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MARIPOSAS
DE HUMO
GUADALUPE VERA Y OTROS AUTORES
MARIPOSAS
DE HUMO
Cuando ves así, conviene encontrarte personas que te inyecten FÉLIX, EL QUE ECHABA HUMO.
sueños de papel o de humo y logren sembrar un poco del veneno
que no mata pero te cose alas y te ayudan a cargar las piedras
que te tocaron sopesar al nacer. A quel día todo cambió. Yo estaba dando vueltas con los brazos
extendidos, vestía una faldita con flores tejidas, llevaba una
muñeca elegida para salir a dar la vuelta por el patio delantero
Como les decía, vivir en una casa con neblina, hace crecer de la casa.
con la idea de conquistar escondites entre los muebles que la
habitan, que son escombros de la vida pasada de tus padres, De pronto, algunos familiares, que hacía tiempo no veía, entraron
donde anclan sus memorias en lo que fue, y a veces, cuando por la puerta verde de mi casa y una ambulancia blanca se
llega la oscuridad, esas ruinas del pasado levantan halos de luz estacionó frente al portón. Ahí, en la casa oscura, hombres vestidos
y bailan e impiden con su danza, librarse de ellos en el camión de blanco y azul metían un cuerpo. No lo reconocí al principio,
de la basura. Y es que de lo que me di cuenta cuando estaba era un cuerpo conectado a unos tubos y aparatos médicos. La
ahí es que las cosas tienen el poder de hipnotizar a los demás gente me abrazaba, lloraban me decían palabras lindas, pero
cuando quieres deshacerte de ellas. Con toda la intención te nadie, ni mi madre, ni abuelos me explicaron que mi padre se
proyectan imágenes pasadas o anhelos futuros que difícilmente había convertido en ese cuerpo pesado e inmóvil, un imán de
te ayudarán a realizar sueños. Entonces te inundas de miedo y te lamentos con imposibilidad de vivir solo, aunque yo descubriría
vas. Sí, ése es el secreto de los muebles viejos, te adormecen las después que nadie, absolutamente ninguno puede vivir solo.
ganas de librarte del pasado y ésa es su cuartada para que vivas
cargándolos por la espalda. No me llevaron a verlo. No me dejaban entrar a la recámara.
“Es una niña, no le enseñes la realidad” sentenció un tío que en
Todos los objetos de mi casa tenían esa peculiaridad bailarina y alguna ocasión, con el puño cerrado, me había levantado por la
brillosa: mis muñecas, por ejemplo, eran mis hijas o hermanas, barbilla, dizque jugando. A mí me dio miedo, y lo califiqué como
con las que nunca crecí, y sentía que debía protegerlas porque tonto de por vida y no, no me equivoqué, los niños sabemos que
Crecí, he vivido, dejé el cuerpo de niña, pero no sus preguntas, Le hablé de Tulancingo, la que me había presentado como su
y ahí de mi lado, la memoria de Félix y su humo alado, me casé tierra, de los paisajes sordos, de Hidalgo, de la necedad de los
Entraron los que estaban afuera, sentí una mano fría en mi “No cargues la casa oscura Nati, es pesada, no busques problemas,
hombro, apagó los cirios y con las reminiscencias de su humo ¡Tírala!”, me había dicho Félix meses atrás, y ese día me había
Lo que vi en él me hizo asentar la cabeza para que la tiraran ante GUADALUPE VERA
nuestros ojos. De pronto el ruido sordo del cemento cuando Nací y moriré mexicana. Estudie derecho, he
cae. Volteo y veo su cara, que después de ser un cuerpo inútil litigado pero siempre he tenido la necesidad de
para muchos y sin sentido, fue para mí siempre mi padre, ahí escribir, contar historias y llenar mi vida de libros.
estábamos los dos protegiéndonos y reconciliándonos con
la libertad de nuestros recuerdos, él con un tipo de sonrisa He publicado algunas poesías y relatos cortos
franca que yo sabía le habían dibujado las mariposas de Félix, en revistas digitales como: “La Peluquería de
y entonces sé que hice bien en tirar la casa oscura, de alguna Micolo” (México), “RGB Revista Literaria” (México)
manera, mi padre también la pensaba como un tipo de cárcel, y “Letras de Parnaso” (España).
imposible ya para su vista e insostenible para sus hombros.
Actualmente vivo en la ciudad de México junto
El humo de repente se alza, mientras yo enciendo un cigarro en con mi esposo y dos hijos.
honor a todos los que son parte de mí, mis abuelos, mis padres,
su pasado, el mío, sus muebles, mis pollos, mis muñecas, Autora del libro “La ceyba de Zyanya”
nuestras memorias, por Félix y por todas esas mariposas de
humo que veo alzarse para llevar mis mensajes a los que quiero,
vivo y siempre siento, aún con los ojos dormidos.
Llegaron tarde y se sentaron hasta atrás ocultos tras una falsa Ante la señal, Adriana Rojas —la otra mujer se llamaba Adriana
columna corintia que dividía al teatro en dos. La condenada Rojas—, cerró los ojos como añorando futuros, tomó aire y
chamaca pagaría el atrevimiento, la jalarían de las greñas y, exhaló palabras desgarradas, con la voz rota de sus 73.
frente a toda la compañía, le harían jurar que acabaría con sus
babosaditas de actriz. “Ya no te voy a pensar. Jamás. Jamás. Te he olvidado ya sin pensar.
Fuiste parte de mí. Ya no. Ya no. Ya no te voy a pensar. Jamás.
Pero, las cuentas les salieron mal. Esa noche Natalia estuvo gloriosa. Jamás.” Adriana se vació en la copla, con una voz de jilguera que
Disfrazada de princesa medieval, interpretó con el alma el viejo había conocido tiempos mejores, pero que aún conservaba la
papel de la doncella que se muere de amor sin saber bien por qué. entereza de sus sentimientos.
Impresionados ante el talento de su hija, Raúl y Matilde acabaron –Wow, qué bonita, debería mandársela a la D’Alessio –contestó
aplaudiéndole de pie, rabiosos, con las lágrimas difuminando cualquier Natalia apenas pestañeando, con la sonrisa descalabrada
intento de venganza. Al final, con el asombro aún a cuestas, se tapándole la ironía. Sin embargo, no pudo contener el absurdo
acercaron a su hija para decirle con voz endeble y brazos abiertos. gesto de alisarse las cejas pobladas con el dedo índice, señal de
–Mija, si eso es lo que le gusta, a la chingada lo que pensemos. que estaba mintiendo. Daba igual; la anciana no se enteraría.
Váyase en paz y disfrute de la artisteada.
Mientras esperaba que la vieja contestara algo, Natalia pensó
Ya con la bendición de sus padres, se volcó en la carrera. Poco que la canción era horrible, sin ningún tipo de métrica o ritmo;
a poco fue creciendo como actriz. Los productores la buscaban sin embargo, el arrojo de Adriana la había conquistado.
con insistencia, incluso los de televisión, pero ella les dijo que
no, interesada como estaba en el arte y no en la fama. Comenzó El espacio vacío, con esa necesidad de buscar palabras para
a escribir guiones, a interpretarlos y dirigirlos. Ahora tenía 30 poder romperse, fue azotado por la voz ronca y potente del
años y cinco guiones que se habían presentado con mediano funcionario público, quien comenzó con su diatriba de apellidos,
éxito en el mismo teatro de su adolescencia. enumerándolos fría, mecánicamente, como si desde niño no
tuviera otra cosa que hacer.
La vieja la miró con un dejo de envidia y apenas pudo balbucear.
–En cambio yo soy nueva en estos menesteres. ¿Sabe?, escribí –Ya nos van a llamar –sonrió Natalia
una canción. ¿Quiere que se la cante? –Sí –contestó Adriana con la esperanza recorriéndole las mejillas.
