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EL CINE-ENSAYO
EL “DOGUMENTARY” (DOCUMENTAL DOGMA).
LA DECONSTRUCCIÓN DEL “CINE EFÍMERO” (DESMONTAJE
DOCUMENTAL).
EL CINE-ENSAYO
Título que remite a la expresión de Jean-Luc Godard pero que, por lo que aquí parece,
debería hacerlo a la de Hans Richter, cuyas palabras del año 1940 indican: “…films que
se han puesto la misma meta, dar forma a los pensamientos en la pantalla.”; “esfuerzo
por hacer visible el mundo de los conceptos, los pensamientos y las ideas.”
Pero si existe una duda en torno a la vigencia del enunciado cine-ensayo, ésta remite,
por enésima vez, a la cuestión de los formatos. El cine-ensayo ha partido de las
soluciones formales y morales del cine de vanguardia, del experimental y del
documental creado a lo largo del siglo XX, pero también lo ha hecho de la televisión y
del videoarte. Se puede hablar de cine-ensayo en términos históricos pero resulta,
cuanto menos, confuso hacerlo para definir las realizaciones audiovisuales de la
actualidad. Salvo pocas excepciones (aquéllos asentados en la industria cinematográfica
que ruedan en 35mm y aquellos otros outsiders que continúan creyendo en las
posibilidades de los formatos menores –super 8 y 16mm-), pocos son los realizadores
ensayistas que trabajen actualmente en formato cinematográfico.
http://visionary-film.blogspot.com/2007/05/la-forma-que-piensa-tentativas-en-
torno.html
Cine de arte y ensayo. Se denominó de esta forma a un cine cuya característica más
definitoria era su capacidad de innovación y experimentación formal. Se empleó
inicialmente el término para diferenciar a las películas «artísticas» de las
exclusivamente comerciales. Aunque no existió nunca como movimiento o tendencia se
pudo consolidar en cierto momento cuando algunas películas se proyectaban casi
exclusivamente en determinados cines, llamados de «arte y ensayo» que circulaban en
dicha red de distribución. Se consideraron así a algunos grandes directores que no tenían
mucho que ver con el cine industrializado de Hollywood, como Fellini, Bergman o
Antonioni, ya sea por poner el énfasis en aspectos tales como la originalidad o la
individualidad, ausentes del cine de Hollywood, o simplemente por su característica de
ser «extranjero».
http://www.uhu.es/cine.educacion/cineyeducacion/glosariocine.htm
Siguiendo la senda marcada por Dogma '95, Lars von Trier presentó a fines del 2002
“Dogumentary”, manifiesto que a través de nueve mandamientos pretende normar la
realización de documentales, propuesta que mantiene importantes semejanzas con
Dogma.
El documental se ha dejado seducir por los recursos del cine de ficción y se ha apartado
de su función original de describir la vida de la manera más objetiva posible. Con la
intención de recuperar este género, un grupo de cineastas y productores de televisión
daneses, con Lars von Trier a la cabeza, han creado las bases para la versión dogma del
documental: el ’Dogumental’. Si Dogma-95 era un intento por recuperar la esencia del
cine: la historia, el ‘Dogumental’ es el intento de recuperar la esencia del documental: la
veracidad.
No manipularás
http://www.artezblai.com/aldizkaria/artez59/audio/dogumental.php
Dogma 95 (en danés Dogme 95) es un movimiento fílmico desarrollado en 1995 por los
directores daneses Lars von Trier, Thomas Vinterberg, Kristian Levring y Soren Kragh-
Jacobsen. Su meta es producir películas simples, sin modificaciones en la post-
producción, poniendo énfasis en el desarrollo dramático.
