentos y declaraciones de testigos. Los 266
casos establecidos por Minchom para el período de 1680 a 1815 se refieren, desde el punto de vista geo-
gráfico, especialmente a la Sierra norte y centro. 210 de los mencionados casos se refieren al período
colonial tardío (entre 1776 y 1787), una consecuencia de los esfuerzos de la Audiencia relacionados con
la política de reformas borbónica, de volver más eficiente el cobro del tributo indígena, op. cit., pp. 246.
136 Citada según Minchom, Urban Popular Society, p. 260.
137 Cita según Minchom, Urban Popular Society, p. 284.
138 Cfr. Minchom, Urban Popular Society, p. 251.

56 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
fundamentalmente en criterios socioculturales y por lo tanto también
manipulables.139

Sin embargo, el carácter impreciso e informal de las categorías étnicas en el


período colonial tardío no era, de ninguna manera, una expresión de
pérdida de importancia de los criterios étnicos para la diferenciación social
de la población. En el período colonial tardío, especialmente los mestizos se
vieron expuestos a una fuerte discriminación social.140 Después de una fase
de relativa ausencia de reparos contra los matrimonios entre españoles e
indígenas durante el siglo XVI, los mestizos fueron cada vez más
desfavorecidos socialmente y, por la legislación de la Corona, también
jurídicamente.141

Por un lado, esta discriminación se puede entender como una variante


colonial de la “limpieza de sangre” de la descendencia de cristianos viejos
sin antepasados judíos o moros, exigida en la Madre Patria para ocupar un
alto rango social, la cual sobrevivió en las colonias como “limpieza de toda
mala raza” de ascendencia española sin antepasados indígenas o negros.
Además, los mestizos -al igual que los negros y mulatos libres,
numéricamente mucho más escasos, así como los indígenas forasteros que

139 Acerca de la madre de una persona que se declaraba mestiza, un testigo declaró que él “ignora
si fue india o española, o mestiza, porque usaba faldellín y no traía urco como indio (…). La dicha mujer
era blanca y calsada”, Minchom, Urban Popular Society, p. 261. Para la naturaleza relativa e informal
de las categorías étnicas es igualmente ilustrativo el testimonio de un mercader quiteño sobre los
padres de una persona finalmente reconocida como mestiza: “Dijo [el testigo] que Enrique de la Parra
y Rosa de la Guerra, naturales y vecinos del pueblo de Uyumbicho [Corregimiento de Quito], contra-
jeron con el testigo urbana amistad y correspondencia, por motivo de que éstos le venían a vender
algunas especies de el campo y por esto reconoció ser personas blancas”, p. 264. Cfr. la bibliografía
acerca la naturaleza del estatus étnico definida de manera similar en otras regiones del imperio colo-
nial en Bronner, “Urban Society”, p. 32.
140 La población libre negra y mulata, numéricamente bastante escasa, fue todavía más discriminada que
los mestizos, a causa de su descendencia de los esclavos. Por ello, en Ibarra en el año 1793, aun los padres
de una mestiza se opusieron a los planes de ésta de casarse con un mulato, AN/Q, Matrimoniales, exp. 3-VII-
1793. Esto tampoco cambió mayormente con el hecho de que a fines del siglo XVIII la Corona posibilitó a
los mestizos cultos o económicamente exitosos de hacerse emitir, contra el pago de una determinada suma
de dinero, una “Real Cédula de gracias al sacar”, con la cual éstos recibían legalmente el rango de un
“español”,“Índice de los R.s despachos, que se remiten al distrito de la Audiencia de Quito en 25 de marzo
de 1795”, entre ellos “Uno de 10 de Febrero de este año, para que se publique en los Reinos de Indias y
Filipinas el arancel inserto de los servicios pecuniarios señalados a las gracias llamadas al sacar”, AGI, Quito,
leg. 354. Para la región aquí estudiada no conozco concesión alguna de este privilegio.
141 Acerca de la política de la Corona frente a la población mestiza cfr. Konetzke,“Die Mestizen”; “El mes-
tizaje”; en general Jaramillo Uribe,“Mestizaje”; Minchom, Urban Popular Society, p. 100; Zúniga, Espagnols
d’outre mer. E; en Quito la desclasificación social de los mestizos a lo largo del período colonial se eviden-
cia además en el hecho de que desde las primeras décadas del siglo XVIII este segmento de la pobla-
ción ya no consta, como desde fines del siglos XVI, conjuntamente con los “españoles” en el mismo rubro
de los libros parroquiales de los bautizos, matrimonios y defunciones, sino que desde entonces formaba un
grupo con los indígenas, mulatos y negros. Esta información la debo a Jorge Moreno Egas.

57 Primera parte
habían emigrado de sus comunidades de origen, y a diferencia de una gran
parte de la población indígena- no estaban ni asentados en comunidades
propias ni integrados al sistema de concertaje, ni sujetos como los esclavos
negros y mulatos, al poder de disposición y al control directos de un patrón
español. En vista de la relatividad y variabilidad del estatus étnico, a
los mestizos se los encontró pronto en los más diversos escalones y
posiciones de la jerarquía social, aun cuando a los mestizos
públicamente reconocidos les era vedado en su gran mayoría, el acceso a las
posiciones más altas en la administración, la milicia y la Iglesia.142

Su movilidad geográfica y social, relativamente grande en comparación a la


de la mayoría de la población indígena, hacía aparecer a los mestizos a los
ojos de la capa social alta y de las autoridades coloniales, como
especialmente sospechosos y como foco de permanente intranquilidad
social. Por lo tanto, los excesos en los barrios periféricos de Quito,
habitados especialmente por castas e indígenas, en el año 1763 y en el gran
levantamiento de 1765, que también se originó en estos barrios, fueron
atribuidos rápidamente a los mestizos.143 En el año 1788 el Cabildo
quiteño decidió expulsar a los mestizos del sitio de Guajaló, habitado por
indígenas, en los límites urbanos de Quito, pues así los indígenas “no
tendrán el incentivo de la seducción o el mal ejemplo de los mestizos, gente
regularm.te más animosa”.144

Esta exigencia se dirigía igualmente a los forasteros indígenas -otro grupo


poblacional considerado “inquieto”- que en las ciudades se integraban sin
problemas en la población mestiza, causando la indignación de las
autoridades coloniales. En vista de los tumultos de 1763 el fiscal de la
Audiencia propuso elaborar una lista de los indígenas forasteros habitantes
de Quito, puesto que éstos frecuentemente esconderían su verdadera
identidad con prendas de vestir normalmente usadas por los mestizos y los
españoles y con esto evitarían el pago de los tributos exigidos a ellos.145

142 Cfr. para la Nueva España en el siglo XVII Israel, Race, Class and Politics, p. 66.
143 Acerca de los tumultos de 1763, especialmente en el barrio de San Roque, durante los cuales circula-
ron en la ciudad “papelones ofensivos” cfr. el informe de la Audiencia al Consejo de Indias de diciembre
de 1763, AGI, Quito, leg. 224.
144 AMH/Q, Nº 134, Actas del Concejo, acta de la sesión de 27-V-1788, f. 64v.
145 Carta de la Audiencia el Consejo de Indias, XII-1763, AGI, Quito, leg. 224. A inicios de la década de 1760
se habían descubierto en Quito más de 600 casos de indígenas que no pagaban tributo, Minchom, Urban
Popular Society, p. 247; cfr. Oberem,“Indios libres”, p. 112 (nota 4). En el año 1788 el administrador de tribu-
tos ordenó tomar medidas adecuadas “para q.e [a] los indios vestidos q.e andan en traje de españoles
(…), de estos dhos pueblos de la ciudad de Quito, [se] los coja y los ponga en el obraje de Yaruquí del
Cap.n d.n Gregorio Sánchez”, AN/Q, Obraje, exp. AHN/-PQ/1788.

58 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Ante el trasfondo de los continuos prejuicios sociales étnicamente
motivados frente a las castas, y en vista de la naturaleza sociocultural
cambiable del estatus étnico, el reconocimiento como “blanco” constituía
un importante criterio para el estatus y el ascenso sociales.146 Por otro lado
los españoles empobrecidos corrían el peligro, al perder su posición social,
de ser considerados como mestizos, cuando a causa de su creciente
empobrecimiento ya no se veían en la posibilidad de ejercer un oficio
socialmente respetado, de tener un estilo de vida elevado, vestir prendas
buenas y cuando el trato social, al igual que la selección del cónyuge, ya no
recaían en miembros de la población reconocida como blanca. En casos
extremos, un blanco pobre aun corría el peligro de ser registrado como
indígena y de ser obligado a pagar tributo.147 En vista del poder del
testimonio relativo del color de la piel, un blanco empobrecido tampoco
estaba a buen recaudo de la difamación malintencionada como mestizo.148

Por lo tanto en Quito, aun en el período colonial tardío, el estatus étnico de


una persona constituía una categoría central para la desigualdad social; sin
embargo, a causa del alto grado de cruce biológico, al igual que de la
diferenciación social y la dinámica de la sociedad urbana, estuvo
estrechamente ligado a -o derivado de- los parámetros de valores
socioculturales, por lo que eran en gran medida un resultado de la
reputación pública.149

¿Qué relación existía entonces entre el estatus étnico y la dimensión


económica funcional de la estructura social y de la percepción
coetánea de la desigualdad social? Como ya lo han mostrado las
declaraciones de mestizos, la posesión de bienes raíces y las actividades
productivas fungían igualmente como indicios socioculturales para la
identidad reclamada por una persona o atribuida a ella. La fuente más

146 Minchom, Urban Popular Society, pp. 98, 289; cfr. Jaramillo Uribe, “Mestizaje”, pp. 30-36. Jurado Noboa
y Puga describen el ejemplo de un proceso de cambio del estatus étnico, motivado por los prejuicios étni-
cos y extendido por varias generaciones, de una familia originalmente indígena y finalmente reconocida
como “blanca”, Jurado Noboa y Puga, El proceso de blanqueamiento.
147 A esto corresponde la argumentación en la declaración de mestizo de un niño expósito que resalta-
ba frente a la Audiencia: “V. A. mismo hará brevemente reflección de uno u otro sujeto distinguido, que si
éste se hallara abatido de la pobreza o, por mejor decir, vestido de un capisayo de jerga, quien creería
fuese Don fulano de tal, y tal vez fuera para la inteligencia de los cobradores el primero que debía pagar
tributos”, citado según Minchom, Urban Popular Society, p. 262.
148 Minchom, Urban Popular Society, p. 262.
149 De la documentación analizada por Moreno Yánez sobre las rebeliones rurales del período colonial
tardío, predominantemente indígenas, se desprende que también el estatus social de la población asen-
tada en los pueblos o en las haciendas estaba, a veces, marcado por criterios predominantemente socio-
culturales y que se revisaba a base de estos criterios, especialmente en lo relacionado con el trato social
y la vestimenta de las personas en cuestión, Moreno Yánez, Sublevaciones indígenas, p. 404-405.

59 Primera parte
importante que existe para un análisis detallado de la relación entre
el estatus étnico y económico funcional en la ciudad de Quito es el
censo elaborado en el año 1768, de la parroquia de Santa Bárbara, en
la cual vivía, después de la de El Sagrario, la mayoría de las familias
distinguidas de la ciudad. Minchom ha agrupado los datos acerca de la
propiedad y los oficios, indicados en el censo, de la siguiente manera:

CUADR O 3

Propiedad y oficios de los habitantes de la parroquia de Santa


Bárbara en Quito, en el año 1768 150

- Producción para las necesidades de la población (indígena)


- Venta de alimentos
- Sirvientes de la “sociedad blanca”
- Empleados de la Iglesia
- Manufactura
- Comercio
- Clero
- Funcionarios reales / militares / profesiones libres (especialmente abogados)
- Terratenientes y productores agrarios

A diferencia de las informaciones económico funcionales, en este censo


resultan bastante someros los datos sobre el estatus étnico de las personas
registradas. Tan solo los indígenas y dos mulatos se señalan con su
identidad étnica. Asimismo, la población no indígena no es caracterizada
detalladamente en el aspecto étnico, por lo cual es prácticamente imposible
una asignación diferenciada de actividades posiblemente típicas a los
mestizos o a los blancos.151

Sin embargo, se pueden reconocer claras tendencias de coincidencia del


estatus étnico con la actividad productiva al interior de la población
indígena por un lado, y de la restante población no indígena por el otro.
Entre otros, los seis barberos registrados, por ejemplo, son todos indígenas
o registrados como tales. Es llamativa además, la total ausencia de
indígenas entre los oficios especializados más apreciados como, por

150 Según Minchom, Urban Popular Society, pp. 184-185.


151 Solamente un “vendedor, calle” es señalado específicamente como mestizo, Minchom, Urban Popular
Society, p. 303

60 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
ejemplo, de los constructores de instrumentos musicales, los herreros y los
plateros o los pintores y los músicos.152 También el hecho de que algunas
personas, que se hacían pasar por mestizos en las respectivas declaraciones,
pretendían no haber ejercido “oficio alguno correspondiente a indio”,
resalta la ocupación de la población indígena en las actividades socialmente
menos estimadas.153

Aunque en el censo de la parroquia, la población no indígena no está


identificada étnicamente, se puede reconocer al interior de este grupo una
diferenciación de estatus, que se refleja también claramente a nivel de las
actividades. En el censo, el tratamiento “don” precede a una pequeña parte de
las personas señaladas como no indígenas.154 En la Hispanoamérica
colonial de fines del siglo XVIII el término “don” constituye una
expresión de reputación pública de difícil comprensión exacta. En la
época de la conquista de América, el tratamiento honorífico “don” todavía
expresaba en la Península Ibérica una alta posición social, claramente
definida, de la persona reconocida de esta forma. En la Castilla de fines del
siglo XV, la fórmula (parecida al alemán Herr, o sea “señor”), originalmente
reservada a la familia real, ya se había extendido a la nobleza titulada y
algunos nobles sin título (caballeros) de largo abolengo e importancia
regional.155 En consecuencia, en los estudios del período colonial temprano, el
tratamiento “don” se ha considerado a veces como indicio de nobleza en la
bibliografía de historia social.156

Ni en España ni en Hispanoamérica la utilización de la fórmula “don”


estaba regulada por ley y, por lo tanto, su uso cambiaba de región en región
y se aplicó, en el transcurso del siglo XVII y XVIII, para un círculo social

152 Otra lista de las actividades de los indígenas asentados en los diferentes barrios de Quito ya existe
para los años 1733 - 1734. En ésta el campo de las actividades indígenas es más amplio; entre otros, algu-
nos indígenas se mencionan también en las artesanías, “Cuaderno[s] de numeración de los indios mos-
trencos de la Real Corona (…), AN/Q, Indígenas, exp. 3-V-, 20-VIII-, 31-VIII- y 20-XI-1733, así como 13-I-, 16-II-
y 19-II-1734. Hasta el momento, no han sido analizados los oficios y sus corporaciones en la ciudad de
Quito. Algunas informaciones sobre los plateros, así como los gremios puramente indígenas de los barbe-
ros y los tejedores se hallan en Minchom, Urban Popular Society, pp. 138-149.
153 Minchom, Urban Popular Society, p. 255, cfr. también pp. 263, 275. En las declaraciones, sin embargo,
estas actividades, con la excepción de la de un cargador, no se especifican, cfr. op. cit. p. 253.
154 También en la mencionada lista eclesiástica de la ciudad de Quito, en el año 1797, la misma distinción
diferencia a aquella parte de la población no señalada como mulata o negra.
155 Gerbet, La noblesse dans le royaume de Castille, pp. 138-139. Para las mujeres el tratamiento “doña”
ya se había extendido a las esposas de todos los caballeros de Extremadura (Castilla), sin expresar, sin
embargo, el estatus social, sino más bien una respetuosa confianza, op. cit. p. 139. Además este tratamien-
to estaba determinado para los altos dignatarios eclesiásticos en cuyo caso estaba siempre ligado al
cargo respectivo, por ejemplo el de un obispo.
156 Cfr. p. e. Lockhart, Spanish Peru, pp. 34-48.

61 Primera parte
cada vez más amplio.157 La regulación jurídica, finalmente decidida todavía
a inicios del siglo XIX, a otorgar la designación honorífica como título
contra el pago de una suma de dinero, no parece haber tenido un influjo
decisivo en la práctica social, al menos en Quito y probablemente tampoco
en otras partes.158 Durante el período colonial tardío, obviamente no hubo
en Quito y en la región de la Sierra norte y centro ningún caso de
adquisición por compra de este distintivo.159 Tampoco hubo en Quito
disputas judiciales por el derecho del distintivo “don”, tal como se lo
conoce, por ejemplo en la jurisdicción de la Audiencia de Bogotá.160

En la Audiencia de Quito, todavía hasta la década de 1660, el distintivo


“don” se utilizaba escasamente.161 Por otro lado, en el período colonial

157 Cfr. para la Nueva España Kizca, Colonial Entrepreneurs, p. 15. En el Perú la fórmula se utilizaba en el
siglo XVII como expresión de la reputación especial de una persona, sin que existiera una relación eviden-
te con el estatus nobiliario de la persona, Bronner, “Elite Formation”, p. 24. En el año 1777 el juez del Real
Derecho de Media Anata de la Audiencia de Santo Domingo informó al Consejo de Indias sobre el abuso
de este tratamiento no regulado por ley. Propuso establecer la concesión de esta designación honorífica
como título oficial, para cuya obtención se debería comprobar la limpieza de sangre y el ejercicio de car-
gos superiores, “excluyendo a todos los que hayan ejercido y ejerzan empleos mecánicos”. La media
anata a pagarse para la obtención de este título debería presupuestarse con diferentes montos depen-
diendo de las regiones. Al mismo tiempo debería prohibirse la utilización no autorizada del título, con la
excepción de su utilización, en conexión con la dignidad del cargo, por parte de canónigos y racioneros
de los cabildos eclesiásticos y los párrocos, así como los capitulares de los municipios. Sin embargo, el
Consejo de Indias rechazó la propuesta después de consultar al fiscal, quien negó la iniciativa con el
argumento que la misma “variedad” en el dicho tratamiento existía también entre los diferentes “Reinos”
de la península ibérica y aun entre las diferentes provincias de un “Reino”. La suspensión de la utilización
del “don”, completamente informal precisamente en Castilla, por ejemplo mediante una restricción ofi-
cial a los nobles, únicamente llevaría a tensiones sociales injustificadas e innecesarias. También el rey se
adhirió a esta concepción, “Consulta de la Cámara de las Indias sobre un proyecto de extender la gra-
cia y título del uso del Don”, 28-VII-1779, Colección de documentos, tomo 3/1, pp. 454-459.
158 La suma para la venta del título era de 1.400 reales de vellón, “R[eal] C[édula], insertando el nuevo
arancel de los servicios pecuniarios señalados a las gracias al sacar”, 3-VIII-1801, Colección de documen-
tos, tomo 3/2, pp. 779.
159 El hecho que en la América española, al menos en el período colonial tardío, esta fórmula de trata-
miento ya no indicaba el estatus nobiliario de la persona designada por ella, se demuestra en una con-
sulta del rey al Consejo de Indias del año 1785, en la cual la petición de un vecino cubano de conceder-
le la “hidalguía y nobleza” fue rechazada, pero le fue concedido el distintivo “don”, “Consulta de la
Cámara de las Indias sobre la instancia de un vecino de Cuba, solicitando se le concedan los fueros de
noble hidalguía”, 16-II-1785, Colección de Documentos, tomo 3/2, pp. 548-552. A comienzos del siglo XIX
en la Audiencia de Quito un habitante de la ciudad portuaria de Guayaquil, Juan Gaspar Casanova,
pidió al Consejo de Indias poder llevar el distintivo antes de su nombre. Esta solicitud (concedida por el
Consejo de Indias), a su vez, es tanto más sorprendente, por cuanto el hermano del solicitante era caba-
llero de la orden española de Santiago,“D.n Juan Gaspar Casanova. Cédula concediéndole el distintivo
de D.n. En 25 de ag.to de 1818”, AGI, Quito, leg. 230.
160 Tal litigio, llevado ante la Audiencia de Quito, se ha comprobado solo para el puerto de Guayaquil
(para el año 1790), AN/Q, Gobierno, exp. 30-III-1749; cfr. para la Audiencia de Bogotá Jaramillo Uribe,
“Mestizaje”, p. 46; Twinam, Miners, Merchants, and Farmers, pp. 119-123.
161 Hasta esta época solamente una parte de los encomenderos o también de los corregidores recibían
este distintivo, cfr. las actas de las sesiones del Cabildo quiteño publicadas hasta el año 1657 (Libros de
Cabildos) en la Bibliografía así como la correspondencia del presidente de la Audiencia hasta fines del
siglo XVII, AN/Q, Fondo Especial. Presidencia de Quito, c. 1 y 2.

62 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
tardío el uso de esta fórmula era tan extendido, que las personas tratadas
así, difícilmente pueden ser adscritas a un determinado grupo social y
menos aun, exclusivamente al de la nobleza.162 El distintivo “don”
correspondía, por ejemplo, a todos los poseedores de rangos militares y
cargos públicos superiores. En algunas listas de la Audiencia sobre la
composición de las diversas unidades de milicias de la región, los
nombres de todos los oficiales (desde el coronel de un batallón hasta el
teniente de una compañía) así como de los curas y médicos castrenses,
están acompañados del distintivo “don”; no así, en cambio, todos los
rangos y puestos inferiores, entre ellos un tambor mayor y un maestro
armero.163 De igual manera, todos los miembros del concejo, funcionarios
y simples empleados municipales, desde los alcaldes ordinarios hasta el
portero, usualmente llevaban el “don” delante de su nombre.164

Los 22 habitantes no indígenas registrados en el censo de la parroquia de


Santa Bárbara y cuyos nombres llevan un “don” delante, realizaban las
siguientes actividades:

162 Hacia fines del siglo XVIII este uso y adscripción más bien informales no restringidos a la nobleza tam-
bién eran usuales en la Madre Patria, cfr. para el ejemplo de Andalucía Windler, Lokale Eliten, p. 80.
163 AN/Q, Milicias, exp. 20-XI-1781, Nº 66; “Plan demostrativo que se presenta al Muy Illtre. S.or Pres.te y C.
G. de los sujetos q.e parecen más aptos para empleos militares de esta ciudad y de los lugares de cabe-
za de provincias”, AN/Q, Milicias, exp. 20-X-1777, fs. 35-36v.
164 Cfr.“Repartimiento de la cera de la [fiesta de la] Candelaria, efectuado el día 2 de febrero de 1802”,
AMH/Q, Nº 68, Propios de la Ciudad (1802-1804), f. 14-14v. Por otro lado, Joaquín Lemos,“de oficio pluma-
rio”, un “español” oriundo de Cuenca en la Sierra sur contra quien a inicios del siglo XIX se llevaba a cabo
un juicio penal ante la Audiencia de Quito, no fue designado como “don” en una lista de esta institución,
lo cual con seguridad estaba relacionado con su juicio y enfatiza, una vez más, el carácter informal de
este distintivo, “Relación de causas criminales determinadas y pendientes (…) por lo respectivo a la
Escribanía de Cámara del cargo del capitán Luis Cifuentes (…), 3-III-1806, AGI, Quito, leg. 219. En un con-
trato de la séptima marquesa de Maenza, Mariana de Aranda, con el maestro sombrerero José Senteno,
que no llevaba el “don” delante de su nombre, dos maestros silleros que actuaban como sus fiadores son,
a su vez, titulados con este distintivo, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 426, exp. 10-VII-87, fs. 161-162.
Difícilmente se pude suponer una notable diferencia de rango entre un sombrerero y los silleros como
para explicar la utilización del “don” para los dos últimos, cuanto más que uno de los dos silleros está regis-
trado sin un apellido formal. En otro registro notarial, a su vez, se habla de un maestro sombrerero llamado
“don Feliciano Mejía”, AN/Q, 4ª Notaría (Protocolos), t. 124, exp. 22-VIII-1812, fs. 678v-679. El concepto social
de “doña”, el equivalente femenino del distintivo, fue aún más amplio y difuso. Luis de la Cruz, el padre del
ya mencionado ilustrado Eugenio de Santa Cruz y Espejo, por ejemplo, se refiere a la hija natural de su
mujer como “doña Ignacia Figueroa”, AN/Q, 6ª Notaría (Protocolos), t. 116, exp. 9-XI-1778, fs. 147v-149v. Cfr.
además los testamentos de las hijas naturales “doña Nicolasa Arauz” y “doña Juana Duque”, AN/Q, 6ª
Notaría (Protocolos), t. 111, exp. 16-VIII-1791, fs. 484v-486 y t. 118, exp. 10-IV-1798, fs. 56-58.

63 Primera parte
CUADR O 4

Actividades de los habitantes no indígenas titulados como “don”


en la parroquia de Santa Bárbara de Quito, en el año 1768 165

Ar tesanos Comercio

Pintores 1 Comerciantes 4

Funcionar ios reales / militares Propietar ios y tra bajadores


/ profesiones libres de la tierra166

Plumarios 2 Labradores, chacareros, granjeros 2

Notarios 1 Azucareros 1

Abogados 1

Militares 5

Funcionarios reales 5

De las actividades mencionadas en el Cuadro 4 sólo las del pintor (una


vez), del mercader (una vez), del plumario (una vez), y del propietario o
labrador de tierra (cinco veces), fueron realizadas también por personas no
indígenas que se registraron en el censo sin el distintivo “don”. Entre las
actividades de las otras 78 personas no indígenas sin “don” y del total de
los 104 indígenas existen, en cambio, numerosas coincidencias en las
actividades, especialmente en el sector artesanal.167 Este hecho subraya
que, a pesar de la falta de diferenciación étnica, la población no indígena
registrada en el censo no formaba un grupo social homogéneo. Mientras
se debe constatar una transición fluida entre las actividades realizadas por
los indígenas y las personas no indígenas sin “don”, no existe coincidencia
alguna entre las personas señaladas con el distintivo “don” y los
indígenas. En consecuencia, en relación con los criterios económico
funcionales entre la población registrada, el límite social más marcado se
hallaba al interior de la población no indígena.

165 El Cuadro está basado en la lista de Minchom de los datos acerca de la identidad étnica y las acti-
vidades de las personas registradas en el mencionado censo, Minchom, Urban Popular Society, pp. 303-
304.
166 Minchom indica acertadamente que la mayoría y los más importantes de los terratenientes de la ciu-
dad habitaban en la parroquia central de El Sagrario, Minchom, Urban Popular Society, p. 307. Por lo tanto,
los términos “labrador”,“chacarero”,“granjero” y “azucarero” no se refieren a terratenientes más importan-
tes, que siempre eran designados como “vecinos enhacendados”.
167 Minchom, Urban Popular Society, pp. 303-304.

64 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Por lo demás llama la atención que en el censo no se halla, con una
sola excepción, algún artesano entre las personas tituladas con
“don”. Obviamente, la discriminación social de las actividades manuales
extendida en la Madre Patria se había transferido también a las colonias,
donde fue ampliada con los atributos étnicos y se relacionaba, por lo
tanto, especialmente con la población indígena y, adicionalmente, con las
castas.168 En el censo de Santa Bárbara está enumerada toda una serie de
actividades artesanales o sin formación profesional y socialmente aun
menos apreciadas, realizadas tanto por los indígenas, como por la
población común no indígena. Entre los oficios socialmente más
apreciados y especializados están representadas, en general, pocas personas
señaladas como indígenas y ninguna en la platería o en la producción de
otras alhajas. De interés es, a su vez, el escaso prestigio de los plateros
entre la población no indígena. En otras regiones de Hispanoamérica este
oficio era una actividad de prestigio, frecuentemente reservada en gran
medida a los españoles.169 En Quito, en cambio, por principio la platería
no fue excluida de la posición social generalmente baja de las actividades
artesanales. En el año 1794, por ejemplo, la quiteña María Yépez negó a
su hijo el consentimiento al matrimonio con Rosa Maldonado, con el
argumento expreso de que ésta era hija y nieta de plateros. Según la
madre, sus propios antepasados, en cambio, eran todos de ascendencia
española pura.170 Un pariente de Rosa, en cambio, hizo notar que
también entre los antepasados y los parientes de María Yépez había
habido artesanos, a saber, panaderos y plateros, así como mayordomos,
por lo cual su familia gozaba de poco prestigio social.

En Quito los prejuicios étnicos -biológicos y culturales- contra los


indígenas y las castas por un lado, así como el desprecio social de las
actividades manuales por el otro, obviamente se complementaban de tal
forma que, por lo general, la población de mayor renombre reconocida
como española no ejercía oficios manuales. En cambio, gozaban de

168 A esto corresponde la observación de los oficiales de la Marina española Juan y Ulloa de los años cua-
renta del siglo XVIII, según la cual “los que pasan de Europa llegando aprendido algún oficio, en llegan-
do allá se apartan totalmente de su cultura. Por esta razón, todos los artes mecánicos y oficios no pueden
adquirir allí más perfección o adelantamiento que aquel en que quedaron el primitivo tiempo y en que
los conservan los indios y mestizos, empleados únicamente en ellos”, Ramos (ed.), Las “Noticias secretas
de América”, tomo 2, p. 339.
169 Cfr. por ejemplo para Buenos Aires en el período colonial tardío Johnson, “The Silversmiths of Buenos
Aires”, p. 185; para la Hispanoamérica colonial en general Johnson,“Artisans”. Minchom menciona tan solo
a un platero respetado como español en la ciudad de Quito, Minchom, Urban Popular Society, p. 139.
170 “Limpios de toda mala raza”,“Causa seguida por D.n Ramón Ruiz, sobre q.e D.a María Yépez le pres-
te su consentimiento para el matrimonio q.e pretende contraer con D.a Rosa Maldonado”, AN/Q,
Matrimoniales, exp. 18-VIII-1794.

65 Primera parte
prestigio social los terratenientes (propietarios o arrendatarios), los
comerciantes, los funcionarios reales (superiores), los concejales y
funcionarios municipales, los oficiales de milicias, los abogados, los
rectores y profesores universitarios, así como los clérigos seculares y
regulares (especialmente de jerarquías superiores), los cuales recibían el
tratamiento de “don”.

La valoración del oficio de mercader merece una observación


especial, puesto que ofrece indicios para posibles criterios de delimitación
o de diferenciación al interior de la capa social alta. Al igual que en gran
parte de Europa, durante el siglo XVI en la Península Ibérica, el comercio
al igual que el cobro de intereses todavía estaban marcados por el defecto
de los escrúpulos sociales, por lo cual, estos, a pesar de su importancia
económica en permanente crecimiento, ocupaban en cuanto a su
consideración social, un rango subordinado frente a los bienes raíces.171
Sin embargo, precisamente como consecuencia del descubrimiento de
América, cada vez más nobles españoles participaron masivamente en el
lucrativo comercio trasatlántico.172 A largo plazo, en los distritos
administrativos hispanoamericanos recién creados, el avance de la
apertura económica del Nuevo Mundo llevó a la valoración social
del comercio, al menos del comercio interregional a gran escala. A
lo largo del período colonial se constituyó en la América española toda
una serie de centros de comercio (sobre todo México y Lima, y en el
período colonial tardío Buenos Aires), en los cuales las actividades
comerciales formaban la base más importante para la prosperidad de las
capas sociales altas y que otorgaban un alto prestigio social a los
comerciantes.173

Aun en el período de mayor prosperidad económica de la región de la Sierra


norte y centro, las actividades comerciales y el volumen del comercio de la
ciudad de Quito probablemente no se pudieron comparar con los de Lima o

171 Acerca de la evaluación social del comercio en España y Europa cfr. Molas, La burguesía mercantil,
pp. 113-161. En las colonias la posición social subordinada de los comerciantes fue reforzada por una serie
de leyes. En el siglo XVI la Corona prohibió a los comerciantes el ejercicio de cargos en el Cabildo y en la
Real Hacienda,“R[eal] C[édula] que ningún mercader sea regidor”, 4-IV-1542, Colección de documentos,
tomo 1, p. 214; “R[eal] C[édula] que los mercaderes no puedan ser proveídos en oficios de Hacienda
Real”, 8-V-1568, op. cit., tomo 1, p. 432; “R[eal] C[édula] sobre los inconvenientes que se siguen de ser ele-
gidos para los oficios de alcaldes y regidores y otros de república mercaderes y tratantes”, 6-XI-1589, op.
cit., tomo 1, p. 603.
172 Pike, Aristocrats and Traders.
173 Brading, Minders and Merchants; Borchart de Moreno, Los mercaderes, Mazzeo, El Comercio Libre;
Socolow, The Merchants of Buenos Aires.

66 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
México.174 No obstante, el comercio con la “ropa de la tierra”, en combinación
con la importación de efectos de lujo de Europa y, especialmente, de ropas de
Castilla, formaba parte importante de las actividades económicas de la región. La
crisis de los obrajes en el siglo XVIII tuvo como consecuencia un significativo
retroceso del volumen comercial; por otro lado, en el período colonial tardío,
especialmente en las épocas de escasez causadas por las complicaciones bélicas de
España con otras potencias europeas, los negocios comerciales representaban la
única empresa económica dinámica, aunque siempre arriesgada, de la región. Por
lo tanto, no debe sorprender el hecho de que en el período colonial tardío
también las familias terratenientes más distinguidas de la ciudad de Quito,
estuvieran involucradas en el comercio interregional.

En diversos documentos de variado origen, los comerciantes quiteños


aparecen como un grupo económico y social propio.175 Cuando en el año
1740 la Audiencia, por orden real, realizó la recaudación de un donativo
para la defensa del puerto de Cartagena contra los ingleses, los donantes
fueron registrados nominalmente en dos listas separadas. En la una constan
23 “vecinos acaudalados”, en la otra 54 comerciantes.176 En el año 1791 el
presidente de la Audiencia envió una carta al Cabildo quiteño, en la cual
solicitó el apoyo financiero de los “vecinos y más personas de carácter” para
el establecimiento de un camino desde Ibarra a la Costa septentrional. El
Cabildo prometió transmitir este pedido a los “demás vecinos de lustre y
facultades, y también los comerciantes y demás individuos del pueblo”.177

Los ejemplos mencionados demuestran claramente el estatus social inferior que


correspondía a los comerciantes como grupo profesional. Adicionalmente, las

174 En la Audiencia no existía, por lo tanto, un consulado. Los mercaderes radicados en la ciudad de Quito
disponían tan solo de una “junta de comercio”, a la cual pertenecían en el año 1805 seis capitulares, entre
ellos, dos miembros de dos destacadas familias nobles de la ciudad: Mariano Maldonado y Pedro
Montúfar, cfr. el poder de la junta a Miguel Ponce, otro de sus miembros, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t.
456, exp. 17-X-1805, fs. 473-474. Por lo demás, un tribunal especial, el juzgado de comercio, vigilaba los
negocios comerciales, cuyas decisiones podía apelarse ante la Audiencia, cfr. Borchart de Moreno,
“Circulación y producción”, p. 77.
175 Así aparecen, por ejemplo, en las fianzas comunes de los “comerciantes” o del “comercio de la ciu-
dad” para el “situadista” que cada año llevaba el situado de la Caja Real de la Audiencia a Cartagena,
en la costa atlántica del virreinato del Nuevo Reino de Granada, cfr. para el año 1791 AN/Q, 6ª Notaría
(Protocolos), t. 112, exp. 18-II-1791, fs. 44v-46. Además, en los festejos de varios días con ocasión de la coro-
nación del rey Carlos IV en el año 1789,“el comercio” se presentó con representaciones propias (fuegos
artificiales y corridas de toros),“Relación de las Fiestas Reales que celebró la Muy Noble y Leal Ciudad de
Quito en la augusta proclamación del Señor Rey Don Carlos Cuarto el día 2 de septiembre de 1789”,
AMH/Q, Nº 134, Actas del Concejo, acta de la sesión de 2-III-11790, fs. 152-162.
176 “Testimonio de los autos de préstamo q.e hicieron los vecinos de la ciudad de Quito para el socorro
de Cartagena”, XII-1740, AGI, Escribanía de Cámara, leg. 914 C, cuaderno 14, fs. 94-110v.
177 AMH/Q, Nº 134, Actas del Concejo, acta de la sesión de 1-II-1791, fs. 200v-203v.

67 Primera parte
diversas actividades comerciales se diferenciaban, a su vez, según el tipo y el
volumen. En Quito, de manera similar a la Madre Patria y amplias regiones de
Europa, se había establecido la división social, típica de la temprana Edad
Moderna, entre el comercio al por mayor y el comercio regional o al por
menor.178 Los grandes comerciantes de Quito y de la región de la Sierra norte y
centro, mencionados casi siempre como comerciantes o a veces también como
mercaderes de carrera, estaban activos de preferencia en el comercio
interregional, pero sólo en casos excepcionales participaban de cuenta propia en
el comercio trasatlántico. Disponían de sus mercancías en cantidades mayores
desde almacenes cerrados al trato directo con los clientes.179 En cambio, los
mercaderes activos en el comercio al por menor, llamados también mercaderes
de tienda abierta, se limitaban al comercio y a la venta de los productos
regionales o a los adquiridos en las respectivas regiones. Casi siempre estos
productos se vendían a los clientes en pequeñas tiendas y en cantidades
reducidas.180 Sin embargo, la diferenciación conceptual entre comerciantes y
mercaderes, no siempre se observaba estrictamente durante el período colonial
tardío. Por lo tanto, diversos comerciantes quiteños son señalados en diferentes
documentos, tano como “mercaderes” o como “comerciantes”.181

178 Aún en un reglamento de aranceles del año 1801 para las diferentes mercedes reales, válido para las
colonias, estaba prevista una tasa especial para los “mercaderes de por menor” que querían ocupar un
cargo en la Real Hacienda,“R[eal] C[édula] insertando el nuevo arancel de los servicios pecuniarios seña-
lados a las gracias al sacar”, 3-VIII-1801, Colección de documentos, tomo 3/2, p. 779. Para España Molas,
La burguesía mercantil, p. 51; para la Hispanoamérica colonial Lugar,“Merchants”, p. 47. La diferenciación
conceptual de las diversas actividades mercantiles en el imperio colonial variaba, en parte, de región en
región, cfr. Bronner, “Urban Society”, p. 15; cfr. para Guatemala también Langenberg, Urbanisation und
Bevölkerungstruktur, p. 151.
179 Hasta entrado el siglo XVII, al igual que en el resto del imperio colonial, en la Audiencia de Quito todos
los comerciantes fueron designados como mercaderes o tratantes. El término “comerciante” se estable-
ció recién a inicios del siglo XVIII y se refería a comerciantes que, a más de sus negocios comerciales, tam-
bién otorgaban préstamos. Debo esta información a Tamara Estupiñán.
180 Cfr. el juicio del administrador general de alcabalas sobre los comerciantes de la ciudad de Guayaquil
del año 1779: “Los comerciantes de estas provincias son unos meros mercaderes de tienda, cuya aplicación
y ciencia no se extiende a más que a conocer los géneros que son del gasto y gusto del día y los precios a
que les dejará utilidad”,“Copia del informe hecho por el administrador gral. de alcabala de la ciudad de
Guayaquil, sobre lo que previene la R.l Orn. de 18 de octubre de 1779”, AGI, Quito, leg. 240.
181 El comerciante Marcelino Pérez, por ejemplo, es registrado como “mercader” en varios documentos
notariales, cfr. AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos, t. 438, exp. 11-IX-1795, fs. 171- 172v. Sin embargo, en su testa-
mento se designa a sí mismo como “vecino comerciante”, AN/Q, 6ª Notaría (Protocolos), t. 113, exp. 26-VI-
1795, fs. 358-362v. Su casa en el centro de la ciudad y su “caudal libre”, referido por él como de 101.009
pesos, demuestran que se trataba de un comerciante importante para las circunstancias quiteñas. Su hija
María estaba casada con otro comerciante muy activo e íntimo socio de Pérez, el ya mencionado Miguel
Ponce quien, con ocasión del matrimonio, recibió una dote de 6.000 pesos que, con pagos adicionales
posteriores, alcanzó la enorme suma total de 73.243 pesos, consistentes básicamente en dinero en efec-
tivo y dos haciendas, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 421, exp. 21-VIII-1784, fs. 5110-513; AN/Q, 6ª Notaría
(Protocolos), t. 118, exp. 1-VII-1806, fs. 1166v-1168v. A su vez Ponce, quien efectuaba también préstamos, es
señalado en la mayoría de las fuentes como “mercader”, pero también como “comerciante” así como
“almacenista”, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 425, exp. 21-V-1785, f. 101-101v; t. 428, exp. 1-VIII-1787, fs.
181v-182 y exp. 18-I-1788, f. 326.

68 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Una clara señal de la diferenciación social del sector comercial, aún
vigente en el período colonial tardío, entre los comerciantes mayoristas,
por un lado, y los pequeños comerciantes y dueños de tiendas, por otro,
ofrece el caso del comerciante quiteño Benito López Conde, cuya
adquisición del cargo municipal de fiel ejecutor, en el año 1772, con
escaño en el Cabildo, provocó la oposición de algunos regidores.182 López
había recibido el cargo por cesión de su antecesor, solicitando
posteriormente la necesaria confirmación por parte del virrey,
confirmación que lo autorizaba expresamente a “tratar y contratar en
mercaderías, por medio de sus factores y criados, y de ninguna suerte por
sí, ni en comestibles, por razón del oficio de fiel ejecutor que
obtiene”.183 El entonces alcalde ordinario de segundo voto, Pedro de la
Barrera, añadió a la lectura de este escrito ante el Concejo, que la
disposición fijada en ella correspondía a “la costumbre y práctica que
tiene notada en este Reino”.184

En todas las actas del Cabildo relacionadas con este caso, López es señalado
como “mercader”, a pesar de que se desempeñaba en el comercio textil y
que mantenía un “almacén de ropa de Castilla”.185 Esta circunstancia
difícilmente puede haber sido desconocida para los regidores oponentes a
López. No obstante, el regidor Luis de la Cuesta intentó sustentar su
oposición con el argumento, claramente incorrecto, de que nunca habrían
existido “mercaderes” entre los regidores. El tribunal de la Audiencia, al
que acudió el Cabildo para una decisión, se allanó, sin embargo, a la
argumentación del virrey y aprobó las actividades comerciales de López,
“con tal que no varee sus ropas en tienda pública”.186 No obstante, la
querella recién se resolvió en forma definitiva, cuando López finalmente
presentó también una confirmación de su cargo por parte del rey.

Las acusaciones obviamente insostenibles contra López sugieren la sospecha


de que la oposición en el Cabildo estaba basada en otros motivos. Una
posible razón sería el hecho de que López era un peninsular, a quien se le

182 AMH/Q, Nº 131, Actas del Concejo, varias actas de sesiones entre el 23-XII-1772 y el 10-IX-1773. El nom-
bre de López, al igual que el de la mayoría de los comerciantes, siempre estaba acompañado del distin-
tivo “don”.
183 AMH/Q, Nº 131, Actas del Concejo, acta de la sesión de 23-XII-1772, f. 45.
184 AMH/Q, Nº 131, Actas del Concejo, acta de la sesión de 23-XII-1772, f. 45. Probablemente, la posición
neutral del alcalde se explica con el hecho de que él mismo se encontraba desde hace poco tiempo en
la Audiencia.
185 AMH/Q, Nº 131, Actas del Concejo, acta de la sesión de 29-XII-1772, f. 47
186 AMH/Q, Nº 131, Actas del Concejo, acta de la sesión de 25-V-1773, fs. 70v-71v.

69 Primera parte
quería negar el acceso al Cabildo, dominado por los criollos.187 Para la
América meridional, el antagonismo entre criollos y peninsulares, llamados
chapetones en la Audiencia de Quito, señalado con frecuencia por los
investigadores, ya se encuentra en las Noticias Secretas de América, obra de los
dos oficiales de la Marina española Juan y Ulloa, convertido luego, a lo
largo del siglo XIX por parte de la historiografía nacional de los estados
hispanoamericanos independientes, en un auténtico tópico, que sólo en
épocas más recientes se está relativizando.188 En muchas regiones del
imperio colonial las querellas entre criollos y peninsulares se enconaban con
la cuestión de la ocupación de los cargos superiores en el Cabildo y en las
órdenes religiosas. En Quito, ya en el temprano siglo XVII se habían dado
conflictos por la orden real de la alternativa de ambos grupos poblacionales
en la ocupación de los cargos superiores de las órdenes.189

A fines del siglo XVIII e inicios del XIX, las elecciones anuales para el
Cabildo en especial estaban frecuentemente vinculadas a duros conflictos
que estallaban por los continuos intentos, generalmente exitosos de la
mayoría criolla de regidores, de imponer con desestima de la alternativa,
siempre a candidatos criollos para las dos alcaldías ordinarias.190 En vista de
la controversia por la alternativa en la elecciones, usualmente los campos se
dividían con claridad siguiendo la línea divisoria criolla / peninsular. Sin
embargo, aun en el momento culminante de las querellas por la alternativa
entre los años 1804 y 1809, los peninsulares nunca estuvieron presentes en
el Cabildo con más de tres representantes, entre los cuales, a su vez, se

187 El comerciante era oriundo de Galicia y estaba casado, desde el año 1776, con la quiteña Mariana
Martínez de la Vega y Sierra. Es de interés el hecho de que todos los participantes en la ceremonia religio-
sa (el sacerdote y los testigos), registrados en el libro de matrimonios de la parroquia de El Sagrario, eran
también oriundos de España o de otra región de América o que representaban a la primera generación
nacida en Quito y que no pertenecían a las destacadas familias establecidas de la ciudad, Moreno Egas,
“Resumen alfabético del segundo libro de matrimonios”, p. 222.
188 Ramos Gómez (ed.), Las “Noticias secretas de América” tomo 2, pp. 333-360. Las rivalidades entre los
criollos y los peninsulares, interpretadas desde la perspectiva cultural, económica y social, se han interpre-
tado igualmente como la más importante fuerza motriz para los movimientos independentistas, Lynch, The
Spanish American Revolutions, pp. 17-19; para la historiografía ecuatoriana cfr. la gran obra histórica de
fines del siglo XIX de González Suárez, Historia general, tomo 5, pp. 81-83; como aporte más reciente en
esta tradición cfr. el capítulo “The birth of nationalism” en Phelan, The Kingdom of Quito, pp. 265-278.
Acerca del actual estado de la discusión sobre la relación entre criollos y peninsulares en toda la
Hispanoamérica colonial cfr. la revisión crítica de la investigación por Bronner,“Urban Society”, pp. 42-44.
189 Phelan, The Kingdom of Quito, pp. 267-268. Obviamente también en el siglo XVIII tales conflictos en las
órdenes perduraron, tal como lo testifica el escrito de un franciscano, entregado al Consejo de Indias en
1761,“[Expediente] (…) de fr. Miguel Felipe Solera de la orden de S.n Francisco, sobre q.e en su provincia
de Quito no se observa (como está dispuesto) la alternativa entre los religiosos europeos y criollos”,“Índi-
ce de expedientes del negociado de Quito desde el año 1760 hasta el de 18 (…)”, AGI, Quito, leg. 277.
190 AMH/Q, Actas del Concejo. Acerca de los cargos municipales cfr. el acápite C. II. 1.

70 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
encontraban tan solo uno o dos regidores perpetuos. Frente a estos se
hallaban siempre entre diez y quince capitulares criollos.191

Según la opinión de algunos representantes criollos en el Cabildo, la


escasa presencia de peninsulares en el Cabildo se debía al bajo
número de vecinos peninsulares de la ciudad.192 Además, éstos en la
mayoría de los casos, ya tendrían un cargo en la administración colonial,
especialmente en la Real Hacienda, por lo cual el ejercicio de las alcaldías
mayores les estaría vedado por ley.193 Por lo demás, los representantes
criollos en el concejo argumentaban que los pocos candidatos peninsulares
disponibles casi siempre, ya habían ejercido una de las alcaldías, por lo cual
se les debería preferir a otros candidatos, entre ellos también criollos. Los
representantes peninsulares, en cambio, insistían en la disponibilidad de
suficientes candidatos idóneos. Los peninsulares nombrados por ellos eran,
no obstante, casi siempre los mismos y no sumaban más de siete.194

Los presidentes de la Audiencia de estos años, el barón de Carondelet y el


conde Ruiz de Castilla, asentían a la posición criolla en la mayoría de los
casos y, normalmente, confirmaban a los alcaldes ordinarios electos.195 En
vista de las continuas disputas por la alternativa, en octubre de 1809 el
concejo decidió inducir al rey a anular esta ley. La redacción de la respectiva

191 En el período señalado, el número de los capitulares participantes en las elecciones del Cabildo osci-
laba entre diez y diecisiete, el de los regidores entre nueve y quince.
192 A diferencia de los “residentes” o “moradores”, los “vecinos” eran vecinos plenos en el sentido jurídico
y, por lo tanto, también podían ser elegidos como miembros del Cabildo. El criterio decisivo para la con-
cesión de la vecindad, orientada en el prestigio público de una persona, era la adquisición de bienes raí-
ces urbanos.
193 Ya en las elecciones municipales de 1790, el regidor criollo Miguel González había exigido al regidor
peninsular Carlos Pesenti abstenerse a votar en las elecciones próximas, puesto que, en este momento,
estaba ejerciendo un cargo en la Real Hacienda. No obstante, Pesenti había rechazado la exigencia con
el argumento de que el ejercicio simultáneo de cargos municipales y de la administración se habían
dado ya con anterioridad. De todos modos, el verdadero motivo de la crítica sería, según Pesenti, el “odio-
so espíritu de división”, con el cual algunos miembros del Cabildo se oponían a la orden real de cumplir
con la alternativa. A esto el regidor criollo Mariano Maldonado había contestado, a su vez, que, al con-
trario, el lamentado “espíritu de facción y partidos”, sería precisamente la culpa de aquellos quienes, a
pesar de una evidente escasez de candidatos peninsulares, querían imponer a toda costa la alternativa,
AMH/Q, Nº 134, Actas del Concejo, acta de la sesión de 1-I-1790, fs. 136-137v.
194 De entre éstos Simón Sáenz de Vergara ya había sido dos veces alcalde ordinario de primer voto (1798
y 1802). Otros de los candidatos peninsulares mencionados, en cambio, no se hallaban en la ciudad, ya
se les había confiado un cargo en la Real Hacienda o (todavía) no gozaban del estatus de vecino,
AMH/Q, Nº 139, Actas del Concejo, acta de la sesión de 1-I-1809, fs. 1-2v. Por lo tanto, en los años de 1805
y 1806 la elección de dos alcaldes ordinarios criollos se realizó también con los votos de dos regidores
peninsulares, aunque éstos dejaron sentado en las respectivas actas que, por principio, la ley de la alter-
nativa era válida y debía ser tomada en cuenta, AMH/Q, Nº 138, Actas del Concejo, acta de la sesión de
1-I-1805, f. 1v. y de 1-I-1806, f. 70v.
195 AMH/Q, Nº 137, Actas del Concejo, acta de la sesión de 1-I-1804, fs. 217v-219; Nº 138, Actas del
Concejo, acta de la sesión de 1-I-1808, fs. 144-151.

71 Primera parte
petición fue encargada a tres criollos no representados en el concejo en este
momento.196 No obstante, la iniciativa no tuvo éxito.

A diferencia de otros centros política y económicamente más importantes


(sobre todo México y Lima, así como en el período colonial tardío, Buenos
Aires), la inmigración de peninsulares a la Audiencia de Quito fue bastante
escasa, precisamente por la situación económica poco dinámica durante el
período colonial tardío, de tal manera que en la ciudad de Quito casi no se
puede hablar de una división social de la población blanca en una parte
criolla y otra peninsular.197 Según una estimación coetánea, en junio de
1765 estaban asentados en Quito 51 vecinos peninsulares, otros 23
peninsulares vivían tan solo temporalmente en la ciudad. La mayoría de los
vecinos estaba casada, algunos, como por ejemplo Pedro Buendía y Dávila y
José Antonio Ascásubi, con cónyuges criollas.198 No se puede considerar, de
manera somera, como grupo social a los comerciantes peninsulares, ya que
la posición social de cada peninsular, al igual que la de cada criollo,
dependía de factores muy diversos. Entre estos se contaban, por ejemplo, el
ejercicio de un cargo de prestigio o un capital considerable.199 Finalmente,
la posición social y la identidad de los peninsulares también
dependían significativamente de sus relaciones con las familias
criollas asentadas y con ello, del nivel de su integración en la
sociedad local.200 Por lo tanto, la referencia a una “nación” que abarcaba a

196 AMH/Q, Nº 139, Actas del Concejo, acta de la sesión de 31-I-1809, f. 10.
197 También en el sector comercial la presentación en grupo de los comerciantes peninsulares era más
bien la excepción. Un ejemplo aislado de una actuación común (informal) de algunos comerciantes
peninsulares asentados en Quito, fue el otorgamiento común de un poder general para la representación
de sus intereses, firmado por siete “individuos de su vecindad y comercio, naturales de los reinos de España
y residentes en ella”, AN/Q, 3ª Notaría (Protocolos), t. 77, exp. 9-III-1804, f. 303-303v.
198 “Relación sumaria”, pp. 114-116; entre los vecinos peninsulares había, además, un “alemán” y un “fran-
cés”. Según una investigación de la Audiencia, en el momento mencionado un total de 81 peninsulares
vivía en la ciudad, McFarlane,“The ´Rebellion of the Barrios´, p. 315 (nota 103).
199 En el año 1809 estaban presentes en todos los ámbitos de la administración colonial, especialmente
en la Audiencia y en el Cabildo quiteño, tan solo 16 peninsulares (entre ellos dos de Italia), Valencia Llano,
“Elites, burocracia”, p. 76.
200 Entre 1764 y 1805, un total de 37 peninsulares (entre ellos dos mujeres) se casó en la parroquia central de
El Sagrario de Quito, con cónyuges que en su mayoría eran criollos/as. Fuera de la inmigración desde
España, la cual, desde el punto de vista de las regiones de origen se reclutaba equitativamente de casi toda
la Península Ibérica, la ciudad de Quito también registraba una inmigración desde otros distritos del imperio
colonial, al igual que desde otros lugares de la jurisdicción de la misma Audiencia; de este grupo 22 y 27
miembros, respectivamente, se casaron en El Sagrario, Moreno Egas,“Resumen alfabético del segundo libro
de matrimonios”, pp. 196-203. Para el período de 1804 hasta 1830, las cifras de matrimonios de inmigrantes
de España, desde el resto de América y desde la Audiencia se ubicaban en 7, 6 y 22 personas, respectiva-
mente, Moreno Egas,“Resumen alfabético del tercer libro de matrimonios”, pp. 266-271. A pesar de que exis-
ten casos en que los párrocos no registraron correctamente el origen de los cónyuges en los libros de matri-
monios (información personal de Christiana Borchart de Moreno), no se puede dudar generalmente en la
cifra relativamente baja de los peninsulares radicados en Quito a fines del período colonial.

72 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
criollos y peninsulares, utilizado por un regidor criollo en la disputa acerca
de Benito López Conde,201 seguramente no estaba libre de segundas
intenciones interesadas, pero no sólo correspondía a la situación legal, sino
que también, por principio, a la realidad social. Si por parte de los criollos
se intentaba mantener alejado a un peninsular de importantes posiciones
públicas y funciones en la ciudad de Quito, esto señalaba por lo general,
una falta de aceptación a esta persona por parte de la sociedad quiteña, un
problema que de igual forma podía presentarse a personas inmigradas de
otras regiones de América. Esta experiencia tuvo, por ejemplo, el
comerciante Bernardo Cabezas, oriundo de Barbacoas, cuando, en el año
1801, participó en el remate de un asiento en el Cabildo, vinculado al cargo
de fiel ejecutor. Fuera de que, finalmente, su oferta no fue lo
suficientemente alta durante la realización del remate, otro postor, nacido
en Quito, había puesto en consideración, por principio, que Cabezas era un
“forastero”, de quien, por lo tanto “no se conoce de su buen nacimiento y
circunstancias, q.e exigían p.a opción a semejantes empleos”.202

La oposición a un peninsular, al igual que contra cualquier otro criollo


inmigrante o nacido en Quito, podía tener también un trasfondo personal, tal
como obviamente fue el caso con el comerciante peninsular Simón Sáenz
de Vergara, quien se había trasladado de Popayán a Quito. En el período
colonial tardío, este entró varias veces en conflicto con una renombrada
familia de la ciudad. En 1793 el segundo alcalde ordinario, Pedro Montúfar,
procedió contra Sáenz, casado en Popayán, puesto que le imputaba una
relación amorosa con una hija menor edad de una distinguida familia
quiteña. Después de unas primeras averiguaciones encubiertas, Montúfar,
finalmente, informó al Consejo de Indias sobre el caso.203 Luego, el rey de
España ordenó al presidente de la Audiencia exigir a Sáenz la continuación de
la vida matrimonial con su mujer, residente en Popayán. El presidente, en
cambio, se mostró más bien sorprendido por las acusaciones presentadas con
vehemencia contra Sáenz y consideró innecesaria una intervención. Aunque
en su contestación al rey prometió preocuparse del caso, al mismo tiempo
dejó en claro que consideraba como inexactos los cargos contra Saénz y tan
solo como producto de un resentimiento privado y del “demasiado calor” de
los círculos que apoyaban las acusaciones.204

201 AMH/Q, Nº 138, Actas del Concejo, acta de la sesión de 1-I-1808, fs. 145-146.
202 AN/Q, 5ª Notaría (Protocolos), t. 114, exp. 10-I-1801, fs. 69-70v.
203 “El alcalde ordinario de Quito informa con justificación el mal estado en que vive Don Simón Sáenz de
Vergara, casado en Popayán. Duplicado”, AGI, Quito, leg. 276.
204 “Quito, 21 de sep.re de 1794. El Presid.te contesta el recibo de la R.l Orden de 19 de mayo último sobre
la reunión de D.n Simón Saénz de Vergara con su mujer, residente en Popayán”, AGI, Quito, leg. 380.

73 Primera parte
En consecuencia, el presidente vio motivos puramente personales detrás de
las acusaciones contra Sáenz, inexactas según su visión, que se presentaron
por el alcalde Pedro Montúfar, como propulsor de un grupo mayor. Un año
después, Montúfar nuevamente acudió al Consejo de Indias, esta vez
apoyado por su hermano, el segundo marqués de Selva Alegre, Juan Pío
Montúfar. Esta vez, el cargo se refería a una ofensa al prestigio de la familia
Montúfar, por lo cual ambos acusadores exigieron el destierro del
comerciante de la ciudad.205 Una relación entre los dos casos mencionados
es posible, mas no se puede comprobar.

Pocos años después, la candidatura de Sáenz para el cargo de alcalde ordinario


de primer voto fue el motivo de una división del Cabildo.206 Inicialmente, el
mismo número de votos había recaído en Sáenz y otro candidato, del
mayorazgo Francisco de Villacís, votación en la cual Sáenz, quien mientras
tanto ya pertenecía al Cabildo como regidor, había votado por sí mismo. Esta
actitud fue denunciada entonces como ilegítima por el partido que favorecía a
Villacís. En realidad, en las elecciones al Cabildo, el voto por la propia
persona era más bien la excepción pero no constituía, de manera alguna, una
infracción. Es de interés, que en este conflicto el Cabildo no se dividió a lo
largo de una línea divisoria criolla / peninsular, sino que entre los que
apoyaron a Sáenz se hallaron también algunos criollos.

Inicialmente, Villacís, procedente de una distinguida familia de largo


abolengo, había sido propuesto por Joaquín Montúfar, el alcalde ordinario
de primer voto todavía en funciones. Joaquín, otro hermano del arriba
mencionado Pedro Montúfar, fue también quien, inicialmente y en vista de
la igualdad de votos de ambos candidatos, declaró al voto de Sáenz como
ilegítimo. No obstante, el entonces presidente de la Audiencia, Luis Muñoz
de Guzmán, nombró, en vista de la igualdad de votos, a Sáenz como nuevo
alcalde de primer voto. A su vez, los criollos que habían votado por Villacís,
no quisieron conformarse con la decisión del presidente. Aunque no
pudieron impedir que Sáenz se posesionara en el cargo, intentaron obtener
del Consejo de Indias una revisión de la decisión del presidente.207 Esta

205 AGI, Quito, legs. 217, 220 y 277: acerca de este caso cfr. el acápite B. III. 6.
206 AMH/Q, Nº 135, Actas del Concejo, acta de la sesión de 1-I-1798, fs. 31-35v.
207 Ocho regidores dieron un poder a Joaquín Montúfar para obtener la anulación de la elección, AN/Q,
1ª Notaría (Protocolos), t. 447, exp. 2-I-1798, f. 197-197v.

74 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
iniciativa no tuvo éxito y, al año siguiente, la legitimidad de la elección de
Sáenz fue confirmada por el rey.208

Las distinguidas familias de largo abolengo de la ciudad obviamente se


oponían o aceptaban a cada recién inmigrado, fuera de Europa o de otras
regiones de la Audiencia o del resto de América, si era funcionario o
comerciante, según la disposición y capacidad de integración demostrada por
la respectiva persona. A largo plazo, la ocupación de una alta posición social
en la ciudad de Quito sólo se podía lograr por el camino de la integración en
la sociedad local y encontró su más alta expresión social en el matrimonio con
un miembro de las distinguidas familias establecidas de la ciudad. El
prestigio social y la preeminencia de estas familias hallaron su expresión en
diversos términos. Lo más usual fueron las caracterizaciones de las personas y
las familias como “distinguido” o “de distinción”, de “calidad”, “principal”,
“ilustre” o “de lustre”.209 La expresión más importante y destacada del
prestigio social fue sin embargo el término de “nobleza”.

208 Según una nota al margen acerca de la respectiva Real Cédula de 16-III del año en mención, añadi-
da posteriormente al acta de la sesión de 6-XII-1799, AMH/Q, Nº 135, Actas del Concejo, acta de la sesión
de 1-I-1798, f. 34v. Todavía en febrero de 1798 el mismo Villacís había protestado ante el virrey contra la
elección de Sáenz, indicando que “la mejor y más sana parte” del Cabildo le habría elegido como “alcal-
de ordinario más antiguo”. Con la elección de Sáenz, nula según su opinión, él se sentía “ofendido” y dese-
aba del virrey la “satisfacción debida a su distinguida calidad”, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 447, exp.
5-II-1798, fs. 207v-208. Obviamente Villacís, quien, a diferencia de Sáenz, en este momento no pertenecía
al Cabildo, se consideraba, en vista del largo abolengo de su familia frente al recién llegado Sáenz, como
claramente privilegiado para el ejercicio del cargo.
209 En cambio, términos usuales en otras regiones del imperio colonial, tales como “gente de razón” (p. e. en
la Nueva España) o “gente decente” (tanto en la Nueva España como en Buenos Aires), no se encuentran
en los documentos acerca de la región por mí estudiada; cfr. Brading, Miners and Merchants, pp. 20-21;
Socolow, The Merchants of Buenos Aires, p. XII.

75 Primera parte
SEGUNDA PARTE
SEGUNDA PARTE: LA NOBLEZA COMO
CONCEPTO Y COMO GRUPO SOCIAL
DURANTE EL PERÍODO COLONIAL TARDÍO
EN LA CIUDAD DE QUITO

E
n los diversos documentos del período colonial tardío los
términos “nobleza” y “noble” se utilizan tanto para designar
a personas individuales, como también para las familias
destacadas de la ciudad. En este sentido, en el año 1768, Jacinto Sánchez
de Orellana se preció ante la Corona de haber defendido durante los
disturbios de los barrios quiteños en el año 1765, con sus criados y en
unión con “toda la nobleza” de la ciudad, el palacio de la Audiencia.210
Además, el entonces presidente, Juan de Zelaya, había conformado una
“compañía de nobles voluntarios” para reprimir el levantamiento.211 Una
vez terminados los disturbios, el Cabildo de la ciudad recibió una carta del
virrey en la cual agradeció a los nobles de la ciudad por su actitud leal y su
apoyo en la pacificación de los barrios. En una sesión del Cabildo,
expresamente convocada para este fin, se dio lectura de este escrito en
presencia de los “s.res de la más distinguida nobleza” invitados a ella.212

En 1780 el Cabildo quiteño lamentó los problemas económicos, aun entre


las principales familias de la ciudad, “en lugar del adelantamiento y lustre
que se desea en el estado de los nobles”.213 En este contexto el procurador
del Cabildo indicó que en el Cabildo abierto del año anterior, los nobles ya
habían manifestado su opinión y sus propuestas de mejoras para la situación
económica de la región.214 Un poder general -con el cual en el año 1813
algunos vecinos de Quito encargaron la representación de sus intereses

210 “Relación de los méritos y servicios del licenciado D. Jacinto Sánchez de Orellana (…), 11-IV-1768, AGI,
Indiferente General, leg. 1.339.
211 En 18-III-1781 Francisco Javier de Ascásubi, por ejemplo, señaló la participación de su padre en esta
compañía, en un cuestionario acerca de su persona enviado al Consejo de Indias, “Quito año de 1781,
Nº 3, Informes a favor de D. Juan Ruiz de S.to Domingo y D.n Fran.co Javier de Ascásubi”, AGI, Quito, leg.
314.
212 AMH/Q, Nº 129, Actas del Concejo, acta de la sesión de 16-X-1765, fs. 179-180.
213 “El Cab.do, Just.a y Reg.to de la ciu.d de Quito informa con docum.s sobre el estado de pobreza a
que está reducida la ciu.d y su provincia”, AMH/Q, Nº 54, Informes y Cartas del Cabildo (1678-1772), exp.
18-XII-1780, f. 63 v.
214 “Expediente que ha promovido el procurador gral. Síndico personero de esta ciudad (…)”, AN/Q, 4ª
Notaría (Juicios), exp. 7-IX-1781, f. 14v.

77 Segunda parte
comunes al procurador de la Audiencia- a su vez fue sentado por el notario
urbano correspondiente como “poder [de] la nobleza de Quito”.215

También en otras ciudades de la Sierra norte y central los miembros más


importantes de la sociedad fueron considerados como “nobleza”. Así, en el
año 1797, “los eclesiásticos, religiosos y noble vecindario” de Ambato
dirigieron una carta al rey, para insistir en el anhelado permiso y el fomento
de la producción y exportación de canela a la Madre Patria.216 El alférez real
de la capital de Corregimiento, Riobamba, José Anselmo de Villavicencio,
señaló en un escrito presentado en 1769 al Consejo de Indias, que él, en
ejercicio del dicho cargo, había llevado dos veces al año el estandarte real “con
asistencia del ayuntamiento y nobleza de la villa”.217 También el asiento de
Otavalo y aun el pueblo de Tumbaviro tenían, según un informe coetáneo
sobre el Corregimiento, un vecindario noble, en el cual los nobles de
Tumbaviro “traen su origen de las familias ilustres de la ciudad de Quito”.218

Puesto que los datos existentes de los censos del período colonial tardío no
contienen información acerca de los nobles de la ciudad, para la
cuantificación de la población reconocida en la región como noble se
dispone tan sólo de dos estimaciones coeteáneas para el asiento de Otavalo y
la ciudad de Quito.219 En su descripción de Otavalo del año 1808 Gaspar
de Santisteban calcula la población total del asiento en 15.000 personas,
compuestas, fuera de la gran mayoría de población indígena, por 3.000
blancos, negros (incluyendo 16 esclavos) y “gente mezclada”, entre ellos
también 40 “personas nobles”.220

En un informe del Cabildo quiteño sobre una fiesta de baile con ocasión de
la coronación del Carlos IV en el año 1789, se resume a los miembros
invitados de la prominencia social de la sociedad como sigue:

215 AN/Q, 2ª Notaría (Protocolos), t. 2, exp. 30-VII-1813, fs. 220v-221.


216 AGI, Quito, leg. 401.
217 “Relación de los servicios y méritos de Don José Anselmo de Villavicencio Torres y Maldonado” (…)”,
10-VI-1769, AGI, Quito, leg. 195B.
218 Las “Descripciones” de los pueblos de “Cotacachi, Atuntaqui, Tumbabiro, Urcuquí, Cayambe, Salinas,
Otavalo, Tocache y su anejo de Malchinguí, San Pablo, Tabacundo” fueron publicadas por Ponce Leiva,
Relaciones histórico-geográficas, tomo II, pp.714-720, 723-752.
219 En una nota para el censo del Corregimiento de Otavalo del año 1782 se señala explícitamente la
problemática de extensa concepción de la categoría de “blancos”, puesto que “en la clase de blancos
están inclusos los nobles, españoles y mestizos, por lo que es difícil distinguirlos”, citado según Lucena
Samoral,“La población”, p. 37.
220 Ponce Leiva,, Relaciones histórico-geográficas, tomo II, pp.723-729

78 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
“Señor Presidente, Señora Presidente, señores ministros del tribunal
de la Real Audiencia, cabildo eclesiástico y secular, ministerio de
Hacienda, […] los militares y […] toda la nobleza de ambos sexos,
que había combinado y concurrido en número de más de quinientas
personas”.221

En este caso la nobleza es enumerada como grupo aparte, al lado de los


más importantes funcionarios de la sociedad provenientes de la
administración, la Iglesia y la milicia, pero en principio incluía a estos
últimos. Con excepción de los cargos superiores de la Audiencia
(especialmente del tribunal y de la administración financiera),
frecuentemente provistos de peninsulares y criollos de otras regiones, y
del Cabildo eclesiástico, la mayoría de los grados importantes de
oficiales de la milicia se reclutaba precisamente de entre las personas y
familias más distinguidas de la ciudad. Por otra parte, el ejercicio de las
funciones estatales y sociales superiores también se consideraba como
expresión de alto estatus social, por lo tanto, de la nobleza de una
persona.222

Si se toma como base de la población de la ciudad, los cerca de 24.000


habitantes registrados en el censo del Corregimiento de Quito del año
1784, entonces la nobleza quiteña del período colonial tardío, cifrada
en el informe del Cabildo en algo más de 500 personas, alcanzaba tan
solo el 2,1 por ciento de la población total y el 2,8 por ciento de la
población blanca y mestiza.223

221 “Relación de las Fiestas Reales (…)”, AMH/Q, Nº 134, Actas del Concejo, acta de la sesión de 2-III-
1790, f. 155v.
222 En una lista, establecida en el año 1793 por el Cabildo de los donativos al rey de España se hallan
entre los donantes registrados como “vecinos nobles”, entre otros, cuatro funcionarios de la Real
Hacienda que no pertenecían a las familias arraigadas y destacadas de la ciudad: José Aguirre
(administrador principal de la renta de aguardientes), José Guarderas (contador de la administración
de alcabalas), Pedro Cuberos (contador de la administración de aguardientes) y José Rengifo (con-
tador general de la renta de tributos), AMH/Q, Nº 135, Actas del Concejo, acta de la sesión de 25-X-
1793, fs. 63-65.
223 Cfr. también el Cuadro 2 en el acápite A. II.

79 Segunda parte
I - NOBLES Y PLEBEYOS

Fuera de la percepción de la desigualdad social, marcada por elementos


étnicos y económico funcionales, en la región estudiada se pueden hallar para
el período colonial tardío diversas pruebas para una división ampliamente
difundida de la población en nobles y no nobles, que encontró su expresión
más clara y frecuente en los términos opuestos “nobleza” / “plebe”, en los
cuales la expresión “plebe” se utilizaba casi exclusivamente en el contexto y
como delimitación de la nobleza.224

En una carta al presidente de la Audiencia del año 1793, el Cabildo


eclesiástico quiteño subdividió a los habitantes de la ciudad sólo en nobles
y plebeyos.225 También en Riobamba y Latacunga era usual esta división.
En el año 1797, los sobrevivientes del gran terremoto fueron resumidos en
ambos lugares como nobles y plebeyos.226 Aun el pueblo de Tumbaviro en
el Corregimiento de Otavalo, que en el año 1785 contaba con apenas 1.349
habitantes,227 según el ya mencionado informe sobre este distrito del año
1808, estaba habitado principalmente por plebeyos y nobles, fuera de los
esclavos negros que trabajaban en las haciendas de caña de azúcar de la zona
y de unos pocos indígenas.228

Resulta sumamente difícil deducir de los documentos una definición


del contenido del término “plebe”, usual también en otras regiones
hispanoamericanas del período colonial tardío.229 En su descripción de la

224 En este sentido también “noble vecindario y el bajo pueblo”, “Expediente que ha promovido el pro-
curador gral (…)”, AN/Q, 4ª Notaría (Juicios), exp. 7-IX-1781, f. 14. En forma parecida alguna vez “nobleza”
y “vulgo”, Carta y relación de méritos del gobernador de Popayán, doctor Francisco Antonio Boniche y
Luna, al Consejo de Indias, 2-VII-1765, AGI, Quito, leg. 220. Cfr. el informe del fiscal de la Audiencia de Quito
al Consejo de Indias sobre disturbios aislados de “el vulgo y plebe” de la ciudad de diciembre de 1763,
AGI, Quito, leg. 224. En casos aislados se utilizó también el término explícitamente estamental del “estado
llano”, cfr. p. e. en la “Relación de causas criminales determinadas y pendientes en el tribunal de la Real
Audiencia de la ciudad de San Francisco de Quito, en los años mil ochocientos cuatro y mil ochocientos
cinco, por lo respectivo a la Escribanía de Cámara, que interinamente despacha el escribano real Ramón
de Maya”, 3-III-1806, AGI, Quito, leg. 219. También el procurador del asiento de Latacunga, Ramón
Jaramillo, utilizaba una terminología estamental en una carta enviada al Consejo de Indias en febrero de
1797 “en nombre del estado eclesiástico y secular del asiento de Latacunga”, AGI, Quito, leg. 403.
225 AN/Q, Gobierno, exp. 25-VI-1793, f. 16v
226 En el caso de Riobamba por parte del procurador del Cabildo en una carta del 18-III-1797 al presiden-
te de la Audiencia; en Latacunga, igualmente en una carta al presidente, por parte de un escribano
público, 14-III-1797, AGI, Quito, leg. 403.
227 Lucena Samoral,“La población”, p. 42.
228 Ponce Leiva, Relaciones histórico-geográficas, t. II, pp. 723-729.
229 En la ciudad novohispana de Puebla el término “plebe” se había establecido como expresión para
la población mixta, heterogénea en lo étnico al igual que en lo económico funcional, que hasta este
entonces se había diferenciado preferentemente según las diversas castas, Thomson, Puebla de los
Ángeles, p. 73 (nota 19).

80 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
estructura social de la ciudad de Quito en el siglo XVIII Minchom adopta
el término contemporáneo de “plebe” como término colectivo para la
totalidad de los “sectores populares urbanos” de la ciudad como
diferenciados de la “elite” blanca. Según ello, la plebe quiteña abarcaba a
artesanos asentados, vagabundos, españoles pobres, las castas (especialmente
los mestizos) y los indígenas urbanos aculturados.230

Seguramente, en el período colonial tardío el tejido social de la ciudad de


Quito resultaba más complejo de lo que sugiere la división entre plebe y
nobleza, como clase baja y clase alta respectivamente, que coincide en la
percepción coetánea de la desigualdad social por parte del estrato alto
quiteño y de la burocracia colonial.231 Del uso coetáneo del lenguaje, no
se puede inferir una definición precisa del término “plebe”, en el
sentido de un estrato social caracterizado por aspectos étnicos o
económico funcionales. En la mencionada carta del Cabildo eclesiástico
se describe a la plebe someramente, como “bastante adicta a la manufactura
y al comercio con la mayor habilidad para uno y otro”232. En el mismo año
dos regidores de Quito señalaron los “oficios artesanales” como la ocupación
habitual de los plebeyos.233

La caracterización de nobles y plebeyos en la descripción del pueblo de


Tumbaviro en el Corregimiento de Otavalo, igualmente resulta poco
instructiva en cuanto a la caracterización de la plebe. Según ella la mayoría
de los nobles del pueblo se dedicaba a la elaboración de la caña de azúcar o
al cultivo de las chacras de algodón en la cercana jurisdicción del pueblo de
Salinas, en casos contados también al comercio de algodón en la ciudad de
Quito. En esto, sin embargo, los nobles, casi no se distinguían de los
plebeyos ocupados igualmente en el cultivo del algodón en Salinas o en
trabajar sus propias chacras en las cercanías del pueblo.234

No obstante, el termino “plebe” se utilizaba en Quito y en otras


ciudades y pueblos de la Sierra norte y central no solamente para una
identificación social neutra de individuos o de una parte de la

230 Minchom, Urban Popular Society, pp. 1, 87 et al. Minchom delimita a los plebeyos solamente de la
“élite” o “la clase superior”; como cuya característica común señala el término honorífico “don”, sin con-
siderarlo, sin embargo, como un indicio exacto de un estatus social común, Minchom, op. cit., pp. 214, 305.
231 A este esquema dicotómico no se ajustan, por ejemplo, mercaderes acaudalados y distinguidos, mas
no pertenecientes a la nobleza de la ciudad, tales como los ya mencionados Marcelino Pérez y Miguel
Ponce (cfr. el acápite A. II, nota 120).
232 AN/Q, Gobierno, exp. 25-VI-1793, f. 16v.
233 Carta al Consejo de Indias del 21-XI-1793, AGI, Quito, leg. 234.
234 Ponce Leiva, Relaciones histórico-geográficas, tomo II, pp. 723-729.

81 Segunda parte
población, sino que sirvió casi siempre para una polémica
discriminación global y social.235 Esta utilización difamatoria del
término “plebe” en el sentido de “populacho” tenía una inequívoca
dimensión étnica, que se refería en primer lugar, a la población mixta
urbana compuesta en su gran mayoría de mestizos. Por lo tanto, para los
dos regidores quiteños mencionados la plebe estaba:

“Compuesta de mestizada, siempre inclinada al osio y vicio de la


borrachera, […] sin sujeción, sin trabajo, y en el mayor incremento
de sus vicios, poniendo todos los días en grave cuidado un corto y
reducido vecindario de nobles.”236

En el período colonial tardío, la delimitación entre un pequeño círculo


socialmente destacado de nobles y la masa de plebeyos (difamada en forma
global y polémica como mestizos), se constituyó en un tópico ampliamente
difundido de discriminación social, que difícilmente respondía a las
exigencias de una descripción neutra de la estructura social y que no
reflejaba un análisis apegado a la realidad de la misma.

Contra esta discriminación arrogante e indiferenciada, reforzada por atributos


étnicos, de la gran masa de la población, con ocasión de la sublevación indígena
de Riobamba, en el año 1764 se dirigía un memorial desde allí al presidente de
la Audiencia, que fue firmado por sus autores de manera altiva y programática,
con “los de la plebe”.237 Como permiten reconocer el estilo y la terminología de
la carta, tomada en parte de la antigüedad romana, el escrito fue redactado
obviamente por personas cultas que se consideraban a sí mismos como blancos
y se contaban al mismo tiempo entre la plebe.

La carta denuncia la equiparación entre plebeyos y mestizos, que


obviamente también reinaba en Riobamba en el período colonial tardío. De
manera especial, se dirige en contra del trato condescendiente -resultante
de esta equiparación- de los nobles del lugar. Estos últimos, señalados
como “nobles” o “caballeros”, habrían demostrado, una vez más, su

235 Cfr. para la ciudad de Lima Flores Galindo, Aristocracia y plebe, p. 155.
236 AGI, Quito, leg. 234. Los regidores vieron confirmada su evaluación en las “turbulencias y subleva-
ciones” del año 1765, “que (…) ha emprendido la plebe que compone los cuatro barrios de Quito”,
AGI, Quito, leg. 234. Sin embargo, el virrey de la Nueva Granada, Pedro Mesía de la Cerda, refutó la opi-
nión de los regidores acerca del comportamiento de la plebe como totalmente exagerado, Carta del
virrey al Consejo de Indias del 24-IX-1765, AGI, Indiferente General, leg. 1.339.
237 “Documento Nº 1.o sobre la sublevación de Riobamba. Año de 1764”, AN/Q, Indígenas, exp. 23-XII-
1764. Acerca de la dicha rebelión cfr. Moreno Yánez, Sublevaciones indígenas, pp. 44-102.

82 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
comportamiento reprochable para con los plebeyos cuando se encargaron de
la represión de la sublevación indígena:

“[…] parece que en este lugar sólo es caballero el q.e a todos tiene
por mestizos y los trata mal. Bien se conoce que no se ha
reflexionado como se debiera el distintivo de este nombre gral. de la
plebe. Plebe pues (según la expresión de dro.) es el común de las
gentes de una república, a excepción de los del senado; siendo esto
así, todo aquel vecino morador de un lugar, q.e no está incluso en el
congreso de los del senado, se debe reputar por plebeyo, o por un
miembro q.e compone la plebe: luego, este nombre de Plebe no
quiere decir (como lo entienden muchos caballeros del lugar)
Mestizos; porq.e aunq.e entre la plebe las haya, éstos son aquellos
q.e se llaman […] deshecho de la plebe”.238

El fundamento étnico de la discriminación social, cuyo uso justificativo no


fue puesto en duda por los infraescritos representantes de la plebe, no se
basaba, a ojos de los autores, en un posible desconocimiento de la auténtica
identidad étnica de las personas afectadas. Más bien los nobles habrían
subrayado los componentes étnicos como componente global de la
inferioridad de los plebeyos. Estos componentes se habrían considerado
como la expresión más clara y eficaz de difamación social. Así, la
discriminación étnica habría servido para profundizar la distancia social de
la clase superior con los estratos inferiores.239

I I - NOBLEZA Y ESTATUS ÉTNICO

La opinión sostenida en la carta de la plebe de Riobamba, de que la nobleza


no debiera entenderse como “estamento blanco”, sino como una parte de la
población blanca especialmente destacada en lo social, se confirma en las
listas de las víctimas del gran terremoto de 1797, elaboradas por algunos
corregidores de la zona afectada (desde Quito hasta Alausí). Anteriormente,
el presidente de la Audiencia había ordenado a los funcionarios distritales

238 “Documento Nº 1 sobre la sublevación de Riobamba (…)”, AN/Q, Indígenas, exp. 23-XII-1764, f. 1v.
239 A la pregunta retórica, presentada en la carta mencionada, de por qué los (auténticos o tan solo ima-
ginarios) nobles difamarían como mestizos aun a personas de reconocido nacimiento español y conduc-
ta honorable, los autores de la carta respondieron con la explicación: “Parece que los más caballeros,
sean o no del número del senado, nos tienen a los de la plebe en tal inferioridad, q.e les parece somos
(…) escorias del lugar, y q.e no merecemos totalmente, no sólo comunicarnos, rosarnos con ellos, sino ni
aun ponernos en su presencia”, “Documento Nº 1 sobre la sublevación de Riobamba (…)”, AN/Q,
Indígenas, exp. 23-XII-1764, f. 2.

83 Segunda parte
observar “la debida distinción, esto es de párrocos, clérigos sencillos,
religiosos, nobleza, mestizos e indios”.240 En primer lugar llama la atención
en esta orden la falta de un grupo designado como “blancos” o “españoles”.
En los cuadros elaborados por los funcionarios distritales, en cambio,
siempre existe la categoría “blancos”, que, sin embargo, se separa de
diversas maneras de las demás categorías registradas. Los grupos
poblacionales registrados en las diversas listas existentes se agrupan (fuera
del clero no tomado en cuenta aquí) como sigue:

Latacunga y Ambato: nobles blancos e indios

Riobamba, Chimbo y Alausí: nobles blancos y mestizos indios

La carta del presidente, así como las respuestas de los diversos corregidores
y del teniente de Alausí, permiten llegar a dos importantes conclusiones
acerca de la percepción coetánea de la desigualdad social. Por un lado, se
evidencia nuevamente la falta de claridad en las diversas categorías étnicas,
separadas entre ellas de diferentes maneras; por otro, únicamente la nobleza
aparece como grupo social siempre y claramente destacado.241

Por lo tanto, el “límite social” de la nobleza frente a los grupos o estratos


sociales inferiores en Quito y la región de la Sierra norte y central,
inequívocamente atravesaba la población “blanca” o “española”. Parecido al
caso de estatus étnico, el reconocimiento público de la nobleza de una
persona no significaba, sin embargo, que todo noble fuera de hecho de
ascendencia exclusivamente española.242 Esto lo habían constatado ya en la
década de 1740, los oficiales de la Marina española Juan y Ulloa:

“Es de suponer que la vanidad de los Criollos y su presunción en


punto de calidad se encumbra á tanto que cavilan continuamente en
la disposición y orden de sus genealogías, de modo que les parece no
tienen que envidiar nada en nobleza y antigüedad á las primeras
casas de España; y como están de continuo embelesados en este
punto, se hace asunto de primera conversación con los forasteros

240 AGI, Quito, leg. 403. Para el Corregimiento de Quito no hay lista alguna.
241 Un delimitación social comparable de la nobleza del resto de la población se demuestra en la ya
mencionada descripción del asiento de Otavalo del año 1808 (cfr. las páginas anteriores).
242 En España reinaba para la nobleza, respecto a la norma de la limpieza de sangre, una situación com-
parable, puesto que con frecuencia – especialmente en el siglo XVIII – judíos acaudalados que se habían
convertido al cristianismo, así como sus descendientes (conversos), ascendieron a la nobleza e incluso
adquirieron títulos nobiliarios, Carrasco,“Les hidalgos de Cuenca”; Maravall, Poder, honor y élites, pp. 127-129.

84 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
recién llegados, para instruirlos en la nobleza de la casa de cada uno,
pero investigada imparcialmente, se encuentran á los primeros pasos
tales tropiezos que es rara la familia donde falte mezcla de sangre, y
otros obstáculos de no menor consideración”.243

En el período aquí estudiado un miembro de la familia Larrea, perteneciente a


la nobleza reconocida de la región, el doctor Juan Manuel de Larrea y León, se
casó en Riobamba con la mestiza Francisca Yépez y León, que descendía por el
lado materno de Isabel Ibacache, una cacica indígena del siglo XVI. No
obstante, los descendientes de este enlace no vivieron ni en Riobamba ni en
Quito, sino en los pueblos de Chambo y Pungalá en el Corregimiento de
Riobamba y no tenían contactos directos con los representantes más
importantes de la muy extendida familia Larrea, radicados en Quito.244
Únicamente el hijo de Juan Manuel, José Manuel de Larrea y Yépez, quien fue
encomendado en Quito en la puerta de la casa de los marqueses de Miraflores y
adoptado por estos, gracias a su formación escolar y universitaria financiada por
su padres adoptivos, se integró a la nobleza de la ciudad, actuando a inicios del
siglo XIX como sacerdote y como rector del Real Colegio de San Luis. Por
principio, José Manuel firmaba como José Manuel Flores, en conformidad con
el apellido de su padre adoptivo.245

243 Ramos Gómez (ed.), Noticias secretas de América, tomo II, p. 335.
244 Jurado Noboa, Los Larrea, p. 83. Según consta, entre los nobles novohispanos del siglo XVIII habían exis-
tido, a pesar del principio de la limpieza de sangre igualmente observado en público con rigurosidad,
varias personas de sangre mixta (mulatos y especialmente mestizos), cuya descendencia de indígenas
nobles fue resaltada por el Cabildo en el año 1771, equiparandose su rango al de la nobleza española,
lo cual, además, correspondía con el reconocimiento jurídico de la nobleza indígena como hidalguía,
determinada por la Corona. Según Ladd, posiblemente la mitad de los representantes de la nobleza titu-
lada permanentemente radicados en la Nueva España fueron mestizos, Ladd, The Mexican Nobility, p. 39.
En Quito habían existido en la primera generación de conquistadores y encomenderos, diversos enlaces,
casi siempre no legalizados, con mujeres indígenas, las cuales provenían en parte de las capas locales
dirigentes del período precolonial. Por el contrario, en las siguientes generaciones de españoles no se die-
ron matrimonios mixtos con representantes de las principales familias indígenas, ya que al poco tiempo
por orden real, los mestizos, al igual que los hijos ilegítimos, fueron excluidos de la sucesión en las enco-
miendas, Ortiz de la Tabla, Los encomenderos de Quito, pp. 69-75.
245 No dispongo de otras referencias de posibles mestizos entre los nobles quiteños. Sin embargo Jurado
Noboa afirma, por cierto, sin prueba alguna, que la distinguida familia quiteña de los Chiriboga se habría
opuesto al matrimonio, celebrado en 1773, de Francisca Javiera de Chiriboga con el primer marqués de
Villa Orellana, Clemente Sánchez de Orellana, ya que este habría tenido antepasados negros, Jurado
Noboa, Un vasco-aragonés, p. 163. En este contexto también se podría ubicar el insulto a Francisco
Carcelén y Sánchez de Orellana, hijo del cuarto marqués de Villa Rocha, cuando Mariano Andrade en
1790 lo injurió públicamente diciéndole “zambo Sánchez” y “cholo”, AN/Q, 4ª Notaría (Juicios), exp. 6-XI-
1780. Un zambo era de ascendencia negra e indígena. El término “cholo” originalmente señalaba a indí-
genas aculturados, pero en el siglo XVIII fue utilizado cada vez más también para mestizos, Minchom,
Urban Popular Society, p. 287. Sin embargo, posiblemente estas expresiones ofensivas, emitidas en el con-
texto de una pelea pública de gallos y por las cuales Andrade fue sentenciado por la Audiencia al pago
de una multa, no eran más que invectivas polémicas, siendo especialmente apropiados los términos étni-
cos cargados de un estigma social.

85 Segunda parte
I I I - LA DIMENSIÓN JURÍDICA DEL ESTAMENTO NOBLE

Aunque los privilegios de la nobleza mantenidos en muchas provincias de


España, tales como la liberación de los pechos y el derecho a la mitad de
oficios, no se trasladaron a América, en las colonias fueron respetados algunos
derechos y obligaciones, exclusivamente reservados a los nobles. Pero, por lo
general, esto no estaba establecido por leyes expedidas específicamente para
las colonias.246 Por lo tanto, en lo referente a la observación y al significado de
los diversos privilegios nobiliarios en la Audiencia de Quito -que se examinan
inmediatamente- son posibles variantes frente a otros distritos
administrativos.247

1- Mercedes otorgadas por la Corona a los nobles

Desde la segunda mitad del siglo XVII, lo nobles asentados en la


América española tenían el mismo acceso a los hábitos de las órdenes
militares y los títulos nobiliarios que sus semejantes en la península
ibérica. Además estaban abiertos para los súbditos americanos diversos
rangos militares reservados para la nobleza, en las unidades de la Madre
Patria y de otros territorios europeos pertenecientes a la Corona española.
En el período colonial tardío algunos nobles quiteños tuvieron rangos
militares honoríficos del real ejército y de la marina.248 Entre ellos se
encontraban José Matheu y Aranda quien, en la década de 1770 fue capitán
del real Regimiento de Lombardía.249 En los Reales Ejércitos sirvieron

246 Este se debió básicamente al hecho de que las leyes y derechos consuetudinarios referentes a la
nobleza castellana, por principio, eran vigentes también en América, mientras no existeran leyes divergen-
tes. Puesto que desde los inicios la Corona intentó impedir la formación de un poderoso estamento noble
jurídicamente afianzado, y que solamente dotó con una hidalguía, un hábito o un título de Castilla a uno
que otro súbdito distinguido, especialmente como compensación por méritos individuales o en caso de
apuros financieros propios, no se puede registrar, fuera de algunas excepciones que constituían reaccio-
nes a ocasiones concretas, una política nobiliaria sistemática y jurídicamente fijada para las colonias. Cfr.
acerca de esta actitud, en suma reservada y contradictoria, de la Corona frente a la nobleza hispanoa-
mericana, también el dictamen negativo del fiscal del Consejo de Indias en el año 1784, respecto a la soli-
citud de un vecino cubano de dotarle de una hidalguía, quien señaló que “no se ha permitido en la
América la mitad de oficios, y han sido tan escasas y casi desconocidas las mercedes de hidalguía y
noblezas (…), porque no hacen falta para el goce de empleos de república y enlaces con otras familias,
pues para uno y otro es suficiente la decencia del porte, el común concepto de las gentes, el no estar
mezclados con personas manchadas y el emplearse en ejercicios decentes, según el universal estilo del
país”, 24-XII-1784, Colección de documentos, tomo 3/2, p. 551.
247 Las siguientes explicaciones de los privilegios y deberes vigentes para los nobles quiteños se concentran
esencialmente en los casos comprobables con pruebas documentales. Cfr. además la lista elaborada por
Lira Montt para la nobleza de Chile colonial referente a las situaciones en las cuales el estatus nobiliario era
necesario o favorable para salvaguardar los privilegios y otras ventajas, Lira Montt,“La prueba de hidalguía”.
248 Cfr. el Anexo II.
249 AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 398, exp. 15-I-1771, fs. 289-290; 1ª Notaría, t. 403, exp. 27-III-1774, fs. 632v-633.