–Rojas Adriana –gritó el hombre.
Natalia no dijo nada, la dejó hacer en silencio, pensando que eran –Ésa soy yo.
caprichos de una vieja. Atenta, estiró las manos hasta llevarlas a –Vamos, vaya allá y firme lo que le diga el señor –le dijo Natalia
los recovecos de su cadera izquierda, abrió los ojos marrones y, ante la sorpresa de la otra, que no atinaba qué hacer.
Salieron del edificio tomadas del brazo, como dos viejas amigas. Apenas al verlo, Adriana sintió un deseo antiguo golpeándole las
Caminaron a paso tenue por la calle de Puebla, cuidándose de los paredes del estómago. Era 1960 y Adriana era una virgen tonta
estudiantes que corrían con la mirada clavada en sus celulares, y cursi que rozaba los 20. Trabajaba como mesera en uno de los
como si el mundo no estuviera ahí. restaurantes de un pueblo remojado en el olvido. San Julián era
pequeño e innecesario, por lo que sus habitantes desmoronaban
Silenciosas, pasaron por heladerías salpicadas de color, cafeterías su aburrimiento en jarras repletas de alcohol.
con olor a humedad y un puesto de comics atendido por dos hipsters
trasnochados. En la esquina de Córdoba doblaron a la izquierda. Un Como casi todos, Adriana era pobre, con una educación de sexto
minuto después, entraron a una fonda sencilla, de ésas que ofrecen de primaria que apenas le permitía leer, escribir y sacar las cuentas
menú completo por un billete de cincuenta. Adriana se decidió más elementales. No era bonita, ni fea, con la piel blanca, los ojos
por la carne asada, Natalia apenas probó la pechuga de pollo con grises y los huesos de facciones amplias que le daban un toque de
verduras. Hablaron de nimiedades, de la granizada del día anterior, reina pasada de moda. Pero sabía tocar la guitarra y cantar con voz
de cómo las había sorprendido el temblor del Viernes Santo, de la templada y suave, sentimental. Esto, más su carácter risueño, fue
muerte del poeta colombiano. Ya entradas en confianza, Natalia le suficiente para que la mitad de los hombres del pueblo la cortejaran,
dijo que vivía en unión libre con uno de sus productores. Adriana le pero ella se cansó de rechazar pretendientes.
confesó que era soltera, pero no por eso amargada ni mucho menos
señorita. Lo dijo con voz de niña, haciendo cara de monja celestial. Los consideraba burdos y sin chiste, indignos de ella, aunque
secretamente esperaba al príncipe azul que de vez en cuando
El chiste les cayó bien. Rieron como dos colegialas que se se le aparecía entre sueños, sonriéndole junto a un mar que
intercambian aventuras del primer amor. Después, Adriana se Adriana no conocía.
Se inventaron un verbo, el verbo vuentear. Era su clave secreta, Al séptimo día el luto se le murió. Recuperó su orgullo de señorita
se la decían murmurándose a los ojos, sin hablar. Se vuenteaban de pueblo y resucitó ante la falta de lágrimas. Árida y rota, tomó
con los dedos, con las manos, a suspiros. (Eres tú; quiero la guitarra, el dinero, la maleta desecha de la primera vez y se
vuentear contigo para siempre, de arriba abajo, de abajo arriba, fue a la ciudad, a la capital del país.
de derecha a izquierda, de izquierda a derecha).
Llegó una mañana de junio. Al salir de la estación de camiones,
Un mayo lluvioso, en el que las olas formaron un torbellino gris el DF la recibió huraño, con el sol que corría a empujones por
que engullía ramas y peces, Lázaro se fue de viaje y tardó en las aceras, difuminándose en los coches, rebotando en las
regresar. Volvió tres días después de lo acordado. Encontró a construcciones de seis pisos que Adriana no conocía. Con una
Adriana en un rincón llorando asustada. Ella lo quiso abrazar. fuerza salida de quién sabe dónde, Adriana se perdió en la
Estaba pálida, con la garganta vacía y los sueños en vigilia, pero ciudad. Vagó por horas hasta encontrar la casa de Roberta, una
él sólo se tocó la nuca, cerró los ojos y se dio la media vuelta. prima con la que, de tanto en tanto, se escribía cartas rupestres.
–Chula, me voy para Cuatro Ciénagas –le dijo con la voz enlodada Roberta vivía con su marido y dos niños pecosos y enclenques.
y pálida. La recibieron cálidos, despreocupados, haciéndole lugar en su
–¿Y eso dónde es? pequeño hogar.
–Un maldito pueblo a 100 kilómetros de aquí. Lo siento, chula,
mi mujer regresó. Estoy casado y con hijos. No tenía caso que lo La prima vendía ropa en un tianguis y Adriana poco a poco fue
supieras. Antes de conocerte, discutimos y ella se fue. Me mudé aprendiéndole el oficio. Aprendió a buscar la mejor mercancía,
a Tres Ríos y seguí vendiendo rockolas. Llegué a tu pueblo sin a regatear, a cumplir los caprichos del cliente, así hasta
saber bien porqué. Las dudas se me disiparon al verte. Te quise, independizarse y montar su propio negocio. Con los años fue
Adriana, mucho, pero mi vida es allá, con ella. –Le soltó frío, con progresando; ahora tenía una tienda de regalos que le daba para
la lengua revuelta en la arena. vivir sin apuros.
Después se fue. Sin darle un beso, sin llevarse nada, apenas un Pero no fue capaz de olvidar. Lázaro seguía ahí, enquistado como
poco de ropa que arrojó sin cuidado sobre el asiento derecho de un dolor malsano que invadía sus articulaciones. Aunque muchos
Supo que si quería olvidar, tendría que limpiar su recuerdo como Natalia estaba fascinada con la vieja. Tenía poco de haberla
si fuese un vidrio sucio. Una tarde de viernes en la que estaba conocido y ya la admiraba. Era una admiración genuina, llena de
sola, tomó la guitarra y se puso a cantar. respeto. Tal vez por eso la idea inicial que tenía cuando la invitó
L a luz del amanecer reverberaba en el espejo azul verde, El sol se rompió sobre el espejo de colores, tiñendo todo de
esquivando a los pájaros que se rompían entre el cardumen amarillo naranja. El efecto alcanzó a Adriana, pero ésta no hizo
multicolor. Los granos de sal se filtraban en los muros de las casas, caso. La voz se le había perdido entre la marea.
en las sábanas y blusas de dormir, en el café que se asentaba sobre
las tasas de metal, en la rutina atolondrada de sus habitantes.
concierto pleno de nostalgia en el que estuvieron, entre otros, Conviene aclarar que por los días de su primer encuentro,
Vicentico Valdés; Celio González; Bobby Capo; Daniel Santos ambos andaban casi en los setenta y cinco años y a los dos les
y que nadie sino Ella, la Reina, su adorada Celia Cruz —me lo encantaba que les dijeran que representaban menos edad y que
dijeron, me lo repitieron— podía haber cerrado. se veían muy bien.
