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LOS DECRETOS DIVINOS

Es su eterno plan o propósito, por el cual ha predestinado todas las cosas que suceden. Puesto que tal
definición incluye muchos particulares, hablamos con frecuencia de los decretos divinos en plural, aunque
en realidad existe sólo un decreto. Nosotros hablamos como si hubiera habido muchos, porque nuestras
mentes sólo pueden pensar en ciclos sucesivos, a medida que surgen los pensamientos y ocasiones; o en
referencia a los distintos objetos de su decreto, los cuales, siendo muchos, nos parece que requieren un
propósito diferente para cada uno. Pero el conocimiento Divino no procede gradualmente, o por etapas:
(Hech. 15:18;). “Conocidas son a Dios desde el siglo todas sus obras” Las Escrituras mencionan los decretos
de Dios en muchos pasajes y usando varios términos.

¿DIOS DECRETO TAMBIÉN EL PECADO?


Este decreto cubre todas las obras de Dios en la creación y la redención, y abarca todas las acciones de los
hombres, sin excluir sus acciones pecaminosas. Mientras este decreto hizo cierta la entrada del pecado al
mundo, no hace a Dios responsable de nuestras acciones pecaminosas. Con respecto al pecado este
decreto es un decreto permisivo.

Los decretos de Dios están relacionados con todas las cosas futuras, sin excepción: todo lo que es hecho en
el tiempo, fue predeterminado antes del principio del tiempo. El propósito de Dios afectaba a todo, grande
o pequeño, bueno o malo, aunque debemos afirmar que, si bien Dios es el Ordenador y controlador del
pecado, no es su Autor de la misma manera que es el Autor del bien.

El pecado no podía proceder de un Dios Santo por creación directa o positiva, sino solamente por su
permiso, por decreto y su acción negativa. El decreto de Dios es tan amplio como su gobierno, y se extiende
a todas las criaturas y eventos. Se relaciona con nuestra vida y nuestra muerte; con nuestro estado en el
tiempo y en la eternidad.