86 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
además el coronel Manuel Guerrero y Ponce de León, el mariscal de campo
Clemente Sánchez de Orellana, primer marqués de Villa Orellana, y su
hijo, el teniente coronel Joaquín Sánchez de Orellana.250

En el campo militar eran de importancia para la nobleza, ante todo, los


colegios militares para el Ejército y la Marina, creados por los reyes
borbónicos y reservados únicamente para los nobles.251 En el año 1774, por
ejemplo, Manuel Villavicencio y Guerrero fue cadete en las Reales Guardias
Españolas del Rey.252 En 1792 Antonio Villavicencio y Verástegui fue
admitido como cadete en la Real Compañía de Guardias Marinas.253
Además, en el período colonial tardío pertenecieron a las Reales Guardias el
capitán Domingo de Borja y Lasteros, así como el teniente Joaquín
Montúfar y Larrea y el coronel Manuel Matheu y Herrera.254

Dejando aparte el acceso a los hábitos de las órdenes militares, los títulos
nobiliarios y los cargos militares, asequibles para todos los nobles sujetos a
la Corona española, en el período colonial tardío los nobles americanos se
beneficiaban especialmente de los pasos iniciados por los reyes borbónicos
hacia una institucionalización propia de la nobleza colonial. Formaba parte
de estos, en la segunda mitad del siglo XVIII, el establecimiento en España
de la Compañía de Reales Guardias y de Corps de Caballeros Americanos y
el Real Colegio de Nobles Americanos abierto en Granada en 1792255, en
los cuales no estaban presenten nobles quiteños.

En el año 1815 el rey Fernando VII creó además, en imitación de las


órdenes militares clásicas, la corporación nobiliaria de la real Orden

250 Las fuentes en orden de las personas citadas: AGI, Quito, leg. 224; AN/Q, 5ª Notaría (Protocolos), t. 122,
exp. 7-III-1792, fs. 377v-379v; AHBC/Q, Documentos Oficiales, Nº 228; AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 397,
exp. 8-VI-1769, fs. 307v-308v; 1ª Notaría (Protocolos), t. 445, exp. 22-VII-1799, fs. 712v-713.
251 Los afanes de crear cuerpos de oficiales profesionales se iniciaron ya desde el temprano siglo XVIII con
la fundación de las primeras escuelas de cadetes, cfr. Salas López, Ordenanzas militares, pp. 102-106;
Aragón Mateos, La nobleza extremeña, p. 450.
252 AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 403, exp. 27-V-1774, fs. 667v-668v.
253 Real Compañía de Guardias Marinas y Colegio Naval, tomo 5, p. 169. Acerca de la importancia social
de estas institución, las condiciones de admisión así como los privilegios de los cadetes cfr. Mühlmann, Die
Reorganisation, pp. 267-269, 280-287.
254 AGI, Quito, leg. 225; “Certificación del cotejo de firmas de varios testimonios presentados por el tenien-
te coronel D.n Joaquin de Larrea y Montúfar [sic], natural de Quito y segundo teniente de R.s Guard.s
Españolas, para pruebas de la orden de Carlos 3º”, “Índice de expedientes de lo negociado de Quito
desde el año 1760 hasta el de 18 (…), 1815, Nº 7, AGI, Quito, leg. 277; AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 477,
exp. 5-IX-1820, f. 185-185v.
255 “Estatutos del real Colegio de Nobles Americanos en la ciudad de Granada”, 15-I-1792, Colección de
documentos, tomo 3/2, pp. 697-705; “Instrucción sobre la forma en que han de hacerse las pruebas de lim-
pieza de sangre y nobleza de los que pretenden entrar en el Colegio de Nobles Americanos de la ciudad de
Granada”, 17-I-1792, op.cit., pp. 705-706; cfr. Lira Montt, “Pruebas de nobleza”. Acerca de la Compañía de
Reales Guardias y de Corps Lira Montt,“La prueba de hidalguía”, p. 74.

87 Segunda parte
Americana de Isabel la Católica, reservada exclusivamente a los nobles
americanos y a la cual también fueron admitidos dos nobles quiteños.256

2- Privilegios de la nobleza en la ciudad de Quito

Fuera de los privilegios y distinciones otorgados por la Corona española a


los nobles españoles e hispanoamericanos -que a veces obligaba a un
traslado temporal de los nobles americanos a España- al interior de los
diversos distritos administrativos y regiones hispanoamericanas se
observaban algunos derechos reservados a los nobles y sobre cuya concesión
decidía la Audiencia respectiva, en cada caso particular.

Entre estos privilegios se contaba el derecho de los nobles a tomar


asiento en los Reales Estrados, en los pleitos relacionados con ellos
mismos o con sus parientes. Pese a que el derecho fue expresamente
otorgado por la Corona a la nobleza titulada americana, la Audiencia
quiteña concedió este privilegio a nobles sin título.257 Para validar este
privilegio primero se debía hacer una solicitud a la Audiencia para la
concesión de la respectiva licencia. En el período colonial tardío,
manifiestamente disponían de un “asiento en los Reales Estrados” las
familias Maldonado, Sánchez de Orellana, Flores y Miño.

Antonio Palomino, el abuelo materno de Ramón Joaquín Maldonado,


nombrado marqués de Lises en 1745, ya en el año 1665 había recibido de la
Audiencia la concesión de un “asiento en los Reales Estrados.”258
Evidentemente otros antepasados del marqués habían validado este
derecho.259

Después de que Pedro Javier Sánchez de Orellana, hijo primogénito del


primer marqués de Solanda, Antonio Sánchez de Orellana, había

256 Cfr. el acápite B. V y el Cuadro 5.


257 En el año 1774 Carlos III había confirmado, por primera vez y como reacción a una demanda concre-
ta de un marqués de la jurisdicción de la Audiencia de Lima, que los poseedores de títulos nobiliarios de
la jurisdicción podían tomar asiento en el estrado, al lado del oidor más joven, en los pleitos relacionados
con ellos mismos, tal como era costumbre también en las Audiencias españolas de Valladolid y Granada,
“R[eal] C[édula] sobre preferencias de los títulos de Castilla”, Colección de documentos, tomo 3/1, p. 397,
confirmada y ampliada en el año 1789 por una “R[eal] C[édula] relativa a la forma en que deben asistir
a los estrados de las Audiencias los títulos de Castilla y los que gocen fuero militar cuando ocurran a la
vista de pleito propio”, op.cit., tomo 3/2, pp. 636-637.
258 Cfr. el informe acerca de los méritos de un hermano del mencionado marqués, Ramón Maldonado, s.
l., s. a. (según el fondo documental entre 1729 – 1776), AGI, Quito, leg. 224).
259 “Relación de los méritos y circunstancias del Marqués de Lises,Don Joaquín Maldonado (…)”,9-III-1757,AGI,
Quito, leg. 125.

88 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
comprobado ante la Audiencia, en el año 1715, su estatus nobiliario, esta le
concedió el derecho a un asiento en los Reales Estrados así como a “los
demás fueros, privilegios, preeminencias y exenciones, correspondiendo a su
calidad y nobleza”.260

En el año 1746 también Antonio Flores, el futuro primer marqués de


Miraflores presentó para sí y su hijo Mariano una solicitud para que se le
conceda una licencia para subir a la banca de los abogados admitidos por
la Audiencia, que se hallaba también en los Reales Estrados, a la cual, en
general, también tenían derecho los “hombres nobles y principales”.261 El
que Flores solicitara un asiento en la banca de los abogados, resultó de
que él mismo no era abogado pero quería ejercer esta función por su
cuenta, lo cual, sin aquel privilegio, hubiera tenido que hacer desde la
sala del tribunal. En su solicitud Flores se denominaba como “caballero
notorio hijodalgo” y fundamentaba su rango social con algunos
documentos, entre ellos una limpieza de sangre redactada por su padre
Silvestre antes de su emigración.262 Antonio confirmó el derecho de su
hijo a la licencia con la referencia de que al tío materno de este, el doctor
Jerónimo Carrión Merodio, protector general de naturales de la Audiencia
quiteña, ya le había sido concedida, en reconocimiento de su nobleza, el
asiento en los Reales Estrados.263

Otro privilegio respetado por la Audiencia quiteña permitía a las


viudas disputar sus pleitos en primera instancia ante la Audiencia,
pasando por alto la jurisdicción simple, es decir la del alcalde ordinario.
Condición previa para ello era la declaración del respectivo caso como “caso

260 “Relación de los méritos y servicios del Maestre de Campo Don Pedro Javier Sánchez de Orellana,
Marqués de Solanda (…)”, 10-VII-1739, Quito, leg. 224; cfr. Herzog,“La empresa administrativa”, p. 5.
261 Cfr. la “Información de nobleza del coronel don Ignacio Flores, presidente de la Real Audiencia de
Charcas”, 6-X-1746, AHBC/Q, Documentos Misceláneos, Nº 14/19, f. 150-150v.
262 Silvestre Sánchez Flores había nacido en el año 1653, cfr. la “Información de nobleza del coronel don
Ignacio Flores (…), 6—X.1746, AHBC/Q, Documentos Misceláneos, Nº 14/19, fs. 148v-149. La declaración de
la limpieza de sangre confirmada por testigos provenía de la segunda mitad del siglo XVII y había sido
presentada por Sánchez a la Casa de Contratación, encargada del control del tráfico de personas y mer-
cancías entre la metrópoli y las colonias, para obtener el pasaporte indispensable para la partida hacia
América. En este documento los nombres de Silvestre y de sus antepasados no llevan el término honorífi-
co de “don”, lo cual hace parecer al menos dudoso el estatus de la hidalguía comprobada reclamado
por Antonio Flores, tanto más cuanto entonces este estatus ya hubiera sido mencionado por su padre o
en los testimonios de los testigos por él presentados, cfr. doc. cit., fs. 137-146.
263 Registrado en la Audiencia el 3-X-1746; doc. cit., f. 150v; finalmente, a fines del siglo XVIII el capitán de
milicias José Miño recibió otra licencia para entrar en los Reales Estrados basada en su estatus nobiliario,
cfr. las copias de dos escritos de la Audiencia al rey del 21-XII-1794 y 15-VII-1796, AGI, Quito, leg. 219. Para
otras licencias cfr. AN/Q, Civiles, ca. 40, exp. 16-X-1797; AN/Q, Fondo Especial. Presidencia de Quito, c. 18,
t. 49, exp. 2.084, fs. 182v-183v; AN/Q, Fondo Especial. Presidencia de Quito, c. 20, t. 56, exp. 2.352, fs. 44-48v.

89 Segunda parte
de corte”, por parte de la institución. Entre otros, en el año 1781,
reclamaron este derecho para sí Ventura Ante y, en 1791, la cuarta
marquesa de Solanda, María Nicolasa Guerrero y Nájera.264 Sin embargo,
este privilegio no estaba reservado exclusivamente a la nobleza, sino que
por principio concernía a aquellos grupos de la población sujetos a un
especial amparo social o al patrocinio del rey. Entre ellos estaban personas
necesitadas como, por ejemplo, pobres, viudas y huérfanos así como,
fundamentalmente y sin necesidad de solicitar una licencia, la población
indígena. Las viudas, nobles y de otras categorías, tenían además que
comprobar la calidad personal. Por esta razón los testigos presentados por
Ventura Ante no solamente confirmaron su estatus como viuda noble, sino
también la decencia de su persona.265 En Quito el privilegio del “caso de
corte” perdió aún más su importancia, porque la Audiencia aceptaba o
atraía gran cantidad de casos en la primera instancia, al menos cuando se
trataba de asuntos importantes, como en el caso de pleitos de herencia de
familias acaudaladas y distinguidas.266

Lira Montt menciona otro privilegio de la nobleza respetado en las


colonias según el modelo español, por el cual los nobles no podían
ser encarcelados ni sus bienes confiscados con el fin de exigir el pago
de deudas públicas.267 Pero tampoco este privilegio estaba reservado a la
nobleza, sino que desde la primera mitad del siglo XVII beneficiaba a los
miembros de las milicias y del Cabildo.268 Además según el caso, esta
forma de trato especial de vecinos de mérito se manejaba de manera
diferente o se ignoraba, especialmente en caso de delitos graves.

En el período colonial tardío la Audiencia generalmente ordenaba la


prisión por deudas en el caso de personas que no tenían medio alguno

264 “La Marquesa de Solanda, viuda del Marqués de este título, solicita q.e por el notorio caso de corte
que goza, el alc.e ord.o remita a este tribunal la denuncia puesta por el albacea dativo (…), AN/Q,
Testamentarías, exp. 21-VI-1791; “Expediente de D.a Ventura Ante y Donoso, viuda de Don Bartolomé
Freire, sobre caso de corte”, AN/Q, Testamentarías, exp. 11-I-1781. Para enfatizar su estatus social presentó
a tres testigos destacados, a saber, el mayorazgo Francisco de Villacís y Recalde, Francisco María de
Larrea Zurbano y Francisco Calderón y Piedra, quienes confirmaron, que Ventura pertenecía a las “fami-
lias más distinguidas en nobleza de esta ciudad”; otras solicitudes para la concesión del “caso de corte”
se encuentran en AN/Q, Civiles; AN/Q, Fondo Especial. Presidencia de Quito.
265 “Expediente de D.a Ventura Ante (…)”, doc. cit.
266 Por principio, los pleitos por herencias entre los títulos de Castilla quiteños y su círculo familiar más cer-
cano se trataban directamente ante la Audiencia, sin que previamente se haya formulado una solicitud
de concesión de caso de corte, AN/Q, Testamentarías.
267 Lira Montt,“Prueba de hidalguía”, p. 72.
268 Según ello los acusados de los grupos mencionados no debían ser encarcelados “en la cárcel públi-
ca sino en las casas del ayuntamiento o en otra parte decente,“R[eal] C[édula] que los regidores no pue-
dan ser presos por deudas”, 12-IV-1628, Colección de documentos, tomo 2/1, p. 318.

90 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
para saldarlas y tampoco podían hallar a fiadores. Sin embargo, en el
año 1762 también el primer marqués de Villa Orellana -endeudado con
la Real Hacienda por la enorme suma de 60.000 pesos- se vio expuesto
a una acción consecuente de la Audiencia en el cobro de la suma
adeudada.269 Finalmente el marqués fue encarcelado y sus bienes fueron
confiscados. No se llegó a la enajenación de los bienes únicamente
porque no se halló comprador. El marqués fue liberado de la prisión
cuando se comprometió a saldar sus deudas en cuotas anuales de 10.000
pesos y cuando presentó las respectivas fianzas, luego de lo cual también
le fue devuelto el derecho de disponer de sus bienes.

Otro caso espectacular de una consecuente persecución judicial de un


noble, en los años 1760 y 1770, concierne a Juan Fernando
Villavicencio, heredero del condado del Real Agrado, después de que
en el año 1762 un oidor de la Audiencia había reprochado grandes
irregularidades en la rendición de cuentas de su pasado período como
tesorero de las Cajas Reales. Con ello comenzó una persecución judicial
y “física” de Villavicencio que duró casi veinte años. Varias veces
Villavicencio, injustamente acusado según su propia opinión, se
sustrajo a la justicia del virreinato de la Nueva Granada y de España,
sufrió varias detenciones, inicialmente en el castillo de San Sebastián
en Cádiz y luego en Cartagena y Bogotá, así como la confiscación
temporal de sus bienes.270 Todavía en el año 1780 el rey de España dio
orden al virrey y al presidente de la Audiencia, de guardar “en arresto
seguro” a Villavicencio durante la revisión de sus cuentas todavía en
curso y de encerrarlo luego, hasta la decisión definitiva de su caso, en
el castillo de Cartagena.271

269 Cfr. la carta del presidente de la Audiencia al rey del 20-IX-1769 y otros documentos de este con-
texto, AGI, Quito, leg. 293; para este tema “Cistue, José, su informe de Quito al Virrey sobre la prisión del
Marqués de Villa Orellana y subasta de sus bienes”, ANC/B, Nº 33, Impuestos Varios. Cartas, t. XXI/21, fs.
93-107. El trasfondo para la dura acción contra el marqués fue probablemente una orden emitida
poco antes por el virrey de cobrar, en el menor tiempo posible, a los deudores de las Reales Cajas un
total de 100.000 pesos para los gastos de la defensa de la costa atlántica neogranadina contra los
ingleses, doc. cit.
270 Consultas del Consejo de Indias del 23-XII-1762, del 19-I-1763 y del 17-X-1768, AGI, Quito, leg. 217; carta
del fraile Julián de Arriaga al virrey de Nueva Granada del 31-I-1764, AGI, Quito, leg. 376; carta de Juan
Fernando de Villavicencio al Consejo de Indias, sin fecha, doc. cit.
271 Cfr. el parecer del rey acerca de la consulta del Consejo de Indias del 3-XI-1780, AGI, Quito, leg. 217.
Las fuentes existentes no ofrecen explicación alguna en cuanto al resultado del caso. Sin embargo,
hacia fines del siglo XVIII Villavicencio fue liberado de la prisión y obviamente ya no fue perseguido por
este asunto.

91 Segunda parte
3- Disposiciones privadas, jurídicamente obligatorias para la
observación del estatus nobiliario

Finalmente, el estatus nobiliario a nivel privado podía ser de


importancia jurídica obligatoria. En Quito, por ejemplo, esto era
válido en el caso de los mayorazgos de las familias Freire y Villacís,
cuyos fundadores habían prescrito para los sucesivos herederos del
mayorazgo elegir exclusivamente a cónyuges nobles si no querían
perder el derecho al mayorazgo.272 En 1821 la heredera de
mayorazgo, María Mercedes Montúfar y Larrea, perdió el mayorazgo
de la familia Freire a causa de un matrimonio no conforme a su
rango.273 En el año 1815 se habían conocido por vez primera los
planes de matrimonio de María con el profesor de Derecho y rector
de la Universidad quiteña Mariano Miño y Valdés, por lo cual el
antiguo tutor de la joven de 25 años le reprochó contravenir las
condiciones del mayorazgo, que permitían únicamente a hidalgos
como cónyuges de las herederas del mayorazgo.274 Pese a todo, luego
de que el matrimonio se celebró en el año 1818, de entre los
parientes de María, Ramón Borja y Villacís declaró ante la Audiencia
su derecho al mayorazgo.275 Aunque Miño se autodeclaraba como
hidalgo y presentó documentos para confirmar su estatus nobiliario,
finalmente su mujer se vio forzada a ceder el mayorazgo a Borja
contra una renta vitalicia de 500 pesos anuales.276

272 Francisco de Villacís enfatizó en su testamento del 21-XI-1679, que confirmó la fundación de un mayoraz-
go ya determinada por escrito, su voluntad de que fuera excluido del mayorazgo cualquier persona que se
casara con una mujer que “no fuere cristiana vieja, noble hija de algo”,“Autos sobre la recepción del mayo-
razgo, que mandó fundar el comiss.o D.n Fran.co Villacís, de el orden de Santiago, sob.e sus bienes del año
de 1679”, AN/Q, Vínculos y Mayorazgos, exp. 9-V-1680, f. 14v.
273 Jurado Noboa, Los Larrea, p. 67.
274 Consulta del Consejo de Indias del 4-V-1819, AGI, Quito, leg. 219.
275 “Pruebas producidas p.r parte de D.n Ramón Borja y Villacís en causa que sigue con el D.r D.n Mariano
Miño sob.e la propiedad y pertenencia del mayorazgo de la hac.da de Cochasquí”, AN/Q, Vínculos y
Mayorazgos, exp. 22-XI-1819. En el año 1815, poco después de conocerse la oposición al matrimonio, Miño,
con apoyo del entonces presidente de la Audiencia, José Toribio Montes, había solicitado una licencia
matrimonial al Consejo de Indias, con la cual se debía documentar al mismo tiempo su estatus nobiliario.
El Consejo de Indias, sin embargo, negó su intervención en el asunto, puesto que, a diferencia de la soli-
citud de Miño, para él no se trataba de mantener un “rescripto declaratorio de su nobleza y de hallarse
como noble en aptitud de verificar su matrimonio, como en este caso reclamaba el ejercicio de una
regalía propia y privativa de S. M.”. El verdadero objeto sería más bien, “que se declare con el requisito
que exige la fundación en los que hayan de casar con las poseedoras del mayorazgo”, lo cual podría ser
decidido por un “tribunal ordinario”, AGI, Quito, leg. 219; cfr. AGI, Quito, leg. 263.
276 AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 478, exp. 30-III-1821, fs. 41-42.

92 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
4- Deberes impuestos a los nobles

Cuando a fines del siglo XVIII e inicios del XIX la Corona española
emitió pautas detalladas acerca de las condiciones sociales y las
restricciones para los enlaces matrimoniales de sus súbditos, para las
familias nobles se dispusieron algunos reglamentos especiales acordes a su
elevado estatus social. Una ley del año 1776, válida tanto en España como en
América, imponía a la nobleza titulada el deber de buscar una licencia real
antes de un enlace matrimonial.277 Sin embargo, en el año 1805 Carlos IV
determinó en una Real Cédula, válida específicamente para la América
española, que “personas de conocida nobleza o notoria limpieza de sangre”
podrían contraer matrimonio con negros, mulatos y otras castas de
ascendencia negra solamente con una licencia real.278

5- Comprobación y verificación del estatus nobiliario

También en la América española la prueba de nobleza era necesaria para


reclamar los privilegios y favores reales reservados a los nobles. Además, la
necesidad o el interés de comprobar el estatus de nobleza se daban
cada vez que este fuera cuestionado. En el año 1769 un mercader de
Bogotá, que se encontraba por negocios en Quito, pidió a la Audiencia de
su ciudad natal la confirmación escrita de su hidalguía y limpieza de
sangre, puesto que las dudas acerca de su estatus social le causaban
dificultades en el trato con los hombres de negocios locales.279 Sin
embargo, la Audiencia de Bogotá declaró estar tan sólo dispuesta a
confirmar la limpieza de sangre del mercader, puesto que la hidalguía podía
ser comprobada y certificada únicamente por las Reales Chancillerías
españolas de Valladolid y Granada, autorizadas para este fin.

Acudir a una de las dos Chancillerías españolas era para los súbditos
españoles al igual que para los americanos el medio más extremo y decisivo
para verificar el estatus nobiliario puesto en duda, fuera de una
intervención directa del rey. Al final de una exitosa verificación judicial,
basada en los documentos y declaraciones de testigos entregados por el
candidato y los adicionales solicitados por el tribunal, se hallaba la emisión
de una carta ejecutoria de hidalguía que confirmaba el estatus nobiliario de
manera jurídica obligatoria. En el año 1639 el ya mencionado Antonio

277 Pragmática Sanción del 23-III-1776, AHN/M, Reales Cédulas, Nº 412.


278 Real Cédula del 27-V-1805, AHN/M, Consejos, lib. 1.503, Nº 19.
279 Jaramillo Uribe,“Mestizaje”, p. 30.

93 Segunda parte
Palomino Flores, nacido en España y abuelo del primer marqués de Lises,
Ramón Joaquín Maldonado, había obtenido semejante carta ejecutoria de la
Audiencia de Granada, después de que su estatus nobiliario había sido
puesto en duda.280 En ella se le confirmó al general, quien en años
posteriores emigró vía Lima a la jurisdicción de la Audiencia de Quito, que

“Su padre, su abuelo y antepasados fueron caballeros notorios de


todos cuatro costados, hijos dalgo de sangre y solar conocido: no por
mrd. y privilegios sino es por descendient.s de uno de los trescientos
infanzones ganadores y poblador.s de la ciud.d de Baeza”.281

También la familia de los marqueses de Solanda estaba en posesión de


“ejecutorias de su hidalguía y nobleza”.282 Sin embargo, en el caso de estas
“ejecutorias” obviamente no se trataba del documento regular, emitido por
una de las dos mencionadas Audiencias españolas, sino simplemente por un
reconocimiento, redactado por la Audiencia quiteña a inicios del siglo
XVIII, del estatus nobiliario de la familia, por el cual a Pedro Javier
Sánchez de Orellana y a su familia se les concedió un puesto en los Reales
Estrados del tribunal de la Audiencia. Este caso es tanto más sorprendente,
porque como heredero del título nobiliario de su padre Pedro Javier estaba
automáticamente acreditado como hidalgo. No obstante, se debe considerar
que la familia Sánchez de Orellana se había trasladado de la Sierra sur a
Quito recientemente, por lo que era todavía relativamente desconocida allí,
y por lo tanto aún no integrada suficientemente en la sociedad.283

En el período aquí tratado solamente el regidor Juan Francisco de


Angulo presentó “ejecutorias de nobleza e hidalguía” al Cabildo, las
cuales se conservaron en el archivo del Cabildo.284 El respectivo
documento no existe, así que no queda claro, dónde y cuándo fueron
emitidas estas ejecutorias, ni la causa por la cual Angulo presentó el
documento al Cabildo.285

280 Por lo tanto la carta ejecutoria había sido “litigada en contradictorio juicio”, “Relación de los méritos y
circunstancias de Don Ramón Maldonado y Sotomayor (…), sin fecha [entre 1735 y 1745],AGI, Quito, leg. 125.
281 AGI, Quito, leg. 125. El término “cuatro costados” se refiere a las dos parejas de abuelos. Antes de la gue-
rra de sucesión de Castilla, en el siglo XIV los infanzones formaban en Asturias y León la baja nobleza, ubica-
da bajo la alta nobleza de los Ricos Hombres, cfr. Gerbet, La noblesse dans le royaume de Castille, p. 105.
282 “Relaciones de méritos y servicios del maestre de campo Don Pedro Javier Sánchez de Orellana,
Marqués de Solanda (…)”, 10-VII-1739, AGI, Quito, leg. 224.
283 Cfr. Herzog,“La empresa administrativa”, p. 5.
284 AMH/Q, Nº 134, Actas del Concejo, acta de la sesión de 20-IV-1790, fs. 166v-167.
285 En este momento Angulo ya era un miembro reconocido del Cabildo. En los años de 1784 y 1785 había
sido alcalde ordinario de segundo voto, en 1786 alcalde de la Santa Hermandad. Como regidor está pre-
sente en el Cabildo desde 1787, cfr. AMH/Q, Actas del Concejo.

94 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
En vista de que en la América española faltaban los privilegios nobiliarios
de la exención de los pechos o el derecho a la mitad de oficios, por
principio, para los recién llegados no existía la necesidad de comprobar su
propio estatus social ante el Cabildo respectivo. Debido al enorme gasto
en tiempo y costos para el esfuerzo de la investigación judicial necesaria,
sólo en casos extremos la solicitud de ejecutorias en una de las dos Reales
Chancillerías españolas de Granada o Valladolid, constituía un medio
apropiado para aclarar el estatus social de una persona.286 En general el
reconocimiento del estatus nobiliario se efectuaba a nivel local o regional.
En la práctica, casi siempre era suficiente que la Audiencia juzgara el
estatus nobiliario reclamado en un caso concreto, por ejemplo con ocasión
de la decisión acerca del acceso a los Reales Estrados, aun si semejante
sentencia no equivalía a la regular prueba de hidalguía generalmente
válida, que pudiera exigir validez también en otras unidades
administrativas en América o en España.287

También en la ya mencionada querella por la herencia del mayorazgo de


la familia Freire, fue únicamente la Audiencia la que decidió acerca de
estatus social del rector de la universidad, Mariano Miño. Su competencia
exclusiva fue reconocida también por el Consejo de Indias al que había
acudido Miño. De la misma manera, los documentos presentados por
Miño para comprobar su estatus social eran exclusivamente de origen
local. En el lugar central se hallaba un certificado, emitido en el año
1788 por el Cabildo, que confirmaba la nobleza del padre de Mariano, el
mercader José Miño. Con anterioridad José había pedido al Cabildo
recibir la “información sobre la identidad de su persona, legitimidad,
nobleza y limpieza de sangre de sus padres, abuelos y demás antepasados
por parte paterna y materna”.288 Después de haber sido admitida la
solicitud con la consulta de un agente fiscal autorizado por la Audiencia,

286 En el año 1777 se tenía presente una solicitud de Carlos Antonio del Mazo, mercader que había migra-
do de Burgos en España a Quito, quien pedía la emisión de una “c[arta] auxiliatoria de manutención de
hidalguía”, que debería asegurar la observación de su estatus nobiliario en su nueva patria, “Índice de
expedientes del negociado de Quito desde el año 1760 hasta el de 1800 (…), AGI, Quito, leg. 277. Mazo
era oriundo de Escovedo (Montañas de Burgos) y se había casado en 1777 con la quiteña Ignacia de
Aizpuru y Sierra, Moreno Egas, “Resumen del segundo libro de matrimonios”, p. 245. En el año 1788 había
ingresado al Cabildo como regidor, AMH/Q, Nº 134, Actas del Concejo, acta de la sesión del 1-I-1789, fs.
83-89. A su muerte en el año 1795 Mazo era capitán de las milicias urbanas y alférez real del Cabildo, cfr.
su testamento redactado en virtud de poder del 25-I-1796, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 436, exp. 25-I-
1796, fs. 86-96.
287 Lohmann Villena, Los americanos en las órdenes nobiliarias, tomo 1, pp. XVII-XVIII; Lira Montt,“La prue-
ba de hidalguía”, pp. 85-100. En el período colonial tardío también la Audiencia de Bogotá certificó varias
veces, por solicitud, la limpieza de sangre o también “lo que los granadinos llaman nobleza”, Jaramillo
Uribe,“Mestizaje”, pp. 29-30.
288 31-X-1816, AGI, Quito, leg. 219.

95 Segunda parte
José había presentado diversos testimonios escritos de “sacerdotes
seculares y regulares, y caballeros de primera distinción de esta
república”.289 Según ellos los antepasados de Miño eran

“[…] cristianos viejos, nobles, limpios de toda mala raza,


emparentados con las más ilustres familias de esta ciudad [de
Quito], la villa de Riobamba y la de Guayaquil […], todas estas
familias descendientes legítimamente por línea recta y transversal
con las casas más ilustres de España”.290

Después de la revisión de los documentos el agente fiscal ordenó al entonces


alcalde ordinario que “le debía amparar en la cuasi posesión en que había estado
de ser persona noble, limpia de todos los defectos que le pudieran delucir”.291 A
base de ello el alcalde emitió un auto honorífico judicial para Miño

“[…] amparándole con efecto en la cuasi posesión en que ha estado de


ser persona noble y [de] entera hidalguía para que todos lo tuviesen y
conociesen como tal, y que se le diesen testimonios que pidiese para los
recursos que tuviere que hacer a donde le convenga”.292

En algunos casos el significado del reconocimiento del estatus


nobiliario por parte de un Cabildo o de una Audiencia en
Hispanoamérica trascendía el marco regional y se respetaba en la
misma Madre Patria. Las instrucciones reales para la admisión al Colegio
de Nobles Americanos, publicadas en 1792, exigían al candidato, como
prueba de nobleza, ya sea la presentación de una ejecutoria de hidalguía o
una certificación emitida por el correspondiente Cabildo hispanoamericano
que confirmara el estatus nobiliario del candidato, así como de sus padres y
de sus abuelos. Además, ambos documentos debían ser validados por la
correspondiente Audiencia.293 Por lo tanto, en este contexto para la Corona
era suficiente la prueba de nobleza producida en América.294

289 22-XI-1816, AGI, Quito, leg. 219.


290 AGI, Quito, leg. 219.
291 AGI, Quito, leg. 219.
292 AGI, Quito, leg. 219.
293 “Instrucción sobre la forma en que han de hacerse las pruebas de limpieza de sangre y nobleza (…)”,
17-I-1792, Colección de documentos, tomo 3/2, p. 705.
294 A pesar de que según Lohmann Villena, Los americanos en las órdenes nobiliarias, tomo 1, p. LIX, los candi-
datos americanos tenían que comprobar, para la admisión en una de las órdenes militares españolas, la
ascendencia noble exigida a ellos hasta un antepasado español, Lira Montt, con referencia a los datos pre-
sentados por Lohmann Villena, ha señalado que a diversos nobles americanos también les fue concedida la
admisión en una orden contra la presentación de una prueba de antepasados puramente americana, Lira
Montt,“Bases para un estudio”, p. 903. Sin embargo, todos los caballeros de hábito quiteños documentaron su
ascendencia hasta el respectivo antepasado español. Según Lira Montt a veces aun las Audiencias españo-
las de Granada y Valladolid a su vez aceptaban pruebas de nobleza puramente americanas, op. cit.

96 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Por demanda, la Audiencia y el Cabildo también emitían certificados acerca
del estatus nobiliario y otras calidades de diversas personas, que se
presentaban al Consejo de Indias en las candidaturas a un cargo y otros
favores reales. De esta forma, en el año 1752 la Audiencia quiteña certificó
a José de Jijón y León su pertenencia a “la más distinguida nobleza” de la
ciudad295, y también el Cabildo realzó en un escrito solicitado por José el
“noble nacimiento” de este.296

En vista del escaso número y de la menor importancia de los privilegios


nobiliarios en el período colonial tardío, extensos y prolongados exámenes del
estatus nobiliario de una persona, como por ejemplo en el caso de José y
Mariano Miño, fueron una excepción. Por lo tanto, la nobleza de la gran
mayoría de las familias quiteñas socialmente destacadas se basaba, desde el
simple punto de vista jurídico, en la “cuasi posesión” de su estatus como lo
había llamado el alcalde anteriormente citado. En cambio los hidalgos
comprobados eran la excepción, fuera de los caballeros de hábito oficialmente
reconocidos como tales y los títulos de Castilla y sus descendientes directos.
Además en el ámbito local los nobles quiteños, aun los caballeros y los
títulos, al igual que las instituciones administrativas del Cabildo y de la
Audiencia, rara vez utilizaban los términos de “hidalgo” o “hidalguía”,
claramente definidos en la jerarquía nobiliaria española para designar a
individuos nobles y nunca para la caracterización de la totalidad o de un
grupo de la nobleza quiteña. Estos términos se empleaban en forma casi
exclusiva en la correspondencia con la Corona o el Consejo de Indias. En la
ciudad de Quito y en otras poblaciones de la Sierra norte y central por lo
general la nobleza se designaba simplemente con este mismo término y sus
miembros como “nobles”.297

En suma, se debe constatar que la pertenencia a la nobleza de la


ciudad de Quito y de la región no se juzgaba, por lo general, según
criterios de validez objetiva y jurídica, sino que resultaba, en última
instancia y en una dimensión decisiva, del prestigio social y la
aceptación general por parte de las familias nobiliarias

295 “La R.l Aud.a de la ciu.d de Quito informa a V. M. sobre los méritos [y] servicios de D.n José de Jijón y
León, tesorero actual de estas R.s Cajas”, 7-VIII-1752, AGI, Quito, leg. 124.
296 “El cab.do, just.a y regim.to de la ciu.d de Quito informa a V. M. sobre la buena conducta y mérito de D.n
Manuel de Jijón, tesorero actual de estas R.s Cajas”, 7-VIII-1752, AGI, Caja, leg. 124. Dos escritos del Cabildo y
del Cabildo eclesiástico de Quito del año 1723 declararon también a Antonio Pérez de Ubillús y Espinosa como
“sujeto de la primera nobleza”, AGI, Quito, leg. 194.
297 Cfr. para ello la información de Jaramillo Uribe acerca de las costumbres obviamente comparables
en la Audiencia de Santa Fe de Bogotá, Jaramillo Uribe,“Mestizaje”, pp. 29-30.

97 Segunda parte
establecidas.298 Con esto coincide la argumentación de un noble de la villa
de Riobamba, Manuel de Angulo y Velasco, cuya solicitud de ser recibido
en los Reales Estrados fue admitida. Angulo enfatizó su estatus nobiliario
con las siguientes palabras:

“La fama pública es la especie de prueba más concluyente y de


prim.r ord.n en los neg.s de hidalg.a, cuya raíz es, p.r q.e como la
nobleza no consiste en alg.na calidad intrínseca o materialm.te
inherente al sujeto sino tan solam.te en el juicio y opin.n de los
dem.s homb.s, la fama pu.ca de hidalg.a y pureza de sang.e”.299

IV- LAS CARACTERÍSTICAS DE LA NOBLEZA QUITEÑA

En lo que sigue, se pretende analizar más detenidamente los criterios


constitutivos de la nobleza quiteña, tal como se los entendía en la ciudad de
Quito y como se los sostenía en la correspondencia con la burocracia
colonial de la Audiencia y de la metrópoli. 300

298 No se debe olvidar en este contexto, que también en España el estatus nobiliario públicamente reco-
nocido, la hidalguía notoria, o la hidalguía de solar conocido, unida a un lugar familiar conocido, signifi-
caban un prestigio social mucho más alto que lo que podían aportar un privilegio de hidalguía o menos
todavía las ejecutorias de hidalguía ganadas ante un tribunal. Además, primeros estudios acerca de los
hidalgos españoles del siglo XVIII demuestran que la naturaleza informal del estatus nobiliario, constatada
para la ciudad de Quito y la región de la Sierra norte y central, correspondía a una tendencia similar en
España. Windler, por ejemplo, manifiesta que también en la Andalucía de fines del siglo XVIII e inicios del
XIX la hidalguía era un “concepto dinámico”, a pesar de la existencia de las listas tributarias que registra-
ban el estatus social de la población, puesto que “sie bezeichneten nicht bloss [sic] eine rechtliche
Qualität, sondern beruhten primär auf der Anerkennung seitens der Gemeinschaft” [no simplemente
designaban una calidad jurídica, sino que se fundamentaban, en primer lugar, en el reconocimiento por
parte de la comunidad], Windler, Élites locales, p. 85; cfr. para los siglos XVI y XVII en general Domínguez
Ortiz, Las clases privilegiadas, pp. 34-35. Por lo demás todavía hacia fines del siglo XVIII el ascenso al esta-
mento noble se consideraba, en España, como la culminación y el afianzamiento del ascenso social,
puesto que “wer reich und mächtig war, suchte die ständische Anerkennung als Hidalgo” [el que era rico
y poderoso buscaba el reconocimiento estamental como hidalgo], Windler, op. cit., p. 82; cfr. Aragón
Mateos, La nobleza extremeña, pp. 40-41; Domínguez Ortiz,“Don Leandro Fernández de Moratín”, p. 201.
299 AN/Q, Fondo Especial. Presidencia de Quito, c. 20, t. 56, exp. 2.352, f. 44-44v.; anteriormente el Cabildo
quiteño ya había reconocido a Angulo la “cuasi posesión” de su estatus nobiliario, lo cual éste invocó
expresamente en su petición a la Audiencia, fuera de señalar su descendencia de “hidalgos de nobleza
conocida”, doc. cit., f. 44v.
300 Los rasgos discutidos en este capítulo (IV) y que, a los ojos de los coetáneos, caracterizaban a la noble-
za de la ciudad de Quito (y de la región norte y central de la Sierra), se fundamentan de manera especial,
en los documentos presentados al Consejo de Indias por un candidato para la obtención de un cargo u
otro favor real, documentos que se resumían por parte de la secretaría del Consejo de Indias en una “rela-
ción de méritos” de la persona y que, en la actualidad, se hallan en el AGI. En total se analizaron 54 relacio-
nes, provenientes en su gran mayoría del período colonial tardío, pero que, en algunos casos, remontan
hasta fines del siglo XVII. El material documental analizado se halla en las siguientes secciones de documen-
tos: AGI, Quito, legs. 124, 125, 194, 195 A, 195 B, 224, 225, 227, 231, 293, 374, 376, 377, 543, 579; AGI, Indiferente
General, leg. 1.339; además AHM/M, Consejos, leg. 4.753. La mayoría de las relaciones de méritos encontra-
das para la Audiencia de Quito se relacionan con las familias de la nobleza titulada quiteña.

98 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
1- La nobleza como estatus social heredado

Antepasados nobles en España y América

Tal como en España, también en Quito la nobleza fue considerada


primordialmente un estatus social heredado, que cabía a una persona como
miembro de un linaje noble.301 El significado de la descendencia y de la
característica de arraigo relacionada para la pertenencia a la nobleza
quiteña, ya ha sido clarificado por la mencionada cita de los marinos
españoles Juan y Ulloa, en la cual enfatizan el orgullo de las familias
criollas de sus linajes.302 Por lo tanto, mencionar a los antepasados
nobles formaba un elemento central de las relaciones de méritos de
los candidatos quiteños a la concesión de un cargo u otro favor real.
Una relación de méritos del tercer marqués de Miraflores, Pedro Quiñones
y Cienfuegos, resalta por ejemplo su “legitimidad y recomendable nobleza”
que se remontaba a sus antepasados.303

Fuera de los antepasados nobles directos, también el enlace matrimonial


con una familia noble tenía el efecto de una confirmación o
revalorización del rango social propio. Precisamente para los inmigrantes
españoles y americanos la formación de lazos familiares en la nueva patria
constituía un instrumento importante para la integración permanente en la
nobleza quiteña arraigada y reconocida. Por ello en una relación de méritos
del mercader Pedro Buendía y Dávila, inmigrado desde Sevilla, se realza
expresamente que no solamente tenía antepasados nobles en España, sino que
también, desde hace años, era muy considerado en la ciudad de Quito y
estaba casado con una hija del tercer marqués de Villa Rocha.304

Aunque sobre Manuel Diez de la Peña, también inmigrado desde España,


se decía expresamente en una relación de méritos que sería un hijodalgo
notorio de sangre, las informaciones concretas sobre su origen social en la
metrópoli se agotaron con la nominación de sus padres.305 La siguiente

301 La comprensión de la hidalguía de sangre española en la época moderna temprana estaba basa-
da en la definición de las Siete Partidas (1656-1665) del rey Alfonso X, según la cual la hidalguía de una
persona se fundamentaba en el estatus nobiliario comprobable de sus padres y abuelos, lo cual en caso
de necesidad se revisaba mediante una prueba de hidalguía. Por lo tanto, tres generaciones de hidalgos
formaban la base para un linaje.
302 Ramos Gómez (ed.), Las “Noticias secretas de América”, tomo 2, pp. 335.
303 AGI, Quito, leg. 376.
304 Esta última información se había tomado de un escrito del obispo y del presidente de la Audiencia de
Quito del 26-V-1758, AGI, leg. 231.
305 AGI, leg. 377.

99 Segunda parte
parte, mucho más amplia de la relación estaba dedicada más bien a la
descripción del rango social y de los méritos de la familia y los antepasados
de su mujer Juana Maldonado y Guerrero, afincados desde hace mucho
tiempo en la región.

Las descripciones de los antepasados de las personas en cuestión, contenidas


en las relaciones de méritos, se concentraban básicamente en la ciudad de
Quito u otras localidades de la zona, y rara vez en otras regiones de la
Audiencia. Los antepasados españoles y la nobleza de una persona ligada a
estos, en cambio, se realzaban más por parte de inmigrantes recientes, como
en el caso de Manuel Diez de la Peña, cuando su reputación local no estaba
todavía suficientemente afianzada.306

Un ejemplo adicional para esto es Diego Suazo, caballero de la Orden de


Santiago inmigrado desde Valladolid, quien se casó en Quito con una hija
de la séptima marquesa de Maenza. Acerca del origen social de Suazo se
dice en su relación de méritos:

“Las familias de los Suazos y Asensios son de las más distinguidas de


aquella ciudad y provincia, y como tales están enlazados con las de
la primera nobleza de Castilla la Vieja y otras de estos Reinos”.307

Un lugar especial ocupaban los antepasados y parientes españoles en la


familia quiteña de los Borja, descendientes de la famosa estirpe española de
los duques de Gandía, grandes de España, de la cual procedían, entre otros,
los papas Calisto III y Alejandro VI.308 Fuera de la mención de los
antepasados en otras regiones de Hispanoamérica, entre ellos Juan Borja,
emigrado de España en el año 1605 con el título de presidente de la
Audiencia de Santa Fe de Bogotá, y el bisnieto de este, Francisco José de
Borja y Larraspuru, quien se trasladó a la Nueva España como canónigo de
la iglesia matriz de Puebla, nunca faltan en las relaciones de méritos de la
familia informaciones detalladas sobre la ascendencia española. Cuando en
el año 1800 el nieto de Francisco, Joaquín, aspiró a un cargo vacante en la
administración de tributos de la Audiencia de Quito, el Consejo de Indias
resaltó, fuera de los méritos personales del candidato, también su

306 En la relación del hijo de Manuel, Nicolás de la Peña, ya falta toda referencia a los antepasados espa-
ñoles; a su vez, de los padres de Nicolás se enfatizaba únicamente su actual estatus social en el lugar
como “personas de distinción y nobleza”, AGI, Indiferente General, leg. 1.339.
307 AGI, Quito, leg. 231.
308 Acerca de la genealogía de los Borja (especialmente en América) cfr. Gangotena, Genealogía de la
Casa de Borja.

100 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
descendencia directa de los duques de Gandía, por lo cual “residen en el
suplicante el mérito contraído por todos los ascendientes de su antigua e
ilustre casa”.309

La revisión de los más diversos documentos de las autoridades públicas


locales, como por ejemplo las cartas de recomendación de la Audiencia o
del Cabildo, de documentos privados como las cartas y recibos de dote y las
relaciones de méritos más reglamentadas, demuestra que para la valoración
de la nobleza de un habitante de la ciudad de Quito los antepasados y
parientes españoles tenían menor importancia que los antepasados y la
parentela de la misma jurisdicción de la Audiencia y también de otras
regiones de la América española.310 Esto se debe, por un lado, a que pocos
miembros de familias nobles españolas de alguna importancia emigraban a
la Audiencia de Quito, aunque con alguna frecuencia se pretendía, pero rara
vez se demostraba y documentaba explícitamente, la descendencia de
familias hidalgas españolas.311 Sin embargo, tanto en el sentido positivo
como en el negativo, el estatus social del que gozaba un inmigrante español
en su región de origen, no era de ninguna manera decisivo para su posición
social en la nueva patria. Este hecho es demostrado, de manera
especialmente ilustrativa, por las carreras opuestas de las familias quiteñas
de los Borja y los Sánchez de Orellana.

Aunque los parientes de los duques de Gandía, asentados en Quito desde


los años cuarenta del siglo XVII, pertenecían al final del período colonial a
la nobleza reconocida de la ciudad, no jugaron ningún papel social,
económica o políticamente destacado al interior de este grupo. Francisco
José de Borja, hijo de Juan Bautista de Borja, el encomendero de Popayán y
corregidor de Riobamba, se casó en 1716 en la ciudad de Quito, pero fue
llamado, después de la muerte de su mujer (1742) por el rey a una canonjía
en la iglesia matriz de Puebla en la Nueva España. Durante el período
colonial tardío la base económica de la familia fue obviamente poco sólida,
puesto que Francisco José legó una escasa fortuna a sus hijos dejados en
Quito. Por esto sus hijos Vicente Joaquín y Francisco, en sus reiteradas
solicitudes de un cargo político, señalaron al Consejo de Indias la “suma
pobreza” de su padre quien había tenido fuertes gastos, especialmente por

309 Escrito interno del Consejo de Indias del 31-VII-1800, AGI, Quito, leg. 227.
310 En cambio para el prestigio social de la nobleza novohispana del período colonial tardío la ascenden-
cia española era obviamente más importante, Langue, Mines, terres et société, pp. 171-175.
311 A antepasados beneméritos y distinguidos en la península ibérica, en Flandes o en Italia se referían, por
ejemplo, las relaciones de méritos de miembros de las familias quiteñas de los Jijón, Matheu y Montúfar.

101 Segunda parte


los costos de viajes y de pleitos en relación con sus esfuerzos por suceder en
el ducado de Gandía.312

Bajo signos totalmente diferentes se inició la historia de éxito de la familia


Sánchez de Orellana en la Audiencia de Quito. De orígenes sociales
obviamente inferiores en España, los primeros representantes de la familia
vivían todavía hacia fines del siglo XVII en la Sierra sur en circunstancias
económicas modestas y ejercieron, además, algunos cargos municipales al
interior de la región, hasta que con Antonio Sánchez de Orellana,
nombrado poco antes del cambio de siglo gobernador de la provincia
meridional de Mainas, al oriente de los Andes, se inició, en el siguiente
medio siglo, el ascenso social de la familia, con seguridad sin par en la
Audiencia. Inicialmente varios miembros de la familia alcanzaron en pocas
décadas, diversos cargos en la escala de las jerarquías estatal y eclesiástica,
hasta el de presidente de la Audiencia (1745-1753) y luego de canónigo del
Cabildo eclesiástico quiteño con Fernando Félix Sánchez de Orellana.
Paralelamente, las dos ramas quiteñas de la familia crearon bases
económicas sumamente sólidas, que mediante la fundación de dos
mayorazgos y la obtención de dos títulos nobiliarios, se combinaron con un
alto prestigio, reflejado hacia fines del período colonial en múltiples
relaciones de parentesco con las familias más distinguidas de la ciudad.313

La descendencia de conquistadores y primeros pobladores

En Quito y en la región norte y central de la Sierra no fue el rango


(comprobable o solamente postulado) de los antepasados españoles,
sino la descendencia de conquistadores y primeros pobladores, lo
que constituyó el núcleo de la percepción del origen y del carácter de
la nobleza allí asentada y que le otorgó una clara dimensión
autóctona, intramericana.

Desde el punto de vista meramente legal, esta fundación del estatus


nobiliario en la descendencia de los conquistadores carecía de toda base, ya
que en Quito, más que en otras regiones de la América española, sólo pocos
conquistadores habían sido nobles o elevados a la nobleza. Por lo tanto, los

312 AGI, Quito, leg. 225 y 231. En el año 1794 también Juan José de Boniche, el tutor de uno de los hijos
de la difunta marquesa de Maenza, señaló la falta de medios de Francisco de Borja, a quien además
reprochó de que “ocupa el tiempo en exagerar su nobleza, [y] no tiene por otra parte instrucción algu-
na en ninguna materia”, AN/Q, Testamentarías, exp. 5-VII-1794, f. 20. En estos momentos Borja estaba
encargado del albaceazgo y de la administración de la herencia de la marquesa.
313 Más informaciones sobre esta familia en el acápite C. I. 4.
314 Cfr. para este aspecto la Introducción.

102 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
conquistadores y los primeros pobladores, no se habían considerado a sí
mismos colectivamente como nobles.314 La concepción de que los
conquistadores y primeros pobladores debían ser considerados como
fundadores de linajes nobles genuinamente americanos se halla formulada,
sin embargo, tardíamente a partir fines del siglo XVII, en las relaciones de
méritos de habitantes de la ciudad de Quito y de la región norte y central
de la Sierra.315

Ya en los años de 1694 y 1695 el virrey del Perú y el presidente de la


Audiencia de Quito certificaron el estatus nobiliario de Antonio Sánchez de
Orellana, quien en estos momentos negociaba con la Corona la concesión de
la gobernación de Mainas, indicando que este era un descendiente de los
primeros pobladores del virreinato del Perú.316

En una carta de recomendación del año 1703 dirigida por el Cabildo de


Quito al rey, se dice acerca del racionero de la catedral quiteña, Sebastián
Pérez de Ubillús, que formaba parte “de la primera nobleza de estos Reinos
por venir de los primeros conquistadores que pacificaron y poblaron estas
partes del Perú”.317 En 1764 la Audiencia quiteña caracterizó el prestigio
social de Manuel Guerrero Ponce de León con las palabras:

“Un notorio lustre en su sangre y noble nacimiento, por ser hijo y


nieto de los Condes de Selva Florida, inmediatos al capitán Lázaro
Fonte, uno de los primeros conquistadores del Nuevo Reino de
Granada”.318

Cuando en el año 1781 el hacendado Ignacio de Cevallos trató de impedir


el matrimonio que su hijo proyectaba con una mestiza, se refirió
expresamente como argumento para su oposición a su estatus nobiliario,
“que por sí y por su mujer y toda la familia gozaba, como descendiente de
los primeros conquistadores y pobladores del R.no”.319 A comienzos del

315 Según Ortiz de la Tabla la referencia a ser “descendientes de primeros conquistadores, pobladores
y encomenderos” formaba parte integrante de las “informaciones y probanzas” de los siglos XVII y XVIII,
Ortiz de la Tabla, Los encomenderos de Quito, p. 46. Sin embargo, en las relaciones de méritos del siglo
XVIII revisadas por mí no se habla ni una sola vez de los encomenderos.
316 AGI, Quito, leg. 124.
317 “El Cabildo, Jus.a y Regim.to de Quito informa a V. M. los méritos del D.r D.n Sebas.n Pérez de Ubillús,
racionero más antiguo de esta S.ta Ig.a Catedral”, AMH/Q, Nº 53, Informes y Cartas del Cabildo (1768-
1772), f. 47-47v.
318 Carta del 8-II-1764, AGI, Quito, leg. 224.
319 Carta de 13-III-1781, AGI, Quito, leg. 314.

103 Segunda parte


siglo XIX, el ya varias veces mencionado Mariano Miño representó aun
ante el rey el estatus nobiliario reclamado para sí con el argumento:

“Si la nobleza, señor, es el lustre y esplendor de nuestros mayores,


no puede dejar de ser noble quien desciende inmediatamente de
familias más ilustres de esta ciudad, Guayaquil y villa de Riobamba
y de los conquistadores y primeros pobladores de estos
dominios”.320

Muy sintomática, para la importancia central que la descendencia de los


conquistadores ocupaba en el concepto propio de la nobleza quiteña, es el
hecho que también la familia Sánchez de Orellana cuyos antepasados se
habían asentado solamente desde el siglo XVII en la Sierra sur, fundaba su
nobleza en la descendencia de los conquistadores. Esta pretensión se basaba
en la expediciones militares comandadas por el gobernador de Mainas,
Antonio Sánchez de Orellana, contra los indígenas en gran parte aún no
dominados (jíbaros) de su gobernación. En estas ofensivas habían
participado también algunos otros familiares, distinguidos por Antonio con
grados militares.321 Por lo tanto, la Audiencia confirmó el estatus nobiliario
de la familia Sánchez de Orellana, en el año 1715, con el argumento de “ser
toda esta familia legítimos descendientes de pacificadores y pobladores”.322

Las antiguas familias distinguidas de la ciudad de Quito -y casi siempre,


también el Cabildo y la Audiencia de Quito- no estaban dispuestas a
aceptar personas socialmente menos distinguidas y menos influyentes. Tal
es el caso del arriba mencionado Mariano Miño (o del mencionado mercader
de Bogotá), en el que se rechazaron el pretendido linaje prestigioso y el
estatus nobiliario vinculado a este. No obstante, el énfasis en el arraigo y el
estatus nobiliario de las familias ya integradas en los círculos sociales
dominantes, ya no se revisaba tan minuciosamente.

320 Ortiz de la Tabla, Los encomenderos de Quito, p. 157. Puesto que la Audiencia de Quito no reconoció
la brillante descendencia americana postulada por Miño, éste frente al rey añadió una no menos rim-
bombante, mas no documentada descendencia de la nobleza española, señalando a sus antepasados
como “procedentes de las casas más ilustres de España y del Rey D.n Ramiro primero de Aragón”, Carta
de Miño al Consejo de Indias de 22-XI-1816, AGI, Quito, leg. 219. El padre de Mariano, José, era el hijo ilegí-
timo de Francisco Suárez de Figueroa y de Rosa Miño, esto al menos se desprende de una carta de legi-
timación existente en la Audiencia de Quito, emitida por el rey Carlos III el 25-VI-1785 a favor de “José Miño
y Fuenmayor” y para la cual José había pagado 4.000 reales. Según esta Real Cédula José era descen-
diente de “conquistadores y pobladores de mis Reinos de Indias”; en cambio el rey en la carta no admi-
tió a antepasados españoles, AN/Q, Vínculos y Mayorazgos, exp. 25-XI-1819. Según un listado de los oficia-
les del regimiento de milicias quiteño de 31-VIII-1799 el mercader José Miño era un hijo expósito, AN/Q,
Milicias, exp. 20-X-1770, f. 37v.
321 Cfr. la relación de méritos del hijo de Antonio, Pedro Javier Sánchez de Orellana, AGI, Quito, leg. 224.
322 AGI, Quito, leg. 224.

104 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
En el año 1738 el presidente de la Audiencia, el Cabildo y el Cabildo
eclesiástico certificaron también a José Félix Sánchez de Orellana “su
mucha calidad y nobleza”, que le correspondía como descendiente de los
primeros conquistadores y pobladores de la provincia de Mainas. En
realidad, José Félix era solamente un sobrino del mentado gobernador de
Mainas.323 En el período colonial tardío, el hermano de José Félix, el primer
marqués de Villa Orellana, Clemente Sánchez de Orellana, reclamó ante el
Consejo de Indias, una descendencia directa de Antonio Sánchez de
Orellana, lo cual era notoriamente falso. Pese a esto, tuvo el aval de las
mismas autoridades, así como sus hijos, Jacinto y Joaquín.324

2- El ejercicio de altos cargos y rangos en la administración,


la Iglesia y la milicia

En las décadas de 1730 y 1740, los dos oficiales de la Marina española Juan
y Ulloa observaron que en Hispanoamérica meridional los cargos de los
cabildos, en primer lugar las alcaldías ordinarias, se consideraban como
“empleos propios distintivos de la nobleza”.325 A pesar de que los cargos
municipales estarían abiertos a todos los criollos y peninsulares de
nacimiento, todo inmigrante español inmediatamente intentaría ser
recibido en el Cabildo y ser, en lo posible, elegido alcalde, “como que con
esto queda hecha pública la calidad y ensalzada la nobleza”.326 La
caracterización de dos personas, que en el año 1792 participaron como
interesados en el remate de una regiduría, por parte de la junta de remate
conformada por funcionarios de la Audiencia, habla a favor de que también
en Quito la toma de posesión de un cargo municipal se consideraba, al
menos en tendencia, como una expresión de la aceptación social por parte

323 Relación de méritos de José Félix, AGI, Quito, leg. 194.


324 La genealogía presentada por Clemente al Consejo de Indias, y adoptada para una relación de méri-
tos, contiene al lado de la supuesta descendencia directa de Antonio, también otros datos incorrectos,
con los cuales Clemente unía las dos ramas familiares agrupadas alrededor de dos marquesados. De esta
manera Clemente se designaba correctamente como primo del hijo de Antonio, Pedro Javier, pero al
mismo tiempo también como tío de los hijos de Pedro Javier y además como primo en primer grado de
los hermanos e hijos de Antonio, AGI, Quito, leg. 224; cfr. las relaciones de méritos de los hijos de Clemente:
Jacinto y Joaquín, AGI, Indiferente General, leg. 1.339. Posteriormente también Fernando Félix, hijo del
segundo marqués de Solanda, Pedro Javier Sánchez de Orellana, participó en la adulteración genealó-
gica. En este sentido se hizo pasar por sobrino, tanto de los hermanos de su padre como de los hermanos
de su abuelo Antonio, como de los ya mencionados Clemente y José Javier Sánchez de Orellana, AGI,
Quito, leg. 124. En cambio, la prueba de hidalguía presentada por Clemente para entrar en la Orden de
Santiago es correcta en los puntos arriba mencionados, Lohmann Villena, Los americanos en las órdenes
nobiliarias, tomo 1, pp. 384-385; Cfr. los cuadros genealógicos de ambas ramas de la familia Sánchez de
Orellana en el Anexo I.
325 Ramos Gómez (ed.), Las “Noticias secretas de América”, tomo 2, p. 342.
326 Ramos Gómez (ed.), Las “Noticias secretas de América”, tomo 2, p. 342.

105 Segunda parte


de las familias principales de la ciudad, también representadas en buena
parte en el Cabildo y, por lo tanto, de la pertenencia a la nobleza local. José
Ustáriz, a quien finalmente fue adjudicado el cargo, fue elogiado
expresamente como “sujeto de calidad, distinción y nobleza públicamente
conocida”. Acerca de otro postor, Miguel Freire y Ante, se decía que era
“sujeto de igual calidad y nobleza”.327

Tal como lo resaltan Juan y Ulloa en su informe de viaje, las regidurías y


los cargos municipales no estaban reservados ni total ni parcialmente
a la nobleza. La misma situación jurídica regía para todos los cargos y
rangos de la Audiencia, la Iglesia y las milicias. En el año 1784 esto fue
recordado expresamente por el fiscal del Consejo de Indias, cuando rechazó
la solicitud de un privilegio de hidalguía por parte de un súbdito cubano,
entre otros argumentos con la indicación de que en América no existía la
“mitad de oficios” que diferenciaba entre nobles y no nobles, para además
subrayar expresamente que

“Todos los hombres buenos que se emplean en honrados y comunes


ministerios, sin estar mezclados con gente de raza, ni notados de
defectos y vicios personales, tienen opción a los empleos, encargos
de gobierno y justicia, sin necesidad de manifestar ejecutorias, ni
genealogías bastándoles la limpieza de sangre y el común concepto y
aceptación que gozan entre sus convecinos”.328

No obstante, el estatus nobiliario de una persona era un importante


criterio de selección también por parte de la Corona y del Consejo de
Indias, especialmente para los candidatos a cargos y rangos estatales,
militares y eclesiásticos. Por lo tanto la nobleza de una persona siempre se
encuentra mencionada en las relaciones de méritos, frecuentemente como la
suma que compendia todos los méritos del candidato.329 En diversas relaciones
también se resalta la relación entre el estatus nobiliario y el ejercicio de
importantes cargos y funciones.

327 AN/Q, 6ª Notaría (Protocolos), t. 99, exp. 9-VII-1792, fs. 228v-229v. La posibilidad de la compra de cargos
y la alternativa entre criollos y peninsulares, exigida por la ley para la ocupación de las alcaldías ordina-
rias, en principio tuvo como efecto que las principales familias nobles de la ciudad no lograran monopo-
lizar para sí las regidurías y los cargos municipales o de controlar al menos su ocupación.
328 “Consulta de la Cámara de las Indias sobre la instancia de un vecino de Cuba, solicitando se le con-
cedan los fueros de noble hidalguía”, 16-II-1785, Colección de documentos, tomo 3/2, pp. 551-552.
Además el fiscal reflexionó que un reconocimiento demasiado liberal del estatus nobiliario de los súbditos
americanos llevaría inevitablemente a tensiones sociales, si los nobles americanos reclamaran en la
metrópoli el rango social y los privilegios de la nobleza allí asentada, op. cit.
329 Cfr. Lira Montt, “La prueba de hidalguía”, pp. 71-72, 75-77. La provisión de los cargos eclesiásticos se
orientaba más por la formación y la anterior carrera del candidato, lo que se desprende de las relacio-
nes de méritos de los clérigos quiteños, especialmente detalladas en lo que se refiere a estos criterios.

106 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Acerca de Dionisio Larrea Zurbano se dice, por ejemplo, que había servido
al rey en el ejercicio de cargos políticos y militares, que en la Audiencia de
Quito usualmente se otorgaban a personas nobles.330 Igualmente los
antepasados de Miguel de Jijón y León pertenecían a “familias por ambas
líneas de la primera nobleza y calidad de aquellos y estos Reinos, habiendo
en todos tiempos ocupado empleos correspondientes a su sangre”.331

3- La relación entre sangre y virtud

Desde el Renacimiento, tanto en España como en el resto de Europa, la


discusión acerca de la verdadera naturaleza de la nobleza, especialmente la
pregunta acerca de la valoración y la relación entre la nobleza de sangre y
la nobleza de virtud, produjo una voluminosa literatura de los más
diversos orígenes y propósitos, desde la especulación filosófica hasta los
textos literarios. Hasta la segunda mitad del siglo XVIII, esta estuvo
claramente marcada por la concepción de un orden social estamental
dominado por la nobleza como estamento hereditario y no representó,
aun en las observaciones críticas al estamento noble, los reclamos de otros
estamentos o de nuevos estratos sociales. Por ejemplo, el de una burguesía
que se entendiera a sí misma como una clase, respecto de la igualdad
jurídica o el respeto social o aun a la superioridad frente a la nobleza.

En contra de la concepción de una nobleza de virtud constituida por


rasgos individuales de comportamiento, propagada por la literatura
moralista, el concepto de virtud predominante en la práctica social
del siglo XVIII, tenía todavía claros rasgos estamentales y se
entendía como una cualidad de la nobleza y de los diversos linajes
nobles que trascendía al individuo y abarcaba a las generaciones.332

La concepción de lo hereditario del estatus social y de la reivindicación de


la nobleza para ejercer los cargos más prestigiosos, derivada de esto, se
reconocen claramente en las relaciones de méritos de los miembros de las

330 Relación de méritos del hijo de Dionisio, Francisco Javier, AGI, Quito, leg. 124.
331 Relación de méritos (…), AGI, Quito, leg. 124. Cfr. las relaciones de Pedro Quiñones y Cienfuegos (AGI,
Quito, leg. 376), Pedro Buendía y Dávila (AGI, Quito, leg. 231), doctor Antonio Pérez de Ubillús y Espinosa
(AGI, Quito, leg. 194) y doctor Antonio de Villacís y Ponce de León (AGI, Quito, leg. 195 B).
332 Para el pensamiento contemporáneo acerca del origen, la naturaleza y los atributos de la nobleza en
la España del período moderno temprano cfr. Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas, pp. 185-197. Para
el siglo XVIII especialmente Domínguez Ortiz, Sociedad y estado, pp. 354-358; Aragón Mateos, La nobleza
extremeña, pp. 31-65.

107 Segunda parte


principales familias nobles de Quito.333 Por lo tanto, la mayor parte de las
descripciones del estatus social y de los méritos de los candidatos,
contenidas en las relaciones de méritos o en las cartas tomadas como base
para estas, no se refiere a la persona en cuestión, sino a sus antepasados y a
sus parientes.334

Hacia mediados del siglo XVIII la Audiencia de Quito aseguró al Consejo


de Indias en dos cartas, que José de Jijón y León, perteneciente a la “más
distinguida nobleza” de la ciudad, era apto para ejercer un cargo público
“no menos por sus personales méritos, por los de su padre ya difunto D.n
Cristóbal Jijón”.335

Una relación de méritos de José de Larrea Zurbano y León sigue, después de


unas cuantas frases acerca de su formación universitaria, con una detallada
descripción de los méritos de los antepasados de José hasta el tatarabuelo de
su bisabuelo (sexto abuelo), Juan de Vera y Mendoza, quien se señala como
“descendiente de varios conquistadores”. En el período de la Conquista este
habría llegado a Quito con el rango de capitán y habría sido, por ello, uno
de los primeros pobladores de la ciudad.336

En algunas relaciones de méritos y en las cartas de recomendación tomadas


como base se encuentra una relación equilibrada entre las descripciones de
los méritos de una persona y los de sus antepasados. Así se dice del clérigo

333 La imagen de la nobleza de virtud, en cambio, estaba presente en los representantes de la plebe de
Riobamba, quienes, no obstante su crítica de algunos nobles, resaltaron en la mencionada carta al pre-
sidente de la Audiencia “q.e hay varios tan verdaderam.te caballeros que desde el semblante de su ros-
tro están dando a conocer la nobleza de su corazón, siendo afables en el trato, humanos en el agrado,
políticos en lo urbano y, al fin, nobles en todas sus acciones”, “Documento Nº 1 sobre la sublevación de
Riobamba. Año de 1764”, AN/Q, Indígenas, exp. 23-XII-1764, f. 2.
334 Como méritos se consideraban, fuera del ejercicio de cargos públicos, otros servicios al rey institucio-
nalmente no relacionados o conectados de manera indirecta. Esto comprendía especialmente servicios
militares ofrecidos por iniciativa y a cuenta propia, entre ellos el equipamiento, la instrucción y conduc-
ción de tropas de milicias o la construcción y reparación de edificios públicos, desde puentes hasta igle-
sias; cfr. entre otras las relaciones de méritos del doctor José de Ascásubi y Matheu (AGI, Quito, leg. 231),
Manuel Diez de la Peña (AGI, Quito, leg. 377), Bernardo de Larrea y León (AGI, Quito, leg. 231) y José
Anselmo de Villavicencio y Maldonado (AGI, Quito, leg. 195 B).
335 “La Audiencia de Quito informa a V. M. el mérito y servicios de D.n José Jijón León y Mendoza, tesore-
ro interino de vras. R.s Cajas de Quito”, 12-VII-1749; “La R.l Aud.a de la ciu.d de Quito informa a V. M. sobre
los méritos y servicios de D.n José de Jijón y León, tesorero actual de estas R.s Caxas”, 7-VIII-1752, AGI,
Quito, leg. 124. En el mismo período, a su vez, el hermano de José, Miguel, el primer conde de Casa Jijón,
solicitó se otorgue un Corregimiento a favor de su hermano Manuel, cfr. la correspondencia adjunta a la
relación de méritos de Miguel, AGI, Quito, leg. 124. Cuando en el año 1809 Francisco de Jijón y Chiriboga,
un sobrino del conde, solicitó al Consejo de Indias le otorguen el Corregimiento de Otavalo, argumentó
exclusivamente con los méritos de su tío, detalladamente descritos, Carta de Francisco de Jijón al Consejo
de Indias, 21-XII-1809, AGI, Quito, leg. 221. La petición fue aceptada.
336 AGI, Quito, leg. 124. En este momento (1754) José solicitó le otorguen un Corregimiento.

108 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
doctor Antonio Villacís y Ponce de León, que debía la obtención de la
parroquia quiteña de San Blas, en este momento atendida por él, a “sus
singulares prendas, literatura, prudencia y distinguida nobleza con que se
halla adornado”.337

En el marco de la concepción de una virtud que trascendía las generaciones


y que distinguía a los diversos linajes nobles en su conjunto, la relación
entre el estatus social heredado y los méritos personales seguía
entendiéndose como una obligación de cada noble, de justificar la posición
social adquirida por nacimiento con méritos propios, para con esto
conservar y aumentar el rango social del linaje en su conjunto.338

La conservación del estatus social heredado de los antepasados que se


esperaba de los nobles, se trata en un escrito ya mencionado de la
Audiencia de Quito del año 1764, con el cual esta quería llamar la
atención del Consejo de Indias a las especiales cualidades de Manuel
Guerrero Ponce de León. Según esto, Manuel no sólo descendía de los
conquistadores del Nuevo Reino de Granada, sino que “imitaba con sus
arreglados procederes el honor y nobleza que de ellos heredó”.339

La obligación, originada en el nacimiento noble, de una presentación y


actuación acorde al estamento heredado se hace explícita en la relación de
méritos de Nicolás de la Peña y Maldonado, en la cual se le certifica que
“siempre se había portado con juicio, moderación y rectitud de vida,
cumpliendo con todas las obligaciones propias de su sangre”.340

337 AGI, Quito, leg. 195 B. Cfr. las relaciones de méritos de Pedro Buendía y Dávila, AGI, Quito, legs. 125 y
231; igualmente diversas cartas de recomendación de la Audiencia quiteña y del Cabildo así como del
Cabildo eclesiástico de Riobamba de los años 1750 y 1751, AGI, Quito, leg. 195 A. Igualmente, en los años
cincuenta del siglo XVIII, el Cabildo de Quito y la Audiencia resaltaron en varias cartas de recomenda-
ción dirigidas al Consejo de Indias, a Manuel Diez de la Peña, cuya “buena conducta y méritos y los adqui-
ridos por el difunto Don Pedro Maldonado, gentil-hombre de la cámara de S. M., con cuya única hija está
casado”, AGI, Quito, leg. 337. Aquí nuevamente se demuestra en forma explícita la importancia que tenía
el enlace matrimonial para el estatus social de una persona.
338 Esta idea, según la cual el nacimiento noble debía confirmarse con esfuerzos acordes al rango, corres-
ponde a la opinión predominante en España en el mismo período.Todavía en el siglo XVIII la crítica a la noble-
za de la metrópoli no se dirigía a su alto estatus social en si, adquirido por nacimiento, sino principalmente a
la vida no acorde a su rango de algunos nobles, especialmente del gran número de hidalgos empobrecidos,
Aragón Mateos, La nobleza extremeña, pp. 51-52; cfr. Maravall, Poder, honor y élites, pp. 48-54.
339 Escrito de la Audiencia del 8-III-1764, AGI, Quito, leg. 224. Cfr. otra carta de la Audiencia de Quito al rey,
del año 1763, acerca de los méritos de Francisco de Borja y Lasteros y una relación de méritos de Francisco
basada en esta carta, quien en los años setenta y ochenta del siglo XVIII varias veces solicitó un
Corregimiento, AGI, Quito, leg. 225; cfr. además la relación de Pedro Buendía y Dávila, AGI, Quito, leg. 231.
340 AGI, Indiferente General, leg. 1.339; cfr. la relación del canónigo quiteño Gregorio de León y
Mendoza, AGI, Quito, leg. 195 A.

109 Segunda parte


Cuan decisivo fue el concepto del estatus social transmitido por el
nacimiento para la mentalidad de la sociedad de la ciudad de Quito,
aún a fines del siglo XVIII, lo demuestra el ejemplo de la polémica
entre el mestizo ilustrado Eugenio Espejo y parte de la nobleza
quiteña y de la Audiencia en el año 1792. Desde el año 1786 Espejo,
con el apoyo de su amigo de muchos años, el segundo marqués de Selva
Alegre, Juan Pío Montúfar y Larrea, había perseguido la fundación de una
“Sociedad Patriótica” según el ejemplo español.341 A fines de 1791,
efectivamente, se llegó a la fundación de esta sociedad, entre cuyos
miembros se contaron los más importantes representantes de la sociedad
quiteña, entre ellos el mencionado marqués de Selva Alegre, el segundo
marqués de Villa Orellana, Jacinto Sánchez de Orellana, Juan de Larrea y
Villavicencio, el doctor José Javier de Ascásubi, Mariano Maldonado, el
doctor Pedro Quiñones y Cienfuegos y el mayorazgo Francisco de Villacís
y Recalde.342 El obispo quiteño Pérez Calama ocupó la presidencia.
Espejo, a su vez, no solamente fungió como secretario y, al lado del
obispo, como padre intelectual de la “Sociedad Patriótica de Amigos del
País”, sino que también propagó públicamente su pensamiento ilustrado
a través de un periódico, dirigido por él también como editor, Primicias de
la Cultura de Quito, apareciendo siete ediciones entre inicios de enero y
fines de marzo de 1792.343 Principalmente la Sociedad se dedicó al
fomento económico de la Audiencia, particularmente de la ciudad de
Quito y de la Sierra norte y centro, mientras el periódico de Espejo
propagaba, más que nada, una aceptación de las ciencias modernas y el
mejoramiento del sistema educativo.

Sin embargo, al poco tiempo empezó, tanto al interior como desde fuera de la
“Sociedad”, una enérgica oposición al ímpetu ilustrado de Espejo,
especialmente en contra de la idea de igualdad postulada por él, que se dirigía
abiertamente contra la estructura social existente y la mentalidad social de la
clase dominante quiteña. Ya en el primer número de las Primicias, Espejo se
había atrevido a devaluar a la nobleza de nacimiento frente al carácter
individual “ennoblecido”, independientemente de su origen social, mediante

341 Acerca de las Sociedades de Amigos del País en España y América, que se dedicaron al fomento
científico y económico del imperio o de una determinada unidad administrativa o región cfr. Shafer, The
Economic Societies.
342 Astuto, Eugenio Espejo, p. 66 (nota 26); cfr. Shafer, op. cit., pp. 168-177, y Keeding, Das Zeitalter der
Aufklärung, pp. 463-467; Keeding, Surge la Nación, pp. 515-530.
343 Acerca de la obra de Espejo cfr. Roig, Humanismo; Ontaneda Pólit, Eugenio de Santa Cruz y Espejo;
para la biografía Astuto, Eugenio Espejo.

110 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
la adquisición de conocimientos y los esfuerzos a favor de la comunidad.344 En
los aportes de Espejo el término “noble” aparece varias veces en forma de
adjetivo o de sustantivo, como expresión de la más alta estima social. No
obstante, Espejo se refiere con ello siempre a las cualidades individuales del
carácter y ya no, precisamente, al estamento noble como un estrato definido
básicamente por el estatus social heredado.345 Si Espejo en las Primicias festeja
casi con euforia al conde de Casa Jijón, Miguel de Jijón, y al noble Pedro
Vicente Maldonado, lo hace tan sólo en vista de sus especiales méritos en el
desarrollo económico y en la investigación geográfica de la región.346 En
cambio, para el nivel general del conocimiento y de la educación de su época,
Espejo no tenía más que una severa crítica.347

Ya en febrero de 1792, Espejo debió constatar un escaso número de


suscripciones a su periódico, de las cuales la mayoría provenían de Europa y de
otras regiones lejanas de la América española,348 mientras se formaba una fuerte
oposición al periódico, justamente entre la intelectualidad local, especialmente
en la universidad quiteña. Sin embargo, también hubo oposición al interior de
la “Sociedad”, puesto que Espejo abogaba con vehemencia por un trato
equitativo entre los miembros, cuyo influencia debía orientarse por la calidad
de los aportes y no por el estatus social, como se ha dicho.349

344 “El conocimiento propio es el origen de nuestra felicidad. No fue por destruir la nobleza del ente más
noble que salió de la mano del Omnipotente, sino por averiguar su generación física, que el célebre
Francisco Geeffroy [sic] compuso una disertación en que preguntaba: ¿Si el hombre había empezado
por gusano? (…) Yo ruego al Cielo, que por este aspecto miren mis conciudadanos las primicias de su
suelo: Que se acuerden que Decartes, para simplificar las relaciones de las cosas, quiso empezar la serie
de las verdades conocidas por ésta que es evidente: Yo pienso, luego existo: luego tengo ser”,“Primicias
de la Cultura”, Nº 1 (15-II-1792),“Instrucción previa”).
345 “Sí, Señores, el orgullo es una virtud social: ella nace de aquella llama vital nobilísima, que distingue al
indolente del hombre sensible, al generoso del abatido, al ilustre del plebeyo: es ella un efecto del brío
racional”,“Primicias de la Cultura”, Nº 5 (1-III-1792), p. 37.
346 “Primicias de la Cultura”, Nº 5 (1-III-1792), pp. 42-43.
347 “Para decir la verdad, señores, nosotros estamos destituidos de educación; nos faltan los medios de
prosperar (…). Vivimos en la más grosera ignorancia, y la miseria más deplorable”. Finalmente, dirigiéndo-
se a la intelectualidad quiteña, Espejo concluye con la retórica y provocativa pregunta: “¿Qué importa,
que vosotros seais superiores en racionalidad a una multitud innumerable de gentes y de pueblos, si sólo
podéis representar en el gran teatro del universo el papel de idiotismo y la pobreza?”, “Primicias de la
Cultura”, Nº 4 (16-II-1792), pp. 33-34.
348 “Primicias de la Cultura”, Nº 4 (16-II-1792), p. 29.
349 En su discurso, escrito en 1789 en Bogotá y luego publicado en las “Primicias” acerca del proyecto de
la fundación de la “Sociedad”, Espejo había expresado en vano su esperanza: “No quiera el cielo, que el
orgullo insensato posea al quiteño generoso, hasta obligarle a que repare con celo o con desagrado, si
se le guardó en la nomenclatura el puesto de preferencia”. Con esto Espejo se refirió a dos posibles pun-
tos de conflicto. Por un lado el conflicto entre “el europeo y el español americano. Deben proscribirse y
estar fuera de vosotros aquellos celos secretos, aquella preocupación, aquel capricho de nacionalidad,
que enajenan infelizmente las voluntades”. Problemas mayores Espejo vio, sin embargo, en la superación
de los prejuicios personales, en el fondo motivados por lo social: “Los genios prontos, los espíritus de fuego,
las almas nobles, suelen rehusar sujetarse a opiniones y proyectos que ha dictado otro individuo”,
“Primicias de la Cultura”, Nº 5 (1-III-1792), pp. 36-37.

111 Segunda parte


El segundo marqués de Villa Orellana, quien fue miembro de la “Sociedad”
y, en ese entonces, consiliario de la universidad, se transformó en el decisivo
portavoz contra Espejo y las Primicias. Poco después de la aparición del
primer número de las Primicias ya se habían discutido en una sesión del
claustro de profesores de la universidad, al cual pertenecía con el profesor
de Derecho doctor Pedro Quiñones y Cienfuegos, otro miembro de la
“Sociedad Patriótica”, pasos adecuados contra las “expresiones sumam.te
injuriosas a todo el público y sus más distinguidos cuerpos”350 difundidas
por Espejo. El posterior seguimiento del asunto fue encargado al
marqués.351 A fines de marzo de 1792 el presidente de la Audiencia ya
prohibió las Primicias.

Aunque la “Sociedad Patriótica” siguió existiendo hasta 1794, fue cada vez
más ignorada por parte de la Audiencia en el tratamiento de las cuestiones
económicas y, finalmente, se disolvió.352 En 1795 Espejo fue tomado preso
y murió el mismo año en su casa como consecuencia de sus padecimientos
en prisión.353 El concepto de Espejo, de apariencia tan moderna, de una
elite funcional o de rendimiento, caracterizada por conocimientos y
esfuerzos, que rompe las barreras estamentales y cuya representación
institucional debería haber sido la “Sociedad Patriótica”, tenía que fracasar
en vista de una mentalidad preponderante en Quito que seguía midiendo el
estatus social según la descendencia y la pertenencia a las familias nobles
distinguidas de la ciudad.354

4- Nobleza y actividades económicas

Puesto que en América, a diferencia de la metrópoli, la Corona prácticamente


no otorgaba señoríos u otras formas de rentas feudales, también la elite
quiteña necesitaba fundamentalmente de actividades empresariales propias,
para las cuales podía recurrir a la barata mano de obra de los indígenas
tributarios de la Corona.355

350 AGUC/Q, Libro de Acuerdos y Claustros de Ordenanza, exp. 15-I-1792, f. 36.


351 Cfr. cita anterior. Lamentablemente falta una gran parte del acta de la sesión (f. 35-35v.) Según E. Keeding,
quien obviamente pudo revisar el documento aún completo, en éste el marqués, en nombre de la universi-
dad y de la “alta nobleza”, protestó contra las “Primicias” dirigidas por Espejo, Keeding, Das Zeitalter der
Aufklärung, p. 465; Keeding, Surge la Nación, p. 524.
352 Keeding, Das Zeitalter der Aufklärung, p. 466; Keeding, Surge la Nación, p. 518.
353 Astuto, Eugenio Espejo, p. 67.
354 En la querella por las ideas de Espejo la universidad resultó precisamente ser el lugar de la reacción esta-
mental y no – en el sentido de Espejo – el núcleo de una élite formada por conocimientos especializados.
355 En Quito solamente los marqueses de Solanda disponían hasta el año 1760 de un juro de heredad del
derecho de tercio medio por ciento de la ciudad española de Salamanca, ANC/B, Nº 32, Impuestos
Varios, t. IV/11, fs. 630-879.

112 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Desde fines del siglo XVI los obrajes se habían desarrollado como el
sector económico casi exclusivo de importancia en la región, y como
base económica decisiva de la capa social alta. No se habían desarrollado
en la Audiencia de Quito, reservas sociales contra esta actividad empresarial,
tal como eran ampliamente difundidas entre la nobleza de largo abolengo en
la metrópoli.356 En el siglo XVIII, los obrajes estaban integrados, en su gran
mayoría, en la gran propiedad de bienes raíces que se había desarrollado como
el principal complejo productivo de la región e importante símbolo de
estatus desde el siglo XVII.357

Los dueños de las manufacturas se mantenían muy alejados del proceso


productivo y se preocupaban básicamente de los asuntos administrativos
generales, especialmente de la adquisición de materiales para el trabajo y de
la comercialización de los textiles. La producción se hallaba en manos de los
trabajadores indígenas que estaban sujetos al control directo de un
mayordomo. Por otra parte, los más acaudalados y destacados propietarios
de las manufacturas vivían la mayor parte del año en Quito o en otras
ciudades mayores de la región, aunque utilizaban las haciendas, a veces
ampliadas con imponentes casas de campo, como residencias secundarias o
para el alojamiento de huéspedes.

Como consecuencia directa de la producción textil -desde el inicio, los


obrajeros estuvieron involucrados en la comercialización de sus textiles, sea
personalmente o mediante representantes específicamente nombrados- los
productos de las ventas se invertían en la adquisición de mercaderías de
lujo, entre ellas textiles europeos, que se ofrecían de venta en Quito.

Especialmente entre las familias nobles radicadas en Quito, cuya riqueza y


prestigio social estaban vinculados al latifundio, existían discrepancias en la
apreciación de las actividades comerciales.358 Por una parte, los más
destacados propietarios nobles de manufacturas comercializaban sus
productos por su cuenta, colaborando frecuentemente con apoderados y

356 Cfr. para el virreinato de la Nueva España Kizca, Colonial Entrepreneurs, pp. 200-202. En España, en
cambio, a fines del siglo XVII Carlos II se vio obligado a declarar la compatibilidad del estatus de nobleza
con la dedicación a las manufacturas, aunque los nobles no debían estar involucrados en la producción
misma,“Pragmática en que Su Majestad declara que el mantener ni haber mantenido fábricas de sedas,
paños, telas y otros cualesquier tejidos, no ha sido no es contra la calidad de la nobleza, inmunidades ni
prerrogativas de ellas”, 13-XII-1682, ANH/M, Consejos, libro 1.373, Nº 20, fs. 127-129.
357 En analogía, en el siglo XVIII el término “obrajero” había sido suplantado casi por completo por el del
“vecino enhacendado”.
358 Las reservas sociales frente al comercio se conocen de la historia de los grupos de nobleza europeos,
cfr. para la nobleza alemana Stollberg-Rilinger,“Handelsgeist und Adelsethos”, para España Molas, La bur-
guesía mercantil, pp. 113-161.

113 Segunda parte


socios en Guayaquil y Lima, Popayán y Cartagena así como en España,
especialmente en Cádiz. También entre las familias nobles había
comerciantes involucrados en la compra-venta de textiles, no solamente
producidos en todo o en parte en sus obrajes, sino también producidos por
otras familias. 359

Por otra parte, al oficio de mercader le quedaba una clara tacha social.
Reveladora es una lista de los donativos recolectados en la ciudad por orden
real para el apoyo financiero de la guerra con Francia, elaborada por el
Cabildo en 1793. Los donantes registrados se anotaron en tres categorías:
Cabildo, nobleza y comercio.360 En este documento, los mercaderes no
registrados con sus nombres; a diferencia de los nobles, aparecen como
grupo social diferenciado de la nobleza, mas no de los terratenientes,
mientras el Cabildo está anotado aparte como institución, a la que a su vez
pertenecían en principio “nobles” y “mercaderes”.

La ambivalencia en el juicio predominante de las actividades


comerciales y la participación efectiva de los nobles en el comercio -
resultado de las tensiones entre el mantenimiento de valores
tradicionalmente ligados a la nobleza y la necesidad o las ventajas de una
diversificación de las actividades- se evidencia también en la cuestión de
la integración social de mercaderes que habían hecho fortuna o
acaudalados comerciantes recién inmigrados.

Por ejemplo, Miguel Ponce, el ya mencionado exitoso mercader quiteño,


era un miembro establecido del gremio mercantil quiteño y de la junta de
comercio de la ciudad.361 Sus actividades comerciales sobrepasaban el
comercio textil, dominante desde el período colonial tardío y abarcaban
inversiones en la propia producción textil, así como en la economía minera
y la comercialización de la cascarilla. Aunque Ponce tenía múltiples
contactos de negocios con diversos nobles quiteños, no se emparentó por
matrimonio con la nobleza establecida de la ciudad, sino que se casó con la

359 Entre ellos se debe contar sobre todo a Pedro Montúfar, un hermano del segundo marqués de Selva
Alegre, Juan Pío Montúfar, quien durante el período colonial tardío fue en primer lugar uno de los merca-
deres más importantes, además de poseer junto con sus hermanos unas tres haciendas en la provincia de
Otavalo. A ojos de los representantes de la plebe de Riobamba la riqueza frecuentemente fue el criterio
decisivo, sino el único, para la pertenencia a la nobleza. En la ya citada carta del año 1764 al presiden-
te, ellos reducían el comportamiento injustamente despectivo de muchos nobles hacia ellos, al hecho de
que la base de la posición de uno que otro “caballero (q.e lo es o quiere ser)” era tan solamente “q.e es
rico, y q.e esto basta para despreciar a todos q.e (…) [son] pobres”,“Documento Nº 1º sobre la subleva-
ción de Riobamba. Año de 1764”, AN/Q, Indígenas, exp. 23-XII-1764, f. 2.
360 AMH/Q, no, 135, Actas del Consejo, acta de la sesión de 25-X-1793, fs. 63-65.
361 Acerca de Ponce cfr. acápite A. II., nota 120.

114 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
hija de otro mercader, Marcelino Pérez. Tanto Ponce como Pérez no
ocuparon cargos políticos o militares de importancia.362

En cambio, el acaudalado mercader Pedro Buendía, inmigrado desde la


ciudad de Córdoba (Andalucía), logró una rápida integración a la nobleza
quiteña, sellada en el año 1756 con su matrimonio con la hija del tercer
marqués de Villa Rocha. A fines de los años setenta Buendía, quien se
presentaba siempre como noble, fue distinguido, por solicitud propia, con
la membresía en la Orden de Santiago por parte del rey.363

En vista del escaso dinamismo económico de la región durante el período


colonial tardío, las posibilidades de un ascenso social obtenido por éxitos
económicos en el comercio o en actividades empresariales, eran muy
reducidas. Por lo tanto, no sorprende que las familias nobles quiteñas
dispensaran poco aprecio social a las empresas económicas y al éxito en sí
mismo, lo que se refleja también en el hecho de que en los documentos
existentes acerca de los fundamentos y la caracterización de la nobleza de
la región, al igual que en las relaciones de méritos de los nobles quiteños,
falta todo indicio de actividades económicas. Por lo tanto, los que
ascendían económicamente o se integraban en la red de parentesco de la
familias nobles quiteñas y con ello adoptaban -si no reclamaban ya de por
sí el estatus de noble para sí- el modo de pensar aristocrático de estos, o se
quedaban fuera del círculo social dirigente y eran absorbidos, como otros
terratenientes y comerciantes, por la heterogénea clase media urbana. Un
nuevo estrato social, por ejemplo una burguesía comercial
consciente de sí misma, no se podía formar en estas circunstancias.
La mentalidad aristocrática de las familias quiteñas dirigentes y el
dominio de los nobles en los sectores económicos más importantes
de la región se mantuvieron hasta el final del período colonial.