El disco, por supuesto, revivió aquel recuerdo, esa noche y esta La siguiente vez que coincidieron en los mismos trámites fue
historia. realmente fortuita, ya que decidieron, por separado, esperar
hasta el último día de cobro sabiendo que las colas van
Se conocieron en el Centro Hospitalario Siglo XXl del Seguro disminuyendo, dada la necesidad que tiene la gente de recibir
Social, haciendo cola para cobrar su pensión. Ahí se habrían visto su dinero, a pesar de lo raquítico de las pensiones.
seguramente varias veces, pero nunca habían cruzado palabra
hasta esa mañana que les tocó estar uno enseguida del otro, Cobraron en mucho menos tiempo y en lugar de despedirse en
primero en la fila donde se presenta la credencial y se recoge ese momento, como lo habían hecho la vez anterior, decidieron
el recibo y luego en la otra, para llegar a la caja y cobrar. En esa ir a tomar un café. Por lo que hablaron se dieron cuenta que
ocasión, por cierto, ambas estaban más largas que de costumbre tenían casi el mismo tiempo retirados y que a diferencia de casi
y la segunda llegaba hasta la calle. todos los demás jubilados con los que se encontraban mes a
mes, los dos recibían, además, la pensión del banco en el que
Mil veces —al paso del tiempo— los dos renegaron de su cada uno laboró, lo que les hacía menos pesada la cesantía.
suerte. Medio en broma, medio en serio, cara a cara, uno y
otro se increpaban diciendo: “¿Qué pecado cometí para que Sus convivencias se fueron haciendo más frecuentes. Además del
me tocaras esa mañana como vecino en la fila, habiendo tantos café el día de cobro, se juntaban el segundo jueves de cada mes
jubilados?” Así terminaban sus discusiones bastante frecuentes, para una caminata tempranera y un desayuno, que por la charla se
luego de algunos carajos y chingados y se dejaban de ver por prolongaba hasta mediodía. En el invierno lo cambiaban a comida
semanas. Una vez duraron sin hablarse varios meses, hasta que y ya en los últimos tiempos se juntaban a merendar. Así le fueron
se volvieron a encontrar cobrando la pensión. dando la vuelta, primero al frío y luego a las gastritis y colitis.
La cortesía y la trivialidad marcaron esa conversación en el Por algún tiempo, les dio por tomar unas clases de danzón en las
reencuentro. El clima, la cantidad de gente, el edificio. Al avanzar la que, no sin rezongar, les venía bien intercambiar pareja. Fueron
cola, la plática los llevo a darse su nombre; a comentar las posibles pocas lecciones. No se sabe bien por qué las dejaron. Hay una
causas de la excesiva longitud de las filas, en comparación con versión que no confirmé: se sintieron lastimados en su ego por el
meses anteriores y lo que significaba el esfuerzo de estar parados comentario soltado al vuelo por un irreverente jovencito que los
tanto tiempo, aunque de inmediato uno y otro afirmaron que la veía bailar: “Mira, mira... los viejillos, como que la quieren hacer.”
Al calor del alcohol los pleitos y las discusiones se agriaban y Mencioné antes la mesa de dominó que compartieron y
venían los desencuentros. Sin embargo, no pasaba mucho sufrieron por un tiempo. La retomo para precisar que ahí se dio
tiempo sin que empezaran a extrañarse y encontraban la forma un serio y largo alejamiento. Los dos jugaban bien, pero eran
de seguir viéndose, para escabullirse de la terrible soledad. insoportables.
Viudos, sin ningún pariente cercano, cuando menos en la Ciudad Quienes esporádicamente les hacían el cuarto, los toleraban por
de México, cargando cada uno sus propias fobias, intolerancias respeto a la edad, padeciendo y aguantando sus reclamos; su
y demonios, vivían y estaban solos y ahora compartían eso. Los desesperación; sus insultos. Sucedía sin embargo, que los peores
dos asumieron y valoraron esa circunstancia, pero la manejaron agravios se los dirigían uno al otro. Una tarde fue el colmo y en
sin deshacerse de sus acendrados egoísmos, acentuados por la una de esas empezaron gritándose y acabaron pendejeándose.
edad, marcando, como los gatos, sus impenetrables territorios. Se levantaron y se fueron.
Por eso, por ejemplo, ninguno conocía la casa del otro; por Esa vez quedó muy claro que lo que los ofendía en serio; lo
eso se reunían en lugares públicos, evitando incluso cualquier que los sacaba de quicio era cualquier referencia a su pérdida
alusión a su íntimo hábitat, si se me permite la expresión. de memoria, “al Alzheimer que te atonta cada día más”, como
indistintamente se agredían.
Que la relación entre ellos atenuó esa soledad, quedó plenamente
demostrado cuando, tiempo después de conocerse, optaron Tercos y orgullosos como eran y ya sin la posibilidad de
por que su pensión les fuera depositada en el banco, lo que no encontrarse cobrando la pensión, dejaron de verse casi un
habían hecho hasta entonces, según se confesaron, ya que en año, tiempo en el que se avejentaron más rápido; se les agrió
los trámites y en las colas encontraban una forma de distraerse, el carácter y descuidaron su aseo y arreglo personal, lo cual no
de no aburrirse, cuando menos una mañana al mes. dejó de llamar la atención, porque si algo los distinguía era que
vestían bien y que eran muy pulcros.
En el cine tuvieron un buen punto de contacto. Los dos eran
fanáticos de Kubrick y conocían bien todas sus películas; Así, se encontraron accidentalmente en la librería Gandhi, allá
diferían solamente al opinar sobre la mejor. Como segunda en Miguel Ángel de Quevedo y fue muy chistoso cómo evitaron,
opción, después del “Maestro Stanley”, como ellos le decían, en una primera reacción, en un acto reflejo, saludarse.
tenían al cine italiano. Por razones más que entendibles los
conmocionó “Todos Estamos Bien”, esa joya en que Mastroianni Disimulando, caminaron en sentido opuesto como si no se hubieran
recrea en la pantalla las vicisitudes y amarguras de la vejez y se visto, pero eso sí pensando uno del otro: “que jodido está”.
Así quedaron, citándose a las puertas del Auditorio la noche ¿Qué habré hecho para padecerlo?”
del 1 de noviembre del 2002, en la que, por cierto, Celia Cruz
pisó ese escenario por última vez en su vida. Ahí en la cola para El aludido ya no contestó. Sin voltear a verse se retiraron cada
entrar me tocó coincidir con ellos y escucharlos. uno por su lado hablando solos, sin importarles las miradas o
los comentarios de los que se hacían a un lado para darles el
Sin duda eran fieles seguidores de Doña Celia. Al entrometerme paso. Los perdí de vista sin poder hacer nada pues la gente que
venía atrás de mí me empujaba hacia el interior. Entré y ocupé
en su conversación me contaron casi todo lo que sabían de
mi lugar recordando los últimos comentarios que me habían
ella: que había nacido en la Habana en el barrio de Santos
hecho: que la “Reina de La Salsa” acababa de cumplir !78 años!;
Suárez; que cantaba desde los 5 años; el número de álbumes
que celebraba en ese concierto sus 50 de trayectoria artística
grabados, creo dijeron algo así como setenta; los discos de oro
“…y sabe qué es lo mejor, que sigue azucarándonos.”
y platino acumulados, no recuerdo el dato; sus 5 Grammys;
Ixtoc 39
LA OBRA
INÉS RÉCAMIER.
V olvieron las lágrimas cuesta arriba hasta encontrarse con de que él saliera a trabajar.
los ojos del hijo, que levantó de su regazo al padre para Al hombre le gustaba su trabajo.
depositarlo en el suelo nuevamente. Luego salió del cuarto de
baño y cerró la puerta. La sangre derramada retornó con premura Verano… Primavera… Invierno… Doce campanadas dieron
al cuerpo del padre y la munición reingresó en el arma. El sol marcha atrás. La cocina se alistaba para recibir al año nuevo;
escapó al alba y la noche volvió. La pistola voló a las manos del tintinaron los hielos servidos en las copas de cristal y las
hombre, quien se irguió rápidamente encañonando el arma a su bandejas cargaron cantidad de bocadillos. El alborozo en la
cabeza y contemplando, detenido, su propia imagen estropeada música entorpecía las conversaciones despreocupadas entre
bajo el escrutinio de un espejo inclemente; líneas sepultadas decenas de invitados.
alrededor de una mirada agonizante, y surcos acentuados en la
expresión dolorosa, ya casi ultimada. El hombre y su mujer celebraban.
