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En portada:

Retrato de Dante Alighieri – Autor desconocido – Siglo XVI


La barca de Caronte – Grabado de Gustavo Doré

Derechos de autor registrados

2018 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado.


Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña
Acerca de la Divina Comedia. Federico Salvador Ramón – Edición actualizada
Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia
Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La
Inmaculada Niña.
http://angarmegia.com - angarmegia@gmail.com
Acerca de la
Divina Comedia
Federico Salvador Ramón

Carta, fechada en julio de 1930, publicada en la


Revista Mariana Esclava y Reina
Imprenta Belver
Almería - España
Agosto 1933

Edición actualizada por

María Dolores Mira Gómez de Mercado


Antonio García Megía
Imágenes:
Crucero Alfonso XIII - Compañía Trasatlántica
Acerca de la Divina Comedia
Federico Salvador Ramón

Acerca de la
Divina Comedia

10 de julio de 1930
A bordo del Alfonso XIII

Queridísimo Padre J. A.:

Ya está terminada la carta que lleva las noticias. Ahora deseo hablar con V. un ratito y,
como no hay más asuntos que los que yo mismo hago, que para V. los de los compañeros de viaje
poco le agradarían, y, además, el asunto de que le he de hablar en sí mismo le ha de ser muy grato,
empiezo diciéndole que además de Peñas Arriba, he leído La Divina Comedia, que terminé ayer.
Nada dije a V. en cuanto acabé de leerla porque mi impresión, he aquí el temor de
expresarla, fue menos favorable de lo que yo esperaba. No hablo literariamente, por supuesto, que
ni me atrevería a ello siendo italiano. Teológicamente, no satisface. ¡Quién sabe si diré un
disparate! Y en cuanto a lo que más debe afectar a la obra literaria, el sentimiento, no es
satisfactorio tampoco para mi gusto.
Las cuatro mansiones de la futura vida me han hecho sentir los odios, a lo menos las
antipatías personales, de Dante y sus amores y predilecciones. Incluso el amor propio se ve ahí
perfectamente satisfecho cuando narra Dante, poniéndola en boca de su abuelo, la prosapia de su
familia, y, hasta personalmente, Dante sabe que es poeta y se canta coronado. ¡Quién sabe si
piensa y siente que todos los demás le son inferiores! ¡Homero, Virgilio, Dante!
Hay mucha pasión en la Divina Comedia, y no de la pasión sana y noble. Allí rebosa la
personalísima y encendida pasión política de uno de los bandos que luchaban entonces en Italia,
lugar al cual se reduce de ordinario la acción de tamaña comedia, lo que, sin duda, la empequeñece.
Esta comedia no es de aquí ni de allí, es de toda la tierra y de todos los siglos, y del Cielo
y del Infierno.
Hay mitología, hasta la hartura, que sólo sirve para confundir y obscurecer, para hacer
siempre comparaciones, cuando menos, impropias, si no es que rebajan los asuntos reales del
poder, de la sabiduría y del amor purísimo de Dios, de los Ángeles y de sus santos, a la categoría
de los asuntos mitológicos en los que se muestran las más bajas pasiones de los hombres
realizadas por dioses que, tanto se sienten más indignos de serlo cuanto más autorizan a los

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Acerca de la Divina Comedia
Federico Salvador Ramón