Mirada en su totalidad, la nobleza quiteña del período colonial tardío se


manifiesta de manera tenue como “un estrato marcado por el espíritu
emprendedor, el gusto por el riesgo, el poder y el éxito”.364 En correspondencia,
la perspectiva de política económica predominante en la ciudad de Quito era
conservadora y orientada hacia el pasado. Un ejemplo de ello constituye el

362 En 1789 Ponce fue al menos nombrado alcalde del barrio quiteño de San Sebastián por el presidente
Villalengua, AMH/Q, Nº 134, Actas del Consejo, acta de la sesión de 1-I-1789, fs. 83-89. Para la posición social
de muchos mercaderes Carlos Araujo, quien respecto a sus contactos sociales fue aun menos distinguido,
constituye un ejemplo comparable con Ponce y Pérez, cfr. Borchart de Moreno,“Capital comercial”.
363 Cfr. el Cuadro 5 en el acápite B. V.
364 La caracterización general del empresario según Schumpeter, citada según Pohl,“Zur Geschichte des
adligen Unternehmertums”, p. 218 (nota 1).

115 Segunda parte


memorial del séptimo marqués de Maenza, Gregorio Eugenio de Matheu,
enviado al rey en el año 1754, “en el nombre de la ciudad”:

“Desde que a fines del siglo pasado empezó a engrosarse el comercio


por Buenos Aires y los franceses consiguieron permiso para hacerlo
por el Cabo de Hornos en las costas del Mar del Sur, se llenaron
aquellos Reinos de tantas mercadurías de Europa, que su misma
copia produjo la suma baja de precios y causó la desestimación y
pérdida cuasi total de aquellos obrajes de la tierra de que abunda la
provincia de Quito y de los que únicamente dependía su comercio y
subsistencia; por que desde el principio de la pacificación o
conquista de aquellos Reinos se asignó como dotación a esta
provincias la fábrica de paños, la de bayetas a las del Alto Perú que
no tienen minerales; dejando a la de Lima el cultivo de viñas y
olivares, para que de este modo se comunicaron sus frutos y riquezas
por medio de un recíproco trato y precisa negociación con que cada
una mirase a su conservación”.365

En su idealización del estado floreciente de las manufacturas textiles de


antaño y del espacio económico peruano mayormente autosuficiente,
controlado por el estado de fines del siglo XVI y del siglo XVII, el marqués
coincidió con las opiniones de los círculos económicamente dirigentes de la
región. En cambio, los ímpetus innovadores y modernizadores se debían a
iniciativas particulares, y tal como las medidas del conde de Casa Jijón para
el mejoramiento técnico de la producción textil y de la minería -sobre todo
mediante la importación de maquinaria moderna desde Francia, tan
elogiadas por Espejo- no tuvieron, a fin de cuentas, éxito convincente
alguno.366

Dos proyectos de caminos perseguidos en el período colonial tardío, que


debían establecer una nueva conexión más rápida de la Sierra norte y central
con la Costa norte de la Audiencia y con ella abrir nuevos mercados para la
venta de los textiles propios y también de los productos agrícolas en las
zonas costeras septentrionales del Nuevo Reino de Granada hasta Panamá,

365 “El Marqués de Maenza, vecino de la ciudad de Quito en los R.nos del Peru”, AGI, Quito, leg. 139. El
motivo de esta carta fue la solicitud impulsada por el marqués, el conde de Casa Jijón y el Cabildo qui-
teño y concedida dos años más tarde por el rey, de bajar el usual interés en la Audiencia de Quito del
cinco al tres por ciento.
366 Acerca de los proyectos económicos y actividades del conde que incluían también la metrópoli cfr.
su “Representación que hace al ex.mo señor D.n Josef Gálvez Ministro del despacho Universal de Indias
a favor del Reyno de Quito”, AHBC/Q, Documentos Misceláneos, Nº 10/14; cfr. también Defourneaux,“Un
‘ilustrado´quiteño’”; Rueda Novoa, El obraje de San Joseph de Peguchi, pp. 126-127.

116 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
fracasaron no solamente a causa de la falta de apoyo político y financiero de
la Corona. En el año 1805 el entonces vocero de la junta quiteña de
comercio, Pedro Montúfar, explicaba la escasa importancia de la nueva ruta
comercial entre Quito y el poblado costero de Esmeraldas con la frugalidad
autosuficiente y la falta de disposición al riesgo de los mercaderes
quiteños.367

Puesto que también en España, especialmente entre las casas nobles


acaudaladas y de viejo abolengo, las actividades empresariales estaban
todavía marcadas por reservas sociales, en el año 1783 Carlos III promulgó
una Real Cédula que no solamente declaraba -tal como lo había hecho la
mencionada Real Pragmática de Carlos II acerca de la actividad textil- la
compatibilidad del comercio y de la industria con el estatus nobiliario, sino
que incluía las actividades empresariales en el catálogo de los méritos
decisivos para el ennoblecimiento.368 Esta Cédula correspondía a la
aspiración de Carlos III por fomentar los sectores económicos de la
manufactura y la industria, que en la península Ibérica habían quedado
atrás en comparación con la escala de Europa noroccidental.369

Carlos III extendió su política también a las colonias, en donde las


actividades manufactureras e industriales debían fomentarse igualmente a
través de una revalorización social de sus actores.370 En el año 1783, la
minería novohispana fue distinguida oficialmente por el rey de España
como actividad “noble” y los propietarios de minas fueron dotados de
privilegios particulares.371 También aumentó la concesión de títulos
nobiliarios a propietarios de minas.372

En Quito, al menos, el nombramiento de Miguel de Jijón como conde de


Casa Jijón estuvo relacionado con las sugerencias y actividades económicas

367 Fiehrer,“El camino a Esmeraldas”, pp. 72-73.


368 El texto de la Cédula del 18-III-1783 se encuentra publicado, entre otros sitios, en García Hernán, La
nobleza, pp. 168-169. Acerca de la política de los reyes borbónicos frente a la nobleza y acerca de los
principales teóricos españoles de la época, que en el siglo XVIII se pronunciaron sobre el papel económi-
co de la nobleza, cfr. Morales Moya,“Actividades económicas”; Barras Escolá, El reformismo político.
369 Según Morales Moya, en España todas las personas principales del mundo económico, a saber, los
mercaderes, los financistas y los industriales, que en su mayor parte eran hidalgos de las provincias septen-
trionales de España, recibieron un título nobiliario, Morales Moya,“Actividades económicas”; Barras Escolá,
El reformismo político.
370 Cfr. Pohl,“Zur Geschichte des adligen Unternehmertums”, pp. 222-224.
371 “Ordenanzas para el cuerpo de minería de la Nueva España”, 22-V-1783, Colección de documentos,
tomo 3/1, p. 525; cfr. Lira Montt,“Privilegio de nobleza”.
372 Langue,“De minero rico a la nobleza”. Cfr. los ejemplos de empresarios nobles de diferentes regiones
del imperio colonial español en Pohl,“Zur Geschichte des adligen Unternehmertums”.

117 Segunda parte


anteriormente proporcionadas a favor de la región y de los reinos españoles
en su conjunto.

En los años 1770, los dos peninsulares inmigrados a Quito, Manuel Diez
de la Peña y Salvador Sánchez Pareja intentaron -con la instalación de
una fábrica para la producción de loza fina, única en América a sus ojos-
obtener un título nobiliario o el hábito de una Orden nobiliaria,
respectivamente.373 Después de fabricar algunas piezas de muestra, Diez
de la Peña y Sánchez intentaron mediante numerosas peticiones al
Consejo de Indias, obtener ventajas para la producción y la
comercialización de la loza fina, entre ellas créditos y la liberación de
gravámenes. En exaltados tonos, Diez de la Peña elogiaba la calidad de
las primeras piezas de muestra que pronto, en vista de la favorable
relación entre el precio y el producto, haría innecesaria la importación de
productos europeos en toda América. Como recompensa para sus
méritos, Manuel Diez de la Peña solicitó para sí un título nobiliario con
la denominación de marqués o conde de Buena Vista o Peñalosa y
además el cargo de corregidor de Quito, y para Sánchez la membresía en
una de las órdenes nobiliarias españolas.374 Sin embargo, frente a esta
descripción grandilocuente de la importancia de la “fábrica”, la realidad
tenía un aspecto más modesto. En el año 1775, tres años después de su
apertura oficial, la instalación que disponía de único y pequeño horno, y
nunca de más de 14 trabajadores, aún no estaba totalmente terminada.375
Puesto que no llegó el apoyo financiero esperado, la producción se dio
por terminada definitivamente un año más tarde, el terreno y el edificio
se vendieron poco después. La revaloración, y con ello el reconocimiento
oficial de su nobleza, perseguidos por Diez de la Peña y Sánchez desde

373 AGI, Quito, leg. 377. En este momento Manuel ya estaba casado con Juana Maldonado y Guerrero,
la hija de Pedro Vicente Maldonado y sobrina del primer marqués de Lises, Ramón Joaquín Maldonado.
Para la situación familiar de Sánchez Pareja no dispongo de informaciones. Un tal Manuel Sánchez Osorio
y Pareja fue corregidor de Quito a comienzos de los años 1760, AMH/Q, Actas del Consejo.
374 Anexo a la relación de méritos de Manuel Diez de la Peña del 26-VI-1770, AGI, Quito, leg. 377. Para una
más amplia argumentación de su petición tampoco faltó la indicación de su estatus nobiliario, necesario
de todas maneras para los favores mencionados, y los anteriores esfuerzos propios así como los de su
antepasados: “Habiendo debido a la naturaleza de D.n Manuel Diez de la Peña y su compañero una
extracción y cuna altamente ennoblecida, han procurado y procuran calificarla con personales méritos
p.a no perder de vista ni aún los heredados”, Carta de Diez de la Peña y Sánchez analizada en el Consejo
de Indias el 30-IV-1778, AGI, Quito, leg. 377.
375 Según Manuel Diez de la Peña en la escritura de compra venta de un terreno que limitaba con la “fábri-
ca” en la parroquia quiteña de San Roque. AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 409, exp. 10-XI-1775, fs. 87v-92; cfr.
la carta del entonces presidente de la Audiencia, José Diguja, al rey del 16-IV-1777, AGI, Quito, leg. 377.

118 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
los inicios de su proyecto empresarial iluminan claramente la valoración
que predominaba entre la clase superior quiteña respecto de las
actividades económicas consideradas, en primer término, no como un fin
en sí mismo y ejercidas con la meta de una acumulación constante de
capital, sino dirigidas hacia la transformación directa del capital
económico obtenido en símbolos del estatus social.

5- La representación pública y la función de la nobleza

La marcada representación simbólica del estatus social, típica para las


sociedades de la temprana Edad Moderna en Europa, formaba en Quito aún
en el período colonial tardío, parte esencial de la concepción dominante
entre los más importantes representantes del Estado y de la sociedad,
dentro de un orden social entendido como un organismo de estructura
jerárquica, en el que a cada persona como miembro de un grupo social, le
correspondía una función específica.376

Por lo tanto, los poseedores de las más destacadas posiciones en el Estado y


la sociedad, se caracterizaban por símbolos de estatus y modales lo más
impresionantes y exclusivos posibles.377 Para la nobleza quiteña, los
símbolos determinantes de su destacada posición social y del prestigio
especial derivado de ella, iban desde las imponentes residencias urbanas
cuantiosamente equipadas, hasta las suntuosas ropas de Castilla importadas
desde Europa y otros bienes de consumo prestigiosos (efectos de Castilla
como alhajas, cristales, plata y otros enseres domésticos), que también en
parte provenían de otras regiones de América (entre otros, vinos y
aguardiente del Perú).378 Durante el período colonial tardío la inclinación
hacia el lujo, ampliamente extendida y mantenida a pesar de la crisis

376 Acerca del significado y la función de la representación simbólica del estatus social cfr. Bourdieu,
“Klassenstellung und Klassenlage”, pp. 57-74.
377 El significado de los símbolos de estatus y los modales para la posición social ya se ha aclarado con
el ejemplo de la identidad étnica reclamada o adjudicada mediante estos criterios socioculturales, cfr. el
acápite A. II. Acerca de los atributos exteriores del estatus social vinculados a la pertenencia a determi-
nadas instituciones cfr., por ejemplo, la petición exitosa del Cabildo de Quito al rey respecto de la conce-
sión de uniformes especiales para los regidores en los años de 1795 y 1796, Consulta del Consejo de Indias
del 27-V-1795, AGI, Quito, leg. 217 a); AMH/Q, Nº 135, Actas del Consejo, acta de la sesión de 15-I-1796, fs.
133v-144, y de 12-II-1796, fs. 136v-137.
378 Una buena visión de los símbolos del estatus y las costumbres de consumo de las principales familias
de la ciudad se proporciona en las cartas y recibos de dote, los testamentos y los inventarios de herencia
en AN/Q, Notarías (Protocolos).

119 Segunda parte


económica, fue criticada más de una vez por diversos funcionarios de la
Corona y por el Cabildo eclesiástico quiteño.379

Especialmente las diversas ceremonias estatales y eclesiásticas ofrecían a las


distinguidas familias de la nobleza quiteña, un marco brillante para la
representación pública de su estatus social, junto a los más altos representantes
de la administración, de la milicia y de las autoridades eclesiásticas que, en
gran parte, se reclutaban de entre sus filas. La nobleza era invitada a la mayoría
de los actos oficiales públicos, por ejemplo a la recepción solemne de un nuevo
presidente de la Audiencia. Así mismo, en el año 1766, la nobleza de la ciudad
fue convocada por el presidente de la Audiencia para dar la bienvenida a una
unidad militar llegada desde Lima, que había sido destacada a Quito para
restablecer el orden público después de los desórdenes que se habían originado
en los barrios en el año anterior.380

En el período analizado, tuvieron lugar las festividades por el día del patrono
del rey de España Carlos III (Carlos Borromeo, 4 de noviembre) y de su hijo del
mismo nombre, en el año 1777 la nobleza quiteña participó en un lugar
destacado, junto a las autoridades civiles y eclesiásticas.381 En la parte oficial de
las festividades, luego de la misa solemne nocturna, a la cual, a más de los
funcionarios de la Audiencia, del Cabildo civil, del Cabildo eclesiástico y de los
representantes de las órdenes religiosas, estaba invitada también la “nobleza del
vecindario”, siguió un baile en la casa del presidente, en el cual nuevamente
participó “toda la nobleza particular de esta ciudad vestida de gala”.382 Los

379 En el año 1780 el administrador general de alcabalas de Quito condenó el ampliamente extendido
consumo de costosas mercancías importadas,“que se dan la mano con la vanidad y el fausto a que son
demasiado propensos estos naturales, y así se ven costosísimas galas y adornos aunque sean familias
comunes”, “Copia de informe que hace el administrador general de alcabalas de la capital de Quito y
sus subalternos (…)”, s. f., AGI, Quito, leg. 240. Bernardo Darquea quien, durante el período colonial tardío,
fue corregidor de Ambato y de Riobamba, escribió en 1789 al virrey de Nueva Granada acerca de la per-
manente tendencia hacia el lujo en el Corregimiento de Riobamba, que en la época de florecimiento
del distrito, pasada hace tiempos, “reestablecieron muchas familias, q.e en la opulencia introdujeron el
lujo a proporción de unas riquezas adquiridas a poco trabajo suyo, y con cuya subsistencia contaban en
lo sucesivo, p.r el mismo giro descansando: se extendieron en hac.das y casas de campo de valor: se
fabricaban grandes habitaciones q.e adornaron a todo costo: la plata labrada abundaba en ellas: las
telas de oro, plata, terciopelos, sedas, encajes, diamantes y perlas se usaban con largueza, y se pagaban
los tributos sin cuidado ni apuros (…). Pero todo mudó de aspecto más pronto de lo que esta provincia
esperaba; desapareció la riqueza y quedó el lujo”, Carta al y para el virrey de Nueva Granada, J. de
Ezpeleta, Quito, 3-XI-1789, SBPK, Kleiner Kasten 7 B, Nr. 38, f. 2; el documento ha sido publicado por
Büschges,“Sociedad y economía”. En el año 1793 el Cabildo eclesiástico de la ciudad de Quito consta-
tó en un escrito dirigido al presidente de la Audiencia, que “aquí el excesivo lujo en galas personales y
muebles domésticos consume a este Reino, y es una ilusión la más perjudicial de su comercio pasivo”,
AN/Q, Gobierno, exp. 25-VI-1793, f. 17 v. Cfr. Tyrer, Historia demográfica y económica, p. 260.
380 AMH/Q, Nº 29, Actas del Consejo, acta de la sesión de 15-IV-1766, fs. 221-222v.
381 “La Aud.a de Quito, en virtud de Cédulas dada en el Pardo a 21 de enero de 76, sobre que se celebre el
dia de San Carlos, informa de la práctica anterior que ha habido de lo que se previene”, AGI, Quito, leg. 308.
382 Carta de la Audiencia del 1-VIII-1777, AGI, Quito, leg. 308.

120 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
mismos representantes del Estado y de la sociedad, conjuntamente con los
oficiales de milicias, participaron en 1789 en los funerales por la muerte del
mismo rey.383 En las fiestas de proclamación del rey Carlos IV, que duraron
varios días, la nobleza estuvo nuevamente invitada como destacado grupo
representativo de la sociedad quiteña.384 En los servicios religiosos ordinarios y
las ceremonias estatales la nobleza estuvo siempre presente como grupo, en un
lugar especial. Así, “toda la nobleza” de la ciudad participó en los diversos
solemnes desfiles, sea como escolta del alférez real, sea como grupo
independiente en el desfile “en briosos caballos con ricos jaezes”.385 La
culminación social, de casi todos los once días de fiestas, fueron grandes bailes
nocturnos, a los cuales estaban siempre invitados, a más de los representantes
del Cabildo y de la Audiencia, los nobles quiteños.386

La forma y la manera de integrar a los grupos sociales inferiores en las


festividades es a su vez, un testimonio de la comprensión paternalista de la
desigualdad social por parte de la nobleza y de las autoridades de gobierno.
La masa de la población humilde, que vivía sobre todo en los barrios
periféricos, solamente participó de forma activa en los desfiles en diferentes
presentaciones, bajo el patrocinio y la dirección de algún noble
destacado.387

Por lo tanto, la organización y el desarrollo de las festividades quiteñas


por la proclamación de Carlos IV se pueden interpretar como una
escenificación simbólica de una sociedad entendida como un
organismo armónico jerárquicamente estructurado, en la cual a los
nobles les correspondía una función destacada, junto a las
autoridades estatales y eclesiásticas, como los representantes de
mayor rango y soportes de la comunidad política unida bajo la
Corona española. El día de la proclamación de Carlos IV el alférez real y la

383 “Certificación del modo y formación que en el 26 de mayo de 1789 se celebraron en la S.ta Ig.a
Cathed.l por el Ilustre Ayuntam.to de esta ciu.d las R.s Exequias por el alma de nro. Rey y S.or Don Carlos
Tercero”, AMH/Q, Nº 134, Actas del Consejo, acta de la sesión de 2-III-1790, fs. 148v-151v.
384 “Relación de las Fiestas Reales (…)”, AMH/Q, Nº 134, Actas del Consejo, acta de la sesión de 2-III-1790,
fs. 152-162.
385 “Relación de las Fiestas Reales (…)”, AMH/Q, Nº 134, Actas del Consejo, acta de la sesión del 2-III-1790,
fs. 153v-154.
386 Cfr. la cita acerca de los convidados a uno de estos bailes en la introducción al acápite B (nota 221).
387 La población indígena estuvo presente en el programa oficial de las festividades tan solo de forma
simbólica, es decir en la forma de una figura/personaje en una obra de teatro organizada por represen-
tantes del Cabildo, en la cual un “general” indígena y otro español juntos juraron con regocijo fidelidad y
obediencia al rey de España,“Relación de las Fiestas Reales (…)”, AMH/Q, Nº 134, Actas del Concejo, acta
de la sesión del 2-III-1790, fs. 159-160.

121 Segunda parte


nobleza de la ciudad de Quito, aparecieron en la galería del ayuntamiento
en la plaza mayor, adornada con las insignias reales, y dejaron llover
monedas de plata sobre el pueblo reunido delante del edificio, el que
contestó este gesto con los gritos “Viva el Rey”.388

6- “Las leyes del honor”

A la destacada posición representativa de la nobleza como grupo social


sobresaliente correspondía un modo de vida acorde a su rango -que los
nobles se reservaban para sí y que se esperaba de ellos- que justificaba su
reivindicación de las funciones principales en la sociedad, y que
manifestaba simbólicamente, junto con los atributos exteriores de su rango,
como por ejemplo la selecta y costosa vestimenta, la superioridad social y la
distancia frente a los estratos sociales inferiores.

Al igual que la nobleza en la metrópoli, los nobles quiteños reivindicaban,


en medida especial, un honor y una honradez propios a ellos, así como el
ejercicio de cargos y empleos honoríficos en la administración, la Iglesia y
la milicia.389 El concepto de honor de la Edad Moderna temprana, en que se
basaba la reivindicación, no se refería en primer lugar al respeto ofrecido a
cada individuo en el sentido moderno, es decir, a una dignidad que
corresponde a cada uno al igual que a todos los seres humanos. Por el
contrario, el honor correspondía al individuo tan sólo por su
pertenencia a un determinado grupo social y era, por lo tanto, un
honor social u “honor estamental”, específicamente normado en cada
caso que por principio, o al menos en su máxima expresión, estaba
reservado a la nobleza como estamento sobresaliente y verdadero

388 “Relación de las Fiestas Reales (…)”, AMH/Q, Nº 34, Actas del Concejo, acta de la sesión de 2-III-1790,
f. 156. En vista de la importancia social de estas fiestas públicas, diversos nobles se hacían presentes con
servicios especiales en dinero o en especie. De esta forma, Pedro Buendía Dávila donó para el festejo
de la proclamación de Carlos IV, entre otras cosas un carro triunfal en el cual los símbolos del poder real
fueron llevados por las calles de la ciudad,“Relaci.ón de méritos (…)”, AGI, Quito, leg. 231. El primer mar-
qués de Villa Orellana, Clemente Sánchez de Orellana, aportó a las festividades por el matrimonio del
príncipe de Asturias, en el año 1766, con “otras personas de su clase”, con el financiamiento de tres pre-
sentaciones públicas de corridas de toros, más un espectáculo de fuegos artificiales en la plaza mayor
de la ciudad adornada especialmente, a su cuenta para esta ocasión, así como con la comida para
los miembros de la Audiencia, del Cabildo civil y del Cabildo eclesiástico, Relación de méritos del hijo
de Clemente, Jacinto, AGI, Indiferente General, leg. 1.339.
389 A este contexto conceptual pertenecen también la “palabra de honor” con la que Manuel Guerrero
y Ponce de León, el hijo primogénito de la cuarta condesa de Selva Florida, Micaela Ponce de León, juró
la veracidad de sus declaraciones como testigo en un pleito, a diferencia del usual signo de la cruz usado
por los demás testigos,“Quito año de 1781. Nº 3º, Informes a favor de D.n Juan Ruiz de D.to Domingo y D.n
Fran.co Javier de Ascásubi”, AGI, Quito, leg. 314.

122 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
“estamento de honor”.390 Tal como el estatus nobiliario, el honor se
consideraba como una característica de toda una familia, un linaje,
que se podía heredar a través de las generaciones.391 El concepto del
honor, que formaba el centro de la comprensión contemporánea del
prestigio social, servía como justificación de la superioridad y de la
distancia social de la nobleza frente a los estratos sociales inferiores y
fungía, por lo tanto, como un importante instrumento del control y de la
limitación de la movilidad social.

Las personas socialmente inferiores, los “plebeyos”, en cambio, fueron


tratados tanto por la burocracia como por los nobles quiteños como “viles”,
a lo que correspondía la descalificación como “oficios viles”, de los oficios y
profesiones manuales y otras de poca estima atribuidos a ellas.392

Entre otras cosas, la relación entre el estatus nobiliario y el ejercicio de


cargos honoríficos se hace evidente en una relación de méritos del doctor
Pedro Quiñones y Cienfuegos, el posterior tercer marqués de Miraflores,
que se había trasladado de Barbacoas a la ciudad de Quito, en la cual se dice
que “en atención a su notoria nobleza […] así los ascendientes paternos
como los maternos del D.r D.n Pedro Quiñones han obtenido unos y otros
empleos honoríficos en lo político y militar”.393

390 Sobre la historia del concepto del honor Zunkel,“Ehre, Reputation”. Acerca del concepto en la España
de la temprana Edad Moderna cfr. el estudio informativo de Maravall, Poder, honor y élites, pp. 11-145;
además Chauchadis, quien a base de la literatura moralista española del siglo XVII ha elaborado un
campo lexicográfico para el concepto contemporáneo del honor, Chauchadis, Honneur, morale et socié-
té, pp. 10-24.
391 A esto corresponde lo que se dice en la relación de méritos del capitán de milicias Pedro Buendía y
Dávila, inmigrado desde España, que éste había realizado sus servicios militares precedentes “correspon-
diendo (…) al honor de sus ascendientes”, AGI, Quito, leg. 231.
392 En el año 1794 la quiteña María Yépez calificó a la novia escogida por su hijo, Rosa Maldonado, una
hija y nieta de maestros plateros quiteños, como “ordinarísima, baja y vil” y negó, por esta razón, su con-
sentimiento al matrimonio,“Causa seguida por D.n Ramón Ruiz (…), AN/Q, Matrimoniales, exp. 18-VIII-1794.
cfr. el acápite A. II. Acerca del desprecio social de los oficios viles, indignos de un noble, en la España de
la edad temprana moderna cfr. Maravall, Poder, honor y élites, pp. 164-170. En la temprana Edad Moderna
y especialmente en el siglo XVIII se dieron, tanto en la península ibérica como en muchas partes del resto
de Europa, intensas discusiones sobre el rango social del comercio y de la manufactura así como de su
compatibilidad con el estatus nobiliario, cfr. acerca de este tema Molas, La burguesía mercantil, pp. 113-
205. Como se ha visto, esta discusión también se dio en Quito durante el período colonial tardío. De esta
manera la conservación de una imagen tradicional de la nobleza y del concepto del honor llevaron, a la
ya descrita actitud ambigua frente al comercio, que estaba en contradicción con la obvia utilidad eco-
nómica de éste y con la realidad social de muchos nobles. Por lo tanto, al menos el pequeño comercio y
la propiedad de tiendas fueron considerados como opuestos a la nobleza y al honor y, en consecuencia,
se contaron entre los oficios viles ejercidos por la plebe. Cfr. el acápite A. II.
393 AGI, Quito, leg. 376. Cfr. la relación del doctor Tomás Jijón y León, AGI, Quito, leg. 195 A; además un escri-
to de la Audiencia de Quito acerca de Manuel Guerrero Ponce de León del 8-II-1764, AGI, Quito, leg. 224.

123 Segunda parte


Para el ejercicio de cargos de honor, de validez especial para los
nobles, existían algunas exigencias jurídicas concretas para los
miembros de las corporaciones de nobles españoles y la nobleza
titulada. Según los estatutos de las diversas órdenes militares, el ejercicio
de actividades “ignominiosas” estaba prohibido expresamente a sus
miembros.394 En una Real Cédula del año 1790 el rey Carlos IV incluyó la
prohibición del ejercicio de los “oficios manuales”, considerado como
inconforme al rango de un noble, también en los requisitos que debía
cumplir el pretendiente a un título nobiliario y que valían también para los
antepasados directos del candidato.395

Cuando a fines del siglo XVIII José Carcelén solicitó al rey le confirme la
sucesión en el marquesado de Villa Rocha, recalcó que no había ejercido
“oficios viles y sí empleos de honor”, señalando expresamente su cargo
como tesorero de la Santa Cruzada del obispado de Quito.396

Puesto que el honor concedido a un individuo estaba directamente


vinculado a la pertenencia a un grupo social, la ofensa al honor, el
ultraje, significaba un atentado directo al prestigio público y el estatus
social de una persona. El deshonor amenazaba con la pérdida de la posición
social y por lo tanto con el derecho a ejercer funciones importantes en el
Estado y en la sociedad. Por lo tanto, la conservación, la defensa y la
restauración del honor se perseguían con grandes esfuerzos, también en el
sentido financiero, por parte de los nobles quiteños.

Las querellas de la familia Montúfar con el mercader Simón Sáenz de Vergara


lo comprueban de manera contundente.397 Como consecuencia de una
diferencia entre Pedro Montúfar y Sáenz de Vergara por la propiedad de
algunos textiles, en cuyo curso se llegó a una disputa pública entre los dos
contrincantes, Montúfar finalmente presentó una demanda ante la Audiencia
por “agravios e injurias propagadas contra el honor” de su persona y de sus
padres, los primeros marqueses de Selva Alegre. Como argumento, el
apoderado de Montúfar hizo valer ante el tribunal la existencia de una enorme
diferencia social, por la cual las ofensas públicas debían ser castigadas de todas
maneras. Para subrayar las diferencias sociales, el apoderado señaló los cargos

394 Maravall, Poder, honor y élites, pp. 108-111.


395 AHN/M, Consejos, li. 1.529, Nº 50, exp. 13-XI-1790, fs. 289-292; cfr. el acápite B. IV. 1.
396 “El Virrey de S.ta Fe. Informe. En vista del testimonio q.e dirigió sobre los autos seguidos en aquel
Superior Gobierno acerca de la sucesión del mayorazgo [sic] de Villa Rocha, declarada a favor de d.n
José Carcelén Vec.no de Quito. En 3 de abril de 1793”, AGI, Títulos de Castilla, leg. 12 B.
397 Cfr. también el acápite A. II.

124 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
de Montúfar y de su padre, el antiguo presidente de la Audiencia, así como la
posición social de la madre de Montúfar, “cuyos ascendientes vinieron
destinados a la América a ocupaciones dignas de su cuna”.398 Sáenz, en
cambio, inicialmente habría viajado como cajero de otro mercader de la región
y, por lo tanto, “no es una persona igual no sólo por el ministerio público, sino
también por razón de nobleza”.399

No obstante, en vista del hecho de que la causa original de la querella


entre Montúfar y Sáenz se había solucionado mientras tanto, la
Audiencia no admitió la queja.400 Por ello, Pedro Montúfar
conjuntamente con su hermano Juan Pío, el segundo marqués de Selva
Alegre, intentó convencer al Consejo de Indias de la necesidad de un
castigo ejemplar para Sáenz, lo cual quedó igualmente sin éxito.401

En el marco de la investigación previa a esta querella, llevada por el alcalde


ordinario Pedro Montúfar sobre la vida matrimonial de Sáenz, casado en
Popayán, Montúfar le habría reprochado al peninsular una relación con una
“hija de padres honrados y de una familia honesta y principal de este
vecindario”.402 Para evitar un escándalo público, Montúfar inicialmente había
mandado hacer investigaciones secretas y averiguar a testigos, antes de pedir
la intervención del Consejo de Indias, pasando por alto la Audiencia quiteña,
“por que conviene conservar el honor de la expresada familia”.403

Otro ejemplo se puede encontrar en el año 1781, cuando el vecino


quiteño Ignacio Cevallos y Tena se dirigió al Consejo de Indias con la
petición escrita de impedir el matrimonio no acorde a su rango, en su
opinión, de su hijo con una mestiza, puesto que este enlace significaría la
pérdida de honor de su noble familia.404 Además, Cevallos pidió permiso

398 AN/Q, Criminales, exp. 2-X-1793, f. 1.


399 AN/Q, Criminales, exp. 2-X-1793, f. 1.
400 AN/Q, Criminales, exp. 2-X-1793, f. 10; cfr. la carta de un apoderado de la familia Montúfar en Madrid
del 4-X-1796, AGI, Quito, leg. 220; memorial de Pedro y Juan Pío Montúfar del 21-I-1795, AGI, Quito, leg. 220.
401 Los indicios encontrados en el Archivo de Indias, relacionados con este asunto, comprenden de los
años de 1794 hasta 1797, sin que queden claros el contenido de las injurias ni una sentencia final del
suceso.
402 “El alcalde ordinario de Quito informa (…)”, 13-XI-1793, AGI, Quito, leg. 276.
403 “El alcalde ordinario de Quito informa (…)”, 13-XI-1793, AGI, Quito, leg. 276. Un caso especialmente
drástico de restablecimiento del honor agredido había tenido lugar a comienzos del siglo XVIII. En el año
1713 el Consejo de Indias tuvo presente un escrito de Domingo José Bastarrechea, quien cuatro años
antes, según el resumen del Consejo de Indias,“se vio en el conflicto de matar a su mujer y un eclesiásti-
co, cuales halló en actos indignos, con la cierta evidencia del menoscabo de su honra”, Memorial del
Consejo de Indias del 27-IX-1713, AGI, Quito, leg. 102.
404 Carta al Consejo de Indias del 13-III-1781, AGI, Quito, leg. 314.

125 Segunda parte


para enviar a su hijo a Cartagena, hasta que se decidiera el asunto, donde
según Cevallos, “cumplirá mejor con las leyes del honor”.405

V- LOS CABALLER OS DE HÁBITO

En Castilla, en la temprana Edad Moderna, el término “caballero”


normalmente designaba a hidalgos de abolengo, especialmente distinguidos
y que además casi siempre eran especialmente acaudalados, asentados en su
mayoría en los centros urbanos.406 Después de un largo proceso, a finales
del siglo XVIII, los caballeros perdieron paulatinamente su carácter
original de “auténtica clase media noble”.407 Mientras los caballeros más
importantes adquirieron en forma creciente títulos de nobleza, los demás
poco a poco fueron absorbidos por el grupo de los nobles comunes, los
hidalgos.408

Al mismo tiempo el significado y la utilización del término


“caballero” se extendieron hacia la denominación honorífica de un
grupo social cada vez más amplio -que en el fondo seguía siendo de
personas nobles- de manera parecida al manejo socialmente cada vez
más amplio de la fórmula de tratamiento de “don”.409

Después de que en la Audiencia de Quito, en los siglos XVI y XVII, el


término “caballero” había servido sólo esporádicamente para designar a
algún vecino benemérito -pero, de ninguna manera expresa y
exclusivamente para vecinos considerados nobles-410 en el siglo XVIII cayó
en casi completo desuso.

En definitiva, en el período colonial tardío, sólo pocas veces, uno o varios


representantes destacados del Estado y de la sociedad, fueron designados
como caballeros casi siempre en momentos festivos, por ejemplo, en las
celebraciones por la coronación de Carlos IV, en el caso del “caballero alférez
real” Mariano Donoso y de los demás “caballeros regidores” y “caballeros

405 Carta al Consejo de Indias del 13-III-1781, AGI, Quito, leg. 314.
406 Gerbet, La noblesse dans le royaume de Castille, pp. 121-134, 137-138; Aragón Mateos, La nobleza
extremeña, p. 69; para el territorio de toda la península ibérica cfr. Gerbet, Les noblesses espagnoles, pp.
218-232.
407 Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas, p. 57.
408 Morales Moya, Poder político, tomo 2, pp. 591-592.
409 Acerca del uso socialmente más exclusivo del término “caballero” a fines del siglo XV e inicios del XVI
cfr. Gerbet, La noblesse dans le royaume de Castille, p. 138.
410 Cfr. la Introducción del presente trabajo.

126 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
particulares” invitados, quienes estaban, en su gran mayoría, dentro de las
familias más distinguidas y nobles de la ciudad.411

Cuando en el año 1749 el cuarto conde de Selva Florida, José Guerrero y


Peñalosa presentó, por requerimiento de la Audiencia, el documento y
demás comprobantes del título nobiliario que se hallaban en su poder,
recalcó que ni él ni su predecesor habían gozado de privilegio alguno
relacionado con el título, con la excepción de aquellos de los “caballeros
notorios” que correspondían también a otras personas sin título
nobiliario.412 El respetuoso tratamiento de “caballero” que ocasionalmente
se daba a representantes destacados de la sociedad, se usaba también con la
misma rareza a nivel privado, como por ejemplo en una cláusula del
testamento de Juana Maldonado y Guerrero, en la que señaló un préstamo
de su marido a favor del “caballero” Pedro Montúfar.413

Sin embargo, comúnmente en Quito, el término “caballero” se refería a


los miembros de las órdenes militares españolas allí asentados, los
caballeros de hábito. La concesión a súbditos americanos de hábitos de las
diversas órdenes militares españolas, que crecía en forma constante desde la
segunda mitad del siglo XVII, alcanzó su punto culminante en el período
colonial tardío. Un sinnúmero de caballeros ingresó a la orden de méritos
nobiliaria de Carlos III, recién creada en el año 1771.414 Esta corporación
nobiliaria servía, al igual que lo hacían las tradicionales órdenes militares -
en la Edad Media originalmente comprometidas con ideales militares y

411 “Relación de las Fiestas Reales (…)”, AMH/Q, Nº 134, Actas del Concejo, acta de la sesión de 2-III-1790.
El alférez real, en cambio, en su relación de méritos, basada en sus méritos relacionados con el cargo y
otros en el marco de las festividades de la coronación, no reclamó para sí, en modo alguno, el estatus
nobiliario, AGI, Quito, leg. 227.
412 Escrito del 22-IV-1749, “Pérez Guerrero, José, Conde de Selva Florida; notificación que se le hizo en
Quito para que pague los derechos de lanzas y media anata, por razón de su nobiliario título”, ANC/B, Nº
32, Impuestos Varios, t. IV/11.
413 AN/Q, 3ª Notaría (Protocolos), t. 78, exp. 24-VII-1805, f. 150. La utilización poco precisa y no sistemática,
en la mayoría de los casos, del término “caballero” se evidencia en una lista de las haciendas ganaderas
de la provincia de Quito, elaborada por el Cabildo quiteño en el año 1811. Dos hacendados pertenecien-
tes a las familias nobles quiteñas, Ramón Borja y Bernardo Román, ambos con varias haciendas en la men-
cionada lista, son designados en un lugar como “don” (como todas las demás personas), en otro, sin
embargo, como “caballeros”, AMH/Q, Nº 151, Oficios, Solicitudes y Comunicaciones al Presidente del
Cabildo, t. 1, exp. 29-IV-1811. La frecuente denominación de los nobles de Riobamba como “caballeros”
en la ya varias veces mencionada carta de los representantes de la “plebe” debe considerarse como
caso especial, ya que toda la terminología de la carta, relacionada con la nobleza, proviene de la
Antigüedad y del derecho romano y, por lo tanto, no necesariamente debe corresponder al uso lingüísti-
co del lugar, cfr. el acápite B. I.
414 Lohmann Villena, Los americanos en las órdenes nobiliarias, tomo 1, pp. LXXIV-LXXVI. Para todo el perí-
odo colonial Lohmann Villena averiguó un total de 51 caballeros de hábito nacidos en América y radica-
dos en Quito, op. cit., p. LXXIV.

127 Segunda parte


religiosos- a la distinción honorífica de súbditos beneméritos, cuyo rango
nobiliario de esta manera se reconocía y destacaba de forma especial por
parte del rey.415

Para honrar la lealtad y méritos especiales durante los tempranos


movimientos independentistas hispanoamericanos, el rey Fernando VII
fundó en el año 1815, después de su retorno al trono de España pasada la
ocupación francesa de la península, otra orden de méritos nobiliaria
reservada exclusivamente a los súbditos americanos, la Real Orden
Americana de Isabel La Católica.416

En la ciudad de Quito, los primeros caballeros de hábito estaban ya


asentados en la década 1620. Desde entonces su número creció en forma
continua.417 Una gran parte de estos caballeros se concentraba en la Sierra norte
y central de la Audiencia y en la ciudad de Quito, lo que correspondía a la
mentalidad marcadamente aristocrática del estrato social superior en esta
región, al igual que a la función de Quito como centro político y social y, por lo
tanto, lugar de residencia preferida de las personas y familias más importantes.

Los hábitos solicitados con mayor frecuencia por los nobles


hispanoamericanos pertenecían, además de la mencionada orden de
Carlos III, a las órdenes de Santiago, Alcántara y Calatrava. En
general, a la admisión a una de estas corporaciones nobiliarias precedía una
propuesta del respectivo virrey o gobernador, o la solicitud personal del
candidato al rey. Además, en la segunda mitad del siglo XVII casi todos los
corregidores nombrados para la Audiencia de Quito habían sido
distinguidos, a más de su cargo, con un hábito, lo que coincidía con la
práctica de concesión extremadamente liberal del tiempo de Carlos II
(1665-1700), práctica que fue abandonada a inicios del siglo XVIII.418

415 Acerca de la función de las órdenes nobiliarias españolas en la temprana Edad Moderna cfr. Wright,
“The Military Orders”; cfr. Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas, p. 63. La comprobación del rango social
de los pretendientes a un hábito no fue siempre rígida, sobre todo en el siglo XVII cuando se “vendieron”
muchos hábitos, entre otras, a personas que no eran nobles. Para estas, el privilegio del hábito equivalía
efectivamente a un ennoblecimiento; op. cit., pp. 63-66. Hasta el siglo XVIII, las exigencias para la admi-
sión se manejaban con menos rigidez precisamente para los candidatos americanos, Lohmann Villena,
Los americanos en las órdenes nobiliarias, tomo 1, pp. LVI-LVIII.
416 Real Orden del 24-III-1815, AN/Q, Cedularios, c. 18, fs. 220-221. Esta orden no fue tomada en cuenta por
Lohmann Villena.
417 Ortiz de la Tabla, Los encomenderos de Quito, p. 157. En el siglo XVII ya fueron distinguidos con hábitos
algunos antepasados de las familias quiteña más prestigiosas del período colonial tardío, entre ellos los
hermanos Francisco y Juan de Villacís y Carvajal (1646), Bartolomé Antonio de Villacís y Mena (1664), Juan
Francisco de Borja y Larraspuro (1673) y José Rocha de Carranza (1692), cfr. Lohman Villena, Los america-
nos en las órdenes nobiliarias.
418 Cfr. Herzog,“Sobre justicia, honor y grado militar”, pp. 51-52.

128 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
En el reinado de Carlos III (1759-1788) las condiciones para la
admisión en las congregaciones nobiliarias fueron endurecidas y más
reglamentadas. Correspondiendo al carácter originalmente castrense de
las órdenes, a los candidatos se les exigía un servicio como oficial de al
menos cuatro años en uno de los regimientos reales o de ocho años en
las milicias.419 En 1804 el servicio de milicias exigido a los candidatos
hispanoamericanos fue extendido a diez años.420 Además de los méritos
militares cada candidato debía, en principio, comprobar su
hidalguía.421 Finalmente, para recibir la merced real, se debía pagar,
además, la tasa de la media anata fijada en 100 ducados.422 Solamente
después de estos pasos, el beneficiado podía pedir la admisión a una
determinada orden. Originalmente la posterior toma de hábito tenía
lugar en España también para los caballeros americanos, pero, más
tarde, desde la segunda mitad del siglo XVII, se realizaba en América
por parte de un clérigo de una orden religiosa y en presencia de otros
caballeros de la misma u otra corporación nobiliaria.423

En el período colonial tardío, ni los caballeros de hábito españoles ni los


asentados en Quito formaban un grupo social propio al interior de la
nobleza, unido por un espíritu de cuerpo.424 Los caballeros quiteños u otros
americanos ni disponían de privilegios o derechos consuetudinarios
reservados exclusivamente para ellos, ni existían en América encomiendas
propias de las órdenes, cuyas rentas, en España, beneficiaban a caballeros

419 Lohmann Villena, Los americanos en las órdenes nobiliarias, tomo 1, pp. LIV-LV. Por ejemplo, en el año
1777 los servicios insuficientes en la milicia llevaron a la desestimación de una solicitud de Miguel Agustín
Olmedo de la ciudad de Guayaquil, AGI, Indiferente General, leg. 1.609. También por insuficientes servicios
en la milicia fueron rechazadas, en 1785, las peticiones de Jacinto y Joaquín Sánchez de Orellana y
Chiriboga de Quito, AGI, Quito, leg. 1.339.
420 “S.n Ildefonso, 9 de agosto de 1804. Circular previniendo que los oficiales de milicias de Indias, para soli-
citar merced de hábito, han de tener precisamente 10 a.s cumplidos de servicios sin intermisión, e igual
tiempo con Real Despacho”, AGI, Indiferente General, leg. 1.609.
421 Desde 1776 la prueba de hidalguía ya no era tomada en la corte española, sino por parte de los res-
pectivos virreyes hispanoamericanos y desde 1807 incluso por las correspondientes Audiencias, Lohmann
Villena, Los americanos en las órdenes nobiliarias, tomo 1, pp. LXII-LXV.
422 Artículo 24 del “Arancel de las medias annat.s de mercedes y reglas gener.s p.a su admin.ón, benefi-
cio y cobranza” del 3-VII-1664, AGI, Indiferente General, leg. 1.839.
423 Según Lohmann Villena este cambio se efectuó recién en 1781, Lohmann Villena, Los americanos en
las órdenes nobiliarias, tomo 1, p. LXVIII. Sin embargo, en Quito, en la segunda mitad del siglo XVII, se reali-
zaron al menos dos incorporaciones solemnes de nuevos caballeros, por ejemplo en el año 1666 la de
Pedro Atanasio Maldonado y Sotomayor, AGI, Quito, leg. 224; y en los años ochenta la de Simón Ontañón
y Lastra, Larrea, Fichero histórico, pp. 126-127.
424 Además, a diferencia del estatus nobiliario fundamental, la nobleza o la hidalguía respectivamente, y
de los títulos nobiliarios, la membresía en las corporaciones nobiliarias no era hereditaria.

129 Segunda parte


particulares.425 Tampoco en el ejercicio de funciones honoríficas públicas
los caballeros de hábito quiteños fueron tomados en cuenta de manera
especial. Las descripciones de las ceremonias gubernativas y eclesiásticas
generalmente se refieren -respecto de las funciones especiales y de la
distribución de los asientos- a la totalidad de la nobleza o en contados casos
también a los representantes de la nobleza titulada.

Durante el período colonial tardío la mayoría de los caballeros asentados en


Quito pertenecían a las familias de la nobleza titulada o se emparentaron
mediante el matrimonio con estas familias.

CUADR O 5

Los ca balleros de hábito quiteños 426

Orden de Santiago:

Miguel de Jijón y León (1756)


Clemente Sánchez de Orellana y Riofrío (1757)
Diego Suazo (antes de 1764)427
Francisco Javier Sánchez de Orellana y Rada (1766-1767)
Juan Fernando de Villavicencio y Guerrero (antes de 1775)428
Pedro Buendía y Dávila (entre 1778 y 1780)429
Fernando Bustamante (antes de 1778)430

Orden de Calatrava:

Gregorio Matheu y de la Escalera (1749)

Orden de Alcántara:

Ignacio Flores y Jiménez (1785)


Juan de Larrea y Villavicencio (1789)431
Mariano Flores y Jiménez (1790)
Juan Pío Montúfar y Larrea (1790)
Ignacio Montúfar y Larrea (1795)
Joaquín Montúfar y Larrea (1801)
Joaquín Montúfar y Larrea (1815)
Pedro Miguel Quiñones y Flores (1817)432

Real Orden Americana de Isabel la Católica:

José Pérez Calisto y Borja (1814/1815)433


Martín Chiriboga y León (antes de 1822)434

130 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Para el caballero como para su familia la admisión en una corporación
nobiliaria llevaba consigo un incremento en los atributos externos del
rango social. También servía al interior de la nobleza titulada para una
asimilación relativa de un hijo segundón frente a la cabeza de familia y
título de Castilla, quienes, en parte, también pertenecían a una orden.

A pesar de que los caballeros americanos no ocupaban una


posición social privilegiada, la constante demanda de hábitos en
Quito hasta fines del período colonial, demuestra que estos no
habían perdido su carácter como expresión de un prestigio social
especial. Tan sólo el imponente ceremonial de incorporación, durante el
cual se le colocaba al nuevo caballero el hábito con las insignias de la
respectiva corporación nobiliaria, servía como manifestación simbólica
del rango social de la persona distinguida en este solemne acto. Un
certificado de la Audiencia del año 1683 esboza la incorporación
solemne de Simón de Ontañón Lastra, un antepasado de los quiteños
condes de Selva Florida, en la Orden de Santiago. La ceremonia celebrada
en el convento de San Francisco de la ciudad de Quito, en la que
estuvieron presentes los caballeros de hábito quiteños y numerosos
vecinos, fue presidida por el prior del convento de San Agustín y el
caballero de la Orden de Santiago, Juan de Villacís. El hábito de la orden

425 Acerca de las encomiendas españolas de las órdenes nobiliarias cfr. Domínguez Ortiz, Las clases privile-
giadas, pp. 60-62. Tampoco en el caso de la justicia existía la garantía de un trato especial para los caballe-
ros. Cuando, en el año 1631, el caballero quiteño de la Orden de Santiago, Nicolás de Larraspuru, involucra-
do en un caso de homicidio, se sustrajo al arresto domiciliario dictado contra él, fue encarcelado junto a los
prisioneros comunes, Lohmann Villena, Los caballeros en las órdenes nobiliarias, tomo 1, pp. XLII-XLIX; cfr.
Phelan, The Kingdom of Quito, pp. 202- 207; Valencia Sala, El mayorazgo, pp. 79-81.
426 Las fechas anotadas entre paréntesis corresponden a la admisión en la respectiva orden y, con
excepción de los casos anotados, son tomadas de Lohmann Villena, Los americanos en las órdenes
nobiliarias. En el Cuadro se han tomado en cuenta solamente aquellos caballeros que residían en
forma permanente en Quito o que, en caso de su residencia temporal, tenían relaciones de parentes-
co con la nobleza local.
427 Relación de méritos de Suazo, AGI, Quito, leg. 231.
428 AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 404, exp. 29-V-1775, fs. 292v-293. No registrado por Lohmann Villena.
429 La merced real databa del 27-XI-1775, AN/Q, 5ª Notaría (Protocolos), t. 118, exp. 11-V-1776, fs. 42-43v.
430 AMH/Q, Nº 132, Actas del Consejo, acta de la sesión de 1-I-1778, fs. 49v-50. Lohmann Villena no registra
a Bustamante. Posiblemente éste ya había inmigrado como caballero desde España.
431 Según Jurado Noboa, Larrea, para la admisión en la orden, entregó una prueba de hidalguía falsifica-
da, que se basaba en los Larrea y Villavicencio del norte de España, Jurado Noboa, Los Larrea, p. 88.
432 AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 475, exp. 5-V-1817, f. 68-68v; no consta en Lohmann Villena.
433 “Cruz de primera clase”, otorgada por los méritos de su abuelo Pedro Calisto y Muñoz y el hijo de éste,
Nicolás, quienes, por su fidelidad al rey durante el movimiento independentista quiteño en el año 1812,
fueron ejecutados por orden de la junta de gobierno quiteña,“Relación de méritos (…)”, AGI, Quito, 543.
434 AN/Q, 2ª Notaría (Protocolos), t. 6, exp. 14-I-1822, fs. 1v-2.

131 Segunda parte


le fue colocado a Ontañón por otro caballero de la orden, y como testigos
oficiales fungieron tres altos oficiales de milicias.435

Para el período colonial tardío, fuera de la ceremonia oficial de la


incorporación a la Orden de Carlos III del segundo marqués de Miraflores,
Mariano Flores -celebrada más bien de manera informal y llevada a cabo en
el año 1790 por el obispo de Quito-436 no dispongo de informaciones acerca
de la incorporación de otros caballeros quiteños a las respectivas
corporaciones nobiliarias.

Hasta fines del período colonial, los hábitos de las órdenes se mantenían
como un signo de estatus social que se destacaba especialmente en las
fiestas civiles y eclesiásticas. Otra oportunidad para presentarse en público
vestido con el hábito, fue aprovechada en el año 1781 por el primer
marqués de Villa Orellana y caballero de la Orden de Santiago, Clemente
Sánchez de Orellana, cuando por solicitud de Francisco Javier Ascásubi
atestiguó en público los méritos de este para apoyarle, junto con otros
testigos, en su solicitud de una licencia real necesaria para ejercer el oficio
de abogado en la Audiencia. Mientras los demás testigos convocados por
Ascásubi, distinguidos vecinos de la ciudad, juraron ante el correspondiente
escribano la exactitud de sus declaraciones con la usual señal de la cruz, el
marqués lo hizo “con la mano derecha puesta sobre el hábito de sus pechos,
como caballero de Santiago”.437

435 Certificado del escribano de la Audiencia del 6-I-1683, según Larrea, Fichero histórico, pp. 126-127. Con
parecida solemnidad se había celebrado en 1666 la incorporación de Pedro Atanasio Maldonado, un ante-
pasado de los quiteños marqueses de Lises, en la Orden de Alcántara: “D.n Pedro Atanasio Maldonado
Sotomayor y Angulo, por Cédula que tuvo de el S.or Carlos Segundo, su fha. en San Lorenzo en cinco de
octubre de mil seiscient.s sesenta y seis años, para que fuera armado caballero en el orn. de Alcántara de
cuyo hábito le hab.a hecho mrc. S. M. por otra Cédula firmada de su R.l Mano, su fha. en Madrid en cinco
de marzo de el mismo año; y por testim.o de Alonso Laguna es.no de S. M. y público, su fha. en 1º de mayo
de mil seiscient.s setenta y ocho años en la ciudad de Arequipa de el Reino de el Perú, consta que en vir-
tud de las referidas Cédulas y de los recaudos necesarios fue armado caballero por su mismo p.e, el capi-
tán D.n Pedro Maldonado Sotomayor, caballero profeso en el mismo orn. de Alcántara, y que le pusieron las
espuelas dos hermanos suyos, D.n Juan Gervasio y D.n Domingo Maldonado, ambos caballeros del mismo
orn. de Alcántara, con asistencia de D.n Juan Sáenz de Aramburu, caballero del orn. de S.n tiago, abuelo
materno de los tres referidos herman.s, y de D.n Justino Solórzano y de el Gen.l D.n Juan Mesa del orn. de
Calatrava, y le puso el hábito el p.e prior de el con.to de San Agustín, AGI, Quito, leg. 224.
436 AN/Q, Fondo Especial. Presidencia de Quito, c. 117, vol. 275, exp. 119, f. 165-165v.
437 AGI, Quito, leg. 314. El también interrogado heredero del condado de Selva Florida, Manuel Guerrero
y Ponce de León, juró con su palabra de honor.

132 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
VI- LOS TÍTULOS DE CASTILLA

1- Los marqueses y condes quiteños

Durante el siglo XVIII, tanto en España como en la América española, la


nobleza titulada se diferenciaba como único grupo nobiliario de los
hidalgos, ya que el grupo nobiliario intermedio formado por los caballeros,
de importancia supraregional y especialmente acaudalados, nunca se había
constituido en América. Además, los miembros españoles y americanos de
las corporaciones nobiliarias, no formaban un grupo social propio, sino que
incluían tanto a los hidalgos como a la nobleza titulada.438

Al igual que las corporaciones nobiliarias, los títulos de nobleza


constituían un instrumento monárquico importante para
recompensar a los nobles que habían rendido servicios al rey y al
reino. En el siglo XVII, por causa de los permanentes apuros financieros de
la Corona, los títulos fueron otorgados, cada vez más, a cambio de un
considerable pago en dinero, situación que encontró su punto culminante
en el período de Carlos II.439 Esta política liberal de la Corona, determinada
por consideraciones financieras, hizo que para la concesión de un título
nobiliario las condiciones financieras de los pretendientes se volvieran el
criterio decisivo. Mientras tanto y frecuentemente, no se prestaba mucha
atención a la comprobación de las condiciones previas exigidas a los
candidatos, tales como la hidalguía y la limpieza de sangre. De manera que
en forma análoga al caso de los hábitos, la concesión de un título nobiliario
significaba, al mismo tiempo, el ennoblecimiento de la persona en
cuestión.440 Los títulos se vendían a un determinado pretendiente o se

438 A esto corresponde el que Atienza Hernández, por ejemplo, diferencia básicamente dos grupos de la
nobleza española, los nobles con y sin título, Atienza Hernández, Aristocracia, poder y riqueza, p. 17; para
la segunda mitad del siglo XVIII igualmente Morales Moya, Poder político, p. 531. La tendencia observada
en España, que se anuncia ya en el siglo XVIII y se impone completamente en el siglo XIX, de equiparar
los títulos nobiliarios con la única verdadera nobleza, no se puede observar en la Audiencia de Quito en
el período estudiado, Domínguez Ortiz, Sociedad y estado, p. 349; el mismo, Las clases privilegiadas, p. 71.
439 Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas, pp. 71-75.
440 Por esto, a veces los títulos nobiliarios fueron a parar aun en acaudalados conversos, Atienza
Hernández, Aristocracia, poder y riqueza, pp. 41-42, 48. Por lo tanto, en España y especialmente entre las
familias de la alta aristocracia de abolengo, se llegaba con alguna frecuencia a protestas contra la incor-
poración a su grupo de personas de “dudoso” origen social, Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas, p.
74. En principio, sin embargo, la obtención de un título nobiliario contra el pago de una considerable suma
de dinero no estaba mal vista, ya que un título nobiliario no cambiaba de manera decisiva la situación
social del beneficiado, considerado ya como noble, al menos en teoría, sino que significaba una distin-
ción especialmente honorífica y una revaloración de su estatus nobiliario, a diferencia de la compra de
un privilegio de hidalguía, con la cual la persona en cuestión ascendía a otro estamento social más alto,
Domínguez Ortiz, op. cit., p. 73.

133 Segunda parte


ofrecían a la venta en un número mayor, con lo cual el producto obtenido
no solamente se empleaba para mejorar las finanzas de la Corona, sino que,
en casos aislados, también se ponía a disposición de las instituciones
religiosas, especialmente de los conventos.441

La concesión de los títulos nobiliarios a súbditos americanos, en


rápido crecimiento desde fines del siglo XVII, se mantuvo también
en el siglo XVIII.442 A comienzos del siglo XIX, un total de once
poseedores de títulos nobiliarios estaban asentados en la Audiencia y todos
tenían su residencia en la ciudad de Quito.

CUADR O 6

Los títulos de Castilla quiteños 443


Marquesados Condados Concesión

Maenza 1625
Selva Florida 1692
Solanda 1700
1703
Villa Rocha
(originalmente 1574)
Lises 1745
Selva Alegre 1747
Miraflores 1751
Villa Orellana 1753
Real Agrado 1771
Casa Jijón 1784
San José 1815

441 Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas.


442 Cfr. para la Nueva España, The Mexican Nobility, pp. 29-32; para el Perú Rizo-Patrón, “La nobleza de
Lima”; para Chile Barbier,“Elites and Cadres”.
443 La mayor parte de la documentación sobre los títulos nobiliarios quiteños (al igual que de los demás
títulos españoles e hispanoamericanos) se encuentra en el AHN/M, pero no está completa para todos los
títulos. En el siglo XVIII la denominación de los diversos títulos nobiliarios se dejaba en gran parte al arbitrio
de los beneficiados. En primer lugar, esto valía para la elección entre los títulos de conde o marqués, entre
los que no existía una diferencia de rango, a pesar de que el más antiguo, y por lo tanto inicialmente más
prestigioso título de conde fue desplazado en el siglo XVIII por el de marqués, menos frecuente y, por ello,
cada vez más estimado, Atienza, Diccionario nobiliario, p. 26; Morales Moya, Poder político, tomo 2, pp. 616-
617. La libre elección entre los títulos de conde o marqués está explícitamente señalada en la Real
Cédula de merced (2-VIII-1744) para el título a otorgarse del marquesado de Miraflores, Títulos nobiliarios,
p. 40 (nota 4).

134 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Con excepción del marquesado de Solanda, todos los títulos nobiliarios
solicitados desde la Audiencia de Quito y otorgados en ella tenían su origen
en la Sierra norte y central. La mayor parte de las familias nobles vivía ya en
Quito en el momento de la concesión del título; pero algunas casas nobles -
a saber, los marquesados de Lises y de Miraflores así como el condado del
Real Agrado- trasladaron la sede principal de su residencia a la capital de la
Audiencia, sólo después de haber obtenido el título.444

Los títulos de dos marquesados quiteños fueron otorgados originalmente en


España. El marquesado de Maenza, a la vez el título nobiliario más antiguo del
distrito, fue otorgado por el rey Felipe IV en el año 1625 a Luis de Guzmán y
Vásquez por sus méritos y los de su padre.445 El título tuvo su nombre de las
“tierras de Maenza en […] nuestros Reinos de Sicilia”, pero no incluía, al igual
que los demás títulos nobiliarios quiteños, derecho señorial alguno.446 El solar
de la familia Guzmán había sido la ciudad de Sevilla (Andalucía), hasta que el
sexto marqués de Maenza, Manuel de Aranda Guzmán y Loaysa, se trasladó en
el año 1707 al Perú como corregidor designado de Catacambo. Su hija nacida
en Lima, la séptima marquesa de Maenza, Mariana de Aranda, se casó en 1730
en su ciudad natal con el terrateniente quiteño Gregorio Matheu y de la
Escalera. Se trasladó a la ciudad de su esposo.

Asimismo, el marquesado de Villa Rocha había sido otorgado


originalmente en el año 1574, con la denominación de “marquesado de la
Rocha”, a un noble de la península ibérica, el caballero de la Orden de
Santiago, Antonio Andrés Tirandia de la Rocha, quien, durante más de
cuarenta años había ocupado altos cargos militares en Italia, Flandes y en la
Real Armada. Sin embargo, la merced real no entró en vigor, puesto que
Tirandia no pudo cumplir con la exigencia de comprobar una renta anual
de al menos 2.000 ducados. Solamente el tataranieto de Antonio, José
Antonio de la Rocha y Carranza, nacido en Quito, reclamó para sí el

444 El primer marqués de Lises, Ramón Joaquín Maldonado, había nacido en Riobamba, pero murió en
1748 en el Corregimiento de Quito. Su hijo Joaquín fue enterrado en la ciudad de Quito, Moreno Egas,
Vecinos de la Catedral (1704-1800), p. 155. El primer marqués de Miraflores, Antonio Flores, era oriundo de
Latacunga, pero fue enterrado en Quito (1751), op.cit., p. 108. La familia, sin embargo, mantuvo una mag-
nífica casa en la plaza mayor de Latacunga, en la cual todavía vivió el hijo de Antonio, Mariano. El primer
conde del Real Agrado, José Anselmo Villavicencio, a su vez provenía de Riobamba, mientras que su hijo
se estableció en Quito, donde también fue enterrado (1789), op. cit., p. 271. También la familia Villavicencio
mantuvo sus bienes raíces urbanos en su lugar de origen.
445 Real Cédula del 31-V-1625, AGI, Títulos de Castilla, leg. 6. La copia de una copia del original redac-
tado en latín, elaborada en mayo de 1625, se encuentra en ANC/B, Nº 32, Impuestos Varios, t. IV/11, f.
693-693v.
446 ANC/B, Nº 32, Impuestos Varios, t. IV/11, f. 693-693v.

135 Segunda parte


marquesado a fines del siglo XVII. El rey Felipe V emitió el título con la
denominación de marqués de Villa Rocha en el año 1703.447

Por otra parte, el título de marqués de Selva Alegre fue otorgado, en 1747 a
Juan Pío Montúfar y Fraso quien, en el año 1746, había sido nombrado
corregidor de la provincia de Camaná en el Perú.448

Los otros ocho títulos, del período colonial tardío en la Audiencia, fueron
otorgados originalmente a súbditos americanos de la Corona. La concesión
de los títulos nobiliarios americanos se orientó, en gran medida conforme a
las normas y costumbres vigentes en la metrópoli. Según estas, se honraban
especialmente los méritos militares y el ejercicio de altos cargos.449

Desde el gobierno de Carlos II, los títulos americanos también se otorgaron


por servicios financieros. Por primera vez en 1672, el monarca otorgó un
poder al virrey del Perú para la venta de cuatro títulos nobiliarios. Tres años
más tarde un poder igual fue entregado al virrey de la Nueva España.450 En
una Real Cédula del año 1695 (con efecto retroactivo desde el año 1680) la
suma a pagarse por un título nobiliario americano fue fijada en 22.000
ducados.451

De los once títulos nobiliarios quiteños, cinco fueron otorgados por


servicios financieros. Para el condado de Selva Florida, que el virrey del

447 “R.l Despacho de Vizconde de Villa Carranza, cancelado, y Marqués de Villa Rocha” del 17-VII-1703,
ANH/M, Consejos, leg. 8.976, Nº 154. Un duplicado del título con el texto completo de la Real Cédula ori-
ginal se encuentra en AC/Q, Colección González Suárez, c. XXXVII, exp. 3 (18-VII-1703); cfr. Rocha y
Carranza (José Antonio de la): “Expediente sobre la concesión del título de Castilla (1689-1697), AHN/M,
Consejos, leg. 4.753, Nº 10.
448 Beerman,“El Marqués de Selva Alegre”, p. 27.
449 Acerca de los fundamentos y condiciones jurídicas y efectivas para la concesión de los títulos nobilia-
rios a súbditos americanos cfr. Lira Montt,“La concesión de títulos de Castilla”; el mismo,“Normas sobre la
concesión”; para la metrópoli durante el siglo XVIII cfr. Morales Moya,“Movilidad social”. En vista del núme-
ro relativamente pequeño de títulos otorgados en el período de conquista y colonial temprano, ante todo
el marquesado del Valle de Oaxaca a Hernán Cortés y el marquesado de la Conquista a Francisco
Pizarro, y del hecho de que pocos representantes importantes de la nobleza titulada española emigraron
a América, en principio el potencial conflictivo entre una antigua nobleza de sangre y una nobleza “de
dinero” de más reciente fecha estuvo más reducido que en la Península Ibérica.
450 “Consulta del Consejo de las Indias sobre una proposición de que se beneficien en las Indias ciento y
cincuenta Títulos de Castilla”, 19-VII-1675, Colección de Documentos, tomo 2/2, pp. 616-619. La propuesta
de un súbdito peruano allí tratada de otorgar 150 títulos nobiliarios y además 1.000 hábitos, fue negada
por el Consejo de Indias con el argumento de que no existían suficientes “personas de lustre, calidad y
caudal”, para poder enajenar un número tan alto de títulos.
451 Para los títulos españoles se trataba de 30.000 ducados, “El Virrey Conde de Moncloa al Conde de
Selva Florida: sobre ingresos de 22.000 p.s a las Cajas Reales para que los títulos sean perpetuos”, 3-IV-1695,
AGI, Quito, leg. 34 B. No obstante, en realidad se seguía otorgando títulos también por sumas inferiores,
Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas, p. 76.

136 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Perú otorgó en el año 1692 a Manuel Ponce de León Castillejo, este pagó
en los años siguientes la recién fijada suma de 22.000 pesos.452 La Cédula
para el título destacó, fuera del pago de dinero, la descendencia de Manuel
de “padres y abuelos calificados por ambas líneas […], que sirvieron a su
Maj.d en este Reino y en los de España con diferentes cargos y oficios que
se les encomendaron”.453

Asimismo el primer marqués de Solanda, Antonio Sánchez de Orellana,


recibió, en 1700, su título contra el pago de una considerable suma de
dinero, que alcanzaba, según diferentes fuentes, 9.000 o 30.000 pesos.454 La
Real Cédula del título señala como justificación de la merced real solamente
la “calidad” personal de Antonio.455 En el año 1745, Ramón Joaquín
Maldonado fue distinguido, por el pago de 22.000 pesos, con el marquesado
de Lises. Su producto, junto con el de otro título nobiliario, fue puesto a
disposición del convento carmelita de Madrid.456 Así, en 1753 el monasterio
de Santa Engracia en Zaragoza recibió 22.000 pesos pagados por Clemente
Sánchez de Orellana por su título de marqués de Villa Orellana.457

Dos años antes el rey Fernando VI había otorgado el marquesado de


Miraflores, por 25.000 pesos, a Antonio Flores y Vergara. El marquesado
pertenecía a un grupo de otros títulos nobiliarios que -para mejorar la

452 Título del virrey del Perú Melchor Portocarrero, conde de Moncloa, del 3-VI-1692, AGI, Quito, leg. 34 B. El
poder del virrey estaba basado en una Real Cédula de Carlos II del 2-II-1692. El producto de este y otros
títulos otorgados en el mismo período estaba pensado para cancelar r deudas de la Corona con un ante-
rior agente general real en Roma, doc. cit.
453 AGI, Quito, leg. 34 B. Manuel tuvo seis años de plazo, para hacer confirmar y por lo tanto validar el títu-
lo virreinal por parte del rey,“El Virrey Conde de Moncloa al Conde de Selva Florida: sobre trámites para
la confirmación del título”, 28-VIII-1699, AHBC/Q, Documentos Misceláneos, Nº 29/19. Una Cédula corres-
pondiente no se halla ni en los archivos nacionales de Bogotá y Quito, ni en Madrid; ni siquiera existe un
registro de ella. En 1699 el Consejo de Indias aceptó la extensión de una real “confirmación” del título, con
la condición de que Manuel tuviera que pagar en Quito las tasas vinculadas a la concesión del título, AGI,
Quito, leg. 34 B.
454 Herzog,“La empresa administrativa”, p. 3.
455 Cédula del 27-IV-1700, AHN/M, Consejo, leg. 8.975, Nº 129. La copia del título para el marqués, ricamen-
te elaborada y envuelta en terciopelo, se encuentra en el AHBC/Q, Documentos Particulares, Nº 578.
Pocos años antes Antonio había recibido, igualmente después del pago de una fuerte suma de dinero,
el cargo de gobernador y capitán general de la provincia de Mainas al este de los Andes, del que tomó
posesión en 1700.
456 Real Cédula del título del 26-IX-1745, AHN/M, Consejo, leg. 8.978, Nº 831. Con la suma pagada por
Ramón (y el otro beneficiado) por el título,“que es la cantidad de su estima.ón”, debían pagarse al men-
cionado convento reparaciones urgentemente necesitadas. El convento había podido escoger los can-
didatos para los títulos, AHN/M, Consejo, leg. 8.978, Nº 831 y leg. 2.757, Nº 110 (1741.)
457 AHN/M, Consejos, leg. 11.752, Nº 1; cfr. AGI, Quito, leg. 542. La Real Cédula del título del 6-II-1753 se
encuentra en el “Archivo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas” (Madrid), Guzmán, Títulos
nobiliarios, p. 63. Además, el título está registrado como “asiento de despacho de Vizcondado de Antisana
y de Marqués de Villa Orellana” del 6-II-1753 en AHN/M, Consejos, Libro 625.

137 Segunda parte


finanzas de la Corona fuertemente cargadas por los gastos de guerra- el
padre de Fernando había entregado al virrey del Perú para su concesión.458

En lo que toca a los restantes cuatro títulos de la Audiencia, estos se


otorgaron sin erogaciones financieras,y la distinción fue justificada, en la
mayoría de los casos, por el alto rango social y los méritos especiales de los
beneficiados.

En la Real Cédula del marquesado de Selva Alegre, del año 1747 -que Juan
Pío Montúfar, nacido en Granada recibió pocos años antes de tomar
posesión de la presidencia de la Audiencia de Quito (1753)- se señalan
expresamente “la calidad, méritos y circunstancias” de la ya en ese entonces
designado presidente.459

El condado del Real Agrado fue concedido, en el año 1771, a José Anselmo
Villavicencio y Maldonado en reconocimiento por su “lustre, distinguida
calidad y circunstancias” así como por el “celo, aplicación y desinterés”
durante su período como alférez real de Riobamba.460

Para entender los motivos para la concesión del condado de Casa Jijón, que
Miguel de Jijón obtuvo en el año 1784, faltan tanto el título mismo como
otros datos más exactos del contexto de esta distinción.461 Por su
intervención a favor del desarrollo económico de España así como de las
provincias ultramarinas, el conde era un personaje bien conocido en la corte
española y, desde 1776, era miembro de la Sociedad de Amigos del País en
Madrid.462

El último título nobiliario quiteño, el marquesado de San José, fue concedido


por el rey Fernando VII en el año 1815 a Manuel de Larrea y Jijón.463 Ya en el
año 1804 Manuel había procurado conseguir uno de los dos títulos
nobiliarios ofrecidos por Carlos IV en el virreinato de la Nueva Granada, para

458 Real Cédula del 16-III-1751, AHBC/Q, Documentos Particulares, Nº 599; cfr. AHN/M, Consejos, lib. 625
(1751).
459 Real Cédula del 13-VII-1747, AHN/M, Consejos, leg. 8.978, Nº 844.
460 Real Cédula del 20-VIII-1771, AGI, Títulos de Castilla, leg. 7 B.
461 La Real Cédula del título no existe en los archivos consultados. Existe, sin embargo, una nota sobre la
extensión de la merced precedente al título con la fecha de concesión de 3-VI-1784 en AHN/M, Consejos,
libro 2.753, Nº 8; cfr. también libro 629, f. 168-168v y Guzmán, Títulos nobiliarios, p. 74. Según José de Larrea, el
nieto de Manuel, el hermano de Miguel, el conde había recibido el título por diversos servicios, entre ellos la
erección, por cuenta propia, de un nuevo barrio en la ciudad española de Málaga, Escrito de Larrea al
Consejo de Indias del 21-XII-1809, AGI, Quito, leg. 221; AGI, Títulos de Castilla, leg. 2.
462 Cfr. Defourneaux,“Un ´ilustrado´quiteño.
463 Título del 6-VIII-1815, AGI, Quito, Títulos de Castilla, leg. 9.

138 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
cuya concesión el virrey había solicitado a las Audiencias de su jurisdicción
propusieran a candidatos idóneos. En el mismo año el Cabildo quiteño había
aprobado la candidatura de Larrea, puesto que los documentos por él
entregados “justifican el antiguo lustre de su Casa, el mérito personal de su
conducta y las facultades que posee”.464 Sin embargo, a causa de las revueltas
políticas y luchas independentistas que estallaron pocos años después en
España y América, los títulos ofrecidos ya no fueron concedidos. No obstante,
en el año 1813 Larrea nuevamente procuró conseguir un título nobiliario,
que finalmente le fue concedido dos años más tarde. El título no estuvo
vinculado a ningún pago anterior, pero se consideró como reconocimiento de
varios gastos financieros que Larrea había realizado para el restablecimiento
del orden público en la ciudad de Quito y en la región, después del
movimiento independentista quiteño de 1809 a 1812, razón por la cual el
presidente interino de la Audiencia, José Toribio Montes, había intercedido a
su favor.465 Por cierto, la concesión del título inmediatamente dio con la
vehemente protesta de una parte de la clase superior quiteña. Algunos
regidores y funcionarios de la Audiencia exigieron el inmediato retiro del
título. Las protestas se fundamentaban en la participación activa de Larrea en
los antecedentes de los movimientos independentistas quiteños, de los que el
Cabildo informó al Consejo de Indias mediante el envío de algunos
documentos oficiales entre los años 1809 y 1812.466 Sin embargo, el Consejo
de Indias negó el retiro del título.467

Por otro lado, en el año 1814 también Pedro Pérez Muñoz solicitó a la
Corona la concesión de un título nobiliario. La argumentación de su
solicitud se basaba exclusivamente en la fidelidad de su familia hacia el rey
durante los movimientos independentistas quiteños, cuando su suegro
Pedro Calisto y Muñoz y el hijo de este, Nicolás, habían sido fusilados por
orden de la Junta de Gobierno quiteña.468 En 1819, Pérez Muñoz recibió la

464 AMH/Q, Nº 137, Actas del Concejo, acta de la sesión de 5-X-1804, fs. 240v-241v.
465 Según Montes, Larrea había donado un total de 6.500 pesos para la reorganización de las fuerzas
armadas, Escrito de Montes al Consejo de Indias del 7-XII-1813, AGI, Quito, leg. 219. Consecuentemente
Fernando VII justificó la concesión del marquesado a Manuel en la Real Cédula del título con los “méritos
y servicios” de éste y “vuestra constante adhesión a mi R.l Persona, y la generosidad con que habéis con-
tribuido en el tiempo de mayor escasez para los gastos y subsistencia de mis ejércitos”, AGI, Títulos de
Castilla, leg. 9.
466 Cfr. para ello el escrito del tesorero de la Real Hacienda, Atanasio Larios, al rey del 22-VII-1816, en el
que éste hacía constar “que los méritos y servicios del citado Larrea, están fundados en haber sido uno
de los principales corifeos de los alzamientos, como miembro de las infames juntas revolucionarias”,
AHBC/Q, Documentos Misceláneos, Nº 4/28; cfr. el escrito del Cabildo al Consejo de Indias del 21-V-1818,
AGI, Quito, leg. 276.
467 Cfr. los diversos documentos del Consejo de Indias de los años de 1817 y 1819, AGI, Quito, leg. 276.
468 Relación de Pedro Pérez Muñoz del 17-II-1817, AGI, Quito, leg. 543.

139 Segunda parte


merced real de un título nobiliario a favor de su hijo José María. No
obstante, puesto que este permaneció desparecido por varios años, no se
pudo emitir la respectiva Real Cédula. Posteriormente, en 1830, Pérez
Muñoz, que había emigrado a Jerez de la Frontera en Andalucía, solicitó el
título nobiliario para él, el cual fue emitido en 1832 con el título de
marqués de Casa Fiel Pérez Calisto.

Finalmente, otras tres peticiones de títulos nobiliarios fueron rechazadas o


no consideradas. Fuera de la ya mencionada solicitud de Manuel Diez de la
Peña, de los años 1770469, Joaquín Sánchez de Orellana, un hermano del
segundo marqués de Villa Orellana, Jacinto Sánchez de Orellana, al igual
que el posterior marqués de San José, Manuel de Larrea, habían aspirado a
uno de los dos títulos anunciados en el año 1804 para el virreinato de
Nueva Granada, cuando el Cabildo quiteño había apoyado la solicitud de
Joaquín.470

En el año 1791, Jacinto Bejarano había gestionado un título nobiliario. Fue


coronel del batallón de infantería de las milicias de Guayaquil, y la única
persona no asentada en la Sierra norte y central -además del primer marqués
de Solanda, Antonio Sánchez de Orellana. Su solicitud fue negada por el
Consejo de Indias por falta de méritos.471

Justamente, un año antes Carlos IV mediante una Real Cédula, había


creado por vez primera un fundamento jurídico claro acerca de las
condiciones previas a demostrarse por parte de todo candidato a un título
nobiliario. Estas se referían a la “nobleza, riqueza y servicios personales”.472
El criterio de riqueza no solamente debía garantizar la base financiera
necesaria para un modo de vida acorde al rango del noble beneficiado, sino
que también contemplaba el hecho que muchos nobles no pagaban o no
podían pagar las tasas y derechos relacionados con su título.

469 Cfr. el acápite B. IV. 4.


470 AMH/Q, Nº 137, Actas del Concejo, acta de la sesión del 18-X-1804, f. 242v.
471 Cfr. la anotación en el “Índice de expedientes del negociado de Quito desde el año de 1760 hasta el
de 18(…)”, AGI, Quito, leg. 277.
472 AHN/M, Consejos, lib. 1.529, Nº 50, exp. 13-XI-1790, fs. 289-292. A esto precedió un informe del entonces
fiscal del Consejo de Indias, José de Cistué, quien durante su anterior ejercicio como fiscal de las
Audiencias de Quito y de Guatemala había constatado que, según consta en la Cédula de Carlos IV,“o
por compra o por gracias obrepticias y subrepticias han conseguido títulos de Castilla en ambas
Américas personas a quienes en inteligencia de sus circunstancias, del estado llano, y de otras, y de falta
de mérito personal, o de sus ascendientes, no les hubiera concedido, o que no tenían caudales para
mantener con decencia sus títulos o, aunque los tuvieran, eran bienes divisibles entre sus hijos, con lo cual
estos ya no podían mantener el lustre, y unos y otros han defraudado el derecho de lanzas y medias ana-
tas con perjuicio de mi Real Erario”, doc. cit., fs. 289v-290.

140 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Si un título nobiliario no estaba expresamente exento del pago de
determinados derechos en el momento de la concesión o de la herencia,
devengaba el derecho de la media anata así como el pago anual de las lanzas.
La media anata válida para los títulos americanos del período colonial tardío se
ubicaba en 1.220 pesos y un real, con el doble de la suma para sucesores de
una línea colateral de la respectiva familia.473

Desde la publicación de una Real Cédula de Carlos III del año 1773, los
virreyes americanos estaban autorizados oficialmente a extender una
confirmación provisional a los sucesores de los títulos nobiliarios
americanos.474 Sin embargo, solamente con la emisión de una Real Carta de
Sucesión el traspaso se hacía válido, carta que, a su vez, debía ser posterior al
pago de las tasas y derechos debidos, incluyendo eventuales remanentes. Al
mismo tiempo se ofrecía a los nobles la posibilidad de librarse de todas las
futuras exigencias de lanzas mediante un único pago de 10.000 pesos. En
cambio, el título de aquellos nobles que no podían pagar sus deudas, debía
suspenderse hasta que estos o uno de sus descendientes o parientes más
cercanos saldaran las deudas y pagaran además los mencionados 10.000 pesos.

De los once títulos nobiliarios de la Audiencia de Quito, los marquesados de


Miraflores y de San José estaban exentos de las medias anatas y lanzas, y el
marquesado de Villa Orellana solamente de las lanzas. Además, el
marquesado de Maenza, como título italiano, estaba automáticamente exento
de ambos derechos.475 Para los demás marquesados y condados -que hasta la
década de 1770 generalmente habían sido heredados sin el pago de las medias
anatas y lanzas y sin la obtención de una carta de sucesión- el entonces

473 Informe del virrey de la Nueva Granada del 28-V-1773, ANC/B, Nº 32, Impuestos Varios, t. IV/7. Además
se cobraba la media anata para el nombramiento de vizconde, que siempre precedía, en forma inme-
diata, la concesión de un condado o marquesado y que del mismo modo se anulaba directamente,
“R.l Ordenanza del dro. de media anata” del 16-II-1696, Nº 18, AGI, Indiferente General, leg. 1.839. En 1631
el pago de las lanzas había sustituido a la obligación de los nobles de alto rango y de las ciudades,
determinada por los Reyes Católicos, de mantener a disposición soldados equipados (lanzas). En el año
1749 un fiscal de la Audiencia de Santa Fe de Bogotá, encargado del cobro de las deudas de lanzas
en el virreinato de la Nueva Granada, elaboró un informe detallado acerca de los fundamentos jurídi-
cos y de la evolución histórica de este derecho en la península ibérica, “Gómez Andrade, Pedro, oidor
decano de la real Audiencia de Quito, juez de ventas y composiciones de tierras, medias anatas, lan-
zas y otros derechos a favor del Real Erario; su orden sobre el cobro de ellos a los Marqueses, Condes y
demás títulos de Castilla que residían en la dicha Real Audiencia. Año de 1748”, documento adjunto
del fiscal, 7-VI-1749, ANC/B, Nº 32, Impuestos Varios, t. I/32, fs. 507v-509; cfr. Atienza Hernández,
Aristocracia, poder y riqueza, p. 50.
474 Acerca de los reglamentos de sucesión del período colonial tardío cfr. las Reales Cédulas del 28-III-
1794 (con la reproducción de la Cédula del 6-IX-1773), AHN/M, Consejos, lib. 1.497, Nº 39, del 6-III-1804;
AHN/M, Reales Cédulas, Nº 1.549, y del 7-VIII-1806, AGI, Indiferente General, leg. 1.839.
475 “R.l Ordenanza del dro. de media anata. 1664”, p. 19, Nº 49 (“Títulos de Italia”), AGI, Indiferente General,
leg. 1.839; cfr. la copia de la Cédula de merced del marquesado de Maenza de mayo de 1625, ANC/B,
Nº 32, Impuestos Varios, t. IV/11, fs. 630-879.

141 Segunda parte


impulsado cobro de las deudas, frecuentemente acumuladas a lo largo de
varias generaciones, se convirtió en un gran problema, y para algunas familias
significó la pérdida, al menos temporal, de sus títulos (Cuadro 7).476

CUADR O 7

Deudas de las tasas de los títulos de Castilla en el año 1774


(en pesos, reales) 477
Título medias ana tas la nzas total

Lises 8.378,2 478


Real Agrado 1.220,1 (1x) 1.593 2.813,1
Selva Alegre 1.220,1 (1x) 14.337 15.557,1
Selva Florida 2.440,2 (2x) 29.430 31.870,2
Villa Rocha 3.660,3 (3x) 23.364 26.994,3
Solanda 5.609,5 1/2 5.609,5 1/2 479

Originalmente, el pago del derecho anual de lanzas para el marquesado de


Solanda, se había asegurado con un juro de heredad por un derecho de
tercio medio por ciento. Este debía pagar la ciudad española de Salamanca;
sin embargo, en 1760, se lo disolvió a favor de la Real Hacienda.

En el curso de las negociaciones con la junta de lanzas, instalada por Orden


Real por la Audiencia de Bogotá, para solucionar la cuestión de las deudas,
el marqués Fernando Sánchez de Orellana y Rada ofreció, en caso de no
hallarse un acuerdo, su renuncia al título. Con la eliminación del juro el
título ya no estaba vinculado a mayorazgo o a renta alguna, con la cual
podrían pagarse las lanzas debidas a futuro.480 Finalmente se llegó a un

476 Una primera investigación de las deudas se había realizado ya a fines de los años 1740, “Gómez de
Andrade, Pedro, oidor decano de la real Audiencia de Quito, juez de ventas y composiciones de tierras,
medias anatas, lanzas y otros derechos (…). Año 1748”, ANC/B, Nº 32, Impuestos Varios, t. I/32.
477 Lista de la Real Contaduría de Quito, 9-VIII-1774, ANC/B, Nº 32, Impuestos Varios, t. IV/11, fs. 766v-769v.
478 Fines de 1761, Informe del tribunal de cuentas de la Audiencia de Santa Fe de Bogotá del 9-IX-1762,
“Borja y Larraspuru, Manuela, vecina de Quito, viuda de Joaquín Maldonado, póstumo poseedor del
Marquesado de Lises; su solicitud de exención del pago de derecho de lanzas por el título nobiliario de
su difunto marido. Año 1762”, ANC/B, Nº 32, Impuestos Varios, t. IV/7, f. 529v. El marquesado de Lises no cons-
ta en la lista de 1774 por falta de documentos en este entonces.
479 Situación en 1768, según el informe del contador general de lanzas y medias anatas del Perú [sic],
Miguel de Arriaga, del 4-XI-1768, “Sobre el dro. de exacción de lanzas del Señor Marqués de Solanda,
deán”, AN/Q, Vínculos y Mayorazgos, exp. 20-VI-1749.
480 Cfr. el poder de Fernando a su pariente Jacinto Sánchez de Orellana y Chiriboga, quien en este enton-
ces se encontraba en Europa, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 411, exp. 24-X-1775, f. 157-157v.

142 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
arreglo, cuando el rey, después de consultar al Consejo de Indias, propuso al
marqués el pago de 14.000 pesos, con lo cual debían estar saldadas tanto las
lanzas adeudadas hasta el momento, como todas las exigencias futuras. A
raíz de esto, el caso fue cerrado.481

Un arreglo parecido se acordó también en el caso del marquesado de Selva


Alegre. Juan Pío Montúfar y Larrea, el hijo del primer marqués, negoció
con la junta de Bogotá un pago único de 12.000 pesos, con el que se
saldaban todas las deudas y las futuras exigencias de derechos.482

Al parecer, también para el marquesado de Villa Rocha se encontró una


solución. Inicialmente, en el año 1775 el virrey declaró que el título
permanecía suspendido según la Real Cédula de 1773, hasta que se
pagaran las deudas.483 Esto obviamente se efectuó en los años posteriores,
puesto que en el año 1793, José Carcelén y Pérez de Ubillús recibió de
Carlos IV una carta de sucesión para recibir el título.484

A diferencia de los exitosos ajustes para el arreglo de las deudas descritos


hasta aquí, con los demás marquesados y condados no se llegó a acuerdos.
En el caso del marquesado de Lises, la negociación con la Audiencia de
Quito y la junta de lanzas de Bogotá, fue llevada inicialmente por
Manuela de Borja, la viuda del segundo marqués, Joaquín Maldonado, y
desde 1777 por sus hijos Ramón y Joaquín, para lograr una condonación
total de las deudas. En vista de la precaria situación financiera de la
familia, tanto Manuela como sus hijos, declararon varias veces su renuncia
al título nobiliario.485

481 Consulta al Consejo de Indias del 15-IX-1781, AGI, Quito, legs. 217 y 277.
482 “Montúfar, Juan Pío, vecino de Quito, hijo del Marqués de Selva Alegre; su pedimento sobre satisfac-
ción de los derechos de media anata y lanzas por el dicho título de su difunto padre”, ANC/B, Nº 32,
Impuestos Varios, t. XVII/35, fs. 955-1012.
483 ANC/B, Nº 32, Impuestos Varios, t. IV/7, f. 507.
484 AGI, Títulos de Castilla, leg. 12 B. La documentación del ANC/B se corta en 1774, a pesar de que en
este momento todavía no se había encontrado solución alguna para la cuestión de las deudas, ANC/B,
Nº 32, Impuestos Varios, t. I/32, fs. 500-528, t. IV/11, fs. 630-879 y t. IV/7, fs. 476-546; AN/Q, 5ª Notaría
(Protocolos), t. 117, exp. 7-IV-1774, fs. 33v-34.
485 “Borja y Larraspurru, Manuela, vecina de Quito, viuda de Joaquín Maldonado, póstumo poseedor del
Marquesado de Lises, su solicitud de exención del pago de derechos de lanzas, por el título nobiliario de
su difunto marido. Año 1762”, ANC/B, Nº 32, Impuestos Varios, t. IV/7, fs. 476-546. La documentación del caso
se corta, sin solución evidente, en el año 1778. En los diversos documentos de la Audiencia o del Cabildo
tanto Manuela como su hijo primogénito Ramón, muy rara vez son denominados marquesa o marqués.
En el año 1748 el primer marqués de Lises, al igual que su nuera Manuela en 1769, fueron todavía anota-
dos con su título en el libro de defunciones de la parroquia de El Sagrario, no así el hijo de Manuela y here-
dero del título, Ramón (1797), Moreno Egas, Vecinos de la Catedral (1704-1800), pp. 60, 155.

143 Segunda parte


Dificultades similares se dieron en las negociaciones por las deudas del
condado del Real Agrado, para el cual tampoco se encontró solución alguna
hasta 1777. Por esta razón los funcionarios de la real Hacienda intentaron
cobrar las deudas mediante la confiscación y enajenación de los bienes del
difunto primer conde del Real Agrado, José Anselmo de Villavicencio.486
Desde 1774 el hijo de José Anselmo, Juan Fernando, negoció sin éxito una
condonación de deudas y ofreció, para el caso de un fracaso definitivo de las
negociaciones, su renuncia al título.487

Tampoco se encontró solución para las extremadamente altas deudas del


condado de Selva Florida. Al igual que en el caso del marquesado de Villa
Rocha, el virrey en el año 1775 decidió la suspensión del título.488
Posteriormente, ningún miembro de la familia Guerrero y Ponce de León
solicitó una carta de sucesión.489

2- La posición social de los títulos de Castilla al interior


de la nobleza quiteña

Cuando en el año 1774, el sucesor en el condado del Real Agrado, Juan


Fernando de Villavicencio ofreció la renuncia a todos los derechos al condado,
en vista de la imposibilidad de cumplir con la exigencia de saldar las deudas y
de realizar un único pago para las futuras exigencias de lanzas, señaló el
“honor y graduación de su casa y familia” vinculados al título nobiliario.490
En el período colonial tardío en la ciudad de Quito y la Sierra norte y
central, los títulos nobiliarios representaban la distinción social más
alta que una persona y una familia podían alcanzar. A esto corresponde
la consideración y el tratamiento de los marqueses y condes entre la población
y por parte de las instituciones administrativas locales como representantes
destacados de la sociedad.