No sé qué es lo que te hace regresar y a mí recibirte. No Es dueña de un alma felina, una sensibilidad
es amor. Nunca lo fue. Yo creo que nos buscamos porque abismal, una mente creativa, una escencia
somos los únicos testigos fieles de nuestra existencia. Nos mística y una manera peculiar de entender el
transformamos juntos en materia inservible. Tienes razón. mundo, empezó a escribir por instinto.
Siempre fuimos oscuros. Como tú dices, la bajeza estaba en
nosotros, sólo era cuestión de tiempo para que saliera a flote. Su receta infalibre para sobrevivir: un baño de
Tú vienes porque soy la única que te conoce desde hace tanto luna y la mirada de un gato
tiempo. Sé cómo eras antes de convertirte en esto tan podrido.
Si me esfuerzo aún te visualizo corriendo a mis brazos con la “Luna eterna” es su novela.
ilusión en la mirada y un anillo de compromiso barato en las
manos. Vienes porque te recuerdo lo que un día fuiste. Yo te
acojo porque me ofreces una especie de seguridad enfermiza.
Cualquier otra relación es falsa. Por lo menos sé que tú eres
real. No tengo a nadie más. En mi vida sólo tú eres tangible. Lo
único que ha persistido.
¿Te acuerdas cuando saqué a tu padre del departamento a Una mañana, después de meses de habérsela prestado, me
punta de pistola? Sí, a mi abuelo. Hice que se encuerara en el percaté del estado en que se encontraba la querida camioneta
camellón, aquí enfrente, sobre División del Norte ¿te acuerdas? de mi padre.
Hacía el mismo frío que hoy. ¡Hice que se desnudara ese señor, –¡Mario, mira nada más cómo la tienes!
sí, muy catrín el cabrón! Y claro, tu hermanito llamó a la policía, y –Cómo, García, está en perfectas condiciones, no está golpeada,
claro, me metieron al bote. ¿Cuántos años tenía yo?, ¿veintidós, bueno, ni siquiera he encendido el motor.
veintitrés?, de lo que sí me acuerdo es de que estaba en la –Quiero decir que ¡la tienes atestada de basura!
escuela de sobrecargos de aviación. –Qué pasó García, sin desprecio. No es basura, sólo guardo
algunas cositas de valor.
Pobre viejo, y después él fue quien me sacó de prisión. Creo que –Si mi padre se entera se pondrá furioso. Algo hay qué hacer.
él sí me quería, con todo y que le apunté con la fusca. Ah, que Tenemos que encontrar otro lugar para que duermas. ¿Y tu
rico mi ron. Ahora no me oyes Chata, bueno, nunca me oíste. departamento? Eso es lo mejor. No puedo creer que no abra la
No, ya no oyes y te puedo decir. Confesar. puerta, ¡eso es imposible!
–Te lo digo, así es. ¿Por qué chingados no me crees? ¿Qué,
Sólo para sacarlo porque lo que hice ya no tiene remedio. Sí alguna vez te he dicho alguna mentira? A ti no te engaño García,
mamá, violé a mis medias hermanas. Sí Chatita, a las dos. De ¡la puta puerta de plano no abre!
chicas, ¿qué tendrían?, ¿diez, doce años?, ¿lo sabías? Creo sí. –Yo me tengo que cerciorar, ¿tienes la llave? Vamos de una vez;
entre los dos hacemos un espacio en la recámara o en algún
¿Estoy arrepentido? ¿Eso me preguntas? no lo sé. A veces lo lado, seguro es mejor que vivir en una banca del parque o en
recuerdo y me empino la botella. Otras lo quisiera repetir. un coche. Así regresarás a tu casa y yo devuelvo la camioneta.
¡Pobre Bufa! tan cuidada que ha estado por treinta años.
Sí, de plano eso me dirían los curitas del México: ¡Mario Ruiz,
eres un pecador¡ ¿Y sabes qué? ¡Me importa un carajo! Ellos son Mario y yo vaciamos la camioneta. Durante nueve meses la
iguales. Sí, igualitos. convirtió en su nido, atiborrada de objetos: zapatos, tenis,
pantalones, bolsas, revistas, cartones, chamarras, botellas
Ah, menos mal que traje mi chupe. Sí, menos mal. Ya se hizo de de vidrio, botes de plástico, hojas, sobres, fierros, monedas,
noche. Todo está bien pinche negro. carteras sin dinero pero sí con credenciales y tarjetas de crédito.
Me acomodo en las bolsas. Aquí hay unos periódicos para taparme, Dejamos todas sus pertenencias en la banqueta, él se encargaría
tengo sueño, quiero dormir pero, ¡carajo!, ¿y ahora cómo te saco de subirlas a su casa después de abrir y yo en la tarde llevaría
de aquí? ¡Ni madres! Yo no te saco. Mejor mañana que venga tu a La Bufa al lavado de autos de Tlacoquemécatl, para que le
hermano, al que siempre preferiste. Y él que te entierre. tallaran las vestiduras y los tapetes.
Me duelen las piernas. Cuantas escaleras para llegar al tercer Y de golpe se cerró la puerta y todo le cayó encima.
piso. Qué bueno que García abrió un pequeño espacio en el
departamento. Al menos allí me podré recostar.
vez más, pues el follaje de los arboles era más escaso y menos Hospedarse, comer algo, bañarse y descansar, eran rutinas
verde. Lo aplastó el aburrimiento al perder visibilidad exterior silenciosas, los años le habían enseñado que todo se define con
por la densa niebla y un ascenso lento de curvas monótonas. el alba, pues antes del amanecer habrían de armar el negocio
de su padre y a esa hora ya se lograban ver los cielos despejados
Estiró al máximo su joven cuerpo. Revelaba la musculatura ganada o los nubarrones del mal clima. Mientras tensaba cuerdas y
por el deporte, y mientras apretaba la mandíbula y se estiraba, acomodaba las mercancías a vender, el tiempo clareaba los cielos
emitió un gruñido que rompió el silencio de su entorno. Se talló los y los vendedores de café y pan eran solicitados para terminar de
ojos con las palmas de sus manos mientras sus codos apuntaban despertar los sentidos, los rostros anónimos de sus vecinos le
al cielo, no supo calcular la hora pero notó el paisaje a través del comenzaban a ser ya conocidos y casi a gritos los saludaba, más
cristal: ya era otro. Se alegró de lo bien que durmió. En silencio dio por sus apodos que por sus nombres.
las gracias a su madre por la almohada mullida mientras le devolvía
la forma original con pequeños golpes laterales. Entre tanta gente se daba a notar con gritos y ocurrencias a la
hora de vender, distaba mucho el primer día en que ante una
No pudo evitar una mueca por las palabras injustas de su padre multitud homogénea gritara una letanía incomprensible hasta
referidas a su esposa: “Siempre evita viajar, prefiere observar el para él mismo pero que llamaba la atención por estar subido
mundo desde la seguridad del hogar”. en un improvisado estribo. El furor duraba horas sin tregua, en
cada oleaje de gente debía buscar cierto ingenio para pasarlos
El autobús mantenía un ronroneo suave y uniforme, transitaba a la trastienda donde su padre cerraba las ventas, sólo un
en línea recta. Su padre no había dormido a pesar del tedio de intercambio de furtivas miradas daba entendimiento de si
las horas transcurridas. Lo imaginó desesperado por fumar un marchaban bien o mal las cosas.
cigarrillo. La ventana mostraba ahora una planicie conocida y el
próximo poblado le causó una inquietud natural, sabía bien que Al comenzar la noche terminaba el día de la venta, hasta entonces
cada jornada de trabajo era imprevisible, y mientras observaba con tenía tiempo de fijar la mirada en detalles simples: los perros
cierta veneración la torre blanca coronada con una cruz, se santiguó. de tantos colores olisqueaban la basura, el vuelo indiferente de
las aves tornasol se dirigía a lo alto de la iglesia, los borrachos
Tenía muy presente lo incierto de cada viaje, empujado por buscan a traspiés banquetas para dormir, los olores y los sonidos
un impulso del corazón localizaba a su madre para despedirse; sin origen que le traía el viento.
algunas veces en el café habitual donde se reunía con sus dos
mejores amigas, algunas veces cocinando, otras haciendo Un descubrimiento cambió todo. No lograba acomodar sus
ejercicio y no pocas leyendo en la cocina donde la iluminación pensamientos al ver a su padre con otra mujer. Sus parpadeos
era mejor. Sin embargo, tenía grababa otra imagen de ella menos intermitentes y la sangre que bombeaba frenéticamente
tangible: en cada despedida la recordaba con esa constante su corazón, contrastaban con la inmovilidad de sus piernas,
Regresan a casa.