En 1995 Lars Von Trier y un grupo de directores entre ellos Thomas Vinterberg y Soren
Kragh-Jacobsen dieron a conocer un documento en el que planteaban la necesidad de
modificar la forma de realizar el relato cinematográfico. Ese documento resultó ser el
impulso inicial de un movimiento llamado Dogma 95 (Dogme 95). Los directores en
cuestión se comprometían a tratar sus películas respetando una serie de normas estrictas
a partir de las cuales buscaban encontrar la verdad profunda. Las películas filmadas de
acuerdo a este movimiento deben ser filmadas en escenarios naturales evitando las
escenografías armadas en los estudios, con cámara en mano o al hombro, grabada con
sonido directo y sin musicalizaciones especiales. Todas estas especificaciones buscan
dar a la historia un tono más realista. Las películas Dogma, se caracterizan por lucir un
certificado que otorga la autenticidad del proyecto y de un número de matrícula. Este
certificado lo expide un comité de jueces que valoran la película y se ciernen que
cumple con el voto de castidad.
Si bien el voto de castidad dice en el número 9, que el formato de las películas deben ser
en 35mm, se sabe que varias películas como La celebración y Los idiotas fueron hechas
en video. En una entrevista a Lars von Trier el 4 de noviembre de 1999, se le pregunta
por qué se denomina a estas películas como Dogma, si están hechas en video. Lars von
Treir contesta que hablando con Søren Kragh llegaron a la conclusión de que es muy
difícil para un cameraman cargar una cámara de 35mm y que además por una cuestión
de presupuesto se decidió grabar en video, adaptando esa regla a que el formato de
distribución es el que debe ser en 35mm.
http://es.wikipedia.org/wiki/Dogma_95
Dogma pretende instaurar el "rescate del cine actual" predicando, frente al apogeo de la
tecnología, una vía de castidad formal que, entre otros mandamientos de su decálogo,
exige el uso de la cámara manual, el color y los decorados naturales, condenando los
trucajes, la luz artificial y los géneros cinematográficos. Como la película me pareció, si
no dogmática, sí algo franciscana, le pregunto al director qué regla ha seguido en este
caso.
El cine efímero comenzó con la luz que parpadeaba, con todas esas experiencias en la
prehistoria de la tecnología: fenómenos de humo y fuego puros, sombras a través de la
niebla, el relámpago y sus efectos en las cosas, la luz del sol filtrándose en el follaje en
movimiento, el reflejo de la luz en las superficies líquidas inestables, la gota de agua: la
máquina de sueño primordial.
Todo ello implica adquirir conciencia del modo engañoso en que percibimos la
naturaleza y de sus maneras escurridizas. La diosa de la casualidad flirteando con el
duende de la curiosidad. Y se proponen serias meditaciones acerca del juego ilusorio del
universo, con sus patrones estelares y sus lluvias de meteoritos, constelaciones y
galaxias, eclipses y fases de la luna, arco iris y cambios solares. La percepción y la
imaginación muchas veces trabajan unidas, por no mencionar los espejismos y las
alucinaciones. Y además, está siempre el cielo, la aureola boreal, la metafísica de lo
efímero.
http://www.eictv.co.cu/miradas/index.php?
option=com_content&task=view&id=202&Itemid=49
Película de montaje es la formulación más habitual en las lenguas latinas para aquella
clase de película basada sustancialmente, si no enteramente, en un material preexistente,
de archivo u otra procedencia, reutilizado para generar un nuevo discurso. Utilizo
deliberadamente la palabra “película”, en lugar de la forma culta film (preferida por los
estudiosos más escrupulosos de la práctica cinematográfica propiamente dicha), porque
actualmente dicha definición ha de abarcar diversos soportes, contextos y tránsitos. No
solamente entre los medios sobradamente entreconexos hoy del cine, la televisión y el
vídeo, sino también en lo que concierne a los sistemas multimedia, donde película (en
inglés, movie) designa todo contenido que se ampara en una secuencia de imágenes en
movimiento, sea en un disco digital compacto o en la intangibilidad de la red. Y es que,
justamente, las culturas y los cultivos archivistas hallan, desde hace unos años, una
nueva extensión en dichos medios o metamedios.