486 ANC/B, Nº 32, Impuestos Varios, t. IV/11, fs. 768v-769, 783v-791v.


487 AN/Q, 6ª Notaría (Protocolos), t. 97, exp. 29-IX-1774, fs. 53-54. En diversos registros de las notarías quiteñas
Juan Fernando es señalado como conde, AN/Q, Notarías (Protocolos). También en el libro de defunciones
de la parroquia de El Sagrario Juan es registrado con el título nobiliario (1789), Moreno Egas, Vecinos de la
catedral (1704-1800), p. 271. Después de él no hubo, sin embargo, otros condes del Real Agrado.
488 ANC/B, Nº 32, Impuestos Varios, t. IV/7, f. 507.
489 La documentación relacionada con el problema de las deudas en el ANC/B se corta en el año 1774,
ANC/B, Nº 32, Impuestos Varios, t. IV/7, fs. 476-546 y t. IV/11, fs. 630-879. De vez en cuando, en diversos docu-
mentos, Manuel Guerrero y Ponce de León es designado como conde, no así su hermano Ignacio quien
le sobrevivió por pocas semanas, ni su hijo Juan José, AN/Q, Notarías (Protocolos). Los hermanos Manuel e
Ignacio Guerrero, en cambio, son titulados como condes en la lista de defunciones de la parroquia de El
Sagrario, Moreno Egas, Vecinos de la catedral (1704-1800), pp. 124-125.
490 AN/Q, 6ª Notaría (Protocolos), t. 97, exp. 29-IX-1774, fs. 53-54.

144 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
A diferencia, de los caballeros de hábito, en general, la nobleza titulada fue
destacada especialmente en las ceremonias estatales y eclesiásticas públicas,
como por ejemplo en las ceremonias fúnebres por el difunto rey Carlos III
en la primavera de 1789. Según un informe del Cabildo quiteño, la orden
de duelo público en abril del mencionado año, emitida por la Audiencia, se
dirigía expresamente a “el tribunal de esta Real Audiencia, cabildos secular
y eclesiástico, títulos de Castilla, oficiales de la tropa y demás vecindario
noble”.491 Las exequias en la catedral se celebraron en el siguiente mes de
mayo, por parte del “clero secular y regular” en presencia de “los títulos de
Castilla y de toda la nobleza de ambos sexos”.492

A pesar de su consideración, frecuentemente especial en la vida pública de


la ciudad, los títulos de Castilla quiteños no formaban un grupo o estrato
social homogéneo propio. No disponían de privilegios y derechos
consuetudinarios reservados exclusivamente para ellos, ni es posible
constatar en el número de por sí relativamente pequeño de los títulos
quiteños, una conciencia específica de grupo de superioridad social y la
delimitación frente a los demás nobles de la ciudad.

Sin embargo, se puede constatar claras diferencias de rango entre los quiteños
poseedores de títulos nobiliarios. Así, las festividades por la coronación de
Carlos IV, que siguieron a las mencionadas ceremonias de duelo por la muerte
de Carlos III, reflejan no solamente la reputación particular prestada por
principio a la nobleza titulada, sino también la jerarquía informal entre los
mismos títulos quiteños. Tal como era usual en las ceremonias públicas
importantes, en la celebración de la coronación de Carlos IV, también
participaron los representantes de los diferentes barrios de la ciudad, cuyas
presentaciones fueron apadrinadas y dirigidas por las “personas más
condecoradas y de primera distinción de la ciudad”.493

La elección de los diversos barrios, confirmada por el Cabildo, recayó en el


segundo marqués de Selva Alegre, Juan Pío Montúfar, para San Blas; el
segundo marqués de Miraflores, Mariano Flores, para Santa Bárbara; el cuarto
marqués de Solanda, Diego Sánchez de Orellana, para San Sebastián; y el

491 “Certificación del modo y formación (…), AMH/Q, Nº 134, Actas del Concejo, acta de la sesión de 2-III-
1790, fs. 148v-151v.
492 Cfr. la nota anterior.
493 AMH/Q, Nº 134, Actas del Concejo, acta de la sesión de 2-III-1790; cfr. también el acta de la sesión de
30-VI-1789, fs. 122v-123.

145 Segunda parte


teniente coronel Manuel Guerrero y Ponce de León, heredero del condado de
Selva Alegre, para San Roque.494

También en otro caso y contexto se puede percibir el dominio social de algunas


familias de la nobleza titulada quiteña. En el año 1779, el entonces presidente
de la Real Audiencia, José García de León y Pizarro, encargado de la formación
de las milicias urbanas, nombró por primera vez a los miembros de la plana
mayor voluntaria de la ciudad, creada nuevamente. Manuel Guerrero y Ponce
de León, anotado aquí como conde de Selva Florida, fue nombrado coronel de
infantería. Como teniente coronel, Joaquín Sánchez de Orellana, hermano del
segundo marqués de Villa Orellana, Jacinto Sánchez de Orellana. La elección
del coronel de la milicia de dragones recayó en el segundo marqués de
Miraflores, Mariano Flores. El cargo de teniente coronel fue entregado a Diego
Sánchez de Orellana, el hermano y pocos años después sucesor del tercer
marqués de Solanda, Fernando Sánchez de Orellana.495 Un año más tarde
Pedro Buendía y Dávila, capitán de las milicias quiteñas y marido de una hija
de los marqueses de Villa Rocha, protestó ante el virrey contra estas
nominaciones, que obviamente no se orientaban en primer lugar en la
calificación militar de los candidatos, sino en su prestigio social. Aunque los
oficiales nombrados eran, en su opinión, “patricios todos de esta ciudad”, él
mismo presentó su derecho a uno de los rangos mencionados, indicando no
solamente su alta jerarquía social, sino también los servicios militares ya
rendidos por él mismo y sus antepasados.496

La concesión de un título nobiliario por parte del rey significaba para la


persona beneficiada y su familia, en lo esencial, el reconocimiento público de
su estatus nobiliario y, al mismo tiempo, su distinción; pero no ofrecía por si
sola una garantía para la ocupación de una posición social suprema del noble
y de su familia. La posición social real, resultaba solamente de una
combinación del título nobiliario con otros fundamentos y atributos del
estatus social. Entre estos se contaban, en primer lugar, el ejercicio de altos
cargos distinguidos y una base económica al menos sólida, que posibilitaba a
los nobles la adquisición de los símbolos públicamente visibles del prestigio
social y un modo de vida acorde a su rango.

494 Cfr. la descripción de las presentaciones de los diferentes barrios en la “Relación de las fiestas (…),AMH/Q,
Nº 134, Actas del Concejo, acta de la sesión de 2-III-1790, fs. 156v-157v. El marqués de Selva Alegre fue repre-
sentado, por ausencia, por su hijo Javier. También en otros lugares el prestigio social de los títulos fue el moti-
vo para el encargo de funciones especiales. Después del terremoto de 1797, por ejemplo, una junta elegida
por los “nobles y plebeyos” del asiento de Latacunga eligió al segundo marqués de Miraflores como su encar-
gado para los contactos con la Audiencia en lo referente a los trabajos de reconstrucción en el asiento, cfr.
el escrito del escribano de Latacunga, Ramón Batallas, 14-III-1797, AGI, Quito, leg. 403.
495 AN/Q, Fondo Especial. Presidencia de Quito, c. 84, vol. 4, doc. 5.591, exp. 3 a 16-XI-1779, fs. 260-273.
496 Cfr. la nota anterior, fs. 261v-271v.

146 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Al revés, el ejercicio de altos cargos y la acumulación de riqueza eran
condiciones previas importantes para la obtención de un título nobiliario.
Además, la importancia de la dimensión económica de la posición social se
ha hecho palpable, precisamente, en el caso de las tasas adeudas por algunos
marqueses y condes, puesto que como consecuencia de la Real Cédula de
1773, los títulos de algunos nobles fueron suspendidos permanentemente.

A los problemas económicos del marquesado de Lises correspondía -de


manera similar el condado del Real Agrado- una presencia social
relativamente escasa de las respectivas familias, por ejemplo en el ejercicio
de funciones públicas de mucho prestigio. Por otro lado, en las casas nobles
de los marquesados de Solanda y Selva Alegre el alto prestigio social de
estas familias estaba acompañado de una situación económica estable, su
presencia en diversas instituciones políticas y militares de la ciudad y de la
región, así como el ejercicio de funciones honoríficas en los actos festivos
gubernamentales.

Finalmente, a la diferenciación interior informal y a la falta de una


homogeneidad interior de la nobleza titulada corresponde la transición
difusa que existía en cuanto a la posición social y la reputación, también
entre este grupo y los demás nobles de la ciudad y de la región. Diversas
familias nobles quiteñas, distinguidas y acaudaladas, como por ejemplo la
familia del mayorazgo Villacís, no poseyeron ni solicitaron un título
nobiliario, pero, en cuanto a su prestigio y a su riqueza, no figuraban detrás
de la mayoría de las familias de la nobleza titulada o eran aún más
importantes que algunas de ellas. Por lo tanto, las características de la
posición social de la nobleza titulada quiteña y de sus familias y parentesco
cercano que incluían a nobles comunes y caballeros de hábito, descritas en
la siguiente sección del estudio, pueden generalizarse en sus tendencias para
toda la nobleza de la ciudad. Las familias más importantes de la nobleza
titulada quiteña servían, por un lado, de ejemplo y modelo para toda
la nobleza y representaban con ello la visión propia de la nobleza en
su máxima expresión. Por otro lado, las diferencias al interior y entre las
diversas familias de la nobleza titulada, permiten una buena visión de la
realidad social compleja de la nobleza en su totalidad.

147 Segunda parte


“Título del Marqués de Solanda a Don Antonio Sánchez de Orellana para sí y sus herederos y sucesores”, documento que se encuentra en el Archivo Histórico del Banco Central
de Ecuador, fotografiado por Christoph Hirtz.
En orden de presentación: escudos de armas de las familias Jijón, Ortega Osorio, Egas Venegas de Córdoba y Herrera. Estos documentos hacen parte del antiguo archivo de Cristóbal
Gangotena y Jijón, y fueron fotografiados por Alfonso Ortiz Crespo.
En orden de presentación: escudos de armas de las familias Caamaño, Gangotena, Montúfar y León. Estos documentos hacen parte del antiguo archivo de Cristobal Gangotena y
Jijón, y fueron fotografiados por Alfonso Ortiz Crespo.
En orden de presentación: explicación de la “[...] anzianidad y nobleza de la casa infanzonada de el Apellido de Jijón de la Provinzia de Guipozcoa” por Joseph Alonso de la Guerra y Villegas,
cronista y rey de armas de FelipeV. Certificado relacional de descendencia del capitán don Juan García Ortega Osorio, y otros conquistadores, “natural de Guadalcanal, conquistador, pobla-
dor y pasificador de las Provincias del Perú, Quito y Popayán”. Transcripción moderna del “Título del Conde del Real Agrado”. Finalmente, uno de los folios que dan cuenta de la nobleza
del conquistador Cristóbal Nuñez de Bonilla. Estos documentos hacen parte del antiguo archivo de Cristobal Gangotena y Jijón, y fueron fotografiados por Alfonso Ortiz Crespo.
En orden de presentación: escudos de armas de la familia Jijón, marquesado de Maenza, familia Matheu y familia Ponce de León. Estos documentos hacen parte del antiguo archi-
vo de Cristobal Gangotena y Jijón, y fueron fotografiados por Alfonso Ortiz Crespo.
TERCERA PARTE
TERCERA PARTE: FUNDAMENTOS DE LA
POSICIÓN SOCIAL DE LA NOBLEZA TITULADA
EN LA SOCIEDAD COLONIAL TARDÍA DE LA
CIUDAD DE QUITO

I- ORIGEN Y ASCENSO SOCIAL DE LAS FAMILIAS DE LA NOBLEZA TITULADA


QUITEÑA

A
l igual que en su origen social y en el número de generaciones
que hasta el momento de su ennoblecimiento habían estado
asentadas en la Audiencia de Quito, se observa una gran
heterogeneidad en la posición de las diferentes familias de la nobleza
titulada quiteña en la época colonial tardía.

1- El condado de Selva Florida (familias Ponce de León y Guerrero)

Una de las familias más antiguas de la Sierra norte y centro, cuyo apellido
se conservó hasta el siglo XVIII, fue la familia Ponce de León Castillejo, de
la cual surgieron desde fines del siglo XVII los condes de Selva Florida.497
La familia se remontaba hasta Pedro Ponce de León Castillejo, nacido
alrededor del año 1565 en Andalucía y que emigró a América en el siglo
XVI. Desde el año 1593 Ponce de León fue regidor del Cabildo de la
ciudad de Quito.498 A inicios del siglo XVII fue nombrado por el virrey del
Perú corregidor de Quito.499 Con el matrimonio con Isabel de Rivadeneira,
Pedro culminó su integración exitosa en el estrato alto de la ciudad. Su
esposa fue hija del mercader, encomendero y obrajero Rodrigo Rivadeneira
y de Ana de Zúñiga, entre cuyos antepasados se contaba a Francisco de
Arellano, un inmigrante llegado desde la ciudad de Lima después de la
conquista y un importante encomendero del temprano siglo XVII, quien
siempre se autodenominaba como noble español, y quien se había casado
con la hija de un conquistador en Lima.500

497 Acerca de la familia Ponce de León cfr. Ortiz de la Tabla, Los encomenderos de Quito, pp. 275-279, 309-
310 y 327.
498 Libro de Cabildos (1593-1597), acta de 10-XII-1593, pp. 79-80.
499 Libro de Cabildos (1603-1610), acta de 17-VI-1604, p. 125.
500 Ortiz de la Tabla, Los encomenderos de Quito, pp. 271-272.

165 Tercera parte


La extensa dote de su mujer constituyó una gran parte de la propiedad de
Pedro Ponce de León, quien en el siglo XVII fue corregidor de Otavalo,
otro prestigioso cargo, ampliando su base económica con la instalación de
un obraje en Chambo, en el Corregimiento de Riobamba.501 En el
transcurso del siglo XVII la alta posición social de las siguientes
generaciones de la familia Ponce de León, continuó fundada en numerosos
bienes raíces (obrajes y haciendas) y en el ejercicio de diferentes cargos
militares y políticos en el Cabildo quiteño y a nivel de los corregimientos
de la Sierra norte y central.502 La continua alta estima se reflejaba también
en otros enlaces matrimoniales, socialmente importantes. Un ejemplo es
Ana, la hija de Pedro, quien se casó con el encomendero Jacinto Sáenz de
Gauna, un descendiente de conquistadores quiteños. El hijo de Pedro,
Felipe, se casó con Felipa Pérez de Ubillús y, por lo tanto, con una
descendiente del más célebre conquistador de Quito, Sebastián de
Benalcázar, y de otro conquistador novohispano.503

Hacia fines del siglo XVII el nieto de Pedro, Manuel Ponce de León y
Escobar, recibió el título nobiliario de conde de Selva Florida. Además, en
1685 el hermano de Manuel, el sacerdote Ignacio Ponce de León, fundó un
mayorazgo que en las siguientes generaciones fue heredado conjuntamente
con el condado.504 El sucesor en el condado y el mayorazgo fue inicialmente
el hijo de Manuel, Diego, y luego el hermano de este último, Juan.505

Con la muerte de la hija de Juan, la cuarta condesa Micaela Ponce de León y


Villaroel, el título nobiliario pasó en 1776 a la familia Guerrero, de la cual
habían surgido varios funcionarios políticos y eclesiásticos desde la
transición del siglo XVII al XVIII, quienes disponían de considerables
bienes raíces en la región. El marido de Micaela, José Guerrero y Peñalosa,
era descendiente del capitán Rodrigo Guerrero, quien en el siglo XVI había
abandonado su terruño en el reino de León para participar en las

501 Tyrer, Historia demográfica y económica, pp. 124-125.


502 Entre ellos se encontraba Francisco, el hijo de Pedro, quien fue distinguido por el virrey con los títulos
de capitán y maestre de campo y quien fue además en la década de los cuarenta y a comienzos de la
de los cincuenta, regidor de Quito, Libro de Cabildos (1638-1646), acta de 27-IV-1640, p. 6; Libro de
Cabildos (1650-1657), actas de 13-I-1650 y 10-V-1650, pp. 22, 43. Otro descendiente, el capitán Juan Ponce
de León ocupó en la década de los cincuenta, el cargo de corregidor de Chimbo, op. cit., acta de 4-I-
1652, p. 153.
503 Ortiz de la Tabla, Los encomenderos de Quito, pp. 276-277; Jurado Noboa, Los descendientes de
Benalcázar, tomo 8, pp. 60-62.
504 Acerca del mayorazgo cfr. pp. 192-194.
505 Documento notarial de la cuarta condesa de Selva Florida, Micaela Ponce de León, AN/Q, 4ª Notaría
(Protocolos), t. 112, exp. 19-X-1767, f. 379-381; cfr. los documentos acerca del problema de deudas del títu-
lo en ANC/B, Nº 32, Impuestos Varios, t. IV/11, f. 630-879.

166 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
expediciones de conquista en el Nuevo Reino de Granada. Finalmente el
capitán se avecindó en Pasto, donde en años posteriores su hijo Sebastián
obtuvo una encomienda.506 Hacia mediados del siglo XVII el hijo de
Sebastián, Francisco Pérez Guerrero, se casó con Leonor Fonte y Reynoso,
oriunda de Quito e hija del conquistador Lázaro Fonte.507 Salvador Pérez
Guerrero y Fonte, el hijo de Francisco nacido en Pasto, se instaló en Quito,
donde se casó en 1679 con Francisca Peñalosa y Orozco. Del hijo de ambos,
José (cuarto conde de Selva Florida), el título nobiliario pasó finalmente a
Manuel Guerrero y Ponce de León quien, al igual que sus descendientes, ya
no recibió una confirmación real de su título.

2- Los marquesados de Selva Alegre y de San José


(familias Montúfar y Larrea)

Las familias Montúfar y Larrea, que se contaban entre los representantes más
influyentes de la sociedad quiteña en la época colonial tardía, llegaron a la
Audiencia de Quito desde España, pasando por el Perú.508 Al ser nombrado
protector general de indios de la Audiencia de Charcas, Juan de Larrea
Zurbano, se trasladó hacia fines del siglo XVI de Castro Urdiales, en las
cercanías de Santander en el norte de España, al Alto Perú, donde más tarde
se casó con una descendiente del conquistador del Perú Diego Peralta.509

Juan de Larrea Zurbano y Bustillo, el nieto de ambos nacido cerca de


Cochabamba en el Alto Perú, después de una estadía de varios años en
España, llegó, vía Bogotá (Nuevo Reino de Granada), a la ciudad de Quito,
en cuya Audiencia -al igual que en Bogotá- le fue otorgado el cargo de
oidor del tribunal de la Audiencia. Juan había desposado en Bogotá a Juana
Pérez Manrique y Camberos, hermana del entonces gobernador y capitán
general del Nuevo Reino de Granada. El hijo de ambos, Juan Dionisio
Larrea Zurbano y Pérez Manrique, nacido en 1676 en Bogotá fue -al igual
que su padre difunto en 1711- miembro de la orden militar de Alcántara y
oidor de la Audiencia de Quito.510 Las siguientes generaciones de la familia

506 Vargas, La economía política, pp. 145-146.


507 Ortiz de la Tabla, Los encomenderos de Quito, pp. 241-244, 278, 309-319; cfr. Jurado Noboa, Calles de
Quito, p. 143. En 1650 Francisco fue regidor del Cabildo quiteño, Libro de Cabildos (1650-1657), acta de 1-
I-1650, p. 5.
508 Cfr. las relaciones de méritos de las familias Larrea y Montúfar en el AGI, Quito, legs. 124, 195 A, 227, 231,
239, 374 y 579.
509 Jurado Noboa, Los Larrea, p. 23. Un “Juan de La Rea” ya se había encontrado entre los primeros pobla-
dores de Quito, pero obviamente no había dejado descendientes, cfr. Ortiz de la Tabla, Los encomende-
ros de Quito, p. 73.
510 AN/Q, 6ª Notaría (Juicios), exp. 27-IV-1781.

167 Tercera parte


Larrea, no obstante, solamente estuvieron presentes a nivel de la
administración local, en el Cabildo.511

La familia Larrea persiguió una muy exitosa política matrimonial, con la


cual se integró en forma permanente a los principales círculos sociales de la
ciudad de Quito y otros lugares de la región. En Riobamba, Juan Dionisio
de Larrea y su hijo José se emparentaron por casamiento con las familias
latifundistas de los Dávalos y los León, asentadas allí. La nieta de Juan
Dionisio, Rosa de Larrea y Santa Coloma se casó, en el año 1761, con el
presidente de la Audiencia y Marqués de Selva Alegre, Juan Pío Montúfar y
Fraso.512 Este último, nacido en 1702 en Granada, había llegado a la ciudad
de Quito pasando por Arequipa, donde su madre le había dejado cuantiosos
bienes raíces.513

El hijo de Juan Pío, el segundo marqués Juan Pío Montúfar y Larrea, fue
uno de los personajes más importantes de Quito en la época colonial
tardía. Esta figura central de los movimientos independentistas quiteños
de los años 1809 a 1812, renunció a su título nobiliario en 1814, a favor
de su hijo Francisco Javier. Aunque la renuncia del marquesado fue
reconocida por el presidente de la Audiencia, José Toribio Montes, un
año después Francisco Javier murió, antes de conseguir la confirmación
real necesaria para la sucesión.514 Por lo tanto, en 1819 Joaquín, el
hermano de Francisco, solicitó la sucesión para sí, aunque no pudo tomar
posesión, ya que hasta la definitiva separación de la Audiencia de la
Madre Patria en el año 1822, no se llegó a la elaboración de un
documento real acerca de la sucesión.515 En el año 1815, con José
Manuel de Larrea y Jijón, nieto del ya mencionado José de Larrea y
Dávalos, también una rama de la familia Larrea obtuvo un título
nobiliario, el marquesado de San José.

511 Cfr. Herzog,“De la autoridad”.


512 Moreno Egas, “Resumen alfabético del primer libro de matrimonios”, p. 146. Los antepasados de la
familia Santa Coloma remontaban al conquistador Francisco de Londoño, Ortiz de la Tabla, “El obraje
ecuatoriano” (cuadro 2).
513 Zúñiga, Montúfar, p. 255.
514 Gangotena,“Los Montúfar”, p. 255
515 “D.n Joaquín Montúfar. Sobre que se le expida la carta de sucesión del título de Marq.s de Selva-ale-
gre. En 6 de dicbe. de 1819”, AGI, Títulos de Castilla, leg. 10. Por carta de sucesión del 17 de diciembre de
1819 el título fue concedido a Joaquín Montúfar y Larrea, quien ya vivía en España, Beerman,“El marqués
de Selva Alegre”, p. 35.

168 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
3- El marquesado de Villa Rocha
(familias Rocha, Lago de Bahamonde y Carcelén)

El fundador de la familia Carcelén en Quito, Pablo Carcelén Ladrón de


Guevara, había emigrado a fines del siglo XVII de Murcia a Quito, donde se
casó con la segunda marquesa de Villa Rocha, María de Lago Bahamonde,
una sobrina del primer marqués y caballero de la orden de Calatrava, el
general José Antonio de la Rocha y Carranza, nacido en Quito y quien
además de algunos cargos en España había ostentado la presidencia de la
Audiencia de Panamá.516 Algunos otros antepasados de María habían ejercido
desde la primera mitad del siglo XVII y hasta entrado el siglo XVIII, altos
cargos y puestos administrativos, eclesiásticos y militares, tanto en España
como también en Lima, Guayaquil y Quito.517 Con María de Lago
Bahamonde esta familia se estableció en Quito de forma permanente.

Pablo Carcelén, el hijo de María y tercer marqués de Villa Rocha, se casó


con María Pérez de Ubillús, nacida en Quito y cuyo padre Jerónimo Pérez
de Ubillús provenía de Popayán. Jerónimo era descendiente de un
conquistador de la Nueva España y del conquistador de Quito Sebastián de
Benalcázar.518 Tal como María lo anotó en su testamento en el año 1781,
Pablo había muerto tempranamente en el año 1747 sin dejar bienes. María,
en cambio, dejó a sus herederos dos haciendas valiosas ubicadas en el
Corregimiento de Quito y una casa en el centro de la ciudad de Quito.519

Sucesor en el marquesado fue el hijo de Pablo y María, José Carcelén.


Mediante el matrimonio de José con Isidora Sánchez de Orellana y Rada el
hijo de ambos, Felipe, heredó en 1803 el marquesado de Solanda aun antes
de tomar posesión del marquesado de Villa Rocha, cuando murió su padre.

516 Lohmann Villena, Los americanos en las órdenes nobiliarias, tomo II, p. 117; Guzmán, Títulos nobiliarios,
pp. 69-71.
517 Gangotena,“Los marqueses de Villarrocha”, p. 94
518 Jurado Noboa, Los descendientes de Benalcázar, tomo 8, pp. 76-79. Por lo tanto, María era una parien-
te (¿hermana?) de Felipa Pérez de Ubillús, la ya mencionada esposa de Francisco Ponce de León (con-
dado de Selva Florida).
519 AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 428, exp. 21-X-1781, f. 423v-424; cfr. también AN/Q, 6ª Notaría (Juicios),
exp. 16-V-1788.

169 Tercera parte


4- Los marquesados de Solanda y de Villa Orellana
(familias Sánchez de Orellana y Carcelén)

La familia Sánchez de Orellana, que en el siglo XVIII disponía de dos


títulos nobiliarios, encontró por rodeos su camino de España a la región
norte y central de la Sierra y a la ciudad de Quito. En la segunda mitad del
siglo XVI, Álvaro Sánchez de Orellana, oriundo de Perales de Tajuña cerca
de Toledo en Extremadura, había emigrado a Zaruma en la Sierra sur de la
Audiencia de Quito.520 Las relaciones de méritos de algunos miembros de
la familia Sánchez de Orellana en el siglo XVIII indican como lugar de
nacimiento de Álvaro la ciudad de Trujillo, igualmente ubicada en
Extremadura.521 Según estas relaciones, la familia Sánchez de Orellana
reclamaba además el haber dado nombre al río Marañón -un afluente del
Amazonas que nace en la provincia oriental de Mainas de la Audiencia de
Quito, y que también se llamaba río Orellana por su “descubridor” español,
Francisco de Orellana.522 En realidad, la relación de la familia con los
territorios al oriente de los Andes, apenas se había establecido con Antonio
Sánchez de Orellana y Ramírez, el bisnieto de Álvaro, nacido en Zaruma y
que fuera gobernador de Mainas desde 1700 hasta 1715.

En el siglo XVIII, la familia Sánchez de Orellana obviamente intentó


establecer un vínculo genealógico con la estirpe de los Orellana,
perteneciente a la nobleza de largo abolengo y alto prestigio de la ciudad de
Trujillo, del cual descendía, por ejemplo, el ya mencionado Francisco de
Orellana.523 Este vínculo es más que cuestionable, la pretendida
nominación para el río Marañón de todas maneras es incorrecta. Es aun más
probable que el componente “Orellana” en el apellido Sánchez de Orellana
haya sido un invento, para subrayar la postulada descendencia de la
prestigiosa estirpe de la nobleza española, los Orellana, y los beneméritos
personajes del período de descubrimiento y conquista de la Audiencia de

520 Cfr. la prueba de legitimidad e hidalguía de sangre presentada por Clemente Sánchez de Orellana,
el tataranieto de Álvaro, para su entrada a la Orden de Santiago, Lohmann Villena, Los americanos en las
órdenes nobiliarias, tomo I, p. 386; cfr. Jurado Noboa, “El destino del oro”, pp. 60-61. Acerca de la familia
Sánchez de Orellana en general cfr. Anda Aguirre, Los marqueses de Solanda.
521 AGI, Quito, legs. 124, 194, 195 B, 224, 231, 374; Indiferente General, leg. 1.339.
522 En un texto idéntico en todas las relaciones de la familia acerca de los antepasados comunes se dice:
“Siendo de los primeros pobladores de la expresada provincia [de Mainas], dieron el nombre de Orellana
al gran Río de las Amazonas”. Acerca de Francisco de Orellana y su expedición al Amazonas así como
acerca de las denominaciones del río en el siglo XVI cfr. Rodríguez, El descubrimiento del Marañón, pp. 70-
77; Pérez, El descubrimiento del Amazonas.
523 Además, Orellana estaba emparentado con la familia de los conquistadores peruanos Francisco y
Gonzalo Pizarro, radicada en Trujillo, Pérez, op. cit., p. 58 (nota 1). Acerca de las familias españolas de los
Orellana y los Pizarro cfr. Gerbet, La noblesse dans le royaume de Castille,, pp. 367-374, y los cuadros gene-
alógicos en el anexo de la monografía de Gerbet.

170 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Quito. En el siglo XVII, en cambio, Clemente Sánchez de Orellana y
Goyas, el padre del ya nombrado gobernador de Mainas, había trazado sus
orígenes desde un hidalgo español llamado Gonzalo Sánchez.524

Hasta la década de 1670 la base económica de la familia, fundamentada en


el siglo XVIII en cuantiosos bienes raíces, había sido relativamente
modesta. Clemente Sánchez de Orellana y Goyas y su padre Antonio habían
ejercido diferentes cargos políticos de importancia local en la Sierra sur.525
En el año 1694 el rey Carlos II concedió al hijo de Clemente, Antonio, la
gobernación de Mainas, cargo para el cual este pagó una considerable suma
a la caja real. Pocos años después Antonio adquirió, además, el título de
marqués de Solanda. El origen de la súbita riqueza de la familia no se ha
aclarado.526

Con el primer marqués de Solanda comenzó la historia de éxito de la familia


Sánchez de Orellana, una historia sin precedentes en la Audiencia de Quito.
Durante la primera mitad del siglo XVIII, varios miembros de la familia
ejercieron cargos administrativos a nivel local (cabildos) y regional
(corregimientos) y recibieron diversos títulos militares (maestre de campo,
gobernador de las armas). El creciente éxito económico y político de la familia
se reflejó finalmente en el traslado de varios de sus miembros, en la primera
mitad del siglo XVIII, desde el sur de la Audiencia a su capital, Quito.

El acelerado ascenso social de la familia -que hasta estos momentos se había


limitado a la Sierra sur, una región relativamente alejada de Quito, y
política y económicamente menos importante según las circunstancias de la
época- inicialmente fue tomado con recelo por parte de las familias
arraigadas en la capital de la Audiencia y de la región norte y central de la
Sierra.527 En 1715, el segundo marqués de Solanda, Pedro Javier Sánchez
de Orellana, se vio forzado a comprobar su calidad de noble ante la
Audiencia, a pesar de que su título inequívocamente lo acreditaba.528 A

524 Esto se desprende de una relación de méritos de la Audiencia de Quito acerca de Clemente, fecha-
da en 1715, Herzog,“La empresa administrativa”.
525 Entre otros el de alcalde de Zaruma y de Loja, Herzog,“La empresa administrativa”.
526 Según la leyenda Antonio encontró un tesoro indígena, Herzog,“La empresa administrativa”.
527 En el año 1733, cuando Clemente Sánchez de Orellana y Riofrío, el futuro primer marqués de Villa
Orellana, se casó en Quito con Javiera Antonia Chiriboga y Luna, este enlace fue más bien de un nivel
socialmente dudoso para la muy prestigiosa y acaudalada familia Chiriboga. Según Jurado Noboa esto
se debía a los rumores, todavía vigentes en el siglo XIX, acerca de un supuesto humilde origen de
Clemente, entre cuyos antepasados se pretendía haberse encontrado a un negro, Jurado Noboa, Un
vasco-aragonés, p. 163.
528 Relación de méritos de Pedro Javier Sánchez de Orellana y Góngora, 10-VII-1739 AGI, Quito, leg. 224.

171 Tercera parte


pesar de todo, en vista de su imponente fortuna, que entre otras cosas se
expresaba en dos prestigiosos mayorazgos, y su presencia en las posiciones
más altas de la administración colonial y de la jerarquía eclesiástica529, la
familia Sánchez de Orellana logró su pronta integración en la nobleza
establecida en Quito y la región, cuanto más que Clemente Sánchez de
Orellana y Riofrío, un sobrino del primer marqués de Solanda, obtuvo en
1753 otro título nobiliario, el marquesado de Villa Orellana.

En el período colonial tardío el marquesado de Solanda fue heredado varias


veces. Del tercer marqués Fernando Félix Sánchez de Orellana, el hijo
primogénito de Pedro Javier, pasó primero a sus hermanos Diego (1784) y
Mariana (1791). Puesto que los matrimonios de ambos quedaron sin
sucesión, el título pasó con Isidora Sánchez de Orellana y Rada, casada con
José Carcelén y Pérez de Ubillús, a los marqueses de Villa Rocha.530 Al
primer marqués de Villa Orellana, Clemente Sánchez de Orellana y Riofrío
le siguió en el título únicamente su hijo Jacinto en 1782.531 En 1817 el
hijo de este, José, se empeñó en obtener la sucesión, pero murió en el año
siguiente.532

5- El marquesado de Miraflores (familias Flores y Quiñones)

Silvestre Sánchez Flores, el padre del primer marqués de Miraflores, Antonio


Flores y Vergara, había emigrado en la segunda mitad del siglo XVII de
Extremadura a Ambato en la Sierra central de Quito, donde se casó con
Antonia Clara de Vergara oriunda de Latacunga.533 También el padre de esta
era oriundo de España, mientras que su madre era quiteña de nacimiento.534
Antonio Flores se trasladó de Ambato a Latacunga, el lugar de origen de su
primera esposa María Magdalena Jiménez. En 1744 su éxito económico,

529 El tercer marqués de Solanda, Fernando Félix Sánchez de Orellana, fue presidente de la Audiencia de
1745 a 1753 para posteriormente, después de su ordenación sacerdotal, ser nombrado deán de la cate-
dral en el año 1756.
530 AN/Q, Testamentarías, exp. 28-VI-1791, f. 1; AN/Q, 2ª Notaría (Juicios), exp. 8-VIII-1803; AN/Q, Vínculos y
Mayorazgos, exp. 7-VIII-1736, f. 20.
531 “Expediente de D.n Jacinto Sánchez de Orellana sob.e q.e se le dé posesión del título de Marq.s de Villa
Orellana por tener satisfecho la media anata y demás dros.”, AN/Q, Vínculos y Mayorazgos, exp. 14-I-1788.
532 “Expediente promovido p.r el Dor. D.n José Sánchez de Orellana, solicitando se le ponga en posesión
del título de Marqués de Villa Orellana, en virtud de sucesión a su finado padre, el Sor Marqués de este
título, D.n Jacinto Sánchez”, AN/Q, Vínculos y Mayorazgos, exp. 14-I-1788. En el registro de defunciones de
la parroquia El Sagrario José está anotado sin el título de marqués, Moreno Egas, Vecinos de la Catedral
(1801-1830), p. 128.
533 Acerca de Silvestre Sánchez cfr. la “Información de nobleza del coronel don Ignacio Flores, presiden-
te de la Real Audiencia de Charcas”, 6-X-1746, AHBC/Q, Documentos Misceláneos, Nº 14/19.
534 Lohmann Villena, Los americanos en las órdenes nobiliarias, tomo II, p. 328.

172 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
basado principalmente en los bienes raíces adquiridos por el mismo Antonio
en Ambato y Latacunga, le posibilitó la adquisición del título nobiliario de
marqués de Miraflores. Cuando Antonio murió en 1751, el título pasó a su
hijo Mariano Flores y Jiménez, nacido en Latacunga.

Frente al hecho de que el primer marqués fue enterrado en el cementerio de


la orden jesuita en Quito, se debe suponer que ya vivía en la ciudad, quizás
a raíz de su segundo matrimonio con Margarita Carrión y Vaca.535 Además
Flores había ostentado en Quito el rango de coronel de milicias. En 1755
su hijo Mariano adquirió una casa en el centro de Quito, donde pasó la
mayor parte de su vida.536 Puesto que el matrimonio de Mariano con
Ignacia Bobadilla quedó sin hijos, los dos esposos adoptaron a Manuel José
Larrea y León y a Rosa Carrión y Velasco, esta última una sobrina de
Margarita Carrión, la segunda esposa de Antonio. Después de la muerte de
Mariano, su media hermana Antonia Flores y Carrión, casada con Pedro
Quiñones y Cienfuegos, oriundo de una familia de mineros de Barbacoas,
heredó en 1810 el marquesado y una parte de los cuantiosos bienes de
Mariano.537 Antonia cedió en 1815, después de la muerte de Pedro
Antonio, el título a su hijo Mauricio.538

6- El marquesado de Lises (familia Maldonado)

El fundador de la familia Maldonado en la Audiencia de Quito fue Pedro


Maldonado y Aramburu, nacido en 1669 en Arequipa (Perú). Su abuelo,
Sebastián Maldonado y Solier, había emigrado de Salamanca a Lima.539 El
general Pedro Maldonado, miembro de la orden de Alcántara, se estableció,
hacia fines del siglo XVII, en Riobamba donde ocupó en varias ocasiones el
cargo de alcalde ordinario al igual que el de corregidor.540 Su hijo Pedro
Vicente, caballero de la orden de Alcántara, fue uno de los personajes más
importantes de la región. Durante años de esfuerzos personales y
financieros, este había investigado el hasta entonces poco conocido litoral
de la provincia de Esmeraldas y había intentado establecer una ruta

535 Moreno Egas, Vecinos de la Catedral (1704-1800), p. 108.


536 AN/Q, 6ª Notaría (Juicios), exp. 17-IX-1793, f. 1; Lohmann Villena, Los americanos en las órdenes nobiliarias,
tomo II, p. 329.
537 Cfr. la relación de méritos de Pedro del 1-VI-1768, AGI, Quito, leg. 376; el grupo de documentos contiene
otras informaciones detalladas acerca de Pedro, sus hermanos y antepasados; cfr. Jurado Noboa, Esclavitud
en la costa pacífica, p. 293.
538 AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 474, exp. 14-VI-1815, fs. 77v-78v.
539 Cfr. las relaciones de méritos de la familia Maldonado en AGI, Quito, legs. 125, 194 y 224.
540 Documentos para la historia, tomo III, p. 10, tomo VIII, p. 14.

173 Tercera parte


comercial de la Sierra norte y central al Pacífico. Para esta obra Pedro
Vicente recibió del rey de España el cargo de gobernador de esta provincia,
cargo que a causa de su repentina muerte ya no pudo asumir.

En cambio, su hermano Ramón Joaquín Maldonado, nacido en 1700, fue


nombrado por el rey de España corregidor de Latacunga para el período 1729
a 1732. Antes ya había sido corregidor de Riobamba. Desde 1739 fue regidor
del Cabildo quiteño y ejerció diferentes cargos en la administración
municipal.541 En el año 1745 Ramón Joaquín fue nombrado marqués de
Lises. Desde 1746 hasta su muerte en el año 1748 ocupó además el cargo de
corregidor de Quito.542 Con su muerte el marquesado pasó a su hijo Joaquín
Gregorio, quien estaba casado con Manuela de Borja, una descendiente de los
duques de Gandía de España. Esta, junto a sus hijos, renunció al título
nobiliario en vista de los problemas económicos de la familia.543

7- El condado de Casa Jijón (familia Jijón)

Cristóbal Jijón y Oronoz, quien había emigrado de su provincia natal de


Vizcaya, se instaló inicialmente en 1700 en Riobamba como corregidor
designado de esta villa. En años posteriores (después de 1708) fue también
corregidor de Latacunga.544 En Riobamba se casó con Manuela de León y
Chiriboga, cuyos padres se contaban entre los más influyentes y
acaudalados terratenientes de la villa. En el año 1724 Cristóbal Jijón ejerció
el cargo de alcalde ordinario de Quito.545 En el año 1718 había ocupado
además el cargo de corregidor de Otavalo.546 En las cercanías de los
poblados de Otavalo e Ibarra, Jijón y sus descendientes también
adquirieron los bienes raíces de la familia.

El hijo de Cristóbal, Miguel de Jijón y León, quien fue uno de los


personajes más destacados de la sociedad quiteña del siglo XVIII, mantuvo
permanentes contactos con la metrópoli, donde pasó varios años de su vida,
sin descuidar los contactos sociales y las empresas económicas en su patria.
Cuando en 1794 Miguel murió sin descendencia, el título quedó vacante en

541 Documentos para la historia, tomo VIII, pp. 16-17. Acerca de los cargos en Riobamba y Quito cfr.
Guzmán, Títulos nobiliarios, p. 35
542 Guzmán, op. cit., p. 34; AMH/Q, nos. 126 y 127, Actas del Concejo (1742-1747 y 1748-1754).
543 “Borja y Larraspurru, Manuela, vecina de Quito, viuda de Joaquín Maldonado, póstumo poseedor del
Marquesado de Lises, su solicitud de exención del pago de derechos de lanzas, por el título nobiliario de
su difunto marido. Año 1762”, ANC/B, Nº 32, Impuestos Varios, t. IV/7, fs. 476-546.
544 Cfr. las relaciones de méritos de la familia Jijón en AGI, Quito, legs. 124, 194 y 195.
545 Lohmann Villena, Los americanos en la órdenes nobiliarias, tomo I, p. 172.
546 Cfr. Tyrer, Historia demográfica y económica, pp. 54-55.

174 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
un primer momento, puesto que su hermano Manuel no demostró interés
alguno en la sucesión. En su testamento de 1799 Manuel dejó el título a su
hijo Joaquín o, en caso de la declinación por parte de este, a su nieto José
de Larrea y Jijón.547 En vista de que Joaquín no evidenció ningún interés
en la sucesión del condado, en 1801 José de Larrea reclamó el título para
sí.548 Sin embargo, algunos años más tarde, Francisco de Jijón, otro hijo
de Manuel de Jijón y León, pretendió la sucesión. Finalmente, con la
independencia de la Audiencia de España, se volvió obsoleta la
investigación iniciada por el Consejo de Indias acerca de las pretensiones
concurrentes al título.549

8- El marquesado de Maenza (familia Matheu)

La familia Matheu, que en 1730 adquirió un título nobiliario mediante el


matrimonio de Gregorio Eugenio Matheu de la Escalera con Mariana de
Aranda y Ayesa, la séptima marquesa de Maenza, descendía de Gregorio
Matheu y Villamayor, el padre de Gregorio Eugenio, quien había emigrado
de su ciudad natal Valencia a Quito en el año 1695. Este último había
seguido a su tío Luis Matheu y Sanz quien, ya desde hace algunos años, era
canónigo del Cabildo eclesiástico quiteño y gestionó el matrimonio entre
su sobrino y Rosa de la Escalera y Muñoz, una hija del latifundista quiteño
y fundador de un mayorazgo, Mateo de la Escalera y Velasco y de Gabriela
Muñoz Chamorro.550 Hacia fines del siglo XVII Mateo de la Escalera y
Muñoz fue considerado como el hombre más rico de Quito. Sus
propiedades constituían la base económica de los marqueses de Maenza
hasta la segunda mitad del siglo XVIII.551

En el año 1784, con la muerte de Gregorio Eugenio de Matheu, el séptimo


marqués de Maenza, se inició un juicio por la sucesión en el mayorazgo y el
marquesado entre su viuda Mariana de Aranda y su segundo hijo Manuel.
En vista de una enfermedad mental del primogénito, Gregorio de Matheu,
los derechos de sucesión recayeron en Manuel. Este murió sin haber

547 El testamento de Manuel de 24-XI-1799, AHBC/Q, Documentos particulares, Nº 660, f. 6v.


548 “D.n José Larrea y Jijón, vecino de la ciudad de Quito en el Rno. de S.ta Fe. Informe sobre que se le
expida la carta de suc.n que pide del título de Castilla con la denominación de Casa Jijón q.e ha reca-
ído en él”, I-II-1802, AGI, Títulos de Castilla, leg. 2.
549 AGI, Quito, leg. 221; cfr. Gangotena,“Contribución”, p. 60.
550 Testamento de Mateo de la Escalera, AN/Q, 4ª Notaría (Protocolos), t. 70, exp. 22-VIII-1720, f. 384-419v.
Informaciones adicionales acerca de la familia Escalera se encuentran en dos relaciones de méritos de
la familia, AGI, Quito, leg. 195 A.
551 Tyrer, Historia demográfica y económica, p. 222

175 Tercera parte


asumido la sucesión.552 El hijo de Manuel, Juan José Matheu y Herrera, en
cambio, recibió en el año 1796 el documento real de sucesión del título.553
En 1802, Juan José heredó con el condado de Puñonrostro un título de
grande de España y pocos años después se trasladó a la Madre Patria.554

9- El Condado del Real Agrado (familia Villavicencio)

La familia Villavicencio ya estaba asentada en la villa de Riobamba en la


primera mitad del siglo XVII. Según una relación de méritos del primer
conde del Real Agrado, José Anselmo de Villavicencio, su bisabuelo, José de
Villavicencio y Guevara, procedía de una familia Villavicencio de Jerez de la
Frontera en Andalucía.555 Hasta la primera mitad del siglo XVIII la familia
Villavicencio permaneció arraigada en Riobamba, donde estaba involucrada en
la producción y comercialización de textiles, y donde varios de sus miembros
ocuparon rangos militares superiores y cargos en los niveles local y regional de
la administración.556

En el año 1715 Juan Esteban de Villavicencio y Torres se casó en Riobamba


con Rosa Nicolasa de Maldonado, una hermana del reconocido sabio Pedro
Vicente de Maldonado y del posterior primer marqués de Lises, Ramón
Joaquín Maldonado. José Antonio, el hijo de la pareja, quien en 1771
obtuvo el condado del Real Agrado, tenía el rango militar de general y
estuvo, al igual que varios de sus antepasados, presente en el Cabildo de
Riobamba. Con su matrimonio con Tomasa Guerrero y Ontañón, una
pariente de los condes de Selva Florida, José Antonio creó los primeros
lazos de parentesco de la familia Villavicencio en Quito.

En la década de 1750 Juan Fernando de Villavicencio y Guerrero, el hijo de


José y Tomasa nacido todavía en Riobamba y heredero del condado, ocupó
en Quito el cargo de tesorero de la Caja Real. Después de su muerte en

552 El abogado quiteño doctor Juan José Boniche y Luna quien, después de la muerte de Manuel, redac-
tó el testamento de éste, solamente remitió a la reivindicación de Manuel al título sin calificarlo como mar-
qués, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 434, exp. 2-IV-1791, f. 28-30v. En la lista de defunciones de la parro-
quia El Sagrario, en cambio, Manuel está registrado como marqués de Maenza, a diferencia de su herma-
no Gregorio, fallecido cuatro años después, Moreno Egas, Vecinos de la Catedral (1704-1800), p. 160.
553 “Testimonio de posesión del Marqués de Maenza”, 7-VIII-1796, AHBC/Q, Documentos Particulares, Nº
654. En este documento los padres de Juan José son señalados como marqueses de Maenza; cfr. AN/Q,
Vínculos y Mayorazgos, exp. 18-II-1794, f. 113.
554 “Resumen. Consejo de Indias, 10 de sept.re de 1807”, AGI, Quito, leg. 219; AHBC/Q, Documentos
Particulares, Nº 659, f. 3v; cfr. también Nº 560.
555 AGI, Quito, leg. 195 B.
556 “Relación de méritos (…)”, 10-VI-1769, AGI, Quito, leg. 195 B; leg. 224; cfr. Larrea, Fichero histórico, pp.
166-167, 176.

176 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
1789 Juan Fernando fue enterrado en Quito.557 Para el resto del período
colonial, el título nobiliario quedó suspendido a causa de las tasas
adeudadas relacionadas con él.

I I - CARGOS , PR OFESIONES Y RANGOS

La ciudad de Quito albergaba la mayoría de las instituciones y las más


importantes de la administración estatal, de la Iglesia y de las milicias en la
región norte y central de la Sierra y de toda la Audiencia. A las familias de
la nobleza titulada quiteña estaba confiada, en un porcentaje
singularmente alto, la ejecución de los más importantes cargos y
funciones en los mencionados ámbitos, en cuanto lo permitían la política
de la Corona, por un lado, y las respectivas facultades e influjos familiares e
individuales, por otro.558

El acceso a los diferentes cargos y funciones, en gran parte otorgados de por


vida, dependía en cada caso de diferentes factores. En primer lugar tenía
importancia la persona o institución que otorgaba el cargo, así como el lugar de
la concesión, es decir el rey de España o en América, especialmente los virreyes,
los presidentes de las audiencias, los regidores y el Cabildo eclesiástico. Otros
factores decisivos fueron la calidad y la importancia del cargo y el respectivo
procedimiento de concesión, que podía ser mediante venta o herencia del cargo,
así como la elección o el nombramiento del funcionario. En esto, a su vez, se
observaban diferentes criterios, como por ejemplo, la capacidad de pago, la
posición social o la idoneidad del pretendiente.

La ejecución de una función en la administración, la Iglesia o la milicia


tenía diferentes significados para el beneficiado. A más de diferentes niveles
de influencia directa en la vida social, estaba asociado a ella, especialmente
a los cargos y rangos más altos e influyentes, un prestigio social especial.
Además únicamente los cargos más importantes de la administración
estatal y eclesiástica estaban asociados a ingresos suficientemente altos
como para posibilitar un estilo de vida estupendo y representativo. En vista
de la crisis económica, la escasa rentabilidad de la agricultura y los ingresos
generalmente irregulares de la producción y comercialización de textiles,
que variaba fuertemente de hacienda en hacienda, al menos los cargos mejor
dotados ofrecían, con todo, una base económica suficiente y constante.

557 Moreno Egas, Vecinos de la Catedral (1704-1800), p. 271.


558 Cfr. el Anexo II acerca de los titulares de cargos, profesiones y funciones mencionados en este capítu-
lo así como acerca de los principales grupos de fuentes.

177 Tercera parte


1- La administración (Audiencia, Corregimiento y Cabildo)

Como organismo administrativo superior, la Audiencia de Quito abarcaba


también los cargos más importantes y mejor dotados en la región
estudiada.559 La presencia de las familias nobles de Quito en este organismo
fue sin embargo muy reducida, puesto que la Corona cubría los respectivos
cargos, precisamente en la época colonial tardía, preferentemente con
peninsulares o criollos provenientes de otros distritos administrativos.560

Entre los funcionarios más importantes y más prestigiosos, fuera de los


presidentes, los oidores y los fiscales, se contaba en la época colonial
tardía sólo un criollo nacido en la audiencia hasta el año 1770; en los
años posteriores ninguno.561 Para cubrir estos destacados y centrales
cargos de la administración colonial, sobre todo los reyes borbónicos
tardíos, esperaban de los futuros funcionarios la mayor lealtad posible a

559 Acerca de la estructura administrativa de la audiencia cfr. en primer lugar la introducción muy general
de Pareja Diezcanseco, Las instituciones, pp. 175-287; para el siglo XVII el estudio de Phelan, The Kingdom of
Quito. Una visión detallada de los cargos administrativos de la audiencia en el período colonial tardío ofrece
la “Relación exacta y circunstanciada de todos los empleos políticos de Real Hacienda y Militares (…)” del
año 1786.A diferencia de la administración financiera, las Reformas Borbónicas no llevaron a cambios profun-
dos en el sector político administrativo. El intento de establecer, siguiendo el ejemplo de la metrópoli, el siste-
ma de intendentes en la jurisdicción de la Audiencia quedó detenido en sus inicios, a diferencia de otras
regiones del imperio colonial. El Corregimiento de Quito fue disuelto mediante Real Cédula de 7-IX-1781 y las
competencias relacionadas con el cargo de corregidor fueron asignadas al presidente de la Audiencia,AGI,
Quito, leg. 217 a). Además se redujo la jurisdicción del gobernador, cargo asociado al de la presidencia de
la Audiencia, a la Sierra norte y central, mediante el establecimiento de las gobernaciones de Guayaquil
(1773) y Cuenca (1777).Acerca de la organización administrativa de la época colonial tardía cfr.Terán Najas,
Los proyectos, pp. 57-100; Washburn, The Bourbon Reforms, pp. 102-122; para la totalidad de la América espa-
ñola Pietschmann, Die staatliche Organisation, pp. 164-169.
560 La Audiencia de Quito abarcaba,fuera de los cargos de presidente y gobernador que se ejercía en unión
personal, el tribunal, la Real Hacienda, diferenciada en ramos y distritos así como diversos secretarios y demás
personal auxiliar. Cfr. la lista detallada de los cargos y funcionarios de la Audiencia quiteña en el año 1786 en
la “Relación exacta y circunstanciada”, pp. 65-72. Una visión general de la forma de trabajo de las audien-
cias y las competencias de los diferentes cargos ofrece Pietschmann, Die staatliche Organisation, pp. 116-119,
122-123; un estudio excelente acerca de una Audiencia y sus funcionarios y que integra los aspectos de his-
toria institucional y social ofrece, con el ejemplo de Buenos Aires, Socolow, The Bureaucrats.
561 Burkholder y Chandler, From Impotence to Authority, Appendix V. Una excepción para todo el período
colonial representó el nombramiento en el año 1744, del posterior tercer marqués de Solanda, Fernando Félix
Sánchez de Orellana, como presidente de la Audiencia. Fue en cierto modo, la expresión del especial influjo,
así como de los recursos financieros de la familia, que tanto antes, como después, recibió de la Corona car-
gos prestigiosos en la administración colonial. El cargo de presidente, otorgado gracias a la intermediación
de un consejero de la Corona y que fuera ejercido por Fernando de 1745 a 1753, le costó al futuro marqués
las suma de 26.000 pesos, fuera de otros 1.000 pesos que debió pagar a causa de su vecindad en el lugar, lo
que normalmente no se permitía para cargos tan importantes, Herzog, “La empresa administrativa”, p. 9. El
sucesor de Sánchez de Orellana fue, en el año 1753, el primer marqués de Selva Alegre.

178 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
la Corona, la mayor independencia posible de los intereses locales y
regionales y una competencia profesional básica.562

Debido a que los puestos de oidores y el cargo de fiscal quedaban


frecuentemente vacantes por largo tiempo, a causa de la gran distancia de
la metrópoli y el tiempo que transcurría entre la muerte de un
funcionario y el envío del sucesor, los presidentes de la Audiencia de
Quito, en casos de especial escasez de personal, nombraban a reconocidos
especialistas en leyes como conjueces o fiscales interinos. Entre ellos
estuvo, por ejemplo, el abogado doctor José Javier de Ascásubi y Matheu
de la familia de los marqueses de Maenza.563 En la ciudad de Quito gozó
de fama especialmente alta, como experto en leyes, el abogado doctor
Pedro Quiñones y Cienfuegos, oriundo de Barbacoas y profesor de
Derecho en la Universidad de Santo Tomás, quien a través de su
matrimonio con la quiteña Antonia Flores accedió, a inicios del siglo
XIX, a la sucesión en el marquesado de Miraflores. Varias veces y en las
causas más diversas la Audiencia ocupó los servicios del abogado,
proporcionados en forma gratuita. Entre otros cargos Quiñones ejerció los
de conjuez, fiscal extraordinario, defensor y protector de indios, juez
visitador subdelegado en una visita a los notarios de la Audiencia y asesor
general de la contaduría general y de la Real Hacienda.564

En las diferentes secciones administrativas, la presencia de criollos nacidos


en la Audiencia fue mucho más importante. De las familias de la nobleza
titulada quiteña Gregorio Joaquín Sánchez de Orellana y Chiriboga, Tomás
de León y Carcelén y Fernando Tinajero y Guerrero ocuparon uno de los dos

562 Cfr. Burkholder, “Bureaucrats”. Ya en el temprano siglo XVIII la Audiencia quiteña negó a Juan Bautista
Sánchez de Orellana, hijo del primer marqués de Solanda, Antonio Sánchez de Orellana, el acceso al cargo
de oidor de la Audiencia, que éste había adquirido anteriormente por compra, puesto que solamente había
estudiado derecho canónico, mas no civil, Herzog “¿Letrado o teólogo?”. Juan Dionisio de Larrea, oidor del tri-
bunal desde 1714,a pesar de la oposición de la Audiencia quiteña, fue destituido de su cargo en 1717 por una
orden real, después de haberse comprobado que Juan había obtenido su título de licenciado en leyes en la
Madre Patria, sin haber asistido anteriormente a un solo curso, Herzog,“De la autoridad al poder”.
563 Cfr. su “Relación de méritos (…)”, 21-XI-1804, AGI, Quito, leg. 231.
564 El prestigio público y la competencia en asuntos jurídicos de Quiñones se demostraron además en el
año 1782, cuando Manuel y José de Jijón y León, dos hermanos del difunto Conde de Casa Jijón, Miguel
de Jijón, le nombraron como “juez arbitro y amigable componedor” en un pleito con el primer marqués
de Villa Orellana, Clemente Sánchez de Orellana, para evitar un juicio y un eventual escándalo público,
AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 419, exp. 28-I-1782, fs. 226-228. En el año 1779 Quiñones aspiró al cargo de
oidor en una de las Audiencias del imperio colonial, AN/Q, Fondo Especial. Presidencia de Quito, c. 18, t.
123, exp. 4.012, fs. 36-47.

179 Tercera parte


cargos de escribano de cámara y gobierno.565 El cargo de teniente de
canciller y registrador mayor de la Audiencia fue ocupado desde el año
1800 por Felipe Carcelén, quien a su vez lo cedió cuatro años más tarde a su
hermano Francisco Javier.566 Además había entre los parientes de los títulos
de Castilla diez funcionarios en la administración fiscal, tres de ellos en
Ibarra y Riobamba.

Casi todos los cargos de las diferentes secciones administrativas fueron


otorgados por la Audiencia frecuentemente por vía de remate, y necesitaban a
continuación de confirmación real. Las familias más influyentes y más
acaudaladas tenían además la posibilidad de solicitar al rey la concesión de un
cargo, ya sea directamente o a través de un apoderado. Vicente de
Villavicencio, por ejemplo, logró su nombramiento como tesorero de la Caja
Real de Cuenca a través de numerosas peticiones dirigidas directamente al
rey.567 Fuera de esto, los hijos primogénitos de la familia Carcelén poseían, en
la época colonial tardía, el cargo de tesorero de la Santa Cruzada.568

Al postularse para un cargo, algunos funcionarios provenientes de las filas de


parientes quiteños de los títulos de Castilla, pudieron presentar un grado
universitario como licenciado, maestro o doctor, generalmente en Filosofía,
Derecho Civil o Canónico. Sin embargo, en general no se exigían
conocimientos especializados específicos para un determinado cargo. Tampoco
se pueden registrar carreras administrativas al interior de la Audiencia. Las
condiciones previas decisivas para la obtención de un cargo fueron,
sobre todo, la capacidad financiera así como el influjo y el nivel social
de los individuos y de las familias.

565 Gregorio Joaquín Sánchez de Orellana adquirió el cargo en 1764 por remate y obtuvo, tres años después,
la confirmación real de su cargo,“Relación exacta y circunstanciada”, p. 67; cfr. AN/Q, 3ª Notaría (Protocolos),
t. 59, exp. 12-XI-1764, fs. 338v-348. En 1795, después de la muerte de Gregorio Tomás de León adquirió en rema-
te el cargo por 27.000 pesos, AN/Q, 6ª Notaría (Protocolos), t. 114, exp. 10-I-1795, fs. 6v-7v. En el año 1775 Joaquín
Tinajero y Larrea adquirió en remate para su hijo Fernando el cargo de escribano de cámara y gobierno, para
lo cual pagó 16.000 pesos, AN/Q, 6ª Notaría (Protocolos), t. 92, exp. 31-III-1775, f. 237v-238v.
566 Felipe había pagado 764 pesos y 5 ? reales, AN/Q, 6ª Notaría (Protocolos), t. 114, exp. 6-V-1800, fs. 59v-
60; 1ª Notaría (Protocolos), t. 456, exp. 21-II-1804, fs. 85-85v.
567 Para Villavicencio este cargo estaba unido con un salario anual de 1.400 pesos, tanto más importan-
te en cuanto no disponía de ingresos personales, AGI, Quito, leg. 226.
568 En 1651 Juan de Lago Bahamonde había obtenido este cargo, como juro de heredad, del rey Felipe IV
en Madrid mediante el pago de 13.500 pesos. Desde Pablo Carcelén y Lago de Bahamonde el cargo esta-
ba en manos de los marqueses de Villa Rocha. A inicios del siglo XIX el cargo fue colocado de nuevo direc-
tamente bajo la administración de la Corona y los 13.500 pesos fueron devueltos a la familia Carcelén,
AN/Q, 3ª Notaría (Protocolos), t. 80, exp. 31-VIII-1804, fs. 1.41v [después de f. 288v]; cfr. el testamento del mar-
qués, José Carcelén y Pérez de Ubillús, AN/Q, 3ª Notaría (Protocolos), t. 80, exp. 31-VIII-1804, fs. 15-28v.

180 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Fuera de los elevados salarios del presidente y de los oidores de la
Audiencia (6.000 y 3.300 pesos por año, respectivamente) la mayoría de
las remuneraciones de los funcionarios reales, con excepción de algunos
jefes de sección, rara vez excedían los 1.000 pesos o consistían
exclusivamente, como en el caso de los diversos notarios y secretarios, en
las tasas cobradas por el ejercicio de sus funciones.569

También en el nivel medio de la administración colonial -en la provisión de los


corregimientos, los cargos más importantes fuera de la Audiencia, de un alto
prestigio social y muy demandados- las familias quiteñas tenían una cierta cuota
en la burocracia estatal.570 Casi siempre los corregidores fueron nombrados
directamente por el rey de una lista clasificada de candidatos idóneos elaborada
por el Consejo de Indias, para la cual también se tomaban en cuenta las
candidaturas de las respectivas Audiencias. A lo largo de todo el siglo XVIII y
hasta fines de la época colonial, muchas peticiones de las filas de las familias
nobles quiteñas llegaron al Consejo de Indias, las mismas que en contadas
excepciones, se centraban en los corregimientos de la Sierra norte y central.571

Entre 1755 y 1770 José de Larrea Zurbano y León presentó un total de cinco
candidaturas a un Corregimiento, pero no fue tomado en cuenta.572 En el
período colonial tardío el porcentaje de corregidores criollos nacidos en el
ámbito de la Audiencia, se redujo aún más. En suma, cinco corregidores del
período colonial tardío procedían de las familias de la nobleza titulada quiteña;
uno de estos, Manuel Diez de la Peña (marquesado de Lises), originalmente se
había trasladado desde Cartagena a la Audiencia de Quito por el
nombramiento como corregidor de Ibarra. Posteriormente y por orden real
actuó dos veces más como corregidor, primero en Ibarra y luego en Otavalo.573

569 “Relación exacta y circunstanciada”, pp. 65-83. Según una copia del título original, el cargo de teso-
rero de la Santa Cruzada perteneciente a la familia Carcelén, proporcionaba inicialmente una renta
anual de 1.600 pesos, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 392, exp. 20-VI-1651, fs. 284-298. En 1751 la renta fue
elevada, mediante Real Cédula, a 2.647 pesos,“Relación exacta y circunstanciada”, p. 78.
570 Los corregidores, cuyo período normal estaba fijado en cinco años, ejercían la jurisdicción de prime-
ra instancia en sus distritos. Además estaban presentes en los cabildos de las ciudades y villas e influían
directamente en los asuntos administrativos y económicos de sus distritos, cfr. Pietschmann, Die staatliche
Organisation, pp. 128-131.
571 En la época colonial tardía, un solo miembro de las familias nobles estudiadas aceptó un cargo fuera
de la jurisdicción de la Audiencia de Quito, a saber, Ignacio Flores y Jiménez, quien fue nombrado presi-
dente de la Audiencia de Charcas (Alto Perú) y posteriormente se instaló en Buenos Aires,“Inventario de
Consultas, 1760-1820”, Madrid, 6-VI-1791, AGI, Quito, 217.
572 Las candidaturas de Larrea se referían a los corregimientos de Chimbo, Latacunga, Ibarra y Riobamba
así como Loja en la Sierra sur,“Relación de méritos (…)”, AGI, Quito, leg. 277.
573 “Relacion de los meritos, y circunstancias de D. Manuel Diez de la Peña (...)”, Madrid, 26-VI-1770, AGI,
Quito, leg. 377.

181 Tercera parte


En la Sierra norte y central el salario para estos cargos administrativos se
situaba en algo más de 1.000 pesos al año.574 No obstante, la mayoría de
los corregidores adquirían, además de su cargo, el cobro de los tributos
indígenas de su distrito por remate, cuyos rendimientos por encima de la
suma del remate les proporcionaban un ingreso adicional. Tampoco para la
obtención de un Corregimiento se necesitaban estudios universitarios ni
otros conocimientos previos especiales sujetos a una comprobación.

El verdadero dominio de las familias de la nobleza titulada quiteña y


de la población criolla de la ciudad fue, en general, el nivel inferior
local de la administración colonial, a pesar de la reglamentaria
alternativa con los vecinos peninsulares. Las regidurías perpetuas se
remataban públicamente por parte de la Audiencia. Los poseedores de los
diferentes cargos municipales, generalmente concedidos por un año, se
nombraban o se elegían por el mismo Cabildo.575 Las regidurías y los cargos
municipales eran en su gran mayoría cargos honoríficos y, por lo tanto, se
desempeñaban sobre todo por el prestigio social vinculados con ellos y
menos por consideraciones económicas.576 Además, la adquisición de una
regiduría sencilla o llana y, especialmente, la de una regiduría vinculada a
un cargo suponía gastos financieros a veces considerables.577 Como
consecuencia esta función primordialmente honorífica de las regidurías,

574 “Relación exacta y circunstanciada”, pp. 89-99.


575 Una breve caracterización de los más importantes cargos y de la administración municipal en gene-
ral se encuentra en Pietschmann, Die staatliche Organisation, pp. 131-138. Una visión general de los princi-
pales cargos del Cabildo quiteño se ofrece en la “Relación exacta y circunstanciada”, pp. 72-76.
576 Los dos alcaldes ordinarios y los 17 regidores no recibían ningún ingreso; algunos funcionarios, en cam-
bio, en su mayoría funcionarios encargados de actividades de menor importancia, recibían como com-
pensación de gastos de entre 40 y 100 pesos anuales. Únicamente el notario del Cabildo devengaba un
verdadero salario de 800 pesos anuales,“Relación exacta y circunstanciada”, pp. 72-76. Cfr. las “Cuentas
generales presentadas por Don Pedro Calisto y Muñoz, en octubre 10 de 1799, de la renta de propios del
Cabildo de Quito, de los años de 1788 a 1796, con detalles de ingresos y egresos”, AN/Q, Fondo Especial.
Presidencia de Quito, c. 158 (1799-1800), doc. 8603-5, exp. 10-X-1799, fs. 46-49v; sin embargo, en estas cuen-
tas los pagos de la ciudad al notario para el año 1799 están indicados con solo 108 pesos y 4 reales.
577 Las regidurías se remataban por parte de una junta de remates formada por funcionarios de la
Audiencia. Mariano Donoso y Chiriboga, quien no formó parte del círculo más limitado de las familias ana-
lizadas, adquirió su cargo como regidor alférez real por 1.800 pesos (AN/Q, 6ª Notaría (Protocolos), t. 99,
exp. 22-II-1779, fs. 76-78); Juan José Guerrero y Matheu pagó por su cargo como regidor fiel ejecutor 4.000
pesos (AN/E, 6ª Notaría (Protocolos); t. 114 , exp. 10-I-1801, fs. 69-70v); José Román y Sánchez de Orellana
para su regiduría sencilla 250 pesos (AN/Q, 6ª Notaría (Protocolos), t. 99, exp. 14-IX-1787, fs. 198-199) y José
Ustáriz y Sánchez de Orellana para su regiduría llana 450 pesos (AN/Q, 6ª Notaría (Protocolos), t. 99, exp. 9-
VII-1792, fs. 228v-229v; AGI, Quito, leg. 230). En el año 1773 Jacinto Sánchez de Orellana y Chiriboga, el pos-
terior segundo marqués de Villa Orellana, adquirió por remate el cargo de regidor alcalde provincial de
la Santa Hermandad en 700 pesos, AN/Q, 6ª Notaría (Protocolos), t. 92, exp. 2-XII-1773, fs. 213v-214. Los mis-
mos 700 pesos pagó, en el año 1782, el sucesor en el cargo, su hermano Joaquín, AN/Q, 6ª Notaría
(Protocolos), t. 99, exp. 3-IX-1782, fs. 133-134; AGI, Quito, leg. 230.

182 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
algunos regidores no tomaban muy en serio sus obligaciones y que faltaban
a las sesiones con alguna frecuencia.578

Los cargos municipales más significativos y de mayor prestigio eran los


de los dos alcaldes ordinarios, quienes ejercían la administración de
justicia a nivel de primera instancia. En las elecciones del Cabildo, el
alcalde ordinario de primer voto tenía, frente al alcalde ordinario de segundo
voto y los demás miembros del Cabildo, el derecho a sufragar primero; y
después de la abolición de cargo de corregidor, en el año 1781, también se
hizo cargo de la presidencia del Cabildo.579

Mientras los ocupantes de las alcaldías ordinarias, elegidas cada año por el
Cabildo, no necesariamente debían ser miembros del Cabildo, algunos otros
cargos municipales estaban ligados a una regiduría. A estos pertenecía el
cargo de alférez real, especialmente prestigioso, al igual que el de alguacil
mayor, que ejercía el poder policial municipal y bajo cuyas órdenes se
encontraba la cárcel del Cabildo. Ligado a una regiduría estaba también el
cargo de fiel ejecutor, quien debía preocuparse de los intereses económicos de
la ciudad y controlaba los mercados así como los precios, las medidas y los
pesos. El alcalde provincial de la Santa Hermandad, finalmente, estaba
encargado, en apoyo a los alcaldes ordinarios, de la administración de justicia
en primera instancia y de la ejecución del control policial en las zonas rurales.

Los cargos hasta aquí mencionados claramente tenían mayor prestigio, a


causa de las competencias especiales y sus actuaciones públicas, frente a las
regidurías llanas. Con excepción de la familia Villavicencio, durante la
época colonial tardía representantes de todas las familias de la nobleza
titulada quiteña ocuparon las alcaldías ordinarias y las regidurías ligadas a
otros cargos de la ciudad de Quito, entre ellas principalmente las familias
Matheu, Maldonado, Montúfar, Larrea, Guerrero Ponce de León y Sánchez
de Orellana (marquesado de Villa Orellana). Miembros de la familia
Villavicencio, en cambio, ejercieron cargos municipales en la villa de

578 Cfr. las reclamaciones respectivas en AMH/Q, Nº 140, Actas del Concejo, acta de la sesión del 20-I-
1815, fs. 40-40v.
579 Desde 1769 los presidentes de la Audiencia designaban anualmente otros cuatro alcaldes de barrio,
quienes debían aligerar la tarea de los alcaldes ordinarios al hacerse cargo de la funciones policiales y
la administración de justicia en los barrios periféricos, cfr. las instrucciones para estos alcaldes emitidas en
el año 1779 por el presidente José García de León y Pizarro, AMH/Q, Nº 132, Actas del Concejo, acta de
la sesión del 1-I-1779, fs. 92-94v. Según el deseo del presidente los propietarios de estos nuevos cargos de-
bían también ser tomados en cuenta en mayor medida para la elección de los alcaldes ordinarios, lo
cual, sin embargo, casi no fue observado por los respectivos miembros capitulares. En total hubo cinco
alcaldes de barrio de entre las familias de la nobleza titulada quiteña.

183 Tercera parte


Riobamba.580 La familia Larrea tenía además miembros en los cabildos de
Riobamba e Ibarra. Fuera de eso, en el Cabildo de Ibarra estaba presente un
miembro de la familia Jijón.

Entre 1765 y 1812, un total de sólo ocho miembros de las familias de los
condes y marqueses quiteños ocupaba una de las 14 regidurías llanas del
Cabildo quiteño otorgadas de por vida. Además, tres de estos regidores, de
las familias Maldonado, Román (marquesado de Solanda) y Larrea
Montúfar, heredaron su regiduría o la recibieron por cesión de un pariente.

Otros cuatro cargos municipales de mayor importancia fueron concedidos


en forma anual a diferentes regidores por elección o simple nombramiento.
Se trataba de los dos cargos de alcaldes municipales de la Santa Hermandad;
del cargo de procurador general y síndico personero, quien representaba los
intereses de la ciudad y del bien común frente a las autoridades coloniales y
a la Corona; el alcalde de aguas encargado de la vigilancia del
abastecimiento de agua para la ciudad y de sus ejidos; y, como asesor
jurídico tanto del Cabildo como de los menores huérfanos, el asesor y padre
general de menores.581 También entre los funcionarios de estos cargos, los
miembros de las familias quiteñas de nobleza titulada estaban
representados más de una vez, con excepción de las familias del condado del
Real Agrado, especialmente los de las líneas de los marquesados de Lises y
de Villa Orellana y del condado de Selva Florida.

En vista de los sucesos políticos en la metrópoli, entre 1812 (el año del
fracaso del movimiento independentista quiteño) y el año 1822, la
composición del Cabildo quiteño cambió más de una vez. Tanto en el
año 1815, como consecuencia de la restauración del reinado de Fernando
VII el año anterior, como en el año 1822, a causa de la “revolución
liberal” del año precedente en la península ibérica, el Cabildo recibió
órdenes de realizar nuevas elecciones en forma inmediata. También en
estos años la nobleza titulada quiteña estuvo representada en el Cabildo
por varios miembros.

580 A causa del violento terremoto del año 1797, que aniquiló por completo la villa de Riobamba, la tota-
lidad de las actas del Cabildo fue destruida. Únicamente las actas del año 1797 mismo se han conserva-
do. Fuera de esto faltan, sin embargo, también las actas de los años siguientes hasta fines de los años vein-
te del siglo XIX, AM/R.
581 Toda una serie de otros cargos, desde el administrador de las finanzas municipales hasta el portero,
igualmente se entregaban en forma anual, cfr. AMH/Q, Nº 129, Actas del Concejo, acta de la sesión del
2-I-1765, fs. 160-161v.

184 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
En todo el período aquí estudiado, fuera de los miembros de las familias de
los marquesados y condados quiteños, otros numerosos criollos y
peninsulares de prestigio o de menor renombre ostentaron cargos en el
Cabildo. Esta institución mostraba una composición social bastante
heterogénea y no puede ser considerada en su globalidad como un
elemento para la formulación y realización de intereses de un grupo
o estrato homogéneo.582

Más allá del prestigio social y del influjo directo de algunos regidores y
funcionarios municipales, al Cabildo usualmente le competían algunas
funciones importantes en la administración de la economía urbana y rural y
en la conservación del orden público general en la ciudad.583 Para la ciudad
en general, así como para las familias económicamente dominantes, fueron
significativas especialmente las funciones económicas del Cabildo.584 El
Cabildo disponía de 30 pulperías, pequeñas tiendas con venta de bebidas
alcohólicas, cuyas rentas respectivas fueron cedidas anualmente a los
diferentes capitulares del Cabildo, al presidente y a los funcionarios del
tribunal de la Audiencia, así como a algunos vecinos respetados, en su
mayoría viudas necesitadas.585

Una de las funciones más importantes del Cabildo, en el control de la vida


económica urbana, era el abasto de carne para la ciudad y los pueblos
circunvecinos. El Cabildo administraba la venta de carne en la carnicería
municipal, cuyo abastecimiento se otorgaba generalmente por turnos
semanales a los hacendados ganaderos de la región. Durante el período colonial
tardío esto se realizaba, en la mayoría de los casos, a través de la consideración
de las ofertas entregadas al Cabildo o el remate público. Diferentes miembros
de las familias nobles quiteñas estaban involucrados en el abastecimiento de la
carnicería. Una lista de los previstos abastecedores semanales de carne del año

582 Esto sugiere, sin embargo, el estudio de Porras, La élite quiteña. Cfr., en cambio, los conflictos relacio-
nados con la ocupación de los cargos municipales y que no siempre siguieron por la línea de confronta-
ción criolla-peninsular, pp. 64-70.
583 Para el Cabildo quiteño y sus miembros existe, hasta el momento, únicamente la anteriormente men-
cionada tesis de maestría de Porras. Para su trabajo la autora ha revisado las actas del Cabildo; para su
análisis de la función del Cabildo y de la base económica de diferentes miembros se basa, sin embargo,
mayoritariamente en la bibliografía general acerca de la historia social y económica de la ciudad y de
la Audiencia, así como en estudios específicos de los cabildos de otras regiones del imperio colonial.
Acerca de la función económica y social de los cabildos coloniales cfr. los análisis clásicos de Moore, The
Cabildo in Peru Under the Hapsburgs y The Cabildo in Peru Under the Bourbons; además Liehr, Stadtrat und
städtische Oberschicht; Krüger, Der Cabildo von Asunción.
584 Cfr. para las funciones económicas del Cabildo en general Domínguez y Compañy, “Funciones eco-
nómicas”.
585 AMH/Q, Actas del Concejo, Nº 129, acta de la sesión del 5-II-1765, fs. 164-165v.

185 Tercera parte


1793 incluye, entre otros, a miembros de las familias Ascásubi (marquesado de
Maenza), Guerrero Ponce de León y la familia Tinajero (condado de Selva
Florida), Román y Sánchez de Orellana (marquesado de Solanda), al segundo
marqués de Villa Orellana, Jacinto Sánchez de Orellana, así como al cuarto
marqués de Villa Rocha, José Carcelén.586

Para garantizar en el período colonial tardío el cada vez más difícil abasto de
carne de la ciudad, el Cabildo, en la década de 1760 dio paso al arrendamiento
de una parte de los ejidos de la ciudad situados al norte (ejido de Ananquito) y
al sur (ejido de Turubamba) y que con frecuencia se utilizaba de manera ilegal
por parte de las comunidades indígenas o las haciendas privadas colindantes.
Entre los numerosos arrendatarios de los ejidos se encontraban, en el período
colonial tardío, muchos miembros de la nobleza titulada quiteña.587

El influjo de estas familias especialmente prestigiosas se demostró, entro otros


casos, en un pleito iniciado en el año 1763 acerca de la erección y
arrendamiento de un terreno destinado a la ganadería y sus simples potreros en
el ejido de Turubamba.588 En 1763 el terreno fue arrendado a Manuel
Guerrero y Ponce de León, hijo del cuarto conde de Selva Florida, José
Guerrero y Peñalosa. Manuel, quien poseía una hacienda colindante con el
ejido, se comprometió a instalar el potrero por cuenta propia. Sin embargo, en
los años siguientes se desarrolló un conflicto que duró hasta los años setenta,
con otro vecino interesado quien, según sus propias declaraciones, había
ofrecido una suma mayor para el arrendamiento. Este último apeló al virrey en
Bogotá y en un inicio se retiró la adjudicación hecha a Guerrero. Guerrero
obviamente tuvo éxito con su protesta contra la orden de rescindir el
arrendamiento. En un documento del Cabildo del año 1795 relacionado con
los ejidos, Manuel Guerrero sigue constando como arrendatario del potrero.589

Entre las haciendas colindantes con los ejidos se encontraba también una
propiedad de los marqueses de Villa Orellana. Cuando el primer marqués,
Clemente Sánchez de Orellana, instaló una acequia en un potrero en el ejido
arrendado por el Cabildo, este le exigió el desmantelamiento de la instalación,
puesto que afectaba el abastecimiento de agua de la ciudad.590 Además, el
marqués había ocupado más tierras de las que le correspondían según el

586 AMH/Q, Nº 7, Carnicería de la Ciudad, 1793-1822, exp. 12-VI-1793, fs. 38-39.


587 Cfr. la lista de las escrituras de arrendamiento emitidas por el Cabildo en AHBC/Q, Documentos
Misceláneos, Nº 7/25, exp. 20-XII-1795; AMH/Q, Nº 41, Demandas, Juicios, Testamentos de Quito (1763-1776);
AMH/Q, Nº 138, Actas del Concejo, “Hijuela de los remates de arrendamiento del ejido de Añaquito”
(1805); AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 458 (1802).
588 AMH/Q, Nº 41, Demandas, Juicios, Testamentos de Quito (1763-1776), fs. 9-109.
589 AMBC/Q, Documentos Misceláneos, Nº 7/25, exp. 20-XII-1795, f. 293 v.
590 AMH/Q, Actas del Concejo, Nº 131, acta de la sesión del 27-VII-1773, f. 74v.

186 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
contrato de arrendamiento.591 A pesar de varias amenazas de quitar la acequia a
la fuerza, el procedimiento ilegal del marqués quedó sin castigo. El potrero
arrendado por él, sólo en 1780 fue concedido nuevamente en arrendamiento. El
nuevo arrendatario se llamaba Manuel Diez de la Peña, marido de Juana
Maldonado, una sobrina del primer marqués de Lises, Ramón Joaquín
Maldonado.592 En cambio, los intrusos indígenas de los pueblos colindantes con
los ejidos siempre fueron expulsados de inmediato; se destruían los campos
plantados por ellos, se mataba el ganado y se quemaban las chozas.593

Como prestamista, el Cabildo cumplía otra importante función en la vida


económica. En el período colonial tardío, numerosos censos de entre menos
de 100 y varios miles de pesos se concedieron de los propios del Cabildo, de
los cuales nuevamente las familias de la nobleza titulada quiteña disponían
en gran medida.594

2- Cargos y funciones en la Iglesia y en las órdenes religiosas, así como


otros cargos honoríficos en el ámbito eclesiástico

En la tradición católica extendida desde la metrópoli a la América española,


los religiosos seglares y regulares ocupaban una importante posición social
como el “estado eclesiástico” diferenciado del “estado secular”, posición que
también se expresaba en el registro separado de los clérigos en los censos
del período colonial tardío.595 Todos los clérigos estaban sujetos a una
jurisdicción propia, eclesiástica: el fuero eclesiástico. No obstante, el
interior del clero, especialmente en el caso de la jerarquía eclesiástica,
existían notables diferencias de clase. Así -y en forma similar al caso de la
administración estatal-, los principales cargos eclesiásticos del obispado de
Quito, los del Cabildo eclesiástico, se cubrían mayoritariamente con
peninsulares o criollos provenientes de otros distritos administrativos del
imperio colonial. Mientras, las órdenes religiosas podían designar por

591 AMH/Q, Actas del Concejo, Nº 131, acta de la sesión del 13-X-1774, f. 109-109v.
592 AMH/Q, Actas del Concejo, Nº 131, acta de la sesión del 7-VII-1780, f. 173-173v.
593 En 1768, en el curso de una visita del ejido de Turubamba se quemaron todas las casas y chozas de los
indígenas allí encontradas. A los intrusos españoles, en cambio, únicamente se les exigía que abandonaran
el ejido, conjuntamente con la amenaza, en caso de no observar la orden, de cobrar por el período de ocu-
pación ilegal de las tierras comunes. Entre los usuarios ilegítimos del ejido se encontraban, en el año mencio-
nado, también la segunda marquesa de Lises, Manuela de Borja, y el séptimo marqués de Maenza, Gregorio
Eugenio Matheu, AMH/Q, Nº 130, acta de la sesión del 16-IX-1768, fs. 52-53.
594 Cfr. la lista del año 1795 de los censos a favor del Cabildo en AHBC/Q, Documentos Misceláneos, Nº
7/25, fs. 284-292.
595 Cfr. el Cuadro I. Para los conceptos estamentales mencionados cfr. además la carta del “estado ecle-
siástico y secular del asiento de Latacunga” al rey del 8-I-1758, AGI, Quito, leg. 279. Acerca de la posición
social del clero en el imperio colonial en general cfr. Ganster,“Churchmen”, p. 142.

187 Tercera parte


cuenta propia los provinciales de las diferentes provincias, siempre y
cuando respetaran la ley de la alternativa entre peninsulares y criollos.596

Los cargos en la jerarquía eclesiástica

Los cargos del Cabildo eclesiástico fueron los de mayor importancia,


prestigio y dotación en la ciudad de Quito y su obispado, que en el
período colonial tardío abarcaba toda la Sierra norte y central. En general, sus
ocupantes eran seleccionados directamente por el rey de una lista preparada
por el Consejo de Indias, que incluía de preferencia a peninsulares y criollos
de otros distritos administrativos coloniales, pero que contenía también
solicitudes desde los respectivos obispados. En el obispado de Quito las
solicitudes locales de un cargo en el Cabildo eclesiástico provenían en
gran parte de las filas de la nobleza titulada quiteña.597

Entre los pocos funcionarios de la alta jerarquía eclesiástica nacidos la


Audiencia se encontraban también tres parientes de los títulos de Castilla
quiteños. En el año 1755 el rey de España concedió al tercer marqués de
Villa Orellana, el doctor Fernando Félix Sánchez de Orellana y Rada, el
cargo de deán del Cabildo eclesiástico dotado de 2.500 pesos al año y que
tenía la responsabilidad de los asuntos de culto.598 Además estaba presente
en el Cabildo eclesiástico del período colonial tardío el hermano de
Fernando, el doctor Cayetano Sánchez de Orellana, quien recibió en el año
1767 el cargo de canónigo magistral. Este cargo estaba dotado de una renta
anual de 1.500 pesos.599 Finalmente, en el año 1778, el doctor Gregorio de
León y Mendoza Villavicencio, un primo del primer conde del Real
Agrado, José Anselmo de Villavicencio, recibió la dignidad de chantre.600

596 Acerca de la organización de la Iglesia y de las órdenes religiosas en la América española cfr. en
general Dussel (ed.), Historia general de la Iglesia. En forma análoga a la administración estatal del distri-
to de la Audiencia de Quito, también la organización eclesiástica se diferenció más. En 1779 el obispado
de Quito se redujo mediante la reciente fundación del obispado de Cuenca, cuyo administración incluía,
fuera de la Sierra sur, también la región costera con Guayaquil y Portoviejo, cfr.“Estado que manifiesta los
curatos que comprenden los obispado de Quito y Cuenca”, 18-IV-1787, AGI, Quito, leg. 381.
597 Cfr. AGI, Quito, legs. 195 A, 195 B y 579. En el período colonial tardío el Cabildo eclesiástico quiteño incluía,
fuera del obispo, a otras cinco dignidades, además a seis canónigos y, en el último escalafón de esta jerar-
quía, a seis poseedores de canonjías, a saber, cuatro raciones y dos medias raciones, “Estado de la Ig.a
Catedral de Quito en este año de 1767”, AGI, Quito, leg. 195 B; cfr. la composición del Cabildo eclesiástico
en el año 1789, AMH/Q, Alcabalas y Estancos, t. 1, f. 349. Acerca de los diferentes cargos del Cabildo ecle-
siástico colonial cfr. Dussel (ed.), Historia General de la Iglesia, vol. 1/1, pp. 529-530.
598 AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 392, exp. 1-X-1765, fs. 188v-192v; AGI, Quito, legs. 579 y 195 B. El cargo
de deán era la segunda dignidad después de la del obispo.
599 AGI, Quito, leg. 195 B.
600 El chantre estaba a cargo de la música sacra y la liturgia. Disponía de una renta anual de 2.000 pesos,
AGI, Quito, legs. 195 A y 195 B. Los salarios de los miembros del Cabildo eclesiástico oscilaban, fuera del
exorbitante salario del obispo de 24.000 pesos, entre 2.500 pesos (para el deán) y 550 pesos (para las
medias raciones),“Estado de la Ig.a Catedral de Quito en este año de 1767”, AGI, Quito, leg. 195 B.

188 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Por debajo del nivel del Cabildo eclesiástico, los curatos constituían los
cargos más prestigiosos de la jerarquía eclesiástica. En el período
colonial tardío de las filas de la nobleza titulada quiteña varios
miembros de las familias Carcelén, Jijón, Quiñones, Larrea, Guerrero
Ponce de León, Tinajero (condado de Selva Florida) y Román
(marquesado de Solanda) ostentaban curatos que se extendían por casi
toda la Sierra norte y central, así como por los corregimientos de los
Pastos y Barbacoas de la gobernación de Popayán.601

Entre los curas se pueden diferenciar a su vez los sacerdotes o clérigos


presbíteros, quienes no disponían de un curato, así como los clérigos
menores. Estos últimos eran clérigos que ya habían obtenido las órdenes
menores, pero que aún no alcanzaban las mayores. Por tanto, su futuro
profesional era incierto y muchos de ellos vivían todavía como
civiles.602 Aunque la mayoría de los clérigos pertenecientes a las
familias aquí analizadas obtuvieron un curato, algunos de ellos
permanecieron como simples sacerdotes a lo largo de su vida, entre ellos
algunos miembros de las familias Larrea, Andrade y Guerrero Ponce de
León (condado de Selva Florida), Sánchez de Orellana (marquesado de
Solanda) y Carcelén.

Estos simples sacerdotes aseguraban su manutención mediante diversos


ingresos, especialmente las capellanías fundadas en gran medida por las
familias de los marqueses y condes quiteños. Estas se cargaban, a través de
un censo, sobre una residencia urbana o una hacienda, y proporcionaban
una renta anual fija a su capellán. Como contraparte, el capellán debía
ofrecer un número de misas determinado por el fundador o patrono de la
capellanía a favor del alma del fundador de la prebenda, sus familiares y
descendientes, en un altar especialmente señalado en una de las iglesias.603

Un número particurmente alto de capellanías era administrado por los


marqueses de Solanda. En el año 1784 Diego Sánchez de Orellana y Rada
heredó en unión con el marquesado el patronato de 21 capellanías
vinculadas al título, cuyos censos oscilaban entre 300 y 12.000 pesos. Los

601 La ciudad de Barbacoas y la provincia de los Pastos constituían las vicarías más septentrionales del
obispado de Quito, “Estado que manifiesta los curatos que comprenden los obispado de Quito y
Cuenca”, 18-IV-1787, AGI, Quito, leg. 381. No dispongo de una información sistemática acerca del tipo
y del monto de los ingresos de los párrocos y sacerdotes.
602 Cfr. Ganster,“Churchmen”, p. 114.
603 Las capellanías laicas, independientes de la administración eclesiástica, constituían, fuera de los
mayorazgos, una posibilidad adicional de vincular dinero y bienes a largo plazo y a través de las genera-
ciones a una sola familia, Ganster “Churchmen”, p. 146. Casi siempre la fundación de capellanías y el nom-
bramiento de capellanes se registraban en las notarías urbanas, AN/Q, Notarías (Protocolos).

189 Tercera parte


capellanes, en parte nuevamente nombrados por Diego, provenían de su
propia familia o de otras familias dependiendo de las condiciones de la
fundación que las regían.604 La mayoría de los beneficiados con las
capellanías fundadas y administradas por las familias de la nobleza titulada
quiteña procedían del ámbito de la misma familia, lo cual posibilitaba al
heredero apoyar económicamente a los demás parientes.

El heredero del condado de Selva Florida, Manuel Guerrero y Ponce de


León, por ejemplo, nombró a su hermano Ventura, en ese entonces el único
clérigo del tronco principal de la familia Guerrero, como patrono y capellán
de diversas capellanías pertenecientes a su casa.605

También los miembros del Cabildo eclesiástico disponían, a más de su


cargo, de ingresos adicionales provenientes de una o varias capellanías,
generalmente de propiedad familiar, tal como el canónigo doctor Cayetano
Sánchez de Orellana.606

El cura de Cayambe, licenciado Domingo Larrea y Villavicencio, tuvo


durante su ejercicio de muchos años, ingresos adicionales provenientes de
un total de 23 capellanías.607 Sin embargo, pocos clérigos gozaron de más
de una capellanía, cuyos censos generalmente oscilaban entre varios cientos
y varios miles de pesos. Durante el período colonial tardío, el capellán
recibía una renta anual de un tres por ciento en la mayoría de los casos y, a
veces, de un cinco por ciento de la suma total del censo que constituía su
capellanía. No obstante, en vista de la difícil situación económica y la
improductividad de muchas haciendas, la renta de la mayoría de las
capellanías, al igual que la de muchos otros censos, rara vez se pagaba con
puntualidad y regularidad.