¡Tiene otra mujer! -grita plantándose ante su madre, lo grita con
los ojos vidriosos por no dormir, lo grita y rompe el silencio del
hogar y ve cómo el rostro de su madre gira a verlo lentamente
mientras palidece.
Todo sucede en un momento eterno, sus hermanos, incrédulos
DE JAPÓN
ante lo que acaban de escuchar, sujetan con fuerza los lápices
sobre la tarea y voltean hacia su madre y la madre busca una
grieta en el techo donde anclar su mirada mientras traga saliva
estirando el cuello, el padre entra a la casa ajeno a todo, va
mencionando para él mismo el nombre de las frutas que ha
A TAURED
traído en una caja de madera y se acerca cada vez más a la
puerta donde está su familia. Silencio absoluto. BS FERNANDO BARBA
Con un ligero movimiento el joven gira y prepara una ofensa
dirigida a la puerta donde la sombra anuncia la entrada
inminente del padre…
No es otra mujer. Es tu madre -susurra ella.
ARMANDO
está bien, la gente viste de una forma extraña y le hablan a unos
aparatos pequeños. Me acerco a uno de los mostradores de la
aerolínea y pregunto a una persona si sabe algo sobre Taured, y
me responde que estuvo allí hace unos dos años.
TS’UNU’UM
guacayo, condensaron su espíritu y que del remolino de las hojas
verdes azules, como una flecha, voló el primer quetzal.
L os mayas más viejos y sabios cuentan que los Dioses crearon
todas las cosas en la Tierra y al hacerlo, cada animal, cada
árbol y cada piedra le encargaron un trabajo. Pero cuando ya
En la antigua Mayapán, donde el árbol de la Ceiba crece hasta habían terminado, notaron que no había nadie encargado de
no poder ver el límite con las nubes, donde el cielo se pinta de llevar sus deseos y pensamientos de un lugar a otro.
multicolores azules, allá, en el Mayab, lo que hoy en día es
Yucatán surgió esta historia. La liga del Mayab, fue un tratado Como ya no tenían barro ni maíz, tomaron una piedra de jade y con
de paz firmado entre los gobernantes de los imperios de ella tallaron una flecha muy pequeña. Cuando estuvo lista, soplaron
Uxmal, Chichén Itzá y Mayapán. sobre ella y la pequeña flecha salió volando; ya no era una simple
flecha, ahora tenía vida, los dioses habían creado al primer colibrí.
El rey Hunacc Ceel tenía a Sac Nicté “Blanca Flor” su joven y bella
hija. Todo Mayapán la quería y la seguía mucho. Se dice que Canek fue Rey de la gloriosa y majestuosa gran ciudad de
esta princesa salvo una vez la vida de un pequeño que estaba a Chichén Itzá. Canek era un joven y valiente guerrero. Había
punto de ahogarse, pero Sac Nicté, sin que los demás la notaran, luchado en muchas batallas, trayendo siempre gran orgullo a su
saltó rápidamente a la cascada para rescatarlo, arriesgando así, pueblo. Canek, desde muy joven había aprendido a cazar, había
su propia vida. Sac Nicté admiraba, más que otra cosa, a los comenzado a aprender con jabalíes, pero a lo que el joven rey le
venerables. A los ancianos del pueblo. gustaba cazar era el más temido animal de la región: el “Balam”.
Sac Nicté, ayudaba cuando su padre se lo permitía, a los ancianos. “Balam”, fiera indomable de color atardecer y manchas, el jaguar,
Ya había aprendido las propiedades curativas de las plantas, a orar éste había sido siempre su presa favorita. Canek solía decir a los
y a hacer buenas Casas de los Dioses. Los ancianos dicen que a más jóvenes guerreros, que si podías enfrentarte a un Balam
Hachakyum le gustan éstas Casas para rezarle y que cada vez más sin armas ni ninguna protección más que tus manos y podías
los jóvenes olvidan como hacerlas. Para los mayas, la destrucción acorralar tanto al animal que terminara huyendo, lo atacases o
del quetzal estaba prohibida bajo pena de muerte, cuyas plumas no, perderías el miedo a la muerte para siempre, dado que ya la
como el cacao servían de moneda para el trueque y comercio. habías enfrentado, y esta vez habías ganado.
El plumaje de esta ave era precioso; siempre usado para adornar El príncipe se convirtió en rey al cumplir veintiun años. Ése día
y embellecer, pero se dice, que la verdadera razón de tan valioso volvió a ver a Sac Nicté después de muchos años de no verse y
animal es que aún posee el espíritu de los dioses. se enamoró profundamente de ella.
E
Ulil, heredero de Uxmal. También era un valiente guerrero, l rey de Chichen Itzá estaba devastado. ¡No sabía que hacer!
siempre que había batallas él se hacía participe, y no sólo eso, Se debatía entre ir a Mayapán y confesarle a Sac Nicté su amor,
sino que se hacía inolvidable. Ulil era conocido como el gran o invadir Mayapán y así poder secuestrarla o bien, enfrentarse a
vengador, gustaba alegrar a los Dioses mediante sacrificios. muerte con Ulil en Uxmal.
Ulil era hombre de poder, y a diferencia de Sac Nicté que era Ésa noche, después de no haber soñado por más de 40 días, en
admirada por su nobleza, el era temido por el pueblo. Pocos su sueño él estaba en la selva, en un campo de flores, todas eran
hombres habían desagradado a Ulil y aun vivían, tan pocos que de un color amarillo, excepto una, entonces, llegó un aluxe y le
no puedo mencionar ni a uno sólo. dijo: “Su alteza, la flor blanca está esperando por ti, ¿Acaso vas
a dejar que otro vaya a arrancarla?” Entonces Canek despertó y
Ulil, Canek y Sac Nicté se conocían ampliamente, dado que se supo que tenía que ir con los ancianos. Canek fue ante ellos y les
conocieron cuando eran niños. Canek y Sac Nicté habían convivido preguntó lo único que en verdad importaba.
más entre sí que con el heredero de Uxmal, dado que éste por ser
más grande, no desperdiciaba su tiempo intentando atrapar monos “Ancianos, vengo ante ustedes, como guías espirituales que
o víboras, ni disfrutó nunca de las historias que los ancianos les son de todos los Itzaes, necesito me digan una sola cosa, ¿Es
gustaba contar a los otros dos, y al crecer, Ulil, a la edad de catorce que Sac Nicté ama al príncipe de Uxmal?” Los ancianos, se
años ya había ido a su primera batalla, dándose cuenta, de que él miraron unos a los otros y le contestaron: “¿Es que su Alteza
tenía el poder de quitar vidas, así como los Dioses, mientras que los desea saber la verdad, aun cuando esta le traiga sufrimiento?”,
otros dos, de doce y seis años, disfrutaban de nadar en una poza o a lo que el príncipe les contestó con un rotundo “Sí“. Y los
tirarse desde lo alto de una cascada. ancianos volvieron a preguntarle: “¿Aún cuando la verdad
pueda llevarlo hasta la muerte?”, y Canek continuo: “Debo
Cuando Canek volvió a reencontrarse con Sac Nicté el día saberlo, de lo contrario me estaré muriendo lentamente”.
de su coronación; no soñó más, ya que sus sueños los había Los ancianos lo consultaron entre ellos, invitando al rey a
reemplazando el recuerdo de la bella princesa. sentarse y a escucharlos.