Con todo, la expresión cine de montaje nos remite oportunamente a la crucial aportación
de los cineastas bolcheviques, los cuales han vislumbrado el meollo de esa operación
cinematográfica de guante blanco en la producción de sentido. El montaje, la cirugía de
la película, es la técnica por excelencia de la fábrica; esa alegoría tan intrínseca a las
vanguardias artísticas en el fragor de la revolución socialista, entre las proclamas del
constructivismo o el productivismo. Pero, además, es también en dicho marco que se
hallan los orígenes fehacientes de un cine de compilación propiamente dicho; de los
célebres experimentos de “geografía creativa” de Lev Kuleshov al cinepoema
documental de Dziga Vertov Tres cantos sobre Lenin (1934). Aunque si un nombre hay
que destacar especialmente es el de Esther Shub con su trilogía sobre la historia de
Rusia desde 1896 (cuando el cinematógrafo Lumière filmó la coronación del zar
Nicolás II), integrada por La caída de la dinastía de los Romanov (1927), La gran
avenida (1927) y La Rusia de Nicolás II y León Tolstoi (1928). El trabajo de la Shub
funda el trabajo archivista cinematográfico en tanto que abarca la búsqueda,
identificación y restauración de documentos desperdigados y semiolvidados; a la vez
que introduce uno de los patrones característicos del género compilatorio: la crónica
histórica reconstruida mediante el ensamblaje de imágenes tomadas de noticiarios y
reportajes. Por otra parte, en el primero de los films mencionados, que abarca el ocaso
del régimen zarista y el triunfo de la revolución de 1917, la cineasta ha manejado
además las propias filmaciones del defenestrado zar, privilegiado precursor del cine de
aficionado, las cuales se convierten en testimonio de cargo por las astucias de montaje;
por ejemplo, en la alternancia de los festejos y diversiones de la familia imperial con
elocuentes escenas del sufrimiento y la opresión del pueblo ruso.
La forma canónica del film de compilación es, en efecto, el documental que narra –la
voz en off deviene justamente uno de sus rasgos habituales– un asunto comúnmente
histórico o biográfico, del orden de la información, la propaganda o la memoria
nostálgica, acudiendo a los retales que atesoran los archivos que comienzan a instituirse
con la llegada del cine sonoro. Más tarde, desde el ecuador del siglo XX, el material y el
documental de archivo hallan una enorme demanda en la televisión; la pequeña pantalla
siempre hambrienta de bocados y jirones de realidad –ingredientes, relativamente, de
bajo coste– a fin de mantener encendidas sus tupidas parrillas de programación,
abocadas al suministro permanente del receptor hogareño. Y una consecuencia de este
servicio a domicilio, aumentado todavía con la penetración del vídeo doméstico y el
ordenador multimedia, es nuestra creciente familiaridad con el archivo público de las
imágenes, las representaciones, los arquetipos; el banco de datos del mundo, bien
aprovisionado por las mercancías y desperdicios de las factorías mediáticas. En este
sentido, es desde su periferia y por interacción crítica con los mensajes y masajes de los
media que se ha ido afirmando otra clase de compilación y cultura de los archivos, con
un sesgo antagonista y desmantelador que tiene un relieve e historial propio en las
coordenadas de las prácticas mediáticas alternativas.
Para abordar dicho aspecto, años atrás acudí a la noción de desmontaje, en la cual hallo
un matiz sugerente y clarificador, algo así como un reverso de la práctica más habitual
de montaje y su sentido constructivo, tanto como de la película de compliación/montaje
y su connotación “edificante”. Desmontaje, por otra parte, tiene un aire de familia con
otras expresiones tales como deconstrucción o el détournement situacionista. Dicha
noción me parece más productiva que otra en vigor en los ámbitos y jergas del cine y el
vídeo experimental (donde el inglés es lingua franca), bajo el enunciado de found
footage, “película encontrada” –que inequívocamente remite a las poéticas del objeto
encontrado, vulgar, episódico, readymade–, y entre cuyos referentes mayores cabe
incluir la estela del assemblage en el arte norteamericano (de Joseph Cornell a Bruce
Conner), el cine “discrepante” de los letristas y situacionistas en Francia, o el scratch
video británico.