Otros miembros de las familias de la nobleza titulada quiteña, se


desempeñaron como curas capellanes, es decir como curas de los
diferentes monasterios quiteños de monjas, como lo hicieron el sacerdote
doctor Antonio Sánchez de Orellana y Chiriboga (marquesado de
Solanda) y, después de él, el doctor José Manuel Flores en el monasterio
de la Concepción. O como el doctor Antonio Román y Sánchez de

604 AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 425, exp. 15-IV-1785, fs. 68-89; exp. 15-IV-1785, fs.69-71v; exp.20-IV-1785,
fs. 72v-74; exp. 21-IV-1785, fs. 74-75; exp. 24-V-1785, fs. 104v-106v.
605 AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 428, exp. 18-IX-1787, fs. 224-226.
606 Testamento en virtud de poder hecho por su hermano Fernando Félix, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t.
398, exp. 5-XII-1771, f. 551-551v.
607 Testamento, AN/Q, 6ª Notaría (Protocolos), t. 119, exp. 21-XI-1803, fs. 115v-124v

190 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Orellana en el monasterio del Carmen de la nueva fundación, conocido
ahora como el Carmen Bajo.

Finalmente, algunos clérigos, especialmente aquellos sin curato, aseguraban


su manutención con adicionales ingresos provenientes de bienes raíces
rurales. El arriba mencionado cura capellán doctor Antonio Sánchez de
Orellana, por ejemplo, no solamente disponía de una renta adicional
resultante de otras dos capellanías y otro censo a su favor, sino que además
poseía dos haciendas en el Corregimiento de Latacunga, heredadas por su
padre José Sánchez de Orellana.608

Otro ejemplo sobre la diversa naturaleza de las fuentes de ingreso de los


clérigos entre las familias de la nobleza titular quiteña, y de los clérigos en
general, lo constituye el sacerdote y varias veces capellán doctor Mariano
Carcelén y Pérez de Ubillús, quien disponía de tres haciendas en el
Corregimiento de Quito.609

Además, un ingreso suficiente y seguro (la congrua) ya formaba parte de las


condiciones para la admisión a la ordenación sacerdotal.610 Cuando un
candidato aún no tenía la perspectiva de un curato, de una capellanía
o de otros ingresos, la pertenencia a una familia acaudalada bastaba
como prueba de ingresos suficientes. Así, en el año 1777 José Joaquín
Sánchez de Orellana y Nájera, dispuso en su testamento la fundación de
una capellanía que debía posibilitar la ordenación sacerdotal a miembros de
su familia.611

Además se exigía una formación suficiente a los futuros sacerdotes. La


mayoría de los clérigos de entre las familias del la nobleza titulada
quiteña ostentaban, fuera del grado académico de licenciado o
maestro, un doctorado en Derecho Canónico, grado que
prácticamente era indispensable para alcanzar un cargo en el Cabildo

608 Testamento en virtud de poder hecho por su hermana Mariana, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 428,
exp. 18-III-1788, fs. 382-389v; cfr. Anexo III.
609 Testamento de Mariano, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 447, exp. 28-VII-1797, fs. 83v-85v.
610 Fuera de ésta también la capacidad intelectual especial o el conocimiento de un idioma indíge-
na se consideraban como condición alternativa o adicional para la ordenación, cfr. Ganster,
“Churchmen”, pp. 145-146.
611 Testamento en virtud de poder hecho por el tío de José, Diego Sánchez de Orellana, AN/Q, 1ª
Notaría (Protocolos), t. 411, exp. 21-VIII-1777, f. 116-116v. El censo de capellanía dotado de 12.000 pesos
debía colocarse en la hacienda y obraje de José, ubicado cerca de Pujilí (Latacunga) y proporcionar
a su capellán una renta anual de 360 pesos (el 3 % de su valor total). Como primer patrón estaba pre-
visto el mismo Diego.

191 Tercera parte


eclesiástico.612 La calificación adquirida mediante los estudios privados, la
formación escolar y los estudios universitarios, formaba, conjuntamente con
una carrera eclesiástica ya recorrida, el elemento principal de las relaciones
de méritos recopiladas en el marco de las solicitudes de un cargo
eclesiástico o un curato, respectivamente. A pesar de que en ellas también
se indicaban la ascendencia y el rango social del clérigo en cuestión, en
ningún caso estos se describían con tanto detalle como en el de los
candidatos a la concesión de un cargo en la administración estatal.

Por otra parte, entre los funcionarios del Cabildo eclesiástico y de los
curatos se pueden observar -en el imperio colonial español y a diferencia de
los cargos y rangos de la administración estatal y de las milicias- numerosos
casos de imponentes carreras en la jerarquía eclesiástica. En principio, la
carrera eclesiástica se orientaba en el caso de los curatos, desde las
parroquias rurales hacia los centros, hasta las parroquias de las grandes
ciudades; y de las parroquias más importantes hacia un curato o un cargo
inferior en un Cabildo eclesiástico; finalmente, al interior de estos cabildos,
desde los cargos inferiores hacia los superiores.613

No obstante, entre las familias criollas de la ciudad de Quito y de la Sierra


norte y central, existieron pocas carreras del tipo descrito. Especialmente en el
Cabildo eclesiástico estaban presentes pocos criollos del distrito. Constituye
una excepción la carrera del ya mencionado chantre de la catedral, el doctor
Gregorio de León y Mendoza. Después de su formación como maestro en
Filosofía en el Colegio Real de San Fernando y subsiguiente promoción en
Derecho Canónico en la Universidad de Santo Tomás, fue ordenado sacerdote
y luego se hizo cargo en forma interina del curato del pueblo de Calpi en el
Corregimiento de Riobamba, antes de obtener en el año 1738 su propio
curato en el pueblo de Chillogallo cerca de Quito. Al año siguiente ya se le
proporcionó un cargo de medio racionero de la catedral y luego ascendió al
interior del Cabildo eclesiástico, pasando por el cargo de racionero (1746), de
canónigo (1752), tesorero (1772) y de maestrescuela (1775), hasta alcanzar
finalmente el de chantre.614

612 Sin embargo, en la práctica el aspecto de la formación también dependía en gran medida de los
medios económicos de un candidato, puesto que tanto la formación escolar como los estudios universi-
tarios exigían sacrificios financieros mayores, que solo en contados casos podían ser cubiertos por becas
de las diferentes instituciones educativas, cfr. Ganster,“Churchmen”, pp. 144-145.
613 Ganster,“Churchmen”, pp. 155-156.
614 El ascenso de medio racionero a chantre significaba al mismo tiempo el incremento de los ingresos
anuales de 550 a 2.000 pesos, AGI, Quito, legs. 195 A y 195 B. El maestrescuela enseñaba “gramática”
(del trivium) y otorgaba los títulos de doctor de la Universidad, Dussel (ed.), Historia general de la Iglesia,
vol. 1/1, p. 530.

192 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Religiosos y monjas

Sólo dos miembros de las familias de la nobleza titulada quiteña formaron


parte de las órdenes religiosas asentadas en Quito, a saber, franciscanos,
agustinos, dominicos, mercedarios y jesuitas –estos últimos, expulsados en
el año 1767. Sin embargo, los dos ocuparon funciones especiales y
directivas en sus respectivas congregaciones. En la década de 1760 el
agustino doctor Fernando Jijón y Larrea fue primeramente predicador
general del convento de San Agustín en Quito y luego presidió su provincia
como provincial. El maestro Álvaro Guerrero y León de la Merced
igualmente fue primer sacerdote de su convento en Quito y luego, a partir
de 1789, su prior. Al menos desde el año 1804 ocupaba también el cargo de
provincial de su provincia.

En el período colonial tardío, algunas hijas de las familias de la nobleza


titulada quiteña ingresaron a los diferentes monasterios, Santa Clara, Santa
Catalina y La Concepción así como a los dos de la orden carmelita, el Carmen
Alto y el Carmen Bajo.615 A más de la decisión de ingreso a un monasterio,
relacionada con motivos personales religiosos, estas instituciones
frecuentemente servían para dar estado a las hijas solteras.616 Al mismo tiempo
las religiosas gozaban de un alto prestigio social. Frecuentemente al interior de
los muros del monasterio permanecían patentes las diferencias del origen
social de las monjas, puesto que en algunos monasterios las hijas de las
familias más prestigiosas y acaudaladas vivían en celdas propias pertenecientes
a sus familias y disponían, en algunos casos, de personal de servicio propio,
casi siempre esclavas negras o mulatas.617

Otras funciones y cargos honoríficos en el ámbito eclesiástico

Algunos clérigos y laicos de las familias nobles aquí tratadas tenían -fuera
de los mencionados cargos y funciones en la jerarquía eclesiástica y las

615 Cfr. en el Anexo II las monjas pertenecientes a las familias Matheu, Villavicencio, Chiriboga (condado del
Real Agrado), Larrea, Carcelén, Guerrero Ponce de León y Sánchez de Orellana (marquesado de Solanda).
616 Entre éstas se encontraban también las hijas naturales, como por ejemplo la monja del monasterio de
Santa Clara, Nicolasa de San Antonio, una hija natural de conde de Casa Jijón, Miguel de Jijón, AN/Q, 1ª
Notaría (Protocolos), exp. 24-XI-1777, fs. 108v-109.
617 En 1807 Josepha Matheu y Aranda dejó por su testamento a su hermana Antonia del Espíritu Santo,
religiosa del monasterio de la Concepción, una esclava mulata, AN/Q, 3ª Notaría (Protocolos), t. 80, exp.
19-XII-1807, f. 222v. También la monja Juana de la Encarnación Carcelén tenía su propia criada,
Testamento del padre de Juana, José Carcelén, cuarto marqués de Villa Rocha, AN/Q, 3ª Notaría
(Protocolos), t. 80, exp. 31-VIII-1804, f. 21v. En 1763 el primer marqués de Villa Orellana, Clemente Sánchez
de Orellana compró una celda (con cocina incluida) en el monasterio de Santa Clara en 500 pesos,
AN/Q, 5ª Notaría (Protocolos), t. 113, exp. 8-XI-1763, fs. 297-298v. La séptima marquesa de Maenza, Mariana
de Aranda, dejó a su vez una celda de varios miles de pesos de valor, testamento, AN/Q, 1ª Notaría
(Protocolos), t. 441, exp. 16-XII-93, fs. 86-99v.

193 Tercera parte


órdenes religiosas- otras funciones y cargos honoríficos relacionados con la
Iglesia y las órdenes, así como con la vida religiosa de la ciudad en general.

Por ejemplo, el párroco doctor Antonio Sánchez de Orellana y Chiriboga


(marquesado de Solanda) estaba a cargo como procurador general del
Cabildo quiteño y del Cabildo eclesiástico de obtener del Papa la
beatificación de Mariana de Jesús Torres, una monja del siglo XVI del
monasterio de la Concepción de Quito. Por otra parte, en la década de 1760
el ya mencionado canónigo doctor Cayetano Sánchez de Orellana y Rada
estuvo a cargo, como provisor y vicario general, de representar los intereses
de todos los monasterios de monjas del obispado. Cabe señalar finalmente a
algunos miembros de las familias de la nobleza titulada que actuaban como
comisarios o familiares del tribunal de la Inquisición de Lima.

3- Cargos y rangos en las milicias

Hasta la década de 1760, la ciudad de Quito y la totalidad de la


Audiencia no disponían ni de tropas regulares ni de un sistema
organizado de milicias. Aunque desde el siglo XVI se habían otorgado a
algunas personas títulos militares de capitán, maestre de campo o general,
estas personas en caso de peligro militar, por cierto poco frecuentes en la
Sierra, recién tenían que reunir las unidades de milicias a ellas sujetas. La
única unidad militar permanentemente disponible de la ciudad de Quito
era la guardia de la Audiencia, que en el año 1764 se componía de sólo 50
hombres.618 El gobernador de Guayaquil, Juan Antonio Zelaya -quien en
1765 acabó por medios militares la rebelión de los barrios de Quito- inició
una vez terminada su misión, la formación de tres compañías regulares con
50 hombres cada una.619

La reforma de la milicia, realizada entre 1779 y 1784 por parte del presidente
de la Audiencia José García de León y Pizarro -con la cual se estableció por vez
primera un amplio sistema de milicias en toda la jurisdicción- tuvo una
importancia decisiva para la estructura militar del distrito, y para el acceso de
las familias criollas a altos cargos militares.620 En el plazo de dos años se
formaron en la Sierra norte y central diferentes regimientos de infantería y de

618 Kuethe, Military Reform, p. 48.


619 “El Virrey de Santa Fe incluye los decretos de formación de las tres compañías, que tiene mandado el
Rey se establezcan, tres en Quito y una en Popayán (…)”, 28-XI-1771, AGI, Quito, leg. 224; cfr. la “Relación
exacta y circunstanciada”, p. 84.
620 Kuethe, Military Reform, pp. 117-123; cfr. Washburn, The Bourbon Reforms, pp. 189-190.

194 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
dragones, cada uno con varias compañías.621 En Quito se estableció un
regimiento de infantería (con dos batallones) así como un regimiento de
dragones, tanto en Ibarra (con Otavalo) como en Riobamba (junto con Ambato
y Guaranda) otro batallón de infantería. Mientras que en el resto del virreinato
de la Nueva Granada oficiales peninsulares dominaban en las unidades de
milicias recién formadas, el presidente García de León y Pizarro otorgó los
rangos militares más altos de su distrito, preferentemente, a las familias criollas
allí asentadas.622 Los oficiales de las diferentes compañías de toda la región de la
Sierra norte y central, los capitanes, los tenientes y los subtenientes, se
reclutaban sobre todo de entre las familias nobles más prestigiosas de la ciudad
de Quito. A su vez, miembros de la nobleza titulada quiteña conformaban la
mayor parte del cuerpo de coroneles y tenientes coroneles así como la mayoría
de los miembros de las planas mayores voluntarias de los regimientos y
batallones de Quito, Riobamba e Ibarra.

Las planas mayores del sistema de milicias de la región, completamente


estructurado hasta el año 1786, fueron dominadas por las familias de la
nobleza titulada de los Guerrero, Sánchez de Orellana (marquesados de
Solanda y de Villa Orellana), Flores, Villavicencio y Montúfar. Además, Pedro
Buendía y Dávila, el marido de una hija de los terceros marqueses de Villa
Rocha, pertenecía -como coronel de un batallón de infantería de la ciudad de
Cuenca en la Sierra sur- a la plana mayor de las milicias locales.623

Por principio los miembros de las milicias gozaban del privilegio de su


propia jurisdicción, el fuero militar.624 El prestigio social especial de
los oficiales de las milicias -cuyo rango siempre se añadía a sus
nombres en la documentación contemporánea- se evidenciaba de forma
particular con ocasión de las festividades gubernamentales y
eclesiásticas, a las cuales frecuentemente se les invitaba como grupo
colegiado y donde también se presentaban como tal.625
Adicionalmente, el servicio en las milicias tenía importancia como uno

621 Acerca de las diferentes unidades de la milicia y de sus oficiales AN/Q, Milicias; AN/Q, Fondo Especial.
Presidencia de Quito, c. 84, vol. 4, doc. 5.591, exps. 3-XI hasta 16-XI-1779, fs. 260-273; c. 99, vol. 239, doc. 6.075,
fs. 154-167; “Relación exacta y circunstanciada”, pp. 85-89, 103-105.
622 Kuethe, Military Reform, p. 117.
623 Cfr. AN/Q, Fondo Especial. Presidencia de Quito, c. 99. vol. 239, doc. 6.075, fs. 154-167.
624 “Expediente que sigue el ten.te de Barbacoas D.n Pedro Montúfar sobre el fuero q.e deben gozar los
soldados de milicias”, AN/Q, Milicias, exp. 11-VI-1789; cfr. también exp. 9-IX-1790.
625 Cfr. la mención especial y la presentación en conjunto de los oficiales de milicias en las honras fúne-
bres por la muerte del rey Carlos III y la coronación de su sucesor Carlos IV en el año 1789,“Certificación
del modo y formación (…)” y “Relación de las Fiestas Reales (…)”, AMH/Q, Nº 134, Actas del Concejo, acta
de la sesión del 2-III-1790, fs. 148v-162.

195 Tercera parte


de los criterios para la admisión a una de las órdenes de caballería
españolas.626 Además, cabe anotar que, por principio, el servicio en las
milicias no proporcionaba ingresos. Recibieron una paga exigua
únicamente los oficiales y soldados de aquellas unidades de milicias
que en la década de 1780 fueron destinadas a Guayaquil como reserva
y por un tiempo limitado, para el aseguramiento militar de la Costa,
durante la guerra anglo española.627

4- Profesiones libres y cargos universitarios

Abogados

El ejercicio de la abogacía era la única profesión libre de alto


prestigio social en la ciudad de Quito. Además, junto con de los
sacerdotes, los abogados constituían el único grupo profesional para el
que existía un canon de formación y de admisión. A continuación del
estudio de leyes -terminado con el grado de bachiller o licenciado, y
seguido en el caso de las familias nobles aquí tratadas, generalmente por
un doctorado- el candidato a abogado debía realizar un período de
pasantía con un abogado ya acreditado, que terminaba con un examen
ante la Audiencia. Después, seguía la admisión del candidato exitoso
como “abogado de la Audiencia”, con lo cual esta, por orden real,
extendía el respectivo título oficial.628 Fuera de los condados de Casa
Jijón, del Real Agrado y de Selva Florida, existían abogados en todas las
familias de la nobleza titulada quiteña, especialmente en las filas de las
familias Matheu y Ascásubi (marqueses de Maenza).

P rofesores y rectores universitarios

Hasta la década de 1760 la ciudad de Quito no tenía una universidad en


el sentido estricto de la palabra, puesto que las instituciones educativas
superiores de la ciudad carecían de los estatutos necesarios. Pese a esto,

626 Cfr. el acápite acerca de los caballeros de hábito (B. V).


627 AGI, Quito, legs. 575, 576 y 577.
628 En 1771 el doctor José de Ascásubi y Matheu recibió el título de bachiller en ambos derechos por
parte de la quiteña “Universidad de San Gregorio”. Después del siguiente período de prueba de dos años
con un abogado quiteño, una vez pasado el examen ante la corte fue recibido como abogado de la
Audiencia. Luego de haber sido informado el rey, dio la orden a la Audiencia de emitir el título de aboga-
do, recibido por Ascásubi finalmente en 1781, AGI, Quito, leg. 314; cfr. la relación de méritos del abogado,
AGI, Quito, leg. 231.

196 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
hacia mediados del siglo XVIII, los tres colegios, el de San Gregorio
de la Compañía de Jesús, el de Santo Tomás de Aquino de los
dominicos y el de San Fulgencio de los agustinos, titulados como
“universidades” por los coetáneos, otorgaban también títulos de
doctorado.629 Después de la expulsión de los jesuitas en el año 1767 y
de la clausura de su “Universidad” de San Gregorio dos años más tarde,
el rey Carlos III ordenó finalmente en el año 1776, la fundación
del la “Real Universidad de Santo Tomás” que se formó con la
secularización y fusión de las facultades de la expulsada orden jesuita y
de los dominicos, y que finalmente fue reconocida de forma oficial por
el rey en el año 1786.630

En la formulación de los estatutos provisionales de la nueva


universidad, promulgados al siguiente año, también participó el ya
mencionado experto en derecho, y posterior sucesor en el marquesado
de Miraflores, el doctor Pedro Quiñones y Cienfuegos, quien en ese
entonces ostentaba la cátedra de prima de leyes de la universidad.
Posteriormente, los mencionados estatutos fueron reelaborados varias
veces. La última reelaboración se realizó entre 1803 y 1804 por parte
del claustro universitario integrado en ese momento, en el que se
incluían profesor de Derecho y doctor Bernardo Ignacio de León y
Carcelén. Entre otros tres doctores en jurisprudencia convocados para
apoyar el trabajo, se encontraba asimismo el abogado doctor José Javier
de Ascásubi y Matheu.631

En este momento la orden dominicana -provista de un influjo especial en la


universidad y en la ocupación de los cargos docentes, gracias a una Real Cédula
de 1802- se quejó de las materias de la Facultad de Filosofía que desde su punto
de vista se apartaban de las tesis tradicionales, con lo cual se llegó a un abierto
conflicto con el cuerpo docente. Este refutó todas las acusaciones con el
argumento de que los conocimientos matemáticos y físicos significativos para el
público en general no se podían aprender mediante la filosofía de Santo Tomás.
Al mismo tiempo el cuerpo docente subrayó que la filosofía enseñada en la
Universidad nada tenía que ver con las obras de Berkley, Raynal, Voltaire y
Rousseau, ya que estas representarían “un caos de sofismas”.632

629 Acerca de la estructura y de los contenidos del sistema educativo y de la educación superior en la
ciudad de Quito en general durante el período colonial tardío cfr. Keeding,“Surge la Nación”.
630 Acerca de la Universidad de Santo Tomás cfr. Lucena Samoral, “Una universidad mayor” y “Entre la
escolástica y el despotismo”.
631 “Relación de méritos (…)”. AGI, Quito, leg. 231.
632 Citado según Lucena Samoral,“Entre la escolástica y el despotismo”, p. 197.

197 Tercera parte


El examen y la selección de los candidatos para los anunciados cargos vacantes
de docentes, rectores y vicerrectores, generalmente incumbían al cuerpo
docente de la universidad y debían ser confirmados posteriormente por el
presidente de la Audiencia. En el año 1800, el presidente Carondelet señaló
como criterios de selección el nacimiento legítimo y “más allá de una buena
calificación de sus estudios una conducta modesta, ordenada y cristiana” del
candidato.633 El pago de los once profesores a quienes la universidad empleó
alrededor del año 1800, oscilaba entre 400 y 700 pesos por año.634

En el período colonial tardío, algunos miembros y parientes de las


principales casas de la nobleza de Quito ocupaban cargos docentes y de
rectores. Al lado de León y Quiñones también el ya varias veces
mencionado doctor José Javier Ascásubi trabajó en diferentes ocasiones en
la universidad, inicialmente como profesor de Matemáticas y Economía
Política y, posteriormente, de Derecho Canónico y Civil al igual que varias
veces como vicerrector.

En el nivel educativo medio, por encima de la educación básica


proporcionada en la casa paterna y, a veces, por profesores particulares,
existía, en el período colonial tardío, el “Real Colegio de San Fernando”
establecido por los dominicos, así como el “Real Colegio y Seminario de
San Luis”635 instituido por los jesuitas, entre cuyos rectores se encontraban
también José Manuel de Larrea y León, el hijo adoptivo de Antonio Flores,
el primer marqués de Miraflores, y el varias veces mencionado abogado y
profesor de Derecho doctor Bernardo Ignacio de León.

I I I - B IENES RAÍCES Y ACTIVIDADES ECONÓMICAS

1- La función económica y social de los bienes raíces

En la ciudad

Cuando el 6 de diciembre de 1534 el conquistador Sebastián de Benalcázar


abrió la primera sesión del Cabildo quiteño, por su orden estuvieron
presentes todos los miembros de la hueste conquistadora dirigida por él y
que querían asentarse en la ciudad. La distribución de los solares

633 Citado según Lucena Samoral,“Una universidad mayor”, p. 111.


634 Lucena Samoral,“Una universidad mayor”, pp. 108-109.
635 Lucena Samoral,“Entre la escolástica y el despotismo”, p. 193.

198 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
urbanos centrales se realizó en consideración de la posición social de
cada persona, con lo cual se estableció una tradición en la ocupación
del suelo urbano que se mantuvo hasta el período colonial tardío.
Con el crecimiento de la ciudad se desarrolló, a lo largo de los siglos, una
estructura de propiedad y de asentamiento organizada en forma
concéntrica, y que en gran parte evidenciaba una correspondencia entre la
división espacial y la social.636

Fuera de los edificios más importantes de la Audiencia, del Cabildo, de la


Catedral y del Palacio Episcopal, en el período colonial tardío las casas
situadas en la Plaza eran propiedad de funcionarios de la Corona y de
clérigos de alto rango, así como de importantes y acaudalados terratenientes
y comerciantes.

Las demás parroquias circunvecinas del centro alojaban, con la excepción de


la parroquia de Santa Bárbara, a la masa del pueblo llano, conformado en su
mayor parte por mestizos, los así llamados “plebeyos”. Estos barrios se
diferenciaban significativamente del centro, puesto que aún en el período
colonial tardío se hallaban mayoritariamente sin empedrado y con un muy
escaso nivel de servicios urbanos. En vista de la gran demanda de personal
auxiliar y de servicios en la ciudad, tanto para las instituciones estatales y
eclesiásticas, como para las familias acaudaladas y prominentes, gran parte
de la población indígena urbana, de las castas y de los esclavos negros y
mulatos, vivían en las casas de sus respectivos amos y dueños, en el centro
de la ciudad.

Como los más destacados miembros de la flor y nata quiteña, las familias de la
nobleza titulada del período colonial tardío vivían en su mayor parte en la

636 Achig, El proceso urbano, pp. 27, 43. El primitivo centro, probablemente seleccionado en el momen-
to de la fundación por las mejores posibilidades de defensa, se situaba en el lado suroccidental de la
actual calle Olmedo, entre las calles Benalcázar y Cuenca, es decir al noroccidente de la Plaza Mayor
elegida como nuevo centro a fines del siglo XVI, cfr. Jurado Noboa, “Desarrollo histórico”, pp. 315-325.
Desde entonces, siguiendo la calle Olmedo, el anterior centro estaba atravesado por el límite entre la
parroquia central del Sagrario y la de Santa Bárbara, la cual, después del centro y luego de la época
colonial, quedó como el barrio residencial de mayor preferencia entre las familias más prestigiosas y
acaudaladas de la ciudad. Las demás parroquias o barrios (los términos “parroquia” y “barrio” fueron
utilizados indistintamente por los coetáneos) estaban constituidos por San Sebastián al sur del conven-
to dominico, San Roque al suroccidente de las plazas del convento de San Francisco y del monasterio
de Santa Clara, así como San Blas que seguía al nororiente del centro y de la parroquia de Santa
Bárbara. Otros barrios del período colonial tardío fueron San Marcos, ubicado al nororiente del conven-
to de Santo Domingo y del monasterio de Santa Catalina, y Santa Prisca que continuaba al norte de
Santa Bárbara en dirección del ejido de Añaquito; cfr. el plano de la ciudad en Minchom, Urban
Popular Society, p. 43. Acerca de la ciudad y sus barrios así como la vida urbana de Quito en general
hacia 1800 cfr. Lucena Samoral, “La ciudad de Quito”.

199 Tercera parte


central parroquia de El Sagrario, y además en la parroquia de Santa Bárbara.637
Algunas casas de estas familias están señaladas en el siguiente plano.

CASAS DE LAS FAMILIAS DE LA NOBLEZA TITULADA EN QUITO638

Esmeraldas
Rocafuerte

Mideros

Olmedo

Oriente
Manabí
Bolívar

Mejía
Chile
I

H 16 N
J Cuenca
17
Sucr e

18
15
19

Benalcázar
K
B G 20 21 22

14 13 García Moreno
D A 25 24
P
12
C E 23
Venezuela
9 10 11
F 1 27 26 O

8 4 3 2
Vargas
Guay aqui l 7 5

6
N
Flores
Flores
L
M
Guayaquil

Montúfar
Junín

Espejo

Chile

Esmeraldas

EDIFICIOS PÚBLICOS, PLAZAS, IGLESIAS Y CONVENTOS

A: Plaza Mayor J: Monasterio de San Clara


B: Palacio de la Audiencia K: Monasterio del Carmen Alto
C: Catedral L: Convento de Santo Domingo
D: Iglesia Parroquial de El Sagrario M: Monasterio de Santa Catalina
E: Palacio Episcopal N: Convento de San Agustín
F: Edificio del Cabildo O: Monasterio del Carmen Bajo
G: Monasterio de La Concepción P: Iglesia parroquial de Santa Bárbara
H: Convento de La Merced
I: Convento de San Francisco

200 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
CASAS PARTICULARES Y SUS PROPIETARIOS

1: Rosa Montúfar y Larrea y su marido 15: Casa del mayorazgo de los condes de
Vicente Aguirre (desde ca. 1815) Selva Florida
2: Ramón Joaquín Maldonado y Borja 16: Casa del mayorazgo de la familia
(1797) Villacís (Marquesado de Villa Rocha)
3: Joaquín y Rosa Montúfar y Larrea 17: Micaela Ponce de León y José Guerrero
(1797) y Peñalosa, cuartos condes de Selva
4: Juan Pío Montúfar y Larrea, segundo Florida (desde 1739)
Marqués de Selva Alegre (después de 18: Clemente Sánchez de Orellana y
1795) Riofrío, primer Marqués de Villa
5: José Javier Ascásubi y Matheu (1796) Orellana (1776)
6: Manuel Matheu y Aranda, heredero 19: Casa doble de Manuel e Ignacio
del marquesado de Maenza (1797) Guerrero Ponce de León
7: José Carcelén y Pérez de Ubillús, respectivamente (1797)
cuarto Marqués de Villa Rocha 20: Mariano Flores y Jiménez, segundo
8: María Nicolasa de Santa Coloma (hasta Marqués de Miraflores (desde 1775)
1768), Juan Pío Montúfar y Larrea 21: Familia Chiriboga, Joaquín Tinajero y
(1780) Larrea (1797)
9: Francisco de Jijón y Chiriboga (1797) 22: José Manuel de Larrea y Jijón, primer
10: José Carcelén y Pérez de Ubillús (1786, Marqués de San José (hasta 1835)
1796) 23: María Nicolasa Guerrero y Nájera,
11: Pedro Quiñones y Cienfuegos (1797) cuarta Marquesa de Solanda (1789)
12: Sebastián Pérez de Ubillús (desde 24: Casa del mayorazgo de la familia Freire
1714), heredado a José Carcelén y Pérez (Marquesado de Selva Alegre)
de Ubillús 25: Juan de Larrea y Villavicencio (1822)
13: Casa del mayorazgo de la Marquesa de 26: Gregoria Guerrero y Peñalosa (hasta
Solanda 1766)
14: Micaela Carcelén y Pérez de Ubillús 27: Juan Maldonado y Guerrero (hasta
1805)

637 En general, la ubicación de las casas mencionadas en los contratos de compra venta y de arriendo,
así como en las cartas de dote y los testamentos de las familias estudiadas, al igual que todas las demás,
se determinaba mediante la mención de los dueños de las casas vecinas, con lo que generalmente resul-
ta muy difícil la localización exacta de los edificios, cfr. AN/Q, Notarías (Protocolos) y Testamentarías.
638 El segmento de plano que se reproduce en esta página pertenece al “Plano de la ciudad de San
Francisco de Quito [...]” de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, publicado en Madrid en el año de 1748.

201 Tercera parte


Algunos de los edificios privados más espléndidos del centro se encontraban
desde hace generaciones en manos de las familias nobles de Quito.
Probablemente la casa privada más imponente de la ciudad durante el
período colonial tardío fue la casa solariega de los condes de Selva Florida
en la plaza del convento de San Francisco (Nº 15), que ya desde el año 1595
constituía la propiedad de la familia Ponce de León Castillejo, cuando la
había adquirido Pedro Ponce de León recientemente llegado de España.639
En el transcurso de décadas, la casa que, inicialmente, había bordeado sólo
una parte del lado meridional de la plaza, fue ampliada sucesivamente
mediante la compra de las propiedades adyacentes, a todo el costado sur y
finalmente encerró, con sus jardines en la parte posterior, toda la manzana
hasta la actual calle Rocafuerte.

Fuera de este edificio perteneciente al mayorazgo de los condes de Selva


Florida, otros dos edificios de la familia situados en la calle Benalcázar y
ubicados uno al lado del otro, se remontaban a Pedro Ponce de León quien
los había comprado en el año 1597 (Nº 19). A fines del siglo XVIII estas
edificaciones eran propiedad de los hermanos Manuel e Ignacio Guerrero y
Ponce de León.640 Otra casa perteneciente a la familia Guerrero fue la
residencia de Gregoria Guerrero y Peñalosa en el lado oriental de la calle
Venezuela entre las calles Chile y Mejía, que el padre de Gregoria, Salvador
Guerrero y Fonte, había adquirido ya en el año 1684 (Nº 26).641

Por otra parte, las familias Larrea y Montúfar obtuvieron la propiedad de la


casa perteneciente al mayorazgo Freire en la esquina suroriental del cruce
de las calles García Moreno y Olmedo (Nº 24). Lo hicieron mediante el
matrimonio de dos de sus miembros con las herederas del mayorazgo,
María Josefa Yerovi y Freire y María Josefa de Larrea y Yerovi. Hacia fines
del siglo XVI esta casa había pertenecido al capitán Juan Sánchez de Jerez
Bohórquez, oriundo de Pasto, de quien, la propiedad pasó, primero, a su
yerno Manuel Freire y Zamora y, después, al hijo de este, José Freire de
Bohórquez. Este último, a fines del siglo XVII incluyó el edificio en el
mayorazgo fundado por él.642

La casa de los marqueses de Maenza en la esquina suroccidental del cruce de


las calles Flores y Espejo se remontaba a Mateo de la Escalera y Velasco

639 Jurado Noboa, Plazas y plazuelas de Quito, p. 99.


640 Jurado Noboa, Plazas y plazuelas de Quito, pp. 27-28, 30-31; “Desarrollo histórico”, pp. 316, 319.
641 Jurado Noboa, Calles de Quito, p. 143; cfr. el testamento de Gregoria, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t.
393, exp. 28-XII-1766, fs. 210v-214v.
642 Jurado Noboa, Calles de Quito, pp. 108-109; cfr. Jurado Noboa, Los Larrea, p. 64.

202 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
(Nº 6). El abuelo del séptimo marqués de Maenza, Gregorio Joaquín Matheu
y Escalera, la había comprado al menos desde inicios del siglo XVIII.643
Posteriormente, y a través de su hija Rosa, la casa llegó a manos de la familia
Matheu que la conservó hasta la primera mitad del siglo XIX.644

Por otro lado, el cuarto marqués de Villa Rocha, José Carcelén y Pérez de
Ubillús, poseía en el período colonial tardío, entre otros bienes, una casa en
la esquina suroccidental del cruce de las calles Sucre y Venezuela (Nº 12).
Había heredado esta edificación de su tío Sebastián Pérez de Ubillús quién
anteriormente la había poseído al menos desde inicios del siglo XVIII. El
hijo de José, Felipe, mandó derrocar la casa en el año 1812 para construir
en su lugar una magnífica edificación habitada, todavía en 1823, por su
hija Mariana, y que aún existe.645

El valor de las casas más grandes e imponentes de las familias estudiadas,


alcanzaba alrededor de unos 15.000 pesos. La mayoría de las casas que
servían de residencia principal a estas familias, valía entre 5.000 y 8.000
pesos y estaban, en su mayor parte, hipotecada con altos censos.646

Las casas, frecuentemente equipadas con valiosos muebles, textiles,


pinturas y enseres domésticos, servían de manera especial para la
representación de la posición social de las familias propietarias y, al
mismo tiempo, como lugares de la vida social.647 En el período colonial
tardío la casa del segundo marqués de Selva Alegre, Juan Pío Montúfar y Larrea,
situada en la esquina noroccidental del cruce de las actuales calles Guayaquil y
Espejo (Nº 4), se contaba entre las más destacadas de la ciudad y constituyó un
habitual lugar de encuentro de representantes locales y foráneos de la cultura y la
ciencia. A inicios del siglo XIX, Alexander von Humboldt y el naturalista
Francisco José de Caldas, de Popayán, estuvieron entre los huéspedes.648

643 El testamento de Mateo, AN/Q, 4ª Notaría (Protocolos), t. 70, exp. 22-VIII-1720, fs. 392-418v.
644 AN/Q, Testamentarías, exp. 17-XI-1804, f. 12; Jurado Noboa, Calles de Quito, pp. 316, 319-320.
645 Jurado Noboa, Calles de Quito, pp. 158, 340; Los Larrea, p. 76.
646 El valor de las casas ubicadas en los barrios periféricos frecuentemente se situaba en pocos cientos
de pesos.
647 Cfr. también los bailes oficiales organizados en la casa del alférez real de Quito Mariano Donoso, en las
fiestas con motivo de la coronación de Carlos IV en el año 1789,“Relación de las Fiestas Reales (…)”, AMH/Q,
Nº 134, Actas del Concejo, acta de la sesión del 2-III-1790. Abundante información acerca del equipamiento
de las casas de las familias de la nobleza quiteña ofrecen los inventarios establecidos en el contexto de con-
tratos de compra venta, testamentos y cartas de dote, AN/Q, Notarías (Protocolos) y Testamentarías.
648 También Eugenio Espejo, el mestizo ilustrado y amigo del marqués estuvo frecuentemente convidado
allí, Jurado Noboa, Calles de Quito, p. 182. El marqués heredó la casa de su tía abuela Polonia Santa
Coloma, cfr. Jurado Noboa, Los Larrea, p. 65.

203 Tercera parte


A diferencia de la mayoría de los edificios de los barrios periféricos, las
casas del centro de la ciudad y de la parroquia de Santa Bárbara casi
siempre disponían de un segundo piso y albergaban generalmente un
gran número de personas y familias. En las casas de la nobleza titulada y de
otras familias nobles vivían, además de la familia nuclear, otros parientes,
menores de edad y ancianos, así como solteros y un crecido número de criados,
mayoritariamente indígenas y frecuentemente también esclavos negros y
mulatos. En el año 1797 la casa del segundo marqués de Miraflores, Mariano
Flores y Vergara, ubicada en la parroquia de Santa Bárbara (Nº 20), estaba
habitada por un total de 20 personas, fuera de Flores y su esposa Ignacia
Bobadilla, los dos hijos adoptivos Manuel Larrea y Rosa Carrión, una mujer
nombrada Josefa Flores así como nueve esclavos y seis criados indígenas.649

El viajero británico William B. Stevenson -quien llegó a Quito en el año


1806 como secretario particular del presidente Ruiz de Castilla- describe la
situación habitacional en la ciudad de Quito con las siguientes palabras:

“Las casas de las personas importantes tienen por lo general un piso


superior, pero las de las clases bajas solo son de un nivel […]. Las
familias de las clases altas viven en el piso superior; el inferior está
destinado a los sirvientes y funciona en ocasiones como cochera,
bodega o con otros propósitos”.650

Además, las habitaciones ubicadas en la planta baja de los edificios


frecuentemente se arrendaban como viviendas o locales comerciales para
pulperías y tiendas.651 También allí, generalmente, los mercaderes tenían
sus almacenes para textiles y otras mercancías. “Una casa se convierte en
una pequeña aldea”, juzgó acertadamente en el año 1805 el científico
Caldas, pues las casas del centro de Quito estaban habitadas por muchas
personas y eran utilizadas para los más variados fines.652

649 “Año de 1797, Padrón del cumplimiento de la iglesia de Santa Bárbara”, AC/Q, Gobierno del Obispo
Calama.
650 Stevenson, Narración histórica, p. 412; cfr. la descripción del científico Caldas del año 1805: “La noble-
za y el estado medio ocupan siempre el alto; las piezas bajas están destinadas a la plebe”, Caldas,“Viaje
de Quito”, p. 238.
651 María Josefa de Herrera, la viuda del heredero del marquesado de Maenza, Manuel Matheu, poseía
en el año 1804 una casa (Nº 6) que valía casi 15.000 pesos y que albergaba en la planta baja un total de
cinco tiendas, AN/Q, Testamentarías, exp. 7-XI-1804, f. 12.
652 Caldas,“Viaje de Quito”, p. 238.

204 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
En el campo

La riqueza y el prestigio de los títulos de Castilla quiteños y de sus familias,


residían fundamentalmente en sus haciendas. Las haciendas, transformadas en
algunos casos en imponentes casas de campo, especialmente en las cercanías de
Quito, no solamente servían para la producción de riqueza, sino que también
eran lugares de manifestación del nivel social de sus propietarios.

Frecuentemente las propiedades estaban equipadas con representativas casas


de vivienda, con su propia capilla y mobiliario costoso, así como textiles
valiosos y pinturas.653 A lo largo del camino real, la principal vía de
tránsito que atravesaba la Sierra norte y central, diversas haciendas de las
familias nobles quiteñas ofrecieron a viajeros prominentes, como por
ejemplo a los ya mencionados sabios Alexander von Humboldt y Francisco
José de Caldas, una magnífica posada y una generosa hospitalidad. A su
vez, los hacendados nobles, entre ellos en primer lugar algunos títulos de
Castilla, se rodeaban del esplendor de sus huéspedes.

En este contexto ocupaba un lugar prominente la hacienda de Chillo,


ubicada en el valle del mismo nombre al sur de Quito, en cuyos magníficos
espacios el segundo marqués de Selva Alegre, en diversas ocasiones invitó a
personalidades locales o foráneas procedentes de la administración, la
ciencia, la literatura y el arte.654 En el año 1806 el conde Ruiz de Castilla,
presidente designado para la Audiencia de Quito, descansó, en su viaje
desde el puerto de Guayaquil hasta su nuevo destino, en varias haciendas de
la región. El ya mencionado secretario particular del presidente, William B.
Stevenson, escribió sobre el arribo al Corregimiento de Quito y la recepción
por parte de los principales representantes de la ciudad:

“Salimos de la Tacunga a la mañana siguiente a nuestra llegada, y


nos alojamos en una hacienda llamada Chisinchi; al día siguiente
llegamos a la casa de la hacienda La Ensillada, perteneciente al
Marqués de Villa Orellana [Jacinto Sánchez de Orellana y
Chiriboga], en donde todas las autoridades y las personas

653 Los diversos inventarios elaborados en relación con las compras y ventas así como la herencia de
haciendas son instructivas en cuanto al equipamiento de las casas de campo, AN/Q, Notarías
(Protocolos); cfr. p. e. el contrato de compra de las haciendas de Cochicaranqui, Angla y Milán del segun-
do marqués de Selva Alegre, Juan Pío Montúfar y Larrea, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 393, exp. 4-VI-
1766, fs. 312-318v; cfr. la descripción de estas propiedades en Zúñiga, Montúfar, pp. 160-165.
654 Zúñiga, Montúfar, p. 174. En el año 1802 Humboldt estuvo más de un mes como huésped del marqués
en la casa de campo, Humboldt, Diarios de viaje, pp. 117-135.

205 Tercera parte


distinguidas de Quito estaban reunidas para dar el saludo a su
presidente y Capitán General a su arribo”.655

Los bienes raíces de las familias de la nobleza titulada quiteña, no se


reducían al Corregimiento de Quito, sino que se hallaban distribuidas a lo
largo de toda la Sierra norte y central, con excepción del Corregimiento de
Chimbo, menos apto para la agricultura. Fuera de esta región los
marquesados y condados prácticamente no tenían bienes raíces.

CUADR O 8
DISTRIBUCIÓN ESPACIAL DE LOS BIENES RAÍCES RURALES DE
LA FAMILIAS DE LA NOBLEZA TITULADA QUITEÑA 656
Condado de Casa Jijón Ibarra, Otavalo, Quito

Marquesado de Lises Quito

Marquesado de Maenza Quito, Latacunga

Marquesado de Miraflores Quito, Latacunga, Ambato

Condado del Real Agrado Ibarra, Otavalo, Riobamba

Marquesados de Selva Alegre y San José Otavalo, Quito, Latacunga, Riobamba

Condado de Selva Florida Quito, Latacunga, Riobamba

Otavalo, Quito, Latacunga, Ambato,


Marquesado de Solanda Riobamba

Marquesado de Villa Orellana Ibarra, Otavalo, Quito


Otavalo, Quito, Latacunga, Ambato,
Marquesado de Villa Rocha Riobamba

Las diversas haciendas abarcaban todas las ramas productivas presentes en la


región, especialmente la producción de textiles, la ganadería vacuna y
ovina, la producción de cereales, así como la plantación de la caña de azúcar
y su elaboración, producción en la cual se pueden observar, al igual que en
la ubicación geográfica de las diversas propiedades, diferentes
especializaciones entre las diversas familias.657 Aún durante el período
colonial tardío la producción textil integrada al complejo económico de la
hacienda y la comercialización de sus productos, constituía el ramo

655 Stevenson, Narración histórica, p. 403.


656 Este Cuadro esta basado en los bienes raíces de las familias nobles enumeradas en el Anexo III.
657 Acerca de la extensión y distribución de los bienes raíces rurales entre las familias de los títulos de Castilla
cfr. Anexo III.

206 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
productivo más significativo de la región, al cual se dedicaban los
miembros de todas las familias nobles estudiadas.

En este contexto, también en el caso de los bienes raíces pertenecientes a las


familias de la nobleza titulada quiteña, se puede confirmar lo constatado al
inicio (primera parte, capítulo I, numeral 1), es decir, la formación de grandes
complejos productivos, con la mayor autonomía posible para ahorrar costos y
en cuyo centro se encontraba un obraje. Cuando por ejemplo en 1808 el
segundo marqués de Miraflores, Mariano Flores, donó las haciendas de
Saquisilí, de La Calera, de Maca y de Aguallaca conjuntamente con el obraje
de Tilipulo a su yerno Manuel de Larrea y Jijón, señaló expresamente que
estas eran “necesarias para el fomento del obraje”.658

Fuera de la frecuente continuidad de la propiedad familiar, mencionada


ya en el contexto del ascenso social de las familias de la nobleza titulada
quiteña (tercera parte, capítulo I), numerosos miembros de las diversas
casas nobles estaban involucrados en la permanente compra y venta de
bienes raíces.659 En vista de la escasa circulación de metálico en la región,
y a diferencia de los negocios mercantiles de larga distancia de mayor
riesgo y más dependientes de elementos coyunturales, las haciendas al
igual que los bienes raíces urbanos, constituían una inversión de capital
relativamente segura, que además abría el acceso a créditos y censos cuyo
interés de un tres por ciento, en general, se situaba ostensiblemente por
debajo del seis por ciento que había que pagar comúnmente para los
créditos del capital comercial.

A su vez, en el caso de apuros financieros la venta de bienes raíces era una


posibilidad de obtener metálico. En el año 1788, por ejemplo, el tribunal
de la Audiencia ordenó al segundo marqués de Villa Orellana, Jacinto
Sánchez de Orellana, pagar un lote de ropas y efectos de Castilla, pedido a
España en 1786 con un valor total de casi 68.000 pesos. Puesto que a
inicios de 1796 el marqués todavía no había podido vender gran parte de
los textiles adquiridos, finalmente remató en 65.000 pesos su hacienda de
caña Guaramía en el distrito de Otavalo.660

658 AHBC/Q, Documentos Particulares, Hazienda, Nº 940, f. 1: El mercader Pedro Buendía y Dávila (marque-
sado de Villa Rocha), en cambio, poseía un obraje en el distrito de Latacunga (llamado Guaytacama), al
cual no pertenecían tierras de pan sembrar. Para poder alimentar a los indígenas de las seis a ocho tare-
as tuvo que comprar los “socorros mensuales” de éstos en otros lugares, AN/Q, 6ª Notaría (Protocolos), t.
109, exp. 16-III-1787, f. 74.
659 Cfr. las lista de Fernández Martínez, La alcabala, pp. 147-148 (cuadro 40). Los respectivos contratos de
compra venta de bienes raíces se encuentran en su gran mayoría en AN/Q, Notarías (Protocolos).
660 El comprador de la propiedad fue Joaquín, el hermano de Jacinto; otro postor había sido Pedro
Montúfar y Larrea, AN/Q, 5ª Notaría, exp. 18-XII-1789.

207 Tercera parte


Una de las más importantes oportunidades para la adquisición de
bienes raíces durante el período colonial tardío se ofreció en el año
1767, con la expulsión de la Compañía de Jesús, la cual había acumulado
una gran parte de las haciendas y obrajes más productivos de la región. Los
bienes inmuebles de la Orden, rematados desde finales de la década de 1770,
alcanzaron precios entre 3.600 y 180.000 pesos.661 Entre los compradores de
las haciendas, en su mayoría latifundistas y mercaderes de la ciudad de Quito,
se encontraban también algunos miembros y parientes de la nobleza titulada
quiteña. El segundo marqués de Selva Alegre adquirió en remate, y de una
vez, varias haciendas, entre ellas la ya mencionada hacienda de Chillo al
suroriente de Quito, a la que pertenecía un obraje, así como las haciendas de
Pinllocoto, de Pasochoa y de Tigua cerca de Saquisilí en el Corregimiento de
Latacunga.662 Del alto precio de adquisición de 98.000 pesos, el marqués
tuvo que pagar tan sólo 22.000 pesos de contado, el resto en cuotas anuales y
en forma de un censo impuesto a la hacienda.

En el año 1784 el segundo marqués de Miraflores, Mariano Flores, adquirió


en remate las haciendas de Tanlagua, Guatos y Nieblí en el Corregimiento
de Quito, que le costaron un total de 26.000 pesos, de lo cuales no debió
pagar más de 12.000 pesos de contado.663 La producción esencial de estas
propiedades estaba constituida, fuera de la agricultura y la ganadería, por la
caña de azúcar. Un año más tarde Flores adquirió adicionalmente, por
3.700 pesos la hacienda Saquisilí en el Corregimiento de Latacunga,
dedicada a la ganadería y a la agricultura.664

El abogado quiteño Gregorio Joaquín Sánchez de Orellana y Chiriboga


(marquesado de Solanda) adquirió mediante un apoderado en el año 1789,
las haciendas y obrajes de Yaruquí y de Cangagua, así como las haciendas
de Caraburo y Urapamba, dedicadas exclusivamente a la agricultura,
situadas en el Corregimiento de Quito y que Sánchez ya las tenía en
arriendo desde el año 1784.665 Ni él ni sus herederos pudieron cumplir con
la suma total exigida de 60.000 pesos, cuyo pago se había acordado en
cuotas y en forma de censos, así que, a comienzos del siglo XIX, las
propiedades fueron confiscadas y rematadas nuevamente.

661 AN/Q, Temporalidades; Garzón Montenegro, La participación de los jesuitas, p. 86.


662 AN/Q, Temporalidades, exp. 3-III-1785; exp. 1787; exp. 15-XI-1797, f. 130.
663 AN/Q, Temporalidades, exp. 4-X-1783.
664 AN/Q, Temporalidades, exp. 16-XI-1799.
665 AN/Q, Testamentarias, exp. 9-I-1799; Temporalidades, exp. 1787, fs. 52, 64v-66v, 146v-148.

208 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Alrededor de 1788 Juan Antonio de Chiriboga y Jijón, el esposo de
Gregoria de Villavicencio y Guerrero, adquirió la hacienda La Concepción
por la exorbitante suma de 180.000 pesos, de los cuales 50.000 debían
pagarse en cuotas anuales de 3.000 y el resto ser reconocido como censo.666
Fuera de Chiriboga, yerno del primer conde del Real Agrado, participaron
en el mencionado remate también Gregorio de Larrea y Jijón, quien vivía
en Ibarra, así como el conde de Casa Jijón, Miguel de Jijón.

Como lo demuestra el análisis de las fuentes testamentarias, de las


escrituras de compra venta y de las listas de la alcabala, en las filas de las
familias de la nobleza titulada quiteña se encontraban algunos de los
más importantes terratenientes de la ciudad y de la región. Sin
embargo, el nivel de acumulación de bienes raíces variaba
considerablemente entre los diferentes marquesados y condados, también al
interior de la familia y entre los parientes más cercanos del dueño de un
título, con la tendencia, aunque no generalizada, de situar a los
primogénitos y herederos del respectivo título entre los más acaudalados
miembros de las familias.

Existía el derecho hereditario de distribución equitativa transferido de la


metrópoli a las colonias, según el cual la herencia debía ser repartida entre
todos los hijos e hijas. Esto afectó especialmente a aquellas familias que no
mantuvieron unidos sus bienes raíces a la largo de generaciones mediante de
la fundación de un mayorazgo o la excepcional preferencia de algún heredero.
Se veían, pues, confrontadas con grandes problemas económicos, cuando no
disponían de otros ingresos suficientes, provenientes del comercio o del
ejercicio de cargos mejor dotados.

Un ejemplo ilustrativo del fraccionamiento de los bienes familiares por la


distribución equitativa de la herencia entre todos los hijos, se ofrece con la
división de los bienes dejados por Manuel de Jijón y León, el hermano y
heredero del conde de Casa Jijón, Miguel de Jijón, que había muerto
soltero.667 Según los testamentos de Manuel de los años de 1799 y 1801,
fuera de su mujer Tomasa de Chiriboga, tenían derecho a la herencia los seis
hijos comunes. En los años siguientes todos los bienes raíces de Manuel
fueron repartidos entre las siete partes hábiles para la herencia. Que todos
los herederos de Manuel llegaran a poseer una o más haciendas, se debe al

666 AN/Q, 6ª Notaría (Juicios), exp. 6-IX-1784, fs. 184-189. En el año 1839 todavía no se habían cancelado
casi 30.000 pesos, fs. 189v-190.
667 AHBC/Q, Documentos Particulares, nos. 660 y 664.

209 Tercera parte


hecho de que anteriormente Manuel había heredado cuantiosos bienes
raíces de su hermano Miguel.

Por otra parte, a partir del año 1773, la situación financiera de los diversos
marqueses y condes tuvo efectos directos en su rango, puesto que desde este
momento la Corona española exigió con insistencia el pago de los derechos
ligados a los diversos títulos y suspendió los títulos de los nobles en caso de
deudas pendientes e insolvencia. Por esto, a fines del siglo XVIII la familia
Maldonado tuvo que renunciar a sus derechos al marquesado de Lises, ya
que la segunda marquesa, la viuda Manuela de Borja y sus dos hijos
-quienes después de la muerte del marqués disponían tan sólo de dos
haciendas más bien pequeñas y de la hacienda de Tilipulo, con su obraje
fuertemente cargada de censos- se vieron incapacitados de pagar las deudas
acumuladas de los derechos y las futuras obligaciones.668

Por otro lado, la familia Sánchez de Orellana (marquesados de Solanda y de


Villa Orellana) se contaba entre las familias terratenientes más importantes
de la región. No solamente disponía de dos mayorazgos sino también de
cuantiosos bienes de libre disponibilidad. En 1787, Jacinto y Joaquín
Sánchez de Orellana -los hijos del difunto primer marqués de Villa
Orellana, Clemente Sánchez de Orellana- fueron los herederos únicos de su
padre. Además de los bienes inmuebles del mayorazgo y de los bienes raíces
urbanos, recibieron varias haciendas y obrajes con un valor total, de más de
75.000 pesos, deducidos todas las hipotecas y censos. Una suma
considerable para la región y la época.669 Fuera de las dos principales líneas
de la familia Sánchez de Orellana, unidas ambas a marquesados, también
otros parientes cercanos de ambos títulos de Castilla disponían de
cuantiosos bienes inmuebles.

Finalmente, la distribución de los bienes raíces era desigual no solamente


entre las diversas familias de la nobleza titulada quiteña, sino también
entre las demás familias prestigiosas de la ciudad, entre las que existían
algunos hacendados sumamente acaudalados. En algunos casos, su fortuna
era comparable a la de algunos miembros de los marquesados y condados,

668 Por derechos adeudados ya a comienzos de la década de los sesenta la hacienda Tilipulo había sido
confiscada y rematada por orden judicial a Gregorio Joaquín Sánchez de Orellana, ANC/B, Nº 32,
Impuestos Varios, t.IV/11, fs. 630-879; cfr. el testamento de la marquesa, AN/Q, 5ª Notaría (Protocolos), t. 115,
exp. 28-I-1769, fs. 242-243.
669 “Hijuela de división y partición entre los s.s. D.n Jacinto y D.n Joaquín Sánchez de Orellana, únicos here-
deros de los s.s. Marqueses de Villa Orellana, y fundación del mayorazgo”, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos),
t. 428, exp. 5-X-1787, fs. 237-250v.

210 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
o era aún más importante que la de aquellos. Entre estos terratenientes se
contaban la largamente arraigada familia noble de los Villacís con su
mayorazgo, la familia Fernández Salvador, asentada en Quito desde el año
1770, o el abogado doctor Gabriel Álvarez del Corro.670

2- Los mayorazgos

El derecho de herencia español basado en la división equitativa, preveía


diversas posibilidades para preferir, hasta cierto límite, a uno o varios
herederos -más allá de la legítima herencia que correspondida a todos los
herederos, varones o mujeres.

El mecanismo más simple para mejorar la porción hereditaria de un


descendiente, era la mejora efectuada una sola vez y que podía alcanzar hasta
un tercio del total de la herencia, la así llamada “mejora del tercio”. Además,
luego de la mejora del tercio, hasta un quinto restante era de libre
disponibilidad. Es decir, dos tercios de la totalidad de la herencia constituían
la “mejora del quinto remanente de libre disposición”. De esta forma, José
Carcelén, el cuarto marqués de Villa Rocha, dejó a su hija Josefa, a más de su
legítima herencia, una casa en Quito, cuyo valor debía ser descontado del
tercio de sus bienes.671 La madre de José, María Pérez de Ubillús, determinó
en su testamento una mejora del tercio, en la forma de una hacienda, a favor
de su hija María Josefa, puesto que esta había “quedado doncella y pobre”.672
Mariana Sánchez de Orellana y Chiriboga, dejó a sus hijos José y Antonio
Román, fuera de sus legítimas herencias, 1.000 pesos del tercio de sus bienes
a cada uno. Del quinto remanente de sus bienes debían seguirse pagando dos
pesos semanales a su madre Ignacia.673

Mientras que la preferencia, efectuada en una sola vez, mediante las simples
mejoras se explicaba por el afecto especial hacia un hijo y sus necesidades,
los mayorazgos establecidos, siguiendo el ejemplo español, servían para
asegurar en forma permanente la base económica de toda una familia, de un
linaje. Así, a lo largo de generaciones una parte de la herencia, determinada

670 Cfr. el testamento de Francisco de Villacís y Recalde (AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 413, exp. 7-XI-
1778, fs. 191v-195v; el del funcionario de la Corona y abogado doctor Andrés Fernández Salvador que
había inmigrado desde España (AN/Q, 3ª Notaría (Protocolos), t. 76, exp. 6-II-1802, fs. 219-223v; cfr. Ibarra
C.,“Haciendas y concertaje”; y el de Álvarez, AN/Q, 3ª Notaría (Protocolos), t. 77, exp. 17-V-1802, fs. 43-46v.
671 Testamento de José, AN/Q, 3ª Notaría (Protocolos), t. 80, exp. 31-VIII-1804, fs. 15-28v.
672 Testamento, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 428, exp. 21-X-1781, f. 425-425v. El quinto remanente de libre
disposición debía utilizarse para la fundación de una capellanía.
673 Testamento, AN/Q, 4ª Notaría (Protocolos), t. 113, exp. 17-XI-1769, f. 238.

211 Tercera parte


con precisión por la resolución de la fundación, se transmitía al respectivo
hijo primogénito.

En Castilla, el mayorazgo se había constituido en la segunda mitad del siglo


XIV en el marco de la formación de la propiedad feudal otorgada por el rey, y
cuya estabilidad entonces se aseguró jurídicamente por el vínculo indivisible
e inaleniable del mayorazgo.674 De la extensión de la institución del
mayorazgo a la América española generalmente se excluyó el carácter
originalmente feudal de su modelo castellano, puesto que con una excepción
los reyes españoles no otorgaron propiedades feudales en América.675

En general, pese a que en la América española los bienes raíces no eran de


carácter feudal, los mayorazgos tenían una significativa función económica
y social, cosa que también ocurría en la ciudad de Quito y su región.

En una sociedad en la cual la ascendencia y la riqueza formaban parte de los


criterios centrales de la diferenciación social, el mayorazgo -junto con de los
títulos de nobleza- se entendía como expresión central de una posición
social destacada, ya que unía los dos criterios arriba mencionados en una
sola institución.676 En la región estudiada, el término “mayorazgo” se
utilizaba públicamente como título nobiliario administrativo o militar; por
ejemplo, en la correspondencia con la administración colonial para enfatizar
la posición social de una persona.

En la ciudad de Quito vivía la mayoría y las más importantes familias


propietarias de mayorazgos de la Audiencia.677 Los bienes de mayorazgo de

674 Al lado de los bienes inmuebles rurales y urbanos, los mayorazgos podían incluir también diversos ingre-
sos de rentas, p. e. de cargos o juros. Sin embargo, los bienes raíces rurales y sus rentas formaban casi siem-
pre el núcleo y, en el caso de la Audiencia de Quito, frecuentemente en unión con una casa en la ciudad,
el único componente de los mayorazgos. Acerca del mayorazgo español y especialmente del castellano
cfr. el amplio estudio sistemático e histórico (jurídico) de Clavero S., Mayorazgo, en este caso pp. 96-101.
675 A diferencia de América, el valor de los mayorazgos castellanos resultaba esencialmente de los tribu-
tos de los vasallos asentados en los respectivos bienes raíces feudales, Clavero S., Mayorazgo, pp. 102-103,
181-205. Por lo demás, desde el punto meramente jurídico, la fundación de mayorazgos no estaba, ni en
España ni en la América española, reservada a la nobleza, aunque estos representaban una clara mayo-
ría de entre los dueños de mayorazgos.
676 Cfr. Ladd, The Mexican Nobility, pp.123-124.
677 Para todo el distrito Gladys Valencia Sala ha comprobado un total de 14 mayorazgos, de los cuales
diez se situaban en la Sierra norte y central, tres en la Sierra sur y uno en la Costa. La autora incluye en
estos mayorazgos también dos obras pías cuyos réditos anuales debían ser entregados a parientes nece-
sitados, Valencia Sala, El mayorazgo. En la lista de Valencia Sala faltan, sin embargo, los mayorazgos de las
familias quiteñas Ponce de León-Guerrero (condado de Selva Florida) y Sandoval. Además confunde los
dos mayorazgos independientes de las familias Freile de Andrade y Freile de Bohórquez. Diez familias con
mayorazgos del total de 13 de la Sierra norte y central vivían en la ciudad de Quito.

212 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
estas familias se encontraban repartidos entre diversos corregimientos de la
región. Los mayorazgos de los marqueses de Maenza, de Solanda y de Villa
Orellana, así como el de los condes de Selva Florida pertenecían, en unión
con el mayorazgo de la prestigiosa familia noble de los Villacís, a los más
valiosos de la Sierra norte y central y de toda la Audiencia.678

En vista de que las reglas de sucesión, tanto en el caso de los mayorazgos


quiteños como en el de los títulos nobiliarios, siempre preveían la
primogenitura masculina, en las familias nobles el mayorazgo y el título
siempre se heredaban juntos.

Fuera de los mencionados títulos de Castilla, durante el período colonial


tardío, los marqueses de Miraflores, Mariano Flores y María Ignacia de
Bobadilla, ponderaban la fundación de un mayorazgo. En el año 1786 la
marquesa transfirió a su marido su parte de los bienes comunes adquiridos
durante el matrimonio, para juntarla a los de un mayorazgo a fundarse, “q.e
se conserve el lustre de la familia y el esplendor de dicho título de Castilla,
p.a q.e de esta manera no se disminuyan ni separen aquellas fincas, sobre
cuyo valor pueda hacerse dicha fundación”.679 Sin embargo, la proyectada
fundación del mayorazgo no llegó a realizarse.

Por otra parte, las familias Larrea y Montúfar heredaron hacia fines del siglo
XVIII el mayorazgo de la familia Freire de Bohórquez.680

En el año 1712, en la confirmación del mayorazgo fundado por Mateo de la


Escalera en la Sierra central de la Audiencia de Quito -y que en el período
colonial tardío fue propiedad de los marqueses de Maenza- el rey Felipe V
resumió la función económica y social de los mayorazgos:

“En la división de los bienes resultan graves inconvenientes, y por ellos


se pierden y se destruyen las familias y memorias de las personas nobles
e ilustres, y por contrario se conservan y perpetúan, quedando enteras y
unidas por medio de la institución del mayorazgo.” 681

Para asegurar la existencia del mayorazgo a perpetuidad, casi siempre en las


cláusulas de la fundación se daban indicaciones detalladas acerca del manejo

678 En su fundación en el año 1679 el valor del mayorazgo de la familia Villacís se fijó en 94.000 pesos,
AN/Q, Testamentarías, exp. 6-XII-1769, f. 7; AN/Q, Vínculos y Mayorazgos, exp. 8-II-1763, f. 21-21v.
679 AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 425, exp. 13-V-1786, f. 433v.
680 Cfr. acápite III. 2. e).
681 AN/Q, Testamentarías, exp. 4-IV-1778, f. 34.

213 Tercera parte


de los bienes vinculados en las siguientes generaciones. En principio, para
todos los mayorazgos era válida la regla de que cada heredero del
mayorazgo tenía tan sólo el usufructo, mas no el derecho a la propiedad de
los bienes vinculados que se consideraban como propiedad familiar que
traspasaba las generaciones. Por lo tanto, también en las demás fundaciones
de mayorazgos de las familias nobles quiteñas se dice -en un pasaje con una
terminología casi idéntica a la de la escritura de fundación del año 1705,
realizada por Mateo de la Escalera- que las haciendas y la casa del
mayorazgo por él establecido serían

“[…] inalienables, indivisibles […] y que no se puedan ceder,


renunciar […] vender, ni enajenar, trocar, cambiar, ni hipotecar,
acensurar, ni arrendar por largo tiempo, en todo, ni en parte, aunque la
enajenación y hipoteca sea por causa de dote, arras ni alimentos”.682

Para conservar en forma duradera junto con los bienes también el apellido
de la familia a lo largo de las generaciones, en España al igual que en la
América española la norma de la primogenitura se reducía a los herederos
masculinos, por lo cual siempre se prefería a los hermanos menores de una
mujer primogénita en la sucesión del mayorazgo.683 Para impedir la
pérdida del apellido de un fundador de mayorazgo, los sucesores podían
realizar la inversión del orden o el cambio del apellido. En este sentido, en
el período colonial tardío por ejemplo Mercedes Montúfar y Larrea, la
heredera del mayorazgo de la familia Freire, siempre firmaba como
Mercedes Freire y Montúfar.684

En cuanto a las condiciones previas para la fundación de un mayorazgo en


la América española, se debían observar las disposiciones legales que
también eran válidas en la metrópoli y que habían sido fijadas en el año
1502 en las castellanas Leyes de Toro.685 En principio, también en las

682 AN/Q, Testamentarías, exp. 4-IV-1778, f. 43.


683 Cfr. AN/Q, Testamentarías, exp. 4-IV-1778, f. 40. Sin embargo, el quiteño Francisco de Villacís, fundador de un
mayorazgo, determinó en su testamento del año 1679, que en el caso de que una mujer heredara el mayo-
razgo, esta quedaría obligada a casarse a su vez con un miembro de la familia Villacís, AMH/Q, Nº 84, Tierras
de Latacunga y Ambato, t. 2 (1771-1802). f. 233 v. También Mateo de la Escalera insistió en la conservación del
apellido Escalera y Matheu por parte de los futuros dueños del mayorazgo. En realidad, el apellido Escalera ya
no fue utilizado por los subsiguientes dueños del mayorazgo, AN/Q, Testamentarías, exp. 4-IV-1778, f. 44.
684 Cfr. Jurado Noboa, Los Larrea, p. 67. Cuando en el año 1802 el Consejo de Castilla decidió las contro-
versias por la sucesión en el condado español de Puñonrostro y por el mayorazgo vinculado con el título
a favor del octavo marqués de Maenza, Juan José de Matheu y Herrera, nacido en Quito, éste cambió
sus apellidos siguiendo las cláusulas del mayorazgo en Arias Dávila y Herrera, AHBC/Q, Documentos
Particulares, Nº 560 y 659.
685 Clavero S., Mayorazgo, pp. 222-239.

214 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
colonias cualquier persona tenía la posibilidad de dejar sus bienes o al
menos un parte de estos en forma de mayorazgo a sus herederos. Una
licencia o facultad previa a la fundación de un mayorazgo, o una posterior
confirmación o aprobación del rey, se necesitaba únicamente cuando la
magnitud de los bienes estimados para el mayorazgo reducía los legítimos
derechos de otros herederos. Por lo tanto, los simples mayorazgos sin
necesidad de licencia debían abarcar a lo más la mejora del tercio y el
quinto remanente de libre disposición del caudal a dejarse por parte del
fundador del mayorazgo.686

Todos los mayorazgos de los marquesados y condados quiteños


correspondían a esta forma sin licencia.687 Pese a esto, todos los fundadores
de mayorazgos de las filas de los títulos de Castilla quiteños solicitaron una
licencia o, al menos, una aprobación posterior para subrayar en forma
persistente la validez de la fundación del mayorazgo y para hacer confirmar
cláusulas especiales de sucesión u otras imposiciones.

Una concentración de bienes para un mayorazgo que sobrepasaba el


volumen indicado siempre requería la aprobación del rey, a no ser que
uno o varios herederos renunciaran a su legítima parte o estuvieran de
acuerdo con su vinculación al mayorazgo. En la mayoría de los casos, este
acuerdo se compensaba con una obligación unida al mayorazgo de pagar,
como manutención al o a los herederos “pasados por alto”, una parte de
los réditos anuales del mayorazgo fijados en el momento de la
fundación.688 Además en las colonias españolas, antes de la fundación de
un mayorazgo, se debían acreditar primeramente todos los hijos con
derecho a la herencia, así como los bienes estimados y su valor ante la
audiencia correspondiente.689

686 Clavero S., Mayorazgo, p. 223


687 Las más importantes fuentes para la investigación de los mayorazgos quiteños se encuentran archi-
vados en AN/Q, Vínculos y Mayorazgos. En general, en las fuentes los términos “vínculo” y “mayorazgo”
se utilizan como sinónimos, con los mayorazgos más pequeños y las obras pías casi siempre designadas
como vínculos en forma exclusiva. No existió una distinción legal en el sentido de que los mayorazgos,
a diferencia de los vínculos, tenían una licencia real como lo indica el fundador de mayorazgo José
Sancho de la Carrera en su testamento del año 1700 (AN/Q, Vínculos y Mayorazgos, exp. 17-VII-1813, f.
2v); tampoco la hace Clavero S.
688 En su testamento, redactado por su mujer Francisca de Rada, el segundo marqués de Solanda, Pedro
Javier Sánchez de Orellana, ordenó que de los réditos del mayorazgo fundado por él se debían pagar
anualmente 50 pesos a su hija Catalina, monja del monasterio de Santa Clara, AN/Q, 5ª Notaría
(Protocolos), t. 114, exp. 16-IX-1766, f. 400v. Tal como se solía hacer en estos casos la monja, antes de su
ingreso al monasterio, había renunciado a sus derechos de herencia.
689 Clavero S., Mayorazgo, p. 205.

215 Tercera parte


Una vez más: los cinco mayorazgos que estaban en manos de las
familias de la nobleza titulada quiteña confirman, en cuanto lo permiten
las informaciones disponibles acerca de los respectivos bienes raíces, la
tendencia a formar grandes complejos productivos en cuyo centro se
hallaba un obraje. No obstante, aún las haciendas especialmente grandes,
productivas y ligadas de manera especial al nombre de una familia -que por lo
general se seleccionaban para la formación de un mayorazgo- no eludieron los
problemas económicos de la región, que resultaron de los ingresos cada vez
menores de la producción textil y de la poca comercialización de la
agricultura. Por lo tanto, a fines del siglo XVIII el valor de algunas
propiedades de los mayorazgos se ubicaba, a veces, considerablemente por
debajo de la suma estimada en la respectiva fundación.

Los mayorazgos aquí tratados, al igual que los demás en la Audiencia de Quito,
existieron hasta fines del período colonial. En 1822, con la independencia del
distrito por parte de la tropas de Simón Bolívar bajo el mando del general
Antonio José de Sucre y con la subsiguiente incorporación del territorio al
nuevo estado de la Gran Colombia, formado en la parte norte de la América
meridional, también los mayorazgos aquí tratados experimentaron las
consecuencias de la ley que abolía esta institución, promulgada por el Congreso
Constitucional en Bogotá en el año 1824.690

El mayorazgo de los condes de Selva Florida

Este mayorazgo tenía su origen en la ya mencionada casa, situada en Quito en


la plaza de San Francisco y que había sido adquirida a fines del siglo XVI por el
general Pedro Ponce de León Castillejo, quien había inmigrado de España. En
el año 1638 dejó la casa mediante una cláusula testamentaria en forma de
vínculo a su hijo primogénito Francisco, con lo cual aseguró a futuro, la
indivisibilidad de dos edificios adquiridos inicialmente en forma independiente
como residencia familiar representativa en el centro de la ciudad.691

Posteriormente, el sacerdote Ignacio Ponce de León y Escobar, un nieto de Pedro


y hermano del primer conde de Selva Florida, Manuel Ponce de León Castillejo,
amplió el mayorazgo en el año 1685 con la hacienda de Selva Florida cerca de
Cotocollao, al norte de la ciudad de Quito, la cual debía proporcionar un ingreso
seguro a los hijos primogénitos y propietarios del mayorazgo familiar.692

690 La ley está publicada en Valencia Sala, El mayorazgo, pp. 96-98.


691 Jurado Noboa, Plazas, p. 108; cfr. el segmento del plano de Quito en el acápite III. 1. a) del presente
libro, Nº 15.
692 Cfr. la copia de un documento del año 1685 acerca de la vinculación de esta hacienda al mayoraz-
go fundado por Francisco Ponce de León en ANC/B, Nº 32, Impuestos Varios, t. IV/11, fs. 665-671.

216 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Del testamento del hijo de Manuel y segundo conde, Diego Ponce de León,
redactado en el año 1739, se desprende que en el entretanto el mayorazgo
había sido agrandado una vez más, esta vez con la hacienda de San José de
Itulcachi cerca de Tumbaco al nororiente de Quito, aunque de él no se
discurre con claridad si esta ampliación había sido efectuada por Diego o ya
por su padre.693 En 1666 Manuel Ponce de León había recibido la hacienda
como dote de su mujer María Josefa de Peñalosa.694 Según una visita del
fiscal Antonio de Ron y Valverde el territorio de esta gran hacienda
abarcaba a fines del siglo XVII 126 caballerías.695

Por lo tanto, en el año 1764 el mayorazgo de los condes de Selva Florida


abarcaba los tres bienes inmuebles mencionados, situados en el
Corregimiento de Quito:

- la casa en Quito
- la hacienda de Selva Florida, Cotocollao
- la hacienda de San José de Itulcachi, Tumbaco696

Fuera de los bienes raíces, pertenecía también al mayorazgo la suma de


10.000 pesos, impuestos como censo en la hacienda de Turubamba, situada
en las afueras de la ciudad de Quito y perteneciente a los hermanos Luis,
Pedro y Tomás Fernández Salvador.

Aparentemente, los dueños del mayorazgo que sucedieron a la cuarta condesa


Micaela Ponce de León ya no se preocuparon de mantener unido el
mayorazgo. En el año 1801, el nieto de Micaela, Juan José Guerrero y Ponce,
estuvo empeñado en restablecer el mayorazgo con la hacienda de Palugo,
cercana al pueblo de Pifo en el Corregimiento de Quito, contra la protesta de

693 Jurado Noboa, quien revisó el testamento en el Archivo Nacional, no informa sobre este aspecto,
Jurado Noboa, Plazas, p. 108.
694 Jurado Noboa, Plazas, p. 73 (según AN/Q, Notarías, Protocolos). Según Vargas, Manuel Ponce de León
heredó una parte de la hacienda Itulcache de su padre Francisco, Vargas, La economía política, p. 147
(sin cita de fuente).
695 La lista de los títulos de propiedad de los bienes controlados y catalogados por Ron y Valverde en el
Corregimiento de Quito está publicada en Vargas, La economía política, pp. 137-142. En esta lista Manuel
Ponce de León consta con una hacienda cerca de Cotocollao con una extensión de 31 caballerías. En
este caso se debería tratar de la hacienda de Selva Florida. Ni en las fuentes trabajadas por mí ni en
Vargas y Jurado Noboa se encuentran datos acerca de la estructura de la hacienda, especialmente
acerca de una eventual incorporación de un obraje. Según una lista de Ortiz de la Tabla en 1663 la “fami-
lia Ponce” era propietaria de un obraje en Cotocollao, Ortiz de la Tabla, “El obraje ecuatoriano”, p. 537
(Apéndice I). En otra catalogación de obrajes realizada en 1681 por La Audiencia y publicada por Ortiz
de la Tabla, en cambio, no está registrado el obraje, Ortiz de la Tabla,“El obraje ecuatoriano”, pp. 538-540.
696 Testamento de la cuarta condesa de Selva Florida, Micaela Ponce de León Castillejo, AN/Q, 1ª Notaría
(protocolos), t. 390, exp. 27-VII-1764, fs. 247v-248.

217 Tercera parte


su tío Salvador Guerrero Ponce de León, en este momento arrendatario de la
hacienda. Obviamente Salvador Guerrero dudaba de la existencia jurídica del
mayorazgo, puesto que indicó querer esperar, antes de la entrega de la
hacienda, la licencia del rey de España para la “fundación” del mayorazgo.697
Finalmente, la Audiencia exigió a Salvador Guerrero devolver la hacienda que
este había retenido fuera del período de arrendamiento originalmente
acordado y que pertenecía a la herencia de su padre, José Guerrero, el marido
de la arriba mencionada cuarta condesa de Selva Florida.698 En este contexto,
no se ofrecieron datos adicionales sobre el mayorazgo. Sin embargo, ya para el
año 1809 Juan José Guerrero se encontraba en posesión, al menos, de la
“hacienda del mayorazgo” Selva Florida.699

El mayorazgo de los marqueses de Solanda

En el año 1735 el segundo marqués de Solanda, Pedro Javier Sánchez de


Orellana y Góngora, conjuntamente con su mujer Francisca de Rada había
fundado un mayorazgo en beneficio del marquesado y había vinculado las
siguientes propiedades en el Corregimiento de Quito, adquiridas por él mismo:

- la hacienda de Chisinchi cerca de Machachi


(con un valor de 60.000 pesos)
- la hacienda con obraje de Turubamba cerca del pueblo de
Chimbacalle al sur de Quito (40.000 pesos)
- una casa de vivienda en la misma ciudad (10.000) pesos.

El valor total de los bienes de 110.000 pesos, correspondía a un tercio del


caudal de Pedro Javier.700 Cinco años más tarde Pedro Javier Sánchez de
Orellana obtuvo una licencia real para el mayorazgo, la cual contenía la
usual cláusula de comprobar primeramente ante la Audiencia que los bienes
previstos para el mayorazgo no disminuirían las legítimas herencias de sus
demás hijos y herederos, que no se beneficiaban del mayorazgo.701

697 AN/Q, Testamentarías, exp. 5-IV-1801, f. 2. A su vez, la hacienda de Itulcache, perteneciente al mayo-
razgo, había sido arrendada por el hijo de Micaela, Manuel Guerrero, al mercader quiteño Marcelino
Pérez; cfr. el testamento de Manuel, redactado por su mujer Mariana Sánchez de Orellana, la quinta mar-
quesa de Solanda, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 444, exp. 4-IX-1799, fs. 308v-312v.
698 ANBC/Q, Documentos Misceláneos, Nº 14/15, fs. 104v-105v.
699 ANBC/Q, Documentos Misceláneos, Nº 21/3, f. 266.
700 AN/Q, Vínculos y Mayorazgos, exp. 7-III-1736, fs. 1-5: informaciones adicionales sobre las mencionadas
haciendas en el Anexo III. Acerca de la ubicación de la casa cfr. el segmento del plano de Quito en el acápi-
te III. 1. a) del presente libro, Nº 13).
701 AHBC/Q, Documentos Particulares, Nº 578, f. 19.

218 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Algunos años más tarde la pareja acordó una ampliación del mayorazgo por
110.000 pesos adicionales. En 1754, en su “memoria para testar” el
marqués, poco antes de su muerte, informó acerca de los bienes
pertenecientes al mayorazgo, todos los cuales seguían ubicados en el
Corregimiento de Quito:

- una casa en Quito; valor 10.000 pesos


- la hacienda de Turubamba con el obraje de San Bartolomé y las
haciendas de Suro, San Cristóbal y San Pedro de Turubamba (cría de
ganado vacuno y ovejuno), Chimbacalle; valor: 40.000 pesos
- la hacienda de Chisinchi (cría de ganado vacuno y ovejuno,
agricultura), Machachi; valor: 60.000 pesos
- la hacienda de Santa Ana de los Potreros, Aloasí (cría de ganado
ovejuno); valor: 23.000 pesos
- el galpón (dos telares) y cuadras de Chillogallo; valor: 3.450 pesos
- la hacienda de San Antonio de Conocotog (cría de ganado ovejuno);
valor: 17.550 pesos.702

Además, en este entonces, pertenecían al mayorazgo también la suma de


20.000 pesos prestada a la administración de la Santa Cruzada, así como
otros 30.000 pesos en forma de mejoras en la hacienda de Chisinchi (2.000
pesos) y de alhajas y menaje pertenecientes a la casa del mayorazgo en
Quito. Los 14.000 pesos que faltaban para completar el valor total del
mayorazgo, elevado a 200.000 pesos, debían ser tomados de la herencia del
marqués. Un inventario de la casa del mayorazgo en Quito y de la casa de
vivienda en la hacienda de San Bartolomé del año 1765 ofrecen una visión
general ilustrativa de su magnífico mobiliario con cuadros, muebles,
textiles, menaje y alhajas así como con pequeños oratorios.703

Ante el hecho de que la herencia del marqués se reducía prácticamente a los


bienes del mayorazgo, la viuda Francisca retiró en el año 1763 su parte de
la fundación del mayorazgo, un total de 103.000 pesos; así mismo, por
falta de bienes hereditarios no realizó el incremento del mayorazgo en
14.000 pesos previsto por su difunto marido.704 La marquesa declaró como

702 Memoria para testar, 3-IX-1754, AN/Q, 5ª Notaría (Protocolos), t. 114, exp. 16-IX-1766, f. 403-403v.
703 AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 390, exp. 18-IX-1765, fs. 473v-475 y 477v-479; el hijo de Francisca y suce-
sor en el mayorazgo, el tercer marqués Fernando Félix Sánchez de Orellana, en su testamento del año
1781 amplió el equipamiento de la casa del mayorazgo con otros muebles valiosos, piezas de cristal y
alhajas por un valor de varios miles de pesos, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 419, exp. 14-IV-1781, fs. 60-69.
704 Revalidación de la fundación del mayorazgo del 17-X-1763, AN/Q, 5ª Notaría (Protocolos), t. 114, exp.
16-IX-1766, fs. 406v-410.

219 Tercera parte


su parte la casa de vivienda en Quito, las haciendas de Santa Ana y de
Conocotog, las cuadras de Chillogallo y los 20.000 pesos prestados a la
Santa Cruzada.

No obstante, su hijo y albacea, Fernando Félix Sánchez de Orellana, quien


heredó el mayorazgo en 1765, no ejecutó las órdenes de la marquesa y
declaró con énfasis la ampliación todavía pendiente del mayorazgo con
14.000 pesos.705

Además, estaba vinculado al mayorazgo de los marqueses de Solanda una obra


pía fundada todavía por el primer marqués Pedro Javier Sánchez de Orellana,
que tenía prevista el pago anual de 2.000 pesos de los ingresos del mayorazgo
a un miembro de la familia. Los criterios, según los cuales debía ser elegido
cada beneficiario, no se mencionan en las fuentes existentes acerca del
mayorazgo.706 En la práctica, cada dueño del mayorazgo determinaba para los
años siguientes el orden de sucesión de los miembros de la familia a
considerarse para el pago de la suma.707

El mayorazgo de los marqueses de Villa Orellana

En el año 1753, poco después de su nombramiento como marqués de Villa


Orellana, Clemente Sánchez de Orellana recibió del rey de España,
conjuntamente con el título, la licencia solicitada para la fundación de un
mayorazgo con la mejora del tercio y remanente del quinto de su
propiedad.708 Sin embargo, la efectiva fundación del mayorazgo fue prevista
recién en el año 1782, en el testamento del difunto marqués redactado por
la viuda de Clemente, Javiera Antonia de Chiriboga y los hijos de ambos,
Mariana y Joaquín.709

Según este documento, el mayorazgo se limitaba, tal como lo preveía la


licencia, al tercio de la herencia así como a otro quinto de los bienes
hereditarios restantes, de los cuales, sin embargo, se debían restar

705 AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 390, exp. 18-IX-1765, fs. 463-470. El mencionado inventario, que
Fernando mandó a realizar después del testamento de los bienes del mayorazgo, incluyó todos los bien-
es inmuebles de mayorazgo ampliado a un valor total de 220.000 pesos por el padre de Fernando
mediante la “memoria” en el año 1754, cfr. fs. 473v-483v.
706 AN/Q, Vínculos y mayorazgos, exp. 23-IX-1805, f. 24; cfr. también AHBC/Q, Documentos Particulares, Nº
600, f. 16v.
707 Entre 1807 y 1811 el dueño del mayorazgo Felipe Carcelén y Sánchez de Orellana agració a varios
sobrinos y a una sobrina nieta, AN/Q, 2ª Notaría (Juicios), exp. 8-VIII-1803, fs. 1-11.
708 Real Cédula del 27-IV-1753 en AGI, Quito, leg. 542.
709 AN/Q, 4ª Notaría (Protocolos), t. 118, exp. 4-VI-1782, fs. 167v-168.

220 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
previamente 4.000 pesos para un censo destinado a la fundación de una
capellanía. Luego, en el año 1787, en la división de la herencia entre los
hijos del primer marqués, Jacinto y Joaquín Sánchez de Orellana, se fijaron
los bienes del mayorazgo a entregarse al primogénito y nuevo marqués,
Jacinto Sánchez de Orellana, así como su valor de la siguiente manera:

- una hacienda en Otavalo con obraje, galpón y molino; valor: 20.000


pesos (menos 3.000 pesos de censos)
- las haciendas de Quinta, Gualsaqui, Niño Jesús y Rugalpanro
(Otavalo); valor: 15.000 (menos 150 pesos de censos)
- la hacienda de Cabugán, Otavalo; valor: 3.450 pesos (menos 2.000
pesos de censos)
- la hacienda de Calsado, al sur de Quito; valor: 5.150 pesos (menos
4.573 pesos de censos, 3 reales censos)710

El mayorazgo estaba calculado en 41.800 pesos en total, de los cuales


7.773,3 pesos, que faltaban por el gravamen de los censos situados en los
bienes, debían ser completados por la legítima de Jacinto.

El mayorazgo de los marqueses de Maenza

En el año 1705, Mateo de la Escalera y Gabriela Muñoz Chamorro habían


fundado a favor de su hija común, Rosa de la Escalera y el marido de esta,
un mayorazgo con un valor de 140.000 pesos, que incluía los siguientes
bienes en el Corregimiento de Latacunga:

- una casa en la plaza mayor de Latacunga; valor: 20.000 pesos


- la hacienda de San Juan de Atapulo con obraje, Saquisilí/Isinliví;
valor: 105.000 pesos
- la hacienda de Tilipulo con obraje, Saquisilí; valor:
15.000 pesos711

El valor total de 140.000 pesos correspondía al tercio y remanente del


quinto de la herencia del total de sus propiedades. En el año 1712 el rey de
España, Felipe V, confirmó la fundación de este mayorazgo.712

710 El mayorazgo, por lo tanto, consistía en el tercio y el quinto remanente del marqués así como el tercio
de la igualmente difunta marquesa, “Hijuela de división y partición (…)”, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t.
428, exp. 5-X-1787, fs. 243-245v.
711 AN/Q, Vínculos y Mayorazgos, exp. 15-XI-1712, fs. 3v-7v; cfr. la información acerca de los bienes en el
Anexo III.
712 Confirmación Real del 15-XI-1712, AN/Q, Vínculos y Mayorazgos, exp. 15-XI-1705.

221 Tercera parte


A la hacienda San Juan de Atapulo pertenecían, en 1705, 40.000 ovejas, un
hato con 1.000 cabezas de ganado vacuno, dos hornos de cal, así como el
obraje de Salamalag en el cual se producían paños en seis telares y jergas en
otros dos. La hacienda de Tilipulo estaba dedicada sobre todo a la
agricultura. La propiedad disponía 40 caballerías de tierras de labrar.
Además pertenecía a ella un pequeño potrero con casi 1.000 ovejas y 140
cerdos así como 100 bueyes, que se utilizaban como animales de trabajo en
la agricultura. Asimismo, la hacienda de Tilipulo estaba provista de una
licencia para el establecimiento de un segundo obraje. La casa perteneciente
al mayorazgo en el centro del asiento de Latacunga era de una extensión
enorme y albergaba 23 tiendas, arrendadas en su gran mayoría.713

No obstante, a lo largo del siglo XVIII las propiedades experimentaron una


gran pérdida de valor. Una tasación de los bienes del mayorazgo evidenció
en el año 1786, que la hacienda de Atapulo valía tan solo 3.924 pesos y el
obraje adjunto solamente 3.220 pesos. El valor de la hacienda de Tilipulo se
señaló en 7.010 pesos, la casa en Latacunga en 16.000 pesos. Por lo tanto,
al sumar resultaron tan sólo 30.154 pesos. No obstante, para la
determinación del valor total del momento, todavía se debían tomar en
cuenta las existencias en ganado.714

La tasación citada estaba relacionada con un litigio que Mariana de Aranda,


la viuda del séptimo marqués de Maenza, llevó durante décadas ante los
tribunales con su hijo Manuel Matheu y Aranda. Finalmente el pleito fue
tratado también ante el Consejo de Indias y se prolongó por años, luego de
la muerte de las partes litigantes. La pieza central del pleito, en el cual
animosidades personales también habrían jugado un papel bastante
significativo715, fue -80 años después de su fundación- la existencia jurídica
del mayorazgo, puesta en duda por la marquesa.

Según la opinión de la marquesa, los bienes avaluados para el mayorazgo en


realidad no habían alcanzado el valor especificado de 140.000 pesos y
además habían estado hipotecados con censos.716 A más de esto, Mariana de

713 AN/Q, Testamentarías, exp. 4-IV-1778, fs. 35v-40; AN/Q, Vínculos y Mayorazgos, exp. 15-XI-1712, fs. 3v-7v.
714 AN/Q, Vínculos y Mayorazgos, exp. 28-XI-1785, fs. 66-81v.
715 En su testamento del año 1794 la marquesa determinó la exclusión ulterior de su hijo Manuel a la
herencia, por su comportamiento hacia ella, disposición que sin embargo no tuvo validez jurídica y que,
por lo tanto, no tuvo efecto, AN/Q, Vínculos y Mayorazgos, exp. 16-I-1794, fs. 21v-27.
716 Cfr. el testamento de su difunto marido redactado por la marquesa, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t.
422, exp. 23-IX-1784, fs. 255-261.

222 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Aranda enfatizó que en vista de la situación de la totalidad de los bienes
familiares, la confirmación del mayorazgo impediría sus ingresos a los
demás herederos.