Canek después de meditarlo cuarenta lunas, decidió ir con Ahí lo supo, que el día que fue coronado rey de Chichén Itzá, el
Hunacc Ceel para pedirle la mano de su hija; pero cuando Canek príncipe Ulil le había pedido la mano al rey Hunacc Ceel. Y en
estaba a punto de partir a Mayapán al amanecer al día siguiente, cuanto éste le aviso a su hija, Sac Nicté rompió en llanto, pues
llegó un mensajero con una carta del rey, invitándolo a la boda ella estaba enamorada del príncipe Canek hacía mucho tiempo.
de su hija, Sac Nicté con el príncipe Ulil de Uxmal. Canek, con los
ojos encendidos de odio, no tuvo más que decirle al mensajero Su padre le había ordenado que se casara con Ulil, y ella, no iba
que ahí estaría. a desafiar a su rey.
L legó el momento de partir hacia Mayapán, en tres días y Y entonces, se oyó otro grito desesperado, pero esta vez fue de
cuatro lunas sería la boda. Sac Nicté porque no quería vivir sin él.
Al llegar a Mayapán, Canek fue en busca inmediatamente de la Los ancianos le preguntaron al rey, haciendo caso omiso de la
princesa. Aun faltaba un par de horas para la boda, Canek buscó princesa “¿Realmente se entregaría a los dioses por ella?” y
tener un minuto a solas con la princesa, y justo antes de empezar entonces Canek tomó a Sac Nicté entre sus brazos y susurrando
la ceremonia lo consiguió. le dijo: “Mi amor por ti es tan eterno como el jade”.
Se acercó a la princesa y brevemente le dijo: “Sac Nicté, he Le kéen anchajak u jaajil, yaakunajilé, le
venido para llevarte conmigo, yo también estoy enamorado de puksi’ik’alo’obo ku ya’ax chich huntal
ti y detendré tu boda si así lo deseas”. Sac Nicté estaba feliz de Cuando el amor es verdadero, los corazones son de jade
verlo y de saber que su amor era correspondido.
Los ancianos consultaron a los dioses en el temazcalli. Y los
Al momento de la ceremonia, Canek y sesenta de sus guerreros dioses volvieron a darles un mensaje. Le dijeron al rey, que
impidieron la boda y así él tomó a la princesa. su pueblo podría escapar si todos huían ése mismo día, pero
que su imperio se desvanecería. Que ésa misma noche vendría
Al volver a Chichen Itzá, un aldeano le dijo al rey que los ancianos Ulil y Hunacc Ceel para saquear la ciudad e incendiar todo a su
estaban muy ansiosos por verle. paso, y claro está, los matarían a ambos por la deshonra que
habían hecho.
Canek llegó hasta ellos de la mano de la princesa. Los ancianos
los vieron y se miraron entre sí con preocupación y los invitaron Canek estaba furioso. “¡¿Que he hecho?!” gritaba una y otra
a ambos a sentarse. vez. Estaba desesperado, había guiado a su gente al exilio
para poder sobrevivir. Estaba ansioso y preocupado, así que
“Su alteza, tenemos malas noticias. Hemos consultado a los finalmente decidió que él entraría en trance para hablar con
dioses y se manifestaron y tienen un mensaje que darle: Nos los dioses.
hicieron saber los Dioses, que, por lo que acaba de pasar se
desatará una guerra en la que no sólo usted morirá, con ello, Preparó su ofrenda para agradar a los dioses y los ancianos
morirá la princesa y morirá con ello esta gran ciudad.” prepararon el temazcalli para él, lo vistieron con la piel de
“Balam”, y entre cantos, rezos y peyote el rey Itzae entró en
Canek gritó con desesperación, puesto que no entendía ¿por qué los trance y vio de frente a tres de ellos, Kauil; Dios del fuego, Ix U,
dioses le harían esto a Halach uinik? A él, que había sido designado la diosa del Amor y a Yum Cimil, Dios de la muerte. Se arrodilló
por ellos, a él que tanta sangre había derramado por su imperio… ante ellos y les suplicó su piedad para él y su amada.
Y con la poca sangre de estas aves preciosas, Sac Nicté empapó QUETZALLÍ
la cuenca de jade y Canek vertió unas gotas de la sangre dentro
de un botón de una flor blanca.
FUTURO,
animal, pero dicen, que si en la cúspide de la pirámide de Chichén
Itzá justo antes del atardecer pides un deseo por encontrar o
recuperar tu amor verdadero, saldrá el Quetzallí y con su suave
canto llevará tu deseo ante los dioses, para ver, si ellos también
GRAN
se apiadan de ti.
ANALÍ CAMZ
FUTURO.
Nació el 9 de abril de 1987 en Hidalgo. Se graduó
como licenciada en Gestión Turística en el 2010
en Aguascalientes. Pasó un año viviendo en
Bélgica como intercambista por parte del Club
Rotario cuando tenía diecisiete años.
FELIPA Y
que pensé ocurriría, me inclino un poco y le digo:
–Te amo.
LA CALLE
Quisiera matarme, pero soy muy cobarde, camino hacia las
camas de mis hijos y saco los cuerpos de entre todos los
escombros y los pongo en una pared sentados. En la esquina
del cuarto acerco a mi querida esposa y me siento, coloco su
OSCURA
cabeza cerca de mi hombro y acomodo su rostro para que
simule observar a mis hijos. Coloco el cañón pegado a mi sien y
sigo esperando un impulso.
A sus ocho años y medio, Felipa, con Alfonsina en sus brazos La chamaca se apuraba todo el día y entre descanso y descanso
y Efrén apenas caminando, vio cómo hicieron un hoyo grande les daba sus vueltecitas a los chiquillos que nomás de verla se
en el campo y echaron ahí a su madre sin más ceremonia que le iban encima a besos y abrazos. Felipa tenía una imaginación
un “Padre Nuestro” rezado por la aguardientosa voz de La grandísima y ello le ayudaba a inventar historias con las que
Eufrosina, la vieja alcahueta que le conseguía los hombres a la entretenía a sus hermanos y sólo con la promesa de una historia
mamá de Felipa. nueva la dejaban irse al siguiente trabajo.
