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El libro y la hermandad - Iris

Murdoch

Edición: Impedimenta, 2016 (trad. Jon Bilbao; post. Rodrigo


Fresán)
Páginas: 656
ISBN: 9788416542338
Precio: 24,95 €
—La esperanza es importante, puede que incluso sea una virtud.
Supongo que cada época piensa que está al borde del abismo.
Pero hay que ser capaz de proyectar el pensamiento hacia
delante, hacia la oscuridad.

Me gustaría que todo lector de este blog tomara nota del nombre
de Iris Murdoch (Dublín, 1919 – Oxford, 1999), novelista y
filósofa irlandesa. Como tantas otras autoras, Murdoch tiene el
hándicap de haber caído en el olvido: pese a ser una de las
mejores escritoras del siglo XX, quizá la mejor heredera de
la tradición decimonónica británica, no ha conseguido calar en
los lectores españoles. Su obra se encuentra desperdigada en
diversas editoriales, con muchos títulos ya descatalogados. En
los últimos años, Impedimenta ha apostado por recuperarla en
cuidadas ediciones; una gran oportunidad para descubrirla e
incorporarla al lugar de honor de nuestras bibliotecas que sin
duda merece. El libro y la hermandad, que se publicó por primera
vez en 1987, permanecía inédito en castellano hasta este año,
cuando se ha publicado con una excelente traducción de Jon
Bilbao. Esta obra fue finalista del Premio Booker y forma parte
del que se puede considerar su periodo dorado, entre los años
setenta y ochenta, al que pertenecen novelas tan aclamadas
como El príncipe negro (1973, Premio James Tait Memorial),
Henry y Cato (1976) y El mar, el mar (1978, Premio Booker).
Bajo el influjo de Shakespeare, Murdoch construye una
novela coral de alta envergadura literaria que toma como punto
de partida el reencuentro de unos amigos de mediana edad,
intelectuales de Oxford, en una fiesta. En esa primera escena, se
presenta a todos los personajes: los que conforman la pandilla
como tal, que han permanecido más o menos unidos a lo largo
de las décadas y han incorporado a miembros más jóvenes; y el
outsider, Crimond, al que no ven desde hace años. Murdoch
recrea una intriga en torno a este último: no solo está alejado
del núcleo, sino que para el lector también es un desconocido,
ya que no se le presta la misma atención que al resto. La historia
está narrada en una tercera persona que va desplazando el
objetivo de un personaje a otro, salvo Crimond, al que se
descubre a través de la relación de los demás con él, no en su
soledad. El modo con el que se refieren a él, además, acentúa
tanto la curiosidad como la desconfianza: «es peligroso. No tiene
miedo de la muerte, es un kamikaze», «siempre dice la verdad…
Es la persona más sincera que he conocido en mi vida», «una
persona comprometida, un idealista» (p. 85).
Todos, sin embargo, tienen un proyecto en común: un libro
sobre el marxismo que Crimond comenzó a escribir tiempo atrás,
financiado por los demás. Nadie sabe con exactitud de qué va la
obra, ni si Crimond ha dejado de escribir —Murdoch tiene un
sentido de la comicidad extraordinario—, pero tampoco se
atreven a preguntárselo. Les cae mal Crimond, algunos incluso
lo odian. Para bien o para mal, ese libro los mantiene unidos, y
esta cuenta pendiente sirve de excusa para que el hombre
misterioso esté presente, ni que sea de forma latente, en sus
vidas. La trama a propósito de este libro, a su vez, le da un toque
metaliterario que genera discusiones eruditas en torno a temas
como la muerte de la novela —una paradoja, teniendo en
cuenta que Murdoch escribe una novela en el sentido clásico— o
a su opinión del marxismo en la segunda mitad del siglo XX. Las
novelas de ideas de Murdoch logran un equilibrio entre lo
trascendental del conjunto (la moral, la filosofía, la historia),
influido por el platonismo que estudió en profundidad, y los
placeres terrenales de lo particular (la fiesta misma que abre el
relato, el sexo, el juego). Narra una historia dinámica, con ritmo
fluido, pero sin renunciar al trasfondo intelectual, que le da un
calado que va más allá de la acción.
A raíz de la escena de apertura, los personajes se
encuentran en un punto de inflexión. La fiesta propicia un
balance de sus vidas: miran el pasado, piensan en el presente,
analizan las pérdidas, las ganancias y las cuentas pendientes.
Gerard, el cabecilla, es un idealista que bajo su apariencia serena
esconde un dolor profundo por el recuerdo de un loro que tuvo