hombres, con su falsa divinidad, a ser lujuriosos, avaros y soberbios, sobresaliendo en sus obras
el rapto, el incesto, el adulterio, el odio y la venganza, que ejercitan con fiera tiranía los más
fuertes en contra de los vencidos.
¿Para qué esta mitología sí no fuera para dejarla confundida?
Hay, además, mucha geografía que llena de notas el comentador y, cuando menos, se
piensa son noticias geográficas falsas, según lo que se sabía en aquel tiempo de esta materia en la
cual no se había pasado del sistema de Ptolomeo.
Esto contribuye no poco a que la obra se haga pesada, tanto, que cansa. Y es que a cada
paso se debe estar averiguando dónde está un pequeño villorrio de Italia, cosa que en verdad a
nadie interesa, y, lo que es peor, que no se busca en ellos algo que los relacione con la gigante
obra, sino que lo que se halla es que vivió, o nació, algún enemigo político, o que allí no llegó la
influencia política de los enemigos de Dante, como no fuera para dañar.
¡Busca más Dante, lo que ha de censurar que lo que ha de alabar! ¡Busca más la sombra
que la luz! ¡Apetece más recrearse en vituperar las manchas del sol que regalarse en la
contemplación del sol mismo!
Hay mucha pasión humana en la obra de Dante, y, para escribir una obra de tales vuelos
es de creer, y también será un consuelo y una gloria para quien la lleve a cabo, que venga un
hombre más espiritual y sereno que Dante. Un hombre capaz de penetrar más acertadamente en
el Divino Espíritu y en sus obras, y conocer, y examinar desde la espiritual altura, la tierra con su
hombre, rey de todos lo visible y, en Cristo y en María, rey de todo lo criado en el cielo, en la
tierra y en el infierno.
De la lectura de la Divina Comedia, en general, la Iglesia militante no tiene otra faz que
la de dos papas, a los cuales vitupera y azota despiadadamente. Aunque lo merezcan, hay que
hacer notar que estos papas no constituyen la iglesia de los trece siglos anteriores a Dante. ¡Y
dejar a la Iglesia militante mal parada en esta obra es falta que solo reparándola se puede subsanar!
Hace falta un teólogo más teólogo, un asceta más asceta y un místico más místico que
Dante para escribir otra obra divina. ¡Pero que no sea comedia como, bajo algún aspecto, es la
obra de Dante!
Lo que se debiera escribir era la Divina Realidad. Esto es, Dios Creador, Dios Reparador
y Dios Glorificador. Dios que saca las cosas de la nada y que, a pesar de todos los esfuerzos de
las criaturas libres por apartarse de Él, las santifica, las purifica y glorifica o castiga, según que
ellas fueron fieles o rebeldes a Él.
Pero este círculo de las cosas que salen de Dios y que vuelven a Él en brazos de su
misericordia o de su justicia, debe estar asentado sobre las bases eternas de la Verdad divina y
por sólo Ella revelado, pero no constituyéndose juez Supremo criatura alguna, aunque sea Dante,
porque esto, a mi ver, es lo que más repugnancia me ha causado en la lectura: contemplar al autor
de la Divina Comedia dando el limbo, el infierno, el purgatorio o el cielo, a quien a él vino mejor
en gusto. Bajo este punto de vista, diremos que, sin duda, es una verdadera comedia la obra divina
de Dante.
Asunto tan divino no merece ser tratado con ánimo de escribir una comedia. En todo debe
resplandecer, en obra semejante, la verdad, y esa verdad aplicada perfectamente a la realidad,

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Acerca de la Divina Comedia
Federico Salvador Ramón

según la juzga Aquel a quien ha sido dada la facultad de juzgar a los hombres y a los ángeles, y
que sus juicios están fundados en principios contrarios a los del mundo.
No recuerdo más de las consideraciones que me hacía mientras saboreaba las bellezas
que, sin duda, atesora la Divina Comedia, baste lo dicho si alguien capaz lo lee alguna vez entre
nuestros hombres, para que se lance a la empresa de hacer obra semejante, pero más divina y
menos humana, con sus pasiones y todo, que las manifestadas por Dante.
¿Cuándo habrá entre nosotros un hombre que nos haga entrever en su talento que sería
hombre capaz de ser lanzado a tamaña empresa?
Ni el talento de Dante agotó todo el talento, ni la mano de Dios ha sido abreviada.
¿Por qué no ser optimista y esperar confiados?
Al fin, ésta de que aquí se trata, no pasa de ser una obra puramente humana.

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