A eso de las diez de la mañana se encogió de hombros y corrió al ¿Y la historia que prometiste? Fue lo primero que dijeron al verla
campo porque ahora sí, ya se le había hecho tarde. llegar ofreciéndoles una canastita con pan. Felipa sonrió, sirvió
tres vasos de leche y aunque estaba agotada los invitó a sentarse
Ese día trabajó con más ahínco que otras veces. Tal vez porque con ella en el escalón de la puerta.
deseaba distraer su mente de aquella calle que no encontró. Quitó
hierbas, lavó trastes, limpió tres chiqueros y le ayudó a doña Ana A la luz de una veladora, Felipa empezó su relato.
a vender tamalitos de elote. Y entre labor y labor corría a su casa,
como siempre, para ver a sus hermanos que se entretenían jugando “Escuchen con atención porque esto no es un cuento; no señor. Es
en la tierra. En una vuelta les daba de comer y en otra los agarraba la pura verdad. Si caminan en la noche cerca de la plaza, entre el
descuidados y los metía al baño para fregarlos con jabón y agua. establo de Don Simón y la casa de los Pérez, encontrarán que sólo a
Y sin que nadie pudiera hacer nada, Felipa se echó a andar por
la calle oscura junto con sus hermanos rumbo a la barranca de
Los vecinos miraban de reojo la sospechosa mudanza que hacía Bajé las escaleras del edificio y abrí la pesada puerta. Crucé el
casi a la media noche. Y en realidad no había nada por qué estar umbral hacia la oscura noche. Una vez más, el cielo negro me
alerta. En aquella época, la obscuridad me hacía sentir un poco arropaba en su taimada forma de querer y yo me sumergía
más cómodo, además de que a esas horas evitaba cualquier tipo confiado a su incierto accionar. Miré a ambos lados y decidí
de tumulto. Detesto los tumultos. tomar mi derecha. Con las manos siempre en los bolsos de la
chamarra negra y desgastada que hasta la fecha tengo, enfoqué
Cuando recién me mudé, en el pecho me revoloteaba aquella la mirada al piso. Caminé un poco pero no vi algún menú que
sensación de renovación, de juventud, de aquella levedad que hace me convenciera, así que doblé hacia la derecha nuevamente
que sigas cayendo en los mismos errores una y otra vez sin que en la cuadra siguiente. Esta calle, contraria a las anteriores, era
te importe un carajo. Volver la mirada a un pasado sin futuro es mucho más obscura, pero recordaba haber visto al otro lado de
triste, sobre todo cuando el presente está condenado a la soledad la cuadra una serie de cafés y restaurantes donde podrían vender
y a mantener, por mera necesidad de adulto, un flujo cotidiano comida para llevar. Aceleré el paso. Justo a la mitad del camino,
sin sentido, haciendo que las esperanzas vayan agonizando poco cuando el clamor de la calle anterior se había debilitado,
a poco hasta oscurecer. Eran gracias a este tipo de momentos, los en la parte más obscura del recorrido, logré percibir un sonido
que me salvaban de una vertiginosa caída a la locura. que no lograba reconocer. Me detuve para poder distinguirlo,
pero no entendía qué era. Caminé siguiéndolo mientras lograba
El teléfono, una conexión a Internet, los sillones para leer, la descifrar de qué se trataba y poco a poco fue tomando la forma
mesa para almorzar, un refrigerador y una cama para dormir, de lo que pensé que era. Un grito desesperado y lamentos
eran elementos básicos que cualquier ser humano necesita en constantes, que provenían de no sé donde, me crisparon de
la actualidad, y eran éstos exclusivamente los que dos hombres inmediato los nervios, aunque me colmó el morbo por saber
delgados pero recios, ponían con brusquedad dentro del quién los profería. Como hipnotizado, seguí los quejidos. A cada
departamento. Terminada la mudanza pagué a los cargadores paso que daba se notaban más intensos, más dolorosos, más
un poco extra, por ser en horario nocturno y cerré la puerta de profundos, más familiares. Llegué hasta una callejuela y noté
entrada. Miré alrededor, mi nuevo hogar. Las cajas amontonadas, a la criatura. Era un vagabundo que lloraba, que pedía a gritos
los muebles envueltos, la pequeña maleta con la poca ropa que algo, hincado, encorvado y golpeándose la cabeza:
La escena me dejó helado. No supe que hacer de inmediato, A la mañana siguiente me levanté y preparé el desayuno.
pero tampoco paré de andar por completo. Decidí no dejar Era sábado, así que no había que salir a trabajar. Prendí la
de hacerlo y seguí mi camino. Ver al vago lamentarse, en esa computadora y tomé mi libro. Leí un poco, pero no podía
posición y con esas palabras, me dejó perplejo y sin hambre. Sin concentrarme. Mi deseo de ver al vagabundo y su sufrimiento era
parar nunca mi caminar, regresé a los negros herrajes y crucé mayúsculo. Traté de olvidarlo por un segundo y salí a desayunar.
la puerta. Entré tembloroso a mi departamento, todavía sin Pasé la tarde ansioso, leyendo a medias, escuchando incompleto,
entender porqué exactamente me habían afectado los lamentos temiendo algún acontecimiento infame que pudiera poner
del vago. Encendí la computadora y traté de distraerme en la sufrimiento a mi vida, aunque no hubiera ni un riesgo latente
infinidad del Internet. cerca. Tomé un par de cervezas que tenía en el refrigerador y
las terminé mientras veía la ventana. Tomé conciencia cuando la
Al otro día todo había vuelto a la normalidad. Me levanté noche nos invadía por todas las ranuras, y el alumbrado público
temprano para ir al trabajo, repasando la rutina del día a día, atestiguaba mi cuasi demencia. Tenía hambre, así que salí por
sin siquiera recordar aquella sensación de miedo que recorrió algo para cenar, como pretexto para encontrar al vago de nueva
mi espalda la noche anterior. El día transcurrió como cualquier cuenta. Caminé durante un par de horas. Ya había memorizado
otro, con algunos éxitos y otros fracasos. Elementos cotidianos casi todas las calles, junto con todos los comercios, pero la idea
que nos hacen estar perdidos, adormecidos e inconscientes. de volver a encontrarlo se desarrollaba en obsesión. No desistí
Terminando la jornada, cerré la computadora y me encaminé y seguí, bloque por bloque, callejón por callejón, hasta que al
a mi hogar. Al llegar, abrí la puerta y justo en ese momento, el fin, unos sollozos me volvieron a atrapar. Quedaba totalmente
teléfono empezó a timbrar. Fui aprisa a él, un poco confundido, hipnotizado con aquellos lamentos; moría de miedo por saber lo
porque a nadie le había comunicado mi nuevo número, con que acontecía al mismo tiempo que una extraña familiaridad me
excepción de mis padres y hermanos, pero ellos nunca me hacía ir hacia ellos. ¿Qué era esto que me producían?
llamaban por teléfono. Levanté el auricular y pregunté, pero
nadie respondió. Se escuchaba la clara respiración de una Por fin encontré al vago. Lloraba y se lamentaba el desgraciado,
persona del otro lado, pero no salía sonido alguno de su boca. como la primera vez que lo conocí. Estaba sentado en el piso
Seguí preguntando quién era y justo antes de que se cortara el con la cabeza entre las piernas, se tomaba de los cabellos y
sonido, justo antes de que se escuchara la bocina del teléfono se mecía como demente. Me preguntaba si algún momento
colgar, se logró escuchar el comienzo de un grito aterrador de en el día se encontraba sin lágrimas en los ojos. Al escuchar
mujer. Mis nervios se volvieron a colapsar. Colgué de inmediato mis pasos, levantó la cara y me observó. Tenía unas negras y
y traté de averiguar con mis familiares si habían dado mi nuevo mórbidas ojeras que alfombraban sus muy desgastados ojos. Me
número a alguien, pero todos respondieron de forma negativa. miraba y sollozaba como un niño al que sus padres lo hubieran
Fui a la cocina y me serví un vaso de ron. Tenía que calmarme. abandonado para siempre en algún parque desconocido. Le
Las voces del pasado no se borran con facilidad. Por más que pregunté qué era lo que tenía.