CARACTERÍSTICAS DEL DECRETO

1. Fundado en la sabiduría, Efesios 3:9-11, aunque no siempre lo entendamos. La sabiduría se


muestra en la selección de los mejores fines posibles, y de los medios más apropiados para
cumplirlos. Aquel que, al examinar parte del funcionamiento de una máquina, percibe el
admirable ingenio de su construcción, creerá, naturalmente, que las demás partes son igualmente
admirables. De la misma manera, cuando las dudas acerca de las obras de Dios asaltan nuestra
mente, deberíamos rechazar las objeciones sugeridas por algo que no podemos reconciliar con
nuestras ideas (Rom. 11:33). “¡Oh la profundidad de las riquezas, y de la sabiduría y del
conocimiento de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios e inescrutables sus caminos!”
2. Es eterno en el sentido más estricto de la palabra, Efesios 3:11. Suponer que alguno de ellos fue
dictado dentro del tiempo, equivale a decir que se ha dado un caso imprevisto o alguna
combinación de circunstancias que ha inducido al Altísimo a tomar una nueva resolución. Esto
significaría que los conocimientos de la Deidad son limitados, y con el tiempo va aumentando en
sabiduría, lo cual sería una blasfemia horrible. Nadie que crea que el entendimiento Divino es
infinito, abarcando el pasado, presente y futuro, afirmará la doctrina de los decretos temporales.
La Escritura afirma que los creyentes fueron escogidos en Cristo antes de la fundación del mundo
(Efe. 1:4), más aun, que la gracia les fue “dada” ya entonces: (2Tim. 1:9). “Fue él quien nos salvó y
nos llamó con santo llamamiento, no conforme a nuestras obras, sino conforme a su propio
propósito y gracia, la cual nos fue dada en Cristo Jesús antes del comienzo del tiempo”. Dios no
ignora los acontecimientos futuros que serán ejecutados por voluntad humana; los ha predicho
en innumerables ocasiones, y la profecía no es otra cosa que la manifestación de su presencia
eterna.
3. Es eficaz, de modo que todo aquello que está incluido en él, ocurre con toda certeza, Isaías 46:10.
4. Es inmutable, porque Dios es fiel y verdadero, Job 23:13-14; Isaías 46:10; Lucas 22:22.
5. Es incondicional, a saber, que su ejecución no depende de acción humana alguna, sino que al
Contrario
6. Es omnímodo, o sea que abarca las acciones buenas y malas de los hombres, Efesios 2:10;
Hechos 2:23, sucesos fortuitos, Gen. 50:20, la duración de la vida humana, Job. 14:5, Sal. 39:4, y
los términos de su habitación, Hechos 17 :26. Tocante al pecado es permisivo.
7. En tercer lugar, son libres. (Isa. 40:13,14). “¿Quién ha escudriñado al Espíritu de Jehová, y quién ha
sido su consejero y le ha enseñado? ¿A quién pidió consejo para que le hiciera entender, o le guió
en el camino correcto, o le enseñó conocimiento, o le hizo conocer la senda del entendimiento?”
Cuando Dios dictó sus decretos, estaba solo, y sus determinaciones no se vieron influidas por causa
externa alguna.Era libre para decretar o dejar de hacerlo, para decretar una cosa y no otra. Es
preciso atribuir esta libertad a Aquel que es supremo, independiente, y soberano en todas sus
acciones. En cuarto lugar, los decretos de Dios son absolutos e incondicionales. Su ejecución no
esta supeditada a condición alguna que se pueda o no cumplir. En todos los casos en que Dios ha
decretado un fin, ha decretado también todos los medios para dicho fin. El que decretó la salvación
de sus elegidos, decretó también darles la fe, (2Tes. 2:13). “Pero nosotros debemos dar gracias a
Dios siempre por vosotros, hermanos amados del Señor, de que Dios os haya escogido desde el
principio para salvación, por la santificación del Espíritu y fe en la verdad” (Isa. 46:10); “Yo anuncio
lo porvenir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no ha sido hecho. Digo: Mi plan se
realizará, y haré todo lo que quiero”.
Pero esto no podría ser así si su consejo dependiese de una condición que pudiera dejar de
cumplirse. Dios “hace todas las cosas según el consejo de su voluntad” (Efe. 1:11).

Los decretos de Dios son llamados sus “consejos” para significar que son perfectamente sabios. Son
llamados su “voluntad para mostrar que Dios no está bajo ninguna sujeción, sino que actúa según su propio
deseo, en el proceder Divino, la sabiduría está siempre asociada con la voluntad, y por lo tanto, se dice que
los decretos de Dios son “el consejo de su voluntad”.

“Y sabemos que Dios hace que todas las cosas ayuden para bien a los que le aman, esto es, a los que son
llamados conforme a su propósito” (Rom. 8:28) “conforme al propósito eterno que realizó en Cristo Jesús,
nuestro Señor”.

(Efe. 3:11). EL decreto de Dios es su propósito o su determinación respecto a las cosas futuras. Aquí hemos
usado el singular, como hace la Escritura, porque sólo hubo un acto de su mente infinita acerca del futuro.

EN DONDE APARECE EN LA BIBLIA

Sal. 2:7, (Yo publicaré el decreto;).


Efe. 3:11, leemos acerca de su “determinación eterna”.
Hech. 2:23, de su “determinado consejo y providencia”.
Efe. 1:9, el misterio de su “voluntad”.
Rom. 8:29, que él también “predestinó”.
Efe. 1:9, de su “beneplácito”.

ALCANCE DE LOS DECRETOS DIVINOS

Los cuidados de la Providencia alcanzan a la más insignificante de las criaturas y al más minucioso de los
acontecimientos, tales como la muerte de un gorrión o la caída de un cabello. (Mat. 10:30). De la misma
manera que juzgamos los planos de un arquitecto inspeccionando el edificio levantado bajo su dirección,
así también, por sus obras, aprendemos cual es (era) el propósito de Aquel que hace todas las cosas según
el consejo de su voluntad.
Dios no decretó simplemente crear al hombre, ponerle sobre la tierra, y entonces dejarle bajo su propia
guía incontrolada; sino que fijó todas las circunstancias de la muerte de los individuos, y todos los
pormenores que la historia de la raza humana comprende, desde su principio hasta su fin. No decretó
solamente que debían ser establecidas leyes para el gobierno del mundo, sino que dispuso la aplicación de
las mismas en cada caso particular. Nuestros días están contados, así cómo también los cabellos de nuestra
cabeza. (Mat. 10:30).
LA RESPONSABILIDAD DEL HOMBRE