Son varios los rasgos que distinguen a estas obras, a veces designadas también como
collages, de la película de montaje, el documental de archivo, en sus modalidades más
corrientes. En general no hay un comentario en off, (o, cuando lo hay, no se puede decir
que sea un comentario omnisciente ni que acompañe literalmente a las imágenes), como
tampoco se apela a un tono instructivo o didáctico. Se prefiere que las cosas se expresen
por sí mismas: por lo que dicen, cuentan todavía esas imágenes, y por lo que aportan los
“giros” de montaje; o de desmontaje, mejor dicho, puesto que lo que la nueva obra nos
dice suele ser bastante distinto a lo que pretendían los materiales de partida. Se acude
indistintamente a una gran heterogeneidad de fuentes: no solamente al botín de la
realidad de noticiarios y documentales, sino también a las imágenes de ficción, las
emisiones del teletubo, los despojos de nuestra civilización de la imagen y toda clase de
géneros periféricos: películas educativas, industriales, publicitarias, familiares,
pornográficas, etc. Por fin, el asunto de estos reciclajes desmontadores no es tanto la
realidad como su simulacro; su representación y mediatización a través del derroche
público de las imágenes y sus excedentes.
Las imágenes desempolvadas en dicha obra corresponden en gran parte a lo que Richard
Prelinger ha denominado “films efímeros”, los “géneros bastardos” de la producción
educativa, corporativa o institucional, el reportaje industrial o promocional, la
publicidad y la propaganda, y los descartes y excedentes de productos ya en sí
concebidos para una vigencia perecedera.
Al dar un nuevo curso legal a estos tesoros de lo obsoleto –a veces de una poesía visual
imprevista, por execrables que a veces fueran sus designios–, los fondos recopilados por
los Archivos Prelinger y por Pierce Rafferty, éste último a través de su empresa Petrified
Films, han sido, desde mediados de los ochenta, de los más visitados por cineastas,
videoartistas y televisiones, en busca de otros documentos de cultura y barbarie menos
socorridos que los de la realidad fijada en noticiarios y reportajes, y en consecutivos
digestos, compilaciones y series documentales. Joel Katz, en Corporation with a Movie
Camera (1992) –cuyo título es una intencionada paráfrasis de El hombre de la cámara
de Vertov (en inglés Man with a Movie Camera)–, hizo un uso particularmente afilado
de tales fuentes para tratar del imperialismo estadounidense, concretamente del abuso de
los recursos naturales y humanos en el tercer mundo, con el contrapunto de un vibrante
poema de Pablo Neruda que denuncia los atropellos de la United Fruit Company; una de
las fuentes del petulante cine corporativo exhumado en esta obra.
Otras obras han apuntado hacia la información omitida por los medios de comunicación.
Emile de Antonio basó gran parte de su filmografía en materiales “capturados” a los
medios de masas, recolectando imágenes de la pantalla televisiva y descartes de la
información cribada o claramente censurada, materiales a menudo obtenidos
furtivamente y yuxtapuestos con punzantes entrevistas. Cineasta combativo y
vehemente, De Antonio abordó de esta manera los asuntos y personajes más
controvertidos o siniestros de la vida política estadounidense en los años sesenta: las
andanzas del senador Joseph McCarthy (Point of Order, 1963), el asesinato de Kennedy
(Rush to Judgment, 1967), la guerra de Vietnam (In the Year of the Pig, 1969) o la
desfachatez de Nixon (Millhouse: a White Comedy, 1972). La obra del cineasta
francoalemán Marcel Ophuls comparte esa fogosidad, abocada a lo que el historiador
del documental Richard M. Barsam ha llamado “un cine de la verdad y la justicia” ,
fisgando en las vergüenzas de la historia y la memoria mediante una combinación
similar que saca a la luz los documentos y testimonios más inconvenientes del pasado y
del presente. Así, una de sus cintas más celebres, la monumental Le Chagrin et la pitié
(1969-71), fue censurada por la ORTF, para la que trabajaba entonces, al exponer los
trapos más sucios de la sociedad francesa durante la ocupación nazi; tema sobre el que
reincidiría en Hôtel Terminus (1988), a propósito del proceso contra Klaus Barbie que
ha reabierto las heridas del colaboracionismo y la cobardía bajo la venda de la
resistencia heroica que ha salvado la dignidad de la Francia ocupada.