de niño. Jenkin, más práctico, es su mejor amigo, aunque tengan
formas diferentes de ver la vida (que dan lugar a espléndidos
intercambios de opiniones: «Yo creo en la bondad. Tú en la
justicia. Pero ninguno cree en una sociedad ideal», p. 272). Rose
está enamorada de Gerard en secreto, pese a saber que él es
gay. Tamar, la sobrina de Gerard, es una chica afligida,
dominada por una madre que intenta hacerle pagar sus propias
frustraciones («Sin padre, sin madre, concebida de manera
antinatural, era una criatura abandonada, proveniente de una
tierra desconocida», p. 204). Tamar es uno de los personajes
más logrados, quizá porque se contrapone a todos (por edad,
personalidad y estamento) y al mismo tiempo pasa de mano en
mano, involucrándose como sin querer en acontecimientos
importantes. También están Jean y Duncan, un matrimonio no
tan estable como parece. Y esto es solo un aperitivo…
En realidad, los personajes podrían dividirse entre los que
actúan motu proprio y los que esperan a que tomen la iniciativa
los demás. Los activos y los pasivos. Algunos llevan décadas
guardando un secreto (un amor, una frustración que los marcó).
Luego está Crimond, el kamikaze, de quien se puede esperar
cualquier cosa. Sea como sea, ha llegado la hora de la verdad, y
a lo largo de la novela los conflictos anunciados en el reencuentro
se destrenzan hasta reubicarlos a todos. Para ello tiene un gran
peso el amor, entendido en Murdoch como una fuerza que
puede mover el mundo. «¿Por qué nos da tanta vergüenza usar
la palabra “amor”?» (p. 390), se pregunta un personaje. Es
significativo que en un ambiente tan intelectual como el que
recrea la novela sea el amor, en sus múltiples formas, el que
desencadene los movimientos. La cordura del estudio frente a la
irracionalidad del impulso. El enamoramiento, la amistad, la
aventura, el amor casi paternal. Las decisiones (o las no
decisiones) con respecto a este sentimiento son las que acaban
determinando su devenir.
Tampoco se puede obviar la presencia de la muerte en la
obra: «¿Qué tiene de diferente esa nueva vida que estamos
empezando? ¿Es solo que ahora somos conscientes de nuestra
mortalidad o hay algo más?», p. 591. Del mismo modo que el
amor impulsa, arrolla, la muerte cierra capítulos y reabre
heridas. Volviendo a la escena de la fiesta, Gerard recibe la
noticia de que su padre ha fallecido. Empezar una novela con una
celebración y la posterior muerte de un padre no es baladí;
Murdoch utiliza el motivo literario de la fiesta como transgresión,
no hay jolgorio inocente; todo tiene su lado oscuro. Los
personajes están marcados asimismo por una muerte acontecida
años atrás: la de Sinclair, hermano de Rose y buen amigo de
Gerard. El grupo está incompleto sin él, y en el reencuentro se
nota su ausencia. La muerte, por otra parte, también puede
referirse a un conjunto de creencias (como el marxismo o la
religión), una etapa vital de experiencias compartidas que han
dejado atrás. Estas no son las únicas muertes que se producen
en la historia, ni los únicos momentos de ruptura violenta con el
pasado. La autora, como hizo en Henry y Cato, pone a sus
personajes en aprietos perversos, sucesos propios de una
película de acción, que sin embargo aquí no se reducen a eso,
tienen un significado. Los lleva al límite para mostrar sus
transformaciones a lo largo del tiempo.
Iris Murdoch concilia como pocos la pasión y la
trascendencia. La pasión de las grandes historias, de los
personajes llenos de vida, de los actos irreflexivos y las
confesiones a media voz. La trascendencia de las ideas que
subyacen a los hechos, del proceso de crecimiento (o declive)
que experimentan todos con el paso de los años, de la evolución
individual y colectiva. El libro y la hermandad tiene muchas capas
de lectura, igual que las obras de sus maestros, entre los que se
cuentan Shakespeare, Tolstói o Dickens. La novela gira alrededor
de unos amigos, una hermandad unida por un libro y separada
por las rencillas personales; un planteamiento ambicioso que
resuelve de forma impecable. Sus novelas aportan diversión y
entretenimiento, gracias a su escritura vigorosa y con sentido del
humor, pero a la vez suponen un reto, porque Murdoch es una
novelista exigente, sin concesiones, que invita a reflexionar
sobre la dimensión existencial de sus narraciones. Inteligente,
brillante, genial.
Cita inicial de las páginas 269-270.

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