Junto a la inmutabilidad e inviolabilidad de los decretos de Dios. La Escritura enseña claramente que el
hombre es una criatura responsable de sus acciones, de las cuales debe rendir cuentas. Y si nuestras ideas
reciben su forma de la Palabra de Dios, la afirmación de una enseñanza de ellas no nos llevará a la negación
de la otra. Reconocemos que existe verdadera dificultad en definir dónde termina una y donde comienza
la otra. Esto ocurre cada vez que lo divino y lo humano se mezclan. La verdadera oración está redactada
por el Espíritu, no obstante, es también clamor de un corazón humano.

OBJECIONES A LA DOCTRINA DE LOS DECRETOS DIVINOS

Hay muchos que no creen en esta doctrina de los decretos divinos y presentan en especial estas tres
objeciones:
1. Que tal doctrina es inconsistente con la libertad moral del ser humano. La Biblia, en cambio,
enseña que Dios ha decretado no tan sólo los actos libres del hombre, sino que el hombre es a pesar de
todo libre en sus actos y responsable, Génesis 50:19-20; Hechos 2:23; 4:27-29. Es cierto que no
podemos armonizar completamente estos dos extremos, pero es evidente en las Escrituras que el uno
no revoca o invalida al otro.
2. Que tal enseñanza hace a los hombres negligentes en buscar su salvación. Los que así razonan
añaden que si Dios ya ha determinado de antemano los que han de ser salvos y los que no lo serán,
es indiferente todo lo que éstos puedan hacer. Este razonamiento es erróneo, ya que ningún hombre
sabe lo que Dios ha decretado respecto a él. Además, Dios ha decretado no solamente el destino final del
hombre, sino también los medios por los cuales tal destino se nevará ~ cabo. Puesto que el fin fue
decretado solamente como resultado de los medios prescritos, más bien es un estímulo a usar tales medios
que un motivo para desanimamos en su uso.
3. Que hace a Dios autor del pecado. Lo único que se puede decir sobre este decreto es que
hace a Dios el autor de seres morales libres, y que éstos son en sí los autores del pecado. El pecado se
hizo cierto por decreto divino, pero Dios mismo no lo produjo por su acción directa. Debemos admitir que
el problema sobre la relación entre Dios y el pecado es en todo caso un misterio que somos incapaces de
resolver.

En el pasado se ha hecho observar con frecuencia que toda objeción hecha contra los Decretos Eternos de
Dios se aplica con la misma fuerza contra su eterna presciencia. “Tanto si Dios ha decretado todas las cosas
que acontecen como si no lo ha hecho, todos los que reconocen la existencia de un Dios, reconocen que
sabe todas las cosas de antemano. Ahora bien, es evidente que si El conoce todas las cosas de antemano,
las aprueba o no, es decir, o quiere que acontezcan o no. Pero querer que acontezcan es decretarlas”. Negar
los Decretos de Dios sería aceptar un mundo, y todo lo que con él se relaciona, regulado por un accidente
sin designio o por destino ciego.

Entonces, ¿qué paz, que seguridad, qué consuelo habría para nuestros pobres corazones y mentes? ¿Qué
refugio habría al que acogerse en la hora de la necesidad y la prueba? Ni el más mínimo. No habría cosa
mejor que las negras tinieblas y el repugnante horror del ateísmo. ¡Cuán agradecidos deberíamos estar
porque todo está determinado por la bondad y sabiduría infinitas!