Las ondas reservadas de las transmisiones por satélite, mediante las cuales las cadenas
de televisión norteamericanas distribuyen sus señales en bruto, han sido destripadas en
Feed (1992), de Kevin Rafferty y James Ridgeway, con imágenes cedidas por el
videoactivista Brian Springer, que posteriormente montaría Spin (1995) a partir de
centenares de horas apresadas de estas emisiones entre bambalinas, en las que se revela
todo aquello que los informativos omiten: la cosmética de la imagen pública, los
comentarios off the record de los políticos y las personalidades mediáticas, la corte de
asesores y comunicadores a su alrededor. La producción videográfica de Antoni
Muntadas contiene también varias aportaciones al desencriptado de los códigos y las
interioridades de la televisión: Political Advertisement (en colaboración con Marshall
Reese) es una recopilación iniciada en 1994 y que se renueva y amplia cada cuatro años,
mostrando la evolución de los espacios de propaganda política para las elecciones
presidenciales estadounidenses, desde los años cincuenta hasta la actualidad; Cross-
Cultural Television (1987, con Hank Bull) establece un inventario de los arquetipos
universalizados por la ubicuidad de los formatos televisivos, del busto parlante a los
elementos de continuidad e imagen corporativa; TVE: primer intento (1989), por citar
todavía una tercera obra, trata de la rémora del pasado franquista sobre la actual
televisión pública española y, producida por el propio ente, su emisión fue vetada por el
sesgo inconveniente que se ha entrevisto en la yuxtaposición de las fuentes de archivo
con las imágenes tomadas por el propio Muntadas en las dependencias de TVE.
Otra fuente a la que se ha dado una importancia creciente es la del cine privado, la
producción de los aficionados, el retirado encanto de las películas familiares. Al igual
que ciertas corrientes historiográficas han apostado por el estudio de la vida privada
frente a la retahíla de los macroacontecimientos, interesándose por los individuos
anónimos y las clases subalternas frente a la hagiografía de las dinastías del poder y las
grandes personalidades, la rehabilitación de las imágenes íntimas y despreocupadas de
la cinematografía amateur ha dado lugar a nuevos proyectos archivistas y obras de
creación basadas en dichos fondos, además de fomentar exploraciones teóricas e
historiográficas en torno a un aspecto tradicionalmente desatendido. Entre estas
aportaciones cabe destacar la modélica “Serie de la Hungría privada” de Peter Forgács,
un proyecto emprendido en los años ochenta con el fin de recopilar y preservar el cine
amateur y familiar de su país, de paso reflejando las vivencias de una sociedad atrapada
por el giro autoritario del comunismo. The Family Album (1986), de Alan Berliner, es
una propuesta bien distinta, basada en la síntesis de las situaciones más genéricas y
comunes en el cine familiar, engarzando escenas de diversos hogares para componer un
mosaico de las vivencias y costumbres de la familia-tipo norteamericana en un lapso de
tiempo que se extiende de los años veinte a los cincuenta, con una banda sonora a su vez
integrada por un ensamblaje de voces, conversaciones, fragmentos epistolares y otros
registros privados.
NOTAS
Eugeni Bonet
http://www.culturasdearchivo.org/modules.php?
op=modload&name=News&file=pdf&sid=272
Este subgénero del cine experimental abarca aquellos trabajos elaborados total o
parcialmente a partir de imágenes ya existentes, manipulados y remontados en muchos
casos, con el fin de deconstruir los mensajes emitidos por el cine de Hollywood o por
los medios de comunicación de masas. La utilización de metraje ajeno cuestiona además
los conceptos de la autoría y de la propiedad intelectual; y como este tipo de
apropiación es considerado un robo por la industria, sufre serias trabas para su
distribución o su exhibición en televisión. (Metrópolis)
http://visionary-film.blogspot.com/2009/10/film-compilation-y-found-footage.html
http://www.eictv.co.cu/miradas/index.php?