Aunque también Manuel Matheu, ya en 1785, había indicado la mala


situación de los bienes de su difunto padre. La causa no se encontraba,
según su opinión, en la cantidad y calidad insuficiente de los bienes en el
momento de la fundación del mayorazgo. La herencia total de Mateo de la
Escalera había sumado, según Manuel, al menos 400.000 pesos. Sólo la
mala administración de las haciendas por parte de su padre, la erupción del
volcán Cotopaxi y varios terremotos habrían reducido entonces
drásticamente el valor de estas propiedades.717

Posteriormente, también su nieto José Javier de Ascasúbi puso en duda la


pobreza que, según lo que postulaba la marquesa, amenazaría a sus
descendientes con la confirmación del mayorazgo. Él a su vez tenía exigencias
por la suma de 20.000 pesos a la herencia de su abuelo, cuyos bienes estaban
todos gravados con censos.718 En el año 1796 Manuel de Matheu presentó,
como testigos para la validez efectiva y jurídica del mayorazgo, al segundo
marqués de Miraflores, Mariano Flores, al segundo marqués de Selva Alegre,
Juan Pío Montúfar y Larrea, y al hermano de este, Pedro.

La validez de la fundación del mayorazgo del año 1705 fue declarada por
primera vez en el año 1794 por la Audiencia, en segunda instancia. Esta
sentencia fue confirmada por el Consejo de Indias en el año 1796, aunque
la liquidación de las altas deudas de la herencia del séptimo marqués
obviamente bloqueó la realización inmediata de la decisión.719 Mientras
tanto, los bienes fueron depositados bajo el control y la administración
estatal. Desde 1804 el entonces marqués de Maenza e hijo de Manuel, Juan
José Matheu y Herrera, se esforzó personalmente por el restablecimiento
del mayorazgo. El 16 de junio de 1810 la Audiencia nuevamente emitió un
requerimiento para impulsar el restablecimiento del mayorazgo y para
entregar los bienes a los herederos de la difunta marquesa. Para ello se
debía renunciar, en lo posible, a la enajenación de bienes de la herencia de
Gregorio Matheu y se debía seguir reduciendo la carga de deudas mediante
censos por parte de los diversos herederos.720

717 AN/Q, Vínculos y Mayorazgos, exp. 28-I-1785, fs. 13-16v.


718 AN/Q, Testamentarías, exp. 5-I-1796, fs. 1v-15.
719 AN/Q, Testamentarías, exp. 5-I-1796, fs. 1v-15.
720 AN/Q, Testamentarías, exp. 21-VII-1809, fs. 36-38.

223 Tercera parte


El mayorazgo de la familia Freire

Finalmente, en el período colonial tardío también las familias Larrea y


Montúfar entraron en posesión de un mayorazgo, puesto que Francisco
María de Larrea y Santa Coloma se había casado en el año 1758 con la
heredera del mayorazgo de la familia Freire, María Josefa de Yerovi y Freire.
Este mayorazgo fue fundado por el sacerdote José Freire de Bohórquez en la
segunda mitad del siglo XVII e incluía las siguientes propiedades en los
corregimientos de Quito y Otavalo:

- una casa en la ciudad de Quito


- la hacienda de Cochasquí (Quito)
- la hacienda de Moronga, Zámbiza (Quito)
- la hacienda de Tanda (Otavalo).721

Después de la muerte de María Yerovi su mayorazgo pasó a su hija María


Josefa, que estaba casada con su primo Joaquín Montúfar y Larrea, un
hermano del segundo marqués de Selva Alegre.722 En este momento, la
renta anual de los bienes del mayorazgo alcanzaba tan sólo 600 pesos.723
Finalmente, después de la muerte de Joaquín en el año 1803, su hija
Mercedes entró en la posesión del mayorazgo, pero tuvo que devolverlo al
poco tiempo, después de haber contraído un matrimonio no conforme a su
rango con Mariano Miño.724

Los mayorazgos en España

Fuera de los mayorazgos en la Audiencia de Quito, otros dos miembros de las


familias de la nobleza titulada quiteña poseían mayorazgos en España. Francisco
Javier de Ustáriz y Sosaya, quien había emigrado desde Navarra a Quito, donde
en el año 1756 se emparentó por matrimonio con la familia de los marqueses de
Solanda, poseía un mayorazgo cerca de la ciudad de Pamplona, que a comienzos

721 Vargas, La economía política, pp. 146-147. La sección documental de “Vínculos y Mayorazgo” sola-
mente contiene información muy escasa acerca de este mayorazgo. Acerca de la ubicación de la casa
cfr. el segmento del plano de Quito en el acápite III. 1. a) en este libro, Nº 24). A fines del siglo XVII las
haciendas de Cochasquí y Tanda abarcaban 100 caballerías en conjunto, el tamaño de Moronga alcan-
zaba otras 31 caballerías, Vargas, La economía política, pp. 139, 141, 146-147.
722 AN/Q, Vínculos y Mayorazgos, exp. 13-IX-1786.
723 Testamento de Joaquín, AN/Q, 3ª Notaría (Protocolos), t. 77, exp. 22-VI-1803, fs. 92-96v. Según este docu-
mento Joaquín había invertido entre 13.000 y 14.000 pesos (incluyendo el pago de deudas).
724 AN/Q, Vínculos y Mayorazgos, exp. 22-XI-1819; cfr. también el acápite B. III. 3.

224 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
del siglo XIX proporcionaba a su hijo José una renta anual de 300 pesos.725 En
cambio, la renta anual de algunos mayorazgos y señoríos españoles que había
heredado la séptima marquesa de Maenza, Mariana de Aranda, ascendían a una
renta de 4.000 pesos.726

3- Negocios comerciales y otras actividades económicas

El comercio

Además de la producción de bienes agrícolas y textiles, los miembros de las


familias de la nobleza titulada quiteña, no solamente estaban activos en la
comercialización de los géneros producidos por ellos, sino también en el
comercio de ropas y efectos de Castilla.727 Una parte de los negocios de
importación, seguía vinculada a la comercialización de las telas producidas en
los obrajes de propiedad familiar. Por ejemplo, el segundo marqués de
Miraflores, Mariano Flores, regularmente adquiría a cambio de la venta de sus
propios textiles efectos de Castilla en Lima, e implementos para sus obrajes de
Latacunga en Guayaquil.728

Por otra parte, uno de los hombres de negocios más importantes de las
familias nobles quiteñas, Miguel de Jijón, el posterior conde de Casa Jijón,
en la primera mitad del siglo XVIII había organizado un gran viaje de
negocios al Nuevo Reino de Granada, donde inicialmente había vendido
textiles de sus obrajes ubicados en la Sierra norte de la Audiencia, para
luego adquirir piedras preciosas en Bogotá que, a su vez, vendió en
Cartagena. Luego Jijón invirtió las ganancias en Cartagena en ropas de
Castilla que transportó a Quito y vendió.729

725 Cfr. los testamentos de Francisco Javier y de su hijo José, AN/Q, 4ª Notaría (Protocolos), t. 110, exp. 16-
VIII-1762, fs. 172; AN/Q, 3ª Notaría (Protocolos), t. 76, exp. 26-III-1801, fs. 90v y 92. Francisco Javier era nieto
del presidente de la Audiencia José de Sosaya (1707-1714) y de su esposa, la quiteña Micaela Ontañón
Lastra Romo de Córdova, hermana del conde de las Lagunas. Al terminar su mandato, Sosaya había
abandonado a su mujer y había retornado a España en compañía de las dos hijas del matrimonio. En su
testamento de 1762 Micaela Ontañón destaca que no tenía contacto alguno con este nieto, Borchart de
Moreno, El Corregimiento de Otavalo.
726 AN/Q, Testamentarías, exp. 16-I-1794; AN/Q, Matrimoniales, exp. 27-XI-1798.
727 La mayor parte de la documentación analizada acerca de las actividades comerciales y de los contra-
tos de los mercaderes de la región y, especialmente de las familias nobles involucradas en el comercio, pro-
vienen de la sección “Notarías (Protocolos)” del AN/Q. Sin embargo, para una parte de los negocios comer-
ciales, especialmente aquellos de escasa cuantía, no se celebraron contratos ante los notarios de la ciu-
dad, sino que únicamente se emitieron vales simples que en su mayoría no se han conservado pero que a
veces se mencionan en los pleitos judiciales del período colonial tardío.
728 Tyrer, Historia demográfica y económica, pp. 224-225.
729 Defourneaux,“Un ´ilustrado´ quiteño, p. 1241.

225 Tercera parte


Junto a Flores y de Jijón, también el primer marqués de Villa Orellana,
Clemente Sánchez de Orellana y Riofrío, estuvo activo con especial
frecuencia en el comercio con ropas de Castilla y ropas de la tierra de
producción familiar, que se expendían sobre todo en los mercados del
Nuevo Reino de Granada, desde finales de los años sesenta hasta su muerte
en el año 1782.730 También el comercio textil no vinculado con una
producción propia, se concentraba en su mayor parte en la ruta comercial
entre Quito, Popayán y Cartagena.

La escasa circulación de metálico del período colonial tardío en Quito


y en la región, se reflejaba claramente en la organización de los
negocios comerciales. Rara vez, los textiles se expendían contra pagos en
efectivo inmediatos. La cancelación de las facturas de las ropas de Castilla
adquiridas en Cartagena, o con menor frecuencia en Lima, se contrataba
casi siempre en forma de entregas de ropa de la tierra convenidas para
varios meses o hasta años. Únicamente en Popayán y Barbacoas las entregas
de textiles se pagaban con frecuencia con metales preciosos de los lavaderos
de oro de la región, por lo cual para los mercaderes quiteños el comercio
con estas ciudades representaba un atractivo especial.

Pedro Montúfar y Larrea, hermano del segundo marqués de Selva Alegre,


probablemente fue el más importante mercader entre las familias nobles
quiteñas. Montúfar quien, fuera de la hacienda de Zámbiza (Corregimiento de
Quito) aportada al matrimonio por su mujer Nicolasa Guerrero no tenía
bienes raíces propios, cubría sus ingresos en forma casi exclusiva con sus
múltiples negocios comerciales que se limitaban a la ruta entre Quito y
Cartagena. Compraba y vendía tanto textiles de la tierra como europeos, con lo
cual varias veces adquirió oro de las minas de Barbacoas a cambio de la ropa de
la tierra. Montúfar estaba activo en el comercio textil desde el año 1791. Entre
1795 y 1800, invirtió un total de 70.960 pesos en la compra de ropa de la
tierra, que transportaba de Quito a Popayán y Barbacoas para su venta.731
Según la carta de dote de su mujer Nicolasa Guerrero del año 1798, Montúfar,

730 Cfr. fuera de las “Notarías (Protocolos)” del AN/Q también el registro de los textiles exportados entre
1788 y 1790 de Quito hacia Popayán y otros lugares al norte de Quito en el Nuevo Reino de Granada en
los “Cuaderno[s] en que constan las partidas de fardos de ropas de la tierra que se extraen de esta
Capital, y satisfacen el dro. del Lazareto (…), AMH/Q, Nº 1, Alcabalas y Estancos, fs. 304-325v, 433-453, 484-
500. Esta lista de los envíos de textiles y de los comerciantes incluye también a diversos parientes de los
títulos de Castilla quiteños.
731 “Libro de cuentas de la factura, renta y envío de ropa de la tierra a Popayán” de Pedro Montúfar
que contiene 37 envíos para el período indicado, AC/Q, Colección González Suárez, c. XXXVII. Los cos-
tos de transporte (mulas, material de envoltura, derechos y alcabalas) para todos los envíos sumaron un
total de 5.762 pesos.

226 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
en el momento del enlace matrimonial tenía una fortuna de poco menos de
40.000 pesos, entre otros efectos, ropas de Castilla en su almacén de Quito con
un valor de más de 17.000 pesos y otras telas europeas que había depositado
en diversos almacenes de otros comerciantes de la ciudad y que sumaban en
total, más de 7.500 pesos.732 Fuera de esto, varias personas le adeudaban
dinero por la compra de textiles, entre ellas diversos nobles destacados de la
ciudad de las familias Borja, Guerrero, Larrea, Montúfar y Tinajero.

Otro mercader quiteño del período colonial tardío, de importancia similar,


fue el abogado doctor Mariano Maldonado y Borja, de la casa de los
marqueses de Lises, quien en los años ochenta y noventa igualmente
realizaba negocios comerciales en la ruta entre Quito y Popayán.

Visto en conjunto, entre todas las familias de los títulos de Castilla


quiteños estaban representadas varias personas activas en el comercio. Una
parte especial tuvieron en ello los mercaderes peninsulares, que desde
mediados del siglo XVIII, se emparentaron mediante matrimonio con la
nobleza titulada quiteña. A modo de ejemplo, están José Antonio de
Ascásubi (marquesado de Maenza), Manuel Diez de la Peña (marquesado de
Lises), Francisco Javier Ustáriz (marquesado de Solanda) y Pedro Buendía y
Dávila (marquesado de Villa Rocha).733

Como lo ilustra de manera especial el caso de Buendía, quien por sus propios
esfuerzos fue admitido a fines de la década de 1770 a la Orden de Santiago,
todavía en el período colonial tardío los mercaderes peninsulares
especialmente exitosos, trataban con frecuencia de integrarse a la nobleza
establecida de la ciudad.734

Finalmente, la presencia del las familias de la nobleza titulada quiteña


en el sector comercial se refleja también en el hecho de que algunos
miembros de estas familias ostentaron en el período colonial tardío, el
cargo de juez de comercio encargado de las controversias del sector
comercial, a saber, el doctor Mariano Maldonado, el segundo marqués de
Selva Alegre, el hermano de este, Pedro, y el segundo marqués de Villa
Orellana, Jacinto Sánchez de Orellana.

732 AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 447, exp. 21-VII-1798, fs. 269v-282v.


733 Buendía además adquirió en la región dos obrajes, cuya producción vendía junto con otros textiles
adquiridos adicionalmente, cfr. el testamento de Buendía redactado por su viuda Micaela Carcelén,
AN/Q, 6ª Notaría (Protocolos), t. 109, exp. 16-III-1787, fs. 73v-77.
734 En este lugar se debe recordar también el intento de Manuel Diez de la Peña de utilizar sus activida-
des empresariales para la obtención de un título nobiliario, cfr. el acápite B. IV. 4

227 Tercera parte


Otras actividades económicas

La explotación de minas de metales preciosos en la región de la Sierra


norte y central, así como en la Sierra sur de la Audiencia, tuvo más bien
una importancia marginal en el período colonial tardío. Por parte de las
familias de la nobleza titulada quiteña, el heredero del condado de Selva
Florida, Manuel Guerrero Ponce de León, poseía dos minas de plata en las
cercanías del pueblo de Sigchos en el Corregimiento de Latacunga, que
trabajaba conjuntamente con el mercader Miguel Ponce.735 Sin embargo, la
mina explotada desde el año 1795 no parece haber producido utilidades
dignas de mención, puesto que en el año 1802 fue vendida en 500 pesos
por la viuda de Manuel, en acuerdo con Ponce.736

En cambio, el posterior tercer marqués de Miraflores, quien hacia fines del


siglo XVIII se había trasladado a Quito, poseía algunas minas de oro
rentables en las cercanías de Barbacoas, su ciudad natal.737

Finalmente, cabe mencionar una encomienda de la que disponían los


marqueses de Maenza durante el período colonial tardío y al menos hasta
el año 1814 en la gobernación de Mainas.738 En 1711, la Corona había
cedido los tributos de los pueblos indígenas de Archidona y Napo a
Mateo de la Escalera y a sus dos generaciones sucesivas. A pesar de que el
rey Felipe V, en una ley del 12 de julio de 1712 había proclamado la
abolición de la institución de la encomienda y de que el 13 de octubre de
1721 una orden correspondiente se había promulgado para la Audiencia
de Quito, el nieto de Escalera, Gregorio Matheu y de la Escalera, logró
una vez más –ya en tercera generación– confirmarse expresamente la
encomienda. Hacia 1776 la encomienda, a la que pertenecían únicamente
65 indígenas, constituía la más grande en Mainas; además, las cuatro
restantes de esta Gobernación obviamente fueron disueltas hasta el año
1801. Acerca de las discrepancias jurídicas por la continuidad de la

735 Testamento de Manuel, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 444, exp. 4-IX-1799, f. 310v; cfr. AN/Q,
Testamentarías, exp. 2-IX-1799, 6ª Notaría (Juicios), exp. 18-XI-1802.
736 AN/Q, 3ª Notaría (Protocolos), t. 76, exp. 10-VII-02, fs. 279-281. Entre los testamentos del período colonial
tardío registrados en las notarías quiteñas, se encuentra solamente uno más que menciona la propiedad
de una mina. En éste Juana Cuadrado de Vargas dejó, a fines del siglo XVIII, una mina de alumbre en la
provincia de Alausí y otras dos “minas de tierra”, AN/Q, 5ª Notaría (Protocolos), t. 122, exp. 7-VIII-1790, fs. 176-
178v. Acerca de la situación general de la explotación de minas en la Audiencia en el período colonial
tardío cfr. AGI, Quito, leg. 569.
737 Testamento redactado por su hijo Mauricio, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 474, exp. 19-VI-1815;
AMH/Quito, Nº 6, Cartas y Comunicaciones Privadas, siglo XIX; cfr. Jurado Noboa, Esclavitud, pp. 292, 324.
738 AN/Q, Encomiendas, exp. ANH/-PQ/1757; AN/Q, Encomienda, exp. 7-XI-1776.

228 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
encomienda de los marqueses de Maenza, de las fuentes no se desprenden
datos más detallados sobre su calidad y el rendimiento. Según un poder
de la marquesa Mariana de Aranda del año 1774, los tributos debidos a
ella consistían en este momento en oro, pita y otras especies.739

IV- EL SIGNIFICADO DE FAMILIA Y PARENTESCO PARA LAS RELACIONES


SOCIALES Y ECONÓMICAS

1- Relaciones matrimoniales y política matrimonial

Las relaciones intrafamiliares y de parentesco tenían una función


central para mantener y mejorar la posición social y económica de
los nobles quiteños. También al interior de la nobleza quiteña estaba
muy marcada la norma del matrimonio de igual alcurnia, “de la misma
calidad”, que había sido observada con especial rigidez por parte de la
nobleza española y del resto de Europa de la tardía Edad Media y de la
temprana Edad Moderna, con lo cual estos grandes grupos sociales
intentaban distinguirse como estratos sociales, definidos esencialmente
como un estamento de nacimiento frente al resto de la población.740

Las familias de los títulos de Castilla asentadas en la ciudad de Quito que


remontaban su nobleza en primer lugar a la descendencia de conquistadores
y primeros colonizadores de la Audiencia, perseguían, para asegurar su
exclusividad social, una decidida política matrimonial que se expresaba
en una alta endogamia específica del grupo.741

A lo largo del siglo XVIII, todos los nobles agraciados con un título y sus
parientes más cercanos se unieron con diversas casas nobles asentadas en la
región, que ya estaban en posesión de un título nobiliario por un período
mayor. Especialmente las numerosas familias nobles de los Guerrero,
Larrea-Montúfar y Sánchez de Orellana tuvieron, durante el período
colonial tardío, un sinnúmero de contactos familiares con casi todos los

739 AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 403, exp. 16-IV-1774, f. 639-639v. Hacia fines del siglo XVIII la encomien-
da ya no parece haber tenido mayor importancia económica y social, puesto que no aparece ni en el
testamento de la mencionada marquesa, ni en el de su hijo primogénito Manuel de Matheu, AN/Q, 1ª
Notaría (Protocolos), t. 441, exp. 16-XII-1793; 1ª Notaría (Protocolos), t. 434, exp. 2-IV-1791.
740 Acerca del comportamiento matrimonial de la nobleza española a inicios de la temprana Edad
Moderna, Becerro Pita y Córdoba de la Llave, Parentesco, poder y mentalidad; Gerbet, La noblesse dans
le royaume de Castille, pp. 159-192; para la Hispanoamérica colonial en general cfr. Repodas Ardanaz, El
matrimonio en Indias.
741 Cfr. las genealogías de los marqueses y condes quiteños en el Anexo I.

229 Tercera parte


demás marquesados y condados. Solamente las familias Larrea-Montúfar y
Sánchez de Orellana no estaban emparentadas más estrechamente entre sí.

Una consecuencia de la muy fuerte endogamia general entre las familias


nobles de mayor rango en Quito fue, a inicios del siglo XIX, la herencia del
marquesado de Solanda por parte de la familia Carcelén, la cual entonces
conjuntamente con el marquesado de Villa Rocha, poseía dos marquesados.
Además, el estrecho enlace familiar de las familias nobles llevó a que el
factor tan central para comprobar la nobleza en la ciudad de Quito, a saber,
la descendencia de conquistadores y familias fundadoras, pudo ser
reclamado por todas las familias de los títulos nobiliarios quiteños y de la
mayoría de las demás familias nobles de la ciudad.

En el período colonial tardío perduraron, sin disminuir, los enlaces


matrimoniales entre parientes bastante cercanos, especialmente en las familias
Carcelén, Guerrero, Larrea-Montúfar, Matheu y Sánchez de Orellana.

No obstante, además de los matrimonios intraparentales -que estaban


generalizados de manera especial entre los titulados y sus hermanos- en el
círculo familiar más amplio se llegaba con mayor frecuencia a enlaces
matrimoniales con otras familias prestigiosas y nobles de la región. Esto se
debía al número relativamente escaso de familias distinguidas con un título
nobiliario en la ciudad. Como ejemplo, se pueden señalar a las familias
Borja, Chiriboga y León, y a matrimonios con peninsulares o con criollos
que habían migrado desde otras regiones de la Audiencia.742

De la Sierra sur provenían, por ejemplo, las familias Román (marquesados


de Solanda y de Villa Rocha) y Carrión (entre otros el marquesado de
Miraflores) quienes, aproximadamente desde mediados del siglo XVIII, se
entrelazaron exitosamente con la red de relaciones de parentesco de los
marquesados y condados quiteños. De manera especial e impresionante
transcurrió la integración de los hijos de Nicolás Carrión y Vaca, un
comerciante que se había trasladado de Cuenca a Quito, y de los de su
hermana Margarita.

Ambos descendían, por parte del padre, de una rama de una familia hidalga
del norte de España asentada desde la primera mitad del siglo XVII en la
Sierra sur. Por parte materna estaba el conquistador Diego Vaca de Vega. A

742 Sin embargo, con la ciudad de Guayaquil y con otras poblaciones de la Costa no existía ninguna relación
de parentesco.

230 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
comienzos del siglo XVII había fundado la ciudad de San Francisco de Borja
en la provincia de Mainas al oriente de los Andes y luego había ostentado -al
igual que luego uno de sus hijos- el cargo de gobernador de Mainas.743
Margarita Carrión y Vaca se había casado, en la primera mitad del siglo
XVIII con el primer marqués de Miraflores, Antonio Flores y Vergara. Luego,
en el período colonial tardío, tres hijos de Nicolás, el hermano de Margarita,
se emparentaron a su vez por matrimonio con diversas familias de la nobleza
titulada quiteña. Su hijo Nicolás Carrión y Velasco se casó con Margarita
Quiñones, una hija del tercer marqués de Quiñones, Pedro Quiñones y
Cienfuegos. Rosa, la hermana de Nicolás, que fue adoptada por Mariano
Flores, el segundo marqués de Miraflores, se casó con Manuel de Larrea y
Jijón, el posterior primer marqués de San José. Margarita Carrión y Velasco y,
después de su muerte, su hermana Josefa se casaron con Francisco de Jijón y
Chiriboga, quien a comienzos del siglo XIX reclamó la sucesión en el
condado de Casa Jijón. Otra pariente de los tres hermanos, Mercedes Carrión
y Palacios, se casó a su vez con el tercer marqués de Villa Orellana, José
Sánchez de Orellana y Cabezas.744

En el contexto de las relaciones comerciales incrementadas de la ciudad


de Quito con las ciudades de Popayán y Barbacoas, ubicadas al norte de la
región, también se produjo en el período colonial tardío, una creciente
migración de individuos o familias enteras desde la Gobernación de
Popayán a la ciudad de Quito. En este tenor, las familias Cabezas
(marquesados de Miraflores y de Villa Orellana) y Quiñones, oriundas de
Barbacoas, lograron su integración a la nobleza quiteña más prestigiosa.
Más aún, el abogado y propietario de minas Pedro Quiñones a inicios del
siglo XIX, mediante su matrimonio con Antonia Flores y Carrión, heredó
el marquesado de Miraflores.

Fueron muy escasos en el período colonial tardío, los enlaces matrimoniales


con familias de la América española radicadas fuera de la Audiencia, y en
general tuvieron escasa importancia para la posición social al interior de la
sociedad quiteña. La primera mujer de Juan de Larrea y Villavicencio,
Eulalia de la Cámara y Mollendo, era oriunda del Cusco en el Virreinato del
Perú. Fernando de Villavicencio, el heredero del condado del Real Agrado
se casó, a su vez, con Joaquina de Berástegui, oriunda de Bogotá. De un
nivel social más alto eran los cónyuges de dos hijas de Mariana de Aranda,

743 Gangotena,“Los Carrión”.


744 El bisabuelo de Mercedes y el abuelo de Josefa, Margarita y Nicolás habían sido hermanos,
Gangotena,“Los Carrión”.

231 Tercera parte


la séptima marquesa de Maenza, oriunda de Lima. Mariana de Matheu y
Aranda se casó en la ciudad natal de su madre con el caballero de la Orden
de Santiago, Diego Suazo. También de Lima provenía el marido de
Catalina, la hermana de Mariana, quien se casó con el conde de Cumbres
Altas, José Zapata Hurtado de Mendoza.745 Ambas hijas se trasladaron con
sus maridos a la capital del Virreinato del Perú.

En el período colonial tardío, el condado de Cumbres Altas fue el único


título nobiliario de fuera de la región con el cual las familias de los títulos
de Castilla quiteños establecieron relaciones familiares directas. Con la
nobleza española, en cambio, no había ninguna relación familiar más
cercana. El octavo marqués de Maenza, Juan José Matheu y Herrera, quien
a comienzos del siglo XIX heredó el título de conde de Puñonrostro,
grande de España, se trasladó luego a España.

Finalmente, pertenecieron a los cónyuges de los marquesados y condados,


procedentes de fuera de la región y del grupo, los mercaderes llegados desde
España, a saber, José Antonio de Ascásubi (marquesado de Maenza), Pedro
Buendía (marquesado de Villa Rocha), Manuel Diez de la Peña (marquesado
de Lises) y Francisco Javier de Ustáriz (marquesado de Solanda). Los enlaces
matrimoniales de estos mercaderes con las hijas de las más importantes
familias de la región indican por un lado, la posibilidad de un ascenso
social basado principalmente en el éxito económico, pero también
comprueban por otro lado, la mentalidad social conservadora que aún
en el período colonial tardío dominaba en la ciudad de Quito, orientada
hacia el estatus nobiliario, así como a la descendencia y a la pertenencia a las
familias prestigiosas, puesto que también mercaderes destacados utilizaban su
éxito económico como medio para la integración en la red social y familiar de
la nobleza de primer orden de la ciudad. Característica para esta mentalidad,
que incluía también a los mercaderes, es la admisión lograda por su propia
iniciativa de Pedro Buendía a la Orden de Santiago, uno de los mercaderes
más activos del período colonial tardío.746

La política matrimonial de las familias de la nobleza titulada


quiteña, formulada a través de un alto grado de endogamia, con la cual
intentaban preservar e incrementar su nivel social y la prosperidad

745 Antes del enlace matrimonial el conde había actuado por algún tiempo como oidor de la Audiencia
de Quito.
746 Ascásubi, a su vez, de hecho ya era identificado como hidalgo debido a su origen de la provincia sep-
tentrional de Guipúzcoa, cuya población se consideraba en su totalidad como noble.

232 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
económica, podía basarse en el derecho matrimonial español
establecido y controlado por diversas normas, tanto estatales
como eclesiásticas.

Partiendo de las resoluciones del Concilio de Trento (1545-1563) que


determinaban el derecho matrimonial hasta el siglo XVIII, hacia fines de
este siglo e inicios del XIX los reyes borbónicos emitieron algunas
normas jurídicas efectivas para todos los reinos de la Corona española, que
debían servir para impedir los “matrimonios desiguales”.747 El punto de
partida de esta iniciativa, fue la Real Pragmática del año 1776,
completada en varias ocasiones posteriormente, que posibilitó a las
familias de todos los estratos sociales controlar los enlaces matrimoniales
de sus hijos menores de edad, quienes desde este momento ya no podían
contraer matrimonio sin el consentimiento de sus padres o de otros
familiares con poder de decisión.748 Al mismo tiempo el rey dio orden a
las más altas autoridades administrativas y eclesiásticas de los respectivos
territorios de la Corona, vigilar la observancia del nuevo derecho
matrimonial con la mayor severidad.749

Puesto que aun con la política orientada hacia una reforma de la economía y
de la sociedad de los borbones, y especialmente de Carlos III, la nobleza
mantuvo su función como estrato social dirigente, se emitieron
disposiciones especiales para los más altos representantes de la nobleza, los
títulos de Castilla. La nobleza titulada y los sucesores inmediatos en el

747 Acerca del marco jurídico de los enlaces matrimoniales en la Hispanoamérica colonial cfr. Repodas
Ardanaz, El matrimonio en Indias, pp. 63-222.
748 “Pragmática sanción (…) en que S. M. establece lo conveniente para que los hijos de familias con arre-
glo a las leyes del Reino pidan consejo y consentimiento paterno, antes de celebrar esponsales, haciendo
lo mismo en defecto de padres a las madres, abuelos o deudos”, 23-III-1776, AHN/M, Reales Cédulas, Nº 412.
En caso de muerte o ausencia del padre, la madre o en su lugar el pariente varón más cercano, podía deci-
dir acerca del deseo de matrimonio de un miembro menor de edad de la respectiva familia, cfr. arriba. La
minoría de edad estaba fijada en 25 años para los varones, en 23 para las mujeres,“Pragmática-Sanción (…)
por la que se prescriben las reglas (…) que han de observarse en la celebración de los matrimonios”, 28-IV-
1803,ANH/M, Reales Cédulas, Nº 1.491. Los hijos mayores de edad debían al menos aceptar el consejo pater-
no antes de contraer matrimonio, pero podían en principio, seleccionar libremente a su cónyuge.
749 Cfr. la “Pragmática Sanción” de 1776 y la “Real Cédula (…) en que se encarga a los ordinarios ecle-
siásticos (…) contribuyan por su parte que tenga efecto lo dispuesto en la Pragmática-Sanción”, 23-III-
1776, ANH/M, Reales Cédulas, Nº 411. A partir del año 1803 los sacerdotes, que autorizaban un matrimonio
no aprobado, estaban amenazados con la expatriación y la confiscación de todos los bienes, cfr. la Real
Cédula correspondiente del 17-VII-1803, ANH/M, Consejos, lib. 1.501, Nº 113. La revisión de las reclamacio-
nes paternas contra los cónyuges elegidos por sus hijos, al igual que la protesta de los hijos contra el “irra-
cional disenso” del padre o de otro pariente con poder de decisión, se realizaba en primera instancia por
el alcalde ordinario (el corregidor o el gobernador respectivamente) y en segunda instancia por la
Audiencia, cfr. para Quito AN/Q, Matrimoniales.

233 Tercera parte


título necesitaban para el matrimonio, según la Pragmática de 1776, no
solamente el consentimiento paterno, sino después de este, una licencia
matrimonial del rey.750 En el caso de los títulos de Castilla americanos estas
licencias podían ser emitidas, desde fines de los años ochenta, por las
correspondientes Audiencias. Por lo tanto el cuarto marqués de Solanda,
Diego Sánchez de Orellana recibió en el año 1789 la respectiva licencia para
su matrimonio con María Nicolasa Guerrero y Nájera.751

En todos los casos de contravención contra las disposiciones arriba citadas,


los contrayentes sin autorización y sus descendientes perdían sus derechos a
la herencia, la dote, los mayorazgos y otras rentas, así como a la sucesión en
el título.

En el año 1805 el rey Carlos IV emitió otra Real Cédula referida al derecho
matrimonial, según la cual, desde este momento todas las personas, tanto
menores como mayores de edad, cuya nobleza y limpieza de sangre estaban
reconocidas públicamente, también debían pedir una licencia del rey para
el matrimonio con “negros, mulatos y demás castas”.752

Desde el año 1776, las nuevas disposiciones legales para impedir los
matrimonios desiguales fueron utilizadas también por parte de las familias
nobles quiteñas, en el intento de impedir matrimonios no deseados de sus
hijos.753 En el año 1781 el primer marqués de Villa Orellana, Clemente
Sánchez de Orellana y su mujer Javiera Antonia de Chiriboga dieron
licencia matrimonial con una “persona de igual sangre” a su hijo
primogénito Jacinto quien, en este momento, vivía en Madrid. Además,
con una expresa referencia a la Real Pragmática de 1776, declararon que a
Jacinto, en el caso de un matrimonio no acorde a su rango, “lo privan,
desheredan del dro. que pueda tener a sus bienes como tal su hijo legítimo
y heredero, y de la sucesión de Marqués de Villa Orellana […], y de la

750 Cfr. la arriba mencionada Real Cédula de 1803. Una licencia matrimonial especial necesitaban los
funcionarios superiores de las Audiencias y los hijos de éstos, así como los oficiales de los regimientos rea-
les. Cfr. para la ciudad de Quito el caso del primer marqués de Selva Alegre y presidente de la Audiencia,
Juan Pío Monúfar y Frasso, quien, en el año 1759 obtuvo una licencia real para su matrimonio con Rosa
de Larrea. Una copia de la correspondiente Real Cédula del 24-I-1759 se encuentra en AHBC/Q,
Documentos Misceláneos, Nº 20/9.
751 La solicitud para la licencia se refiere expresamente a otra Real Cédula del 8-III-1787,“Expediente que
sigue el Marqués de Solanda, solicitando licencia para contraer matrimonio con D.a Nicolasa Guerrero,
para cuyo efecto da la información necesaria”, AN/Q, Matrimoniales, exp. 27-VII-1789, f. 4.
752 Real Cédula del 27-V-1805, AHN/M, Consejos, lib. 1.503, Nº 19.
753 Cfr. AN/Q, Matrimoniales; AC/Q, Matrimoniales.

234 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
posesión de los bienes sujetos al Mayorazgo”.754 Algunos años más tarde la
marquesa de Villa Orellana cumplió esta amenaza contra su hija Josefa, que
“sin consentimiento mío y fuera de casa” había contraído matrimonio con
su pariente José Sánchez de Orellana y Nájera.755

En el año 1797 el heredero del marquesado de Lises, Ramón Joaquín


Maldonado y Borja, negó a su hija menor de edad, María Francisca, el
consentimiento al matrimonio con el teniente de milicia Joaquín
Mancheno y Chiriboga, oriundo de Riobamba. Maldonado justificó su
desacuerdo indicando que, según su opinión, existía una desigualdad de
sangre y honor entre su hija y Mancheno, mientras que María Francisca
designó a su novio como “caballero de honor conocido, descendiente de
ilustre familia”.756 Obviamente la protesta de Ramón Maldonado fue
rechazada por el tribunal de la Audiencia, puesto que el matrimonio de su
hija se realizó ese mismo año.757 En primeras nupcias Mancheno había
estado casado con Manuela de Larrea y Jijón, cuya madre, María de Jijón y
Chiriboga, igualmente se había pronunciado contra el matrimonio, puesto
que su hija se había retractado de un matrimonio anteriormente acordado
con una persona “con quien hubiera mejorado su fortuna”.758

Un auténtico escándalo se produjo en septiembre del año 1805, cuando el


abogado quiteño doctor Bernardo Ignacio de León y Carcelén quiso
contraer matrimonio con la mulata Teresa Carrión.759 León era un primo en

754 AN/Q, 4ª Notaría (Protocolos), t. 118, exp. 14-IX-1781, fs. 71-72v.


755 Testamento de Clemente redactado por su mujer Javiera Antonia Chiriboga, AN/Q, 4ª Notaría
(Protocolos), t. 118, exp. 4-VI-1782, f. 157. En el año 1817 fue desheredado el hijo de Juan Ramón de Borja
y Freire, José Borja y Villacís, quien se había casado contra la voluntad de su padre y quien, finalmente,
tuvo que devolver una hacienda entregada a él como futura herencia, AN/Q, Matrimoniales, exp. 30-VI-
1814. Dos años más tarde Juan Ramón se opuso también al matrimonio de su hija Antonia, quien sin
embargo, igualmente, llevó a cabo su matrimonio; la documentación existente sobre este caso no ofre-
ce ninguna aclaración acerca de las consecuencias para la hija, AN/Q, Matrimoniales, exp. 24-XII, 1816.
756 AN/Q, Matrimoniales, exp. 20-IX-1797, f. 1.
757 Moreno Egas, “Resumen alfabético del segundo libro de matrimonios”, p. 244. Además las familias
Maldonado y Mancheno estaban emparentadas, AN/Q, Matrimoniales, exp. 20-IX-1797, f. 1. Puede ser que
la razón para el rechazo del matrimonio de parte de Ramón Maldonado tuvo que ver no tanto con el
rango social de Joaquín Mancheno, sino más bien con el empobrecimiento que éste había sufrido a
causa del terremoto de Riobamba del febrero de aquel año.
758 Testamento de la viuda de Manuel de Larrea y Santa Coloma, AN/Q, 4ª Notaría (Protocolos), t. 124,
exp. 27-IX-1809, f. 177-177v. Mancheno dejó de este matrimonio un hijo, Ramón, de cuya manutención,
según el testamento de su suegra, no se responsabilizó, ni del entierro de su esposa que había muerto
en el parto.
759 “Expediente en que consta el impedimento opuesto por los Marqueses de Villa Rocha y Solanda al
matrimonio notabilísimamente desigual que el D.r D.n Bernardo Ignacio de León y Carcelén quiere con-
traer con Teresa Carrión, mulata libertina”, AN/Q, Matrimonio, exp. 7-IX-1805.

235 Tercera parte


segundo grado del entonces marqués de Solanda y Villarocha, Felipe
Carcelén y Sánchez de Orellana. Cuando este se enteró del inminente
matrimonio de su pariente, intentó de inmediato proceder contra este
“vergonzoso enlace” 760, según su opinión. Sin embargo, en vista de la
situación jurídica vigente, el matrimonio proyectado no era impugnable,
puesto que tanto el novio de 43 años, como su prometida ya eran mayores
de edad y podían, por lo tanto, decidir su matrimonio por su cuenta.
Obviamente la Real Cédula emitida en mayo del mismo año y que prohibía
el matrimonio con personas de ascendencia negra también a aquellos cuya
nobleza o limpieza de sangre estaba reconocida públicamente, todavía no
era conocida en Quito, ya que no se la menciona en los documentos del
juicio ni en la correspondencia adjunta.

A favor de la prohibición litigaba al lado del marqués el hermano de Bernardo,


Ignacio y, después de la muerte de los padres de ambos, el pariente más cercano
Tomás de León, aunque Felipe Carcelén como marqués y cabeza de la familia
Carcelén fue inequívocamente la fuerza motriz de la disputa. Inicialmente el
marqués y Tomás de León intentaron inducir al entonces presidente de la
Audiencia, el barón de Carondelet, a emplear su autoridad para impedir el
matrimonio. Fundamentaron su objeción al enlace proyectado en la gran
desigualdad entre Bernardo de León y Teresa Carrión. El matrimonio de ambos
afectaría, según el marqués, inevitablemente el “sentimiento de honor” de las
principales familias y de “todo el público”, que “nos han mirado siempre con la
distinción y aprecio que corresponden a la nobleza de nra. cuna”.761 En caso de
llevarse a cabo el matrimonio “la familia de los Villa Rocha tendrá que pasar
por el bochorno de ver prostituido a un pariente tan inmediato suyo, y
turnando con la ínfima plebe”.762 Para otorgar firmeza a su demanda
jurídicamente insostenible, el marqués no solamente señaló los daños que el
matrimonio proyectado causaría a su propia familia, sino que amplió la
importancia del caso a un asunto que haría peligrar todo el orden social. Según
él los “matrimonios de tanta desigualdad” causarían un “trastorno de jerarquía
de estados”, lo cual no podría ser la intención del rey, a pesar de las
disposiciones legales emitidas en los últimos años.763 Al mismo tiempo el
marqués solicitó al presidente la discreción en el tratamiento de su demanda.

760 AN/Q, Matrimonios, exp. 7-IX-1805, f. 6.


761 AN/Q, Matrimonios, exp. 7-IX-1805, f. 1-1v.
762 AN/Q, Matrimonios, exp. 7-IX-1805, f. 6-6v.
763 Efectivamente, esta opinión del marqués ya se había confirmado en mayo de este año con la ya men-
cionada Real Cédula de Carlos IV.

236 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
En un primer momento, el barón de Carondelet se adhirió a la
evaluación del caso por parte del marqués y, de inmediato mandó un
oficio al obispo de Quito en el cual pidió -en interés del “orden de la
sociedad”- ordenar a todos los párrocos de la ciudad denegar el enlace
matrimonial planeado, hasta que el rey hubiera decidido en este caso
concreto.764 Aunque la solicitud dio con la comprensión del obispo, este
señaló que en este caso tenía atadas las manos por la mencionada Real
Cédula de 1803. Únicamente prometió mandar a todos los párrocos de la
ciudad una copia de esta Real Cédula, en la cual a todos los clérigos que
celebrarían un matrimonio ilegal según las normas presentes, se los
amenazaba con la expatriación y la confiscación de sus bienes.765
Finalmente, en vista de la clara situación jurídica, tampoco el presidente
estuvo dispuesto a una intervención directa, a pesar de los esfuerzos
sostenidos por el marqués.

Dos meses después del inicio de la correspondencia del marqués con el


presidente de la Audiencia, también Bernardo de León pidió la atención
con una carta al barón de Carondelet, ya que, según sus propias
afirmaciones, sólo por casualidad se había enterado de las intenciones de
sus parientes. Como justificación de sus planes de matrimonio, León no
solamente se refirió a las leyes existentes, sino que subrayó que la
“igualdad fantástica y quimérica” sostenida por el marqués no jugaba
papel alguno en el amor, lo que ya con Adán y Eva no habría sido
diferente y que por lo tanto correspondería a un modo de pensar
cristiano.766 Mientras las más altas autoridades sociales, políticas y
eclesiásticas de la ciudad de Quito consideraban la adecuada elección de
los cónyuges como necesaria para la estabilidad del orden social
entendido como estrictamente jerárquico, Bernardo de León representaba,
entonces, el principio del matrimonio por amor y el derecho a la libre
elección del cónyuge defendido tradicionalmente por la iglesia católica.
Además León señaló que el grado de parentesco entre él y el marqués era
demasiado grande como para que él o los hijos nacidos de su matrimonio
con Teresa Carrión pudieran heredar el título, los mayorazgos o las demás
distinciones del marqués.767

764 AN/Q, Matrimoniales, exp. 7-IX-1805, f. 2v. El oficio sobre el suceso dirigido por el presidente al rey se
menciona en el “Índice de expedientes del negociado de Quito desde el año 1760 hasta el de 18 (…):
“Otro del Presid.te y Aud.a de Quito sre. la verdadera intelig.a a la última R.l Pragmática de Matrimonios”,
Nº 13 (1806), AGI, Quito, leg. 277.
765 AN/Q, Matrimoniales, exp. 7-IX-1805, f. 3.
766 AN/Q, Matrimoniales, exp. 7-IX-1805, fs. 10-13v.
767 AN/Q, Matrimoniales, exp. 7-IX-1805, f. 12

237 Tercera parte


Finalmente el tribunal de la Audiencia, ocupado entretanto con el asunto,
declaró que no existía fundamento jurídico para negar el matrimonio.768 La
documentación de este caso concluye con una carta del obispo al presidente de
la Audiencia, en la que se le informa que Bernardo Ignacio y Teresa Carrión
habían sido sorprendidos en el intento de una secreta ceremonia matrimonial
nocturna y que habían sido apresados.769 Sin embargo, esta medida represiva
no se mantuvo, puesto que el matrimonio de ambos sí se realizó
posteriormente.770 Entre los testigos y padrinos del matrimonio, realizado el
25 de octubre, elocuentemente no se encontraban miembros de las familias
Carcelén y León.771 Socialmente la unión matrimonial no parece haber causado
mayor daño, puesto que en los años siguientes León ejerció cargos como
profesor de Derecho y rector de la Universidad de Santo Tomás, y altas
funciones durante el movimiento independentista quiteño entre 1809 y 1812.

Tal como lo han demostrado los casos analizados de oposición a los proyectos
matrimoniales no deseados de hijos y parientes, mayor éxito tuvieron los
procedimientos judiciales contra la elección de cónyuges únicamente en los
casos de minoría de edad de los hijos, ya que también las familias nobles
generalmente dejaron de tener poder legal sobre sus hijos, al alcanzar estos la
mayoría de edad.772

Puesto que durante el período colonial tardío se dieron pocos casos en los
cuales padres o parientes de las filas de la nobleza titulada quiteña
intentaban impedir los matrimonios de sus hijos por la vía judicial -y que
al mismo tiempo se constata un alto nivel de endogamia entre estas

768 El 2 de octubre de 1805 el marqués protestó contra esta sentencia frente al presidente, AN/Q,
Matrimoniales, exp. 7-IX-1805, f. 22. En el Archivo de Indias (AGI) no he podido encontrar indicios acerca de
un tratamiento o una sentencia del caso, que posiblemente haya seguido al oficio del presidente al rey. ç
769 AN/Q, Matrimoniales, exp. 7-IX-1805, f. 23.
770 Moreno Egas,“Resumen del segundo libro de matrimonios”, p. 242.
771 Con ocasión del matrimonio Bernardo dio a su “pobre” mujer una “dote” de 1.500 pesos en efectivo
como salario por los cinco años y medio que le había llevado la casa hasta ese momento, AN/Q, 1ª
Notaría (Protocolos), t. 454, exp. 5-IX-1805, fs. 907v-908v.
772 En este sentido la nueva legislación matrimonial desde el año 1776 fue, en suma, aunque no en forma
exclusiva, un instrumento para proteger el prestigio de las familias más importantes, puesto que los con-
flictos relacionados con la selección de los cónyuges se dirimían, en todo caso, ante los tribunales y según
pautas legales relativamente unívocas. En cambio, todavía en el año 1769, a José Grande, un habitante
de Quito procedente de círculos sociales inferiores, se le había hecho sentir todo el poder informal de las
familias nobles, enraizado en la región, al pretender el matrimonio con Francisca de Arellano y Borja. A
causa de la vehemente oposición del tío de Francisca, Francisco de Borja y Larraspuro, Grande fue des-
terrado sin más de la región por orden de la Audiencia para evitar cualquier alteración pública, sin que
previamente se haya llegado a un juicio o que la familia Grande haya sido al menos informada del des-
tierro, AN/Q, Fondo Especial. Presidencia de Quito, c. 25, vol. 69, exp. 2.946, fs. 138-143v.

238 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
familias nobles- el control informal e intrafamiliar de los enlaces
matrimoniales obviamente fue por lo general suficiente.

El derecho matrimonial vigente privilegiaba además los matrimonios


al interior del círculo familiar más cercano. Desde el Cuarto Concilio
del Letrán (1215) los enlaces matrimoniales entre parientes hasta el cuarto
grado de consanguinidad, considerados en principio como incesto, podían
ser autorizados por una dispensa matrimonial concedida por el Papa o un
vicario papal.773

Por ejemplo, en el año 1803, el abogado quiteño doctor José Javier Ascásubi
y Matheu solicitó, antes de su matrimonio con su prima Mariana Matheu y
Herrera, al vicario general del obispado de Quito una dispensa matrimonial.
Ascásubi fundamentó su solicitud con la indicación de “la dificultad con que
en esta ciudad pueden encontrar las personas ilustres sujetos de igual
naturaleza con q.e poder contraer estas alianzas”.774

Además, a fines del siglo XVIII recibieron dispensas matrimoniales


Margarita Quiñones, la hija del posterior tercer marqués de Miraflores,
Pedro Quiñones, y Nicolás Carrión y Velasco, entre quienes existía un
parentesco de consanguinidad en tercer grado.775

Entre algunos cónyuges de las familias de la nobleza titulada quiteña las


relaciones de parentesco eran todavía más estrechas, así por ejemplo entre
los esposos Antonia Carcelén Sánchez de Orellana y José Ustáriz y Sánchez
de Orellana, entre Joaquín Montúfar y Larrea y María Josefa de Larrea y
Yerovi así como entre José Javier de Ascásubi y Matheu y Mariana Matheu
y Aranda. Todas las parejas mencionadas eran parientes en segundo grado
entre sí. Parientes en tercer grado eran el segundo marqués de Selva Alegre,
Juan Pío Montúfar y Larrea, y Josefa Teresa de Larrea y Villavicencio, así

773 El grado de consanguinidad se calculaba por el número de generaciones que separaba a los respectivos
pretendientes y su primer antepasado común. En el caso de diferencia en el número de generaciones de
ambos parientes hasta el antepaso común, se recurría a la cifra mayor para indicar el grado de parentesco
existente entre ambos, Becerro Pita y Córdoba de la Llave, Parentesco, poder y mentalidad, pp. 149-151.
774 AC/Q, Matrimoniales, 1803.
775 Cfr. el señalamiento de la “dispensa del parentesco de segundo con tercer grado de consanguini-
dad” en el recibo de dote de Pedro Quiñones a favor de Carrión, AN/Q, 3ª Notaría (Protocolos), t. 72, exp.
31-X-1794, fs. 141-144. En este caso están señalados las diferentes cifras de generaciones que existían entre
los cónyuges y su primer antepasado común. Margarita era una bisnieta (tres generaciones o grados),
Nicolás un nieto (dos generaciones o grados) de los primeros antepasados comunes, el matrimonio for-
mado por Agustín Carrión Meredio y Román y Catalina Vaca de Vega.

239 Tercera parte


como Salvador Guerrero y Ponce de León y Tomasa Guerrero y Dávalos.
Parientes en cuarto grado eran, a su vez, Manuel de la Peña y Maldonado y
Antonia Guerrero y Matheu, así como la hermana de Antonia, Petrona, y
José Larrea y Villavicencio.776

Los documentos entregados en el año 1789 por el cuarto marqués de


Solanda, Diego Sánchez de Orellana -conjuntamente con su solicitud de
concederle una licencia para su matrimonio con Nicolasa Guerrero y
Nájera- ofrecen una buena visión de los criterios según los cuales las
familias de la nobleza titulada quiteña midieron su rango social, y eligieron
a los cónyuges que correspondieran a su rango. En estos documentos,
diferentes parientes de novios dieron su consentimiento ampliamente
fundamentado para el matrimonio planeado.777 Puesto que los padres y
abuelos de Diego ya eran difuntos, sus tres hermanas, Isidora, Rosa y
Mariana -esta última la esposa del tío abuelo de María Nicolasa, Manuel
Guerrero y Ponce de León- testificaron acerca del rango de su futura
cuñada. Mariana señaló que María Nicolasa descendía, tanto del lado
paterno como del materno, de una de las “más ilustres, antiguas y
recomendables” familias de la ciudad, entre cuyos antepasados se contaban
“los varones más esclarecidos y señalados en la religión y piedad, en la
pureza de sangre, en los empleos públicos y militares, y en los muchos y
muy grandes servicios en obsequio del rey y de la patria”.778 Isidora, la
hermana de Mariana, enfatizó que el proyectado matrimonio correspondía
al “lustre, honor y decoro del título de Castilla”.779 El padre de la novia,
Pedro Guerrero y Ontañón, corroboró su consentimiento al matrimonio
planificado con la referencia a “las ilustres calidades de esclarecida nobleza y
empleos q. adornan la persona del referido s.or Marqués, y porque,
poseyendo un mayorazgo de los más pingües de esta ciudad, tiene con que
soportar las cargas del estado”.780

776 Las dispensas matrimoniales para las últimas dos parejas mencionadas están anotadas en el registro matri-
monial de la parroquia de El Sagrario, Moreno Egas,“Resumen alfabético del segundo libro de matrimonios”,
p. 241 y 257 respectivamente. Por otro lado, también entre los matrimonios de las familias de la nobleza titula-
da quiteña se dieron desavenencias y divorcios, por ejemplo en el caso de José Román y Sánchez de
Orellana y Josefa Carcelén y Sánchez de Orellana así como con Gregorio Joaquín Sánchez de Orellana y
Chiriboga y Juana Guerrero y León, AN/Q, Matrimoniales, exps. 1-X-1800 y 23-IX-1793 respectivamente.
777 “Expediente que sigue el Marqués de Solanda, solicitando licencia para contraer matrimonio con D.a
Nicolasa Guerrero (…)”, AN/Q, Matrimoniales, exp. 27-VII-1789.
778 AN/Q, Matrimoniales, exp. 27-VII-1789, f. 1v.
779 AN/Q, Matrimoniales, exp. 27-VII-1789, f. 2v.
780 AN/Q, Matrimoniales, exp. 27-VII-1789, f. 3v.

240 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
2- Dote y arras

Con pocas excepciones, en los matrimonios de los títulos de Castilla


quiteños y de sus parientes más cercanos, las novias recibieron una
dote de sus padres.781 La entrega de la dote, no solamente era una
manifestación del nivel económico y social de los padres de la novia, sino
también en sí mismo un factor económico y como tal, un elemento central
de la política matrimonial. A través de este, se transferían entre las familias
involucradas, sumas de dinero y propiedades, a veces considerables. Las
arras y donación propter nupcias entregadas como regalo del novio a su
mujer, se añadían a la dote; generalmente resultaban notablemente más
bajas que la dote y representaban casi siempre la décima parte de la fortuna
del novio, por lo cual reflejaban su situación económica.782 Las dotes de las
familias de los títulos de Castilla comprobadas en este estudio, oscilaban
entre 2.000 y 38.000 pesos, las arras entre 2.000 y 10.000 pesos.783

La dote podía estar compuesta de los objetos más diversos, especialmente


dinero en efectivo, bienes inmuebles urbanos y rurales, alhajas y ropa valiosa.
Frecuentemente, el marido invertía el dinero de inmediato en la adquisición
de bienes raíces. La dote y las arras eran propiedad de la mujer y aumentaban
en valor gracias a las ganancias de inversión logradas con este capital. La
totalidad de los bienes de la mujer quedaba bajo la administración del marido
por la duración del matrimonio. Por lo tanto, las cartas y recibos de dote
firmados por los padres de la novia y el futuro yerno contenían una promesa
del novio de devolver a la novia, en el caso de divorcio, la totalidad de la dote
incluyendo los rendimientos acumulados en el período.784

781 Cfr. la lista de los pagos de dote y de arras de las familias de la nobleza titulada quiteña en el Anexo IV.
782 Con la costumbre jurídica de las arras o la donación propternuptias, trasladada de España a América,
el novio reconocía simbólicamente la virginidad y decoro de su cónyuge. Acerca de la tradición españo-
la de las arras cfr. Becerro Pita y Córdoba de la Llave, Parentesco, poder y mentalidad, pp. 173-180. En 1734
el futuro primer marqués de Villa Orellana, Clemente Sánchez de Orellana, por ejemplo, había entregado
a su novia Javiera Antonia de Chiriboga y Luna 2.000 pesos como “honra de la virginidad y limpieza”,
AN/Q, Testamentarías, exp. 18-II-1789, fs. 10-15v.
783 En el caso de matrimonios entre familias de nivel inferior y bases económicas más modestas, las
dotes alcanzaban a lo más unos cientos de pesos o faltaban por completo. De esta manera, por ejem-
plo, las dotes (alhajas y ropa) de las tres hijas del procurador de la Audiencia, Pedro Zalazar, y de su
mujer Eugenia Borja oscilaban entre 500 y 600 pesos. La herencia dejada por Eugenia Borja, difunta
antes de su marido en el año 1766, tenía un valor total de tan solo 397 pesos, AN/ 4ª Notaría (Juicios),
exp. 21-VIII-1766, fs. 12-33v.
784 Cfr. por ejemplo la dote de la arriba mencionada Javiera Antonia de Chiriboga, AN/Q,
Testamentarías, exp. 18-II-1789, fs. 15-16.

241 Tercera parte


Un caso excepcional representa la dote de la séptima marquesa de Maenza,
Mariana de Aranda, que en el año 1730 llevó al matrimonio una fortuna de
más de 21.000 pesos. De su marido Gregorio Eugenio Matheu recibió arras
por el valor de 10.000 pesos. Esta suma fue incrementada en otros 10.000
pesos por los padres de Gregorio, lo que enfatiza el valor del enlace
matrimonial para la familia Matheu.785 En adelante Gregorio invirtió la
totalidad del dinero efectivo en sus diversas propiedades. Por lo demás, el
dueño del mayorazgo se había comprometido también a reconocer los
réditos del mayorazgo español del marquesado de Maenza, que su mujer
había llevado al matrimonio como parte de la dote. Según los cálculos de
Matheu, el mayorazgo producía una renta anual de 4.000 pesos, con los
cuales financió las reparaciones de sus casas y haciendas, así como un viaje a
España. Cuando su viuda Mariana de Aranda murió en el año 1794 su dote
había alcanzado, gracias a los mencionados réditos y las demás ganancias de
las inversiones, la enorme suma de 266.000 pesos.

3- Relaciones de parentesco comerciales y de otra índole

En la organización de la producción textil y en los negocios comerciales


frecuentemente se daban -fuera de los permanentes contactos comerciales
con socios de fuera de la familia- cooperaciones entre los miembros de
diversas familias de la nobleza titulada quiteña emparentada entre sí de
múltiples maneras.786 Bernardo de León y Mendoza (marquesado de Villa
Rocha), por ejemplo, mantenía contactos de negocio con su sobrino Pedro
Buendía y Dávila en el comercio textil con Popayán.787 La herencia de la
viuda de Buendía, Antonia Carcelén y Pérez de Ubillús en el año 1791
incluía, a su vez, deudas por un valor de 14.000 pesos con el conde de Casa
Jijón, Miguel de Jijón, así como más 3.000 pesos de deudas al hermano de
Antonia, el cuarto marqués de Villa Rocha, José Carcelén.788 Actividades
comerciales combinaban además el segundo marqués de Miraflores,
Mariano Flores, y Nicolás de Carrión y Vaca, un hermano de Margarita, la
mujer del primero.789 Además, en el año 1777 Nicolás Carrión dio al

785 AN/, Testamentarías, exp. 16-I-1794; AN/Q, Matrimoniales, exp. 27-XI-1798.


786 Fuera de las numerosas actas notariales, son especialmente los testamentos y la documentación rela-
cionada con los juicios por herencia llevados antes los tribunales, los que ofrecen abundantes referencias
a las relaciones de negocio entre las familias nobles y otros socios de negocios dentro y fuera de la región.
En lo que sigue solamente se pretende ofrecer algunos ejemplos para el tipo de contactos económicos
que relacionaba a prácticamente todas las familias de la nobleza titulada quiteña entre sí.
787 AN/Q, 5ª Notaría (Juicios), exp. 15-V-1758, f. 8.
788 AN/Q, Testamentarías, exp. 25-X-1791, fs. 51v-52.
789 AN/Q, 3ª Notaría (Protocolos), t. 70, exp. 18-XI-1789, f. 65-65v; cfr. el testamento del hijo de Nicolás, del
mismo nombre, AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), exp. 4-VIII-1804, fs. 229v-233.

242 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
marqués un poder para la venta de su casa.790 Después de la muerte de
Carrión, a inicios del año 1806, el marqués finalmente redactó el
testamento de éste.791

En el año 1784 el mencionado marqués de Miraflores reclamó 950 pesos de


la herencia del séptimo marqués de Maenza, Gregorio Eugenio de Matheu,
los cuales le había prestado años atrás para el pago de tributos de los
indígenas de sus haciendas.792 Gregorio Eugenio de Matheu y su padre
Gregorio Matheu y Villamayor habían recibido también del yerno del
primero, José Antonio de Ascásubi, varios miles de pesos y los habían
invertido en sus haciendas.793

En el año 1807 Francisco Javier de Villacís y Carcelén, a su vez, adquirió en


remate de la Junta de Temporalidades para su suegro José Román y Sánchez
de Orellana las haciendas de Cangagua y Urapamba que fueron de los jesuitas
y que, inicialmente, fueron adquiridas por Gregorio Joaquín Sánchez de
Orellana, a cuyos herederos se retiraron por falta de pago de lo adeudado.794

Una relación especialmente estrecha y personal unió al conde de Casa


Jijón, Miguel de Jijón, con el primer marqués de Villa Orellana,
Clemente Sánchez de Orellana. Durante sus estadías de varios años en
España, el conde siempre encargó al marqués el arreglo de sus asuntos
personales y la administración de sus bienes.795 El alto grado de
responsabilidad del marqués de Villa Orellana en la ejecución de estas
tareas, se demostró después de la muerte del conde en el año 1794,
cuando su hermano, Manuel de Jijón, siguió pleito a los herederos del
marqués, igualmente difunto para entonces, por sumas de dinero del
conde no devueltas por este último.796

Entre las familias Montúfar y Larrea hubo relaciones especialmente


numerosas e intensas, tanto personales como de negocios, lo que fue
también resultado de la temprana muerte del primer marqués de Selva
Alegre en el año 1761. Ya desde sus quince años el segundo marqués de

790 AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 406, exp. 7-I-1777, fs. 400v-401.


791 AN/Q, 1ª Notaría (Protocolos), t. 463, exp. 19-VI-1806, fs. 47v-55v.
792 AN/Q, Testamentarías, exp. 29-IX-1783, f. 3.
793 AN/Q, Testamentarías, exp. 16-I-1794.
794 AN/Q, Temporalidades, exp. 1787; exp. 17-VII-1807.
795 AMH/Q, Nº 39, Demandas, Juicios,Testamentos de Quito (1788-1799), f. 90; cfr. Defourneaux,“un ´ilustrado´qui-
teño”, p. 1240.
796 AHBC/Q, Documentos Particulares, Nº 644.

243 Tercera parte


Selva Alegre, Juan Pío Montúfar y Larrea, participó en los negocios
comerciales y la empresa agropecuaria de su tío Francisco María de Larrea y
Santa Coloma. A fines de 1778 el hermano de Francisco, Manuel, se
encargó de representar los asuntos personales de su sobrino Juan Pío
Montúfar, cuando este viajó a Lima para cobrar algunas deudas que todavía
se remontaban a actividades de negocio de su padre.797 Luego, en el año
1792, fue el hermano de Juan Pío, Pedro Montúfar, quien como apoderado
de su tío Manuel de Larrea y para la mujer de este, María Jijón, adquirió la
hacienda de Cayambe de la Junta de Temporalidades.798

De una importancia económica no menor fueron las fianzas con las


que se facilitaban y aseguraban las transacciones de negocios de personas,
que por su cuenta no podían ofrecer garantías suficientes. En el año
1785, Polonia de Santa Coloma y Francisco María de Larrea y Santa
Coloma se constituyeron en fiadores del segundo marqués de Selva
Alegre, cuando este necesitaba presentar a la Junta de Temporalidades
garantías para la cancelación de la suma a plazos, por la hacienda de
Chillo comprada por él.799 Ya en 1778, Polonia de Santa Coloma le había
proporcionado una fianza por 6.000 pesos, con la cual pudo obtener una
licencia para el mencionado cobro de deudas en Lima que había
solicitado a la Audiencia.800 En el año 1777 también Francisco María de
Larrea recurrió a las relaciones de parentesco entre las familias Larrea y
Montúfar, cuando por orden de la Audiencia le fue transferida la
administración del mayorazgo de la familia Freire, que había recaído
como herencia en su mujer María Josefa Yerovi. En este caso Juan
Joaquín Montúfar y Joaquín Tinajero emitieron las fianzas necesarias.801

Rosa Sánchez de Orellana y Rada logró, solamente en el año 1772, la entrega


de un remanente de su dote, depositada hace años con los jesuitas por parte de
la Junta de Temporalidades, cuando su hermano Diego Sánchez de Orellana se
había mostrado dispuesto a otorgar una fianza por el valor de la suma
depositada. La fianza fue necesaria, puesto que obviamente a los ojos de la Junta
la reclamación de Rosa Sánchez aún no estaba del todo justificada y que, en
todo caso, se debía pedir el consentimiento del rey de España. Fiadores de
Diego fueron a su vez su hermano Cayetano, Manuel Guerrero y Ponce de León

797 Jurado Noboa, Los Larrea, p. 67.


798 AN/Q, Temporalidades, exp. 17-VII-1807, f. 86v.
799 AN/Q, Temporalidades, exp. 3-III-1785, f. 9.
800 AN/Q, Testamentarías, exp. 23-IX-1785, f. 5.
801 Zúñiga, Montúfar, p. 156.

244 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
y el cuarto marqués de Villa Rocha, José Carcelén y Pérez de Ubillús.802 Son
además ilustrativos para los contactos sociales entre las familias de los
marquesados y condados quiteños, los padrinos y testigos invitados a los
matrimonios celebrados, en parte en las capillas u oratorios propios de las
familias, quienes casi siempre se elegían de entre el círculo familiar más cercano
y de las demás familias de la nobleza titulada. En el año 1786 José Román y
Sánchez de Orellana y Josefa Carcelén, por ejemplo, se casaron en la casa del
cuarto marqués de Villa Rocha, José Carcelén. Como padrinos actuaron el
cuarto marqués de Solanda, Diego Sánchez de Orellana, y la primera marquesa
de Villa Orellana, Javiera Chiriboga. Testigos fueron el segundo marqués de
Miraflores, Mariano Flores, y el caballero de hábito Pedro Buendía y Dávila.803

Finalmente, las relaciones de parentesco de las familias de la nobleza


titulada también tuvieron efecto en la selección de los albaceas.
Normalmente al o a los albaceas -que en general provenían en su mayor
parte del círculo familiar más cercano- se los nombraba en el respectivo
testamento o en un poder para testar. Cuando no existía un testamento o
faltaba el respectivo dato, los familiares más cercanos del difunto
nombraban a una persona de su confianza para el arreglo de los asuntos de
herencias. El encargar esta función a una persona era una fundamental
demostración de confianza y un provecho económico, puesto que por lo
general esta actividad era remunerada.804

En el período aquí tratado, de las filas de la nobleza titulada quiteña actuaron


como albaceas, entre otros: el primer marqués de Villa Orellana, Clemente
Sánchez de Orellana, en el año 1775, para Bernardo Román y Riofrío, el suegro
de su hijo Joaquín; el heredero del condado de Selva Florida, Manuel Guerrero
y Ponce de León en el año 1786 para su tía Gregoria Guerrero y Peñalosa;
Gregorio de Larrea y León en 1806 para su suegro Manuel de Jijón y León, y
Pedro Montúfar en el año 1803 para Manuel Diez de la Peña.805

802 AN/, Temporalidades, exp. 15-X-1772.


803 Moreno Egas,“Resumen alfabético del segundo libro de matrimonios”, p. 264. Cfr. los matrimonios de las
familias de la nobleza titulada quiteña en los otros dos “libros de matrimonios” publicados por Moreno Egas.
804 Según un testimonio de la época, la remuneración se ubicaba usualmente en un cuatro por ciento
del valor de la herencia, AN/Q, Testamentarías, exp. 25-X-1791, f. 52v.
805 Las fuentes en el orden de los mencionados albaceas: AN/Q, Testamentarías, exp. 3-XI-1775; AN/Q,
Testamentarías, exp. 5-I-1796; AN/Q, 5ª Notaría (Juicios), exp. 15-XII-1768; AHBC/Q, Documentos
Particulares. Hacienda, Nº 938; Documentos para la historia, vol. 3, pp. 89-98.

245 Tercera parte


CUARTA PARTE
CUARTA PARTE: LA NOBLEZA TITULADA Y EL
MOVIMIENTO INDEPENDENTISTA QUITEÑO
(1809-1812)

C
on la llamada “Revolución” del 10 de agosto de 1809, se inició en
la Audiencia de Quito el primer y frustrado intento de formación
de un Estado independiente de España. En esta, la capa social
alta de la ciudad, liderada por algunas de las más distinguidas familias
nobles, tomó en sus manos la prosecución de sus intereses políticos y
económicos.806

El movimiento -que llegó a su punto culminante con la declaración de


independencia de España, proclamada el 11 de diciembre de 1811 por un
Congreso Constitutivo, y la Constitución del “Estado de Quito”
promulgada cuatro días después- se inició, como en la mayoría de las demás
unidades administrativas hispanoamericanas, con el establecimiento de una
junta de gobierno. Esta Junta postuló, siguiendo el ejemplo de las juntas
regionales españolas, defender los derechos legítimos al trono del rey de
España Fernando VII, forzado por Napoleón a abdicar en 1808, y
contrarrestar, con el ejercicio de la soberanía política, el influjo de la
Francia revolucionaria en las colonias, que amenazaba con la coronación del
hermano de Napoleón, José Bonaparte.

Al mismo tiempo, la política de la junta de gobierno quiteña se hallaba en


la tradición de las exigencias, en aumento desde la segunda mitad del siglo
XVIII entre la nobleza y algunos funcionarios de la Corona, de un mayor
influjo de la Audiencia y del Cabildo en las políticas de la Corona
relacionada con la región.807 En vista de los problemas económicos de la

806 El término “revolución” (o el de “insurrección”) fue utilizado por el Cabildo quiteño, hostil al movimien-
to de las juntas revolucionarias iniciado en agosto del mencionado año, y se impuso también en la histo-
riografía ecuatoriana. La siguiente exposición acerca del movimiento independentista quiteño se reduce,
en gran parte, a una discusión de la composición social y de los conceptos y las metas sociales y políti-
cas de las personas y grupos dirigentes del movimiento. Por lo demás me remito a las exposiciones gene-
rales para este período de De la Torre Reyes, La revolución de Quito; Navarro, La revolución de Quito; y
Ramos Pérez, Entre el Plata y Bogotá; así como el aporte más reciente de Landázuri Camacho,“La inde-
pendencia”. Para la ubicación del movimiento quiteño en el contexto hispanoamericano Lynch, The
Spanish American Revolutions.
807 Cfr. los respectivos discursos y resoluciones durante el Cabildo abierto quiteño en el año 1764, con oca-
sión de la inminente aplicación de las primeras reformas fiscales de los Borbones, McFarlane, “The
´Rebellion of the Barrios´”, pp. 297-300.

247 Cuarta parte


Sierra norte y central y de la simultánea pérdida de importancia de la
ciudad de Quito como centro, político, eclesiástico y comercial de la
Audiencia, anteriormente indiscutido, estas exigencias estaban dirigidas
hacia un control de los destinos de la región y de todo el distrito, que
partiera desde Quito y que fuera lo más independiente posible de los
virreinatos del Nuevo Reino de Granada y del Perú.

En el período colonial tardío no solamente se ubicó el inicio del progreso de


la economía del cacao de la Costa, controlada por la oligarquía asentada en
Guayaquil,808 sino también algunos cambios administrativos que limitaron
el influjo en las demás regiones, de las instituciones estatales, eclesiásticas y
militares de la ciudad de Quito.

Luego de la creación de las gobernaciones de Guayaquil (1762) y Cuenca


(1770), así como de la erección del obispado de Cuenca (1779), también la
gobernación de Mainas recibió en el año 1802 su propio obispado y
comandancia militar.809 Finalmente, en el año 1803 la Corona integró al
virreinato del Perú la administración militar, fiscal y de justicia de la
gobernación de Guayaquil.810

La marcada conciencia de una crisis económica y social en Quito y la


Sierra norte y central de la Audiencia en el período colonial tardío,
produjo diversos proyectos que debían servir para una reanimación
de la región, especialmente la búsqueda de una ruta comercial hacia la
Costa norte, para lograr de esta manera una conexión más rápida y mejor de
la región con las zonas costeras del Nuevo Reino de Granada.811 Las
diversas propuestas de reforma, apoyadas también por la Sociedad Patriótica
de Quito, experimentaron su expresión política más profunda en un
proyecto del presidente Carondelet (1798-1806), amigo personal del
segundo marqués de Selva Alegre, Juan Pío Montúfar y Larrea.

En el año 1804 Carondelet propuso al rey de España Carlos IV la erección de


la ciudad de Quito como capital de una capitanía general, independiente de
los virreinatos del Nuevo Reino de Granada y del Perú y directamente sujeta
a la Corona, que debía incluir, además de la entonces jurisdicción de la

808 Acerca del desarrollo económico del Litoral cfr. Contreras, El sector exportador; Laviana Cuetos,
Guayaquil en el siglo XVIII.
809 Acerca de Mainas cfr. Porras, La Gobernación.
810 Hamerly, Historia social y económica.
811 Acerca de los proyectos para una reanimación económica de la región en el período colonial tardío
cfr. Ramos Pérez, Entre el Plata y Bogotá, pp. 36-37.

248 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Audiencia, las gobernaciones septentrionales del Chocó y de Panamá. El
espacio administrativo así diseñado correspondía con las concepciones
político económicas de la capa superior quiteña, que veía una solución de sus
problemas económicos en una mayor vinculación con las zonas mineras y los
mercados del Nuevo Reino de Granada.812

La proclama divulgada por los conspiradores el 10 de agosto de 1809, en la


cual se declaraba la toma de gobierno por parte de una junta, contenía
simultáneamente un esbozo del territorio de influjo proyectado por el
gobierno, que coincidía exactamente con la jurisdicción de la capitanía
general propuesta por Carondelet.813 Sin embargo, en el movimiento dirigido
por la junta de 1809 no solamente se expresaron las metas económicas y los
proyectos de la capa social alta de la ciudad de Quito. Cuando el segundo
marqués de Selva Alegre y el ilustrado Eugenio Espejo habían discutido, en
el año 1789 en Bogotá, la fundación de una sociedad patriótica, ya habían
superado una crítica inmanente al sistema y a las intenciones reformistas de la
situación económica y política de la Audiencia y habían dilucidado la
posibilidad y la forma de un Estado independiente de España.

En esta época, Montúfar y Espejo estaban en contacto con Antonio Nariño,


el precursor de los movimientos independentistas del Nuevo Reino de
Granada, quien en esos momentos dirigía una sociedad literaria en la
capital del virreinato en la que se discutían los temas económicos y
políticos de la época.814 En su discusión sobre la forma de gobierno más

812 Acerca del “gobierno criollo” de Carondelet, estrechamente vinculado a los intereses locales y regio-
nales cfr. Terán Najas, “Sinopsis del siglo XVIII”, pp. 296-300; Ramos Pérez, Entre el Plata y Bogotá, pp. 148-
165. Las capitanías generales incluían, fuera de las funciones administrativas de una gobernación y par-
cialmente también las de una Audiencia, las de la administración militar suprema, cfr. en general
Pietschmann, Die staatliche Organisation, pp. 120-122.
813 En el “Acta de todo el pueblo” se dice textualmente: “Declaramos que los individuos unidos con los repre-
sentantes de los cabildos de las provincias sujetas actualmente a esta Gobernación, y las que se vinieran
voluntariamente a ella en lo sucesivo, como son Guayaquil, Popayán, Pasto, Barbacoas y Panamá, que ahora
dependen de los Virreinatos de Lima y Santa Fe, las cuales se procurará atraer, compondrán una Junta
Suprema que gobernará interinamente a nombre y como representante de nuestro legítimo soberano, el
Señor Don Fernando Séptimo, y mientras su Majestad recupera la península o viene a imperar en América”,
“Palacio Real”, 10-VIII-1809,“Documentos de origen revolucionario existentes en los archivos de Quito.Asuntos
relacionados con la Revolución del 10 de agosto de 1809”, AHBC/Q, Documentos Misceláneos, Nº 6/3, f. 99v.
Después del fracaso del movimiento independentista quiteño, la capa social alta de Quito volvió a intentar
lograr la autonomía política y económica proyectada para el espacio esbozado en el marco de la situación
existente. Dos representantes quiteños para las Cortes en la metrópoli, elegidos en el año 1814, hacían propa-
ganda ante el rey de España Fernando VII, quien ese mismo año había retornado al trono,“acerca del impor-
tante punto de separación del Gobierno de Quito y erección allí de Capitanía General independiente”,
AMH/Q, Nº 143, Actas del Concejo, acta de la sesión de 25-I-1822, fs. 1-2.
814 Astuto, Eugenio Espejo, p. 63.

249 Cuarta parte


apropiada para un estado independiente, basado en la jurisdicción de la
Audiencia de Quito, Montúfar -en vista de la falta de experiencia política
de la gran mayoría de la población constatada por él- se pronunció a favor
de una monarquía constitucional. Espejo, en cambio, favorecía, según
Neptalí Zúñiga, una forma de gobierno republicano.815

Por otra parte, en el período colonial tardío la literatura ilustrada de


Inglaterra y Francia, prohibida por la Inquisición, era conocida también en
la Audiencia de Quito, tanto en el círculo de Espejo como también por
parte de algunos nobles que en estos años viajaron a Europa. El conde de
Casa Jijón, por ejemplo, estaba bajo sospecha por parte de la Inquisición, de
leer textos no autorizados.816

En diciembre de 1808, el marqués de Selva Alegre invitó a un grupo de amigos


y parientes a su hacienda de Chillo, cerca de Quito, para discutir las recién
llegadas noticias sobre la invasión francesa de España, la coronación de José
Bonaparte como nuevo rey de España y la resistencia española organizada por
diferentes juntas regionales. Los huéspedes de Montúfar eran, entre otros,
Nicolás de la Peña y Maldonado, el párroco doctor José Riofrío, los abogados y
simpatizantes de Espejo, Juan de Dios Morales y Manuel Rodríguez de
Quiroga, así como el capitán de milicias Juan de Salinas, un antiguo agente de
negocios del marqués en Guayaquil.817

Luego, en febrero del año 1809 se fraguó la primera conspiración, en la


cual por primera vez se discutieron planes concretos en caso de la toma de
gobierno por parte de una junta. Aunque la reunión fue delatada a la
Audiencia, no hubo consecuencias para los involucrados gracias al influjo
social del marqués. Mientras tanto, la situación en España se había
constituido en un permanente tema de conversación en Quito.818 En
junio del mismo año, el Cabildo por invitación de la junta central, eligió
a un diputado de la Audiencia para este autonombrado órgano
representativo supremo del destronado rey español Fernando VII. La
elección recayó en Juan de Larrea y Villavicencio, quien, en este

815 Zúñiga, Montúfar,pp.229-235.Esto es puesto en duda por Roig,quien resalta la proximidad ideológica bási-
ca del ilustrado con su amigo y mentor Montúfar, así como con las opiniones políticas conservadoras de éste,
Roig, Humanismo, t. 2, pp. 13-19.
816 Defourneaux,“Un ´ilustrado´quiteño’”, pp. 1280-1297.
817 Torre Reyes, La revolución de Quito, p. 177.
818 Cfr., por ejemplo, las actas de las sesiones del Cabildo, AMH/Q, Nº 139, Actas del Concejo.

250 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
momento, se hallaba en España.819 Finalmente, en la noche del 9 al 10 de
agosto del mismo año, se preparó la toma de poder, en la casa de una
distinguida vecina de Quito. El marqués de Selva Alegre no estuvo
presente en esta reunión, puesto que, a diferencia de los demás
conspiradores encabezados por Morales y Quiroga, aún no le parecía
adecuada la toma de gobierno por parte de una junta local. A la mañana
siguiente, los conspiradores pusieron bajo arresto domiciliario al
presidente, el conde Ruiz de Castilla. Entre ellos estaban presentes otros
miembros de las familias de la nobleza titulada quiteña, como Manuel
Matheu y Herrera y Pedro Montúfar y Larrea, pero también otras
personas menos prominentes.820

En ese momento, los ideólogos y organizadores y dirigentes de la


conspiración fueron Morales y Quiroga.821 Según una carta anónima
coetánea de un realista, enemigo de la junta formada el 10 de agosto, en la
toma de poder en Quito participaron en total “30 plebeyos, 11 nobles y 3
eclesiásticos curas”.822 A pesar de que la iniciativa para la formación de la
junta del 10 de agosto de 1809 se originó, en lo esencial, en los abogados
Morales y Quiroga, los representantes de las destacadas familias de la
nobleza de Quito -principalmente algunos miembros de las familias de los
marquesados y condados quiteños- secundaron al movimiento y ocuparon
los más importantes cargos y funciones de la Junta de Gobierno y de las
instituciones administrativas creadas.823

Básicamente, los motivos para la participación en los movimientos de las


juntas revolucionarias ( la de 1809 y la de 1811) tuvieron su fundamento
en el hecho de que el ejercicio de importantes cargos -continuando la
tradición de la época colonial- se mantenía como una expresión de prestigio
social destacado. Por esta razón, en el año 1809, para la mayoría de las

819 AMH/Q, Nº 139, Actas del Concejo, acta de la sesión de 9-VI-1809, fs. 23-24v. Otros candidatos para la
elección decidida por sorteo fueron Carlos Montúfar y Larrea quien también se encontraba en España,
así como el conde de Puñonrostro, Juan José Matheu y Herrera, quien poco antes se había ido a vivir en
la península ibérica.
820 Torre Reyes, La revolución de Quito, pp. 207-208; Zúñiga, Montúfar, pp. 368-370.
821 Cfr. la caracterización de ambos abogados por Stevenson,“Narración histórica”, pp. 68-69.
822 Citado según Valencia Llano,“Elites, burocracia”, p. 67. El artículo de Valencia Llano ofrece un análisis
muy informativo de la composición social del movimiento independentista.
823 Sobre el papel de varios miembros de las familias de la nobleza titulada quiteña y de las funciones
ejercidas por ellos durante el movimiento independentista informa una lista, elaborada en el año 1813
luego de la represión del movimiento, por el procurador del Cabildo quiteño Ramón Núñez del Arco, con
los funcionarios administrativos rebeldes, realistas o neutrales, los clérigos y otras personas que habían
estado en contacto con el movimiento,“Los hombres de agosto”.

251 Cuarta parte


familias nobles quiteñas, se trataba de una cuestión de honor aceptar
un cargo en el nuevo gobierno y la administración u ocupar un
puesto de oficial en las fuerzas armadas formadas por la Junta.824

La ocupación de los cargos y las funciones estuvo caracterizada por un


nepotismo y un clientelismo manifiestos y se orientó, en primer lugar,
hacia la posición social y el influjo de las personas y familias involucradas.
De esta situación se beneficiaron especialmente los miembros de la familia
y la clientela del marqués de Selva Alegre, nombrado presidente de la Junta
de Gobierno por parte de los conspiradores. Además pertenecieron a la
Junta representantes del Cabildo civil, del Cabildo eclesiástico y de los
diferentes barrios, seleccionados por un grupo de un total de 43 electores.

Como representante del Cabildo fue elegido Juan José Guerrero y Matheu,
heredero del condado de Selva Florida; la elección de los representantes de los
barrios recayó en el marqués de Selva Alegre y el sexto marqués de Solanda,
Felipe Carcelén, para El Sagrario; para Santa Bárbara, en el segundo marqués
de Miraflores, Mariano Flores; para San Marcos, en Manuel Matheu y
Herrera; para San Sebastián, en Manuel Zambrano, un pariente de la familia
Montúfar; para San Roque, en el segundo marqués de Villa Orellana, Jacinto
Sánchez de Orellana y Chiriboga; y para San Blas, en el posterior marqués de
San José, Manuel de Larrea y Jijón.825

Además, los electores establecieron los funcionarios de las demás


instituciones administrativas recién creadas, que ocuparon el lugar de la
disuelta Audiencia. Entre estas instituciones estuvo el “Senado”, que
reemplazó al anterior tribunal, y cuyos cargos fueron concedidos en parte, a
los parientes de la nobleza titulada quiteña. A la sala de lo civil del Senado
pertenecieron, entre otros, como “gobernador” presidente el doctor José
Javier de Ascásubi y Matheu y como juez el doctor Pedro Quiñones; el
doctor Bernardo de León y Carcelén fue nombrado juez de la sala de lo
penal. Juan de Larrea y Villavicencio recibió el cargo de ministro de la Real
Hacienda. Al mismo tiempo, por su cargo, Larrea pertenecía a la Junta de
Gobierno, al igual que el ministro de “negocios extranjeros y de la guerra”,
Juan de Dios Morales, y el ministro de “gracia y justicia”, Manuel

824 Cfr. las anteriormente mencionadas cartas anónimas del realista, Valencia Llano, “Elites, burocracia”,
p. 67. Los cargos y las funciones ejercidas por los miembros de la nobleza titulada durante el movimiento
independentista no han sido integrados en el Anexo II.
825 “Palacio Real”, 10-VIII-1809, AHBC/Q, Documentos Misceláneos, Nº 6/3, f. 99-99v; cfr.“Nómina de las per-
sonas que integraron la junta revolucionaria del 10 de agosto”, 1809, AHBC/Q, Nº 27/214, f.259-259v.

252 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Rodríguez de Quiroga. Al confiarse a Salinas, la conformación de las nuevas
fuerzas armadas, la “Falange”, otro precursor de la toma de poder recibió
una función en el movimiento de las juntas revolucionarias.826

Entre los recién nombrados oficiales, también se encontraban algunos


nobles del grupo de parentesco más cercano de los marqueses y condes
quiteños, entre ellos Francisco Javier Montúfar y Larrea, coronel de la
Falange, y, sujeto a él, el teniente coronel José Javier Ascásubi y Matheu.827
También el doctor Tomás de León y Carcelén y Nicolás de la Peña y
Maldonado recibieron el rango de tenientes coroneles. Además Francisco de
Jijón y Chiriboga fue nombrado comisario de guerra; secretario de guerra
fue, a su vez, Joaquín Tinajero y Guerrero. Entre los comandantes de las
fuerzas armadas se hallaban, además, los capitanes Bernardo Román y
Carcelén, Francisco Javier Carcelén y Sánchez de Orellana, el doctor José
Sánchez de Orellana y Cabezas y Mauricio Quiñones y Flores; además
fueron nombrados oficiales Próspero Quiñones y Flores, Miguel Tinajero y
Guerrero y Joaquín Villavicencio.828

Asimismo, en el sector económico los representantes de las familias de la


nobleza titulada fueron beneficiados con funciones dirigentes. Por ejemplo,
Pedro Montúfar recibió la presidencia de la corporación de los mercaderes
quiteños, elevada a “consulado de comercio”.829

La creación de nuevos cargos políticos y militares y su ocupación, no


estuvo restringida a la ciudad de Quito, sino que incluyó también a
otras ciudades de la disuelta Audiencia, especialmente en la Sierra
norte y central, a la cual se redujo el influjo directo del gobierno
quiteño durante todo el movimiento independentista entre 1809 y
1812. José Sánchez de Orellana y Cabezas fue nombrado corregidor de
Latacunga; José de Larrea y Villavicencio recibió el Corregimiento de

826 Cfr. la nota anterior, fs. 99v-101. Un parecido sistema de elección, socialmente restringido, se aplicó en
el año 1821, esta vez para todo el Corregimiento, cuando nuevamente se debían nombrar representan-
tes para las Cortes españolas. Entre los presidentes nombrados por el Cabildo, de las diversas “juntas de
electores parroquiales”, se hallaban nuevamente diversos representantes de las familias de la nobleza titu-
lada quiteña, a saber, el regidor Francisco Javier Carcelén y Sánchez de Orellana para la parroquia de
San Sebastián; el regidor Manuel de la Peña y Guerrero para San Marcos; el regidor Miguel Maldonado y
León para San Blas; así como, extramuros de la ciudad, el regidor Francisco Jijón y Chiriboga para
Cumbayá; Nicolás Barba y Arauz para Alóag; y el regidor José Barba y Sánchez de Orellana para
Machachi, AMH/Q, Nº 142, Actas del Concejo, acta de la sesión de 16-X-1821, fs. 58-59.
827 Pablo de Santa Cruz y Espejo, hermano del ilustrado Eugenio Espejo, fue nombrado capellán de la
Falange, Roig, Humanismo, tomo 2, p. 14.
828 “Los hombres de agosto”.
829 Valencia Llanos,“Elites, burocracia”, p. 68.

253 Cuarta parte


Guaranda; y Francisco Javier Montúfar y Larrea fue confirmado en el cargo
ya ejercido como corregidor de Riobamba.

La Junta de Gobierno de Quito intentó, sin éxito, extender su influjo a las


ciudades y regiones fuera de la Sierra norte y central, que le eran hostiles,
nombrando a nuevos funcionarios que debían ocupar sus posiciones después
de una ocupación militar de estas zonas. Entre otros, Francisco Javier
Montúfar y Larrea estuvo designado para relevar al entonces gobernador de
Popayán. Aun el obispado vacante de Popayán fue entregado al mercedario
Álvaro Guerrero y Santa Coloma, en un acto de arbitraria apropiación de
los derechos de patronato de los reyes de España.830

La zona de influjo proyectada por la Junta de Gobierno quiteña no


guardaba relación alguna con su real poder político y militar. Mientras los
corregimientos de la Sierra norte y central se mostraron inicialmente más
bien reservados en cuanto a un apoyo militar a la Junta, especialmente
porque esta, de manera autocrática, había nombrado a algunos nuevos
corregidores. En las gobernaciones de Popayán al norte, Cuenca al sur y
Guayaquil en la Costa se formó una inmediata resistencia militar. En vista
de su situación aislada y su escasa fuerza militar, la primera Junta de
Gobierno tuvo un tiempo limitado. Aun antes de que las tropas enviadas
por el virrey peruano llegaran a la Sierra, en octubre de 1809 el marqués de
Selva Alegre renunció a la presidencia de la Junta, a favor del realista
moderado Juan José Guerrero y Matheu, quien finalmente entregó su cargo
al anterior presidente de la Audiencia, Ruiz de Castilla.

Después de la toma de la ciudad por parte de las tropas virreinales, el


subsiguiente encarcelamiento de los sublevados y el baño de sangre entre
los prisioneros, causado por los soldados durante un intento de liberación el
2 de agosto de 1810, se inició la segunda fase más radical del movimiento
de las juntas revolucionarias, que se orientó abiertamente hacia la
independencia total de España.

Asimismo, en esta segunda fase, los cargos y empleos más importantes de la


Junta y de las instituciones administrativas fueron repartidos entre las
familias nobles más destacadas de la ciudad. La elección de los miembros de
esta Junta de Gobierno, nuevamente fue realizada por selectos electores.831

830 Valencia Llano,“Elites, burocracia”, pp. 68-71.


831 De la Torre Reyes, La revolución de Quito, pp. 528-530.

254 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
De la presidencia de la Junta, que inicialmente se colocó bajo la autoridad del
Consejo de Regencia español formado a comienzos de 1810, se hizo cargo el
conde Ruiz de Castilla; como su suplente fue nombrado el marqués de Selva
Alegre. Entre los demás representantes y diputados se hallaban el marqués de
Villa Orellana para la nobleza de la ciudad, Manuel de Larrea y Jijón para el
barrio de Santa Bárbara, Juan de Larrea y Villavicencio para San Blas y
Manuel Matheu y Herrera para San Marcos.

La formación de la nueva Junta de Gobierno y de las instituciones


administrativas, en septiembre del año 1810, coincidió con la llegada de
Carlos Montúfar, hijo del marqués de Selva Alegre, quien había vivido en
España la ocupación francesa desde sus inicios. Después de haberse unido
Montúfar a la resistencia militar contra las tropas napoleónicas,
finalmente fue enviado a Quito por el Consejo de Regencia, para asegurar
el reconocimiento de esta por parte de la Junta quiteña.832

No obstante, Montúfar -después de su llegada a Quito, con cuya ocasión le


fue preparada una recepción solemne en la casa de su padre- renunció de
inmediato a su comisión y se unió a la Junta de Gobierno dominada por su
padre y otros parientes, desconociendo la autoridad del Consejo de
Regencia. Inmediatamente Montúfar tomó posesión del mando supremo de
las nuevamente conformadas tropas y fue, gracias a esta función, al mismo
tiempo miembro de la Junta.