CONCLUSIÓN
Creer que Dios ha predeterminado o preordenado todas las cosas es el mayor consuelo que cualquiera
puede tener. Pues podemos saber que todas las cosas no ocurren por casualidad o por azar, sino por la
determinación de quien es todo sabio y bueno.
¡Cuánta alabanza y gratitud debemos a Dios por sus decretos! Es por ellos que “Sabemos que Dios hace
que todas las cosas ayuden para bien a los que le aman, esto es, a los que son llamados conforme a su
propósito” (Rom. 8:28). Bien podemos exclamar como Pablo: “Porque de él y por medio de él y para él son
todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amen”. (Rom. 11:36).
Decretos de Dios
Son Su eterno propósito, de acuerdo a Su voluntad y por medio de los cuales ha predestinado todo lo que
ha de suceder. Sus Decretos no niegan la responsabilidad del ser humano por sus pecados ni tampoco
significa que Dios es el responsable del pecado. Sin embargo, es cierto que Dios conoce todas las cosas
reales así como las potenciales, y de que todo lo que existe, existe debido a Su esfuerzo creativo. Se
desprende también que Dios ha conocido eternamente todos los eventos que han sucedido, que están
ocurriendo y que ocurrirán en esta creación, incluyendo la caída, la redención, glorificación, etc. Sin
embargo, Dios no es el responsable por el pecado en el mundo, pero ha decretado, por Su permiso, que el
mismo exista. Isaías 46:9-10 dice:
•“Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada
hay semejante a mí, 10 que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era
hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero;”

Los Decretos eficaces de Dios son aquellos que Dios ha propuesta y determinado que ocurran. Por ejemplo,
Hechos 2:23: “a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis
y matasteis por manos de inicuos, crucificándole;”

Los Decretos permisivos de Dios son aquellos donde Él permite cosas que ocurran, como por ejemplo, la
maldad.

¿Creó Dios el pecado?

No. Dios no creó el pecado. Dios es santo y Él no crearía algo contrario a Su naturaleza. El pecado es lo
opuesto a la santidad. El pecado es una infracción de la Ley:
•“Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley.” (1 Jn 3:4).
Dios es el autor de la Ley, la cual es un reflejo de Su santo carácter (Éxodo 20). Por lo tanto, Dios no puede
crear aquello que viola directamente Su Ley; esto es, simplemente imposible.
Pero si Dios no creó el pecado, ¿de dónde viene entonces? Esta es una pregunta que ha sido discutida por
años, tanto por teólogos como por filósofos. Tampoco podemos decir que tenemos una respuesta mejor
que ellos. Sin embargo, permítanos aventurarnos.
Dios creó las condiciones donde las criaturas con libre albedrío fueran capaces de tomar una decisión entre
obedecer o desobedecer a Dios. Esta condición existía cuando Dios creó un ángel llamado Lucifer, el cual,
no tenía pecado y tenía libre albedrío. Lucifer, escogió rebelarse contra Dios y pecó (Is 14:12-15; Ez 28:13-
15). De igual manera, Adán y Eva, habiendo sido hechos por Dios sin pecado, escucharon al diablo y
escogieron rebelarse contra Dios (Génesis 3).

Pero Dios no hizo que ellos pecaran:


•Santiago 1:13: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede
ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;”.

En la libertad de su libre albedrío, ellos decidieron rebelarse contra Dios y el pecado, entró en el mundo:
•Romanos 5:12: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte,
así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.”

Podemos encontrar una analogía en la relación entre un padre y su hijo(a). Un padre puede crear la
condición que haga posible la desobediencia de su hijo(a), sin embargo, el padre permanece inocente si
él/ella peca. Por ejemplo, si un padre le pide a su hijo(a) que limpie su cuarto y no lo hace, es él/ella quien
demuestra rebeldía. Pero el padre no es responsable por el pecado del hijo/de la hija, ni él hizo que él/ella
pecara ya que tuvo la oportunidad de obedecer o no.

De igual manera, Dios ha creado la condición en el mundo donde la capacidad para rebelarse contra Él, es
posible. Sin embargo, Dios no es responsable por esa rebelión una vez que la misma ha sido cometida. Por
lo tanto, el pecado originado por Lucifer, y quien fuera el primero en rebelarse, permitió que este entrara
al mundo a través de Adán quien de igual manera escogió desobedecer.

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