Itemid=99999999&id=518&option=com_content&task=view
EL CINE DE APROPIACIÓN
Las múltiples imágenes que se construyen en la actualidad podrían adquirir mayor valor
en el futuro al ser recuperadas por otros, estos nuevos sujetos podrían desear construir
una historia propia a partir de fragmentos del pasado, o revisar una cultura y un modo
de producción de imágenes del cual se toma conciencia con el paso del tiempo. Los
registros antiguos suelen provocar cierta nostalgia histórica sociológica, esta sensación
es la que se produce al observar el cine creado a partir de archivos encontrados (found
footage films). Este “movimiento” toma la idea de pensar el cine como arte del presente
pues recupera material antiguo, lo actualiza potenciando principalmente su forma y
haciéndolo conservar su valor de archivo- lo que no implica que las imágenes preserven
su sentido original-.
Nos podemos dar cuenta que la práctica de hacer películas nuevas a partir de trozos de
otras ya existentes es muy antigua, podríamos considerar incluso las experimentaciones
de algunos formalistas rusos como parte de este tipo de trabajos. Por tanto, resulta difícil
definir el origen del found footage. A pesar de la antigüedad de la práctica ésta nunca se
ha establecido como un género cinematográfico reconocido por las audiencias, por lo
tanto, los circuitos de exhibición de estas obras han sido principalmente festivales de
cine especializados como el “Found footage film festival” en New York. Esta falta de
espectadores resulta coherente con las consideraciones políticas e ideológicas generadas
por este “movimiento”. Se puede señalar que todas las películas de found footage llevan
aparejada una crítica implícita a los medios de comunicación y a la industria
cinematográfica convencional, el cuestionamiento está ligado a las representaciones
estándares que generan los mass media, entregando imágenes que anulan la capacidad
de reflexión del espectador. Muchos de los materiales rescatados por los realizadores
son producidos en industrias fílmicas y televisivas, la revisión de éstos nos hace
observar y cuestionar el sentido de las imágenes que se exhiben en dichos medios que
en primera instancia no digerimos, el found footage nos otorga una segunda oportunidad
a partir de un nuevo punto de vista.
Este cine trabaja constantemente con la reflexividad, no sólo por las características del
material que utiliza sino porque hace referencia al encuentro de dicho material o a los
modos de distribución y exhibición (como ya comenté en “Lyrical Nitrate”). En
“Decassia”, del director británico Bill Morrison, observamos una mano escogiendo una
cinta en medio de muchas, demostrando la elección del director, aunque el material
pudo haber llegado de modo casual existe una apropiación de éste. A pesar de ser una
práctica muy utilizada, el cine dentro del cine fue considerado por la teoría de los años
sesenta como un elemento vanguardista: “la tendencia en esa época consistió
básicamente en equiparar “realista” con “burgués” y “reflexivo” con “revolucionario” ”.
[5] Se puede decir que la crítica implícita al sistema de producción de imágenes se
vuelve denotativa al utilizar la reflexividad, a partir de ella se le exige al espectador que
se de cuenta del artificio presente detrás de cada imagen.
Bibliografía
Burch, Noël. “Praxis del cine” Editorial Fundamentos. Sexta Edición. España. 1998.
Wess, William . “Recycled Images The arts and politics of found footage films”
Anthology films Archives. New York. 1993.
Wess, William. Artículo “Forma y sentido en las películas de found footage: una visión
panorámica” publicado en la revista “Archivos de la filmoteca” Editorial Paidós.
Valencia. 1998.
[1] En su libro: “Recycled Images. The arts and politics of found footage films ”
Anthology films Archives. New York . 1993.
[3] Wess, William. “Recycled Images The arts and politics of found footage films ”
Anthology films Archives. New York . 1993. Op.cit.31
[4] Burch, Noël. “Praxis del cine”Editorial Fundamentos. Sexta Edición. España. 1998.
Op.cit: 112
[5] Stam, Robert. “Teorías del cine” Editorial Paidós. España 2001. Op.cit: 182
http://lafuga.cl/found-footage/44
LA ETNOGRAFÍA EXPERIMENTAL
La definición del límite entre cine, cine documental y etnografía no ha estado exenta de
dificultades. La práctica cinematográfica y la etnográfica se han nutrido la una de la otra
a lo largo de su desarrollo. El “cine de lo real” se ha planteado frecuentemente posturas
antropológicas, especialmente en torno al modo de trabajo, la construcción de la imagen
y sus implicancias. Dentro de este marco, se ha construido la idea de un “cine
etnográfico” cuyas características coinciden con las premisas sobre las cuales se fundó
la práctica antropológica.