Además, entre los más altos rangos militares se encontraba en ese


momento, al lado de los oficiales nombrados por la primera Junta, el sexto
marqués de Solanda, Felipe Carcelén y Sánchez de Orellana. Mientras
Carlos Montúfar condujo a una parte de las tropas a la ciudad de Cuenca en
la Sierra sur, que mantenía su actitud hostil, su tío Pedro Montúfar marchó
sobre Pasto, ubicado al norte. El radio de influjo proyectado por esta
segunda Junta seguía correspondiendo a la jurisdicción de la capitanía
general quiteña, conceptuada en el año 1804 por el entonces presidente
Carondelet.833

A fines de 1811, la Junta estaba definitivamente encaminada hacia una


independencia de facto de España, aunque se repetía permanentemente la
fidelidad a Fernando VII en todas las proclamas oficiales. A inicios de
diciembre de 1811 un congreso constituyente inició su trabajo, que

832 Jurado Noboa, Calles de Quito, p. 218.


833 De la Torre Reyes, La revolución de Quito, p. 533.

255 Cuarta parte


consistía particularmente en la formación de un gobierno regular para
sustituir la Junta de Gobierno y en la elaboración de una constitución.

El Congreso estaba integrado por diputados de los distritos administrativos


de Ibarra, Otavalo, Latacunga, Ambato, Riobamba, Guaranda y Alausí, que
reconocían a la Junta de Gobierno quiteña, así como representantes del
Cabildo, del clero regular y secular, de la nobleza y de los barrios de Quito.
Dentro de los 34 miembros del Congreso estaban presentes los representantes
supremos gubernamentales, eclesiásticos y sociales: el anterior presidente
Ruiz de Castilla, el obispo Cuero y Caicedo y algunos miembros de la más
distinguida nobleza de la ciudad, principalmente el marqués de Selva Alegre
y el marqués de Villa Orellana. Además, entre las familias y el parentesco de
la nobleza titulada quiteña estaban presentes las siguientes personas, en su
mayoría encargadas de importantes cargos y funciones desde inicios del
movimiento de las juntas revolucionarias: el doctor José Javier de Ascásubi y
Matheu, el doctor José Manuel Flores, Manuel de Larrea y Jijón, Juan de
Larrea y Villavicencio, Manuel de Matheu y Herrera, el doctor Manuel
Quiñones, Guillermo Valdivieso (un pariente de las familias Larrea y
Carcelén), Manuel Zambrano y Carlos Montúfar.834

El 11 de diciembre el Congreso declaró la independencia del Consejo de


Regencia español. A comienzos de 1812 se terminó el borrador de la
constitución del “Estado de Quito”, que se definía como una república
dotada de una forma de gobierno presidencial. Al mismo tiempo, de
manera puramente formal, se mantenía abierta la posibilidad -por cierto en
base de la constitución elaborada- de una restauración de Fernando VII y,
por lo tanto, de una monarquía constitucional.835

Finalmente, en febrero de 1812, se concedieron los cargos de las funciones


gubernativas y administrativas más importantes. Al presidente del Estado, el
obispo José Cuero y Caicedo, proclamado por el Congreso, le fueron adjuntados
tres “asistentes” del “poder ejecutivo”, entre los que se encontraban el marqués
de Selva Alegre y el heredero del marquesado de Miraflores, el doctor Pedro
Quiñones y Cienfuegos. Como uno de los dos secretarios del poder ejecutivo fue
nombrado el doctor Bernardo Ignacio de León y Carcelén. Por otra parte, el
marqués de Villa Orellana pertenecía al “poder legislativo” compuesto por ocho
personas. Miembro de la Corte Suprema de cinco integrantes fue un juez, el

834 “Individuos que compusieron el congreso revolucionario de Quito, formado en el 22 de set.re de 1810”,
AGI, Quito, leg. 219 (21-V-1817). Torre Reyes menciona como representante del clero regular además al
mercedario Álvaro Guerrero y León, La revolución de Quito, p. 554.
835 “Artículos del pacto solemne de sociedad y unión entre las provincias que forman el Estado de Quito”,
15-II-1812, AGI, Quito, leg. 276.

256 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
doctor José Javier de Ascásubi y Matheu. Posteriormente, también el doctor
Pedro Quiñones integró el poder judicial como juez supletorio. El doctor José
Sánchez de Orellana y Cabezas fue nombrado auditor de guerra.836

No obstante, la debilidad militar de las tropas mantenidas por el


gobierno llevó a una nueva y, esta vez, definitiva represión del
movimiento independentista quiteño por parte de la tropas realistas que
entraron a Quito en noviembre de 1812. Estas estuvieron bajo el mando
del general Toribio Montes, destacado desde Lima, quien después de
haber ejecutado su misión con éxito, asumió el cargo de presidente
interino de la restablecida Audiencia.

Con la toma de la ciudad de Quito por parte de las tropas de Montes, el primer
experimento de raíces locales de un gobierno independiente de España, llegó a
su fin provisional. La definitiva independencia de toda la Audiencia se
consiguió luchando en los años de 1821 a 1822, en el marco de los proyectos
militares y políticos de Simón Bolívar y por las tropas revolucionarias del
general venezolano Antonio José de Sucre. Esto derivó en que la
definitivamente disuelta Audiencia se constituyó, temporalmente, como
Departamento del Sur del Estado de la Gran Colombia.

En cuanto a su composición social, su representación pública y su orientación


política, el movimiento independentista quiteño de los años 1809 a 1812 se
hallaba en una clara continuidad del dominio español precedente. Aunque la
iniciativa a comienzos del movimiento de las juntas revolucionarias vino de
los abogados Juan de Dios Morales y Manuel Rodríguez de Quiroga, quienes
no pertenecían a la nobleza de la ciudad, el movimiento en su totalidad, tal
como sus orígenes en la primera reunión en la hacienda de Chillo del
marqués de Selva Alegre en el año 1808, estaba bajo el control de las
principales familias nobles de la ciudad. Por lo tanto, los nobles, al frente
algunos títulos de Castilla y sus parientes cercanos, ocuparon también desde
la formación de la primera Junta de Gobierno, los decisivos cargos políticos y
militares, como se mencionó anteriormente.

La estructura social colonial y la posición social dirigente de la


nobleza no fueron tocadas o puestas en duda durante el movimiento
independentista; se evidenciaron, con la presencia de representantes o
diputados oficiales de la nobleza, tanto en las dos Juntas de Gobierno como
en el congreso constituyente. A su vez, a un Cabildo abierto convocado en
septiembre de 1809 y que debía expresar públicamente el reconocimiento

836 “Acta de nombramiento de funcionarios (…)”, AGI, Quito, leg. 276; cfr.“Los hombres de agosto”.

257 Cuarta parte


de la Junta de Gobierno por parte de la población urbana, se invitó
solamente a los “principales cuerpos de la nobleza y vecindario”.837
También es característico, para la destacada posición social de algunos
marquesados y condados, el hecho de que los realistas moderados criollos,
que tenían una posición crítica frente al movimiento de las juntas
revolucionarias, estaban encabezados por Juan José Guerrero y Matheu, el
heredero del condado de Selva Florida, miembro de la nobleza titulada.

Desde el punto de vista programático, el período de la segunda Junta de


Gobierno y del congreso constituyente estuvo, a su vez, marcado desde sus
inicios por dos casas de la nobleza titulada, en un lado la familia Montúfar
(marquesado de Selva Alegre) y en otro la familia Sánchez de Orellana
(marquesado de Villa Orellana). Desde fines de 1811 ambas casas nobles con
su respectiva clientela lucharon, cada vez más entre ellos, por el control y la
orientación ideológica del movimiento independentista.

Inicialmente el marqués de Selva Alegre, junto con sus parientes y


partidarios, dominó claramente los dos gobiernos de las juntas. Más tarde,
con la llegada de Carlos Montúfar, el movimiento independentista
prácticamente tomó la forma de una empresa política y militar de la familia.
Sin embargo, a fines de 1811, se formó al interior del movimiento un polo
opuesto alrededor del marqués de Villa Orellana, que atacaba duramente y en
forma creciente la política de Juan Pío y Carlos Montúfar.838

Mientras el grupo alrededor de Juan Pío Montúfar mantenía, al menos en


principio y tal como estaba previsto en la constitución, la fidelidad a
Fernando VII y con ello también el camino a una monarquía constitucional
favorecida por Montúfar, Jacinto Sánchez de Orellana y Chiriboga y sus
seguidores se pronunciaron a favor de una separación total de España y una
forma de estado inequívocamente republicana.839 El marqués de Villa
Orellana y sus partidarios, reunidos en el Congreso, boicotearon por lo tanto
la votación de la Constitución del nuevo Estado y finalmente se retiraron con

837 AMH/Q, Nº 139, Actas del Concejo, acta de la sesión de 5-IX-1809, f. 32v.
838 Zúñiga, Montúfar, p. 555.
839 A pesar de la dinámica propia del movimiento quiteño de los años 1811 y 1812, empujada por la
situación política en España y por la tendencia hacia su radicalización, obviamente a la política de
Juan Pío Montúfar le quedaba todavía mucho de las tentativas autonómicas regionalistas y aristocrá-
ticas frente a un poder central monárquico absolutista, típicas para la temprana Edad Moderna (en
Europa), cfr. van Dülmen, “Formierung der europäischen Gesellschaft”, p. 36. Así también Roig supone:
“Todo hace pensar que Selva Alegre, integrante de la aristocracia americana, era de ideas monárqui-
cas y, como criollo, fuertemente partidario de la autonomía de los reinos que integraban el Imperio”,
Roig, Humanismo, tomo 2, p. 16 (nota 4).

258 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
otros simpatizantes a Latacunga, desde donde iniciaron un avance militar
contra la ciudad de Quito y el recién formado gobierno.840

Tal como ya lo evidencia la designación contemporánea de los dos grupos


rivales como “montufaristas” y “sanchistas”, en el fondo se enfrentaban dos
clanes familiares, los cuales con su respectiva clientela, sirvientes y esclavos
incluidos, lucharon por el mayor influjo posible en el movimiento
independentista y, con ello, por la posición política y social dirigente en el
nuevo Estado.841 El marqués de Selva Alegre, cuya posición e influjo fueron
refrenados cada vez más a lo largo del año 1812, resaltó su modo de pensar,
expuesto como verdaderamente patriótico, en una carta al presidente del
Congreso con las siguientes palabras: “Qué triunfo para mi casa dar a toda
América, y al mundo entero, una prueba luminosa de la injusticia de
nuestra persecución”.842

Los factores de ascendencia y de pertenencia a un grupo familiar y clientelar


obviamente no sólo fortalecían la posición social dominante de las familias
nobles destacadas, sino que determinaban, entre las familias de la nobleza
titular quiteña, la extensión y los frentes del pensamiento de competencia y
de rivalidad. Significativamente, entre las familias Larrea-Montúfar y
Sánchez de Orellana no existían lazos de parentesco cercano algunos.

No obstante, las diferencias ideológicas entre los montufaristas y los


sanchistas no eran manifiestas. Efectivamente, ni el marqués de Selva Alegre
ni el marqués de Villa Orellana cuestionaban el orden social jerárquico que
beneficiaba de igual manera a sus familias y a su estrato social, la nobleza. Por
ello, la Constitución votada en diciembre de 1812, se hallaba en la tradición
de la política representada por las anteriores Juntas, que servía para la
conservación del orden social colonial y fijaba la pretensión de dirección
política de las familias nobles más distinguidas de la ciudad. Precisamente el

840 Lándazuri Camacho,“La independencia”, p. 115.


841 En forma concordante Francisco Javier Montúfar, un hijo del marqués de Selva Alegre, comentó en
una carta a un amigo de la casa de los Montúfar, al día siguiente de la formación del gobierno a ini-
cios de 1812, la división interior del movimiento independentista: “Anoche a las seis y media se formó el
nuevo gobierno, al q.e no quisieron asistir seis o siete intrigantes del Congreso, p.r q.e vieron q.e no po-
dían sacar a los de su partido y perdían capítulo. No dudo escribirán a eso muchas cosas e influirán en
algunos del cab.do p.a q.e no lo obedezcan cuando vaya la acta a elección”, “Javier Montúfar a
Bernardo de León: sobre asuntos referentes al nuevo gobierno instaurado en Quito y cuestiones parti-
culares”, 16-II-1812, AHBC/Q, Documentos Misceláneos, Nº 27/239, f. 287-287v. En su lista sobre el compor-
tamiento de los funcionarios de la Corona y de otros personajes importantes durante los años 1809 a
1812, el procurador del Cabildo, Ramón Núñez del Arco, reprochó también al doctor José Javier de
Ascásubi de haber instigado, durante el período de gobierno de la segunda Junta, una “contrarrevolu-
ción” para hacerse cargo personalmente de la presidencia, “Los hombres de agosto”, p. 240.
842 s. f. (1812), AHBC/Q, Documentos Misceláneos, Nº 13/42, f. 292v.

259 Cuarta parte


marqués de Villa Orellana -quien en 1812 dirigía el ala más “radical” del
movimiento independentista- en 1792 había protestado contra el
pensamiento ilustrado de Eugenio Espejo. Este último había recalcado las
condiciones previas innatas a todos los hombres y había exigido, al interior de
la Sociedad Patriótica, una participación con los mismos derechos para todos
los miembros, sin consideración de su posición social.843

Asimismo, la representación pública de las instituciones gubernativas y


administrativas, formada oficialmente en nombre y representación de Fernando
VII, se ubicaba, especialmente en la primera fase del movimiento de las juntas
revolucionarias, en la tradición del período colonial tardío. La constitución de la
primera Junta se celebró a la manera de los actos festivos estatales y eclesiásticos
del período colonial, a los cuales los miembros de la Junta se presentaron en sus
tradicionales uniformes de funcionarios o militares o en su vestimenta festiva
personal. El presidente de la Junta de Gobierno, el marqués de Selva Alegre,
apareció con su hábito de la Orden de Carlos III.844

Además la primera Junta de Gobierno concedió a sus miembros y a los de


las nuevas instituciones administrativas diferentes fórmulas de tratamiento,
sutilmente escalonadas en su jerarquía, prestadas de la terminología del
gobierno y la administración coloniales. El presidente de la Junta fue
titulado como “Altesa Serenísima”, los demás miembros como “Excelencia”
y el secretario como “Señoría”. La Junta misma reclamaba, por su función
representativa del monarca destronado, el título de “Majestad”.845

La legitimación de las Juntas quiteñas y del movimiento


independentista en general, que recurría a los términos de “soberanía
del pueblo” y de “nación”, no estaba ligada a algunos programas
políticos o sociales modernos revolucionarios, menos aún a una
política para poner en práctica estos programas. La idea del “pueblo
soberano” radicaba, en primer lugar, en la escolástica española tardía que se
remitía a Tomás de Aquino, mas no al Contrato Social de Rousseau.846

843 Cfr. el acápite B. IV. 3.


844 Stevenson,“Narración histórica”, p. 76.
845 AHBC/Q, Documentos Misceláneos, Nº 6/3, fs. 99-100v.
846 Navarro, La revolución de Quito, pp. 13-17. Para Quito al igual que para todos los movimientos inde-
pendentistas hispanoamericanos cfr. Stoetzer, The Scholastic Roots, especialmente pp. 130-131, 225-227;
también Demélas y Saint-Geours resaltan los elementos tradicionales en las corrientes ideológicas de la
capa superior quiteña en los siglos XVIII y XIX. Keeding, en cambio, quien no cita el trabajo de Stoetzer,
resalta el carácter moderno del movimiento independentista, comprometido con el pensamiento de la
Ilustración europea, Keeding, Das Zeitalter der Aufklärung, pp. 475-477; Keeding, Surge la nación, pp. 569-
581. Los términos de “pueblo soberano” y “representación nacional” se encuentran en las fuentes para el
movimiento, entre otras en la Constitución del “Estado de Quito” del 15-II-1812, AGI, Quito, leg. 276.

260 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Igualmente, los términos de “nación” y de “representación nacional”, que
aparecen en los documentos oficiales de las dos Juntas y del Congreso, estaban
todavía comprometidos con el concepto español de nación de la temprana Edad
Moderna, que unía elementos étnicos y políticos, una nación que incluía a la
totalidad de los súbditos españoles –europeos al igual que americanos (criollos)–
de una misma Corona.847 En cambio, la “nación”, cuya representación reclamó el
Congreso según la Constitución de 1811, permaneció con características difusas.
En Quito no se puede constatar un influjo notable de la moderna idea de la
nación que surge con la Revolución Francesa y que, en su núcleo, se
fundamentaba en la exigencia de la emancipación y la participación política de
toda la población, relacionada con el temprano liberalismo europeo.848

Las capas inferiores de la población no fueron incluidas en el movimiento


independentista, por parte de los nobles quiteños.849 Los electores de los
diversos barrios, que representaban al “pueblo soberano” y que eligieron a
los diferentes diputados para las dos Juntas de Gobierno, eran, por regla
general, miembros selectos de la capa social alta o de su clientela. La gran
masa de la población fue informada del desarrollo de los sucesos tan sólo
por los “tribunos de la plebe”, nombrados por las Juntas. Sin embargo, los
inicios de una movilización y radicalización de la población de los barrios
quiteños, atizados por los abogados Morales y Quiroga, contribuyó a la
dimisión del marqués de Selva Alegre como presidente de la primera Junta,
en vista del peligro de un tumulto incontrolable.850

Con la restauración del orden colonial bajo el presidente interino Toribio


Montes, empeñado en la reconciliación y el arreglo, por el momento se habían
esfumado en gran medida el ímpetu revolucionario. y el entusiasmo político de
la capa superior quiteña. A inicios del año 1813, Montes proclamó una
amnistía general para todos los dirigentes y seguidores del movimiento
independentista que se sometieran al restablecimiento del orden. De ella se

847 Cfr. todavía la referencia de un regidor, con ocasión de la discusión acerca de la alternativa en la ocu-
pación de las alcaldías, a la “nación” que incluye a “europeos” y “criollos”, AMH/Q, Nº 139, Actas del
Concejo, acta de la sesión de 31-I-1809, f. 10. Cfr. en general Demélas y Saint-Geours, Jerusalén y Babilonia.
848 Cfr. para la época de los movimientos independentistas en general Guerra, Modernidad, pp. 317-327.
Acerca del concepto moderno de nación en la Europa de la época del la Revolución Francesa cfr. Alter,
Nationalismus, pp. 33-39, 60-63.
849 Acerca de la actitud de los grupos dirigentes de los movimientos independentistas hispanoamerica-
nos frente a la gran masa de la población y de la reacción de ésta a los eventos cfr.Valencia Llano,“Elites,
burocracia”, pp. 87-95. La lista de los participantes del movimiento independentista excluidos de la amnis-
tía proclamada por el presidente Montes en 1813, incluye tan solo a un “sastre”, un “organista” y un “indio
zapatero”, cuyo papel en los eventos precedentes no se menciona, AGI, Quito, leg. 231.
850 Valencia Llano,“Elites, burocracia”, p. 84. La ciudad había vivido semejante tumulto incontrolable con
la “rebelión de los barrios” de 1765.

261 Cuarta parte


exceptuó a unas setenta personas registradas con sus nombres. De las familias de
la nobleza titulada pertenecieron a este grupo -además del marqués de Selva
Alegre, considerado como cabeza del movimiento independentista y desterrado
a España en 1818- tan sólo Nicolás de la Peña, Joaquín Mancheno y Chiriboga,
Manuel Matheu y Herrera y el marqués de Villa Orellana.851

La mayoría de los miembros restantes de las Juntas de Gobierno, del Congreso


y de la dirigencia militar que no fueron excluidos de la amnistía, trataron de
negar o disminuir su papel en el movimiento independentista y pugnaron,
frente al presidente y al rey, por la recuperación de su anterior posición social.

De manera especial esto es valedero para las familias de los marquesados y


condados quiteños. En 1814 Juan Pío Montúfar renunció a su título a favor
de su hijo y compañero de luchas, Francisco Javier Montúfar, renuncia que
fue reconocida por Montes bajo la condición de que Francisco Javier tendría
que obtener una confirmación real.852

Manuel de Larrea y Jijón, miembro de las Juntas y del Congreso de 1809 a


1812, se esforzó, tal como ya lo había hecho antes del movimiento
independentista, en obtener un título nobiliario, para lo cual ganó el apoyo
del presidente Montes por sus ayudas financieras para la formación de un
ejército regular. En el año 1815 Larrea recibió del rey Fernando VII el
título de marqués de San José, que no fue revocado a pesar de las enérgicas
protestas posteriores del Cabildo quiteño y de ciertos funcionarios de la
Corona.853 Como motivo para mantener la concesión del título a Larrea, el
Consejo de Indias se refirió, en el año 1819, a “el principio, origen […] y
calidad de las revoluciones de Quito”, cuyas Juntas siempre habrían
reconocido la autoridad de Fernando VII.

Por otra parte, el desconocimiento de las órdenes del Consejo de Regencia


español se habría dado en conocimiento de los “vicios” de estas. Además, no
todos los miembros de las Juntas habrían sido seleccionados por su “adhesión al
partido revolucionario”, sino que los sublevados habrían intentado ganar

851 Cfr. también el “indulto” del 5-I-1813, AGI, Quito, leg. 231. Entre otros también Manuel Matheu fue tras-
ladado, junto con Montúfar, a España para su encarcelamiento, Jurado Noboa, Los Larrea, pp. 67-72.
852 Gangotena y Jijón,“Los Montúfar”, p. 255.
853 Cfr. el acápite B. VI. 1. La lista elaborada por Ramón Núñez del Arco en mayo de 1813 sobre el com-
portamiento de las principales personas particulares, clérigos, funcionarios de la Corona y abogados de
la ciudad, también estaba dirigida contra la rehabilitación de miembros importantes del movimiento
independentista, puesto que éstos, en gran parte, habían podido ocupar de nuevo y sin menoscabo su
anterior alta posición social,“Los hombres de agosto”.

262 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
también a aquellas personas que de principio, estaban en contra de la
subversión o a quienes, según la opinión general, “por su honradez, nobleza,
bienes de fortuna y virtudes lo merecieran”.854

A pesar de una que otra conmoción en el año 1815, en las cuales


nuevamente participaron algunos parientes de la nobleza titulada quiteña,
855 la capa social alta de la ciudad de Quito en su totalidad se había

resignado, a fines de la segunda década del siglo XIX, a la restauración del


viejo orden político y la conservación del sistema social de la época
colonial.856 La extendida desilusión por el fracaso del movimiento
independentista, sobre todo por la discordia interna de la dirigencia y de las
casas nobles pertenecientes a ella, fue acertadamente recordada ya desde la
disolución de la primera Junta en la forma de un poema, por uno de sus
miembros, Juan de Larrea y Villavicencio:

“Ya no quiero insurrección, “Cada uno para su casa


pues he visto lo que pasa: todas las líneas tiraba:
Yo juzgué que era melón No me engaño: me engañaba
Lo que ha sido calabaza. pues he visto lo que pasa.

“Juzgué que con reflexión “El rey de plata había sido,


Amor a la patria había; la patria todo de cobre;
Pero solo hay picardía; su gobierno loco y pobre,
Ya no quiero insurrección. Y de ladrones tejido.”857

854 Escrito del Consejo de Indias del 5-VI-1819, AGI, Quito, leg. 219. Según la opinión del Consejo de Indias
esta última aseveración se aplicaba también a Larrea, quien había sido elegido representante del barrio
de Santa Bárbara en la primera Junta. La actitud, en su totalidad poco revolucionaria, de la capa supe-
rior quiteña, fue resaltada también, después de la disolución de la primera Junta, por Francisco de Jijón y
Chiriboga, en febrero de 1810, en una carta al marqués de Maenza y conde de Puñonrostro, Juan José
Matheu y Herrera, cuando escribió sobre los motivos del movimiento de las juntas revolucionarias: “Fue
una chiquillada de loco de Salinas, Morales y Quiroga, y nadie más, quienes irritados del despotismo y
cruel porte de los semi-dioses europeos engañaron a alguna gentalla, se hicieron de la tropa y armas, y
con esta fuerza sujetaron y envolvieron a la sensata nobleza, que cedió por evitar males funestos y reme-
diar las cosas, como lograron (…). Esta es la verdad pura y el tpo., aunque tarde, lo aclara”, 20-II-1810,
AHBC/Q, Documentos Misceláneos, Nº 27/218, f. 264-264v. Anteriormente el mismo Jijón, quien en los años
anteriores al estallido del movimiento independentista, había luchado por la sucesión en el condado de
Casa Jijón, había estado activo en la primera fase del gobierno de la Junta como comisario de guerra.
855 José Barba y Sánchez de Orellana, Bernardo Ignacio de León y Carcelén, Manuel Matheu y Herrera y
Joaquín Sánchez de Orellana fueron acusados y, por corto plazo arrestados, por participar en una “con-
moción” en junio de 1815, 5ª Notaría (Protocolos), exp. 12-VII-1815, fs. 36-38.
856 En correspondencia el presidente Montes, en el año 1818, juzgó la situación política y social con las
palabras: “La experiencia de cinco años me ha hecho conocer un general arrepentimiento hasta de los
más principales culpados con pruebas evidentes y nada equívocas, obedeciendo a las legítimas autori-
dades y manifestando fidelidad y amor al Soberano”, AHBC/Q, Documentos Misceláneos, Nº 12/72, f. 149.
857 Citado por Valencia Llano,“Elites, burocracia”, p. 72.

263 Cuarta parte


RESUMEN Y PERSPECTIVA
RESUMEN Y PERSPECTIVA

E
n el período colonial tardío, la capa social alta de la ciudad de
Quito y de otros lugares de la Sierra norte y central de la
Audiencia de Quito se entendió a sí misma como nobleza y fue
reconocida como tal por parte de las máximas instituciones y autoridades
administrativas coloniales de la América española, la Audiencia y el virrey
del Nuevo Reino de Granada.

La nobleza quiteña no se reducía a las once casas de la nobleza titulada,


radicadas en Quito, y los 17 miembros de las órdenes nobiliarias, pero
tampoco incluía a toda la población (criolla y peninsular) reconocida como
blanca, sino solamente a una parte de ella. En el período colonial tardío, los
nobles quiteños formaban un grupo social distinguido, conformado entre 500
y 550 personas, hombres y mujeres, de los cerca de 23.700 habitantes con los
que contaba la ciudad en el año 1784.

La posición social y la autoconcepción de la nobleza se basaban tan sólo en


una medida pequeña y no decisiva en los privilegios reservados a este grupo
social mayor, que en Quito como en el resto del imperio colonial español
era escaso en número y en importancia, en comparación con la mayoría de
las provincias de la Madre Patria. A esto correspondía que rara vez era
necesaria una prueba de hidalguía, tal como se debía rendir según el
derecho castellano. En casos esporádicos, en los cuales se ponía en duda la
nobleza de una persona, era suficiente la comprobación y confirmación del
estatus social por parte de la Audiencia de Quito.

Por principio, en Quito el estatus nobiliario se basaba -con excepción de las


personas distinguidas por el rey con un título nobiliario o la membresía en
una orden nobiliaria- en la reputación adquirida localmente. La nobleza
fue, en similitud con el estatus étnico, de una naturaleza informal en su
mayor parte, y resultaba de la mediación de una pretensión individual y de
una aceptación general. Noble era aquel que lo reclamaba para sí, que se
presentaba en la forma correspondiente, y que era aceptado por las familias
nobles establecidas como uno de ellas. El medio decisivo y, al mismo
tiempo, la expresión más clara de la integración a la nobleza local fue, por
lo tanto, el matrimonio con un miembro de una distinguida familia noble.

El concepto de nobleza, válido en Quito durante el período colonial tardío,


era una síntesis de diferentes conceptos y términos de distinción social,

265 Resumen y perspectiva


usuales en la región de la Sierra norte y central, en cuyo centro se hallaba la
descendencia de los conquistadores y primeros pobladores de la Audiencia.
Por lo tanto, la nobleza de la ciudad de Quito estaba conformada
mayoritariamente por criollos nacidos en la ciudad o en la región, encontraba
su cohesión en sus aspectos ideológicos; tenía, pues, un carácter, en su núcleo
intramericano, independiente de la Madre Patria. Así, el reconocimiento y el
rango de nobleza de una persona -y con ello su acceso a las posiciones
superiores en la sociedad de la ciudad de Quito- resultaba en gran parte de su
pertenencia a una de las familias de largo abolengo, a un linaje.

Además la posición social y el prestigio de las familias nobles se basaban en


la propiedad y la riqueza, en primer lugar en la disposición de extensos
bienes raíces. Las familias nobles más acaudaladas poseían haciendas
transformadas en propiedades representativas y a veces ostentosas. En parte,
estas estaban vinculadas bajo la forma de un prestigioso mayorazgo,
instituyendo una propiedad familiar que trascendía las generaciones. Por lo
demás, la mayoría de las familias nobles estaba involucrada en actividades
comerciales, aun cuando el comercio en general, y especialmente el pequeño
comercio regional, tenía escasa estimación social.

Por otra parte, los nobles quiteños reclamaban para su grupo –reclamo
permitido por el influjo local de estas familias mayoritariamente criollas y
por la política de la Corona- el ejercicio de altos cargos en la administración
estatal, en las milicias y en la Iglesia.

Finalmente, los nobles se caracterizaban por un estilo de vida ostentoso y


orientado hacia el lujo, conforme a su alto rango social, que se expresaba entre
otras cosas en una vestimenta lujosa y casas magníficamente equipadas.

Igualmente, acorde a su posición especial, las familias nobles ocupaban una


posición y una función destacadas en la vida pública, por ejemplo, con
ocasión de las diversas festividades gubernamentales y eclesiásticas del
período colonial tardío, en las cuales la nobleza siempre participaba en un
lugar visible. Por lo tanto, los nobles quiteños reclamaban y gozaban de un
prestigio social destacado, de un honor social correspondiente a su alto rango.

La diferenciación al interior de la nobleza era resultado del prestigio especial


de diversos nobles y familias que se orientaba en los criterios anteriormente
mencionados. Para esto, las categorías y grupos nobles de los títulos de Castilla
y de los caballeros de hábito, transferidos de la jerarquía de nobleza española a
las colonias, jugaban un papel importante. Sin embargo, no se desarrolló una
estricta jerarquía interna de nobles o hidalgos, caballeros y títulos. Además, ni
266 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
la nobleza titulada ni los caballeros de hábito disponían de privilegios
exclusivamente reservados a ellos. Aun así, todavía a fines del período colonial
los hábitos de las órdenes nobiliarias y especialmente los títulos de nobleza,
transmisibles por herencia, constituían los máximos símbolos exteriores del
prestigio social y significaban para los beneficiados y sus familias un notable
incremento de su estatus social. En el caso de la de la nobleza titulada, este se
evidenciaba entre otras cosas en su consideración y función especiales en las
festividades gubernamentales y eclesiásticas. Al mismo tiempo, la concesión
de una de las dos distinciones implicaba un reconocimiento oficial de la
hidalguía de la respectiva persona y de su familia por parte del rey, que la
distinguía del simple estatus informal de nobleza.

No obstante, la posición social de los diversos títulos de Castilla, de los


caballeros de hábito y de sus familias no estaba vinculada de manera
exclusiva y permanente a estas distinciones especiales. La fortuna, el
número y la importancia de los cargos ejercidos, variaban
considerablemente entre los once títulos quiteños y sus familias. En el
período colonial tardío, algunas de estas casas nobles incluso tenían grandes
problemas financieros. Frente a estas, algunas familias nobles no
pertenecientes a la nobleza titulada, al igual que algunos comerciantes que
no formaban parte de la nobleza, se encontraban en una situación
económica notablemente mejor.

Al igual que la diferenciación interior de la nobleza quiteña, también su


delimitación frente a las capas inferiores fue más bien fluida. La nobleza fue
de una naturaleza dinámica en tanto posibilitaba la integración, controlada
por las familias nobles, de quienes ascendían socialmente. La incorporación
de nuevos elementos a la nobleza establecida se efectuaba según los ya
mencionados criterios de la riqueza, del ejercicio de cargos prestigiosos y de
un ostentoso estilo de vida y resultaba, en cada caso, de la mediación
constitutiva, característica para el estatus noble en general, de la pretensión
individual y la aceptación general por parte de la familias nobles
establecidas y de la burocracia colonial. De esta manera, hasta mediados del
siglo XVIII algunas personas inmigradas a la región de Quito e investidas
del cargo de corregidor, se habían integrado en la nobleza quiteña. Durante
el período colonial tardío, algunos comerciantes peninsulares, entre otros,
lograron el ascenso a la nobleza de la ciudad. Al reconocimiento del rango
personal y, con ello, de la nobleza personal de un individuo seguía la
integración a la nobleza de sangre de la ciudad.

La inclusión de nuevos elementos en la nobleza quiteña sirvió, en general,


al mantenimiento del orden jerárquico social existente, y con ello, a la
267 Resumen y perspectiva
permanencia de la nobleza como capa social alta de la ciudad, al igual que
de la mentalidad aristocrática orientada hacia la distancia social y la
exclusividad, que caracterizaba a esta capa. En cambio, no se formaron
nuevas capas burguesas, por ejemplo una burguesía mercantil
independiente y consciente de sí misma.

Esta situación fue claramente influenciada por la estructura económica de la


región y su crítico desarrollo económico durante el siglo XVIII, la cual, en
general, ofrecía poco espacio a comerciantes o empresarios para un rápido
éxito económico y el ascenso social motivado por este, y para una
revaloración fundamental de virtudes empresariales.

Además, todavía hacia fines del siglo XVIII, la política económica y social
oficial de la Corona española, cuidaba del fortalecimiento de la nobleza,
especialmente de la nobleza titulada, que seguía considerándose y
fomentándose como la capa social dirigente de la sociedad. En vista de la
situación de depresión económica de la región y del ideal de la nobleza de
sangre que marcaba a la capa social alta quiteña, la región más bien no se
beneficiaba -quizás con excepción del condado de Casa Jijón otorgado en
1784- del creciente reconocimiento de méritos empresariales mediante la
concesión de títulos nobiliarios en la segunda mitad del siglo XVIII. Por lo
tanto, junto a la falta de formación de una burguesía económica en Quito,
tampoco se llegó a la creación de un nuevo tipo de nobles que pudiera
haber disputado el rango social a la nobleza establecida de la ciudad,
dedicada primordialmente a su largo abolengo y a su prestigio social.

Además, tal como lo demuestran las relaciones de méritos de la nobleza


quiteña, elaboradas en los despachos del Consejo de Indias, la nobleza de
sangre basada en el prestigio social y los méritos de los antepasados, aún en
el período colonial tardío seguía siendo reconocida y tomada en cuenta por
los reyes de España para la concesión de cargos. Las carreras de funcionarios,
basadas en el rendimiento y los conocimientos especializados, en cambio,
continuaron como una excepción en los diversos sectores administrativos de
la Audiencia de Quito. Esto era válido, de manera especial para el Cabildo,
controlado por la capa social alta local. Por lo tanto, el período de las
Reformas Bórbonicas –de por sí de una eficacia reducida en la Audiencia de
Quito– no comportó cambios sustanciales para la capa noble quiteña y el
concepto de nobleza establecido en Quito.

A fines del período colonial, la posición social y la mentalidad de la nobleza


quiteña estaban aún fuertemente marcadas por características tradicionales.
Estas estaban adscritas al tipo de la sociedad estamental, especialmente en
lo referente al significado central del prestigio social y de la pertenencia

268 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
familiar. Así, en Quito, los factores de éxito económico y de rendimiento
-propios de una sociedad de clases orientada hacia una economía de
mercado y que destaca el papel de cada individuo- estaban relativamente
poco marcados y con un valor social subordinado.

Hasta el momento, la escasa bibliografía de investigaciones empírico históricas


acerca de la nobleza colonial, no permite aún un amplio juicio sistemático
sobre la cuestión de hasta qué punto el concepto de nobleza -establecido en la
ciudad de Quito y la Sierra norte y central de la Audiencia, así como la
realidad social de la nobleza asentada en esta región- constituyen un caso
especial frente a otras sociedades hispanoamericanas del período colonial
tardío. No obstante, es notable que en algunas ciudades y regiones de la
Hispanoamérica tardía colonial -por ejemplo en el puerto de Buenos Aires
(virreinato del Río de la Plata)- la nobleza obviamente no haya jugado un
papel decisivo, ni como grupo social ni como concepto.858 En otras ciudades y
regiones de la Audiencia de Quito, por ejemplo en el puerto de Guayaquil, no
solamente no existían títulos de Castilla y caballeros de hábito
permanentemente asentados allí, sino que en general la nobleza era, al parecer,
de una importancia social inferior.859 Es posible que el concepto de nobleza
basado en el prestigio social, la descendencia y la pertenencia familiar, tal
como se había conservado en Quito hasta fines del período colonial, era menos
marcado en las ciudades comerciales más dinámicas, en las cuales los
comerciantes eran socialmente dirigentes o al menos más apreciados.

Por otra parte, la falta o la escasa formación de una capa social alta que se
considerase a sí misma como nobleza, y de los modos de pensamiento y de
comportamiento que determinaban a esta, podría deberse a que algunas
regiones eran puntos de colonización más bien marginales del imperio
colonial. Por lo tanto, en el período colonial tardío casi no albergaban a
familias establecidas de mayor importancia.860Tal sería el caso de la
mencionada ciudad de Buenos Aires, al menos hasta inicios del siglo XVIII.

Por otro lado, se impone la conclusión de que las sociedades serranas,


relativamente aisladas y económicamente poco dinámicas, que
evolucionaron de forma continua desde el período de la Conquista en el

858 Cfr. Socolow, The Merchants of Buenos Aires; Socolow, The Bureaucrats of Buenos Aires.
859 No obstante, la historiografía social acerca de la Costa de la Audiencia de Quito es aún extremada-
mente escasa, cfr. para una visión general Hamerly, Historia social y económica.
860 Esta característica, de manera similar o aun más clara, corresponde a la ciudad portuaria de
Montevideo en la Banda Oriental (actual Uruguay). Cfr. la referencia de Mager acerca de la importancia
de la “unerhörte Dynamik de Wirtschaftslebens” [dinámica inaudita de la vida económica] para el
“Prozess der Transformation Frankreichs vom Ancien Régime zur Moderne” [proceso de transformación de
Francia, del Antiguo Régmen hacia la Modernidad], Mager, Soziale Ungleichheit, p. 80.

269 Resumen y perspectiva


siglo XVI, estaban más bien ancladas en las categorías tradicionales de la
desigualdad social, basadas en la tradición de la Madre Patria, tal como se
habían conservado en la ciudad de Quito en el marco del concepto de
nobleza generado allí.861

En cambio, deben ser consideradas como un grupo aparte las ciudades de


México y Lima, centros administrativos y comerciales que desde el período
colonial temprano fueron sedes de los más importantes virreinatos de la
América española. Aunque en el período colonial tardío, ambas ciudades
eran los centros económicos más importantes y dinámicos de sus respectivos
virreinatos, la presencia de los virreyes como representantes de los monarcas
españoles -que casi siempre se trasladaban a América con su propia “corte”-
seguramente era provechosa para el desarrollo de una nobleza colonial
consciente de su estatus, lo cual corresponde a la gran cantidad de los
títulos de Castilla asentados en ambas ciudades.862

Estudios de índole comparativa, acerca de los diversos grupos nobles locales


y regionales, así como de sus formas de pensamiento y comportamiento,
seguramente podrían dar explicaciones más exactas y sistemáticas sobre la
relación entre la forma y la característica de la nobleza colonial y las
estructuras económicas y sociales generales.

A la precedente perspectiva de investigación, se puede añadir la pregunta


acerca de las continuidades y discontinuidades de la evolución de las
sociedades hispanoamericanas, desde el período colonial hasta el ámbito de
los Estados del siglo XIX, así como de las condiciones previas y los
trasfondos regionales concretos de la evolución de cada sociedad.

Mientras la investigación más antigua acerca de la segunda mitad del siglo


XVIII y de la primera del XIX, orientada primordialmente hacia la historia
económica y social, resaltaba más bien la continuidad de elementos
tradicionales en las sociedades hispanoamericanas863, en las monografías y
estudios de conjunto más recientes se señalan, cada vez más, las
discontinuidades del desarrollo social.864 En los últimos años de manera

861 Quito se podría comparar quizás con la ciudad del Cusco en los Andes peruanos, cfr. Lavallé, Le
Marquis et le Merchant.
862 Según las cifras de Atienza, no del todo confiables, pero útiles como indicadores aproximados, hubo,
durante el período colonial, 103 títulos de Castilla en México y 118 en el Perú, Títulos nobiliarios hispanoa-
mericanos. Quedan por investigar, fundamentalmente, las características de los diversos grupos de nobles,
especialmente en lo referente a una nobleza de título económicamente activa, fomentada por los reyes
borbónicos; cfr. Langue, Mines, terres et société.
863 Cfr. los ensayos clásicos de Stein y Stein, The Colonial Heritage.
864 Guerra, Modernidad e independencias; Martin,“The Dynamics of Clio”; Mörner,“Ethnicity”, pp. 313-314;
cfr. Guerra, Le Mexique. De l´Ancien Régime à la Révolution.

270 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
especial, François-Xavier Guerra se ha dedicado con más énfasis a la cuestión de
la “modernidad” de las sociedades de la América española, en la época de los
movimientos independentistas. El interés de Guerra se dirige especialmente
hacia el incipiente establecimiento de formas de “sociabilidad” y de práctica
social nuevas e “ilustradas” durante el período colonial tardío, formas cuyos
principios basados en los intereses y las facultades individuales desplazaron de
modo creciente las diversas formas e instituciones tradicionales de las relaciones
sociales (por ejemplo, las organizadas por ciudades, estamentos, corporaciones o
las relaciones patrón-cliente).865

Los resultados del presente trabajo sugieren una diferenciación regional y


nacional también en el tema de las continuidades y discontinuidades del
desarrollo social hispanoamericano del siglo XVIII al XIX. La composición
social y la práctica de la Sociedad Patriótica quiteña del período colonial
tardío, ya habían demostrado claramente la existencia continuada de las
barreras sociales entre las familias nobles establecidas y el resto de la
población. El movimiento independentista desde 1809 hasta 1812 -cuando
por vez primera las principales familias de la ciudad, bajo la dirección de
algunos representantes de la nobleza titulada, se hicieron cargo del poder
político supremo en el territorio por ellos controlado- mostró con mayor
claridad que también para el reclutamiento de los “actores sociales
reales,”866 las formas tradicionales del trato social seguían jugando un papel
decisivo. El prestigio social, las conexiones familiares, el caudillismo867 y el
clientelismo determinaron la imagen del movimiento, todavía claramente
ubicado en la continuidad del orden social colonial y de las formas de
pensamiento y comportamiento sociales y políticas, inherentes a este orden.
Por lo tanto, ninguno de los dirigentes de las filas de la nobleza titulada
quiteña vio la necesidad de renunciar a su título.868

865 Guerra,“Lugares, formas y ritmos”.


866 Guerra,“Lugares, formas y ritmos”.
867 Ya en 1813, el presidente de la Audiencia, Toribio Montes, utilizó el término “caudillo” en su decreto de
amnistía para designar a los dirigentes del precedente movimiento independentista, AGI, Quito, leg. 231.
Acerca de la importancia de los caudillos, caracterizados por el carisma personal y el poder de disposi-
ción militar, en el período de transición del imperio colonial español al ámbito de los Estados hispanoame-
ricanos del siglo XIX cfr. Lynch, Caudillos.
868 Jacinto Sánchez de Orellana y Chiriboga, la cabeza del grupo de los “sanchistas” durante el movi-
miento quien murió en 1815, fue registrado todavía en 1829, cuando murió su viuda Antonia, como mar-
qués de Villa Orellana en el libro de defunciones de la parroquia quiteña de El Sagrario, Moreno Egas,
Vecinos de la Catedral (1801-1830), p. 36 (14-VIII-1829). Inicialmente, a causa de la independencia de la
Audiencia de la Madre Patria, los títulos de Castilla caducaron automáticamente. Al igual que en el borra-
dor de la Constitución de 1812, en la primera Constitución de la República del Ecuador, del año 1830, se
fijó la igualdad jurídica de los ciudadanos, Trabucco (ed.), constituciones, p. 51. En el curso de los siglos XIX
y XX, la mayoría de los títulos nobiliarios fue rehabilitada por los descendientes y parientes españoles
(Maenza, Real Agrado, Selva Alegre, Solanda, Villa Orellana y Villa Rocha) o quedaron vacantes (Casa
Jijón Lises, Miraflores, San José o Selva Florida), Guzmán, Títulos nobiliarios.

271 Resumen y perspectiva


Asimismo, los términos de apariencia moderna, tales como “nación”, “pueblo
soberano” o “ciudadanos” (en el sentido de ciudadanos jurídicamente iguales)
-que aparecieron por vez primera durante el movimiento independentista
quiteño y que permanecieron a lo largo de la exsitencia de la Gran Colombia,
hasta la formación de un Estado propio- poco expresan acerca de la realidad
social y de la participación política de la población.869 Tanto jurídicamente
como de facto, la marginalidad social, especialmente de la población indígena
rural, se mantuvo en el Estado independiente del Ecuador.870 Todavía muchas
décadas después de la independencia, la participación política de la población
mestiza y blanca se reducía -en vista de un derecho al voto restrictivo, como
se lo había practicado de forma similar al movimiento independentista- a un
círculo social muy pequeño.871

Durante el siglo XIX, en la cúspide de la pirámide social y en el centro de


los grupos políticos dirigentes, concentrados especialmente en la ciudad de
Quito, hasta la Revolución Liberal de 1895, se hallaban diversas familias
que frecuentemente se remontaban a la nobleza tardío colonial, entre ellas
los Larrea, Jijón, Matheu y Ascásubi.872

Manuel de Ascásubi y Matheu, por ejemplo, el nieto del séptimo marqués


de Maenza, Gregorio Eugenio de Matheu, y cuñado del octavo marqués y
conde de Puñonrostro, Juan José Matheu, fue senador de 1846 hasta
1848, luego vicepresidente y, de 1849 hasta 1850, presidente de la
República del Ecuador.873

869 Cfr. las constituciones ecuatorianas del siglo XIX, Trabucco (ed.), Constituciones.
870 El tributo indígena, rebautizado como “contribución directa”, recién en el año 1857 fue eliminado por
ley y, en la realidad, únicamente se acabó en 1895, Quintero,“El estado terrateniente”, p. 404. La vincula-
ción de la población indígena a los bienes raíces privados, el concertaje, siguió creciendo en el siglo XIX,
con un simultáneo incremento legal de la autoridad del propietario frente a los trabajadores y sus fami-
lias y de las dificultades para el abandono de las haciendas por parte de los indígenas. Acerca del des-
arrollo del concertaje hasta el siglo XX Oberem,“Contribución”.
871 La legislación electoral del año 1830, cambiada tan solo de manera insignificante hasta el año 1856,
admitía tan solo escasos 2.900 sufragantes con derecho al voto en todo el Ecuador. Esto representaba el
0,3 % del total de cerca de 800.000 habitantes. Estos sufragantes, proporcionados por las parroquias y
seleccionados según los criterios de ingresos y actividades económicas independientes, recién determi-
naban el “pueblo elector” propiamente dicho, el cual, en el mencionado año, abarcaba un total de 126
electores, quienes elegían directamente a las más altas autoridades políticas del país, a saber, al presi-
dente, a los senadores, a los diputados, a los gobernadores, etc., Quintero,“El carácter de la estructura ins-
titucional”, pp. 223-224, 229-230.
872 Igualmente, los movimientos regionales de oposición contra el poder estatal concentrado en Quito,
se hallaban frecuentemente bajo el control de las familias radicadas en las respectivas regiones y de su
clientela; cfr. Núñez, Oligarquías regionales; Jurado, Los Larrea; Van Aken, King of the Night..
873 Oña Villarreal, Presidentes del Ecuador, pp. 12-13.

272 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Además, dos famosos generales de las campañas libertadoras de Simón Bolívar
se emparentaron por matrimonio con las familias de la nobleza titulada tardío
colonial de Quito. Antonio José de Sucre -quien con la victoriosa batalla del
Pichincha (1822) selló la independencia de la Audiencia de España- contrajo
matrimonio en Quito con la séptima marquesa de Solanda y sexta marquesa de
Villa Rocha, Mariana Carcelén y Larrea. Por otra parte, el general Juan José
Flores, inicialmente intendente del Departamento del Sur de la Gran Colombia
y luego primer presidente del Ecuador, se casó con Mercedes de Jijón y
Vivanco, una sobrina nieta del conde de Casa Jijón, Miguel de Jijón.

Otro presidente del Ecuador, Gabriel García Moreno (1861-65 y 1869-1875),


nacido en Guayaquil, se había integrado antes de su presidencia a la capa social
alta quiteña mediante su matrimonio con Rosa de Ascásubi y Matheu, hermana
del anteriormente mencionado Manuel de Ascásubi.

El destacado poder económico y político de diversas familias y clanes


familiares desde el período colonial tardío hasta al menos fines del siglo
XIX, se ha comprobado igualmente para otras regiones y estados
hispanoamericanos.874 En el caso del Ecuador se podría hacer referencia a
Rodrigo Borja Cevallos, presidente del Ecuador de 1988 hasta 1992, quien
es considerado como descendiente de la noble familia colonial de los Borja.

Sin embargo, la pregunta acerca de las características del desarrollo social de los
estados hispanoamericanos desde la Independencia no se reduce -en el marco de
las perspectivas de investigación aquí delineadas- a una posible continuidad de
determinadas familias en las posiciones sociales y económicas sobresalientes de
la sociedad. Queda por preguntar qué importancia tuvieron los factores del
prestigio social, del abolengo así como de las relaciones familiares y clientelares
para el reclutamiento de las capas sociales altas y de los grupos políticos
dirigentes de los Estados independientes. Asimismo, espera respuesta cuándo o
hasta qué punto, estos factores fueron reemplazados por elementos más
abiertos, más institucionalizados y más democráticos.

874 Cfr. el volumen de artículos de Balmori y otros acerca de las “family networks” [redes familiares] que
marcaron la vida económica y política de Hispanoamérica desde fines del siglo XVIII hasta el inicio del
siglo XX, Balmori et al. (eds.), Notable Family Networks. Samuel Stone ha demostrado, que diversas perso-
nas y familias centrales de la vida política de los estados centroamericanos de Guatemala, El Salvador,
Honduras, Panamá, Nicaragua y Costa Rica, entre ellas varios presidentes, ministros y diputados, son des-
cendientes de la nobleza colonial, remontada básicamente a los conquistadores del Istmo, entre ellas,
por ejemplo, las familias nicaragüenses, varias veces emparentadas entre sí, de los Chamorro-Lacayo y
Somoza, al igual que varios políticos sandinistas, Stone, The Heritage of the Conquistadors, pp. 151-201. En
esto contexto resulta ampliamente insignificante si las relaciones genealógicas son reales y, en cada caso,
correctas o si posiblemente solo son reclamadas por las respectivas personas y familias.

273 Resumen y perspectiva


ANEXOS
ANEXO. LAS FAMILIAS
DE LA NOBLEZA TITULADA QUITEÑA

I- GENEALOGÍAS

L
as siguientes genealogías no pretenden ser completas. Se han
tomado en cuenta todas las personas mencionadas en el presente
trabajo y todos los familiares de quienes existen informaciones en
las fuentes analizadas, especialmente en las secciones “Notarías
(Protocolos)” y “Testamentarías” del AN/Q y en las relaciones de méritos
del AGI (Quito).

Para completar o comparar los datos se ha utlizado la información


genealógica de las monografías, ensayos y genealogías de Gangotena,
Gortayre, Guzmán, Jurado Noboa, Moreno Egas y Ortiz de la Tabla,
citados en la Bibliografía. Las fechas de muerte indicadas en las genealogías
que siguen provienen de Moreno Egas, Vecinos de la Catedral (1704-1800) y
(1800-1831). Por principio, no se han registrado las personas que murieron
en la primera infancia.

SIGNOS:

: casado/a con
X : sin descendencia
: hijos/as biológicos/as
: hijos/as adoptivos/as
? : persona desconocida
1,2 : primer matrimonio, segundo matrimonio (etc.)
+ : año de defunción

275 Anexos
Condado de Casa Jijón (familia Jijón)

Cristóbal de Jijón 2. Manuela de León Bernardo (abuelo de Gregorio


y Oronóz y Chiriboga de Larrea y León, cfr. abajo)
Francisca de Chiriboga y Luna
Fernando Cristóbal (cfr. Solanda y Villa Orellana)
José de Jijón Miguel de Jijón X
y León (cfr. abajo) y León (conde)

Juan José de 1. Catalina


Chiriboga y Luna Bastarrechea (+1740)

Manuel de Jijón Tomasa Chiriboga Magdalena


y León (+1802) y Bastarrechea (cfr. abajo)

Joaquín Agustín José María Josefa


Antonia de Jijón Gregorio de
y Chiriboga Larrea y León

Mariana José de Larrea y Jijón

Nicolás Carrión y Vaca (+1793) María Velasco y Vallejo

Nicolás Margarita Quiñones y Flores


Margarita Carrión 1. Francisco de Jijón
y Velasco (+1798) y Chiriboga (+1831)

Josefa Carrión 2. (+1816) José Manuel Jijón y Carrión


Manuel de Larrea y Jijón Rosa Carrión
(marqués de San José) y Velasco

José de Jijón Magdalena de Chiriboga


y León (cfr. arriba) y Bastarrechea (cfr. arriba)

Ramón Sánchez de Francisca Antonio Mariana Vivanco y Calisto


Orellana y Chiriboga
Mercedes Jijón y Vivanco

María de Jijón Manuel de Larrea


y Chiriboga Zurbano y Santa Coloma

Joaquín Mancheno y
María Chiriboga (cfr. Selva Alegre)
Manuela de Larrea Joaquín Ramón
y Jijón Manchena y Cubero

Teresa de Larrea Felipe Carcelén y Sánchez de Orellana (6º marqués


y Jijón de Solanda y 5º marqués de Villa Rocha)

276 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Marquesado de Lises (familia Maldonado)

Pedro Atanasio Maldonado Isidora Palomino Flores

Ramón José Rosa Nicolasa Juan Esteban de Villavicencio


y Torres (cfr. Real Agrado)

Pedro Vicente Maldonado Josefa Pérez Guerrero


Sotomoyor y Palomino y Ontañon

Manuel Diez de Juana Maldonado


la Peña (+1803) y Guerrero

Nicolás de la Peña Manuel de la Peña Antonia Guerrero


y Maldonado Rosa Zárate y Maldonado (+1790) y Matheu

José Manuel María

Ramón Joaquín Maldonado (Sotomayor) 2. Petronila de Zárate


y Palomino (+1748) (1r. marqués) y Alarcón

Joaquín Gregorio Maldonado Manuela de Borja


(Sotomayor) y Zárate (2º marqués) y Larráspuru (+1769)

Mariano Maldonado María Teresa de León


y Borja y Carcelén

Rafael Miguel

Ramón Joaquín Maldonado María Teresa de


y Borja (+1797) Zaldumbide y Rubio

Juana

María Francisca Maldonado 2. Joaquín Mancheno y


y Zaldumbide Chiriboga (vgl. Selva Alegre)

Mercedes de José Antonio Maldonado


Chiriboga y Borja y León

277 Anexos
Marquesado de Maenza (familia Matheu)

Mariana de Aranda Enríquez de Guzmán Gregorio Eugenio Matheu y


y Ayesa (+1794) (7ª marquesa) de la Escalera (+1784)

Gregorio Ignacio Guerrero Josefa Matheu Mariana


(+1795) Matheu Diego
y Ponce de León y Aranda (+1808) Suazo
(+1820)
Juana Antonia
José
del Mello
Juan José Petrona 2. José Larrea
y Villavicencio
(cfr. Selva Alegre)

Antonia Guerrero Manuel de la


y Matheu Peña y Maldonado

José Zapata Hurtado de Mendoza


(Conde de Cumbres Altas, Lima) Catalina

José Zapata y Matheu

Manuel Matheu María Josefa de


y Aranda (+1791) Herrera y Berrío

Rosa Matheu José Antonio de Ascásubi


(+1789) y Olabegoitia (+1779)

Manuel

Francisco Javier José Javier de Ascásubi Mariana Matheu


(+1810) y Matheu (+1821) y Herrera (+1820)

Manuel Rosa

Luis Francisco Héctor María Castaños Aragorri


Carondelet (barón de Carondelet) Urriarte y Olavide

María Felipa Cayetana Juan José Matheu y Herrera


de Carondelet y Castaños (8º marqués; conde de Puñonrostro)

278 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Marquesado de Miraflores (familias Flores y Quiñones)

Antonio Flores
y Vergara 1. Magdalena Jiménez
(1r. marqués) y Cárdenas
(+1751) (cfr. abajo)
Rosa Carrión Manuel González
y Vaca de Bobadilla

Ignacio Mariano Flores Margarita Ignacia de


y Jiménez Bobadilla y Carrión
(2º marqués)

Margarita Carrión
y Vaca (cfr. abajo)
Juan Manuel Francisca
de Larrea y Yépez Nicolás Carrión 2. María Velasco
León (cfr. y Vaca y Vallejo
Selva Alegre)

José Manuel Manuel de Larrea Rosa Carrión Josefa Margarita


Larrea y y Jijón (marqués y Velasco
León (+1827) de San José)
Mercedes José Sánchez
Modesto de Orellana
y Cabezas
Antonio Flores 2. Margarita de Carrión (cfr. Villa
(cfr. arriba) (cfr. arriba) Orellana)

José María Vicenta


Nicolás Manuel Joaquín Rafael Carrión y Palacios
(+1797)
Antonia Flores y Carrión Pedro Quiñones y
(3ª marquesa) (+1823) Cienfuegos (+1815)

Pedro Próspero María Manuel Benítez


(+1810) (+1813) y Carrión

Mauricio Javiera Carrión


y Valdivieso

Margarita Quiñones Nicolás Carrión y


y Flores (+1827) Velasco (+1804)

Pedro Miguel Josefa Cabezas


Diez de Castillo Agustín María
María Josefa Galup
Pedro Manuel

279 Anexos
Condado del Real Agrado (familia Villavicencio)

Francisca de Villavicencio Bernardo de León


y Torres y Mendoza

Gregorio Antonia Carcelén


Bernardo de León y Pérez de Ubillús
Vicente (+1783) y Mendoza (cfr. Villa Rocha)

Juan Fernando Esteban Rosa Nicolasa Maldonado


de Villavicencio y Torres y Palomino (cfr. Lises)

Tomasa Guerrero y Ontañón José Anselmo Villavicencio


(cfr. Selva Florida) y Maldonado (primer conde) Manuel

Manuel Juan Rosa José Manuel de Larrea


y León (cfr. Selva Alegre)

Juana de Chiriboga
Vicente Isidoro 2. y Jijón

Josefa Miguel

Josefa Teresa José María de Chiriboga


y Cisneros

Gregoria Juan Antonio de


Chiriboga y Jijón

Tomasa José (Valentín) Teresa Antonia Chiriboga Francisco Freile


y Villavicencio y Ante (mayorazgo)

Juan Fernando de Villavicencio Joaquina de Berástegui


y Guerrero (+1789) (2º conde) y Dávila

Antonio de Villavicencio
y Berástegui

280 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Marquesado de San José y de Selva Alegre (familias Montúfar y Larrea)

Juan Dionisio de Tomasa Dávalos


Larra Zurbano y Larraspuru

María Fernando Tinajero de la


Escalera y Trujillo

Joaquín Tinajero Felipa Guerrero y Santa Coloma


y Larrea (cfr. abajo y Selva Florida)

José de Larrea Teresa Bernarda de


y Dávalo León y Villavicencio

Tomasa
Gregorio Bernardo José Manuel Juan Ramón Guerrero
(cfr. abajo) (cfr. abajo) y Barba

Francisco Javier 2. Polonia Juan Manuel Francisca Yépez


de Larrea y León
y Dávalos (+1758)
Manuel José
(cfr. Miraflores)

Tomás Guerrero
Pedro Ignacio de Larrea Catalina de Santa Coloma Andrea y Peñalosa
Zurbano y Dávalos y Gondra (+1792) (cfr. Selva Florida)

Felipa (cfr. arriba


María Josefa de Yerovi Francisco María de Larrea y Selva Florida)
y Freire (+1780) y Santa Coloma

Juan Ignacio

Juan María Pío


de Montúfar 2. Rosa de Larrea y
y Frasso (+1761) Santa Coloma (+1761)
(primer marqués)

María Josefa
de Larrea Joaquín (+1803) Ignacio
y Yerovi (+1787)

Mariano Miño María Mercedes Freire


y Valdéz y Montúfar
Nicolasa Guerrero
y León Pedro

281 Anexos
Tomasa Guerrero José Anselmo Villavicencio y Maldonado
y Ontañón (primer conde del Real Agrado)

Rosa de Villavicencio José Manuel de Larrea


y Guerrero y León (cfr. arriba)

Francisco Javier Domingo (+1804)

José 2. Petrona Guerrero y Matheu


(cfr. Selva Florida)

1. Eulalia de la Cámara
Juan y Mollenido (Cuzco)
2. Juliana Lazo
Josefa Teresa de Larrea Juan Pío de Montúfar
Bernardo de Larrea y y Villavicencio (+1790) y Larrea (2º marqués)
Villavicencio (4º conde
del Real Agrado)

Francisco Javier Vicente Aguirre Rosa Montúfar Carlos


Montúfar y y Mendoza y Larrea
Larrea (3r. marqués)
Joaquín Montúfar
y Larrea (4º marqués)

María de Jijón Manuel de Larrea Zurbano


y Chiriboga y Santa Coloma

Rosa de Larrea Manuel Olais


María y Jijón (+1825) y Quintana
Manuela de Larrea 1. Joaquín Ramón Mancheno
y Jijón y Chiriboga (cfr. Lises)
Ramón (+1822)

Felipe Carcelén y Sánchez de


Teresa Larrea Orellana (5º marqués de Villa Rocha
y Jijón y 6º marqués de Solanda)

María Rosa José Javier Valdivieso


y Sánchez de Orellana

Gregorio de Larrea Antonia de Jijón y Chiriboga


y León (cfr. arriba) (cfr. Casa Jijón)

José Mariana

(José) Manuel de Larrea Rosa Carrión


y Jijón (marqués de San José) y Velasco

José Modesto de
Larrea y Carrión María

282 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Condado de Selva Florida (familias Ponce de León y Guerrero)

Salvador Pérez Guerrero Francisca de Peñalosa

Gregoria Gerónima José Freire Tomás Andrea Josefa Santa Coloma


y Villacís (+1755) (cfr. Selva Alegre)
Gabriela
Tomás
María Barba
y Guerrero
Mariano (+1803) Alejo
Gaspar María Josefa
Ramón Larrea (+1728) Dávalos y
Tomasa Maldonado
y León
(cfr. Selva Alegre)
Tomasa Magdalena
(cfr. abajo)
José Guerrero Micaela Ponce de León Ramón Ignacia
y Peñalosa Castillejo y Villaroel
(+1776) (4ª condesa) Joaquín Tinajero
Felipa
y Larrea

Ignacio José Ramón Tomás


Isidoro de .?.
Alvear (oidor) (cfr. abajo)
Bernardino Fernando
Catalina Ventura Miguel Josefa
Tinajero
Pedro Gertrudis Delgado Tomasa
Salvador Guerrero
y Bolaños Joaquín
y Dávalos
Manuel Guerrero 1. (cfr. arriba) Mariano
y Ponce de León Mariana Sánchez de María Isidora
(+1799) Orellana y Rada
(5ª marquesa de
X Solanda, cfr. abajo)

Fernando Guerrero Manuela de Ontañón


y Peñalosa (+1774) y Lastra (+1774)

Joseph Tomasa José Anselmo de Villavicencio


(primer conde del Real Agrado)

Rosa Villavicencio José Manuel de


Juan Larrea y León
y Guerrero

Manuela Francisco de Pedro Vicente Maldonado Josefa Guerrero


Andrade (Sotomayor) y Palomino y Ontañón (+1739)

Maria Tomás de Andrade y Guerrero Juana Maldonado Manuel Diez


y Guerrero de la Peña
Pedro Guerrero
y Ontañón 1. Rosa de Larrea

Alvaro

283 Anexos
2. María Jacinta de Nájera
Pedro Guerrero y Maldonado (cfr. Solanda)
(cfr. arriba) 3. Mariana Sánchez de Orellana
y Rada (cfr. arriba)

María Nicolasa Guerrero Diego Sánchez de Orellana


y Nájera (4º marqués de Solanda)

Josefa Matheu Ignacio Guerrero y Ponce


y Aranda de León (cfr. arriba)(+1799)

Juan José Guerrero Juana Dávalos María Teresa


y Matheu y Mesía

José de Larrea Zurbano


Petrona 2. y Villavicencio

Josefina Juan de Larrea


y Guerrero

Pedro Montúfar Nicolasa


y Larrea (+1827)

Antonia Guerrero Manuel de la Peña Nicolás de la Peña


y Matheu y Maldonado y Maldonado

José Manuel María de la Peña


y Guerrero

284 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Marquesado de Solanda (familias Sánchez de Orellana y Carcelén)

Jacinta Ramírez de Arellano Clemente Sánchez de Orellana y Goyas

Antonio Sánchez de 2. Elvira de Góngora Jacinto Sánchez de Orellana Teresa de Riofrío


Orellana y Ramírez y Pérez de Inurrigarro y Ramírez de Arellano y Peralta
de Arellano
(primer marqués)
.?. Nicolás Sánchez de Orellana Clemente (primer marqués
de Villa Orellana)
Pedro Antonio

Juan José Sánchez Ignacia de Chiriboga Francisca Javiera (cfr. Villa


de Orellana (+1765) y Luna (cfr. Casa Jijón) Orellana)

Juana Catalina Antonio José Gregorio Joaquín Juana Guerrero


(+1787) Sánchez de O. y León
Ramón Sánchez Francisca de Jijón X
de Orellana y Chiriboga
Francisca Nicolás En efectivoba
X y Arauz (+1782)
Mariana Sánchez de Orellana Bernardo Román y Riofrío José
Joaquín Sánchez
Antonio José Román María Josefa Carcelén y Sánchez Isabel Román de Orellana
de Orellana (cfr. Villa Rocha) (+1815) y Chiriboga
(cfr. Villa Orellana)
Pedro Javier Sánchez de Orellana Francisca Rosalía de Rada
(2º marqués) (+1754) y Alvarado

Cayetano (+1771) Francisco Javier Fernando Manuel Ambrosio Catalina


(+1767) (3r. marqués)

Antonio Sánchez de Orellana y Rada 1. 2. María Jacinta de Nájera


(cfr. abajo) Pedro Guerrero y Ontañón 2. y Maldonado (cfr. abajo)

Diego Sánchez de Orellana María Nicolasa Guerrero


y Rada (+1791) (4º marqués) y Nájera
Pedro Guerrero 1. Mariana Sánchez de Orellana
Manuel Guerrero 2. y Rada (+1803) (5ª marquesa)
y Ponce de León (cfr. Selva Florida)
X Francisco Javier de Ustáriz Rosa Sánchez de
Isidora Sánchez José Carcelén y Pérez de Ubillús y Sosaya (+1764) Orellana y Rada
(+1801) (4º marqués de Villa Rocha)
Juana Andrea Francisco
Javier Antonia Carcelén José Ustáriz

Felipe Carcelén y Sánchez de O. (6º marqués Teresa Larrea X


de Solanda y 5º marqués de Villa Rocha) y Jijón

Mariana Carcelén y Larrea (7ª marquesa de Solanda Antonio José de Sucre


y 6ª. marquesa de Villa Rocha)

Antonio Sánchez de Orellana 1. María Jacinta de Nájera


y Rada (cfr. arriba) y Maldonado (cfr. arriba)

Antonia María Josefa Sánchez de Orellana José Joaquín Sánchez Mariana


y Chiriboga (cfr. Villa Orellana) de Orellana

285 Anexos
Marquesado de Villa Orellana (familia Sánchez de Orellana)

Clemente Sánchez de Orellana


y Riofrío (+1782) Javiera Antonia de Chiriboga Francisca
(primer marqués, y Luna (+1790) (cfr. Casa Jijón)
cfr. Solanda)
Ignacia
(cfr. Solanda)

Joaquín Sánchez de Orellana 1. Isabel Román


y Chiriboga (+1822) y Sánchez de Orellana
(cfr. Solanda)

Manuela Josefa Sánchez Agustín


de Orellana Valdivieso y Román

Joaquín Sánchez de Orellana 2. Antonia Jijón


(cfr arriba) y Vivanco

María Josefa Sánchez de Orellana José Joaquín Sánchez de Orellana


y Chiriboga y Nájera (cfr. Solanda)

Jacinto Sánchez de Orellana Antonia Cabezas


y Chiriboga (+1815) y Burbano de Lara
(2º marqués) (+1829)

José Sánchez de Orellana 1. Mercedes Carrión


Antonio y Cabezas (+1818) y Palacios

286 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Marquesado de Villa Rocha (familia Carcelén)

Pablo Carcelén y Lago de María Pérez de Francisca de Borja


Bahamonde (3r. marqués) (+1747) Ubillús y Luna Mariano y Lasteros

Micaela Carcelén Pedro Buendía María Josefa Mariano


(+1810) y Dávila (+1786) (+1797)
X
Antonia Carcelén y Bernardo de León y Mendoza
Pérez de Ubillús (cfr. Real Agrado)

Antonia Tomás Bernardo Ignacio Teresa Carrión


(+1822)
Josefa Sebastián
(+1798) Valdivieso

María Teresa de León Mariano Maldonado


y Carcelén y Borja (cfr. Lises)

Mariana Sanchez de O. y Rada Isidora Sánchez José Carcelén y Pérez


(5 marquesa de Solanda) de Orellana y Rada de Ubillús (4º marqués)

Francisco Javier Rosa Sánchez Juana Francisco Mariana


de Ustáriz de Orellana y Rada Javier
Francisco
José Ustáriz 1. Antonia Carcelén Josefa Antonio
y S. de O. (+1801) y Sánchez de O.

Bernardo Roman y Mariana Sánchez de O.


Carcelen (cfr. Solanda) y Chiriboga

José Román María Josefa Carcelén


y S. de O. y Sánchez de O. (+1809)

Tomás de María Ignacia


Villacís y Freire (+1813)
de Villacis

Teresa

Bernardo Catalina Román Francisco Javier


y Carcelén de Villacis y Carcelén

Teresa Román Felipe Carcelén y Sánchez de Orellana


y Jijón (5o marqués de Villa Rocha y
6o marqués de Solanda) (+1823)
Modesto Larrea y Carrión
María (cfr. Selva Alegre)

Antonio José Mariana Carcelén y Larrea (6a marquesa


de Sucre 1. de Villa Rocha 7a marquesa de Solanda)

287 Anexos
I I - CARGOS Y FUNCIONES EN LA ADMINISTRACIÓN , LA I GLESIA Y LA MILICIA

Los cargos enumerados a continuación se refieren a la ciudad de Quito, con las


excepciones expresamente señaladas. Los datos se basan en la documentación
analizada para el presente trabajo, la cual es demasiado extensa como para ser
citada en detalle. Para los cargos militares las fuentes importantes se hallan, de
manera especial, en la sección “Milicias” del AN/Q y en diferentes secciones
del AGI; para los cargos eclesiásticos en diversas secciones del AGI; para los
cargos administrativos en las “Actas del Concejo” del AMH/Q al igual que en
las diversas secciones del AGI. Además las Notarías (Protocolos) del AN/Q
son de mucho valor para el establecimiento de todos los cargos y funciones.
Los años indicados entre paréntesis, detrás de cada cargo, se refieren a las fechas
de las fuentes que sirvieron como base.

Condado de Casa Jijón

Francisco de Jijón y Chiriboga:


Teniente de infantería de la milicia de Ibarra (1786, 1799)
Alcalde ordinario de primer voto (1809)
Regidor (1815, 1821)

Joaquín de Jijón y Chiriboga:


Regidor alférez real de Ibarra (1781, 1788)

José de Jijón y Chiriboga, doctor:


Párroco de Pimampiro, corregimiento de Ibarra (1786)
Párroco de Tabacundo, corregimiento de Otavalo (1788)

Fernando Jijón y León, doctor:


Predicador general del Convento de San Agustín (1764)
Provincial de la Orden de San Agustín (1769, 1771)

Manuel de Jijón y León:


General (1759, 1765)
Corregidor de Latacunga (1759, 1763)

Miguel de Jijón y León (primer conde de Casa Jijón):


General (1777)

José de Jijón y León:


General (1766)
Maestre de campo (1779)

288 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Marquesado de Lises

Manuel Diez de la Peña:


Corregidor de Ibarra (1758 hasta 1764)
Corregidor de Otavalo (1766, 1771)
Administrador general de Estanco Real de Tabaco, Pólvora y Naipes (1773, 1782)

Manuel de la Peña y Guerrero:


Regidor (1820, 1821)

Manuel (Diez) de la Peña y Maldonado:


Alcalde de la Santa Hermandad (1782)
Teniente de infantería de la milicia (1781, 1786)
Teniente coronel de infantería de la milicia (1790)
Alcalde ordinario de segundo voto (1790)
Regidor (1815)

Nicolás (Diez) de la Peña y Maldonado:


Capitán de infantería de la milicia (1781, 1790, 1808)

Mariano Maldonado y Borja, doctor:


Abogado (1782)
Alcalde del barrio de San Marcos (1778)
Regidor perpetuo (1782, 1800)
Procurador general del Cabildo (1785)
Juez de comercio (1786)
Alcalde ordinario de primer voto (1788)
Alcalde de aguas (1789)
Colector, síndico y procurador de la Universidad de Santo Tomás (1793)
Alcalde del barrio de San Sebastián (1793)
Alcalde de la Santa Hermandad (1797, 1799)

Ramón (Joaquín) Maldonado y Borja:


Alcalde del barrio de San Marcos (1781)
Alcalde ordinario de segundo voto (1794)
Teniente de infantería de la milicia de Ibarra (1786, 1799)

Miguel Maldonado y León:


Regidor (1820, 1821)

Rafael Maldonado y León:


Regidor perpetuo (1798, 1809, 1815)
Regidor decano (1818)
Alcalde de aguas (1809, 1816)
Juez de policía (1809)
Alcalde ordinario de primer voto (1818)

289 Anexos
Joaquín Mancheno y Chiriboga:
Teniente de milicia (1794)
Alcalde ordinario de segundo voto (1794)

Marquesado de Maenza

José Antonio de Ascásubi y Olabegoitia:


Capitán de milicia (1759, 1777)
Contador mayor de Temporalidades (1768, 1772)
Director, administrador general y colector general de Temporalidades (1772, 1778)

Francisco Javier de Ascásubi y Matheu, doctor:


Abogado (desde 1778)
Teniente de infantería de la milicia (1790, 1799)

José (Javier) de Ascásubi y Matheu, doctor:


Abogado (1774)
Regidor fiel ejecutor (1774 hasta 1786)
Alcalde de aguas (1775, 1781)
Conjuez de la Audiencia (1776)
Procurador general del Cabildo (1779)
Alcalde ordinario de primer voto (1780)
Capitán de infantería de la milicia (1780, 1790, 1799)
Profesor de Matemáticas de la Universidad de Santo Tomás (1791)
Profesor de Matemáticas y Economía Política de la Universidad de Santo
Administrador general del Real Estanco de Tabaco, Pólvora y Naipes (1791)
Profesor de Derecho Canónigo y Civil (1807)
Teniente coronel de las milicias (1817)
Corregidor de Otavalo (1817)

José (Zapata) Hurtado de Mendoza y Iturrizarra (conde de Cumbres Altas):


Oidor (1777, 1779)
Oidor de la Audiencia de Charcas (1793)

Antonia María Matheu y Aranda:


Madre Antonia María del Espíritu Santo, monja del monasterio de carmelitas
descalzas de la moderna fundación (1793)

Manuel Matheu y Aranda, doctor:


Alcalde ordinario (temporalmente, 1766)
Abogado (1770)
Alcalde ordinario de primer voto (temporalmente 1779)

290 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
José Matheu y Aranda, doctor:
Capitán (1765)
Abogado (1766)
Profesor de Derecho Civil (reemplazo) de la Universidad de Santo Tomás (1768
hasta 1769)

Manuel Matheu y Herrera:


Coronel de las Guardias Españolas (1820)
Alcalde ordinario de primer voto de Quito (1815)

Marquesado de Miraflores

Nicolás Carrión y Velasco, doctor:


Teniente de dragones de la milicia de Quito (1790)
Teniente coronel de dragones de la milicia de Quito (1799)
Alcalde del barrio de San Sebastián, Quito (1800)
Procurador general del Cabildo (1801)

Ignacio Flores y Jiménez:


Presidente de la Audiencia de Charcas (antes de 1795)

Mariano Flores (segundo marqués de Miraflores):


Colector general de diezmos del Obispado de Quito y mayordomo de fábrica
de la catedral (1778, 1788)
Colector de diezmos de Ibarra (1786)
Familiar de la Inquisición (1781)
Coronel de plana mayor de dragones de la milicia de Quito (1783, 1786,
1790, 1805)
Alcalde ordinario de primer voto de Quito (1791)

José Manuel Flores (Larrea y León), doctor:


Clérigo presbítero (1802)
Cura capellán del monasterio de la Concepción (1802, 1817)
Rector del Real Seminario de San Luis (1811, 1815)

Antonio María Galup:


Capitán de los Reales Ejércitos (1819)

Pedro Manuel Quiñones y Carrión:


Regidor (1815, 1817)

Joaquín Quiñones y Cienfuegos:


Párroco de San Sebastián (1818, 1820)

291 Anexos
Manuel Quiñones y Cienfuegos, doctor:
Clérigo presbítero (1811)

Nicolás de Quiñones y Cienfuegos:


Regidor alférez real de Barbacoas (1776, 1820)
Teniente de infantería de la milicia de Quito (1786)
Comandante de las armas de Barbacoas (1811)
Teniente coronel de las milicias de Barbacoas (1820)

Pedro Quiñones y Cienfuegos, doctor (tercer marqués de Miraflores):


Abogado (1764)
Padre general de menores (1767, 1768)
Profesor de Derecho Civil de la Universidad de Santo Thomás (desde 1764,
1797)
Defensor y protector de indios de la Audiencia (desde 1768)
Asesor general de la Real Contaduría de la Audiencia (1772, 1778)
Asesor del Cabildo (1768)
Conjuez general de la Audiencia (antes de 1778, 1810)
Fiscal interino de la Audiencia (1779, 1781, 1783)
Juez visitador subdelegado en la Visita de Escribanos (1781, 1783)
Procurador general del Cabildo (1799)
Alcalde ordinario de segundo voto (1800)
Promotor fiscal de la Audiencia (1806)

Rafael Quiñones y Cienfuegos, doctor:


Clérigo presbítero (1784)
Párroco de Barbacoas (1787)

Pedro Quiñones y Flores, doctor:


Párroco de Barbacoas (1802, 1804)
Párroco de San Sebastián, Quito (1809)

Pedro Miguel Quiñones y Flores:


Sargento mayor de la provincia de Barbacoas (1817, 1820)

Próspero Quiñones y Flores:


Regidor (1821)

Mauricio Quiñones y Flores, doctor:


Teniente de dragones de la milicia (1790)
Teniente Coronel de dragones de la milicia (antes de 1799)
Capitán de dragones de la milicia de Latacunga (1799, 1804)
Alcalde de la Santa Hermandad (1801)

292 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Condado del Real Agrado

José Chiriboga y Villavicencio:


Regidor del Cabildo de Riobamba (1797)

Teresa Chiriboga y Villavicencio:


Teresa del Corazón de María, religiosa carmelita descalza (1799)

Tomasa Ciriboga y Villavicencio:


Tomasa del Niño Jesús, religiosa carmelita descalza (1799)

Gregorio de León y Mendoza (Villavicencio), doctor:


Clérigo presbítero
Párroco (reemplazo) de Calpi, corregimiento de Riobamba
Párroco de Chillogallo, corregimiento de Quito (1738)
Medio racionero de la catedral (desde 1739)
Racionero de la catedral (desde 1746)
Canónigo de la catedral (desde 1752)
Tesorero de la catedral (desde 1772)
Chantre de la catedral (desde 1778)

Josefa Villavicencio y Chiriboga:


Josefa del Corazón de Jesús, novicia del monasterio del Carmen de la antigua
fundación (1806)

Juan Fernando Villavicencio y Guerrero:


Capitán (1759, 1760)
Tesorero de las Reales Cajas de la Audiencia (1759, 1760)

Manuel de Villavicencio y Guerrero:


Administrador general del real Estanco de Tabaco, Pólvora y Naipes (1781, 1785)
Coronel de la plana mayor de infantería de las milicias de Ibarra (1785, 1786)

Vicente (Isidro) de Villavicencio y Guerrero:


Maestre de campo (1770, 1779)
Regidor perpetuo de Riobamba (1772)
Procurador general del Cabildo de Riobamba (1772)
Administrador general de la Fábrica de Pólvora de Latacunga (1786)
Tesorero de las Reales Cajas (reemplazo) de Cuenca (1786, 1793)
Tesorero de las Reales Cajas (con nombramiento) de Cuenca (1794 hasta 1795)

293 Anexos
Manuel de Villavicencio y Maldonado:
Coronel de las milicias de Ibarra (1784)

José Anselmo de Villavicencio (Torres) y Maldonado (primer conde del Real Agrado):
Regidor alférez real de Riobamba (1768)
General de la caballería de Riobamba (1765)

Marquesado de San José y de Selva Alegre

José de Larrea Zurbano y Dávalos:


General (1765)

Mariana de Larrea Zurbano y Dávalos:


Mariana de San Joaquín, religiosa concepta (1760)

Pedro Ignacio de Larrea Zurbano y Dávalos:


Regidor perpetuo (1747 hasta 1767)
Procurador general del Cabildo (1760)
General (1767)

Francisco María de Larrea Zurbano y Santa Coloma:


Teniente coronel de la guardia regular del palacio de Quito (1760, 1761)
Capitán (1760, 1774)
Alcalde ordinario de segundo voto (1759)
Alcalde ordinario de primer voto (1765)

Manuel de Larrea Zurbano y Santa Coloma:


Capitán de infantería de la milicia de Ibarra (1786, 1803)
Administrador general de las alcabalas (1786)
Administrador del Estanco de Aguardiente de Ibarra (1785, 1787)
Administrador de las Rentas Reales de Ibarra (1798, 1803)

Mariano (Joaquín) de Larrea Zurbano y Santa Coloma, doctor:


Clérigo de menores órdenes (1765)
Clérigo presbítero (1767)
Clérigo subdiacono (1767, 1773)
Párroco de Nanegal, corregimiento de Quito (1777)
Párroco de Tulcán, corregimiento de Los Pastos (1781, 1783)

José de Larrea y Jijón:


Capitán de infantería de la milicia de Ibarra (1794, 1799)
Capitán de dragones de la milicia de Otavalo (1799)

294 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
(José) Manuel de Larrea y Jijón:
Portaestandarte de la plana mayor de infantería de milicia de Ibarra (1786)
Capitán de infantería de la milicia de Ibarra (1794)
Capitán de dragones de la milicia de Quito (1799)
Alcalde ordinario de segundo voto (1798)
Alcalde ordinario (1813, 1814)

Bernardo de Larrea y León, doctor:


Párroco de Tigsán, Partido de Alausí (1761, 1774)
Vicario y juez eclesiástico de Alausí (1761, 1769)
Abogado (1767)
Regidor de Riobamba (1768)
Alcalde ordinario de Riobamba (1768)

Gregorio de Larrea y León:


Capitán (1772, 1775)
Alcalde provincial de Ibarra (1785, 1786)

Juan Manuel de Larrea y León, doctor:


Párroco de Chambo, corregimiento de Riobamba (1761)

Bernardo de Larrea y Villavicencio:


Clérigo de órdenes menores (1786)
Familiar de la Inquisición (1786)

Domingo de Larrea y Villavicencio, doctor:


Párroco de Santa Prisca, Quito (1786)
Párroco y vicario de Cayambe, corregimiento de Otavalo (1790, 1803)

Francisco Javier de Larrea y Villavicencio:


Administrador de Estanco de Aguardiente de Riobamba (1803)
Administrador de las rentas de la Real Hacienda de Riobamba (1804)

José de Larrea y Villavicencio:


Capitán de infantería de la milicia de Riobamba (desde 1781, 1790, 1799)
Alcalde ordinario de primer voto de Riobamba (1797)
Padre general de menores de Riobamba (1797)

Juan de Larrea y Villavicencio:


Administrador de Estanco de Aguardiente de Riobamba (1784, 1786)
Teniente coronel de dragones de la milicia (1799)

295 Anexos
Mariano Miño y Valdez:
Procurador general del Cabildo (1821)
Profesor de Derecho Civil (1815, 1819)
Rector de la Universidad de Santo Tomás (1815, 1821)

Carlos Montúfar y Larrea:


Alférez de dragones de la milicia de Quito (1799)

Ignacio Montúfar y Larrea:


Capitán de infantería de la milicia de Ibarra (1786)
Funcionario de la administración fiscal de la Audiencia (1784 hasta 1785)

Francisco Javier Montúfar y Larrea:


Teniente coronel de infantería de la milicia de Ibarra (1786, 1799)
Teniente coronel de dragones de la milicia (1799)
Corregidor de Riobamba (1802, 1804)
Administrador principal de Correos de la Audiencia (1812)

Joaquín Montúfar y Larrea:


Director general de la Rentas Reales de la Audiencia (1790)
Alcalde ordinario de primer voto (1797)

Juan Pío Montúfar y Larrea (segundo marqués de Selva Alegre):


Regidor perpetuo (1777, 1780)
Alcalde ordinario de segundo voto (1783)
Teniente coronel de la plana mayor de infantería de la milicia de Ibarra (1786)
Intendente de policía (1791)
Juez de comercio (1791)
Alcalde ordinario de primer voto (1801)

Pedro Montúfar y Larrea:


Capitán de infantería de la milicia (1781)
Capitán de dragones de la milicia (1790, 1799)
Teniente de gobernador de Barbacoas (1786)
Alcalde ordinario de segundo voto (1793)
Juez de comercio (1804, 1807)
Alcalde ordinario de primer voto (1809)
Capitán (1818)
Regidor (1821)

296 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Joaquín Tinajero y Larrea:
Teniente coronel de infantería de la milicia (1781)
Capitán de milicias (1775, 1787)
Colector general de diezmos de Obispado y mayordomo der fábrica de la
catedral (1770, 1778)
Administrador general del Hospicio y Casa Real de pobres (1787, 1789)

Condado de Selva Florida

Tomás de Andrade y Guerrero, doctor:


Clérigo de menores órdenes (1774)

Ignacia Guerrero y Dávalos:


Ignacia de Santa Teresa, religiosa concepta (1782)

Magdalena Guerrero y Dávalos:


Magdalena de París, religiosa concepta (1782)

Ramón Guerrero y Dávalos:


Clérigo de órdenes menores (1782)

María Isidora Guerrero y Guerrero:


María Isidora de San José, novicia del monasterio de carmelitas descalzas de la
nueva fundación (1794)

Álvaro Guerrero y León, maestro:


Fraile mercedario (1778)
Cura capellán del Convento de la Merced (1778)
Prior del convento de la Merced (1789)
Provincial de la Orden de la Merced (1804, 1811)

Juan José Guerrero y Matheu:


Corregidor de Otavalo (1791, 1794)
Regidor fiel ejecutor: (1801, 1820)
Alcalde ordinario de primer voto (1805, 1810, 1812, 1815)
Alcalde de aguas (1810, 1817)
Portaestandarte de una de las planas mayores de las milicias quiteñas
(antes de 1799)

297 Anexos
María Teresa Guerrero y Matheu:
Monja del monasterio de carmelitas de la nueva fundación (1807)

Pedro Guerrero y Ontañón:


Capitán (1758, 1775)
Alcalde ordinario de primer voto (1769, 1770)

Ignacio Guerrero y Ponce de León:


Capitán (1765, 1771)
Maestre de campo (1765)

José Guerrero y Ponce de León:


Alcalde ordinario de segundo voto (1764)
Alcalde ordinario de primer voto (1774)
Capitán (1773)

Manuel Guerrero y Ponce de León:


Alcalde ordinario de segundo voto (1762)
Maestre de campo de las milicias (1762, 1768)
Alcalde ordinario de primer voto (1763)
Teniente coronel de los Reales Ejércitos de Su Majestad (1769, 1786)
Coronel de los Reales Ejércitos de Su Majestad (1792, 1794)
Teniente coronel de infantería de la milicia (1790)
Coronel de la plana mayor de infantería de la milicia (1781, 1790)

Pedro Guerrero y Ponce de León:


Capitán (1771)
Alcalde de la Santa Hermandad (1772)
Salvador Guerrero y Ponce de León:
Alcalde de la Santa Hermandad (1777)
Alcalde ordinario de segundo voto (1789)

Ventura Guerrero y Ponce de León, doctor:


Alcalde ordinario (adicional) (1766)
Alcalde del barrio de San Roque (1769)
Alcalde (adicional) de San Roque y San Sebastián (1769)
Capitán (1767)
Clérigo (1787)

Alejo Guerrero y Santa Coloma, doctor:


Párroco de Yaruquí, corregimiento de Quito (1760)
Párroco de Chillogallo, corregimiento de Quito (1765, 1795)

298 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Mariano Guerrero y Santa Coloma:
Alcalde del barrio de San Marcos (1773)
Regidor perpetuo (1777, 1797)
Procurador general del Cabildo (1780, 1791)
Alcalde ordinario de primer voto (1782)
Alcalde de aguas (1783,1799)

María de la Peña y Guerrero:


María de Santa Teresa, Monja des monasterio de carmelitas de la nueva
fundación (1805)

Bernardino Tinajero y Guerrero, maestro:


Clérigo subdiacono y sacristán principal de Barbacoas (1786)

Fernando Tinajero y Guerrero:


Escribano de cámara y gobierno de la Audiencia (1775)
Capitán de infantería de la milicia (1781, 1786)

Joaquín Tinajero y Guerrero:


Administrador general de los bienes, rentas y haciendas del monasterio de la
Concepción (desde 1780, 1786)
Apoderado general del monasterio de la Concepción (desde 1780)
Alcalde de la Santa Hermandad (1781, 1786)
Regidor perpetuo (desde 1788, 1815)
Teniente coronel de infantería de la milicia de Quito (1786)
Alcalde de aguas (1793, 1805)

José Tinajero y Guerrero, doctor:


Clérigo de órdenes menores (1777)
Párroco de Cumbal, Los Pastos (1777, 1797)

Mariano Tinajero y Guerrero, doctor:


Clérigo presbítero (1788)
Sacristán principal de la iglesia matriz de Barbacoas (1788, 1794)
Párroco (reemplazo) de Ipiales, corregimiento de Los Pastos (1791)
Párroco de Penipe, corregimiento de Riobamba (1800, 1807)

Miguel Tinajero y Guerrero:


Alférez de dragones de la milicia (1799)

Ramón Tinajero:
Teniente de dragones de la milicia (antes de 1790, 1799)

Tomás Tinajero:
Alcalde de la Santa Hermandad (1778)

299 Anexos
Marquesado de Solanda

Nicolás Barba y Arauz:


Capitán (1772, 1775)
Regidor (1821)

José Barba y Sánchez de Orellana:


Alcalde de la Santa Hermandad (1789, 1803)
Alcalde ordinario de segundo voto (1802)
Regidor decano (1815, 1820)
Alcalde de aguas (1815)

Bernardo Román y Riofrío:


Maestre de campo (1765)

Antonio Román y Sánchez de Orellana, doctor:


Clérigo presbítero (1789)
Cura capellán del monasterio del Carmen de la posterior fundación (1794, 1796)
Párroco de Santa Prisca, Quito (1803, 1820)
Comisario de la Santa Cruzada (1820, 1821)

José Román y Sánchez de Orellana:


Regidor perpetuo (1787 hasta 1809)
Alcalde de aguas (1792, 1804)
Alcalde ordinario de primer voto (1795)

Antonio Sánchez de Orellana y Chiriboga, doctor:


Clérigo presbítero (1765)
Cura capellán del monasterio de la Concepción de Quito (1765, 1787)
Procurador general para la beatificación de Maria Ana de Jesus (hasta 1788)

Catalina Sánchez de Orellana y Chiriboga:


Catalina de Cristo, monja del monasterio del Carmen Bajo de la nueva
fundación (1773)

Gregorio Joaquín Sánchez de Orellana y Chiriboga:


Capitán (1764, 1792)
Escribano de cámara y gobierno de la Audiencia (1764, 1793)

José Sánchez de Orellana y Chiriboga, doctor:


Secretario de la Universidad de Santo Tomás (1797)

300 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Juana María Sánchez de Orellana y Chiriboga:
Juana María de la Encarnación, religiosa carmelita descalza de la nueva
fundación (antes de 1773)

Antonia Sánchez de Orellana y Nájera:


Antonia del Espíritu Santo, monja del monasterio de monjas carmelitas
descalzas de la antigua fundación (desde 1770)

Antonio (Justo) Sánchez de Orellana y Rada:


General (1760)

Catalina Sánchez de Orellana y Rada:


Catalina de San Gregorio, monja del monasterio de Santa Clara (1766)

Cayetano Sánchez de Orellana y Rada, doctor:


Clérigo presbítero (1762)
Procurador y vicario general de todos los monasterios de monjas del obispado
de Quito (desde 1764, 1766)
Comisario de la Inquisición (1765, 1771)
Canónigo de la catedral (desde 1767, 1771)

Diego Sánchez de Orellana y Rada (cuarto marqués de Solanda):


Gobernador de las armas de Latacunga y Ambato (1759, 1765)
Gobernador de las armas de Latacunga (1770, 1771)
Sargento mayor (1771)
Alcalde ordinario de segundo voto (a inicios de 1781)
Teniente coronel de la plana mayor de dragones de la milicia (1780, 1786, 1790)

Fernando Félix Sánchez de Orellana y Rada, doctor (tercer marqués de Solanda):


Abogado (desde 1736)
Decano de la catedral (desde 1755, 1767)
Comisario general adjunto de la Santa Cruzada y gobernador del obispado
(1777, 1779)

Francisco Javier (Tomás) Sánchez de Orellana y Rada, doctor:


Abogado (1765)
Regidor alcalde provincial de la Santa Hermandad (desde 1749, 1767)
Capitán de las milicias (desde 1764, 1767)

Mariana Sánchez de Orellana y Nájera:


Mariana de Jesús y San Antonio, religiosa del monasterio de carmelitas, “que
llaman de Latacunga” (1761)

301 Anexos
Andrea Sánchez de Orellana y Ustáriz:
Andrea del Rosario y San Justo, monja del monasterio de monjas conceptas
(1772)

Andrea Ustáriz y Sánchez de Orellana:


Monja del monasterio de carmelitas descalzas (1789)

José Ustáriz y Sánchez de Orellana:


Regidor perpetuo (desde 1792, 1801)
Alguacil mayor (reemplazo) (1799)
Alcalde de la Santa Hermandad (1793)

Marquesado de Villa Orellana

José (Jacinto) Sánchez de Orellana y Cabezas, doctor:


Alcalde de la Santa Hermandad (1798)
Abogado (1800)
Alcalde ordinario de segundo voto (1807)
Capitán de dragones de la milicia (1808)

Jacinto Sánchez de Orellana y Chiriboga (segundo marqués de Villa Orellana),


licenciado:
Abogado (desde 1763)
Sargento mayor (1776)
Regidor, alcalde provincial de la Santa Hermandad (desde 1773, 1781)
Juez de comercio (1789, 1790)
Alcalde ordinario de primer voto (1792)
Consiliario de policía (1793)
Rector de la Universidad de Santo Tomás (1793, 1794)

Joaquín Sánchez de Orellana y Chiriboga:


Sargento mayor de las armas de Otavalo (desde 1765, 1777)
Síndico del colegio de San Buenaventura (1776)
Teniente coronel de la plana mayor de infantería de la milicia (1781, 1790, 1808)
Regidor alcalde provincial de la Santa Hermandad (1782, 1811)
Alcalde ordinario de primer voto (1784, 1785)
Alcalde de aguas (1797)
Teniente coronel de los Ejércitos Reales (1799)
Coronel (1815)

302 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Clemente Sánchez de Orellana y Riofrío (primer marqués de Villa Orellana):
Alcalde ordinario de primer voto (1767)
Mariscal de campo de los Ejércitos Reales (1769)
General (1770)

Antonio Sánchez de Orellana y Román, doctor:


Clérigo presbítero (1793)

Manuela Sánchez de Orellana y Román:


Manuela de la Encarnación, monja del monasterio de carmelitas de la nueva
fundación (1822)

Marquesado de Villa Rocha

Pedro Buendía y Dávila:


Capitán (1758, 1782)
Soldado de una compañía de caballería voluntario (1768, 1772)
Coronel de la plana mayor de infantería de la milicia de Cuenca (1784, 1786)
Alcalde ordinario de segundo voto (1760)
Juez de residencia del corregidor de Cuenca (1764)

José Carcelén y Pérez de Ubillús (marqués de Villa Rocha):


Alcalde ordinario de segundo voto (1761, 1776)
Tesorero general de la Santa Cruzada (1765, 1803)
Capitán (1766, 1768)

Mariano Carcelén y Pérez de Ubillús, doctor:


Clérigo presbítero (1778)

Antonio Carcelén y Sánchez de Orellana, doctor:


Clérigo presbítero (1799)
Capellán de dragones de la milicia (1799)
Párroco de Alangasí, corregimiento de Quito (1815)
Párroco de Cajabamba, corregimiento de Riobamba (1821, 1822)

Felipe Carcelén y Sánchez de Orellana (quinto marqués de Villa Rocha y sexto


marqués de Solanda):
Alcalde de la Santa Hermandad (1789)
Delegado del canciller y registrador mayor de la Audiencia (1800 hasta 1804)
Capitán de infantería de la milicia (1781, 1790, 1807)
Tesorero de la Santa Cruzada (1803)
Alcalde ordinario de primer voto (1804, 1817)
Alcalde ordinario (1812)

303 Anexos
Francisco Javier Carcelén y Sánchez de Orellana:
Teniente de infantería de la milicia (1790, 1799, 1804)
Delegado del canciller de la Audiencia (1804)
Regidor (1815, 1821)

Juana Carcelén y Sánchez de Orellana:


Juana de la Encarnación, monja del monasterio de carmelitas de la antigua
fundación (1777)

Bernardo Ignacio de León y Carcelén, doctor:


Abogado (1788)
Vicerector del Colegio Real y Seminario de San Luis (1799, 1800)
Procurador general del Cabildo (1800, 1811)
Profesor de Derecho Civil (1805, 1808, 1817)
Rector de la Universidad de Santo Tomás (1815)
Alcalde ordinario de primer voto (1817)
Regidor (1821)

Tomás de León y Carcelén:


Teniente de la caballería voluntaria (1797, 1801)
Escribano de cámara y gobierno de la Audiencia (1795, 1820)

Bernardo Román y Carcelén:


Alcalde de la Santa Hermandad (1809)
Regidor perpetuo (desde 1810)

Tomás de Villacís y Freire:


Teniente coronel de las milicias (1816, 1817)
Regidor (1815, 1817)

304 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
I I I - B IENES RAÍCES RURALES

Los siguientes datos se basan, de manera exclusiva, en las fuentes


testamentarias, es decir en los testamentos de las personas registradas en lo
que sigue, así como en las listas de bienes e inventarios elaborados en el
marco de los juicios testamentarios (AN/Q, Notarías (Protocolos) y
Testamentarías; AHBC/Q, Documentos Misceláneos y Documentos
Particulares). Los nombres indicados entre paréntesis en el margen derecho
se refieren a las localidades y en letras mayúsculas a los respectivos
corregimientos, en los cuales estaban ubicadas las propiedades.