Entré al lugar y me recibieron los ladridos de cientos de perros –¡Señor, encontró a Lucía! ¡Mi hermosa Lucía! –Tomó la correa y
abandonados. Todos alegres, todos inconscientes de su realidad. la bolsa con comida que traía en la mano, me dio la espalda y se
Encerrados y maltratados. No por la gente del lugar, sino por fue con ella. Llegaron hasta su lugar y se acurrucaron. Ninguno
de los dos me volteó a ver. Parecía que realmente era Lucía y por
sus orígenes. Lugares así, en donde lo único que mi cabeza logra
fin estaban juntos otra vez. Me di la vuelta y me fui.
concebir es la barbarie humana, me revuelve el estómago y mi odio
hacia los de mi especie sube un grado más. Traté de hacer todos los
Pareciera contradictorio que yo ayudara a alguno de mi especie,
trámites lo más rápido posible y salí corriendo. Tuve que esperar
pero los inocentes actos negativos que uno va sembrando
una semana hasta que me entregaran a la nueva Lucía.
MIENTRAS
–Buenas tardes, venimos a ver si puede curar a nuestro niño que
le cayó el rayo en la mañana, venimos de...
–Si, ya sé de donde vienen, pasen. ¿Así que este es el niño? Le
voy a curar los piecitos y las manos y lo vamos a acostar en ese
PASABA
catre, luego vamos a esperar a que despierte si lo hace entonces
su niño ya no será de ustedes sino de todos. Tejocotes recibirá
entonces al hacedor de lluvia.
EL TREN
ESTHER GODINEZ
Su respuesta iracunda: “Eso no es de tu incumbencia, y el vecino Al escuchar de nuevo la información de la demora en la salida del
no es ningún desconocido.” Sintió más la agresión en la actitud, tren, su mente saltó de las reflexiones que tanto la angustiaban, a
que en las palabras. la realidad del retraso del tren. No dudó más, tomó su maletín y se
encaminó a la salida para abordar un taxi. El tiempo era más que
Efectivamente, el chico había sido muy amable al ofrecer su suficiente para recuperar su libro.
ayuda para arreglar el estudio, tenía que reconocerlo. Las
sugerencias que hizo y llevó a la práctica con los muebles, la Durante el trayecto, su cerebro retomó el análisis del altercado de la
posición del caballete y la mesa de trabajo, ganaron espacio y noche anterior. ¡No fue lo que dijo, sino cómo lo dijo! Palabras más,
luz; pero, aún así, era muy poco tiempo para confiar en alguien palabras menos, echó por tierra la decisión tomada por ambos de
al grado de volverse casi su protector. moverse de ese barrio. Ella estuvo a punto de explotar indignada
imponiendo su condición de: el que paga manda, hasta llegar al
Le molestaba descubrir esa nueva faceta inconstante e límite. Sin embargo, prefirió no violentar la situación y se mantuvo
incongruente en su marido, quien de un momento a otro
impertérrita hasta lograr calmarse. Una vez repuesta, trató de
cambió de opinión y le dijo que ya no quería cambiarse a otra
convencerlo otra vez, incluso, usando sus propias palabras: irse de
zona, después de que fue él quien insistió en hacerlo. Ahora
allí era muy conveniente para ambos. No era posible continuar con
argumentaba que en ningún lugar encontrarían otro piso con un
el ruido molesto del paso de los trenes, tan próximo, sobre todo, las
espacio tan amplio y adecuado para su taller de pintura y con
corridas temprano.
Era mi primera cita con ella, claro sin que tuviera novio, así que Pero los minutos pasaban y Belba no aparecía, no podía creer
todo tenía que salir perfecto. que tardara tanto arreglándose.
Sin más demora me di un buen baño con agua caliente. Salí y revisé En ese momento sentí que algo tocaba mi pierna, cuando miro
mi armario para escoger mi mejor outfit. Quería verme bien. hacia abajo, reparo en el gato que frotaba sus mejillas y nuca
contra mí. De color marrón anaranjado, con varias marcas de
Tras ponerme un poco de loción, algo dulce pero no empalagoso, color más oscuras en cada pelo. Era esbelto, elegante y orejas
fui a checar que el auto estuviera impecable y aunque mi padre puntiagudas. De inmediato supuse que era Tomoyo, la mascota
lo acababa de llevar al auto lavado no quería que tuviera ninguna que le había regalado su novio en su cumpleaños.
mancha o mal olor.
Yo nunca he sido amante de esos animalejos, nunca le hubiera
Cuando faltaba media hora para vernos, eché un último vistazo regalado uno, me dan miedo, siempre que me les acerco para
al espejo. Todo era perfecto en mi rostro. Estaba bien afeitado, acariciarlos me rasguñan con sus garras retractiles, así que
ningún pelo fuera de su lugar. Entonces recogí mi cartera y el simplemente de un puntapié lo arroje a un lado. La fierecilla
celular. Sin perder más tiempo, me senté frente al volante y saltó la reja y se perdió de vista. En eso estaba cuando Belba
encendí el carro. apareció atrás de mi muy elegante, de tacones altos, llevaba un
Después de haber perdido algunas horas de sueño, el contrato En eso el camión de la basura la hizo desacelerar y por la izquierda
estaba elaborado. Escogió para guardarlo, un folder bello que no la dejaban rebasar. Una moto y dos carros, otro más y por fin vio
encontró. Puesto en su cuerpo, llevaría aquel vestido de color la oportunidad. Metió la direccional y se le cerró a esa camioneta
azul cielo, en el que se sabía hermosa con sus lindas botas negras azul. Logró entrar en el carril, cuando sintió un recargón.
de tacones afilados.
“Uy, me pegó, bueno no fue fuerte, no creo que haya habido
Corrió desde las siete a llevar a sus niños al colegio; siete y media, abolladuras” pensó. La camioneta se orilló. Ella por el espejo la
se maquilló; a las ocho, su licuado con don Pepe; y a las nueve en miró, y en segundos se decidió. En vez de frenar mejor aceleró.
punto, la junta con su jefe. Dos horas después, ya estaba en el Quiso perderla, pero poca fue su suerte; dos semáforos adelante
banco pagando sus cuentas. Medio día y la cita del Lic. Rosales la en el retrovisor, la reconoció.
retrasó por casi una hora. Apenas llegó a tiempo para recoger a
su pequeña. Besos, abrazos, una bella platica entre madre e hija, La conducía una fiera, pronto se le adelantó, cerrándosele a su
que duró justo el tiempo para recoger sus hermanos en la otra paso y obligándola a parar. El conductor con coraje, le gritaba
puerta del colegio. Hoy comeremos en la calle, comentó. que se bajara. Ella ecuánime por su ventana, le contestó que no
tenía caso la agresión, pues cuando mucho un raspón se notaría
Preocupada por el tiempo hasta el hambre se le quitó. Las tres en sus defensas. Él entonces revisó su daño, mientras ella a su
de la tarde y el corazón se le aceleró. vez se bajó para ver la defensa trasera. A lo mucho dos rasguños.
–¡Santo Dios!, la cuenta por favor… Serían menos de mil pesos.
—¿Por qué te vas? –enojado él le dijo.
A ratos pisaba el acelerador, aunque obligada por el tráfico era –Tengo prisa, no es para tanto.
más usado el freno. Dejó a sus hijos con papá, en un segundo se –¡Háblale a tu seguro! –ordenó
despidió; se sintió como ese conejo blanco con su reloj, “Me voy, –Pero si tú me pegaste, mi Rey. ¿Qué no sabes qué el que pega, paga?
me voy, se me hace tarde hoy”. –¡Pero tú te me cerraste!
–Si estás viendo que doy vuelta, ¿qué te cuesta dejarme pasar?
Encendió el vehículo mientras, como piloto de carreras, hizo –ella ya muy alterada.
cuentas con la hora del tablero. Acostumbrada a correr, sola sin –Qué, ¿no tienes seguro?
nada que perder, se dio cuenta; tenía justo cinco minutos menos –Sí baboso, pero te va a salir más caro el deducible que arreglar
del tiempo record que ha hecho hasta este lugar. “Yo puedo”, cada quien su golpe, además yo tengo prisa y no voy a discutir
pensaba, “tengo que vencer mi marca”. con un patán.