Así, cuando se habla de cine etnográfico, usualmente se hace referencia a un cine que
habla de un “otro étnico”, vale decir, exótico y distante del observador, al que nos
acercamos mediante la imagen cinematográfica. Este objeto se representa además de
manera consistente con esa imagen, y quién lo representa esta autorizado para ello. La
legitimidad del documental etnográfico radica también pues en quién ha construido el
texto.
La etnografía visual experimental supondría entonces un quiebre con los principios de
las modalidades de representación que permitían categorizar un documental como
“etnográfico”. Primero, se plantea la redefinición del objeto de estudio y el carácter de
lo étnico. Mediante la constatación de la experiencia contemporánea del otro como cada
vez más próximo, se asume que el exotismo está a nuestro lado y cada vez es más
“nuestro”. El realizador, a partir de las imágenes recolectadas y reinterpretadas, habla de
lo eminentemente antropológico: “el otro”, lo distinto, pero ya no a una lejana distancia,
sino en lo extraño del sí mismo. El propio yo se desplaza en el otro y se ve cada vez de
manera diferente, dinámica, al punto de que él mismo se hace exótico. Es la operación
que realiza Mekas en sus películas, en esa búsqueda permanente de su propia identidad
cultural: imposible, cortada, revuelta. Lo anterior implica, en segundo lugar, la
suposición de que el etno-realizador es necesariamente parte de la obra, y que
introducirla explícitamente en ella no la aleja de la “realidad”, sino que se manifiesta
como un nuevo tipo de realismo: el que asume que nuestra mirada sobre la realidad, con
cámara o sin ella, está mediada por la subjetividad. Se evidencia entonces que toda
etnografía audiovisual se construye desde un saber previo y nunca es sólo un registro de
otro.
Ahora bien, aún cuando se consideren válidos los argumentos anteriores, abriendo paso
a nuevos formatos etnográficos, es la cuestión del “punto de vista antropológico” la que
parece seguir definiendo lo que se considera etnografía. El concepto de etnografía se
refiere originalmente a la descripción de un pueblo, que en un principio consistía en una
operación de rescate cultural, un registro enciclopédico que fue cobrando nuevas
dimensiones a medida que iba mutando la disciplina. La continuidad del concepto
radica en la intencionalidad de una mirada, que intenta comprender el fenómeno
cultural.
http://www.antropologiavisual.cl/imagenes12/imprimir/peirano_imp.pdf
http://es.wikipedia.org/wiki/Documental_etnogr%C3%A1fico
Hacer cine etnográfico no es fotografiar hechos, lugares o personas, sino construir una
explicación o interpretación de los hechos sociales a partir de las imágenes. Filmar, en
suma, es elaborar un discurso visual sobre los hechos sociales. Esto obliga
necesariamente a hacer intervenir en esta discusión toda una teoría sobre la percepción y
sobre la sintaxis de la imagen. Por eso, el cine ficticio sobre imágenes ficticias y el
vídeo etnográfico sobre imágenes reales coinciden en ser, preferentemente, un discurso
visual, icónico, sobre la realidad social.
Según mi punto de vista, cine etnográfico es el que revela modelos culturales mediante
la tecnología de la imagen, a la que se superponen el lenguaje del sonido-palabra y de la
música, que permite la observación de la acción pero con finalidades etnográficas,
relacionadas con la investigación social del comportamiento humano, con la docencia y
la explicación de las culturas y con la acción social.