Condado de Casa Jijón

Francisca de Chiriboga y Luna (viuda de Cristóbal de Jijón y León):


1768:
-Hacienda de Cotocollao (QUITO)
heredada; pasó, después de su muerte, a su sobrina Mariana Sánchez de Orellana y
Chiriboga

Agustín de Jijón y Chiriboga:


-Potreros de Quinchuquí
Hato o potrero de San Nicolás
Hato o potrero de Cumbagán
de los bienes dejados por su padre Manuel

Francisco de Jijón y Chiriboga:


-Hacienda de Quinchuquí
Hacienda de Cambugán
Potreros de San Vicente
de los bienes dejados por su padre Manuel

Joaquín de Jijón y Chiriboga:


-Hacienda de Pifo (1789) (QUITO)
-Hacienda de Coñaqui grande
de los bienes dejados por su padre Manuel
-Hacienda de El Hospital (1799)
arrendada

José de Jijón y Chiriboga:


-Hacienda de Coñaqui chiquito
-Hacienda San Andrés del Puente
de los bienes dejados por su padre Manuel

305 Anexos
María Josefa de Jijón y Chiriboga (= Manuel de Larrea Zurbano y Santa Coloma):
1809:
-Obraje de la Banda
Hacienda de Sigsicunga
donación de Francisca Vidaurreta y Ocampo
-Cuadra en Otavalo (adjunta a la hacienda antes nombrada, probablemente todos
los bienes hasta aquí mencionados forman una unidad)
-Hacienda Ocampo (comprada por su cercanía con el obraje)
-Hacienda de Peribuela
Hacienda de Pomasqui
de los bienes dejados por su padre Manuel
-Hacienda de Cayambe (OTAVALO)
cfr. su marido Manuel

Antonia de Jijón y Chiriboga:


-Hacienda y Obraje de Peguchi
Hacienda y Obraje de Pucará
de los bienes dejados por su padre Manuel

Manuel de Jijón y León:


1799: (IBARRA y QUITO)
-Hacienda de Coñaqui grande:
trapiche, cuadras de caña, potreros, ovejas
extensión: más de 24 caballerías
valor: 26.134,7 pesos
censos: 35.280 pesos
-Hacienda de Coñaqui chiquito: (Urcuquí, OTAVALO)
trapiche, cuadras de caña, ovejas
extensión: más de 21 caballerías
valor: 11.079,3 pesos
censos: 3.800 pesos, de ellos 1.000 pesos para una capellanía
-Hacienda de Peribuela:
potreros, ganado vacuno, cerdos, ovejas
cultivo de trigo
extensión: más de 30 caballerías
valor: 30.564,1 pesos
-Hacienda de El Hospital:
potreros, ganado vacuno
extensión: más de 15 caballerías
valor: 22.217,3 pesos
censos: 9.300 pesos
-Hacienda de Gualavi
antes de 1801 vendida a su hija Antonia
-Hacienda de San Andrés del Puente

306 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
-Cuadra de Pomasqui (QUITO)
-Hacienda de Curiacu
Además las propiedades heredadas de su hermano Miguel (1794):
-Hacienda y obraje de Peguchi (OTAVALO)
valor: 17.300 pesos
-Hacienda de Pucará:
de pan sembrar
-Hacienda de Quinchuquí:
obraje, potreros, quesería, agricultura
extensión: más de 26 caballerías
valor: 19.259,1 1/2 pesos
censos: 17.200 Pesos
-Potreros de San Vicente: (Cotacachi, OTAVALO)
extensión: más de 11 caballerías
valor: 6.703 pesos
censos: 650 pesos
-Hato o potrero de San Nicolás
-Hato o potrero de Cambugán
-Hacienda de Mojanda: (OTAVALO)
de pan sembrar

Miguel de Jijón y León (primer conde):


1791: (IBARRA y OTAVALO)
-Hacienda de obraje de Peguchi (OTAVALO)
-Hacienda de Pucará, con obraje
-Hacienda de Quinchuquí, con obraje
-Hacienda de Mojanda (OTAVALO)
-Hato o potrero de San Nicolás
-Hato o potrero de Cambugán
-Potreros de San Vicente (Cotacachi, OTAVALO)
-Potreros de la Quesera
-Potrero de ceba

Marquesado de Lises

Manuela de Borja y Larraspuru (y Lasteros; viuda del segundo marqués de Lises,


Joaquín Maldonado y Zarate):
1769:
-Hacienda de Gualilagua (cerca de Alóag, QUITO)
-Hacienda de Chimbacalle (QUITO)
arrendada en este momento

307 Anexos
Manuel Diez de la Peña:
1803:
-Haciendas Urapamba y Cucupuro (El Quinche, QUITO)
ya entregado a su hijo Manuel como parte de la herencia
-Hacienda (de trapiche): (Guayllabamba, QUITO)
entre otras 10 cuadras de caña
comprada en 1754 a Antonio Villacís; ya entregada a su hijo Nicolás como parte
de la herencia
-Haciendas Atalpamba, Guantug, Chimayaro y Molino
compradas antes de 1774 a Fernando Guerrero y Peñalosa; en 1777 hipotecadas
con un censo de
12.000 pesos; con éste estaba asegurada la dote de su mujer

Ramón Joaquín Maldonado y Borja:


1797:
-Hacienda de El Tablón: (Tumbaco, QUITO)
papas, cebada, fréjol
bueyes, gansos, ganado de ceba
producción de quesos
Hacienda de La Cocha:
obraje
Hato Tambo:
ganado vacuno, ovejas, cabras
papas, granos
molino de trigo
Hacienda de Luguqui (¿Lulunqui?):
trigo, maíz
En el conjunto de la propiedades 62 indígenas trabajadores
valor: 44.025,6 1/4 pesos
rematado en 35.000 pesos en Bernardo Cabezas

Marquesado de Maenza

Francisco Javier de Ascásubi y Matheu:


-Hacienda Tiricucho (1794)

José Javier de Ascásubi y Matheu:


-Hacienda de Changalá (QUITO)
en 1795 hipotecada con un censo de 7.200 pesos

308 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Gregorio Matheu y de la Escalera y Mariana de Aranda Enríquez de Guzmán
(séptimos marqueses):
-Hacienda San Juan de Atapulo: (Saquisilí/Isinliví, LATACUNGA)
obraje de Salamalag
Hato en el sitio de Ianaurcu
Hacienda de Tilipulo con obraje
en ambas propiedades un total de 41.000 ovejas (1705)
Mayorazgo (Escalera/Matheu)
valor: 140.000 pesos (1705)
herededado de sus padres por Gregorio en 1735
-Estancia de Catuchi (Mulahaló, LATACUNGA)

Potrero
comprado por Gregorio en 1764
-Hacienda Pillagua (Cumbayá, QUITO)
comprada en 1751
Hacienda de Cumbayá (QUITO)
valor (1755): 4.500 pesos (sin tomar en cuenta un censo de 200 pesos)
donación a su nieta Antonia Guerrero y Matheu
-Hacienda de Saguanche (Chillogallo, QUITO)
heredada por Mariana del hermano de su suegra, Ignacio de la Escalera para sus
hijas
1792 (desde hace más de 70 años) arrendado al Cabildo
1796 entregada a la hija Josefa Matheu (vgl. allá)

Mariana de Aranda Enríquez de Guzmán (viuda de Gregorio Matheu de


Villamayor):
1793:
-Diversos mayorazgos, señoríos y patronatos en España (Madrid, Sevilla y La
Mancha)
valor: más de 50.000 Pesos (1784), renta anual: 6.000 ducados/año
-Hacienda Saguanche
heredada de Ignacio de la Escalera, antiguo tesorero de la catedral quiteña

-Inventario de los bienes comunes según el albaceasgo de Mariana Aranda


Enríquez de Guzmán (1792-1798):
-Hacienda de La Ciénega y Alto de Chalupas (Tanicuchí, LATACUNGA)
cebada, papas, maíz
ganado vacuno, cueros, caballos, carne
lienzos, hilos de algodón
herededada en 1753 por Gregorio de sus padres
valor (1735): 152.012,6 pesos, menos 49.290 pesos por censos

309 Anexos
-Hacienda de Ortuño (LATACUNGA)
cebada, papas, cueros
-Hacienda de Moya (LATACUNGA)
cebada, papas
bueyes, carne, lana
-Hacienda de Tilipulo (LATACUNGA)
cebada, lentejas
cueros
lienzos, lana
-Hacienda de Chanchaló (LATACUNGA)
cebada, papas
cerdos, carne
hilo de algodón
en 1787, 1834 hipotecada con un censo de 2.000 pesos
-Hacienda de Chambapongo (LATACUNGA)
cebada, papas, maíz
bueyes, cerdos, carne
hilo de algodón
-Hacienda de Cumbijín (LATACUNGA)
cebada, papas, fréjol, quinua
ganado vacuno, mulas, carne
algodón, hilo de algodón, lana
-Hacienda Galpón (LATACUNGA)
cebada, papas
bueyes, cueros, cerdos, carne
-Hacienda Santa Rosa (LATACUNGA)
papas,
lienzos, lana
-Hacienda de Atapulo (LATACUNGA)
papas
ganado vacuno, carne
cal
lienzos, lana
-Obraje de la Comunidad (LATACUNGA)
textiles: bayetas, jergas blancas y negras, lana
-Obraje de Culaguango (LATACUNGA)
textiles: bayetas, paños azules y negros, bayetones, jergas, sayales, polainas, jergas
blancas y negras, lana
-Obraje de Tilipulo (LATACUNGA)
textiles: bayetas, paños negros, jergas blancas y negras, lana
-Obraje Guaitacama (LATACUNGA)
textiles: bayetas, jergas blancas y negras
Tierras arrendadas:

310 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
-parte del ejido de Turubamba al sur de Quito: (QUITO)
4 caballerías, 8,1/2 cuadras
arriendo: 90 pesos al año (1797)
Otros bienes:
-Encomienda de Archidona (Archidona/Napo, GOBERNACION DE MAINAS)

Josefa Matheu y Aranda:


-Hacienda de Saguanche (Chillogallo, QUITO)
herencia o donación (1796) de su madre Mariana de Aranda (vgl. allá)
en 1803 la hacienda está hipoteca con 1.000 pesos de un censo a favor de una
capellanía (cfr. marido Ignacio Guerrero y Ponce de León)

Manuel de Matheu y Aranda:


1791:
-Mayorazgo
-”Pequeña haciendilla” llamada San José (Tanicuchí, LATACUNGA)
valor: 100 pesos más censos

Rosa Matheu y Aranda (= José Antonio de Ascásubi):


1788:
-Hacienda Santa Rosa (Tanicuchí, LATACUNGA)
-Cuadras con una casa (San Diego, QUITO)
compradas en 1.050 pesos; luego ampliado con dos pequeños pedazos de tierra y
una casa pequeña, otras mejoras; valor actual : 1.500 pesos, sin censos

Marquesado de Miraflores

Nicolás Carrión y Vaca:


1806:
-Hacienda de Lloa (QUITO)
comprada en remate en 4.600 pesos, más 3.100 pesos por censos; mejoras
-Hacienda y obraje de Alaques: (Alaques, LATACUNGA)
2 molinos, batán
potreros
“Sin casas ni oficinas”, las cuales habían sido destruidas por el terremoto de 1797,
no estaban reconstruidas aún en 1806. Compradas inicialmente en remate en
3.000 pesos (incl. un hato vendido en el entretanto)

Mariano Flores de Vergara y Jiménez (segundo marqués):


-Hacienda de trapiche de la Viña (AMBATO)
Hacienda de Niton
heradada de su padre Antonio Flores y Vergara
ambas vendidas en 1763, posteriormente propiedad de José Carcelén (cfr. allá)

311 Anexos
-Obraje de Tilipulo (LATACUNGA)
Hacienda de Maca
Hato de Pansachi
comprada en 1763 por la segunda marquesa de Lises, Manuela de Borja
-Obraje de Miraflores (1781) (LATACUNGA)
vendido antes de 1803 al doctor Vicente Jiménez; en este momento hipotecado
con un censo de
4.000 pesos
-Hacienda de Ilit(i)o (de Montes): (LATACUNGA)
1799:
cultivo de trigo
69 “indios de servicio”
15 cabezas de ganado vacuno, 238 cabras
comprada en remate en 1788 a la Junta de Temporalidades en 533,2 1/2 pesos (en
efectivo)
-Hacienda de Saquisilí: (LATACUNGA)
1785:
cultivos de maíz, papas y cebada
149 “indios de servicio”
extensión de las tierras: 27 caballerías, de ellas 7 caballerías utilizadas por los
indios
cuadra
175 ovejas
12 bueyes
La hacienda limitaba, entre otras, con las tierras de la hacienda de Tilipulo
(chiquito) del séptimo marqués de Maenza
comprada en remate en 1785 a la Junta de Temporalidades en 3.700 pesos (700 en
efectivo, el resto como censos)
-Hacienda de Tanlagua (1783): (QUITO)
extensión de tierras y potreros: 265 caballerías, 10 1/2 cuadras
459 cabezas de ganado vacuno, 40 bueyes, 41 mulas, 550 ovejas, 1.095 cabras, 68
cerdos
50 indios (incl. gañanes conciertos)
Hacienda de Guatos (1783):
trapiche
cuadras de caña: 6 caballerías, 7 cuadras
potreros: 153 caballerías, 13 cuadras
11 gañanes conciertos
Hacienda de Nieblí (San Antonio):
cuadras de caña: 4 caballerías, 14 cuadras
tierras baldías de menor calidad: 10 caballerías, 5 cuadras

312 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
gañanes y otros 7 indios conciertos
conjunto comprado en remate en 1784 a la Junta de Temporalidades
precio: 26.000 pesos (12.000 pesos en efectivo, el resto como censo)
-Hacienda de Cunchibamba:
valor (1803): 13.000 Pesos (avalúo antiguo en el cual no se consideraron ni los
censos por 7.850 pesos ni las mejoras de épocas más recientes)
herencia para el hijo adoptivo Manuel José Flores
-Hacienda de Tambillo (1803):
precio de compra (sin fecha): 10.600 pesos en efectivo (además: censos a
reconocerse que en 1803
suman 14.000 pesos)
donación para el hijo adoptivo Manuel José Flores
-Chacra en el sitio de Silachis
-Obraje y haciendas de Tilipulo (cfr. arriba)
Hacienda de Saquisilí (cfr. arriba)
Hacienda de la Calera
Hacienda de Maca (cfr. arriba)
Hacienda de Aguallaca
Hacienda de Mulahaló
Hacienda de Pansachi (cfr. arriba)
desde 1802 (o 1805) arrendada y, en 1808, donada a su yerno Manuel Larrea y
Jijón

Margarita Quiñones y Flores:


-Hacienda de la Granja
parte de su dote
-Hacienda Palomeros o de Lloa (Chillogallo, QUITO)
1800:
agricultura
ganado vacuno
comprada en remate en 1799 a la Junta de Temporalidades por su marido Nicolás
Carrión en 7.260 Pesos (en forma de censo)
-Obraje de Alaquez (1792)
comprado en remate en 1788 o 1789 por su marido

Pedro Quiñones y Cienfuegos (tercer marqués):


-Haciendas de la Granja, Rumipamba y Pusuqui (QUITO)
-Mina de Santa Rosalía de Magüy (Barbacoas, GOBERNACION DE POPAYAN)
oro platanales y cuadras de caña

313 Anexos
Condado del Real Agrado

Bernardo de León y Mendoza (= Francisca de Villavicencio y Torres):


-Hacienda de Teocaxas (1781) (Punín et al., RIOBAMBA)
hato, 50 manadas de ovejas
-Hacienda de Pul:
hato
40 manadas de ovejas
-Obraje de Punín
Obraje de Macaxi
Batán
Galpón de Licán
En 1781 todas propiedades arrendadas por el hijoVicente

Tomasa Guerrero y Ontañón (viuda del primer conde del Real Agrado, José
Anselmo de Villavicencio y Maldonado):
-Hacienda(s) de San Juan: (Guano et al., RIOBAMBA)
1777:
Obraje de San Juan, con 32indios
Hacienda de San Juan, con 25 Indios
Duncata, con 7 Indios
Chimborazo, con 22 Indios
Galpón de San Juan, con 19 Indios
Guano, con 4 Indios
Colta, con 15 Indios
Asagtus, con 3 Indios

Juan Antonio de Chiriboga y Jijón (= Gregoria Villavicencio y Guerrero):


1812:
-Haciendas de Guatacpi, Collagal y San Juan de Malchinguí (Tocache,
OTAVALO)
-Hacienda de la Concepción (IBARRA)
comprada a la Junta de Temporalidades
trapiches
ampliada con:
haciendas de Judcursa, del Angel, de la Rinconada y de Piquer valor total de los
bienes enlistados y de dos casas en Quito, estimado por Chiriboga: 190.000
pesos
-Parte, con un valor de ca.12.000 pesos, de:
Haciendas de Obraje Grande de San Juan, de Subol y del Chimborazo
(RIOBAMBA)
de propiedad del sobrino Martín Chiriboga
-Haciendas de Loma Gorda y Empedradillo arrendadas al hijo José Valentín

314 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Marquesados de San José y de Selva Alegre

Manuel de Larrea y Jijón:


-Obraje de Tilipulo (LATACUNGA)
Hacienda de Saquisilí
Hacienda de la Calera
Hacienda de Maca
Hacienda de Aguallaca
Hacienda de Mulahaló
Hato de Pansachi
desde 1802 o 1805 arrendada, en 1808 recibida como donación de su suegro
Mariano Flores, el segundo marqués de Miraflores (cfr. allá) valor (1803): ca.
85.000 pesos (sin tomar en cuenta los censos que sumaban 24.750 pesos en
1808)
-Hacienda de la Provincia (Isinliví, LATACUNGA)
Comprada en 1811 en 8.600 pesos
Propiedades arrendadas:
-Obraje de Tilipulo
Hacienda de Saquisilí
Hacienda Calera
Hacienda de Maca
Hacienda de Aguallaca:
Hacienda de Mulahaló
Hacienda de Pansachi:
arrendadas desde 1802 o 1805 en 3.000 pesos anuales a su suegro Mariano
Flores (cfr. arriba)

Gregorio de Larrea y León:


-Diversas haciendas grandes (OTAVALO e IBARRA)
agricultura, producción de caña y de textiles
Hacienda de San Buenaventura
Hacienda Pisangacho
Hato de Abagaci (Urcuquí, OTAVALO)
comprada en 1767 a Francisco de Villacís y Recalde en 16.000 pesos (más los
censos a reconocerse)

Juan de Larrea y León:


1787:
-Hacienda “Sugal” (Chambo, RIOBAMBA)
comprada a su hermano don Gregorio de Larrea en 2.400 pesos en efectivo;
mejoras posteriores
-Molino (RIOBAMBA)
casa

315 Anexos
potrero (1 cuadra)
parte de su herencia, avaluada en 8.500 pesos; en este momento arrendado en
250 pesos/año
-Hacienda Pulu
3 potreros llamados “Siu”
Parte de su herencia y cancelación de deudas a su favor de la herencia de sus
padres por la suma de 5.600 pesos, avalúo en 7.300 pesos, sin censos

Francisco María Larrea Zurbano y Santa Coloma:


-Hacienda de Cochasquí (OTAVALO)
Hacienda de Tanda
Hacienda de Moronga (Tocache, OTAVALO)
Hacienda de Añaquito (QUITO)
Mayorazgo (Freire)
propiedad adquirida a través de su mujer Josefa Yerovi y Freire (1777)

Manuel de Larrea Zurbano y Santa Coloma:


1806:
-Hacienda de Cayambe (OTAVALO)
comprada en remate para su mujer a la Junta de Temporalidades en 45.000
pesos (20.000 en 10
cuotas anuales, el resto como censos, entre ellos una obra pía); hasta el
momento no ha sido pagada cuota alguna, sino tan solo ca. 12.000 pesos por
réditos de los censos, de ellos 2.000 pesos a su propia mujer, María de Jijón,
que le correspondían por una obra pía fundada por uno de sus antepasados

Juan Pío Montúfar y Fraso (primer marqués de Selva Alegre):


1761:
-Hacienda de Pusuquí (comprada para su mujer)
-Haciendas en Arequipa (PERÚ)
en proceso de venta

Joaquín Montúfar y Larrea:


1803:
-Haciendas de Cochasquí (OTAVALO)
Hacienda de Tanda
Hacienda de Moronga
Hacienda de Añaquito (QUITO)
Mayorazgo de la familia Freire
heredado a través de su mujer; propiedades en muy mal estado, por lo tanto
solo una renta anual de 600 pesos;
mejoras por un valor de 13-14.000 pesos, incl. pago de deudas
-Cuadra (Guayllabamba, QUITO)
comprada en 1788

316 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Juan Pío Montúfar y Larrea (segundo marqués de Selva Alegre)
1778:
-Hacienda de Cochecaranqui (OTAVALO)
7.900 ovejas
900 cabezas de ganado vacuno
Hacienda de Angla
3.000 ovejas
Hacienda de Milán
1.300 ovejas
obraje
compradas en 1767 con la fortuna dejada por su padre por parte de su abuelo y
tutor Pedro Ignacio de Larrea para él y sus hermanos en 115.000 Pesos (77.000
pesos en efectivo, el resto como censos)
-Hacienda y obraje de Naxiche (LATACUNGA)
comprada en 1763 con la fortuna dejada por su padre para él y sus hermanos
por parte de Pedro de Larrea en 27.405,4 Pesos (en efectivo)
-Hacienda de Sigchos (LATACUNGA)
-Hacienda de Angamarca (LATACUNGA)
-Hacienda de Chillos con obraje (QUITO)
Hacienda de Tigua (Saquisilí, LATACUNGA)
Hacienda de Pinllocoto (QUITO)
Hacienda de Pasochoa (QUITO)
compradas en 1785 a la Junta de Temporalidades en 98.400 Pesos (22.000
pesos en efectivo, 10.000 pesos en el sguiente año y medio, el resto como
censo)
1802:
-Hacienda de Suyu (LATACUNGA)
maíz, papas, trigo, cebada
bodega para lana
Hacienda de Silipo
Hacienda de Guambayña
vacas, ovejas
2 potreros
Hacienda de Puñavi:
frutas tropicales
Las cuatro propiedades juntas compradas en remate en 1802 a la Junta de
Temporalidades en 22.754 pesos (15.754 pesos en efectivo, a pagarse en cuatos
anuales de 1.255 pesos, el resto como censo)
-Obraje de Licto (RIOBAMBA)
comprado en remate a la Junta de Temporalidades en 4.017 psos

317 Anexos
Mercedes Montúfar y Larrea (Freire y Montúfar)
-Hacienda de Cochasquí
Hacienda de Tanda
Hacienda de Moronga
Hacienda de Añaquito
Mayorazgo (Freire)
heredado a Joaquín Montúfar

Joaquín Tinajero y Larrea:


1783/1784:
-Hacienda de Tambillo
comprada en 56.000 pesos, incl. 39.000 pesos de censos, al suegro Tomás
Guerrero;
mejoras posteriores por 4.000 pesos (edificios, molino, varios potreros)
valor (1784): ca. 60.000 pesos
-Hacienda de Cuturibi (LATACUNGA)
comprada en remate en 10.450 pesos, incl. 8.000 pesos de censos
-Hacienda del Tambillo [sic.]
comprada en remate a los padres betlemitas en 18.000 pesos, incl. 15.000
pesos de censos

Condado de Selva Florida

Tomasa Barba y Guerrero (= Ramón de Larrea y León):


1802:
-Hacienda de trapiche llamada Tunga (AMBATO)
comprada en 27.500 pesos
-Hacienda Callate (Píllaro, AMBATO)
comprada en 17.100 pesos, incl. 4.400 pesos en censos

Juan José Guerrero y Matheu:


-Hacienda Selva Florida (Cotocollao, QUITO)
Hacienda San José de Itulcachi (Tumbaco, QUITO)
Mayorazgo (Ponce de León Castillejo)
-Hacienda de Cumbijín (1803) (LATACUNGA)

Antonia Guerrero y Matheu:


-Hacienda Pillagua (Cumbayá, QUITO)
valor (1755): 4.500 pesos (sin considerar los censos)
donación (1755) como anticipo de la herencia de su abuela Mariana de Aranda
(cfr. marquesado de Maenza)

318 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
1775/1794 en posesión de su viudo Manuel de la Peña como tutor de los tres
hijos comunes
-Hacienda de Urapamba (1792) (QUITO)

Fernando Guerrero y Peñalosa:


-Hacienda de Saguiñaro (El Quinche, QUITO)
Hacienda de Atalpamba
Hacienda de Barragán
Hacienda de Chimayaxo
venta a Manuel Diez de la Peña, marido de Juana Maldonado (cfr. El
marquesado de Lises)
-Hacienda de Cucupuru y Lomas de Pisingalli (QUITO)
Hacienda de Urapamba
venta a Manuel Diez de la Peña, marido de Juana Maldonado (cfr. marquesado
de Lises) en posesión (en 1792) de la nuera de Manuel, Antonia Guerrero y
Matheu, en el momento de su muerte (cfr. allá)

Gregoria Pérez Guerrero y Peñalosa:


1766:
-Obraje de Chichi
Hacienda de Cuñiburo
herencia de la hermana Gabriela, vendida por sus albaceas en 1767 a su
sobrino Ventura Guerrero (cfr. allá)
-Hacienda de Pifo llamada Chantag (QUITO)
herencia de la hermana Gabriela

José Pérez Guerrero y Peñalosa y Micaela Ponce de León y Villaroel (cuartos


condes):
-Hacienda Selva Florida (Cotocollao, QUITO)
Hacienda San José de Itulcachi (Tumbaco, QUITO)
Mayorazgo (Ponce de León Castillejo)
-Obrajes de Pungalá y Chambo (RIOBAMBA)
-Hacienda de Chillogallo (QUITO)
-Hacienda de Palugo (Pifo, QUITO)
llevada al matrimonio por José Guerrero

Micaela Ponce de León Castillejo (cuarta condesa, viuda):


1764:
-Hacienda de Selva Florida
Hacienda de San José de Itulcache
-Obrajes de los pueblos Pungalá y Chambo (RIOBAMBA)
heredados de su madre

319 Anexos
Manuel Guerrero y Ponce de León:
-Hacienda Selva Florida
Hacienda San José de Itulcachi
Mayorazgo (Ponce de León Castillejo)
antes de 1799 Itulcachi estaba arrendado a Marcelino Pérez
-Hacienda de Puembo (QUITO)
comprada en 1749 en 22.000 pesos
vendida en 1783 en 15.000 pesos (8.500 pesos en efectivo, el resto como censo
de una una capellanía)
-Hacienda de Palugo (Pifo, QUITO)
al menos desde 1801 arrendada, por nueve años, a Salvador Guerrero y Ponce
de León en 600 pesos por año
-Hacienda de Alambí (Nono, QUITO)
comprada en remate en 1750 en 500 pesos en efectivo, además un total de
1.400 pesos a reconocerse por censos
-Hacienda de Turubamba (Chillogallo, QUITO)
traspasada por su abuela María Ambrosia Pérez de Villaroel
la propiedad había sido comprada en remate por éste en 20.100 pesos (8.300
pesos en efectivo, el resto a reconocerse por censos (1754)
418 cabezas de ganado vacuno (1799)
entre otros cebada, trigo, papas
-Obraje de Pungalá (RIOBAMBA)
1790
-Minas de plata Sacramento y San Antonio
en el cerro de Macuchi o en el sitio de Tagualo (Sigchos, LATACUNGA)
Propiedades arrendadas:
-Potreros de Turubamba (QUITO)
propiedad del Cabildo
arriendo: 200 pesos/año (1795)
los potreros limitaban con la hacienda de Manuel en Turubamba cfr. su mujer,
la quinta marquesa de Solanda, Mariana Sánchez de Orellana, quien fue su
heredera universal

María Jacinta de Nájera y Maldonado (= 2. Pedro Guerrero y Ontañón):


1767/68:
-Hacienda de Zámbiza (Cotocollao, QUITO)
casa
bueyes, vaca, ternero, burro, 3 mulas, 3 caballos, 260 ovejas
campos de trigo, cebada, papas y maíz
-Hacienda San Sebastián de Pifo (QUITO)
casa con oratorio
jardín con árboles frutales
18 bueyes, 2 caballos, 238 ovejas, 41 cabras, 75 cabezas de ganado vacuno
campos de maíz

320 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
-Obraje de Isinche (San Buenaventura de Pujilí, LATACUNGA)
casa de vivienda
17 telares, batán nuevo, molino
paños azules y pardos, bayetas; lana blanca y negra
-Hacienda Cuturibí (Pujilí, LATACUNGA)
campos de trigo, cebada, papas, maíz, lentejas y quinua
-edificio del tejar (Pujilí, LATACUNGA)
galpón
-Sitio de Patoa (Pujilí, LATACUNGA)
árboles frutales, un potrero pequeño
-Sitio de Alpamalag (Pujilí, LATACUNGA)
extensión: 4 caballerías de tierras, 2 campos de cebada
-Obraje (Pujilí, LATACUNGA)
galpón
-Potrero
extensión: 7-8 cuadras
bueyes, 6 cerdos

Manuela Ontañón Lastra y Romo de Córdoba (= Fernando Pérez Guerrero y


Peñalosa):
1764:
-Hacienda de Iguiñaro (El Quinche, QUITO)
Hacienda de Cucupuro
Estancia de Atalpamba (Guayllabamba, QUITO)
de ambas la mitad perteneciente a ella, la otra mitad a su marido

Marquesado de Solanda

Felipe Carcelén y Sánchez de Orellana:


(cfr. Villa Rocha)

Ignacia de Chiriboga y Luna (= Juan José Sánchez de Orellana y Góngora):


1773:
-Estancia en Parcayaco (Cotocollao, QUITO)
comprada en 1.400 pesos, de éstos 700 pesos como censo a favor del convento
de San Francisco
-Molino (Machachi, QUITO)
valor: 1.360 pesos, sin censos

321 Anexos
Francisca de Rada y Alvarado (viuda del segundo marqués, Pedro Javier Sánchez
de Orellana):
1765:
-Hacienda de San Bartolomé (Chillogallo, QUITO)
Hacienda de Suro [¿Sura?]
Hacienda de San Cristóbal
Hacienda de San Pedro de Turubamba (San Juan Evangelista de Chimbacalle,
QUITO)
Casa de San Pedro (con oratorio)
troje de San Cristóbal
edificio del molino
troje de San Bartolomé
potrero de Santa Ana: 243 cabezas de ganado vacuno, 82 bueyes, 1.126 ovejas,
7 burros de carga, 218 caballos
campos de papas, maíz y cebada
molinos
Obraje de San Bartolomé: edificio con 12 telares para paños y para bayetas
respectivamente
edificio del batán
casa de vivienda, pedazo de tierra (con potrero y un potrero pequeño), oratorio
el edificio de obraje y los cuartos de vivienda adjuntos muy arruinados; solo
pocos indios
Hacienda de Chisinchi (Machachi QUITO)
edificio principal (con troje y potrero), edificio de la teneria, edificio en el hato
campos de cebada y papas
Hato de Tyuliquin, con 1.010 cabezas de ganado vacuno
Hato de Chisinchi, con 935 cabezas de ganado vacuno
Hato de Aloasí, con 330 cabezas de ganado vacuno
Hato de Chaupi quesera
65 bueyes, 160 yeguas, 25 caballos, 818 ovejas
Hacienda de Santa Ana de los Potreros: (Aloasí, QUITO)
casa con troje, potrero
casa con molino (cerca de Machachi)
campos de cebada y papas
Hato de Paguangalli, sin ganado vacuno
14 bueyes, 484 ovejas, 2 mulas, 3 caballos
galpón pequeño y cuadras de Chillogallo
casa (incl. tejeduría con 2 telares para paños)
potrero (1 cuadra)
Hacienda de San Antonio de Conocotog (Conocotog, QUITO)
casa (incl. troje, oratorio; con jardín con frutos)
30 bueyes, 2 caballos, 10 burros de carga, 140 ovejas
Mayorazgo

322 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Doctor Antonio Sánchez de Orellana y Chiriboga:
1788:
-Hacienda Barrancas (Mulahaló, LATACUNGA)
-Hacienda de Cuchitingue (Alaques, LATACUNGA)
-Cuadras de Latacunga y Alaques (LATACUNGA)
heredadas de su padre Juan José Sánchez de Orellana

Francisca Javiera Sánchez de Orellana y Chiriboga (viuda de Nicolás Barba y


Arauz):
1802:
-Hacienda Sillunchi

Gregorio Joaquín Sánchez de Orellana y Chiriboga:


-Hacienda de Cangagua, llamada Isacata (Cayambe, OTAVALO)
potreros
campos (granos, papas)
bueyes, ovejas
chorillo
comprada de la herencia de Dionisia Donoso (1773)
precio: 21.000 pesos (10.752 pesos en efectivo)
-Hacienda y obraje de Yaruquí (QUITO)
Hacienda de Caraburo
Hacienda de Urapamba
Hacienda y obraje de Cangagua
compradas en remate en 1789 a la Junta de Temporalidades (antes arrendadas,
cfr.abajo)
precio: 60.000 pesos en total (36.570 pesos en cuotas anuales, el resto como
censo)
Hacienda de Cotocollao (QUITO)
comprada en remate en 1789 a la Junta de Temporalidades en 16.000 pesos
(1.800 pesos en
efectivo, el resto como censo)
-Hacienda San Antonio de Texar (Machachi, QUITO)
en 1778 la propiedad estaba hipotecada con un censo de 1.500 pesos
Propiedades arrendadas:
-Obraje de Isinchi
1763 (cfr. Antonio Sánchez de Orellana y Rada)
-Hacienda y obraje de Yaruquí (QUITO)
Hacienda de Caraburo
Hacienda de Urapamba
Hacienda y obraje de Cangagua
1784-1789 (cfr. arriba)
arrendadas a la Junta de Temporalidades
3.000 pesos al año

323 Anexos
José Joaquín Sánchez de Orellana y Nájera:
-Obraje de Isinchi (Pujilí, LATACUNGA)
Hacienda de Cuturibi
(heredadas de su padre Antonio Justo; 3.873 pesos en censos; 1777 arrendada
al colector general de diezmos, Joaquín Tinajero)

Antonio Sánchez de Orellana y Rada:


1765:
-Obraje de Isinchi (Pujilí, LATACUNGA)
Hacienda de Cuturibi
valor: en conjunto 3.875 pesos

Cayetano Sánchez de Orellana y Rada:


1771:
-Hacienda de trapiche de Uravia (Yaruquí, QUITO)
heredada de sus padres
-Hacienda de Muedque
agricultura y ganadería (Yaruquí, QUITO)
hererdada de los padres

Diego Sánchez de Orellana y Rada (cuarto marqués)


1770:
-Hacienda San Antonio de Chisinchi
Hacienda de Turubamba con obraje
Mayorazgo (Solanda)
-Hacienda de trapiche de la Viña (AMBATO)
Cuadras de caña
acequias
2 trapiches
50 bueyes
Hacienda de Alpamalag (LATACUNGA)
obraje
campo con trigo y otros granos comunes en la jurisdicción
2.000 ovejas en 4 manadas, 180 bueyes, 300 cabezas de ganado vacuno
potreros
hato de Cachi (perteneciente a Alpamalag) (Saquisilí/Isinliví,
LATACUNGA)
pastos
potrero
campos y pastos
400 cabezas de ganado vacuno, 50 bueyes, 40 burros de carga
ovejas (5 manadas con más de 500 cada una; una con 1.800 animales)

324 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
herencia de su padre Pedro Javier Sánchez de Orellana (1754)
valor: 27.000 pesos, hipotecada con un censo de 5.500 pesos para una
capellanía
-Hacienda de Zámbiza (QUITO)
dote de su mujer (1789)

Fernando Felix Sánchez de Orellana y Rada (tercer marqués):


1781:
-Hacienda San Antonio de Chisinchi (Aloasí/Machachi, QUITO)
1736:
molinos
4 manadas de ovejas con un total de 1.522 animales
potreros
bueyes
3 hatos: Tyuliquin (496 cabezas de ganado vacuno), Chisinchi (419 cabezas de
ganado vacuno) y Aloasí (305 cabezas de ganado vacuno)
Valor: 60.000 pesos (1735)
Hacienda de Turubamba (QUITO)
1736:
Obrajes (San Bartolomé, San Pedro y San Cristóbal)
97 bueyes, 200 vacas lecheras, 290 ovejas
potreros
molinos
valor: 40.000 pesos (1735)
Mayorazgo

Isidora Sánchez de Orellana y Rada (= cuarto marqués de Villa Rocha, José


Carcelén y Pérez de Ubillús):
1801:
-Hacienda La Calera
comprada con su dote en 30.000 pesos, mientras tanto con aumento de valor
-Obraje de Isinche y Haciendas adjuntas
heredado de su sobrino José Sánchez de Orellana, conjuntamente con su
hermano Diego
-Hacienda Cotocollao
comprada en remate de la herencia de Josefa Barba, 13.000 pesos (de éstos
4.700 pesos en efectivo, el resto como censo); dada a su hija Mariana como
parte de la herencia
-Hacienda Puiche (Machachi, QUITO)
para el hijo Francisco
-Hacienda de Iguiñaro
parte de la herencia de su hermana Rosa, muerta sin testar.

325 Anexos
Mariana Sánchez de Orellana y Rada (quinta marquesa de Solanda):
1803
-Hacienda de Turubamba (dote)
-Hacienda San Antonio de Chisinchi
Hacienda de Turubamba con obraje
Mayorazgo
-Hacienda de Cotocollao (1799) (QUITO)
(heredera universal de su marido Manuel Guerrero y Ponce de León, cfr. allá)

José Ustáriz y Sánchez de Orellana:


1801:
-Hacienda de Iguiñaro
trigo, papas y maíz
comprada a Manuel Diez de la Peña en 12.800 pesos, más censos; posterior
aumento del valor en
6.000 pesos

Marquesado Villa Orellana

Jacinto Sánchez de Orellana y Chiriboga:


1787:
-Obraje de Otavalo: (OTAVALO)
casa
obraje con batán, galpón de Cotacache, molino de Santa Rita
valor: 20.000 pesos (en efectivo), 3.000 pesos (censos)
Haciendas de Quinta, Gualsaquí, Niño Jesús y Rugalpanrro
valor: 15.000 pesos (en efectivo), 150 pesos (censos)
Hacienda de Cambugán
valor: 3.450 pesos (en efectivo), 2.000 pesos (censos)
Hacienda de Calsado
Valor: 5.150 Pesos (en efectivo), 4.573,3 pesos (censos)
Mayorazgo (herencia de su padre Clemente)
-Haciendas de Granobles, Isicto y Guallimburo
valor: 6.920,4 pesos (en efectivo), 21.000 pesos (censos)
-Potreros de la Tola
valor: 4.000 pesos (censos)
-Hacienda de Perugache (Cayambe, OTAVALO)
valor: 7.253 pesos (en efectivo), 4.870 pesos (censos)
-Hacienda de Guaramia, Chaltura, Natabuela y Tierras del Gobernador
valor: 56.203,7 1/2 pesos (en efectivo), 9.175 pesos (censos)
-Hacienda de Anajo (San Antonio, IBARRA)
valor: 8.000 pesos (en efectivo), 6.100 pesos (censos)

326 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
-Cuadras de Guayllabamba (QUITO)
valor: 100 Pesos (en efectivo) herencia de su padre Clemente

Joaquín Sánchez de Orellana y Chiriboga:


1787:
-Haciendas de Pinantura, Isco y Antisana (Píntag, QUITO)
valor: 44.100 pesos (en efectivo), 20.900 pesos (censos)
-Haciendas de Pinsaquí, Culchigachu, Agualongo y Ilumán
valor: 20.000 pesos (en efectivo)

Clemente Sánchez de Orellana y Riofrío:


1782:
-Obraje de Otavalo
casa de vivienda
molino
batán
-Galpón de Cotacachi (perteneciente al obraje antes mencionado)
-Haciendas de Granobles y Isito, páramo de Guallimburo
-Hacienda del Calsado (QUITO)
-Haciendas de Pinantura, Izco, Antisana (Píntag, QUITO)
-Hacienda de Pinchaqui
-Haciendas de Pugalpandro, Cuchigacho, Anajo
-Cuadras de Guayllbaamba
-Hacienda de la Quinta
-Hacienda Gualsaquí
-Potreros de la Tola (Cayambe, OTAVALO)
-Hacienda de trapiche de Guaramia (OTAVALO/IBARRA)
Hacienda Alobuela
Hacienda Tierras del Gobernador
Hacienda Chaltura
Hacienda Natabuela

Marquesado de Villa Rocha

Pedro Buendía Dávila:


1787:
-Hacienda de Chimburlo
valor: ca. 20.000 pesos
-Obraje de Guaytacama (LATACUNGA)
valor: ca. 10.000 pesos (incl. censo de 1.400 pesos)
-pastos (algunas cuadras) (Tanicuchí, LATACUNGA)
valor: ca. 500 pesos

327 Anexos
-Tierras (Saquisilí, LATACUNGA)
valor: 200-300 pesos

Antonia Carcelén y Pérez de Ubillús (= Bernardo de León y Villavicencio):


1788:
-Hacienda Pusuqui (Pomasqui. QUITO)
comprada en remate en 16.000 pesos (censo de 5.000 pesos)
-Haciendas y obraje de Macaxí (RIOBAMBA)

José Carcelén y Pérez de Ubillús (cuarto marqués):


1804:
-Hacienda de la Calera (Machachi, QUITO)
Hacienda Puichig

-Hacienda de San Antonio de Lulumbamba (QUITO)


valor: 16.320, 7 1/2 pesos (1788)
heredada de su madre Mariana Pérez de Ubillús

-Hacienda de trapiche de la Viña (AMBATO)


1776:
cuadras de caña
alambiques
2 potreros
Hacienda de Niton
1776:
campos de trigo, semillas
102 cabezas de ganado vacuno
144 indios tributarios de la encomienda de Quisapuichas
comprada en remate en 15.000 pesos
-Obraje de Isinchi (Pujilí, LATACUNGA)

María Josefa Carcelén y Pérez de Ubillús:


-Hacienda San José (Machachi, QUITO)
heredada de su madre (precio de compra inicial: 528 pesos)
completada con otro pedazo de tierra (4 caballerías)

Doctor Mariano Carcelén y Pérez de Ubillús:


1797:
-Hacienda Mangaguantac: (Puembo, QUITO)
casa
trapiche
cuadras de caña
valor: varios miles de pesos

328 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
-Hacienda (Machachi, QUITO)
-Hacienda (San Antonio de Lulumbamba, QUITO)

Micaela Carcelén y Pérez de Ubillús:


1810:
-Obraje de Guaytacama
cuadras
-Hacienda Chimburlo

Antonia Carcelén y Sánchez de Orellana:


-Hacienda de San Antonio
parte de su dote (1778)
-Hacienda de Saguiñaro con obraje (El Quinche, QUITO)
1801:
extensión: 323 caballerías, 15,1 cuadras
potreros, extensión: 224 caballerías, 28 cuadras, 7.492,1/2 varas
para la cría de ovejas: 33 caballerías, 9 cuadras
709 cabezas de ganado vacuno, 251 cabras, 32 cerdos
Obraje
propiedad de su marido José Ustáriz y Sánchez de Orellana
valor: 30.663,7 pesos (1801)
-su marido posee mayorazgos en España

Felipe Carcelén y Sánchez de Orellana:


-Hacienda de Isinchi
-Hacienda de Chisinchi (Aloasí/Machachi, QUITO)
Hacienda Santa Ana de los Potreros
1803:
Molinos
Obrajes (San Bartolomé y San Pedro)
ganado vacuno
trigo
Hacienda de Conocotoc:
1803:
bueyes
maíz
Mayorazo
-Hacienda de la Calera (LATACUNGA)
comprada en remate en 1791
-Hacienda de San Pedro (Conocotoc, QUITO)

329 Anexos
Francisco Javier Carcelén y Sánchez de Orellana:
1802:
-Hacienda de Puembo (QUITO)
vendida por su albacea en 2.400 pesos a Leonor Cabezas
Hacienda de Niton
recibida como donación de su padre Jose Carcelén en 1785
-Hacienda de la Viña (AMBATO)

María Josefa Carcelén y Sánchez de Orellana:


-Hacienda de San José (o de Cayambe) (Cayambe, OTAVALO)
1800:
quesos, carne, papas
valor: 72.000 pesos
propiedad de su marido José Román y Sánchez de Orellana
-Hacienda de Guapante (AMBATO)

Antonia de León y Carcelén:


-Hacienda de Pusuqui
valor 13.000 Pesos (1791)
heredada de su madre Antonia Carcelén en 1791

María Pérez de Ubillús y Luna:


1781:
-Hacienda San Antonio de Lulumbamba (QUITO)
-Hacienda del valle de Pansaleo
Hacienda de San José de Machachi (QUITO)
en ambas propiedades:
campos de cultivo
potreros
ovejas, ganado vacuno
herencia de su madre Francisca de Luna

Mariano Pérez de Ubillús y Luna:


1779:
-Hacienda de Ichubamba (Píntag, QUITO)
edificios, ganado vacuno
indios
heredada de su madre
valor: ca. 40.000 pesos (incl. diversos censos por un total de 17.300 pesos)
-Haciendas Chichi y Mangaguantac (Puembo, QUITO)
-Cuadra de el Alto de Santa Bárbara: (QUITO)
edificios
pastos
campos de maíz y cebada

330 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
IV- DOTES

Los siguientes datos se basan en las cartas o las fuentes testamentarias


(AN/Q, Notarías (Protocolos) o Testamentarías; AHBC/Q, Documentos
Misceláneos o Documentos Particulares). En la mayoría de la fuentes
testamentarias faltan los datos acerca de la fecha en la cual fue emitida la
carta originalmente. Además, no siempre es seguro en este tipo de fuentes,
si la información acerca de la dote se reduce al pago inicial o si se tomaron
en cuenta los intereses para el valor de la dote invertido, acumulados en el
transcurso del matrimonio. Por lo tanto, en el siguiente registro se ha
añadido la fecha de emisión de la carta de dote o (entre paréntesis
rectangulares) el año de la fuente testamentaria.

Condado de Casa Jijón

Magdalena Chiriboga y Bastarrechea (= José Jijón y León):


[1772]:
dote: 5.000 pesos

Tomasa Chiriboga y Bastarrechea (= Manuel de Jijón y León):


[1772]:
dote: 5.000 pesos

Francisca de Jijón y Chiriboga (= Ramón Sánchez de Orellana y Chiriboga):


[1802]:
sin dote ni arras

Maria de Jijón y Chiriboga (= Manuel de Larrea Zurbano y Santa Coloma):


[1806/1809]:
dote: 6.000 pesos
entre otros una casa de vivienda en la parroquia de Santa Bárbara
sin arras; Larrea no trajo capital propio al matrimonio

Marquesado de Lises

Juana Maldonado y Guerrero (= Manuel Diez de la Peña):


[1803]:
dote (valor no indicado)
Manuel no poseía capital propio, en el momento de su matrimonio era corregidor
de Ibarra

331 Anexos
Marquesado de Maenza

Mariana de Aranda Enríquez de Guzmán (séptima marquesa, = Gregorio Matheu


de Villamayor):
[1793]:
dote: 21.484 pesos
alhajas, esclavos, “bienes”
arras: 10.000 pesos
correpondientes a la décima parte de sus bienes
donación de los padres de Gregorio a la novia: 10.000 pesos
correpondiente a la quinta parte de sus bienes
50 años de “rentas y frutos” de diversos mayorazgos y señoríos en España
(6.000 pesos anuales),descontados diversos gastos: 200.000 pesos

Josefa Matheu y Aranda (= Ignacio Guerrero y Ponce de León):


[1799/1807]:
sin dote ni arras

Mariana Matheu y Aranda (= Diego Suazo)


[1808]:
sin dote ni arras

Rosa Matheu y Aranda (= José Antonio de Ascásubi):


[1759]:
sin dote ni arras.
El comerciante no trajo capital alguno al matrimonio, con excepción de diversas
cuentas abiertas de sus negocios

Marquesado de Miraflores

Margarita Ignacia de Bobadilla y Carrión (= Mariano Flores y Jiménez, segundo


marqués):
1761:
dote: 6.741 pesos
arras: 6.000 pesos

María Josefa Carrión y Quiñones (= Agustín María Galup)


1819:
dote: 3.347 pesos
1.000 pesos en una granja en Rumipamba (parroquia de Santa Prisca, Quito)
500 pesos como donación por vía de testamento del difunto tercer marqués de
Miraflores

332 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
100 pesos en onzas de oro como donación de la tercera marquesa de Miraflores
1.747 pesos de su madre

Antonia Flores y Carrión (tercera marquesa, = Pedro Quiñones y Cienfuegos)


[1815]:
sin dote ni arras

Margarita Quiñones y Flores (= Nicolás Carrión y Velasco):


1784:
dote: 4.000 pesos
plata labrada y alhajas
donación del doctor Policarpio Ortiz de Gaviria: 2.000 pesos

Marquesado de Selva Alegre

Manuela de Larrea y Chiriboga (= Joaquín Mancheno y Chiriboga):


[1806]:
sin dote

Rosa de Larrea y Chiriboga (= Manuel Olais y Quintana):


[1806]:
sin dote

Teresa de Larrea y Chiriboga (= Felipe Carcelén y Sánchez de Orellana, quinto


marqués de Villa Rocha y sexto marqués de Solanda):
[1806]:
sin dote

María Josefa de Larrea y Yerovi (= Joaquín Montúfar y Larrea):


[1803]:
sin dote, María de Larrea heredó el mayorazgo de la familia Freire

Rosa María de Larrea y Santa Coloma (= Juan Pío Montúfar y Fraso, primer
marqués):
[1761]:
sin dote
Él compró para ella la hacienda (o chacra) de Pusuquí en 4.500 pesos

Teresa de León y Villavicencio (= José de Larrea y Dávalos):


[1783]:
dote: 12.702 pesos

333 Anexos
Polonia Santa Coloma y Gondra (= Francisco Javier de Larrea Zurbano):
[1787]:
sin dote ni arras

Condado de Selva Florida

Catalina de Alvear (= Ventura Guerrero y Ponce de León):


[1779]:
dote: 5.000 pesos
entre otros ropa

Tomasa Barba y Guerrero (= Ramón de Larrea Zurbano y León):


[1802]:
dote: 5.000 pesos
su marido invirtió la suma en la compra de la hacienda de Tunga
arras: 1.000 pesos

María Josefa Dávalos (= Gaspar Guerrero y Santa Coloma):


[1782]:
dote: 4-5.000 pesos
1.000 pesos en forma de alhajas, el resto en efectivo

Gertrudis Delgado y Bolaños (= Pedro Guerrero y Ponce de León):


[1800]:
dote: 4.000 pesos
2.500 pesos en efectivo, el resto en forma alhajas

María Nicolasa Guerrero y Nájera (= Diego Sánchez de Orellana y Rada, cuarto


marqués de Solanda):
[1789]:
dote: 26.807 pesos
entre otros: una casa en Quito (valor: 5.000 pesos, sin censos)
hacienda de pan sembrar (en Zámbiza, ejido de Añaquito)
alhajas, plata, ropa, menaje de casa

Juana Guerrero y León (= Gregorio Joaquín Sánchez de Orellana y Chiriboga):


[1794]:
sin dote ni arras por la “notoria pobreza” de la novia

Felipa Guerrero y Santa Coloma (= Joaquín Tinajero y Larrea):


[1783]:
sin dote ni arras

334 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Manuela Ontañón y Lastra (= Fernando Guerrero y Peñalosa):
[1775]:
dote: 30.000 pesos
arras: 4.000 pesos

Marquesado de Solanda

Ignacia de Chiriboga y Luna (= Juan José Sánchez de Orellana y Góngora):


[1773]:
dote: 10.000 pesos
arras: 2.000 Pesos

Maria Jacinta de Nájera y Maldonado (= 1. Antonio Sánchez de Orellana y Rada):


[1767]:
dote: 3.000 pesos
entre otros perlas, piedras preciosas, ropa

Isabel Román y Sánchez de Orellana (= Joaquín Sánchez de Orellana y Chiriboga):


[1769]:
dote: ropa, alhajas de oro, diamantes, perlas

Francisca Javiera Sánchez de Orellana y Chiriboga (= Nicolás Barba y Arauz):


[1802]:
dote: 12.944 pesos
arras: 2.000 pesos

Mariana Sánchez de Orellana y Chiriboga (= Bernardo Román y Riofrío):


[1769]:
dote: más de 20.000 pesos
ca. 12.000 pesos, señalados en la original carta de dote
7-8.000 pesos, archidiácono de la catedral, doctor don Javier Saldaña (casa, plata
labrada, esclavos)
2.000 pesos después del matrimonio de su tía Francisca de Chiriboga

Mariana Sánchez de Orellana y Rada (= Manuel Guerrero y Ponce de León):


[1766]:
dote: 38.300 pesos
30.000 pesos en efectivo, diamantes, perlas, alhajas de oro
8.300 pesos en ropa
arras: 4.000 pesos

335 Anexos
Isidora Sánchez de Orellana y Rada (= cuarto marqués de Villa Rocha, José
Carcelén y Pérez de Ubillús):
[1766/1801]:
dote: 37.800 pesos
30.000 pesos en efectivo
7.800 pesos en diamantes, perlas, alhajas de oro y ropa
arras: 2.000 pesos

Rosa Sánchez de Orellana y Rada (= Francisco Javier Ustaris y Sosaya):


[1762]:
dote: ca. 40.000 pesos
30.000 pesos en efectivo
10.000 pesos en alhajas

Marquesado de Villa Orellana

Javiera Antonia de Chiriboga y Luna (= Clemente Sánchez de Orellana y Riofrío,


primer marqués):
[1782/89]:
dote: más de 20.000 pesos
con esto Clemente compró el obraje de Otavalo y la hacienda del Calsado
incremento posterior en forma de una casa en Quito: 12.000 pesos
arras: 2.000 pesos

Antonia Jijón y Vivanco (= Joaquín Sánchez de Orellana y Chiriboga):


[1822]:
dote: ca. 4.000 pesos
arras: 20.000 pesos

Josefa Sánchez de Orellana y Chiriboga (= José Sánchez de Orellana y Nájera):


[1782]:
sin dote, puesto que se casó sin antes consultar a sus padres

Marquesado de Villa Rocha

Francisca de Borja y Lasteros (= Mariano Pérez de Ubillús y Luna):


[1800]:
sin dote ni arras

Micaela Carcelén y Pérez de Ubillús (= Pedro Buendía Dávila):


[1787]:
sin dote

336 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Su marido trajo al matrimonio un capital de libre disponibilidad de 60-70.000
pesos.

Antonia Carcelén y Sánchez de Orellana (= José Ustáriz y Sánchez de Orellana):


[1801]:
dote: 9.926 pesos
Hacienda de San Antonio de Lulumbamba (Quito)
634,3 1/2 pesos (mejoras en la hacienda)
alhajas y ropa
“ayuda de matrimonio” de un tío: 756 pesos

María Josefa Carcelén y Sánchez de Orellana (= José Román y Sánchez de


Orellana):
[1801]:
dote: 10.000 pesos
7.000 pesos en efectivo, alhajas et al.
“ayuda de matrimonio” de un tío: 1.730 pesos
arras: 2.000 pesos

Ignacia Carcelén y Sánchez de Orellana (de Tomás Villacís y Freire):


[1801]:
dote: 10.004 pesos
“ayuda de matrimonio” de un tío: 1.733 pesos
arras: 2.000 pesos

Josefa de León y Carcelén (= Sebastián Valdivieso):


[1801]:
dote: 11.331 pesos

337 Anexos
GLOSARIO
Los términos que aparecen a continuación han sido marcados a lo largo del texto.
Las definiciones provienen del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia y de
Constantino Bayle S.J., Los cabildos seculares en la América Española, Madrid, 1952.

Arras Donación que el esposo hace a la esposa en remuneración de


la dote o por sus cualidades , y la cual no puede exceder, en
Castilla, de la décima parte de los bienes de aquel.

Caballero de hábito Miembro de las órdenes militares españolas.

Capellanía Fundación en la cual ciertos bienes quedan sujetos al


cumplimiento de misas y otras cargas pías.

Censo Contrato por el cual se sujeta un inmueble al pago de una


pensión anual, como interés de un capital recibido en
dinero, y reconocimiento de un dominio que no se transmite
con el inmueble.

Curato Parroquia.

Dote Caudal que lleva la mujer al casarse o que se entrega al


convento en que va a tomar estado religioso una profesa.

Fianza Obligación accesoria que uno hace para seguridad de que


otro pagará lo que debe o cumplirá aquello a que se obligó,
tomando sobre sí el fiador verificarlo en el caso de que no
lo haga el fiador.

Jerga Tela gruesa y tosca.

Lanzas Cierto servicio en dinero que pagaban al rey los grandes y


títulos, en lugar de los soldados con que debían asistirle en
campaña.

Mayorazgo Institución del derecho civil que tiene por objeto perpetuar
en la familia la propiedad de ciertos bienes con arreglo a las
condiciones que se dicten al establecerla o, a falta de ellas, a
las prescritas por la ley.

338 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Media anata Derecho que se paga al ingreso de cualquier
beneficio eclesiástico, pensión o empleo secular, y es
la mitad de lo que produce en un año; o cantidad
que se satisface (anualmente) por los títulos y por
lo honorífico de algunos empleos y otras cosas.

Memoria para testar Escrito simple a que se remitía el testador, para que
fuese reputado o cumplido como parte integrante
del testamento.

Pecho Tributo que se pagaba al rey o señor territorial.

Pita Hilo que se hace de las hojas de la planta del mismo


nombre.

Regiduría perpetua Oficio de regidor (miembro del cabildo). La


perpetuidad podía ser entregada por merced o
adquirida en remate.

Ropa de la tierra Textiles producidos en los obrajes locales.

Tomar / dar estado Casarse o entrar en una orden religiosa;


proporcionar la dote para que una persona pueda
casarse o entrar en una orden religiosa.

Tribuno de la plebe Tribuno romano; en el sentido figurativo un orador


político que mueve a la multitud con elocuencia
fogosa y apasionada.

339 Glosario
FUENTES MANUSCRITAS

ARCHIVO GENERAL DE I NDIAS , SEVILLA (ESPAÑA)

Audiencia de Quito (Quito):


Legs. 28, 34 B
Legs. 102, 124, 125, 139, 194, 195 A, 195 B
Legs. 217, 217 a), 219, 220, 221, 224, 225, 226, 227, 230, 231, 233, 234,
240, 241, 243, 263, 276, 277, 279, 293
Legs. 311, 381
Legs. 401, 403, 430
Legs. 542, 543, 569, 575, 576, 577, 579

Escribanía de Cámara:
Leg. 914 C

Indiferente General:
Legs. 1.339, 1.609, 1.839

Mapas y Planos:
Panamá, Nº 134

Títulos de Castilla:
Legs. 2, 6, 7 B, 9, 10, 12 B

ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL, MADRID (ESPAÑA)

Consejos:
Legs. 4.753, 8.975, 8.976, 8.978, 11.752
Libs. 625, 1.474, 1.497, 1.501, 1.503, 1.529, 2.753
Reales Cédulas

ARCHIVO NACIONAL, QUITO (ECUADOR)

A causa de una revisión (aún en curso) de los fondos del Archivo, durante los
últimos años y, en parte, también durante la investigación para el presente estudio,
la pertenencia de los documentos a las cajas varió varias veces. Por lo tanto, con la
excepción de los tomos de las Notarías (Sección Protocolos), que en su gran
mayoría no variaron, así como de las cajas del Fondo Especial, en los siguientes
grupos de documentos se citan tan solo los años de los fondos consultados.

340 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Sección General:
Alcabalas: 1770-1791
Cedularios: 1612-1822
Civiles: 1792-1800
Criminales: 1792-1794
Encomiendas: 1775-1781
Fondo Especial. Presidencia de Quito: c. 1, 2, 18, 20, 25, 84, 117 y 158
Gobierno: 1749, 1776-1794
Indígenas: 1734-1735, 1764-1777
Matrimoniales: 1672-1829
Milicias: 1643-1814
Obrajes: 1758-1817
Temporalidades: 1769-1834
Testamentarías: 1759-1816
Vínculos y Mayorazgos: 1648-1822

Sección Judicial:
1. Notaría (Juicios): 1765-1770
1. Notaría (Protocolos): t. 365, 382-481
2. Notaría (Juicios): 1800-1813
2. Notaría (Protocolos): t. 1-7
3. Notaría (Juicios): 1760-1767
3. Notaría (Protocolos): t. 57-82
4. Notaría (Juicios): 1760-1813
4. Notaría (Protocolos): t. 98, 108-127
5. Notaría (Juicios): 1756-1813
5. Notaría (Protocolos): t. 111-127
6. Notaría (Juicios): 1760-1810
6. Notaría (Protocolos): t. 47, 92-123

ARCHIVO HISTÓRICO DEL BANCO CENTRAL, QUITO (ECUADOR)

Fondo Jijón y Caamaño:


Documentos Misceláneos
Documentos Oficiales
Documentos Particulares
Documentos Particulares. Hacienda

ARCHIVO MUNICIPAL DE HISTORIA, QUITO (ECUADOR)

No. 1, Alcabalas y Estancos


No. 6, Cartas y Comunicaciones Privadas. Siglo XIX
No. 7, Carnicería de la Ciudad, 1793-1822

341 Fuentes manuscritas


No. 23, Corregimiento de Riobamba. Documentos Curiosos/Varios
Nos. 39 y 41, Demandas, Juicios, Testamentos de Quito
No. 53, Informes y Cartas del Cabildo (1678-1772)
No. 54, Informes y Cartas del Cabildo al Virrey de Santa Fe (1765-1787)
No. 68, Propios de la Ciudad (1802-1804)
No. 84, Tierras de Latacunga y Ambato, t. 2 (1771-1802)
No. 128-143, Actas del Consejo
No. 151, Oficios, Solicitudes y Comunicaciones al Presidente del Cabildo, t. 1
(1800-1815)

ARCHIVO DE LA CURIA, QUITO (ECUADOR)

Colección González Suárez: t. XXXVII


Gobierno del Obispo Calama
Matrimoniales (1765-1822)

ARCHIVO GENERAL DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL, QUITO (ECUADOR)

Libro de Acuerdos y Claustros de Ordenanzas

ARCHIVO MUNICIPAL, RIOBAMBA (ECUADOR)

Leg. 1, Actas del Consejo, 1797

ARCHIVO NACIONAL DE COLOMBIA, BOGOTÁ (COLOMBIA)

Sección Colonial:
Nr. 32, Impuestos Varios
Nr. 33, Impuestos Varios. Cartas

STAATSBIBLIOTHEK PREUßISCHER KULTURBESITZ, BERLÍN (ALEMANIA)

Handschriftenabteilung: “Nachlass Alexander von Humboldts.


Kleiner Kasten 7b”

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354 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
ÍNDICE DE CUADROS Y PLANOS

53........................ CUADR O 1: La población de los corregimientos en la Sierra norte y


central del distrito de la Audiencia de Quito en el año 1763

53........................ CUADR O 2: La población de la ciudad de Quito y de los pueblos de


su Corregimiento en el año 1784

60........................ CUADR O 3: Propiedades y oficios de los habitantes de la parroquia


quiteña de Santa Bárbara en el año 1768

64........................ CUADR O 4: Oficios de los habitantes no indígenas de la parroquia


quiteña de Santa Bárbara que llevaron el distintivo “don” en el año
1768

130...................... CUADR O 5: Los caballeros de hábito quiteños

134...................... CUADR O 6: Los títulos de Castilla quiteños

142...................... CUADR O 7: Las deudas de media anata y lanzas de los títulos de


Castilla quiteños en el año 1774 (en pesos, reales)

206...................... CUADR O 8: La distribución espacial de los bienes raíces rurales


pertenecientes a las familias de la nobleza titulada quiteña

200...................... PLANO: Casas de las familias de la nobleza titulada en Quito

355 Índice de cuadros e ilustraciones


ÍNDICE ONOMÁSTICO

Alejandro VI 100
Álvarez del Corro, Gabriel 211
Amat 48
Andrade, familia 189
Angulo, Juan Francisco de 94
Angulo y Velasco, Manuel de 98
Ante, Ventura 90
Aquino, Tomás de 197, 260
Aranda, Mariana de 135, 175, 222, 223, 225, 229, 231, 242
Aranda Guzmán y Loaysa, Manuel de 135
Aranda y Ayesa, Mariana de 175
Ascásubi, Francisco Javier 132
Ascásubi, José Antonio 72, 227, 232, 243
Ascásubi, familia 186, 272
Ascásubi, José Javier de 110, 198
Ascásubi y Matheu, José Javier de 179, 197, 239, 252, 253, 256, 257
Ascásubi y Matheu, Manuel de 272, 273
Ascásubi y Matheu, Rosa 273
Asensio, familia 100

Bejarano, Jacinto 140


Benalcázar, Sebastián de 17, 166, 169, 198
Berkley 197
Bobadilla, Ignacia 173, 204, 213
Bolívar, Simón 216, 257, 273
Bonaparte, Napoleón 247
Bonaparte, José 247, 250
Borja, familia 100, 101, 227, 230, 273
Borja, Juan 100
Borja, Francisco José de 101
Borja, Juan Bautista de 101
Borja, Manuela de 143, 174, 210
Borja Cevallos, Rodrigo 273
Borja y Larraspuru, Francisco José 100
Borja y Lasteros, Domingo de 87
Borja y Villacís, Ramón 92
Borromeo, Carlos 120
Buendía y Dávila, Pedro 72, 99, 115, 146, 195, 227, 232, 242, 245

Cabezas, Bernardo 73
Cabezas, familia 231
Caldas, Francisco José de 203, 204, 205
Calisto III 100
Calisto y Muñoz, Pedro 139

356 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Cámara y Mollendo, Eulalia de la 231
Caracciolo Cármine Nicoló, duque de Castel do Sangro 25
Carcelén, familia 169, 170, 180, 189, 230, 236, 238, 256
Carcelén, José 124, 169, 186, 211, 242, 245
Carcelén, Josefa 245
Carcelén, Felipe 180, 252
Carcelén Ladrón de Guevara, Pablo 169
Carcelén y Larrea, Mariana 273
Carcelén y Pérez de Ubillús, José 143, 172, 203, 245
Carcelén y Pérez de Ubillús, Mariano 191
Carcelén y Pérez de Ubillús, Antonia 242
Carcelén y Sánchez de Orellana, Francisco Javier 253
Carcelén y Sánchez de Orellana, Felipe 236, 255
Carcelén y Sánchez de Orellana, Antonia 239
Carlos II 117, 128, 133, 136, 171
Carlos III 46, 117, 120, 127, 128, 129, 132, 141, 145, 197, 233, 260
Carlos IV 78, 93, 121, 124, 126, 138, 140, 143, 145, 234, 248
Carlos V 16, 20
Carondelet, Luis barón de 71, 198, 236, 237, 248, 249, 255
Carrión, familia 230
Carrión, Margarita 173
Carrión, Teresa 235, 236, 237, 238
Carrión Merodio, Jerónimo 89
Carrión y Palacios, Mercedes 231
Carrión y Vaca, Margarita 173, 231
Carrión y Velasco, Rosa 173, 204
Carrión y Vaca, Nicolás 230, 242, 243
Carrión y Velasco, Margarita 231
Carrión y Velasco, Nicolás 231, 239
Casa Fiel Pérez Calisto, marqués de 140
Cevallos, Ignacio de 103
Cevallos y Tena, Ignacio 125
Cerda, Messía de la 48
Chiriboga, familia 230
Chiriboga, Javiera Antonia de 220, 234, 245
Chiriboga, Tomasa de 209
Chiriboga y Jijón, Juan Antonio de 209
Cuero y Caicedo, José 256
Cuesta, Luis de la 69

Darquea, Bernardo 35, 39


Diez de la Peña, Manuel 99,100, 118, 140, 181, 187, 227, 232, 245
Dios Morales, Juan de 250, 252, 257
Donoso, Mariano 126

Escalera, Mateo de la 175, 202, 213, 214, 221, 223, 228


Escalera, Rosa de la 175, 221

357 Índice onomástico


Felipe IV 135
Felipe V 136, 213, 221, 228
Fernández Salvador, familia 211
Fernández Salvador, Luis 217
Fernández Salvador, Pedro 217
Fernández Salvador, Tomás 217
Fernando VI 137
Fernando VII 87, 128, 138, 184, 247, 250, 255, 256, 258, 260, 262
Flores, familia 88, 172, 195
Flores, Antonio 89, 137, 198
Flores, Antonia 179
Flores, Antonio Palomino 94
Flores, Josefa 204
Flores, José Manuel 85, 190, 256
Flores, Juan José 273
Flores, Mariano 132, 145, 146, 207, 213, 223, 225, 231, 242, 245, 252
Flores y Carrión, Antonia 173, 231
Flores Galindo, Alberto 27
Flores y Jiménez, Mariano 173
Flores y Jiménez, Mariano 204
Flores y Vergara, Antonio 172, 231
Fonte, Lázaro 103, 167
Fonte y Reynoso, Leonor 167
Freire, familia 92, 95, 214, 224, 244
Freire de Bohórquez, familia 213
Freire de Bohórquez, José 202, 224
Freire y Ante, Miguel 106
Freire y Montúfar, Mercedes 214
Freire y Zamora, Manuel 202

Gandía, duques de 100, 101, 174


García de León y Pizarro, José 146, 194, 195
García Moreno, Gabriel 273
Guerra, Francois-Xavier 271
Guerrero, familia 144, 165, 166, 183, 190, 195, 202, 227, 229, 230
Guerrero, José 218
Guerrero, Juan José 218
Guerrero, Manuel 186
Guerrero, Rodrigo 166
Guerrero, Nicolasa 226
Guerrero y Dávalos, Tomasa 240
Guerrero y Fonte, Salvador 202
Guerrero y León, Álvaro 193
Guerrero y Matheu, Antonia 240
Guerrero y Matheu, Juan José 252, 254
Guerrero y Nájera, María Nicolasa 90, 234, 240
Guerrero y Ontañón, Tomasa 176
Guerrero y Ontañón, Pedro 240

358 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Guerrero y Peñalosa, José 127, 166, 186
Guerrero y Peñalosa, Gregoria 202, 245
Guerrero y Ponce, Juan José 217, 254, 258
Guerrero y Ponce de León, familia 186, 189
Guerrero y Ponce de León, Ignacio 202
Guerrero y Ponce de León, Manuel 49, 87, 103, 109, 146, 167, 186, 190, 202, 228, 240, 244, 245
Guerrero y Ponce de León, Salvador 218, 240
Guerrero y Santa Coloma, Álvaro 254
Guzmán, familia 135
Guzmán y Vásquez, Luis de 74, 135

Humboldt, Alexander von 203, 205

Ibacache, Isabel 85

Jesús Torres, Mariana de 194


Jijón, familia 174, 184, 189, 272
Jijón, Miguel de 35, 111, 117, 138, 209, 225, 242, 243, 273
Jijón, Cristóbal 108, 174
Jijón, Francisco de 175
Jijón, Manuel de 243
Jijón, María 244
Jijón y Chiriboga, Francisco de 231, 253
Jijón y Chiriboga, María 235
Jijón y Larrea, Fernando 193
Jijón y León, José de 97, 108
Jijón y León, Miguel de 107, 174
Jijón y León, Manuel 175, 209, 245
Jijón y Oronoz, Cristóbal 174
Jijón y Vivanco, Mercedes de 273
Jiménez, María Magdalena 172
Juan, Jorge 55, 70, 84, 99, 105, 106

Lago de Bahamonde, familia 169


Lago Bahamonde, María de 169
Larrea, familia 85, 167, 168, 183, 184, 189, 202, 213, 224, 227, 243, 244, 256, 272
Larrea, Juan Dionisio 168
Larrea, Manuel de 140, 204, 244
Larrea y Dávalos, José de 168
Larrea y Jijón, Manuel de 138, 168, 207, 231, 252, 255, 256, 262
Larrea y Jijón, José 175
Larrea y Jijón, Manuela 235
Larrea y Jijón, Gregorio de 209
Larrea y León, Gregorio de 245
Larrea y León, Juan Manuel de 85
Larrea y León, Manuel José 173
Larrea y León, José Manuel de 198
Larrea y Santa Coloma, Rosa de 168
Larrea y Santa Coloma, Francisco María de 224, 244

359 Índice onomástico


Larrea y Villavicencio, José de 240, 254
Larrea y Villavicencio, Juan de 110, 231, 250, 252, 255, 256, 263
Larrea y Villavicencio, Domingo 190
Larrea y Villavicencio, Josefa Teresa de 239, 240
Larrea y Yerovi, María Josefa de 202, 239
Larrea y Yépez, José Manuel de 85
Larrea Zurbano, Dionisio 107
Larrea Zurbano , Juan de 167
Larrea Zurbano y Bustillo, Juan de 167
Larrea Zurbano y León, José de 108, 181
Larrea Zurbano y Pérez Manrique, Juan Dionisio 167
León, familia 168, 230, 238
León, Bernardo 236, 237
León, Bernardo Ignacio de 198
León, Tomás de 236
León y Carcelén, Tomás de 179, 253
León y Carcelén, Bernardo Ignacio de 197, 235, 252, 256
León y Chiriboga, Manuela de 174
León y Mendoza, Gregorio 192
León y Mendoza Villavicencio, Gregorio de 188
León y Mendoza, Bernardo de 242
López Conde, Benito 69, 73

Maldonado, familia 88, 173, 183, 184, 210


Maldonado, Joaquín 143
Maldonado, Juana 187
Maldonado, Mariano 110, 227
Maldonado, Pedro 173
Maldonado, Pedro Vicente 111, 176
Maldonado, Ramón 235
Maldonado, Rosa 65
Maldonado, Ramón Joaquín 137, 174, 176, 187
Maldonado, Rosa Nicolasa de 176
Maldonado, Ramón Joaquín 88, 94
Maldonado y Aramburu, Pedro 173
Maldonado y Borja, Mariano 227
Maldonado y Borja, Ramón Joaquín 235
Maldonado y Guerrero, Juana 100, 127
Maldonado y Solier, Sebastián 173
Mancheno y Chiriboga, Joaquín 235, 262
Matheu, familia 175, 183, 196, 203, 230, 242, 272
Matheu, Gregorio Eugenio de 116, 175, 242, 243, 272
Matheu, Gregorio de 175, 223
Matheu, Juan José 272
Matheu, Manuel 223
Matheu y Aranda, José 86
Matheu y Aranda, Manuel 222
Matheu y Aranda, Mariana de 232, 239
Matheu y de la Escalera, Gregorio 135, 175, 228

360 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Matheu y Escalera, Gregorio Joaquín 203
Matheu y Herrera, Manuel 87, 251, 252, 255, 256, 262
Matheu y Herrera, Juan José 176, 223, 232
Matheu y Herrera, Mariana 239
Matheu y Sanz, Luis 175
Matheu y Villamayor, Gregorio 175, 243
Miño, familia 88
Miño, José 95, 97
Miño y Valdés, Mariano 92, 95, 97, 104, 224
Montes, José Toribio 139, 168, 257, 261, 262
Montúfar, familia 74, 124, 167, 183, 184, 195, 202, 213, 224, 227, 243, 244, 252, 258
Montúfar, Pedro 73, 74, 117, 124, 125, 127, 244, 245, 253, 255
Montúfar, Juan Pío 74, 138, 145, 244, 258, 262
Montúfar, Joaquín 74
Montúfar, Juan Joaquín 244
Montúfar, Carlos 255, 256, 258
Montúfar y Fraso Juan Pío 35, 136, 168
Montúfar y Larrea, Francisco Javier 253, 254, 262
Montúfar y Larrea, Joaquín 87, 224, 239
Montúfar y Larrea, María Mercedes 92
Montúfar y Larrea, Juan Pío 110, 143, 168, 203, 223, 239, 244, 248
Montúfar y Larrea, Mercedes 214
Montúfar y Larrea, Pedro 226, 251
Muñoz Chamorro, Gabriela 175, 221
Muñoz de Guzmán, Luis 74

Nariño, Antonio 249

Ontañón Lastra, Simón de 131, 132


Orellana, familia 170
Orellana, Francisco de 170

Peña, Nicolás de la 262


Peña y Maldonado, Nicolás de la 250, 253
Peña y Maldonado, Nicolás de la 109
Peña y Maldonado, Manuel de la 240
Peñalosa, María Josefa de 217
Peñalosa y Orozco, Francisca 167
Peralta, Matías de 45
Peralta, Diego 167
Pérez, Marcelino 115
Pérez Calama 110
Pérez Muñoz, Pedro 139, 140
Pérez de Ubillús, Sebastián 103, 203
Pérez de Ubillús, Felipa 166
Pérez de Ubillús, María 169, 211
Pérez de Ubillús, Jerónimo 169
Pérez Guerrero, Francisco 167
Pérez Guerrero y Fonte, Salvador 167

361 Índice onomástico


Pérez Manrique y Camberos, Juana 167
Ponce de León, familia 144, 165, 166
Ponce, Miguel 114, 115, 228
Ponce de León, Ignacio 166
Ponce de León, Diego 217
Ponce de León, Pedro 166, 202
Ponce de León, Manuel 217
Ponce de León Castillejo, familia 202
Ponce de León Castillejo, Manuel 137, 216
Ponce de León Castillejo, Pedro 165, 216
Ponce de León y Escobar, Manuel 166
Ponce de León y Escobar, Ignacio 216
Ponce de León y Villaroel, Micaela 166, 218

Quiñones, familia 172, 189, 231


Quiñones, Manuel 256
Quiñones, Margarita 231, 239
Quiñones, Pedro 99, 123, 231, 239, 252, 257
Quiñones y Cienfuegos, Pedro 110, 112, 123, 173, 179, 197, 231, 256
Quiñones y Flores, Mauricio 253
Quiñones y Flores, Próspero 253

Rada, Francisca de 218


Raynal, 197
Riofrío, José 250
Rivadeneira, Isabel de 165
Rivadeneira, Rodrigo 165
Rocha, familia 169
Rocha y Carranza, José Antonio de la 135, 169
Rodríguez de Quiroga, Manuel 250, 253, 257
Román, familia 184, 186, 189, 230
Román y Carcelén, Bernardo 253
Román y Riofrío, Bernardo 245
Román y Sánchez de Orellana, Antonio 190, 211
Román y Sánchez de Orellana, José 211, 243, 245
Ron y Valverde, Antonio de 217
Rousseau, Jean-Jacques 197, 260
Ruiz de Castilla, conde de 71, 204, 205, 251, 254, 256

Sáenz de Gauna, Jacinto 166


Sáenz de Vergara, Simón 73, 74, 75, 124
Sánchez, Gonzalo 171
Sánchez de Jerez Bohórquez, Juan 202
Sánchez de Orellana, familia 88, 94, 101, 102, 104, 170, 171, 172, 186, 189, 195, 210, 229, 230, 258, 259
Sánchez de Orellana, Antonio 88, 102, 103, 104, 105, 137, 140, 191
Sánchez de Orellana, Clemente 87, 105, 132, 137, 186, 210, 220, 234, 243, 245
Sánchez de Orellana, Jacinto 77, 110, 140, 146, 186, 207, 210, 221, 227
Sánchez de Orellana, Joaquín 87, 140, 146, 210, 221
Sánchez de Orellana, José 191

362 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges
Sánchez de Orellana, José Félix 105
Sánchez de Orellana, Pedro Javier 88, 94, 171, 218, 220
Sánchez de Orellana, Fernando Félix 102, 172, 220
Sánchez de Orellana, Diego 145, 146, 234, 240, 244, 245
Sánchez de Orellana, Fernando 146
Sánchez de Orellana, Álvaro 170
Sánchez de Orellana, Cayetano 188, 190
Sánchez de Orellana y Cabezas, José 231, 253, 257
Sánchez de Orellana y Chiriboga, Antonio 190, 194
Sánchez de Orellana y Chiriboga, Gregorio Joaquín 179, 208, 243
Sánchez de Orellana y Chiriboga, Jacinto 205, 252, 258
Sánchez de Orellana y Chiriboga, Mariana 211
Sánchez de Orellana y Góngora, Pedro Javier 218
Sánchez de Orellana y Goyas, Clemente 171
Sánchez de Orellana y Nájera, José Joaquín 191
Sánchez de Orellana y Nájera, José 235
Sánchez de Orellana y Rada, Cayetano 194
Sánchez de Orellana y Rada, Diego 189
Sánchez de Orellana y Rada, Fernando 142
Sánchez de Orellana y Rada, Fernando Félix 188
Sánchez de Orellana y Rada, Isidora 169, 172
Sánchez de Orellana y Rada, Rosa 244
Sánchez de Orellana y Ramírez, Antonio 170
Sánchez de Orellana y Riofrío, Clemente 172, 226
Sánchez Flores, Silvestre 172
Sánchez Pareja, Salvador 118
Santa Coloma, Polonia de 244
Santa Cruz y Espejo, Francisco de la 110, 111, 112, 116, 249, 250, 260
Santisteban, Gaspar de 78
Stevenson, William B. 204, 205
Suazo, familia 100
Suazo, Diego 100, 232
Sucre, Antonio José de 216, 257, 273

Tinajero, familia 186, 189, 227


Tinajero, Joaquín 244
Tinajero y Guerrero, Fernando 179
Tinajero y Guerrero, Joaquín 253
Tinajero y Guerrero, Miguel 253
Tirandia de la Rocha, Antonio Andrés 135

Ulloa, Antonio de 55, 70, 84, 99, 105, 106


Ustáriz, José 106
Ustáriz, Francisco Javier de 227, 232
Ustáriz y Sánchez de Orellana, José 239
Ustáriz y Sosaya, Francisco Javier de 224

Vaca de Vega, Diego 230


Valdivieso, Guillermo 256

363 Índice onomástico


Vera y Mendoza, Juan de 108
Vergara, Antonia Clara de 172
Villacís, familia 92, 147, 211, 213
Villacís, Francisco de 74
Villacís, Juan de 131
Villacís y Carcelén, Francisco Javier de 243
Villacís y Ponce de León, Antonio 109
Villacís y Recalde, Francisco de 110
Villavicencio, familia 176, 183, 195
Villavicencio, Fernando 231
Villavicencio, José Anselmo de 78, 144, 176
Villavicencio, Juan Fernando de 91, 144
Villavicencio, Joaquín 253
Villavicencio, Vicente de 180
Villavicencio y Guerrero, Manuel 87
Villavicencio y Guerrero, Juan Fernando de 176
Villavicencio y Guerrero, Gregoria 209
Villavicencio y Guevara, José de 176
Villavicencio y Maldonado, José Anselmo 138, 188
Villavicencio y Torres, Juan Esteban de 176
Villavicencio y Verástegui, Antonio 87
Voltaire, 197

Yépez, María 65
Yépez y León, Francisca 85
Yerovi y Freire, María Josefa 202, 224, 244

Zambrano, Manuel 252, 256


Zapata Hurtado de Mendoza, José 232
Zelaya, Juan de 77
Zelaya, Juan Antonio 49, 194
Zúñiga, Ana de 165
Zúñiga, Neptalí 250

364 FAMILIA, HONOR Y PODER LA NOBLEZA DE LA CIUDAD DE QUITO EN LA ÉPOCA COLONIAL TARDÍA (1765-1822) Christian Büschges

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