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Bastaría con leer un poco a Marx para partir de la perspectiva de que la literatura es,

fundamentalmente, la imposición de un canon estético, de una clase que coacciona.


Entonces, si la literatura forma parte de la cultura, bastaría hacer un simple silogismo para
darnos cuenta que ésta está marcada en su totalidad ideológicamente.

Para los viejos críticos que pregonan el formalismo, se debería extraer a la obra de todo
contexto, concentrarse en la obra misma y no en lo que refleja, e incluso, para que ellos que
predican el arte por el arte, podría ser ignominioso politizarlo. No es necesario llevar la
política a la teoría literaria, ya que siempre ha estado ahí, como pensó Terry Eagleton.

La diseminación de los valores parece ser la condición esencial que hace que una clase
prevalezca sobre otra, que normalice la situación del sobajado y lo amanse cual bestia.
Homero, en la antigua Grecia, es el poeta de los reyes. Es el fundador de la literatura
Occidental y el intelectual orgánico, en el sentido de Gramsci, de las minorías que imperan
sobre las mayorías. Entonces no se puede ni se podría dejar de contextualizar a la literatura.
Jean Paul Sartre instituyó la figura del escritor comprometido, aquel que ofrece la pluma
para retratar las condiciones de su tiempo. Paladines de la cultura y celadores de los malos
valores, es lo que han sido la gran cantidad de escritores y artistas de diferentes disciplinas
que se han alineado a favor de las buenas costumbres.

Historia

¿Es necesaria una crítica literaria marxista? ¿Por qué los marxistas deberían interesarse en
el lenguaje? Esas preguntas podrían parecer superfluas ante la cantidad de escritos que se
han desarrollado a partir de 1917, tras la victoria de la revolución de octubre y la
instauración de la Unión Soviética. Las manifestaciones de la extinta URSS no solo
trascendieron en lo político, sino también en lo ideológico, casi llegando a tomar como un
dogma los postulados marxistas-leninistas.

Al llegar al poder, los dirigentes del partido estaban seguro que con ello vendría una
nueva sociedad y que los artistas serían el brazo derecho para poder lograrlo. Junto con la
caída del régimen capitalista tendrían que caer todas sus manifestaciones culturales, al igual
que le tocaría al proletariado engendrar la propia. Escritores como Gorki, Maiakovski,
Pasternak, entre otros, serían los artífices de la producción de una literatura ideológica,
comunista, que hablará sobre lo social y se preocupara por las necesidades y sentimientos
de todo un pueblo.

Contra la ideológico

“Todo producto ideológico posee una significación: representa, reproduce, sustituye algo
que se encuentra fuera de él, esto es, aparece como signo. Donde no hay signo no hay
ideología” (Voloshinov, 2009, p.26). Esta permea todo elemento cotidiano, incluso aquello
donde no parecería haber ideologización, aparece de forma inconsciente: discursos de
educación, sexualidad y los mass media.

Las críticas por parte de Marx y Engels al socialismo utópico hacen notar que los
medios y fines para conseguir la sociedad comunista distanciaban mucho entre lo utópico y
lo científico.

El materialismo pretendía terminar con el idealismo que preponderaba hasta el momento


en la filosofía, llevada a la cúspide por Hegel y los neo hegelianos. Una de las más famosas
sentencias es aquella escrita en las tesis sobre Feuerbach, en la cual reprocha el trabajo de
los filósofos al tratar de interpretar al mundo y no en transformarlo.

Escribir, debería acercarse más a las postulaciones marxistas: el escritor debe


transformar al mundo, concebir su literatura como práctica. Zhdanov, en una de sus escritos
crítica a uno de los grupos de escritores que florecían en la URSS, en ella menciona: “Tal es
el papel al que relegan al arte “los hermanos Serapio”, quitando de él todo su contenido
ideológico, su significación social, proclamando la vacuidad ideológica del arte, el arte por
el arte, sin propósito […] es en realidad, la prédica del apoliticismo putrefacto, del
filisteísmo y de la vulgaridad” (libro).

En apariencia, se cae en una contradicción en hacer una literatura ideológica, lo que era,
justamente, contra lo cual pretendía eliminar Marx. La cultura proletaria no está libre de
ello. La ideología no es solo aquello en lo que creemos, sino la manera en la cual
concebimos e interpretamos el mundo, por lo cual era estrictamente necesario el construir
una literatura que hiciera predica, a manera casi panfletaria lo socialista, de lo típicamente
socialista.
Análisis

En el cuento Boca de tormenta, de Carla Amengual, no se podría alcanzar lo típicamente


socialista, incluso se podría llegar a la conclusión que es un texto que ahonda más en las
diferencias de orden social que están arraigadas en el sistema.

El argumento es simple: un hombre, periodista, debe de cubrir una nota de un niño


desaparecido en lo que bien parecería ser una localidad en miseria, donde los infantes
juegan y recogen comida de entre la basura, pero a su vez, trayendo en mente que su hijo, al
que había otorgado el permiso de ir a un juego de futbol fueras de la ciudad, no ha llegado a
la hora estimada al colegio.

Desde el inicio del argumento, podemos ver la diferencia que hay entre la preocupación
una madre que ha perdido a su hijo en un agujero lleno de basura y la nimia preocupación
de un padre que ha tenido la culpa por otorgar un permiso.

No obstante, despreciar los detalles con los cuales describe el ambiente al llegar a Boca
de tormenta, sería injusto: “Cuando miré los zapatos ya era tarde. Estaba metido en un
barro verdoso hasta la altura de los tobillos. Iba a despuntarme en asco, pero me distrajo ver
gente descalza que pisaba aquello con tanta naturalidad como si fuera una alfombra”.

Aquí, bien se podría tomar el concepto de crítica en el sentido marxista, y se deja sentir
la miseria del entorno. Lo que se hace es el reflejo de un sistema que no funciona, que la
organización de la sociedad presenta un síntoma en el sentido hegeliano: la pobreza.

Otro elemento importante, es la unidad que hay entre los pobladores de esta “comuna”,
cuando las autoridades se niegan a seguir con la búsqueda. Ellos, por cuenta propia, se
adentrarán a buscar en las entrañas del agujero. Siendo el narrador, también parte de ésta, se
nos encontramos ante el concepto de solidaridad.

A lo largo de la narración podremos ir encontrando conceptos que nos hagan caer en


cuenta en que se podría estar una literatura marxista, pero todo esto se deshace al final
cuando el niño no es encontrado y el hijo del protagonista se encuentra con bien. Aparte de
bañarse para quitarse el olor al infierno, lo cual, por supuesto, dejaría muy mal parado al
cuento ante un conjunto de personas del comité de cultura soviético.

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