Esta forma de entender el cine etnográfico, en la que se supone que la cámara no altera
la acción sino que la registra, representa el paso del cine de ficción en el que los actores
ejecutan roles de un guión previo al cine de observación en el que los actores son
actores reales, de acciones reales en contextos reales. No se trata ya sólo de filmar para
registrar o para elaborar un producto cultural llamado cine o vídeo etnográficos, es
decir, no se trata de filmar en función de la proyección, de contemplar los
acontecimientos del grupo filmado en términos de imagen en pantalla, sino en razón de
las finalidades etnográficas indicadas de investigación y docencia.
http://www.uhu.es/cine.educacion/cineyeducacion/lecturasdecinedocumental.htm
EL CINE AUTOBIOGRÁFICO.
Ross McElwee (Carolina del Norte, 1947) transgrede los dogmas del cine directo. El
primero, que el autor debe ser invisible. Convertido en protagonista de sus
documentales, el realizador camina en un sutil ejercicio de equilibrismo entre lo
objetivo y lo subjetivo. “Yo busco un equilibrio de ritmo entre la mirada a mí mismo y
al mundo exterior para no caer en la autoindulgencia. Pero me gusta la subjetividad y
la uso cuando la necesito”.
ROSS McELWEE
Renovador del vérité bostoniano, Ross McElwee ha conformado con los años,
retratando su propia familia, una ácida radiografía del eterno sur de los EUA. Su
proyecto de seguimiento del recorrido de la Gran Marcha del general Sherman durante
la Guerra de Secesión desemboca en la búsqueda del verdadero idilio, de la cual emerge
con humor y ironía, a través de les confesiones sexuales de ocho mujeres, el reflejo de
un mundo atrapado entre la Guerra Civil, la desolación y la paranoia nuclear. Sherman´s
March nos plantea: se puede filmar la propia vida y vivirla al mismo tiempo?
http://www.cccb.org/es/audiovisual-en_primera_persona_ross_mcelwee-17703
Pero este documental de autor que dice “yo” poniendo en escena al sujeto de la
enunciación como fuente y garantía evidencial de los sentidos desocultados, ese cine de
la indagación por automostración (un cine exhibicionista como el de Michael Moore, o
didáctico-personalista como el de Solanas, Piñeyro o Lanatta) no es el único documental
en primera persona posible. Hay una auto-indagación audiovisual que procede por
medio del registro de las prácticas e historias de otros, como hace Agnés Varda en Les
glaneurs et la glaneuse (1995) o Ross McElwee en Sherman’s March (1987); y otra que
hace de la cámara un espejo concentrado en la figura del realizador, como los
personality films de Alain Berliner, Lourdes Portillo y Jonathan Caouette en su
Tarnation (2004).
Forma de entender el cine como “arte de espigar planos” y de hacer con ellos una suerte
de bricolage que les otorgue un nuevo sentido. La combinación de la textura documental
con un desarrollo narrativo (tan utilizado en el cine realista actual) puede ser uno de lo
rasgos más característicos de esta forma documental, lo mismo que la irrupción de la
subjetividad del autor (por medio de la voz en off, de la presencia física, del
metalenguaje) en el universo objetivo que se retrata.
Se trata de volver a recrear algunos pasajes claves de unos hechos a través de técnicas
documentales. El objetivo de las dramatizaciones con actores, las cuales simulan los
hechos que sucedieron o que podrían haber sucedido, es crear hipótesis y dudar de las
convenciones establecidas en los juicios realizados por las instituciones y los mismos
telespectadores. Se intenta reconstruir la realidad, juntando piezas distintas y uniéndolas
como en un puzle, articuladas por el director del documental.
Formato que mantiene puntos en común con el género negro. Habitualmente, las
películas caracterizadas como de cine negro giran en torno a hechos delictivos y
criminales con un fuerte contenido expresivo y una característica estilización visual. Su
construcción formal está cerca del expresionismo. Se emplea un lenguaje elíptico y
metafórico donde se describe la escena caracterizado por una iluminación tenebrosa en
claroscuro, escenas nocturnas con humedad en el ambiente, se juega con el uso de
sombras para exaltar la psicología de los personajes. Algunos de estos efectos eran
especialmente impactantes en blanco y negro. Al mismo tiempo, la personalidad de los
personajes y sus motivaciones son difíciles de establecer.
http://www.oxigenial.com/cinevertigo/glosario.htm
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